Está en la página 1de 4

5.

La transmisión oral

Introducción

¡Muy buenos días! ¡Un cordial saludo y bendiciones abundantes para ti y tu


familia! Soy el diácono Orlando Fernández Guerra, del Arzobispado de la
Habana, en Cuba. Y esto es: “Hablemos del libro”

Desarrollo

Probablemente no haya pueblo que desprecie la importancia de la tradición oral


en la transmisión de su cultura. Israel no fue una excepción. De hecho, la
tradición oral abraza ambos testamentos. La oralidad tuvo un papel decisivo, en
la transmisión de los acontecimientos que forjaron su identidad nacional.

Las huellas de la relación entre oralidad y Escritura se pueden verificar en la


misma Biblia por frases como: “ustedes oyeron que se dijo…, pero yo les digo”
(Mt 5, 21.27.31.38.43). Que suponen que la Palabra pronunciada siempre
precedió a la Palabra escrita en la formación de las Biblia.

Israel aprendió a contar su historia según el tradicional método de enseñanza


oral. Los discípulos, se sentaban a los pies de su maestro, para escuchar los
relatos de las hazañas que Dios había protagonizado con su pueblo. Y este
primer paso era válido, tanto para los niños varones que acudían a la sinagoga
a su instrucción primarias, cuanto para los jóvenes cuyas familias se podían
permitir enviarles a estudiar con algún Escriba. Como en el caso de San Pablo.

Solamente más tarde, tenían acceso a la lectura de libros y comentarios. De ahí


que, las formas más tradicionales de la piedad judía giraran en torno a la
Palabra pronunciada. No era extraño que muchas personas pudieran recitar de
memoria grandes pasajes de la Biblia. Así, el judaísmo anterior al año 70 d.C,
-fecha en la cual los romanos destruyeron Jerusalén y el Templo-, tenían
infinidad de tradiciones orales que más tarde el judaísmo rabínico recopilo,
organizó y publicó en una obra llamada, el Talmud. De gran aprecio para los
judíos hasta hoy.

En el culto sinagogal se solía dividir el texto en secciones, para facilitar su


recitación en voz alta. Tal como hacemos hoy en nuestras liturgias. Pero aun,
en la devoción privada, se vocalizaba el texto moviendo ligeramente los labios,
como susurrando. Sobre todo, porque el mismo idioma facilitaba este proceso.
En hebreo había una sola palabra para decir: leer, gritar, proclamar.
Era impensable que alguien leyera el texto sagrado en silencio, sin vocalizarlo,
como hacemos nosotros hoy con nuestros libros y revistas. Sobre todo,
teniendo en cuenta que, el mismo acto de leer la Palabra significaba escuchar
a Dios.

En los orígenes del cristianismo la tradición oral también desempeñó un papel


importante. Hasta donde sabemos, ni Jesús, ni ninguno de los Doce, escribió
nada. Por lo que la primera evangelización se deslizó por los carriles de la
oralidad. Y no fue hasta mucho más tarde, cuando se hiso necesario codificar
esta experiencia de fe. El tránsito de la tradición oral a la escrita, constituye un
momento decisivo en la formación del Nuevo Testamento. El factor
determinante de la puesta por escrito no fue tanto el paso del tiempo, cuanto la
distancia en el espacio de las comunidades.

Las comunidades cristianas crecían en casi cualquier región del vasto Imperio
romano. Así que se fue haciendo necesario contar con un corpus de las
enseñanzas del Maestro. Sobre todo, porque la mayoría de los evangelizadores
no habían conocido personalmente ni a Jesús ni a alguno de los apóstoles.
Eran cristianos de la segunda o tercera generación de creyentes.

Llegados aquí una buena pregunta sería: ¿Cómo y cuándo se originó la


tradición sobre Jesús? Pues a partir de los recuerdos de quienes, si lo habían
conocido, o a alguno de los apóstoles. Al principio, estas memorias se
transmitían solo de modo oral. Luego fueron agrupándose en pequeñas
colecciones de parábolas, milagros, discursos y el relato de la pasión.

Esta fue la materia prima de donde emergerían esas obras literarias que son los
evangelios. San Lucas en el prólogo de su obra le dice a Teófilo: “Puesto que
muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado
entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio
fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también,
después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes,
escribírtelo por su orden…” (Lc 1,1-3). Me parece muy clara la metodología que
empleó: partió de los relatos que conocía de su comunidad. Recopiló otros en la
cercanía con Pablo y Pedro en Roma, quizás en otras comunidades también, y
luego escribe su obra para unos destinatarios muy concretos, reordenando
teológicamente todo, desde la historia hasta la geografía.

En general, el proceso de formación del Nuevo testamento se puede dividir en


tres etapas. Digamos que la primera, estuvo dominada por esta tradición oral de
la que venimos hablando y que se inició durante la misma actividad pública de
Jesús y que llegó hasta mediados del siglo I d.C.
San Pablo en sus cartas recoge algunas tradiciones precedentes de este
proceso cuando dice en su primera carta a los Corintios: “porque yo recibí del
Señor lo que les transmití, que el Señor la noche en que fue entregado…”. (1
Cor 11, 23-26). Así es como nos llega el relato más antiguo que conocemos de
la institución de la eucaristía. Anterior incluso al de los evangelios. Está
clarísimo que conoce este relato que, no solo se transmitía oralmente, sino que
ya se celebraba litúrgicamente.

En la segunda etapa, desde mediados del siglo I d.C, hasta finales del siglo II
d.C, la tradición oral coexistió con la escrita. Para entonces, ya circulaban
algunos escritos que gozaban de autoridad, pero no había desaparecido del
todo la oralidad. Ambas maneras se entendían como partes de una misma
revelación que gozaba de la misma autoridad en las comunidades.

Un antiquísimo testimonio de esto lo encontramos referenciado por el


historiador Eusebio de Cesaréa, en su obra Historia Eclesiástica. Él nos cuenta
que Papías, que había sido Obispo de Hierápolis, a comienzos del siglo II d.C.,
valoraba mucho los recuerdos transmitido sobre el Señor por quienes fueron
testigos oculares, pues (y cito textualmente) “no le aprovecharía tanto lo que
sacara de los libros, como lo que proviene de una voz viva que permanece”.

La tercera y última etapa, se caracteriza por el predominio de la tradición


escrita. Aunque existen indicios de una tradición oral todavía viva. Sin embargo,
el reconocimiento de los primeros escritos sobre Jesús, van a resultar
medulares en la expansión del cristianismo desde la segunda mitad del siglo II
d.C., en adelante.

Para finales del siglo II d.C. ya se abrían escrito los cuatro evangelios que más
tarde entrarían a formar parte del canon y habían alcanzado un amplio
reconocimiento en toda la Iglesia.

La tradición oral sobre Jesús surgió en un contexto en el que, aunque había


libros, la comunicación oral era preponderante. Esta se transmite a través de
diversas representaciones que nunca son exactamente iguales. En esto, se
diferencia radicalmente, de la comunicación escrita, que es más estable. Quien
contaba una parábola de Jesús, o narraba uno de sus milagros, o reproducía
algunos de sus dichos, los actualizaba con cada una de sus reproducciones.

Las comunidades conocían las historias de Jesús, no por haberlas leído en


algún libro escrito, sino por haberlas escuchado de labios de sus
evangelizadores. En este sentido, la tradición sobre Jesús no fue el resultado
de la sucesiva reelaboración de documentos escritos, sino de la recitación de
sus palabras y de sus acciones en diversas circunstancias y en diversos grupos
de discípulos que las consideraban significativas para fundamentar su fe.

Esta fue una tradición viva, que no sólo se conservaba, sino que se actualizaba
en las diversas recitaciones. Una tradición que no estaba destinada a ser leída
en privado, sino a ser escuchada en comunidad. El pensamiento de los
evangelistas iba más en esa dirección, la de preparar una historia que fuera
apta más para ser escuchada con el oído que para ser leída con los ojos.

Concluyo este episodio, comentándote que, la tradición oral y la composición


escrita de los evangelios, no fueron dos fases sucesivas, del proceso de la
evangelización del mundo. Sino dos formas diferentes de comunicación que se
dieron en paralelo durante los primeros siglos del cristianismo, hasta que la
escrita terminó prevaleciendo. Los evangelios tal cual hoy los conocemos, y con
los que todos los cristianos hemos aprendido el conocimiento de Jesús,
comenzaron a recitarse oralmente. Y esta tradición fue la que produjo las
primeras generaciones de cristianos.

Final

Con esto cierro este capítulo, y nos volvemos a encontrar el próximo domingo,
para seguir hablando de la Biblia. Este maravilloso libro que fundamenta
nuestra esperanza y que nos enamora al leerlo con fe.

“Hablemos del libro”, es un espacio para hablar sobre la Biblia. Podrá


encontrarlo cada Domingo en mi página de Facebook. Así como a través del
grupo de Whatapp “Amigos de la Biblia”. Si todavía no eres miembro, ¿qué
esperas para unirte? Estoy esperando por ti, ayúdame a servirte mejor.

¡Y que Dios te bendiga a ti y a tu familia!

También podría gustarte