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Autores Compiladores:
Juan Pablo Arancibia C.
Miguel Vicuña N.
MODERNIDAD Y SOCIEDAD
Registro Propiedad Intelectual Nº 124.545
I.S.B.N. 956-8114-14-9
Editores:
Emilio Gautier C.
Carlos Ossandón B.
Berenice Ojeda J.
Diseño y Diagramación:
Sandra Gaete Z.
Universidad ARCIS
Libertad 53 / Santiago de Chile
www.uarcis.cl
1.2. Objetivos
Modernidad y sociedad
El eje de la Ciencia, se articula básicamente a partir de la pregunta por
los paradigmas y formas de producción de conocimientos propias de las
ciencias sociales modernas.
El eje de la Comunicación se articula básicamente a partir de la pre-
gunta por los dispositivos, soportes, agentes y relaciones que conforman
los espacios públicos modernos.
Entre estos tres dominios se establecen conexiones desde una pers-
pectiva inter y transdisciplinaria, al tiempo que se reconstruyen los princi-
pales ‘acervos’ que se han forjado en cada uno de ellos.
En correspondencia con lo anterior, el Magíster en Ciencias Sociales
plantea al alumno tres objetivos generales centrales:
Primero, lograr un reconocimiento general del escenario problemático
y del campo discursivo en que se constituye la modernidad, reconociendo
las imbricaciones que se establecen entre los distintos ejes articuladores
aquí destacados: Política, Ciencia y Comunicación.
Segundo, examinar un conjunto de marcos de referencia, materia-
les conceptuales y unidades analíticas, que se ponen en despliegue en la
configuración misma del proyecto moderno. Se aspira a un ejercicio de
comprensión acerca de las formaciones disciplinarias y las claves de lec-
tura que harían accesibles e inteligibles las cuadrículas comprensivas de la
modernidad.
Tercero, resituar este campo problemático en el marco de un diálogo
con la sociedad y el pensamiento contemporáneo. Se trata de establecer
un conjunto de imbricaciones e interpelaciones analítico-reflexivas entre
las condiciones de emergencia de la modernidad y la escena contemporá-
nea que la tensiona.
Modernidad y sociedad
1.3. Introducción general de la Mención Política
10 Modernidad y sociedad
En cuanto a la lógica interna de los procesos modernos cabe resaltar
en ellos el momento de la ruptura y la crisis. Fractura y ruptura del régi-
men feudal a favor de la expansión del comercio a distancia; ruptura del
esquema antiguo y tradicional del mundo por obra de la irrupción oceáni-
ca de los nuevos mundos de América y el Asia; ruptura de los paradigmas
de la ciencia antigua merced a la irrupción de la “revolución copernicana”;
crisis de la estética y política medieval por obra de su renovación inspira-
da en el reconocimiento de la ciencia y la técnica greco-latina; ruptura de
la religión cristiana universal, merced al recurso al valor de la experiencia
y la conciencia singulares. En éstos, tal como en otros fenómenos simila-
res, échanse de ver como momentos impulsores de los procesos llamados
“modernos” unas lógicas que implican la noción de ruptura y mutación, la
irrupción de un límite o punto de inflexión que marca una alteración radi-
cal, un giro decisivo en que se acusa un vuelco hacia lo opuesto y lo otro.
En tal sentido, la imagen metafórica de la “revolución”, en particular el para-
digma epistémico y filosófico de la revolución copernicana, pero también
el modelo político de la “revolución” tal como se ilustra en las revolucio-
nes políticas de los siglos XVII, XVIII y XIX, señala indicativamente en direc-
ción a uno de los rasgos más conspicuos de la referida lógica interna de la
“modernidad”. 4 4 Cf. Gonzalo Portales,
Políticas de la alteridad,
Otro aspecto de la aludida regularidad inmanente de los procesos
Santiago de Chile, Universidad
“modernos” dice relación igualmente con los fenómenos de ruptura y cri- ARCIS / Ed. Cuarto Propio,
2001, pp.11-17.
sis. Se trata de la emergencia y despliegue de ciertas formas de racionali-
dad que asumen la figura de la crítica. Juntamente con la descripción de
los límites, de los puntos de inflexión que exhiben la ruptura y la crisis, la
crítica envuelve en su ejercicio la ejecución de la ruptura, la puesta en mar-
cha programática de una revolución. Las racionalidades críticas, por consi-
guiente, se tornan hacia el amplio dominio de unas racionalidades ya his-
tóricamente configuradas que habitan el extenso universo de los saberes y
discursos, pero igualmente el de las prácticas y usos. En tal sentido resulta
paradigmática la obra filosóficamente revolucionaria de Kant, en cuyas tres
grandes Críticas5 se concentra el análisis de la racionalidad finita en sus 5 Crítica de la Razón Pura
(1781), Crítica de la Razón
aspectos teórico, moral, estético y político, efectuándose a la vez una alte-
Práctica (1788), Crítica del
ración radical de los hábitos intelectuales en dichos dominios. Igualmen- Juicio (1790).
te puede ilustrar la importancia de la racionalidad crítica en cuanto rasgo
12 Modernidad y sociedad
reflejada en la modernidad ha de exhibir las fronteras de su existencia y
mostrar el proceso de su progresiva destitución y disipación.
La referida exploración analítica se desarrolla en forma cíclica: cada
uno de los tres cursos conforma una suerte de ciclo completo; a su vez,
la serie de los tres cursos avanza en una progresiva profundización de los
temas y problemas centrales de la Mención. Un primer elemento básico lo
constituye el reconocimiento de las formas modernas de existencia de “lo
político” y “la política”, lo que requiere su confrontación con los esquemas
clásicos de la Antigüedad griega y romana. Ello supone atender al signifi-
cado de las instituciones clásicas de la polis y la civitas con el propósito de
contrastarlas con las formas modernas del Estado, no menos que con las
teorías modernas acerca del fundamento y significado del poder político.
Lo que está en juego en este punto se concentra en torno a la cuestión
histórica y teórica: “¿Qué es lo político?” Un segundo elemento concier-
ne al estudio de los límites, las crisis y la ruptura de la condición moderna
de la política, lo que exige prestar atención a fenómenos históricos como
la emergencia de la sociedad de masas y la irrupción del totalitarismo,
no menos que a las condiciones de la actualidad que pueden cifrarse en
nociones tales como la “transpolítica” y la “globalización”. Un tercer elemen-
to atañe al examen de unas condiciones (que podrían llamarse epistémi-
cas) que resulta pertinente vincular con los fenómenos de crisis, ruptura y
destitución de la condición moderna en la esfera de la política: la “muerte
de Dios” y el fin de la antropología, el agotamiento de la metafísica de la
subjetividad, la “racionalización” y “desacralización”, la condición aporética
de la racionalidad “ilustrada”, etc.7 7 Cf. Nietzsche, La ciencia
jovial (1882); Max Weber,
Economía y sociedad (1919), M.
Heidegger, op. cit.; Th. Adorno
1.3.1. Introducción del primer semestre: Modernidad y / M. Horkheimer, Dialéctica
de la Ilustración (1947); M.
sociedad Foucault, Las palabras y las
cosas (1966).
En este primer curso de la Mención, titulado “Modernidad y Sociedad”,
se explora, a través del estudio ordenado de los textos básicos selectos, la
configuración moderna de “lo político” y de “la política” que envuelve no
sólo la emergencia de las formas modernas del poder político (irrupción
de un nuevo concepto de “poder”; configuración de las instituciones polí-
ticas modernas, en particular, del Estado moderno), sino a la vez el desarro-
14 Modernidad y sociedad
vos de la Filosofía y Teoría Política para intentar elucidar la cuestión de qué
define y constituye lo propiamente político. En esta dirección se inscriben,
por ejemplo, los trabajos de Hannah Arendt “¿Qué es la Política?”, o “La Con-
dición Humana” en que cursa un conjunto de disquisiciones modélico-for-
males acerca de la distinción clásica entre las escenas de la oikia y la polis,
así como en sus derivaciones modernas: esfera de lo privado y esfera de lo
público, en tanto instancias diferenciadas pero co-implicadas, y en cuyo
problemático intersticio diferenciador emerge y se constituye una cierta
comprensión de lo político, entendido como aquel espacio y ejercicio de
reunión y articulación en que los hombres, plurales y diversos, atienden y
resuelven sus asuntos públicos. En semejante perfil se hallan los trabajos
de Jürgen Habermas “Historia y Crítica de la Opinión Pública” y “El Discurso
Filosófico de la Modernidad”. En el primero, examina desde una perspectiva
histórica, aquellas modernas re-configuraciones de lo público y lo privado,
estableciendo el intrincado nexo entre aquellas mutaciones e irrupciones
y la re-escenificación de lo público y lo político. En el segundo, observa el
proceso de configuración de un orden discursivo-filosófico que acusa
dichas mutaciones en la re-articulación y re-significación de lo moderno
como espacio de racionalidad y autonomía, las que a su vez se instalan
como condiciones de posibilidad de aquella ‘nueva’ comprensión moder-
na del ejercicio de lo político.
La tópica anterior comporta nítidamente una segunda dimensión
constitutiva de lo político, cual es, la relación interna entre la noción de
Política y la noción de Poder, y con ello se introduce el problema de la legi-
timidad de las distintas concepciones y modelizaciones de lo político. Así,
desde la tradición del Contractualismo Jurídico se esbozan un conjunto de
inflexiones acerca de los fundamentos filosófico-políticos que sustentan
la constitución del Estado Moderno, la Soberanía Ciudadana y la Voluntad
General, como principios articuladores de la organización y composición
de la comunidad política moderna. Rousseau, a partir de aquella tensión
entre Naturaleza y Cultura, enunciada bajo la noción del buen salvaje, exa-
mina los marcos de posibilidad o imposibilidad de constituir una Comuni-
dad Política Soberana. Trátase de una asociación que defienda y proteja a
cada asociado, garantizando que cada uno de ellos permanezca libre per-
teneciendo a dicha comunidad. Así se funda y constituye la Voluntad Gene-
16 Modernidad y sociedad
4. Rousseau. El Contrato Social. I, Cap.VI-VIII
5. Arendt. La Condición Humana. Parág: 1, 4, 5, 6, 24, 25, 28.
6. Arendt. ¿Qué es la Política? Frag.1.
7. Habermas. El Discurso Filosófico de la Modernidad. Cap.I.
8. Habermas. La Modernidad un proyecto inconcluso. Artículo completo.
18 Modernidad y sociedad
públicos —articulando el espacio y la relación entre los hombres—, aque-
llo reconoce como pre-requisito el que los hombres trasciendan el orden
de lo familiar, el orden de los mismos. Se trata entonces de la disolución y
crisis de la distinción clásica entre lo político y lo privado, que tiene lugar
precisamente en la conformación de la sociedad moderna. El auge de la
sociedad de masas, acusa precisamente el predominio de la esfera de lo
social, alcanzando finalmente un rango desde el cual abarca y controla a
todos los miembros de una sociedad. Se impone un sentido de igualdad
en el Mundo Moderno que no sería sino sólo el reconocimiento jurídico-
político del hecho de que esa sociedad ha conquistado la esfera pública.
Un correlato diferenciado de la analítica arendtiana en sus postulacio-
nes, mas no en sus motivos y preocupaciones, ciertamente lo constituye la
narrativa de la Escuela de Frankfurt, y muy especialmente los trabajos de
Adorno y Horkheimer. Una de las piezas analizadas en “Dialéctica de la Ilus-
tración”, es precisamente esta irrupción de la sociedad de masas y el fenó-
meno histórico cultural que los autores denominan Industria Cultural. Al
menos tres procesos históricos estarían a la base de esta nueva configura-
ción societal. Por un lado, la expansión y ramificación de los procesos pro-
ductivos industrializados que constituyen unos sujetos que anteriormente
se encontraban relegados a una marginalidad de participación e integra-
ción del orden social, económico y político. Emerge la silueta de un sujeto
productivo masivo, de gran volumen y con alto grado de actividad y pro-
tagonismo en la esfera productiva y en la escena del mercado (consumo),
siendo habilitados, inmediatamente con ello, para una cierta participación
política que los consagra definitivamente como sujetos de derecho. Por
otro lado, la irrupción, expansión y masificación de los medios de comuni-
cación de masas que desfiguran la esfera pública clásica, constituyendo un
espacio de representación simbólica que desintegra los espacios y agen-
tes de antaño. Por último, el creciente interés y captación que los estados,
los gobiernos y el mercado hacen de los medios de comunicación como
‘instrumentos’ de difusión y legitimación del orden social moderno. Esta
relación triádica, se traduciría en un conjunto de fenómenos que señalan
un reordenamiento de las estructuras y relaciones políticas en la sociedad
moderna más reciente. La producción serial y masiva de bienes culturales,
la estandarización de discursos de identidad que producirían efectos de
20 Modernidad y sociedad
Introducción cuarta unidad: Condiciones epistémicas de la fractura
moderna
En esta Cuarta Unidad se observa y analiza una serie discursiva que
problematiza y tensiona los fundamentos epistémicos sobre las cuales se
erige una cierta comprensión y narración de la Modernidad. Se trata del
reconocimiento de un conjunto de predicados que ponen en interdicción
aquellas piezas, motivos y núcleos a partir de los cuales se constituyó el
relato moderno, específicamente aquellos que remitían a la naturaleza polí-
tica que comportaba el propio pensamiento moderno.
En suspenso quedan puestas aquellas nociones teórico-filosóficas
más elementales sin las cuales la Modernidad parecería desmantelarse.
Aquellos actantes que componen la cuadrícula comprensiva de la moder-
nidad son puestos en examen, y ello marcaría un gesto de renuncia, o al
menos, de sospecha sobre la narrativa política que el discurso moderno
parecía constituir. Motivos como aquella primera escisión metafísica entre
mundo sensible y mundo supra-sensible, que el discurso moderno radicaliza
y normativiza bajo la figura de un sujeto cognoscente y un objeto cognosci-
ble; el Optimismo Teórico que delimita la producción de un conocimiento
objetivo, empírico, positivista y racionalista; el principio universal de la Razón
que afirma la primacía de una conciencia pre-clara e idéntica a sí misma;
la noción de progreso, que ciertamente constituye un axioma fundamen-
tal de esta Teoría de la Espera, constitutivo del movimiento teleológico que
dota a cierta comprensión de la Historia de un sentido por-venir, serán
radicalmente interrogados, abriendo con ello una grietas y fracturas en el
compacto tramado moderno.
Un domicilio teórico de extraordinaria relevancia en esta perspectiva,
sin duda parece constituirlo el pensamiento filosófico de Nietzsche. Preci-
samente con el anuncio del más inquietante de los huéspedes, el Nihilis-
mo —como el retiro radical de las valoraciones y del sentido—, se declara
la ruptura de aquellas bases metafísico-modernas. Bajo cierto influjo nietzs-
cheano, en una escena más contemporánea, Heidegger pretenderá radica-
lizar dicha crítica, intentando articular un pensamiento ontológico radical.
Heidegger en “Caminos de Bosque”, tal como lo formulara Nietzsche, trata
al pensamiento moderno como una herencia metafísica, señalando que en
ella se establece una Meditación acerca de la esencia de lo ente y con ello de
22 Modernidad y sociedad
1.4. Bibliografía básica primer semestre:
Organizada por unidad
24 Modernidad y sociedad
II Textos básicos. Compilación organizada 1 El término griego politiká
recoge un plural neutro griego
por unidad que algunos han traducido
por Los Políticos, en el sentido
de Tratados, Cuestiones o
Investigaciones de Política.
ARISTÓTELES en Ética a
Nicómaco (I 1, 1094a27,
1094b14, etc.), que es como
una introducción a las
2.1. Primera Unidad: De la civitas antigua a la legiti- cuestiones políticas, emplea
midad política moderna. El problema del poder: el término politikée, la forma
adjetiva, que implica sin
duda los nombres ciencia,
epistémee, y arte, tékhnee.
El término politiká podría
Lectura Nº1 traducirse como Tratados
Aristóteles. Política. Madrid, España, Editorial Gredos, 1988, de tema político, es decir,
relacionados con la pólis.
pp. 45-62. No implica una concepción
unitaria en su enfoque. Cf. en
la “Introducción” al tratar de
la obra.
Aristóteles (384-322 ac).
2 Ciudad traduce la palabra
Aristóteles nació en Estagira. A los 18 años conoció a Platón y se con- griega pólis que se refiere a
virtió en su principal discípulo, estudiando junto a él durante 20 años una realidad histórica sin un
en la Academia. Después de abandonar la Academia y ser preceptor de paralelo exacto en nuestra
época; en ella se recogen
Alejandro Magno, Aristóteles se fue a Atenas y fundó el Liceo. Acusado las nociones de “ciudad” y
de impiedad, huyó de Atenas y murió al año siguiente de una enferme- “estado. La traduciremos por la
dad al estómago. Muchas de las obras aristotélicas se han perdido, sólo acepción usual de “ciudad” sin
recurrir a la expresión “ciudad-
queda la obra que ha conservado Andrónico de Rodas, que son funda- estado”. La pólis era la forma
mentalmente textos que parecen ensayos y apuntes de clase, textos perfecta de sociedad civil;
hechos quizá no sólo por Aristóteles sino también por seguidores y sus rasgos esenciales eran:
extensión territorial reducida,
alumnos suyos. de modo que sus habitantes
se conocieran unos a otros;
independencia económica
(autarquía), es decir, que
Política1 produjese lo suficiente
para la alimentación de su
Libro I población; y, especialmente,
independencia política
Comunidad política y comunidad familiar (autonomía), es decir, no estar
sometida a otra ciudad ni a
El fin de toda comunidad. Opiniones erróneas. Planteamiento meto- otro poder extranjero.
dológico
3 Comunidad recoge el
2 3
Puesto que vemos que toda ciudad es una cierta comunidad y que término griego koinoonía. En
muchos contextos en que
toda comunidad está constituida con miras a algún bien (porque en vista hay un nivel alto de
Sócrates (véase JENOFONTE, y no específicamente. Como si uno, por gobernar a pocos, fuera amo; si a
Memorables III 4, 12; III 6, 14) y más, administrador de su casa; y si todavía a más, gobernante o rey, en la
a Platón, (véase Político 258e-
259a; Leyes III 680d-681a; idea de que en nada difiere una casa grande de una ciudad pequeña. Y en
683a). cuanto al gobernante y al rey, cuando un hombre ejerce solo el poder, es
5
Gobernante traduce el rey; pero cuando, según las normas de la ciencia política, alternativamente
término griego politikós, manda y obedece, es gobernante.
“hombre dedicado a los
asuntos de la pólis”. A veces se
Pero esto no es verdad. Y será evidente lo que digo si se examina la
refiere al magistrado de una cuestión según el método que proponemos. Porque como en los demás
pólis.
objetos es necesario dividir lo compuesto hasta sus elementos simples
(pues éstos son las partes mínimas del todo), así también, considerando
de qué elementos está formada la ciudad, veremos mejor en qué difieren
entre sí las cosas dichas, y si cabe obtener algún resultado científico.
7
señor natural, y el que puede con su cuerpo realizar estas cosas es súbdito
Cf. PLATÓN, Leyes 690b.
y esclavo por naturaleza; por eso al señor y al esclavo interesa lo mismo.
Así pues, por naturaleza está establecida una diferencia entre la hem-
bra y el esclavo (la naturaleza no hace nada con mezquindad, como los
26 Modernidad y sociedad
forjadores el cuchillo de Delfos,8 sino cada cosa para un solo fin. Así como 8 Para esta referencia, entre
otras explicaciones, podemos
cada órgano puede cumplir mejor su función, si sirve no para muchas sino recoger la que nos da
para una sola). Pero entre los bárbaros, la hembra y el esclavo tienen la ATENEO, Deipnosofistas 173c
y ss.: “Los de Delfos eran
misma posición, y la causa de ello es que no tienen el elemento gobernan- famosos por sus cuchillos que
te por naturaleza, sino que su comunidad resulta de esclavo y esclava. servían a la vez para varios
empleos: matar la víctima,
Por eso dicen los poetas: descuartizarla y cortarla en
trozos”.
justo es que los helenos manden sobre los bárbaros,9 9 Cf., entre otros, EURÍPIDES,
Ifigenia en Áulide 1400; Helena
276.
entendiendo que bárbaro y esclavo son lo mismo por naturaleza.
Así pues, de estas dos comunidades la primera es la casa, y Hesíodo 10 Cf. HESÍODO, Trabajos y
días 405.
dijo con razón en su poema:
11 En este pasaje la familia
10 parece tener un fin algo
Lo primero casa, mujer y buey de labranza. diferente del indicado en
1252a26-34.
Pues el buey hace las veces de criado para los pobres. Por tanto, la 12 El término griego oikía
11
comunidad constituida naturalmente para la vida de cada día es la lo traducimos en el sentido
amplio de “casa” como unidad
casa,12 a cuyos miembros Carondas llama “de la misma panera”, y Epiméni- familiar, constituida por el
des de Creta “del mismo comedero”. 13 y la primera comunidad formada de hombre, la mujer, los hijos, los
esclavos y los bienes.
varias casas a causa de las necesidades no cotidianas es la aldea.
Precisamente la aldea en su forma natural parece ser una colonia14 de 13 Para mostrar que la
familia tiene su origen en la
la casa, y algunos llaman a sus miembros “hermanos de leche”,“hijos e hijos satisfacción de las necesidades
de hijos”. Por eso también al principio las ciudades estaban gobernadas por de la vida de cada día,
Aristóteles nos da los nombres
reyes, como todavía hoy los bárbaros:15 resultaron de la unión de personas que los antiguos aplican a
sometidas a reyes, ya que toda casa está regida por el más anciano, y, por sus miembros. —Carondas
fue legislador de Catania,
lo tanto, también las colonias a causa de su parentesco. Y eso es lo que dice cf. Política 1112, 1274a 23.
Homero:16 Era un aristócrata y vivió
probablemente en el s. VI a.
C.— De Epiménides de
Cada uno es legislador de sus hijos y esposas, Festos (Creta) no se conoce con
seguridad la cronología. Pasa,
según algunos testimonios, por
pues antiguamente vivían dispersos. y todos los hombres dicen que por ser el último de los Siete Sabios
de Grecia. Plutarco, en Solón,
eso los dioses se gobiernan monárquicamente, porque también ellos al 12, dice de él “que era amado
principio, y algunos aún ahora, así se gobernaban; de la misma manera que de los dioses, inteligente en
las cosas divinas y poseedor
los hombres los representan a su imagen,17 así también asemejan a la suya de la sabiduría profética y
la vida de los dioses. misteriosa”.
28 Modernidad y sociedad
suerte que cuando éstas ya no son tales no se puede decir que las cosas la vida y no necesita nada”.
son las mismas, sino del mismo nombre. Así pues, es evidente que la ciu- 19 Esta idea de “vivir bien” o
dad es por naturaleza y es anterior al individuo; porque si cada uno por “bienestar” frente a la simple
existencia es uno de los temas
separado no se basta a sí mismo, se encontrará de manera semejante a las centrales de la ética y de la
demás partes en relación con el todo. Y el que no puede vivir en comu- política aristotélica. Véase,
también, PLATÓN, República
nidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la II 11, 369c y ss.; Hipias menor
ciudad, sino una bestia o un dios. 368b-e.
En todos existe por naturaleza la tendencia hacia tal comunidad, pero 20 Nos encontramos con la
29
el primero que la estableció fue causante de los mayores beneficios. famosa expresión aristotélica
que define al hombre: politikón
Pues así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, así también, zôion. La traducción será
apartado de la ley y de la justicia, es el peor de todos.30 siempre poco fiel. El sustantivo
zôion quiere decir “ser viviente”,
La injusticia más insoportable es la que posee armas, y el hombre “animal”, y el adjetivo que le
está naturalmente provisto de armas al servicio de la sensatez y de la vir- acompaña lo califica como
perteneciente a una pólis,
tud, pero puede utilizarlas para las cosas más opuestas. Por eso, sin virtud, que es a la vez la sociedad
es el ser más impío y feroz y el peor en su lascivia y voracidad. La justicia, y la comunidad política (cf.
supra, nota 2). ¿Cómo traducir
en cambio, es un valor cívico, pues la justicia es el orden de la comunidad la expresión griega:“animal
civil, y la virtud de la justicia es el discernimiento de lo justo. cívico”, “animal político” o
“animal social”? En este pasaje
parece referirse al carácter
social de los individuos que
Sobre la administración doméstica. Elementos que la constituyen. forman la ciudad. Cf. también
ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco
Teoría de la esclavitud IX 9, 1169b16 y ss.
30 Modernidad y sociedad
27
ya que la producción y la acción difieren específicamente, y ambas necesi- Este es un principio
esencial de la ontología
tan de instrumentos, necesariamente éstos deben mantener la misma dife- aristotélica, que aplica para
rencia. La vida es acción, no producción, y por ello el esclavo es un subor- demostrar la anterioridad de
la ciudad. Ésta forma un todo
dinado para la acción. De la posesión39 se habla en el mismo sentido que constituido por individuos
de la parte. Pues la parte no es sólo parte de otra cosa, sino que pertene- que son sus partes; cf.
PLATÓN, República VIII 552a.
ce enteramente a ella, y lo mismo la posesión. Por eso el amo es solamente
28
dueño del esclavo, pero no le pertenece. El esclavo, en cambio, no sólo es Cf. PLATÓN, Sofista 247d;
ARISTÓTELES, Metafísica
esclavo del amo, sino que le pertenece enteramente. VII 10, 1035b16; Sobre la
Cuál es la naturaleza del esclavo y cuál su facultad resulta claro de reproducción de los animales I
2, 716a23.
lo expuesto; el que, siendo hombre, no se pertenece por naturaleza a sí
29
mismo, sino a otro, ese es por naturaleza esclavo. Y es hombre de otro el Para Aristóteles el carácter
natural de la comunidad
que, siendo hombre, es una posesión. Y la posesión es un instrumento acti- no excluye que tenga un
vo y distinto. fundador. Se deben dar
juntas una tendencia natural
y la voluntad de la acción
humana.
La esclavitud es de derecho natural
30 Cf. HESÍODO, Trabajos y
Después de esto hay que examinar si alguien es de tal índole por días 275. HERÓDOTO IV 108.
PLATÓN, Leyes 765e; Protágoras
naturaleza o si no; si es mejor y justo para alguien ser esclavo o no, o bien 327d-e. ARISTÓTELES, Ética a
si toda esclavitud es contra naturaleza. No es difícil examinarlo teórica- Nicómaco VII 7, 1150a1-5.
mente con la razón y llegar a comprenderlo a partir de la experiencia. Man- 31 Aristóteles es consciente
dar y obedecer no sólo son cosas necesarias, sino también convenientes, de la falta de términos
adecuados para indicar estas
y ya desde el nacimiento algunos están destinados a obedecer y otros a relaciones: la del amo sobre
mandar. Y hay muchas formas de mandar40 y de obedecer, y siempre es el esclavo o “heril”, en griego
despotikée; pero la relación
mejor el mando sobre subordinados mejores:41 por ejemplo, mejor sobre “conyugal”, gamikée, no es
un hombre que sobre una bestia, porque la obra llevada a cabo con mejo- un término adecuado que
recoja esa clase de poder,
res elementos es mejor. Dondequiera que uno manda y otro obedece, hay ni tampoco la “procreadora”,
una obra común. En efecto, en todo lo que consta de varios elementos42 teknopoietikée, que en I 12,
1259a38 substituye por el
y llega a ser una unidad común, ya de elementos continuos o separados, vocablo patrikée.
aparecen siempre el dominante y el dominado, y eso ocurre en los seres
39 Este tema será tratado
animados en cuanto pertenecen al conjunto de la naturaleza.43 De hecho, infra en los capítulos 8 y 9.
en los seres que no participan de vida existe cierta jerarquía, como la de
32 Aristóteles, como en otros
la armonía. Pero esto sería quizá propio de una investigación alejada de la temas, expone dos opiniones
nuestra. opuestas; muestra lo que
hay de verdad en ambas
El ser vivo está constituido, en primer lugar, de alma y cuerpo, de los tesis y trata de conciliarlas. Cf.
cuales uno manda por naturaleza y el otro es mandado.44 Pero hay que ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco
32 Modernidad y sociedad
afirmarían que los inferiores merecerían ser esclavos. Y si esto es verdad ss. El esclavo es una parte de su
amo; véase infra, I 6, 1255b11
respecto del cuerpo, mucho más justo será establecerlo respecto del alma. SS.; y Ética a Eudemo VII 9,
Pero no es igual de fácil ver la belleza del alma que la del cuerpo. Así pues, 1241b19 ss.
está claro que unos son libres y otros esclavos por naturaleza,48 y que para 39 Cf. ARISTÓTELES, Ética a
éstos el ser esclavos es conveniente y justo. Nicómaco VIII 12, 1160b22 ss.
PLATÓN, Leyes 690a.
Pero no es difícil ver que los que afirman lo contrario tienen razón en 42 Véase esta misma idea infra,
cierto modo; pues se dice en dos sentidos lo de esclavitud y esclavo. Hay II 8, 1267b28; Acerca del alma
III 5, 430a10. PLATÓN, Menón
también una especie de esclavos y de esclavitud en virtud de una ley, y esa 81c; Fedro 270c.
ley es un cierto acuerdo, según el cual las conquistas de guerra son de los
43 Cf. PLATÓN, Fedón 80a.
vencedores.
44
Sin embargo, muchos entendidos en leyes denuncian este derecho, Cf. supra, I 2, 1252b12.
como denunciarían por ilegalidad49 a un orador, en la idea de que el 45 Para la importancia que
sometido por la fuerza sea esclavo y vasallo del que puede ejercer la vio- Aristóteles da a la posición
erguida del hombre, véase
lencia y es más fuerte en poder. Y unos piensan así; otros de aquella otra también Sobre las partes de los
manera, incluso entre los sabios.50 animales II 10, 656a10; IV 10,
686a27. También TEOGNIS, 535.
La causa de esta controversia y lo que provoca la confusión de argu-
mentos es que en cierto modo la virtud, cuando consigue medios,51 tiene 46 El texto da pie para que el
pasaje pueda interpretarse
también la máxima capacidad de obligar,52 y el vencedor sobresale siem- con otro sentido, como hacen
pre por algo bueno, de modo que parece que no existe la fuerza sin la vir- algunos:“algunos esclavos
tienen cuerpos de hombres
tud y que la discusión es sólo sobre la justicia. Por eso unos opinan que la libres y algunos hombres libres
justicia es benevolencia, y otros que la justicia es eso mismo: que mande el tienen almas de esclavos”.
más fuerte.53 Porque, aparte de estos argumentos opuestos, nada firme ni 47 Estamos de acuerdo con
convincente presentan los otros razonamientos de que lo mejor en virtud MONTESQUIEU, Espíritu de las
Leyes XV 7, cuando opina que
no debe mandar y dominar. Aristóteles no demuestra los
Algunos, ateniéndose enteramente, según creen, a una cierta noción principios que defiende sobre
la esclavitud.
de justicia (puesto que la ley es algo justo),54 consideran justa la esclavitud
48
que resulta de la guerra, pero al mismo tiempo lo niegan: pues se acepta La denuncia por ilegalidad,
graphée paranómoon,
que la causa de las guerras puede no ser justa, y de ningún modo se puede podía hacerse contra todo
llamar esclavo a quien no merece la esclavitud. De lo contrario sucederá ciudadano que propusiera
en la Asamblea una medida
que los que parecen mejor nacidos sean esclavos e hijos de esclavos, si por considerada opuesta a la ley
accidente son apresados y vendidos. Por eso los griegos no quieren llamar- establecida. Y así, por
34 Modernidad y sociedad
pues uno se ejerce sobre personas libres por naturaleza, y otro, Nicómaco V 3, 1129b12. y PLATÓN,
citando a Píndaro, Gorgias 484b; y Leyes
sobre esclavos, y el gobierno doméstico es una monarquía (ya que IV 714 e.
toda casa es gobernada por uno solo), mientras que el gobierno
54 Cf. supra, 5, 1254a17-b39.
político es sobre hombres libres e iguales[…].
55 Teodectes de Faselis,
contemporáneo y amigo de
Aristóteles, escribió tragedias y obras
políticas.
Capítulo 6
De los principios internos de los movimientos voluntarios llamados
comúnmente pasiones, y del lenguaje mediante el que son expresadas.
Apetito. Deseo
Cuando este conato está dirigido hacia algo que lo causa, es llamado
APETITO o DESEO, siendo este último el nombre general, y el primero un
término reservado a menudo para significar el deseo de alimento, es decir,
hambre y sed. Y cuando el conato tiende a apartarse de algo, es llamado
AVERSIÓN. Estas palabras, apetito y aversión, las hemos tomado de los Lati-
nos, y ambas significan movimientos, uno de acercamiento, y otro de reti-
rada. Así ocurre también con las palabras griegas que significan la misma
cosa: ormée y aformée. Porque la naturaleza misma frecuentemente impo-
ne en los hombres esas verdades con las que después, cuando buscan algo
más allá de la naturaleza, se tropiezan. Pues las Escuelas no encuentran
que haya movimiento actual en el mero apetito de andar o de moverse;
mas como deben reconocer algún tipo de movimiento en esos apetitos, lo
llaman movimiento metafórico, lo cual no es sino una absurda manera de
38 Modernidad y sociedad
hablar, ya que, aunque las palabras pueden ser llamadas metafóricas, los
cuerpos y movimientos no pueden serlo.
Amor. Odio
Lo que los hombres desean, se dice también que lo AMAN. Y se dice
que ODIAN aquello por lo que tienen aversión. De modo que el deseo y
el amor son lo mismo, con la excepción de que, cuando decimos deseo,
ello siempre significa que el objeto está ausente; y cuando decimos amor,
que, en la gran mayoría de los casos, está presente. Asimismo, por aversión
damos a entender la ausencia, y, por odio, la presencia del objeto.
Algunos apetitos y aversiones son innatos, como el apetito de alimen-
to, el apetito de excreción y exoneración (que pueden llamarse con más
propiedad aversiones hacia algo que los hombres sienten en sus cuerpos),
y algunos otros, no muchos. El resto, que son apetitos de cosas particulares,
proceden de la experiencia que ha tenido un hombre de los efectos pro-
ducidos por esas cosas en él mismo en otros hombres. De las cosas que no
conocemos en absoluto no podemos tener más deseo que el de probarlas
y experimentar con ellas tentativamente. Pero tenemos aversión, no sólo
hacia cosas que sabemos que nos han hecho daño, sino también hacia
otras que no sabemos si nos dañarán o no.
Desdén
Se dice que desdeñamos aquellas cosas por las que no sentimos ni
deseo ni odio. El DESDEN es solamente una inmovilidad o contumacia del
corazón, que hace que resistamos la acción de ciertos objetos, o porque el
corazón es movido por otros más fuertes, o porque le falta haber tenido
experiencia de ellos.
Y como la constitución del cuerpo humano está en una mutación con-
tinua, es imposible que las mismas cosas causen siempre en él los mismos
apetitos y aversiones; y es todavía más imposible que todos los hombres
coincidan en el deseo de uno y el mismo objeto.
40 Modernidad y sociedad
Capítulo 10
Del poder, la valía, la dignidad,
El honor y la aptitud
Poder
Tomado universalmente, el PODER de un hombre lo constituyen los
medios que tiene a la mano para obtener bien futuro que se le presenta
como bueno. Puede ser original o instrumental.
Valía
El valor o VALÍA de un hombre es, como ocurre con todo lo demás, su
precio, es decir, lo que daríamos para hacer uso de su poder. Por lo tanto,
no es algo absoluto, sino que depende de la necesidad y del juicio de los
otros. Un hábil conductor de ejércitos es de gran precio en tiempos de
42 Modernidad y sociedad
guerra presente o inminente; pero no lo es tanto en tiempo de paz. Un juez
instruido e insobornable tiene mucho valor en época de paz, pero no tanto
en tiempo de guerra. Y, como sucede con otras cosas, sucede también con
el hombre: que es el comprador, y no el vendedor, quien determina el pre-
cio. Pues aunque un individuo, como hacen la mayoría de los hombres, se
dé a sí mismo el máximo valor, su valor real no será más que el que venga
determinado por otros.
La manifestación del valor que asignamos y que se nos asigna se llama
comúnmente honorabilidad, o afrenta. Valorar altamente a un hombre es
honrarlo; y darle poco valor es afrentarlo. Pero, en esto, lo mucho y lo poco
deben entenderse por comparación con el índice de valía que cada hom-
bre ha establecido para sí mismo.
La valía pública de un hombre, que es el valor que le ha sido asignado
por la república, es lo que comúnmente llamamos DIGNIDAD. Y este valor
que le ha sido dado por la república se manifiesta en puestos de mando,
en responsabilidades judiciales, en empleos públicos, o mediante nombres
y títulos que se usan para dar distinción a ese valor.
Rogar a otro solicitando ayuda de cualquier tipo, es HONRAR a ese
otro, porque es señal de que tenemos la opinión de que posee el poder de
ayudar. Y cuanto más difícil sea la ayuda, mayor será el honor.
Obedecer a un hombre es honrarlo, porque nadie obedece a quie-
nes no se considera con poder de ayudar o de dañar. Consecuentemente,
desobedecer es afrentar.
Honrar y afrentar
Dar grandes regalos a un hombre es honrarlo, pues es comprar su pro-
tección y reconocer su poder. Pero dar regalos insignificantes es afrentar,
porque es sólo dar limosna, e implica que el que las recibe tiene necesidad
de pequeñas ayudas.
ºEnsalzar constantemente las bondades de otro, lo mismo que adular, son
modos de honrar a una persona, porque buscamos su protección o ayuda.
Ignorar a una persona es, por el contrario, afrentarla.
Ceder el paso o dejar que otro ocupe un sitio más cómodo, es honrar.
Mostrarse arrogante es afrentar.
Capítulo 13
De la condición natural de la
Humanidad en lo concerniente a su
felicidad y su miseria
44 Modernidad y sociedad
diferente, creo, sin embargo, que hay mayor igualdad entre los hombres
que en lo referente a fuerza corporal. Porque la prudencia no es otra cosa
que experiencia, la cual es dada igualitariamente a los hombres si viven el
mismo lapso de tiempo, en esas cosas en las que se aplican igualmente.
Lo que quizá puede hacer esa igualdad increíble es la vanidad con que
cada uno considera su propia sabiduría; pues casi todos los hombres pien-
san que la poseen en mayor grado que los vulgares, es decir, que todos los
demás hombres excepto ellos mismos y unos pocos más que, por fama, o
por estar de acuerdo con ellos, reciben su aprobación. Porque la naturaleza
humana es tal, que por mucho que un hombre pueda reconocer que otros
son más ingeniosos, o más elocuentes, o más instruidos, rara vez creerá
que haya muchos tan sabios como él; pues ve su propio talento de cerca,
y el de los otros a distancia. Pero esto es una prueba más de que los hom-
bres son, en ese punto, más iguales que desiguales.
De la desconfianza, la guerra
El modo más razonable de protegerse contra esa desconfianza que
los hombres se inspiran mutuamente, es la previsión, esto es, controlar, ya
sea por la fuerza, ya con estratagemas, a tantas personas como sea posi-
ble, hasta lograr que nadie tenga poder suficiente para poner en peligro
46 Modernidad y sociedad
contra cada hombre. Pues la GUERRA no consiste solamente en batallas o
en el acto de luchar, sino en un período en el que la voluntad de confron-
tación violenta es suficientemente declarada. Por tanto, la noción de tiem-
po debe considerarse como parte de la naturaleza de la guerra, lo mismo
que es parte de la naturaleza del tiempo atmosférico. Pues así como la
naturaleza del mal tiempo atmosférico no está en uno o dos aguaceros,
sino en la tendencia a que éstos continúen durante varios días, así tam-
bién la naturaleza de la guerra no está en una batalla que de hecho tiene
lugar, sino en una disposición a batallar durante todo el tiempo en que
no haya garantías de que debe hacerse lo contrario. Todo otro tiempo es
tiempo de PAZ.
48 Modernidad y sociedad
En una guerra así, nada es injusto
De esta guerra de cada hombre contra cada hombre se deduce tam-
bién esto: que nada puede ser injusto. Las nociones de lo moral y lo inmo-
ral, de lo justo y de lo injusto no tienen allí cabida. Donde no hay un poder
común, no hay ley; y donde no hay ley, no hay injusticia. La fuerza y el frau-
de son las dos virtudes cardinales de la guerra. La justicia y la injusticia no
son facultades naturales ni del cuerpo ni del alma. Si lo fueran, podrían
darse en un hombre que estuviese solo en el mundo, lo mismo que se dan
en él los sentidos y las pasiones. La justicia y la injusticia se refieren a los
hombres cuando están en sociedad, no en soledad. En una situación así, no
hay tampoco propiedad, ni dominio, ni un mío distinto de un tuyo, sino que
todo es del primero que pueda agarrarlo, y durante el tiempo que logre
conservarlo.
Y hasta aquí, lo que se refiere a la mala condición en la que está el
hombre en su desnuda naturaleza, si bien tiene una posibilidad de salir de
ese estado, posibilidad que, en parte, radica en sus pasiones, y, en parte, en
su razón.
La libertad: qué es
Se entiende por LIBERTAD, según el más propio significado de la pala-
bra, la ausencia de impedimentos externos, impedimentos que, a menudo,
pueden quitarle a un hombre parte de su poder para hacer lo que quisiera,
pero que no le impiden usar el poder que le quede, según los dictados de
su juicio y de su razón.
50 Modernidad y sociedad
cada hombre, en la que cada uno se gobierna según su propia razón y
no hay nada de lo que no pueda hacer uso para ayudarse en la preserva-
ción de su vida contra sus enemigos, de ello se sigue que, en una condi-
ción así, cada hombre tiene derecho a todo, incluso a disponer del cuer-
po de su prójimo. Y, por tanto, mientras dure este derecho natural de cada
hombre sobre cada hombre, no puede haber seguridad para ninguno, por
muy fuerte o sabio que sea, ni garantía de que pueda vivir el tiempo al que
los hombres están ordinariamente destinados por naturaleza. Como con-
secuencia, es un precepto o regla general de la razón el que cada hombre
debe procurar la paz hasta donde tenga esperanza de lograrla; y cuando no
puede conseguirla, entonces puede buscar y usar todas las ventajas y ayudas
de la guerra. La primera parte de esta regla contiene la primera y funda-
mental ley natural, que es ésta: buscar la paz y mantenerla. En la segunda
parte se resume el derecho natural: defendernos con todos los medios que
estén a nuestro alcance.
52 Modernidad y sociedad
ese derecho a otro que lo ha aceptado. Y estos signos pueden ser, o palabras
solamente, o sólo actos, o, como suele ocurrir con mayor frecuencia, palabras
y actos. Y éstos son los LAZOS que ligan y obligan a los hombres; lazos que
no poseen una fuerza derivada de su propia naturaleza —pues nada puede
romperse más fácilmente que la palabra de un hombre—, sino del miedo a
que su ruptura dé lugar a alguna mala consecuencia.2 2 Aunque este texto y el que
inmediatamente le sigue
Siempre que un hombre transfiere su derecho o renuncia a él, lo hace
no podrían ser más claros,
en consideración a que algún otro derecho le es transferido de manera coviene leerlos con atención
porque en ellos se cifra todo
recíproca, o porque espera de ello algún otro bien. Porque se trata de un
el argumento hobbesiano
acto voluntario, y, en todo hombre, la realización de actos voluntarios tiene que justifica los derechos
absolutos de la soberanía.
por objeto la consecución de algún bien para sí mismo. Y, por tanto, hay
algunos derechos que ningún hombre, ni mediante palabras ni mediante
cualquier otro signo, ha dado a entender que los ha abandonado o que
ha renunciado a ellos. En primer lugar, un hombre no puede renunciar al
derecho de resistir a aquéllos que lo asaltan por la fuerza y quieren quitar-
le la vida, porque no puede entenderse que de su pasividad se derive bien
alguno para sí mismo. Lo mismo puede decirse de la resistencia al daño
físico, a las cadenas y al encarcelamiento, pues no hay ningún beneficio
que resulte de padecerlos y así puede derivarse de esa paciencia el que
otro sea herido o encarcelado; y también porque un hombre no puede
saber, cuando otros proceden violentamente contra él, si no tendrán asi-
mismo la intención de matarlo. Por último, el motivo y el fin que hacen
que un hombre renuncie y transfiera sus derechos no es otro que el de su
seguridad personal en esta vida, y el de poner los medios para conservarla
y no hastiarse de ella. Por lo tanto, si un hombre, mediante palabras u otros
signos, parece estar despreciando ese mismo objetivo para cuya consecu-
ción fueron designados dichos signos, no debe entenderse que quiere ver-
daderamente lo que dice, ni que está haciéndolo por propia voluntad, sino
que no sabe cómo iban a interpretarse esas palabras y acciones suyas.
54 Modernidad y sociedad
Lectura Nº3
Locke, John. Segundo Tratado sobre el gobierno civil,
Madrid, Alianza Editorial, 1994, pp. 36-51.
Capítulo 2
Del estado de naturaleza
56 Modernidad y sociedad
guno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad o pose-
siones. Pues como los hombres son todos obra de un omnipotente e infi-
nitamente sabio Hacedor, y todos siervos de un señor soberano enviado
a este mundo por orden suya y para cumplir su encargo, todos son pro-
piedad de quien los ha hecho, y han sido destinados a durar mientras a él
le plazca, y no a otro. Y así, habiendo sido todos los hombres dotados con
las mismas facultades, y al participar todos de una naturaleza común, no
puede suponerse que haya entre nosotros una subordinación que nos dé
derecho a destruir al prójimo como si éste hubiese sido creado para nues-
tro uso, igual que ocurre con esas criaturas que son inferiores a nosotros.
Por la misma razón que cada uno se ve obligado a preservarse a sí mismo
ya no destruirse por propia voluntad, también se verá obligado a preservar
al resto de la humanidad en la medida en que le sea posible, cuando su
propia preservación no se ve amenazada por ello; y a menos que se trate
de hacer justicia con quien haya cometido una ofensa, no podrá quitar la
vida, ni entorpecerla, ni poner obstáculo a los medios que son necesarios
para preservarla, atentando contra la libertad, la salud, los miembros o los
bienes de otra persona.
7. Y para que todos los hombres se abstengan de invadir los dere-
chos de los otros y de dañarse mutuamente, y sea observada esa ley de
naturaleza que mira por la paz y la preservación de toda la humanidad, los
medios para poner en práctica esa ley les han sido dados a todos los hom-
bres, de tal modo que cada uno tiene el derecho de castigar a los trans-
gresores de dicha ley en la medida en que ésta sea violada. Pues la ley de
naturaleza, igual que todas las demás leyes que afectan a los hombres en
este mundo, sería vana si no hubiese nadie que, en el estado natural, tuvie-
se el poder de ejecutar dicha ley protegiendo al inocente y poniendo coto
al ofensor. Y si en el estado natural cualquier persona puede castigar a otra
por el mal que ha hecho, todos pueden hacer lo mismo; pues en ese esta-
do de perfecta igualdad en el que no hay superioridad ni jurisdicción de
uno sobre otro, cualquier cosa que uno pueda hacer para que se cumpla
esa ley, será algo que todos los demás tendrán también el mismo derecho
de hacerlo.
8. Y así es como en el estado de naturaleza un hombre llega a tener
poder sobre otro. Pero no se trata de un poder absoluto o arbitrario que
58 Modernidad y sociedad
en virtud de la ley de naturaleza, cada hombre tiene el poder de castigar
las ofensas que se cometen contra ella, según lo que serenamente juzgue
que es el castigo oportuno en cada caso, no veo cómo los magistrados
de una comunidad podrían castigar a un ciudadano extranjero, nacido en
otro país; pues, en lo que a un ciudadano así se refiere, los magistrados
no tienen más poder que el que, de manera natural, cada hombre puede
tener sobre otro hombre.
10. Además del crimen que consiste en violar la ley y apartarse de la
recta norma de la razón, siempre que un hombre se convierte en un dege-
nerado y declara que está apartándose de los principios de la naturaleza
humana y que es una criatura nociva, hay una injuria común, cometida
contra alguna persona; y siempre hay un hombre que sufre daño como
consecuencia de esta transgresión. En un caso así, quien ha padecido el
daño tiene, además del derecho de castigar —derecho que comparte con
otros hombres—, un derecho particular de buscar reparación de quien le
ha causado ese daño. y cualquier otra persona que considere esto justo,
puede unirse a quien ha sido dañado, asistiéndole en el propósito de recu-
perar del ofensor lo que sea necesario para satisfacer el daño que la vícti-
ma ha sufrido.
11. De estos dos distintos derechos —el de castigar el crimen a fin de
contenerlo y de impedir que vuelva a cometerse, derecho que tiene todo
el mundo; y el de buscar reparación, derecho que sólo pertenece a quien
ha sido injuriado— proviene el que el magistrado, quien por ser tal tiene
el derecho común de castigar, pueda en muchas ocasiones, cuando el bien
público no exige que la ley se ejecute, remitir el castigo, por su propia auto-
ridad, correspondiente a las ofensas criminales cometidas; sin embargo, no
podrá perdonar la satisfacción que se le debe a la persona privada que
haya recibido el daño. Quien ha sufrido el daño tiene el derecho de exigir,
en su propio nombre, una reparación, y es él y sólo él quien puede perdo-
narla. La persona dañada tiene el poder de apropiarse de los bienes o del
servicio del ofensor y ello es así por el derecho de autoconservación; pues
cada hombre tiene el poder de castigar el crimen a fin de prevenir que
vuelva a ser cometido; y tiene ese poder en virtud de su derecho de con-
servar a toda la humanidad y de hacer todo lo que estime razonable para
alcanzar ese propósito. Y así es como cada hombre, en el estado de natura-
60 Modernidad y sociedad
do de naturaleza cada hombre tiene el poder de hacer que se ejecute la
ley natural— se le pondrá, sin duda, la objeción de que no es razonable
que los hombres sean jueces de su propia causa; que el amor propio los
hará juzgar en favor de sí mismos y de sus amigos, y que, por otra parte,
sus defectos naturales, su pasión y su deseo de venganza los llevará dema-
siado lejos al castigar a otros, de lo cual sólo podrá seguirse la confusión
y el desorden; y que, por lo tanto, es Dios el que ha puesto en el mundo
los gobiernos, a fin de poner coto a la parcialidad y violencia de los hom-
bres.2 Concedo sin reservas que el gobierno civil ha de ser el remedio con- 2 Clara alusión a Hobbes ya
ces de su propia causa. Pues no es fácil imaginar que quien fue tan injusto
como para cometer una injuria contra su prójimo, sea al mismo tiempo tan
justo como para castigarse a sí mismo por ello. Pero quiero que quienes
me hagan esta objeción recuerden que los monarcas absolutos son tam-
bién simples hombres; y si el gobierno ha de ser el remedio de esos males
que se siguen necesariamente del que los hombres sean jueces de su pro-
pia causa, siendo, pues, el estado de naturaleza algo insoportable, desea-
ría saber qué clase de gobierno será, y si resultará mejor que el estado de
naturaleza, aquél en el que un hombre, con mando sobre la multitud, tiene
la libertad de juzgar su propia causa y de hacer con sus súbditos lo que
le parezca, sin darle a ninguno la oportunidad de cuestionar o controlar a
quien gobierna según su propio gusto, y a quien debe someterse en todo
lo que haga, ya sean sus acciones guiadas por la razón, por el error o por el
apasionamiento. Mucho mejor sería la condición del hombre en su estado
natural, donde, por lo menos, los individuos no están obligados a someter-
se a la injusta voluntad del prójimo; y si el que juzga lo hace mal, ya sea en
su propia causa o en la de otro, será responsable por ello ante el resto de la
humanidad.
14. Suele hacerse con frecuencia la pregunta siguiente, que es consi-
derada como poderosa objeción: “¿Dónde pueden encontrarse hombres
que existan en un estado natural así? ¿Existieron alguna vez?” A esta pre-
gunta baste por ahora responder diciendo que, como todos los príncipes
y jefes de los gobiernos independientes del mundo entero se encuentran
en un estado de naturaleza, es obvio que nunca faltaron en el mundo, ni
62 Modernidad y sociedad
Capítulo 3
Del estado de guerra
64 Modernidad y sociedad
permite, cuando ella no puede intervenir en favor de la defensa de mi vida
en el momento en que ésta es amenazada por la fuerza, vida que, una vez
que se pierde, ya no puede recuperarse, me permite, digo, defenderme a
mí mismo; y me da también el derecho de hacer la guerra y la libertad de
matar al agresor. Porque el agresor no me concede tiempo para apelar a
nuestro juez común ni para esperar la decisión de la ley en aquellos casos
en los que, ante pérdida tan irreparable, no puede haber remedio para
el daño causado. La falta de un juez común que posea autoridad pone a
todos los hombres en un estado de naturaleza; la fuerza que se ejerce sin
derecho y que atenta contra la persona de un individuo produce un esta-
do de guerra, tanto en los lugares donde hay un juez común, como en los
que no lo hay.
20. Pero cuando la fuerza deja de ejercerse, cesa el estado de guerra
entre quienes viven en sociedad, y ambos bandos están sujetos al justo
arbitrio de la ley. Pues entonces queda abierto el recurso de buscar reme-
dio para las injurias pasadas, y para prevenir daños futuros. Mas allí donde
no hay lugar a apelaciones —como ocurre en el estado de guerra— por
falta de leyes positivas y de jueces autorizados a quienes poder apelar, el
estado de guerra continúa una vez que empieza; y el inocente tiene dere-
cho de destruir al otro con todos los medios posibles, hasta que el agresor
ofrezca la paz y desee la reconciliación en términos que puedan reparar el
daño que ya ha hecho, y que den seguridades futuras al inocente. Es más:
allí donde la posibilidad de apelar a la ley ya los jueces constituidos está
abierta, pero el remedio es negado por culpa de una manifiesta perversión
de la justicia y una obvia tergiversación de las leyes para proteger o dejar
indemnes la violencia o las injurias cometidas por algunos hombres o por
un grupo de hombres, es difícil imaginar otro estado que no sea el de gue-
rra; pues siempre que se hace uso de la violencia o se comete una inju-
ria, aunque estos delitos sean cometidos por manos de quienes han sido
nombrados para administrar justicia, seguirán siendo violencia e injuria,
por mucho que se disfracen con otros nombres ilustres o con pretensio-
nes o apariencias de leyes. Pues es el fin de las leyes proteger y restituir al
inocente mediante una aplicación imparcial de las mismas, y tratando por
igual a todos los que a ellas están sometidos. Siempre que no se hace algo
bona fide, se está declarando la guerra a las víctimas de una acción así; y
66 Modernidad y sociedad
Lectura Nº4
Rousseau, Jean Jacques. El contrato social. México, Editorial
Porrúa, 1992, pp. 9-12.
Libro I
Capítulo VI
Del pacto social
68 Modernidad y sociedad
cede, se gana la equivalencia de todo lo que se pierde y mayor fuerza para
conservar lo que se tiene. 1 La verdadera significación
Si se descarta, pues, del pacto social lo que no es de esencia, encontra- de esta palabra casi perdida
entre los modernos: la
remos que queda reducido a los términos siguientes: “Cada uno pone en
mayoría de ellos confunden
común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la volun- una población con una
ciudad y un habitante con
tad general, y cada miembro considerado como parte indivisible del todo”.
un ciudadano. Ignoran que
Este acto de asociación convierte al instante la persona particular de las casas constituyen la
extensión, la población, y que
cada contratante, en un cuerpo normal y colectivo, compuesto de tantos
los ciudadanos representan
miembros como votos tiene la asamblea, la cual recibe de este mismo acto o forman la ciudad. Este
mismo error costó caro a los
su unidad, su yo común, su vida y su voluntad. La persona pública que se
cartagineses. No he leído
constituye así, por la unión de todas las demás, tomaba en otro tiempo el que el título de ciudadano
se haya jamás dado a los
nombre de ciudad 1 y hoy el de república o cuerpo político, el cual es deno-
súbditos de ningún príncipe,
minado Estado cuando es activo, Potencia en comparación con sus seme- ni aun antiguamente a los
macedonios ni tampoco en
jantes. En cuanto a los asociados, éstos toman colectivamente el nombre
nuestros días a los ingleses a
de pueblo y particularmente el de ciudadanos como partícipes de la auto- pesar de estar más cercanos
de la libertad que todos
ridad soberana, y súbditos por estar sometidos a las leyes del Estado. Pero
los demás. Solamente
estos términos se confunden a menudo, siendo tomados el uno por el otro; los franceses toman
familiarmente este nombre,
basta saber distinguirlos cuando son empleados con toda precisión.
porque no tienen verdadera
idea de lo que la palabra
ciudadano significa, como
puede verse en sus
diccionarios, sin que incurran,
usurpándolo, en crimen de
Capítulo VII
lesa majestad: este nombre
entre ellos expresa una virtud
y no un derecho. Cuando
Del soberano
Bodin ha querido hablar
Despréndese de esta fórmula que el acto de asociación implica un de nuestros ciudadanos y
habitantes, ha cometido un
compromiso recíproco del público con los particulares y que, cada indi-
grave yerro tomando los unos
viduo, contratando, por decirlo así, consigo mismo, se halla obligado bajo por los otros. M. d' Alembert
no se ha equivocado, y ha
una doble relación, a saber: como miembro del soberano para con los par-
distinguido bien, en su
ticulares y como miembro del Estado para con el soberano. Pero no puede artículo Ginebra, las cuatro
clases de hombres (cinco si se
aplicarse aquí el principio de derecho civil según el cual los compromisos
cuentan los extranjeros) que
contraídos consigo mismo no crean ninguna obligación, porque hay una existen en nuestra población
y de las cuales dos solamente
gran diferencia entre obligarse consigo mismo y de obligarse para con un
componen la república.
todo del cual se forma parte. Ningún autor francés, que
yo sepa, ha comprendido
Preciso es hacer notar también que, la deliberación pública, que
el verdadero sentido del
puede obligar a todos los súbditos para con el soberano, a causa de las dos vocablo ciudadano.
70 Modernidad y sociedad
te independiente puede colocarle en oposición abierta con lo que debe
a la causa común como contribución gratuita, cuya pérdida sería menos
perjudicial a los otros que oneroso el pago para él, y considerando la per-
sona moral que constituye el Estado como un ente de razón —puesto que
éste no es un hombre—, gozaría de los derechos del ciudadano sin querer
cumplir o llenar los deberes de súbdito, injusticia cuyo progreso causaría la
ruina del cuerpo político.
A fin de que este pacto social no sea, pues, una vana fórmula, él encie-
rra tácitamente el compromiso, que por sí solo puede dar fuerza a los otros,
de que, cualquiera que rehuse obedecer a la voluntad general, será obliga-
do a ello por todo el cuerpo; lo cual no significa otra cosa sino que se le
obligará a ser libre, pues tal es la condición que, otorgando cada ciudada-
no a la patria, le garantiza de toda dependencia personal, condición que
constituye el artificio y el juego del mecanismo político y que es la única
que legitima las obligaciones civiles, las cuales, sin ella, serían absurdas,
tiránicas y quedarían expuestas a los mayores abusos.
Capítulo VIII
72 Modernidad y sociedad
Lectura Nº5
Arendt, Hannah. La condición humana, Barcelona, España,
Ediciones Paidós, 1996, pp. 21-30; 37-59; 200-211; 220-230.
Capítulo I
La condición humana
74 Modernidad y sociedad
cionar y preservar —prever y contar con— el constante aflujo de nuevos
llegados que nacen en el mundo como extraños. Sin embargo, de las tres,
la acción mantiene la más estrecha relación con la condición humana de
la natalidad; el nuevo comienzo inherente al nacimiento se deja sentir en
el mundo sólo porque el recién llegado posee la capacidad de empezar
algo nuevo, es decir, de actuar. En este sentido de iniciativa, un elemento
de acción, y por lo tanto de natalidad, es inherente a todas las actividades
humanas. Más aún, ya que la acción es la actividad política por excelencia,
la natalidad, y no la mortalidad, puede ser la categoría central del pensa-
miento político, diferenciado del metafísico.
La condición humana abarca más que las condiciones bajo las que se
ha dado la vida al hombre. Los hombres son seres condicionados, ya que
todas las cosas con las que entran en contacto se convierten de inmedia-
to en una condición de su existencia. El mundo en el que la vita activa se
consume, está formado de cosas producidas por las actividades huma-
nas; pero las cosas que deben su existencia exclusivamente a los hombres
condicionan de manera constante a sus productores humanos. Además,
de las condiciones bajo las que se da la vida del hombre en la Tierra, y en
parte fuera de ellas, los hombres crean de continuo sus propias y autopro-
ducidas condiciones que, no obstante su origen humano y variabilidad,
poseen el mismo poder condicionante que las cosas naturales. Cualquier
cosa que toca o entra en mantenido contacto con la vida humana asume
de inmediato el carácter de condición de la existencia humana. De ahí que
los hombres, no importa lo que hagan, son siempre seres condicionados.
Todo lo que entra en el mundo humano por su propio acuerdo o se ve
arrastrado a él por el esfuerzo del hombre pasa a ser parte de la condición
humana. El choque del mundo de la realidad sobre la existencia humana
se recibe y siente como fuerza condicionadora. La objetividad del mundo
—su carácter de objeto o cosa— y la condición humana se complemen-
tan mutuamente; debido a que la existencia humana es pura existencia
condicionada, sería imposible sin cosas, y éstas formarían un montón de
artículos no relacionados, un no-mundo, si no fueran las condiciones de la
existencia humana.
Para evitar el malentendido: la condición humana no es lo mismo que
la naturaleza humana, y la suma total de actividades y capacidades que
76 Modernidad y sociedad
demostración, ni siquiera un argumento, de la no existencia de Dios; pero
el hecho de que los intentos de definir la naturaleza del hombre lleven tan
fácilmente a una idea que de manera definitiva nos suena como “superhu-
mana” y, por lo tanto, se identifique con lo divino, arroja sospechas sobre
el mismo concepto de “naturaleza humana”. Por otra parte, las condiciones
de la existencia humana —la propia vida, natalidad y mortalidad, munda-
nidad, pluralidad y la Tierra— nunca pueden “explicar” lo que somos o res-
ponder a la pregunta de quiénes somos por la sencilla razón de que jamás
nos condicionan absolutamente. Ésta ha sido desde siempre la opinión de
la filosofía, a diferencia de las ciencias —antropología, psicología, biología,
etc.— que también se preocupan del hombre. Pero en la actualidad casi
cabe decir que hemos demostrado incluso científicamente que, si bien
vivimos ahora, y probablemente seguiremos viviendo, bajo las condiciones
terrenas, no somos simples criaturas sujetas a la Tierra. La moderna ciencia
natural debe sus grandes triunfos al hecho de haber considerado y tratado
a la naturaleza sujeta a la Tierra desde un punto de vista verdaderamen-
te universal, es decir, desde el de Arquímedes, voluntaria y explícitamente
considerado fuera de la Tierra.
78 Modernidad y sociedad
mundo. Ni que decir tiene que de esto no se sigue que labor y trabajo se véase ibíd.,1332b2.
elevaran en la jerarquía de las actividades humanas y alcanzaran la misma 7 Véase ibid., 1277b8 con
8
dignidad que una vida dedicada a la política. Fue, más bien, lo contrario: a respecto a la distinción entre
la ley despótica y la política.
la acción se la consideró también entre las necesidades de la vida terrena Sobre el tema de que la vida
y la contemplación (el bios theoretikos, traducido por vita contemplativa) se del déspota no es igual a la
del hombre libre porque el
dejó como el único modo de vida verdaderamente libre. 9 primero está interesado por
Sin embargo, la enorme superioridad de la contemplación sobre la las “cosas necesarias”, véase
ibíd., 1325a24.
actividad de cualquier clase, sin excluir a la acción, no es de origen cristia-
8 Sobre la extendida opinión
no. La encontramos en la filosofía política de Platón, en donde toda la utó-
de que la estimación moderna
pica reorganización de la vida de la polis no sólo está dirigida por el supe- del trabajo es de origen
rior discernimiento del filósofo, sino que no tiene más objetivo que hacer cristiano, véase apartado 44.
posible la forma de vida de éste. La misma articulación aristotélica de las 9 Consúltese santo Tomás,
diferentes formas de vida, en cuyo orden la vida del placer desempeña un Summa theologica II-II. 179
esp. art. 2, donde la vita activa
papel menor, se guía claramente por el ideal de contemplación (theöria). A surge de la necessitas vitae
la antigua libertad con respecto a las necesidades de la vida y a la coacción praesentis, y Expositio in
Psalmos, XLV 3, donde al
de los demás, los filósofos añadieron el cese de la actividad política (skho- cuerpo político se le asigna la
lë); 10 por lo tanto, la posterior actitud cristiana de liberarse de la compli- tarea de hallar todo lo que sea
necesario para la vida: in
cación de los asuntos mundanos, de todos los negocios de este mundo, se civitate oportet invenire omniu
originó en la filosofía apolitia de la antigüedad. Lo que fue exigido sólo por necessaria ad vitam.
unos pocos se consideró en la era cristiana como derecho de todos. 10 La palabra griega skholé,
La expresión vita activa, comprensiva de todas las actividades huma- al igual que la latina otium,
significa primordialmente
nas y definida desde el punto de vista de la absoluta quietud contempla- libertad de actividad política
tiva, se halla más próxima a la askholia (“inquietud”) griega, con la que y no sólo tiempo de ocio,
si bien ambas palabras se
Aristóteles designaba a toda actividad, que al bios politikos griego. Ya en emplean también para
Aristóteles la distinción entre quietud e inquietud, entre una casi jadeante indicar libertad de labor
y necesidades de la vida.
abstención del movimiento físico externo y la actividad de cualquier clase, En cualquier caso, siempre
es más decisiva que la diferencia entre la forma de vida política y la teórica, señalan una condición
libre de preocupaciones
porque finalmente puede encontrarse dentro de cada una de las tres for- y cuidados. Una excelente
mas de vida. Es como la distinción entre guerra y paz: de la misma manera descripción de la vida
cotidiana de un ciudadano
que la guerra se libra por amor a la paz, así toda clase de actividad, incluso ateniense corriente, que
los procesos de simple pensamiento, deben culminar en la absoluta quie- disfruta de plena libertad
de labor y trabajo, se halla
tud de la contemplación.11 Cualquier movimiento del cuerpo y del alma, en Fustel de Coulanges, The
así como del discurso y del razonamiento, han de cesar ante la verdad. Ésta, Ancient City (Anchor ed., 1956),
págs. 334-336; descripción
trátese de la antigua verdad del Ser o de la cristiana del Dios vivo, única- que convencerá a cualquiera
mente puede revelarse en completa quietud humana.12 del tiempo que se consumía
la tranquilidad del alma y nificado de la vita contemplativa; su muy limitada dignidad se le concede
recomienda la vita activa debido a que sirve las necesidades y exigencias de la contemplación en un
porque agota y, por lo
tanto, “aquieta las pasiones cuerpo vivo.13 El cristianismo, con su creencia en el más allá, cuya gloria se
interiores” facilitando la anuncia en el deleite de la contemplación,14 confiere sanción religiosa al
contemplación (Summa
theologica, 11 - 11. 182.3). degradamiento de la vita activa a una posición derivada, secundaria; pero
la determinación del orden coincidió con el descubrimiento de la contem-
13Santo Tomás se muestra
muy explícito sobre la plación (theoria) como facultad humana, claramente distinta del pensa-
relación entre la vita activa y miento y del razonamiento, que se dio en la escuela socrática y que desde
las exigencias y necesidades
del cuerpo humano que entonces ha gobernado el pensamiento metafísico y político a lo largo de
tienen en común hombres y nuestra tradición.15 Parece innecesario para mi propósito discutir las razo-
animales (Summa theologica,
11 - 11. 182.1). nes de esta tradición. Está claro que son más profundas que la ocasión his-
tórica que dio origen al conflicto entre la polis y el filósofo y que así, casi de
14 San Agustin habla de la
“carga” (sarcina) de la vida manera incidental, condujo también al hallazgo de la contemplación como
activa impuesta por el deber forma de vida del filósofo. Dichas razones deben situarse en un aspecto
de la caridad, que sería
insoportable sin la “suavidad” completamente distinto de la condición humana, cuya diversidad no se
(suavitas) y el “deleite de agota en las distintas articulaciones de la vita activa y que, cabe sospechar,
la verdad” que se da en la
contemplación (De civitate no se agotarían incluso si en ella incluyéramos al pensamiento y razón.
Dei, XIX 19). Si, por lo tanto, el empleo de la expresión vita activa, tal como lo pro-
15 El tradicional resentimiento pongo aquí, está en manifiesta contradicción con la tradición, se debe
del filósofo contra la condición no a que dude de la validez de la experiencia que sostiene la distinción,
80 Modernidad y sociedad
sino más bien del orden jerárquico inherente a ella desde su principio. Lo humana por el hecho de tener
un cuerpo, no es idéntico al
anterior no significa que desee impugnar o incluso discutir el tradicional antiguo desprecio por las
concepto de verdad como revelación y, en consecuencia, como algo esen- necesidades de la vida; estar
sujeto a la necesidad era sólo
cialmente dado al hombre, o que prefiera la pragmática aseveración de la un aspecto de la existencia
Edad Moderna en el sentido de que el hombre sólo puede conocer lo que corporal, y el cuerpo,
una vez liberado de esta
sale de sus manos. Mi argumento es sencillamente que el enorme peso de necesidad, era capaz de
la contemplación en la jerarquía tradicional ha borrado las distinciones y esa pura apariencia que los
griegos llamaban belleza.
articulaciones dentro de la vita activa y que, a pesar de las apariencias, esta Desde Platón los filósofos
condición no ha sufrido cambio esencial por la moderna ruptura con la añadieron al resentimiento
por estar obligados a las
tradición y la inversión final de su orden jerárquico en Marx y Nietzsche. En exigencias del cuerpo, un
la misma naturaleza de la famosa “apuesta al revés” de los sistemas filosó- nuevo resentimiento hacia
el movimiento de cualquier
ficos o de los actualmente aceptados, esto es, en la naturaleza de la propia clase. Debido a que el filósofo
operación, radica que el marco conceptual se deje más o menos intacto. vive en completa quietud,
solo su cuerpo, según Platón,
La moderna inversión comparte con la jerarquía tradicional el supues- habita en la ciudad. De aquí
to de que la misma preocupación fundamental humana ha de prevalecer deriva también el anterior
reproche do interferencia
en todas las actividades de los hombres, ya que sin un principio compren- dirigido contra los que
sivo no podría establecerse orden alguno. Dicho supuesto no es algo evi- dedicaban su vida a la política.
Capítulo II
La esfera pública y la privada
82 Modernidad y sociedad
el contrario, era algo que la vida humana tenía en común con el animal, y theologica, I. 96.4; 11. H.109.3.
sólo por esta razón no podía ser fundamentalmente humana. La natural y 18 Societas regni en Livio,
meramente social compañía de la especie humana se consideraba como societas sceleris en Cornelio
Nepote. Tal alianza pudo
una limitación que se nos impone por las necesidades de la vida biológica, también concluirse con
que es la misma para el animal humano que para las otras formas de exis- propósitos comerciales,
y santo Tomás todavía
tencia animal. mantiene que una “verdadera
Según el pensamiento griego, la capacidad del hombre para la orga- societas” entre hombres
de negocios sólo existe
nización política no es sólo diferente, sino que se halla en directa oposi- “donde el propio inversor
ción a la asociación natural cuyo centro es el hogar (oikia) y la familia. El comparte el riesgo”, esto es,
donde la sociedad es una
nacimiento de la ciudad-estado significó que el hombre recibía “además alianza. [Véase W. J. Ashley, An
de su vida privada, una especie de segunda vida, su bios politikos. Ahora Introduction to English
Economic History and Theory
todo ciudadano pertenece a dos órdenes de existencia, y hay una tajante (1931), pág. 419.]
distinción entre lo que es suyo (idion) y lo que es comunal (koinon)”. 20 No
19 Empleo aquí y en el resto
es mera opinión o teoría de Aristóteles, sino simple hecho histórico, que la del libro la expresión “especie
fundación de la polis fue precedida por la destrucción de todas las unida- humana” (mankind) para
diferenciarla de “humanidad”
des organizadas que se basaban en el parentesco, tales como la phratria y (mankind), que indica la suma
la phylee.21 De todas las actividades necesarias y presentes en las comuni- total de seres humanos.
dades humanas, sólo dos se consideraron políticas y aptas para constituir 20 Werner Jaeger, Paideia
lo que Aristóteles llamó bios politikos, es decir, la acción (praxis) y el discur- (1945), vol. III, pág. 111.
so (lexis), de los que surge la esfera de los asuntos humanos (ta ton anthro- 21 Aunque la principal tesis de
pon pragmata, como solía llamarla Platón), de la que todo lo meramente Fustel de Coulanges, según
la introducción a The Ancient
necesario o útil queda excluido de manera absoluta. City (Anchor ed., 1956),
Sin embargo, si bien es cierto que sólo la fundación de la ciudad-esta- consiste en demostrar que
“la misma religión” constituyó
do capacitó a los hombres para dedicar toda su vida a la esfera política, a la organización de la antigua
la acción y al discurso, la convicción de que estas dos facultades iban jun- familia y la antigua ciudad-
estado, aporta numerosas
tas y eran las más elevadas de todas parece haber precedido a la polis y referencias al hecho de que
estuvo siempre presente en el pensamiento presocrático. La grandeza del el régimen de la gens, basado
en la religión de la familia, y el
homérico Aquiles sólo puede entenderse si lo vemos como “el agente de de la ciudad “eran en realidad
grandes acciones y el orador de grandes palabras”. 22 A diferencia del con- dos formas antagónicas
de gobierno ... O la ciudad
cepto moderno, tales palabras no se consideraban grandes porque expre- no podía perdurar o con el
saran elevados pensamientos; por el contrario, como sabemos por las últi- tiempo tenía que destruir
a la familia” (pág. 252). La
mas líneas de Antígona, puede que la aptitud hacia las “grandes palabras” contradicción existente en
(megaloi logoi), con las que replicar a los golpes, enseñe finalmente a pen- este gran libro me parece
que reside en el intento de
sar en la vejez.23 El pensamiento era secundario al discurso, pero discur- Coulanges de tratar juntas a
so y acción se consideraban coexistentes e iguales, del mismo rango y de Roma y a las ciudades-estado
84 Modernidad y sociedad
so.25 En sus dos definiciones más famosas, Aristóteles únicamente formuló 23 La traducción literal de las
50.3. fica con el nombre de “nación”.29 Por lo tanto, nos resulta difícil compren-
der que, según el pensamiento antiguo sobre estas materias, la expresión
27 Por lo tanto, dominus
y paterfamilias fueron “economía política” habría sido una contradicción de términos: cualquier
sinónimos, al igual que servus cosa que fuera “económica”, en relación a la vida del individuo y a la super-
y familiaris: Dominum patrem
familiae apellaverunt; servos... vivencia de la especie, era no política, se trataba por definición de un asun-
familiares (Séneca, Epístolas, to familiar.30
47.12). La antigua libertad
romana del ciudadano
Históricamente, es muy probable que el nacimiento de la ciudad-esta-
de-sapareció cuando los do y la esfera pública ocurriera a expensas de la esfera privada familiar.31
emperadores romanos
adoptaron el título de Sin embargo, la antigua santidad del hogar, aunque mucho menos pronun-
dominus, “ce nom, qu’Auguste ciada en la Grecia clásica que en la vieja Roma, nunca llegó a perderse por
et que Tibère encore,
repoussaient comme une completo. Lo que impedía a la polis violar las vidas privadas de sus ciuda-
malédiction et une danos y mantener como sagrados los límites que rodeaban cada propiedad,
injure” (H. Wallon, Histoire de
l’esclavage dans l’antiquité, no era el respeto hacia dicha propiedad tal como lo entendemos nosotros,
1847, vol. III, pág. 21). sino el hecho de que sin poseer una casa el hombre no podía participar en
28 Según Gunnar Myrdal (The los asuntos del mundo, debido a que carecía de un sitio que propiamente le
Political Element in the perteneciera.32 Incluso Platón, cuyos esquemas políticos preveían la aboli-
Development of Economic
Theory, 1953, p. xl), la “idea ción de la propiedad privada y una extensión de la esfera pública hasta el
de economía social o punto de aniquilar por completo a la primera, todavía habla con gran res-
administración doméstica
colectiva (Volkswirtschaf t)” es peto de Zeus Herkeios, protector de las líneas fronterizas, y califica de horoi,
uno de los “tres principales divinas, a las fronteras entre estados, sin ver contradicción alguna.
focos” a cuyo alrededor “la
especulación política que ha
El rasgo distintivo de la esfera doméstica era que, en dicha esfera los
impregnado a la economía hombres vivían juntos llevados por sus necesidades y exigencias. Esa fuer-
86 Modernidad y sociedad
za que los unía era la propia vida —los penates, dioses domésticos, eran, desde el mismo principio se
halla para cristalizarse”.
según Plutarco, “los dioses que nos hacen vivir y alimentan nuestro cuer-
po”—,34 que, para su mantenimiento individual y supervivencia de la espe- 29 Con esto no pretendo
88 Modernidad y sociedad
Y aquí termina la posibilidad de describir en términos claros la pro- vuelve; nacimiento y muerte
sólo son dos diferentes etapas
funda diferencia entre el moderno y antiguo entendimiento de la políti- de la misma vida biológica
ca. En el Mundo Moderno, las esferas social y política están mucho menos sobre la que gobiernan los
dioses subterráneos.
diferenciadas. Que la política no es más que una función de la sociedad,
35
que acción, discurso y pensamiento son fundamentalmente superestruc- La discusión entre Sócrates
y Eutero en la Memorabilia
turas relativas al interés social, no es un descubrimiento de Karl Marx, sino (II. 8) de Jenofonte es muy
que, por el contrario, es uno de los supuestos que dicho autor aceptó de interesante. El segundo se ve
obligado por la necesidad a
los economistas políticos de la Edad Moderna. Esta funcionalización hace trabajar y está convencido
imposible captar cualquier seria diferencia entre las dos esferas; no se trata de que su cuerpo no podrá
soportar esa clase de vida
de una teoría o ideología, puesto que con el ascenso de la sociedad, esto durante mucho tiempo y
es, del “conjunto doméstico” (oikia), o de las actividades económicas a la también que en su vejez
será un menesteroso. A
esfera pública, la administración de la casa y todas las materias que ante- pesar de lo cual cree que
riormente pertenecían a la esfera privada familiar se han convertido en trabajar es mejor que pedir.
Sócrates le propone que
interés “colectivo”.39 En el Mundo Moderno, las dos esferas fluyen de mane- busque a alguien “que sea
ra constante una sobre la otra, como olas de la nunca inactiva corriente del rico y necesite un ayudante”,
a lo que Eutero responde
propio proceso de la vida. que no podría soportar la
La desaparición de la zanja que los antiguos tenían que saltar para servidumbre (donleia).
superar la estrecha esfera doméstica y adentrarse en la política es esencial- 36 La cita está tomada de
mente un fenómeno moderno. Tal separación entre lo público y lo privado Hobbes, Leviathan, parte I,
cap. 13.
aún existía de algún modo en la Edad Media, si bien había perdido gran
37 La referencia más conocida
parte de su significado y cambiado por completo su emplazamiento. Se
y hermosa es la discusión
ha señalado con exactitud que, tras la caída del Imperio Romano, la Igle- de las diferentes formas de
sia católica ofreció a los hombres un sustituto a la ciudadanía que ante- gobierno en Herodoto (III. 80-
83), donde Otanes, defensor
riormente había sido la prerrogativa del gobierno municipal.40 La tensión de la igualdad griega
medieval entre la oscuridad de la vida cotidiana y el grandioso esplendor (isonomiè), declara que
“no desea gobernar ni ser
que esperaba a todo lo sagrado, con el concomitante ascenso de lo secular gobernado”. Con igual espíritu
a lo religioso, corresponde en muchos aspectos al ascenso de lo privado a Aristóteles afirma que la
vida de un hombre libre es
lo público en la antigüedad. Claro está que la diferencia es muy acusada, ya mejor que la de un déspota,
que por muy “mundana” que llegara a ser la Iglesia, en esencia siempre era negando como cosa natural
la libertad de éste (Política,
otro interés mundano el que mantenía unida a la comunidad de creyentes. 1325a24). Según Coulanges,
Mientras que cabe identificar con cierta dificultad lo público y lo religioso, todas las palabras griegas y
latinas que expresan gobierno
la esfera secular bajo el feudalismo fue por entero lo que había sido en la sobre otros, tales como
antigüedad la esfera privada. Su característica fue la absorción, por la esfe- rex, pater, anax, basileus, se
refieren originalmente a las
ra doméstica, de todas las actividades y, por tanto, la ausencia de una esfe- relaciones domésticas y eran
ra pública.41 nombres dados por los
90 Modernidad y sociedad
vida a los asuntos de la ciudad, requería valor, ya que sólo allí predominaba (1953), pág. 194.
el interés por la supervivencia personal. Quien entrara en la esfera política 41 Las características que E.
había de estar preparado para arriesgar su vida, y el excesivo afecto hacia Levasseur (Histoire des classes
ouvrières et de l'industrie en
la propia existencia impedía la libertad, era una clara señal de servidum- France avant 1789, 1900) halla
bre.45 Por lo tanto, el valor se convirtió en la virtud política por excelen- en la organización feudal del
trabajo, son válidas para el
cia, y sólo esos hombres que lo poseían eran admitidos en una asociación conjunto de las comunidades
que era política en contenido y propósito y de ahí que superara la simple feudales: “Chacun vivait chez
soi et vivait de soi-même, le
unión impuesta a todos —esclavos, bárbaros y griegos por igual— por los noble sur sa seigneurie, le
apremios de la vida.46 La “buena vida”, como Aristóteles califica a la del vilain sur sa culture, le citadin
dans sa ville” (pág. 229).
ciudadano, no era simplemente mejor, más libre de cuidados o más noble
42
que la ordinaria, sino de una calidad diferente por completo. Era “buena” El trato justo a los esclavos,
recomendado por Platón
en el grado en que, habiendo dominado las necesidades de la pura vida, en las Leyes (777), tiene
liberándose de trabajo y labor, y vencido el innato apremio de todas las poco que ver con la justicia
y no se recomienda “por
criaturas vivas por su propia supervivencia, ya no estaba ligada al proceso consideración a los esclavos,
biológico vital. sino por respeto a nosotros
mismos”. Con respecto a
En la raíz de la conciencia política griega hallamos una inigualada cla- la coexistencia de las dos
ridad y articulación en el trazado de esta distinción. Ninguna actividad que leyes, la política de justicia y
la doméstica, véase Wallon,
sólo sirviera al propósito de ganarse la vida, de mantener el proceso vital, op. cit. vol II, pág. 200: “La loi,
tenía entrada en la esfera política, a pesar del grave riesgo de abandonar el pendant bien longtemps,
donc ... s’abstenait de
comercio y la fabricación a la laboriosidad de esclavos y extranjeros, con lo pénétrer dans la famille, où
que Atenas se convirtió en la “pensionópolis” de un “proletariado de consu- elle reconnaissait l’empire
d'une autre loi”. La jurisdicción
midores” vividamente descrito por Max Weber.47 El verdadero carácter de antigua, especialmente la
polis se manifiesta por entero en la filosofía política de Platón y Aristóteles, romana, relativa a los asuntos
domésticos, trato dado a los
aunque la línea fronteriza entre familia y polis queda a veces borrada, en esclavos, relaciones familiares,
especial en Platón, quien, probablemente siguiendo a Sócrates, comenzó a etc., estaba en esencia
destinada a limitar el poder,
sacar su ejemplo e ilustraciones de la polis mediante las experiencias coti- de otra forma no restringido,
dianas de la vida privada, y también en Aristóteles cuando, tras Platón, da del cabeza de familia; era
inimaginable que pudiera
por sentado inicialmente que al menos el origen histórico de la polis ha de existir una norma de justicia
estar relacionado con las necesidades de la vida y que sólo su contenido o en la por completo “privada”
sociedad de los mismos
inherente objetivo (telos) hace que ésta trascienda a “buena vida”. esclavos, ya que por definición
Estos aspectos de las enseñanzas de la escuela socrática, que no tarda- estaban al margen de la ley
y sujetos a la voluntad de su
ron en pasar a ser axiomáticos hasta un grado de trivialidad, eran entonces dueño. Sólo éste, en cuanto
los más nuevos y revolucionarios y surgían no de la experiencia real en la también era ciudadano,
estaba sometido a las leyes,
vida política, sino del deseo de liberarse de su carga, deseo que los filó- que, en beneficio de la ciudad,
sofos sólo podían justificar en su propio entendimiento demostrando que a veces incluso reducían su
92 Modernidad y sociedad
antiguos, que consideraban su contenido como materia privada— como romana, los esclavos griegos
solían ser de la
a la política, propiamente hablando. El hecho histórico decisivo es que lo misma nacionalidad que sus
privado moderno en su más apropiada función, la de proteger lo íntimo, dueños; habían demostrado
su naturaleza servil al no
se descubrió como el opuesto no a la esfera política, sino a la social, con la suicidarse y, puesto que el
que sin embargo se halla más próxima y auténticamente relacionado. valor era la virtud política
por excelencia, su “natural”
El primer explorador claro y en cierto grado incluso teórico de la inti- indignidad, su incapacidad
midad fue Jean-Jacques Rousseau, quien es el único gran autor citado a para ser ciudadanos. La
actitud hacia los esclavos
menudo por su nombre de pila. Llegó a su descubrimiento a través de una cambió en el Imperio Romano,
rebelión, no contra la opresión del Estado, sino contra la insoportable per- no sólo debido a la influencia
del estoicismo, sine también
versión del corazón humano por parte de la sociedad, su intrusión en las a que una gran parte de la
zonas más íntimas del hombre que hasta entonces no habían necesitado población esclava lo era de
nacimiento. Pero incluso en
especial protección. La intimidad del corazón, a desemejanza del hogar Roma, labos es considerado
privado, no tiene lugar tangible en el mundo, ni la sociedad contra la que por Virgilio (Eneida, VI)
como algo estrechamente
protesta y hace valer sus derechos puede localizarse con la misma seguri- relacionado con la muerte no
dad que el espacio público. Para Rousseau, lo íntimo y lo social eran más gloriosa.
bien modos-subjetivos de la existencia humana y, en su caso, era como si 46 Que el hombre libre se
Jean-Jacques se rebelara contra un hombre llamado Rousseau. El indivi- distingue del esclavo por su
valor parece haber sido el
duo moderno y sus interminables conflictos, su habilidad para encontrarse tema de un poema del poeta
en la sociedad como en su propia casa o para vivir por completo al mar- cretense Hibrias:“Mis riquezas
son la lanza, la espada y el
gen de los demás, su carácter siempre cambiante y el radical subjetivismo hermoso escudo... quienes
de su vida emotiva, nacieron de esta rebelión del corazón. La autenticidad no se atreven a llevar lanza
espada y el hermoso escudo
del descubrimiento de Rousseau está fuera de duda, por dudosa que sea que protege al cuerpo, caen
la autenticidad del individuo que fue Rousseau. El asombroso florecimien- a mis pies empavorecidos y
me llaman señor y gran rey”
to de la poesía y de la música desde la mitad del siglo XVIII hasta casi el (tomado de Eduard Meyer, Die
último tercio del XIX, acompañado por el auge de la novela, única forma Sklaverei im Altertum, 1898,
pág. 22).
de arte por completo social, coincidiendo con una no menos sorprenden-
47 Max Weber,
te decadencia de todas las artes públicas, en especial la arquitectura, cons-
“Agrarverhältnisse im
tituye suficiente testimonio para expresar la estrecha relación que existe Altertum”, Gesammelte
entre lo social y lo íntimo. Aufsätze zur Social- und
Wirtschaftsgeschichte (1924),
La rebelde reacción contra la sociedad durante la que Rousseau y los pág. 147.
románticos descubrieron la intimidad iba en primer lugar contra las igua-
ladoras exigencias de lo social, contra lo que hoy día llamaríamos confor-
mismo inherente a toda sociedad. Es importante recordar que dicha rebe-
lión se realizó antes de que el principio de igualdad, al que hemos culpado
de conformismo desde Tocqueville, hubiera tenido tiempo de hacerse sen-
94 Modernidad y sociedad
cuales tienden a “normalizar” a sus miembros, a hacerlos actuar, a excluir
la acción espontánea o el logro sobresaliente. En Rousseau encontramos
estas exigencias en los salones de la alta sociedad, cuyas convenciones
siempre identifican al individuo con su posición en el marco social. Lo que
interesa es esta ecuación con el estado social, y carece de importancia si se
trata de verdadero rango en la sociedad medio feudal del siglo XVIII, título
en la sociedad clasista del XIX, o mera función en la sociedad de masas de
la actualidad. Por el contrario, el auge de este último tipo de sociedad sólo
indica que los diversos grupos sociales han sufrido la misma absorción en
una sociedad que la padecida anteriormente por las unidades familiares;
con el ascenso de la sociedad de masas, la esfera de lo social, tras varios
siglos de desarrollo, ha alcanzado finalmente el punto desde el que abarca
y controla a todos los miembros de una sociedad determinada, igualmen-
te y con idéntica fuerza. Sin embargo, la sociedad se iguala bajo todas las
circunstancias, y la victoria de la igualdad en el Mundo Moderno es sólo el
reconocimiento legal y político del hecho de que esa sociedad ha conquis-
tado la esfera pública, y que distinción y diferencia han pasado a ser asun-
tos privados del individuo.
Esta igualdad moderna, basada en el conformismo inherente a la
sociedad y únicamente posible porque la conducta ha, reemplazado a la
acción como la principal forma de relación humana, es en todo aspecto
diferente a la igualdad de la antigüedad y, en especial, a la de las ciuda-
des-estado griegas. Pertenecer a los pocos “iguales” (homoioi) significaba
la autorización de vivir entre pares; pero la esfera pública, la polis, estaba
calada de un espíritu agonal, donde todo individuo tenía que distinguir-
se constantemente de los demás, demostrar con acciones únicas o logros
que era el mejor (aien aristeuein).49 Dicho con otras palabras, la esfera esta- 49 Aien aristeuein kai
96 Modernidad y sociedad
Moderna, los fenómenos modernos que hicieron posible tal tratamiento económico” de la economía
liberal.
—grandes números, explicación del conformismo y automatismo en los
51 Que el utilitarismo liberal,
asuntos humanos fueron precisamente esos rasgos que, a juicio de los
y no el socialismo, se ve
griegos, diferenciaban la civilización persa de la suya propia. “obligado a una insostenible
La infortunada verdad sobre el behaviorismo y la validez de sus “leyes” ‘ficción comunista’ sobre la
unidad de la sociedad” y que
es que cuanto más gente hay, más probablemente actúan y menos pro- “la ficción comunista [está]
bablemente toleran la no-actuación. De manera estadística, esto queda implícita en muchos textos
de economía”, constituye
demostrado en la igualación de la fluctuación. En realidad, las hazañas una de las principales tesis
cada vez tendrán menos oportunidad de remontar la marea del compor- del brillante trabajo de
Myrdal (op. cit., págs. 54 y
tamiento, y los acontecimientos perderán cada vez más su significado, es 150). Demuestra de manera
decir, su capacidad para iluminar el tiempo histórico. La uniformidad esta- concluyente que la economía
sólo puede ser una ciencia
dística no es en modo alguno un ideal científico inofensivo, sino el ya no si se da por sentado que un
secreto ideal político de una sociedad que, sumergida por entero en la interés llena a la sociedad
como un todo. Tras la “armonía
rutina del vivir cotidiano, se halla en paz con la perspectiva científica inhe- de intereses” se erige siempre
rente a su propia existencia. la “ficción comunista” de un
interés, que podría llamarse
La conducta uniforme que se presta a la determinación estadística y, bienestar. Los economistas
por lo tanto, a la predicción científicamente correcta, apenas puede expli- liberales, en consecuencia,
siempre se dejaron llevar
carse por la hipótesis liberal de una natural “armonía de intereses”, funda- por un ideal “comunista”,
mento de la economía “clásica”; no fue Karl Marx, sino los propios econo- es decir, por el “interés de
la sociedad como un todo”
mistas liberales quienes tuvieron que introducir la “ficción comunista” , es (págs. 194-195). El problema
decir, dar por sentado que existe un interés común de la sociedad como del argumento radica en que
esto “equivale a la afirmación
un todo, que con “mano invisible” guía la conducta de los hombres y armo- de que la sociedad ha de
niza sus intereses conflictivos.51 La diferencia entre Marx y sus precursores concebirse como un solo
súbdito, que es precisamente
radicaba solamente en que él tomó la realidad del conflicto, tal como se lo que no puede concebirse.
presentaba en la sociedad de su tiempo, tan seriamente como la ficción Si lo hiciéramos, estaríamos
intentando abstraer el hecho
hipotética de la armonía; estaba en lo cierto al concluir que la “socializa- esencial de que la actividad
ción del hombre” produciría automáticamente una armonía de todos los social es el resultado de varios
individuos”. (pág. 154).
intereses, y fue más valeroso que sus maestros liberales cuando propuso
establecer en realidad la “ficción comunista” como fundamento de todas
las teorías económicas. Lo que Marx no comprendió —no podía compren-
derlo en su tiempo— fue que el germen de la sociedad comunista estaba
presente en la realidad de una familia nacional, y que su pleno desarrollo
no estaba obstaculizado por ningún interés de clase como tal, sino sólo
por la ya caduca estructura monárquica de la nación-estado. Indudable-
mente, lo que impedía un suave funcionamiento de la sociedad eran cier-
98 Modernidad y sociedad
do a que, a través de la sociedad, de una forma u otra ha sido canalizado
hacia la esfera pública el propio proceso de la vida. En la esfera privada de
la familia era donde se cuidaban y garantizaban las necesidades de la vida,
la supervivencia individual y la continuidad de la especie. Una de las carac-
terísticas de lo privado, antes del descubrimiento de lo íntimo, era que el
hombre existía en esta esfera no como verdadero ser humano, sino única-
mente como espécimen del animal de la especie humana. Ésta era preci-
samente la razón básica del tremendo desprecio sentido en la antigüedad
por lo privado. El auge de la sociedad ha hecho cambiar la opinión sobre
dicha esfera, pero apenas ha transformado su naturaleza. El carácter mono-
lítico de todo tipo de sociedad, su conformismo que sólo tiene en cuenta
un interés y una opinión, básicamente está enraizado en la unicidad de la
especie humana. Debido a que dicha unicidad no es fantasía ni siquiera
simple hipótesis científica, como la “ficción comunista” de la economía clá-
sica, la sociedad de masas, en la que el hombre como animal social rige de
manera suprema y donde en apariencia puede garantizarse a escala mun-
dial la supervivencia de la especie, es capaz al mismo tiempo de llevar a la
humanidad a su extinción.
Tal vez la indicación más clara de que la sociedad constituye la orga-
nización pública del propio proceso de la vida, pueda hallarse en el hecho
de que en un tiempo relativamente corto la nueva esfera social transformó
todas las comunidades modernas en sociedades de trabajadores y em-
pleados; en otras palabras, quedaron en seguida centradas en una activi-
dad necesaria para mantener la vida. (Para obtener una sociedad de traba-
jadores, está claro que no es necesario que cada uno de los miembros sea
trabajador —ni siquiera la emancipación de la clase trabajadora y el enor-
me poder potencial que le concede el gobierno de la mayoría son decisi-
vos—, sino que todos sus miembros consideren lo que hacen fundamen-
talmente como medio de mantener su propia vida y la fe de su familia). La
sociedad es la forma en que la mutua dependencia en beneficio de la vida
y nada más adquiere público significado, donde las actividades relaciona-
das con la pura supervivencia se permiten aparecer en público.
En modo alguno es indiferente que se realice una actividad en públi-
co o en privado. Sin duda el carácter de la esfera pública debe cambiar de
acuerdo con las actividades admitidas en él, pero en gran medida la pro-
eran tan distintos que em- carácter de lo pasmoso inesperado es inherente a todos los comienzos
pleaba la palabra initium ya todos los orígenes. Así, el origen de la vida a partir de la materia inor-
para indicar el comienzo del
hombre y principium para gánica es una infinita improbabilidad de los procesos inorgánicos, como
designar el comienzo del lo es el nacimiento de la Tierra considerado desde el punto de los proce-
mundo, que es la traducción
modelo del primer verso de la sos del universo, o la evolución de la vida humana a partir de la animal. Lo
Biblia. Como puede verse en nuevo siempre se da en oposición a las abrumadoras desigualdades de las
De civitate Dei, XI. 32, la palabra
principium tenía para san leyes estadísticas y de su probabilidad, que para todos los fines prácticos
Agustín un significado mucho y cotidianos son certeza; por lo tanto, lo nuevo siempre aparece en forma
menos radical; el comienzo del
mundo “no significa que nada de milagro. El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que
fuera hecho antes (porque los cabe esperarse de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infi-
ángeles existían)”, mientras que
explícitamente añade en la nitamente improbable y una vez más esto es posible debido sólo a que
frase citada con referencia al cada hombre es único, de tal manera que con cada nacimiento algo sin-
hombre que nadie existía antes
de él. gularmente nuevo entra en el mundo. Con respecto a este alguien que es
único cabe decir verdaderamente que nadie estuvo allí antes que él. Si la
pena señalar que Platón, que no tenía indicio alguno del concepto moder-
no de la historia, haya sido el primero en inventar la metáfora de un actor
tras la escena que, a espaldas de los hombres que actúan, tira de los hilos
y es responsable de la historia. El dios platónico no es más que un símbolo
por el hecho de que las historias reales, a diferencia de las que inventamos,
carecen de autor; como tal, es el verdadero precursor de la Providencia, la
“mano invisible”, la Naturaleza, el “espíritu del mundo”, el interés de clase, y
demás, con los que los filósofos cristianos y modernos intentaron resolver
el intrincado problema de que si bien la historia debe su existencia a los
hombres, no es “hecha” por ellos. (Nada indica con mayor claridad la natu-
raleza política de la historia —su carácter de ser una narración de hechos
y acción en vez de tendencias, fuerzas o ideas— que la introducción de un
actor invisible tras la escena a quien encontramos en todas las filosofías de
la historia, las cuales sólo por esta razón pueden reconocerse como filoso-
fías disfrazadas. Por el mismo motivo, el simple hecho de que Adam Smith
necesitara una “mano invisible” para guiar las transacciones en el mercado
de cambio muestra claramente que en dicho cambio se halla implicado
algo más que la pura actividad económica, y que el “hombre económico”,
cuando hace su aparición en el mercado, es un ser actuante y no sólo un
productor, negociante o traficante).
El autor invisible tras la escena es un invento que surge de una perple-
jidad mental, pero que no corresponde a una experiencia real. Mediante
esto, la historia resultante de la acción se interpreta erróneamente como
los agentes de la historia, puesto que escapan a toda generalización y por 66 Por lo tanto, Aristóteles se
lo tanto a toda reificación, sólo pueden transmitirse mediante una imita- refiere no a una imitación de
la acción (praxis), sino de los
ción de su actuación. Éste es también el motivo de que el teatro sea el arte agentes (prattontes) (véase
político por excelencia; sólo en él se transpone en arte la esfera política de Poética, 1448a1 sigs., 1448b25,
1449b24 sigs.). Sin embargo,
la vida humana. Por el mismo motivo, es el único arte cuyo solo tema es el no es consecuente con este
hombre en su relación con los demás. use (veáse 1451 a29, 1447a28).
El punto decisivo radica en
que la tragedia no trata de las
cualidades de los hombres, de
28. El poder y el espacio de la aparición su poiotés, sino de todo lo que
ocurría con respecto a ellos,
El espacio de aparición cobra existencia siempre que los hombres se a sus acciones, vida y buena
o mala fortuna (1450a15-18).
agrupan por el discurso y la acción, y por lo tanto precede a toda formal El contenido de la tragedia,
constitución de la esfera pública y de las varias formas de gobierno, o sea, por lo tanto, no es lo que
Ilamaríamos carácter, sino
las varias maneras en las que puede organizarse la esfera pública. Su pecu- acción o argumento.
liaridad consiste en que, a diferencia de los espacios que son el trabajo de
67 Que el coro “imita menos”
nuestras manos, nos sobrevive a la actualidad del movimiento que le dio se menciona en los
existencia, y desaparece no sólo con la dispersión de los hombres —como Problemata aristotélicos
(918b28).
en el caso de grandes catástrofes cuando se destruye el cuerpo político
de un pueblo—, sino también con la desaparición o interrupción de las
propias actividades. Siempre que la gente se reúne, se encuentra poten-
76
como la curación o la navegación, donde, como en la interpretación del
Ética a Nicómaco, 1097b22
danzarín o del actor, el “producto” es idéntico al propio acto interpreta-
tivo. Pero cabe apreciar lo que les ha ocurrido a la acción y al discurso,
que son los únicos con existencia real, y por consiguiente las actividades
más altas en la esfera política, cuando escuchamos lo que ha dicho sobre
ellos la sociedad moderna, con la peculiar y no comprometedora consis-
tencia que la caracterizó en sus primeras etapas. Porque esta importan-
tísima degradación de la acción y del discurso se denota cuando Adam
Smith clasifica todas las ocupaciones que se basan esencialmente en
¿Qué es la política?
Fragmento 1
Agosto de 1950
¿Qué es la política?
1. La política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres. Dios
ha creado al hombre [Mensch], los hombres son un producto humano,
terrenal, el producto de la naturaleza humana. Puesto que la filosofía y la
teología se ocupan siempre del hombre, puesto que todos sus enunciados
serían correctos incluso si sólo hubiera un hombre, o dos hombres, o úni-
camente hombres idénticos, no han encontrado ninguna respuesta filosó-
ficamente válida a la pregunta: ¿Qué es la política? Peor todavía: para todo
pensamiento científico sólo hay el hombre —tanto en la biología o la psico-
logía como en la filosofía y la teología, así como para la zoología sólo hay el
león. Los leones serían una cuestión que sólo concerniría a los leones.
En todos los grandes pensadores —incluido Platón— es llamativa la
diferencia de rango entre sus filosofías políticas y el resto de su obra. La
política nunca alcanza la misma profundidad. La ausencia de profundidad
de sentido no es otra cosa que la falta de sentido para la profundidad en la
que la política está anclada.
2. La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diver-
sos. Los hombres se organizan políticamente según determinadas comu-
nidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de
las diferencias. En la medida en que se construyen cuerpos políticos sobre
la familia y se los entiende a imagen de ésta, se considera que los paren-
tescos pueden, por un lado, unir a los más diversos y, por otro, permitir que
figuras similares a individuos se distingan las unas de las otras.
[Realisieren]. Seguramente se
6. Es tan difícil darse cuenta3 de que debemos ser realmente libres
refiere a: darse cuenta (inglés:
en un territorio delimitado, es decir, ni empujados por nosotros mismos to realize).
ni dependientes de material dado alguno. Sólo hay libertad en el particu-
lar ámbito del entre de la política. Ante esta libertad nos refugiamos en la
“necesidad” de la historia. Una absurdidad espantosa.
7. Podría ser que la misión de la política fuera elaborar un mundo tan
transparente para la verdad como la creación de Dios. En el sentido del
mito judeo-cristiano esto significaría: el hombre, creado a imagen de Dios,
ha recibido una fuerza generadora para organizar al hombre a semejan-
za de la creación divina. Esto probablemente es un disparate. Pero sería la
única demostración y justificación posible de la idea de una ley natural.
En la absoluta diversidad de todos los hombres entre sí, que es mayor
que la diversidad relativa de pueblos, naciones o razas; en la pluralidad,
está contenida la creación del hombre por Dios. Ahí, sin embargo, la polí-
tica no tiene nada que hacer. Pues la política organiza de antemano a los
absolutamente diversos en consideración a una igualdad relativa y para
diferenciarlos de los relativamente diversos.
II
KOSELLECK: Vergangene
ses: modern times o temps modernes designan en torno a 1800 los tres
Zukunft, Francfort 1979.
últimos siglos transcurridos hasta entonces. El descubrimiento del “Nuevo
nificado que sigue en pie hasta nuestros días: revolución, progreso, eman- “Erfahrungsraum und
Erwartungshorizont”, en
cipación, desarrollo, crisis, espíritu de la época, etc.12 Estas expresiones se KOSELLECK (1979), 349 ss.
en H. R. Jauss, “Literarische
Para Baudelaire se confundían en ese momento la experiencia estética Tradition und gegenwärtiges
con la experiencia histórica de la modernidad. En la experiencia fundamen- Bewusstsein der
Modernität”, en H. R. JAUSS,
tal de la modernidad estética se agudiza el problema de la autofundamen- Literaturgeschichte als
tación porque aquí el horizonte de la experiencia del tiempo se contrae a Provokation, Francfort 1970,
11 ss. Cfr. también H. R. JAUSS
una subjetividad decentrada, liberada de las convenciones perceptivas de en FRIEDEBURG, HABERMAS
la vida cotidiana. Para Baudelaire la obra de arte moderno ocupa por ello (1983), 95 ss.
complètes, 2, 694.
Walter Benjamin hace suyo este motivo en un intento de hallar toda-
vía solución a la paradójica tarea de cómo de la contingencia de una
modernidad devenida absolutamente transitoria cabría obtener criterios
propios. Mientras que Baudelaire se había contentado con la idea de que
la constelación del tiempo y eternidad acontece en la obra de arte autén-
tica, Benjamin quiere retraducir esta experiencia estética fundamental en
una relación histórica. Forma el concepto de “ahora” (Jetztzeit), un ahora
que lleva incrustadas astillas del tiempo mesiánico o de la consumación
del tiempo, y lo hace valiéndose del motivo de la imitación que, aunque
sutilizado hasta el extremo, cabe rastrear en los fenómenos de la moda: “La
Revolución Francesa se entendía como una Roma rediviva. Citaba a la vieja
Roma exactamente como la moda cita un traje del pasado. La moda tiene
un fino olfato para lo actual por más que lo actual se esconda en la maleza
del pasado. La moda es el salto de tigre hacia el pasado... Ese mismo salto
que bajo el cielo libre de la historia es el salto dialéctico; que fue como
Marx entendió la Revolución”. 24 Benjamin no solamente se rebela contra
la normatividad prestada de que hace gala una comprensión de la histo- 24 W, BENJAMIN , “Über den
forma y contenido del arte romántico vienen determinados por la interio- 43 H., tomo 13,95.
IV
Kant expresa el mundo moderno en un edificio de ideas. Pero esto sólo sig-
nifica que en la filosofía kantiana se reflejan como en un espejo los rasgos
esenciales de la época sin que Kant alcanzara a entender, la modernidad
como tal. Sólo mirando retrospectivamente puede Hegel entender la filo-
sofía de Kant como la autoexplicitación decisiva de la modernidad; Hegel
cree conocer lo que incluso en esta expresión más reflexiva de la época
sigue sin entenderse: en las diferenciaciones que se producen dentro de
la razón, en las trabazones formales dentro de la cultura, y en general en la
Alternativas
Me parece que, en lugar de abandonar el proyecto de la modernidad
como una causa perdida, deberíamos aprender de los errores de aquellos
programas extravagantes que trataron de negar la modernidad. Quizá la
recepción del arte ofrezca un ejemplo que, por lo menos, señale un cami-
no de salida.
El arte burgués despertaba, al mismo tiempo, dos expectativas en su
público. Por un lado, el lego que gozaba con el arte debía educarse hasta
convertirse en un especialista. Por el otro, también debía comportarse como
un consumidor competente que utiliza el arte y vincula sus experiencias
estéticas a los problemas de su propia vida. Esta segunda modalidad, al pare-
cer inocua, ha perdido sus implicaciones radicales porque mantuvo una rela-
ción confusa con las actitudes del experto y del profesional.
Sin duda, la producción artística se debilitaría, si no se la realizará
según las modalidades de un abordaje especializado de problemas autó-
nomos y si dejara de ser el objeto de especialistas que no prestan demasia-
Lectura Nº1
Kant, Inmanuel. “¿Qué es la ilustración?”. En ¿Qué es la ilus-
tración? Madrid, España, Editorial Tecnos, 1993, pp. 17-29.
satisfacer la creciente necesidad de capital, y para compartir los riesgos 9 La forma tradicional de la
crecientes, pronto se configuraron esas compañías como sociedades por dominación está revestida
también de la competencia
acciones. Pero necesitaban además sólidas garantías políticas. Los merca- de exponer e interpretar lo
dos del comercio exterior eran considerados por entonces, fundadamen- que pasa por ser “la vieja
mientos bélicos, de rendimientos de cosechas, impuestos, transportes de 17 H. Arendt, op. cit., p. 43,
metales nobles, y sobre todo noticias acerca del tráfico comercial interna- citado según la versión
alemana: Vita Activa, Stuttgart,
cional.19 Pero sólo un arroyuelo de esa corriente de noticias, filtrada como 1960, p. 47. Sociedad civil,
está por esos periódicos “escritos”, llega a aquellos periódicos impresos. civil so-ciety, societé civile,
revelan evidentemente, aún
Los suscriptores de las correspondencias privadas no tenían ningún inte- en el use lingüístico el siglo
rés en que el contenido de éstas se hiciera público. Por eso los periódicos XVIII la vieja tradición de la
“política”, que no distinguía
políticos no existen para los comerciantes, sino, al revés, los comerciantes todavía “la sociedad civil” del
existen para los periódicos. Custodes novellarum les llaman sus contempo- “Estado”. Véase al respecto, M.
Rie-del, “Aristotelestradition
rá-neos, precisamente por esa dependencia de la información periodísti- am Ausgang des XVIII
ca pública respecto del tráfico privado de noticias.20 La criba del control Jahrhunderts”, en Festschrift
F. O. Brunner, Göttingen,
no oficial de noticias efectuada por los comerciantes y la censura oficial de 1962, pp. 276 y ss. Del mismo
noticias practicada por la Administración constituían obstáculos salvados autor, “Hegels bürgerliche
Gesellschaft and das Problem
de ordinario por las noticias referentes al extranjero, a la corte y al comer- ihres Urs-prungs”, en ARS Bel
cio mismo si la noticia era irrelevante; del repertorio de la hoja impresa se 48, 1962, pp. 539 y ss. Mucho
antes consigue la nueva
conservaban las “nuevas” tradicionales —las curas milagrosas y las lluvias esfera de lo social su concepto
torrenciales, los asesinatos, epidemias e incendios.21 Así, se daba a la publi- impolítico correspondiente
en el moderno derecho
cación informaciones de segundo orden del material de noticias dispo- natural; véase mi ensayo
nible; sin embargo, el por qué llegó a ampliarse ese volumen de informa- “Die klassische Lehre von der
Politik in ihrem Verhältnis zur
ciones y a hacerse accesible, incluso público, requiere una explicación. Es Sozialphilosophie”, en Theorie
cuestionable que el solo interés del escritor hubiera bastado; en todo caso, and Praxis, cit.,
pp. 13 y ss.
siempre tuvieron los expendedores de noticias interés en su publicación. El
18 O. Brunner, Adeliges
tráfico de noticias se desarrolla no sólo en relación con las necesidades del
Landleben, cit., pp. 242 y ss.
tráfico mercantil: las noticias mismas se han convertido en mercancías. La
19 Véase K. Kempters, Die
información periodística profesional obedece, por tanto, a las mismas leyes
wirtschaftliche
del mercado, a cuyo surgimiento debe ella su propia existencia. No por Berichterstattung in den sog.
casualidad se desarrollan los periódicos impresos frecuentemente en las Fuggerzeitungen, Münich,
1936
mismas oficinas de correspondencia en las que se confeccionan los perió-
20
dicos escritos. Toda información epistolar tiene su precio, y resulta natural Herman Bode, Anfänge
Berlín y Leipzig, 1928, p. 580. mos entender como una especie de adaptación de la representación a
la nueva forma de la publicidad—, aparecían también “disposiciones del
soberano para el bien de los súbditos”. Pero al punto se convirtió la pren-
sa en una sistemática servidora de los intereses de la Administración. Una
disposición del Gobierno vienés, de marzo de 1769, sobre la prensa mues-
22 Citado por Groth, op. cit., tra el estilo de esa práctica: “Para que el periodista pueda saber qué clase
vol. I, p. 585.
de decretos internos, entidades y otras cosas que acontezcan son apro-
23Staley Morrison, The English piados para el público, serán compendiados semanalmente por las auto-
Newspaper, Cambridge, 1932.
ridades y librados a los autores periodísticos”. Ya Richelieu poseyó, como
24W. Sombart, op. cit., vol. sabemos por las cartas de Hugo Grotius —por entonces ministro pleni-
II, pp. 406 y ss.; también K.
Bücher, Ges. Aufsätze zur potenciario sueco en París—, un vivo sentido para el aprovechamiento
Zeitungskunde, cit., p. 87. Igual del nuevo instrumento.22 Era protector del periódico estatal fundado en
que en los primeros volantes
de anuncios, también los 1631 por Renaudot, periódico que es el modelo inspirador de la Gazette
incluidos en las hojas de of London, aparecida en 1665 bajo Carlos II. Dos años antes había hecho
anuncios del siglo XVIII se
referían a mercancías y plazos su aparición el Intelligencer, oficialmente autorizado, que puede enlazarse
fuera del tráfico mercantil con un Daily Intelligencer of Court, City and Country, que aparecía esporádi-
corriente, a oportunidades
de compra, a libros y camente ya desde 1643.23 Esas hojas de anuncios aparecidas en Francia
medicamentos, a compañía como medio auxiliar de los despachos de noticias y anuncios se convirtie-
para los viajes, a ofertas de
servicios, etc. Los anuncios ron en todas partes en instrumento dilecto de los gobiernos.24 En muchas
propagandísticos, los ocasiones, incautaron los gobiernos los despachos de noticias y los perió-
reclamos publicitarios en el
sentido propio de la palabra, dicos de anuncios se convirtieron en hojas oficiales. Esa medida, dice una
apenas estaban extendidos: orden ministerial prusiana del año 1772, debe ser “útil al público” y “facili-
el mercado de bienes y de
trabajo se regula aún face to tar la inversión”. Junto a las disposiciones y licitaciones “en policía, comer-
face. cios y manufactura”, aparecen las cotizaciones de los mercados de frutas,
4. El elemento fundamental
La publicidad burguesa puede captarse ante todo como la esfera en
que las personas privadas se reúnen en calidad de público. De pronto se
—del tráfico mercantil y del trabajo social. Carece de paradigma —propia 34 Kant utiliza räsonieren
e históricamente— el medio de que se valió esa concertación: el racio- y Räsonnement
ingenuamente,en el sentido
cinio. En nuestro uso lingüístico conserva esta palabra33 perfectamente de la Ilustración. Está, por
los dos polémicos matices: la llamada a la razón y, al mismo tiempo, su así decirlo, aquende las
barricadas; Hegel está en
desdeñosa rebaja a refunfuñante sutileza34 Hasta aquel momento, los ellas. Hegel, fiel a la tradición
estamentos habían llegado a acuerdos con los soberanos en los que, platónica, encuentra
ejemplarmente constituido
caso a caso, las encontradas aspiraciones de poder habían conseguido el pensamiento raciocinante
equilibrarse sobre la base de la delimitación de las libertades estamen- (räsonierende Denken) —que,
como mera consideración
tales respecto de las autoridades reales o de las soberanías.35 Esa prácti- del entendimiento que es,
ca condujo desde el siglo XIII a una dualización de los estamentos seño- no penetra en la concreta
universalidad del con-cepto—,
riales y del soberano; no tardaron los estamentos provinciales en repre- en los sofistas. De su raciocinio
sentar meramente a la provincia frente al soberano. Como es sabido, dice “que el deber de toque
haya que hacer no se hace
adoptó en Inglaterra esa evolución, con la relativización del poder real venir del concepto en y para
por medio del Parlamento, un curso distinto que en el continente, en el sí existente de la cosa, sino
que se decide de lo justo
que los estamentos fueron mediatizados por el monarca. Con ese modo y lo injusto, de la utilidad y
de compensación del poder, aparece el tercer estamento, que no puede la perjudicialidad sobre la
base de motivaciones exter-
ya imponerse como un estamento de dominio. Un reparto del dominio nas” (Vorlesungert über die
mediante la delimitación de los derechos señoriales (derechos señoria- Gesclcichte der Philosophie,
vol. II, Michelet, ed. al cuidado
les fueron también las “libertades” estamentales) no es ya posible sobre de Glockner, vol. XVIII, p. 22).
la base de la economía de tráfico mercantil —la capacidad de disponer Hegel degrada al raciocinio,
sobre todo en su use
privadamente de la propiedad capitalista fungible es un poder impolíti- público, para legitimar a la
co. Los burgueses son, personas privadas y como tales no “dominan”. Por autoridad política —con la
que, evidentemente, está
eso sus exigencias de poder frente al poder público no se enfrentan al en polémica el público
conglomerado del dominio con intención de “repartirlo”, sino que tien- raciocinante— como
momento constitutivo de una
den a acatar el principio del dominio existente. El principio del control esfera superior: “El concepto
que el público burgués enfrenta al principio del dominio, es decir, pre- del monarca es el concepto
más difícil para el raciocinio
cisamente, la publicidad, no quiere cambiar el dominio como tal. La exi- (Räsonnement), esto es, para
gencia de poder exhibida en el raciocinio público, que eo ipso renuncia a la consideración reflexiva del
entendimiento, puesto que el
la forma de una exigencia de dominio, tenía que conducir, si quería pre- raciocinio no consigue rebasar
valecer, a algo más que a una remoción de la base legitimatoria de un las determinaciones aisladas”
(Rechtphilosophie, Gans, ed. al
dominio por principio legítimo (véase el epígrafe 7). cuidado de Glockner, vol. VII,
Las medidas de la “razón” y las formas de la “ley”, a las que el dominio pp. 283 y ss., § 279).
familia” procede de los el moderno sentido de intimidad libre y colmada. El antiguo sentido de
clásicos de la filosofía política lo “privado” —de un decurso inevitable, sentenciado por la necesidad de
de la modernidad. Así habló
Hobbes, por ejemplo, de sobrevivir— parece ahora desterrado, junto a las fatigas y a las relaciones
las small families modernas, de dependencia del trabajo social, del núcleo de la esfera privada, de la
contraponiéndolas a las great
families de la Antigüedad y la casa. En la medida en que el tráfico mercantil rebasa las fronteras de la eco-
barbarie. nomía doméstica, queda delimitada la esfera familiar respecto de la esfera
de la reproducción social: el proceso de polarización entre Estado y socie-
dad se repite otra vez el seno de la sociedad. El status de un varón privado
combina el rol del poseedor de mercancías con el del padre de familia, el
del propietario con el del “hombre”. El desdoblamiento de la esfera privada
en los planos de mayor elevación que la esfera íntima (parágrafo 6) pro-
porciona el fundamento para identificar aquellos dos roles con el rótulo
común de lo “privado”; a esa identificación se reduce también, en ultima
instancia, la autocomprensión política de la publicidad burguesa.
Antes de que la publicidad, emplazada en un campo de tensiones
entre el Estado y la sociedad, se hiciera expresamente cargo de funciones
políticas, la subjetividad nacida en el ámbito de intimidad de las peque-
ñas familias, forma, de todos modos, por así decirlo, su propio público. Aún
antes de que la publicidad se volviera pugnaz respecto del poder público
—para acabar completamente distanciada de él—, a través del raciocinio
político de las personas privadas, se formó bajo su manto una publicidad
de configuración impolítica: el embrión de la publicidad políticamente
activa. Ella constituye el campo de acción de un raciocinio público que se
mueve aún alrededor de sí mismo, en un proceso de autoilustración de las
personas privadas respecto de las genuinas experiencias de su nueva pri-
vacidad. Junto a la economía política, constituye la psicología una de las
dos ciencias específicamente burguesas surgidas en el siglo XVIII. Son inte-
reses psicológicos también los que guían al razonamiento, que prende en
dar ahora el uso kantiano de la noción de “ideal”, que alude a una idea in
individuo, esto es, a una cosa individual completamente determinada por
la idea o sólo determinable por ella.71 Estaría aún más alejado de la reali- 71 Kritik der reinen Vernunft,
en Werke, cit., vol.III, p. 395.
dad que la idea; a ambos, idea e ideal, sólo puede asignárseles una función
regulativa: así como la idea proporciona la regla, así también el ideal sirve
a la imagen primitiva de la determinación de una imagen persistente que
no deja en ningún momento de ser “medida orientativa de nuestra con-
ducta”, completamente distinta del ideal al que Platón imputó falsamen-
pública; pero está, al mismo tiempo, tan lejos de los procesos de ejercicio 83Véase Böckenförde, op. cit.,
y compensación del poder, que no se necesita ya de la racionalización que, parte 111, pp. 210 y ss.
Lectura Nº1
Marx, Karl y Engels, Friedrich. La ideología alemana, Barce-
lona, España, L’ Eina Editorial, 1988, pp. 10-21; 25-27; 28-31.
La ideología alemana
Las premisas de que partimos no tienen nada arbitrario, no son nin-
guna clase de dogmas, sino premisas reales, de las que sólo es posible abs-
traerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condi-
ciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como
Historia
Tratándose de los alemanes, situados al margen de toda premisa
debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existen-
cia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se
hallen, para “hacer historia”, en condiciones de poder vivir.1 Ahora bien, 1 Hegel. Condiciones
geológicas, hidrográficas
para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas
etc. Los cuerpos humanos.
cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción Necesidad, trabajo. (Glosa
marginal de Marx).
de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es
decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es
éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que
lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días
y a todas horas simplemente para asegurar la vida de los hombres. Y aun
cuando la vida de los sentidos se reduzca al mínimo, a lo más elemental,
como en San Bruno, este mínimo presupondrá siempre, necesariamente, la
actividad de la producción. Por consiguiente, lo primero, en toda concep-
ción histórica, es observar este hecho fundamental en toda su significación
y en todo su alcance y colocarlo en el lugar que le corresponde. Cosa que
los alemanes, como es sabido, no han hecho nunca, razón por la cual la his-
toria jamás ha tenido en Alemania una base terrenal ni, consiguientemen-
te, ha existido nunca aquí un historiador. Los franceses y los ingleses, aun
La industria cultural
Ilustración como engaño de masas
was nun,63 esta tendencia se manifestaba con tanto vigor como en las pelí- 63 (De Hans Fallada).
culas corrientes y en la técnica del jazz. En todos los casos se trata siempre,
en el fondo, de la burla que se hace a sí mismo el varón. La posibilidad de
convertirse en sujeto económico, en empresario o propietario, ha desapa-
recido definitivamente. Descendiendo hasta la última que sería, la empresa
independiente, en cuya dirección y herencia se había fundado la familia
burguesa y la posición de su jefe, ha caído en una dependencia sin salida.
Todos se convierten en empleados, y en la civilización de los empleados
cesa la dignidad, ya de por sí problemática, del padre. El comportamiento
del individuo con respecto al Racket —ya sea negocio, profesión o partido,
ya sea antes o después de la admisión—, lo mismo que la mímica del jefe
ante las masas o la del amante frente a la mujer a la que corteja, adopta
rasgos típicamente masoquista. La actitud a la que cada uno se ve obliga-
do para demostrar siempre de nuevo su idoneidad moral en esta sociedad
hace pensar en aquellos adolescentes que, en el rito de admisión en la
tribu, se mueven en círculo, con una sonrisa estereotipada, bajo los golpes
regulares del sacerdote. La existencia en el capitalismo tardío es un rito
permanente de iniciación. Cada uno debe demostrar que se identifica sin
reservas con el poder que le golpea. Ello está en el principio de la síncopa
del jazz, que se burla de los traspiés y al mismo tiempo los eleva a norma.
La voz de eunuco del que canturrea en la radio, el elegante galán de la
heredera que cae con su batín a la piscina, son ejemplos para los hombres,
Lectura Nº1
Adorno; Horkheimer. Op. Cit. Dialéctica de la ilustración.
Economía y sociedad
Sociología de la dominación
Estructuras y funcionamiento de la dominación
Libro primero
El nihilismo europeo
5
Acerca del plan
1. El nihilismo está ante la puerta: ¿de dónde nos llega éste, el más inquie-
tante de todos los huéspedes? Punto de partida: es un error señalar como
causas del nihilismo las “crisis sociales”, la “degeneración fisiológica” incluso
la corrupción. Se trata de la época más honrada y compasiva. La miseria, la
miseria espiritual, corporal e intelectual, no tienen en sí toda la capacidad
Prefacio
(continuación)
(…)orden y no aquel otro. Pero entre estas dos regiones tan distantes, reina
un dominio que, debido a su papel de intermediario, no es menos funda-
mental: es más confuso, más oscuro y, sin duda, menos fácil de analizar. Es
ahí donde una cultura, librándose insensiblemente de los órdenes empíri-
cos que le prescriben sus códigos primarios, instaura una primera distancia
con relación a ellos, les hace perder su transparencia inicial, cesa de dejarse
Ahora bien, esta investigación arqueológica muestra dos grandes dis- que plantea tal “arqueología”
serán examinados en una
continuidades en la episteme de la cultura occidental: aquella con la que se obra próxima.
inaugura la época clásica (hacia mediados del siglo XVII) y aquella que, a
principios del XIX, señala el umbral de nuestra modernidad. El orden, a par-
tir del cual pensamos, no tiene el mismo modo de ser que el de los clásicos.
Tenemos la fuerte impresión de un movimiento casi ininterrumpido de la
ratio europea desde el Renacimiento hasta nuestros días, podemos pen-
sar muy bien que la clasificación de Linneo, más o menos arreglada, puede
seguir gozando en general de cierta validez, que la teoría del valor de Con-
dillac se encuentra de nuevo por una parte en el marginalismo del siglo
XIX, que Keynes tenía una clara conciencia de la afinidad de sus propios
Páginas 331-333
8. El sueño antropológico
*Fuente de las biografías: Ferrater Mora, José: Diccionario de Grandes Filósofos. Alianza Edi-
torial, Madrid, 1986.