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Mito de Prometeo (Largo)
Mito de Prometeo (Largo)
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OBRAS PUBLICADAS
POR EL AUTOR
U ros · Re 1~t~s - n]
1917 Pantheos (Poemas)
19Zl V. Basso Maglio (Ensayo cri-
tico)
1921 Poemas del hombre:
Libro de la Voluntad
1921 Poemas del hombre:
- lavallej Du rt -
Libro del Corazón
1921 Poemas del hombre :
Tristan ~'arvaja 168 )
Libro del Tiempo
1922 Poemas del hombre:
Libro del Mar
1923 Vidas (Poemas)
--
1925 El vuelo de la noche (P.:>e-
mas)
1929 Los Juegos de la Frente
(Prosas)
1929 Los Adioses (Sonetos)
1930 Poemas del · hombre:
Libro del Amor
1930 Julio H errera y Reissig (En-
sayo critico)
1933 Lírida (Poema)
1935 El D'emonio de Don Juan
(Poema Dramático)
1937 P·oemas del Hombre :
Sinfonía del Río Uruguay
1938 Máximo Gorki (Ensayo crí-
tico)
1938 Himno a Rodó y Oda a Ru-
bén Daría
1939 Geografía : En el R lo Cebo-
l latí
1940 Oda a Luis Gil Salguero
1940 Verbo de A mérica :
Discurso a los jóvenes
1940 Cántico d esde m i muerte
CARLOS SABAT ERCASTI
EL MITO
DE PROMETEO
MONTEVIDEO
URUGUAY
1 9 6 o
EL MITO DE PROMETEO
El mito del titán rebelde nos lo ofre- la lucha desigual entre el tiránico i·ey
ce ya, completo, la sagrada inspiración del Olimpo y el rebelde titán, salvador
de Hesíodo. El viejo poeta de Ascra, de los hombres, tomado en su faz más
jerarquizador y ordenador del Unive1•- dolorosa y trágica. Ambos contendores
so y de los dioses, le llamaba, al roba- son por igual enérgicos e implacables
dor del fuego, sutil, por el afinamiento en sus pasiones, ~de corazón firme, de
de su inteligencia, y describe y narra entera voluntad en las resoluciones,
el ingenio con que engañó a Zeus, ins- ilimitados en sus empeños y dados a
truyéndonos todavía de su astucia, de no ceder en el conflicto. Zeus, como
su eterna sabiduría, de su lúcida habi- dios supremo, dueño del rayo y amo
lidad, y del castigo que impone Zeus de las fuel'Zas y los dioses que lo se-
a él y a sus hermanos, los hombres, ne- cundan, aventaja podel'Osamente a Pro-
gándoles antes " la :fuerza del fuego in- meteo, cuyo recurso es la inteligencia
extinguible a los miserables mortales y el don profético, y cuyo pecado, para
que habitan sob1·e la tierra". las divinidades olímpicas, es s~ desme-
Lo que nos resta del mito prome- dido amor a los hombres, cuando éstos
teano, tal como lo dramatizó después no se sospechaban a sí mismos en sus
el poeta de Eleusis, es el proceso de ocultas posibilidades.
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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO
No obstante, señalemos desde ahora dos los actos, orden supremo que gra-
que hay algo invisible, tremendo, ine- vita sobre la totalidad del cosmos. Esta
luctable, que gravita sobre toda la circunstancia. fundamental es la que
Creación, sobrepuesto a los dioses, a proporciona el tono a toda la tragedia,
la tierra, y a su hijo predilecto, el y la que iguala la situación de Prome-
hombre. Y ese algo, que no se define, teo con respecto a Zeus. El presente es
pero que actúa desde su propio miste· del Dios, del tirano enceguecido por la
rio, es el Destino. Saber leerlo, en el venganza. Dispone de su eri~migo, lo
encadenamiento de los hechos futuros, encadena, lo humilla, lo veja con la
es el arma única que puede esgrimir el voz de sus vasallos. Lo amenaza, y
Titán encadenado contra su juez des- cumple estrictamente sus amenazas. El
pótico, y contra los ejecutores de sus activo Titán, está inmovilizado. El li-
órdenes. Sin el hado, sin la fatalidad, bertador, el salvador de los efímeros,
y sin la inteligencia adivinadora de el creador de una humanidad cuya
Prometeo, no habría dnma posible. marcha es una aproximación hacia los
Esquilo ha utilizado profundamente dioses mismos, una irrupción de la Tie-
ese elemento terrible, implacable po- rra hacia el Olimpo, padece la peor de
der de todos los poderes, clave de to- las condenas que pueda sobrevenir a
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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO
EL ~e s~mer·
más que 'p uede una tiranía contra los
hombres que no renuncian a ser h~m mito Prometeo nos
bres ! ge en un i·emotísimo pasado,
tan hondo y brumoso en los siglos, co-
mo el mito de Adán, en la Biblia.
Es la trasmutación de la inocente
animalidad, tal como la ha procreado
la Tierra, en la humanidad, tal como
la han elaborado la audacia y la volun-.
tad de los hombres, al salta;· del ciego
instinto a la vidente inteligencia.
El proceso ha sido enorme. Organi-
zación geológica de los minerales. Equi-
librio y coo~eración entre el aire, el
fuego, la tierra y el agua. Emergimien-
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EL MITO DE PROMETEO
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EL MITO DE . PROMETE'? EL MITO DE fROMETEO
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VII
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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO
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EL M1To DE PnoMETEO EL MITO DE PROMETEO
J
tado Éther. Ha despojado de dioses a la ' pia fe y ha intuído, perfeccionando el
Creación, y ha convertido el Cosmos orden cósmico, un poder único, supe-
entero en testigo de la injusticia divi- rior a las voluntades divinas que lo
na. Uniendo las partes en un solo oído, condenan a la soledad y al dolor. Y
crea la Unidad atenta en un solo ser, más tarde, cuando Zeus centuplique el
y a ella le habla como si ese dios entre- suplicio, recurrirá a la misma presen-
visto, inmanente en el Universo, total cia del ser universal. En esa forma
en una concepción panteísta, fuera
concebido como una futura ve1·dad del ·¡ Prometeo ha apelado ante un juez más
alto y poderoso que sus propios jue-
hombre y como superando la fragmen-
ces. En esa apelación desesperada se
tada divinización de los mitos griegos.
percibe el regusto audaz de quien su-
Estamos dentro de la misma atrevida
pera al tirano con la majestad y la va-
concepción de Píndá'ro, cuando, des-
lidez de una ley superior y perfecta.
plazándose de las mismas divinidades
que canta, en un rapto de genialidad, Prometeo está ahora en la .frente del
se pregunta y se contesta: "¿Qué es propio Esquilo, infuso en su pensa-
aquello que es Dios? Aquello que es miento, actuante en su creación. Lo ha
el todo". Es que Prometeo, en la expe- levantado de la roca y lo ha corrido
.riencia de su ser ha depur ado su pro- por los siglos para que su pensamiento
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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO
.(
sea contemporáneo al de la Atenas que saeta que la verdad. De esa actitud po·
I
lo contempla en el escenario de la tra- ' lémica, que ejercita las mentes y las
gedia. El Zeus primitivo, el Zeus ven- depura en Ja lógica, dimana el respeto
gador y tirano, ha desaparecido. La sagrado a la ley, que es más grande
ley de Atenas es la más libre ley de que cada hombre, porque es la suma
d~ todos esencializada, y se afirma en
, Grecia, después de las reformas de So·
el arquetipo de la justicia, hacia la cual
Ión y Clístenes. El fuego prometeano
tiende, en su perpetua catarsis, toda
ha creadd al hombre prometeano, y la
sociedad que levanta el derecho sobre
luz que inadia es la libertad de cada
la soberbia y el engreimiento del dés-
conciencia. Pensar libremente es una
pota.
virtud, y no un delito. La asamblea
tiC?ne tantas voces como hombres. El
poder ha escapado de los puños de la
fuerza, y se ejerce desde la equidad de
la ley. La razón y la idea, al combatir I
VIII
prometeano, pues, no es la
calma lograda para siempre,
no es la ley rígida en un dogma que
rehuye .la polémica para mantenerse
estéril y fuera de un perpetuo devenir,
como asegurándose en una perfección
paralizante.
Tras de variados ensayos, por
ejemplo, termina en una concepción
democrática en el orden político, pero
no elude jamás el porvenir y la conti-
nuidad del desenvolvimiento, no inte-
rrumpe la aspiración a lo mejor, estáº
toda abierta hacia la esperanza acumu-
lando nuev_as experiencias que pl'Ovie-
nen de la lucha eterna de los contrarios
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EL . MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO
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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO
su sueño, y el germen d.e una historia acontecer incesante, Argos de mil ojos,
no vivida todavía. Hasta cuando i·etro- espera, no en las quietas márgenes de
cedef avanza. Necesita ejemplos, mate- la vida, sino en su torrente mismo. Es
riales, justificaciones. Los arranca de la anticipación pensada sobre el azar
lo que ya fue para !mpulsarse a sí mis- arbitrario y caprichoso, o sobre la dog-
mo hacia lo que será, que él intuye con mática rigidez de toda ley. Organiza
su virtud adivinatoria. Su apetencia, en acción. No espera el futuro, lo asal-
ante su actividad fatal, es devoradora. ta y lo apresura de nuevo. Sabe profun-
Lo consume todo, hermanándose al damente su limitación, pero cuenta con
fuego. Es el hambre de se1· que necesita la avizorada perspectiva del infinito.
~Íimentarse en los manantiales del No puede resignarse jamás. Cuando lo
tiempo. No le hasta ni le confor~a el pierde todo, se crece en su dolor, y.
advenimiento del presente efímero, pulsa de nuevo sus fuerzas. Por eso, su
porque esa conducta implicaría el ani- fondo es tt·ágico, pero afirmativamente
quilamiento de su libre intervención. trágico, pues le está impedida la re-
Roba la llama de los dioses, porque se nuncia y el ciego acatamiento. Igual
siente capacitado para sustentarla siem- entre iguales, libre entre libres, lucha-
pre y sin retardo alguno. Atento al dor entre luchadores, erige la tentación
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EL MITO DE PROMETEO EL MITo DE PROMETEo·
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EL MITO DE PROMETEO Er, MzTo DE PROMETEO
•
biosa que la rigidez del instinto en la homh1·e sobre el peligro de esa ense-
era preprometeana. ñanza del poeta, y, como espíritu pro-
Y es que en la eterna dispari-
meteano, considera que el cantor de
dad de las cosas, de los hechos, de
los impulsos, frente al poder de pro· la Ilíada, estaba rogando por la des-
gresión surge mil veces el poder de trucción del universo, por cuanto si
regresión, es decir, la allernancia de la plegaria de Aquiles fuese oída y
aquellos pares de opuestos de los que realizada, perecerían todas las cosas.
Heráclito, el más trágico de los filó- Heráclito, valiente y temerario ante
sofos griegos, hacía emanar el devenir, el drama cósmico, añade aun· que lo
dentro de su concepto dumático del opuesto es lo que nos conviene a todos.
Universo. Por eso el pensador de Efe. , Con la misma resolución con que Pro-
so, frente a aquel verso que pone Ho- meteo sube al hombre desde la ani-
mero en boca de Aquiles, ante la muer- malidad a la inteligencia y a un des-
te de su amigo Patroclo: "perezca la tino creador, esa ansiedad dinámica
discordia, odiada por los hombres y que germina en la desconformidad del
los dioses", el agónico filósofo, que no hombre despoj~do, se afirma en Herá-
concibe el ser como ser sino como clito, el eterno joven de la filosofía
cambio y trasmutación, advie1·te al helena, cuando predica que debemos
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saber que la lucha es común a todos, dientemente las claves que abren esa
que la lucha es justicia, y que todas oscuridad, y aplica el oído en lo más
las cosas nacen y mueren por la lucha. recóndito para recibir el mensaje, sólo
¿No es esto penetrar en un tremen· escuchado por los dioses. Y cuando
do destino de lucha, de esfuerzo, de capta ese mensaje, cuando ha comen-
sacrificio, no es la irrupción inteli- zado a vulnerar el secreto, intenta to-
gente del hombre en la Naturaleza y dos los caminos de la acción para lle-
en su propia vida? El salto prome- var hacia esos mismos dioses egoístas
teano del animal al hombre, del ins- las condiciones de su vida y las ·esen-
tinto a la conciencia, de la ciega resig- cias de su propio ser. ¿No es un com-
nación de un orden cerrado, al lumi- bate también, acaso, ese ahin~amiento
noso esfuerzo, implica una guerra de la sed ante los límites que nos im-
eterna. Cuando la sabiduría antigua pone el misterio, y esa conquista de la
afirmaba que la Naturaleza se com· verdad activa, humana palanca que
place en ocultarse, nos hace ver cuá~to tras mil ensayos, va levantando el ni-
silencio hay en sus entrañas y qué os- vel del hombre y el nivel de las socie-
cm·o es el tejido de la infinita Esfinge. - dades? ¿No es lo más grande del hom-
Pero el hombre prometeano busca ar- bre mismo el don de la esperanza que
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le otorga P1·ometeo? ¿Qué aguarda la gen del cosmos, y la abre para beberle
r9ca en su rígida inmovilidad? ¿Qué el zumo revelador de sus entrañas. Y
aguarda la ola que se i·epite siempre por eso necesita ser libre, ser prome-
igual en las vibrantes llan-µras del \ teanamente libre, porque al conver-
océano? ¿Qué aguarda el águila que tirse en el gran separado, creó en sí
va desde el huevo vital a la mortal ce- mismo la conciencia de su individua·
niza, sin cambiar uno sólo de sus im- lidad. La medida de toda cultura la
d.a esa significación de lo humano. No
pulsos? ¿Qué aguarda el árbol en cu-
hay humanidad verdadera sin liber-
ya semilla sólo deja la exacta copia
tad verdadera.
de sí mismo? La· roca, la ola, el águila,
el árbol, son destinos acabados. Nada
esperan. Ningún Prometeo les ha in-
crustado la chispa celeste. Subsisten
mecanizados. Son la Natu,raleza que
no se ha desprendido de sí misma. En
tanto, el hombre es el gran separado.
Su conciencia, la chispa de Prometeo, /
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EL MITO l>E PROMETEO
...
ES Prometeo, liberándose de Zeus
y desgarrándose de la Tierra,
quien germina las civilizaciones y sus
culturas.
Puso en las manos el esplendor
del fuego para que, trabajando con
esa herramienta prodigiosa, cultiven
los hombres todas las artes. Les ense-
ñó a ver lo que veían y a oír lo que ,
oían, colocándoles la inteligencia de-
trás de los ojos y los oídos. Los hizo
arquitectos, navegantes, y subterráneos
mineros. Les trasmitió el don prof é-
tico para que pudiesen prever los
acontecimientos futuros. Los instruyó
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EL MITO DE PROMETEO EL l\iiTo DE PRoMETEO
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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO
po. ¿Acaso no han caído ya oti·os amos, de sus Ciegas inseguridades. La sutil
no menos poderosos y despóticos que inteligencia puede siempre más, en la
Zeus? extensión del tiempo, que la ruda fir.
El secreto de Prometeo va acrecen- meza donde se cree seguro el. tirano.
tando la tensión del drama. No hay El pensamiento libre lo sentencia. Es
más movimiento exterior que el de los vana la pretensión de ahogarlo. Es el
personajes que llegan, dialogan y se vengador inevitable de quien pretende
retiran. Pero el secreto es el actor esclavizarlo. Sus mensajes sutiles vue-
oculto. Salta de la Tierra al Olimpo. lan con las alas impalpables del espí-
Es invisible, es intangible, pero vuela ritu, y la saeta que oculta destroza la
hasta Zeus, destroza el escudo de su grosera dicha del déspota. Ese secre-
orgullo, quebranta la prepotencia del to, esa flor divina y humana de la con-
déspota, martiriza su soberbia y ata su ciencia, es eterno. Detrás de cada
arrogancia al Titán, atado a su. vez a mandón está siempre el Prometeo que
la roca por sus verdugos. ;No hay paz lo intuye. Donde no hay libertad, no
en las entrañas de ninguna tiranía. La hay cimiento. O Zeus liberta a Prome-
f1,1erza sola, sin la justicia y sin la li- teo, o las cadenas de Prometeo serán
bertad, sufre la afrenta y el suplicio las de Zeus.
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EI. MITO DE PROMETEO
XI
H~rmes, el obediente, en
humillante descenso. Es el
· Olimpo arrojado a los pies de la vícti-
ma, aunque el dios mensajero hable,
imperioso.
El secreto ha doblado la espalda del
dios. El prepotente envía su emisario
al encadenado. Nada más terrible que
esa escena. Nunca un choque más tre-
mendo de dos almas y de dos volunta-
des. ¡Es todo Esquilo! . . . El ministro
del tirano es insultante y conminato-
rio. Prometeo lo atraviesa de saetas y
lo quema entero en su fuego venga-
dor. El esbirro amenaza con la cobarde
valentía que le presta el amo. Pero
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EL MITO DE PROMETEO
EL j MITO DE PROMETEO
dueño único del secreto, en desga- cha por tu servil oficio; que juzgo por
rrante tensión, Prometeo, dios de 'los mejor servir a esta roca que no ser
destinos en ese itiptante supremo, es dócil mensajero de Zeus, tu pad1·e. Así
más grande y más trágico que el Dios es razón que con ultrajes se responda
del Olimpo. Esclavo, no hablará; li· al que nos ultraja" . Prometeo lo sa-
bre, sí, tal el único dogma del Titán. be. Caerá el rayo, se crispará el hu-
Esa igualdad no es compre~dida por racán, tronará la nube, se rajará la tie-
el servilismo de Hermes. ¡Cuánta se- rra, lo tragará el negro Tártaro. Al vol-
auridad en las claves de la sabiduría ver de nu.evo a la luz, lo morderán
~e Prometeo, qué confianza viril oo el sol y el frío de la noche en la cum-
el monte de su voluntad, qué hondo, bre caucásica. Mas él callará siempre
qué impenetrable refugio el de su li- y sólo hablará cuando sea libertado.
bertad interior, qué invencible Pften- Sabe m ás que el enceguecido Zeus.
cia la de su conciencia rebosante de Sabe que la justicia, aunque tardía, ha
la . fe en su destino 1 Cuando lo humi- de llegar. Y siempre llega. Y que siem-
llan, humilla ; cuando Hermes lo sa- pre también toda tiranía es tragada
cude en su desgrada, " ten por c1er. t o,
por su propia violencia. Su misma du-
le dice, que no troca1·ía yo mi desdi- 1 reza, su misma opacidad, su obtusa ce-
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EL MITO DE PROMETEO EL :MITO DE PROMETEO
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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO
Por muchas partes la Tierra está man- ñas, sembrar el trigo que fructifica en
chada. ¿Es que la regresión ha comen- doradas cosechas, martillar en los asti-
zado? Y a los mutilados se cuentan por lleros los barcos que unirán las más
millones. Tráélios la divina discordia lejanas tierras. ¡No! Eso no es más
y ponte al frente de tus adeptos. Fuis- que la materia estructur~da, el cuer-
te siempre el salvador. Vuelve a serlo. po vigoroso y necesario a toda civili-
No te retardes. Si fuiste el profeta de zación,. pero es sólo el cuerpo. Mas,
la esperanza, tu nuevo patria no pue- ¿qué vale un cuerpo enorme y pode-
de ser otra que América. Siémbrat~ en roso si adentro de ese templo no hay
chispas, infúndete en entusiasmo, una un alma? ¡Oh, Prometeo, para que esa
nueva era te aguarda. Todas las nue· alma se encarne en América, es nece-
vas almas prometeanas esperamos sario crear en ella otra vez tu hom-
aquel secreto tuyo que pone en movi- bre, es necesario encenderlo ·en el sen-
miento a la libertad. No hasta acumu- tido de tu propia historia sobre el pla-
lar riquezas, levantar grandes ciuda- neta, antes de que el planeta se aver-
des, erigir edificios magníficos, crear güence de sus hijos.
industrias sobre industrias, abrir ca- Ejemplaricemos, purifiquemos, ele-
minos sobre las llanuras y las monta- vemos nuestras democracias, y restitu-
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EL MITO DE PROMETEO
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- lmpri. tnió
ClilESA Hnos.
Yaguar6n !1060
1'eléfono 2 98 31
OBRAS PUBLICADAS
POR EL AUTOR
l
Antonio de Castro Alves
1943 Poemas del Hombre:
Libro de Eva I nmortal
1 9~ll Unidad y dualidad d e l sueño
y de la vida en la obra de
Cervantes
1943 Lib ro de l os Cánticos:
Cántico de la presencia
W52 P r ometeo (Poem a Dramáti-
co)
1053 Poemas del Hombre:
L ibro d e José Martí
1953 R etratos d el Fuego:
María Eugenia Vaz Fe-
rrelra
1957 El Charrúa Veinte T oros
1958 S onetos chilenos
1958 P oemas del H ombre :
Libro de los Mensaj es
1958 Sonetos ecuat orianos
1958 Retratos del f uego :
Car los Vaz Ferrelr a
1959 El Mito de Promet eo
1959 Lucero, el caballo loco