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UNIVERSIDAD DE CHICLAYO

FACULTAD DE DERECHO

“ETICA Y DEONTOLOGÍA
JURÍDICA”

ASIGNATURA :

DOCENTE :

Dr.

INTEGRANTES :

CICLO :

AULA :

TURNO : TARDE

CHICLAYO 2009

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La eficiencia del abogado se mide por su talento y por
su moral. La creencia generalizada de que los buenos
abogados son los listos o pillos es infortunada y falsa”.
Rafael Bielsa

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ÍNDICE

ETICA DEL ABOGADO

Consideraciones previas 5
Etimología 6
Antecedentes históricos 6
Concepto de ética 7
El concepto de ética judicial 8
DEONTOLOGÍA JURÍDICA
Deontología jurídica 8
Rol de la abogacía 9
La moral y la ética profesional 9
Ética en el caso específico de la abogacía 11
Imagen de la profesión 11
Función social de la abogacía 13
Principios de ética jurídica 13
Responsabilidad del abogado 14
La ética de la abogacía en la legislación universal 14
Conclusiones 16
Bibliografía 17
Anexo 18

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INTRODUCCIÓN

La moral o la ética profesional han sido presentadas, en muchos casos, como


simple casuística, porque la casuística es inevitable y la realidad presenta
siempre una sucesión de situaciones.
El fundamento sobre el que descansa la validez del derecho es la moral,
porque hace posible que garantice una meta al orden jurídico. Toda persona es
sensible a la falta de moralidad, cuando ella es la víctima. Por eso, siempre ha
existido un principio evidente que corresponde al perfeccionamiento natural del
hombre a buscar su propia felicidad, de acuerdo al estado de la conciencia
personal, lo que comúnmente se expresa en la frase: “obra aquello que te hará
feliz y evita lo que te hará infeliz”. Lograr la felicidad, como estado subjetivo de
la persona, se identifica con la realización objetiva del bien.
La ética es la ciencia que elabora y sistemática reglas o normas respecto de la
conducta humana para su perfeccionamiento personal y comunitario; dichas
normas son las que afirman o niegan que una conducta sea debida o prohibida.
Los deberes éticos de la función profesional, pueden distinguirse de otros
deberes por el modo como se exige su cumplimiento por vías de aceptación o
rechazo social y la correspondiente sanción por la corporación a que pertenece
En el caso específico del ejercicio de la función de abogacía sus actos debe
circunscribirse en cumplimiento del Código de Ética establecido por la entidad
gremial y además como complemento se debe tener presente algunos adagios
de la convivencia humana: “Vivir honestamente, no dañar a nadie, dar a cada
uno lo suyo”; “Sólo sobre un terreno sanamente moral puede florecer la
cultura”.
La moral o la ética busca la perfección del hombre como su último destino, pero
este objetivo se logra realizando los actos conforme a los deberes
preestablecidos y de acuerdo al buen criterio de la conciencia individual.
El profesional del derecho se debe a sí mismo y a su misión de auxiliar de la
justicia otorgada por la ley, una conducta íntegra y ceñida a los parámetros de
lo moral, de la equidad, desprendimiento de sus propios intereses con tal de
favorecer plenamente aquellos del cliente que son siempre el motivo de su
labor.

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ETICA DEL ABOGADO

CONSIDERACIONES PREVIAS
Es sabido por todos que el abogado es el encargado del manejo del litigio en
cuanto a la alegación de los fundamentos de hecho y de derecho. Es el
defensor y estratega de una de las partes en la contienda judicial, persiguiendo
con habilidad y arte el triunfo de la causa de su cliente. Bajo tal perspectiva, se
podría afirmar que el justiciable –sea actor, demandado o tercero con
frecuencia desempeña un rol procesalmente secundario, en comparación con
el rol decisivo del abogado patrocinante. Por lo tanto, en grado considerable
corresponde al abogado litigante la responsabilidad respecto al debido o
indebido ejercicio de las facultades procesales.
Como bien manifiesta Fernando de la Rúa: “El abogado debe estar en
condiciones de ilustrar al juez y hacer valer correctamente las pretensiones (o
defensas) que le son confiadas. La sabiduría no se confunde con la verborragia
fácil y superficial, o los excesos discursivos. El estudio, la ilustración, el sentido
del deber, la vocación, y esa capacidad para sentir la angustia de la lucha por
la buena causa, son virtudes esenciales del abogado. La superficialidad, la
ligereza y la ignorancia de los presiónales sin responsabilidad, son tan nocivos
a la justicia y a la sociedad como un mal médico lo es a la salud del cuerpo”.
“¡Cuántas confidencias hay que escuchar –exclama Maurice Garcón–, a
cuántos hay que consolar, cuántas tristezas e inquietudes hay que clamar!.
Pero entre tantos dramas humanos e íntimos, el abogado se halla investido de
una misión magnífica: desempeña una profesión donde quien la ejerce está
avocado a su magnánima labor, rodeado de solicitudes, de tentaciones y de
peligros”. Sin embargo, -es preciso decirlo- hay abogados “ que no cumplen la
misión fundamental de la profesión y cuya persecución de la fama y las
ventajas económicas suele ser más vigorosa que su afán de lucha por la
Justicia”.
El abogado que hipoteque sus decisiones a cualquier cosa que no sea el
arbitrio de su conciencia ética, nunca pasará de ser un rábula: jamás será
abogado. El hecho de ser abogado dignifica ser un hombre con una moral

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intachable; ser abogado entraña la responsabilidad social de colaborar en la
búsqueda de la justicia. Como dice el profesor Cuadros Villena, la lucha por la
justicia “… es condición inherente a la abogacía, el aire que cotidianamente
renueva su vida. Y es por eso que la abogacía es menester de beligerancia
constante en el que la lucha no sólo ha de hacer vencer la tesis del caso
particular, sino sobre todo la pequeña, pero inmanente porción de justicia, que
cada caso contiene”.

ETIMOLOGÍA
Etimológicamente el vocablo ética deriva del griego ethos, que significa
costumbre o hábito. Su sinonimia con el término moral proviene de la
generalización del uso de la voz latina more, que significa lo mismo que ethos,
es decir, costumbre.
Desde la antigüedad, el concepto de lo ético se identificó con la idea de lo
bueno, justo, equitativo, honesto y correcto. Se consideraba ético los actos
humanos que obtenían un resultado favorable para el hombre y eran calificados
como buenos. En consecuencia, la ética surgió como una doctrina de las
costumbres, es decir, como una teoría de los actos humanos habituales
ordenados de modo objetivo en virtud de ciertos principios presupuestos o
postulados por el hombre mismo. Sobre el fundamento doctrinario de este tema
han demostrado lo suficientemente los grandes filósofos en la historia de la
humanidad. Por nuestra parte, entregamos conceptos simples, por cuanto la
naturaleza de nuestro trabajo es la ética de la abogacía en la praxis.

ANTECEDENTES HISTORICOS
El principio fundamental en la ética del abogado es obrar con moralidad y
rectitud de conciencia. La honradez, la bondad, la firmeza, la prudencia, la
ilustración y pericia, son consecuencia de la moralidad. Y si se recuerda el
origen histórico de la abogacía, se encuentra que antes que profesión nació
como una actividad señoril. La abogacía como defensa de personas, derechos,
bienes e intereses, nació en el tercer milenio antes de J.C. en Sumeria, y fue
en defensa de una mujer gravemente acusada. Según el Código de Manú los
sabios en leyes podían ilustrar sin estipendio alguno a quien lo hubiere
menester, para sostener su alegación por sí o por otro, ante autoridades y

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tribunales. El Antiguo Testamento recoge idéntica tradición entre los hebreos.
En Egipto era necesario un defensor cuando se prohibieron las alegaciones
verbales. Esta tradición pasó a Grecia, y de Grecia a Roma.
En Grecia, la abogacía era actividad de ciudadanos libres y selectos. En Roma,
de patricios ricos y poderosos. Los griegos, desde Pericles en el Aerópago,
alegaban la defensa de sus clientes, y desde Antifón sustituyeron su presencia
personal por la redacción escrita de sus alegatos.
En el derecho antiguo, abogar era privilegio de caballeros y de ciudadanos
ejemplares, y es necesario restaurar esta calidad. Esta era la razón por la cual
no se admitieron en el foro esclavos, pródigos, desertores.
La oratoria de Lysías, Andócides, Isócrates y Demóstenes era mesurada,
técnica, prudente y sobria, y estas mismas calidades debieran adornar el
lenguaje jurídico, que poco a poco ha venido a ser injurioso, con sátiras y
diatribas contra los jueces y sin ninguna elegancia.
La abogacía en Roma era patronato, cargo de honor, y justamente ése es su
genuino sentido. Luego, la abogacía se convirtió en profesión, cuando el
emperador Justino constituyó el primer Colegio y obligó a su registro, de
cuantos fueran a abogar en el Foro. Las condiciones eran rigurosas: edad
mínima de 17 años; aprobación de un examen de jurisprudencia; acreditar
buena reputación; no tener nunca mancha de infamia; comprometerse a
defender a quien el Pretor, en caso de necesidad, les designase; a abogar sin
falsedad; no pactar con el cliente o quota litis; y no abandonar la defensa una
vez aceptada.
Al comienzo el cliente no tenía obligación de pagar al abogado, pero si éste
recibía los honorarios constituían una donación válida, pero en todo caso se
prohibía la quota litis.
Lo anterior indica que en el derecho antiguo la abogacía era actividad de
personas intachables en su conducta, honorables y que la ejercían con un
criterio de ayuda a quien la necesitaba.

CONCEPTO DE ÉTICA
El Diccionario de la Lengua Española señala: “La ética es la parte de la filosofía
que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. Y la moral es la ciencia

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que trata del bien en general y de las acciones humanas en orden a su bondad
o malicia”.
EL CONCEPTO DE ÉTICA JUDICIAL
Todo el concepto de la ética judicial está íntimamente relacionado con la
independencia judicial. La ética judicial, así como la independencia judicial,
tiene que ver con la apariencia y la realidad. Si se percibe injusticia, si en
apariencia parece que la hay, el poder judicial se encontrará bajo la sospecha
del descrédito.
La ética jurídica es parte de la ética profesional. La ética se funda en la
moralidad, que es la regulación de actos humanos libres según criterios,
normas o leyes
Una forma de concebir un código ético para los jueces es asumir que éste
consta de tres partes. La primera consiste en que todo juez debe adoptar como
código personal las normas más elevadas posibles de conducta personal y
profesional. Su vida personal, la forma en que lleva a cabo la relación con su
familia y la sociedad inevitablemente llegan a conocimiento del público, y el
juez debe actuar con la conducta, con la equidad, con la integridad, con la
rectitud que esperamos de nuestros ciudadanos más responsables.
Todo litigante aspira a tener un proceso imparcial. Y ese proceso tiene que
percibirse como algo neutral, y tiene que serlo realmente. El juez debe
garantizar que el proceso sea justo de muchas maneras. Debe dedicar el
mismo tiempo a ambas partes y tiene que ser rápido y eficiente.
Cuando a los litigantes se les ofrece un proceso justo, la mayoría piensa que se
ha hecho justicia. La mayoría de la gente que lleva una causa ante los
tribunales está convencida de que sólo es necesario que una persona neutral y
justa escuche su queja para que se haga justicia.

DEONTOLOGÍA JURÍDICA
Es aquella parte de la ética profesional que se ocupa de los deberes morales
de los abogados, de los deberes de estos servidores del Derecho.
La doctrina ha elaborado numerosas definiciones de deontología profesional;
todas tienden a configurarla como conjunto de reglas de comportamiento,
basadas en la costumbre profesional y subrayan su carácter moral. Por ello se
conceptúa que la deontología es aquella parte de la filosofía que trata del

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origen, la naturaleza y el fin del deber, en contraposición a la ontología, que
trata de la naturaleza, el origen y el fin del ser. En consecuencia, la deontología
es la esencia del deber y se refiere, en particular, a los deberes que
corresponden a determinadas situaciones sociales.

ROL DE LA ABOGACÍA
Como promotor permanente de la justicia, como consejero y defensor de sus
clientes, como intérprete científico del derecho, el abogado “no agota su misión
en el bufete ni en el foro. Por eso es responsable, genéricamente y
profesionalmente, ante ella no menos que ante los clientes, los tribunales o el
derecho”.
En efecto, si bien es cierto que la abogacía se ejerce principalmente ante los
juzgados y tribunales, es igualmente cierto que la profesión tiene como
fundamento esencial tratar de terminar los conflictos. Sin embargo, “… en
siglos de ejercicio profesional ha decantado el criterio de que el abogado debe
propiciar el conflicto en lugar de evitarlo. Lo propicia porque es un medio de
vida; porque vive del conflicto y muchas veces lo dilata deliberadamente para
mantener los ingresos que proporciona”. Bajo esta concepción chata y
equivocada, los abogados litigantes convierten el proceso en fuente de
sustento, que toma los caracteres de cualquier objeto comercializable; así, los
intereses en conflicto son mirados en función de la cantidad de dinero que
reportan.

LA MORAL Y LA ÉTICA PROFESIONAL


La moralidad es la regulación de los actos humanos de acuerdo con algunos
criterios, normas o leyes. Desde luego que la ética se refiere a los actos
humanos libres, morales, voluntarios e imputables, excluyendo los actos
meramente naturales, los físicamente coaccionados y los no imputables.
La norma próxima de la moralidad es la conciencia personal, y la norma
objetiva es la ley.
Cuando se dice que el abogado debe actuar con moralidad estamos
expresando que debe tener rectitud de conciencia.
Para calibrar con eficacia la pretendida moralización del ejercicio profesional de
la abogacía, es preciso que entendamos que la moral del abogado integra la

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moral general; es decir, la moral individual del abogado deviene de la moral
general de la sociedad. Como dice Cuadros Villena: “Es pues dentro de la
moral general de la sociedad, donde se genera la moral del abogado. Es
miembro de ella y no puede sustraerse a su influencia”.
Apreciado epidérmicamente el asunto, pareciera que el descenso ético de la
abogacía no es sino el resultado del incumplimiento de la regla moral que
regula el comportamiento privado y profesional del abogado; pero el problema
es mucho más profundo y cala en la esencia misma de las relaciones sociales,
en la propia naturaleza del derecho y en la moral general de la sociedad.
Exigir una conducta leal y honesta a los abogados que se desenvuelven en una
sociedad y en un aparato judicial mayoritariamente carentes de autoridad
moral, es sin duda una utopía, una buena intención y nada más. El principio de
moralidad procesal no es una fórmula mágica, no es una suerte de recetario ni
un catálogo de buenas intenciones que se les enseña a los abogados; tal
principio tiene un significado mucho más profundo, pues la moral es un modo
de vida, una práctica diaria que lleva insito un mínimo respeto a la dignidad del
prójimo. En tal sentido, el primer paso para revertir la creciente tendencia
inmoral de los abogados debe comenzar en las propias facultades de derecho
del país.
El descenso ético de la abogacía tiene múltiples causas, entre las cuales
destaca la plétora profesional y la deficiente estructuración de la educación
universitaria. En efecto, como bien dice Monroy Gálvez, “la profesión jurídica no
está cumpliendo la función social que nuestra comunidad –sumida en una
crispación perenne en materia de legalidad y justicia, le exige; y no queda duda
que la formación del abogado se ha masificado e informatizado con detrimento
de su calidad”.
El ideal moral que tiene que tener el abogado es actuar en conciencia y a
conciencia como lo observa Rafael Gómez Pérez (Deontología Jurídica,
EUNSA, Pamplona, 1982, p. 128), la conciencia juzga según criterios
anteriores a ella y que ella no crea, sino descubre: la ley moral, la ley humana y
la ley divino-positiva. El abogado debe juzgar siempre con conciencia cierta y
verdadera, ha de seguirse la conciencia invenciblemente errónea y no es lícito
actuar con conciencia prácticamente dudosa. Desde luego que el abogado
debe mirar la ley moral para saber qué actos son moralmente buenos, malos o

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indiferentes, e indagar la finalidad objetiva de la acción, las circunstancias que
rodean el acto y el fin que pretende el que realiza el acto. Existe libertad de
conciencia, pero se debe advertir que el fin no justifica los medios y que, por
ende, no es lícito utilizar pruebas falsas o que no sean inmaculadas.
El abogado tiene responsabilidad moral, y por tanto debe actuar según su recta
conciencia y los dictados de la ley moral

ÉTICA EN EL CASO ESPECÍFICO DE LA ABOGACÍA


La ética de la Abogacía consiste en la aplicación de los principios básicos de
los valores culturales de su misión y sus fines en todas las esferas de su
actividad.
La historia señala que ya en la época de los grandes jurisconsultos romanos,
existía una sistematización de prácticas profesionales que se consideraban
ajustadas a los principios de moral.
La ética abarca un campo más amplio que el derecho, por cuanto se considera
que la violación de algunos principios morales no implica necesariamente la
trasgresión de una norma positiva legal ni el consiguiente castigo. La aplicación
de estas reglas busca la realización de la coexistencia pacifica entre los
hombres mediante el perfeccionamiento espiritual de cada persona.
Por tales razones, se considera que la ética y el derecho, por su estrecha
relación en su esencia, se complementan. Es también por eso que se
conceptúa que las reglas deontológicas están Etica de la Abogacía destinadas
a garantizar, por su aceptación libremente consentida, la buena ejecución por
parte del abogado de su misión reconocida como indispensable para el buen
funcionamiento de toda sociedad humana.
La no observación de estas reglas por el abogado, tendrá como consecuencia,
en última instancia, una sanción disciplinaria.
Las normas particulares de cada Colegio se refieren, a pesar de ello, a los
mismos valores y tienen su origen en una base común.

IMAGEN DE LA PROFESIÓN
Es vox pópuli que el abogado “goza” de mala fama. Ya en 1919, Ángel Osorio –
en la primera página de su opúsculo “El Alma de la Toga” – escribía lo
siguiente: “Urge reivindicar el concepto de abogado”. En su “Elogio de los

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jueces…”, Calamandrei afirma que “la lucha entre los abogados y la verdad es
tan antigua, como la que existe entre el diablo y el agua bendita”. “Buen jurista,
mal cristiano”, predicaba Lutero en el siglo XVI”. Tanto Federico el Grande
como Herbert Hoover, Rabelais como H. G. Wells han hecho eco de tal
sentimiento. En diferentes formas, esta apreciación se repite diariamente. El
profano, a pesar de que constantemente pide consejo al abogado sobre
innumerables cuestiones, considera a los abogados como tramposos, artistas
del doble juego, maestros de la chicana. Las diatribas contra los abogados
contienen palabras y frases como duplicidad, ambigüedad, evasiones,
tinterillada, prestidigitación, habilidad y señuelo, arte de hacer las cosas difíciles
y confundir a los demás, robo refinado, hipócrita y tinterillesco disfrazado de
legalidad…”.
Además de la actitud burlesca de los legos frente al abogado, la literatura
también se ha encargado de ridiculizarlo despiadadamente.
Tomemos un solo ejemplo. Leonardo Sciascia –en la novela “El Archivo de
Egipto”–, hace decir a uno de sus personajes lo siguiente: “Vosotros los
abogados tenéis tan acentuada la costumbre de convertir mentira en verdad,
en poner a la una los colores de la otra, que llegais siempre a un punto en el
que ya no sois capaces de distinguirlas más… Como Serpotta, que vestía con
ropas bellísimas a las mujeres de mal vivir y las hacía posar para sus imágenes
de la virtud”. También la habla popular ha creado aforismos, adagios y refranes
que dejan “mal parados” a los abogados.
Respondiendo a todo lo apuntado, Martínez Val manifiesta lo siguiente: “Ser
abogado debe consistir en ofrecer confianza a todos, a cualquiera. Frente a la
picaresca forense, donde la sátira literaria ha metido tantas veces el escalpelo,
hay que reivindicar esta cualidad en grado máximo”.
Juan José Vega cuenta que “en cuanto informe iba de las Indias a España, se
señalaba el papel de cizañeros que cumplían en estas comarcas los letrados.
Sirviendo al mejor postor, contribuían a agravar diferendos. A la espada
carnicera, sumaban ellos la pluma venenosa. Fue un pingüe negocio. Actuaron
con franca amoralidad, tentados por dos de los ídolos del siglo XVI, el oro y la
astucia. Y en efecto, holgaban lucrando los juristas de entonces, haciendo
honor a un viejo adagio español: de necios y porfiados, viven los letrados’”

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FUNCIÓN SOCIAL DE LA ABOGACÍA
La abogacía no es, como muchos piensan, un medio fácil para enriquecerse sin
importar los medios utilizados, ni es tampoco defender cualquier causa, así sea
injusta, si los honorarios son importantes, ni tampoco el abogado es un hombre
diestro en el manejo de la ley que puede defender a un mismo tiempo lo blanco
y lo negro. José María Martínez Val (Abogada y Abogados, Bosch, Casa
Editorial S.A., Barcelona, 1981 p. 99) ha dicho que la abogacía "es una
institución servida por profesionales libres e independientes, y consagrada a la
justicia, al consejo, a la concordia y a la defensa de intereses públicos y
privados, mediante la aplicación de la ciencia y de la técnica jurídicas".
La misión del abogado es servir a la justicia y no pleitear, como comúnmente
se dice. La misión del abogado es dar luz y verdad, y no complicar los
problemas y las soluciones. El abogado busca la declaración y realización del
derecho. El abogado es un luchador por la justicia y debe tener, además de la
rectitud de conciencia, profesionalidad, independencia, libertad y ser un
defensor de los derechos humanos.
El abogado debe servir a la sociedad y colaborar en la administración de
justicia.

PRINCIPIOS DE ÉTICA JURÍDICA


Quienes han estudiado la deontología jurídica, han enumerado los siguientes
principios:
1. Obra según ciencia y conciencia;
2. principio de probidad profesional;
3. principio de independencia profesional;
4. principio de libertad;
5. principio de dignidad y decoro profesional;
6. principio de diligencia;
7. principio de corrección;
8. principio de desinterés;
9. principio de información;
10. principio de reserva;

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11. principio de lealtad procesal, y
12. principio de colegialidad.
Estos principios los enuncia la doctrina en postulados o mandamientos, como
los conocidos de Ángel Osorio, de Eduardo Couture y de J. Honorio Silgueira.
Todos tienden a que el abogado busque la justicia utilizando, como lo dice
Ángel Osorio, el camino de la sinceridad, y sin otras armas que las del saber.

RESPONSABILIDAD DEL ABOGADO


Además de la responsabilidad moral, el abogado tiene responsabilidad civil
cuando actúe con temeridad o mala fe, y responsabilidad penal cuando cometa
alguno de los delitos establecidos por el Código Penal.
Las responsabilidades antedichas no son excluyentes, por lo cual al tiempo
pueden existir un proceso disciplinario, uno penal y uno civil, sin contar con el
remordimiento o "voz del alma", como decía Rousseau. Además, existe una
responsabilidad social dado que el abogado debe responder ante la sociedad,
ya que ésta lo ha designado depositario de lo más digno del hombre: su
libertad, su vida privada, sus bienes y sus debilidades. Esto, porque el abogado
vive en sociedad y para la sociedad. El abogado es responsable, genérica y
profesionalmente ante ella, no menos que ante los clientes, los tribunales o el
Derecho. Hay cosas que no son de moral profesional pero que entrañan una
profunda y real responsabilidad para el abogado

LA ÉTICA DE LA ABOGACÍA EN LA LEGISLACIÓN UNIVERSAL


Los legisladores de casi todos los países han adoptado, como base de sus
organizaciones gremiales, estatutos y/o códigos de ética, documentos que
contienen las principales normas de ética a cuyo cumplimiento se someten los
abogados en su ejercicio profesional. En la elaboración de los estatutos y/o
códigos de ética se ha considerado como fuente de primer orden la opinión de
los abogados y la jurisprudencia de los tribunales.
Estas instituciones tienen competencia legal para vigilar la conducta de los
abogados en cuanto al cumplimiento de las normas de la ética y la moral en
sus labores profesionales con sus clientes, sus colegas y los funcionarios
públicos; verifican además las actuaciones que denotan en el abogado un
excesivo afán de lucro, falta de sentido de responsabilidad y carencia de lealtad

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y veracidad tanto en la defensa como en el ataque. En base a estas normas,
cada corporación gremial aplica sanciones a sus afiliados.
Estas entidades ejercen una especie de labor de vigilancia sobre la conducta
de los abogados en cada país. Sus miembros están obligados a:
a) Cumplir el Estatuto del Colegio, así como los acuerdos, disposiciones y
decisiones de las Juntas Directivas, que se adoptan dentro de su respectiva
competencia.
b) Respetar los órganos de Gobierno y a los miembros que la componen,
cuando intervengan en tal calidad, aceptando las disposiciones emanadas de
aquellos órganos, en el ejercicio de sus funciones.
c) Contribuir a las cargas colegiales, estar al día en el pago de las cuotas, y
soportar todas las contribuciones económicas de carácter corporativo a que la
profesión se halle sujeta.
d) Prestar a la Junta Directiva la colaboración que sea necesaria.
Los Colegios de Abogados no deben limitar su acción solamente a sancionar
las faltas, como lo han hecho hasta ahora, sino también en función de
prevención, deben difundir por medio de conferencias, cursillos o charlas las
reglas de comportamiento del abogado con el magistrado, con el colega y con
el cliente. Con la capacitación permanente, el cumplimiento de los deberes
éticos dará espléndidos frutos, permitiendo una mayor integración de la
abogacía, un reforzamiento de la ética profesional reafirmando los valores de
competencia e integridad del abogado, en su excelsa misión de participación
en la administración de la justicia y en su perpetua tarea de colaborar en la
consecución de una sociedad más libre y más justa dentro de un estado de
derecho.
Por último, es indispensable tomar en cuenta que en el aspecto humano no es
solamente importante inculcar la letra de códigos de ética, sino también se
debe analizar la disposición de ánimo del profesional, que plasmó en parte la
naturaleza de su misión, y factores como el ambiente familiar y social en que
vivió y vive, lo que forja al verdadero abogado, a aquel que sabe sentir y vivir,
que lucha por dar a cada uno su derecho, para alcanzar el ideal de justicia.

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CONCLUSIONES

 El compromiso de los abogados consiste en «establecer la estructura y


la organización de las sociedades, y dar forma adecuada a sus
instituciones; trazar los caminos y los métodos para que el desarrollo
económico, social y técnico de aquellas sociedades se acomode a la
necesidad de establecer instituciones libres, fundadas sobre el imperio
de la ley y en las cuales pueda desarrollarse la libertad humana». Allí se
dijo que los abogados no son meros intérpretes de la ley, sino
luchadores de la justicia
 La abogacía, como función social, exige que el abogado sirva a la
justicia, a la sociedad en que vive, y se convierta en defensor de los
derechos humanos, para que se respete la dignidad de la persona
humana en todo caso
 Sólo si el abogado observa los principios de ética anteriormente
enunciados, actuando con ciencia y conciencia, si la moralidad preside
sus actos, si evita utilizar medios ilícitos y defender causas injustas o
temerarias, se podrá restaurar la confianza y la credibilidad de la
sociedad en el gremio de abogados
 No podemos afirmar que todos los abogados, y ni siquiera que la
mayoría, falten a la ética profesional. Sin embargo, esa minoría que
transgrede los valores éticos está causando grave daño a la abogacía,
que es enjuiciada por la sociedad y responsabilizada de la falta de
credibilidad de los abogados y la desconfianza que se les tiene

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BIBLIOGRAFÍA

 ANDÍA CHÁVEZ. Juan (2002) “Ética de la abogacía” Edit Juristas


Editores Lima-Perú
 CORTES VEGA, Nallely del Rocío (2001) “LA ÉTICA PROFESIONAL
DE UN ABOGADO”. Edit Juristas Editores Lima-Perú
 ARCE VILLAR, César Alberto (2004) “La Abogacía: entre la virtud o la
tentación”. Edit Cuzco. Lima Perú
 DE LA RUA, Fernando.(1980) “Proceso y Justicia”. Edit. Lerner. Bs As.
 GARCON, Maurice. (1986) “La Moralidad del Abogado”; en Deontología
Forense. Materiales de Enseñanza de la PUCP. Lima.
 MARTINEZ VAL, José María. (1981) “Abogacía y Abogados”. Edit.
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 CUADROS VILLENA, Carlos. (1989) “La Ética en el Ejercicio Profesional
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de Trazegnies. Edit PUCP. Lima.
 KENNEDY, Anthony (2006) “LA ÉTICA JUDICIAL Y EL IMPERIO DEL
DERECHO”. En Boletín Ética Profesional y Judicial. Boletín Informativo
de la Embajada de los Estados Unidos – Perú

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ANEXO

CODIGO DE ETICA DE LOS COLEGIOS DE ABOGADOS DEL PERÚ


SECCIÓN PRIMERA
Normas Generales
Artículo 1. ESENCIA DEL DEBER PROFESIONAL.- El Abogado debe tener
presente que es un servidor de la justicia y un colaborador de su
administración; y que su deber profesional es defender, con estricta
observancia de las normas jurídicas y morales, los derechos de su patrocinado.
Artículo 2. DEFENSA DEL HONOR PROFESIONAL.- El Abogado debe
mantener el honor y la dignidad profesional. No solamente es un derecho, sino
un deber, combatir por todos los medios lícitos, la conducta moralmente
censurable de jueces y colegas.
Artículo 3. HONRADEZ.- El Abogado debe obrar con honradez y buena fe. No
debe aconsejar actos fraudulentos, afirmar o negar con falsedad, hacer citas
inexactas o tendenciosas, ni realizar acto alguno que estorbe la administración
de justicia.
Artículo 4. COHECHO.- El abogado que en ejercicio de su profesión soborna a
un empleado o funcionario público, falta gravemente al honor y a la ética
profesional. El Abogado que se entera de un hecho de esta naturaleza,
realizado por un colega, está obligado a denunciarlo.
Artículo 5. ABUSO DE PROCEDIMIENTO.- El Abogado debe abstenerse del
empleo de recursos y formalidades legales innecesarias, de toda gestión
dilatoria que entorpezca el normal desarrollo del procedimiento y de causar
perjuicios.
Artículo 6. ACEPTACIÓN O RECHAZO DE ASUNTOS.- El Abogado tiene
libertad para aceptar o rechazar los asuntos en que se solicite su patrocinio, sin
necesidad de expresar los motivos de su resolución, su patrocinio, sin

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necesidad de expresar los motivos de su resolución, salvo en el caso de
nombramiento de oficio, en que la declinación debe ser justificada. Al resolver,
debe prescindir de su interés personal y cuidar de que o influyan en su ánimo el
monto pecuniario, ni el poder o la fortuna del adversario. No aceptará un asunto
en que haya de sostener tesis contrarias a sus convicciones, inclusive las
políticas o religiosas, con mayor razón si antes las ha defendido, y cuando no
esté de acuerdo con el cliente en la forma de plantearlo o desarrollarlo, o en
caso de que pudiera ver menoscabada su independencia por motivos de
amistad, parentesco u otros. En suma, no deberá hacerse cargo de un asunto
sino cuando tenga libertad moral para dirigirlo.
Artículo 7. DEFENSA DE LOS POBRES.- La profesión de Abogado impone
defender gratuitamente a los pobres, tanto cuando éstos se los soliciten como
cuando recaigan nombramientos de oficio. No cumplir con este deber, desvirtúa
la esencia misma de la abogacía. No rige esta obligación donde las leyes
prevean la defensa gratuita de los pobres.
Artículo 8. DEFENSA DE LOS ACUSADOS.- El Abogado es libre para
hacerse cargo de la defensa de un acusado, cualquiera que sea su opinión
personal sobre la culpabilidad de éste; pero habiéndola aceptado, debe
emplear en ella todos los medios lícitos.
Artículo 9. ACUSACIONES PENALES.- El abogado que tenga a su cargo la
defensa de un acusado, tiene como deber primordial conseguir que se haga
justicia a su patrocinado.
Artículo 10. SECRETO PROFESIONAL.- Guardar el secreto profesional
constituye un deber y un derecho del Abogado. Para con los clientes un deber
que perdura en lo absoluto, aún después de que les haya dejado de prestar sus
servicios; y es un derecho del Abogado por lo cual no está obligado a revelar
confidencias.
Llamado a declarar como testigo, debe el letrado concurrir a la citación y con
toda independencia de criterio negarse a contestar las preguntas que lo lleven
a violar el secreto profesional o lo exponga a ello.
Artículo 11. ALCANCE DE LA OBLIGACIÓN DE GUARDAR EL SECRETO
PROFESIONAL.- La obligación de guardar el secreto profesional abarca las
confidencias hechas por terceros al Abogado, en razón de su ministerio, y las
que sean consecuencia de pláticas para realizar una transacción que fracasó.

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El secreto cubre también las confidencias de los colegas. El Abogado, sin
consentimiento previo del confidente, no puede aceptar ningún asunto relativo
a un secreto que se le confió por motivo de su profesión, ni utilizarlo en su
propio beneficio.
Artículo 12. EXTINCIÓN DE LA OBLIGACIÓN DE GUARDAR EL SECRETO
PROFESIONAL.- El Abogado que es objeto de una acusación de parte de su
cliente o de otro Abogado, puede revelar el secreto profesional que el acusado
o terceros le hubieren confiado, si favorece a su defensa. Cuando un cliente
comunica a su Abogado la intención de cometer un delito, tal confidencia no
queda amparada por el secreto profesional. El Abogado debe hacer las
revelaciones necesarias para prevenir un acto delictuoso o proteger a personas
en peligro.
Artículo 13. FORMACIÓN DE CLIENTELA.- Para la formación decorosa de
clientela, el Abogado debe cimentar una reputación de capacidad profesional y
honradez, y evitará escrupulosamente la solicitación directa o indirecta de la
clientela. Es permitido la publicación o el reparto de tarjetas meramente
enunciativas del nombre, domicilio y especialidad.
Toda publicidad provocada directa o indirectamente por el Abogado con fines
de lucro en elogio de su propia situación menoscaba la dignidad de la
profesión.
El Abogado que remunera o gratifica directa o indirectamente a una persona
que está en condiciones para recomendarlo, obra contra la ética profesional.
Artículo 14. PUBLICIDAD DE LITIGIOS PENDIENTES.- El Abogado no podrá
dar a conocer por ningún medio de publicidad informaciones sobre un litigio
subjudice, salvo para rectificar cuando la justicia o la moral lo demanden.
Concluido un proceso, podrá publicar los escritos y constancias de autos y
comentarios en forma respetuosa y ponderada. Se exceptúa las informaciones
o comentarios formulados con fines exclusivamente científicos en revistas
profesionales conocidas, los que se regirán por los principios generales de la
moral; se omitirán los nombres si la publicación puede perjudicar a una
persona, corno cuando se tratan cuestiones de estado civil que afectan a la
honra.
Artículo 15. EMPLEO DE MEDIOS PUBLICITARIOS PARA CONSULTAS.-
Falta a la dignidad profesional el Abogado que habitualmente absuelva

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consultas por radio o emita opiniones por cualquier medio de publicidad sobre
casos jurídicos concretos que le sean planteados; sean o no gratuitos sus
servicios.
Artículo 16. INCITACIÓN DIRECTA O INDIRECTA A LITIGAR.- No está de
acuerdo con la dignidad profesional el que un Abogado espontáneamente
ofrezca sus servicios o dé opinión sobre determinado asunto con el propósito e
provocar un juicio de obtener un cliente.
SECCIÓN SEGUNDA
Relaciones de los abogados con los tribunales y demás autoridades
Artículo 17. APOYO A LA MAGISTRATURA.- El Abogado estará en todo
momento dispuesto a prestar su apoyo a la Magistratura, cuya alta función
social requiere de la opinión forense; su actitud ha de ser independiente,
manteniendo siempre plena autonomía en aras del libre ejercicio de su
ministerio.
Artículo 18. NOMBRAMIENTO DE MAGISTRADOS.- Es deber del Abogado
velar para que el nombramiento de Magistrados no se deba a consideraciones
políticas, sino exclusivamente a su aptitud para el cargo; y también para que no
se dediquen a otras actividades distintas de la judicatura, que pongan en riesgo
su imparcialidad.
El Abogado que integra la Junta Directiva de su Colegio o Asociación no podrá
ejercer ni aceptar el cargo de Magistrado Suplente, excepto cuando para ese
cargo, no exista en el lugar el número de Abogados suficientes.
Artículo 19. ACUSACIÓN DE MAGISTRADOS.- Cuando haya fundamento
serio de queja en contra de un Magistrado, el Abogado la interpondrá ante el
órgano respectivo o ante su Colegio. Solamente en este caso tales
acusaciones serán alentadas y los Abogados que las formulen, apoyados por
sus Colegas.
Artículo 20. EXTENSIÓN DE LOS ARTÍCULOS ANTERIORES.- Las reglas de
los dos artículos anteriores se aplicarán respecto de todo funcionario ante
quien habitualmente deben actuar los Abogados en ejercicio de la profesión.
Artículo 21. LIMITACIONES DE LOS EX - FUNCIONARIOS.- Cuando un
Abogado deje de desempeñar la magistratura o algún otro cargo público, no
debe aceptar el patrocinio de asunto del cual conoció su carácter oficial;
tampoco patrocinará asunto semejante a otro en el cual expresó opinión

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adversa con ocasión del desempeño de su cargo, mientras no justifique su
cambio de doctrina.
Artículo 22. INFLUENCIAS PERSONALES SOBRE EL JUZGADOR.- Es
deber del Abogado no tratar de ejercer influencia sobre el Juzgador, apelando a
vinculaciones políticas o de amistad, o recurriendo a cualquier otro medio que
no sea el de la defensa. Es falta grave intentar o hacer alegaciones al juzgador
fuera del tribunal sobre un litigio pendiente.
Artículo 23. AYUDA A LOS QUE ESTÁN AUTORIZADOS A EJERCER LA
ABOGACÍA.- Ningún Abogado debe permitir que se usen sus servicios
profesionales o su nombre, para facilitar o hacer posible el ejercicio de la
profesión por quienes no estén legalmente autorizados para ejercerla. Denigra
su profesión el Abogado que firme escritos en cuya preparación y redacción no
intervino o que preste su intervención sólo para cumplir exigencias legales.
Artículo 24. PUNTUALIDAD.- Es deber del Abogado ser puntual en las
diligencias y con sus colegas, sus clientes y las partes contrarias.
SECCIÓN TERCERA
Relaciones del abogado con sus clientes
Artículo 25. OBLIGACIONES PARA CON EL CLIENTE.- Es deber del
Abogado para con su cliente servirlo con eficiencia y empeño para que haga
valer sus derechos. No debe supeditar su libertad ni su conciencia, ni puede
exculparse de un acto ilícito, atribuyéndolo a instrucciones de su clientela.
Artículo 26. ASEVERACIONES SOBRE EL BUEN ÉXITO DEL ASUNTO,
TRANSACCIONES.- No debe el Abogado asegurar a su cliente que su asunto
tendrá éxito, sino sólo opinar según su criterio sobre el derecho que le asiste.
Debe siempre favorecer una justa transacción.
Artículo 27. ATENCIÓN PERSONAL DEL ABOGADO A SU CLIENTE.- Las
relaciones del Abogado con su cliente deben ser personales, por lo que no ha
de aceptar el patrocinio de clientes pro medio de agentes, excepto cuando se
trate de instituciones altruistas para ayuda de pobres.
El patrocinio de estas instituciones no obliga al Abogado a patrocinar a las
personas físicas que actúan por ella.
Artículo 28. RESPONSABILIDAD RELATIVA A LA CONDUCCIÓN DEL
ASUNTO.- El Abogado debe adelantarse a reconocer la responsabilidad que le

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resulte por su negligencia, error inexcusable o dolo, allanándose a indemnizar
por los daños y perjuicios ocasionados al cliente.
Artículo 29. CONFLICTO DE INTERESES.- Tan pronto como un cliente
solicite para cierto asunto los servicios de un Abogado, si éste tuviere interés
en él o algunas relaciones con las partes, o se encontrare sujeto a influencias
adversas a los intereses de dicho cliente, lo deberá revelar a éste y abstenerse
de prestar ese servicio.
Artículo 30. RENUNCIA AL PATROCINIO.- Una vez aceptado el patrocinio de
un asunto, el Abogado no podrá renunciarlo sino por causa justificada
sobreviniente que afecte su honor, su dignidad o su conciencia, o implique
incumplimiento de las obligaciones morales o materiales del cliente hacia el
Abogado, o haga necesaria la intervención exclusiva de profesional
especializado.
Artículo 31. CONDUCTA INCORRECTA DEL CLIENTE.- El Abogado ha de
velar porque su cliente guarde respeto a los magistrados y funcionarios, a la
contraparte, a sus Abogados y a los terceros que intervengan en el asunto; y
porque no hagan actos indebidos. Si el cliente persiste en su actitud
reprobable, el Abogado debe renunciar al patrocinio.
Artículo 32. DESCUBRIMIENTO DE ENGAÑO O EQUIVOCACIÓN
DURANTE EL JUICIO.- Cuando el Abogado descubra en el juicio una
equivocación o engaño que beneficie injustamente a su cliente deberá
comunicárselo para que rectifique y renuncie al provecho que de ella pudiera
obtener. En caso de que el cliente no esté conforme, puede el Abogado
renunciar al patrocinio.
Artículo 33. HONORARIOS.- Como norma general en materia de honorarios,
el Abogado tendrá presente que el objeto esencial de la profesión es servir a la
justicia y colaborar en su administración. El provecho o retribución nunca debe
constituir el móvil de los actos profesionales.
Artículo 34. BASES PARA ESTIMACIÓN DE HONORARIOS.- Sin perjuicio de
lo que dispongan los aranceles de la profesión, para la estimación del monto de
los honorarios, el Abogado debe fundamentalmente atender a lo siguiente:
1. La importancia de los servicios.
2. La cuantía del asunto.
3. El éxito obtenido y su trascendencia.

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4. La novedad o dificultad de las cuestiones jurídicas debatidas.
5. La experiencia, la reputación y la especialidad de los profesionales que han
intervenido.
6. La capacidad económica del cliente, teniendo presente que la pobreza obliga
a cobrar menos y aún a no cobrar nada.
7. La posibilidad de resultar el Abogado impedido de intervenir en otros asuntos
o de desavenirse con otros clientes o con terceros.
8. Si los servicios profesionales son aislados, fijos o constantes.
9. La responsabilidad que se derive para el Abogado de la atención del asunto.
10. El tiempo empleado en el patrocinio.
11. El grado de participación del Abogado en el estudio, planeamiento y
desarrollo del asunto, y
12. Si el abogado solamente patrocinó al cliente o si también lo sirvió como
mandatario.
Artículo 35. PACTO DE CUOTA LITIS.- El pacto de cuota litis no es
reprochable en principio. En tanto no lo prohíban las disposiciones legales, es
admisible cuando el Abogado lo celebra por escrito antes de prestar sus
servicios profesionales sobre bases justas, siempre que se observen las
siguientes reglas:
a. La participación del Abogado nunca será mayor que la del cliente.
b. El Abogado se reservará el derecho a rescindir el pacto y separarse del
patrocinio o del mandato en cualquier momento, dentro de las situaciones
previstas por el artículo 30, del mismo modo que dejará a salvo la correlativa
facultada del cliente para retirar el asunto y confiarle a los otros profesionales
en idénticas circunstancias. En ambos casos el Abogado tendrá derecho a
cobrar una cantidad proporcional por sus servicios y con la participación
originariamente convenida, siempre que sobrevenga beneficios económicos a
consecuencia de su actividad profesional. Cuando las pretensiones litigiosas
resulten anuladas por desistimiento o renuncia del cliente o reducidas por
transacción, el Abogado tendrá derecho a liquidar y exigir el pago de los
honorarios correspondientes a los servicios prestados.
3. Si el asunto es resuelto en forma negativa, el Abogado no debe cobrar
honorarios o gasto alguno, a menos que se haya estipulado expresamente a su
favor ese derecho.

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Artículo 36. GASTOS DEL ASUNTO.- No es recomendable en principio, salvo
que se trate de un cliente que carezca de medios, que el Abogado convenga
con él en expresar los gastos del asunto, fuera del caso de promediar pacto de
cuota litis u obligación contractual de anticiparlo con cargo de reembolso.
Artículo 37. ADQUISICIÓN DE INTERÉS EN EL ASUNTO.- Fuera del caso de
cuota litis escriturado con anterioridad a su intervención profesional, el
Abogado no debe adquirir interés pecuniario de ninguna clase relativo al asunto
que patrocina o haya patrocinado.
Tampoco debe adquirir directa o indirectamente bienes de esa índole en los
remates judiciales que sobrevengan.
Artículo 38. CONTROVERSIA CON LOS CLIENTES ACERCA DE LOS
HONORARIOS.- El Abogado debe evitar controversia con el cliente acerca de
sus honorarios, hasta donde esto sea compatible con su dignidad profesional y
con su derecho a recibir adecuada retribución por sus servicios. En caso de
verse obligado a demandar al cliente, es preferible que se haga representar por
un colega.
Artículo 39. MANEJO DE PROPIEDAD AJENA.- El Abogado dará aviso
inmediato a su cliente de los bienes y dinero que reciba por él, y se los
entregará tan pronto aquél lo solicite. Falta a la ética profesional el Abogado
que disponga de fondos de su cliente.
SECCIÓN CUARTA
Relaciones del abogado con sus colegas y la contraparte
Artículo 40. FRATERNIDAD RESPETO ENTRE LOS ABOGADOS.- Entre los
Abogados debe haber fraternidad que enaltezca la profesión, respetándose
recíprocamente, sin dejarse influir por la animadversión de las partes. Se
abstendrán cuidadosamente de expresiones malévolas o injuriosas y de aludir
a antecedentes personales, ideológicos, políticos o de otra naturaleza, de sus
colegas.
El Abogado debe ser correcto con sus colegas y facilitarles la solución de
inconvenientes momentáneos, cuando por causas que no le sean imputables,
como ausencia, duelo, enfermedad o de fuerza mayor estén imposibilitados
para servir a su cliente. No faltarán, por apremio del cliente, a su concepto de la
decencia y del honor.

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Artículo 41. TRATO CON LA CONTRAPARTE.- No ha de tratar el Abogado
con la contraparte directa o indirectamente, sino por conducto o por
conocimiento previo de su Abogado. Sólo con la intervención de éste podrá
gestionar convenios o transacciones.
El Abogado puede entrevistar libremente a los testigos de una causa civil o
penal en- la que intervenga, pero no debe inducirlos por medio alguno a que se
aparten de la verdad.
Artículo 42. SUSTITUCIÓN EN EL PATROCINIO.- El Abogado no intervendrá
en favor de persona patrocinada en el mismo asunto por un colega, sin dar
previamente aviso a éste, salvo el caso de renuncia expresa o de imposibilidad
del mismo.
Si sólo llegare a conocer la intervención del colega después de haber aceptado
el patrocinado, se lo hará saber de inmediato.
Artículo 43. CONVENIOS ENTRE ABOGADOS.- Los convenios celebrados
entre Abogados deben ser estrictamente cumplidos. Los que fueren
importantes para el cliente deberán ser escritos; pero el honor profesional exige
que, aún no habiendo sido, se cumplan como si constaran de instrumento
público.
Artículo 44. COLABORACIÓN PROFESIONAL Y CONFLICTO DE
OPINIONES.- No debe interpretar el Abogado como falta de confianza del
cliente, que le proponga la intervención en el asunto que le ha confiado, de otro
Abogado adicional, y por regla general ha de aceptarse esta colaboración.
Cuando los Abogados que colaboran en un asunto no puedan ponerse de
acuerdo respecto de un punto fundamental para los intereses del cliente, le
informarán francamente del conflicto de opiniones para que resuelva.
Su decisión se aceptará, a no ser que la naturaleza de la discrepancia impida
cooperar en debida forma al Abogado cuya opinión fue rechazada. En este
caso, deberá solicitar al cliente que lo revele.
Artículo 45. DISTRIBUCIÓN DE HONORARIOS.- Solamente está permitida la
distribución de honorarios basada en la colaboración para la prestación de los
servicios y en la correlativa responsabilidad.
Artículo 46. ASOCIACIÓN ENTRE ABOGADOS.- El Abogado sólo podrá
asociarse para ejercer la profesión con otros colegas, y en ningún caso con el

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propósito ostensible o implícito de aprovechar su influencia para conseguir
asuntos.
El nombre de la asociación habrá de ser de uno o más de sus componentes
con exclusión de cualquiera otra designación. Fallecido un miembro su nombre
podrá mantenerse siempre que se advierta claramente dicha circunstancia.
Si uno de los asociados acepta un puesto oficial incompatible con el ejercicio
de la profesión, deberá retirarse de la asociación a que pertenezca y su nombre
dejará de usarse.
Artículo 47. DEBERES HACIA SU COLEGIO Y GREMIO.- Es deber
imperativo del Abogado prestar con entusiasmo y dedicación su concurso
personal para el mejor éxito de los fines colectivos del Colegio a que
pertenezca. Los encargos o comisiones que puedan confiársele, deben ser
aceptados y cumplidos, procediendo la excusa sólo por causa justificada. De la
misma manera observará cumplidamente las obligaciones que contrajera,
personal y libremente, bajo la intervención del Colegio u otra Corporación de
Abogados, referentes al interés profesional o propio del mismo.
Artículo 48. ALCANCE Y CUMPLIMIENTO DE ESTE CÓDIGO.- Las normas
de este Código se aplican a todo el ejercicio de la abogacía y la especialización
no exime de ellas. El Abogado al matricularse en el Colegio de Abogados,
deberá hacer promesa solemne de cumplir fielmente este Código de Ética
Profesional.

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