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Borrador Tema III. Fundamentos de Antropología.

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TEMA III. LA AFECTIVIDAD HUMANA


Soledad y afectividad

1. INTRODUCCION

a) Terminología

1. Vamos a comenzar un nuevo tema sobre la capacidad afectiva del ser humano; otro tema
clave para entender la vida de los hombres, aunque aún nos quedará después otro nivel más
alto -el nivel de la inteligencia y de la libertad- para empezar a comprender la complejidad de
la naturaleza y de las acciones de los hombres.

2. Hablamos ahora de los sentimientos. Tienen distintos nombres: sentimientos, afectos,


emociones, pasiones,… pero, en realidad, no existe una terminología definida para referirse
a las distintas reacciones afectivas, y, según un contexto u otro, o según unos textos u otros,
esos nombres se intercambian fácilmente. Se suelen distinguir los sentimientos estables,
duraderos (sentimientos, afectos), de los transitorios, momentáneos (emociones); o para
distinguir los sentimientos de intensidad normal (sentimientos) de los sentimientos intensos,
'pasionales' (pasiones); los afectos se suelen usar como sinónimo de sentimientos positivos,
aunque también se dice que una persona está 'afectada' por algo malo.

En el lenguaje común, con frecuencia se les llama ganas, en el sentido de ‘tengo o no


tengo ganas de estar con esta persona, de hacer esto’,...; eso significa normalmente que
aunque con la cabeza se sepa algo, uno está inclinado afectivamente hacia eso o no; aquí el
motivo que mueve a actuar es el sentimiento: ganas de matar a alguien por ira, o de hacer
algo por ilusión, o de no hacerlo por tristeza o falta de interés, o de sacrificarse por amor a
alguien,... O de otra manera, se dice lo mismo con apetencias -se dice 'me apetece' o 'no me
apetece'-; de ahí que en filosofía se les llame también apetitos. También, cuando son capas
afectivas más estables, se les llama estados de ánimo, y así hablamos de estar hundido, o
exultante, tranquilo o temeroso,...

3. La afectividad ocupa un lugar intermedio entre la sensibilidad y la parte intelectual de los


hombres; es como una caja de resonancia en la que resuenan tanto las sensaciones y los
deseos más elementales como las ideas y los amores más sublimes. Así, por ejemplo, una
sensación simple como cuando estamos bien comidos y bebidos, hace que tengamos un
sentimiento de seguridad, de serenidad,... que nos permite adoptar decisiones con facilidad:
por eso, los hijos suelen esperar a la sobremesa para pedir cosas, o las esposas preparan una
comida especial cuando hay que comprar algo, o los ejecutivos firman los contratos después
de los acuerdos a los que se ha llegado en una comida de negocios. O, en el otro extremo, el
afán de alcanzar una meta profesional alta nos hace sentirnos dispuestos a todo: nos da igual
la fatiga o incluso la enfermedad, las opiniones contrarias, el mal o buen tiempo,...
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Esa relación de la afectividad con los restantes planos de la personalidad permite


entender que, con frecuencia, tengamos a la vez sentimientos diversos. Podemos estar muy
contentos, muy satisfechos con la vida, y experimentar a la vez tristeza por algo muy
concreto, sin que eso signifique que nos sumamos en ella; o sentimos alegría cuando nos ha
salido bien un examen, y, a la vez, pena porque a un buen amigo le ha salido fatal; o en
medio de un estado de tristeza profunda, porque ha fallecido alguien querido, podemos
reírnos en momentos ocasionales1.

b) Un tópico erróneo sobre los sentimientos

1. Una confusión actual es la aparente colisión entre lo que dictan los sentimientos, las
ganas, lo que pide el corazón, lo que nos gustaría,... y la razón fría, el deber, lo que hay que
hacer, lo que dice la cabeza2,... Esa colisión no es en realidad algo general, sino que se
produce solamente en casos aislados. La mayoría de las veces la valoración afectiva coincide
con la valoración intelectual. Además, lo más importante de la conducta humana no es la
oposición que se da a veces entre sentimientos y razón, sino la que se da entre una decisión
libre u otra, y ese mecanismo de la libertad está en otro plano diferente.

No tiene por qué haber colisión entre afectividad e inteligencia; puede haberla porque
se trata de dos formas distintas de reaccionar, pero con frecuencia actúan al unísono: nos
atrae ir al cine, y sabemos que nos enriquece vitalmente; o nos conmueve tener un detalle de
afecto con alguien a quien queremos, y entendemos que se lo merece, etc. Aún así, una
cualidad de los sentimientos es su 'espontaneidad', en el sentido de que no son directamente
controlables por la inteligencia. Hay que insistir en, como veremos, están muy relacionados
con las actitudes que tomamos racionalmente.

Los sentimientos tienen una forma propia de operar: responden a un estímulo que
provoca en nosotros una reacción afectiva. Y esa reacción no puede ser modificada sin más
por la libertad. Si uno no quiere a alguien afectivamente, por ejemplo, no puede empujarse a
sí mismo para quererle: el 'me gustaría quererte', significa 'no te quiero, y no puedo quererte
aunque me gustaría ser capaz de hacerlo'.

2. EL OBJETO DE LOS SENTIMIENTOS

1. En el apartado 2.4. Emociones y sentimientos de la bibliografía obligatoria, se recoge con


suficiente claridad el mecanismo de la afectividad. Después de recoger algunas definiciones
de qué son los sentimientos3, se explica en ese apartado cómo los sentimientos surgen como

1 Cfr. por ejemplo SCHELER, M., Ética, Caparrós, Madrid 2011, pp. 447-448.
2 Esa malinterpretación llega a aparecer no solamente en la mentalidad común; se encuentra también en
ámbitos de la filosofía racionalista. Es conocida la antinomia entre las razones del corazón y las razones de
la cabeza de Pascal, o, de forma más reciente, Husserl, por ejemplo, entiende que “el derecho del corazón
polemiza con el derecho del entendimiento”. HUSSERL, E., Ms A V, 21/9b, cit. en CRESPO, M., “El amor
como motivo ético en la fenomenología de Edmund Husserl”, en Anuario filosófico 45-1 (2012), p. 29
3 "El modo de sentir las tendencias”, o “"Las perturbaciones o los afectos de la subjetividad ante la
valoración de la realidad y su consecuente deseo o rechazo", o "La conciencia de la armonía o disarmonía
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reacción ante algún estímulo, y cómo van acompañados de una reacción orgánica –como,
por ejemplo, temblar cuando estamos nerviosos, o ruborizarse cuando tenemos un
sentimiento de vergüenza, y de una reacción de conducta –porque, por ejemplo, tendemos a
acercarnos a lo que nos atrae o a huir de lo que tememos-. Suponiendo ese esquema
explicativo, aquí nos limitamos a detallar algunos aspectos más.

2. En primer lugar, conviene insistir en que la respuesta afectiva es una reacción interior ante
las cosas, las situaciones, las personas,... de atracción o rechazo, en general. El sentimiento
es una respuesta ante un objeto. Una de las respuestas, sin ser la única, que la realidad
provoca en nosotros.

a) Eso significa que siempre se da de forma previa la acción del objeto que altera
nuestra afectividad. Nuestra afectividad reacciona siempre ante una acción objetiva: vemos
un león y tenemos miedo, o a una persona determinada y nos produce simpatía, etc. Ese
objeto es la causa o el motivo de que nazcan sentimientos. Es decir, no aparecen sin más,
como por generación espontánea. Si estamos ilusionados o deprimidos, enfadados o
nerviosos, es por alguna razón, porque algo o alguien nos ilusiona o nos deprime, nos enfada
o nos altera. Como veremos, solamente de forma excepcional se producen en nosotros
sentimientos sin motivo alguno.

Al actuar el objeto sobre nosotros, lo percibimos y reaccionamos afectivamente.


Parece claro que la emoción es posterior a la percepción de algo 4. Es también cierto que, a
veces, sentimos sin ser conscientes del motivo, sin tener claro qué es lo que provoca en
nosotros esa reacción, porque nuestra atención está fijada en otra cosa, o porque ni siquiera
hemos tenido tiempo de ser conscientes de que estamos sintiendo algo afectivamente. Es
frecuente que los sentimientos aparezcan no solo después de la percepción consciente, sino
también después de la percepción preconsciente o subconsciente5.

b) Una manera de influir sobre los sentimientos es detectar la presencia del objeto,
porque eso nos permite controlar indirectamente nuestra reacción. Porque si no existen
objeto o circunstancias normalmente no se provoca una reacción afectiva; así, por ejemplo,
los niños se tapan los ojos para no ver lo que les da miedo,... y se atenúa con eso el
sentimiento de temor, si no se hacen ruidos o no se hace notar la presencia; o los ex-novios
que acaban de romper su relación con frecuencia evitan llamarse, o verse, porque de esa
forma se apagan antes los sentimientos de afecto hacia el otro; o cuando queremos mitigar
un enfado, nos distraemos con otra cosa, etc. Esa objetividad del sentimiento hay que

entre la realidad y nuestras tendencias". YEPES STORK, R., Fundamentos de Antropología, Eunsa,
Pamplona, 1996, pp. 57-58.
4 “Nada puede ser juzgado, nada tampoco apetecido, nada esperado o temido, si no es representado”.
BRENTANO, F., Psicología, Revista de Occidente, Madrid 1926, p. 15, cit. en VENDRELL, I., “La ética de
las emociones de Francisco Brentano” en Anuario filosófico 45-1 (2012), p. 155. Siguiendo a Brentano, cfr.
también KENNY, A., Action, Emotion and Will, Routledge, London 1963, pp. 193-194, y TAYLOR, G.,
Pride, Shame and Guilt. Emotions of Self-Assesment, Clarendon Oxford 1985, p. 3.
5 Patricia Greenspan pone como ejemplos la aprensión que sufre alguien cuando se encuentra en
circunstancias que le recuerdan un hecho traumático, aún antes de darse cuenta de ese recuerdo, o la
sospecha que sentimos hacia alguien, sin que sepamos porqué hemos empezado a desconfiar. Cfr.
GREENSPAN, P., Emotions and Reasons, Routledge, New York 1988, pp. 5 y ss.
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explicarla con algo de detalle, porque, en nuestra cultura, tendemos a pensar que los
sentimientos nacen sin saber por qué, de una forma caprichosa, incontrolable, sin ningún
motivo razonable, y, en realidad, no es así en la mayoría de los casos.

c) Además, conocer el objeto que motiva los afectos, adquirir conciencia de qué
sentimos y porqué sentimos eso, lleva a equilibrar la fuerza y la intensidad de esos
sentimientos. En el ser humano, la inteligencia y los afectos están unidos, y no se eliminan
mutuamente. En los animales, no se da esa relación y, por esa razón, están dominados por
sus sentimientos, y también por esa razón sus sentimientos son mucho más débiles que los
que experimentamos los seres humanos. Cuando pensamos sobre nuestra respuesta afectiva,
los sentimientos se modifican espontáneamente: se intensifican a veces, o a veces se
debilitan. Y esa es otra forma de control indirecto sobre nuestros sentimientos. Por ejemplo,
cuando pensamos en la nostalgia que tenemos de una persona o de la familia, normalmente
la nostalgia se hace más intensa, o, cuando pensamos en los motivos que nos llevan a estar
enfadados, nos enfadamos aún más. Y, al contrario, cuando intentamos no pensar demasiado
en alguien que añoramos, nos distraemos y el sentimiento de nostalgia pasa a segundo lugar,
o cunado descubrimos que en realidad estamos enfadados por una tontería, normalmente ese
enfado se debilita o desaparece. Objetivar los sentimientos no significa anularlos, si
realmente lo merecen.

d) La causa, el motivo o el objeto que provoca una reacción afectiva puede ser muy
variable. Así aparecen sentimientos a causa de o con motivo de:

- los estados orgánicos del cuerpo. Por una parte, hay una gama de sentimientos
muy elementales que nacen del equilibrio o falta de equilibrio orgánico. Aunque aún
sabemos muy poco de la fisiología de las emociones, el sistema nervioso reacciona a nivel
vegetativo ante los impulsos –por ejemplo, en un estado de alerta, con vasoconstricción,
alteración del ritmo cardíaco, presión arterial, etc.- y regula a través del sistema límbico –
tálamo, hipotálamo, amígdala, etc.- el nivel hormonal. Algunas de esas hormonas –
endorfinas, dopaminas, etc.- están relacionadas directamente con las emociones. Así, por
ejemplo, en situaciones de cansancio físico, podemos estar irritables, o desanimados
precisamente por ese cansancio; o en situaciones de bienestar físico, después de una buena
comida, o de hacer deporte, sentimos una mayor empatía con el entorno, o los problemas
nos agobian menos. Por otra parte, otro tipo de sentimientos aparecen como respuesta
emocional consciente ante los estados corporales. Por ejemplo, un cierto tipo de dolor
puede darnos miedo, porque puede significar algo grave, o una molestia leve pero continua
puede ponernos de muy mal humor.

- la realidad externa. Naturalmente, la mayoría de nuestros sentimientos nacen ante


la percepción6 de las personas, las situaciones, los paisajes, las películas, la música, los
conflictos, los objetos,… que se presentan en nuestra vida. Casi sin darnos cuenta, al mismo
tiempo que percibimos la realidad, hacemos valoraciones afectivas inmediatas sobre ella.
Nos caen bien o mal, nos ilusionan o nos dejan indiferentes, nos dan miedo o nos atraen, nos
alegran o nos entristecen, etc.

6 Cfr. ELSTER, J., Alchemies of the Mind, Cambridge, New York 1999, p. 250.
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- los objetos imaginarios. La imaginación humana es muy poderosa, a diferencia de


la imaginación animal, y por estar situada a nivel sensitivo interno, genera con mucha
facilidad sentimientos asociados a las imágenes7. De ese modo, por ejemplo, al imaginar lo
que nos podría decir una persona que nos atrae, nos figuramos una conversación con ella, y
vivimos emociones asociadas a sus imaginarias respuestas positivas o negativas; o, cuando
nos imaginamos el futuro de forma pesimista y lo pintamos de negro, nos bloqueamos, nos
falla la esperanza, aparece la tristeza, etc.

- los objetos recordados. Algo similar ocurre con la memoria8 y los recuerdos
positivos o negativos que tenemos. Acordarnos, por ejemplo, de alguien que ya no está
puede llevarnos a emocionarnos casi hasta las lágrimas, o a sonreír pensando en los buenos
momentos que vivimos junto a aquella persona. Recordar una metedura de pata que tuvimos
puede hacernos revivir la vergüenza que sufrimos en aquel momento, o arrancarnos una
carcajada por lo tontos que fuimos entonces. Muchas veces la actitud afectiva que tenemos
ante las personas está cargada con los recuerdos positivos o negativos que tenemos de ellas.
O la actitud afectiva ante las situaciones depende de si, en el pasado, supimos salir airosos
de esas situaciones o salimos malparados.

- los objetos intelectuales, como pensamientos, ideas, razonamientos9,… o los


objetos de la voluntad, como elecciones, decisiones, deseos, amores,.... A pesar de ese
tópico, del que hemos hablado, que contrapone cabeza y corazón, razón y sentimientos,
muchos de los sentimientos más intensos de nuestra vida nacen de nuestras actitudes
intelectuales. Por una parte, las ideas que nos formamos sobre las personas y sobre las
situaciones influyen mucho en nuestro tipo de respuestas afectivas. Además, la intensidad de
las emociones está muy ligada a lo que sabemos de algo; una persona que sabe de música, o
de arte, o de fútbol, o de vinos,… experimenta sentimientos más intensos ante la música, el
arte, o el fútbol, o el vino… que los que apenas sabemos algo de ellos. O cuando tenemos
un problema o una elección difícil y encontramos la solución o la respuesta, nos liberamos de
la inquietud, la angustia o nerviosismo que antes teníamos.

- las costumbres o hábitos que tenemos son también motivos para tener unos
sentimientos u otros. Por ejemplo, para quien acostumbra a levantarse tarde, hacerlo con
puntualidad puede ser una odisea; o a quien se ha acostumbrado a ser un gruñón le puede
costar sentir y expresar afecto hacia alguien; o nos pone nerviosos alterar una costumbre que
tenemos muy arraigada; etc.

- un objeto especial que puede llegar a motivar sentimientos son los propios
sentimientos. Eso ocurre en todas las personas algunas veces, y ocurre de manera habitual
en aquellas que tienen una especial capacidad afectiva. Por ejemplo, a veces, en una
situación muy grave, el miedo nos paraliza,... y podemos llegar a sentir aún más miedo
porque no somos capaces de dominar ese miedo paralizante; o, cuando nos cuesta dormir

7 Cfr. GOLDIE, P., The Emotions. A Philosophical Exploration, Oxford University Press, Oxford 2002, p.
45, y SCHELER, M., Wesen und Formen der Sympathie, en Gesammelte Werke 7, Francke, Bern/München
1973, p. 152.
8 Cfr. MULLIGAN K., “From Appropiate Emotions to Values”, en The Monist 81 (1988), p. 161-188.
9 Cfr. BRENTANO, F., El origen del conocimiento moral, Tecnos, Madrid 2002, p. 23.
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por las noches, nos ponemos nerviosos -aún más nerviosos- al detectar que estamos
nerviosos; o ante el temor de perder a alguien querido, la angustia de perderlo puede
alimentarse a sí misma aunque no haya motivos objetivos para preocuparse tanto.

e) Los sentimientos que nacen sin un objeto que los cause no son habituales.
Podemos y solemos tener sentimientos sin objeto o sin causa de manera momentánea,
normalmente por algún cambio biológico; es algo normal en cualquier persona, y son
estados transitorios: por ejemplo, estamos bien o mal, pero no sabemos porqué, no hay
ninguna razón para sentir de esa manera; o nos sentimos observados, también sin motivo.

Cuando esos sentimientos 'ciegos' -es decir, sin ningún objeto que los cause- son algo
estable, significan que hay algún problema importante en la afectividad, alguna enfermedad.
De esa forma, es enfermedad la depresión como una situación estable de tristeza sin ninguna
razón objetiva; o el comportamiento bipolar de hipertiroidismo; o el 'sentirse perseguido',
con sentimientos de temor, angustia, saberse observado,... cuando nadie lo hace
realmente;...; o tantas otras patologías que provocan respuestas afectivas.

f) Como el objeto y las circunstancias son causa de nuestra reacción afectiva, hay que
abandonar ese primer tópico, ya mencionado, que se admite comúnmente y que dice
equivocadamente que los sentimientos nacen sin saber porqué, y por ese motivo no son
dominables racionalmente. En realidad, normalmente, tienen un fundamento objetivo sobre
el que se puede actuar. Es decir, una manera de actuar sobre los sentimientos consiste en
actuar sobre los objetos que los provocan; de ahí el dicho castellano de 'ojos que no ven,
corazón que no siente'. Se entiende también así, por ejemplo, la dificultad de mantener una
relación afectiva a distancia; o. también, de ahí la posibilidad de reaccionar favorablemente
ante el estudio cuando uno se pone a estudiar durante un buen rato, aunque al empezar no
estuviera inclinado a hacerlo.

3. CLASIFICACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS

a) Introducción

Sería necesario proponer aquí varias clasificaciones distintas porque es muy


complicado reducir toda la gama posible de sentimientos a un solo cuadro descriptivo. Entre
muchos otros, algunos criterios de clasificación que se han utilizado son:

- por la bondad o maldad del objeto que los provoca. Con ese criterio, se utiliza la
clásica división de sentimientos del apetito concupiscible –deseo, amor, tristeza, etc.-, y del
apetito irascible –ira, esperanza, temor, etc.- , que se recoge en el manual de Ricardo Yepes.
Es un criterio de clasificación enormemente poderoso, porque arranca de unos mecanismos
de respuesta muy básicos, y permite una enumeración muy completa de las diferentes
respuestas afectivas;

- por su relación con el tiempo. Según esa perspectiva, se ordenan los sentimientos
por su relación con el pasado –nostalgia, satisfacción, melancolía, culpa, vergüenza, etc.-,
con el presente –agobio, aceptación, placer, serenidad, hastío, etc.-, o con el futuro –ilusión,
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inseguridad, desesperanza, temor, audacia, etc.-. no es un criterio tan completo como el


anterior, pero permite completar el cuadro de emociones;

- por su carácter personal o social. Últimamente están apareciendo muchas


publicaciones que desarrollan los sentimientos que aparecen en las diferentes formas de
relación social, en la amistad, en la actividad profesional, en las relaciones jerárquicas con
superiores y subordinados, etc. Una de las características primeras del ser humano es su
capacidad de empatía, de ponerse en el lugar de otro, de establecer distintos niveles de
relación con los otros. En esas publicaciones, suele descuidarse la atención que merecen los
sentimientos que una persona tiene hacia sí misma, y con las situaciones que le afectan
exclusivamente a ella. Estas actitudes emocionales son más primarias que las que se refieren
a las relaciones sociales, y no deberían ser desatendidas10.

Se han dado otras muchas formas de división en ámbitos filosóficos y psicológicos:


Brentano los clasifica a partir de los criterios de oposición, intensidad, perfección y
legalidad; Freud propone una primera distinción entre sentimientos ligados al eros y al
tanathós; Scheler distingue entre sentimientos corporales o vitales, anímicos y espirituales,
etc.

Se desarrolla aquí una única clasificación, que, por esa razón, no puede considerarse
completa. Sigue el criterio de ordenar los sentimientos según el grado de conciencia que se
tiene del objeto. Con ese criterio, los sentimientos se dividen en tres grandes grupos:
sentimientos no intencionales, sentimientos no formalmente intencionales y sentimientos
intencionales o espirituales.

a) Sentimientos no-intencionales o no-psíquicos

Definición

a) Definición: los sentimientos no-intencionales no tienen un objeto consciente y


significativo; carecen de "el carácter de respuesta, es decir, una relación consciente y
significativa con un objeto"11. Son así, por ejemplo, el buen humor después de una buena
comida, el ‘estar alegres’ después de tomar bebidas alcohólicas; o la irritabilidad que
sufrimos algunos días sin que haya pasado nada que la justifique, etc. En esos y muchos
otros casos, sentimos buen humor, alegría o irritabilidad y no somos conscientes de porqué.
En ese sentido, son sentimientos no-corporales ontológicamente bajos, sin un objeto externo
que los provoque, y, por eso, se dice que son sentimientos no-intencionales. En ese sentido
son independientes en su origen de la razón, porque no se basan en el conocimiento de algo
que los provoque.

10 Cfr. GOLEMAN, D., Inteligencia emocional, Kairós, Barcelona 1996, aunque en ese texto clásico sobre las
emociones se intenta presentar una clasificación completa, también desarrolla más extensamente los afectos que se
refieren a las estrategias de relaciones sociales, y abrevia u omite otras reacciones afectivas.
11 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 66.
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Características

a) Son verdaderos sentimientos, y evidentemente son fenómenos diferentes a las


meras sensaciones corporales como el dolor, la fatiga o el sueño. Se distinguen de ellas. La
falta de oxígeno, por ejemplo, nos hace estar ansiosos, y en un ataque de asma la dificultad
para respirar puede provocar una angustia intensa. O, por ejemplo una depresión puede
permanecer sin motivo porque ha sido causada por una experiencia psíquica anterior, que en
ese momento no se vive: "la causa, que de hecho puede estar en una penosa discusión del
día anterior o en que se ha estado sometido a una situación de gran tensión o sufrimiento" 12.
No son la 'voz' de nuestro cuerpo, como sí lo son las sensaciones, sino estados más
subjetivos, más relacionados con el sujeto.

Pueden estar acompañados de sensaciones corporales, pero son distintos a ellas 13. De
hecho otros días estamos 'hechos polvo', pero nos lo tomamos a broma y estamos, a pesar
de todo, de buen humor. Por esa razón, este tipo de emociones no son sentimientos
superiores, como pueden serlo, en cambio, la alegría por recuperar a un amigo enfermo, o la
compasión ...

b) Pueden estár 'causados' por procesos corpóreos o psíquicos, pero no están


'motivados'. Es decir, no están 'justificados', ni son 'significativos'14. Frecuentemente, la falta
de sueño nos hace ser negativos ante la realidad y ante las personas, nos sentimos incapaces
de cumplir las tareas que tenemos entre manos, no queremos que nadie nos cuente sus
problemas ... En realidad, en ese ejemplo, ese sentimiento no está provocado porque la
realidad sea en sí negativa, ni porque las tareas sean una montaña, etc., sino por nuestra
fatiga corporal.

Además, por otra parte, algunos de esos estados de ánimo proceden también "de la
resonancia de grandes experiencias espirituales (...) por ejemplo, la satisfacción que habita
inconscientemente en nuestra alma como resonancia de una gran alegría por la recuperación
de un amigo querido"15; son esos pesos que se nos quitan de encima, y nos dejan una
sensación de bienestar, de paz física ... o al contrario

c) Habitualmente tienen un carácter transitorio, fugaz. El mal humor, el optimismo,


la depresión, la irritación, el nerviosismo ... que aparecen de esta manera tienen un carácter
irracional fluctuante. La alegría del borrachín puede desaparecer fácilmente, porque no está
motivada por una causa objetiva sino por la ingesta de alcohol, o el pesimismo de quien está

12 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 64.


13 Por ejemplo, “una sensación corporal de salud y vitalidad coexiste con el sentimiento físico de alegría o
de buen humor (...) podemos darnos cuenta en esta misma experiencia de la influencia que nuestra vitalidad
corporal tiene sobre nuestro estado psíquico de alegría. Pero la experiencia de esta conexión no borra la
diferencia básica entre las sensaciones corporales y el sentimiento o estado psíquico”. VON HILDEBRAND,
D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 65.
14 Por ejemplo, “el carácter negativo con que un hombre ve todo porque duerme demasiado poco, pretende
pasar por un aspecto auténtico del mundo en lugar de presentarse como lo que realmente es: un mero estado
de cansancio, es decir, el simple resultado de haber dormido poco2. VON HILDEBRAND, D., El corazón,
Palabra, Madrid 1996, p. 69.
15 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 69.
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agotado desaparece después de unas horas de sueño. En cambio, cuando esos sentimientos
se forman porque hay un objeto que los cause, son más permanentes.

d) Muchas veces no somos conscientes de ese tipo de sentimientos. Los sentimientos


no-intencionales pueden ser reflexionados, comprendidos, o no. De hecho, esos sentimientos
no-intencionales pierden buena parte de su fuerza cuando los comprendemos como estados
corporales que nos influyen; esa comprensión es un cambio de actitud que los modifica, los
relativiza16. No siempre es así, pero cuando son permanentes significa que proceden de
alguna patología biológica o psíquica. Así, una depresión por causas orgánicas se sufre
'igual' aunque uno sepa que sus causas son orgánicas, porque se trata de una depresión
endógena, o pueden darse emociones duraderas en la menopausia para algunas mujeres, o en
algunos estados neuróticos, etc.

d) Ese tipo de sentimientos pueden ser dominantes o no a la hora de actuar. Habría


que procurar que no dominen la actuación17. Algunas personas son conscientes de ese tipo
de sentimientos y se dejan dominar por ellos18; otras en cambio saben restar importancia a
esas emociones básicas y centrar su atención en los motivos reales que tienen para estar
alegres o tristes, airados o serenos, etc. Por otra parte, pueden también dominar nuestra
manera de percibir el entorno sin que seamos plenamente conscientes de lo que en realidad
nos ocurre19.

b) Sentimientos semi-intencionales o no formalmente intencionales

a) Definición. Son sentimientos que “no responden a un objeto ni son una palabra
interna dirigida al mismo. De todos modos tienen una relación interna con el mundo objetivo
y están íntimamente vinculados con los sentimientos intencionales, como su pared de
resonancia”20. Es decir, responden a un objeto, pero no a una situación o a una persona ...
concretas, sino a un objeto complejo, difuso, general, o abstracto.

16 “En general, evidentemente estos estados pierden mucha parte de su poder sobre nosotros cuando nos
damos cuenta de su origen, cuando, por así decir, los desenmascaramos”. VON HILDEBRAND, D., El
corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 72.
17 “Todos conocemos a gente que se deja dominar por esos estados de ánimo. Les dejamos del mejor humor
y pocas horas más tarde, sin ninguna razón objetiva que lo justifique, los encontramos deprimidos o con un
humor terrible. Lo que antes les encantaba, ahora les aburre o les irrita”. VON HILDEBRAND, D., El
corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 68.
18 “Algunas personas se abaten completamente ante el dolor corporal o se ensimisman ante las molestias
físicas o las incomodidades”: un dolor físico, estar de pie durante mucho tiempo, estar sentados
incómodamente... les hace olvidarse de las otras cosas y estar pendientes solamente de sí mismas. “Son
incapaces de concentrarse en otras cosas. Otras personas, por el contrario, muestran una gran independencia
respecto de su cuerpo (...) pueden disfrutar de realidades espirituales a pesar de padecer dolores corporales,
tensiones y molestias”. VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 70.
19 “Los sentimientos, aunque están causados en realidad por procesos meramente fisiológicos, se presentan
como si fueran psíquicos y como si constituyeran estados reales de nuestra alma. Al tomarlos en serio y
rendirnos a ellos (aunque deberíamos saber que no hay una razón válida para ello, que no ha sucedido nada
que debiera justificar nuestro cambio de humor), nos hacemos esclavos de nuestros cuerpos en un grado
mayor que en el caso precedente”. VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 71.
20 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 87.
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Una gran parte de este tipo de sentimientos viene provocado por objetos complejos,
que provocan estados emocionales también muy complejos, difícilmente describibles. Es
decir, así como muchos sentimientos son una respuesta determinada ante un objeto
determinado, porque nos da alegría que nos regalen algo, o nos deprime la indiferencia que
alguien muestra hacia nosotros, etc., otros estados afectivos están formados por muchos
sentimientos o emociones que se dan simultáneamente como respuesta ante la realidad.

Algunos ejemplos pueden ayudar a entenderlos. Las respuestas afectivas que


despierta el mar, o el contacto con la naturaleza pueden ser muy intensas pero no están
delimitadas y se dan simultáneamente; provocan sentimientos polivalentes, multifacéticos,
que están integrados por muchos sentimientos concretos pero sin que predomine claramente
uno de ellos: se experimentan al mismo tiempo la sensación de la propia pequeñez, el placer
estético, la situación transitoria de la propia existencia –minúscula ante objetos que
permanecen desde hace millones de años-, la afectividad que resulta de la repercusión física
que el aire libre, el frío o el calor despiertan en nosotros, el riesgo o la comodidad de la
situación, las emociones asociadas a momentos similares, etc. Todos ellos forman un tejido
sentimental unitario que en muchas ocasiones no puede ser desmenuzado exactamente, y
que cuesta traducir en palabras si alguien nos preguntara qué estamos sintiendo.

Con otro ejemplo expresivo, proceden también de la valoración afectiva que


hacemos del futuro o del pasado de nuestra vida. Ante el futuro, la respuesta afectiva –
positiva o desesperanzada- es también un entramado de ilusiones, temores ante las posibles
decepciones, esperanzas, posibilidades, inseguridades, audacias o actitudes de miedo ... De
forma paralela, el recuerdo, por ejemplo, de la infancia en general provoca una actitud
emocional polifacética en la que están integrados recuerdos con una temperatura emocional
muy variable.

Son también de este tipo, con otro ejemplo, muchos estados afectivos relacionados
con la contemplación estética, que, por su profundidad provoca diversas emociones al
mismo tiempo; es difícil por eso describir con precisión, en ocasiones, qué sentimos cuando
contemplamos un cuadro que nos impacta, o una música que nos conmueve, etc. O son de
esta clase también la dulce melancolía, la suave tristeza, los vagos anhelos, el sentimiento de
una expectación indefinida pero feliz, presentimientos, el sentimiento de vivir la vida en
plenitud, la sensación de ansiedad, inquietud o angustia del corazón, etc.

b) "Su unión significativa aunque escondida con un mundo lleno de significado y de


valor -una conexión que elude una formulación racional y concreta- da a este ámbito un
carácter análogo al que se puede encontrar en la poesía"21, o, al menos, a un cierto tipo de
poesía, porque existe poesía también sobre cosas muy concretas.

La actitud ante ese tipo de sentimientos consiste en intentar jerarquizar cuáles de los
elementos que los componen son especialmente significativos para cada uno, sin pretender
ser consciente de todos ellos. Se puede describir qué es lo prioritario para nosotros cuando
contemplamos el mar, o una obra de arte, por ejemplo, y, en ese sentido, esas emociones

21 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 88.


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prioritarias pasan a ser conscientes o intencionales, pero normalmente no cabe tener una
consciencia definida de todas las emociones que han provocado en nosotros.

c) Sentimientos intencionales

Definición

a) Los sentimientos intencionales son una respuesta a un objeto, a una causa


objetiva, de la que además somos conscientes. Surgen por una motivación, y somos
conscientes del sentimiento y del objeto o motivo que lo causa. Por ejemplo, “la verdadera
alegría implica necesariamente no sólo la conciencia de un objeto sobre el que nos
alegramos, sino también la conciencia de que este objeto es la razón de la alegría” 22. Esa
conciencia de los sentimientos y del motivo del que nacen forma la mayor parte de nuestra
afectividad consciente. Habitualmente sabemos qué sentimos y porqué sentimos de esa
manera.

Esas experiencias afectivas pueden repercutir en el cuerpo, pero eso no ocurre al


revés. Siguiendo con ese mismo ejemplo, la alegría motivada puede hacernos sentir
corporalmente tranquilos, o inquietos si es una alegría muy fuerte ... pero la simple
tranquilidad corporal, o la inquietud ... no repercuten produciendo una alegría de ese tipo.

Estos sentimientos se dividen a su vez en:

Sentimientos irracionales

Son aquellos que, en raras circuntancias, anulan el dominio racional sobre nuestras
acciones23. Se dan de manera muy ocasional en una psicología normal. No se dice que son
irracionales porque no sean detectados, sino porque perdemos su control. Tienen un objeto,
tenemos conciencia de lo que sentimos, y, sin embargo, no somos capaces de controlarlos;
dominan al sujeto, pueden hacer que alguien haga lo que no quiera o que se inhiba de
realizar lo que desea, porque uno no es capaz en esos momentos de superar su estado
emocional. Algunas formas de los sentimientos irracionales son

a) Las pasiones entendidas como sentimientos que alcanzan un alto grado de


intensidad, tan intenso que silencian la razón y dominan la voluntad libre. Por ejemplo, la ira
puede hacer perder la consciencia y la capacidad de tomar una decisión libre, o el
sufrimiento y el dolor pueden cegarnos hasta la desesperación, o el pánico intenso puede
hacernos reaccionar de forma impensada.

En realidad, es una pérdida de control ilegítima. "Nuestro centro espiritual libre


resulta superado y la persona arrojada en un brutal dinamismo biológico. No es necesario

22 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 66.


23 “Es un hecho digno de resaltar el que las emociones y pasiones no son experimentadas por el ser humano
cuando son demasiado fuertes; en este caso sólo se puede decir que las 'sufre' o estrictamente permite que se
den en él y prevalezcan en él de forma algo primitiva e impersonal, ya que 'personal' significa solamente
aquella experiencia en la que se discierne también la subjetividad experimentada del ego”. WOJTYLA, K.,
Persona y acción, BAC, Madrid 1982, p. 68.
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decir que este dinamismo no es espiritual"24. Aunque, sin embargo, están motivadas por un
daño objetivo y que nos parece 'razonable'. Por esa razón, no tienen un carácter totalmente
oscuro y antirracional; son más bien como explosiones incontrolables de un sentimiento
racional.

Los sentimientos irracionales pueden ser de distintos tipos: "El 'estar fuera de sí'
posee una cualidad y un carácter muy diferente si está causado por la ira, el temor o el deseo
sexual (...) o en el caso de un hombre que experimenta dolores físicos insoportables, que se
está muriendo de sed, o en el caso de un drogadicto (...) o la situación de un hombre que, a
causa de una tristeza profunda sufre un ataque de desesperación y se arranca los cabellos o
se da de cabezazos contra la pared" 25, o el miedo que paraliza a una persona, etc.

Esas pasiones no se dan siempre en emociones negativas; en ocasiones, podrían darse


también como respuestas a un valor objetivo pero que por su intensidad pueden escapar a
nuestro dominio; por ejemplo, el amor a una persona puede alcanzar tal intensidad que "se
convierte en un flujo tumultuoso que echa por tierra todos los bastiones morales y arrastra a
la persona"26, o la pasión estética puede llevar a arrebatos que lesionen la relación con otras
personas.

"Este es uno de los trágicos misterios de la naturaleza del hombre caído: el hecho de
que hasta las respuestas afectivas más nobles y espirituales pueden suscitar repentinamente
actitudes de una naturaleza completamente diferente. La admiración y el entusiasmo pueden
conducir a una explosión de ira en aquellas situaciones en las que o bien no se aprecia el
objeto admirado o se encuentra alguna oposición. El afán de justicia puede degenerar de
pronto en fanatismo"27.

b) Las pasiones entendidas como "la esclavitud habitual ante ciertos deseos cuando,
por ejemplo, a un individuo le devora su ambición o su resentimiento o su avaricia (...) En
estos casos no nos referimos a una situación pasajera de apasionamiento, sino a un dominio
habitual por parte de ciertas tendencias (...) Este dominio tiene un carácter irracional y
oscuro, como una especie de avasallamiento habitual de nuestra libertad (...) El dominio que
estamos considerando aquí no implica un ofuscamiento de nuestra razón (...) No se trata de
un ofuscamiento de la razón como cuando uno hace cosas sin darse cuenta claramente de lo
que hace (...) Pero, a pesar de todo, la razón y la voluntad están en este caso esclavizadas
por la pasión habitual (...) en un estrato más profundo de la persona" 28.

En este sentido, las pasiones son "sentimientos como la ambición, codicia, lascivia,
avaricia, odio o envidia, que tienen un carácter oscuro, violento y antirracional, incluso
aunque no alcancen el estado apasionado o no hayan logrado todavía un dominio habitual de

24 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 74.


25 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 77.
26 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 81.
27 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 82 y 83.
28 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 77 y 78.
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la persona (...) Poseen el carácter de un dinamismo salvaje y antirracional de una


profundidad abismal"29.

Esos estados habituales provocan una dependencia que esclaviza a la persona. Y esa
dependencia puede ser psíquica o afectiva, o también orgánica. Así, por ejemplo, el adicto al
juego, o también el borracho, el drogadicto… que quieren sinceramente cambiar de vida,
frecuentemente advierten que están sometidos a unas conductas que no son capaces de
superar con sus solas fuerzas, y que necesitan ayuda externa para recuperar su equilibro
emocional

c) Las pasiones que nacen de impulsos momentáneos que dominan a la persona, si


tienen un dinamismo irracional e ininteligible. En ocasiones, algunas veces tenemos
comportamientos impulsivos o compulsivos, que pueden ser incluso no especialmente
intensos, pero que resultan difícilmente controlables. Por ejemplo, a veces podemos ‘hacer
una tontería’ porque en ese momento estamos nerviosos o alterados, y nos comportamos de
manera irracional, que no corresponde con nuestros deseos ni con nuestra forma habitual de
actuar. O el deseo de agradar a alguien se hace en momentos puntuales tan intenso -sin ser
una pasión que ciegue absolutamente-, que se convierte en dominante sobre otras
posibilidades.

Sentimientos racionales

Son aquellos sentimientos, emociones o pasiones ... que pueden tener poca o gran
intensidad pero que no causan un ofuscamiento de la razón; por ejemplo, "cuando alguien se
conmueve por un bien dotado de un valor importante hasta el punto de que le eleva más allá
del ritmo normal de su vida"30.

Son sentimientos conscientes, porque se entiende cuál es el objeto que los provoca y
cuál es nuestra respuesta subjetiva, y, a diferencia de los sentimientos irracionales, no
eliminan nuestra libertad Normalmente sabemos si estamos enfadados, alegres, tristes,
resentidos, admirados ... y porqué nos sentimos así. Por ese motivo son sentimientos que
pueden ser aceptados o rechazados desde el centro libre de la persona. Ante un enfado, por
fuerte que sea, podemos ceder y dejarnos llevar por él, o incluso ‘rumiar’ las causas que lo
han producido y aumentar la intensidad del enfado, o podemos resistirnos, tratando de
superar ese sentimiento o intentando no tenerlo en cuenta. Se aplican a estos sentimientos lo
que se ha explicado en otros momentos sobre la relación que guardan las respuestas
afectivas con nuestras valoraciones intelectuales y nuestras decisiones libres. En ellos entra
en juego la libertad de cada uno.

Esas situaciones afectivas, aunque sean normales, pueden llegar a tener una
"extraordinaria elevación, por una toma de conciencia intuitiva que, en vez de ser irracional,
tiene más bien un carácter suprarracional y luminoso"; y, además, "lejos de intentar dominar

29 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 79 y 80.


30 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 74.
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por la fuerza a nuestra razón y a nuestra voluntad, reclama la sanción de nuestro centro
libre"31.

Pueden ser también de distintos tipos

a) Los sentimientos normales, que son las experiencias afectivas intencionales que no
son una respuesta a un valor; tienen una intencionalidad, formal, explícita; como el miedo
ante el león, o la alegría ante un beneficio económico, o la compasión ante un niño que se
queja. Ya se ha hablado anteriormente de estas respuestas normales, cuando se han
caracterizado los elementos de los sentimientos, el objeto que los provoca, etc.

Son los sentimientos que experimentamos en la vida cotidiana, normal: temor,


espera, agotamiento, frescura, vértigo, repugnancia, vigor, vergüenza, aversión, simpatía,
atracción sexual, tristeza, alegría, melancolía, sentirse afortunado o desafortunado,
tranquilidad, ansiedad, serenidad, inquietud, etc. Tal y como se entiende hoy, esas respuestas
afectivas tienden a no ser suficientemente apreciadas. Es cierto que el ser humano necesita
de grandes ilusiones, de grandes pasiones vitales que le lleven a vivir la vida con intensidad,
y se hablará inmediatamente de ellas al describir los sentimientos asociados a valores. Pero
no se debería tampoco infravalorar la riqueza que puede tener la vida afectiva en la vida
diaria, común, corriente.

Mucha gente busca experiencias nuevas que le permitan encontrar sentimientos


intensos, y consideran que la vida cotidiana está dominada por la monotonía, la rutina, el
cumplimiento repetitivo de deberes y tareas,… Tiñen el lunes, el martes, el miércoles,… de
un tono afectivo gris, banal, aburrido. Esperan que el fin de semana, las vacaciones, los
viajes a lugares lejanos, las nuevas experiencias, etc. les proporcionen sentimientos
vitalmente intensos. Esos sentimientos relacionados con la novedad son valiosos, como
pueden serlo también los sentimientos relacionados con la cotidianeidad. Porque, con
frecuencia, al cabo del tiempo, es fácil advertir que, en realidad, algunas experiencias
afectivas que han marcado nuestra vida, positivas y negativas, se han dado un día cualquiera,
a una hora cualquiera. No es indiferente recuperar el valor afectivo que tienen las
costumbres familiares, los ratos normales con los amigos, los paseos por lugares que son
bien conocidos, las horas de trabajo concienzudo, los pequeños caprichos de un día, etc.

b) Los sentimientos provocados por un valor: algunas experiencias afectivas están


motivadas por valores, y, en este sentido, provocan sentimientos particularmente intensos;
por ejemplo, el apasionamiento por la libertad, o el entusiasmo ante un paisaje admirable o
ante un relato noble, la conmoción ante un acto de generosidad o de humildad. "Lo único
que genera nuestra respuesta y nuestro interés es la intrínseca importancia del bien; nos
conformamos al valor, a lo que es importante en sí mismo"32.

Algo semejante puede afirmarse de aquellos sentimientos relacionados con un dis-


valor, o un valor negativo: tienen también una particular profundidad también el odio, la
crueldad, la desesperación, la atracción por lo horrible, etc.

31 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 74 y 75.


32 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 84.
Borrador Tema III. Fundamentos de Antropología. 20-21 67

Estos sentimientos producen una unión singular, y así –por ejemplo- “en el amor, la
unión que establece toda la persona con el objeto es mayor que en el conocimiento”33,
aunque presuponen el conocimiento del valor del objeto.

“Pertenece incluso a la verdadera naturaleza de este tipo de experiencias la plena


convicción de que nada puede modificarlas (...) Una vivencia auténtica de estas actitudes
implica necesariamente la sensación de que nada puede destruirlas. Un amante” –con el
mismo ejemplo- “que dice: 'Te amo ahora, pero no me atrevo a decir por cuanto tiempo', no
ama”34.

Al contemplar este tipo de respuestas afectivas, se entiende mejor la necesidad de


experimentar sentimientos fuertes, intensos, que tienen la mayoría de las personas. Los
sentimientos normales, poco intensos, parecen servir poco para vivir, para enfrentarse a la
vida, para engendrar ilusiones. Se quedan cortos. Como se ha dicho, en la cultura actual,
algunas personas buscan experiencias fuertes que provoquen en ellos reacciones emotivas
profundas a base de extremar las reacciones afectivas ‘normales’; intentan experimentar una
alegría más profunda en función del alcohol o de la droga; tratan de sentirse especialmente
satisfechos con su trabajo a través de una dedicación desproporcionada que les absorba; etc.

En realidad, las ‘grandes pasiones’ de la vida humana no nacen de ese tipo de


objetos; los sentimientos fuertes están asociados a los ideales vitales y existenciales. Una
persona que trabaja para construir una sociedad mejor, o porque su familia ocupa un lugar
importante en sus intereses profesionales ... reacciona sentimentalmente con facilidad y con
intensidad; una persona enamorada se conmueve fácilmente hasta las lágrimas o experimenta
un vuelco del corazón ante un detalle mínimo de amor; una persona que ha cultivado su
dimensión estética encuentra fácilmente ocasiones de apreciar la intensa belleza que tienen
hasta las situaciones más cotidianas –Rembrandt es capaz de descubrir la fuerza de un
animal abierto en canal, Picasso entiende el valor de un trozo de periódico pegado en un
collage, Antonio López consigue que un lavabo sucio sea un tema único de una pintura;...-.

"Esas respuestas afectivas vienen de lo más profundo del alma de una persona (...)
La existencia de una dimensión profunda del alma que no cae bajo nuestro dominio, como
sucede con los actos volitivos, es algo característico del carácter creador del hombre"35.
"Esas experiencias afectivas, que son dones de lo alto, se hacen completamente 'nuestras', es
decir, se convierten en expresiones completamente válidas de toda nuestra personalidad sólo
cuando son asumidas por nuestro libre centro espiritual"36. Ese tipo de experiencias están
asociadas con ese complejo concepto que nombramos como felicidad.

33 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 84 y 85.


34 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 110.
35 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 137.
36 VON HILDEBRAND, D., El corazón, Palabra, Madrid 1996, p. 139.

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