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El término materialidad siempre ha sido, y todavía lo es, motivo de amplias

discusiones y muchos desacuerdos; lo que es material para uno, no lo es


para otro, y viceversa. 

Algunos la señalan como algo importante, no cuantificada, otros mencionan


que se refiere a una atribución de auditoria para medir el efecto de sus
hallazgos y reevaluar su dictamen. En cualquier caso, existen algunas
confusiones, por lo que aquí mencionamos algunas variables para ayudar a
aclarar el tema, o seguir generando la discusión.

La materialidad, también conocida como relevancia, importancia relativa o


significatividad, está referida en la contabilidad a la posibilidad de que su ausencia
influya en la toma de decisiones de los usuarios de los estados financieros; por lo
tanto, no considerar su efecto o importancia dentro de tal información,
distorsionaría los estados financieros y/o notas que una empresa hace públicos o
entrega a algún interesado, llámese banco, proveedor, cliente, entidad financiera, o
inversionista.

De acuerdo con ello, en una empresa la firma de un contrato será material, o una
contingencia cuyo desenlace puede ser de un importante monto respecto del
patrimonio o de los resultados. Como se observa en ambos casos, aun no se afectan
importes pero por las consecuencias que pueden tener en las operaciones o
resultados de la empresa, deben ser conocidos por los terceros usuarios; es decir
deben ser operaciones reveladas.  Diferente es si ha sucedido un siniestro y se
perdió la mitad de la operación, o si en una mina hubo un deslizamiento y se tapó
parte del socavón, se llevó la maquinaria y arruinó la planta chancadora de mineral,
por ejemplo. Aquí, no cabe duda, que lo que pasó, a pesar de que se encuentre
asegurado, es importante por el efecto monetario.

En consecuencia, la materialidad se compone de ambos, naturaleza (origen,


procedencia y/o efecto posterior) e importe (monto, saldo, importe), a pesar que
pueden concurrir de manera separada.

La materialidad debe ser establecida por la empresa para el registro de sus


operaciones, para cada rubro o cuenta, así como para la presentación de estados
financieros. ¿Quiere decir que podríamos tener diferentes montos que considerar
para definir algo como material? La respuesta es sí. Y ¿cómo es que se determina,
quién la aprueba, siempre es la misma en el tiempo?

La empresa debe definir por consenso sus niveles de materialidad, “aterrizando” en


una cifra, la que debe ser distinta para:

 La cuenta específica, por ejemplo: cuentas por cobrar, inversiones,


mercaderías, activos biológicos. Podría ser un porcentaje de la cuenta, de tal
manera que todo importe superior es importante o material;
 El rubro, por ejemplo activo inmovilizado de propiedad planta y equipo (neto
de depreciación acumulada), o provisiones. Un monto sobre el total del
rubro sería adecuado como relevante; y
 Estados financieros, un porcentaje sobre el patrimonio o activo total, en el
caso del estado de situación financiera. En el estado de resultados, un
porcentaje sobre el margen bruto o sobre el resultado del ejercicio.

Indudablemente, la opinión de finanzas es trascendente para definir estos niveles,


pero, igualmente debe buscarse la aprobación de un estrato superior, del Directorio
normalmente, para que tenga no solo un adecuado referente, sino para que no
exista duda en su utilización en toda la empresa, y si acaso existen reemplazos de
los funcionarios, sobre todo contables y financieros, la hoja de ruta ya está
definida. 

Finalmente, en donde debe quedar reflejada esta aprobación es en lo que en


artículos anterior ya citamos, el Manual de Políticas Contables de la empresa.

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