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Barbara Andrade

DIOS
EN MEDIO DE NOSOTROS
Esbozo de una teología trinitaria kerygmática
I i mi'>i.1 parte »lr l.i experiencia de
li ilr l,i a n ió n histórica del Dios tri-
iiitii mi I*oi eso ofrece en prim er
lilgai un análisis de In n o c ió n de
' s |•i i n m i i -, que se apoya en la
I•i • ilu ii mu 1 1 istiana, e introduce un
. mu c|>ii»de peísona, con cuya ayuda
■ purdi d r.tith ii una fenomenolo­
gía di la rspcneiuia. Kn una relectura
di I I Juevo y ilel Antiguo Testamento
la i |• i in ic ia de le es presentada
..... ni n n m ul to histórico con Dios.
I '|*in '. 1 11 m.ili/ai la experiencia de
li di I" . ( apadocios, de Agustín y
I i mi Maguo, el libro trata de la
li lindad i unió com unidad en la teo-
l"i'.i i trinitaria d<- Ricardo de San
Vii tul \i n rl Vaticano II. Las inves-
in t. mui", pan ¡ales desembocan en
................ni i i. mn de la experiencia
il> li 11 uní ii la, i n la que la unidad de
l*i.i i i li tn minada como «comuni-
I i.I li •11 * I r i uuent i o», que crea
...... .....I v nlid.iiid.iil interhumana.

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HflIMd.

I dli UlIli.'N
M l'l I.MMAI h ) I KINITARIO
I V111i|ltilun, HO
AGAPE
Barbara Andradc
21

Algunas obras más significativas,

DIOS
publicadas por el Secretariado Trinitario
sobre el misterio adorable de ¡a Santísima 7 rinidad
, sobre Jesucristo
y sobre el Espirita Santo.

• Diccio nario Teológico. El Dios cristiano


(Pikaza-Siianet, edts.)
• Tratado de Dios uno y Trico (5.a ed.)
Josep M aría Rovira. Bellos#
EN MEDIO DE NOSOTROS
• La human idad de Dios
Aproximación a la esencia d-el cristianismo
Esbozo de una teología trinitaria kerygmatica
Josep M aría Revira Belioso
• Dios Uno y Trino
Revelación, experiencia y teología del Dios criscian
o
Piero Coda
• El Dios vivo y verdadero
El misterio de la Trinidad
L. Ladaria
• Jesús y el Espíritu
Un estudio de la experiencia religiosa y catism
ática de Jesús
y de los primeros cristianos, tal como aparece
er. eL N T
J. G. Dunn
• Inhabitación trinitaria y gracia
G. Philips
• Dios como Espíritu y persona
Razón humana y Misterio Trinitario
Xabier Pikaza
• Jesucristo, Único Mediador
(Vols. 1-11)
B. Sesboüé
• La entraña del cristianismo
Olegario González de Cardedal
• El Espíritu Santo en la Iglesia
H. Mühlen
• Introducción a Ja pneurnatología
Ch. Schütz
• Historia de los dogmas
Vol. I: El Dios de la salvación
Sesboüé
• Encarnación redentora ^ ^ ¡ T F I r T T d Ó t r i n i t a r i o
Varios
F Villalobos. SO-37007 SALAMANCA
Contenido

Parte I: El Problema

1. El problema de nuestro hablar de Dios................................... 21


2. Entre la experiencia de salvación y su mediación teológica
- problemas de traducción..................................................... 45
3. El desplazamiento del acento sobre la ontología.................... 56
4. La necesidad de una nueva traducción y sus características.... 64
5. Ensayo de una teología trinitaria kerygmática........................ 84

Parte II: La persona - búsqueda de sí misma


en el encuentro

1. Preguntas preliminares............. ............................................. 95


2. Estructura ontológica y autorrealización histórica.................. 109
3. La experiencia de «ser sanado» en el
© SECRETARIADO TRINITARIO
F. Villalobos, SO encuentro interpersonal ............... ......................................... 113
TE-Fax (923) 23 56 02 4. Inversión: experiencia de no poder ser sanado........................ 128
3 70C7 - SALAMANCA (España) 5. La correspondencia entre «ser» y «hacer»:
don y tarea................. ........ .......... ........................................ 135
6. Inversión: la no-correspondencia entre «ser» y «hacer»,
don y tarea......................... ........ ........................................... 137
7. El misterio de la persona........................................................ 140
S. Conversión e inversión, esperanza y anhelo........................... 142
ISBN: 84-88643-48-9
Depósito Legal: S. L022 - 1999
Parte III: El Dios de Jesús
Impresión y encuademación:
G r á f ic a s C e r v a n te s , S.A. 1. Consideraciones hermeneúticas.............................................. 147
Ronda Sancti -Spiritus, 9-] 1 2. La experiencia de Dios y el hacer de Jesús............................. 157
37001 -salamanca 3. El hacer de Dios en la cruz y en la
resurrección de Jesucristo...................................................... 205
s CONTEN! [X) C o n t e n id o 9

4. El kerygma postpascual: participación en el TRINIDAD Y COMUNIÓN:


mis terio de Jesucrist o.-- ----- --- ------- - ............... II. EL CONCILIO VATICANO II
Balance intermedio................ ........ ..... — ........ •*■*•.............. —
1 . Consideraciones hermenéuticas.............................................. 430
2. Iglesia y Trinidad..... .............................................................. 436
P a rte IV : L a experiencia de D ios de Isra e l 3. Unidad como comunión......................................................... 441
4. El anuncio de la salvación...................................................... 445
1. Consideraciones hermenéuticas---- ---------- • ---- 5. El camino del seguimiento............................... y.................... 446
2. La comprensión de la alianza.----- -------- -- ------ Balance intermedio.......... ......................................................... 452
3. La experiencia de Dios de Israel según
!a fórmula de alianza------- ------ --- ----------
4. La experiencia de Dios de Israel en Ex 34,6—14 .................... . Parte V il: Dios en medio de nosotros —un esbozo
5. Yahvéh, «el (que está) haciendo)) (qótel)............. ........ ....... -
Balance intermedio................ ............ ....... ........... .................. 1. Orientación de una visión de conjunto.................................... 459
2 Auto presencia-en-relación:
hablar de Dios con la fórmula antropológica.......................... 463
P arte V : E l Dios que « h a c e » salv ac ión (A ) 3. Experiencia con el kerygma, testimonio
y lenguaje narrativo................................................................ 485
TU IM DAD Y UNIDAD: 4. Encuentro con Dios ............................................................... 491
LOS CAPADOCIOS, AGUSTÍN Y LEÓN MAGNO
ÍNDICE...................................................................................... 551
1. Consideraciones hermenéuticas.......... ............... .................. .
2. El punto de partida de los Capadocios y su desarrollo.............
3. El «problema}) de la teología trinitaria de Agustín--- ----
4. Experiencia de fe y teología trinitaria en León Magno...........
Balance intermedio---- --- ------ ----- --- -- --—

P arte V I : E l D ios q u e « h a c e » salvación (B )

TRINIDAD Y COMUNIÓN:
I RICARDO DE SAN VÍCTOR

1. Consideraciones hermenéuticas......................... ................


2. La experiencia implícita................................................. .......
3. El Dios uno - la esencia (substancia) divina.....— .... ......
4. Instrumentos conceptuales para la parte central:
persona, substancia, existencia....... .................... ........ ........
5. La parte central: la teoría deL amor............. ..... .... ........ .......
6. ¿Comunión de amor'?.......................... ........ ...... ................
7. Lenguaje y misterio-- ----- --------- ------ ----
Clave de Siglas

AnBib Analecta Bíblica, Roma 1952ss.


AnGr Analecta Gregoriana cura Pontifíciae Universitatis
Gregonanae edita. Roma 1930ss.
Aug Augustimanum, Roma 1961 ss.
BAC Biblioteca de Autores Cristianos, La Editorial Católica,
Madrid
Bib Bibíica. Roma 1920ss.
BKV2 Bibliothek der Kirchenváter, J. Zellinger (ed.), Kempten
1911-1938
BT Bilanz der Theologie im XX. Jahrhundert,
H.Vorgrimler y R. van der Gucht (eds.),Tomo III,
Freiburg-Basel-Wien 1970.
BZAW Beihefte zur Zeñschrift für die alttestamentliche
Wissenschaft, Berlin 1923ss.
CIS Review of Ignatian Spiritu ality, Rome.
Conc Corcilium. Revista Internacional de Teología,
Ediciones Cristiandad. Madrid 1965-1991.
Verbo Divino. Estella (Navarra) desde 1992.
DPAC Dizionario patristico c di antichitá cristiane, A. Di
Berardino (ed.) (2 tomos), Casale Monferrato 1983—
I9SS. [Traducción española: Diccionario patristico y de
La antigüedad cristiana (2 tomos), Sígueme, Salamanca
1991-1992].
DS H. Denzmger y A. Schónmetzer, Enchiridion
symbolorum definitionum et declarationum de rebus
fidei et morum, Editio XXXIV, Herder, Barcelona
1957.
DSp Dictionnaire de Spiritualité, Ascétique et Mystique,
Doctrine et Histoire, M. V^ller (ed.), Paris 1932ss.
12 C lave de S ig l a s 13
CLAVI-: DI: SlCrl AS

DT-EDC Diccionario Teológico: El Dios Cristiano, X. Pikaza y NJBC The New Jerome Bibhcal Commentary, R. E. Brown,
X. Silanes (eds.), Secretariado Trinitario, Salamanca J. A. Fitzmyer. R. E. Murphy (eds.), Prentice Hall,
1992. Englewood Cliffs, N. J. 1990.
DThC Dictionnaire de theologie cathohque, A. Vacant y E. NTD Das Neue Testament Deutsch, Vandenhoeck &
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Paris 1903-1950. QD Quaestiones Disputatae, K. Rahner y H. Schlier (eds.).
EKK Evan geliscb-Kathol ischer Kommentar zum. NT, (desde 19S5: H. Fríes y R. Schnackenburg), Freiburg
Benziger Verlag, Ziirich-Einsie deln-KcIn; i. Br. 1958ss.
Neukirchener Verlag. Neukirchen-VIuyn. RNT Regensburger Neues Testament, Regcnsburg 1938ss.
Escritos K. Rahuner, Escritos de Teología, traducción de los RGG Die Religión in Geschichte und Gegenwart, Tiibingen
primeros 7 tornos de Schriften zur Theologie, Taurus, 31956-62.
Madrid 196Iss. SBAB Stuttgarter biblische Aufsatzbánde, Stuttgart 1988ss.
ETrin Estudios Trinitarios, Salamanca. SBS Stuitgarter Bibelstudien, Katholisches Bibelwerk,
FS Festschrift Stuttgart
FThSl Freiburger Theologische Stucien, Freiburg i. Br. SC Sources Chrétiennes, H. de Lubac y J. Daniélou (eds.),
191Oss. Paris 1941ss.
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Frankfurter Theologische Studien, Frankfurt a. M.,
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Gr Gregorianum, Roma 1920ss. Benziger Verlag. Einsiedeln-Zürich-Kóln, 1967ss.
HDG Handbuch der Dogmengeschiclite. M. Schmaus, A. SET Colección Semanas de Estudios Trinitarios, Ediciones
Grillmeier, L. Scheffczyk. VI. SeyboLd (eds.), Herder, Secretariado Trinitario, Salamanca.
Freiburg-Basel-Wien Tomo II, fase, la F. Courth. SM Sacramentum Mundi. Theologisches Lexikon ftir die
Trinitat. In der Schrifi und Patristik, 198S; fase. Ib: F. Praxis, K. Rahner y A. Darlap (eds.), 4 tomos, Freiburg
i. Br. 19Ó7-69. [Traducción española: Sacramentum
Courth, Trinitat. In der Scholastik, 19S5.
Heyí The Heythrop Journal. A quarterly review of Mundi. Enciclopedia teológica (6 tomos), Herder,
philosophv andtheologv, Oxford 1960ss. Barcelona 1972-1976],
Ist Istina, Boulogne-sur-Seme 1954ss. StSSTh Studien zur systematischen und spirituellen Theologie,
ITS Innsbrucker Theologische Studien. G, Greshake, M. K.ehl y W. Loser (eds.),
LThK2 Lexikon für Theologie und Kirehe, 2:ied., J. Hofery K. Echter, Wiirzburg.
Rahner (eds.) {10 tomos y registro), Freiburg i. Br. StZ Stimmen der Zeit, Frankfurt a. M.
1957-1967. ThGl Theologie und Glaube, Paderbom 1909ss.
MBTh Miinsterische Beitrage zur Theologie, Münster 1923ss. ThJh Theologisches Jahrbuch.
MThS Miinchener Theologische Studien, Miinchcn I950ss. ThPh Theologie und Phüosophie (hasta 40, 1965: Schol),
MThZ Miinchener Theologische Zeitschrift, München 1950ss. Freiburg i. Br. 1966ss.
MS Mysteriurti Salutis. Manual de Teología como Historia ThPQ Theologisch-praktische Quartalschrift, Linz a. d. D.
de la Salvación, dirigida por J. Feiner y M. Lohrer 184Sss.
(5 tomos). Ediciones Cristiandad, Madrid 1975ss. ThQ Theologische Quartalschrift, Tübingen 1819ss.,
NIC.NT New International Commentary on the New Testament, Stuttgart 1946ss.; München 1969ss.
GrandRapids 1956 (?)ss.
L4 Clave de S ig l a s

ThWAT Theologisches Worterbuch zum. Alten Testament, G. J. Prólogo


Bottenveck, H. Ringgren y H. J. Fabiy (eds.), Stuttgart
I970ss.
ThWNT Theologisches Worterbuch zum NT, fundado por G.
Kittel, G. Friedrich (ed.) (10 tomos), Stuttgart 1933-
79.
ThZ Theologische Zeitschrift, Basel 1945ss.
TRE Theologische Realenzyklopádie, G. Krause y El original alemán de este libro, Gott mitten unter uns, Peter Lang
G. Miiller (eds.), Berlín -New York I976ss. GmbH., Frankfurt a. M. 1998, se ha resistido bastante a dejarse traducir
VT Vetus Test amen tura, Leiden 195lss. al español Me había tomado con el alemán libertades lingüísticas y lite­
WA M. Luther, Werke. Kriiische Gesa mtausga be rarias que, en esta forma, no era capaz de verter en el español del que
dispongo. Salieron al paso de esta dificultad mis dos apreciados colegas
(“ Weimaier Ausgabe"), Weunar 1S83ss.
en el Departamento de Ciencias Teológicas de la Universidad Iberoame­
ZKTh Zeitschrift fiir Katholische Theologie, (Innsbruck) ricana en La Ciudad de México, el Lic. Armando Bravo Gallardo, S. J. y
WLen LS77ss. el Lic. J. Rubén Munllo Díaz, S. J. Con admirable paciencia y aplicación
ZThK Zeitschrift fiir Theologie und Kirche, Tfibingen lS9Iss. leyeron mis textos, cambiaron mis giros y les dieron forma. Les doy las
más sinceras gracias por su colaboración y su amistad.
Otra cuestión es si este libro realmente puede llamarse una «traduc­
ción» en el sentido acostumbrado de la palabra. Me tomé otra vez liber­
tades - esta vez para adaptar mis reflexiones a una cultura y a unas cir­
cunstancias diferentes. Modifiqué cosas que me parecieron secundarias
para destacar otras más importantes, y eliminé notas para reducir por lo
menos en algo el aparata critico. Tal como el libro es ahora, probable­
mente representa más bien una «versión» española que una «traducción».
Agradezco Lgnalraente al «Intercambio Cultural Alemán-Latinoa-
mericano» su generosa ayuda con la publicación y a la Dirección de
Investigación y Posgrado de la Universidad Iberoamericana su apoyo
económico para la producción del manuscrito. Doy las gracias a mi fa­
milia por su paciencia con las largas horas de trabajo y con la correspon­
diente falta de energía en las cosas familiares; doy las gracias a mis de­
mis colegas del Departamento de Ciencias Teológicas por su interés y su
ayuda en mi lucha contra el programa de la computadora; y agradezco a
la Compañía de Jesús en México dejarme pasar tantas horas en la exce­
lente biblioteca de su Teologado y apoyarme en todas mis búsquedas.
El reto de plantear una antropología relacional y luego una teología
trinitaria que parta ce la experiencia de fe lo debo a mis estudiantes me­
xicanos. Cuando hace muchos años empecé a enseñar antropología teo­
lógica y teología trinitaria a nuestros grupos muy heterogéneos de estu­
diantes, descubrí que la teología tradicional no los motivaba para seguir
los argumentos con interés. Descubrí también que había un abismo entre
su aprendizaje teológico teórico y la práctica y las necesidades de su fe.
Los seminaristas que en su trabajo pastoral debían adaptarse a los más
pobres de los pobres; las amas de casa cuyos hijos ya eran grandes y que
16 Pr ó l o g o

luego buscaban con grandes esfuerzos una perspectiva que Les permitiera
crecer en su fe; las religiosas que habían recibido poca formación y que
debían enfrentarse simultáneamente a una sobrecarga de trabajo práctico
y a su marginación en la Iglesia, todos pedían una teoLogía que integrara
su experiencia de fe, los retos de la praxis y los conflictos comunitarios y
sociales. Sólo podían aprender si cada paso de la reflexión les ayudaba a
reinterpretar su propia realidad, a cuestionarla y también a cambiarla. La
teología necesitaba presentárseles como una búsqueda de los signos del
«Reino» y de la esperanza en medLo de la desesperante pobreza y con-
flictividad del ambiente Latinoamericano. Mi planteamiento teológico ha
surgido del trabajo con todos ellos, de Los cursos y seminarios en discu­
sión con ellos, de sus experiencias y preguntas, y también de mi propi.a
experiencia con la cultura, los problemas sociales y la búsqueda de co­
munidad en México. Entre mis estudiantes y en el contacto con la indes­
criptible miseria de la vasta mayoría de la población mexicana creo haber
podido aprender una cosa: cuando hablamos de «Dios» ahí donde nos
encontramos, ante y en la enfermedad, la muerte y el desamparo, hemos
de poder hacerlo de manera que evoquemos su presencia eficaz er. medio
de nosotros. Si no fuera así, ¿cuál palabra de esperanza podríamos ofre­
cer?
En nuestro tiempo se está rehabilitando la «experiencia», pero esta­
mos poco acostumbrados a fiamos de este término y a darLe contornos
claros. La «experiencia» tiene que ver con el lenguaje, con La cultura y
con la esperanza. No es necesariamente algo meramente individual, ni se
desarrolla a partir de las diferencias entre nosotros. Es posible plantear
una estructura de la experiencia y partir de una experiencia de fe eclesial
y, por eso, propia. Para hacerlo será necesario prestar atención al len­
guaje y a una serie de pasos hermenéuticos. Estos pasos los he querido
dar en este Libro, en la esperanza de que puedan ayudar a oír de nuevo, de
manera diferente, o a hacer repercutir en la experiencia de fe el anuncio
del kerygma de la esperanza contra toda esperanza Parte I: El Problema
Barbara Andrade
México, D. F., Pascua 1999
¿Cómo podemos hablar de Dios de tal
m anera que expresemos siempre
simultáneamente lo que nos importa de
nuestro propio mundo y nuestra propia
historia, y que hablando de él, hablemos
de nuestra esperanza, alegría y nuestro
sufrimiento?.
1. EL PROBLEMA DE NUESTRO HABLAR DE DIOS

1.1 Las imágenes de «Dios» en nuestro hablar de él

Cuando hablamos de Dios, parece que tenemos no solamente un proble­


ma sino varios - incluso el problema de la interpretación de nuestros
problemas. Un aspecto de la problemática multifacética consiste en que
hay imágenes y representaciones de <cDios» que se han dado histórica­
mente y que reflejan una sociedad y cultura determinadas. Esto significa
de entrada que en tales imágenes y representaciones no puede tratarse de
Dios, sino que nos referimos más bien a nn <cser superior» que nosotros
mismos hemos colocado frente a nosotros, o por encima de nosotros. Las
expresiones imagen o representación de «Dios» son en sí mismas contra­
dictorias, pero precisamente esta contradicción puede hacer imposible
nuestra confianza y dejar sin sentido nuestro sufrimiento. Parecería que
también en la teología y en el anuncio de la fe - o entre la teología y el
anuncio - puede clandestinamente introducirse esta contradicción. Dos
ejemplos para ilustrar esto: una mujer ya de edad y enferma está desespe­
rada en su soledad. Al decirle que tenga confianza contesta: “¿En
quién?" “En Dios”. Esto La hace reaccionar: “No puedo tenerle confianza
a Dios. Se le puede ocurrir pedirme algo que ni quiero ni puedo darle”.
Toda su vida ha ido fielmente al templo de este «Dios», pero nunca lo
sintió cercano, sino que fue tan sólo una «doctrina» que no tenía gran
cosa que ver con ella mientras le iba bien, y que la asustaba cuando esta­
ba en dificultades. TlneLicke1comenta lo siguiente sobre nuestras repre­
sentaciones de «Dios»: ;Dime cuán excelso es Dios para ti y te diré por
cuán indiferente lo tienes”.
El segundo ejemplo es éste: los días L9 y 20 de septiembre de 1985
hubo en la Ciudad de México dos temblores devastadores, en los que,
según cálculos no oficiales, murieron aproximadamente 40.000 personas.
Los daños, la miseria y 1a desesperación fueron indescriptibles. El primer
periódica vespertino del mismo día traía en la primera plana y en letras
enormes la Leyenda: ¡CASTIGO DE DIOS! Esto n o fue solamente un exceso
del periodista, sino que representaba un sentí: genera!. Mientras la po-

1. H. Thielicke, feh gtcube, Quetl Verlag, Stutlgant '965, 57. El autor prosigue: “Es
curioso, pero es asi: Sólo porque Dios se hace más pequeña que las galanas, porque se
encuentra eti mi pequeño cuarto cuando no puedo respirar, porque entcndc mis pequeñas
preocupaciones y deja que se las encargue, porque no considera irrelevante el que un niño
le pida un juguete | . ]. por eslo se convierte en algo que me: imoorta”. Seria mejor, sin
embargo, decir que se convierte en alguien que me importa.
22 Dios en m e d io ni n o s o tro s E l Pro b lem a 23

blación organizaba acciones de emergencia y de asistencia de todo Iipo, Se da la impresión de que el hablar de Dios está condicionado histó­
en las misas del domingo siguiente. 3 días después de la catástrofe, en rico y culturalmente de ta] manera que todo el acento recae sobre cómo
algunas parroquias ni siquiera se hizo mención de los temblores. Se re­ es Dios en sí mismo y no sobre quién es para nosotros. Esta manera de
zaba como de costumbre por el Papa, el obispo, los sacerdotes. Las vic­ hablar de Dios, aunque fuera cristiana, aleja a Dios de los hombres a tal
timas no cupieron en el esquema ritual. grado que éstos ya no se sienten interpelados3. Si, por otro lado, se dibuja
O bien, veamos otra representación de «Dios»; vive eternamente en la imagen de un «Dios» autoritario y arbitrario, los hombres sienten la
su templo y preside su culto, y la actuación litúrgica puede hacer que se necesidad de rebelarse contra él, porque no pueden menos que creer que
haga presente. El culto siempre idéntico respalda la representación de un «Dios» quiere impedir que se conduzcan según su autonomía humana y
Dios inmutable e impasible, que de alguna manera es experimentado que los obliga a volver al paradigma finalmente superado de una autori­
como consolador y que nos hace sentimos «elevados» precisamente dad absoluta*. Si la palabra «Dios» se usa con una “tremenda falta de
porque no cambia nunca y no tiene que ver con todos los cambios y retos contornos”5, es por lo menos posible preguntarse si no hay veces cuando
a los que nosotros estamos diariamente expuestos Quizá por eso Ies se dan a la palabra unos contomos que provocan el rechazo del significa­
agrada esta representación a muchos fieles. Mejor no preguntemos si do depositado en ella.
quizá también les agrada porque es incapaz de hacerles cambiar de vida Los múltiples análisis de la situación actual, independientemente del
y de conducta. punto de vista que las rige6, hablan pocas veces del desamparo y de la
Aquí surgen vanas preguntas: ¿a cuál «Dios» hemos anunciado, se­ angustia de tantas personas cuyo «Dios» no les contesta, porque se basta
gún parece no sólo ocasionalmente, sino a través de mucho tiempo, para a sí mismo en su altura7. Es quizá más difícil deshacerse de una concep-
que haya podido formarse semejante representación de «Dios»? ¿En qué
Iglesia hemos predicado a este -«Dios»? ¿De qué trata realmente el anun­
cio cristiano? La discrepancia evidente entre el anuncio y la asimilación 3. Cf. J M. Mardon.es, Posunodernidad y cristianismo. El desafio del fragmento, Sal
Terrae. Sanlander 1988: “'El poder íntegra dar de la religión en cuanto donador universal y
del anuncio, ¿se da acaso por culpa de los oyentes? Y si fuera cierto esto último de sentido se ha erosionado. [...] el hombre occidental está aquejado del historicis-
último, habría que seguir preguntando: ¿por qué y cómo se da el hecho mo relativista. Tooo parece una inevitable sucesión de fenómenos históricos que, en su
que tantos fieles malentienden el anuncio? ¿Existe un Dios que es tan temporalidad pasajera, solicitar una novedad continua para ocultar su frívolo envejeci­
elevado que por eso nos es indiferente? Un Dios in-diferente, que no es miento”. 33. Los postmodemos acusan a la filosofía critica moderna de “la nostalgia por
diferente de tantos otros conceptas que manejamos, forma parte de el lodo y el uno”, 52.
4. Análisis en A. Torres Queiruga, Cree en Dios Padre. El Dios de Jesús como afir­
nuestro propio sistema y por eso sóLo puede provocar miedo.
mación plena del hombre. Sal Terrae, Santander 1986, 32-45. Cf. también su descripción
Se agrega otra cosa: el Dios cristiano es uno solo en tres personas2. del «cristianismo burgués». 55-60.
Parece, sin embargo, que en nuestra vida de fe Dios no es «trino», sino 5. K.. Rahner, Curso fundamental sobre 'a fe, Herder, Barcelona 1979, 68 [en adelante
monádico. El que sea un solo Dios en tres personas sólo se transparenta citado como Curse fundamental].
6. W. Kasper, Ei Dios de Jesucristo, Sígueme, Salamanca 41994, 17-27, enfatiza la
en la liturgia; la experiencia de fe de muchos fíeles es moralista parecie­
secularización y la subjetividad moderna que hicieron que Dios pierda su función en la
ra que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son intercambiables. Pero si sociedad. E. Luengo González, La Religión y ios Jóvenes de México'. ¿El Desgaste de una
esto es así, en el fondo no se capta el dinamismo de la liturgia cristiana, Relación?, Universidad Iberoamericana, México 1993, encuentra entre los estudiantes
que quiere llevar al creyente «en el Espíritu Santo por Cristo al Padre». mexicanos actuales una creciente indiferencia ante la Iglesia institucional, pero simultá­
La pregunta es si en tal caso todavía puede hablarse de fe cristiana. neamente una nueva apertura a lo sacral, vinculada con la pregunta por el sentido de la
propia vida y por el significado existencia! de Dios, 237-249. J. M. Mardoncs, o. c. [nota
3], 59-79, parte del pensamiento postmodemo y su resistencia contra la sociedad y cultura
2. Por más discutid» que sea el uso del término «persona» en la teología trinitaria, hay modernas. El proyecto postmoderr.o ofrece la utopía de una estetización general de la
un consenso de que el término es irrenunciable, no obstante su problemática. Cf. L. vida, acompañada ds una Lética postmelaíísica sin fundamento, una micro-política de la
Scheffczyk y F. Courth, TrinilátsJheoIogie heute. Ein Tagungsbehcht, MThZ 34 (1983), deliberación republicana y un individualismo débil a la búsqueda de si”, 59-79, sobre
55s.; K. Rahner, Ei Dios Trino como principio y fundamenta trascendente de la historia todo 78. Necesitamos la apertura del Concilio Vaticano II ante los signos de los tiempos
de salvación, MS II/'L, Cristiandad, Madrid 1975, 432-439. Véanse también las observa­ para poder descubrir en qué consiste la apertura al Dios de Jesucristo, 99.
ciones de J. Moltmann, Trinidad}' Reino de Dios, Sígueme, Salamanca 1986, 162-166; F. 7. C f G. Mura. Einsamkei! und Angsr: Schicksal des Menschenl en K. Hemmerle
X. Bantle, Pernon und Personbegrijfjn der Trinitdlsiehre Kari flahners. MThZ 30(1979), (ed.), Dreifahigkeii Sckiiissel zum Menschen. Schiüssel zur Zeit, Neue Stadt, München-
11-24; B. J. HilbcTath, Der dreieinige Gott und die Gemeinsclaafl der Menschen. Ziirich-Wicn 1959, 7-23. Mura habla sotre lodo de la “nueva pobreza” de aquellos que
Grünewald, Mainz 1990,62s. viven en la soledad y la angustia y ya no encuentran sentido a su existencia. Precisamente
24 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS E l P roblem a 25

ció ti insuficiente o deformada de Dios que mantenerse abierto al anuncio


de un Dios que sana8. Si queremos hablar del «amor» de Dios, necesita­ L2 Hablar de Dios desde el anuncio cristiano
mos poder hacerlo de taL manera que pueda experimentarse como gracia
en la desgracia y sin que se abra una brecha entre lo que Dios hace por Todo hablar correcta de Dios ha de apegarse al anuncio cristiano que
nosotros y nuestro hablar de él. Pata volver al ejemplo de los temblores
pretende ser «palabra de Dios» dirigida a nosotros10. El anuncio les ofre­
en la Ciudad de México: ¿qué tan creíble es un Dios cuyo «amor» anun­
ce a aquellos que lo escuchan la comunión con Dios. Por eso habla del
ciamos pero que en sus «insondables designios» mala a tantas miles de
Padre, del Hijo encamado y del Espiritu Santo". De pronto, tales afirma­
personas tan cruelmente en veinte segundos? Durante aquellos aconteci­
mientos la pregunta pesaba a muchos9. O bien a la inversa: ¿qué tan ciones suscitan tan sólo preguntas: ¿Qué significa «palabra de Dios»? Y
creíble es un Dios del castigo para aquel que ha experimentado su mise­ ¿qué significa comunión con Dios? Antes todavía: ¿Cómo llegamos a
ricordia? preguntar por Dios’?
En nuestro hablar de Dios se entretejen varios niveles de lenguaje y Knauer empieza su teología fundamental con la pregunta:
de comprensión. La experiencia vivida y nuestra historia, toda nuestra
vida en un país determinado, en determinadas circunstancias, igual que ¿quién es Dios, si su «palabra» ha de tener el poder de superar el
nuestra cultura tienen que ver con el como de nuestro hablar de Dios. Si miedo del hambre por si mismo? Para poder hacer esto, ¿no debe ser po­
esto vale para todo hablar de Dios, también para el hablar teológico.
deroso en absolutamente todo, de manera que ningún otro poder pueda
prevalecer contra él”? 11

Llegamos a la pregunta por Dios por ser confrontados con la «palabra de


Dios» del anuncio cristiano. Para poder explicar el significado de «pala­
bra de Dios», Knauer desarrolla primero el concepto de creaturalidad:
porque 1a soledad y la angustia pertenecen a 1as estructuras básicas de '.a existencia huma­
na remiten a la pregunta per Dios. A. G. Vella, La espiritualidad ignaciana y tes proble­
“Ser creado significa [...] «ser totalmente referido a ... / con total diferen­
mas de globalizccrón, en II Simposio Internacional de Teología: La espiritualidad igrta-
ciana ame el siglo XXf, Universidad Iberoamericana, México 1993, 33-53, analiza la cia de ...». Al término de esta relación lo llamamos «Dios»: Dios es aquel
creciente interdependencia sobre todo económica, que en el Tercer Mundo crea siempre «sin el cual nada existe»’’13.
más problemas insolubles. “Mucho más de diez mülores de niños mueren en la infancia o
en la niñez cada año por enfermedades ocasionadas por la desnutrición de ellos o de sus
madres”, 37. “No nos referimos solamente a fas injusticias y sufrimientos de la enferme­
Esta fórmula para la creaturalidad contiene /. la afirmación de que Dios
dad corporal, de la ignorancia cultural o de la explotación, sino también a las injusticias es incomprensible, porque es totalmente diferente a nosotros. No pode­
que despojan a la gente de su potencial espiritual y que sofocan y debilitan las energías mos decir nada sobre él sino que es aquel «sin el cual nada existe». Pre­
espirituales, ya sea por el secularismo o per las fuerzas del fundamentalismo”, 47. Aqui se
levanta ta pregunta de cómo será posible seguir venerando al Dios cristiano, cuando
cisamente esto lo designa en su incomprensibilidad desde la creación. En
aparentemente este Dios está del lado de los sistemas políticos y económicas que produ­ la creación por su misma naturaleza no puede haber ningún concepto
cen tanta pobreza y muerte. capaz de abarcar a Dios14. El que Dios no caiga bajo ninguno de nuestros
B. Cf. E. Drewermann, Kleriker. PsycJiogramm eines Ideáis, Walter, Olten 1995, 34-
96. [Traducción: Clérigos. Psicodrcrma de un ideal, Trolla, Madrid I995|. Drewermann
conceptos es algo que a continuación tendremos que tener en cuenta
encuentra durante el psicoanálisis de sus pacientes la concepción de un Dios que en el don repetidamente; 2. el «ser totalmente referido a» en «total diferencia de»
de su gracia exige al sacerdote “que se vacíe de toda su existencia propia, de toda aprecia­
ción de su propio valor ante el valor objetivo del ministerio". 84. La consecuencia es que
a menudo el terapista está confrontado sin excepción y a veces durante artos con una 10. P. Knauer, Der Glaube kommt vom Hórer.. úkumenische Fundamenlaltheologie,
resistencia tenaz contra toda forma de una existencia personal, 86. Se trata de una "repre­ HerdeT, Freiburg-Basel-Wien **19*31,25.
sentación de Dios extremadamente cruel que está en abierta contradicción cor la confe­ 11. Ibid., 88.
sión ve-bal de un Dios del amor y del perdórt”, 87. 12. Ibid., 24.
9. A. Torres Queiruga. o. c. [nota 4], 113-129, discute la problemática de una repre­ 13. Ibid., 32.
sentación de Dios semejante. 14. Ibid., 62s
26 D io s e n m e d io d e n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 27

es idéntico a ser creado de la nada. Tanto el «ser totalmente referido» a pueden referirse a nuestra propia creaturalidad como la única realidad de
Dios como la «total diferencia» de él constituyen el ser del hombre y de La que podemos hablar directamentei '. Por consiguiente, sólo podemos
la totalidad de la realidad1*. Todo ser referido a otro u otros que encon­ apuntar hacia Dios, hablar de él análogamente"3, y esto es hablar de tal
tramos y experimentamos al interior de nuestra realidad creada es tan manera que afirmemos simultáneamente nuestro propio ser referido a él
sólo un aspecto del «ser totalmente referida» a Dios, que vale para la y su incomprensibilidad33.
totalidad de la realidad que nos es propia. Esto tendrá que reflexionarse El carácter análogo o «indicativo» de nuestro hablar de Dios no es,
más en la Parte II: 3. EL ser creado es una relación unilateral e in medíala pues, aLgo que, por asi decirlo, se agregue posteriormente a nuestras
del inundo a Dios que vale excLusivámente para La relación del mundo a afirmaciones de manera que pueda ocasionalmente olvidarse agregarlo,
Dios16. También esto explica algo sobre nuestra ser-relacionado a i inte­ sino que es una característica de nuestra creaturalidad misma. Esto, sin
rior de La realidad que nos es propia: tal ser-relacionado no es ni unilate­ embargo, significa aL mismo tiempo que por 3a «vía afirmativa» podemos
ral, ni inmediato'1, sino al contrario, mutuo y mediado; 4. Con la fórmula realmente decir algo sobre Dios, precisamente porque junto con toda
para la creaturalidad está fundamentada una ontología relacional, porque nuestra realidad somos real y totalmente referencia a él24. Pero aunque
cuanto existe es ontológica mente idéntico a su ser referido a Dios como nuestra ser total referencia a Dios signifique una semejanza con él, se
su término y esto de tal manera que la relación a Dios fo constituye en su trata tan sólo de una semejanza en forma de desemejanza. Esta la expre­
ser. Dicho de otra manera: el ser-relación es anterior a la sustancia18. samos análogamente por la «vía negativa», por una negación que a causa
Sobre esta ontología relacional construiremos cuanto sigue; 5. Si Dios es de nuestra creaturalidad está siempre ya contenida en todo nuestro hablar
aquel «sin el cuaL nada existe», y si la totalidad de nuestra realidad está de Dios25. Por la «vía de eminencia» decimos otra vez explícitamente
constituida en su ser por su relación a Dios, entonces Dios es aquel que que todo nuestro hablar de Dios, en su semejanza y en su desemejanza,
es “poderosa en absolutamente todo cuanto sucede”19. La formulación es tan sólo análoga, parque Dios es sólo desemejante al mundo26. Si se
excluye que Dios pueda caer bajo nuestro concepto de «omnipotencia» y
abre nuevas posibilidades del hablar de Dios que desarrollaremos sobre 21. Ibid, 63.
22. “Hablamos verdaderamente ce Dics sólo a condición de que el reconocimiento de
todo en La última parte de esta investigación.
la propia creaturalidad sea el pumo ce partida permanente qmc no podemos dejar atrás”,
A nuestra pregunta por eL anuncio cristiano, la fórmula para la creatu­ ibid., ó 5.
ralidad pLantea primero una gTan dificultad: una «palabra de Dios» diri­ 23. Ibid., 64. Hay que haccr énfasis en el hecho de que “no se trata únicamente de un
más, sino de una medida insuperable [...|. El en-si de Dios no cae bajo conceptos [tales
gida a nosotros parece todo menos evidente, porque sólo podría conce­
como realidad, identidad, necesidad y perfección}. |...] Por consiguiente, la diferencia
birse como contraria a nuestra crea turaLidad20 Sin embargo,, podemos entre Dios y el mundo es en último término aún más fundamental, que cl concepto de ser:
valemos de nuestra creatura Lidad para decir algo sobre nuestro hablar de la diferencia es ónlicanente anterior y no posterior ai concepto de ser. [...] En este indicar
a Dios no se trata, estrictamente hablando, tampoco de ur «trascender» la fínitud del
Dios: todo cuanto seamos capaces de decir de Dios, siempre designará
inundo, como si el conocimiento de algo como finito y limitado ya fuera un trascender
sólo su incomprensibilidad. Todas las demás afirmaciones correctas sólo este límite”, ibid., 64s.
24 ib id , 655.
25. ‘''Porque el mundo es referencia a Dios sólo en su diferencia de él, su ser-
15. Cf. la c.xplicació-n de la fórmula. ibid., 32-3M. refereneia a él no es ser como Dios, sino tan sólo semejanza. Esta semejanza es, en cuanto
16. Ibid., 37. tal, simultánea neme desemejanza. La semejanza y la desemejanza no se distribuyen entre
17. Ibid, 37*. diferentes realidades de lo creado, [...] sino que corresponder, en cada caso a la realidad
IS. “En La ontología de substancia la substancia jicmore precede a la relación. En una total de lo creado”,, ibid, 56.
ontología relacional, en cambio, hay que cantar con la posibilidad de que ía relación 26. “Tanto de la via af.rmativa como de la vía negativa del conocimiento vale cl que
pueda constituir la substancia, es decir que sea previa a ella. -Ser creado ce la nada» cuanto se afirme de Dios de esta manera es sólo «indicativo», sólo «análogo». En la
significa realmente que lo croado está constituido como relación a Dios”, ibid., 62. tercera via, la de la «eminencia» (...] eslo se expresa otra vez explícitamente. Debido a que
19. .Esto se dinge contra la comprensión de la omnipotencia de Dios como ■ “ [...} la la referencia de la realidad mundana a Dios es sin residuo alguno y, por eso, es necesaria­
mera posibilidad de su intervención [...], es decir la comprensión de cuanto «podría» haccr mente unilateral, también la semejanza del mundo respecto a Dios sólo existe en esta
según nuestra imaginación, si sólo quisiera”, ibid. 77. única dirección. El mundo es a la vez semejante y desemejante a Dios. Por eso hay que
20. Ibid, 39. decir de Dios análogamente que es sólo desemejante al mundo’*, ibid., 67. W. Kasper, o. c.
28 Dios e n m e d io d f n o s o t r o s El P r o b le m a 29

olvida el carácter análogo de nuestro hablar de Dios que reside en nues­ “es la comunión de la persona humana con Dios. Dios está volcado hacia
tra creaturalidad misma, llegarán a darse imágenes o represenlaciones de los hombres con un amor que no se mide por nada humano y por nada
«Dios». Para impedir que esto suceda es necesario caracterizar nuestro creado Es más bien originariamente el amor de Dios a Dios, del Padre al
hablar de Dios como análogo, de tal manera que la analogía ya no pueda Hijo”23.
olvidarse. También esto debe ser desarrollado en la última parte de este
estudio, en la que ha de mostrarse además cuán importante es la conecta Ésta es 1a razón por la que podemos tenerle a este amor una confianza sin
comprensión de la anaLogia para la predicación cristiana. limites. Es mayor que todo loque podemos desprender de nuestro propio
Tan sóLo a partir de esta explicación de la creaturalidad y de la analo­ comportamiento y del de los demás y no depende ni de nuestra compren­
gía puede comprenderse la pretensión de una palabra de Dios dirigida a sión ni de nuestros méritos. Sólo así puede hacerse comprensible por qué
nosotros, y ya pertenece a esta explicación el que la palabra de Dios a el anuncio cristiano ha de ser importante para nosotros.
nosotros sólo pueda ser la palabra del Dios Trino. La palabra de Dios La palabra de Dios, con la que nos encontramos en el anuncio cristia­
significa que él mismo entra en relación con el mundo: no, es autocomunicación de Dios en cuanto comunicación de la relación
entre el Padre y el Hijo que es el Espiritu Santo. Que esta autocomunica­
“L'na relación real de Dios al mundo sólo es explicable si con anteriori­ ción se dé tan sólo en la palabra comunicativa humana es un reto. La
dad es relación de Dios a Dios, del Padre al Hijo. Esta relación es el Espí­ palabra es igual de frágil que la encarnación del Hijo. Debido a que las
ritu Santo'”27. personas humanas participan en su pronunciación, puede ser pronunciada
de tal manera que se dificulte su apropiación en la fe. Aquí se insertan la
Que Dios se dirija a nosotros y que sea a favor de nosotros es una afir­ problemática que ocupa la teología feminista29, la discusión sobre ateís­
mación que no puede ni haccrsc ni comprenderse desde la creación, a mo y secularismo,:\la experiencia de la lejanía oscura de Dios31 y, sobre
partir de la cual Dios sólo puede ser conocido como aquel sin el cual todo en América Latina, la preocupación por la liberación de estructuras
nada existe y que es poderoso en todo. Sólo si Dios mismo es «relación» inhumanas” . En la medida, sin embargo, en la que los que pronuncian la
entre divinas personas puede tener una palabra interpersonal que pronun­ palabra humana comunicativa favorezcan en los oyente^ el dejarse aden-
ciar, es decir una palabra para nosotros. Esto es precisamente lo que trar en la comunión con Dios, su palabra también podrá llegar a ser co­
afirma el anuncio cristiano y en esto consiste su novedad. Así queda municativa, de manera que rompa nuestro aislamiento y nuestro miedo
resuelta la aparente contradicción entre el anuncio cristiano y el concepto desde dentro, que nos saque de nuestra cáscara y provoque su apropia­
de creaturalidad, al tiempo que aparece que exclusivamente el hablar ción en la fe. Es cierto que la fuerza transformadora de la palabra de
trinitario de Dios es capaz de expresar una iniciativa de Dios hacia no­ Dios es capaz de crear la fe aun cuando la comunicabilidad de la palabra
sotros que nos concierne en la totalidad de nuestra realidad. humana fracase, pero esto no nos libera de nuestra responsabilidad por su
Si decimos que el Hijo de Dios se ha encontrado como persona con comunicabilidad humana.
otras personas y que nos habla todavía hoy con palabras humanas, ya
hemos dicho que la «palabra de Dios» es palabra humana comunicativa, 28. lt»id.
29. E. A. Johnson, Ske Who h. The Mystery of God in Feminist Theological Discour-
cuyo único contenido
se, Crossroad, New York 1993, 17—41.
SO. W. Kasper, o. c. [nota 6], 17-2?. En el análisis de Kasper es importante que el
actual «problema de Dios» tenga que ver con el fracaso de la predicación. Ya no se trata
solamente del ateísmo de los demis, sino del ateísmo en el propio corazón. Lo que sole­
mos llamar «secularización» es el trasloado del ateísmo de las masas que se presenta por
[nota 6], 121, explica ls. analogía de manera diferente: “[La vía eminentiete] significa que primera vez en la Tiistoria de La humanidad, 18.
estas perfecciones finitas, competen a Dios en ura mayor medida, de modo sublime, 31 O. H. Pcsch, Dogmatik im Frcrgment, Grünewald, Mainz 1987, 60-67.
eminente (emínenter)". Sin embargo, si ya la vía affirmativa predica el ser-por-cncima- 32. Ch. Duquoc. Dios Diferente, Sigueme, Salamanca 1978, 11-38; J. J. Sánchez,
del-mundo de Dios como insuperable, un ccmás» es imposible. Teología Política y Teología de ta Liberación, en Varios, El Dios de la Teología de la
27. P. Knauer, o. c., 114. Liberación, Secretariado Trinitario, Salamanca 1986, 97-119.
E l P roblem a 31
30 Dios en m e d io de n o s o t r o s

La autocomunicación deL Dios tripersonal en el anuncio cristiano lle­ ble40 que nos ha alcanzado. El misterio de haber sido recibidos en el
ga a La persona humana que Dios desde siempre ha amado escondida- Espíritu Santo en la relación entre el Padre y eL Hijo, provoca su anun­
mente y anuncia La gracia de este amor escondido^. Quien acepta en La cio4,1. pero de una manera particular: debido a que también el anuncio de
fe este anuncio como válido y verdadero para sí mismo, comprende que este «doble» misterio sólo puede darse análogamente, resulta que para­
ha sido, recibido en el interior de] amor eterno entre eL Padre y el Hijo dójicamente no podemos hacer otra cosa que dejamos silenciar por el
que es el Espíritu Santo3- Esto es otra vez gracia: la gracia de poder misterio de Dios, hablar en signos y anunciarlo asi - no en el silencio del
saber en La fe que hemos sido creados en Cristoi5. Tales afirmaciones, sin no saber, sino en el deL agradecimiento42. El que podamos hablar del
embargo, sólo tienen sentido cuando hemos comprendido que hablan de misterio de Dios sóLo en signos, estableciendo signos del misterio, indica
nuestra propia relación con Dios35 y que ésta toma la forma de nuestro aL mismo tiempo que es a favor de otros que hemos sido introducidos en
trato con otras personas. la autocomunicacion de Dios que acontece en el anuncio cristiano.
En La palabra comunicativa del anuncio cristiano acontece nuestra La autocomunicación de Dios - y también esto es un reto - sólo
comunión con Dios como ser-insertados en el Espíritu Santo, quien es la acontece en la historia como La dimensión temporal propia del ser creado
relación entre el Padre y el Hijo". Para la persona humana creada, el don y de la autonomía de todo lo creado en su ser totalmente referido a Dios
de la comunión con Dios sólo puede significar que todo cuanta le con­ en total diferencia de él. La comunión con Dios es comunión con él den­
cierne está envuelto en la gracia y transformado por ella. Esto toca sobre tro de la reaLidad que nos es propia. Se da, no solamente en la palabra
todo nuestra comunión con otros o, dicha con más precisión, nuestra humana comunicativa en el sentido estricto de «palabra», sino en el
dificultad e incapacidad de formar comunidad con otros. Significa tam­ compartir, en aquello que en la fe hacemos el uno por el otro y juntos,
bién que no es posible hablar sobre el Dios tnpersonaL; que hay tan sólo cada uno dentro de la reaLidad que Le corresponde. Sólo dentro de nuestra
eL testimonio de la propia experiencia radicalmente nueva de haber sido realidad histórica, la autocomunicación de Dios es experimentable como
alcanzados por el amor de Dios, el Espíritu Santo38. cercanía comunicativa La cercanía del Dios tripersonal dentro de esta
Ser recibidos en la comunión con Dios, algo que puede expresarse realidad significa La exigencia de que el creyente la transforme de tal
sólo trinitaria mente, determina nuestra comprensión del misterio de Dios. manera que la presencia de Dios en ella se haga experimentable como
El Dios que aparece como misterio en el reconocimiento de la creatura! i- comunión en la fe.
cad, como el misterio de aquel sin el cual nada existe y que por eso es eL Aqui se ve de nuevo que no puede ser autoevidente el que Dios esté
poderoso en todo, se convierte por La fe, por la comunión con él, otra vez cerca del hombre histórico. Puesto que la cercanía de Dios sólo puede
en misterio39, en misterio-a-favor-nuestro. En cuanto misterio-a-favor- darse históricamente, acontece en la encamación del Hijo. Pero esto no
nuestro, puede anunciarse en forma de confesión del misterio inalcanza­ sólo significa que en Jesús el Cristo Dios mismo «deviene» histórico,
sino que crea una historia nueva. Por eso para quien experimente en la fe
su cercanía, nada queda como antes. La realidad histórica objetivamente
idéntica la vive de manera diversa en la cercanía de Dios y la comprende
33. P. Knauer. o. c. [nota 10|, 173. de manera diversa como tarea.
34. Ibid., ISO.
35. Ibid., 179.
4-0. “La gracia no significa el comienzo y promesa de una -emoción del misterio, sino
36. P, Knauer, Para comprender nuestra fe, Universidad Ibero amen cana-Libren a
Parroquial 1993, 41 -45. la posibilidad radical su cercanía absoluta. Y cl misterio no desaparece en esta cercanía,
37. P, KnaueT. Der Glaube kommt vem Hóren, 89, 155. sino que existe precisamente en cuarto tal”, K Rahner, Sobre et concepto de misterio en
38. lbid.,90, L28. ia teología católica, Escritos [V, 7S.
39. “Si ya para el conocimiento natural de Dios, Dios es incomprensible y así «miste- 41. Véase P. KLnauer, Der Gtaube feommt vom Harén, 116.
42. E. Jüngel, Dios como misterio del mundo. Sígueme, Salamanca 1984, 331-335,
no o, su autocomunicación es para la fe otra voz misterio”. P. Knauer, ibid., 116. Es1o
"habla de un asilencio adecuado», que tiene que ser mediado, y que no es ni vacío ni
significa cue el misterio de Dios, desde siempre existente e inalcanzable, en la fe se con­
ambiguo, sino que hace que callemos un hecho determinado de tal manera que llega a ser
vierte en el misterio para, rrí y paja nosotras que toca toda nuestra realidad y se convierte
en cercanía sin perder su lejanía. experimentable de qué callamos ypo-qué.
E l P roblem a 33
32 Dios en mi-dio de n o s o t r o s

De esto resulta otra dimensión del hablar de Dios. Precisamente por­ serio que todo nuestro hablar de Dios siempre sólo puede darse dentro de
nuestro condicionamiento histórico, social y cultural y que expresa este
que no es posible hablar del Dios cercano a nosotros en el Espiritu del
condicionamiento al menos implícitamente. Es frecuente la falacia que
amor sino como persona nueva, tampoco es posible seguir viviendo
reconoce el condicionamiento pero luego lo supone superado por el
como antes. La posibilidad de realmente vivir de manera diferente está
sencillo hecho de haberlo hecho consciente.
dada con la iniciativa de Dios que se nos comunica a sí mismo dentro de Esto significa que tampoco la elaboración y reevaluación de los datos
nuestra realidad. Hablar de Dios, por consiguiente, significa confesar que de la tradición eclesial, incluyendo la comprensión de los datos de la
en nosotros y en mí. por incapaces que seamos, el Padre por el Hijo en el Sagrada Escritura, tiene lugaT en el vacío. Las preguntas que hacemos a
Espíritu Santo crea una realidad nueva; que en su cercanía se sana aque­ la Escritura y la Tradición, pidiéndoles que nos digan cómo entienden a
llo que es desgracia sin el. Esto ya no es sólo un acontecimiento históri­ Dios, nos vienen sugeridas por nuestra historia individual y social y por
co, sino uno histórico -salvífico. nuestro ambiente cultural. Mientras no reconozcamos el condiciona­
miento exterior (y por eso también interior) de nuestra misma búsqueda,
de nuestra preguntar y comprender, y mientras no admitamos que no
podremos dejarlo atrás, m siquiera al hacerlo consciente, la originalidad
1.3 Indicaciones para el hablar de Dios hoy
de un trabajo teológico sólo podrá consistir en el modo como contesta­
mos las preguntas de siempre. No es difícil comprobar este hecho en los
La afirmación de que la autocomunicación de Dios acontece histórica­ índices de la mayoría de los libros sobre el Dios Trino - o sobre cual­
mente en nuestra propia comunión participativa y ahí crea la novedad
quier otro tema teológico^
histórica que llamamos «salvación^, tiene dos consecuencias fundamen­ Ante estas dificultades se hace más apremiante la pregunta por nues­
tales. La primera se refiere a nuestro hablar de Dios, que puede ser ver­ tro hablar de Dios. ¿Cómo podemos hablar de Dios de tal manera que
dadero sólo cuando abarca simultáneamente el acto personal del hablar y expresemos siempre simultáneamente lo que nos importa de nuestro
la referencia directa a la transformación de toda la realidad de la persona propio mundo y nuestra propia historia, y que hablando de él, hablemos
que habla. Para lograr esto se necesita una teología trinitaria salvifica de nuestra esperanza, alegría y nuestro sufrimiento? ¿Cómo encontramos
hoy postulada por muchos teólogos” . La segunda consiste en lomar en un lenguaje que junte esencialmente lo que nos toca a nosotros con lo
que podemos decir de Dios y decirle a él? Y ¿cómo podemos evitar que
43. J. Moltmann, o. c. [rota 2J, 11-16; 17-25, busca una ¡ntcrprotación social de la nuestra propia experiencia sea algo agregado posteriormente a afirma­
doctrina trinitaria, una 'ibre intercomunicación social que paita de la entrega del Hijo «por
ciones sobre Dios que nos constan de antemano? Podremos encontrar
todos», porque sólo en ella podrán los hombres enconlrar su propia verdad, 16. La tarea ce
tal tcologia trinitaria ha ce ser capacitar a las personas para que vuelvan “a percibir la una respuesta sólo paso por paso. Por ahora conviene rastrear la pregunta
«alteridad» y a participar de ella”, 23. L. E3aíT, La Trinidad, fa Sociedad y ia Liberación, por la pregunta.
Paulinas, Madrid r19ST, afirma que la le en el Dios Trino contesta a la gran búsqueda de A la pregunta por nuestro hablar de Dios precede nuestra pregunta
participación, igualdad y comunión entre los marginados en América Latina, 20s., y por Dios provocada por el anuncio cristiano. Si aun en toda la problemá­
relaciona la pérdida de la experiencia de las tres divinas personas con diferentes aspectos
tica del hablar de Dios no cesa este hablar, sino que sigue siendo como
de la sociedad latinoamericana, especialmente el patriarcalismo, 22-25, y llama la Trini­
dad “nuestro verdadera programa social”, 25. W. Líiser, Trinitatstheologie heute -offer.e un «aguijón en la carne», algo de lo que no llegamos a deshacemos, aun
Fragen, en K.. Rahner (ed.), Der cine Gou und der dreieine Gen, Kath olí sehe Akaderme cuando quisiéramos, la razón está en que no desaparece el anuncio - y,
Freiburg, Schne'.l & Steiner, Mür.ehen-Zürich 1983, 9-27, subraya que la teología trinita­ por consiguiente, no desaparece la autocomunicación de Dios.
ria es inseparable de la teología de la cruz. 30, y quiere sosLituir la tradicional metafísica
de substancia por una «metafísica del amor», 15-17. X. Pikaza, Dios como Espiritu y
44. La anotación vale particularmente para la Lectura bíblica en -perspectiva trinitaria.
Persona, Koinonia 24, Secretariado Trinitario, Salamanca 1989, habla de un vacio dog­
Véase, por ejemplo, !a orientación del capítulo sobre el AT en R. Schulte, La preparación
mático respecto del Espíritu Santo, I91-2C5, y escoge como punto de partida la relación
de la revelación trinitaria, M¡S l[/í, 77 — 104 . La paternidad de Dios, 90—92, y el grupo de
entre Cristo y el Espíritu. “Para «que el Espíritu se vuelva palabra y experiencia viviente es
conceptos Angel de Y ahvé-pal abra- sabiduría-espíritu, 92-192, con sus aspectos hipos-
necesario situarlo [...J en el contexto de realización antropológica, a la luz de la manifesta­
tátícos parecen indicar una lectura del AT desde los presupuestos de la dogmática trinita­
ción del misterio de Dios”, 205. En Id., Trinidad y Comunidad Cristiana, Koinonia 30,
ria. Algo semejante puede decirse de la contribución de F. J. Schíerse, La revelación de la
Secretariado Trinitario, Salamanca 1990, Pikaza establece c', nexo entre la comprensión
Trinidad en el NT, MS lt/1. 117-163, aunque el autor se refiera a menudo a la historia de
trinitaria de Dios y la sociedad cristiana, 119-202. “ Pedemos lavar et rostro de Dios,
limpiando la impureza que hemos ido amontonando en este rostro por los siglos”, 206. salvación. Lo mismo vale para \V. KLasper, o. c. [nota 6], 161-264.
34 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS El Pro b lem a 35

Comúnmente se plantea y se discute la pregunta por Di as a nivel del Por consiguiente, no hay conocimiento sin experiencia52, como tam­
conocimiento y este solo hecha levanta otra pregunta: ¿Tiene que ser esta poco hay experiencia ni conocimiento sin autopresencia. La experiencia
así, o es posibLe preguntar per DLos desde la experiencia? Surgen otras y el conocimiento se relacionan entre sí como la parte aL todo, al que
preguntas relacionadas: ¿Es posible preguntar desde la experiencia? pertenece de tal manera que sin esta parte el todo no puede darse. Sin la
¿Qué ha de entenderse bajo experiencia? Y ¿Cómo se relacionan expe­ experiencia no puede haber razón alguna para buscar el conocimiento.
riencia y conocimiento entre sí? Esto significa en nuestro contexto que también la pregunta por Dios
Lonergan45 analiza lo que él llama la estructura dinámica del conoci­ empieza can La experiencia.
miento como un todo que abarca muchas actividades diversas, por ejem­ Con esto hemos encontrado una respuesta parcial a la pregunta ante­
plo ver, oír, locar, preguntar, representarse aLgo, entender, reflexionar, rior sobre cómo podamos hablar de Dios de tal manera que nuestra pro­
ponderar pruebas, juzgar45. Ninguna de estas actividades tomada por sí pia experiencia entre inseparablemente en todo lo que digamos de Dios.
sola es ya conocimiento, ni la experiencia sensible, ni el entendimiento. Aquí hay que hacer todavía das anotaciones: i. La experiencia a partir de
Sin experiencia sensible na hay nada que entender. Pero aun cuando se la cual decimos algo de Dios ya no es la experiencia de la que original­
unan la experiencia sensible y el entender, todavía falta el juzgar, sin el mente brota nuestro preguntar, en cuanto que ahora abarca también la
cual no podría distinguirse entre hecho e invención, historia y leyenda. esperanza, la alegría y el sufrimiento. Si el conocimiento Uega desde la
El conocimiento humano siempre es un todo que se da a partir de mu­ experiencia hasta su totalidad sólo pasando por el entender y el juzgar3*,
chas «operaciones» diferentes1*’. La experiencia - aquí todavía la simple la experiencia de esperanza, alegría y sufrimiento ya representa el con­
experiencia sensible - hace surgir preguntas, y en el preguntar se activa junto de los tres pasos. Sin embargo, esta «segunda» experiencia siempre
la inteligencia disponiéndose al actuar, es decir: empieza el entender. EL es experiencia sensible también, como, por ejemplo, experiencia de bie­
preguntar conduce desde La experiencia por la imaginación al entendi­ nestar, energía, calor cuando estamos alegres, o cansancio, pérdida de
miento, y deL entendimiento a los conceptos que «combinan» aquello que apetito o frío cuando sufrimos, a la vez que es punto de partida para
ha sido captado por el entendimiento, y Lo que en la experiencia o la nuevas experiencias sensibles. 2. No existen ni el «conocimiento huma­
imaginación se ha hecho importante de entender5*. Cada una de Las «ope­ no», como Lo llama Lonergan, ni el entendimiento humano sin experien­
raciones» que constituyen el todo deL conocimiento humano cumple con cia sensible y sin experiencia de autopresencia. A causa de La estructura
una función diferente a la de todas Las demás «operaciones»35*. AL mismo dinámica del conocimiento y porque el conocimiento y la experiencia
tiempo, en el conocimiento en su totalidad dinámica se constituye la son inseparables entre sí, la experiencia de esperanza, alegría y sufri­
persona como «autopresencia»'0. Hay que notar además que para Loner­ miento siempre está ya inicialmente contenida en la primera experiencia.
gan ya la primera experiencia, en su aspecto exterior de experiencia Hemos visto que tos conceptos «combinan» el entender, que pertene­
sensible, es en su aspecto interior al mismo tiempo anticipadamente y ce aL segundo paso de la estructura, con La formulación de lo entendido.
todavía sin forma (notitia quaedam praevia et informis)S1 también expe­ Sólo después de esta combinación empieza el juzgar, y sólo entonces se
riencia de ser autopresencia ha alcanzado La totalidad del conocimiento. Esto significa que también
nuestros conceptos siempre son tan sóLo una parte de la totalidad dinámi­
ca de nuestro conocimiento, y que constituyen además una parte poste­
rior a ta experiencia. Según esto habrá que concluir que aquellos con­
ceptos que han llegado a ser independientes de esta unidad y que se han
Colleclion. Callee led Works of Bernarcf Lonergan, Val. 4, F. E. Crowe and R. M.
salido de la totalidad del conocimiento, ya no representan un verdadero
45.
Doran (eds.), Universily of Toronto Press, Toronto L9S8, 205-221. conocimiento.
¿6. Ibid., 206. Estas reflexiones nos permiten contestar a otra de nuestras preguntas.
47. Ibid., 206-207. La descripción de las «operaciones» se encuentra en E. Lonergan, Si la pregunta por Dios se presenta a nivel del conocimiento, hay que
Sígueme, Salamanca 1988. 14-20.
Método en Teología,
aclarar primero qué hemos de entender por conocimiento. Si se entiende
<•5. CoUectíon, 207.
Ibid., 2OS.
50. Ibid., 207;Mélodcr en teología. 22-26 52. Lonergan subra>a esto especialmente en su. conferencia The Notion of SJrucTare,
53. B. Lonergan, De Verbc Incarnato, Pontificia L'niversitas Gregoriana, Roma 1964, Vlothod, Journal of Lonergan Studies 14 (1996), 117-131.
275. 53. Coiiecl¡t?n, 207.
36 Dios en m e d io d e n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 37

por conocimiento un sinónimo ds saber, tal comprensión De esta manera hemos agregado un tercer tipo de
reduce un todo experiencia a os
dinámico a una de sus partes. En tal caso, la pregunta dos anteriores: la experiencia de la solicitud de Dios
por Dios no puede por nosotros y de a
hacerse a este nivel, o bien, dicho de manera más clara, comunión con él. Esta nueva experiencia a la vez incorp
la pregunta por ora las anteriores
Dios hecha asi no tiene sentido. Si, al contrario, se y las supera cualitativamente: describe la esper‘encia
entiende por conoci­ cie §racia ^ue te"
miento la totalidad dinámica, que para cada persona nemos que enfocar ahora.
se da en un proceso
que dura mientras viva, la pregunta por Dios puede E n un primer acercamiento, la experi encia
hacerse con sentido de gracia consiste en
sólo a este nivel. El conocimiento entendido así, sin aceptar el anuncio cristiano de tal manera que la comun
embargo, siempre y ión con D ios que
necesariamente incluye la experiencia tanto en su anuncia se realiza para mi. Tal realización no es otra
primera como en su cosa que la expe­
segunda acepción. El conocimiento es ¿I mismo experi riencia de fe en la que sé que el Espíritu Santo hace
encia hecha tota­ real para mí el amor
lidad. entre el Padre y el Hijo que él mismo es. La experi
encia de fe entendida
Desde la estructura de nuestro preguntar dentro de asi coloca al creyente en una situación nueva , a la vez
la totalidad diná­ que significa una
mica del conocimiento podemos establecer nn nexo nueva experiencia de sus propias posibi lidade s. L °
entre el concepto de hace capaz de ver lo
experiencia y el anuncio cristiano. Es sugestiva la lista constructivo en el mundo - en el mismo m u n d o del
de las actividades que antes desespera­
que según Lonergan describen la experiencia: ver, ba. Ahora es alguien que no necesita deses perar™
oir, reflexionar, juz­ siquiera en el su
gar. Hemos oído a personas que han afirmado poder miento, sino que puede dar razón de su espera nza .
ofrecer una «palabra Sólo un anuncio que
de Dios». Hemos visio a personas que han buscado pueda ofrecer semejante cambio provocará a Ia acepta
a otras en solicitud ción, porque tocara
sin reserva y se han abierto a ellas. Esto nos ha hecho a cada uno en lo más profundo de su angus tia y sU espera
reflexionar y a nza.
causa de estas actitudes de contraste hemos juzgad La persona que se encuentra con el m ensaje de un
o importante para Dios que quiere
nosotros mismos lo que estos otros han dicho y hecho ocuparse de ella y acogerla en su propio am or, nunca
54. En la experien­ es sólo un indivi­
cia de estas actitudes nuestro preguntar se convierte duo, simo un miembro de una comunidad humana, de
en la pregunta por la que proviene y a
Dios. Cuando se nos dice de esta manera quién es Dios la que reintegra su propia experiencia. T oda experi
y cómo nos con­ encia humana es ex­
cierne a nosotros, lo que resulta paradójicamente es periencia comunicativa, y esto vale también para
la pregunta por Dios experiencia del Espí­
a partir del ofrecimiento de una respuesta sin pregu ritu Santo como el am o r' entre el Padre y el Hijo: crea
nta La pregunta una nueva comu­
puede, en cada caso, sóLo ser mía, porque surge de nión , la comunión eclesial de los creyentes.
lo que yo he oído y
visto. Porque yo mismo he oído y visto, experimento También la experiencia de haber sido acogido en el
ahora la necesidad amor entre el Pa­
de reflexionar y de juzgar si y en qué medida la respue dre y el Hijo, aquel amor que se realiza en Ia cruz
sta se convierte en y 1ue transforma el
una pregunta importante para mí. Sin embargo, no sufrimiento y la muerte en vida, sólo puede apuntar
puedo contestar a mi hacia la magnitu y
propia pregunta, porque la respuesta en su sentido el poder de este amor. Se trata del «por nosotros» incond
verdadero sólo viene icional de Dios,
del anuncio. precisamente allí donde nuestro propio poder se acaba.
En esta forma,
Si, en un ensanchamiento cualitativo de mi o:r, s'er, sin embargo, nuestra experiencia realme nte apunta
reflexionar y juz­ hacia lo que en a
gar, llego a experimentar que la «palabra de Dios» es cruz de Jesucristo sucedió por nosotros y por es° sigue
una palabra dicha a sucediendo en las
mí, que me asegura que el miedo, el sufrimiento y la muchas cruces que siguen dándose.
muerte ya no tienen
poder sobre mí, porque hay para mí un amor de Dios Así como todo hablar de Dios siempre sólo puede
que es más fuerte ser análogo - un
que todo lo que puedo experimentar, entonces esta apuntar hacia ya sea el hablar in div idu al o el eclesial, así tambié
experiencia es mi n la
propia respuesta creyente a mi propia pregunta y asi experiencia «combinada» (el paso del formu la de
experiencia de gra­ Lonergan) en el len­
cia. Sólo entonces llega a darse la totalidad dinámica guaje es tan sólo análoga. También esto vale tanto
del conocimiento para la experiencia
con el que sé qué significa el que Dios sea aquel «sin individual como para la experiencia de c o m u n ió n
el cual nada existe» eclesial. El carácter
y que es «poderoso en todo». Esto lo llego a comprender análogo de nuestra experiencia de c o m u n ió n eclesia
sólo cuando en l, sin embargo, signi­
la fe experimento que él es amor-para-mi. fica además que aquello que solemos llamar «solidaridad
» no llega a ser

54. P. Knauer, Der Gíaube kcmmt vom Harén [ñola 10], 230, 55. Véase ibid., 90. 118í; [d., Para comprender4nuestra fe
distingue estríelamerte [nota 36], 56, K. Rahner,
entre reflexionar sobre e1 anuncio cristiano y aceptad La jnrstica ignaciana de ¡a alegría del mundo, Escritos
o. III, 32
33 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s E l Pr o b lem a 39

realmente comprensible sino como experiencia comunitaria de comunión de Dios no es otra cosa que la experiencia de su hacer, en concreto de su
en el Espíritu Santo. hacer salvífico a favor nuestro y dentro de nuestra historia. La experien­
En último término, el llegar a ser comunidad en el Espiritu como cia de Dios es inseparablemente experiencia de su hacer histórico57. Re­
participación en la relación entre eí Padre y el Hijo es lo que llamamos cogiendo la exposición de Lonergan podemos también decirlo así: la
salvación. Tiene su fundamento en la encarnación del Hijo por todos y experiencia de Dios es la totalidad dinámica del conocimiento creyente
así en la solicitud del Padre por todos en su amor a su Hijo. Si entende­ de que Dios actúa hoy y aquí entre nosotros sanándonos. Si esto es así,
mos la saLvación de esta manera, sin embargo, estamos designando una nuestro hablar de Dios desde esra experiencia es inseparablemente hablar
realidad humana concreta que apunta más allá de sí misma y de sus pro­ de todo lo que pertenece a nuestro mundo y nuestra historia.
pias posibilidades hacia su fundamento y su meta. El miedo se convierte Aquí aparece otro aspecto deL tradicional «problema de Dios». En el
en esperanza, la fragmentación en comunión, y la confrontación en paz. habLar tradicional de Dios el acento recae en su ser. Dios está contenido
Los pasos que hemos dado hasta ahora nos indican cómo es posible en sí mismo, y tanto es así, que parecería que no llegamos a enfocar su
afirmar que una experiencia individual y comunitaria realmente es expe­ hacer. Sin embargo, si en Dios el ser y el hacer son tan perfectamente
riencia de fe y por eso experiencia de Dios. La apropiación personal deL idénticos que precisamente esta identidad constituye una característica
ofrecimiento de comunión con Dios es siempre experiencia, porque es la divina, sóLo podemos decir de Dios que él mismo es lo que hace, y a la
«escucha integral» de la palabra del evangelio. La persona oye dejándose inversa. Si recordamos otra vez la estructura dinámica del conocimiento
adentrar en esta palabra junto con toda su realidad y llegando así a la según Lonergan. podemos introducir una corrección: hablar de Dios es el
totalidad dinámica del conocimiento de que en esta palabra Dios mismo compartir comunicativo de la experiencia (en su tercera acepción) de
La acoge. Por eso la fe no es tan sólo la aceptación de determinadas pro­ haber sido acogidos en el amor entre el Padre y el Hijo, que es el Espíritu
posiciones del anuncio cristiano, sino un Llegar a ser nuevo total e inte­ Santo. Esta experiencia es a la vez conocimiento, pero lo es tan sólo en
gral, en el que el creyente llega también a una autocomprensión nueva. cuanto apunta hacia Dios como el que es Dios buscando en su amor a los
La experiencia de Dios es. por consiguiente, un ser-nuevo orientado hombres, y esto significa: convirtiendo nuestra desgracia en gracia. Si el
hacia la comunión de los creyentes, que implica un actuar nuevo con una «ser» y el «hacen) de Dios han de ser idénticos, entonces no es posible
nueva meta y nuevas posibilidades. Entendida así, la experiencia de Dios hablar del uno sin el otro; y entonces también es una característica del
es experiencia de salvación, parque en ella acontece la comunión con el conocimiento humana que sin la experiencia de su «hacer» no pueda
Dios tripersonal más fuerte que todo sufrimiento55. llegar aL conocimiento de su «ser».
El anuncia cristiano se dirige a la persona entera dentro de toda su Ante la tendencia tradicional de insistir unilateralmente en el «ser» de
rea Lidad. Escuchar este anuncio y aceptar Lo es, entonces, llegar a ser Dios, queremos aquí tomar su «hacera como punto de partida. Esto, sin
aereado de nuevo», y asi también se capta. Lo nuevo que se experimenta embargo,, suscita la pregunta de si tal intento no es tan sólo una repeti­
concretamente es aquelLo que el Dios tripersonal hace por y en la perso­ ción de la falLa anterior, esta vez en la dirección opuesta. Tal inversión
na. Dios convierte la desgracia en gracia; hace posible poder con La sole­ acrítica es evitable si al enfatizar eL «hacer» de Dios nos apegamos a lo
dad y La angustia y poder aceptar la muerte en la esperanza de una vida siguiente:
nueva. Esto Lo hace posible de tal manera que la salvación que experi­ /. El que eL «ser» y el «hacen: de Dios sean idénticos no puede sig­
mentamos a partir de él es siempre mayor que nuestra incapacidad de nificar que se nos dé licencia de acentuar lo uno o lo otro arbitrariamen­
prevalecer contra la desgracia. Por consiguiente, si al anuncio le corres­ te. ni que al escoger el uno se pueda pasar por alto el otro, bajo pretexto
ponde en La fe la experiencia de nuestro propio ser-nuevo, la experiencia que de todos modos son inseparables. La razón humana puede pensar y

56. Ph. Lécivain, Los Ejercicios Espirituales, un Camino de ta Modernidad, en [I 57. O. H. Pesch, o. c. [nola 31] comenta: “Preguntamos por la posibilidad de una ex­
Simposio Internacional de Teología, La Espiritualldnd Ignaciana ante ei Siglo XXL periencia de Dios, para superar nuestras dudas acerca de su realidad [...]. Al leer las obras
Universidad Iberoamericana, México L993, 73-75, subraya que paradójicamente experi­ especializadas J...J tiene uno la impresión, que la mayoría de las afirmaciones sobre el
mentamos a Dios primero, y luego lo buscamos. Esto refleja el cambio de perspectiva tan tema d.e la experiencia de Dios van. por el camino dogmático”, 52. Sin embargo, precisa­
claro en Ignacio de Loyola. La paradoja ignaciana enp-csa que Dios es siempre mayor que mente porque Dios le concierne a la vida humana entera, hay que sacar nuestro hablar de
todo lo que podemos experimentar de él (magisj. Esto es,. también en la experiencia, la via él de su abstracción y relacionarlo con la experiencia, ibid.. Véase también B. Andrade,
eminentiae de la analogía. Esta experiencia de Dios hace que toda la vida del creyente sea ¿Creación? - ¿Pecado?, Universidad Iberoamericana-Librería Parroquial, México 1992,
«rentada hacia la (siempre) mayor gloria de Dios.
52-71.
40 Dios en m e d io d e n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 41

enunciar dos aspectos de una identidad sólo par separado y el uno des­ de la fe como el proceso de nuestro “llegar a ser como Dios”. La fe con­
pués del otro, y tiene que agregar todavía «después» su mutua identidad. lleva para el creyente la exigencia de expresar su nueva autocomprensión
Pero precisamente esta estructura de La razón muestra también que al en un actuar que corresponda a su ser-nuevo. Aunque la identidad del ser
escoger una de los dos aspectos para empezar, invariablemente expresa­ y hacer no le sea alcanzable a la persona creada sino que sea propia de
mos una preferencia. Es posible neutralizar esta preferencia agregando Dios,, queda la exigencia de que eL ser y el hacer del creyente estén rela­
que los dos aspectos están unidos en identidad, pero también es posible cionados entre sí de manera semejante a la identidad de ambos en Dios.
agregar esta identidad de manera ineficaz - demasiado tarde, en forma La realidad de la fe se muestra en un hacer que refleje lo que somos
secundaria - y entonces la preferencia puede quedar en el primer plano y como creyentes. Entonces, la semejanza en la identidad entre ser y hacer
adquirir una importancia determinante. También es posible que nos oLvi- que se dé en el creyente será expresión de su comunión con Dios que en
demos de agregar la identidad deL «ser»> con el «hacer». El resultado será él habrá efectuado el Espíritu Santo, y por eso hay que comprender la
una afirmación sobre Dios que ya no corresponde a la totalidad dinámica semejanza como ontológica y no como moral59. Sobre esta base nuestro
del conocimiento humano. hacer en la fe y desde la fe puede convertirse en un real indicador de la
2. La totalidad dinámica del conocimiento humano empieza con el verdad y profundidad de nuestra fe; y sólo así la forma concreta de
primer tipo de experiencia, la experiencia sensible: con el escuchar de la nuestro mundo y de nuestra sociedad ocupará un lugar esencial en la
palabra, el ver y sentir del compartir comunicativo. Esto significa que lo experiencia de fe60.
primero que experimentamos es el «hacer» de Dios que sana Sólo la Cuando hablamos de la semejanza a Dios en la identidad de nuestro
totaLidad del conocimiento, después de la integración del «entender» y ser y hacer, estamos indicando a la vez el fundamento de un hacer que
del «juzgar», y la novedad cualitativa del conocimiento en la experiencia corresponda a un ser-nuevo y una nueva autocomprensión. Gen 3,5-7 y
de Dios, conducen a la afirmación de que Dios es el que sana, para mí y Jn 1,12 designan realidades contrapuestas. El querer «ser como Dios» de
para nosotros. Si empezamos, entonces, con La experiencia, es decir La la persona creada es -«pecado», una perversión radical de la persona cuya
totalidad dinámica de experiencia sensible, experiencia de conocimiento existencia total se identifica con su ser diferente de Dios. Por consi­
y experiencia de fe, no hacemos otra cosa que adherimos a la estructura guiente, todo hacer que brote de esta perversión del propio ser sólo pue­
del conocimiento humana en cuanto tal. de ser destructivo. Pero cuando la persona en y por la fe recibe el «po­
Si hablamos de Dios desde La experiencia y tenemos en cuenta estas der» (cocuma) de llegar a ser «hijo de Dios», se le ha dado el don de la
dos anotaciones, nuestro habLar de Dios será simultáneamente la confe­ gracia que incluye la capacidad de actuar ahora de manera nueva y dife­
sión de haber sido acogidos y por eso transformados por Dios y será el rente (Mt 5,24; Le 6,46; Jn 13,15; 15,5)61, o sea, de expresar eficazmente
compartir La experiencia de ser amados por éL y por eso poder con lo que su ser-nuevo.
antes estaba por encuna de nuestras fuerzas. Hablamos narrando lo que Por su misma naturaleza, la experiencia creyente de Dios remite al
Dios hace por nosotros y experimentamos quién es para nosotros. Esto ineliminable misterio de Dios. En comparación con el insondable miste­
significa ponemos en camino en busca de la ‘dimensión perd ida"ss. rio de Dios que aparece en el conocimiento natural de Dios, la fe vive de
La afirmación de que precisamente la identidad del hacer y del ser en la experiencia de que Dios es «otra vez» un misterio insondable que aquí
Dios Lo distingue coma divino tiene consecuencias para la comprensión y ahora se expresa en el hacer de Dios que sana. El narrar este hacer de
Dios y repetirlo análogamente en nuestro propio hacer se convierte en la
experiencia en una necesidad interior que es, ella misma, participación
58. N. Lohfink, Das Jiidische arr. Christentum. Die vericrene Dimensión y Herder,
en el misterio de Dios.
Freiburg-Basel-'Wien tS587, especialmente 48-69. Lohfink usa esta expresión para desig­
nar la apertura del judaismo al mundo y a la historia, un proceso de salvación “que tiene Conforme a la totalidad dinámica del conocimiento, el anuncio cris­
lugar publicamente,, en el foro de la historia y en medio de la comunidad", pero que en el tiano es siempre en cierto sentido una doctrina62 que resume y repite lo
cristianismo ha sido reducido “al espado de la interioridad”, 48. "No le hacemos justicia a
la primera iglesia crisliana, si decimos que no tuvo interés por la transformación de la
sociedad humana entera. Se quedó orientada por la comprensión Tadical de la antigua 59. C f B. Andrade, o. c., 113-115.
teología del éxodo, según la cual las sociedades malas de este mundo sólo pueden llegar a 60. Cf. N. Lohfink. o. c., 52-55.
la salvación si se da en medio de ellas una sociedad de contraste que brota del éxodo y 61. Cf. B. Andrade, o. c., 82-S8.96s.
que es creada por Daos como un milagro. Sus comunidades se entendieron como tales 62. O. K. Pesch, o. c. [nota 31}, recoge la palabra «doctrina», 268, y la hace sinónima
sociedades de contraste", 67. de «iformulación eclesial doctrinal», 26&.
42 D éos e n m e d io d e n o s o t r o s
El Pr o blem a 43

que La comunidad eclesial entiende como autocomunicación del Dios En este sentido, «verdadero» es sinónimo de universal. A] hablar de la
tripersonal a Los hombres para su salvación histórica. En su núcleo esta experiencia, en cambia, resulta difícil determinar en qué haya de consis­
doctrina es tradición (1 Cor l5,3-7}e-\En el transcurso de la historia del tir su «verdad», porque lo que la caracteriza es la diversidad de la apro­
dogma, sin embargo, La doctrina ha sido puesta progresivamente en el piación personal de la tradición. Podemos establecer un criterio doble
primer plano, y en la misma medida se ha ido perdiendo la perspectiva para juzgar ia verdad de La experiencia: por un lado está ligada a una
histó rico -salv ífíc a64. Puesto que la historia salvífica y la experiencia de comunidad eclesial, mientras que, par otro, es en su núcleo una confian­
Dios forman un todo, el proceso de abstracción de La teología trinitaria za ilimitada6Í que es más fuerte que el miedo y que capacita a la persona
llegó a desplazar finalmente la tematización de la experiencia de Dios de para actuar frente a otros de tal manera que también ellos aprendan a
tal manera que no es exagerado decir que ésta pudo mantenerse sólo en tener una confianza ilimitada más fuerte que el miedo. Es cierto que este
contra de la doctrina de Dios o a l margen de ella. Precisamente en la criterio doble es igualmente universal y que es el mismo para todos, pero
teología trinitaria la relación entre doctrina y experiencia parece ser par­ impLica que en cada caso y en todas las circunstancias se vaya averi­
ticularmente problemática, razón por La que conviene reflexionar algo guando si es aplicable a cada experiencia diversa. Visto así, la relación
más sobre el La. entre la doctrina y la experiencia aparece como la relación entre la uni-
Tanto La doctrina como la experiencia son compartidas por medio de dad-mismidad y la diversidad concreta. Si se subraya exclusivamente la
la palabra, pero no se trata de la misma palabra. En ambos casos la pala­ doctrina eclesial, se hace posible que ésta sea rechazada desde la expe­
bra exige por si misma un hacer que le corresponda; pero en la doctrina riencia de una determinada persona o de una determinada comunidad
del anuncio, eL Dios tripersonal se ofrece a sí mismo para La comunión, eclesial como existencialmente incorrecta. Encamfcuo, la referencia insu­
mientras que la palabra de la experiencia relata cómo este ofrecimiento ficientemente ponderada a la propia experiencia socava irresponsable­
le llegó al creyente, cómo se lo apropió en la fe, y cuáLes consecuencias mente la unidad y la fuerza unificadora de la doctrina eclesial®.
resultaron de esto para él mismo y para toda su realidad. Estos dos aspectos, el de La unidad-mismidad y el de la diversidad
En cuanto que es tradición ecLesial, la doctrina es verdadera, es decir: concreta, están entrelazados internamente, porque originalmente la doc­
pretende expresar aquello que une a todos Los creyentes en cuanto tales. trina es expresión de una confesión comunitaria y personal a La vez,, y así
de una experiencia de fe. y porque la doctrina tiene el cometido de anun­
ciar que Dios mismo se ofrece a los hombres para la comunión, lo cual es
63. “Lo que hoy llamamos dogma tiene er su origen la forma de una fórmula litúrgi­ lo mismo que despertar la fe personal y por eso comunitaria. Esto nos
ca de confesión”. A partir del NT hay que “repetir siempre to mtsmo, muerte y resurrec­ lleva a dos consecuencias: l. sólo sobre esta base puede afirmarse que el
ción de Jesucristo. Esto, sin embargo, significa que, por razones prácticas, se: da 1a necesi­
único Dios sea experimentado por tantas personas de manera siempre
dad de crear fórmalas doctrinales y confesionales fijas y fáciles de memorizar, que reten­
gan lo irrenunciable, aquello mismo y único que hay que retener, y que pongan freno a diversa como ei mismo Dios: y 2. también la doctrina es una sola sólo en
toda imaginación que to desborde”, ibid., 268. formas históricas siempre diversas, porque la palabra del anuncia sóLo
64. Desde San Agustín. l'se concibe a la Trinidad no tanto en relación con el aconte­ existe como palabra comunicativa humana y, por ende, histórica.
cimiento pascual y por tanto en el horizonte de la historia, sino en relación eon la fascina­ La mutua relación entre doctrina y experiencia es tal, que La una no
ción religiosa del concepto del .<Vbsoluto divino, uno y único, distinca y soberano respecto
puede darse sin la otra. La doctrina sólo podrá hacer comprensible la
a lo múltiple del devenir del mundo", B. Forte, Tnr,;cfad como- Historia. Sígueme, Sala­
manca 1988, 72. Tampoco Tomás de Aquino ha podido sustraerse a esta fascinación, 73.
Ch. Duquoc, o. c. Inora 32], 18-2ó, trata el mismo problema bajo la forma de la protesta
en nombre de Jesús contra la representación de Dios trasmitida por las Iglesias. O. H. 65. Una confianza que “no limita lo que puede enerarse de Dios, sino que al contra­
Pescb, o. c., escribe lo siguiente sobre la tensión entre la doctrina eclesial y la experiencia rio espera radical e ilimitadamente de Dios lo que sólo él puede damos". Esta actitud es
personal de fe: "‘Debería uno ser un teólogo ultraconservador y sentirse frente a un público “la real, «disponibilidad y colaboración» frente a la gracia”, P. Knauer. Der Glaube fannmt
muy simple c intocado por las preguntas actuales para poder todavía experimentar aquel vam Harén [nota L0|, 119.
sentimiento del triunfo por la verdad de fe férrea expuesta irrevocablemente en el dogma y 66. Para O. H. PescTi, o. c., 2ó7s., se trata en último término de lo siguiente: “‘cómo el
resistente a todo cambio de los tiempos y de tos hombres; en la que ni una iota ni un ápice cristiano, que comprende a la Iglesia como cl hogar de su fe, toma posición responsable­
puede ser cambiado y que adelanta la respuesta a todas las preguntas futuras. [...] Existe la mente ante la formulación doctrinal eclesial en el pasada y presente, o bien, dicho de otra
formulación doctrinal eclesial con su derecho y su [...] función. [...] Existe también el acto manera: cómo llega a un tipo de consentimiento que reconoce, por un lado, que el cre­
de fe personal y solitario, que no simplemente ocurre al lado de la confesión de la Iglesia, yente no se propone la fe a sí mismo, sino que la recibe de la tradición doctrinal eclesial, y
y que, sin embargo, es más que la apropiación de una fórmula dogmática, y más que la cómo, por otro lado, logra por una critica adecuada que la formulación doctrinal eclesial
integración en una confesión colectiva por medio de una formulación común”, 266. siga siendo un servicia rendido a la fe y no se convierta en an comando doctrinario’".
44 Dios en m e d io d e n o s o t r o s El Pro b lem a 45

pretensión de que el Dios tripersonal quiere comunicarse a sí mismo a 2 , ENTRE LA EXPERIENCIA DE SALVACIÓN Y SU
los hombres en la fe cuando siempre y de antemano deje realmente
M EDIACIÓN TEOLÓGICA - problemas de traducción
abierto el espacio para la apropiación de La experiencia personal: y La
experiencia sólo podrá darse como experiencia de Dios, cuando siempre
de nuevo acepte que la doctrina le diga quién quiere ser este Dios para
Mientras que los padres apostólicos todavía narran la experiencia comu­
los hombres. Podemos describir asi la mutua interpenetración: la palabra
nitaria del acontecimiento salvífico de Cristo, enfatizándolo, explicán­
de la doctrina que resuena en el espacio vital de La comunidad debe pro­
dolo y ampliándolo trinitariamente69, aparece con los apologistas a la
vocar el reconocimiento de que lo que oigo es también lo que yo experi­
mitad del siglo II la tensión entre oikonomia y theologia70. En Clemente
mento. Entonces - y sóLo entonces - el múltiple y multifacético eco de la
Romano la continuidad con el Nuevo Testamento es particularmente
palabra podrá convertirse en expresión de la experiencia comunitaria, a
clara: a partir de la experiencia del don del Espíritu se anuncia la resu­
La vez que la experiencia comunitaria suscitará una experiencia personal
rrección de Cristo como el centro de un acontecimiento salvífico que
siempre renovada y una comprensión siempre más profundizada de la
tiene su origen en el Padre71. Ya en Clemente aparece, sin embargo, una
doctrina* . De esta manera, cada experiencia concreta quedará religada a
formulación que más tarde se hará problemática: sólo una vez se le llama
la comunidad eclesial: saldrá de ella y regresará a ella enriqueciéndola.
a Dios el Padre de Jesucristo72, mientras que se da amplio espacio al Dios
Sl La experiencia de Dios, el hacer de Dios y del creyente y la historia
creador y su dominio solare el universo73. Ignacio de Antioquía, en cam­
salvifica forman un todo interiormente entrelazado y si sólo como este
bio, deja el acento más bien sobre Dios como el Padre de Cristo y la
todo pueden ser tematizados, a la vez que son inseparables de la doctrina,
unión íntima entre ambos74. Cnsto es entendido como el fundamento y el
surge La pregunta si una teología trinitaria que enfatice la temática: expe­
centro de la vida de fe, pero en su relación al Padre en el poder del Espí­
riencia de Dios - el hacer - historia salvifica, no podrá suscitar nuevas
ritu Santo"s.
experiencias personales y comunitarias y explicar la doctrina eclesial de
En la segunda mitad del siglo II y luego en el siglo III, el crecimiento
otra manera. La «otra manera» consistiría en hacerla comprensible para
de la fe cristiana en medio de la expansión del imperio romano confronta
una comunidad de personas que buscan y preguntan, ya que para ellas la
a la joven Iglesia con una tarea doble, ahora entendida de manera nueva
doctrina recibida, en la forma en la que de hecho se predica, ya no es
y más clara: /. conservar en un ambiente sincretista la fe revelada en
convertible en experiencia. En América Latina, por ejemplo, tal punto de
Cristo y 2. adaptar la explicación y ^comprensión de esta fe al horizonte
partida estaría en la misma línea de los replanteamientos político-sociales
intelectual y cultural de aquel tiempo76. A los apologistas, la reflexión
que resultan del tradicional dogmatismo religioso, patriarcal y político63.
sobre la esencia de la fe cristiana en las categorías usadas en su cultura
Les tiene que parecer como su propia contribución a la extensión de la

69. Cf. A. Hamman, La teclogia trinitaria anienicena, SET, 13-25.


67. En el contexto del desarrollo del dogma en la Iglesia antigua, O. H. Pesch, o. c., 70. Esta temática constituye el tema de h investigación de C. Mowry LaCugna, God
271, ve lo importante cr “la existencia de la fórmula misma y por eso [en] la posibilidad For Us, Harpcr Collirs, San Francisco 1993, aquí 22-30.
de u¡na confesión común, no (en] la instancia que la decreta. Lo decisivo es que la comu­ 71. Ep. 1 ad Corinthios 42 t PG 1,29 L; ibid. 46 t PG 1,303 en el contexto de la unidad
nidad reconozca er la fórmula su propia fe [...J”. de los cristianos entre sí; cf A. Hammar., Las primeras formulaciones trinitarias en los
63. S. del Cura Elena, Monarquía, DT-EDC, 929-931, plantea esta pregunta en el Padres apostólicos, SET 7, 300-103; D. Ruiz. Bueno, Padres Apostólicos, BAC, Madrid
contexto de la discusión de la postura de E. Peterson y del monoteísmo como problema 1974, 21ó, 220s.
político. La reflexión, de la experiencia de Dios, que presupone el sujeto humano, puede 72. Clenni. 1,7 / PG 2,62; A. Hamman. o. c., 102; D. Ruiz Bueno, o. c., 183.
realmente verse en relación con la liberación del dogmatismo polílico-religioso-social 73. Clem. [1,58 ! PG 2,96; Clem 11,43 / PG 2,l 06s., donde al creador se le llama «Pa­
Desde el ámbito europeo es difícil entender por qué ha de ser tan complejo y a la vez tan dre», Clem. 111,80 VPG 2,114; Clem. 11,95-96 / PG 2,131; cf. D. Ruiz Bueno, o. c., 231-
urgente ayudarles a las personas y naciones latinoamericanas a llegar a ser «sujeto» de su 234, 236; J. Vives, Los Padres de la Iglesia, Herder, Barcelona 1971, 9s.
propia vida e historia. El hecho de que del Cura haga la pregunta en conexión cor la 74. Ad Philad. 7-8 t PG 5,702s., cf. D. Ruiz Bueno, o. c., 482-490; A. Hamman, Las
monarquía de Dios es particularmente importante en una sociedad en la que hay una línea primeras formulaciones trinitarias, 104.
directa que va desde un Dios monárquico pasando por sus representantes sacerdotales y un 75. A. Hamman, ibid.. D. Ruiz Bueno, o. c., 457.
sólo apoderado nacional con su círculo hasta el hombre. 76 S. Vergés y J. M. Dalmau, Dios revelado por Cristo, BAC 1969, 215.
46 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS E l Pr o b l e m a 47

fe77. Se da una orientación hacia afuera, en la que no sólo cambia el len­ cristiana y en la que insisten los apologistas una y otra vez. Simultánea­
guaje, que ahora se adapta al lenguaje de la filosofía griega78, sino que se mente, sin embargo, ya se vislumbra un problema de traducción: todo
hace también conscientemente el intento de traducir la experiencia reli­ dependerá del modo en que se explica esta incomprensibilidad.
giosa a una teoría filosófica79. En el fondo, este intento no es algo real­ La tarea de los apologistas de traducir la experiencia de fe cristiana a
mente nuevo, sino más bien la ampliación de una tendencia ya existente, una ontología comúnmente comprensible estaba dificultada por la ambi­
y es comprensible en cuanto que los apologistas están ellos mismos for­ valencia de los términos usados en el diálogo con los griegos. La'palabra
mados en e influenciados por la filosofía griega. oikonomia, por ejemplo, es tan variable que puede designar tanto la
«creación» como también la «providencia» de Dios84, o simplemente la
relación de Dios al mundo. Por consiguiente, la palabra puede usarse
2.1 El problema del concepta griega de Dios tanto para subrayar el ser absoluto de Dios respecto al mundo, como su
actuar en la salvación y revelación3'. Lo mismo se afirma de Cristo y
El diálogo con la cultura griega arranca desde el Dios creador, porque, entonces se entiende claramente como la autocomunicación de Dios a los
hombres. Así puede decirse que la «providencia» encuentra su máxima
según parece, allí griegos y cristianos pueden echar mano de un lenguaje
común39. Al mismo tiempo este punto de partida tiene su importancia en expresión en la encarnación, la cual en la patrística a partir del siglo III
es sinónimo de oikonomia*1.
el hecho de que, con la confesión del Dios creador, los cristianos pueden
demostrar que no son ateos y así librarse al menos en parte de las alega­ Ln malentendido fundamental surge con el uso ambivalente de la
ciones y persecuciones de parte de los paganos51 La discusión empieza palabra ^Dios»"7. Ambas partes introducen en la discusión unas propie­
con la pregunta acerca de qué es este «divino», del que se ha de hablar82. dades divinas, para ellas irrenunciables, las cuales, sin embargo, no pue­
den plantearse a fondo, porque una discusión filosófica presupondría que
Sin embargo, en este punto empieza no solamente el diálogo, sino tam­
bién la dificultad fundamental que podría llamarse un «problema de los padres apologistas tuvieran un vocabulario filosófico propio - el cual
no poseen. Era imposible que lo tuvieran en su época y condiciona­
traducción».
El propósito de traducir la experiencia cristiana de fe al nivel de la miento, y aun cuando lo hubieran tenido, hubiera debido quedar claro
ontología es legítimo, porque es impensable que al hacer del Dios cris­ que el concepto griego del Dios creador tuviera que cuestionarse a partir
del anuncio cristiano*8.
tiano no le correspondiera también un ser del que pueda hablarse tanto
filosófica como teológicamente. Además, el partir del Dios creador es Se agrega otra dificultad: Filón de Alejandría había usado la palabra
«monarquía:) para explicar a los gentiles la unicidad del Dios judío89, del
correcto en el sentido de que así la primera consideración es la incom­
prensibilidad de Dios. El Dios creador de la filosofía griega existe en una mismo Dios al que también los cristianos confiesan como el suyo. Esto
lejanía inalcanzable, concepción que se expresa en las propiedades me­ crea ante los judías el problema cómo el mismo Dios puede ser confesa­
ramente negativas divinas: Dios es /«visible, ulereado, i/wpasible, ¿/imi­
tado, ¿«cognoscible, 5¡n nombre83. Con estas formulaciones se subraya la
incomprensibilidad de Dios que pertenece también a la confesión de fe

se, G L. Preslige, Dios en el pensamiento de los Padres, Koinonia 5, Salamanca


77. A. Grillmeier, jjChrisJus hcel uobis inuitis deus«, en Kerygma und Logos. 1977, S6s.. 91 s.
Festschrift fiir C. Andreser, zum 70. Geburtstag, A. M. Ritter (ed.), Vandenhoeck & Ru­ 85. Ibid . 88
precht, Gottingen 1980, 237. 86. lt>id..93s.: '[ ..] cl ejemplo sjpremc de economía divina [...] se manifestó en la
78. D. Ruiz Bnena. Pedrés Apologistas Griegos, BAC 1954, 5s. Encarnación, para la cual .a palabra oekonomia. sin ninguna otra calificación verbal, es el
79. Ibid.; S. Vcrgés y J. M. Dalmau, o. c., 215; H. Vorgnmler. Doctrina Teológica de término palristico con ¡ente desde cl tercer siglo en adelante".
Dios, Herder, Barcelona 1987, 94s. 87. Sobre esta problemática véase W. Pannenberg. Grundfragen systematischer
80. Este paso tiene consecuencias, porque griegos y cristianas empiezan el dialoga Theologie /.Gottingen 1979. 296—346; M. Mace iras Fañán, Dios en la Filosofía, en DT-
desde unos presupuestos muy diversos, cf. A. Grillmeier, a. c., 242s. EDC, 555-560.
81. D. Ruiz Bueno, Padres Apologistas Griegos, 162-176. 88. Del Dios de la filosofía griega de entonces puede decirse que era “tan sólo un tro­
82. H. Vorgrimler, o. c., 96. zo de] mundo proyectado al infinito”', como Lo formula P Knauer, Der Glaube komml vom
83 D. Ruiz Bueno, Padres Apologistas Griegos, 657-661; J. Vives, o c. [nota 73), Moren [nota 10], 43-, en el contexto de su prueba de la creaturalidad.
88-90. H9. Cf. H. Vorgrimler, o. c. [nota 79], 152.
48 Dios en m e d io d e n o s o t r o s El P r o b le m a 49

i , on *
do una vez como una persona y otra como tres personas . asi, precisa­ segunda persona de la Trinidad que en el amor del Padre por el Hijo en
mente en su búsqueda por ser fieles a la revelación bíblica, los padres el Espíritu Santo a los hombres93
apologistas se encuentren ante el problema de hacer comprensible cómo No obstante las dificultades teológicas y especulativas que ya se
Dios, que por su esencia divina existe necesariamente en una lejanía muestran en el horizonte, en la Iglesia prenicena el acento sigue cayendo
inalcanzable respecto a todo lo creado", ha de ser al mismo ttempo el en la experiencia de Dics, en la gracia del don del Espíritu Santo. El
Dios que camina históricamente con su pueblo Israel y en Cristo con Espíritu es entendido corno simultáneamente el don y el dador del don.
todos los hombres. También la encamación se interpreta como obra del Espíritu Santo, y a
Problemático es igualmente el paso de la «monarquía» al «mono­ partir de ella se enfoca la obra de salvación que el Espíritu produce en
teísmo))42. La monarquía de Dios es una metáfora para la omnipotencia tos creyentes: santificación, vida, la comunidad eclesial en su vida de
de Dios, y sólo en un segundo paso se convierte en sinónimo del mono­ gracia. Ireneo explica la obra del Espíritu Santo como un proceso que
teísmo93, pero tiene la dificultad adicional de que puede ser entendida o corre a la inversa de la encarnación llevando al creyente al Padre, ha­
bien como el señorío de Dios en la historia, o bien como el ser metafísico ciéndolo por el Verbo semejante al Padreg'. Lo notable es que la Iglesia
de Dios. Esta dificultad resalta cuando al pantocrátor se le confiesa co­ en el Concilio de Constantinopla obtiene sólo con duras luchas una fór­
mo Padre54. Desde la fe en Cristo, 3a palabra «Padre» indica sin lugar a mula teológica que ponga en claro la divinidad del Espíritu Santo100,
dudas el actuar de Dios a favor de los hombres, pero está combinada con cuando su divinidad es autoevidente para la experiencia de fe que se
el concepto griego de Dios. Además, la expresión «el todopoderoso»- alimenta del NT.
tampoco es la traducción exacta del «pantocrátor», sino que en la palabra El verdadero problema ai que se enfrentan la Iglesia y los padres
griega consuena, en parte por la influencia judia, el hacer de Dios‘JS. No apologistas consiste en la manera en la cual la filosofía griega comprende
obstante, la comprensión de la omnipotencia divina como un único poder a Dios como «absoluto» e «incomprensible». Dios y el mundo, por más
supremo46 ejerce una atracción mayor. Dios Padre es al mismo tiempo el que se acentúe su abismal di.stancLa, caen bajo un concepto presupuesto e
creador del universo9', y esto hace que los padres al oír la palabra «Pa­
dre» piensen más bien en eL creador y en la relación entre la primera y la 98. Sin embargo, la especulación sobre la omnipotencia divina, que arranca desde el
Dios creador, no tiene nada que ver con los primitivos credos cristianos, como demuestra
Kelly, o c., 170, en el credo de Hipólito de Roma, DS LO: “[...] las paradojas y los rompe­
9<L Éste es uno de les puntos de arranque pata el me dal ¡sino. cf. S. del Cura Elena, cabezas filosóficos implicados en la noción de la omnipotencia divina eran absolutamente
Mcdatismo, en DT-EDC. 916-922; J. Moltmann, o e. [neta 2], 150-153. Cf. también A. extraños al pensamiento de los autores del antiguo cedo romano. La idea madre contenida
Grillmeier. o. c. (nola 77|, 239-244. en el artículo primera de su fórmula rnterrogatona era la paternidad creadora de Dios, su
91. H. Vorgrimler, t>. c. [nala 79], 102. majestad y soberanía trascendente. Pudiera tenerse la impresión de que en esa fe no se
92. Desde cl principio se han venido comentando las implicaciones políticas de la encierra nada específicamente cristiano, puesto que el mejor pensamiento judío y pagano
monarquia de Dios y del monoteísmo. Orígenes argumenta que un imperio unido es de la época habrían mostrado su acuerdo con ello sin la menor reserva. Pero esas palabras
imprescindible para la misión cristiana y compara la Iglesia con los municipios. Contra se encontraban sumergidas en una atmósfera especial per cuanto que el catecúmeno
Csfsum 111,30 t PG I L,466s. Eusebio de Cesarca llama a Constantino «siervo» de Dios. El cristiano- se las aprendía de memoria (...]. Él sabía, como judíos y paganos no podían
único Dios expulsa por el único emperador a los muchos enemigos y demonios, De !audi­ comprender, que el elemo Padre de! universo era también el Padre de Jesús el Cristo y que
bus Constar, tini. PG 20,62 L—624. Cf. Y. Congar, Ei monoteísmo político de ia antigüedad hasta se había dignado adoptarlo a ¿I mismo como hijo por gracia; el catecúmeno sabía
y ei Dics Trino, Corte 17 (1951), 355-361; H. Vorgrimler, o. c., 152-154: J. Vloltmann, igualmente que el soberano poder que Dios poseía por sí mismo, se había manifestado de
o. c. [nola 2). L47s. un modo especial en la resurrección de su Hijo y er. la redeación de su pueblo escogido”.
93. G. L. Prestige, o. c. |nota X4|. IL7. Sin embargo, aquí ya se vislumbra un problema posible: la comprensión de Dios según el
94. DS I I . credo puede ser entendida tanto al modo griego-filosófico, como al modo cristianó­
95. En los LXX la palabra se encuentra como traducción de «zebaol», Os 12,6; Am le ológico.
3,13; también Ap 1,8; 4,8. 11,17, cf. W. F. Arndt y F. W. Gingrich. A Greek-Engfoh 99. Adv. haer. V.16.2 / PG 7,2,313.
Lexicón of the- ATand Other Earty Chrlsiian Literature, The University o f Chicago Press, 100. DS E50. Er una carta al Papa Dámaso [EpJsioic ConstantinopoUtani concilii ad
Chicago 1957, 6 13s. Pero también en griego la palabra raviOKpccrap tiene original­ papam Da masuní et occidentales episco-pos] los padres de la Iglesia reunidos en Constan-
mente un sentido activo y designa menos una capacidad que el ejercicio de una capacidad, tincpia el año 381 hablan de las persecuciones de la Iglesia bajo el dominio arriano, N. P.
J. N. D. Kelly. Primitivos Credos Cristianos, Koinonia 13, Secretariado Trinitario, Sala­ Tanner, editor inglés, G. Mbcrigo et al. editores originales. Decrees of the Ecuménical
manca 1980, 167. Cotutcih I, Sheed & Ward and Gcorgcto.vn University Press, London-Washington 1990,
96. -G. L. Prestige, o. c. [ñora 84], 117. 25-27. A continuación los padres conciliares afirman su adhesión a la fe formulada en
97. J.N D Kelly, o.c., 163-167. Nicea, ibid , 28
D io s en m e d í o d e n o so t ro s E l P roblem a. 51

«implicito» de] ser"” , y esto es uji problema de la recta analogía. Porque cae bajo an concepto presupuesto del ser. Si Dios no cayera bajo ningún
cae bajo el concepto del ser. Dios se convierte en un «ser supremo» del concepto tampoco podría de modo alguno ser sujeto de una contradic­
que ha de predicarse el «ser absoluto»11"1. El hecho es. sin embargo, que ción.
no podemos formar ningún concepto que designe tanto a Dios como al El problema se resuelve sóLo en una ontología relacional que sea ca­
mundo, porque todos nuestros conceptas - y por eso también el concepto paz de afirmar con la filosofía griega que Dios es absoluto e incompren­
del ser - siempre valen sólo para el mundo creado, de manera que Dios sible, pero de tal manera que el amor que Dios ha mostrado a los hom­
quede fuera de tales conceptos105. Si olvidamos esto, Dios deja de ser bres históricamente no aparezca ni como contradictoriot ni como autoe-
«absoluto», por más que se insista en su calidad de «absoluto»; deja de vidente. En cada caso se presuponen propiedades de Dios, y entonces
ser «incomprensible» y por eso deja de ser Dios. Dios se convierte más Dios ya no es ni Dios ni incomprensible. Si se llegan a eliminar, en cam­
bien en el producto de nuestra propia formulación de conceptos. Un bio, tanto la contradicción como la auto evidencia del hacer salvífico de
hablar de Dios semejante reduce también su misterio a un concepto Dios en el mundo, resulta que sólo el hablar cristiano de la Trinidad es
Últimamente era inevitabLe que el concepto griega de Dios, formula­ capaz de expresar a la vez la incomprensibilidad absoluta de Dios y su
do sin analogía o con una analogía equivocada C4, hiciera fracasar el amor a los hombres
esfuerzo de los apologistas por traducir la experiencia eclesial de fe a la
ontología. De hecho, la recepción de un concepto de Dios no cuestionado
produjo para la Iglesia una contradicción respecto al anuncio del Dios 2.2 Dificultades con la traducción del anuncio cristiano
tripersonal, que se manifestó en la cristología: Jesús no puede ser simul­
táneamente «Hijo de Dios» y hombre; inmutable y mutable: invisible y Desde la crítica del concepto griego de Dios se hace comprensible que
visible; eterno y una persona que nace y muere. Esta contradicción por sí los ensayos teológicos de sistematización de los siglos II a IV corren una
soLa demuestra que la comprensión de Dios recibida de la filosofía griega y otra vez el riesgo de caer en la subordinación del Hijo bajo el Padre, y
por qué las primeras controversias teológicas conciernen a la cnstología
IC l , B. Lonergan, La nailon de verbe dans les écrits de Tilomas d'Aquin, Beauches- y no a la teología trinitaria. La tarea de traducir la experiencia de Cristo,
nc, París 1966, dis:inguc enlre 1. nalion, 2. concept implicite. 3. ccnnaissance, 4 idee y 5. el Hijo de Dios encamado, a una ontología adecuada que no entre en
tbéorie ce l’étrc, como sigue: “La notion esl dcsir intcllcctuel, la prem.iére source de
contradicción con el anuncio de la fe, de hecho arranca precisamente de
l'a-drrüralion, 1’origine de toutes les cjuestions. Le concept implicite esl n’importe que!
concept se référant § une afrirmation prospective: cns dicétur ah esse, et tout concept se este concepto de Dios. Podríamos incluso llamar trágico el problema'”
référant á une affirmal ion prospective se refere á Lesse. La connaissancc d'un étre se de que simplemente no es posible afirmar por medio del concepto griego
produ.it dans un jugcmenl vrai, etla connaissance de l ’étre se produitcans la totalilé des de Dios que Cristo es Dios,1c'5
jugements vrais. L ’idée de Fetre est '.’essence divine cotnrr.e species inielligibilis, c’est ce
par quoi Dieu ccmprend le toul de tou!. Finalement les theories de l'étre son1 celles qu:
rendent cornpte, bien ou mal, de ce qui precede”, 144, nota. L96. Esta nota ya famosa se
encuentra exclusivamente en la versión francesa de Verbum. Word and Idea in Aquinas. 305. Trágico si nos representamos lo que significaban estos problemas teológicos en
Lo que aquí estamos llamando- el concepto presupuesto «implícito» del ser corresponde al la vida de la Iglesia durante las persecuciones. Para eL concilio de Nicea cf. A. Fliche y V.
«concept implicitea En la lista de Lonergan sólo el ccconcepl imp licite:-) no concuerda con Martin, Historia de la iglesia tí!. La iglesia de! Imperio, EDICEP, Corriere:al Editora de
el resto. «Mtolioti» Y «connaissance» corresponden a la totalidad dinámica del conoci­ Publicaciones, 1977, 88s. Para el ler concilio de Cor.stantinopla cf. la carta de los padres
miento, et «l’idée de 1’étre» designa a Dios tal como puede ser conocido según 3a via coro liares a Dámaso, que describe en detalle los sufrimientos de los cristianos en las
eminer.tiae de La analogía. persecuciones, "N. P, Tanncr [nota LOO], 25s. Los padres mencionan explícitamente que las
302. Cf. P. Knauer, Der Glaube kotnmt vem Moren, [nola 10], -43. Se olvida cue Iglesias han tenido que sufrir lodo esto a manos de los «herejes».
«ser» es un concepto- “que abarca la realidad creada y que para Dios sólo puede ser usado 106. F. Courth, HDG la, 42-47, recalca precisamente este problema en sui discusión
análogamente", 55 y nota 39 allí mismo. de la teología trinitaria de Justino. En el contexto de la especulación filosófica sobre Dics
103. Ibid., 64: “Todo cuanto cae «bajo» nuestro concepto de la realidad - y por con­ se cuenta sólo con el concepto del Lagos para, enunciar la divinidad de Cristo y, por
siguiente también bajo nuestro concepto del ser - debe ser considerado como creado. La consiguiente, este concepto juega un papel importante en los padres apologistas. Simultá­
distinción entre Dios y el mundo es asi hasta más fundamental que cl concepto del ser: le neamente, sin embargo, el concepto griego de Dios exige la subordinación del Logos,
es ónticamente anterior y no posterior. Precisamente por eso términos como «sen: y aunque tal cosa no refleje ni la intención ni la experiencia de fe de Justino, 45 Sobre la
«realidad:» pueden predicarse de Dios tan sólo análogamente cuasi-imposibilidad de confesar en el siglo [1 la divinidad <le Cristo sin caer en la subordi­
104. En eL platonismo medio que influía en los apologistas existen ambas formas, A. nación véase también H. Vorgrimler, o. c. [nota 19], 106s. Esto no excluye que en princi­
Grillmeier, o. c. Jnota 77], 23Os. pio el término «subordinación» también puede ser entendido de tal manera que exprese
Dios en m e d io d e n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 53
52

Con este problema se combina otro: en sentido estricto, sólo del gico fundamental (ni siquiera en combinación con “de la misma substan­
«Uno» puede afirmarse que es Dios107. Si este c<Lno» es el Padre (Dios cia que el Padre”), sino porque los obispos se identifican con la intención
creador), un sistema de pensamiento que trabaje con el concepto implí­ ortodoxa del concilio1 \Nicea ha podido resolver una parte de las difi­
cito del ser no tendrá otra salida que relegar al Hijo a la creación. Esto es cultades de traducción, pero tampoco el concilio ha podido lograr la
exactamente lo que implica el término subordinación. Si el Hijo pertene­ traducción ortológica de la fe.
ce a la creación, su encamación ya no puede tener valor salvífico. Por Parte integrante del concepto griego de Dios es la afirmación de que
consiguiente, mientras no se supere la subordinación del Hijo bajo el Dios en cuanto ser absoluto y, por consiguiente, también inmutable, no
Padre por medio de una comprensión adecuada de Dios, tampoco será puede sufrir1". ¿Cómo tiacer compatible esta concepción con la confe­
posible lograr una traducción ontológica adecuada de la experiencia de sión cristiana que Jesús el Cristo simultáneamente es Hijo de Dios y ha
que de Dios viene la salvación de los hombres. Mientras tanto, tampoco muerto por nosotros en la cruz? L a orientación soteriológica de los apo­
será posible explicar cómo haya de entenderse la «gracia», y esta impo­ logistas los había conducido a explicar la divinidad de Cristo por medio
sibilidad hace a su vez que el abismo entre otkonomia y theologia se de una teología del Lagos, en la que el L oeos es el mediador entre Dios
haga cada vez mayor108. Con estos presupuestos fracasa también el in­ y los hombres"2. Sin embargo, si Dios y los hombres juntos caen bajo un
tento de hacer comprensible y racionalmente aceptable a los paganos la concepto presupuesto del ser (o bajo cualquier otro concepto), también
convicción de que Dios es «Padre» en el sentido de que la realidad crea­ esta teología no podía menos de albergar brotes de subordinacionismo, y
da es su don a los hombres109. otra vez resalta la conocida contradicción: o bien Cristo es Dios, y enton­
Contra este trasfondo se explican dos lineas de desarrollo: la doctrina ces no puede sufrir; o ha muerto en la cruz, y entonces no puede ser
de Arrio y una creciente especulación teológica. El «Padre» puede desa­ Dios. Éste es el pur.to de partida para la doctrina de Arrio, aparentemente
parecer en una única divinidad abstracta y omnipotente, en la que la —y en parte realmente - dentro del cuadro de la teología de los apolo­
experiencia de la fe de haber sido aceptado por él como «hijo» o «hija» gistas 13.
ya no encuentra punto de inserción. La experiencia de saLvacion histórica Arrio ofrece una «explicación» seductora de la cruz de Cristo: ob­
es progresivamente excluida del mismo planteamiento teológico. Sobre viamente Dios, siendo eL absolutamente trascendente, no puede sufrir,
Arrio habrá que volver al hablar de la cruz de Cristo. pero su Logos, lambién divino, aunque no en la misma plenitud que el
La critica del concepto griego de Dios saca a la luz otro problema to­ Padre, puede experimentar ignorancia, necesidad, sufrimiento y muerte y
davía: con estos presupuestos, la teología trinitaria sólo puede darse en por eso ser mediador. Tal explicación evita el patripasianismo, porque su
un proceso de poner parches a un sistema deficiente: cada nuevo pro­
blema teológico provoca trabajos de «reparación))- filosófico-te ológicos, I 10. La palabra ólkkjtxtioc no sólo es controvertida y ambigua en tiempos de Ni­
cuyo ejemplo más claro y más famoso es quizá el «homoousion». El cea, ds manera que no era de esperarse que pudiera surtir mucho efecto, sino que después
del concilio prácticamente estallada durarte una generación. Véase J. N. D. Kelly, o. c.
homoousion de Nicea ha de cumplir con una doble tarea: acabar con las
[ñola. 95], 290-313, para una discusión lingüística, patrística c histórica detallada. Aun
insidias de los arríanos y con la subordinación de rango del Hijo bajo el con estas enormes dilicultades, en Xicea la fe se lia enfrentado al concepto griego de Dios
Padre. Sigue siendo dudoso qué tan exitoso fue el concilio en la realiza­ y ha introducido un proceso de cuestión amiento y transformación de este concepto. Cf. A.
ción de ambas metas. En su tiempo, el término fue una mezcla entre Grillmeier, o. c., 251-257.
teología «negativa» y «positiva». El homoousion en el fondo no supera II i. Según Plotino. Enéada 111,8,10, el Lino de tal manera descansa en si mismo y es
inmutable que no necesita ni pensar.
la subordinación por ser un término capaz de resolver el problema teoló- 112 F. Courth, HDG la, 45
113 Al subrayar la importancia que la cruz adquiere en Justino, F. Courth, ibid.,
que el Hijo viene de un origen en vez de una subordinación de rango, cf. C. Mowry La- ¿5s., agrega: “Por un lado luslino subraya la trascendencia absoluta de Dios frente al
Cugna, o. c. [nota 70], 70. mundo. Éste es uno de los pilares de su doctrina del Logos, que requiere un perfil parti­
107. Plotino, [Sobre la contemplación], Ennéades 111, 8, E. Brehier (ed.), Paris 1924. cular por ei Jiecho de que el platonismo medio conduce a Justino a enfatizar que Dios es
En este texto la semejanza entre Plotino y la llamada teología del noüs del ■platonismo incognoscible y na tiene nombre. EL otro pilar es La fe en la inmanencia de Dios en el
medio se hace evidente, cf. A. Grillmeier, o. c. [nota 77], 231. mundo. F.n Cristo encamado la trascendencia y la inmanencia de Dios están firmemente
108. W. Kasper, o. c. [nota 6], 297-300; C. Mov-Ty LaCugna, o. c. (nota 70J, 24-30. unidas. Dentro de este cuadro es donde hay que hablar del subordinacionismo de Justino”.
109. Este problema no resuelto está detrás de los lentos que llaman al Dios creador LI verdadero pronlema, por ccnsiguiente, consiste en que aun con dos pilares perfecta­
«Padre», cf. A. Grillmcier, o. c., 235s.; ). R. Garda-Murga, Teología y Economía, DT- mente correctos resulta el subordinacionismo, porque el concepto de Dios que se usa no es
el adecuado para la tarea soteriológica.
EDC, 1337-1339.
54 Dic is en m e d io d e n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 55

cometido es precisamente «proteger» al Padre de la atribución dei sufri­ reflexión sobre la comunión con Dios que nos ha sido regalada sólo por
miento, y a la vez llena un hueco sensible: el del creciente olvido del la cruz de Cristo?
escándalo de la cruz114. Puesto que Arrio no se cansa de hablar de !a Lo notable es que los niveles de lenguaje no se corresponden: a la
encarnación, los creyentes reconocen en su teología su propia experien­ pregunta ontológica por la divinidad de Cristo se contesta una y otra vez
cia de fe. Pero su explicación aparentemente tan razonable del papel de a nivel histónco-salviFLco con una confesión:
mediador que está por encima de toda creatura - aunque esto no quite
que sea creado - da un resultado contrario al que debía efectuar11''. El M¿[...] no tenemos un solo Dios y un solo Cristo y un solo Espíritu de
sufrimiento del «mediador» creado no es salvación: no redime, sino sólo gracia que fue derramado sobre nosotros?1'1*0.
eleva el sufrimiento a un ranga cu as i-divino. Con esto se cancela la tan
recalcada Función mediadora de Crislo. Todo el edificio de la fe se viene Este «tener» a Dios del que hablan este texto y los testimonios apostóli­
abajo, porque en esta ontología platónica media"r’ no queda ni siquiera cos es tan importante para la fe, porque es expresión de la esperanza:
lugar para La autocomunicación de Dios. El abismo entre e] Dios moná- Dios nuestro Señor ha elegido a Cristo y en él nos ha hecho el pueblo de
dico y las creaturas es más profundo que nunca. su propiedad. Por esa démosle gloria en paz y acuerdo mutuo121. La
La explicación arrian a trastoca precisamente lo característico del perspectiva económico-salvifica no se encuentra sólo en los padres
anuncio cristiano y su centro, la cruz de Cristo, en la acostumbrada ce­ apostólicos122, sino también en los apologistas123, en Tertuliano124 y en
rrazón ensimismada de Dios11'. En todo esto, sin embargo, no hay que Orígenes ‘s. Todos ellos quedan fuertemente apegados a la Escritura y a
olvidar que no se trata del valor propio de sutiles preguntas fiLosófico­ la regula fidei.
leo lógicas, sino de la existencia de los creyentes de la que muchos dan La pregunta cristológica que abre el acceso a la pregunta trinitaria y
testimonio con el martirio"*. Si realmente está en el centro la existencia exige la explicación de la tnpersonalidad de Dios, se funda en la confe­
de los creyentes, y si realmente el anuncio cristiano anuncia la cruz de sión de lo que Cristo ha hecho por nosotros, Precisamente esta confesión
Cristo para la salvación de los hombres, se nos impone hoy una pregun­ y este testimonio, sin embargo, piden una ontología relacional en la que
ta: ¿de dónde vierte el que Ja teología trinitaria se ocupe con tama sutile­ el hacer de Cristo pueda ser anunciada como el hacer de Dios por noso­
za de Dios mientras que la teología efe la cruz parece más bien quedar tros. La fórmula para la traducción de la experiencia de fe en una teolo­
relegada a ¡a sofenología? 19 ¿No ha de ser la teología trinitaria una gía trinitaria ya es ampliamente conocida también en el siglo II:

114. C. Mowry LaCugna, o. c [nota 70], 34s. “ [...] los que llevan el Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es decir,
115 Véase el analisis de A. Grillmeier. o. c., 244-251. al Hijo; el Hijo les presenta al Padre, y el Padre les confiere la incorrup-
lié X. Pikaza, Trinidad y Ortología, reflexiones en torno al planteamiento siste­ ribilidad. Así pues, sin el Espíritu ro es posible ver al Hijo de Dios, y sin
mático dei misterio trinitaria, ETrin X (1*374), 190-192; A. Grillmeiei. o. t.. 230-236,
el Hijo nadie tiene acceso al Padre, ya q je el conocimiento del Padre es
242.
L17 Cf. Ch. Duquoc, o. c. Inota 32], 27-38. Duquoc sefialacl problema de tonco
con esta frase: “Jesus tío es el rostro humano de Dios par la sencilla razón de que Dios no
puede tener un rostro humano”, 32. ]2C. Clemente Romano, Ep. Ia d Carininfos 46 t PG 1.303; D. Ruiz Bueno, Los Pa­
118. Justino fue ejecutado alrededor del 165 en. Roma por Marco Aurelio; las. perse­ dres Apostólicos [nota 71], 220; G. L. Prestige, o. c. [nota 84], 110. Es importante el
cuciones de les cristianos en la época de Marco Aurelio hasta la de Diocleciano. Orígenes hecho de que Clemente aduce este argumento en el contexto de la unidad de los cristianos
fue hijo del mártir Leónidas; Pánfilo de Cesarea, Luciano de Antioqula, los obispos Pedro como comunidad, subrayando así que la fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo funda y
de Alejandría, Metodio de Olimpo y Silvano de Gaza fueron ejecutados, al igual que mantiene la comunidad eclesial.
Cipriano de Cartago. Orígenes fue sometido a la tortura, K. Bihlmeyer y H. Tilc-hlc, 121. Clemente Romano.Ep. Ia d Corfmhfos, 58-59/PG 1,327; G. L. Prestige, ibid.;
Church History /, Ncwman Press. Westminster 1968, 176, 85-97; A. Grillmcier, o. c., cf. D. Ruiz Bueno, o. c., 231. Estas palabras de Clemente son importantes especialmente
236» escribe: El anuncio cristiano fue fe verdadera, “por la que valía la pena hasta dar la en las persecuciones sangrantes de Nerón, en el año 64, cuy o eco se encuentra en la misma
vida, como lo atestiguan los antiguos martirologios. El estado romano se convirtió en primera carta a los Corintios en los capítulos V y VI; D. Ruiz Bueno, ibid., 111-113.
ocasión de prueba para la confesion cristiana^. La pregunta es: ,,por qué se tiene tendencia 122. F. Courth, KDG la,40s.; D. Ruiz Bueno, ibid.,6-14.
a discutir todas estas dificultades teológicas en una abstracción tan tranquil Izante, sin 123. F. Courth, HDG la. 42-52; D. Ruiz Bueno, Padres Apologistas Griegos [nota
lijarse en todos estos muertos? 78], 88-101.
I 19. Una excepción es el Libro de N. Elorfmann. Kreuz und Trinitat, Johannes, Ein- 124. F. Courth, HDG la, 78-80
siedeln 19S2. 125 Und.. 94-98
56 Dios en m e d io df, n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 57

el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se obtiene por medio del Es­ toda la historia ulterior del dogma trinitario130: frente al Dios Uno, que es
píritu Santo'”126. el «Ipsum esse», se encuentra el hombre uno, individual, imagen y «se­
mejanza» de Dlos,ji. La traducción ontológica ha tocado a su fin de tal
Según esta fórmula es el Espíritu quien crea la expe tiene La de fe; por eso manera que después seguirá desarrollándose unilateralmente en la línea
tenemos acceso ai Padre sólo en el Espíritu y por Cristo En la teología de la especulación metafísica1'2. Con esto se ha convertido en tradición
trinitaria esta estructura no sólo ha de conservarse, sino que debe estar en inamovible también una ontología determinada: la ontología de substan­
primer plano321,, aunque haya quedado cada vez más encubierta por una cia, que vale tanto para Dios como para la persona humana. En cada caso
ontología de cuño griego. la substancia precede a la relación. Tendremos que volver sobre este
problema al entrar en la discusión de la teología trinitaria agustiniana.
Mientras que Anselmo de Canterbury todavía insiste en que sólo el
Hijo ha podido encamarse, porque el Hijo se ha hecho hombre y porque
3. EL DESPLAZAMLENTO DEL ACENTO SOBRE la Trinidad inmanente y la económica se corresponden entre sí133, este
LA ONTOLOGÍ A criterio histórico-salvifico se disuelve en el curso de la teología escolásti­
ca hasta que ya no se perciba otra cosa que la unidad de Dios, de manera
que, con toda lógica, aun la encamación podría llamarse una «apropia­
Las grandes dificultades que la Iglesia ha tenido que superar durante los ción», es decir, se le atribuye al Hijo como «propia» una propiedad que
primeros 500 años para llegar desde la descripción bíblica y la narración en el fondo debería predicarse de la esencia divina. Tal comprensión ha
de la experiencia de salvación como un ser transformados por el Espíritu perdido de vista lo esencial del anuncio cristiano, a saber, que podemos
Sanio, que lleva por el Crucificado y Resucitado a la vida del Padre, hacer una afirmación sobre el hacer de Dios sólo y exclusivamente desde
hasta un enunciado teológico-o ntológic o completo y adecuado del Dios la totalidad dinámica del conocimiento de Dios en la fe, y esta totalidad
tripersonal, la predispusieron a través de los siglos a ya no soltar el logro dinámica consiste en tener en el Espíritu por el Hijo encarnado comu­
obtenido y asi a fijar la traducción ontológica tal corno se dio. nión con el Padre. Hay que darle la razón a K. Rahner cuando subraya
que una teología que en su reflexión sobre la encamación ya no se dé

3.1 Consecuencias teológicas y sociales divina”, 125; K. Rahner, El Otes Trino como principio... nota 2], 441-445, no pone en
duda la "justificación fundamental de un intento como éste”, mientras quede claro que se
trata de un teologilmenon, 441, pero la dificultad consiste para él en el hecho de que
Cuanto más se ba tenido que sufrir y luchar por lograr un conocimiento,
Agustín dibuja desde la doctrina trinitaria un modelo discutible del conocer y amar huma­
tanto más difícil será cuestionarlo o cambiarlo. La separación entre oiko- nos para luego volver a aplicar este modelo a Dios, 443. Cf. también F. Courth, HDG la,
nomia y theologia - que ya se vislumbró en los intentos de sistematiza­ 201s.; W. Kasper, o. c. [nota 6j. 31Os.; C. Mowry LaCugna, o. c., 93-96, 101-104. Uno
ción délos apologistas y que con San Agustín quedó prácticamente con­ de ¡os muchos problemas de la doctrina trinitaria psicológica consiste en que deja al alma
sumada 25 - fue La que posibilitó un desplazamiento del acento a la on- sola de iante ce Dios.
130 Cf. L. Schcffczyk, Et desarrollo de la teología trinitaria en la Iglesia, MS II/1,
tologia. La doctrina psicológica de la Trinidad indica el cambia radLcal
238-2-11, X. Pikaza, Dios como Espíritu y Persona [nota 43], 106-111; Id., Trinidad y
que ba tenido lugar con Agustín129y que continuará a hacerse efectivo en Ontología [nota 116), 205-230.
13 fc W. Simonis, Gott in Welt. Umrisse chrisllicher Gotteslehre, EOS, St. Ottilien
126. Ireneo de Lyon. Demonstre.tio 7, SC 62, 41, J Vives, o. c. [nota 73], 159. 198S, 89, afirma que con Agustín se ha hecho posible considerar “a la Trinidad como
127. Cf. X. Pikaza, DJos¡ como Espíritu y Persona (nota 431,189-195. mero asunto privado de Dios y de la propia vida interior”. Una persona en la que cuentan
128. C. Mowry LaCugna, o. c. [nota. 70], 81-10+; F. Courth, HDG la, 206-209. sobre todo su ¡ncerioridad, su «<yo» y su alma se encuentra sola delante de «su» Dios.
129. Según ti. Vorgrimler, o. c. (nota 79], la doctrina trinitaria psicológica “resultaba 132. “'[-••1 quedaba menospreciada la referencia de la Trinidad al mundo; se impedía
confusa y hasta peligrosa cuando se olvidaba que sólo podía tratarse de una comparación la comprensión histórica de la vida divina y, en último término, se dificultaba el que este
metafórica, y por tanto deficiente en muchos aspectos, ent-e Dios y el hombre [...]. Agus­ misterio fuese fecundo para cl pro me existencia! del creyente”, L. Scheffczyk, o. c., 241.
tín [...] buscaba comparaciones y comprobaba la insuficiencia de las mismas. El que para A este desarrollo contribuyó importantemente el inmenso prestigio de Agustín en occi­
él la unidad de Dios estuviera en el centro de ínteres, se advierte también en el hecho de dente, declarado ya cl año de su muerte por el Papa Celestino I., DS 237.
que el recuerdo de Dios, el conocimiento y el amor a Dios son para él procesos que se dan 133. Cur Deus Home, De Incamatione Verbi 10, Florilegium Pastristicum XVIII,
en la única e inseparable alma humana, que es así para Agus1in la imagen de la Trinidad Petri Hanstem, Bonr. 1929; F Courth, HDG Ib, 22; C. Diaz, San Anselmo, DT-EDC, 65.
58 Dios en m e d io d e n o s o t r o s E l P r o b le m a 59

cuenta de que no se ha encamado «una>» persona divina, sino precisa­ el punto de partida no solamente para la posibilidad de una ideologiza-
mente el Logos, vacía de contenido la realidad de la autocomunicación ción de la «fe», es decir, de afirmaciones de fe entendidas de un modo
de Dios a los hombres134. Le quita también el fondo al centro del anuncio que no corresponda al sentido de la fe, sino también para la corrección
cristiano, a la cruz del Hijo por nosotros. En otras palabras: una teología del status quo social a partir de la fe136. El Dios que se reveló como aquel
semejante, por su misma naturaleza no puede ser una teología trinitaria que actúa «por nosotros», ha de ser también anunciado en un lenguaje
que corresponda al anuncio. que permita comprenderlo como el horizonte de esperanza para nuestra
Ya dijimos al principio que se forman imágenes y representaciones experiencia humana y mundana hoy’11. Cuando una determinada imagen
de «Dios» que nosotros mismos dibujamos y nos ponemos enfrente. Esto de «Dios» pierde su función en una determinada época, esta pérdida
lo puede hacer cada uno por sí mismo, o bien podemos recibir sin crítica tiene que ver con la des-eseato logización y por eso con la desesperanza.
ni resistencia tales imágenes y representaciones vigentes en nuestra so­ La pregunta es esta: ¿Cómo puede una teología trinitaria hablar del
ciedad y cultura. El que ninguna de estas imágenes pueda ser conforme Dios tripersonal de tal manera que nosotros- comprendamos hoy que por
al anuncio cristiano, no prejuzga que las imágenes puedan entrar en lo este Dios y desde la cruz y la resurrección de su Hijo se abre una espe­
que una determinada sociedad y cultura entienda bajo el anuncio, ni que ranza para todos nosotros que andamos “fatigados y agobiados” (Mt
surtan efecto. Precisamente porque las imágenes de «Dios» son una pro­ 11,28). y esto precisamente allí donde parece que ya no hay esperanza?
yección desde nuestra propia realidad, representan una imagen de la ¿De dónde sacamos una esperanza para poder morir; esperanza para una
persona, de la sociedad y de la historia que funciona como un espejo. anciana, que está tan confusa que ya no sabe distinguir entre el día y la
Si se insiste en las propiedades inmutables de la esencia de un Dios noche, pero que todavía sabe que se está perdiendo cada vez más en una
que se basta a sí mismo en su altura, tal representación de «Dios» será el tierra de nadie en la que sólo hay miedo y vacío; esperanza para un joven
reflejo de una antropología estática tomada de la ontología de substancia campesino que necesita unas caderas artificiales que nunca alcanzará a
que, a su vez, es una piedra de construcción para el edificio de una histo­ tener, y que se arrastra - con la mirada vacía y sin reaccionar - de una
ria, sociedad y un mundo concebidas como estáticos y estructurados instancia burocrática a la otra, sin saber ni de dónde le vendrá la próxima
autoritariamente. Por otro lado, la representación de «Dios» tiene la comida? ¿No es cierto que en la cruz de su Hijo amado Dios les dio espe­
función de legitimar la imagen de la persona, cuya proyección refleja y
la estructura de la sociedad, de la que proviene, y de protegerlas contra el
cambio. La imagen de «Dios» y la imagen de la persona y de la sociedad tes y legitimadoras”, 86s. De esta manera, el cristianismo forma parte integrante de la
modernidad y por eso se rechaza junto con ella, 88. "'El cristianismo, en cuanto metarre-
no solamente se condicionan mutuamente, sino que también corren el
lato, puede ejercer en diversos grados funciones totalizantes, con lo cual puede defender y
riesgo de reforzarse mutuamente o de perder juntas su función135. Este es sostener la Idea o proyecto global del futuro y servir subterráneamente de legitimante del
mismo”, 88.
136. N Luhmanr, La fundón de la religión en la sociedad y el secularismo, en La
134. MS 11/1,361-365, 375-379. Función de Ja Teología en el Ful uro de América Latina, Memorias, Simposio Internacio­
135. J. B. Metz, Zur Theologie der Welt, Grüncwald, Mainz 1965, parle del aconte­ nal de Teología, Universidad Iberoamericana, México 1991, 55-63, parte del hecho de
cimiento de Cristo, 18, 22, que se convierte en cl criterio absoluto para la comprensión de que los contenidos del conocimiento designada como «religión», tienen su punto de
Dios, de la persona humana y del mundo. El mero condicionamiento mutuo entre la cristalización en la distinción entre lo conocido y lo desconocido. Todas las sociedades
comprensión de Dios y de la persona todavía no abre el camino para la crítica interior del hacen esta distinción, 55 Puesto que la vida puede desarrollarse sólo en el ámbito de lo
uno o de la otra y por esto está abierto a la ideología. El correctivo se halla en la impor­ conocido y esperado (aunque siempre quede lugar para sorpresas), se introduce la distin­
tancia de Cristo para el mundo y la misma historia, En el primer plano está la dimensión ción entre la conocido y lo desconocido en el ámbito de lo conocido. Se aprende a mane­
de la fe transformadora de la historia, y ésta funciona como critica de la ideología, porque jar lo sagrado y a hacerlo calculable. Lo amenazante es domesticado, 56. De esta manera
desde dentro, desde el acontecimiento de Cristo, es incapaz de identificarse con un status la religión, particularmente la cristiana, puede dedicarse a alimentar la duda respecto a
quo, 19, 28-34. J. M. Mardones, o. c. [nota 3], trata de la -critica de la postmodemidad todas las innovaciones, 57. En oposición a esto, ya en el AT encuentra N. Lohfink, o. c.
ante el cristianismo. Una de las perspectivas desde las cuales la postmodemidad se acerca [nota 58] testimonios de una teología de resistencia y subversión. Los textos sobre el
al cristianismo, particularmente a la Iglesia católica, es la clasificación de éste como reinado de Yahvé no se usan para la legitimación de la teología oficial del estado y del
narración. “Adopta la forma del relato de la entrega de Dios mismo al hombre, a través de culto pomposo, sino para la critica al estado, porque Yalwé solo ha de ser Dios, 86-97. Lo
Jesucristo, para su liberación. [...] Lo que se transmite en los relatos es el grupo de reglas importante no es que Yahvé sea rey, sino la sociedad de la que es rey, 97. Así el «reino de
pragmáticas que constituyen el lazo social”. De la competencia de este relato dependen la Dios» puede convertirse en una cifra de esperanza social, 99
identidad del grupo y su regulación social. “El cristianismo, en cuanto que ha sida en la 137. Cf. M. Kehl, Escaioiogiii. Sígueme, Salamanca 1992, 31-68; B. Andrade, Dar
historia occidental el gran relato de esta colectividad, a realizado esas funciones fundan- cuenta de nuestra esperanza, Anamnesis 5 (1993), 67-79.
60 Dios en m e d io d e n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 61

ranza a éslos y que les ha dado su Espíritu para que puedan creerle? hombre con todos sus condicionamientos históricos ya haya acabado con
Habría que aceptar con González, que es la experiencia de la autocomu- lo que aquí llamamos precondicionamiento. No es nada claro si existe la
nicación de Dios a los hombres la que nos enseña cómo hay que explicar posibilidad de hacer consciente el precondicionamiento de tal manera
la Trinidad «en sí misma» y no al revés138. que luego, en la comprensión y la decisión racionales, podamos desha­
Aunque desde el punto de vista de la historia de la teología, desde el cemos de él.
siglo IV el acento ha recaído casi siempre en la ontología de substancia, En cuanto fenómeno cultural, el precondicionamiento ontológico ha
no se puede proclamar la vigencia exclusiva de esta ontología, ni en de ser entendido históricamente. Es la expresión de un condicionamiento
nombre de la comprensión cristiana de Dios, ni en nombre de la praxis general, pervasivo e histórico que en cuanto tal nunca puede hacerse
religiosa cristiana139. También dentro del sistema teológico escolástico consciente totalmente. Así se hace comprensible que a la teología católi­
sería absurdo hablar de determinadas propiedades ontológicas de Dios ca el aspecto de la oikonomia le haya quedado extraño, aun en el viraje
sin que resultara la exigencia de ordenar la propia vida conforme a estas teológico que admite que el Nuevo Testamento ofrece una teología tri­
propiedades l4C\ nitaria'‘más rica que toda nuestra dogmática sutil sobre el Dios triuno”142
y aún en la actual insistencia en la relación entre oikonomia e inmanen­
cia143.
3.2 El «precondicionamiento ontológico» ¿Por qué nos resulta tan difícil en la teología trinitaria tematizar la
relación interpersonal humana y entre la persona y Dios144? La orienta­
ción ontológica tradicional de la teología trinitaria, ¿es una auténtica
En el transcurso de la historia se ha formado una inclinación, no sólo
necesidad, o es la expresión de lo único que para nosotros, en un deter­
teológica sino también cultural hacia la ontología; algo que podríamos
minado clima cultural, es «pensable»? ¿Por qué «debe» la teología trini­
llamar una «mentalidad» ontológica o un «precondicionamiento ontoló-
taria empezar con una discusión de los conceptos filosóficos de Dios y
gico». En esta expresión «ontológico» significa ontológico conforme a la
con un anáhsis del ateísmo?145 Es justificada la preocupación por no
ontología de substancia. El término «precondicionamiento>3 se contradis-
lograr la actualidad teológica a costa de la continuidad entre el pensa-
tingue de una «precomprensión», en la que existe la posibilidad de que
alguna vez se haya comprendido conscientemente y luego aceptado
aquello que ahora existiría como pre-comprendido. Por el contrario, el
«precondicionamiento» sería aquel condicionamiento no reflexionado y 142. Ibid., 28. W. Joest, Dogmatik !, UTB, Vandenhoeck & Ruprecht, Góttingcn
no hecho consciente en el que se aceptan y se repiten enunciados con la 1984,317, subraya que el NT habla deL hacer de Dios por Jesús y no de su ser.
misma espontaneidad con la que respiramos el aire en el que vivimos 143. W. Breuning, o. c., SO; L, SchefTczyk y F Courth, Trinitatstheologie heute,
MThZ 34 (1983), 54.
Siempre nos encontramos en este «precondicionamiento ontológico»
144. W. Breuning, o. c , 33s. En la misma línea, X. Pikaza, Trinidad y Ontología
sin que seamos conscientes de ello. El hecho es conocido desde hace [nota 116], exige una formulación onlológica mucho más precisa que sea capaz de expre­
tiempo141. Esto no significa, sin embargo, que la reflexión actual sobre el sar el dor. y la respuesta entre las divinas personas, y le parece necesario desarrollar una
ontología de la trascendencia humana y del encuentro, 235s. En otras publicaciones insiste
el autor en una experiencia de fe globalizante, en ¡a que la presencia de Dios y la auto-
138. O. González, Misterio Trinitario y Existencia Humana, Rialp, Barcelona 1966, rrealización de la persona formen un todo: Experiencia religiosa y cristianismo, Sígueme,
70: La revelación trinitaria no le sirve al hombre para nada, si na siente :a fuerza interior, Salamanca 1981, 304s.. 31 l ; Dics como Espírilu y Persona [nota 43], 206s. J. B. Hilbe­
el testimonio, que lo mueva a descubrirla, rath, a. c. [nota 2], 91. habla de la necesidad de desarrollar un “concepto de persona
139. Aquí se inserta el reto para cada teología, que ha de reelaborar y anunciar para comunicativo” para poder deletrear teológ camente el anuncio evangélico de que Dios es
su propia época una doctrina de Dios que nunca puede ser fijada una vez por todas, X. amor. Los nuevos trabajas de M. Volt, TriniJát und Gemeinschaft. Eine ókumenische
Pikaza, Dios como Espiriluy Persona [nota 43], 15-17. Ekkíesiclogie, Grünewald Mainz t Neukirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1996, y G.
140. La pregunta de si Dios existe no es la pregunta de si ex.is1e un objeto al que co­ Greshake. Der dreieine Gott. Eme trinilariscfie Theologie, Herder, Freiburg-Basel-Wien
rrespondan «realmente)) o «de hecho» determinados predicados, sino la pregunta de si 1997, buscan la explicación de la relacionalidad y ce la comunidad para poder hablar más
tiene sentido llevar su vida conforme a este criterio. Una afirmación de la existencia de adecuadamente del Dios «pornosotros»
Dios sin consecuencias - sin consecuencias para el propio actuar - sencillamente no tiene 145. W. Kasper, o. c. [nota 6], 29-88. cf. J Auer, Dios, uno y trino, Curso de Teolo­
sentido, H. Kraml, Die Rede ver, Gclt sprachkrilisch rekonstnderi ñus Sentenzenkom- gía Dogmática II, Herder, Barcelona 3988, 44-52, 365-492; A. Torres Quciruga, o. c.
mentaren, Tyrolia, Innsbmck-Wien 19S4, 155s. [nota 4J, 15-24. La parte filosófica proporcional de otras teologías trinitarias es conside­
141. Cr. W. Breuning, Trinitaísfehre, BT111, 1970.22s. rable.
62 Dios en m e d io d e n o s o t r o s El Pr o b lem a 63

miento moderno y la tradición140, pero independientemente de esta preo­ experiencia histórica del Dios tripersonal exige siempre nuevas combi­
cupación podemos preguntarnos, si la narración diferenciada no puede naciones de lenguaje para poder expresar experiencias siempre nuevas y
también jugar un papel en nuestro hablar del Dios tripersonal14'. nuevamente transformadoras - y, con esto, una totalidad dinámica del
Es cierto que La teología truntaría no puede renunciar a la ontología, conocimiento siempre nueva. Lo que queda constante es i. una gramáti­
porque esto resultaría en una reducción; pero también es cierto que en ca trinitaria que la Iglesia construyó con duros trabajos a través de los
una ontología relacional la delimitación tan frecuente entre la dimensión siglos y que expresa un conocimiento en la fe sin el cuaL una experiencia
práctica, por un lado, y la ontología, por otro, ni siquiera tiene cabida. La de fe no podría ser recibida como eclesial, y 2. la totalidad dinámica del
mera preocupación por la ontología en su presentación tradicional ya conocimiento misma.
muestra la existencia de lo que aquí llamamos el <<precondicionamiento Cuando se observa sólo el .primero de estos dos puntos - y esto es
ontológico))jEl desamparo de los creyentes, las necesidades de los hom- precisamente el peligro en la dicotomía entre ontología e historia, todavía
1>resen general, exigen no la abolición de toda ontología sino la reflexión no superada - pueden darse afirmaciones sobre Dios que tengan poco en
sobre la totalidad dinámica del conocimiento en la fe, a partir de la cual común con la comprensión cristiana de Dios. Si se entiende, por ejemplo,
podemos decir que en el compartir comunicativo de la fe hemos experi­ la omnipotencia de Dios en el sentido de que Dios pudiera hacer cual­
mentado y asi entendido que nos hemos encontrado con Dio?, y que nos quier cosa con sólo quererlo151,, el próximo paso sera la presuposición
ha regalado una nueva esperanza. Es el precondicionamiento ontológico ingenua que Dios actué arbitrariamente. Un Dios así no sería creíble. No
(y también pecaminoso}148 que hace que se interprete la búsqueda de un sele puede tener confianza, porque en su poder arbitrarlo sería capaz de
hablar de nuevo de Dios en términos de una tensión entre ontología e destrozar lodos nuestros planes y dé hundimos en la desgracia.
historia, oyéndolo de manera diferente. Si ha de ser cierto que tanto el hablar conceptúa l-ontológico de Dios
Se trata de superar La dicotomía entre ontología (de substancia) e como la experiencia de su hacer salvífico pueden tan sólo apuntar hacia
historia que empezó con la aceptación deL concepto griego de Dios, que el Dios incomprensible, y que ambos aspectos forman parte integrante de
con la teología de Agustín Llegó a hacerse dominante a través de toda la la totalidad dinámica del conocimiento que empieza con la experiencia
historia de la teología y que implica también la dicotomía entre razón de la palabra humana comunicativa del anuncio, entonces también nos
y fe, naturaleza y gracia, concepta y experiencia. Esto es equivalente a ha de ser permitido hablar desde dentro de la desgracia de nuestra histo­
rescatar la riqueza de la experiencia ante la ineliminable sequía del con­ ria sobre nuestra experiencia del Dios que es poderoso en esta historia.
cepto y a poneT en el centro la irrupción, por medio de la palabra humana Buscamos, por consiguiente, una teología trinitaria que recargue el
comunicativa del anuncio de fe y sus signos, del Dios incomprensible en acento sobre la correspondencia entre experiencia, el hacer salvífico de
La historia150. Dios en la historia y su inalcanzable misterio, y que así sea capaz, de
Ya vimos, al emprender la crítica deL concepto griego de Dios, tas di­ expresar en nuestro sufrimiento la esperanza y la salvación que nos ILe-
ficultades que resultan para el anuncio cristiano, cuando Dios cae bajo un vgan de Dios.
concepta presupuesto del ser. Si Dios no puede caer bajo ninguno de Podemos decir, en resumen, que el problema del hablar actual de
nuestros conceptos, tampoco puede caer bajo conceptos teológicos. La Dios consiste enque se parte de una ontología de substancia y no de una
ontología relacional, y en que todos cargamos con un precondiciona-
146. L. Schefíczyk y F. Courth, o. c., 54 Tfilento ontológica (en el sentido de una ontología de substancia), que es
147. Asi I. Moltmann en su ponencia sobre “La unidad del Dios triuno" en el simpo­ producto de un TargcTproceso historieo-cultural. ^Tendremos que aclarar
sio que refieren L. Scheffczyk y F. Courth,o. c.„ 55s. todavía segün cuáles criterios podemos hablar de Dios de una manera
148. K. Rahner, Curse fundamental [nota 5], habla de un «cegarrúento culpable»»,
nueva y diferente, y tendremos que desarrollar con más detalle la pro­
211. Cf. también M. Sievemich, Sehuid und Sünde in der Theologie der Gegenwart, FTS
29\.Knecht, Frankfurt a. M. 1982,55, 60. puesta de partir de la experiencia del hacer de Dios. Sólo después de
’.49. Según P. Fransen, Desarrollo histórico de la doctrina de i a gracia, MS 1V>2, estos dos pasos podremos formular una metodología.
637s., la teología de Agustín llevó inconsciente mente a alejar a Dios siempre más del
hombre.
150. Buenaventura, por ejemplo, enfatiza, precisamente tal planteamiento histórico- 151. Cf. por ejemplo las tesis del nominalismo, en las que la libertad de Dios en úl­
salvifico. Para él, sin embargo, ta «historia»- es sinónimo de «naturaleza», la cual luego no timo término significa arbitrariedad, P. Fransen, o. c., 659-665. Por eso es tan importante
es entendida en términos mexafísico-fi los óticos sino histórico-salvificos, cf. O. González, entender que Dios no es «omnipotente», sino -«poderoso en todo». S&lo esto último nos
o. c. [rota 1381, 5Ss. brinda la posibilidad de esperanza en una situación desesperada.
64 Dios e=n m e d io de n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 65

4. LA NECESIDAD DE UNA NUEVA TRADUCCIÓN la dificultad no está en asentir, sino en encontrar una respuesta a la pre­
Y SUS CARACTERÍSTICAS gunta sobre cómo hemos de realizar esta tarea.
Es posible que nos ayude la consideración más detallada de las ca­
racterísticas del proceso de traducción ontoLógica. Para todos los padres
4.1 Aspectos fundamentales de la Iglesia hasta Agustín incluido, y después de él León Magno, la
experiencia de fe ocupaba un lugar ¿estacado, lo que se expresaba tam­
bién temáticamente y era el motivo principal para la especulación trinita­
El desarrollo del dogma úene su fundamento en los concilios de Nicea
ria También en la edad media se conserva una «cierta» referencia histó-
(325) y Constantinopla I <3SI)153 cuyas fórmulas, tan controvertidas en
rica-salvífica5', aunque haya que admitir que no es lo mismo partir
su respectiva época, son aceptadas y reforrauladas en tiempos posterio­
teológicamente de la experiencia salvifica o tenerla presente en el trabajo
res153, ganando en abstracción en eL proceso. Ya en el concilio de Letrán
teológico. Una excepción se encuentra en la temprana escolástica en el
IV (1215) aparece la formulación que describe el actuar de las. tres divi­
esbozo lustórLCO-salvífico de los teólogos de la escuela victorina158, de
nas personas hacia afuera como un solo «principio»!5<. También en el
los que en la actualidad Ricarda de San-Victor suscita un especial inte­
magisterio de la Iglesia la traducción ha sido concluida. El precio que se
rés.
pagó por ella, sin embargo, fue elevada: ahora la Trinidad inmanente
En la temprana escolástica en general y luego en la escolástica flore­
descansa en sí misma, y a partir de esta doctrina será difícil alcanzar a
ciente. no sólo es deficiente el planteamiento histórico-salvífico de modo
ver la economía salvifica f5. Aunque veamos en las Partes V y VI que la
semejante como en la antigüedad, sino que además la ya débil referencia
linea histórico-salvífica sigue quedando paralela a la especulación onto-
liistórico-salvífica se debilita aún más. Podríamos atribuir este estado de
lógica dominante, no podemos partir del presupuesto que las dos parale­
las cosas al precondicionamiento ontológico en el sentido de la ontología
las se encuentren.
de substancia. Hay una diferencia respecta a la antigüedad, sin embargo:
Nos parece hoy que el precio pagado fue demasiado alto La desapa­
en la escolástica existía el instrumental conceptual que faltaba todavía en
rición de la referencia histórico-salvifica encierra el riesgo que desapa­
la antigüedad, de manera que la posibilidad de un planteamiento históri-
rezcan con ella la fe personal y la relevancia del Dios cristiano - si no
co-salvifica sí existe’59. Aunque también en la antigüedad pueda encon­
han desaparecido ya. al menos en parte. Ante la formulación
trarse un cierto precondicionamiento ontológico160, no cabe duda de que
el esfuerzo por lograr una traducción ontológica tropieza con obstáculos
“Es preciso, per tanto, mantener el símbolo nicetio-canstantinopoSitano
objetivos y no sólo subjetivos. El hecho de que no existan los medios
del «ser en sí» de la trinidad inmanente y explicar al mismo tiempo lo
adecuados hace que la tarea se asemeje al intento de traducir un empleo
que eso signifi ca para nosotros en el plano so teño lógico. Tal es la tarea
técnica a otro idioma sin diccionario y sin conocimiento de los términos
fundamental de una doctrina trinitaria en nuestro tiempo”1'116,
técnicas. La dificultad de los padres de los siglos II a IV no consiste en
que no tienen un planteamiento histórico-salvífico, sino en que arrancan
desde una ontología inadecuada

152. DS 125-126;150-151. 157. Anselmo de Canterbury empieza el primer capitulo de su Proslogion con una
153. Por ejemplo Constan inopia II. 553: Quien no confiese una sola naturaleza o descripción de la experiencia de le: un vaciarse para hacer lugar a Dios, hallar descanso en
esencia, una sola fuerza y poder, la trinidad consubstancial y una sola divinidad del Padre, él, excluir de la mente lodo lo que no sea Dios y buscar sj rostro con todo el corazón, San
del Hijo y del Espíritu Santo, que es adorada en tres bipóstasis o personas, que sea anate­ Anselmo I, J. Alameda (cd.), BAC, Madrid ]952.
ma, DS 421; W. Kasper, o. c. [nota 6J, 297 y nota 142 ibid. L5S. W. Simonis, Trinitat und Vernunfí, FTS 12. Knechl, Frankfurt 1972, 69-76; L.
154. DS 800; W. Kasper, o. c., 299. La fórmula de Letrán IV, unum urJverscrum F. Ladaia Ferrer. Creación y Salvación en /a Cristoívgia de Hugo de San Víctor
principium, a la que sigue la confesión del Dios creador, encuentra su expresión clásica en (i). Miscelánea Comillas 3L ■09730, 263-296; P. Sicard, Mugues de Saint-Victor et son
el concilio de Florencia, 1442. en el Decreto para los Jacobitas. que en Dios onwiaque Ecole, Témoins de notre hisioirc, Brepols, Paris 1991. 92-133.
sunt unum, ubi non obviai reiaiionts opp&sitio, DS 1330. que se explica más er 1331. Esta 159. El trabajo de O. González, o. c. |no1a 138], nuestra precisamente esto para
formulación, sin embargo, no excluye el riesgo de que el Oíos tripersonal desaparezca Buenaventura.
detrás del concepto griego de Dios. 160. Cf. A. G-rillmeier, o. c |no1a 77], 230-251; X. Pikaza, Trinidad y Ontología
155. L. Scheffczyk, o. c. [nota 130], 225-228. [nota 116], 192-206; G. L. Prestige, o. c. [nota 84], IS—35; C. Mowry LaCugna, o. c.
156. W. Kasper, o. c., 300. [ncla 701,2 2-L04.
66 DIOS EN MEDtO DE NOSOTROS E l P roblem a 67

El plante amiento mitológico inadecuado es importante: no hubo ne­ viene sugerida por la experiencia de fe es impensable que pueda haber un
cesidad de «traducir» al Padre aL nivel antológico. Para hablar de él, o hacer histórico de Dios que na se predique simultáneamente del Padre,
sea, de «Dios» en eL sentido de 3a filosofía griega - como se aprecia Hijo y Espíritu Santo, pero subrayando la diferencia que corresponde a
claramente tanto en el credo niceno-constantinolapo]itanol<3!, como en el cada una de las divinas personas, esto es, su hacer propio. De la misma
símbolo Quicumque11", y como se repite en el IV concilio de Letrán y el manera y a la inversa, también del ser eterna de las tres personas sólo
concilio de Florencia1' no era necesario «poner parches» teológicos. podría hablarse simultáneamente.
En cuanto Padre «invisible» de Cristo (Jn 1.18) siempre ya acaparaba De lograrse una traducción asi. la unidad entre Trinidad inmanente y
toda la trascendencia para si,w La comunidad cristiana confesaba el Trinidad económica hubiera podido ser comprendida simultáneamente, y
hacer salvífico del Espíritu, y por eso de] Hijo. Tanto el hacer del Espí­ esla simultaneidad se hubiera hecho tradicional. En otras palabras, hu­
ritu como el del Hijo, sin embargo, tenia su fundamento en el hacer del biera ocupado el primer puesto aquello que Anselmo de Canterbury sabía
Padre, a quien entendían como el principio y la meta final de la historia todavía: la. correspondencia necesaria entre cl orden intratrinitario y la
salvífica165. Es de particular importancia que precisamente esta compren­ economía salvífica1 '*’*, y éste es exactamente el «axioma fundamental»
sión trinitaria se encuentre ya en las primeras dos o tres décadas después que K. Rahner tuvo que volver a descubrir tantos siglos después169. De
de la resurrección '"h. En la traducción ontológica, sin embargo, el hacer esta manera se hubiera aclarado teológicamente lo que la experiencia de
salvífico del Padre tan sólo se agrega al concepto griega de Dios. fe ya poseía: la comprensión de ta unidad divina tripersonal como miste­
No podía entonces apreciarse que éste es el problema de fondo, por­ rio de la unidad de la fe y de la comunidad eclesial™.
que la contradicción con el anuncio cristiano inherente en el plantea­
miento a partir del concepto griego de Dios se hizo patente sólo al hablar
del Hijo y del Espíritu Santo Sólo las dos personas enviadas por el Padre
ontologiadel amor. H. U. von Balthasar, Theodrcrmaiik 11/2, Johannes, Einsiedeln 1978,
a la historia necesitaban ser «traducidas» o «elevadas» al nivel ontológi-
468, [Traducción: Teodramática 11/2, Encuentro. Madrid 1995ss] habla de un “eterno
co, para que también a ellas se les pudiera entender como Dios. A la entendimiento mutuo entre ei Padre y cl Hijo, que se convierte en un testimonio propio
experiencia de fe de la Iglesia temprana hubiera correspondido empezar ante ellos” , su ccnosotros», en cierto sentido, que a la vez es más que el «yo» y cl «tú».
la traducción ontológica a partir del Espíritu Santo-, tal planteamiento Según W. Pannenberg, Sysiemmische Tkcoiogie !. Vandenhoeck & Ruprecht, Gottingen
hubiera mantenido unidas la ontología y la historia salvífica desde el 19S8,350s. [Traducción: Teología Sistemática Universidad Comillas, Madrid 1995], la
Trinidad, pensada bajo las condiciones de la teología filosófica helenística, tenía que
principio y hubiera transformado el concepto griego del ser, de manera
colocarse cr una distancia inalcanzable respecta a toda la realidad crcatural finita y luego
que la novedad del Dios tripersonal cristiano hubiera podido enunciarse perder su función. Respecto a esto cabe anotar qtc er *.odo caso, con o sin la filosofía
simultáneamente a nivel ontológico e histórico. Entonces la ontología de griega, la Trinidad está a una distancia inalcanzable para la realidad creada. Este hecho no
substancia hubiera podido ser evitada. En el fondo se trata exactamente depende de la omolegía empleada. La diferencia eslá más bien en que el concepto griego
de aquello que apareció por primera vez en la totalidad dinámica del de Dios excluye la posibilidad de una historia salvífica aun cuando la facticidad de esta
historia salvífica ya baya sido comprendida cu la fe.
conocimiento creyente cristiano: una ontología relacional que permita
168. Discusión en F. Courth, HDG '.b. 22.
hacer comprensible una «ontología del amor»"57. En una antología que 169. K. Rahner, El Dios Trino... {nota 2], 370-372. El. U. von Balthasar, o. c., 466,
piensa que sabemos del Padre, Hijo y Esoirili. Santo como personas divinas únicamente
Lól. DS 150. por la figura y cl comportamiento de Jesucristo, y que, per consiguiente, hay que aceptar
L62. DS 75. cl axioma fundamental de Rahner, pero quiere precisar: la Trinidad económica aparece
163. DS 800,1330-1331. ciertamente como interpretación de la inmanente, pero id puede ser identificada con ella,
164. K. Rahner, Thecn en el Nuevo Testamento, Escritos E, 131, 142-143. porque la Trinidad inmanente es el fundamento de la económica. Si no se toma en cuenta
165. Cf. por ejemplo Keb 1,1-4; Ef 1,3-14; Col 1,3-14: J D. Kelly, o. c. [rota esto, se corre el riesgo ¿e cue la Trin idad inmanente y eterna se pierda en la económica y
97], 15-45. que se absorba a Dios en et proceso del mundo. También en esta postura, sin embargo, la
L66. “Pero la Iglesia trajo de sus orí genes judíos una fe concreta cr. Dios Padre, crea­ ontología es ei punto clave. Si se tiene presente que todo hablar de la Trinidad, sea inma­
dor de cielo y tierra, el único Dios de todo el mundo. V" la doctrina de Jesús dio un relieve nente o económica, siempre sólo es análogo, la Trinidad inmanente y la económica son
especial a la paternidad, de Dios”, J. N. D. KLelly, ibid., 25s. idénticas, pero es perfectamente imposible que Dios sea absorbido en el proceso del
167. Sobre esto W. Loser, Trini:Sistkeolcgic hetite - offene Fragen [nota 43], 17-19. mundo.
Para Ldser el problema está en que desde cl tiempo en que se CKpresó la unidad do Dics 170. Cf. I Cor 12,4-30; la versión copta del credo bautismal, DS 3; DS 21: “Una di­
con. las categorías del concepto griego del ser, una comprensión auten ticamente trinitaria vinidad, un poder, un señorío, una fe, un bautismo en la santa católica y apostólica Igle­
de Dios ya no fue posible, 17. Considera a Ricarda de San-Víctor como precursor de una sia".
68 D io s en m e d io d i ?, n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 69

No tiene sentida detenerse en los múltiples condicionales del desa­ llegamos a ser una comunión participativa en el poder de! Espíritu Santo
rrollo histórico, pero sacan a La luz algo que pudiera ser importante para que es el amor entre el Padre y el Hijo y por esa nos introduce en este
la superación de la ruptura histórjco-salvíficaen la doctrina trinitaria y en mismo amor. Esto es lo fundamental en todo hablar cristiano de Dios.
la de la gracia Sabernos que la comprensión ontológica de la tripersona- Habría que ver más de cerca ahora el contenido de esta «nota estructu­
lidad de Dios históricamente se dio bajo la forma de un proceso de helc- ral».
nización. No hay que olvidar, sin embarga, cue también hubo un proceso Al empezar con La totalidad dinámica del conocimiento de que en el
de reflujo, o sea, de deshelenización. De no ser así, la fe cristiana se Espiritu llegamos a ser una comunión participativa, expresamos en pri­
hubiera hundido1'1. Precisamente a causa de La tensión entre la heleniza- mer lugar la experiencia por la cual podemos entender, aceptar y conocer
ción y la resistencia contra la heLenización podemos resumir: que Dios mismo ha entrado en comunión con nosotros. Sólo a partir de la
/. El hecho de que se diera un planteamiento ontológico equivocado, comunión con Dios puede crecer una comunión participativa que perdure
tuvo como consecuencia que la reflexión teológica sobre la Trinidad se en la angustia, el sufrimiento y la muerte. En este primer paso es-tá implí­
diera de manera fragmentada, como «trabajo de parches» o como La cita también la comprensión de lo que el Espíritu hace en nosotros: crea
«reparación» de pasturas insostenibles. Resultó, por así decirlo, una nuestra comunión participativa y vence así la soledad deformante; quita
situación de «emergencia» que tenia que hacerse tanto más insoportable el poder que la angustia tiene sobre nosotros: nos sostiene en el sufri­
y polémica cuanto mayor se hacía la -«emergencia» de defender y de miento y a través de la muerte. Precisamente este hacer significa que el
anunciar la fe. el único bien por el que valía la pena dar hasta la vida. No Espíritu crea entre nosotros la comunión con el Padre, que es más fuerte
se puede escamotear el tamaño de esta emergencia - entonces y quiza que la cruz del Hijo y capaz de transformarla en vida.
también hoy. También aquí se averigua que podemos expresar el <cpor nosotros» de
2. El hecho de que no el Padre sino sólo eL Hijo y el Espíritu Santo Dios - ahí donde realmente nos toca en lo que es lo más importante para
necesitaran ser « traducidos» del nivel económico al ontológico, demues­ nosotros - sólo en términos trinitarios. 5e muestra otra cosa también: el
tra que el subordinacionismo tal como de hecho se dio172 quizá tenga sujeto del hablar de Dios es la comunión participativa de los creyentes
menos que ver con La terminología y con las imágenes empleadas en la llena del Espiritu. El único lugar para expresar el -«por nosotros» de Dios
doctrina trinitaria173 que con el planteamiento y las características de la es el «nosotros» de la comunión participativa. La estructura comunicati­
traducción ontológica. va y participativa de la fe es a la vez su estructura trinitaria.
3. Es pensable que la separación entre economía y teología no sea Ya las primeras comunidades cristianas sabían que el acontecimiento
efecto de una teología o terminología determinada, sino que esté implí­ de Cristo en su totalidad - que abarca la vida, la cruz y la resurrección
cita en el planteamiento inadecuado. Mientras una leologia trinitaria no del Señor - es la clave para ei «por nosotros» del Padre, y que esta com­
empiece con la comunión con Dios que es el don del Espíritu Santo en la prensión sólo se da en el Espíritu1 '.
fe y que se vive como un compartir comunicativo interhumano, necesa- El sujeto de la confesión del acontecimiento de Cristo es la comuni­
riamentesiempre estará alejada de la economía salvifica174. dad en comunión participativa, y ésta hay que entenderla como universal
4. Si los primeros tres puntos son acertados, resulta de elLos una porque el mismo acontecimiento de Cristo es universal. Habrá que refle­
«nota estructural» para una teología trinitaria que quiera hacer coincidir xionar más adelante las implicaciones de la insistencia en un sujeto co­
la inmanencia y e! hacer salvífico de Dios: independientemente de cómo munitario universal176. Lo que importa aquí es que la teología que se
proceda en lo particular, tal teología deberá empezar con la totalidad hace es muy diferente cuando parte primariamente de un sujeta comuni­
dinámica del conocimiento que en la aceptación del anuncio cristiano tario. al interior del cual tendría que encontrar su lugar el hablar indivi­
dual de Dios, o en el caso de partir primenamente del sujeto individual
171. A. Grillmeier, o. c. [nda 77], 228, 239-244-.
172. S. del Cura Elena,Suborcfinactonismo, DT-EDC. 1211-1317
173. Cf. tertuliano, Adv Prax. 5,7 f PL 2.160: Dios todavía nv había pronunciado 175. I Cor 15,3—8; hay un consenso de que este texto constituye el núcleo del anun­
su palabra; las lamosas innágcr.cs ce raiz y rama, fuente y rio, sol y rayo, Adv Prax. 8,3 —
^ cio cristiano, que es «transmitído» y «recibido». Los verbos clave son ticxpÉXa(iov y
/ PL 2,163s.; J. Vives, o. c. (nota 73]. 379-382. napéSam* Cf. J. N. D. Kelly, o c. [nota 951, 24-32; J- /Mfaro. Esperanza cristiana y
174. Este es el punió que X. I’ikaza, Dios corno Espíritu y Persona |nota -43], 237- liberación de!hombre. Herder, Barcelona I9;2, 125-128
269, enfatiza particularmente: una cristología y por eso también una teología trinitaria a L76. Primero en el análisis del NT. Parce IU; luego en el ensayo de dislinguir una ex­
partir del Espíritu. periencia-trinitaria en el AT, Parte IV, y finalmcnts.cn forma sisLemárica, en la Pane VII.
70 Dios e n m e d io de nosotros E l Problem a 71

al que se atribuiría una comunidad en un «después», por Ínfimo que “ Creo en Dios, el Padre omnipotente, invisible e im pasible181 y en Cristo
fuera-'7. En el trasfondo está también aquí la critica del concepto griego Jesús, su único Hijo, nuestro Señor, [...] quien fue crucificado y sepulta­
de Dios: si se concibe a D éos primero como el Uno que se basta a sí do'*.
mismo (aunque las tres personas se piensen juntas en una sola substan­
cia), parece tan sólo coherente colocar a la persona una-individual, se­ Si a Dios se le llama Padre dando este nombre al concepto griego de
mejanza de Dios, ante él. como lo hizo Agustín. No sólo es posible de­ Dios, entonces Dios es tan impasible como es invisible y omnipotente.
mostrar que tal concepción ya no se da en una ontología relaciona], sino Es evidente, como ya lo habíamos mostrado arriba, que bajo tales condi­
que es también evidente que el énfasis en el sujeto individual refleja un ciones ya no podra explicarse que el Cristo crucificado también es Dios.
patrón antropológico (e histórico-cultural). Desde este punto de vista, el Sin embarga, es todavía más incomprensible cómo un Dios impasible
tema de Ea «solidaridad» tan importante hoy es principalmente el tema, pueda ser Padre. En nuestra experiencia no existe la combinación de este
no solamente de la teología en general, sino particularmente de la teolo­ substantivo con este adjetivo, y lo que es más, excluye el «por nosotros»
gía trinitaria17*. de un Dios Padre semejante. Pareciera que el escándalo se extiende. En
Cuando en la totalidad dinámica del conocimiento en la fe confesa­ cl fondo late otra vez la pregunta de cómo haya de entenderse la incom­
mos que el Espíritu crea en medio de nosotros tales como somos nuestra prensibilidad absoluta de Dios.
comunión participativa como signo de nuestra comunión con Dios, en­ La impasibilidad de Dios es de nuevo un tema importante de discu­
tonces - y sólo entonces - confesamos nuestra fe cristiana. El Dios cris­ sión teológica, y en Alemania está en cl centro de la dificultad que mu­
tiano es aquel que en el acontecimiento de Cristo se ha mostrado como el chos experimentan para hacer teología todavía después de los campos de
que es poderoso en toda la realidad humana, y por eso la sana y la cam­ concentración resumidos bajo el nombre de «Auschwitz» ls~. La intención
bia. Ni siquiera es pensable una mayor «revolución» que esta inaudita es mostrar la imposibilidad de unir a Dios y a Auschwitz en un solo acto
comunión con Dios que experimentamos en la comunión participativa de de pensamiento v dejar que estas dos realidades existan simultáneamente.
la fe. Esto significa que toda la existencia humana en su conflictividad y El problema es rcalls\pero hay que introducir una corrección: es cierto
su falta de redención, en la angustia, el sufrimiento y la muerte puede ser que nos parece imposible que Dios y Auschwitz quepan en la misma
acogida por Dios. No es posible relegar a un Dios así al margen de nues­ frase, pero éste no es el problema, sino un «Dios» que caiga bajo un
tras preocupaciones. concepto presupuesto del ser y que por eso entre en contradicción con
Aquí se vislumbran dos cosas: /. Lo nuevo e inaudito de la comunión nuestra realidad. Si Dios es cl Padre del Crucificado y si en cl Espíritu
participativa en el Espíritu como comunión con Dios. Si Dios acoge del amor ha desclavado a su Hijo de la cruz y lo ha resucitado, entonces
nuestro sufrimiento y nuestra muerte, entonces en él y en la cruz de su Dios estuvo en Auschwitz.
Hijo el sufrimiento se convierte en paz y la muerte en vida, porque el El dilema de la impasibilidad de Dios no existe realmente. La pre­
Crucificado vive1'*. 2. Precisamente en esto consiste el núcleo de la fe gunta de si Dios puede sufrir no tiene sentido alguno. En el cuadro de la
neotestamentaria (1 Cor 15,3-8). Si esto es así, no es sólo apropiado sino Filosofía griega es absurda, y desde la revelación del Dios tripersonal en
necesario intentar hablar de Dios a partir de nuestra propia realidad des­ la encarnación del Hijo es superflua. Incluso puede existir como pre­
garradora. gunta sólo bajo el presupuesto de que la unión entre el concepto griego
Sin embargo, otra vez nos encontramos con el problema de la traduc­ de Dios y el Dios del anuncio cristiano no haya funcionado.
ción: el credo de Aquileya, comentado por Tiranio Rufino1*0, reza: La inmutabilidad y la impasibilidad de Dios dejará de aparecer como
problema y nuestro hablar de Dios podrá tener sentido en medio del
sufrimiento en nuestro mundo, cuando comprendamos que la «nota es­
tructural» de la teología trinitaria que desarrollaníos arriba consiste en
L,í7. Cf. 3. Andrade. Ei comino histórico de salvación, Universidad Iberoamerica­
na-Librería Parroquia], México 198-9, 237-250
178. Ibid., 243-248. 181. El subrayado es mío.
L79. Juega un papel central en odo hablar de Dios el que ¿I se haya hecho el Dios 182. Véase A. Torres Queiruea, o. c. [nota 4], 109-149; D. Sólle y J. B. Mctz, Wel-
•«por nosotros» cuardo su Hijo murió «oor nosotros» para así, y como Crucificado, vivir ches Christentum hai Zukunft?, Krcu?. Verlag, Stuttgart 1990, 19-49.
para siempre - y siempre ccpor nosotros»; cf I. Alfaro, o. c.. 125-137. 183 Cf. II. Joras, Der Cottesbegriff nach Auschwitz. Eine jüdische Stimme, Suhr-
180. DS 16, a fines del siglo ]V. kamp, Frankfurt a. M. 1984.
72 D io s en m e d io d e n o s o t r o s E l Pr o b l e m a 73

dos partes idénticas: en la fatalidad dinámica del conocimiento de que en


la fe y por el poder del Espíritu Santo llegamos a ser una comunión 4.2 Las características de una «nueva» traducción
participativa. y en ta totalidad dinámica del conocimiento de que esta
comunión participativa es participación en la comunión entre el Padre y Si la teoloeia trinitaria hasta Agustín inclusive se ha formado a través de
el Hijo, porque e] Espíritu Santo mismo es esta comunión. Esto significa un proceso en el que se tradujo la experiencia eclesial de la fe a una
que el sufrimiento y la muerte que nos marcan tan profundamente tam­ determinada ontología. y si Las dificultades de la traducción hicieron que
bién conciernen a Dios, porque el Espíritu Je la comunión entre el Padre la historia salvifica haya desaparecido paulatinamente del planteamiento
y el Hijo los ha sobrellevado en la cruz del Hijo y los ha transformado en teológico, la pregunta es si no necesitamos hoy una nueva traducción, de
una vida nueva desde el Padre. Con esto no se afirma algo así corno una la tradicional ontología de substancia a una ontología relacional, en la
«autorrealización» de Dios (del Padre) en Jesucristo, a la que pertenecie­ que la experiencia de fe pueda jugar un papel central. Podría ésta ser la
ra procesualmente también la reconciliación (la salvación) del mundo185, corrección que busca la teología trinitaria actual.
sino que se subraya que en la totalidad dinámica del conocimiento en la Al ver específicamente la teología trinitaria tradicional, resulta que el
le, la cruz y la resurrección forman el centro que sostiene todo y hacia el problema principal parece consistir en reconciliar la unidad de Dios con
que todo apunta su tripersonaiidad. Es posible agregar, casi como en un segundo pensa­
En Cristo, Dios se nos ha comunicado como el que puede sufrir y por miento, ta tripersonaiidad de Dios a su unidad pensada como substancia,
eso como el que es poderoso en nuestro sufrimiento. Esto es lo mismo lo que equivale a agregar posteriormente la inmanencia histórica a su
que afirmar que Dios es capaz de entrar en la historia y que es poderoso trascendencia. Pero es igualmente posible olvidarse ocasionalmente de
en nuestra historia. La capacidad de sufrimiento y la capacidad de entrar agregar estas «segundas» realidades186. También se puede saber que Dios
en la historia son realmente idénticas, porque nunca ha habido una histo­ es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y cada una de las personas puede ser
ria sin sufrimiento» ni la habrá. Dios es el solidario con los hombres que identificada por sí sola con el Dios uno (la divina substancia). Tal cosa
sufren y mueren y el que tiene poder en su histeria. Por eso puede cam­ correspondería a la comprensión de la «fe» de muchos - y ¿cuántos
biar la desgracia histórica en salvación'^5. fieles hay que leen los tratados teológicos?
Vemos aquí que el problema principal se desglosa en realidad en un
problema doble: la ontología de substancia no solamente crea las difi­
cultades que ya analizamos con el anuncio cristiano, sino que tampoco
deja lugar para la experiencia. La consecuencia es la preponderancia de
la doctrina objetiva, de la que puede prácticamente deducirse cuál haya
de ser la figura de la experiencia de Dios187.
IS4 W Panncnberg, Grund/ragen systematiscfier Theologie If, Vandenhoeck & r£u-
prccht, Gottingen 1980, I43s., 127, La pregunta es bajes cuáles presupuestes puede hablar­
se de una ccautorrcalización» de Dios. 86. K. Rahner, Advertencias sobre el tratado dogmático «de Trinitate», Escritos IV,
185 H. Vorgrimler, a. c. [nota 79). 218. Se suri H. Peukcrt, IVissenscha/rsrhea- 107, formuló una frase que ya se ha hecho famosa: “Podríamos atrevemos a afirmar que si
rie-Ha ndiungs tkeorie— Fundámente te Theotogie. Palmos, Dusseldorf I97&, el hacer es hubiera que desechar, por falsa. !a doctrina trinitaria, la mayor parte de la bibliografía
siempre y desde el principio comunicativo. El autor quiere rtiastrar que “la tesis de la religiosa podria permanecer casi tal y como está”. W. Lóser, Trinitatstheologie heute.
estructura igualitaria y solidaria del actuar comunicativo es a la ve.z la tesis nuclear de una Ansátze und Ent*ürfe, QD 106, 1954, afirma que de hecho el dogma trinitario fue inter­
teoría del actuar comunicativo”, 238. Para el desarrollo de la! Icaria hay cue tomar en prendo en sentido unitario y que los textos específicamente trinitarios se convirtieron en
cuenta dos preguntas: la pregunta de '‘si el actuar solidario y comunicativo de sjjcIos “fórmulas de escuela obsoletas”. “El hecho de que se diera este desarrollo se debe a la
lib-es no es referencia a una libertad absoluta", y la pregunta de ,;si la muerte, la experien­ influencia que la comprensión metafísica de Dios ejerció al interior de la teología cristia­
cia de la culpa propia y ajena, y íinalnentela experiencia del hecho de que en la historia na’’, 31s. Cf. también E. Jüngel, Drts Verh&llnis von »ókonomischer« und »immanenter
se aniquila a inocentes no contradicen la estructura nuclear del actuar igualitario >' sd ida- Triniíát*. ZThK.72 (lOTSfc, 353-364
no y así involucren al actor en una autocontradicción destructora y desesperante”, 239. La 187. Se olvida que la doctrina trinitaria ontológica trabaja con palabras que no co-
«autocontradicción» es lo que podríamos llamar «pecadoss. Sin embargo, si es Dios quien rresporden a las imágenes y representaciones que las acompañan. “Las afirmaciones de la
actúa comunicativa y solidariamente, su actuar supera la auíocontradicción, precisamente teología eclesial sobre Dios ya en el NT están basadas en esquemas míticos, arquetípicos
porqae no es «igualitario». Él rompe con la igualdad de la violencia, X. Pikaza, Antropo­ preexistentes. La revelación de la imagen cristiana de Dios no significa, por consiguiente,
fagia bíbtica , Sígueme, Salamanca 1993. 227s. til Dios verdadero no ju?ga ni destroza. que en la persona de Jesús se haya presentado una nueva doctrina, sino más bien que la
E:sto lo hace sólo el Dios a quien inventamos, 295. actitud de confianza incondicional en Dios, a quien Jesús llamaba su Padre, despertó las
74 Dros EN MEDIO DE NOSOTROS El Pr o b l e m a 75

La ontología relaciona], en cambio, deja abierto el espacio a la expe­ vale cuanto acabamos de decir sobre la experiencia: la orientación histó-
riencia - también el espacio a la experiencia de Dios, porque nuestro ser rico-salvífica ya está dada con la relación ontológica en cuanto tal, y ésta
relación unilateral a Dios y el de nuestra realidad entera, después de sólo puede expresarse históricamente. Se trata solamente de una nueva
todo, no es anulado en la fe, sino que se comprende de manera nueva en traducción: no de una nueva teología, sino de la recuperación de la di­
la gracia. námica de un proceso original, fundante y realmente «viejo», que por
Nuestra «nota estructural» de la teología trinitaria une el aconteci­ razones históricas se quedó trabado a medio camino.
miento fundamental del anuncio aceptado en la fe - comunión con Dios 3. El espacio para la experiencia dejado abierto en la ontología-rela­
en nuestra comunión participativa - y el principio de la totalidad dinámi­ cional se convierte, en la aceptación del anuncio cristiano, en espacio
ca del conocimiento de tal manera, que se establece una relación explí­ para la experiencia de fe, es decir, para la experiencia del Espíritu. Esto
cita entre experiencia de fe y conocimiento en la fe. Aunque el eLemento nos lleva a la tercera característica: en una nueva traducción ha de ser
de la experiencia ya esté contenido en la formulación relacional- central la gracia que hace que en el Espíritu del Crucificado y Resucitado
ontológica del núcleo del anuncio, y aunque la totalidad dinámica del podamos llamar a Dios « Padre». En esta gracia consiste la novedad ab­
conocimiento aplicada a la fe ya engLobe también el núcleo del anuncio, soluta. no deducible de nada y no imaginable por nadie, del anuncio.
la combinación de ambas en la «nota estructural» expresa otra vez que la 4. Puesto que una ontología relacional siempre contiene ya la expe­
experiencia de fe y el conocimiento en la fe no son separables entre si. riencia, la cuarta característica consiste en que el hablar del Dios Trino
Son dos aspectos del mismo acontecimiento de ta fe. tiene desde el principio carácter de confesión. Es el testimonio que da
La «nota estructural» no solamente nos permite partir desde la expe­ todo el que habla del Dios Trino, confesando que le ha alcanzado la
riencia, sino que puede ser desglosada también en una serie de caracte­ salvación de parte de este Dios y confesando por eso su nueva esperanza.
rísticas particulares de una nueva traducción. Ni confesión ni testimonio son posibles sin la propia experiencia.
1. La primera característica puede ser descrita así: la traducción on­ 5. La quinta característica se refiere al sujeto del hablar del Dios
tológica ha de poder destacar como central lo mismo que es central en el Trino. El sujeto que habla no es, en último término, el teólogo o el cre­
anuncio cristiano: el hecho de que Dios es para nosotros un Padre quien yente individual, sino la comunidad de fe de aquellos que siguen a Cris­
por cl Hijo en el Espíritu Santo nos ofrece la comunión con él, que crea to. En su comunión participativa (en palabras y hechos), y sólo en ella,
la comunión de Los creyentes entre si. También el « p r im e r » proceso de dan testimonio de Dios todos aquellos que han experimentado en la fe
traducción resultó de la necesidad de contestar, en las categorías ontolo- que Cristo ha muerto y ha sido resucitado «por todos»1*8.
gicas de un tiempo determinado, a la pregunta: ¿quién es el Dios que 6. Hablamos de Dios desde el «centro», desde lo más verdadero y
hace semejante cosa entre los hombres? Ésta es una pregunta existenciai profundo de nuestra propia existencia, y ya por eso el hablar de Dios es
por una realidad ontológica. Cómo puede surgir una pregunta así, cómo diferente a todos Los demás modos de habLar. El único lenguaje del
puede ser mantenida como pregunta, y por qué es necesaria mantenerla «centro» es el del amor sin reserva y deL perdón y de la compasión in­
es algo que tendremos que investigar en ]a Parte II. condicionales. Si hemos de hablar de Dios de modo que este hablar de­
Lo dicho se refiere de alguna manera a un «precondicionamiento signe al que siempre y en todas partes existe «por mí» al grado que ni mi
ontologico» en otro sentido: no sólo se trata de saber qué o si se haya ido culpa puede alejarlo de mí, porque precisamente en esta actitud es
formando cultural e históricamente un precondicionamiento ontológico D íW 89, el hablar de Dios sólo puede involucrar la existencia entera.
en el sentido de una predisposición para interesarse en determinadas Nuestro hablar de Dios confirma que nuestra realidad personal-
preguntas ontológLcas, sino que se trata también del hecho de que la comunitaria está englobada y penetrada por la esperanza en aquél, “cuyo
pregunta ontológica de la fe, en cuanto pregunta por el propio ser y hacer amor por nosotros no puede ser medido por nada creado”1'’0.
y por eso por el ser y hacer de Dios, ella misma forma parte del devenir
histórico del creyente. 188. MI 26.27-2S; Me 14,23-24: en Mt cl rAvxzq en el v.27 corresponde al
2. Una segunda característica de la nueva traducción consiste en que, xó rcEpl TicXXcjv en cl y.28; k mismo VIc en el v.23 en comparación con el v.24. Le
22,20 y [ Coi 11,24 llenen la versión tó bnep Úp.c5u; cf. J. Schniewind, Das Evangelium
por principio, es posible sólo como teología histórico-salvifica. Aquí
nach Maírbáus, NTD 2, 258. K. H. Rengslorf, Dtis Evangelium nach Lukas, NTD 3, 244.
189. Cf. M. Sievemicti, o. c. [nota 148]. 48. Eslo no excluye que la persona humana
viejísimas -imágenes arquetípicas”,. E. Drewermann, Religronsgeschic/itJMie und Jie- dé Ia espal da a Dio?.
fenpsychclogisckeBemerkungenzur TriniialsJefire, QD 10], 1-0 190. P. Knauer. DerGicrute kommt vorr. Horen [nota 10], 118.
76 Dios en m e d io de n o s o t r o s E l Prob lem a 77

7. Precisamente en su propio «centro» la persona es relación a los ¡0. Todo hablar de Dios está siempre regido por el misterio que se
demás, necesitada de encuentro, miembro de una comunidad y miembro hace «otra vez» misterio para nosotros, cuando en la fe nos dejamos
de la comunidad de los que quieren seguir a Cristo. Por esta razón el ganar por la autocomunicación de Dios193. El «por nosotros» de Dios,
hablar del Dios Trino siempre resuena en el espacio comunicativo y que nos llega del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, así apunta tam­
eclesial. Sólo en estos espacios puede llegar a ser mi propio hablar de bién hacia el misterio de la persona humana y la abre hacia un nuevo ser
Dios, porque se hace el nuestro. El hablar de Dios surge de la experien­ «por otros», al que nunca acabamos de aprender.
cia de gracia, que sólo puede darse como tal cuando es compartida1 '. Al Si éstas son las características que han de regir una nueva traducción
mismo tiempo, este hablar de Dios tiene la fuerza de despertar una espe­ de la teología trinitaria de la ontología de substancia a una ontología
ranza radical y radicalmente nueva en la existencia de cada persona y de relacional, será necesario reflexionar brevemente sobre el lenguaje. El
la comunidad, sencillamente porque siempre es ya un testimonio vivo de término «traducción» y lo que se entiende por él depende del lenguaje.
una esperanza semejante. Cada nueva experiencia de Dios es necesaria­ Las fórmulas trinitarias ontológicas a las que se llegó con tanto esfuerzo
mente una autoexperiencia nueva, mientras que en la fe, cada nueva se condensaron en una gramática que trabaja casi exclusivamente con
autoexperiencia será también una nueva experiencia de Dios. Simultá­ sustantivos y adjetivos, mientras que la experiencia del Espíritu, de gra­
neamente cada experiencia se objetiva necesariamente en un nuevo hacer cia, esperanza, confianza y sufrimiento se expresa espontáneamente con
al interior de la comunidad y de nuestro mundo. verbos. El lenguaje es tanto más susceptible a la abstracción y a la pérdi­
8. Si hablamos de Dios dé esta manera, confesamos que nos sale al da de la historia de salvación - aun en las formas lingüísticas a su alcan­
encuentro desde nuestro propio futuro, desde «adelante»192, a la vez que ce - cuanto más recurre a los sustantivos. La construcción con verbos, en
desde siempre ya ha llegado ahora hasta nosotros. Él mismo es el hori­ cambio, no solamente exige los pronombres «yo» y «nosotros», sino que
zonte de confianza y esperanza que abarca toda nuestra realidad. No por su misma naturaleza hace presente una experiencia histórica, que
podemos alcanzar ni superar nuestra esperanza, como tampoco el hori­ parte de determinadas personas y busca involucrar a otras. Por consi­
zonte de nuestra parcela de tierra. Se nos brinda la posibilidad de «na­ guiente, una traducción tal como queremos intentarla aquí tendrá que
rrar» siempre de nuevo cada nueva esperanza que se abre en cada nuevo usar una gramática que dentro de lo posible trabaje con verbos. Esto es
presente, en el que el «por nosotros» divino crea la posibilidad de que sinónimo con «narrar», dar testimonio, interpretar historias, compartir
seamos «por otros». La inagotable novedad de Dios se «lee» análoga­ nuestra experiencia y hablar de nuestra esperanza. Los verbos dicen al
mente en cada nueva esperanza. mismo tiempo algo sobre el que narra y comparte y sobre la situación y
9. Paradójicamente, la esperanza del creyente tiene su fundamento las circunstancias dentro de las cuales lo hace.
en la cruz de aquel por quien Dios se nos ha comunicado como el Dios Sin embargo, aparece inmediatamente un problema cuando un len­
«por nosotros». Desde nuestro sufrimiento y nuestra muerte comprende­ guaje de verbas ha de expresar el hacer de Dios. Si hablar con verbos
mos también la cruz sólo análogamente. Sólo por eso podemos decir que tiene las implicaciones que acabamos de esbozar, este lenguaje no será
el sufrimiento y La muerte presentes pueden ser alcanzados por el «desde aplicable a Dios a menos que introduzcamos una corrección: el lenguaje
adelante» de la resurrección. También por eso nuestro hablar de Dios no de verbos sólo es válido para el hacer histórico de un sujeto dentro de la
necesita banalizar el desbordante sufrimiento de tantos, ni puede hacerlo. historia. Esto significa que puede valer sólo para el Dios tripersonal en
No se puede banalizar la cruz hasta desaparecerla; se queda, y queda cuanto que sólo este Dios en la fe se muestra como aquel que de hecho
como escándalo. El hablar de Dios ha de ser testimonio de que el aban­ actúa en la historia, y aunque tengamos presente esta corrección, sigue
dono de los entregados a la muerte realmente es alcanzado por eL signo siendo válido que aun así el lenguaje de verbos que tiene a Dios por
de esperanza que es La cruz. sujeto sea tan sólo anáLogo, es decir, apunte hacia él.

191. II. Andradc, £7camino histórico... [nota 177J, 83-88, 119-125: 254-263; por la
misma razón P. Knauer. ibid., 157. habla del «hacerse Iglesia» det Espíritu Santo. 193. C f P Knauer, o. c.. 116. Evidentemente, Dios como misterio absoluto no puede
192. El AT dice más plásticámenle desdo «detrás», detrás de la espalda, donde no se llegar a ser «otra vez» misterio, como si un misterio «doble» fuera entonces «más absolu­
puede «ver» a Dios. Especialmente Is 30,21, también Dt 4,40, F. Brown, S. R. Driver y ta)!. Se trata de que a la incomprensibilidad de Dios en la filosofía le corresponda en la
Ch. Briggs (cds.’l, A Hebrew and English Lexfcon c f the Oíd Textament, Clarendon Press, teología otra vez una incomprensibilidad de Dios, en cuanto que teológicamente hablamos
Oxford, reprod. 1972,29s. de la aditud de Dios hacia nosotros, la cual no podemos representamos filosóficamente.
78 DIOS FM MEDIO DE NOSOTROS. El Pr o b l e m a 79

El «apuntar hacia» de nuestro hablar de Dios se hace particularmente es universal sólo en cuanto que para todos los hombres constituye el
evidente en el lenguaje de verbos, mientras que en el lenguaje de sustan­ pnmer paso en La totalidad dinámica del conocimiento. Hay que distin­
tivos el carácter análogo se pierde fácilmente de vista. Los sustantivas se guir, sin embargo, entre «universal» y «comunitario». Una determina­
presentan como conceptos con la pretensión implícita de haber conferido ción universal de la experiencia estaría en contradicción con su carácter
contornos claros a una realidad por el mero hecho de haberle dado un individual, pero no con su carácter comunitario, que significaría que la
nombre. El que la realidad nombrada, aunque real, no pueda ser llenada experiencia es conwnicable. Por eso es perfectamente posible determinar
de contenido desde nuestra propia realidad, es algo que necesita ser una expenencía «comunitaria», es decir, podemos asentar cuál es la
agregada en un segundo paso. Este paso, sin embarga, se olvida con experiencia que una comunidad de personas tiene en común. 3. Puesto
tanta más frecuencia cuanto los sustantivos no vienen marcados por que la experiencia y el conocimiento forman parte de una misma totali­
ninguna nota que caracterice su carácter análogo y así exija que la analo­ dad dinámica, Lo que vale para el conocimiento vale también para la
gía se tenga presente. Al usar verbos, en cambio, es mucho más probable experiencia. 4. Dado eL hecho de que la totalidad dinámica del conoci­
que caigamos en la cuenta de que Dios no «hace historias), «camina con miento designa la estructura del conocimiento, es universal en cuanto
nosotros», «consuela» y «enjuga las lágrimas», «sufre» o «ve» en el estructura, pero sin que esto prejuzgue el contenido de la experiencia y
mismo sentido en el que nosotros hacemos lo mismo. En todo caso, sigue del conocimiento. Sin embargo, es precisamente desde su contenido que
en pie la tarea, también para un lenguaje trinitario de verbos, de ser tan tanto la experiencia como el conocimiento pueden ser entendidos como
sólo una «traduce ion»,, y no una nueva gramática trinitaria. «comunitarios». Si no fuera así, no existiría ninguna base para hablar de
Ahora debemos volver primero a determinar el término «experien­ una experiencia de fe eclesial.
cia):'-. Ya empezamos una explicación al íntroducu la totalidad dinámica Podemos llamar experiencia a un acontecimiento personal en el que
del conocimiento, pero ahora habrá que precisar qué es lo que significa e la autocomprensión y la visión de la resudad de una persona son supera­
implica la «experiencia» Sólo entonces habremos reunido todos los das desde «adelante» y renovadas]W. En ella, se hace presente algo «más»
elementos necesarios para presentar un esbozo de teología trinitaria y y aLgo «diverso», que la distingue de todo lo experimentado y conocido
para indicar su metodología. antes. Vista así, la experiencia es la apropiación personal de algo antes
sabido sólo a nivel de una afirmación. Significa el convertir-en-propio
existencial cosas tales como información, consejos, doctrina, saber y
4.3 Determinación del término «experiencia» también el anuncio cristiano. También puede ser el descubrimiento de
algo que todavía no se ha afirmado y sabido en ninguna parte, y así pro­
Al interior de la totalidad dinámica del conocimiento, la experiencia vocar preguntas totalmente nuevas. Este sería el origen de los descubri­
inicia un proceso que continúa en el entender y juzgar y concluye en el mientos científicos, por ejemplo, y aquí se inserta también la posibilidad
conocimiento, al qje tienden los tres pasos anteriores. El experimentar y de una nueva comprensión de lo tradicionalmente afirmado o practicado.
el entender, en cuanta que son los pasas que dentro de la totalidad siguen Cada persona es «yo» de tal manera que sólo en la relación con otros,
inmediatamente el uno al otro, están estrechamente relacionados. En en el encuentro con un «tú», en las circunstancias concretas de su propia
cada experiencia ya está contenido un cierto entender, por impreciso que vida, puede llegar a ser ella misma y esle «yo». Si el encuentro con otros
sea todavía, así como también está implicada en ella germinalmente una y las circunstancias cambiantes que determinan este encuentro e influyen
nueva autocomprensión. El proceso que se compone de experiencia + en él, y nuestra red de relaciones en cuanto tal, son objeto de experiencia,
entendimiento - juicio = conocimiento tampoco acaba al llegar a su entonces cada experiencia es simultáneamente una transformación cua­
totalidad en el conocimiento, sino que cada conocimiento da entrada a la litativamente nueva del «yo». Es cierto que la experiencia se inserta
posibilidad y disponibilidad para una nueva experiencia. primero en el «yo», pero no es realmente experiencia hasta que se haya
EL planteamiento desde la totalidad dinámica del conocimiento encie­ ensanchado hacia otros hasta incluirlos. De esta manera, la experiencia es
rra desde el principio una serie de consecuencias: l. Bajo «experiencia» necesariamente un compartir y así simultáneamente el ser-nuevo del
se entiende la experiencia individual. La experiencia no puede ser un «yo», el ser-nuevo de las relaciones mterpersonales y la objetivación del
término universal como si fuera posible sustituir ahora un término uni­
versal por otro: el de La «experiencia» por el del «ser». 2. La experiencia 194. Cf. X. Pikaza, Experiencia reiigcasay cristianismo, Sígueme, Salamanca 1981,
I25s.
so Dios fn m e d io d e k o s o t r o s El Pr o b l e m a 81

«yo» en su actuar en su sociedad y en su mundotr'5. Por eso la experien­ La experiencia de fe a su vez también es utópica e igualmente provo­
cia si.enipre tiene un carácter utópico; proyecta una realidad y un cambia ca la critica ante la ideología, pero de un modo a la vez más preciso y
histórica apartar de sí misma196. más radical. Apunta más allá de toda nueva autocomprensión y visión de
La inserción ontológLca de la experiencia siempre subjetiva en la red la realidad hacia el único e incomprensible misterio de Dios que en ella
de relaciones mterpersonales y sociaLes constituye el correctivo a una se convierte «otra vez» en misterio; se adentra ella misma junto con toda
exageración subjetivista capaz de motivar a la persona a saLirse de La su experiencia humana y mundana en el Dios tripersonal y - en la inver­
comunión con los demás y a enfrentarse a elLos bajo el pretexto de una sión de este movimiento - desde Dios sale de nuevo hacia los demás y el
experiencia personal. La experiencia en su sentLdo auténtico sóLo puede mundo. En este proceso, el creyente se apropia personalmente el plural
ser un acontecimiento que capac te a la persona que la tiene a realizar del <q3or nosotros» de Dios para volver a distribuir libremente lo apro­
más creativamente su mtetrelacionalidad, puesto que ella misma es esta piado. Esta experiencia es utópica, porque tiene su fundamento en la
:nterrelacionalidad onto Logicamen te. Por otro lado, la experiencia así esperanza ¡Limitada que siempre de nuevo viene del «adelante» de Dios;
entendida es el correctivo a la auto al i enación de La persona dentro de una y ante La tentación de la ideología religiosa es un correctivo, porque no
ideología que la envuelve desde el exterior. La experiencia es en y por sí puede menos que convertir en algo propio el hablar de Dios, ya que sólo
misma un recurso critico ante toda ideología1'". desde la apropiación en la experiencia es posible hablar verdaderamente
Lo dicho hasta ahora vale para toda experiencia, porque pertenece a de Dios. Lo que siempre confiesa de Dios la comunidad de los creyentes
La estructura de la totalidad dinámica del conocimiento, todavía sin afir­ es que la fuerza del Espíritu les da comunión con Dios en su comunión
mar nada sobre el contenido experimenta do. Si queremos hablar de la participativa humana. Sin embargo, esta confesión en cuanto confesión
experiencia de fe, entramos, mas allá de la estructura, en el contenido de comunitario se da porque cada uno. personalmente, comparte con la
La experiencia, refiriéndonos al hecho de que en nuestra propia comunión comunidad, re-distribuye en ella, su propia experiencia, su apropiación
parlLcipativa experimentamos la comunión con Dios. Sin embargo, aun personal de este anuncio. De esta manera, la confesión comunitaria es a
así la estructura permanece: la experiencia cristiana no puede significar su vez el correctivo a la experiencia personal utópica. La función correc­
que nos hagamos inmunes a La comunión y que nos separemos del mun­ tiva no para ahi: si la confesión comunitaria excede su función por la
do. sino que, al contraria, es una apertura nueva a los demás y aL mundo tentación permanente de convertirse en un «saber dominante» y por eso
y asi y por eso una nueva autocomprensión y una nueva visión de] mun­ en ideología, se necesita de nuevo el con Ira-correctivo utópico de la
do198. La experiencia de fe es experiencia de] ser-nuevo experimentado experiencia personal,MS.
como envío a Los demás, a la comunidad eclesia] y a la sociedad. Así es La experiencia de fe individual se alimenta del hacer salvífico de
seguimiento y co-creación del «Reino de Dios» prometido. Dios, al cue confiesa una y otra vez. Esto lo tiene en común con la expe­
También aqui entra la distinción ya liecha enlre Los adjetivos «univer­ riencia comunitaria, al igual que el carácter siempre tan sólo análogo de
sal» y «comúnitario)>: el contenido del anuncio es el nrusmo para todos en la confesión. Más allá de esto, sin embargo, la confesión personal por su
cuanta ofrecimiento de la comunión con Dios y asi es universal, pero su misma naturaleza es fragmentaria. Si volvemos otra vez a la estructura
apropiación en la experiencia de fe sólo puede darse comunitariamente. de la experiencia, comprendemos que ninguna experiencia puede ser
comunicada a través de palabras o modos de actuar sin que quede un
residuo. Ni en los conceptos ni en la narración cabe totalmente el aconte­
cimiento experimentado. Esto es así, porque la experiencia provoca un
195. Cf. B. Andradc, Ef camino histórico., [noli 177], 22-53 ser-nuevo del que la persona que lo experimenta nunca es totalmente
196. Todas las utopías llevan, un elemento personal y uno histórico-social. Esta ca­
consciente. La imposibilidad de expresión verbal total se convierte a su
racterística deriva ■del hecho de que las utopias clásicas se lian formado por una combina­
ción de elementos éticos estoicos y elementos del cristianismo primitivo, P. I.udz, Utapie
vez en la necesidad de comunicarse mediante hechos y signos, en cuanto
und L’topisien, RCC VI, l2L7ss. que éstos son capaces de complementar la palabra conceptual o narrativa.
197. Cf. también X. Pikaza, Experiencia religiosa y cristianismo, 201. Por medio de un hecho o de un gesto, por pequeño que sea, podemos
]9S. Cf. K-. Ralrn-er, La mística rgnaciana de la alegría del mundo. Escritos HI, hacer comprender a otro que estamos a su Lado, aun en una situación en
313-330; J. A. Estrada* Aportación fgnaciaaa a una Espiritualidad del ¿fundo, en La
Est>iritualidad Ignaciana ante el Si«1o XXI. II Simposio Internacional de Teología, Uni­
versidad Iberoamericana, México 1993, 13-1-146: X, Picaza. Experiencia religiosa y 199. Ph, Lécrivain. La libertad como Utopía y la Obediencia como Ideología, en La
cristianismo, 24 7s. Espiritualidad fgnacíana ante el Siglo XXi (nota 7], 297-300.
82 DiOS EN VÍEDLO DO NOSOTROS El Problem a 83

La que cualquier palabra parezca faLsa o superfina. De manera semejante, en forma de un proceso de devenir201. El devenir ha de entenderse bajo
tenemos la posibilidad de destrozar con una sola palabra irresponsable la un doble aspecto: como un ser-nuevo que acontece en forma de un deve-
comunión con otros confirmada por hechos y gestos desde hace tiempo. ntr-nuevo, y como un ser-nuevo que deviene hacia su propia consuma­
Todo lo que decimos y hacemos tiene parte en el carácter fragmentario ción. El ser-nuevo que realmente ya acontece ahora a la vez que todavía
de toda experiencia. Como, además. La persona humana sólo existe como no está completo sucede en, por y para Cristo202. El «ser-más» y la expe­
alguien incapaz de disponer de su propia realidad, toda experiencia está riencia histórica en la que se da este «más» y se orienta hacia su comuni­
SLempre, por si misma y desde dentro, marcada por el sufrimiento y no es cación a otros - a ser compartido - están tan unidos, por consiguiente,
otra cosa que La autoconfesión de un desamparado Es esperanza de un que el proceso histórica del compartir en el decir y hacer puede fungir a
ser-entero que nunca puede alcanzar. Aquí está la paradoja de toda expe­ la vez como el criterio para discernir la facticidad y la autenticidad de la
riencia humana: cada nueva experiencia es también una nueva esperanza fe.
sostenida a través de cada nueva confirmación de ser tan sólo fragmenta­ El acontecimiento de la experiencia de fe no puede verificarse de otra
ria. manera que en el devenir-entero y devenir-sanado del creyente que se
La esperanza en medio del ser-fragmentado, y el ser-fragmenta do en expresa en un nuevo hacer y compartir con los demás. En cuanto la ex­
medio de toda esperanza es una característica interna de la experiencia, periencia sea experiencia de ser fragmentado que tiende más allá de sí
porque ambos pertenecen a la persona en cuanto creada. Asi, ser-creado misma hacia ser sanado, podremos llamar la experiencia de fe el cum­
significa simuLtáneae ineludiblemente padecer la creaturalidad. Si consi­ plimiento de la esperanza que pertenece a cada experiencia. Sin embar­
deramos, sin embargo, la experiencia dentro del horizonte de esperanza go, el cumplimiento no ha de entenderse como si sucediera en la persona
de la autocomunicación del Dios tnpersonaL, reaLmente podemos hablar algo ya esperado y ansiado en esta misma forma. La diferencia cualitati­
de un proceso de ccser-sanado» y «ser-entero»-. En la fe lo fragmentario va entre nuestro anhelo y nuestra esperanza y el ser-nuevo por gracia es
de la experiencia es alcanzado y superado por Dios, lo cual no significa tal, que la desemejanza o no-correspondencia es mayor que la semejanza
que fuera superada la creaturalidad. Ser-sanado y ser-entero significan o correspondencia*03. En lo experimentado en la fe existe, por consi­
más bien que ya no necesitamos rebelarnos contra el aguijón de nuestro guiente, algo ilimitado mayor que lo anhelado desde nuestra propia rea-
ser-fragmentado, porque Dios mismo lo acoge. Lo que nosotros ya no Lidad. Esto «mayor» es precisamente el ser-nuevo y ser-sanado por la
podemos decir o testimoniar en nuestro hacer, lo hace este Dios mismo gracia, y así es la condición de posibilidad de un ser-nuevo y ser-sanado
(el Espíritu), que por eso sana y nos hace nuevos. La novedad consiste en real y constatabledel creyente. Paradójicamente, la ruptura in-finita entre
que nuestro decir y hacer es asumido por un nuevo «sujeto», el Espíritu. Lo que Dios hace por nosotros y nuestra propia búsqueda de él, causa la
EL que se me da la experiencia de que a ?! el decir y hacer es simultánea­ curación de la ruptura interna entre la experiencia y la expresión de la
mente mió y por eso realmente mi propio ser-sanado es, en último térmi­ experiencia en el compartir. En último término es esto lo que hace posi­
no, aquel acontecimiento que llamamos experiencia de fe y que sólo ble La palabra comunicativa del anuncio y por eso es perdón de la culpa y
puede ser descrito análogamente como un encuentro entre Dios y la el hacerse comunión en el Espíritu.
persona humana2*. Este aspecto de la experiencia de fe nos hace ver dos cosas:
Por consiguiente, en la experiencia de fe el sujeto humano no es re­
emplazado como si, a partir del «límite» creatural, eL Espíritu fuera en 201. El decreto sobre la justificación del concilio de Trento, DS 1535, menciona ex­
CLerta manera el sujeto de La experiencia. El paso al ser-sanado tampoco plícitamente el «crecimiento) ("’n:remen tum) de la justificación.
se da como si tan sólo se le agregara externamente a la propia incapaci­ 202. A "Cllícii el decreto sobre; la justificación llama «causa meritoria», DS 1529.
203. DS 806. La formulación del concilio IV de Letrán se refiere a la diferencia entre
dad, como algo que viniera de otro y le siguiera perteneciendo. La expe­
el creador y la creatura. Esta diferencia incluye que el ser y el hacer en Dios sean idénti­
riencia de fe es un cambio real de la persona, participación en una «nue­ cos, pero en el hombre sor más desemejantes a esta identidad que semejantes. Incluye
va creación» (2 Cor 5,17), que para la persona histonca sólo puede darse también que análogamente hablemos de la identidad entre el ser y el ser consciente del
propio ser en Dios, partiendo de la experiencia de que en nosotros el ser y el ser cons­
ciente del propio ser, de la autopresencia, no son idénticos. Nosotros como autopresencia
podemos tenemos presentes a nosotros mismos de una manera que no corresponde a
nuestro ser tal como es percibido por otros. De esta desemejanza con Dios resulta para la
20&. B. Andrade, £ i camino histórico... [ñola 177], 169-180, 263-278; cf. X. Pikaza, persona humana la posibilidad de una experiencia de gracia que es más desemejante que
Experiencia religiosa y cristianismo [ñola 194], 124-s., 215. semejante a su esperanza.
84 D éos en m e d io d e n o s o t r o s E l Pro blem a 85

1. EL ser-nuevo y set-sanado que acontece en ]a experiencia de fe, en sido acogido en la comunión entre el Padre y el Hijo que es el Espíritu
su orientación hacia los demás, la sociedad, y el mundo, de tal manera y Santo. Esto esta conforme a la nota estructural que hemos elaborado.
tan totalmente es regalo, que sólo puede ser vivido en el agradecimiento, Partimos de la experiencia de fe reflexionada temáticamente. Es per­
La alegría y la Libertad de Los «hijos de Dios» (Rom 8,21). La experiencia fectamente posible creer, ser consciente de la propia fe y vivir de la ex­
de fe coloca a la persona en el misterio del Dios tripersonal y así en la periencia de fe. sin por eso hacer de ella temáticamente el punto de parti­
alabanza por una nueva creación. El gran teólogo español Alfaro dijo da del propio trabajo. Esta distinción vale no sólo para las demás cien­
una vez en una conversación que el miedo por la propia existencia no cias, sino también para la teología. Si no fuera así, la «experiencia de fe»
puede ser cristiano, y tenía razón. El miedo que el creyente todavía siente implicaría que ya no pudiéramos hablar de otra cosa. No es autoevidente,
ya no es miedo por sí mismo, y por eso tampoco es realmente miedo por por consiguiente, que la experiencia de fe se convirtiera en el objeto de
La propia existencia, sino miedo de lo desconocido ante el que todavía no un trabajo teológico, sea trinitario u otro.
sabe cómo enfrentársele y si podrá enfrentársele. En la fe, La confianza es El planteamiento desde la experiencia y la acentuación del hacer sal­
mayor que el miedo2fta. A La vez. la novedad imprevisible de la experien­ vífico de Dios se condicionan mutuamente, porque la experiencia surge
cia de fe no consiste solamente en un ser-nuevo y ser-sanado. Es la fuer­ con el acontecimiento de la comunión con Dios en nuestra comunión
za eficaz de Dios que irrumpe en nuestra realidad y por eso puede hacer participativa. Implica todavía otra cosa: que la experiencia, individual o
un cambio, hasta en nosotros, y hasta - y precisamente - ahí donde no­ comunitaria, no puede ser definida en términos abstractos. Todo lo que
sotros ya no vemos ninguna salida. hasta ahora hemos podido decir de su estructura todavía ha quedado
2. La totalidad dinámica de la que forma parte la experiencia de fe y fragmentario - de igual manera que la relación que establecimos entre la
el compartir que inseparablemente pertenece a ambas impiden la distin­ experiencia y el anuncia. Esto nos da una indicación metodológica: a
ción entre una fe «en cuanto tal» y la responsabilidad por nosotros mis­ través de una sene de investigaciones parciales hemos de llenar a la
mos, por los demás y por nuestro mundo histórico. La tarea concreta del «experiencia)-:» de contenido y de seguir describiéndola, de manera que
creyente es aquella que recibe en el don ilimitado de su nueva autopre­ sólo al final podrá entenderse la experiencia de fe individual y comunita­
sencia y por eso de una nueva realidad interpersonal y social203. ria de forma más completa. Entonces habrá que ver también cuáles son
las posibilidades que abre un planteamiento semejante y a cuáles limita­
ciones está sujeto.
El hecho de que partamos de la experiencia de fe implica además,
5. ENSAYO DE UNA TEOLOGÍA TRINITARIA que el que habla de la experiencia de fe y de gracia lo haga desde una
KERYGMÁTICA nueva ubicación, en la que la gracia imprevisible lo ha colocado: desde
dentro de la vida trinitaria de La que ahora participa. La expresión más
adecuada para describir esta nueva ubicación es la del encuentro con
S.l Planteamiento Dios. Lo nuevo exige también un nuevo lenguaje: el lenguaje del anun­
cio en forma de confesión, es decir, el lenguaje de lo que el NT llama
kerygmcr06.
En correspondencia con los diferentes elementos que hemos reunido
No hay experiencia que no tienda a ser compartida; apunta esencial­
hasta ahora, nuestro ensayo de una teología trinitaria kerygmática ha de
mente hacia un más alLá de si misma y se dirige a otros207. Esto significa
arrancar desde el anuncio cristiano, por el que el creyente llega a ser
nuevo en la experiencia de fe. Es nuevo y por eso también está capacita­
do para vivir de manera nueva una comunión participativa, porque ha 206. K. Rabncr* Kerygma, LThK3VI, 122-126. El kerygma tiene carácter de aconte­
cimiento y de confesión. Abarca al que la anuncia y al anunciado (Cristo) en un único
acontecimiento ue despierta la fe y presencializa la salvación. Originalmente es Cristo
mismo el que anuncia. De él, el "kerygma pasa a los apóstoles, cf. Le 10,16. También la
204. Se traía de nuestra incapacidad de vivir y actuar totalmente desde la fe. En el palabra que anuncia cada creyente es 'kerygma en el sentido de que la palabra se dice y se
hapax.legómenon de Mt 17,20 Cristo reprocha a sus discípulos su «<poca fe». Cf. “Se lo he oye en la fuer?a del Espíritu, 125; E. Siir.ons, Kerygma, SM 111, Herder and Herder, New
presentado a tus discípulos, pero ellos no han podido curarle”, v.16. York 196?, 24 5-24 S.
205. Cf. B. Andrade. El camino histórico... [nola 311}. 49-53, sobre la relación entre 207. Cf. X. Pikaza, Experiencia religiosa y cristianismo [nota 194], 92-94, 101s.,
don y tarea. 120. La razón primaria está en que se trata de una experiencia histórica.
86 DtOS EN MED]O DE NOSOTROS E l Pro blem a 87

que también el compartir tiene carácter de confesión. Sin embargo, manos. Precisamente esta misma unidad forma parte del testimonio co­
mientras la experiencia natural da testimonio de La misma persona que la mo parte integrante e integradora de la gracia de haber sido sanado en el
confiesa, la experiencia de fe es testimonio de otro: del Espíritu que por hacer del Espíritu, que exp en mentamos y al que simultáneamente confe­
Cristo lleva al Padre. Esta es La diferencia fundamental entre una y otra samos haber experimentado209.
forma de confesión. La confesión que brota de La experiencia de fe ates­ Según estas reflexiones, nuestro hablar de Dios es testimonio de ha­
tigua que es posible que nuestra desgracia se convierta en gracia, porque ber sido encontrados por el Dios tripersonal y de haber experimentado
es este acontecimiento precisamente el que se confiesa como Teal. Hay en este encuentro, hoy y aqui que nuestra desgracia puede convertirse
otra diferencia más: en último término, eL que confiesa en y por el cre­ en salvación. El testimonio afirma que, en su encuentro con los hombres,
yente es el Espíritu del Padre y del Hijo que ha provocada esta gracia y el Dios tripersonal puede alcanzar toda situación de desgracia, sea perso­
que, por consiguiente, puede seguir provocándola una y otra vez. Por nal, social o política, y que puede transformarla desde dentro, de tal
esta razón la confesión despierta la fe y la esperanza y se convierte en manera que aun de estas situaciones puedan brotar un ser-nuevo, una
kerygma. Por consiguiente. La experiencia de fe no sólo tiene su origen nueva comunión participativa y una nueva esperanza, porque ya ha em­
en el kerygma (de la Escritura y de la tradición eclesial), sino que de pezado realmente a darse una nueva creación semejante en la experiencia
nuevo se convierte en kerygma (de los creyentes). Más aún: en el mo­ de fe. Por consiguiente, 3a experiencia de fe en sí misma es a la vez don y
mento en que de la experiencia de fe hacemos el punto de partida temáti­ tarea, el ser-nuevo de cada uno e inseparablemente un envío hacia los
co de nuestra reflexión teológica, el kerygma ha de aparecer como la demás para la transformación de la propia situación histórico-social. Por
única forma de expresión apropiada para la experiencia. su orientación esencial hacia « afuera», tanto el don como la tarea van
A la realidad total de lo que llamamos kerygma pertenece insepara­ más allá de la persona individual y llegan a comprenderse plenamente
blemente el compromiso propio del que lo anuncia como «testigo». Los sólo cuando postulamos a la humanidad como el interlocutor primario y
muchas testigos en toda su diferencia dan testimonio de haber experi­ pleno del Dios tripersonal, porque la humanidad entera fue asumida por
mentado al uno y único Dios en la unidad de su hacer: al Padre que por Cristo y porque para ella entera vale la promesa de la nueva creación210.
el Hijo en el Espíritu Santo convierte la desgracia en gracia. Ésta sigue
siendo la característica del kerygma mantenida en la comunidad eclesial
desde el NT hasta hoy, y por eso es válida también para nosotros. Es, a la 5.2 Criterios de trabajo y clave hermenéutica
vez. la realidad que corresponde al rccxpaSiSonidel NT (1 Cor 15,3-8), es
decir, al núcleo mismo de la «tradición». Para llevar a cabo el planteamiento que proponemos, se necesitan deter­
El compromiso de la propia persona sólo puede darse de manera que minados criterios de trabajo y una clave hermenéutica, para hacer una
abarque a la persona en su totalidad, en todo lo que la distingue y dentro relectura de la Escritura y de la tradición teológica. Nos guiamos por lo
de su condicionamiento histórico. Acontece desde el interior, desde la que ya dijimos sobre la experiencia de fe y clasificamos estos resultados
autopresencia misma de la persona, y se lleva a cabo en la totalidad de preliminares según tres diferentes aspectos. También aquí se trata sola­
las posibilidades de expresión de esta persona, en su hablar y hacer, en mente de un paso metodológico que nos ha de dar la posibilidad de ilu­
sus relaciones interpersonales y en el trabajo al que se dedica. Si afirma­ minar por separado las partes integrantes de un todo y de considerar la
mos que la experiencia de fe hace nueva a La persona desde su autopre­ totalidad de la experiencia de fe en una secuencia de pasos parciales. Los
sencia, entonces el contenido del testimonia de este creyente es a ía vez tres aspectos que queremos subrayar a lo largo del estudio y que, a la
el contenido de su propia vida nueva y de su hacer nuevo
Testigo del hacer salvítico del Dios tripersonal es aquel que ahora ha 209. Aqui no sola late en el fondo el principio escolástico: gratia non destruit. sed
sido enviado a hacer Lo que él mismo ha experimentada, en favor de los suppcmtl el perficit naturcm, STh I, 1,8 ad 2; R. Schcnk, Die Gnade vollendeter hnd-
demás con quienes convive, en las circunstancias concretas en las que Uchkei:, FThSt 135, 19S9, 371-399, sino también la comprensión del perdón del pecado
vive. Desde la estructura antropológica de la experiencia, la experiencia como la curación de 1a ruplura culpable entre la experiencia y el compartir de la experien­
y la praxis de la fe forman una unidad inseparable208. El encuentro con el cia, ef. B. Andrade. ¿Creación7 - ¿Pecado? [nota 57], 62-71.
210. Se trata del sujeto conrunhario nuevo y escatológico, Col 1,15-20; Fil 2,6-11,
Dios tripersonal se convierte en la renovación de los encuentros interhu­ cf. la iroroducciór parcnélica, vv. 1-5: cf. B. Andrade, Encuentro con Dios en la historia,
Sígueme. Salamanca 1985, 221-225; Ld., El camino histórico de salvación [nota 177],
208. Como lo indica lambién repetidamente X. Pikaza, ibid., 43, 92-94. 101s., 247s. 237-263; Td-, ¿Creación? —¿Pecado?, 47-61.
88 Dios en m e d io d í ; N'OSOTROS E l P r o b le m a 89

vez, han de cumplir con la función ele criterios de trabajo, son los si­ A continuación le haremos primero al Nuevo y luego al Antiguo
guí entes: Testamentólas preguntas que nos sugiere nuestra clave hermenéutica: las
a) La experiencia en la fe de] encuentro con el Dios tripersonaL en preeuntas por la experiencia de fe, por el hacer de Dios en la historia y
cuanto tal, como un acontecimiento siempre nuevo y siempre el mismo, por el misterio de üios2li. A partir de ahí se hace más difícil ver cuáles
en la profundidad de lo experimentado, en su expresión y en su orienta­ puertas podrán ser abiertas con nuestra «llave». En la medida en que los
ción hacia la comunión humana participativa, grandes representantes de la ontología trinitaria hayan permanecido
b) Esie primer aspecto parcial nos remite en primer plano al hacer abiertos al hacer histórico-salvífico de Dios, les podremos hacer nuestras
del Dios tripersonal, porque en la experiencia de fe se conoce a Dios tres preguntas también a ellos y recibir una respuesta. Sin embargo, es
como aquel que actúa por nosotras y que nos sana creando entre nosotros posible que obtengamos resultados más ricos al trazar una línea paralela
una comunión participativa Con este ponemos el acento de acuerda con a las investigaciones tradicionales: Leeremos a Los padres de la Iglesia y a
la totalidad dinámica del conocimiento; veremos que este cambio de los teólogos en quienes nuestras preguntas claramente encontrarán eco o
acento no es sin paralelos en la historia de la teología trinitaria. quizá hasta estén en el pnmer plano. Tal linea paralela nos lleva de los
c) Los dos aspectos pardales mencionados conducen a la acentua­ Capadocios pasando por Agustín, León Magno y Ricardo de San-Víctor
ción explícita del misterio de Dios. Desde la experiencia del hacer divino al Concilio Vaticano ÍI. Agustín no será muy receptivo a nuestra clave
«por nosotros» - y por esto, también ccpor mí» - no basta con saber que hermenéutica, pero es indiscutible que en él nuestras preguntas también
existe el misterio ab soLuto de Dios en su incomprensibilidad absoluta, ni hallan camino en su confesión de fe y en la oración. Por eso será intere­
tampoco basta con presuponerlo. La experiencia de fe consiste esencial­ sante buscar una respuesta a La pregunta de por qué empieza precisa­
mente en el hecho de que el creyente sea alcanzado por este misterio y mente con Agustín la trayectoria victoriosa de una doctrina trinitaria
rec ibi do en su interi o r 1. ontológica determinada. Puede parecer curioso que incluyamos en el
No es posibLe narrar el hacer de Dios - hablar de él de alguna manera estudio a León Magno, quien evidentemente no es un teólogo trinitario
creíble, la que sea - sin apuntar hacia el misterio de este hacer de suerte en la acepción tradicionaL de la palabra. Es, sin embargo, un teólogo de
que esté en el centro el acontecimiento del hacer salvífico de Dios en la gracia y de la experiencia del hacer salvífico de Dios, e interpreta la
Cristo como ef misterio por excelencia. Nuestro ser adentrados en el gracia tanto histórica como trinitariamente. Estudiaremos a Ricardo de
interior del misterio de Dios y nuestro existir orientados hacia él se ex­ San-Víctor, porque es el único representante de los Victorinos de quien
presan en el don y la tarea de una comunión participativa entre nosotros, nos ha llegado un tratado trinitario y porque la teología actual en su bús­
que se da sólo y exclusivamente en la fe. Esto significa que los tres as­ queda por una «ontología del amor» recurre a él con frecuencia.
pectos o criterios parciales forman juntos una sola clave hermenéutica Si partimos de La experiencia del hacer salvífico de Dios, por el que
que ha de abrimos el acceso a los textos que queremos releer. llegamos a ser una comunión participativa en la fuerza del Espíritu, la
dinámica propia de este proceder partiendo de la experiencia nos llevará
de regreso a ella. Cuanto hayamos encontrada en el camino tendrá im­
5.3 Metodología portancia en cuanto que nos conduzca a una experiencia siempre nueva y
a una comprensión nueva deL hacer salvífico de Dios y del nuestro pro­
En una parte antropológica tendremos que investigar cómo aquello que pio. Por eso la última parte de nuestro estudia, «Dios en medio de noso­
hemos ILamado «experiencia» se inserta en la totalidad de la realidad tros», quiere ser esta vuelta a la experiencia - y el descubrimiento de
humana y cómo brota de ésta tomando la forma de «experiencia de en­ nuestra experiencia propia.
cuentro».. En esta parte habrá que tratar de comprender lo que es la expe­
riencia a partir de la persona que experimenta. Buscaremos un concepto
de persona que nos permita a La vez precisar la clave hermenéutica y
cuestionar los textos por estudiar.
2L2. N. Lohíink, o. c. [nota 5S|. 173-177, recalca particularmente que es necesario
211. Cf. X. Pikaza, Experiencia relípicsa y cristianismo [notal94], 125, subraya qLe reflexionar sabré cuáles preguntas se quieren y se pueden hacer a la Escritura. Es evidente
el misterio de Dios es a la vez cl misterio tic nuestra propia realidad que experi tren tamos que la Escritura contestará a nuestras preguntas sólo si éstas de alguna manera ya están
en la apertura a Dios. contenidas en los textos mismes.
Parte II: La persona -
búsqueda de sí misma en el encuentro
“ ... la persona es esperanza que pregun­
ta trascendentalmente. En sus muchos
encuentros sigue siendo... esperanza de
una respuesta, porque es esperanza con­
creta y ésta se funda en un tú concreto.
Me espero a mí mismo, porque te espero
a ti. Tn misterio es mi esperanza ”.
Hay antropologías filosóficas y teológicas en abundancia, pero si quere­
mos incluir una antropología dentro del ensayo de una teología trinitaria,
hay que responder a dos preguntas fundamentales: I. Nuestro ensayo
pretende empezar con la experiencia de lo que Dios hace :<por nosotros».
¿Qué tipo de antropología puede servir para este planteamiento, sin que
desde el principio se den discrepancias y contradicciones? y 2 ¿Cuál
sería la función de la antropología dentro de la teología trinitaria que
buscamos? Dicho de otra manera: ^Qué es lo que podemos esperar de
una antropología dentro del presente contexto?
Antes de contestar a estas preguntas conviene hacer dos observacio­
nes: puede parecer extraño que insertemos un estudia antropológico en
este lugar, después de la discusión del problema y antes de la relectura
del Nueva y Antiguo Testamento. Esta inserción tiene que ver con la
clave hermeneútica Podremos ir llenando de contenido el término «ex­
periencia» sólo si preguntamos primero por la persona que experimenta.
Como ya apuntamos antes, el planteamiento desde la experiencia re­
quiere un lenguaje apropiada. Ya en esta parte antropológica cambia­
mos, por consiguiente, de lenguaje. Buscamos un lenguaje que describa
y narre experiencias; que dé entrada a una fenomenología; que despierte
recuerdos. Si al mismo tiempo ha de ser analítico, esto producirá dos
niveles de lenguaje yuxtapuestos, que se relacionan entre sí como la
teoría y - precisamente - la expenencía.

1. PREGUNTAS PRELIMINARES

1.1 ¿Qué tipo de antropología?

Se habla hoy de un «giro antropológico»3. Una teología que subraye la


autocomunicación de Dios dirigida a la persona humana, necesaria-

L. K. Rahner, Theologie und Anthropologie, Schriften VIH, piensa que hoy la teología
dogmática debe ser al mismo tiempo una antropología teológica, y que este-wgiro antro­
pológico» es a la vez necesario y constructivo. “Si se: comprende al hombre como el ser de
la trascendencia absoluta hacia Dios, el «antropocentrismo» > el «teocentriscnc» de la
teología no son contrarios, smo estrictamente idénticos [...]. Ninguno de los dos aspectos
puede ser entendido sin el otro. Por consiguiente, el ario pocen trisma de la teología no
está en contradicción con el más estricto teocentrismo de la teología; sólo está, en contra­
dicción con la opinión de que en la teología el hombre es un tema particular al lado de
otros - por ejemplo los ángeles, el mundo material - o bien con la idea que fuera pasible
decir teológicamente algo sobre Dios sin hablar simultáneamente del hombre, o que estas
dos afirmaciones estér. unidas según el objeto, pero no según el conocimiento mismo”, 4.3.
Véase también J. B. Melz, Aníropocentrisma cristiana. Sabré k¡ forma de pensamiento de
Tomás de Aquina, Sígueme, Salamanca 1*972, quien encuentra el comienzo del pensa-
96 Dios en m e d io de nosotros II. L a. PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 97

mente lendrá que preguntar quién es esta persona. Sólo una tea Loe ía que mismo a causa del otro y en el otro, cl «tú»“, K. Rahner evita decir «yo»
evoque la autoexperiencia humana de modo que cada uno de nosotros y prefiere en su lugar Las expresiones «el ente», el «ser que trasciende»' o
pueda reconocerse a si mismo en sus planteamientos, podrá pretender «la trascendencia»4. En el planteamiento desde el sujeto humano, común
que el Dios del que hablemos realmente tenga una palabra para nosotros a Los tres autores a pesar de toda su diferencia de terminología, pueden
que nos concierna en nuestra autoexperiencia. O bien, sólo si hablamos descubrirse tres líneas diferentes
de la persona humana en términos compatibLes con nuestra propia expe­ 1. Lo que hace este «sujeto». Para laspeis y Rahner eL sujeto se co­
riencia tiene sentido pretender que el anuncio cristiano es capaz de cam­ noce a si mismo y tiene una actitud para consigo mismo, es decir, es
biar aLgo en nuestra experiencia; que es capaz, por ejemplo, de cambiar enfocado desde una teoría del conocimiento: “yo soy el ser que se preo­
nuestro miedo en confianza y nuestra desesperación en esperanza. cupa por sí mismo y que en su comportarse todavía decide la que es”5.
No será compatible con eL anuncio una antropología que proyecte so­ Lo notable es que aqui La persona se aparece a si misma como algo neu­
bre la persona tina autocomunicación de Dios presupuesta como ya «co­ tro, como aquello que es en cuanto «ser». Rahner formula de manera
nocida»; ni una concepción antropológica según la cual Dios, indepen­ más personaL: lo que constituye el ser-sujeto es el “poder comportarse
dientemente de cómo se conciba, desde el principio salga sobrando. consiga mismo, el que [...] tenga que habérselas consiga misma ", pero
Estas observaciones ya delimitan el campo de la reflexión antropológica. subraya igualmente el acto de conocimiento en el que el sujeto llega a si
Una delimitación ulterior resulta al especificar que no se trata de confun­ mismo. Precisamente esto lo rechaza Buber. Para él la persona es alguien
dir teología y antropología, sino de comprender que cada tina habla de la que participa en otros y en Lo otro, que entra en relación y que sale de sí
misma y única persona humana, aunque lo haga desde diferentes puntos mismo para encontrarse'. Para Rahner, "‘el hombre como sujeto libre está
de vista. encomendado responsablemente a sí mismo’’8, mientras que para Buber
EL anuncio de la fe cristiana cuestiona el concepto griega de Dios en sólo es como relación, porque el «yo» la mitad del par de palabras
razón de que es incompatible con la «comunión con Dios» que se anun­ fundamentales «yo-tú»\ Según esto, lo que importa es tanto el énfasis en
cia. De la misma manera cuestiona también cualquier antropología que la persona como sujeto Libre, cuanto el reconocimiento de su relación
no considere a la persona como un sujeto capaz de encuentro, porque sin
un encuentro con Dios tampoco podrá haber comunión con él. Esto no
significa que so pretexto de la fe se permita fabricar cualquier antropolo­ 2. X. Jaspers, Philosophie i. Springer, Bcrlrn-G&ttirgen-Heidelberg 1956, 48, afirma
que soy «yo» trascendiendo a mi mismo, a mi propia identidad, como ex.islcncia con oirás
gía que parezca servir para anteponerse al edificio de la fe; más bien le
evisten cías No es posible observar las existencias desde fuera, porque en la observación
plantea a la razón el reto de captar la realidad propia de la persona acce­ objetiva la cor.cienc.E. no averigua la existencia. La existencia es real sólo en la comunica­
sible a la razón de tal manera que pueda explicarse cómo el encuentro ción. Para M. Buoer. Yo y ¡u. Nueva Vision, Buenos Ares I9W, la palabra fundamenta',
con Dios alcanza y transforma ¡a realidad propia de la persona creyen­ «yo» forma parle cel par uyo-lú». Por -consiguiente, decir «yo» es decir parte de un par, 7.
te. Usamos aquí la palabra «sujeto» siguiendo el lenguaje de otras antro­ Jaspers no enfatiza como Buber cl «tú» concreto, sino el abstracto «comunicación», <}jc es-
pologías y para mayor claridad. Por razones metodológicas preferimos interpretable, sobre todo en las -«situaciones Limite»
]>. Curso fundamental sobre ta fe, Herder, Barcelona 1 . 5<3s ten lo que sigue Cur-
no cuestionar eL significado de «sujeto» en este momento, sino usar el
5ofu ndfí rtremít!)
término, según parece, acriticamente. 4. tbid-, 52,54.
La reflexión sobre La persona empieza, entonces, con la realidad pro­ 5. K.. Jaspers, PhiiosophSe il, 35.
pia del «sujeto capaz de encuentro», y así empiezan también K Jaspers, 6. K.. Rahner. Cursofúndanteme!, +9.
7. “Buber define al hombre como la creatura capaz de entraren una relación viva con
M. Buber y K. Rahner, cada uno a su manera. La realidad propia del
el n-.undo y con las cosas; con los hambres en cuanto individuas y er. cuarto los muchos
sujeto capaz de encuentro se aprecia corno tal en el hecho de que apunta M Fricdman, Introductor). Essay, en VI. Buber, The Knowledge of Arfan. Harpei &
más allá de sí misma, en ei hecho de que es capacidad sin límite de un Row, New York-Evanston 1965, 16. “La existencia del hombre está constituida por su
encuentro. Habrá que proceder a desarrollar esto primero. participación, al mismo liempo y en la mismas acciones, en To finito y lo infinito; cl
Tanto para la filosofía existencia! de Jaspers como para la filosofía carácter único del hombre está determinado por las características particulares existe acia­
les de su relación con cl «misterio», con cl cosmos, con el destino, con 13 muerte, con las
dialogal de Buber, el sujeto es sinónimo del «yo» que se experimenta a sí
las cosas y con el hombre”, ibid., 15. Lo c]ue Tama la atención es que los sustantivos no
parecen tener un orden.
miento antrapocéntrico en Tomás de Aquí no, en el que es ura novedad respecto al pensa­ S. Curse fundamenta!, 58, cf. también 50ss.
miento aristotélico cosmocéntrico, 62-73. 9. Yo y tú [nola 2], 8-13.
98 Dios en m ed io de n o s o t r o s II. LA PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 99

constituí]va a lo otra y a los otros, en la que llega a ser «yo». En este es búsqueda y simultáneamente es incapaz de responderse por sí misma
punto el planteamiento desde el sujeto se abre a una antropología del la pregunta por su propia identidad: cada «situación límite» le quita el
encuentro10. piso bajo sus pLes, y lo cuestionable de todo su «estar allí» se convierte
2. El ser-sujeto encierra una exigencia de totalidad. La característica en la imposibilidad de llegar a descansar en él1'’. Este último aspecto del
que distingue a la persona humana es su relación consciente y libre a la ser-sujeto es sinónimo de su apertura a la «trascendencia» y al «miste­
totalidad: rio)-, de una apertura ilimitada que coincide con su búsqueda de sí mis­
ma, en cuanto búsqueda de su propia identidad como «yo». El significa­
“Ser persona significa [...] autopesesión de un sujeto como, tal en una re­ do de este rasgo tendrá que aclararse más adelante a partir de la estructu­
ferencia sabedora y libre al todo. Esta referencia es la condición de posi­ ra ontológica de la persona. Ahora se trata tan sólo de mostrar que el
bilidad y el horizonte previo para que el hombre en su experiencia parti­ arranque desde la persona como «sujeto capaz de encuentro» realmente
cular empírica y en sus ciencias particulares pueda comportarse consigo toca la realidad propia de la persona, porque el hecho de su hacerse-
como una unidad y totalidad” 11. consciente de ser-sujeto, de la libertad, responsabilidad, relación hacia
otros, exigencia de totalidad, cuestionafcilidad y dependencia realmente
Según Buber, la persona extiende las manos impetuosamente más allá de forman parte de nuestra auto experiencia.
lo que le es dado, sobrevuela el horizonte y se apodera de un todo. Con Si. más allá de estos indicias todavía imprecisos, queremos buscar a
ella y su ser-persona empieza a existir un « mundo»32. la persona tal como nos la encontramos diariamente allí donde nosotros
3. Precisamente en cuanto sujeto, la persona se experimenta como mismos vivimos y trabajamos, donde nos sentimos llenos o vacíos, ani­
dependiente, como quien existe en una dependencia de la que no puede mados por la esperanza o desesperados, necesitamos una fe n o m e n o lo g ía.
disponer13. Participa de lo finito y de lo infinito a la vez, y tanto la una Sólo la fenomenología deja sitio para todos los sucesos de nuestras vidas,
como la otra participación Le son esenciales14. La persona es pregunta15, y deja sitio también para la narración. Sin embargo, con esto no basta: se
necesitan criterios según los cuales los datos puedan ser organizados y
con cuya ayuda las experiencias acumuladas puedan ser interpretadas.
10. En Alemania tomaron este camino Buber, Ebner, Rosen zweig y Guardini; en Sin criterios no podrá darse ni la totalidad dinámica del conocimiento, ni
Francia Fue sobre todo G. Maree], cf. R. Winling, La teoícgío del Siglo XX. La teología una antropología o teología. La función de juntar datos y experiencias
contemporáneo (I.945-1980), Sígueme, Salamanca 1987, 70. J. R. Sanabria, Filosofía de! aisladas sólo puede ser ejercida por «principias» o «fórmulas». Se nece­
Hombre, Porrua, México 1937, 143s., L46s. Para M. Buber, Y oytú.9 , la relación-«yo-tú» sita lo que Lonergan llama una «acción de las tijeras» (scissors action):
es una categoría del ser “En el principio es la relación”; cf. M. Friedman. ¡ntroduciory
una cuchilla de las tijeras representa los principios o las fórmulas y fun­
Essay, 20-23, 27. En Urdlstam und Beriefiung, Wcrke [I, KLósel, München y Lamben
Schn eider, Heidelberg 1962, M. Buber insiste en el deseo de todo hombre de verse con­ ciona desde arriba hacia abajo; la otra cuchilla representa los datos empí­
firmado por otros en lo que es y er lo que puede devenir. El que esta capacidad humara ricos, y funciona desde abajo hacia arriba17. Cuáles puedan ser los prin­
esté tan caída en desuso con si ituve la verdadera debilidad y cuestión abilí dad de la huma­ cipios adecuados para una antropología, de nuevo es algo que tendremos
nidad. Los hombres necesitar, y pueden verse ccnfirmadas en su ser individual por medie
que decidir más adelante.
de auténticos encuentros. Más allá de esto tienen la necesidad y la capacidad de iluminar
el alma hermanada del olro con la verdad que han podido conquistar y asi de verla con-
liimada, 419-42L. Aquí no se trata de discutir en detalle estos u otros planteamientos de 15. “[.. ] es la pregunta que ss levanta vacia, pero real e ineludiblemente, ante él, y
una antropología de] encuentra, sino solamente dcccnslatar que buscamos una antropolo­ que él nunca puede superar, responder adecuadamente”, K. Rahner, Curso fundamental,
gía del encuentro Evidentemente, la búsqueda tendrá que llevarse a cabo conforme a 51.
criterios y experiencias propias. Que les criterios y las experiencias son siempre diferen­ 1ó. K. Jaspers, Piúíosoph ie II, 249.
tes, lo documentan también los planteamientos de los filósofos que comentamos aquí. 1.7. B. Lonergan, Topics In Educaiion. Colleeted Works X, University ot loronto
I]. K. Rahner, Curso fundamental, ¿-9. [.a palabra “Bezogensein" que usa c] original, Press. Toronto 1993, 138-142. En este lagar, Lonergan describe la acción de las tijeras
puede traducirse al español como «referencia» o como tere1ación». Con todo, la acepción para ia física y la química. En la página 252 hace valer lo mismo para la historia y para
«relación:» es quizá más apropiada a Buber que a Rahner. toda ciencia. Los principios y fórmalas por si soles no tienen ninguna importancia, como
12. M. Buber, Urdisianz und Beziehttng, 413. C f también M. Friedman, o. c. [nota tampoco la tienen los datos per si solos Una ciencia puede desarrollarse sólo a partir de la
7], ]5. Esta totalidad es la razón por la cual Buber se rehúsa a reconocer la razón como la combinación de ambos. 252. Si la acción de las tijeras es válida para todas las ciencias,
característica humana sobresaliente, ibid. también lo es para la antropología. Lo importante es la combinación de los principios y los
13. K. Rabioer, Cursofundamental, 62. datos. Los principios y las formulas por sí so.os dan como resultado las ideologías, y los
14. M. F iedman, o. c., 13. dates por sí solos, representaciones puramente empíricas.
100 Dios en m e d io de n o s o t r o s 11. LA PERSO NA - ¡3ÚSQL EDA DE SÍ M LSMA EN EL ENC UENT RO 10 L

Si empezamos con la persona entendida como un «sujeto capaz de debería representar más bien una «fórmula»23 que resuma la autoexpe­
encuentro», ya implicamos una apertura que tiene que ver con la «tras­ riencia humana de tal manera que con su ayuda todas las experiencias
cendencia » y con el «misterio», términos que tendremos que determinar particulares y parciaLes puedan encontrar su lugar y su explicación. Lo
todavía. A esta apertura la hemos llamado «ilimitada». Ya en este lugar que es más, la fórmula debería ser capaz de provocar y apoyar ta com­
hay que agregar una precisión, sin embargo: la apertura ilimitada es un prensión y ordenación de los datos de la experiencia, y esto incluye la
aspecto de la autoexperiencia de la persona en cuanto sujeto. Por esta evaluación de los datos
razón no es posible que en esta autoexperiencia no aparezca también de Al decir que sólo ura antropología cue entienda a la persona como
alguna manera temáticamente hacia cjué o hada quién el «sujeto capaz un sujeto capaz de encuentro en apertura ilimitada le hace verdadera­
de encuentro» ha de estar abiertoIK_ Tenemos la tentación de contestar mente justicia, dejará sitio para todo lo que pertenece a su existencia y le
apresuradamente a esta pregunta diciendo: «a Dios». Al hacer esto, sin ayudará a comprender y a evaluar su autoexperiencia. volvemos otra vez
embargo, corremos el riesgo de llenar la palabra «Dics» con contenidos a la totalidad dinámica del conocimiento, sobre todo al paso del «juz­
que no tienen nada que ver con la autoexperiencia humana o que estén gar». Este regreso nos da la posibilidad de darnos cuenta de algo más: Ni
determinados ideológicamente. Semejantes contenidos son alienantes; por la teoría del conocimiento, ni por la ontología podemos saber de
dentro de una determinada sociedad o cultura no son fácilmente identifi- antemano lo que es y puede ser la au:oexperiencia humana, sino que
cables como ¡ideológicos y, precisamente por su clandestinidad, pueden tenemos que descubrirlo siempre de nuevo a partir de la acción de las
ser nocivos. En una sociedad patriarcal, por ejemplo, no se pone en duda tijeras.
que ícDíos» sólo pueda ser una figura masculina, un «Señor», y con esto
alguien que con autoridad incuestionable exija la sumisión de sus súbdi­
tos y provoque su servilismo. Tal situación sólo permitirá la autoexpe- 1.2 La función de la antropología
nencia de un «sumiso», cuyo afán de «libertad», «autodeterminación» o
«responsabilidad propia» no podrá ser entendido sino como algo subver­ El giro antropológico nos hace caer en la cuenta de que la teología y la
sivo y, por eso, merecedor de censura o castigo. Una ideología así será antropología son las dos caras de una misma moneda, pero esta com­
tanto más eHcaz cuanto mayor sea el tiempo durante el cual haya carac­ prensión es peligrosa. La interrelación entre las dos disciplinas ha hecho
terizado el discurso sobre Dios y el hombre. que la crisis de la una se convierta también en La crisis de la otra21. El
También aquí puede ayudar la acción ce las tijeras de la que habla cristianismo ba desarrollado una doctrina antropológica
Lonergan: la cuchilla superior de las tijeras que tiene la función de cortar
los datos de la experiencia, sólo podrá cumplir su función si es la cuchi- t;quc representa una amalgama de elementes sacados de la Bib3ia y de
ILa adecuada para el material que habrá de cortar. Es evidente que la concepciones heredadas de los griegos. Esta doctrina a Firma su originali­
palabra «Dios»- no es esta cuchilla adecuada '". La cuchilla correcta la dad cor.cedicndo un lugar impórtame a la libertad, a la responsabilidad, a
la vocación sobrenatural del ser humano. [...] Pero las aporías que se de­
1.8. K. Rahner habla una y otra vez del «hacia donde» de la traseender.talicad huma­ ducen de esta concepción tenían que originar una tensión cada v-ez más
na, po- ejemplo Curso fundamental 3S, Zlss.; Ic , Sobre ef concepto ¿fe misterio en !a grande entre el catolicismo y el pensamiento medemo. a medida que se
teología católica. Escritos IV, 72.74s. iba ampliando el campo de los conocimientos científicos"*".
L9. M. Kehl, EscatoJogia, Sígueme, Salamanca 1?92. 128, refere un ejemplo estre-
mecedor de una cuchilla equivocada, aun cuando - o precisamente perque - es un ‘"testi­
monio [...] impresióname de inqueoranlable confianza en la comunión permanente con
Dios en la vida y la muerte”, al citar un lexto anónimo de finales del gueto de Varsovia,
tomado de «¡Jossel Rackoxer spricht zu Golt», SlZ L59 (1956/]957), 167: “En una hora a 20. B. Lonergan designa la cuchilla superior -de las tijeras como una “función,, ecua­
más tardar me reuniré con mi mujer y mis hijos y con miles de personas de mi pueblo en ción o fórmula’’, o. c. [nota 17|. 13S 142.
un mundo mejor, donde no hay ya dudas y Dios es el único soberano (...]. Le he seguido, 21. R. WinlLng, o. c. [nota 10], 243.
aunque él me ha rechazado; he cumplido sus prcceplos, aunque el a cambio me ha pegado; 22. Ibid., 32. Tampoco la filosofía ha podido sustraerse a esta aporia: ""Más bien que
le he querido, estuve y esloy enamorado ce él, aunque él me ha •derribado a tierra, tortura­ entregarse a la especulación filosófica sobre la naturaleza humana, prefieren practicar cl
do a muene, escarnecido y convertido en vergüenza y objeto de mofa” . Kehl mismo análisis funcional ckl comportamiento del hombre y de sus relaciones con el medio am­
comenta, I29, “Aunque no podamos compartir lodos los puntos de esta oración, esa biente. Las ideologías se ban apoderado di: los datos científicos y de las teorías filosofeas
fortaleza en la fe y en la esperanza nos debe hacer sonrojar como cristianos”. y [...] han definido al hombre y su función rcspccto al grupo en el que está integrado”, 34
102 Dios en m e d io de n o s o t r o s II. LA PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 103

Quizá sea necesario preguntarse si la así llamada crisis moderna de la 2. La experiencia y la autoexperiencia se abren a una fenomenología
antropología y de la teología cristianas no tiene algo que ver con el he­ del «yo» y de la comunión participativa. Todo lo que la persona puede
cho de que tradicionalmente la antropología no ha buscado realmente experimentar se concentra en Las expresiones «yo» y «comunión partici-
explicar a la persona humana, sino a Dios. Tal pregunta pertenecería al pativa», que hasta ahora hemos dejado más bien sm contenido.
campo de la discusión acerca del antropocentrismo y del teocentrisma. El 3. Si nuestro esbozo de teología limitan a ha de consistir en traducir
argumento de la inseparabilidad de la antropología y teología también la teología trinitaria tradicional de la ontología de substancia a una onto­
puede ser planteado de suerte que se le reconozca a una antropología que logía relacional, tal intento exigirá también traducir la antropología de la
quiera reflexionar en la persona con toda la riqueza de sus diferentes ontología de substancia a una ontología relacional.
experiencias, el derecho de ocuparse, libre y creativamente, sólo de esta En la ontología relaciona] elaborada por Knauer, el espacio para una
persona, por la sencilla razón de que la afinidad interior entre las dos antropología que concuerde con ella ha quedada libre. Todo lo creado en
disciplinas siempre las mantendrá unidas. su. realidad propia sólo existe como relación a Dios. ‘‘Esta relación está
La función de una antropología no puede tener como cometido el [...] llena de la realidad propia de lo creado’'24. Por esto habrá que refle­
apoyar un discurso teológico cfonocido de antemano23. Tampoco sería xionar la realidad propia humana de manera que sea posible reconocer en
aceptable la presuposición tácita de que para poder creer se necesitara un ella su creaturalidad25. Sólo después de lograr la traducción antropológi­
conocimiento antropológico. El ofrecimiento de la comunión con Dios le ca podrá lograrse también la traducción de la teología trinitaria. Podemos
alcanza a la persona en el anuncio cristiano aun cuando sea incapaz de formular lo mismo así: tendremos que buscar una fórmula antropológica
explicar cómo le alcanza. La función de la antropología debe más bien compatible con aquella fórmula de la creaturalidad que dice que todo lo
poder derivarse de aquello que puede ofrecer por sí sola, y esto es la creado es «total referencia a ... t en total diferencia de ...»26. La fórmula
posibilidad de descubrirnos a nosotros mismos, es decir, de aprender antropológica ha de poder insertarse, por asi decirlo, dentro de la fórmula
nosotros de nosotros mismos algo que pueda ayudamos a poder llevar de la creaturalidad. Sin embargo, la condición para poder encontrarla es
nuestra propia existencia. Si, en el camino de la búsqueda por la persona que realmente parlamos de la propia realidad humana.
se averiguara que este camino fuera idéntico al de la búsqueda de la
persona por sí misma, entonces la antropología se habría convertido en
autoexperiencia. A la pregunta de si un planteamiento semejante no sea 1.3 La pregunta parla «trascendencia»
de nuevo una forma larvada de ideología que excluya un proceso de
descubrimiento antropológico libre, ya no se podrá contestar de manera La orientación «trascendental» de la antropología es una consecuencia de
general sino sólo en concreto. comprender a la persona como «sujeto». Muestro hablar del «sujeto», sin
Si mantenemos que la antropología ilumina la autoexperiencia de la embargo, está arraigado en el pensamiento generado por la ontología de
persona en cuanto sujeto capaz de encuentro en apertura ilimitada, y si substancia. Lo que en este pensamiento se llama «trascendencia», tiene la
ésta es la tarea que propiamente le corresponde y que puede llevar a cabo función de poder concebir una relación entre la «substancia» persona y la
con sus propios medios, entonces resultan los siguientes aspectos acerca «substancia» Dios. En nuestro planteamiento de una ontología relacional
de su función al interior de un esbozo de teología trinitaria kerygmática: sale sobrando esta función, porque la persona es siempre y desde el prin­
1. Dentro de la totalidad dinámica del conocimiento, explícita que la cipio relación total a Dios. Quedará de la función original sólo la forma
experiencia es autoexperiencia. Esta explicitación implica necesaria­ modificada, que consiste en hacer que nuestro ser total referencia a Dios
mente que recoja también el «compartir», el ser relación a otros, que ya no pueda olvidarse. Si aún después de estas aclaraciones entramos en la
hemos destacado como un rasgo esencial de toda experiencia. pregunta por la trascendencia, lo hacemos porque la discusión sobre la
trascendencia nos proporciona algunos elementos a los que no podemos
renunciar ni en nuestro replanteamiento Además, la discusión del tema

23. “¿[...] qué es lo que [el teólogo] en su propia antropología sabe del hombre? Que
es el ser que se pierde en Dios. Fuera de esto, prácticamente nada. Sólo lo implicado en 24. P. ECnauer, Der Glaube komml vojn Hcren, Herder, Freiburg-Basel-Wien 61991,
esta frase, o lo que bajo este horizonte se diga del hombre, será una afirmación verdade­ 62.
ramente teológica en su antropología”, K. Rahner, Christlicher Httmanismus, Schrften 25. Ibid., 58.
VIII, 245. 26 Ibid., 35.
104 Dios f,n m e d io de n o s o t r o s II LA PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 105

mostrará ¡as diferencias entre otras antropologías y la nuestra. De ahora bilidad de cada uno por si mismo, por los demás y por su mundo. Aquí
en adelante será necesario, sin embargo, ponerle puntos de interrogación se inserta la temática de la libertad tan enfatizada por Rahner5. La liber­
invisibles a las palabras «sujeto» y «trascendencia» cada que las usemos. tad humana consiste en trascender sus condiciones concretas, cuando y
La reflexión sobre el sujeto nos abre a la visión de la totalidad que, a en cuanto que va más allá de ellas creativamente hacia un compartir
su vez, es sinónimo de la superación permanente de todos sus datos em­ comunicativo mayor. Sólo asi puede entenderse la libertad como auto-
píricos y hechos ya dados, característica de Ea persona. La palabra «tota­ rrealización del sujeto3^ El comportamiento inhumano y cruel con el que
lidad» signiñea aquí tanto la unidad toda de La persona como unidad de nos topamos históricamente no tiene su origen propiamente m en la tras­
sujeto, experiencia y saber objetivo categorial. cuanto la unidad de la cendencia, ni en la libertad, sino en la autodestrucción del sujeto, es
persona dentro de una realidad a la que sólo ella es capaz de llamar decir, en un comportamiento que contradice la realidad ontoLógLca de la
«mundo» de un modo global2’', a la vez que se distingue de éste. La tota- persona.
lidad-unidad de la persona, por consiguiente, hace a ésta diferente de También sólo desde la trascendencia del sujeto puede afirmarse que
aquello que llama «mundo», pero no 1a saca del mundo. Dicho de otro sea proceso de devenir. ‘"El hombre no es, eslá siendo; es constante de­
modo: la persona se encuentra dentro de lo que llama «mundo», sin ser venir [...] que tiende a su plenitud*01 En este sentida la trascendencia
idéntica a él. Esta característica le da la posibilidad de convertir el pai­ también puede ser el acceso a la fenomenología del devenir humano en
saje en ámbito cultural; de crear Ja justicia social, y de educar a sus hijos la historia, en libertad y responsabilidad y así acceso a la autoexperiencia
de manera diferente a como ella fue educada. de la persona
Esta posibilidad puede llamarse «trascendencia»28. Sin embargo, es Rahner y Lonergan ligan ta trascendencia al sujeto humano y se dife­
cierto también que la persona humana tiene la capacidad de destrozar la rencian en este aspecto de Jaspers, para quien la conciencia en cuanto
ecología, de fundar instituciones que legitimen la injusticia social o de ccestar-alli» no es capaz de trascender, sino que por la libertad hay esta
abandonar a su propia familia. También estas posibilidades destructoras posibilidad en ella La libertad es la que realiza la trascendencia conteni­
se derivan de la no-identidad de la persona con su mundo, pero ya no da en la existencia abierta; y de la libertad depende si en el trascender
pueden llamarse «trascendencia», lo que significa que este término es llega a si misma o se pierde en un «estai-allí» precario3'.
válido sólo en el sentido positivo del ir más allá de las condiciones en las Aunque aqui pasemos por alto la diferenciación entre «estar-alli» y
que uno se encuentra. «existencia» decisiva para Jaspers. queda el problema de la separación
Sólo desde La trascendencia de la persona puede predicarse de ella entre trascendencia y conciencia. Por otro lado, la conciencia es el «yo»>
que sea histórica y capaz de hacer historia. Ser capaz de hacer historia que se sosúene tanto en el «estar-allí» como en la «existencias): “yo soy
signilica que La persona, individualmente y en comunidad, puede intro­ la conciencia en cuanto ia!”*3.
ducir cambios en sus condiciones sociales, políticas, económicas y eco­
lógicas. de suerte que en cuanto persona no sea sencillamente víctima o
prisionera de un status quo. Cada uno hace historia que es simultánea­
mente ta suya propia y algo más que ésta, lo que significa, a su vez, que 29. Curso JuridüJiieKiüj, 39, 53, 55—59; Id., Digr.cciad y libBi'tud del Jiombre, Escr.tos-
sólo desde aquí tiene sentido hablar de responsabilidad - de la respansa- 245-274: Id.. Theologie und Anthropologie, Schrif.cn VI]I, 43-65, .aquí especialmente
5 7 ,1d., Experimen f Mensck, i b-id., 260- 2S5.
30. La libertad es la auto-realización de la persona en su realidad Irrita delante del
2>. El modernismo er su sentido clásico se .apoya, en cl fardo, en la persuasión de Dios infinito, X. Rahner, Dignidad y libertad de! hombre, 251
que el concepto, la reflexión propiamente dicha, es lo accesorio frente a |laj originaria 31. J. R. Sanabria, o. c. [nota 10], 211.
autoposesión de la existencia en la conciencia- cte si mismo y [a libertad, de modo -que esla 32. Philosophie i, 39.
reflexión p-cdna también omitirse {...] se da también una unidad más originaria [...] en la 33. Philosophie IK 34. Jaspers también atribuye cl acto del trascender al «yem en la
realización numana de la existencia — entre realidad y su "‘'esiar-en-si-misma”. la cual es «iluminación de la existencia»’, diciendo que "“soy «yo», en cuanto que trasciendo bacia
mayor y más originaria que la unidad entre esta realidad y su concepto objetivante. [...] mi mismo, como cx:slencia con existencias*’’, Philosophie i, 4-8, pero en lia p. 46 el indivi­
[la] realidac .i urnano-existencia! es una unidad, una unidad originaria de realidad y su duo trasciende dsl ccyo» como individualidad empinca hacia su verdadero ser en La con­
propio estar-en-si, la cual no eslá mediada adecuadümen ’e por el concepto científico creción histórica ce su ser en el ^cstar-alli>•. Es difícil ver cómo la persona como ccyo» y
objetivante acerca de ello", K. Rahner, Curse fundememat, 13; cf. J. R. Sanabra o c conciencia pueda ser mero «estar-allí», y en esto consiste el verdadero- problema. Es
[nota 10], 117. legitimo hacer una diferenciación cualitativa en 1a. autorrealizac.ón, pero esta diferencia­
28. R. Winling, o. c. [nota 10J, I8S. ción pertenece más bien a1 ámbito de la existencia.
106 Dios en m e d io d e n o s o t r o s 11. LA PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 107

La trascendencia es comunión con los demás y relación a otros Tras­ puede disponerse de ella. Habíamos dicho al principio que no es conce­
ciendo en la «comunicación» w. Sin embargo, la separación entre la con­ bible que el sujeto consciente de sí mismo sea apertura ilimitada sin que
ciencia y la trascendencia que introduce Jaspers no solamente hace cues­ de alguna manera sea consciente a qué o a quién se orienta esta apertura
tionable el significado de esta comunicación, sino que produce también, ilimitada. El único «hacia donde» que puede estar contenido en la apertu­
una separación llamativa y llamativamente ancha entre la trascendencia ra ilimitada de la persona y que así también puede formar parte de su
subjetiva y la objetiva. Esto se debe a que ]a «trascendencia» reemplaza conciencia de sí misma, es. su propio misterio, la pregunta siempre nueva
la palabra «Dios» y así llega a ser sinonimo de una -«realidad absoluta», e ineliminable por sí misma. Esta corrección a la postura de Rahner no
apareciendo como una entidad neutra fuera del sujeto35. nos impide quedamos con lo que en él predomina: la autoexperiencia del
Puesto que Jaspers deja la trascendencia subjetiva junto a la objetiva sujeto como de alguien que pregunta y que así está en movimiento hacia
sin reconciliarlas, se suscita la pregunta de sl la trascendencia, al menos un misterio sin nombre. De igual importancia es para Rahner el que esta
en una de sus acepciones, no pueda ser también el «comportarse» del autoexperiencia se realice en responsabilidad y libertad, y el que ambas
sujeto, en el que éste simultáneamente se distancia de aquello frente a lo sean interpretadas como un hacer™.
que se comporta, llega a su propio ser y tiende hacia la trascendencia La explicación de la experiencia trascendental que ofrece Rahner es a
objetiva36. la vez la explicación de lo que entiende bajo «sujeto»: es la experiencia
Para Rahner, la trascendencia une inseparablemente la experiencia de la trascendencia, en la que “se da la estructura del sujeto y con ella
trascendental y el «hacia donde» de esta experiencia. El «hada donde» también la estructura última de todos los objetos pensables del conoci­
siempre está presente en la experiencia trascendental como aquello que miento en unidad e identidad”41. Por el hecho de que en la experiencia
no tiene ni nombre, ni Límite y de lo que no puede disponerse37. Por esto trascendental está siempre contenida la pregunta por el «hacia donde» y
la experiencia trascendental es anticipación de Dios, es un nombrarla en «de donde» del sujeto*2, se trata en último término de la creaturalidad de
la experiencia del que no tiene nombre^. El «hacia donde» lo llama la persona humana, de manera que parece posible entender que Rahner
Rahner el «santo misterio»35. Esta comprensión de Rahner tiene la difi­ lLama «experiencia trascendental):- a la estructura fundamental y la única
cultad que destacamos arriba, que «Dios» no es la «cuchilla» adecuada auténtica autorrealización de la persona creada y finita.
para una antropología. Por otro lado, aquí se precisa lo que significa la Lonergan no arranca del sujeto, sino del proceso y del método del
«apertura ilimitada»: es apertura hacia algo o alguien sin Límite y del que conocimiento humano'1'3, que entiende en términos relaciónales. Por eso
no se puede disponer y. por eso. también la apertura es sin límite y no la trascendencia para él no es una experiencia sino un método44. El cono-

34. K. Jaspers, Phifosophfe i, 48.


35. Una realidad cxistencial diferenciada de la realidad empírica y que se revela en la 40. ‘"Donde el sujeto se experimenta a si mismo como sujeto, o sea, como el ente que
comunicación, hace palpable ef verdadero ser de la trascendencia. Phüosophie III, 8. Por par la trascendencia tiene ante el ser tina originaria e indisoluble unidad y un estar dado
eso Jaspers puede yuxtaponer dos afirmaciones: una, según la cual la trascendencia es la para si mismo, donde este sujeto experimenta su acc.ón como subjetiva [...]; allí se expe­
realidad por la que pregunta la existencia; y olra, según la cual, al tocar la realidad que no rimentan en un sentido originario la responsabilidad y la libertad en el fondo de la exis­
incluye su propia transformación en posibilidad, ahí encuentro la trascendencia, 9. Si la tencia propia de cada una Esta acción liba1no es algo que acontezca sin mundo ni
trascendencia en ambas frases parciales designa el limite de la existencia, ellas forman una historia en la profundidad cerrada de la persona. Mas, no obstante, la libertad auténtica del
sola afi rmaci6n. En este caso, sin embargo, se hace cuestionable el acto del trascender que hombre es -permanentemente una, pues ella constituye Lina peculiaridad trascendental del
Jaspers había descrito en la «iluminación de la existencia)), cf. también Phüosophie I!, 66-
sujeto uno como tal”, Curse fundamental, 57s.
68, 120-123, 125-127 En una tercera interpretación, trascender es lo mismo que pensar 41 Curso fundamental, 3-8. Corrijo en esta cita la traducción de R. Gabás Pallás, que
metaíísicamenle, y por eso se da en categorías, Phifosophle ///, 54-65.
no está claTa.
36. Esta posibilidad parece caber en lo que dice Jaspers, Phüosophie íl, 215, sobre el
42 Ibid
comportarse en las situaciones límite: "Me comporto hacia mi origen cuando, ya devenido 43. 13. Lonergan,Método er. Tecfogia, Sígueme, Salamanca 1988,46.
por él, me hago consciente de él”. Al mismo tiempo no se puede pasar por alto la dificul­ 44. "!•-] en cierta forma lodo hombre conoce y aplica el método trascendental. Todo
tad que présenla la terminología de Jaspers. No es posible sustituir otra terminología por la hombre lo conoce y aplica precisamente en la medida en cue es atento, inteligente, razo­
suya muy trabajada.
nable, responsable. Pero, en otro sentido, es muy difícil familiarizarse con el método
37. Sobre el concepto de misterio en in teología caiólicc. Escritos IV, 72 trascendental, porque no se adquiere leyendo libros, o escuchando conferencias, o anali­
38. Ibid.
zando el lenguaje. Se trata esencialmente de alcanzar un grado superior de consciencia
39. Ibid., 73s. El «hacia donde» está presente al modo de la ausencia, y se nos da [sic] ob-cavándola, y esto es algo que en último término tiene que hacerlo cada uno por sí
como negación, silencio y lejanía. Nunca podemos caminar directamente hacia él, 72. mismo”, ;bid., 21. La “objetivación de la conciencia” es “aplicar las operaciones en
108 Dios en m e d io de n o s o t r o s II. L a PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 109

cimiento trascendental (knowledge como diferenciada de knowing) re­ ción a los demás y a su mundo histórico —porque esto significaría que
sulta al final de un proceso fenomenológico del conocimiento que lueso también pudiera olvidarse de agregarla. La persona es más bien yo-en-
no termina en el conocimiento, sino que se transforma en un hacer res­ relación, que se comporta ante el -«tú» simultáneamente y en una sola y
ponsable45. Para poder representar este proceso, usa unos «transeenden- única realidad de modo trascendental-cuestionante y dependiente. La
tales» diferentes de las categorías. Estos «transcendentales» no sólo son expresión «apertura ilimitada» indica que el «yo» capaz de encuentro no
a priori, sino - y esto es de gran importancia - inherentes en las pre­ es apertura solamente a un «tú», sino a todos los «tú», be excluye, por
guntas de la persona, y no en las respuestas46. Precisamente esto es lo consiguiente, desde el principio que el ser-relación pueda limitarse a un
que sostiene el carácter procesal del conocimiento y su apertura radical. encuentro «y o-tú».
También Lonergan, más radicalmente aún que Rahner, subraya que la
persona es pregunta, pero lo formula de manera diferente: el preguntares
una actividad a priori. En último término, el método trascendental es un
preguntar trascendentalmente, que tiene importancia y relevancia univer­ 2. ESTRUCTURA ONTOLÓGICA Y
sal, a la vez que es la actividad más propia y personal de cada uno. Es
una radicalización de la fenomenología. Aquí se resuelve la dificultad
AUTORREALJZ ACIÓN HISTÓRICA
inherente en el hablar de «trascendencia» que expusimos al principio,
por el hecho deque el proceso del conocimiento de la persona relacional
La pregunta de la persona por si misma, por su propia identidad, es una
es presentado de una manera que corresponde a esta relación al ida d. Al
pregunta existencial por una realidad ortológica No quiere saber quién
mismo tiempo, el método trascendental explica la totalidad dinámica del
deviene, sino quién es. No puede renunciar a la pregunta por si misma,
conocimiento. Por consiguiente, el método trascendental (el preguntar
porque ella misma es esta pregunta Es búsqueda por sí misma. El hecho
trascendentalmente) modifica la función con la que cumple el lenguaje
de que no pueda experimentar su ser-pregunta y su ser-búsqueda sino
de «trascendencia» en una ontología de substancia, haciendo que corres­
ponda a una ontología relacional. con estas personas concretas con quienes convive y en estos condicio­
namientos histónco-sociales suyos, siempre forma parte de su autorreali-
Podemos ahora precisar nuestro planteamiento antropológico de que
zación, lo que hace que esta autorre al lz ación sea ontológica e histórica a
la persona es un sujeto capaz de encuentro en apertura ilimiíada: quere­
la vez. Dicho de otra manera:, la autorre al izacion es el devenir-yo de la
mos comprender a la persona como un «.yo» (y sólo en este sentido como
persona en cuanto pregunta trascendental.
«sujeto» y persona), que es pregunta y biísqueda trascendental de sí
La «acción de las tijeras» de Lonergan nos ayuda a desglosar estas
misma, de su propia identidad. Ser pregunta trascendental es simultánea
afirmaciones. La experiencia histórica-existencial de su propio proceso
e inseparablemente ser y hacer. Es un comportarse irrenunciable y cues­
de devenir todavía no le da a la persona la posibilidad de comprender y
tionante ante sí mismo, ante las demás personas y ante las circunstancias
juzear este proceso. Para esto necesita un principio o una fórmula que le
históricas. Queremos comprender a la persona como relación de manera
permita ordenar la fenomenología de su devenir. Al misnH> tiempo esta
que no se capte primero como un «yo», al que luego se agregue la rela-
fórmula (la cuchilla superior de las tijeras) ha de poder ayudarle a orde­
nar sus experiencias de tal manera que juzgándolas pueda entender en
euanto intencionales a las operaciones en cuanto conscientes ’ El proceso de las operacio­
nes se describe 13-20. ellas quién es ya. Para la persona que es pregunta trascendental por sí
45. “[...] se dan las nociones transcendentales previas que constituyen ei auténtico di­ misma no puede haber un devenir histórico-exis tendal sin que sea cons­
namismo de nuestra intencionalidad consciente y nos impulsan del mero experimentar al ciente de alguna manera de que está deviniendo. E, ser consciente del
entender, del mero entender a la verdad y realidad, del conocimiento de los hechos a la propio devenir, sin embargo, es a su vez parte de la estructura ontológica
acción responsable”, ibid., 19.
de su propia autorrealización histórica y así un aspecto de la fenomeno­
46. “Mientras que las categorías se necesitan para poner determinadas cuestiones y
dar determinadas respuestas, los transcendentales se hallan contenidos en las cuestiones, logía humana relacional (de la cuchilla inferior de las tijeras).
previamente a las respuestas. Son el tender-a radical, que nos conduce de la ignorancia al La fórmula que buscamos puede presentarse asi:
conocimiento. Son a priori porque van, más allá de lo que conocemos, a buscar le que aún
no sabemos. Son irrcstrictos porque las respuestas nunca son completas, de tal manera que
sólo hacen surgir nuevas preguntas. Sen comprensivos porque tierden-a la totalidad
desconocida, de la cual nuestras respuestas revelan sólo una parte”, ibid., 19.
D éos en m e d io de n osotros II. La. PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 111

impropio, sin embargo, está constituida por su ser relación a los demás
dentro de su realidad histórica.
La persona humana es tridimensional y como tal es pregunta trascen­
dental. El preguntar trascendentalmente se predica de la autopresencia, y
esto significa que esta dunension es cualitativamente diferente de las
otras dos. Pero aun así no puede olvidarse que el «yo» autopresente sólo
puede preguntar trascendentalmente en y con las otras dos dimensiones,
porque nunca se da sin ellas. El acto del preguntar trascendentalmente es,
por consiguiente, uno solo bajo dos aspectos: el «yo» autopresente pre­
gunta trascendentalmente por los demás y por su mundo histórico y así
pregunta por sí mismo. En su preguntar se autorrealiza como autopresen-
cia. Su autorrealización es simultáneamente su acercarse preguntando al
La persona (p) está caracterizada como pregunta por su propia identi­ misterio al que como creatura está referida.
dad. La línea superior representa la autopresencia del «yo» en su pre­ El preguntar trascendental es un hacer que - a causa de la estructura
guntar trascendental, en una apertura en la que siempre se rebasa a sí ontológica de la persona - sólo puede realizarse históricamente. No so­
misma y toda su realidad relaciona! hacia el Dios incomprensible. Esta lamente no puede deducirse de nada, sino que cambia en su apertura
línea es idéntica a la creaturalidad, al ser «totalmente referido a ...i con ilimitada. Transforma la relación con el «tú» y con la comunidad, y
total diferencia de ...» (I, ].2). La linea de en medio caracteriza a la per­ transforma la relación con su mundo histórico. En esta transformación se
sona como relación al «tu» y a todos los hombres con quienes se en­ transforma también el «yo». Dicho de otro modo: el «yo» no puede
cuentra. La línea inferior designa la reLadón a su mundo histórico. transformarse- sin que este cambio acarree también una transformación de
De ahora en adelante ya no podremos hablar de un «sujeto», término su realidad relacional. Sj tal transformación no tiene lugar, tampoco
que pertenece a la ontología de substancia, sino que tendremos que en­ habrá cambiado realmente el «yo». Esto puede invertirse: cuando cam­
contrar un lenguaje adecuado para una ontología relaciona] y que a la bian la forma de convivencia con los demás y los condicionamientos
vez evoque este cambio de ontología. Hemos escogido la palabra «auto- históricos - cambios que siempre pueden suceder por factores externos,
presencia» porque es la más inclusiva y la que menos sugiere contenidos políticos, económicos o ecológicos, por ejemplo —estas nuevas circuns­
preconcebidos. En ella casi no consuenan el «conocimiento» y la «con­ tancias cambian también al «yo» en su autorrealización, porque cuestio­
ciencia», palabras llenas del contenido del pensamiento europeo tradi­ nan su autorrealización ya lograda. La inversión, sin embargo, todavía no
cional. La autopresencia tan sólo connota un ser presente a sí mismo y implica que haya un preguntar trascendental. Este sólo se da a partir del
soto en este sentida también di luid ámente conocimiento y conciencia. El momento en el que el «yo» cuestiona los nuevos condicionamientos, los
término «autoposesión» implicaría la noción del disponer de sí mismo y acepta, los modifica o los rechaza.
del estar seguro en la propia identidad. Tales alternativas excluirían des­ El preguntar trascendental del «yo» en su proceso de autorrealización
de el principio a todos los marginados de los países sub desarrolla dos que se da necesariamente. Lo que queda abierto es el cómo de este pregun­
a duras penas son «presentes»- a sí mismos. tar41, no una opción de preguntar trascendentalmente por sí mismo y por
En estas tres dimensiones: la del preguntar trascendental, la interper­
sonal y la mundana-histórica, la fórmula ha de entenderse como ontoló­
¿7. Se aprecia la diferencia de nuestro planteamiento antropológico al compararlo
gica por ser la ampliación de la fórmula fundante relacional-ontológica con un texto de K. Rahner; "Para la autocomprensión cristiana, el hombre como el ser-de-
para la creaturalidad: concretiza al interior de la creación el ser de la libeilac delante de Dios es radicalmente aquel cue dispone de sí mismo, que en libertad se
persona como totalmente referida al Dios incomprensible y expresa cómo coloca a sí mismo en su propia definítivid ad, y que se encuentra en la posibilidad de
es relación a Dios. También aqui, por consiguiente, la relación precede a disponer de si mismo y de determinarse a si mismo de tal manera que resultan dos defini-
tividades absolutamente diferentes idénticas al. mismo hombre: el hombre en la salvación
la substancia (cf. L 1-2j, aunque en otro sentido: la autopresencia en
o en la desgracia absolutas"’, Experiment Mensch> Schriften VIII, 1969, 269. El problema
sentido propio esta constituida por su ser relación a Dios; en sentido es que una persona que no es ella misma «trascendencia», tampoco puede colocarse en la
«desgracia absoluta.». Rahner hasta llama al hombree] «íaber sui ipsius», ibid., 270. Esta
es una exacerbación del concepto del c<sujeto».
1L2 DtOS EN MEDIO DE NOSOTROS II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA KN EL ENCUENTRO 113

su realidad relacional. DeL cómo concreto depende la autenticidad o de que disponemos para dar cuenta de la experiencia y para compartirla.
inautenticidad de la autorrealización. La necesidad del preguntar trascen­ No puede haber una sistematización de la experiencia, sino tan sólo una
dental deriva de la forma misma de nuestra fórmula antropológica: la ordenación sistemática de su fenomenología. Esta última la queremos
fórmula no representa una autorreahzación concreta en el preguntar intentar captar en lo que sigue.
trascendental, sino la autorreaLización en cuanto tal en el preguntar tras­
cendental. Como fórmula ontológica ya no es cuestionable y no es posi­
ble ir más allá de ella. La autorreahzación histórica de toda persona hu­
mana se da según esta fórmula y no al margen de ella. Además, la fór­ 3, LA EXPERIENCIA DE «SER SANADO» EN EL
mula integra la realidad relacio nal histórica en la estructura ontológica.
ENCUENTRO IN TE R PE R SON AL
Esta integración fundamenta la responsabilidad de la persona por su
realidad reLacional y se la asigna como tarea de la que la persona no
puede sustraerse, porque esta realidad no es separable de su búsqueda
Son posibles y se dan en la realidad los encuentros más diversos. Sin
por sí misma. Por consiguiente, la relación entre ontología y autorre a li­
embargo, el lugar más privilegiado para encontrarse a sí mismo y para
zación histórica es ella misma el contenido de la estructura ontológica.
devenir ccyo» es el encuentro con el «tú». En este encuentro se expresa de
Podemos condensar la fórmula antropológica en una fórmula abre­
la manera más clara y más radical que la persona es relación a otros49.
viada: la persona es «autopresencia-en-relación ». Esta form a de la fó r ­
Por eso. en esta presentación antropológica concisa, queremos tan sólo
mula puede fu n g ir como concepto de persona.
dibujar una fenomenología del encuentro «yo-tú», ordenándola con la
Si aplicamos la fórmula aqui propuesla a la fenomenología de la ex­
ayuda de la fórmula antropológica. El acento recae en la estructura del
periencia del encuentro, podra cumplir con la función de la «cuchilla»
encuentro. Precisamente por esto no puede darse una contradicción con
superior de las tijeras, para ordenar la experiencia y para evaluar la auto-
otros datos fenomenológicos siempre nuevos.
rrealización histórica del «yo» como algo que le corresponde y lo cons­
truye o algo que no le corresponde y lo destruye.
La autorrealización Instórica del «yo» en su búsqueda por su propia
3.1 Encuentro y autorrealizarián
identidad es el camino que cada quien ha de andar junto con aquellos con
quienes le toca vivir y dentro de sus propios condicionamientos concre­
tos. Este camino es un buscar y encontrar compartido, alegría en comu­ El hecho de que el «yo» autopresente puede buscarse a sí mismo sólo
nión y dolor ya no comunicable. En el camino nos encontramos a noso­ dentro de sus propios encuentros concretos en su propia historia significa
tros mismos, recibiéndonos de otros como don que nos llena. Tenemos la dos cosas: el «yo» sólo puede llegar a si mismo llevando consigo su
impresión de poder tocar el misterio siempre elusivo del hambre en el realidad personal-histórica en su totalidad en el camino hacia su identi­
nacimiento de un niño, y a la vez no podemos nunca con el dolor de dad; sólo en este condicionamiento histórico puede llegar a ser «yo». Las
tener que soltarlo o devolverlo. Nos ahogan las palabras que no podemos posibilidades ilimitadas que la persona misma es en cuanto «yo» que
decir a nadie, a la vez que encontramos la plenitud en la comprensión sin pregunta trascendental mente, tienen que desarrollarse y mostrar su valor
palabras. Depositamos una esperanza imposible de cumplir en otros, y dentro de su constelación histórica limitada, es decir, yo me convierto en
desesperamos de ellos y de nosotros mismos. Juntos reímos y Lloramos y este «yo» siendo presente a ra í mismo en mi mundo concreto y encon­
siempre nos quedamos vacíos de nuevo. Todo esto es experiencia que tan trándome en él. De cieno modo soy tan Limitado como lo es mi condi­
sólo puede ser descrita y narrada. Tanto la descripción como la narración cionamiento50. Sólo así es posible que este condicionamiento sea de
son signos de nuestro intento de alcanzar reflexivamente ta experiencia,
y ambas se quedan cortas48. Sin embargo, aun asi son los únicos medios futura nunca adecuadamente tematizables” , K.. Rahner, Bemerkungen zur Gotteslehre in
der kaikoUschen Dogm atik, Schriften V II], 177.
49. Cf. M. Friedman. o. c. [nota 7], 5S—58
50. Cf. J. R. Sanabria, o c. [nota 10], 135s.; K.. Rahner, Dignidad y libertad del hom­
48. “ [...] siempre sabemos más de lo que ya hemos sistematizada, y este í<rrás» no bre, Escritos l[, 249s.; er el Curso fundam ental, 63, Rahner percibe esta limitación con
sistematizado de nuestra experiencia originalmente plural no se convierte en una adición a mucha claridad: “ en CLanto él [cl hombre] experimenta su condicionamiento histórico
lo sistemáticamente captado, sino cue es su cuestionan iento, su amenaza y su corrección como tal, en cierto senlido está ya más allá, -del mismo y, sin embargo, propiamente no
114 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s II. L A PERSONA —BUSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 115

verdad el mío. Soy, por así decirlo, «yo» gracias a este condicionamiento 1. Todas las posibilidades del «yo», la búsqueda trascendental que el
concreto51. Escucharnos a menudo el lamento: “ No puedo con esta situa­ «yo» es, se concentran en este «tú» único5*: en la persona que está con­
ción, porque los demás no me dejan” , o afirmaciones como éstas: “ Si se migo, que en este momento está delante de mí y con la que ahora entro
me diera la oportunidad, podría lograr mucho más"; “ Una vez que haya en relación. Ésta no es una relación cualquiera, sino la que corresponde a
salido de aquí, todo será diferente” . Quienes dicen esto no han entendido la "búsqueda de La identidad de mi «yo» que ahora sólo puedo encontrar
que las circunstancias en las que se encuentran son Las suyas propias, y en este único «tú».
que sólo en estas circunstancias son «yo». Se necesita cuestionar tras­ 2. E l encuentro es aceptación mutua. Se da sólo cuando el otro me
cendentalmente el propio condicionamiento, pero no por eso puede abo- acepta a mi como yo lo acepto, en compenetración mutua, en transparen­
lirse. No existe un «yo» que pueda escoger soberanamente su propio cia mutua y por eso en el ofrecimiento mutuo de un nuevo «yo». Sólo
condicionamiento o pasarlo por alto. Pero, por otro lado, también es puedo devenir <cyo» cuanco me es permitido condensar todas mis posibi­
posible que «gracias» a esle condicionamiento quede como un «yo» lidades en este «tú». Esto no excluye que en otro tiempo y en otro lugar
atemorizado e incapaz de relación. cuestione yo trascendentalmente a este «tú» y así a mí mismo, pero sí
Le debo mi ser-yo a mi condicionamiento total, no sólo a las cir­ excluye que sea capaz de encontrar mi propia identidad en un proceso
cunstancias geográficas, políticas, económicas y culturales, sino también que no sea el del encuentro.
a las personas con quienes me encuentro y con quienes convivo52. Esto i. Ser «yo» es lo mismo que ser libre. La búsqueda que soy es libre
significa, en primer Lugar, que no estoy ante estas otras personas como y, por consiguiente, es libre también mi encuentro contigo en aceptación
un «yo» ya hecho, sino que por ellas y con ellas me hago yo mismo, de mutua. De ahí que el encuentro sea don, un libre ofrecerse al otro y así
una manera concreta y limitada Significa además, que en el encuentro recibirse de él.
interpersonal devengo tanto más «yo» — en una diferencia cualitativa — V. EL encuentro es creador. En él acontece la creación del nuevo
cuanto más limitado y por ello intenso y excLusivo sea el encuentro. Ésta «yo» de ambos. Es cierta que cada una de las dos personas entra en el
es La razón por la cuaL el lugar privilegiado del devenir-yo no sea un encuentro con una identidad previa, pero aun así el encuentro ilumina y
encuentro con «otros», sino el encuentro con el «tú». En este encuentro, transforma La realidad personal que antes tomaba por mía y la convierte
las posibilidades de cada uno se concentran y se concretizan de modo en algo nuevo. En el proceso creador del encuentro aprendemos que
insuperable. Podemos distinguir cuatro características fundamentales del tanto el «yo» anterior al encuentro como el que brota de él es tan sólo
encuentro: preliminar. En cada nuevo encuentro mi «yo» es creado como nuevo.
Esta última característica del encuentro nos lleva a comprender algo
diferente: tengo acceso a mi propia identidad como «yo» sólo cuando tú
la «creas» para mí. Sin embargo, el encuentro en el que suceda esta
«creación» no puede sostenerse, porque soy pregunta trascendental por
mi mismo. El «yo» que hoy me regalas es tan sólo un trampolín hacia el
puede abandonaría” . En et mismo Cursofundam enial, í l , sin embargo, se vuelve a mos­
trar su apreciación ambigua ds la historia, cuando h£.bla de la “ alienación mundana del
«yo» que puedo devenir mañana en un nuevo encuentro con otro «tú»54.
sujeto” . Hab'ía qje distinguir entre la «distancia» que el «trascender» pone entre el mun­ Por consiguiente, no solamente buscamos nuestra identidad, sino que la
do y el sujeta, y la expresión poco clara de la «alienación mundana». Sabré la distancia cf.
M. Buber, U rd isíara u iu t Beziehung [nota 10J. 4L2-416.
5L. El condicionamiento concreto tiene que ver con la corporalidad, c f K.. Jaspers,
Phüosophie U, 27; J R. Sanabria, o. c., 175-183. Sobre el tema de lo limitante del condi­
cionamiento histórico cf. K. Jaspers. PJiilosophie IF, 118-120; Phüosophie /, 15. Bjber 53. K. Jaspe~s, Phüosophie1.25 habla de la búsqueda que aumenta la disponibilidad
expresa; lo esencial así: “ Man may masier as he will his situation, to which his surroun- para recibir el ser abi donde habla a la conciencia; P. Lain Entralgo, La empresa de ser
dings also belong, h.e may withsland ¡t, he may alter it, he may, wher. it is necessary, hombre, Taurus, Madrid 1-963- 270, usa la imagen de la sed, igual que E. Bloch, Das
exchange it for another. but the fu giti ve flight oul of the claim of the situation into situa- Prinzip Hoffnung, Suhrkamp, Frankfurt am Main 1959 [Traducción: E l Princip io Espe­
tionless-ress is no legitímate affair of man. And the tme ñame of all paradises whicb man ranza I- ili , Aguijar, Madrid 197") I, 9,49, aunque en otra parte hable del “ afecto funda­
ere ates for híirself by chemical or other rncans is situationless-ness” , M. Friedman, o. c. menta1. hambre»-, H, 79. Cf. también J. R. Sanabria, o. c. [nota 10], 210.
[nota 7J, A2, sin indicación del lugar de la cita. 54. K. Jaspers, Phüosophie I, 14, muestra aquí una linea interior de ruptura: como
52. "La relación «yo-tú» siempre ha de entenderse dentro de la situación muy con­ existencia posible soy un ser cue se comporta ante su posibilidad y que como tal no existe
creta y dentro de la realidad de vida de los que participan en él” , M. Friedman. o. o., 33. para ninguna conciencia.
116 DlOS EN MEDIO DE NOSOTROS
II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ VII5MA EN EL ENCUENTRO 117

buscamos siempre y siempre de nuevo. Lo que se sostiene no es el en­ Como yo-en-devenir, l a persona deviene «yo» tanto en el encuentro
cuentro, sino la pregunta55
interpersonal, como en los cambios histérico-sociales que se dan en su
Desde ahí se entiende mejor la «autorrealización». Soy yo-en-devenir
entorno. En ambos sucesos deviene «yo» a partir de un determinado
que pregunta írascendentalmente. Me es perfectamente imposible ser punto de partida, y cada vez el devenir «yo» es consecuencia de que
presente a mí mismo sin cuestionar trascendentalmente mis condiciona­
recoja, realice o «encame»- sus difusas posibilidades y capacidades. Los
mientos concretos - y por ende también mis encuentros concretos - y asi
dos aspectos del proceso se completan y se condicionan mutuamente,
transformarlos56. E l condicionamiento histórico es el punto de partida, a aun cuando no coincidan temporalmente. Lo que los une es el hecho de
partLr del cual soy autopresencia a La vez que devenga autopresencia
que en cada caso l a persona llega a ser ella misma sólo «gracias» a otro y
nueva. Esto no vale solamente para una situación determinada en la que
otros; gracias a uno o vanos «tú», o a una serie de circunstancias.
ahora rae encuentre, sino para todas las situaciones. Veamos dos ejem­
plos: el indígena mexicano es autopresencia como alguien a quien se le
tutea condescendientemente, a quien no se le escucha y a cuyas necesi­
3.2 Encuentra y transformación
dades no se presta atención A él no le extraña que esto sea así; sólo le
extraña cuando alguna vez no es así. A él le parece algo dado por volun­
A causa de nuestra estructura ontológica, a cada uno de nosotros sólo le
tad divina el que ejecute sus danzas con plumas y sonajas en los semáfo­
queda la posibilidad de escoger entre una u otra manera de objetivar su
ros, mientras otros paran sus carros de lujo con el alto. También a los que
«yo» - de «encamarlo». La objetivación «encamada» como tal es irre-
andan en los coches de lujo les parece obra de la divina providencia que
nunciable, porque pertenece a mi ccyo» en cuanto identidad. No sólo me
se reclinen en los asientos y no encuentren tan de repente unos centavos
es imposible hacer abstracción de la objetivación, sino que ésta es a la
que puedan ofrecer a Los danzantes. Todo el comportamiento ulterior, eL
vez el criterio de autenticidad de aquello que experimento como mi
del indigena y el de los ocupantes de los coches, toma su forma a partir
ccyo»), Aqui se vislumbra algo nuevo: el ser «yo» necesariamente se ex­
de estas dos posiciones. La pregunta es, ¿cómo llegar a ser nuevo a partir
presa en un mundo de relaciones y en determinadas acciones, pero aque­
de un cruce semejante?
llo que se expresa no necesariamente es el «yo» de la autopresencia'. el
Soy yo-en-devenir y asi autorreahzación de suerte que no puedo re­
ser-así ni encama toda la autopresencia, ni necesariamente la encarna tal
nunciar a esta autorrealización y que tampoco los otros pueden quitár­
cual es. Por ser pregunta trascendental, la autopresencia incluye la supe­
mela. Aun cuando alguien me obligue a algo o rae impida realizar algo,
ración o la relativización de su propio condicionamiento histórico que es
quien me haga esta violencia no podrá lograr que no me dé cuenta de la
su punto de partida. Es al mismo tiempo el querer-ser diferente, la con­
imposición y de la restricción. M i autorrealización, entonces, consistirá
ciencia del deber-ser diferente y el dolor de poder-ser tan sólo éste y no
en saber que soy «víctima» de aquel otro5' y en cuestionar esla situación,
otro. La superación y la relativización de la propia realidad, por ser un
En último término, la autorrealización del «yo» en cuanto pregunta tras­
aspecto de la autopresencia que pregunta Irascendentalmente, incluye,
cendental es la raíz de todo cambio histórico, y este cambio sólo puede
por consiguiente, un juicio de vaLor sobre esta realidad y sobre la auto-
producirse por y en el encuentro con otros.
presencia en cuanto tal
Este aspecto hay que verlo ahora dentro del proceso de devenir del
«yo». Cuando objetivo históricamente el «yo» de mi autopresencia y
¿5. Ser alguien que pregunta es el con ceñido fundamental de la ccrcicnca, K.. Jas­ cuando luego, en el mismo acto de la objetivación, relativizo este «yo»
pers, ibid. cuestionándolo, no puedo objetivar el «yo» que soy, sino tan sólo el «yo»
56. Para K. Jaspers, Pkücscphie I/, 253, es cl «<estar-allí» lo que es histórico y por eso
que estoy deviniendo. Dos procesos se están condicionando mutuamente:
no consumable e inquieto, de manera que mienlras dure su tiempo nunca cesará la exigen­
cia de llegar a ser dife remo. el proceso de la traducción de la autopresencia en su objetivación y el
57. En este sentido es perfectamente imposible que alguien «renuncie») a sí nmsmo o proceso de devenir siempre más «yo» mismo. Este doble proceso arranca
a su «yo». Cf. lo que explica E. Drewermann, Kteriker. Psychctgramm eir.es ideáis, Wal- del condicionamiento histórico (el preguntar trascendental desde este
ter, Olten-Freiburg im Breisgau 51990, 47-83 [Traducción: Clérigos. Psicodranw de un punto de partida determinado) y regresa a este condicionamiento (objeti­
\deai, Trotta, Madrid 1995]. El problema psicoana":tico de la renuncia al propio ayo» que
vación de este concreto yo-en-devemr}. La no-identidad del «yo» que
describe Drewermanr, aparece también er. nuestra antropología en la forma de autotíes-
trucción o autoalienación, porque está en contradicción con la fórmula antropológica.
objetivo históricamente con mi autopresencia no es eliminable; cambia
118 Dios e n m ed co d e n o so t r o s 11. L A PERSONA - 3 ÚSQU EDA □E S í MI SMA EN EL F.NC1 J ENTRO 1 19

constantemente según eL cambio de mi autopresencia, pero puede no y estoy contigo, y sé que asi es. El encuentro representa de modo espe-
reflejar cambios determinados de mi autopresencia. Esto explica, por ciaL aquel La dimensión en la que puedo comprender quién soy y en La que
ejemplo, nuestra posibilidad de mentir y engañar. Hay más: toda trans­ soy realmente capaz de objetivar esta autopresencia en ti y en tu reaLidad.
formación de mi «yo» objetivado está provocada por la aceptación o el Si esto es así, entonces el encuentro también es la dimensión en la que
rechazo que otros me manifiestan. Esto activa otra vez la pregunta tras­ acontece la máxima liberación del «yo» de mi autopresencia.
cendental y me presenta de nuevo la tarea de cambiar. Desde este doble
proceso se iluminan muchos aspectos de la realidad que experimenta­
mos; el cambio personal, sea positivo o negativo, la conversión (también 3.3 Encuentro con este « t ú » único
en su sentido religioso), el arrepentimiento, la esperanza, las metas que
nos proponemos una y otra vez58y que revisamos una y otra vez. En su dimensión más profunda, cada encuentro es único e incomparable
Ames de servimos de estas reflexiones para comprender el proceso con cualquier otro. Todas Las posibilidades y capacidades del ccyo» que
de encontrar eL propio «vo» en eL encuentro interpersonal, es oportuno todavia no se han concretizado - y que por esto tampoco se han realiza­
hacer dos observaciones complementarias: do - se concentran en una única persona como en un foco. Con una in­
1. El ccyo» de la autopresencia, que se objetiva en un «yo encama­ tensidad única soy «yo» en la relación a este «tú» único. Sólo en él en­
do:-:» del que no es separable aunque los dos nunca puedan ser idénticos, cuentro mi propia identidad. Todo encuentro «yo-tú» que Llego a experi­
es Ubre en cuanto que a la vez está ilimitadamente abierto y es capaz de mentar posee, aunque en grado y modo diferentes, esta característica de
cambio, sin que pueda deducirse de ninguna otra cosa este cambio. La mi único ser-yo sólo contigo, en este momento.
libertad de la persona pertenece a su autopresencia, ta cual es cualitati­ En un prim er aspecto, esto implica una reducción de mi realidad per­
vamente diferente de su propia objetivación histórica. Si es libre el «yo» sonal porque, después de todo, no es verdad que de tantas personas a
autop res ente que se objetiva necesariamente a sí mismo en sus relaciones quienes conozco se haya quedado sólo ésta única, ni que todas se hayan
y acciones concretas - y si es libre de tal manera que esta libertad no le reducido a ti. En realidad, los demás sólo han sido desafocados por un
puede ser concedida o quitada por nadie entonces también La expre­ tiempo. Por otro lado, resulta que esta reducción es La condición de posi­
sión objetivante de esta autopresencia es libre y, por consiguiente, res­ bilidad para la máxima intensificación de La experiencia del encuentro.
ponsable. La realidad que objetivo es mi realidad propia, de la que he de Este aspecto puede observarse, por ejempLo, en las modos de comporta­
responder delante de ti y de otros. Esta formulación misma, sin embargo, miento y de conversación en grandes recepciones sociales. Se le agrega
ya implica que mi libertad no es algo que siempre ya está ahí, sino que un segundo aspecto: el «tú:), en quien encuentro mi identidad, se con­
deviene sólo en esta situación mía junto con estos otros, iguaL que mi vierte en el criterio para la interpretación de La totalidad de mi realidad
misma autopresencia55. relacional interpersonal e historie o-social. M i realidad entera pasa por el
2. Si, como dijimos arriba, mi devenir ccyo» tiene Lugar privilegia­ filtro de este «tú»-. Todas mis relaciones al exterior reciben de él solo su
damente en el encuentro con el «tú», esto tiene que ver con el hecho de sentido: mi trabajo, mis metas, mis éxitos y fracasos. Porque tú me das
que en el encuentro «yo-tú», el «yo» de la autopresencia y el «yo» obje­ sentido a mí, también le das sentido a todo lo que tiene que ver conmigo.
tivado «encarnado» sean más próximos a ser idénticos. Te pertenezco a ti Veo con tus ojos, y todo lo que veo tiene que ver contigo. Tú eres eL
centro de mi autorrealización y por eso también el centro de mi realidad.
Haberle encontrado a este otro significa pertenecerle y estar referido a él
58. K_ Jaspers, Philosophie I!, 125. parece ver algo semejante cuando escribe que en
la conciencia histórica hay situaciones {jetercrinadas por la necesidad que son realmente en la totalidad de lo que me concierne. Esto explica por qué nadie logra
posibilidades <1e la ibertad. Va nos hemos decidid-o, estamos dentro de una situación separar a dos enamorados; pero esta característica estructural del en­
decidida, y rto obstante na se acató la decisión, sin» que se mantiene toda la vida. cuentro explica también la relación de un enfermo grave con su terapista;
59. Entonces, la persona no es «libertad trascendental» como quiere K. Rahner, sino la de un anciano con la persona que lo cuida, o la coexistencia de una
que su ser-libre sólo acontece cr. concreción histórica a partir de otros, cf. B. Andrade,
pareja cuyo matrimonio ya desde hace mucho ha dejado de funcionar.
¿C rea ció n ? - ¿P e c a d o ?, Universidad Iberoamericana-Libren a Parroquial, México 1993.
1 14. No es suficiente cl que Rahner al irme cue la persona está Ja mbién siempre referida a
En el desplazamiento del centro desde el ccyo» de la autopresencia
su historia para saber quién es, Dignidad y libertad d el hombre. Escritos |[. 247. Ya la hacia el «tú» tiene lugar una transformación que engloba todo, una trans­
formulación con su también cursivo en cl original -da por lo menos la posibilidad de formación del «yo» que pregunta trascendental mente y del «yo» objeti­
interpretar la historia como algo agregado.
120 DIOS fiN MEDIO DE NOSOTROS II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 121

vado «encarnado», y por eso también una tiansformación de La actitud cuanto tal, sino que es también una sustitución de los valores: tus valores
hada los demás y de] comportamiento dentro del entorno concreto. Po­ ahora son los míos y al revés. La «sustitución» de mi realidad histórica
demos expresar esto así: eL ser-más que resulta del devenir-más-yo en e] por la tuya62 representa la palpabilidad objetiva del encuentro, que des­
encuentro con este cctú» único, se objetiva necesariamente en un hacer borda el contenido meramente subjetivo y se extiende a toda la red rela­
que cambia el estado anterior de las relaciones y de las cosas. cional, y esto doblemente, en el «yo» y en el «tú».
A l mismo tiempo es cierto que cada uno de los dos que se encuentran
no solamente es mediado por el «tú», sino que el proceso del devenir-yo
3.4 El encuentra en aceptación mutua toma la forma de un proceso de ser-mediado cada vez más por el «tú».
La meta de este proceso de reciprocidad dinámica está dada con lo espe­
Las reflexiones que hemos hecho hasta ahora pueden suscitar La impre­ cífico del encuentro mutuo: con la mediación mutua del «yo», que tiende
sión de que se tratara de aspectos puramente subjetivos, en los que no hacia una «sustitución» creciente y finalmente máxima de cada «yo», de
puede distinguirse con claridad si alguien se imagina una cosa, o si real­ sus valores y de su realidad histórica. Esta mediación mutua del «yo» es
mente sucede algo. Esto cambia al considerar La reciprocidad deL en­ experimentada como un «yo soy para ti» y un «tú eres para mí». Cada
cuentro «yo-tú»60. Todo cuanto hemos dicho hasta ahora del «yo» de la uno se convierte en la meta más profunda del otro, en una meta que se
autopresencia, le corresponde también aL «tú». Por consiguiente, debe­ expresa simultáneamente en un ser-para-devenir y en un hacer. Tanto el
mos poder explicar que la transformación que introduce el encuentro es «yo» como el «tú» quieren caminar cada vez más hacia el otro, significar
simultáneamente la transformación de dos personas51, y esto tanto en la más para él, adherirse más a él e integrarse ilimitadamente en el proceso
dimensión del «yo» de la autopresencia. como en La dimensión del «yo» de la mediación mutua del «yo», que toma la forma de búsqueda de
objetivado. totalidad. Sin esta característica estructural el proyecto común de vida
El «yo» y el «tú» experimentan simultáneamente que su autopresen­ compartida que llamamos «matrimonio» resultaría impensable desde el
cia Les está siendo dada por eL otro. Esto es Lo que provoca la intimidad principio.
incomparable entre ambos, que toca el interior de su experiencia de sí Aquí encontramos la dimensión más profunda de la apertura de la
mismos. Cada uno es «yo» por este otro y gracias a este otro. Cada uno persona hacia otra a la vez que descubrimos otra faceta de la objetivación
es para el otro e] mediador del propio «yo». necesaria del «yo» de la autopresencia: la objetivación de mi «yo» me­
El oíro se adentra en el interior de la autopresencia de cada uno: yo diado por ti y orientado hacia ti como mi meta, tiene la finalidad de
soy tu manera de verme y tu experiencia del «yo» que he objetivado. De transformar la situación histórica concreta en una realidad para ti. Cada
.a misma manera tú eres mi experiencia de ti, mi manera de verte y mi uno de los dos, al experimentar que su realidad es realmente suya sólo
apertura hacia ti. Nos creamos mutuamente como un yo-mediado-por-ti. cuando es «para ti» - cuando tú puedas desarrollarte y tener paz en ella -
El proceso de "a mediación mutua tiene algo de «sustitución»: yo me hace todo lo que está en su poder para lograr que aquella realidad en la
adentro en ti y llevo tu vida, y tú te adentras en mí y llevas La mía. Esta
«sustitucióre» no concierne solamente a la autopresencia, sino también a 62. Que no pueda tratarse de que alguien «sustituya» su realidad por la del otro de
su objetivación y es un aspecto de lo que más arriba hemos llamado el manera que el otro esté prácticamente bajo la compulsión interior de dejarse quitar su
devenir el «centro de vida» el uno del otro. Así como eí «yo» de mi realidad propia, es algo que subraya particularmente M. Buber: “ para el sentido del ser
humano todo depende de que cada uno considere al otro tal cual es, que no obstante toda
autopresencia es mediado por ti, también lo es mi realidad entera. Im­
su voluntad de influenciarlo lo acepte incondicionalmente y lo confirme en su ser-este-
portante, vital y válido para mi es todo lo que Lo es también para ti. Por hombrc-concrcto, en su scr-hecho-asi. Entonces, el rigor y la prolundidad de la individua­
consiguiente, la «sustitución» no toca solamente la autopresencia en ción humana, el ser-diferente elemental del otro no es tan sólo reconocido como mero
punto de partida, sino que es afirmado para cada ser concreto. La volundad de ejercer una
influencia, por consiguiente, no significa el intento de cambiar al otro, de inculcarle mi
60. M. Buber, Yo y tú (nota 2], 1ú, ve la ic'ación como reciprocidad. M i «tú»- influye propia «razón», sino el intento de hacer germinar y crecer por mi influencia, en la forma
en como Lam bién yo influyo en él.
m í, adecuada para esta individuación concreta, aquello reconocido como justo y verdadero,
61. “ Conozco un sci-interpelado, al «que realmente yo mismo contesto interiormente que por eso mismo debe encontrarse también en la substancia del otro” , Urdistanz und
con la realización de mi ser [...]. Nunca estoy más seguro que yo s-oy que cuando estoy en Beziehung [nota 10], 421. No aparece en Buber, sin embargo, que el encuentro es siempre
plena disponibilidad hacia el otro, de manera que devengo yo mismo, porque £...J lambién desde el principio una autodonación mutua, de suerte que cuando se manifieste la volun­
el otra deviene ci mismo", K Jaspers, Phüosophie 1 , 16. tad de influenciar al otro, no pueda hablarse de un encuentro.
122 Dios e n m e d ro d e n o s o t r o s II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 123

que entró primero sólo por «sustitución», se convierta en una realidad tro, estamos presuponiendo que tanto el «yo» como el «tú» están, en este
que auténticamente le corresponda al otro. momento concreto, dispuestos a dejarse Liberar por este otro y sólo por
él, para devenir un «yo» autopresente. Las fases del proceso de devenir-
yo de cada uno deben, por consiguiente, ser compatibles para que pueda
3.5 E] encuentro como don suceder un encuentro. Este rasgo ayuda a comprender por qué las amis­
tades pueden desvanecerse y volver a renovarse; por qué los casados
La mediación de la propia identidad por el «tú» y el tener su meta en el pueden alejarse el uno del otro hasta convertirse en extraños y años des­
otro no constituyen datos que ya se encuentren siempre en la autopresen­ pués volverá encontrarse.
cia, sino que se derivan a posterior i de la reflexión sobre la experiencia E l hecho de que dos personas, formadas ya cada una como un «yo»
vivida. En esta reflexión son comprendidos como parte integrante del en otros encuentros, en otro condicionamiento histórico y en otra historia
proceso de devenir que corresponde a la persona como un «yo» que personal, puedan unirse en un mismo tiempo y espacio en un mismo
pregunta trascendentalmente y que es búsqueda de sí mismo. Los conte­ proceso y proyecto de devenir, indica a primera vista algo meramente
nidos de la experiencia, sin embargo, son un don, igual que el mismo externo: nos sucede un encuentro que nunca hubiéramos podido provo­
encuentro. Lo que le corresponde al «yo» de la autopresencia como tai y car nosotros mismos. Pero este factor externo es superado en mucho por
a priori es la libertad concreta6' El decir-yo de la persona en cuanto acto el interno.
de preguntar ¡trascendentalmente es a la vez la manifestación más espon­ El factor interno consiste primero en la disposición simultánea del
tanea y más libre de su libertad. Por consiguiente, si designamos a la «yo» y del «tú» de emprender la tarea de devenir libre junto con este
persona como búsqueda trascendental de su propio «yo», la designamos único otro. Se trata de la decisión de dejarse liberar por este otro y para
como búsqueda de su propia libertad. Dicho con otras palabras: como este otro. TaL decisión de alguna manera ya contiene el don del propio
autopresencia libre soy presente a mí mismo tan sóLo como alguien que ser-libre al otro.
deviene un «yo» libre. La manera concreta de mi ser y devenir libre Lo imprevisible y no manípulable del don del propio ser-libre pro­
depende de mi condicionamiento historie o-social. A causa de la necesi­ viene del hecho de que el ser-libre y eL devenir-libre le corresponden a la
dad ontoLógica de la autopresencia libre de «encamarse» objetivamente, autopresencia que pregunta trascendentalmente. El acento recae precisa­
podemos también decir: soy tanto más libre, cuánto más auténtica Llegue mente en el don imprevisible del encuentro, en la experiencia desbor­
a ser mi autorrealización en reLación con los demás y dentro de mi con­ dante de que tú me hayas regalado tu ser-líbre, para que yo pueda ser
dicionamiento concreto. Para el encuentro ccyo-tú» esto significa que sov Liberado*35; que tú me hayas liberado para ti - y por eso para ser «yo»,
tamo mas «yo» autopresente, cuanto más tú me hayas liberado para mi cuando decidiste ser liberado por mí. Esto ya incluye la comprensión de
propio ser-libre64. que para la persona en cuanto búsqueda del propio ser-libre en el «tú», la
La experiencia de la mediación mutua y del tener su meta sólo en el libertad y la Liberación se identifican. Ser liberado por ti es lo mismo que
otro puede darse únicamente en el encuentro entre un «yo» y un «tú» ser liberado para ti, y esto es ser libre.
libres. Sin embargo, cada «yo» libre es un proceso de devenir cada vez Es demasiado evidente que la liberación mutua «por ti» y «para ti»
más Libre y por eso cada vez más «yo». Nuestras reflexiones anteriores no afecta los condicionamientos exteriores. No cambian el condiciona­
han mostrado que el encuentro «yo-tú», por lo menos en este momento y miento concreto de cada uno, ni las relaciones interpersonales, ni la pro­
hasta que sea cuestionado trascendental mente, representa la máxima blemática de cada uno. ALgo cambia, sin embargo: la interpretación y la
reducción y concentración del «yo» a un solo «tú». Si. ahora queremos comprensión de 3a realidad propia y de La del otro, y ésta es la razón por
tematizar ja Lioeración para ser «yo» que acontece en el mismo encuen­ la que pueden también producirse cambios exteriores reales. Aquel que

65. EC Rahner, GoiteseijlTiknMg fieute, Schrilicn JX, 169, habla de la experiencia del
63. “ El hombre está sobrecargado y encargado a su libertad, esta libertad es creadora amor personal y del encuentro, en la que la persona se da cuenta, en felicidad y temor, de
y su creatura es el hombre mismo en su defimtividad” , K. Rahner, Experim ent Mertsch, que ha sido aceptada de manera absoluta e incondicional. Para esta aceptación no puede
Schriíien V Iti, 270. Rahner agrega que la acción lib-c del hombre se convierte en la aducirse ninguna razón. La experiencia de la aceptación es a la vez un darse cuenta que
determinación íntima. de su ser. nosotros queremos al otro de la tr.isna manera, lista experiencia tiene su fundamento en
64. También J. R. Sanabria, o. c. ¡nola 10). 133s. subraya que la libertad concreta de'. una incomprensibilidad que se encuentra demro de la misma experiencia de amor, a la vez
hom:rc. objetivada en su contomo concreto, es íióerntiór, del hombre por el otro. que es diferente de elta.
II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 125
124 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s

por la mediación del don del encuentro ha sido liberado p ara su propia
3,6 E l encuentro creador
autopresencia, ha sido liberado simultáneamente de la presión y limita­
ción de su situación histórica. La puede comprender ahora, aun en su
persistencia exterior, como un reto de autorrealización, en eL que su Cada quien entra en el encuentro tal como es: se ofrece a sí mismo si­
nueva liberación ha de consolidarse y de ponerse a prueba. Tiene ahora multáneamente como autopresencia y como un «yo» objetivado, «encar­
la capacidad de enfrentarse a su situación como alguien libre y liberado. nados). Desde la no-identidad insuperable entre el «yo» de mi autopre­
Sus proyectos concretos, su trabajo y su convivencia con los demás han sencia y mi «yo» objetivado, te pido que me digas quién soy. Tú me
sido iLuminados por el «tú», que es su «liberadora. Esta experiencia contestas: me perteneces a mí. Al volver a reflexionar estos aspectos
encierra al mismo tiempo la comprensión de una nueva meta: La meta de descubrimos algo nuevo: de la no-identidad de la autopresencia con el
servirte a ti y a otros para que queden liberados. Cuán real pueda ser el «yo» objetivado brota algo mis que el dinamismo en el que cuestiono y
cambio en una situación incambiable puede desprenderse del siguiente corrijo mi <cyo» objetivado desde la autopresencia, para luego volver a
ejempLo: una joven de 28 anos, a quien las dos piernas le han. sido am­ objetivar mi autopresencia siempre nueva. Es la autopresencia la que
putadas y por la que nadie se preocupa, encuentra en el pasillo del hos­ tiene la primacía. AL decir «yo», parto del presupuesto de que los demás
pital a un joven que se interesa por ella, que no la deja y también La sigue me perciben de la misma manera como soy presente a mí mismo. Desde
visitando en la casa de asistencia a la que es trasladada. Únicamente esto mi autopresencia no puedo dudar de que aquello que concibo como mi
Le da el valor de enfrentarse a La vida y la libera para la tarea de llegar a objetivación realmente corresponde a mi autopresencia.
ser para él verdaderamente mujer, no literalmente «media» mujer. También esto vale tanto para el «yo» como para el «tú», pero se da
El acontecimiento liberador del encuentro «yo-tú» consiste en el he­ aqui una diferencia importante. En el encuentro, las dimensiones de la
cho de que me brinda a mí - y a toda nn realidad - un. nuevo sentido y la autopresencia y del «yo» objetivado aparecen intercambiadas. Primero
abre a un proceso ilimitado de ser Libre y ser liberado. A partir de este percübo de ti tu «yo» objetivado, y sólo posteriormente y de manera
acontecimiento, el único sentido que puede tener mi realidad para mi, es distinta tu autopresencia tal como es para ti mismo68. La autopresencia de
el de ser regalo tuyoe'&, porque tú me liberaste para ti y has hecho que ya cada uno es como un espejo en el que se refleja el «yo» objetivado del
no me hunda en lo precario de raí situación. Precisamente por eso el don otro y no su autopresencia.
del sentido no puede quedarse en la mera afectividad, sino que crea la Precisamente porque no soy consciente de que mi «yo» objetivado no
posibilidad de convertir esta realidad en tuya, y confiere la responsabili­ corresponde a mi autopresencia o lo hace sólo en parte, el encuentro
dad por hacerlo. Quiero y puedo liberar la realidad para ti. como signo contigo hace que tu me puedas decir: tal como yo te veo eres para mí. Tú
eficaz de mi agradecimiento67. le hablas a un «yo» que en esta forma nunca ha existido para mí. Me
ofreces este «yo» escondido y potencial, para que yo me reconozca en él.
Entonces, el cuestionar tu ofrecimiento trascendentalmente consiste en
mi aceptación del «yo» que tu has iluminado para mí como mi autopre­
sencia posible. Aquello que más arriba hemos llamado la «liberación»

68. A ’go semejante se ve en el siguiente texto; "imaginemos [...] a dos hombres [...]
sentados y platicando. Llamémoslos Pedro y Pablo y enumeremos las diferentes constela­
tó. “ Soy responsable rfe mi mismo, porque busco mi propio ser, soy consciente de mi
ciones que se dan. Primero ahi está Pedro tal como quiere parccerle a Pablo, y Pablo, tal
propio ser como originario; sin embargo, sólo me recibo a mí mismo coma don, porque m:
como quiere parece ríe a Pedro. Luego hay Pedro tal como realmente le parece a Pablo, es
querer mi propio ser neccsita de otro". K. Jaspers. Pin!os opine fi, 45. Subrayado allí
decir, la imagen cue Pablo tiene de Pedro, la cual por lo general no coincide en lo más
67. Podría agregarse: como testimonio del milagro que me ha sucedido. Tauro K
mínimo con lo que Pedro q-uiere que Pablo vea, y, similarmente, se da la situación inversa.
Jaspers, Philorophie fi, 44, como K. Rahner lian descubierto este aspecto, aur.qjc Ranrter,
Además, está Pedro cal como se aparece a si mismo, y Pablo, tal como se aparece a si
debido a s j planteamiento, relacione este milagro de nuevo con el «misterio de Oios3>, cf.
mismo. Finalmente, abí está Pedro corpóreamente y Pablo corpóreamente. Dos seres vivos
K. Rabncr, ¡Ver ¿st dein Bru der?, Elerder. Freiburg-Basel-Wien 1981,70. Lo que aquí ros
y seis apariencias fantasmales, los cuales se mezclan de múltiples maneras en la conversa­
interesa son dos aspedo-s: el encuentro sucede co-nio un «milagro», porque es dar. por
ción cnlre los dos [.. J” , M. Buber, Eiem ents o f rke Irterhum an, en: Id., The Knowledge o f
completo; y el amor que se da libremenle, en último témrno da algo de lo que no puede
Mar. Karper & Row, New York-Evans ton 1966. 77.
disponer.
126 Dios e n m e d io d u n o s o t r o s II. L a PERSONA - BUSQUEDA Oti SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 127

para el propio ser-vo así podría también designarse corno la iluminación disponer de lo que le falta. Aqui se vislumbra otra cosa que subraya más
del «yo» escondido todavía su limitación y su dependencia de otros: en el encuentro «yo-tú»
Sin embargo, el encuentro muestra lodavía más: tú ves mi «yo» obje­ experimento que ni siquiera puedo expresar de manera directa la bús­
tivado desde tu autopresencia. Es perfectamente posible que el espejo de queda y pregunta que soy, sino tan sólo de manera indirecta. Directa­
tu autopresencia no me refleje en la totalidad de lo que soy, sino tan sólo mente sólo puedo buscar a otro y preguntar por otro. Esto es una para­
en un aspecto del que yo mismo no era consciente Pero aun así resulta doja, de la que tendremos que tratar todavía.
que e l «yo» objetivado que tú presentas a mi autopresencia como lodo el La autorrealización auténtica como un encontrarse a sí mismo sólo es
«yo» que soy, es tu creación. Tú lo creaste er tu propia autopresencia a posible si primero pregunto por ti y no por mí mismo. Precisamente esto
partir del «yo» que era antes de encontrarte. Esta creación coincide con es lo que expresábamos al decir que en el encuentro tú me dices quién
la aceptación mutua y es verdadera liberación, en ía que la realidad histó­ soy y quién puedo ser. Esto, sin embargo, significa también que el libre
rica puede ser aceptada conscientemente y por eso ser cuestionada tras­ don por el que tú me liberas para ser yo mismo, es el único acceso a mi
cendentalmente. Dicho de otra manera: tú me liberas para la conversión propia identidad que tengo. En el fondo esto es tan sólo la última conse­
de mi «yo» objetivado al «yo» de la autopresencia; tú me creas como yo- cuencia de la fórmula antropológica que presentamos al principio.
en-conversión La conversión siempre es conversión a ti que te debo a ti. Desde aquí se comprende que el encuentro histórico «yo-tú», en
Este proceso de liberación y de «creación» abarca toda la red relacio­ cuanto que es la posibilidad de devenir-vo, es simultáneamente un ser
nal tanto del «yo» como del «tú», y necesariamente se objetiva en ella. sanado, una dimensión que está inherente en el lenguaje de Buber, cuan­
Tú me has encontrado dentro de mi situación histórica y me has regalado do habla de la “ palabra fundamental «yo-tú»” , que “ se pronuncia con el
tu ser-libre para llegar a ser liberado por mí y conmigo. «Creación» tuya ser"65. Sólo tú puedes ayudarme a devenir aquel que ya soy en forma de
es, por consiguiente, no solamente eL «yo» de mi autopresencia sino mi búsqueda y de pregunta: un «yo» autopresente. Entonces, también es
realidad entera. Tú «creas» mi existencia entera y me la regalas. cierto que sólo soy «yo» recibiéndome de l i corno don. Para cada uno de
Al cuestionar trascendentalmente tu «creación):- y aceptarla, confieso nosotros, el ser sanado sólo existe como un don imprevisible del que no
que tú eres «mi creador». E l encuentro incluye la conciencia de ser «de­ podemos disponer.
pendiente» de ti de una determinada manera, y de existir inseparable­ Estas observaciones modifican nuestra comprensión del preguntar
mente en unión contigo. Entonces también toda mi realidad depende de trascendental. En su autorrealización, la persona rebasa su «yo» que le
ti. Me pertenece a mí mismo sólo en la medida en la que te pertenece a ti fue dado por el «tú», conviniéndolo er una nueva autopresencia, la cual
y en la que, en el encuentro, ha sido aceptada por ambos nosotros. Éste objetiva, a su vez, dentro de su mundo relacional como un nuevo «yo»
es el aspecto que anteriormente hemos llamado «sustitución» de la reali­ encamado. No puede, sin embargo, rebasar su propia estructura relacio­
dad. No es alienante, sino que cunde en la dimensión personal más pro­ nal en cuanto tal, sino tan sólo este «tú» concreto con quien se ha encon­
funda del encuentro como un ser-nuevo liberado y liberador. trado. La autorrealización, por ser un preguntar trascendental siempre
sostenido, sólo puede darse, por consiguiente, en la forma de rebasarse a
sí mismo hacia un «tú» siempre nuevo, y esto en un doble sentido: hacia
3.7 Ser sanado un «tú» siempre diferente, porque la autorrealización del «yo» necesa­
riamente rebasa cada «tú» en su camino, y hacia un «tú» que en su pro­
Hemos llamado a la persona «búsqueda trascendental por sí misma» o pia autorrealización llega a ser siempre nuevo. En ambos casos sigue
bien «pregunta trascendental por su propia identidad». Esto implica que siendo verdad que sólo de ti puedo esperar ta fuerza creadora de seguir­
la persona no puede encontrar por si misma lo que busca, y que no puede me «creando» como alguien cada vez más sanado y de liberarme para un
contestar a la pregunta que ella misma es Por si sola, como autopresen­ mundo relacional cada vez más humano. Esta esperanza vive del en­
cia, es fragmento. No puede ser completa por sí misma, precisamente cuentra concreto y se convierte en la petición-esperanza de encuentros
porque es búsqueda y pregunta por su propio ser-completo. siempre nuevos, contigo y siempre con otros
En el encuentro con el «tú», la persona expresa precisamente lo que Con esto otra vez hemos dado ccn algo nuevo: el encuentro «yo-tú»
es: búsqueda y pregunta. Espera encontrar en el encuentro lo que le falta. no es «egoísmo entre dos», doble autocerrazón, por así decirlo, sino la
La persona es alguien que pide lo que necesita, porque es incapaz de
69. Yo v fii [nota 2], 13.
128 D[OS EN MEDIO DE NOSOTROS II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 129

forma concreta de la estructura de fa apertura ifim itada constifutiva dejarte, parque dependo de ti para objetivar mi nueva autopresencia en
hacia iodo «tú» humano. mi mundo relacional, que es también el tuyo. Sin embarga, significa al
mismo tiempo que tampoco puedo seguir viviendo contigo de la misma
manera, una vez que te me has regalado. Éste es el punto en el que la
dependencia puede trastocarse en manipulación. Cuando aLguien ha
4 . 1INVERSIÓN: EXPERIENCIA DE NO PODER logrado finalmente encontrar su autopresencia en la relación con otro - y
el don de la autopresencia también puede darse muy a regañadientes - ya
SER SANADO
no puede soltar a este otro, porque Lo necesita para objetivarse en el en­
torno relacional común tal como él es ahora. Por consiguiente, necesita
obtener a todo precio que el otro se conduzca de tal manera que esta
La «inversión») y La «conversión» tiener. en común el movimiento de
objetivación de la autopresencia pueda sostenerse Es impactante presen­
ccdar la vuelta». Son un («darse La vuelta» para ver al otro de Frente o para
ciar tal dependencia en forma de manipulación en alguien que se está
no mirarlo ya a él sino mirar hacia dentro - lo que equivale a volverle la
muriendo, porque entonces la esenciaL ya no puede ser disfrazado: La
espalda a él. En este sentido, la inversión del encuentro es la ruptura que
propia existencia tan sóLo puede seguirse viviendo como manipulación,
pasa por el «yo» de la autopresencia y por toda s il realidad relacional,
porque se ha vuelto totalmente dependiente.
cuando el «yo» o el «tú» - o ambos - cuestionan trascendental mente su
Se vislumbra aquí una linea interna de ruptura que está presente en
encuentro mutuo. El dilema consiste en que el preguntar trascendental-
todos ios encuentras interpersonales. Como toda experiencia humana,
mente, que es necesario, no por eso sucede al mismo tiempo o de modo
también el encuentro «yo-tú» siempre está amenazado y quebrada por
similar en el «yo» que en el «tú»-. Una verdadera conversión puede signi­
dentro. También puede ser pervertido, parque puedo negarme a seguirlo
ficar que te de la espalda y que te deje atrás; y también, aun cuando siga
cuestionando trascendentalmente. En Lo que sigue examinaremos la línea
viéndote de frente, nuestro encuentro puede romperse en la inversión,
interna de La ruptura, guiándonos por las diferentes características del
desde dentro y por sí solo, sin que seamos capaces de impedirlo. X o hay
encuentro.
encuentro sin sufhmiento y sin culpa.
Podemos expLicar la inversión también así: precisamente porque soy
búsqueda de mi propLa identidad y pregunta por ella, pero aL mismo
4.1 Ruptura del encuentra con este «tu» único
tiempo sólo puedo buscarte a ti para recibirme sólo de tí como tu don,
soy búsqueda de encuentros siempre nuevos. Aquí aparece la incompati­
Tú has reunido todas mis posibilidades en ti y me has regalado una nue­
bilidad de aquel ccyo» que y a he llegada a ser por ti, en el ser-sanado que
va realidad, porque me has colocado dentro de la tuya. En este encuentro
te pedí y que he esperado de ti, con el ccyo» de la autopresencia que debo
con ti a o parecia que la no-identidad entre el «yo» de mi autopresencia y
Ifegar a ser en un preguntar siempre nuevo. Quiero quedarme contigo,
mi «yo» objetivada pudiera ser superada, porque tú ya no la percibías.
pero no puede hacerlo, porque ¿ei 3mi pregunta trascendental.
En realidad, sin embargo, en el nuevo espacio vital en el que me has
EL «ser-sanada» es un ccser-entero», un tener y contener todo la que
introducido, descubro que no soy él que tú ves. Por ser pregunta trascen­
necesLto para ser un «vo» autopresente y para poder llegar a serlo siem­
dental, experimenta que no te pertenezca y nunca puedo pertenecerte. E l
pre más Te necesito para tener realmente ia posibilidad de ser operante
«yo» de La autopresencia que tú me has regalado, no ha sido sanado. Tan
como «yo» y para tener realmente la posibilidad de existir. M i aulopre-
sólo se dio por un tiempo la apariencia de que pudiera ser sanado. Aquel
sencia de 1a. que tú eres el mediador es pregunta trascendental. Esto, sin
que tú designas no soy yo. L a único que todavía nos une es el sufri­
embargo, tiene una implicación que hasta ahora todavía no hemos abor­
dado: te cuestiono a ti y cuestiono La realidad que tú has creado para mi. miento de no poder estar unidos.
En la medida en la que tú me regalas tu mundo Tela ció nal y lo haces
No es que la cuestione primariamente como tuya, sino que necesaria­
mío, acepto tu regala y lo transformo Tu realidad ahora me pertenece a
mente la cuestiono tan pronto como me apropio tu don de mi aulopre-
mí y te margina a ti o te excluye. Precisamente porque el encuentro con
sencia. Te necesito también para poder abandonarte y dejarte atrás.
este único «tú» es tan intenso, y precisamente porque no es sólo subjeti­
EL doble cctener realmente la posibilidad» que introdujimos, significa
vo sino que transforma la reaLidad también objeliivámente, la ruptura deL
que tan pronto me hayas regalado una nueva autopresencia no puedo
130 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s II. L a perso n a - b ú s q u e d a d e sí m is m a en e l e n c u e n t r o 131

encuentro no es sólo sufrimiento personal, sino eL colapso de un mundo 4.3 Ruptura del encuentro como don
de experiencia. Esto lo ilustra la experiencia de una mujer dejada por su
marido al cabo de treinta años de matrimonio. É l volvió a casarse; su
Tú me has liberado para mi propio ser-yo, cuando has querido ser libera­
vida profesional y social se quedó intacta. Ella, sin embargo, había teni­
do en mí y por mí. Por esci existo como autopresencia libre sólo por ti y
do el papel de organizaría para él y ahora se quedó sin profesión ni ami­
gracias a ti. Tú has hecho posible que te regresara mi realidad transfor­
gos.
mada de tal manera que tú pudieras ser libre en ella. Mi propia objetiva­
ción me hace ver que mi ser-libre no es otra cosa que liberación regalada.
Pero precisamente eL carácter de don del ser-libre como liberación
4.2 Ruptura del encuentro en la aceptación mutua
descubre la ruptura: aquello más profundo que cada uno ha dado al otro,
su propio ser-libre en la búsqueda de liberación, lo puede revocar tan
En el encuentro, el «yo» y el «tú» han mediado mutuamente su identidad libremente como lo ha ofrecido70, y tiene que hacerlo. En concreto, cada
como autopresencia de tal manera que cada uno se ha convertido en la uno de nosotros sólo es tan libre como ha podido devenirlo en este en­
meta del otro. La nueva meta se ha objetivado en una «sustitución», en la cuentro. Asi como se da totalmente para poder llegar a ser libre, así tam­
que la realidad propia de cada uno ha sido transformada en la del otro. bién revoca su don totalmente - y por la misma razón. No hay sufri­
Pero la «sustitución» es un aspecto de la autopresencia que pregunta miento más grande que el de comprender que tú ya no puedes ser libera­
trascendentalmente, y esto vale para el «ya» y para el «tú». De aquí do por mi. Cuando sucede esto, caigo con toda mi realidad en la no-
debemos partir ahora. relación. E l don último de mi liberación como autopresencia está tan
Yo experimento el proceso en el que devengo yo orientado hacia ti y sustraído a mi disposición que sólo puedo esperarlo con humildad -
en el que le impongo a toda mi realidad relacional el selLo deE «para ti», ofreciéndote a ti lo que yo mismo busco.
como mío. En mi propio proceso de devenir comprendo que tú no puedes
realmente mediar mi autopresencia. y que menos todavía puedes ser mi
meta; que también a mí me desborda la tarea de ser tu mediador y tu 4.4 Ruptura del encuentro creador
meta. Debido a que se trata de un proceso trascendental de búsqueda, no
puedo llegar a ti, ni tú puedes llegar a mi. Ninguno de nosotros tiene
En el encuentro reflejas para mí como en un espejo mi «yo» objetivado,
realmente la posibilidad de llegar , porque ambos somos proceso. Lo
para que pueda verlo y así transformarlo en mi autopresencia. No haces
único que podemos hacer es mediar mutuamente nuestro ser cada vez
esto sin embellecerlo y adornarlo. Me «creas» como un yo-en-conversión
más pregunta y búsqueda. El encuentro en la aceptación mutua está mar­
a ti, y este «yo» que has «creado» me lo ofreces como regalo. En este
cado por el dolor de que no haya ningún encuentro que corresponda a
momento se produce la ruptura: he de reconocer este nuevo «yo» como
nuestra búsqueda. En nuestro camino dejamos atrás tantos encuentros
reaLmcnte mío, y para poder hacer esto, tengo que cuestionarlo trascen­
rotos cuantas personas hemos encontrado. Esta experiencia tiene su
dentalmente. A l hacerlo reconozco que este «yo» que has «creado» no es
equivalente en nuestras relaciones interpersonales y nuestro entorno, en
realmente eL mío, sino tan sólo una de mis posibilidades. En el instante
los que se objetiva el «yo» de la autopresencia: en la precariedad de
mismo en que lo recibo de ti, empiezo a transformarlo en el punto de
nuestras relaciones y en nuestra soledad, con Las que nos topamos dia­
partida de un nuevo yo-en-conversión, pero en conversión a otro «tú».
riamente. Esto podría ser la explicación de la angustia y del abandono
Sólo puedes guardarme si tú también, adaptando tu paso al mío, llegas a
que viven tantas personas ancianas: cuando se hayan quedado solas, no
ser nuevo para mí, para que tú puedas volver a «crearme» siempre y
podrán vivir de los muchos encuentros pasados, aunque en ellos se hayan
siempre de nuevo. Pero, ¿.eres capaz de lograr esto? Tu poder «creador»
hecho el «yo» que han podido devenir. Con los muertos a los que han
es insuficiente, y asi, por ser yo-en-conversión, te rebaso. No obstante
sepultado han desaparecido su propia autopresencia y su realidad rela­
cional. Ya no hay nadie a quién preguntar.
70. M. Buber, ibid., 17,. describe algo semejante a esta ruptura del encuentro, aunque
dentro de los parámetros de su propia filosofía y, por eso, con diferentes acentos. Según
el, cada «tú» en nuestro mundo tiene que volver a ser un «ello»; revierte a un “ objeto
entre objecos” , una suma de cualidades. El amor mismo no puede perdurar en una relación
inmediata, sino que vacila er.tre la actualidad y un estado latente.
132 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 133

sigue siendo cierto que sólo tú puedes «crearme», y por eso me haces ca a la apertura a la comunidad de la que el «tú» me llega a mí. Esto
incompleto, no-sanado. El encuentro contigo es la promesa de un nuevo marca un paso más en nuestra reflexión: contigo aprendo a decir «noso­
«yo», y no puedes cumplirla. tros» de una manera que no es sin más el -«nosotros» del mismo encuen­
tro, sino que mira al «nosotros» de todas las realidades de encuentro que
soy capaz de experimentar. Por esto cada persona, precisamente porque
4.5 Am pliación de la problemática de inversión es búsqueda trascendental, es también anhelo de una totalidad de comu­
nidad; sólo en ella puede ser encontrada la totalidad de la identidad de la
persona La persona no cuestiona trascendentalmente sólo el «tú» del que
Lo que aquí hemos llamado «inversión» - el trastoque de la experiencia
puede esperar su autopresencia, sino que cuestiona todo «tú» que en­
del ser-sanado en el encuentro «yo-tú» en la experiencia de no poder ser
cuentra, y esto sin que tenga la posibilidad de ser mediada de otro modo
sanado - destaca con tanta claridad porque el encuentro es el acceso más
que por este «tú» concreto. Ésta es la paradoja humana, que no puede
profundo del «yo» a su propia identidad. E l origen de la inversión no
resolverse sino a lo más entenderse mejor desde el «nosotros» del en­
está en cl encuentro en cuanto tal. sino en el hecho de que la persona es
cuentro.
pregunta trascendental por sí misma y búsqueda trascendental de su
E l «nosotros» que brota del encuentro se rompe en la misma ruptura
propia identidad dentro de su realidad relacional concreta.
del mismo encuentro en dos «yo». Esla ruptura indica la presencia de la
Para poder entender la inversión más detalladamente, necesitamos
paradoja. La pregunta es, sin embargo, si este dinamismo aparentemente
volver a la fórmula antropológica y a nuestra afirmación de que el en­
negativo no puede ser el acceso a una comprensión literalmente más
cuentro «yo-tú» es tan sólo la concretización de nuestra apertura a todos
los «tú». E l encuentro es el acontecimiento que destaca la estructura amplia.
Cuando te dejo atrás, porque tengo que seguir andando el camino de
misma de nuestra inserción en una realidad social.
mi búsqueda, me llevo como anhelo no sólo a ti, sino a nosotros. La
Si es cierto que la red social es anterior al encuentro «yo-tú», es
característica de mi búsqueda no es sólo la esperanza de otro «tú», sino
igualmente cierto que sólo en el encuentro puede convertirse en mi pro­
inseparablemente la esperanza de otro «nosotros». Cuando recojo desde
p ia red social, porque cada uno llega a ser «yo» sólo en el encuentro, y
el presente de nuestro encuentro los elementos de mi propio proceso de
porque sólo en cuanto «yo» se hace capaz de apropiarse algo. De los
devenir pasado para ensamblarlos en el presente, estoy en el espacio de
muchos encuentros, simultáneos y sucesivos, que son tan diferentes co­
un «nosotros» apenas palpable que quedó de mis encuentros que se hun­
mo cada «yo» y «tú» concreto, brota un «nosotros» que expresa preci­
dieron, que forma parte de mi autopresencia y que me espera en todas las
samente la apropiación de la red social y que es un aspecto de la auto-
etapas de mi búsqueda. E l «nosotros» de la esperanza es otra vez dife­
presencia' . E l «nosotros» apropiado marca cada autopresencia que viene
rente, tanto del «nosotros» apropiado de la red social, como del «noso­
de otros encuentros y ahora entra en este encuentro concreto.
tros» de mi encuentro contigo. Es la esperanza de un «nosotros» que
Hay que diferenciar entre el «nosotros» social apropiado y el «noso­
integre todas las realidades de encuentro que soy capaz de experimentar
tros» que brota ahora de este encuentro. El «nosotros» del encuentro es,
y no puede ser designado de modo más preciso, porque no sé cuál «no­
en un primer momento, una separación de la comunidad social; es la
sotros» soy capaz de experimentar, porque 110 sé quién podré ser.
unidad del «3*0 » y del «tú» que se contradistingue de los demás. Sólo
Al hablar del encuentro «yo-tú», no habíamos tocado todavía esta
posteriormente y partiendo de la experiencia del encuentro, este «noso­
amphación-«nosotros» del encuentro, que conduce del «tú» a la herman­
tros» del encuentro se integra en el que le precede sin perderse en él.
dad y a la solidaridad72. El «nosotros» contenido en la realidad de en­
Debido a que somos pregunta trascendental, la apertura al «tú» es idénti­
cuentro no es algo accidental, como si tuviera tan sólo una importancia

71. En Jaspers esta dimensión es más bien negativa: el «yo» social se d ilu y e en el 72. K . Rahner, Wer isJ ifein Bru d er? [nola 67], 78, llama a la «fraternidad» lo más
“ nosotros todos'’ que trata poderosamente de imponerse. En contra de estD se levanta el elevado, cuya posibilidad lees ofrecida al hombre. Cl' cl siguiente texto: “ la religión y la
«yo» reclamando su primacía como ta ser inm edialc er contra de los condicionamientos espiritualidad a menudo han sido desaíro lacas como la posibilidad de soportar solo con
del ser como “ nosotros todos*, K. Jaspers, Pküosophie //, 31. Esta interpretación corres­ Dios la propia soledad. Kcy, sin cmba'go. se suscita la pregunta por la posibilidad de usar
ponde a su planteamiento filosófico a partir del sujeto; sin embargo, ha visto claramente la los medios modernos de la intercomunicación social también para el intercambio fraterno
dimensión social c\je está dada con la misma libertad del sujeto Cf. lambiér. R. W inling, de la espiritualidad personal [...|, para la transmisión de un valor auténticamente cristiano
o. c. [nota 10|, 71s. y para la consolación por el Espíritu de Dios” , ibid., 35.
134 DIOS HN MEDIO DE NOSOTROS II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL. ENCUENTRO 135

secundaria mientras que la relación «yo-tú» fuera lo primario, sino que ción más constructiva: porque somos búsqueda trascendental dentro de
es el foco central de la relación misma «yo-tú». Es posible detectar que esta sociedad y este mundo no sanados, a la vez que no podemos sino
una relación aparentemente todavía intacta ya se haya roto por dentro, en preguntar por una comunidad de todos en una realidad radicalmente
el mero hecho de que los dos de nuevo digan «yo» cuando hablen de su diferente de la nuestra, somos también anhelo y esperanza. Nos empe­
realidad común. ñamos en buscar una realidad en la que la inversión pueda llegar a ser
Hemos insistido muchas veces en el hecho de que el encuentro «yo- transformada en conversión permanente. Sólo podemos buscar ahí donde
tú» no es tan sólo la clave para comprender el devenir-yo de ambos, sino de hecho estamos, cada quien en su lugar y en su momento. Pero ¿cómo
también el fundamento de la transformación de las personas que se en­ buscamos? ¿Hay algo qué hacer con nuestro anhelo y nuestra esperanza?
cuentran y de la transformación de todo su mundo relacional en el que se Seguimos preguntando por las implicaciones de nuestra fórmula antro­
objetivan. Del encuentro «yo-tú» brota un nuevo «nosotros» en una pológica.
nueva relacionalidad social en la historia - igualmente nueva - de este
«nosotros». Cuanto mayor sea la apertura al «tú», tanto mayor será la
apertura a una comunidad más amplia y al mundo, en el que esta comu­
nidad pueda llegar a ser más humana. Puesto que la orientación hacia la
5. LA CORRESPONDENCIA ENTRE «SER» Y
comunidad y el entorno histórico-social concreto pertenecen a la estruc­
tura de nuestra fórmula antropológica - y, por consiguiente, también a la «HACER»: DON Y TAREA
estructura del encuentro - podemos decir que el encuentro será tanto más
auténtico y logrado, cuanto mayor sea la apertura que aparece en él.
Aparece, entonces, que el ser-sanado y ser-entero no es solamente un En el encuentro, el acceso a mi autopresencia tampoco es directo sino
aspecto de la autopresencia, ni pertenece propiamente al encuentro «yo- indirecto. Puedo buscar mi identidad como «yo» sólo ahí donde está
tú», sino que es una experiencia que sólo en la gran comunidad de todos escondida, en ti. Pero en ti puedo buscarla sólo así como puedes mos­
puede darse real y totalmente. Esto es importante: la fórmula antropoló­ trármela: buscándote a ti. Sólo si hago esto y si entro en tu realidad, me
gica recalca que la persona, ni por sí misma, ni en los muchos encuentros encuentro a mí mismo como quien en la bodega de la casa paterna re­
a lo largo de su vida, puede finalmente devenir autopresencia de manera vuelve los viejos armarios y bruscamente descubre algo insospechado.
total, sino sólo en la comunidad de todos, y en una realidad mundana que No sólo me encuentro a mí mismo en ti, casi como en un juego, sino
corresponda a la comunidad de todos73. que tú me das lo que encuentro, porque te pertenece a ti. Y al revés:
De tal reflexión podría sacarse tajantemente la conclusión de que la encuentro lo que sólo te pertenece a ti, porque tú me lo das. Esto echa
persona humana nunca sabrá quién es. Esto equivaldría a decir que es una luz curiosa sobre el encuentro: parece que lo que encuentro no co­
absurda. Sin embargo, la fórmula antropológica sugiere otra interpreta­ rresponde a lo que busco. Te busco a ti, y me encuentro a mí mismo. El
lugar verdadero de nuestro ser-yo está en el «tú» y en el «nosotros».
73. Aquí está, a mi modo de ver, un problema de los nuevos esbozos escatológicos. Pertenece al núcleo más íntimo de nuestro ser-persona el que no so­
Si nos representamos la plenitud de la persona (resurrección inmediata o resurrección en la mos primero un «yo» casi definido y como tal busquemos a un «tú»
muerte) de forma que cada cual junto con su propio mundo relaciona! resucita para entrar posteriormente, de manera que pudiéramos también ignorar al «tú» si así
ya en el reino de Dios definitivo, esta visión es antropológicamente incompleta. Semejante
nos lo propusiéramos. Al contrario, estamos orientados hacia el «tú»
proceso permanente de resurrección no toma en cuenta la búsqueda trascendental de la
totalidad de comunión que la persona humana es. En esta representación, la comunidad hasta ser dependientes de él, y somos ontológicamente incapaces de
resucitada nunca es simultáneamente total y, por consiguiente, tampoco comunidad total. encontrar nuestro «yo» (auténtico) sin él. Un «yo» humano (auténtico)
Por eso, el individuo resucitado tampoco está pleno. Cf. G. Greshake y G. Lohfink, Nahcr- no existe sino como don.
wartung —Au/erstehung - Unsterblichkeit, QD 71, 119. Esta explicación de la resurrec­ De esta estructura de la autopresencia se derivan tres consecuencias
ción, vinculada en la actualidad particularmente con los nombres de estos dos autores, fue
que deben ser al menos esbozadas. 1. Cuando me busco a mí mismo
cuestionada críticamente ya por J. Allaro, Cristologia y Antropología , Cristiandad, Ma­
drid 1973, 477—494. Sin embargo, ha encontrado un amplio eco. Se suscribe a ella, con independientemente de otros, por mis propios caminos, aunque quizá en
alguna modificación, también M. Kehl, Escatologia [nota 19], 159. Según nuestra antro­ conjugación más o menos armoniosa con ellos, sólo puedo lograr una
pología, no sólo aporta cada persona humana su propia realidad a la comunidad total, sino autorrealización inauténtica. No doy conmigo mismo. A l mismo tiempo
que, a la inversa, también la comunidad total plenifica la identidad de cada persona.
136 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s II. L a PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 137

no puedo ni siquiera hacer consciente esta equivocación, pues aprendo a tu don74. La transformación del don en tarea, del ser-nuevo en un nuevo
algo sobre mi autopresencia en cuanto auténtica o inauténtica sólo mi­ hacer por ti y por eso por otros, determina aquello que hemos llamado
rando el espejo en el que tú, en nuestro encuentro creador, haces aparecer conversión.
mi «yo» objetivado. 2. Equivoco mi autopresencia auténtica igualmente,
cuando me busco a mí mismo directamente en ti. Esto sigue siendo ver­
dad aun cuando me muestre abierto y amable contigo, para animarte a
soltar mi identidad como «yo». También me equivoco cuando me con­ 6. INVERSIÓN: LA NO-CORRESPONDENCIA
venzo de que soy tan indigno de tu afección que no puedes querer ha­
cerme el regalo de mi autopresencia. Así, como ahora me presento ante ENTRE «SER» Y «HACER», DON Y TAREA
ti, ya soy el regalo de otros, y por eso también puedo convertirme en el
tuyo. Tales actitudes y otras semejantes siempre demuestran o que no
estoy dispuesto a recibirme a mí mismo como don, o que he llegado a ser M i identidad nueva e incrementada que brota del encuentro contigo, será
incapaz de hacerlo, y por eso son inauténticas. 3. En todos estos rasgos real para mí sólo en la medida en la que la viva como un hacer-por-ti.
aparece la paradoja de la persona: es búsqueda de sí misma y pregunta Cuando me recibo a mí mismo de ti como don, no sólo soy nuevo, sino
por s í misma, pero es incapaz de mantener esta auténtica búsqueda y que este regalo me capacita para hacer cosas que antes no podía hacer. El
pregunta directamente. incremento de autopresencia es simultáneamente un incremento de capa­
De estas reflexiones puede desprenderse algo más sobre la corres­ cidad, creatividad, imaginación y perseverancia. Cuando convierto tu
pondencia entre el ser y el hacer. Como autopresencia yo soy siempre don en la tarea de mi autorrealización y mi liberación por ti en la libera­
aquel que hace cosas determinadas p ara ti, aquello que ahora necesitas y ción de otros, me parece que soy capaz de hacer todo lo que me has
me pides. Cuanto más radicalmente estoy disponible para ti en mi queha­ pedido al darme tu don.
cer diario, tanto más soy yo mismo. Esto no tiene nada que ver con lo Sin embargo, no es solamente tu don el que convierto en mi tarea, si­
que con tanta naturalidad suele llamarse «sacrificarse» a favor de otros. no también el don de muchos otros. M i tarea como autopresencia des­
Cuando alguien hora tras hora se queda al lado de una anciana que ya no borda con mucho lo que me has pedido, y también desborda lo que he
entiende nada, pero que con el calor de nuestra presencia se tranquiliza y recibido de otros. E l don y la tarea interactúan: tú me capacitas para
se serena, somos nosotros quienes hemos recibido paz. Y cuando llega­
mos a perseverar al lado de alguien que muere, tratando de aliviar su
74. Este aspecto no tiene nada que ver con el «vaciarse a sí mismo», del que habla E.
agonía en agitación inútil e insegura, somos nosotros quienes ya hemos Drewcrmann, o. c. [nota 57], 121 ss., 410-426ss. Según nuestra fórmula antropológica,
aprendido algo de lo que significa morir y soltarse. todo «autovaciamiento», la tan alabada «autonegación» o «abnegación» etc. aparecen
Lo que hago por ti es simultáneamente la creación de nuestro «noso­ desde el principio como inauténticos. El encuentro «yo-tú» es realmente tal sólo cuando
tros», por efímero y arriesgado que pueda ser todavía. En lo que hago ambos, cl «yo» y cl «tú», encuentran su identidad como «yo». Una situación humana es
humano sólo cuando cl «yo» de la autopresencia se encuentra a si mismo en su hacer por
por ti, crece mi apertura siempre hacia otros y hacia un mundo en el que
otros, experimentando su identidad como don. Si alguien hacc un sinnúmero de cosas para
hacer algo por ti y por nosotros pueda ser lo obvio. otros sin encontrarse a sí mismo sino alienándose, él o ella están haciendo algo equivoca­
Tú me haces el don de mi autopresencia como don de la tarea de do en un lugar, un momento y en circunstancias equivocados. Entonces, lo que hace no es
convertirme a ti. M i identidad no puede concebirse como ser aquel a humano, sino alienante. Un ejemplo: en México (y en muchos otros lugares), se supone
quien tú has «creado», sino tan sólo como devenir aquel que se hace que la madre y ama de casa debe comportarse de una manera determinada, conforme a las
reglas fijas de su rol social. Ha de ser caracterizada por un «complejo de sacrificio». Esto
disponible para ti. Cuestiono tu don trascendentalmente, apropiándomelo
significa que alegremente y sin queja alguna ha de hacer constantemente aquello que los
como tarea. Si la tarea es aquello que nace cuando cuestiono trascen­ demás miembros de la familia no tienen ni la menor gana de hacer. El resultado es 1. la
dentalmente el don que tú me diste pidiéndome que responda, entonces autoalienación de la madre y 2. la manipulación visceral de parte del resto de la familia (y
no es posible que tenga otra tarea que la de convertir tu don en un hacer de la misma madre). Puesto que las hermanas en una familia son ejercitadas así desde
por ti y por otros. En último término, no tengo la real posibilidad de temprana edad en el mismo «complejo de sacrificio», el padre y los hermanos forman el
partido de aquellos para quienes todas las «tareas femeninas» son impensables. Un siste­
tener una tarea a menos que me haya sido regalada. En la medida en la
ma parecido no tiene nada que ver con los valores de la familia, pero sí con la dificultad
que hago lo que tú me has encargado, llego a devenir yo mismo, gracias casi insuperable de romper con un sistema patriarcal. Es, además, autoalienación de
ambos lados.
138 Dios e n m e d io d e n o so t r o s II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 139

encontrar una tarea que realmente rae corresponda, pero la encuentro A l regalarme el «yo» de mi autopresencia como don, me pides que
sólo cuando cuestiono tu don. Cuanto más cumplo con la tarea que le me convierta a ti. Tú rae creas como un yo-en-conversión, pero yo te doy
debo a ti, tanto más entiendo que lo que soy capaz de hacer no se agota la espalda y me convierto a otro.
en ti, ni en otro «tú» posible. M l tarea verdadera tiene por meta a un «tú» El hecho de que la persona sea pregunta trascendental por sí misma a
que tú no eres y a un «nosotros» que no existe, la que no pueda responder, de manera que tenga que esperar la respuesta
La pregunta que soy se rae convierte en preyunlas sin respuesta: de un «tú», tiene otras consecuencias: no puedo recibir tu don de mi
Me encuentro a mí mismo en ti, y tú me regalas lo que encuentro, pe­ identidad tal y como me lo das, sino que tengo que convertirlo en mi
ro ¿qué pasa, si no puedo encontrarme en ti, porque ahí no estoy? Tanto tarea. Tengo que cuestionario para poder saber si realmente es para nú76.
te he buscado, pero no te he encontrado, ni me he encontrado a mí mis­ Sin embargo, cuando cuestiono el «yo» que tú me has regalado, te cues­
mo, porque tú no tenias el don de mi identidad para regalármelo. ¿Signi­ tiono a ti, y tan pronto hago esto, ya no soy el «yo» que me has regalado.
fica esto realmente que sin ti no hay un «yo» auténtico para mí? Siendo búsqueda trascendental por mí mismo, soy búsqueda por ti.
Tú me has dado el don de mi nueva identidad, y lo he cuidado y tra­ ¿Qué sucede conmigo, si no te encuentro? La persona es una paradoja: el
tado de convertirlo en mi tarea. Pero tu don no venía realmente de tu único incremento de ser que está a su alcance es su «yo» que le sea re­
interior y no era convertible en autopresencia, porque tan sólo me lo galado por un «tú», y precisamente éste se le convierte en un déficit de
echaste sin fijarte, o porque estaba destinado a otro, no a mí. ¿Significa ser, por ser búsqueda trascendental.
esto que no puede haber don para raí? De esta manera, la autorrealización más íntima que ocurre en el en­
Tú rae has dado el encargo de convertir tu don en mi tarea, pero las cuentro está marcada por la soLedad’’7, la angustia y el sufrimiento. Al
nuevas capacidades que tú has «creado» en mí para hacerlo no fueron encuentro le socava constantemente la posibilidad de convertirse en una
suficientes. Lo que hago por ti y por otros, en último término no corres­ “ soledad disfrazada de diálogo” ^. La persona está entregada al otro y a
ponde a tu don. Queda un residuo7*. ¿Significa esto que tu don es insufi­ los otros, y esto aparece de manera tanto más radical, cuanto más se
ciente, o significa que yo no asumo plenamente raí tarea? AL aceptar tu comprenda desde nuestra fórmula antropológica. No estoy solo, sino que
don, ¿sólo pretendo que el don sea para mi y después actúo frente a ti y estoy solo contigo; no sólo tengo miedo por mí mismo, sino que tengo
frente a otros como si lo hubiera transformado en mi tarea? En este caso, miedo por ti y de ti; no sufro por mi solo, sino por ti y a causa de ti. La
lo que hago ya no es mi tarea y tú no has sido su mediador. linea de ruptura insuperable del encuentro es lo que llamamos la muerte.
E l «yo» de mi autopresencia es auténtico en la medida en la que me La inversión del encuentro en muerte, sin embargo, no solamente abarca
capacite para hacer por h lo que tu necesitas que haga. Pero no hago lo a aquellos que se encuentran aquí concretamente, sino a todos los que
que lú necesitas, sino aqueLlo que me parece que deberías necesitar. Y al pueden encontrarse, al «nosotros» que brota del encuentro como apertura
revés: de lo que tú necesites de raí depende quien soy. Pero ¿qué pasará a un «nosotros» en una comunidad mayor y al entorno histórico concre­
conmigo cuando tú dejes de necesitar algo de raí? Cuando sea superfluo to, porque toda esta realidad más amplia estaba vinculada al encuentro.
para ti, ya no podré ser yo mismo.
El «nosotros» efímero en el que encontramos nuestro lugar, tanto tú
como yo, sólo brota de nuestro encuentro. Pero ni tú m yo podemos 76. K. Jaspers. Philosophie íl, 37, er.cuentra algo semejante, aunque modificado por
sostener nuestro encuentro y no encontramos lugar. su comprensión det «sujeto»: “ en la autoreflexián cxistencial me busco a mí mismo como
surgiendo de mi j u i c i o sobre mi” .
77. También en el encuentro cor el otro se sostiene la soledad fundamental del suje­
to La soledad es ontológica y refiere al hombre a la trascendencia, J. R. Sanabria, o. c.
75. Lo que aqui llamamos el «residuo» en ¡a traducción dei ser en hacer y, al reves, [nota 10], 157.
del hacer en ser, aparece en K. Rahner como el «residuo)) en la traducción de la experien­ 78. J. R. Sanabria, Se ¡edad y problem a de com unicación, Rev. de Filosofía [Univer­
cia llamada «saber originarioj> a ur.a comunicación conceptual: “ El originario estar-en-sí sidad Iberoamericana, México] (1973), 438.. Según este autor, sólo la persona humana
del sujeto en su realización auténtica de la existencia in:enta traducirse cada vez más a lo experimenta La soledad como el desgarramiento de su existencia, como una noche que
conceptual, a lo objetivado, al lenguaje, a la comunicación a otros; cada uno mienta decir envuelve su vida, y como un muro que lo separa de los demás; siempre queda un extraño
al otro - especialmente al hombre amado - lo que él padece". El procesa se da también al en el universo, 435. O. Paz, E l lebennte de ic soledad, Fondo de Cultura Económica,
revés: “ sólo poco a poco experimentamos con c'.aridad sobre qué hemos hablado ya hace México 1959, eserbe: “ Nuestras vidas son un diario aprendizaje de la muerte. Más que a
tiempo acuñados previamente, instruidos y adoctrinados por el lenguaje común” , Curso vivir se nos enseña a morir. Y se nos enseña mal” , 176; “ La soledad es el fondo último de
fundam ental, 33s. la condición humana” , ]"5 .
140 Dios e n m e d io d e n o so t ro s II. L A PERSONA - BÚSQUEDA DE SÍ MISMA EN EL ENCUENTRO 141

La pregunta ya no cuestionable y la apertura ilimitada que son idénti­


7. EL MISTERIO DE LA PERSONA cas a la búsqueda trascendental de la persona, son también el acceso a su
misterio85. Vemos aquí un doble aspecto: la persona misma es misterio
Cuestionamiento sin límite de la experiencia interpersonal en cuanto que es pregunta y búsqueda, de suerte que su experiencia más
profunda consiste en encontrarse, en medio de los demás y dentro de su
mundo, como en un espacio vacío, en el que no puede ni responder y
La persona es una paradoja, porque es simultáneamente búsqueda e im­ encontrar, ni dejar de preguntar y de buscar. Al mismo tiempo, sin em­
posibilidad de encontrar; pregunta e imposibilidad de respuesta; encuen­ bargo, es pregunta y búsqueda por algo y alguien, por un misterio siem­
tro y soledad'*3. Los aspectos de la paradoja son tan sólo paráfrasis de la pre mayor en el que puedan estar escondidas su identidad y ella misma.
fórmula antropológica, según la cual la persona es simultáneamente El imsterio de la persona permanece, aunque en sus múltiples encuentros
pregunta trascendental y concreta. Toda respuesta a la pregunta que interpersonales ya haya podido encontrar algo de sí misma84, y se afirma
somos, nunca puede ser más que preliminar e incompleta. La pregunta y tanto más cuanto más preguntemos y busquemos. No puede decirse nada
la respuesta, el buscar y encontrar nunca son proporcionales. Esto es más sobre el misterio, porque todo intento no sería más que la pregunta
verdad no sólo para la persona moderna80, sino para la persona en cuanto
disfrazada de respuesta85.
tal. No solamente somos finitos, sino que nos rebelamos contra nuestra Sólo una cosa podemos agregar: si la persona es misterio de esta ma­
fínitud. Somos búsqueda sin medida siempre condenada al fracaso81. nera, debe aceptar su propio misterio86. Necesita mantener la pregunta y
La persona es esta búsqueda sostenida aparentemente destinada al la búsqueda por sí misma en cuanto misterio*1, si no se ha de dejar de
fracaso y al silencio en cuanto autopresencia, es decir, desde lo más lado a sí misma, a los demás y a su mundo y, en último término, caer en
íntimo de su existencia. La búsqueda y la pregunta son la cuchilla supe­ la desesperación. Sólo al mantenemos como misterio ilimitadamente
rior de tas tijeras, que cortan todas sus experiencias concretas y las dejan
abierto en el sufrimiento de nuestros encuentros y en nuestro mundo y
caer al suelo en dos mitades que ya no se dejan unir. De esta manera es nuestra historia, podremos esperar nuestro «yo» auténtico. Sin esta acti­
simultáneamente pregunta por una comunidad y un mundo que le co­ tud sólo nos quedará un abismo de soledad y angustia que irá creciendo
rrespondan, porque puede ser esla pregunta sólo junto con los demás y
en nosotros con cada nuevo encuentro™.
dentro de sus circunstancias concretas. Su esperanza consiste en que de
esta manera pueda ser aceptada, recibir su identidad como don y ser
«creada» siempre de nuevo82. hasta el crucificado mientras viva en la cruz del mundo, cl que logra lo increíble y se
atreve a hacerlo: am ar a los hom bres".
83. El misterio no es el resto de aLgo todavía no visto, no logrado y no realizado, sino
79. “ El hombre es una paradoja viviente Hemos dicho que es comunicación. Ahora el presupuesto y el fundamento de nuestros «todavía no», K. Rahner, Gotteserfahrung
decimos que también cy soledad -incomunicación-” , J. R. Sanabria, Filo so fía del Nombre heute, Schriften IX, 167.
[nota TO], 196. 84. “ Nada sabe el hombre más exactamente en la última profundidad que el hecho de
SO. “ El hembre contemporáneo anda en busca de su identidad y se esfuerza inútil­ que su saber, es decir, lo que así se ILama en la vida cotidiana, es sólo una pequeña isla en
mente por encontrar el espejo que pueda devolverle su imagen; el espejo se ha roto", R. un océano infinito de lo inexplorado, una isla flotante que puede ser para nosotros más
Winlmg, o. c. [nola ]0j, 34. Lo que se describe aquí, es menos un síntoma moderno o familiar que ese océano, pero que a la postre está soportada y sólo así soporta; y, en con­
postmoderno que la finirud 'numana. Lo cue podría discutirse es si esta experiencia de secuencia, la pregunta existencial al que conoce es si él ama más la pequeña isla de su
finitud se hace hoy a partir de otros presupuestos o de otra autopresencia y si por esto llamada saber o el mar del misterio infinita K. Rahner, Curso fundamental, 40. De
también se interpreta de manera diversa. nuevo, sin embargo, el misterio es Dios, na la persona humana. Cf. también Id., Sobre el
81. J. R. Sanabria, Soledad y problem a de com unicación [nota 78], 444. P. Laín En- cor.cepto de misterio en la teología católica, Escritos IV, 59s., 76s.
tralgo, o. c. (nota 53J, 31, ve la vida humana como ina tensión permanente entre realiza­ 85. Cf. K. Rahner, C hristlicher fiumanismus, Schriften V III, 246.
ción y esclavitud, entre crecimiento y hundimiento, y predica esta tensión de la persona 85. Cf. J. R. Sanabria, F ilo so fía del Hombre [nota 10], 115, 171s.
cristiana en el mundo. No se trata, sin embargo, de algo específicamente cristiano, sino del 87. Conforme a sus propias premisas, K. Rahner, Experiment Mensch , Schriften V III,
dilema de toda persona. K. Jaspers, Philosophie 11, 36, se expresa así: '‘Devengo al crear­ 261, llama a la persona “ una pregunta que necesita permanecer abierta hacia el misterio
me a mí mismo; peno cuanda soy yo mismo, no me he creado” . infinito” .
82. En M. Buber, Yo y lú [nota 2], 16, se encuentra un texto notable: '"El amor es la 88. Nos quedaríamos solas y abandonados a nosotros mismos, J. R. Sanabria, Sole­
responsabilidad de un yo por un 1ú: en esto consiste lo que no puede consistir en ningún dad y problem a de com unicación [nota 78], 431; cf. K. Rahner, Gotteserfahrung heute,
sentimiento, la igualdad de todos los amantes, desde el más pequeño hasta el más grande, Schri ften IX , 169; Id., D ig n id ad y libertad del hombre, Escritos II, 248; Id., Vom Offensein
y desde cl envuelta en felicidad, cuya vida está recogida en la de un hombre que ama, fü r den j e grofíeren Gott, Schriften V II, 38.
142 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s

8. CONVERSIÓN E INVERSIÓN, ESPERANZA


Y ANHELO

La conversión, creada en el encuentro «yo-tú» como conversión-a-íi se


estrella ante la pregunta trascendental del «yo» de la autopresencia; pero
se rompe sólo en cuanto esta conversión concreta a ti. Lo que permanece
es el yo-en-conversión que se recibe a si mismo del tú. E l paso de esta
conversión concreta a ti a la inversión del abandonarte a ti equivale al
paso del ser-sanado que he encontrado en 11 a mi fracaso sin ti. E l dilema
de la persona humana consiste en que este paso es siempre simultánea­
mente necesario y culpable.
No podemos ni convertirnos para siempre a un tú determinado, ni
dejar de ser yo-en-conversión. Esto significa que sólo podemos buscar y
preguntar - de un «tú» al otro, y también de un «nosotros» al otro. La
fidelidad a ti que me llevo al dejarte, consiste en objetivar el «yo» de mi
autopresencia creado por ti en el mundo que tú me abriste; y consiste en
ser marcado por el sufrimiento de ya no poder ser tuyo.
Así como no sé cuál es el «yo» de la autopresencia que busco, tam­
poco sé cuál es el tú que busco. Ignoro qmén eres, e ignoro también
quién soy. Por eso no llego a ser sanado, y tú tampoco puedes sanarme,
porque esto desborda tus posibilidades. Nuestro camino siempre es in­
versión.
En el trastoque insuperable de la conversión en inversión, la persona
es esperanza que pregunta trascendentalmente. En sus muchos encuen­
tros sigue siendo - aun en la decepción y en el dolor de la inversión —
esperanza de una respuesta, porque es esperanza concreta y ésta se funda
en un tú concreto. Me espero a mí mismo, porque te espero a ti. Tu mis­
terio es mi esperanza.
Parte III: El Dios de Jesús
En la inversión la esperanza se convierte en anhelo. La esperanza de
una nueva conversión-a-ti aparece concretamente como esperanza de
aquel ser-sanado que tú me diste, aunque no tenias el poder de dármelo.
E l anhelo es esperanza en el sufrimiento, en la que clandestinamente
asoma el miedo de que también el nuevo encuentro con un nuevo «tú» (o
contigo en otro tiempo) no podrá sanarme.
En la última parte habrá que volver a recoger este estudio antropoló­
gico. En las investigaciones parciales que siguen, sin embargo, la fór­
mula o el concepto de persona «autopresencia-en-relación» ya puede
ayudarnos a comprender mejor - y también a cuestionar - los textos y
los esbozos trinitarios por investigar.
“ En un mundo desgarrado por la falta
de fe y de comunión, en el que el envío y
el anuncio de Jesús «debía» term inar en
el escándalo de la cruz, la participación
en la cruz de Cristo es - para los creyen­
tes - ella misma la consolación, porque
Dios se ha convertido en Pad re de los
crucificados al desclavar a Jesús de la
cruz. E l kerygma de la cruz no permite
ni la glorificación, ni la banalización del
sufrimiento, sino que vence el sufrim ien­
to en la comunión y la esperanza
1. CONSIDERACIONES HERMENÉUTICAS

Los criterios de trabajo presentados en la Primera Parte tendrán que ser


retomados y adaptados a las características específicas de los textos del
Nuevo Testamento para poder guiar una relectura de éste que queremos
emprender a continuación.

1.1 Prim er criterio de trabajo

El primer criterio de trabajo ha de resaltar la experiencia de fe como un


acontecimiento siempre nuevo y siempre el mismo, buscando entenderlo
en la profundidad de lo experimentado, en su expresión y en su orienta­
ción hacia la «comunión humana participativa» (1,5.2). Si bien ahora
queremos hablar del «Dios de Jesús», sin embargo, esta misma formula­
ción del criterio de trabajo parece llevarnos a rastrear la experiencia de fe
de Jesús. Por otro lado, tal propósito es imposible, porque los textos del
Nuevo Testamento sólo nos introducen en la experiencia que las comu­
nidades cristianas tuvieron de la experiencia de Jesús. El kerygma cris­
tiano responde a la pregunta por la experiencia de Jesús con la narración
de la experiencia que la Iglesia temprana tuvo de su Señor1. No existe un
acceso directo a la persona del Jesús histórico que nos permitiera hablar
de la experiencia de Dios que tuvo el Jesús histórico como hablamos de
la nuestra propia. El anuncio de las comunidades cristianas, o sea, el
kerygma, ciertamente tiene su fundamento en el anuncio, de parte de
Jesús, del Reino de su Dios y encuentra su confirmación en la muerte y
resurrección, pero para nosotros sigue siendo el testimonio de la comuni­
dad. Al Jesús histórico sólo se le encuentra en la historia de las comuni­
dades creyentes2. Jesús escribió una sola vez - en la arena (Jn 8,8 ).
Aunque los evangelios no puedan ser leídos como una biografía de
Jesús, sin embargo, nos ofrecen a su manera un acceso real a la persona
del Jesús histórico. Para encontrar este acceso, es necesario atenerse a

1. X. Léon-Dufour, Les évangiles et l'histoire de Jésus, Parole de Dicu, Ed. Du Seuil,


Paris 1963, 256s. [Traducción: Los evangelios y la historia de Jesús, Cristiandad, Madrid
1982J.
2. Ibid., 453; W. Trilling, Jesús y los problemas de su historicidad, Herder, Barcelona
1970,37-39.
Dios e n m i -d io d e n o s o t r o s III. E l Dios d e J e s ijs 149

dos datos: los evangelios y. en último término, todos los escritos del NT En el don postpascual del Espíritu se suscita aquella comprensión del
tienen su origen en el anuncio y tienen la función de despertar la fe en el Jesús histórico que de ahora en adelante determinará la identidad de la
Jesus a quien los apóstoles conocieron; en aquel qje vivió en medio de comunidad y su tarea. La comunidad «reconoce» en Jesús a su Señor
ellos y en comunión con ellos; en quien fue crucificado y resucitado; y a sólo en las apariciones del Resucitado y en el Espíritu (Jn 16,13)10. Preci­
quien la comunidad creyente confiesa como el Cristo y como su Señor samente asi, sin embargo, lo «conoce» realmente, de manera que pueda
( I Cor I 5,1-8)’: y el anuncio subraya una y otra vez la diferencia entre recordarlo de un modo nuevo de acuerdo a la verdad y realidad de Jesús,
los creyentes y el mismo Jesús. y de manera que pueda anunciar su misterio". Según los evangelios, sólo
Los que han recibido la «misión» o el «envío »4 de anunciar a Cristo Jesús resucitado se convierte en el que, aun sin ser reconocido, ya «era»
como el Señor, no hablan en primer piano de su vida y de su muerte, sino en su historia.
del acontecimiento, cuyo nombre es Jesús el Cristo y cuyo significado es. Esto nos lleva a otro cambio de acento: la comunidad anuncia a Jesús
ahora y para siempre, la salvación de todos los hombres (Hch 4,12)'. La como a su Señor, porque ahora tiene un nuevo acceso a su misterio. El es
característica del envío consiste en que el que anuncia no habla en nom­ el Cristo quien ha llevado a la humanidad la salvación definitiva1".
bre propio, sino en el nombre de Jesús quien lo envió*. Los enviados, por Aquello que en el Jesús histórico apareció como una pretensión todavía
consiguiente, no hablan de los acontecimientos históricos para recalcar 3a no plenamente comprensible, se ha mostrado ahora como la verdad últi­
importancia que éstos tengan en y por sí mismos, sino para anunciar el ma e irrebasable, y los aspectos históricos son comprendidos en una fe,
significado de estos acontecimientos7. en la que la verdad del recuerdo es simultáneamente la verdad de la co­
Aquí se hace visible la importancia de la anamnesis eclesial para la munidad eclesial1’.
comprensión del Jesús histórico. La comunidad postpascual recuerda dos El recuerdo de su Señor se vislumbra una y otra vez en la nueva ex­
rasgas de su Señor: su relación con su Dios, y su «ser-diferente» que periencia que la comunidad tiene de su Señor y que en primer lugar
nunca desaparecía, ni siquiera para los cercanos a éls. Este recuerdo de la consiste en haber comprendido que el Jesús histórico no era en el pasado
comunidad constituye en sí mismo un dato histórico importante que se alguien que hacía o decía determinadas cosas, sino que es el que está
aprecia en todo su valor cuando nos fijamos en el cambio de acento pro­ presente, hoy y siempre, como el Señor. La comunidad da testimonio de
ducido por el acontecimiento pascual al interior del mismo anuncio. alguien que vive14. De este testimonio depende la actualidad del evange­
Aunque los evangelios tengan su origen en el anuncio postpascual. esta­ lio. El discurso de Pedro en casa de Comelio expresa esto mismo ha­
blecen ellos mismos, una diferencia entre el tiempo ames de la muerte de blando de Jesucristo como el “ Señor de todos’' (Hch 10,36), expresión a
Jesús y e: tiempo después de su resurrección. Antes de su muerte, Jesús
mismo anuncia el Reino de Dios (M t 4,23; 9,35; 24,14); después de la 10. Ibid., 119.
resurrección, el anuncio apostólico recarga el acento' sobre la personej de 11. Ibid., 108, 111.
Jesús ei Cristo (Hch 5,42; S.35; 11,20; 17,18)s. 12. W. Trilling, o. c. [nota 2]: Los investigadores concuerdan en que la «autocon-
ciencia» de Jesús consiste en “ una extraordinaria pretensión de Jesús - una pretensión
expresada con plena autoridad — de ser la persona decisiva para la salvación , 203, el.
203-206.
13. Sobre esto Ch. Perrot, o. c. [nota 8], 279.
3 Cf. P Grelot, Los evangelios)* la historia, Herder. Barcelona 1987, 7"-83. 14. P. Grelot, o. c., 84s., subraya la actualidad del evangelio; el anuncio del actuar
4 Eii ta Iglesia temprana, todos los que anunciaban a Cristo fueron «apóstoles», o salvífico presente de Dios en Cristo Jesús transforma el pasado histórico. Los títulos
sea, «enviados», conforme a la etimología do la palabra, ef X. Léon-Dufour. o. c.. 246. «Cristo» y «kyrios» expresan precisamente esta presencia, cf. Hch 10,34-43. Este es el
5. X. Léon-Dufour, o. c.. I I ; P. Grelot, o c„ y?. contexto de la discusión sobre el «cumplimiento de las Escrituras» en los evangelios y de
6. X. Léon-Dufour. o. c., 246. la discusión sobre los títulos cristológicos. El tema del cumplimiento de las Escrituras
7. W. Trilling, o. c. [nota 2], 198. hace posible integrar el Antiguo Testamento en el anuncio cristiano, comprendiéndolo
8. Según Ch. Perro!, Jésu s et i'H isto ire, Desclée, Paris 1979 [Traducción: Jesús y su como un testimonio anticipado del misterio de Cristo. Los títulos cristológicos, a su vez,
H istoria , Cristiandad, Madrid ]982]. 279, la comunidad recuerda el lazo sorprendente se entienden sólo desde la experiencia del misterio pascual; cf. también Ch. Perrot, o. c.,
entre Jesus y su Dios y, a la vez, una distancia no menos sorpréndeme enlre Jesús y los 281. Respecto a la relación de Jesús con su Padre observa Perrot que la comunidad cristia­
suyos. Es evidente que la palabra distancia' no designa la contraposición a “ cercanía”, na no duda en llamar a Jesús el Hijo del Padre, una conlesión de su Señor que expresa
sin o e I «ser-d ik ren te» de Jesú s. toda la fuerza del anuncio; sin embargo, la comunidad no se decide a poner esta misma
9. P. Greüol, o. c., 75.
confesión en boca de Jesús, ibid.
150 Dios kki m e d i o d e n o s o t r o s lll. E e D io s de J esús 151

la que sigue un resumen del hacer salvífico del Jesús histórico (vv.38- Desde aquí se aclara aquella diferencia entre Jesús y sus discípulos
^9). La comunidad da a Jesús los títulos de <:<Cristo>s y «Señor» porque que recuerda la comunidad. El «ser-diferente» de Jesús pertenece al
los creyentes están experimentando su presencia activa y, por eso, han kerygma como algo esencial que se capta, por ejemplo, en los relatos de
comprendido que Dios lo ha enviado y por él está “anunciándoles la la transfiguración (Me 9,2-8 par.). También la confesión que predica al
Buena Nueva de la paz” (v.36). En él, ledos los que le creen obtienen el Resucitado como reconocido y no reconocido a la vez (Jn 20,14-16) y
“ perdón de los pecados” (v.43) que ya en la primera tradición cristiana se convierte en el testimonio de
Grelot descubre en los evangelios un desajuste entre el aconteci­ que el Crucificado es idéntico al Resucitado (1 Cor 15,3-4)'\ es com­
miento histórico original y complejo y ios reíalos posteriores de esle prensible sólo cuando cl «ser-diferente» de Jesús pertenece a la expe­
acontecimiento. - algo que podríamos llamar una insuficiencia en la riencia de los testigos oculares a la vez que no puede verse con los ojos.
expresión - sin que este desajuste afecle jamás el núcleo del anuncio16. La expresión judeocristiana de la experiencia del «ser-diferente» de Jesús
Esta observación tiene que ver con el cambio de acento del anuncio del toma la forma de la designación de Jesús como «Hijo de Dios» (cf. Jn
Reino de Dios de parte de Jesús al anuncio de Jesús como el Cristo. Con­ l , U ) 19.
cuerda también con lo que en la Parte I habiamos anticipado sobre la Por consiguiente, podremos aplicarle al Nuevo 1 estamento nuestro
experiencia: ninguna experiencia es plenamente expresable. Aquí, sin primer criterio de trabajo, el de la experiencia de fe, sólo si tenemos
embargo, nos topamos con una doble insuficiencia: los evangelios dan presente /. que el kerygma de la comunidad cristiana da testimonio del
testimonio de la experiencia que los apóstoles tuvieron de la experiencia Crucificado que vive y brinda la salvación a todos los hombres; 2. que la
de Dios de Jesú s ; y además se hace palpable una insuficiencia en fa ex­ doble insuficiencia en la expresión de la experiencia cristiana se con­
presión de su propia experiencia de la experiencia de Jesús. La primera vierte en el testimonio personal y propio de Jesús como el kyrios; 3. que
insuficiencia coincide con la diferencia entre el mi Padre de Jesús mismo los evangelios real y verazmente pueden expresar la experiencia que
y el nuestro Padre cristiano (Mt ó, 1.4.6.7-9; 11,25-27)” y expresa el Jesús tiene de su Dios, porque los que la expresan han sido adentrados en
«ser-diferente» de Jesús; la segunda insuficiencia surge dentro del mismo la misma experiencia de Jesús por el don del Espíritu. El hecho de que
anuncio y, por así decirlo, mantiene libre el espacio para la experiencia Dios es el «Padre», que en Jesús ha «llegado» a la historia humana, es
p ropia de los oyentes. Aun asi, no cambia en nada el kerygma de que en verdad tanlo para el Jesús histórico como para su comunidad postpas­
Jesús el Cristo, Dios actúa como un Padre a favor de los hombres. cua].
Sobre esta base es posible, desde el kerygma de la Iglesia , acentuar la
experiencia de Dios de Jesús mismo, pero de nuevo sólo si nos apegamos
15. Cf. P. Grelot. ibid. a dos aclaraciones:
16. Ibid., |] t
/. No es lo misino p artir del kerygma que presuponer el kerygma.
17. R. E. Brown, '¡"he Gospel According to John X ili- X X I, The Anchor Bible 29A.
Partir del kerygma es venir reflexionando desde el kerygma de tal mane­
DoitbJeday, GardcnCity, N.Y. 1979, 3016, critica la exégesis tradicional que interpreta el
mi Padre y vuestro Padre” en Jn 2C>,17 en el sentido de que Jesús quisiera introducir una ra que este «venir desde» siempre está en el primer plano. Para la aplica­
separación entre su propia relación a s j Padre y la de sus discípulos. Según este autor, la ción de nuestro primer criterio de trabajo esto significa que hemos de
afirmación de Jesús expresa una identiiicacicn y na una disyuntiva; Jesús ascier.de hacia participar en la experiencia de Jesús - en el espacio que el kerygma ha
su Padre, quien de ahora en adelante será también el Padre de los discípulos. Ch. Perrol,
mantenido libre para nosotros; por medio del anuncio y a p artir de él -
o. c., subraya primero la diferencia, recordada por la comunidad, entre cl Padre de Jesús y
de tal manera que lo primario sea nuestra participación en la comunidad
el Padre nuestro que está er los ciclos” conocido en toda la literatura judia contemporá­
nea. En un segundo paso se refiere igualmente aJn 20,11-18, pero hablando del recuerdo de aquellos que confiesen a Jesús como el Cristo y el kyrios y que en él y
que Les diseipulos tenían de su maestro, un recuerdo de la experiencia de la diferencia de por él experimenten lo que llaman «salvación»; «Venir desde» el keryg­
Jesús. Esto mismo se expresaría en la descripción de! Resucitada como alguien que a la ma es, entonces, sinónimo de tener parte propia en la experiencia de
vez es reconocido y es diferente, 2#0. Es posible que la exégesis tradicional exprese la
Jesús y, simultáneamente, en la experiencia de los apóstoles.
preocupación dogmática de que pueda ser barrada la diferencia entre Jesús y los suyos.
Aun asi, sin embargo, las dos interpretaciones no me parecen ser contradictorias. Eos
textos expresar la experiencia de que s<Mo por Jesús los creyentes ticncr. acceso al Padre. IS. J. Alfar.), Esperanza cristiana y liberación del hombre, Herder, Barcelona 1972,
En y por Cristo, en cambio, -xsu» Padre es también «nuestro» Padre, y lo es en la misma 126-128.
manera en la que es cl Padre de Jesús. 19. Ch. Perrot. o c. [nota 8], 283.
152 D ios i :n .m e d i o dh n o s o t r o s II I E l D io s de J esú s 153

Sólo así será posible hacerle justicia a la pretensión de actualidad de 1.2 Segundo criterio de trabajo
los evangelios que afirman que Jesús es el Cristo y el kyrios porque vive
ahora er st comunidad y porque a los que creen en él les da ahora parte El segundo criterio de trabajo sugiere que acentuemos el «hacer del Dios
en la salvación de Dios. En este sentido, hablar de la experiencia de Jesús tripersonal». Habrá que volver otra vez sobre la diferenciación del pri­
es lo mismo que ser marcado por la experiencia de salvación: por eso, es mer criterio de trabajo exigida por el NT: el MT anuncia al Crucificado
también la confesión de haber encontrado esta salvación, lo que equivale como al Cristo y kyrios, en quien tienen la salvación todos los que le
a tener parte en el kerygma mismo. Si, en cambio, el kerygma je presu­ creen. Desde este punto de vista, el hacer del Dios tripersonal aparece
pone , existe por lo menos la posibilidad, de volver a desentenderse de él necesariamente de la forma siguiente: en el primer plano está el aconte­
como si se tratara de una premisa ya conocida. cimiento de Cristo, en el que la comunidad eclesial tiene puestos los ojos.
2. La experiencia de Dios que Jesús tuvo es inseparable de su anun­ En Jesús el Cristo, todos los liombres están elegidos “ de antemano para
cio del Reino que, en su persona, ha llegado a la historia. La fómiula ser sus hijos adoptivos” (E F 1,5), para conocer al Padre perfectamente, un
antropológica «autopresencia-en-relación» vale también para el Jesús don que viene del Espíritu (v .l7). Esto significa que el kerygma tiene su
histórico. El «yo))- de Jesús en cuanto autopresencia es la expresión hu­ origen en el Espíritu, en el "‘Espíritu Santo de la promesa” (E f 1,13), por
mana concreta de la segunda persona divina20. Esto significa que Jesús, medio del cual Jesús está con ios creyentes y permanece en ellos (Jn
ante su Dios y ante las personas con quienes se encuentra, en su historia 14,16-17), y por el cual iwel amor de Dios ha sido derramado en nuestros
y en su lugar concreto, se conduce conforme a su autopresencia; y signi­ corazones” (Rom 5,5).
fica también que en éste su comportamiento Dios se revela como Padre. El N T habla del hacer de Dios de dos maneras inseparables: la salva­
De ahí se desprende también, entonces, que nosotros tenemos un real ción que acontece entre los hombres viene del Padre, del Hijo y del Espí­
acceso a la «experiencia de Dios» y a la autopresencia del Jesús histórico ritu Santo, es decir, tiene estructura trinitaria22 que habrá que ir descu­
cuando nos fijamos en su hacer a favor de los hombres, anunciado en el briendo. Además habrá que ir subrayando a través de todo el estudio que
kerygma como la realidad del Remo de Dios presente para todos aquellos puede haber esta salvación en presente sólo en Cristo, en aquello que
que le creen a Jesús. Cristo ha hecho ‘por nosotros” y ‘por muchos”2J.
Confórme a esta diferenciación de] primer criterio de trabajo, la pri­ El acontecimiento pascual resume la fe cristiana y es el centro del
mera parte del presente capitulo investigará la experiencia de Dios y e l kerygma: la cruz de Jesús, es el foco central de la historia de Jesús y de
hacer de Jesús. Desde esta perspectiva ya no será necesario dividir los todos los hombres, mientras que la resurrección de Jesús por el Padre
textos neotestamentarios en unos exegéticamente atribuibles al Jesús significa que esta cruz ha traído a toda la humanidad la salvación defini­
histórica y otros que tengan su origen en la comunidad postpascual21. tiva (I Cor 15,12-22)'*. Cada vez que nos referimos al «acontecimiento
Ambos grupas de textos confluyen en una única experiencia que abarca pascual» hemos de tener presente esta doble dimensión.
la experiencia que los apóstoles tuvieron de la experiencia de Dios de La unidad de cruz y resurrección tan enfatizada por Pablo (Flp 2,8-
Jesús y nuestra propia experiencia de fe; y ambos pertenecen al único 11)2Í>, es propiamente el acceso tanto al Jesús histórico como a su
testimonio de que Dios actúa a favor nuestro. misterio: Jesús es el despojado hasta el extremo y así “ exaltado” sobre
todo y sobre todos26. De esta manera, el acontecimiento pascual es a la
vez el misterio pascual: esperanza siempre mayor en aquél que ya ahora
20. Véase la explicación -del dogma cristo l6gieo de Calcedonia en Ia Knauer, Der
Glaube kommt ion; H arén. Herder, Freiburg-Basel-Wien L991, 130-139, especialmente
133. “ ■«Encarnación de Dics» significa que el hombre Jesús, en toda su autoposesión
humana fundamental, o sea, en la Lotalidad de su existencia terrena en toda su duración, 22. Cf. Rom 8,9-11; Gál 4,4-7, E f 1.1-14; 1 Cor 12,4 etc.
desde el primer momento y para siempre, ha sido acogido en la auteposesion del Hijo, de 23. I Cor 15.3—4: Mt 26,28 par.; c f I’ Grelot, o. c-. [nota 3], 106.
la segunda persona divina” , ibid., 137. Esta formulación es plenamente compatible con 24. Cf. M t28,18-20; Me 16,14-20; 1x24,25-35; Jn 20,19-28.
nuestra fórmula antropológica. 25. Es sabido que si canto cristológica de Flp 2 es antiguo y probablemente anterior a
21. Si consideramos cuán pocas afirmaciones «seguras» pueden hacerse sobre cl Je­ Pable. Precisamente la añadidura “ y muerte de cruz” , sin embargo, es probablemente
sús histórico y la naturaleza de estos datos, cf. U\ Trilling, o. c. [nola 2[. 55-59. tal em­ paulina, G Friedrich, D er B rie f an die Philipper, en H. W. Beyer et al., D ie kleineren
presa seria bastante atrevida, independientemente del hecho de que ésta no podría ser la Brieje des Apostéis Pcrulus, NTD 8, ,J1972, IOS.
intención del presente estudio. 26. Cf. W. Trilling, o c. [neta 2], 212; l-leb 9,12.
154 III. E l D io s de J esús 155
D ios e n m e d io nn n o so tro s

“ nos vivificó juntamente con Cristo” (E f 2,4-5), cuando sigue siendo la en ctuinto t a i es decir, en cuanto misterio21*. El anuncio no acaba con el
experiencia de la “ sobreabundante riqueza de su gracia” (v.7)27 simul­ misterio, sino que lo presenta como misterio a los oyentes. El funda­
táneamente presente y futura. Para entender esto se necesita el don del mento del misterio experimentado en la fe se encuentra en la experiencia
Espíritu. del «ser-diferente» del Jesús histórico, la cual es reconocida y profundi­
Desde este punto de vista, tenemos hasta ahora las siguientes orienta­ zada en la experiencia de las apariciones del resucitado30.
ciones para diferenciar nuestro segundo criterio de trabajo: lo que Jesús El misterio del acontecimiento pascual sólo puede ser entendido co­
ha hecho «por nosotros» es abrir entre nosotros un espacio para el «Rei­ mo tal en el don del Espíritu y sólo así se hace anunciable (Hch 2,1-13).
nado» de su Padre. Toda su vida histórica fue encaminada hacia su Es llamativo que sólo del don del Espíritu brota el kerygma, cuyo conte­
muerte vergonzosa en el abandono, hacia ]a muerte del testigo por el nido son la cruz y la resurrección de Jesucristo (Hch 2,22-24). Este don
Reino de Dios (Me 1,14-15); por eso el N T la resume en el kerygma de del Espíritu es el que transforma a los compañeros de Jesús en apóstoles,
la cruz. Lo que Dios ha hecho «por nosotros» es resucitar al Crucificado en testigos de Jesús el Cristo.
(Rom 6,4.8; 1 Cor 15J2.20)28. Los mismos evangelios preguntan: “ ¿Quién es éste?", una pregunta
Si el misterio pascual realmente forma el núcleo del kerygma y si el que apunta hacia el misterio de Jesús’1. La respuesta a esta pregunta es el
kerygma parte del Espíritu, el hacer del Espíritu sólo puede consistir - ‘'yo soy” de Jesús (Me 6,50; Jn 18,5). Tanto la pregunta como la res­
literalmente - en intro -ducir a los apóstoles y a todos los creyentes en el puesta exigen una decisión ante el misterio de Jesús, porque no existe
misterio pascual. Por consiguiente, el segundo apartado de esta Parte III- una respuesta meramente informativa. Al mismo tiempo, sin embargo, la
buscará la comprensión del hacer de Dios en la cruz y en ta resurrección pregunta por la identidad de Jesús no puede exigir una decisión, a menos
de Jesucristo. Debido a que el acontecimiento pascual ocupa el centro de que ya haya sido contestada en el don postpascual del Espíritu y, enton­
todos los textos neotestamentarios, se tratará tan sólo de poner un acento ces, la decisión ya ha sido tomada en la fe. La pregunta por la identidad
diferente respecto al «hacer de Jesús», del que hablaremos en el primer de Jesús queda suspendida, al igual que la respuesta. Esto muestra otra
apartado. El hacer de Jesús y el hacer de Dios constituyen juntos la expe­ vez que los evangelios preguntan a partir del acontecimiento pascual y
riencia postpascual de Dios. que su pregunta indica el centro del kerygma.
La respuesta a la pregunta por la identidad de Jesús no sólo dice algo
sobre Jesús, sino también sobre el que responde, algo que identifica a
1.3 Tercer criterio de trabajo arnbos en correspondencia directa. Si Jesús es el «Señor», entonces el
ciego de nacimiento y Tomás son «creyentes» (Jn 9,36-38; 20,24-28). Si
Jesús es el «buen pastor», entonces las ovejas conocen su voz y le siguen
Según nuestro tercer criterio de trabajo, hemos de hablar del «misterio
(Jn 10,1-6)’2. También es posible, en cambio, no ver a Jesús como quien
de Dios» porque, en la experiencia de gracia, el creyente es tocado por
este misterio y acogido en él.
La fe capta el misterio de Dios en el acontecimiento pascual anuncia­ 29 En Pentecostés, los apóstoles anuncian "las hazañas” de Dios, F. Mussner, Apos-
telgeschich fe, Die neue Echterbibel 5, Echter, Wiirzburg 1984, 21. Para Lucas, la glosola-
do por los apóstoles, quienes por el don del Espíritu han sido introduci­
lia ‘ no es un lenguaje por esencia incomprensible y necesitado de una interpretación
dos en este acontecimiento y, por eso, en el misterio de este aconteci­ posterior, sino el lenguaje universal de la alabanza y de la oración [...]. Se trata de la
miento. Esto significa de entrada que el misterio del Señor es anunciado alabanza de Dios y, a la vez, de la confesión pública y del anuncio” , R. Roloff, D ie Apos-
teigeschichte, NTD 5. 1981, 43s.; R. Pesch. Die Apostelgeschichte, EK.K 5, 1986, llama la
glosolalia ti na "alabanza exstática de Dios” , 107. Precisamente en esta forma se anuncia el
misterio de Dios y se da testimonio “ de sus maravillas históricas, por medio de las cuales
27. K1 adjetivo tm£ppá\X.ci)V se encuentra sóle cr las cartas paulinas y en Efe si os,
actúa sal v ifi carne me a favor de los hombres que le pertenecen” , R. Roloff, ibid., 44.
donde ocurre tres veces y expresa la alabanza por la obra salvifica de Dios: 1,19-20; 2,7;
3,18-19. Se trata de “ conocer el amor ce Cristo que excede a todo conocimiento 30. Cf. Ch. Perrot, o. c. [nota 8], 281-284.
31 Jn 9; 10 y repetidas veces en el evangelio de Juan; Me 4,41; 6,3; W. Trilling, o. c.
(xf]v ■U7i£p[kx>Ao\)0av tt¡¡¡ yvcoaecoc i'yá.Jtrii»). para que os vayáis llenando hasta la
total Plenitud de Dios” (E f 3,19), B. Andrade. E l camino histórico de salvació n , Inota 2], 212-215.
32. Para el narrador es decisivo el que el ladrón no use la puerta regular, sino que
UIA-Librcría Parroquial, México 1989, 130-133.
viene de otra parte. El texto contrapone al “ acceso fraudulento y al acceso legítimo". Jesús
28. Cf. K. Rahner, The os en el Nuevo Testamento, Escritos I, I58s.; lista de citas bí­
blicas ibid. es el “ Señor legítimo de la comunidad” , J. Becker, Das Evangelium nach Johannes, Kap.
156 Dios i n m e d io d e n o s o t r o s III. E l Dios d e J esús 157

es (Jn 9.40; Me 4,12)". Entonces, Jesús ni es Señor, ni es el buen pastor, Ser adentrados, por y en el kerygma, en la experiencia de Jesús es lo
sino un acrimina!» y aquellos que lo acusan son ciudadanos romanos que mismo que encuentro con Jesucristo, ser nuevos en él y por él, a la vez
cumplen debidamente con sus «obligaciones» (Jn 18,30-31; ]] ,50-52). que es tener parte en la realidad de Jesucristo, en su relación a su Padre y
Se trata aquí análogamente del mismo don mutuo - o de la perversión de en su hacer. Desde ahí, el tema del tercer apartado ha de ser el kerygma
este don - de la identidad del «yo» como autopresencia que hemos des­ poslpascttat: ser adentrados en el misterio de Jesucristo.
crito en la parte antropológica al hablar del encuentro interpersonal. Este
hecho acentúa la pregunta por la identidad de Jesús. Sólo en el don del
Espíritu puede ser contestada esta pregunta y, después de la Pascua, sólo
puede plantearse en el Espíritu. Lira vez planteada y contestada en el 2. LA EXPERIENCIA DE DIOS Y EL HACER
Espíritu, sin embargo, debe plantearse y contestarse en el kerygma, por­ I>E JESÚS
que se ba convertido en e] contenido del kerygma
Para una diferenciación del tercer criterio de trabajo que corresponda
al kerygma, estas observaciones significan que sólo desde la propia ex­ 2.1 “ Me ha sido dado todo poder...”
periencia. de fe de los apóstoles Jesús puede ser nombrado como el Cristo
y el kyrios y, por eso, como misterio. Sin embargo, tampoco esto corres­
Jesús habla con «poder» (t^ouoiix. Le 4.32; Mt 7,29; Me 1,22). La pala­
ponde totalmente a] kerygma. Por y en el kerygma, la presencia salvífica
bra sugiere que se trata de un poder que Dios ejerce sobre algo o alguien.
del Señor les llega a los oyentes. Los apóstoles que, por haber recibido el
Ésta es la razón por la que del modo de hablar y de actuar de Jesús los
don del Espíritu, han sido adentrados en el misterio del Crucificado y
apóstoles concluyen que él tiene un poder que viene de Dios34. Jesús
Resucitado y, así, en el misterio de Dios , logran por su testimonio que
tier.e autoridad sobre la tradición judía, de modo que pueda decir: “ Ha­
también sus oyentes - con tal que tengan “ oídos para oír’ (M e 4,9) -
béis oído que se dijo a los antepasados [...]. Pues yo os digo [...]” (Mt
puedan acoger la palabra y confesar a Cristo (Hch 2,41; 5,14; 6,7 etc.).
5,21-22; 27-28; 31-32; 33-34; 38-39; 43-44)3S. Esto es lo que lo coloca
El mismo kerygma tiene la fuerza de provocar la experiencia de fe. por­
en oposición a tos escribas. Jn 7,4b insiste en que ‘‘jamás un hombre ha
que es el evangelio de Dios (Rom 15,16; 1 Tes 2,2); de la gracia de Dios
(Hch 20.24); de Cristo (2 Cor 2,12; 9,13); de la gloria de Cristo (2 Cor
4,4); y el “evangelio de vuestra salvación" (E f 1,13). Sólo porque en el 34. W. F. Arndt y F W. Gingrich. A Greek-Errglish Lexicón o f the N T and Other
don del Espíritu los apóstoles han sido adentrados en este evangelio, algo K crly Ch rim ar, Literature. University of Chicago Press, Chicago 1957, 277. Lucas usa la
que únicamente existe como acontecimiento creado por el Espíritu (Gál palabra-«poden? predominantemente en conexión con el perdón otorgado por Jesús (5,24)
1,11), pueden designarlo como <«su» evangelio (2 Tes2,l4). y con sus milagros [4,36]. El poder de Jesús viene de Dios y es ejercido por él legítima­
mente. “ Por consiguiente, en la comprensión lucanade poder están contenidos los compo­
Si el misterio de Dios consiste en el misterio pascual» y si el anuncio
nentes de la fuerza y del derecho". F. Bovon, D es Evangelium nach Lukas, E K K III/1,
de este misterio abarca la experiencia de fe de los apóstoles, la de sus 22!. Acemas, el poder de Jesús es explícitamente relacionado con su palabra. “ No se trata,
oyentes históricos, y la de los oyentes de todos los tiempos provocándo­ por consiguiente, de una mera luer/a sobrenatural que desciende sobre las personas, sino
la, entonces también todo esto una y otra vez es sólo la experiencia que que es creadora de una relación; es como un llamado de persona a persona, al que se
quienes han sido adentrados en el misterio pascua! tienen de la experien­ espera una respuesta’', 222. Hay que observar, sin embargo, que no hay contraposición
entre una “ fuerza meramente sobrenatural” y su aspecto “ creador de relación sino que el
cia de Jesús.
poder de Jesús se muestra como una fuerza “ sobrenatural” precisamente en cl hecho de
que crea una relación interpersonal. Cf. también J. Ernst, Das Evangelium nach Lukas,
Pustet, Regensburg 1977. 17fe. También J. Gnilka, Das Evangelium nach M arkus, E K K
11/1. SO. su brava que la palabra poderosa de Jesús se expresa en hechos.
l- Ifí. Gfltcrsloher Verlagshaus Gerd Motín, Giilersloh y Ethier, Würzburg 1979, 326. 35. J. Gnilka, Das M atlháitsevargeiium J- f. 1-13,58, Herder, Freiburg-Basel-Wien
Jesús puede ser conocido sólo en la fe de la comunidad, mientras que en el Iraslbndo eslán 1986. I51s.. explica que en la Tosefta la expresión “ fue dicho” es una paráfrasis del
presentes “ otras personas con ctros retíamos de salvación” , 326s. nombre divino. Cuando un rabino dice “ pero yo digo’ , toma una “ posición que diverge de
33. La polen.ica de Ea parábola de Jn 30,1—6 contra los fariseos ilustra este aspeccto la opinión prevaleciente. Lo importante es que la contraposición del rabino pueda apoyar­
con particular claridad, cf. R. E. Brown, The Gospel According to Jo h n l- X II, The Anchor se en una cita bíblica” Precisamente este Jesús no lo hace. Él decide libremente y “ no
Bible 29, Doublcday, Garden City, N. Y. 1966, 391-393. vuelve a deducir su opinión de la Escritura” .
I5 S Dios i -n m e d io de n o so tro s III. E l d éo s d e J esú s 159

hablado como liíibla esle hombre’'. La "doctrina nueva, expuesta con 2 ü J 4 r . La pregunta por la identidad de Jesús está vinculada a la posi­
autoridad" de Jesús se muestra poderosa en el hecho de que Jesús hasta ción de Israel: Israel es reemplazado por los «otros» - por los paganos -
"nianda a los espíritus inmundos y le obedecen" (Me 1,27; Le 4,35). y el Reino es entregado a las naciones41. Puesto que se trata del tiempo
No es de exlrañarse, entonces, que precisamente "los sumos sacerdo­ llnal, del tiempo de “ los frutos de !a viña1' (Me 12,2 par.), es decir, el
tes y los escribas ¡unto con los ancianos" recojan la cuestión del poder de tiempo del acontecimiento pascual que se acerca, la suerte de todos los
Jesús y que se convierta en uno de los principales puntos de contención: hombres está ligada a la suerte de Jesús'* .
"Dinos: ¿Con qué autoridad haces esto, o quién es el que te ha dado tal SI leñemos presente que la parábola de los viñadores homicidas des­
autoridad?" (Le 20,2). Es significativo que Lucas una esta disputa a la cribe la suerte de los profetas, que una y otra vez han sido enviados a
expulsión de los vendedores del templo (19,45-46) y la introduzca con La Israel y que una y otra vez han sido rechazados'12, la pregunta por la auto­
afirmación de que las «autoridades» no sabían qué hacer, “ porque todo el ridad de Jesús adquiere un nuevo matiz. Jesús no es comparable a uno de
pueblo le oía pendiente de sus labios" (19,47-48). También en Mateo y ¡os profetas pasados, ni es simplemente e] profeta del tiempo final, sino
Lucas el episodio del Templo precede a la disputa sobre la cuestión del que él es quien envía a Israel a los “profetas, sabios y escribas” (Mt
poder (M t 2 i , 10—17; Me I 1,15-19). de manera que la disputa pueda ser 23,34)4\
entendida como reacción a la insoportable pretensión de Jesús. Estos dos Al poder del «hijo del hombre» corresponde la gloria (Só^oc), con la
evangelistas se distinguen de Lucas, s:n embargo, por insertar la perícopa que vendrá para sentarse en sil “ trono de gloria” (Mt 25,31). Desde este
sobre la higuera estéril {Me 11,12-L4.20-25; Mt 21,18-22) entre el epi­ trono no solamente juzgará (vv.32-33), sino que su posición será simul­
sodio del templo y la disputa. Así indican que la actuación profética de táneamente la de un rey que puede disponer de un reino (v.34). En este
Jesús en el episodio del Templo3^, al igual que la disputa sobre el poder reino, los que están ”a la derecha1’ del rey participan en la función real de
de Jesús, sólo puede ser entendida e interpretada correctamente en lajfey éste. De nuevo lo decisivo para la participación en el reino es la actitud
en la confianza en el poder de Dios (M t 21,21-22; Me 11.22-24)3’, Lo que se muestra ante el rey (v v .35-40). Parece, sin embargo, que no con­
que esta en el fondo, en último término, es la pregunta por la identidad cuerda bien con la gloria del rey el que aquellos a quienes él mismo en­
de Jesús. trega el reino son llamados, a renglón seguido, los “ benditos de mi Pa­
Que ésta es realmente Ja pregunta se aprecia por el hecho de que los dre” '1'3. Además, llama la atención el que no se diga que el rey haya pre-
textos sobre el episodio del templo y sobre el poder de Jesús han atraído
la parábola de los viñadores homicidas (Me 12,1-12 par.), que narra la 3?. Según J. Gnilka, Das Kíalikáusei’ongeliam fi: Kap. 14,1-28,20, Herder, Frei-
historia del ‘‘hijo querido” de un hombre que "plantó una viña” (cf. ls b urg-Basel-W ien 1988, 22<Ss., los viñadores “ quieren asegurar los privilegios salvíficos
5,1-7); el hijo es atrapado, matado y echado fuera de la viña por los de Israel tratando de excluir de ellos a los paganos” . Lo que hacen tiene “ carácter de una
labradores-''. La parábola es dirigida a los escribas y ancianos y los expo­ ejecución que tenia que tener lagar fuera de las- murallas de la ciudad” . Gnilka, 228,
entiende el adverbio «al último» (boTEpov) en el sentido de que designa al «hijo» como
ne: “ matémosle, y sera nuestra la herencia" (Me 12,7; Mt 21,38; Le
Vlesias. También este detalle refiere a la pregunta por la identidad de Jesús.
40. I Schweizer, o. c., 137. C. Bravo, Jesús hombre en conflicto, CRT, México
1988, en una lectura laúnoamericana del evangelio de Marcos, subraya particularmente el
conflicto de Jesús con la ortodoxia ritual y política, 184. Cf. también G. Strccker, Der
35. J. Schniewind. Das (L\angelium nach Mattháus, NTD 2, 1968, 2 J 3. “ El profeta Weg der Gerechiigkeh. Untersacnung zur Theoíogfe des M aíthaus , Vandenhoeck &
de Galilea es tarnbien SeiVir de! I empío de Jerusalén” , E. Loluncyer, Das Evangelium Ruprecht,Gottingen 1970, IlCs.
jiach MaUháus, W . Schmauch <ed.), Vandenhoeck & Ruprecht, Gtrtlingeti 1967.298s. 41. O. Schweizer, o. c-., 138. En Jesús se decide el destino eterno de los que se en­
37. J. Schmewind, o. c., 214; E. Lohmeyer, o. c., 303s. E.. Schweizer, Das Evange- cuentran con el, J. Schniewind, o. c. joota 36]. 217; K. H. Rengstorf, Das Evangelium
Jjum nach Afarkus, NTD I, 1973, 133, subraya qus la promesa de Me I 1,23-24 es atribui­ nach Lobas, NTD 3, 1974,225.
da a una fe "que es pcqueP.a como un grano ce mostaza. Según la palabra de Jesús, por 42 J . G iíi Ika. Da s M ati han.sevangeJ fura I I |nota 39], 228.
consiguiente, lo decisivo precisamente ya tío es la grandeza o la especial cualidad de la fe 43. Véase el enfático b^cí» cx:tocsTé?.?.<o. Parece que Mateo está pensando en los en­
o del conocimiento teológico, sino una le a ls que se le promeie todo porque no espera viados cristianos que trabajaban en Israel como misioneros. “ La matanza de los profetas y
nada de si misma sino lodo de Dios” . enviados cristianos sigue sin interrupción a la suerte de los antiguos profetas” , J. Gnilka,
38. Me 12,7 invierte los trechos respeelo a Le 20, 15 > Mt 21,39: primero lo matan los ibid., 300.
obreros y luego lo ectian Fuera. [Je esta manera el crimen parece más abominable, porque 44. Aquí la interpretación de J Gnilka, Das Matlhausevangelium ¡I, 372, apenas
lo matan en la propiedad de su padre, cf. E. Schueizer, o. c.. I37s. convence: “ Aunque sea el Padre quien haya preparado ía basileia desde la creación, no por
1 Í0 D !C>S I N VII'DIO DE NO SOI' ROS HE. E l D ios de J esús 161

parado él mismo el reino; el participio perfecto pasivo iitoi|jaa|iéKnu «ser-diferente» de Jesús que hade ser predicado tanto del Jesús histórico
hace pensar más bien en un pasivo divino, o sea. en que es Dios el que ha como dei Cristo exaltado'5".
preparada el Reino4\ Solo Dios puede perdonar Los pecadas. Desde este punto de vista, es
A la visión del juicio final en Matee corresponde igualmente su com­ perfectamente coherente que los "‘escribas y fariseos” vean como blasfe­
prensión del poder de Jesús al final de su evangelio: “ Me lia sido dado mo el perdón de los pecados que Jesús ofrece al paralítico (Le 5,17-
todo poder en el cielo y en la tierra’' (28,18). La expresión semítica “ en 21.24 par.) antes de curarlo. Lo inaudito del poder de Jesús se aprecia en
el cielo y en la tierra” subraya el aspecto universal del remado de Jesús la reacción de los presentes:
que abarca la realidad entera y hace pensar en ía creación16. Este poder
Jesús lo ha recibido (£Sí>9n), o sea, Dios se lo ha otorgado47y el poder de "el asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de te­
Jesús funda y sostiene el envío de los discípulos ( v . l9) y la promesa de mor, decían: Hoy hemos visto cosas increíbles’ ” (Le 5,26, cf. Mt 9,8:
Jesús: "‘sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del Me 2,12).
mundo” (v.2O)48. El que habla así a los discípulos es el Crucificado que
ha sido resucitado (M t 28,16-17): por consiguiente, se está hablando del En la versión de Vlateo se subraya la contradicción de que un hombre sea
capaz de hacer lo que corresponde sólo a Dios-0 (9,8). En el fondo, sin
embargo, no se trata de determinar si alguien que puede curar también
eso el hijo del hombre tiene menos importancia como rey” . ¿No se trataría más bien de la tiene el derecho o la capacidad de perdonar los pecados - algo que los
relación en tic el Padre y el Hijo: Cristo resúmeme es Rey , porque el Padre ha preparado cl fariseos parecen dar por presupuesto - sino que se trata de lo contrario:
Reino? el único que puede perdonar los pecados. Dios, es también el que cura a
45 Sofcre todo en el evangelio de Maleo se enfatiza la perspectiva escatológica. Es
los enfermos" .
ésta la que da su urgencia al llamado a Israel a decidirse ante Jesús, porque no se Iraca ya
de "prerrogativas histórico-salvífícas” , sino de la irrupción del juicio final, G. Slrecker,
El logion sobre el peligro de las riquezas (M t 19,26; cf. Me 10,27; Le
o c. [nola 40)'. l>Ss La relación entre le eterna Lo: y Ia Só ^cc de Jesús er» cuanto hijo del 18,27) afirma lapidariamente el rasgo esencial del poder de Jesús: “ Para
hombre se aprecia también en el hecho ce que la imagen del juicio final podría de: manera los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible” 52. Esto nos
semejante encontrarse en un apocalipsis judío, pero con la diferencia deque allí no existe
la representación ce que los «ángeles» sean sus súbditos. Una afirmación de esla índole
tendría que teñera Dios por sujeto, cf. Zac 1-4,5. Aquí se habla, por consiguiente, «le un
nuevo poder que le corresponde únicamenle a Jesús, J. Schniewind, o. c. [rota 36j, 251. El
nombre honorífico «rey» dado al hijo del hombre, recuerda a Dri 7.14 e incluye la partici­
pación de los «suyos» en el reino como en una realidad preparada por Dios, cf. Mt 2(1.23, 4*3. C f I. Schniewind, o. c., 276
ibid., 253. 50. E. Lohmeyer. o. c. [nola361, I6S-I70. Jesús había hablado del hijo del hombre
46. Gn. 2,4; Di 3,24. Is 1,2; 49,13; Sal I 13,4-0. que tenia la fe^oixria, pero M i agrega a la alabanza de Dios: xóv Sóvxa k^otxjiav
47 La versión griega se encuentra lambiín en Dn «,14 que reza lOlOlÍJtTp xcíc ¿cvOpt&JlOi:^ hablando de los «hambres» como en una tergiversación
KOti c.S¿flri a i n a icjow ioc Esta formulación sugiere una entronización de Jesús, cf. E. consciente, ibid.. 169 J. Schniewind, o. c. [nota 36], I 18, ofrece otra lectura: “ Nuestro
Lohmeyer. o. c. [nota 36J, 4 lis. También Lohmeyer enfatiza el nexo entre fe^ouatcc y texto, en realidad, lo c a d último misterio de Jesús. ¿Cuál hombre puede atreverse a per­
Sógx, ibid .,416-, nola 3. donar cl pecado como Dúos mismo? Al hablar del pecado y del perdón del pecado se está
48 CF. J. Schnieuind, o. c. [nola 3ó|¡, 27ós. Para t . Lohmeyer, o. c., 4l7s.. la nove­ moviendo una sola pregunta: si hay hombres que puedan valer aun ante cl juez del mundo
dad del reinado universal tíe Jesús consiste en que el envío no significa que las naciones en cl juicio final [...|; y aquí se dice que el juez del mundo no viene sobre las nubes del
no judías, a las que se refiere, lian de set convertidas en súbditos, sino que han de llegar a cielo para el juicio, sino que está, aquí, como un hombre, y que perdona el pecado". Esta
ser discípulos. Esto es lo que sugieren claramente la palabras | J C í 6 r ) t e . í ) a a i E , v 19 y interpretación penetra más en el texto, peto a causa de M t 25,31 habrá que modificarla en
SiSdcriíomec;, v 20. “ Ya no hay olro poder que el del Resucitado y. el nexo espantoso el sentido de que lo inaudito de Jesús consiste en que la comunidad postpascual confiesa
entre los pueblos y el poder ha sido deshecho. Y aun así, aunque a los pueblos se les que ambas cosas han de predicarse de Jesús, el ser hombre y cl perdón del pecado.
haya quitado lo que los convenía en señores, no se están conviniendo en esclavos y 51. E. Schueizcr, o. c., 32s. F. Bovon, o. c. [nota 34], 250: “ Toda la discusión sobre
servidores7’, 4IH-420, aquí 418. Enlre líneas se vislumbra que Lohmeyer escribió el el perdón surge entre Jesús y tos escribas y posteriormente entre la comunidad primitiva y
manuscrito incompleto de su comentario mientras era soldado en la Ses.ur.da Guerra la sinagoga, porque no puede disponerse del perdón” .
Mundial, véase el prólogo escrito por et editor, IV. Schmauch. 5. Sobre la Só^G y el 52. Me 10,27 da una repet ición enfática: Ila p á átv9pümoi.q áSú vax o v á Á A ’ ot>
poder del hijo del hombre del tiempo final tabora, sin embargo, Stivcciur,) cf. Me 13,26— napa. Eteip rjá.'uxa. y á p Sw atá JiapaO eíó Le L&,27 ofrece la contraposición más
21: Mt 24,30; Le 21.27. clara enlre Dios y el hombre: ó S ú v a t a n ap a úv9pí&jroi<;, Su vax á n a p a xc¿ 0ecp.
162 Dios e n m e d io d e n o s o tros III. Ei. Dios d e J esús 163

lleva de nuevo a la pregunta por la identidad de Jesús'51. Luego de la ciada con poder: “ soy yo, no temáis” , transmitida en la misma forma por
entrada en Jerusalén pregunta “ toda la ciudad” : “ ¿Quién es éste?” (sólo los tres evangelistas. En Mt 14,33 le sigue:
Mt 21,10; cf. Me 11,8-10; Le 19,31-34). Cuán imposible es contestar
esta pregunta antes de la Pascua y de Pentecostés, lo muestra Mt 21,11: "Entonces los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo:
“ Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea” . La suposición de que "Verdaderamente eres 1lijo de Dios’ ” f's.
un profeta o el Mesías pudiera salir de Galilea es descabellada más que
una ocasión de alegría capaz de “ conmover” a “ toda la ciudad” (v. 10)>1. Otro contexto en el que aparecen el poder y la fuerza de Jesús, es el de la
El poder de Jesús se expresa igualmente en los textos sinópticos sobre expulsión de los demonios (Le 4,31-37; Me 1,23-28). De nuevo, la
la “ tempestad calmada” (Mt 8,23-27 par.), de nuevo en combinación con actuación de Jesús provoca asombrov y la pregunta: “ ¿Qué palabra es
la pregunta: “ ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obede­ ésta?” (Le 4,36, cf. Me 1,27). En otros relatos, la actuación de Jesús se
cen?” (Me 4,41; Mt 8,27; Le 8,25). En el trasfondo está el poder creador relaciona con la llegada del Reino de Dios<>0y con la pregunta por la fe y
de Dios con el que retiene el agua - que circunda la tierra y es entendida por la «poca fe»61. El punto clave es el poder de Jesús sobre el mal; la
como el «caos» - a favor de su pueblo IsraeP\ Lucas subraya particu­ pregunta de si Jesús es el Mesías a quien Israel espera02 y la pregunta de
larmente este nexo introduciendo la correspondencia perfecta entre «im­
perar» y «obedecer» (v.25). En y por Jesús actúa el Dios de la creación.
Po r eso surgen las preguntas por la fe de los discípulos y por la identidad
de Jesús (Me 4,38-41; Mt 8,25-27; Le 8,24-25)56. 58. J. Schniewind, o. c„ 178s. En Mt, al caminar sobre las aguas le precede en cl v.23
El tema del poder de Jesús sobre las aguas vuelve a aparecer en Mt la oración de Jesús solo en el monte. Esto produce una separación física entre él y sus
14,27 (Me 6,50-52; Jn 6,16-21), esta vez sin la mención de la poca fe de discípulos. "Por primera vez antes del prendimiento de Jesús los discípulos están separa­
dos de su maestro; y ésta es la única vez que cl maestro mismo se separa de sus discípu­
los discípulos57. Aquí, sin embargo, el «miedo» (Mt 14,26; Jn 6,19) y el
los” , E. Lohmeyer, o. c.. 238s. “ Parecería que la oración es la preparación de la epifanía,
«turbarse» (Me 6,50; Mt 14,26) están directamente ligados con el cami­ como también en el Getsemaní precede a la revelación de la hora de la pasión” , 239. Cf.
nar de Jesús sobre las aguas y no preceden al acto poderoso de Jesús, E. Schweizer, o. c „ 79s. Tanto Lohmeyer como Schwcizcr comentan el nexo entre cl
como en la tempestad calmada. Correspondientemente, el texto no cul­ caminar sobre las aguas y la primera multiplicación de los panes, Me 6,32-44; Mt 14,13—
mina en la pregunta por la identidad de Jesús, sino en su palabra pronun­ 21. Ambas son historias de poder. También en Jn la multiplicación de los panes, 6,1-15, y
el caminar sobre las aguas, 6,16—21, forman un todo. En Jn toda la escena es un relato de
epifanía divina arreglado alrededor de la expresión feyci) ¿ i| ii en cl v.20. El milagro es
semejante al de la transfiguración y expresa la majestad de Jesús que consiste en que él
puede portar el nombre divino. En Mt parecería que la historia se orientó independiente­
53. Cf. J. Schnicwind, o. c „ 205; E. Lohmeyer, o. c. [nota 36], 288. Tanto Lohmeyer, mente en la misma dirección, R. E. Brown, The Gospel According to Jo h n l- X U [nota 33],
como también E. Schwcizcr, o. c. |nota 37], 122. anotan que Jesús busca a sus discípulos 254s.; véase también el trasfondo vcterotcstamentario, 255s. Una lectura comparada de los
con la mirada, lo que realza la importancia de la frase sobre el poder de Dios. textos de Mt, Me y Jn se encuentra en J.-P. Charlier, Signes et Trodiges. Les m iracles
54. Cf. Jn 7,41; G. Vermes, Jesús el Ju d io , Muchnik, Barcelona 1977, 53-62. dans l'É va n g ile , Ed. Du Cerf, Paris 1987. 161-171.
55. Cf. Gn 1.2; ls 17,12; .Ir 6,23; Sal 77,17; Ap 21,2; 22,5. Las grandes hazañas de 59. 0á(O.pót; en Ix 4,26; el verbo 0a|ipéco en Me 1,27 - un «asombro que deja sin
Yahvch que ejecuta a favor de Israel, son victorias sobre el agua: Ex 14,15-31; Jos 3,14- palabra». En Me 5,20 y Le 8,39 sigue al acontecimiento el «anuncio» (KT|pÚ0 a£tv) de lo
17. que Jesús hace.
56. E. Schvveizer, o. c. |nota 37], 61; J. Schniewind, o. c. [nota 36], l I5s. Sólo Mt 60. Mt 12,28; Le 11,20; Me 3,28-30 coloca la «blasfemia» contra el Espíritu Santo
habla en el v.27 de que son los «hombres» los que preguntan por la identidad de Jesús. en este mismo contexto.
“ En el lenguaje de los dos primeros evangelios, éstos son siempre los no creyentes". El 61. Mt 17,17.19-21; Me 9,19.22-24; Le 9,41. Sólo Le agrega: “ y todos quedaron
verbo 0a\>|jd^eiv sólo se usa “ para el asombro de los endurecidos; los discípulos y la atónitos ante la grandeza de Dios” , v.43. E. Schweizer, o. c. [nota 37], 106, hace una
comunidad nunca preguntan así [...], ellos saben quién es éste” , E. Lohmeyer, o. c. [nota observación importante sobre Me 9,19-20: “ El poder de Jesús [,..| no se presenta de
36], 164. manera que sólo a causa de las palabras y hechos de Jesús pudiera posteriormente deducir­
57. J. Gnilka, Das Mattháusevangelium I I [nota 39], ha visto que la escena tiene ca­ se que tiene poder; sino de tal manera que se impone tan pronto como nos encontramos
rácter de teofanía y subraya cl poder de Jesús sobre el «caos», 13. Respecto a Mt 14,28— con Jesús” . La formulación del v.27 es “ exactamente la de la Pascua’ (f]Y£ip£v
3 1, el autor deja en claro lo que para Mt es la “ poca fe” , esta vez la de Pedro: “ en una situa­ a in ó v Koá ávfeaxri) 107, cf. Me 16,6. La correspondencia se limita a f]Y£ip£v, activo
ción, en la que la propia existencia está amenazada, no mantener la confianza en Jesús” , transitivo y f|YépfiT|- aoristo pasivo; K. II. Rengstorf, o. c. [nota4l[, 125.
14. 62. J.-P. Charlier, o. c. [nota 58], 43s.
164 D IO S E \ MlüMO DC NOSOTROS 111. E l D io s dh J e s ú s 165

si en el hacer de Jesús lia irrumpido el Reino de Dios que acaba con el se alegraba con las maravillas que hacia’- ( v . 1 7 ) (1<). También aquí está en
reino del <cmab>&i. el trasfondo el tema de la creación (Ex 34,10)70.
El «ser-diferente» de Jesús que recuerda la comunidad cristiana, in­ Debido a que recurre en ellos la temática del «Hijo del hombre», los
cluye la pretensión de Jesús de ser ‘‘señor del sábado'1(M I 12.8 par.). Los textos sobre la pasión, en los cuales Jesús aparece ante el sanedrín (Mt
sinópticos combinan esta pretensión de Jesús con el término “ Hijo del 26,57-68 par.}, han de interpretarse en la misma línea que los textos
hombre” . Es necesario diferenciar el llamado título “ Hijo del hombre’", sobre el sábado. Es evidente que la pregunta del sumo sacerdote por la
porque también según los comentarios judíos no es apropiado absolutizar identidad de Jesús (Mt 26,63; Me 14,61; Le 22,67) es una pregunta cap­
el sábado. 1lay que admitir por lo menos la posibilidad de que haya exis­ ciosa. porque no cabe duda de que el sumo sacerdote entiende por el
tido un proverbio con significado genérico <«el hijo de hombre (cada «Mesías» otra cosa que los evangelistas, que confiesan y anuncian a
hombre) es señor del s á b a d o » L o s evangelistas, sin embargo, no usan Jesús como el Cristo71. La respuesta de Jesús, en cambio: “ Yo soy” (Me
la expresión «hijo del hombre» en sentido genérico, sino que recogen la 14,62; Le 22,70) corresponde a la confesión de fe postpascual'^. A esto
comprensión funcional que la palabra tiene en el A T (Ez 2 f \ En este sigue: “ y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir
sentido, et término vale para toda la actuación histórica de Jesús y expre­ entre las nubes del cielo” 7' (Me 14,62; Mt 26,64 añade con el “ a partir de
sa la fe de que Jesús en la tierra actúa en correspondencia con su realidad ahora” una alusión a la Pascua). Ésta es la pretensión del señorío de Jesús
“ en el cielo',&t. en la reinterpretación sinóptica de Dn 7,13, y el sumo sacerdote sólo
Desde ahí se entiende no solamente la pretensión de señorío de Jesús puede sentirla como blasfemia. Que realmente se trata de la interpreta­
que los textos sobre el sábado recalcan, sino también la combinación de ción de esta pretensión lo muestra la formulación lucana de la pregunta
las disputas sobre el sábado con la pregunta por el culto auténtico (Mt por el Mesías: “ Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?” (v.70, sólo en Le). A
12.5-7 par.). Con Jesús ha empezado a darse una. realidad que es mayor
que el Templo (Mt ;2,ó)5\ Es esta realidad la que aparece en las cura­
69. “ Ya la participación de una mujer en el servicio de la sinagoga, desacostumbrada
ciones en sábado, y porque los fariseos no quieren admitir esto, Me 3,5 desde el punto de vista histórico'', prepara la disputa sobre el sábado, J. Ernst, o. c. |nota
combina la curación del hombre de la mano paralizada con un logion 34], 42Is. I.a oposición entre Jesús y los fariseos se acentúa además por la designación,
sobre el endurecimiento de los fariseos18. Lucas refiere otra curación en igualmente desacostumbrada "de una mujer como hija de Abraham” , 423. Esto muestra
sábado (13,10-17), presentando a Jesús como el que desata de la “ cadena que no se trata solamente del sábado, sino que chocan dos realidades opuestas.
70. felfee,» (L X X ) corresponde al hebreo riN^s:, Ex 34,10, a las maravillas de
de Satanás ’ (v .l6) y concluyendo la perícopa con la frase: “ toda ]a gente
Yahvéh como nunca han sido «creadas» (todavía): w n r x 1? t jn nsba:. Cf. M. Zerwick,
A r.alysis Ph iío io g ica .Moví Testamenti G raeci, Romae 1953, 175s.
71. Según J Gnilka. Das Mattháusevangelium II [nota 39], ia pregunta del sumo sa­
cerdote esti formulada en el sentido de la confesión de fe cristiana, 427. “ En la persona de
Caifas, el judaismo oficial interroga la fe cristiana", 428. El doble sentido de la pregunta
63. Ch. Duquoc, C ristologia , Sígueme, Salamanca 1985. 87s.. resolta del hecho de que a Jesús no se le hace una pregunta abierta; lo que se expresa en la
64. G. Vermes, o. c |nota 54], 19ls. presuma, es que el judaismo oficial "considera como blasfema la confesión cristiana de
65. Ch Duquoc, o. c., 164. "|...] Dios no le dirige la palabra a Eaequiel para ponerle lesós como el Mesías e Hijo de Dios” , 429.
ante los ojos la precariedad de su condición y st mortalidad: lo llama «hijo del hombre» 72 Cf. R. E. Brown, The Gospel According to Jo h n l- X ll fnota 33J, 533-538; cf. su
para encargarle de una misión. [...] Es «hijo cel hombre»- en virtud Je la tarea a la que comentario sobre el uso sinóptico del eyeó E’l| ii absoluto, 538.
Dios le lia destinad o” . 73 G. Vermes, o. c. [nota 54], I98s., parte de la imagen del.hijo del hombre que en
66. Ibid , 166ss.. 172. Dn 7,1 3 asciende sobre las nubes hacia lo alto y se expresa así: el hijo del hombre "es una
67. E. Lohmcyer„ o. c. [nota 36). 184; J. Schniewind, o. c |nota.36J, 156. persona que viaia hacia arriba” . Después de haber listado textos de nubes veterotestamen-
68. Mt J 2.]0—12 y Le 6.7 hablan más generalmente de la oposicion entre Jesús y los tarios, judíos y neotestamentarios (por ejemplo Hch 1,9.11; Jn 3,13; 6,62) llega a la con-
fariseos. Según los tres evangelistas, la disputa sobre las curaciones en sábado provoca la elusiór. algo desconcertante que estas idas y venidas sobre las nubes designan a éstas
decisión de los fariseos de deshacerse de Jesús, Mt 12. 14, Me 3.6; Le 6.11. corno “ medio de transporte celestial ". Según J. Gnilka, Das Mattháusevangelium II [nota
39), 421. la doble mención del cumplimiento de las Escrituras en los vv.54.56 subraya la
presencia de Dios en la pasión; cf. J. (inilka, Das Evangelium nach Markus [nota 34],
276-283. J Ernst, o. c. [nota 34], recalca que todo el texto lucano está orientado hacia
esta autocar lesión central de Jesús, a la que se ha dado la secuencia de títulos «Cristo» —
«1 lijo del hombre» —«1 lijo de Dios», 617. La pregunta por el Mesías es lo decisivo, 619.
166 DIOS HN MLIDIO DE NOSOTROS ill. E l D io s de J esús 167

esta pregunta e! Jesús de Lucas contesta: ‘ Yo soy” . Pilato hace todavía que así cumplamos con toda justicia” (v. I5 )'8; Le 3,21, en coherencia
otra pregunta: “ ¿Eres tú el Rey de los judíos?’' fLc 23,3 par.). La añadi­ con su corrección a la dificultad del bautismo por Juan''1, introduce la
dura de Lucas: añadidura importante "‘puesto en oración” . Esto hace que en Lucas la
teofanía subsiguiente haya que comprenderse como parte de la experien­
Comenzaron a acusarle diciendo: ‘ tiernos encontrado a éste a [boro lando c ia de oración de Jesús'11.
a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributo al Cesar y diciendo que ¿1 e> En el texto mismo de la teofanía, los sinópticos concuerdan esen­
el Cristo R e y ' " (23,2) cialmente (M t 3,16-17; Me 1,10-11; Le 3,21c-22). Mateo y Marcos
subrayan el carácter personal de la visión: Jesús mismo ve abrirse los
muestra que lo que está en cuestión es la comprensión política del Me­ cielos y bajar al Espíritu. Para Lucas las palabras “ puesto en oración”
sías. De esta manera, la confesión cristiana de Jesús como el “ Hijo de referidas a Jesús y que preceden inmediatamente81 dan implícitamente el
Dios está encuadrada por dos interpretaciones mesiánicas falsas74. mismo resultado. Los cielos que se abren indican el principio de un nue­
El «ser-diferente» de Jesús recordado por la comunidad encuentra su vo tiempo de gracia y de una nueva relación entre Dios y los hombress\
expresión más fuerte en los relatos sobre el bautismo en el Jordán (Me Debido a que Me 1.9 menciona el Jordán, este nuevo acontecimiento
1,9-1 1 par.) y sobre la transfiguración (M e 9,2-10 par ). Con el bautis­ salvífico recuerda la primera hazaña de Dios a favor de Israel en el paso
mo empieza el ministerio de Jesús, pero los evangelistas sienten la para­ por el VIar Rojo*3. El Espíritu que desciende es el Espíritu creador, en el
doja que Jesús pide ser bautizado por Juan, cuando este bautismo tiene que todo es renovado (Gn 1,2; Is 65,17); significa un nuevo comienzo
que ver con el arrepentimiento por el pecado (Mt 3,2.6; Me I.5)75. La dado con la persona de Jesús*4. El descenso del Espíritu está acompañado
dificultad da ocasión para una clara interpretación teológica desde la por la “ voz del cielo” , la voz del Padre: “ Tú eres mi Hijo amado, en ti me
experiencia de la resurrección y desde el don del Espíritu76. En la misma complazco” . Me 1,11 y Le 3,22 tienen aquí la segunda persona singular,
línea, es de suponerse que el bautismo que ocurre al principio del minis­ Mt 3,17 la tercera: ‘'éste es” . La tercera persona singular corresponde al
terio de Jesús nos diga algo sobre su envío en su totalidad, tal como éste carácter público que tiene la “ voz de los cielos’ en el judaismo , pero
es comprendido después de la Pascua77. parece entrar en conflicto con el v.16, en el que Jesús mismo ve. En Jn
En todos los sinópticos, el relato del bautismo se encuentra en el
mismo contexto: entre un relato sobre la predicación de Juan el Bautista
78. En el evangelio de Mt, éstas son las primeras palabras en boca de Jesús. Valen
y las tentaciones en el desierto. La introducción de Ja visión del bautismo para Jesús mismo, para cl Cantista y para todos. "E l plural llamativo f|piv tiene la luncion
varía con cada sinóptico: Me 1,9 cuenta solamente que Jesús se deja de unir a la comunidad", J. Gnilka, Das Mattháusevangelium l |nota 35], 76s.
bautizar en el Jordán por Juan; Mt 3,14—15 intercala el diálogo entre 70. Lucas evita la dificultad con el bautismo por Juan narrando en 3,19-20 el encar­
Juan y Jesús. El Bautista pone dificultades y Jesús contesta: ‘“conviene celamiento de Juan por Hcrodes, de manera que Jesús es bautizado con “ todo el pueblo ,
sin mencionar por quién (3,21). Además intercala entre el bautismo y las tentaciones en cl
desierto la genealogía de Jesús (3,23-38).
SO. P. Grelot, c. c [nota 3], 224; Ch. Duquoc, o. c. [nota 63], 52. “ Cada etapa im­
portante del tiempo de Dios [...] está literariamente señalada con una oración [...]. Mien­
74. Cf. K. H. Rengstorf, o. c. [nota 41], 257. 259s; E. Lohmeyer, o. c. [nota 36], tras que el bautismo ya está terminado (participio aoristo), la oración de Jesús perdura
368-370; E. Schweizer, o. e. [nota 37], 188s., 1935: Ch. Perrot, o. c. |no:a 8], 225-23 I (participio presente]'*, F. Bovon, o. c. [nota 34], 179.
75. Ch. Duquoc, o. c. [nota 63], 45. “ En 1.a investigación predomina la opinión de que 51 Pare Le son impártanles el cumplimiento de la espera escatológica judía del Me­
el bautismo de Jesús es uno de los dalos más seguros do la vida de Jesús. Estaba causando sías y el devela miento de la relación personal entre el Padre y cl Hijo, F. Bovon, ibid.,
dificultades crecientes a la comunidad , J Gnilka. Das Evangelium nach M arkus [nota 181.
34], 51. 82 Ch. Duquoc, o c.. 49. Cf. P. Grelot, o. c., 223, 225. 1.1 hecho de que se abren los
76. Ibid., 49-55; Ch. Perrot, o. c. [nola 8|, ] L5—12L. Las primeras comunidades leen cielos significa "un cambio fundamental de la relación de los hombres a Dios. Este cam­
los evangelios a la luz de la resurrección, lian sabido proyectar la iniau.cn de Jesús ante bio fundamental esta significado por cl don del Espíritu” , J. Gnilka, Das Mattháusevan-
sus ojos, también en la diferencia que separaba a Jesús de ellos mismos, 116. geiium 1 [nota 35,78
77. En Me, la escena del bautismo une cl envío y cl baulisir.o, ‘‘porque, debida a su 83. Ch. Duquoc. o c., 50.
propio bautismo, los cristianos podían ver en el bautismo de Jesús una vocación, laque, a 84. P. Grelot, o. c„ 226; Ch. Duquoc, ibid.
continuación, narran como historia cristológica fundamental''. J. Gnilka. D as Evangelium 85. G. Vermes, o. e. [nota 54], 216s.; cf. P. Grelot, ibid., 227; J. Gnilka, Das Evange­
nach Markus [nota 341, 54. lium nach Markus [nata 34], 52.
168 Dios i:N MI DIO DE NOSOTROS III. El Dios dií J esús 169

1,32 es Juan el Bautista quien ve al Espíritu e ¡nme diata mente da un parte de Dios‘Jl. Eti el don del Espíritu después de la Pascua, los apóstoles
doble testimonio: atestigua que Jesús bautiza en el Espíritu Santo (1,33b) entienden esta experiencia de Jesús, porque - y eso es algo que alirman
y que es el “'Elegido de Diosv (1,34). todos los evangelistas - ellos mismos han experimentado la nueva salva­
Al tajarnos en las correspondencias y diferencias en estos textos, po­ ción de parte de Dios. Esto no es otra cosa que participar ahora en la
demos resumir sus ahrmaciones teológicas asi: M arcos interpreta el experiencia de Jesús y en su envío. Sólo entonces se hace posible narrar
bautismo de Jesús dentro del cuadro de la historia salvifica de Israel. la experiencia de Jesús z. En cuanto experiencia del Espíritu, la expe­
Jesús introduce el Reino mesiánico y para esta misión recibe el Espíri­ riencia de la comunidad es la experiencia que tiene de la experiencia de
tu '. Mateo, en su introducción (3.13—15), refiere la historia salvifica Jesús. En la perspectiva claramente universal de los evangelios, esta
antigua y nueva. En el cumplimiento de “ toda jiistLcia''’ empieza la nueva experiencia que se tiene de la experiencia de Jesús abarca la experiencia
justicia que ya no viene de la ley” , sino del Espiritu, el nuevo don de de todas las personas que en el kerygma reciben aquel Espíritu que las
Dios, en y por Jesús destinado a lodosH!\ El bautismo es el signo de este adentra también a ellas en la nueva creación iniciada con el «nuevo
don. La ordenación interna entre el «ser-diferente» de Jesús y la nueva Adán». Aquí no solamente se unen tres diferentes experiencias, sino que
justicia para lodos, resuelve la dificultad entre el “ Jesús vev de Mt 3,16 y la única experiencia de Jesús adentra en sí misma a las otras y así se
la tercera persona singular en el v.l 7 También Lucas entiende el bautis­ convierte en «anunciable». Por el hecho de que Jesús ha experimentado
mo de Jesús dentro del cuadro de la historia de salvación; subraya la el bautismo de esta manera, como su pertenencia al Padre en el envío en
universalidad al igual que la oración de Jesús. El bautismo de Jesús es el y por el Espíritu, puede haber esta nueva salvación que anuncian los
bautismo del nuevo Adán (3,23.38) e introduce 1a. comunión mesiánica evangelistas para la comunidad postpascual y para toda la humanidad.
del tiempo final. Sin embargo, Jesús ha de recibir todavía otro «bautis­ A la transfiguración de Jesús (M t 17.1-9 par.) la colocan todos los si­
mo» (Le 12,49-50/ . El don del Espíritu en el Jordán se hace válido para nópticos en el mismo contexto: las condiciones del seguimiento de Cristo
todos sólo en el acontecimiento pascual50. y los anuncios de la pasión (M t 16,24-27; 17,22—23; Me 8,31—9,1; Le
En los textos sobre el bautismo se compenetran de manera única la 9,22.26.43-45). La voz no resuena del cielo, sino “ de la nube” ; se dirige
experiencia de Jesús, la experiencia postpascual de las comunidades a los discípulos diciendo: ‘‘Éste es mi Hijo amado” (Mt 17,5; Me 9,7; Le
cristianas y la experiencia de todos aquellos que aceptan el anuncio cris­ 9,35) y agrega: “ escuchadle"’. Lucas introduce una variante importante:
tiano. El «ser-diferente» de Jesús consiste en que sólo él es el '"Hijo ama­ “ Éste es mi Hijo, mi Elegido" (fetcA.£JtEYH¿i>o(;)’3, que recuerda a ls 42,1.
do del Padre Esta es su experiencia, a la vez que es la experiencia de su Le 9,28-29 muestra también aquí a Jesús en oración, o sea, habla de una
envío en el Espíritu. En esto consiste también su misterio que se revelará experiencia de Jesús mismo, mientras que en Mt 17,9 se trata de una
sólo en el acontecimiento pascual Ésta es la experiencia que pr^ihílira a visión (ópanot) ds los discípulos. Los símbolos apocalípticos revelan la
Jesús su anuncio, con virtiéndolo en el anuncio de una nueva salvación de identidad mesiánica de Jesús. La visión es una anticipación de la gloria
de Jesús en la resurrección que los discípulos entenderán realmente,
86. J. (inilka.,. ibid , 53. como la gloria del siervo doliente94, sólo en las apariciones del resucita­
87. I. Gn¡]ka, Das MaUhausevangehum i [nota 351, 77. dice de la justicia que "es la do. Por ahora, esta gloria de Jesús es para los apóstoles incomprensible y
exigencia divina dirigida ales fio rufares' que ahora ha aparecido en Jesús. Sin embarga, se un escándalo (Mt 16,21-23 par.), porque las representaciones tradicio­
tratan a en primer 1usar del ofrecimiento cr Jesus de una salvación radicalmente nueva, de nales del Mesías no son compatibles con la imagen del siervo doliente.
la que brota una nuev a exigencia para los creyentes.
Esta incompatibilidad se subraya, además, por el hecho de que los mis-
88. P. Grelot. o. e. |nota3J, 233.
89. "La escena del develamiento en el bautismo introduce la actuación mesianica de
Jesús en f ¡al ilea. Correspondientemente, la transfiguración conducirá a la segunda etapa 9 1. Ct‘. P. Grclct, o. c. [nota3|, 241-243.
de ta misión de Cristo". I- I5ovcn,o c [nota 341. 185. 92. ?. Cirelot, itiid., 244s., supone que existió 'una predicación cristiana intensa sobre
90. Ch. Diuiuoc, o. c. [ñola 631, 52-54. Comentarios detallados a los relatos del bau­ el bautismo de Jesús en estrecha relación con la prádica bautismal de la Iglesia’ ya antes
tismo en E. Selmeizer. o. c. [unta 57], 18-21; J Schniewind. o. c. [nota 36], 25-28; E. de la fijación por escrito de los textos.
Lnhmeyer, o. c. [nota 36j. 18-21. K. ]|. Rengstorf, o. c. (nota 41), 59, comenta: "Asi, 93. La palabra es un hapaxlegómenon. 1.a expresión “ «mi Hijo» une Jesús a su Padre;
respecto al bautismo de Jesús, rio hay [...] que preguntar ¿Cuál fue la experiencia de «el Elegidos lo ur.e a su misión y a su pueblo” , F. Bovon, o. c. [nota 34], 501.
Jesús', sino ¿Qué lúe lo que sucedió entonces?” . Esta es precisamente la pregunta cue no 94. Hasta Pentecostés, según Lucas los discípulos no hablan de la divinidad de Je­
hay que hacer. sús. asi como antes de la Pascua no entienden nada de su pasión” , F. Bovon, ibid., 502.
170 Dios e \ m edio d i -n o s o t r o s
ill. Ei. Dios d i -i Jesús 171

mos testigos Je la transfiguración serán también testigos de la agonía de El Jesús histórico, tal como lo recuerda la comunidad postpascual,
actúa con una libertad que refleja su «ser-diferente» en todo lo que ha­
Jesús en el huerto1' . También en la escena de la transfiguración, la expe­
riencia de Jesús, la experiencia de la comunidad postpascual y la expe­ ce1* , ante todas las personas y ante toda autoridad política y religiosa.
De esto se trataba, en último término, en los textos que hemos discutido
riencia de todos los oyentes creyentes deL kerygma forman un todo. Esta
aqui. y de esto se trata oirá vez en el episodio de la expulsión de los
vez, sin embargo, se trata del todo que surge de la cruz y de la resurrec­
ción juntas. F,n esta totalidad conjunta los creyentes son insertados95. vendedores del Templo (M t 21,12-17 par.). Es posible interpretar la
escena como urna protesta profética contra la profanación del Templo y
Como se desprende de la referencia a Is 42,1, también aquí la experien­
simultáneamente como Ltn signo del acercamiento del tiempo mesiáni-
cia es. a la vez, experiencia del Espíritu y del envío, tanto para Jesús
mismo como para todos los que creen en él37. co Mt 27,5 I: “ el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo”
En Le 24.19-26 nos encontramos otra vez con el tema de los relatos (cf. Heb 6,1 S) confirmaría esta interpretación. Concuerdan también la
de la transfiguración, con lo oculto y con la gloria del Mesías y con [a secuencia de los acontecimientos en los sinópticos, quienes refieren el
episodio del Templo no. como Juan, al principio, sino al final del minis­
imposibilidad de comprender a Jesús a menos que se tenga ya la partici­
pación en su experiencia en el don del Espíritu. Dos discípulos caminan a terio de Jesús. Después de esta escena, las autoridades inmediatamente
empiezan a tomar medidas para liquidar a Jesús" *. Sólo Lucas (19,47—
Emaus y no reconocen al Resucitado que los acompaña. Le cuentan de
“ Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras de­ 4S) menciona todavía después del episodio que Jesús enseña en el
Templo (cf. 2,49), lo que tiene que ver con que suaviza la actuación
lante de Dios y de todo el pueblo’" (v.l 9), de manera que habían esperado
“ que sería él el que iba a librar a Israel” {v.2 I y®. El Resucitado les res­ profética de Jesús en comparación con Mt 12,12-13 y Me 11,15-17,
particularmente respecto a Jn 2,14-16. Sólo Jn 2,19 pone la referencia a
ponde con una pregunta: ‘"¿No era necesario que et Cristo padeciera esto
y entrara así en su gloria?” (v.26)". la resurrección en boca del mismo Jesús: “ Destruid este Santuario y en
tres días lo levantaré"". En Mt 26,61; 27,40 y Me 14,58; 15,29 son los
falsos testigos y los que presencian la resurrección los que refieren esta
*35 Ch. Duquoc, ci. c. [nota63J. 9|-<36. P. GreLot,-o. c. |nola3|.248.
frase de Jesús. Es importante que Jn 2,19 usa el verbo “ resucitar"
96. En Le el éxtasis de los discípulos expresa que tambiín ellos son transformados al (ÉYE’-p£tv), mientras cue Mateo y Marcos hablan de “ reconstruir”
presenciar la transfiguración. Esto corresponde a la te en Tiempos de la Iglesia; a la ilumi­ (diKo¿ci±£Lv)l0-\ En la resurrección, la actuación profética de Jesús
nación por el Espíritu Sanio "A t cor.ienidlo crislológico de esta fe <de la gloria a la humi­ encuentra su última confirmación.
llación^ corresponde «na esperanza antropológica (de la humillación a la gloria de la
Lucas nos dice cuán increíblemente diferente es el «ser-diferente» de
resurrección)*', F. Bovon, o. c . 504 Aquí habría que preguntar si no es esencial para, los
reíalos de la transfiguración que también Jesús llega de la humillación a la gloria, y que
Jesús: “ Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22,27b).
precisamente p o r eso los creyentes pueden tener esperanza. Antes. 5CE Bovon escribe Mt 20.27-28 coloca este logion, en forma didáctica, en el cuadro de los
más atinadamente que la transfiguración tiene para la vida de Jesús la misma importancia relatos sobre la cercanía del Reino de los cielos; Me 10,45 lo incluye en
que la resurrección para su muerte: esta persona ha de reconocerse como la última y una colección de logia. Lucas, en cambio, pone la frase en el relato de la
deíir.itiva revelación de Dios.
pasión, después de la institución de la eucaristía. El escándalo del Hijo de
97. Cl. E. Schweizer, o. c (nota 37], 102—104: J. Schniewind!, o. c. |nota 36], 192s.
Sólo Mi I7.£»naira que los discípulos caen al sueto por miedo. En el estilo de la apocalíp­
hombre como siervo doLiente ya se esbozaba en la transfiguración; des­
tica, e. hombre, ante la epifanía de Dios, esconde su rostro en el suelo “ A este cuadro pués de la Pascua se convierte en la confesión gozosa del «ser-diferente»
pertenece también que el Dios uue se aparece levante al hombre [...] para una nueva vida:
ante Dios está de pie sólo aquel a quien el mismo levanta. Así se acerca cl maestro divi­
100. Ch. Duquoc, Jesús, hombre libre. Sígueme, Salamanca 1992, 27-39.
namente transfigurado a sus discípulos” , E. Lohmeyer, o. c. |nola 36], 268.
101. R. E. Brown. The Gospel According to Jo h n I- X ll [nota 33], 121.
95. La suerte de Jesús ha destrozado todas las esperanzas en la liberación de Israel. El
102. Cf. ibid., 117. Según Me 11,18, los sumos sacerdotes entran en acción por pri­
Mesías ha fracasado y su muerte lo demuestra. El “'tercer día" significa aquí la finalidad de
mera vez. y sólo aquí se dice que temen a Jesús. Este miedo subraya otra vez la majestad
la muerte. I. Ernst. c. c. [nota 34], 660:
de Jesús, J. Gnilka, Das \ia tina usevange l ium I I |nota 39], 127-131. Hn Le contrastan el
99. El siguienie v.27 afirma que Jesús interpreta todas las Escrituras que se refieren a
rechazo de los lideres y la apertura del «pueblo» al anuncio de Jesús; pero Le designa al
él. “ No solamente se desprende de la reacción de los das discípulos de Emaús [.. | cuan
«pueblo» con ¡apalabra i^aíic en vez de bx^oc,, es decir, “ El Mesías congrega al pueblo
ex.trafic resultaba a los contemporáneos de Jesús la idea de un Mesías sufriente, sino que
de Dios" y surge la Iglesia. J. Ernst, o. c. [nota 34], 532.
se puede ver detrás del postulado de la correspondencia a la Escritura un gran esfuerzo
1C»3. li H. Brown. The Gospel According to John l- X II, 120.
apologético al interior de la comunidad temprana” , J. Ernst, ibid., 6 6Í.
172 D ios e n m e d io d e n o s o t r o s III. E l D io s de J esús 173

cid Hijo de Días. En este «ser-diferente» están ahora acogidos los que tiempos de Jesús estas designaciones son ambiguas. En una nueva discu­
creen en él (cf Jn 12,26; Hch i [,29; 20,24; 2 1,19). sión. en Jn 8,33-47, se busca una solución constatando que cada uno
hace las obras de aquel cuyo descendiente es (vv.37-42). El resultado es
la confesión de fe de la comunidad joánica:
2.2 E l hombre Jesús y su «testimonio»
'"Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mi, porque he salido y vengo

Si queremos hablar del hombre Jesús debemos volver otra vez, ahora de D ios" (v.42). y

desde otro punto de vista, a su «ser-diferente:». Aquí surge el problema “ nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,69).

de la «autocomprensión» de Jesús: ur.a investigación de la «autocom­


prensión» de Jesús estaría destinada al fracaso, porque estaría obligada a Sin embargo, aunque estos textos nos confirmen otra vez que sólo la fe
tratar los evangelios como si fueran una biografía de Jesús, olvidándose postpascual llega hasta el Jesús histórico, porque no solamente lo entien­
así del papel que juega en ellos la confesión de fe de la comunidad de como quien fue, sino como quien siempre es para todo creyente, los
postpascual: o bien, tendrían que entresacarse los textos indudablemente textos nos ofrecen dos indicaciones nuevas sobre cómo recuerda la fe al
atribuibles al Jesús histórico. Sin embargo, aunque fuera posible llegar a Jesús histórico. Conforme a Jn 7,51, Nicodemo defiende a Jesús ante tos
un consenso exegético sobre cuáles serían tales textos, un trabajo seme­ magistrados y los fariseos diciendo: “ ¿Acaso nuestra ley condena a un
jante ofrecería otra vez sólo un análisis de los llamados títulos mesiáni- hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?” Lo que llama la
cos, por un lado, o una interpretación de la autoridad y libertad de Jesús, atención aquí es la relación entre «oír» (áico-óeu/) y «hacer» (ttoieív). No
de las que ya hablamos, por otro114. En el fondo, se trata también aquí de sólo la condenación, sino también la evaluación de una persona se funda
la pregunta por la identidad de Jesús, puesto que una representación de la en lo que hace11*'.
«autocomprensión» de Jesús es inseparable de su identidad. Esta identi­ Algo semejante se encuentra en Jn 8,38: '‘Yo hablo lo que he visto
dad de Jesús tendría que, o bien presuponerse al hablar de su «autocom­ donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído donde vuestro
prensión», o bien deducirse de esta misma «autocomprensión». Ambos padre". En este texto, se corresponden los verbos «ver» y «hablar» en el
caminos, sin embargo, son incompatibles con la fe, en la que se funda­ caso de Jesús, y «oír» y «hacer» en el caso de sus adversarios. El per­
mentan los escritos neote stamentar ios. fecto etópaKíx parece indicar que también el Jesús histórico ve al Padre y
Este dilema aparece claramente en el evangelio de Juan, lo que signi­ habla (cf. el presente en la forma que corresponde a este «ver»
fica que no es algo introducido desde fuera en el Nuevo Testamento. Los permanente. En el caso de los «judíos», en cambio, el aoristo hKo-Oaaxe
oyentes de Jesús intentan determinar su identidad a partir de su prove­ choca con el presente tioieíte Un gran número de manuscritos contrasta
niencia. Lo que se discute es si Jesús es un profeta o si es el Mesías. No el “ donde mi Padre'’ en el v 38a con el “ donde vuestro padre” en el
puede ser un profeta, porque ‘ indaga y verás que de Galilea no sale nin­ v.38b10?. Así resulta un paralelismo antitético con una referencia sarcásti­
gún profeta” (Jn 7,52). Por la misma razón, tampoco puede ser el Me­ ca al v.44. donde el «diablo» es llamado el padre de los «judíos»108.
sías: Llama la atención que al «ven) continuo de Jesús no le corresponde
un «hacer», sino un «hablar», especialmente cuando se recuerda que el
‘7 No dicc la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David
y del pueblo de Belén? (Jn 7,42, cf. Miq 5,1). 106. R. E. Urown, The Gospeí According io Jo h n t- X II [nota 33], 325, explica la
disposición leg,al que sólo puedo llegarse a un juicio cuando se le ha escuchado al acusado
No se trata, en estos argumentos, solamente de la identidad de Jesús, sino o a ambas parles involucradas en un pleilo. Es demasiado evidente que en estas condicio­
nes el juicio se refiere principalmente a lo que el acusado ha hecho. Sobre lo que ha hecho
también de la aclaración de qué es lo que se entiende bajo un profeta o
informa la declaración. Y a el heclic de que esta disposición legal se viola en el caso de
bajo el Mesías105. El planteamiento agudiza el problema, porque ya en Jesús, muestra que los que lo acusan quieren a todo precie deshacerse de él; que ni siquie­
ra están dispuestos a oírle y menos todavía a creerle.
107. La edición 2v de la versión griega del NT de Nestle-Aland, Deutsche Bibelge-
104. Ch. Duquoc, Jesús, hombre Ubre [nota I0fl|, 5 1—65. sellschaft, Stuttgart 1993. no recoge esta variante.
JC5. 56s., 58-62, Ch. Perrot, o. c. [ñola 8], 17] —196. 108. Cf. R. E. Brown, The Cospel According lo Joírn 356.
174 Dios i-:n m e d io d e n o so t r o s III. El DIOS DE JESÚS 175

evangelio de Juan subraya tanto que el Hijo hace las obras del Padre (Jn (7v3ó—49)1". También es importante el hecho de que ambos evangelistas
4,34; 5,36; 10,25.37; 17.4) y cuando hasta la «verdad» no se «dice» o se establecen un nexo entre la pregunta por la identidad de Jesús y el bau­
«habla», sino que se hace. Esta combinación llamativa se explica cuando tismo de Jesús, porque la pregunta se hace en nombre del Bautista.
se unen ei «ver» y «hablan- de Jesús en este lugar con el tema - igual­ La formulación de la pregunta hace ver que se está preguntando por
mente llamativo en Juan - del testimonio que, a su vez, pertenece a los el Mesías: “ ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” (Mt
temas de la revelación y del anuncio (Jn 1,1 S; Mt 1 1,27)l0t\ Jn 20,30-31 11,3; Le 7,19). En la respuesta de Jesús aparecen los verbos «oír» y
confirma este nexo: «ver» (aKoúEi.» - p?.ferer.'). ambos al servicio del anuncio:

'“Jesús real i/.o en presencia de tos discípulos otras muchas señales que no ' Id y contad a Juan lo que oís y veis: Los ciegos ven y los cojos andan,
han sido estrilas en este libro. Estas lo han sica para que creáis que Jesús los leprosas quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se
es el Cristo, el Mijo de Dios anuncia a los pobres la Buena Nueva " (Mi 11,4-5; Le 7,22).

Los discípulos han vis!o las señales en la fe y por eso anuncian a Jesús Con respecto a Mateo. Le 7,21 intercala antes de estas citas de Is 26,19;
como al Señor, provocando así la fe. El par de verbos «oír - hacer», 35,5-6 y 61,1 la frase: “ En aquel momento curó a muchos de sus enfer­
aplicado a los «judíos», se contrapone al argumento jurídico de Nicode- medades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos” .
mo en Jn 7,51. Se trata, por consiguiente, de la condenación y de la Esta añadidura no es una tautología, sino que hace literalmente palpable
evaluación de Jesús, por un lado, y de los «judíos», por otro, cada vez que las promesas de Isaías se están cumpliendo en Jesús. La misma preo­
conforme a su hacer. cupación destaca en la versión lucana de la escena del bautismo, que
Aquí se vislumbran dos posibdidades del acercamiento a la persona narra que el Espíritu baja sobre Jesús l'en forma corporal” (3,22). Según
de Jesús que nos brinda la misma anámnesis postpascual. En todo lo que esto, la identidad de Jesús puede verse en su hacer. Se contesta, por así
dice y hace, Jesús es entendido desde y hacia aquel a quien llama su decirlo, a la pregunta por la identidad de Jesús desde la propia experien­
Padre110; y el recuerdo de Jesús toma la fonna de un testimonio que par­ cia, porque cada uno puede ver sólo por sí mismo.
ticipa en eE testimonio del mismo Jesús. Según Jn 10,10-11, Jesús es aquel que ha venido para que todos ten­
Antes de adentrarnos en la cuestión del testimonio, necesitamos vol­ gan vida en abundancia y que la tengan porque él mismo, el “ buen pas­
ver todavía sobre la identidad de Jesús, que es inseparable también de su tor5, da su vida por ellos. Precisamente este hacer tiene que ver con la
relación a su Padre y de su testimonio. Mt [ 1,3 toca la identidad de Jesús relación de Jesús a su Padre (v v .l4-15) y con su poder ( v . l8). Si es así,
en un nexo estrecho con su «lagion joaneo» (11.25-27): con el señorío sin embargo, Jn 10,19-21 parece cuestionar la afirmación de Lucas que
de Jesús sobre el sábado (12,1-14) y con el siervo doliente (12.15-21), el la identidad de Jesús puede verse, porque echa mano de la curación del
que, a su vez, como hemos visto, está relacionado con la transfiguración. ciego de nacimiento (9,1—41), en la que también se trata de la identidad
E3 texto paraLelo de Lucas (7,20) se encuentra en medio entre la curación de Jesús. Lo que Jesús hace no puede verse de la misma manera en la
del siervo del centurión (7,1—10) con la resurrección del hijo de la viuda que ve ahora el ciego, lo que acentúa la pregunta por Jesús (v.21). Tam­
de Naím (7, [ 1-17) que 3e sigue y el episodio de la pecadora, a quien se
le perdona porque ama, y que ama porque se le ha perdonado mucho
il i. Sobre las dos mitades de la frase de Le 7,47 que están curiosa y casi contradic­
toriamente mal ajustadas, escribe í; Bovon, o. c. |tiota 34], que no hay amor divino sin
reciprocidad. Se trata de saber, quién - la mujer o Simón - ha estado en la reciprocidad de
109. Cf. J. Schniewind, o. c. [tioLa 36], 151, quien subraya que el llamado Iogion la relación amorosa eon Dios y con Jesús. 395 Sin embargo, es evidente que el amor
joaneo de V]t ] L. 25-27, en cl v.27 tiene n<xpe.8ó0r|, lo que significaría que Jesús ha divina existe también sin la reciprocidad humana. En J. Ernst, o. c. [nota 341, 259, se
recibido de Dios la «tradición». encuentra ur. ejemplo del «precondicionamiento ontológico» discutido en la Parte I: En el
110. Cf. \V. Kasper. E i Dios de Jesucristo, Sígueme, Salamanca 1994, 168—172. Para ¿entro del texto está la relación enlre cl perdor. de la culpa y el amor. “ El problema dog­
H. Sdlürmann, G oiJe s Reich - Jesu Gaschick Je su ureigener Tod im Lich t seiner Basi- mático de la colaboración humana cor. la gracia de Dios ha encontrado su expresión en las
leia-Verkútrdigung, Herder, Freiburg-Basel-Wien I9-B3, ve como central cl hecho de que respuestas desequilibradas de la perícopa de la peeadara". El hecho es que ambas mitades
Jesús llame a su Dios «Abbá». 23.27s. El «Abbá» y cl use singular del término ccbasilcia» de la frase son simultáneamente verdaderas y características de todo encuentro entre Dios
se explican nuluámenle, 30 y la persona humana.
176 Dios, e n m e d io d e n o s o t r o s III. E i. D ios de J esú s. 177

poco el ciego de nacimiento puede ver quién es Jesús, sino qje necesita Hijo es una unidad del poder y del actuar salvífico117. El evangelio de
creerle (9,38), El testimonio de las “ obras que hago en nombre de mi Juan describe la relación entre ei Padre y el Hijo desde la experiencia del
Padre” (10,25-26) no basta por si solo, sino que sólo en el Espíritu las actuar salvífico del Hijo a favor de los hombres (cf. 8,21.22.26.28; 4,34;
obras pueden ser entendidas como señales. Que esto es así, lo muestran 6,38.57; 10,18). De tal manera el Padre y el Hijo son uno ante los hom­
también las inserciones en Mt 12,38^42.46-50 y Le 7,31-35 que ponen bres, que Jesús hace visible al Padre (Jn 13,20; 14,9) y que el nombre
de manifiesto que tampoco los milagros de Jesús provocan la f e " 2. divino del AT, el tetragrámaton, puede ser aplicado a Jesús (Jn 18,5—
Así como la identidad de Jesús sólo puede ser confesada en la fe 6) " s.
postpascual, también su hacer puede ser entendido sólo en esta fe como Aquello que se recuerda en estas confesiones no sólo es el poder y la
la irrupción definitiva del Reino de Dios. La confesión de fe de Pedro autoridad de Jesús, sino también su oración. Jesús siempre ora a solas y
(M t 16.16 par.) sigue a la multiplicación, de los panes y a varias curacio­ su oración pertenece a su misterio. En Mateo (14,23) y Marcos (6,46),
nes y precede al anuncio de la pasión y a la transfiguración. Las formula­ Jesús se retira sobre el monte para orar y esto poco antes de caminar
ciones son diferentes en todos Los sinópticos, pero en todos Pedro confie­ sobre las aguas para salvar a los discípulos. Por consiguiente, su oración
sa a Jesús como eü Mesías.. Esto significa que, en el don del Espíritu, las forma parte de la revelación de su poder creador. Según Marcos (1,35),
comunidades postpascuales han entendido lo que sin él hubiera quedado Jesús ora también en un “ lugar solitario” al inicio de su ministerio en
incomprensible11*, a saber, que precisamente como siervo doliente Jesús Galilea. Tanto en Mateo (25,36.42,44) como en Marcos (14,32.35.39),
es el Mesías, “ el Hijo de Dios vivo” (M t 16,16) y que por eso lo que él Jesús ora tres veces a su Padre en el huerto; es decir, en Marcos la ora­
hace ha traido el Reino de Diosl;l',. Lucas subraya particularmente la ción comienza y cierra la obra salvífica de Jesús, mientras que en Mateo
confesión de Pedro, colocándola entre dos textos sobre el Reino (9,11.17, la oración es un aspecto del poder creador de Jesús, por un lado, y de su
cf. Me 9,1; Mt 16,27-28). Desde la confesión de Jesús como el Mesías se más profunda impotencia y entrega, por otro.
explica también Le 3,23: jesús era “"según se creía” (doc fevouUjE/oo) hijo Lucas es quien más acentúa la oración de Jesús. Mientras Jesús ora
de José, vojú^cú designa explícitamente el contraste entre lo que se «su­ después de su bautismo, se abre el cielo y el Espíritu Santo baja sobre él
pone» - y en este sentido «se cree» - y lo que realmente es verdad115. La (3,21); antes de llamar a los primeros discípulos, Jesús busca la soledad
catequesis eucarística contenida en los textos sobre la multiplicación de para orar (5,16); antes de la elección de los doce, Jesús pasa toda la no­
los panes sugiere que este recuerdo del hacer de Jesús es celebrado en la che en la oración a Dios (6,12); antes de la confesión de Pedro, ora a
eucaristía. Lo mismo se desprende del evangelio de Juan (6,23-58.68)'ló. solas (9,18); es transfigurado, mientras ora en el monte (9,28-29). Según
Desde la anámnesis postpascual, la pregunta por la persona de Jesús y la introducción al «Padre Nuestro», los discípulos lo encuentran orando y
por su Padre forma parte de la confesión creyente del acontecimiento le piden que les enseñe también a ellos a orar (I l , l ) 119. En el huerto, el
pascual. Desde este ángulo, el testimonio de las obras de Jesús (Jn 10,25) Jesús lucano ora dos veces (22,41.44)120. En Lucas, por consiguiente, la
está perfectamente claro: “ Yo les doy vida eterna y [...] nadie las arreba­ oración de Jesús no solamente marca todas las etapas de su ministerio,
tará de mi mano” (v.28). Está igualmente clara la razón por la cual es así: sino que pertenece a su identidad, en el poder, en la impotencia y en la
"E i Padre, que me las ha dado, es más que todos [...]. El Padre y yo so­
mos una sola cosa” (vv.29—30, cf. 17,1 ]). La unidad entre el Padre y el 117. R E. Brown, The Gospel According Jo Jofirt i- X Il [nota 33], 407. Según Brown
era una afirmación como la del v.30 la q je llevó a la Iglesia del siglo IV a la doctrina de la
unidad de la naturaleza divina en la Trinidad. Ibid.
LIS. Ibid.. 818: Los adversarios de Jesús caen rostro en tierra ante su majestad, lo
que no deja duda de que Juan quiere expresar con el •«yo soy» el nombre divino. Caer
112. R H. Hiers, The H istó rica! Jesús cuid the Kingdom o fG o d , Univcrsity of Flori­ rostroen tierra es una reacción a la revelación divina er. Dn 2,46; 8,18; Ap 1,17.
da Press, Gaincsvíllc, 1-973, 57-59. 119. No es improbable que: el iex.to tenga su lugar en 1a. catcquesis del bautismo y de
] 13. E. Schweizer, o. c. (nota37], 93s. la penitencia. J. Ernst. o. c. |nola 3¿], 358.
1 14. J Schnicwind, o. c. jnota 36]. 187: “Jesús es aquel en quien Dios mismo habla, 120 Detrás de la descripción de la lecha de Jesús en su oración se vislumbran las
actúa, aparece” ; K. H. Rengstorf, o. c. (nota 41], 120. experiencias de los mártires cristianos, I Emst, ibid., 607. El siguiente comentario de
115. CF. W . F. Arndt y F. W. Gingrich, o. c. [nota 34 J, 543; F. Rovon, o. c. [ñola 34|, Ernst parece más bien difícil de aceptar: ” El relata sobre la agonía de Jesús, plástico y
190. dando muestra de sensibilidad humana, es algo sorprendente, después de que la aparición
116. P . Grelot, o. c. (nota 3], 160. 167-174; J.-P. Charlier, o. c. [rota 581, 12.6-130. del ángel haya demostrado visiblemente su aceptación de la voluntad del Padre” .
I7S D ios en m e d io d e n o s o t r o s III. El Dios d b Jesls 179

confesión de su Iglesia. En la oración Jesús tiene la experiencia más las que sigue una perícopa sobre el siervo doliente (12,15-21). Por con­
profunda de su Padre. Eti esta experiencia y relación están insertados los siguiente, cuando Jesús dice:
discípulos (cf. también ]8 .1.10-3 !) y a causa de esta experiencia son
enviados. "Y o Le bendigo. Padre, ]...|, parque tías ocultado estas cosas a sabios y
La comunidad joánica resume su recuerdo de la relación de Jesús a su prudentes, y se las has revelado a pequeños" ( v .2 5 )

Padre en la oración sacerdotal que podríamos llamar la culminación del


evangelio de Juan 2I. La oración tiene paralelos en la oración eucaristica parece que está “ bendiciendo" al Padre por el fracaso de su ministerio,
de la Iglesia primitiva y en el ccPad!re Nuestro))122. De nuevo, la unidad porque todos los “sabios"' y ‘"prudentes” , los fariseos y todos los que
entre el Padre y el Hijo es sinónima de la unidad de salvación entre todos tienen importancia, se han cerrado a su predicación12\ Pero el mensaje
los hombres: es una unidad de gloria en la obra del Padre que Jesús ha es, sobre todo, que el anuncio no es captuble en «sabiduría» y «pruden­
llevado a cabo (17,4-5.10.22.24) y una unidad de amor (vv.23.26). Esta cia». Ante el Padre y el Hijo iodos son «pequeños», porque el misterio
unidad significa la vida eterna en el «conocimiento» de ¡a relación entre de Dios sólo puede ser experimentado por aquel a quien el Hijo quiere
Jesús y su Pacre (v.3), un conocimiento que expresa la experiencia de la revelarlo130. El verdadero contenido del logion es el misterio del Hijo1' 1.
participación en esta relación121. Por eso consuena también aquí el tema Tan inaudito como la ruptura entre el sabio entendimiento de aque­
del poder con el que se presenta el Jesús histórico (v.2). La “ verdad” , en llos que se creen «grandes» y el misterio de la relación entre el Padre y el
la que los discípulos han de ser "consagrados \ es inserción en la consa­ H i ¡o, es lambién el contenido de lo que revela Jesús: el cuidado humilde
gración de Jesús mismo (vv.17—19), es decir, en su obra salvifica y su y tierno de Dios, quien no quiebra a los ccpequeños» (vrintoi, v.25), sino
misión1-’. Ksta verdad es la obra del Espíritu que ‘ guiará hasta la verdad que les da descanso y paz, lo que equivale a una nueva relación con
completa' (16.13) y que glorifica a Jesús porque lo anuncia (v. 14), es Dios1-1'. El misterio de Dios consiste en hacer - y en poder hacer - preci­
decir, porque “ recibirá de lo mío'v, que es del Padre (v v .14-15). El Espí­ samente esto. De esto mismo se trata también en las disputas sobre el
ritu introduce en el misterio de Jesús125 y así en el misterio del Padre. sábado: en el actuar de Jesús, la promesa de una nueva salvación ligada a
Aqui no sólo los creyentes de la comunidad postpascual están inser­ ese día(Gn 2,3) ha encontrado su cumplimiento” 5.
tados en la experiencia de Jesús, como en Lucas, sino todos aquellos que El texto paralelo de Le 10.21-11 subraya más fuertemente el anuncio
experimentan la palabra del anuncio en la fe: Jesús ruega no ‘"sólo por de la comunidad. En Lucas, la exclamación llena de «gozo» de Jesús se
éstos, sino también por aquellos que. por medio de [la] palabra, creerán encuentra en el centro de un capítulo sobre el envío y la tarea de los
en mí" (17,20). La unidad entre el Padre y el Hijo se extiende en el discípulos y de todos los creyentes (10,1-20.23-42). Jesús se llena de
acontecimiento pascual hasta convertirse en la unidad de todos en la fe gozo porque aun en medio de toda la falta de fe <vv. 13—16) se ha acerca-
(vv.21-23)i:\
El logion sobre la revelación a los osen cilios:» en Mt 11.25—271*-' re­
coge el tema del conocimiento mutuo entre el Padre y el Hijo12s que es 129. Ibid.. 150 “ l'n último termine, parad orante se esconde detrás del logion la
tan. importante en Jr 17. Lo que llama la atención, es que et texto se experiencia cíolorosa del fracaso. Se acepta el fracaso como Eb So K ia de Dios en vista de
encuentra entre el juicio de Jesús sobre la falta de fe de “ su generación’7 ios pequeflos. E l v.26 Lleno la misma formulación que una fórmula de oración judía que
(1 1,16-24) y las disputas con los fariseos sobre el sábado (1 2 J- I4 ), a significa alge semejante a: ‘ Hágase tu voluntad' ", G. Gnilka. Das Mattháusevangelium 1
[rota 351. 436.
130. C f el subjuntivo que está puesto enfáticamente al final del v.27: (5 feotv Poú-
Xrrt^1- b vJióc, &noKaXú\|/a.i.
121. R. E. Brown, The Gospel According íc Jo h n X Ití- X X I [no'.a 17), 744. 131. J. Grilka, Das MatfháusewngeUum I, 439. El logion proviene de la experiencia
122. Ibid., 746s. cristiana. El misterio del Hijo consisto en el hecho de que en él se revela Dios como Padre,
123. Ibid., 752. 458. "Cuando el Padre se da a c-onocer al Hijo, éste se convierte en Hijo. Se trata de un
124. Ibid., 76ls. movimiento del conocimiento amoroso que se prolonga desde ei Padre por el Hijo a los
125. Ibid.. 715. hombres” -439. En el mismo sentido interpreta R Schnackenburg, Mattháusevangelium I:
126. Ibid., 774-779. Cf. Le 10.16: Mt 10,40: Jn 13,20. Rom 6,10-1]. i , I - i 6.2ff, Echter, WU.rzburg 1985. 104—106.
127. G.Strecker,o.c.|nota40), 173. 132. Cf. J. Schniewind,o. c. |nota361, 153-155.
I2S. Cf. J. Schiiicvvinri. o. c. [ñola36], I4S. 133. J L. Ruit de la Peña, Teología de ta creación, Sal Terrae, Santander 1986, 66.
180 Dios en m e d ío d e n o s o t r o s ill. E l D ios d e J e s ú s 181

do el Reino de Dios (vv.9-11}1’4. Conforme a este enfoque teológico existencia de ser aceptado (3.1 I}. Esto explica por qué los samaritanos ya
diferente, Lucas introduce s j s cambios: Jesús no «dice», como en Mateo no necesitan el testimonio de la mujer (4,39) cuando ellos mismos “ han
( I I >25), sino que «siente y expresa un gran gozo» áyaXUácti) en el Espí­ oído'" y '‘saben que Jesús es el salvador del mundo"' (4,42). Debido a que
ritu Santo (Le 10.21).. Además, el acento no está en el conocimiento ellos mismos saben pueden convertirse a su vez en testigos. Con una sola
mutuo entre e] Padre y el Hijo, sino en la pregunta indirecta de quién es excepción, el verbo «ven: en estas fórmulas es opáco, con el significado,
el Padre y quién es el Hijo (v.22). En el contexto de los textos sobre los aunque quizá no siempre, de que el Resucitado es visto con los ojos de la
discípulos, esto indica que aquí preguntan aquellos a quienes los discí­ fe137 1Jn 4,14 reza:
pulos lian stdo enviados. La respuesta a las preguntas es, entonces, la
revelación del Hijo en el Espíritu Santo. También en Lucas se revela un “ Y nosotros liemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su
«hacer» que, en toda lógica, consiste en la unidad entre el amor de Dios Hijo. para ser salvador del mundo".
y el amor del prójimo (vv.25-2S); en la misericordia sin límites hacia el
otro (vv.29-37} y en la precedencia del anuncio ante todo lo demás Aquí se usa el verbo Eteaoiicci., «ver algo grande»158; ver corpórea y espi­
(vv.39.42}'*. ritualmente una visión {p. e. Jn l,14.32)l,\ Por consiguiente, Juan el
En los evangelios, el terna del! testimonio aparece casi exclusivamente Bautista da testimonio del Resucitado. La comunidad de la primera carta
en Juan. Continúa en los Hechos de los Apóstoles; es frecuente en la de Juan, sin embargo, ha visto la nueva realidad salvífica de los creyen­
primera y la tercera carta de Juan; y es prácticamente sin importancia en tes, el amor y el compartir comunicativo “ que se sabe fundado en el
Pablo y en la carta a los Hebreos. Queremos ahora estudiar el testimonio Espíritu enviado por Jesús” 1" 1(ct. 1 Jn 4,11-13.17-21).
de Jesús y el testimonio que Dios da de Jesús, tal como la comunidad lo En Jn 5,19 Jesús dice:
iecuerda. El testimonio de tos apóstoles y de los fieles yobre Jesús forma
parte del tercer apartado del presente capítulo y, por la pronto, será con­ “ cL Hijo no puede hacer rada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Pa­
siderado sólo en la medida en la que es importante para entender a la dre: lo que hace <51, eso también !o hacc igualmente el Mijo".
persona de Jesús.
Eij£sünionjo tiene que ver con el «ser-diferente» de Jesús que nn En este texto, «ver» es pJiénxo, ver físicamente o mirar, pero también ver
puede ser explicado y comprendido, sino sólo experimentado y atesti- espiritual mente y comprender (p. e. 9,39)UI. Esta observación nos ayuda
guado. Lo que en los sinópticos es narrado como el bautismo de Jesús, con el testimonio de Jesús: si; Jesús da testimonio de sí mismo, su testi­
""erríuari toma la forma del testimonio del Bautista sobre Jesús: “ Yo le he monio no es verdadero (Jn 5,3 l; 8,13), porque no ha visto nada de lo que
visto (fec&pccKcc) y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios” ( Jn pudiera dar testimonio. Este argumento, sin embargo, vale sólo al nivel
1,34)136. de la precomprensión legal de! testimonio, con la que empieza 5,31, un
Una y otra vez, en diferentes variaciones, Juan repite la fórmula ‘'ha­ nivel en el que tos fariseos se quedan trabados (8,13.19). Jesús deja atrás
ber visto y dar testimonio" (1,34; 19,35; 1 Jn 1,2; 4,14). Sólo puede este nivel de dos diferentes maneras:
darse testimonio de lo que uno mismo ha visto, de lo contrario, el testi­
monio no sería verdadero. Por eso el testimonio encierra en sí mismo la

134. I.oda afirmación sobre les misterios de Dios sólo puede darse en la forma de
júbilo, agradecimiento y alegría escatológica"’, J. Ernst, o. c. [nota 34], 340. Lo que aquí 1 Ejemplos y discusión en R. E Brown, Ibid , 502; 1. de la Potterie, Ver p ara cre­
seexpresE.es la alegría agradecida de la comunidad. er, 30 Días 79, A to V III (1994), 44s.
13?. Cuando Jesús elige a los «pequeños», “ se devela el misterio de If. basileia” , J. 13S. M. Zerwick, o. c. [neta 701.559.
Emst, o. c., 34L. 139. \V. E Arndiy I-. W. Ciingrich, o. c. (ñuta 34J, 353s.; el. R. E. Brown, The Cos­
.36. La mayoría de los manuscritos > los mas importantes tienen en este lugar pel According ¡o Jo h n ! —X H [noia 33], 502s.
ó Utóq xov> Oecu, otras tx ^ Z K i 6 ; io v B£oí> aludiendo a Is 42 L Nestle-Aland, edición 140. H. Qalz. en H. Balz y W . Sclhrage, D ie Kathoiischen Briefe. NTD 10, "1973.
-' R. E. Üro'wn, The Gospei According to Johr, I- X I1 [nota 33). 65s., prefiere L93.
feKÁEictÓQ. por-cue también los relatos sinópticos del bautismo contienen la alusión a Is 141 W. F. Amdl y F. W . Gingrich, o c., I42s.: R. E. Brown, The Gospel According
42.1
i o Jo hn f—X H , 501 s.
183
182 D iosen mi-rio ni-: n o s o tro s II [. E l D io s d e J e s ú s

—>
■ Prim er argumento (Jr 5.31-47): Jesús tío necesita dar testimonio de si misino11*’. La razón está en el «origen» de Jesús, es decir, se contesta
sí mismo, poique el Padre es su testigo (vv.32.37)lí2. Jesús sabe que este ahora a la pregunta que en 7.4 1-42.52 no podía ser decidida. Sólo Jesús
testimonio es verdadero, porq je él ha visto el hacer del Padre; también él sabe de dónde ha venido y a dónde va; a todos lus demás esto les queda
hace lo que hace el Padre (v. 19); y porque las obras, a s j vez, dan testi­ escondido Ív.l4bc)l‘r . El testimonio de Jesús es verdadero, porque el
monio de que Jesús las ha recibido del Padre y de que viene desde el Padre da el mismo testimonio de él (v. 1S, cf 1 Jn 5,9). En otras palabras,
I adíe. Por eso, el teslimorio de Jesús es mayor que el del Caulista la verdad de] testimonio está fundada en la unicad entre Jesús y su Padre
(y.j6) ■Cuánto mayor es el testimonio de Jesús respecto a cualquier (v.19). De esta unidad Jesús da testimonio (18,37).
otro testimonio ( v j 4). nos lo dice Jn 1.1 S: Et testimonio de Jesús que es un testimonio de las «obras» (cf. Jn
5.36 y de nuevo 7,51; 8,38). lo opone al «mundo», cuyas “ obras son
‘ A Dios nadie le ha visto (ecópaxa.) jamás: el Hijo único, que está en el perversas” (7,7)K8. Contra el «odio» del mundo fracasa su testimonio con
seno del Padre. ¿I lo ha contado*’. su verdad v se conviene en el testimonio de un acusado que no puede ser
verdadero (18,37; cf. 7,51; 8,38)“°. También aquí se trata, en último
Jesús es «diferente» por su cercanía a su Padre que incluye el ver a és­ término, de la identidad de Jesús que sólo en el don del Espíritu puede
te . 1.1 uso de ¿cópccva, junto con la revelación del Padre por el Hijo, ser decidida y recordada correctamente. Cuando el “ Espíritu de la ver­
permite la interpretación de que el creyente quien ve al Resucitado, ve en dad” da testimonio de Jesús (15,26), enlonces se ha demostrado que sólo
él - y sólo así - también al Padre (c f Jn 14,9, también can fecipccica). Este el testimonio de Jesús es verdadero (I Jn 5.6).
«vera es la vida eterna, de la que la Escritura da testimonio (5,39)I4S. En En este lugar, el testimonio se amplía de tal manera que abarca la ex­
resumen, sólo en Jesús y por Jesús la palabra «testimonio» alcanza su periencia de Jesús, la experiencia de fe de la comunidad joánica y la
importancia. experiencia de todos los creyentes convirtiéndose en sinónimo de la
Segundo argumento: A primera vista. Jn 8,14 dice lo contrario de experiencia del acontecimiento pascual: el Espíritu que da testimonio es
5,_>1. el testimonio de Jesús vale también cuando Jesús da testimonio de enviado por Jesús desde el Padre y viene del Padre (15,26). En el testi­
monio del Espíritu, los discípulos son insertados en la experiencia de
Jesús, porque han estado con Jesús “desde el principio” (v.27), es decir,

142. Los w . 31-32 introducen la pe rico pa de Jn 5,31-40 “ Jesús acepta «I principio 146. Cf. R. Ei. Brown, The Gospel According ¡o Jc h n f—X I¡, 340-342. Según J. Beut­
según el cual su autotest inonio es un testimonio de si mismo y por esto no vale
iv.31) y ler, o. c.. 268, los fariseos interpretan el v. 12 como un counotestimonio» de Jesús, una
sobre la identidad
nombra |...J a su verdadero testigo (v 32). Sigue un párrafo al modo de un paréntesis movida llamativa que lesirae la ventaja de poder trasladar la discusión sobre
Bautista, que Jesús no acepta en cuanto que es un testimonio humano al ámbito legal I.a respuesta de Jesús se encuentra en contradicción formal con
el testimonio del de Jesús
a cum­ a la regla
(vv 33-35). El v 36 repesa al verdadero testigo tas obras que el Padre le ha dado este proceder, lo que significa que el caso de Jesús fundamenta la excepción
al sustraerse a
plir, atestiguan su envío de parte del Padre. Luego, los vv.3?s. nombran a] Padre como legal, penque la revelación que el ofrece tiene precisamente la característica de
que tas la segunda
testigo inmediato de Jesús (_...]. Cu Ujs vv.39s. se agrega el testimonio explícito toda verificación por el «mundo» y sólo puede ser aceptada en la fe. “ Con
Escrituras dan de Jesús , J. Beutler, M artyrfa. FTS I 1 !), Knccht Frankfurt l^7"1 2SS c f mitad del v 14 lalcmálica |...] ha tomadootro matiz: hasta el v.16 inclusive se
desarrolla
también 256-258: cf. i IBecker.o. c [nota 32], 251-254. la contraposición entre Jesús y los fariseos, cuyo contenido es que Jesús
sabe de dónde
n del
143. J Beutler. o. c., 259. La diferencia entre écr'ci/y tp y a que Bcutcr introduce viene y a dónde va, mientras que los fariseos no lo saben", 268s. Cf. la continuació
total c3 Iras fondo de estos textos está
para el v.36 es importante, fcpvov se construye con xeÁEtoúv y designa el ministerio argumento, 270 s. C f J. Beeker. o c. |nota 32], 24%. En
250.
de Jesús (ct. Jn 11,2-3). El verbo que se usa con el plural fepYO, sin embargo, es jíoieiv. lalucha de la comunidad joánica que está siendo excluida déla sinagoga judía,
per­
uomo aquí: xa. fep-yoc óc rccuá y se refiere a los hechos de Jesús que dan testimonio
de él 14". Después del v 12 introductorio, el texto de Jn 8,12-20 sobre el testimonio
as del
v despiertan la .e en él. 1 n es.e sentido, estas obras son sinónimo de la expresión joánica tenece a las siete grandes palabras estructuradas con «yo soy» tan característic
267. Este
OTHE-tct, ibid. hste cuadro coincide :on Jo que repetí Jámenle heñías llamado
el «hacer» evangelio de Juan (Jn 6,35.51. 10,7.9 14: ] 1,25; 14,6; 15,1.5), J. Beutler, o. c..
de Jesús. hecho da una particular importancia a este segundo argumento.
144 R. E. Br o vvn, The Gospel A ccording to John t-XU | nota 33]. 17s.. 35s. 148. Véase el significado de KÓcpoc en luán, [i. E. Brown, The Gospel According
145. Con la Escritura cierra el grupo de los testigos de Jesús. Al mismo tiempo se te John I- X II [nota 33], 5085.
que
acentúa la polémica de Jesús contra los «judíos». "[...] en su estudio de las Escrituras
los 149. Dar testimonio del Padre es idéntico al autotestimonio del Hijo, de manera
La fe
judíos hubieran debido darse cuenta de que las Escrituras hablan de Jesús, dan «testimo­ la autorrevelación del Hijo coincide a la vez con sus obras y el testimonio del Padre.
nios de él” , J. líeuller, o. c . 262s. no puede ser legitimada fuera de la misma fe, J. Beeker, o. c. [nota 32|, 254.
184 D io s EN MEDIO Dn: NOSOTROS lll. E l D io s de J esús 185

ahora le sutiencier y, en la fe, se convierten ellos mismas en testigos. salvación de parte de DiosISJ. En las curaciones, el Jesús histórico se
Es1a les sucede no solamente a ellos, sino a todos los que creen (1 Jn muestra como aquel par cuyas manos Dios mismo actúa (Jn 5,16-18), de
5,10). El testimonia que dan tiene por contenido el hacer del Padre en manera que en su persona el Reino ce Dios ya ha aparecido1^4. En el
ellos: el Padre les da la vida eterna en su Hijo ( I Jn 5,11). testimonio de las comunidades, este Reine significa «salvación», porque
La reflexión, tanto sobre la oración de Jesús, como sobre su testimo­ Jesús, a quien confiesan como Señor, es el que cura y sana. También
nio, nos hace entender la persona de Jesús como alguien que es fatal­ para la fe, la salvación se da en forma física155, un rasgo que se acentúa
mente diferente. Lo que !o hace tan diferente es su relación con su Padre particularmente en los Hechos de los Apóstoles, donde los apóstoles
y la coherencia tan incomprensiblemente radical que hace que él mismo «curan» corno Jesús mismo.
pueda ser conocido en su hacer. En esta relación con su Padre y en esta También los milagros de Jesús (“ milagros, prodigios y señales” :
coherencia del hacer están acogidos aquellos que han aprendido a orar Suvotjifii^.xípoLTa, cTiufía) forman parte del «testimonio»: por medio de
“ Padre nuestro’* (Mt 6.9; Le II ,2 )y que tienen el testimonio de Jesús en ellos Dios ha dado testimonio de Jesús como su Mesías, y el discurso de
sí mismos. Pentecostés muestra que tanto Pedro como sus oyentes han sido adentra­
dos en este testimonio (Hch 2,22)150. No son tas señales las que provocan
la fe, sino al revés: en la fe los signos son reconocidos como el hacer
2.3 “ El poder del Señor le hacía obrar curaciones1’ salviflco de aquel que ha sido enviado ai mundo de parte de Dios (Jn
6,]4}I>T. Quien ve las señales y. por eso, ve (opaco) y confiesa a Jesús
Lucas entiende el acontecimiento de Cristo entero como la irrupción del como al '“profeta que iba a venir al mundo” (Jn 6,14) le sigue (Jn 6,2 con
poder y de la gloria (Bó^a) de Dios (2,13-34) que trae alegría ( v . 10},5° y GEcopéoo. cf. también 14,17.19b)158 y escribe los hechos de Jesús en forma
paz a los hombres en quienes Dios se complace’’ (v.I4 ). Según el v.10, de evangelio (Jn 21,25).
esta alegría está contenida en el evangelio que proclama al ‘"salvador’'’ Debido a que las señales están relacionadas con el poder de Jesús,
(ccúxtíp, v. 1 1). A causa de esta palabra cco-op, usada sólo por Lucas para con su relación a su Padre que se transpa renta en las obras que hace (Jn
designar al Vfesías. el v.14 puede ser interpretado en el sentido de que, 5,17), con la pregunta por la identidad de Jesús y con la pregunta por el
en su Mesías, Dios da su gracia a todos los hombres. A la oí^a de la «ver» y «creer», Jesús mismo en su hacer salvífico aparece como la señal
teofanía (v.9) corresponde la confesión de los pastores (So^áiCon^;. en la que Dios se acerea a los hombres de manera nueva y definitiva (cf.
v.2»),il. Jn 2,18-19).
La expresión atoirip en Le 2,11 ir.dica que también aqui encontramos En Jesús, las personas se encuentran con la misericordia del Padre
la anamnesis de las comunidades postpascua les152. Sólo después de la que se adelanta a toda súplica y expectación. Jesús mismo se acerca al
Pascua, cuando el anuncio de Jesús como el Cristo reemplaza el anuncio paralítico que está tendido al lado de la piscina de Bezatá y le pregunta:
del Reino de Dios por parte del Jesús histórico, las curaciones de Jesús
son entendidas, en el don del Espíritu, de manera nueva, o sea. como
153. Ch. Perrot,o. c. Jnola 81,231 s.
154. Ibid.,, 233; cf. Me 5.23.28.34; 6,56; 10,52. Para Marcos, «salvar» (acó^cú) es si­
nónima de «curar», ibid., 232.
150. La «alegría» y la «paz» caracterizan el principio del evangelio de Lucas, cf. 155. Sobre este aspecto y sobre la comprensión de las curaciones en el AT como
también 2436.52. Se enfatiza particularmente la apropiación del acontecimiento de Cris­ anuncios mesiánicos, cf. J.-P. Charlier, o. c. [nota 58], 43-46
to, el «por vosotros», F. 13ovon, o. c. [nota 34], 125. 156. "Los tres términos para «milagro» [,..| los caracterizan como hechos de fuerza
151. K.. H. Rengstorf, o. c. |nota 41], 4 ls., subraya la semejanza lingüistica entre este divina (...] y. al mismo tiempo, como signos de la irrupción del tiempo final” , G. Stahlin,
texto y la introducción al canto del siervo doliente en Is 52.1-12. Es particularmente Die ApcsJefeeschichie, 'NTD 5.45.
importante que la palabra £1)SoKÍa tiene carácter relacional: la etSoicLa. de Dios pone 157 El versículo ss un «final aclamatorios* contenido ya en la «fuente de los se­
en marcha la d j& n c ia de los [nombres, F. 13ovon, o. e. [nota 34], 129 meja» usada por el narrador del evangelio jo ártico, cf. Jn 1,49; 2,11; 4,19; 20,30,
152 El título es igualmente comprensible para judíos y griegos Jugaba un papel J. Becker, o. c. [nota321, 193.
particular en los cultos mistéricos griegos y fue un titulo honorífico para personas de alto 158. Cf. nota 137 para el significado de los verbos griegos para «ver»; J.-P. Charlier,
rango, a la vez que designaba al emperador y a los reyes, W . F Arndt y F. VV. Gingrich, o. c., 45: La restitución de la vista a un ciego se convierte en la ocasión para una catcque­
o. c. |nota34|, SOS. sis sobre la fe, cuyos ojos reconocen al Resucitado.
I 86 D ios l-n mi d ió de-: n o so tro s III. E l D ios di Jesls 187

"¿Quieres curarte?’' (Jn 5V6)'-'J. De no tratarse del actuar del Padre (v.]7), dos social, económica, jurídica y religiosamente1"2y que acaba de perder
la pregunta seria absurda. Así, sin embargo, destaca la desesperación por segunda vez a su prolector que la Tnanliene1:”. hasta lia conmovido a
impotente del paralítico que se desprende de st respuesta: “ Señor, na los demás de tal manera que la “ acompañaba mucha gente de la ciu­
tengo a nadie que me meta en la piscina" (v.7)l,‘l. Para un paralítico no dad'’"''4. Sólo et encuentro con Jesús puede devolverle una existencia
existe nada peor que no tener a nadie. digna regresándole a la única persona a quien ama. De la compasión que
La misericordia de Dios y de Jesús está particularmente enfatizada en experimenta Jesús (v.13) brotan sus palabras consoladoras: “ No llores,' 1<
>-
Lucas. Mientras Mt 17,14-18 y Me 9,17-27 se limitan a la descripción acompañadas del gesto afectuoso, con el que le devuelve a su hijo (v. 15;
de los síntomas del endemoniado epiléptico y de su curación, L e 9,37—43 cf. 9,42). En este gesto Jesús se muestra señor de la vida y de la muer­
introduce dos cambios importantes: un “ hombre de entre la gente'' Le te3'*.
suplica mirar a su hijo “ porque es el único que tengo” (v.38); y cuando Precisamente la misericordia compasiva de Dios con la que los hom­
Jesús liabía curado al niño, “ lo devolvió a su padre” (v.43). Según Le bres se encuentran en Jesús es el signo de la nueva realidad de salvación
17,15 y Me 9,22 el hombre pide que Jesús tenga piedad, pero Lucas (c f Le ó,31-35)lb'. Se ofrece a lodos incondi ció nal mente, como lo ilus­
describe en qué consiste la piedad de Dios (v,43): en un encuentro en el tra la versión lucana sobre el amor a los enemigos, en comparación con
que el padre es liberado del miedo por su único hijo y en el que éste le es Mateo: en Mt 5.44 el amor a los enemigos está insertado en el cuadro del
restituido, es decir, en una acción que alcanza a este padre en lo que para cumplimiento escatológica de la ley por Jesús (v.17) y así significa una
él es lo más importante1"1. En todos los sinópticos, esta curación se en­ nueva torah y perfección (v.48)163. Le 6,35, en cambio, dice primero que
cuentra en un conjunto de textos que abarca el primer anuncio de la pa­ Dios es ‘'bueno cor los ingratos y los perversos'’ y luego, en el v.36,
sión. :as condiciones del seguimiento de Jesús, la transfiguración y el cambia el dicho de Mt 5.4S sobre la perfección en: “ Sed misericordiosos,
segund.o anuncio de la pasión. En todos estos textos se trata del siervo como vuestro Padre es misericordioso’1. AquelLos que por Jesús han sido
doliente y de 1a. fe en él. El sufrimiento de los hombres y el sufrimiento insertados en la misericordia compasiva de Dios sólo pueden dar testi­
de Jesús forman una unidad, en la que entra también aquel que quiera monio de su experiencia teniendo compasión con otros (Le 10,29-37)"’''.
seguirle. Sólo Lucas (5,17), en el contexto del inicio del ministerio de Jesús en
Más acentuadamente aún que en la curación del endemoniado epi­ Galilea, dice que el «poder de Dios» le urge a Jesús a hacer curaciones.
léptico, las añadiduras lucauas describen la «compasión» de Jesús en la Me 5,29 y Le 8,44. al hablar de la curación de la hemorroísa, narran que
resurrección del hijo de la viuda de Naím (7,12-17). E l muerto es el hijo
único de su madre, “ que era viuda” . E l desamparo de esta mujer que 162. tí. .SUihlin. yr,p a. ThW N T IX , 431; II. Daniel-Rops, D aily Life in the Time o f
además, como viuda en ur.a sociedad patriarca], pertenece a los margina­ Jesús, The New American Library, New York t'964, 152. 304. Cf. Le 18.1-5; 21,1-4.
L63. G . Stahlin, ibid.. 439. “ El hijo era la única riqueza de una pobre viuda y de él
dependía en su vejez'", F. Iíovon. o. c. [nota 34]., 362.
Í64. Fn contraste con la estructura, acostumbrada de las historias de milagros, ósta
159. La historia está relacionada con la pregunta por la idenlicad de Jesús (vv.12- cuenta “ nn encientra entre el grupo de la vida (Jesús y sus discípulos) y el grupo de la
13). can su poder sobre e sábado y con su relación con su Pacre (vv.Ló—187). cf. R. E. muerte (el muerto, su madre y el pueblo)!” , F. Bovon, o. c., 357.
Broun, The Gospe! According lo Jo h n f- X JI [nota 33|. 208-211. Por consiguiente, hay 165. Jesus le puede decir estas palabras “ sólo porque tiene también el poder de cam­
que leerla 1arribién desde el «ser-dilerente»> de Jesús J. Becker. o. c. [nota 32], 231. 233, biar su suerte". I Bovon. ibid., 363.
subraya que la inicial iva parte de Jesús y que el texto recalca el ser-diferente de Jesús, Es 16b [b id., 366.
más dilicil seguirle a Ueckeren ia siguiente explicación: “ A causa de su dotación sobre­ 167 Le subraya más la misericordia ds Dios que su santidad, ibid., 323, algo que
natural Jesús saoe la historia clínica y [...] no actúa por misericordia y compasión, sino también boy tiene su importancia, por ejemplo ante la sobrevaloración del culto en los
porque quiere hacer un milagro", 232. países latinoamericanos.
16CK Cf. R. !£. Brown, The Cospel According to Jo h n I- X IJ\ n o la 33], 207^209. 168. E. Lohmeyer, o. c. [rota 36], I I6s.
161 Según F, Iíovon, o. c. |nota34|, 5Cl5.. dcrr.inan en tedoel capítulo 9 de Lucas 169. K. IL Rengstorf. o. c. |ñola 41], 91. También la misericordia que Dios muestra
las preguntas por la identidad de Jesús y por la importancia que tiene Jesús para los hom­ en Jesús para cor. iodos, entra en contradicción con los conceptos humanos. “ Si se toma en
bres. T J demonio que tiene su hijo no sólo le afecta al padre en sus sentimientos sino, en cuenta la lucha intrajudr'a entre los partidos con su polémica a menudo llena de odio, la
la sociedad de entonces, también socialmentc [...]. El sufrimiento del padre está fundado preeimla por el prójimo j I adquiere un nuevo matiz: sólo ól que está del mismo lado
em el miedo por los ataques imprevisibles, en la tristeza par su hijo y en su propia ver- puede esperar que se le ame” , J. Enist,o. c. [nota 34], 347. Es evidente que tal actitud no
güenza", 509. eslá limitada a una "polémica ¡ntrajudía” .
IÜS Dios e ín m e d io d e n o s o t r o s ML I £ l D ios d e J e s ú s 189

Jesús sieme que Lina «fuerza» ha salido <le él, en el preciso momento en prosos ya no son ««impuros» y pueden formar parle de la nueva comuni­
que la mujer ha sido curada. En todos las sinópticos la mujer toca el dad y de la nueva humanidad que se inicia con Jesús177. El gran milagro
manto de Jesús f Mt 9,20-21 par.) :o - en Mateo y Lucas tan sólo la orla que recuerda la comunidad en cada una de las curaciones consiste en que
del manto. Según la comprensión orienta] esto significa que ha tocado se lia hecho posible en este mundo la participación de todos y particu­
luí mi] demente, sólo «desde lejos», a Jesús mismo. Sobre la base del nexo larmente de los excluidos en la realidad de Jesús. Por eso la comunidad
entre la fuerza que sale de Jesús y el «asombro» y la «alabanza de Dios» confiesa a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios, y por eso confiesa su
que en Lucas suelen seguirá las curacicnesr i podemos decir: el encuen­ hacer ya no como «curación» sino como la «salvación» (Me 1,1l7X; Le
tro con Jesús trae la curación de pane de Dios17'. Podemos incluso decir 2,29-32.38, 19,9-10), que Jesús en sus curaciones crea de parte de Dios
más: sólo en el encuentro con Jesús puede darse la curación17*. La fre­ y de la que se da testimonio en el don del Espíritu (Le 1,67).
cuencia con la que los sinópticos mencionan a propósito de las curacio­ En los sinópticos, el relato de la curación de un paralítico está inser­
nes que se le «toca» a Jesús11 destaca la realidad y el carácter único del tado en una disputa con los fariseos y escribas (Mt 9,1-8 par.), que trata
encuentro con Jesús. Lucas hasta refiere una actuación de Jesús mismo del poder con el que Jesús habla y actúa. Al principio de la perícopa se
que corresponde al tocar la orla del manto en 8,44: basta con que Jesús habla de la «fe» de la gente (M t 9.2; Me 2,5; Le 5,20), que acude en tal
toque el féretro para que el joven de "Naítn viva (7.14). Esto no hace sino multitud que los cargadores de la camilla tienen que abrir el techo para
poner en evidencia el poder inaudito con ei que cura. poder acercarse a Jesús (sólo Me 2,4: Le 5,19). En Me 2,2 y Le 5,17 esta
Los relatos de milagros tienen su lugar en la catcquesis bautismal de fe está orientada hacia la doctrina de Jesús'7', que es tan diferente, es
las comunidades postpascuales1,5, lo que explica la repetida mención de decir, de tal manera tiene parte en el poder de Jesús, que algunos fariseos
la Fe centro del cuadro de las curaciones1?,>. La comunidad creyente re­ y doctores de la ley 4habían venido de todos los pueblos de Galilea y
cuerda cómo Jesús cura en poder. Con su compasión que redunda en Judea. y de Jerusalén” (Le 5,17) para oírlo. Lucas subraya todavía el
curación ha irrumpido el Reino de Dios. Los signos de este Reino son las poder de Jesús cuando precisamente en este lugar agrega: “ el poder del
diferentes curaciones que frecuentemente se resumen asi: “ los mudos Señor le hacía obrar curaciones”1(v.l 7).
hablan, los lisiados quedan curados, los cojos caminan y los ciegos ven” Esto explica las curiosas palabras de Jesús al paralítico: “ tus pecados
(Mt 15,31; Me 7.37; Le 9.11). Los ciegos ven, para poder reconocer al te quedan perdonados" (Mt 9.2; Me 2,5; Le 5,20). El tema del perdón de
Resucitado; los mudos hablan, para poder anunciar a Jesús como el Me­ los pecados aparece sólo aquí en los relatos de milagros y está introduci­
sías; los lisiados y los cojos pueden entrar al servicio del Señor; los le- do abruptamente. La construcción Literaria hace vislumbrar la confusión
de aquellos cjue han hecho tantos esfuerzos por llevar al paralítico hasta
.70. "L a hemorroísa es imagen de las personas que quisieran, entrar a la Iglesia [...]. Jesús, sin mencionar la decepción del mismo paralítico. El poder de
Con la narración de estos relatos de milagros, la comunidad primitiva subraya ante la Jesús y la fe parecen exigir una curación y no el perdón de los pecados.
sinagoga su convicción de que Dios no quiere alejar a este grupo de personas |a quienes Aquí se encuentra la sutura entre el relato de milagro y la disputa y Le
su impureza separa de los demás y de Dios]", F. Bovon, o. c. [nota 34], 448s.
5.21 nos muestra lo decisivo: “ ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo
J7 :. L e 4,36: 5,26; 7,16; 8,25.37.56, 9,43; 13.17: 1S,43;K. IL RengsLorf'. o. c. [nota
41J,9ós., 125. Dios?” . El poder de Jesús cura físicamente - lo que puede constatarse
372. Cf. Ch. Duquoc, C risioiogia [nota <65|p 89 W . Trilling. o. c. [nota 2]: “ Les mi­ enseguida - pero tal curación es signo de una nueva comunión con Dios
lagros de Jesús, Tal como los entiende la predicación apostólica de la fe. son predicación a la que sólo Jesús puede dar acceso. Por eso todos «glorifican» a Dios
por medio de actos pudorosos [de Dios], y per tanto revelación de sí mismo del Mesías” ,
119. En el centro está el eneventre con Jesús, 120s.
173. 1 -P. Chartier, o. e. [nota 58], 9t>.
174. Mt g_3 par.: Mt 8,15: M t 14.36 par.: Me 6,56; Mt 9,29; 20.34; Me 7,33; Le
22,53; Mt 17,7; Me 3,10 par. Le 6.19, Me 822; LO,13 par Le 18,15; Le 5.13, 7,14.39. Cf.
I Bovon. o. c. [nota 34|. 363. que respecto a Le 7,14 tabla de una “ comunicación no 177. Cf. J -P Chatlicr. o. c.. 45.
verbal'’. 178. La añadidura uioó 0eoü se encuentra en re :n una corrección y en 0 , Ncstlc-
175. L-E\ Chailier, o. c.„ 54; W. Trilling, o. e |nota2|, 12Ls. interpreta de manera A1and, edición 27. donde está recibida en el texto.
semejante. 179. C f también Me 4,33; 8,32. El giro introduce una perícopa teológicamente im­
176. MH 15.28; 17,17; 20,34 p ar; Me 2.5; 5,34.36; 9,23-24; Le 5,12; 7,9: 8.481; 9,41 portante, e:n cuyo centro está lo que Dios hace a favor del hombre, E. Schweizer, o. c.
etc.; VV. Trilling, ibid., 1 19: Ch. Duquoc.Cristofogia, 89. |nota 37]. 33.
190 Dios i:n m e d io diz n o s o t r o s III. El. Dios d e J e s ú s 191

(M r í.S ; Me 2,12; Le 5,26). Lo mismo se desprende indirecta man le de Jr 2.4 "‘'E.l tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca...”
5,14. donde Jes lis exhorta al paralitico curado a ya no pecar1*0.
Es llamativo que los sinópticos relacionan el perdón del pecado di­
Hemos visto que la fe postpascual entiende las curaciones de Jesús como
rectamente con la fe de la multitud, no con la fe del paralítico (Mt 9,2;
salvación de parte de Dios. Le 9,1 I establece una relación directa entre el
Me 2,5; Le 5,20). Este rasgo indica que no se trata de la conversión de
Reino de Dios y la curación de todos aquellos que padecen necesidad. El
uno solo, sino de ia confesión de fe de las comunidades cristianas: la fe
«Reino de Dios» es sinónimo de ayuda en una situación sin salida, lo que
en Jesús brota de la experiencia, en el don del Espíritu, de su poder divi­
se hace todavía más claro cuando et v.l I introduce la multiplicación de
no. Es la experiencia de que la nueva comunión con Dios iniciada por
los panes, en la que "‘en un lugar solitario” (v, L2) se les da de comer a
Jesús abarca la existencia entera de la persona, la cura toda entera, inter­
"cinco mil hombres” de tal manera que todos se sacian y todavía sobran
na y externamente y así la coloca en la comunidad de aquellos que han
doce canastos. Por consiguiente, el Reino de Dios no sólo tiene que ver
reconocido a Jesús como el que es y por eso alaban a Dios. Precisamente
con curaciones sino también con el hecbo de que los hambrientos pueden
el hecho de que la salvación aparecida en Jesús es visible en la umdad de comer lo que necesitan y no se les dice que se vayan. El nexo entre los
perdón y curación nos remite de nuevo al testimonio: aquellos que ala­
relatos sobre la multiplicación de los panes y la eucaristía181 exige lo
ban a Dios han visto su salvación en Jesús y por eso pueden dar testimo­
mismo para la celebración cristiana de la eucaristía (Hch 2,46).
nio de ella. La característica de los que creen en Jesús es el perdón sin
La palabra del lugar solitario o del -(-desierto», en el que surge el Rei­
limites (M t 6,14-15: 18,21-22.35; cf. ,V1c 11,25; Le 17,3-4; Sant 5,15-
no de Dios, se encuentra también en relación con la predicación de Juan
16). el Bautista (M t 3.3; Le 3,4), en la cita de Is 40,3-5. El texto de Isaías
Estamos viendo una y otra vez que el encuentro con Jesús renueva a
reza: itEn el desierto abrid camino a Yahvéh” (v.3). En el desierto ha de
la persona. A l conlesar a Jesús como el Señor en quien se experimenta Ja
hacerse visible la “ gloria de Yahvéh” para toda la humanidad (v.5). Sólo
salvación departe de Dios, cambia la autocomprensión de la persona que
Lucas refiere todo el texto de Isaías132, aunque no en concordancia con
se encuentra con él. Ante Jesús se experimenta como un pecador quien
los L X X : omite la revelación de la gloria. Mi 3,3 corta con Is 40,3. Sin
lia recibido el perdón. Por eso de ahora en adelante puede actuar como
embargo, el NT, adaptándose a la actividad del Bautista en el desierto
no pueden actuar unas con otras las personas sin esta experiencia. El
(M t 3,1; Me 1,4; Le 3,2)'8Í, cambia la indicación del lugar por medio de
perdonado puede vivir en alegría y en paz; ve de otra manera, porque ve
dos puntos de manera que modifique la voz de! que clama. Así, la pun­
a Jesús como Señor; puede curar, porque él mismo ha sido curado; puede
tuación altera el texto de Isaías, donde el acento recae sobre la prepara­
ser compasivo y perdonar, porque él mismo ha experimentado la compa­
ción del camino “en el desierto"184. El texto de Isaías explica la repre­
sión de Dios y su perdón; la última palabra no la tiene su sufrimiento,
sentación del Reino de Dios en Le 9.11-12: el hecho de que en el de­
sinoel poder de Dios sobre este sufrimiento. EL encuentro con Jesús es la
sierto Jesús pueda dar tan amplio alimento a una muchedumbre tan in­
experiencia de ser nuevo de manera visible y que, por eso, también pue­
contable (en tos cinco mil no están contadas las mujeres y los niños)
de llegar a ser un nuevo compartir comunicativo visible. Todo esto es
significa que la gloria del Padre se ha hecho evidente de tal manera (Is
utia nueva vida que el creyente recibe por Jesucristo de parte del Padre y
40,5a) que todos los hombres (Is 40.5b; Le 3,6)385 pueden ver (bpdco) “ la
que crea en él el Espíritu (Me 5,35-43; Le 8,49-56; Jn 5,19-47; 6,63).
salvación de Dios” . Más aún: la salvación de Dios sacia su hambre.

18!. J. Schnieivind. o. c.„ 177.


180. Eu las palabras de Jesús hay c|iie sobreentender que er. la comprensión Je su L82. !.a razón está en el “ universalismo salvífico que se expresa claramente en el
tiempo las enfermedades son signo y electo del pecado. El poder llamativo de Jesús se versículo final 'y lodos verán la salvación de Dios' ” , J Ernst, o. c. [nota 34], 140.
aprecia también en el hecho de que Jesús tan sólo manda y sigue el hecho, E. Lohmeyer, 183. Le, a diferencia de Me. no menciona el desierto y el Jordán en la misma frase.
o. c. [ñola 36|, lóSs. Jesús habla como Dics mismo cuando otorga el perdón al enfermo. "E l desierto es el lugar del llamado, mientras que la región del Jordán es el lugar del
L;n su poder, sa palabra y el hecho son una y la misma cosa. Precisamente porque el titulo anuncio” , F. Bovon, o. c. |nota 341. 159.
«Hijo del liombtc:> puede ser comprendido sólo a partir de la fe postpascual, lo que se 184. En el TM trrf Sip está salo y el camino para Yahvéh se prepara en el desierto.
afirma aquí es que [Dios ha dado poder divino a un hombre. J. Schniewind, o. c. |nola 36], 185 natrae a¿p£, Sobre el significado de véase 11. W. Woltf, Antro­
IS Cuando Jesús perdona los pecados y cura, se Jia iniciado el Reino de Dics, K. 13. pología d el Antiguo Testamento. Sígueme, Salamanca 1975, 49s. No se trata de un térmi­
Rengslorf,o. c. [nota +1], 77s. no neutro, sino de que loda la humanidad es necesitada de salvación (ls 40,5); está co-
192 Dios i-:n v«;dio df nosotros III. El Dios de J esús 193

Al hablar de un «Reino», 110 solamente se están evocando determina­ huyendo solo al monte: y aqui se distancia de la intención de la multitud
das ideas políticas, como las ce los zelotas que quieren deshacerse del de hacerlo rey encontrando una asna y sentándose en ella (v.14). En esta
dominio romano y volver a erigir el reino judío1*6, sitio que lambién se perspectiva, la cita de Zacarías que sigue en el v.15 tiene la función de
exige la representación de un «rey». Sin embargo, precisamente la desig­ corregir la comprensión política del rey 4 (cf. Me ti, 10).
nación como «rey»- no aparece como «título» del Jesús histórico hasta los El «Reino» que trae Jesús no es como los demás reinos (Me 10,42
relatos de la pasión. En Mt 2,2 la pregunta de los magos por el "‘rey de par.). A la opresión y violencia que. en la experiencia humana, caracteri­
los judíos que ha nacido" es una pregunta por el re)' político1*7; por lo zan a todos Los reinos, Jesús opone el «anti-reinox que a la vez describe
demás el termino soto aparece en los relatos sobre la entrada de Jesús en su propia realeza: "‘yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Le
Jerusalén1Sb. en el discurso escatológico de Mt 25,34.40, en la pasión y 22.27). El signo de contraste de la realeza de Jesús es el servicio que
en la inscripción de la cruzlw. también tiene que ver con el hecho de que, en último término, el Reino
En su versión de la enlrada en Jerusalén {M t 21,1-11 par.), Mateo no es el suyo propio, sino el de su Padre {M t 26,29)195.
habla del «rey» (Mt 2 1,5. en la cita de reflexión de Zac 9,9) con la ayuda También aqui, el acento está cargado sobre el «ser-diferente» de Je­
de una imagen que no corresponde en nada a la de un rey: “ manso y sús, como lo demuestra el abundante uso de la terminología real en los
sentado en una asna',!'''‘,. Cuando se entiende que el rey prometido va relatos de la pasión. No existe mayor contraste que el entre un rey según
camino a la crucifixión, se genera una contradicción todavía mayor. En los conceptos humanos y el Jesús ultrajado y despreciado llevado al
la aclamación del -«Hosanna)) (M t 21,9 par. Me 11,30; Le 19,38; Jn Gólgota. En el evangelio de Juan, la realeza de Jesús, el siervo doliente,
12,13) 1solo Lucas y Juan insertan el término «rey». La versión joánica es el motivo teológico clave en su condenación por Pilato (18,28-
describe una recepción entusiasta de Jesús en Jerusalén con colorido ig g)! 0ó. j es¿ s es rey _ y cónno i0 es - es algo accesible sólo a la fe en
nacional-político. Se congrega una multitud para celebrar a Jesús según la que se anticipa el poder escatológico de Jesús (Mt 25,34.40)197. Lo
la costumbre de la recepción de un rey griego'1’2. Correspondientemente, inaudito del poder de Jesús se nota cuando son i< -los hermanos míos más
también la mención del rey de Israel en el v.!3 tiene una acepción políti­ pequeños” (v.40) los que son iguales al rey y así investidos de
ca De esta misma interpretación se sustrae Jesús según Jn 6,14-15, misericordia y dignidad; los que padecen hambre y sed; los extranjeros y
los enfermos10*. La participación en la dignidad del rey es atribuida a los
que practican la misericordia y a aquellos, que no encuentran lugar en
rrompida” (Gn 6,11) y está desuñada a bcndec-tr el nombre de Dios eternamente <Sal
145,21). nuestra sociedad.
186. E. Ixhse. Teología del A’uevo Testamento, Cristiandad, Madrid 1978, 42s. Cf. Sólo si el Reino de Dios representa aquella realidad que Jesús anun­
Jn 6,15; 18,37; Hch 17.7 cia y eti la que él puede ser llamado -ícrey», puede tratarse de un anuncio
187. Cf. E. Lohmcvcr. o. c [nota 36], 21 s.
188. Mi 21,5 par. Jn 12.15; Le 19.38 par. In 12.13. La designación de Jesús como
«rey», por consiguiente, pertenece a la pasión, puesto que ten:bien la entrada en Jerusalén
ha de leerse bajo el aspecto de que “ allí le espera a Jesús la cruz” , i Gnüka,
D as XfatíAdusevangeliam ¡f (nota 39], 198. !94. Ibid.. 462s. “ En vez de mostrar su poder |...], Jesús escoge el camino de la hu­
1S‘>. Mi 27,11.29.37 par Me 15,2.9.12.18.26; Le 23.3 37-38; Jn 18.33.39; 19.3.14- mildad. No viene como apoderado político, sino como principe de la paz en el sentido que
15.19.21; M t 27,42 par. Me 15.32. será mostrado por los próximos acontecimientos (Je 3a pasiftn” , J. Becker, o. c. [nota 32],
190. J. Schnie'wind, o. c. |n»ta 36|, 212; J. Ernsl, o. e. [noca 34], 526; J. Gnillca en su 378
comen:ar¡o a Marcos |nota 34 J. 116. Sólo respecto a Mt [nota 39], 201, escribe Gnitka que 195. R. H. Hiere, o. c-. |nota 112], 39s.
el asno fue visto como un animal que montaban sólo los aristóeralas. 196. R. E. Brown, The Gospel According ¡o Jo h n X l i l —X X Í [nota 17], 862-865. Juan
191. Hn Le falta la palabra «Hosanna}} y el final del v.38 repite el canto de los ánge­ subraya que el Reino es de Jesús, mientras que los sinópticos hablan del «Reino de Dios»;
les en el nacimtenlo de Jesús, 2.14; cf. k . H Rengslorf, o. c. [nota 4 1]. 2 L9. "L a aclama­ sin embargo, cf. Jn 3,3. La diferencia no es importante, porque Juan repite una y otra vez
ción del Hosanna no es solamente una petición cúltica que se usaba en la fiesta de las que todo Lo que es de Dios, también le pertenece a Jesús y viceversa (17,10). Aquí la
tiendas, sino también una aclamación del reyen laque se pide su misericordia” , J. Gnüka, pregunta por la identidad de Jesús se introduce- en la discusión sobre su realeza. En el
D as Evangelium nach KJaríais [nota 34], 11S. fondo no se trata de saber si Jesús es rey o si no lo es, sino de la pregunta de si Pilato cree
192. R. E. Broun, The Gospel According to John i- X fl [nota 33], 461s ; J. liecker, en el testimonio de Jesus. ibid., 868s
o c. |nola 32], 377s. ve aquí las características de la recepción del rey mcsiánico. 197. i. Schniev.ind. o. c. [nota 36], 251s
193. R. E. Brown. ibid.. 462. 198 thid.. 252—254.
194 Dios hn mi: oto de n o s o t r o s III. E l Dios de J lsls 195

de salvación (Le 8.1) que provoca la alegría (Le 4,43; Me l,38)IQg. Allí, p az paradisíaca21*4. Desde este enfoque, la tentación sólo puede consistir
donde Jesús está cerca, se ha acercado también el Reino. Jesús no puede en hacer salir a Jesús de esta relación a Dios, su Padre, y de acabar así
menos de anunciar e] Reino por donde él cura y salva, porque el Reino con el Reino que Jesús empieza a anunciar inmediatamente después de la
de hecho está donde quiera que se encuentre Jesús (Me 1,14-15; Mt tentación (Me 1.14-15)""'.
4,17):o°. También seeún Mt 4,3 y Le 4.3 Jesús es tentado en aquello que mo­
El Reino de Dios anunciado por Jesús está bajo el signo del Espíritu, mentos antes fue destacado corno el acceso más profundo a su «ser-
un rasgo particularmente enfatizado por Lucas. FJ texto con et que Lucas diferente». en su relación a su Padre: "‘Si eres Hijo de Dios” . Luego, sin
introduce el ministerio de Jesús (4,L7-L9.21) no menciona el Reino de embargo, Mateo y Lucas refieren el contenido de tres tentaciones mesiá-
Dios expresamente, pero su cita de Is 61.1-2 se presta a ser tomada como nicas que parten de las tradiciones mes ¡¿nicas de Israel2"6: la nostalgia
el «programa» de la actuación de Jesús2"1. por la abundancia paradisiaca en medio del desierto-07; el afán de mila­
La comprensión del Reino de Dios es también et tema de los relatos gros. con el que Israel tienta a Dios~C3; y la tentación del poder, a la que
sinópticos de la tentación de Jesús en et desierto (Me 1,12-13 par.). En cede el mesianismo político. El poder político, tal como nosotros lo co­
todos los sinópticos, la tentación21'12sigue al bautismo de Jesús y precede nocemos, no puede venir de Dios, sino sólo del «diablo»'""'1.
a su ministerio en Galilea. El Espíritu Santo, que acaba de descender Es perfectamente imposible concebir un Reino bajo el signo de la cu­
sobre él. lo conduce inmediatamente a] desierto, aunque las formulacio­ ración (Me 1,21-34; Mt 4,23-25; Le 4,14-41) que así - y contradicto­
nes sean diferentes en cada sinóptico. En Mt 4.1 Jesús es «conducido» riamente - sea el «Reino» del «siervo» de Dios sufriente, y con toda
(óa-áyeo) por el Espíritu al desierto; en Me 1,12 es «empujado» coherencia tal Reino no cabe en las expectativas mesiánicas del tiempo
( e x páXAco) por el Kspíritu; y en Le 4.1 Jesús está “ lleno del Espíritu de jesús. Sólo ta fe postpascual capta que este Reino es sinónimo de la
Santo" y así es «llevado» (á.'yto) por et desierto. En Marcos, et Espíritu es salvación que brota de !a relación entre Jesús y su Padre210.
presentada como un poder irresistible que empuja a la persona de quien Ya vimos en Mt 25,34 que el Reino no es el privilegio de un rey, sino
se ha apoderado, lo que quiere expresar que es Dios mismo, quien ac­ que se «comparte». También en este aspecto este Reino va contra toda
túa11"'. experiencia humana. Está destinado a aquellos que perseveran cerca de
Así como los relatos sobre et bautismo reflexionaban sobre la identi­ Jesús (Le 22.28-29) y esto es, a aquellas que sirven como Jesús y con
dad de Jesús, sobre su «ser-di ferente» y sobre su relación con su Padre, Jesús (v.27b); a aquellas que han unido su suerte a la de Jesús y que por
estas mismas preguntas sobresalen en los textos sobre las tentaciones y
eso de tal manera, que se liga el «ser-diferente» de Jesús directamente 204 I . Gni!ka. Das £Vange 'han nach M arkus [ nol a 341, 57s.
con el lema del Reino de Dios. Las escasas líneas de Marcos destacan la 205 Ch. Duquoc, C ristología [ñola 631, >7-63- Para Marcos es importante que en
‘ Jesús ha llegado el c|ue tue promdido en el Antiguo Testamento y que en el desierto,
especia] cercanía de Jesús a Dios en el desierto y evocan así una nueva
donde sólo Dios y los .ándeles son los testigos, vence en la lucha contra Satanás . Se trata
de la pregunta de la fe en la comunidad de Marcos, si en Jesús realmente actúa Dios
199. K H. Rengstorf, o. c. |nota4l], 72. subraya particularmente que Jesús es el tes­ mismo y si en su actuar está presente el Espíritu de Dios, E. Schweizer, o. c. [nota 371,
tigo de la irrupción del Reinado de Dios. Su actuación en poder es su misión de parle del 2 2 s. “ E’ara Mateo, el monte de la seducción diabólica encuentra su contraparte en el monte
Padre. cf. Le 4.43b. divino de la transfiguración (17,1). En un monte en (jalilea el Resucitado muestra su
200. E. Sclmeizcr, o. c. [nota 37|, 23—25. Sobre el Loma del anuncio dt: Jesús cf. Ch. poder y envía a sus discípulos a lodas las naciones (28.16) - un «Reinado» totalmente
Duquoc, Cristología [lima 631, 73—86. diferente y realizado pc»r Dios” . R. Schnackenburg. o c. (nota 131], 39. En Lucas se
201. Véase K II. Ftengstorí, o. c.. <67. Despuds de Is 61,1a la sita Lucana se aleja del encuentran en el trasfondo las realidades políticas del imperio romano, con sus peligros
texto de los L X X : sobre todo desaparece el paralelismo antitético del v.2b “ día de ven­ concretos para la comunidad lucana. J. Ernst, o. c. |nata 3-11. 159s.
ganza (rvocpav ¿i'-:a.iro5cc«üc) de nuestro Dios1'. 206. Ch. Duquoc, C ris'o ic*gte .61.
202. En Mt no se representa exactamente una tentación, sino más bien la “ seducción 207. Ibid., 61s.; cf. Sal "52,16: Ex 16,3; Dt 8,3.
de un justo” , I. Gtiilka. Das MatihausevangeVmm i [nota 35|, 86. La historia presenta a 208. Ibid., 53.
Jesús como el Ifijo de Dios que aclúa en el poder del Espíritu Santo, y a quien Dios mis­ 209. Ibid.. 63s.: también J. Ernst, o. c. [ñora 341, 160.
mo ha confirmado en el bautismo'’, R Selinackenbijrg, o. c. [nota 131|, 37. 210. k. H. Rengstorf. o. e. [nota -tl j. 64s., comenta que no se trata de la contraposi­
2<J3. E. Schweizer, o. c. [ncia 37], 22. La versión lucana es más claramente la conti­ ción entre el reinado de Dios, por un lado, y el reinado de Satanás, por otro, sino de la
nuación del bautismo, en el que Jesús acaba de haber sido llenado del Espíritu, k. H. destructora posición intermedia entre los dos. la “ limpia separación’ en un mundo arriba
Rengstorf, o. c. [nota 41], 63. J. Ernst, o. c. |nota 341. 158. para Dios y mundo abajo, la tierra, para el "'re y del mundo” .
I 96 Dios EN MEDIO DE NOSOTROS [li. Ei Dios d i : J e s ú s 197

eso portan «frutos» (Mt 21,43). En esta forma, no es solamente el cum­ joánica confiesa poder ccver» este amor de Dios a su Hijo, porque en el
plimiento escatológico, sino una realidad presente aquí y ahora, en y por envío del Hijo se ha manifestado como el amor a nosotros, que se realiza
Jesucristo-", que tergiversa todo el orden establecido212. en el compartir comunicativo entre nosotros ( l Jn 4,9-12). Esto no signi­
fica que ahora la comunidad pueda deducir el amor de Dios a su Hijo de
su propia experiencia del compartir y del amor, sino que quiere decir, al
2.5 E l -«enviado» revés, que sólo el amor incomprensible de Dios es capaz de crear el
compartir comunicativo entre los creyentes'11.
El tema de: «envío» de Jesús por el Padre, tal como aparece en el evan­ Se trata de que los creyentes están acogidos en el amor entre el Padre
gelio de Juan, está estrecllámente relacionado con el «testimonio». El y el Hijo, como lo muestra también 3 Jn 4,13-14. La expresión “ salvador
verbo «enviar» (rcéurcco) que juega un papel mínimo en los sinópticos del mundo" en el v.14 recoge otro matiz del amor de Dios: este amor
(sólo Mt 11,2; Le 4,26; 20,11.12.13), se encuentra treinta veces en Juan consiste en haber enviado a su Hijo como «propiciación» (i/Uxa|ió<;) por
y es característico para la descripción de la relación entre Jesús y su “ nuestros pecados”’ (4.10) Esto lo podemos ver con nuestros propios
Padre. Es de esta relación que Jesús da testimonio cuando - de nuevo en ojos (OEáonat, v.14), porque “Tos ha dado de su Espíritu” (v.13). El
respuesta a la pregunta irónica por su identidad y su origen (Jn 7,25- ccver», sin embargo, es inseparable del dar testimonio (v.14). Así también
27)ÍM - exclama (xpáteo): el amor y el testimonio son inseparables, a la vez que son signo del mun­
do salvado11'
"el que me ha enviado es veraz; pero vosotros no te conocéis. También aqui, los que han creído por el anuncio (cf. 1 Jn 4,6) han si­
Yo le conozco, do adentrados en el acontecimiento pascual y, por eso, en la experiencia
Porque vengo de él postpascual que los apóstoles tuvieron de la experiencia de Jesús, es
Y él es el quem e ha enviado’' (7.23-29). decir, han sido insertados no solamente en la relación de Jesús con su
Padre, sino también en el envío de parte del Padre (Jn 20,21 )2U>. El que el
El argumento corresponde al resultado de nuestro análisis de! testimonio envío de Jesús se hace extensivo al envío de los que creen en él es sinó­
de Jesús. El testimonio que da Jesús es tan verdadero como es veraz el nimo del “ Recibid el Espíritu Santo” {v.22, cf. Jn 16,7.13-15).
que lo ha enviado. Por el hecho de que Jesús conoce al Padre y es envia­
do por el, Jesús mismo puede ser reconocido, en la fe y desde el don de
la vida eterna (Jn 6,40), como el Mesías. Según las palabras del v.39, en 2.6 ‘‘Tampoco yo te condeno...’'’
el envío de Jesús se concretiza la voluntad del Padre que ‘‘no se pierda
nada” y que lodos sean resucitados “ el último día’ . La relación entre La comunidad postpascual interpreta uno de los aspectos del «ser-
Jesús y su Padre significa, entonces, a causa del envío, la vida eterna diferente» del Jesús histórico en el sentido de que ha de predicarse “ en su
para todos los hombres, y ésta sólo puede ser alcanzada por medio de nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones’
Jesús (6,44). (Le 24,47). El perdón de los pecados es uno de los aspectos del poder de
Este contexto aclara loque para Dios significa el «amor»; el envió de Jesús (Me 2,9-11 par. Mt 9,5-6; Le 5,20-21.23-24) y es testimoniado
su Mijo único al mundo, 'para que todo el que crea en él [...] tenga vida después de la Pascua, cuando los discípulos han sido capacitados por el
eterna” (Jn 3,16-17; 11,21-43; 1 Jn 4,9. Mt 21,38; Me 12,6; Le 20,43) y
esto, a su vez, es lo mismo que ser salvados (Jn 3,17). La comunidad

214. cr. H Bala, D er 1. JoJwnnesbrfef. en IL. Balz y VV. Schrage [nota 140], 191-
21 L. G. Streckci, o.c. [noia 4-0], 169-172. 193
212. Cf. J Ernst, o. c. [nota 341, 595. Del servicio liabla también Le -4,8 en una 215. Ibid., 193.
exhortación a la Iglesia de Le de ir per los caminos de Jesús, los caminos del servicio, do 2lfr. R. E. Brown, The Gospst Accordjtrg I o Jo h n \ IIi- X X I [nota 17], 10j0: El pa­
la entrega y de la cruz” . Sólo así la comunidad podrá resistirá la tentación política, ibid radigma de 1c misión es ahora la relación del Hijo al Padre, uno de los temas teológicos
] 60 . joánicos. Puede compararse con 17,18: como lú me enviaste al mundo, también yo los
213. Ft. E. Brown. The Cospel According to John i- X H [no la 33], j!7 s. mando al mundo” .
198 Dios i n mi-diode n o s o t r o s III Ei. D io s d f. J e s ú s 199

“ poder de lo alio” y han recibido la “ promesa de mi Padre"’ (Le 24,48- La manera incondicional en la que Jesús acoge a los que no tienen
49). Lo importarle aqui consiste en que tanto el Padre como el Espíritu — esperanza, viene deí amor y crea amor (Le 7,47)222. Si ésta es la actitud
la promesa de mi Padre’5- son conectados directamente con el perdón y de Jesús frente a todos los hombres con quienes se encuentra, el sentido
esto en el contexto del poder de Jesús (Le 15,23-24.32). El ser-Padre del de los textos es que la comunidad postpascual experimenta en la fe que
Dios de Jesús se expresa en el perdón (cf. Mt 21,28-31; Le 3S.9-14)217. todas las personas humanas sólo pueden vivir del amor que perdona y del
lambién aqui se encuentra lematizada la participación en la experiencia perdón por amor, entre ellos y delante de Jesucristo (Le 7,41-46.48-50).
que el mismo Jesús tuvo de s l i Padre y esto en un sentido doble: en el La experiencia del perdón ilimitado significa «conversión», la nueva
don det Espíritu no sólo se da testimonio del perdón que ofrece Jesús de posibilidad de actuar, de ahora en adelante, de manera diferente, porque
parte del Padre, sino que la comunidad ella misma practica el mismo el miedo ha sida cambiado en confianza:
perdón (M t 18.21-22.35; Le 17.3-4)218; y en el material tucano propio, el
perdón es igualado a la búsqueda incansable por lo «perdido». Encontrar ‘ ¿Nadie le ha condenado?’ 'Nadie, Señor/ Jesús le dijo: 'Tampoco yo
lo «perdido» equivale a. la conversión del pecador que provoca una ale­ te condeno. Vete, y en adelante no peques más’ ” (Jn 8,10-11 ) ^ 3.
gría desbordante (Le 15,4-10.22-24.32)219.
1:1 perdón está ligado a !a persona de Jesús: él es quien quita los pe­ En este caso, el perdón de Jesús es. para la mujer adúltera, la diferencia
cados (Jn 1,29; ct. Ex 12.3: ls 53,7.12)“ J, porque en él ha aparecido la entre vida y muerte: una decisión entre morir apedreada - lo que hubiera
misericordia compasiva del Padre entre los hombres221. Sucede algo sido el desenlace de un proceso ante el sanedrín - y vivir liberada por la
inimaginable: Jesús perdona no según los criterios de los fariseos, sino compasión de Jesús"'.
según los del Padre; no según los méritos, sino según la necesidad; sim­ La actitud y la actuación de Jesús en las que los hombres encuentran
plemente por compasión (Me 6,34). A causa de esta actitud es simultá­ a su Padre se describe así: “ Movido a compasión el señor de aquel sier­
neamente rey y Mesías (Me 10,47-48; Mt 20,30-31) y llevado a la cruci­ vo. le dejó marchar y le perdonó la deuda'v (M t 18,27) — una deuda in­
fixión. La actitud de Jesús es tan inaudita que sólo aquellos que lian sido conmensurable ( v .24)*2\ Los creyentes están llamados a participar en
curados por él, es decir, precisamente los desamparados, pueden confesar esta actitud y actuación (vv.33—35), porque sólo en ellas y por ellas tie­
que él viene de Dios. nen vid a(l Cor I 5,3-4.8-10.12-14).

2.7 “ Sígueme...”
217. X. Lcon-Dufour, a. c. |nota E|, 401.
2IS. J. Schniew’ind, a c [noia36], 2Cls.
El «ser-diferente» ce Jesús que tiene de su Padre y que se expresa en su
219. Esto es al mismo üempo una re interpretación de la justicia de Dios. “ Del gran
amor brota el perdón de la grar culpa, y este perdón da lugar a la gran alegría” . K. H. hacer y en sus palabras, encierra una exigencia para todos los que se
Rengslorf, o.c. (nota 4 1J. 183, 1R.4-1S7:1. Ernst, o. c. [nota 34], 453-455 encuentran con él. Esta exigencia es tan palpablemente real que puede
220. La expresión «cordero ele Dios» (ifiv ó c to ó 9 e o u ] se usa sólo para Cristo e ser «vista» (pXéJteiv) y «oída)> (áxoúexi») (M e 8,17—18). En Marcos (cf.
indica un cordero sin falla, W. F. Arndt y F. W. Gingrich. o. c [nota 34], 45s.; cf. R. !•. Mt 16.5-12), el texto se encuentra entre la segunda multiplicación de los
Brown, Trie Gospet According ¡o Jo h n f —M I ¡nota 331, 55a. La apocalíptica iud¡a conoce
panes (8.1-10) con la subsiguiente demanda de un signo de parte de los
nn cordero que destreza el poder de] mal en el mundo, lo que sugeriría que aquí se desiena
al cordero de la esperanza apocalipi tea judía. En tal caso, puede lamber haber esperanzas fariseos (8,11-13) y la curación de un ciego (8,22-26) con la subsi-
mesiánicas vinculadas con la f gura del cordero, ibid.. 59s. También es posible que el uso
ce «cordero de Diose en este contento lenga -que ver cor. el siervo doliente de ls 53. ibi-
derti. 6Qs. I:s probable que el evangelista baya querido indicar tanto al siervo doliente, 222. K II. Rertgstorf,o.c. [nota411. 102-104.
como al cordero pascual. . a! interpretación concuerda con la cristologla joárica y cor. la 223. R. E. Brown, The G asee! According te John. i- X H (nota 331, 335s., comenta
comprensión de la comunidades cristianas del siglo I, sceiiii la cua! el cordero pascual que la historia ha de ser considerada canónica aunque no pueda darse por cierto que
quila ios pecados del rnundo, 6!s. originalmente haya pertenecido al evangelio de Juan. Agustín, In lo. Xxxiii,5; C C L 36,
2 2 ]. C f Me 10,32-34.42-45 par. Mt 20.17-19.27-28.34; Ix 18.31-34; E. Schwet- escribe acerca de este texto: re licti sitníduo, misero et m isericordia, ibid.
zer. o. c. [nota 37], 128. Precisamente en esta misericordia incondicional se manifiesta la 224. R E. Brown,ibid.. L37s.
«dignidad real» de Jesús que anuncian los necesitados, J Schniewind, o. c. |nota 361, 211 225. J. Schniewind, o. c. [nota36].29Ls.
200 D io s l n m iíd io [>n n o s o t r o s lll. E l D ios ni: J e s ijs 201

guíente confesión de le de Pedro (8,27-30). Lo que los discípulos han de Elegido” (Le 2 3 , La identidad dei Crucificado sólo puede recono­
«ver» y «oín> es la nueva realidad del Reino que ha hecho irrupción con cerse en el recuerdo que provoca el Espirilu Santo (Jn 14,26), a quien los
Jesús y que puede reconocerse en las multiplicaciones de los panes"0 creyentes conocen, porque está en ellos (vv. 16-17)-'2. Cuando esto suce­
como una realidad del compartir y por eso de la abundancia para to­ de, el Padre está haciendo su «obra» que consiste en creer en aquel a
dos"'. Se sustraen a esla exigencia, como destaca Marcos por medio de quien él ha enviado (Jn 0,29): y esto, a su vez, significa hacer todos y
la dura crítica pronunciada por Jesús (vv. 17-18; cf. Me 4,12; Is 6,9- cada uno las obras de Jesús, que son las obras del Padre (Jn 14,11-
10)"* No es solamente el «endurecimiento» del corazón de los 12.30)2'13 y significa tener comunión con el Padre y el Hijo (14,23; 15,9—
discípulos, o bien su culpa, que merece el reproche de Jesús. El hecho de 10) en la vivencia de una nueva paz{14.27)234.
que los oyentes tengan oídos, pero aun así no oigan; y que tensan ojos, Tener parte en el hacer de Jesús es lo mismo que el seguimiento al
pero aun así no vean (M e 4,21-25; Le 8,18)22g indica que sólo aquel que los doce han sido enviados y así tener parte en el envío que Jesús
puede oir realmente que oye lo que dice el Espíritu (Hch 2,7 11.17.29; mismo ha recibido del Padre (Me 6,7-13 par. Mt 10,1.9-14; Le 9,1-6;
3,6. Í3.22; 13,9). Por sí misma, una persona no puede aceptar el riesgo de ]0,4-11)21\ Del encargo a ios discípulos se habla con casi las mismas
la fe~ . Esta verdad vale tanto para los enemigos de Jesús como para sus palabras que en las curaciones de Jesús, lo que significa que ha irrumpi­
amigos. Jn 5,24-25 puntualiza la pregunta y subraya el punto impor­ do el Reinado de Dios2,6.
tante: quien oye a Jesús, oye al Padre y esto significa que ha pasado de la Así como Jesús busca a los necesitados y desamparados y los cura,
muerte ce la cerrazón en sí mismo, en la que es imposible oír, a la vida también llama a los «pecadores» a seguirle (Me 2,13-17 par.). La comu­
en e! Padre y el Hijo, en la que se oye la voz del Hijo de Dios. nidad postpascual sabe que esto se refiere a todos los hombres, porque
La exigencia de Jesús que recuerda la comunidad postpascual en su todos son necesitados de perdón (l Cor 15,3—S; Mt 8,8; Le 5,8). Para
fe, es la exigencia de creerle, de ver en Jesús (va no sino Mateo (9,13), la vocación del colector de impuestos al seguimiento y la
Bsaipeiv) al que lo ha enviado (Jn 12,44-45). Lo importante es reconocer comida subsiguiente con Los pecadores representan el «culto» practicado
a Jesús y en é] al Padre (Jn 14,7). £1 «ver» y «creer») de la comunidad por Jesús y por su comunidad., en contraposición a los «sacrificios» tra-
contrasta marcadamente con la burla ante el Crucificado: "¡E l Cristo, el
Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos (ópáto) y
creamos"' (Me 15,32: Mt 27.42; Le 23,35). El problema está en que es
imposible «ver» externamente si el Crucificado es “ el Cristo de Dios, el
231. Según J. Schnievwind. a c. [nota 3ó|. 269, los enemigos de Jesús atestiguan
"'contra su propia voluntad la dignidad más alta de Jesús: ¿I es el Mesías, el rey de Dios y
226. E. Schweizer, o. c. [ñola 37], 91. el Hijo de Dios". Delante del Crucificado, lodos son iguales en su falta de fe. E. Lohme-
227. C. Bravo, o. c. [nota 40], 137s„ llama a la multiplicación de los panes una “ so­ yer, o c. [rota 36], 391, destacad parecido entre las burlas, por un lado, y las palabras del
lución al problema del hambre” . Los discípulos ya no conlestan, cama en la primera cíiablc er !a tentación de Jesús: "La burla na p uede ser desenmascarada más tajantemente
multiplicación de los panes (Me 5,30—1-4), "desde la Ictica socioeconómica de la compra­ que en ral parecido” .
venta. pero en su respuesta manifiestan una imposibilidad por la que se consideran disper­ 232. Cf. la señal del «Emanarme!» de Is 7.14 que se cumple en la presencia perma­
sados del compromiso y de la practica: '¿De dónde podrá uno saciar de panes a éstos aquí nente del Espíritu. R. E. Biov.n, The Gospei According lo Jo h n X JIf- X X I [nota 17], 644.
en el desierto?' Como "no pueden- hacer nada, no úcr.cn por que involucrarse. 137. La 233. Ibid., 632. Brown subraya. 533, que la «feen las obras» es la capacidad de en­
incomprensión de los discípulos tiene que ver con su comprensión mesiánica. Esperan una tender s»i función como «signes» y de aceptar asi que las obras son comunes al Padre y al
"práctica mesiánica en base a acciones ‘del cielo’, que eviten el compromiso de una Hijo. Si es así, significa también que Ira creyentes son capaces de poner signos semejan­
práctica de signos de la tierra: el compartir el pan con quien Tiene hambre” , 138. Es posi­ tes
ble que el comentario vaya más allá de la intención del lexto, pero sí es una interpretación 234. Ibid.. 653: la paz, de la cue se habla, es sinónimo de vida eterna, verdad, luz y
de la situación latinoamericana desde Marcos. alegría, lodos aspectos diferentes del don que Jesús ha traído de parte del Padre y que se
228. E. Schweizer, o. c., 90. reconocen y se experimentan en el Espirita.
229. Véase también Mi 31,15; 13,9.43; Me 4,9; Le 14,35. 235. Se discute cuales eran los «doces», E. Schweizer, o. c. [nota 37], 71 s. Probable­
230. E. Sehvreizcr, ibid.. comenta respecto al texto sobre los fariseos que precede mente se trata de una regla para los misioneros, compuesta por la comunidad postpascual,
inmediata mente a la ceguera y al endurecimiento de las discípulos, Me 8,11-13; “ La fe ;2s.
llega a darse sólo ahí dende uno sube con Jesús a la barca y no se queda seguro en la 236. J. Sdhnievvmd, o. c. [nota 36J, L26s.
orilla” .
202 D ios i-n m i-
d io d e n o s o t r o s 111. E l D io s d e J i-s O s 203

dicionalcs21'. Por consiguiente, se trata otra vez del lema de Ja misericor­ Una mirada a Sant 1.17-18 nos permite ampliar esta misma perspec­
dia compasiva de Jesús con todos aquellos que necesiten de su avuda2ts. tiva:
La exigencia de Jesús brota de su poder y en su llamado al segui­
miento acontece la integración de los excluidos a la comunión con “ Toda dádiva buena y iodo «Joti perfecto vic:ie de lo alto, desciende del Pa­
Dios-'1'. Exactamente esto es «conversión» (cf. Le 15,7.10.20-24). razón dre de las lucos |...]. Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de
por la cual Le 5,32c añade que Jesús llama a los pecadores “ a la conver­ verdad, paro que fuésemos como las primicias (fotapxri) de sus criaturas".
sión La comunidad cristiana enliende la exigencia de Jesús en su doble
radicalidad: exige dejar todo (sólo Le 5,28). porque la conversión es un La palabra griega traducida aqui por «engendró», asimilada a «Padre», es
cambio de perspectiva en la que ahora sólo Jesús ocupa el campo de en realidad -«parir», axeKóriaEv, el aoristo activo de árcotcoéor12. En la
visión, de manera que todo lo demás se percibe sólo en la medida en la caria de Santiago, los vv 13-15 se contraponen a los vv.16-18. En el
que pertenece a Jesús (cf. Mt 8,18-22: 10,37; Le 9,57-60; 14,26): y primero de estos dos párrafos se habla de la tentación. Cuando se cede a
exige el seguimiento en el mesianismo de Jesús243 caracterizado por una la tentación, o sea cuando el pecado ha llegado a su término, da a luz la
autoridad y un poder que no oprimen, sino curan y liberan; y por una muerte (v.15). A la exhortación del v.13 que precede a la combinación
libertad que es mayor que todo miedo. Por eso el seguimiento de Jesús es de los términos concupiscencia - pecado - muerte, corresponde una
seguimiento en el camino a la cruz (Me 8,34-38 par. Mt 10,38-39; exhortación en el v.16, seguida por un contexto opuesto: don - Padre -
16,24-28; Le 9,23-26; 14,27). parido por la palabra de la verdad - primicia de las creaturas"41. El peca­
En el perdón compasivo que se vive en la comunidad y en el envío al do pare a la muerte necesariamente; el Padre nos pare a nosotros “ por su
seguimiento, la comunidad creyente experimenta la cercanía de su Señor propia voluntad’5. La muerte es el final; a partir del alumbramiento por el
(Mt 18,19-20; 28,17-20) y por eso la cercanía del Padre, en el Espíritu
Santo. Este rasgo representa otra vez la realidad que hemos llamado la
Lv 19.17. Lo importante es lograr que el liertnr.no vuelva a la comunidad, no con acusa­
experiencia que la comunidad tiene de la experiencia de Jesús, en la que ciones sino con humilde solicitud, 180. Sin embargo, \laleo sabe bien que tales intentos
participan también todos aquellos que creen a causa del anuncio de la también pueden fracasar. El texto sobic la «corrección fraterna» debe ser entendido a
comunidad. partir de la perícopa sobre la ccoveja perdida» (vv.12—14), 187. Al dirigirse al Padre en su
La comunidad está cerca de su Señor particularmente cuando está aflicción, la comunidad de Mateo pide la reconciliación con el hermano, y este deseo será
cumplido en nombre de Jesús [vv. 19-20). 20ls.
marcada y amenazada por el «pecado»: para Mateo, la -«corrección fra­
242. El verbo sólo aparece en Sant 1.15, donde se dice del pecado personificado que
terna» (18,15-18) y la presencia del Señor (vv. 19—20) forman unidad. pare la muerte, y en Sant 1,18. El verbo “ no está limitado al principio femenino” , W. F.
No es una comunidad «idea.» la que vive del perdón, sino la única real: Arndt v E. VV. Gingrich.c. c |no:a3-l, 93 La palabra es lo suficientemente femenina, sin
la que está afligida por la riña entre hermanos y por la falta de unidad2"11. embargo, para inducir a VI. Zerwick. o. c. [nota 7C|, 524, a suavizarla diciendo “ hic de
regene ratione". R Hoppc, D er Jukobusórief, Suittgarlor kleincr Kommentar zum N I 15,
Kath. Bibelwerk. SnilLgart 1989. 40s., brinca la terminología maternal. F. Schnider, Der
237. E. Lohmcyer, o. c. [nota 361. 172s. Jakobitsbñef, R.NT VI1KI, 1987, 44s.. cr cambio, si comenta el versículo y escribe: “ por
238. En la versión de Marcos se tcmaliza ¡a pregunta de la comunicad cristiana, si su voluntad el Dios-mujer nos lia parido |. .]. El acto de alumbramiento, en el que Dios
Jesús ayuda también a aquellos “que evidentemente pecan :arrtbien después del bautismo íes lia parido por la palabra de la verdad |el evargelio|, designa el acto creador de Dios
[...]. La comunidad de Marcos que >a no es judía y que, por consiguiente, tampoco exelu- respecto al hombre, a quien lia hecho la primicia de sus creaturas” . En otras palabras, la
ye a los publícanos como Juera Je la ley, se siente obligada [...] a añadir ires veces ‘y carta habla de la nueva creación que liene lugar en la aceptación del evangelio. “ In Jewish
pecadores’ para dejar claro que la pregunia es válida lambién en su propio tiempo. Por eso Iradition God is sexless: divine birth-giving is neithera «remarkable blunder» ñor a pole-
en nuestra perícopa se pregunta a os discípulos, aunque Jesus solo conteste. Asi sucede mic against «Gnostic feminme cmanations». The idea o f begetting can be figuratively
después de la Pascua: las preguntas se hacen a el le s. los discípulos, pero la respuesta la applied to God as easily as the ccncepts « E:a1ticr» [...], «Motlicr» (Isa 66:13) [...]) or even
pueden buscar sólo en Jesús mismo” , E. Schweizer. o. c. [nota 37j, 34s.; E. Lnhmeyer, «birtli-pangs» (Deut 32:K>". J B. Adamson. The Epistle o f Jam es, NIC.N I 1984, 76.
o. c. [nota 36|. 173s.; K.. 11. Rengstorf. o. c. [nota41], 79. I'arcceria qite la «lemetiinidad'i de Dios causa ciertas dificultades. Respecto a Adamson,
239. E. Schweizer, o. c., 35s. habría que preguntarse si Dios en la tradición cristiana no es «s:cxless» también - o por lo
240. Cf. J. Schniewind, o. c |noia3ó|, 127. menos debería serlo.
241. Las instrucciones de Vil 18,15-20 son tan interesantes, porque describen deta­ 243. En el Irasfondo está la experiencia que la comunidad tiene del bautismo y de la
lladamente cómo la comunidad de Malea se enfrentó al problema del pecado, W. G. tentación La «palabra de la verdad» es el evangelio como anuncio ya en formas tijas, R.
I hompson, M atlhew 's Advice lo ct D ivraed Cam m uriiy. AnQifc 44. Roma 1970, 175. cf. Hoppc. o. c., 41.
2Ü4 D ios i -n m iid io d i : n o s o t r o s III E l D ios de Je s ú s 205

Padre, sus creaturas se desarrollan a modo de «primicia». Lo úrico que Cristo. En esta estructura Irinitaria ya esbozada tendremos ahora que
estas dos realidades claramente contrapuestas tienen en común es el profundizar estudiando los textos sobre la cruz y la resurrección de Jesús.
cx7toku£ü>. En el v. I.S el verbo está en presente, en el v.l 8 en aoristo. Por
consiguiente, la realidad que el hombre tiene por sí mismo está contra­
puesta a la realidad cualitativamente diferente que lia recibido de la gra­
cia del Padre, por el Hijo, para la salvación. 3. EL HACER DE DIOS EN LA CRUZ Y EN LA
La diíerencia entre las dos partes del texto no está en que respecto al RESURRECCIÓN 1>E JESUCRISTO
pecado se trata de un verdadero alumbramiento, respecto al don de gracia
del Padre por el Hijo, en cambio, de una «regeneración», sino en la con­
traposición entre el primer sujeto - el pecado - y el segundo - el Padre. El camino del Jesús histórico es camino a la cruz. En un primer nivel,
No existe contraposición más fuerte que ésta. A cada uno de estos dos por consiguiente, habrá que entender la cruz de Jesús como aquella reali­
sujetos la carta atribuye un campo de acción concreto: la muerte pertene­ dad que. con toda lógica histórica, resulta de su actuación y de su preten­
ce al pecado; la vida de la «primicias) pertenece al Padre. Los vv. 19-27 sión de poder ofrecer la misericordia compasiva y la salvación de Dios.
explican en qué consiste esta vida: aquellos que integran (a «primicia» Cuando alguien se presenta con la autoridad y con el poder con los que
son «cumplidores» del don que han recibido en el alumbramiento. Rom se presentó Jesús, contradiciendo con su pretensión a todas las conven­
S.23 llama «primicia» (igualmente ¿trepar) al Espíritu, en el que estamos ciones cualesquiera que fuesen, como lo hizo Jesús, necesariamente
salvados en la esperanza^-1. Sant 2, 1 resume así: “ no entre la acepción de provoca un conflicto en el que últimamente será vencido246. Jesús anun­
personas en la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado'’, y a cia como su Padre a un Dios, en el que sus coetáneos no pueden recono­
esta exhortación sigue la descripción de la actitud de los creyentes ante cer a su propio Dios. Anuncia a un Dios que ofrece su perdón a lodos sin
los pobres. Es evidente que este texto cuenta la experiencia que la comu­ excepción y que tiene una predilección por los pobres - pero no sola­
nidad, er el Espíritu, tiene de la experiencia de Jesús. Si esto es cierto, mente por los pobres a quien también los coetáneos de Jesús dan limos­
también es una real posibilidad de la fe experimentar por Cristo el amor nas liberales, sino por los que La sociedad rechaza por pecadores.
incondicional materno de Dios que soporta a los creyentes y los crea de Al poner en obra esta parcialidad escandalosa de su Dios, Jesús se
nuevo llenándolas del Espíritu para una nueva vida y un nuevo actuar245. presenta como su «enviados); da «testimonio de él y ejerce su «seño-
Hasta ahora hemos podido constatar que 1a. salvación que trae Jesús río>»24T. Otra vez aparece aquí lo que hemos llamado la experiencia que la
es una realidad con estructura trinitaria. Se describe como la participa­ comunidad creyente tiene de La experiencia de Jesús. El Dios en quien
ción, creada en los creyentes por el Espíritu, en la experiencia que Jesús creen Los contemporáneos de Jesús sólo puede ser reconocido en el Padre
tiene de su Padre v, por eso, como participación en el «Reino», el testi­ de Jesús cuando La comunidad creyente, en el Espíritu, ha sido insertada
monio y el envío de Jesús. Simultáneamente, es participación en el en la experiencia que Jesús tiene de su Padre Tan pronto se dé esta in­
acontecimiento y el misterio pascual y así en el seguimiento de Jesús el serción, la interpretación de las Escrituras a partir de Jesús tendrá que
adquirir una particular importancia. Ésta es la razón por la cual todos los
sinópticos entienden la cruz como el cumplimiento de las Escrituras; el
cumplimiento de La promesa mesiánica (Sal 110); el cumplimiento de la
244. Cf. W Scliragc, o. c. |uela 140], 20.
245. También W. Scliragc. ibid.. I9s., recala la fume contraposición entre el v.15 y
el v. 15. pero luego man¡11esta un cierto malestar: “ lin ningún otro lugar se habla de -«pa-
rir». aunque tal imagen un cause dificultades en vista de la terminología de la «regenera­
ción» o de un «nacer de nuevo» a menudo relacionado con el bautismo, sin que se nece­
site recurrir a una divinidad mase ulina- fiemen itía originaria o algo semejarte” En realidad 246. “ Nadie se habrá dado cuenta como el mismo Jesús de que su propio anuncio de
el verbo «parir» con Dios como sujeto no debería causar ninguna dificultad desde la la basileia lo colocó desde dentro, por así decirlo, en contradicción con todas las corrien­
perspectiva bíblica. Indirectamente aparece también en Nm 11,12. También es posible la tes del judaismo de entonces'’ II. Schüimatin, o. c [nota l]C), 45, cf. también 202.
relación enirc el adjetivo D^rn. misericordioso o bondadoso, en Uk 34.6; Dt 4 J I y (a raíz 247 Cf’. X. Léon-Dulbur, Ais der Todseinen Schrecken verlor. Die Auseinanderset-
□ rr (matriz). I). N. Krcedinany J Lundbom, Z7V77. Ib W AT III, 1982. 27. C f F*. Joüon. zufíg Je su mu dem Tod und die DeuJung des Paulus. Ein Befund, Waltcr, Olten y Freiburg
(Jram m aire J e i 'liehreu Bibiiaue. liislian Biblique Pontifical, Romo 1965. 188. i. B. 198], 181.
206 Dios en m edio de n o s o t r o s III. E l D io s de J esús 207

esperanza apocalíptica (Dn 7) y el cumplimiento del destino del justo Esto explica por qué los evangelios narran tanto un proceso judío-
sufriente (ls 53)24tí. religioso, como un proceso roinano-político*"1. Al formar parte del tras-
Hay una relación interna entre la muerte de Jesús y aquello que en su londo de los relatos de la pasión en los evangelios, es de esperarse que
vida ha hecho por otros y cor ellos. Su muerte tiene que ver con su ser­ esta dimensión mes-iánico-política encuentre también alguna expresión
vicio (Le 22,27). Si se toma en serio esta relación interna, de manera que en las interpretaciones teológicas del NT, por ejemplo en la representa­
la muerte de Jesús se presente como el último testimonio por su anuncio, ción de la muerte, seguida por la «tumba vacia» y las apariciones del
resulta evidente que toda persona que haya emprendido un análisis razo­ Resucitado’^'.
nable de la situación de Jesús habrá podido prever esta muerte con bas­ Tan pronto recalcamos e3 nexo interior entre la actuación y preten­
tante anticipación. La condenación de Jesús se vislumbraba no sólo por sión de Jesús y su muerte, cambia nuestro modo de preguntar: ya no es
la creciente oposición de la sinagoga, sino también por el fracaso cada necesario preguntar si Jesús realmente ha previsto su muerte o no, sino la
vez más claro del envío de Jesús2’11. Esto significa que se preveía el fra­ pregunta que se impone reza: ¿,Por que no ha dejado de anunciar y
caso de la esperanza de Jesús de que su envío se cumpliera. No existe p racticar la p arcialidad escandalosa de su Dios por (os pobres, ni cuan­
una persona que no fracase ella misma junto con el fracaso de su mayor do el fracaso de su envió y de su testimonio se hacía evidente? Lo deter­
esperanza. minante es que Jesús haya seguido con su anuncio frente a la muerte
Sin embargo, no sólo es importante para la comprensión de la ejecu­ segura y en la misma muerte2' . La teologia de la cruz de los evangelios
ción de Jesús en qué medida su muerte es la consecuencia directa de su arranca desde ahí. Desde este punto de partida Mateo subraya el poder de
actuación y pretensión, sino que hay que captar también en qué perspec­ Jesús:?\ Marcos, el misterio de la pasión*"'; Lucas, el seguimiento de la
tiva interpretaban sus contemporáneos la libertad y autoridad inauditas cruz del discípulo250; y Juan, la ¡da de Jesús al Padre257. Por eso Pablo
de Jesús. En su tiempo, Jesús fue interpretado dentro del horizonte de las
expectativas mesiánicas judías. El hecho de que estas expectativas tenían
orientaciones muy diversas según los diferentes grupos, tales como los pretensión política y religiosa deí emperador romano", K. Berger, Theologiegeschichte
saduceos, fariseos, zelotas etc., agravaba la situación: ninguno de estos des Urctoistentunrs Theoicgie des .Veven Testamente, l-'ranckc, Tübingcn-Basel 1994, 57.
grupos era capaz de reconocer en la figura de Jesús al Mesías al que Tampoco puede pasarse por alio que un revolucionario político-religioso representaba
lambién un peligro para las autoridades judías. D. J. ilanington, The Gospel According to
esperaban, de manera que finalmente todos tuvieron que rechazarlo. Al
M a ri, N JB C . 627.
mismo tiempo, las representaciones mesiánicas no eran sólo un fenóme­ 251. Estos eos procesos se distinguen centro del esquema del relato de la pasión en
no religioso, sino que - y este factor era otra vez agravante - todo me- lodos les evangelios, A. Vanhoye, o. c |nota 248|, 231
sianismo, no sólo entonces, sino también hoy, juega un papel político250. 252. ■'[...] la secuencia de muerte, no encontrar a! sepultado y visión del glorificado
sólo tiene analogías cr las icprcscr.taciones contemporáneas <lel emperador” . En Efesios,
per ejemplo, el anuncio de la paz y reconciliación entre lodos los pueblos cumple y rebasa
248. A. Vanhoye, Strukiur und Theologie d er Pus&ionsbenchte in den synoptischen los ideales del gobierno universal del emperador, K. Berger. o. c., 57s.
Evangelien, en Redaktion und Thedogre des Pa&sionsberlchtes nach d er Synoptikern . M 253. "lili el peligra de muer Le, Jesús siguió anunciando el Reino de Dios. Aun el fra­
Limbeck (ed.), Wissenschafll. Buchgesellschaft,Darmstadt 198], 259. caso ya evidente no pudo hacer que desistiera de su voluntad deservir en fidelidad a Dios
249. “ Jesús lia reconocido abiertamente et fracaso de su envío, su prendimiento, su y a los hambres [...). No lia padecido ]a muerte pasivamente, sino que la ha aceptado
sulrimiento y su ejecución. La triple mención del anuncia de ta pasión (Me 8,31s., 9,31s.; X. Léon-Dufour, A ted er Tod... [nota 247J. 102.
10,32-34 par.), junto con otras aljsiones (Me 9,9s.J y la parabala de los viñadores homi­ 254. B. Gcrliardsson, .iesus. ausgelreferi und vertassen —nach dem Passionsbericht
cidas (Me 12,1-12) muestra la importancia que los sinópticas conceden a esta visión de des Xía rtha use van ge fin mx, eti M . Limbeck [ed.J (neta 2-48], 267: “ En toda una serie de
futuro. [„.|. Lo esencial es que Jesús haya presentido con una fuera creciente el destino anuncios declara Jesus que el Mijo del hombre se sentara a la derecha de Dios, que vendrá
que lo esperaba y que haya reconocida en el Ea voluntad de Dios'-, P. Grelot. Dans Íes con poder y gran gloria sobre las nubes del cielo ele. |...|. Los elementos típicos aqui son
angoisses: l 'esperance. Enquéle óibJique, Ed. I)u Seuil, Paris 1983. 191. A mi parecer, lo la gloria, el poder y los ángeles".
esencial no es ni la pasión en cuanto tal, ai el hecho de que Jesús haya reconocido en los 255. A . Vanhoye,o. c. [nota24S|, 230.
acontecimientos la voluntad del Padre, sino el fracaso de su encargo y, por eso, de su 256. " Simón de Cirency las santas mujeres no son propiamente representados como
propia esperanza, al igual que la relación interna enlre la vida de Jesús y su muerte. testigos [...]. sino más bien como modelos que han de incitar al cristiano a participar en la
250. “ En el cuadra de los movimientos apocalípticos contemporáneos en la parte pasión de su salvador". La fórmula con laque se le pide a Simón de cargar la cruz “ es la
oriental del imperio romano, todo mesianismo es por principio un factor político, porque fórmula de la tarea cristiana de «tomar la cruz de Jesús» (Le 23,26, cf. 9,23; 14,27)” , ibid.,
una ligura mesiánica dentro de un. horizonte apocalíptico siempre pone en peligro la 257.cf.230s.
20S DiOSIiM MEDIO d e no so tro s III. E l D io s dl J esú s 209

predica la “ palabra de la cruz” (1 Cor 1,1 S), que para él es idéntica al revolucionario zelota Barrabás en Jn 18,40260. Este término está en radi­
evangelio, y en Corinto no quiere saber de rada que no sea “ Jesucristo, y cal contraste con lo que hizo Jesús: Jesús ha curado y dado nueva vida;
éste crucificado” ( I Cor 2.2). En la elaboración de sus teologías de la no destrozado, herido y asesinado. Mt 26,56 y Me 14,49 relacionan el
cruz, los evangelistas se sirvieron de aquellos elementos que se habían texto con el cumplimiento de las Escrituras, y Le 22,53 añade: “ pero esta
mostrado importantes a la luz del acotnecimiento pascual y que por esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas” 261. Así como la identificación
razón habían sido integrados desde los primeros tiempos en la cateque- de Jesús como asesino contradice su actuación, también el “ poder de las

S IS "' . tinieblas” contradice su propio poder. Resulta otra contraposición más:
El planteamiento de que Jesús ha perseverado en su testimonio y en Jesús es abandonado por todos (Me 14,50; Mt 26,56b), mientras que la
su envío basta la muerte y que esta perseverancia se ha convertido en el multitud se hace solidaria de Barrabás (Me 15,11; Mt 27,21; Le 23,18).
punto de partida de la teología de la cruz, neotestamen tari a, da como En un nivel superficial, el proceso romano es el proceso del “ rey de
resultado una serie de consecuencias importantes: f. Desde este punto de los judíos” . Si en la entrada en Jerusalén la representación política del
vista ya no podría decirse que Dios baya querido directamente esta rey fue corregida con rasgos davídico-mesiánicos, se subraya aquí el
muerte o que la haya impuesta a su Hijo235. Lo que el Padre ha encargado aspecto político. Es esto lo que confiere a las burlas proferidas a Jesús
a Jesús son el envío y el testimonio; 2. El núcleo de la experiencia de fe después del juicio de Pilato su particular crueldad que es todavía acen­
postpascual - y así también de nuestra propia experiencia de fe - es la tuada por el hecho de que Jesús mismo no se ha presentado como rey,
experiencia que se tiene de la experiencia de Jesús y, por eso, es expe­ sino como alguien que sirve. En las burlas de los mercenarios romanos se
riencia de Jesús, tal como ha vivido y muerto. Entonces, hablar de Jesús expresa también su rebelión latente y maliciosa contra su propia figura
es hablar desale la cruz, no hablar sobre la cruz; 3 A causa del nexo del rey, a quien hubieran debido venerar en el “ interior del palacio” (sólo
interior entre la vida y la muerte de Jesús, debemos volver a encontrar en Me I5,I6 )262 y a quien ahora bajan brutalmente de su altura263. Es sólo
su muerte exactamente aquello que nos pareció importante para la com­ otra modalidad de la misma actitud cuando los soldados coronan a Jesús
prensión del Jesús histórico: su poder y su autoridad, su relación a su como el “ rey de los judíos” por lo que poco antes ha sido condenado,
Padre que encontró su expresión en la oración y la pregunta por su iden­ usando el ritual que solían seguir los romanos al entregar las tres insig­
tidad que surgió a partir de su actuación. nias reales al hombre al que habían otorgado el título de rey264.
Las palabras de la burla son idénticas en Me 15,18 y Mt 27,29: “ Sal­
ve, rey de los judíos” , mientras que en Juan son variadas ligeramente 265.
3.1 La identidad de Jesús

260. No cabe duda de que la tradición haya entendido a Barrabás como revoluciona­
La pregunta por la identidad de Jesús, esparcida por todos los evangelios,
rio. Según Me 15,7 y Le 23,19 habia estado en la cárcel por asesinato; Mt 27,16 lo llama
claramente se impone en los relatos de la pasión. Para tomar a Jesús “ un preso famoso” . Parece haber sido un guerrillero zelota. R. E. Brown, The Gospel
prisionero, las autoridades mandan a guardias armados como si se tratara According to Jo h n X U l- X X l [nota 17], 857: “ Si hubiera sido culpable de asesinato, no
de echar mano de un asaltante o asesino: "'¿Como contra un salteador habría debido ser perdonado según la ley judía (Nm 35,31); el hecho de que las autorida­
(asesino, Aricrcrc) habéis salido a prenderme con espadas y palos?” (M e des y el pueblo quieren que sea puesto en libertad indica que vieron su asesinato más
como una forma de patriotismo que como un crimen” .
14,48; Mt 26,55; Le 22,52). El mismo substantivo S.-flaTrií designa al
261. A. Vanhoye. o. c. [nota 248], 231; B. Gerhardsson, o. c. fnota 254], 270.
262. La indicación geográfica de Marcos hace pensar más bien en el palacio de Hc-
rodcs y no en el fuerte Antonia, donde se tenia a los acusados en custodia preventiva, E.
257. S. Talayero Tovar, Pasió n y Resurrección en e l IV Evangelio, Bibliotheca Sal­ Schweizer, o. c. [nota 37], 193, 196. Véanse los paralelos históricos para este tipo de
manticense X V II, Salamanca 1976, 174—1SI). conducta, 197.
258. A. Vanhoye, o. c., 235. 263. Al mismo tiempo se expresa aquí el desprecio de los paganos por los judíos y su
259. Cf. X Lccn-Dufour. Ais der Tod... [no’ a 247], 102. Lcor.-Dufcur -dice q-ue la esperanza de un rey, Mt 27,27-31, J- Schniewind, o. c. [nota 36], 268.
muerte de Jesús “ no fue un destino insoslayable coito si Dios la hubiera querido directa­ 264. E. L o h m e y e r, o. c. [nota 36], 387 e ibid., nota 3.
mente". En caí caso eslaría en el trufando la comprensión griega de la áití-^iq. La 265. En vez del vocativo de los sinópticos, Juan usa el semitismo 6 fkxaiAeúc;. El
muerte de Jesús es más bien ■‘necesaria en cuanto que es la consecuencia insoslayable de saludo imita la aclamación del emperador romano, R. E. Brown, The Gospel According to
la fidelidad a Dios y a los hombres” , ibid. Jo h n X I II—X X I [nota 17], 875.
210 D ios e n m i -d io d i -n o s o t r o s lll. E l D ios de J esús

Doblar la rodilla delante de Jesús en Mt 27,29 forma parte del ritual, interpretado como una exhortación a la comunidad creyente de tener los
pero Me 15,19 acentúa el elemento grotesco de la situación insinuando la ojos fijos en el Crucificado272.
postura del creyente cristiano al añadir: “ doblando las rodillas, se postra­ Las autoridades religiosas le agreden a Jesús en lo que lúe el núcleo
ban ante él” 206. Lucas omite toda la escena, al igual que omite todos los de su anuncio y de su envío. No se dirigen directamente a Jesús, sino que
detalles ofensivos y crueles tanto de la condenación como de la ejecu- hablan entre sí; para ellos, Jesús ya no es digno ni siquiera de una pala­
*'
cion . bra27’. Mientras que los mercenarios romanos en la burla de la «corona­
El desprecio por Jesús en la cruz tiene otro sentido. Ahora lo agreden ción» desconocían la pretensión de Jesús, los sumos sacerdotes y los
primero “ los que pasaban por allí” , es decir, la multitud atraída por el escribas la conocen muy bien: “ A otros salvó y a sí mismo no puede
espectáculo; luego “ los sumos sacerdotes junto con los escribas” o “ los salvarse” (Me 15,31; Mt 27,42; Le 23,35). Diciendo esto, sin embargo,
ancianos” (Me 15,29.31; Mt 27,39.41)2(’8 y, finalmente, los malhechores están presuponiendo que la ayuda prestada a otros se funda en el poder
crucificados junto a él2<,<;. Los insultos reflejan los intereses de los dos de disponer de sí mismo274, es decir, que se tiene un determinado tipo de
primeros grupos: los pasantes son aquellos que no han entendido el signo poder. Precisamente con esto tergiversan completamente la vida de Jesús
de la destrucción del Templo (Jn 2,19), pero que han creído a los falsos y sus signos. Le confirman al Crucificado que su envío ha fracasado en
testigos en el proceso judío (M t 26,60—61); ahora se les hace gracioso lo esencial: en el servicio a los desamparados por encargo de su Padre.
que el que había prometido algo tan inaudito como la reconstrucción del Que éste es el punto clave, lo muestra el postulado de que baje de la cruz,
I emplo en tres días esté colgado ahí - por eso la sugerencia de que si realmente es el “ rey de Israel” (Mt 27,42). Me 15,32 expresa más
muestre al menos algo de su pretendido poder y se baje de la cruz (Me claramente la expectativa mesiánica contenida en el título con: “ el Me­
15,30; Mt 27,40). En Mateo se encuentra una añadidura secundaria: “ si sías, el rey de Israel” . Le 23,35 difiere mucho: “ si es el Cristo de Dios, el
eres Hijo de Dios” , la que, por un lado, recuerda la tentación de Jesús Elegido” (b eicXeiccóq). De la misma manera como lo hizo en el relato de
(4,3.5)"7" y, por otro, sirve de puente hacia los insultos más precisos y la transfiguración (9,35), Lucas alude aquí al siervo doliente (Is 42,1), en
más «instruidos»2,1 de los sumos sacerdotes y escribas. Lucas calla esta el que la comunidad creyente reconoce a su Señor. El hecho de que el
escena e inserta en su lugar la frase: “ Estaba el pueblo mirando” título “ rey de los judíos” se haya convertido en “ rey de Israel” se explica
(ó ?„aó<; Becopcov, 23,35), lo que, en esta formulación concreta, puede ser cuando son judíos los que hablan.
La siguiente parte de la frase muestra que el bajar de la cruz no im­
plica realmente el tipo de poder atribuido a Jesús, sino un signo: “ y cree­
266. E. Schwcizcr, o. c. [nota 37], 197. El demento grotesco de la escena consiste en
que los soldados tienen razón al identificar a Jesús como el “ rey de los judíos” , D. J. remos en él” (Mt 27,42) o “ para que lo veamos y creamos” (Me 15,32).
Harrington, o. c. [nota 250], 628. En el texto, los creyentes narran los sucesos y confiesan Mt 27,43 sigue:
su adhesión a un Señor para quien los no creyentes sólo sienten desprecio.
267. A. Vanhoye, o. c. [nota 248], 230s. “ Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad
268. Originalmente ha habido probablemente dos versiones del mismo episodio. La
le quiere; ya que dijo: ‘Soy Hijo de Dios’
expresión “ meneando la cabeza" referida a los que pasan alude al Sal 22,8, precisamente
el salmo por medio del cual la comunidad creyente interpreta la pasión de Jesús. Es lla­
mativo el verbo «blasfemar» (P^aaOTifiéco) en Me 15,29: “ Los que se burlan de Jesús Esta frase parece un abismo de malicia, porque es cierto que toda la vida
hacen exactamente aquello que, según [Me] 14,64 era la razón para la condenación de de Jesús ha sido fundada en su confianza en su Padre, lo que se acentúa
Jesús a la muerte” , E. Schwcizcr, o. c.. 202.
todavía más si se entiende la frase según la fe de la comunidad de Mateo
269. E. Lohmeyer, o. c. |nota 36], 391, subraya la traición de todo el pueblo respecto
y si se tiene presente que todos han oído la voz del Padre en el bautismo
a Jesús. En el trasfondo del texto está quizá “ la discusión acerca de los reproches que
hacían sus paisanos a la comunidad cristiana primitiva” . El orden de los grupos marca de Jesús (Mt 3,17).
claramente un descenso social, R. J. Karris, The Gospel According to Luke, N JBC , 719.
(_ liando también los condenados insultan a Jesús, realmente todos lo han abandonado.
270. E. Lohmeyer, o. c. [nota 36], 391. 272. R .J. Karris. o. c., 719.
271. Las frases de Mateo ahora son más doctrinales, sobre todo tomando en cuenta 273. E. Lohmeyer, o. c., 392.
que poco antes (v.39) se ha aludido al Sal 22. Calumnian al piadoso y al justo y así con- 274. La manera de tratar a Jesús recuerda el tratamiento que recibió a manos de sus
lirman precisamente lo que para el Crucificado, en su vida y en sus obras, ha sido el compatriotas en Nazaret y recuerda otra vez la limitación de su expectativa mesiánica y de
fundamento de todo: su confianza en Dios, E. Lohmeyer, o. c.. 392. su esperanza, k. 11. Rcngstorf, o. c. [nota 41 [, 271.
Dios i:n m edio de n o s o t r o s ni. E l D io s d i : J e s ú s 213

Los crucificados junto a Jesús le insultar, pero nadie refiere sus cien de los dos primeros sinópticos, 'lodos los sinópticos mencionan que
palabras. Por consiguiente, puede pensarse que el sentido de esla parte de Pedro siüue a Jesús “ de lejos" (Me 14,54; Mt 26,58; Le 22,54) usando el
la escena está en que también el tercero y último grupo rechaza a Jesús. verbo ccxoA-ouQfeco, el término «técnico» para el seguimiento, pero la co­
Tampoco .a agonía de la muerte en cruz es capaz de crear comunión. munidad postpascual sabe que el seguimiento de lejos no es suficiente
Pero e! desprecio de los otros crucificados puede tener otra razón: si es Al hecho de que Jesús está solo corresponde la pregunta del sumo sa­
«justo» que eLlos estén crucificados (Le 23,41} y Jesús, que toda su vida cerdote, a la que Jesús solo puede contestar: “ ¿Eres tú el Cristo, el Hijo
ha buscado a los demás y Ies ha brindado su «servicio», está ahí colgado del Bendito?” . La respuesta de Jesús a esta pregunta es la confesión de fe
junto a ellos, entoaces la pretensión de Jesús realmente sólo merece de la comunidad (v.62, cf. Dn 7,13; Sal 110,1). Mt 26,63 tiene aquí una
desprecio. Es esta última consecuencia del fracaso de Jesús la que des­ presunta indirecta'78, igual que Le 22,67. Lo esencial queda lo mismo: se
autoriza Lucas (23,39-4 I ), poniendo en boca de uno de Eos crucificados trata de saber si Jesús es el Mesías. También en Mt 26,64 y Le 22,69 la
las paLabras: ‘ Jesús, acuérdate de mi cuando vayas a tu Reino"’ (v.42). A l respuesta es la misma confesión de fe de la comunidad, pero Le 22,70
mismo tiempo, la respuesta compasiva de Jesús (v.43) muestra otra vez precisa la pregunta: “ Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios? , a la que otra
el r.exo interno entre el anuncio de Jesús y su muerte. El Jesús lucano vez siiíue la confesión de fe postpascual"™. La pregunta del sumo sacer­
perdona aun en la muerte:7&. dote no es sólo absurda, sino que también está decidida de antemano: un
Lo que hemos dicho hasta ahora sobre la identidad de Jesús a ios ojos prisionero miserable no puede ser el Mesías de Israel. La mera idea es
de sus contemporáneos, ilumina anticipadamente la discusión sobre su tan blasfema que el que la sugiere merece ser prendido como un criminal
identidad en los procesos judío y romano y explica también la inscrip­ (Me 15,1). De nuevo aparece aquí que no se puede saber la identidad de
ción de la cruz. Por esta razón no nos hemos atenido al orden cronológi­ Jesús, sino que sólo puede ser creída2*0. En esta presentación del interro­
co. Las burlas con las que se agrede a Jesús son la reacción de aqueLlos gatorio de Jesús se vislumbra la ruptura entre la sinagoga y las comuni­
que han ganado su proceso y que ahora pueden darse el lujo de decir y dades cristianas primitivas.
hacer lo que antes quedaba subterráneo, para salvaguardar la apariencia Aunque en el proceso romano se investigue la identidad de Jesús co­
de jurisprudencia. mo "rey de los judíos” , la comprensión política de este título es insepara­
En Mateo y Marcos, la presentación de Jesús ante el sanedrín está en ble de las representaciones mesiánico-religiosas, lo que ya se aprecia en
medio entre ia predicción de la negación de Pedro y la negación misma el hecho de que los mismos judíos llevan a su propio «rey» ante Pilato
(Me 114,26-31.66-72; M i 26,30-35.69-75). Esto significa que los discí­ (M e 15,1-3 par.). Si Jesús realmente hubiera pretendido ser el “ rey de
pulos han abandonado a Jesús y que se encuentra solo ante sus adversa­ los judíos” , habría sido justificado compararlo con Barrabás. Me 15,2 y
rios (cf. Me 14,50; Mt 26,56). Según Marcos (14,65-68) y Mateo Mt 27,11 sueltan la pregunta clave de Pilato: “ ¿Eres tú el rey de los ju­
(26,67-/0), Pedro es, por asi decirlo, partidario de los enemigos de Je­ díos?” sin introducción alguna. Le 23,2, sin embargo, destaca el meollo
sús: mientras los criados abofetean y golpean a Jesús, Pedro lo niega. En del punto de contención preparando la pregunta de Pilato del v. 3 con la
Le 22,54 este contexto está notablemente suavizado. En Jn 18,12-27, en
cambio, el interrogatorio anle el sanedrín está ubicado entre 1a. primera y 277. E. Schwcizcr, o. c. [nota 37J, 185.
la segunda negación de Pedro, lo que acentúa más todavía la presenta­ 278 Me formula según el estilo judío acostumbrado, Mt con las palabras de la con­
fesión de fe de Pedro: el Cristo, el Hijo de Dios, E. Lohmeyer, o. c. [nota 36], 369.
2'J9 A. Vanhoye, o. c. [nota 248], 239s. “ Lucas termina la escena con el testimonio
o s . E;n el transcurso de la hisLoria -del tesLo que narra que Jesús haya sido crucifica­ de la Iglesia sobre Jesús puesto en labios del mismo Jesús, el testigo modelo: Jesús es el
do filtre -dos malhechores, algunos copistss han añadido la referencia al cumplimiento de Mesías, el Hijo del hombre restablecido, el Hijo de Dios’, R J. Karris, o. e. [nota 269],
Is 53,12. Esto muestra c6rno este relato incomodaba a la comunidad. Lo mismo aparece 717s.
en Lucas, donde las dos ladrones tienen la función de dibujarla preocupación compasiva 280. L:. Schwcizcr, o. c. [nota 37, 191, escribe: “ La pregunta' [...] del sumo sacerdote
de Jesús para con los miserables", E. Sdrweizer, o. c. |ncla 37], 20L. El hecho muestra por la filiación divina de Jesús le importa a Mareos sobre todo como pregunta dirigida a la
igual líente que desde les prmeros tiempos eE siervo doliente se convirtió en figura para la comunidad que lee el relato. Se le pregunta si Jesús es Hijo de Dios, porque esto es lo que
comprensión de la muerte en cruz de Jesús. confiesa, también en las persecuciones. En una reformulación moderna: ¿es suficiente
276. K. H. FteiiEStorf, o. c. [noia 411.272. Las palabras del ladrón recogen la pelicita confesar a Dios en términos generales sin decir con claridad a quién nos referimos? O
a Dios del Sal 106,4 que recientemente han sido encontrados en las inscripciones de bien, ¿sólo es posible confesar a Dios, al Dios verdadero, habiéndolo encontrado en Jesús?
tumbas judias y que pueden haber servido com¡>oración de un moribundo, 273. \ esto contesta Marcos junto a toda la tradición de la comunidad” .
214 Dios f n m edio de n o s o t r o s III. E l D io s de J esús 215

acusación: ‘ Hemos encontrado a éste [...] diciendo que é] es Cristo Rey” . escena se entiende de nuevo desde las burlas proferidas a Jesús. Investi­
Esto muestra, en primer lugar, que ta acusación política es secundaria; y do con las «insignias reales», Jesús es llevado por Pilato ante los sumos
hace, en segundo lugar, que el título “ rey de los judíos" parezca como el sacerdotes y los criados (v.ó) y les es mostrado con las palabras: “ Aquí
traslado ce ¡a dignidad mesiánica al nivel político"81. Son los acusadores tenéis al hombre” Cl8oü ó ávOpomcx;, v.5). Por un lado, las palabras pue­
de Jesús quienes juegan un juego político, no Jesús mismo. den significar que ahora los acusadores de Jesús pueden, o bien darse por
Todo esto, sin embargo, es tan sólo una introducción. Lo que se dis­ satisfechos con el estado de su víctima, o bien tener compasión de él; por
cute en Mt 27.1 1-26, una composición concéntrica, es la relación de otro lado, el gesto corresponde a la costumbre de presentar a un nuevo
Jesús a Israel. La mujer del pagano (v.19) habla a favor de Jesús, pero rey a sus súbditos exclamando su nombre. La respuesta del pueblo solía
Israel clama por la muerte del justo. La doble mención de Jesús como el ser gritos de júbilo285. Si nos quedamos dentro de esta imagen, el nombre
"‘llamado Crista en el v.17 y en el v.22 encuadra la petición de la paga­ del «rey» Jesús sería «hombre»286 y su gala consistiría en la corona de
na por Jesús32. espinas y el manto militar manchado de sangre. Entonces, no es de ex­
También Jn [8.33 recoge la pregunta de Pilato y la vuelve a repetir trañarse que los judíos no quieran a un rey semejante y que su «grito de
en e] v.37. A la primera pregunta Jesús contesta sólo indirectamente, júbilo» sea: “ ¡crucifícale!” (v.6).
hablando del Reino que pertenece a un rey. Haciendo esto, aclara la Que no se trata esencialmente de esto, ni de sentir compasión por Je­
diferencia esencia! entre su reinado y cualquier otro: un reino “ de este sús en este estado, ni mucho menos de la crueldad de los «judíos», lo
mundo ' - y en la comprensión jo án ica la expresión designa a la sociedad muestra el v.7: “ Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir,
humana marcada por el pecado"” —cuenta con elementos que imponen la porque se tiene por Hijo de Dios” . También aquí está en el trasfondo la
pretensión de su rey por la fuerza, si es necesaria. Pero el Reino de Jesús exclusión de la comunidad cristiana de la sinagoga2*'. La confesión de la
no ■funciona así (v.36). Es puro don del Padre, lo que se aprecia por el fe en Cristo es incompatible con la Ley.
hecho de que en el v.37 Jesús contesta a la renovada pregunta de Pilato En las diferentes actitudes ante Jesús, las convicciones religiosas y las
con una respuesta a la que sigue el tema del testimonio: intrigas políticas están entremezcladas de tal manera que la inscripción
de la cruz, “ el rey de los judíos” (Me 15,26 par.) ha de aparecer como un
“ Si. como dices, soy Rey resumen lapidario de los dos procesos contra Jesús y de las escenas
Para esto he nacido yo agrupadas alrededor de ellos. Podría parafrasearse así: así termina al­
Y para esto he venido al mundo: guien que se expone a la lucha con los partidos religiosos de su tiempo y
Para dar testimonio de la verdad” . no se cubre las espaldas políticamente. Ésta, sin embargo, sería una vi­
sión unilateral. En último término no se trata de todos estos aspectos,
La verdad consiste en que Jesús y el Padre son un¡o. y en reconocer que sino de la experiencia de fe postpascual que toda visión humana ha sido
Jesús es el enviado del Padre (17,3 [.21). Ya no son importantes los inte­ rebasada en aquel que ha dado testimonio de la misericordia compasiva
reses políticos de Roma, ni las representaciones mesiánicas de los judíos del Padre con todos los hombres. Para Jn 19,19-22 la inscripción de la
(18,35), siró que to importante está en saber si Pilato cree2!My, con esto, cruz es la proclamación solemne de la realeza de Jesús en el lenguaje
se puso en el primer plano el testimonio de la comunidad cuya finalidad sagrado y el lenguaje profano de su tiempo. Jesús glorificado empieza a
es despertar la fe. atraer a todos los hombres hacia sí (12,32)2S!i.
Sólo Jn 19.4-7 refiere la escena del «ecce homo)) que resume los di­
ferentes aspectos de la identidad de Jesús como rey de los judíos” . La
285. Ph. Perkins, The Gospel According to Jo h n , N JBC , 981.
286. Quizá recordando Zac 6,12-13: “ lie aquí un hombre (CT.N'nan) cuyo nombre es
Germen: debajo de él habrá germinación [...]. Él edificará el Templo de Yahvéh; él llevará
2X1. A Vanhoye, o. c, [neta 248J, 240. las insignias reales [...]” , ibid. y R. E. Brown, The Gospel According to Jo h n X III- X X I
282. Ibid.. 242. Vanhoye habla de un “ giro en la historia de salvación". De ahora en |nota 17], 876.
adelanie se tratará del ‘Verdadero Israel", cf. W. Trilling, D as vah re Israel. Studien zur 287. R. E. Brown, ibid., 891.
lí he elogie des Matthá us-Evangptiums. Küsel, Múuchcn 1964, 73s. 288. En la cruz, Jesús se sienta en su trono real, cuando su realeza es reconocida con
283. R. E. Brown, The Gospel According ¿o Jo h n t—X H [nota 33], 5C^s. proclamación heráldica por orden de un representante del mayor poder político en la tierra
284. R l Brown, The Gospel .4cccrdéng ¿o Jo h n X IIf —X X I [nda 17], 869. y en las lenguas sagrada y profana de su tiempo. La negación de Pilato de cambiar el titulo
216 D io s e n m e d io d e n o s o t r o s III. E l D io s de J esú s 217

Después de la muerte de Jesús y los signos escatológicos que la pre­ porque el estar “ sentado a la diestra” designa el mismo poder divino293.
ceden (Me 15,33; Mt 27,45; Le 23,44-45) y le siguen (Me 15,38; Mt También aquí, por consiguiente, la comunidad confiesa a Jesús como
27,51-53), viene la confesión de fe del centurión romano: “ Verdadera­ Hijo de Dios de una manera ya no compatible con la fe judía. Simultá­
mente este hombre era Hijo de Dios” (Me 15,39). El centurión ha visto neamente, el título «Hijo de Dios» es particularmente apto para construir
los signos con los ojos de la fe2S9. un puente entre los cristianos de proveniencia judía y pagana29'1.
Por un lado, la confesión responde a las burlas de los sumos sacer­ Todo esto, sin embargo, todavía no explica suficientemente la notable
dotes que habían pedido que se les hiciera ver que Jesús bajara de la cruz concentración de la pregunta por la identidad de Jesús en los relatos de la
para creer (Me 15,32); por otro lado, anuncia la autoidentificación de pasión. Esta concentración tiene que ver más bien con el hecho de que la
Jesús en 14,622911. Marcos aclara que lo esencial es confesar a Jesús como confesión de fe postpascual arranca desde la cruz y la resurrección de
Hijo de Dios, porque en su texto la afirmación de fe se debe a que el Jesús, o bien, dicho de manera más precisa, después de la resurrección y
centurión ha visto a Jesús morir. En Mt 27,54 la confesión se da en plu­ por el don del Espíritu la comunidad entiende por primera vez la cruz de
ral, después de que todos los que lo vigilaban habían visto el temblor y Jesús. En la cruz de la propia experiencia de las persecuciones, del fraca­
los signos y “ se llenaron de miedo” 291. En Le 23,47^9 el centurión glo­ so y de la muerte, aprende a dar testimonio de la cruz de su Señor. Los
rificaba a Dios diciendo: “ Ciertamente este hombre era justo” (v.47)292. evangelios hablan desde la cruz.
Lo que a él le importa no es la confesión de fe de uno solo, sino la im­ El uso de la palabra «hombre» en la pasión muestra la importancia de
presión del acontecimiento sobre todas las gentes “ que habían acudido a este hablar desde la cruz. Ya hemos discutido el «ecce homo» joánico.
aquel espectáculo” (v.49). Antes habían estado ahí mirando (v.35), ahora También en la confesión del centurión vuelve esta palabra - excepto en
se golpean el pecho (v.48), es decir, se convierten (cf. 18,13). Mateo. Al poner en boca del centurión las palabras “ este hombre” , Me
Al referir la respuesta de Jesús ante el sanedrín, los sinópticos (Mt 15,39 y Le 23,47 expresan que el centurión está viendo a alguien asesi­
14,62; Mt 26,64; Le 22,69) citan el Sal 110,1: “ el Hijo del hombre estará nado públicamente de la manera más cruel y portando las marcas de la
sentado a la diestra del poder de Dios” . A consecuencia de esta respuesta tortura. Ha habido a través de la historia incontables personas con estas
preguntaron todos: “ Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?” (sólo Le 22,70), características y las sigue habiendo. Si la muerte de Jesús ha de tener
algún sentido y así, en la fe y la esperanza, también la muerte de tantos
otros que son personas como él, hemos de preguntamos primero dónde
podrá empezarse a buscar este sentido. Hasta ahora hemos encontrado
significa que se reconoce la realeza de Jesús no obstante todos los esfuerzos de los «ju­
díos» por eliminarla. De hecho, la insistencia de Pilato podría indicar irónicamente que los
dos puntos clave que podrán ayudarnos para una respuesta: la actitud de
gentiles terminarán por reconocer la realeza que los «judíos» niegan, ibid., 919s. Véase Jesús que persevera en su envío y en su testimonio hasta la muerte y aun
también Ph. Perkins, o. c. [nota 285 J, 981. en ella; y la confesión de las comunidades cristianas de que este Crucifi­
289. El hecho de que el pagano es el primero en confesar la fe cristiana está relacio­ cado es el «Hijo de Dios».
nado con el signo de que desde ahora todo servicio del Templo ha llegado a su fin (v.38),
E. Schwcizcr. o. c. [nota 37J, 204. Según D. J. Harrington, o. c. [nota 250], 628, el texto
está orientado hacia la misión de los gentiles.
290. Jesús les había contestado a la pregunta por su filiación divina con el 3.2 El escándalo de la cruz
fcycó e’ljJA y había agregado “ y veréis al Hijo del hombre [...]” , también con bptíteo, A.
Vanhoye, o. c. [nota 248], 248.
Según el evangelio de Juan, la muerte de Jesús es entrega voluntaria en
291. Este «miedo» o «temor» es signo de la conversión que Jesús había pedido. Bajo
la cruz se congregan no sólo las primicias del pueblo de Dios, sino también los primeros poder (Jn 10,17-18), es decir, su muerte lleva el sello del mismo poder
creyentes de las naciones gentiles ya en.el momento de la muerte de Jesús, E. Lohmeyer,
o. c. [nota 36], 397.
292. En el evangelio de Lucas y en los Hechos, la expresión “ glorificar a Diosv de­ 293. El título real que se discute en el proceso romano y la presunta pretensión me-
signa la respuesta a la revelación del poder y de la misericordia de Dios, cf. Le 2,20; 5,25— .¡íinica de Jesús en el proceso judío están ligados por el hecho de que en aquel tiempo
26; 7,16; 13,13; 17,15; 18,43; Hch 4,21; 21,20. La hazaña de Dios que ve el centurión es existía la expectativa de un Mesías rey. La tradición mesiánica tenia la tendencia de
el hecho de que el poder y la misericordia de Dios para todos los hombres se da a conocer mercar progresivamente al Mesías a Dios, aunque no haya ningún texto en el AT que
en la miseria de Jesús. El adjetivo SiKCCiot; refleja la insistencia lucana en la inocencia de nli¡buya al Mesías la dignidad divina, A. Vanhoye, o. c. [nota 248], 248.
Jesús a través de todo el relato de la pasión, R. J. Karris, o. c. [nota 269], 719s. 294. K. Berger, o. c. [nota 250], 60, igual que el término acoxfiP. Le 2,11.
D ios i-n m g d io d e n o s o t r o s III Ei Dios d e J e s ú s 219

que era tan característico para lodo el hacer de Jesús. Lo que hace que Jesús sea la «vida». Para Juan, la muerte de Jesús forma parte de su resu­
Jesus s-ea el «buen pastor» es su entrega, porque implica un «conocer» rrección2'7. de manera que en la té haya que entenderse bajo el punto de
mutuo errre Jesús y los suyos (v.14). En el v. 15- se habla del mismo vista de la -«vida». Aun así, sin embargo, aunque de manera más encu­
«corocera entre el Padre y Jesús, y los dos versículos están unidos por bierta y suavizada por ta interpretación, queda la antinomia: muerte-
ur. «como» ( kc¡€cúi;) comparativo. Tanto el v.l I como el v,]5 hablan de vida. El hecho de que se borren los contornos de esta contraposición
la entrega del pastor y el v .l6 añade que esta entrega hace que se dé uri refleja el desamparo de la comunidad joánica, cuyos miembros, después
solo rebaño bajo un solo pastor. A causa de esta entrega, el Padre ama a de la ruptura con la sinagoga, están entregados a la muerte298.
Jesús. El poder de Jesús depende del amor del Padre que consiste en que Mientras el evangelio de Lucas se limita a decir que en Jesús fue
él lia dado a Jesús el «encargo» (feirraJifi, v.l Si de la entrega. condenado un inocente (23,4.22.41), Mateo, al insertar la perícopa sobre
Fste texto no solamente afirma que en el conocer mutuo y comunica­ las treinta monedas de plata (27,3-10) entre el proceso judío y el roma­
tivo nuestro tenemos comunión con Jesús y que así estamos acogidos en no, caracteriza estos procesos como injustos. Al mismo tiempo subraya
la comunión entre Jesús y el Padre, sino que explica también el cómo de el cumplimiento de la Escritura (vv.9-10; Zac 11,12-13), delimitando así
esta comunión, doble y una a la vez. y de sus consecuencias: por la en­ claramente las posiciones del Israel «antiguo» y del Israel «verdade­
trega - un solo re bañe bajo un solo pastor. Dado que el «encargo» del ro»^. Si la muerte de Jesús es el resultada de un proceso injusto y tram­
Padre2‘,s cierra el conjunta del capítulo sobre el «buen pastora es de poso, esta muerte es un asesinato público, lo cual es algo incomparable­
suponerse que el contenido del encargo consiste en la comunión de todos mente peor que la ejecución de un inocente.
entre si como comunión con Jesus y, asi, en la comunión con el Padre Paradójicamente, el texto de 1 Pe 2,19-25 llama «gracia» el soportar
por la entrega de Jesús. Esto se hace particularmente claro en Jn 15,12: los sufrimientos injustos (vv. 19-20), Cargar con los sufrimientos injustos
“ Este es el mandamiento (¿uoJití) mío: que os améis ]os unos a los otros es llamado la vocación de los creyentes, con referencia al sufrimiento de
como yo os he amado” . También aquí el contexto muestra que en el Cristo (v.21). Luego, en el v.22, se dice de Cristo: “ él no cometió peca­
centro están la entrega de Jesús (v.!3) y el encargo que Jesús ha recibido do, y en su boca no se halló engaño” , una referencia a Is 53,9 y, final­
del Padre (v .ll). En otro lugar (Ja 12.50), el encargo está designado mente: “ él [...] llevó nuestros pecados en su cuerpo [...]: con sus heridas
sencillamente como ‘"vida eterna” . Según esto, no es sino coherente el habéis sido curados” (v.24). E! texto se dirige a los esclavos cristianos y
que Juan entienda la muerte de Jesús como el cumplimiento del encar­ sigue una tradición cristológica ya formada. Es importante el hecho de
go2* ’ y. por eso, como elevación y glorificación (Jn 8,28; 13.3 1-32). que el v.22 cambia la cita de Is 53,9 y sustituye la palabra «pecado»
Aquí hay que hacer dos observaciones: !. En ningún lugar se hace tan (ÓLjjccptlo;) por «crimen» (ápojiíot)-*00.
claro como en el evangelio de Juan que tanto las «obras» de Jesús como Aquí tenemos un ejemplo de cómo procede la interpretación creyente
su muerte pertenecen al mismo hacer común del Padre y del Hijo; y 2. después de la Pascua: pasa de la injusticia a poner el acento sobre el
tampoco en la interpretación joánica puede escamotearse el hecho de que sufrimiento; del sufrimiento al sufrimiento de expiación por los pecados
la vida eterna, la comunión comunicativa interhumana en la comunión de los hombres, conforme a la imagen del siervo doliente. Esto vale
con Dios re sigue de la muerte de Jesús. La pregunta es: ¿por qué Jesús
tiene que ser crucificado para que se cumpla el encargo del Padre? Pare­
ce que esta muerte, después de todo, está en contradicción directa con e] 297. Tenemos tendencia a pasar por alte que “ en ti NT la resurrección no es una cir­
cunstancia que sigue a la muerte de Jesús, sino el cumplimiento esencial de la muerte de
encargo de la vida y de la comunión. Ja 10,17 ofrece una respuesta para
Icsús Particularmente en el pensamiento joánice. la muerte, resurrección y ascensión
nosotros todavía preliminar: Jesús da su vida“ para recobrarla de nuevo” . constituyen la actuación salvifica única e indisoluble de la ida al Padre” , R. E. Brown,
Esto no quita que la finalidad tanto del encargo, como de la muerte de ibid E’iccisamenle esta comprensión liacc que sea imposible sacar la muerte de Jesús de
esta unidad y considerarla como la voluntad del Padre.
298. Cf. Ph. Perkins, o.c. |nota 2851. W s .
2í>5. "EL «cncarg-o» del Padre cubre la misma área que la-«voluntad:» del Padre: ic- 299. Cf. A Vanhoye, o. o. [nota 24XJ, 238. Según W. Trilling, Das wahre Israel..
lleja el lazo -de amor que existe enere el Padre y el Hijo; abarca la misión y la muerte |noia 282|. 121-123: 138-142; 154-163, esia misma contraposición es lo importante en
obediente del Hijo; trae la vida a los hombres” , R. E. Brown, The Gospel ríccordfng ta Mateo.
Jo h n t- X il [nota 331. 399. 300. W. Schragc. Der erste Peintshrref, en II. Balz y W. Schrage, o. c. [nota 140],
2c>íi. S. Talavero Tovar, o. c. [neta 257], 235s. •JO-92.
220 D io s i -:n m i :d io ni- n ose*rito s m. E l Dios d e J e s ú s 221

sobre todo para Mateo, en quien la insistencia eti d proceso injusto tiene Debemos tratar de recordar de una manera nueva qué tan vergonzo­
su origen, y cuyo relato de la pasión se refiere c-on.starHem.ente a ís 53 (cf. sas fueron la condenación y ejecución de Jesús y de darnos cuenta del
Mt 23.28; 26.28). También aquí se encuentran las contraposiciones: el peso enorme que el anuncio de la cruz constituía para la comunidad107.
que es sin pecado muere una muerte injusta - tos pecadores alcanzan la Sin embarga, precisamente el escándalo de la cruz está en el centro de la
salvación, pero a diferencia de Juan las contraposiciones no son reconci­ teología paulina. Pablo insiste sobremanera en la contraposición entre la
liadas. ¿Por qué el sufrimiento conduce a la salvación, y por qué el su­ cruz de Jesús y la gloria de la resurrección. El evangelio es simultánea­
frimiento de los esclavos ha de ser ccgracia»? mente anuncio de la cruz (1 Cor 1,17-18), donde el anuncio de la buena
Si se sigue predominantemente la interpretación joánica y si se olvida nueva (elxxTYeXi^eofioci) es sinónimo de “ la predicación de la cruz” ™*, y
que Lucas dibuja la figura de Jesús a partir de los primeros mártires cris­ "evangelio de la gloria de Cristo” (2 Cor 4,4). La cruz es muerte de Jesús
tianos^', se da el riesgo de que la cruz de Jesús llegue a verse como un por «debilidad», a la que está opuesta la vida por la «fuerza» de Dios
signo de triunfo, como si la muerte de Jesús hubiera sido cctotalmente (2 Cor 13,4). Esto es, al mismo tiempo, la radical contraposición entre
diferente», porque era Hijo de Dios y podia estar seguro de la resurrec­ los hombres y Dios: los hombres crucifican; Dios da vida en su fuerza.
ción’02. Dentro del cuadro total de la interpretación de la cruz en el KT, Significa también, sin embargo, que los creyentes ya no necesitan aver­
Lucas y Juan han preferido tradiciones menos duras que las utilizadas gonzarse de su debilidad (vv.3.4b)309.
por Marcos y Mateo?0\ I Cor 1.23—25 hace avanzar el argumento: la cruz es un escándalo y
E'. hecho es que desde muy temprano se distingue en la iglesia la ten­ una piedra de tropiezo (cf. Gál 5,11) y «necedad» o bien, más fuerte­
dencia de seguir más bien las versiones joánica y lucarna, lo que conduce mente tontería, idiotez (aicávSodoq, acopia), y precisamente como tal ha
a que se encubra de cierta manera el escándala de la cruz-C4. A alguien de ser anunciada. La predicación de Cristo como el Crucificado es una
formado en el pensamiento platónico-socrático o a alguien que recuerde tontería, porque el anuncio afirma que Dios en su fuerza le ha dado vida
las historias de los mártires cristianos, le tiene que parecer curioso que y lo ha hecho Señor. Una actuación semejante convierte a Dios mismo en
aparentemente Jesús sufre mucho más^05 que Esteban, por ejemplo. Es un «necio» (v.25). Las dos mitades del v.25 están arregladas en parale­
posible cue también aquí haya jugado un papel la influencia del concepta lismo sinónimo pero en sí mismas son antitéticas: a la necedad de Dios
griego de Dios, con el resultado de que haya terminado por ser minimi­ se opone la sabiduría de los hombres, a la debilidad de Dios la fuerza
zado el escándalo de la cruz. En tal caso, se lee o se oye también 1 Pe humana. Por consiguiente, la necedad de Dios es paralela a su debilidad
2,18—25 inconscientemente en otra clave: se hace posible exaltar el su­ y así es contrapuesta a la sabiduría y fuerza de los hombres; sólo que en
frimiento e igualarlo con la salvación, como si un mayor sufrimiento realidad esta sabiduría y fuerza no vienen a ningún caso, porque los
acarreara también una mayor salvación. Un planteamiento semejante se hombres no pueden captar el hecho de que Dios no ha de ser todopode­
da sólo y exclusivamente cuando la cruz ya no se entiende en el primer roso, sino débil - y que en esta debilidad se muestra su fuerza divina.
plano como un escándalo303. Podemos expresar lo mismo de esta manera: en la cruz de Jesús, Dios se

301 X. Léon-Dufcur, Ais der Toa... ¡nota 2+7], 177.


302 Ibid., 155.
303 Ibid., 15 í».
304. R E. Brown. The Death o f ihe Messfah. From Geihsemane lo the Grave. A ser malentendido en el sentido de que el «ejemplo» de Cristo, del que habla 1 Pe 2,21, sea
Comm entaiy orr the Pussfon Narratives w the Four G&spels, Doubl-eday. ’New York- lomado por jnor¿¡f y cue en el seguimiento de Cristo se vayan acumulando sufrimientos.
I ondon-l'oronto-Sydncy-AuckIand 1994. Tomo II, 1047s. 307. La Iglesia está buscando respuestas, no sólo a causa del anuncio, sino también
305. Ibid., Tomo 1,21-8. ' para encontrar un apoyo en las propias dificultades de fe” , ibid., 97.
306. l-'.-I. Ortkemper. Das Kreuz in der VerHUndigung des Apóstete Paulas, S B S 24, 308. G. Eichholz, E t evangelio de Pablo. Esbozo de la teología p aulina , Sígueme,
1967. 10], escribe: "nos hemos acostumbrado de tal manera a la cruz -de Cristo transfor­ Salamanca 19-77, 75.
mándola en una cruz del trinnIb adornada con piedras preciosas, que la fe tiene ]a tarea de 309. F.-J. Ortkemper, o. c., 102, pregunta en este contexto: “ En nuestras comunida­
habérselas siempre de nuevo con el escándalo de ]a cruz"'. Sin. embargo, a continuación des, ,,-ca'bc en nuestra actitud fundamental la consideración de los débiles?". Sospecho que
habla d e le s1'sufrimientos de este mundo’’ <Rom 8,17] en cuanto posibilidad de llegar con tendremos que admitir que una y otra vez argumentamos desde la posición de fuerza
el crucificado a la resurrección, lo qleo dentro de nuestro ámbito cultural también puede racionalista y triunfalista.
222 D ios i n m i -d io d k n o s o t r o s 111. El. D ios d h J ksús 223

muestra como aquel que es poderoso en la debilidad (vv.26-2S). La cruz signos parecían confirmar. Sólo en el don del Espíritu puede saberse que
es tan incomprensible que desvirtúa todos los argumentos5 cu realidad Jesús es el principio de la nueva realidad de Dios (v. 18), cuya
Sólo Pablo va basta el extremo de llamar la cruz una {(maldición» característica es que los muertos tienen vida y que todo está sometido a
(xociápa) que cae sobre todo aquel que no reconoce la validez absoluta Cristo. En el Crucificado, tal como está colgado ahí, despojado de toda
de la ley (Dt 27.26). Un crucificado no trae el Reinado de Dios, sino que dignidad humana y de toda comunión, vacío de esperanza, Dios ha hecho
lia ce impura la tierra qje Dios hadado a Israel en propiedad (Dt 21.23), habitar “ toda la plenitud” , es decir, toda la plenitud divina ( v . 1 9 ) , u . El
Desde esta perspectiva, el juicio de las autoridades judías sobre Jesús es mismo qje fue asesinado por las intrigas, las riñas y los intereses de los
perfectamente correcto'". El hecho de que precisamente en Gal 3,33 partidos religiosos y políticos, es el que por su cruz ha traído la reconci­
Pablo interprete esta muerte corno «por nosotros)), muestra la oposición liación y la paz (v.20).
ya insalvable a la religión de la ley; pero muestra también la dificultad En el v.20 llegan a distinguirse dos de los lenguajes teológicos con
casi insuperable del anuncio de este Crucificado que ahora, para la fe, se cuya ayuda los creyentes buscan expresar lo que han entendido del senti­
tía convertido en el “ Espíritu de la promesa” (v.14)312. do de la cruz en la experiencia que están teniendo de la experiencia de
En l Cor 2,8. el escándalo de la cruz es llevado al colmo: “ los princi­ Jesús: el lenguaje de la reconciliación y el lenguaje del «sacrificio»
pes de este mundo" han cruciílcado al “ Señor de la gloria’’. La razón está ( "mediante la sangre de su cruz'’). Tendremos que hablar de esto más
en que la sabiduría de Dios solo puede ser conocida (vv.7-9) cuando adelante. Acerca del v.20 hay que especificar todavía que la «reconcilia­
Dios mismo la revela en el Espíritu (v.10]. Por consiguiente, sólo en el ción» traída por Jesús abarca mucho más que el conflicto local que causó
Espíritu puede hacerse patente que este Crucificado es el “ Señar de la su muerte: la reconciliación abarca “ lo que hay en la tierra y en los cie­
gloria", y que lo es porque en el acontecimiento de la cruz el Padre lo los” , es decir, abarca a Dios mismo y a la entera realidad creada.
convierte en este Señor (Flp 2,7-11). En el escándalo de la cruz y en las contraposiciones que, sobre todo
El hecho de que la contraposición entre la cruz y la salvación de parte en Pablo, quedan sin reconciliar la una frente a la otra, se trata del miste­
de Dios que ha brotado de aquella está en el centra de la fe postpascual, rio de Dios que es diferente de todo lo que los hombres pueden pensar.
se averigua Lambién en Col 1,18-20. La cruz ignominiosa era el fin de la La realidad de Dios, tal como Pablo la encuentra en Cristo'1'1, es el co­
vida de Jesús y de su encargo, de las expectativas mesiánicas de sus rrectivo fundamental de toda fe y por eso un misterio que ni “ con el
discípulos y de la esperanza despertada por el envío de Jesús que sus prestigio ce la palabra o de la sabiduría” (1 Cor 2 ,l)m es explicable, sino
i|tie sólo puede ser anunciado como misterio.
310 El anuncio de la cruz, acata con los argumentos, de los judaizantes en Galacia y
de los genisticos en Corinto, I-'. J. Ortkemper, c». c.. 90.98.
3 1.1 B. Gerliardsson, o. c. |nota 254 J, 264s. J J La oración de Jesús
312 Desde Gál 2.15-21 Pablo csLá argumentando que aliara la ley ha sido reempla­
zada por Jesucristo. La «prueba»' de que la ley ya no vale consiste en que Jesús nos - y
esio se refiere sobre todo a les judeocristianos - ha liberado de la maldición de la ley de la l odos los evangelios narran la oración de Jesús en Getsenianí, aunque en
misma manera como Dios en el AT ha liberado a los hebreos de Egipto y los ha «adquiri­ palabras diferentes. Es de suponerse que la oración de Jesús antes de su
do» por medio de la alianza, v,13a. En el v.J3b, Pablo usa la acepción de-«maldición» tal
como aparece en Dt 21,23, y tal como íue aplicada a las crucifixiones, tan pronto como
éstas se hacían más frecuentes bajo la ocupación jomana. Sin embargo, en su cita de Di 313. E l nA.Tipoou.ot no está determinado por un genitivo, pero en 2,9 se dice que en
21,23, Pablo omite las palabras "por Dios’’ (L X X : oti «Kc.rrp«jj<L’o- ltio 0eoc). De esla Cristo reside "toda la plenitud de la divinidad corporal mente” . Lo mismo está insinuado
manera Pablo excluye la interpretación de los comentaristas posteriores que Jesús haya en la palabra rtXÍ|pCD|i.a, teniendo en cuenta que toda la carta se dirige contra el gnosti­
sido «maldito» por el Padre, J. A. Fitzmyer. The Letísr to the G aíatians, N JBC . 786. cismo en Colosas. Si 7tXf]pco|iot designa a todas las fuerzas divinas que salen de Dios, lo
Según esto, ia opinión de B. Gerhardsscn, o. c., que cuanto 1c sucede a Jesus es pura que se está diciendo es que Dios «habita» totalmente en Cristo, cf. M. P. Horgan, The
«maldición»-, “ un cumulo ce adversidades con las que tropieza el que ha sido «entregado» r.L’ffer fvih e Coiossians, N JBC, 879.
y -«abandonadoa por Dios” . 282. y que "Dios ya no está con úl con su bendición, sino que 314. El encuentro con Dios hace que Pablo sepa que toda su vida anterior ha sido
permite que le alcance la maldición” , 277, carece de fundamento. Ademas. Gerhardsscn "un solo desconocimiento de la realidad de Dios” , G. Eichholz, o. c. [nota 308], 71.
parece considerar la maldición como algo cosificado que se traslada casi independiente­ 3 15. Los manuscritos de I Cor 2,1 documentan papTÚpiov y |JAXJTf|plov con peso
mente, sin contai que pasa por alto que en el A T la «maldición»- es inseparable de los semejante E l sentido es el mismo, porque Dios mismo es quien da testimonio y su testi­
textos ce la alianza monio es Cristo, cf. J. Murphy-O’Connor, The First Letter to the Corinthians, N JBC , 801.
224 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s III. E l D ios de Jesús 225

m uerte haya sido relacionada por la com unidad con la experiencia que del G etsem ani. Después de esta oración Jesús va a “ un huerto” (18,1)
habían hecho durante el m inisterio de Jesús respecto de su m anera de para hacer frente a la cohorte arm ada (v.3).
orar. Por eso es probable que desde el principio su oración perteneciera a La oración de Jesús está tan vinculada a su relación con sus discípu­
la tradición cristiana. C ada uno de los evangelistas llenó el hecho expe­ los que la experiencia que la com unidad creyente tiene de la oración de
rim entado de la oración de Jesús con citas bíblicas y con las oraciones de su Señor se hace claram ente visible. En Lucas y Juan, Jesús dice la ora­
su propia com unidad316. La tradición ya contenía la indicación de que ción de los que le siguen (Le 22,39; Jn 17,3.6-8.1 1 .1 3 .2 0 -2 1 .2 5 -2 6 ); en
Jesús, en su tristeza y angustia, se dirige a su Padre en su experiencia de Mateo y M arcos, cada vez que Jesús va en busca de sus discípulos, los
la m uerte y eso en la única m anera que conoce: en la oración317. El con­ encuentra dorm idos (M t 26,40.43.45; Me 14,37.40-41). Tam bién según
tenido de su oración es entendido a partir de dos palabras que se encuen­ Le 22,45, sin em bargo, no han podido perseverar en el seguim iento322; en
tran en todos los evangelios: la «hora»318 (Me, Mt, Jn) y el «cáliz» (M e, el m om ento más duro de su vida lo han abandonado. Con su anuncio,
Mt, Le). A m bas palabras designan la voluntad del Padre319, a condición Jesús no ha logrado una nueva relación de los hom bres con Dios, sino lo
de que entendam os bajo la voluntad del Padre el envío o el encargo de contrario: la separación, que se expresa en la separación de los discípulos
anunciar la m isericordia com pasiva y la vida del Padre, no una voluntad de su m aestro321.
del Padre que Jesús m uera320. Jesús está solo, y esto significa en prim er lugar que está solo con su
M ateo estructura su texto por m edio de una triple oración de Jesús, Padre. Desde este punto de vista, su oración frente a la m uerte es sem e­
introducida por unas palabras dirigidas a los discípulos (26,38); luego jan te a su oración durante todo el tiem po de su vida en com ún con los
sigue una palabra a Pedro (vv.40-41); y el texto concluye otra vez con discípulos. Sin em bargo, en cuanto que es una oración frente a la muerte ,
palabras a los discípulos (vv.45-46). Es com o si Jesús, en su angustia, tiene los rasgos de la oración de cada m oribundo a quien su com unión
estuviera cam inando entre el Padre y los discípulos, yendo del uno a los hum ana es arrebatada. De ahora en adelante, la renovación de esta co­
otros y al revés321. En M arcos, Jesús ora dos veces y el acento recae en munión sólo podrá venir de D ios32'1. La ruptura con la com unidad que se
que busca tres veces a los discípulos (14,34-41). Me 14,32 y M t 26,36 le im pone se traduce en una angustia que, en el caso de Jesús, se expresa
(cf. Jn 18,1) inform an en una introducción que Jesús y sus discípulos van en la ida y venida inquieta entre los discípulos y el lugar de oración sólo
hacia G etsem aní; en Le 22,39, Jesús va solo y los discípulos le siguen. “ un poco” más adelante (M t 26,39; Me 14,35; cf. Le 22,41), y que pene­
Para Juan, la oración sacerdotal del capítulo 17 es, en el fondo, la oración tra en la oración mism a.
En Me 14,35 la tristeza invade a Jesús y la angustia lo hace tem ­
316. Llenaron la tradición sobre ia oración de Jesús con los salmos y con sus propias blar325; se tira al suelo delante de Dios (fercurtev kni xíj^ y^te)- Según Mt
oraciones, porque ambas formas ya estaban asociadas con la manera de orar de Jesús. 26,39, Jesús se postra en la postura de oración del judío creyente
Cada evangelista conocía formas diferentes de la tradición y las desarrolló diferentemente,
(fejieaev éni Ttpóaconov am o í))326, m ientras que en Le 22,41 Jesús está
tanto antes de la puesta por escrito, como en el transcurso del desarrollo de su narración,
R. E. Brown, The Death o f the Messiah I [nota 304], 225s.
317. K. H. Rengstorf inserta en su comentario a Lucas [nota 41] un excurso sobre la
oración de Jesús, 2 5 1-253. “ Las palabras de la oración de Jesús en Getsemaní nos dan a 322. P. Grelot, Dcms les angoisses... [nota 249], 206. Marcos describe a los discípu­
conocer la actitud fundamental del Jesús que ora, tal como la había captado la tradición”. los com o quienes no tienen ni la menor idea de lo que está pasando, D. J. Harrington, o. c.
La oración de Jesús es expresión de su relación con Dios como su Padre, 253. [nota 250], 626.
318. “La «hora» es la determinada por Dios. La palabra deriva su matiz particular de 323. P. Grelot, ibid., 131-133, 151.
la apocalíptica, donde designa la hora del cumplimiento final, es decir, del último día (Dn 324. Ibid , 171.
11,40.45 LXX)”, E. Schwcizcr, o. c. [nota 37], 180. De manera semejante interpreta K. G. 325. á5r|)J.oveiv, Me y Mt, expresa el estado que sigue a un choque severo. En Me
Kuhn, Jesús in (Jethsemane, en M. Limbeck (ed.) [nota 248], 95: La hora es el momento precede £K 0a(J.peia0a.l, estar fuera de sí; un súbito perder el equilibrio interior; caer en
escatológico del actuar de Dios (Me 14.35). terror. Mt, en cambio, usa X.\)K £ia0ai: Le 22,43 á y o v i a , una expresión no palestinense
319. X. Léon-Dufour, Ais der Tod... [nota247], 136. que expresa un estado de angustia, X. Léon-Dufour, Ais der Tod... [nota 247], 137s.; K. G.
320. Como lo hace, por ejemplo, B. Gerhardsson, o. c. |nota 254], cuando afirma que Kuhn, o. c. [nota 318], 90.
el Padre en el cielo le impone a Jesús la «humillación» y que “Jesús muere - literalmente 326. ViErby S e’i , cf. Gn 17,3; Rut 2,10; Mt 17,6, W. F. Arndt y F. W. Gingrich, o. c.
- no por manos humanas”, 275. |nota 34], 728. También la expresión de Me significa la veneración de Dios, pero incluye
321. Cf. E. Lohmeyer, o. c. [nota 36], 360; J. Schniewind, o. c. [nota 36], 259. Pare­ la reacción de terror, cf. Me 9,20 donde el niño epiléptico cae en tierra, ibid., 665. Es
cería que Jesús está buscando la cercanía de los discípulos. como si el demonio de la angustia tirara a Jesús al suelo.
226 D io s i-:n mi d ió d i - n o s o t r o s 111. E l D io s d i : J e sú s 227

arrodillado en la postura del creyente cristiano (0£í<; xa yói/axa)327. Lucas voluntad del Padre: la de anunciar su m ensaje de salvación (M e 1,14-
m enciona la angustia de la m uerte de Jesús después de la oración, en la 15). Sobre la base de esta experiencia de Jesús, ¿es posible que el Padre
inserción legendaria de los vv.4 3 -4 4 , cuya función es recalcar la intensi­ quiera que se hunda su m ensaje? No hay respuesta a esta pregunta. A
dad de la oración de Je sú s'28. La tristeza de Jesús, tal com o la entiende Jesús le queda tan sólo la fidelidad al anuncio que ha recibido de su Pa­
M ateo, esboza una de las líneas según las cuales la com unidad postpas­ dre; no tiene otra cosa que le sostenga que ésta314.
cual interpreta la m uerte de Jesús: es la tristeza del justo perseguido se­ Al interpretar asi, se nos dificulta el atribuir al Jesús histórico en su
gún Sal 42,6.12 y Sal 43 ,5 32‘\ Dado que en Juan la m uerte de Jesús es angustia ante la m uerte sin más la «obediencia» y la «sum isión» a la
tam bién su glorificación, la tristeza de Jesús form a parte de un discurso voluntad del P a d re '15. La «obediencia» de Jesús en Rom 5,19 y Flp 2,8
sobre su glorificación colocado en un contexto m uy anterior al m om ento no describe una actitud (m oral) de Jesús3'6, sino su lugar en la obra salví­
de su ejecu ció n ” 0 (12,23). Juan habla de la profunda «conm oción» de fica del Padre. Se trata exclusivam ente del anuncio de salvación que es el
Jesús (lETápaictou, v.27; cf. 1 1,33), vecina a la angustia y a la co n fu ­ foco de la autopresencia de Jesús porque lo ha recibido de su Padre.
s ió n " 1. de m anera que en realidad está en contradicción con el discurso Jesús se sostiene con lo único que le queda: su propia com prensión del
de la glorificación en 12,23-36. Por consiguiente, tam bién en Juan la anuncio del Reinado de Dios. Sólo éste no lo puede soltar y por eso se
«hora» es la hora del terror112. adhiere a su Padre1'7. Tam bién los cánticos del siervo, con cuya ayuda la
D entro de este cuadro de los relatos evangélicos, tal com o lo acab a­ com unidad postpascual trata de com prender la m uerte de Jesús (M t
mos de esbozar, hay que entender la oración de Jesús. Según M arcos, 26,28.67; 27,14.30.38 par.), hablan sólo de su fidelidad (nEK, Is 42,3).
Jesús ora: La segunda oración de Jesús (M e 14,39) tiene el m ism o contenido
que la prim era338, lo que refuerza todavía su agonía. La oración de Jesús
■'¡Abbá, Padre! (Appa b rcocxfip) todo es posible para ti; aparta de mi este
cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (14.36—37a). 334. Según P. Grelot, Dans les angoisses... |nota 249], 208, “La tentación - y con
ella la angustia - no pueden ser vencidas sino por la decisión heroica de cumplir la vo­
P recisam ente el «A bbá» que se encuentra sólo en M arcos expresa cóm o luntad de Dios”. El problema es que la angustia no puede ser vencida por nada, y menos
Jesús m ism o fracasa en el fracaso de su an u n cio ’11. En su angustia, no por una «decisión», porque la angustia ante la muerte hace imposible tomar una «deci­
sión». La separación de los demás hunde a la persona en su autopresencia, porque la
tiene a quien dirigirse sino a su Padre, a quien ha apelado durante toda su
persona es relación a los demás. Además, el hundimiento de su autopresencia sucede
vida. Pero tam bién su Padre está lejos. Jesús no conoce más que una sola cuando ya no tiene otra posibilidad de proyectarse hacia el futuro y la esperanza, sino sólo
hacia el vacío. Si no hablamos desde la fe - y. después de todo, mueren muchas personas
que no creen - lo único que podemos decir es que la angustia de un moribundo se «supe­
ra» por el agotamiento tísico y psíquico.
327. W. I’. Arndt y F. W. Gingrich, o. c., 164. 335. Es cierto que Ilcb 5,8 habla expresamente de la obediencia que Jesús ha apren­
328. G. K. Kuhn, o. c., 90. dido en su sufrimiento, pero lo hace sólo ahí y en el «lenguaje de sacrificio». Rom 5,19
329. B. I Viviano, The Gospel According lo Maíthew, NJBC, 670. Me entiende la mira hacia el nuevo orden salvífico, lo mismo que Flp 2,8, cf. M. M. Bourkc, The F.pistle
tristeza de Jesús de la misma manera. D. J. Harrington, o. c. (nota 250], 626. to the Hebrews, NJBC, 929.
330. X. Léon-Dufour, Ais der Tod... [nota 247], 122; R. \l. Brown, The Gospel Ac­ 336. P. Grelot, Dans les angoisses... [nota 249], 210.
cording to John l-XII [nota 33], 470. subraya la semejanza entre Jn 12,23.27-28 y la 337. P. Grelot, ibid.. habla de “una fe desnuda y de un amor totalmente desprendido
escena del Getsemaní según Me. de si mismo”. Es cierto que Jesús en una fe desnuda está sostenido sólo por su relación a
331. W. F. Arndt y F. W. Gingrich, o. c.. 813. su Padre, pero un amor totalmente desprendido de sí mismo no existe. Para Jesús, su amor
332. Ct. X. Léon-Dufour, Ais der Tod..., 138. R. E. Brown, The Gospel According to a su Padre es idéntico a su autopresencia. Por eso, aunque no conforme a su propio argu­
John l-XII, 467, ve aquí una relación con Heb 5,7. mento, Grelot tiene razón en lo que sigue: “es a partir de esta obediencia [...] que Jesús
333. E. Sclnveizer. o. c. [nota 37], 180, comenta lo siguiente: “El «yo» y el «tú», el mostrará lo que para él es ser Hijo de Dios”, 208. Sólo que la palabra «fidelidad» sería
Hijo y el Padre, están contrapuestos el uno al otro, pero la sumisión de la obediencia los más apropiada que «obediencia».
une. Por consiguiente, no se trata de su unión física que existe por naturaleza, la cual es 338. La estructura de la oración en Me recuerda la costumbre judía. El moribundo ha
evidente, porque no hay otra posibilidad; su unión es la siempre nueva [...] unión del de exclamar: “todo es posible para Dios” (1); luego ha de agregar: “Señor, prefiero no
amor". A mi modo de ver, este comentario refleja el «precondicionamiento ontológico» morir” (2); y finalmente ha de decir: “pero estoy dispuesto a ello” (3), X. Léon-Dufour,
discutido en la Parte I. Además, desde el punto de vista antropológico, la “sumisión de la Ais der Tod... [247]. 143. No obstante la semejanza, la oración de Jesús en Me está cam­
obediencia” no tiene la capacidad de unir. biada de tal manera que Jesús aparece, por así decirlo, como el que muere en cnanto tal.
III. E l D ios d i - J e sú s 229
Dios l n m i- di o d i -; n o s o t r o s

hubiera podido ser: “por qué, A bbá?" C o r este « p o rq u é » sin respuesta la atención hacia é l141. Así Lucas sum a la voluntad de Jesús a la voluntad
lia tenido que m orir Ln Mt 26,39, las pnlabras de la prim era oración del Padre y presenta a Jesús com o ejem plo para el creyente.
so r esencialm ente las m ism as que en M arcos, excepto que la oración Me 14,36.38 y Mt 26,39.41 difieren en que am bos construyen la ora­
inicia c o i "m i Padre’' y que sigue un condicional: “ si es posible". Este ción de Jesús con ktno com o yo quiero” . En el contexto de la acentuación
«si)) suplicante es retom ado en la segunda oracion (v.4 2 ) en form ulación de la angustia de Jesús ante la muerte propia de estos dos evangelios, el
negativa: “si esto no puede pasar” , a la que signe la tercera petición del sentido es que para Jesús todo depende de que no necesite iracasar con
Padrenuestro: “ hágase tu voluntad’' (M t 6.10). En el Padrenuestro , esta su anuncio; que Jesús quiere que venga el Reinado de su Padre tal com o
tercera petición es el sinónim o de las dos anteriores que sea santificado el ya se había anticipado en el hacer de Jesús. Jesús no puede querer sino
nom bre del Padre y que venga su Reino, y todos los verbos son pasivos esta única cosa. Éste es el punto, donde él m ism o cae en la tentación que
divinos. consiste en querer el anuncio del Reino de Dios com o el suyo propio -
El tem a de estas oraciones, por consiguiente, es otra vez et Reinado com o si dependiera sólo de éP 42. Desde esta experiencia angustiante
d e Dios. Las dos frases condicionales de tal m anera conducen al cum ­ exhorta a los discípulos a orar. En M ateo, precisam ente esta tentación
plim iento de la voluntad del Padre, que su voluntad aparece com o la m arca el principio (4 ,8 -9 ) y el fin del m inisterio de Jesú s1'11.
m eta que es idéntica al anuncio. De nuevo ]o que el Padre requiere» no es La oración de Jesús no es escuchada. El Padre calla; esto lo entiende
la m uerte de Jesús, sino su propio <«Reino». Por consiguiente, las dos Jesús en el silencio de sus discípulos1'14. Jesús se enfrenta totalm ente solo
oraciones son en realidad una sola, y esta única oración la repite Jesús en a las últim as consecuencia s de su actuar conform e al encargo de su Pa­
el v 44, cuando va a orar po r tercera vez. O tra vez se trata de su fidelidad dre, en una soledad no aliviada por nadie, ni siquiera por el P ad re14\ Heb
a su anuncia, pero se trata tam bién de la actitud de la com unidad de 5,7-9 «exagera» todavía más la escena del G etsem aní, porque la orienta
M ateo, orientada según la petición del Padrenuestro. Ésta es la razón p ar según un canto de alabanza cristiano antiguo, com puesto a partir cíe m o­
la cual la versión de M ateo es, con todo, suavizada respecto a la de IVfar- tivos de los S alm os146.
cos.
En la versión lucana. el creyente ora en el seguim iento (22,39) de su
Señor, algo que y a estaba insinuado en la postura del orante (v.41). En el 3.4 El a b a n d o n o de Je sú s
prim er plano está La petición por el cum plim iento d e la voluntad def
Padre. Los cam bios im portantes respecto de M arcos y M ateo consisten En su últim a oración y en la cruz, Jesús no solam ente está solo con su
en que Jesús no dice m ás que «Padre» (v.42): y a r.o se trata de si el cáliz Padre, sino que está abandonado por éP47. N ingún signo le indica que
puede ser apartado de Jesús, sino de si el Padre lo quiere. Este «querera D ios esté de su lado. M ás aún, Dios parece estar con aquellos que han
del Padre está colocado en una frase condicional (si quieres), y a la vo­ abandonado a Jesús. Parece haberse quedado allí, donde todavía hay
luntad del Padre se ha dado la form a de sustantivo (no se haga mi vo­
luntad, sino la tuya).
Parecería que la construcción sustantiva de Lucas expresara una con­ 341. X. Léon-Dufour, Ais der Tod..., !29s., 145.
traposición entre la voluntad de Jesús y la del Padre. Si m iram os el v.46. 342. Ibid., 156.
343. Ibid.. 134; k . G. Kuhn, o. c„ 96.
sin em bargo, caem os en la cuenta d e q u e esta es una tentación , en la que
344. X. Léon-Dufour, Ais der Tod..., 129s., 145.
cae todo aquel que no ora. La exhortación ‘'orad para que no caigáis en 345. J. Schniewind, o. c. [nota 36], 260. entiende la muerte como tentación, porque
tentación’ es la m ism a en los tres evangelios, pero en Lucas se refiere ."separación de Dios”. Habrá que matizar: el último paso hacia Dios es un paso hacia el
únicam ente a los discípulos que no han sido capaces de velar y de orar Mido de la fe y de la esperanza que puede ser llenado sólo por Dios. Este último paso es el
con Jesús. Jesús no cae en tentación porque está orando*10. Sólo Lucas fugar de la tentación, pero no su contenido.
346. R. E. Brown, The Death o f the Messiah I [nota 3041, 227ss.; I5. Grelot, Dans les
repite la exhortación dos veces (vv.4D.46) y eso de tal m anera que las
tingoisses... (nota 249J, 209s.
dos exhortacione s encuadran la oración ejem plar de Jesús y dirigen toda Í4 7 . R. n. Brown, ¡he Death of the Messiah II [nota 304), 1046, recalca el abandono
ilc Jesús según los relatos de la pasión de Mt y Me. Jesús está en una oscuridad completa.
339. Ibid., 156. Nti pregunta si su Dios tiene o no el poder de ayudarle; pregunta por el «por qué» de su
340. Ibid., 134; K. G. Kunn. b . c. |nota 3 181. 96. •ilcnc ¡o.
2.10 D i o s i ;n MEDto d f no so tro s. 111. E l D ios d i - J hsijs 231

com unidad h um ana’1*. Aun así, ninguno de [os evangelistas entiende a riencia que la com unidad tuvo de la experiencia de m uerte de Jesús y los
Jesús com o a un desesperado. Jesús recuerda to que Dios lia dicho en el o tro s no. Toda experiencia de fe postpascual, sin excepción, es inserción
pasudo y está colgado solo de este recuerdo” '3. en la experiencia de Jesús. Lo fundam ental es más bien la pregunta de
Parece que podem os apoyarnos sólo en M arcos y M ateo para hablar có m o am bos grupos de evangelios form ulan el sentido de la m uerte de
del abandono de Jesús. A unque Lucas hable de la «agonía)) de Jesús, Jesús en conform idad con la experiencia de fe de sus propias com unida­
enfatiza que la confianza de Jesús en Dios es más poderosa que loda la des. Si se averiguara que el sentido de esta m uerte, tal com o lo capta
angustia, porque esla confianza es, de hecho, la característica de la expe­ lodo el N T, sólo se aclara a partir del abandono de Jesús, necesitarían
riencia que el creyente tiene de la experiencia de Jesús. Juan da un paso encontrarse indicios del abandono de Jesús en todos los evangelios. La
m ás afirm ando que el Padre está con Jesús, porque Jesús no hace nada pregunta que suscitan los relatos de la pasión que divergen de M arcos y
por sí m ism o, sino que dice lo que el Padre le ha enseñado (8,28). En el M ateo parece más bien ser la siguiente: ¿cuál es la diferencia entre la
v.29 (cf. v. 16) Juan niega explícitam ente el abandono de Jesús: muerte de Jesús y la m uerte del creyente?
De nuevo conviene esbozar prim ero el cuadro teológico dentro del
"el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado salo, porque yo cual piden ser entendidas las diferentes versiones de la pasión. M arcos y
ha.go siempre to que le agrada a él” M ateo concluyen la perícopa del G etsem aní diciendo que el Hijo del
hom bre ahora ha de ser “entregado en m anos de los pecadores” (M e
In 16,32 parece negar igualm ente que el hecho de que los discípulos 14,41; Mt 26,45). El verbo nocpoc8i8óvai se usa en los anuncios de la
hayan dejado a Jesús sea uri signo del abandono por el P adre3SC, debido a pasión (M t. 17,22; 20,18; 26,2.24.45 par., cf. Le 24,7) y corresponde al
que contrapone claram ente estos dos aspectos: hebreo “10J3, entregar algo a otros para que dispongan de él (sólo Nm
31,5.16). El significado del verbo implica tam bién «traicionar». Lo lla­
""Mirad qu¿; llega la hora, y ha llegado va. en que os dispersaréis esda uno m ativo es que en Nm 31,16 es Yahvéh m ism o quien es «traicionado» y
por vuestro lado «entregado»35*. Sobre esta base es difícil pensar que el Padre hubiera
y mií dejareis solo. entregado a Jesús a sus asesinos. Al contrario, desde Nm 31,16 se suscita
Pero no e s to y s o lo , la pregunta de si el abandono de Jesús no es algo que toca tam bién al
porque el Padre está conmigo’1151. Padre. Lucas y Juan no tienen paralelos a estos textos sobre la entrega,
porque según su teología Jesús siem pre, tam bién cam ino a la m uerte, está
Sin em bargo, tam bién Juan está aquí hablando de que son los creyentes en m anos del Padre.
q u ien es no son abandonados por D ios, aunque en las persecuciones sean T odos los sinópticos usan el esquem a de la lam entación veterotesta-
d ispersados por el mundo entero (v.32a)íí2. 11tentaría. Interpretan la m uerte de Jesús según los salm os 22 y 31 (tam ­
La diferencia entre M arcos y M ateo, por un lado, y Lucas y Juan, por bién Jn 19,28 parece aludir a Sal 22,16; cf. Sal 69,22) y cada vez esco­
el otro, no puede ser explicada diciendo que los unos parten de la espe- ben de estos salm os las palabras más aptas para describir la liberación

548 C l B. Gertiardsson, o. c. [nota 2 5 4 ], 283: "A l sor expulsado de la socied ad hu­


m ana se agrega todavía e l abandono por D io s”. No- se 1rala, sin em bargo, de algo -«agrega­ 353. P. Brown, S. R. Driver y Ch. A. Briggs, A Hebrew and English Lexicón q f the
d o : , sino - más radicalm ente - de que e l abandono por parte de lo s dem ás aparece com o OJ.f Tetramente Clarcndon Press, Oxford. Reprinted Fdition 1972, 588; G. Lisowsky,
un sign o del abandono por D ios; es el revés. Kiwkordanz zum Hebráischen Alten Testament, Deutsche Bibelgesellschaft, Stuttgart
349 Ibid., 284. I')SI, S36. De estos datos, B. Gcrhardsson, o. c. [nota 254], 270, concluye lo siguiente:
350 El texto joánico esla en contradicción con Me 15.34 y Vtt 27,46. pero de ningu­ 1WD significa “a menudo que algo o alguien es entregado a una persona [«dado en su
na manera es una «corrección» de Me y IVli - apare del hecho de que no es nada seguro peder»»], para que ésta tenga la posibilidad de hacer con él lo que quiera. El texto del
que el evangelista ¡ciánico haya conocido la tradición de Me y Mi. R. I Brown. The liiii um normalmente usa este verbo cuando rinde la expresión bíblica hebrea que alguien
Gospel According lo John X ílf—XXÍ [nota 17], 737. i . ”d;ido” (la palabra más acostumbrada es ]H3) por Dios en manos de otra persona, es
351 También es las palabras son una referencia a Is 53,3. ibid decir, es dado en su poder”. Gerhardsson, 271, sigue: “ [Jesús], por consiguiente, será
352 A nivel de la intención del escritor jcánico, este pasaje ya no se refiere a los <uludo» en el poder de sus adversarios que reciben el «poder» (e^ouaícc) sobre él y
discípulos en Getsemaní. sino que se ha convertido en la predicción del sufrimiento que pueden hacer con él lo que quieran [...]. 1SI que actúa realmente detrás de estas construc­
han de soportar los cristianos, ibid., ^37. ciones en pasivo [...] es Dios mismo".
232 m c -SI \ MI Gil) DI- NOSOTROS III. E l D ios de Je s ú s 233

d e ! s u frim ie n to de parte de Dios. La lam entación está orientada a ]a ala­ parecen apuntar igualm ente los textos eucarísticos que preceden inme-
banza de D ios"'1. Tam bién aquí se ve claram ente que la com unidad d latam ente a los relatos de la pasión (Me 14,22-25 par.) y que m encio­
postpascual reflexiona sobre la m uerte de Jesús partiendo de la resurrec­ nan la alianza, Mt 26,28 entiende explícitam ente la m uerte de Jesús co ­
ción. lín* expiación. Tal com prensión puede tam bién apoyarse en Le 22,53 (cf.
El hecho de que la interpretación de la m uerte de Jesus se hace por Ir 1,5; 7.30), donde se habla de la «hora» y del «poder de las tinieblas».
m edio del género de la lam entación, que abarca, tanto el grito del más Pura quien se decida por esta interpretación, la pregunta por la diferencia
profundo abandono com o la alabanza por la salvación, nos da un prim er •mire ]a m uerte de Jesús y la muerte del creyente ya está contestada.
indicio sobre cóm o podrem os hacer coincidir los dos grupos de ev an g e­ Q uerem os, sin em bargo, intentar más adelante otra interpretación que
lios tan diversos en una visión de conjunto. Lo esencial no es la pregunta iiaga más ju sticia a nuestro planteam iento trinitario y que sea antropoló­
de si Jesús m urió con el grito de un abandonado en la angustia de la gicam ente más convincente.
m uerte (M e y M t) o si no murió asi (Le y Jn), sino que es clave el an u n ­ A unque entendam os, con M arcos y M ateo, a Jesús com o el que en la
cio de que por e s ta cruz los cristianas tentados y perseguidos experi­ cruz está totalm ente abandonado, no podrá pasarse por alto que todos los
m entan la salvación de parte de Dios. Si es así, tanto el sufrim iento y la evangelios excluyen que haya sido un desesperado, porque todas las
m uerte com o la m isericordia com pasiva del Padre tienen su lugar en la palabras que ponen en la boca de Jesús desahuciado son citas de salm os,
interpretación y en la experiencia de fe '5". lesús ora y un desesperado ya ha dejado de orar357. En M e 15,34 y Mt
Parece posible entender La agonía de Jesús siguiendo a M arcos y '-",46 el Crucificado grita: “ ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has aban-
M ateo en el sentido de que Jesús no sólo padece su propia m uerte en el Llonad.o?” ',í8. Por m edio de esta cita del Sal 22,2a los evangelistas dan a
abandono, sino que lucha al m ism o tiem po contra el peso abrum ador de entender que el Padre no ha ayudado a su Hijo en su últim o sufrim ien-
todo el mal en el m undo que está cargado sobre él3 h. Tal interpretación l.o*' 1y que lo ha dejado totalm ente solo. Sin em bargo, el grito de Jesús no
tom a en cuenta el cuadro apocalíptico de estos dos evangelios y tam bién explica por qué los que le oyen entienden que Jesús haya llam ado a
la representación del mal com o un poder objetivam ente palpable en los '<Elias» (M e 15,35; Mt 27,47). Esta dificultad sólo se resuelve si Jesús ha
textos de la alianza del AT (por ejem plo Dt 2S,15—46). En esta dirección gritado: “ mi D ios eres tú ” - ’Eli ’atta’ - (Sal 22,10; 31,14; 63,1), una
exclam ación que podía ser confundida con el aram eo ’E liya’ ta ’160.
De esta m anera, la interpretación queda apoyada en los m ism os Sal
354. X. Léon-Dufour. Ais der Tod.., 175: "clcsdc el éxodo, los aconte cimientos de la
L1 y 31 que usan los evangelistas, pero podem os ahora afirm ar dos co ­
liberación no son narrados sin que al principio se mencionara que los oprimidos claman a
Dios. Luego Dios interviene, porque ha oído su* lamen!aciones [.. |. La lamentación as: Jesús en su agonía se acoge a su Padre; no puede soltarlo; y si es
recibe su orientación de la alabanza. Para conmemorar la liberación, se muestra primero el i it rio que Jesús hasta el final ha clam ado a su Padre com o a su Dios; si
sufrimiento del que se siente perdido y confía en su Dios". LI. Cierhardsson, o. c.. 282, i ni su últim a fuerza se ha negado a creer que su Padre realm ente haya
comenta sobre el Sal 22 que es característica del salmo la confianza en ‘que la salvación piulido abandonarlo, entonces, la palabra de Juan: “tengo sed” (19,28)
de parte de Dios no puede tallar, aunque se deje esperar La idea que Dios pueda abando­
quizá no esté tom ada del Sal 22,16 o 69,22, donde se habla de la sed
nar a alguien definitivamente no es compatible con la alianza en el A T ”. Luego, sin em ­
bargo, entiende el abandono de Jesús como una «maldición universal» que hubiera caído lisica, sino del Sal 63,1 [2]: “ Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene
sobre Jesús. Esta maldición le parece m u y importante, puesto que elabora cuidadosamente nn alm a’" ’1. En tal caso, esta palabra habrá que verse en conjunto con lo
círculos de maldición, empezando por la soledad de Jesús cuando sus discípulos lo dejan.
Cf. también más arriba, nota 3 12.
355. De manera semejante se expresa también R. E. Brown, The Death o f ¡he Mes­ 157 tí. T V iviano, o. c. [nota 3 2 9 ], 672.
siah II [nota 3 0 4 1, 1050. quien subraya, por un lado, el abandono de Jesús al final de su '5X, .Sobre las versiones, diferentes en Mt y en M e, E. L ohm eyer, o. c. [nota 36
larga agonía, pero anota, por otro, la rcinterpretación en confianza con la ayuda de! Sal 22. wx t í cyk« tcA iit{ c (ic; TM: 'j r a n ? nrab
l‘J-1 I X X : n 3c6c ó 0<ó<; |ío d | . . . | T 'b x .
Brown llama esta re interpretación «co n ü cscn s lls aso» X. Léon-D ufour, Ais der Tod... [nota 2 4 7 ], 160.
356. Jesús estaría perdiendo en comparación con las lisuras del AT <2 Mac 6,19— ím:i. Las version es griegas son diferentes en M arcos y M ateo, porque M arcos cita el
20.28) y con los mártires judíos y cristianos, "a menos que se entendiera que su resistencia Vid 22.2a parle en arameo y parte en hebreo, mientras que M ateo lo cita en hebreo, aunque
y angustia no fueron causadas simplemente por el enfrentamiento con el sufrimiento y la un siegún el texto m asorético, ibid., 172s; en el m ism o sentido se pronuncia R. E. Brow n,
muerte, sino también por el conocimiento de que estaba entrando en la gran batalla contra fJie Death o f the Messiah U [nota 30 4 ], 1 0 6 1 -1 0 6 3 . Brown llam a esta interpretación “the
el Mal, el gran juicio que precedía la llegada del Reino”, R. E. Brown, The Death c f ¿he Ik i alternalivc. More than thal on e cannol claim ”, 1088.
Messiah I |nota 304], 218. 361. X . L éon-D ufour, Ais der Tod..., 168s.
234 D io s f-M MI-1)10 Di:NOSOTROS III. El. D io s d h J l-sú s 235

que sigue: "L odo está cum plido’"1(x£Té.?.ecyton, v.30). Jesús puede volver La esponja em papada de vinagre que se le da al C rucificado es otra
al Padre, porque h a cum plido las obras que el Padre le liabia en carg ad o ,s2 vez una burla. En Mt 2 7 ,4 8 ’<,;i las burlas anteriores (vv.3 9 -4 4 ) y esta
y porque h a d a d o su últim o testim onio de ser el enviado del P ad reM’\ ultim a encuadran la m uerte de Jesús. El grito de m uerte de Jesús resuena
En Marcos, el ace ato queda cargado en el abandono de Jesús: m ien ­ com o la respuesta a este últim o desprecio (v.49). En Me 15,23 Jesús se
tras en Me 14,36 Jesús todavía había orado “ A bbá, (querido) Padre”, niega a aceptar el “vino con m irra” 166, pero la situación queda la misma:
grita ahora, en la lejanía últim a de él, “ Dios m ió’* (15.34), en una c o n ­ según el v.24 Jesús es crucificado y sus vestidos son repartidos por suer­
fianza ap arentem ente sin sentido y que no puede ya valerse de ningún tes, es decir, no tiene ni siquiera las posesiones que le quedan hasta al
signo"'*4. Y aun así no ouede creer que el l’adre se h ay a desentendido de más pobre y despreciado. Este despojo total de Jesús en la cruz resalta
él. A quí se m uestra con toda claridad que Jesús él mismo fracasa en el más las agresiones de los tres grupos que se burlan del C rucificado, las
fracaso de s t anuncio y que, aun en el fracaso úLtimo y contra toda espe­ hace más crueles, y a esto responde Jesús con su grito del abandono
ranza. no puede soltar este anuncio. U na reflexión antropológica puede, (v .3 4 ). En Le 23,34 se echan las suertes sobre los vestidos inm ediata­
quizá, ayudarnos a enlender la m utua im plicación del abandono y de la mente después de la petición de perdón de Jesús y así se da a entender
confianza que los evangelios expresan por m edio d e las citas de los sal­ que nadie se preocupa por el perdón del Padre y la petición m ediadora
m os. Jesús es «yo» com o autopresencia en su relación a su Padre y en el del Hijo. La m ención de la esponja de vinagre form a parte de la escena
cum plim iento del envío a los hom bres con quienes se encuentra. La de las burlas al pie de la cruz (v v .3 5 -3 8 )i67. Jn 19,23-24 coloca la escena
autopresencia histórica funda a cada persona o to ló g ic a m e n te ; por eso es de los vestidos de Jesús inm ediatam ente después de la crítica al título de
irrenunciable. lo que hace que sear. irrenunciables tam bién la relación de la cru z (vv. 1 7 -2 2 ), el cual tiene función de anunciar la realeza universal
Jesús a su Padre y su perseverancia en el anuncio. Ésto es lo que aparece de Jesús, de m anera que esta escena se convierte en una grotesca actu a­
com o fidelidad. ción de contraste. Según todo esto, el abandono de Jesús de hecho ha
Según Lucas, Jesús habla tres veces en !a cruz: 23,34.43.46. En el encontrado eco tam bién en Lucas y Juan.
v.34 Jesús pide perdón por los que lo han crucificado, "‘porque no saben I íasta en el últim o grito de Jesús, el abandono y la confianza están
lo que hacen". El envío de Jesús consistía en hacer visible y palpable la iiiterrelacionados. En su abandono, Jesús grita a su Dios que aun en el
m isericordia com pasiva de Dios, y este envío lo cum ple tam bién en la silencio está p resen te'68, pero no se puede escam otear el hecho de que el
cruz. En la palabra se insinúan las burlas y las preguntas por la identidad diálogo entre él y su Dios se ha acabado. Que esto es así, se aprecia sobre
de Jesús en los dos procesos: no sabían lo que hacían, porque no sabían lodo en que el “ fuerte grito” (M e 15,37; Mt 27,50, tam bién Le 23,46)
quién era Jesús; y esto no lo sabían, porque no le habían creído. íiltora v a n o tiene contenido. Jesús grita la últim a pregunta vacía de pala­
bras. com o un «por qué» vacío, al que no contesta ninguna respuesta™1'.
D entro de los rasgos apocalípticos de la pasión según M arcos y M ateo, el

365 Mt se atiene estrecham ente al Sal 69.22. Para él, la esponja de vinagre es signo
362. Cf. Jn 4.34; 5.36- 7,A etc. Josas tiene: sed de cumplir lo último que termine y
ile ignom inia. B. T. V ivian o, o. c. [329J, 672.
cumpla la obra confiada a 21 por el Padre, ibid.. 169. S. Talayero Tovar, o. c. [nula 257].
366 Me entiende el vino con mirra conform e a Prov 3 1 ,6 -7 com o m edicam ento para
234;;.. lee el lento de la misma manera, aunque lo refiera al Sal 42.3. lo que se explica por
c.ilrnar el dolor, D. J. Harrington, o. c. [nota 2 5 0 ], 628. Jesús lo rechaza, porque no hay
el Ilecho de que no parta de la discusión acerca de la expresión “Lú eres mi Dios'’ en Me y
iiluta que pueda aliviar su sufrim iento, com o el v.24 lo muestra enseguida. T odo esto no
Mi. Sobre el «arito c e v id cria» teté hedían, véase ibid.. 2.35-242.
Il'.ii.illca Cjue la alusión al vinagre haya que entenderse com o histórica. Pertenece al Sal
363. C f. Jii 5,36; 10,25. Es indiscutible que la muerte pertenece a las obras de Jesús y
que para la com unidad se ha convertido en m edio de interpretación para la pasión de
a sn testimonio, S TalaveroTovar, ibid., 240.
Icm'is. li. Schvveizer. o. c. [nota 37J, 199.
364. Dcsnués de haber padecido la agonía, de la «hora» y después de haber vaciado
3 6 7 . Este arreglo tiene su razón de ser. porque tam bién en el Sal 6 9 ,2 2 la “sed abre­
el cali/.. Jesús grita una última oración Sintiéndose abar.donado, com o si ya no se le
vada ■con vinagre” es expresión de ignom inia, desprecio y desesperación que han "roto el
escuchara. Jesús ya no llama a Dios -«Padre», sino le habla com o Lo hacen lodos los hom­
rularán" del ju sto sufriente, R. Li. Brown, ¡he Death o f the Messiah 11 [nota 3041, 1959s.
bres llamándolo-«Dios mío». Marcos llama Inatención sobre este hecho u sando tanto el
U <icrhardsson, o. c. [nota 254J, 2 7 9 , escribe: “ I.as pretensiones de Jesús han sid o dcsau-
«Abbá:» com o «Eloi». R. E. Brown, The Dealh ofihtr Messiah IT [nota 304-1, 1046. Brown
i o risadas por los testigos más seguros: los acontecim ientos” .
piensa que si tomamos en sentido literal el hecho de que al puncipio Jesús llama a Dios
368. X. Léon-D ufour. Ais der Tod... [n o ta 2 4 7 ], 161.
«Padren, también hemos de lomar literalmente su “grito de protesta contra el abandono”
en el cu-e Jesús habla el lenguaje del siervo más humilde. 1051. 3(W. Ibid. y 177.
236 D io s en m i -d io d i : n o s o t r o s III. El. D io s d i: Je sú s 237

grito es él m ism o un signo apocalíptico, al igual que la oscuridad y el t es, que la obra que halla su cum plim iento en la m uerte de Jesús, es una
velo rasgado del Tem plo, entre los cuales se encuentra insertado (M e obra «trinitaria». En esta interpretación, Lucas está cerca de Jn 19,30
15,33.38; Mt 27,45.51-53). Tam bién Lucas parece tom ar estos signos de (io n la expresión jTapéScoicev tó jxveü|ia)’;7.
M arcos, pero en él los signos anteceden la últim a palabra de Jesús y su
m uerte (23 .4 4 -4 5 ), significando así el juicio de Dios sobre aquellos que
en 2 3 ,3 5 b -3 9 se han burlado de Je sú s'70 - y éstos son todos los que no 3.5 El sentido de la muerte de Jesús
creen. En este lugar se vislum bra el escándalo de la cruz tam bién en
Lucas. Si tom am os en serio el abandono de Jesús, Jesús m ism o al m orir no
Si relacionam os tam bién el “ fuerte grito” según Le 23,46 con el Sal puede haber entendido su m uerte com o «sacrificio», y si no com o sacri­
22,2, que en Me 15,34 y Mt 27,36 tiene la función de explicar el aban­ ficio, tam poco com o «expiación». La causa de la m uerte de Jesús es su
dono de Jesús y de resaltarlo (según Sal 22,2b) todavía más en el seg u n ­ inquebrantable fidelidad a su Padre y al envío recibido de su Padre - con
do grito, entonces, para Lucas Jesús m urió tan abandonado com o en los osla afirm ación hem os em pezado estas reflexiones, y hasta ahora ha sido
otros sin ó p tico s’71. Sin em bargo, queda el hecho de que Lucas suaviza el confirm ada una y otra vez. Los evangelios no dan pie para una com pren­
abandono de Jesús, dando a su grito las palabras del Sal 3 1,6: “ Padre, en sión según la cual el Padre, quien ha dado a Jesús el encargo de hacer
tus m anos pongo (7iapaxí0e|o.ai) mi espíritu” 172. Sólo en Lucas Jesús ora visible y palpable su m isericordia com pasiva entre los hom bres, hubiera
hasta el final lleno de confianza «Padre» y reza las palabras de la oración ■I m ism o entregado a su Hijo a la cruz y que sólo a este Hijo le hubiera
nocturna del ju d ío piadoso. Jesús em pezó su m inisterio orando (3,21), y negado su m isericordia.
orando lo concluye173 - com o el «H ijo»174. 'lam b ién aquí unas reflexiones antropológicas han de poder ayudar­
Con el grito Jesús m uere (e^énve-uaev, Me 15,37 y Le 23,46; nos a com prender lo que hem os encontrado en los textos. H abrá que
á<t>f|K£v t ó TtvEiVoc, Mt 27,50). M ientras M arcos y M ateo usan un eufe­ lem atizar dos puntos:
m ism o para «m orir»175, la m ism a palabra de M arcos en Lucas está puesta I Para alguien abandonado com o lo fue Jesús, es im posible entre­
en relación con la cita del salmo. Jesús «expira» poniendo su espíritu en oírse por los dem ás, o bien - com o lo confiesa la com unidad después de
m anos de su Padre; no m uere sim plem ente, sino que concluye una vida l.i resurrección: “ por m uchos para rem isión de los pecados” (M t 26,28;
que desde el principio hasta el fin ha sido llevada en la fuerza del E spí­ I C or 15,3) - cuando estos otros no están presentes. C ada persona es
ritu: su vida y su envío hallan su cumplimiento™. D ebem os decir, enton- ititopresencia hacia los dem ás y para los dem ás en com unión con ellos.
Al rom perse esta com unidad, com o sucedió en el caso de Jesús, se
370. R. E. Brow n, The Death o f the Messiah II, 1045, 1067. «rompe» tam bién la autopresencia, se hunde, porque es despojada del
371. Le. sin em bargo, e sc o g e un verbo más débil (<Jxoveiv) que M e (fk xxv) y Mt
com partir com unicativo. En esto consiste la agonía del abandono. Un
( á v a p o á v ) . Tanto pkxxv co m o á v a p o á v significan una proclam ación solem n e, la
aclam ación de la muchedum bre, pero tam bién un grito desesperado por ayuda, ibid., 1044.
«yo» así ya no puede entregarse; y a la inversa: es un «yo» roto, h undi­
Precisam ente el sig n ifica d o del grito por ayuda estaría en contradicción con las dos prim e­ do, porque ya no puede entregarse. El «yo» abandonado tam poco puede
ras palabras de Jesús en la cruz según Le, porque en ellas Jesús pide ayuda por los que lo restaurar la com unión hum ana, porque la com unión es un don que sólo
crucifican y no grita para que se le ayude a él. puede ser esperado. El C rucificado no ha recibido este don.
372. En contraposición al «ser entregado» (napa8i6óvai) en M e y Mt, en Le Jesús
La entrega y el ser-para-otros vienen de la com unidad; a partir de ella
se entrega a si m ism o (7iapati0évai), en presente. A sí se confirm a que está ahora y
siem pre en las m anos del Padre. T am bién esto está expresado por el Sal 3 1,6b, R. E.
devienen com o la autopresencia de cada uno. Exactam ente esto es lo que
Brow n, ibid., 1068. se ve en el envío de Jesús y en su fidelidad a él encam ado en su curar y
373. X. L éon-D ufour, Ais der Tod... [nota 2 4 7 ], 167.
374. Ibid., 258; R. li. Brown, ibid., 1068.
375. R. E. Brow n, ibid., 1081. 377. Tam bién Ph. Pcrkins, o. c. [nota 2 8 5 1, 9 8 2 , entiende el versículo en el m ism o
376. Precisam ente esto se expresa en el texto eucarístico de Le 2 2 ,1 6 (iíA.ripco0f|). cutido que Le 2 3,46. En The Death o f the Messiah 11 [nota 304], 1082. R. E. Brown
“ Fue con ceb id o por el Espíritu que cubrió a María (Le 1,35), y en el bautism o, el Espíritu i oncuerda con la opinión de que Jesús haya entregado ya desde la cruz al Espíritu Santo,
bajó sobre él en form a corpórea (3 ,2 2 ), de manera que estaba lleno del Espíritu Santo (4,1) i onlra su interpretación en The Gospel According to John XIU-XXI [nota 17], 9 3 1. Esto es
y se m ovió por Palestina en el poder del Espíritu (4 ,1 4 ). C uando Jesús pone su espíritu en i nherente, porque el «G lorificado» en la cruz en Juan corresponde al R esucitado en los
m anos del Padre, está llevando su vida y su e n v ío a su origen”, ibid., 1068. dem ás evangelios.
238 D io s en m e d io d e n o s o tros III. E l D ios de Je sú s 239

perdonar. Al ser expulsado y excluido de la com unidad, ni su entrega y l,i experiencia que la com unidad tiene de la experiencia de Jesús™0. Por
ser-p ara-o tro s, ni el «yo» de la autopresencia tienen ya punto de inser­ olio lado, sin em bargo, surge la pregunta por el nexo entre la resurrec­
ción. A d em ás, hay que precisar otro aspecto: nadie puede entregarse a y ción y la cruz. La com prensión de la interrelación inseparable entre la
por « lo s m uchos» - y esto es: por todos sino sólo por aquellos con­ resurrección y la cruz, com o si form aran, por así decirlo, un solo aconte­
cretos que están cerca de él; por los que conoce, que pertenecen a su cim iento, hubiera debido llevar a una m inusvaloración glorificante de la
propia co m unidad, aunque fuera en sentido muy am plio. Dicho en otras pasión. El hecho de que los evangelios hablen desde la cruz sería, enton­
palabras: p red icar del Jesús histórico una entrega consciente y voluntaria ces, más bien sorprendente™ 1. Se suscita otra pregunta más: es evidente
«por n o sotros» sería lo m ism o que atribuirle un acto «heroico» de colo­ que Jesús m uere él m ism o. ¿Significa esto que tam bién él m ism o por su
rido m ític o 178 y esto es lo m ism o que despojarlo de sus características propia fuerza resucita de los m uertos? La resurrección y la pasión, ¿tie­
h um anas y de convertirlo en un superhom bre. nen el m ism o sujeto en el m ism o sentido?™2.
El sen tid o de la fidelidad de Jesús a su envío y a su Padre es otro: es El NT ofrece varias interpretaciones de la m uerte de Jesús y se sirve
un ac o g erse a lo entendido y experim entado cuando la com unión estaba para ellas de tres posibilidades contenidas en la Escritura: la interpreta-
to d av ía intacta, porque eso es lo único que todavía queda. El «yo» de la i ión del ju sto o del siervo doliente; la de la expiación cúltica y del sacri­
au to p resen cia ya sólo existe en este acogerse y sólo así es todavía «yo». ficio; y la de la reconciliación. El perdón del pecado es com ún a las
No se h u n d e com o si de su hundim iento surgiera bruscam ente un héroe; <res,8\ A quí surge otra dificultad: acabam os de afirm ar que Jesús m ism o
y tam p o co puede poner un alto a su hundim iento por un acto de volun­ no puede haber entendido su m uerte ni com o el sufrim iento vicario del
tad, sino q u e se hunde com o él que ha llegado a ser en su últim a p rofun­ insto, ni com o expiación y sacrificio, entonces: ¿cóm o se relacionan
didad: y o -en-fidelidad y yo-en-esperanza. El Padre no puede contestarle entre sí todavía la experiencia postpascual de la com unidad creyente y la
a Jesús en el hundim iento de la m uerte, porque la fidelidad en el cum ­ propia experiencia de Jesús? Esta dificultad se hace tanto m ayor cuanto
plim iento del envío form a parte de la autorrealización de la autopresen- más tom em os en serio el abandono de Jesús en la cruz™4.
c ia -c n -e sp e ra n z a 1"' que cada uno necesita lograr por sí mismo.
2. El h om bre es incapaz de dar sentido a su propia m uerte. Si pudie­
ra h acerlo, sería dueño de su m uerte. La m uerte es el hundim iento o
380. Esta con clu sión concuerda con K. Bergcr, o. c. [nota 25 0 ], 56: “ En los e v a n g e ­
« ro m p im ien to » del «yo» com o autopresencia, porque es el rom pim iento
lios, la Pascua es m ás bien punto final que punto de partida, [es] confirm ación de la pre-
de la co m u n ió n con otros. Por consiguiente, es el sinsentido últim o. Esto irnsión de Jesús y punto de exclam ación que cierra su oferta” .
nos lleva d e regreso a lo que acabam os de decir: el sentido de la m uerte 3 8 1. “ La luz de la resurrección ilum ina irresistiblem ente la pasión, de manera que la
propia de cad a persona, siem pre puede ser sólo el sentido que le dan p.r.ión y la resurrección forman una unidad indisoluble”, A . V anhoye, o. c. [nota 248],
otros - la p erso n a a la que hem os querido; la com unidad en la que hem os ’TI. V anhoye reconoce la posibilidad de una “banalización del sufrim iento y de la muer-
u ibid., y subraya la atención que los evan gelios prestan a la pasión, pero parece no ver
vivido. E ntonces, la m uerte de Jesús sólo puede recibir su sentido del
t|lic aquí se trata más bien de una dificultad.
Padre y de la com unidad de aquellos que han conocido a Jesús y que lo i82. K. Berger, o. c„ 64, constata “ que contra la opin ión difundida la interpretación
han seg u ido. ilc la muerte de Jesús es, las más de las veces, independiente respecto de la resurrección o
En resum en: Jesús m ism o no da sentido a su m uerte, sino que esto lo di la experiencia pascual. Esto sign ifica que no es posible partir de manera general de un
hace la co m u n id ad de aquellos que le creen. Con esto hem os regresado a •>lo bloque «muerte y resurrección de Jesús»” .
383. Ibid., 60.
Í84. H. Schürm ann, o. c. [nota 110], 187, ha visto esto con claridad: tiene que ser
posible mostrar por lo m enos en lo fundamental “que el sign ificad o sa lv ífic o de la muerte
ilc lesús no tiene su origen só lo en el kerygm a postpascual, sino de alguna manera ya en el
i unoeim icnto y la voluntad de Jesús” . Su form ulación, sin em bargo, parccc ser otro ejem ­
37 8 . C f. P. Grelot, Dans les angoisses... [nota 2 4 9 ], 208. plo del «precondicíonam iento m itológico». ¿Es realm ente necesario buscar el origen en el
379. X. L éon -D ufou r, Ais der Tod... [nota 2 4 7 ], 9 5 s., se expresa de manera sem ejan­ i onocim ien to» y la «voluntad» de Jesús? ¿C óm o se relacionan con ocim ien to y voluntad
te: “Q uitarle a Jesús la posibilidad de proyectarse a sí m ism o com o persona hacia un <on la fidelidad de Jesús a su e n vío en su vida y en su actuar? C uando Schürmann d ice,
futuro d e s c o n o c id o y conceb irlo com o alguien que está en cam ino hacia una m eta que ,ln em bargo, que hay que dejar abierta la posibilidad de que Jesús “haya entendido su
só lo cro n o ló g ic a m e n te está todavía pendiente, es lo m ism o que quitarle su dignidad propia muerte com o relacionada con la salvación de la basileia”, 192, tiene razón, porque
hum ana” . i sin interpretación deja libre el lugar para la fidelidad de Jesús.
240 Dios en m e d io d e n o s o t r o s n i . Ei. Dios de Je s ú s 241

Los evangelios, particularm ente Juan, entienden la m uerte de Jesús “Cristo m urió por nuestros pecados” (I C or 15,3; cf. Rom 14,15 ) 392,
com o entrega voluntaria, pero com o entrega en la vida que incluye la recogiendo un significado ya presente en Is 53,10.12: el sufrim iento y la
m uerte. La fidelidad hasta la m uerte es la actitud más voluntaria que una m uerte de Jesús redundan a favor de los hom bres (Gál 4 ,3 -7 ) 193. Sólo
persona puede lograr. Aun así, se dice, por ejem plo en los anuncios de la hay que guardarse de incluir el v.lO a en la lectura: “ plugo a Yahvéh
pasión y repetidas veces en el NT, explícitam ente que Jesús debía (Sel, quebrantarle con dolencias” . En el N T aparece algo muy diferente: desde
Mt 16,21 p ar.)5SS sufrir, m orir y resucitar. La necesidad de la pasión l;i venida del Reino de Dios que Jesús ha traído en nom bre de su Padre,
expresada por el 5ei, en el neutro, recibe su significado de la fuerza que i'l «por nosotros» de su m uerte ha de ser entendido com o el «por noso-
lo respalda. Esto es lo im portante: en la com prensión postpascual de la Iros» del Padre , tal com o es tam bién el contenido del envío que Jesús ha
fe, la fuerza detrás de la «necesidad» es el Reinado de Dios prom etido recibido del Padre.
(cf. Le 2,49; 13,1 ó )’86. Éste es el punto de inserción para el tem a del Desde la consecuencia salvífica de la m uerte de Jesús para los hom ­
cum plim iento de la Escritura tan frecuente en los relatos de la pasión: la bres expresada en el «por nosotros», falta tan sólo un paso para la idea de
voluntad de Dios que venga su Reino está contenida de una vez por todas la «representación», quizás ya presente en Gál 4 ,3 -7 y clara en 2 Cor
en la Escritura, y la vida y m uerte de Jesús form an parte de esta llegada S,21. De nuevo los textos hablan de que los hom bres alcanzan la com u­
(Le 22,37; 24,44)387. N os encontram os con que de nuevo el tem a no es nión con Dios y que han sido insertados en su «justicia»194. Esto, a su
que el Padre entregue a Jesús a la m uerte, sino la realidad escatológica vez, significa que la idea de la «representación» es tan sólo un intento de
del Reino de Dios. expresar que la desgracia de la cruz se ha convertido en gracia.
D espués de la Pascua, el ser-para-otros de Jesús, su servicio (Le El círculo de interpretación alrededor del siervo doliente se abre a
22,27) se hace extensivo a su m uerte: Jesús ha m uerto por los hom bres oíros círculos que se desarrollan tipológicam ente. Así Is 5 3 ,1 0 -1 2 se
de la m ism a m anera - en su actitud de servicio - com o ha vivido por presta para la explicación de la m uerte de Jesús com o «expiación» y
ellos. Este hecho es cierto, aunque el «por nosotros» de la m uerte de ro m o «sacrificio», de nuevo en vista a la «reconciliación» (8iKaic5aai,
Jesús no pueda ser retrotraído al Jesús histórico'88; y es cierto, porque I XX, v .l 1).
resum e la vida y la m uerte de Jesús en la unidad del servicio del Reino La term inología de la expiación parte del hecho de que el siervo tom a
de Dios que Jesús m ism o ha establecido por su fidelidad389. sobre sí los pecados de m uchos (Is 5 3 ,8.11-12). Q uitando el pecado, su
El «por vosotros» de las palabras sobre el cáliz en el texto eucarístico sufrim iento vuelve a establecer la com unión con Dios. En la com pren-
de Me 14,24 proviene de la tradición más antigua de las com unidades Món del AT, la propiciación (“123, 'lA/xanóc;) se da cuando Dios, en res­
cristianas y se repite - en la form a del «por nosotros» - en la fórm ula puesta a un sacrificio por el pecado, perdona los pecados, es decir, no
kerygm ática tan frecuente en los escritos paulinos: “ Cristo m urió por Insiste en una satisfacción plena. El sacrificio hace a Dios «propicio».
nosotros” (Rom 5,8; 1 Tes 5,10; 2 C or 5,15)390. El «por nosotros» de la Pero, en últim o térm ino, tam bién el A T sabe que el hom bre no «adquie-
m uerte de Jesús hace que los creyentes vivan en com unión con él. La ic» la propiciación por m edios m ateriales, sino que antes que todo Dios
fórm ula claram ente alude a Is 53,12, sobre todo porque tanto en los tex ­ mismo la hizo posible ofreciendo un orden cúltico y sacrificial395.
tos eucarísticos com o en el cántico del siervo se habla de los «m u­ En el NT, el verbo «expiar» o «propiciar» se encuentra sólo en Le
ch o s» 191. En una versión paralela, la fórm ula kerygm ática es am pliada a IH, 13 y Heb 2,17, pero en estos textos se aprecia que el lenguaje de la
«expiación» es sólo un m edio de expresión tom ado del A T y con cuya

385. 102 v e ce s, de las que 41 se encuentran en Le, W . Grundmann, Sel, T hW N T II, 192. II. R iesenfeld, o. c., 512.
23. <93. Ibid., 511. Esta afirm ación se encuentra dentro de la intención global de Pablo
386. Ibid., 2 1 ,2 3 . i n Ciál 4 ,1 -1 1 : por el en v ío del Hijo, en acepción funcional, se obtiene que los creyentes
387. V éa se tam bién Jn 3,14; 12,34; 1 Cor 15,25.53; 2 Cor 5,10; ibid., 23ss. M’itn I lijos de D ios, v .6 , J. A. Fitzm yer, The Letter to the Galatians [nota 312], 787.
388. II. SchUrmann, o. c., 60, 189. 394. 11. R iesenfeld , o. c., 5 12s. La acepción de «a favor de» a v e ce s se aproxim a mu-
389. X. L éon-D ufour, Ais der Tod... [nota 2 4 7 ], 117; cf. la escen a del lavado de los i lio a «en lugar de», cf. I Cor 15,29, ibid., 516. En realidad se trata de la com unión de los
pies en Jn 1 3 ,1 -1 5 . hom bres con D ios y entre sí.
3 9 0 . H. R iesenfeld , vnép, T hW N T VIII, 51 2 , 514. 395. I). Lang, 1D3. T hW A T IV. 3/4 , col. 309s.; F. B üchsel, U á & K o p a u T hW N T
391. Ibid., 514; P. Grelot, Dans les angoisses... [nota 2 4 9 ], 198s. III, 3 14s.
242 D io s i :n m e d io d e n o s o t r o s
III. Ei. D i o s de Je s ú s 243
ayuda se dice después de la Pascua algo totalm ente nuevo y hasta co n tra­
rio al AT. No es necesario buscar lograr con m ucho esfuerzo que Dios la m ism a dirección ap unta el desarrollo tipológico de Gál 3,13402 y 2 Cor
m uestre su m isericordia, porque desde siem pre lia buscado ai hom bre en 5,21. En C risto, todo es nuevo (2 C or 5,17), en la bendición y la gracia
gracia y m isericordia com pasiva. Q ue es así. lo lia m ostrado en Jesucris­ que vienen de la fe (Gál 3,9.18)“*IJ.
to !%. T am bién el lenguaje de sacrificio del NT em pieza con Is 53 y con la
leología del sacrificio en el AT y luego los reinterpreta. Todo depende de
lil sustantivo «propiciación» (lÁ acuóq) aparece sólo en I Jn 2,2 y
4,10 y se refiere al sentido de] envío del Hijo, es decir, precisam ente no a cóm o se en tien d a ei «sacrificio»: como ritual o com o existenc¡al4(M. Para
la m uerte de Jesús, sino a su vida con el Padre. T am poco aquí, por co n ­ el NT, la m uerte de Jesús es sacrificio existencial, autoentrega. En Me
siguiente, se quiere decir que Jesús haya hecho al Padre «propicio», sino 14,24, típicam ente de nuevo en el texto eucarístico, la sangre derram ada
al contrario: el envío de Jesús tiene su origen en el am or deí Padre. Entre no es signo de sufrim iento, sino de vida. Por consiguiente, designa la
los creyentes, la «propiciación» crea confianza (l Jn 4,1 7 ) y el “ am or vida de servicio de Jesús v el lenguaje de sacrificio'10’’ expresa lo que la
perfecto” que “expulsa el tem or” ( v .l8 ) ’9;. Los textos m uestran que no es autoentrega d e Jesús ha logrado para los hom bres: han sido unidos a
una com prensión previa de la «propiciación» la que determ ina cóm o Dios406. El lenguaje de sacrificio tiene la función de hacer com prensible
haya que entender las obras y la muerte de Jesús, sino que la experiencia el servicio de Jesús y la salvación a la que ha dado lugar por m edio de un
que la com unidad tiene de la experiencia de Jesús explica qué significa lenguaje entonces generalm ente conocido-107.
« p ro p iciació n » ’^ . Tam poco puede pasarse por a to que precisam ente por La re interpretación del sacrificio veterotestam entario a partir de Is 53
partir de Is 53, el N T entiende la propiciación desde Ja m uerte de un consiste en dar a en ten d er que no se trata de que Jesús haya derram ado
profeta o de un m ártir (cf. Le 2 2 J9 b } 39<3. Si es así, la propiciación se su sangre a la im agen de los anim ales sacrificados, com o si su sacrificio
refiere al servicio de Jesús y a su fidelidad inquebrantable. fuera el ú ltim o en la larga serie veterotestam entaria. Al hablar de la re­
conciliación con D ios obtenida por el sacrificio de Jesús está en prim er
Al lenguaje de la propiciación o expiación pertenece tam bién la im a­
gen de un «dinero del rescates) que no se m enciona en ls 53 y que en M e lugar la '"gloria ce Dios", y precisam ente no un esfuerzo sacrificial del
hom bre‘1°8. El creyente puede dejarse regalar todo. O tra vez se dice por
10,45 y Mt 20,28 probablem ente haya que considerarse com o una redac­
ción apostólica-100. Es im portante notar que ]a palabra del rescate en M ar­
cos y M ateo explica otra vez eí servicio de Jesús, relacionándolo sim ul­ 402. A si c o m a Y ahvéli lia adquirido un pueblo para sí en el é xod o de Egipto, tam ­
táneam ente con Is 53 y con los textos sobre la institución de la eucaristía. bién Jesús en la cruz se ha «com prado» un pueblo, es decir, lo ha «rescatado» de la ley,
El sentido es, por consiguiente, que Jesús por su servicio se ha adquirido J. A. Fitzm yer, The Lefler 'o ihe Gaíatians [nota 3 12], 786.
un nuevo pueblo, los «m uchos» de los hom bres. La fórm ula “com o res­ 403. II R icsen feld , o. c. [nota 3 9 0 ], 512; X. L éon-D ufour, Ais der Tod..., 103; J.
M urphy-O ’C otinor, The Second Letíer lo ¡he Corinthians, NJBC, 822.
cate por m uchos” es un resum en de ]a vida y de la m uerte de Jesús'101. En
404. X L éon -D u fou r, Ais der Tod..., 115; P. G relot, Dans les angoisses..., 2 1 2s.
405. “El len gu aje de sacrificio e s un lenguaje sim b ólico. S e trata de la relación del
hom bre con la d ivin id ad , para esto los hom bres han establecido un sistem a de prohib icio­
3% . F. BU chsel, ibid., 317. nes (que expresan la santidad de la divinidad) y de actos de reparación (para volver a
397. Ibid.. 318. establecer la com u n icación con D io s). A si se forma entre el hombre y D ios una relación
398. Esto ex p lica por qué los textos d d NT qi:c se refieren a ts 53 precisam ente no que e s m antenida con la ayuda de tabúes y sacrificios. El hom bre se co lo ca dentro de un
hablan de una exp iación vicaria, X. L éon-D ufour, Ais der Tcd... [nota 247], 101. sistem a, en el qu e D ios coiu o señor le im p one ciertas reglas y ritos com o condición previa
399. En este sentido interpreta II. Schürm ann. o. c. [nota I I 0 |, 195. “ En una [ ,.| re­ para la co m u n ica ció n , h n este sistem a, la relación con D ios e s entendida al m odo de un
ducción liem os sido acostum brados a entender la m uerie de Jesús [...] predom inantem ente intercam bio de servicios y regalos, y el hombre está som etido a unas prescripciones que,
o hasta exclu siv a m en te com o « sa crificio » , e n todo caso com o e x p ia ció n vicaria”, 186. en el fon d o, él m ism o s e ha im p uesto en nombre de D io s” , X. Léon-D ufour, Ais der Tod...,
400. T am poco los textos sobre nn rescate por pagar de ninguna manera pueden ser I 1?. En otras palabras, n o se da una relación entre los hom bres y D ios, sino aquello que el
retrotraídos al Jesús histórico, P. Orelo!, Dans ¡es angoisses... [nota 2 4 9 ], 197. hom bre se representa a si m ism o com o tal relación.
401. X. Léon-D ufour, Ais der Tod..., 98. “ El redactor dei lo g io n q j e esta a la base <ie 4(16. Ibid., 115.
M e 10,45 ha adaptado la palabra del sacrificio eucaríscico sobre la sangre derramada a la 4(17. Es e sto lo :jne destacan lo s tres textos (I C or 5,7; 1 0 ,1 6 -2 2 ; Rom 3 ,2 3 -2 5 ), en
situación de Jesús durante su vida pública”. La palabra es "una cla se de resum en de toda los que Pablo quiere exp licar la salvación por Cristo y la reconciliación con D ios, ibid.,
la vida de Jesús. Expresa la autoentrega hasta el últim o”. ibi<l. Cf. P. Grelot. Dans fes 222s.
angoisses..., 197. 408. Ifcid., 2 2 5 s . En el A T “un creyente - o el pueblo - [...] busca la cercanía de D ios
com partiendo co n ¿I un dan irrevocable. C on esto se quiere echar un puente sobre el
244 D io s m m i d io d i: n o s o tro s 111. E l D ios hee J e sú s 245

m edio del lenguaje de sacrificio veteroteslam enlario algo totalm ente si m anejam os la term inología de la propiciación y del sacrificio en el NT
nuevo, tan n ie v o que el vocabulario heredado parece más inadecuado com o si se tratara de categorías de pensam iento y no de un hablar análo­
que adecuado**’. Este liecho fundam ental no puede olvidarse si tam bién go - o de un apuntar hacia el m isterio de Dios - entonces la cruz y la
hoy querem os hablar todavía con sentido del «sacrificio» de Jesús"110. resurrección sólo pueden aparecem os de un m odo com o el N T no las ve:
Los dos círculos de interpretación alrededor de los térm inos «propi­ com o un solo bloque con un solo sujeto (Jesucristo), y la visión trinitaria
ciación» y «sacrificio» se le encim an a un tercer cam po de lenguaje, eL quedara encubierta.
de la «reconciliación» (Rom 3 ,2 3 -2 5 ; 2 C or 5 J S - 1 9 ) 411. C om o se m ues­
tra en Col 1.20, la reconciliación designa una realidad mucho m ás abar-
cadora y es sinónim a de la “esperanza del evangelio’- (v.23). Esta espe­ 3.6 La estructura trinitaria del acontecimiento pascual
ranza es la vida con D ios (Rom 5.10).
Podemos decir, entonces, que '.a com unidad postpascual interpreta la La pasión y la resurrección tienen am bas el m ism o sujeto en el sentido de
m uerte de Jesús com o cum plim iento de la Escritura partiendo del servi­ que la com unidad confiesa después de la Pascua que el Jesús histórico es
cio y de ¡a entrega de Jesús en fidelidad. En esto resum e la experiencia el Resucitado y por eso el Cristo. Jesús m uere en la cru z - Jesucristo ha
que ella m ism a está teniendo de !a experiencia de Jesús. El servicio de resucitado (M e 16,6). Sin em bargo, no se refieren al m ism o sujeto de la
Jesús se ha convertido en salvación para todos los hom bres412. Esta sa l­ m ism a m anera. Bn la cruz, Jesús m ism o da el últim o cum plim iento a su
vación - reconciliación, com unión con Dios y com unión eucarística, envío y se hace el que perm anece fiel a su anuncio hasta el fin. Se cons­
vida en Dios - es el sentido de la m uerte de Jesús. 1 Pe 3,18 form ula este tituye en cuanto autopresencia com o el siervo fiel. Esto lo hace solo - en
m ism o sentido así: “‘Cristo, para llevam os a Dios, m urió una sola v ez por el abandono total. En la resurrección, en cam bio, actúa el Padre a favor
los pecados, el justo por los injustos” . Jn 11,52 formula: Jesús m urió de aquel que hasta el f in se ha acogido a él y le da su respuesta.
“ para reunir en uno a los liiios de Dios que estaban dispersos". Las dos U na m irada sobre el verbo «resucitar» (Eyeistiv, feYeipeaBat) m uestra
afirm aciones forman en realidad una sola: el sentido de la m uerte de que allí, donde se refiere a Jesús, está en pasivo intransitivo. La form a
Jesús es la com unión con Dios y la com unión com unicativa de los hom ­ conjugada tiene el aoristo (M t 16,21 par.; 2ó,32=M c 14,28; M e 16,6=Lc
bres en unidad" . Si es así, es evidente - no sólo antropológica sino 24.6 etc.). Cuando se usa el activo transitivo, el sujeto del verbo - tam ­
tam bién teológicam ente - que el Jesús histórico no h a podido darle este bién referido a Jesús, igualm ente aoristo - siem pre tiene a Dios por su­
sentido a su propia muerte. Lo que está e n ju e g o aquí es la respuesta del je to (Hch 3,15; 4,10; 5,30; 10,40; 13,30.37). Es com o si Dios tuviera un
Padre , que no alcanza a su H ijo en la cruz sino en la resurrección, y que nuevo nombre: “ el que resucitó a Jesús de los m uertos” o “ el que resucita
es transm itida a los creyentes por el Espíritu. U na cosa, sin em bargo, ha
a los m uertos” .
quedado clara: si no tom am os en serio el abandono de Jesús en la cruz, y Esta afirm ación se convierte en una nueva fórm ula que es en realidad
una fórm ula narrativa: los creyentes ponen su confianza en “ D ios que
abism o que un pecado y la transgresión de «na prohibición lian abierto entre él y D ios” , resucita a los m uertos” (2 C or l,9 )4,íl; “ quien resucitó al Señor Jesús”,
ibid.. 220. tam bién nos resucitará a nosotros y nos colocará ante sí en com unión con
409. Los sacrificios no deben ser-«categorías» fiara hacer com prensible la muerte de
los dem ás (2 Cor 4.14); Pablo es apóstol p o r Jesucristo y por Dios Padre,
Cristo, sin o que sirven en cierta manera co m o un trampolín para destacar más tod avía lo
singularm ente nu evo de lo realizado « u n a vez para siem pre», ibid., 1S4.
‘'que le resucitó de entre los m uertos” (Gál 1.1); creem os en aquel “ que
41 0 . Cf. R. I:. Brown, The Death ofihe Me&siah If (n o ta 3 0 4 |, 1078, sobre el evan­ resucitó de entre los m uertos a Jesús” (Rom 4,24; 1 Pe 1,21). Particular­
g e lio de J ja r. H. Gerhardsson. o c. [nota 254], resume la tarca de Jesús según M t 1,21; mente en los lugares donde no se dice «D ios» sino que se usa sencilla­
2C.28 y 2 6 .2 8 de esta manera: "Su obra e s un sacrificio y la prueba |la pasión] ha de mente la fórm ula, se ve que la fórm ula funciona com o una nueva pará­
mostrar si su sacrificio será perfecto", 2 8 5 , lo que es más bien el contrario d e lo que quiere
frasis de la palabra «D ios», contando lo q ue Dios ha hecho.
decir el N T.
411. K. Berger. o. c. |nuta 2 5 0 ). 60; M. P. Horgan, o. c. [nota 3 1 3 ], 880.
4 1 2 . Al partir del servicia de Jesús, el modo de lia tla rd e la Iglesia primitiva tiene su
origen cr Jesús. X L éon-D ufour, Afs der Tod... [nota 247], 118.
4 1 3 . Los ‘'discípulos y por ellos « .o s m uchos» forman, de ahora en adelante, el nue­ 414. La fórm ula b E y e tp a i; x o v I t io o w ¿ k veKpcov es declinada desde el n om i­
v e pueblo de la alianza.en nombre de Jesús” , ibid.. L14. nativo hasta el acusativo; 2 C or 4.L4; Gál 1,1; 2 Cor 1.9; R om 4,24.
246 D io s en m e d io d e n o s o tros III. El. D io s d i : J e s ú s 247

En estos textos, dos aspectos son dignos de nota: I. Exactam ente en la cruz de Jesús, lo que significa ser Padre417. Sólo aquí llega a com ­
aquello que hem os destacado com o el sentido de la m uerte de Jesús prenderse, por qué según Juan la pasión es cum plim iento y «consum a­
vuelve a aparecer ju n to a la fórmula: la com unión con Dios en la com u­ ción»418: más allá de la revelación de Dios com o el “ que resucitó a Jesús
nión entre los creyentes, la fe, la confianza, el evangelio m ism o (Gál de los m uertos” no hay, ni puede haber, nada.
1,1). El sentido de la m uerte de Jesús es aquello que Dios obra al resuci­ En Rom 8 ,1 1, la fórm ula de la resurrección para designar a D ios es
tar a Jesús. 2. H aciendo esto , de este único modo , Dios se da a conocer am pliada para incluir al Espíritu. “ El Espíritu de aquel que resucitó a
com o Padre (tam bién Gál 1,1). Jesús de entre los m uertos” habita en los creyentes y los resucita tam bién
D esde aquí podem os ahora volver al grito de m uerte de Jesús en la a ellos de los m uertos. Según esto, el Espíritu del Padre hace en los cre­
cruz y com prenderlo de una m anera nueva. El Padre estaba con Jesús yentes exactam ente lo m ism o que el Padre hizo con Jesús419. D icho con
cuando gritó, pero Jesús no podía oír su respuesta, porque todavía no más precisión y más conform e al sentido pleno de la form ula: el Espíritu
había cum plido su servicio (Le 22,16); porque su fidelidad no fue toda­ obra en el creyente lo m ism o que sucedió, en la cruz y la resurrección,
vía la últim a autorrealización de Jesús ante su Padre. T odavía no fue entre el Padre y el Hijo. Por eso Pablo puede decir que está crucificado
aquel que se recibe totalm ente, con su vida entera, com o don del Padre. con Cristo (Gál 2,19) y que a causa de esto Cristo vive en él (v.20; cf.
Tam bién aquí se trata de la relación m utua entre Jesús y su Padre, a la Rom 6,1-1 l)42ü. El «por nosotros» que ha entendido el N T (Rom
vez que de la explicitación de esta relación desde Jesús. 5,6.8.10) se convierte en el «nosotros con Cristo» de los creyentes (2 Cor
Los textos que contienen la nueva fórm ula para describir a aquel “que 4,14)421. Esto es lo m ism o que la «reconciliación», de la que ya hablam os
resucitó a Jesús de los m uertos” , ilum inan esta m ism a relación mutua. La (cf. 2 C or 4 ,7 -5 ,2 1 ), que crea la com unión participativa ( k o iv c o iá c x ) entre
fórm ula siem pre se refiere a lo que el Padre hace por Jesús. Dice m ás, sin los creyentes (1 Jn L 6 -7 )422.
em bargo: Dios es Dios en este mismo hacer, en el que desclava a Jesús Sólo ahora podem os intentar una respuesta a la pregunta por la dife­
de la cruz y le da su propia vida. Sólo este hacer determina su ser Dios. rencia entre la m uerte de Jesús y la m uerte del creyente, que habíam os
El escándalo de la cruz es tam bién el escándalo del Padre415, y en este dejado abierta. Parece que en la m uerte de Jesús en la cruz fracase total­
escándalo está la diferencia entre el Dios de los contem poráneos de Je­ m ente su anuncio de la m isericordia com pasiva de Dios. Jesús m uere con
sús, que es una proyección de m éritos y distinciones hum anas, y el Dios el grito de la últim a pregunta sin palabras del «por qué», porque todavía
de los «pobres» a quien Jesús ha anunciado. Sólo desde aquí se hace ha de hacerse patente que el Padre es Dios en cuanto que no solam ente
com prensible qué y por qué la com unión con Dios - siem pre, y tam bién concede su m isericordia com pasiva a los pobres y excluidos en general -
para Jesús - es don y el Reino de Dios m isericordia com pasiva416. com o si éstos form aran algo com o una clase social aparte - sino a uno
La fórm ula narrativa dice todavía más: sólo la cruz explica qué signi­ solo, al C rucificado, al único que ha sostenido este anuncio de la m iseri-
fica que D ios sea Padre. Dios es Padre oyendo el grito de Jesús y aun así
no pudiendo hacerle oír su respuesta; en el silencio, que el grito le im po­
4 17. De nu evo e s sem ejante la visión de X. Léon-D ufour, Ais der Tod..., 141, aunque
ne; solo con el C rucificado que encarna el fracaso del m ensaje de la él anticipe datos dogm áticos: “ El intercam bio de amor |entre el Padre y el Hijo] inclu ye a
m isericordia incondicional, cuando este m ensaje es el del m ism o Padre. causa de la encarnación del 1 lijo tam bién el sufrimiento: el Hijo está entregado a la dureza
En el abandono de Jesús tam bién el Padre es «abandonado» por los de los hom bres, de lo que se sigu e que tam bién el Padre [...] tenga que soportar (y no
hom bres que han rechazado el ofrecim iento de su com pasión (cf. Nm imponer) el sufrim iento que se sigue del pecado. [...]. A sí el grito de Jesús en la cruz
revela en el fondo el m isterio de un D ios que sufre con los hom bres el pecado y la v io le n ­
31,16). Q uizá sea perm itido form ular incluso así: Dios m ism o «aprende»
cia contra Jesús” .
418. S. T alavcro T ovar. o . c. [nota 25 7 ], 178s., 2 2 2 , 2 4 1
419. J. A. Fitzm yer, The l-etter to the Romans. N JBC, 853.
415. A este contexto pertenecen las contraposiciones sabiduría-necedad, fuerza- 420. El creyente está insertado en la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús. Se
debilidad etc. discutidas arriba, cf. F.-J. Ortkemper, o. c. [nota 306J, 60. da una « sim b iosis» del creyente con Cristo, el Señor glorificado, quien, en la resurrección,
416. De manera sem ejante, aunque en referencia a la pasión de Jesús, interpreta X. se ha vu elto él m ism o “espíritu que da la vida", cf. 1 Cor 15,45, J. A. Fitzm yer, The Letter
L éon -D ufou r, Ais der Tod..., 141: “Jesús tiene que aceptar [...] que él no es el que congre­ to the Galatians [nota 31 2 ], 785.
ga d efin itivam en te, sin o que só lo D ios puede garantizar la com un ión entre los hom bres; 4 2 1 . W. Grundmann, crú v- p e z á , T hW N T VII, 789 e ibid., nota 110, 791 s.; F.-J.
[...]. Jesús no ha podido establecer el R eino de D ios en la tierra” . Podría agregarse: no era Ortkemper, o. e. [nota 3 06], 94s.
posible que Jesús lo lograra, porque el R eino es del Padre. 4 2 2 . W. Grundmann, o. c., 796.
248 D io s ¡-:n m e d io d e n o s o t r o s III. E l D ios de Jr s l s 249

cordia y al tínico que Lo lia entendido, y que en este C rucificado la da a atestiguada y anunciada - o narrada'1"1. La experiencia de fe postpascual
todos los crucificados co r él. En esto consiste la totalm ente im previsible en cuanto anuncio se ensancha hasta abarcar la experiencia de fe de to ­
novedad de Dios. El creyente, en cambio, es aquel que en el Espíritu h a dos los creyentes, y eso porque es el m ism o Espíritu el que obra y «ha­
sido adentrado tan (o en la t i de Lidad de Jesús como en la respuesta co m ­ bla» en el anuncio y el que «escucha» en los oyentes.
pasiva del Padre, que por este C rucificado resucita a los m uertos. El <cpor
qué» angustiado del que m uere en ta fe ya está envuelto siem pre en la
respuesta vivificante del Padre. 4.1 *'L lenos d e gozo y del E sp íritu S an to ..."

EL acontecim iento de P en teco stés(H ch 2 ,1 -1 3 ) se parece a la teofanía de


Is 6 6 ,1 5 -2 0 . Y ahvé viene a "reunir todas las naciones y lenguas” para
4. EL KERYGMA POSTPASCUAL: PARTICIPACIÓN que vean su. «gloria». U na señal ha de introducir el anuncio de su gloria
EN EL MISTERIO DE JESUCRISTO en eL m undo entero (v v .l 8-19*). y todos los herm anos han de ser traídos
de “todas las naciones” (v.20). El texto de Hch 2,4 que habla de que
todos “quedaron llenas de! Espíritu Santo” y, por eso, “ se pusieron a
H asta ahora hem os tratado de entender, desde el don postpascual del hab lar en otras lenguas” , de m anera que cada uno los oía hablar en su
Espíritu, la experiencia del Jesús histórico. Lo que nos falta es h acer el propio idiom a, está indicando la realidad del nuevo pueblo de Dios que
intento de determ inar la experiencia de los discípulos y de las mismas abarca a todos y que es reunido desde todos los rincones de la tierra
com unidades, preguntando por la experiencia que los creyentes tienen de ( w . 9 - 1 1), es decir, se trata de la m isión a los paganos424. El hecho de
la experiencia de Jesús: ¿cóm o se da esta experiencia para ellos mismos; q ue - según Lucas - tam bién todo el m inisterio de Jesús se ha desarro­
cuáles son sus características; cuáles son sus consecuencias; y con qué llado en la fuerza d el Espíritu hace que, a partir de ahora, el m ism o
lenguaje la describe el NT? anuncio de Jesús continúe entre todos los pueblos. Es el Espíritu el que
Al interrogar al N T asi, lo prim ero que llama la atención es que tam ­ hace que el anuncio uno y ú nico de la m isericordia com pasiva de Dios,
bién los creyentes parecen experim entar aquello que form a el núcleo de q ue había fracasado en la muerte de Jesús, ahora pueda crear com unidad
su recuerda de Jesús: envío, testim onio, poder, oración, servicio y sobre y com unión participativa (H ch 4 ,3 2 -3 4 )42\ Con la resurrección de Jesús
todo la cruz. tam bién ha sido resucitado su anuncio.
En el prim er plano está siem pre la obra del Espíritu, a quien se le A la «gloria» (Sóqx, L X X ) de Dios en Is 66,19 corresponden en Hch
llam a el Espíritu de Jesús (Hch 5,3; Rom 8,9; 2 C or 3,17 etc.); o bien el 2,11 “ las m aravillas de D ios” (toe ^le’y a A .e ia xou Qcov, tam bién Eclo
E spíritu del Padre (de Dios) (Rom. 8.91.11.13; I C or 2 ,1 1; 3,16 etc.}, pero 36,7), cuyo anuncio congrega a las naciones en el conocim iento de Dios
con la m ayor frecuencia sim plem ente «Espíritu» o «E spíritu Santo». Es (E clo 36,4). Eso m ism o es el sentido de la m uerte de Jesús: reunir a los
llam ativo tam bién que los textos se resisten a dejarse ordenar y agrupar. m uchos en com unidad y conducirlos a Dios. La actuación del Espíritu se
De tal m anera form an una unidad que sólo artificialm ente pueden ser dirige a una com unidad: a todos. Esta intención teológica es la clave para
extraídos de ella. Se niegan a decir sólo algo sobre un aspecto aislado de entender La ccglosolalia» (cf. Hch 10,46): eL térm ino designa el anuncio
la experiencia de fe y una y otra vez rem iten el uno al otro y todos al
todo. H abrá que tener esto en cuenta cuando aun en estas circunstancias
intentem os entresacar diferentes círculos tem áticos para com prender la 4 2 3 . En cuanto se sig a a Le y Hch, e s die esperarse que los textos no só lo darán
experiencia de fe. O tra cosa más tendrá que tenerse presente: la ex p e­ •cuenta de la exp erien cia de fe que querem os buscar, sin o que tam bién serán narrativos,
poiq ue el torno dob le de L c-H ch se propone explícitam ente aclarar la “autocom prensión
riencia de fe neotestam entaria puede ser entendida sólo por quienes por
cristiana" <Lc 1 ,3 -4 ) y narrar la historia de salvación, R. J. D illon, Acts o f the Apostles,
su testim onio llegan a creer. No puede ser definida y analizada, sino sólo
N J B C 723.
4 2 4 . Ibid., 731.
425. La fuerza activa en el m inisterio de Jesú s (L e 3,22; 4,1.18; Hch 1,2) y en el
anuncio de los ap óstoles es el Espíritu, de m arera que la actuación del Espíritu no sea un
acontecim iento que sólo se da después de la muerte de Jesús y la resurrección, ibid.
111. E l D ios d e J e s ú s 251
250 D io s i- n m e d io d e n o s o t r o s

(9,3 l)42 y ce alegría (13,52). T am poco la consolación y la alegría son


de tas m aravillas de Dios a todos420, es decir, el anuncio de] m isterio de
sentim ientos privados, sino inserción en la eficacia del anuncio.
Dios tal com o se ha revelado en la cruz (Hch 2 ,2 2 -2 4 ). El hecho de que
El Espíritu suscita por Cristo la fe en Dios com o el “que lo lia des­
las «m aravillas» de Dios consistan en la cruz y la resurrección es el m is­
pertado de entre los m uertos” - de nuevo con la fórm ula kerygm ática
terio de Dios.
narrativa que liace las veces del nom bre de Dios y que es am pliada con
Sólo Lucas usa la form ulación '‘llenos del Espíritu Santo1’ o “ quedar
“y le ha cad o la gloria” (1 Pe 1,21). Esta fe es esperanza y viene del
lleno del Espíritu S anio”, usándola para describir el hacer salvífico de
evangelio anunciado “ en el Espíritu Santo enviado desde el cielo” (v.12).
D ios antes de C risto (Le 1,15.41.67), en Cristo (4,1) y después de la
Se reconoce que el Espíritu realm ente es de Dios, porque confiesa a
resurrección. Pedro, “ lleno del Espíritu S anio”, anuncia a los jefes del
Jesús com o el Cristo (1 Jn 4,2) y porque crea la com unión participativa
pueblo, a los ancianos y escribas, a Jesús, el Crucificado, a quien Dios ha
de todos en la com unión con Dios (cf. 1 Jn 3,23)430. Por eso les trae a los
resucitado de los m uertos (Hch 4.8); Saulo está lleno del Espíritu, para creyentes la esperanza de ser resucitados com o Cristo y de participar de
llevar el nom bre de Cristo “ ante los gentiles, los reyes y los hijos de su gloria. D ebido a que es el Espíritu de Jesucristo el que clam a en los
Israel" (9.1 5 -1 7 ) y para quitar los obstáculos del cam ino del anuncio. Al
creyentes “A bbá, Padre” (Gál 4,6; Rom 8,15), tiene fundam ento nuestra
igual que en Pentecostés (2,4). todos se llenan del Espíritu (4,31) después
esperanza que el Padre sea por nosotros com o lo describe la fórm ula
de la oración de los apóstales que Dios, por m edio de “ su santo siervo
narrativa: el que tam bién a nosotros nos desclava de la cruz y nos da su
J e s ú s ', haga posible el anuncio. Estar lleno del Espíritu evidentem ente
propia vida (Rom 8,11). Con todo, ni la fe ni la esperanza pueden ser
n o es algo que concierna a una persona individual en privado, sino que
separadas de la com unión participativa entre todos, que es su signo (Rom
es inseparable del anuncio del C rucificado, a quien el Padre ha resucita­
8,29; G ál 4,19).
do. Estos textos lucanos dicen desde el principio en qué consiste el co n ­
La fe y la esperanza significan «conocer a Dios» - conocerlo así co ­
tenido del anuncio: en el nom bre de Jesús el C rucificado, a quien el Pa­
mo sólo puede ser conocido en la cruz y precisam ente no com o lo rep re­
dre h a resucitado y en quien solo los hombres pueden tener la salvación
sentaba La ley significan ser aceptados por Dios com o hijo e hija (Gál
(4 ,1 0 -1 2)™. 4 ,4 -9 ; Rom 8 ,1 4 -1 7 ). Esto, a su vez, es paz entre ju d ío s y paganos (E f
Estar lleno del Espíritu Santo significa envío al m undo entero y es si­
2 J 7 -1 8 ), es decir, paz entre los que antes eran enem igos; y es liberación
nónim o del anuncio. Sim ultáneam ente, es la posibilidad de cum plir con
de la cam isa de fuerza de la ley (2 C or 3 ,1 7 -1 8 ). Nos encontram os de
el anuncio en el envío, porque es ser insertado en la vida y la m uerte de
nuevo con el lenguaje de la reconciliación, con cuya ayuda las com u n i­
Jesús y en lo que ha sucedido en la cruz entre el Padre y Jesús (7,55—
dades postpascuales interpretan la m uerte de Jesús. Al m ism o tiem po, sin
6 0 )4"s. Los discípulos se convierten en testigos, porque es im posible que
em bargo, Pablo recoge el escándalo de la cruz: Jesús «debía» m orir para
callen de lo que han visto y oído (4,20). Aun en m edio de las persecu­
que pudiera salvarse la exigencia absoluta de la ley; pero en su m uerte se
ciones, las com unidades crecen y el Espíritu las llena de consolación
quiebra esta exigencia y son anuladas las consecuencias que resultaban
de ella: la obligación y la enem istad.
426. El sig n ifica d » perm anente de la g lo so la lia es. el in icio d e un en vío que desborda M ientras en el evangelio de Juan las obras de Jesús eran sim ultánea­
lo d o s los lím ites del lenguaje, ibid. El c u e toda Ia casa (H ch 2,2) se llena d e un ruido m ente testim onio del Padre y testim onio de Jesús (5 ,3 1 -3 9 ; 8 ,1 3 -1 8 ),
“com o el de una ráfaga de vien ta im petuosa" es una “actuación m etafórica [...], cu e
ahora es el m ism o Espíritu el testim onio que el Padre da de los nuevos
anuncia que el m undo entero será llenad o co n el anuncio d e la palabra de D ios” G.
Sríililin. o. c. |nota 156). 32.
creyentes (Hch 15,8). Tam bién esto es, partiendo de la cruz y en el anun-
427. La contraposición en el v. 10: 4,a quien vosotros cru cificásteis” - "a quien D ios
resucitó de entro los m uertos” es un resum en de Hch 3 ,1 2 -1 5 y el nú cleo del kerygm a en
los llam ados discursos de m isión d e los H echos. El v .1 2 es e e k s io ló g ic o y es exp licad o en
I Pe 2 ,4 -5 , R. J D illo n .o . c [nata 4 2 3 ], 737 G Stülilin o. c., 7 3 . El tem a e s la unidad y
reconciliación que el Espíritu crca al llenar a lo s creyentes con el anuncio de la cruz y 429. El Espírilu m ism o ha creado la con solación , porque ha llenado a Saulo y tam ­
resurrección. bién a él lo lia puesto al servicio del anuncio (H ch 9,17). El v .3 l resum e 9 ,1 - 3 0 , ibid.,
42S. La presencia de .Saulo en la lapidación de Esteban e s particularm ente inipor- 745. A l atribuir el v .3 l al sigu ien te ciclo de Pedro, com o lo hacc G. Stfihlin, o. c., 143, la
lanle: el que ha de convertirse en el apóstol de la m isión a lo s paganos está presente c on solación pierde su sentido.
criando la m isión inicia d esde Jerusalén, v.SSb. En el irasfondo está la exp u lsión d e los 4 3 0 . C f. EL B alz, Der erste Johannesbhef [nota 140], 189.
cristianos h elen ista s de Jerusalén, R. J. Di]Ion, o. c., 742.
252 D i o s i :n m e d io r>E n o s o t r o s III. E l. D io s de Je s ú s 253

cío . testim onio de la reconciliación entre judíos y paganos y testim onio des. Esta v i s i ó n paulina concuerda con la com prensión del anuncio en
de la liberación de la ley {vv 9-1 l}411. Lucas, sólo que Pablo agrega el acento especial de la esperanza, que se
C risto no ha m uerto ni ha sido resucitado por sí solo, sino por «los hace eficaz en los creyentes con el don de la prim icia del Espíritu.
n u c h o s » , un aspecto que Pablo expresa por m edio de la palabra « p rim i­ Según algunos m anuscritos. Le ] 1,2 añade a las peticiones del Padre­
cia» o «don de prim icia» ( ¿ t n a p v f i) . Cristo es prim icia de los muertos nuestro: “ Tu Santo Espíritu venga sobre nosotros y nos purifique”434.
(I C or 15,20.23, cf. Col 1,18), y cuando todos hayan sido insertados en Entonces, es el Espíritu el que enseña a los discípulos a orar com o Jesús
la resurrección de Cristo (v.23), será píeno el Reinado del Padre (v 28). oraba. La petición de los discípulos en el v. 1, de que Jesús imite a Juan el
La casa d e Esteban es prim icia de la m isión en A caya (I C or 16,15) y B autista enseñándoles a orar, es sólo la incom prensión de aquellos que
E péneto prim icia de A sia (Rom 16,5). El que todos los creyentes sean todavía no han recibido al Espíritu. Jds 20 exhorta a orar en el Espíritu
prim icia de la nueva creación en el evangelio (Sant 1,18) se debe a que el Santo: tai oración es sinónim a de m antenerse “ en la caridad de D ios” y
E spíritu, que tes ha sido dado, es él m ism o prim icia. de aguardar “ la m isericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida
En cuanto prim icia, el Espíritu (Rom 8,23) inicia el proceso de la re­ etern a'’ (v .2 l). La oración se da, cuando el Padre otorga al Espíritu que
surrección de todos a partir de la cruz y da esperanza (v v .2 4 -2 5 )452, v i­ form a en los creyentes la palabra «Padre». N o son ellos los que oran,
n iendo en ayuda de la debilidad de los creyentes*33. Todos estos rasgos propiam ente, sino que el Espíritu ora en ellos y ora com o Jesús oraba
en su conjunto son salvación (vv.28-30). la salvación que brota sólo del (H ch 7,60). El Espíritu o ra en ellos por la aceptación del anuncio (Hch
am or con el q ue el Padre lia desclavado al Hijo de la cruz (v v .3 1 -3 8 ). La 4 .2 9 -3 I) y por eso la oración es escuchada (M t 7 ,7 -8 )435.
«■(debilidad» del v.26 es la m ism a debilidad en !a que el Padre ha m ostra­ El Espíritu es el Espíritu del anuncio y adentra en el anuncio a aque­
do su fu erza al desclavar a Jesús de la cruz y hacer de él el Cristo. Es llos sobre los cuales desciende. En el caso de los discípulos de Juan en
posible, por consiguiente, hablar de un «proceso de prim icias» que Efeso, esta acción del Espíritu se m anifiesta en el hecho de que tam bién
arranca desde la cruz: el Padre lo inicia con Jesús-prim icia, al q ue resu ­ ellos enseguida hablan en «lenguas» (H ch 19,6), es decir, anuncian a
cita de los m uertos: lo sigue llevando en la prim icia de su Espíritu y del todos el m isterio del C rucificado, a quien el Padre ha resucitado de los
E spíritu de Cristo (Rom 8 .9 -1 1 ), la que. a su vez, suscita a la prim icia de m uertos. El Espíritu en v ía a los m iem bros de la Iglesia (Saulo y B ernabé)
una nueva creación en las prim icias de las diferentes nuevas co m unida­ para cu m p lir con la «obra», a la que los ha llam ado (Hch 13,3—4), lo que
significa que los inserta en el mismo envío y en la m ism a obra que Jesús
43 L. En lia comprensión de que la ley es una carga insoportable de la que los cre­
ha recibido del Padre. T oda la vida de los enviados, hasta en los últim os
yentes Kan sido liberados, se refleja la ruptura ya consumada entre las comunidades cris­ detalles, está bajo el poder del Espíritu (H ch 21,4). El Espíritu les asegu­
tianas y la sinagoga. R. J. Dillon, o. c. (nota 423], 751 ra una sola cosa: que tam bién eLlos fracasarán en su envío (20,23; 21,11),
432. Pablo es el primero en hacer de la esperanza el tema del anuncio, J. A. tal com o Jesús fracasó en el suyo (7 ,5 5 -6 0 ).
Fitzmyer, The Letter ¡o ihe Roma ns {nota 419], 854.
Este fracaso no está en contradicción con el crecim iento de las com u­
433. Parece curiosa la clasificación del rf|v ¿tn a p x fiv tcí> TCVE‘Ú|J.O(XOC¡ £xoirc&;
de Rom 8,23 hecha por W. F. Arndt y F. W. Gingrich, o. c. [nota 34], 8 Os. Según esto,
nidades (2.41: 5,14.16; 9,31), sino que significa que el anuncio parte de
¿c7tcp^r| sería “ usado en sentido Figurado de personas” en Rom 16,5; I Cor 16,15 y quizá la cruz. El anuncio es kerygm a de la cruz, la necedad, en la que el Padre
también 2 Tes 2,13, donde las versiones manuscritas dejan lugar a duda. En Rom 8-,23, sin ofrece su salvación (1 C or 1,21). Sencillam ente no es posible anunciar la
embargo, la palabra es entendida en un ‘"sentido figurado de cosas". Entonces, el sentido cru z de otra m anera que en la inserción de los enviados en la m ism a
sería '“tanto del Espíritu com o ha sido derramado ya”, SI. Esta determinación es pura­
cruz, que se ha convertido en el kerygm a. Si es así, sin em bargo, signifi­
mente cuantitativa y hace pensaren u n aeclesiologíay teología sacramentaría, en laque la
gracia es c osificad a y entendida cuantitativamente. ¿Por qué el don de la primicia del
ca tam bién que así se hace e ñ e a z en ellos la fuerza y la sabiduría del
Espíritu no lia de pertenecer al grupo del “sentido figurado de personas”? ¿Es posible Padre (1 C or ¡,24), hasta que él sea todo en todo (1 C or 15,28). Por con­
dividir al Espíritu cuantitativamente? El Espíritu es el que liace presente en la debilidad de siguiente, el escándalo de cruz sigue dándose en el anuncio - no es eli-
los hombres lo sucedido entre el Padre y el Hijo en la cruz, y tal presencia sólo puede ser
entera. J. A. Fitzmyer, ibid.. interpreta de otra manera: Pablo habla de la esperanza que los
ca y en tes ya tienen ahora en el Espíritu y que es «arras» de la plenitud todavía por venir, 434. (162), 700, K, C. VV etc.. Neslle-Aland, edición 27; K. Aland (ed.), Synopsis
v g l. Flp 3 ,ID. También en el creyente existe la contraposición debilidad-fuerza. En la QuaUuor EvangeJfarim, Württembergische Bibelanslalt, Stuttgart41967.
debilidad de su sufrimiento en el seguim iento de Jesús experimenta la fuerza de la resu­ 435. La oración se refiere al Reinado de Dios, J Schnievvind, o. c. [nota 36], 99. Cf.
rrección, cf. B. Byrne. The LetJer te the Phiüppians, NJBC, 796. liom 8 .2 6 -2 7 , J A. Fitzmyer, The Letter to the Ro/nans [nota 419], 855.
254 DiQS l:N ME: DI O DE: NOSOTROS 111. E l D io s de Je s ú s 255

minable, sino que pertenece a la fe y a la esperanza. El único nom bre del kerygm a de cruz - algo que se encubre al traducir los «servicios» del v.5
Padre es realm ente '"el que resucitó a Jesús de entre los m uertos". por «ministerios:»4'11.
En la prim era carta a los corintios. Pablo se dirige de principio a fin 'lo d o s los diferentes dones coinciden en la m ism a y única confesión
contra la gnosis4V\ cuyo error, en uno de sus aspectos, consiste en negar de que Jesucristo es el Señor (I2 ,3 )442. Dos cosas son im portantes aquí;
la resurrección, porque no sabe qué hacer de la cruz (I Cor 1,17-25; “el único y m ism o Espíritu" obra los dones, servicios y fuerzas que poco
1 5 , 1 - 3 . 1 2 } M7. Eso es l o m ism o que tener una representación equivocada antes habían sido atribuidos al Espíritu, al Señor y a Dios; y la diversidad
de D ios - «desconocerlo», v.34 - y produce una equivocación sobre la de los dones tan subrayada en los vv. 8 -1 0 no está determ inada por la
vida y com unión cristianas"5*. No es de extrañarse, entonces, que Pablo voluntad del Espíritu, sino por la «particularidad» de los que los reciben.
aclare al principio de la carta que se trata única y exclusivam ente del Esta particularidad propia de todas las creaturas (1 C or 15,38-44) es lo
k erygm a de la cruz, y que al final iguale la fe con la fe en la resurrección que quiere ei Espíritu (v .l 1)44’.
de los m uertos (I5 ,1 2 )J>,\ Sólo desde la cruz y resurrección puede llegar En un prim er m om ento, esto significa que en el único y m ism o E spí­
a entenderse qué es una com unidad cristiana. En toda la diferencia de los ritu (vv.8.9.11). Jesús es confesado com o Señor y Dios com o Padre.
dones, servicios y fuerzas (^apiojJcxTcoy, Sicticovuüv, evepyTniáTov) la co ­ Luego, sin em bargo, se destaca hacia qué apuntan los m últiples dones:
m unidad es obra del m ism o E spíritu, del m ism o Señor y del m ism o Dios hacia la unidad de los creyentes entre sí; hacia el crecim iento de la co­
{ 1 2 , 4 - 6 Los servicios corresponden al Señor y se encuentran en el m unidad, que “en su pluralidad no form a más que un solo cu erp o ”
centro de una estructura quiástica. Tam bién esto apunta de nuevo al (vv. 7 - 12 ); hacia la reconciliación ( v .l 3) y la com unión precisam ente con
los débiles y los que sufren (vv.2 2 -2 6 ). Pablo resum e esta unidad di­
ciendo: “'D ios está verdaderam ente entre vosotros” (1 C or 14,25). Según
la construcción total de la carta, la unidad de los creyentes es unidad en
la inserción en la cruz de Jesús e inserción en el am or com pasivo del
436. 11 -I). Wclid!and, Die Briefe an ¿He Korinther, NTD 7. 4s. Padre, que desclava a su Hijo de la cruz y le da su propia vida. Esta uni­
437. Las corintios se creían llenos de sabiduría. En la aceptación de la te cristiana dad la experim entan los creyentes en agradecim iento (1,4) y alegría
habían llegado a ser nuevos; pera si Cristo no es aqi;d a quien anuncia Pablo, y eso es: el (1 Tes 1,5-6; 5 ,1 6 -1 9 ), en el Espíritu que, en todas sus diferencias, los
Crucificado, a quien el Padre lia resucitado ¿e los muertos, en realidad r.o ha ^ambiaco
inserta a todos por igual en el único kerygm a de la cruz.
nada eti la vida de los corintios. Éste es el argumento clave de Pablo, J. Murphy-
O ’Ccnnor, The /••>.*/ Lelíer lo fhe Ccrinthians [nota 3 I 5], 812; ef. 11 D. Wendland, o. c..
139s.
438. C f J. Murphy-O’Connor, ibid., 799. 441. Biblia de Jerusalún: lo m ismo la traducción de Reina-Valera Actualizada; «fun­
439. Ibid.. 812. ciones», Nueva Biblia Española. Es cierto que S ic x k o i/ u x se usa preferentemente p a r a los
440. En este lugar, II.-D. Wendland, o. c.. 108. da enerada a una especulación arries­ servicios de los profetas y apóstoles en la comunidad. W. F. Arndt y F. W. Gingrich, o. c.
gada: “El pensamiento de la plenitud, que viene de un solo Espíritu, tiene forma tripartita [ñola 341, 183, pera la palabra «ministerios» tiene para nosotros una acepción mucho más
(trinitaria) [.. |: frente a los muchos dones de gracia está el Espíritu uno; frente a los específica y específicamente jerárquica.
servicios, el Señor «no, y frente a las fuerzas, el Dios uno. Con esto, el Espíritu divino se 442. Pablo se retlcre a la confesión de fe que los corintios han hecho en su bautismo.
encuentra con el Señor y con Dios en una unidad que simultáneamente contiene un au­ Sin embargo, puesto que no se preocupan por el Jesús histórico, es decir, por el Crucifica­
mento: Espiritii-Señor-Dios". En primer lugar, «tripartito» no es lo mismo que «trinita­ do, contradicen su confesión de fe, 3. Murphy-O’Connor, The First Letter to the Corin-
rio», a menos que se tome «trinitario:» sólo como la mención del «Espíritu-Señor-Dios» en ihictns [ r o ta j l 5], 830.
una estructura literariamente tripartita. Esta dificultad se aclararía en la frase siguiente 443 En el don de la gracia en correspondencia con lo propio de cada uno, “en el que
“ Esta Trinidad, fundada en la fe primitiva cristiana en la revelación, es la razón de la triple cada cristiano recibe su tarea y la gracia que le corresponde como miembro de un todo, el
forma del pensamiento". Pero también esto tiene su problema. Es cierto que la Trinidad orden establecido por el Espíritu de la gracia corresponde al orden de la creación [...]. El
divina estructura el pensamiento paulino, pero la Trinidad no está fundada en la fe, sino, al Espíritu actúa al modo «personal» |...]. Todas las imágenes y los conceptos no bastan para
revés, la fe en la «revelación» de la Trinidad. En segundo lugar, el f aumento» Espíritu- describir la plenitud divina y el poder vivificante del Espíritu”, 11.-D. Wendland, o. c.,
Señor-Dios de ninguna manera puede ser un «aumento». Pablo ha estructurada los v v .4 -6 110. Tanto mas llama la atención que la plenitud divina del Espíritu en el caso de las
com o un quiasma, en el que el servicio de Jesús en las diferentes servicios de los creyen­ nui¡eres - a las que, después de todo, se dirigió la carta a los .corintios también y que
tes ocupa el centro. Este único servicio parte del Padre y se hace eficaz en el Espíritu. Sólo todavía forman una parte tan grande de todas las comunidades - parece haberse reducido a
por eso puede hablarse de unidad: la unidad del hacer de Dios, del Señor y del Espíritu en la gracia de la maternidad, cf. Familiaris Consortio, 22-23; Catecismo de la Iglesia Cató­
la diversidad de las vocaciones. Esta unidad es la unidad de la fe y de los creyentes. lica# 1605, 1616, 1624, etc.
256 DrOSEN MCDIO DE NOSOTROS III. Ei D i o s de Je s ú s 257

4.2 ,kNo cesaban de enseñar y de a n u n c ia r la creyentes tienen la reconciliación y la paz (v. 2 0 ), y porque ellos m ism os
Buena Nueva de Cristo Jesús...?’ junto con loda su realidad ya sólo pueden ser entendidos desde Cristo
(vv. 15-1 7).
La pregunta por la identidad de Jesús que se impone a través de todos los Col 2,9 resum e otra vez por qué nadie puede confesar a Cristo sin
evangelios, especialm ente en los relatos de la pasión, encuentra su res­ entregarse él m ism o :otalm ente en esta confesión: en Cristo habita toda
puesta en la confesión postpascual de que Jesús es el M esías (Hch 5,42; la plenitud de la divinidad “y vosotros alcanzáis la plenitud en él” , es
17,2); Jesucristo es el S eñor (Flp 2,11); es Señor y Dios (Jn 20.28); el decir, los creyentes ellos m ism os están llenos de Dios'117. Esto explica por
Hijo del am or del Padre (Col 1,13; H eb 1.5.8). Se ve enseguida que estos qué los apóstoles no pueden dejar de anunciar la Buena N ueva de que
títulos provienen de la fe, porque dicen al m ism o tiem po algo sobre el Jesús es el M esías (H ch 5,42). Nadie sabe para sí m ism o que Jesús es el
que confiesa a Jesús en estos térm inos. N o es posible decir que Jesús es M esías, sino que se le experim enta com o M esías anunciándolo (Hch
Señor 5' Dios, sin am pliar las palabras a la confesión “ Señor m ío y Dios 17,18)a4S. y eso es lo m ism o que inserción en el testim onio de Jesús.
mío"’ (Jn 20,28). No se proporciona una inform ación de la que pudiera E! N T es kerygm a de la cruz. Lo único que anuncia es la m uerte de
desprenderse quién es aquel por quien se pregunta, sino que se n arra qué Jesús en la cruz y el am or del Padre, que lo ha resucitado de la cruz.
es lo que sucede con el que confiesa a Jesús: el que lo con fiesa así es Am bos aspectos ju n to s, La cruz com o el servicio de Jesús y la resurrec­
ahora alguien cuya existencia entera está orientada hacia su Señor y ción com o la respuesta am orosa del Padre, constituyen el «por nosotros»
D ios. En cuanto autopresencia ya no puede ser entendido más que desde del acontecim iento pascual, que 3os creyentes confiesan y del que dan
este Señor (Gál 2 ,2 0 ) ^ . testim onio (1 C or 1 5 ,3 -8 ) ^ . La cruz y la resurrección son fuerza de
A l him no cristológico prepaulino de Flp 2,6-11 le precede una paré­ Dios para la salvación de todo el que cree (Rom 1,16; 10,9). Q uien cree
nesis. en la que Pablo exhorta a la com unidad a v iv ir en la com unión del en el “ que resucitó a Jesús de los m uertos’' (Rom 4,24), ya vive en la
Espíritu, en In com pasión y m isericordia y en el servicio a otros ( v v .l - fuerza de la «necedads) divina, única que puede convertir el servicio fiel
4}"1\ Esto equivale a ten er “ los m ism os sentim ientos” que Cristo (v.5): en salvación (1 Cor 1.18). Ni la «sabiduría», ni el «prestigio» o la ele­
m orir com o él en obediencia en la cruz (v. 8 ) y por eso ser elevado por el gancia de la palabra del predicador son capaces de agregar algo a este
Padre (v.9). Por consiguiente, el que confiese a Jesucristo com o Señor testim onio. ^Cóm o van a poder hacerlo, cuando la sabiduría del predica­
(v .l 1), es él m ism o alguien que m uere y es resucitado com o su Señor. dor term ina en la necedad de la cruz, que es m isericordia com pasiva de
D e m anera sem ejante precede tam bién u n a parenesis al cántico cris­ Dios para to d o s 1 (Rom 1 1,30-32).
tológico de Col 1,15-20. L os colosenses han de dar gracias al Padre, Si el evangelio es el kerygm a de la cruz, es tam bién servicio. Así co­
porque en el Reino del H ijo de su am or han experim entado el perdón mo Jesús ha servido al anuncio del Padre, el creyente sirve al kerygm a de
(v v .1 2 -1 4 )"4'’. El him no siguiente canta a Cristo, porque en él y por él los la cruz y así participa en él (I Cor 9,12.23).

444. En c3 episodio de Tomás se trata del lema de la dada, que es desarrollado tam­
bién por los sinópticos (Le 24, 36.39.4]; Me ]6.J4. M t 28,17). Respeclo a lo s sinópticos,
Juan introduce Ires nuevos elementos: I. la exhortación a creer (v 27); 2 la confesión
Cv.28) y 3. el macarismo del v.29. La ultima palabra pronunciada por un apóstol en el
evangelio de Juan es la confesión de fe cristiana plena. Tomás dice en nombre de la co­
munidad joánica: -tO eres mi Dios5' (Os 2,25 [23]), R. E. Brown, The Gcspei According ¡a 447. Mientras que según Coi 1.19 la plenitud de Dios habita en Cristo, ahora llena a
John X¡II-XXI [nota 17J, 1032s., I046-L04Í Tal confesión no puede más que concernir a los creyentes. La oración de Patio en 1.9 ha sido escuchada, ibid., 881.
la persona entera. 448 Lucas expresa la característica del testimonio personal pasando de la oración
445. Los versículos retomar, l a exhortación a l a unidad en 1,27. En último término, indirecta a la directa. (i Stülilin, o. c. [nota 156], 224.
el que habla aquí es Cristo mismo, com o lo ilustra la expresión “ exhortación en Cristo", 449 X. Léon-Dufour, Lesévangiies... |nola I], 245, dice de la comunidad apostólica
G. Friedrich, o. c. [noLa25], 107. q je "antes de tomar conciencia de si misma y de definirse a los ojos de todos, se dejó
446. Los w . 12-14 son un texto de transición que entrelaza el agradecimiento en los penetrar por esta vida desbordante", es decir, por la nueva vida que brota de la cruz y
w .3 - 8 con el himno en los vv. 15-20. La parenesis de los vv.9-11 destaca también aquí resurrección Tiene razón en cuanto que el anuncio es la vida de la comunidad. En reali­
que la confesión de Cristo no ss separable de la autocomprensión de la comunidad, M. P. dad, sin embargo, la autocomprcnsión de la comunidad y su manera de presentarse ante
Morgan, o. c. [nota313], 878s. los demás es idéntica a su experiencia del «por nosotros» del acontecimiento pascual.
258 DIOS l:N MEDIO DI-NOSOTROS III. Ei, D i o s d i: J e sú s 259

ritu es posible confesar q u e Jes-ús es el Señor porque el Padre ha actuado


4.3 “ É stos son a h o r a sus te stig o s../' «isí con él. En una form ulación sem ejante, los textos ya no están y uxta­
puestos. sino que expresan una misma cosa (com párese Hch 1,8 con Mt
El anuncio es sinónim o de testim onio, Lo que parece tener un doble o ri­ 2 8 .1 8 -2 0 ). El Espíritu Santo da a los discípulos la «fuerza» y el «poder»
gen: los discípulos se convierten en testigos, porque han visto al resu ci­ de dar testim onio de Jesús hasta los confínes de la tierra. Este poder dar
tado. Les ha aparecido; por eso son testigos (Hch L3 ,30-3 I; 1 C o r I 5 ,3 - testim onio se agradece al Padre, cuya gloria se confiesa (Flp 1,3; 2,11).
8, donde tam bién el verbo «transm itir», ncxpotSiS&vcxi, habría de entender­ Se da testim onio de lo que cada uno ha visto con sus propios ojos.
se com o «dar testim onio»). Por otro lado, sin em bargo, se convierten en Los apóstoles dan testim onio de que el C rucificado vive ju n to al Padre,
testigos, porque los llena el Espíritu Santo (Hch 1,8: 2,4). ¿C óm o pode­ porque el don del E spíritu los hace «ver» y «oír» (Hch 2,33)'1' \ Más
m os unir estas afirm aciones divergentes? todavía: su testim onio es idéntico al testim onio del m ism o Espíritu. En
El verbo con el se caracterizan las apariciones del resucitado es cóoEfri ellos y por ellos, el Espíritu da testim onio de que los creyentes han reci­
(Hch 13,31; 1 Cor 15,5.6.7.8). y m ucho dependerá de cóm o se traduzca bido el perdón de los pecados (Hch 5 ,3 1 -3 2 ). Este m ism o testim onio
este verbo. Si el sujeto dei verbo es Jesús m ism o que aparece4*0, la form a- significa que ahora pueden vivir en com unión participativa (H ch 4 ,3 2 -
verbal puede ser entendida en el sentido que delim ite las apariciones de 35), p o rcu e han aprendido a servir com o Jesús. De ahí que signifique tam ­
Jesús contra una m era im presión subjetiva de los discípulos: Jesús les bién la unidad de los creyentes entre si. Han sido insertados en el testi­
aparece realm ente. Por consiguiente, los discípulos pueden dar testim o­ m onio de Jesús, de quien el Padre da testim onio “con señales y prodi­
nio de haberlo visto verdaderam ente. Por otro lado, tal com prensión deja gios, con toda suerte de m ilagros y dones del Espíritu Santo’' (Heb 2 ,3 -4 ;
a los textos desvinculados de otros según los cuales es el Espíritu el que I Tim 2 ,5 - 7 ) ^ .
de los apóstoles hace testigos. El actuar de Jesús y el actuar del Espíritu Los testigos viven de la presencia de Cristo. Le pertenecen y por él le
son, por así decirlo, intercam biables. Si, en cam bio, leemos com o pertenecen al Padre (Rom 14,7—8; l C or 3.22—23). Io d o lo que hacen,
pasivo divino - algo que es lingüísticam ente posible y teológicam ente p o r todas partes, es testim onio en la fuerza y el am or del Espíritu (Hch
im portante - es el Padre quien hace que Jesús, a quien ha resucitado de 23,11; 2 Tim 1,7). Son una “ carta de Cristo, escrita no con tinta, sino con
la cruz, pueda ser visto. Entonces, Jesús está realm ente presente - y el Espíritu de Dios v ivo” (2 Cor 3,3)J54. En ellos se configura el kerygm a
realm ente es «visto)> o «reconocido» - com o el que vive ju n to al Padre y. de la cruz, en la cautividad y persecución (2 Tim 1,8). Por eso ellos
así, com o el R esu citad o ^ 1. m ism os son signo de esperanza (H ch 2 8,20 J4*.
Estas anotaciones son im portantes para nuestra pregunta. Sólo en el Dado que los apóstoles reciben su identidad de testigos de su inser­
don del Espíritu Jesús es visto y reconocido com o el Crucificado, a quien ción en el testim onio de Jesús y del Padre, que el m ism o Espíritu da en
el Padre ha resucitado de los m uertos. Por consiguiente, sólo en el Espí- ellos, su testim onio de Jesucristo es sinónim o del anuncio del Reino de
D ios. E nseñar a Cristo y anunciar el Reino de Dios (H ch 2 8 ,31)4'’6 están
450. Según J. Murphv-tJ Connor, The First lArtier lo the Corinthranr [ñola 315],
812, la forma del verbo na ha de entenderse como voz pasiva, sino com o voz media. La
iniciativa recae en Jesús, no tu la experiencia subjetiva de los que lo veri. \V. F. Arndt y 452. La tarea de los apóstoles consiste en dar testimonio de que el Crucificado es
F. W. Gingrich, o. c. |nota 34]. determinan la forma como voz pasiva, pero traducen com o idéntico al Resucitado, X. Léon-Dufour, Les é vangj fes... |ncta 1], 249.
voz activa, de "un ser que aparece en ibrma sobre natura i”. Lo que habría que tener en. 453. lambicn aquí está en el t rasión do que lo cierto es aquello que es testificado por
cuenta es que también una llamada aparición sobrenatural puede ser vista por la persona varios testigos, 11. Stralhmann, Der Briejcir die Hebr&er, N FD 9, 82.
humana sólo naturalmente. 454 La importancia de aclarar desde el principio cómo se relaciona el testimonio
451. En Me 9,4 9 tenernos un claro pasivo divino, mientras que ta determinación de que tiene su origen en Jesús con el que viene del Espíritu Santo, se aprecia en el siguiente
la forma en I Cor 15 cansa dificultades, porque Jesús es el sujeto, en el sentido de que él comentario de H.-D Wendland. o c., 178: "Cristo mismo escribió esta carta, Pablo sólo la
es quien es visto. Por otro lado, los verbos Cxn£0ou-e.v ( v.5) y £.Tticq>r| (v.4) evidentemente entregó. Por eso esta carta [.. ] está escrita con el Espíritu divino . Las dos afirmaciones
tienen de otra manera a Jesús por sujeto; y et feyfiyEpxaL (también v.4} es designado están sencillamente yuxtapuestas y la dimensión trinitaria queda encubierta.
explícitamente como pasivo divino por F. B lassy A. Debrunner, A Greek Grcunmar o f (he 455. La razón está en i|ue Jesucristo cumple toda, esperanza mesiánica, G. Stahlin,
New Testament, The University o f Chicago Press, Chicago 1961, 176. Discusión en II o. c. |nota 1561. 32^; cf. R. J Dillon. o. c. |n ota423], 766
Kcsslcr, Sucht den Lebenden nichí bei der, Talen, Lchter, Würzburg 1995. 149. El Padre 456. Este versículo es el último de los Ileches. Pablo enseña a Cristo y anuncia el
devela escatológicainente al Crucificado a quien ha resucitado. Reino de Dios con toda libertad, también como preso. Lo importante no es el testimonio
260 DiOS EN MEDIO DE NOSOTROS lll. El. D io s diz J e s ú s 261

colocados en un paralelism o sinónimo. Las características del testim onio de Dios, “‘para que D ios sea glorificado en todo por Jesucristo" (1 Pe
coinciden con lo que es el Reino de Dios: la com unión participativa de 4 , l l b ; Flp 2 ,1 1).
los testigos que son, ellos m ism os, signo del kerygm a de la cruz. El sufrim iento del que sirve no es cualquier tipo de sufrim iento, sino
la participación en la única cruz de Jesús, sufrim iento por el anuncio.
Tam bién su testim onio de la m isericordia de Dios fracasa ante el rechazo
4.4 “ R evestios del S e ñ o r J e s u c risto ...” de aquellos que no tienen oído para el anuncio de alegría y consolación
(H ch 2 0 .2 2 -2 4 ; 2 Cor 6 .4 -1 0 , 11,23-27). Al decir que ha servido al
l os creyentes han sido insertados en el servicio de Jesús que lo ha lleva­ Señor “ con toda hum ildad y lágrimas v con las pruebas” (Hch 20,19; cf.
do a la cruz. Revestirse de Cristo (Rom 13,14), significa experim entar la Heb 5.7), Pablo no está hablando de sufrim ientos que le hayan sido pedi­
“ sobreabundante riqueza” de la m isericordia de Dios (E f 2,7), que el dos (cf. Hch 9,16). sino de su participación en el fracaso de la propia
Padre no pudo darle a Jesús abandonado, pero que ahora puede d erram ar esperanza de JesúsíS<3. T am poco su servicio y su fidelidad (1 C or 4 ,2 )‘1('°
sobre los creyentes, que todavía estarían muertos en sus pecados si él no pueden hacer com prensible a los que no creen que en la cruz estuvo
hubiera desclavado a Jesús de la cruz. Entonces, el creyente es aque] que colgado el hom bre por el que Dios llegó a ser el Padre de un C rucificado.
en su propia persona (Flp 1.21) experim enta [a cruz y la resurrección de El seguim iento en el servicio de Jesús no puede ser otra cosa que cargar
Jesús. con Cristo su cru z (Le 9,23 par.; I¿, 27; 23,26), porque pone al creyente
El servicio es don de la m isericordia de Dios (2 C or 4,1) y por esto en contradicción con la inhumanidad, de la sabiduría hum ana, que ve en
participación en la cruz de Jesús. Pablo fundam enta este aspecto del la com unión participativa del servicio tan sólo una necedad por la que
servicio en el escándalo de la cruz: «siervo» es aquel, que anuncia a peligra el sistem a establecido de inhum anidad. Su m ism a participación
Jesucristo com o el Señor (v.5)'k7, porque ha visto cóm o la gloria de Dios en la cru z de Jesús le da a entender a Pablo que ha llegado el día de sal­
ha ilum inado el rostro del C rucificado (v.ó). Esto sólo puede entenderlo vación (2 C or 6,2)‘,í' 1, porque aprende que actúa en él la fuerza de Dios
el que ha experim entado la m isericordia com pasiva que Dios m uestra a (v.7), que se expresa en la resurrección.
los cocruficados con Cristo (Flp 3 ,1 0 1. El servicio de Pablo lo convierte En el servicio del kerygm a de la cruz, el creyente es insertado en lodo
en un necio a causa de Cristo (1 C or 4,10)"1'55, y así es siervo en la fuerza el hacer de Jesús que Lo lia conducido a la cruz, no solam ente en el su­
frim iento. Esto ya indica que el sufrim iento por sí solo no puede ser
signo de la cruz. La com unidad vive en com unión participativa: sus
personal, sin o la venida del R ein o , que no puede ser impedida, G. Stahlin. o c , 3 2 9 ; R. J
D ilIon, o. c„ 767. m iem bros son gentiles en el trato m utuo, m isericordiosos y se perdonan
457. A ntropológicam ente no es aceptable que al apóstol que anuncia a Crista c o n c m utuam ente (E f 4.32)41’-, cam inan en el am or, que es el am or de Cristo
el Señor, “ sólo le quede el estado de escla v o ”, com o form ula H.-D . W endland, o. c. [nota
4361, 187. Se trata m ás bien de que E’ablo. sirviendo a su Señor, tiene una nueva autopre­
sen cia com o « siervo» de este Señor. Él e s nu evo participando en la cruz y la resurrección versículo m ás acertadam ente dentro de la polém ica sobre la sabiduría gnóstica y esto ica en
de su Señor, y no es alguien que ha perdido su propio ser « y o». N o se trata de ia "gloria Corinto.
del m inisterio (aparte del hecho de qu e el «serv icio » no es lo m ism o que e l «m inisterio») 459. Ci. Stühlin, o. c. |n o ia 1561, 2-67, llama los sufrim ientos de Pablo “sufrim ientos
que sólo se alcanza por m edio de “ la total sum isión a Jesucristo |..J . T en iendo a este crísticas”, e l. 2 C or 1,5—7; C ol 1,24; 2 T im 3 , l I.
Señor sólo queda servirle’ , 18S. Lo nuevo consiste m ás bien en que, teniendo a este 4 6 0 . Está clara la correspondencia entre el servicio de Pablo y el de Jesús: Pablo sir­
Señor, el creyente quiere servirle. Es importante, sir, em bargo, que tam bién aqui la c o n fe ­ ve a una com unidad que no es la suya sino la de D ios. D e la m ism a manera, Jesús ha
sión de la identidad de Jesús determ ina la identidad del que lo confiesa. Pablo usa una servido a un R eino que n o era el sayo sin o el del Padre. C f. H .-D . W endland, o. c. [nota
fórm ula de confesión, cf. 1 Cor 12,3; Flp 2 .1 0 -1 1 ; Rom 10,9, J. M urphy-O ’C onnor, The ‘1361. 37.
Second Letter to the Corinthiafís [nota 4 0 3 ], 820. 4 <>l “C om o siervo de D io s e s probado en el sufrim iento” , escribe D .-H . W endland,
458. H.-D . W endland. o. c , 4 3 , com enta: "hn la vida del apóstol tiene que repetirse ibid., 2 0 ) . Según J. Vturphy-O’Connor, The Second Letter to the Corinthians [nota 4 03],
el sufrim iento de C risto, porque corresponde al anuncio de la necedad de la cruz”. F.l R22, el versículo e s parentútico y si£ j e exactam ente a ls 4 9 ,8 LX X. 01 siervo de D ios es,
sulrim icnto de Cristo no puede repetirse. En el fondo de este com entario está el con cep to por co n sigu ien te, el siervo doliente, ta! com o lo fue Jesús. N o es probado en el sulrim icn­
del sufrim iento del que ya liem os hablado en el co n testo de 1 Pe 2 ,1 8 -2 2 . Lo que experi­ to. sin o en el servicio.
menta el apóstol en su participación en la única cruz y la úrica resurrección d e Jesús es 4 6 2 . El t o l o está en la larga perícopa parenOtica de 4 ,1 7 -5 ,2 0 , en la que se contra­
más bien m isericordia y grac.a, parque estas só lo se han dado en la cruz y resurrección. J. ponen la vid a de lo s no creyentes y la de los creyentes, til v . j 2 recuerda la p etición del
M urphy-O ’Connor, The First Lelfer to the Corimhians [nota 3 1 5 ], 803, interpreta el perdón del Padrenuestro, P J. K obeiski. The Letter to the Ephesians, N JB C , 889.
262 DtOS líN MEDIO DE NOSOTROS III. E l D io* d k J iisu s 263

en ellos (Ei 5,1 2; 2 Cor 5 ,1 4 -1 5 ; Jn 15,J2—13). El hecho de q ue ahora anuncia al Dios desconocido (v.23)" quien en el kerygm a de la cruz les
pueden vivir así,, llenos del Espíritu, constituye la nueva creación, cuyo pide darse la vuelta y entender que iodo lo que han sabido hasta ahora
signo es el servicio de reconciliación (2 C or 5 ,1 7 -] S)463. sólo es ignorancia (v.30: el' 10,42). Un anuncio sem ejante no puede
El ser-nuevo en el servicio del kerygm a d e la cruz encuentra su ex ­ co rrer con m as suerte que el anuncio de Jesús (v.32).
presión en el agradecim iento por el actuar del Padre, que ha llam ado a Los pocos, sin em bargo, que aceptan que en el anuncio Dios m ism o
los creyentes por la fuerza del Espíritu a tener parte en la gloria de Crista les di«a que es el que resucita a los m uertos (vv.3 1.34)'1(’7, han encontra­
(2 Ie s 2 ,1 3 -1 4 ; Col 3 ,1 7 ) ^ . en confianza y esp eran za(H eb 3,6.14). do en él a un Padre que ya ha esperado su conversión y los recibe en
m isericordia y alegría (Le 15,17-24). El agradecim iento y la alegría con
la que los creyentes reciben el kerygm a de la cruz no es su propio m érito,
4.5 “¿No reconoces que la bondad de Dios te impulsa a la sino su participación en la aLegría del Padre por todo pecador —y eso es,
conversión?*’ p o r toda persona - que se convierte (L e 15,7.10). Una com paración de
Rom 2,1.5 con Le 17 ,3 -4 m uestra cuánto la conversión cam bia la com u­
En Rom 2, Pablo argum enta que todos los hom bres son pecadores (cf. nión ínterin) man a: la persona ya no ju z g a y condena, sino que puede
3,9) y que, por eso, m erecen el ju ic io de Dios. Sin em bargo, Dios quiere perdonar.
conducirlas a la conversión ( e’iq |jeT<ivouocv, v.4)1165. es decir, quiere que se
den la vuelta, que hagan un viraje, para verle a él y a s i m ism os de m ane­
ra dilerente. Esta conversión radical les es regalada en la fe en Jesucristo 4.6 “ Y les dio p o d e r y a u to rid a d ...”
(3,21—26). El lenguaje de sacrificio en el v.25 recuerda que Jesús es el
C rucificado, a quien el Padre ha resucitado - Pablo está hablando de lo En los creyentes llenos de; Espíritu Santo, Cristo hace «señales» y «pro-
absurdo de toda representación hum ana de Dios, qu e ha m ostrada el di«ios» (Hch 6.3.8: 14.3; Rom 15,18-19) N o se trata de acontecim ientos
escándala de la cruz. m ilagrosos, sino de la eficacia del evangelio. Por eso Hch 15,12 puede
E xactam ente este absurdo es el tem a del discurso de Pablo en el decir que es Dios"108, el que ha realizado grandes señales y prodigios por
A reópago (Hch 17.27-31). Los atenienses disponen de un am plio surtido Bernabé y Pablo: el evangelio de la cru z es el anuncio del Padre, que ha
de dioses (v.16), y su m undo está en orden (v v .2 0 -2 1 ). A ellos Pablo les resucitado de los m uertos al que fracasó con el anuncio de su m isericor-

4 6 j>. E, signo de la nueva creación es Ja nueva comunión interhumana, que ha empe­ 46 6 . Le presenta la inscripción del altar dedicado aJ dios d escon ocid o, que es p o li­
gado en Cristo, J. Murphy-O’Cor ñor, The Second Letter lo :he Cvrinthians, 822. teísta y que probablem ente fue lorm ulada en plural, com o si se tratara de un D ios d e sco ­
464. Por el evangelio, es decir, por el kerygma de la cruz, los tesalonicenses han sido nocido por lo d es y une ahoTa cu icre darse a conocer a los atenienses. Pablo no trae a los
'Iamadcs a participar también en la resurrección de Cristo fv. 1-1). Por esto Pablo, co n o el atenienses ávidos de con ocim ien to 0 2 0 1 al ¿un conocim iento adicional, sino el anuncio
siervo de este kerygma, da gracias al Padre, que les ha dado la fuerza del Espíritu. La in:cpc(. 7 Y£A.íwCO). G. Stahlin, o. c. [nota 156], 2 3 2 . El discurso sigue un esq uem a antiguo
tuerza del Espíritu es la fe fy. 13). Es interesarle que el “desde ei principio’’ del v. 13 c on sisten te en conversión de la idolatría, fe en la resurrección, ju icio , R. J. D illon , o. c.
traduce la palabra (Xitop^tf], También los tesalonicenscs son, entonces, «primicia» y [nata 423], 7 5 5 .
pertenecen al proceso de las primicias, del que hemos hablado. Nestle-Aland, edición 27. 457. R. j. D illon. o c.. 755, com enta que el discurso tuvo só lo un éxito parcial, pero
rCwOge esla variante, mientras que A. Ocpfce, D ie Briefe an die T hessahnicher, N T D 8. que n o se le puede llam ar un fracaso, con el fin de armonizar el discurso con 1 Cor 1,18—
1S5, y Ch. H. Giblin. The Second LetJer ¡o the Thessaionicms, NJBC, 874, tienen 2 ,5 . Sin em bargo, precisam ente no se trata <k constatar eL éxito del anuncio, sino que se
P °r Ia versión más correcta. De ninguna manera puede interpretarse el v.14, trata del acon tecim ien to del anuncio en cuanto tal. Si el anuncio ha de ser el kerygm a de
com o lo hace Ch. II. Giblin, ib;d., en el sen tido de que la salvación se sigue d e la “santi­ la cruz, en l a que D io s se con virtió en el Padre de un C rucificado, no cabe hablar de éxito
dad moral y d e la fidelidad doctrir al de acuerdo a la vocación cristiana”. o de fracaso. ¿C óm o h a b ría de m edirse el « n o o el o 1ro?
465. «conversión», Biblia de Jcaisalcn; «enmienda», Nueva Biblia Espaflola; «arre­ 4óK. El «Señor»- y ccDios» com o s u id o qu e respalda los prodigios de los apóstoles no
pentimiento», Reina Valera Actualizada. La traducción frecuente con «arrepentimiento» o son ni intercam biables, ni separables En su com entario a llc h 14,3, G. Stiihlin, o. c., 189,
«penitencia:» encubre la imagen de la vuelta total, que está contenida en la palabra griega, m en cion a solam en te los m ilagros com o actos de D ios. Tal interpretación borra la diferen­
cf. \ \ F. Arndt y E kV Gingrich, o c. [nota 34], 513 5. Al traducir la palabra ccn «peni­ cia entre el serv icio de Jesús en la cruz y el actuar del Padre en la resurrección. I ¡ene
tencia:), se enfatiza fácilmente el juicio, p. c. en el comentario de P. Althaus, Der BrieJan razón, sin em bargo, cuando designa a le s m ilagros com o sign os de D ios, en los que se
die Rvmer, N T D 6, 2 2 -2 4 . J A. Fitzmyer, The Letter ¡o the Romans [nota 4 1 9 ]. S36, m ueslra la presencia de la salvación ahora, en el actuar de los apóstoles, com o antes en el
traduce con «arrepentimiento» (repentance), y correspondientemente enfatiza el pecado. actuar de Jesús. Tiene razón. porque la salvación v ien e del l*adre.
264 D io s en m e d io d e n o s o t r o s IH. C i. D i o s d i: Jesú s 265

dia, y que ahora hace efic az esta m isericordia en la plenitud del Espíritu. vida, acoger al excluido en la com unidad, liberarlo de los dem onios del
Cuando es C risto el que da testim onio de la palabra de su gracia reali­ m iedo y de la soledad (H ch 3 ,1 -1 0 ; 5.1 5 -1 6 ; 9 ,3 6 -4 2 ; 14,8-10) etc.),
zando señales y prodigios por las m anos de los apóstoles, se está seña­ porque libera del dem onio de la falta de fe. A nunciar a Jesús com o el
lando que el servicio en el seguim iento de Jesús conduce eficazm ente al M esías es lo mismo que curar y liberar; por eso - y sólo cuando sea lo
Padre, aunque parezca fracasar en la persecución (H ch 1 4 J - 7 ) 460. m ism o - se le cree a este anuncio (H ch 8,5-8).
Porque es así, el kerygm a de la cruz crece y se extiende (Hch
12,24)4rc, no porque los apóstoles fueran unos predicadores diligentes y
dotados (Hch 3 ,1 1 -2 6 ; 17.22-51). sino porque el Padre les m uestra, a 4.7 *'La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión
ellos y a sus oyentes, la m ism a m isericordia que ha dado al C rucificado del Espíritu Santo sean con todos vosotros...”
resucitándolo (cf. Hch 5 ,3 8 b - 3 9 r 71. El crecim iento del evangelio no es
asunto d e é x ito, s ino d e la palabra y obra de Cristo, de la fuerza de seña- Tanto la com unión cor. Dios en su amor, com o la com unión de los cre­
les y prodigios y del poder del Esp íritu de Dios. L as tres expresiones se yentes entre sí son gracia del Señor. Esta gracia es sim ultáneam ente
encuentran en Rom L5,l8a.l9b> en un paraleJLsrño sinónim o'172. En últim o com unión del Espíritu Santo (2 Cor 1 3 ,13)474. En E f 1,7-8 la redención
térm ino, «señales y prodigios:» es un sinónim o del kerygm a de la cruz. por la sangre de Jesús y el perdón ce los pecados son lo m ism o que la
La radicalidad del cam bio que producen las señales y prodigios del riqueza de la gracia de Jesucristo, de la que desbordan los creyentes475.
kerygm a puede verse en la com unión participativa que brota de él. Tanto Al hablar prim era de la gracia ce Cristo en su fórm ula final de la segun­
en Hch 2 ,4 4 -4 6 com o en 4,33-36, la descripción del hacer com unitario da carta a los corinlios, la oración de Pablo por la com unidad'1'6 sigue al
sigue inm ediatam ente a la m ención de las señales y prodigios, del testi­ kerygm a de la cruz y describe lo que la cruz ha traído a los creyentes.
monio y de la gracia ¿No es realm ente un m ilagro o prodigio, cuando El "(desbordan) (trepic-ce-óai) es característico del lenguaje paulino.
todos pueden com partir (2.44) y cuidar de los necesitados (v 4 5 )? ^ ¿N o Los textos, en los que aparece el verbo, se leen com o un resum en de todo
consisten en esto el testim onio y la g racia (4.33)?
lo que hem os enfatizado hasta ahora. El don de gracia del único hom bre
En el «poder» y la «autoridad)) de los apóstoles (Le 9,1) lleg a el R ei­
Jesucristo lia desbordado abundantem ente sobre «los m uchos» (Rom
no de Dios, que es salvación porque cura. Sólo a los que pueden cu rar los 5 ,l5 ) 4r3; lal com o en los creyentes desbordan los sufrim ientos de Cristo,
apósteles han de decir: “El Reino de Dios está cerca de v o so tras'1(L e 9,2 desborda tam bién la consolación (2 C or 1,5); desbordante de gloria es el
par.: 10,9). El Reino de D ios es la realidad en la que el Padre tiene m ise­
ricordia de los que son crucificados com o el hom bre en la cruz, porque
los creyentes, que han sido insertados en el kerygm a de La cruz, aprenden 474. “A aqu ellos que guardan Ia P-12* el D ios de la paz [...] dará su com unión y su
a ser m isericordiosos (Le 10,36-37). S ignifica curar las enferm edades, presencia”, com enta D .-ll. W endland, o. c. [nota 436J, 2 5 9 . El problem a es que habría que
entender al revés: porque D ios da la com unión con él, los corintios pueden vivir en la paz.
Si no ha sid o asi. no han viv id o en com unión con el D ios que se ha dado a conocer en la
469. La suerte que amenaza a los apóstoles es el castigo judío para los que blasfe­ resurrección de Jesú s de la cruz;. J. M urphy-O 'C onnor, The Second Letter to the Corin-
man, G. Stahlin, o. c., 189. Cf. el proceso de Jesús, Le 22,70-71. tlnicms |n o la 4 0 3 ]. 82*3. m atiza pero tam bién invierte la relación, cuando dice que la com u ­
470. El crecimiento es, al mismo tiempo, la separación del judaismo, R . J. Dillon, nión dada por el Espíritu tie n e que con v en irse en k oin onia con el Espíritu.
o. c. [nota 42 3 ], 748. 475. III «am ado», en el que D ios lia agraciado a los hom bres (v.6), e v o ca ls 44,2.
471. L a comparación cor» las multitudes hace pensar en la congregación del pueblo D io s actúa en Cristo, que está, en el centro, H. C onzelm ann, Der Brief an die Epheser,
de Israel, que sucede en el anuncio de los apóstoles. En realidad Dios congrega a la Igle­ N T D 8, 61 Los versículos muestran claramente la influencia de la catcquesis bautism al,
sia, ibid.. 739. I3. J. K obelski, o. c. [nota 4 6 2 1, 88!>.
472. Correspondientemente interpreta J. A. Fitzmyer, The Letter to the Román? [nota 476. La oración sign ifica labend iición real de aquellos sobre quienes se pronuncia.
419], 867: es Cristo quien realiza 1a. conversión de los paganos a Dios. Todos los prodi­ Por e s c la petición de gracia ha de ser entendida com o una acción pneum ática, H. C on-
gios que Pablo realiza, los ha hecho Cristo por él, para la conversión de los paganas. Para zelmann, ibid. El texto, por consiguiente, no es una fórmula trinitaria en el sentido d o g ­
la explicación de las. «señales y prodigios» refiere a 2 Cor 12,12, donde están puestos en el m ático. sino m ás bien una “ bendición tiiádica", cf. E f 5,23, J. M urphy-O 'C onnor, The
contexto d é la necedad de la cruz Second ÍAiJier to ihe Corinihiar.s fncita -I03|. 829.
473. También en tiempos de Le tal comunión de bienes es un ideal. Los textos de 477. Asi s e describe la m isericordia de D ios que desborda toda representación que
lleh 2 y 4 son sumarios claramente idealizantes, pero esto no significa que no estén basa­ lo s hom bres pueden hacerse de e lla . J. A . Fitzmyer, The Letter to the Romans |n ota 4191,
dos en aspectos reales de la vida comunitaria, R. 3. Dillon, o. c., 734. S46
D i o s l!N MI-IMG OE-mSOTItOS-
III. E l D io s d i -: Ji s u s 267

servicio de la justicia, es decir, del evangelio (2 C or 3 ,9 -1 0 ), porque es Espíritu Santo (Rom ]5 .1 3 )w . La esperanza es una sola para todos y por
el servicio de! Espíritu (v.S)4"8. C om a para Cristo, tam bién p ara los cre­ eso crea La unidad en un solo Señor y un solo Dios y Padre (E f 4 ,4 -6 ).
yentes la ignom inia de la cruz se lia convertido en gloria. De m anera exaltada y m onótona a la vez habla Pablo del m isterio de
El servicio de Pablo consiste en que el “ orgullo en Cristo” llegue a Dios ( c f E f 1 ,7 -1 0 ), que en La cruz y la resurrección se ha hecho m ani­
ser desbordante (Flp l,26)4/‘\ Pablo se transform a en instrum ento de fiesto para los que son llenos del Espíritu. Lo notable es lo siguiente:
Cristo, quien significa todo para él, en la vida y en la m uerte (v v .2 0 -2 1 ). 2 C or \ ,5 - l habla del sufrim iento desbordante de los fieles, en el que
Porque los creyentes han experim entado por la cruz la gracia desbor­ reciben la consolación desbordante, porque la com unión con el C rucifi­
dante de la redención y del perdón, pueden ahora conocer al Padre en cado en su sufrim iento equivale tam bién a la com unión con él en la con­
sabiduría y entendim iento (E f t/7 -S ) y «bendecirlo» C'v.3), es decir, pue­ solación del Padre, en la única salvación que lia venido de la cruz'1*'1. En
den orar a élWu. Pueden dirigirse a él com o a su Padre, porque es el que un m undo desgarrado por la falta de fe y de com unión, en el que el envío
ha resucitado a Jesús de los m uertos y crea la com unión de la resurrec­ y el anuncio de Jesús «debía» term inar en el escándalo de la cruz, la
ción, para que desborde el agradecim iento para la gloria de Dios (2 C o r participación en la cruz de Cristo es - para los creyentes - ella m ism a la
4 ,1 4 -1 5 ). Esto es lo mismo que el crecim iento de la com unidad. Inserta­ consolación, p orque Dios se ha convertido en Padre de los crucificados
dos en el kerygm a de la cruz, los creyentes desbordan de fe. palabra y al desclavar a Jesús de la cruz. El kerygm a de la cruz no perm ite ni la
conocim iento, que tom an la form a de interés, am or y generosidad (2 C o r glorificación, ni la b aralizació n del sufrim iento, sino que vence el sufri­
¡8,7), porque el servicio es entrega al Señor y por eso entrega a los demás m iento en la com unión y la esperanza.
(v v .4 -5 ; I Tes 3,12; 4 ,1 )^ '. El m isterio de Dios es sabiduría que se ha develado en la necedad de
Pablo pide por los filipenses. para que su am or desborde en el cono­ la cruz (1 C or 2.7) y por eso es el m isterio de Cristo. Es inaudito y, a la
cim iento y discernim iento po r Jesucristo, para g loria y alabanza de Dios vez. una am pliación del escándalo de la cruz, el hecho de que esta sabi­
(Flp 1.9-1 ]}. Sólo entonces podrán participar com o com unidad en la duría no ha aparecido para la glorificación de Dios (cf. Rom 3,7, sin
cruz, y la resurrección de Cristo (Flp 2,5: Rom 15,5-6). Esta participa­ em bargo), sino para nuestra glorificación, porque en el Espíritu Dios la
ción es desbordar de alegría, tam bién en el sufrim iento y en la pobreza ha revelado a nosotros. La participación en la consolación de la cruz es
(2 Cor S.lj'*8"; desbordar de la bendición del servicio, que consiste en tam bién participación en la gloria del Padre; inserción en su m isterio y el
com partir con otros (2 Cor 9,12); y desbordar de agradecim iento (Col de Jesucristo. En los creyentes el Espíritu sondea las profundidades de
2,7). Tal desbordam iento significa presencia del R eino de Dios (Rom Dios (v.10), porque los colocó dentro de estas profundidades. Por eso es
1.4.17).
483. Rom 15.13 es la bendición llnal de Pablo. Al Dios de la esperanza pueden espe­
En el kerygm a de la cruz se ha hecho desbordante la verdad de Dios
rar tanto judíos c o i t o cristianos, J. A Filzmyer, The Letter lo the Romans [nota 419], 866.
(Rom 3,7), porque Dios regala la gracia en la form a de una desbordante
Por eso se evocan aquí la unidad y la reconciliación.
com unión (2 C or 9.8: Rom 15.7). Por lo que ha hecho con el C rucifica­ 484-, Mientras que el v.5 enfati¿a que la consolación abunda por Cristo en el sufri­
do. llena a los creyentes hasta desbordar de esperanza, en el p o d er del miento del seguimiento, el v.7 deja abierta para nosoLros actualmente la posibilidad de
entender que los creyentes reciben tanto más consolación, cuanto más sufren. Hsta posibi­
lidad es aprovechada en los comentarios, p. e. en J. Murphy-O’Connor, The Second Letter
to the Connthicrns [nota 4031- 817 H.-D. Wendland, o. c. [nota 436], 493s., formula: “Si
Pabla] soporta los sufrimientos de Cristo, también estará rico en consolación por Cristo".
478, El servicio del Espíritu es sinónimo de la comunión con Dios. J. Murphv-
Lo que es correcto, es que 5a consolación viene de los sufrimientos de Cristo. “Porque
OT'nnnor, The Second !.ettcr to the Corrnlhicms, 8-20.
Cristo rio es solamente el que sufre, sino también el que, por la gracia de Dios, libera de la
479. El verdadero «orgullo» del ciistiano es l;i cruz de Cristo (Gál -4,34), que acaba
tritmlaciun de este mlindo'* Sin emb-argo. Cristo no es primariamente el que sufre, sino el
con tado orgullo acostumbrado, G. Friedrich,o. c. [nota 25], 104.
:iue sirve. La cruz se sigue deL servicio, y lo mismo 1c sucede al apóstol. Además, la gracia
4S0. -«bendecir» a Dios es una formula judia de oración, en correspondencia can las
de Dios no libera de la tribulación del mundo, sitio que da fuerza en la tribulación. La
D ieciocho Bendiciones, 11. Conzelmann, o. c. |nuta. 4-75]„ 59,
debilidad del siervo se convierte en la fuerza de Dios. Sigue Wendland: “Los sufrimientos
4X1 El contexto es ta colecta para la comunidad de Jerusalén. pero lo importante no
de Cristo se entienden a él. La pasión del Señor continúa en los sufrimientos del apóstol",
es el dinero, sino el servicio a los pobres de Jerusalén y el testimonio de la comunión con
ibid. Los sufrimientos de Cristo, ni pueden extenderse al apóstol, ni continuarse, porque
ellos. 11.-D. Wendland, o. c. Jnota 436], 219.
bar. terminada en la resurrección por el Padre. Si se carga el acento no en el sufrimiento,
482, El desbordamiento de alegría es producido prácticamente por sus tribulaciones,
ibid . 21S. sino en el servicio, aparece con claridad cue no continúa el sufrimiento, sino el servicio.
Dios» e n m e d io d e n o s o t r o s t i l. E l D io s J esijs . 269

c t k a z la o rac ió r de unios por otros (Roña 15,30); y por eso el am or de Término, están vacíos de contenido, porque son Jesucristo y su Padre
Dios a su H ijo en los creyentes es m ás fuerte que Iodo lo q u e puede su­ q u ien es los han llenado de un contenido radicalm ente nuevo.
c e d e rá s ; m ás fuerte tam bién que el m iedo y la m uerte iR om 8.3 1 -3 9 ; Le Desde el N T podem os tam bién com prender con más claridad lo que
I 2,32). es el sufrim iento: es no poder con el servicio; el fracaso del anuncio en
nosotros y por nosotros. LI sufrim iento es no poder am ar conform e a la
m edida del perdór. que hem os recibida: no poder com prender, aunque
B a la n ce in te rm e d io hayam os recibido el conocim iento, porque no dejam os de intentar de
hacer caber al Dios que resucitó a Jesús de los m uertos en las vasijas de
Según el NT. la experiencia de Dios consiste en haber sido adentrados en barro de nuestro conocim iento. Es la experiencia de no estar llenos to d a­
el servicio y la fidelidad de Jesús, que lo han conducido a la cruz. Asi es vía del Espíritu Santo, sino tener que aprender a dejarnos llenar de él.
sim ultáneam ente el haber sido acogidos por el am or m isericordioso del La unidad de las personas entre sí es unidad del testim onio de com u­
Padre, que ha desclavado a su Hijo de la cruz y le ha dado su propia vida. nión en la inserción en el único testim onio del Padre, del Hijo y del Espí­
I al experiencia sólo es posible al estar llenos del Espíritu Santo, en el ritu Santo. Debido a que el Espíritu da testim onio del servicio de Jesús y
que reconocem os que todo conocim iento hum ano de Dios fracasa ante e] d e la m isericordia del Padre en los creyentes, éstos pueden aprender a
escándalo de Ea cruz. La experiencia d e Dios es conversión, un echar a com partir y a abrirse a los dem ás sin m iedo. Pueden aprender a buscar al
un lado todo lo que podem os inventar nosotros, un dejarse d ecir que Padre com o lo hizo Jesús, porque en el Espíritu aprenden los cam inos de
D io se s diferente. Jesús enseñándolos a otros. Por eso la experiencia de fe no es sólo ex p e­
Si hablam os de la experiencia de Dios desde la cruz, confesam os que riencia de unidad, sino tam bién experiencia de inserción en la m ism a
Dios es Padre para nosotros cuando en su m isericordia también a n o so ­ libertad de Jesús. Los creyentes va no necesitan aferrarse_a los cam inos
tro s nos desclava de la cruz. A sí confesam os, diesde el principio, la con­ set»uros de la a u to rrotec c ió r, porque el Espíritu, que clam a en ellos «Ea-
solación y la esperanza que recibim os de él, porque en la cruz se convir­ dre», los conduce por sus p ropios cam inos siem pre nuevos. T am poco les
tió en el Dios de toda consolación y de toda esperanza. Por eso los cre­ es perm itido ya andar por los cam inos de siem pre, porque han de cum plir
yentes no experim entan el m ism o abandono en la cruz q u e Jesús y por en su m undo con eL testim onio del kerygm a de la cruz.
eso no necesitan m orir con el grito del «por qué»-. La respuesta a nuestra N o existe experiencia de P ío s sin alegría, agradecim iento y p az, por­
p regunta por el «por qué» ya está contestada de antem ano, p arq u e D ios que Dios es el que ha desclavado a Jesús de la cruz. Pero tam poco hay
es «Padres:. Esto significa que la con-versión y la in-versión, de la que experiencia de D ios sin la cruz del fracaso del anuncio. El kerygm a de la
hablam os en la parte antropológica, son diferentes cuand o son descritas cruz fracasa una y otra vez por nuestra propia falta de fe y la de los de-
desde el kerygm a d e la cruz. La conversión es la fe en este Padre, q ue m ás. Por eso no puede haber experiencia de Dios sin sufrim iento.________^
llena, el sufrim iento de consolación y que funda nuestra esperanza, por­ La experiencia de Dios es ser acogidos en el interior del m isterio del
que siem pre nos dice de nuevo que tam bién nosotros ahora podem os ser D ios que se dejó ver en el rostro del C rucificado, y sólo allí. El m isterio
diferentes. El creyente es autopresencia com o quien ha encontrado m ise­ de D ios es el m isterio de aquello que sucedió en la cruz entre el Padre y
ricordia com pasiva y ha recibido perdón. La inversión, en contraste, es la el Hijo. Este m isterio lo escudriña eL Espíritu er. los creyentes, porque
experiencia del sinsentido del sufrim iento y de la desesperanza, que son crucificados con C risto y porque por C risto Dios se convierte en
viene de la falta d e ü e — ------------ ----------------------- ------------- --------------- -— —^ ellos en el Padre. Por eso la experiencia de fe es la actitud de oración
La experiencia d e Dios es tam bién la experiencia de poder hacer confiada que es idéntica a la autopresencia del creyente._________ ____________—
realm ente lo que hizo Jesús, no porque bruscam ente fuéram os capaces de La fórm ula narrativa de que Dios es el "que resucitó a Jesús de los
un heroísm o nunca sospechado, sino porque el Espíritu cum ple en noso­ m uertos” hace posible narrar desde la experiencia de fe el kerygm a de la
tros el servicio de Jesús. N os configura a C risto. Esto significa que p o ­ cruz en relatos de s u frim ie n t o y m uerte, de consolación, alegría, agrade­
dem os sanar y liberar, porque hem os experim entado lo que significa ser cim iento y esperanza. Pero deja espacio tam bién para aquellos que sólo
sanado y ser liberado. Podem os aprender a perdonar, porque hem os sido saben hablar de su tenaz persistencia en una esperanza que no se atreven
perdonados. Fuera de la experiencia de Dios, estos verbos, en últim o a esperar y de las injusticias que han destrozado sus vidas.
Parte IV:
La experiencia de Dios de Israel
“ la salvación regalada por Yahvéh a
los desesperados y esclavizados en la
liberación de Egipto, esta misma salva­
ción con las mismas características, se ha
realizado definitivamente cuando Dios
ha resucitado a Jesús, aun cuando su
plenitud esté todavía por llegar
1. C O N SID ER A C IO N ES HERM ENÉUTICAS

Igual que toda otra historia, tam bién la historia de Dios con los hom bres
se ilum ina desde su fin. desde su plenitud h a d a la cual ha sido encam i­
nada ya en su inicio. Para los que creen en Cristo, el inicio es la historia
de Y ahvéh con Israel y su plenitud es el acontecim iento pascual. Para
nosotros esto significa en p rim er lugar que sólo podem os leer al A ntiguo
T estam ento desde el Muevo, en la fe que nos ha sido regalada por el Es­
píritu Santo y cuyo contenido consiste en que en la cruz y la resurrección
D ios se ha convertido para Jesús - y por eso tam bién para nosotros - en
el Padre que d a su propia vida a los crucificados con Cristo y com o él.
Por esto, en nuestro hab lar de Y ahvéh, el Dios de Israel, no podem os
hacer o tra cosa que partir de la identidad de Y ahvéh con el Padre del
C rucificado y Resucitado. Este punto de partida implica que desde el
principio estarem os com prendiendo la experiencia de Dios de Israel tri-
nitariamente. En lenguaje sistem ático podem os d ecir lo m ism o así: sólo
el D ios tripersonal puede ser eL Dios «por nosotros» - el Dios por los
hom bres todos. Ya hem os visto repetidam ente que una relación mutua
entre D ios y los hom bres - y, por consiguiente, tam bién entre Y ahvéh e
Israel - es pensable sólo si Dios es trino.
A qui se impone una pregunta difícil: si partim os desde este presu­
puesto ¿podrem os todavía oír lo que Israel quiere decim os? Si contesta­
mos qu e. después de todo, tam bién para la iglesia el A ntiguo Testam ento
es palabra de Dios, sólo habrem os logrado trasladar el problem a a la
m etodología. Lo único que cam biará es la pregunta que se convierte en:
¿cóm o podrem os, desde nuestra propia experiencia trinitaria de Dios,
dejar que el A ntiguo T estam ento nos hable de suerte que realm ente cap­
tem os su kerygma*? La clave ha de ser la posibilidad real de hablar del
Dios de Israel de m anera que el anuncio del A ntiguo T estam ento, tal co­
m o quiere ofrecerse a sus oyentes, pueda resonar en nosotros; a la vez
que pertenece a esta clav e la conciencia de la particularidad de nuestro
hablar y oír cristianos.
La Sagrada E scritura de Israel se convierte para nosotros en el «A nti­
guo» T estam ento cuando, en la experiencia de la fe suscitada por el Espí­
ritu, hayam os entendido que esta Escritura se ha «cum plido» en C risto y
q ue Y ahvéh es el Padre de Jesús. Esta experiencia nos m otiva para abrir
el «A ntiguo» T estam ento y para preguntarle cuál es la experiencia de
Dios que llena sus páginas. Sólo a alguien que le pregunte desde su pro­
pia experiencia de D ios por su anuncio, el Libro contará la experiencia de
D ios que los m uchos hagiógralbs de Israel han consignado por escrito.
276 D i o s i:n m e d i o d i: n o s o t r o s IV . L a e x p e r ie n c ia d e D ios d h Js r a e l 277

D esde este punto de vista, no estam os acercándonos al A ntiguo Tes­ C rucificado y Resucitado. Se adentra en ella y puede desarrollarse en
tam ento con un preco n d ic¡criam iento cualquiera de] que podríam os nuestra propia experiencia de fe cotno en el espacio vital que le corres­
deshacernos si sólo llegáram os a Placerlo debidam ente consciente, sino ponde. La interpenetración de las dos experiencias no es algo que noso­
q ue las preguntas que hagam os al A ntiguo Testam ento serán afínes a s t tros inventam os, sino que tien e su fundam ento en el único Y ahvéh quien
kerygm a. porque lo interrogam os desde eí kerygma cristiano. Más alfa de en el E spíritu se da a conocer com o el Padre de Jesús. Esto significa que
esta afinidad o correspondencia, sin em bargo, nuestra reflexión nos hace podrem os aprender de Israel y que se nos perm ite profundizar nuestra
caer en la cuenta de la diferencia fundamenta] entre la interpretación ju ­ propia experiencia de fe al aprender a conocer la suya.
dia y cristiana de la Escritura. La una y la otra tienen su origen en una M ientras preguntem os por la experiencia de fe de Israel desde lo más
experiencia de Dios diversa en cada caso; y ía una y la otra son v erdade­ profundo de la nuestra propia, por consiguiente, no correrem os ningún
ras en la m edida en que expresan fielm ente su propia experiencia de riesgo de le e ru oír su anuncio equivocadam ente, poniendo en el A ntiguo
Dios. La ahrm ación de que la experiencia cristiana del Dios tripersonal T estam ento contenidos que no son suyos y que no nos sabe explicar. Esto
recibe dentro de sí tam bién la experiencia que Israel hace con su Dios, de m ás profundo de lo que hem os de partir es el conocim iento que se expre­
suerte que las dos experiencias de D ios no puedan ser sin más p aralelas1, sa en la fórm ula narrativa del N uevo Testam ento: que Dios es aquel que
n o puede hacerse de antem ano, sino que brota sólo de la aceptación cre­ en la cruz de Jesús se lia convertido en el Padre de un C rucificado; aquel
yente de] acontecim iento pascual. que m uestra su ser-Padre recibiendo a los crucificados en su propia vida.
En cuanto que toda experiencia de fe es experiencia de Dios. siem pre El hecho de que nos acerquem os al A ntiguo T estam ento desde este
y en cualquier lorm a sólo puede ser experiencia del único Dios; del mis­ núcleo del kerygm a neotestam entario determ ina el m odo de nuestro inte­
m o Dios que ha ido cam inando con Israel por un cam ino largo y doloroso rrogatorio. Preguntam os por la relación de Israel con su Dios ; por lo que
en el que sigue perseverando; y del Dios que en Jesucristo quiere d escla­ Y ahvéh hace por Israel; por su am or inexplicable a este único pueblo que
v a r a Israel y a todos los hom bres de la cruz de su historia de desgracia2 — tan a m enuda es m iserable y resistente (D t 7 ,7 -9 ; 9 ,5 -6 )5; por el am or de
particularm ente de la cruz de la larga historia de desgracia de los cristia­ Dios que es tan grande q ue D ios llega a ser celoso de Israel; por la “his­
nos con Israel'. Dios quiere ser uno en todos y esto d e suerte que su u n i­ toria increíblem ente hum ana de un m atrim onio, en el que Dios, el am an­
dad y unicidad sane a form a de ser de este mundo4. te, es abandonado y traicionado'"' y aun así sigue desbordando de m iseri­
La experiencia de Dios de Israel lorm a parte de la nuestra propia, cordia (Ex 3 4 .6 -1 4 ); o bien por la relación de Yahvéh a su prim ogénito
porque la historia de Yahvéh con Israel se ha cum plido en la historia del (Ex 4,21 b—23; Is 4 3 .1 -7 : Jr 3,19) a quien no puede abandonar y quien
p o rta su nom bre, al igual q ue los niños portan el nom bre de su padre .
t. N. Lohlink, Der Begnjf «Bund» tn der bibfrschen Thsoiogie, en N. Lohftnk v E. Preguntam os tam bién por la respuesta de Israel. Si dejam os que las im á­
Xengcr, Der Gcrtl hraels und die Icltcer, SI3-S 154, 1994, 182, considera una representación genes del A ntiguo T estam ento nos cuenten sus cuentos, encontrarem os la
semejante un «exceso do planeación del paisaje histórico -salvífico».
entrada al «corazón» (2 1?) de Israel y de Y ahvéh"; el acceso a su interio­
2. N. Lohlink. Der memuts gekiindigte Bujid, Herder, Freiburg-Basel-W ien 1939,
I04s., habla de “dos camincis". el de fsrael y el de las cristianos. Si es Dios quien camina ridad m ás profunda, en la que se configura y se decide su relación mutua.
cor. ins unos y con ios otros, solo puede ser un L'amiro de salvación para ambos. Pero: "En
la dualidad de los caminos hay tanto sufrimiento, culpa y miseria; por esta dualidad la ala­ 5. P. I). Miller. Deuteronomy. John bLnox Press, Louisville 1990, 112, comenta acerca
banza de Dios en su creación es 1an difícil que el chama tiene que seguir. Debe haber una de l)t 7,7: “Una expresión clave en el argumento es la frase 'poner su amor en’ (hasaq).
salida de esta situación" l[>8s. Este verbo se usa para el Inerte deseo físico de un hombre por una bella mujer. El texto
3. N. Lohfink. ib ídem, représenla esto de manera impactanle o bien, como el lo llama indica, por consiguiente, que el S eío r tiene este fuerte deseo por Israel [...] . Cuando el
(.dramática*, en las. dos imágenes de mujeres que se encuentran en los portales de las cate­ autor prosigue qnc se trata de un amor «irracional» está sencillamente diciendo que no hay
drales góticas. Aquí la mujer orgullosa llamada «[glcsia», allí la mujer quebrantada \ razón aleona por el amor de Yahvéh a Israel.
excluida llamada «Sinagoga», con los ojos vendados, aunque todavía marcada por la belle­ 6. N. I.ohlink, Das Aire TesJament undsein Monatheismus en D. Bader (ed.), Der eine
za y dignidad que lees propia En estos portales se admite la dualidad de la realidad históri­ C’jíj und der dreieme Go’C, Schnel] &. St einer, München—ZÜSrich 1983,45.
ca, Nos llega más porque es menos abstracta: no dos caminos, sino dos mujeres [...]. La 7. L.. Alonso SchSkel, Dios Pudre. Meditaciones Bíblicas, Sal Terrae, Santander 1994,
situació.i meramente transitoria de la dualidad está atrapada en la piedra y es declarada 29s.
eternamente válida —al costo de una de las mujeres, de la excluida”. ]C9s. 8 II. W. WoLff, Antropología del Antiguo Testamentó, Sígueme, Salamanca 1975, 6 3 -
4. \ Lohnnk y E. /Cenger. Theoiogische Relevan?; Die Dramatik der Bundesge- K6. El AT no sólo habla del corazón de la persona individual, sino también del corazón de
schrcPne, en Der Golf ¡xraeis und die Vófker [nota 1], IS4. Israel <Os 4,13 ] y del corazón de Yahvéh (ls 63.4; Ir 34.21).
DlOS l'.N V1EDIO HE NOSOTROS IV. La experiencia i>i : Dios de Israel 279

N ecesitam os dejam os absorber por el esfuerzo de llegar a escuchar la después de ía resurrección \ La actitud de escucha frente a las narracio­
respuesta de Israel, porque sin nuestra disposición interna a escuchar, el nes del A ntiguo T estam ento es tam bién la actitud del judaism o rabínico,
Israel del A ntiguo I estam ento no puede contar desde su «corazón». en el que se le agrega la escucha de la instrucción de la haggada. la m ­
lam b ién estas form ulaciones deben ser precisadas todavía: no existe bién allí el punto de partida es la experiencia de Dios que se narra y que
sólo una sola relación a D ios de Israel, ni una sola experiencia de Dios o puede ser com prendida y asim ilada únicam ente e:i la propia experiencia
una sola respuesta de Israel a nuestras preguntas, sino que hay varias narrada a su v ez1'1. De esta m anera, ju d ío s y cristianos pueden com partir
relaciones, experiencias y respuestas que han surgido en las diversas una m ism a actitud aunque n o com partan una m ism a experiencia de Dios:
épocas de la historia d e Israel y que han recogido la confesion de fe de los unos y los otros narran eí am or de Dios a los hom bres, particular­
diferentes generaciones1 . Si esto es así, no sólo nos incum be tom ar en m ente a Israel1'. Por esta razón no necesitarem os desarrollar tem ática­
cuenta las diferentes respuestas a nuestras preguntas, sino que debem os m ente que Israel es anuncio d el Hijo Jesús y que tanto el am or de Dios a
buscar tam bién lo que las une entre sí para que podam os hablar ju stific a ­ Israel com o el papel de Israel ante las naciones encuentran en Jesucristo
dam ente del «corazón» de Israel que es uno solo. Hay algunos rasaos de su explicación últim a - aunque podrá ser perm itido recordarla m uy de
los que podrem os valernos en nuestra búsqueda, p. e. la exigencia exclu­ v ez en cuando al m odo de un «postscriptumy- sugerente.
siva de Y ahvéh31; la confesión siem pre sostenida de que Yahvéh es un Una de las im ágenes para la relación de Israel con Dios es la «alian­
Dios que actúa en la historia de su pueblo, es decir, que m antiene una zas). una palabra que tiene en el A ntiguo T estam ento los significados más
«relación» m uy concreta con Israel; y la disposición de Yahvéh a p erdo­ diversos. En tiem pos de Jesús, esta palabra era, en el m odo de hablar
n a r que se enfatiza en las capas más diversas de los te x to s12. ju dío, im portante y autoevidente a la vez 6 y desde Jr 3 1 ,3 1 -3 4 , la pro­
AI escuchar atentam ente las respuestas de Israel, estas se convierten m esa de una nueva alianza, llegó tam bién al N uevo I estam ento (M t
tam bién para nosotros en kerygm a y testim onio. C uando esto suceda será 26,28; Me M .24: Le 22,20: I C ar L1,25). La palabra «alianza» tam bién
superfluo em peñarse en buscar en el A ntiguo T estam ento unas prim eras ho v es una •(•«cifra de comprensión)} en el diálogo judío-cristiano De
huellas de la revelación de la Trinidad, porque todo lo que el A ntiguo nuevo, lo que las diferentes com nrensiones de esta cifra tienen en com ún
Testamento puede contam os siem pre es ya el am or del Padre a su Hijo es que la palabra interpreta la historia de la salvación que Dios en su
Jesús-lsrael, un am or del que el Espíritu d a testim onio en los profetas y am or lleva a un grupo de p erso n asls. Por consiguiente, tendrem os que
aclarar en un apartado especial cóm o la imagen de la «alianza» puede ser
em pleada de m anera que form e una bóveda que se extienda sobre dife­
9. W. Zimmcrli. Gott tn der Verkündigimg der Propketen en La noiion bibhque de rentes grupos de textos, a la v ez que nos proporcione una clave de com ­
jJfeu, Leuven University Press, Leuven 1976, 127, afirma esto mismo respecto a los profe- prensión para la experiencia d.e D ios de Israel por la que querem os pre-
las y pregunta: “¿Dónde hay ei anuncio prote!ico*3’". S. E. Gülinehiam, Tire Poems and
Psaims of rhe Hebrew Bible, Ihe Oxford Bible Series, Oxford University Press, Oxford
.994, 270-274, destaca también varias teologías al interior de! salterio, en el que se reflejan 13. N. Loliíink. Das Alie TesJament urrdsein Jkfoncfhejsjnus [nota 6], 46, escribe lo si­
los grandes cambios culturales en di leíanles épocas históricas. guiente "Me r>arece perfectamente superíluo buscar en el Antiguo Testamento unos tema­
10. J. Coppens, Le natrón véféroiesiamenfüire ¿fe Dieu. Posilion du prob/éme, en La rios para descubrir en ellos las primeras huellas del conocimiento de la I rinidad. La revela­
noiion bibüque de Dieu, o. c., 63s., distingue 5 etapas en la formación histórica de la fe ción de la Trinidad va acontece en el Antiguo Testamento, sólo que está en la estructura
veterote stamen tari a: I. la de las tribus nomádicas. 2. la de la organización de fas tribus y de misma de la revelación, en la que la historia de Dios se entreteje con la historia de sus men­
las aspiraciones nacionales; 3. la de los reinos J u d ie [srael, donde la fe se orienta politica­ sajeros y se orienta hacia una historia compartida con el pueblo de su amor” .
mente y e s ligada a Ja dinastía david:ca;4 la de los profetas: y 5. laposte>ilica. en laque la 14 TC, Neudecker. Die visten Gesichter des einen Got/es. Zur Gotteserfahrung
confesión de le está más fuertemente mareada por la experiencia personal. La influencia de ¡tn rabbmischen .htdemum, en Der eine Gott und oler dreieine Gott [nota 6], 86s.
la experiencia personal se nota también en los salmos. Hay un consenso entre los especia- 15. Ibid., 89-92. Durarte el camino p o t c I desierto. “ Dios no sólo cargó con los servi­
Jista.-. en que la revelación de Dios a Moisés establece un gran inciso en [a tradición hebrai­ cios de un padre para con sii hijo - cargaba a los israelitas como un padre carga a su niño
ca y que es inseparable del éxodo. 65. sino también lomaba sobre si los servicios que corresponden a un esclavo: los lavaba y
11. J. Coppcns. ibid.. 66. vestía, Íes cal/aba las sandalias, caminaba delante de ellos e iluminaba su camino; mientras
^ ^ Coppcns escribe sobre los profetas; "aún en sus amenazas más fuertes recuerdan ellos dormían, el velaba-’. 90. Citas rabinicas ibid.
más de una vez [...] que Yahvéh sostenía su misericordia y quedaba dispuesto a perdonar”, 16. N. Lohfink. Der niemuh gekündrgte Bund (nota 2\, 13.
ibid.. ó8. Hsta comprensión ha marcado también la releclura eloísta de la historia vahvista, 17 lh.it! . 13-15.
ibid., 69. Encontraremos este rasgo en la interpretación de Ex 34,6-14-. 18 Ibid . 17.
Dios en m e d i o d e n o s o t r o s IV. L a e x p e r ie n c ia di -: D ios d e Is r a e l 281

guntar. N o obstante iodos los problem as exegéticos e histórico-crí ticos - 3. Estos dos criterios de Trabajo conducen, precisam ente en la histo­
y aunque no pueda ser dem ostrado que haya habido desde los com ienzos ria de Y ahvéh con Israel, a la acentuación del m isterio"1 del am or ilim i­
de Israel una «alianza» que lucidamente toda la experiencia de D ios,J — tado de Y ahvéh y de su santidad, la que no se m anifiesta en la lejanía
q ueda el hecho de que la im agen de la al anza nos da el acceso al corazón sino en la búsqueda incansable de su pueblo infiel en la que lo reclam a
de Israel"' para sí (Lv 2 2 ,31-33).
D esde aquí podem os reforrnular nuestros tres criterios de trabajo: Estos criterios de trabajo son sim ultáneam ente indicios m etodológi­
i. Partim os de la experiencia de fe que surge del encuentro de Israel cos de los que podem os desprender el modo concreto de nuestro pregun­
con su Dios. Esta experiencia es siem pre nueva a la vez que sigue siendo tar p o r la experiencia de Israel. Hay que aclarar prim ero de qué m anera la
la m isma: así se convierte en el lazo entre las diversas generaciones de la teología bíblica puede hablar legítim am ente de una alianza. La delim ita­
única historia de Israel, porque da testim onio de que Y ahvéh ha entrado ción de nuestro hablar de la alianza ha ce fundam entar la aplicación de
en una relación irrevocable con Israel2 . El sujeto de esta experiencia es los criterios de trabajo y su precisión. D espues intentarem os ilum inar la
la com unidad de Israel y en el prim er plano está la form ación de una co ­ experiencia de D ios de Israel a partir de las diferentes fórm ulas de alian­
m unión hum ana participativa (Ex 20 ,1 -1 7 ; Dt 5 ,1 -2 1 : 10.12-22). En su za. En este paso tendrem os que fijarnos en los tem as que aparecen en
experiencia de la prom esa de Yahvéh y de su fidelidad a la alianza, cada conexión con las fórm ulas de alianza y buscarem os m ostrar cóm o estos
generación de Israel experim enta nuevam ente su propio ser-pueblo para nexos y contextos ensanchan la perspectiva histórico-salvilica de la expe­
Y ahvéh. La experiencia de fe de Israel está vinculada con acontecim ien­ riencia de fe de Israel. Al hablar de las fórmulas de alianza y de sus co n ­
tos históricos, particularm ente con la salica de Egipto textos tendrem os que averiguar igualm ente si no hay tam bién en el A nti­
2 El A ntiguo T estam ento cuenta lo que Y ahvéh hace por su pueblo guo T estam ento fórm ulas narrativas que pudieran ser em parentadas con
q u erid o ", y lo cuenta con un pathos extraordinario, virtiendo en palabras la fórm ula narrativa de! Muevo Testam ento «el que resucitó a Jesús de
la arectividad protunda que brota del corazón de Yahvéh y del corazón los m uertos», y que pudieran tener que ver con el nom bre de Y ahvéh. En
de Israel (Os 11,1—4 ; Is 31.. 8-20; 4 3 ,l- 7 ) 2'. N arra la bondad y m iseri­ un tercer apartado querem os desarrollar program áticam ente la relación
co rd ia de Y ahvéh, su fidelidad inquebrantable, y el poder con el que libe­ entre Yahvéh e Israel analizando Ex 34,6—14. y en un últim o apartado
ra a su pueblo. Pero narra tam bién su exigencia d e que sea el único para rastrearem os la experiencia de Israel en los textos en los que Y ahvéh es
Israel, la infidelidad de Israel, Los celos de Y ahvéh y el juicio. sujeto de la form a qótel del verbo xhacer, crear» (UpU). La función de
este últim o apartado consiste en hacer m ás plástico y concreto lo encon­
trado en los anteriores. La función y la im portancia de la form a qótel
tendrá que explicarse más adelante.

19. N. Lchfink, Der Begrlff »Bund« ir. der bibiischen i'heclogre (nota t|. 32—35.
¿O. Esla imagen "liga varios temas decisivos do las Escrituras bíblicas [...] y, en cuanto
que designa al decálogo o a su primer mandamiento, evoca el núcleo de la relación con
Dios", ibid.. 34. 2. LA COMPRENSIÓN DE LA ALIANZA
21. B Audradc, Encuentro con Dios en la kislorra, Sígueme. Salamanca 1985 203—
206.
- - - Esto csiS particularmente claro en el Den tero noniio. En general se liacc una afir­
mación con verbos sobre la actuación de Yahvéh o sobre su exigencia. Quién es Dios en Con el co rrer de los años, el m étodo historie o-crítico ha conducido a una
Israel se o p r e s s al describir lo c|iki liacc per Israel. N, Lohfmk, Goit in Such Deutercno- unilateralidad que im pide q ue los textos bíblicos puedan hablar ellos
mitrm, en noiion biblique tJe Dieir |nota 9], 1 13. El hecho de que se trata de una relectura m ism os en su totalidad y dar a entender su intención teológica. Se les
de anteriores experiencias de Dios de Israel se ve en que tal “reducción histórico-sal vi tica",
coma se expresa l.ohlmk, es expresión de una selectividad teológica rigurosa, ibid.
23. L. Alonso Seltókel | rióla 7 |, 25-55, subraya este aspecto una y otra vez. J. F A. 2A. Hay una tensión particular en. la confesión de fe de Israel que viene del hecho de
Sawyer, Prophecyand the Bibhcaf Prophets, The Oxford Bible Series, Oxford University que también en la li staría se sigue imponiendo el misterio de Yahvéh. “Yahvéh nunca es
Press, Oxford 1993 . 53-56. encuentra el lenguaje emotivo sobre todo en relación con el absorbido por esta historia de n od o que se hiciera palpable en sus éxitos”, W. Zimmerli,
verbo «eligira. con la evocación del «matrimonio» entre Yahvéh e Israel, y con las imáge­ o c. [nota 9], 129. Tampoco se puede deducir <íc los fracasos históricos una comprensión
nes de Dios como madre, esp. Jr 31,20. de Yahvéh, ibid.. respecto a A m 3,2.
282 D io s f n m e d io d e n o s o t r o s [V. L a l x p k r ih n c ia d i : D io s ni-: Is r a e l 283

Iía ce r preguntas históricas com o, por ejem plo, la pregunta por la versión cum ple con una función m u y concreta: la d e interpelar a una sola com u­
más antigua y m ás original, a las que a menudo responden con escasa nidad de oyentes, el p u eb la creyente en cuanto unidad de las diferentes
in form ación histórica"5. T anto los textos com o las personas contestan de «.ene rae ion es de o y e n te s 1. Si es así, ya no se trata de varias alianzas, sino
la m ism a m anera en la que son interrogados. De ahi surge la pregunta: 1 del “ desdoblam iento y d e la actualización de la única y siem pre renovada
¿en q u é consiste propiam ente la tarea del in té r p rete: en la investigación alianza del Sin a i’02. Debido a que, para nosotros, el canon abarca el A n­
de la historia detrás de Tos testos o en la búsqueda de la afirm ación de fe tiguo y el N uevo T estam ento y que así form a unidad, hay que averiguar
de los textos ta les cuales sonV'" Jil interés dom inante por la historia d e-^ ¡«ualm ente cuál es la form a que la síntesis canónica de las afirm aciones
los textos ha conducido a urTestudio diacró n ico '7, m ientras q u e hoy se sobre la alianza tom a desde el N uevo T estam ento3' .
está insistiendo en la necesidad de una lectura sincrónica de la Escritu­ U na lectura sincrónica del canon com o unidad ofrece, adem ás, la po­
ra 28. sibilidad de leer la E scritura com o un texto continuo3'1. De esta m anera
La lectura sincrónica cristiana del A ntiguo Testam ento no sólo está podrá superarse el tratam iento fraccionario de textos aislados, en el que a
en conform idad con el tradicional m anejo ju d ío de la Escritura, sino que m enudo se arrancan enunciados de fe de su contexto y se separa lo que
tam bién parte de la unidad de la Escritura, es decir, del canon en su to ta­ debería verse en conjunto dejando fragm entos independientes \ Tam bién
lidad- . Este hecho nos da una prim era indicación para nuestro acerca­ esta consideración es esencial para nuestro planteam iento desde la expe­
m iento a 3a palabra «alianza». Hay que preguntar por el papel de la alian ­ riencia de fe de Israel
za dentro de !a unidad del canon. U na decisión canónica consiste en c o ­ Tanto la palabra hebrea n n z com o el vocablo griego correspondiente
locar un determ inado tem a del kerygm a en el prim er plano, de m odo que 8icc©íita| no sólo significan «contrato», «pacto» o «alianza», aunque estas
llegue a jugar un papel importante para todo el canon. La palabra « alian ­ acepciones se encuentren a través de todo el D euteronom io'6, sino que
za» ocupa de liecho tal lugar destacado10. Los enunciados canónicos so­ tienen principalm ente la acepción de «obligación» o «vínculo», a m enu­
bre la alianza form an una síntesis de los enunciados m ás antiguos sobre do tam bién de «juramento:-)-.. La palabra no solam ente pertenece al len­
la alianza y asi unifican las teologías de la alianza del A ntiguo Testa­ guaje técnico teológico, sino que también form a parte del lenguaje de
m ento tan diferentes entre si com o la teología deuteronótnica, la profética todos los días57. Al lado del cam po sem ántico obligación, vínculo, ju ra ­
o la sacerdotal. Esta síntesis se encuentra ya en el Pentateuco, donde mento hay, sin em bargo, un segunda cam po, en el que las relaciones de

25. íl. Drewermann, TiefenpsycMogie und Exegese ¡, Walter. Olten-Freiburg i. Br.


VJ'íH). afirma que es sabido que el método histói ico-crítico ni es n: puede ser un modo 31. Ibid.. 37.
de nccnurclación teológica adecuado para los textos bíblicos, pero que no se hace lo sufi­ 32. N Lohfink y L: Zenger, Theoiogésdie Relevara: Die Dramatik der Bundes-
ciente para corregir su uní ¡ate ral idad. Desde hace más de ICIO años, la interpretación de la geschi chle |nota 4], 1
Escritura se ucupa de una sola presunta: -cuál es la realidad histórica cr. las diversas tradi­ 33. N. Lold’.nk, Der Regriff i>Bund« in der biblischen Tfíeologie [nota 1], 30s.
ciones y redacciones y cuáles son las condiciones históricas que han. formado las diferentes 34. R. RendtorlY, o c. [rota 2c j, LS.
inler ciones de expresión? Según este autor, ésta es la más superficial de todas las presuntas 35. Como sucede, por ejemplo, con la creación y la alianza en el yahvista (cf. Ex
que pueden hacerse a un texto religioso. Per más que el méledo histórico-crítico y sus re­ 34,10) o con la creación y el éxodo en la Uenle sacerdotal (compárese Gn 1,1—2,4a con Lx
sollados merezcan nuestro respelo, queda claro que este camino es una reducción herme­ 6.2-8). Precisamente estos testos los designa k . kcch, o. c. [nota 28], 462-467, como
néutica y que puede arrojar resultados teológicamente tal sos. fundamentales para la compreasión de la fuente sacerdotal.
2?>. R. R.endtorft. Dtc j>Bundes/cr¿neU<. Erne exegphsch-theoioghche Urrtersitchung 3C«. lin todo el Dt la relación entre Israel y Yalruéh se encuentra expresada en Jornia de
SBS 160. 1995. 12. un contrato, N. Lul’.link. Gou inr Buch Deuteronomium ¡nota 221» 111. Precisamente la
27. Ibid., 12. 14. interpretación de la relaeiór. existente desde antiguo como un contrato que abarca todo
28-. <_. J. Labuschagnc, Ve ve Wege und PerspeSuiven in der Peti tal euchjors chung, VT puede considerase como la real novedad de 3a teología del Dt, ibid., 112.
36<]9S5K 14-9: Deberíamos insistir en fijamos en el texto tal com o se presenta en su for­ 37 N. Lohfink, Der Begrijf »Btrnd« in der ¿ibiischeti Theologie [nota 11, 24s., designa
ma histórica final, sin volver a preguntar inmediatamente por su proceso de formación, ha la palabra com o una cifra teológica secundaria interpretativa del pasado y del presente que
tarea principal de I?. ciencia bíblica histórico-crítica consiste en considerar al texto en sólo al final de la monarquía y durante el exilio adquirió mayor importancia. También M.
cuanto texto ; en el mismo sentido k . Koch, P - kein Redakíort Erinnerung an zwei We iríle Id, herir, ThWAT I. [Traducción: Diccionario Teológico del Antiguo Testamento 1,
FxkdatenderOuetfenscheidung, V T 37 ¿-49. Cristiandad. Madrid 1 9 7 3 ,7 9 4 -8 2 3 1, 784. subraya la imposición de una obligación, aunque
29. N. Lohfink. Der Begriff»Hunda ir, der bihíischen Theologie (nota. ] 1, 3Cs. luego delimite este aspecto diciendo que to riles sinónimo de ley y mandamiento (Dt 4,13;
30. Ibid.. 33. 33,9; ls 24,5 j.
284 D io s i :n m e d io i>r: n o s o t r o s IV . LA l:XI‘l RIKNC1A 1)1 DIOS DE ISRAEL 285

alianza so r ex presa bles com o am or, am istad, gracia, paz e tc .’^ Este se­ nunca es el objeto del anuncio contenido en los textos, sino el sujeto que
cun d o cam po sem ántico am plía la com prensión de la alianza con nn nú­ los Texios e v o c a r4 .
m ero de sinónim os tales como “re 17 (bondad), rrn'u (beneficio) y Ol.ro rasgo consiste en que la alianza designa a una relación entre
*.paz). Los sinónim os, a su vez, a memido se com binan en pares, no so ­ co n tratan tes desiguales. La alianza ha de ser de duración eterna (por
lamente en Israel, sino tam bién en la term inología de la alianza de otras ejem plo"ay'2? rr~ 3, alianza eterna) y las mas ce las veces es renovada, sea
culturas - de ahí la expresión tan frecuente r a s i "e n (bondad y fideli­ que haya sido rota, sea com o disposición anual'1"’. A sí tam bién la alianza
d a d )’ . Estas com binaciones no son sim plem ente una tautología, sino que de Bx 3 4 .6 -1 4 se presenta, dentro del contexto sincrónico, com o una
las palabras se explican m utuam ente. Los verbos típicos que indican el renovación de la alianza. Ni en los contratos de vasallaje, ni en la alianza
com portam iento de Israel, en el que confiesa la alianza y la guarda, son entre Yahvéh e Israel, la relación entre los dos contratantes em pieza con
"jZ>'Lr (seguir, observar, Ex 3 4 ,1 1), id* (recordar) y “ixj (guardar, cuidar. Ex ü T alianza propiam ente dicha, sino con las hazañas del rey o de Yahvéh
34,7; Dt y,9.12)‘n , igual que VlXf (escuchar, Dt. 6,4). En correspondencia anteriores a e lla 17. Aquí se insertaría la salida de Egipto45.
con la intención de inculcar la observancia fiel de la alianza, encontra­ Precisam ente por ser una clave de com prensión que interpela a todas
mos repetidas veces la expresión 'con todo el corazón y con lodo el al­ las generaciones israelitas com o a un único pueblo, la palabra «alianza»
m a’' 3*7 !ts?, Dt Ó.5)11. De esta m anera ya resulta todo un voca­ perm ite a la Escritura hablar de la experiencia de Dios de tüdos. Entonces
bulario fijo cuya presencia indica que se está hablando de la alianza, aun de¡a de ser extraño que no podam os presuponer un m ism o significado de
cuando el texto quizá no contenga la palabra «alianza):»42. la palabra en todos los textos, porque cada generación ha depositado su
T am bién la sem ejanza estructural entre los textos bíblicos de la alian­ propia experiencia en la cifra válida para todos. De la m ism a m anera,
za y les contratos asirios de vasallaje de los siglos VIII y VII es im por­ deja de ser problem ático el hecho de que las diferentes «alianzas», tales
tante para la com prensión de la alianza entre Yahvéh e Israel43, porque com o alianza de Abraham . alianza de David, alianza del Sinaí o alianza
las sem ejanzas pueden dar indicios para la interpretación de los textos de del M oab, no puedan ser alineadas la una después de la otra com o hechos
la alianza. Las alianzas suelen em pezar con una autopresentación del históricos49, porque ya no nos interesam os prim ariam ente por la histori­
S eñ o r44 (p or ejem plo los decálogos en Ex 20,2 y Dt 5,6). Una fórm ula de cidad de unas alianzas form ales. Los diferentes tem as que las teologías
autopresentación se encuentra tam bién en Ex 3 4 ,6 -7 . A! decir «autopre- veterot esta m entarías conectan con el hablar de la alianza, tales com o
senIación» debem os tener en cuenta que aunque se trate de un género prom esa, obligación y las hazañas históricas de J rahygh^a favor de Is-
literario, es decir, de una palabra hum ana vinculada a la cultura, Yahvéh r a e l^ S o d as form an parte íntegra de la experiencia d e fe51. ) u
i r ; Yiiv-' cih JQ ^ ¿or^o
45. \V. Zimmerli. o. c. |nota 9], 127 Una y otra vez, en el hablar de Dios, se oye a la
primera persona. Siempre cuando se habla en la tercera persona de Yahvéh, o en la segunda
33. VI Wcirtfeld, o. c., 7Í5. a d . está en et irasfonde que Yahvéh mismo fia hablado en la primera persona, 128.
39 Por ejemplo Gn 24.4<} o en el texto c a v e Ex 34,6 o bien “lairn rr“nn (afianza y 46. M. Weinfeld. o c |nota 3 7 |, 793: también N. Lohfink, Studien zum Deuterono-
bondad), Dt 7.9.1 2, otro texto cLave, ibid.. 7S7. miirm und zur deuteronomistischen Lileratur f, SBA B 8.. 1994-, 259.
40 Ibfcl..788s. 47. J. L'Hour, Die Etfrik der Bundesiradhion im Aífen Teslantenl, SBS 14, 1967, 15:
41. Ibid.. 789. “Al contrario, el rey ya había empezado a actuar antes de la conclusión de la alianza, cuyo
42. Como, por ejemplo, en Ex 34,6-7, donde aparecen «bondad y fidelidad» y el verbo prólogo histórico recuerda sus trechos pasados’1.
«cuidar», mientras que la palabra «aliarla» no se encuentra, hasta el v. 10. 48. Aunque estas, semejanzas sean “un fenómeno literario y teológico de lines de la
43. R. Miéhand. De la entrada en- Ccmaán at destierro en Babitonta. Verbo Divino, monarquía” del que no puede deducirse nada sobre una institución histórica de alianza en
Estella L^83. 130s. liste hecho tiene que ver con que Israel ahora comprende a Yahvéh Israel. N. Loh.fin.lc, Der fiegnff v8 und« in der biblisehen 'theologie [nota 1], 23, son indi­
como su protector poderoso, una ¡dea que. a su vez. se relaciona con ]a exigencia de adorar cios escogidos por el mismo Anticue Testamento para la interpretación de los textos.
a Valiveli corno a su único Dios y de la qte hablaremos más adelante. Cf. F. A sensio, 49. Ibid., 21.
Yahvéh y su Br/enla. AnGr 58. Roma 1953. ] 16. >0 ibid . 32: En el hablar de la alianza se entrelazan temas decisivos. “Por medio de la
44. Ibid , 13(3 De la írguradel Se flor poderoso arranca, bajo la presión de la cultura alianza am Noé y Abraham y por otras «alianzas» en el transcurso de la historia este hablar
asiría, la representación de la alianza comn un contrato. Un gran contrato da seguridad, cf. evoca la historia de salvación entera. Per medio de la perícopa del Sinaí y del Deutcrono-
IV. Lohftnlí, (¡ctr. im Buch Deuleronomuim |nota 22], LI4s. Sin embargo, después de la inio enlaza con la torah entera. Pnr Jr 3 0 - 3 1 y los textos paralelos se convierte en una pala­
ruptura del contrato, en el exilio, esta teología del contrato debía encontrarse con grandes bra clave de las promesas «<mesiánioas»: y en cuanto designación del decálogo o de su
dificultades, 116. primer mandamiento evoca el núcleo de la reíacrón con Dios".^
'P é & A ¿ X J A f Z D Ü A rrt ¿
^ ^ i C, &/\ S il
2S6 DlO.S 1 N MI-DIO DI: NOSOTlíOS ] v. La e x p e r ie n c ia de D io s d e Ls r a e i . 287

Sin em bargo, en últim o térm ino no es la «alianza» la palabra clave La relación de alianza entre Y ahvéh e Israel tom a la form a de una «so­
del A ntiguo Iestam ento que abre el acceso al canon en su anidad, sino la ciedad de contraste», de tina situación histórica de salvación social . El
palabra <ctorah» que estructura el canon veterotestam entario total'"’. Este significado de esle es que el nnevo orden social que se identifica con la
hecho suscita la pregunta por la relación entre La alianza y la torah. Según torah y sólo en este sentido con la ley, se encuentra religado - a causa de
las investigaciones de N. Lohfink. la alianza es expresión de la elección la interrelación entre la torali y la alianza - a la relación interior entre
de Israel y, por eso, privilegio de este único pueblo; pero no exisle una Y ahvéh e Israel, al «corazón» de ambos"'*.
elección sin el servicio de Israel, y este servicio tiene la figura de la to­ El entrelazam iento entre la torah y la altanza significa q u e.sólo Dios
rah . Por consiguiente, por un lado, la torah y la alianza no son separa­ puede hacer surgir una nueva sociedad: que ésta se form a a partir de la
bles entre sí v. por otro, la alianza aparece relacionada con la experiencia "m isma"relación de alianza: y que en la creación de esta nueva realidad
de D ios de Israel q je es característica de este único pueblo y por eso histórica Y ahvéh se ju eg a sil ser-D ios e tsrael su ser-pueblo. Por consi­
exclusiva, mientras q je , a su vez, la experiencia de D ios de Israel es un guiente. si querem os preguntar por la experiencia de Dios de Israel, he­
aspecto de la tarea concreta de este pueblo, es decir, la tarea de com por­ m os de preguntar por esta alianza, por m edio ce la cual, a través de la
tarse conform e a la torah, porque sólo así p je d e dar expresión a su expe­ torah, ha de acontecer la salvación en una historia de desgracia. El hecho
riencia de Dios. Si la elección de Israel, su alianza con Yahvéh y la torah de que to d o s los textos clave - para nosotros especialm ente Ex 3 4 ,6 -1 4 -
com o su servicio concreto, forman unidad experiencia! y si ésta desde el va se encuentran en el Pentateuco, o sea en la torah al interior de la to-
principio apunta hacia el m ando de las naciones, entonces no solam ente r a lv ’, nos confirm a que este acercam iento es acertado.
se co n serva el puesto especial de Israel, sino que Israel es cambien envia­ El planteam iento se averigua com o correcto tam bién a partir del N ue­
do a las naciones para ser testigo de Y ahvéh54. Por m edio del siervo Is­ vo T estam ento. La palab ra alianza por si sola r.o resum e el anuncio del
rael, la torah de Y ahvéh llega a todos los hom bres (ls 4 2 ,1 -4 ; 5 l,4 .7 ) Sj N uevo Testam ento, aunque se encuetr.re en la tradición de la últim a cena,
Esto nos lleva de regreso a la figura de Jesús o a Jesús-Israel. pero el serm ón de la m ontaña, el centro del anuncio de Jesús, es una in­
I am poco esto es todo: Jr 3 1 ,3 1 -3 4 habla de una “ nueva alianza” , p e­ terpretación definitiva de la lorah"'11 (cf. tam bién M t 5,17), el «program a»
ro lo que quiere indicar con estas palabras es el don de la torah com o el del Reino que depende d el servicio de Jesús y de su relación con su Pa­
nuevo orden social que ha de realizarse a partir de la salida de E gipto3” dre (M e 14,22-24 par.).
El hecho de que la «alianza» significa, por así decirlo, la interioriza­
5 1 Por eso es insuficiente el que M Weinfeld, o. e. [noLa 37], 793. le llame a la alian­ ción de la torah y asi la experiencia de Dios de Israel, se aprecia en su
za sinailica solamente nn instrumento que “ impone al pucMr una serie de normas legales” . vinculación con el prim er m andam iento del decálogo (Ex 2 0 ,2 -3 ; Dt
En ultimo término también la alianza del S:nai ha de entenderse a partir de lateofaría que 5 ,6 - 7 /’'. Lo im portante consiste en que el prim er m andam iento no sola­
le precede.
m ente precede a los dem ás, sino que, con su fórm ula introductoria sobre
t i Pentateuco es torah: los libros protélicos se presentan al principio y al finaí co­
la salida de Egipto y su explicación extensa, está claram ente separado de
mo comentario a la torah; los salmos son introducidos con un salmo sobre la torah (cf. Sal
1.2» etc., N. Loldink, Der Ik'grijfj »Bur.á« in der bibhschen Theologie |nota l|, 30. “En el los m andam ientos que Le stguen. Los m andam ientos sociales del decálo-
canon hebreo, la palabra beritn no enmarca ni coloca acentos para la interpretación de gru­
pos de libros enteros como lo liaee la palabra torah”, 31.
53. N. Lohfink y E. Zenger, ¡heclogische Refevanz... [nota4|, 179. 57. Especialmente en los pro tetas, el aeento está en la justicia social contra el ritualis­
54. también las naciones extranjeras han de participar en la salvación; por eso Israel mo, el materialismo y la idolatría. La justicia consiste en un “actuar justo a favor de los
se convierte en e. tcslisc de Yahvéh ante ellas, \V. Zimmerli, o. c. [nota 9], 130. oprimidos". J. F. A. Saivyer, 3. c [no:a23], 45s.
55. N. Lohfink y E. Zenger, o c., ISC. ÑS N. Lohfink, Der Jfegriff jB urdr in der biblischen Theologie [nota 1], 31, formula
56. N. Lohfink, Der nremais gekündigte Bu na (nota 2], 117, 119. t n su libro asi: “El nexo eon ta palabra clave be'ñh tiene la tunción de dar, dentro del canon, un hori­
Deis Jü disebe am Cbrisiemum. Herder. Freiburg-Basel-Wien 1987, Lohfink explica más zonte más amolio a Ij palabra clave torah”. És:a es la tesis de su investigación.
detalladamente: Mientras en los textos dei Antiguo Oriente la ayuda de Dios siempre se 59. C f ibid., 34.
dirige a algunos pobres aislados o a grupos más pj que ños [.. ], se trata acui de la salvación 60. N. Lolifi:ik. Der niemals geíiindigfe ti-jncl [nota 2 j, 119.
de un grupo global de la situación de miseria que le fue impuesta. Se trata realmente de ios 61. El primer mandamiento explica la torah como una clave hermenéutica. íiene la
pobres. La intervención de Dios no visa un alivio del sufrimiento que dejaría intacto el función de sacar a Israel de la multiplicidad de los mandamientos y de confrontarlo con
sistema cii cuanto tal [ . ], sino que los pobres son sacados dei sistema de empobrecimien­ Yahvéh, su Dios, N. Lohfink. El mensaje de fa afianza: el Deuteronomio, en J. Schreiner
to". i:>2s. (ed.). Palabra y Mensaje del Antiguo TesJamenJo, Herder. Barcelona 1972, 242.
28 S Dios en m e d io r>t n o so tr o s IV. L a íLxrt-Rie n c ía n i: D io s r>i- I s r a i : l 289

go liar de cum plirse porque Yahvéh e Israel están viviendo en una rela­ m antico relacionado con la alian za1’. De esta m anera se puede decir de la
ción exclusiva. S i la pertenencia mutua enlre eilos determ ina la impor­ fórm ula de alianza respecto a la alianza lo m ism o que de la alianza res­
tancia y la obligatoriedad de la torah, determ ina tam bién ias diferentes pecto a la torah: con su ayuda puede describirse la relación entre Yahvéh
afirm aciones sobre [a alianza. La alianza es una clave de com prensión e Israel de tal m odo que todas las generaciones de Israel reconozcan en
válida para lodo Israel, porque designa esta pertenencia mutua. ella su propia experiencia de D io s’*. Esto se liace particularm ente claro
Es la pertenencia mutua la que por Jesucristo tía sido abierta a todos en aquellos lugares del Deu te roño mió donde se dice que la fórm ula de
los hom bres - y no la alianza del S inaí1 por eso podem os aprender de alianza es válida '■lioy'', “ este día"”,, para todos ( n ri □'Tin, Dt 4,20; D'T’rt,
Israel una nueva com prensión del acontecim iento pascual A hora pode­ 26,17; 27,9; 29,12).
m os intentar una precisión de la relación entre Y ahvéh e Israel, es decir En Dt 2 9 .11-12 no sólo se usa la fórm ula de alianza com pleta,
de la experiencia de Dios de Israel, con la ayuda de la fórm ula de alianza.
“■pitra hacer hoy de ti su pueblo y ser él tu Dios, como te ha dicho y como
lio jurado a tus padres [.. |" (v. 12).

3. LA EXPERIENCIA DE DIOS DE ISRAEL SEGÚN sino que la pertenencia entre Yahvéh e Israel es al m ism o tiem po objeto
LA FÓRMELA DE ALIANZA de la prom esa y explicación de la alianza ( v J l) * 9 Por esta razón la fór­
m ula puede ser prolongada hasta el N T (Ap 2 L 3.7)71.
En casi todas las variantes de la fórm ula de alianza, la m eta - el «para
El térm ino ■«fórmula de alianza):" designa la expresión “ Yo seré vuestro que» - es expresada con una forma de «ser» ( írn ) ju n to con V «a, para»,
Dios f y vosotros seréis m i pueblo” y sus variantes. La secuencia d e los por ejem plo: n sb 1*7 íiT i^ , “ para devenir un pueblo para él” (Dt 4,20) o
dos elem entos puede cambiar"'1. C ada uno de ¡os dos elem entos tam bién bien ¡rrV íó T .’Vr, "seré para vosotros D ios” (Ex 6,7). En estas for­
puede aparecer solo com o, por ejem plo, en “ el que os ha sacado de la m ulaciones no se ha de traducir con «sen?, sino m ás bien con «devenir» o
tierra de Egipto para ser vuestro Dios” (Lv 22,33) o bien “a vosotros os « llegara, ser»: Yahvéh iüegará a ser el Dios de Israel - así com o tam bién
to m ó Yahvéh y os sacó de: crisol de hierro, de Egipto, para que fueseis el Israel llegará a ser su pueblo - en el transcurso de la historia que am bos
pueblo de su heredad" (Dt 4,20). Lo llam ativo es que la m eta de la salida viven ju n to s 71. Pero aun así, en este proceso de devenir, Y ahvéh y a es
de Egipto es nom brada ur.a vez com o el ser-D ios de Yahvéh y una vez ahora el Dios de Israel e Israel y a es su pueblo; esto es precisam ente el
co m o el ser-pueblo de Israel"4, pero am bas form ulaciones designan la contenido de la fórm ula de alianza. Yahvéh e Israel llegan a ser cada vez
m ism a realidad, puesto que Yahvéh quiere ser D ios para Israel, e ísrael más el uno para el otro"2.
h a de ser pueblo para ¿i. En el texto deuíeronóm ico (cf. Dt 7,6; 14.2) se En algunos textos, la fórm ula de alianza está com binada con una fór­
encuentra adem ás 3a elección de Israel p o r Yahvéh insertada en 3a fór­ mula de autopresentación o una fórm ula de conocim iento. Ex 6 ,2 -8 es
m ula de alianza1'4. RendtorlT ha m ostrado convincentem ente que la fór­
m ula de alianza, aunque no sea sim plem ente idéntica a ta alianza, se en­
cuentra en textos decisivos com o una explicación de la alianza de Dios (i7. Ibid., 19, 59. “La alianza de Dios con Israel, interpretada por la fórmula de alianza,
con Israel:’" y que, además, cum ple precisam ente en el Pentateuco con engloba y maréala primera época fúndanle de la historia de Israel, tal como ha sido trans­
mitida en ei Pentateuco”, 7 1.
una función estructural, que incluye la palabra -:calianza)) o el cam po se-
68. Cf. ibid.. SO.
69. Ibid..-15,56.
70. F. Asensio, a. c.. 212. En el v.3. la fórmula es aplicada a todos los pueblos; en el
62 N. Lohtink y E. Zenger. o. c. [nota 4], ] 8 I v j se refiere a los que creer, en Crislo: “Esla será la herencia del vencedor: yo seré Dios
63 R. R endtoffí o. c. [nota 26J. JI : I. L'Hour» o. c. [neta 47], 4 1 pura él, y él será hijo para /ni'.
64 R. Remiten If, o. c.. 27. TI. Cf. la tabla de las fórmulas en ES. RendtortT, o. c. |nota 26J, 94s. En Dt 29,12 el
65 Ilúd., ] I. 28. F Asensio, o. c, [nota 43], examina la fórmula de alianza histórica­ separa que» esj^ ip 5?. ibid., 4 6 ,5 6 .
mente desde el pumo du vista d i la elección y la llama un "binomio trascendental" que 72 La fórmula nunca describe solamente un estado y a existente, sino siempre un pro­
expresa la forma de la relación enlre Yahvéh c Israel, 207 ceso o acontecimiento per el que Yahvéh llega a ser el Dios de Israel e Israel el pueblo de
66 R. RendtorlT, o. c., 89.
Yahvch. sea en el pasado, el presente o el tutu re, ibid ,1 9 .
IV. LA HXPIRIHNCIA DI- DIOS Dli ISRAEL 291
290 D io s en m i - d io mi- n o s o t r o s

m uy llam ativo al respecto 121 texto em pieza en el v.2 con la fórm ula de de la actitud de alianza de Yahvéh. de su escuchar y recordar. No se dice,
autopresentación “ Yo. Yahvéh \ con el enfático que precede al nom­ sin em bargo, que ahora se trata de una nueva alianza; y tam poco se trata
bre que, respecto a las promesas patriarcales, es nuevo: Yahvéh (v.3). El de la m ism a alianza, sino de la misma actitud de alianza de Y ahvéh.
A estas afirm aciones sigue inm ediatam ente una fórm ula de conoci­
v.4 habla de la alianza (rp 'tt) con los oalriarcas. cuya finalidad era el don
de la lierra. Yalivéh ha oído los lam entos de los hijos de Israel (jtfpti.') y ha m iento: "y sabréis que 'Y o , Y ahvéh’ soy vuestro Dios, que os sacaré de
recordado (ID*} su alianza, es decir, la alianza con los padres (v.5). C on­ la esclavitud de Egipto” (v.7b). Dentro de la fórm ula de conocim iento
form e al cam po sem ántico que pertenece a la alianza, el «oír» y «recor­ aparece otra vez la fórm ula de autopresentación que cum ple con la fun­
dar» Je Y ahvéh es expresión de su actitud correcla de alianza. Porque ción de reem plazar el nom bre de Dios. El participio hifil «el (que los
Yahvéh tiene esta actitud, ha oído las quejas d e los esclavizados - no al está) sacando» (tí’V’ittn) se usa en sentido atributivo'*’ y pertenece al
revés. nom bre '‘Yo, Y ahvéh", de m anera que el nom bre de Yahvéh es literal­
L uego sigue otra vez la fórm ula de autopresentación ‘‘Yo. Y ahvéh ’ m ente «Y o, Y ahvéh, el (que los está) sacando». Com o tal es conocido
que ahora introduce la prom esa de liberación de la esclavitud (v.ó). Por cuando to m a a los oprim idos para si y llega a ser Dios para ellos.
A continuación, el v.8 recoge la prom esa de la tierra a los padres: la
consiguiente. Yahvéh es D ios en cuanto siente con los oprim idos y por
eso p uede oírlos, y que es ésta su m anera de ser Dios lo m uestra la salida tierra que Yahvéh había ju rad o dar a los padres ahora será dada a estos
de Egipto. En el v.7 se encuentra la fórm ula de alianza completa™: “ Yo esclavos, para quienes llega a ser Dios com o «el (que los está) sacando».
A esto sigue otra vez la fórm ula de autopresentación “Yo, Y ahvéh” . En
os tom aré para mí com o mi pueblo y quiero llegar a ser para vosotros
esta autopresentación y en este conocim iento de Yahvéh se expresa la
Dios". En la prim era parte de la fórm ula no se usa el acostum brado «lle­
gar a ser», sino el verbo «tom ar» (n¡??) con doble V «a. para»: “ tom ar para esperanza de la fuente sacerdotal en el exilio babilónico y hay que escu­
mí para pueblo” . Sólo en la segunda parte encontram os la expresión ‘l l e ­ char este texto ju n to con el relato sacerdotal de la c re ació n ''. Porque todo
gar a ser Dios \ La soberana iniciativa divina de Yahvéh consiste en que depende de Y ahvéh (cf. la expresión “ cielo y tierra” ju n to con el verbo
tom a a los oprim idos «para sí» que. según el contexto, todavía no son un S i l que se predica exclusivam ente de Dios, Gn 1,1), Yahvéh - y él solo
pueblo, sino sólo un grupo de esclavizados. Esta actitud explica el n om ­ - p u e d e * ser «el (que los está) sacando». Gn 2,3 explica otra vez la m eta
de la acción en la que Y ahvéh los «saca»: participación en el descanso
bre de Yahvéh y contrasta este nuevo nombre con el anterior Él-Saddav
(v.2). Sin em bargo, en su inexplicable preferencia por los pobres no so­ sabático de Dios, en la bendición y la santificación de la plenitud esca­
lam ente los tom a «para sí», sino que “ l ega a ser para ellos D io s ’, de tológica. es decir, ser acogidos en el m isterio de Dios.
Tnanera que el llegar-a-ser-D ios de Y ahvéh para e llos está unido no so- D ebido a que en Ex 6 ,2 -8 la prom esa de la tierra enm arca la fórm ula
lamecLl^a_la actitud de alianza ce Y ahvéh. sino tam bién a la liberación de de alianza, esta prom esa ha de ser entendida a partir de la posición cen ­
la esclavitud. El hecho de que Yahvéh es D ios - y cóm o lo es - sólo p ue­ tral de la fórm ula de alianza. La tierra es prom etida a aquellos a quienes
de ser captado p o r los desesperanzados en un hum anam ente inim aginable Y ahvéh ha tom ado com o pueblo para sí, y a aquellos para quienes él lle­
cam bio histórico de su situ ació n '5. ga a ser Dios. En esta tierra ha de habitar la «sociedad de contraste» que
O tra cosa es im portante: la m eta de la actitud de alianza de Yahvéh Y ahvéh esta creando para sí. El cóm o de este habitar está depositado en
ahora ya no es la posesion de la tierra, tal com o lo era para Él Sadday en la torah del Sinai. Ex 2 9 ,4 5 -4 6 repite lo m ism o expresam ente, de nuevo
su relación con los patriarcas. Al “ Yo. Y ahvéh” corresponde más bien la por m edio de la fórm ula de alianza: “ M oraré en m edio de los hijos de
Israel, y seré para ellos D ios” (v.45) ’. En el v.46 sigue de nuevo la fór-
liberación y por ella su llegar-a-ser-D i os para Israel. El texto subraya
Inertem ente que lo uno y lo otro son inseparables: am bos aspectos brotan
76. P. Jo Jan. Grcwtmaire de I Hébreu liiblique, Instituí Biblique Pontifical, R om e

73. Ibid.. 50. explicación de laeslindura de! texto 2 ls. 1965, 3 4 ls


7 7. K. Kach. o. c. [nota 2 8 1. 4 6 2 -4 6 6 .
7*1. Según las investigaciones de R. RendtcríT, ib iel., se encuentra aquí per Drimera v e z
en el Pentateuco. 7 8 . La noción del “poder” está explícitam ente contenida en el liso atributivo del parti­

75. N Lohlmk. Das Jüdhche atn Chrisierrtum |nota 56], 134: "Por eso se ve com o cipio. P Joiion, o. c., 342.
79. ‘D io s habita en m edio de los israelitas y en esto muestra ser su D ios. Esta afirma­
coherente que 'Yahvéh so l» obra la salida de les pobres del sistem a esclavízam e. El éxod o
ción continúa en l a frase de conocim iento t|uc termina en el anuncio de la salida de Egipto;
no puede ser logrado por los hom bres Io d o en la B ib lia está orientado a describirlo corno
al rínal se encuentra de nuevo la formula de autopresentación. También aqui tenem os las
Dios en mediu ide-: nosotros IV. La experiencia de- Dios ni; Israel 293

ínula de raí cop resen i ación en form a de nom bre “Yo. Y ahvéh. su Dios.” que es igualm ente utia fo m u rfc i n c u r a liw ' que relata la actuación divina
denlio de In fórmula de conocí m íenlo y se vuelve a m encionar la salida ju ndnntp W ;divchi os el que transform a la situación de los desesperanza- y
de Egipto, aunque esta vez sin el participio atributivo. En este texto, sin dos de todas las generaciones de Israel en una salvación que, en últim o \
em bargo, la niela de la salida es todavía otra: *'para m orar en m edio de term ino, consiste en que Dios está en m edio de ellos; y esto signilica que
e f ü i , . El habitar de Yahvéh en m edio de los israelitas da a conocer que Y ahvéli es aquel que am a a estos hom bres desde siem pre. ------ .------------ '
él es Dios . Precisam ente en eslo se distingue de las ridiculas fisu ras de Teológicam ente, esta form ula narrativa corresponde a la que había­
los ídolos Lv 19,4). £1 verbo para «habitar» no es sino p u \ m os encontrado en el NT: el nom bre del Padre de Jesús es “el que ha_
el J jerbo que es recocido en el fea•■cfiyooae.u de Jn 1,14. El habitar de resucitado a Jesús de los m uertos'’ (Rom 4,24; 8,11). Esta corresponden­
Yahvéh en Israel llega a su plenitud en el habitar de Jesús en m edio de cia aparece con particular claridad en la fórm ula con el participio atribu­
los hombres. tivo: Y ahvéh, «el (que los está) sacando», es Dios, «el (que está) resuci­
Llam a la atención la Irecuente y estereotipada com binación de la tando» - en am bos casos la fórm ula se construye con un participio .
fórm ula de alianza con la salida de Egipto*1. La experiencia de Dios d e D icho de otra m anera: La salvación regalada p o r Y ahvéh a los desespe­
Israel es inseparable de este giro histórico en la situación de los esclavi­ ranzados y esclavizados en la liberación de Egipto, esta m ism a salvación
zados. de m odo que la confesión de Yahvéh como e! Dios de Israel es con las m ism as características, se ha realizado definitivam ente cuando
idéntica a la confesión de que Y ahvéh solo es el cue libera a su pueblo82. Dios lia resucitado a Jesús, aun cuando su plenitud esté todavía por lle­
Con esto em pieza et llegar-a-ser-D ios de Yahvéh para Israel y el Elegar-a- gar.
ser-pueblo de Israel para Yahvéh. La liberación de Egipto puede ser reconocida com o salvación sólo
La fórmula para la liberación de Egipto se encuentra principalm ente cuando la ‘'chusm a"’ de los oprim idos llegue a ser - en y por ella - el
en dos versiones: en la fórm ula de autopresentación en forma de nom bre pueblo de Y ahvéh y Y ahvéh su Dios (o a fa inversa), porque únicam ente
ju n to con el participio atributivo: «Yo, Y ahvéh, el (que les está} sacan- en este llegar-a-ser-pueblo, en la unidad del pueblo para Y ahvéh, es p o ­
d o s (fn n a ri m rp sólo Ex 6,7 y Lv 22,33); o bien en la fór­ sible reconocer que Yahvéh ha llevado a cabo la liberación en torm a de
m ula de autopresentación en form a de] nom bre seguida por una oración salvación. Que es así se ve enseguida en el cam ino por el desierto, cu an ­
relativa. ^ o, Y ahvéh, su D ios, el que los ha sacado’’ do aquellos que habían de convertirse en el pueblo de Y ahvéh, vuelven a
(■’n x sin tip'íJ arTrí^íí ¡ r n ’ ':??). Esta form ulación la encontram os en Ex desintegrarse en una banda de rebeldes (Nm 1 1.4—6). Sólo en la p erte­
29,46; L v 25.13 y Lv 25.38. Dt 4.20 y 7 ,8 mencionan la liberación de nencia m utua entre Y ahvéh e Israel expresada en la tórmula_de alianza
Egipto después de la fórm ula de alianza, pero po r lo dem ás tienen una puede existir el pueblo único cu e c o n f esa en pnmunion:—.E scucha^ Is-
estructura m uy diferente. V olvem os a encontrar la fórm ula ju n to con la rael: ^ rrn^ tr o Dins. sólo Yahvéh^ (Dt 6,4). Aquí, com o tam ­
autopresentación y la oración relativa, sin em bargo, en el prim er m anda­ bién en el v.5, se acum ula el vocabulario de ta alianza, aunque no ap a­
m iento del decálogo, en Ex 20.2 y Dt 5 .6 . Estas incidencias m uestran en rezcan ni la alianza, ni la fórm uta de alianza (escuchar; am ar de todo
prim er lugar que la fórmula para la liberación de Egipto es realm ente una corazón etc.).
lórm ula para la experiencia de fe de Israel. En segundo lugar, se aprecia Por esta razón es autoevidente que sólo Yahvéh, él solo, puede ser el
D ios de Israel, y que Israel sólo puede ser el pueblo de Y ahvéh si ha de
ser un pueblo en unidad. Y ahvéh es literalm ente el pariente más__piQXb
eos fórmulas principales del lenguaje sacerdotal, junto con la fórm ula de alianza".
R. Rendlorff, o. c. [n o ta 2 6], 50.
íii>. CE también Lv 26.3-14 El y .9 se refiere claramente a la observación d e la alian za
pe i kahveli, Oíos prom ete liah:iar en m edio de Israel: a esto sigue la fórmula de al:an 7.?., 83. C . D ohm en, ¿kr Dekaloganfang und sein Ursprung, Bib 74 (1993), 193, piensa
ibid.. 2 4 . En el v. 12 .se vuelve a mencionar la salida de Egipto, sin el participio atributivo. que es m ejor hablar de una “representación tija" que de una fórmula. Sin em bargo, en vista
SI Ibid. Hk 6,6 s.; Lv 2 6 ,1 2s ; E x 2 9 .4 5 s.; Lv 2 2 ,3 2 s ; 2 5 ,3 8 : D t 4 ,2 0 . 7.6ss. de la form ulación lija de los tcxlos no es fácil apreciar la diferencia entre los dos. En todo
S2. “OI éx o d o la liberación de Israel de E gipto por Yahvéh en el inicio de su historia caso, la «fórm ula» tiene su origen en eJ decálogo.
c> el lema central, el único lem a, por asi decirlo, de la con fesión de fe vcterotes¡ 2 mentaría. 84. L. Al so no SchOkeL, o. c. [nota 7], 119. igualmente cayó en la cuenta de este para­
En e sle acontecim iento Y ahvch >a actuado de manera decisiva a favor de su pueblo", N. lelism o e integra las dos fórmulas la una -en la otra Y ahvéh - el que ha sacado a su pueblo
Lohfink, Das Jüditrche am Christeniujn [nota 5 6 ]. 132. de Eaipto. - el que ha resucitado a su 1lijo de los muertos.
D i o s ];n m e d io di v o s o t r o s I V . L a ICXII-ItlIiNCTA IDE: DlOS DI ISRAEL 295

ni o*'* de Israel, el que p asa rescate nfir su puehlo De esto se habla la í'tincióti de la forma qotel, y el cam po sem ántico de la palabra
de nuevo precisam ente en el contexto de la liberación de Egipto (Ex i o r (bondad, m isericordia).
15,18; Sal 77.16; ls 43,1). En el Deuteroisaías, el «pariente)’» se ha con­ G eneralm ente se tom a la form a qótel com o participio activo de la raíz
v en id o en el nom bre de D io se n los contextos más diversos*0. sim ple (qal) y se le atribuye un carácter doble: el de verbo y el de sustan-
No es posible deshacerse de una relación de parentesco que, aparte de tivoM, lo que - según K edar-K opfstein - no es correcto, porque existe un
las expresiones con g o ’e], tam bién puede ser descrita con la imagen del núm ero im portante de sustantivos formados según el patrón del qótel y
cuidado m aterno para con e] niño (O s 11,3-4; [s 49.15} - sólo se puede que influyen en e3 p articip io '0. Si la form a no se considera sólo en senti­
tratar de ignorarla o de olvidarla. Exactam ente esto lo hace Israel: es un do sintáctico, sino tam bién sem ántico, resultan transiciones de intensidad
pueblo de “dura cerviz (rn'l’- rny¡7“QlvX es decir, un pueblo que no inclina variable entre el significado verbal y el nom inal \ Las transiciones pue­
la nnca en adoración ante Y ahvéh, com o debería suceder en la postura de den ser fluidas en am bas direcciones, la nom inal y la verbal, o bien pue­
oración, sino que se queda parado con la nuca rígida ante sus ídolos, a den term inar en una función sustantiva o predicativa clara. Kedar-
quienes puede verles la cara trente a frente, porque Israel m ism o los fa­ K opfslein distingue nueve grupos d iferen tes'-; en los grupos desde el
bricó Es llam ativo que la expresión se encuentra sólo en el Pentateuco, y quinto h asla el octavo, la forma qótel seria idéntica al participio qal.
allí en el contexto de la liberación de E gipto y de la fabricación del bece­ D entro de esta división, en el sexto y el séptim o grupo, la form a qótel
rro de oro en el desierto (Ex 32,9; 33,3,5: Dt 9,13): ce la renovación de la adquiere el significado de u na actuación que sim ultáneam ente connota
alianza (Ex 34,9) y de la fidelidad de Yahvéh a su alianza hecha con los duración sin cambio y alguna determ inación tem poral93. E specialm ente
padres (D : 9,5; cf. v . l 3). Fuera del Pentateuco, sólo ls 48.4 y Ez 3.7 las form as qótel del grupo seis designan una característica o un m odo de
m encionan esta característica de Israel, de nuevo en relación con la ido­ actuación perm anente del sujeto, una propiedad tan destacada que ad­
latría, pero usando paráfrasis y otras imágenes. quiere los rasgas de un nom bre. A quí la forma qotel expresa una “subje­
Desde aquí la relación de parentesco entre Yahvéh e Israel puede ser tividad fuerte y em otiva” . A este grupo pertenecen las form as qótel que
precisada Y ahvéh es el pariente próxim o que una y oirá vez aparece al tienen a Dios por .sujeto: son form as predicativas que precisam ente por
lado de su pueblo rebelde e idólatra (ls 44.22; 48.20; 51,10), que perdona su carácter verbal expresan atributos d iv in o s'4. Los textos de Isaías sobre
y que llama a este pueblo, tal cual es, por su nom bre y lo lom a com o su Y ahvéh com o el pariente (g o ’el) de Israel que acabam os de citar están
propiedad* . Se trata del nuevo éxodo y de la reconstitución de la rela­ sin excepción construidos con form as qotel. Significarían, por consi­
ción de alianza**. Si m iram os el contexto, por consiguiente, tam bién la guiente, que Y ahvéh es ei pariente divino de Israel porque de m anera
dura cerviz de Israel y el perdón de Yahvéh pertenecen a la com pren­ perm anente actúa com o e] pariente próxim o de Israel y que así es Dios.
sión de la relación de alianza
Antes de volver al vocabulario que juega un papel im portante, no sólo
89. A esta categoría pertenecería, par ejemplo, ei participio “atributivo", del que habla
literario, sino tam bién teológico, en el contexto de la alianza y de las
P. JoLLon, o. e. [nota 7C>], 341. El uso atributivo consiste en que cae la referencia temporal
tó rm u a s de alianza, hem os de aclarar dos puntos: el del significado y de contenida er. el participio como tal. de manera que sólo puede ser desprendida del contexto.
Sin embarco, en la fórmula para La liberación ce Egipto hemos llamado un participio hilil
'■participio atributivo”, mientras en el qolel se trata de qal.
85. I.a traducción Je «o el par «pariente»’ corresponde al uso profano que se presupone 90. 13. Kedar-Kopfslcm, Sermón fíe Aspeas o f the Paitern qótel, llebrcw Annual Rc-
pora de_sc-rib¡r la relación entre \a h v ch c Israel Hl vocablo proviene originalmente del view [ (1977), 155.
derecho de la familia. Eil verbo signilica tomar el ligar de olro y guardar sus derechos, 91. Ibid.. I5íis.
rescatar, H R in g g ren ,^ '* /’, ThWAT I. &86s.: L. Alonso SchOkel. o. c.,27. 92. C f su tabla, ibid.., LóO.
86 l s 4 I I4; A3, .4. 44.(i, 47.4; 48.17; 4 9 .7 etc . H. Ringgren, ibid.. 93. Los grupos f y a: "idénticos con el participio de la conjugación qal - actividad
87. L. Alonso Scl okel. ibid. >- It RendloriT o. c. [nota 26). 61. “Todo depende del per inan c nte- temporal", ih id.
perdón de Yahvéh", C. Westermann. Das Buch Jesaja Kapitel •fO-66. ATD 19. J]976, 1 15. “Lexemas de este grupo son participios qal que denotan un rasgo permanente del
Yahvéh es el pariente de Israel porque perdona, 116. sajelo en su caraeter o conducta |../|. A diferencia de los grupos vecinos, el presente [f]
88. ls 48.20 to m a parle de un '‘canto cscatol6gico ce a! aban ¿a", C. 'Westermann, ibid., contiene un fuerte elemento de subjetividad emotiva [.. | y }...] rcíleja los sentimientos del
Ií>6 til imperativo salid introduce e] nuevo éxodo y puede compararse con Gn 12,1 v que habla. Este grupo tiene menos fuerza nominal que Li anterior, pero tiene más luer/a
12.31 ! xjs acontecimientos que ahora han de ser iniciados, son anticipados con júbilo. L. nominal que la que le sigue, porque contiene nociones de calidades permanentes , ibid.,
Alonso Schokel y J. L Sicrc D ía/. Profetas. Comentario I. Cristiandad. Madrid 1980,313. 166.
2% D i o s i:n mi d ió d i ; n o s o t r o s IV . L a i-xpi-Rir-NCiA m í D io s d i - Is r a i -l 297

Las m ás de las veces, la palabra io n se traduce por bondad, m iseri­ de toda m edida” 11’2. El rasgo inesperado y «m ás allá» de toda m edida que
cordia, com pasión o lealtad, pero también por am istad, amor, afecto, fa­ tiene el am or de Y ahvéh a Israel se capta particularm ente, cuando io n se
vor o g raciaJ\ G uardo “ bondad y fidelidad" (n n c n ip n ) se encuentran usa en com binación con la paciencia y la disposición al perdón de
¡unías (Ex 34,6). es de suponerse que la fidelidad de Yahvéh explica su Y ahvéh. y esto sucede en Ex 2 0 ,6 lo:' y en Ex 34,6, es decir, en el d ecálo­
bondad (am or], es decir, que se quiere subrayar que el am or de Yahvéh go y en la renovación de la alianza. Por esta razón traducirem os a conti­
siem pre es digno de confianza. En esto reside la diferencia entre el am or nuación "¡en por «am or sin medida».
de Yahvéh y el de los israelitas que se parece a una “ nube mañanera”’' y al V olvam os ahora al contexto de las fórm ulas de alianza. En Lv 11,44-
rocío m atinal que pasa" (Os 6,4)'*. El 'am or y la fidelidad" de Y ahvéh 45, la fórm ula de alianza aparece en el contexto de la santidad de
duran e te rn a m e n te '. En lugares clave del Pentateuco, en el contexto del Y ahvéh: Y ahvéh ha sacado a Israel de Egipto, para llegar a ser su Dios^.
decálogo y de la renovación de la alianza (Ex 20,6; 34,6; Dt 5,10), el Esto es sinónim o de “ soy santo". Aquí la m eta de la liberación e? In re.h-
am o r de Yahvéh es paralelo a su inim aginable paciencia y aparece en cj^iLcirsán tid ad entre Yahvéh e Israel. Dt 4,20 indica una m eta diferente:
contraste con el castigo y com o sinónim o de su disposición al perdón"18 Israel ha de llegar a ser el pueblo de la propiedad de Y ah v éh l04. El «pue­
G erlem ar lia propuesto todavía otro significado de “rpr que desarrolla blo de su propiedad» en este texto traduce r^ m oy. El significado básico
particularm ente a base de la com paración entre «am or» y «bondad», por de ^ra es « dar en propiedad» y, correspondientem ente, el sustantivo sería
un lado, y «justicia» (kJ^X Por otro (Lv 19,36). Lo ju sto es un peso o una «regalo», «don» y, a partir de allí, la propiedad de tierra entregada a Is­
m edida plena o correcta"’. La representación de la m edida plena se con­ rael, «parcela», «parte», «lote» o «herencia». Israel es, por así decirlo, la
tra distingu e de todo lo desm edido, “ion, al contrario, es aquello q ue des­ «parcela»' de Yahvéh o su «lote». Otra expresión para «pueblo de su p ro ­
borda la m edida o el borde de un envase, es más que la m ed id a100. En piedad» es “ 7 JD w , «propiedad especial», una palabra que designa origi­
este sentido, io n tiene un carácter superlativo1^1, de m anera que la expre­ nalm ente la propiedad privada de un rey 103. A m bas form ulaciones se
sión doble "am o r y fidelidad"' podría traducirse com o ‘'fidelidad más allá encuentran sólo en com binación con la fórm ula de alianza (Ex 19,5; Dt
4.20: 7,6; 26,18 )106. C uando Israel es llamado «propiedad especial» de
Yahvéh en el contexto de la elección, com o en Dt 7 ,6 -9 ; 14,1-2, resulta
una im plicación particularm ente llamativa: es de suponerse que un rey
95. C. F. W hitli>, The Semantic Range of (fesed. Bib 62 (1981), 5l9s.; R. Rome­
ro wski. Que signifie !e mor Heseel?. VT 4 0 (1 9 9 0 ), 103. Ambos autores citan la obra el ave
escogerá com o su «propiedad especial» algo particularm ente suntuoso y
de N. Glueck. Das Worr Hered im alrtesiumentlichen Sprachgekrauch, BZAW 47, G¡citen deleitable, pero ocurre lo contrario: Yahvéh escoge a un pueblo particu­
pero sin identificarse cotí su postura. Según Whitley, la palabra también puede signi­ larm ente m iserable (7,7) y adem ás de «dura cerviz». El contexto inm e­
ficar <■fuerza» o «fidelidad», 52 .. mientras que Romercwski niega ambos significadas, 101, diato habla de la idolatría de Israel (7,4.16; 14,1).
y no sigue a C¡l jeck en cu amo al nexo constarte entre hesed y la alianza, 92. Tiene razón en
Al final de la torah deuteronóm ica, en Dt 2 6 ,1 7 -1 9 , la relación de
cuanto que el significado de «fidelidad» reduciría la frecuente combinación de TDH con
[fidelidad) :i una sim ple redundancia. La opinión de Romero»''ski que la combtnaeión
alianza entre Yahvéh e Israel es resum ida solem nem ente. La lórm ula de
de T pn con la alian/.a no ha de considerarse formalmente sino conlextualmente. 91, coinci­ alianza aparece tres veces: una vez el llegar-a-ser-D ios de Yahvéh para
de con las investilaciones referidas de N. Lobfink y de R. Rendtnrtl sobre la alianza v la Israel (v. 17) y dos veces (vv.18.19) el llegar-a-ser-pueblo de Israel para
fórmula de a ianza. Y ahvéh. En el v . l 8 Israel ha de devenir la propiedad especial de Yjüwgli
9r>. R Rom erowski.o . c.. 101 M Weinfcld. o. c [nota 37|. 801, alude también aquí al
(Ptap en el v.Í9~un pueblcTsanto OlHp-QV)1^ La construcción de
paralelismo con los do cwr.e ntcs orienlalcs: “asi como el rey asirio, en recompensa a la
bondad de s j siervo promete a sus descendientes “bondad y amistad”, también Yahvéh
los vv. 17 y 15 es paralela, m ientras que el v. 19 recoge la corresponden-
promete a los descendientes de Abraham: Has de saber que Yahvéh tu Dios [ ..] guarda la
alianza y el a m o rfrD rn i f n 3 ¡7 T&'í!?')’ [ ..] (Dt 7,9)” 102. Ibid.. 150.
9*. Come se nota en el parentesco semántico de la expresión doble ccn e! refrán litúr­ 103 Ibid.. 161.
gico "es eterna su misericordia" (‘nO TI O V l»1?, Sal 100.5; 106,1; 107.1), R. Romerowski, I04 R RetKkorff, o. c. Inota 26], 27.
ibid.; también J. L'Hour.o. c. [nota47], 43s. 105. N . Lohtink. El mensaje de la alianza... (nota 61 ], 239. Israel es un pueblo que le
9g El amor de Dios lo impulsa al perdón. Nm 14.18-19, R. Romerowski, :bid.. 95. pertenece personalmente a Yahvéh. “El punto decisivo en el orden vital de Israel es su
99, G. Gerlemán, Das übervcHe MaJÍ Eitr Versuch mirhaeaaed, V T 2 8 (1978). ] 5S pertenencia a Yahvéh”, Id., Gott im Buch Deuteronomium [nota 22], 104.
100. Ibid. 159. 106. R. Rendtorff, o. c.. 54; B. Andrade, o. c. |nota 21 ], 91-94.
10!. Ibid. 153. 107. R. Rendtorff, o. c., 44s.
298 D i o s i- n m i *d i o d i - n o s o t r o s IV . L a k x plr ik n c ia d i : D ios d í -í Is r a l l 299

cia entre el ser-D ios de Y ahvéh para Israel y el ser-propiedad especial de cu erd a perfectam ente con el contexto y explica adem ás por qué sólo aquí
Israel: la nieta («para que:> - b ) de la relación de alianza consiste en que las dos parles de la fórm ula de alianza están separadas la una de la
Y ahvéh levanta a Israel por encim a de todas tas naciones y que así Israel o tra 113. Esta lectura corresponde tam bién a las dos recensiones palesti-
se convierte en el pueblo santo para Y ahvéh. H ay que anotar que la ele­ nenses del targutn al D euteronom io11'. Si históricam ente hubo realm ente
vación de este pueblo y su llegar-a-ser-santo son otra v ez una descripción un ritual de alianza en e! que se basara esle texto es una pregunta que
de la relación de alianza y una síntesis de los versículos anteriores. Si puede quedar ab ierta1 Lo im portante es lo siguiente: depende de. Israel
Israel es el «hijo» de Yahvéh, este texto puede colocarse llanam ente de­ si co n fiesa a Yahvéh com o su Dios v guarda sus m andam ientos para así
lante de Flp 2,9—11: Por lo cual D¡os le exaltó y le otorgó el nom bre que convertirse en el pueblo santo de Y ahvéh. pero no depende de lsiael ser
está sobre todo nom bre” . la «propiedad psper.ial» de Yahvéh: esto es el contenido de la declaración
Llam a la atención que en ios vv.l 7 y 18 el verbo no corresponde a la de Y'ahveh y su "promesa ( v J 81
fórm ula de alianza com o lo esperaríam os. A m bas veces se usa el hifil de * T am bién Dt 7.6 nienciona’eli relación con la santidad de Israel que Is­
«decir» (1/pK) y adem ás esle hifil se encuentra sólo aquí en lodo el A T I0S. rael es la propiedad especial de Y ahvéh, pero esta vez se habla explíci­
El hifil puede expresar el consentim iento a la acción significada por la tam ente de la elección. El versículo está enm arcado, en el v.5, por el
raíz del v erb o 1 de m odo que sería posible traducir: decir con todo con­ m andam iento de destruir los altares de los ídolos y, en el v.7, por la m en­
sentim iento o toda convicción11". T oda traducción quedará inseg u ra111, ción del aspecto m iserable de Israel entre las naciones. A pesar de esto,
pero si es así, tam bién hay por lo m enos Ja posibilidad de entender q ue es Y ahvéh quiere a Israel, tal cual es (v.7). No se da ninguna explicación
Israel quien declara con convicción que Y'alivéh ha de llegar a ser su por este am or ds Y ahvéh, pero se aducer. dos razones por la liberación de
Dios ( v .l 7), y que Yahvéh declara solem nem ente que Israel ha de llegar a E gipto: el am or inexplicable, hasta absurdo de Y ahvéh, y su íidelidad a
ser su propiedad especial ( v .l8 ) " v Entonces el texto, en esta form a, se su ju ram en to a los padres (v.8) A esto sigue la fórm ula de conocim iento
presenta com o un com prom iso m utuo o com o un contrato, lo que con­ en el v.9 - con el qotel de! verbo «guardar» con la palabra «alian­
za» (n-'Q ); y con la expresión «am or sin medida» (“ton). Para destacar el
carácter específico de la form a qótel podríam os traduciL— Y ahvéh es
108. G. Lisowsky, Konkorskntz zum írebrüischen Alten Testament, Deutsche Bibelac- <cel {que está) guardando» la alianza y el am or sin medida^
sellsehal't. Stuttgart2198], 121
109. P. Joüon, o. c. [nota76], 123.
('TOnrn Este es su m odo de ser Dios, tal com o lo ha m os­
110. I or consiguiente, F. Flrown, S. R. Drivcr y C!i. A. Briggs, A Uebrew and Englisk trado en la liberación de Egipto.
Lexicón o f the Oíd Testament. Ctartendon Press, Oxford 1972, 56, traducen por «avow, ^ En la prim era palabra "de ~D~Íos en el Sinaí, en Ex 19,3—6, no se en­
avouch», o sea, «declarar solemnemente» a también «admitir». Esla traducción sería prefe­ cuentra la fórm ula de alianza, pero está la palabra «alianza», ju n to con la
rible a la que olrccen a continuación “Lil cause lo declaro, i e ihrougli tbe ageney o f Mo- m ención de Israel com o propiedad especial de Y ahvéh. A la exhortación
ses ’. Con esto estaría de acuerdo también N Lohllrk, Srudfen i [nota 461, 230.
111. N. Lohfink, ibid.. parte del texlo actual, en el que los LXX proporcionan “una
traducción que corresponde atadam ente al T M \ 228. Lna traducción precisa no es posible 113. R RendlorlT, o. c. |noia 26], 29s., subraya igualmente que en este texto las dos
porque taita una variante liebrea. Además surge una dificutlad en la determinación del fám u las no son pronunciadas por un so!o interlocutor, es decir, por Dios o por su encarga­
sujeto que habla en cada caso, porque er el hebreo “parece ser posible cejar indeterminado do, M oisés, sino que hablan tanto Yahvéh, com o Israel. Sin embargo, no es sin más co­
el sujeto del infinitivo o hasta cambiarlo". 229. rrecto afirmar '“que aquí Israel mismo declara querer ser el pueblo de la propiedad de
112. Tal lectura no queda excluida eh la interpretación de N. Lohfink, ibid.: "Israel tía Yahvéh”. 30. Si es cierto que el hifil limitado a este único lugar no permite una traducción
hecho que Yahvéh le haga una declaración. Yahvéh lia expresado en su declaración que segura, ibid.. nota40. entonces la inseguridad ha ce valer para ambas traducciones.
quiere ser el Dios de Israel - e sto es, por así decirlo, la parte del contrato que le correspon- 1 14. 1:1 Tara iir Neoliti. Targum du Pentatsuque li'\ SC 271, 210.212 designa en el
de a Yahvéh - , pero Yahvéh. c i cambio, exige a Israel que ande por los caminos de v. 17 a Israel co n o sujeto, y en el v. I 8 a Yahvéh. Lo mismo se da en el I argum Add 27031,
\ ahvéh, que observe sus mandamientos y que oiga su voz —ésta es la parte del contrato que :.b id ..211.213
exige Yahvéh de Israel [...]. Conforme a eslo , Yahvéh lia hecho que Israel le baga una de­ 115. N. Lohfink. Srudien I \ n ota461 252: “Sobre la base de Dt 26,17-19, la ‘fórmula
claración. Israel ha expresado en su declaración que está dispuesto a guardar los manda­ de alian/a no se (ornará por una fórmula q je indique la ‘conclusión' de la alianza, pero es
mientos de Yahvéh [...], pero que. a su ve?., espera poder ser el pueblo de la seguílah de cierto que en ningún otro tasar se encuentra tan claramente en un contexto que implique
V ahvéh. De esta manera, cada uno de los contrata ates habla tanto de su propio compromiso lina ceremonia de conclusión de la alianza .
como del compromiso del otro, aunque siempre entre en detalles cuando se trata del com ­ 116. La m is m a forma qolel aparece en I Re 8.23=2 Cr 6,14; Dn 9,4; Neh 1,5, 9,32, ci.
promiso del otro", 23 2s. R. Rendtorlí. o. c. [nota2 6 ],6 6 .
300 Dios i -n m e d iq u e -: n o s o t r o s IV. LA l-XPI-RtlINCiA DE DIOS DI-: ISRAHI, 301

intensa de escuchar Ja voz de Y ahvéh ( z*) y de guardar su alianza zada por la autopresentación do Yahvéh com o «el celoso». La confronta­
(“)frtt?), sigue la prom esa de 't ahvéh d e que Israel entre lodas las naciones ción con Ex 32,4 m uestra que la intención es enfatizar el prim er m anda­
ha de ser su propiedad especial (sólo rfo ? ) (v.5). Bl significado de estas miento. En nuestra interpretación podrem os hacer caso om iso de los
palabras se explica en el v.ó: ‘ seréis para mí un reino de sacerdotes y una vv.l 1.12b. 13. porque no pertenecen a la obra yehovista, sino que quizá
nación santa . Ser la propiedad especial de Yahvéh en la alianza es idén­ m uestren rasgos de una redacción d eu teronom ista121. El v .l5 a recoge el
tico a sei sacerdotes anie todas las naciones. A quí la relación tan e x c lu s i­ v. 12a, la prohibición de concluir una alianza con los habitantes de la tie­
va entre V ahvéh e jsra e l se abre ai reinado universal de D io s1 " que se ha" rra: los v v .l5 b -1 6 son una elaboración del v .l5 a , sem ejante a la m anera
iniciado en Jesucristo (Flp 2,9-11}. " " en la que los v v .l2 b - l 3 explican cl v .l2 a. Por consiguiente, si los
v v . l 2 b - 13 son identificados com o inserciones, lo m ism o - y con las
m ism as reservas de crítica literaria - vale tam bién para los v v . l 5 b - 16.
Sobre la base de estas delim itaciones, Ex 3 4 ,6 -2 6 tiene fundam en­
4. LA EXPERIENCIA DE DIOS DE ISRAEL talm ente la misma estructura que los decálogos: autopresentación de
EN EX 34,6-14 Y ahvéh (Ex 20.2=D t 5,6). prim er m andam iento con su fundam entación
(E x 2 0 ,3 -7 = D t 5,7-1 I) y m andam ientos individuales (Ex 2 0 ,8 -1 7=Dt
5 .1 2 -2 1)122. Si leemos el texto desde Ex 32,4, la prohibición de tom ar en
falso el nom bre de Y ahvéh - es decir Ex 20,7=D t 5,11 - ha de ser unida
El texto peí fenece a! llamado derecho de privilegio de la obra histórica
al prim er m andam iento y no a los m andam ientos individuales: si el n om ­
yehovista, aunque m uchas veces el inicio de este derecho se cuente sólo a
bre de Y ahvéh es <<el (que Los está) sacando» de Egipto, entonces Israel
partir de Ex 3 4 ,101 s. Según su contexto, term ina una secuencia que em ­
ha tom ado en falso exactam ente este nom bre atribuyéndolo a un íd o lo 1"’.
pieza con la teolanía deL Sinaí en Ex 19,16—24, lue«o cuenta la historia
H abría que ver, adem ás, si Ex 20,5 a-6 = D t 5 ,9 b - 10, la referencia al Dios
del becerro de oro (Ex 3 2 .1 -6 ) y explica la relación entre Yahvéh e Israel
«celoso», no debería propiam ente ser unida tam bién a la autopresenta­
que ha de expresarse en la observancia de la torah de los vv.l 7 - 2 6 l]9. En
ción de Y ahvéh, debido a que estos versículos fundam entan el prim er
Ex 32,4 se introduce el ídolo con la fórm ula narrativa p ara el nom bre de
m andam iento de la adoración exclusiva de Y ahvéh con la autopresenta­
Y ahvéh que pertenece a la liberación de E gip to 120, y esto cuando la fór­
ción de Y ahvéh com o el que os ha sacado de Egipto y que es un Dios
m ula expresa exclusivam ente el actuar de Yahvéh a íavor de su pueblo,
celoso. En tal caso, la segunda parte de la autopresentación explicaría
precisam ente aquello en lo q u e se distingue de todos los dem ás dioses. Es
m ás detenidam ente la prim era. Si es cierto que Ex 34,6—14 es la versión
llam ativo que se hable de un solo becerro, m ientras que la liberación de
m ás a n tisu a en la que se inspira el inicio del d ecálo g o 1" , una am pliación
Egipto es atribuida a varios dioses. Este texto debe confrontarse con Ex
3 4 ,6 -1 4 . sem ejante de la autopresentación de Yahvéh ha de ser fundam entada a
Por su conexión con el Sinaí, e! texto se presenta com o alianza y co ­ p artir de Ex 34.
mo la prom ulgación de una torah, y la palabra «alianza» se encuentra de
hecho en el v.10. Los vv. 14a. 17 tratan del prim er m andam iento del de­
121. Así, por ejemplo, M Noth, Das ?. Buch Mose: Exodus, A I D 5, 215s. K.. Koch,
cálogo (cf. Ex 2 0 ,j>—4; Dt 5,7-8), pero en el v .l4 b la fórm ula de autopre­
o. c. |nola 28], 450, hace notar que los criterios para determinar qué es una redacción deute-
sentación jun to con la m ención de la liberación de Egiplo eslá reem pla­ ronotnisla y qué no lo es, son insu.liciéntes. L a multiplicidad desconcertante de las actuales
hipótesis de crítica literaria respecto al Pentateuco se muestra en las muy divergentes identi­
117. N. Lohflnk, Der Begriff »I}unct« in der bibÜschen Theologie [nota ]], 36. ficaciones de testos de «na llamada redacción deuteronomista". Sin embargo, sigue siendo
I 18. C. Dohmen. »Eifersüchtrger rst sein Same a (Ex 34 14), ThZ 4ó (1990), 293 [d.. valide que las inserciones discutidas como de ule roño mistas se encuentran a menudo en la
Der Dekaloganfang und sein Ursprung [nota 83 J, 176: “ La extensión de este derecho de vecindad de textos yalivislas, ibid . nota ]C. de manera que es posible que Noth tenga razón.
privilegio se encuentra las más de las veces limitada a 14.10-26, puro ya los vv.ó-7 C. De limen. uEifersucht ige r j sí sein 294. prefiere omitir la redacción deuterono-
pertenecen al derecho tle privilegio y lo introducen mista, dejando sólo una múltiple redacción con la añadidura de complementos.
119. C. Dohmen, xEiferxüchtiger rst sein Mame*, 293. 122. C. Dolimen, Der Dekalogartfang und sein Ursprung [nota 83], 176.
120. Cl. C. Dohmen, Der Dekaloganfang und seui Ursprung, 192, "Er. el texto fun­ 123. ParaC. Dohmen, ihid >Ex 20.7=D l5.11 e s e l primero de los mandamientos indi­
damental de Ex 32 éste es el momento llamativo de las narraciones, no el hecho de la fabri­ viduales.
cación de un ídolo”. 124. C. Dohmen, ibid.. 176-180.
D éos en m i - dio ni- n osotros IV. L a e x p e r ie n c ia d i -: D io s d i - Is r a e l 303

En mi prim er m om ento, la estructura de Ex 3 4,6-14 se presenta com o incluye tanto el elem ento «yo» com o el elem ento «él» (Ex 3 4 ,l4 b ) 128.
sigue: auto presentación de Y ahvéh en los v v .6 -7 (cf. Ex 2 0 ,5b-ó= D t Las form as qotel en Ex 34,7.10 pueden ilum inar esta interrelación.
X 9 b - I 0 ) - ; nueva autopresentación de Yahvéh con el nom bre de «el
celoso». v .l4 b : el prim er m andam iento, v .l4 a (entre los vv. 12a. 15a que Vv.6-7:
lo explican) De nuevo debem os tom ar en cuenta el contra-texto ds Ex El nom bre de Y ahvéh se repite enfáticam ente y está m odificado con una
3 2 ,1 -6 : desee este texto, esta autopresentación de Y ahvéh aparece com o serie de adjetivos desacostum brada para el hebreo:
!a respuesta inm ediata a la «profanación» de su nom bre por Israel:2i. Ex
>4.8-9, la postración de Moisés, su confesión en lugar de Israel que es un Y ah vcli-Y ah véh
pueblo de -(«dura cerviz» y su petición de perdón, son la corrección de la D io s , c a r iñ o s a - c o m p a s iv o 129 y
actitud de Israel en el desierto, es decir. !a conversión de Israel que lia de m is e r ic o r d io s o en g r a c ia 1
entenderse junto con los vv.6-7. (p3iri; m m Ví^)
La pregunta que queda es: ¿.dónde cabe er. esta estructura el v.l 0 - la le n to al e n o jo (Q’ Bn T IN )
declaración de Yahvéh de querer concluir una alianza? Intentam os m os­ lle n o d e fid e lid a d (p o r a m o r ) sin m e d id a 111
trar por m edio de la form a qótel con Yahvéh com o sujeto ( r n i m '3 -31 K) (na$i non-3T]) (v.6).
que tam bién el v.10 pertenece todavía a la autopresentación. En este ca­
so, e! texto contiene una autopresentación con un peso extraordinario: La prim era y la segunda afirm ación están colocadas en paralelism o sinó­
abarca los vv.6 -7 ,1 0 .1 4 b y así, en esta forma, es respuesta al pecado del nim o; la tercera form a un paralelism o sintético respecto a las dos anterio­
desierto. La autopresentación así delim itada term ina en el prim er m an­ res, de m odo que exprese algo com o un doble «m ás allá» de toda m edi­
dam iento que enm arca (v v .l4 a .l5 a ) su últim a parte (v. 14b). T am bién en da: el del am or sin m edida siem pre fiel que excede hasta la com pasión
esta propuesta de estructuración la sem ejanza con el decálogo queda que, a su vez, excede el enojo de Yahvéh.
transparente. A la doble exclam ación del nom bre siguen luego tres descripciones
U na dificultad a m enudo com entada para la interpretación del texto con qotel que lo modifican:
com o autopresentación de Yahvéh consiste en que los v v .6 -7 representan
una oración nominal en tercera persona singular que sólo debido a su « e l (q u e e stá ) g u a r d a n d o » e l a m o r sin m e d id a [...]
contexto se entiende com o locución de Y ahvéh m ism o127. Si las palabras n o n *ltf3)
\ o . Yahvéh pueden ser designadas com o el nom bre dentro de una « e l (q u e e s tá ) p e r d o n a n d o » la to ta lid a d d e l p e c a d o
fó rm u la - y hem os visto esto mismo en la fórmula narrativa de la libera­ (nxurn iw 'di fi»
ción de Egipto - y, sobre todo, si el nom bre se narra descriptivam ente, « e l (q u e e stá ) fijá n d o s e » e n e l p e c a d o d e lo s p a d re s
s ó lo p or un b r e v e rato
( p y “í¡?S)n2 (...] (v .7 ).

125. C . Dahmcn, ibid., I 7Gs. Cuando Dohmen en esle lugar une el v.7 a la autepre­
se m acuñ ss de suponerse que el texto correspondiente en los inicios de los decálogos debe 12S. L. Alonso Schókel, ibid. y J. Scharbert, o. c„ 137, llaman los vv.6 -7 una fórmula
tratarse de la misma forma. de confesión litúrgica, cf. Nm 14.18; Dt 7,9. En este caso se explicarla la locución en terce­
126. Ex .14 es. dentro del contexto de la pcrícopa del Sinai de JE, la respuesta de ra persona. Sin embargo, el contexto de la conclusión de la alianza exige aquí una autoprc-
Yahvéh al pecado del pueblo en Ex 32, C. Dohmen. ibid., 187. sentación que más larde puede haber sido transformada en una fórmula litúrgica.
- ' • ^ Dohmen, ibid.. 194. En tes decálogos, en cambio, hay una locución Je 129. Emparentado con »matriz« (On"l). F. Brown, S. R. Driver y Ch. A. Briggs, o. c.
Yahvéh en primera persona Do limen concluye que el texto de Ex 5 4.6-7 ha sido adaptado [nota 110]. 933.
al nuevo contexto del decálogo. J. Scliarbcrt, Fcrntgeschfefafe und Fxcgese von Fx 34.6J 130 . Se dice sólo de Dios: por ejemplo, cuando Dios escucha los lamentos del deudor
imd seiner ParaHelen, Bib 38 (1957], 13ls.. subraya que el texto puede ser entendido de desesperado. Ex 22.26; las lamentaciones del justo perseguido, Sal 86,15; las alabanzas de
íioble manera, como locución de Yahvéh o como locución de Moisés. Parece que también Israel. Sal 111,4; cuando perdona a su pueblo de dura cerviz que vuelve a él, 2 Cr 30,8-9;
los masordas creyeron que Yahvéh mismo hafcla. l ambién L. Alonso Schókel. Pentateuco ibid., 337.
!. Los Libros Sagrados, Cristiandad, Madrid 1970. 348. interpreta el texto como locución de 131. Traducido siguiendo a G. Gerleman, o. c. [nota99], 94.
Yahvéh: aquí se cumple parcialmente la promesa dada por Yahvéh a Moisés en Ex 33,23 de ;32. El significado de ”7¡?!D es «lijarse en, visitar, escudriñar», también «poner aten­
poder verlo, aunque no cara a cara ción en, observar». E. Brown, S. R. Driver y Ch. A. Briggs, o. c., 823. El sentido de «casti-
304 D io s i n mi d io di - n o s o t r o s . IV. L a i xim r i e n c i a d e D io s d e I s r a e i . 305

D ebido a que el am or sin m edida de Yahvéh evoca tam bién su co m p a­ contra el prim er m and am ien to 1’ . La palabra para «crim en» viene de
sión ilim itada1' habría que considerar la posibilidad de entender la pri­ 5U72, rebelarse, levantarse contra D io sl >x y el sentido de «pecado» (de
m era y la segunda descripción como un paralelism o sinónim o, de m odo s o r . perder el cam ino, perderse) es básicam ente el m ism o que el de
que la tercera estaría diciendo que a causa de este am or le resulta im posi­ «culpa». La palabra aparece precisam ente en la historia del becerro de
ble a Y ahvéh lijarse por más de tres o cuatro generaciones en los pecados oro. en la expresión ‘‘el gran pecado” 10. Ex 32,4 sugiere relacionar las
de los p ad re s1’1. Visto desde Ex 32,1-6. todo IsraeE es culpable. Lo m is­ tres palabras con el hecho de que Israel le ha conferido al ídolo que ellos
mo queda claro en la confesión de M oisés en et v.9. A dem ás, Iodos los m ism os lian fabricado el nom bre de la fórm ula narrativa confesada en la
verbos del v.7 tienen la form a qótel, no sólo el verbo para «castigar» o liberación de Egipto y que así le ha quitado su nom bre a Y ahvéh. La
«visitar» (fijarse): Yahvéh es ccel (que está) guardando» el am or sin m e­ acum ulación de los vocablos hace aparecer este hecho de nuevo com o el
dida y as i -«el (que está) perdonando» y «visitando» los pecados o fiján­ "gran pecado” o com o el pecado en cuanto tal, porque desconoce explí­
dose en ellos. La serie de jornias qótel está claram ente bajo el signo del citam ente el actuar salvifico de Y ahvéh a favor de Israel. L eyendo desde
am or sin m ed id a1 el N T , viene a la mente el pecado “ contra el Espíritu Santo” (M t 12,31-
El v.7 acum ula tres diferentes palabras que designan la falta de Israel: 32) que tiene un senlido sem ejante.
culpa (¡”S), crim en (SE?D) y pecado (nSBn). El significado básico de « cu l­ La autopresentación de Yahvéh en los v v .6 -7 está llena del vocabula­
pa» es "desviarse cel cam ino" (¡TU?) y desde allí «iniquidad» o «m ali­ rio de la alianza, aunque no se use la palabra «alianza», y es fuertem ente
c ia » 1*“*. La palabra pertenece al vocabulario de la alianza, donde “des­ em o tiv a140. Y ahvéh es el que vierte su am or sin m edida sobre este pue­
viarse de! cam ino' es sinónim o de “ rom per la alianza”, lo cual es la falta blo, a quien sólo en un perdón ilim itado puede ganar com o su propiedad,
[.as form as qótel dan a entender que sólo en esta form a Y ahvéh es Dios:
com o el que desborda de cariño maternal; com o «el (que está) perdonan­
do», tam bién ahí donde su am or y su com pasión son ridiculizados (Ex
gar». per consiguiente.es derivado, como en el doble sentido de «visitar». J. .Scharbcrt. o. c.
[nota i 2 7 1. 13%.. refiere el mismo significado básico, pero subraya que el verho puede 32.4); y com o el que es incapaz de alejarse de Israel.
tener lanío el sentido de «ocuparse de alguien con cariiVv» como de «castigar» y a continua­ Esta autopresentación de Yahvéh provoca la confesión del pecado de
ción insiste en el hedía de que el sujeto es Dios: "el Dios que da la gracia y que perdona Israel en la boca de Vloisés en los v v .8 -9 . Israel quiere sentirse envuelto
puede en cua.quier momento ret:rar al pecado |...] el poder sotre el pecador. Así Yahvéh en el perdón de Y ahvéh que necesita por ser un pueblo de “dura cerviz” .
sigue siendo el D ios que venga y castiga sesú n su propio parecer”. [40. Esta última frase se
En m edio de este pueblo Yahvéh ha de instalarse com o en su parcela de
inspira en un conceplo problemático de Dios que no puede apoyarse ni en el contexto ni en
el texto de Ex 34. tierra (to i, v .9 )Kl. La petición de Moisés expresa la conversión de Israel.
133 R. Ronicrcwski, o c. [nota 95], 100. Aquí volvem os a tener en cuenta el carácter Ésta es la experiencia fundante del encuentro de Israel con su Dios: la
superlativo de*IprT. autopresentación de Yahvéh com o «el (que está) perdonando» suscita la
134. Famhién el castigo que realmente acontece es, por consiguiente, de nuevo un autopresentación de Israel com o un pueblo de “dura cerviz” .
ofrecimiento del perdón. C. Dchir.cn. Der Dekaloganfang urtá sein Urspru/rg [rola S3|,
1X0. J. Schartbert, o. c. [nota I27J. 142-144, interpreta de modo diferente: Yahvéh visita la
culpa de los padres en los iiios hasta la tercera y la cuarta generación, porque también los
hijos son realmente culpables. Hay que entender el texto a partir de las antiguas representa­
ciones israelitas de so.idaridad y del alcance de bendiciones y maldiciones. El elemento
constitutivo de la comunidad es el parentesco de actitudes. La bendición es dicaz, durante
un tiempo indeterminado (mil generaciones], mientras que la maldición destruye a los 13^. N Lohllrk, (loti w i Buch Deuteronomium [nota 22], 105: “Siempre que se hable
malvados en pocas generaciones. Sin embargo, también Scharbcrt, ibid., I48s., entiende en del olvido, del abandono y de a ruptura de la bcrit. el contexto muestra claramente que se
el Dt la gracia (el amor) de D ics com o inseparable de la conversión de Israel. trata de la no-observancia del primer mandamiento del decálogo’ . Esta observación vale
135. Asi también C. Dohnr.cn, Der úekcloganfang und sein Urspnrng, 184. Dohmcn para todo el AT.
anota respecto al cambio del verho entre Ex 34.7 que dice «guardar» el amor 0 5 ’3> Y Dt 138. E Brown. S R. Driver y Ch. A. Briggs, o. c„ 833.
5,10 con «mostrar» amor (íTti’i 1), que en Ex 34.7 tenemos "‘el actuar-en-hesed formulado 139. Ex 32.21.30.31. ibid., 307s.
como un rasgo esencial en su electo permanente”, mientras que en Dt 5,10 se trata '‘del 140 Particularmente er. los textos sobre el perdón del pecado es importante caer en la
hacer activo | _] a favor de aquellos “que lo aman y observan sus mandamientos' ", ibid. cuenta del tono emotivo. L. Alonso SchOkel, o. c. [nota 7|, 33.
Esta diferenciación ya no tiene caso si ambas lórmas verbales son reconocidas eorno qótel. 141. El versículo habla de la presencia de Dios en su pueblo pecador, C. Dohmen,
136 F. Brown. S R. Driver y Cli A. Briggs, o. c. [nota 110], 730s. Der Dekattíganfang und sein L’rsprung [nota 8 3 1, 189.
306 Dic>s i n mi d ió d i - n o s o t r o s IV. I.A l'XIM-RIl-NCiA DI- DIOS IM. ISRAEL 307

v./rj; Por consiguiente. Yahvéh se presenta a sí m ism o com o aquel que, en


D esde dentro de este encuentro, Yahvéh sigue hablando. El e'y dijo'" al su actuación histórica, crea la veneración de su nom bre. De esta m anera
principio del v.10 recoge el más enfático “ y exclam ó” que está es «el (q u e está) haciendo» alianza. Si juntam os esta segunda parte de la
m ás adaptado a la repetición del nom bre112 y con el que em pezó la auto- autopresentación a los w .6 - 7 , aparece com o una concretización de la
presentación en el v.ó. Es com o si Yahvéh siguiera hablando, ahora en la prim era: el am or sin m edida y la disposición al perdón de Y ahvéh que
prim era persona. La estructura del versículo sigue - con un cuarto qótel - suscita la conversión de Israel (vv.8—9) corresponden - por lo m enos en
directam ente al v.7. este texto antiguo - a su actitud de alianza, a su perdón siem pre renovado
y a la creación del encuentro histórico entre él y su pueblo pecador al que
Yo CD'Mt) am a tanto. La alianza entre Yahvéh e Israel es eterna, porque Y ahvéh en
« d (que eslá) haciendo» alianza cuanto «el (que está) perdonando» siempre la está cre an d o 145. De esta
en’' ? rríD. qótel) forma, la experiencia de Dios de Israel es la esperanza de recibir el per­
delante de lodo el pueblo quiero hacer maravillas dón. cuyo signo es el habitar de Y ahvéh en m edio de su pueblo (v.9).
corno nunca han sido creadas |...] A lodo esto sigue el prim er m andam iento: no dejarse seducir por los
y todo tu pueblo verá las obras de Yahvéh. habitantes de la tierra (vv. 12a. L5a) a adorar a otro Dios, porque conform e
porque despierta adoración aquello a esta relación de alianza sólo Y ahvéh e Israel pueden pertenecerse m u­
de loque soy «el (que está) haciendo)) contigo tuam ente (v. 14a). El v. 14a está tanto bajo el signo del am or sin m edida y
fl?3S ILP‘2? ’Jít, [quinto] qótel). de la disposición al perdón de Yahvéh. com o bajo el signo de su prom esa
de volver a crear históricam ente, una y otra vez, el encuentro con Israel.
Las dos form as qóte de este versículo se unen al «yo» de la m ism a m a­
nera que las form as qotel en los vv.6-7 al nom bre de Y ahvéh: inician el v. ] 4b:
versículo y io cierran. Esta disposición sugiere dos cosas: el versículo Todo lo anterior se recoge en el v.. 4b, en el hablar del Dios «celoso», a
puede ser leído com o una continuación de los v v .6 -7 ; y su segundo qótel la vez que se concretiza aún m ás - o, m ejor dicho, se dram atiza. De este
está unido al prim ero y lo explica. D ebido a que todos los enunciados m odo, la nueva autopresentación de Yahvéh aparece com o la continua­
que se encuentran entre las dos form as qótel dependen del qal de «hacer» ción del v.10, com o la explicación, por así decirlo, de cóm o ha de verse
(nfry) es ce suponerse que todo este texto está sintetizado en el segundo aquella realidad m aravillosa, de la que Yahvéh es «el (que la está) ha­
qotel y que asi, com o un todo, explica el prim ero. ciendo». En la lectura d e todo el v.14 no podem os olvidar que el versí­
Las «m aravillas» que Yahvéh hace son hazañas salvíficas que culo está enm arcado por el aviso de no dejarse llevar a seguir a otros
desbordan toda com prensión y que pueden ser hechas por Yahvéh so­ dioses. Tam bién aquí se vislum bra Ex 3 2 ,1 -6 en el trasfondo. Si Yahvéh
lo 1 . Son «creadas» por Yahvéh (nifal d e NT2) y son creadas para Israel m ism o se llam a por el nom bre «el celoso», este nuevo nom bre interpreta
solo entre todas las naciones. Estas hazañas salvíficas son tan grandes
que todo Israel no puede m enos que ver que Yahvéh solo ha podido rea­
lizarlas. La obra que crea Yahvéh es «m aravillosa» (X^IJ), es decir, crea
la veneración de Y ahvéh y de su nombre (nifal de NT). Lo que crea
Y ahvéh es la continuación de la liberación de E gipto144, después de la
145. Esta interpretación de E> 34 pide una revisión de la de R. Rendtorlf, o. c. [nota
cual Israel había dado el nombre liberador de Yahvéh al becerro de oro
26], ST, i|je "puede decirse realmente que la alianza anunciada en Ex 34,10 es una «nueva»
(Ex 32,4). A hora, sin em bargo, Y ahvéh crea las m aravillas de tal form a alianza. Vista de parte de D ios es la misma que ya había concluido con Abraham y que
que en ellas crea tam bién la conversión de Israel (v.9). Todo esto explica había confirmado para la generación del éxodo. Pero ahora Israel, por haberse desviado del
qué significa el que Y ahvéh sea «el (que está) haciendo):- alianza. camino que Dios había trazado en la alianza, ha puesto en entredicho la condición previa
que le correspondía. Dios, de su parte, la vuelve a crear, perdonando el pecado de Israel y
confirmando de nuevo la alianza, con plenc conocimiento de que Israel es un pueblo de
142. F. Brcrwn, S. R. Driver y Ch. A. Briggs. o. c., 895s. «dura cerviz» (v .9 f N o puede hablarse de una ^condición previa» para la alianza que, en
143. ibid., SIO. dcr.dc se Ja esta connotación a nuestro versículo y a tx 3,20 (J). vista de los v v .ó -7 , es pura gracia. Esta ¡.rseia siempre es nueva y siempre es perdón. Ade­
14-4. L. Alonso Scluikcl. Pentateuco f (nota I27|. 349. más. los vv.8—9 son jna confesión de la culpa de Israel, es decir, conversión.
308 D io s e n mi d io d i - n o s o t r o s IV. L a e x p e r ie n c ia d e D io s de Is r a e l 309

la relación de alianza con Israel com o un m atrim onio1'5". £1 adjetivo desde toda la realidad característica de la relación de alianza. En su ac­
«celoso» (Kij?) se predica de alguien a quien su pareja ha sido infiel1*7. tuar a favor de Israel, es decir, en sus esfuerzos históricos de convertir al
De nuevo, el v. 14b en su estructura se deja juntar fácilm ente a las pueblo de «dura cerviz» en su am ante con la que pueda vivir o «habitar»,
autopresentaciones de los v v .6 - 7 .10. El «Y ahvéh, Yahvéh» del v.ó es Y ahvéh se convierte en el celoso. El llegar-a-ser el uno para el otro ex­
retom ado em otivam ente en el v. 10 en form a de «Yo». A hora el «Yo» presado en la fórm ula de alianza, de hecho se da en la form a que Israel lo
recibe un nuevo nom bre que m odifica el doble «Y ahvéh»: deja y se Le va, de m anera que tiene que irlo atrayendo al desierto para
ahí convencerlo a llam arlo por su nom bre verdadero (Os 2 ,1 4 -1 9 ). Los
Y ahvéh celos de Y ahvéh son su sufrim iento atorm entado, su abandono, la im po­
Celosa es su nombre. tencia de aquel a quien le ha sido quitada su credibilidad1'11. Israel ha de
Oütf Klj?) convertirse en el H ijo que term ina su servicio en fidelidad y Yahvéh en el
un Dios celoso es él Padre del C rucificado para que su nom bre llegue a recibir su concretiza-
N3? >N)(v.l4b). ción últim a y definitiva: ‘‘Abba, Padre” .
El que tam bién el apellido «el Celoso» pertenezca a la confesión de fe
El «pues» o «porque» (>d ) que precede conecta la autopresentación ex­ de Israel es expresión de su arrepentim iento y de su búsqueda de conver­
presam ente con el prim er m andam iento y, por eso. con la relación de sión. La experiencia de Dios de Israel es experiencia de lo desbordante
alianza. D ebido a que e] «Y ahvéh» repetido retom a tanto el v.6 com o el del am or y del perdón de Y ahvéh, y es exhortación al fiel cum plim iento
v. i 0, es com o si Yahvéh ahora recibiera un apellido. Si prim ero el nom ­ d e la torah (vv. 14a. 17-26). El que Yahvéh sea el que am a así, en el
bre fue solem nem ente redoblado y si luego fue retom ado en form a de abandono y en la im potencia, y que se entregue asi a su pueblo, en su
“soy yo, el que ...” , ahora recibe su últim a form a personalizada: Y ahvéh- am or sin m edida - esto es su misterio.
el C e lo s o " 8. En su relación con el Israel rebelde Yahvéh recibe su
«nom bre de casado».
Las dos partes del v .l4 b están dispuestas en paralelism o sinónim o:
Y ahvéh no sólo se llama «el celoso», sino que lo e s 149. El que Yahvéh se 5. YAHVÉH, «EL (QUE ESTÁ) HACIENDO» (QÓTEL)
llam e a si m ism o «el celoso», no explica ni una característica (o un atri­
buto), ni una pasión de D io slr,i'. La autopresentación d e Y ahvéh está uni­
da al prim er m andam iento en el v.14. pero aun así ha de ser entendida A unque las form as qótel sean llam ativas y útiles en la interpretación o el
descubrim iento de la estructura de Ex 34, no se prestan a un uso sistem á­
146. M. Wcinfcld, o. c. |no:a 3 '). 598: “Aunque no se mencione expresamente la tico para hacer afirm aciones sobre la experiencia de Dios de Israel que
imagen del amor conyuga! entre Dios e Israel en el Pentateuco, parece ser latente \ Desde: puedan m antenerse a través de todo el AT. La situación es com parable a
I-X 14 ha pasado a los decálogos. C I. también C. Dolm en. «Eifersüchtiger irt sein Ña­ la que encontram os respecto a la alianza y su relación con las fórm ulas
me» [nota I 18). 295; Id., ¡X-r Dekafogcmfang undsein Urspnmg ¡ñola 8 3 1, 181. de la alianza. En algunos casos es discutible si se trata de un sustantivo o
147. Algo sugerido también por los giros lingüísticos de la Icrmula de alianza que
de un qotel. La conco rd an cia152 hace un listado, en el que «el (que está)
provienen del matrimonio y que se encuentran en documentos legales del Antiguo Orier.te.
M. Weinfeld, o. c., 808. haciendo» (rró'tf) está clasificado 24 veces com o el sustantivo «creador».
148. I ambién C . Dolimen, o. c., 296, entiende este nueve nombre com o una explica­ En 14 de estos lugares la clasificación puede ser concedida, porque la
ción del doble «Yahvéh» en el v 6. Sin embargo, necesitaría diferenciarse su afirmación form a viene con su fijo 1''. En las dem ás 10 fo rm as154, sin em bargo, no
que el nombre Vahvéh queda como «sin contenido» y que este nombre ahora es interpreta­
do por medio "de la proyección de la acostumbrada triangulación entre el celoso, la pareja y
el rival . U nombre «Yahvéh» en cuanto nombre ya está interpretado por las formas qótel 151. Cf'. B. Andrade, o. c. [nota 21 ], 193-203.
de los vv.7.10, algo que se constata también en el «Yo» del v.10. Esta misma interpretación 152. G. Lisowsky [nota 108], 1137.
anterior se lleva ahora a la última consecuencia. 153. ls 22,11; 27,11; 29,16; 44;2; 51,13; 54,5; Sal 115,8; 135,18; 149;2; Job 4,17;
149. C. Dohmen, ibid , 295 3S.1C; Os 8.L4; Prov 14,31; 17,5. Tres otras formas con sufijo, Job 32,22; Is 17,7 y Sal
150. Ibid., 300s., donde Dohmen intenta establecer una relación entre estos dos atri­ 95.6, que (i. Lisowsky lista en las formas verbales, igualmente pueden ser descartadas por
butos.
ser probablemente sustantivos.
310 D io s i n m i :r a o d i : n o s o t r o s IV . L a e x p e r ie n c ia d i - D io s d i : Is r a e i 3 11

solam ente es evidente que se trata de un qólel, sino que se encuentran rri’S )155. En el decálogo (Ex 20,6; Dt 5,10), la versión «el (que está)
tam bién series enteras de form as qótel (por ejem plo Am 4.14: 5,8 ju n to m ostrando» am or sin m edida sustituye156 la versión original «el (que es­
con el nom bre de Dios), aunque éstas, a su vez, pueden ser corladas tá) guardando» el am or sin m edida (io n T¿’]) de Ex 34.7. Lo m ejor será
bruscam ente (Sal 136,4-11; 146.6-9: Job 5,9-12). En el Sal 1 3 6 .4 -1 1 la explicar la diferencia de m atiz entre «el (que está) haciendo» y «el (que
serie de form as qotel se cierra con un qotel para la liberación de Egipto está) guardando» a partir del contexto. En cada caso se trata de la acepta­
(HSir) y todo el S alm o está estructurado por el refrán “y eterno es su am or ción perm anente de Israel de parte de Y ahvéh, que está a la raíz de su
sin m edida que recuerda el vocabulario de la alianza. Todos estos textos actuación en la alianza. El único otro lugar que varía precisam ente este
cun qótel hablan de la creación; debido a que las form as qótel designan texto con qótel (Nm 14,8 sigue la acum ulación de adjetivos de Ex 34,6)
un hacer perm anente y característico de Y ahvéh, sin em barga, estos tex­ es Jr 32,18: c<el (que está) m ostrando» am or sin m edida a m iles15'. Los
tos ensanchan y dilerencian el concepto de creación. T endrem os que ha­ vv. 19 -22 explican en qué consiste este amor: en su preocupación por los
blar de esto todavía. hom bres (v. 19); en el hecho de que ha “obrado señales y portentos en
A unque la ayuda que las form as qótel puedan p restar para la inter­ Egipto'" y que sigue haciendo esto m ism o para Israel y para todos los
pretación de los textos sea lim itada, sus características especificas per­ hom bres tam bién hoy; con este hacer se ha “ hecho un nom bre’ (v.20, sin
miten usarlas com o criterio de selección de textos apios para abrirnos el qótel): él es «el (que está) sacando» de Egipto (xtfn, qótel), con «m aravi­
acceso a [a actitud de Yahvéh ante su pueblo y, con eso. tam bién el acce­ llas» (KYiü), que suscitan la respuesta de fe (NT, la m ism a raíz, ct. Ex
so a la experiencia de fe de Israel, cuya autoexperi encía com o pueblo 34,10) de su pueblo (v.21). Tam bién aquí, por consiguiente, com o en Ex
está inseparablem ente ligada a su encuentro con Y ahvéh. 3 4 ,6 -1 4 está en el fondo la referencia a Ex 32,4, donde Israel le ha quita­
Las form as qólel de «hacer» con Yahvéh por sujeto no son ni siquiera do su nom bre a Yahvéh. L lam a la atención que es precisam ente el v. 18 el
m uy frecuentes, de m anera que a continuación podem os intentar una que por m edio del qótel se conecta con el v .2 I: el am or sin m edida de
vista de conjunto de todos estos textos en el AT. El resultado de tal in­ Y ahvéh se ha m ostrado una vez por todas en el hecho de que es «el (que
tento debería ser. consecuentem ente, al mismo tiem po un com entario a está) sacando» de Egipto. Su actitud ante Israel se identifica con el
nuestro texto principal, o sea Ex 34,6-14. T raducirem os la form a qotel acontecim iento de la liberación. Esto nos recuerda otra vez la superposi­
siem pre con «el (que está) haciendo», para realzar el rasgo de actitud ción de la fórm ula narrativa neotestam entaria para la resurrección a la
activa perm anente que dom ina en la form a qotel y para sugerir la función
del gerundio que no existe en español. Las formas qótel com binadas con
"Ton serán, correspondientem ente, traducidas corno «<el (que está) m o s­ 155. Sobre la 70¡7 de Yahvéh en el Pentateuco y su exigencia que también Israel
trando^ su am or sin m edida. Fuera de la preocupación por salvaguardar practique el amor sin medida con el prójimo, cf. B. Andrade, o. c. (nota 21], 189-192. I-.l
las características de) qotel hay dos razones adicionales para esta traduc­ amor de Yahvéh, tal como lo comprende Ex 34, es el principio y el fundamento de la histo­
ria de salvación, a la que pe nene ce también la creación. Yahvéh e Israel llegan a ser el uno
ción: primero, la torpeza de la traducción ha de llam ar la atención sobre
para el otra en pertenencia mutua. El orden de la alianza y, a partir de ella, también de la
lo que los textos quieren decir por medio de esta form a verbal; y segun­
creación, es un orden de amor para siempre.
do, habrá que distinguir la torm a qótel de «hacer» del qólel «el (que está) 156. I'sle cambio tiene que ver con la reinterpretación de la alianza como contrato. En
creando» (cnia.), que se encuentra en las series tam bién (Is 45,7.18). Dt 5,9s. el comportamiento de Yahvéh es perfectamente paralelo en el caso de la fidelidad
de Israel y en el caso de su infidelidad. "Dios es tan grande en el castigo como en el amor”.
I.a rcformulación de Ex 34 en Dt 5 corresponde a la lógica del contrato entre Yahvéh e
Israel. Pera luego esta lógica no funciona, y ésta es la razón de la esperanza de Israel. La
5.1 «¡El (q u e está) m o stra n d o » a m o r sin m edida
fidelidad de Yahvéh es mayor que todo castigo, porque no tiene su fundamento en la rela­
ción de contrato, sino en el amor de Yahvéh a los padres, N. Lohlink, Gott im Buch Deute-
Del total de 56 form as qotel que hem os encontrado, sólo 6 se construyen renomiu/n {nota 22), 122.
con la expresión <cel (que está) mostrando» am or sin m edida (“ron 157. R. I\ CarroII, Jeremiah, The Oíd Testament Library, The Westminster Press,
Philadclphia 1986. 624. entiende este texto como una recitación litúrgica. Lo mismo hace
A. Weiser. Das Buch Jeremía Kapitel 25,15-52,34 ATD 21, (,1977, 297: “Las maravillas
Je Dios, con las que ha sacado a su pueblo de Egipto [...]. pertenecen a los hechos túndan­
les de la tradición histórico-salvífica que se celebraban y se vivían en las fiestas cúbicas
154. A m 4.13; 5 .8 ;.Sal I 15.15; 12!,2; 124 8: 134,3; 136,4.5.7: Prov 22,2. como acontecimientos presentes’'.
D i o s i:n M i:nm d i:n o so t r o s IV. LA KXPKRlliNCIA Dli DlOS Dli ISRAII. 313

lórm ula narrativa para la liberación ce Egipto: el m ism o am or de Dios se Eo que significa - m ás allá de un concepto de creador con sustantivo
m uestra en am bas. - el que Y ahvéh es «el (que está) haciendo» todo esto, nos lo aclaran el
En Jr 9.23b Y ahvéh se presenta a si m ism o com o “ Yo, Y ahvéh, «el contexto y las series de form as qótel unidas a estas afirm aciones. Los
(que está) haciendo» am or sin m edica, derecho y justicia en la tierra’' textos no pueden ser resum idos y. por eso, han de desglosarse uno por
(H ? 5 "¡F7T1 TOO ¡ ttp ’ix). L lam ativo es lo que precede: uno.
is 44.24: «el (que está) haciendo» todo (Vs nún?) se presenta a sí
I N o so a la b e e l s a b io ñor su s e m ism o com o el pariente próxim o (?NJ) de Israel y tiene derecho a auto-
ni s e a la b e el v a lie n t e p o r su v a le n tía , designarse asi, porque es «el (que está) form ando» a su pueblo desde el
I ni se alab e el rico por su riqueza (v .2 2 ); seno m aterno (n s’ con sufijo).
\ m a s en e s t o s e a la b e q u ien s e alabare:
\ en te n e r e n te n d im ie n to y c o n o c e r m e (v .2 3 a } . Y o . Y ah véh (mrp o jn )
«F.l (que está) extendiendo» los cielos solo
En otras palabras, la autopresentación está introducida con una fórm ula (n n 1? o’du? nu‘3)
de conocim iento. Por el hecho de que Yahvéh es «el (que está) haciendo» «el (que está) asentando» la tierra el solo
todo esto se conoce que es Dios. Por eso Yahvéh tam bién puede ser co ­ (»rw ’p n ^ n v¡?-i).
nocido en la cruz de Jesús, en la que hace lo m ism o (I C o r 1 .1 7 -3 1)1' 8.
En 2 Sm 22,51 y Sal 18,51 Yahvéh es «el (que está) m ostrando» a su Porque Y ahvéh puede hacer esto, también tiene el poder de llevar a Israel
ungido, David y su linaje un am or sin m edida y que perdura eternam ente. a casa desde el destierro (vv.2 6 -2 8 ) y así hacer lo que le corresponde al
Si recordam os los textos de la entrada en Jerusalén (M t 2 1 ,1 -1 0 par., esp. pariente p ró x im o 159.
v.9), se entiende otra vez que éste es el am or con el que Yahvéh acom pa­ ls 45. IR: Y ahvéh, «el (que está) creando» el cielo, ha form ado la tie­
ña a su Ungido a través d e la pasión. rra para q ue sea habitada - para que pueda habitar en ella con sólo Israel
(v v .1 4 -1 5 ). Se subraya la exigencia de adorar sólo a Yahvéh (vv.14.18),
ale.o que tam bién estaba im plicado en el texto anterior. Lo que distingue
5.2 El p o d e r c r e a d o r de Y ahvéh a Y ahvéh de los ídolos es que sólo él crea una tierra rica y h ab itab le160.
T am bién Zac 10,1 considera el poder creador de Yahvéh bajo el signo
N um erosos textos llaman a Yahvéh «el (que está) haciendo» los cielos y de la adoración exclusiva. El pueblo no tiene pastor y, por eso, se desvía
la tierra (Jr 10,12; 51.15; Sal 115,15; 121,2; 124,8; 134.3; 13ó;5; 146.6); y sirve a los ídolos. No entienden que es Y ahvéh el que tiene el poder de
«el (que está) extendiendo» los cielos; «el (que está) haciendo» ventanas darles la lluvia de prim avera:
en el cielo (2 Re 7,2.19): «el (que está) creando» los cielos ( 5 0 3 ) y
«guardando» la tierra (*i2fl) (ls 45,18); «el (que está) asentando» la tierra Yahvéh
él solo (v¡?1, ls 44,24: «el (que está) haciendo» las estrellas (Job 9,9; Sal «el (que está) haciendo» las nubes de la tempestad (ntpy)
136,7; Am 5,8); «el (que está) haciendo» de los vientos sus m ensajeros el que dará la lluvia (jn \ imperfecto).
(Sal 104,4); «el (que está) haciendo» la aurora y las tinieblas (A m 4,13,
tam bién 5,8 con ^D'n) y los relám pagos (Zac 10, l). Sin em bargo, Yahvéh no da una prueba neutra de su poder, sino que da
pan a los hom bres.
Jr 10,12 está en el m ism o contexto: los sabios de las naciones son to ­
dos necios y los ídolos son ridículos (vv.6-8.15). Yahvéh solo es el Dios
158. También A. Weiser, Das Buch Jeremía Kapuet 1-25. N , ATD 20. : 1Q76. 83s„
subraya la semejanza entre este lexit» y 1 Cor 1,17—31. Lo que Jeremías entiende bajo el
conocimiento de Dios está esbozado en la paráfrasis de la saltación que pertenece a la 159. El Dios creador se presenta con ios títulos de la elección y de la salvación, L.
tradición de la alianza: en el mismo sentido W. L. Itulladay, Je rem ¡ah i. Fortress Press. Alonso Sehókcl y J. L Sicre Díaz, o. c. [nota 88|. 301.
Philadelphia 1986, 318. R P. Carrol], o. c.. 247s., lee el lo t o en clave de critica social, L60. Ibid.. 305. C. Westermann, o. c. [nota 87|, 140. conecta la habitación de la tierra
pero entra en contradicción con I Cor 1.31 que también íl cita ciin ¡as naciones, para las que el mundo ha de ser un espacio habitable.
Dlí>S l'N VWDIODE: NO SO I ROS IV. L a e x p e r ie n c ia d i : D io s dh Is r a e l 3 15

verdadero (v.10). Solo él es «el (que está) haciendo» la tierra (r¡i?'i\ Y ah véh

v. 12); es «el (que está) form ando» todo (721 Ttfr»). de m odo que también « el (q u e está) guardando» a lo s forasteros ( 1QU?),

puede hacer de Israel su parcela de tierra OnVm, v.16). Su nom bre es (so stien e a la viu d a y al huérfano) |...| (v .9 ).

Y ahvéh Sebaot.
Jr 51,15 es paralelo ni anterior y form a parte de un oráculo contra La cadena de form as qótel está interrum pida en los vv.7.9, pero aun así
Babilonia ( v v .l-1 4 ). El poder del que es «el (que está) haciendo» la tie ­ quedan 8 form as16’. A dem ás llama la atención que en el v.7 se ha inser­
rra (v. 15) y «el (que está) sacando» a] viento de sus depósitos (¡rn XiT, tado un participio hifil y esto precisam ente - si tom am os el conjunto del
v.16) es tan incom prensible que a los hom bres se les ha de paralizar el hifil y de las 8 formas qótel com o una estructura quiástica de 9 m iem bros
cerebro (v.17). ¿C óm o podrán prevalecer contra ¿I los ridículos ídolos - en el quinto m iem bro, o sea, en el centro. En la confesión de que
(v .1 8 )?im El v. 19 es paralelo a 10,16. Y ahvéh es «el (que está) liberando» están resum idas las form as qótel que
En .Job 9. «el (que está) haciendo» las estrellas (v.9), «extendiendo» preceden y que siguen. El hifil del v.7 (TP1& de in3, dejar en libertad,
los cielos (rtD'3, v.8) y «m andando» al sol (“lípí?, v . e s tam bién «el {que liberar de las cadenas), corresponde a «el (que los está) sacando», tam ­
está) cam inando» sobre las olas del m ar C lT l, cf. Mi 14,25-26 par.). Está bién hifil, de Ex 6,7b. La form ulación, entonces, alude al éxodo y puede
infinitam ente alejado de Job. el que “ exterm ina al intachable y al m alva­ leerse com o una variante de la fórm ula narrativa para el nom bre de Dios.
do ” (vv .2 2-23). Sin em bargo, a un texto sem ejante en Job 5,9-U ) sigue Por consiguiente, podem os interpretar en el sentido de que el poder crea­
luego que Dios “ pone en alto a los postrados” y que los tristes experi­ dor incom parable de Yahvéh se expresa en su fidelidad a la alianza que,
m entan su salvación (v. I I ), de m odo que Yahvéh se convierte en la espe­ a su vez, es experim entada cuando él - en cuanto que es «el (que está)
ranza de los débiles (v.16). liberando» - provoca la nueva realidad salvífica descrita en la cadena de
Un texto realm ente notable es Sai ¡46,6-9 que pertenece al «hallel» form as qótel. El v.9b es inseparable del texto del v.9a (cf. Dt 10,18). Las
que concluye el Salterio y que contiene una larga serie de form as qótel. afirm aciones hechas con qótel están tom adas de los cam pos tem áticos de
Feliz es aquel que tiene su esperanza162 en la alianza y de la to rah IM. Llam ativos son tam bién el parecido de la te­
m ática con los m ilagros de Jesús y el vocabulario de la alianza en los
Y ah véh . su D io s (vn^K m rr) v v .6.8.9. Com o en Ex 34 ,6 -1 4 , todo el texto m odifica el nom bre de
« el (qu e está) hacien d o» el c ie lo y la tierra (nü/jc) f...|, Y ahvéh.
« el (qu e está) guardando» la fidelidad para siem p re (n o s itíltf) ( v .6 ),
O tros dos textos hablan de la creación. Is 43 em pieza con las palabras
« el (qu e está) hacien d o» tierech o p á ra lo s op rim id os (oso'n í r ó i ) ,
de Y ahvéh, el creador (2CÍ3 con sufijo) de Jacob y el «form ador» (T p con
« el (q u e está) dando» pan a lo s ham b rientos (e n 1? in ]}. sufijo) de Israel (v .l). Los versículos siguientes aluden a la liberación de
Y ahvéh Egipto y subrayan que Y ahvéh solo es Dios desde siem pre (v v .2 -1 3 ). A
«el (que está) Uberandob a ¡ospresos (v .7 ) este discurso de Yahvéh sigue un segundo: Y ahvéh, el creador, es ahora
« el (qu e está) ab rien d o» lo s o jo s a los c ie g o s (r¡?'D). el pariente próxim o (7¡Ó) y el Santo de Israel que libera a su pueblo de
Y ah véh Babilonia ( v .l4 ) l0;. A renglón seguido leemos: Yo, Y ahvéh, vuestro
«el (q u e está) en d erezan d o» a los en corvad os h p r).
Y ah véh
« el (q u e está) am and o» a los ju sto s [xfR ) (v.8).
163. A. Weiser, ibid., habla do “atributos de Dios solemnemente estructurados”. Las
afirmaciones en los vv.7-9 tienen en común “que la fuerza y la bondad de Dios muestran su
poder allí donde el poder humano fracasa”.
164. N. Lohfink, Bund und Tora hei der Vólkerwallfahrt, en N. Lohfink y E. Zcngcr
161. El texto es una confesión tiimnica de Yahvéh y el repudio de los ídolos. A. Wei­ |tíota I ]¡. 5ls.. investigad lexto parecido de Is 49.1-9, donde la alianza y la torah son men­
ser, Jeremía II |nota 157], 4_>4 Está formulada en el lenguaje de la alianza que expresa la cionadas expresamente.
165. Que Yahvéh es el único Dios no es algo que se sabe por "elucidaciones teóricas,
pertenencia mutua, L. Alonso SchQkcl y J L. Sicre D ía/, o. c. |nota 88], 469.
162. Una exhortación a la confianza sin reserva y exclusiva en Yahvéh. A. Weiser, sino por la experiencia real de Israel: el se ha mostrado como el único salvador”, C. Wcs-
Die Psalmen II. ATD 15. *1973, 575. terrnann, Das Buch Jesaja Kapitel 40-66 jnota 87], 102.
316 D IO S I N MI D IC iD Ii N O SO T R O S IV. L a i:x p i :r i i : \ c ia di D io s d i - Is r a e l 317

Santo - «el (que está) creando» a Israel («113) - vuestro rey (v. lf ) l&6. A Y o . Y ahvéh
continuación, los vv. 16-17 describen las m aravillas del nuevo éxodo y el •¡.el (que eslá) h acien d o » todo esto (nú?i?).
v.19 dice: “ M irad, Yo, «el (que está) haciendo):- cosas nuevas
(n u n n rr|ñ ?)'\ En este texto, los sustantivos que m odifican el nom bre son No solam ente tenem os aquí otra acum ulación de formas qótel para expli­
explicados por las dos form as qótel y éstas, a su vez, se ilum inan m u tu a­ car el nom bre, sino que aquí un qótel designa una actuación negativa de
mente. En resum en, el texto quiere decir que Y ahvéh es «el (que está) Y ahvéh. Este qótel derrum ba la com prensión de Dios: todo, sin excep­
creando» eternam ente a Israel para sí, para que Israel proclam e su ala­ ción alguna, hasta el tnal, depende de Y ahvéh170. El oráculo de C iro y el
banza (v .2 1 )lí>7. Lo «nuevo» que Yahvéh está creando lia de consistir en v.8 explican cóm o puede entenderse el que Yahvéh sea «el (que está)
que Israel realm ente cum pla con esto. creando» el mal: él entrega a los pueblos a Ciro y hace caer a los reyes,
La creación de Israel para Yahvéh llegará a su térm ino cuando verán para que C iro conozca que Yahvéh es el rey de Israel (v v .1 -2 ); para que
a Yahvéh com o «el (que está) haciendo» el nuevo cielo y la nueva tierra iodos los hom bres sepan que sólo Yahvéh es Dios. Lo que crea Yahvéh
(nttfi?), Av 66,22. Cuando suceda esto. Israel habrá cum plido con su tarea es la liberación de su pueblo (v v .6 -8 ). Es im portante que esta com pren­
com o propiedad especial de Yahvéh y com o "reino de sacerdotes” (Ex sión del ser divino de Y ahvéh esté vinculada con el rey extranjero Ciro:
19,5-6) ante las n aciones1'’34. En los vv.20-22 vuelven lam bién la lorah y ya esle texto separa al pueblo de Yahvéh de la institución del poder polí-
la alian z a159. tico 171.
N os queda el texto de Is 45,6c—7 que sigue a un oráculo a favor de Los textos discutidos aclaran la función del qótel: la form a estructura
Ciro. Según este oráculo, Y ahvéh ha favorecido a Ciro a causa de Israel, el texto de lal modo que se destacan afirm aciones paralelas com o m odifi­
su elegido y se presenta como el único D ios (vv.4-6). caciones del nom bre de Y ahvéh. Esta estructuración perm ite am pliar un
cam po tem ático considerablem ente. En todo el grupo de textos sobre la
Y o , Y ah véh , y nadie m ás creación (con la excepción de los dos textos de Job) se ve claram ente que
« el (que está ) form ando» la luz ("lis ~irr) lam bién la creación pertenece a la alianza y a la torah y esto de tal m ane­
«el (que está) crean d o» tinicrhlas n2?s>) ra que sólo desde la alianza y la torah se com prende el significado de la
« el (que está) h acien d o» paz (dítit n i?y) creación j2. La creación aparece com o una «cifra de esperanza» que ex­
« el (que está) creando» (ei) m al (in K 't_) plica cóm o es posible que sólo Yahvéh puede actuar así a favor de Is­
rael1^ .

166. I,. Alonso SchOkel y J. L. Si ere Díaz. o. c. [nota 88], 294, sospechan deuás de
esta notable acumulación tic litulos una polémica contra los incontables títulos de Marduk. 17!) Los «predicados» de Dios contenidos en este texto son como el limite del anun­
C. Westermann, o. c., 96, irterpreta el «crear» y «formar» de parle de Yahvéh como s í cio del Deuteroisaias. “ E*s difícil comprender porqué los interpretes no se muestran más
actuación salvifica fundamental □ Favor de Israel. inquietos por este texto”, C. Westermann, o. e. [nota 87], 131. “La divinidad de Dios rebasa
167. Dios crca al pueblo llevándolo delante de si para un encuentro, L. Alonso el límite de nuestro Irabiar de Dios y el límite de nuestro pensamiento sobre Dios - y, con
SchOkel y J. L. Sicre Díaz. o. c., 292. esto, también los límites de toda teología” , 132. De manera semejante interpretan también
168. La investigación de la forma qótel en la temática de lacreacíár y la investigación L. Alonso Schükel y J. L. Sicre Díaz. o. c. |nota 88], 301. Sólo en este lugar se llama a Dios
de N. Lohf'ink, ttund und Tora be i der Vólker v.allfabr?, en N Lohftnky L. Zenger |nota 1], el creador de las «tinieblas» y del «mal».
6 1s., se encuentran en un mismo lugar. P l . "Con el oráculo de Ciro. Israel lia dejado de ser, en cuanto pueblo de Dios, un
169. Queda abierto si Yahvéh “uniera también algunos hombres entre las naciones a pueblo con poder político. La separación de3 pueblo de Dios de una figura de poder político
los sacerdotes y levitas de I s r a e l y si la alianza, después de todo, quizá no designara para no se dio con Cristo, sino ya aquí", C. Westermann, o. c., 131.
siempre la relación exclusiva entre Yahvéh e Israel, ibid. Lolifink recuerda en este canicxto 172. Aquí se nota el problema del Deuteronomio que comprende la alianza como un
el oráculo de las naciones en ls 19.5 que sugiere que Yahvéh también es el creador de Asur. contrato entre Yahvéh e Israel, cf. rota A\. Debido a que, en el exilio, se vio que el contrato
El Sal 25 promete una nueva alianza para las -naciones y precisamente en este sa in o está de había sido roto, hay que reflexionar ahora la relación de Yahvéh a los otros dioses. Esta
nuevo Ex 34 en el trasfondo, ibid., 85-.8B. C. Westermann. o. c. (nota #7], propone insertar reflexión se lleva a cabo en las redacciones tardías del Deuteronomio y en la literatura
ls 59,21 entre el v.20 y el v.22, porque este versículo menciona la alianza y claramente exilien, N. Lohilnk. Goti im Buch Deuteronomium [nota 22], I17s. lis probable que tam­
habla de la torah, 338. Hl hecho de que la pregunta por la participación de las naciones bién ls 45,6-7 pertenezca a los intentos de resolver esta cuestión.
quede abierta es para el “ un signo conmovedor de que después del exilio ya no hubo con­ 173. La necesidad de comprender de manera nueva al Dios de Israel y, por eso, tam­
senso en Israel sobre la pregunta por la suerte escaiológica de las naciones". 336. bién la relación entre Yahvéh e Israel, conduce a establecer un nexo entre los hechos salví-
318 D io s e n m e d io d i -; n o so tro s IV. L a e x p e r ie n c ia d l D ios de Is r a e l 319

5.3 Y ahvch, «el (q u e e.slú) hacien d o » m a ra v illa s La form ulación «el (que está) haciendo» cosas grandes en Job 37,5 se
distingue de los textos del Salterio en cuanto que la expresión designa
Las m aravillas de Y alivéh que se conslruven con el qotel "ré^ recogen aquí al poder creador. / Sm 12.16 es parecido, porque entiende por el
tres vocablos hebreos: k'td y n'17?: [can la m ism a raíz), acontecim ientos giro el signo de una tem pestad a destiem po para m ostrar a Israel que hizo
sal vi Ileos que desbordan toda com prensión y pueden partir sólo de mal en escoger a un rey. T am bién cuando Job 25,2 llama a Yahvéh «el
D io s1 y riVi}. «cosas (o hechos) grandes». El Sal 72 habla cel rey pro­ (que está) haciendo» (la) paz (D'^u? nún?) - al lado de Is 45,7 el único
m etido que reina sobre la tierra, que redim e a los pobres y abandonados, lexto con esta expresión - no está hablando de la salvación de Israel, sino
acaba con la violencia y la injusticia, es decir, que trae la sociedad de del poder creador.
contraste que es el contenido de la torah. E] Salm o term ina con la ala­ En este párrafo caben algunos textos que no hablan directam ente de
banza de Y ahvéh, de] Dios de Israel que. él solo, es «el (que está) ha­ las m aravillas de Y ahvéh y donde las form as qótel son indeterm inadas y
ciendo» acontecim ientos salvíficos (rnx'7?a rri’S, v. 18). La m ism a expre­ tienen que ser explicadas a partir del contexto. Igual que en los textos
sión se repite en el Sai S 6 ,/0 , con la insistencia en que sólo Yahvéh es anteriores, con la excepción de Job, el tem a es la relación entre Yahvéh e
D io s1' . Por eso, sólo él puede ofrecer m isericordia al orante. El v. 15 Israel.
explica luego por qué, recogiendo el texto de Ex 3 4 ,6 -7 . Los aco n teci­ Y ahvéh es «el (que está) haciendo» para su pueblo exiliado «lo bue­
m ientos salvíficos son, entonces, m isericordia y salvación y designan la no». o sea, el regreso (Jr 29,32). A esto sigue el libro de la consolación
actitud de alianza de Y ahvéh. m ientras que el Sai 77.15 entiende por X7D (Jr 3 0 -3 1 ) que term ina en la prom esa de la nueva torah. Jr 33 prom ete
el acontecim iento salvífico de la liberación de Egipto y el encuentro con luego al pueblo exiliado y decim ado la paz y seguridad (DDKT v.6),
Dios en el Sinaí (vv. 16-20). caracterizando así la actitud de alianza. E l regreso y reconstrucción (v.7) y el perdón de todos sus pecados (v .8 )178.
v .2 1 se refiere a la m ediación de la torah por M oisés y A arón. Las prom esas - que evidentem ente pertenecen a los cam pos sem ánticos
Ya por su refrán litúrgico "eterno es su am or sin m edida’’ ( v .l), el Sal de la alianza - son resum idas en el v.9 en el giro: todo lo bueno (rDlüii),
K)6 destaca el tem a de la alian z a170. El v .2 1 alude a Ex 32,4: '‘olvidaron a del que yo soy «el (que está) haciendo» (nip'l? M ) . Todos los pue­
Dios quien los salvó / a «el (que está) haciendo» cosas grandes (mV 75 blos de la tierra han de ver lo que Yahvéh hace, para que tam bién ellos
rró'y) en Egipto". Todo el Salm o describe el cam ino de Y ahvéh con su puedan alabarlo y creer en él. Al final del v.9 se recoge el qótel en otra
pueblo de «dura cerviz» y culm ina en la alabanza que Israel puede p ro ­ oración relativa y se define por «lo bueno» y la «paz».
clam ar sólo cuando haya vuelto a su Dios y cuando, en la alabanza de En su am or sin m edida, Y ahvéh no puede existir sin su pueblo. No
Y ahvéh, se gloríe en pertenecerle com o su pueblo (vv.4 7 -4 8 ) puede abandonarlo a sus propios deseos - y m enos, porque su ser-D ios-
para-lsrael significa que sin Israel no puede ser Dios. Esta relación entre
Y ahvéh e Israel, ya expresada en las fórm ulas de alianza, vuelve a en­
Ileos de Yahvch y la creación, ibid.. I2í)s. J. Y. A. Sawycr. o. c. [nota 23 1. 50s.. subraya este
contrarse en form a enfática en Jr 26, un texto que está igualm ente cons­
nexo en los profetas y habla cu una hisiorización del mito de la creación.
174. Cf. Ex 34,1 [). 1-1 Salmo 72 pertenece a la liturgia de la enironización del rey y truido con formas qótel, aunque no con ruy'v. En el trasfondo está de nue­
está emparentado con la escato logia pro Ictica A. Weiser, o. c. |nola 162 1. 342. vo la experiencia de que Israel ha abandonada a su Dios y que ha susti­
175. Por sus maravillas Yahvéh se distingue de Lodos los demás dioses. A. Weiser. tuido los cam inos del mal por los cam inos de la alianza: si sólo quieren
o. e.. 393. I.a temática es la irisina que en Ex 32.1 —6 v 34.6-10. oír (¡?M ) y volver (Dlltf), entonces me arrepentiré de la desgracia de la
176. Los Sal 105 y 106 son «Salinos gemelos» y al mismo tiempo «Salmos históri­
que soy «el (que está) planeando» (oración relativa con nVu? ‘’p'JX, v.5). El
cos» "que cuentan la historia canónica de los crímenes de Israel |.„] Ambos Salmos presen­
tan la historia de Israel como «historia de la alianza»'', E. Zertger. Das Wehenkonigtum des qotel que m arca la acción de castigo depende del qótel del v.5: Yahvéh
(jones Israels (Ps 9(1 n N l.oh lirk y E. Zenger [nula 11, I73s.
177. En la alabanza de Dios, las dos cosas san insenarab.es: “La alabanza de la inque­ teda la historia de los padres de Israel. Sal 106,47 es “la petición linal de salvación y de una
brantable fidelidad de Yahvéh a la alianza y la cor les ion abierta c e la pecaminosidad de la nueva reunión de la dispersión entre las naciones, que llevará a una nueva alabanza de
historia del pueblo de Dios |...| l-!sla pe camino si dad introduce en un abismo del que selo el Yahvéh". 269.
milagro de la fidelidad de Yahvéh a mi promesa de alianza podra salvarlos [„.| A ambas 175. Jer 33 es una añadidura post-deuteronomista al ciclo de las expectativas salviíi-
abarca la alabanza de Dios a la que Israel se sabe llamado", ibid.. 173s. W Zimmer- eas en los capítulos 30-31, lo que ya se nota en el hecho de que la creación y la salvación
li. Zwillingspsalmen. Gesammefte -Iirfsáíze II. Tlieologisdhe Büehcrei AT 51, kaiser, MCin­ están tan estrechamente ligadas. La reconstrucción de Jcrusalén y de Israel es sinónimo del
chen 1974. llama el Sal 106 iría «confesión general» de Israel. El poeta se solidariza con perdón, lí. P. Carroll, o. c. [nota 157J, 634s.
.120 D m s i ' \ Mi:n 10 n i : n o s o t r o s IV. LA EXPERIENCIA DI- DIOS DE ISRAEL 321

es «el (que está) enviando» una y olra vez a los proi'elas (cf. el 5.4 J u ic io — p e ro s ie m p r e a lia n z a y to r a h
o n éjj^c^ ¡i?, ta r frecuente en Jn}, para hacer volver a su pueblo a los
tiem pos de su prim er am or (Os 2 ,1 6 -1 7 ). I.o más im portante es esto: Israel puede confesar el am or inagotable de Y ahvéh, su m isericordia pe­
tanto se lia convertido Y ahvéh en el que ama sin esperanza de reciproci­ renne y sus m aravillas com o el actuar de Yahvéh para ellos sólo al com ­
dad que él m ism o esta dispuesto a arrepentirse*' - y sin el m initno pre­ prender sim ultáneam ente que son culpables. Su experiencia de Dios
texto. pues ¿en qué podría apoyarse Yahvéh para esperar que su pueblo siem pre incluye la experiencia de la propia culpa (cf. Ex 3 4 ,6 -9 ). Por
le sea fiel9 N ada nos im pide ]eer este texto com o un com entario a ]a au- eso. el encuentro entre Y ahvéh e Israel en la alianza lleva la connotación
topresenlación de Y ahvéh com o «el celoso» (Ex 34,14b). Un Dios que se del perdón de los pecados (Jer 31,31-34). Esta experiencia canónica de
arrepiente es tan inconcebible com o un D ios celoso Dios nos hace com prender los anuncios de castigo de parte de Y ahvéh.
Desde el am or sin m edida contra el que no prevalece ninguna infide­ Lo im portante es que desde el principio no se trata de «castigo», sino del
lidad. se entienden los restantes textos de este grupo de formas qotel. En llam ado a la conversión, para que Israel pueda experim entar el perdón.
Am 9.12 Y ahvéh es «el (que está) haciendo):- la renovación y la salvación No es sorprendente, por consiguiente, que con una sola excepción
abundante (ntí* “ ÍP’V). En S o /3.1 y y Nah i, 9 es «el (que está) haciendo» (I Sm 3 , 1 I) todas las form as qótel que se refieren al ju icio sobre Israel se
(poniendo) fin a los opresores y al exilio de Israel. Tam bién la gran pro­ encuentren en los libros proféticos. En la elaborada parábola de la viña,
m esa de renovación de Ez 3 6 .2 5 -2 7. el don de un nuevo corazón capaz h 5.1-7, el am or y la preocupación afectuosa de Yahvéh está en franca
de guardar la alianza y de hacer realidad la torah, significa perdón y la contraposición a la respuesta de Jerusalén y de Ju d á IH2. A aquellos que
reunión de [srael desde todos los países (v.24). En el v.28 aparece la han privado a Y ahvéh del producto de su cuidado y su esfuerzo se dirige
fórm ula com pleta de alianza180. Yahvéh es «el (que está) haciendo» lodo la am enaza:
esto (ntL>'J? XN). no por vosotros, sino por mi santo nom bre que habéis
profanado entre las naciones (vv.22.32). Y el verdadero nom bre de “ voy a haceros saber qué es lo que soy «el (que está) haciendo» con mi
Y ahvéh es «el (que está) haciendo» (concluyendo) la alianza { r’~n m '3, viña (oración relativa con rróv): desportillar su cerca, y será pisoteada"
Ex 34,10). Tam bién aqui se trata del papel de Israel ante las naciones. En (v.5).
y por Israe Y ahvéh se muestra com o el Santo a los ojos de las naciones
El desencanto de Y ahvéh, su dolor de haber sido engañado, llena el v.7:
“él esperaba” sólo dos cosas, derecho y justicia, y las dos le fueron nega­
179. W. L. Ilolladay. Jeremtah 2, Ilermeneia, Fortress Press, Vtinneapolis 398*3, 130, d a s ls:v.
traduce «arrepentirse:;. Dn3, ccn «relracl». ccb-e sorry»o también «change one’s purpose out Is 10,23 sigue al anuncio del «resto» de Israel (v v .2 0 -2 1 ). T am bién
ol pity» «Retractar» u menú de tiene una acepción forense y Holladay la pretiere, cf. Jere- este resto todavía tiene que pasar la prueba de fiarse sólo de Y ahvéh; por
miah í [ñuta I58|, 168 S ti embargo, a mí parecer aqui no es la adecuada. L. Alonso
eso está decidida la destrucción de todos los que no se convierten: “ El
SchOkel y J. L. Siere Día/., o. e. [nota 88.], 539. ven un nexo enere el arrepentimiento de
Yahvéh y el r»o1ivo del Templo en el v.2: el Templo es algo com o un lugar de resonancia Señor Sebaot es «el (que está) haciendo» destrucción (com pleta) en m e­
para la palabra profctica. Es como si Jr estuviera diciendo: al Templo va uno para arrepen­ dio de toda la tierra” . Lo que llam a la atención es que en el v.22 se use la
tirse, no para sepultar el pecado bajo ceremonias. También R. P. CarroII. o c. [nota 157],
515s., subraya la importancia del lugar hablando de una actuación decisiva. Aunque esto
sea cierto, habrá que ver que lo inaudito de esta palabra consiste eti que Yahvéh mismo, en Yahvéh sigue la fórmula de conocimiento cuyo sujeto son las naciones. Esta fórmula es
la plaza del Templo, hable p«ir ]a bo:a de su profeta de su prepio arrepentimiento. característica de Ezequiel. El tema se encuentra también en el Sal 100. Israel tiene la tarca
180. La renovación se refiere a la «insensibilidad» de Israel ante todas las muestras de llevar a las naciones al conocimiento de Dios, E. Zenger. Ps 90-106, en N. Lohfink y E.
del amor de Vaiivéli. En el centro está la promesa de que cada uno de los miembros del /en ger [nota I ], 170.
pueblo de D ios estará lleno del Espirúu Esta nueva realidad se expresa en la fórmula de IS2. J. Jcnseti y W. H. Irwin, lsaiah 1-39, NJBC, 233: también en el Cantar encon­
alianza, W. Efchrodt, Der Prophet Hesekiet Kapitel 19-48, ATD 22/2, ; l% 9, 349-351. \V. tramos ia imagen de la viña para designar a la amada. Esta imagen enfatiza la gravedad de
Ziinmerli. Kzekiet i!. Bihlischer Korí montar Al', XII1/2, Neukirchen-Vluyn I%*), 879s., la conducta de Israel.
interprela el teMo dentro del esquema de purificación cúltica típico de Ez y lo relaciona con 183. L. Alonso Schókcl y J. L. Sicre Díaz, o. c. [nota 881, 407, describen el texto co­
.Ir 31,31-34: el nuevo corazón que Yahvéh crea corresponde a la nueva alianza. mo el cántico de un amante que canta el fracaso de su amor. El eje del poema es el verbo
181. Esto concuerda eon la temática «luz de las naciones»' en Isaías, cf. fv Lohfink, «hacera que aparece siete veces. No se describe un amor de puro afecto, sino un amor en el
Hutía ur,d Jera he i der Voíkenvattfahri, en [nota l|. 54—58.. Al anuncio de la actuación de «•hacera.
322 D io s i n mi d io de n o s o t r o s
IV. L a i x p iír ie n c ia d i : D io s d i - Is r a e l 323

palabra «justicia)) (Tljn?) para la «destrucción»Hl. Q uizá se pueda aquí pregunta por la pertenencia m utua entre Yahvéh e Israel se convierte en
entender - siguiendo tilra vez la interpretación de la «justicia» por G er- la pregunta por el m isterio de Dios que provoca la conversión.
lem an lsS - en el sentido de que la «justicia» ha de introducir una cierta En f Sfíi 3 J I Yahvéh es «el (que está) haciendo» un acontecim iento
«m edida» en la infidelidad de Israel1^'. {“m rrj'l?) que será tal “ que a todo el que oiga le zum barán los oídos” , lo
Ez 22 enum era los crím enes de Jerusalén. idolatría, asesinato, despre­ que se refiere al ju ic io que caerá sobre la casa de Eli, porque Eli no ha
cio de la torah; han olvidado a Y ahvéh, es decir, han roto la alianza impedido las blasfem ias de sus hijos (vv. 12-13). En J¡ 2,11 la m ism a
(vv. I - 2 ) ik\ A eslo sigue, en el v. 14, la protesta im potente y desconsolada form ulación quiere decir que la voz de Yahvéh suena para el día del ju i­
de Yahvéh: a ver si resistes ‘en los días que yo soy «el (que está) hacien­ cio. Pero a esto sigue la llam ada a la penitencia (v v .1 2 -1 3 ), que alude a
do» (preparando, oración relativa con núrtJ). Luego, el v .l 5 anuncia et Ex 3 4 .6 -7 y a la m isericordia com pasiva de Yahvéh (v. 18).
exilio. Lo notable es la fórm ula de conocim iento en el v.16: Israel cono­ Según Mal 3 21 Yahvéh es «el (que está) haciendo» el día de Yahvéh
cerá que Y ahvéh es el S eñor no por sus hazañas tal com o la liberación de que acabará con toda im piedad’1*0 y en el que el sol de ju sticia brillará
Egipto, sino porque en Israel Yahvéh es deshonrado ante los oíos de las para todos los que creen en Yahvéh (vv.19—20). Es el día en que Yahvéh
naciones. Un texto sem ejante ' s puede escribirse sólo desde la experien­ será «el (que está) haciendo» de su pueblo su propiedad especial
cia de que la m utua pertenencia entre Yahvéh e Israel es inquebrantable - (ñ'wic rrúr'5?} y será indulgente con ellos, “ com o es indulgente un padre
precisam ente en el sufrim iento del exilio y en la conversión, en la que con el hijo que le sirve” ( v .l 7). El verbo «servir» igualm ente es qotel
Israel entiende y com parte ía im potencia de su Dios o lvid ad o 1’9. A sí, la (“O’y). Si leem os este texto desde el NT, resulta que nadie ha sido indul­
gente con el Hijo, «el (que está) sirviendo», com o «un padre» lo hubiera
sido. Sin em bargo, en él Israel ha llegado a ser para siem pre la propiedad
184. J. Jcnsen y VV. II. Irwin, o. c.. hablan de un "uso raro'' de esle término para de­ especial que regresa del exilio (v. 18).
signar un juicio destructivo. En este grupo de textos, las form as qotel han ayudado a profundizar
185. Cf. notas 99-103. en la experiencia de fe de Israel según Ex 34 am pliándola, pero han he­
I 86. W. Ziminerli, Ge ti m der ¡'’erkundigvng der Propheíen |nota 9], 135, ve el cua­
cho algo más: nos dan un punto de partida para la interpretación del cas­
dro de referencia para entender el juicio :an frccuenic en los profetas en el hecho de que
siempre es la violación de la voluntad de derecho de Dios y de su exigencia de exclusivi­ tigo y del juicio al interior de esta m ism a experiencia de fe. Y ahvéh es
dad, la que produce la desgracia para Israel. L. Alonso Schflkcl y J. L. Sicre Díaz. o. c. Dios en cuanto que es «el (que está) guardando» la torah; «el (que está)
[nota 88], 163, parten del mismo presupuesto: los que en el castigo anterior todavía rio han haciendo» derecho (ttSttfo nty's?) para los huérfanos y las viudas; «el (que
aprendido comprenderán ahora. Per eso la destrucción es «justicia». La interpretación de O. está) am ando» al forastero en el que nadie se fija (“)} DHS, Dt 10,18) y «el
Kaiser, Der Prophet Jesciia Kapitel ¡-12, ATD 17, JI978, 118, es muy diferente: La refe­
(que está) haciendo» obras justas y derecho para todos los oprim idos
rencia explícita al resto es una exhortación a la fidelidad. La justicia de Dios "se extenderá
sobre la tierra como jii rio que extermina a todos los pecadores” l>elrás de un comentario (D’USiltol n’jT m¡77j? nitf'y, Sal I0 3 ,6 )191. El texto de Dt 10 habla de la
semejante está la imagen de Dios cuyo ser divino se expresa en el castigo y la destrucción. elecció n 1 e interpreta la relación entre Yahvéh e Israel1 El Sal ¡03 es
187. El texto subraya los crímenes socialcs y políticos, a los que lodos los demás son
subordinados, L. Boadt, Ezekiei, NJBC, 32C».
188. L. Boadt. ibid., comenta que ei exilio a un país extranjero que es impuro signiiiea
190 W. /inim erli. ibid., 131, llama el día de Yahvéh un “teologúmenon curioso que
profanación del nombre de Dios, lo que es cierto, pero en et tías fondo hay un pensamiento
se mantiene desde Amos pasando por Isaías, Sofonias y Ezequiel hasta el Jocl tardío y
eúltico, no la pregunta par la relación entre Yahvéh e Israel También W. /.inimerli. Ezekiel
Malaquias. Se hace referencia a un día que está precisado únicamente por el hecho de que
/, Bibl. Kornmentar A l , X lll/'l. Ncukirchencr Verlag, Neukirchen-Vluyn 1969, 512s.,
entonces será Yahvéh el único que reine”. Si es asi, el v 17 adquiere una particular impor­
parte de la comprensión rituai de Ezequiel, pero su interpretación es más amplia: los críme­
tancia: el que reine sólo Yahvéh significa indulgencia para el «hijo» por su propio I lijo.
nes rituales, de los que Ez culpa la “ciudad sanguinaria” abarcan la injusticia social y el
191. “Lo que significa el que Dios es santo (v. 1) se ve en su amor al pecador. El dere­
asesinato. Por la culpa de su pueblo. Dios mismo se convierte en escándalo y necedad
cho y la justicia no son otra cosa que la constancia del amor que Dios muestra a los oprimi­
(1 Cor 1,22-24).
dos” , A. Weiser. Die Psahnen I¡ [nota 162], 45 ls.
189. Para VV. Zimmcrti. Gol! in der Yerkündigung der Prvphelen |nota 9 J, 140s., el
192. J. Blenkinsopp, Deuteronomy, NJBC, 100.
hecho de que Yahvéh es un D ias que sufre por su pueblo es inseparable de la comprensión
193. G. von Rad, Das funfle Buch Mose. Deuleronomium, A 1 D 8, 21968, 59s., llama
del papel del profeta. Cuando Yahvéh habla por los profetas, el sufrimiento del profeta
los vv. 12-22 una 'declaración fundamental” (Grundsatzerklarung). Sería quizá más preciso
expresa también el sufrimiento de Yahvéh, y esto con el mismo realismo que caracteriza la
llamarlos un inidrai sobre el primer mandamiento para que quede más claro su carácter
palabra profética en todo anuncio.
p arenético, subrayado también por von Rad. Según N. Lohfink, Das Hauptgebol. AnBib
324 D io s i;n m i d io d e n o s o t r o s IV . L a e x p e r ie n c ia d e D ios de Is r a e l 325

una alabanza del D ios de la alianza, en la que se retom a Ex 3 3 -3 4 una y El heclio de que el qótel de «hacer» designa una actitud perm anente y
otra v e z " 5. En el m atrim onio atorm entado de -(cYahvéh-el C eloso» con por eso característica; algo que «siem pre» es así y que, por consiguiente,
Israel, la realización de su am or sin m edida no es posible sin «castigo» y da a conocer a! que actúa en su rasgo central, se aprecia tam bién en los
«juicio», para que p je d a llegare] día en el que podrá llevar a su pueblo a dem ás textos con Israel com o sujeto. Se habla cada vez - tam bién en Jr
si com o sli propiedad especial. 32.30 (cf. Jr 36.3) - precisam ente de aquello que constituye la radical
diferencia enire Y ahvéh e Israel: a la lidelidad y al am or sin m edida de
Y ahvéh se contrapone la infidelidad, la idolatría de Israel.
5.5 E x p erie n cia de fe y confesión d e cu lp a N;n 32.13 habla de “ toda la generación de «los (que están) haciendo»
el mal a ios ojos de Yahvéh en el sentido de que Israel ha despreciado la
Sobre todo Jr 32.20 liace ver cuán íntim am ente el reconocim iento de la tierra prom etida por su incredulidad ante los signos de la liberación de
p ropia culpa pertenece a la experiencia de fe de Israel - tanto que la ex ­ Egipto (Nm 14.11). En Ex 32 la m ism a incredulidad había conducido a
periencia de fe sólo puede darse com o experiencia del perdón. El texto que Israel le quite su nom bre a Yahvéh. La form a qótel indica que no se
reza: ‘ porque los hijos de Israel y los hijos de Judá son «los (que están) traía de un acontecim iento olvidable en el pasado, sino de la característi­
haciendo» sólo lo que está mal a mis ojos,: s i n a ’TJ's). Esta fo r­ ca perm anente de Israel.
m ulación corresponde exactam ente a la confesión de Yahvéh que éJ es Israel no escucha la voz del profeta a quien Yahvéh le ha enviado.
«el (que está) m anteniendo» el am or sin m edida (io n HÉP'ir). Lo im por­ O yen las palabras pero no las ponen en práctica, porque son «los (que
tante es el contexto: después de la nueva alianza (3 1 .3 1 -3 4 ) y no obs­ están) haciendo» conform e a los antojos de su corazón (□im?, Ez 33,31);
tante la deportación a Babilonia que ya está em pezando (vv.4.24), el v. 18 son «los (que no están) haciendo» según sus palabras (v .3 2 )l)6. Lo que
recoge Ex 3 4,6-7. El v.2l habla de la liberación de Egipto; en el v.38 significa esto se encuentra en los v v .2 3 -3 9 que hablan de idolatría, asesí­
encontram os la fórm ula com pleta de alianza; y en el v .40 se habla de una nalos y del exilio. Jr 7 es más claro todavía: “ ¿Es que no ves qué es lo
alianza eterna (D^iv rrn 2 ), que ellos son «los (que están) haciendo»” en las ciudades de Judá y por
las calles de Jerusalén? (ppp's nan n», v.17). Hacen todo en “ honor de
“para que ya no se aparten de junto a mi [...J y los plantare en esta tierra otros dioses para exasperarm e” (v.18). Desde el «principio», es decir,
en fideHdad [rojo), con iodo mi corazón y con toda m i alma desde la liberación de Egipto, Israel ha abandonado a Yahvéh y ha prefe­
(UP53-'735fl r a ' r t x f ( v .4 I ) |C’5. rido servir a otros señores: prefieren el abuso del poder de sus propios
reyes al reinado de Yahvéh y a su sociedad de contraste. Es sólo cohe­
El v .4 lb corresponde a Dt 6,5. Por consiguiente, es Y ahvéh m ism o el rente lo que ahora son «los (que están) haciendo» a Sam uel OlVüA □’íyv,
que cum ple con la exhortación ‘Escucha, Israel” . Leído desde el N T , el L Sm 8 .7 -8 ). De nuevo están en el trasfondo la alianza y la torah - la
contenido seria éste: Jesús-lsrael cum ple con el don y la tarea de una m eta de la liberación de Egipto.
relación nueva y definitiva con Dios (Dt 6,4) y en él se realiza Jr 32,41 b. Sólo a D avid se le llama “«el (que está) haciendo» el derecho”
(UDírá rrólT, 2 Sm 8,15; 1 Cr 18,14), lo que evidentem ente es un em belle­
1963. 9 5 -9 7 , caben tantos textos diferentes en el término “declaración Itndamentar que cim iento teológico (cf. 1 Cr 11,6; 2 Sm 11) de la realidad. Leyendo de
este "concepto ind tíeren ciado” ya no basta. nuevo desde el N T podem os decir: la conversión de Israel, de la que
m E Zenger. P.s 90-106 [ñola 1 82]. P 5 s “ La parte principal del Sal 103.6-18 se
brota la confesión de ser los que sólo abandonan a Y ahvéh, es el anuncio
abre en el vi* con unos predicados h miníeos generales quehacer) constar l;i parcialidad de
^ ahvcfi en lo m a de «muestras de justicia» p:.ra iodos los oprimidos - asmo la «suma», por
de Jesús-Israel quien está sin pecado (Rom 8,3; 2 C or 5,21; 1 Jn 3,5) y en
así decirlo, de la actuación salvifica de Yahvéh no sólo a favor de Israel como un todo, sino
a favor de grupos e individuos Los vv.'y-lOs. luego aluden a la súplica formulada por Moi­
sés en Ex 33,13 |.„], al cumplimiento de la súplica narrado en E x34.6s. [...] y a su realiza­
ción en Ex 34,9s.", 376. 196. Aqui se vislumbra la característica de la palabra profética: quiere ser escuchada y
195. Sólo en este lugar del AT se usa esta expresión aplicada a Yahvéh, W. L. Holla- provoca a la conversión. W. Zinimerli, Ezekiel 2 [nota 181], 182. clasifica Ez 33,30—32
dav Jeremiah 2 [nota 18<)|. 20S, 218. Es atrevido aplicar el íexta de Dt 6,5 a Yahvéh, pero corno lamentación profctica y el v.33 como la palabra divina que le responde. En una “alie-
precisamente asi puede decirse lo que significa la salvación de parle de Dios, L. Alonso ración del género” Yahvéh mismo describe la conducta de los demás ante el anuncio del
Schokcl y J L. Sicre D íaz.o. e. [nota K8J.57I. prolela y así "con su propia palabra impide al profeta la lamentación”.
326 Dios i m v im io n i n o s o t r o s IV. L a i :xi ’i :r ii :n c ia d i: D io s d i -: Is r a m i . 327

cuyo servicio fiel el am or de Yahvéh a su pueblo que desborda de su fri­ relación de Jesús a su Padre, sino tam bién la del Padre a su Hijo, com o la
m iento encontrará aquella paz que es prom esa escatológica. actitud de «uno» que quiere ser indulgente con su hijo que le sirve (M al
3.17).
T am bién la experiencia de fe del AT es kerygm a. Al confesar a
B alan ce in te rm ed io Y ahvéh com o el Dios que am a sin m edida, Israel confiesa sim ultánea­
m ente su propio «gran pecado». Se confiesa a sí m ism o com o el pueblo
La experiencia de Dios que relata el A l' io s ha liecho entrar en un pallvos de Yahvéh que una y otra vez le quita su nom bre - y con el nom bre tam ­
que no sentim os al escuchar eE anuncio del NT, quizá porque estam os tan bién su credibilidad com o am ante. Aquí tam bién el pathos es más fuerte
acostum brados a oírlo que ya no prestam os atención. Se agrega otra cosa, que en la confesión de fe cristiana que Cristo “ m urió por nuestros peca­
sin em bargo: para nuestro precordicionam iento ontológico-dogrrático, la dos'" (I C or 15.3). La autoconfesión de Israel com o “pueblo de dura cer­
suerte de Jesús es separable de la de su Padre. El que sufre y eslá en tre­ viz” contiene la pena im potente de aquel que en el am or que recibe reco ­
gado en m anos de los hom bres es el hom bre Jesús, no Dios. Som os per­ noce cuán m iserable se ha vuelto. Ante un am or sin m edida ya no es p o ­
fectam ente capaces de predicar la im pasibilidad de Dios, dando así pleno sible defenderse o justificarse, pero tam poco es necesario intentarlo.
reconocim iento a su ser divino, m ientras literalm ente «lim itam os» el La confesión del perdón de Yahvéh contenida en la confesión de la
sufrim iento por los hom bres a! Hijo encam ado. La experiencia de Dios propia culpa, abre la fe de Israel a las naciones y a la esperanza escatoló-
que nos relata Israel corrige esta tentación. Y ahvéh es Dios corno aquel a yica. Paradójicam ente, el Israel de dura cerviz puede convertirse en el
quien su m atrim onio torm entoso con Israel arrastra al sufrim iento m ás testigo de Y ahvéh ante las naciones precisam ente porque en m edio de su
profundo que prefigura el sufrim iento de¡ Padre del C rucificado que no pueblo Yahvéh es deshonrado ante los dem ás pueblos (Ez 22,16). La
alcanza a hacerse oír por su Mijo en el grito de la cruz. razón está en que es Yahvéh quien transform a la idolatría en fidelidad
Este m odo de hablar de Dios se funda en ta afirm ación central del A T (Ex 34,10) y así m uestra que es Dios. Al suscitar en Israel la confesión
que Yahvéh está volcado hacia su pueblo en un am or sin m edida. Quien de fe que sólo él lo ha sacado de Egipto, se da a conocer tam bién ante las
es Yahvéh para Israel es algo que sólo podem os com prender en cuanto racio n es com o «el (que está) sacando». Así tam bién para ellos podrá un
que sigam os subrayando lo desm esurado de este am or y su desm esurada dia ser válida la torah, el «program a» de la sociedad de contraste, para la
incom prensibilidad. Desde la fe neotestam entaria podem os decir que el que Y ahvéh se convirtió en «el (que está) sacando». Aquí se hace patente
am or sin m edida de Yahvéh es el am or del Padre a su Hijo. Sólo esto el nexo entre el kerygm a del A T y el anuncio del «Reino» por Jesús
puede explicar - o más bien balbucir - por qué el am or de Y ahvéh a Is­ Porque el kerygm a del am or sin m edida de Yahvéh no puede ser sino
rael es «eterno» aun cuando Israel es un ‘pueblo de dura cerviz” 1*7, y por confesión del propio «gran pecado» y porque así es anuncio de la alian­
qué todo el pecado cum ulativo, incluso el “ gran pecado” (Ex 3 2 ;4), r o za, la experiencia de fe de Israel sólo existe com o experiencia del perdón.
puede prevalecer contra él. El sufrim iento de «Y ahvéh-el C eloso» por T odos los hechos salvíficos de Yahvéh y todas sus «m aravillas» se dan
Israel-Jesús brota de lo divino del am or sin m edida, en el que se anticipa ba|o el signo del perdón: su parcialidad a favor de los oprim idos y des­
ya algo del sufrim iento del Padre por su Hijo C rucificado. preciados, hasta el pan que le proporciona a Israel (Ex 16,1-8; Zac 10,1).
La autopresentación de "Vahvéli que en el AT nos da el acceso a la ex­ C uando Y ahvéh es reconocido com o el que am a sin m edida y por esto
periencia de Dios de Israel, y a no puede tener cabida en el N T , porque también perdona sin m edida, todo lo que hace en Israel, hasta el exilio
Jesús es él m ism o la autopresentación del Padre. En el AT, sin em bargo,
arranca de ella el patlios extraordinario de la confesión de fe: Dios se
presenta a sí m ism o como el que am a a su pueblo de lal m anera, que sin 198. Partiendo de la realeza de Yahvéh, el «reinado» de Dios ya en el AT se convierte
él no puede ser Dios. Ante esta autoconfesión de Dios no queda escapa­ en una ‘'cifra <le la esperanza social". “No se trata solamente de que Yahvéh es Rey, sino
toria: realm ente es Dios m ism o, el Padre, el que se experim enta así en la iiue se trata precisamente de la configuración social en la que es Rey, porque sólo en cuanto
realidad social la realeza de Yahvéh es exactamente aquello como lo que es presentado: una
fe. Por eso se hace indispensable considerar en el N T no solam ente la
conlrarrealidad contra todas las construcciones sociales encontradas hasta ahora en la histo­
ria | N I.ohfink, Das Komglum Cotíes und die politische Machi, en Id., Das Jüdische
197. R. Rendtorir. o. c |n o ta 2 6 |. 6!. También J. L’Hour, o c (nota 4-71, 43s., subra­ am Christeniitm (nota 56], 97, 99. El anuncio de Jesús consiste en anunciar que este Reino
ya que el liesed de Yahveh no puede ser cuestionado; que es «absoluto». ahora está llegando, 99.
328 Dios e\ m e d io d e n o s o i r o s

babilónico, siem pre sólo puede ser un acontecim iento creador de salv a­
ción y de fe.
Esto no implica que el «eran pecado» en algún m om ento pueda tran ­
quilam ente ser considerado com o perdonado por Yahvéh de antem ano o
de una vez para siem pre. Subraya más bien lo intolerable del abuso de
poder, de la violencia y de la injusticia s o c ia l caracterizándolos com o
aquella situación en la que Yahvéh adquiere el nom bre de «el Celoso».
Yahvéh es el Dios que no puede retirarse tranquilo a su pedazo de tierra,
sino que tiene que conquistárselo una y otra vez. transform ando la injus­
ticia en derecho y salvación. Y porque hace esto, tam poco Israel puede
hacer suya la tierra, a m enos que siga la torah y realice la sociedad ce
contraste (Dt 10,12-22).
El hecho de que para Israel no sean separables entre sí la confesión ce
Dios y la confesión de la propia culpa tiene tam bién otro significado:
Israel no puede ser pueblo, definirse a sí m ism o en unidad nacional, a
m enos que confiese a Yahvéh com o su único Dios. La unicidad ce
Y ahvéh com o «el (que está) sacando» im plica y funda la unidad de Israel
com o com unidad nacional en la sociedad de contraste. Para Israel no
existe una vida tranquila com parable a la de otros pueblos sin su Dios,
porque Y ahvéh es el Dios de Israel y sin Israel no puede ser Dios. D esde
el N T podem os form ular lo m ism o de esta m anera: no existe un p ro g ra­
ma alternativo al que presenta Jesús com o el Reino de su Padre. M ientras
los ciegos no vean, los cojos no anden y los excluidos de la sociedad (le­
prosos y endem oniados) no hayan sido acogidos en la com unidad. Jesu­
cristo no puede ser aquel a quien el Padre ha desclavado de la cruz.
Puesto que vive com o el Resucitado, sin em bargo, no hay verdadera co­
m unión hum ana sino en la form a del Reino de su Padre.
El m isterio de Yahvéh com o el m isterio del Padre que desclava a cru­ Parte

<
cificados de la cruz se deja entrever en el hecho d e que la experiencia de
Dios que «hace» salvación !

>
Dios sólo existe así: como experiencia del am or y del perdón d esm esu ra­
dos en la desgracia de la historia; en la transform ación de la desgracia en
gracia; y en la creación de fe y esperanza a partir de la infidelidad y de­
sesperación. Estas características de la experiencia de Dios, en las que
am bos testam entos coinciden, ju n to con el hecho de que la confesión de
Dios es siem pre e inseparablem ente confesión hum ilde de la propia cu l­
pa, hacen que en la fe podam os saber que realm ente hem os experim enta­
do a Dios. Esta experiencia se convierte por dinam ism o interno en el
testim onio com unitario «ante las naciones» de que la salvación y la espe­
ranza que nos han alcanzado en el m isterio de Dios ya están transfor­
m ando todo.
“ Hemos... de abandonar la inútil preo­
cupación por la esencia puesto que ésta
no es comprensible, y hemos de creer que
Dios existe y que recompensa a quienes
lo buscan (Heb. 11,6). No nos correspon­
de investigar qué es, sino confesar que él
es quien nos prepara la salvación ”.
(Basilio de Cesarea, C. Eunom. 1,14-15).

“ Señor, Dios uno y Dios Trinidad, cuanto


haya dicho en estos mis libros de lo tuyo,
reconózcanlo los tuyos; si algo hay en
ellos de lo mío, perdóname tú y perdó­
nenme los tuyos
(Agustín, De Trinitate XV, 28,51).

“ Entre todas las obras que la misericor­


dia de Dios ha hecho desde el principio
para la salvación de los hombres, ningu­
na es más admirable y más sublime que
la m uerte en cruz de C risto para la
redención del mundo ”.
(León Magno, Sermo 54,1).
TRINIDAD Y UNIDAD:
LOS CAPADOCIOS, AGUSTÍN Y LEÓN MAGNO

1. C o n s id e ra c io n e s h e rm e n é u tic a s

E n esta Q uinta Parte de nuestra investigación nos proponem os poner de


relieve algunos planteam ientos trinitarios de la tradición de los siglos IV
y V . La cuestión fundam ental es la siguiente: ¿en qué consiste la expe­
riencia de fe propia de los Capadocios, de A gustín y de León M agno y de
sus com unidades y cóm o la traducen en un discurso teológico? O tra p re­
gunta está relacionada con esta prim era: ¿de cuáles m edios de expresión
disponen en su época y en sus condicionam ientos históricos y cóm o los
usan?
H asta ahora hem os subrayado una y otra vez que querem os em pezar
con la experiencia de fe o experiencia de Dios, al desarrollar en la Parte I
cóm o, dentro de la totalidad dinám ica del conocim iento, no es ni siquiera
posible h acer caso om iso de la experiencia en cualquier conocim iento -
tam poco en el conocim iento de Dios. Sin em bargo, en ninguno de los
l’adres de la Iglesia nom brados se encuentra un discurso explícito sobre
la experiencia de D ios. ¿C óm o hablar de ella, entonces?
La totalidad dinám ica del conocim iento vale tanto para los Padres de
la Ig lesia que querem os analizar aquí, com o para quienes los analizam os.
Esto significa que hasta en las form ulaciones más abstractas de hecho
siem pre leem os tam bién la experiencia en la que se fundam entan, aunque
sólo im plícitam ente y entre líneas. Esto explica por qué la experiencia
del au to r está entretejida com o un hilo rojo con todo el tratado teológico
y explica igualm ente p o r qué som os incapaces de hacer abstracción de la
experiencia captada, aunque quisiéram os. Por lo m ism o es inevitable que
valoremos el discurso de los Padres y esto en un sentido doble. D entro de
nuestra propia totalidad dinám ica del conocim iento no podem os m enos
de co n statar cuál es, a nuestros ojos , la relación entre la sistem atización y
la ex periencia im plicada en ella. ¿Para nosotros corresponde la concep-
lualización a la experiencia; la recoge plenam ente y la hace crecer, o la
deja atrás o la ahoga? C onform e a nuestra propia experiencia - siem pre
dentro de la totalidad dinám ica del conocim iento - nos dam os cuenta si
La experiencia expresada en el discurso teológico corresponde a la n ues­
tra propia y cóm o lo hace.
E n este punto se tocan las Partes V y V I con las anteriores. En la
Parte I hem os m ostrado por qué querem os arrancar desde la experiencia
de D ios y cuáles son las condiciones para poder hacerlo. La antropología
334 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s v . El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (A ) 335

esbozada en la Parte II representa al m enos una de varias posibles siste­ criterio para saber si se trata de una experiencia de fe es el haber sido
m atizaciones de nuestra autoexperiencia en el encuentro interpersonal. adentrado, en el Espíritu Santo, en el m isterio pascual.
Partim os de la fórm ula ontológica relacional según la cual la persona es S egún nuestro segundo criterio de trabajo, querem os interrogar a los
autopresencia-en-relación con otros, dentro de los condicionam ientos I'adres de la Iglesia acerca de su com prensión del hacer salvífico de Dios.
propios y concretos de cada uno; y destacam os que el «yo» de la autopre­ I lomos introducido este segundo criterio de trabajo en la Parte I diciendo
sencia es presente a sí m ism o sólo com o don de otros - no al m odo de ser que la salvación que D ios crea no es separable de la experiencia de fe,
primero presente a sí m ism o y de recibir posteriormente de otros y en el porque constituye el contenido m ism o de la confesión y del testim onio de
encuentro un algo agregado a su autopresencia. Si esto es lo que corres­ la fe. A quí vale lo que acabam os de decir sobre la experiencia que noso­
ponde a nuestra propia experiencia, es tan legítim o com o inevitable que tros lleguem os a tener de la experiencia de fe de los Padres. T endrem os
introduzcam os esta com prensión de la persona tam bién en la discusión que p reguntam os si y cóm o la explicación teológica concreta que los
de la teología de los Padres de la Iglesia, porque pertenece inseparable­ Padres den del actuar salvífico de D ios nos inserta en su experiencia de
m ente a la experiencia que nosotros tengam os de su experiencia de Dios. le y ahonda la nuestra propia, o si su lenguaje ocasiona para nosotros
La totalidad dinám ica del conocim iento y la fórm ula antropológica lagunas entre la expresión y la experiencia, o bien distorsiones de com ­
im plican am bas siem pre y necesariam ente que la experiencia y la au­ prensión. C on esto hem os recogido otra vez la cuestión fundam ental
toexperiencia estén orientadas hacia la com unidad. Brotan de la com uni­ form ulada al principio. Es obvio que las posibles distorsiones sólo po­
dad y así dan form a concreta a la autopresencia individual y, en estricta drán ser dificultades de lenguaje y no un cuestionam iento de la experien­
sim ultaneidad, «envían» al individuo a la m ism a com unidad. F orm ulado cia de fe atestiguada, porque el punto decisivo es otra vez que la expe­
teológicam ente: la experiencia de fe de la persona individual es siem pre riencia de D ios de los Padres de la Iglesia, igual que la nuestra propia, es
- y, por ende, tam bién en los Padres de la Iglesia - fiel apropiación y necesariam ente la experiencia que se tiene del kerygm a para que, con
expresión de la experiencia de fe de la com unidad cristiana, es decir, del sentido, se la pueda denom inar experiencia de Dios.
kerygm a. En las Partes III y IV hem os buscado entender en qué consiste La experiencia de que D ios es un Dios por nosotros, porque en la fe
esta experiencia de fe. nos hem os convertido en una com unidad eclesial que experim enta la
Para la m etodología de esta investigación resulta de estas observacio­ salvación de D ios en la form a de un nuevo com partir com unicativo, en­
nes que hem os de leer los escritos de los Capadocios, el tratado De Tri- cuentra su expresión en la confesión del m isterio de Dios. En esto con­
nitate de A gustín y los serm ones de León M agno, conform e a nuestro siste nuestro tercer criterio de trabajo. El m isterio de D ios se anuncia
prim er criterio de trabajo, bajo el aspecto de la experiencia de fe que se tanto d o x o ló g icam en te1 com o teológicam ente. T am bién aquí sigue sien­
expresa en ellos. Sin em bargo, en esta Parte la novedad herm enéutica do válida la cuestión fundam ental de si los Padres de la Iglesia confiesan
consiste precisam ente en lo que veníam os diciendo sobre la experiencia el m isterio de D ios de m odo que nosotros m ism os podam os experim entar
de fe en los escritos de los Padres: puede ser captada tan sólo indirecta­ por sus palabras y esto es, por su testim onio - que hem os sido adentra­
mente, m ientras que el N uevo y el A ntiguo T estam ento la contaban di­ dos en este m isterio, y cóm o lo hacen.
rectam ente. Las fórm ulas narrativas de la Escritura ahora se transform an H ay que insistir otra vez en que el hecho de que preguntem os a partir
en fórm ulas teológico-dogm áticas, lo que conlleva un desplazam iento de de nuestra propia experiencia por la experiencia de los diferentes teólo­
nuestro propio acceso al discurso teológico sobre Dios en el que quere­ gos y de que busquem os reconocer nuestra propia experiencia en la suya,
m os iniciarnos ahora. N uestra com prensión de este discurso es directa no es ni una psicologización gratuita, ni un acercam iento anacrónico a
sólo en la m edida en la que el lenguaje teológico expresa aquello que los textos. Se trata m ás bien del precondicionam iento que siempre existe
tam bién para nosotros es kerygm a experim entado en la fe. Sin em bargo, para todos y que se form ula desde el punto de vista de la teoría del cono-
precisam ente en la m edida, en la que el lenguaje teológico en cuanto tal
se aleja de la experiencia de fe, la experiencia expresada indirectam ente
1. En el De Spiritu Soneto de Basilio, por ejemplo, la pregunta por la recta doxologia
en él se convierte, para nosotros, en algo asim ilable sólo indirectam ente. no sólo forma el armazón de toda la obra (el primer y el último capítulo), sino que “real­
Esta situación refleja la diferencia de norm atividad entre los textos bíbli­ mente es el tema que nunca se pierde de vista y en el que últimamente confluyen todas las
cos y los de la tradición patrística. T am bién aquí la deform ación subjeti­ discusiones particulares”, H. Dórries, De Spiritu Soneto. Der Beitrag des Bosilius zum
va de la experiencia de fe queda excluida por el sencillo hecho de que el AbsehluJS des trinitarischen Dogmas, Vandenhoeck & Ruprecht, Gottingen 1956, 154.
336 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s V . E l D io s que « hace» s a l v a c ió n (A ) 337

cimiento como totaLidad dinámica del conocimiento; desde el punto de sus comunidades y fortalecerlas. Pueden cumplir con esta tarea sólo si
vista de la antropología en nuestra comprensión de la persona; y desde el saben decir claramente en qué consiste la identidad cristiana , es decir,
punto de vista de la teología en la confesión de haber sido adentrados, en cuál es la diferencia entre cristianos y paganos. Esta diferencia está en la
el Espíritu Santo, en el amor entre el Padre y el Hijo. Lo único que que­ fe en el Dios trino y triuno.
remos hacer aquí es tomar este precondicionamiento en serio. Las comunidades de Agustín están sólo marginalmente involucradas
Nuestra metodología exige que nos fijemos en la situación histórica y en las disputas antiarrianas, pero viven las luchas contra los fanáticos
cultural en la que los Padres componen sus escritos. Todos son obispos y donatistas que asaltan y maltratan a los ortodoxos e incendian sus pose­
se preocupan por sus comunidades en una situación de crisis2 y todos siones10. A ellos Agustín les reprochó haber “roto el amor” por anteponer
están luchando contra los arrianos. En tiempos de los Capadocios, en la su idea de perfección a la unidad". Aunque las doctrinas de los donatis­
segunda mitad del siglo IV, los arríanos, cuyo representante más radical tas y de los pelagianos no tengan que ver directamente con la fe trinitaria,
es Eunomio, llevan la delantera. Han acaparado la riqueza, el poder polí­ los textos de Agustín sobre la unidad de los fieles han de entenderse al
tico y los honores3. Las animosidades religiosas entre los am años y los menos parcialmente a partir del desgarramiento de su Iglesia1'.
seguidores de Nicea han degenerado en violencia y cada partido trata de León \4agno (44CM61) presta su servicio como Papa y como Obispo
hacer el mayor daño posible al otro4. Gregorio de Nazianzo comenta: de Roma en una época particularmente difícil. Desde oriente las disputas
“Somos miembros del mismo cuerpo y nos desgarramos mutuamente”5. cristológicas llegan a Roma, sobre todo por medio de los comerciantes
Las dificultades teológicas provocan problemas al interior de la Iglesia y egipcios que difunden el monofisitismo de Eutiques13. León polemiza
los obispos ya no encuentran soluciones6. De 364 a 378 reina como em ­ contra esta herejía en el famoso Tomus ad Flavianum que, en medio de
perador el arriano Vaíente, que persigue a los ortodoxos. La Iglesia de muchas dificultades, es aceptado en el Concilio de Calcedonia14. Hay
Basilio está arruinada7. Gregorio de Nazianzo escribe contra Juliano el maniqueos escondidos entre los miembros de las comunidades romanas;
Apóstata (361-363): ‘A la sangre que ha purificado el mundo opones la todavía quedan pelagianos en Roma y la astrología encuentra muchos
sangre que tú derramas”^. Hay que entender el discurso teológico de los adeptos15. A todo esto hay que agregar los acontecimientos políticos: en
Capadocios a partir de esta situación: su intención es mantener unidas a 452 los hunos atacan la ciudad de Roma y en 455 los vándalos la sa-
16
quean .

2. “La imagen que pinta Basilio de la situación externa e ¡ir.cma de los cristianos — 50
años después de la victoria de Nicea - es tan oscura cama pocas que se dibujaron en la 9. “ Desde que los emperadores se habían hecho cristianos [...] y desde que la fe cristia­
historia de la Iglesia’", ibid., 79. na había empezado a convertirse en la religión mayoritaria del Imperio, ya no se podía
3. C. Moresehini, Introíittciion, en Grégoire c c Nazianze, Discours 32-37. SC 318,27- describir a la Iglesia como un agrupamiento social [...]. ¿Qué significa ser cristiano en una
30. sociedad cristiana? Aquí las categorías de la decisión, de la confesión [...] adquieren un
4. Ibid., 23s. nuevo peso"’, G. Kretschmar, Der IJeilige Geist in der Geschichte. Grundzüge frühchristli-
5. Or 33,2; SC 318.358- [las traduccícnes de los textos patrísticos que se citarán a con­ cher Pneumatologie, en W. Kasper (ed.), Gegenwart des Geisles, QD 85, 1979, 94.
tinuación son mías, a menos que indique una fuenle]. Parece que la frase de Gregorio de 10 J. Ratzinger, El Espíritu Santo como communio. Para una relación entre pneu-
Nazianzo no ha perdido su actual dad. coir.o lo demuestra el título provocativo del artículo m atologiay espiritualidad en Agustín, en C. Ileitmann y H. Mühlcn (eds.), Experiencia y
de H. Pt'eiffer, "Sie beien trlíe und sch(agen sich to: "(Todos oran y se matan mutuamente), Teología del Espíritu Santo, Koinonia 7, Secretariado Trinitario, Salamanca 1978, 314.
Gedanken zu Karl Jaspers ' Pofemik gegen den einen und dreifaltlgen Gott, en M Bohnke y 11. Ib:.d .,3 l2 s.
H. Heinz (eds.), lm Gesprcich mil dem dreieinen Goti, FestsdriTl fjr W. Breuning, Palmos, 12. Ibid., 319.
Düsseldorf 1985. “En la polémica de Jaspers contra la fe trinitaria se juntan lodos sus re­ 13. B Studer, Una Persona in Christo. Ein augustinisches Thema bei Leo dem
proches contra la religión, que falsifica el discurso sobre la trascendencia, que envuelve a Grofien, Aug 25 (1985), 463: En la Navidad del 457 León se ve obligado a alertar a sus
Dios en neblina y pone en el lugar de Dios algo cuc es hechura humana [...1. Los hombres fieles contra los errores traídos a Roma por los comerciantes egipcios.
religiosos creen saber cómo es Dios; quieren imponer su conocimiento a ¡os demás. Las 14. J. Leclerq, Introduction, Léon Le Grand, Sermons /, SC 22,8-9; P. Galtier, Saint
consecuencias son fatales: «Todos oran y se matan mutuamente»", ibid., 309s. Cyriüe d ’Alexandrie et Saint Léon Le Grand á Chalcédoine, en A. Grillmeicr y H. Bacht
6. L. Mossay, Introduction, en Grégoire de Nazianze, Discours 20-23; SC 27C,38s. (eds.), Das Konzil von Chalkedon I, Echter, Würzburg 1973, 345-349.
Gregorio describe la situación de su Iglesia en Or 21, una alabanza a Atanasio. 1 5. P. Battifol, Léon Fr, Saint Léon Evéque de Rorne, DThC IX, 227s.; T. Jalland, The
7. B. Pruche, Introduction. en Basilc deCésaréc, Traite du Saint-Espn:, SC 17,6—12. Life and Trines o f St. Leo the Great, MacMillan, New York 1941, 44-50.
8. Or 4,68 / SC 395,176. Sólo hasta 381 un edicto del emperador Teodosio devuelve 16. P Battifol, ibid., 226, 235. León es uno de los tres embajadores que el emperador
las Iglesias del Reino Oriental a los seguido'cs de Nicea, C. Moresehini. o. c. [noia 3J, 48. Valenliniano III envía al encuentro de Atila, el rey de los hunos.
338 D io s e n m e d i o d e n o s o t r o s V. El D ios que « hace» s a l v a c ió n (A) 339

2. El punto de partida de los Capadocios y su desarrollo 2 I La experiencia de fe implícita

Lo primero que se aprecia en la teología de los Capadocios son las difi­ 2.1.1 El bautismo
cultades de explicar en el lenguaje filosófico de su tiempo cómo Dios
puede ser simultáneamente uno y trino. En el siglo IV prevalece todavía El punto de partida teológico de los Capadocios es el bautismo. Por el
el platonismo en su forma m edia1'. Esto es importante, porque significa bautismo, el creyente ha sido trasladado a un “orden salvífico místico”
que el primer principio de toda la realidad es idéntico al ser18. Por consi­ (pocmiaí oiKovoiiía) en el que es creado de nuevo por la gracia. Que real­
guiente, si para los arríanos —y, entre ellos, especialmente para Eunomio mente es la gracia la que obra en él se puede saber por el hecho de que es
- lo natural es argumentar a partir del platonismo, lo mismo es igual­ Dios quien la ha prometido y quien ha dado testimonio de ella“4. Esto
mente natural para los Capadocios19 Las posiciones filosóficas y teológi­ puede sonar como un argumento en círculo, pero en realidad contiene la
cas iniciales son clave: de Dios se afirma que es “ontológicamente inco- afirmación más importante: la afirmación de que sólo por y en la gracia
municable’' y se subraya que es ‘‘un solitario” definido por su autoridad puede saberse en qué consiste la gracia. Con el bautismo empieza una
de creador. Dios puede hacer todo, pero no puede nunca abandonar su experiencia cualitativamente nueva que es confesada emotivamente:
aislamiento, ni comunicarse en una vida compartida29. Esta postura ya
evoca dificultades con el anuncio cristiano, a las que se agrega el hecho uSi el bautismo es el principio de mi vida y aquel día de la regeneración
de que Eunomio fue el teólogo más sutil que jamás haya defendido la el primero de los días, la palabra que resonó cuando recibí la gracia de la
causa arriana"1 y esto en lal grado que cabe pensar que se hubiera con­ aceplación como hijo es la más preciosa. ¿Realmente he de abandonar
vertido en el cuarto gran Capadocio al poner sus capacidades al servicio ahora, inducido por discursos seductores [...], la tradición que me llevó a
de la ortodoxia". Sin embargo, no se puede pasar por alto que los Capa­ la luz, que me regaló el conocimiento de Dios y que de un enemigo me
docios no reciben la filosofía platónica media sin más, sino que la corri­ convirtió en hijo de Dios? Yo pido más bien ir con esta confesión al Se­
gen a partir de la fe“' - en una empresa que dura toda su vida y que los ñor l...]”25.
lleva hasta el límite de sus fuerzas.
El bautismo es el acontecimiento sanante. Conocer, en la fe del bautismo,
17. La forma del platonismo que Basilio estudió en Atenas fue esencialmente la me­ al Padre invisible en su Hijo e Imagen y conocer a éste en el Espíritu
dia. El influjo de Plotino y de Porfirio liic todavía mínimo, I. M. Rist. Bastí’s "Necpiatc- Santo26, significa que la vida del creyente ha sido formada en la obra
nism ’, en P. J. Fedwick (ed.), Bastí of Caesarea, Parí One, Pontifical Institute c f Medtae-
común del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y que tiene una sola meta
val Studies, Toronto 1981. 190. Risl niega la suposición común de que ya en aquel tiempo
haya dominado el plotinismo. Cf. M. V. Anastos, B asil’s K a z á E v v o ^ ic v CriticalAna-
formulada polémicamente: “Para que adores a los tres, no dividiendo a la
lysis, en P. J. Fedwick (ed ), 119; también F. Courth. Theologische Beitrage zwischen den divinidad, sino uniéndolos en la divinidad”27. Gregorio de Nisa dice so­
Konzilien, 1IDG II, la, 177. p. Allard, Saint Basile, DThC II. 444, defiende la misma posi­ bre el bautismo:
ción que Rist.
18. J. M. Rist, o. c., 165.
“Hemos sido bautizados, como nos ha sido mandado; creemos conforme
19. M. V. Anastos, o. c., I 18; D. L. Balas, Gregor von Nyssa. TRE XIV, 177.
20. X. Pikaza, Dios como Espíritu y Persona. Koinonia 24, Secretariado Trinitario, a como hemos sido bautizados; y sentimos como creemos. Así, sin dis-
Salamanca 1989, 73. “Parece que Dios cumple siempre un rol de creación y de dominio, de
tal forma que no puede descargar en nadie su misterio, ni compartir con nadie el gozo de su
vida [...]. Ni Dios puede abandonar el gesto de su mando, ni el hombre puede superar la
actitud de sometimiento”, 7¿.
21. M. V. Anastos, o. o. |nota 17], 72. 24. G regorio de N isa, Or Catechetica, PG 4 5 ,87s.
22. P. Gallay, Introduciion, en Grégoire de Nazianzc, Discour.% 27-31, SC 250,31. 25. B asilio, De Spiritu Sánelo X ,26; SC 17,152. H. Dórries, o. c. [nota I], 133s., da
23. D. L. Balas, u. c [ñola 19], ] " . E. Mühlenberg, Die Unendíichkeit Gottes bei una particular importancia a este texto que muestra que, para B asilio, el bautism o constitu­
Gregor von Nyssa, Vandenhoeck & RuprechL Gottingen 1966, 121s.: L25s , demuestra por yó la experiencia religiosa fundante. Si el pensam iento de B asilio arranca del bautism o, su
medio de una presentación esquemática de Los argumentas de Gregorio de Nisa en su obra ’.cología e s Irinitaria desde el principio. F. Courth, o. c. [nota 17], 169, subraya lo m ism o.
Contra Eunomium la gran cercanía a Ea filosofía platónica y aristotélica. Pera demuestra 2 6. G regorio de N isa, C. Eunom. I / PG 4 5 ,4 1 5 ,B -D .
también la manera innovadora en la que va irás a llí de esta filosofía, 119, 121. 2 7 . B asilio, De hom. struct. 1,2 / PG 30,13B .
340 D ios ex m e d io d e n o s o t r o s V. El D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (A ) 341

crcpancia alguna, el bautismo, la fe y la glor.a consisten en cue hay un Con el bautismo empieza el proceso de llegar a ser semejante a Cris­
Padre, un Hijo y un Espíritu Sanio1’*8. to, en la inserción pn su cruz y su resurrecc ió n ,. Se inicia la «diviniza­
c ió n» de la persona que obra, el Espíritu Santo , la vocacion a participar
Luego elabora esto mismo diciendo que sólo en el Padre y el Hijo, sin el en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu’7. Este proceso es una intro­
Espíntn, el misterio de nuestra regeneración no sería completo. De la ducción al misterio de Dios, constituye la identidad de los cristianos que
misma manera, sólo en eL Padre y el Hijo, sin el Espíritu, tampoco llega­ los diferencia de los demás3* y congrega a la comunidad en unidad39.
ría a ser plena la gracia de nuestra resurrección Por consiguiente, toda Todo esto puede ser resumido en la oración:
nuestra esperanza y toda nuestra confianza tienen su fundamento sólo en
las tres divinas personas. Si es así, obtenemos la vida sólo por la fe en la uNo te seré infiel, Padre sin principio (avapxe); no te seré infiel, Unigé­
Santa Trinidad25. En el primer plano está la experiencia que caracteriza a nito (liovoyeveq); no t e seré infiel, Espíritu Santo (rcvEÜpa T Ó a y t o v ) . Sé lo
la existencia cristiana. que he confesado y a quién he renunciado”40.
La experiencia de fe vinculada al bautismo tiene lina orientación do-
xoLógicaj0. Esto proviene del hecho de que el creyente, en el bautismo, I a cuestión decisiva para la fe es la inclusión del Espíritu en la doxolo-
ha sido recibido en el misterio de Dios que sólo en la oración y en la do- {;ía41. porque de ella depende la existencia cristiana.
xología puede encontrar su expresión adecuada Esta expresión siempre
es trinitaria’1, de modo que la alabanza de Dios conduce también a clari­
ficaciones teológicas: 2.1.2 Ser renovado en la fe y en la cruz

“De los que tienen ur.a sola substancia, ninguno es según su substancia lin el momento en que la confesión trinitaria del bautismo y la experien­
más grande o más pequeño. El bautismo no me permite afirmar otra co­ cia de fe relacionada con él forman el punto de partida teológico, es ob­
sa1'3'. vio que la reflexión teológica y la experiencia formarán una unidad inse­
parable42. Cuando nos referimos a la experiencia de fe, ésta, para los Ca­
La nueva fórmula litúrgica de Basilio que expresa la igualdad del Espí­ padocios, es siempre el desarrollo de la experiencia del bautismo, aun
ritu Santo'0 , significa que la adoración del Padre con el Hijo y con el cuando los textos no lo dicen explícitamente:
Espíritu es la manera en la que el creyente realiza existencíaImente el
«homoousios» trinitario"'4. De esla forma, la experiencia de fe del bau­ “Ofrezcámonos totalmente en ofrenda a Dios para recibirnos a nosotros
tismo es el punto de parlida para las explicaciones teológicas - no al re­ mismos totalmente. El «depósito» por el que vivo y lucho y en compara-
vés.

2S Ep ¿ / PG 4 6 ,1 0 3 2 . 35. Gregorio de Nazianzo, Or 45,28 / PG 36,661 B.


29 Ibid. 36 Or 31,28 / SC 250,330s„ cf. F. Courth, o. c. [nota 171, 179.
30 G regorio de N azianzo, Or 6,22 - Gregorii TJieologi Opere Omma / , D. A. B. Cai- 37. Or 6.22 - en la edición cit. en nota 30; cf. E. Bellini, II dogma trinitario nei primi
llau, Paris 18-72, I93s.; F. Courth, o. c .. I 80. discorsi di Gregorio Nazianzeno, Aug 13 (1973), 533.
31 liLa única definición de la fe es adorar a un sole Padre, a jn solo Hijo y a un solo 34. W. Jaegcr, Gregor von Nyssa's Leltre vom Heiligen Geist, H. Dorries (ed.), E. J.
isp ir itu Sam o, la divinidad y el única peder en les Tres", G regorio de N azianzo, Or 2 2,12 / Brill, Lekien 1966, 41; Basilio, De Spiritu Sancto XI,116a,b / SC 17,155.
S C 270,2 4 4 . 39. Gregorio de Nazianzo, Or 32,22-23 / SC 318,312-134; Or 26,19 / SC 2 8 4,270-
32. Or 4 0 ,4 3 / PG 3 5 ,4 2 0 B ; cf. tam bién O" 4 2 ,16 / PG 3 6 ,4 7 6 -4 7 7 ; Or 3 3 ,1 7 / SC 272.
3 1 8 ,1 9 6 40. Gregorio de Nazianzo, Or 31,17 / SC 250,308.
33. De Spiriíu Sancto 1,3; SC 17,109—110. En el tras fonda está la afirmación am ana 41. F. Courth, o. c. [nota 17], 170. Cf. Basilio, Ep 125 / PG 32,550,3BC; Basilio, De
de que el Esoiritu Santo, según su naturaleza, no e s igual al Pacrc y al Hijo y que, p o - c o n ­ Spiritu Sancto X VI,3 8 / SC 17,179—180; X X IV ,5 5 /S C 17,215-217.
sigu ien te, tam poco litúrgicam ente puede ser igualado a ello s. D e ahí '.a. insistencia de B a si­ 42. Esto es cierto para Basilio, según H. Dorries, o. c. [nota 1], 179; W. D. Hauschild,
lio en la fó r m u .a d e confesión litúrgica: “Gloria al Padre con el Hijo y con el Espíritu S an ­ o c. 'nota 34], 310; P. Scazzoso, La componente ecclesiologica del linguaggio trinitario di
io ”; sobre e s t o e f . tam bién F. C ourth, o c. [nota 17], 169. S. Basilio, Aug 13 (1973), 510. Vale igualmente para Gregorio de Nazianzo y Gregorio de
34. W. D. HauschLld, Basilius von Caescrrea, TRE V , 310. Nisa.
342 Dios f n m e d io d e n o s o t r o s V. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (A ) 343

ción con e] cual todo lo demás me parece nada, es la confesión del Padre, rente: habla de la unidad entre la «meditación» (escupía) de la realidad
del Hijo y del Espíritu Santo”4'. divina y la praxis'-' que distingue al cristiano. Lo que se expresa en la
unidad de la visión de Dios y del actuar en la comunidad es la experien­
Según Gregorio de Nazianzo, la experiencia del Dios Trino determina la cia «mística» de D ios54.
existencia deL creyente toda entera44. Entonces, la identidad del creyente Si esta es la experiencia de fe que tiene su fundamento en la unidad
consiste en ser “un mensajero celoso de La Trinidad.”45 Gregorio de Nisa de la vida divina, se entiende que de ella brote la unidad en la comuni­
encuentra para lo mismo una formulación llamativa cuando dice que la dad:
«procesión» del creyente, su tévecju;, corresponde a las procesiones intra- “Entre nosotros es exaltado el Padre; el Hijo es tenido por igual a él y el
trinitarias: procede del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo46. Por eso es Espíritu Santo es glorificado con ellos; así tenemos una sola alma y un
nuevo en la fe: ya no actúa motivado por la envidia, la avaricia, soberbia solo sentimiento (Flp 2,2)”55.
e injusticia4', sino en la virtud y la verdad que constituyen el Reino de
Dios4*. Luego, Gregorio de Nisa argumenta por la unidad del Dios trino a l,o que se experimenta en esta forma es salvación. La salvación consiste
partir de la vida divina que nosotros recibimos, pues, no tenemos tres en que la bondad de Dios “rescata al que se está perdiendo”, en que su
nuevas vidas, sino una sola49. poder se ha hecho igual a nuestra pobreza51’. Precisamente en este hacerse
En Gregorio de Nazianzo, la vida de fe determina también las carac­ igual a nosotros se capta la sabiduría y la justicia de Dios57 - lo que no es
terísticas del filósofo cristiano: otra cosa que el escándalo de la cruz del que habla Pablo^8. El escándalo
consiste en que Dios ha actuado “en nuestra naturaleza”, “en el misterio
“Su filosofía consiste en [...] compartir con los pobres, como si adminis­ de la salvación”59: “Por ti ha nacido y sufrido: esto es el misterio pascual
trara los bienes de otro, para que el otro esté contento y para que él mis­ para ti”60. Al puesto central de la cruz61 corresponde la actitud del cre­
mo esté en comunión con Dios. No posee otra cosa que su cruz y su cuer­ yente que imita la cruz, tiene parte en ella y carga con la cruz con Cristo
po. Su riqueza es Dios [...]* Y aunque tuviera que sufrir mucho, todavía y para Cristo62. “Ofrezcámonos a nosotros mismos al que ha muerto y
le faltan el v:nagre„ la corona de espinas, el celro, la túnica del soldado, la resucitado por nosotros”63. Esja actitud es testimonio64 y signo de una
cruz, los clavos, los ladrones crucif cadas junto a él y la burla de los tran­ nueva realidad salvifica, en la que la «mano» del Crucificado congrega a
seúntes”151 su «Adán» desde los fines de la tierra65.

No es que este texto notable borre el límite entre la razón y la fe, sino que
confronta más bien al «filósofo» griego con el cristiano52 Sin embargo,
hay otro rasgo importante: el texto resume la experiencia de fe en el ser­
53. Or 4 ,113 (C. Julianum).
vicio y en la cruz de Crista. La O r4 trata el mismo tema de manera dife-
54. J. Plagnieux, Saint Grégoire de Naziance Théologien, Études de S cien ces R eli-
gicuses 7 , Ed. Franciscaines, Paris 1951, 148. E. M ühlenbcrg, o. c. [nota 23], 161, habla de
¿ 3 . G regorio cíe N azianzo, Or 40,41 f PG 3 6,417A B . la experiencia m ística de D ios en Gregorio de Nisa.
44 . Or 2 ;,4 > SC 25 0 ,7 8 : “ Hemos c e pensar cr. D io s aun más a m enudo que respira­ 55. Or 3,6 / SC 247,250; com párese con Or 26,1 / SC 284,224.
m os; r.o deb em os hacer otra co sa que pensar en Dios". 56. G regorio de N isa, Or Catechetica, PG 45,66B .
45. Or 2 3 ,1 3 / S C 270,308; tam biénO r 25,3 / S C 254 ,1 6 0 . 57. Ibid.
46 . Or Catechetica, PG 4 5 ,99 58. L os «sabios» no pueden captar la cruz que precisam ente asi constituye la identidad
4 7 . Ibid., PG 4 5 ,1 0 3 . del creyente, G regorio de N azianzo, Or 4 (C. Julianum), 67 / SC 309,176.
4S. Ibid., PG 4 5 ,1 0 6 . 59. G regorio de N isa, Or Catechetica, PG 45,66D .
4 9 . Quorfnonsint tres dii, ad A b í , PG 4 5 ,[ 2 6 ü , desarrollado más ampliam ente en 127 60. G regorio de N azianzo, Or 45,21 / PG 36,652C D . A continuación habla de que el
y en 130A. Espíritu nos introduce en el sufrim iento de Cristo, para que seam os glorificados con él.
50. Or 26,11 / SC 284 ,2 5 4 . 61. G regorio de N azianzo, Or 4 5 ,9 / PG 36.636A .
51. O r 2 6 ,1 2 / S C 284,256. 62. G regorio de N azianzo, Or 4 5,23 / PG 36,656B C ; Or 2,87 / SC 247,202.
52. 5 slo s e v e claramente en les prim eros párrafos de la Or 2 6 , en los que G regorio de 63. G regorio de N azianzo, Or 1,4 / SC 247,76.
N azianzc cuenta a su com unidad cuál filo so fía él m ism o lia « filosofada)) en su soledad de 64. G regorio de N azianzo, Or 4 (C. Julianum), 100 / SC 309,248.
erm itaño, Or 2 6 . 4 - 1 0 / SC 2 8 4 ,2 3 4 -2 5 0 . 65. G regorio de N azianzo, Or 2,25 en la edición citada en nota 3 0 ,1 ,2 4 .
344 D IO S EN MEDIO DE NOSOTROS V . E L DIOS QUE «H AC E» SALVACIÓN ( A ) 345

2.1.3 Creación, conducta social y proceso salvífico puede ser pensado73. Además, el Dios creador es el Dios Trino. Es el
Dios Trino quien es infinito y a quien el mundo no puede abarcar .
Gregorio de Ni.sa in id a su Oración Catequética con la obra que hacen en Con esto se hace comprensible por qué el Espíritu juega un papel tan
nosotros el Hijo y el Espíritu, ambos de Dios, y con el misterio de salva­ importante. Los creyentes saben por los dones del Espíritu, en el núcleo
ción* . Desde este punto de partida considera la creación. Por consi­ mismo de su experiencia de fe, que el orden de la creación es un orden
guiente, el Dios creador es el que “ sana y llena de gracia"1*7. De manera salvífico: el Espíritu da lugar a la creación junto_ con el Hijo y crea la
semejante, también Basilio interpreta la creación en términos soteriológi- resurrección como la nueva creación del hombre/S. Otro aspecto es im­
cos6 ". La razón está en la experiencia del ser-nuevo en la fe, en la nueva portante: la distinción de una naturaleza increada y una naturaleza creada
creación en el Espíritu que se prolonga en el presente69. Sin embargo, hace posible enfatizar la unidad eclesial: una sola naturaleza increada
este enfoque también tiene que ver can la postura de Eunomio quien, está frente a una sola naturaleza creada. Si toda la humanidad es una sola
desde la obra de la creación, quiere remontarse al principio de origen naturaleza y, por así decirlo, una sola imagen del Hijo, el compartir en la
C'ítpzñ) de ésta, para así determinar a Dios como el «primero» en una pi­ comunidad llega a ocupar el primer plano y es posible fundamentar una
rámide del ser que abarca todo70. El hecho de que los Capadocios argu­ solidaridad que abarca a toda la creación y que se plenifíca en la resu-
- - 76
yan en este contexto desde la experiencia del Espíritu significa que des­ rreccion
plazan la discusión al plano de la redención y de la gracia y que apuntan Basilio areumenta sobre la base de la unidad de la naturaleza humana
hacia el misterio de la actuación salvifica de Dios a favor nuestro. que todos los hombres son iguales. La “creatura” ha sido creada para el
Los Capadocios introducen también otras correcciones: al distinguir servicio77. Por eso, todos los hombres, indiferentemente de su condición
nítidamente entre el creador y la creatura71, o bien al determinar la dife­ de señores o de esclavos, son “siervos” (6pó5ouXoi)/S de la misma mane­
rencia entre Dios y el mundo como la diferencia entre la naturaleza in­ ra. Esto hace que todos tengan la responsabilidad de usar los bienes que
creada y la creada ", dejan claro que no puede haber un ascenso desde la han recibido en el modo determinado por Dios: para el bienestar de to­
creación hasta un «primer principio del ser», porque no hay continuidad dos79. La distribución de las riquezas es el fundamento de la actuación
entre el mundo y Dios. La dimensión temporal de la apyji implicada en la social80 Sobre esta base, Gregorio de Nazianzo va hasta abogar por la
explicación de Eunomio es rechazada por Gregorio de Nisa con el argu­
menta de que la característica de la esencia de Dios es la infinitud. El 73. Ibid., 102s., 107, 113. “Parece que nada ha acaparado la atención del Niseno tanto
Dios infinito (tobópieriov) se encuentra en una transcendencia absoluta como el problema de la infinitud de Dios en su relación a la temporalidad de la creación ,
respecto del mundo, porque “no tiene limite’’ y, por consiguiente, no L33; P. Zemp. D ie Grundlagen heilsgeschichllichen Denkens bei Gregor von N yssa, MThS
3&, Max Hueber, München 1970, 12. Si hasta la naturaleza de lo creado desborda nuestra
inteligencia, cuanto más lo hará la «naturaleza» que está por encima de todo, Gregorio de
Nazianzo, Or 28,31 / SC 250,174.
74 E. Mühlenbcrg, o. c. [nota 23], 133.
66. PG 45,19. 75. Gregorio de Nazianzo, Or 41,14 / PG 36.448BC; Basilio, D e Spiritu Sánelo
67 PG 45,34s. XXIV,55 i SC 17,216.
68. C. Eurtom. 1 ,13-15/S C 29 9 ,2 15-226. 76. c r . D. L. Balas, Pleniludo Humanilatis: The Unity o f Human Nature in the Theo-
69. W. Jaeger o c. [nota 3 8|, 39: " Pare el pensamiento an tropecé nítrico de Gregorio logy o f Gregory o f Nyssa, Patristic Monograph Series, No. 6, D. F. Winslow (ed.), Phila-
[de Nisa] esta interpretación soleriológica de la creación C5 lo más natural! Lo mismo deiphis. Patristic Foundation, Philadelphia 1979, 120—124, cf. también Gregorio de Nazian­
vale para los otros dos Capadocios. zo, O r3 2 ,8 -1 0 .1 2 -1 3 /S C 318,100-106. 110-112.
70. E. Mtihlenberg, o. c. (nota 23), 106. 77. De Spiritu Sánelo XXIV,55 / SC 17,217. Cf. el «Principio y Fundamento» de los
71. La preocupación por esta distinción está mancada en Basilio, cf. H. Dórries. o. c. Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, número 23.
[nota 1 , 1 L; lo mismo pucce decirse de Gregorio de Nazianzo, J. Plagnieux, o. c (nota 541 78. D e Spiritu Sancto XX,51 / SC 17,205. Esta palabra es la favorita especial de Basi­
307. lio, S. G iet. Les idees et l ’action sociales de Saint Basile, J. Gabalda, Paris 1941, 31; tam­
72. Com o lo hace Gregorio de Nisa, E. Mühler.berg. o. c„ 142: “Dios y el mundo [es­ bién H. D om es, o. c. [nota 1], 66. Gregorio de Nisa, De fule ad Simplicium, PG 45,138C,
tán] separados com o lo increado de to creado. Lo creado tiene su propia estructura que Dios igualmente llama “siervo” (8oüXo<;) a la creatura.
ha producido previamente. También lo increado tiene su propia estructura. No hay ninguna 79. S. Giet, ibid., 38.
relación entre estas dos estructuras. No tienen nada en común [...] excepto el hecho de que SO. W D. Hauschild, o. c. [nota 34], 308. Basilio “convirtió el cargo episcopal en una
D icsha creado la estructura del mundo” . 143. instancia de mediación entre un individuo cualquiera y el aparato del Estado”, ibid., 305.
346 D ios en m e d io de n o so tr o s V. El D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (A ) 347

igualdad completa entre mujer y hombre en el matrimonio, aduciendo el l ición del camino y de la cruz de Cristo91 y la unidad de todos que tiene
argumento lapidario que Cristo murió por ambos81. .ii origen en la Trinidad y que es don del Espíritu92.
Partiendo de nuevo de la unidad de la naturaleza creada, Gregorio de Es evidente que la teología trinitaria de los Capadocios parte de lo
Nisa llama el ser cristiano una ‘imitación de la naturaleza divina”32 que i|uc hemos llamado la participación postpascual, en el Espíritu, en la ex­
luego explica así: periencia de Jesús. Por consiguiente, acentúan particularmente el actuar
del Espíritu y su obra de la nueva creación. A continuación tendremos
“Si alguien que no ha oído hablar del ser cristiano escucha esta explica­ que recoger estos acentos teológicos para investigar cómo esta experien­
ción del misterio, cree que lo divino es aquello que ve en nuestra convi­ cia de fe se traduce en un discurso teológico-ontológico sobre Dios. Si
vencia y acepta ésta como una imitación válida de Dios’'83. <|iieremos seguir el punto de partida y la polémica anti-eunomiana de los
( apadocios93, habrá que volver una vez más al Espíritu.
La comunión de los creyentes entre sí es comunión con Cristo34 que se
realiza en un proceso infinito de ascenso a Dios, porque el Dios Trino es
infinito. El conocimiento y la imitación de Dios progresan infinitamen­ 2 La traducción teológico-ontológica de la experiencia de fe
te85 y cada experiencia de fe ya lograda se conviene en punto de partida
para otra nueva86. El proceso de salvación empieza con el bautismo y -’.2.1 Las características propias del Espíritu, del Padre y del Hijo
tiene su fundamento en el misterio pascual87. Por medio de este proceso,
Cristo se construye a sí mismo en los que continuamente le son agrega­ Al interior de la Trinidad, el Espíritu Santo es el «último» al que son
dos en la fe, hasta la plenitud de su cuerpo38. Si esto es lo que hace Cristo
a>inpartidas las propiedades divinas. Por esta razón nos aparece a noso­
con los creyentes, la obra del Espíritu consiste en la introducción en los tros como aquel que dispensa los dones de gracia y que está «más cerca­
misterios de Dios, en “llenar todo de su poder” y en hacer que la natura­ no» a nosotros. Nos conduce al Hijo y al Padre; en él encontramos aque-
leza humana llegue “a ser D ios”89. Por el Hijo ha actuado el Padre, de r 11 94
lio que parte de las otras dos personas y que tiene en común con ellas .
manera que en el Espíritu los fíeles han de alabar al Hijo y en el Hijo al Gregorio de Nisa empieza con la santidad del Espíritu que le corres­
Padre90. Las características del proceso de salvación son otra vez la imi- ponde por ser el Espíritu del Padre y del Hijo. Él es, por así decirlo, su
santidad95. Gregorio de Nisa repite una y otra vez que sólo en el Espíritu
81. Or 37,7 / SC 318,284. ,;La esposa cuc ha deshonrado la cama de su marido es Santo podemos conocer al Padre y al Hijo y tener comunión con ellos,
adúltera y la consecuencia para ella son las duras sanciones de la ley; en cambio, al hombre porque el Espíritu es inseparable del Padre y del Hijo96. Esta pertenencia
que es infiel a su mujer no se le aplica ninguna pena. [...] Los que han emitido semejantes
leyes son los mismos hombres [...]. Dios no actúa así” Or 37,6 i SC 318,282-284. El ar­
al Padre y al Hijo demuestra la divinidad del Espíritu97 y en este contexto
gumento soteriológico de Gregorio es mucho más eficaz para fundamentar la igualdad entre llasilio afirma que el Espíritu es Dios, usando la expresión más fuerte
la mujer y el hombre cue el tradicional argumento a partir c e la creación a imager. y sem e­ que se encuentra en sus escritos: “lo divino de la naturaleza del Espíritu
janza de Dios, porque no admite diferencias de grado. Si se parte de la imagen y semejanza
de Dios, en cambio, el ser-imagen puede ser representado en grados, com o Agustín lo de­
muestra ampliamente en el De Trinitai e XII. 91. Basilio, De Spiritu Soneto XV,34 / SC 17,169, refiriéndose de nuevo al bautismo.
82. De professione ckrisliana, PG ¿6,243. 92. Gregorio de Nazianzo, Or 22,14 / SC 270,252.
83. De professione ehrisiiane , P G ¿6,246 B. 93. Basilio mismo refiere que fue Eunomio quien afirmó por primera vez que el Espí­
84. Gregorio de Nisa, De perfecto chrtstianiforma, PG 45,274. ritu es una «obra creada» (8r||iioúpyr||Aa), C. Eunom. 11,33,16 / SC 305,138.
85. E. Mühlenberg, o .c . [nota 23), 167-169; P Z em p ,o.c. [nota73], 18, 21. 94. P. Galtier, Le Saint Esprit en nous d'aprés les Peres Grecs, AnGr 35, Roma 1946,
86. E. Mühlenberg, ib id ., 156. 196.
87. Gregorio de Nazianzo, Or 30.6 t PG 36.109C; 112AB; H Althaus, Die Heilslehre 95. Ibid., 184.
des heiligen Gregor von Sazianz, MBIT 34, Aschendorff, Münster 1972, 145. 96. (Pseudo)Basilio, Ep 38,4 / PG 32,330-332. Ha sido demostrado que la llamada Ep
88. Gregorio de Nisa, Quando sibi subjecerir, PG 44.1317B; 1320A, P. Zemp, o. c. <8, integrada en la obra de Basilio, fue escrita por Gregorio de Nisa, M. V. Anastos, o. c.
[nota 73], 236. (nota 17], 107, nota 135.
89. Basilio, De Spiriiu San d o ]X,22c / SC I7.L48, Gegorio de Nazianzo, Or 29,19 / 97. Gregorio de Nisa, De Deitate Filii et Spiritus Sancti, PG 46,575: nos dono Spiritus
SC 250,218. Sancti perspicaces veritatis investigatores et participes deitatis; cf. también Gregorio de
90. Basilio, De hom. sfrttcJ., PG 30,13B; P. Scazzoso.o. c. [nota 42], 5 l3 s. Nazianzo, Or 31,10 / SC 250,292; Or 41,6 / PG 36,437.
348 D io s e n m e d i o d e n o s o t r o s V. E l D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (A ) 349

Santo” ' 8. El argumento se basa en la unidad de las divinas personas5^ y l ;i paLabra ápjrn que Eunomio usa, junto con «ingénito» (¿tyéwr|To<;), para
tiene, a la vez, la función de distinguir entre el Espíritu y las ere a turas10<J, liablar de D ios1<b puede tener una doble acepción: la de «principio» y la
pero todavía no dice nada sobre la característica propia que distingue ai de «origen» o «causa». Para eliminar la dimensión temporal implícita en
Espíritu. Además, parece que el argumento que el Espíntu es el «más rila, Gregorio de Nisa no solamente desarrolla el nuevo concepto de la
cercano» a los hombres evoca el riesgo de una subordinación del Espíritu «-infinitud», sino que cambia la definición del término a «sin principio»
colocándolo del lado de las creaturas. Este problema se resuelve de la (lívapxo;). Esto da la posibilidad de decir también del Hijo y del Espíritu
siguiente manera: que cada uno de ellos es «sin principio»104. Este modo de hablar los
iguala al Padre, los distingue de la creación y significa, además, que el
“‘Fuente de todos los dones es el Espíritu Sanio, porque es la fuente diri­ ser «sin principio» no puede ser la característica propia del Padre. El Pa­
gida hacia las creaturas: ellas brotar (rc^yá^eiv) de él. Esto sin duda es lito es más bien “principio y causa” de todo105. Sin embargo, también esta
propio de é l, pero de la misma marera de la que es propio d el Padre ser formulación es insuficiente, igual que “principio de todo”, porque no
su primer principio y del Hijo ser de c.erto modo su mediador” 01. <1i mi na la posibilidad de ser interpretada en el sentido de la pirámide del
’.er cunomiana.
Sólo si es Dios, el Espíritu puede ser “fuente dirigida hacia las creatu­ El hecho de reservar el concepto de ápxn únicamente al Padre106 tiene
ras” También es evidente que sólo puede serlo en cuanto es para las l;i ventaja de implicar su monarquía que alcanza tanto relieve en los Pa­
creaturas el ser-fuente del Padre por la mediación del Hijo. Esta com ­ ite s 1^ , pero hace surgir otro problema: el de la posible asimilación entre
prensión hace que la experiencia de fe como experiencia del Espíritu (en monarquía divina y monarquía política108. Si la monarquía se compren­
el bautismo) conserve su lugar central. Hace igualmente que la teología diera así, se correría otra vez el riesgo de borrar la diferencia fundamen­
trinitaria arranque de un planteamiento adecuado a la experiencia del tal cintre la realidad divina y la humana y no sólo esto, sino que se volve-
bautismo: los Capadocios arguyen a partir de las características propias 111 a abrir la puerta a la subordinación del Hijo y del Espíritu. Por consi­
de las personas. Desde esta perspectiva, la próxima pregunta sólo puede guiente, Gregorio de Nazianzo introduce una corrección fundamental: el
ser: ¿cuáles son las características propias del Padre y del Hijo? l’adre es
El mismo Gregorio de Nazianzo se hace esta pregunta:
“opxtÍ (origen) del Hijo. Al Padre le pertenece el rango de origen en
‘‘Quién es, pues,, el Padre que no tiene principio? Es aquel que no ha em­ cuanto Padre y generador (yevvnTopi) [...]. Él es origen de la divinidad y
pezado a existir. No ha llegado a ser Padre, porque ro tiene principio. Él de la bondad que es contemplada en el Hijo y en el Espíritu”109.
es Padre en sentido propio, porque no es simultáneamente el Hijo [...].
Para nosotros estos nombres no valen en sentida propio, parque rosotros
somos simultáneamente padre e hijo ’102.
103. E. Mühlenberg, o. c. [nota 23], 101.
104. P. Z em p.o. c. [nota 73], 115; Gregorio de Nazianzo, Or 20,7 / SC 270,72.
105. Ibid.
106. Or 2,38 / SC 247,138-140; Basilio, Hom 24,4 / PG 31,605.
107. “La monarquía del Padre es uno de los datos de la teología trinitaria que con ma­
98. tb 3 eío v tt)<; tjiócrecsK; to o ¿yú)t> ttv sú jic to ;, C. Eunom. 111,4,39 / SC 305,160 y yor uranimicad afirmaron los Padres”, Y. Congar, El monoteísmo político de la antigüedad
161, nota 2. Ei hecho de que Basilio nunca fue rtiás allá de llamar al Espíritu «divino» sin V cf Dios Trino, Conc 17 (1981), 358; Agustin, D e Trinitate IV,20,29.
jamás decir que es «D ios», es uri problema de la investigación y le causó bastantes dificul­ 108 Los esquemas básicos para la comprensión de la monarquia tanto religiosa como
tades a su amigo Gregorio de Nazianzo. H. Dbrrics, o. c. [neta 1 ],2 8 , 130; M. V. Anastos, jmlítica “vienen de Origenes y del platonismo; arrancan de las ideas de imagen y de imita­
o .c . [nota 17], 129 y 132, nota239. ción. Por «Dios»» se entiende el Padre, el pantocrator\ Dios único por sí mismo. [...] no
99. P. Galtier, Le Saint Esprii... [noia94], 175. tiene relación alguna con las criaturas sino a través del Logos. Reina igual que el monarca
ICO. Ibid., 137s. l>ersa oculto en su palacio”, Y. Congar, ibid., 356. Véase también la dura crítica de Congar
101. <JPseudo)Basi.lio, Ep 3 S .4 / PG 32329A -C ; P. Galtier, o. c., 167 Galtier dedica su il “agustinismo político” y a una “ideología paternalista” que se han conservado hasta la
investigación entera a este punto de la característica distintiva del Espíritu. iidualidad, 3 6 Is.
102. Or 29,5 / SC 250,184. 109. Or 2,38 / SC 247,140; cf. Or 20,7 / SC 270,72.
350 D io s e n m e d i o d e n o s o t r o s V. El D io s q u e « m ace» s a l v a c ió n (A ) 351

El resultado de esto es que eL ser origen del Padre ya no se refiere a la l’in esta razón, el ser ingénito no puede de ninguna manera ser la caracte-
creación, sino al Hijo y al Espíritu. A l interior de ¡a Trinidad la caracte­ «jslica de la substancia como quiere Eunomio. La palabra se convierte en
rística propia del Padre consiste en ser origen. El argumenta no sólo in­ nii.i indicación del misterio de Dios y da lugar a la alabanza de su incom-
troduce un elementa relacional, es decir, la relación del Padre al Hijo y ai Isensibilidad1 7. Por consiguiente, el primer lugar lo ocupa la incompren-
Espíritu, sino que también se ajusta a la característica propia del Espíritu, ililidad (infinitud) de Dios y ella se nombra con las palabras «ingénito»
la de ser «fuente» de la salvación divina «para nosotros». El Padre es 0 «sin principio». La importancia de esta precisión reside en el hecho de
principio (origen) sin principio de 3a Trinidad misma - a p ^ avopjco;- y <|uc es perfectamente imposible que el Hijo y el Espíritu sean de la mis­
así relación al Hijo y al Espíritu110. Con relación a la creación, en cam­ il. i substancia del Padre si «ingénito» y «sin principio» corresponden al

bio, la Trinidad entera es principio sin principio1 1 y eso es, unidad112. l'.ulre en cuanto «esencia» (substancia) de la divinidad.
Los Tres juntos son la «m onarquía»113 De esta manera se elimina la su­ El hecho de que el Padre es «principio» intratrinitario dice algo acer-
bordinación y se excluye radicalmente la comparación con la situación 1ii del Hijo. Los Capadocios repiten una y otra vez que el Hijo es la
política114. <imagen» del Padre118. Si el Padre nunca ha empezado a ser Padre, la
Se requiere igualmente una corrección del término «ingénita» atri­ implicación es que tampoco el Hijo ha empezado a ser Hijo119. El Hijo es
buido por Eunomio al Padre como su característica propia. En la filosofía m a s bien «engendrado» (y e w ir tó q ) sin principio120. Las dos afirmaciones

griega, este concepto es la determinación fundamental de la esencia de combinan para indicar con más claridad qué es lo que se quiere decir
Dios 115 y está concebido como formando parte de la pirámide del ser. - on «imagen»; el Hijo es “el rostro, en el que se reconoce al Padre” 121, la
Contra esta comprensión se pronuncian los Capadocios. Basilio dice ha­ 'imagen viviente de un viviente” 122. Con esta explicación se ha encon-
ber demostrado suñcientemente que ludo también la característica propia del Hijo, a la vez que queda dicho
i|iie el Padre y el Hijo se encuentran en una relación mutua (axécriq)123. c
“ingénito nc designa aquello que existe en Dios. La substancia, en cam­ Hasta ahora hemos evitado en lo posible el término «persona», ha-
bio, no es una de las realidades ausentes, sino, al contrario, el ser mismo Iliando más bien de «características propias». Los Capadocios llaman a
de Dios y sería el colmo de la locura contarla entre las cosas que no I n divinas personas «hipóstasis» y las distinguen de la divina «ousia» o
existen”116. ilc la «esencia» (substancia). A continuación tendremos que ver qué sig­
nifican estos términos.

110. Es aquel que participa su ser mismo al Hijo y al Espíritu, no una participación
«degradada» y «humillante», J. M. Garrigties, El Espíritu que dice ¡<Padre>!, Koinonia
23, Secretariado Trinitario, Salamanca 1985, 46. 117. Basilio, C. Eunom. 1,16,10-13 / SC 299,228; 1,12 / SC 299, 212-216. De manera
111. Como subraya Gregorio de Nisa, C Eunom. 11,57-58 t PG 45,524; P. Zemp, o. c. v?mojante se expresa Gregorio de Nazianzo, Or 28,5 / SC 250,110.
[nota 73], 116; Y. Congar, LePére, source abscfoe de la divim té, Ist 25 (1980], 23S. 11S. Por ejemplo (Pscudo)Basilio, Ep 38,8 / PG 32.440BC.
1 12 . “Cuando miramos a la divinidad, el primer principio y la «monarquía», lo que 119. Basilio, C. Eunom. 11,12,9-10.18 / SC 305,44—46; cf. también 11,11,30-32 / SC
nos aparece es la unidad'1, Gregorio de Naziaitzc, Or 30,14/ SC 250,302-304. .105,42.
113. Gregorio de Nazianzo, Or 30,4 / SC 250,302-304 y rota 1, p. 304. 120. Gregorio de Nazianzo, Or 30,19 / SC 250,226. El concepto del «engendran) pro­
114. Cf. Or 31,31 / SC 250,338; Y . Congar, o. c. [nota 107], 197. C. M o w y LaC jgna, viene del pensamiento platónico y expresa una relación cercana y necesaria. Estos dos
God For Us, Harper, San Francisco 1 993,391, anota con entusiasmo: "‘La reformulación de iKpectos son inseparables, M. Gomes de Castro, Die Trinitátslehre des Hl. Gregor von
la divina arché de parte de los Capadocios hizo imposible la identificación del gobierna de S\sstt, FThSt 50, Freiburg 1938, 79. Independientemente de esto es también una idea bibli-
Dios con el del monarca imperial humano. La monarquía terrena pertenece en exclusividad ■.i, Le 9,38, Jti 1,14.18. En el mismo contexto Gregorio de Nazianzo se refiere otra vez al
a una sola persona, mientras que el gobierno divino es de tres personas” . misterio, Or 29,8 / SC 250,192.
115. E. Mühlenbcrg, o. c, [nota23], 101. 121. (Pseudo)Basilio, Ep 38,8 / PG 32,440C.
116. Basilio, C. Eunoir,. 1,10,45.48 f SC 299,206, 1,11 f SC 2 9 9 .20S, donde Basilio 122. Gregorio de Nazianzo, Or 30,20 / SC 250,268. En este contexto, Gregorio de
introduce la distinción de que es posible admitir que la divina substancia sea ingénita, pero Nnzianzo llama al Hijo «homoousios», ibid. Basilio usa este término sólo una vez, en C.
no que el ser ingénito sea la substancia de Dios. En Gregorio de Nisa, el término «ingénito» t.unom. 1,20; M. V. Anastos, o. c. [nota 17], 8 8 .
significa la renuncia a determinar en qué consiste la esencia de Dios, E. Mühlen berg, ibid. 123. Gregorio de Nazianzo, Or 29,16 / SC 250,210.
352 Dios en m e d io d e n o s o t r o s V. E l D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (A ) 353

2 . 2 . 2 H i p ó s t a s i s y o u s ia “Que no se cambie el orden que hemos recibido del Señor. El Hijo no es


antes que el Padre y el Espíritu no es antes que el Hijo”133.
Según Basilio, la ousia y la hipóstasis se distinguen
>i esto se entiende en el contexto de la experiencia del bautismo y si se
‘■‘como lo general de lo particular [...]. Par eso confesamos una sola ousia lelaciona con las características propias del Padre, del Hijo y del Espíritu,
en la divinidad, de modo que del ser no pueden darse definiciones dife­ • I ser persona del Padre corresponde a su ser origen del Hijo y del Espí-
rentes; la hipóstasis. en cambio, es lo propio y singular, para que tenga­ i itu; el del Hijo corresponde a su ser imagen que da a conocer al Padre; y
mos una idea precisa y clara det Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”124. rl del Espíritu expresa su ser fuente «para nosotros». La expresión es
todavía difusa y poco segura. En cuanto a la confesión de fe del bautismo
Gregorio de Nazianzo, por su parte, iguala «hipóstasis» con «persona» que el Padre, el Hijo y el Espíritu nunca pueden ser pensados el uno sin
( n p ó n a n o v ) 125. Tanto Basilio 2‘ como Gregorio de Nazianzo127 indican la • I otro134, el argumento especulativo no llega a expresarla del todo, por­
razón por la cual usan la palabra («hipóstasis»: para poder confesar a la tille no se aclara cómo las personas están «juntas». Esta laguna es evi­
Trinidad, en la que toda nuestra salvación está resum ida128, pero no acla­ dente en la formulación con sustantivos de que la tríada consiste en “pa-
ran el término con más precisión que diciendo que - al igual que let nidad, filiación y santificación” 135.
n p ó o co ic o v — tiene la función de distinguir sin separación tres «particulari­ La pretensión de Gregorio de Nisa de que las particularidades son ca­
dades» (ioió-rriTai) en La única naturaleza (c|»úcric) de la divinidad129. La paces de “distinguir las hipóstasis entre sí, claramente y sin «confu­
explicación de Gregorio de Nazianzo de que «Padre» es el nombre de sión»” 136 formalmente es correcta, pero precisamente en esta forma signi­
una «relación» (ox¿<n;), “un nombre que indica la manera en la que el fica que las hipóstasis difícilmente pueden ser tomadas como personas.
Padre es respecto al Hijo o el Hijo respecto al Padre v,l3° ayuda en cierto Algo semejante sucede con el término «modos de existencia»
sentLdo, en cuanto que sugiere que «hipóstasis», «relación» y «prósopon» ( ipórtoi tf¡c; oTtáp^ecaq) empleado para designar a las personas137. El con­
(persona) son todas expresiones que designan un comportarse el uno ha­ cepto tiene la función de delimitar la confesión de fe contra el triteísmo y
cia el otro131. En otro lugar dice que Padre, Hijo y Espíritu son nombres de ayudar a comprender a Dios como la comunión de tres personas138.
que “designan a personas relacionadas una con otra’1' 32. Sin embargo, tanto el discurso sobre las particularidades como el sobre
El cuadro se despeja algo si consideramos lo que Basilio comenta so­ los modos de existencia tienen el inconveniente de que los conceptos
bre el orden de las hipóstasis: mismos no son personales. Esto hace que la discrepancia conceptual en­
de la experiencia de fe tan destacada y la denominación del Padre, por
ejemplo, como modo de existencia de la «paternidad» sea notable. La
mayor dificultad consiste en el hecho de que las diferentes expresiones
equivalentes para la persona no implican una «autopresencia» que pueda
I24-. Ep 236,6 / PG 32,884. Cf. B. Sesboiié y J Wolinski, Le Dteu du Salut /, Dcsclée,
París 1994, 2 9 ls. [Traducción: El Dios d e ’a Salvación, B Sesboüé (ed.), H istoria de los Imcer comprensible el actuar salvífico de las divinas personas.
Dogmas I, Secretariado Trinitario, Salamanca 1995]; también Basilio, De Spiriíu Sancto
V,7 f SC L7.lt 8 - I I9 y nota 2, p. I l 8
125. Or 4 2 ,1 6 / P G 36,476s.; cf. F. Courh, o .c . [nota 17], 172.
126. Ep 236,6 / PG 32,884.
127. Or 2,36^ SC 2 4 7 ,L36. 133. Ep 125,3 / PG 32.550D; cf. también C. Eunom. 1,20,36-39 / SC 299,244-246.
128. [bid. 134. (Pseudo)Basilio, Ep 38,4 / PG 32,332. F. Courth, o. c. [nota 17], 185, comenta:
129. P. Gallay, introduction .. |nota 22], SC 250,61; cf. ib.d., nota 2, p. 60; Basilio, C. "Mis claramente todavía que los otros dos Capadocios, Gregorio de Nisa determina las
Eunom. 11,28-30 36 ' S C 305,118-120. l uracterísticas personales a partir de la actuación salvífica de las divinas personas”. Sin
130. Or 2 9 ,1 6 / SC 250,210. embargo, habrá que matizar, porque las características son, por así decirlo, otra vez un
131. Sin embargo, el mismo Gregorio de Nazianzo parece limitar este significado concepto de persona.
cuando explica la relación como una «manifestación» (ekphanosis), F. Courth, o. c. [nota 135. Basilio, Ep 214,4; 236,6 / PG 32,789B; 884B; F. Courth, o. c„ 171.
37], 177; cf. Or 3 1 ,9 / S C 250,290-292. 136. De fid e ad Simplicium, PG 45,144B.
132. A d Graecos ex communibus notionibus, PG 45,176A; cf. la explicación ulterior 137. X. Pikaza, Dios como Espíritu y Persona [nota 20], 8 6 .
en 176BC, 177. 138. Ibid.
354 DtOS EN MEDIO DE NOSOTROS V . E l D io s que «hace» s a l v a c ió n (A ) 355

Una cosa se repite una y otra vez: todas las formulaciones han de po­ Padre, sino como “movimiento entre la unidad y la trinidad” 145 que parte
der “dar cuenta satisfactoria de la fe” l>9, es decir, su cometido es confesar del Padre14*5.
a un único Dios sin “sumar y confundir a las personas” y hacer esto de­ Estas expresiones son muy indeterminadas, pero la voluntad de con-
jando en claro “la identidad áe la esencia"’143. Hay que reflexionar sobre Icsión de la que brotan encuentra paráfrasis que las refuerzan: el Padre y
la «ousia», la esencia de Dios, para poder decir algo sobre la unidad de rl Hijo nunca están separados; no hay nada que no tuvieran en común y
las personas. Sm embargo, Basilio desautoriza desde el principio esta esto incluye al Espíritu Santo147. La debilidad del concepto de persona
empresa declarándola imposible cuando dice: *.nisa un problema también para la determinación de la esencia, porque
no hay instrumentos para hablar de la unidad de las tres personas como
'‘Hemos [...} de abandonar la inútil preocupación por la esencia puesto comunión».
que ésta no es comprensible, y hemos de creer que Dios existe y que re­ Gregorio de Nazianzo explica la unidad de Dios a partir del ser origen
compensa a quienes to buscan (Heb ti ,6). No nos corresponde investigar nuratrinitario del Padre: la unidad consiste en que el Hijo y el Espíritu
qué es, sino confesar que él es quien nos prepara la salvación” 41. Miilcn del Padre148. El Padre es la unidad, porque los otros dos son de él y
liacia él, “para que estén juntos” 149. De manera semejante argumentan
Por consiguiente, las reflexiones de los Capadocios sobre la esencia de laiiibién Basilio150 y Gregorio de N isa151 que repite una y otra vez que
Dios habrán de ser interpretadas desde esta meta y bajo esta reserva. nnocemos la unidad de la naturaleza de Dios, porque la actuación salví-
En una primera línea de reflexión, la más enfatizada, se considera la lu a de las tres personas en nosotros es una sola152. Sin embargo, aunque
unidad de Dios en cierta manera como «comunidad»12, como un tener en •id hable de la unidad de Dios a partir de la experiencia de fe y de las ca-
común la divina esencia que les corresponde a los tres - y de ninguna i m:lerísticas propias de las personas igualmente concebidas a partir de la
manera sólo al Padre143. Si el Padre solo poseyera la esencia, seria inevi­ i «ponencia153, la imagen queda borrosa. Dos afirmaciones de Gregorio
table la subordinación del Hijo y del Espíritu y, con ella, la negación del ilc Nisa, aducidas la una detrás de la otra, sugieren que las dificultades
anuncio de salvación144. Gregorio de Nazianzo introduce aquí todavía m u la formulación teológica provienen del concepto de ousia previo a
otra corrección al concepto de la a p ^ que corresponde sólo al Padre: no r\lu discusión específica: “Todo lo que se diga de la esencia del Padre
hay que entenderla como la posesión exclusiva de la esencia de parte del • .ilo también para la esencia del Hijo y del Espíritu” 154. En el contexto se
Imilla del misterio de Dios: “Entre el Padre, el Hijo y el Espíritu existe la

145 Or 29,2 / SC 250,178. También aquí habla de la «monarquía» no de una única


l« r imú., sino de las tres. Lo que caracteriza a las tres es “la misma dignidad de la naturale-
•i lu concordancia de la voluntad, identidad del movimiento y regreso a la unidad de aque-
139. Basilio, Ep 236,6 / PG 32,884B. lli>*nue vienen de la unidad”.
140. Gregorio de Nazianzo, Or 20,7 i SC 270,70. 146. X. Pikaza, Dios como Espíritu... [nota 20], 89, dice que Dios es “ousia personali-
141. C. Eunom. ],14,44-45 f SG 299.224; C. Eunom. 11,31.8-10 / SC 305,130-132. Tal expresión se refiere al Padre-apxr| como origen intratrinitario, en su relación a
Cf. Gregorio <3e Nazianzo, O r2 S ,!7 f SC 250,134. Aqji están enjuego toda la experiencia i <j olí us dos personas.
de fe y salvación y la identidad cristiana de las comunidades, como lo demuestra el mordaz 147. Basilio, C. Eunom. 11,34,12 y todo el capitulo 34, la transición a C. Eunom. III
sarcasmo de Basilio contra Eunomio, C. Eunom. 11,33,27—2S ' SC 305,138: “Parece que »>i<i ■ el Espirito Santo, SC 305,140-142; Gregorio de Nisa, De fide ad Simplicium, PG
mientras los cielos pregonan la gloria de Dios, el Espíritu Santa pregona la inferioridad de t l'*¡ en PG 45,142 hace alusión a la «majestad» de Dios y en PG 45,145 vuelve a la
la gloria del unigénito”. nuil culón de fe.
142. X. Pikaza, Antropología bíblica, Sígueme, Salamanca 1993, 538; Id., Dios como MH. 0 r 4 2 ,l5 / PG 36,476B; F. Courth, o. c. [nota 17], 176.
Espíritu y Persona [nota 20], 98-105. I -l«>. O r4 2 ,l5 y PG 36,476B.
143. E. Mühlenberg, o. c. [nota23], 123. 110. De Spiritu Sancto XVI1I.45 / SC 17,197-198; F. Courth, o. c., 170 y nota 35.
L44. Gregorio de Nisa, C Eunom. 1 > PG 45,305A; J M. Garrigues, o. c. [nota 110], I SI- M. Gomes de Castro, o. c. [nota 120], 76, 94.
45. I O. P. Galt'.er, Le Saint Esprit... [nota 94], 191. Cf. Ep 5 / PG 46.1032AB; (Pseu-
i. mIío, Ep 38,4 / PG 32,332; Quodnon sunt tres dii, ad Abl., PG 45,125D.
I 1 lista es la razón por la cual Gregorio de Nisa no puede admitir que haya un don
ili* mi ih u que nos venga sólo del Espíritu Santo, P. Galtier, ibid.
114. (Pscudo)Basilio, Ep 38,3 / PG 32,328s.
356 DiO S EN MEDIO DE NOSOTROS
V. El D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (A ) 357

misma indivisa comunión (K otvtovía)’"155, el mislerio inefable que cono­


El Dios Uno y Trino de la fe es incompatible con el concepto griego
cemos en la fe 156.
tic Dios mientras el misterio de Dios no se subraye de tal modo que que­
Una segunda línea de reflexión muestra aun más claramente la difi­
de eliminado desde el principio el ascenso desde la creación, pasando por
cultad para la traducción de la experiencia de fe a la teología Si el nom­
un orden jerárquico del ser, hasta la esencia racionalmente cognoscible
bre de «Dios» en sentido estricto pertenece a la esencia*'7, se logra m an­
de Dios tal y como lo presentan los eunomianos. El gran aporte de los
tener la unidad de Dios, pero entonces el “estar en comunión” de las per­
Capadocios es la afirmación de que Dios es «infinito», es decir, que no
sonas1 8 pierde relieve. Lo mismo pasa cuando se afirma la “distinción de
puede ser pensado a partir de la realidad creada. Es incomprensible y esto
tres hipóstasis en la única naturaleza’"^9 En la misma medida en la que
constituye su ser Dios. Este Dios incomprensible es trino y así es sola­
se hable de la ‘inalterabilidad, invisibilidad. incorruptibilidad” de la
mente uno solo en su incomprensibilidad. Es la unidad trina la que desig­
esencia160, las explicaciones se alejan de la experiencia de fe en el bau­
na la novedad de la confesión cristiana de fe respecto de la «simplicidad»
tismo, en la que el actuar salvífico del Padre, del Hijo y del Espíritu
del concepto griego de D ios163. Sin embargo, ésta es precisamente la ra­
Santo con sus características propias estaba en el primer plano. El pro­
zón por la cual es indispensable destacar las relaciones de las divinas
blem a se aprecia en la siguiente formulación:
personas entre sí y su unidad de forma que la fe pueda reconocer en la
explicación teológica la actuación de la “tríada dadora de gracia” 104 como
“Nuestros fieles adorar aL Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
experiencia del incomprensible don de salvación. Aunque se hubiera
una sola divinidad. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo,
logrado esta explicación, la experiencia de fe quedaría incomprensible
desde el concepto griego de Dios, porque el principio supremo del ser
una sola naturaleza en tres propiedades distintas subsistiendo en sí
descansa en sí mismo. De él parte el «ser» como de una causa, no la
mismas, distintas en el número, pero no en ladivinidad”1*’1.
«salvación» en forma de don.
El m ayor problema del concepto griego de Dios lo constituye el he­
La línea divisoria muestra cómo el texto es partido en dos mitades, en las
dió de que no permite entender el servicio fiel de Cristo y su muerte en
que se ve la inversión del punto de partida162. Está igualmente claro, sin
cruz como el acontecimiento central de nuestra salvación de parte de
embargo, que el discurso sobre la esencia de Dios tiene la función de
Dios, porque Dios es «impasible». Este problema se nota claramente en
hacer posible confesar a un solo Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
«iiogorio de Nazianzo. Cristo

“se ha hecho un hombre entero por el hombre caído entero, para traer la
2.2.3 El hablar cristiano de Dios
salvación al hombre entero. Impasible en cuanto Dios, pasible en lo que
ha asumido por ti”165.
Aunque sus posibilidades de expresión no les hayan permitido a los Ca-
p ad odo s determinar el concepto de persona y el de esencia con la sufi­ I ii un texto semejante leemos:
ciente claridad y relacionalidad, es evidente que se preocupan insisten­
temente por esta explicación, porgue el kerygma cristiano la exige. “Te presento a Cristo, el despojo de Cristo por nosotros, los sufrimientos
del impasible, la cruz y los clavos por los que he sido redimido del peca­
do”166.
155 Ep 38,4 i PG 3 2 3 3 2 , también 331 A.
156 Ibic.
163. E. Mühlenberg, o. c. [nota 23], 123: Cuando Gregorio de Nisa declara que el
157 Gregorio de Nisa, Ad Graecos ex communibus nofienibus, PG 45,177C.
. iniccpto de Dios es la Trinidad, está diciendo “que la esencia trinitaria tiene que corrcs-
158 Poco antes en el misma texto, PG 45,]76A .
Imnder a la simplicidad del concepto griego de Dios. Al interior de una esencia simple no
159 Gregorio de Nazianzo, Or 3 1 ,9 /S C 2 50,2SO-292
160 Basilio, C. Eunom. 1,8,52 i SC 299,196. |.urden existir diferencias de superioridad o inferioridad”.
I (h!, Tíjc TpíaSoq x a PlIOM¿vrl^> Gregorio de Nazianzo, Or 40,45 / PG 36,424D.
161 Gregorio de Nazianzo, Or 33,16 1 SC 318,192—194. Inmediatamente artes se
155. lbid.,424B . En la Or 5,9 / SC 309,308, habla de la “pasión del impasible”.
menciona la polém ica contra los arrianos.
166. Or 17,12 en la edición cit. en nota 30,1,325. Cf. también Or 1,4 / SC 247,76-78;
162 Cf. también Gregorio de Nisa, D efide cd Smpltcium, PG45,146C D.
n 2 ,9 9 /S C 247,218; O r45,28 / PG 36,661C.
358 D lO S EN MEDIO DE NOSOTROS V. E l D io s q u e « h a c e » s a l v a c ió n (A) 359

A causa de la fe deja las afirmaciones contradictorias la una at lado de la “Cuando percibo la palabrería actual y los sabios improvisados y los
otra167. teólogos que han llegado a serlo por imposición de las manos y a quienes
Se presupone que Dios es impasible por su «naturaleza»158. Luego, les basta la voluntad para ser sabios, anhelo la sabiduría suprema y busco
sin embargo, es difícil explicar que en la cruz de Cristo Dios se ha mos­ '.legar a la última etapa para estar solo”176.
trado como aquel que en la resurrección ha superado todo sufrimiento
humana, mientras precisamente en esto la fe reconoce su misterio, su Todo hablar de Dios es sólo “imágenes y sombra” 177. Al decir de la Tri­
gracia169 y su incomprensibilidad1'0. nidad algo comparable a nosotros mismos, sólo nos alejamos de ella .
La insuficiencia de las explicaciones teológicas - no solamente de Podemos hablar de Dios sólo en metáforas1/;. Por eso, nuestra palabra
estas concretas, sino de todas —conduce a Gregorio de Nazianzo primero siempre ha de volver al «modo místico», el único apropiado al misterio
a la afirmación que sólo en el Espíritu Dios puede ser “ comprendido, de D ios130. Para los Capadocios, también la palabra teológica es doxolo-
traducido (épjiEVEÓsTcu) y escuchado” 171. En otras palabras, vuelve al i*ia181, pero una doxología práctica al servicio del testimonio del keryg-
kerygma, pero no sin formular un «principio hermenéutico»: en la difi­
cultad de hablar de la Trinidad siempre hay tres elementos: “la inteligen­
cia del orador, su lenguaje y la manera, en la que es escuchado”172. Es
cierto que lo dice para excluir a sus adversarios eunomíanos1'’3, pero el 3. El «p rob lem a» de la teología trinitaria de Agustín
hecho es que los tres elementos están presentes también en la transmisión
del kerygma. Si es asi, ¿cuáles son los criterios para diferenciar entre los La razón para hablar de entrada de un «problema» de la teología trinitaria
testigos verdaderos y los herejes? La respuesta es la siguiente: agustiniana está, en un primer acercamiento, - y previo a todo cuestio-
itamiento teológico todavía - , en la influencia que los escritos neoplató-
Es necesario llegar a ser luz para poder iluminar; acercarse a Dios para meos tuvieron sobre el pensamiento de Agustín183. Nadie discute el he­
poder acercar a les demás a él; haber sido santificado para poder santifi­ cho de esta influencia184; lo que llama la atención es más bien que su
car a otros [.. ]”n :. avaluación parece provocar sensibles reacciones18' o brillar por su ausen-

Por consiguiente, en último término no se trata de la teología1i5, sino de


la experiencia de fe, como lo muestra este texto: \~>b. Gregorio de Nazianzo, Or 20,1 / SC 270,56.
177. Gregorio de Nazianzo, Or 31,33 / SC 250,342 y nota 2.
.67. Cf. el texto siguiente: "Necesitábamos a jn Dios encamado y ejecutado p a ra vi­ 178. Gregorio de Nazianzo, Or 31,12 / SC 250,300; cf. Or 28,5 / SC 250,110.
v ir ’, Or 45,2$ i PG 3 6 ,6 6 ]C. 179. Or 31,7 / SC 250,288; cf. Or 31,10 / SC 250,292-294. Gregorio de Nazianzo
168. Gregario de Nisa tiene el mismo problema: la impasibilidad de Dios no puede particularmente exhorta a no olvidar esto cuando aplicamos a Dios palabras que para noso­
predicarse de su ■«•(naturalezas, es mas bien “el «pathos» de un médico que cura al que ha tros expresan parentesco. “Si no, ¡podría creerse que Dios es masculino, puesto que se le
ski o alcanzado por el «pathos»” Or CaTecheticc, PG 45,424B. llama Padrcl” Sobre la analogía en Gregorio de Nisa que polemiza contra la falsa com­
369. J. M. G am gucs, o c. [ñola LIO], 35, subraya este punto el Dios cristiano se re­ prensión de la analogía en los cunomianos, cf. E. Miihlenberg, o. c. [nota 23], 109.
vela en el misterio trinitario com o un Dios que puede morir y resucitar [ser resucitado]. I SO. Gregorio de Nazianzo, Or 27,5 / SC 250,82 y nota 4; cf. Or 29,8 / SC 250,190-
170. Sin embargo, cf. los textos más claros de Gregorio de Nisa en la misma. Or Cate­ 192.
chetica, PG 45,46: “¿Cómo es posible que el Incomprensible [...], que Dios haya podido 181. P. Scazzoso, o. c. [nota 42], 507s.; F. Courth, o. c. [nota 17], 181.
meterse con la naturaleza 'humana miserable?1' y PG 45.63: "Dios muestra su poder bajando 182. Gregorio de Nazianzo, Or 31,33 / SC 250,342; ct. Or 23,11-13 / SC 270,304-
a la humildad de los hombres”; c f también ibid , 39D. 306.
171. O r2,39 f SC 247,140. 183. A. Sehindler, Auguslin/Augustinismus /, TRE IV (edición de estudio), W. de
172 Ibid • íruyler, Berlrn-New York 1993, 658, habla de “un encuentro decisivo con el neoplatonis­
173 O r2 ,5 C /S C 2¿7,I58. mo” .
174 Or 2,71 / SC 2¿7,184 y nota 2; elaboralo mismo con más detalle cr Or 32,13 184. A. Turrado, Dios en el hombre , BAC, Madrid 1971, 81.
175. C f Gregorio de Nazianzo, Or 3 7 , 2 / SC 318,274; Or 32,19.2] /S C 318,124-126, ] 85. Por ejemplo en T. J. Van Bavel, Womnn as the Image o f God in Augusline 's «De
128-130; Or 27,2 < SC 250,72-74; Or 25.18 > SC 284,200-202; Or 42,17 ) PG 36,4770. írinitate Xíbj.cn Signum Pietatis, A. Zumkcllcr (ed.), Augustinus-Verlag, Würzburg 1989,
PaTa Basilio todo lo que va más allá de lo que debe decirse de Cristo y del Santo no es más 288. El autor protesta contra la critica de la teología feminista a Agustín: “Es verdad que la
que palabrería indebida, H. Dórries,o. c. [nota I], 18. distinción entre la «ratio superior» y la «ratio inferior» [que, según esta critica, conduce a la
360 D io s e n m e d io d e n o s o t r o s V. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (A ) 361

cia . Existe un amplio consenso sobre los aspectos neop]atónicos que búsqueda corresponde a la pregunta fundamental que hicimos a los Ca­
han alcanzado importancia en Agustín: el énfasis en la persona individual pad ocios: ¿cuál es la experiencia de fe de Agustín y con cuáles medios de
y su espiritualidad ; la posibilidad de que la inteligencia abierta a la expresión la traduce en teología?
verdad ascienda al «Bien absoluto»188; la afirmación de que Dios es el Mientras pudimos decir de los Capadocios que su teología tiinitaria
«ser supremo» y la «verdad eterna»189; la búsqueda de la «puriíicación» arranca del kerygma, concretamente del bautismo, y que su expetiencia
y de la «redención» en el hom bre190. Igualmente importante es el consen­ de fe es experiencia del bautismo, tal afirmación, en esta forma, ya no es
so de que Agustín no se ha limitado a recibir el pensamiento neoplatóni- aplicable a Agustín. Es cierto que también Agustín parte del kerygma en
co> sino que lo ha corregido desde la fe 191. A Agustín le faltaba en los cuanto que habla a partir de la fe, pero lo que nos transmite es su apro­
escritos neoplatónicos precisamente aquello que constituye Lo esencial piación personal del kerygma, tal y como se dio bajo la influencia neo-
del kerygma cristiano: la encarnación del Hijo, nuestra redención por su platónica.
muerte en cruz , su resurrección y la certeza de que no podemos llegar Este hecho es importante, como puede apreciarse en el siguiente ar­
a Dios por nosotros mismos, sino sólo por el don de la gracia193. Tomás gumento: aunque el discurso teológico haya de apoyarse en la experien­
de Aquino resume así: cia y no pueda ser “pura teoría”, la experiencia que ingresa a la teología
ha de ser “probada” y “garantizada” . Cuando alguien habla “por cuenta
A g u stín , im bu id o en las doctrinas de los p latón icos, r e c o g ió todo lo q u e propia, «desde lo propio»”, siempre ha de levantarse la sospecha . En la
en ella s en con tró con form e con la fe, corrigien d o tod o lo q u e s e o p o ­ doctrina de Agustín, en cambio, nos habla “un gran testigo de la tradi­
n ía ” 194. ción” que durante un milenio y medio ha sido expresión de una fe co­
mún” 1^ . El hecho es, sin embargo, que toda experiencia siempre es algo
Los rasgos del pensamiento neoplatónico serán fácilmente identificables propio. Es ésta precisamente su característica más importante, sin la cual
en los textos que analizaremos. Sin embargo, lo que nos interesa aquí no no puede haber un testimonio del kerygma. El problema no está en que
es esto, sino la pregunta de cómo se relacionan entre sí la experiencia de alguien hable «desde lo propio», sino en la relación entre la experiencia
fe y la teología trinitaria en su obra De Trinitaíe. Formulada así, nuestra personal y el kerygma de la comunidad de fe eclesial. Además, el criterio
para la validez de la experiencia no tiene que ver con su duración a través
de un período de tiempo llamativo, sino con la pregunta de si los otros
suboidinación de la mujer) proviene de la filosofía griega, particularmente de] neoplato­
nismo. Pero ¿es ésta una razón suficiente para rechazarla?”. pueden reconocer en ella su propia experiencia de fe dentro de su propia
186. T. J. Van Bavel, o. c., 83, escribe que entre los ncoplatómcos se encuentran ex­ comunión de fe eclesial.
presiones particularmente aptas para hablar del «Uno» y del «Bien» y para recordarnos que Agustín ha sido el primero en presentar su experiencia de fe de m ane­
«el» es la meta de todos nuestros esfuerzos. W. G. Tarpley, »Über die Dreieitúgkeim - ra nueva y. entonces, también única196. En este sentido, su experiencia
Crrundíage der westlichen ZivUisation, en Der Hl. Augustinus, SchiTer-lnstitut, Harmover
obviamente es algo «propio». Si esto es cierto, ¿cómo ocurre que su tes­
1985, 200, hace el siguiente comentario entusiasta y acritico: ‘ Agustín ha perfeccionado el
cristianismo apostólico conviniéndolo en una religión en el espíritu de Platón”. timonio. lejos de ser «sospechoso», se haya convertido en fuente de tra­
187. M. T. Clark, Augustine on Person: Divine and Human, en Coileclanea Augusii- dición? Esta pregunta encuentra respuesta sólo si reconocemos que
niana, P. Lang, New York-San Francisco-Bem-Baltimorc 1993, 102. aquellos que lo escuchan y lo leen encuentran en sus palabras su propia
188. Ibid. y 107; J. Barion, Piolín und Augustinus. Untersuchungen zum Goitespro- experiencia de fe, por la simple razón de que la misma influencia neo-
blem, Junker und Dünnhaupt, Berlín 1935,45.
189. J. Barion, ibid., 44s. platónica es operante también en ellos197. Esto suscita otra pregunta.
185J*427 F Gal' ÁUgUSÜnS anbe!cnde Sc,lfíu (,es Mysteriums, en Signum Pieiatis [nota
195. J. Ratzinger, El Espíritu Santo como communio. Para una relación entre pneu-
191. Cf. los autores nombrados en las notas 186-190 y M. Schmaus, De Trinitctte ji aioiogin r espiritualidad en Agustín, en C. Hcitmann y H. Mühlen (eds.), Experiencia y
Einleitung, BK.V* XIII, 42s. ieelogifí del Espíritu Santo, Koinonia 7, Secretariado Trinitario, Salamanca 1978, 302s.
192. Confessiones VII,9,13s.; J. Barion, o. c., 46. 196. “ Agustín ha introducido en la teología cristiana de su tiempo la herencia del pen­
193. De Trinitaíe 1,8,16. A continuación esta obra se abreviará DT- cf. M. T Clark samiento artiguo. sobre todo del platónico y neoplatónico”, F. K. Mayr, Patriarchalisches
o. c. [nota 1871, 106.
(¡cUesverstñndnis?, ThQ (Tübingen) 152 (1972), 233.
194. STh I,q.84,a.5, Versión española de la BAC, Madrid 21994. 767; J. Barion o c 197. A. Turrado, o. c. [nota 1841, 81, habla de un trabajo de cristianizar las ideas pla­
[nota 188], 52. tínicas y ncoplatónicas desde Orígenes pasando por Ambrosio de Milán hasta Agustín.
362 Dios h n m e d io d e n o s o t r o s V. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (A ) 363

¿cómo oímos y leemos nosotros mismos el testimonio de Agustín, cuan­ Pareciera que Agustín hubiera vislumbrado él mismo el problema her-
do en nuestro tiempo el neoplatonismo ya no ejerce la misma influencia menéutico del que acabamos de hablar y que lo hubiera resuelto en el
sobre la apropiación del kerygma? Aquí aparece un problema hermeneu- sentido de que el único principio hermenéutico tuviera que ser el segui­
tico, pero es el nuestro propio, no el de Agustín miento de Cristo en el servicio y el anuncio del kerygma.
Agustín parte de la confesión de fe de que la Trinidad es Dios verda­
dero, sumo y único”06. Para él, esta confesión de fe”° es, al mismo tiem­
3.1 La experiencia de fe implícita po, creyente y confiada búsqueda del misterio-08 y apología para llevar de
regreso a los que dudan de la fe209. Por “las sendas de la caridad” quiere
3.1.1 Rasgos fundamentales ir “ en busca de aquel de quien está escrito: Buscad siempre su rostro”210.
Esto, sin embargo, es vivir de la fe cuya fuerza es el amor. Hay que con­
templar las palabras de la fe para amar lo que “predican, anticipan y
Agustín escribió su obra De Trinitate con labores infinitas queriendo, en
muchas ocasiones, ceder a la desesperación por la dificultad de su ta­ prometen”' 11.
La fe en el Dios Trino es la fe salvadora y justificadora en la resu­
rea . Escribe tanto por impulso propio, en “ la búsqueda de misterio tan
insondable"" , pero también toma sobre sí el trabajo “por mandato y con rrección de Cristo. Creemos en su resurrección
auxilio del Señor”"00. En la ejecución de la tarea imita a Pablo, se lanza a
"‘con la firmeza del que está asentado sobre la roca, y con esperanzada
la conquista de lo que tiene delante y corre “hacia la recompensa de la
certeza esperamos la resurrección de nuestro cuerpo; porque confiamos
vocación suprema”"^1. Escribe, parque ha ¿e responder a las preguntas de
se verifique en los miembros de Cristo [...] lo que, según la sana creencia
sus “prójim os”, en su “calidad de siervo de Cristo”202. Su intención es
[fe], sabemos se realizó en Cristo, nuestra Cabeza”212.
llevar a cabo su trabajo “con hermosa y modestísima candad’ y con
“cauta hum ildad”-0*. En el mismo contexto habla del lector a quien qui­
Por consiguiente, nuestra fe se eleva ahí, a donde ha ido el Resucitado.
siera tener: pide a un “piadoso lector” que sea al mismo tiempo un ‘críti­
Nuestra esperanza es resucitar y ser recibidos en el cielo"13. La fe nos
co imparcíal’ , a alguien que no acepte incondicionalmente lo que diga,
purifica “para contemplar la verdad”214. Cuando nuestra fe se habrá
pero que tampoco sea un “crítico pagado de sí mismo”204.
transformado en verdad, estaremos liberados “de la muerte, de la corrup­
ción, de la mutabilidad”215. Que aquí se nos refiere la experiencia propia
“Digo al primero: No utilices mis escritos cual si fueran las Escrituras ca­
de Agustín puede verse por lo que, en este mismo contexto, dice de la
nónicas [.—I; y digo al segundo: No critiques mis libros según tu opinión
o animosidad, sino al tenor de las Sagradas Escrituras y de la recta ra­

206. “'Andamos [...] buscando no una trinidad cualquiera, sino la Trinidad que es
Dios; verdadero, sumo y único Dios”, DT IX,1,1 (538).
20'?. “[ - | el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de una misma e idéntica substancia, in­
sinúan, en inseparable igualdad, la unicidad [unión] divina, y, en consecuencia, no son tres
li 98 E Herdrikx, introduclion, Oeuvres de Saint Agustín 15, La Tnmié i, Desclée, dioses, sino jn solo Dios [...]. Y ésta es mi fe, pues es la fe católica”, DT 1,4,7 (139) [entre
París 1955, 12. corchetes en el texto corrección a la traducción].
199. DT 11,1 (proemio). La versión española de tes cuas, de ahora en adelante, se to­ 20S. DT 1,2,4. Se produce un cambio de enfoque hermenéutico en F. Bourassa,
ma de la traducción Tratado sóbrela Santísima Trinidad, L Arias, Obras de San Agustín. Tkéologie triniteire che: saint Augustin, Gr 58 (1977), 689, cuando explica que la búsqueda
lom o V, B AC, Macric '1956 Las páginas de esta edición se indicarán en paréntesis • aquí de Agustín se dirige a la “Trinidad en si misma”.
(199).
209. DT 1,2,4 (133) y DT 1,3,5 (135).
250. DT 1,5,8(143). 21C. Sal 105.4; DT 1,3,5 (135).
291 H>id..cf. Flp 3,14. 211. DT XIIL20,26(761).
252. DT 111,1 (proem io)(265). 1.3,5—6 (143). 212. DT 11,17,29(255) [traducción enmendada].
203. DT 11,1 {proemio) (231). 213. DT IV, 18,24 (373).
204 DT 111,2 (proemio) {267) 214. DT IV, 19,25 (375).
255. Ibid. 215. DT IV, 18,24 (375).
V. El D io s q u k « hace» s a l v a c ió n (A ) 365
354 Dios f.n m e d i o d l n o s o t r o s

tancia o esencia de Dios221. Un texto como el siguiente la encubre aún


misión de Cristo: ha sido enviado al mundo para traer la fe por la que
más:
hemos de ser purificados para contemplar la verdad216.
Hay un desplazamiento del acento desde el seguimiento activo en el “La causa primera y suprema de todas las formas y mociones corpóreas
servicio - del que, por lo demás, Agustín habla también - a la «purifica­ es siempre la voluntad de Dios. Nada acontece visible y sensiblemente en
ción» y <«contemplación» y este cambio se nota igualmente en una expli­ esta [...] creación que no sea o permitido o imperado desde el invisible c
cación que Agustín da de su procedimiento apologético. Quiere explicar
inteligible alcázar del supremo Emperador [...]” .
a sus adversarios lo mejor que pueda que
lis evidente que la imagen del “supremo Emperador” ya no nos dice na­
“la Trinidad es un solo, único y verdadero Dios, y cuán rectamente se di­ da, pero no es esto lo importante, sino más bien la yuxtaposición de afir­
ce, cree y entiende que el Padre, el Hijo y c Espíritu Santo son de una maciones totalmente diversas. En el primer plano está la confesión de fe
misma esencia o substancia; de suerte que [...] ellos mismos experimen­ que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han creado al hombre a su ima­
ten que [la Trinidad] es aquel Bien sumo qjc es discernido por las mentes gen, para que «subsista» como imagen de la Trinidad""3. Lo importante
sanasv 2 l T
es esto. Sólo por esta razón Agustín puede decir que el hombre ha sido
creado
Se percibe claramente que Agustín, aun partiendo del kerygma, adapta la
formulación de su meta teológica a la experiencia que él mismo tiene del “para [recordar, ver y amar] esta Trinidad excelsa, para [que la recuerde,
kerygma. Se trata de un paso hermenéudco que seguirá siendo intere­
la contemple y tenga su gozo en ella]” 4.
sante mientras el desplazamiento del acento que implica sea tratado tam ­
bién hermenéutic ámente218.
Algo semejante vale para la creación en Cristo, en el que “vivimos, nos
AL igual que los Capadocios, también Agustín confronta la creación
movemos y somos”225.
con la trascendencia de Dios. Si no podemos explicar con la razón las Es difícil hacer caber esta experiencia de fe en la terminología del
maravillas de la creación, ni comprenderlas con la inteligencia, menos “sumo Bien”, porque se pierde de vista que la persona entera cambia de
todavía podemos comprender a D io s^ ;. Luego confiesa en la gracia del vida al ser adentrada en la Trinidad de Dios. Las formulaciones de Agus­
Espíritu Santo, lleno de confianza, que el Dios que ha creado semejantes tín reducen al hombre a la mente (alma, mens)"-6. Además, es necesario
cosas no puede ser mudable y menos todavía visible, refiriendo esta agregar que a Dios no se le ama como a cualquier otro bien, sino como el
afirmación al Dios T rino” 0. Ésta es una comprensión soteriológica de la “Bien de todo bien”227. Con algo agregado, sin embargo, puede suceder
creación que se encubre, sin embargo, cuando Agustín habla de la subs­ que luego se olvide agregarlo y de esta manera otro bien puede llegar a
ser confundido con Dios228.

221. “ La substancia, y hablando con más propiedad, la esencia de Dios, por lo poco
216. DT IV.19,25 (375). que nosotros podemos rastrear del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, puesto que en nin­
217. DT 1,2,4 (133) [traducción enmendada], Sir. embargo, cf. DT V111,4,7 (511) y gún modo es mudable, [tampoco de algún modo] puede ser por si misma visible”, ibid.
VIII, 5, S (515), donde Agustín sigue a. Pablo.
222. DT 111,4,9 (279-281).
2 .8. .VI S.chmaLS, Die Denkforrn Augustins in seinem Werk de Irinitate, Bayerische 223. DT VII,6,12 (493).
Asácenme der Wisscnschaften, Münchcn 1952. 6, l ama el pensamiento de Agustín “un 224. DT X V ,20,39 (915) [He sustituido verbos por los sustantivos de la traducción].
elemente ícrmal no analizado reflejamente per el mismo Agustín y no indicado formal­ 225. DT IV, 1,3 (323); IV,2,4 (325).
mente por el Esto parccc cciT csp cr.d er a lo que hasta, ahora hemos llamado «experiencia 226. “Cada hombre individual es imagen de Dios según la mente, no según toda la
implícita» y «desplazamiento de acento». Schmaus agrega que esta forma de pensamiento amplitud de su naturaleza”, DT X V ,7,11 (851).
•afecta la estructura ntcma del contenido del pensamiento, pero sin crearlo. También esto 227. Bonum omnis boni, DT VIII,3,4 (503).
está conforme con nuestras resultados. 228. Cf. DT XII,11,16 (677). M. T. Clark, o. c. [nota 187], 106, habla en este contexto
2! 9. DT 111.10,21 (301-303). tic la pretensión de ejercer un poder semejante al poder divino.
220. Ibid.
366 D io s e n m e d i o d e n o s o t r o s V. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (A ) 367

Agustín vierte su experiencia de fe en dos diferentes lenguajes: uno ción2""3 que exige que se explique de qué han de ser purificados los hom ­
podría llamarse «filos ó fíco-abstrac tO)> y el otro «confesional»229. En el bres: de sus «inmundicias» y de la «concupiscencia cam al»240. En este
lenguaje «confesional» que está cercano al bíblico, nos exhorta a con­ contexto tiene su importancia el hecho de que el sujeto de la imagen y
vencem os del inmenso amor de Dios, para que no caigamos en tentación semejanza es únicamente la «mens». Todos estos planteamientos juntos
y luego ya no nos atrevamos a ascender hacia él; siempre hemos de re­ resultan en una reinterpretación del seguimiento en el camino de la cruz:
cordar cuánto nos ha amado y quiénes ¿ramos cuando nos am ói3°; hemos la crucifixión del “hombre interior” consiste en el “dolor de la peniten­
de amarlo y de adherimos a él en el amor que el Espíritu ha infundido en cia’’ y en el “rigor saludable de la continencia”241. Es cierto que estos
e s o tr o s 231. Este amor despierta en nosotros el amor a Dios y al próji­ rasgos pertenecen a toda experiencia de fe, pero también es cierto que
mo . Cuando abrazamos a Dios en el amor de Dlos, amamos primero al deben considerarse en el contexto de la totalidad del kerygma.
hermano; pero aun asi amamos a Dios más que al hermana a quien ve­
mos delante de nosotros, porque Dios nos es más cercano. Este am or es
la raíz de la unidad de los creyentes entre sí"33. 3.1.2 Búsqueda de Dios y visión de Dios
La polémica contra los arríanos-3^ conduce a Agustín a confrontar, en
sus declaraciones cristológicas, lo divino y lo humano en Cristo: la «for­ Mientras vivamos anhelamos ver el rostro del Señor y tanto más cuanto
ma de esclavo» (forma serví) y la «Forma de Dios» (forma De])235. Esta mayor sea nuestro conocimiento de su amor a nosotros242. Este anhelo es
distinción le da la posibilidad de insistir en que en la «forma de Dios» característico de Agustín y encuentra una explicación en el hecho de que
Cristo es inmutable, es decir, verdaderamente Dios256. Evidentemente, en la fe sólo vemos “las espaldas de Cristo”, es decir, “su carne”, porque
esto significa que en cuanto Dios no puede sufrir. Surge un problema nos ha mostrado su amor sólo “en las espaldas de su carne”' 4 . Agustín
cuando, precisamente en este contexto, se enfatiza la unidad del actuar de toma esta metáfora de Ex 33,12-23, donde a Moisés se le permite ver las
las divinas personas sin mencionar que la muerte en cruz es consecuencia espaldas de Yahvéh, pero desde este texto no es posible alcanzar el men­
del servicio fiel de Jesús y que la resurrección es la respuesta del Padre a saje del NT de que en el rostro del Crucificado hemos visto el rostro del
su H ijo23', porque entonces se encubre la novedad del Dios cristiano que Padre.
consiste, después de todo, en que en la cm z se nos ha descubierto un El anhelo del hombre tiende a la felicidad, pero sólo en la fe en Cristo
rostro de Dios que desborda todas las representaciones humanas238. A puede ser realmente feliz244. Sólo Cristo nos muestra al Padre, porque es
esta dificultad se agrega el desplazamiento del acento sobre la purifica­ “una esencia” con él245. A partir de ahí se hubiera podido corregir la me­
táfora insuficiente del AT, pero en el fondo no es esto lo que le interesa a
Agustín, sino que quiere hablar del anhelo de Dios y del camino que
229. M. Schmaus, Die Denkform Augusíins... [ñola 218], 20, escribe que Agustín bus­
ca acercarse a Dios □ tientas y siempre desde otras puntos de partida. E. Hendrik*. tntro-
conduce a él. Después de haber insistido en la unidad del Padre y del
duction (nota 198], 10;e lá., Augustinus. L!hK~r, 1097, subraya algo semejante, aunque no Hijo y después de explicar que por la fe en Cristo permanecemos con él
desde c. pumo de vista del lenguaje. Podrían demostrarse dos lenguajes más: ur lenguaje eternamente"46, escribe:
b ib k coy un lenguaje de oración.
230. DT ] V ,1,2 (677).
231. DT VE],3,5 (4-73).
232. D T X V ,26,46(929).
233. D TV H I,8,12 (531).
234. Cf. DT 11,5,9 (215), donde Agustín argumenta a partir de la cruz para mostrar la 239. DT IV, 13,17 (359).
unidad de la Trinidad. 240. DT IV ,14,19 (363). El texto habla de Cristo que, al contrario de los hombres,
235. Por ejemplo DT IJ3.28.29.30 (185-197); 1,11,12 (173-175); ti,5,9 (213-215); está libre de inmundicias y de “todo contagio de la concupiscencia camal”.
cf. también la contraposición entre «debilidad humara» y «fue"2 a divinas:, DT XIII, 15,19 241. DT IV,3,6 (331); cf. 11,17,28 (253).
(743-745). En DT Agustín no une ambas en la única persona de Cristo, pero cf. la sección 242. DT 11,17,28 (251-253).
si gu iente sobre León Magno ,4 .1 . 242. Ibid. (251).
236. DT H.5.9 (215). 244. DT XIII,20,25 (759-761).
237. Ibid. 245. DT VI 1,3,4 (469).
23B. Cf., sin embargo, DT XIII, 14,1&(741-743) que alude a! escándalo de la cruz. 246. Ibid. y VII,3,5 (471-473).
36S D ios en m e d io d e n o s o t r o s
V. El D io s q u k « hace» s a l v a c ió n (A ) 369

“caminando par Él vayamos hacia Él; porque [enj su humildad se hizo proceso que dura toda la vida y que lleva “de gloria en gloria: de la gloiia
para nosotros [camino] en el tiempo, [y] en su divinidad nuestra morada de la creación a la gloria de la justificación”254.
eterna1'2'17.
Otra vez vemos el desplazamiento del acento a la contemplación.
También al hablar de la fe, Agustín quiere separar la «ciencia» de la «sa­
E] Hijo de Dios, su Palabra, se ha hecho hombre “para que no hava men­ biduría»255. A la ciencia le corresponde el actuar, a la sabiduría la con­
tira [en nuestra palabra, ni] en la contemplación, [ni] en la acción”248. Él templación. La mente humana es imagen de Dios en cuanto se entrega
es para nosotros el camino a ]a gloria de la visión de Dios. toda entera a la contemplación de la verdad. Cuando una de sus faculta­
La meta de nuestro anhelo y nuestra felicidad misma es el Dios Trino. des está delegada a la ocupación con las cosas terrenas, esta parte no es
Debido a que el Padre y el Hijo son uno en el Espíritu Santo, el Dios a imagen de Dios, aunque la imagen es conservada en la parte que contem­
quien tiende el espíritu humano por la fe en Cristo es ;*el Dios único. Pa- pla la verdad. Mientras más se eleve la parte que contempla a lo eterno,
dre, Hijo y Espíritu Santo ’. Él es quien se revelará a los '‘limpios de co­ tanto más fielmente será imagen de Dios. Sin embargo, en la acción diii-
razón"' . Un poco más adelante, Agustín reformula este lenguaje «con­ eida hacia las cosas temporales siempre existe el peligro de “resbalar
fesional» traduciéndolo al lenguaje «fílosófico-abstracto»: lo que anhe­ hacia las cosas inferiores”256. Éste es, quizá, el punto más crítico de lo
lamos es
que Agustín entiende bajo contemplación, porque desde aquí pueden
dibujarse dos líneas que todavía hoy nos causan problemas: la subordina­
"aquella visión de Dios en la que contemplaremos la substancia incon- ción de la mujer al hombre, sobre todo cuando Agustín mismo identifica
mutabledc Dios que es invisible a los ojos humanos”250. la parte a c t iv a y, por eso, inferior de la mente con la mujer, mientras que
La parte contemplativa, superior, representa al hombre"57; y la subordina­
Hl contexto muestra que con ambas versiones se quiere expresar lo mis­ ción de los laicos al clero. Conforme a este argumento, las mujeres y los
mo.
laicos no pueden tener el mismo valor, porque los papeles «prácticos» y
La búsqueda de Dios tiene su raíz en el ser imagen de Dios. Para «mundanos» que les son atribuidos por definición son iníerioies a la
mostrar esto, Agustín desarrolla su «doctrina trinitaria psicológica)»: el contemplación de las cosas divinas en la sabiduría. Sin embaigo, esta
hombre es imagen en espejo de Dios y, por eso, también puede ver a perspectiva indica otra vez un problema hermenéutico nuestro y no una
Dios como en espejo"'1. Nuestro ser imagen de Dios es real, pero no es voluntad directa de Agustín de establecer estas dos líneas así, aunque es
perfecto. Se perfecciona en la gracia que conduce a la visión de Dios252, indiscutible que para Agustín de hecho la mujer está subordinada al
la belleza que inflama en ardores toda alm a”251 El ascenso a Dios es un hombre. Agustín también dice de María, la hermana de Lázaro, que está
“absorta en éxtasis contemplativo de la verdad”, mientras Marta se afana
• 258
en menesteres transitorios
Lo decisivo para Agustín es la búsqueda de Dios que lo llena total­
mente. El redimido no puede menos que desear la visión de Dios, en la
247 DT VI 1,3,5 (473) [traducción enmendada]
que Dios es todo en todo2'’9. Sin embargo, el lenguaje neoplatónico y su
248. DI XV,] 1,20 CS73) [traducciónenmendada].
2 49. DT 1,13,31 (193).
250. Ibid. En la versión esparola de la BAC falla esla frase. Se ha condensado en “vi­
2 5 4 . O también: “de la gloria de la fe a la gloria de la visión; de [la] gloria por la cual
sión. de. Bien, rncor mutable” (195).
som os ahora hijos de D ios, a la gloria que nos hace sem ejantes a Él cuando le veam os tal
2 5 .. Si anhelamos saber qué es es:e esj>ejo y cóm o es, lo primero que se ro s ocurre
cuales", D T X V ,8,14 (859).
per.sar es en la imagen en c. reflejada. Éste fue el hite de nuestros afanes: ver coma en un
255. DT XIII,19,24 (757).
espejo a nuestra Hacedor [por aquella imagen que nosotros som os]”, DT XV 8 14 ÍSS'’ )- c f
256. DT XI 1,7,10 (669).
XV ,6,10 {847}.
257. DT XII,7,10 (669); XII,13,21 (685); T. J. Van Bavel, o. c. [nota 185], 277s.;
25«~ Ch. Bo>er, Estáis Anaens er Ncmi'<?i?i¿f sur la Doctrine de Saint Augusiin, Mar-
I- K Mayr. o c. |n o t a 196], 57-60; H. Háring, Die Mutter ais die Schmerzensreiche, en
zorati. Mi.ano 1970, 131. En su discusión, Boyer no cae en la cuenta de que no se trata sin
M.-T. Wacker (ed.). Der Gott der Mánner und die Frauen, Patmos, Dusseldorf 1987, 4 2 -
más de la visión de la substancia, sino que para Agustín las expresiones 'Pacre, Hijo y
•14.
Espíritu Santo ’ y la «substancia» san intercambiables.
253. D T ] 1,17,28 (253). 258. DT 1,10,20 (169).
259. Ibid.. cf. DT XV,4,6 (839); 1,8,17 (161); 11,16,27 (249).
370 D IO S EN MEDIO DE "NOSOTROS Y. E l D ios que « m ace» s a l v a c ió n (A) 371

propia propensión a desarrollar contraposiciones demasiado rígidas le el lenguaje sobre el camino del creyente a Dios, qué y cómo el creyente
impiden expresar su experiencia y su pensamiento de tal forma que que­ llega “en el Espíritu - por Cristo - al Padre”"68.
den excluidas reducciones (posteriores) y que su búsqueda evoque tam­
bién la nuestra propia. Esta dificultad aparece claramente cuando dice
que el sentido de la Encamación es la purificación del pecado, lo que 3.1.3 Misterio y oración
para él implica que la mente racional ya purificada debe entregarse a la
contemplación de las cosas eternas, mientras que los todavía no purifica­ Una y otra vez enfatiza Agustín el misterio inefable de Dios269. No puede
dos han de ocuparse en la fe de las temporales200 haber una respuesta satisfactoria a la pregunta por la esencia de Dios,
Algo semejante vale para el anheLo, relacionado con la purificación, porque, siendo infinita, no cabe en conceptos2'0. Aun cuando digamos
de ser liberado de la “carga del cuerpo que es corruptible y pesa sobre el que Dios es la «verdad», todavia no sabemos qué es la verdad271. Pero
alm a” - una manera de expresarse que quiere recoger la experiencia de aun asi, Agustín no comparte la opinión de Plotino de que no somos ca­
Pablo (Flp l^ S } 2’’1. Agustín entiende también el Reino de Dios en térmi­ paces de decir lo que fuera sobre Dios, sino que trata más bien, siguiendo
nos de la contemplación: el Reino de Dios se realizará cuando todos los a Pablo, de ver272 a Dios en «espejo» y en «enigma»2,3. Debido a que es
creyentes que ahora viven de la fe hayan sido llevados por Cristo a la imagen de Dios, el hombre puede probar su fuerza en las “cosas inferio­
contem plación'J“, Por otro lado, sin embargo, el Reino no se identifica res” para “ contemplar por lo menos en enigma y como en un espejo a la
sin más con la contemplación espiritual más allá de todo actuar; para Trinidad que es Dios”274. Todo lo que Agustín puede ir descubriendo así
llegar a la visión plena de Dios el creyente ‘ trata de edificar al prójim o” es otra vez insuficiente y puede tener sentido sólo por la ayuda de
lo mejor que pueda26'. Dios2' 5. En el último libro de su Tratado, Agustín vuelve a borrar las
La pregunta de a quién veremos en la visión de Dios es teológica­ imágenes dibujadas con tanto esfuerzo y se queda sólo con la afirmación
m ente más difícil de responder. Ya hemos visto arriba que la visión de de que también en la visión de Dios siempre somos más desemejantes a
Dios abarca por Cristo a la Trinidad entera. En otro lugar, sin embargo, él que semejantes'"76.
Agustín dice que vemos al Padre y con esto basta26J. A continuación ex­ La Escritura viene en ayuda de nuestra incapacidad y, paso por paso,
plica que basta “a veces” con nombrar al Padre solo o al Hijo solo, por­ eleva nuestro conocimiento al misterio"7', aunque sólo en la purificación
que son inseparablemente uno"’5 o, también, al Espíritu solo, porque es
inseparable del Padre y deL Hijo'*5*1. Es cierto que tales formulaciones
subrayan la unidad de la Trinidad-12, pero también pueden prestarse a un
malentendido modalista. El problema parece consistir en que no se ve, en 26$. Y esto cuando este camino ya está arraigado en la tradición desde hace tiempo,
cf. Irenco, Demonstrarlo 7 / SC 62,41; F. Courth HDG II, la, 73. La diferencia está en que
Leneo. igual que los Capadocios, parte del bautismo.
269. II. Iler.drikx, Introduction [nota 198], 22.
273. M Schmaus, De Trinitate... [nota 191], 23: “Si lo captáramos, su inmensidad
lendria una medida. Lo que nosotros podemos entender no va más allá de la medida de
rucstra f nitud". Exactamente el mismo argumento ya lo había aducido Gregorio de Nisa.
260. DT JV,18,24 (371). 271. DT V I[1,2,3 (503).
261. DT 111,4,10 (281 ] La falla de hermenéutica en la -ccepción ce la teología agusti- 272 D. Piritaric, Sprache und Trinitat, Pustet, Salzburg-Münchcn 1983, 45s.; T. J.
niana se expresa en la traducción de este texto en la obra de la BAC, donde se dice que el Van Bavcl, God in between Affirmation and Negation According to Augustine, en Collecta-
cuerpc es ‘peso y corrupción del alma'1. i\ea Aagusiiniana, P. Lang, New York-San Francisco-Bcm-Baltimore 1993, 85.
262. DT 1,10,21 (171). 273. E'. enigma es una “alegoría oscura’’ (obscura allegoria); y la alegoría es “un tro­
263. DT JI.17,28 (253). Ta ir bien aqui es cuestión ce hermenéutica si se qir.cn; enten­ né, donde se da a entender una cosa por otra”, DT XV,9,15 (861).
der el verbo «aedificare» en scnlido espiritual o en sentido integral. 274. DT XIII,20,26 (761) [traducción enmendada]. Cf. DT XV,23,44 (923); XV,27,50
264. DT 1,8,17 (1 61). (9 3 9 -9 4 I]
265. Ibid. 275. DT V.1,1 (395).
266. DT 1,8,18(163). 276. DT XV, 16,26 (891); cf. XV,15,25 (887-891); F. Gal, o. c. [nota 190], 437; M. T.
267. Según DI 1,1,3 (131» nc contemplamos la Trinidad, sir.o la “ substancia incon­ Clark, o. c. |rota 187], 110.
mutable" de Dios. 277 DT 1,1,2 (129).
372 D ios en-m e d io d e n o s o t r o s V . E l D io s que « hace» s a l v a c ió n (A ) 373

de nuestra mente podamos ‘“contemplar inefablemente lo inefable”2J\ con la formulación lapidaria de un principio hernienéutico kerygmáti-
Nada de lo que se nos pueda ocurrir pocrá convertirse en una añrmacLÓn co
sobre Dios; ya es mucho si llegamos a decir lo que no es3 9. Sin embargo,
aun así tenemos la tarea de hablar de Dios, para que nadie ponga su espe­ “ S eñor. D io s uno y D io s Trinidad, cuanto h aya d ich o en esto s m is libros
ranza en un Dios que no sea el verdadero. Si n o conocemos a D los , tam­ [d e lo tuyo], [ r e c o n ó z c a n lo los tuyos; si a lg o hay en e llo s de [lo m ío ],
poco podemos amarlo; y si no lo amamos, nunca lo veremos cara a ca- p erd ón am e lú y p erd ón en m e lo s tu y o s”289.
280
ra .
Suponiendo que, cotí estas limitaciones, lleguemos a decir algo de
Dios con propiedad2' s ó l o podremos decirlo en " piedad sincera” y en la 3 2 La traducción de la experiencia de fe a la teología
gracia de nuestro creador y salvador"'252. Con esta confesión abre Agustín
la parte especulativa de su obra. En último término, sin embargo, no ar­ En Agustín es difícil establecer una relación entre la experiencia de fe y
gumenta a partir de la gracia, sino a partir de la creación. la teología y esto por dos razones: 1. porque la confesión de fe kerygmá­
La única actitud que expresa adecuadamente el misterio del Dios uno tica está fuertemente recubierta de su propia experiencia contemplativa y
y trino es 3a oración Por eso. una y otra vez, una oración introduce los 2. a causa de los diferentes niveles de lenguaje simplemente yuxtapues­
discursos teológicos de Agustín, es intercalada en m edio de ellos o los tos. Por eso haremos aquí solamente el intento de comparar el kerygma
cierra 3. Está consciente de su debilidad y fragilidad y pide misericor­ del hacer salvífico de Dios con su traducción teológica. Este procedi­
dia2*4; pide que Dios le abra la inteligencia2**; en su meditación <;se in­ miento no hace violencia a la experiencia de fe que tuvo Agustín, porque
flama el fuego” para buscar siempre el rostro de Dios2 5. La tarea que ha este kerygma sí se encuentra en ella. Al hacer este intento podremos tra­
recibido dentro de su Iglesia se le convierte en sufrimiento: bajar con el principio hermenéutico del mismo Agustín. Esta restricción
significa que sólo tendremos que investigar los conceptos con los cuales
‘"Señor y D io s m ío, si so llo z o en m edio del h u m an o lin aje y en el se n o c e Agustín quiere expresar la unidad y la trinidad de Dios. Entonces ten­
la fa m ilia d e tu C risto, entre tus p ob res, [dam e d e tu pan para saciar] a lo s dremos que tratar de responder a la pregunta: los conceptos utilizados y
h om b res que no sienten ham bre y sed d e ju stic ia , sin o que [ya están s a ­ definidos ¿son aptos para fomentar la apropiación del kerygma y para
c ia d o s en ^abundancia]'*'"'7 profundizar en él? Ya hemos dicho que tal pregunta toma en cuenta tanto
la experiencia de Agustín como la nuestra.
En ningún lugar del tratado la experiencia de fe de Agustín y la nuestra En comparación con los Capadocios ahora tenemos que vérnoslas con
propia se confunden como en éste. En su oración final. Agustín funda­ definiciones mucho más elaboradas, lo que hace que aquí podamos recu­
menta su búsqueda en la misLÓn universal a bautizar y luego concluye rrir ya al uso crítico de nuestra fórmula antropológica según la cual la
persona es «autopresencia-en-relación». Al final recogeremos la discuti­
da pregunta por el papel de la historia de salvación en Agustín.
278 DT 1,1,3 (13>L). En sentido estricto no podemos m siquiera decir cue Dios es
«inefable», porque también con esto habremos comprometido su inefabilidad, M. Schmaus,
De Trinitete... [nota 191 ], 23; T. 3. Van üavel, o. c [rola 272 J, 77; cf. DT VII,4,7 [475).
3.2.1 La unidad de Dios
279. DT VIII,2,3 (5033; V I . 2 [395).
250. DT VI 11,4,6 (509).
231. D TV ,10,11 (¿15). La «esencia» de Dios corresponde al griego oixs'ta, aunque normalmente
232. DTV’,1,2 (395) se hable de la «substancia»290. En sentido estricto, sin embargo, este uso
233. DT [V.l [proemio) (319); V,I,1 [proemio) (395); XV,2.2 (831); XV,7.13 (8 5 5 -
del lenguaje es incorrecto, porque la palabra «substancia» designa a “ los
S57); XV,28,51 (941-943). También en este aspecto Agustín corrige a Platino, quien no
deja lugar parala oración,Ch. Bayer, Augusto. DSp I, 1'. 14.
234. DT IV,I «proemio) (317-319). 288.. La primera formulación ya comentada del mismo principio se encuentra en DT
2 35. DT V111,1 (proemio) (4 99). 111.2 (proemio) (267).
236. DT XV,7.13 (857); X V .2,2 (831) 289. DT XV,28,51 (943) [traducción enmendada].
237. DT IV,I (proemio) (319) (rraducciór enmendada]. 290. DT V.8,9 (411); V,2,3 (397).
374 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS V. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (A ) 375

seres mudables y compuestos'’^ 1. Dios es más bien «esencia»: esta pala- que el lenguaje de esencia puede ser sustituido por otro, con tal que cum­
bra le corresponde solamente a él, porque es inmutable2^ . Mas no puede pla con la misma función.
pasarse por alto que esta afirmación quiere explicar la revelación del La simplicidad e inmutabilidad absolutas de Dios conducen a llamar a
nombre de Dios en Ex 3,14, es decir, que otra vez viene de la experiencia Dios el «ser» en cuanto tal301. Dios es lo que en el sentido más verdadero
de le. No obstante la diferenciación entre substancia y esencia Agustín se llama el ser302, porque en él nada es accidental. Agustín llega a llamar
sigue usando las dos palabras como sinónimos. Otro sinónimo mucho a Dios también el «ipsum esse», el «ser mismo», un ser caracterizado por
menos frecuente que los anteriores es «naturaleza» la más alta plenitud y perfección, que no se posee a sí mismo por partici­
De la esencia se predica que es «invisible», «inmutable» y «sim­ pación y, por eso, tampoco en dependencia30’. Sin embargo, persiste la
ple» Estos atributos distinguen a Dios de las creaturas y corresponden pregunta de si este ser no puede ser entendido de modo que caiga bajo
a las tres divinas personas^' EL argumento se dirige contra los arríanos, nuestros conceptos. Hay que anotar dos cosas: /. el ser es neutro, de ma­
pues si eL Hijo no fuera de La misma substancia que el Padre, se seguiría nera que atributos tales como “grande, sabio, bueno, verdadero” pueden
su creaturalidad. De nuevo pueden distinguirse diversos niveles de len­ predicarse tanto de Dios en forma de adjetivo como del ser en forma de
guaje en el discurso sobre la esencia: es posible encontrar atributos to­ sustantivo304, sin que hubiera algo que sugiriera un comportamiento per­
talmente abstractos de la esencia acumulados y como en un juego agru­ sonal; 2. Aunque se hable también del «amor», éste no puede ocupar un
pados en pares intercambiables"lh, o bien pueden seguirse dos oraciones, puesto central en el discurso sobre Dios, sino que es necesariamente tan
de las que la primera afirma que todo Lo que el lenguaje humano puede sólo un aspecto de la simplicidad absoluta del ser305. Esta comprensión
dignamente expresar de Dios corresponde a la Trinidad que es un solo hace que la palabra «amor», de por sí tan vacía de contenido por su uso
Dios- mientras que la segunda asevera que todos los atributos predica­ actual tan indiscriminado, pierda todo significado. Esta línea de inter­
dos de la substancia o esencia han de entenderse como pertenecientes a pretación, que se encuentra también en los Capadocios, difícilmente pue­
ella" Sin embargo, la oración «confesional» es la primera, lo que sugie­ de sen5ir para hacer inteligibles afirmaciones sobre la salvación.
re que la segunda ha de ser tomada, por así decirlo, como su traducción. Podríamos sentimos tentados de comprender a un Dios descrito - y,
El lenguaje de la esencia permite interpretar Jn 10,30: “El Padre y yo quizá, hasta definido - de tal manera como una mónada indiferenciada y
somos una sola cosa" - no uno - en el sentido de que el Padre y el Hijo la expresión de que la naturaleza divina se basta a sí misma podría
tienen una sola esencia en común2 Este lenguaje tiene la función de apoyar tal comprensión. Sin embargo, inmediatamente después se habla
hacer expresable la unidad del Dios T rino'00. Si es así, habrá que aceptar del misterio de Dios. Además, la expresión «ipsum esse» indica un modo
de ser concreto. Por eso Agustín puede decir que el ser mismo es la Tri­
nidad307. Esto muestra otra vez la función de este tipo de lenguaje. Lo
291. DT VII,5 ,]C (483). que se quiere decir es que el único verdadero Dios es Padre, Hijo y Espí-
292. Ibid “La simplicidad de Dios llega a la i extremo que hasta el nombre de subs­
tancia le resulta inadecuado. Efectivamente, substancia significa etimológicamente le que
eslá debaja, lo cuc subyace. Esto presupone que hay algo que viene a añadírsele. Por ello
no Liene sencido hablar de “ substancia” donde no hay accidentes”, L F Ladaria Ferrer, 301. Aquí puede sospecharse la cercanía a Plotino. De hecho, sin embargo, el «uno»
Persona y Relación en el De Trinitate de San Agustín, Miscelánea Comí] las ^0 [1972) 251 de ¡Molino no es el «ser», sino lo que está por arriba del ser y del que emana el «nous».
293. D T X V ,5,7 (841). Debido a que el «uno» es la primera hipóstasis totalmente superior, desde allí el camino
294. DT 11,9,16 (227) V[,6,8(445). lleva más bien al arrianismo y no a Agustín, M. Schmaus, Die Denkform Augustins... [nota
295. DT 1,6,9 (145); VI,6,8 (447); VI,8.9 (44-9). 218], 17.
296. D T IV J (proemio) (319). 302. L. F. Ladaria Ferrer, o. c. [nota 292], 250.
297. DT X V ,5,7 (841). 303. M. Schmaus, Die Denkform Augustins..., 24s.
298. DT X V ,5,8 (843); cf. también 11,17,32 (259) 304. C f , por ejemplo, DT X V ,5,8 (843); VI,5,7 (443).
299. DT [V.9,12 (347); J. Pclikan, The Trinitarian Hermenentics o f Augusline, Col- 305. “Se ha pensado deber ver en el amor el elemento fundamental del concepto
leclanea Augustin iana, P. Lang, N ew Yark-Bem-Frankfurt a M -Paris 1992, 336. agustiniano de Dios. Es cierto que no está ausente con su plenitud divina. Sin embargo, no
300. Aquí está el valor, pero también el gran riesgo del sistema agustiniano, X. Pika- es mas importante que el ser divino”, M. Schmaus, De Trinitate... [nota 1911, 25. Es obvio
/.a, Dios como Espíritu., [nota 20]. 107; “Ya vislumbramos cuál [...] será la dificultad [...]: que no T>uede bastamos con que el amor “no este ausente”.
el tránsito efectivo de lo esencial a lo personal”, Y . Congar. Der He Urge Geist, Herder, 306. DT V ,1,2 (395).
Freiburg-Basel-W ien 19S2, 89 [Traducción: E¡ Espíritu Santo, Herder, Barcelona 1983]. 307. DT V I,7,9 (447); cf. L. F. Ladaria Ferrer, o. c. [nota 292], 266.
376 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS V. El D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (A ) 377

ritu Santo o bien que las tres personas juntas son DiosJcs. Sin embargo, se túan (operan) inseparablemente juntos’lj, porque si el Padre obra una
percibe el riesgo de esta manera de expresarse, cuando se lee la descrip­ cosa, el Hijo otra y el Espíritu todavía otra, no puede decirse que la Tri­
ción agustiniana de la esencia de Dios en el sentido de que '‘no impide'’ nidad sea inseparablemente una. Sin embargo, considerando esto mismo
la trinidad de las personas J. desde la primera línea de interpretación, esta comprensión puede condu­
El mismo Agustín se abre a una segunda interpretación de la unidad cir a que las divinas personas se desvanezcan en la esencia y se hagan
de Dios: a la comprensión de la unidad como comunión y esto, otra vez, irrelevantes para la experiencia de fe314.
dejando que los dos niveles de lenguaje se queden yuxtapuestos:

LCEI Espíritu Santo es algo comOn al Padre y al Hijo [...]. Mas esla comu­ 3.2.2 Persona y relación
nión es consubstancial y coeterna: si [se] prefiere [llamarla] amistad, [que
se c llame asi]; pero [más adecuadamente se le llama] caridad”310. Ya hemos visto en varias ocasiones que los conceptos con los que trabaja
Agustín tienen una función muy concreta en el cumplimiento de la tarea
A renglón seguido, sin embargo, designa a esta comunión de amor como que se ha propuesto. De igual manera que los términos «esencia»,
substancia y resume asi: ‘"Dios es substancia y Dios es caridad”, para «substancia» y el «ser mismo» tienen la función de explicar la unidad de
luego hacer seguir otra vez una serie de atributos de la substancia. Dios, los de «persona» y «relación»-515 han de explicar la Trinidad. La
Luego sigue otra ruptura: al Espíritu Santo se Le llama la unidad entre pregunta es, por consiguiente, si los términos usados cumplen con su
Padre e Hijo y su ‘‘vínculo de la paz’’' H. Inmediatamente después pide función.
Agustín que nosotros, en la gracia, “imitemos” esta unidad. El Espíritu Así como Agustín había subrayado la unidad de Dios contra los
hace brotar la unidad entre nosotros: porque al interior de la Trinidad es- arríanos, ha de poder hablar ahora de una pluralidad en Dios contra los
comunión y amor, nos da la comunión con Dios y entre nosotros'*12. sabelianos. N o le acomoda el término de «persona» y, en último término,
La prim era línea de inteipretación que arranca de la esencia o subs­ lo usa solamente para no tener que callarse ante la pregunta “¿cuáles
tancia es dibujada mucho más enérgicamente y no está relacionada di­
rectamente con la salvación del «por nosotros», pero en la segunda la
unidad de Dios se convierte en el don de nuestra unidad. Esto podría ex­
313. DT 1,8,1 5 (157); 1,5,8 (141); 11.10,18 (233); IV,21,30 (389).
plicarse diciendo que el Padre por el Hijo en el Espíritu crea la unidad de 314. Encontramos en M. Schmaus, De Trinitaíe... |nota 191], 34, un ejemplo: El cír­
los creyentes, de manera que nuestra comunión entre nosotros aparezca culo de vida divina va del Padre al Hijo y luego se extiende al Espíritu Santo: “Con esto, el
como la participación en la comunión divina y, por eso, como salvación. circulo divino de vida queda cenado, para luego irrumpir, en la voluntad libre divina, una y
Sin embargo, Agustín no va por ese camino, aunque su segunda línea de común, hacia la creación”. Aqui las divinas personas se han hecho hasta superfluas. Des­
pués sigue el autor: “ Esla unidad de Dios hacia lucra hace que podamos entrar en una rela­
interpretación se preste a ello. El énfasis en la primera línea lo conduce
ción viva y religiosa no sólo con cada una de la divinas personas, sino también con la Tri­
más bien a destacar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo también ac- nidad en cuanta tal. Una relación semejante es posible sólo como relación con un Dios vivo
y. por consiguiente, personal. Aunque sea cierto que la esencia de Dios no ha de pensarse
L. F. Ladaria ]■errer, ibid , 24S; Ni Schmaus, Die Denkfcrm Augustins..., I 5s. en términos personales, es una realidad espiritual, elevada sobre el mundo que se nos pre­
339 M. Sc'nriaus, De Trinitaíe.... 2~. Esto puede compararse con lo que dice el m is­ senta camc unidad, de manera que podamos dirigimos a ella en la oración”, 35. Schmaus
ino autor en la p. 22: que Agustín no ve en la tripersanalidac de Dios “una realidad acci­ agrega explícitamente ¡que en la Edad Media esta representación no impidió la oración a
dental agregada el Dios Uno. sino que. para él. el único Ivicas mismo es esencial y necesa­ nadie! W. Simonis, Golt in IVelt. Umrisse christlicher Gotteslehre, EOS, St. Ottilicn 1988,
riamente U: persona I”. 82s., acusa a Agustín de haber reducido la doctrina de la Trinidad a una doctrina de Dios
310. DT VI,5,7 (44-3) [traducción enmendada], fin VI. 10,12 (455) Agustín no se ex­ "de la que la representación de una pluralidad de personas o sujetos ha sido eliminada”. El
presa con tanca claridad, pero también este texto queda abierto para la comprensión de la Dios verdadero se encuentra “eternamente y sin ser afectado por encima de las cosas”. Esto
unidad como comunión. En V 1.5,7 1.443) usa el término «consubstantialis» que evoca el es una posibilidad de recepción, pero no corresponde a lo que Agustín mismo ha querido
«■honoousios». La expresión es rara en sus escritos, porgue es sustituida par la unidad de lograr.
substancia, M. Schmaus, De Trinitaíe... [nota 1 9 1|. 32. 315. El sustantivo «relatio» aparece, en el Tratado sobre la Trinidad, sólo en V ,1 1,12.
311. DT VI, 5,7 [443). Agustín usa el adjetivo «relativum», el adverbio «relative» y las expresiones «ad aliquid» y
312. Ibid. y VI[,3.ó (473); F. Genn, Triniíát umi Am¡ nach Augustinus, Johannes, Ein- -cad aliud», L. F. Ladaria Ferrcr, o. c. |nota 292], 251. El único uso de «relatio» se le escapó
síeddn 1986,86. a Ladaria; cf. también F. Genn, o. c. [nota 312], 72.
37 S Dios ex m e d io d e n o s o t r o s V. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (A ) 379

tres?” ,J. El problem a consiste en que. para él, persona de ninguna mane­ a la persona como relacional y eso de modo que es una «identidad» (ipse)
ra es un concepto de relación, sino un absoLuto idéntico con la esencia o y, en cuanto tal, relación a «algo (alguien) otro» (ad aliquid)1"**.
La substancia31'. Persona es un «nombre»*IS o bien un sinónimo de hom ­ Con las expresiones descriptivas para la «relación», Agustín trata de
bre. Esto Le causa un agudo problema de lenguaje''10. El hecho de que la decir qué es lo propio, es decir, lo distintivo, de las divinas personas.
palabra persona designa a una substancia se aprecia cuando se dice que Todo su esfuerzo por unir conceptualmente la unidad y la diferencia se
dos hombres son dos substancias3 c. Si se aplicara el concepto en esta concentra en este campo terminológicoj29. Primero desarrolla un nuevo
forma a Dios, resultarían tres dioses 21. Sin embargo, si decimos de los criterio para los predicados atribuibles a Dios: distingue entre predicados
tres que son tres personas, se comprende cue lo que tienen en común es «ad se» y predicados «ad aliquid», para poder mostrar simultáneamente
la cualidad de ser persona5"". Como “palabra genérica” (generale no- que existe en Dios el «relativum» y que no es accidental3j0. Tiene que
men), entonces, la palabra persona es aplicable tanto a Dios como al insistir en ambas cosas por dos razones: debe haber predicados que no
hombre, porque, aun en toda su diferencia, designa algo que tienen en valgan «ad se» y, por eso, de la esencia, porque de otra manera no podría
com úir>~'>. Lo cue, en este contexto, Agustín no ha podido ver es que el explicarse que el Hijo y el Espíritu son Dios; al mismo tiempo, lo que se
concepto de persona apticado al hombre no por denominarlo palabra ge­ afirma «ad aliquid» no puede ser accidental’51, porque de serlo surgiría
nérica se hace aplicable a Dios, sino tan sólo por reflexionar su uso aná­ un problema insoluble: o bien en Dios no puede haber relación, o bien, si
logo3'4. Otra dificultad consiste en que con denominarlo nombre y pala­ la hay, Dios deja de ser Dios332. La implicación del planteamiento agus-
bra genérica todavía no queda explicado Lo que ha de ser esta persona. En tiniano es desde el principio que los dos tipos de predicados han de per­
último término, el concepto de persona es puramente negativo: al hablar manecer contrapuestos, porque se trata de establecer su diferencia. En el
de tres substancias o personas, Agustín no quiere explicar la diferencia fondo, esto es lo mismo que no poder unir conceptualmente persona y
entre ellas sino excluir la mismidad contra Sabelio'2*. relación. En cambio, la diferenciación entre substancia (esencia) y rela­
Agustín se ve obligado a admitir que la persona es «ad se», porque de ción se logra: al atribuir a Dios un predicado «ad aliquid», éste deja de
no ser así, no podría decir del Padre en sentido absoluto que «es». En ser un accidente, porque en Dios nada puede «suceder» (accidere) ca­
este sentido, el «ser» sólo puede predicarse de la única esencia'"6 Con sualmente333. Frente a la substancia, la relación mantiene su carácter pro­
esto, sin embargo, contradice su propia regla que todo lo que se dice «ad pio porque es «ad aliquid»; y no se pierde en la substancia, porque ésta es
se» sólo vale de la esencia3-7. Todo el problema desaparecerla al entender «ad se » "4.
El criterio de diferenciación que desarrolla Agustín guarda la distan­
cia entre Dios y la creación, porque el «ad aliquid», inmutable y no acci­
316. DT V il, Introducción (457), V]|.C>,12 (495); L. F. Ladaria Ferrer, ibid.. 267s., dental en Dios, siempre es mutable y accidental en el hombre. Si el «ad
274s.
aliquid» no designa la substancia de aquel a quien se le atribuye, sino el
317. A. Turrado, o. c. [ñola 184], 74.
318. DT V ll.4 ,7 (477).
319. DT V II,4,9(4S1). 323. VI. T. Clark, o. c. [nota 1871, 113, igualmente subraya que, según Agustín, el
320. DT V .7 ,81407); IX,4,5 (547). concepto de persona no es relaciona! y añade: “El uso teológico del termino de persona, sin
321. Cf. DT V .8,9 (4 1 1 ) embargo, en el sentido de que se refiera al Padre, Hijo y Espíritu que subsisten relacional-
.322. DT VI 1,4,7 «479), ircntc, contribuyó un elemento nuevo al concepto de persona, el de la relacionalidad [...]”.
323 Ibid Hay que ver, sin embargo, que con estos dos elementos todavía no se da un concepto de
324. L. F. Ladaria Fe-rsr, o. c. [nota 292{, 269s., ve aquí una falla lógica de Agustín. l»crsona realmente relacional.
325. B. J. H liberath, Der Personbegriff in der Triniintstheologie in Riickfrage ron 329. L. F. Ladaria Ferrer, o. c. [nota 292], 283.
¡Car!Rahner zu Tenuilrans jjAdversus Praxeanu, ITS 17, Tyralia, [nnsbruck-Wien 1986, 330. DT V,5,6 (401); L. F. Ladaria Ferrer, ibid., 257.
100. 331. DT V,4,5; V,5,6 (401).
326. DT VI],6,11 £48-7); L. F. Laclaría Ferrer, o. c ., 273. 332. El concepto filosófico de relación incluye la accidentalidad necesariamente.
327. Ibid. Toda la problemática aparece cr. el siguiente texto: “Y así com o |la subs­ Agustín describe su dilema en Confessiones IV ,16,28-29. Al suponer «relaciones inmuta­
tancia del Padre es el mismo PadreJ. no er cuanto |quc csj Padre, sino en cuanto |c u t es]; bles» en Dios, Agustín quiebra el concepto filosófico de relación. Ha llegado a los límites
asi [también] la persona del Padre es el Padre mismo: porque en si mismo es persona y no de sus posibilidades de lenguaje, D. Pintaric, o. c. [nota 272J, 47.
con Telaeión al M'jo o al Espíritu Sanio; com o en si mismo [se le l ama Dios y] grande, y 333 DT V ,5,6 (401).
bueno y justo [...]”, DT V il,6,1'. (487) [traducción enmendada]. 334 L. F. Ladaria Ferrer, o. c., 257.
380 D ios e n m e d io d e n o s o t r o s v . El D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (A ) 381

modo de la relación a otra realidad, tales modos pueden distinguirse. El lo que se dice «ad se» y así se convierte en un término igualmente nega­
modo de la relación del Padre al Hijo es diferente del modo de su rela­ tivo que el de persona343. Dicho de otro modo: el concepto de relación
ción a la creación para la cual él es principio335 De igual manera, lam­ está «vacio»344, porque no se le considera junto con una «autopresencia».
bién el Hijo y el Espíritu son principio respecto a La creación336. Exacta­ Esto parece lógico, porque de cierta manera Agustín ha reclamado aque­
mente a la misma conclusión ya habían llegado los Capadocios Esta llo que nosotros aquí llamamos «autopresencia» para la explicación de la
comprensión importante permite afirmar que el Dios Trino es un solo substancia (persona), de la que ha tenido que admitir, contradictoria­
término para la relación del mundo a él. La explicación es también el mente, que es «ad se». Por consiguiente, debido a que a la persona le
fundamento de la experiencia salvifica: falta la relación, al concepto de relación ahora le tiene que faltar el «ad
345
se» .
“[Así] principió [también] a ser nuestro Padre cuando por su gracia fui­ Es pensable que el mismo Agustín haya vislumbrado este problema,
mos regenerados, pues cntorccs se nos confirió el poder de [llegar a] ser porque vuelve otra vez al «ad se». En el hombre no puede haber una re­
hijos de Dios. Nuestra substancia se mjda perfeccionándose [...], pero [en lación que no sea predicada de la substancia: mientras no haya un hom ­
su substancia nc se da ninguna mutación]. [...] Dios [no arria] en el tiem­ bre, tampoco puede haber un señor’46. Trasladado a las relaciones divinas
po con un amor [que artes no existía en cl]”JJ7. esto significa que si el Padre no es nada «ad se ipsum», tampoco puede
decirse que fuera algo «ad aliquid»'4'. La explicación que ofrece Agustín
Por otro lado, la afirmación de que en el hombre la relación es accidental es que el ser del Padre y del Hijo no se agota en la relación, porque su ser
no queda sin consecuencias, como puede desprenderse de los ejemplos es idéntico a la esencia perfectamente simple348. Aquí surgen preguntas
que aduce Agustín: «amigo» es un relativo y alguien empieza a ser ami­ inquietantes: si la relación no dice nada sobre el «ad se», es decir, la
go al despertarse en él el amor Este suceso es una “mutación de la vo­ esencia, porque se coloca al nivel estrictamente separado del «ad ali­
luntad” . O bien: la moneda es relacional cuando se usa como precio quid», ¿todavía tiene algún valor para la fe? Esta explicación ¿explica el
por algo. Sin embargo, el hecho de ser usada así o no, no cambia nada en kerygma o incluso lo salvaguarda? En el caso de que, en este contexto,
la moneda misma"39. De igual manera, una relación am o-esclavo'4 ' puede quisiéramos introducir la fórmula «autopresencia-en-relación», el único
darse o dejar de darse. Por consiguiente, sus relaciones añadidas a su término que queda para designar a la autopresencia sería la esencia. Sin
substancia o vueltas a quitar no cambian en nada al hombre en su identi­ embargo, si a la esencia se le llamara autopresencia, nos quedaríamos
dad. Esta comprensión está en contradicción con nuestra concepción de
la persona como « autopre sencia -en-rc lac ión». El concepto de rela ción de 343 L. F. Ladaria Ferrer, o. c. [nota 292J, 252.
Agustín no es capaz de explicar un compromiso «esencial» de la persona 344 }>a-a B J. Hilberath, o. c. [nota 325], 104, es el concepto de persona el que está
a favor de otros y junto con otros dentro de su mundo. Ni siquiera cabe vacio. Últimamente ambos conceptos se quedarán vacíos mientras no se logre unirlos. Para
tal compromiso por ser no-ccesene tal». Agustín esta pregunta tendrá que quedar abierta. Los textos en los que persona y relación
aparecen juntas, DT V 111,1 (proemio) (497); IX, 1,1 (539), están en contradicción con DT
A las relaciones divinas se las entiende a partir de su término. Lo que
VII,6,11 (487). También existen textos en los cuales persona y relación son idénticas: DT
nace del Padre es sólo relación al Padre y, por consiguiente. Hijo541. Lo V,S,6 (4-01); V.l 1,12 (417), L. F. Ladaria Ferrer, o. c., 276ss.
propio de cada uno es precisamente lo relativo y eso de tal manera que 345. F Gcnn, o. c. [nota 312], 77, escribe: “Se muestra que el pensamiento relacional
no dice nada sobre la substancia, sino únicamente sobre el <cad invicem». forma parte de la es'.ructura del sistema agustiniano, pero [...] captado de manera nueva a
es decir, sobre el término 4\ Lo que es más, lo relativo es lo contrario de partir de ia fe” Esta opinión es acertada sólo cuando se piensa poder igualar «relative» y
«relacional». y para poder hacer esto, habria primero que aclarar en que consiste la relacio­
nalidad
335. DT 5,1 3 ,1 4 (4 2 1 ). 346. DT VI 1,1.2 (463).
336. L. F. Ladaria Ferrer, o. c ., 261. 347. Es muy difícil determinar exactamente en qué ha de consistir el «ad se». Por
337. DT V,16,17 (429) |traducción enmendada]. ejemplo, Agustín habla en DT VII,6,11 (487) de la «substancia» del Padre y en VII,1,2
338. Ibid. (4 6 3 )<le la «esencia» del Hijo, sin que quede clara ni la una ni la otra, L. F. Ladaria Ferrer,
339. Ibid.
o. c., 282.
340. DT VII,1,2 (463). 348. DT V il, 1,2 (461); L. F. Ladaria Ferrer, o. c., 253. Según Ladaria queda abierto si
341. DT V .14,15 (423). hay, entonces, que decir que aquello que funda la relación es solamente la divina esencia,
342. DT V ,1 1,12 (417).
ibid. 280.
382 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s V. E l D ios QUE «H AC E» SALVACIÓN (A) 383

con una sola persona divina y regresaríamos a la misma pregunta que 3.2.3 Anotación sobre la dimensión histórico-salvífica en Agustín
también Agustín se hizo:
Nuestra lectura de Agustín ha mostrado una orientación histórico-
“Y si, en virtud de su inefable unión, los tres son un salo Dios, ¿por que salvífíca claramente discemible, aunque no llegue a destacar sino en la
no una so la persona [ ...l? ”349. segunda línea de interpretación y al nivel de lenguaje «confesional». Hay
que admitir, además, que esta línea de interpretación está débilmente
Podremos, por consiguiente, introducir la fórmula «aut o pre sen cía-en- dibujada, si la comparamos con la primera, el nivel de lenguaje «filosófi-
relación))' únicamente confiriendo la función de la explicación de la uni­ co-abstracto». Si recordamos que el lenguaje sobre el que reflexiona
dad, que en el sistema agustiniano cumple la esencia, a otros conceptos o Agustín una y otra vez, indudablemente juega un papel funcional, es de­
a otras imágenes. cir, que ha de servir para hacer el kerygma inteligible a la razón, resulta
El mismo Agustín nos proporciona otra vez un punto de inserción, un problema hermenéutico sólo inadecuadamente solucionado por Agus­
cuando habla del Espíritu. Espíritu Santo se dice «relative», pero falta el tín mismo. En principio dispone de todos los elementos para un plantea­
término correlalivo, puesto que el nombre no expresa a quién está referi­ miento histórico-salvífico y hasta encuentra el principio hermenéutico
do350. Para resolver este problema. Agustín cambia a la segunda línea de keryamático que ya hemos subrayado, a saber: lo que, en sus libros, co­
interpretación. El Espíritu es el «don» (donum) del Padre y del Hijo, la rresponde al kerygma, que sea aceptado por Dios y por los creyentes; y
«comunión inefable» del Padre y del Hijo351. De esta manera no sola­ que sea perdonado lo que no corresponda M\ Sin embargo, no logra unir
mente logra entender al Padre y al Hijo como principio común del Espí­ estos elementos, porque no encuentra un lenguaje para ello. El hecho de
ritu352. sino que también puede explicar lo cue la comunión entre el Pa­ que insista tanto en la unidad de Dios también tiene que ver con las for­
dre y el Hijo significa para nosotros El mismo Espíritu es don al interior mulaciones de Nicea y con toda la tradición antiarriana que ya habían
de la Trinidad y en la historia de salvación: en cuanto donum eterno entre marcado esta orientación357. De ninguna manera puede reprocharse a
el Padre y el Hijo es donatum histórico para nosotrosv5>. Desde toda la Agustín una ruptura con la tradición anterior, de la que una y otra vez se
eternidad es donabile en la forma del amor y de la comunión354. En este encuentran las huellas358. En último término, también para Agustín la
caso, el concepto de relación ha cumplido con su fun aón3^ . salvación es un proceso que empieza con el bautism o09. La pregunta de
sl la presentación de la teología trinitaria de Agustín es o no es histórico-
salvífica, está mal planteada. Hermenéuticamente la pregunta reza: ¿de
qué forma La teología y la historia salvifica se relacionan para él? No
340. DT VI 1,4-,8 [479).
existe un discurso teológico sobre Dios que no haya brotado de la expe­
350. DT V ,12,13 (419].
351. DT V ,1 1,12 (417).
riencia de salvación y, por eso, de la experiencia de salvación histórica.
352. L. P. Laclaría Ferrer, o. c. [rula 292], 259. Cf. también DT XV,26,47-48 (933- foto nos lleva de regreso a nuestra pregunta inicial: aquel que reflexiona
<335). leológicamente y que pone por escrito sus reflexiones, ¿cómo ve su pro­
353. “Agustín ve en esta designación un nomer propr.um <lel Espíritu Santo. Expresa pia experiencia de fe?
la re'ación del Fspírilu al Padre y al Hijo [...], porque procede de ambos y es dado por am­ Llama la atención la «sensibilidad» con la que se reacciona a veces
bos a ios hombres. Por eso puede también llamarse nuestro Espíritu’', M. Schmaus, Die
Denkform Augustins... [nata 218], 24.
ante un cuestionamiento crítico de Agustín, sobre todo ante un cuestio-
354. DT V ,15,16 (425). V .14.15 (423); VII,3,6 (¿-73); XV,I9,>7 (911};. X V ,18,32
(901); X V .17,27.29.31 (893, 895, 899).
355. Curiosamente, M. Schmaus, De Trinitate... [nota 191], 58, r.o parece haber per­ 356. DT X V ,28,51 (943) junto con 111,2 (proemio) (267), la advertencia sobre el lector
cibido esto al escribir: “Para [Agustín] queca nsoiuble la pregunta de hecho insoluble, la que desea Agustín.
pregunta c e por qué el Padre y el Hijc, Dios mismo, es la triunidad del amor y por qué, 357. B. J. Hilberath, o. c. [nota 325], 48s.
entonces, este arror ha de ser una propnedac personal ccl Espíritu Santo”. L. F. Ladaria 158-. L. F. Ladaria Ferrer, o. c. [ota 292], 289; M. Schmaus, Die Denkform Angus­
Ferrer. o, c. |nota. 292), 290, afirma que no fue la histeria de salvación !a que condujera a tias. [nota 218]. 23. También Agustin a veces invierte su propio planteamiento y empieza
Agustín a entender al Espíritu como «don», siró su conceplo do relación. Esto es formal­ con la diferencia de las personas, para luego progresar hasta la unidad de la naturaleza, A.
mente conecto, pero Agustín descubrió esta apertura de su propio concepto de relación sólo I urrado, o. c. [nota 184], 97.
a partir de la experiencia de fe. 359. DT X IV ,17,23 (819).
384 D ios e n m e d io de n o s o t r o s V. E l D io s q u e « m ace» s a l v a c ió n (A) 385

namiento crítico de su orientación histórico-salvífíca'"50. Esta situación con la confesión de fe trinitaria’64. Tanto su cristología como su teología
tiene que ver con el hecho de que Agustín ha llegado a dominar la tradi­ trinitaria siempre están orientadas a seguir recordando a sus comunidades
ción, pero quizá influya también la omisión de aplicar a Agustín el prin­ la salvación y la práctica cristiana.
cipio hermenéutico kerygma tico que él mismo ya había encontrado. Desde estos puntos de vista podríamos decir que, en el caso de León,
La experiencia de fe y la teología están en una relación diferente a la que
encontramos en los Capadocios y en Agustín: la teología se encuentra
4. Experiencia de fe y teología trinitaria en León Magno inmersa en la experiencia de fe, y no al revés. Sin embargo, también aquí
se trata de una experiencia implícita que intentaremos descubrir primero.
Dentro de este cuadro experiencial, los hallazgos teológicos adquieren su
Es difícil dividir los sermones de León Magno - a los que queremos li­
propio peso y también un determinado orden. Sólo al final discutiremos
mitamos aquí - según temas, porque constantemente insiste en sus preo­
sus textos trinitarios resumiéndolos y buscaremos relacionarlos con la
cupaciones fundamentales y las repite. León no ha compuesto grandes
experiencia de fe que se lleva, por así decirlo, todo el peso de la argu­
tomos teológicos'61; tampoco es filósofo''’11, sino pastor. En las grandes
mentación. Los dos apartados serán precedidos por unas observaciones
dificultades eclesiales y políticas en las que se encuentra da La prioridad,
sobre la cristología y la soteriología de León, porque este procedimiento
como lo hicieron también los Capadocios, a fortalecer a su comunidad y
corresponde a los acentos que él mismo coloca.
a establecer la unidad entre los creyentes. Le importa sobre todo la recta
confesión de fe, cuya fórmula elemental es la confesión bautismal, y se
preocupa por subrayar la salvación que Dios por Cristo obra en todos los
4 i Acentos cristológicos y soteriológicos
hombres. Por eso busca formular, a partir de la práctica vivida, una nor­
ma contra las herejías3j3. De esta manera, pueden distinguirse dos puntos
centrales: La práctica cristiana y la cristología que las ‘falsas doctrinas” La cristología de León depende de la de Agustín. De él toma también la
están poniendo en entredicho. Sin embargo, León vincula la cristología contraposición entre la forma de Dios (forma Dei) y la forma de siervo
(forma serví)"'65 en Cristo. Las dos naturalezas en Cristo están unidas de
tal manera que cada una conserva lo que le es propio y obra lo que le
corresponde306. Para León, ésta es la fe de la Iglesia en Calcedonia'67. Se
350. Por ejemplo, A. Turrado, o. c., 1D9, reacciona cortante mente contra el articulo de hacía necesario, sin embargo, más allá de las llamadas reglas canónicas
M. Schmaus, Die Denkform Augusiiris..., en c! que se habla de la tensión cn tx la metafísica que distinguían atribuciones cristológicas según lo divino y otras según
y la historia de salvación, y rucslra su propio prccondicicnamierto ontológico afirmando lo humano, dejar en claro que, en las dos naturalezas, Cristo es una sola
qLe no se traía de ur.a lensión sino de una perfecta armonía entre la razón y la fe. La insis­ persona. La terminología de «una persona» también la recibió León de
tencia en la unidad no le impide a Agustín dirigir sus oraciones a veces a una de las divinas
Agustín368, aunque no del Tratado de Trinitaíe369. Lo importante es que la
personas, sin que perdiera de vista su unidad inefable, I I 1. Lo eurisoso es que esta última
f-ase correspondí perfectamente a la afirmación, cue el mismo Schmaus habia hecho en su palabra persona no aparece hasta que se esté hablando del Hijo encarna-
trabajo anterior "nota 191], 35. F. Qourassa, o. c. [rota 208-] y Theologie irinitaire de Saint
Angustia ¡I, Gr 59 { 1978) emprende la defensa de la perspectiva históriea-salvifica de
Agustín, aunque con poco convencimiento a causa de su propio precondici ora trienio o r ­ 364. Su carta doctrinal cristológica dirigida a Flaviano de Constantinopla, por ejem­
tológico. C f sus resúmenes,o. c. [nota 208], 716; (ir 59 (1978), 405 plo, (l£p 28.2), empieza con una confesión del Dios Trino, P. Stockmcicr, ibid.
361. B. Studer, Leone i papa (-¡40-461), DPAC IL 1924; su doctrina trinitaria es ca- 365. Scrmo 30,5 / SC 22,176. Las traducciones de los textos citados de los Sermones
tequelica y elemental, P. Battifol, o. c. [nota 15], 283. son mías y se "basan en la versión bilingüe de las Sources Chrétiennes.
362. La filosofía no le interesa. No delire los conceptos cmatu raleza):, «esencia» y 366. B. Studer, Una persona in Christo [nota 13], 458; P. Galtier, Saint Cyrille...
«persona» que utiliza constantemente, ni profundiza en ellos, P. Battifol, ibid., 281; ‘•Siem­ |nola 14), 380.
pre está en diálogo” y sus sermones y carias siempre están influidas por una situación con­ 367. Con esto, León va más allá de Agustín, B. Studer, ibid., 471; P. Battifol, o. c.
creta. A. Grillmcier, Jesús der Cftrrstus im Gi cruben rfer Kirche, tomo 2/1, Herder, Frei- |nota 15|, 252.
bui’g—Bascl-W icn "1991. 173 j frac ucción: Jesucristo cu la Je de la iglesia. Sígueme, Sa­ 368 B. Studer, ibid., 486.
lamanca 1998]. 369. La expresión sólo se encuentra en la epístola Ad Volusianum, Ep 137,3,9 / PL
363. I3. Stock me cr. Dreifaitigketi und Ertósung bei Leo dem Gro/íen. en M. Bühnke y 11(2),519, donde se dice: Nunc vero ita inler Deum el homines mediator apparuit, et ¡n
H. Heinz (eds.), Im Gcspráeh mil dem dreieinen Gott [nota 5], 202. uniJatepersonae copulans utramque naturam [...], B. Studer, ibid., 468.
386 Dios en m e d io de n o so tr o s V. El D io s q u e « m ace» s a l v a c ió n (A ) 387

d o Quizá esto tenga que ver con el hecho de que - como lo hemos naturaleza divina y en la humana, Cristo está inseparablemente unido
constatado en Agustín - el concepto para la persona intratrinitaria toda­ lauto al Padre como a los hombres: por su unión con el Padre le revela y
vía na está suficientemente esclarecido. La persona intratrinitaria de la actúa en su nombre; y por su «solidaridad» con los hombres sufre y mue­
Palabra todavía no es punto d epartida para la «una persona» en Cristo3' 1. re por ellos3"7. Aquí no solamente se nota el planteamiento trinitario y
Sin embargo, el concepto de persona aplicado al encamado también tiene sotenológico a la vez, sino que también es interesante el uso del con-
que ver con que es él quien ha redimido a los hombres. No presenta nin­ substantialis niceno. León usa la palabra en dos diferentes acepciones:
gún problem a entender la actuación historie o-salvifica de Cristo como el aplicada al Hijo en el sentido de «igualdad» y aplicada a la Trinidad en el
hacer de una persona. En este sentido, el término persona se usa de una sentido de «unidad»3'8. Así puede decir, por ejemplo, que el Hijo “coe-
manera que corresponde a nuestro término de «autopresencia». En esta terno al Padre en igualdad eterna y consubstancial” ha venido a nuestro
«una persona» de C nsto pueden luego apoyarse las afirmaciones cristo- mundo379. Por otro lado, puede hablar de “una divinidad y esencia con­
lógicas: a ¿1 le anuncia León como señor y salvador3'2, insistiendo en que substancial de la eterna Trinidad”380. La razón está en que, también en
la fe sólo puede tener consistencia cuando salvaguarda la “verdad de tiempos de León, la palabra consubstantialis queda todavía imprecisa,
nuestra propia naturaleza” en Crista y, al mismo tiempo, la igualdad con aparte del hecho de que todavía no hay una expresión unívoca para de­
la gloria del Padre37\ signar la unidad trinitaria381.
Movido por este interés, León recoge la contraposición - ya existente
en la tradición - de que Cristo es consubstancial al Padre (consubstan-
tialis Patri) y. al mismo tiempo, consubstancial a la madre (consubstan- 4.2 La experiencia de fe implícita
tialis m atri)3' , aunque no pueda pasarse por alto que no dice explícita­
mente que Cristo sea consubstancial a nosotros, como lo hacen testimo­
Para León todos los creyentes forman unidad, porque la naturaleza hu­
nios orientales^5, y eso cuando esta expresión hubiera podido resumir la
mana una ha sido redimida por Cristo^82. Todos tienen parte en su carne y
explicación de la redención tal como la Lleva a cabo León.
sangre. Con la encamación empieza el proceso de la creación de la Igle­
Lo que le importa a León es subrayar, contra el monofisitismo doce-
sia383, en el que todos son santificados por el mismo Espíritu, viven de la
tista, La realidad de la encam ación y mantener, aL mismo tiempo, que
inisma fe y reciben en común los mismos sacramentos384. Esta comunión
Cristo es el Hijo coeterno del Padre-'"76. A causa de su existencia en la >>385
se expresa “en la firmeza del testimonio en todas las persecuciones .A
causa del énfasis en la «una persona» de Cristo en las dos naturalezas y,
por eso. en la redención acontecida en la persona de Cristo, el misterio
370. A. Gnllmeier, o. c. (nota. 362), 193. Para León, igual que -para Agustín, persona
no es el punto de partida, sino el resultado de la unión de dos naturalezas. "‘Las dos natura­
lezas se unen en una persona de modo que uno y el mismo hace cosas divinas y cosas hu­
manas y puede llamarse simultáneamente Dios y hombre”, B Sluder, Una persona... [nota por Eutiques, tal como las entendió León, prevalecen los argumentos soteriológicos”, A.
13], 454. Círillmeier, o. c. [nota 362], 175; B. Studer, Una persona..., 465.
371. A. Gnllmeier, o. c., 193. 377. Sermo 3 0,5-6 / SC 22,178-180; B. Studer, Leo I. ... [nota 372], 739.
372. 33. Sluder, Lee I., der Grcfíc, TRE XX, 73 S; el". Serme 52,1 / SC 74,23; 74.] ! SC 378. B. Studer, II concetto di "consostanziale " in Leone Magno , Aug 13 (1973), 604.
74.L40. 379. Sermo 25,2 / SC 22,114; B. Studer, ibid., 603. Cf. el comentario de Studer a Ep
373. B. Sluder, Una persona... [nota L3], 463; Sermo 27,2 / SC 22,138-140; 28,1-2 / 28,5, ibid ,6 0 0 .
SC 22.148—130; 64,4 / SC 74,89; 77,6 ) SC 74,161. El hecho de que León comprende a 380. Sermo 64,2 / SC 74,85; B. Studer, ibid., 602s.
Cristo a partir del Dios Trino enfatiza la dimensión histórico-salvífica. La memoria litúrgica 381. B. Studer, ibid., 607: el primer significado de consubstancial es el de la tradición
de la obra redentora de Cristo se convierte en la ocasión de destacar la actuación salvifica unliarriana anterior que había colocado el acento sobre el «engendrado» com o expresión de
de D ios.P Slockmeier, o. c. [nota 363 j, 203;cf. Scrmo 73,4 / SC 74,¡38. l;i igualdad connatural del Padre y del Hijo. El segundo significado, al que se llegó bajo la
374. B. Studer, :t«d., 4 7 L. influencia del neoplatonismo, subraya que las tres personas existen en una unidad perfecta
375. Ibid., 472.
que siempre permanece indivisible e inmutable.
376 “La verdad fundamental cue habia q je defender en la lucha contra Nestorio y 382. Serm o4 1 ,3 /S C 49,42.
Euliques (y contra los maniqueos) era el anuncio, expresado en el símbolo, de la salvación 383. Sermo 63,7 / SC 74,83-84.
acontecida en la encamación y en la muerte de Jesús el Cristo, el resucitado. En el rechazo 384. Serm o4 ] , 3 /S C 49,42.
de la separación [de las dos naturalezas) defendida por Nestcrio v de la confusión defendida 385. Sermo 76,5 / SC 74,153.
388 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s V. El D ios QUE «H A CE» SALVACIÓN (A) 389

pascual y, con él, la cruz están en el centro: el misterio pascual resume a El problema del concepto filosófico de Dios que más bien pone trabas
todos los demás m ístenos186. a la expresión de la experiencia de fe, se nota también cuando León dice
que Cristo ha "'abajado la divinidad inmutable a la condición de escla­
“Entre todas las obras que la misericordia de Dios ha hecho desde el vo”398. En cambio, cuando parte de la persona de Cristo puede decir lo
principio para la salvación de los hombres, ninguna es más admirable y mismo con estas palabras: “la razón para que naciera el Hijo de Dios no
más sublime que la muerte en cruz de Cristo para la redención del mun­ fue otra que dejarse crucificar”399. Para el creyente ha de ser mucho más
do’387. difícil entender esta “humildad” de Dios que el poder que Cristo tiene en
común con el Padre400.
La cruz es el “misterio m ás grande y más poderoso de la misericordia La cruz y la resurrección pueden ser celebradas adecuadamente sólo
divina” '88' el “ misterio de un gran amor"389; un ‘ misterio de humildad”3*’ por aquel que confiesa a Cristo como el Hijo del Padre. A esto sigue la
que debe ser anunciado, aunque no pueda ser explicado3^1. Actúa en no­ confesión cristológica de las dos naturalezas, pero insertada en la confe­
sotros y nos lleva a la plenitud39"". Que nos desborda es nuestra alegría y sión de fe en la Trinidad, en lenguaje filosófico:
no hay nada peor que creer que hayamos dicho lo suficiente sobre él393.
“Quien cree en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo [...] ni divide la uni­
dad introduciendo grados de dignidad, ni pone en entredicho a la I rinidad
4.2.1 La cruz de Cristo y el seguimiento del Crucificado fundiendo a las personas en una’-401.

La cruz es la obra en común de Jesús y del Padre, la voluntad de am ­ La celebración de la cruz en la recta confesión es lo mismo que segui­
bos . En la cruz Dios estaba “en Cristo’ y ha reconciliado al mundo miento: la Iglesia extendida por el mundo está llamada a cargar con la
consigo: “el creador, él mismo, ha gestado a su creatura para restaurar en cruz de Cristo402; para esto todos han sido renovados por el Espíritu . Si
elLa su imagen ". Lo notable es que León habla del grito de abandono sólo por la cruz los hombres han sido salvados, es obvio que los pasos de
del Crucificado para explicar la comunión entre el Padre y el Hijo en la cada cristiano llevan a la cruz404. En este contexto subraya León que Dios
cruz: no hay que entender este grito como si “la omnipotencia del Padre no nos ha salvado por un acto de su voluntad, sino en Jesucristo, en la
se hubiera retirado de él”' **. Cristel ó gic a mente, esto significa: la unidad “gracia de su pasión”405. Por eso, el escándalo de la cruz se convierte en
entre la naturaleza divina y la humana en Cristo es tal que ni la agonía, ni esperanza para la Iglesia406 y, por eso, ésta puede crecer, no obstante la
-a muerte puede romperla. Luego, sin embargo, el concepto de la impasi­ “crueldad de los perseguidores”407.
bilidad de Dios causa dificultades también a León: ‘‘la divinidad que es­ Tan real como la encamación es la renovación del creyente, cuyo
taba en el que sufría, no sufrió” ' '. Además, este concepto dificulta la cuerpo, en el bautismo, se convierte en la “carne del Crucificado . Si
explicación de la cruz como un acontecimiento entre el Padre y el Hijo. es así, la muerte de los mártires es la gracia de ser insertados en la muerte
de Cristo:

386. Serm o 41,1 ' SC 49,39 y nota 1 ibid


387. Scrmo 54,1 • SC 74,30; P. Stoclcmeier. o. c. [nota 363], 200s. 398. Sermo 51.6 / SC 74,20.
388 Sermo 56,1 * SC 74,41. 399. Sermo 48,1 / SC 49,74; cf. 58,4 / SC 74,54.
389. Sermo 69,4 >SC 74,113. 403. Sermo 62,1 / SC 74,74.
390 Sermo 63,1 >SC 74,78. 401. Sermo 72.5; cf. también 72,6-7 / SC 74,133-135.
391. Sermo 58,1 ' SC 74,49; 62,1 / SC 74,74. 402. Scrmo ¿7,1 / SC 4 9,70-7 i .
392. Serm o36,1 ' SC 22,237-239; 66,1 /S C 74,95. 403 Sermo 69,4 / SC 74,114.
393 Sermo 69,1 " SC 74,111. 404. Serme 70,5 / SC 74,120.
394 Sermo 58,4 ; SC 74,54 405. Serme 56,1 I SC 74,42.
395. Scrmo 54,4 > SC 74,33. 4C6. Sermo 64,1 / SC 74,84-85; 66,4 / SC 74,97.
396 Sermo 6 8 ,1 ' SC 74,1QV. 407. Sermo 36,3 / SC 22,240.
397. Ibid., SC 74.106. 408. Sermo 63,6 / SC 74,83.
390 D ios e n m e d io d e n o s o t r o s V. E l DIOS QUE «H ACE» SALVACIÓN (A) 391

La muerte de tantos sanios fue preciosa a los ojos del Señor, pero el ase­ ehados con el error”. En otras palabras, ambas cosas sólo pueden ser efi­
sinato de un inocente nunca fue el rescate dei mundo. Los justos han re­ caces cuando vienen de la comunión con Cristo.
cibido coronas, no las han otorgado”-*09 El Espíritu que santifica a la Iglesia, le da junto con la fe la praxis del
ayuno y de las limosnas420. De esta manera crea la comunidad de aque­
Lo más peligroso es participar en las asambleas de la Iglesia, pero no en llos que comparten los unos con los otros. Ayunar significa “dar de co­
la pasión del Señor4 c’, porque sólo de la participación en la cruz y en la mer a los pobres’*421 y cuando esto sucede, “todos pueden alabar a Dios
resurrección brotan, como signo de renovación, las virtudes cristianas"11 con una sola voz,>422. Nadie necesita temer que no tuviera los medios
- y para León, en un sinnúmero de repeticiones, éstas son el “ayuno” y para las obras de caridad: el don de un vaso de agua basta " .
las “ limosnas”. De la pasión del Señor, sin embargo, brota también la Celebrar “la pascua del Señor” dignamente es lo mismo que mostrar
unidad’ de todos"1", porque el sujeto de la renovación es el “pueblo de en nuestro propio comportamiento que él habita en nosotros “ . la m b ién
Dios'1413. es lo mismo que trabajar juntos para la glorificación de Dios y esto, a su
vez. significa “dar de comer a los pobres, vestir a los desnudos y visitar a
los enferm os”. La obra del Espíritu consiste en ahorrar a otros la ver­
4.2.2 El «ayuno» y las «limosnas» güenza de su pobreza1"5. Hemos de vigilar incansablemente para encon­
trar a aquel que esconde su necesidad4"6. El que todos juntos actúen así,
El «ayuno» y las «limosnas»414 apenas son separables entre sí y una y es a la vez alabanza de Dios y unión de todos entre sí4"7. Otra vez, León
otra vez son nombradas juntos. Ambas virtudes fluyen de la eucaristía, da un fundamento trinitario y cristológico a las limosnas: “El Dios ver­
de manera que es Cristo mismo quien distribuye los dones415. En otro dadero, Hijo del Dios verdadero, en unidad e igualdad con el Padre y el
lugar aparecen unidas a la experiencia del perdón y a la confianza en la Espíritu se ha hecho hombre” y, un poco más adelante, explica que por­
promesa de Cristo4,6. Debido a que todos necesitan el perdón, todos ne­ que Cristo, en cuanto uno de nosotros, es pobre hemos de dar de comer a
cesitan también el ayuno y las limosnas. Lo que significa esto es que el los pobres y vestirlos428. León resume su predicación de un modo lapida­
perdón ha de ofrecerse también en las casas, no solamente en la Igle­ rio que también para nuestros propios tiempos no podría ser más rele­
sia . Lo que la bondad de Dios nos ha dispensado, lo hemos de dar a vante: “Cuando los corazones portan fruto en la fe, los pobres tienen de
1.429
aquellos que nos han hecho mal418. comer
Simultáneamente, sin embargo, las virtudes son confesión de fe: los
creyentes han de ayunar de los errores de fe, de la injusticia, de la difa­
mación y del pecado y han de alimentarse de Cristo4" , para que sean uno
con Cristo y para que “vuestro ayuno y vuestras limosnas no sean man-
420. Sermo 75,5 / SC 74,148; 78,4 / SC 200,30.
421. Sermo 86,1-2 / SC 200,80.
409. Sermo 64,3 ! SC 74,87. 422. Se-mo 49,6 / SC 49,85; 44,3 / SC 49,59-60.
4 10. Sermo 70 ,4 ! SC 7 4 ,119 423. Vtt 10,42; Sermo 42,2 / SC 49,45; 44,2 / SC 49,59. El “vaso de agua”, del que se
411. Serme 71,1.5 i SC 74,123-124,126. habla repetidas veces en la tradición, representa la universalidad de la caridad y del com ­
412. Serme 48,1 /S C 49,75-76. partir: ri el más pobre está exento del compartir. En J. d’Ormesson, Histoire du Juif Errant,
413 Sermo 7 1 , 6 / SC 74,127. <Iallí mard, Paris 1990, 74s., esta imagen adquiere un significado especial: el zapatero
414 Las homilías de León son el único testimonio c e las colectas en Roma que, ocr lo Ahasvero, celoso por el amor que María de Magdala tiene por Jesús, le niega a Jesús que va
demás, no har. dejado huellas litúrgicas. Aquellos que necesitan ayuda se dirigen a la Igle­ camine a Golgotá el vaso de agua y el rato de descanso en su negocio que pide un centurión
sia. Po. eso Leer quiere dar sus colectas a los «pra es idenles» de la Iglesia, uaraque puedan para el condenado. Con esto empieza la leyenda del «judío errante».
ayudar a los pobres. P. B aititel.c. c. [nota 15j, 226. 424. Sermo 55,5 / SC 74,39-40.
415. Sermo 91,3 > SC 2 0 0 ,L28. 425. Sermo 8S,4 / SC 200,94.
416. Sermo 46,4 y SC 49,69. ¿26. Sermo 9,3 / SC 49,17.
417. Sermo 49,5 y SC 49,S4. 427. Sermo S8,4 i SC 200,96. León habla una y otra vez de la unidad, cf. también
418. Sermo 48,4 ' SC 49,78. Inmediatamente después, León cita 1a. petición del per­ 73,2 t SC 7 4 ,7 9 -JO.
dón del Padrenuestro.
428. Sermo 91,2-3 / SC 200,124-126.
419. Serm o46,1 y SC 49,66; 42.2 / SC 49.45;44.2 / SC 49,58. 429. Sermo 89,6 / SC 200,108.
392 Dios kn m e d io d e n o s o t r o s V . E l D io s q u e « h a c e » s a l v a c ió n (A ) 393

4.3 El Dios uno tripersonal y nuestra salvación “En Dios la misericordia no disminuye el poder y la reconciliación de la
crcatura amada no produce una disminución de su eterna gloria [...]. Esto
En la teología trinitaria de León vuelven las mismas líneas tradicionales lo enseñó el Hijo unigénito y el Espíritu lo hizo saber”435.
que ya habíamos encontrado en los Capadocios y en Agustín: la linea
fi los ó fie o - abs trac ta que arranca desde la unidad de la esencia (substan­ También en León se aprecia que el discurso sobre la naturaleza o esencia
cia), y la kerygmática que exalta la salvación de parte de Dios. Sin em­ divina tiene una función muy concreta: la de salvaguardar el kerygma y
bargo, en León reaparece también el planteamiento de los Capadocios de ayudar a anunciarlo. En una homilía de Pentecostés, por ejemplo, une
que empieza con la actuación salvífica de las diferentes personas divinas, el don del Espíritu directamente con la Iglesia y con la naturaleza de
aunque en una forma modificada por el acento cnstológico. Hay que re­ Dios: el Espiritu hace que “el lenguaje propio de cada pueblo se con­
cordar que León no explica el concepto de persona, sino que lo presupo­ vierta en la boca de la Iglesia en lenguaje común” y es así, porque la na­
ne - con el rasgo específico de que sólo en la «una persona» de Cristo turaleza una es común a las tres divinas personas436. Dicho de otra mane­
podemos, por la acentuación de su obra salvífica en la cruz, inferir que la ra, partiendo de la unidad de las comunidades experimentada en la fe, de
persona es semejante a lo que hemos llamado la «autopresencia». la que León habla con tanta frecuencia, afirma análogamente la unidad
En la mayoría de los textos trinitarios, la unidad del Dios Trino con­ de Dios. En el mismo texto describe la unidad de Dios también como
siste en la unidad de la substancia “que llena todo, contiene todo y [...] «communio» que evoca la comunión de bienes cristiana.
gobierna todo’"4"’0. En la única esencia divina no hay diferencias según el León efectúa la «transición» de las fórmulas trinitarias sobre la uni­
poder, la gloria y la eternidad. Aunque las “propiedades de las personas” dad divina a la confesión de la salvación acontecida en Cristo por medio
sean diferentes, no existe diferencia alguna en la naturaleza que los tres de la insistencia en la persona de Cristo. Exalta primero la “unidad inefa­
tienen en común41'. Las personas se distinguen por las procesiones: ble" de la Trinidad y afirma luego que sólo la “persona del Hijo” ha car­
gado con la salvación de los hombres” 17. Porque el Hijo es eternamente
“Desde la ctcmicad el Padre lia engendrada al Hijo coetemo con él. Des­ engendrado por el Padre y así tiene la misma esencia, puede redimir a los
de la eternidad el H ijc ha sido engendrado por el Padre antes deE tiempo. hombres siendo hombre4’8. Hay realmente un parentesco entre esta teo­
Y desde la eternidad el Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y del Hijo. logía trinitaria cristológica y el planteamiento de los Capadocios, sólo
Así el Padre nunca ha existido sin c Hijo y el Hijo nunca sin el Padre, que León no parte de la actuación salvífica de las tres personas, sino de la
como también el Padre y el Hijo nunca han existido sin el Espíritu San­ persona de Cristo. Por lo demás, también él hace caer todo el peso de la
to”* 2. argumentación sobre la novedad de la confesión cristiana de Dios.
Debido a que el concepto de persona quedó sin explicar, la experien­
Es evidente que León se está ateniendo a la terminología trinitaria de cia de fe conduce a León a formulaciones que no sólo subrayan aún más
Agustín4 ". Lo que le interesa es inculcar la confesión de que la Trinidad la afinidad con los Capadocios, sino que parecen también trasladar a la
es un soto Dios^J". Con todo, se nota en los textos y contextos que lo im­ persona del Padre y del Espíritu aquello que queda presupuesto para la
portante para él no es la formulación, sino la salvación: persona de Cristo:

“Cuando en la gracia sepamos [...] que, en nuestra reparación, es propio


¿el Padre, que del Hijo y qué del Espíritu Santo y que tienen en común,
confesemos [...] qué ha sido hecho por nosotros, en la humildad y en la
430 Scrmo 77.fi. ! SC 74,161; 76,3 - SC 74.151.
431. Sermo 75.3 / SC 74,146; 76,2 ' SC 74.150
432. Sermo 76,2 / SC 74,150.
433. Cuando León quiere ins.sUrer la confesión del Dios Trino repite una y otra vez 435. Scrmo 77,6 / SC 74,161; 77,2 / SC 74,158; P. Stockmeier, o. c., 199.
la terminología conocica, P. Stockmeicr. o. c. ñola 363], 205. Lrón se coloca en la tradi­ 436. Sermo 75,3 / SC 74,146.
ción occidental y así parle, com o Agustín, Je la ur.icad de la esencia de Dios para Ileeo 437. Sermo 64,2 / SC 74,85-86; P. Stockmeier, o. c., 201; T. Jalland, o. c. [nota 15],
hablar de las Ires personas, ibid , 207; cf. también Scrmo 76,3 i SC 74,151. 446.
434. Sermo 75,3 / SC 74,147 438. Ep 2S,2; P. Stockmeier, ibid., 203s.
394 Dios rn m e d io d e n o s o t r o s V. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (A ) 395

c a r n e , pa ra q u e n o s in ta m o s n a d a in d ig n o d e la g lo r ia d e la T rin id a d peso una experiencia de Dios personal y propia - y esto es el caso de


u n a ” 439. Agustín - se hace posible adaptar la expresión teológica de tal modo a la
experiencia personal que se da al menos la oportunidad de agrandar la
Sin embargo, a la hora de determinar en qué consiste el actuar salvifico distancia respecto del kerygma. Esto es tanto más fácil, cuanto la expe­
propio de cada una de las personas, León se topa con dificultades: riencia de fe, sea comunitaria, sea personal, es tan sólo implícita, es de­
cir, influye atemáticamente en la teología, sin que pueda ser hecha cons­
“ L a m is e r ic o r d io s a T r in id a d s e h a d iv id id o la o b r a d e n u estr a r ep a ra ció n : ciente. Lo llamativo es que precisamente Agustín desarrolla un criterio
e l P a d re h a a c e p ta d o e l s a c r ific io , el H ijo lo h a o fr e c id o y el E sp íritu hermenéutico que hubiera sido apto para resolver este problema. Se trata
S a n to ha e n c e n d id o el f u e g o ”440. de la relación entre la experiencia propia-personal y la experiencia co­
munitaria y, simultáneamente, de la relación entre el kerygma y la teolo­
Para distinguir claramente el actuar de las personas hubiera sido necesa­ gía. Si lo decisivo son el kerygma y la experiencia eclesial-comunitaria -
rio precisar el concepto de persona. Para esto el planteamiento de los y lo son también en Agustín - la experiencia propia se orienta hacia la
Capadocios a partir del bautismo era más propicio que el de León que teología de tal modo que podrá brotar de ella sólo una teología trinitaria
empieza con la cruz de Cristo, desde la cual precisamente no llega a dar entre otras, no una teología trinitaria común o «universal» que sea capaz
el paso. Sigue siendo acertado, sin embargo, el que comprende a la Tri­ de garantizar la unidad de lodos los creyentes. La razón está en que el
nidad desde la cruz, porque la cruz es la expresión más profunda del papel de garante de unidad está reservado al kerygma. También de esto
misterio de Dios441. Agustín se dio cuenta y lo expresó en su descripción del lector idóneo.
A causa del kerygma, los Padres reconocen su tarea de dar cuenta de
cómo el Dios Trino puede ser simultáneamente uno solo. Aquí llama la
Balance intermedio atención el hecho de que el lenguaje trinitario está totalmente ligado a
una función que debe cumplir: el lenguaje está al servicio del anuncio del
Hasta la mitad del siglo V, las dificultades de lenguaje juegan un impor­ kerygma. En último término se le puede juzgar exclusivamente según su
tante papel en la teología trinitaria, lo que se aprecia en el hecho de que capacidad de hacer justicia a la tarea del anuncio. Por eso los Padres re­
diferentes niveles de lenguaje quedan simplemente yuxtapuestos. Los miten una y otra vez a la insuficiencia de su propio lenguaje - y de cual­
conceptos trinitarios han adquirido valor de tradición dentro de la polé­ quier otro - para expresar el misterio de un Dios que en la cruz de Cristo
mica antiarriana, como se ve más claramente en León. Sin embargo, no ha mostrado su misericordia compasiva con el mundo.
obstante todas las delimitaciones contra la conceptualidad platónica me­ Aun con todos los esfuerzos por lograr una explicación de la «uni­
dia y neoplatónica sigue habiendo un hueco entre el kerygma y su expre­ dad» y de la «trinidad» del Dios cristiano y pese a todos los logros obte­
sión teológica. A primera vista, el problema parece consistir en que la nidos, se ve en tiempos de León que los conceptos ya tradicionales y
novedad absoluta de la comprensión cristiana de Dios y de la experiencia comunes no son claros y no son suficientes. Para la explicación de la
de fe cristiana no cabe en el lenguaje filosófico de aquel tiempo. El unidad de Dios sigue habiendo dos diferentes «modelos» no reconcilia­
anuncio se resiste a ser vertido en los conceptos existentes y tiene ten­ dos y, además, tomados de diferentes niveles de lenguaje: el «modelo»
dencia a romperlos. de la única y simple «esencia» (substancia, naturaleza) y el de la
Mientras la teología trinitaria de los Padres se desarrolla a partir de la «communio». La experiencia de la comunión eclesial atrae la imagen de
experiencia de fe común - es decir, mientras empieza con el bautismo y una «communio» divina y esta asociación facilita la determinación de la
con la práctica eclesial del seguimiento del Crucificado - la experiencia característica propia del Espíritu Santo y de su hacer salvífico. Precisa­
de fe termina por rebasar a la teología. El dilema del lenguaje se resuelve mente estos rasgos hacen que la imagen sea también más kerygmática.
en la confesión. En el momento, sin embargo, en el que llega a tener más El discurso sobre la «persona» y la «relación» es más complicado.
Los Capadocios no encuentran el camino para expresar con la palabra
439. Scrmo 7 7 ,3 /S C 74,158-159.
«hipóstasis» realmente lo que distingue a una «persona» o «autopresen­
440. Sermo 7 7 ,2 /S C 74,158. cia» en su relación con las otras; y pese a sus definiciones más claras,
441. Sermo 7 6 ,2 /S C 74,150-151. Agustín no llega a unir «persona» y «relación». Lo llamativo es que, en
396 DIOS EN MEDIO DE "NOSOTROS

el fondo, la intuición ya está, porque los dos conceptos son aquejados por
una deficiencia invertida: a la persona Le falta la relación y a la relación le
falta la «autopresencia» {el «ad se»). León da un paso más en el sentido
de que capta a La -«una persona» de Cristo como «autopresencia» y lo
hace a partir de la cruz, a causa de la obra redentora de Cristo. En otras
palabras. Lo llama persona, porque actúa de una determinada manera.
Aun así, no ha podido hacer extensiva esta intuición importante al Padre
y al Espíritu y la consecuencia es que ambos quedan como personas en el
sentido «vacío» agustiniano. Sin embargo, tampoco para León la persona
de Cristo es relacional, lo que hace que León no encuentre otra posibili­
dad de relacionar la redención con el Padre que «añadiendo» a la «una
persona» que Cristo encarnado es el Hijo del Padre.

Parte VI:
Dios que «hace» salvación (B)

“ M ientras expongo así mi propósito,


puede reírse quien quiera y hasta burlar­
se de mí... Y mire aquella curiosa burra
de Balaam que im pidió que su jin ete
avanzara; de alguna manera me empuja,
insiste en que siga en el camino comenza­
do. Ella toma otra vez la palabra y me
dice: “ el que me ha hecho hablar a mí
podrá sin duda hacerte hablar también a
t i ”.
(Ricardo de San Víctor, De Trinitaíe III, 1).

“ Y así toda la Iglesia aparece como «un


pueblo reunido en virtud de la unidad
del P ad re y del H ijo y del E sp íritu
Santo»”.
(Lumen gentium n.° 4).
TRINIDAD Y COMUNIÓN:
L RICARDO DE SAN VÍCTOR

1. Consideraciones hermenéuticas

/. / Elementos básicos

En esta parte de la investigación hemos de rastrear la comprensión de la


unidad de las tres divinas personas como comunión. Ya vimos en la Parte
V que en los Capadocios, en Agustín y en León Magno este aspecto de la
comunión se mantuvo al lado del planteamiento de la unidad en términos
de substancia, aunque con acentos diferentes. En el fondo, el hecho de
que lanto Ricardo de San Víctor ( t 1173) como los documentos del Vati­
cano [I enfaticen la comunión o «communio» es la única justificación
que podemos aducir para tratar juntos y bajo el mismo aspecto dos esbo­
zos tan diferentes y que provienen de épocas tan alejadas.
Para hacer justicia a la diferencia de los esbozos, nuestras considera­
ciones hermenéuticas se ocuparán de Ricardo y del Vaticano II separa­
damente. Tomaremos en cuenta lo que ambos tienen en común al hacerle
a cada uno las mismas preguntas, a saber: ¿Qué es lo se entiende en cada
caso por comunión? y ¿cuál es la relación entre la comunión de las divi­
nas personas y la comunión interpersonal humana? Ricardo mantiene
presente el planteamiento tradicional de cómo la unidad y la tripersonali-
dad de Dios que confesamos en la fe puede ser explicada por la razón.
Sin embargo, su esbozo resalta la pregunta que ya discutimos en la Parte
V: la comunión intradivina, ¿se reflexiona de manera que reemplace la
explicación paralela de la unidad a partir de la substancia o esencia, o
siguen quedando paralelos los dos modelos de explicación? La respuesta
a esta pregunta tendrá que ver con el éxito o el fracaso de la explicación
de la unidad de Dios como comunión que Ricardo ofrece.
También para Ricardo valen las consideraciones hermenéuticas que
ya hicimos al entrar en la Parte V. La totalidad dinámica del conoci­
miento lo abarca a él y a nosotros juntos. Si también aquí comenzamos
con la experiencia de fe implícita1, lo dejamos hablar en su propio len­
guaje a la vez que, en cuanto creyentes igual que él, somos insertados en
su experiencia. Así recogemos otra vez nuestro p rim er criterio de tra-

l. J. Beumer, Richard von Sí. Viktor, Theologeund Mystiker, Schol 31 (1956), 213, se
hace la misma pregunta que nosotros, aunque en otra forma: ¿Cuál experiencia es traduci­
da en c já l leologia?
402 D io s en m e d io d e n o s o t r o s V I. E l D ios que «hace» s a l v a c ió n (B ) 403

bajo. La pregunta que queda es si podemos reconocer en su experiencia hermetiéutico no requiere esta fórmula, sino más bien la aclaración de
de fe la nuestra propia. con cuál concepto de persona o de comunidad el intérprete se acerca a
Siguiendo nuestro segundo criterio de trabajo, hemos de preguntarle Ricardo. Si no se hace esta aclaración, el resultado será una gama de
a Ricardo de San Víctor qué es lo que él entiende bajo la salvación que interpretaciones aparentemente contradictorias.
Dios «hace», para ver luego cómo su comprensión de la salvación apare­ En la discusión de Ricardo nos limitaremos a su obra tardía De Tri-
ce a la luz de nuestra experiencia de fe. Bajo este segunda aspecto, lo nitale. Esta limitación acarrea una dificultad para quien quiera hablar de
primordial será otra vez la expresión del kerygma cristiano. la experiencia de fe implícita que transparenta Ricardo, porque el De
Nuestro tercer criterio de trabajo requiere la consideración del miste­ Trinitaíe es tan especulativo que fuertemente encubre la experiencia.
rio de Dios. Buscamos la respuesta a la pregunta de si y cómo Ricardo Ricardo desarrolló la experiencia de fe más bien en sus obras espiritua­
trata del misterio de Dios de un modo que pueda valer también para les, tales como el Benjamin maior y el Benjamín minor3. Aun así, no hay
nosotros. razón para proceder ahora de otra manera que como procedimos, por
Sin embargo, debido a que Ricardo está en el tiempo y en la cultura ejemplo, con Agustín.
mucho más cercano a nosotros que los Padres de la Iglesia estudiados en El hecho de que nos limitemos a la teología trinitaria de Ricardo y el
la Parte V, necesitamos ahora otras precisiones hermenéuticas. Ricardo hecho de que en ella la teoría del amor y la comunión intratrinitaria ocu­
se encuentra en la transición de] pensamiento teológico a la alta escolás­ pen el lugar central4, conlleva un cambio de acento que, a su vez, tiene
tica y en el inicio de ésta, y la alta escolástica ha tenido un gran influjo que ver con la aplicación de nuestra fórmula antropológica. Tendremos
en nuestros conceptos y nuestra manera de pensar De ahí que sea nece­ que analizar más detenidamente que antes la comprensión de la persona
sario establecer con más claridad nuestro propio punto de partida. En y de la comunión, porque el mismo De Trinitaíe marca esta acentuación.
esta investigación entendemos por persona la «a ut op res encía - en-rel a - A partir de ahí podemos limitar nuestra temática aún más: analizaremos
ción». La comunión, sea intradivina o sea interhumana, sólo es concebi­ principalmente la teoría del amor y el concepto de persona en cuanto que
ble como comunión de personas. Lo que implica que el concepto de per­ influye en la comprensión de esta teoría. En este caso, precisamente esta
sona que se tenga necesariamente determinará la comprensión de lo que propuesta nos permite dejamos insertar en la experiencia propia de Ri­
es comunión. Tendremos que ver, por consiguiente, hasta dónde y e n qué cardo.
sentido la comprensión de la persona y de la comunión que desarrolla
Ricardo nos es accesible a partir de nuestra fórmula antropológica.
Puesto que esta fórmula, en cuanta «cuchilla superior de la tijera», tiene 1.2 El trasfondo histórico
la función de «cortar», es decir, estructurar o clasiñcar una fenomenolo­
gía de la experiencia, esto es, la «cuchilla inferior de la tijera», es evi­ La abadía de San Víctor, fundada en 1108, tenía las características de un
dente que sin la fórmula no sería posible que nos dejáramos insertar en la convento estrictamente contemplativo. Correspondientemente, la teolo­
experiencia de fe que transparenta Ricardo2. En la totalidad dinámica del gía de Ricardo es monástica y busca dar una respuesta a las preguntas de
conocimiento tampoco los argumentos de la razón son separables de la la vida espiritual5. Este hecho se nota en su De Trinitaíe, probablemente
experiencia, lo que significa que es legítimo entenderlos como pertene­
cientes a la «cuchilla inferior» y «cortarlos» con nuestra fórmu la, Esto
3. G. Dumeige, Richard de Saint-Víctor et l'idée chrélienne de l ’Amour, Prcsscs Uni-
hace que, en esta Parte, nuestra verdadera clave hermenéutica sea la
versi taires de France, Paris 1952, 71-73 .
fórmula antropológica. 4. El Libro V del De Trinitaíe termina con una fórmula conclusiva clara, de manera
Lo fundamentalmente importante, sin embargo, no es si nos servimos que el último Libro VI no pueda sin más contarse como parte de la composición original.
de esta fórmula concreta o de este concepto de persona. El procedimiento Por consiguiente, el tratado básico se compone de cinco libros con 25 (= 5 x 5) capítulos.
Esto hace que el Libro III con la teoría del amor se encuentre en el centro: “La prueba de
la trinidad de personas a partir del concepto del amor forma de esta manera, por así decir­
2. J. Beumer. ibid., ve el problema de esta manera: no podemos pasar por alto “ los lo, el punto céntrico y clave de todo el tratado”, P. Hofmann, Analogie und Person. Zur
valores de la cáad media”, ni podemos renunciar completamente a '‘revestirlos del len­ Trinitetsspekulation Richards von St. Víctor, ThPh 59 (1984), 196.
guaje moderno \ Si no fuera así, tampoco podria haber una “confrontación cor los pro­ 5. Ibid., 192s.; H. Wipfler, Die Trinitátsspekulation des Petrus von Poitiers und die
blemas nuevos” , ni an “incentivo cnriqjecedor para la teología” . Sólo que no se trata de Triahctsspekuíation des Richard von St. Viktor. Em Vergleich, Beitr. z. Geschichte d.
un “revestir”, sino de un procedimiento hermenéulico. Phil. u. Theol. d. Mittelalters 41,1, Aschendorff, Münster 1965, 9. “En Ricardo [...] siem-
404 Dios hn m e d io d e n o s o t r o s 405
V I . EL D IO S QUE «H A C E» SALVACIÓN ( B )

una colección de clases impartidas en el convento'1, en la recurrente razón13. También el pensamiento neoplatónico se mantiene a través del
exhortación a los lectores u oyentes7. siglo XII y se manifiesta, en Ricardo, en las construcciones jerárquicas
La abadia de San Víctor debe su gran renombre sobre todo a Hugo de triádicas que dominan toda su especulación14.
San Víctor8. No hay respuesta a la pregunta de si Ricardo todavía llegó a
ser alumno de Hugo9. De todas maneras, tal pregunta tendría importancia
sólo si pudiera demostrarse la influencia teológica de Hugo en Ricardo. 2. La experiencia implícita
Este difícilmente es el caso, sin embargo, aunque el tema del amor - en
la forma de una dialéctica entre el amor humano al mundo y a Dios - es
Para Ricardo la palabra «experiencia» necesita ser especihcada con más
prominente también en H ugo10.
precisión, porque él mismo la usa con frecuencia y porque, además del
Igual que todo el siglo XII, también la abadía victorina y con ella Ri­
sentido que nosotros hasta ahora hemos dado a la palabra, tiene en Ri­
cardo están bajo la influencia general de Agustín y de A nselm o". La
cardo otras dos connotaciones. El primer significado de experiencia para
influencia agustiniana se nota ya en el mero hecho de que también Ri­
él es “leer algo en lo que se conoce” 15. Así sabemos, por ejemplo, que el
cardo empiece con la esencia divina (Libros I y II), mientras que su in­
mar contiene un número infinito de gotas y a partir de esta experiencia
dependencia se hace aparente en su omisión de la doctrina trinitaria psi­
podemos descubrir que “una sola verdad simple contiene una infinidad
cológica y de la doctrina de la relación12. Con Anselmo se ha iniciado la
de otras” 16. En esta acepción, la palabra experiencia tiene que ver con la
fascinación con los logros de la razón, la satisfacción de saber trabajar
analogía. En la experiencia de todos los días Ricardo busca imágenes y
con los datos de la fe y explicar los misterios de la fe por medio de la
comparaciones que puedan ayudar a la comprensión de la fe17. En una
segunda acepción, experiencia designa el uso acostumbrado del lenguaje.
Así, por ejemplo, la palabra «persona» evoca la comprensión general de
pre hay que tener presente el espíritu de la escuela victorina que quiere entrelazar la qué se trata18. Finalmente, la tercera acepción entiende bajo experiencia
ciencia, la sabiduría y la espiritualidad”, U. Küncwcg, Der Trinitatsaufweis Richards von aquello que también nosotros hemos entendido hasta ahora, a saber, una
St. Viktor, ThPh 62 (1987), 403.
realidad que influye en nuestra autopresencia, la cuestiona o la transfor­
6. G. Dumeigc, o. c. [nota 3], 70.
7. Lo probable es que el escrito se dirija en primer lugar a los monjes más o menos ma:
instruidos, U. Künewcg, o. c„ 403. P. Hofmann, o. c. [nota 4], 197, habla de un “uso
apelativo’ que llama la atención y que habría que entenderse como “un instrumento “ Q u e c a d a u n o in te r r o g u e su p r o p ia c o n c ie n c ia y sin d u d a a lg u n a ni c o n ­
retórico del predicador”. tr a d ic c ió n s e dará c u e n ta q u e n o h a y n ad a m e jo r ni m á s g o z o s o q u e el
8. W. Simonis, Trinitat und Vernunft, FTS 12, Knccht, Frankfurt 1972, 67; W. Knoch,
a m o r . L a m is m a n a tu r a le z a n o s lo e n s e ñ a y la s e x p e r ie n c ia s m ú ltip le s n o s
»Deus unus et trinus«. Beobachtungen zur frühscholastischen Gotteslehre, en
Im Gesprách mit dem Dreieinen Gott, FS W. Breuning, M. Bóhnkc y H. Heinz (eds.), lo c o n fir m a n ” 19.
Patmos, Dusseldorf 1985, 213.
9. H. Wipfler, o. c., 9; W. Simonis, o. c., 93; G. Salet, Richard de Saint-Victor. La
Trinité. Introduction, Traduction et Notes , SC 63, Du Cerf, Paris 1959, 11, parece presu­ 13. W. Simonis, o. c. [nota 8 |, 96, nota 29; P. Caceiapuoti, Deus existentia amoris.
poner que así fue.
Carita e Trinita nell'itinerario teologico di Riccardo di San Vittore, Pont. Facoltá
10. P. Sicard, liugues de Saint-Victor et son école (Introducción, selección de textos dcU'ltalia Meridionalc, Napoli 1995, 96. Aun asi se excluye, sin embargo, que se pueda
y comentario), Collcction: Témoins de notre Iiistoire, Brcpols 1991, 92; L. F. Ladaria llegar a la Trinidad por la sola razón, sin la revelación. I.a razón empieza a trabajar más
Ferrer, Creación y Salvación en la Cristología de Hugo de San Víctor (i), Miscelánea
bien a partir de la revelación y de la fe, ibid.
Com illas 31, 59 (1973), 2 6 3-265.
14. P. Cacciapuoti, o. c., 85, nota 281; .1. Beumer, o. c. [nota 1], 234; H. Wipfler, o. c.
11. J. Beumer, o. c. [nota 1], 216; A.-M. Éthier, Le »De Trinitate« de Richard de
[nota 5], 14; W. Simonis, o. c. [nota 8J, 98.
S a in t-\ ictor, Inst. d’Étudcs Medievales, Paris-Ottawa 1939, 53; G. Salet, o. c., 9s.; W.
15. Trin 11,21 / SC 63,150.
Knoch, o. c. [nota 8], 229. J. Bligh, Richard o f St. Victor’s De Trinitate: Augustinian or
16. Ibid. /S C 63,148.
Abelardian?, HcyJ 1 (1960), 126-131, demuestra una gran semejanza entre Ricardo y 17. J. Beumer, o. c. [nota 1], 215; A.-M. Éthier, o. c. [nota 11], 57, habla aquí de una
Achard de San Víctor por medio de un estudio comparativo de los textos.
«experiencia sensible».
12. Trin 11,25 / SC 63,158 anota que no quiere hablar de las “propiedades relativas” 18. Trin IV,5 / SC 63,240; U. Küneweg, o. c. [nota 5], 414. En este texto, Ricardo no
de Dios - de his quae de Deo dicuntur relative. [El De Trinitate, de ahora en adelante, se usa la palabra «experiencia», pero queda evidente que la cosa designada es la misma, cf.
abreviará con Trin. La traducción es mía y se basa en el texto bilingüe de las Sources
I nn IV,2 / SC 63,232.
Chrétienncs, en este caso el tomo 63 J.
19. Trin 111,3 /S C 63,172.
VI. E l D «hace» (B) 407
406 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s
io s q u e s a l v a c ió n

Esta es la experiencia que queremos leer entre líneas. la perfección de la fe2S y conduce a la vida eterna . Lo que le importa a
Si seguimos el uso de lenguaje del mismo autor, es posible relacionar Ricardo es "por la razón manifiesta, despertar a aquel cuya fe es somno-
el hecho de que la teoría deí amor ocupa el centro de su obra con la ex­ lienta”30. Fiel a este principio se entrega con gusto evidente a la especu­
periencia propia de Ricardo. Lo menos que puede decirse es que el tema lación. pero aun así no puede pasarse por alto que ésta, para él, es sólo un
del amor corresponde a una intuición fundamental que le es tan impor­ camino al conocimiento de Dios y, por eso, a la visión de Dios 1 y que la
tante que la usa para estructurar lodo el De Trinitate20. El lenguaje ‘ meli­ razón, en la que pone tanta confianza, está siempre guiada por la gracia'-.
fluo’ :| y para nosotros extraño de sus textos sobre el amor quizá pueda Para Ricardo la fe es eclesial: la entiende dentro del cuadro de la Es­
encontrar una explicación en la corriente dsterciense de la mística del critura, de la Tradición y de la “autoridad católica”33 y, además, doxoló-
Cantar de los Cantares a la que pertenece también Ricardo22. gi cara ente. Si ha de darse a la reflexión sobre las propiedades de la divi­
na naturaleza, esto significa reflexionar “particularmente sobre aquellas
que cantamos diariamente en las alabanzas a Dios . Así, su demostra­
2. i Fe y razón ción de que la pluralidad de personas es compatible con la unidad de la
substancia, porque las personas juntas son la única substancia, teimina en
las formulaciones del prefacio de la misa de la Santísima Trinidad35.
Ricardo quiere reflexionar sobre Dios a partir de la experiencia de fe. En
Las razones con las que Ricardo quiere llevar a los fieles verdade­
el prólogo indica su lema: El justo vive de la fe’ que explica a3 princi­
ros” a una mayor constancia en la fe36, las llama razones necesarias
pio del Libro I:
(rationes necessariae)37. Éstas las quiere “arrancar del santuario secreto
de la sabiduría”38 para hacerlas comprensibles a todos. El concepto de las
‘Muchas veces he leído que no hay sino un solo Dios, que es eterno24,
razones necesarias no está del todo claro. Las razones necesarias se con­
increado, inmenso, que es todopoderoso y Señor de Codo, que todo
frontan con las “razones plausibles”39 y han de garantizar un grado de
cuanto existe existe por él [...]. He leído de mi Dios que es uno y trino,
conocimiento que le corresponde a Dios tal como es desde toda la etemi-
uno en su substancia y trino según las personas: locas estas cosas leí, pe­
ro de dónde se prueba todo esto no me acuerdo haber leído”15.
28. Prólogo / SC 63,52.
No basta, según esto, con creer lo verdadero, sino que el creyente ha de 29. Ibid.
dejarse convencer de lo que cree por el testimonio de la razón:s. Le in­ 30. Trin IV,8 / SC 63,246. Según Ricardo, el alma piadosa y sincera se deja conven­
cumbe el deber de ponerse a pensar con todas sus fuerzas y de contem­ cer de la verdad del misterio cuando se le pueda demostrar que la le por lo menos no es
contradictoria, A.-M. Éthier, o. c. [nota 11 ], 65.
plar sin fin los misterios de la fe‘7, porque el conocimiento (cognttio) es
31. A.-M. Éthier, o. c., 58s. Es imposible desde el principio malentcnder la especula­
ción de Ricardo en un sentido racionalista, P. Hofmann, o. c. [ñola 4], 199; G. Salet, o. c.
{nota 9 |, 34
32. Trin 1,3 / SC 63,68, U. Küncwcg, o. c. [nota 5], 404; H. R. Schlette, Das un-
20. H. Mühlcn, D er Heiiige Geisi ais Person , AschendorfT, Münster 1953, 199, ob­
tersckiedliche Personverstandnis im iheologischen Denken Hugos und Richards von St.
serva. Hay que anotar que Ricardo de San Víctor en la descripción de esla [learia del
Viktor, Miscellanea Martin Grabmann, Huebcr, München 1959, 62. Con esto, Ricardo se
armo ] eslá pensando en a amistad que tío logra su perfección en una exclusividad ¿el
inscribe perfectamente en la tradición marcada por Hugo de San Víctor, W. Simonis, o. c.
amor, sino en la extensión cel amor benévolo a otras personas [...)”. Sin embargo, de la
experiencia concreta de Ricardo no rodem os decir nada [nata 8], 96.
21. Trin III,I 8 / S C <53,208 33. “Para un espiritu fiel nada debe ser más auténtico que lo que suena en boca de to­
22. P. Hoíhnann, o. c | nota 4], 195. dos y es confirmado por la autoridad católica”, Trin IV,20 t SC 63,278; W. Simonis, o. c.,
23. Hab 2,4; Rom 1,17; Heb 10,38; Gál 3,11; P. Ilcfm ann.c. c., 199. 112
24. El adjetivo «ciento» le corresponde sólo a Dios. Ricardo distingue entre «sempi­ 34. Trin 11,1 / S C 6 3 .U 0 .
35. lía ut sint in personis proprietas et in substantia imitas et in majeslate aequalitas,
terna» (sempitemum), de duración permanente, y «cierro» (aclemum): "Lo eterno no es
Trin 111,8 / SC 63,184; H. Urs von Balthasar, Richard von Sankt-Victor. Die Dreieinigkeit,
un sinónim o de sempiterno. Sempiterno parece ser algo que no tiene ni ■principio ni fin.
Elemo significa eso mismo y además algo que carece de toda mutabilidad”, Trin [I 4 / SC (Chrislliche Mcister 4) Johannes, Einsicdcln 1980, 92, nota 5.
63,116. 36. Trin 1,2 /S C 63,68.
25. Trin 1,5 - SC 63,72. 37. Trin 1 , 4 / SC 63,70.
26. P r ó lo g o /S C 63,54. 38. Trin 1,4 / SC 63,72.
27. Ibid. 39. Ibid.
408 D ios ;-£N MED to d:-: NOSOTROS VI. E l D ios que «hace» s a l v a c ió n (B) 409

dad y necesariamente en si mismo" En último término, sin embargo, el sin embargo, si con esto no está ya teológicamente prejuzgada la com­
concepto se salva de ser contradictorio sólo si volvemos a lo que acaba­ prensión de la historia salvifica.
mos de decir sobre la te. Ricardo quiere explicar la fe sin presuponerla; De modo semejante a Agustín, también Ricardo ve en su teología una
sin embargo, en el Libro III, pretende deducir racionalmente hasta la tarea eclesial que ha tomado sobre sí - de su propia voluntad y para
necesidad de la Trinidad misma"', algo que no sólo es en reahdad im pa­ llevar a los “sencillos” a Dios50 - para poder dar explicaciones a quien
sible, sino que ni siquiera vale para la intención de Ricardo mismo pida cuenta de su fe51. Quiere grabar el conocimiento logrado en la me­
Arguye que no llegamos al conocimiento de lo creado propiamente moria de sus oyentes o lectores52. Como Agustín, también él es cons­
por deducciones racionales, sino por los hechos, es decir, por la expe­ ciente de su propia incompetencia51:
riencia en su primera acepción. La realidad creada la contrapone a las
realidades «eternas» que son estrictamente necesarias. Es perfectamente “ C u a n d o p r o p o n g o a s í e l p r o g r a m a d e m i in v e s t ig a c ió n , q u ie n q u ie r a
imposible que aquello que es necesario no tenga también una razón ne- p u e d e reírse y h a sta b u rla r se d e m í. S e g u r a m e n te ten d rá r a zó n . L a v e r d a d
cesaria"*' y si uno razona adecuadamente, también ha de poder encon­ e s q u e n o e s ta n to la c ie n c ia la q u e m e m o t iv a para h a c e r e s t e in te n to a u ­
trarla. Luego, sin embargo, Ricardo limita en seguida este proyecto di­ d a z , s in o q u e e s t o y m o v id o m á s b ie n p or el ard or d e m i a lm a [ ...]. P e r o
ciendo hasta donde Dios lo otorgue’ Es evidente que Ricardo presu­ ¿ q u é p asará si d e s f a lle z c o en m i carrera? P u e s b ie n , d e to d o s m o d o s h a ­
pone la Trinidad en la fe42, lo que no le impide exclamar con entusiasmo: bré ten i c o la a le g r ía d e h ab er b u sc a d o el r o stro d e m i S e ñ o r y d e h a b er
Miren con cuánta facilidad nos convence la razón que en la divinidad e m p le a d o to d a s m is fu e r z a s para correr y trabajar h a sta a g o ta r m e ” 54.
verdadera no puede faltar la pluralidad de personas'’45. Semejantes inter­
pelaciones son frecuentes""’, pero Ricardo mismo las relativiza cuando Luego se representa a “la famosa burra de Balaam” y sigue:
concede que tampoco su especulación puede satisfacer plenamente a los
"espíritus estudiosos”47. “ E lla ta m a otra v e z la p alab ra y m e d ic e : ‘e l q u e m e h a h e c h o h a b la r a m í
lodo esto hace que tampoco las razones necesarias sean otra cosa p o d r á sin d u d a h a c e r te h ab lar ta m b ié n a t i” 55.
que razones de conveniencia y para Ricardo “deducir” o “concluir’ algo
es lo mismo que hacerlo más inteligible y favorecer la comprensión4,8. L'n hecho subraya sobremanera la acentuación del anuncio eclesial y de
Sin embargo, estas razones tienen simultáneamente una consecuencia la orientación doxológica que Ricardo imprime a su De Trinitate: toda la
para el método teológico: debido a que. según Ricardo, sólo pueden ser obra puede ser entendida como un comentario al símbolo atanasiano
aplicadas a los ' objetos' realmente eternos, tales como la esencia de (Quicumque) que, por entonces, era recitado diariamente en la liturgia56.
Dios y la existencia de la Irinidad, la historia de la salvación tiene que Ricardo presenta la meta de su trabajo en una fórmula de fe dogmática y
quedarse fuera de consideración, porque depende de la libre voluntad de doxológica a la vez: hablar de un solo eterno e infinito y reconciliar esto
Dios y. por ende, requeriría un tratamiento específico49. La pregunta es.

¿0. v /. Simonis, o. c. [nota 8J. I04s. Pot medie de este concepto Ricardo mismo in­ 50. G. Salet, SC 63,42.
vita las comparaciones con Anselmo de Canlerburv, U. K.üneweg. o. c. [rola 5]. 402. 51. Trin V.21 / SC 63,356 y nota 1.
41. U. Küneweg, ibid., 406. 52. Trin VL25 / SC 63,458s.
42. Trin 1.4/S C 63.70. 53. Trin V.25 ) SC 63,368.
43. tbid. 54. Trin 111,1 f SC 63,166; cf. Agustín, DT 1,5,8; Flp 3,14.
44. Su procedí míe n o a menudo es muy ingenio, porque la solución es conocida de 55. Ibid.. cf. Nm 22,22-35.
antemano, A.-M. Éthier, o. c. [neta ! ] ] , L02s. 56. L. Kxmewcg, o. c. [nota 5], 406s. “De hecho el De Trinitate no es otra cosa que
45. Trin |]I,2 i SC 63.170. una apología grandiosa del símbolo atanasiano [...] defendido por Ricardo hasta en sus
46. Por ejemplo Tnn ],1" i SC 53.92. ]t,10.34.:9 'S C 6 3 J 2 6 .I3 5 .I4 4 . formulaciones concretas. En el fondo parece ser la certeza de hacer teología en el sentido
47. Trin [,5 i SC 63,74; A.-M Éthier. o. c., 103. de este texto del magisterio y de la liturgia que inspira a Ricardo con la confianza en la
43. II. kVip.lcr, o. c. [nota 5], 15; P. ( acciapuoti, o. c. (nota 13], 95. Las razones ne­ solidez de su especulación y en su racionalidad al servicio de la fe eclesial”, P. Hofmann,
cesarias esá n vecinas a la :nspíratio. P Hofmann, o. c. Jnota 4], 207. o. c. [ñola 4), 207s. Cf. también A.-M. Éthier, o. c. [nota 11], 60s. Ct. por ejemplo Trin
49 Trin [,3 v SC 63.70, W. S: monis, o. c. |nota 8], 105. U. Küneweg, o c Iñola 51 III.11 = DS 75,27; 111,21 = DS 75,6; IV,25 = DS 75,3; V I,11 = DS 75,15; VI,20 = DS
405.
75,15
410 D io s e n m e d io d e n o s o t r o s
V I. E l D io s q u e « hack» s a l v a c ió n (B ) 411

coa el hecho de que “la fe habla de tres, cuya eternidad e inmensidad Ricardo liga el tema de la ascensión del creyente, por un lado, con el
proclaman todas las voces”57. conocimiento que ha de ser instrumental en la ascensión; por otro, la
relaciona con la experiencia en su primera acepción: la creación deja
vislumbrar un cierto camino hacia el conocimiento de Dios. Toda la
2.2 Ascenso a Dios y contemplación creación invita a la ascensión hacia él65.
La contemplación de las verdades eternas es a la vez camino y meta.
La fe es el punto de partida desde el cual, por la esperanza y el amor, Debemos tenerlas constantemente ante los ojos; pasar, con la ayuda del
ascendemos hasta el conocimiento de Dios y luego, por este conoci­ conocimiento, el umbral (Je la fe (desnuda) y así llegar a una compren­
miento, hacia la vida eterna. Esta consiste en conocer a Jesucristo58. H e­ sión siempre más profunda de la fe6b - éste es el camino. La meta con­
mos de “engir la escalera de la contemplación" y hacemos con “alas de siste en llegar a poseer estas verdades, cuya contemplación es el gozo
águila” para “sobrevolar lo terreno y elevarnos hasta el cielo”59. Este supremo. De la contemplación de la obra del Espírim Santo brota la
ascenso es seguimiento de Cristo, imitación de su ascenso al ciclo: por­ indicación más clara - y más claramente histórico-salvifica - de la expe­
que ¿1 ascendió “para estimular nuestros deseos y arrastrarlos detrás de riencia de fe en Ricardo:
é l”. Para levantamos hacia él, Cristo nos envió a su Espíritu, para que,
mientras corpóreamente todavía no seamos capaces, ascendamos en el " T o d o a m o r e s un f u e g o , p e r o un fu e g o e sp ir itu a l. L o q u e el f u e g o m a te ­
Espíritu y esp ir analmente"0. Ricardo habLa del don especial (de la gracia) rial h a c e c o n e l fie r r o , el f u e g o d e l q u e h a b la m o s lo h a c e en el c o r a z ó n
de im p u r o , g la c ia l, e n d u r e c id o . P e n e tr a d o p o r e s t e fu e g o , e l e sp ír itu h u m a n o
p ie r d e p o c o a p o c o to d o c o lo r n e g r o , to d a fr ig id e z y to d a d u r e z a y to d o
“sobre las alas de la contemplación volar hasta este [tercer] cielo y fijar la en él s e tr a n sfo r m a en s e m e ja n z a d e a q u el q u e lo in fla m a . Q u e m a d o por
m ir a d a d el e sp ír itu s o b r e la lu z r a d ia n te [d e D io s ] ”*’1. e ste fu e g o d iv in o in c a n d e s c e to d o e n te r o , se c o n v ie r te to d o e n te r o en
b r a sa s, y se c a m b ia , líq u id o , en e l a m o r d e D io s ” f’7.
El tercer cíelo es aquel en el que Dios solo habita. El primero es entrar en
sí mismo; a este cielo ascendemos cuando el espíritu no se agarra de lo Sin embargo, también este texto está relacionado con Cristo sólo por
“terrestre y transitorio”. El segundo es la “gloria incorruptible” a la que medio de la mención de la ascensión en el Prólogo. Mucho más todavía
nos preparamos por las virtudes02 La semejanza con Agustín es evidente, que en Agustín, el ascenso a Dios ha encubierto el misterio pascual.
igual que el desplazamiento del acento en el seguimiento de Cristo, el
alejarse de la ocupación en las “cosas terrenas” y el acercarse a la con­
templación de lo eterno. Del misterio pascual del kerygma sólo quedó la 3. El Dios una - la esencia (substancia) divina
ascensión de Cristo®1. Negativamente esta comprensión significa una
reducción del kerygma, pero positivamente expresa el anhelo de la visión Al empezar también él con la única substancia de Dios (Libros I - II)
definitiva de D ios64. Ricardo sigue por lo pronto el símbolo atanasiano08. Además recoge las
fórmulas del sinodo de Reims (1148) contra Gilberto de la Porrée69.
Ricardo pregunta por el altísimo y retoma en su respuesta la conocida
57. Trin II.1 i SC 63,110. fórmula de Anselmo de Canterbury, modificándola: “Llamamos altísimo
58. Jn 17.3; Prólogo ' SC 53.52.
59. Prólogo / SC 63,54. Cf. V,4 ( SC 63,306.
50 Ibid
65. G. Salet, SC 63,26; P. Cacciapuoti, o. c., 72; W. Simonis, o. c., 102.
61. P ró lo g o /S C 63,58; VI, 23 /'SC &3.44ÍL
66. Trin 3,3 f SC 63,68; 1,4 / SC 63,72.
52. P ró lo g o /S C 63,56.
57. Trin V I,1 4 / SC 63,414.
53 Cuando P. Cacciapuoti. o. c. [nota ] 3 1, 72, anota que el triple ascenso se funda en
68. DS 7 5 ,3 -4 .
el n islerio pascual, ésto es salo -implíe llámente correcto. 69. DS 745. Hay una concordancia notable entre las fórmulas de Ricardo y las del si-
64 J.Beum er, o c. [ñola ]], 216 s., quiere deducir de este texto y de otros semejantes rodo. A Gilberto de la Porree se 1c había reprochado haber separado a la esencia divina de
que Ricardo es un místico. Sin embargo, el De Trinitaíe proporciona pocos fundamentos Dios m ism o y haber negado que las propiedades de las divinas personas sean éstas mis­
para esla opinión.
mas, G. Dumeige. o. c. [nota 3], 79.
412 v i. E l D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (B ) 413
D io s en m e d io d e n o so t r o s

aquello, más allá del cual nada puede ser mayor, nada m ejor’'70 La aña­ del modo de sus argumentos de razón, de su función preparatoria y,
didura del “nada m ejor1’ liga el hablar de la subslancia al menos indirec­ sobre todo, de la relación estrecha con el símbolo atanasiano'6.
tamente con el ascenso contemplativo hacia Dios. Luego deduce de la En el Libro II, Ricardo desarrolla las propiedades de Dios, de nuevo a
fórmula m odificada que debe haber una subslancia que “reúna ambas partir de su perfección y a partir del sím bolo'7. Así puede decir que Dios
cosas, que ocupe el máximo lugar y que tenga el ser por sí misma", por­ es omnipotente78, simple7"', rico80, inmutablesl, porque es perfecto. Con
que sólo así pertenece a “ese ser que es desde la eternidad y sm princi­ esto ya tiene todos los elementos para introducir la pregunta principal:
pio"71. “¿qué hay que pensar de la pluralidad de las divinas personas y de sus
Lo que le importa son los modos de ser en su orden de origen. Dis­ p ropiedades T ,S2.
tingue tres de ellos: 1. “Todo lo que existe [...] o bien tiene eL ser desde la
eternidad, o bien ha empezado a ser en el tiempo”; 2. “Todo lo que existe
[...] o bien tiene el ser por sí mismo” ; 3. “o bien lo ha recibido de otro72. 4. Instrumentos conceptuales para la parte central:
Con el prim er modo de ser Ricardo ha establecido el límite entre Dios y persona, substancia, existencia
la creación; con e l segundo y tercero ha dado entrada, en principio, a la
posibilidad de distinguir las divinas personas entre sí. Por el momento Ricardo inicia su teoría del amor en el Libro III, sin haber explicado qué
relaciona el segundo modo de ser con la substancia: si sólo la divina entiende por «persona» y «comunión»83. La definición de la persona se
substancia tiene el ser por sí misma, se SLgue que todos los demás seres hará esperar hasta el Libro IV, pero es esencial para la comprensión y el
tienen el ser de ella. cuestionamiento crítico de su teoría. Por consiguiente, la adelantaremos
aquí corrigiendo, por asi decirlo, el método de Ricardo. Lo que para él
“ [...] s ó lo la su b slü n cia d iv ir a es por si m ism a [ ...]. A h ora b ien , lo d o ]o
significa la comunión tendrá que ser aclarado después separadamente.
q u e tien e o pu ed e tener su origen en la su b sla n c ia d iv in a es c bien produ­
Será útil empezar con dos anotaciones: /. Ricardo parte de lo que
c id o por obra d e la naluralexa d iv in a , o b ien es un d on gratu ito'’7-*.
distingue a las personas y no de lo que tienen en común:

‘ C iertam en te, p or d on d e h ay tres p ersonas, n ecesariam ente hay u n o que


Esta explicación lo lleva en toda lógica a la creación de ta nada. Aquí
sea un « q u ien » y otro q u e sea un « q u ien » y un tercero qu e sea tod a v ía
también se ve con más claridad por qué Ricardo cree no poder hablar de
Dios y de] orden salvífico al mismo tiempo. otro c«quicn>». Es n ecesa rio qu e cada uno d e e llo s ex ista in d iv id u a lm en te
por sí m ism o y qu e sea d istin to d e lo s otros d o s por una d istin ció n propia
A partir del ser-de-sí-mismo de la divina substancia, Ricardo puede
y por una p ropiedad distinta. D e la m ism a m anera y sin duda alguna,
deducir la unidad de Dios que significa que también el poder y la sabidu­
d o n d e h ay tres su b stan cias e s ab solu tam en te n ecesa rio q u e la una sea un
ría en Dios son una sola cosa, porque Dios tiene todo de sí mismo7\ En
« q u e « , qu e la se g u n d a sea un « q u e» y q u e la tercera, en relación co n las
lo que sigue, sin embargo, Ricardo no enfatiza ni el poder ni la sabiduría,
d o s prim eras, sea todavía otro « q u e» . Porque si no hay n in gun a d iferen ­
sino la perfección de Dios que abarca a ambos y se expresa en ambos75.
cia, tarrp aco pu ed e haber pluralidad”84.
También estas explicaciones preparan ya la pieza central de su tratado, el
argumento por !a trinidad de las personas derivado de la perfección del
amor. En la demostración de la unidad de la substancia, el lenguaje de
Ricardo es marcadamente funcional, lo que se desprende una y otra vez 76. Por ejemplo Trin 1,16-17 / SC 63,92; 11,19 / SC 63,146.
77. Por ejem plo 11,1 / SC 63,110; 11,15 / SC 63,136.
78. Trin |[,I5 >SC 63,138.
79. Trin 11,20 / SC 63,146.
80. Ibid.
70. Summum verc omr.ium dicimus, que nihrl cst majus, nilril nteüus, Trin 1,11 / SC
63,82; cf. A nselm o. Monohgior, 1 - 4 /P L '.58,144-150 SI. Trir 11,3- / SC 6 3 ,1 12s.
73. Trir 1,11 ,'SC63,&4 82. Tr n 111,1 / SC 63,164.
72. Trir. 1,5; SC 63,74. 83. Asi también U. KLüncweg, o. c. [nota 5], 413: “Ricardo ha concluido formalmen­
73. Trir, 11,8 i SC 53,3 20s. te, a partir de la esencia del sumo amor que no puede faltar en Dios, que hay una trinidad
74. Trir 1,16-17 / SC &3.9C-94. de personas en ta divina substancia, y esto sin haber discutido el concepto de persona”.
75. Trin 1,18-25 / SC 6 3,94-104. 84. Trin 1V.9 / SC 63,246s.
414 D tO S EN MEDIO DE NOSOTROS V I. E l D io s q u k «hace» s a l v a c ió n (B ) 415

Este texto es interesante porque parece igualar persona, substancia y Para poder resolver el problema de la distinción entre substancia y
«propiedad» (proprietas). Aunque la persona sea un «quien» y la subs­ persona, Ricardo había introducido ya en el Libro II, al hablar de la pro­
tancia un «que», es obvio que «alguien» es simultáneamente, aunque piedades divinas, el concepto clave de la “substancialidad”94:
desde diversos puntos de vista, un «quien» y un «que», que en cuanto
propiedad es diferente de todos los demás. Al mismo Lempo, el texto “T o d a s u b s ta n c ia tie n e el ser d e su s u b s ta n c ia lid a d [...]. L la m a m o s s u b s -
indica el punto 2: las definiciones tienen una clara fundón, a saber, la de ta n c ia iid a d a q u e lla p r o p ie d a d d e la s u b s is t e n c ia , d e la q u e la s u b s ta n c ia
hacer compatible la trinidad de personas con la unidad de la divina d e r iv a s u n o m b r e y su s e r ” 95.
substancia85. Desde el principio, por consiguiente, no puede tratarse de
averiguar quién o qué es una persona, sino que Ricardo busca una res­ Luego precisa que la substancialidad de la substancia humana consiste en
puesta “para los que pregunten: estos tres en la Trinidad Lson tres qué?”36 la humanidad y presenta a continuación tres grupos de substancialidad:
y una respuesta que excluya el triteísmo. Piensa, además, que el uso de la puede ser “genérica” (generalis), “específica” (specialis) o “individual”
palabra «persona»>para el “misterio sublime y sobreeminente de la Trini­ (individualis). Entiende por “genérico” aquello que diferentes especies
dad” es inspirado por el Espíritu Santo'"". Con estos datos ya se impone la tienen en común: la corporalidad; “específico” es aquello que todos los
pregunta de si esta función concreta de la palabra no lo llevará, igual que individuos de una misma especie tienen en común: la humanidad; e “in­
a Agustín, a un concepto de persona «vacío». dividuar’ es la substancialidad que “se encuentra exclusivamente en un
Fiel a su propósito de empezar con la experiencia (aquí en su segunda solo individuo y que de ninguna manera puede ser común a varias subs­
acepción), Ricardo se guía por “la comprensión simple y común que el t a n c i a s S i tenemos presente que lo que Ricardo quiere hacer es distin­
uso de la palabra persona despierta en cualquiera”68. Lo que le importa guir y establecer la función de la palabra persona y que, por eso, le im­
es, otra vez, la forma concreta y la particularidad o propiedad, es decir, porta el m odo de ser concreto de una persona que ya había dejado prepa­
lo que la distingue de otras89. Al parecer, persona es una afirmación so­ rado en el Libro I, es coherente que reinterprete el concepto de substan­
bre la substancia1*0, porque cuantas personas hay, tantas substancias. cia en el sentido de la substancialidad individual. Además, en su tiempo,
Evidentemente esto no puede ser. porque entonces habría que admitir la substancia todavía no designaba al “esse in se frente a los accidentes”
también en la Trinidad tres substancias por el mero hecho de que hay tres en el sentido aristotélico, sino precisamente la realidad concreta de un
personas*1. Debe haber, por consiguiente, “una gran diferencia de signi­ ente'5’. Si nos fijamos en toda la línea de argumentación de Ricardo,
ficado”52 entre substancia y persona en vista de que substancia, aplicada podemos constatar que ha dado una vuelta en círculo, porque ahora te­
a Dios, designa la única esencia. La explicación anterior de que “la pala­ nemos que substancia = substancialidad individual = persona98. Si, ade­
bra substancia da a entender un «algo» [un «que»] más que un «quien», más, tomamos en cuenta que llama al alma y cuerpo en el hombre cada
mientras que la palabra persona, en cambio, da a entender un «quien» uno “otra substancia”99, resulta que, en sentido estricto, ya no puede usar
más que un «que» [un «algo»]”q3 no lo ha hecho avanzar mucho, pues la este concepto para designar a la persona.
substancia humana sólo existe como persona, es decir, como un «quien». Ricardo da un ejemplo de la substancialidad individual: consiste, de­
rivada de una persona concreta, «Daniel», en su «danielidad» (danieli-
85 H. Wipíler, o. c. [nata 5 |, 166; Trin V J .2 2 /S C 63.446; A.-M . Élhicr, o c. [ñola tas):
II ), 94; U. K ünew eg.o. c. [rióla 5], 405. También aqui Ricardo hase referencia al símbolo
atanasiano. DS 76.31.
8ó Trin IV .5 /S C 63,238; c f Agustín, DT V.9; VU.4,8; VII,6,11
87. Ibid. Es r. ota ble que en Trin EV,20 / SC 63,278 ofrezca una semántica de las dife­
rentes expresiones que designan a la persona: substancia, subsistencia, esencia para llegar 9-í-. H. Wipflcr, o. c. [nota 5], 53.
también independientemente de la «inspiración» por el Espíritu a la conclusión de que 95. Trin 11,12 /S C 63,130.
persona sigue siendo la palabra más adecuada. 96. Ibid
88. Trin IV .5 /S C 63,240. 97. H. R. Schlcttc, o. c. [nota 32], 64ss. Sin embargo, cf. Trin IV,23 / SC 63,284,
89. H. R. Schlettc, o. c. [nota 3 2], 65s. donde Ricardo habla de la substancia humana como portadora de accidentes y la llama
90. Trin IV .6 /S C 63,240. tale qu id[...] quod consistat in seipso.
91. Trin IV .8 /S C 63,246 93. Cf. Trin IV,6 / SC 63,242: “[...] cuando usamos la palabra persona, nunca enten­
92. Trin I V ,6 /S C 6 3 r240s. demos otra cosa que una sola única substancia singular”.
93. Trin IV.7 j SC 63,244. 99. Trin IV ,10 / SC 63,248, cf. 111,9 / SC 63,186.
416 D io s en m e d io d e n o s o t r o s
VI. El D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (B) 417

“ La d a n ie lid a d e s a q u e lla s u b s ta n c ia lid a d o , si s e p r e fie r e, a c u e lla s u b ­


propiedades (la substancialidad individual - la subsistencia) en su apli­
s is t e n c ia , p o r la q u e D a n ie l tie n e el ser la s u b s ta n c ia q u e él m is m o e s, y cación a la Trinidad.
e n la q u e n in g u n a otra p u ed e p a rticip a r. La h u m a n id a d , ig u a l q u e la c o r ­
Basándose ahora de nuevo en la diferencia1113, Ricardo sigue pregun­
p o r a lid a d , e s c o m ú n a m u c h o s , p ero la d a n ie lid a d e s to t a lm e n te in c o m u - tando por la realidad concreta:
n ¡ c a b le ’*100.
“ Para d is tin g u ir a la s p e r s o n a s , d o s c o n s id e r a c io n e s m e p a r e c e n n e c e s a ­
r ia s n e c e s ita m o s sa b e r c u á l ser e s la p e r so n a y d e d ó n d e tie n e e l ser. L a
Con esto queda claro también que la persona es ' ‘incomunicable”, enten­
p r im e r a c o n s id e r a c ió n p r e g u n ta p or la c u a lid a d d e l ser d e la c o s a , la s e ­
diendo bajo “ incomunicabilidad” su diferencia de todas las demás perso­
g u n d a p or e l o r ig e n d e la c o s a . [...]. P o r un la d o s e b u sc a u n a d e f in ic ió n
nas " En realidad, toda la construcción tripartita de la substancialidad es
d e l s e r m is m o o u n a d e s c r ip c ió n , a lg u n a d e te r m in a c ió n d e su p r o p ia n a ­
problemática. Si intentamos sustituir por la substancialidad individual =
tu raleza; p o r o tr o s e e stu d ia el ord en d e la n a tu r a le z a , el o r ig e n d e l ser
danielidad nuestra «autopresencia», se sigue que la autopresencia es
m is m o u otra p r e c is ió n d e e ste tip o . En un c a s o s e c o n s id e r a e l m o d o d e l
incomunicable en cuanta designa la individualidad diferente de cada
ser ( m o d u s c s s e n d i) , en el o tr o e l m o d o d e o b te n e r el ser (m o d u s o b ti-
persona En este aspecto podemos estar de acuerdo con Ricardo. Si, sin
embargo, lo ‘ específico” (species) ha de ser la humanidad, esto significa n e n d i) [ ...] " 104.

que la humanidad (el ser hombre) sólo puede darse en la forma de la


autopresencia = danielidad. El ser hombre y la danielidad no son separa­ Ricardo ofrece la siguiente definición para la obtención del ser (obtinen-
bles entre si y no pueden ser atribuidos a diferentes grupos. Al hablar de tia): es ,¿el modo en el que alguien obtiene lo que es substancialmente o
las substancialidades, Ricardo argumenta explícitamente a partir de lo lo que posee naturalmente” 105. Esto aclara la función de este tipo de len­
común y ya no a partir de las diferencias, de manera que ahora podamos guaje: Ricardo no está preguntando por la persona humana, sino por las
decir: el ser hombre consiste en la substancialidad ds la «autopresencia- personas divinas106. Si tomamos en consideración que las propiedades
en-relación». Aquí se hacc cLaro que sólo dentro de un grupo (especie, personales son características fácticas de distinción que describen el «de
species) tiene sentido hablar de relación y precisamente no en el contexto dónde» (quo) de la persona107, parece coherente que, en último término,
de una individualidad «incomunicable». la propiedad personal sea siempre restringida al origen108 del que uno
Al atribuir la substancialidad individual a la «especie» y al negar, por tiene el ser y que así el origen llegue a ser determinante para la explica­
consiguiente, que constituye un grupo aparte, ya no podrá decirse que ción de las divinas personas. Si relacionamos este rasgo con la crítica que
hicimos, desde la fórmula «autopresencia-en-relación», a la comprensión
"la s u b s ta n c ia lid a d in d iv id u a l e s a q u e lla q u e s e d a en un s o lo in d iv id u o y
de la substancialidad individual, resulta que aquí se está implicando una
d o n in g u n a m a n era p u e d e se r c o m ú n a v a r ia s s u b s ta n c ia s ” 10',
relación en sentido impropio, carente de autopresencia, porque el origen
debería pertenecer a la historicidad individual (danielidad), mientras que
sino que se sigue más bien lo contrario, a saber, que la substancialidad
individual es el rasgo fundamental de todos los hombres y, por ende, lo 103. U. Küneweg, o. c. [nota 5], 414, escribe: “Ricardo quiere entender a la «perso­
que tienen en común. La diferencia individual reside en la concretización na» en el sentido de una variable individual. El término abstracto «persona» ha de conte­
ner ya |. | el elemento que distingue a varias personas, sin que sea necesario representarse
de la «danielidad» o en el ser «autopresencia-en-relación» de cada uno
a personas concretas”. Se impone la pregunta de cómo esto ha de ser posible. Sin embar­
Esta corrección debilita la incomunicabilidad de la persona tal como go, una frase semejante es correcta en cuanto se pregunta por el origen y es esto lo que
Ricardo la comprende y cuestiona la identificación de la persona con sus hace esie concepto cuestionable desde el principio.
104. Trin IV ,1 1 / SC 63,252.
105. Ibid. Ricardo entiende bajo la obtinentia “el quis personal en cuanto que, como
persona, puede poseer algo, en contraposición al quid numérico [...] que no puede poseer,
1CKD Trin 1 1 ,1 2 /S C 6 3 ,1 3 0 . sino sólo ser poseído [...]. Esto hace que Ricardo pudiera sin problema formular así: tres
tC»l u . Dumcigc, o. [nota 3 |, 303. Entender a csia persona com o un yo en el sen­ obt:ncntes vel haberles (personae divinae) et unum possessum vel habitum (quid vel quale
tido moderno del término, por un lado, y como un '10, incomunicable en el fondo, pero quid)”, H. Wipfler, a. c. [nota 5], 70.
abierto , por el otro, es lo mismo cue llenar los conceptos de Ricardo acriticamente con 106. Cf. W. Simonis, o. c. [nota 8], 111.
termino ogías modernas y, por lo demás, contradictorias. 107. H. Wipfler, o. c., 56s., 61.
102. Trin II, 1 2 / S C 6 3 ,1 3 0 . 108. Ib id ..60.
418 D IO S EN MEDIO DE NOSOTROS VI. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (B ) 419

la autopresencia debería ser predicada de la «especie»09. Esta dificultad por el distintivo del origen que agrega al concepto de persona cual prin­
se resuelve sólo al decir que la autopresencia «específica» está históri­ cipio ordenador l5. Hasta ahora el concepto de persona ha sido más bien
camente codeterminada por el ongen. Coherentemente, lo mismo ha de difuso, pero el énfasis en el origen introduce un elemento que, en nuestro
valer de las propiedades110. propio tiempo, tiene otra implicación: particularmente en el Tercer M un­
Ahora Ricardo ya ha dado lodos los pasos necesarios para introducir do, este concepto parece fundamentar unas estructuras feudales todavía
su concepto de la existencia Mantiene la consideración del ser (ratio en vigor, conforme a las cuales siempre las mismas personas, que pro­
essentiae) y la del obtener (ratio obtinentiae), es decir, la pregunta por el vienen siempre de las mismas familias ricas y pudientes, ejercen el poder
«qué» y la pregunta por el «-(de dónde» que había formulado al hablar de político
la persona. Luego afirma: En su conjunto, la introducción de la existencia apenas trae algo nue­
vo116 y hasta tiene un aspecto francamente negativo: si la preposición
"El nombre existencia se deriva del verbo existir (exsistcre). Luego el <cex» tiene la función de indicar la relación de origen de las divinas per­
verba ‘sistere' pertenece a la primera consideración [ratio essentiae], y la sonas y de diferenciar entre ellas en cuanto «existentes», resulta que el
preposición ex obviamente indica a la segunda [ratio obtinendi]” 1n. concepto de existencia es aplicable al Padre sólo en sentido impropio o
negativo, porque él es sin origen"7. Sin embargo, el concepto también
Por consiguiente, ex-sistir es si st ir-a-partir-de alguien, substancialmenle tiene dos funciones positivas: /. Cuando se habla de existentes, este
tener eL ser de alguien11". Poco después Ricardo afirma que “'la expresión modo de hablar parece exigir la pregunta por el ser constitutivo de una
existencia [...] indica al que substanciaInietite tiene el ser en razón de una persona o autopresencia con más claridad que el hablar de persona. De
determinada propiedad1’113, lo que podría coincidir con nuestro concepto esta manera el concepto de existencia sí connota una cierta concretiza-
de la autopresencia, a condición de que la existencia perteneciera a la ción"s. 2. Es cierto, como mantiene Ricardo, que el verbo sistere puede
segunda substancialidad de la «especie». Precisamente eslo, sin embargo, predicarse tanto del ser creado como del increado1'9, a condición de que
lo excluye Ricardo unas cuantas frases más adelante Para él, aunque no se haga análogamente120. Con esto ya queda establecido qué es lo que
de manera unívoca"4, la existencia es lo mismo que la persona, excepto

Poco después se expresa de manera semejante sobre las «personas». Luego sigue: “En
109. En otra terminología, ésta es también la conclusión de H. Wipfler, ibid. Er su Dios p jede buscarse sólo en el origen la diferencia entre las personas y existencias .
opinión, la propínelas persor»al;s siempre es sólo la origo, no una propiedad realmente 115. Trin LV.17 / SC 63,264; cf. H. Wipfler, o. c., 74.
de .entunante y constitutiva’ . L. Ktincweg, o. c. (nota 5], 417, lo ve de manera totalmente 116. II. R. SchleUc, o. c. [nota 32], 66. Schlettc agrega: “[...] hay que decir, sin em ­
d:ferente: “Con la pregunta por eL origo Ricardo ha logrado establecer formalmente las bargo, que la explicación de Ricardo, por su amplitud y apertura, puede prestar excelentes
propiedades de las personas y sus relaciones mutuas, sin servirse de la clásica doctrina de servicios para la iluminación descriptiva de la esencia de la persona”. Sin embargo, la real
las relaciones”. También P. Hofmann, o c. (nota 4], 223, nota 144, opina contra Wipfler contribución del concepto de existencia sólo puede consistir en la introducción del con­
que Ricardo cha hecho justicia tanto al aspecto constitutivo com o al fáct ico-nocional del cepto de origen.
ser persona” . 117 H. ü . von Balthasar, o. c. [nota 35], 125, nota 5; H. Wipfler, o. c., 71; “[Ricar­
LIO. H. Wipfler, o c., 71, se expresa en el mismo sentido: si Ricardo en correspon­ do! nc> pregunta par el origen del ser persona del Padre [...]. Una cosa queda clara: su
dencia con los tres inodi obtirtcndi habla también de eres praprietates personales, se mues­ negativo a nullo esse no puede ser el fundamento positivo del ser persona”, ibid., 63.
tra otra ve¿ [...] que sjs llamadas propiedades personales’' tienen una función meramente 118. Ricardo no niega que los existentes tengan “también un elemento formalmente
nocional. P. BoJmann, o. c., 226, observa: “En vista del modus obtinerdi la origo ha de constitutivo de las personas, por medio del cual puedan ser distinguidas. Hasta parece que
concebirse com o constitutiva de la persona’ . Lo fundamenta con el argumento de que la lo este incluyendo” , aunque, en último término, ignora simplemente este aspecto formal
origo com o aspecto de la obtinentia ha de verse “com o una autorrealizacion activa-pasiva del se- pe-sona, H. Wipfler, o. c., 76s. Sin embargo, sigue siendo ilegítimo llenar el con­
d». la persona constituyéndose en esta autcrrealizaciór'. El problema es cjiie según nuestro cepto de existencia de Ricardo sin más con contenidos modernos, como lo parece hacer H.
concepto c e autopresencia no puede haber una '‘auiorrealización activa-pasiva” y que es Mühlen. o. c. [nota 20], 39s.: “ ¡La relación de las personas con las personas de las que
más que cuestionable st la palabra «autonealización» tiene correspondencia alguna en la tienen el origen pertenece a la esencia de la persona! Debido a que, en su discusión de
terminología de Ricardo. Ricardo. Vlühkn había hablado de la relación matrimonial y de la familia, habría que
111. Trin IV,12 / SC 53,254. preguntar si el ser hijo pertenece a la definición de la persona del hijo que proviene de
112. Ibid. estos padres. Si se contesta afirmativamente, las consecuencias en términos de patriarca-
113. Trin IV ,16 / SC 53,262. lismo'autoritarismo y del infantilismo correspondiente son incalculables.
114. Cf. las expresiones imprecisas en Tria IV ,15 i SC 63,260: “está claro que en la 119. Trin IV. 1 2 /S C 63,254.
n atúrale ¿a divina la pluralidad de las existencias admite sólo la diferencia de origen''. 120. H. Wipfler, o. c., 21; P. Hofmann, o. c. [nota 4], 223s.
420 D ios e n m e d io d i«n o s o t r o s 421
V I. E l D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (B )

quiere lograr con su p ro p ia definición de la persona contra Boecio121: una mportante de Ricardo de que ha de ser posible hablar de Dios y del
fórmula que valga ta n to para las personas humanas corno para las divi­ hombre por medio de un solo concepto de persona.
nas.
La nueva fórm ula de Ricardo para las divinas personas reza: ' ‘La per­
sona divina es la e x isten cia incomunicable de la divina naturaleza”1" . Si 5. La parte central: la teoría del amor
es asi, la persona e stá determ inada por el «que» de la substancia divina y,
a la vez, por su o n g e n . Es un “existente por sí mismo bajo un cierto
El decisivo Libro III del De Trinitate de Ricardo es comprensible sólo si
modo singular de e x isten cia racionar”23. A continuación Ricardo subra­
lo leemos teniendo en mente sus conceptos de persona y de existencia. A
ya que esta fórm ula v ale para Dios y para los hombres, por el hecho de
causa de la terminología insuficiente podemos anticipar que la parte
que hay diferentes m o d o s de existencia racional. Su apreciación del valor
central entrará en dificultades precisamente ahí donde presupone esta
de esta definición, s in embargo: ‘ que ilumina la pluralidad de las perso­
nas y hasta ía T rin id a d entera” 2“, no es sostenible, porque la definición term inología127.
También aquí hay que recordar primero la función de los argumen­
es débil en todos lo s puntos que ya hemos cuestionado al hablar de los
tos: con sus explicaciones, Ricardo quiere quedarse apegado al símbolo
diferentes elem entos q ue la componen. Muy importante en este lugar es
atanasiano. Sin embargo, se trata simultáneamente de algo más que no
la funcionalidad d e l argum ento y del lenguaje: en el mismo contexto
aparece en el símbolo de fe y que está directamente relacionado con la
Ricardo dice ex p lícitam ente que quiere excluir la cuaternidad y que quie­
experiencia en su sentido propio (el tercero): de la explicación del miste-
re reconciliar la u n id a d de la substancia con la pluralidad de personas.
no del am or perfecto128. Para lograr esta explicación, Ricardo parte de la
Podemos resumir q u e la atribución de la substancialidad individual a un
perfección divina que ya había destacado en los dos primeros Libros para
grupo separado lo g ró lo que la funcionalidad ya habia sugerido que
tam bién el concepto d e persona de Ricardo quedó «vacío», porque le preparar la parte central:
falta el elemento c o n stitu tiv o de la persona o la autopresencia135.
“Donde hay la plenitud de la bondad, no puede faltar el amor supremo,
Este vacio sólo se corrige cuando Tomás de Aquino determina la per­
porque nada es mejor ni más perfecto que el amor. Nunca se dice de al­
sona como “relació n subsistente ’, un concepto que en sentido estricto
guien que posea el amor perfecto en virtud del amor exclusivamente per­
sólo es aplicable a D i o s 126. Esta corrección, a su vez, destaca la intuición
sonal que se tiene a sí mismo. El amor debe tender al otro, para que pue­
da ser cari dad. Por consiguiente, donde no hay pluralidad de personas es
121. j raticnalis n aiu rae individua subsíantia, T rir IV,21 i SC 63,27$; P Cacc:a- imposible que haya caridad”1-19.
puoti, o .c . [ñola I3J, 7 7 : L o que le causa problem as a Ricarda es la afirm ación ce la
autonom ía.que tam bién p u e d e significar una singularidad aislada y así hacer im posible la
aplicación del co n cep to d e p erso n a a la Trinidad. H. W ipfler, o. c. |no(a 5], 56: “Y a no le Éste es el argumento base de Ricardo y ésta es su intuición fundamental.
!...] basta cor. el c o n cep to d e la subslancia singular e individual, porque lacssen lia divina Inmediatamente después se indica la función: en la divinidad verdadera,
com ún a las d ivinas p e r s o n a s ya es- tal substancia singular e individual” . Con esto queda una persona divina necesita a otra de igual dignidad130, para poder “co-
claro que Ricardo q uiere e x c lu ir una cuatcm idac en Dios.
122. T rin IV ,2 2 / S C -63,280.
]2 3 . Tr n [Y .2 4 / S C 6 3 .2 8 4 .
124. Trin V , 2 ] / S C 6 3 ,3 5 4
125. H. W ipfler, o . c . [n eta 5J, 7 9-87, 101 y A.-M. Éthier, o. c. |nota 11], 95-1 0 0 ,
127. P Hofmann, o. c., 220, ve el mismo problem a: “ Hasta dónde el personalism o
llegan a la m ism a c o n c lu s ió n . Según estos autores, Ricardo dejó todo el problem a de la
trinitaria ce Ricardo será sostenible, depende enteram ente del concepto de persona desa­
persona ahí d o n d e Tiabía q u e d a d o antes.
rrollado en el Libro IV' y de las consecuencias sacadas en el Libro V” Sin em bargo, para
126. ST'n la, q.29, a . 4 : P ersona igitur divina significar relctionem ut subsistente™.
Hofmann el concepto de persona está logrado.
B. j I lilbcralh, D e r P e r s o n b e g r ijf d e r Trinitctstiieologle m Rückfrage ron Karl Rahner zu
128. G. D jm cig e, o. c. [nota 3], 103.
Ter-ulficn? "Adversas P r a x e a n ", [TS 17, Tyrclia, Innsbruck-W ien 1986, 125: “S e trata,
129. Trin 111,2/ S C 63,168.
sin em bargo, sólo de un a c o rre c c ió n en e. aspecto externo - de ninguna m anera se dlesa-
130. Ibid.. SC 63,170. J. Splett, Dialektik des Tuns - D ialogik - Person-Sein in tri-
nrolla ¡a esencia de la. p e r s o n a com o relaciona!”. Donde se acepta plenam ente e l concepto
niiarischer Anaiogie, ThPh 61 (1986), 161, cita en este contexto una frase de M. Blondel,
de persona de R icard o , c o m o en U. Küneweg, o. c. [nota 5 |, 416, P. Hofmann, o. c. [nota
L'Action, Paris 21950, 349: “ Debido a que lo personal no puede ser solitario porque sólo
4], 227, hay que p r e g u n ta rs e si el c o n c e d o de Ricardo no se iguala sin m ás al concepto de
es personal no estando solo, [...] [su perfección] sin la Trinidad es m ás incom prensible que
persona de la a lta e s c o lá s tic a .
la Trinidad es incom prensible para el hom bre”.
422 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS VI. El D ios QUE «H ACE» SALVACIÓN (B) 423

municar la plenitud infinita de su abundancia'’131. En una frase que casi amor soberano’” 37. Su argumento es el siguiente: en el máximo amor no
puede entenderse como relacional dice luego: puede faltar lo más grande y eso es

“Lo propio del amor, la condición misma de su existencia, consiste en ;,d e s c a r q u e e l o tr o s e a a m a d o c o n el m is m o a m o r c o n el q u e u n o s e s a b e


que el que ama mucho también quiere ser amado mucho por aquel a a m a d o . En e l a m o r m u tu o , en el a m o r a r d ie n te , n a d a e s m á s raro ni m á s
quien ama. No puede haber un amor feliz a menos que sea muluo’ IJ2. a d m ir a b le q u e q u er e r q u e a q u el a q u ie n a m a s m á x im a m e n te y d e q u ie n
e r e s m á x im a m e n te a m a d o a m e a otro c o n un a m o r ig u a l. A s í la p r u e b a
Por lo visto, sin embargo, lo que le importa a Ricardo no es la m utuali­ d e l a m o r p e r fe c t o e s el d e s e o d e q u e e l a m o r c o n q u e u n o e s a m a d o s e a
dad del amor, sino la demostración de que los dos amantes son de igual c o m u n ic a d o a o tr o [ ...]. E s s ig n o d e u n a gran d e b ilid a d n o p o d e r a d m itir
perfección133. a q u ie n c o m p a r ta e l am or. P o d er a d m itir lo e s s ig n o d e gran p e r fe c c ió n . S i
En este mismo contexto introduce la distinción entre el amor “orde­ e s g r a n d e p o d e r lo to le r a r , e s m a y o r p o d e r a c e p ta r lo c o n a le g r ía y e s la
nado ” y el am ar "desordenado”, para completar su prueba de la igualdad g r a n d e z a su p r e m a d e s e a r lo c o n a n s ia ” 138.
entre los dos amantes. Para este lin vuelve a la diferencia entre Dios y la
creatura: para que Dios pueda ser amor, necesita a una persona digna de Parece que Ricardo parte de la representación de los celos entre amantes
su amor. El am or perfecto de una persona divina a un hombre sería un que recuerda la imagen de la relación entre Yahvéh e Israel, tal como la
am or desordenado, porque “sería desordenada el amor con el que se hemos encontrado en el AT. La idea que Ricardo tiene de los celos no
amara totalmente a alguien que no fuera totalmente amable” 34. Enton­ puede ser válida para las relaciones intradivinas; por consiguiente, la
ces, el amor de las dos primeras personas divinas es mutuo, perfecto, un mega y luego potencia la negación en tres pasos. Conforme a nuestra
am or entre personas de la misma dignidad y ordenada (cantas ordinata). comprensión de la analogía que no podemos exigir a Ricardo, este pro­
Dentro del cuadro de la fnnción de este lenguaje esta explicación es cedimiento significa únicamente que, aunque el «amor» pueda ser una
aceptable, pero se presenta un problema histórico-salvífko: si el amor de analogía apta para expresar la comunión entre las divinas personas, los
Dios en cuanto divino sólo puede darse a alguien de igual dignidad, ¿con «celos» claramente no son una analogía apta. Más importante es la preci­
cuál amor ama Dios a su creatura'? Después de todo, el kerygma anuncia sión ulterior del argumento de Ricardo: cuando uno ama a otro, un solita­
el amor de Dios a los indignos y la salvación consiste en la comunión rio a otro solitario, “hay amor (dilectio), pero no hay amor compartido
entre desiguales. Aquí se abre entre las “cosas eternas” que contempla (condilectio)” 135. Más claro aún es lo siguiente: “Mientras uno está solo
Ricardo y las humanas no una distinción m etodológica135, sino - al me­ en ser amado por el otro [...], ninguno puede comunicar su gozo”, es
nas en el sistema de Ricardo - un problema teológico135. decir, no se da la communio'40. Aquí se nota la insuficiencia del concepto
En lo que sigue, Ricardo da el paso de la pluralidad (dualidad) de las de persona construido a partir de la substancialidad individual: resulta
personas a su trinidad, de nuevo para alcanzar ‘ia grandeza suprema del que la reciprocidad o mutualidad del amor, de la que Ricardo había ha­
blado, no tiene contenido. Se tiene la impresión de que cada una de las
131. Trin 111,4/SC 63.174. dos personas se entrega “in commune”, pero que la entrega cae en el
132. Trin 111,3 i SC 63,172. vacío y no le llega al otro141. El argumento de Ricardo por un tercero en
133. Trin [31,7-8 / SC 63,182; cf. [11,5/ SC 63,180. el am or mutuo concluye así:
134. Trin I[],2 > SC 63,168. Con esta posición Ricardo refuta la tesis de Abelardo,
jfUmducríc Ci/ Thvoi. 2 ,1 4 -1 5 f PL 17&,tD72s-, de que Dios es amor en cuanta ama a la
creatura
135. Trin 1 ,3 / SC 63,70.
136. U. Kiineweg, o. c (nota 5], 432, parece no caer en la cuenta de este problema:
Con la idea de la caritas ordinal a el problema trinitario ha sido planteado y, a la vez, en
el fondo ya queda resuelto. La caritas en cuanto tal exige, para ser perfecta, una pluralidad
ce personas, mientras que la caritas ordinata exige la condignidad de estas personas, v en 137 Trin l l[ ,l 1 /S C 6 3 ,1 9 0 .
Dios esto no es otra cosa que la igualdad ce substancia". Cabe anotar lo siguiente: 1. Si 138 Ibid .S C 6 3 ,1 9 2 .
existe un «problema» trinitario, éste sólo puede ser histór co-salvífico, es decir, el nuestro L39. T n n 1 1 1 ,1 9 /SC 6 3 ,208.
propio; 2. Si se habla del amor entre personas, tal hablar erig e la igualdad de substancia 140. [ ...] praecipui gaudii communione caret, Trin 111,15 / SC 6 3 ,2 0 2 .
también, pero exige sobre todo lacocnuroón entre quienes en y por el amor son iguales. 141. C f. Trir 111,15 / SC 63 ,2 0 2 ; cf. 111,14 / SC 6 3 ,2 0 0 .
424 D :O S EN MEDIO DE NOSOTROS VI. E l D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (B) 425

‘'L o s q u e s o r m á x im a m e n te a m a d o s y q u e am an m á x im a m e n te req u ieren hinchada del amor supremo” 146 y podría integrarse la historia salvífica
c o n ig u a l d e s e o a un e o -a m a d o (c o n d ile c t u s ) , a q u ie n c o n fo r m e a su d e ­ con su dimensión social147.
s e o p o s e e n en p e r fe c ta c o n c o r d ia " 14”. Tal interpretación no quedaría fuera del alcance de las ideas de Ri­
cardo. como se puede notar en sus últimas afirmaciones sobre el Espíritu
Así se confirma que taita la autopresencia y que el concepto de persona Santo. El Espíritu Santo es el amor divino. Como tal es regalado por
está vacío: el «condilecto» no es ni autopresencia, ni siquiera sujeto, sino Dios a los hombres:
objeto. Otro texto es semejante: el «co-amor» o la «condilección» existe
cuando “[..•I c u a n d o e ste E sp íritu en tra en e l e sp ír itu r a c io n a l, in fla m a s u s a f e c t o s
c o n el ard or d iv in o y lo tr a n sfo r m a en la s e m e j a n z a d e su p r o p ie d a d p e r ­
"dos a m a r a un te r ce r a e n c o n c o r d ia y c u a n d o las a f e c c i o n e s d e lo s d o s s o n a l, p ara q u e d é te s tim o n io a su c re a d o r d e l a m o r q u e le d e b e ’’148.
p r im e r o s c o n f u y e n e n u n a s o la en el in c e n d io d e l a m o r a e ste te r c e r o ’ l4J.
Poco antes ha llamado al Espíritu explícitamente el amor común del
Si cada uno de los dos amantes fuera una autopresencia, su amor no Padre y del H ijo149, lo que, sin embargo, tiene el efecto de meterlo en
confluiría en uno; y si los dos fueran autopresencia-en-relación, la co­ dificultades con su propia deducción del tercero. A la vez parece que en
munión se daría en la diversidad, de manera que ni se daría la necesidad este texto también se vuelven a juntar la especulación trinitaria y la histo­
de un tercero. Además, es perfectamente imposible realizar el amor entre ria salvífica150 Sin embargo, si nos fijamos en que, en el mismo contexto
dos en un tercero, porque el amor entre los dos amantes ya está realizado de nuestra cita, el Espíritu es llamado el “amor debido” (amor debitus),
mutuamente; de no ser asi, no sería amor (encuentro). nos encontramos con otro problema. En el Libro V,171M Ricardo ha
Es llamativo con cuánta facilidad la mayoría de los comentarios teo­ identificado al Padre con la pura gratuidad del amor. Debido a que el
lógicos acepta la argumentación de Ricardo H. U. von Balthasar, por Hijo procede del Padre, en su relación al Padre es amor debido, mientras
ejemplo, ve precisamente en la deducción (lograda) del tercero la origi­ que en su relación al Espíritu es amor gratuito, en cuanto que el Espíritu
nalidad de Ricardo y muchos son del mismo parecer144. procede también de él. La simultaneidad de amor debido y amor gratuito
Para hacerle justicia a Ricardo es preciso distinguir entre su intuición determina la persona del H ijo15". El Espíritu, en cambio, es el que sola­
fundamental y la elaboración de ésta. Era de esperarse desde el principio mente recibe; por consiguiente, su propiedad personal es ser “amor debi­
que le fuera imposible desarrollar su idea decisiva con los instrumentos do” (amor debitus). Aquí se muestra otra vez que el concepto de persona
conceptuales que tenía Se encuentran, sin embargo, formulaciones en usado por Ricardo no es nada relacional, pero se muestra otra cosa: si al
¿1 que apuntan, más allá de sus conceptos, hacia la apertura del amor hombre se le infunde el amor debido sin que el Padre y el Hijo sean este
divino. Aunque Ricardo no haya logrado su demostración de] «tercero», amor debido, ya no es inteligible cómo el creyente lleno del Espíritu
es posible explicar su intuición fundamental en el sentida de que eí amor Santo llega por el Hijo al Padre.
mutuo entre el Padre y el Hijo - ahora entendido reIac¡ocalmente - en el
«tercera» sea su propia apertura hacia todos los «terceros». Entonces, “ P or e s o , en e l a m o r d iv in o , n o p o d e m o s s e r c o n fo r m a d o s a la p r o p ie d a d
cobraría un nuevo valor su imagen de “esta ola de la divinidad, toda d e l H ij o o a la p r o p ie d a d d e l P ad re, p o r q u e n o p o d e m o s te n e r a D io s el

I4ó. Trir. V ,2 3 / SC 63,360.


142. Trin III,11 i SC 63,192. 147. J. Splett.o. c. [nota 130], 171-173, ha visto esta posibilidad.
143. I rin II],L9 n SC 63,210. En 1 rin V.23 J SC 63,360, sin embargo, parece decir lo 148. Trir V l ,l4 / SC 63,412s.
contrario. 149. Trin VI, 10 / SC 63,400: El amor “que es común a ambos [al Padre y al Hijo] es
144. H. U. von Balthasar, o. c [nota 35], nota S, p. 97. W. K n o d i.o . c. [notaS], 222. llamado Espíritu Santo; él es dado por el Padre y el Hijo a los corazones de los santos; por
manifiesta su acuerdo; en la misma ¡¡rea también P. Cacciapuoti, o. c. [nota 13], 76, y P. él san santificados, para que merezcan ser llamados santos”.
Holmann, o. c. [rota 4J, 2L6. quien además anota que la explicación del amor de Ricardo 150. En estas pocas lincas Ricardo dice más sobre nuestra divinización que en todos
logra evitar una teología trimlaria “que hace que Dios se hunda en el mundo y en el acon­ los demás textos, A.-M. Éthier, o. c. [nota 11], 116.
te eimien te de la cruz". 151. SC 63,346.
145. Por ejemplo Trin II[,|] /S C 63,192, dotice habla de la communio. 152. Trin V ,19 / SC 63,350.
426 D io s KN MFX>10 DR NOSOTROS V I . E l D io s que « hace» s a l v a c ió n (B ) 427

amor doble ni el amor solamente gratuito. Una creatura, ¿cómo puede te­ do del amor, necesita casi borrar a las personas si quiere explicar su
ner a su creador un amor gratuito, cuando le debe todo lo que posee?”153. unidad por medio de la substancia158. Trata de resolver esta dificultad sin
loeratlo diciendo que el Padre y el Hijo tienen la única substancia en
Precisamente en este lugar Ricardo no ha relacionado creación y gracia, común, que hasta son juntos esta substancia 59. La comprensión de la
y esto cuando, al hablar de las razones necesarias, parecía presuponer substancia dificulta sobremanera la explicación de la unidad de Dios
esta relación. Ayuda poco que ofrezca un modo de empleo hermenéutico como comunión, porque, en sentido estricto, ni siquiera permite una
para la distinción entre amor debido y amor gratuito: que nadie se ofenda explicación de la comunión. Aun así, en varios lugares se llega a vislum­
si él usa las palabras que encuentre para expresar semejante “misterio brar la apertura del amor y también un cierto carácter de comunión, por
profundo” 5\ Esta no es una cuestión de hermenéutica, sino una cuestión ejemplo, cuando Ricardo habla de un consortium160, incluso de un con-
del kerygm a153. sortium “de amor dado y recibido”, en el que se da la alegría que brota
Por todas las razones aducidas, podemos decir sobre la elaboración del amor, el gozar juntos de las delicias de un amor pleno recibido como
de la intuición fundamental en la parte central lo siguiente: /. el nuevo regalo 61. Ricardo ha visto que el amor abre al amante a los otros y que se
concepto de persona ha fracasado; 2. ha quedado abierto qué es lo que comunica:
Ricardo entiende bajo tener algo en común y. m ás todavía, lo que es
comunidad; 3. el kerygma no sólo ha quedado rezagado - la cruz y la “En la divinidad verdadera cada persona es tan llena de benevolencia que
resurrección del Hijo no se mencionan1* sino que ni es integrable en no quiere poseer ningún bien, ninguna alegría sin compartirlas"10'.
la especulación sobre el amor; 4. Ricardo no ha hecho justicia a su propia
experiencia de fe y menos a la eclesial y a 3a nuestra Lo que ha quedado Aquí usa el verbo communicare. Luego, sin embargo, su concepto insu­
es la mera intuición fundam entaliy\ Queda, sin embargo, la pregunta de ficiente de persona le causa dificultades: no tiene la posibilidad de recon­
si la lectura de la obra en su totalidad no puede damos una imagen más ciliar el ‘'com unicar” (compartir) con el aspecto de la mismidad en una
precisa de la comunión. única substancia. El amor en cuanto comunicación hace “que también
personas con un ser diferente quieran y rechacen lo mismo”. Si quiere
aplicar esto a Dios y se queda con una sola “substancia del amor”, tiene
6. ¿C om unión de am or? que decir que hay en todas las personas “un solo e idéntico amor” en el
sentido de un mismo amor, y si es así, ya no hay nada que compartir,
Ricardo empieza con la substancia divina para preparar su teoría del porque la comunicación presupone una real diferencia163.
amor. El hecho es que el amor exige una unidad como comunión, es Sobre la comunión humana dice Ricardo que cuando sopla el Espíritu
decir, una comunión que se explique a partir del amor. Esto hace que del amor, “hace de una multitud de corazones en muchas personas un
para él y a partir de su intuición fundamental, la dificultad de reconciliar se lo corazón y una sola alma” 164. También parece que realmente está
unidad y trinidad es considerablemente mayor. Después de haber habla­ pensando en una comunión intradivina cuando recoge la expresión agus-
tiniana que el Espíritu es el lazo de amor y habla de un “afecto concor-

153. Trin VI,14 i SC 63,414.


154. Trin V,2 0 / SC 63,352
155. A.-M . Élhier, O.C.. 116. ¡larra este desarrollo “angustiante *. 153. Esto SC nota en Trin 111,23 / SC 63,21 6s.: en el primerplano está la “igualdad de
156. También I. Beumer, a. c. [ñola 11, 236, critica la poca importancia del Hijo en­ las personas, porque el ser supremo y supremamente simple, cuya plenitud y perfección
camado en el cuerpo total de los escritos de Ricardo. pertenece a una persona, en la misma plenitud y perfección pertenece también a las otras .
157. Soy consciente de que a evaluación de Ricardo hecha oor otros autores es mu­ 159. Trin 111,8/S C 6 3,182s.
cho más positiva, cf. P. Hofmann, o. c. [ñola 4], 233, quien califica “el modelo de la 160. Trin III, 18 / SC 63,208.
1 rinidad inmanente de Ricardo como el modelo de ana comunidad de comunicación 161. Trin VI,7 / SC 63,388.
abierta que es, a la vez, prototipo y mela de cada comunidad comunicativa humana"; G. 162 Trin 111,14/S C 63,198.
Dumeige, o. c. [nota 3], 97; P Cacciapuoti, o c. [nota 13], 87, para nombrar sólo a algu­ 163. Trin V,23 / SC 63,358. El mismo problema puede notarse en 111,22 / SC 63,216,
nos. Hay que tomar en cuenta, sin embargo, que los resultados son dferer.les según la donde dice que no sólo cada persona es lo mismo que el todo, sino también lo mismo que
manera com o se pregunta. Además, parece que no suele distinguirse entre la intuición cada otra persona, aunque su formulación es imprecisa.
fundamental y su elaboración y esto es cuest ón de hermenéutica. 164. Trin V I,1 0 / SC 63,398.
VI. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (B) 429
428 D io s e n m e d io d e n o s o t r o s

dial” que funda “el amor consocial entre y en todos” 165. Más aún, habla
7. Lenguaje y misterio
de una “diferencia en la concordia” y “concordia en la diferencia”, en la
“más armoniosa pluralidad de las divinas personas” 166. Este modo de
hablar parece dejar lugar no solamente para la comunión, sino también Hay que admitir que muchas veces su satisfacción con las racionaliza­
para la autopresencia, aunque no concuerde con la distinción estricta ciones encontradas lleva a Ricardo a un entusiasmo algo desmedido,
entre amor “gratuito’ (dado) y “debido” (recibido) en el mismo contex­ sobre todo en la parte central, pero aun así es consciente de la insuficien­
to 167. También al hablar del amor del Padre que se da espontáneamente y cia del lenguaje172. Cuando se trata de describir las relaciones entre las
al que quienes proceden de él han recibido como su regalo, no poseyen­ divinas personas “no hay lenguaje humano capaz de ser aplicado a la
do otra cosa que lo recibido de é ll6S, Ricardo sugiere una comunidad. Lo divinidad” 173. Ricardo va hasta romper con su acostumbrada satisfacción
mismo se destaca más claramente en un texto, en el que parece haber con sus propios argumentos para disculparse de que dice “lo que siente
corregido su contraposición insostenible entre dar y recibir: y que daría las gracias a toda persona que pudiera sugerirle una termi­
nología más adecuada174. Con la preocupación por el lenguaje y hasta por
Todas las personas divinas se contemplan mutua e inmediatamente, la sem ántica175 tiene que ver también su esfuerzo por expresar la relación
proyectan la una sobre la otra el rayo de la luz soberana o lo reciben. Y entre semejanza y desemejanza176 al tratar de aplicar la experiencia a
porque ven inmediatamente, también están juntas inmediatamente”169. Dios177.
Ricardo se refiere una y otra vez al misterio de Dios. Ante el Dios in­
Pero cuando habla expresamente de una “comunión de amor” 170, se está conm ensurable178 sabe de antemano que sus argumentos de razón no
refiriendo de nuevo a la deducción del «tercero». pueden valer179. El Dios uno y trino es “en sí mismo más maravilloso que
En resumen, la imagen de la comunión se ha hecho más clara, aunque todo” 180; su misterio consiste precisamente en que es simultáneamente
no lo suficiente para corresponder a su intuición fundamental. En Ricar- uno y trino181, lo que es lo mismo que decir en su am or182. Luego, Ricar­
do, al igual que en la tradición que le precede, la unidad de substancia y do relaciona el misterio de Dios con la insuficiencia del lenguaje, pro­
la unidad como comunión quedan yuxtapuestas. Esto no impide que siga porcionándonos así su propia clave hermenéutica:
siendo importante para nosotros la intuición fundamental de Ricardo171.
“La altura de este misterio es tan profunda que el hombre apenas o nunca
llegará a descubrir las palabras aptas para explicarlo”183.

172. Trin VI, 18 / SC 63,428; G. Salct, SC 63,494.


173. Trin VI,8 / SC 63,394 - lo que no excluye que lo que ha fallado en este caso no
165. Trin 111,20 / SC 63,210.
es el lenguaje, sino la analogía del parentesco.
166. Trin V,14 / SC 63,338.
174. Trin IV, 11 /S C 63,252.
167. “Si la relación mutua entre las divinas personas ha de tomarse en serio, no po­
175. Trin VI,24 / SC 63,452s.
drá haber una división entre personas que dan y personas que reciben”, comenta A. Ga­
176. Trin V I,1.5 / SC 63,374.384; VI.2 / SC 63,380; V I,17 / SC 63,424.
noczy, Lie be ais Piinzip der ¡heologíe. (7csommelt c Studien fiir eine "responsorische ”
177. La palabra analogía no se encuentra en el Trin, G. Salet, SC 63,494-496. Las
Dogmatik , R. Dvorak (cd.), Echter, Würzburg 1993, 96.
opiniones están divididas sobre si Ricardo ha conocido la analogía por lo menos en cuanto
168. Trin V .l 7 / SC 63,346.
hccho. A.-M . Éthier, o. c. [nota 11], 119, le reprocha un total desconocimiento de la
169. Trin V ,9 / SC 63,326.
analogía; J. Beumer, o. c. [nota 1], 221, coincide, aunque curiosamente disculpe a Ricardo
170. Trin VI, 1 7 / SC 63,426.
con su mística; H. R. Schlette, o. c. [nota 32], 71, ve toda la deducción del «condilectus»
171. B. J. Hilbcrath, o. c. |nota 126], 119, escribe que Ricardo piensa la unidad de
como una “analogía pedagógica ejemplar”.
Dios no a partir de la substancia, sino en categorías interpersonalcs. Por eso, seria reco­
178. Trin 11,5.10 / SC 63,118.126.
mendable que la teología moderna tome en cuenta sus reflexiones. Habría que matizar esta
179. Trin 1,19 / SC 63,96; 111,10 / SC 63,188; G. Salct, SC 63,39.
postura: debemos tomar en cuenta su intuición fundamental, pero no su elaboración de
180. Trin 111,9 / SC 63,186.
esta intuición. Es más cuidadoso X. Pikaza, Dios como Espíritu y Persone, Koinonia 24,
181. Trin 111,24 / SC 63,218.
Secretariado 1rinitario. Salamanca 1989, 1 17: “Dios es trinitario (comunión de amor) o no
182. X. Pikaza, o. c. [nota 171], 118.
es divino, esto es, no existe. Un Dios prctrinitario, sin amor interno, resulta inconcebible a
183. Trin V ,2 2 / SC 63,358.
los ojos cristianos de Ricardo de San Víctor”.
430 D io s en m e d io d e n o s o t r o s V I. E l D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (B) 431

Esto mismo lo reviste de una bella imagen: sigue el ejemplo de María al de un contenido concreto. Empecemos con la experiencia de Juan XXIII:
envolver la verdad recibida en ‘lo s pañales de [su] lenguaje, porque no en los muchos años de su trabajo en los países balcánicos había presen­
dispone de la seda de la elocuencia >,|8\ Al tratar del misterio, Ricardo ciado la fragmentación y desunión de los cristianos190. El se preocupaba
mismo desautoriza su propio argumento en 1,3 e incluye la historia salví- por la fuerza misionera de la Iglesia y por el anuncio cristiano191. Por esta
fica: Dios da la participación en su vida, abre su ‘'mano generosa” 185 y, preocupación, el signo del Concilio era para él la unidad cristiana como
por así decirlo, indica con el dedo del Espíritu aquello que hemos de ver comunión que entendía como un testimonio debido al mundo actual192.
de su m isterio186. El misterio de Dios es el misterio de la gracia y todos Con esto ya hemos indicado las dos líneas fundamentales de su pen­
los argumentos de razón vuelven a la fe187. Estos textos recogen real­ samiento: unidad y m undo193 y también el significado de su famoso
mente la experiencia de fe que tuvo Ricardo y la nuestra propia. aggiornamento194. El Papa exhorta a percibir los “signos de los tiempos”
para poder tener esperanza en medio de tantos problemas y retos - espe­
ranza para la Iglesia y para la hum anidad195. Para el Papa, entonces, la
convocación del Concilio es una respuesta a los “signos de los tiempos”.
TRINIDAD Y COMUNIÓN: Ser católico significa ser “ciudadano del mundo, porque Cristo es el
II. EL CONCILIO VATICANO II salvador del m undo196. Las alocuciones y los documentos del Papa para
el Concilio indican ya la temática de las dos grandes constituciones que
se completan mutuamente y que marcarán al Concilio: Lumen gentium y
1. Consideraciones hermenéuticas Gaudium et spes. La tarea consiste en hacer una nueva reflexión sobre la
Iglesia y sobre el mundo que prepare el camino para que ambos puedan
ir juntos en “unidad”197. Esto incluye ocuparse de la recta forma y de la
Para el Concilio Vaticano II no necesitamos una introducción histórica,
misión de la Iglesia que vive en este mundo actual, y comporta también
porque nosotros mismos pertenecemos a “nuestro tiem po” 188, en el que el
darse cuenta del estado del mundo y de sus exigencias y expectativas
Concilio quería hacer resonar su voz. Es necesario, sin embargo, hablar
frente a la Iglesia198. Se impone una renovación de la Iglesia y del mun-
de la intención de Juan XXIII al convocar el Concilio y de la tarea de los
Padres conciliares tal como ellos mismos la entendieron. El Concilio se
comprendió como una reunión en el Espíritu Santo para la gloria de
D ios189, pero esta afirmación es todavía imprecisa y tiene que ser llenada 190. W. Becker, Einführung zum Dekret über den ókumenismus - Unitatis Redinte-
gratio (a continuación UR), 11,11.
191. Ibid., 11,12.
184. Ibid., cf. VI,H / SC 63,404 192. Ch. Moeller, o. c., III, 242.
185. Trin 11,23 / SC 63,154. Problemático es lo qae sigue, sin embargo: para algu­ 193. Ibid.
nos, Dios mantiene su mano generosa a mitad cerrada, para otros la abre más, para todavía 194. “El tema indicado por el Papa Juan en su inesperada convocación al Concilio
otros la abre todavía rr.ás, cf. 1 Cor 12,4-1 ]. 13. fue el aggiornamento de toda la vida de la Iglesia, una renovación que necesariamente
186. Trin VI,9 / SC 63,396. debia empezar con la profundización de la fe común y con un ajuste [...] al tiempo actual”,
187. Trin V ,2 4 / SC 63,354. (¡ Philips, Die Geschichte der dogmaíischen Konslitution über die Kirehe “Lumen gen-
188. Gaudium et spes (a continuación OS) n. 1. A continuación los documentos del tium " (LG), I, 139.
Concilio serán citados según Concilio Vaticano N , BAC, Madrid M975 1.a indicación del 195. Constitución apostólica Humanae salutis n. 3 del 12 de diciembre de 1961, con
texto del Concilio será seguida por las pag.ir.as del lomo de la BAC er. paréntesis. Las la que el Concilio es convocado, Concilio Vaticano II, 11. El Papa habla de “ver” y “oír”
introducciones y los comentarios a los documentos están tomados de los tres tomos de lo que está pasando en el mundo, de escuchar a los demás y de poner atención en las
LThK2 y serán citados solamente con el número del tomo y las páginas. muchas necesidades del mundo, Acta Surnmi Pontificis lohannis XXIII, Acta et Docu­
189. H. Vorgrimler, Vont "‘Geist des Konzils ", en Das Konzii vitar srst der Anfang. menta Concilio Occumenico Vaticano II Apparando, Series I, Vol. I, Vaticano 1960, 106.
Die Bedeutung des II. Vaiikanums fü r Theologie und Kirehe, K.. Richler (ed.), Grünewald, 196. Ibid., 102.
Mainz 1991, 34. Había, en cambio, también una concepción del Concilio “en sentido 197. Una y otra vez Juan XXIII subraya la unidad, ibid., 15, 3 3 -3 9 , 46, 58, 103-105,
estricto, com o formado por obispos aconsejados por teólogos. Aquí estamos sin duda en 108 etc.; enfatiza la renovación de la Iglesia, 28, 46, 80, 87, y habla del “servicio”, 6. En
presencia de una predecisión como consecuencia de una comprensión meramente canóni­ el primer plano está para él la orientación hacia el centro del evangelio, el acontecimiento
ca [...]: la dificultad, si no la imposibilidad de entTar en diálogo con un mundo entendido pascual, 104, en la fuerza vivificante del Espíritu, del que habla trinitariamente, 105.
como interlocutor va lab le", Ch. Moeller, Die GeschicfUe der Pastcraikonstitution , III, 198. P. Neuner, Die Kirehe: Mysterium und Volk Gottes, en N. Kutschki (ed.), Erin-
246. nerung an einen Aufbruch. Das II. Vatikanische Konzil, Echter, Würzburg 1995, 37.
432 D IO S EN MEDIO Dli NOSOTROS v i. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (B ) 433

do La Iglesia en cuanto portadora de un anuncio debe ser fidedigna'^9, da más bien la herencia bíblica206 y, por eso, da relieve precisamente a
para que su anuncio pueda ser escuchado y aceptado en el m undo200. aquellos temas que habíamos enfatizado en la Parte III: El Dios de Jesús.
Los Padres conciliares asumen las orientaciones del Papa: con la El anuncio más eficaz que busca el Papa incluye también la traducción
ayuda del Espíritu Sanio la Iglesia se propone buscar su renovación para de los contenidos de la fe207 a un nuevo lenguaje. Aquí se ve otra vez la
conformarse cada vez más al evangelio de Cristo, a fm de que los hom­ función del lenguaje: el lenguaje es comunicativo sólo en cuanto que se
bres de hoy puedan comprender el anuncio y seguirlo en alegría201. Han adapta simultáneamente a la intención de exposición y a los oyentes. Sin
de tener en cuenta “todo lo que contribuye a una verdadera fraternidad embargo, el lenguaje también hace aparecer las dificultades hermenéuti­
de los pueblos”^02. Desde e[ principio aparece el tema de la unidad como cas, lo que se aprecia en la historia de los textos de los documentos con­
comunión*0 . Lo que quiere el Concilio es una nueva reflexión sobre la ciliares, que empezaron todos con los esquemas escolásticos acostum­
tarea pastoral de la Iglesia en el mundo. La Iglesia se pone a la disposi­ brados203.
ción del mundo para servirlo, lo que se expresa desde la primera frase de Las dificultades hermenéuticas que se presentaron en el Concilio fue­
la Gaudium et spes : ron considerables. Si se habla de «comunión» o de «unidad», las pala­
bras pueden designar una realidad muy diferente, conforme a la com­
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y tas angustias de los hombres prensión previa que se maneje. No obstante la intención y la tarea clara­
de nuestro tiempo, sobre lodo de los pobres y de cuantos sufren, son a la mente marcadas, los documentos conciliares han dejado yuxtapuestos un
vez gozos y esperanzas, tristezas y an^ust as de los discípulos de Cns- lenguaje de comunión y un lenguaje jurídico de unión-uniformidad209,
lo ’ 204. aunque es innegable que el nuevo lenguaje de comunión es predom i­
nante210. Precisamente el hecho de que el lenguaje del Concilio no es
Esta ¿mención y orientación del Concilio ya contiene los temas siempre unívoco hace que sigamos teniendo las mismas dificultades hoy: los
recurrentes del anuncio, del (estiman lo y del servicio. textos del Concilio pueden apoyar dos posiciones irreconciliables la una
El lenguaje tiene que corresponder a la intención De un Concilio se­ con la otra2' 1: tradicional preconciliar la una, y relacional en diálogo
mejante no cabe esperar exposiciones sistemáticas105. El Concilio recucr- abierto la otra212. Esta situación plantea una tarea hermenéutica20. Las

199. ¿No muestran estas ideas guia "también la voluntad de incluí- el ministerio cr.
la comunión de la te y de reducir sus exigencias y sj presentación de nanera que ya tío 206. J B. Metz, "Der Anfang cines Anfangs"?, en Das Konzil war erst der Anfang
pueda ser malentendido com o pacer-3’', 11 Vorgrimler. o. c. [rota 189|, 35s [nota 189]. 15.
200. Una novedad consiste en que la Iglesia ya no se emienda com o una realidad 207. H. Vorgrimler, o. c. [nota 189], 32; O. H. Pesch, Das Zweite Vatikanisclie Kon­
fuera del mundo, sino d eliro del mundo y escuchando al mundo, Ch. Vloelkr, o. c |rota zil. Echtcr, Würzburg 1993, 361, habla de una “tarca de traducción gigantesca".
189], 111,257. 2C8. -Rahner escribió el 4 de enero de 1962 sobre una particularidad de los esque­
201. Mensaje de los Padres conciliares cr fortes los hombres, del 20 de octubre de n a s preparados por la curia romana: ‘Todos son el resultado de una teología estancada de
L962, nn. 3 .5 , Cortei fio Vaticano ¡I, 23s. escu d a [...), desprovistos de lodo carisma de un anuncio claro [...] capaz de ganar los
202. Ibid ,n . 10 {26); Ch. Moellcr. o. c„ [II, 246. espíritus y los corazones de los hombres de hoy”’, II. Vorgrimler, o. c., 26s.
203. Mensaje de tos Padres... n. 6 (24); Sacrcsanctum Concürum (SC) r. 1 (1 85). Se 209 Eclcsiologia de communio y eelesiologia de uniformidad. Por eso mismo “ape­
entiende la unión como comunión en el sentido de unión en el mismo amor a Dios y a los nas puede esperarse del Concilio [...] un replanteamiento liberador ahí donde se trata en
hombres, es decir, como unión en Crisio. sentido estricta de la communio eclesial: de la comunión en el sentido de la participación
204. GS n. ] (260s.J. Ésta es quizá la afirmación del Concilio más citada, H. Stein- y corrcsponsabilidad de todos”, O. II. Pesch, o. c., 190.
kamp, Die Bedeutung der Konsú'ution "Gaudium el Spes" fu r Praxis und Tfjeotogie 210. No puede caber duda de que el Concilio fundamentalmente aceptó el principio
christlich-kirckiicher Diakonie, en Das Kcrrzil war errt der Anfang |nota 189], 174. de communio, M. Kehl, La Iglesia. Eelesiologia católica. Sígueme, Salamanca 1996, 67.
“Ningún Concilio anterior lia enfatizado tan consciente y urgentemente la obra salvifica 211. P. Neuncr, o. c. [nota 198], 49. Esto no vale solamente para la eclcsiologia del
pasioral y la tarea misionera mundial de la Iglesia com o el Vaticano II”, S. Brcchtcr, Concilio, sino también para la renovación de la vida religiosa, por ejemplo, cf. F. Wulf,
Einteitung und Kommenlar, Dekret über die Missionstátigkát der Kirehe Ad genies" Emleñung und Kommentar zum Dekret über die zeitgemafie Erneuerung des Ordensle-
(AG), 111,10. bens "Perfectae Caritatis " (PC), II, 259ss.
205. I. Vcglianti, La salvezza de'i'uomc atlrcverso la Croce di Cristo seeor.do ie 212 Eslo se nota en el artículo de W. Kasper, Kirehe ais communio. Überlegungen
CcnsftJztzioni def Concilio Ecuménico Vaticano íl: "Sucrosa n a uní ConcUium” - "Lumen :ur ekkiesioiogischen Leitidee des Zweiten Valikanischen Konzils, en Die bleibende
Gentium "- "Gaudium et Spes", Disertación, Pontificia Universitas Gregoriana, Roma Beden tung des Zweiten Valikanischen Konzils, Franz Kardinal Kónig (cd.), Patmos,
I'9S3, 1 6 .aquí con referencia a la teología trimiaría. Dusseldorf 1986, 68s. Kasper retraduce la communio del Concilio a una eclcsiologia de
434 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS V I. E l D io s q u e «hace» s a l v a c ió n (B ) 435

teorías actuales de hermenéutica literaria214 subrayan la interacción entre importante para la interacción con los textos: ahora se habla única y
el texto y su oyente o lector. El texto no es una entidad fija, sino que i-xclusivamente de la unidad divina como comunión. La preocupación
toma su forma al ser traducido y transformado por sus intérpretes en del Concilio por concebir de un modo nuevo a la Iglesia como com u­
diferentes realidades personales y comunitarias. El texto pone en movi­ nión217, a partir del anuncio en medio de las necesidades y de los con-
miento lo que hasta ahora hemos llamado la totalidad dinámica del cono­ llictos de nuestro tiempo, exige la explicación de la unidad de Dios como
cimiento. A partir de ahí surge primero un dilema: entonces, ¿una inter­ comunión.
pretación estrechamente jerárquica de los textos conciliares hace la mis­ Nuestros criterios de trabajo constituyen, a primera vista, una difi­
ma justicia al Concilio que una interpretación abierta al diálogo y a una cultad para la lectura de los textos conciliares: ¿cómo podremos aquí
comunión participativa? Si consideramos la intención del Papa y del hablar de experiencia? Está la experiencia de Juan XXIII, de la que ya
Concilio y si tomamos en cuenta al “espíritu del Concilio”, la respuesta hablamos; luego están las experiencias de los Padres conciliares, tales
sólo puede ser negativa2'5. Esto determina la hermenéutica que hemos de como se desprenden de la historia de los textos y de las intervenciones.
aplicar aquí: queremos dejamos interpelar y retar por los textos en lo que Hstá también una experiencia del Concilio como un todo que se ha con-
nosotros mismos estamos buscando, y esto es la respuesta a nuestra pre­ densado en los textos finales, los cuales, después de todo, expresan un
gunta fundamental: ¿cómo hablan los textos, expresando al “espíritu del consenso formado en las muchas sesiones y las arduas discusiones; y
Concilio”, de la unidad como comunión y qué significa lo que dicen para está, finalmente, nuestra propia experiencia de la esperanza suscitada por
nuestra propia experiencia de fe? el Concilio y luego muchas veces desautorizada; nuestra experiencia del
Esta precisión da como resultado una primera limitación del tema. anhelo de comunión218 y de la parquedad de su cumplimiento210. La difi­
Una segunda resulta del hecho de que queremos preguntar más específi­ cultad puede resolverse por medio de la hermenéutica de interacción que
camente por la unidad trinitaria como comunión y por la relevancia de la parte del mismo texto. Las muchas experiencias de todos coinciden en
comunión de las tres divinas personas para nuestra propia salvación. Un una experiencia de necesidad, conflicto y fragmentación, de la lucha por
dato parece mostrar que nuestra hermenéutica es válida para encontrar la intereses particulares y del anhelo de comunidad, pero también en la
respuesta a esta pregunta: el Concilio no habla ni una sola vez de la divi­ esperanza de comunidad que se fundamenta en la experiencia de com u­
na «substancia». Por consiguiente, aunque haya dos líneas eclesiológicas nidad ya lograda, aunque todavía no perfecta, y en la fe que se construye
paralelas, lo mismo no vale para el hablar del Dios triuno216. En el Con­ sobre la eficacia del anuncio. En todo esto nosotros estamos insertados
cilio ha desaparecido por primera vez el paralelismo entre unidad de en la experiencia de todos los participantes en el Concilio220.
communio y unidad de substancia que se había mantenido en la teología Nuestros criterios de trabajo respecto del hacer salvífico de Dios y a
trinitaria tradicional al menos hasta Ricardo de San Víctor. Esto es lo su misterio al parecer también han sido los del Concilio.

uniformidad interpretada sacramentaría y jerárquicamente con tanta estrechez que apenas


queda lugar para el mensaje de la Gaudium eí spes, cf. nota 216.
213. J. B. Metz, o. c. [nota 206], 11, pregunta cómo podemos ser fieles al Concilio. 217. E. Kunz, Eucharistié - Ursprung von Kommunikation und Gemeinschaft, ThPh
214. La crítica retórica, sociológica, psicoanalitica y fcnomenológica que se describe 58 (1983), 321, escribe sobre la eucaristía creadora de comunión que también en el Con­
en su aplicación a los textos bíblicos, sin limitarse a ellos. Las diferentes corrientes de cilio ocupa un lugar prominente: “Necesitamos una nueva comunión, en la que también
crítica literaria se han desarrollado a partir de la filosofía del lenguaje y de la crítica de la las personas desiguales puedan estar sentadas juntas en la mesa y compartir, en la que no
literatura, S. M. Schneiders, Hermeneutics, NJBC, 1159s. se hagan a un lado precisamente las victimas de nuestros sistemas sociales”.
215. Cf. el tenor de todo el artículo de H. Vorgrimler, o. c. [nota 189]; también toda
218. Ibid.
la postura de M. Kchl, o. c. [nota 210]. 219. K. Rahner ha formulado “la palabra muchas veces citada del «tiempo de invier­
216. El pensamiento jerárquico-jurídico y el discurso sobre la substancia de Dios se no» de la Iglesia [...], cuando decía en Friburgo: ‘En algunos campos nos encontramos en
refuerzan mutuamente, como aparece con toda claridad en la construcción de W. Kasper, un camino restaurativo, deprimido y penoso hacia un tiempo de invierno”, H. Vorgrimler,
o. c. [nota 212], 78: pertenece a la “estructura esencial de la Iglesia que, de manera sem e­ o. c. [nota 189], 47. Luego habla Vorgrimler de un “espíritu de primavera del C oncilio que
jante a los dos focos de una elipsis es, de iurc divino, simultáneamente papal y episcopal también hoy todavía se hace sentir”, 48. Cf. también O. H. Pcsch, o. c. [nota 207], 192.
[...]. Esta unidad tensa es la base de la unidad de communio [...], de su unidad en la catoli­ 220. Un ejemplo particularmente llamativo es la historia del llamado decreto para los
cidad y de su catolicidad en la unidad”. Debido a que la Iglesia es “imagen de la Trini­ judíos "Nosira aetate ” (NA), escrita por .1. M. Oestcrreicher, II, 4 0 6 -4 7 8 , y en la que han
dad”, “esta afirmación puede ser profundizada otra vez”, a saber, en la reflexión de la ingresado su propia historia, su decepción y su esperanza. Fathcr John, como lo llamába­
trinidad de las personas en la unidad de la naturaleza.
mos, murió en 1994; su esperanza sigue siendo la nuestra.
436 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS v i. E l D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (B ) 437

2. Iglesia y T rin id ad limitado150 y apunta hacia la “disposición del Padre” que se realiza en la
encamación y que es consumada en el envío del Espíritu Santo"'1. La
Para las dos grandes constituciones fundamentales Lumen geníium y visió n trinitaria de la Iglesia es evidente.
Gaudium e! spes es característica la actitud de diálogo, la búsqueda de La tarea eclesial del anuncio está ligada a la encarnación: cuando la
respuesta a lodo aquelLo que los Padres conciliares han oído y visto La Iglesia se “inserta” entre todos los hombres por causa de la luz de Cristo,
Gaudium et spes nació de las protestas repetidas y ampliamente recogi­ liace lo mismo que ha hecho Cristo en la encamación232. En cuanto sa­
das deL entonces obispo auxiliar de Rio de Janeiro, Dom Helder Cámara: cramento, la Iglesia da la comunión con Dios y simultáneamente la co­
munión de todos los hombres entre sí233. En este sentido, la Iglesia es
"¿Hemos de ccupar todo nuestro tiempo en discusiones de los problemas “sacramento de unidad”234 y “sacramento universal de salvación” que
internos de la Iglesia, mientras las dos terceras partes de la humanidad se manifiesta y realiza “el misterio del amor de Dios al hombre”' 35. La co­
están muriendo de hambre? Ante el problema del subdesarrollo, ¿que po­ munión con Dios y la comunión participativa entre nosotros es, ella
demos decir nosotros?”22'. misma, el SLgno e instrumento de la realidad salvífíca ya presente y toda­
vía no completa236. El carácter de signo determina la esencia y la tarea de
La actitud de diálogo-" provocó, en las discusiones acerca de la constitu­ la Iglesia sin precluir la insuficiencia del signo237.
ción sobre la Iglesia, un cambio de acento y una comparación entre De esta manera el concepto de sacramento une la salvación suscitada
«ayer» y «hoy», la institución de ayer, la comunión de hoy; la jerarquía por el SLgno de la Iglesia y la Trinidad de modo que la salvación se en­
de ayer, el pueblo de Dios de hoy32-1. En algunas intervenciones se pidió tiende como una real comunión con Dios bajo el signo de la comunión
para la constitución sobre la Iglesia un espíritu humilde de entrega y de participativa entre nosotros. Esta salvación ha aparecido en Cristo238. Los
servicio, no una insistencia en el poder224. Esta inquietud hace que los tcxlos conciliares marcan un paso ulterior importante, cuando relacionan
Padres conciliares fijen su mirada primero no en la Iglesia, sino en Cris­ la unidad del Dios Trino como comunión con la comunión eclesial y la
to '-5. El es la "'luz de los pueblos*'"6, y no la Iglesia que es iluminada por comunión participativa humana. El texto de Lumen geníium n. 1, al que
su Luz. Esto significa que la luz de Cristo ha de ser luz para todos los nos hemos referido hasta ahora, se desarrolla más en el n. 2 que habla de
hombres22'; significa también la renovación de la Iglesia “a fin de que la la “disposición” del Padre: el “Padre Eterno” creó el mundo y “decretó
señaL de Cristo resplandezca con más claridad sobre la faz de la igle­ elevar a los hombres a participar de la vida eterna”. “Antes de todos los
sia A la introducción de la Lumen geníium sigue inmediatamente el
principio eclesiológico: 250 P. Ncuncr, o. c.: “Al rccogcr el término de sacramento aplicado a la Iglesia, el
Concilio [...] quería rechazar tanto la difundida reducción de la eclcsiología a una jerar-
"La Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea stgro e instrumento cologia, corr.o también la identificación de la Iglesia con el Cristo glorificado”, 40.
de la unión íntima con Dios y de la unicad de todo el genero humano1'229. 251. G. Philips, o. c. [nota 194], 1 ,142.
232. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia "Ad gentes" (AG) n. 10
(671).
El texto recoge el término neo testamentan o de mysterium (sacramen- 233. De ahí parte la «fórmula breve» eclesiológica que propone M. Kehl, o. c. [nota
tum), distanciándose así del concepto de sacramento posterior y más 210], 4¿s.: ‘"La Iglesia católica se considera el «sacramento de la communio de Dios»;
como tal, -constituye la comunidad de los creyentes, de estructura sinodal y jerárquica al
mismo (íempo, unida por el Espíritu Santo, configurada en el Hijo, Jesucristo, y llamada
con loda la creación al reino de Dios Padre”.
2 2 1. O .. Mocllcr, o c. [nota ISO], til, 247. 23¿. Constitución sobre la sagrada liturgia "Sacrosanctum Concilium ” (SC) n. 26
222. H. Linncrz, D as K o n z if h m gesprochen, Butzon & Bcrcker, K evdaer I9C>6, 183
(200).
223. G. Philips, o. c. Jncta 194], I, 140. 235 GS n. 45 (328). La GS se refiere aquí a LG n. 48.
224. ]bíd., 141 236. A. Grillmeier, Kommentar zu Kapilel I der Dogmatischen Konslilution über die
225. P. Ncuncr. o. c. |rkota E98|, 39.
Kirche (LG), I, 158.
226. LG n. t (40). Estas palatras iniroduc:orias provienen de Jjan XIII, A. 237. La Iglesia es “tan solo sacramento del Espíritu eficaz de Dios hacia el que
G nllm eier, LúJit der '/olkcr?. Butzar. & Bcrcker, Kcvelacr 1965, 31. a punía, pero del que no dispone. Es señal de camino, pero una señal muchas veces medio
22*5. LG n. 1 (40). borrada y casi ilegible, por lo que también puede sugerir el camino equivocado”, pero aun
228. LG tv. 15 (66).
así es señal real, P. Ncuncr, o. c. [nota 19 8 1, 4 1
229. LG ti. 1(40). 238. Cf. O. H. Pesch, o. c. [nota 207], 187, con referencia a otros textos conciliares.
438 Dios en m e d io d e n o s o t r o s VI. El D io s q u e « hace» s a l v a c ió n (B) 439

siglos’" predestinó a los hombres “a ser conformes con la imagen de su “sugiere una Cierta semejanza entre la unión de las divinas personas y la
hijo ’. Convocó a los creyentes en la Iglesia y esto lo manifestó “por la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad”245.
efusión del Espíritu”"^. En otras palabras, el Hijo y el Espíritu son co­
partícipes en la obra salvífica del Padre. Ya no se dice explícitamente que la unidad ha de entenderse en el sentido
El a. 3 describe la obra salvífica del Hijo: “Vino, por tanto, el Hijo, de comunión. Sin embargo, debido a que las dos constituciones forman
enviado por el Padre" Él “inauguró en la tierra el reino de los cielos”, un todo, tal interpretación puede tomarse por implícita. En cambio, el
reveló el misterio del Padre y “con su obediencia realizó la redención”. A texto deja perfectamente claro que la unidad como comunión no está
continuación se habla de la cruz y de la eucaristía que realiza “la unión limitada a la Iglesia, sino que vale universalmente"46. A su vez, esta vali­
de los fieles” como signo de la “unión con Cristo” a la que todos los dez universal ha de verse junto con el carácter de signo de la Iglesia que
hombres han sido llam ados240. El n. 4 habla del Espíritu Santo: “Consu­ funda su anuncio.
mada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra”, El Decreto sobre el ecumenismo explica más detenidamente la uni­
fue enviado el Espíritu Santo, para que “ los fieles tengan acceso al Padre dad como comunión:
por medio de Cristo en un mismo Espíritu ’. El Espíritu unifica a la IgLe-
sia “en com unión y ministerio ’ y la “conduce a la unión consumada" con “Este es el misterio sagrado de la unidad de la Iglesia, en Cristo y por
Cristo*41 El hacer salvifico diferente de cada una de las tres personas es Cristo, obrando el Espíritu Santo la variedad de las funciones. El supre­
destacado simultáneamente en su diferencia y en su unidad, pero esto no mo modelo y supremo principio de este misterio es en la trinidad de per­
es todo: los textos natran la historia del amor del Padre, del Hijo y del sonas la unidad de un solo Dios Padre c Hijo en el Espiritu Santo' ~47.
Espíritu a los hombres y al mundo, no en cuanto historia acabada* sino
como una historia que está sucediendo hoy entre nosotros. El párrafo También aquí la formulación más bien tradicional de la unidad debería
concluye con una frase que recoge el carácter de signo de la Iglesia y así quizá ser entendida a partir de la Lumen gentium. Lo nuevo consiste en la
vuelve al inicio de este bloque de tcxlo: introducción de la multiplicidad de carismas que pertenece a la comu­
nión y que es parte esencial del misterio de que, en el Espíritu, pueda
"Y asi toda la Iglesia aparece corno «un pueblo reunido en virtud cc la empezar a darse una unidad a partir de la “variedad”. Según este texto
unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»”2' 2. existe, además, una analogía entre la experiencia de comunión eclesial (y
el anhelo de esta comunión) y la afirmación de la unidad de Dios como
Aquí se ve con más claridad todavía que Dios hace trinit ariamente una comunión248. También aquí el Concilio ha sabido leer los “signos de los
sola cosa: crea la unidad como comunión que él mismo es243. Sólo con tiempos’'.
esto queda concluido el argumento de que la Iglesia es esencialmente Respecto de la “disposición” del Padre con la que inició la narración
cotm m iórr44. En la Gaudium et spes el Concilio recoge el tema de la de la obra salvífica trinitaria249, el Concilio emplea una sola vez una
unidad como com unión respecto de Dios y de los hombres, pero lo hace fórmula de teología trinitaria que recuerda a los Capadocios:
en forma más encubierta cuando dice acerca de Jn 17,20-22 que el texto
245. GS n. 24 (293).
246. La creación del hombre a imagen de Dios, con la que argumenta la GS a partir
del n. 12, “fundamenta lo común no sólo en el hecho de que todos los individuos son
creados a imagen de Dios, sino con el argumento de que la humanidad múltiple y una es
239. L G n .2 (4 1 ). imagen, aunque imperfecta, del Dios tripersonal y uno”, O. Scmmelroth, Kommentar zum
240. LG n. 3 (42). /. Haupiteil. Kap. II, der Pastoralen Konstitution iiber (lie Kirclie in der Well von heute,
241. LG n 4 (43). Sobre la estructura de estas textos cf. O. H. Pcsch. o. c., 162 111,358.
242. LG n. 4 (43). La LG cita aquí aCipriaro, De Ora:. Don-,. 23, P L 4, 553. 247. Uní latís Redintegratio (UR) n. 2 (730).
243. P. J. Miillins, The Teaching q f Lumen Geníium on ¡he Holv Spirlí , ExecrpCa ex 24S. “Debido a que el Dios triuno, imagen arquctipica y origen de toda comunión,
diss., Pontificia Universitas Gregoriana, Roma 1991, 75, llega a La misma conclusión a sálo es creído y conocido en la Iglesia, y debido a que sólo en la Iglesia la palabra y el
partir de su reflexión sobre el Espíritu sacramcnlo son literalmente ‘comunicados en el compartir’, la consecuencia fáctica es
244. Asi también P. Neuner, o. c. (nota 198], 46. Cf. en este contexto el criterio usa­ ineludible: también la Iglesia tiene estructura de communio”, O. H. Pcsch, o. c. [nota 207],
do por VI Kenl, o. c. [ñola 210], 69, para poder comprender a la Iglesia com o communio: 188.
eí principio de i a eo origina nc dad de la unidad y la pluralidad. 249. LG n. 2 (4 1 ).
440 D ios en m e d io d e n o s o t r o s VI. Ei. D ios que «hace» s a l v a c ió n (B) 441

“Este propósito dimana del «amor fontal» o caridad de Dios Padre, que, en su carácter de signo257. Luego, en Ad gentes número 3, se habla del
siendo Principio sin principio, del que es engendrado el Hijo y procede el «servicio».
Espíritu Santo por el Hijo, creándonos libremente por un acto de su excesiva A continuación, Ad gentes narra la obra salvifica del Hijo y del Espí-
y misericordiosa benignidad, y llamándonos, además, graciosamente a parti­ nlu, concretizando a partir de ahí la tarea de la Iglesia: la tarea consiste
cipar con £1 en la vida y en la gloria [...] de suerte que el que es creador de en ‘'sanar a los contritos de corazón, en predicar a los cautivos la liber­
todas las cosas ha venido a hacerse todo en todas las cosas (I Cor ] 5,25) tad” en el seguimiento de Cristo258 y en comprender y hablar, en la fuerza
[...| Y plugo a Dios llamar a los hombres a participar de su vida no sólo in­ del Espíritu, "lodas las lenguas” en la caridad259. En esto consiste la sal­
dividualmente sino constituirlos en un pueblo en el que sus hijos, que vación, porque la falta de comunión tiene que ver con el pecado-60. Al
estaban dispersos, se congreguen en unidad’'’*50. mismo tiempo, el encargo significa que la Iglesia es preliminar: cuando
se haya alcanzado la meta escatológica y cuando el amor de Dios que
Este texto complejo dice primero , en conformidad con Lumen gentium busca a los pobres y a la comunión de todos se haya hecho realidad,
números l-^4~51 que el Padre en cuanto ‘ amor fontal” es el origen de la habrá llegado a su fin también toda forma histórica de la Iglesia261.
unidad intratrinitaria como comunión. Cuando las procesiones intratrini-
tarias se convierten en las misiones del Hijo y del Espíritu, la «disposi­
ción» del Padre se convierte en historia de salvación2” . En segundo lu­ 3. U nidad como com unión
gar, la creación se entiende, igual que en la Escritura, como soteriológica
y escatológica. En tercer lugar, la disposición del Padre no se extiende El Concilio extiende a todos los campos de la vida eclesial y humana la
sólo a La Iglesia, sino por ella a toda la creación; y en cuarto lugar, la analogía de la unidad como comunión: enlaza la comunión participativa-
finalidad del actuar en común del Padre, del Hijo y del Espíritu es la eclesial con la comunión intratrinitaria de modo que la comunión huma­
comunión con Dios, un proceso de ser-reunidos, en el y por el que todos na tiene en la trinitaria su origen y su destino. Lo logra, por así decirlo,
se convierten en un solo pueblo251. El hecho de que este texto se encuen­ en círculos concéntricos, en los que la unidad intratrinitaria como comu­
tre en el Decreto sobre la actividad misionera, la Iglesia - de la que Lu­ nión ocupa el centro. Sin embargo, hay cierta dificultad en ordenar estos
men gentium hablaba aparentemente todavía en sentido estricto, para círculos, a causa de las dos eclesiologías que pervaden los documentos.
mostrar su dimensión salvifica254 - aparece como esencialmente misione­ Lo que podemos intentar aquí es un orden teológico-lógico.
r a 55. Es una entidad escatológica 5h, tanto en su tarea de anuncio como El primer círculo está indicado con el énfasis en la creación y en los
signos de los tiempos: a causa de los crecientes medios de intercambio
250. AG n 2 0655s.). entre las naciones, toda la humanidad “se va sintiendo y haciendo una
251. También P. .1 M ullins,o. c [ñola 243], 54s., lee los d oslcxtos en conjunto. única comunidad”262. Éste es el punto de partida para el servicio eclesial
252. C1. 5. B 'cc’nter, o. c [nota 204J, ][], 24 s.; N. Silancs, Trinidad y misión en el
Je unidad2*35 que consiste en ordenar, en vista del reino de Dios, toda la
Vaticano ti, ETrin 15 £1981), 352.
253. Si Dios es amor, es comunión. Por eso AG presema ames que el desbordar del realidad hacia Dios264, porque todas las actividades humanas son amena­
amor del Padre a os "hambres, el desbordar imra trinitario, N. Silancs, ibid. zadas por eL fracaso y sólo por la muerte en cruz y la resurrección de
254. '‘La Iglesia lisión ca se lia ido congregando a parir de Adán [...]. La comunidad
salvitiea se convierte en Iglesia cr su sentido propio en la encamación, la muerte, resu-
rrccc'ón y elevación de Jesucristo y en el don dei Espíritu", A. Grillme:er, Konrmentar zu 257. La Iglesia es signo de unidad, “hasta que haya un solo rebaño y un solo Pastor”,
Kapiiet I... [nota 236], I, 159. SC n. 2 (186).
255. S. Breehier, o. c., [II, 25 253. A G n . 3(6 5 8 ).
256. El Concilio ha presentad» la salvación trinitaria en dos direcciones: descendente 259. A G n . 4 (659).
y ascendente La Iglesia procede del Pacrc que es su fuente, com o su p jcb lo. por la obra 263. AG n. S (668s.).
de' Hijo cncama-do en el actuar del Espíritu. Estepuebtc de Dios tiene carácter escatológi- 261. M. Kehl, o. c., 84.
co: camina en el Espíritj por Cristo al Padre. K. Silanes. "Ur iglesia de la Trinidad", 262. GS ti. 33 (305).
Koinonía 14, Secretariado Trinitario, Salamanca 1981, 119. Mas todavía que “ la linea de 263. LG n. 28 (92). Se trata de ver “cóm o la Iglesia en el mundo de hoy puede ayu­
la teologia de la creación, el Concilio en Tatiza la perspectiva escaioiógica, en la cuc ia dar - también en las cosas propias del mundo - y cóm o ella misma puede experimentar la
Iglesia es, a su vez. relacionada particularmente con el Padre” La Iglesia es entendida "a ayuda del mundo para llevar a cabo su propia misión”, A. Grillmcicr, Kommentar zu Kap.
la luz del último fin de la creación, donde se cumple definitivamente la voluntad salvifica tí!. Are. 28, der Dogmaíischen Konstituíion über die Kirehe, I, 255, cf. GS n. 10 (273s.).
universal cel Padre y Creador | M. K eh l.o. c. [nota 2 I 0 |, 81. 264. GS n. 34 (307); LG n. 1 (40); GS n. 42 (320).
442 D ios e n m e d io d e n o s o t r o s VI. El. Dios QIJE «H A C E» SALVACIÓN (B) 443

Cristo pueden ser llevadas a la plenitud histórica y escalológica265. Aun asi, sin embargo, el Concilio no logra desarrollar la imagen del
Cuanto más unidos estén todos, tanto más podrán comprender análoga­ pueblo de Dios de manera uniforme275. Especialmente, no logra distin­
mente qué significa la unidad de D ios com o comunión. guir entre la experiencia de fe propia de los sacerdotes, la de los laicos y
El amor unificante y congregante de Dios que une a los hombres en la de los religiosos: por ejemplo, no sólo los ministerios están “ordena­
la com unión verdadera que sólo es posible en la fe, es el Espíritu San­ dos al bien de todo el Cuerpo”276; ni es propio y peculiar de los laicos el
to265 Él es el lazo de amor entre el Padre y el Hijo y así también el lazo “carácter secular” entendido com o su estar en el mundo277 - no existe
de com unión entre los creyentes267. sino un solo carácter secular que es común a todos en cuanto que todos
Si, entonces, el crecimiento de la unidad com o comunión procede de de hecho viven en este mundo; ni es propio y particular de los religiosos
La Trinidad y llega a tomar forma com o el crecimiento del reino de D ios vivir “más y más para Cristo y su Cuerpo”278. Todas estas características
en el mundo por la m isión y el servicio de la Iglesia, el próximo círculo todavía corresponden a cada uno de los bautizados. Por consiguiente, en
concéntrico está constituido por el pueblo de Dios en todos sus miem­ el C oncilio se disciernen pocos cambios en la posición de los laicos y,
bros En la Lumen geníium un texto sobre el pueblo de D ios está inserta­ sobre todo, de las mujeres279.
do antes de las explicaciones sobre la jerarquía y los laicos258. El pueblo Los círculos concéntricos abarcan a los laicos que participan en la
de Dios comprende a todos los bautizados y todos juntos participan en el única m isión de la Iglesia280; al matrimonio com o imagen de la unidad y
envío de la Iglesia a todos los hombres2"9, es decir, el Concilio arguye a comunión de la Iglesia281; a los obispos que han de vivir y actuar “en
parhr de lo que todos tienen en común270. Habla de un “pueblo mesiáni-
c o ” que tiene por cabeza al Crucificado y Resucitado y de una com uni­
dad de amor inaugurada por Cristo2"1 y enviada al mundo para que éste, a lar a” J. B. Metz, o. c. [nota 206], 23, habla de un proceso en el que los creyentes llegan a
través del seguimiento del Crucificado, llegue a la “luz”, a saber, en el ser "sajetos”.
274. A lgo que r.o llegaba a “reconcilarse con la representación del cuerpo de Cristo”,
Espíritu por Cristo al Padre'72. Todos en la Iglesia son en primer lugar
P. Neuner. o c. |nota 198), 43; cf. LG n. 8 (52), donde se dice que la Iglesia “avanza
creyentes275. La imagen del pueblo de D ios también tiene la ventaja de continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación”.
hacer posible hablar de un pueblo pecador que no es fiel a su Señor274. 275. J. B. Metz, o. c., 21.
276. L G n 18(69)
277. LC n 31 (95). Ni í:. Wulf, Kommenlar zu Kap. V und VI der Dogmalischen
Konstiiution über die. Kirche (LG), 1, 284, en sus excelentes interpretaciones cae en la
265. OS n. 32 (304); n. 37 (310s.). cuenta de esta dificultad, cuando dice que el laico experimenta la vocación que corres­
266. LG n. 7 (49s.); UR n 2 (728); M. Kehl, o. c. [ñola 2101, G is., 79; N. Silanes, ponde a su estado secular. Al laico, más bien, le corresponde el estado secular a causa de
"La Iglesia d é la Trinidad”... [nota 256]. 3S4. su vacación.
267. UR n. 2 (729s.) y J. Feiner, Kommentar zum Oekrel über den ókumenismus 27S. Perfectce caritatis (PC) n. 1 (555).
(UR), 11,49; AG r. 15 (678); P. J. Mullins, o. c. [ñola 243J, 57s.: Y. Cargar, DerHeifige 279 Na hay laicos en las com isiones preparatorias, Ch. Moellcr, o. c. [nota 189], III,
G e i s Herder. Freiburg-Basel-W ien 198-2, 151 [Traducción: El Espíritu Sanie, Herdcr, 246, aunque son admitidos posteriormente. Sólo a partir de noviembre del 1964 también
Barce lar.a . 983 ]. liaoía mujeres que participaban com o oyentes en las discusiones sobre la reorganización
26S. LG nn. 9, L7 (54ss., 69). Jcl trabajo rcdaccior.al sobre la GS. Sin embargo, “no se iba hasta permitirles que habla­
269. “Todos lo s hombres eslán llamados a formar parle de] nuevo Pueblo de Dio». ran ‘in aula concilia’ ” , ibid., 264 y nota 59. H. Linnerz, o. c. [nota 222], 113, anota: “El
Per lo cual, este pueblo, sir. dejar de ser uno y único, debe extenderse a lodo el mundo y laico, este desconocido en la Iglesia, ha tomado cara y forma en el Concilio. Ahora de-
eni lodos los tiem pos”, LG n. 13 {61). pe id e de él mismo y de la buena voluntad de ambos lados, pero ya no de barreras de
270. P. J. Mullins, o. c |n o ta 2 4 3 [, 41; T. Vegjianti, o c. [nota 205], 21. El Concilio principio, si se logra un trabajo fructuoso”. Esto, sin embargo, paracce más bien optimista.
inaugura una nueva manera de ver la relación entre los laicos y la jerarquía, A . Grillmeier, Ll hecho de que el problema está en la eclesiología de communio no unívocamente acla­
Lichl der Vcfker? [ñola 226], S; ‘"Los Padres conciliares entendieron cor una claridad rada. se ve otra vez en la interpretación de W. Kasper, o. c. [nota 212], 81: “La primera
cada v ez mayor que esle pueblo de Dios como un todo es la meta del actuar salvífica de larca del ministerio eclesiástico y de su servicio a la unidad” consiste en “introducir la
Dios y que el ministerio y la jerarquía sólo ten en una función de servicio” , ibtd., 16; N. doctrina de fe de la Iglesia de modo argumentativo en el proceso de la comunicación
Sil anes. "¿a fgiesia de la Trinidad" |nota 257], 419; M. Kehl, a. c. [na1a2]0], 94s. inl-aeclesial, para asi volver a construir una communio y communicatio fidelium plena e
271 LG n. 9 (54). indivisa". Para fundamentar esta visión necesita citar un libro preconciliar (1957), p. 81,
272. Ibid.. (55s.); n. 17 (68s.). nota 32.
273. F. Klostermann, Kontmentar zir Kap. IV der Dogmauschen Konsliluticn über 280. Aposioücair Aduositalem (AA) n. 9 (597).
d\c KircFrc <LGj, ]. 262. Lo mismo eslá implicado en SC n. 21 (197), donde se dice que los 281. GS n. 48 (332). Por esto, el matrimonio no se llama contrato, aunque muchos
creyerles Tian de participa- en la celebración litúrgica de manera “plena, activa y comuni- 1‘adres hicieron solicitudes en este sentido, sino foedus (alianza) o vinculum (lazo), B.
V I. E l D io s q u e « i ia c e » s a l v a c ió n (B ) 445
444 D IO S EN MEDIO DE NOSOTROS

comunión de caridad”282; a los sacerdotes2*3; a los religiosos2** y a todos 4. El anuncio d e la salvación


los difuntos^*5, porque en la comunión con ellos todos participan adelan­
tadamente en la consumación escatológica286 Sin embargo, al hablar de I .a Iglesia es signo eficaz de la salvación que el Padre regala a los hom­
los obispos y sacerdotes se usa menos la imagen del pueblo de Dios que bres por el Hijo en el Espíritu; por eso no puede sino anunciar el keryg-
la del cuerpo de Cristo, a partir del cual se desarrolla la estructura jerár­ ma de la salvación294. Procediendo de la voluntad trina de salvación bus­
quica2557. ca lo que es común a todos y lo que “conduce a la mutua solidaridad”295.
Después de haber integrado así todas las diferentes vocaciones dentro Porque la Iglesia es signo e instrumento, empieza a realizarse, en su
de la Iglesia en la unidad como comunión, se dibujan, por así decirlo, anuncio, la comunión con Dios en forma de la comunión participativa
alrededor de ellas otros tres círculos concéntricos, en las que se trata más entre los hom bres296. Su envío consiste en anunciar “el reino de Dios en
bien de la plenitud y diversidad en la unidad28". Esta diversidad en la toda la tierra”297. Así desarrolla a través de la historia el envío de Cristo y
unidad vale primero para las iglesias particulares. “El todo y cada una de lo hace en el seguimiento en su camino a la cruz298. El anuncio del
las partes aumentan a causa de todos los que mutuamente se comunican kcrygma es, por consiguiente, un proceso sostenido en el que todos los
y tienden a la plenitud en la unidad”*89. Con esto, la Iglesia universal que oigan y acojan el anuncio han de llegar en un solo Espíritu por Cristo
aparece com o una comunión de iglesias™. Esta comunión abarca tam ­ ni Padre299. El anuncio es realmente relevante para todos, porque todos
bién a las otras Iglesias cristianas291' Y, finalmente: debido a que toda son pecadores y todos aspiran a la comunión verdadera300 y porque está
diversidad existe para la unidad, también “la elección de Israel está orientado hacia la plenitud escatológica de la comunión entre todos301. La
orientada hacia el reino universal de la gracia”292. La única disposición comunión salvifica, sin embargo, no es solamente una realidad futura,
del Padre es válida para los hombres de todas las razas y religiones293. sino que está empezando ya ahora, en el acogimiento del otro302, parti­
cularmente de aquellos que más lo necesiten303.
El anuncio puede llegar a todos, porque es una tarea confiada a todos
los creyentes304 y porque en ellos actúa el Espíritu305, cuyos dones en
Haring, Komir.eniar zum II. Haupiteil, Kap. I der Pastoral en Kcnstituicn über die Kirehe toda su diversidad están dados para la unidad305. Es
fn der Weít von heme (G S3, III, 429.
282. Chrisius Dominas ÍC D) n. 16 {4 32).
283. Presbyterorum Orciinis fPO} n 8 [4S6ss.). 294. LG nn. 1-4 (40—43).
284. PC n. 15 (569s.). 295. NA n. 1 (829).
285.# LO nn. 4 9 -5 0 [127-131). 296. GS n. 4 0 ( 3 1 5s.).
286. LG n. 51 (131). 297. AG n. 1 (654).
298. A G n . 6 (6 6 4 ). j
287. K. Níorsdorf, Einieitung und Konrmenior zum Dekret über die Hiricnaufgabe
299. P. J. Mullins, o. c. [nota 243], 81. El acento rccae en la voluntad del Padre que
der Bischdfe fn der Kirehe (CD), ]|, 349: PO n. 15 (504).
lodos los hombres participen en la vida divina, T. Veglianti, o. c. (nota 205], 24.
28S. “ Ya no se ¡guala la unidad de la Igxsia cor la aniformidad o exclusividad, sino
300. Rom 3 ,2 3 - A G n . 8 (668).
que se interpreta como di ve-sitiad, o sea como plenitud de unidad. Se vuelve al concepto
301. A G n . 9 (6 7 0 ).
de una plena catolicidad abierta a todo 'o humano", H. Linnerz, o. c. [rota 222], 32.
302. J. Alfaro, Réflexions sur l'Eschatologie de Vatican II, en Vatican I!. Hilan el
289. LG n. 13 (62). “La catolicidad, por consiguiente, tiene pr: mero esta visión: sig-
l'rrspeclives, R. Latourelle (cd.), Bellarmin - Ed. du Cerf, Montreal-Paris 1988, 541.
niJiea plenitud en la unidad. Se da por la communio de las iglesias particulares, cada una
303. AG n. 3 (657); n. 6 (664s.).
con su realidad eclesial propia que contribuye oara el b en del todo", A. Gri 11mcicr, en su
comentario a este texto. 1, I93s.; AG r. 23 (689ss.}. 304. GS n. 1 (261).
305. El Espíritu no solamente actúa en todos los creyentes, sino en todos los hom­
2SO. Y. Congar, o. c. [nota 267]. 151. P Ncurer, o. c. [nota 193]. ¿8, habla de un rc-
bres. Él lleva a cabo el lento proceso salvitlco del camino hacia el Padre, del que parte
descubnnmenito de las iglesias particulares; 1*0 n. 6<482j.
IihIu salvación, T. Veglianti, o. c. [nota 205], 46s.; A. Grillmcier, Lichl der Vólker? [nota
291. L R n 15 [748}; n 4 (734); H.. Linnerz, o. c. jnola 222], 162.
/.!(>], 13, subraya que también fuera de la Iglesia puede haber una Iglesia verdadera,
292. J. M. Oes Ierre icher, o. c. |nota 220], II, 4-55. ‘'El pueblo de Dios abarca a Israel
porque la Iglesia está todavía en el camino hacia ser llenada plenamente por el Espíritu
y a la Iglesia. De -ninguna marera Israel ha sido despedido de la promesa Por eso, el
Concilio pide perdón par todo antisemitismo cristiano”, P. Neuncr, o. c.. 44; NA n. 4 Sunto.
(833ss.). 306. LG n. 30 (94); F. Klostermann, Kommentar zu Kap. IV der Dogmaíischen
Kimstitution über die Kirehe (LG), I, 263, habla de la tarea común de todos los cristianos
293. NA nn. 1-2 <829-832]; n 3 [8323; n. 5 [835s.). “El que pronunciara una verdad
de anunciar el evangelio y, asi, de contribuir a que se alcance la meta “cósmica” de uni­
■religiosa ha recibido su pensamiento y su palabra del Espíritu Santo”, J M, Oeslerreichcr.
o. c., 11,452. dad.
446 Dios e n m e d io de n o s o t r o s V I. E l D io s q u e « m ace» s a l v a c ió n (B ) 447

“■'propio de lodo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y < i isto se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evan­
de los Teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con Ee ayuda del Espí­ gelio nos envuelve en absoluta oscuridad”511, por eso podemos clamar en
ritu Santo, ]as múltiples voces de nuestro tiempo [...], a Fin d.c que 1a nu Espíritu “Abba, ¡Padre!”31'. La unidad de todos como comunión tiene
Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada mi fundamento en la cruz y en la resurrección313.
en forma más adecuada’007. Por consiguiente, el único camino del seguimiento es el de la cruz314
y también este hecho determina el anuncio: fortalecida por el Resucitado
Lo importante es que todos los creyentes tienen en com ún la tarea del muincia la Iglesia “la cruz del Señor hasta que venga”315. Lumen geníium
anuncio, con la que se ha de cumplir según el carisma propio de cada describe el camino de la Iglesia peregrina bajo el signo de la cruz316. Con
uno. Esta comprensión corresponde a la incipiente teología del pueblo de propiedad la Iglesia sólo puede ser llamada “Iglesia de la cruz”317. Ésta es
D ios que marca al Concilio. Es igualmente importante que el anuncio ha 1.1 razón por la cual el seguimiento en pobreza y obediencia hasta la
de adaptarse a las personas concretas que son invitadas a oírlo y a apro­ muerte en cruz es la característica del ser cristiano318, aunque Perfectae
piárselo. Aun así, sin embargo, este texto, particularmente dentro del (ariiatis la atribuya de nuevo específicamente a los religiosos319. Tam ­
cuadro de la Gaudium el spes , cancela bajo un doble aspecto el dinamis­ bién María “mantuvo fielmente la unión con el Hijo hasta la cruz”3"0.
mo sin fin de un anuncio que surge de la comunión de fe de todos y que ( ’on todo esto queda dicho que la unidad como comunión crece, cada
apunta hacia una com unión siempre mayor: en la inserción de los “pasto­ día, para cada uno y para todos, a partir de la experiencia de la cruz y
res” y “teólogos" y en la palabra de la “Verdad revelada”. Con estas resurrección. De ahí también el puesto central que el Concilio ha dado a
expresiones se abre, por lo menos en nuestra cultura y en nuestra propia 1.1 eucaristía*21. En el seguimiento de Cristo en el camino de la cruz se
precomprensión, la posibilidad de entender que el anuncio está ligado a celebra la victoria sobre la cruz en la resurrección - en esto consiste el
una formación específica y a un dominio diferenciado del lenguaje. Si lasgo irrebasable de la experiencia de fe cristiana para todos.
todo el pueblo de D ios es portador de la tarea del anuncio, ¿no son anun­
ciadores también aquellos que no saben leer ni escnbir, ni expresarse,
cuya miseria abismal sólo les permite gestos, y que también sólo saben 5.2 Servicio, íesiimonio y conversión
recibir un anuncio en hechos? ¿No anuncian el kerygma también aque­
llos que comparten sin palabras lo que ni les alcanza a ellos? I I servicio y el testimonio son las actitudes que corresponden al anun­
cio3" y que, a la vez, caracterizan el seguimiento del Crucificado. En el

5. El cam ino d el seguim iento


311. G S n . 2 2 (2 9 1 ).
312. Ibid., con la cita de Gál 4,6.
5.1 Cruz y resurrección 313. GS n. 78 (387). El contexto es la paz.
314. LG n. 4 1 (1 1 0 ).
315. LG n. 8 (5 2 ).
El Concilio se propone “reunir las fuerzas de todos los fieles para que el
316. G. Philips, o. c. [nota 194], I, 142; cf. LG n. 7 (48s.); n. 8 (52).
pueblo de D ios, caminando por el estrecho sendero de la cruz” prepare el 317. T. Vcglianti, o. c. [nota 205], 113.
camino del reino de Cristo,0s. Este texto parece contestar a nuestra pre­ 318. LG n. 7 (48).
gunta. El anuncio de la Gaudium sí spes se dirige al mundo tal cual es, es 319. PC n. 1 (554). J. Neuner, Kommentar zum Dekret über die Ausbildung der
decir, a un mundo de pobreza23<\ sin esperanza y lleno de conflictos. A Priester "Optalam totius ” (OT) n. 8, II, 329, anota: “El sacerdote está llamado a participar
en el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo de modo que se convierta, no
este m undo le quiere anunciar que lo envuelve el amor del Padre y que
sólo para él en la fuente de salvación, sino que pueda comunicarlo también, en el testimo­
este amor se ha mostrado en la cruz y la resurrección310 “Por Cristo y en nio de la palabra y de la vida, al pueblo de Dios confiado a él”. Tal comentario olvida que
esta es la vocación de cada creyente.
307. GS ti. 44 (327). 320. L G n. 58 (139).
30 S. A G n . I (655). 321. LG n. 3 (42); SC nn. 4 7 -4 8 (209s.); PO n. 5 (478). Toda la gracia sacramental
309. También en las discusiones sobre los textos de la LG, el tema de la Iglesia de "emana del misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo”, SC n. 61
los pobres contó con defensores apasionados, G. Philips, o. c [nota 1 9 4 ],], 142. (215).
310. G S n . 2 ( 2 ó l s ) . 322. GS n. 3 (263).
448 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s VI. E l D io s que « h ace» s a l v a c ió n (B) 449

fondo, forman una sola actitud, explicándose mutuamente: el testimonio fuerzo común den testimonio, en mutua estima, de nuestra esperanza, que
se da en el servicio’23. Sin embargo, el Concilio no es del todo coherente. no confunde” 333.
El servicio indica más bien una nueva comprensión de la Iglesia jerár­
quica, lo que se desprende sobre todo de las discusiones alrededor de la Inmediatamente después sigue que “ todos los hombres sin excepción
Gaudium et spes3"4. Correspondientemente, en la Lumen gentium , el están llamados a una empresa común” - llamada a continuación “ coope­
ministerio eclesiástico aparece, a través de todos los textos, como servi­ ración” (servicio) - que consiste en encontrar soluciones para los pro­
cio Todos los ministros “ están al servicio de sus hermanos"326. Esto blemas sociales y remedios contra “ el hambre y las calamidades, el anal­
vale sobre todo para los obispos327 y, con ellos, para los sacerdotes y fabetismo y la miseria, la escasez de viviendas y la injusta distribución
diáconos3' 5. En la Gaudium et spes ciertamente se expresa la forma ser­ de los bienes” 334. Una afirmación de esta índole abarca por principio a
vicial de la Iglesia como un todo, en una descripción de la práctica cris­ todos los ministerios, a todos los creyentes y a todos los hombres. La
tiana que hoy llamaríamos más bien diaconía política y profética329, pero curiosa línea divisoria, aunque borrada a veces335, entre el “ servicio”
se describe más bien como “ cooperación” , “ observancia” o “ responsabi­ entendido en términos predominantemente jerárquicos y el “ testimonio”
lidad” '*'. En vista de la acentuación del seguimiento en el camino de la encargado a todos336 otra vez se debe al hecho de que tampoco aquí se
cruz y en un desarrollo coherente de la teología del pueblo de Dios, hu­ hace una distinción teológica adecuada entre las tareas que, en el proceso
biera debido aclararse en primer lugar que todo creyente es fundamen­ del anuncio, corresponden a las diferentes vocaciones. Cuando se dice,
talmente alguien que sirve como Cristo. por ejemplo:
En los textos conciliares sobre el testimonio de la fe, la integración de
ministros y fieles en la unidad como comunión está más claramente des­ “ Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de la
tacada. Es tarea del pueblo de Dios dar ‘"testimonio por doquiera de vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo. Todos juntos y cada uno
Cristo ’ 31 Todos los creyentes han de ser ‘fieles testigos del Señor’332; y de por sí deben alimentar al mundo con frutos espirituales” 33 ,

“Todos los cristianos, ante todas las gentes, profesen la fe en Dios Uno y tal expresión no describe la tarea específica del laico, sino otra vez aque­
Trino, -en el Hijo de Dios encamado, Redentor y Señor nuestro; y con es- llo que los ministros y los laicos tienen en común338.
E l testimonio de fe de la Iglesia, especialmente el testimonio ante los
pobres, es “ signo de unidad” 339. Un texto notable atribuye a este testimo­
nia consecuencias políticas directas: el testimonio del evangelio que da la
323. LG n. 24- (81). «El esia favorece también “ la libertad y la responsabilidad políticas del
324. “ Poco a poco se estaba logrando una síntesis. Por un lado, los ensilaros no ne­ ciudadano ,34°.
cesitan aceptar al mundo tal cual es, sino que han de construirlo, cr cambio, a la luz de los E l testimonio de la Iglesia conduce a la conversión. Ahí, donde “ Dios
principios de la fe (EC Rahner). Par otro lado, “no es necesario reducir el papel de la abre la puerta de la palabra” , los hombres son “ introducidos en el miste­
humanidad al de un hermano lego en el convento’ (Congar). Hace falla construir un tipo
rio del amor de Dios” , y donde esto suceda, se dan necesariamente “ con-
de presencia de la Iglesia en el mundo cue no sea poder, toma de posesión, sino servicio” ,
Ch. Moeller, o. c. [ñola I 89), III, 253.
325 A. Gril.meier, Kommentar zu Kap III. An. 28. der LG, I, 249: “ El Concilio in­
dica una y otra vez que el minisleno [„.| existe para la Iglesia como un todo y como 333. UR 1.12(743).
servicio a la salvación del pueblo de Dios” . 334. Ib id. (744).
326. IG n L8<69j. 335. Por ejemplo LG n. 32 (96); n. 34 (99).
327. LG n 21(73). >36. También el clero y los religiosos son testigos: C I) n. 11 (427); LG n. 39 (108).
328. LG n .20(73). 337. L G n . 38 (107).
329. II Steinkamp, o c ñola 204], l~ls. ‘‘La relación teológicamente importante 338. También F. Wulf en su comentario al capitulo I, art. 2 del Decreto sobre el mi­
entre el diaconado (en cuanto nstituciona'ización de un nuevo ministerio) y la diaconia nisterio y vida de los presbíteros (PO), III, 147, nota esta discrepancia, aunque bajo el
(en cuanto función fundamental de la Iglesia) se ha temalizado sólo en la reflexión mgno opuesto “ Desgraciadamente no se destaca suficientemente la unidad interior y
postconciliar". 171 teológica er.tre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio eclcsial” . PO n. 2 (469) dice
330. Por ejemplo GS nn 88-89 (404ss.). explícitamente que cada uno debe “ dar testimonio de Jesús con espíritu de profecía” .
331. LG n. 10(56). 339. GSn. 21(288).
332. CD n. 15 (431). 340. GSn. 76(384).
450 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS VI. E l D io s q u e «m ace» s a l v a c i ó n (B) 451

secuencias sociales” 341. Por consiguiente, la conversión no es un asunto 5.3 Esperanza y misterio
meramente personal, sino eminentemente social y político. La conver­
sión es el cambio del modo de pensar que conduce a una verdadera reno­
I ;i Iglesia quiere dar respuesta a las esperanzas y las angustias del mun-
vación y, por eso, a la unidad como comunión. Lo mismo vale para el
En la disposición del Padre, su tarea consiste en dar a los hombres
eciimenismo:
ht esperanza “ que es don del Espíritu Santo” 348. Esta tarea es lo mismo
que defender la dignidad de la persona humana349 y contribuir así al
“ El auténtico ecumenismo no se da sin la conversión interior. Porque es
i ;imbio de las estructuras sociales350. Todo lo que hemos encontrado
de la renovación interior [...] y de la libérrima efusión de la caridad de
hasta ahora es, por asi decirlo, retomado en clave de esperanza. La Igle­
donde brotan y maduran los deseos de la unidad"332.
sia peregrina vive de la esperanza de la consumación351. En estas afirma-
<iones juega un papel predominante el que la Iglesia está llamada a ser
Si un cambio del modo de pensar es conversión, es evidente que la inter­
signo de la unidad como comunión, algo que se subraya en Unitatis
pretación actual y acostumbrada de la realidad sólo puede designarse
ralintegrado : la unidad de tal manera rebasa todas las fuerzas y capaci­
como «pecado»343.
dades humanas que sólo puede ser unidad en la esperanza y, precisa­
El reconocimiento abierto de que la misma Iglesia es necesitada de
mente así, confianza ilimitada de que la esperanza no podrá ser confun­
conversión tiene que ver con el anuncio en el servicio y el testimonio:
dida'52. Del esfuerzo por dar esperanza a los demás, brota la autoidentifi-
cución de la Iglesia como de una comunidad de camino en la esperan-
“ Sabe también la Iglesia que aún hoy día es mucha la distancia que se da
/u'v\ Por imprecisas que sean todavía muchas de estas expresiones, su
entre el mensaje que ella anuncia y la fragilidad de los mensajeros a
contenido se inscribe en la orientación escatológica de los textos, a la vez
quienes está confiado el Evangelio [...}. De igual manera comprende la
que articula la experiencia de todos los creyentes y de todos los hombres.
Iglesia cuánto le queda aún por madurar, por su experiencia de siglos, en
La esperanza es el modo concreto de vivir el misterio de la persona
la relación que debe mantener con el mundo” 044.
humana que es iluminado sólo en el misterio de Cristo. Esto mismo que-
d;i más claro en el cuarto texto preparatorio para la Gaudium et spes que
La Iglesia lleva “ en su cuerpo la humildad y la mortificación de Jesús” y
en la versión final:
tiene necesidad de purificación y renovación cada día’45. Sólo así podrá
ser signo de la unidad como comunión34*-.

341. AG n. 13 (675s.). La esperanza cristiana exige hoy día de la Iglesia y de cada


una de nosotros ponerse del lado de tos pobres y marginados. Para el Concilio, esto signi­
fica una conversión en la mentalidad y en la actitud (cf. GS n. 53). Si no llegarnos a sentir •mínente ha ido acumulando en varias formas concretas de sus instituciones y que son
la necesidad de xal conversión, no hemos encendido el mensaje tan sencillo y tan radical i onsiderados como tantas garantías de su seguridad, mientras que todo lo que hacen es
del evangelio, J. Allaro.o. c. [nota 302|, 544. llenar el dinamismo del Espíritu, la Iglesia necesita la audacia de la esperanza en Cristo” ,
342. URn. 7 (738) I AIfaro, o. c. [nota 302], 543.
343. J. h'einer, o. c. [nota 267|, II, 74, escribe sobre el texto de la UR: “ A la conver­ 147. Se esperaba del esquema de la GS “ un eco a las esperanzas y las angustias del
sión pertenece esencialmente el reconocimiento de la propia culpa [...]. S: se plantea la mundo, una doctrina que ponga fin a la separación entre Iglesia y mundo y que sea capaz
conversión en el contexto de la unificación de los cristianos separados, hay que tener tl< dar orientaciones para el pensamiento y la actuación en el futuro” , Ch. Moeller, o. c.
presente también el pecado contra la unidad cristiana1'. Cf. UR n. 1 (726). |itol ii 189], 111,261.
344. GS n. 43 (325). “ Parece que la Iglesia nunca ha pronunciado confesiones de .148. GSn. 93(410).
culpa tan oficiales y tan solemnes y que nunca ha reconocido tan formalmente que ante el 149. GSn. 21(286).
mundo también ella es alguien que recibe” , cf. n. 44, Y. Congar, Kommentar zum I. 150. J. Alfaro, o. c., 542.
Haupíteil, Kap IV der Pastorafen Konstiiulíon über die Kirche in der Weit von heute 151. LG n. 48 (124s.).
(GS), 111,416. I.S2. UR n. 24 (757). Algo semejante se encuentra en el documento del grupo de tra-
345. U R r 4 (735). lni|o «le Apcldoom, un grupo supranacional que se reunió del 28 al 31 de agosto de 1960
346. “ Para emprender enérgicamente los cambios que exige el regreso a la esencia •ii Apcldoom, Holanda, y que presentó los resultados de sus reflexiones sobre el Decreto
del cristianismo, para liberarse de la carga de los elementos meramente humanos que [la nitro los judíos, J. M. Oesterreicher, o. c. [nota 220], II, 41 ls.
Iglesia] se ha apropiado er. el transcurso de la historia, hasta el punto de considerarlos 153. Sólo en la forma de una “comunidad itinerante de esperanza” la Iglesia es sa-
aboTa indispensables para su sobrevivencia; para purificarse de los escombros que paulati- 11 miicnto del reino de Dios, M. Kehl, o. c. [nota 210], 81.
452 DIOS I.K MEDIO DE NOSOTROS v i . E l D io s que «h ace» s a l v a c ió n (B ) 453

“ Porque Cristo ha muerto por lodos pocemos también creer que el Espí­ Más seriamente pesa la imposibilidad de integrar la historia salvifica
ritu da a todos la posibilidad, en la manera que él conoce, de ser configu­ •n la visión de Ricardo. Aunque en algunos lugares Ricardo mismo in-
rados a este mlsI erio”354. •luya la experiencia de gracia, su ensayo muestra que sencillamente no
• . posible elaborar una teología trinitaria que temáticamente excluya el
La Iglesia es misterio porque en ella y por ella todos están llamados a la i.poeto salvífico del «por nosotros». Agustín no hizo esto y en este
comunión con Dios (santificación)555 y esto de modo que eí misterio punió no se puede pasar por alto a Agustín: hay que distinguir estricta­
divino compenetre la historia356. Es misterio en cuanto signo de la salva­ mente entre una perspectiva salvifica temáticamente dejada al lado y otra
ción trinitaria que se realiza en ella357. ni suficientemente tematizada.
El Vaticano II ofrece una novedad dramática en el sentido de que
lompe claramente con el paralelismo, existente en la tradición teológica,
Balance intermedio entre el planteamiento de communio y el planteamiento a partir de la
substancia para explicar la unidad de Dios. Por más que persistan en la
i clestología las dos líneas del pensamiento tradicional de uniformidad y
Ricardo de San Víctor ha Logrado apenas establecer su intuición de que
del pensamiento nuevo de comunión, no hay ambigüedades en las afir­
ha de ser posible explicar la unidad divina como comunión de amor La
maciones trinitarias. Es importante que en el único lugar en el que hablan
elaboración de esta intuición quedó corta. Lo importante para nuestro
en fórmulas del Dios tripersonal358, los Padres conciliares recojan la
tema es L que, al menos, es posible relacionar su intento de explicación
teología de los Capadocios. Este hecho suscita la pregunta de si no es
con su experiencia de fe implícita y 2. que ha comprendido la apertura a
i|uixá realmente imposible explicar la Trinidad como comunión sin ha­
otros, uno o muchos «terceros», como una característica esencial de la
blar del Padre como «principio» o como «amor fontal» en un sentido
comunión. EE hecho de que su concepto de persona haya sido insufi­
telacional. Cuando el Concilio empieza desde el Padre y habla de su
ciente para el desarrollo de su intuición funda mental, no le resta valor a
“disposición salvifica” logra otra cosa: representar el hacer salvífico del
la intuición. Es posible que el interés actual en la teología trinitaria de
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo de manera que aclare la diferencia en
Ricardo sea más bien un interés por su intuición fundamental. E l que los
lu unidad y, al revés, la unidad en la diferencia, sin que el hacer personal
estudios sobre Ricardo no cuestionen suficientemente su exposición
y propio de cada persona se hunda en la actuación «una» del Dios «uno».
teológica, podría ser consecuencia de que también en la teología trinitaria
La experiencia implícita leída entre líneas en la Parte V y en Ricardo,
actual el concepto de persona sigue siendo problemático. Sin embargo, el
es nombrada explícitamente en el Concilio: la experiencia de falta de
concepto de persona nuevo y tan detenidamente trabajado de Ricardo nos
comunión se convierte en punto de partida para releer todo el kerygma
ha dado la oportunidad de cuestionarlo a partir de nuestra fórmula antro­
pológica < «autopre sencía -en-rel aci ón» de modo mucho más claro de lo cristiano en la clave de comunión - de la unidad como comunión. E l
liecho de que este «proceso de traducción» no siempre se logre se debe,
que pudo hacerse en el análisis de los Capadocios, Agustín y León Mag­
en último término, a que nadie puede hablar válidamente de comunión a
no, y de aplicar esta fórmula también a la comprensión de la comunión.
partir de la falla de comunión, sino sólo a partir de la experiencia de una
Otra intuición importante de Ricardo consiste en suponer que, para la
Comunión lograda. Sin embargo, la comunión puede lograrse sólo en un
descripción de la realidad relacional divina y humana, un solo concepto
proceso compartido y un Concilio no deja el tiempo suficiente para esto,
de persona habría de ser suficiente. Aunque él mismo no haya podido
lograr este intento, la tarea de hacerlo sigue siendo vigente. junque realmente haya iniciado el proceso.
Precisamente la experiencia de la ausencia de salvación en el mundo
actual - y en cualquier forma de mundo histórico - ofrece el punto de
partida decisivo para hablar de la salvación que viene de Dios. Sólo así el
354. Compáese car: “ debemos crear que el Espíritu Santo ofrece a tades la posibili­ kerygma puede llegar a ser comprensible como salvación «por nosotros»,
dad de que, en forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” , GS n. 22 liste punto de partida conduce a que los textos conciliares coloquen los
(291); J Rali'inger. Kcmmeniar zum Kap. i der Pasroraien Konslitution über ílie Kirehe in acentos exactamente ahí donde los pone también el NT.
der Welt ven heute (GS), III, 351. El texto final, sin embargo, es más claramente trinitario.
355. LO n. 39(1075.].
356. G Sn. 40(316).
357. A. Grillmeier, Lickt der Vóíker? [nota 226], 5. 35S. AGn. 2 (655).
454 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS

Aunque muchas veces los textos conciliares no sean uniformes, tanto


en su lenguaje como en su contenido, es innegable que narran su anun­
cio y que lo hacen en los lugares clave, especialmente los trinitarios. En
parte, el estilo narrativo está condicionado por la selección del lenguaje
bíblico, pero la Gaudium e¡ spes en particular narra también el sufri­
miento y la esperanza de los hombres de hoy y no solo exterioriza unos
análisis. E l hecho de que el estilo narrativo no se limite al anuncio del
kerygma, donde es explicable a partir de la forma misma del kerygma,
nos invita a considerar si y cómo puede ser posible integrar la narración
en la teología.

Parte VII:
Dios en medio de nosotros - un esbozo
“ El único Dios a quien conocemos es el
que se nos ha dado a conocer en la cruz y
la resurrección, el que es comunión-
desde-el-encuentro y, por eso, crea esta
misma comunión-desde-el-encuentro
entre nosotros
1. ORIENTACION DE UNA VISION DE CONJUNTO

Los resultados de nuestras investigaciones parciales temática e históri­


camente tan extendidas sólo podrán portar fruto para una reflexión teo­
lógica sobre el anuncio, si logramos unirlas en un todo. Para hacer esto
ya no es necesaria una hermenéutica particular, pero sí hay que recordar
los puntos esenciales de nuestros resultados y establecer una línea her­
menéutica conductora.
E l papel de la línea hermenéutica conductora puede ser asumido pol­
la característica estructural que hemos elaborado en la Parte I. La teolo­
gía trinitaria kerygmática que queremos esbozar ahora y en la que el
Dios uno tripersonal incomprensible ha de ser entendido como el que
hace salvación «por nosotros», sólo podrá arrancar desde la totalidad
dinám ica del conocimiento de que, en la aceptación del anuncio cristia­
no, llegamos a ser una comunión participativa en la fuerza del Espíritu
Santo que es el amor entre el Padre y el Hijo y nos inserta en este amor.
Esta frase es programática: repite el hecho de que todo conocimiento
empieza con una experiencia y precisa esta experiencia como experien­
cia, en la fe, de la comunión con Dios en la comunión participativa entre
nosotros. Con esto hemos dicho que desde el kerygma el acento recae en
el aspecto comunitario de la experiencia de fe y en la experiencia de fe
en cuanto comunión con Dios, aquí, en medio de nosotros, en nuestro
propio compartir comunicativo - o en nuestra falta de compartir.
A l plantear nuestro punto de partida en esta forma, nos valemos del
hecho de que, en el transcurso de nuestras reflexiones, hemos ligado, una
y otra vez, la tan ambigua palabra «experiencia» con el anuncio y con la
comunión. En el fondo estamos diciendo que en el centro de nuestro es­
bozo se encuentra la experiencia de la gracia de poder llamar - en el
Espíritu del Crucificado y Resucitado - «Padre» a Dios, porque en esto
consiste la novedad imprevisible del anuncio. Tendremos que ver, sin
embargo, cómo la palabra «Padre» puede ser entendida de forma que
excluya que se depositen en ella contenidos ideológicos y patriarcales.
E l planteamiento ya incluye igualmente la comprensión tácita de que
el problema de nuestro hablar de Dios que se plantea sólo por la exigen­
cia del anuncio podrá también resolverse sólo a partir del anuncio. En
este sentido, es tarea de una teología trinitaria kerygmática explicar las
implicaciones de la comunión con Dios en la comunión participativa
entre nosotros. ¿Cómo surge esta comunión? ¿En qué consiste? ¿Qué
significa para nosotros en concreto y cómo podemos describir su rele­
vancia? Tratar de contestar a estas preguntas es dar el paso hacia una
460 D ios e; n m e =d io d e n o s o t r o s V II. Dios EN MEDIO DE NOSOTROS - UN ESBOZO 461

fenomenología de la fe que no podremos desarrollar aquí, pero que po­ presupuesto y efecto del poder arbitrario2. El acontecimiento pascual ha
demos esbozar con la ayuda de la antropología presentada en la Parte II. mostrado que toda la realidad que tenemos por nosotros mismos siempre
S i el tema de la comunión ocupa un lugar centraE en el kerygma, no es pecado en este sentido, de modo que siempre la comunión con Dios y,
podemos menos que aceptarlo como central. E l kerygma nos confronta por eso, la comunión participativa entre nosotros sólo puede ser perdón.
con preguntas insoslayables: 6Cómo es posible hablar con sentido de una También esta aclaración tiene que ver con el hecho de que nuestro
comunión con Dios en la comunión participativa entre nosotros si Dios punto de partida es la experiencia. A través de todas nuestras investiga­
mismo no fuera comunión tripersonal? Y si llegáramos a hablar de él ciones parciales hemos preguntado por la experiencia y una y otra vez
análogamente como comunión, ¿no significaría esto que el discurso tan liemos encontrado respuestas parciales dejando abierto, sin embargo, el
frecuente - y más frecuentemente todavía mal usado - sobre la «solida- modo como puede entenderse la experiencia de fe individual y comunita­
ridad» es el tema propio de una teología trinitaria kerygmática? Cuando ria como un todo y de manera concluyente. Nuestras palabras sobre el
se echa a andar con mucha publicidad un programa político de «solidari­ pecado concretizan la experiencia una vez más, en cuanto que indican
dad»', puede suceder que se cierre por un día todo un hospital para los que nos referimos al contexto latinoamericano. Especialmente en un país
más pobres de los pobres, sólo para que pueda ser develada y apreciada en desarrollo del «Tercer Mundo» se impone una comprensión tan mar­
una estatua que representa dos manos juntas. E l kerygma nos exige res­ cadamente social del pecado. Lo importante de esta comprensión no está
ponder a este tipo de solidaridad con la realización de una solidaridad en que necesariamente juegue un papel en una visión de conjunto, sino
diferente. El ejemplo nos conduce a otra consideración: en que haga ver los limites de todo intento de partir de la experiencia: la
A lo largo de nuestras investigaciones a propósito no hemos aclarado experiencia siempre es específicamente «mía» y «nuestra», aquí y (hasta)
lo que es el pecado. En la Parte III sólo hemos hablado del verdón del ahora. Por eso es posible y también necesario llenar el concepto de la
pecado acontecido en la cruz y la resurrección; y en la Parte IV hemos experiencia con contenidos cada vez más concretos. Es esto precisa­
tratado del «gran pecado» de Israel que consistLÓ en quitarle a Yahvéh su mente lo que queremos intentar en esta última Parte, pero siendo cons­
nombre, ce manera que ya no llegaba a ser digno de fe. En el NT el pe­ cientes de que el intento conlleva una limitación insuperable. Una teolo­
cado es aquello que ha provocado la cruz de Jesús y que ha hecho que gía planteada así tiene determinadas posibilidades y también limitaciones
Dios se diera a conocer como el que es «Padre» quitando a un crucifica­ que no necesitan ser negativas, pero que deben ser indicadas.
do de su cruz. Esto significa que el escándalo de la cruz, en el fondo, En las muchas páginas anteriores hemos hablado constantemente no
consiste en que entre nosotros sólo puede aparecer como un escándalo el sólo del kerygma, sino también de dar «testimonio» y de «narrar», como
que Dios sea de una misericordia sin limites y que ofrezca la comunión de dos actitudes que brotan de la experiencia del kerygma. Ahora ten­
consigo a los que no son dignos de ella. Cualquiera de nosotras sería más dremos que determinar más precisa y sistemáticamente cómo se interre-
avisado E l resultado, suficiente también en el cuadro de una teología lacionan tanto estas actitudes como las realidades que expresan.
trinitaria kerygmática, es que el pecado significa actuar de modo que También ha llegado el momento para recoger la antropología de la
Dios ya no pueda ser digno de fe en nuestra sociedad, porque su miseri­ Parte II y esto bajo un doble aspecto. Esta antropología está dibujada
cordia y su ofrecimiento de comunión participativa entre nosotros no para ofrecer una fórmula antropológica que pueda ser utilizada como
encuentran punto de inserción. Lo mismo puede decirse de otra manera: concepto de persona, la de la autopresencia-en-relación, a la vez que
el pecado es idolatría. En términos bíblicos, esta afirmación nos lleva de esboza una fenomenología que puede ser ordenada e interpretada con la
regreso a lo propio del pecado y muestra cómo y en qué lugar el pecado ayuda de la fórmula. Por consiguiente, habrá que mostrar ahora dos co­
es contrario al kerygma. E l pecado es una autonomía arbitraria, creada sas: /. qué y cómo el nuevo concepto de persona puede ser aplicado
por nosotros mismos y, por eso, contraria a la creación - contraria a la análogamente al hablar del Dios tripersonal y 2. qué y cómo tal hablar
autonomía de todo lo creado que consiste en su ser relación unilateral a análogo de Dios es capaz de explicar nuestra experiencia de Dios como
Dios que se opone a la comunión con Dios porque busca garantizar el experiencia de comunión con Dios en la comunión participativa entre
comportamiento inhumano respaldado por la sociedad y que es, a la vez,
2. J. Ackva, An den dreieinen Golt glauben, FTS 47, Knecht, Frankfurt a. M. 1994,
I P. Knauei\ Der Glaube kcmir.t vem Horen, Herder, Freifciirg-Basel-Wien *1991 28s., muestra que en América Latina el problema central no es, como en Europa, el del
327s., 39S. ateísmo y de la secularización, sino el de la idolatría.
462 Dios en m edio de v o s o t r o s VIL Dios en m edio de n o s o t r o s - un esbo zo 463

nosotros. Así como en la Parte antropológica el acento recaía en la feno­


menología y no precisamente en la fórmula en cuanto tal, resulta también
2. AUTOPRESENCIA-EN-RELACIÓN: HABLAR DE
para nuestra visión de conjunto que lo que quiere explicar es la experien­ DIOS CON LA FÓRMULA ANTROPOLÓGICA
cia de Dios en comunión y no la Trinidad misma. Aunque los dos as­
pectos sean inseparables hay que tomar en cuenta este acento especifico
que, otra vez, destaca simultáneamente las posibilidades y las limitacio­ Como lo hemos visto en la discusión de la teología trinitaria de Ricardo
nes de una teología tnni tari a kerygma tic a de San Víctor, es imposible hacer una teología trinitaria que ignore te­
Planteadas así las cosas, resulta otra vez un indicio para una última máticamente nuestra experiencia de Dios, por la sencilla razón de que es
determinación de la experiencia que parte del kerygma de la cruz y de la imposible hacer abstracción del kerygma que nos anuncia la salvación de
resurrección y que corresponde al contexto propio de esta investigación: parte de Dios. Hasta ahora nos hemos atenido a este hecho cuidando
el kerygma exige que hablemos desde la cruz y no sobre ella Esto signi­ siempre de mantener unidos el kerygma y nuestra experiencia del
fica que hemos de hablar simultáneamente a partir de la experiencia de kerygma. Ahora habrá que buscar un camino sistemático de hablar de
pecado, sufrimiento y muerte y a partir de la alegría, def agradecimiento Dios que nos permita desarrollar lo más plenamente posible tanto el
y de la paz, sin las que no puede haber experiencia de Dios. E l hablar kerygma como su relevancia para nosotros. Hemos de buscar primero
desde la cruz incluye también la esperanza y el ser acogidos en el miste­ unas posibilidades de lenguaje que correspondan a nuestro plantea­
rio de Dios. Si queremos hablar de Dios así, es indispensable que «na­ miento, para luego expresar en ellas adecuadamente el contenido de la
rremos» o contemos lo que hace en y por nosotros, cómo irrumpe en experiencia que comunitariamente hacemos del kerygma. Para lograr
nuestras vidas y crea entre nosotros una comunión participa tiva. esto es necesaria la discusión de algunas cuestiones fundamentales que
Con cuanto hemos dicho hemos dibujado, en el fondo, círculos temá­ ya fueron rozadas en ocasiones anteriores.
ticas concéntricos alrededor del kerygma. Por eso mismo podemos ahora
- ya no de manera concéntrica - mdicar los pasos que pueden llevarnos
a una síntesis: formalmente está en primer lugar la tarea de aplicar aná­ 2.1 Dificultades con la analogía
logamente el concepto de persona autopresencia-en-relación a la expe­
riencia que, en la fe, tenemos del Dios tripersonal. Queremos intentar, Ya en la Parte I (1.2)
habíamos dicho que todo hablar de Dios sólo puede
sobre La base de esta aplicación, hablar de Dios como de una «comunión- apuntar hacia él, porque nuestro ser creado nos permite afirmaciones
desde-el-encuentro» y, así, de Dios como communio. Después tendremos directas exclusivamente sobre nosotros mismos y sobre nuestro mundo.
que aclarar cómo se interrelacionan, a partir de la experiencia de Dios, el Todo cuanto digamos de Dios siempre expresa sólo su total incompren­
kerygma. el testimonio y la narración. Esto implica igualmente el intento sibilidad, porque Dios es sólo desemejante al mundo. En haber captado
de contestar a la pregunta de cómo ha de ser posible narrar en el cuadro esto consistía el gran avance de la teología de Gregorio de Nisa. Sin em­
de una teología sistemática. La parte central consistirá en una explicación bargo, debido a que nosotros junto con toda nuestra realidad somos rela­
de la experiencia de Dios como encuentro con Dios configurado a la cruz ción a Dios sin residuo alguno , es decir, totalmente, resulta que real­
Y resurrección. Esta parte ha de ser construida, por un lado, conforme mente podemos decir algo sobre Dios desde dentro de nuestra realidad y
a los resultados de la aplicación del nuevo concepto de persona a Dios que las afirmaciones que hagamos son siempre simultáneamente afirma­
para la comprensión del Dios tripersonal y, por otro, conforme a nuestra ciones sobre nosotros mismos en cuanto relación a él. Si no se entiende
antropología fenomenológica. o no se toma en cuenta que el hablar análogo sólo apunta hacia Dios des­
de nuestra realidad propia - o bien que sólo nuestro hablar desde dentro
de nuestra realidad propia realmente apunta hacia Dios - surgen dificul­
tades3.

3. El hecho de que sólo podemos hablar análogamente de Dios siempre ha sido reco­
nocido en la tradición. “ Constantemente nos topamos en la lectura de los Padres de la
464 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s V I L DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS - UN ESBOZO 465

Puede pensarse que el problema del hablar análogo de Dios reside en designa la creación como una “ ex-sistencia análoga” 7 y se postula, por
el hecho de que muchos teólogos piden que hablemos de nuestra propia consiguiente, el principio de una “ reciprocidad de la argumentación in­
realidad partiendo de la Trinidad Se propone incluso “ leer” en la Trini­ manente y económica” 8, se plantean cuatro problemas insolubles e inhe­
dad el significado de la persona y comunidad humanas*. Este movi­ rentes en el mismo punto de partida: 1. una determinada comprensión de
miento descendente está concebido como análogo, como se aprecia en Dios sigue siendo presupuesta, independientemente de si se admite o se
Hemmerle, quien quiere presentar una “ nueva ontologia” que ha de ser quiere tal presuposición o no; 2. se presupone una relación mutua entre
una ontologia del amor: Dios y el mundo, lo que hace que la diferencia fundamental entre natu­
raleza y gracia se vuelva inexplicable; 3. los dos primeros problemas
‘'La nuevo de la nucv’a antología corsiste en que parte de ina profundi­ hacen imposible explicar con claridad en qué consiste exactamente la
dad que no puede captarse desde abajo: parte del misterio tripersonal de salvación que nos alcanza de parte de Dios; y 4. una teología construida
Dios que nos es revelado en. la fe. El misterio ce este misterio se llama así sigue siendo vulnerable a la ideología. Estas reservas muestran su
amor, darse. Desee aquí se abre la estructura de todo el ser, de todo el cara verdadera en el momento en que se quiere hablar de la importancia
pensamiento, de iodo acontecimiento”5. de la cruz para Dios mismo9. Lo que sucede, en el fondo, es que, aun
involuntariamente, Dios cae bajo un concepto preconcebido de la analo­
Una frase semejante muestra el problema de fondo. Se presupone que ya gía.
sabemos quien y como es Dios, para luego proyectar lo sabido sobre la Si mantenemos, en cambio, que el hablar análogo de Dios siempre
realidad humana. El problema tampoco desaparece cuando se supone sólo apunta hacia Dios desde nosotros mismos y que esto es válido siem­
tener tal conocimiento en ía fe, porque nuestra fe se da en el mundo y en pre y sin excepción, también en la fe, resultan una serie de consecuen­
la historia y tampoco las afirmaciones de fe pueden hacer otra cosa que cias: 1. no hay ni puede haber en la teología trinitaria una «convención
apuntar hacia Dios0. E l reconocimiento de la analogía de las afirmacio­ lingüística» válida para todos los tiempos, sino que todo lenguaje será
nes de fe no es capaz por sí solo de superar esta dificultad mientras la válido sólo en el tiempo y en las circunstancias en las que determinadas
analogía sigue partiendo de Dios en vez de la realidad creada. Cuando se analogías son entendidas - y eso significa también: entendidas como
analogías - y captadas como apropiadas a la experiencia de fe eclesial
en su propia realidad concreta10; 2. por principio, toda teología trinitaria
puede ser superada y formulada de manera nueva y diferente", no de
Iglesia con el ’canlus firmus’: ‘Hemos de utilizar imágenes [...] si no queremos callar del modo arbitrario, sino conforme a las exigencias del anuncio. Las formu­
lodo'” , B. J. Hilberath, Der dreieinfge Gojí und ate Gemeinschaft der Menscfien, laciones tradicionales guardan su valor sólo como un «control de cali­
Gruñe wa Id, Main?. 1990, 93 Esta conciencia se «presó, en los Padres <lc La Iglesia que dad» que permita averiguar si un nuevo lenguaje realmente corresponde
discutimos aqui.cn sus reflexiones sóbre la insuficiencia del Lenguaje.
4. Ib:d., 34. En 1a página 88, 13. J. Hilberath propone concebir “el concepto antropo­
lógico de persona” a partir déla autaco mur.ic ación de Dios. C f Id., Der Peraonbegriffáer 7. R. Faber, Der Selbsteinsatz Gottes. Grundlegung einer Theologie des Leidens und
TrirMñisthedogie in Ritckfrage von KarI Rahner zu Tertullians ''Adveraos Prnxean'". ITS der Veránderlichkeii Cotíes , StSSTh 16, Echter, Würzburg 1995, 91. En su explicación de
'.7, Tyrolia, Innsbruck-Wien L9S6, 321. la analogía como “ katalogía” , 117, desarrollo del tema 102-139, Faber defiende la misma
5. K. Hemmerle, Thesen xu einer irinlfariacken Onloicgie, Johannes. Einsiedeln postura que W. Simonis, Glaube und Dogma der Kirehe: »Lobpreis seiner Herdichkeit«
31992, 54 (Kpft i’ .14), EOS, Erzabtei St. Ottilicn 1995, 68-77.
ó. En lo que sigue nos daremos cuenta cuán esencial es 'a definición de P. Knauer S. R. Faber, ibid., 90 elpassint.
discutida en 1,1.2. B. G. I.ar.gemcver, Retationale Einiieit wier personale Gemeinschaft, 9. R. Faber, ibid., 90s., parte de la ex-sistencia análoga de lo creado “ en cuanto apare­
en Communio Scrnaonm, J. Schreiner y K . W;ttsl«3t(cds.), FS tur Bischof P.-W. Schcele, ce como co-revelada en la revelación fundada en Dios” y deduce: “ Si esto es así y si, por
Echler, Wtirzburg '.988, 312. escribe, refiriéndose a I3. Knauer: “ Si el termino ««analogía» consiguiente, el «ser-desde-Dios» es la estructura de la analogía que tiene su fundamento
significa que todas las representaciones y todos los conceptos de nuestro conocimiento en en las relaciones intratrinitarias de origen de la vida divina, habrá que preguntar en lo más
la le provienen del mundo de nuestras experiencias humanas, entonces su uso leológico hunco por la importancia que la analogía tiene para Dios mismo ” , 91
puede ser fundamentado y juzgado criticamente sólo en el contexto de este mundo de 10. Por principio, ninguna teología cristiana, del tipo que lucra, puede, por consi­
experiencia” . Según E. JtingeI. Dios corno misterio Jet mundo, Sígueme, Salamanca 1984, guiente, presentarse como “ idioma original de la revelación", H. Geiíkr, Der Beitrag der
372-384-, el uso de la analogía que corresponde al evangelio es entrada en el misterio Trinitiilslehre zur Problemalik des Redens yon Gott, ZThK 65 (1968), 248.
divino. 11. Siempre sólo es eficaz en su propio contexto, ibid., 233.
466 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS V il. D ios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esb o z o 467

a la transmisión o tradición eclesial del kerygma; 3. son la experiencia y Kilerpersonal real que, a todas luces, se da también fuera de la fe y, con
la experiencia de fe en la comunidad las que determinan cuáles imágenes esto, entra en contradicción con el kerygma que, después de todo, no nos
y palabras en el contexto de la propia comunidad son las más aptas para anuncia que somos creados, sino que la fe nos hace nuevas creaturas,
hablar de Dios tal como es realmente experimentado. Esto significa, para poique experimentamos que somos creados en Cristo y podemos llegar a
nuestra propia teología trinitaria kerygmática, que desde el principio sólo ser semejantes a él y a hacer lo mismo que él.
puede presentarse con la pretensión de hablar un lenguaje que real y ve­ Otro ejemplo con consecuencias funestas nos lo proporciona Siebel
razmente exprese la experiencia de fe vivida en una comunidad concreta que primero describe a la Trinidad según el modelo sociológico de la
y de que este lenguaje también sea apropiado a la luz de la tradición comunión de dos en cuanto minima unidad social que, por medio de un
eclesial del kerygma. “ punto de vista común” , puede ser ampliada a una unidad de tres16. Lue­
E l hecho de que retomemos aquí otra vez la discusión sobre la analo­ go pasa a la analogía equivocada, es decir, parte del conocimiento de la
gía no sale sobrando, como puede constatarse en un primer grupo de las Trinidad para entender la sociedad humana, y de inmediato olvida esta
consecuencias que pueden resultar de una comprensión inadecuada de la misma analogía equivocada. Este procedimiento le permite aportar lo
analogía. Si se parte de un conocimiento presupuesto de Dios y si se de­ siguiente a la comprensión de nuestra propia experiencia social:
signa, por consiguiente, al Espíritu Santo como puro don o, también,
como una ‘relación yo-vosotros” , es evidente que no se encontrará una “ El padre es, a la vez, una persona y llena un papel que pertenece a la
analogía humana12, porque el don siempre es una tarea que brota de una realidad fundamental de la familia humana [...]. El papel del padre es un
reahdad de encuentro, y porque, en sentido propio, no existe una “rela­ papel funcional. Está orientado hacia el papel receptivo del niño [...], pe­
ción yo-vosotTos” . Esto significa, sin embargo, que tales expresiones no ro dice relación no sólo al niño, sino a toda la familia. El padre es en rea­
dicen nada sobre nuestra realidad y que, por eso, no alcanzan a dar cabi­ lidad el representante de la familia en cuanto su cabeza, de manera que en
da al kerygma que pretende decirnos una palabra literalmente vital. él actúa toda la familia, cuando establece normas o distribuye castigos.
También Oeing-Hanhoff empieza con una analogía «invertida» para Sin embargo, el padre es también el representante de los poderes fuera de
Llegar a un concepto de persona partiendo de las divinas personas J. Ini­ la familia, asi el representante del estado y de la Iglesia, incluso el repre­
cia con la comprensión (de la fe) de que la característica de las divinas sentante de Dios. Por consiguiente, el amor y la veneración dirigidos a él
personas es la autocomunicación perfecta14, lo que lo lleva lógicamente a no se refieren solamente a su persona, sino también a la familia que se
La conclusión de que hace presente en el, a la moral sostén del estado presente en él, a Dios.
Una familia de meros interlocutores iguales, en la que el hombre y la
"ios seres racionales finitas sólo por la autocomunicación divina son mujer tengan los mismos derechos, está en contradicción, en consecuen­
constituidos como personas capaces de una autocomunicación amorosa. cia, tamo con la familia natural como con la familia cristiana” 17.
Por consiguiente, el ser persona na existe por la crcatio ex nihilo, sino
sólo por la autocomunicación de Dios” 15. Después de esto sólo falta aclarar que el hijo, especialmente el hijo ma­
yor. es el auténtico heredero del Padre18y nos encontramos trasladados a
Si fuera así, no podría haber un conocimiento natural de Dios, por el sistema feudal medieval en todo su esplendor19.
sencillo hecho de que no existiera nadie capaz de conocer. Además, sin
embargo, tal afirmación vacía de sentido y contenido todo encuentro
16. W. Siebel, Der Jleilige Geist ais Relation. Eine soziale Trinitátslehre, Aschcn-
12 Das Herz Goctes.
H. Miihlen, Ncue Aspekie der Trinitátslehre , ThGI 78 (I9S8J, dorff, Münster 1986,46-54.
14Is..e ]<±,Der Heüige Geist Persa
ah n, Aschcndorff. Münster 1963, 159. Al final del 17. Ebid., 60.
primer trabaja, Mühlcn modifea su postura c intenta una explicación de la comunión 18. Ibid.
divina por mediDde la analogía del “ nosotros apriorístico” torrado ce la sociología, 154ss. 19. En la unidad social de la familia actual ya influida por grandes cambios, la co­
13. L. Oeing-Hanhoff, Trinüansche On'ologie imd Metaphysikder Persan, QD 103, rrespondencia con semejantes tipologías sólo puede ser lograda por un “ engrandecimiento
1984, 162 imaginario de la figura del padre” , F. Riquer Fernández, ¿Porque lo mando yo? Acerca
14 Ibid , L65. del poder y la autoridad en la familia, Umbral X X I, 17 (1995), México, 59; cf. también
15. Ibid . 167. Y Spiegel, Dios Padre en una sociedad sin padres, Conc 17 (1981), 313: “ Ya no hay
468 Dios en m edio de n o s o t r o s V I I . DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS - UN ESBOZO 469

2.2 Dificultades con el concepto de persona perfección"4, porque un discurso sobre la perfección de la relacionalidad
presupone primero una comprensión de la relacionalidad. Paiece que el
No sería exagerado llamar los esbozos actuales de teología trinitaria una problema de unir persona y relación, ya presente en Agustín, se ha con­
verdadera lucha con el concepto tradicional de persona. Existe un amplio vertido hoy en la “ cruz de la teología” 25.
consenso de que se necesita un concepto relacional de persona para po­ Aparentemente, la dificultad es doble: 1. ¿Es posible concebir una
der hablar adecuadamente de la comunión de Dios con nosotros en una conciencia del «yo» en las divinas personas? Y , al revés: ¿Podemos re­
comunión participativa, y esto no solamente en las sociedades latinoame­ nunciar a concebir una conciencia del «yo» en las divinas personas?" ; y
ricanas, sino también en las europeas - y en cualquier sociedad. Una y 2. Si hablamos de tres «yo» en Dios y nos acercamos así a la compren­
otra vez se busca ver en conjunto la persona y la comunidad y de conce­ sión moderna de la persona, ¿cómo evitamos, entonces, la representación
bir a la persona en su relación con los demás20. Sólo es posible pensar a de tres dioses27? Por otro lado, si atribuimos una sola conciencia de «yo»
Dios como Trinidad si las tres personas son concebidas en su entrega a la naturaleza divina, ¿tiene sentido todavía hablar de divinas «perso­
mutua y en ‘correlación absoluta” , lo que Lógicamente debería llevar a nas», y es posible hacerlo sin caer en el otro extremo del modalismo?28.
comprender la unidad de Dios como “realización interpersonal de las tres Es obvio que no avanzamos nada al reemplazar un concepto de persona
personas” ' 1. no relacional con un concepto de conciencia del «yo» igualmente no
Sin embargo, rambién al reflexionar sobre la relación yo-tú para lle­ relacional o ni siquiera explicado. Todas las discusiones sólo regresan al
gar a un concepto relaciona! de persona surge otra vez la dificultad con mismo e idéntico problema.
La analogía Si se parte de un presupuesto conocimiento de Dios y de un El verdadero problema consiste en el precondicionamiento, sostenido
presupuesta concepto de persona, se puede llegar a afirmar que el en­ e históricamente configurado por una ontología de substancia en la que
cuentro yo-tú humano es una «oposición de relación» (oppositio re latió- necesariamente aparece autoevidente que un concepto de persona sólo
nis), un reconocimiento, de un lado y de otro, o bien la confirmación de puede ser completo “ cuando el elemento de la existencia individual a
la inmediatez y unicidad Je cada uno . lo que equivale a agregar me­ partir sí misma está en el centro” "\ Sólo si éste es el presupuesto es fac­
ramente la relacionalidad a un concepto no relaciona! de persona y a ad­ tible decir que ‘‘el ser-en-sí mismo y la relación no son alternativas” 30. Es
mitir que la fe no tiene nada que decir sobre tas relaciones interpersoua- indispensable haber comprendido los dos aspectos primero como opues­
les. De manera semejante, nna comunidad concebida en términos am­ tos el uno al otro, para luego poder negar su oposición.
plios, la apertura del «yo» y del «tú» a los demás, se convierte en un pu­
ro postulado mientras no haya manera de explicar el encuentro inter-
personal humano. De este modo aparece más bien como un postulado 24. C. Mowry LaCugna, God For Us, 1larper, San Francisco 1993, 304.
disfrazado la afirmación de que la relacionalidad absoluta de Dios es su 25. Ch. Schütz, Gotteslehre, M S Erganzungsband, M. Lóhrcr, Ch. Schütz y D. Wie-
derkehr (ecs.), Benzigcr, Zürich-Einsiedeln-K6ln 1981, 311.
26. “ Si la conciencia del «yo» en Dios no brota del ser persona, por más que eviden­
pad'es poderosos, aunque disimilan s j falte de poder mediante un comporta miento des­ temente sea realmente idéntica a la única conciencia divina, distinguiéndose de ella sólo
pótico y brutal, sinosele sucedáneos de padres” . virtual mente, no les corresponde un «yo» a las tres divinas personas’ . Que les lalte el ser
2C B. J. Hilberath, De: dreieinige Gou... (nota 3|, 3Ss; F. X. Bantle, Person und «yo», sin embargo, es incompatible con DS 525-532, 800, 803-805, F. X. Bantle, o. c.
Personbegrtff in der Trinitátsfeiire Kaii Rnhners, MThZ 30, 2 (1979), 19, aunque este [nota 20], 13. La última frase sólo indica el problema, porque se trata precisamente de la
autor sencíl lámeme emienda como relación al el concepto de persona de Gregorio de Ksa presunta ce cátnc predicar de las divinas personas la conciencia del «yo».
¿ I . I Salmanr», IVerisl Gou? Zur Frage nach dem Verhñltnis von Penen und Nciur 27. J. O ’Dar.ncll. The Trinity as Divine Communily, Gr 69, 1 (1988), 32.
in der Tnniiütsiehre, MThZ 35, 4 (1984), 24-5 28. J. O’Donncll ofrece esta solución: “ there are threc wbo are conscious by way ot
22 H. Míiblcn. Der Heitige Geist ais Person [ñola I2|, 131. one essential cor.sciousncss constituting a divine reciprocity that is an interpersonal and
23. Esle problema, precisanenle en la discusión con Mühlen, lo ha visto J. Spletl, intersub;ective unily” , ibid., 33. Esto, sin embargo, es lo mismo que agregar la relaciona-
Diaiefaik des Tims - Diafogik - Person-Sein in irlnitarischer Ár.aíogie, ThPn 61 (19S<5), lidad esta vez a la conciencia del «yo».
174, observando que el -«nosotros» en cuanto tal no es un «tercero». Éste es también el 29. B J. Hilberath, Der Personbegriff der Trinitatstheologie... [nota 4], 237. Cf. tam­
problema del esbozo de teología trinitaria de W M. Mdller, Die Tlreclcgie des Dritten, bién página 129. Hilberath parece presuponer que la persona humana en su propia expe­
EOS, Si. Ottilien 1996, quien intenta llegar, a partir de Ricardo de San Víctor y de una riencia sólo llega a percibir su ser-en-si-misma, lo que luego deberla ser corrigido relació­
analogía -dela farr.il:a, pasando po~el Espíritu Santo como tercero (¿=nifio?)3a un modelo nalo'ente por medio del concepto de persona trinitario.
social de la Trinidad.
30. B. J. Hilberath, Der dreieinige Golt... |nota 3], 109.
470 D]OS EN MED [O DE NOSOTROS V II. D io s e n m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 471

A causa de la terminología imprecisa y de Los presupuestos espontá­ relación subsistente, de la que parte40. Moltmann41 se propone usar un
neos no es de extrañarse que el concepto de persona en su aplicación a la concepto1de persona específico para cada persona divina, peto luego
teología trinitaria acarree dificultades particulares. S i se habla det «ser- tampoco puede prescindir del concepto de persona trinitario tradicional
en-sí-mismo»> (subsistencia), éste se está igualando a «sujeto»), de modo v también en él el «ser-en-sí-mismo» y la relación quedan meramente
que, respecto a las divinas personas, la referencia a Ires sujetos debería yuxtapuestos45.
ser sustituida por un hablar de tres ^distintos) modos de subsistencia51, Parece, entonces, que todavía estamos lejos de realizar la intuición de
pero en un sentido opuesto al que entiende K. Rahner, quien quería pre­ Ricardo de San Víctor de que debería bastar con un solo concepto de
cisamente distanciarse de la comprensión de tres sujetos (subjetivida­ persona para describir la realidad relacional divina y humana. En lo que
d e s ) S i, además, el sujeto ha de ser una ‘ autoconstiXución creativa”33, sigue queremos al menos intentar cumplir con la tarea que nos ha legado,
quisiera uno saber cómo poder unir a un concepto semejante una relacio- usando el concepto de persona autopresencia-en-relación.
nalidad que tenga un significado real para el sujeto34, sea humano o sea
divino. Por otro lado, tanto en el hablar del sujeto» como en el del «moda
de subsistencia», está ausente toda dimensión de un diálogo personal35. 2.3 Aplicación del nuevo concepto de persona en el conocimiento
Parece, entonces, que la única solución consiste en dar a uno o varios natural de Dios
conceptos tradicionales de persona una forma lingüistica más relacio­
nad.
Igual que en la discusión de la analogía, hemos de partir de la definición
Con todo, los conceptos tienen la función de servir a una intención de la creaturalidad como relación total (sin residuo alguno) y unilateral a
afirmativa, y cuando un solo concepto de persona no llega a cumplir con Dios (Parte I, 1.2). Además, hemos de poner en práctica ahora cuanto
esta función, en este caso con la intención de anunciar la doctrina del hemos dicho de la analogía y esto de tal modo que al hablar de Dios
Dios tripersonal. queda la. posibilidad de combinar varios conceptos de auede claro que sólo apuntamos hacia él - y que este aspecto análogo en
persona. Así, Radlbeck ha podido demostrar en la teología trinitaria de ningún momento se pierda de vista. Este proceder es paiticulamiente
Kasper3" tres diferentes comprensiones de la persona divina, a saben la importante en un contexto latinoamericano - y en cualquier contexto
del sujeto3S, la de la “ persona absoluta”3"' y el concepto escolástico de la patriarcal - en el que el hablar de Dios tan a menudo tiene colorido
ideológico
3L. W. Kasper, Ef Dios efe Jesucristo, Sígueme, Salamanca 1994,327. Que somos autopresencia-en-relación es nuestra imagen de nosotros
32. K. Rahner, Esbozo sistemático de una teología de ¡a Trinidad, M S IIVI, 433ss. mismos, a la que hemos llegado a partir de nuestra propia experiencia y
33. E Salmann.o. c. [nota 21], 247.
reflexionando sobre ella, es decir, por el camino creatural-natural. Nues­
34. Esta es. en último término, la razón por la cual la teoría moderna del discurso (J
tra fórmula antropológica representa como ontológicamente unidas la
: la berma sj>se distanció de la íi osofia de la conciencia v desplazó el acenio a una '‘racio­
nalidad comunicativa , M. Knapp, The Theorie des kcmmunikativen Handefns ais estructura ortológica y el condicionamiento histórico de la persona en su
Denkmcráel! für den trinúanschen Gotiesbegrifí?. en Communio Scnctorum |nota 61 relación con otros y en todas las situaciones que llenan de contenido su
3 3Os. J condicionamiento. Por eso puede expresar toda la realidad relacional de
35. Razón por la cual P. W/efl, Lie be in Gen und in der IVeil, ZKTli 107 (1985), 387, la persona en todas sus concreciones. Esta fórmula puede aplicarse aná­
observa acertadamente que «ales car.ceptualidades no son capaces de resolver los proble­
mas de rede la comunidad.
logamente a Dios y esto según las tres vías de la analogía: afirmativa­
36. Exactamente esto es lo que intentan F. X. Bar ti e. o. c. [rota 20|, 20. con una re- mente podemos decir que Dios es autopresencia-en-relación; negativa­
interpreración del concepto de persona de Boecio na tura e ratlonalis individua substartiia mente necesitamos decir que nuestro ser autopresencia-en-relación es
y E. Salmann, c. c. [rota 21], 260, con ta explicación siguiente: la persona “ es relación desemejante a Dios, porque nosotros somos relación a él sólo en «total
refleja e incomunicabilidad relaciona! que sabe de sí misma 'eflejando hacia otros al todo, diferencia» y porque nuestro ser relación total sólo vale para nuestra
es decir, a la naluralc/a del ccpoder-ser-só Ia-amor-inmed iai ameme-creati vo » (lo que es su
interior dad recibida,, su «esencias) ’. La problemática de tales ampliaciones es evidente.
37. Cf. nota 31. 40. Lbic., 13Sss. [W. Kasper, ibid., 328s.]
33. R. Radlbeck, Der Personbegriff In der Trinirálstheoiogie der Gegenwari, Pustct, 41. J. Mo'.tmann, Trinidad y Reino de Dios, Sígueme, Salamanca 1986.
Regen sburg 1989, N3 [W Kasper, Ei Dios tic Jesucristo, 329j. 42. R. Radlbeck, o. c., 81-89.
39. Ibid., 16C [W. Kasper. ibid.,183]. 43. Ibid , 76
472 D ios i ;n m e d :o d e n o s o t r o s V II. DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS - UN ESBOZO 473

relación a él; y en la vía de la eminencia necesitamos superar tanto la vía que no podemos predicar de la autopresencia-en-relación divina un ser
afirmativa como la negativa diciendo que Dios, en cuanto autopresencia- relación a nosotros. Todo esto significa que sólo hemos sustituido la
en-relación. es sólo diferente de nuestro propio ser autopresencia-en- fórmula autopresencia-en-relación por la palabra «Dios». En el tondo,
re Lación'4. por consiguiente, no hemos hecho otra cosa que seguir los pasos de la
Este es un primer paso, pero hacen falta distinciones. Una prim era teología tradicional, porque en la analogía correcta se le llama a Dios
distinción consiste en que. al nombrar a Dios corno autopresencia-en- «substancia», porque se toma a la persona humana por una substancia.
relación, estamos empleando la fórmula en el sentido de nuestro propio La autopresencia-en-relación divina que conocemos a partir de y en
ser autopresencia-en-relación con otros, en una dimensión simultánea­ nuestra creaturalidad es el «Padre»45, que también es el primero en la
mente ontológica e histórica, pero no La estamos empleando en el sentido reflexión de los Capadocios (Parte V, 2.2.1), porque es la «primera» per­
en el que entendíamos la autopresencia-en-relación como pregunta tras­ sona en cuanto que ninguna otra le precede. Sin embargo, si los Capado­
cendental. En este último sentido, nuestro ser autopresencia-en-relación cios tienen razón en decir que el «Padre» es intratrinitariam ente princi­
es idéntico a nuestra relación creatural a D ios. Precisamente en este sen- pio sin principio y que en relación a la creación toda la Trinidad es prin­
Lido no puede apuntar hacia Dios, porque desLgna exclusivamente nuestra cipio sin principio, resulta que otra vez el conocimiento de la autopre­
diterencia de él (Pane II, 2). Nosotros somos autopresencia-en-relación sencia-en-relación divina no nos alcanza para otra cosa que entenderlo,
bajo un doble aspecto: en cuanto pregunta trascendental y así relación a con la tradición, como ingenitus (sin origen), lo que es lo mismo que dar
Dios total o sin residuo alguno, y en cuanto relación a todos los demás otro nombre a la incomprensibilidad de Dios.
dentio de nuestra realidad creatural propia. Los dos aspectos son simul­ Si sustituimos nuestro concepto de persona por la palabra «Dios» y si
táneamente ontológicos e históricos e inseparables el uno del otro, pero lueco añadimos lo que podemos predicar de Dios a causa de nuestra
pueden ser distinguidos formalmente. Dicho de otra manera: bajo todos creaturalidad, damos con una fórmula: «Dios» = «autopresencia en rela­
los aspectos somos autopresencia-en-relación, pero nuestro ser relación ción que es poderosa en todo»4". Esta fórmula está vacía en cuanto no
no se refiere bajo todos los aspectos a La misma realidad. En lo que sigue, predica de Dios otra cosa que su ser persona sin principio o sin origen;
esta diferencia ha de hacerse más clara y adquirir importancia precisa­ está «llena», en cambio, en cuanto que designa a nuestra creaturalidad
mente para el hablar de Dios desde el kerygma. como la realidad en la que sólo Dios es poderoso en todo.
Al discutir el concepto de persona de Ricardo de San Víctor (Parte A l mirar esta fórmula más de cerca, descubrimos que es una fórmula
H I- 4.) hemos introducida una corrección en su clasificación. Nece­ narrativa que en su estructura corresponde a las fórmulas narrativas del
sitamos volver ahora a esta corrección para poder entender qué significa, N T y del AT: Dios = el que ha resucitado a Jesús de los muertos - el
en el conocimiento natural de Dios, conocer a Dios como autopresencia- (que está) sacando-de Egipto. Siguiendo la Escritura, particularmente las
en-relación Nuestro concepto de persona designa - y todo concepto de formas qótel del A T, podemos incluso cambiar la forma de nuestra fór­
persona debería compartir esta característica - a un grupo (species) y no mula narrativa, adaptándola a la construcción con el participio: «autopre­
a una individualidad. Sólo así tiene sentido hablar de relación. Para sencia-en-relación (que está) haciendo toda la realidad como relación
nuestro conocimiento de Dios este hecho significa que conocemos a Dios total en diferencia total»47. Es demasiado evidente que esta formulación
como autopresencia-en-relación, pero de manera parecida al conoci­ resulta ser una expresión monstruosa, pero por eso mismo se percibe su
miento en el que sabemos que otra persona humana es autopresencia-en- función crítica. S i es tan sólo posible sustituir la palabra «Dios» por una
telación, sin conocerte. De ninguna manera este conocimiento incluye o
presupone un¿. relación mutua, un encuentro. A l mismo tiempo se desta­ 45. Cf. H. U. von Balthasar, Theologik 11, Johannes, Einsiedeln 1985, 127. [Traduc­
ca lo análogo de este discurso: si decimos de Dios que es autoprcsencia- ción: Teológica I!, Encuentro, Madrid 1997]. Lo mismo vale para la comprensión judia de
en-relación, este «en-relacion» no tiene contenido Dios es, por decirlo Dios, F. Wolfinger, Sinn und Notwendigkeit üieologischen Redens von der Trinitüt, StZ
así. una species él solo y esto de modo que no podemos ni siquiera con­ 198, 11(t 980), 769.
cebir que más de una autopresencia-en-relación constituyera toda la «es­ 46. Cf. P. Knauer, o. c., 32.
47. Especialmente en esta forma, la fórmula socava el fundamento de la representa­
pecien. La paite de «en-relación» de la Jómiula está vacia también, por­ ción acostumbrada de la «omnipotencia» de Dios. A partir de ahí podrá explicarse poste­
riormente que la omnipotencia de Dios se muestre, en la cruz, como ‘ poder en la impoten­
44. P. Knaucr, o. c. [nota ]],63-&7 cia” , como formula B. J. Hilberath, Der dreieinige Gott... [nota 3], 43.
474 DtOS EN MEDIO DE NOSOTROS V IL DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS - UN ESBOZO 475

lórmula semejante, resulta que 1. el carácter anáLogo de un discurso así realidad creatural. Sin embargo, debido a que, en la fe, hablamos desde
no puede ser olvidado, sitie que se queda siempre en el primer plano; 2. dentro del 'kerygma. es decir, desde una nueva ubicación, hablamos así
una expresión semejante no puede ser llenada de contenidos patriarcales realmente del Dios Trino.
e ideológicos como, por ejemplo, ei del «señorío», porque las palabras Cuando queremos hablar del Dios de la fe, es necesario hacer una se­
hoy tan ambiguas como «Padre» y «Señor» tampoco son otra cosa que gunda distinción: al hablar en la fe, no usamos la fórmula autopresencia-
sustitutos de la misma fórmula"**; 3. la fórmula excluye explícitamente un en-relación en el mismo sentido en el que lo hemos hecho aplicándola al
«por nosotros», es decir, un adelanto del contenido de las fórmulas na­ Dios creador. También la segunda distinción se refiere al modo de em­
rrativas de la Escritura; y -í. la correspondencia de la estructura de esta pleo de la fórmula. En el párrafo anterior, la autopresencia-en-relación
lórmula con la estructura de las fórmulas eser ¡turísticas subraya una vez representaba a un «grupo» (species) que valía sólo para la única autopre-
más que sólo el kerygma puede habernos inspirado semejante paráfrasis sencia-en-relación divina (ingenitus) «poderosa en todo», cognoscible
de la palabra «Dios». naturalmente. Precisamente asi quedó claro que podemos saber que Dios
La fórmula «autopresencia-en-relación que es poderosa en todo» de­ es esta autopresencia-en-relación, pero sin conocerla. Lo que cambia en
signa la esencia de Dios41’ y 3a describe como estructura¡mente relacio­ la experiencia de fe, es la transición del conocimiento de una autopre-
nal, sin poder indicar un contenido relacional. Esta determinación de la sencia-en-relación al conocimiento de ¡a autopresencia-en-relación del
esencia de Dios tiene una función doble que habrá que tener presente en Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sólo ahora, por consiguiente, esta­
lo que sigue, a saber, la función de recoger la tradición y de acoger la mos usando la fórmula antropológica propiamente como autopresencia-
discusión teológica actual, y la función de destacar la novedad imprevi­ en-relación ontoíógicamente histórica, de modo que el «en-relación»
sible y la gracia del kerygma también puede tener un contenido ontológico e histórico. De nuevo su­
cede que lo análogo de nuestro hablar en su carácter eminente ocupa el
primer plano, por el mero hecho de que no podemos designar a Dios
2.4 Aplicación del nuevo concepto de persona a la comprensión como histórico en el mismo sentido en el que lo somos nosotros mismos.
trinitaria de Dios Sin embargo, precisamente la forma plenamente concreta del concepto
de autopresencia-en-relación corresponde al kerygma: hablamos de la
Para la aplicación de nuestra fórmula antropológica al Dios uno tri perso­ autopresencia-en-relación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo tales
nal hay que tener presente desde el principio I. que ahora partimos del como, en la fe, pueden ser conocidas concretamente en su hacer históri­
kerygma como de un acontecimiento salvifico y p o r eso de la experien­ co «por nosotros». En la experiencia de fe, el ser «en-relación» de Dios
cia de fe: y 2. que nos basamos en la fórmula narrativa válida para el se llena con el contenido de las dos fórmulas narrativas de la Escritura y,
conocimiento natural de Dios, o sea «autopresencia-en-relación que es por eso. con la fenomenología de nuestra propia experiencia de fe. Tam­
poderosa en todo». Y a hemos dicho que también desde la experiencia de bién eso sigue siendo un apuntar hacia la incomprensibilidad de Dios,
te, la aplicación del concepto de persona sólo puede apuntar hacia Dios. pero hacia una incomprensibilidad que puede ser experimentada de ma­
Aun hablando desde el kerygma y desde la experiencia ¿e fe, lo que di­ nera diferente.
gamos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo sólo podrá ser indirecto , Habíamos visto en nuestra fenomenología antropológica que soy au-
por el hecho de que podemos hablar directamente sólo de nuestra propia topresencia sólo en el encuentro contigo. Soy para ti, porque tú te me
regalas y porque sólo por tu don llego a ser la autopresencia que soy.
48. Nuestra fórmula vacia el ' Dios Padre todopoderoso” de todo contenido patriarcal, Mientras pueda decirte «tú», porque también tú me dices lo mismo, en el
la. coma lo describe M Bührig, Die imsich'bore Frau rir.d der Golt der Valer, Krcuz encuentro contigo, soy sanado. A partir del ser-sanado que tú me regalas
Vcrlag, Sluttgart 1987. 60-63-. Cf. Ch Schiiiz, linter der Hcfínung, Palmos, Dusseldorf puedo decir «tú» en apertura a otros. Intentemos ahora hablar con este
I 987, 70, sobre los atributos señoriales can los que solerías ornar a Dias. lenguaje del Dios uno tripersonal.
49. Con esto tiernos recogido, a la vez que precisado la comprensión de F. Wolfinger,
Empezamos con el Padre, la «autopresencia-en-relación (que está)
o. c., 778: "Pertenece a ]a esencia de I):os con anterioridad a todo actuar en el tiempo (...)
que siempre actúa de modo nterpersona ” . De ninguna marera es posible lamar la esen­ haciendo toda la realidad como relación total en diferencia total», en la
cia de Dios, con \V. Simonis, o. c. ¡nota 7|„ 75, su ‘"si al murido", sobre todo rio en un paráfrasis de la fórmula que aquí es más clara. Cabe hacer una aclaración
planteamiento que enfatiza la vía emiriemiae de la analogía, 68-73. metodológica: el inicio con el Padre no corresponde a la experiencia de
476 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s
V IL Dios e n m e d i o diz n o s o t r o s - un esbo zo 477

fe, sino a la doctrina trinitaria. Sin embargo, la traducción de las pala­ al Hijo: «tú, soy sólo para ti», y el «tú» del Hijo al Padre: «tú, soy sólo
bras Padre, H ijo y Espíritu Santo no solamente es más clara en el orden gracias a ti». Es aquel cuya «autopresentación» reza: «Yo soy autopre­
de ongen indicado por la dogmática, sino que también facilita la compa­ sencia como el que te conoce sólo a ti». También aquí, la «auto-
ración con la teología trinitaria tradicional. Por eso es recomendable dis­ presentación» es idéntica a la autopresencia.
Con esto hemos ampliado también los nombres del Padre, del Hijo y
tinguir entre la traducción formaL y su «llenado» con la fenomenología
de la experiencia de fe, en el que habrá que empezar con el Espíritu del Espíritu Santo a fórmulas narrativas que ahora necesitan ser explica­
Santo. das. A l mismo tiempo utilizaremos de ahora en adelante la expresión
«comunión-desde-el-encuentro» para la interrelación de las tres autopre-
A l Padre se le conoce como autopresencia-en-relación sin origen50,
sencias, aunque, por razones metodológicas, determinemos esta expre­
precisamente a partir de la creación que apunta hacia él Sólo en la fe es
sión primero parcialmente en el transcurso de la explicación de las fór­
posible saber que es ¿ntratrinitariamente origen sin origen, como subra­
mulas narrativas, y sólo más adelante detenidamente. Siguiendo el uso
yaban Los Capadocios (Parte V, 2.2.1). Aquí se ve la relación entre el
conocimiento natural de Dios y el conocimiento de Dios en la fe: sólo tradicional de los sustantivos Padre, Hijo y Espíritu Santo, insertamos en
las fórmulas los pronombres masculinos. La paráfrasis de la «autopre­
porque por nosotros mismos podemos conocer la autopresencia-en-
relación sin origen, tiene sentido en la fe llamar a esta autopresencia-en- sencia» descarta desde el principio todo malentendido patriarcal, pues el
reLación sin origen «Padre» en cuanto origen intratnnilario, para así ha­ ser autopresencia determina ontológicamente toda diferenciación con­
blar de ella de manera nueva y radicalmente diferente. creta.
E l «Padre» es aquel en qmen la reLación mutua Padre-Hijo tiene su La fórmula narrativa para el «Padre» es puro principio en cuanto que
origen. El es quien «dice»: «Yo soy autopresencia como el que es sólo la «comunión-desde-el-encuentro» de las tres autopresencias parte de
para ti». Esta «autopresentación» es idéntica a su ser autopresencia. El ella52. No puede preceder al «Hijo», sin embargo, en modo alguno, por­
«decir» es un decir de origen, puro principio de la relación a otro, a la que no puede presentarse como «Yo soy autopresencia como el que es
que nadaprecedeM. sólo para ti» sin alguien a quien lo dice. Tampoco puede ser esta auto-
presencia, sin que el Hijo le diga responsoriamente: «Yo soy autopresen­
E l «Hijo» es aquel quien «dice» al Padre: «Yo soy sólo gracias a ti».
cia como el que es sólo gracias a ti», pues si nadie le da esta respuesta, la
De nuevo, 3a «autopresentación» es idéntica a la autopresencia: «Yo soy
autopresentación de la primera autopresencia carece de sentido. La co-
autopresencia como el que es sólo gracias a ti». Aquí el «decir» es un
«decir responsivo». inunión-desde-el-encuentro siempre es estrictamente simultánea.
Si comparamos las nuevas fórmulas narrativas con la fórmula narra­
EL «Espíritu» es el «decir» del Padre y el «decir responsivo» del Hijo
tiva que anteriormente hemos desarrollado para la esencia de Dios, re­
como su decir-tú simultáneo-mutuo. ÉL es quien «dice» el «tú» del Padre
sulta que cada una de las tres fórmulas narrativas es un desdoblamiento
de la fórmula para la esencia. Las fórmulas designan a alguien a quien se
50. Para volver al lenguaje tradicional: es el se- sin origen (iigsnitus] lo qjc consti­ le conoce. En cuanto «autopresencia-en-relación que es poderosa en to­
tuye a la persona cel Padre, no la relación. Así también P. Knauer, o. c. [nota 11, 124.
do», cada uno de los tres es como lo describe la fórmula narrativa que le
Mientras no se reconozca cs'.o. resultarán las dificultades que se ven en K. Mutilen, Der
Heiifge Geisl a!s Perdón [nota 12], 129: en el -:<yo>» del Padre no sólo se expresa su ser sin es propia.
origen, sino también su relación al Hijo, porque '‘las palabras personales son conceptos No existe un encuentro sin que cada uno diga «tú» al otro, en una re­
relaciónales h postal izados” , ern los cuales “va esfú realizada la abstracción del cómo lación mutua-silmultánea con el significado del «sólo tú»53. Por esta ra­
individual de la persona que ■habla". Tal cosa seria imposible en la antropología que he­ zón hemos descrito al Espíritu Santo como «Yo soy autopresencia como
mos presentada aquí. Luego sigue “ El ser sir ongen del Padre contene de cierta manera
una relación, es deeir la negalic relationis [...), pero sólo en la paternidad en cuanto tal
52. El Padre esfons et origo tolius divinitatis, DS 490, 525, 568.
eslá cada la re'.ación a'. Hijo que constituye al Padie como persona” . También H. U. von
53. Cuando dice II. Mühlen, Der Heilige Geist ais Person [nota 12], 135, que la rela-
Balthasar. o. c. [nota 45 , I2C, tiene dificultades semejantes.
ción del Padre al Hijo es una “ relación personal del yo al tú” , mientras que la relación del
51 K. Hemmerle, o. c. [nota 5], 62s., quiere hablar de un "darse” , de un “darse como
Mijo al Padre es una “relación personal del tú al tú” , de la que posteriormente se dice que
puro principio” . “ El darse es ponerse e-n camina, es estar alejado de sí mismo. En esto el
es “ mutua” , se ve claramente la debilidad del concepto de persona. H. U. von Balthasar,
darse t:ene su identidad, en este permanece. Su regalarse es su seguir siendo” . 62. Esto
o. c., 118, habla de una “relación de unidad en el estar frente a frente” que, sin embargo,
tiene sus dificultades: no se trata de un darse, sino de un encontrarse. Las expresiones
usadas indican una antología no relacional. no concuerda con la realidad del encuentro.
47 S D ios en m edio de n o s o tro s VII. Dios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 479

el que te conoce sólo a ti». E l Espíritu Santo procede del Padre y del H i­ conoce sólo a ti» sólo incompletamente y por un tiempo; nuestra auto-
jo, porque ambos, en la mutualidad simultánea de su encuentro, se dicen presencia precisamente no es idéntica a estas fórmulas, sino que las
mutuamente el «tú» del «sólo para ti» y de] «sólo gracias a ti». La auto- cuestiona, y se cuestiona a sí misma, permanentemente. Para nosotros, el
presencia del Espíritu como «el que te conoce sólo a ti» es simultánea­ «sólo» que insertamos en las fórmulas narrativas para las divinas perso­
mente el decir-lú de cada uno y, por eso, por asi decirlo, el Espíritu del nas sólo vale por un momento o ni siquiera vale. Esta es la razón por la
encuentro5*. Es posible llamar al Espíritu el «¿nosotros» divino55, debido a cual la vía de la eminencia termina por destacar la insuficiencia de tales
que el encuentro también conlleva un «nosotros», pero este modo de paráfrasis: nosotros somos autopresencia en las tres distinciones no como
hablar encubre, en primer lugar, la apertura ilimitada del decir-tú mutuo una de ellas en cada caso, sino que, en cuanto autopresencia, las experi­
que precede al «nosotros» y admite, en segundo Lugar, en una sociedad mentamos las tres a la vez, las volvemos a perder y las experimentamos
de dos clases, el malentendido del «nosotros» exclusivo de una mentali­ de manera nueva con otro tú. Si nos proponemos apuntar hacia las auto-
dad del «sólo para socios». Aquí adquiere importancia la intuición de presencias divinas a partir de estas experiencias es evidente que las auto-
Ricardo de San Víctor de la apertura del encuentro entre el Padre y el presencias divinas sólo pueden ser desemejantes a nosotros. Lo más im­
Hijo a todos los «terceros». Precisamente la fórmula narrativa de «el que portante, sin embargo, es esto: al nombrar a las personas divinas con un
te conoce sólo a ti» expresa que el Espíritu es la total apertura mutua lenguaje narrativo tan torpe, el carácter análogo de un discurso semejante
entre el Padre y el H ijo56. es desde el principio tan obvio que ya no es posible olvidarlo.
Podemos decir lo misma análogamente desde nuestra propia expe­ Hay otro aspecto: una vez que hemos encontrado tales fórmulas na­
riencia: el decir-tú simultáneo-mutuo del «Padre» y del «Hijo» es don rrativas a partir de nuestra experiencia de fe, ya no hay más que decir. A
simultáneo-mutuo de la autopresencia del otro que, en cuanto don, nunca las fórmulas no se les puede agregar nada, porque son, por así decirlo,
cesa porque - a diferencia de Lo que nos sucede a nosotros - no puede sólo letreros para el camino hacia el misterio de Dios. Cuando hemos
ser cuestionado trascendentalmente La apertura del encuentro en el de­ narrado estas fórmulas, se nos ha acabado la narración y estamos obliga­
cir-fu simuLtáneo-mulua del Padre y del Hijo es apertura-como-don de tal dos a regresar a la pregunta de qué significan para nuestra experiencia de
manera que la imagen del encuentro necesita ser ampliada a la de la co- fe.
munión-desde-el-encuentro. porque el encuentro por sí solo implica la
apertura mutua, pero no es capaz de afirmarla propiamente y de ensan­
charla más allá del encuentro. Si el «Espíritu» es esta apertura-como-don 2.5 Comunión-desde-el-encuentro
de Dios, lo es, en la fe, también para nosotros. Esto es algo que habrá
que tener presente a la hora de la explicación de la com unión-des de-e1- Aunque el Concilio Vaticano II ya no hable de la unidad de substancia
encu entro. de Dios dejando más bien abierta la posibilidad de comprender la unidad
Ahora, ¿hasta dónde transparenta esta traducción de los nombres de de Dios como communio, esto no cierra la pregunta por el cómo de la
las divinas personas en fórmulas narrativas el hecho de que sólo apunta­ unidad de Dios que se sigue moviendo en la discusión teológica actual.
mos hacia Dios ’ La traducción en cuanto tal recoge los aspectos funda­ I.a razón está en que el Concilio no dejó ni una indicación de respuesta a
mentales de nuestra experiencia de fe y así expresa una semejanza. Pero esta pregunta. Así, las dos líneas de la comprensión de la unidad de Dios
aun así, las fórmulas narrativas son desemejantes a nuestra propia expe­ .tguen dándose también hoy, la una al lado de la otra. Aumenta la bús­
riencia, porque nosotros somos «para ti» y «gracias a ti» y «el que te queda de una explicación convincente de la unidad de Dios como
communio, porque es vital su importancia para la comunión verdadera
van lialtliasar, o. c.. 330, Traduce la reiníiojris cppositio tradicional con mire los hombres57. La pregunta por el cómo de la unidad divina se rela-
“mutualidad Je amor"-, llamando luego al Espíritu “otna vez amor” . Sin embargo, el Espí­
ritu es más bien esta misma mutualidad.
55. H. Mu filen, Der Heilige Geist cfs Person [nota 121, I64-.
56. Esta ape'tara de Dios eti el Espíritu ha sido notada también por B Forte, La Tri­
nidad como Historia, Sígueme, Salamanca I98S, 115, y par C. Nig-o. La cruz de Cristo
resitciiaao y su significado pora el hombre moderno, ei fa tu: det tnisierio trinitario, ETrin 57 Por eso subraya B. G. Langemeycr, o. c. Inota 6), 314, que el meollo de la cues-
18 (1984), 379. ’Nigro llama al Espíritu el “ misterio de la apertura” ttAn es la consumación de la comunión humana hacia Dios.
480 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s V II. DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS - UN ESBOZO 481

ciona con el Espíritu Santo y con el reclamo de un punto de partida sí o la unión del Dios trino y uno” 66. E l problema es que la palabra “ uni­
pneu mal oLógico en La doctrina sobre D los5k, a causa de la fe59. ficar” que usa en este contexto evoca la representación de una unifica­
Las dificultades con la fe - y también las dificultades con La vida - ción posterior de tres diferentes sujetos67.
han hecho que se formara algo así como una imagen teológica Ldeal que Miihlen quiere llegar a una explicación de la unidad divina como
se orienta por la intuición fundamental de Ricardo de San Víctor: el de­ communio partiendo de la analogía de una “ aceptación apriorística de la
seo de poder entender al Dios tripersonal como comunión de amor50 La comunión’’ en el grupo sociológico de dos6S, postulando un nosotros po­
imagen ha de cumplir, de nuevo siguiendo aL Concilio Vaticano LL con la sible “ anterior a la relación yo-tú actualizada” 69. A continuación, sin em­
función de comprender y construir la comunión humara participativa61, bargo. se encuentra con la dificultad de tener que decir que la naturaleza
para poder seguir teniendo esperanza aun cuando se rompa la comunión. divina consiste en un “ nosotros divino apriorístico” que “ lógicamente
P ot eso se subraya la dimensión social de la comprensión trinitaria. L . (no temporalmente) es anterior a la trinidad de las divinas personas y se
B o ff habla de un ‘modelo pericorético-comunitario” de la Trinidad6', en desdobla en ella” . La pregunta es si una afirmación de este tipo todavía
el que los substantivos son la pericóresis, la comunión y la “ interpenetra­ transparenta una relación con la experiencia de fe. ¿Existe algo así como
ción” de las tres divinas personas63, aunque luego se contente con una un nosotros apriorístico?70.
unidad del misterio no precisada64. Por eso no Logra llevar a cabo su in­ Un aspecto importante es el intento de entender la unidad de Dios
tento de partir de la 1 rinidad como de una ‘"fuente de inspiración'* para la como comunión a partir de su autocomunicación en Jesucristo:
saciedad humana E l hecho es que hubiera podido establecer su lista de
cambios deseables para la sociedad latinoamericana de clases sin recurrir “ L a communio y la comunicación han de corresponder a Dios en sí mis­

a la Trinidad'*. mo, si se ha dado a conocer a sí mismo en Jesucristo y nos ha invitado a

Por el mismo interés social, también Moltmann quiere entender a la la comunicación y communio consigo” ' 1.

Trinidad como ‘una unidad mediata y como una unidad abierta, ini­
ciante, integración;'1, que luego llama la “ unión de las tres personas entre listas palabras contienen una referencia a la experiencia de fe, aunque
quede abierta la pregunta de si nos es posible hablar de “ Dios en sí mis­
mo” .
E l problema de plantear la unidad de Dios como comunión está en el
58. "Un pumo Je partida pneu matológico ce la doctrina de Dios podría conducir de concepto de persona7" y en la comprensión no relacional de la esencia de
nuevo a aquella relativa unidad de proximidad, experiencia del mundo y experiencia de
Dios que nace posible, ante todo, vivir en el siglc X X la fe en la realidad de la vida", H.
Mühlen, Experiencia social del Espíritu como respuesta a una doctrina unilateral sobre 66. J. Moltmann, Trinidad y Reino... [nota 41J, 167.
Dios, en C. Heitmann y El. Mühlen (cds.), Experiencia y Teología del Espíritu .Santo, 67. U. J. Hilberath, Der dreieinige Gott... [nota 3], 87, entiende la explicación de
ICo¡norria 7, Scrctariado Trinitario, Salamanca 1978, 339. Moltmann en el sentido de una “ cooperación de tres personas independientes” por su mera
59. P. We8> o. c. [ñola 3.5), 386, formula de esta manera: "‘Si no hay relación y amor unión d.c voluntades. También M. Knapp. o. c. [nota 34], 327, rechaza la interpretación de
en Dios, sólo puede ser consecuencia de finituc en el homb'c Particularmente para una Moltmann.
comunidad cuyos miembros bascan relaciones personales más profundas entre sí, la recta 68 H. Miihlen, Das iíerz Cotíes... [nota 12], 153. Con esto se refiere a W. Siebel
comprensión de la doctrina trinitaria es de gran importancia” . |nola 16] a cuicn,sin embargo, luego deja de lado.
60. H. U. von Balthasar, o c, [neta 45], I26s.; M. Kehl, La iglesia. Eclesiclogia ca­ 69. Ibid., 155.
tólica,Sígueme, Salamanca 1996. 56. 70. Se aprecia toda la dificultad cuando H. Mühlen dice: “ Las divinas personas en
J
61. Por ejemplo, la formulación en Ackva, o. c. [rota 2]„ 193: “ Se debe entender a esto analogía son modos intcnrelacionados de la única comunión divina, del único noso-

Dios como una realización dinámica de la relación de amor que permanentemente provoca Iros divino apriorístico” , ibid., 156. Después de todo, lo que espontáneamente entendemos
una unidad, en ¡a que encuentre su lugar particularmente la diferencio". La fe seria, bajo comur.iór. no es una comunión posible, sino una que es tan real (actualizada) como la
entonces, la “ aceptación del ofrecimiento de comunión c:i una communio que permite las iclación yo-tú.
diferencias". 71.3. Ackva, o. c. [nota 2], 140. “ El hecho fáctico de la autocomunicación de Dios -
62. L.BofF, La trinidad, la Sociedad y la Liberación, Paulinas, Madrid * 198 7, 171. el hecho de ceque Dios se comunica» - [...] ya presupone una dimensión comunal en
63. Ibid., 153, ‘"la comunión más completa y la participación más absoluta hacen que Dios” , 141.
exista un único Dios” . 72 Después de una discusión detenida de los esbozos de J. Moltmann y de W. Kas­
64. ibid., 1 L3. per. J. O’Donnell, o. c. [nota 27], 33s., llega a la conclusión de que es legitimo introducir
65. Cf. ibid., 184ss- los conocimientos de la filosofía moderna personalista en la explicación de la Trinidad,
482 Dios EN MEDIO DE NOSOTROS V II. Dios en m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 483

Dios7 . Se está presuponiendo un concepto de persona concebido según mo ya lo hicimos arriba, la dimensión de la autopresencia en cuanto pre­
La ontología de substancia que impide la representación de una unidad gunta trascendental, podremos hablar tanto de una «relación total» como
como comunión en un doble aspecto. Con este concepto de persona, la de una «diferencia total» de las dos autopresencias. Lo primero se refiere
unidad es lógicamente pensable sólo en forma de una unificación poste­ a su relación mutua y lo segundo a la diferencia total entre el «sólo para
rior de personas independientes o subsistentes por sí mismas74, y eso aun li» y el «sólo gracias a ti». En seguida se vuelve a notar lo meramente
cuando no se tenga ninguna intención de dar esta idea. A su vez, la co­ análogo de este tipo de lenguaje, particularmente en la vía de eminencia,
munión no es realmente representable, porque es necesario implicar que porque estas formulaciones recuerdan precisamente el aspecto del pre­
sólo se da previa “ renuncia a sí mismo5’75 o “ autodesp rendimiento’' 7* que guntar trascendental que pertenece a nuestra autopresencia y que hemos
es su prerrequisito, si no su contenido. Precisamente así, en cambio, no excluido expresamente: I. la palabra «total» designa, para nosotros, todo
puede surgir una comunión verdadera y estas nociones han hecho que, en aquello en lo que nos distinguimos de la nada y sólo así significa literal­
el transcurso de la historia, la vida de fe haya conducido a muchos a una mente «sin residuo»; 2. nuestro ser-relación a Dios es unilateral y preci­
incapacidad truncante para la comunión y para el encuentro. Por ende, samente no es mutuo; y 3. la fórmula que explica nuestra creaturalidad,
sólo nos queda la imagen ideal. en esta forma, no vale para nuestra experiencia del encuentro, sino sólo
E l hecho es que el kerygma nos ofrece la comunión con Dios en para la primera línea en nuestro esquema antropológico (cf. Parte II, 2.),
nuestra propia comunión participativa , y que sólo esta comunión puede la línea que representa a la autopresencia.
significar saLvación y esperanza para nosotros en nuestro mundo de En cambio, las fórmulas tienen la ventaja de que no se prestan a que
inhumanidad y aislamiento, porque nuestra comunión participativa es las dos autopresencias del «Padre» y del «Hijo» puedan ser consideradas
signo de que la comunión con Dios es más fuerte que nuestra propia por separado, cada una por sí sola. «Sólo para ti» y «sólo gracias a ti»
inhumanidad. ¿No se deriva de ahí que debemos de un modo nuevo re­ son expresiones de mutualidad simultánea o dejan de ser expresiones
flexionar sobre el Dios tripersonal como comunión, para poder com­ dotadas de sentido. Lo que es inmutable y, por eso, eterno es el encuen­
prender qué significa ser acogidos en su comunión? Debido a que ya tro entre la autopresencia del «sólo para ti» y la del «sólo gracias a ti» en
hemos explicado relacional mente la esencia de Dios y las tres autopre­ cuanto encuentro.
sencias.. queremos hacer ahora este intento de reflexión. Sin embargo, la imagen del encuentro por sí sola es insuficiente, por­
La imagen de la «comúnión-d esde-eI-encuentro» quiere evocar si­ que en nuestra experiencia no existe un encuentro entre tres. Sólo si ha-
multáneamente dos aspectos. EL encuentro es La imagen más apta para la bLamos de la comunión-desde-el-encuentro nos será posible evocar la
relación simultánea-mutua del «sólo para ti» y del «sólo gracias a ti» de dimensión de la apertura-como-don que pertenece al encuentro de mane­
las autopresencias del «Padre» y del «Hijo». Hemos insertado el «sólo» ra que el encuentro aparezca como una realidad que ilimitadamente hace
en las dos fórmulas, para expresar la exclusividad de su relación mutua. brotar comunión. A la vez, recogemos así nuestra propia experiencia,
Conforme a nuestra analogía crealural, este «sólo» tiene el significado de porque el encuentro no solamente es comunión entre dos, sino también,
«to taimen tes) o de «sin residuo alguno». Si ahora dejamos a un lado, co- precisamente a partir de la exclusividad - y, por eso, de la «seguridad» -
del encuentro apertura hacia otros «tú». Sólo que, en nuestra propia rea­
lidad de encuentro, la apertura a un nuevo decir-tú también da lugar a la
miernras se siga respetando que las personas son relaciones subsistentes. Lo que quiere p i p t n r f l f lp l -------------------------------------------------------- -------------------------------------------- ------- ' " '"""S ,
prevenir con esto es que la comprensión del sujeto disuelva la unidad de Dios. Mientras
No hay encuentro sin el decir-tú simultáneo-mutuo. Cuando habla-
no se dé este extremo, es teológicamente legitimo y pastoralmen le conveniente pensar la
Trinidad como la comunidad divina, en laque cada persona es plenamente consciente de
^ mos de Dios, el decir-tú de la autopresencia del Padre es totalmente, sin
su identidad y existe en corrunión total y reciproca con las otras personas, 34. residuo alguno, diferente del decir-tú de la autopresencia del Hijo, y cada
73. También H U. von Dalthasar, o. c. (nota 45], 126, parece haber visto este pro­ decir-tú es relación total. Este decir-tú total y simultáneo-mutuo es el
blema cuando, al hablar de las procesiones, pregunta: “ ¿no se convierte, entonces, la esen­ «Espíritu Santo». Así es autopresencia como «el que te conoce sólo a ti».
cia divina en algo tan «movido» como el acontecimiento mismo de las procesiones’’».
También la autopresencia así descrita es relación total a las otras dos, en
74. H.Mühlen, Das Herz Coltes... [nota 12], 153; J. Ackva,o. c. |nota 2]. 178.
75. Según E. Jüngel, o. c (nota 6], 384, Dios es amor en cuanto que es “el autod.es-
diferencia total de ellas. Es inseparable de la autopresencia del «sólo para
prendimiento cada vez mayor, en medio de una autorre fenbil ¡dad todavía tan grande” . ti» y del «sólo gracias a ti» y, sin ellas, no expresaría nada. Hay más, sin
76. ■
“ Sich-Enteignen” , H. U. von Ballhasar, o. c., 127. ^ embargo: la fórmula narrativa para la autopresencia del «Espíritu Santo»
484 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s
V IL Dios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 485

dice explícitamente que en esta autopresencia el encuentro entre el «Pa­ nuestra cerrazón e incapacidad de comunión, la comunión-desde-el-
dre» y el «Hijo» es comun ón en apertura ilimitada, en la que cada auto- encuentro. Esta novedad inimaginable la anuncia y la realiza el kerygma.
í presencia sólo puede existir junto con las otras dos y que sólo puede re- Volviendo una vez más a la analogía, es manifiesto el carácter indi­
\ cibir su identidad, en cuanto autopresencia, como don total de ellasy^o recto de un semejante hablar de Dios. E l lenguaje de nuestra traducción
puede aducirse en contra que el «radre» solo es origen sin origen y que, es - igual a lo que ya vimos en los diferentes intentos de traducción en la
por consiguiente, no es posible que reciba su autopresencia como don en tradición - funcional: tiene la función de ayudarnos a comprender nues­
la comunión-desde-el-encuentro, porque el «Padre» es el origen sin ori­
tra experiencia de fe.
gen de la misma comunión-desde-el-encuentro. La fórmula narrativa
para el Espíritu dice, además, que la comunión-desde-el-encuentro sólo
puede tener la forma de la apertura-como-don del encuentro entre el Pa­
dre y el I-lijo, dado que el Espíritu es esta apertura-como-don. 3. EXPERIENCIA CON EL KERYGMA,
Si entendemos la unidad del Dios tripersonal así como comunión-
desde-el-encuentro, sale sobrando el termino tradicional de la pericóresis
TESTIMONIO Y LENGUAJE NARRATIVO
que tiene la función de componer un concepto de persona no relacional y
de añadir a las personas una relación recíproca'7, porque sustituimos la
l*n el fondo, la experiencia que tenemos del kerygma consiste en que se
imagen de la comunión-desde-el-encuentro por la pericóresis.
derrumba el muro protector que con tanto esfuerzo hemos erigido alre-
Sobre esta base podemos decir que el Dios tripersonal es uno en
dedor de nosotros mismos, para protegernos de los demás que cuestionan
cuanto que es «total comunión-desde-el-encuentro» y que así también
demasiado, o de manera inaceptable, nuestra autopresencia poniéndola
actúa. Lo que Dios es hace p or nosotros. Asi es auto comunicación. La
en peligro - hasta físicamente. En la experiencia de fe aprendemos a
«autopresencia-en-relación que es poderosa en todo», a la que podemos
rebajar poco a poco este muro protector omnipresente, porque llegamos a
llegar desde la creación, la conocemos en la fe como la «total comunión-
110 necesitarlo ya. Nos encontramos en otro «lugar», el de la comunión
desde-el-encuentro» de las autopresencias del «sólo para ti»> y del «solo
con Dios, en el que no se requieren muros, ni siquiera en la cuestionabi-
gracias a ti» en «el que te conoce sólo a ti». Cada una de las autopresen­
hdad y violencia de nuestras sociedades.
cias es poderosa haciendo en cada creyente - y, por eso, también en toda
Lo que es el kerygma lo hemos descubierto en la lectura del Nuevo y
su realidad - lo que ella misma es. Esto mismo tendrá que ser desarrolla­
del Antiguo Testamento: I. estamos llenos del Espíritu del Hijo y del
do separadamente en el párrafo sobre el encuentro con Dios: sólo por lo
Padre que desde dentro nos abre a la comunión; 2. somos acogidos en lo
que Dios hace por y en nosotros podemos saber quien es, lo que implica
que sucedió entre el Padre y el Hijo en la cruz: en el servicio fiel, en una
que, a partir de la experiencia de fe, tendremos que considerar esta expli­
confianza que no admite la desesperación, y en lo que el Padre hace con
cación en la dirección opuesta, es decir, empezando con lo que hace el
el Crucificado, desclavándolo de la cruz y dándole el «Reino» prometi­
Espíritu Santo. En este lugar podemos, sin embargo, anticipar una ca­
do. somos insertados en el hacer histórico de Dios, en el que se compro­
racterística de la autocomunicación ce Dios: debido a que el Espíritu
mete con un pathos casi chocante con los hombres que no hacen otra
Santo es la total apertura-como-don del encuentro entre el Padre y el
cosa que tratar de encerrarlo lo más eficazmente posible en conceptos e
Hijo - y así también la total apertura del Padre y del Hijo a nosotros -
instituciones para no exponerse al riesgo de que los estorbe en su vida
nos abre en la experiencia de fe de manera que en él podamos decir a
diaria.
otros: «Soy el que te conoce sólo a ti>». Así y por eso aprendemos a decir:
Las dificultades lingüísticas del hablar de Dios a partir del kerygma
yo soy «sólo gracias a ti» y «sólo para tb>. Cada uno de nosotros aprende
con las que nos topamos una y otra vez en las Partes V y V I, no son su­
en la fe lo mismo: por eso brota de esta apertura sin miedo, en medio de
perables, por el sencillo hecho de que el kerygma nunca cabe en con­
ceptos nítidos, sino que los desborda siempre. Éste es el sentido de nues­
77 Cf. les esbozos arrita (2.4) mencionados de L. Boff y J. Moltmann; J. Ackva, tra mención tan repetida de la analogía. La insuficiencia del lenguaje no
o c. [nota 2), 182; L. Lies, Koinonia und Perichorese, en Communio Sanctorum [nota 6|, es algo negativo, sino más bien positivo: en cuanto siempre insuficiente,
340, R. Radlbcck, o. c. [nota 3S]. 71, anotaes:o mis:no específicamente para el esbozo de
J. Moltmann.
el lenguaje tiene la función de anunciar el misterio de un Dios que se nos
dio a conocer - en el sentido del conocer personal en un encuentro - en
486 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s VII. DIOS EN MEDIO DF. NOSOTROS - IJN ESBOZO 487

la cruz y en la resurrección. Sólo en la cruz y en la resurrección caben tiene del kerygma conlleva el testimonio. La única actitud que corres­
nuestras experiencias de pecado, sufrimiento y muerte y en elias también ponde a la aceptación del kerygma es la del testimonio. Portadora del
de alegría, agradecimiento y esperanza, porque en la cruz y la resurrec­ testimonio siempre es la comunión de los creyentes, la comunidad con-
ción llegamos a conocer a un Dios poderoso en situaciones semejantes. ct'eta que en su testimonio atestigua también su propia conversión™. La
En estos términos quiso hablar el Concilio Vaticano II de Dios. A partir mudad del testimonio de todas la comunidades (iglesias particulares, en
de ahí se entiende la reformulación del hablar tradicional de Dios en el lenguaje del Concilio Vaticano II) indica, a su vez, la mismidad de la
fórmulas narrativas que. sin duda alguna, podrían ser reemplazadas por exigencia del mismo kerygma y la posibilidad de reconocerla. E l testi­
otras fórmulas parecidas La función de esta reformulación es doble: el monio es el modo en el que la experiencia creyente del kerygma indica
lenguaje ha de ser reconocible no sólo como un hablar que meramente una y otra vez el único kerygma de la cruz y resurrección y su importan-
apunta hacia Dios, sino también como no apto para una sistematización <tu para nosotros81. Dar testimonio de Dios con la propia vida es lo mis­
ulterior, para que deje lugar a la experiencia de fe; y ha de indicar el ca­ mo que hablar de lo que hace por nosotros de manera que en nuestra
mino hacia un hablar de Dios concreto y ligado a una situación concreta, propia realidad puede verse lo que queremos decir*0. Esto mismo rela­
para que pueda servir al kerygma. Si lo que digamos puede hacer com­ ciona el tema del testimonio con el de la esperanza: el testimonio con­
prensible qué significa la salvación de parte de Dios, la comunión con él siste en la confesión de una esperanza que ya se está haciendo realidad.
en la comunión participativa entre nosotros - la cual no es idéntica a una Dicho de otro modo: lo que digamos de Dios ha de atestiguar el hecho de
sociedad o comunidad organizada según criterios preconcebidos - y có­ que nuestra impotencia ya ha sido alcanzada por la esperanza que viene
mo esta salvación es fuente de esperanza, entonces nuestro lenguaje co­ de la cruz.
rresponderá al kerygma. La forma de expresión propia tanto de la experiencia del kerygma en
Estas anotaciones precisan otra vez la experiencia de fe. La experien­ l.i fe, como del testimonio de una esperanza ya en proceso de realización
cia de fe es tomar en serio el kerygma, comunitariamente y por eso tam­ es la narración. Es la forma del “ decir «Dios» cristiano” 8' por la sencilla
bién individualmente al modo de cada uno, y así es punto de partida razón de que el kerygma mismo es una narración que invita a entrar en
permanente de todo nuestro hablar de Dios™. Si es así, implica por prin­ rila narrandos\ y porque la novedad del kerygma que nunca antes se ha
cipia que toda, experiencia es preliminar y que todo hablar de Dios es
sólo penúltimo. La pregunta de si en unos contornos tan poco precisos
estamos realmente hablando del Dios una tripersonal sólo puede encon­
trar respuesta en la relación necesaria entre la experiencia de fe y el BO. “ El testimonio de la palabra siempre se dirige también contra la forma táctica de
kerygma. Esto es lo que ya sugirió Agustín en su descripción de un lector l.i comunidad y la llama a la conversión” . La comunidad en conversión que acompaña a
idóneo'‘\ Planteando las cosas así es innegable que, desde este punto de .11. miembros más pobres en amor activo es el signo permanente de la resurrección de
i<mís, 11. Kessler, Suchl den Lebenden nichl bei den Toten, Echtcr, Würzburg 1995, 385.
partida, sólo puede haber una teología trinitaria concreta en cada caso,
NI. La referencia al hacer de Jesús en una sociedad humana concreta es mucho más
no una universal, válida para lodos los tiempos. Si una teología trinitaria inlcipelante que la indicación de la frase: “ murió por nuestros pecados” , P. Rieger, Wie
concreta es válida para la experiencia de fe eclesial es algo que se decide útil tune Kfírfreitngspredigl heute lauten?, en Das Kreuz Jesu, P. Rieger (cd.), Van-
por su nexo con el kerygma y por el contexto de una comunidad eclesial. ilrnlioeck &l Ruprecht, Gottingen 1969, 95.
Hemos visto una y otra vez en el transcurso de esta investigación que 82 R. Bultmann, Kerygma und Mythos II, Reich, Hamburg-Volksdorf 1952, 196.
jtinUiín W. Breuning, Gcmeinschaft mil Gott in Jesu Tod und Auferweckung, Pattloch,
el nexo entre las afirmaciones teológicas y la experiencia que, en la fe, se
A'.t I uflcnburg 1971, 167, indica que afirmaciones personales verdaderas nunca pueden
-I ii ■al margen del compromiso, porque sin la referencia personal ni siquiera llega a darse
75. Esio no es evidente, como lo muestra la loma de postura de Ch. Scliütz, Goites- ■I omacimiento.
ieftre nota 25), 270 respeto a :a invocación, -recucntc acLual de la experiencia de D:os: 83. 13. Wacker, Narrative 'íheologie?, Kósel, München 1977, 83.
“ Normalmente se entiende bajo experiencia un moco de conocimiento caracterizado por K*l E. Jungel, o. c. [nota 6], 392s. “ Implicada en la historia de la hominidad de Dios,
su concreción, ?ar '.a inmediatez de sujete y objeto, por la accesibilidad y posibilidad de In t miuindad narrativa cristiana está más bien atenta a implicar a otros hombres en la
repetición [...]. Representa el resultado de un procesa diferenciado que conlleva momentos muima historia” , 398. Cf. también la siguiente estructura: 1. la narración de Jesús; 2. las
subjetivos al lado de los objetivos” . Nuestro planteamiento de la experiencia quiere dis­ lihlorias de Jesús reunidas en los evangelios; 3. la historia de Jesús narrada a partir del
tanciarse precisamente de esta visión. oii tcc imíenlo pascual; 4. nuestra historia con las historias de Jesús, en E. Arens, "W er
79. D T I [1.2 (pro c m io). ájinu dregrofteji Taten des Herrn erzahlen?" (Ps 106,2), QD 116, 1988, 14-21.
488 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s V IL Dios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 489

dado sólo puede ser introducida con una narración85. Las narraciones siendo un discurso académico91, en el que la relación entre el anuncio
bíblicas son necesitadas de interpretación y siguen siéndolo aun después narrativo y la teología queda en suspenso, en vista de que no todo hablar
de cada nueva interpretación. Por eso en ellas queda siempre desocupado narrativo de Dios es ya teología92. Uno de los problemas de la narración
el espacio para nuestra propia continuación de la narración86. Debido a en la teología consiste en que la narración es un género literario cuyas
que también las confesiones y los dogmas de la Iglesia están ligados al notas características también necesitarían ser determinadas93 y en que no
kerygma, son «textos de consenso» que se comprenden sólo al ser desa­ se ve cómo este género literario ha de ser integrable en el género total­
rrollados narrativamente87. mente diferente del discurso teológico argumentativo.
La narración tiene que ver con la analogía, porque apunta hacia una Debido a que es el kerygma el que exige la dimensión de la narra­
realidad que no cabe en el lenguaje conceptual. Esta realidad es precisa­ ción94, es poco probable que la pregunta por el cómo pueda ser contesta­
mente nuestra experiencia de la comunión con Dios en nuestra comunión da en el sentido de una separación concienzuda entre los géneros litera­
participativa. Por consiguiente, puede ser comunicada solamente en un rios, como si fuera suficiente, por ejemplo, en el trabajo pastoral organi­
lenguaje que exprese simultáneamente algo observable y algo más allá zar unas horas de narración después de una catequesis sobre historias
de la observación88. Con esto queda dicho que la narración es un uso del bíblicas95, mientras que, por otro lado, se siguen produciendo trabajos
lenguaje en el que lo dicho siempre y por principio aparece como tal sólo leológicos desentendidos de toda narración. En el fondo, lo importante
apuntando hacia la realidad que se quiere expresar. Queda dicho también no es el cómo de la narración teológica, sino la necesidad del qué - a
otra cosa: la narración es un uso del lenguaje que siempre expresa una causa del kerygma, porque /. debemos caracterizar al discurso teológico
realidad concreta y eso de tal modo que esta realidad concreta está nom­ como un modo de hablar que meramente apunta hacia Dios, para que
brada como el punto de partida de nuestro hablar de Dios. La narración nuestro discurso deje lugar a que el kerygma se desarrolle en él, y 2. sólo
hace todavía más: convoca a la comunión, porque involucra al narrador y de esta manera podemos hablar desde la cruz, como lo hace todo el NT,
al oyente juntos en lo narrado89. en vez de extendemos sobre la cruz. Por consiguiente, es indispensable
La llamada teología narrativa se propone dar cuenta de estas caracte­ que haya en toda teología un espacio narrativo, sencillamente porque el
rísticas de la narración90. E l problema es que la teología narrativa sigue sufrimiento y la culpa que pertenecen a la cruz no son resumibles en ca­
tegorías96, como tampoco lo es la salvación que nos alcanza en la cruz de
Cristo y en nuestras propias cruces. Ésta es la razón por la cual la narra-
85. E. Jüngel, o. c., 388; “ Una teología puramente argumentativa, que enmascara su
propio origen a partir de un recuerdo narrativo [...] conduce [...] a mil modificaciones en 91. E. Arens, ibid.
su argumentación, bajo las cuales se extingue inopinadamente todo contenido identifica- 92. B. Wacker, o. c. [nota 83], 83: “ Las narraciones no son primariamente la forma
ble de la salvación cristiana” , J. B. Mctz, Breve apología de la narración, Conc 9 (1973), de expresión, sino la materia prima de la teología [...]. Se busca inútilmente en nuestro
235. “ Lo radicalmente nuevo sólo puede narrarse y esto vale tanto del nuevo cielo y de la liempo una explicación de la fe cristiana realmente narrativa".
nueva tierra como del señorío totalmente nuevo que Dios ha empezado con Jesús” , E. 93. B. Wacker, o. c., 85ss.; J. B. Mctz, o. c., 230s.
Arens, o. c., 23. 94. G. Lohfink, Erzáhlung ais Theologie, StZ 192 (1974), 521-532, muestra que el
86. H. P. Siller, Das Evangelium in eigener Erfahrung sagen und in der Erfahrung NT en su totalidad tiene primariamente una estructura narrativa.
anderer hóren, QD 116, 1988, 161. 95. H. P. Siller, o. c. [nota 86], 168ss., informa sobre estas horas de narración. Al
87. E. Arens, o. c. El cómo de este desarrollo o desdoblamiento ha sido explicado en mismo tiempo, el concepto de persona presupuesta le cierra la perspectiva. Según él, la
la teoría del actuar comunicativo, 24. narración biográfica se hace imposible en una sociedad compleja, en la que los sujetos ya
88. “ Debido a que a Dios no se le puede encontrar en el mundo [...], porque no se no llegan a formar su identidad, “ porque la experiencia presupone una identidad, es decir,
«da» en el mundo como los coches, no basta con el mero lenguaje de observación. Éste no la constancia en el propio cambio de perspectivas y, por eso, algo como el recuerdo, cap­
llega a expresarlo. Pero porque el objeto próximo de nuestro conocimiento es exclusiva­ tarse a si mismo, biografía” , 168. De hecho, sin embargo, la identidad no es anterior a la
mente nuestro mundo, debemos siempre, también al hablar de Dios, partir de ella [...]” , W. experiencia, sino que, al revés, la experiencia es anterior a la identidad. La identidad (au-
Beinert, Von der Notwendigkeit und Schwierigkeit über Cotí zu reden, ThJb 1982, W. toprcsencia) se va formando a partir de la narración.
Emst et al. (cds.), St. Benno, Leipzig, 120. 96. Las historias de pasión no se disuelven en sistemas. Esto no vale solamente de la
89. J. B. Metz, o. c. [nota 85], 225. pasión de Jesús, sino también de las muchas historias de pasión de todos los tiempos, E.
90. El término fue introducido por II. Weinrich, Teología narrativa, Conc 9 (1973), Arens, o. c. [nota 84], 23. Lo mismo vale para la oración, H. J. Górtz, Beten und Erzáhlen,
210-221 y por J. B. Mctz y sigue siendo controvertido, E. Arens, o. c. [nota 84], 25s. E. en Der dreieine Golt und die eine Menschheit, M. Albus et al., Herder, Frciburg-Basel-
Jüngel, o. c. [nota 6], 393-401, lo discute detenidamente. Wicn 1989, 134.
4 90 DJOS EN M iD IO DE NOSOTROS V IL Dios EN MEDIO DE NOSOTROS - UN ESBOZO 491

ción en [a teología es Ldéntica a la indicación clara de que todos nuestros quedado con nosotros como una huella de luz. También en los trabajos
esfuerzos de sistematización siempre sólo tienen una función auxiliar. Lo «icntíficos debería ser posible decir, a veces, «yo» o «nosotros» en senti­
importante no son los esfuerzos de sistematización, sino sus límites. do propio97, aun cuando tal modo de hablar pueda representar una ruptu-
Sin embargo, ante la necesidad de la narración persiste tercamente La 1.1 estilística. Esto es algo que podemos aprender de los Padres de la Igle-
pregunta por eL cómo. Sobre la base de nuestras reflexiones y de las in­ a ii
vestigaciones parciales (particularmente Parte V y Parte V I) podemos Si tratamos de narrar, se destaca un aspecto nuevo de la experiencia
ofrecer las siguientes indicaciones para una respuesta: (Ir fe que una vez más tiene que ver con el hecho de que de Dios sólo
1. Habíamos dicho que la narración es un uso del lenguaje que podemos hablar indirectamente, mientras que nuestras afirmaciones di­
siempre expresa la referencia a una realidad concreta , y esto de modo lectas se refieren únicamente a nuestra realidad propia. Aun cuando ha­
que esta realidad concreta es reconocible como el punto de partida de blamos directamente de nosotros mismos, hay que distinguir otra vez
nuestro hablar de Dios. Lo importante es el hecho de que llegue a ser entre el habLar indirecto y directo. También en la fe hablamos directa­
identiíi cable la realidad propia del teólogo. En comparación con este mente, en sentido estricto, sólo de nuestra experiencia de desgracia-, del
hecho, el cómo es secundario. Sólo si nuestro propio punto de partida pecado, del sufrimiento y de nuestros fracasos. Si queremos expresar
está expresamente indicado en nuestra teoLogía se dará también el presu­ idilio, en estas experiencias, nos ha alcanzado la salvación de parte de
puesto para que nuestro hablar teológico siempre concreto y propio Dios, nuestra narración adquiere el carácter de signo que pertenece a
realmente apunte tan sólo hacia Dios y represente tan sólo una experien­ t ula experiencia de fe y se convierte en una interpretación que apunta
cia de fe comunitaria. Juicia lo sucedido. Esto significa que la interpretación directa de los sig-
2. La narración no necesita ser un género literario aparte, aunque i ns del reino de Dios y de la misericordia compasiva divina entre noso­
pueda serlo también. Es la forma de expresión originaria de una autopre­ tros queda fuera de nuestro alcance. Por eso también la narración de la
sencia que siempre se incluye a sí misma en cada texto. Éste es un hecho nli'¡'ria y plenitud experimentadas en la fe no son otra cosa que un apun-
que hemos constatado una y otra vez en Los Padres de la Iglesia, en R i­ i ir hacia la experiencia de gracia y, así, son testimonio de una nueva
cardo de San Víctor y en los textos del Concilio Vaticano II. Para poder C peranza. Nos encontramos una y otra vez referidos a la esperanza del
expresar el kery gma, también en la teología sistemática puede procurarse misterio de Dios y el Lenguaje narrativo es capaz de compartir precisa­
que el teólogo se presente a sí mismo conscientemente en su texto, pues mente esto.
lo hace de todas maneras, consciente o inconscientemente. Aqui tiene su Ésta es La entrada que marca el kerygma para recoger el hilo de la na-
íugaT el rasgo del «precondicionamiento» que hemos introducido al prin­ iiación y continuar con ella. Todo lo que cada uno de nosotros llegue a
cipio (Parte I, 3.2). E l hecho de que los precondicionamientos se des­ 11.1 rar siempre es sólo el comienzo de un testimonio que invita a otros a
prenden de un texto es algo que pertenece a la estructura comunicativa <n'rar en nuestra narración.
del mismo texto, de modo que señalarlos sólo puede ser una precisión
hermenéutica.
5. La narración es La forma de expresión de la auto pre sene ia-en-
relación que da testimomo de haber experimentado, en eL kerygma, la 4. ENCUENTRO CON DIOS
comunión con Dios en la comunión participativa entre nosotros. La for­
ma lingüística que conresponde al testimonio es el «yo» y el «nosotros»)
comunitario. Yo he visto que en una situación sin salida la desgracia se I n los párrafos precedentes hemos establecido únicamente los funda­
ha convertido en gracia; yo he visto que un moribundo ha sido consola­ mentos para habLar de Dios a partir de la experiencia de fe. A l intentar
do; y nosotros hemos oído y experimentado que se ha formado una co­ uliora hablar así nosotros mismos, hemos de empezar con el Espíritu
munidad alrededor de una persona que ya no encontraba salida, para
acogerla y ayudarla. Para volver al ejemplo narrado al mero principio:
97. “‘Realtren:e pienso [...] que la palabra ‘yo’ en el sentido de una referencia a la ex­
cuando se dieron los temblores en México hemos visto que se formó una periencia de la propia vida> a la propia situación y a la experiencia de fe que brotó de ella
comunidad que en su comunión participativa ha podido encontrar solu­ I I inomitible si querernos hablar de Dios” , M. Bührig, o. c. [nota 48], 56. La autora se
ciones en medio det desastre. E l recuerdo de este acontecimiento se ha rcllerc específicamente al hablar académico de Dios.
V IL Dios en m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 493
492 D io s en m e d io d e n o s o t r o s

tú» del que sale la ruptura en los encuentros que podemos tener por no­
Santo como «el que te conoce sólo a ti» y de aclarar primero la estructura
sotros mismos, es, en la fe, el asumir totalmente al otro, una actitud que
de la experiencia de fe en el Dios uno impersonal Hay que partir de la
y j uo depende de la mutualidad del encuentro interhumano, sino que
regla de que cada divina persona hace en nosotros lo que ella misma,
liene su fundamento en el don que viene de la total apertura-como-don
según su fórmula narrativa, es. Al mismo tiempo debe quedar claro el
cutre el Padre y el Hijo que, en el Espíritu, nos llega como su propio
significado de esta estructura para la comprensión de la «comunión con
ilccir-tú mutuo. Ya no necesitamos ver alrededor quién es nuestro próji­
Dioso y para la «comunión participativa» entre nosotros
mo, y tampoco podemos elegir ya quién más nos conviene como próji­
mo, sino que nosotros mismos en cuanto autopresencia nos convertimos
r •• 98
«•n un projimo .
4.1 La estructura trinitaria de la experiencia de fe

“ Mientras un hombre esté tendido en la calle, golpeado y despojado, será


La dificultad metodológica de una explicación de la estructura trinitaria para él el prójimo y, con eso, el más responsable, el que se ocupe de él y
de la experiencia de fe consiste en representar aquello que las tres d ivi­ lo acoja, no alguien que pase camino al ‘servicio sagrado’ porque este
nas personas hacen en los creyentes simultáneamente como el hacer pro­ caso no le competa .
pia de cada una de ellas, como lo imprevisiblemente nuevo que logra en
nosotros y como una fuerza que crea comunión. Si, para resolver esta I I Espíritu transforma nuestra capacidad de encuentro en algo que por sí
dificultad, separáramos estos tres aspectos, aunque fuera sólo para faci­ misma nunca llegaba a ser, en un proceso que permanece tan abierto
litar la comprensión, encubriríamos lo más importante, a saber, el hecho como la apertura a la comunión-desde-el-encuentro que él crea en noso-
de que precisamente su simultaneidad es el rasgo esencial de la experien­ li os. En el Espíritu podemos decir «sólo tú» de manera siempre nueva y
cia de fe. Por eso trataremos de hablar de la experiencia de fe, a partir del rn apertura total una y otra vez y simultáneamente a las personas más
Espíritu y en forma concéntrica, de modo que cada vez se forme un cir­ diversas, porque la apertura-como-don del Espíritu convierte la exclusi­
culo de experiencia que en su totalidad pueda ser insertado en el si­ vidad de nuestros encuentros en signos de una comunión incondicional-
guiente. mente abierta. Semejante cosa sólo puede ser verdadera en el Espíritu;
desde nosotros mismos es inimaginable. En el decir-tú del Espíritu - y
sólo así - también podemos aprender a conducirnos delante de un políti­
4.1 .i E l circulo de experiencia del «Esp íritu y co influyente o de alguien con alta posición, no importa dónde, de la
misma manera que delante de los últimos en la escala social de valores.
E l acontecimiento fundamental de la fe consiste en que el Espíritu en Solo cuando aprendamos esto llegaremos a ser capaces de la comunión-
cuanto «el que te conoce sólo a ti» se dirige a cada uno de nosotros de ilcsde-el-encuentro. Desde ahí se ve por qué no podemos hablarle a l Es­
modo que también él se convierta en alguien que dice desde su autopre­ píritu y por qué esto precisamente no significa que el Espíritu no tenga
sencia: «yo soy el que le conoce sólo a ti». Podemos decir tal cosa sólo a ni uro100. Veo su rostro: el tuyo; y le hablo también: te hablo a ti.
otras personas, no al Espíritu quien es el Espíritu del mismo encuentro.
E l Espíritu nos abre al encuentro: él es quien dice «tú» en y por nosotros.
En cuanto que es el Espíritu del Crucificado a quien su Padre ha descla­
98. M. Sievcmich, Responsabilidad del cristiano, en Calidad de vida y exigencias
vado de la cruz, nos capacita para decir «tú» a los crucificados de nuestra •■liras, III Simposio Internacional de Teología, Universidad Iberoamericana, México 1996,
historia; en cuanto que es el Espíritu del que ha servido hasta el final, IM ; X. Pikaza, Trinidad y comunidad cristiana, Koinonia 30, Secretariado Trinitario,
hace que podamos decir «tú» también a los «siervos», no solamente a los Sulamanca 1990, 224s.
que se hacen servir. Hace que podamos servir, no en una abnegación 99. A. Delp, Gesamrnelte Schriften, Bd. 4, Frankfurt 1985, 316; M. Albus, Eine an-
ilcrr Art, Kirche zu sein, en Der dreieine Gott... [nota 96], 198.
sacrificial que le sugiere al otro cuánto nos debe, sino como autorrealiza-
100. J. Ackva, o. c. [nota 2], 170. También H. Mühlcn, Der Heilige Geist... [nota
ciónven espontaneidad y alegria. 12), 163, subraya que para el Espíritu Santo no hay una “ analogía intracreatural” , hablan­
Debido a que es el Espíritu de la común ron-desde -el-encuentro, nos do de una “ intransparencia absoluta de la propiedad personal del Espíritu Santo” , 166. Si
saca del escondite detrás de nuestro muro protector para hacer que po­ iuria así, no tendría ningún sentido, en último término, hablar de un «Espíritu Santo».
damos decir «tú» a cualquiera. La exclusividad del encuentro, el «sólo
494 Dios fin m e d io d e n o s o t r o s VII. Dios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 495

E l que dice en nosotros «yo soy el que te conoce sólo a ti» nos acoge i) hcn, como la apropiación del nombre de «emperador» de Jesús: hom-
en el encuentro entre el Padre y el Hijo. Exactamente esto significa la hn- (Parte III, 3.1). Por consiguiente, ya no sería correcto decir que el
fórmula narrativa. En cuanto Espíritu del Hijo nos lleva ante el Hijo, a I lijo se hizo hombre como nosotros, sino que, en su encamación, noso-
quien ahora, como autopresencia. podemos decir «yo soy el que te cono­ i ii'. nos hacemos hombres como él.
ce sólo a ti», llevándole en este decir a todos aquellos en quienes lo co­ Repetir como autopresencia : «soy sólo gracias a ti» es conversión, o
nocemos, parque se parecen al Crucificado. En cuanto Espíritu del Pa­ l.ini, como dijimos en la Parte antropológica: transformación de la inver-
dre. nos lleva por el Hijo al Padre para que podamos llegar a ser como el de nuestra propia realidad de encuentro en conversión. Por eso,
Hijo es para el Padre: «soy sólo gracias a ti»; y el Padre para el Hijo: icinpre es simultáneamente el don que se convierte en la tarea de ser
«soy sólo para ti». n nejantes a Cristo y, en cuanto tales, reunir cada vez más de los seme-
inucs a Cristo alrededor de él. Esto lo hacemos aprendiendo a decir a
t-.ida vez más personas: «soy sólo gracias a ti»; y a decirlo no sólo a
4 1.2 E l circulo de experiencia del «H ijo » aquellos con quienes estamos de acuerdo, sino a aquellos con quienes
i cemos no poder convivir ni un día más, y a los que nos han herido
E l primer círculo de experiencia ha entrado totalmente en el segundo lanío que no sabemos ni cómo perdonarles. Repetir después de Cristo
cuando, en el Espíritu, podemos decir al Hijo: «soy el que te conoce sólo ■\oy sólo gracias a ti» significa confesar que por todos ellos y con ellos
a ti». Nuestra auto presentación ante el Hijo, en cuanto que es el decir-tú llegamos a ser semejantes a él. Tal confesión es posible sólo en forma de
.ryrudecimiento y tiene la figura del servicio que corresponde a la auto-
del Espíritu, siempre ya es el decir responsivo que corresponde al que se
«presenta» como «yo soy sólo gracias a ti». En el decir-tú del Espíritu Iiiesencia de Jesús.
que corresponde al suyo propio, Cristo el Hijo nos conoce porque somos Cristo es el que es «sólo gracias a ti» en su encuentro con el Padre.
semejantes a él, y conoce a aquellos que le hemos llevado como parte de Haciendo que podamos decir su autopresencia a otros como la nuestra
nuestra realidad: a los mendigos en los cruces de tránsito, a los grupos de propia, nos acoge en su Espíritu en su propio encuentro con el Padre, a
mujeres que, acompañadas de incontables niños, están sentadas en las quien podemos «presentamos», con el decir responsivo del Hijo, como
aceras delante de los centros comerciales, cortando nopales para la venta; (.soy sólo gracias a ti». Así, en el Espíritu del decir-tú simultáneo-mutuo,
pero conoce también a aquellos que no le estamos llevando porque ya libam os a estar por el Hijo delante del Padre siendo «soy el que te co­
nos hartamos de ver a tantos que se le parecen. noce sólo a ti» y quien sólo así puede decir «tú, soy sólo gracias a ti» al
Cristo, el Hijo, hace en nosotros lo que él mismo es: transforma Padre, ofreciéndonos a él como alguien que por y con los demás se ha
nuestra autopresencia en «soy sólo gracias a ti». E l don de su propia au­ liccho semejante a Cristo, y a quien su desemejanza con él ha sido per­
topresencia siempre ya es perdón por los que hemos dejado atrás, porque donada.
es renovación de nuestra autopresencia. Repetir la autopresencia del Hijo
como la nuestra propia es simultáneamente la tarea y la capacitación para
hacer lo mismo que él, porque ya no necesitamos autoafirmamos sino 4. I 3 E l círculo de experiencia del «Padre»
que podemos recibimos a nosotros mismos totalmente como don. Asi se
nos perdona nuestra autoafírmación por miedo. A nivel de la autopresen­ I .os dos primeros círculos de experiencia ya adentrados el uno en el otro
cia, éste es el aspecto so ten ológico de la creación con el que nos hemos caben totalmente en el tercero, cuando, en el Espíritu del encuentro, po­
encontrado en el Nuevo y el Antiguo Testamento v en los Capadocios demos decir «tú» al Padre con el decir-tú responsivo del Hijo que ahora
(Parte V, 2.1.3). <nresponde a nuestra propia autopresencia. Cuando nos presentamos a
A este llegar a ser nuevo se le puede llamar «sustitución» de nuestra i*l como los que en nuestra propia culpa y en la de los demás hemos lle­
propia realidad por la del Hijo (cf. Parte II, 3.4). Repetir en cuanto auto- gado a ser semejantes al Crucificado y que en el perdón hemos aprendido
presencia el «sólo gracias a ti» del Hijo, significa ser mediados por él de a servir, el Padre reconoce en nosotros la imagen del Crucificado y hace
modo que podamos decir: toda mi realidad se convierte en realidad para t:on nosotros lo mismo que hizo con él: también a nosotros nos desclava
ti y sólo así puede ser la mía propia. Conforme al N T podemos reformu- ile la cruz. Esto es lo que expresa la fórmula narrativa «soy sólo para ti».
lar esta experiencia como un ser acogidos en el «ser diferente» de Jesús,
496 Dios e n m e d io d e n o s o t r o s V IL Dios en m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 497

Así también el Padre hace en nosotros lo que él mismo es y transfor­ i-l «sólo gracias a ti» del Hijo y en la apertura ilimitada del decir-tú del
ma nuestra autopresencia en «sólo para ti». Esto es lo mismo que ser Espíritu, en la forma de la nueva creación de nuestra realidad de encuen­
insertados en el encargo de Jesús de llevar la misericordia compasiva del tro entera.
que es «sólo para ti» a todos aquellos con quienes nadie quiere tener co­ A l ser acogidos en el «sólo para ti» que el Padre dice a su Ilijo , he­
munión porque no caben en las normas de una sociedad que ha puesto en mos llegado al principio de nuestro ser acogidos en el «sólo gracias a ti»
alto a un ídolo Es otra vez perdón, perdón de habernos apropiado una del Hijo y al fundamento de nuestra capacitación para repetir la autopre­
sociedad semejante y, por eso, la capacitación para hacer, desde nuestro sencia del Hijo como la nuestra propia. Lo mismo vale para nuestro ser
nuevo «lugar» en el encuentro entre eL Padre y el Hijo, lo mismo que neogidos en el decir-tú del Espíritu.
hizo el Padre y lo que José de Arimatea repitió primero (cf. Le 23,53; Jn Lo que une todas nuestras experiencias de fe tan diferentes y la con­
19,38)’° . Pertenece a nuestro encargo, entonces, desclavar a los crucifi­ dición de posibilidad del hablar de una experiencia de fe eclesial, es esta
cados de sus cruces, en perdón y misericordia compasiva, y hacerlo con estructura trinitaria de la experiencia de fe que se funda en el kerygma.
tantos que nuestro hacer pueda convertirse en un signo de que el ser- En lo que sigue hemos de llenarla de contenidos concretos. Este proce­
Padre de Dios se lLama: «soy sólo para ti». Esto es lo mismo que pres­ dimiento corresponde al que seguimos en la antropología de la Parte II.
tarle a Dios nuestras manos para erigir la sociedad de contraste que Jesús Al intentar esta concretización, tendremos que precisar también el as­
ha anunciado como el «Reino» de su Padre, como el «señorío» en el que pecto de la comunión-desde-el-encuentro. Antes, sin embargo, hay que
no se «señorea» sino se sirve. Es otra vez transformación del don recibi­ iccordar otra vez que el hablar desde la experiencia de fe participa en el
do en tarea. carácter indirecto de todo hablar de Dios. Ya se habrá podido averiguar
Sólo a partir del «Padre», cuyo «soy sólo para ti» forma el centro de en la explicación de la estructura de la experiencia de fe cuán real es esta
los tres circuios concéntricos de experiencia, la salvación que brota del limitación. Es imposible por principio traducir la experiencia del en­
kerygma. se hace plenamente inteligible. Somos acogidos en la comu­ cuentro natural paso por paso a la experiencia de la fe.
nión-desde-el-encuentro que Dios mismo es, porque crea entre nosotros,
en medio de la ¿fes-gracia que experimentamos diariamente, el encuentro
del «sólo para ti» y del «sólo gracias a ti» en una comunión cada vez más 4.2 L a cruz de Dios y nuestras muchas «cruces»
abierta del decir-tú que es pura apertura-como-don. Éste es el contenido
del kerygma que ha salido de la cruz del siervo fiel y del Padre que lo ha
lil NT nos obliga a hablar de Dios desde la cruz por la sencilla razón de
desclavado de la cruz. En el decír-tú del Espíritu somos acogidas en am­
que en la cruz el Padre se ha revelado como el que desclava al Crucifica­
bos modos de hacer, en la simultaneidad del abandono en la cruz y de la
do y lo acoge en su propia vida. La cruz y la resurrección han mostrado
respuesta deL Padre que muchas veces todavía no oímos, porque aún no
que el Crucificado es el Hijo y que su encamación significa que en él
hemos terminado nuestro servicio, pero de la que sabemos en la fe que
lodos tenemos nuestro ser-humano concreto: también nosotros podemos
ya nos está siendo dada.
perseverar en el mismo servicio de Jesús como «yo-en-fidelidad». Por
La experiencia de ser acogidos en el «sólo para ti» del Padre conlleva
eso el Padre es el que actúa con todos los crucificados como lo hizo con
la nueva creación definitiva (y escatológica) de nuestra autopresencia
Jesús - en esto precisamente consiste su ser Dios. Después de la Pascua,
como «sólo para ti», en agradecimiento y servicio, en la apertura del de-
lodos los creyentes son, en el Espíritu, insertados en el mismo encargo de
cir-tú hacia todos. Sólo entonces la creación en gracia y la promesa es­
Jesús, como vimos en la Parte III. Sólo y exclusivamente a partir de
catológica de su plenitud última han sido alcanzadas. Se ha alcanzado
( 'risto puede saberse en qué consiste este encargo, y sólo a partir de él
también el significado de que esta experiencia de Dios es «otra vez mis­
puede ser comprendido como encargo del Padre. E l «sólo para ti», dicho
terio» respecto de la experiencia del misterio de Dios a partir de nuestra
en la resurrección al H ijo , se convierte en el «sólo para nosotros» porque
creaturalidad: significa el misterio que el Padre asi es «por nosotros», en
en su Hijo el Padre actúa con todos nosotros que tenemos nuestro ser-
luunano en él. Aparece en la forma del «por vosotros» en los relatos de
101. Sólo en Le y Jn José de Arimatea quila él mismo a Jesús de la cruz, en Mt 27,57 la institución de la eucaristía (M t 26,26-29 par.) como palabra de Jesús,
y Me 15.43 pide a Pi alo que le de a' cadáver. Segtin Jn pide a Pilato el permiso -de qui­
porque sólo él da a conocer al Padre. Y esto es algo que sólo podemos
tarlo
saber en la experiencia del decir-tú del Espíritu.
4% Dios e n m e d io d e n o s o t r o s V II. Dios EN MEDIO DE NOSOTROS - UN ESBOZO 499

mulo, sino que la erige en el interior de la Trinidad misma, de modo que


4.2.1 L a cruz de Jesús - interpretaciones en la cruz el Padre y el Hijo “ se constituyen en su relación mutua” 107,
lista interpretación y el planteamiento panenteísta de que “ la historia de
En la teología actual se han hecho numerosos intentos de relacionar la I )ios” y la historia humana coinciden, porque “ la historia de Dios” es la
confesión del Dios uno tripersonal directamente con la cruz. Moltmann “ historia de la historia” 108 se condicionan mutuamente. Con estas premi­
insiste en volver a colocar el acontecimiento de la cruz en el centro de la sas es coherente decir: “ E l dolor de la cruz determina eternamente la
teología, porque éste es su lugar y poique sólo a partir de la cruz somos vida interna del Dios trino” 109 o de concluir que la muerte es un “ fenó­
capaces de oír las voces de los abandonados: “ La teología cristiana en­ meno de Dios” 110, pero ya no puede explicarse por qué y cómo el hecho
cuentra su identidad de tal en la cruz de Cristo” 102, porque sólo en el Dios de que el sufrimiento esté en Dios mismo signifique salvación y gloria
crucificado hay la esperanza de “ adentrarse en la comunión de los opri­ para las cruces de los hombres.
midos y perdidos” 10,3. Del modo como las iglesias cristianas hoy tomen La cercanía entre esta interpretación y una “ mística del sufrimiento”
postura ante los crucificados de nuestro tiempo depende ta credibilidad mal entendida11' la muestra Simonis que recoge implícitamente el mismo
de su anuncio 04. Sin embargo, cuando Moltmann, a fin de distanciarse planteamiento. Después de haber determinado la esencia de Dios como
de la comprensión tradicional de la impasibilidad de Dios, toma en senti­ su “ sí al mundo” " 2, comprende a Jesús como el Hijo porque en él Dios
do literal el abandono de Jesús en la cruz interpretado en el N T con la está cercano al mundo111 y al Espíritu como el que “ «investigando» y
ayuda del Salmo 22 y dice: «experimentando» las últimas profundidades de la humillación y de la
impotencia que sufre Jesús, el Hijo, [...] sella el dolor infinito de Dios en
“ Et hijo sufre el morir, el Padre sufre la muerte del hijo. A la orfandad su esencia” 114. E l dolor terreno llega a su fin, pero el abismo de la pasión
del hijo correspondo la carencia de hijo por parte del Padre, y si Dios se de Dios es infinito; la pasión es la “ esencia extrema” de Dios” 115. ¿Cuál
ha constituido en Padre de Jesucristo, entonces sufre él en la muerte del es el significado de afirmaciones semejantes para el anuncio? ¿.Puede
hijo también la muerte ce su paternidad” '11*, ofrecerse esta explicación a una mujer que desde hace meses se debate
contra la muerte, en unos dolores que ya ni la morfina alivia? ¿O bien a
tal afirmación va más alia del kerygma. No podemos hablar de ‘ orfan­ una madre que moja con un trapito los labios de su pequeña hija desahu­
dad" y de “ carencia de hijo” como si en la cruz se hubiera roto la Trini­ ciada que muere de cáncer? ¿Le importa a alguien que también Dios su­
dad misma. Aunque sea necesario poder expresar que la cruz es un fra todo eso y que para él está incluso peor?
acontecimiento entre el Padre y el Hijo, eso no es lo mismo que una “ s/c- Cuando semejante fascinación con el sufrimiento se ha extendido so­
sis en D los" o “ Dios contra Dios1’106. bre el papel, sólo ha quedado un Dios que, por una analogía mal plantea­
E l problema está en que Moltmann explícitamente no quiere com­ da, cae bajo un concepto prefabricado del sufrimiento. Este diagnóstico
prender la cruz como un acontecimiento entre el Padre y el Hijo encar- sigue siendo válido aun cuando se rebaje la proyección del sufrimiento
sobre Dios afirmando que hay que distinguir estrictamente entre un “ su-
1C2. J. Moltmann, E í Dios crucificado, Sígueme, Salamanca 19"55. 39-44, aquí 42.
1C3. Ibicl.,52.
104. Ph. Goffincl, La ihéoíogce de In croix de Jürgen iVfottmann, Excerpta ex diss.,
Pontificia L ni vers ilas Gregoriana, Roma 1980, ¿6: “ [...] el intento ce establecer su klcnt:-
dad por medio de dogmas, ritos o principios morales corre ei riesgc de dejar a las Iglesias 107. J. Moltmann, ibid., 348.
y sus teologías sin significado, a saber, sin credibilidad para et mundo de hoy. Este dilema 108. Ibid., 349. B. Forte, o. c. [nota 56], 37ss., recoge esta interpretación.
se siente cruelmente de parle de aquellos que, er el nombre de su fe, se entregan de lleno 109. Trinidad y Reino de Dios [nota 41], 177.
al servicio de los oprimidos” . 110. E l Dios Crucificado, 331.
IC5. J. Mol tmann, E l Dios crucificada, 3¿5. 111. De la que J. Moltmann, E l Dios Crucificado, 75, dice él mismo que puede aca­
106. [bid., 216. “ Si [....] la muerte en cruz de Jesús es comprendida como un aconte­ bar “ fácilmente en una justificación del sufrimiento mismo” .
cimiento en la relación entre el Padre y el Hijo, el abandono de Jesús llega a significar 112. W. Simonis, o. c. [nota 7], 78.
algo como una separación en Dios [...]. El Padre abandona al Hijo. El Hijo es expulsado 113. Ibid., 83.
de la comunión de amor con el Padre1’, P. Fumiaki Momose, Kreuzesiheclcgie, Herder, 114. Ibid., 88.
Freiburg-B aseL-Wicn I97&, 75. 115. Ibid., 85.
500 DIOS EN MEDÜO DE NOSOTROS V II. Dios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 501

frimienlo real en Dios y su amor siempre desemejante” 116. Tampoco i r ser que se igualan amor y sufrimiento y que se olvida lo meramente
ayuda recordaT que la cruz es consecuencia del pecado de ]os hombres, ■uiálogo de este modo de hablar al aplicar las palabras a «Dios»122.
para luego decir que Dios sufre por el pecado17. Si ha de tener algún I ’l problema de las interpretaciones que parten de lo que sucede al
sentido anunciar el kerygma de la cruz, es indispensable que el kerygma iilcrior de Dios consiste en que la ubicación del sufrimiento en Dios
también diga algo sobre cómo podemos enfrentarnos al sufrimiento. mismo sólo puede conducir a la glorificación del sufrimiento, o bien a su
Aun fuera de tales excesos118, tampoco favorece al anuncio designar hunalización. Ambas cosas no son compatibles con el kerygma de la
al Espíritu como el “ dolor de Dios en persona1’115. Es cierto que las divi­ nix. En último término, una reducción escatológica forma parte del
nas personas hacen en nosotros lo que ellas mismas son, pero luego ¿el mismo riesgo. Aquí encuentra su lugar también la interpretación de N.
Espíritu hace en nosotros el dolor? Tal implicación pudiera valer sólo I lolfmann que quiere explicar el perdón de los pecados acontecido en la
bajo el presupuesto de que el dolor en cuanto tal ya se considere como . i ii/ partiendo de la idea de la expiación vicaria: la expiación del Hijo en
salvífico. E l hecho de que el anuncia nos trae la salvación que consiste >.»i sufrimiento «quema», por así decirlo, el pecado desde dentro123. Este
en nuestra comunión con Dios exige que tío la encerremos en el callejón lípo de explicación muestra que la glorificación del sufrimiento ya es su
sin salida de una comunión de dolores, sino que podamos dar cuenta de finalización. E l sufrimiento ya ha «emigrado» de nuestra sociedad y se
que esta salvación es hoy nuestra esperanza. Itu disuelto en Dios. Tampoco es posible explicar que en la cruz se da la
Por esta misma razón tampoco es adecuada una interpretación esca- liberación escatológica del pecado, porque en ella se da la expiación de
tológica de la cruz que pueda dar entrada al malentendido de la cruz co­ i mulo insuperable, en el sentido de que el pecado es asumido por Jesús
mo ayuda al buen morir - por más que sea cierto que Dios vence hasta la •ii su '"esencia teológica” , o sea en cuanto “ lejanía de Dios” , soportada
muerte: t n forma de sufrimiento del amor y padecida hasta convertirse en su
<«»iurario en relación hacia el Padre, lo que realmente le da «satisfac-
"‘La palabra de la cruz adara [...] que en la muerte no r.os espera la nada, ruin» a éste12’’. Una representación de esta índole banaliza al pecado que,
sino Dios mismo, es decir que nuestra vida en toda su prcliminaridad [.„] después de todo, conlleva sufrimiento histórico real, y lo transforma en
y con toda su realidad culpable, causa de sufrimiento para tantos, no una entidad mítica que en el fondo ya no necesita inquietarnos si se «di-
simplemente se acaba y se queca ta! cual, sino que termina en Dios"1'0. «olvió» en la cruz. Además, la «expiación» o el «sacrificio» es - al lado
ilc la imagen del siervo doliente y la de la «reconciliación» - tan sólo
Y si nuestro sufrimiento y nuestra muerte han de servir para revelar de una de las tres imágenes principales usadas por el N T para explicar la
modo más humano lo más profundo de Dios121, tenemos a un Dios ■;;ilvación que brotó de la cruz y de la resurrección. Esta es la razón por la
«inhumano». Uno de los problemas de todas estas interpretaciones pare- cual la expiación no puede ser absolutizada y convertida en un concepto

122. En el trasfondo se nota un concepto de persona según el cual el amor y el su­


frimiento son idénticos por el hecho de que el amor es entendido como «autoncgación».
] 16. R. Faber, o. c. [nota 7], 427. "'El o:paso» por la pasión transforma las relaciones i sto vale tanto para la postura de Moltmann como para la de W. Simonis, o. c. [nota 7],
trinitarias de modo que somos acogidos en ella y en su ser-nuevo” . De ahí resulla nuestra Hl 83. Queda la pregunta de si no se está olvidando el carácter análogo de todo hablar de
“semejanza11 con Dios y así la redención, 432s. Esta explicación es coherente desde e; Dios. Sobre esta cuestión en el caso de Moltmann cf. P. Fumiaki Momose, o. c., 169ss.
planteamiento de Faber y también de Sirr.ons, pera es difícil representarse cómo ha de 123. N. Hoffmann, »Stellvertretung«, Grundgestalí und Mine des Mysteriums, ThJb
poder consolar a una persona que sufre. I9H1, Si. Benno, Leipzig, 280, también Id., Kreuz und Triniíát. Zur Theologie der Sühne,
117. W . Simonis, o. c., 282s. Miannes, Eínsiedeln 1982, 31, donde habla de la disolución escatológica de la culpa del
118. M. Arias Reyero, Las fórmulas trinitarias y m significado en el documento de inunda desde dentro.
Puebla, ETrin 14 (1980), 159, habla de excesas interpreta!: vos que erigen la crují en el 124. N. Hoffmann, Kreuz und Triniíát..., 45. De manera semejante se expresa W.
corazón de la Trinidad. Simonis, o. c., 283: En cuanto Dios acepta las consecuencias de su amor al mundo peca-
119. Así H. Miihlen, Das Herz Gottes.. [nota 12], 148. ilnr, "paga él mismo el precio que su propia omnipotencia y justicia deberían exigir por el
120. E. U. Dalferth, Der aufenveckte Gekreuzigte. Zur Grammaük der Christologie, pecado. Con su propio dolor divino que le causa el hecho de que permite el pecado, toma
Mohr, Tíbingen 1994, 45. 1 1mismo delante de si mismo el lugar del pecador y así vicariamente satisface a su propia
121. C. Nigro, o. c. [nota 56], 385. Itislicia y omnipotencia” .
502 Dios sn m e d io d e n o so t r o s V IL Dios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 503

teológico clave122. Sólo podemos intentar apuntar hacia la salvación que tlcbemos seguir anunciando, nos ha traído a nosotros la salvación de
Dios crea por nosotros con la ayuda de las diferentes imágenes que en­ l«arte de Dios y sigue trayéndola, entonces sólo podemos partir del por
contramos en nuestra propia experiencia de fe, tal como lo hizo también nosotros. Esto equivale otra vez a decir, a partir de la experiencia de fe,
el NT. .ilgo sobre el Hijo que se ha convertido en el «por nosotros» del Padre en
En las diferentes interpretaciones que hemos discutido se parte de que 11 servicio hasta la cruz128; y sobre el «por nosotros» del Padre, experi­
el Padre haya entregado a su Hijo a la cruz «por nosotros»125. Sin embar­ mentado en el decir-tú del Espíritu como aquello que es poderoso en
go, en esta forma esta comprensión no corresponde al NT. E l hablar de la indas nuestras cruces. Debe ser posible llegar, a partir del kerygma de la
expiación forma parte del lenguaje de sacrificio del NT y está ligado con cruz, a una actitud creyente ante las muchas cruces humanas. No pode­
La ¡dea de la entrega del Hijo por el Padre. Sólo que no hemos de olvidar mos sustraernos a esta preocupación teológica tantas veces explicitada.
que no es una representación predeterminada de la expiación la que indi­
ca cómo hay que entender la cruz de Jesús, sino al revés: la experiencia
que la comunidad tiene de la experiencia de Jesús determina qué es ex- ■12.2 Comunión con Dios en la cruz
plación127. La absolutización teológica de la expiación olvida la vida de
Jesús y su servicio. Olvida, además, la fórmula narrativa neotestamenta- Si lo que queremos explicar es la salvación que nos ha alcanzado a partir
ria para el nombre del Padre: «el que ha resucitado a Jesús de ios muer­ ilc la cruz y la resurrección de Jesús, debemos empezar por el hecho de
tos)»'. En una explicación te oLógica trinitaria de la cruz, sin embargo, esta que el Espíritu dice en nosotros el «tú» simultáneo-mutuo del Padre y del
fórmula debe jugar un papel central, al igual que la fórmula narrativa del I lijo. Desde nuestra propia experiencia de fe y con la ayuda de nuestras
A T a la que reemplaza, a la vez que la recoge: Yahvéh es <cel (que está) fórmulas narrativas podemos decir algo sobre la cruz y la resurrección en
sacando» de la escLavitud de Egipto. Por esta razón, el habLar desde la cuanto acontecimiento trinitario - pero de nuevo podemos hacerlo sólo
cruz no puede menos de volver también a la promesa de la sociedad de indirectamente.
contraste contenida en las narraciones de la salida de Egipto. Para el N T la palabra de la cruz es un «escándalo» ineliminable - el
Es importante ponemos de acuerdo sobre qué es lo que queremos ex­ escándalo de que no es posible hacer caber a Dios en nuestros concep­
plicar a partir de la cruz y de la resurrección: ^queremos explicar la cruz, tos 29. Este escándalo tiene sus consecuencias a la hora de hablar de la
o queremos explicar el ser-sanado que significa para nosotros? Si es «inmutabilidad» de Dios, hora que sigue llegando en el momento de ha­
cierto que la palabra de la cruz anunciada a nosotros y a la que nosotros blar de la cruz130. Si también la «inmutabilidad» es un concepto en el que

125. ‘■‘En la fórmula de confesión se dice que Cristo murió ‘por nuestros pecados’. La
misma fórmula indica, sin embargo, que sucedió conforme a la Escritura” . Por consi­ 128. Así entiende también N. Moffmann, Kreuz und Trinitat..., 47: “ en el ‘pro nobis’
guiente, nuestros pecacos no sor simplemente la razón por la que Cristo tuvo que morir, le Jesús nos encontramos con el ‘pro nobis’ de Dios mismo” .
sino cue la expresión significa una actitud de Cristo hacia nosotros que lleva 2 la supcra- 129. I U. Dalferth, o. c., 39: “ Si la palabra de la cruz es verdadera [...], nuestra sabi-
ciónce los pecados, W Breuning, o. c. [nota 82J, 170. hiria es tontería, nuestra búsqueda de sentido es necedad, nuestras buenas acciones son,
126. NL HotTmann, Kreuz und Trinltct..., 47, presupone esto en su explicación del •n el mejor de los casos, sólo bien intencionadas, y nuestra religión es una falta de fe
«pro nobis». Contra la comprensión de que el PadTc haya enviado a su Hija a la muerte se organizada” .
pronunca también B. Sesboué, Dios Padre er. te reflexión teclógica actual, ETrin 24 130. K. Rahner, Para la teología de la Encarnación, Escritos IV, 149s., para expli­
C19*90), 4<j-s. car la encamación, lia hablado simultáneamente de una mutabilidad y de la inmutabilidad
127. {. u. Dalferth, o. c., 283 “Así como la cruz reemplaza, la relevancia soteriológi- de Dios, formulando asi: “ Dios puede devenir algo, el en sí mismo inmutable puede ser, él
ca del culto sacrificia , disuelve simultáneamente la relevancia soteriológica de la catego­ mismo, mudable en lo otro", 149; cf. P. Schoonenberg, Gott andert sich am anderen,
ría de sacrificio: la scteriologia cristiana es posible sin esta categoría, pero no es posible I hPQ 133 (1985), 323-327; H. Pfeil, Die Frage nach der Veranderlichkeit und Ge-
sin aquello que el MT quiere cecir sobre la cruz de Cristo y, asi, sobre nosotros con la schichtlichkeit Gottes, ThJb 1982, St. Benno, Leipzig, 80, rechaza esta tesis rotundamen­
ayuda de esta categoría". Si esto no se toma en cuenta, no queda, otro remedio que el de te: -‘La tesis de la mutabilidad e historicidad de Dios no es sostenible, tampoco con la
agregar a la afirmación ya no comprensible ce que el Padre haya entregado a su propio ayuda de hipótesis adicionales. Lógicamente clara y justificada es sólo la doctrina eclesial
Hijo a la muerte, el paliativo que esta entrega “ no debe entenderse como el sacrificio tradicioal: Dios es absolutamente inmutable” . Para W. Pannenberg, Probleme einer trini-
sangriento de un Padre cruel", como lo hace J. Ackva, o. c. [nota 2], 152. Tal cosa equi­ ¡arischen Gotteslehre, en Weisheit Gottes - Weisheit der Welt I, FS Joscf Kardinal Ratzin-
vale a aumentar 3a incomprensibilidad, porque primero se reconocen nuestras dudas para ger, W. Baier (ed.), EOS, St. Ottilien 1987, 331, la tesis de Rahner es una respuesta al
luego sencillamente negarlas. estilo tapagujeros.
504 DlOS EN MEDIO DE NOSOTROS V II. Dios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esb o z o 505

Dios tío cabe131, en la experiencia de fe no podemos hacer o ira cosa que tticación del Padre y del Hijo que desde el principio no puede caber en
intentar comprenderla una y otra vez a partir de la autocomunicación de ningún concepto. Llegados a este punto, la fórmula narrativa neotesta-
Dios en la cruz y la resurrección. En la comunión con Dios experimenta­ mentaria se hace particularmente importante: al seguir exclusivamente la
mos que la misericordia compasiva y fiel con la que el Padre desclava a linea interpretativa del N T que arranca con las imágenes de la «expia-
todo crucificado de la cruz es inmutable: tan inmutable como el servicio <ión» y del «sacrificio» y dejando al lado los textos según los cuales el
del Hijo, en el que pone en práctica el encargo del Padre de hacer palpa­ Padre ha resucitado a Jesús, perdemos todo punto de inserción para una
ble y visible su misericordia entre los hombres; y tan inmutable como el
comprensión trinitaria de la cruz.
decir-tú del Espíritu. Esto por sí solo ya es una explicación del escándalo
El Padre y el Hijo son comunión-desde-el-encuentro en su decir-tú
de la cruz. Si realmente queremos partir del kerygma, no nos quedará otra
simultáneo-mutuo, en el «soy el que te conoce sólo a ti» del Espíritu.
salida, por consiguiente, que la de dejarnos acoger en este escándalo y
También en la cruz y la resurrección el Espíritu dice su autopresencia en
dejar que el acontecimiento pascual nos diga quién es el Dios uno triper­
|;i fórmula narrativa que le es propia. El decir-tú de Jesús es el «sólo tú»
sonal y cómo es «por nosotros»131.
del que en última fidelidad persiste como el «sólo gracias a ti»; y el de-
Desde la experiencia de fe podemos decir que la cruz involucra al Dios
cir-tú del Padre es el decir-tú del que para el Crucificado se convierte en
uno tripersonal tal como es para nosotros: como comunión-de sde-el-
eneuentro. También en la cruz el Padre dice «soy sólo para ti»> al el que lo desclava de la cruz. Este decir-tú simultáneo-mutuo es_el Espí­
Crucificado que p o r eso es su Hijo. Lo dice como alguien que es «indul­ ritu Santgf Así el Dios untTtnp^sonal es comunion-desde-el-encuentroif
gente» con el hijo que le sirve (M al 3, 17); como su Skj, el «pariente pró­ [como el que transforma la fidelidad del servicio en la cruz en una comu-jj
ximo»; como el desamparado en su «amor sin medida» del que habla el |nión que es más poderosa que^el abandono y la m uerte.^flípartir de la
AT. E l «sólo para ti» del Padre se dirige en Jesús a Israel, el pueblo de su .lutocomumcación de Dios en la cruz y la resurrección se problematiza su
amor, y a todas las «naciones» que Israel representa en el AT. «mutabilidad», aparece una vez más la importancia de la analogía y del
El abandono de Jesús en la cruz es el abandono del que, como auto- cometido de evitar que Dios caiga bajo uno de nuestros conceptos.
presencia, es «sólo gracias a ti» y por eso no alcanza a comprender que También aquí se averigua que sólo apuntamos hacia Dios, de manera
el «sólo para ti» del Padre también vale en la forma de esta cruz. Lo que que el carácter análogo de nuestro hablar de Dios ya no puede ser olvi­
son el abandono y la muerte y cómo transforman la propia autopresencia dado. Nuestra experiencia del kerygma nos dice que en el abandono, el
es algo que cada uno, también Jesús, sólo puede aprenderá el abandono sufrimiento y la muerte tenemos comunión con Dios en la comunión
y Ja muerte. E l hecho de que Jesús aprende en la cruz ser a s í el que es, participativa entre nosotros, de tal forma que esta comunión es más po­
«sólo gracias a ti», a partir del «sólo para ti» ya no audible del Padre, derosa que todo lo demás que podamos experimentar. Dios se ha comu­
representa su abandono. E l hecho de que persevera en su servicio como nicado a sí mismo en la cruz y la resurrección no porque su autocomuni-
yo-en-fidelidad que aun en la nueva forma de la muerte se espera a sí eación en la cruz fuera más «apropiada» o le «correspondiera» más que
mismo sólo del Padre, lo convierte de modo históricamente definitivo en una autocomunicación en la alegría y las muchas cosas bellas que hay en
«sólo .gracias a ti». Por él también el Padre «llega a ser» de modo históri­ el mundo, sino porque nosotros mismos hemos desfigurado la realidad
camente definitivo el «sólo para ti» que dice su identidad al desclavar a
creada en una realidad de cruces. La autocomunicación del Dios comu-
Jesús de la cruz1’ Así la cruz y la resurrección son realmente autocomu-
món-desde-el-encuentro por nosotros se da ahí donde nosotros esta­
mos114. Por eso es salvación que conlleva el cambio de nuestra realidad

1.31. P. Knauer, o c. [ñola ]]. 7&. i|iic hacc Dios con Jesús (y luego con todos los muertos) en la resurrección es la muestra
132. "[...] la te en la justificación afuma cjue Dios, a] justificar al hombre. 1c Ja acono- ni tima de la divinidad de Dios” . Es posible entender esta actuación de Dios con el Crucifi-
cei quién es él propiamente. Y como la justificación [.. ] ha sucedido en el acontecí miento de udo a partir de la ruptura que la muerte significa para cada persona y para su realidad
la '.denu fie ación ce Dios con ci hombre Jesús crucificado, el pensar lealógico se ha dejado tclacional: “ El hombre Jesús vivió [...] en una relación única de confianza con Dios [...].
decir por ese acontecimiento cristo.ógico lo que Dios y eL hombre merecen llamarse \ E. I i la muerte, sin embargo, también para Jesús, se apagó la posibilidad de esta relación
Jünge], o. c. [ñola 6), 302; cf. también 276. 2S9. X. PLkaza. a.c. [nata] 93, 210. llama la «in Dios [...]. En la muerte fue arrebatado a Dios y también para Dios dejó de ser término
Pascua una ‘ruptura epistemológica y vital” . il< relación e interlocutor de una relación de Dios a él” , ibid., 299.
133. También K. Kessler. a. c niíla 80J, 301, entiende el hacer de Jesús como su 134. Tampoco esto vale sólo para la muerte; cf. I. U. Dalferth, o. c. [nota 120], 44: lo
camino hacia la cruz, y la resurrección como la actuación exclusiva de sólo Dios” .'“Lo que aconteció en la cruz acerca a Dios a nosotros de manera que “ él mismo está con no-
506 DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS V IL Dios en m e d io d e n o s o t r o s - un e sb o z o 507

entera, un cambio indicado con la cifra de esperanza «Reino de Dios». existe aun cuando un teólogo no tenga ninguna intención de suscribirse a
Esta es la razón por la cual a la palabra de la cruz no le corresponde la (ales afirmaciones. Estas representaciones tienen que ver también con lo
lamentación, sino la alabanza y el agrade cimiento135. que hemos llamado las «dificultades con el concepto de persona»: el
sufrimiento es el sufrimiento del sujeto y, como tal, entendido de manera
meramente individual. Ya Lutero protestó en contra. El sufrimiento no
4.2.2 1 Salvación que brota de la cruz es, en primer lugar, la pobreza o la enfermedad, sino que “ la verdadera
cruz incluye con el sufrimiento la vergüenza y la burla” 1'7. La “ vergüen­
Es de importancia el hecho de que las fórmulas narrativas del Muevo y za y la burla” representan la relación entre la cruz de Jesús y el fracaso
del Antiguo Testamento para el nombre de Dios: «el (que está) sacando» de su anuncio del Reino de su Padre y, por consiguiente, la dimensión
de Egipto - «el que ha resucitado a Jesús de los muertos» pueden ser social. E l siguiente texto muestra que también Lutero lo entiende así:
superpuestas. Juntas y a partir de la aul ocomunicación de Dios en la cruz
y resurrección designan la salvación que nos viene del acontecimiento “ Que se venere [la cruz] está muy bien, pero que se les ocurra fundar
pascual La cruz y la resurrección son la palabra que Dios tiene respecto iglesias para ella mientras dejen de lado el derecho, no es justo [...]. Se
de nuestra realidad, en la que hemos levantado la cruz de Jesús y en la han fundado iglesias en su honor y se ha olvidado a los pobres” 138.
que seguimos levantando una fila interminable de cruces inhumanas. La
cruz tiene que ver con la sociedad de contraste que debía de ser caracte­ I ,a cruz critica la forma de nuestra socialización, pero precisamente no
rizada por la torah: Israel le quitó a Yahvéh su nombre «el {que es tá) de modo que puedan deducirse de ella programas de acción socio-
sacando» y le dio a cambio el nombre de casado «el celoso» (Parte IV , política139, porque si fuera así caeria bajo nuestros conceptos de una so­
4.); y sólo como el Padre de un Crucificado Dios ha podido hacer valer ciedad justa, sino porque en la cruz y la resurrección el Dios uno triper­
definitivamente su misericordia compasiva. Debido a que es la caracte­ sonal se comunica a sí mismo140, de modo que esta autocomunicación
rística propia de los hombres negarse a la sociedad de contraste de Dios, única se convierta en el punto de partida permanente de una nueva com­
Jesús ha dado testimonio de la sociedad de contraste de su Padre con la prensión de la realidad. Para el creyente acogido en el acontecimiento
muerte. Aunque fuera sólo por esto, la cruz de Jesús no puede ser para pascual esto significa que, en el decir-tú del Espíritu, llega a ser seme-
nosotros y en la fe una experiencia privada, sino únicamente el ser in­ jante al Crucificado que ha permanecido fiel en su servicio y así ha expe­
sertados en el encargo de Jesús136 de traer una nueva realidad participati- rimentado la fuerza resucitadora del Padre. Sin embargo, puede experi­
va. mentar esta semejanza sólo al hacer lo que ha hecho Jesús: encontrarse
En este lugar, la tendencia ya discutida de glorificar o de banalizar el con los demás de una manera diferente, como su «prójimo», y hacer vi­
sufrimiento muestra su verdadera gravedad. Si se proyecta el sufrimiento sible y palpable la misericordia compasiva del Padre; y al hacer lo que ha
sobre Dios mismo y, por así decirlo, se diviniza, no solamente ya no es hecho el Padre con Jesús: desclavar a crucificados. La autocomunicación
posible explicar convincentemente en qué consiste nuestra salvación, del Dios uno tripersonal en el acontecimiento pascual significa que, en el
sino que sale sobrando la necesidad de ocuparse de las situaciones en el
mundo que interminablemente producen más sufrimiento. E l sufrimiento 137. WA tomo 10, III, 336.
138. Ibid., 333. Critica igualmente el abuso de la cruz: “ Los sabios del mundo lla­
está guardado en Dios y basta con contemplarlo allí. Esta implicación
man cargar con la cruz cuando un pedazo de la Santa Cruz se incrusta en una cruz de oro o
cu una custodia, y cuando el sacerdote se pone sus vestimentas, se cuelga una estola en el
sotros en la muerte y, por eso, nosotros estamos cor el aun en la muerte”. Dalferth tiene cuello y luego carga la cruz de plata o de oro alrededor de la iglesia, c invita al pueblo a
razón en cuanto la cruz y la resurrección significan que Dios es poderoso en nuestra im­ besarla, para que den centavos” , ibid., 369. Cf. la postura semejante de J. Moltmann, E l
potencia última, pero hay que decir también qué es lo que esto significa para nuestra vida Dios crucificado [nota 102], 62: “ El símbolo de la cruz en la iglesia remite al Dios que fue
en las situaciones concretas de desamparo. crucificado no entre dos candelabros sobre un altar, sino entre dos ladrones en el Calvario
135. Cf. E.Jtm gel,o.c,494s. de los perdidos, ante las puertas de la ciudad” .
13-6. Esto no significa que la muerte de Jesús pueda ser “ interpretada como la exi­ 139. Algo que es particularmente importante en el contexto latinoamericano, M.
gencia de hacer superílua la cmz,\ P. Rieger, c c. [nota 8LJ, 100s., ni que el pathos de la Arias Reyero, o. c. [nota 118], 149.
fe pueda llegar a significar la factibilidad de una sociedad diferente, de manera que la 140. Este hecho es subrayado en los documentos de la III Conferencia General del
miseria pueda convertirse en i;na rr.era " tarea de limpieza” humana. Episcopado Latinoamericano en Puebla, nn. 211-215.
508 Dios en m edio d e n o so tro s V II. Dios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 509

Espíritu del decir-tú, el creyente es acogido en lo que Jesús sigue hacien­ mi lado la cruz, porque tan pronto hayamos construido una respuesta a
do en. él y en todos, y en lo que el Padre hace en su Hijo y, por eso, sigue t sta pregunta podemos tranquilizamos y volverla a olvidar. E l kerygma
haciendo con todos los crucificados. Esto corresponde a la estructura de no contesta a esta pregunta, sino que - anunciando el hecho de que Dios,
nuestra experiencia de fe. • ti su autocomunicación en la cruz y resurrección, ya ha dicho su última
E l hecho de que seamos acogidos en el acontecimiento pascual signi­ palabra sobre el sufrimiento y sus causas y que sigue diciendo esta pala­
fica que vemos de manera diferente la realidad que todos tenemos en bra, hoy y siempre - nos impone las preguntas nuevas por el cómo de la
común. Sólo este acontecimiento nos hace ver que el que está sentado en íupe ración del sufrimiento y por el por qué de nuestra esperanza'*1. De
harapos delante del portón de la iglesia tocando el acordeón es una per­ estas preguntas suscitadas por el kerygma no podremos deshacemos
sona como yo y que yo soy su prójimo. Sólo desde dentro de este acon­ nunca, porque son inseparables de la determinación permanente de cada
tecimiento vemos también que el mismo sistema social que garantiza sus comunidad creyente por el kerygma.
privilegios a unos cuantos entrega a millones a la miseria Sólo a partir El siguiente texto impactante, escrito por un judío, el último de su
del acontecimiento pascual es posible caer en la cuenta de que todos familia, poco antes de ser asesinado también él en el gueto de Varsovia,
nuestros sistemas sociales son culpables de una misena y violencia tan nos muestra que éste es realmente el giro en nuestra comprensión de la
inmensa, y que nosotros somos culpables en y con ellos, porque pertene­ realidad que provoca la autocomunicación de Dios en la cruz :
cemos a ellos y nos los hemos apropiado. Nuestra experiencia del
kerygma también nos hace oír de una manera diferente: por ella podemos “ Te diré clara y abiertamente que ahora, más que en cualquier otra época
oír que los discursos oficiales que constantemente se riegan sobre noso­ de nuestro camino interminable de sufrimiento, nosotros los torturados,
tros (especialmente en América Latina) promueven la autopreservación los violados, los ahogados, los enterrados vivos y quemados vivos, no­
de una realidad social inaguantable, en la que el Dios uno tripersonal, en sotros los ofendidos y humillados, los asesinados por millones - tenemos
la cruz y la resurrección, ya ha hecho resonar su voz estigmatizándola el derecho a saber dónde están los límites de tu paciencia [...]. No puedo
como el «escándalo», en el que la autocomunicación de Dios sólo puede alabarte por los actos que toleras. Pero te bendigo y te alabo por tu gran­
ser un escándalo141. deza aterrorizadora que ha de ser inmensa si no te impresiona ni lo que
En el fondo, sin embargo, lo más importante es otra cosa: el kerygma está sucediendo ahora” 144.
del acontecimiento salvífico de la cruz nos confronta con la pregunta:
¿cómo es Dios poderoso en nuestro sufrimiento? Mientras sólo anuncie­ Sólo por la fe en la autocomunicación de Dios en la cruz podemos saber
mos que es así, todavía no hemos hecho justicia al kerygma Aquí ya no que Dios ya ha contestado y cuál «impresión» se ha llevado de los he­
basta con la referencia a la estructura de la experiencia de fe por sí sola, chos. En esta fe sabemos también que Yahvéh «el celoso», en su sufri­
aunque pueda seguir siendo una ayuda. Podremos intentar una respuesta miento por Israel, el pueblo de su amor, ya desde siempre se ha involu­
sólo a partir de la comiinión-desde-el-encuentro como la que Dios se nos crado en esta cruz145. Jossel Rackover muere por un Dios lejano146:
comunica en la cruz y la resurrección, compartiendo con nosotros su
propio ser comunión-desde-el-eneuentro.
Una vez que hemos sido acogidos en el kerygma de la cruz, ya no en un texto que comenta el Testamento de Jossel Rackover del que hablaremos a conti­
basta con la pregunta de siempre inspirada en la teodicea: ¿por qué hay nuación
142. B. Andrade, Toward an Ignaíian Understanding of Suffering, CIS 77 (1994),
tanto sufrimiento en el mundo?1'12. Mientras preguntemos así hacemos a f51). lis sólo parcialmente correcto decir que “ en el nombre casi blasfemo del Dios crucifi-
( ndo tenemos que ver con la solidaridad de Dios con lo injustificable por excelencia, es
141. J.A ckva,o.c. [nota2|, 144, había de una potencia anti-ideo lógica contenida en decir, con el sufrimiento de los inocentes. Sólo la teología de la cruz es capaz de hacer
la vida y la muerre ce Jesús, porqu-c Jesús opone a las orientaciones vigentes en su tiempo frente a la pregunta terrible por la justicia de Dios en el mundo” , C. Geffré, Die Gottes-
su prop:o “ser fjr.<iado totalmente en Dias” . Lo mismo puede decirse de la forma trinitaria frage keute, en Creado ex amore, T. Franke et al. (eds.), FS für A. Ganoczy, Echter,
del acontecimiento pascual, precisamente porque se le aplica a Jesús. Würzburg 1989, 98. La pregunta es más bien: ¿qué hemos logrado exactamente cuando
142, A esta pregunta E. Lévinas, Dl/vcile iiberté. tisseis sur le Judaisme, Albín Mi- liemos afirmado la solidaridad de Dios con los inocentes que sufren?
chel, Paris 1963. 3~2, formula su ccntrapregurta: “¿De qué demonio limitado, de que 144. «Jossel Rackover spricht zu Gott», StZ (1956), 165s.
mago raro han poblado su ciclo, ustedes que ahora lo declaran desierto? ¿Y por qué per­ 145. E. Lévinas, o. c., 174, escribe: “ [...] la relación entre Dios y el hombre no es una
sisten en buscar un munco sensato y bueno bajo un cielo vacio?” . Las frases se encuentran comunión sentimental en el amor de un Dios encamado, sino una relación entre espíritus
510 DIOS EN MU DIO DE NOSOTROS V II. Dios EN MEDIO DE NOSOTROS - UN ESBOZO 511

“ Puedes torturarme hasta la muerte - siempre creeré en ti. Siempre senti­ mismo significa que en nuestra propia realidad no somos comunión-
ré amor per li - aun a tu pesar [...]. Has hecho k>que has podido para que ilr de-el-encuentro, sino en el encuentro anhelo de una totalidad de co-
no crea en ti, para que desespere de ti. Pero yo muero exactamente como i ni nion, porque el «nosotros» que brota de nuestros encuentros una y
he vivido, en la fe en li firme como una roca'’1"', <>ii,i vez se vuelve a romper en dos «yo».
Si es así, la novedad del kerygma de la cruz consiste en el hecho de
y su muerte tiene rasgos de la muerte de Jesús. Según el kerygma de la que realmente llegamos a ser comunión-desde-el-encuentro148. Por eso el
cruz, la diferencia está en que Jesús murió por el «solo para ti» que el N I puede hablar de un «proceso de primicias» que parte del Padre; que
Padre ha dicho por él a nosotros, y en que nadie necesita morir por Dios Ihii el Hijo y en el Espíritu «primicia» se hace realidad entre nosotros,
o a causa de Dios, porque Dios ya ha muerto por nosotros y a causa de Miscitando a la «primicia» de una nueva creación en las «primicias» de
lus comunidades (Parte III, 4.1). Sin embargo, este proceso no es sin más
nosotros y así ha mostrado que es poderosa en todo sufrimiento y en
toda culpa. Precisamente esto, sin embargo, hace más tenaz la pregunta <1 cumplimiento de nuestro anhelo149, sino algo imprevisiblemente nuevo
por el cómo de su «poder». que no puede ser deducido de ninguna experiencia: llegamos a ser co-
nuimón-desde-el-encuentro al ser acogidos en la cruz y la resurrección.
I )i, lio en otras palabras: en la fe experimentamos un ser-sanado en co­
4.2.2 2 E l proceso de la comunión-desde-el-encuentro a partir de La cruz munidad en medio del sufrimiento y de la desgracia, en medio de todas
l.i; situaciones inhumanas, y así experimentamos también ya ahora el
«por nosotros» del Padre que nos desclava a nosotros - y a los otros con
E l único Dios a quien conocemos es ei que se nos ha dado a conocer en
quienes nos estamos transformando en esta comumón-desde-el-encuen-
la cruz y la resurrección, e l que es comunión-desde-el-encuentro y. por
iro de la cruz. Este llegar a ser nuevos tiene la estructura de la expe-
eso, crea esta misma comunión-desde-el-encuentro entre nosotros. Éste
i icncia de fe, tal como la hemos dibujado en los tres círculos concéntri­
es el contenido del kerygma que ahora necesita ser desarrollado.
cas y necesariamente toma la forma del testimonio. Recoge también el
I. E l kerygma implica desde el principio que lo central en nuestro ser
mundo del A T de que Yahvéh es «el (que está) haciendo» todo esto, el
acogidos en la cruz y la resurrección no es cada creyente individual, sino
que da de comer a los pobres y libera a los cautivos (Parte IV , 5.2).
la comunión-desde-el-encuentro que parte de la cruz. Esta es la razón por
2. La gracia tiene la forma del envío a una nueva comunión y, por
la cual, siguiendo al kerygma, sólo podemos empezar con la nueva reali­
fsti, la figura de Cristo. Si la autocomunicación del Dios uno tripersonal
dad de una comunión que no es cognoscible sin la cruz y la resurrección,
<ii la cruz y la resurrección es gracia, entonces la gracia tiene siempre en
en vez de tratar primero de la persona individual, a la que posteriormente
primer lugar figura comunitaria. Dios es poderoso en medio de nuestras
se le atribuya una comunidad. La realidad de la comunión-desde-el-
ilinaciones inhumanas en correspondencia con lo que él mismo es: el
encuentro sólo existe en la fe. Tampoco nuestro concepto de persona
Espíritu del decir-tú simultáneo-mutuo del Crucificado y de su Padre que
«aut aprese nc ia-en-reí aci ón» evoca la comunión-desde-el-encuentro, sino
In desclava de la cruz, crea una comunión-desde-el-encuentro cuyas ca-
únicamente la apertura cada vez a otros «tú» que brota del encuentro. Es
ui. ierísticas son servir en fidelidad y desclavar a crucificados. Esto es lo
cierta que en el encuentro aprendemos a decir un «nosotros» que tiende
que llamamos solidaridad. La solidaridad no es precisamente un pro-
al «nosotros» de las realidades de encuentro totales que cada uno de no­
sotros es capaz de experimentar (Parte II, 4.5), y que, en cuanto autopre­
sencia, somos búsqueda de una totalidad de comunión, la única en la que 148. X. Pikaza, o. c. [nota 98], 242s., habla de un nuevo “ sujeto comunitario” que el
podemos encontrar la identidad propia de cada uno. Sin embargo, esto I Apiri tu crea en las comunidades cclesiales que son como “ laboratorios” .
149. H Kessler, o. c. [nota 80], 259s., habla de un fundamento antropológico de la
uccplación del kerygma: aun cuando el anuncio sigue siendo extraño, no es algo que
por c] intermediario de una enseñanza, por la torah” Par eso aprueba la frase de Jossel, '■queda totalmente fuera del horizonte de nuestra experiencia y esperanza. El anuncio
central para Lévir.as. que ama a la torah más que a Dios. pascual nos llega como a seres que son siempre también esperanza de consumación [...].
146. "‘Según la representación judia, Dios está más escondido en ¡os tiempos de las l”or consiguiente, hay algo en el anuncio [...] capaz de damos [...] una respuesta a nuestra
catástrofes grandes y máximas” , H. U. von Baitnasar, Zu einer chrrstlichen Theotogie der ••speranza radical. En lo concreto, sin embargo, este anuncio sigue siendo un reto extraño,
Hoffnung, MThZ 32(1981), 2, 84. porque contradice nuestra realidad fáctica y dice de ella más de lo que es verificable en
14-7. «Jossel Rackaver spnckt zu Gol/», o. c., 168. ella” .
512 Dios en m e d io d e n o s o t r o s VII. Dios e n m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 513

grama social, sino la gracia de poder llegar a ser comunión-desde-el- tentado convencerla de que ponga a su niño de 3 años en un albergue de
encuentro. unios, para ya no dejarlo en la calle y para darle una educación - no ha
A este contexto pertenece una meditación de Alonso Schókel que se respondido. Uno de los padres de los múltiples niños se presenta de vez
parece al escrito de Jossel Rackover: en cuando, la golpea, trata de quitarle al muchachito de 3 años para lle­
várselo a pedir limosna y viola a la niña de 12 años - pero la madre se
L‘¿Y tú, Padre? Son millones los hombres que hoy carecen del pan de ca­ niega a dejarla vivir con una hermana, donde estaría a salvo, porque ne­
da día, ¿y lú te desentiendes? Si tu Hijo, que rehusó hacer un milagro pa­ cesita su ayuda con los más pequeños. Uno de los niños tiene síndrome
ra si, decidió hacerlo para saciar el hambre de una muchedumbre, ¿por de Down y las enfermedades asociadas, y la madre lo usa para conmover
que no haces lú algo por esa ingente multitud de hijos tuyos? ¿Quién pro­ .i otros para que le den dinero. Como ayuda especial esta mujer pide di­
fana en realidad tu fama: nosotros, con nuestra supuesta impotencia, o tú, nero para hacer con «todos» sus hijos una peregrinación a un «santito»
con tu aparente indiferencia? [...]. Tú nos respondes que los hermanos en provincia. E l ejemplo no solamente muestra nuestra impotencia, sino
deben colaborar, que deseas valerte de nuestro esfuerza y generosidad también otra cosa: no logramos mucho contra el sufrimiento y la injusti­
para proveer, que la fraternidad consecuente realiza v revela tu paterni­ cia, no sólo porque es tanto en términos cuantitativos, sino también por­
dad'*150. que no estamos frente a él, sino adentro ; y porque no somos nosotros
quienes lo superamos, sino Dios que es poderoso en nuestra impotencia.
Gracia es saber compartir - por eso el compartir ocupaba el primer lugar 1'oda nuestra comunión-desde-el-encuentro siempre es sólo signo. La
también para León Magno. salvación consiste en que hay estos signos.
3 En el decir-tú del Espíritu se forman comunidades, pequeñas y 5. No solamente nosotros fracasamos ante el anuncio, sino que el
grandes, que integran los encuentros exclusivos y siempre nuevos y dife­ anuncio fracasa por nosotros. Somos culpables y partícipes en la culpa de
rentes entre personas individuales en una conuinión-desde-el-encuentro. otros, algo que sólo podemos comprender en el juicio del perdón de la
En estas comunidades cambian las personas que llegan a ser autopresen­ .uitocomunicación del Dios que en la cruz y la resurrección es comunión-
cia en ellas; cambian las circunstancias en las que forman comunidad, desde-el-encuentro «por nosotros». E l hecho de que sólo a partir del per­
porque las comunidades las cambian; y cambia la comunión-desde-el- dón podemos llegar a ser comunión-desde-el-encuentro es algo que de­
encuentro al adentrarse cada vez más en la cruz y la resurrección. bemos volver a aprender una y otra vez y algo que nunca podremos dejar
Esto mismo puede narrarse: cuando un colega se enfermó gravemente atrás. Por nosotros mismos somos crucificadores, no crucificados, y eri­
y tuvo que estar meses enteros en el hospital, sus compañeras de trabajo gimos una cruz que llena al mundo15'. Visto desde la autocomunicación
se turnaron vigilándolo en las noches y organizaron una colecta para de Dios, sin embargo, ser crucificado es g racia , porque no nos converti­
poder pagar la estancia hospitalaria. Y mi amiga ya perdió a uno de sus mos en crucificados hasta que, en el don del perdón, lleguemos a ser el
hijos: sus dos hijas tienen diabetes juvenil y en la mayor las secuelas ya «sólo gracias a ti» de Cristo, de modo que podamos decir «sólo gracias a
son tan graves que no queda esperanza para ella. Esta mujer no sólo car­ ti» a aquellos que han fracasado a causa de la parquedad de nuestro ser­
ga con su dolor, sino también con ¿l de sus hijas, el de los amigos de sus vicio, y a aquellos cuya injusticia todavía no hemos podido perdonar.
hijas y el de toda una comunidad, en la que ella une a todos. Nunca he I ales observaciones tornan el discurso tradicional sobre el sufrimiento en
oído una queja de ella. Hay muchas historias semejantes. su contrario. Llegar a ser, en cuanto autopresencia, el «sólo gracias a ti»
4. La comunión-desde-el-encuentro sólo es posible cuando somos del Crucificado, a quien el Padre ha desclavado de la cruz, y así poder oír
acogidos en ía cruz y La resurrección porque fracasamos ante el anuncio. el «sólo para ti» del Padre, puede expresarse adecuadamente de una sola
No prevalecemos contra el sufrimiento"}’ la injusticia y tampoco contra el
dinamismo propio del sufrimiento y de la injusticia Conozco a una mu­
jer todavía joven de la que nunca hemos podido saber a ciencia cierta
cuántos hiios tiene. Nadie sabe de qué viven ella y sus hijos. Hemos in­ 151. Por ejemplo: lo que pasa en los grandes hospitales y en los asilos de ancianos es
"la típica autopresentación de nuestra sociedad [...] y de ninguna manera fruto de una
alternativa cristiana a ella” , N. Eohfink, Der Geschmack der Hoffnung, Hcrder, Frciburg-
150. L. Alonso Schaket, Dios Pariré. Meditaciones bíblicas, Sal Terrae, Santander llascl Wicn 1983, 120. Lohfink agrega: “ ¿Qué nexo hay entre lo que nosotros hacemos y
]9M , 358. el Reino de Dios, del que habla el evangelio?” , 121.
514 D ios en m edio idi-: n o s o t r o s V I I . DIOS l;N MEDIO DE NOSOTROS - IJN ESBOZO 515

manera: la de] agradecimiento, de la alegría y de la paz, porque es signo •.■■paramos, sino que nos destrozamos mutuamente - y hacemos esto
de que eL Espíritu nos está abriendo. mismo cuando nos quedamos juntos. La marcación de ruptura en el en-
6. Aun así, el anuncio no fracasa, ni siquiera por nosotros. "No puede «neutro, la cual consiste precisamente en la apertura del encuentro a
fracasar, porque es la autocomunicación del Dios comunión-desde-el- olios como un nuevo «tú» exclusivo, no es algo que se puede dejar ahí
encuentro que es poderoso en la cruz y en la resurrección. Los signos de ni ser evaluado; pone en evidencia nuestra culpa ante el otro y los otros.
nuestra comunión-desde-el-encuentro, en cuanto que brotan del anuncio, Asi la comunión-desde-el-encuentro sostenida es para nosotros simple-
son signos de esperanza. En y por ellos sólo empezamos a ser semejantes ii lente una imposibilidad.
a la comunión-desde-el-encuentro que es Dios mismo. A partir de nues­ El «gran pecado» de Israel, en el que le quita su nombre a Dios, es
tro proceso de devenir comunión sólo podemos apuntar - en el hablar y Uunbién nuestro pecado que no somos capaces de eliminar, porque nece-
en el hacer - hacia lo que en forma de signo ya somos. Muestra esperan­ itamos las imágenes de «Dios» que nos fabricamos para asegurarnos
za en Dios siempre deja atrás lo que hemos llegado a ser, pero er la con­ que de nuestro «Dios» ya no puede salir la exigencia de que cambie­
fianza de que él nos adentrará en la comunión-desde-el-encuentro defi­ mos1"'*. No podemos permitir que Dios habite entre nosotros, si queremos
nitiva que él mismo es. También esto es otra vez el «otra vez misterio» qur nuestra sociedad siga funcionando tranquila y eficazmente, pues
de haber sido acogidos en la comunión-desde-el-encuentro divina , donde quedaríamos si a Dios no le competiera solamente el más a llá , en
Llama la atención que este desarrollo del kerygma no haya sido capaz donde podemos adorarlo sin riesgo?153. A esta «inversión» se enfrenta el
de establecer con claridad qué significan la cruz y el ser crucificados kerygma de la cruz y resurrección con su exigencia de dar entrada en
para nosotros. De igual manera no hemos podido dar unos contomos medio de nosotros al «proceso de primicias» de la comunión-desde-el-
claros a la expresión «desclavar de la cruz» que describe la acción del •TK'ticnlro. Abarca también el anuncio del AT, de que no podemos real­
Padre. La razón está en el carácter análogo de todo nuestro hablar. Si la mente instalarnos en nuestra «tierra» mientras no realicemos la sociedad
cruz y la resurrección son realmente autocomunicación del Dios trino y di contraste de Dios.
uno, están sustraídas a nuestra definición, de modo que apuntan hacia la 3:1 kerygma crea conversión a partir de la inversión, lo que significa
pura esperanza de poder llegar a ser, en nuestra propia realidad, una co- que desde el principio la conversión sólo puede ser conversión a la cruz,
munió n-desde-el-encuentro signo de que Dios es poderoso en ella. Por porque sólo desde la cruz parte la gracia de la comunión-desde-el-
esta razón ésta es la entrada para la invitación a narrar y dejarnos provo­ ■iu neutro. Antes de entrar en este aspecto, necesitamos aclarar otra pre­
car a entrar en la narración que oigamos. Las narraciones de cruz y resu­ munía metodológica. Hemos dicho arriba que a partir de la cruz y resu-
rrección siempre necesitan interpretación, y los que las oyen, las inter­ i ii-cción se pone en marcha entre nosotros una comunión-desde-el-
pretan narrando a su vez. También nosotros conocemos a una persona «•mucntro que ocupa el primer lugar y que no puede ser despedazada en
que ... ; alguien ha podido ser salvado de la muerte ... ; un joven a quien mu suma de seguimientos individuales. Entonces, ¿cuál es la relación
se le había amputado una pierna y una cadera a causa de un balazo ha <míe el individuo y la comunidad? Esta pregunta pertenece al tema de la
vuelto a caminar .... uonvcrsLÓn», porque la conversión es un acontecimiento que concierne
i l,i autopresencia. La misma imagen de la comunión-desde-el-encuentro
v.» nos da una indicación: la relación entre individuo y comunidad es la
4.3 Conversión en vez de inversión misma que entre encuentro y comunión-desde-el-encuentro, porque cada

Desde el encuentro con Dios necesitamos volver a reflexionar lo que, en 152. La religión es ‘"como ur traje confeccionado sobre medida. La imagen funcio-
la Parte antropológica (II, 4) hemos llamado «inversión». Bajo «inver­ ntilizada de Dios confirma al hombre en lo que ya es. De ninguna manera necesita cam-
l»u ' Esta íimcionalijzaaóri existe en forma individual y en forma socio-política, J. Her-
sión» habíamos entendido la ruptura del encuentro, en la que el ser-
I»t ic, Goít ais absoiutes Geheimnis? Skizzen zum Thema »Goltesbild«, en M. Bóhnke y H.
sanado experimentada en el encuentro se invierte en experiencia de no i Ir ni/ (eds.j, ’m Gesprách mil ciem Dreieinen Gotl, Patnios, Dusseldorf 1985, 502.
poder ser sanado. Por la experiencia de fe sabemos, sin embargo, que no 153. 1. Ilerberg, ibid.. 50Ss., habla de que hemos prescrito a Dios un “ ciclo de ánge-
hay encuentro humano que sea realmente sanado y que tampoco hay un liv. ron trompeta3’, para poder dominar la tierra sin que nos estorbe. De manera semejante
iimbitn J. Ackva, o. c. [nota 2], 253., y H. Snijdcwind, Hacia una solidaridad cristiana
encuentro que al romperse deje sólo Ea experiencia de no poder ser sana­
nn patriarcal, Conc 17 (1981), 426s.
do. Todos nuestros encuentros están marcados por la culpa. No sólo nos
516 Dios e\ m -dio ni-; n o s o t r o s Vil. Dios e n m e d io d e n o so i ros - un e s b o z o 5 17

uno llega a ser autopresencia sólo en el encuentro con otros, asi como cr autopresencia es la misma, pero la experiencia es totalmente nueva,
también el encuentro sólo es sostemble si se convierte en comunión- •oy autopresencia-en-conversión al Padre en el decir-tú del Espíritu, en
desde-el-encuentro. Esto nos remite otra vez a la experiencia de fe, debi­ r| que aprendo a repetir la autopresencia de Cristo como la mía propia.
do a que sólo en la fe y sólo en el ser acogidos en la cruz y resurrección 1-sta autopresencia-en-conversión es gracia y, por ende, don. También a
podemos hablar de una comunión-desde-el-encuentro. este don lo tengo que cuestionar trascendentalmente para poder apro­
Si queremos hablar de la conversión, hemos de invertir, aparente­ piármelo, pero aquí sucede algo nuevo: no puedo cuestionar la estructura
mente, nuestro propio planteamiento de que el aspecto comunitario es el de la experiencia de fe, ni su contenido fundante que es siempre idéntico.
primario y hemos de preguntar como la experiencia de conversión de la No puedo ser otra autopresencia que la que, en eJ decir-tú del Espíritu,
autopresencia apunta hacia la comunión-desde-el-encuentro. Sólo asi repite el «sólo gracias a ti» del Hijo y el «sólo para ti» del Padre.
podremos hablar de ambos aspectos simultáneamente. Este orden corres­ Un esta manera de ser autopresencia, la marcación de ruptura del en­
ponde al kerygma: el decir-tú del Espíritu que experimentamos, es el cuentro contigo queda sanada. Puedo perderte y no quedo destrozado;
decir-ni simultáneo-mutuo del Padre y del Hijo en el que el encuentro es puedo ser liberado por ti para el decir-tú a siempre otros y no te pierdo a
comunión-desde-el-encuentro. y nos abre a cada uno en cuanta autopre- ti III ser autopresencia en el decir-tú del Espíritu sostiene cada encuentro
seifcm a nn decir-tú en apertura ilimitada. l.mnano y lo sostiene también en la ruptura. Debido a que en la fe, en el
La pregunta por .a relación entre autopresencia-en-relación (y por eso dccir-tu del Espíritu, no podemos ser otro que «sólo gracias a ti» y «sólo
encuentro) y comunión-desde-el-encuentro nos remite desde el principio l»;ira ti», transforma nuestro preguntar trascendental, porque la pregunta
no sólo a la esperanza, sino a la esperanza escatológica. La razón eslá en jíor nuestra propia identidad ya ha sido contestada de modo irrebasable.
que nuestro ser acogidos en la comunión-desde-el-encuentro divina liene Sólo puedo seguir preguntando cómo puedo llegar a ser más, de otra
la ligura de la cruz y resurrección y así el carácter de un signo real, pero forma, de manera siempre nueva la autopresencia que ya soy (cf. Gál
todavía no definitivo. Si, en el kerygma, el proceso del llegar a ser co­ !,20). Pero para preguntar así te necesito a ti y a todos los otros a quienes
mún ión-desde-el-encuentro está en el primer plano y si es un signo de la Lú me enseñas a decir «tú». Ésta es precisamente la apertura a la comu-
comunión definitiva con Dios, se sigue que la autopresencia-en-relación iión-desde-el-cncuemro,5\ Es también la experiencia de fe que todos los
siempre nueva que caca uno llega a ser conforme a la estructura de ta creyentes siempre tienen en común.
experiencia de fe, siempre es un signo anticipador que remite a la comu­ i n nuestra realidad la conversión sólo existe en la forma del perdón
nión- desde-el-encuentro definitiva - y, por eso, también a la autopresen- v. por eso, como ser-sanado. Esto es lo que León Magno repitió una y
cia definitiva. Por consiguiente, también debemos decir que cada uno en ■•ira vez (Parte V , 4.2.2). Sólo cuando el decir-tú del Espíritu nos abre
cuanto autopresencia puede llegar a ser autopresencia definitiva única­ experimentamos cuán «cerrados» estábamos; sólo cuando hacemos
mente a partir de la comunión-desde-el-encuentro de todos. Aquí aparece nuestro el «sólo gracias a ti» del Crucificado experimentamos qué es dar
otra vez que todas nuestras reflexiones aparentemente individuales sobre gracias y agradecer nuestra autopresencia a otro; sólo cuando el Padre
la conversión remiten de hecho a la comunión-desde-el-encuentro esca­ nos dice también a nosotros su «sólo para ti» experimentamos qué es ser
tológica. Queda, entonces, sólo la pregunta , cómo remiten a elEa? sólo para otro. Sólo entonces podemos entender también cuánto nos ha
E l encuentro yo-lu es, por sí mismo, siempre conversión. Cuando tú sido perdonado. De esta manera, la conversión precisamente no es olvido
me «creas» como esta autopresencia, me creas como yo-en-ccnversión- de si o autonegación sino, al contrario, encontrarse a sí mismo por prime-
a-ti, porque sólo puedo encontrarme cuntido y en ti (II, 3.6). Ahí está, sin ia vez y por eso liberación.
embargo, la marcación de ruptura en el encuentro: para poder aceptar el
don del nuevo «yo» que tú me das, necesito cuestionarlo trascendental-
raente y haciendo esto, lo convierto en el punto de partida de un nuevo
yo-en-conversión - pero en conversión a otro tú. En este lugar de la 154. Quizá pueda, esla explicación contestar a la preocupación pastoral formulada
por I* \Vel>. o c. [rola 35], 395: “ 1:1 hombre no anhela a un tú infinito para un encuentro
ruptura se inserta el ser-sanado en la experiencia de fe
« n el que se realice su amor, sino que anhela que quede sostenido y acogido en el amor de
E l creyente como autopresencia se convierte en el que repite el decir- >i<w> linio cor su tí. IViito que le corresponde y que ya lo llena [...], anhela que su amor
tú del Espíritu y por eso el «sólo gracias a ti» del Hijo y el «sólo para ti» I>urlicipalito limitado se logre y llegue a ser definitivo, algo que sólo Dios le puede rega-
del Padre. Así es una nueva creación en sentido propio. La estructura del ar\
V I L D io s en m e d io d e n o s o t r o s - un esbo zo 519
Dios e n m e d io d e ¡v o s o t r o s

Nunca podremos dejar atrás el perdón. Sólo existimos cono necesi­ ulgo mejor lo que significa ser crucificados con Jesús: el fracaso, no sólo
tados de perdón para poder ser autopresencia, y el perdón sólo lo encon­ tlel kerygma, sino el nuestro propio; la tentación de desesperar de la co-
tramos en el perdón que damos, porque sólo con otros podemos llegar a munión-desde-el-encuentro cuando estamos tan solos que creemos que
ser de manera siempre nueva la autopresencia que hemos recibido en la lodos nos han abandonado, y aún así no desesperar, porque el decir-tú
fe:-% y porque en el encuentro el perdón que damos y el perdón que reci­ del Espíritu nos convierte en un yo-en-fidelidad157. Sólo así podemos oír
bimos no son separables En el fondo, perdonar es no juzgar15*. Por eso, el «por nosotros» del Padre.
la comunión-desde-el-encuentro brota del perdón que no juzga. No juz­ Aquí se vuelve a mostrar la apertura a la comunión-desde-el-
gar es el signo del decir-tú del Espíritu en el que podemos ser «sólo gra­ encuentro: nuestro servicio y nuestro abandono son signos de que Dios
cias a ti» y <csólo para ti» para y con los otros, a quienes ya no necesita­ es poderoso en nuestra realidad. Para que sea así, no es necesario que
mos juzgar. seamos capaces de ordenar conceptualmente los signos y medir su «éxi­
La conversión - y éste es otro de sus aspectos — sólo existe como el to», sino que sólo hace falta que seamos esta autopresencia. La comu-
ser acogidos en la cruz y la resurrección, el «cambio de lugar», donde nión-desde-el-encuentro se va haciendo a partir de tales signos, pero no
llegamos a ser autopresencia nueva. Debido a que somos acogidos en el conforme a nuestros conceptos.
encargo de Jesús de llevar el «sólo para ti» del Padre a nuestros encuen­ Podemos resumir los diferentes aspectos de la conversión como con-
tros con otros, para que pueda ser visible como su «por nosotros», somos versión-en-la-esperanza. Toda conversión es esperanza de otra conver­
autopresencia que aprende a servir en fidelidad. Por consiguiente, pode­ sión nueva y, en último término, esperanza de una nueva manera de ser
mos despedirnos tranquilamente de todo heroísmo, porque el servicio es acogidos en la cruz y la resurrección, porque sólo así puede darse la co-
cosa de todos los días — y si a algunos les parece «heroico», no es así nninión-desde-el-encuentro que esperamos de Diosl5S.
para quien lo hace, si no, ya no seria servicio. Tampoco necesitamos La conversión-en-la-esperanza ha de ser expresada y de convertirse
preocuparnos de si podemos con él o si. quizá, va más allá de nuestras en testimonio. Sólo cuando lleguemos a darle expresión en nuestra so­
tuerzas, pues el decir-tú del Espíritu nos transforma en la autopresencia ciedad159 daremos también expresión adecuada a los signos de la comu­
nueva que sólo existe como autopresencia que puede servir, y no como nión-desde-el-encuentro que, no obstante su carácter preliminar, son sig­
autopresencia que se sacrifica a si misma. nos de una comunión-desde-el-encuentro que sólo Dios puede hacer más
Aun as:, la cruz de Jesús es realmente también la nuestra. También visibles en medio de nosotros y que sólo él puede consumar160. Esto es
así, porque la conversión-en-la-esperanza es la esperanza de que nuestra
nosotros experimentamos su abandono cuando fracasamos en nuestro
sociedad se convierta en el espacio comunitario que corresponda al «po­
sen.'icio, porque los demás y el mundo no se dejan cuestionar y trans-
lormar por nosotros. Lo experimentamos también en nuestro propio fra­ der» de Dios que actúa en ella.
La conversión-en-la-esperanza se convertirá en testimonio cuando la
caso, cuando consideramos el servicio como algo nuestro propio de lo
llenemos con la totalidad de nuestra realidad: con los hambrientos a
que podemos disponer. Aquí nos ayuda la diferencia entre la muerte de
Jesús y la nuestra propia que establecimos al hablar del kerygma del NT
{III, 3.6). Jesús ha llegado a ser la autopresencia del «sólo gracias a ti» en 157. I.útero, W A tomo 10, 111, 337, describe el seguimiento en el camino de la cruz
en estos términos: “ Asi he de seguir, como Cristo ha llevado su sufrimiento, de modo
la cruz en el modo de que el Padre ha contestado a su grito con el «sólo
totalmente gratuito [...]; asi has de hacer también tú y seguirle, sufrir sin razón alguna y no
para ti» del Padre de un crucificado. Nosotros, en cambio, en el decir-tú echar una mirada interesada [...], para que Dios te alabe por ello, sino amar al prójimo,
del Espíritu, ya somos siempre autopresencia que se ha hecho en el para que prevalezca el evangelio” ; cf. también tomo 17, III, 485.
abandono y en la respuesta del Padre. A partir de allí comprendemos 158. “ La esperanza es el resultado final, no de un anhelo o de un postulado, sino de
un regalo que viene de lo que se espera” , II. U. von Balthasar, 7,u einer christlichen
Theologie... [nota 146], 83. “ Sigue el movimiento del Cristo que resucita, que ha abierto
«por nosotros» el camino, para «preparamos un lugar»", 84. Sin embargo, la esperanza es
155 “ M ra, Padre, a tus hijos. ¿Qué ha sido de ellos cuando se han negade a perdo­
menos “ resultado final” que principio permanente.
ner? La venganza de Lamcc se multiplica por siete, la espiral creciente de la violencia.
159. N. Lohfink.o. c. |nota 152], 94s.
gQ j ¿ será de los hombres si no aprender a perdonar?’-, L. Alonso Schókcl, o. c. [nota
160. “ La esperanza cristiana no habla de algo que es totalmente futuro, sino de algo
150], 159.
que ha de hacerse más visible. Y no habla de la felicidad individual aislada de cada uno,
156. X. Pikaza, Antropología bíblica, Sígueme. Salamanca 1993, 2&4-306. No juzga
sino de la felicidad comunitaria de los hombres que viven juntos” , ibid., 117.
Dios, sino el Diosa quien inventamos, ibid ,305.
520 D lü S UN MEDIO DE NOSOTROS

quieres no les dimos de comer; —en México, en las noches, los niños de
la calle se amontonan alrededor de las panaderías. Las más de las veces
Bibliografía
no comparto mi pan con c 11os1r’1 con los enfermos a quienes no hemos
visitado y con los moribundos a quienes hemos dejado solos; con el me­
nosprecio con ei que liemos pasado por alto a quienes parecían no valer
nuestra mirada: con los sucios en quienes no hemos lavado el rostro de
Dios1’*; con las misas en las que. en el fondo, le hemos dado gracias a
Dios por estar encargado únicamente del «ccielo»163. Pero hemos de lle­
narla también con todas nuestras experiencias de que ya ahora existe una I Bibliografía antropológica
comunión-desde-el-encuentro: con el recuerdo de aquellos que han en­
contrado ayuda cuando ya no sabían qué hacer: con el recuerdo de los llloch, E., E l Principio Esperanza /-///, Aguilar. Madrid 1977.
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ha convertido en kerygma. y de que ya ahora diariamente se está antici­ Iriedman, M., íntroductory Essay , en M. Buber, The Knowledge o f M an,
pando en medio de nosotros porque somos acogidos en el kerygma, de­ I larper & Row, New York-Evanston 1965, 11-58.
signa el misterio de Dios, el misterio que en su -epor nosotros» toca ( ¡icshake, G. y Lohfink, G., Naherwartung-Auferstehung-Unsterblich-
nuestro prcpLO misterio. En esto consiste nuestra salvación que sólo p o ­ keit. Untersuchungen zur christlichen Eschatologie, QD 71, Herder,
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accicr <ie justicia. Nos llama a dejar el juego, en el que queremos seguir siendo ricos a xico 1959.
cos’-ade los pobres y miserables | ..]. Esloes rrolcsto [..]. Pero sin esietrastorno de nues­ I’ikaza, X., Antropología bíblica , Sígueme, Salamanca 1993.
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Aindt, W. F., 48, 157, 176, 181, Bourassa, F., 363, 384.
184, 198, 203, 225s„ 252, Bourke, M. M „ 227.
255, 258, 262. Bovon, F „ 157, 161, 167-170,
Asensio, F., 284, 288s. 175s., 184. 186ss., 191.
Auer, J., 61. Boyer, Ch., 368, 372.
Bravo, C., 159,200.
Balas, D. L „ 338, 345. Brechter, S., 432, 440.
Balthasar, II. IJ. von, 67, 407, Breuning, W ., 60s„ 487, 502.
419, 424, 473. 476-480, 482, Briggs, Ch. A., 76, 231,298,
510, 519. 303-306.
Balz, II., 181, 197, 251. Brown, F „ 76, 231, 298, 303-
Bantle, 1;. X., 22, 468ss. 306.
Barion, J., 360. Brown, R. E., 150, 156, 163,
Battifol. P „ 337, 384s„ 390. 165, 171, 173, 177s., 180-
546 ÍNDICE » E AL'TORJS MODERNOS
Í ndk i : d i-
:a u t o r e s m o d e r n o s 547

183, 186, 192s., 196-199, Dumeige, G., 403s., 411, 416,


Glueck, N., 296. Joest, W ., 61.
201, 209, 2 I4s., 21 Sss., 224. 421. 426.
Gnilka, J „ 157, 159, 162, 165- Jolmson, E. A., 29.
226, 229s., 232-237, 244, Duquoc, Ch., 29, 42, 54, 164,
168, 171, 179, 192, 194s. Joñas, H ., 71.
256. I66ss., 170ss., 1S8, 194s.
Goffinet, Ph., 498. Joüon, P., 204, 291, 295, 298.
Buber, VI.. 9óss., 114. 120s.,
Gomes de Castro, M., 351,355. Jüngel, E., 31, 73, 464, 482,
127, 131, 140. Eichholz.G., 221,223.
González, O., 60, 62, 65. 487s.. 504, 506.
Biichsel, F., 24Is Eichrodt, W ., 320.
Bührig, M., 474 491 Górtz, H. J „ 489.
Ernst, J., 157, 165, 170s., 175,
Bultmann, R., 487. Grelot, P., 148ss., 153, 167- Kaiser, O., 322.
177. 180, 187, 191s., 194ss.,
170, 176, 206, 225, 227, 229, Karris, R. J., 21 Os., 213, 216.
Byrne, B., 252. 198
238, 240, 242s. Kasper, W ., 23, 27, 29, 33, 52,
Estrada, J A., 80.
Greshake, G., 61, 134. 57, 61, 64, 174, 433s., 443,
Cacciapuoti, P., 405. 408. Éthier. A.M ., 4Q4s., 407ss., 414,
Grillmcier, A., 46, 48, 50, 52ss., 470s., 481.
41 Os.. 420, 424, 426. 420, 425s., 429.
65, 68, 384, 386s„ 436s., Kedar-Kopfstein, B., 295.
CarrolI, R. P , 311 s., 3 19s.
440ss„ 444s., 448, 452. Kehl, M., 59, 100, 134, 433s.,
Clark. M. T , 360. 365, 371, Faber, R., 465, 500
3^9. Grundmann, W ., 240, 247. 437s., 440ss., 451, 480.
Feiner. J., 442, 450.
Congar, Y.. 48, 349s., 374, 442, Kelly, J. N. D „ 48, 53, 66, 69.
Fitzmyer, J. A., 222, 241, 243,
444 448, 450. Háring, B., 443. Kessler, H., 258,487,504,51 1,
247, 252s , 262, 264s., 267.
Conzdmarm, FL, 265s. Háring, H., 369. 520.
Fliche, A., 51.
I lamman, A., 45. Klostcrmann, F., 442, 445.
Coppens, J., 27S. Forte, B , 42, 478. 499.
Harrington, D. J., 207, 210. 216, Knapp, M ., 470,481.
Courth, F., 22, 51. 53. 55ss., Fransen, P., 62s.
61s., 67. 338-341, 352s., 225s., 235. Knauer, P., 25, 28. 30s., 36, 43,
Freedman, D N., 204.
355, 359, 371. Ilauschild, W . D., 340s., 345. 47, 50, 75ss„ 103, 152, 460,
Friedman, M , 97s , M3s.
Cura Elena, S. del, 44, 48, 68. llemmerle, K., 464, 476. 464, 472s.,476, 504.
Friedrich, G., 153, 256, 266.
Ilendrikx, E., 362,366,371 Knoch, W ., 404, 424.
Charlier, J. P., 163, 176, 1S5, Fumiaki Momose, P., 598, 501.
lSSs. llerberg, J., 515. Kobelski, P. J., 261,265.
Hiers, R. H., 176,193. Koch, K „ 282s., 291, 301.
Gal. F . 360,371.
Dalferth, I L\, 500, 502s., 505s. Hilberath, B. J „ 22,61,378, Kraml, H., 60.
Galtier, P „ 337, 347s.. 355, 385.
Da luía u, J. M ., 45 s. 381, 383, 420, 428. 464, Kretschmar, G., 337.
Gallay, P., 338, 352
Daniel Rops. H., 187. 468s„ 473,481. Kuhn, K. G., 224ss., 228s.
Ganoczy, A., 428.
I loffmann, N., 54, 501ss. Küneweg, U., 404s., 407ss.,
Debrunner, A., 258. García VIurga, J R., 52.
Delp, A., 493 IIofmann, P., 403s., 406-409, 413sr, 417s.,420,422.
Garrigues. J. M ., 350, 354. 358.
Díaz, C., 57 418-421, 424, 426. Kunz, E., 435.
Geffré, C , 509.
D illor, R. J , 249s.. 252, 259, I lolladay, W . L „ 312,320. 324.
Geifier, I [., 465.
263, 264. Hoppe, R., 203. Labuschagne, C. J., 282.
Genn. F., 376s., 38 L
LaCugna, C. Mowry, 45, 52, 54.
Gerhardsson, B., 207, 209, 222,
Dohmen, C., 293, 300ss., 304s., 1lorgan, M. P., 223,244,256.
308. 56s., 65, 350. 469.
224, 230ss.. 235. 244.
d'Orincsson, J., 391. Irwin, W . H., 32 ls. Ladaria Ferrer, L. F., 65, 374-
Gerleman, G., 296, 303, 322
Dórries, H., 335, 339, 341, 383, 404.
Giblin, Ch. I f., 262.
344s., 348, 358. Jacger, W ., 341,344. Laín Entralgo, P., 115, 140.
G:et. S.. 345.
Jalland, T., 337,393. Lang, B., 241.
Drewermann, E., 24, 73. 116. Gillingham, S. E.. 278.
137, 282. Jaspers, K., 96s., 99, Langemeyer, B. G., 464, 479.
Gingrich. F. W ., 48, 157, 176,
105s., 114ss., 118, 120, 124, Leclerq, J., 337.
Driver, S R , 76,231,298, Í81. 184, 198, 203. 225s.,
132, 139s., 336. Lécrivain, Ph., 38, 81.
303-306. 252. 255. 258, 262.
Jensen, J., 32ls. Léon Dufour, X., 147s., 198,
Í n d ic e d e a u to res m o d e r n o s 549
548 ÍNDICE DE ALTORES MODERNOS

Pir.taric, O., 371, 379. Schierse, F., 33.


205, 207s., 220, 224-227, Mühlen. IL , 406, 419. 466, 468,
Plagnieux, J., 343s. Schindlcr, A., 359.
229, 232s..235s.. 238. 476ss., 4S0ss., 493. 500.
Potterie, I. de la, 181. Schlette, H. R „ 407, 414s., 419,
240, 242ss, 246s, 257, 259. Mühleriberg, E., 338. 343-346.
Presüge, G. L., 47s., 55, 65. 429.
Lévinas, E., 508ss. 349s„ 354, 357, 359
Pruche. B., 336. Schmaus, M., 360, 364, 366,
L'EIour, J ., 285, 288, 296. 326. Müller, W . M , 468.
Lies. L.. 484. 371s., 375ss., 382ss.
Mulhns. P. J., 438, 440. 442,
Raekover, Jossel, 100, 509s., Schnackenburg, R., 179, 194s.
Linnerz, H., 436, 443s. 445.
Usowsky. G , 231. 298. 309. 512. Schneiders, S. M., 434.
Mura, G., 23.
Rad. G von. 323. Schnider, F., 203.
Lohfínk, G., 134, 489. Murphy O ’Connor. J., 223. 243,
Radlbeck, R., 470s., 484. Schniewind, J., 75,158-164,
Lohfink, N., ¿Os., 59, 89, 276s.. 254s., 258, 260ss., 265ss.
Rahner, K .. 22s., 31s., 37, 57, 168, 170, 174, 176, 178s.,
279s., 282-288, 290, 292, Mussner, F , 155.
62, 66s.; 73, 80, 85, 95-100, 190-193. 198s., 201s., 209,
296-300, 305. 311, 3l5ss.,
102, 104-108, llls s ., 118, 224, 229, 255.
320, 323, 327, 513, 519. Neudecker, R., 279.
122ss.. 133, 138, 141, 154, Schoonenberg, P., 503.
Lohmeyer, E., 158. 160. 161— Neuner, J., 447.
435, 448, 470, 503. Schrage, W ., 204,219.
164, 166, 168. 170, 187. 190, Neuner, P., 43 1, 433, 436ss.,
Ratzinger, J., 337, 361, 452. Schulte, R., 33.
192, 2015., 209ss., 213, 216, 443s.
224,233. Rendtorff, R., 282s., 288>s., Schürmann, H., 174, 205, 239s.,
Nigio, C., 478, 500.
292, 294, 296s., 299, 307, 242.
Lohse, E , 192. Noth. M., 301.
326. Schütz, Ch., 469, 474, 486.
Lonergan, B., 34s , 50, 99s.,
Rengstorf, K. 1L, 75, 159, 163, Schweizer, E., 158s., 161ss.,
101,105. 107ss. O ’Donnell, J., 469,481.
166.168, 176. 184. 187s„ 166, 168, 170, 176, 189,
Lóser, W , 32, 66 , 73. Oeing-Hanhoff. L., 466.
Ludz, P., 80. 190, 192, 194s., 198s„ 202, 194s., 198, 200ss., 209s.,
Ocpke, A., 262.
2 l i s , 224. 212s„ 216, 224, 226, 235.
Luengo González, E., 23. Oesterreicher, J M., 435, 444.
Rieger, P., 487, 506. Semmclroth, O.. 439.
Luhmann, N., 59. 451.
Riesenfeld. H., 240s., 243. Sesboiic, B., 352, 502.
Lundbam, J „ 20¿. Ortkemper, F.J., 220ss.,, 246s.
Ringgren, H., 294. Sicard, P., 65, 404.
M aceras Fafián. M.. 47. Riqner Fernández, F.. 467. Sicre Díaz, J. L., 294, 313s.,
Pannenberg, W., 47, 67, 72,
Mareel. G., 9S. Rist. J M., 338. 316s., 320ss„ 324.
503
Roloff, R.. 155. Siebel, W ., 467,481.
Mardones, J. M., 23, 58. Paz, O . 139.
Martin, V., 5L. Romerowski, R., 296. 304. Sievernich, VL, 62, 75, 493.
Pelikan. J., 374.
Ruiz Bueno. D., 45s., 55 Silanes, N., 440. 442.
Mayr, E. K „ 361. 369. Perkins, Ph.. 215s.. 219, 237.
R liíz de la Peña, J. L., 179. Siller, EL P „ 488s.
Metz, J. B , 5S. 71,95. 433s.. Perrot, Ch., 148-15 L, 155, 166,
Simonis, W ., 57, 65, 377, 404s.,
443.45Ss. 172, 185.
Salet, G „ 404,407,409,411, 407s., 411. 417, 465, 474,
Michand, R., 284. Pesch, O H „ 29, 39,41^14,
429. 499ss.
M iller, P. D , 277 433. 435, 437ss.
Salmann, E., 468, 470. Simons, E., 85.
Moeller, Ch., 430ss . 436, 443. Peukert, EL, 72.
Sanabria, J. R., 98, 104s., Snijdewind, H., 515.
448, 451. PfeifFer, EL, 336.
113ss., 122, I39s.. 141. Sólle, D „ 71.
Moltmann, J.. 22, 32, 48, 62, PfciLH ., 503.
Sánchez, J. J., 29. Spiegel, Y., 467.
471, 480s., 484, 49Ss.. 501, Philips, G., 431, 436s., 446s.
507. Sawyer, J. F. A.. 280. 287, 31 8. Splett, J., 421,425,468.
Pikaza, X., 32. 54, 56s., 60s.,
Scazzoso, P., 341, 346, 359. Stáhlin, G., 185, 187, 250s.,
Moreschini, C., 336. 65, 68 , 72, 79s , 82, 85s, 88 ,
Scharbert, J., 302ss. 257,259, 261, 263s.
Morsdorf, K... 444. 338, 353ss., 374. 428s., 493,
Scheffczyk, L , 22, 57, 61 s., 64. Steinkamp, H., 432, 448.
Mossay, L., 336 504,511. 518,520.
Schenk, R., 87. 392s.
550 ÍNDICE lili ALTORES MODlilíNOS

Strathmann, A., 259.


Strecker, G , 159s., 178, 196. Wacker, B., 487. 489.
Sruder, B., 337, 384-387. Weinfeld. M., 233-286, 296,
308
ÍNDICE
Talaveio Tovar, S.. 208, 218, Weinrich, H., 483
234,247 Weiser, A., 311-315, 318, 323.
TarpLey, W . G., 360. Wendland, H.D., 254s., 259ss.,
Thielicke, H., 2 i. 265 ss.
Thompson, W . G , 204. WeB, P , 470,480. 517.
Torres Queiruga, A., 23s.. 61, Westermann. C., 294. 313,
71. 3 15ss.
Tril'ing, W , 147ss., 152s, 155, Whitley, C. F., 296
138, 214, 219 Winling, R., 98, 101, 104. 132,
Tiiclile, H., 54. 140.
Turrado. A., 359. 361, 378, Wipfler, H., 403ss., 408, 414s.,
C L A V E D E S IG L A S ........................................................................11
333s. 4 17-420.
P R Ó LO G O .............. ................................................................... .....15
W o lff.H .W ., 191,277.
Vanhoye. A., 206-210, 213s., Wolfinger, F., 473s.
216s , 219, 239. Wolinski. J., 352.
Veglianti, T , 432, 442, 445, Wulf, F., 433, 443, 449. Parte I: El Problema
447.
VelLa. A. G „ 24. Zemp, P., 345s., 349s. 1. E l problema de nuestro hablar de D io s ................................. .....21
Vergés, S., 45s. Zenger, E , 276. 283, 286, 288, 1.1 Las imágenes de Dios en nuestro hablar de é l.................. .....21
Vermes, G., 162, 164s., 167. 318,321,324 1.2 Hablar de Dios desde el anuncio cristiano.............................25
Vives, J., 45s., 56, 68. Zerwick, M ., 165,181,203. 1.3 Indicaciones para el hablar de Dios hoy................................32
Viviano. 13. T , 226. 233, 235 Zimmerli, W „ 278, 28]. 285s.,
Volf, M ., 61. 318, 320,322s., 325. 2. Entre la experiencia de salvación y su mediación teológica
Vorgrimler, H., 46ss., 51, 56, 72, - problemas de traducción .......... ..............................................45
430, 432-435. 2.1 E l problema del concepto griego de Dios..............................46
2 2 Dificultades con la traducción del anuncio cristiano........ .....51

3. £1 desplazamiento del acento sobre fa antología .........................56


3 .1 Consecuencias teológicas y sociales................................ .....56
3.2 E l «p re condicionamiento ortológico»............................. .....60

4. L a necesidad de una nueva traducción y sus características.... 64


4 .1 Aspectos fundamentales................................................. .....64
4.2 Las características de una «nueva» traducción................. .... 73
4.3 De:emninación del término «experiencia»............................ 78

5. Ensayo de una teología trinitaria keiygm ática ............................84


5.1 Planteamiento................................................................. .... 84
5.2 Criterios de trabajo y clave hermenéutica............................ 87
5.3 Metodología.................... ...... ........................................ .... 88
552 Í n h ic h ÍN D IC E 553

Parte II: La persona - búsqueda de sí misma 1.2 Segundo criterio de trabajo.............................................. 153
en el encuentro 1.3 Tercer criterio de trabajo................................................ 154

2. L a experiencia de Dios y el hacer de Je s ú s ............................ 157


/. Preguntas prelim inares ............................. ........ ......... ........ 95
2.1 “ Me ha sido dado todo poder...” ...................................... 157
1.1 ¿Qué tipo de antropología?............... ........ ......... ........ . 95
2.2 E l hombre Jesús y su «testimonio»................................. 172
1.2 La función de la antropología........... ............................ 101
2.3 “ E l poder del Señor le hacía obrar curaciones” ................ 184
1.3 La pregunta por la «trascendencia».................. ............... 103
2.4 “ E l tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios
está cerca...” .................................................................. 191
2. Estructura ortológica y autorreaiizadón histórica ................ 109
2.5 E l «enviado».................................................................. 196
2.6 ‘Tampoco yo te condeno...” ............................................ 197
3 La experiencia de «ser sanado» en el
2.7 '‘Sígueme...” ................................................................... 199
encuentro interpersonal..... ......... .......... .......................... 113
3.1 Encuentro y autorrealización— ........ .................... ........ 133
3. E i hacer de Dios en la cruz y en la
3.2 Encuentro y transformación ................ ............................ 117
resurrección de Jesu cristo .................................................... 205
3.3 Encuentro con esle «tú» único............... ....... ............. — 119
3.1 La identidad de Jesús...................................................... 208
3.4 El encuentro en aceptación mutua........................ ........... 120
3.2 E l escándalo de la cruz................................................... 217
3.5 El encuentro como don......................................... ..... . 122
3.3 La oracioti de Jesús......................................................... 223
3.6 El encuentro creador............ ............................... ....... . 125
3.4 El abandono de Jesús...................................................... 229
3.7 Ser sanado.............. ..... ......... .................... .......... ......... 126
3.5 El sentido de la muerte de Jesús...................................... 237
3.6 La estructura trinitaria del acontecimiento pascual.......... 245
4. inversión: experiencia de no poder ser sanado ................ ..... 128
4.1 Ruptura del encuentro con este «tú» único................ ..... 129
4. E ¡ kerygma pos¡pascual: participación en el
4.2 Ruptura del encuentro en la aceptación mutua................. 130
misterio de Jesu cristo ........................................................... 248
4.3 Ruptura del encuentro como don........... .... ........ ......... . 131
4.1 '‘Llenos de gozo y del Espíritu Santo...” ........................... 249
4.4 Ruptura del encuentro creador............... — ....... ............ 131
4.2 “ No cesaban de enseñar y de anunciar
4.5 Ampliación de la problemática de inversión ................... 132
la Buena Nueva de Cristo Jesús...” ................................ 256
4.3 “ Estos son ahora sus testigos...” ...................................... 258
5 La corresponder cía entre «ser# y hacer:
4 4 “ Revestios del Señor Jesucristo...” .................................. 260
don y rarea........................ ..... — .......... ......... ........ — ...... 135
4.5 “ ¿No reconoces que la bondad de Dios
te impulsa a la conversión?” .......................................... 262
6 Inversión: la no-correspondencia entre

kse »■« h acet•». don y tíi re a ........... ....................... .......... 137
4.6 “ Y les dio poder y autoridad...” .......................................
4.7 “ La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la
263

comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros...” . 265


7. E l misterio de la persona
Cueslionamiento sin lím ite de la experiencia interpersonal— 140
Balance intermedio............................................................... 268
8. Conversión e inversión, esperanza y anhelo .......... ....... ........ 142

P a rte IV: L a e x p e rie n c ia de D io s de Is ra e l


P a r te I I I : E l D io s de Je s ú s
¡ . Consideraciones herm enéuticas ............................................ 275
l. Consideraciones herm enéuticas .............. .... ................. ....... 147
1.1 Primer criterio de trabajo................. .......... ..................... 147 2. La comprensión de la alian za ................................................ 281
Ín d ic e 555

i ’ 1 s milación sobre la dimensión


3. La experiencia de Dios de Israel según la
liiNlót ico-salvífica en Agustín................................ 383
fórm ula de a lia n z a ............................ ........... ..... 288

4 La experiencia de Dios de Israe l en Ex 34.6-f 4 .... 300


4. Expcri> y
id de fe teología trinitaria en León M agno .......... 384
4.1 Ai nlos cristológicos y soteriológicos............................. 385
4..' I .i experiencia de fe im plícita......................................... 387
5. Yahvéh. «el (que está) haciendo jj (q ótel).............. 309 1 * 1 1 a cruz de Cristo y el seguimiento del Crucificado.. 388
5.1 « E l (que está) mostrando» amor sin medida.... 310
I ,\2 El «ayuno» y las «lim osnas»................................. 390
5.2 E l poder creador de Yahvéh............. .......... . 3 12
4.; I I I)ios uno tripersonal y nuestra salvación..................... 392
5.3 Yahvéh, «el (que está) haciendo» maravillas ... 318
5.4 Juicio - pero siempre alianza y torah ......... . 321
Balance intermedio............................................................... 394
5.5 Experiencia de fe y confesión de culpa...... . 324

Balance intermedio................................ .... ..... . 326


P a r te V I : E l D io s q u e « h a c e » s a lv a c ió n ( B )

P a rte V : EL D io s que « h a c e » s a lv a c ió n (A ) TR IN ID A D Y C O M UN IÓ N :
1. R IC A R D O D E SA N V ÍC T O R
T R IN ID A D Y U N ID A D :
/. Consideraciones herm enéuticas ............................................ 401
LO S C A PA D O C IO S. A G U ST ÍN Y LEÓ N M AGNO
1.1 Elementos básicos............. ............................................ 401
1.2 E l trasfondo histórico..................................................... 403
1. Consideraciones herm enéuticas .............. ........... ........ 333
2. La experiencia im p lícita ....................................................... 405
2. til punió departida de los Capadocios y su d esarrollo. 338 2.1 Fe y razón........... ........... ............................................... 406
2.1 La experiencia de fe im plícita............... .... ........... 339 2.2 Ascenso a Dios y contemplación..................................... 410
2.1.1 E l bautismo.................................. ............ . 339
2.1.2 Ser renovado en la fe y en la cruz................ 341 3 L'l D ios w iu - la esencia fsubstancia) d ivina .......................... 411
2.1.3 Creación, conducta social y proceso salvífico 344
2.2 La traducción tcológico-ontológica de la
4 Instrumentos conceptuales para la parte central:
experiencia de fe.................... .................... ..... .... 347 persona , substancia, existencia ............................................ 413
2.2.1 Las características propias del
Espíritu, del Padre y del H ijo ........... ............ 347 5 La parte central: la teoría del am o r ...................................... 421
2.2.2 Hipóstasis y ousia...................... ............... . 352
2.2.3 E l hablar cristiano de Dios. ....................... ... 356 6 ¿Com unión de am or/............... ............................................ 426

3. E l «problemaj> de la teología trinitaria de Agustín ...... 359 7 Lenguaje y m isterio .................. ............................................ 429
3.1 La experiencia de fe implícita .......... ......... ............ 362
3.1.1 Rasgos fundamentales................................... 362
3.1.2 Búsqueda de Dios y visión de D io s............ . T R IN ID A D Y C O M U N IÓ N :
367
3.1.3 Misterio y oración..................... ..... ....... .... II. E L C O N C ILIO V A T IC A N O II
371
3.2 La traducción de la experiencia de fe
1. Consideraciones herm enéuticas ............................................ 430
a la teología......................... ................. ........... . 373
3.2.1 La unidad de Dios.......... .................... ....... .
3.2.2 Persona y relación............. ..........................
373
377
2. Iglesia y Trinidad .................................................................. 436
3. Unidad como com unión ................................................... . 441

4. E l anuncio de la salvación ............ .......... ........ .................... 445

5 E l cam ino d el seguim iento .................. ..... ......... .......................446


5.1 Cruz y resurrección..................... ....................................... 446
5 2 Servicio, testimonio y conversión ........................ ....... ...... 447
5 3 Esperanza y m isterio............................................ ............. 451

Balance intermedio ............. ........................ ......... .................. 452

P a r t e V I I : D io s en m ed io d e n o so tro s - un esbozo

/ Orientación de una visión de conjunto ............ ...................... 459

2. A utopreseticia-en-relación.
¡rabia r de D ios con i a fó nn uia antropológic a .... ......... ......... ....463
2 1 Dificultades con la analogía........ ......................................... 463
2.2 Dificultades con el concepto de persona........................ ....... 468
2.3 Aplicación del nuevo concepto de persona
en el conocimiento natural de Dios.................... ........... . 471
2.4 Aplicación del nuevo concepto de persona
en la comprensión trinitaria de D ios................................. 474
2.5 Cornunión-desde-cl-encuentro...................... .................. 479

3. Experiencia con ef kerygma. testimonio


y ¡engitaje n a rra tiv o ----- ------- ----- --- --------- -- 485

4. Encuentro con Dios _______________ ______ _______ ____ ______ 491


4.1 La estructura trinitaria de la experiencia de fe ............. . . 492
4.1.1 E l circulo de experiencia del «Esp íritu »_____ ___ ___ 492
4.1.2 El circulo de experiencia del «H ijo »........ ............ 494
4.1.3 E l circulo de experiencia del «Padre»...... .............. . 495
4.2 La cruz de Dios y nuestras muchas «cruces».................. . 497
4.2.1 La cruz de Jesús - interpretaciones........................ 498
4.2.2 Comunión con Dios en la cruz................. ................ 503
4.2 2.1 Salvación que brota de la cruz ...... ................ 506
4.2 2.2 E l proceso de la comunión-desde-el-
encuentro a partir de la cruz ....................... . 510
4 3 Conversión en vez de inversión....... ............... ................. 514

B IB L IO G R A F ÍA ....................... .................................................... 521


ÍN D IC E D E A U T O R ES M O D E R N O S .......................................... 545
Barbara Andrade nació en 1934,
Estudió Filosofía en Hcildclbcrg,
Filosofía y Literatura en Nueva York
y Teología en México. Se doctoró en
Teología sistemática en la Philoso-
pliisch-Theologischen Hochschule
Sankt Gcorgen, Fraíikfurt/Main. Des­
de 1982 enseña en la Universidad
Iberoam ericana, en la Ciudad de
México.

C O LEC C IÓ N «ÁGAPE»
Volúmenes publicados

7. Tratado de teología fundamental. Dar ra-


2 Ón de la esperanza (1 Pe 3, 15) (3.a ed.).
S. Pi¿ i Ninot.
8. Dios Uno y Trino.
Revelación, experiencia y teología del
Dios de los cristianos.
P. Coda.
10. Fundamentación de la fe.
A. González Montes.
11. Tratado de teología pastoral (3.a ed.).
Compartir la alegría de la fe.
R. Prat i Pons.
13. Mariología fundamental.
María en el Misterio de Dios.
De la Potterie - Pikaza - Losada.
14. La Iglesia de la Trinidad.
Ensayo sobre el misterio de la Iglesia,
comunión y misión.
B. Forte.
15. Pastoral de los sacramentos.
D. Borobio.
16. Salvador del mundo.
Historia y actualidad de Jesucristo.
O. González de Cardedal.
J. I. González Faus.
]. Cardenal Ratzinger.
17. Gloria de Dios y salvación del hombre.
Una aproximación al cristianismo.
Ángel C.ordovilla
18. El Padre nuestro.
La experiencia de Dios en la tradición ju-
deo-cristiana.
C. D i Sanie
19. El Dios vivo y verdadero.
El misterio de la Trinidad.
Luis F. Ladaria
20. Dios en medio de nosotros.
Esbozo de una teología trinitaria keryg-
mática.
B. Andrade

Ediciones
S E C R E T A R IA D O T R IN IT A R IO
F. Villalobos, 80
V 7 n f l 7 CAI A X i.V T^A /c — = . \

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