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El Estado mágico

Naturaleza, dinero y modernidad


en Venezuela

Fernando Coronil

Nueva Sociedad
Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico
de la Universidad Central de Venezuela
Primera edición en castellano: 2002
Traducción al castellano de Esther Pérez, revisada por el autor.

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Nueva Sociedad agradece a The University of Chicago


Press, Chicago - London, la generosa cesión de los
derechos para la presente edición en castellano.

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© 1997 The University of Chicago Press, Chicago - London.


Todos los derechos reservados.
© de la presente edición en castellano Editorial NUEVA SOCIEDAD y
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Impreso en Venezuela

ISBN 980-317-184-4
Hecho el depósito de ley: lf 36920013203072
Para A ndrea y M ariana, con Julie,
la m em oria de Lya Im ber de Coronil
Introducción:
El Estado mágico y el occidentalism o

N unca levantam os m uchas salas de teatro en este país. ¿Parn qué? La estructura principista
del p od er fu e siem pre nuestro m ejor e sc e n a rio .... ¿De dónde sacamos nuestras instituciones
públicas? ¿De dónde sacam os nuestra noción de "Estado"? D e un som brero. D e un rutinario truco
de p restid ig itació n .... La aparición del petróleo com o industria creó en Venezuela una especie de
cosm ogonía. El Estado adquirió rápidam ente un matiz "providencial". Pasó de un desarrollo lento,
tan lento com o todo lo que tiene que ver con la agricultura, a un desarrollo "m ilagroso" i/
esp ecta cu la r.... Un candidato que no nos prom eta el p araíso es un suicida. ¿Por qué? P orque el
Estado no tiene nada que ver con nuestra realidad. El Estado es un brujo m agnánim o. ...E l petróleo
es fa n tá stico y p or lo tanto induce a lo "fantasioso". El anuncio d e que éram os un país petrolero creó
en Venezuela la ilusión de un milagro. Creó en la práctica la "cultura del m ila g r o " .... La riqueza
petrolera tuvo ln fu erza de un m it o .... Betancourt, Leoni y Caldera no fu eron dem asiado lejos en ese
"sueño venezolano" porque la realidad presupuestaria lo impedía. Seguíam os siendo ricos, pero no
tan ricos. Pero vino el otro Pérez, C arlos A ndrés Pérez, y a llí s í encontram os la fr a s e que nos definía.
Estábam os construyendo La Gran Venezuela. Pérez no era un presidente. Era un mago. Un m ago
capaz d e d isp aram os hacia una alucinación que dejaba pequeñas las fa n fa rro n a d a s del
p erezjim en ism o.... Pérez Jim énez decretó el sueño d el Progreso. El país no p rogresó, desde luego. El
país engordó... [El gobierno de] Pérez Jim énez fu e un debut; ¡el de] Carlos A n drés P érez, una
reprise. J o s é I g n a c io C a b r u ja s

Tiene sentido que José Ignacio Cabrujas, un aclam ado au to r de obras


teatrales y series de televisión, íntim am ente fam iliarizado con form as
locales de la fabulación venezolana, se h aya convertido en uno de los
com entaristas políticos m ás agudos del país. Invitado p or la C om isión
Presidencial p ara la Reform a del Estado (Copre) a exp resar sus p untos de
vista sobre la política venezolana1, Cabrujas llama la atención sobre algo
evidente y, no obstante, ausente del análisis social: la deificación del E stad o
en la vida política contem poránea de V enezuela2.

1. El p residen te Jaim e Lusinchi decretó la creación de la Copre el 17 de d iciem bre de 1984, con
el objetivo de prom over la dem ocratización del Estado. Para un análisis de la C opre que la
u bica en el contexto de diversos intentos de reform ar el Estado venezolano, v. G óm ez C alcaño
y Lóp ez-M aya (1990: 57-116).
2. Philip A bram s sostiene q ue el análisis social tiend e a reproducir la apariencia d iv ina del
Estado com o fuerza unificada y autocentrada (1988). E n el caso venezolano, esta apariencia se
v e reforzada p or la riqueza fiscal, que p roviene sobre todo de los ingresos p etroleros y no de
los im puestos, lo que perm ite al Estado encarnar poderes que parecen em an ar de sí m ism o.
(Para un com entario sobre los puntos de vista de A bram s, v. el capítulo 1). P ara el análisis de
los efectos intersubjetivos de las relaciones de poder, el concepto w eberiano de carism a, en
particular en sus version es m ás sociológicas y antropológicas (Shils 1965; T am biah 1984),
arroja luz sobre la deificación del Estado. El concepto m arxista de fetichism o del Estado aba rea
la fenom enología del poder político y su dinám ica social subyacente. Para u n agudo an álisis
del concepto m arxiano de fetichism o, v. Pietz (1993); para un intento de aplicar el concepto de
fetichism o al Estado, v. jV e lls (1981).
2 O Introducción

Al reflexionar sobre espejism os vividos colectivam en te, C abrujas re ­


laciona la ap arien cia provid en cial del E stado con su m aterialidad terre­
nal, y su b raya los efectos culturales y políticos de su extraord in aria
riqueza financiera. C om o si quisiera reconocer, y al m ism o tiem po d esau ­
torizar, la exaltad a autorrepreseiitación del E stad o, señala que éste en
V enezuela es un "brujo m ag n án im o " d otado de p od er p a ra reem p lazar la
realid ad p or ficciones fabulosas apun talad as p o r la riqueza p etrolera. "E l
p etróleo es fantástico y por lo tanto induce a lo 'fa n ta sio so '", dice
C abrujas. Su cap acid ad de d esp ertar fantasías perm ite a los líderes
estatales h acer de la vid a política un en cand ilad or esp ectácu lo de p ro g re ­
so nacional m ediante "tru co s de prestidigitación ". Los rep resen tan tes del
E stad o, esto es, las en carnaciones visibles de los p oderes invisibles del
dinero p etrolero, ap arecen en el escenario estatal com o m agos p o d ero so s
que extraen la realidad social, desde instituciones públicas h asta co sm o ­
gonías, de un som brero.
U na versión oficial de la cosm ogonía política venezolana ha logrado
definir la visión pública del pasado de la nación. Según esta visión, el n a­
cim iento de la m odernidad nacional se produce con la m uerte del general
Juan Vicente G óm ez, en 1935, cuando term inan sus 27 años de dictadura. La
m uerte de G óm ez liberó a V enezuela del yugo de un gobierno personalista
y perm itió em prender un proceso de dem ocratización solo interrum pido
por la dictadura del gen eralM arcos Pérez Jim énez (1948-1958). D espués de
1958, el proceso condujo a la consolidación del sistem a dem ocrático m ás
duradero de la A m érica del Sur. Según este recuento, m ientras G óm ez
m antuvo al país atrapado en un pasado arcaico, Pérez Jim énez creó un
oscuro interregno que interrum pió brevem ente el proceso d em ocratizad or
puesto en m arch a con la desaparición de Gómez.
C ontra lo generalm ente aceptado, solo en form a parcial Cabrujas se
hace eco de esta historia oficial. En lugar de concentrarse de m od o exclusivo
en los regím enes dem ocráticos, escoge dos m om entos de la autoconform a-
ción del Estado com o agente del progreso m oderno: el gobierno dictatorial
de Pérez Jim énez, al cual describe com o el "d eb u t" del "su eñ o del P ro g re­
so"; y la prim era presidencia de Carlos A ndrés P érez (1974-1979), que re­
presenta, según Cabrujas, la "reprise" alucinante de ese m ito. Aunque
Pérez Jim énez era un dictador m ilitar y P érez un líder dem ocrático,
Cabrujas sugiere que am bos p rom ovieron el m ito del p rogreso con m ás
fuerza que otros presidentes, y que gobernaron en periodos de riqueza
fiscal y estabilidad política extraordinarias.
El Estado mágico y el occidentnlismo CD 3

A p esar de sus diferencias, estas visiones oficiales y anecdóticas del


pasado de la nación se centran en el m ism o periodo "m od ern o" posterior
a 1935. U no de los trucos de prestidigitación m ás efectivos realizados en
V enezuela ha consistido en relegar a G óm ez al periodo "d e atraso" del
p asado venezolano. Al caracterizar su gobierno com o encarnación de lo
prim itivo, los regím enes posteriores se han presentado, por contraste, co­
m o representantes de la modernidad.X>e este m odo han encubierto que sus
bases se asientan en el régim en de Góm ez, con el que com parten la de­
pendencia de la econom ía petrolera y la extraordinaria personalización del
p od er del Estado. C om o verem os, fue durante el régim en "trad icion al" de
G óm ez, no obstante, que se to m ó posible im aginar Venezuela com o una
ilación petrolera m oderna, identificar al gobernante con el Estado y repre­
sentar al Estado com o agente de la m odernización. Que incluso Cabrujas
h aya olvidado a G óm ez es sintom ático, pienso, de una am nesia colectiva
que envuelve a la versión predom inante de la historia venezolana5.
Lo olvidado filtra lo que se recuerda. El p oder de persuasión de un
recuento histórico depende, com o el de un acto de m agia, de que los ar­
tificios de su p roducción se m antengan ocultos. Al igual que la historia, que
de m od o am biguo se refiere tanto a la m em oria selectiva de relatos sobre el
p asado, com o a éste en su totalidad, la m agia alude a una realidad
extraordinaria, pero también a una presentación selectiva de elem entos que
p rovoca una ilusión de existencia m ediante invisibles m anipulaciones a-
poyadas en la distracción y la diversión. C om o la historia, la m agia pende
entre la ficción y los hechos, entre los trucos y la verdad. En La historia
oficial, película argentina sobre el terror de Estado y la m em oria histórica,
Gabriela, hija adoptiva (en realidad apropiada de padres desaparecidos),
el día de su cum pleaños (que se celebraba, por cierto, en la fecha de su
adopción) le pregunta al m ago de su fiesta: "¿U sted es un m ago de trucos,
o de verd ad ?". C om o sugiere el filme, con el m ero hecho de plantearse, la
pregunta abre un espacio para explorar el juego de ilusión y verdad de la
m agia y de la historia, porque recuerda que am bas se producen, com o la
m em oria m ism a, m ediante actos de representación.

3. Sin em bargo, Cabrujas reconoce que G óm ez m arca el inicio de la rápida transform ación
económ ica que condujo a la identificación del Estado con el G obierno. "E n Venezuela el Estado
es el G ob iern o ", dice C abrujas. Esta identificación se produjo de m odo tan natural com o el
"crecim ien to" de la econom ía. Según C abrujas, desde el gobierno de G óm ez hasta el de Luis
Herrera Cam píns, V enezuela "crecía económ icam ente casi com o los ciclos de la n aturaleza",
sin ser responsable de su propio crecim iento (1 9 8 7 :1 9 ).
4 LH Introducción

En este libro exam ino la aparición del Estado venezolano com o agente
trascendente y unificador de la nación. Sostengo que la deificación del
Estado tuvo lugar com o parte de la transform ación de Venezuela en nación
petrolera que, en tanto tal, se percibía com o una nación con dos cuerpos: un
cuerpo político com puesto por sus ciudadanos y un cuerpo natu ral cuya
m ateria era su rico subsuelo. Al condensar en sí los m últiples poderes
dispersos en los dos cuerpos, el Estado apareció com o un agente único
dotado del poder m ágico de rehacer la nación. El arduo establecim iento de
la autoridad estatal tuvo íntima relación con la explotación petrolera. A lo
largo del siglo xix el frágil Estado venezolano, crónicam ente asaltado por
caudillos regionales, fue incapaz de im poner su control sobre el fragm en­
tado territorio nacional. Solo cuando se transform ó en m ed iad or entre la
nación y las com pañías petroleras foráneas, a principios del siglo xx, fue que
el Estado adquirió la capacidad política y los recursos financieros que le
perm itieron aparecer com o un agente independiente cap az de im poner su
dominio sobre la sociedad. De ahí que el propio Estado se h aya originado
com o un conjunto de prácticas, instituciones e ideologías de gobierno en el
curso de las pugnas relativas a la regulación de la producción p etrolera y
el control del dinero procedente de ella. Este control le perm itió transfor­
m arse a m edida que am pliaba el ámbito de su actuación: el control sobre la
producción del sector de los minerales y su procesam iento (petróleo, gas,
p roductos petroquím icos, bauxita, hierro, acero, alúm ina, alum inio y p ro ­
ductos industriales relacionados); la regulación y la prom oción de la ac­
tividad económ ica privada (la determ inación de las tasas de interés, el
establecimiento de tarifas aduaneras, la concesión de licencias, la aproba­
ción de subsidios, la determ inación de precios y salarios, etc.); y el estable­
cim iento de un control central sobre un núm ero de otros sectores, desde la
educación (p. ej., la definición del contenido de la curricula y la estructura
de los exám enes finales) hasta el transporte y las com unicaciones (la
distribución del papel destinado a la prensa gráfica y el arriendo de
frecuencias a estaciones de radio y televisión).
T ransform ado así en un petroestado, el E stado venezolano llegó a tener
en sus m anos no solo el m onopolio de la violencia política, sino tam bién el
de la riqueza natural. El Estado ha ejercido este p oder de form a teatral,
garantizando el consentim iento m ediante el despliegue esp ectacular de su
presencia im periosa: trata de conquistar, no de persuadir. En este sentido,
com o el E stado im perial español analizado por José A ntonio M aravall
(1986), el venezolano se ha constituido com o una fuerza unificadora m e­
El Estado mágico y el ocddetünHsmo D 5

diante la produccióii de fantasías de integración colectiva en instituciones


políticas centralizadas. C om o heredero de la cultura del b arroco, el E stad o
venezolano "cau tiva m entes" m ediante form as culturales m u y retóricas
que buscan el consentim iento del público dejándolo, en palabras de G odzi-
ch, boquiabierto (1994: 79). Sujeto al encantam iento de la cu ltu ra b arroca,
"el público ni p articipa ni internaliza los argum entos: es conquistado,
subyugado, arrastrad o por el flujo persuasivo de la retórica" (ibíd.). El
E stad o venezolano tiende a deslum brar mediante las m aravillas del poder,
no a convencer m ediante el p oder de la razón, por cuanto ésta se transform a
en ingrediente del espectáculo am edrentador de su im perio. C on la fabri­
cación de deslum brantes proyectos de desarrollo que engend ran fantasías
colectivas de p rogreso, lanza sus encantam ientos sobre el público y tam bién
sobre los actores. C om o "brujo m agn án im o", el E stado se ap odera de sus
sujetos al inducir la condición o situación de receptividad p ara sus trucos
de prestidigitación: un Estado m ágico.
En los capítulos que siguen analizo la form ación histórica del E stado
durante tres periodos críticos: la larga dictadura del general Juan Vicente
G óm ez (1908-1935), el gobierno m ilitar del general M arcos P érez Jim énez
(1948-1958) y la prim era presidencia de Carlos A ndrés P érez (1974-1979).
H e tom ado prestadas las im ágenes dram atúrgicas de C abrujas, por lo que
he dividido m i exposición en cuatro actos: la "p rem iere" de G óm ez, en la
parte I; el "d eb u t" de Pérez Jim énez, en la parte II; la "rep rise" de C arlos
A ndrés Pérez, en la parte III; y la "secu ela" del dram a, en la parte IV. C on
excepción de la introducción y conclusiones, cada capítulo se cen tra en
ciertos tem as y coyunturas históricas en las que el E stado definió e intensi-
• ficó la concreción del "sueño venezolano". C om o apunta Cabrujas, otros
presidentes (incluidos los principales arquitectos de la d em ocracia ven ezo­
lana, Róm ulo Betancourt y Rafael C aldera) "n o fueron dem asiad o lejos en
ese 'sueño venezolano' porque la realidad presupuestaria lo im pedía.
Seguíam os siendo ricos, pero no tan ricos" (1 9 8 7 :1 9 ). Al co n centrarm e en
periodos de intensa m itificación del progreso, brindo una interpretación de
la dinám ica de la transform ación histórica en Venezuela que se opone a los
recuentos dom inantes no solo de su historia m oderna, sino de la m od ern i­
d ad m ism a.
En la parte I ubico la omisión de G óm ez en círculos concéntricos de
olvido, que vinculan am nesias nacionales y globales com o dim ensiones
interconectadas del proceso de form ación nacional en todo el planeta. El
prim er capítulo constituye una introducción am plia, contiene un análisis
6 C Introducción

teórico de tem as que trato de efectuar m ediante n arrativas históricas y


etnográficas en los capítulos posteriores. El capítulo se centra en la supre­
sión de la n aturaleza en las corrientes dom inantes de la teoría social y
evalúa el significado de esta desaparición para la com prensión de la
división del m undo entre centros m odernos y periferias atrasadas. Sosten­
te go que esta am nesia en relación con la naturaleza h a im plicado tam bién el
olvido del papel de la "periferia" en la form ación del m undo m oderno, un
¡ activo "silenciam iento del p asad o " (Trouillot 1995) que reinscribe la violen-
Y cia de u n a historia hecha a expensas del trabajo y los recursos naturales de
pueblos relegados a los m árgenes.
A fin de analizar la significación del petróleo p ara la form ación del
Estado venezolano y dar cuenta de su valor m onetario, desarrollo un en­
foque p ara el análisis de sociedades que dependen de la exportación de uno
o pocos productos prim arios. M ediante un exam en de teorías sobre el
subdesarrollo, opiniones neoclásicas sobre los recursos naturales, la teoría
m arxista del valor y un estudio de la evolución de los precios del petróleo
durante este siglo, m e separo del problem a de la m agnitud y la dirección de
los flujos de valor (la problem ática del intercam bio desigual, que es objeto
de la m ayoría de las teorías sobre el subdesarrollo) y llamo la atención sobre
f las^divisiones globales del trabajo y la naturaleza im plicadas en la creación
1del valor. A l tratar la creación del valor com o un proceso que supone tanto
la form ación de sujetos com o la producción de bienes, ubico los cam pos
asociados norm alm ente con la cultura, la política y la econom ía en un
cam po de análisis unificado. M ediante el desarrollo de un enfoque unifica-
dor, intento exam inar la constitución histórica de sujetos com o parte de la
form ación de un m undo objetivado de instituciones y creencias sociales, y
ver la historia que los form a com o criaturas históricas, a la vez, com o la
fuente que nutre su actividad de protagonistas de la historia.
La m ayoría de los analistas separan a los países del Tercer M undo
exportadores de petróleo del resto de los países tercerm undistas, d ada su
excepcional riqueza financiera. Por supuesto, estos países petroleros co m ­
parten rasgos estructurales distintivos respecto de otras naciones periféri­
cas, los cuales no solo se derivan de su riqueza financiera, sino tam bién de
la centralidad del Estado en sus econom ías4. Lo que m e resulta sorprenden­

4. D e m odo sim ilar, un analista sostiene que "culturalm ente, V enezuela p ertenece a la A m éri­
ca Latina; estructuralm ente, su econom ía y sus patrones de estabilidad e inestabilidad se
asem ejan m ás a los de otros países productores de petróleo relativam ente populosos com o
A rgelia, Irán y N igeria" (Karl 1995: 34).
El Estado mágico y el occidentalismo O 7

te, sin em bargo, es hasta qué punto las naciones exportadoras de petróleo
nos pueden ayu dar a discernir la situación que com parten la m ayoría de los
países del Tercer M undo en virtud de su posición com o exportadores de
prod uctos prim arios que dependen de la renta del suelo (ingresos cuya base
es la tierra)5. La m agnitud de esas rentas puede variar m ucho, dependiendo
de factores com o el tipo de p rod ucto exportado, los patrones de producción
y d em an da globales, y la com petencia de productos alternativos. Esas
rentas pueden provenir de diferentes estructuras productivas y de distintos
tipos de vínculos entre la econom ía local y la global, según la ya clásica
distinción entre enclaves bajo control extranjero y sectores de exportación
controlados nacionalm ente (C ardoso y Faletto 1979). Pero esas rentas
contribuyen a establecer patrones sim ilares de especialización interna y de
dependencia externa que consolidan el papel de las naciones del Tercer
M undo, com o lo que llamo sociedades exportadoras de naturaleza. Aun
cuando estas naciones traten de rom per su dependencia colonial de las
exportaciones de productos prim arios m ediante la puesta en práctica de
planes de desarrollo dirigidos a diversificar sus econom ías, por lo general
se apoyan p ara hacerlo en la divisa obtenida mediante la exportación de
p rod uctos prim arios, con lo que intensifican su dependencia de los m ism os.
Paradójicam ente, al tratar de aprovechar su ventaja com parativa, estas
naciones exp ortad oras de naturaleza a m enudo vuelven a asum ir su papel
colonial de fuentes de productos prim arios, papel ahora reescrito en
térm inos de la racionalidad neoliberal del capitalism o globalizante. Para
ellas, al poscolonialism o sigue el neocolonialism o. y
L a dependencia de la m ayoría de los países del Tercer M undo de unos
pocos productos prim arios de exportación los somete con frecuencia a
ciclos sim ilares de auge y crisis, sea el producto de exportación el azúcar,
com o en los casos de Cuba y de Puerto Rico durante la "d an za de los
m illones" tras la Prim era G uerra M undial; sean carne y granos, com o en la
A rgentina de la belle époque; sea el guano, com o en el próspero Perú de
m ediados del siglo xix; sea el petróleo, com o en la m ayoría de las naciones
petroleras (los ejemplos podrían fácilmente extenderse a otros productores
de p rod uctos prim arios de la A m érica Latina, Asia y Á frica)/L os auges de
la exportación tienden a sobrevalorar la m oneda nacional' p rom over im ­
portaciones de bienes m anufacturados y socavar los sectores productivos

5. Exam ino en detalle la categoría de renta del suelo en el capítulo 1.


8 □ Introducción

dirigidos al m ercado interno. Los econom istas que estudiaron la erosión de


las m anufacturas holandesas com o resultado de la rápida expansión de la
producción de gas en el M ar del N orte, llam an a este fenóm eno la "en fer­
m edad holan desa", o síndrom e del petróleo. N o obstante, la enferm edad
holandesa solo ataca de m anera ocasional a las resistentes econom ías
diversificadas del Prim er M undo, pero constituye una epidem ia de las
econom ías m onoproductoras. Dado que se trata de una plaga colonial que
deform ó al T ercer M undo hasta convertirlo en un conjunto de países
exportadores de productos prim arios estrecham ente especializados, la
enferm edad holandesa debería rebautizarse y ad optar el nom bre de enfer­
m edad del T ercer M undo o enferm edad neocolonial6.
R ecordar la naturaleza -re co n o ce r teóricam ente su significación histó­
ric a - nos perm ite replanteam os las historias dom inantes del desarrollo
histórico de O ccidente y p oner en tela de juicio la idea de que la m odernidad
es hija de un O ccidente autopropulsado7. Una naturaleza reconceptualiza-
da nos perm ite incluir en nuestros recuentos históricos no solo un conjunto
m ás diversificado de actores históricos, sino también una dinám ica histó­
rica m ás compleja. N os da la posibilidad de sustituir lo que Lefebvre llama
la dialéctica "osificad a" del capital y el trabajo por una dialéctica del capital,
el trabajo y el suelo (siguiendo a M arx, Lefebvre denom ina suelo no solo a
los poderes de la naturaleza, sino a los agentes asociados a ella, incluido el
Estado que ejerce la soberanía sobre un territorio nacional). La dialéctica de
estos tres elem entos nos ayuda a ver el Estado terrateniente com o un agente
económ ico independiente y no com o un m ero actor político estructural­
m ente dependiente del capital; y a conceptualizar el capitalism o com o un
proceso global que form a centros y periferias en íntim a relación, y no com o
un sistema au togenerado que se expande desde regiones m od ern as y ac­
tivas, y engulle sociedades tradicionales y pasivas.
Al am pliar los referentes sociales y geográficos del capitalism o, esta
perspectiva descentra concepciones eurocéntricas que identifican la m o ­
dernidad con las form aciones culturales m etropolitanas y relegan a la
llam ada periferia al terreno de lo prem oderno. Al considerar la m odernidad
m etropolitana com o un p rod ucto regional de las interacciones entre el

6. Para estudios sobre la enferm edad holandesa, v. C orden y N eary (1982); Bu iter y Purvis
(1980); y W ijnbergen (1984).
7. Siguiendo la línea iniciada por H egel, pensadores tan diversos com o H aberm as (1987),
T aylor (1989) y G iddens (1987) consid eran la m odernidad com o un fenóm eno europeo. Para
una crítica de este punto de vista desde una perspectiva latinoam ericana, v. D ussel (1993).
El Estado mágico y el occidentalismo O 9

"cen tro " y la "p eriferia", la reasum e com o su form a dom inante y no com o
su norm a universal (autoproclam ada). A su vez, al reconocer el papel de la
periferia en la conform ación del m undo m oderno, esta p erspectiva nos
perm ite acercarnos a ella com o el lugar de m odernidades subalternas y no
com o a una región donde el progreso occidental abraza a culturas tradicio­
nales.
En el segundo capítulo exam ino las transform aciones que hicieron de
Venezuela una nación petrolera durante la dictadura de G óm ez. Con su
gobierno, el p od er político com enzó a tener su base en el control estatal
. sobre la explotación del subsuelo. Al hacer depender de fuentes indepen­
dientes de riqueza las iniciativas políticas y económ icas del Estad o, esta
fundación centralizante creó las condiciones que, al m ism o tiem po, susten­
taron el cam ino hacia la dem ocracia política y lim itaron su desarrollo. A
p artir de G óm ez, el Estado se convirtió en el centro del p od er político v
económ ico. Los recuentos oficiales han ocultado h asta qué punto el E stado
d em ocrático descansa sobre bases construidas durante este régim en, y el
hecho de que deba negociar las tensiones subyacentes d erivadas del origen
público de la riqueza del Estado y el carácter privado de su apropiación.
Este capítulo m u estra que, si bien com o sostiene A nderson, el im aginario
nacional se apoya en parte en m edios de com unicación com o el capitalism o
de la prensa, tam bién depende de la m aterialidad m ism a de la nación com o
hábitat dispensador de vida, de m odalidades divergentes de configurar el
m etabolism o entre la sociedad y la naturaleza.
D urante el régim en de Góm ez, cuando la riqueza nacional com en zó a
ser sinónimo de su cuerpo natural, y en la m edida en que diversos grupos
sociales identificaron sus intereses particulares con los del país en la in­
dustria petrolera, el Estado em pezó a representarse com o el agente legítim o
de una "com un id ad im aginada" (A nderson 1991), form ada p o r su p rop ie­
dad colectiva sobre el cuerpo natural de la nación. Al representar la
"d em ocracia m od ern a" de Venezuela en oposición a la "d ictad u ra prim i­
tiva" de G óm ez, la dem ocracia se desarrolló com o antítesis de la d ictadura:
dem ocracia y dictadura se tornaron las dos caras de la m ism a m oneda
petrolera. A p esar de las diferencias entre el gobierno de G óm ez y los re­
gím enes liberales constituidos en su contra, estos se conform aron com o los
Estados de una nación petrolera. Analizo cóm o esta form a com ú n se perfiló
durante el régim en de Góm ez y el periodo inm ediatam ente posterior,
m ediante el exam en de la autoconform ación de Venezuela en nación
petrolera por interm edio de luchas dem ocráticas contra el "a tra sa d o " go­
10 □ Introducción

bierno gom ecista (me concentro en los debates que tuvieron lugar en 1936)
y la form ulación de políticas sobre el petróleo (hasta 1943). El capítulo
term ina con una crítica del vaciam iento de la m aterialidad en algunas
teorías sobre la dem ocracia, m ediante un com entario crítico sobre las obras
de C laude Lefort y Slavoj Zizek.
En la parte II, m ediante un análisis de varios golpes de Estado (1945,
1948, 1952 y 1958), exam ino cóm o se ventiló la disputa entre regím enes
dictatoriales y dem ocráticos entre 1945 y 1958. En el contexto de una di­
versificación limitada de la econom ía interna, el Estado se convirtió en
objeto de una intensa rivalidad política y en centro de las luchas económ i­
cas. De la m ism a form a en que durante el gobierno de Góm ez el Estado, con
fuentes independientes de riqueza, había sido la herram ienta p rivatizada
de un gobernante personalista, después p udo tornarse herram ienta sectaria
de un partido dem ocrático. La tensión entre el origen n atural de la riqueza
colectiva y finita de la nación, y el destino privado de su apropiación social,
dio contornos a la disputa dem ocracia / dictadura entre 1945 y 1958.
M ediante el exam en detallado de la orquestación práctica y la represen­
tación pública de estos golpes, reviso cóm o el Estado se construyó com o el
lugar central del p oder político. En el capítulo 3 analizo cóm o este papel se
conceptualizó durante el proceso que condujo a la consolidación de la
dictadura de Pérez Jim énez. Am plío este análisis en el capítulo 4 exam inan­
do la im agen del progreso de este dictador. En prim er térm ino, presento un
panoram a general de las consecuencias contradictorias de sus políticas
económ icas, que m ientras prom ovían la diversificación económ ica lim ita­
ban su ulterior desarrollo; e ilustro este proceso por m edio de un análisis del
desarrollo siderúrgico. Las políticas contradictorias de Pérez Jim énez
hicieron que el capital local se volviera contra el régim en y form ara una
alianza con los partidos de la clase m edia que condujo al golpe de Estado
de 1958. En el capítulo 5 exam ino la orquestación del 23 de Enero, conside­
rado por m uchos com o el m om ento fundacional de la d em ocracia ven ezo­
lana, la m ás estable y duradera de la A m érica del Sur.
Estos tres capítulos ubican la construcción de la dem ocracia venezolana
en el contexto de debates recientes sobre los procesos m undiales de
dem ocratización, en los cuales figura com o un caso ejemplar. Sostengo que
las características "políticas" a m enudo invocadas para explicar la estabili­
dad y el éxito de la dem ocracia local -la supuesta vocación dem ocrática, las
capacidades de negociación y las aptitudes de aprendizaje de los líd e re s-
también deben ser objeto de una explicación. Mi análisis de los discursos
El Estndn mágico \j el occidentalismo O 11

fundacionales de la dem ocracia en la parte I, y de la dinám ica de las clases


y la form ación del Estado en la parte II, trata de brindar una explicación de
las condiciones que han perm itido y limitado la dem ocracia en Venezuela.
En la parte III analizo la consolidación del petroestado durante el
periodo de auge petrolero de la prim era presidencia de Carlos A ndrés Pé­
rez (1974-1979). M ientras que en los centros m etropolitanos la cuadruplica­
ción de los precios del petróleo, a fines de 1973, produjo visiones de
declinación política y económ ica, en Venezuela, al igual que en otras na­
ciones prod uctoras, dio lugar a la ilusión de que una m odernización
instantánea estaba al alcance de la m ano, y que torrentes de dinero
provenientes del petróleo cam biarían el curso de la historia y lanzarían al
país hacia el futuro. Pérez propuso transform ar la bonanza petrolera en un
vasto proyecto p ara desarrollar elp aís en una escala sin precedentes y a toda
velocidad, y lograr, en efecto, d ar un salto hacia la autonom ía. Si Simón
Bolívar había encabezado la nación en su m arch a hacia la Independencia
m erced al triunfo sobre España en la batalla de Carabobo en 1821, Pérez
proponía gan ar la batalla decisiva p o r la independencia económ ica de la
nación.
En tres capítulos exam ino el proyecto de transform ación nacional de
Pérez y su plan para "sem brar el petróleo". En el capítulo 6 estudio su
intento de desarrollar la industria autom otriz mediante la producción de
"veh ícu los com pletam ente venezolanos" (esto es, com pletar la producción
nacional de vehículos) y la lucha política que siguió a ese intento, conocida
com o la "g u erra de los m o to res", cuando el Gobierno negoció con las
em presas autom otrices transnacionales y los capitalistas nacionales la
p rod ucción local de m otores p ara vehículos. El proceso de negociación, que
aparentem ente versaba sobre tem as técnicos, se convirtió en un espacio
para la oposición a las m etas de desarrollo existentes y p ara la realineación
de las fuerzas políticas en el seno de la alianza política gobernante. Las
d em oras en las decisiones de políticas, cau sad as en apariencia por un
conflicto entre la estrategia de prom oción de las exportaciones y la de
sustitución de im portaciones p ara desarrollar la producción nacional,
ocultaba una reorientación subyacente de la estrategia global de las em pre­
sas autom otrices transnacionales, así com o un conflicto nacional crónico,
intensificado por el auge petrolero, entre la producción de valor y la
apropiación de la renta. Los debates internos de política reflejaban la
tensión entre el predom inio social real de la circulación de la renta sobre la
producción de valor, y la necesidad política de disfrazar esta práctica
12 CU Introducción

dom inante del sector de negocios y presentar al Estado y a la burguesía


com o adalides de la producción y de la autonom ía em presarial.
M ientras que el capítulo sobre la guerra de los m otores analiza la
incapacidad para poner en práctica la política de producción nacional de
vehículos, el siguiente exam ina la corta vida de Fan atracto, una com pañía
auspiciada p o r el Gobierno y propiedad conjunta del Estado, una em p re­
sa transnacional estadounidense y un conglom erado nacional. Desde 1936
la consigna de "sem brar el p etróleo" ha exp resad o de m od o m etafórico la
política estatal de utilizar los recursos provenientes del subsuelo p ara fi­
nanciar la producción industrial y agrícola m oderna. La creación de una
fábrica de tractores se entendía com o un m edio para fom entar tanto la
industria com o la agricultura y, por tanto, se convirtió en una de las e x ­
presiones m ás altas de ese objetivo. Fan atracto nació en m edio de gran
prom oción y gastos, pero fue abandonada silenciosam ente tan p ron to com o
se construyó, y se le dejó m orir. En este capítulo analizo la insólita historia
de Fanatracto e intento explicar su desaparición com o resultado de rivali­
dades en el seno del Estado y de las orientaciones contradictorias de sus
accionistas en lo relativo a inversiones productivas.
A diferencia de estos dos estudios del cam p o p rod uctivo, el capítulo 8
explora el asesinato de Ram ón C arm ona, un abogado am etrallado en las
calles de C aracas a la luz del día. El debate público sobre este asesinato
durante la cam p añ a electoral de 1978, reveló la existencia de una vasta red
de transacciones form ales, informales e ilegales que vinculaban a través de
varios acuerdos de negocios a una amplia gam a de actores que iban desde
inm igrantes pobres hasta el presidente y su am ante. M ientras que mi
análisis sobre la guerra de los m otores y la m uerte de Fan atracto señala
cóm o el predom inio de la circulación de la renta sobre la p rod ucción de
valor erosionó los esfuerzos productivos, con el caso C arm ona exploro la
lógica interna del sistema de circulación de la renta después del auge
petrolero de 1973, cuando los ríos de petrodólares que fluyeron a lo largo
del cuerpo político cam biaron su form a al redefinir criterios n orm ativos y
proyectar en el escenario público com o norm al y deseable el rostro ilícito de
la actividad estatal.
Estos tres capítulos m uestran cóm o la tensión entre circulación del
dinero proveniente del petróleo y producción de valor que subyace al ca ­
pitalismo rentista de Venezuela, se vivió y expresó concretam ente en las
acciones cotidianas de diferentes actores sociales. La circulación de torren ­
tes de dinero proveniente del petróleo no solo erosionó la actividad p ro d u c­
El Estado mágico y el occidentalismo □ 13

tiva y estim uló la disem inación de la especulación y la corrupción financie­


ras, sino que tam bién facilitó la concentración del poder en los m ás altos
niveles de gobierno. A su vez, los poderes extraordinarios del presidente
alentaron un estilo vertical de diseño de políticas que a m enudo condujo a
acciones arbitrarias y contradictorias, y que m inó las prácticas d em ocráti­
cas.
• En la parte IV analizo acontecim ientos posteriores y hago algunas
observaciones generales sobre el arco histórico que cubre este libro. En el
capítulo 9 m uestro brevem ente cóm o la hegem onía creciente del capital
internacional (incluido el capital nacional internacionalizado) ha con du ci­
do a que el m ercado desplace al Estado com o el lugar predom inante de las
acciones lucrativas y com o la fuente legitim adora de las categorías en cuyos
térm inos se define la vida pública. El capítulo 10 arroja luz sobre este
d esplazam iento al subrayar la lógica social de la transform ación histórica
analizada en el libro, y se concentra en los procesos gem elos de globaliza-
ción y abstracción que han acom pañado a la transustanciación del petróleo
en dinero. Sostengo que si la circulación de petrodólares a través de la
econom ía nacional subordinó las estructuras p roductivas a la lógica de
captación de la renta, ahora la circulación de petrodólares y de dinero de la
d euda en los circuitos financieros internacionales ha logrado d om in ar a la
econom ía nacional y determ inar las condiciones en las cuales tiene que

-------------------------------------------------------------------------- Cuadro 2 -------


Gastos del Estado, 1900-1979
(en m illones de bolívares)

P recio s P recio s P ro m ed io
P resid ente P eriodo actu ales de 1979 anual

C ipriano Castro 1900-1908 433 2.247 250


Juan V. G óm ez 1908-1935 3.170 12.885 477
E leazar López C. 1936-1941 805 8.833 1.606
Isaías M edina A. 1941-1945 1.798 6.905 1.534
Róm ulo Betancourt 1QJC 1OAQ
lV4D-iy4o — 2.249— — 7.429— — 3.715—
Róm ulo G allegos 1948 1.644 4.605 4.605
M. Pérez Jim énez 1948-1958 24.410 68.926 7.658
W olfgang Larrazábal 1958 6.260 17.389 17.389
Róm ulo Betancourt 1959-1964 32.384 84.307 16.861
Raúl Leoni 1964-1969 40.133 90.166 18.033
R afael Caldera 1969-1974 59.920 120.210 24.042
C arlos A. Pérez 1974-1979 221.840 286.362 57.272

Fuente: Fundación Polar 1988: 455.


14 O Introducción

funcionar, obligando al Estado nacional a actuar en nom bre del m ercado


abierto. La creciente abstracción de la fuente del p oder estatal, que h a ido
de la m aterialidad específica del petróleo com o sustancia a la capacidad de
intercam bio general del dinero com o equivalente universal, ha conllevado
no solo un cam bio de las form as del poder político y de sus representaciones
fetichizadas, sirio tam bién un debilitamiento del Estado con respecto a la
hegem onía en expansión del dinero internacional. Circunscribiendo la
necesidad de reform a al ámbito interno, al "ajuste interno" que dem anda
ahora la doctrina neoliberal, en su nom bre se p rom ete m odernizar la nación
arrancándola del m undo de fantasía conjurado por el petroestado m ágico
y trayéndola al m undo transparente y racional del m ercado libre.
En el prólogo de uno de sus m uchos libros, Jorge Luis Borges (1978) alertó
contra las largas introducciones. He decidido atender el consejo y no permitir
que esta introducción sea m ucho m ás larga que la suya -au n q u e quizás le
tienda una tram pa borgeana al lector y continúe con mis com entarios
introductorios en el siguiente capítulo. He estructurado este libro com o una
serie de fragm entos que pueden leerse com o unidades en sí m ismas o com o
partes de un conjunto m ayor, que es, a su vez, solo un fragm ento de una
historia laberíntica. N o obstante, dos asuntos relacionados entre sí requieren
un com entario en este punto: prim ero, la relación del libro con la crítica al
eurocentrism o y, segundo, su concentración en el funcionamiento del poder
en las "altas esferas" del Estado. El prim ero tiene que ver con mi intento de
ver la m odernidad desde su fondo; el segundo, con mi decisión de echar una
m irada sobre la historia de Venezuela desde la cima.
Si bien puede resultar evidente que el punto de vista aquí presentado
sobre la historia de Venezuela se nutre de la crítica poscolonial con tem p o­
ránea, quizás no resulte tan obvio que lo hace vinculando obras recientes
producidas a propósito del colonialismo de la E uropa septentrional en A sia
y Á frica con una larga tradición caribeña y latinoam ericana de reflexión
crítica sobre el colonialism o y el im perialism o m od ern o8. En buena m edida,
debido a la influencia de la crítica pionera de Edw ard Said al orientalism o,

8. Estas referencias incluyen figuras de la centralidad de Jo sé M artí, Fernando Ortiz, Fernando


H enrique C ardoso,C .L .R . Jam es, Frantz Fanón y Stuart Hall. Q uisiera reconocer públicam ente
la influencia que tam bién he recibido de autores no académ icos provenientes de la literatura
(p. ej., José Lezam a Lim a, Pablo N eruda, Alejo C arpentier, Gabriel García M árquez, A ugusto
Roa Bastos); las artes v isuales (los m uralistas m exicanos, el pintor cubano M anuel M endive y
los venezolanos A polinar, Em erio D arío Lunar, M iguel V on D angel y Jacobo Borges); y, no
m enos im portante, la m úsica popular, en especial la m úsica del C aribe, la cual, gracias a O rtiz,
considero una forma de transculturación que afirm a la vida.
El Estado mágico y el occidentalismo D 15

la crítica del eurocentrism o se ha centrado en las representaciones occiden­


tales de sociedades no occidentales que estuvieron sujetas a la dom inación
colonial de Europa septentrional. Quizás los estudiosos que desarrollaron
de m od o m ás productivo esta crítica h ayan sido los vinculados al G rupo de
Estudios Subalternos de la India, que h a intentado refundar la historiogra­
fía hindú m ediante una crítica de su dependencia de categorías eurocéntri-
cas, com p artid as no solo por la historiografía colonial, sino tam bién por la
nacionalista y la m arxista. Este extraordinario logro colectivo ha ejercido
una influencia significativa sobre quienes estudian otras zonas del m undo9.
Desde u n a perspectiva latinoam ericana, que se nutre de una relación m u ­
cho m ás larga con el colonialism o y el im perialism o europeos, resulta
perceptible la asunción por parte de esos autores de una clara separación
entre E u rop a y el m undo colonial, aun cuando reconocen su constitución
histórica m u tu a10.
Pienso que el análisis de la representación occidental de otras socieda­
des -e l centro de O rientalism (1978), de S a id - conlleva la necesidad de
oponerse a esos constrnctos en tanto elem entos de la autoconform ación de
Occidente com o encarnación de lo m oderno. Por tanto, desm ontar el
orientalism o supone que vinculem os y problem aticem os m ás las dos
entidades que están en el centro del análisis de Said: las representaciones
orientalistas de O ccidente y el O ccidente m ism o. Ello requiere reorientar

9. V. el ensayo b ibliográfico de Cooper con respecto a África (1994) y de M allon con respecto
a A m érica Latina (1994).
10. A u nque los estudiosos adscritos a los estudios subalternos han utilizado de m anera
productiva esta sep aración entre Europa y el m undo colonial, su em pleo conlleva el riesgo de
reinscribir las asunciones im periales que subyacen en el esquem a de los tres m undos (para una
crítica de este esquem a, v. Pletsch 1981). Por ejem plo, C hakrabarty plantea que la historia
europea funciona globalm ente com o la clave para interpretar la historia del T ercer M undo, y
para ello invoca la fam osa analogía de M arx entre la biología evolutiva y el desarrollo social
(su idea de que igual que la anatom ía hum ana es la clave para entender la anatom ía del m ono,
las categorías abstractas de la sociedad burguesa son la clave para entender las sociedades
anteriores) (1992: 3-4). Esta clave solo se aplica a las sociedades contem poráneas si no
ofrecem os resistencia a la negación im perial de su carácter coetáneo, lo que hace que parezcan
m antener en tre sí una relación evolutiva y no adm ite que coexisten lado a lado (contra Fabian
1983). El argum en to de que "u n historiad or del T ercer M undo está condenado a conocer
Europa dado que es la cuna de lo m od erno" (C hakrabarty 1992: 19) revela, pero tam bién
confirm a, el papel ideológico de Europa com o la clave indispensable para com prender la
realidad interna del T ercer M undo. A un cuando C hakrabarty analiza la efectividad de esta
división ideológica entre Europa y sus Otros, el lector puede m uy bien preguntarse si la
aceptación de esa división no supone el riesgo, al m ism o tiem po, de reinscribir la idea de
Europa com o civilizada ("la anatom ía h u m an a") y del T ercer M undo com o salvaje ("la
anatom ía del m ono"). H e preferido tom arcom o punto departida el concepto de transcul turación
de O rtiz, tanto para problem atizar la separación entre Prim er y T ercer M undo com o para
poner en tela de ju icio la idea de Europa com o la patria de la teoría (1995).
16 D Introducción

n uestra atención: pasar del problem a del "orien talism o", que se centra en
la representación estereotipada del Oriente, al del occidentalism o, término
con el que designo la relación entre la concepción im plícita de O ccidente y
sus representaciones de las sociedades no occidentales. Esta p erspectiva no
supone invertir el centro del análisis de Oriente a Occidente, del O tro al Yo.
Lo que intenta, al guiar nuestro entendim iento hacia la n aturaleza relacio-
nal de las representaciones de colectividades hum anas, es sacar a la luz su
génesis en relaciones de p oder asim étricas, que incluyen el p oder para velar
su génesis en la desigualdad, cortar sus conexiones históricas y, p or tanto,
presentar com o atributos internos e independientes de entidades cerradas
en sí m ism as lo que son en realidad resultados históricos de pueblos re­
lacionados entre sí. El occidentalism o, tal com o lo defino, no es, p or tanto,
el reverso del orientalism o, sino su condición de posibilidad de existencia.
Si bien cualquier sociedad puede p roducir representaciones estereotipadas
de la diferencia cultural com o parte de su propia autoproducción, lo
singular del occidentalism o es que conlleva la movilización de representa­
ciones estereotipadas de sociedades no occidentales com o parte del autodi-
seño de O ccidente com o p oder im perial. El occidentalism o es inseparable
de la hegem onía occidental, no solo porque com o form a de conocim iento
expresa el p oder de O ccidente, sino tam bién porque establece un vínculo
específico entre conocim iento y poder en el Occidente.
De esta form a, el occidentalism o es la expresión de una relación
constitutiva entre representaciones occidentales de la diferencia cultural y
el predom inio global de O ccidente. Plantear un reto al occidentalism o
dem anda desbancarlo com o m odo de representación que prod uce con cep ­
ciones polarizadas y jerárquicas de O ccidente y sus O tros y hace de esas
concepciones figuras centrales en los recuentos de las historias global y
locales m ediante una serie de operaciones: la desagregación de sus historias
relaciónales; la conversión de la diferencia en jerarquía, la naturalización de
esas representaciones; y, por tanto, la intervención, aun sin intención, en la
reproducción de relaciones asim étricas de p od er11.
De lo dicho hasta aquí debe ya resultar evidente que este libro explora
la historia de Venezuela m ediante una m irada a los centros cim eros del

11. D esarrollo este punto de vista sobre el occidentalism o m ediante una elaboración a partir
de la obra de Said qu e se apoya en una evaluación crítica de tres m odalidad es de representación
occidentalistas. Para una im portante contribución al análisis de la form ación m utua de Europa
y sus colonias, v. Cooper y Stoler (1989).
í - El Estado mágico y el occidmtalisnio O 17
poder político. Ese tipo de historia com parte el problem a de las historias "d e
arriba hacia abajo", aun si trata de ubicar ese "arrib a" en el seno de un
complejo conjunto de relaciones y de verlo desde los m árgenes. U na li­
m itación obvia es el acceso restringido que tiene la m ayoría de los analistas
a lo que a m enudo es un escenario social poderoso, excluyente e infestado
de secretos. N o obstante, el riesgo m ayor es el de verse atrap ad o "arrib a"
por los rigores del trabajo y las com plicidades osm óticas del poder, con el
resultado de que los sectores subordinados desaparecen de la vista o
perm anecen com o som bras en el trasfondo. C uando ello sucede, el análisis,
inconcientem ente, tiende a reinscribir la arrogante m irada desde la cim a y
a rep rod u cir su autoproclam ada universalidad y su desinterés básico por
las vidas y las form as de conocim iento de los sujetos subalternos.
Si bien m e he concentrado en una m irad a desde las im ponentes alturas
del E stad o, he tratado de brindar una perspectiva de los de abajo, desde
adentro y tam bién desde afuera. Producir este libro m ientras trabajaba con
sectores populares de Venezuela, iba y venía desde Estados U nidos y tenía
en m ente a lectores venezolanos y de otros países, m e alentó con stantem en­
te a em plear perspectivas cam biantes, a rastrear los vínculos entre form as
de p od er locales y globales, y a ver el Estado com o dom inante y dependien­
te, incluso com o subalterno.
A l contrario de algunas taxonom ías esencialistas de lo subalterno,
considero el concepto de subalternidad com o relacional y relativo, y que
hace referencia a actores sociales heterogéneos que com parten una condi­
ción com ún de subordinación. Entiendo que hay tiem pos y lugares en los
que aparecen en el escenario de la historia com o sujetos subalternos que, en
otros tiem pos y lugares, desem peñan papeles dom inantes. M ás aún: en
cualquier tiem po y lugar, un actor puede ser subalterno en relación con
otro, y al m ism o tiem po dom inante con respecto a un tercero. Y, por su- _
puesto, hay contextos en los cuales estas categorías no son aplicables. La
subalternidad no define el ser de un sujeto, sino un Estado subordinado del
ser12. Sin em bargo, d ado que la subordinación prolongada tiene com o

12. A partir de la tipología de la cual se sirve Guha para clasificar a los sujetos subalternos y
d om inantes, Sp iv ak centra su trabajo en el sujeto subalterno con m enos poder para desarrollar
su tesis sobre la subordinación com o actor político del sujeto subalterno, o, dicho con sus
palabras, su incapacidad para "h ab la r". En una crítica de su argum entación central, tom o los
sujetos subalternos interm edios de Guha para desarrollar una concepción relacional de la
subalternidad que utilizo para analizar las transform aciones del Estado venezolano en 1989,
cuando sus líderes populistas se convirtieron en defensores del program a de austeridad del
FM I (1994; 2000).
18 □ Introducción

efecto la fijación de los sujetos en posiciones de limitación, una concepción


relacional de lo subalterno exige una visión doble que reconozca, en un
nivel, un suelo com ún para diversas form as de subordinación y, en otro, la
identidad singular de sujetos form ados en m undos sociales específicam en­
te acotados. M ientras que la prim era óptica abre un espacio para establecer
vínculos entre m últiples sujetos subordinados (incluido el analista que
adopta una perspectiva subalterna), la segunda reconoce los efectos dife-
renciadores e intransferibles de m odalidades específicas de subordina­
ción13.
Desde una perspectiva subalterna abordo en este libro la form ación del
E stado venezolano en el contexto de la producción histórica de la m od er­
nidad subalterna de Venezuela. P ara el tratam iento de la dom inación y la
subalternidad com o caracterizaciones relaciónales, m e ha resultado p ro ­
ductivo en ciertas situaciones observar el Estado neocolonial en lo que tiene
de perm ead o por relaciones de subalternidad, sin olvidar su considerable
p od er ni su diferencia con actores subalternos sujetos a form as m ás absolu­
tas de subordinación. A l desagregar categorías hom ogeneizantes en sus
form as históricas relaciónales, una perspectiva subalterna brinda la base
p ara una crítica general del p oder en sus form as m últiplem ente fetichiza-
das. En lugar de organizar m i recuento en términos de narrativas que
presentan al Estado com o un agente soberano y central en la transform ación
de la nación de la tradición a la m odernidad, tom o esas narrativas com o mi
objeto de análisis.
He tratado de no olvidar que el proceso de form ación del Estado
venezolano form a parte de un proceso global de m odernidad que reclam a
p ara sí una universalidad, una racionalidad y una m oralidad que dependen
dé la subordinación, la exclusión o la destrucción de form as alternativas de
sociabilidad, racionalidad y valores (Chatterjee 1993). C om o las n arrativas
de la m odernidad se han construido sobre la base de exclusiones y negacio­
nes, he tratado de p restar atención a las operaciones ocultas que seleccionan
y naturalizan la m em oria histórica, al filtro que crea las m em orias naciona­
les y global, y a sus respectivas form as de amnesia.

13. Este cam bio de lo que entiendo p or subalternidad, que difiere de lo que significaba para mí
el térm ino en trabajos previos (1994), le debe m ucho a algunos debates que sostuve con
m iem bros del G rupo de la Playa del Latin A m erican Su b altem Studies G roup de P uerto Rico
(m arzo de 1996), y especialm ente a la insistencia de Josefina Saldaña en la alteridad radical de
los sujetos subalternos y a la sugerencia d e A lberto M oreira de que em pleáram os un "registro
dob le" en nuestro acercam iento a lo subalterno.
El Estado mágico y el occidentalismo EZ1 19

A unque la antropología se ha detenido a las puertas del estudio del


Estado, paradójicam ente m e preparó para abordar algunas de las tareas que
he enfrentado en este libro. Las unidades de estudio usuales de la antropo­
logía son los pueblos subordinados o subalternos: los O tros de Occidente,
y, en el seno de O ccidente, sus com unidades o subculturas marginales.
C om encé a elaborar esta obra en la U niversidad de Chicago, a m anera de
esfuerzo p ara lograr que la antropología superara sus límites legítimos
previam ente establecidos. Es un lugar com ún de la antropología política
que el antropólogo "tiene una 'licencia profesional' p ara estudiar las es­
tructuras intersticiales, suplem entarias y paralelas de sociedades com ple­
jas, esto es, las áreas grises periféricas que rodean lo que Lenin trató com o
las alturas estratégicas del poder soberano" (Vincent 19 7 8:1 7 6 ). Me p rop u ­
se acep tar esta licencia y al m ism o tiem po poner en tela de juicio sus límites,
y centrarm e directam ente en el estudio de las alturas estratégicas del poder
soberano. A l cen trar mi atención en las zonas opacas de las decisiones
estatales y corporativas que están en el corazón m ism o de procesos que han
conform ado el m undo m oderno, he tratado de p reservar la perspectiva
unificante que ha distinguido a la antropología, así com o la energía
descentrante que anim a esta obra.
La p ersp ectiva descentrada desarrollada en el libro intenta establecer
I una posición que p erm ita trascender la oposición entre lo universal y lo
regional que subtiende a la m odernidad occidental. El "d escen tram ien to",
igual que lo "p lu ritóp ico" de M ignolo (1995) o lo "policéntrico" de Shohat
t'! y Stam (1994) funciona com o señal que expresa el deseo de llegar a m odos
de aprehender y construir la diferencia en la igualdad. A l adoptar esta
" perspectiva confío en no lim itarm e a am pliar las referencias geopolíticas de
la m odernidad, sino a trascender su horizonte conceptual. C om o señala
Dussel:

La "rea liz a ció n " de la m odernidad ya no consiste en el paso de su encarnación


eurppea abstracta a la "re a l". H oy en día consiste m ás bien en un proceso que
trascenderá a la m odernidad com o tal, en una transm odernidad, en la cual tanto la
m odernid ad com o su alteridad negada (las víctim as) se realizan m utuam ente en un
proceso m utuo de fertilización creativa (1993: 76).

En su libro Petróleo - ju g o de la tierra, Juan Pablo Pérez Alfonzo, el


arquitecto fundam ental y posterior crítico de las políticas petroleras vene-
| zolanas, afirm ó que "el petróleo es el m ás im portante de los combustibles
| indispensables p ara la vida m od ern a" (1 9 6 1 :8 3 ). T oda su obra se nutrió de
* un agudo sentim iento de que el petróleo era central p ara la conform ación
20 D Introducción

del m undo m oderno, com o fuente de energía que se agota y tam bién com o
sustancia que se incorpora al m undo objetual de la m odernidad, desde la
ropa que usam os hasta los vehículos que nos transportan y las casas que
habitam os. El petróleo ha contribuido a m oldear un m undo m uy estratifi­
cado y ecológicam ente irracional cuya im agen es la de pueblos y cosas
desvinculados, que com parten su separación unos de otros y de la historia
que los engendró. Si la m odernidad es un proceso que se caracteriza por la
incesante, obsesiva e irreversible transform ación de un m u n do fragm enta­
do en entidades separadas entre sí, entonces los efectos de la p roducción y
el consum o de petróleo reflejan el espíritu de la m od ern id ad 14. Susan Buck-
M orss ha señalado que "U n a construcción de la historia que no m ire hacia
adelante, sino hacia atrás, hacia la destrucción de la natu raleza m aterial
com o ha ocurrido realm ente, brinda un contraste dialéctico con el m ito
futurista del p rogreso histórico (que sólo puede sostenerse si se olvida lo
su ced id o)" (1995: 95). Si una visión subalterna del p asado -l o que W alter
Benjamín llam ó "la tradición de los oprim idos" (1 9 6 9 :2 5 3 -2 6 4 )-se sostiene
en la esperanza de un futuro sin subalternidad, la construcción que hace
este libro de la historia de Venezuela trata de m irar adelante, hacia una
form a de p rogreso que dé form a a esa esperanza.

14. Tom o este concepto de una conversación con m i am igo Jim Huey.
Primera parte
Premiere

La naturaleza de la nación:
fetichismo del Estado y nacionalismo

El general Juan V icente G óm ez en M aracay, rodeado por fam iliares y am igos.


(Instituto A utónom o Biblioteca N acional. Foto: Felipe Toro.)

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