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FACULTAD DE TEOLOGÍA

Bienio de Teología Moral

LA VIRTUD DE LA CASTIDAD: INTEGRACIÓN PARA EL AMOR

EL DINAMISMO AFECTIVO
(Pregunta 2)

Prof. D. Alfonso Fernández Benito

D. Gabriel Alejandro Trejo Reyes

MADRID 2020
El ser humano, como se ha escuchado por parte del profesor en varias ocasiones, es el bicho más
raro de la creación, ya que contempla, vive y se desarrolla en dos mundos totalmente diferentes pero que
son inseparables entre sí; nos referimos al plano corporal y espiritual. El ser humano no puede vivir
primero en un plano y después en el otro, siempre estará íntegramente sumergido en ambos, pero
existirán dinamismos que van a resaltar o marcar con mayor fuerza la actividad del ser humano. Estos
dinamismos son tres, a saber: el dinamismo somático; el espiritual y el que estará en medio de los dos
anteriores denominado: dinamismo afectivo. Este último tendrá la particularidad de estar instalado en la
zona psíquica del ser humano. Estos dinamismos tendrán sus facultades particulares, pero no son el
génesis de las operaciones humanas; ya que la persona humana, en su diversidad de facultades operativas,
actúa y es responsable de sus propios actos.

En el presente resumen, se abordará el dinamismo afectivo de manera concreta, pero antes


quisiéramos tener claro el mecanismo, tanto del dinamismo somático como del espiritual. El dinamismo
somático, es también conocido como el dinamismo pulsional, que aplicado a la sexualidad sería
dimensión genital. Es acá donde se desarrolla la atracción pulsional más básica, donde el hombre y la
mujer pueden divisar su finalidad y destino para el encuentro interpersonal de amor. Un amor que ha sido
inscrito por Dios mismo en la naturaleza de la persona humana. Por otra parte, el dinamismo espiritual,
voluntario y racional, es el dinamismo que especifica el amor en el ámbito de las personas, un amor de
benevolencia o de amistad. Sólo, cuando por medio de la razón práctica se logra comprender la
preciosidad irrepetible, la veneración de la persona amada y la del amante, es allí donde se estará en la
presencia de un amor verdadero; es decir, en el amor interpersonal.

Teniendo claro, tanto el concepto de dinamismo somático como el dinamismo espiritual


(voluntario y racional), pasemos a conocer el dinamismo afectivo. Este dinamismo estará compuesto por
emociones, sentimientos y tendencias. Del dinamismo afectivo surgen las llamadas pasiones, que a su vez
estarán en el ámbito corporal y espiritual, de allí que tendremos pasiones afectivas y pasiones anímicas.
Las pasiones se moverán en el ser humano tanto en el alma como en el cuerpo, y no sólo se moverán sino
que serán puente de comunicación y unión. En la zona psíquica-intermedia, donde se ubican las pasiones,
es donde el amor de amistad, mencionado anteriormente en el dinamismo espiritual, echará raíces. Esta
zona intermedia es conocida como el corazón desde una expresión bastante occidental. Es en el
dinamismo afectivo donde el amante y el amado, bien sea en vocación matrimonial o religiosa, se atraen
mutuamente como si de dos polos apuestos se tratara.

Volviendo al tema de las pasiones, cada una de ellas tendrá un apetito en particular, donde el
hombre tendrá que hacerle frente. Existen las pasiones afectivas o del apetito concupiscible que a su vez
estarán reguladas por la virtud de la templanza. Son 6 las pasiones afectivas, cada una de ellas va a
describir la emoción que el ser humano experimenta ante un objeto que percibe como amable u horrible,
lo que constituye una respuesta frente a algo bueno o malo. Según Santo Tomás, estas seis emociones
son: amor y odio; deseo y aversión; gozo y tristeza. Amor, deseo y gozo sería el camino que tiende al
bien; odio, aversión y tristeza el camino que se experimenta ante lo malo.

Luego, Santo Tomás ve la necesidad de un segundo grupo de emociones, las llamadas pasiones
anímicas o del apetito irascible, que ayudan al ser humano cuando este encuentra dificultades en la
búsqueda del bien y por lo tanto, le resulta difícil evitar el mal. Cinco son estas emociones: esperanza y
desesperación; audacia o valor y temor; por último la ira. Si el ser humano desea algo difícil de conseguir
surge la esperanza; por el contrario, sentirá desesperación cuando la dificultad parece insuperable.
Experimenta temor ante el mal futuro que lo acecha; pero surge la audacia para hacerle frente. La última
emoción es la ira, a la cual no se opone pasión alguna, y que brota cuando ve amenazado el bien que
quiere. Todas estas emociones son moderadas por la virtud de la fortaleza.

Ante esta realidad, las pasiones anímicas están subordinadas a las pasiones afectivas, ya que
están para su ayuda en la consecución del bien, cuando el infortunio, el desaliento, la tentación o la
adversidad prolongada lo hacen peligrar, sobretodo en circunstancias difíciles. Por lo tanto, las pasiones
anímicas tienen su principio y su fin en las pasiones afectivas.

Las pasiones del apetito irascible fortalecen a la persona humana, ya que entran en juego cuando
parece que todo va a terminar, cuando parece que el bien se le esfuma de las manos y cuando empieza a
sospechar que en vano ha nadado tanto porque aún se siente en la orilla. Es allí donde las pasiones
anímicas llegan con refuerzo de esperanza, de ira buena y celos por el bien que aún sigue vivo. La
esperanza salva del abismo de la desesperación, la audacia mueve de la parálisis del miedo y la ira
comunica que el bien importa tanto hasta el punto de luchar contra cualquier cosa que lo ataque. De esta
manera, las emociones anímicas son secundarias en cuanto que toman su significado de las emociones
afectivas a las que sirven; pero son primarias en cuanto son parte indispensable de la vida moral.

Finalmente, todo el dinamismo del amor que ocurre en el ser humano, lleva de guía y como luz
la virtud de la esperanza que es donde el amor alcanza su plenitud. Esa esperanza que se encuentra justo
entre el amor inicial y el gozo final. Una esperanza que puede ser hasta más indispensable que el mismo
amor, ya que sin ella, este último perdería su objeto. Ya el ser humano tiene el sello del amor, el germen
de la amistad con Cristo, pero le es imprescindible vivir las virtudes para así aprovechar al máximo las
energías de las pasiones.

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