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Fernando Coronil
Nueva Sociedad
Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico
de la Universidad Central de Venezuela
Primera edición en castellano: 2002
Traducción al castellano de Esther Pérez, revisada por el autor.
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http: / /wvvw.nuevasoc.org. ve
Impreso en Venezuela
ISBN 980-317-184-4
Hecho el depósito de ley: lf 36920013203072
Para A ndrea y M ariana, con Julie,
la m em oria de Lya Im ber de Coronil
Introducción:
El Estado mágico y el occidentalism o
N unca levantam os m uchas salas de teatro en este país. ¿Parn qué? La estructura principista
del p od er fu e siem pre nuestro m ejor e sc e n a rio .... ¿De dónde sacamos nuestras instituciones
públicas? ¿De dónde sacam os nuestra noción de "Estado"? D e un som brero. D e un rutinario truco
de p restid ig itació n .... La aparición del petróleo com o industria creó en Venezuela una especie de
cosm ogonía. El Estado adquirió rápidam ente un matiz "providencial". Pasó de un desarrollo lento,
tan lento com o todo lo que tiene que ver con la agricultura, a un desarrollo "m ilagroso" i/
esp ecta cu la r.... Un candidato que no nos prom eta el p araíso es un suicida. ¿Por qué? P orque el
Estado no tiene nada que ver con nuestra realidad. El Estado es un brujo m agnánim o. ...E l petróleo
es fa n tá stico y p or lo tanto induce a lo "fantasioso". El anuncio d e que éram os un país petrolero creó
en Venezuela la ilusión de un milagro. Creó en la práctica la "cultura del m ila g r o " .... La riqueza
petrolera tuvo ln fu erza de un m it o .... Betancourt, Leoni y Caldera no fu eron dem asiado lejos en ese
"sueño venezolano" porque la realidad presupuestaria lo impedía. Seguíam os siendo ricos, pero no
tan ricos. Pero vino el otro Pérez, C arlos A ndrés Pérez, y a llí s í encontram os la fr a s e que nos definía.
Estábam os construyendo La Gran Venezuela. Pérez no era un presidente. Era un mago. Un m ago
capaz d e d isp aram os hacia una alucinación que dejaba pequeñas las fa n fa rro n a d a s del
p erezjim en ism o.... Pérez Jim énez decretó el sueño d el Progreso. El país no p rogresó, desde luego. El
país engordó... [El gobierno de] Pérez Jim énez fu e un debut; ¡el de] Carlos A n drés P érez, una
reprise. J o s é I g n a c io C a b r u ja s
1. El p residen te Jaim e Lusinchi decretó la creación de la Copre el 17 de d iciem bre de 1984, con
el objetivo de prom over la dem ocratización del Estado. Para un análisis de la C opre que la
u bica en el contexto de diversos intentos de reform ar el Estado venezolano, v. G óm ez C alcaño
y Lóp ez-M aya (1990: 57-116).
2. Philip A bram s sostiene q ue el análisis social tiend e a reproducir la apariencia d iv ina del
Estado com o fuerza unificada y autocentrada (1988). E n el caso venezolano, esta apariencia se
v e reforzada p or la riqueza fiscal, que p roviene sobre todo de los ingresos p etroleros y no de
los im puestos, lo que perm ite al Estado encarnar poderes que parecen em an ar de sí m ism o.
(Para un com entario sobre los puntos de vista de A bram s, v. el capítulo 1). P ara el análisis de
los efectos intersubjetivos de las relaciones de poder, el concepto w eberiano de carism a, en
particular en sus version es m ás sociológicas y antropológicas (Shils 1965; T am biah 1984),
arroja luz sobre la deificación del Estado. El concepto m arxista de fetichism o del Estado aba rea
la fenom enología del poder político y su dinám ica social subyacente. Para u n agudo an álisis
del concepto m arxiano de fetichism o, v. Pietz (1993); para un intento de aplicar el concepto de
fetichism o al Estado, v. jV e lls (1981).
2 O Introducción
3. Sin em bargo, Cabrujas reconoce que G óm ez m arca el inicio de la rápida transform ación
económ ica que condujo a la identificación del Estado con el G obierno. "E n Venezuela el Estado
es el G ob iern o ", dice C abrujas. Esta identificación se produjo de m odo tan natural com o el
"crecim ien to" de la econom ía. Según C abrujas, desde el gobierno de G óm ez hasta el de Luis
Herrera Cam píns, V enezuela "crecía económ icam ente casi com o los ciclos de la n aturaleza",
sin ser responsable de su propio crecim iento (1 9 8 7 :1 9 ).
4 LH Introducción
En este libro exam ino la aparición del Estado venezolano com o agente
trascendente y unificador de la nación. Sostengo que la deificación del
Estado tuvo lugar com o parte de la transform ación de Venezuela en nación
petrolera que, en tanto tal, se percibía com o una nación con dos cuerpos: un
cuerpo político com puesto por sus ciudadanos y un cuerpo natu ral cuya
m ateria era su rico subsuelo. Al condensar en sí los m últiples poderes
dispersos en los dos cuerpos, el Estado apareció com o un agente único
dotado del poder m ágico de rehacer la nación. El arduo establecim iento de
la autoridad estatal tuvo íntima relación con la explotación petrolera. A lo
largo del siglo xix el frágil Estado venezolano, crónicam ente asaltado por
caudillos regionales, fue incapaz de im poner su control sobre el fragm en
tado territorio nacional. Solo cuando se transform ó en m ed iad or entre la
nación y las com pañías petroleras foráneas, a principios del siglo xx, fue que
el Estado adquirió la capacidad política y los recursos financieros que le
perm itieron aparecer com o un agente independiente cap az de im poner su
dominio sobre la sociedad. De ahí que el propio Estado se h aya originado
com o un conjunto de prácticas, instituciones e ideologías de gobierno en el
curso de las pugnas relativas a la regulación de la producción p etrolera y
el control del dinero procedente de ella. Este control le perm itió transfor
m arse a m edida que am pliaba el ámbito de su actuación: el control sobre la
producción del sector de los minerales y su procesam iento (petróleo, gas,
p roductos petroquím icos, bauxita, hierro, acero, alúm ina, alum inio y p ro
ductos industriales relacionados); la regulación y la prom oción de la ac
tividad económ ica privada (la determ inación de las tasas de interés, el
establecimiento de tarifas aduaneras, la concesión de licencias, la aproba
ción de subsidios, la determ inación de precios y salarios, etc.); y el estable
cim iento de un control central sobre un núm ero de otros sectores, desde la
educación (p. ej., la definición del contenido de la curricula y la estructura
de los exám enes finales) hasta el transporte y las com unicaciones (la
distribución del papel destinado a la prensa gráfica y el arriendo de
frecuencias a estaciones de radio y televisión).
T ransform ado así en un petroestado, el E stado venezolano llegó a tener
en sus m anos no solo el m onopolio de la violencia política, sino tam bién el
de la riqueza natural. El Estado ha ejercido este p oder de form a teatral,
garantizando el consentim iento m ediante el despliegue esp ectacular de su
presencia im periosa: trata de conquistar, no de persuadir. En este sentido,
com o el E stado im perial español analizado por José A ntonio M aravall
(1986), el venezolano se ha constituido com o una fuerza unificadora m e
El Estado mágico y el ocddetünHsmo D 5
4. D e m odo sim ilar, un analista sostiene que "culturalm ente, V enezuela p ertenece a la A m éri
ca Latina; estructuralm ente, su econom ía y sus patrones de estabilidad e inestabilidad se
asem ejan m ás a los de otros países productores de petróleo relativam ente populosos com o
A rgelia, Irán y N igeria" (Karl 1995: 34).
El Estado mágico y el occidentalismo O 7
te, sin em bargo, es hasta qué punto las naciones exportadoras de petróleo
nos pueden ayu dar a discernir la situación que com parten la m ayoría de los
países del Tercer M undo en virtud de su posición com o exportadores de
prod uctos prim arios que dependen de la renta del suelo (ingresos cuya base
es la tierra)5. La m agnitud de esas rentas puede variar m ucho, dependiendo
de factores com o el tipo de p rod ucto exportado, los patrones de producción
y d em an da globales, y la com petencia de productos alternativos. Esas
rentas pueden provenir de diferentes estructuras productivas y de distintos
tipos de vínculos entre la econom ía local y la global, según la ya clásica
distinción entre enclaves bajo control extranjero y sectores de exportación
controlados nacionalm ente (C ardoso y Faletto 1979). Pero esas rentas
contribuyen a establecer patrones sim ilares de especialización interna y de
dependencia externa que consolidan el papel de las naciones del Tercer
M undo, com o lo que llamo sociedades exportadoras de naturaleza. Aun
cuando estas naciones traten de rom per su dependencia colonial de las
exportaciones de productos prim arios m ediante la puesta en práctica de
planes de desarrollo dirigidos a diversificar sus econom ías, por lo general
se apoyan p ara hacerlo en la divisa obtenida mediante la exportación de
p rod uctos prim arios, con lo que intensifican su dependencia de los m ism os.
Paradójicam ente, al tratar de aprovechar su ventaja com parativa, estas
naciones exp ortad oras de naturaleza a m enudo vuelven a asum ir su papel
colonial de fuentes de productos prim arios, papel ahora reescrito en
térm inos de la racionalidad neoliberal del capitalism o globalizante. Para
ellas, al poscolonialism o sigue el neocolonialism o. y
L a dependencia de la m ayoría de los países del Tercer M undo de unos
pocos productos prim arios de exportación los somete con frecuencia a
ciclos sim ilares de auge y crisis, sea el producto de exportación el azúcar,
com o en los casos de Cuba y de Puerto Rico durante la "d an za de los
m illones" tras la Prim era G uerra M undial; sean carne y granos, com o en la
A rgentina de la belle époque; sea el guano, com o en el próspero Perú de
m ediados del siglo xix; sea el petróleo, com o en la m ayoría de las naciones
petroleras (los ejemplos podrían fácilmente extenderse a otros productores
de p rod uctos prim arios de la A m érica Latina, Asia y Á frica)/L os auges de
la exportación tienden a sobrevalorar la m oneda nacional' p rom over im
portaciones de bienes m anufacturados y socavar los sectores productivos
6. Para estudios sobre la enferm edad holandesa, v. C orden y N eary (1982); Bu iter y Purvis
(1980); y W ijnbergen (1984).
7. Siguiendo la línea iniciada por H egel, pensadores tan diversos com o H aberm as (1987),
T aylor (1989) y G iddens (1987) consid eran la m odernidad com o un fenóm eno europeo. Para
una crítica de este punto de vista desde una perspectiva latinoam ericana, v. D ussel (1993).
El Estado mágico y el occidentalismo O 9
"cen tro " y la "p eriferia", la reasum e com o su form a dom inante y no com o
su norm a universal (autoproclam ada). A su vez, al reconocer el papel de la
periferia en la conform ación del m undo m oderno, esta p erspectiva nos
perm ite acercarnos a ella com o el lugar de m odernidades subalternas y no
com o a una región donde el progreso occidental abraza a culturas tradicio
nales.
En el segundo capítulo exam ino las transform aciones que hicieron de
Venezuela una nación petrolera durante la dictadura de G óm ez. Con su
gobierno, el p od er político com enzó a tener su base en el control estatal
. sobre la explotación del subsuelo. Al hacer depender de fuentes indepen
dientes de riqueza las iniciativas políticas y económ icas del Estad o, esta
fundación centralizante creó las condiciones que, al m ism o tiem po, susten
taron el cam ino hacia la dem ocracia política y lim itaron su desarrollo. A
p artir de G óm ez, el Estado se convirtió en el centro del p od er político v
económ ico. Los recuentos oficiales han ocultado h asta qué punto el E stado
d em ocrático descansa sobre bases construidas durante este régim en, y el
hecho de que deba negociar las tensiones subyacentes d erivadas del origen
público de la riqueza del Estado y el carácter privado de su apropiación.
Este capítulo m u estra que, si bien com o sostiene A nderson, el im aginario
nacional se apoya en parte en m edios de com unicación com o el capitalism o
de la prensa, tam bién depende de la m aterialidad m ism a de la nación com o
hábitat dispensador de vida, de m odalidades divergentes de configurar el
m etabolism o entre la sociedad y la naturaleza.
D urante el régim en de Góm ez, cuando la riqueza nacional com en zó a
ser sinónimo de su cuerpo natural, y en la m edida en que diversos grupos
sociales identificaron sus intereses particulares con los del país en la in
dustria petrolera, el Estado em pezó a representarse com o el agente legítim o
de una "com un id ad im aginada" (A nderson 1991), form ada p o r su p rop ie
dad colectiva sobre el cuerpo natural de la nación. Al representar la
"d em ocracia m od ern a" de Venezuela en oposición a la "d ictad u ra prim i
tiva" de G óm ez, la dem ocracia se desarrolló com o antítesis de la d ictadura:
dem ocracia y dictadura se tornaron las dos caras de la m ism a m oneda
petrolera. A p esar de las diferencias entre el gobierno de G óm ez y los re
gím enes liberales constituidos en su contra, estos se conform aron com o los
Estados de una nación petrolera. Analizo cóm o esta form a com ú n se perfiló
durante el régim en de Góm ez y el periodo inm ediatam ente posterior,
m ediante el exam en de la autoconform ación de Venezuela en nación
petrolera por interm edio de luchas dem ocráticas contra el "a tra sa d o " go
10 □ Introducción
bierno gom ecista (me concentro en los debates que tuvieron lugar en 1936)
y la form ulación de políticas sobre el petróleo (hasta 1943). El capítulo
term ina con una crítica del vaciam iento de la m aterialidad en algunas
teorías sobre la dem ocracia, m ediante un com entario crítico sobre las obras
de C laude Lefort y Slavoj Zizek.
En la parte II, m ediante un análisis de varios golpes de Estado (1945,
1948, 1952 y 1958), exam ino cóm o se ventiló la disputa entre regím enes
dictatoriales y dem ocráticos entre 1945 y 1958. En el contexto de una di
versificación limitada de la econom ía interna, el Estado se convirtió en
objeto de una intensa rivalidad política y en centro de las luchas económ i
cas. De la m ism a form a en que durante el gobierno de Góm ez el Estado, con
fuentes independientes de riqueza, había sido la herram ienta p rivatizada
de un gobernante personalista, después p udo tornarse herram ienta sectaria
de un partido dem ocrático. La tensión entre el origen n atural de la riqueza
colectiva y finita de la nación, y el destino privado de su apropiación social,
dio contornos a la disputa dem ocracia / dictadura entre 1945 y 1958.
M ediante el exam en detallado de la orquestación práctica y la represen
tación pública de estos golpes, reviso cóm o el Estado se construyó com o el
lugar central del p oder político. En el capítulo 3 analizo cóm o este papel se
conceptualizó durante el proceso que condujo a la consolidación de la
dictadura de Pérez Jim énez. Am plío este análisis en el capítulo 4 exam inan
do la im agen del progreso de este dictador. En prim er térm ino, presento un
panoram a general de las consecuencias contradictorias de sus políticas
económ icas, que m ientras prom ovían la diversificación económ ica lim ita
ban su ulterior desarrollo; e ilustro este proceso por m edio de un análisis del
desarrollo siderúrgico. Las políticas contradictorias de Pérez Jim énez
hicieron que el capital local se volviera contra el régim en y form ara una
alianza con los partidos de la clase m edia que condujo al golpe de Estado
de 1958. En el capítulo 5 exam ino la orquestación del 23 de Enero, conside
rado por m uchos com o el m om ento fundacional de la d em ocracia ven ezo
lana, la m ás estable y duradera de la A m érica del Sur.
Estos tres capítulos ubican la construcción de la dem ocracia venezolana
en el contexto de debates recientes sobre los procesos m undiales de
dem ocratización, en los cuales figura com o un caso ejemplar. Sostengo que
las características "políticas" a m enudo invocadas para explicar la estabili
dad y el éxito de la dem ocracia local -la supuesta vocación dem ocrática, las
capacidades de negociación y las aptitudes de aprendizaje de los líd e re s-
también deben ser objeto de una explicación. Mi análisis de los discursos
El Estndn mágico \j el occidentalismo O 11
P recio s P recio s P ro m ed io
P resid ente P eriodo actu ales de 1979 anual
9. V. el ensayo b ibliográfico de Cooper con respecto a África (1994) y de M allon con respecto
a A m érica Latina (1994).
10. A u nque los estudiosos adscritos a los estudios subalternos han utilizado de m anera
productiva esta sep aración entre Europa y el m undo colonial, su em pleo conlleva el riesgo de
reinscribir las asunciones im periales que subyacen en el esquem a de los tres m undos (para una
crítica de este esquem a, v. Pletsch 1981). Por ejem plo, C hakrabarty plantea que la historia
europea funciona globalm ente com o la clave para interpretar la historia del T ercer M undo, y
para ello invoca la fam osa analogía de M arx entre la biología evolutiva y el desarrollo social
(su idea de que igual que la anatom ía hum ana es la clave para entender la anatom ía del m ono,
las categorías abstractas de la sociedad burguesa son la clave para entender las sociedades
anteriores) (1992: 3-4). Esta clave solo se aplica a las sociedades contem poráneas si no
ofrecem os resistencia a la negación im perial de su carácter coetáneo, lo que hace que parezcan
m antener en tre sí una relación evolutiva y no adm ite que coexisten lado a lado (contra Fabian
1983). El argum en to de que "u n historiad or del T ercer M undo está condenado a conocer
Europa dado que es la cuna de lo m od erno" (C hakrabarty 1992: 19) revela, pero tam bién
confirm a, el papel ideológico de Europa com o la clave indispensable para com prender la
realidad interna del T ercer M undo. A un cuando C hakrabarty analiza la efectividad de esta
división ideológica entre Europa y sus Otros, el lector puede m uy bien preguntarse si la
aceptación de esa división no supone el riesgo, al m ism o tiem po, de reinscribir la idea de
Europa com o civilizada ("la anatom ía h u m an a") y del T ercer M undo com o salvaje ("la
anatom ía del m ono"). H e preferido tom arcom o punto departida el concepto de transcul turación
de O rtiz, tanto para problem atizar la separación entre Prim er y T ercer M undo com o para
poner en tela de ju icio la idea de Europa com o la patria de la teoría (1995).
16 D Introducción
n uestra atención: pasar del problem a del "orien talism o", que se centra en
la representación estereotipada del Oriente, al del occidentalism o, término
con el que designo la relación entre la concepción im plícita de O ccidente y
sus representaciones de las sociedades no occidentales. Esta p erspectiva no
supone invertir el centro del análisis de Oriente a Occidente, del O tro al Yo.
Lo que intenta, al guiar nuestro entendim iento hacia la n aturaleza relacio-
nal de las representaciones de colectividades hum anas, es sacar a la luz su
génesis en relaciones de p oder asim étricas, que incluyen el p oder para velar
su génesis en la desigualdad, cortar sus conexiones históricas y, p or tanto,
presentar com o atributos internos e independientes de entidades cerradas
en sí m ism as lo que son en realidad resultados históricos de pueblos re
lacionados entre sí. El occidentalism o, tal com o lo defino, no es, p or tanto,
el reverso del orientalism o, sino su condición de posibilidad de existencia.
Si bien cualquier sociedad puede p roducir representaciones estereotipadas
de la diferencia cultural com o parte de su propia autoproducción, lo
singular del occidentalism o es que conlleva la movilización de representa
ciones estereotipadas de sociedades no occidentales com o parte del autodi-
seño de O ccidente com o p oder im perial. El occidentalism o es inseparable
de la hegem onía occidental, no solo porque com o form a de conocim iento
expresa el p oder de O ccidente, sino tam bién porque establece un vínculo
específico entre conocim iento y poder en el Occidente.
De esta form a, el occidentalism o es la expresión de una relación
constitutiva entre representaciones occidentales de la diferencia cultural y
el predom inio global de O ccidente. Plantear un reto al occidentalism o
dem anda desbancarlo com o m odo de representación que prod uce con cep
ciones polarizadas y jerárquicas de O ccidente y sus O tros y hace de esas
concepciones figuras centrales en los recuentos de las historias global y
locales m ediante una serie de operaciones: la desagregación de sus historias
relaciónales; la conversión de la diferencia en jerarquía, la naturalización de
esas representaciones; y, por tanto, la intervención, aun sin intención, en la
reproducción de relaciones asim étricas de p od er11.
De lo dicho hasta aquí debe ya resultar evidente que este libro explora
la historia de Venezuela m ediante una m irada a los centros cim eros del
11. D esarrollo este punto de vista sobre el occidentalism o m ediante una elaboración a partir
de la obra de Said qu e se apoya en una evaluación crítica de tres m odalidad es de representación
occidentalistas. Para una im portante contribución al análisis de la form ación m utua de Europa
y sus colonias, v. Cooper y Stoler (1989).
í - El Estado mágico y el occidmtalisnio O 17
poder político. Ese tipo de historia com parte el problem a de las historias "d e
arriba hacia abajo", aun si trata de ubicar ese "arrib a" en el seno de un
complejo conjunto de relaciones y de verlo desde los m árgenes. U na li
m itación obvia es el acceso restringido que tiene la m ayoría de los analistas
a lo que a m enudo es un escenario social poderoso, excluyente e infestado
de secretos. N o obstante, el riesgo m ayor es el de verse atrap ad o "arrib a"
por los rigores del trabajo y las com plicidades osm óticas del poder, con el
resultado de que los sectores subordinados desaparecen de la vista o
perm anecen com o som bras en el trasfondo. C uando ello sucede, el análisis,
inconcientem ente, tiende a reinscribir la arrogante m irada desde la cim a y
a rep rod u cir su autoproclam ada universalidad y su desinterés básico por
las vidas y las form as de conocim iento de los sujetos subalternos.
Si bien m e he concentrado en una m irad a desde las im ponentes alturas
del E stad o, he tratado de brindar una perspectiva de los de abajo, desde
adentro y tam bién desde afuera. Producir este libro m ientras trabajaba con
sectores populares de Venezuela, iba y venía desde Estados U nidos y tenía
en m ente a lectores venezolanos y de otros países, m e alentó con stantem en
te a em plear perspectivas cam biantes, a rastrear los vínculos entre form as
de p od er locales y globales, y a ver el Estado com o dom inante y dependien
te, incluso com o subalterno.
A l contrario de algunas taxonom ías esencialistas de lo subalterno,
considero el concepto de subalternidad com o relacional y relativo, y que
hace referencia a actores sociales heterogéneos que com parten una condi
ción com ún de subordinación. Entiendo que hay tiem pos y lugares en los
que aparecen en el escenario de la historia com o sujetos subalternos que, en
otros tiem pos y lugares, desem peñan papeles dom inantes. M ás aún: en
cualquier tiem po y lugar, un actor puede ser subalterno en relación con
otro, y al m ism o tiem po dom inante con respecto a un tercero. Y, por su- _
puesto, hay contextos en los cuales estas categorías no son aplicables. La
subalternidad no define el ser de un sujeto, sino un Estado subordinado del
ser12. Sin em bargo, d ado que la subordinación prolongada tiene com o
12. A partir de la tipología de la cual se sirve Guha para clasificar a los sujetos subalternos y
d om inantes, Sp iv ak centra su trabajo en el sujeto subalterno con m enos poder para desarrollar
su tesis sobre la subordinación com o actor político del sujeto subalterno, o, dicho con sus
palabras, su incapacidad para "h ab la r". En una crítica de su argum entación central, tom o los
sujetos subalternos interm edios de Guha para desarrollar una concepción relacional de la
subalternidad que utilizo para analizar las transform aciones del Estado venezolano en 1989,
cuando sus líderes populistas se convirtieron en defensores del program a de austeridad del
FM I (1994; 2000).
18 □ Introducción
13. Este cam bio de lo que entiendo p or subalternidad, que difiere de lo que significaba para mí
el térm ino en trabajos previos (1994), le debe m ucho a algunos debates que sostuve con
m iem bros del G rupo de la Playa del Latin A m erican Su b altem Studies G roup de P uerto Rico
(m arzo de 1996), y especialm ente a la insistencia de Josefina Saldaña en la alteridad radical de
los sujetos subalternos y a la sugerencia d e A lberto M oreira de que em pleáram os un "registro
dob le" en nuestro acercam iento a lo subalterno.
El Estado mágico y el occidentalismo EZ1 19
del m undo m oderno, com o fuente de energía que se agota y tam bién com o
sustancia que se incorpora al m undo objetual de la m odernidad, desde la
ropa que usam os hasta los vehículos que nos transportan y las casas que
habitam os. El petróleo ha contribuido a m oldear un m undo m uy estratifi
cado y ecológicam ente irracional cuya im agen es la de pueblos y cosas
desvinculados, que com parten su separación unos de otros y de la historia
que los engendró. Si la m odernidad es un proceso que se caracteriza por la
incesante, obsesiva e irreversible transform ación de un m u n do fragm enta
do en entidades separadas entre sí, entonces los efectos de la p roducción y
el consum o de petróleo reflejan el espíritu de la m od ern id ad 14. Susan Buck-
M orss ha señalado que "U n a construcción de la historia que no m ire hacia
adelante, sino hacia atrás, hacia la destrucción de la natu raleza m aterial
com o ha ocurrido realm ente, brinda un contraste dialéctico con el m ito
futurista del p rogreso histórico (que sólo puede sostenerse si se olvida lo
su ced id o)" (1995: 95). Si una visión subalterna del p asado -l o que W alter
Benjamín llam ó "la tradición de los oprim idos" (1 9 6 9 :2 5 3 -2 6 4 )-se sostiene
en la esperanza de un futuro sin subalternidad, la construcción que hace
este libro de la historia de Venezuela trata de m irar adelante, hacia una
form a de p rogreso que dé form a a esa esperanza.
14. Tom o este concepto de una conversación con m i am igo Jim Huey.
Primera parte
Premiere
La naturaleza de la nación:
fetichismo del Estado y nacionalismo