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La transmisión oral
Introducción
Desarrollo
Las comunidades cristianas crecían en casi cualquier región del vasto Imperio
romano. Así que se fue haciendo necesario contar con un corpus de las
enseñanzas del Maestro. Sobre todo, porque la mayoría de los evangelizadores
no habían conocido personalmente ni a Jesús ni a alguno de los apóstoles.
Eran cristianos de la segunda o tercera generación de creyentes.
Esta fue la materia prima de donde emergerían esas obras literarias que son los
evangelios. San Lucas en el prólogo de su obra le dice a Teófilo: “Puesto que
muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado
entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio
fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también,
después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes,
escribírtelo por su orden…” (Lc 1,1-3). Me parece muy clara la metodología que
empleó: partió de los relatos que conocía de su comunidad. Recopiló otros en la
cercanía con Pablo y Pedro en Roma, quizás en otras comunidades también, y
luego escribe su obra para unos destinatarios muy concretos, reordenando
teológicamente todo, desde la historia hasta la geografía.
En la segunda etapa, desde mediados del siglo I d.C, hasta finales del siglo II
d.C, la tradición oral coexistió con la escrita. Para entonces, ya circulaban
algunos escritos que gozaban de autoridad, pero no había desaparecido del
todo la oralidad. Ambas maneras se entendían como partes de una misma
revelación que gozaba de la misma autoridad en las comunidades.
Para finales del siglo II d.C. ya se abrían escrito los cuatro evangelios que más
tarde entrarían a formar parte del canon y habían alcanzado un amplio
reconocimiento en toda la Iglesia.
Esta fue una tradición viva, que no sólo se conservaba, sino que se actualizaba
en las diversas recitaciones. Una tradición que no estaba destinada a ser leída
en privado, sino a ser escuchada en comunidad. El pensamiento de los
evangelistas iba más en esa dirección, la de preparar una historia que fuera
apta más para ser escuchada con el oído que para ser leída con los ojos.
Final
Con esto cierro este capítulo, y nos volvemos a encontrar el próximo domingo,
para seguir hablando de la Biblia. Este maravilloso libro que fundamenta
nuestra esperanza y que nos enamora al leerlo con fe.