Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EIAM
Innovación y valor compartido
Paula Andrea Ponce Zequeira
El cambio en la industria de los alimentos, en los últimos 50 años ha dado un giro significativo. Nos
encontramos frente a una industria de ultraprocesados, procesos de producción que dejan
consecuencias significativas en el ambiente, los consumidores y la fuerza laboral; así como
también frente a compañías con alto poder de lobby en la esfera gubernamental. El documental
muestra la cruda realidad de lo que comemos y deja un mensaje claro de repensar nuestras
decisiones a la hora de comprar alimentos.
La base de la cadena productiva es el eslabón más afectado junto con el consumidor; los
conglomerados industriales han creado puestos de trabajo sustituibles que no mejoran los
conocimientos del empleado ni su calidad de vida, mientras que sí afectan la salud y estabilidad de
estos. El proceso de producción y manejo del pollo da cuenta de esto; quienes se dedican a la cría
se ven obligados a utilizar los métodos de las empresas por las consecuencias económicas que
puede tener no hacerlo aun cuando estas personas tienen conocimientos y métodos que se
oponen drásticamente, y que pueden generar un producto de mayor calidad y con efectos
insignificantes comparados a los generados con los métodos de producción industriales. Se ha
modificado el comportamiento de los animales que nos alimentan, las vacas no comen pasto sino
maíz y las gallinas no están libres sino acinadas y solo viven para comer.
En resumen, las consecuencias más visibles de los procesos industriales en los alimentos son así;
creación de bacterias como la E. Coli que ha costado vidas, carne de origen no orgánico con
repercusión en la salud de los consumidores, es más económico consumir productos
ultraprocesados que orgánicos o naturales, la mano de obra no es bien paga o en casos es incluso
ilegal, productores agrícolas obligados a producir bajo estándares poco éticos.
Es así como hoy las grandes industrias libran una batalla contra los productores que conservan
prácticas y estándares éticos y sostenibles, al punto que en muchos casos las grandes empresas
han decidido invertir en la compra de empresas, marcas y productos con sello orgánico y
sostenible. El consumidor se está informando cada día más, ahora mira la tabla nutricional de sus
alimentos, así como también se interesa por los ingredientes y la forma de producción; si bien aún
queda una población considerable que consume ultra procesados, el cambio no solo es necesario,
sino que aparenta ser cada vez más cercano.
Desde la generación de valor, la sostenibilidad y el valor compartido, el aporte es para cada uno de
los procesos de la cadena de valor. La materia prima debe producir los menores daños posibles, la
forma en que se produce proteína animal debe ser más sustentable, menos dañina y con la menor
industrialización posible; la mano de obra contratada debe saber qué y cómo hacer los procesos y
por ultimo el consumidor tiene el deber y el derecho de estar enterado de lo que consume. Así se
podrían mitigar consecuencias como enfermedades generalizadas como la diabetes, el abuso de
químicos, pesticidas y modificaciones genéticas que repercuten en el ambiente y en la salud
general, así como también ser conscientes del impacto que genera la toma de decisiones en la
esfera publica apoyando los conglomerados industriales y los productos altos en químicos,
azucares y refinados.