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OBRAS PUBLICADAS
POR EL AUTOR

U ros · Re 1~t~s - n]
1917 Pantheos (Poemas)
19Zl V. Basso Maglio (Ensayo cri-
tico)
1921 Poemas del hombre:
Libro de la Voluntad
1921 Poemas del hombre:
- lavallej Du rt -
Libro del Corazón
1921 Poemas del hombre :
Tristan ~'arvaja 168 )
Libro del Tiempo
1922 Poemas del hombre:
Libro del Mar
1923 Vidas (Poemas)
--
1925 El vuelo de la noche (P.:>e-
mas)
1929 Los Juegos de la Frente
(Prosas)
1929 Los Adioses (Sonetos)
1930 Poemas del · hombre:
Libro del Amor
1930 Julio H errera y Reissig (En-
sayo critico)
1933 Lírida (Poema)
1935 El D'emonio de Don Juan
(Poema Dramático)
1937 P·oemas del Hombre :
Sinfonía del Río Uruguay
1938 Máximo Gorki (Ensayo crí-
tico)
1938 Himno a Rodó y Oda a Ru-
bén Daría
1939 Geografía : En el R lo Cebo-
l latí
1940 Oda a Luis Gil Salguero
1940 Verbo de A mérica :
Discurso a los jóvenes
1940 Cántico d esde m i muerte
CARLOS SABAT ERCASTI

EL MITO
DE PROMETEO

MONTEVIDEO
URUGUAY
1 9 6 o
EL MITO DE PROMETEO

DE las siete tragedias de Esquilo


que han llegado hasta nos-
otrós, sobre las muchas que la tradición
literaria le atribuye, la que más ha
conmovido al lector moderno, y la que
más imitadores y continuadores ha te-
nido, es su "Prometeo Encadenado",
uno de los tres eslabones de su "Pro-
meteida". Las otras dos tragedias que
integraban la vasta trilogía, se han per-
dido. Y ésa que nos queda es muy
posible que haya sido la más intensa-
mente dramática, y la que, por violen-
cia interior y exterior, esculpiese, con
rasgos más vigorosos, el carácter de
Prometeo.

Todo1 101 derecho1 1011 re1er{Jados para el autor


5
Qu•da h•cho •l depóaito que preoiene La ley Nro. 9. 799
EL MITO DÉ PROMETEO EL :MITO DE PROMETEO

El mito del titán rebelde nos lo ofre- la lucha desigual entre el tiránico i·ey
ce ya, completo, la sagrada inspiración del Olimpo y el rebelde titán, salvador
de Hesíodo. El viejo poeta de Ascra, de los hombres, tomado en su faz más
jerarquizador y ordenador del Unive1•- dolorosa y trágica. Ambos contendores
so y de los dioses, le llamaba, al roba- son por igual enérgicos e implacables
dor del fuego, sutil, por el afinamiento en sus pasiones, ~de corazón firme, de
de su inteligencia, y describe y narra entera voluntad en las resoluciones,
el ingenio con que engañó a Zeus, ins- ilimitados en sus empeños y dados a
truyéndonos todavía de su astucia, de no ceder en el conflicto. Zeus, como
su eterna sabiduría, de su lúcida habi- dios supremo, dueño del rayo y amo
lidad, y del castigo que impone Zeus de las fuel'Zas y los dioses que lo se-
a él y a sus hermanos, los hombres, ne- cundan, aventaja podel'Osamente a Pro-
gándoles antes " la :fuerza del fuego in- meteo, cuyo recurso es la inteligencia
extinguible a los miserables mortales y el don profético, y cuyo pecado, para
que habitan sob1·e la tierra". las divinidades olímpicas, es s~ desme-
Lo que nos resta del mito prome- dido amor a los hombres, cuando éstos
teano, tal como lo dramatizó después no se sospechaban a sí mismos en sus
el poeta de Eleusis, es el proceso de ocultas posibilidades.

6 7
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

No obstante, señalemos desde ahora dos los actos, orden supremo que gra-
que hay algo invisible, tremendo, ine- vita sobre la totalidad del cosmos. Esta
luctable, que gravita sobre toda la circunstancia. fundamental es la que
Creación, sobrepuesto a los dioses, a proporciona el tono a toda la tragedia,
la tierra, y a su hijo predilecto, el y la que iguala la situación de Prome-
hombre. Y ese algo, que no se define, teo con respecto a Zeus. El presente es
pero que actúa desde su propio miste· del Dios, del tirano enceguecido por la
rio, es el Destino. Saber leerlo, en el venganza. Dispone de su eri~migo, lo
encadenamiento de los hechos futuros, encadena, lo humilla, lo veja con la
es el arma única que puede esgrimir el voz de sus vasallos. Lo amenaza, y
Titán encadenado contra su juez des- cumple estrictamente sus amenazas. El
pótico, y contra los ejecutores de sus activo Titán, está inmovilizado. El li-
órdenes. Sin el hado, sin la fatalidad, bertador, el salvador de los efímeros,
y sin la inteligencia adivinadora de el creador de una humanidad cuya
Prometeo, no habría dnma posible. marcha es una aproximación hacia los
Esquilo ha utilizado profundamente dioses mismos, una irrupción de la Tie-
ese elemento terrible, implacable po- rra hacia el Olimpo, padece la peor de
der de todos los poderes, clave de to- las condenas que pueda sobrevenir a

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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

una conciencia: ser interiormente li- II


bre, y ser exteriormente esclava. ¡Es lo

EL ~e s~mer·
más que 'p uede una tiranía contra los
hombres que no renuncian a ser h~m­ mito Prometeo nos
bres ! ge en un i·emotísimo pasado,
tan hondo y brumoso en los siglos, co-
mo el mito de Adán, en la Biblia.
Es la trasmutación de la inocente
animalidad, tal como la ha procreado
la Tierra, en la humanidad, tal como
la han elaborado la audacia y la volun-.
tad de los hombres, al salta;· del ciego
instinto a la vidente inteligencia.
El proceso ha sido enorme. Organi-
zación geológica de los minerales. Equi-
librio y coo~eración entre el aire, el
fuego, la tierra y el agua. Emergimien-

10 11
EL MITO DE PROMETEO
EL MITO DE PROMETEO

to y ordenación del mundo vegetal. cósmica y en Ja fatalidad causal. Todo


Germinación y distribución del reino acontecimiento y toda vida venían di-
animal. Escala ascendente de la vida. rigidos y terminaban en sí mismos. No
Imperio del instinto. Salto del hombre había esfinge, ni destino pensado ni
posesionándose de la inte1igencia y previsto, pues sólo la conciencia orea
aplicándola al dominio del planeta y la esfinge y la interrogación. Las leyes
al c1·ecimiento de sí mismo. naturales regían sin ser interpretadas
Esta última etapa, la más genial, la ni juzgadas. Si nos colocamos dentro
más atrevida y temeraria de todas, es de la religión y de l~s ,mitos helénicos,
la que podemos designar como la Eta- y contemplamos el mundo, diremos que
pa-Prometeo. La separación entre todo antes de Prometeo, el Titán-Hombre,
lo anterior al Titán y al hombre pro- los dioses eran los únicos amos. Nada
meteano, es el hecho más grande, más era rebelde a su gobierno, pues la re-
trascendente, y hasta, si se quiere, más beldía dimana de un acto consciente.
terrible en el desarrollo del proceso La irrupción del hombre a la concien-
planetario. Antes, todo en hecho y na- cia, he ahí el hecho prometeano en su
da era sabido. Toda creación se encua- más estricto sentido. Pero la concien-
draba exclusivamente- en la voluntad cia implica posesión de sí mismo, que

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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

es tanto como decir que el homh1·e se


enfrenta al Dios, y dueño de- su ser, ,
elige y actúa según su propia elección.
Es dec!r, pues, que en medio de una
Creación, donde todo obedece mecáni-
camente, donde la causalidad cumple
las leyes dentro de un determinismo
riguroso, o acaso bajo la voluntad de
los dioses, ahora existe un ser capaz del te el Olimpo como ladrones del enig-
pensamiento. y capaz de posesionarse, ma, que los envuelve, velándose a sí
gracias a él, de las claves de la Natu- mismo, y pueden ser mirados como
audaces y temibles, al hurtar tan sa-
raleza o del secreto de las divinidades.
grados atributos.
Si los dioses emanan y sostienen el mo-
'
vimiento del Universo, si la actividad
cósmica proviene de ellos, si sólo sus
poderes están destinados a posesionarse
del drama terrestre, entonces Prometeo
y el hombre prometeano, aparecen an-

15
EL MITO DE PROMETEO

III

EruGIDA la conciencia sobre la


ciega mecánica del instinto,
dueños los efímeros de su propio pen-
samiento, miden, .c on sus ojos profun-
dos y celosos, los dones divinos y los
dones humanos, y sienten el dolor del
despojo, la miseria de sus días, su po-
breza y sus limitaciones de simple
animal Y no se resignan. El privile-
gio de los dioses es crear. El destino
de los hombres, no crear.
Ellos son los amos, los hombres
son los esclavos. E.s necesario irrumpir
hacia la creación, y apoderarse de las
claves secretas. Abrir entrañablemente

17
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

la Naturaleza y leer en sus tinieblas. demasiado sola. Es unI


aislamiento, una
He aquí el primer paso hacia la liber· soledad en medio de la solidaridad cós-
tad. Al desobedecer conscientemente mica. Y al ser un pei·sonaje aislado,
el orden pre-establecido, el hombre único, capaz de sí mismo, pero a la
avanza en su nuevo ser, y desaf~ndo vez incompleto ante lo absoluto, su
a los dioses, comienza a crear su do- sentido es trágico, y su drama es sa-
minio sobre la Naturaleza, Ja oscura berse a sí misma en su terrible soledad,
hermética. en su angustiosa separación.
La razón enraizada en la conciencia Hasta que el hombre no llegó a la.
comienza a ser la gran separada. No luz de la conciencia, no hubo dnma,
importa saber si es divina o terrestre, puesto que ningún ser significaba una
y descendió de lo alto o a~cendió de lo oposición. Ni el bien ni el mal se ha·
bajo. ¡Es! Es la sublime separada, tal bían instalado en una frente apta para
vez la sublime dolorosa. Se afirma en pensarlos. Pero Prometeo, el temerario
sí misma, y desafía a toda luz que no taumaturgo, acaba de convertir la mo-
sea la suya propia. Desarraiga al hom· rada del hombre en un inmenso esce:
bre. Lo independiza. Es un martirio, nario. El es el primer personaje. Desa-
pero es también una dignidad. Está fiante, orgulloso, rebelde, henchido de

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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

humano amor, crea la lucha y la lleva Los efímeros estaban sentenciados


a la máxima tensión, sacrificándose al aniquilamiento por la violencia de
entero por el hombre. Ese riesgo an- Zeus, que tras vencer al poder telúrico
sioso, penetrando en el juego de los , de los titanes y hundirlos en el Tár-
contrarios, ese erguimiento del titán- taro, tal' vez por un prudente presen-
homhre, esa arrogancia para no dete- timiento, determina la desaparición de
nerse en el proceso de sus conquistas, los hombres. Inermes ante las deida-
subliman su ser y acendran su heroís- des, éstos no podrán resistir a quien
mo, dándole ya el tono y el indomable dispone del rayo y a quien acaba de
brío de su carácter. En su forma míti- domar, con él, a las potencias desor-
ca, ese descubrimiento del hombre por denadas de la Naturaleza. Pero Pro-
sí mismo, esa superación de sus oscuros meteo, el hermano sabio de esos mis-
siglos de esclavo frente a los dioses y mos hombres, hijo con ellos de la ma-
bajo el yugo de la materia, está repre- _dre Tierra, intuye la intención del dios,
sentado por una mínima y resplande- y se apresta a la defensa de los efí.
ciente chispa celeste que Prometeo meros. Prometeo es el' hombre mismo
hurta al cielo divino para incmstarla que ha encontrado su genio. Robar el
en la frente del hombre. fuego, fue peµ.sarlo y crearlo. He ahí

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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

la clave y el arma. El fuego interior, aquella entrada sutil y honda en las


es la idea. El fuego exterior, es la ac- claves del ser universal? ¿Cómo com-
ción. El primero, hace al hombre due- partir un secreto con los sojuzgados,
ño de sí mismo. El otro, lo convierte _en sin que ello ~o importase un descenso
amo de la Naturaleza. El pensamiento de lo divino y una elevaci(ln de lo te- ·
rrestre?
era sólo divino, tal la ventaja del Olim-
po. Suscitarlo en los hombres amena-
zados por e} dios, para sobreponerse al
dios mismo, era tanto como levantar
sobre el hombre-animal, al homhre-
dios. El rayo del tirano fue contrape-
sado por el rayo del esclavo. La chispa
prometeana se hizo dignida_d, concien-
cia, rebeldía, bien y mal, placer y dolor
sabidos, acción y drama meditados.
¿Cómo no irritar así a la orgullosa sen-
e;ibilidad de los olímpicos? ¿Cómo una
aceptación tranquila y complaciente de

22 23
EL MITO DE PUOMETEO

VI

Z EUS, el dios implacable, que no


se ha diferenciado aún de las
tuerzas cósmicas, aunque las supere,
cuya voz es el trueno, cuya arma es el
rayo, cuyo símbolo visible es el águila
imperiosa, surge en este drama primiti-
vo, que coincide con la aurora de la
humanidad y que tiene como escena-
rios la Tierra toda y ~l vasto Ether, con
un orgullo que es como una hipérbole
gigantesca del futuro orgullo hu~ano,
peca, como si se tratase de un ser limi-
tado, por exceso de egoísmo. Se diría
un dios que se está haciendo a sí mismo
todavía, y que no ha logrado su ple-

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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

nitud. Sufre el robo realizado por el Incrustada en la frente del homh1·e


hombre, como si éste no fuese una la luz espiritual, la conciencia se arroja
parte de su reino. Acaba de vencer a a la interpretación de cada hecho. Y
los titanes, y lo embriaga el humo de saber las causas es un privilegio exce-
Ja victoria y la humillación del ene· sivo, y mucho más, manejarlas en pro-
migo. Todo debe obedecer a su man- vecho propio. Zeus, el animador, el
dato, todo debe estrecharse en sus }í. creador de los instantes llenos de rea-
mites. Su ley no cede ante ninguna
lidad, tiene .ahora un testigo y un juez,
voluntad autónoma. Por es~ mismo,
pues ningún acontecimiento puede ser
Prometeo, que antes fue su amigo y su
indiferente al bien y al mal. La con-
aliado, ahora es su enemigo y su prisio-
ciencia humana, erguida en el f~ir de
nero. Es necesario domeñar al rebelde
que hizo estallar el círculo que ceñía la acción cósmica, reflejando los he-
el destino de los humanos. El acto, inte- chos e interp1·etándolos, es una potes-
ligente y libre del Titán, al entregar la tad nueva. No ya una fue1·za ciega y
sabia chispa creadora a los hombres, abrupta como la de los titanes, apenas
no es interpretado en su profundidad desprendidos del Caos y ciegamente
divina por los propios dioses. Los ha rebeldes, ni una idea pura como la
traspasado la sabiduría prometeana. de las mentes divinas. El dios sabe sin
pensar, es la sabiduría prerreflexiona·

27
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

da. No necesita el doloroso esfuerzo de V


la reflexión, ni oscila en ·difíciles tan·
teos. El dios ~s la actualidad perma-
nente de la verdad en un pensamiento
. total que existe por sí mismo. El hom-
Los mitos del bien y del mal, dan
la medida de los hombres, en
bre, en cambio, le roba la idea al dios, cada estadio del tiempo. No importan
extrayéndola ansiosamente del Univer- los nombres.
so y de sí mismo, la conquista por gra- Los rótulos son ~ircunstanciales,
dos, y mientras medita y sufre su pro- el contenido esencial es lo eterno. Or-
pia meditación, padece su pecado, lo muz y Arimán en el Avesta, Ravana e
I

acrecienta, y desafía con él al gran si- Indra en el Ramayana, Dios y Satán


lencio divino. Su conciencia· es el es- en la vieja y en· la nueva Ley, todo
pejo extendido entré la sombra y la vale lo mismo cuando borramos las pa-
luz. Y lo humano, por esa misma posi- labras y sólo nos quedamos con esas
ción intermedia, que es su virtud y su dos creaciones contrapuestas del hom-
límite, al no ser ni el dios ni la materia, bre, que acaso para concebirlas éste no
es el único verdadero testigo de la crea- ha hecho más que tomarse a sí mismo
ción, su juez, y por ello mismo, su con- y proyectarse a Ja vez hacia la luz y
ciencia.

28 29
\
EL MITO DE PROMETÉO EL MITó DE PROMETEO

hacia Ja sombra, hasta el límite de sus su naturaleza animal, donde anidan,


intuiciones. Donde terminan el bien y dentro de las cuevas de la carne, los
el mal, allí el hombre mismo levanta fieros instintos. Es el caballo blanco y
sus dos creaciones supremas: Dios. y el caballo negro que manejan la inte-
Satán. A veces estas mismas palabras ligencia y la voluntad humanas en el
mito del Fedro de Platón, el Ariel y
incomodan. Participan demasiado del
el Calibán, en uno, que como desdo-
mito, y son como murallas verbales que
blamiento del hombre aparecen en el
denuncian nuestra propia relatividad.
mito shakespeareano, o como las dos
Pei:o no olvidemos que ahora nos he- etapas de fiera y ángel del Segismundo
mos hundido en la edad de los mitos, del drama calderoniano. El interior del
y que tal vez no hayamos saJido todavía hombre es un escenario donde la con-
de esa etapa. ciencia recibe la doble marea del bien
El hombre prometeano aparece así y del mal, de la afirmación y de la
en una difícil posición intermedia. No ' negación, de la libertad y de la escla-
es la inocencia cósmica ni la omniscien- vitud, del pensamiento y del instinto,
cia divina. Es más, y es menos. Tiene del dios y de la bestia. Toda la historia
en su poder una sola chispa del fuego del hombre radica en este drama de
celeste, y esta chispa está sumergida en incontables alternativas. Prometeo es

30 31
EL MITO DE . PROMETE'? EL MITO DE fROMETEO

su creado1· y su profeta? y dentro del Vi


mito helénico, su primer sacrificado, y EL MITO DE PROMETEO

en una etapa final, su primer triunfa.


dor, acaso.
¿QUIEN encadena al Titán?
La voluntad de Zeus.
¿Quiénes cumplen el mandato? Cratos
y Bía, la fuerza y la violencia, y ade-
más Hefestos, el poder irresistible del
fuego uránico. Los tres son simples
proyecciones de Zeus, son sus atribu-
tos, desdoblados, que obran a modo
. . de esclavos de un amo implacable.
El espectador contempla la escena,
y de un salto del co1·azón, toma partido
por Prometeo, el sacrificado. ¿Pero es
que el Titán, el sacrificado, el ser ínter-
'
medio, el desprendido de la Tierra y el
exilado del Cielo, no es el hombre mis-
mo? Prometeo es inmortal. Lo es gra-

32 33
/

EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

cias a sí mismo. Se ha hecho inmortal vencimiento de la muerte. Se desliza


creando el encadenamiento de la con· por el devenir, y espfritualizándolo, in-
ciencia en el fluir del tiempo, atando tuye y prevé ese deslizamiento. En él
los años a la memoria, interpretando se ejercita como actor consciente.• De-
bajo de sus pies tiene la Tierra, el útil
los valores de cada presente que se
y la herramienta, para fecundar el
precipita en su drama, ahodando en la
tiempo. En lo alto de su mente, tiene
causalidad que a1·ticula los hechos,
el fuego y la luz interior, la simiente
uniendo el presente al pasado y soñan-
fecundadora. Discieme. Elige las alter-
do, con ambos, el porvenir. Su con- nativas. Obra en pensamiento. Se des-
ciencia se ha señoreado del tiempo. Ha liga de la causalidad física, y la dirige
unido las generaciones muertas a cada como un semidiós. Tiene un sí y un no
generación actual, y éstas, a las que por acto y poder espiritual. Medita,
advendrán. Como hombre, como sim- calcula, sutiliza los posibles y los impo-
ple individualidad, muere; como es- sibles. Bien y mal lo tientan. Entre
tirpe, como especie, tiene a su favor ambos, coloca su libertad. La tiranía
la inmortalidad y la procreación, más primaria ha desaparecido. Los dioses
la acumulación de una herencia que lo .celan. Ha ido demasiado lejos. El
se va acrecentando y que constituye el dolor baja a la Tierra y encadena a la

34 35
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

conciencia. Tal vez el hombre, con su ante el salvador de la especie humana,


audacia, apresuró su propia evolución. no son en realidad las ninfas de los
Tal vez sea ésta su falta fundamental. manantiales y los ríos, son los espec-
tadores mismos, lo humano puro en
Rompió la obediencia, y asaltó el Olim·
sublime catarsis que acaba de ser redi-
po. Y ese mismo Olimpo lo engrilla
r mido, y que al fuego del pensamiento
por los deseos insensatos que hace su·
arroja el fuego del corazón.
bir desde el espesor de la Tierra. Pero
¡Inteligencia y amor! La hum~nidad
esa misma angustia crea la solidaridad. entera, en lo más noble, en lo más he-
Por e¿o mis~o el hombre se compren· ' llo y en lo más conmovido de sus atri-
de más por el dolor que por la dicha. butos, estremece ahora la escena donde
Por eso también, cuando Cratos y Bía el cuerpo del Prometeo padece el sar-
y Hefestos encadenan a Prometeo en casmo y la violencia de la tiranía.
la escena ateniense, los hombres todos
saltan sobre las deidades para abrazar
al Titán, al humillado, al sufriente. En
ese instante ha nacido el amor, la más
grande f~erza humana positiva. Las
Oceánidas que acuden y se conmueven

36 37
1
EL MITO DE PROMETEO

VII

RESUENAN ásperos los martillos


y los eslabones en las rocas.
El cuerpo de Prometeo va quedando
adherido a l~ solitaria montaña de Es-
citia. Cratos, vengativo y cmel, dialoga
con Hefestos, compasivo y solidario,
o
pero abediente al amo. Son dos estilos
de una misma esclavitud. Uno, se com-
place en la venganza, la destila en hiel
hablada, i·encoroso en sus palabras. El
otro, padece la afrenta cobarde de cum-
plir una orden que su alma, repugna-
da, la repudia. Los dos contrastan en-
tre sí, pero sobre todo contrastan con
Prometeo.
Mientras los verdugos hablan entre·

39
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

'

mezclando los martillazos a las pala- dolo tenso en sí mismo, en medio de


bras, el Titanida calla desde la infinita un silencio universal, no más grande,
soledad de su heroísmo. Es el gran si- solemne y sublime que ese mismo si-
lencio de Prometeo. Desp1·ecia a sus lencio que quebrará en sus labios con
verdugos. No son almas, son herra- los aletazos de su voz, libre y caliente:
mientas del tirano; No valen más como · "¡Oh divino éther, y alígeras auras,
seres que el rudo martillo y la anillada y fuentes de los i·íos, y perpetua risa
cadena. Decir es siempre, o debe ser- de las marinas ondas ; y tierra madre
lo, en acto de sinceridad, revelarse a sí común, y tú, ojo del sol omnividente;

mismo. Pero callar, a veces, es la su- yo os invoco. Vedme cual padezco, dios
prema expresión. La cólera y el dolor como soy, por obra de los dioses. Con-
de Prometeo, estallarán después en templad cargado de qué oprobios lu-
los oídos del Cosmos, cuando los es· charé por espacio de años infinito. Tal
clavos del tirano dejen de humillarlo cadena tuvo para mí el nuevo rey de
con su ciego sometimiento y su cínica los felices".
presencia. Es impresionante escuchar esa des-
¿A quién invocará el liberador de nuda voz que arroja su coraje y su pro-
101:1 hombres? Escuchémoslo, imaginán- testa desde la Ti~rra profunda al levan·

40 41
EL M1To DE PnoMETEO EL MITO DE PROMETEO

J
tado Éther. Ha despojado de dioses a la ' pia fe y ha intuído, perfeccionando el
Creación, y ha convertido el Cosmos orden cósmico, un poder único, supe-
entero en testigo de la injusticia divi- rior a las voluntades divinas que lo
na. Uniendo las partes en un solo oído, condenan a la soledad y al dolor. Y
crea la Unidad atenta en un solo ser, más tarde, cuando Zeus centuplique el
y a ella le habla como si ese dios entre- suplicio, recurrirá a la misma presen-
visto, inmanente en el Universo, total cia del ser universal. En esa forma
en una concepción panteísta, fuera
concebido como una futura ve1·dad del ·¡ Prometeo ha apelado ante un juez más
alto y poderoso que sus propios jue-
hombre y como superando la fragmen-
ces. En esa apelación desesperada se
tada divinización de los mitos griegos.
percibe el regusto audaz de quien su-
Estamos dentro de la misma atrevida
pera al tirano con la majestad y la va-
concepción de Píndá'ro, cuando, des-
lidez de una ley superior y perfecta.
plazándose de las mismas divinidades
que canta, en un rapto de genialidad, Prometeo está ahora en la .frente del
se pregunta y se contesta: "¿Qué es propio Esquilo, infuso en su pensa-
aquello que es Dios? Aquello que es miento, actuante en su creación. Lo ha
el todo". Es que Prometeo, en la expe- levantado de la roca y lo ha corrido
.riencia de su ser ha depur ado su pro- por los siglos para que su pensamiento

42 43
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

.(

sea contemporáneo al de la Atenas que saeta que la verdad. De esa actitud po·
I
lo contempla en el escenario de la tra- ' lémica, que ejercita las mentes y las
gedia. El Zeus primitivo, el Zeus ven- depura en Ja lógica, dimana el respeto
gador y tirano, ha desaparecido. La sagrado a la ley, que es más grande
ley de Atenas es la más libre ley de que cada hombre, porque es la suma
d~ todos esencializada, y se afirma en
, Grecia, después de las reformas de So·
el arquetipo de la justicia, hacia la cual
Ión y Clístenes. El fuego prometeano
tiende, en su perpetua catarsis, toda
ha creadd al hombre prometeano, y la
sociedad que levanta el derecho sobre
luz que inadia es la libertad de cada
la soberbia y el engreimiento del dés-
conciencia. Pensar libremente es una
pota.
virtud, y no un delito. La asamblea
tiC?ne tantas voces como hombres. El
poder ha escapado de los puños de la
fuerza, y se ejerce desde la equidad de
la ley. La razón y la idea, al combatir I

a su vez con l~ idea, es batalladora; sí,


ejerce su misión en el ágora, no tiene
más arcp que la persuasión, ni máij
1
EL MITO DE PROMETEO

VIII

prometeano, pues, no es la
calma lograda para siempre,
no es la ley rígida en un dogma que
rehuye .la polémica para mantenerse
estéril y fuera de un perpetuo devenir,
como asegurándose en una perfección
paralizante.
Tras de variados ensayos, por
ejemplo, termina en una concepción
democrática en el orden político, pero
no elude jamás el porvenir y la conti-
nuidad del desenvolvimiento, no inte-
rrumpe la aspiración a lo mejor, estáº
toda abierta hacia la esperanza acumu-
lando nuev_as experiencias que pl'Ovie-
nen de la lucha eterna de los contrarios

47
EL . MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

EL MITO DE PROMETEO destino es avanzar libremente, lleván-


y de la irradiación de las trasmutacio- dose entero detrás de sus ideas. No te-
nes. Esa es su salud. El dinamismo, el me el pasado. Va a veces hacia él, por-
impulso ascensional. El Zeus primario que en él acumuló sus propias expe-
incubaba los déspotas e imponía la es- riencias, pero ese mismo pasado lo pro-
clavitud y el sometimiento. El Zeus yecta hacia el futuro, porque el don
nuevo, crea hombres dueños de sí mis- más grande que ha otorgádo a los hom-
mos, y por ello, cada uno de esos hom- bres, es la esperanza. Su palanca es la
bres es un obstáculo para la tiranía. desconformidad, germen del ideal, y su
Prometeo se define, pues, a sí mis- punto de apoyo es el pensamiento. Su
mo, como acción y reacción. En el es- voluntad gravita sobre el entusiasmo.
tilo del océano, se expande o se contrae Vive y vibra e~ eterna emulación. Su
en eterno flujo y reflujo. Es dinámico razón de ser es la libertad integral, y
en todo sentido. Si detiene su paso, es educa en ella a sus hermanos, porque
porque se concentra para afirmarse en lo prometeano es una pugna perenne.
su conciencia antes de aventurar nue- El tiempo vale en él a modo de puente
vamente su pie. Dentro y fuera, su ser entre el pasado, que es su historia, y
es lucha. Rompe lo hecho, porque su el porvenir, que es su justificación y
pensamiento ha ido ya más lejos y su

48 49
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

su sueño, y el germen d.e una historia acontecer incesante, Argos de mil ojos,
no vivida todavía. Hasta cuando i·etro- espera, no en las quietas márgenes de
cedef avanza. Necesita ejemplos, mate- la vida, sino en su torrente mismo. Es
riales, justificaciones. Los arranca de la anticipación pensada sobre el azar
lo que ya fue para !mpulsarse a sí mis- arbitrario y caprichoso, o sobre la dog-
mo hacia lo que será, que él intuye con mática rigidez de toda ley. Organiza
su virtud adivinatoria. Su apetencia, en acción. No espera el futuro, lo asal-
ante su actividad fatal, es devoradora. ta y lo apresura de nuevo. Sabe profun-
Lo consume todo, hermanándose al damente su limitación, pero cuenta con
fuego. Es el hambre de se1· que necesita la avizorada perspectiva del infinito.
~Íimentarse en los manantiales del No puede resignarse jamás. Cuando lo
tiempo. No le hasta ni le confor~a el pierde todo, se crece en su dolor, y.
advenimiento del presente efímero, pulsa de nuevo sus fuerzas. Por eso, su
porque esa conducta implicaría el ani- fondo es tt·ágico, pero afirmativamente
quilamiento de su libre intervención. trágico, pues le está impedida la re-
Roba la llama de los dioses, porque se nuncia y el ciego acatamiento. Igual
siente capacitado para sustentarla siem- entre iguales, libre entre libres, lucha-
pre y sin retardo alguno. Atento al dor entre luchadores, erige la tentación

50 51
EL MITO DE PROMETEO EL MITo DE PROMETEo·

de la discordia para evitar el morte- en la semidormida capacidad de sus


cino hastío y la podredumbre del es- hermanos, rompe interiormente el pac-
tancamiento. to con el pritaneo del Olimpo, herido
Cuando ya lo vemos encadenado en por su injusticia. La discordia, Eris,
la tragedia de Esquilo, y el coro de las generadora de las más ardientes lu-
oceánidas, rodeándolo, le interroga so- chas, se interpone entre ambos. Pro-
bre el origen del castigo que padece, meteo no elude el com~ate. Lo prevé
Prometeo nos instruye de sn actividad y lo acepta, aunque sabe los tremendos
y de su obra. En la guerra entre·Zens poderes de que dispone su despótico
y los titanes, se decide por la potencia enemigo. Humeaba aun sobre el pla-
ordenadora, por la inteligencia supe- neta el rayo con que sojuzgara a los
• rior contra el ciego huracán de las titanes.
energías ·indisciplinadas. Pero cuando Clavado en su roca, exclama el titán:
el dios vence gracias a Ja astucia de "Por esto me veo ahora abrumado con
su aliado terrestre, y determina enton- tan fieros tormentos, dolorosos de su-
ces extirpar el linaje de los hombres frir, lastimosos de ver. Movime a pie-
y promover una nueva estirpe, Prome- dad de los hombres, y no soy tenido
teo, que ha previsto ya el alto destino por digno de ella, mas tratado sin mi-

52 53
EL MITO DE PROMETEO .EL MITO DE PROMETEO

sericordia". Con esas palabras enuncia IX


su amor a los hombres, la inteligencia
con que pudo desbaratar el propósito
de Zeus, la voluntad inmediata con
que movió la acción tras la idea, por
Es impresionante pensar que el
primer capítulo de la historia
encima de todo egoísmo y de todo te- humana que concibe la mitología grie-
mor, y aun le escuchamos estas pala- ga, sea, tan luego, el de la lucha de
bras con que cierra su discurso y en un espíritu libre y rebelde contra un
las que sur ge como juez de su juez y despotismo totalitario, 01·gulloso y
como verdugo moral de su verdugo cruel. Y es mucho más impresionante
físico : "Espectáculo ignominioso para todavía pensar, que no obstante la lec-
Zeus". ción de Prometeo, y a pesar de los si-
glos de civilización que ha vivida la
humanidad, la Tierra nos enseña aun
el vergonzoso cuadro de tantas tiranías
y de tantos hombres encadenados por
la impúdica depravación de los déspo-
tas, o por legislaciones que mutilan la
personalidad en forma no menos opro-

54 55
EL MITO DE PROMETEO Er, MzTo DE PROMETEO

biosa que la rigidez del instinto en la homh1·e sobre el peligro de esa ense-
era preprometeana. ñanza del poeta, y, como espíritu pro-
Y es que en la eterna dispari-
meteano, considera que el cantor de
dad de las cosas, de los hechos, de
los impulsos, frente al poder de pro· la Ilíada, estaba rogando por la des-
gresión surge mil veces el poder de trucción del universo, por cuanto si
regresión, es decir, la allernancia de la plegaria de Aquiles fuese oída y
aquellos pares de opuestos de los que realizada, perecerían todas las cosas.
Heráclito, el más trágico de los filó- Heráclito, valiente y temerario ante
sofos griegos, hacía emanar el devenir, el drama cósmico, añade aun· que lo
dentro de su concepto dumático del opuesto es lo que nos conviene a todos.
Universo. Por eso el pensador de Efe. , Con la misma resolución con que Pro-
so, frente a aquel verso que pone Ho- meteo sube al hombre desde la ani-
mero en boca de Aquiles, ante la muer- malidad a la inteligencia y a un des-
te de su amigo Patroclo: "perezca la tino creador, esa ansiedad dinámica
discordia, odiada por los hombres y que germina en la desconformidad del
los dioses", el agónico filósofo, que no hombre despoj~do, se afirma en Herá-
concibe el ser como ser sino como clito, el eterno joven de la filosofía
cambio y trasmutación, advie1·te al helena, cuando predica que debemos

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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

'
saber que la lucha es común a todos, dientemente las claves que abren esa
que la lucha es justicia, y que todas oscuridad, y aplica el oído en lo más
las cosas nacen y mueren por la lucha. recóndito para recibir el mensaje, sólo
¿No es esto penetrar en un tremen· escuchado por los dioses. Y cuando
do destino de lucha, de esfuerzo, de capta ese mensaje, cuando ha comen-
sacrificio, no es la irrupción inteli- zado a vulnerar el secreto, intenta to-
gente del hombre en la Naturaleza y dos los caminos de la acción para lle-
en su propia vida? El salto prome- var hacia esos mismos dioses egoístas
teano del animal al hombre, del ins- las condiciones de su vida y las ·esen-
tinto a la conciencia, de la ciega resig- cias de su propio ser. ¿No es un com-
nación de un orden cerrado, al lumi- bate también, acaso, ese ahin~amiento
noso esfuerzo, implica una guerra de la sed ante los límites que nos im-
eterna. Cuando la sabiduría antigua pone el misterio, y esa conquista de la
afirmaba que la Naturaleza se com· verdad activa, humana palanca que
place en ocultarse, nos hace ver cuá~to tras mil ensayos, va levantando el ni-
silencio hay en sus entrañas y qué os- vel del hombre y el nivel de las socie-
cm·o es el tejido de la infinita Esfinge. - dades? ¿No es lo más grande del hom-
Pero el hombre prometeano busca ar- bre mismo el don de la esperanza que

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EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

le otorga P1·ometeo? ¿Qué aguarda la gen del cosmos, y la abre para beberle
r9ca en su rígida inmovilidad? ¿Qué el zumo revelador de sus entrañas. Y
aguarda la ola que se i·epite siempre por eso necesita ser libre, ser prome-
igual en las vibrantes llan-µras del \ teanamente libre, porque al conver-
océano? ¿Qué aguarda el águila que tirse en el gran separado, creó en sí
va desde el huevo vital a la mortal ce- mismo la conciencia de su individua·
niza, sin cambiar uno sólo de sus im- lidad. La medida de toda cultura la
d.a esa significación de lo humano. No
pulsos? ¿Qué aguarda el árbol en cu-
hay humanidad verdadera sin liber-
ya semilla sólo deja la exacta copia
tad verdadera.
de sí mismo? La· roca, la ola, el águila,
el árbol, son destinos acabados. Nada
esperan. Ningún Prometeo les ha in-
crustado la chispa celeste. Subsisten
mecanizados. Son la Natu,raleza que
no se ha desprendido de sí misma. En
tanto, el hombre es el gran separado.
Su conciencia, la chispa de Prometeo, /

es el ojo infinito que recoge la ima-

60 61
EL MITO l>E PROMETEO

...
ES Prometeo, liberándose de Zeus
y desgarrándose de la Tierra,
quien germina las civilizaciones y sus
culturas.
Puso en las manos el esplendor
del fuego para que, trabajando con
esa herramienta prodigiosa, cultiven
los hombres todas las artes. Les ense-
ñó a ver lo que veían y a oír lo que ,
oían, colocándoles la inteligencia de-
trás de los ojos y los oídos. Los hizo
arquitectos, navegantes, y subterráneos
mineros. Les trasmitió el don prof é-
tico para que pudiesen prever los
acontecimientos futuros. Los instruyó

63
EL MITO DE PROMETEO EL l\iiTo DE PRoMETEO

en el bronce, en el hierro y en el oro. bertad y el ímpetu de sus fecundos tra-


Convir tió el aliento en palabra y la bajos. En su palabra, como en su pen-
palabra en cavidad del pensamiento, samiento, es libre. No hay prisión
del color, y de la música. Hizo de las completa para un ser dé su temple.
líneas signos para que el pasado que- Centuplica su censura. Quema su bo-
dase escrito en el presente. Les descu~ ca con el sarcasmo y con la blasfemia.
brió la conciencia, los adoctrinó en el Sabe, como Titán, lo que el mismo
bien y en el mal, y les fecundó el an- dios ignora como dios. El encadenado
helo de la perfección, arrojándolos encadena al encadenador. Lector pro-
digioso del destino, ha contemplado
por caminos iluminados por la misma
entre los dedos de las Parcas que tra-
luz que fulgura en el cielo.
man la tela de los seres en los inmen-
En esa potencia temeraria radica su
sos telares del tiempo, el hecho pro-
crimen y en ella se origina su castigo. fundo que lo hace más grnnde que al
Mas a Prometeo no lo amedrenta ni déspota de todos: la Fatalidad. En efec-
intimida castigo alguno. El dolor de las to, él sabe que un día Zeus celebrar á
cuñas y las sangrientas cadenas, lo ex- tales bodas que de ellas le nacerá un
citan en su coraje y en su desafío al hijo :rp.ás fuerte que él. Y ese hijo lo
tirano, que le veda el goce de su li- despojará del cetro sublime del Olim-

64 65
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

po. ¿Acaso no han caído ya oti·os amos, de sus Ciegas inseguridades. La sutil
no menos poderosos y despóticos que inteligencia puede siempre más, en la
Zeus? extensión del tiempo, que la ruda fir.
El secreto de Prometeo va acrecen- meza donde se cree seguro el. tirano.
tando la tensión del drama. No hay El pensamiento libre lo sentencia. Es
más movimiento exterior que el de los vana la pretensión de ahogarlo. Es el
personajes que llegan, dialogan y se vengador inevitable de quien pretende
retiran. Pero el secreto es el actor esclavizarlo. Sus mensajes sutiles vue-
oculto. Salta de la Tierra al Olimpo. lan con las alas impalpables del espí-
Es invisible, es intangible, pero vuela ritu, y la saeta que oculta destroza la
hasta Zeus, destroza el escudo de su grosera dicha del déspota. Ese secre-
orgullo, quebranta la prepotencia del to, esa flor divina y humana de la con-
déspota, martiriza su soberbia y ata su ciencia, es eterno. Detrás de cada
arrogancia al Titán, atado a su. vez a mandón está siempre el Prometeo que
la roca por sus verdugos. ;No hay paz lo intuye. Donde no hay libertad, no
en las entrañas de ninguna tiranía. La hay cimiento. O Zeus liberta a Prome-
f1,1erza sola, sin la justicia y sin la li- teo, o las cadenas de Prometeo serán
bertad, sufre la afrenta y el suplicio las de Zeus.

66 67
EI. MITO DE PROMETEO

XI

H~rmes, el obediente, en
humillante descenso. Es el
· Olimpo arrojado a los pies de la vícti-
ma, aunque el dios mensajero hable,
imperioso.
El secreto ha doblado la espalda del
dios. El prepotente envía su emisario
al encadenado. Nada más terrible que
esa escena. Nunca un choque más tre-
mendo de dos almas y de dos volunta-
des. ¡Es todo Esquilo! . . . El ministro
del tirano es insultante y conminato-
rio. Prometeo lo atraviesa de saetas y
lo quema entero en su fuego venga-
dor. El esbirro amenaza con la cobarde
valentía que le presta el amo. Pero

69
EL MITO DE PROMETEO
EL j MITO DE PROMETEO

dueño único del secreto, en desga- cha por tu servil oficio; que juzgo por
rrante tensión, Prometeo, dios de 'los mejor servir a esta roca que no ser
destinos en ese itiptante supremo, es dócil mensajero de Zeus, tu pad1·e. Así
más grande y más trágico que el Dios es razón que con ultrajes se responda
del Olimpo. Esclavo, no hablará; li· al que nos ultraja" . Prometeo lo sa-
bre, sí, tal el único dogma del Titán. be. Caerá el rayo, se crispará el hu-
Esa igualdad no es compre~dida por racán, tronará la nube, se rajará la tie-
el servilismo de Hermes. ¡Cuánta se- rra, lo tragará el negro Tártaro. Al vol-
auridad en las claves de la sabiduría ver de nu.evo a la luz, lo morderán
~e Prometeo, qué confianza viril oo el sol y el frío de la noche en la cum-
el monte de su voluntad, qué hondo, bre caucásica. Mas él callará siempre
qué impenetrable refugio el de su li- y sólo hablará cuando sea libertado.
bertad interior, qué invencible Pften- Sabe m ás que el enceguecido Zeus.
cia la de su conciencia rebosante de Sabe que la justicia, aunque tardía, ha
la . fe en su destino 1 Cuando lo humi- de llegar. Y siempre llega. Y que siem-
llan, humilla ; cuando Hermes lo sa- pre también toda tiranía es tragada
cude en su desgrada, " ten por c1er. t o,
por su propia violencia. Su misma du-
le dice, que no troca1·ía yo mi desdi- 1 reza, su misma opacidad, su obtusa ce-

70 71
..
EL MITO DE PROMETEO EL :MITO DE PROMETEO

guera, la i-ompen. Sólo en la flexible


modulación de la libertad, en ese apa·
rente río movible de la lucha eterna
rl
( XII

de las ideas, la nave va segura.


TE invoco, sublime Titán, alto
maestro del hombre, herma-
no mío én lo mejor de mi ser2 viejo ¡
altivo compañero de ruta del hombre,
creador innume1·ahle en el templo cós-
mico de la Tierra. Te invoco en tu he-
roísmo, desde las entrañas de América,
para que nos asistas en esta hora -de
conmoción y lucha, en que las fuerzas
negad.oras extienden su negro oleaje
sohr~ las ciudades y los campos. Ilu-
mina de nuevo a los hombres ahora,
cuando en todas las conciencias de-
, rrotadas, tu llama palidece. Afírma-
nos. Danos un nuevo coraje. Los tira-
nos vuelven, con menos grandeza que
Zeus, pero con más cínica insolencia.

72 73
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

Por muchas partes la Tierra está man- ñas, sembrar el trigo que fructifica en
chada. ¿Es que la regresión ha comen- doradas cosechas, martillar en los asti-
zado? Y a los mutilados se cuentan por lleros los barcos que unirán las más
millones. Tráélios la divina discordia lejanas tierras. ¡No! Eso no es más
y ponte al frente de tus adeptos. Fuis- que la materia estructur~da, el cuer-
te siempre el salvador. Vuelve a serlo. po vigoroso y necesario a toda civili-
No te retardes. Si fuiste el profeta de zación,. pero es sólo el cuerpo. Mas,
la esperanza, tu nuevo patria no pue- ¿qué vale un cuerpo enorme y pode-
de ser otra que América. Siémbrat~ en roso si adentro de ese templo no hay
chispas, infúndete en entusiasmo, una un alma? ¡Oh, Prometeo, para que esa
nueva era te aguarda. Todas las nue· alma se encarne en América, es nece-
vas almas prometeanas esperamos sario crear en ella otra vez tu hom-
aquel secreto tuyo que pone en movi- bre, es necesario encenderlo ·en el sen-
miento a la libertad. No hasta acumu- tido de tu propia historia sobre el pla-
lar riquezas, levantar grandes ciuda- neta, antes de que el planeta se aver-
des, erigir edificios magníficos, crear güence de sus hijos.
industrias sobre industrias, abrir ca- Ejemplaricemos, purifiquemos, ele-
minos sobre las llanuras y las monta- vemos nuestras democracias, y restitu-

74 75
EL MITO DE PROMETEO EL MITO DE PROMETEO

yamos sus leyes allí donde han sido


Es necesario morir y nacer de nuestra
arrasadas. propia muerte. Es necesario exclamar
Acaso el nuevo representante de la con valentía: Rotas están las tablas de
humanidad, ese dios-hombre que ha las antiguas leyes. He construído un
de ocupar el nuevo templo, existe ya, nuevo navío para llevar en él, el des·
·y sólo espera una mirada genial que tino de la hu~anidad y he puesto por
penetre en las entrañas del alma, para proa tu propio corazón, Prometeo !
revelarlo. Acaso cada uno de nosotros,
tengamos, en lo más profundo de la
vida, la presencia de ese hombre que
llenará los siglos futuros de .América,
y que dé un nuevo acento a la vieja
e infatigable Tierra. Acaso lo quere·
mos construir, y él ya está completo
en las potencias y esencias de nuestros
seres. ¿No será la hora de romper los
gastados moldes y decir, gloriosamente:
Todo se ha acabado y todo comienza?

76 77
EL MITO DE PROMETEO

XIII

UENTRAS escribo estas líneas


miro hacia el Oeste. Cae al
mar un sol magnífico, en un ocaso de
encendidas púrpuras. Los instantes co-
..
1-ren como si siguieran al astro. Poco
a poco, por delicados desmayos, pali-
dece el rojo trágico. El disco sangriento
ha desaparecido. La sombra inmensa
se levanta sobre su muerte, y en el or-
gullo de su victoria, arden las estrellas,
~1 como ideas inmortales. La tierra, fe.
cunda, duerme.
Un silencio inmenso pesa sobre las
ciudades y los campos. ¿Lloraremos
por la luz perdida? ¡No! Porque ha-
cia Oriente, muy pronto, el arquero

79·
EL MITO DE PROMETEO

de la mañana rasgará las tinieblas, y


la luz irrumpirá de nuevo, espléndida
y gloriosa, y sobre su nave de fuego,
impulsado por el viento de la eterni-
dad, el astro de los días, como la fren-
te de un dios, volará por los caminos
celestes, y la oscura tierra vestirá de
nuevo la túnica de la esperanza.
La vida es fuerte, es trágica, es
enorme. Esperémosla siempre para
realizarnos en ella, para que el bien,
la belleza, y la verdad y la justicia,
sea~ algo más que sueños admirables! ESTA CONFERENCIA DICTADA
POR EL POETA CARLOS SABAT
Hagamos el escudo de América:
ERCASTI, EN EL ATENEO DE
¡Un disco de luz, y un hombre libre MONTEVIDEO EN 1969, FUE
EDITADA POR LA LISTA "U~IDAD
abriendo el futuro con la llama de ATENE I STA Y ACC I ON DEMO-
Prometeo entre sus puños! CRATICA" Y UN GRUPO DE
INTEGRANTES DEL "MOVIMIEN-
TO NACIONAL PARA LA DEFENSA
DE LA LIBERTAD"

80

- lmpri. tnió
ClilESA Hnos.
Yaguar6n !1060
1'eléfono 2 98 31
OBRAS PUBLICADAS
POR EL AUTOR

1941 Artemisa (Poemas)


1944 El Espíritu d e la Democra-
cia
1944 Romance d e la Soledad
1945 Himno Universal a R oosevelt
1946 Himno a Artigas
1947 Las sombras diáfanas (So-
n etos)
!947 Poemas del H ombre:
Libr o d e la Ensoñación
1947 Oda a Eduar d o Fabini
1948 Retratos del Fu<;go:

l
Antonio de Castro Alves
1943 Poemas del Hombre:
Libro de Eva I nmortal
1 9~ll Unidad y dualidad d e l sueño
y de la vida en la obra de
Cervantes
1943 Lib ro de l os Cánticos:
Cántico de la presencia
W52 P r ometeo (Poem a Dramáti-
co)
1053 Poemas del Hombre:
L ibro d e José Martí
1953 R etratos d el Fuego:
María Eugenia Vaz Fe-
rrelra
1957 El Charrúa Veinte T oros
1958 S onetos chilenos
1958 P oemas del H ombre :
Libro de los Mensaj es
1958 Sonetos ecuat orianos
1958 Retratos del f uego :
Car los Vaz Ferrelr a
1959 El Mito de Promet eo
1959 Lucero, el caballo loco

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