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En este capítulo del dios de la adivinación, Colli retoma ciertas ideas que ha venido
desarrollando en los capítulos anteriores en referencia a que la sabiduría se manifiesta en la
“manía”. Colli trae a colación la referencia de Apolo según Heráclito para ver la forma de
expresión que a diferencia del dios en ojos de Nietzsche se expresa con “un matiz
decorativo, es decir, alegría, ornamento, perfume...”, este es “la antítesis precisamente de lo
que Heráclito atribuye a la expresión del dios.”
Colli seguirá explorando los distintos campos relacionados con Apolo, sus acciones,
características y elementos, en donde se puede ver manifestada la heterogeneidad
metafísica, es decir, esta doble naturaleza del dios. En este orden de ideas, Colli se remite al
pasaje del Timeo de Platón en donde se dice que para hacer partícipe de la sabiduría hay
que tener un elemento de locura. El que está en estado de locura, el adivino, no le competen
las palabras que el mismo dice pues para el no son nada. Entonces, las palabras se dirigen
solo a las personas que pueden descifrarlas, pues solo para el que es cuerdo y racional, las
palabras cobran sentido. Entonces, “al hombre cuerdo corresponde recordar las cosas
dichas en el sueño o en la vigilia de la naturaleza adivinadora y entusiástica…le conviene
hacer y decir lo que le concierne, y conocerse a sí mismo.” A partir de esto, se hace la
distinción entre el adivino y el profeta, este último es entonces el “…el intérprete que juzga,
reflexiona, razona, resuelve los enigmas, da un sentido a las visiones del adivino.”
Esta doble naturaleza termina sosteniendo la imagen del arco y la flecha, en donde
estas “…se vuelven contra el mundo humano a través del tejido de las palabras y de los
pensamientos.”. Colli sigue sosteniendo que, hay una doble naturaleza en apolo y esta vez
se puede ver en el paso de la sabiduría divina a los hombres, pues la palabra que se
transmite es oscura, por esto, esta palabra es violenta y puede expresar la crueldad del dios.
El no poder resolver el enigma puede llevar al camino de la perdición. Es aquí donde se
“manifiesta la heterogeneidad entre la sabiduría divina y su expresión en palabras.”