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El corazón

Capítulo I: El papel del corazón

En la filosofía históricamente se ha desterrado al corazón. Según Aristóteles, el entendimiento y la


voluntad pertenecen a la parte racional del hombre; el campo afectivo y con él el corazón
corresponde en cambio a la parte irracional (área compartida con los animales). Para él la felicidad
entra en la esfera afectiva, ya que la única manera de experimentar la felicidad es sentirla.

Esta falsa interpretación de la esfera afectiva se debe en parte al hecho de que la misma abarca
experiencias de muy diferente nivel. El campo de la afectividad es tremendamente vasto.

Existe una gran tradición en la corriente filosófica cristiana que hace justicia plena a la esfera
privada y al corazón. San Agustín es un exponente de esto.

La razón más decisiva para el descrédito de la esfera afectiva es por separar una respuesta afectiva
del objeto que es su motivo. Solo cuando sepamos hacia qué se muestra entusiasta una persona
se revelará la naturaleza de este sentimiento.

Intervienen en esto tres principales aberraciones. Primera, desviar el tema del objeto a la
respuesta afectiva, la cual tiene toda su razón de ser en el objeto al que responde. La segunda,
porque la respuesta afectiva en cuestión ha sido desgajada de su objeto, y está considerada como
absolutamente independiente del mismo, todo lo cual se traduje en una falsificación de si misma
naturaleza. La tercera aberración consiste en reducir a un estado afectivo algo que no está en la
esfera afectiva después de todo, o que por su misma naturaleza no puede ser en modo alguno un
sentimiento.

Hay una doble desacreditación de la esfera afectiva: primero porque se sustituye por una
experiencia personal algo que por su misma naturaleza es impersonal y exige existir
independientemente de nuestra mente; y, segundo, porque es precisamente por esa reducción
por la que la experiencia personal en sí se ve privada de su propio significado y de su propia razón
de ser.

La esfera afectiva y el corazón no están sufriendo descrédito solo por culpa de unas falsas teorías,
sino también porque, en su propio terreno, existe continuamente un peligro de adulteración que
no tiene paralelo en los campos de la voluntad y del entendimiento. La primera adulteración es la
retórica. Se encuentra tipificada por el individuo que exige un falso recurso destinado a emocionar
fuertemente al lector o espectador. Este tipo de individuo puede llegar a producir cierto relleno
emocional en su propio espíritu; y hasta incluso puede experimentar una respuesta afectiva real,
pero la embellece y la infla retóricamente. Otro tipo de afectividad adulterada se encuentra en el
individuo que le gusta sumergirse en sí mismo. Este individuo no encuentra gusto en exteriorizar
sus respuestas afectivas, pero sí disfruta el sentimiento como tal (el tema pasa del objeto al eco
afectivo por él ocasionado). Un tercer tipo de sentimiento adulterado es el histérico (personas
muy egocéntricas). Las bases de esta adulteración son orgullo y concupiscencia. Mezclan verdad y
falsedad hábilmente.
*Tras el mal empleo del término “histérico” se ocultan una teoría y una actitud equivocada. La
verdadera antítesis de un sentimiento histérico no está en la indiferencia sino en esa honda y
verdadera respuesta afectiva.
*La antítesis del sentimentalismo no es una indiferencia neutra, sino el sentir de un noble corazón.

Capítulo II: Afectividad no espiritual y espiritual

Corazón es más o menos sinónimo de alma y es representativo de la vida interior del hombre. La
afectividad constituye una gran realidad en la vida del hombre y el término “corazón” se refiere a
al centro de esta afectividad. Cuando se piensa el corazón de esta manera tiene dos significados.
En primer lugar, podemos referirnos al corazón como la raíz de toda afectividad. En segundo lugar,
podemos emplear el término para referirnos al verdadero núcleo de la esfera de afectividad.

Como la esfera afectiva abarca una variedad de experiencias diferentes se van a enumerar. La
primera distinción es la que existe entre sensación corporal y sentimiento psíquico.
*Es un error pensar que las sensaciones corporales humanes son las mismas que las de los
animales
En cuanto a las sensaciones psíquicas estas difieren claramente de sensaciones corporales porque,
primero, esos estados psíquicos no tienen por qué estar producidos por procesos corporales. Pero
aún en el caso de que tales estén causados por nuestro cuerpo, no se presentan nunca como la
“voz” del mismo porque no están ubicados en él. Sin embargo, si bien estados tales como el buen
humor no son sensaciones corporales, difieren incomparablemente más de las sensaciones o
sentimientos espirituales (compasión o amor). Solemos caer en la falacia de emplear el término
“sensación” o “sentimiento” tanto para los estados psíquicos como para las respuestas afectivas
espirituales. Estas se diferencian primero en el carácter de respuesta (una relación significativa y
consciente a un objeto). A las sensaciones psíquicas la falta de intencionalidad las aparta de la
esfera de espiritualidad. En segundo lugar, los estados psíquicos están “causados” o por los
procesos corporales o por los psíquicos, mientras que las respuestas afectivas están “motivadas”.

Hay dos formas de dependencia con respecto a nuestro cuerpo: una consciente y otra
inconsciente. La primera se refiere al campo n el que somos incapaces de emanciparnos de
nuestras sensaciones corporales. La segunda es una dependencia de los estados psíquicos que
están realmente causados por nuestro cuerpo. Al dejarnos invadir por tales estados (que no tienen
ninguna base racional y están erróneamente percibidos como talantes válidos de nuestra alma,
concedemos a nuestro cuerpo una soberanía todavía más grande que si estuviéramos embargados
por nuestras sensaciones corporales. En las sensaciones corporales el cuerpo nos habla, pero aquí
las sensaciones, aun cuando sean causadas por procesos meramente fisiológicos, se nos presentan
como psíquicas y en disposiciones auténticas de nuestra alma. Al tomarlas en serio y darles crédito
nos hacemos aún más esclavos de nuestro cuerpo.

No hay que confundir esas no intencionales disposiciones psíquicas con las pasiones. El término
“pasión” se identifica a menudo con la totalidad del campo de las sensaciones psíquicas y
sentimientos espirituales, en cuanto opuestos a la razón y la voluntad. Al hablar de pasiones
podemos referirnos en primer lugar a un cierto grado de experiencia afectiva. Cuando ciertas
sensaciones o sentimientos alcanzan un alto grado de intensidad tienden a silenciar la razón y a
sobreponerse a nuestra libre voluntad.

Acá me perdí
Hay 4 tipos de experiencias afectivas que tienen un dinamismo antirracional y que por tanto
pueden ser llamadas pasiones. En primer lugar, tenemos pasiones en el sentido más auténtico del
término, tales como la ambición, el ansia del poder, la avaricia o la lujuria. En segundo lugar, están
las actitudes que tienen un carácter explosivo como la ira motivada por alguna ofensa objetiva
infligida a un hombre, una ira “comprensible”. En tercer lugar, existen urgencias que son pasiones
a causa del dinamismo con el que esclavizan a la persona (adicciones). En cuarto lugar, están las
respuestas afectivas que, a pesar de su carácter de cosa que responde a valor, pueden escapar a
nuestro control en cualquier momento. Un tipo específico lo tenemos en el amor entre hombre y
mujer.
*En los tres primeros tipos de pasiones el veneno está en sí mismos. En el cuarto solo se debe a
elementos extraños.

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