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Escuela Taitoku de Yoga y Medicina Oriental | Profesorado en Meditación | Lic.

Adriana Paoletta

Escuela Taitoku de Yoga y Medicina Oriental

Profesorado en Meditación
Lic. Adriana Paoletta

Módulo 2: Amor, altruismo y compasión


por Matthieu Ricard

Cordillera de Amnye Machen, provincia de Golok, Tibet oriental (19 de febrero de 2016).

Es posible definir el amor altruista como “el deseo de que todos los seres encuentren la
felicidad y las causas de la felicidad”.

Ese deseo altruista viene acompañado por una disponibilidad constante hacia los demás junto
con la determinación de hacer todo lo que esté en nuestro poder para ayudar a cada ser para la
obtención de su felicidad auténtica. El budismo concuerda en este punto con Aristóteles para
quien “el aprecio” consiste en “desear a alguien lo que uno considera como algo bueno” y “ser
capaz de procurárselo en la medida de lo posible”(i).

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La compasión es la forma que toma el amor altruista cuando se ve confrontado al sufrimiento


de los demás. El budismo la define como “el deseo de que todos los seres sean libres del
sufrimiento y de sus causas”.

Esta aspiración debe ser acompañada por la aplicación de todos los medios posibles que
permitan remediar dichos tormentos.

La empatía es la capacidad de entrar en resonancia afectiva con los sentimientos de los demás
y de tomar consciencia de su situación de manera cognitiva. La empatía nos alerta
especialmente sobre la naturaleza y la intensidad del sufrimiento que viven los demás. Es
posible afirmar que esta cataliza la transformación del amor altruista en compasión.

El amor altruista debe buscar lúcidamente la mejor manera de procurar el bien a los demás. La
imparcialidad requiere que no se favorezca a alguien simplemente porque se siente mayor
simpatía hacia él con respecto a otra persona que puede llegar a tener las mismas necesidades
o incluso mayores.

Esta extensión contiene dos etapas principales. Por un lado, se identifican las necesidades de
una mayor cantidad de seres, especialmente de aquellos que son considerados como
extranjeros o enemigos. Por otro lado, se otorga valor a un conjunto de seres sensibles mucho
más vasto, lo cual supera el círculo de nuestros familiares, de nuestro grupo social, étnico,
religioso y nacional, lo cual se extiende incluso más allá de la especie humana (ii).

Es interesante observar que Darwin no sólo tuvo en cuenta dicha expansión, sino que además
la consideraba como necesaria. El utilizaba la palabra simpatía en el sentido de la
benevolencia: “La simpatía hacia las causas presentadas anteriormente es cada vez más vasta y
más universal. No seríamos capaces de restringir nuestra simpatía, incluso si la razón inflexible
nos lo convirtiera en ley, sin que esto afectase la parte más noble de nuestra naturaleza”(iii).

¿Qué es la empatía?

La empatía es un término que viene siendo cada vez más utilizado por los científicos y en el
lenguaje común y que se confunde generalmente con el altruismo y con la compasión. La
palabra empatía abarca en realidad varios estados mentales distintos. La palabra empatía es
una traducción de la palabra alemana Einfühlung que hace referencia a la capacidad de “sentir
a los demás a partir del interior”. Fue utilizada por primera vez por el psicólogo alemán Robert
Vischer en 1873 para designar una proyección mental de sí mismo en un objeto exterior al cual
uno se identifica subjetivamente, como por ejemplo: una casa, un árbol viejo y nudoso o una
colina modelada por el viento (iv). Posteriormente, el filósofo Théodor Lipps expandió esta

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noción para describir el sentimiento de un artista que se proyecta gracias a su imaginación no


sólo en un objeto inanimado sino también en la experiencia vivida por otra persona.

La empatía puede ser activada por una percepción afectiva de los sentimientos de los demás o
por la imaginación cognitiva de lo que han vivido. En los dos caso la persona hace una
distinción clara entre lo que siente y lo que siente el otro, lo cual es diferente del contagio
emocional durante el cual dicha diferenciación es imprecisa (v).

La empatía afectiva aparece por lo tanto de manera espontánea cuando entramos en


resonancia con la situación y con los sentimientos de otra persona, con las emociones que se
manifiestan a través de expresiones faciales, de la mirada, del tono de su voz y de su
comportamiento.

La dimensión cognitiva de la empatía nace al evocar mentalmente una experiencia vivida por
alguien más, imaginando lo que dicha persona siente y cómo se ve afectada por la experiencia
o imaginando lo que nosotros sentiríamos en su lugar.

La empatía podría conducir a una motivación altruista, pero también puede, cuando nos
confrontamos al sufrimiento de los demás, engendrar un sentimiento de desamparo y ganas de
evitar la situación, lo cual incita a enfermarse en sí mismo o a apartarse del sufrimiento que se
observa.

La empatía cognitiva sin altruismo puede incluso conllevar a la instrumentalización de la otra


persona al sacar provecho de la información que nos suministra sobre su estado de ánimo y
sobre la situación. Llevado al extremo esa es una de las características de los psicópatas.

Los significados atribuidos por diferentes pensadores e investigadores a la palabra “empatía”


así como a otros conceptos similares como la simpatía y la compasión son muy variados y
pueden por lo tanto prestarse a confusión.

Sin embargo, la investigación científica realizada desde los años 70-80, especialmente por los
psicólogos Daniel Batson, Jack Dovidio y Nancy Eisenberg, y más recientemente por los neuro
científicos Jean Decety y Tania Singer, han permitido aclarar las sutilezas de dicho concepto y
analizar sus vínculos con el altruismo.

Las diferentes formas de empatía

El psicólogo Daniel Batson demostró que las diferentes acepciones de la palabra “empatía”
finalmente previenen de dos preguntas: “¿cómo puedo saber lo que otro ser piensa y siente?” y

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“¿cuáles son los factores que llevar a preocuparse por lo que le suceda y responder con
amabilidad y sensibilidad?”(vi).

Batson enumeró ocho formas diferentes de la noción de “empatía” las cuales están
relacionadas pero sin constituir varios aspectos del mismo fenómeno (vii). Al analizarlas,
concluyó que sólo una de dichas manifestaciones la cual denomina “amabilidad empática” es
necesaria y suficiente para generar una motivación altruista (viii).

La primera forma, es el conocimiento del estado interior de otro ser, el cual nos puede
suministrar argumentos para sentir amabilidad hacia él, sin que esto sea suficiente, ni
indispensable para generar una motivación altruista. Por lo tanto, se puede ser consciente de lo
que el otro piensa o siente y permanecer indiferente frente a su situación.

La segunda forma es la imitación motriz y neuronal. Preston y de Waal fueron los primeros en
proponer un modelo teórico para los mecanismos neuronales que sostienen la empatía y el
contagio emocional. Según dichos investigadores, el hecho de percibir a alguien bajo cierta
situación lleva a nuestro sistema neuronal a adoptar un estado analógico al suyo, lo cual
genera un mimetismo corporal y facial acompañado por sensaciones similares a las de la otra
persona (ix). Este proceso de imitación por observación de comportamientos físicos también
es la base de procesos de aprendizaje que se transmiten de un individuo a otro. Pero este
modelo no diferencia claramente la empatía, en la cual confundimos nuestras emociones con
aquellas de los demás. Según Batson, este proceso puede ayudar a producir sentimientos de
empatía, pero no es suficiente para explicarlos. En efecto, no siempre imitamos las acciones de
los demás; por ejemplo, reaccionamos de manera intensa al observar a un jugador de futbol
marcar un gol, pero no nos sentimos necesariamente propensos a imitar o a resonar
emocionalmente con alguien mientras organiza sus documentos o mientras come un plato de
comida que no nos gusta.

La tercera forma es la resonancia emocional, la cual nos permite sentir exactamente lo que el
otro siente, ya sea un sentimiento de felicidad o de tristeza (x). Es imposible vivir exactamente
la misma experiencia que alguien más, pero podemos sentir emociones similares. No hay nada
mejor para ponernos de buen ánimo que observar a un grupo de amigos felices de verse; y de
manera opuesta, el hecho de observar personas que sufren intensamente nos conmueve e
incluso nos hace lagrimear. Sentir de manera aproximativa lo que vive otra persona puede
generar una motivación altruista pero como se mencionó anteriormente, este tipo de emoción
no es indispensable ni suficiente (xi). En ciertos casos, el hecho de sentir las emociones de otra
persona puede inhibir nuestra amabilidad. Si frente a una persona aterrorizada comenzamos a
sentir miedo, es posible que nos afecte más nuestra propia ansiedad que lo que le sucede a
dicha persona (xii). Además, para que tal motivación se produzca, basta con tomar consciencia
del sufrimiento del otro, sin que sea necesario sufrir de la misma manera.

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La cuarta forma consiste en proyectarse intuitivamente en la situación de la otra persona. Es la


experiencia a la cual hace referencia Théodor Lipps al emplear la palabra Einfühlung. Sin
embargo, para verse afectado por lo que le sucede a alguien más, no es necesario imaginar
todos los detalles de su experiencia, basta con saber que sufre. Además, se corre el riesgo de
imaginar lo que el otro siente.

La quinta forma consiste en crear una representación muy clara de los sentimientos de la otra
persona gracias a lo que ella nos dice, a lo que observamos y a nuestros conocimientos sobre
dicha persona, sobre sus valores y sus aspiraciones. Sin embargo, el hecho de crear una
representación del estado interior de otra persona no garantiza la emergencia de una
motivación altruista (xiii). Una persona calculadora y malintencionada puede utilizar sus
conocimientos sobre nuestra vivencia interna para manipularnos y hacernos daño.

La sexta forma consiste en imaginar lo que sentiríamos si estuviésemos en el lugar de la otra


persona, con nuestro propio carácter, nuestras aspiraciones y nuestra visión del mundo. Si uno
de sus amigos es un gran fanático de la ópera o de rock and roll y que usted no aprecia ese tipo
de música le será posible imaginar que él sienta placer y sentirse contento por él, pero si usted
mismo estuviese sentado en primera fila sentiría irritación. Por esta razón George Bernard
Shaw afirma: ˝No hagamos a los demás lo que no quisiéramos que nos hicieran, porque los
demás no necesariamente tienen los mismos gustos que nosotros”.

La séptima forma es el sufrimiento por empatía, que es lo que se siente cuando se es testigo o
se evoca el sufrimiento de otra persona. Esta forma de empatía puede hacer que se ignore la
situación en lugar de asumir una actitud altruista. En realidad en este caso no se trata de
preocuparse por la otra persona, ni de ponerse en su lugar, sino de una ansiedad personal
generada por la otra persona (xiv).

Tal sentimiento de sufrimiento no genera necesariamente una reacción de amabilidad ni una


respuesta apropiada al sufrimiento de la otra persona, sobre todo si nos es posible disminuir
nuestra ansiedad al alejar nuestra atención del dolor que dicha persona siente.

Algunas personas son incapaces de ver imágenes conmovedoras. Prefieren alejar su mirada de
las imágenes que les hacen daño en lugar de ver la realidad. Sin embargo, el hecho de escapar
física o psicológicamente no ayuda en nada a las víctimas, sería mejor tomar consciencia de los
hechos y actuar con el fin de solucionarlos.

Cuando vivimos preocupados principalmente por nosotros mismos, nos volvemos vulnerables
a todo lo que puede afectarnos. Al ser prisioneros de este estado mental, nuestra valentía se ve
afectada por la contemplación egocéntrica del dolor de los demás, el cual es vivido como un
peso que no hace más que aumentar nuestro sufrimiento. Contrariamente, en el caso de la
compasión, la contemplación altruista del sufrimiento de los demás multiplica nuestra

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valentía, nuestra disponibilidad y nuestra determinación para encontrar una solución a dicho
sufrimiento.

Si la resonancia con el sufrimiento de la otra persona nos genera sufrimiento personal,


debemos dirigir nuestra atención hacia dicha persona y reactivar nuestra capacidad de
expresar bondad y amor altruista.

La octava forma es la amabilidad empática, que consiste en tomar consciencia de las


necesidades de los demás y en sentir el deseo sincero de ayudarles. Según Daniel Batson (xv),
la amabilidad empática es la única respuesta que se dirige hacia los demás y no hacia nosotros
mismos, lo cual es necesario y suficiente para producir una motivación altruista. En efecto,
cuando se presencia el sufrimiento de otra persona es esencial adoptar una actitud que le
aporte consuelo y decidir cuál es la acción más apropiada para dar remedio a sus sufrimientos.
El hecho de que nos conmueva o de que sintamos o no las mismas emociones que dicha
persona es secundario.

Daniel Batson concluye que las seis primeras formas de empatía pueden contribuir de manera
individual a la creación de una motivación altruista, pero ninguna de ellas garantiza la
emergencia de dicha motivación, como máximo constituyen sus condiciones indispensables.
La séptima forma, es decir, la el sufrimiento por empatía está claramente en contra del
altruismo. Solamente la última forma, es decir la amabilidad empática es necesaria y suficiente
para que nazca la motivación altruista en nuestro espíritu y que nos incite a la acción.

Resonancias convergentes y divergentes

La empatía afectiva consiste por lo tanto a entrar en resonancia con los sentimientos de la otra
persona, así sean de alegría o de sufrimiento. Sin embargo, este proceso es deformado por
nuestras propias emociones y por nuestros prejuicios que actúan como filtros.

El psicólogo Paul Ekman distingue dos tipos de resonancia afectiva (xvi). La primera es la
resonancia convergente: yo sufro cuando tú sufres, yo siento rabia cuando tú sientes rabia. Si
por ejemplo, su esposa regresa a casa alterada porque su jefe se comportó de manera
inadecuada hacia ella, usted se siente indignado y le dice con rabia: “¡cómo se atreve a tratarte
de esa manera!”.

En la resonancia divergente, en lugar de sentir la misma emoción que su esposa y de enojarse,


usted se replantea la situación y le responde: “siento mucho que hayas tenido que afrontar a
alguien tan grosero. ¿Qué puedo hacer por ti?”, ¿quieres una taza de té o prefieres que salgamos
a caminar?” Su reacción acompaña las emociones de su esposa pero bajo un registro emocional
diferente.

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Notas

i Aristóteles, (2007), Retórica, II, 4, 1380b 34. Citado por Audi, P. (2011). El imperio de la
compasión. Edición Les Belles Lettres, p. 37.

ii Debo a Daniel Batson el hecho de haberme ayudado a precisar estos dos puntos.

iii Darwin, C. (1891). Op. cit., p.145.

iv El término inglés « empathy » fue utilizado por primera vez al principio del siglo XX por el
psicólogo Edward Titchener para traducir la palabra einfühlung.

v Ver Decety, J. “L’empathie est-elle une simulation mentale de la subjectivité d’autrui”, p. 78, y
Pacherie, E., “L’empathie et ses degrés”, p. 147, en Berthoz, A., Jorland, G., & Collectif. (2004)
L’empathie. Odile Jacob, p. 78.

vi Batson, C. D. (2011). Op. cit., p. 12 y siguientes. Itálica agregada por el autor.

vii Batson, C. D. “These Things Called Empathy: Eight Related but Distinct Phenomena,” en
Decety, J. (2009). The social neuroscience of empathy. The MIT Press.

viii Batson, C. D. (2011). Op. cit. En su obra se encuentran las distintas referencias científicas
que corresponden a las diferentes definiciones de la empatía.

ix Ver Preston, S. D., de Waal, F. B. y otros. (2002). Empathy: Its ultimate and proximate bases.
Behavioral and Brain Sciences, 25(1), 1–20. El modelo “Perception-action model” (PAM) fue
inspirado especialmente por las investigaciones sobre las neuronas espejo que están presentes
en algunas áreas del cerebro y que se activan cuando vemos por ejemplo a alguien hacer un
gesto que nos interesa (Ver capítulo 4, sub capítulo: “Cuando dos cerebros concuerdan”). Las
neuronas espejo pueden suministrar una base elementaría a la imitación y a la resonancia
intersubjetiva, pero el fenómeno de la empatía es mucho más complejo e implica numerosas
áreas del cerebro. Rizzolatti, G., & Sinigaglia, C. (2008). Mirrors in the brain: How our minds
share actions, emotions, and experience. Oxford University Press, USA.

x Thompson, R. A. (1987). Empathy and emotional understanding: The early development of


empathy. Empathy and its development, 119–145. En Eisenberg, N., & Strayer, J. (1990).
Empathy and its development. Cambridge Univ Press.

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xi Batson, C. D., Early, S., & Salvarani, G. (1997). Perspective taking: Imagining how another
feels versus imaging how you would feel. Personality and social psychology bulletin, 23(7),
751–758.

xii Mikulincer, M., Gillath, O., Halevy, V., Avihou, N., Avidan, S., & Eshkoli, N. (2001).
Attachment theory and reactions to others’ needs: Evidence that activation of the sense of
attachment security promotes empathic responses. Journal of Personality and Social
Psychology, 81(6), 1205.

xiii Coke, J. S., Batson, C. D., & McDavis, K. (1978). Empathic mediation of helping: A two-stage
model. Journal of Personality and Social Psychology, 36(7), 752.

xiv Según los autores éste tipo de empatía se llama:

— « Sufrimiento empático » en Hoffman, M. L. (1981). The development of empathy. In J. P.


Rushton & R. M. Sorrentino (Eds.), Altruism and helping behavior: Social, personality, and
developmental perspectives (pp. 41-63). Erlbaum.

— « Simpatía dolorosa » in McDougall, W. (1908). An introduction to social psychology.


Methuen ; « sufrimiento personal » en Batson, C. D. (1987). Prosocial motivation: Is it ever
truly altruistic. Advances in experimental social psychology, 20, 65–122.

— « Sentimiento desagradable provocado por la observación » en Piliavin, J. A., Dovidio, J. F.,


Gaertner, S. L., & Clark III, R. D. (1981). Emergency intervention. Academic Press New York.

— « Empatía » en Krebs, D. (1975). Empathy and altruism. Journal of Personality and Social
psychology, 32(6), 1134. Citados por Batson, C. D. (2011). Op.cit.

xv Batson, C. D. (1991). The altruism question: Toward a social psychological answer. Lawrence
Erlbaum; Batson, C. D. (2011). Op. cit.

xvi Paul Ekman, durante una conversación personal, noviembre de 2009.

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