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publicado en: Navegando, nº 1, 2007, pp. 39-44.

HISTORIA E IDENTIDAD NACIONAL: LA PERSPECTIVA ETNOSIMBÓLICA

Franco Savarino
(INAH / ENAH)

resumen: El trabajo de Anthony D. Smith es, en la actualidad, una de las propuestas teóricas
más fértiles para el estudio de la nación y el nacionalismo. Con sus obras más famosas, The
Ethnic Origins of Nations (1986) y National Identity (1991), Smith ha presentado una propuesta
de superación del dualismo interpretativo entre “primordialismo” e “instrumentalismo”,
mediante un énfasis nuevo en los símbolos, las memorias, las tradiciones, la etnicidad y la
historia. Este nuevo enfoque, llamado “etnosimbólico”, al superar las viejas dicotomías permite
una lectura integrada de los elementos populares y “elitistas”, emocionales y racionales, étnicos
y cívicos, antiguos y modernos, “dados” y “construidos”, etc. antes polarizados artificialmente en
los debates académicos. A partir de este enfoque “integral” se puede llegar a un nivel
interpretativo más incluyente y dinámico, que rubrica el fenómeno nacional en una dimensión
articulada esencialmente dialéctica situada en un proceso histórico de larga duración.

Introducción

La proliferación de estudios recientes sobre nación, nacionalismo, etnicidad y temas afines es


el reflejo de la actualidad y la urgencia de buscar esplicaciones científicas a fenómenos que han
marcado profundamente y siguen caracterizando y afectando la vida de nuestras sociedades. Es
casi imposible enumerar la gran candidad de artículos, ensayos y libros que han sido
publicados sobre la temática a partir des los años ochenta del siglo anterior. Los esfuerzos de la
comunidad académica en las diferentes ramas de la sociología, la antropología, la historiografía
y las otras ciencias sociales, actuando en perspectivas frequentemente multi o
transdiciplinarias, han apuntado a la búsqueda de nuevos enfoques, a establecer nuevos
paradigmas y a delinear nuevos entornos conceptuales para investigar sobre un panorama
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cambiante, movedizo, en el trasfondo de un proceso de globalización que impacta rápida y


radicalmente en todos los fenómenos considerados.1

Uno de los enfoques recientes más prometedores ha sido propuesto a partir de los años
ochenta por el sociólogo Anthony D. Smith, uno de los autores más fertiles sobre la temática y
entre los que más han recibido el reconocimiento (y suscitado las críticas) de la comunidad
científica internacional. Su propuesta de análisis, que Smith ha denominado “etnosimbolismo”,
pone énfasis en el papel de los mitos, los valores, los símbolos, las tradiciones y las memorias
en el surgimiento y la existencia de las naciones. Estas son situadas en un itinerario formativo
histórico de larga duración en donde destacan los elementos subjetivos, las culturas vernáculas
y la dialéctica entre los sectores populares por un lado, y las élites por el otro.

Esta perspectiva amplia e integral de análisis proporciona, a mi parecer, las claves más
adecuadas para descifrar las multiformes manifestaciones nacionales del presente y del
pasado, superando todo enfoque reduccionista, especialmente los que desde las ciencias
económicas, sociales y políticas subvaloraban los componentes afectivos, subjetivos, culturales
e históricos del fenómeno nacional. Contribuye a esclarecer la posición de éste dentro del
conjunto de las manifestaciones socioculturales, en particular con respecto a las identidades.
Facilita, además, la lectura sinóptica de una pluralidad de materiales tan diversos como los
mitos, la geografía simbólica, el folklore, la literatura, las biografías y las movilizaciones
sociales y políticas. Proporciona, en fin, un esquema útil para elaborar tipologías nacionales y
para desentrañar la ambigüedad fundamental de todo nacionalismo entre su ser particular y su
carácter universal, su actualidad y su calidad de fenómeno intemporal.

Debates teóricos

El etnosimbolismo de Smith se presenta como una mediación, conciliación o superación del


debate añejo entre las dos líneas teóricas y escuelas más influyentes en el campo de estudios
sobre la etnicidad, la primordialista y la instrumentalista.2 La primera interpreta a la

1 F. Savarino, “Los retos del nacionalismo en el mundo de la globalización”, Convergencia, año 8, nº 26,
septiembre-diciembre 2001, pp.97-120.
2 Cfr. J. Hutchinson / A. D. Smith (eds.), Ethnicity, Oxford / New York, Oxford UP, 1996, pp. 7-13.

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etnicidad y la nacionalidad3 como condiciones dadas, a priori, incrustadas profundamente en


la naturaleza humana, expresión social de lazos y raíces “primordiales” que los sociobiólogos
(por ejemplo, Van der Berghe), hacen derivar directamente del código genético de nuestra
especie. Para los primordialistas la nación sería una forma superior de comunidad étnica que
ocuparía el vértice de una pirámide jerárquica de lazos identitarios y solidarios a partir de la
familia a través del linaje y las etnias. Clifford Geertz y sus seguidores son partidarios de un
primordialismo más cultural y destacan más bien los lazos simbólico-afectivos profundos y la
participación en los rituales y vivencias que atan y reúnen a los sujetos sociales en
comunidades solidarias y perdurables.4 Los instrumentalistas, en cambio, observan que la
etnicidad descansa en elementos situacionales, contingente y precarios, sujetos al cambio, la
transformación y la manipulación elitista. Las etnias serían conglomerados sociales efímeros,
moldeables, enfocados a la obtención de ventajas estratégicas en contextos de competición
pluriétnica por los recursos económicos, el poder y el estatus.5

Primordialismo e instrumentalismo se ven reflejados en las dos vertientes principales de


los estudios sobre nación y nacionalismo, la perennialista y la modernista. La primera es una
forma de primordialismo, compartida por los nacionalistas y por los investigadores que
interpretan la nación como una forma básica, constitutiva de la condición humana y mutatis
mutandis, antigua. La segunda, que hoy predomina, es una forma de instrumentalismo, pues
privilegia los aspectos de elaboración y uso estratégico de la nación por parte de las élites, y
subrayan la modernitad, artificialidad y variabilidad en el tiempo del fenómeno nacional.6 El
modernismo ha derivado más recientemente en una posición extrema y polémica, la
posmodernista o social-constructivista, que enfatiza la subjetividad y el carácter discursivo,
construído y “relacional” de la nación y de todas sus manifestaciones.7

3 Uso aquí “nacionalidad” en el sentido de “condición nacional” del sujeto social, no en el sentido jurídico o
cultural de la expresión.
4 C. Geertz, La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa, 1992. (1973)
5 Cfr. entre otros E. Hobsbawm / T. Ranger (eds.), The Invention of Tradition, Cambridge, Cambridge UP, 1983;
M. Banton, Racial and Ethnic Competition, Cambridge, Cambridge UP, 1983.
6 E. Gellner, Naciones y nacionalismo, México, Alianza/Conaculta, 1991 (1983); B. Anderson, Imagined
communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, London, Verso, 1991; E. Hobsbawm,
Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 1992 (1990); P. Brass, Ethnicity and Nationalism.
Theory and comparison, New Delhi, Sage Publications, 1991.
7 R. Brubacker, Nationalism Reframed. Nationhood and National Question in the New Europe, Cambridge,
Cambridge UP,1996; C. Calhoun, Nationalism, Buckingham, Open UP, 1997; U. Özkirilmli, Theories of
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Smith rechaza tomar partido por alguno de los dos paradigmas y propone un modelo
nuevo, el etnosimbólico, para poder aprovechar de los logros y aciertos de ambas perspectivas
de análisis superándolas en una síntesis teorética y metodológica. Esta propuesta aprovecha el
trabajo clásico de Frederick Barth sobre comunidades étnicas, y los estudios más recientes de
John Armstrong y de John Hutchinson sobre nacionalismo.8 Con el etnosimbolismo Smith
pretende “ofrecer una comprensión más incluyente y potencialmente más rica del papel
complejo de la nación en la historia”, superando el nominalismo, el reduccionismo y las derivas
“discursivas” de los posmodernistas.9

Smith considera, junto con los modernistas, que el nacionalismo es un fenómeno


ciertamente moderno, sin embargo señala que la nación incorpora también rasgos
fundamentales de las comunidades étnicas premodernas que no se pueden soslayar.10 A partir
del supuesto que la nación no es un “dato”, una entidad primordial incrustada en la naturaleza
humana, advierte que sus resortes no son enteramente modernos.11 Para Smith, las identidades
e ideologías nacionales deben de situarse a lo largo de trayectorias temporales de larga
duración de sentimientos y lazos de grupo. Aunque no existe una continuidad histórica
existiría una continuidad “sociológica” entre el resurgimiento moderno de la etnicidad y otros
que lo preceden. La etnicidad es un elemento de la cultura y la sociedad que perdura en el
tiempo y resurge en grados diferentes en cada generación.12 El nacionalismo no se puede
entender sin una teoría del papel de los sentimientos étnicos en la historia. Por ello rechaza los
postulados tanto de los modernistas, así como de los primordialistas, pues los primeros

Nationalism: A Critical Introduction, London, MacMillan, 2000. Los social-constructivistas suelen “acusar” a
sus oponentes de “esencialismo”, palabra que usan a menudo en un sentido despectivo y descalificante.
8 A. D. Smith, The Nation in History. Historiographical Debates about Ethnicity and Nationalism, Hanover,
University Press of New England, 2000; A. D. Smith, “Ethno-Symbolism” en Athena S. Leoussi (ed.),
Encyclopedia of Nationalism, New Brunswick / London, Transaction Publishers, 2001, pp. 84-87; F. Barth
(ed.), Los grupos étnicos y sus fronteras: la organización social de las diferencias culturales, México, FCE,
1976 (1969), pp. 9-49; J. Armstrong, Nations Before Nationalism, Chapel Hill, University of North Carolina
Press, 1982; J. Hutchinson, The Dynamics of Cultural Nationalism: The Gaelic Revival and the Creation of the
Irish National State, London, Allen and Unwin, 1987.
9 A. D. Smith, The Nation…, op.cit., p.4.
10 A. D. Smith, The Ethnic Origins of Nations, Oxford, Blackwell, 1986, p. 18.
11 Ibid, p. 13.
12 A. D. Smith, Theories of Nationalism, London, Duckworth, 1983, xxxii.

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establecen una línea de fractura demasiado profunda con los sentimientos y los lazos
premodernos y los segundos, al contrario, los consideran el fundamento último de la nación.13

Smith busca reconciliar a ambas posiciones al sostener que se puede reconocer que los
grupos culturales difieren en la fuerza y la riqueza de sus tradiciones culturales, y en el
impacto de las instituciones tradicionales y la estructura social. Un analisis modernista es más
apropiada en determinados casos, cuando existe una manipulación evidente por parte de las
élites que rebasa el apego de una población dada a sus lazos de solidaridad e identidad étnica.14
En consecuencia, argumenta que la estructura premoderna de los grupos étnicos tiene un
significado importante para entender la formación de la nación. Según Smith, los líderes y las
élites que buscan crear estados-nación no tienen una autonomía completa con respecto al
contexto precedente, están limitados por las culturas e ideas de las comunidades particulares
en donde operan.15 La creatividad nacional, en otras palabras, se ejerce dentro de un abanico
limitado de posibilidades y el constructivismo o la libre manipulabilidad son, en este campo,
sólo quimeras.

Los fundamentos étnicos de las naciones

Smith sostiene que cualquier estudio sobre los origenes de las naciones tiene que considerar el
entramado cultural en donde estas se generan y transforman. Para analizarlas, introduce el
concepto de comunidad étnica o ethnie en francés. Este concepto, diferente del de “etnia” o
categoría étnica, reune y sintetiza el énfasis en las diferencias culturales con el sentido de
pertenencia en cuanto comunidad histórica. La ethnie sería caracterizada por seis atributos: un
gentilicio, un mito de origen común, recuerdos históricos compartidos, uno o varios elementos
de cultura colectiva de carácter diferenciador, una asociación con una “patria” específica y un
sentido de solidaridad hacia sectores significativos de la población. Un rasgo central de las

13 Smith, The Ethnic…, op. cit., p. 13.


14 Smith, Theories…, op. cit., xxix-xxx.
15 A. D. Smith, Nationalism and Modernism, London, Routledge, 1998, p. 180.

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comunidades étnicas es el linaje ficticio y la ascendencia putativa, es decir, la creencia en una


ascendencia común en forma de metáfora mitificada de la familia.16

Esta creencia señala a la ethnie como una comunidad subjetiva e histórica en donde los
lazos de unión y ascendencia común derivan su fuerza y perdurabilidad de la percepción de su
verdad esencial y es aqui donde Smith quizás destaca mejor la superación de la disyuntiva
entre primordialidad e instrumentalidad. Los lazos, símbolos, memorias e identidades
supuestamente “primordiales” lo son en tanto que son creidos y percibidos como tales, se
demuestran capaces de proporcionar el sentido de una realidad tangible.17 Esto señala límites
bien precisos a la creación, modificación o manipulación de ellos pues toda intervención
demasiado artificiosa y apresurada sobre símbolos, mitos y memorias de pertenencia, pondrá
al descubierto la inconsistencia y por tanto, la inautenticidad de éstas. En pocas palabras, una
artificialidad y volatilidad excesiva de los componentes simbólicos de la identidad comunitaria
es incapaz de evocar esa “primordialidad” que es la conditio sine qua non para que la
comunidad tenga éxito.

El nacimiento, la existencia y la desaparición de las ethnies es un fenómeno universal y


recurrente en la historia. Las comunidades étnicas se encuentran en todo continente y en
cualquier período histórico en tanto los seres humanos crean mitos compartidos, memorias,
símbolos, valores y tradiciones asociadas a su territorio patrio. Pueden existir incluso sin éste,
como es el caso de las comunidades de diáspora, en cuyo caso es suficiente el sentimiento de
estar ligadas a una patria perdida o imaginaria. El territorio histórico de la ethnie se convierte
en el transcurso de las generaciones en un “panorama étnico” peculiar, acervo de memorias,
mapa cognoscitivo y referente emocional, poético y artístico, que más tarde serà reelaborado
como territorio nacional.18

La ethnie antecede y es propedéutica a la nación, al proporcionar una base para la


legitimación del pasado étnico de esta. El núcleo de la etnicidad, según Smith, está situado en
los mitos, memorias, valores, símbolos y los estilos característicos de configuraciones históricas

16 Smith, The Ethnic…, op. cit., p. 22; Hutchinson / Smith, op.cit., pp. 5-7; A. D. Smith, La identidad étnica,
Madrid, Trama Editorial, 1997 (1991), pp.19-20.
17 A. D. Smith, Nationalism…, op. cit., pp. 137-138.
18 A. D. Smith, “Conmemorando a los muertos, inspirando a los vivos. Mapas, recuerdos y moralejas en la
recreación de las identidades nacionales”, Revista Mexicana de Sociología, anno LX, nº1, enero-marzo 1998,
pp. 61-79.

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particulares. Estos conforman un conjunto de creencias y sentimientos que son preservados y


transmitidos a través de las generaciones en cada comunidad étnica. La difusión y transmisión
de memorias, mitos y símbolos a través de las generaciones asegura la perdurabilidad de las
ethnies en el tiempo. Estas se convierten en una forma en donde pueden desarrollarse toda
clase de procesos sociales y culturales bajo la influencia y la presión de circunstancias
cambiantes. Según Smith, solo en casos raros la presión externa combinada con las
transformaciones internas puede causar un colapso de las características particulares de la
etnicidad. Es más comun que las comunidades étnicas adapten sus rasgos específicos en un
modo que resulta en el cambio de las comunidades mismas, o bien pueden ajustarse a los
desacuerdos internos o a las presiones externas a la asimilación.19

Las comunidades étnicas han sido típicamente la base originaria de muchos estados
premodernos, como lo fueron por ejemplo el antiguo Egipto, Israel, Japón y Francia. Han
favorecido también la formación de redes de unidades políticas más pequeñas, como en el caso
de las ciudades-estado maya, sumerias, fenicias y griegas. O bien han sido el “núcleo étnico” de
reinos pluriéticos, como en el caso de los estados de la Europa medieval.20

De acuerdo con Smith, existirían dos tipos de ethnies, una “lateral”, aristocrática, y otra
“vertical” y demótica. En la primera los rasgos peculiares de la ethnie están confinados en
grupos de alto estatus, dominantes sobre una población dispersa con características diferentes
poco diferenciada entre sí por la debilidad de las barreras de separación cultural. En la
segunda, donde la población es más concentrada y las barreras son más consistentes, la misma
cultura étnica está difundida entre todas las capas sociales. Ejemplos del primer tipo serían los
asirios y los normandos, del segundo los armenios y los irlandeses. De estos dos tipos de
ethnies pueden partir dos rutas para el surgimiento de naciones. La primera es la
“incorporación burocrática”, caracterizada por la propagación desde arriba hacia abajo y desde
el centro hacia la periferia de los mitos y símbolos políticos de la ethnie aristocrática
dominante, por voluntad y decisión de los integrantes de ésta, lo que activa el proceso de
creación de un sentimiento territorial nacional y una identidad simbólica a partir de la
herencia étnica. La segunda es la “movilización vernácula”, caracterizada por el contacto de las
clases educadas de las ethnies con el racionalismo y romanticismo occidentales, directamente

19 Smith, The Ethnic…, op. cit., pp. 15-16.


20 Smith, La identidad…, op. cit., pp. 17-37.

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con el colonialismo o indirectamente por medio de lecturas y viajes, lo que provoca una
reacción de rechazo hacia el colonialismo y el cosmopolitismo, el redescubrimiento del pasado
étnico y vernáculo, que proporcionan los fundamentos de una nueva nación con base étnica.
En ambas rutas los mitos, memorias, símbolos y tradiciones tienen un papel fundamental al
conformar la sustancia histórica y social de los códigos vernaculares comunicativos de lenguaje
y religión que mantienen las comunidades étnicas separadas entre sí.21

Smith sostiene que el resultado de esta formación nacional de doble vertiente ha sido el
desarrollo de dos concepciones simbólicas de la nación moderna. La primera es del tipo
“cívico-territorial”, y enfatiza la importancia de la residencia permanente en un territorio
claramente delimitado, sujeto a leyes e instituciones legales, derechos y deberes comunes de
ciudadanía, en un marco de cultura cívica que contiene los mitos, memorias y símbolos de la
nación. La segunda es del tipo “étnico-genealógico”, y destaca la importancia de (supuestos)
lazos genealógicos y ancestrales para definir la ciudadanía, el papel fundamental de la
movilización y participación popular, la centralidad del lenguaje, las tradiciones y la cultura
vernáculos, y la fuerza unificante de memorias auténticas y nativas dentro de una estructura
orgánica de relaciones sociales. La cultura vernácula desempeña en este segundo tipo o modelo
de nación una función parecida a la que tiene la ley en el primer modelo “cívico-territorial”.22

Los dos modelos fundamentales cívico-territorial y étnico-genealógico reflejan el viejo


debate entre concepciones “voluntaristas” y “organicistas” de la nación entre el último tercio
del siglo XIX y la primera mitad del XX.23 Hoy sabemos que esta distinción, además de
simplista, es puramente teórica, de hecho los estados-nación reales combinan elementos de
ambos modelos o mejor dicho, se sitúan y fluctúan en un punto medio en el continuum entre
los dos polos ideales, el cívico-territorial-voluntarista y el étnico-genealógico-organicista. Ni
Francia ni Alemania, las dos naciones que se han tomado generalmente como ejemplos
respectivamente del primero y del segundo modelo, son tipos “puros” de estos. Smith reconoce
que “en todos los nacionalismos hay, efectivamente, elementos cívicos y étnicos en diversos

21 Smith, La identidad…, op. cit., pp. 46-61; Smith, “Ethno-Symbolism”, op. cit., p. 86.
22 Smith, The Ethnic..., op. cit., pp. 130, 134-135; Smith, La identidad…, op. cit., pp. 8-11.
23 Smith, The Nation..., op. cit., pp.6-15.

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grados y formas: a veces predominan los elementos cívicos y territoriales y en otros casos
cobran mayor importancia los componentes étnicos y vernáculos”.24

En ambas concepciones están presentes y coexisten las nociones de una identidad


nacional unificada, un territorio patrio y una ciudadanía igualitaria trasmitidos a la población
por medio de los mismos procedimientos educativos, “cotidianos”, rituales y celebrativos. El
concepto de “patria”, propio del modelo cívico, contiene el rasgo semantico de “tierra de
(nuestros) padres” y es también, por lo tanto, genealógico, como lo son, en general, el culto de
los próceres, de los mártires y héroes y de las hazañas nacionales del pasado.25 Se puede
concluir, con Smith y con otros autores en la línea etnosimbolista, que qualquier nación, para
tener legitimidad y poder subsistir, necesita ser ambas cosas a la vez, cívico-territorial y étnico-
genealógica, en una combinación única y peculiar que deriva de las circunstancias históricas y
culturales de su formación.26 La distinción entre dos modelos no expresa un desdoblamiento
empírico del fenómeno nacional, pero tiene un sentido en el ámbito académico, si es el caso de
conservarla, en cuanto herramienta teórica de interpretación de las manifestaciones concretas
del mismo.

La verdadera dualidad y ambigüedad de éste se encuentra más bien en la relación entre


Nación y Estado, partiendo del supuesto que en los tiempos modernos éstos constituyen las
dos dimensiones, cultural y política, del estado-nación. Sobre la base de un enfoque
esencialmente etnosimbólico, se puede argumentar que Estado y Nación forman una pareja
funcional necesaria para la legitimación, la organización y la supervivencia de las sociedades
modernas. Es aquí donde se vuelve manifiesto el caracter mediador e integrador de la
nacionalidad en cuanto puente simbólico en la dialéctica entre pueblo e instituciones, tradición
y modernidad, perennidad y cambio, identidad y alteridad, mytos y logos, ethnos y demos. La
Nación, por encima de todo, proporciona al Estado aquellos contenidos de identificación
cultural, de adhesión emocional, de arraigo temporal y espacial, que el Estado no posee en
cuanto organización sólo política, conjunto de instituciones, normas y procedimientos
incapaces de suscitar por sí solos el cariño, el respeto y la lealdad de la comunidad ciudadana.

24 Smith, La identidad…, op. cit., p. 11.


25 Smith, Conmemorando…, op. cit., pp. 61-79.
26 Savarino, op. cit., p. 114-115. Cfr. G. Delannoi, “La teoría de la nación y sus ambivalencias”, en G. Delannoi y P.
A. Taguieff (eds.), Teorías del Nacionalismo, Barcelona, Gedisa, 1993, p. 15.

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Por ello el Estado moderno buscará siempre ser nacional, definirse como Estado-Nación,
aunque en muchos casos no logrará, o logrará solo parcialmente, cumplir su propósito.27

Conclusiones

Lo que convierte la propuesta etnosimbólica de Smith y los demás autores que se adscriben
esta corriente en un buen enfoque teórico y metodológico para estudiar el fenómeno nacional,
es su apertura interdisciplinaria al campo simbólico y cultural en la dimensión histórica de la
longue durée, lo que permite un acercamiento combinado a diferentes tipos de fuentes con la
sensibilidad y la herramienta necesaria para captar y volver inteligible toda la complejidad de
la temática.

El etnosimbolismo rebasa la contraposición polémica entre escuelas primordialistas e


instrumentalistas al proporcionar un esquema que incorpora elementos propios de ambas
líneas de pensamiento. A diferencia de los primordialistas, los etnosimbolistas consideran que
las comunidades étnicas y las naciones son fenómenos históricos, sujetos a los procesos
generales de cambio y transformación. Aunque aceptan la perdurabilidad de las comunidades
étnicas no comparten la idea de que éstas pertenecen al orden natural de las cosas o que las
naciones son componentes naturales, “dados”, de la historia y la sociedad.

Si las naciones no son hechos “primordiales”, los motivos fudamentales de su aparición


y persistencia en la historia tal vez lo sean. Los etnosimbolistas, a diferencia de los
instrumentalistas, modernistas y social-constructivistas, sitúan la formación de las naciones en
un contexto de procesos históricos más amplios en donde los elementos étnicos y culturales
premodernos determinan las características fundamentales del fenómeno nacional.
Consideran, además, que las comunidades étnicas o ethnies son un rasgo recurrente de la vida
social del hombre que se puede encontrar en todo continente y en toda época y forman la base
de las naciones que conocemos hoy.

27 Cfr. Savarino, “Los retos…”, op. cit., pp. 113-116; Savarino, “Nación y nacionalismo”, en Primer Foro de la
investigación científica ENAH, México, SEP-ENAH, 2003, pp.465-471. La dialéctica entre ethnos y demos se
expresa en la dualidad entre ciudadania y nacionalidad, la primera otorgada por el Estado en tanto comunidad
política, la segunda por la Nación en tanto comunidad cultural: una situación que Smith denomina “doble
lealdad” (Smith, The Ethnic..., op. cit., pp.151-152).

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Esto sucede porque los procesos de mitopoiesis, memorización, simbolización,


transmisión y comunicación son recurrentes en toda sociedad y en toda época. Existe, por lo
tanto, una tendencia humana fundamental a formar comunidades sobre la base de los
productos de estos procesos a través del tiempo y por ende, a forjar comunidades étnicas y,
donde las condiciones lo permiten, naciones, lo que se verifica en forma generalizada en la
época moderna. Esta recurrencia remite a estructuras y motivos socioculturales profundos,
dotados de un alto poder de convocatoria, devoción, afecto, inspiración y sacrificio, que han
movilizado y seguirán movilizando a los hombres en pos de sus comunidades étnicas y
nacionales más allá de los meros intereses materiales, las estrategias y las manipulaciones de
las élites. Es precisamente esta capacidad del enfoque etnosimbólico de captar y explicar la
fuerza, ubicuidad, centralidad y persistencia de las naciones en épocas y condiciones tan
diversas, aun en los tiempos actuales de cambios globales, que lo convierte en una perspectiva
de analisis fértil y eficaz para la comprensión de los fenómenos étnicos y nacionales.

Franco Savarino
francosavarino@gmail.com

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