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La placenta no es realmente una "barrera" debido que a través de ella se transfieren fácil y rápidamente
muchos nutrientes, fármacos, drogas e inclusive tóxicos. La difusión hacia los tejidos fetales de cualquier
fármaco depende de varios factores relacionados con la solubilidad a los lípidos, la fijación a las proteínas, el
peso molecular, el grado de ionización y el metabolismo placentario. Cuanto mayor es la edad gestacional
mayor es la permeabilidad placentaria. Los cambios fisiológicos que ocurren en el embarazo pueden
modificar los cambios de concentración del fármaco, en la farmacocinética, es decir en la absorción,
distribución, metabolismo y excreción del fármaco.
Los medicamentos pueden dañar al feto en cualquier momento del embarazo, aunque el período de mayor
riesgo es el primer trimestre, pues durante la fase embrionaria (desde el día 20 hasta el 55) tiene lugar la
formación de la mayoría de los órganos, por lo que existe más posibilidad de que un medicamento induzca
anomalías estructurales sobre el feto, las malformaciones morfológicas más importantes. Durante la etapa
fetal, desde la 8va semana hasta el parto, los fármacos pueden afectar el crecimiento y desarrollo funcional del
feto, originar anomalías morfológicas de menor gravedad, e inducir complicaciones en el parto. Se debe tener
en cuenta que los distintos órganos o sistemas en formación poseen distinta sensibilidad a sufrir teratogénesis
(1) . En el período de embriogénesis, considerado el más crítico, es aconsejable evitar la administración de
fármacos; además de ser conveniente tomar precauciones contraceptivas en mujeres en edad fértil que estén
siguiendo tratamientos con fármacos de posible efecto teratogénico reconocido. (2, 3)
Clasificación de la teratogenia
La Food and Drug Administration (FDA) de EEUU clasifica los fármacos en cinco categorías, en función de
los riesgos potenciales de teratogénesis (1, 2, 3). Estas categorías se asignan en función del tipo de estudios
realizados y de la información disponible para evaluar el posible riesgo. Entre los medicamentos que pueden
producir malformaciones congénitas si son administrados a la madre durante el primer trimestre del embarazo
pueden citarse la fenitoína (síndrome hidantoínico fetal), el acido valproico (espina bífida), carbamazepina
(espina bífida y otras malformaciones del tubo neural; malformaciones craneofaciales),aminoglucósidos
(sordera, hipoacusia), tetraciclinas (malformaciones craneofaciales, musculoesqueléticas, hendidura palatina),
retinol o vitamina A (microcefalia, hendidura palatina labio leporino, hidrocefalia, malformaciones de las
orejas, renales y ureterales) e inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (malformaciones
craneales, hipoplasia pulmonar y renal, retraso del crecimiento uterino), entre otros de uso común. (2, 3) Por
otra parte, hay medicamentos acerca de los cuales aún existe controversia sobre su posible relación con la
aparición de malformaciones congénitas, por lo que deben ser indicados con mucho cuidado. Ejemplo de ellos
se puede mencionar: amitriptilina e imipramina (casos aislados de malformaciones musculoesqueléticas),
diazepam (algunos estudios sugieren una asociación con hendidura palatina y labio leporino; otros estudios
niegan esta asociación) y estrógenos (en un estudio de cohortes se encontró una asociación con
malformaciones craneofaciales, labio leporino y hendidura palatina; una revisión posterior de los datos puso
en duda la asociación). (2, 3) Cuando la administración de un medicamento a una mujer embarazada sea
absolutamente imprescindible, se debe escoger aquél para el que se disponga de más información sobre su
seguridad para el embrión.
Suplementos
La administración de suplementos a lo largo del embarazo es una práctica frecuente, tanto por indicación de
los profesionales como por propia iniciativa de la gestante. Los suplementos más empleados son hierro, ácido
fólico, calcio y complejos vitamínicos.
Hierro
La ingesta de hierro en cualquiera de sus formas en mujeres gestantes que no presentan anemia únicamente
ha demostrado, según los estudios publicados, disminución en el número de mujeres que presentan cuadro
anémico grave ulterior, sin aportar ningún otro beneficio adicional ni en la mujer ni en el feto, por lo que no
se considera su indicación como tratamiento preventivo en toda mujer gestante. En caso de anemia
ferropénica, existe amplia experiencia y contrastada seguridad con el empleo de sulfato ferroso (categoría A
tanto en embarazo como en lactancia), aunque pueden aparecer trastornos digestivos tipo ardor en epigastrio o
estreñimiento. Otras sales de hierro pueden ser utilizadas también con seguridad.
Ácido fólico: Existen claras evidencias que demuestran que el empleo de ácido fólico en los meses previos a
la gestación y en las semanas iniciales disminuye de forma muy significativa la aparición de defectos en el
tubo neural (espina bífida, anencefalia, etc.) del feto; por este motivo debe aconsejarse su toma a toda mujer
que desee quedarse embarazada en los meses siguientes. El ácido fólico puede emplease con seguridad tanto
en el embarazo como en el período de lactancia (categoría A en ambos casos), siendo preferible esta fórmula
sobre la de sus derivados. Asimismo, no se aconseja su empleo de forma conjunta con complejos vitamínicos
por el riesgo de acumulación de vitaminas liposolubles en el feto.
Calcio
Las necesidades de calcio aumentan durante el embarazo y la lactancia, siendo necesario el aporte de más de
un gramo diario, pero dicho incremento de las necesidades puede realizarse con el incremento del consumo de
alimentos con alto contenido en calcio (lácteos principalmente). Solamente en el caso de ingerir por la dieta
esta cantidad, como por ejemplo en el caso de existir intolerancia a la lactosa, debe indicarse la
complementación de calcio a través de cualquiera de sus sales (categoría A de riesgo tanto para el embarazo
como para la lactancia). Actualmente está en estudio, y por tanto no puede hablarse de que existe esta
indicación, la utilidad del empleo de suplementos de calcio en la disminución del riesgo de hipertensión
arterial inducida por el embarazo y de la preeclampsia.
Aunque de forma menos extendida, también es frecuente el consumo de complejos vitamínicos a lo largo de
estas etapas, aunque no existen evidencias que aconsejen esta utilización de forma preventiva. Además, la
FDA clasifica en la categoría C los preparados multivitamínicos que asocian distintas vitaminas a dosis
elevadas. La vitamina A (retinol) puede emplearse durante la gestación, pero a dosis elevadas puede producir
anomalías fetales y retraso en el crecimiento fetal, por lo que en caso de ser necesaria su administración
deberá realizarse a dosis bajas. También existen datos que demuestran que la vitamina C puede ser perjudicial
cuando es administrada a dosis que superan el empleo de un gramo diario. Las vitaminas de más amplio uso
integradas en el complejo vitamínico B (tiamina o B1, piridoxina o B6 y cobalamina o B12) pueden
emplearse con seguridad tanto a lo largo del embarazo como en la lactancia siempre que se utilicen a dosis no
elevadas (categoría A empleadas a dosis bajas y categoría C en el embarazo si son utilizadas a dosis
elevadas). Tampoco existen evidencias que demuestren el beneficio de suplementos de forma preventiva de
vitamina D durante la gestación, considerándose que en países donde la luz solar es abundante, como es el
caso de España, la exposición a la misma es suficiente para el aporte de las cantidades necesarias. Su
administración durante la gestación está catalogada en la categoría C (pasando a categoría D si se administra a
dosis elevadas) y como categoría B en el período de lactancia.
Bibliografía
1. Horacio, M., Cañas, M., Homar, C., Aimetta, C., y Orchuela, J. (2010). Uso de fármacos durante el período de
gestación en embarazadas de Buenos Aires, Argentina. Revista de Salud Pública, 12(5), 722-731.
2. Alfonso L, Alonso P, Alonso, L., Calvo, D., Cires, M., Cruz M., et al. (2011) Formulario Nacional de Medicamentos.
Ministerio de Salud Pública. Centro para el Desarrollo de la Farmacoepidemiología. 3ra ed. Editorial Ciencias Médicas,
Cuba. La Habana. 554
3. Cires, M., Delgado, I., Cruz, M., et al .(2010) Guía terapéutica para la atención primaria en salud. Editorial Ciencias
Médicas. Cuba, La Habana. 342-345.
4.García, M., Lapeña, S., Ceres, R., Aguirre, S.(2013) Protocolo de utilización de fármacos en
embarazadas y lactancia. Medicina. Ed. Doyma SL. Madrid. 8º Edición, nº41. pp. 4387- 4379
Modificaciones fisiológicas en el embarazo y consecuencias farmacológicas
ETAPA FARMACOCINÉTICA CAMBIOS FISIOLÓGICOS EFECTO FARMACOCINÉTICO
Absorción Enlentecimiento del vaciado gástrico, Ligero retraso en absorción. Aumento de
disminución motilidad gastrointestinal. la absorción.
Aumento de flujo sanguíneo intestinal.
Distribución Aumento del agua corporal total. Aumento de la forma activa del
Disminución de la albúmina plasmática. medicamento.
Disminución de la unión a proteínas. Aumento del volumen de distribución.
Se han creado sistemas de clasificación del riesgo en varios países (EEUU, Australia y Suecia) para informar
y advertir sobre el consumo de fármacos durante el periodo gestacional, pero estas clasificaciones contienen
ambigüedades que a menudo son difíciles de interpretar y de utilizar con precisión. Como ejemplo, véase la
tabla 2
El sistema del FDA (Food and Drug Administration de Estados Unidos ) está integrado por cinco letras en
orden creciente de riesgo estimado (A, B, C, D y X). Sistema ampliamente criticado por los expertos siendo
en ocasiones calificado de confuso, simple y de no ser un reflejo de nuevos estudios y conocimientos
médicos. Los fármacos incluidos en la categoría A son considerados usualmente seguros en el embarazo, y los
de la categoría X están contraindicados. Sin embargo, que un medicamento esté catalogado como C no
significa que sea más seguro que uno catalogado como D. En este sistema de clasificación, al igual que en
otros, se obvia el periodo de exposición al fármaco además hay que tener en cuenta que los estudios en
animales son orientativos, pero no extrapolables a la especie humana. El sistema del ACPM (Advisory
Committee on Prescription Medicines de Australia) está Integrado por siete categorías (A, B1, B2, B3, C, D, y
X) y aunque es similar al de la FDA difiere en ciertos aspectos como la falta de jerarquía en su estructura:
– Falta de datos o datos inadecuados para aquellos principios activos que pertenecen a las categorías B1, B2 y
B3.
Estas diferencias pueden provocar gran confusión y puede limitar la utilidad y la fiabilidad de los sistemas de
clasificación de riesgo.