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INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
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LA TEORÍA GENERAL DE LA INTERPRETACIÓN Y LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA
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HOMERO, Hymnes, Hymnes a Hermés, pp. 103-141, de la edición de J. Hum-
bert, de Belles Lettres, Paris, 1959. H. J. Rose, en Handbook of greek Mythology, Uni-
versity Paperbacks, London, 1964, expone un interesante paralelo entre Apolo y
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Hermes, ambos dioses jóvenes cuyas vidas se entrecruzan para terminar converti-
dos en dioses tutelares de las ciencias y las artes.
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AUBENQUE, Pierre, Le Problème de l’Être chez Aristote, P.U.F., 2ª ed., Paris, 1966,
pp. 11-118.
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La cita la hemos recogido de la obra de LUBAC, Henri de, Exégèse Médiévale
(Le Quatre Sens de l’Escriture), en cuatro volúmenes, vol. I, pp. 171-172, Aubier, Pa-
ris, 1961. El autor sustenta la tesis que la doctrina de los cuatro sentidos que de-
sarrolla el pensamiento medieval se encuentra en germen en el período de la
apologética.
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carácter sagrado del texto. La disposición del lector tiene que ser
la del que busca un sentido ético y religioso. Todo esto significa
traspasar el ámbito de literalidad. En el fondo reconocer otro sen-
tido además del sentido literal. El fenómeno había sido ya detecta-
do por los pensadores griegos, que habían cavilado sobre el sentido
de los mitos y las alegorías y metáforas.
Las palabras, en efecto, tienen un significado propio e inme-
diato, pero también pueden tener un significado derivado y figu-
rado, al que se llega mediante operaciones intelectuales especiales.
Esto lo reconoció Platón cuando en República II, 378d, emplea la
palabra hypónoia, para describir la situación del lector de narracio-
nes míticas. En la polis puramente ideal que Sócrates invita a dise-
ñar en bosquejo a sus jóvenes interlocutores, Glaucón y Adimanto,
para definir allí la justicia, se aborda el tema de la paideia o forma-
ción educativa de sus habitantes, y en esa conexión surge la pala-
bra ya anotada hypónoia, que en rigor significa lo que se capta por
debajo de una significación de superficie. Hay dos significados, o
más bien, dos sentidos, uno inmediato y otro oculto, “por debajo”
del anterior. El joven, se nos dice en ese pasaje de República, no tiene
poder de discernir entre los dos tipos de sentidos. Si al joven se le
presentan esos relatos de las gigantomaquías o de violentas vengan-
zas entre los dioses, tiende a tomar el relato en su sentido inme-
diato o aparente, lo que puede no ser aconsejable desde un punto
de vista moral. Y si esos relatos tienen un significado hyponoico, por
detrás del sentido aparente, aquél no es captado por el oyente. Por
lo cual los mitos no resultan recomendables en la educación de los
jóvenes de la polis ideal.
Posiblemente por la época de Platón la interpretación hyponoica
era realizada por Antístenes y los cínicos, para mostrar en los rela-
tos míticos de Homero, Hesíodo, Orfeo y otros, algunas enseñan-
zas moralizadoras, por debajo del significado inmediato, a veces
carente de ese carácter.4 Este “por debajo de” que sugiere la pala-
bra hypónoia indica en realidad el significado oculto que se escon-
de detrás del significado inmediato aparente. Esta separación entre
4
En la edición crítica de República, con el título The Republic of Plato, Cam-
bridge University Press, 1965, el editor J. Adam, pp. 114 y ss., comenta que con
anterioridad a Platón ya se practicaba un método de interpretación que consistía
en mostrar que muchos de esos relatos míticos escondían verdades y enseñanzas
morales. Se señala a Antístenes y la escuela cínica como los iniciadores del méto-
do alegórico, que se ejercitaba especialmente en las obras de Homero.
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los dos sentidos de un relato, en que uno encubre el otro, sin fal-
searlo, es otro de los descubrimientos del pensamiento griego. Lo
que Platón trata de evitar es quedarse en el plano aparente. Pues, a
pesar de que el discurso con el significado aparente no cancela el
paso al otro significado oculto, no hay garantía que el lector u oyente
pueda transitar del primero al segundo. Y si lo que se quiere decir
es lo que se presenta en forma encubierta, recurriendo a formas o
imágenes que presentan otra cosa, se exige, en verdad, mucho del
oyente. Éste es el origen de la llamada alegoría (allegoría), palabra
que aparece sin embargo tardíamente incorporada al vocabulario
técnico, por ejemplo, en la Epístola a los Gálatas, de San Pablo, 4,
24, con el significado preciso de querer decir una cosa que se da a
entender mediante otra. No obstante que el propio Platón hizo uso
de la alegoría y la metáfora en sus Diálogos, en República, quiso es-
tablecer una prevención en contra del alegorismo por no encon-
trar resuelta la regla decisoria del significado, esto es, cómo asegurar
el paso del significado aparente al significado oculto.
La alegoría permite, desde otro punto de vista, hacer más níti-
da la separación entre hermenéutica y exégesis. El establecimien-
to del doble sentido que tiene lugar tanto en la alegoría como en
la metáfora es un problema propiamente hermenéutico, pero la
estrategia para resolver el paso de un sentido a otro y la formula-
ción de una regla técnica para poner de manifiesto el sentido oculto
es asunto de la exégesis. En la hermenéutica se elabora la teoría
sobre el lenguaje y la significación, que conduce a admitir el senti-
do directo y el sentido figurado u oculto. En la exégesis se define
el procedimiento a seguir, asumiendo el doble significado.
Como muy bien lo vio Dilthey, el alegorismo fue importante
porque permitió mantener la vigencia de las obras de los autores
griegos que relataban mitos, como Homero, Hesíodo, Orfeo, Mu-
seo. La significación inmediata o directa podía parecer censurable
bajo muchos respectos, más aún en los círculos en que se hacía sen-
tir la influencia de la ética de inspiración cristiana. La manera de
mantener la vigencia de esas obras fue considerarlas en su signifi-
cado no aparente sino oculto, para no entrar en conflicto con la
nueva cultura que se expandía.5
5
El trabajo donde W. Dilthey se ocupó primeramente de estos temas herme-
néuticos es Die Enstehung der Hermeneutik, de 1900, incluido en el vol. V de Gesam-
melte Schriften, pp. 317-318, Teubner Verlagsgesellschaft, Stuttgart, 1961. La versión
castellana con el título Orígenes de la Hermenéutica, se encuentra en Obras de Wil-
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helm Dilthey, vol. VII, El Mundo Histórico, F. Cultura Económica, México, 1978,
pp. 321-334.
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Estas obras aparecen en versión bilingüe en el volumen XV de la edición
de B.A.C., Madrid, 1957: De Genesi contra Manicheos, pp. 360-491; De Genesi ad litte-
ram (imperfectus liber), pp. 500-565, y De Genesi ad litteram, pp. 576-1271.
7
De Spiritu et Littera aparece en el volumen VI, pp. 679-795, de la versión cita-
da de las Obras de San Agustín, y De Doctrina Christiana en el volumen XV de la
misma edición, pp. 53-359.
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De Doctrina Christiana, Libro II, cap. V, 9.
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La versión bilingüe latín-castellano de Etimologías la ha editado en dos volú-
menes B.A.C., Madrid, 2000. Sus tres primeros libros tratan del trivium (gramáti-
ca, retórica y dialéctica) y del quadrivium (aritmética, geometría, música y
astronomía). Formula el plan sistemático de las disciplinas. Hablamos de discipli-
nas y no de ciencias, porque el énfasis se lleva por el lado de la formación.
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Etimologías, Libro I, 3. Puede compararse con el mito de Teuth, del Fedro,
274b, de Platón.
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AQUINO, Tomás de, Suma Teológica, 1, q. 1, a 10.
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L UBAC, Henri de, op. cit., p. 400.
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Los comentarios en In Aristotelis Libros Perí Hermeneías et Posteriorum Analyti-
corum expositio, edición del P. Fr. Raymundi M. Spiazzi O.P., de Marietti, 1964.
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Suma Teológica, 1, q. 16, a 2.
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Ibídem.
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En Perí Hermeneías, Prooemium, 3, p. 5, op. cit.
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BACON, Francis, “Novum Organum”, en The Works of Francis Bacon, vol. I,
edición F. Fromman Verlag Günther Holboog, Stuttgart, 1963.
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En trabajos anteriores he desarrollado el tema. Véase, por ejemplo, Pru-
dencia y justicia en la aplicación del Derecho, pp. 16 y ss., Editorial Jurídica de Chile,
2001.
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GADAMER, Hans-Georg, en Seminar: Philosophische Hermeneutik, Suhrkamp,
Frankfurt, 1976, ofrece una recopilación de textos de distintos autores pertene-
cientes a momentos históricos diferentes de la hermenéutica. Uno de esos textos
es una parte de Clavis de Flacius, con el título Praecepta de ratione legendi.
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HOBBES, Thomas, Leviathan, or the Matter, Forme and Power of a Commonwealth
Ecclesiasticall and Civil, edic. Oxford, 1967, tomada de la edición de Londres de
1651.
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Leviathan, Part. I, cap. IV.
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Leviathan, Part II, cap. 26. La palabra sentence del latín sententia se hace equi-
valente a mens, y la he traducido como propósito, que el texto hace coincidir con
intención, y se reserva sentido para sense.
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Consideramos la versión francesa, Spinoza, Oeuvres Complètes, con el título Au-
torités Théologique et politique, edición de la Bibliothèque de la Pléiade, Gallimard, 1962.
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S PINOZA, Tractatus, cap. VII.
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El Instituto de Estudios Políticos de Madrid ha realizado la edición bilin-
güe latín-español. La versión castellana es de José Ramón Eguillor Muniozguren,
de la edición latina de Coimbra de 1612, cuya reproducción ofrece. El título de
la obra en latín es Tractatus de Legibus ac Deo legislatoris. Madrid, 1967-1969.
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S UÁREZ, Francisco, Tratado de las Leyes, Libro III, cap. XV, 1.
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rriera, no podría ser ley. No cualquier signo es apto para esta fun-
ción. Por eso, más adelante se ocupa de los lenguajes normativos,
que son los más adecuados para expresar mandatos, obligaciones
y permisos.
Más adelante agrega: “De aquí deduzco que en la forma sensi-
ble de la ley se pueden distinguir dos cosas: una, el signo material,
como la voz o la escritura, y otra, la significación (significationem);
de las cuales, si se comparan entre sí, la escritura o el sonido es
algo material, y el significado algo formal, y de la reunión de am-
bos resulta la forma sensible (forma sensibilis) que constituye la ley
o que es la ley misma, pues siendo la ley un acto humano, es tam-
bién una forma”.27
Suárez explica esto con el ejemplo de la forma sacramental, que
está en las palabras, pero en ella se distinguen como su parte ma-
terial los sonidos, y el sentido (sensum) o significación (significatio-
nem) como su parte formal, y de ambos resulta la forma sacramental.
Lo mismo ocurre con la ley civil: consiste en un signo exterior, sen-
sible o material, que requiere de alguna materia, pero su esencia
(essentia) está en el significado y sentido. Todavía aquí significado y
sentido están confundidos y se emplean como equivalentes, pero
más adelante tenderán a separarse. Las palabras, en su materiali-
dad, no pueden producir los efectos de una ley sino sólo en cuan-
to manifiesten la voluntad y el imperio del legislador. Por eso, desde
este punto de vista, el signo sensible, en cuanto significativo, es esen-
cial también en la ley. Los juristas suelen distinguir entre la ley es-
crita y la ley no escrita para incluir el caso de la costumbre con
fuerza de ley, lo que sería un problema si no se admitiera al mis-
mo tiempo que la costumbre debe constar en signos exteriores per-
manentes, significativos de una voluntad efectiva.
Siendo las palabras un signo de la voluntad legislativa, tienen
que ser tales que expresen suficientemente que la voluntad legisla-
tiva es la de establecer un precepto o norma estable, general y que
cumpla con todas las otras propiedades exigidas para una ley. Por
eso, tienen que emplearse expresiones preceptivas, es decir, un len-
guaje adecuado a la manifestación de preceptos o normas que se
imponen. Hay un lenguaje normativo, que usualmente toma la for-
ma imperativa, como “hay que hacer”, o “haz esto”, o también el
empleo de la forma verbal “debe”.
27
Op. cit., Libro III, cap. XV, 2.
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Las distinciones que hace Suárez van más allá de lo que los ju-
ristas emplean. Los nombres de los juristas que señala son Baldo,
Roger, Esteban de Frederi, Jorge Natham y especialmente Tira-
queau. La distinción letra y espíritu es una que los juristas admi-
ten, aunque Suárez considera que lo hacen en un plano superficial,
y por eso hay que profundizar. Dice: “[...] esa distinción la tomá-
bamos de la manera de expresarse de los juristas, los cuales al tra-
tar de la ley distinguen entre las palabras (verba) y el espíritu (mens
legislatoris): las primeras dicen que son como la materia y cuerpo,
el segundo, el espíritu y el alma de la ley”.28 La expresión mens le-
gislatoris se ha traducido aquí simplemente como espíritu, para man-
tener la idea general de la distinción letra y espíritu. Pero como lo
va a señalar Suárez inmediatamente, la expresión mens compren-
de varias nociones. En el decir corriente de los juristas se le hace
equivalente a ratio y aun sensum (sentido). Para marcar los diferen-
tes planos que hay que considerar en la distinción letra y espíritu,
agrega: “Nosotros, por nuestra parte, en las mismas palabras dis-
tinguimos antes otros dos elementos, a saber, las palabras materia-
les y la significación con que indican el sentido (sensum) y declaran
el espíritu de la ley (mens legislatoris); comparando entre sí estas dos
partes, dijimos que la significación (significationem) es lo formal res-
pecto de las palabras materiales; ahora las palabras mismas en cuan-
to significativas las comparamos con el espíritu interior de la ley
(interiorem mentem legislatoris), y decimos entonces que son como el
cuerpo y materia respecto de la forma o espíritu”.29
La elaboración de los juristas es superficial. Suárez aplica, en
realidad, la pareja materia y forma al ente substancial en que con-
siste la ley, y la aplica en dos momentos diferentes. Primeramente
en la letra, que como signo material permite extraer la distinción
entre palabra y significación; ahora, en el cap. XX, nuevamente
aplica la pareja materia y forma, pero tomando la palabra como el
compuesto, que en la tradición escolástica es la vox significativa, y
lo contrapone a la interioridad propiamente que es la mens legisla-
toris. Pero agrega a continuación que en la mens, que hasta aquí he
traducido como espíritu, hay que distinguir “[...] otros dos elemen-
tos, a saber la voluntad (voluntas) y razón (ratio), las cuales Baldo y
los autores antes citados parecen confundir y juzgar de ellas por
28
Op. cit., Libro III, cap. XX, 1.
29
Ibídem.
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Op. cit., Libro III, cap. XX, 2.
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voluntad del legislador; por eso, en la citada ley Non Dubium a la vo-
luntad del legislador se la llama voluntad de la ley, e inmediatamen-
te a la misma voluntad se la llama sentido (sententia) de la ley, el cual
es una misma cosa con el espíritu (mens legislatoris).31
De lo cual se sigue que como donde hay una cosa por razón
de otra, esta otra por la que se da la otra es la primera y principal,
recordando el otro principio de la ontología clásica “aquello por
lo cual cada cosa es lo que es, eso es más”, resulta que en toda ley
lo principal y más importante es la voluntad o intención. La pala-
bra mens cubre tanto la voluntad como la razón. Pero lo importan-
te aquí es que la voluntad pasa a ser principio o causa formal de la
ley, y no sólo causa eficiente. Esto quiere decir que la voluntad sig-
nificada por las palabras es la voluntad del legislador. Queda así
señalada una dirección en la cual el pensamiento de Suárez se cruza
con el de otros autores modernos: al intérprete le basta con una
voluntad de la ley, la que asume como la voluntad del legislador
histórico o real. El desplazamiento de la causa eficiente a la causa
formal trae como consecuencia que se llega a esta figura de la vo-
luntad de la ley, y no la voluntad efectiva del legislador histórico.
La noción de ratio legis surge en conexión con el objeto de la
voluntad. La discusión de Suárez se dirige a controvertir la afirma-
ción que la ratio es también principio formal intrínseco, como la
voluntad. La ratio integra con la voluntad la noción de mens, sólo
que incide en el objeto. Distingue dos clases de ratio: una, la ratio
que denomina motivo de la ley; la otra, la ratio constitutiva de la
ley. El motivo es un principio extrínseco a la ley misma y consiste
en las motivaciones o consideraciones personales del legislador para
instituir la ley, por lo mismo no puede considerarse principio for-
mal de la ley. En una asamblea legislativa un legislador puede te-
ner un motivo, otro legislador otro y así sucesivamente, y sin
embargo la ley acordada es por su causa formalmente bien esta-
blecida. La otra clase de ratio, en cambio, es un principio constitu-
tivo de la ley, y Suárez lo denomina ratio iuridica, la razón jurídica
de la ley. El problema que quiere dilucidar es la relación precisa
que tiene la ratio en la constitución esencial e intrínseca de la ley,
y que los juristas han debatido largamente. Ese nombre de ratio iu-
ridica envuelve en realidad una suposición, la de que en toda ley
hay incorporadas consideraciones que conciernen a los fines, aspi-
31
Op. cit., Libro III, cap. XX, 9.
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Op. cit., Libro III, cap. XX, 12.
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33
Op. cit., Libro VI, cap. I, 1.
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Op. cit., Libro VI, cap. I, 15.
35
Op. cit., Libro VI, cap. I, 13.
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Op. cit., Libro VI, cap. I, 14.
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rogar esas leyes o corregirlas y que, por tanto, empleó las palabras
en un sentido compatible con ellas. La segunda situación tiene lu-
gar en la concordancia, pues si se tiene un significado inconvenien-
te y otro conveniente, se compara este último con otras leyes, y si
hay concordancia, se admite, pues se supone que hay esa unifor-
midad.
La ratio legis es también otro de los elementos de la forma de la
ley y que importa en la determinación de la mens objetiva. Por lo
general, la ratio no consta de la ley misma, hay que suponerla. En
el orden de la ejecución la ratio conjeturada hace posible estable-
cer una mens como más aceptable que otra. Toda ley tiene una ra-
tio, tanto en el sentido de ser obra conforme a la operación de la
razón, cuanto esa ratio que incide en el objeto del propósito mis-
mo. La ratio es un gran indicio de la mens. Cuando la ratio no se
expresa en la ley misma, hay que suponerla y constituye una con-
jetura probable, que el intérprete debe estimar cuidadosamente, y
cuando se expresa, pasa a ser un gran indicio y ocupa después de
las palabras el segundo lugar. La ratio supuesta o por hipótesis,
como la llama Suárez, pertenece a la ley, pero su determinación
da origen a conjeturas. De lo cual se sigue que en la concepción
de este autor hay una certidumbre gradual. La certidumbre de pri-
mer grado la proporcionan las palabras, la certidumbre de segun-
do grado la ofrece la ratio expresa o formulada, la certidumbre de
tercer grado, las otras conjeturas, que derivan de otros antecedentes
o circunstancias.
Establecido lo anterior, entra Suárez a examinar la interpreta-
ción en relación con dos situaciones que algunos autores conside-
ran afines a una genuina modificación o cambio de la ley: una es
la interpretación extensiva o restrictiva, otra es la interpretación por
equidad. Estas dos situaciones comparten un rasgo en común, y es
que ambas tienen lugar en lo que podemos denominar ámbito de
aplicación. Si por aplicación entendemos la correspondencia de
una palabra con un grupo de casos o una característica de éstos, la
ampliación o restricción y la equidad tienen que ver con la aplica-
ción. Es otro aspecto que presenta la aplicación, pues en ella se de-
cide la manera de aplicar una disposición legal a un caso
determinado. La interpretación delimita un ámbito posible de apli-
cación, esto es, de casos posibles que quedan comprendidos en su
ámbito. De lo que se trata aquí es tomar un ámbito de aplicación y
ampliarlo o restringirlo, o bien simplemente dejar de aplicar una
ley a un caso en razón de la equidad.
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Op. cit., Libro III, cap. VI, 4.
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38
Op. cit., Libro III, cap. VII, 10, 11 y 12.
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Op. cit., Libro III, cap. VIII, 1.
40
Op. cit., Libro VI, cap. VIII, 6.
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Op. cit., Libro VI, cap. VIII, 7.
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En “Orígenes de la Hermenéutica”, p. 323, en El mundo histórico, vol. VII
de Obras de Wilhelm Dilthey, Fondo de Cultura Económica, México, 1978.
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El caso lo examinó Cicerón en De Offici, I, XIII, 40, lo que le hizo optar
por el sentido y no la literalidad.
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Orígenes de la Hermenéutica, op. cit., p. 335.
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El tema de la hermenéutica y el romanticismo lo he expuesto en un traba-
jo sobre Savigny: “Savigny, el Romanticismo y la Hermenéutica”, Revista de Cien-
cias Sociales, Facultad de Ciencias Jurídicas, Económicas y Sociales, Universidad de
Chile, Valparaíso, Número 14, 1979, pp. 639-659.
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LA CONTRIBUCIÓN DE E. BETTI
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En Interpretación, Ratio Iuris y Objetividad, Edeval, 1994, he examinado con
cierta extensión el pensamiento de Betti. Aquí interesa un aspecto de su teoría.
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48
BETTI, E., Allgemeine Auslegunglehre als Methodik der Geisteswissenschaften, p. 115.
J.C.B. Mohr, Tübingen, 1967.
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49
RICOEUR, Paul, Teoría de la Interpretación. (Discurso y excedente de sentido), Si-
glo Veintiuno ed., Mexico, 2ª ed., 1998.
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50
Op. cit., p. 34.
51
Op. cit., pp. 34-35.
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52
RICOEUR, Paul, Del texto a la acción (Ensayos de hermenéutica II), Fondo de Cul-
tura Económica, México, 2001.
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53
Teoría de la interpretación, op. cit., p. 87.
85
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54
Op. cit., p. 89.
55
Op. cit., p. 91.
56
ECO, Umberto, Los límites de la interpretación, Editorial Lumen, Barcelona,
1992.
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57
Op. cit., p. 29.
58
Op. cit., p. 41.
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mens ratio
O
O O O
autor obra (texto) intérprete
O
littera
90
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A C
59
OGDEN, C. K. y RICHARDS , I. A., The Meaning of Meaning, Routledge and
Kegan, 10ª ed., London, 1960.
60
LYONS, John, Semantics, vol. I, p. 96, Cambridge, 1977.
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GUZMÁN BRITO, Alejandro, Historia de la interpretación de las normas en el De-
recho Romano, Ediciones del Instituto de Historia del Derecho Juan de Solózano y
Pereyra, Santiago, 2000.
92
LA TEORÍA GENERAL DE LA INTERPRETACIÓN Y LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA
62
Op. cit., p. 167.
93
INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
63
Op. cit., p. 210.
94
LA TEORÍA GENERAL DE LA INTERPRETACIÓN Y LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA
64
Op. cit., p. 213.
65
Op. cit., p. 225.
95
INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
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LA TEORÍA GENERAL DE LA INTERPRETACIÓN Y LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA
97
INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
98
LA TEORÍA GENERAL DE LA INTERPRETACIÓN Y LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA
66
SUÁREZ, Francisco, Tratado de las Leyes, cit., Lib. III, cap. XX, 12.
99
INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
67
G ROTIUS, De Iure Belli ac Pacis, Lib. II, cap. XVI, 1, De interpretatione, p. 409,
de la ed. de F. W. Kelsey, publicado en The Classics of International Law, Oxford,
1925, que incluye la versión latina de 1646.
100
LA TEORÍA GENERAL DE LA INTERPRETACIÓN Y LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA
68
De Iure Belli ac Pacis, cit., Lib. II, cap. XVI, I.
101
INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
69
Op. cit., Lib. II, cap. XVI, II.
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LA TEORÍA GENERAL DE LA INTERPRETACIÓN Y LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA
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INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
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LA TEORÍA GENERAL DE LA INTERPRETACIÓN Y LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA
70
P UFENDORF, De Jure Naturae et Gentium, The Clarendon Press, Oxford, 1934.
71
Op. cit., Lib. V, cap. XII, 10.
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INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
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LA TEORÍA GENERAL DE LA INTERPRETACIÓN Y LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA
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