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Víct im a del Peca do

Penny Jordan

Víctima del Pecado (01.06.1992)


Título Original: Payment Due (1991)
Editorial: Harlequín Ibérica
Sello / Colección: Julia 532
Género: Contemporáneo
Protagonistas: James Warren y Tania Carter

Argumento:

Parecía imposible convencer a James Warren de que Tania era la víctima


inocente de la sarta de mentiras y embustes que envolvían el matrimonio de
Nicholas y Clarissa Forbes. A menos que la misma Tania lograra
persuadirlo, ya podía olvidarse de sus esperanzas de encontrar una nueva
vida para ella y su hija en la idílica villa de Appleford. Lo que empeoró su
posición fue que James era exactamente el tipo de hombre por el cual se
habría sentido atraída si las circunstancias hubieran sido diferentes...
Penny Jordan – Víctima del Pecado

CAPITULO 1
Tania al fin terminó de arreglar el escaparate; bajó de un salto, abrió la puerta
de la tienda y salió a revisar cómo había quedado. Con el regreso a la escuela,
después de las vacaciones de verano, tuvo que darse prisa para abrir la tienda a
tiempo y aprovechar la demanda de zapatos infantiles en esa temporada. Ella misma
no lo creía, pero de una forma o de otra, lo consiguió. Demasiado pronto descubrió,
una vez que decidió iniciarse en el negocio, que las personas que la rodeaban estaban
ansiosas por aprovecharse de su ingenuidad e inexperiencia, aparentando
preocupación y deseos de ayudarla.
Ya había perdido la cuenta de la cantidad de personas que le advirtieron que
esa aventura sería una pérdida de tiempo... Que abrir una zapatería exclusiva para
niños era una locura, en especial cuando eligió una pequeña zona de Cheshire para
establecerse. Todos aseguraban que en la actualidad la gente prefería las tiendas
rápidas y eficientes como las que había en las enormes plazas comerciales.
Tania escuchó opiniones, pero se obstinó en su idea. Ella misma tenía una hija y
sabía muy bien que cuando quería comprarle zapatos a Lucy, prefería hacerlo en un
lugar cómodo, con la ayuda de una dependienta calificada... una persona que supiera
medir el pie de los niños o que le recomendara lo mejor para su hija.
La decisión de iniciar el negocio en ese tranquilo pueblo, se debía a varios
factores. La razón principal fue que la propiedad que heredó de su tía abuela, a la
que por cierto no conoció y gracias a la cual pudo pensar en abrir un negocio, era una
antigua tapicería mal dirigida establecida en Appleford.
Por experiencia Tania sabía que las oportunidades se presentaban una vez en la
vida. Quizás habría sido más fácil sucumbir a la presión de los consejeros de su tía
abuela y vender el local, pero ella lo vio como un medio de escape para Lucy y para
sí misma. Llevaban mucho tiempo viviendo en su pequeño apartamento de la
ciudad, con su falta de diversiones, su espacio limitado y su estilo de vida
impersonal e inhumano.
Cuando llegó por primera vez a Appleford, le pareció un pueblecito hermoso;
rodeado de áreas verdes y pistas de patinaje al aire libre y al ver a los niños
disfrutando el medio ambiente que siempre soñó para Lucy, tomó la decisión.
Como la única experiencia que tenía la había obtenido de la zapatería en la que
trabajaba, le pareció natural reabrir el local de su tía Sybil, pero ahora como zapatería
especializada en niños.
No fue una decisión a la ligera y no le importó que los demás creyeran que sí.
Desde que se enteró, seis meses antes, de que la tía abuela que nunca conoció
había muerto y que la había dejado como su única heredera, puso cuerpo y alma
para convertir su proyectado negocio en algo prometedor. Fue duro. Tomó un curso
que le ayudara a administrarlo adecuadamente. Aprendió a tratar con la gente que
transformó el abandonado local en la atractiva zapatería de ahora. Acosó al gerente
del banco para que le adelantara parte de su herencia con el fin de iniciar su nueva
aventura. Tomó un curso para actualizarse en los requerimientos y técnicas de ventas

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de zapatos infantiles y lo único que le quedaba era rezar para que todo saliera bien.
Había muchas cosas en juego.
Desde que llegaron, Lucy era una niña diferente de la chiquilla pálida que a los
diez años estaba creciendo con demasiada rapidez, envuelta en el medio ambiente de
la agitada ciudad.
Quizá por haber crecido ella misma en el campo, ahora Tania sentía esa
imperiosa necesidad de vivir en una atmósfera más tranquila. Era demasiado tarde
para lamentarse por no haber conocido a su tía abuela. Con seguridad tuvo sus
razones para no propiciar un encuentro y haberle dejado creer que estaba sola en el
mundo... Un accidente automovilístico la dejó huérfana a los doce años, una edad
demasiado vulnerable en una chica y su repentino cambio de vida, de ser hija única'
rodeada de amor y cuidados a convertirse en una de tantas niñas que crecían tristes y
oprimidas bajo la vigilancia de diferentes encargados de la casa hogar, la tornó
retraída y solitaria.
Era una época que pretendía no recordar y que culminó con el nacimiento de
Lucy. Lucy, lo más preciado para ella, a pesar de que al principio no la quería.
A los dieciocho Tania quedó embarazada por un chico que apenas conocía y
que prácticamente la violó, ahora lo comprendía.
Pero en aquel entonces tuvo tanto miedo y se sintió tan culpable, que fue
incapaz de contarle a alguien.
Conoció a Tommy en una fiesta a la que asistió de mala gana con una
compañera de trabajo. Acababa de dejar la casa hogar y vivía en un pequeño
apartamento con otras tres jóvenes en la misma situación.
Quizá debido a sus traumas, ninguna de ellas, incluyéndose ella misma, tenía
facilidad para relacionarse con los demás; les costaba trabajo hacer amigos y mucho
menos creían en la buena fe de la gente, así que no hubo nadie a quien pudiera
contarle la tragedia que la agobiaba al descubrir que estaba embarazada.
No quiso volver a saber nada del chico al que sólo conoció como "Tommy". El
trauma de su posesión le dejó heridas tan profundas, que tuvo que pasar mucho
tiempo para que cicatrizaran y cuando al fin decidió consultar a un médico, ya era
demasiado tarde para detener el embarazo... si lo hubiera deseado.
Después llegó la desolación y la angustia, mezcladas con el miedo y el
resentimiento. Siguió sintiéndose así hasta el momento en que la partera le entregó a
Lucy en los brazos.
Entonces Tania supo que, a pesar de lo difícil que sería, conservaría a su hija.
Hubo privaciones, penalidades. Le molestaba la idea de pedir ayuda al estado,
pero no le quedó alternativa.
No obstante, tan pronto como Lucy ingresó en la escuela, tomó un 5 empleo de
medio tiempo y de alguna forma se las arregló para salir adelante, mas su difícil
situación financiera persistió. No tenía sobrante siquiera para solventar el más
mínimo gasto extra.

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Con frecuencia, al ver que Lucy usaba la ropa de segunda mano que
amorosamente ella lavaba y planchaba, deseó vestir a su hija con ropa económica,
pero que sólo le hubiera pertenecido mella. Y cómo le dolía no poder comprarle
juguetes como los tenían los demás niños.
No era la única madre soltera que vivía en ese austero edificio. Había hecho
amistad con otras mujeres en igual situación y sabía que las extrañaría cuando se
estableciera con su hija en Appleford.
Antes de irse invitó varias veces a sus amigas, deseosa de no perder contacto
con la gente que formó un auténtico vínculo de amistad. Todas tenían una historia
difícil que contar; unas, abandonadas por sus esposos, tenían que mantener a varios
hijos; otras soportaban a hombres que las maltrataban física y emocionalmente.
Algunas, como ella, se convirtieron en madres, demasiado jóvenes, pero todas
compartían una valerosa y feroz determinación de evitar que sus hijos sufrieran lo
que ellas, de asegurarse que de alguna manera, esos niños heredaran un mundo
mejor, más justo y compasivo.
Sí, las iba a extrañar, pues no sería sencillo encontrar amigas como ellas, porque
le costaba trabaje hacer amistades. Otra consecuencia de su pasado era que le
atemorizaba encariñarse demasiado con alguien, pues le temía al sufrimiento de la
separación.
Fue por la seguridad de Lucy que se decidió a dar un paso tan peligroso a un
mundo nuevo. Era por su Bija que quería triunfar, no necesariamente desde el punto
de vista económico, ya que pasaría mucho tiempo antes que el negocio les dejara lo
suficiente para darse algún lujo.
Pero, al menos ahí en Appleford disfrutaban del aire limpio y fresco y de
espacios abiertos. Ahora Lucy se beneficiaría del ambiente cien veces mejor que el de
la ciudad.
Lucy le contó a Tania, llena de asombro, que en su nueva escuela sólo había
veinte niños por clase. En la ciudad compartía el aula al menos con sesenta
compañeros. Aquí, los niños tenían acceso a los campos, a las canchas de tenis y al
centro deportivo local, que a diferencia del de la ciudad, estaba cerca del centro.
Sí, estaba segura de haber tomado la decisión correcta, qué importaba que tanta
gente le predijera un inminente fracaso.
Era claro que no podría darle a Lucy la seguridad emocional de vivir al cuidado
de unos padres unidos y amorosos, pero al menos le daría lo mejor de ella misma.
Por otra parte, un matrimonio no siempre resultaba la unión feliz y de bases
firmes y estables que uno imaginaba.
Ahí estaba Nicholas Forbes, por ejemplo, el abogado de su finada parienta y
ahora abogado suyo. Tenía una bella esposa, hermana de un acaudalado hombre de
negocios del condado, dos hijos saludables, una carrera exitosa, una mansión en el
mejor barrio en las afueras del pueblo que, según supo Tania, les dio como regalo de
bodas el medio hermano de Clarissa Forbes y, de acuerdo con los chismes que
corrían por el pueblo, Nicholas y su esposa distaban mucho de ser felices.

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Y no sólo era un chisme, pues el mismo Nicholas se lo había dicho antes que
ella pudiera detenerlo y dejar sentado que lo último que deseaba era mezclarse en la
vida privada de los demás y que una de las cualidades que más admiraba en
cualquier hombre era la determinación para defenderla intimidad de su pareja.
Personalmente, Tania consideraba desleal que alguien criticara a su pareja en
presencia de una persona que no fuese, al menos, consejero matrimonial. Además,
apenas conocía a Nicholas Forbes. Como su abogado, encontraba tan valiosos sus
consejos para resolver los pequeños problemas de su negocio, que incluso pensó que
había hecho mal al distanciarse todos esos años del género masculino y que debía
remediarlo. Nicholas le agradaba, aunque no como hombre. Le gustaba como
persona, como ser humano, pero sexualmente... Hizo un gesto.
Sexualmente era inmune a cualquier hombre y así quería que siguieran las
cosas.
Era unía mujer inteligente. Sabía que no todos los hombres eran como el papá
de Lucy, que con el paso del tiempo debió madurar y sentar cabeza. Pero, a pesar de
su lógica, sólo se sentía segura y controlada mientras tenía a los hombres a cierta
distancia.
Se esforzó por no transmitir sus temores a Lucy. Como madre idealista deseaba
que su hija tuviera todo de cuanto ella careció: seguridad, libertad y confianza en sí
misma y en los demás, lo que la ayudaría a identificarse en el momento indicado con
quien sería el compañero de su vida:
Deseaba muchas cosas para Lucy: felicidad, éxitos y seguridad. Jamás
permitiría que su hija se sintiera menos que nadie por ser mujer. La educaba con la
certeza de que nunca debía depender de nadie, ni en lo emocional ni en lo material.
Lucy era una chica inteligente, tenía la facilidad de hacer amigos y aprovecharía
la oportunidad de estar en un colegio más pequeño, en el que recibiría una atención
más directa.
A Tania no le preocupaba que su hija se quedara sola en su nueva casa, además,
Lucy ya tenía una amiga; Susan vivía en la misma calle y sus padres tenían una
tienda de decoración.
Ann y Tom Fielding formaban una agradable pareja de mediana edad. Tenían
una niña y dos hijos mayores y aunque al principio' Tania se sintió incómoda con
Tom Fielding, a pesar de su auténtica amabilidad, Tania se identificó de inmediato
con Ann Fielding:
La pareja se le acercó para darle la bienvenida a la comunidad local, ofreciendo
su ayuda y abriéndole las puertas de su casa.
La tienda de los Fielding tenía doble frente y un amplio piso superior, donde
Ann daba rienda suelta a su talento artístico.
Además, su propiedad, como la de Tania, tenía un largo jardín posterior, pero el
de Tania estaba descuidado y el de ellos estaba dividido en un área de estar
escrupulosamente arreglada y una parcela.

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Ahora Lucy estaba con los Fielding y Tania desvió su atención del escaparate
para consultar su reloj.
¡Cielos!, ¿era ya tan tarde? Lucy debía estar pensando que la había abandonado.
Arreglar el escaparate le llevó más tiempo de lo que esperó y además tuvo que
atender esa larga llamada de un proveedor. Era hora de cambiarse los pantalones de
mezclilla y la camiseta por algo más formal e ir a casa de los Fielding.
Ann Fielding las había invitado a tomar el té, pero Tania dudó en aceptar, ya
que no deseaba abusar de su generosidad; además, no estaba en posición de regresar
la atención.
De hecho, se habría negado si la noche anterior, mientras ella y Lucy tomaban
aire sentadas afuera de la casa, no se hubiera presentado inesperadamente Nicholas
Forbes, explicando que pasaba por allí y se le había ocurrido saludarlas.
Tania no acostumbraba recibir hombres en su casa, mas tuvo que controlar su
molestia e irritación; después de todo, Nicholas Forbes sólo trataba de ser amable y
amistoso. Pero... pero...
¿Por qué tenía que imaginar haber descubierto algo en sus ojos al fijarse en su
camiseta y en sus pantalones de mezclilla? Es decir, no desprovisto de curiosidad
sexual.
Hacía tiempo que había dejado de ser la inexperta joven de dieciocho años,
pues la dolorosa experiencia de su única relación sexual la convirtió en una mujer
fuerte: A los veintinueve sabía mucho más acerca de la raza humana. El sexo era algo
que había borrado de su vida. Era incapaz de sentir deseo o curiosidad sexual, no
necesitaba a ningún hombre en su vida y así seguiría:
Muchos hombres intentaron cambiar su actitud, pero ella se mantuvo firme y
les hizo ver que perdían el tiempo. Por eso no entendía cómo un hombre como
Nicholas Forbes, con una mujer tan atractiva como Clarissa, pudiera tener interés en
alguien como ella, que usaba ropa barata, que jamás podría asistir con un estilista, ni
siquiera a un sencillo salón de belleza y cuyas manos, más que elegantes, eran las de
una trabajadora, con las uñas cortas y sin pintar... unas manos que hablaban de una
vida difícil y totalmente alejada de los placeres sensuales.
Había pasado muchas veces por situaciones similares como para no darse
cuenta. Los hombres más correctos podían ser traicionados por sus instintos
sexuales. Le sucedió con el maestro de Lucy, que un día se presentó en su
apartamento con el pretexto de discutir el comportamiento de la chica. También con
su jefe en la zapatería y con muchos más, todos ellos caballeros respetables, pero al
mismo tiempo, hombres desleales a sus esposas y a sus familias.
En lo personal no veía la razón por la que Nicholas Forbes quisiera perder el
tiempo en su compañía.
Tania no se consideraba hermosa, al menos no tanto como la esposa de su
abogado. Conoció a Clarissa en la oficina de Nicholas; la dama en cuestión entró
como estampida ignorándola por completo. Era una rubia despampanante de escasos
treinta años, con aire petulante y expresión de niña mimada.

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Tania permaneció en silencio, escuchando cómo Clarissa Forbes trataba de


persuadir a Nicholas, de manera imperativa, para que aceptara redecorar el salón de
pintura. Por el diálogo, Tania se dio cuenta de que ambos tenían distintos intereses.
Dudó que Clarissa Forbes supiera lo que era carecer de cualquier cosa alguna
vez en su vida. La ropa que usaba era carísima, un diseño exclusivo; su cabello y sus
manos estaban impecablemente arreglados. Clarissa era una mujer acostumbrada a
ser complacida en todo.
Su uno sesenta y cinco de altura, sus ojos azules y el rostro de ángel
comparados con el uno setenta y dos de estatura de Tania, el cabello castaño oscuro,
la falda corriente de algodón y su sencilla blusa hicieron sentir incómoda a Tania
consciente de la enorme diferencia que existía entre las dos.
Quizá porque nadie se lo dijo jamás, Tania ignoraba la clásica belleza de su
rostro oval, de pómulos salientes y líneas bien definidas. Desconocía que su largo
cuello y su boca carnosa le daban una sensualidad irresistible y que la falta de
artificios, la transparencia y la frescura de su personalidad eran como un vaso de
agua pura para los hombres hartos de la empalagosa dulzura de una esposa que se
convertía en arpía, en cuanto se contradecíais sus órdenes.
Como Tania rechazaba al sexo opuesto, determinó que no era atractiva para los
hombres. En efecto, nada hacía por atraer su atención o deseo y jamás hizo nada que
los alentara; más bien trataba de alejarlos. Y esa actitud era la que los atraía más,
despertando su curiosidad e incitándolos a derribar los muros de misterio que la
rodeaban.
Se deshizo de Nicholas Forbes tan pronto como pudo, explicándole que
dedicaba esos minutos del día íntegramente a Lucy. Insistente, el abogado la invitó a
tomar una copa fuera, para que pudieran hablar en privado, pero ella se negó.
Rechazó la invitación con tanta determinación que estaba segura de que
Nicholas Forbes no volvería a insistir.
Aunque en la amistad que le ofrecía hubiese incluido a Clarissa, por supuesto si
Clarissa misma hubiese deseado incluirla en su círculo de amistades, lo cual no era
verdad, Tania no habría podido adaptarse a ellos. Los Forbes, aunque no pertenecían
al jet set, era evidente que llevaban un estilo de vida opulento y lleno de
comodidades. Ann Fielding mencionó en alguna charla que el hermano de Clarissa
era un hombre muy rico y que gracias a él Nicholas se había consolidado.
-Estuvo en la escuela con Nick -agregó-. Quizá no debiera decirlo, pero
sospecho que ya empezó a darse cuenta de que casarse con una joven millonaria no
siempre es estar sobre un lecho de rosas. Clarissa es caprichosa. James, su medio
hermano la ama, pero ese cariño la echó a perder. Es sorprendente lo ciego que
puede llegar a ser hasta el hombre más inteligente, ¿verdad? Entre ellos hay una
diferencia de sólo tres o cuatro años. El padre de James era el segundo esposo de la
madre de Clarissa y ambos se mataron en un accidente antes que Clarissa cumpliera
los veinte. A pesar de su edad, ella se desmoronó tanto, que James tuvo que tomar el
lugar de sus padres y desde entonces cuida de ella. Para mi gusto la sobreprotege.
Siempre encuentra una excusa para disculparla. Clarissa es demasiado posesiva con

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él y dudo que permita que alguna mujer se interponga entre ellos, lo que es una
verdadera pena.
-Tal vez él esté contento así -sugirió-. A algunos hombres les satisface rodearse
de mujeres dependientes; eso los hace sentirse seguros emocionalmente.
-A algunos sí, pero yo no consideraría a James Warren de ese estilo -respondió
Ann-. Es demasiado inteligente, demasiado... seguro para necesitar que otra persona
lo apoye. No, creo que está tan convencido de que Clarissa lo necesita que no puede
verla tal y como es. Y ella, por supuesto, se aprovecha. No es una mujer popular en la
localidad; la mayoría de la gente siente pena por Nicholas, aunque reconocen que él
mismo cavó su tumba. Clarissa nunca se sentirá satisfecha con nada que él le dé. Y
menos mientras siga comparando el estilo de vida que llevaba al lado de James y el
que Nick le puede dar.
-Pero parece que viven muy bien -no pudo evitar la protesta al recordar la
elegante casa estilo Georgiano que alcanzó a vislumbrar, a través de un muro
arbolado, en alguna ocasión.
Tania prefería las casas más antiguas más sobrias. Tampoco iba de acuerdo con
las persianas con festones y la decoración cargada que Clarissa le describió entusiasta
a su esposo, ese día que irrumpió en la oficina.
-Pues sí, tienen dinero -aceptó Ann arrugando la nariz-, pero sospecho que
Clarissa aún recibe una asignación de James. Es un hecho que no podría hacerse
cargo del costosísimo mantenimiento de su Mercedes, eso sin mencionar el exclusivo
guardarropa o el colegio en que tiene a sus hijos si James no los ayudara. Dudo
inclusive que ella conozca el significado de la palabra "economía". Tienen doncella y
sus hijos tuvieron aya hasta que empezaron a ir al colegio. No importa qué tan
próspero sea el negocio de Nick, pero dudo que gane lo suficiente para ese ritmo de
vida y estoy segura de que hasta al hombre más prudente le pesaría que el
hermanastro de su esposa interviniera tanto en sus asuntos económicos.
Ann continuó después de un suspiro:
-Está atado de manos y pies. La mayor parte de sus negocios los ha conseguido
a través de James. Ese no es un secreto. No lo envidio ni un ápice... aunque a veces
me pregunto qué se sentirá poder salir y comprar todo lo que se te antoje al mismo
tiempo.
Ann rió al decir esto último causando en Tania una profunda simpatía. Si
conociera mejor a Ann le pediría consejo, pero desde que Lucy nació se había vuelto
tan independiente que le costaba trabajo apoyarse en los demás.
Ese sexto sentido que le advertía que Nicholas quizá se comportaba
"demasiado" amable, se refería a algo que solucionaría sola. Usando un poco de tacto
y diplomacia no le sería difícil y cabía la posibilidad de que estuviese pecando de
suspicaz y él sólo deseara mostrarse amistoso.
Nicholas jamás le hizo una insinuación que le indicara lo contrario y ella tenía
otras cosas en qué pensar. Unos días más y por fin abriría la zapatería. Había

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comprado un espacio amplio en el periódico local para anunciar el día de la


inauguración. Quería asegurar el éxito, el resto estaba en manos de Diosa.
Satisfecha, echó un último vistazo al escaparate y se acercó a la puerta, iba a
cerrarla cuando descubrió a un hombre que se dirigía a ella.
Por un momento, al ver el adusto rostro Tania se atemorizó. Jamás lo había
visto, vestía unos pantalones muy desgastados de mezclilla azul claro y camisa de
manga corta.
Llevaba el cabello negro desarreglado y tenía una mancha de aceite en una
mejilla. A pesar de todo, lo rodeaba un aura de poderío y masculinidad que la hizo
dudar al detenerlo y explicarle:
-Lo siento, la tienda aún está cerrada. Abriremos hasta el sábado. -Ya lo sé -
respondió con sequedad, con cierto tono agresivo y totalmente controlado como si
intentara disimular su furia.
Ella se sintió confundida.
-Además, no he venido a comprarle zapatos, señora Carter.
¿No iba a comprar? ¿Entonces qué quería? ¿Sería algún servidor local? ¿Algún
inspector?
Frunció el ceño desconcertada y declaró insegura:
-Ya veo. Entonces... por qué... ¿por qué vino a verme?
-Eso -respingó-, es algo que será mejor discutir en privado. En privado. Se
sobresaltó. Una vez, hace mucho tiempo alguien le exigió intimidad y Lucy fue el
resultado de haber accedido a esa demanda y aunque fuera ridículo suponer que ese
hombre tramaba algo, no pudo evitar angustiarse y su temblor se hizo evidente.
-Temo que eso es imposible -respondió en voz baja-. Como podrá ver, llevo
prisa, voy a buscar a mi hija... quizá podría darle una cita...
El se rió entre dientes.
-Oh, claro, eso sería muy conveniente, ¿verdad? Me pregunto qué fue lo que
cruzó por esa tortuosa cabeza, suya, señora Carter. Pues bien, siento decirle que no
puedo perder tiempo para condescender con usted. Todo lo que deseo es que me
asegure que de ahora en adelante dará por terminada su relación con mi cuñado...
Tania abrió la boca. Ese hombre estaba cometiendo un error... quizá era un loco.
-Siento no poder ayudarlo -le respondió digna. ¿De qué demonios estaba
hablando? Debía estar confundiéndola con alguien más. Era la única explicación.
Con asombro lo vio sacar la chequera del bolsillo posterior del pantalón.
-Ya veo -declaró burlón-. Está bien, tal vez esto ayude a convencerla. Como
puede ver vine preparado, señora Carter. Por supuesto, no esperaba que terminara
sus amoríos por su bondadoso corazón, lo cual dudo mucho que tenga. ¿Qué le
parecen diez mil libras?
-¿Diez mil libras?... -se mareó por la humillación.

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-¿No es suficiente? Bueno, pues le aseguro que es lo más que va a recibir.


No le daba tiempo de asimilar un golpe cuando le asestaba otro. Además, ese
brillo de advertencia en sus ojos...
-¡Largo de aquí! -lo corrió furiosa-. Lárguese antes... antes que llame a la policía.
Hablaba sin pensar y su cerebro le advirtió que ese hombre era peligroso.
¿Quién podía adivinar a lo que estaría dispuesto si ella seguía amenazándolo?
Tania temblaba sin control y la adrenalina corría furiosa por sus venas.
-Muy astuta, pero no me convence. ¿Qué podría decirles? ¿Que le ofrecí diez
mil libras por impedir que siga destruyendo el matrimonio de mi hermana? Pensarán
que la estoy tratando con demasiada generosidad. ¿No es esta una ciudad en la que a
nadie le importa si su vecino vive? Le doy veinticuatro horas para pensar en mi
oferta. Después de eso... Bueno, digamos que de una forma u otra impediré que
destruya el matrimonio de mi hermana.
Muda, aturdida y furiosa, Tania lo miró en silencio, en tanto el hombre se daba
la media vuelta y se marchaba.
Seguía parada en el mismo lugar, petrificada de terror cuándo llegaron Ann
Fielding y Lucy.
-¿Qué hacía James Warren aquí? -preguntó Ann-. Sé que le gusta tomar una
especie de interés patriarcal en todo cuanto acontece en la localidad... supongo que
ese interés viene por ser parte de la familia fundadora del pueblo, pero nunca pensé
que se tomara la molestia de venir a una zapatería para niños. A menos... Tania...
querida. Lucy, sube rápidamente y tráele a tu mami un vaso con agua, ¿quieres?
Creo que no se siente bien.
-¿Quieres repetir eso, Ann? -preguntó con labios temblorosos.
-¿Repetir, qué? -se desconcertó.
-Dime otra vez quién acaba de salir de la zapatería.
-Ya te lo dije... -arrugó la frente-. Bueno, era James Warren.
-James Warren -Tania pronunció el nombre con lentitud. Ahora sabía a qué
matrimonio defendía con tanta pasión, su visitante indeseable. Ahora, le faltaba
saber por qué imaginaba que ella tenía algún interés en Nicholas Forbes. Además, si
estaba tan preocupado por salvar el matrimonio de su hermana, era con ella con
quien debía hablar, puesto que sus actitudes, su comportamiento y las diferencias
que encontraba entre él y su esposo eran la causa de su fracaso.
-¿Qué pasa? -preguntó Ann ansiosa-. Cuando llegamos estabas tan pálida.
Pensé que te ibas a desmayar.
Ann le daba la excusa que buscaba.
-Sí. Creo que fue el calor.
-Sí, además, pienso que estás muy nerviosa. Recuerdo cómo estábamos Tom y
yo cuando abrimos nuestro negocio. Pero te aseguro que te va a ir bien, Tania. Y, si
James Warren te protegiera...

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Tania se rió por dentro y apretó los labios. Lo último que deseaba era ser
protegida por ese hombre que se sentía el "señorón de la comarca".
-Gracias por traerme a Lucy -la interrumpió de una manera que Ann
comprendió.
Una vez que Ann salió, Tania se quedó con la mirada perdida en el espacio.
James Warren. Así que ese era el hermano de Clarissa Forbes, el todopoderoso
hermano. Un auténtico caballero, pero no se dejaría intimidar y la próxima vez que
llegara acusándola falsamente, le diría lo equivocado que estaba.
¿Cómo se atrevió a imaginar? ¿Cómo se atrevió a sugerir? ¿Cómo pudo
considerar que ella tenía algo que ver con Nicholas; que no fuera dentro del terreno
exclusivo de los negocios?
S61o había una manera de saberlo y la próxima vez que fuera a acusarla, la
encontraría preparada. Llamaría a Nicholas Forbes y le preguntaría por qué su
cuñado imaginaba que ellos vivían un romance.
Y mientras más pronto lo hiciera, mejor. Tenía que hacerlo mientras estuviese
avasallada por la ira y la indignación; no iba a permitir que la razón y la cordura le
impidieran dar rienda suelta a su furia.

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CAPITULO 2
Se sentaron en el saloncito de estar y Lucy le contó sus aventuras del día,
después Tania se retiró a la habitación que utilizaba como "oficina" y tomó el
teléfono.
La secretaria de Nicholas Forbes dudó cuando Tania le pidió que la comunicara.
Tania se desconcertó por ese cambio de actitud. Por lo general, la chica se mostraba
amable y alegre e inclusive alguna vez llegaron a charlar.
Por otro lado, Nicholas pareció encantado de escucharla. La prudencia le
impidió tratar el asunto "James Warren" por teléfono, así que le pidió que cuando
tuviese algo de tiempo pasara a verla.
-Temo que es algo urgente -señaló.
-No hay problema. En diez minutos estaré contigo. De todas formas iba a
retirarme temprano. James acaba de regresar de los Estados Unidos y cenará con
nosotros.
Tania colgó el auricular y se dijo que si ella tuviera que darle de cenar, se
aseguraría de que su comida fuera muy amarga.
¿Cómo se atrevió a atemorizarla, a acusarla... de una forma-tan prepotente?
Se paseó furiosa en el pequeño estudio mientras esperaba a Nicholas.
Estaba tan ilusionada por su nueva vida y ahora, de pronto, como una nube
negra que tapaba el sol, esa felicidad se desvanecía. Y, aunque no era su culpa,
parecía que se había buscado problemas con el residente más influyente del pueblo.
"No me importa", intentó convencerse moviendo la cabeza de un lado a otro. El se
lamentaría más cuando supiera la injusticia que cometió con una mujer inocente, al
acusarla de sostener un romance con un hombre que solamente era su consejero
legal.
Cuando Nicholas llegó, Tania lo dejó entrar por la puerta principal de la
zapatería y lo condujo a su estudio.
Pasaron frente a la salita de estar; Lucy volvió el rostro y se alegró al verlo.
Nicholas era amable con los niños y ellos lo querían. Escuchó atento la
narración de Lucy de sus aventuras del día, mientras Tania los observaba con
tristeza.
Lucy debió tener eso como parte de sus derechos al nacer. Debió tener un padre
a quien contarle sus aventuras y sus problemas. Tania jamás sintió tanto la falta de
un hombre en su vida, pero ahora se daba cuenta de que Lucy pensaba diferente. La
ausencia de su padre era un tema que pocas veces tocaban. En la enorme escuela a la
que asistió, los hijos de "un solo padre" formaban la mayoría. Tania le explicó
someramente las circunstancias que envolvieron su concepción, hablándole de una
manera comprensible y aceptable para una niña tan pequeña y Lucy como si a su
corta edad entendiera la rudeza de la vida, no hizo más preguntas.

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Ahora, abrupta y dolorosamente, Tania se daba cuenta de que su idea de que


solas vivían felices y tranquilas quizás era su forma de pensar, pero no la de su hija.
Jamás se le ocurrió que a Lucy le hiciera falta un padre, aunque nunca hubiese vivido
la experiencia.
Al escucharla reír divertida como respuesta a las bromas de Nicholas, Tania se
entristeció aún más.
¿Sería que Lucy sentía la necesidad de un hombre en su vida? ¿De un padre?

-¿Qué pasa? -preguntó Nicholas una vez que llegaron al estudio. Por teléfono
me diste la impresión de estar muy preocupada.
-Preocupada no es la palabra que aplicaría -Tania llenó de aire los pulmones
para relajar la tensión y continuó-: Esta tarde me visitó tu cuñado. Piensa que tú y yo
vivimos un amorío y vino a exigirme que deje de verte. Inclusive me ofreció diez mil
libras para que lo hiciera.
-¡Diez mil! -soltó un silbido-. ¿Las tomaste?
Tania lo miró. El sonreía, pero tras esa sonrisa Tania descubrió que estaba
incómodo, como si se sintiera culparle.
-No, por supuesto que no. Por eso te pedí que vinieras. Lo que quiero saber en
primer lugar es, ¿en qué demonios se basa para imaginar que tú y yo tenemos algo
que ver y por qué se atreve a venir, tratando de intimidarme para que te deje?
Nicholas le volvió la espalda. Tomó el pisapapeles entre sus pianos y lo sopesó
con movimientos cansados.
-Nicholas, ¿qué está pasando? -lo presionó-. Y por favor, no me digas que no
sabes nada -agregó irónica al quitarle el pisapapeles de las manos-, porque es obvio
que lo sabes.
Nicholas se encogió de hombros y admitió con timidez:
-Creo que ha sido por mi culpa... Sin embargo, no fue mi intención... nunca
pensé que Clarissa enardeciera a James hasta ese punto...
-Un minuto -lo contuvo enfrentándolo con altivez-. ¿Quieres decir que Clarissa
fue la que le dijo a su hermanastro que nosotros sosteníamos un amorío? Pero, ¿de
dónde demonios sacó esa idea?... Todos saben que tu la adoras y...
-Ese es el problema -la interrumpió-. Le permití convertirme en su muñeco por
mucho tiempo. Estoy enfermo y cansado de sus críticas, sus reclamaciones, de que
me ridiculice... y de hacer el papel de tonto. Le dije que si ya no me amaba sería
mejor que nos separáramos. Que sería benéfico para los niños. Creo... Bueno, ella se
negó. De hecho, se puso tan furiosa cuando lo sugerí que pensé que quizá, si la ponía
un poco celosa, si la hacía creer que estaba interesado en otra mujer... una mujer que
no me despreciaba ni me comparaba con otro hombre... Ella es muy celosa... y por lo
que veo el engaño funcionó mejor de lo que imaginé.
Tania no daba crédito a lo que oía.

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Penny Jordan – Víctima del Pecado

-¿Quieres decir que deliberadamente permitiste que Clarissa creyera que tú y


yo vivíamos un amorío?
Nicholas la miró avergonzado.
-No pensé que llevaría las cosas tan lejos. Jamás mencioné que sostuviéramos
una relación. Tan sólo le hablé de ti, le dije lo mucho que te admiraba... Ya sabes, esa
clase de cosas. No creí que fuera a mezclar a James. Supongo que debí preverlo.
Clarissa siempre corre a contarle sus problemas. El es más importante para ella que
yo... -se le quebró la voz y se mordió el labio inferior y Tania se dio cuenta de que
Clarissa no era la única que sufría por los celos.
Algo en su interior se rebeló al escucharlo.
-Tendrás que decirle la verdad -le advirtió tajante-. Y también deberás decírselo
a tu cuñado.
-Lo haré -prometió-. Pero aún no. Si tan sólo pudiera lograr que se diera
cuenta...
-No -protestó. Estaba furiosa con él. ¿Cómo se atrevía a usarla sin su
consentimiento-. Yo entiendo que quieras salvar tu matrimonio -señaló con firmeza-,
pero, ¿por qué no se sientan a discutir sus problemas con toda sinceridad? ¿Por qué
no le dices que la amas y que te lastima que te compare todo el tiempo con su
hermano? Dile que deseas tener un matrimonio feliz. Después de todo, lo que han
hecho es con ese propósito, ¿no? Además, traten de recordar cómo se casaron, llenos
de amor e ilusiones... hay dos niños que los unen.
-Uno de los cuales fue concebido antes del matrimonio -Nicholas la sorprendió-.
Claro que yo quería casarme con ella. Estaba muy enamorado, pero Clarissa... bueno,
no estoy seguro de si se casó conmigo porque me amaba o porque estaba
embarazada. He llegado a preguntarme, incluso, si Alec es mi hijo. ¿Sabes?, estaba
relacionada con otro hombre cuando nos conocimos; un hombre casado. Ella me
utilizó para evitar que James descubriera su desliz. El es muy estricto en esas cosas;
es un moralista.
Tania sintió una mezcla de asco y piedad por Nicholas y por Clarissa...
-Tendrás que decirle la verdad, Nicholas -insistió-. Tu cuñado me dio
veinticuatro horas para aceptar su soborno, después de las cuales, si me niego a
renunciar a ti, me aseguró que encontraría la forma de obligarme.
Tania suspiró.
-Es un hombre muy poderoso. No me gustaría tenerlo como enemigo, aunque
no entiendo a un hombre que acepta una acusación sin tomarse la molestia de
investigar si es una calumnia. Temo que no puedo ayudarte a salvar tu matrimonio
y, para ser sincera contigo, si no le dices personalmente la verdad, lo haré yo.
-Haré lo que pueda -1e prometió-, pero no será fácil convencer a Clarissa.
-¿Hablas en serio? -la voz de Tania sonó fría y molesta-. Me sorprende. Me diste
la impresión de no haber tenido problemas para convencerla de nuestro idilio.
Imagino que contarle la verdad será mucho más fácil, ¿cierto?

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-Haré lo que pueda -reiteró. Al verlo, Tania deseó que fuera más convincente
cuando le dijera la verdad a Clarissa.
Cuando Nicholas subía en su coche para retirarse, insistió ansiosa:
-Vas a asegurarte de que ella sepa toda la verdad, ¿lo prometes? El sonrió
forzado y con desolación; Tania no se conmovió. A él no le importó el daño que le
causaría cuando la mezcló en sus problemas. Sin embargo, deseó que él y Clarissa se
dieran otra oportunidad. Jugaban con sus sentimientos como chiquillos inmaduros.
Un buen matrimonio, o cualquier relación sana, exigen confianza plena, respeto
mutuo, sinceridad y, si por suerte existe ese sentimiento de la raza humana llamado
amor, debía abonarse para permitirle madurar.
Si la relación de Nicholas y Clarissa era conceptuada como "matrimonio",
entonces se alegraba de no haberlo experimentado.
Sin embargo, pensó en Lucy, a quien tal vez le negaba un elemento muy
importante para su desarrollo. Cuando creciera, ¿tendría problemas para relacionarse
con el sexo opuesto? ¿Sufriría conflictos emocionales por la falta de una imagen
masculina en su vida?
Incómoda, rechazó esos pensamientos, pero esa noche, cuando Lucy le contaba
con animación lo que pasó esa tarde en casa de los Fielding, y al oírla describir cómo
Tom Fielding transmitía a su hija su gusto por la decoración para juntos redecorar los
muros de su dormitorio, Tania se preguntó si no estaría siendo demasiado
susceptible al descubrir cierto tono de envidia en la voz de su hija. Aún no había
tenido oportunidad de decorar la habitación de Lucy, debido a la presión por abrir
antes del regreso a la escuela, ese otoño. Una vez que la zapatería estuviera
funcionando, podría dedicarse a su hogar.
Tenía muchas ideas, muchos planes, así que se esforzó por olvidar a James
Warren y sus amenazas y se puso a proyectar con Lucy la decoración de su nueva
casa.
Después que la pequeña tomó su baño y se retiró contenta a la cama, Tania miró
a su alrededor e imaginó los muros pintados de amarillo rematados por un friso que
les daría un toque especial. Miró el sofá con su desgastado tapiz y pensó en
restaurarlo con un material más fino. Debido a que su tía abuela se negó a
modernizar la casa, según le contaron, aún conservaba algunos detalles elegantes y
sus chimeneas impecables.
Debía valer una fortuna, según opinión de Ann Fielding.
Además de los dos dormitorios, tenía una salita de estar, en el salón que
convirtió en estudio, un baño y la cocina-desayunador. Tania proyectaba ampliar la
planta baja hacia el jardín y levantar una cocina con puertas de cristal para poder
comer en el exterior durante el verano.
Eso, sin embargo, sería en el futuro, pues por el momento, debían de
conformarse con mirar el jardín desde la ventana de la sala. Estaba furiosa contra
Nicholas por mezclarla en lo que ella llamaba "asuntos privados". Y se preguntó
cómo Clarissa pudo ser tan tonta y creerle todas sus mentiras. La mujer debía saber

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que su esposo la amaba... pero, si era tan celosa como Nicholas, de ese modo tan
patológico... Tania frunció el ceño. El asunto completo la descomponía, en especial,
cuando pensaba en la relación de Clarissa con su hermanastro. Clarissa Forbes no se
daba cuenta de lo dependiente que era de él.
"Seguramente", pensó, "como hermano mayor y viviendo en un ambiente tan
mundano, James no se dio cuenta del daño que le hacía a Clarissa".
Habría sido mejor que él se preocupara porque su hermanastra se hiciera
responsable de hacer feliz a su esposo que tanto la necesitaba o quizá debió alejarse
de Clarissa y permitirle buscar la felicidad por sí misma".
Tal vez tenía ante sus ojos un caso de vanidad excesiva y debilidad. ¿Acaso
James Warren disfrutaba de la adoración que Clarissa sentía por él?
Con lentitud se retiró de la ventana de la sala. "Veinticuatro horas", recordó...
En veinticuatro horas él regresaría por su respuesta. Divertida, imaginó la cara que
pondría James al descubrir la verdad y al crear conciencia de su error. El le pediría
una disculpa avergonzado por su falta de caballerosidad... En el fondo lo dudó, pues
no parecía esa clase de hombre. Dudó inclusive de que admitiera su equivocación.
Tania se metió en la cama temprano, abrumada por los sucesos del día y por el
nerviosismo de la inminente inauguración de la zapatería. No podía darse el lujo de
pensar en un fracaso. Tenía que triunfar, a toda costa, por Lucy. Desde que se
mudaron era una niña más feliz y saludable. Menos pegada a ella.
De aluna manera le dolía un poco que Lucy deseara pasar más tiempo con los
Fielding, pero al evocar la soledad en que vivían antes, se alegró. Cuánto deseaba
que Lucy creciera segura y feliz.
Pasó largo rato antes que se quedara dormida. A la mañana siguiente despertó
mas tarde que nunca y con señales inconfundibles de una migraña. Al recordar lo
sucedido con James Warren y su familia, corrió al baño y descubrió que se le habían
agotado las tabletas que necesitaba. Si se apresuraba quizá tendría tiempo de
comprarlas antes que se le intensificara el dolor. Por su experiencia sabía lo difícil
que sería controlarlo después.
Afortunadamente, había un farmacéutico en la siguiente calle que al escuchar
sus molestias, le suministró la medicina que necesitaba; no obstante, se tardó más de
lo que previó, principalmente porque el hombre resultó muy amigable y charlaron.
Una vez que Tania le explicó quién era, él respondió:
-Oh sí, por supuesto. Mi esposa me decía el otro día que era bueno que al fin
hubiera puesto una zapatería para niños por aquí. Odia tener que llevar a los chicos
hasta la ciudad a surtirlos de zapatos para la escuela. Asegura que es peor que una
pesadilla, así que estoy seguro de que la verá con frecuencia.
Como cliente en potencia, Tania pensó que no sería correcto cortarlo, pues
podía ofenderse y pasó media hora antes que pudiera regresar, a su casa.
Mientras subía por la escalera le pareció extraño que todo estuviera en silencio.
Por lo general, Lucy canturreaba o hablaba en voz alta consigo misma.

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Tania se sobresaltó. Su hija tenía advertido que no debía salir sola ni hablar con
extraños y mucho menos aceptar el subir en vehículos ajenos.
Corrió a la sala llamándola por su nombre y se inquietó al encontrarla llorando
en la cocina.
-Cariño, ¿qué te pasa? -le preguntó ansiosa dejándose caer sobre sus rodillas
para mecerla entre sus brazos.
El cabello de Tania era rojizo y el de Lucy un poco menos intenso, pero
igualmente sedoso y abundante. Los ojos de la pequeña eran gris claro, no como los
color café dorado de ella y ahora esos ojos grises parecían tristes y culpables. Tania
levantó la mirada por el hombro de su hija y descubrió los trozos de porcelana china
sobre el suelo.
-Lo siento. Sólo trataba de ayudar...
Tania se mordió el labio inferior al reconocer la pieza chica. Contra su
costumbre, recientemente se había dado el lujo de comprar un hermoso juego de loza
para el desayuno. Era un gasto superfluo, pero decidió hacerlo, pues hasta entonces
sólo había podido adquirir artículos baratos de segunda mano
-Estaba tratando de prepararte una taza de té -le explicó Lucy entre sollozos-,
pero la tetera se resbaló.
La tetera. Tenía que haber sido la pieza más cara de todo el juego. Por fortuna
no estaba llena de agua caliente cuándo cayó.
-No importa -la tranquilizó-. A todos nos suceden accidentes. Sin embargo,
después de consolar a Lucy y de decirse que sólo se trataba de una pieza china, no
pudo dejar de lamentarse por el desperdicio de dinero que el accidente representaba.
De ninguna manera era miserable; simplemente era una gran cantidad para ella...
Suspiró ante lo irremediable. Quizá fue su culpa... Lucy estaba en edad de "querer
ayudar" y adoraba sentirse grande. Así que debió esperar a que su hija creciera un
poco más antes de comprar esa extravagancia.

Parecía un día destinado a los contratiempos y las pequeñas dificultades que en


nada le ayudaron a relajar la tensión para enfrentar a James Warren otra vez.
Después de todo, ¿por qué se sentía tan aprensiva?... Aprensiva... se rió de sí
misma; enferma de terror habría sido una descripción más exacta. Pero no permitiría
que él lo notara. No; era él quien debía sentirse mal, no ella.
Inclusive se le ocurrió ausentarse toda la tarde, pero decidió que sería una
cobardía inútil. Ella era la más interesada en que se aclarara la verdad.
Después de la comida, Susan Fielding llamó para invitar a Lucy a su casa. Tania
casi se alegró al ver partir a su hija. No porque le molestara su compañía, pero no
quería que fuera testigo de la confrontación con James Warren.
Cuando dieron las tres y media sin tener noticias de él, Tania se tranquilizó
pensando que seguramente Nicholas le había revelado la verdad y como era lógico,

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James se habría sentido tan avergonzado de su error que ni siquiera fue capaz de
presentarse a dar una disculpa.
Bueno, por ella estaba bien así. Lo último que deseaba era volver a verlo.
Las cuatro. Iba a prepararse una taza de té para tomarse otras tabletas, pues el
dolor de cabeza no cedía, cuando sonó el timbre.
De inmediato supo quién era y se puso tensa. Sintió un vuelco en el estómago al
ver a James a través del cristal de la puerta.
Un momento estuvo tentada a no abrir; pero notó que una de sus vecinas, en la
acera de enfrente miraba con curiosidad, así que de mala gana abrió la puerta y se
hizo a un lado para dejarlo pasar.
-Qué sensata -declaró James con mordacidad, al entrar-. ¿Y bien? -inquirió y
cerró la puerta-. Espero que haya tomado la decisión correcta, porque ayer le advertí
que no estaba dispuesto a quedarme con los brazos cruzados mientras usted
destruye el matrimonio de mi hermana.
Tania supo en ese instante que Nicholas no le había dicho la verdad... o tal vez
si, pero no le creyó.
Entre dientes, le respondió con frialdad:
-Yo no tengo que tomar ninguna decisión, puesto que no estoy relacionada ni
con su cuñado ni con nadie más. Yo no sostengo amoríos, señor Warren y mucho
menos con hombres casados.
-¿No? -arqueó una ceja y el tono de su voz se tornó cínico-: Podría creerle si no
tuviera la prueba de su deshonestidad en esa hija ilegítima, de padre desconocido... o
al menos, eso es lo que usted alega.
La crueldad de sus palabras la dejó sin habla, pero el rictus de su rostro
demostró todo el daño que le hicieron.
Cuando pudo relajar la tensión de su garganta Tania le respondió tan tranquila
como pudo:
-Lucy fue concebida cuando yo tenía dieciocho. Dieciocho años tan sólo. En
ocasiones, a los dieciocho años los jóvenes somos tontos y demasiado ingenuos.
Desafortunadamente para las mujeres, esa ingenuidad tiene consecuencias que
afectan el resto de sus vidas -deseó poder arrojarle a la cara el hecho de que su
preciosa hermana también concibió a su hijo antes de casarse con Nicholas, pero se
detuvo; no debía rebajarse a ese nivel. Levantó el rostro y se mordió los labios. El
frunció el ceño y la observó antes de sonreírle de modo peligroso.
-Ya veo -declaró tranquilo-. Nicholas se ha convertido en un bálsamo para
usted, ¿verdad? ¿Qué es lo que busca, señora Carter? ¿Dinero? Sin mi respaldo, sin
los negocios que le he dado, difícilmente podría ganarse la vida. ¿Su estilo de vida?
Otra vez le advierto que sin mí no podría seguir llevándolo.
Su cinismo la horrorizó y reaccionó impulsiva.

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-¿No podría ser simplemente Nicholas el que me interesara? El hecho de que su


preciosa hermanita lo menosprecie no quiere decir que yo deba verlo igual. Todavía
no comprendo por qué lo mezcló a usted en todo esto. Ella apenas ha demostrado
interés por ser una esposa devota, ¿no le parece? Es obvio que prefiere la compañía
de usted a la de su esposo. Quizás esa sea la razón. Tal vez ella busque en usted
compañía, consejo y... por supuesto, su dinero -terminó con dulzura.
Supo que dio en el clavo al ver el rostro de James endurecido por el disgusto.
No le gustó lo que oyó; no le gustó ni un ápice, pero ¿por qué iba a permitir que
la insultara? ;Que supiera lo que era sentirse insultado, acusado y humillado!
-¿Qué insinúa? -demandó furioso, tanto que Tania se asustó y dio un paso atrás
al notar la violencia de sus ojos.
-No insinúo nada -le tembló la voz-. Yo no soy de la clase de personas que acusa
sin fundamentos. El pueblo entero sabe que su preciosa hermana lo prefiere a usted y
no a su esposo; que constantemente Clarissa humilla a Nicholas comparándolo con
usted. Si él buscara cariño, afecto y amor fuera de su matrimonio a nadie le
sorprendería.
-Esa es su justificación, ¿verdad? Culpar a Clarissa de todo. ¿Se ha olvidado de
que tiene dos hijos? ¿Dos niños que necesitan a su padre y a su madre?
-También mi hija necesita un padre -lo enfrentó.
-Pues con esas diez mil libras podrá comprarse un hombre -respondió con
dureza-. Va a aceptarlos, ¿cierto?
-No -replicó, apretando los dientes-. No lo voy a hacer y aún más, tampoco los
aceptaría, aunque agregara otro cero al final y los convirtiera en cien mil libras.
-Cien mil libras. ;Dios! ¿Ese es su precio? Bueno, permítame expresarle...
-No, déjeme decirle -lo interrumpió colérica-. Usted llegó a amenazarme y a
acusarme. Yo no tengo amoríos con Nicholas. Y si no me cree, vaya y pregúntele a él.
-No lo creo -respondió más tranquilo-. Y en cuanto a preguntarle a Nick...
Bueno, para su información eso fue lo primero que hice después de calmar a Clarissa
de su ataque de histeria. ¿Tiene idea del daño que le está haciendo a mi hermana?
¿Sabía que su sistema nervioso es muy delicado? Ha recibido un golpe emocional
terrible.
-Apuesto a que sí -suspiró.
El la miró desconcertado.
-¿Qué quiere decir con eso?
Tania llegó más allá de los límites de la cordura y la razón, al agregar:
-Significa -señaló mordaz-, que su encantadora hermanastra es la más
maquiavélica y convincente mujer que jamás he conocido. Y en lo que respecta a sus
nervios, apuesto a que son más duros que el acero y si está tan desesperada por
salvar su matrimonio, ¿por qué no trata de comportarse como una verdadera esposa?
¿O será que tanto ella como usted prefieren que las cosas sigan igual? Ella, casada

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con Nicholas, pero en realidad usted seguirá siendo el hombre más importante en su
vida.
De inmediato Tania se percató de que había ido muy lejos.
-¡Dios! ¿Cómo se atreve a sugerir algo tan sucio y bajo? Usted... dice que
Clarissa es mi cómplice y la enloda con su sarta de mentiras, pero con ello no logrará
disfrazar el hecho de que, deliberadamente está destruyendo el matrimonio de mi
hermana y de una u otra forma la haré pagar.
James Warren salió y Tania se apoyó contra la pared. Le dolía el cuerpo como
si la hubiesen golpeado, el dolor de cabeza aumentó y su corazón palpitaba con tanta
fuerza que temió sufrir un infarto. "Tranquilízate", se advirtió, "tranquilízate. Ya se
fue... todo terminó. Ya se fue"...
Ciertamente, la amenazó, la acusó, la atemorizó... pero después de todo, ¿que
podía hacerle? Ella no sostenía amores con Nicholas ni con nadie más.
Al recordar sus insultos la cabeza le dio vueltas.
El estigma que envolvía el nacimiento de Lucy había quedado muy lejos. La
mayor parte de la gente, al menos la que le importaba, fu tan generosa y amable que
jamás le hizo preguntas.
Además, Tania no acostumbraba hacer confidencias ni dar explicaciones o
excusas. Simplemente fue un error de juventud. Buscaba amor y perdió. Se comportó
como tina tonta irresponsable, pero entonces era joven e ingenua y ahora, después de
once años sentía compasión y pena al evocar a la chiquilla que alguna vez fue.
Si James Warren la condenaba por ese error de juventud, era su problema. No le
interesaba su opinión y... algún día se lo diría.
Ella tenía tanto derecho de vivir en esa comarca como él... Sus raíces o al menos
las de su tía abuela, también estaban enterradas ahí. - Su herencia, su prometedor
negocio..., esa era su única oportunidad para obtener una vida mejor para Lucy y
para sí y lucharía por ello. Nada ni nadie... mucho menos un hombre como James
Warren, evitaría que lo, lograra.

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CAPITULO 3
-¿Nerviosa?
Tania le sonrió por compromiso a Ann Fielding.
-Sí. ¿Se me nota?
-Sólo un poco -le mintió Ann.
En media hora abriría la puerta de la zapatería al pequeño, pero importante
grupo de representantes locales y a la gente común que estaba invitada al cóctel de
inauguración, en el cual Ann insistió alegando que era de rigor si quería que su
negocio ganara prestigio.
Tania objetó que el costo sería mayor a los beneficios, pero Ann arguyó con
firmeza, que era esencial.
Nicholas se burló cuando supo que Tania misma quería preparar el refrigerio.
-¿Por qué no lo compras hecho? -sugirió-. Clarissa lo encarga a una prestigiada
firma local.
La prestigiada firma en cuestión estaba integrada por dos chicas, ex compañeras
de escuela de su esposa que se dedicaban a preparar grandes banquetes y bocadillos,
pero Tania movió la cabeza protestando que sería una extravagancia muy costosa.
Cuando Ann Fielding se enteró, aprobó su buen juicio.
-¿Por qué no me dejas echarte una mano? -ofreció-. Tomé un curso de cordon
bleu al principio de mi matrimonio, antes que Tom se convenciera de que mi talento
artístico sería más útil en el negocio aconsejando a los clientes sobre cuestiones
decorativas.
Lo dijo haciendo un gesto simpático, pero Tania no se percató. Ann poseía un
talento artístico natural y Tania se maravilló de esa habilidad desde el día en que
conoció su casa. No le sorprendió que Tom la considerara fundamental para el buen
éxito del negocio.
Ann fue quien sugirió la decoración del escaparate con ramas de abedules, que
en la temporada navideña serían rociadas con nieve artificial y en las fiestas de
Halloween adornadas con máscaras.
Tania examinó la mesa de buffet, que en realidad estaba formada por dos
bastidores y algunas tablas que Tom le prestó y cubiertas por un par de sábanas
viejas, adornadas al frente con guirnaldas de flores disecadas y hojas frescas de un
hermoso verde otoñal, hechas por ella misma.
Astutamente, Ann le sugirió preparar alimentos que llevaran los mismo tonos.
El resultado sorprendió a Tania y se rió.
-Pronto aprenderás. En especial, cuando descubras lo caro que es contratar un
decorador de escaparates y lo barato que resulta hacerlo tú misma. Un escaparate
atractivo hace la diferencia. No me creerías si te dijera la cantidad de contratos que
obtuvimos una primavera cuando decoré nuestro aparador principal como una

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habitación infantil, con móviles pintados a mano y escenas cotidianas, llenas de


ternura, pintadas en los muros. Fue uno de nuestros diseños más exitosos y el que
más utilidades nos ha aportado. Jamás subestimes la cantidad de dinero que los
padres están dispuestos a gastar en sus hijos, máxime cuando es en beneficio de su
buen desarrollo físico y mental. No dudes que en Navidad te veas invadida por tías
cariñosas y abuelas consentidoras que no resistan la tentación de comprarles a sus
pequeños amores un par de zapatos exclusivos o algunas botitas especiales para
jugar fútbol.
Ann era una mujer audaz y práctica y Tania le agradeció sus buenos deseos,
pero aún así, siguió sin poder confiarle a su nueva amiga el asunto "James Warren".
¿Sería la necesidad de seguir conservando su independencia, o el deseo de no
tener que depender de nadie, lo que la hacía callar? ¿O acaso temía que Ann no le
creyera?
Incómoda ante esos pensamientos destructivos, trató de concentrarse en la mesa
de buffer.
Una copa de vino y algunos bocadillos vistosos hicieron que los asistentes se
sintieran privilegiados. Esos detalles la ayudarían a adquirir publicidad extra. El
local fue decorado a base de luces indirectas y cortinas discretamente colocadas..
Todo parecía perfecto.
Incluso Ann convenció a Tania de que se comprara un vestido para la ocasión;
una pequeña extravagancia que consideró indispensable. La acompañó al centro y la
obligó a entrar en las boutiques, para que aprendiera otro secreto importante.
-Tienes que parecer rica, aunque seas pobre. Es indispensable... Sólo los ricos
pueden darse el lujo de vestir mal y desarrapados. ¡Este! -exclamó al sacar un vestido
de la barandilla-. Pruébate éste.
Cuando Tania vio la prenda de jersey ajustable y en color dorado viejo, esbozó
una mueca de disgusto.
-Lucirá maravilloso en ti, créeme. Estoy segura. Y el color es el adecuado para
tu piel y el otoño.
Ante el asombro de Tania, Aun probó tener razón una vez más. El jersey era de
una elegante sencillez que justificaba su exorbitante precio.
-Es una inversión que merece la pena -la animó Ann-. Cuando la temporada
empiece, lo usarás una y otra vez.
-¿La temporada? -Tania se quedó perpleja.
-Las fiestas de la temporada -le explicó e hizo una mueca simpática-. Aquí
somos bastante sociales, no nos queda alternativa y buscamos la forma de
divertirnos. Aparte de las invitaciones a los eventos de la Cámara de Comerció,
tendrás muchas otras fiestas y cenas, eso sin contar Halloween y la "lunada". Nos
gusta celebrar cualquier cosa.
-Oh, pero yo no podría. Lucy...

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-Lucy se quedará a dormir con Susan -Ann hizo a un lado sus objeciones-. La
hija mayor de la hermana de Tom estará encantada de cuidar de ellas por unas
cuantas monedas. Es una chica muy responsable. Puedes dejarle a tu hija con toda
confianza.

-Mmm. Me da gusto que te hayas decidido a comprar esos pendientes -declaró


Ann al estudiar la apariencia de Tania-. Ese destello de luz entre tus cabellos al
mover la cabeza va de maravilla con el resto. Además, te dan un toque elegante y
misterioso.
Luego sonrió traviesa.
-Sospecho que más de un papá rondará tu zapatería a partir de mañana -dejó de
reír al ver la expresión de Tania y le tocó el brazo al preguntarle-: ¿Qué pasa? -la
observó con atención, en espera de su respuesta.
-No me interesan los hombres casados. Jamás me han llamado la atención -y
agregó sin aliento-: En resumen, no estoy interesada en los hombres, punto.
-Lo siento. No quise ofenderte. Por supuesto que no quise decir...
-Oh, no te preocupes -le aseguró Tania-. Lo que pasa es que estoy un poco
sensible -se mordió el labio inferior al preguntarse si sería el momento adecuado para
confiarse a su amiga, cuando Susan y Lucy entraron corriendo y miraron los
bocadillos con codicia.
-Ahora -señaló Ann con firmeza-, entiéndanme ustedes dos, saben que tendrán
una cena especial siempre y cuando se porten bien y se queden tranquilas arriba.
-Sí. Dormiré en la habitación de Lucy esta noche, ¿verdad? Yo dormiré en la
litera de arriba porque soy, la mayor -declaró Susan sintiéndose importante-. Y la
ayudaré a pensar en el dibujo ideal para que mi papá le haga un tapiz para la pared.
Tania miró a Ann avergonzada.
-Lo siento -se disculpó-. Yo le explicaré a Lucy que no puede esperar que Tom
le haga un tapiz para decorar su habitación:
-Por supuesto que lo hará -aseguró Ann-. Y lo que es más, nosotras lo
pondremos sobre los muros.
-Ya he abusado demasiado de ti -protestó Tania-. Creo que...
-Basta -la interrumpió su amiga-. Después de todo así es la vida, ¿no? Debemos
ayudarnos unos a otros, brindarnos desinteresadamente... además, la amistad de
Lucy es benéfica para Susie. Ser hija única la ha hecho demasiado dócil y algo
dependiente. Me encanta verla más segura tratando de imitar a Lucy -bromeó-.
Ahora, tenemos exactamente diez minutos antes que los invitados empiecen a llegar.
Te sugiero que los aprovechemos para tranquilizar esas mariposillas que sientes en el
estómago, con un buen vaso de vino.

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Quizá fue el vino; tal vez sólo se relajó o quizá se debió a la buena acogida y
amabilidad de los concurrentes, pero una hora más tarde, Tania se sentía plenamente
dichosa.
Todos la felicitaban por su audacia y le ofrecieron apoyo. No hubo quien no
admirara el hermoso escaparate, el buffer desapareció y el vino se agotó. El reportero
del periódico local le prometió realizar una buena crónica tras agregar que regresaría
a comprar zapatos para sus niñas.
-Están en la edad en que no les gusta nada de lo que yo les compro -le confió-.
Así que probablemente tendré que sobornarlas para que acepten comprarse unos
zapatos decentes para ir a la escuela.
-Estoy segura de que encontraremos algo que les guste tanto a ellas como a
usted -declaró Tania.
Tania supuso que la gente se quedaría una hora cuando mucho, pero nadie
daba señales de querer retirarse por lo que se alegró de que Ann hubiera insistido en
adquirir algunas botellas extra de vino.
Absorta en sus deberes de anfitriona, Tania no se percató de la admiración que
causaba entre sus invitados, pues acostumbrada a vestir con sencillez no advirtió las
miradas masculinas que seguían su esbelta figura.
Las mujeres la aceptaron gustosas, ya que a pesar de que Tania era una mujer
sorprendente, estaba muy lejos de ser una devoradora de hombres y además parecía
preferir charlar con las representantes de su propio sexo. Convinieron en que debían
incluirla en su círculo social, olvidándose por completo de que era soltera, de
veintinueve años y con una hija de diez.
"Todos cometemos errores", fue la opinión general. Inclusive, los hombres que
asistieron a la inauguración con la esperanza de encontrar a una mujer ansiosa por
mezclarse en aventuras sexuales, reconocieron haberse equivocado.
La única persona que no se había aparecido fue Nicholas, lo cual, en las actuales
circunstancias no era de sorprenderse. Naturalmente, no quiso agregar leños a la
hoguera.
Más en ese instante se abrió la puerta y entraron tres personas. Tania sintió que
la sangre se le agolpaba en el cerebro al reconocer a Clarissa, escoltada por su esposo
y su hermanastro. Entró con aire petulante y apretó los delineados labios al decir en
voz alta:
-Realmente, Nicky, no entiendo por qué insististe en traerme aquí. Pobre James,
se aburrirá hasta el cansancio. Quiero decir, ¿qué demonios nos va a interesar una
pequeña y modesta zapatería?
Todo mundo guardó silencio, pero en lugar de avergonzarse, Tania se
enfureció.
-¡Nicholas! -se acercó despacio para darle la bienvenida-. Y además trajiste a tu
esposa...
Por su tono hizo evidente que Clarissa ni había sido invitada ni era bienvenida.

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-Tania, te presento a James...


-Sí, ya conocí a tu cuñado -¡o interrumpió con deliberación-. Me apena que ya
no haya bocadillos, sin embargo, les ofrezco una copa de vino.
Otra vez, con su voz indicó su desagrado, sin importarle que se ofendieran por
la falta de hospitalidad.
-Oh, vámonos, Nicky -sugirió Clarissa-. No quiero quedarme. Es lo más
aburrido que he visto -miró a Tania con desdén. Nicholas se ruborizó, pero no se
movió.
-Vete si quieres, cariño -señaló-. Yo prefiero quedarme. Después de todo, Tania
es mi cliente.
Tania se quedó sin aliento al adivinar lo que Nicholas intentaba hacer, y deseó
que hubiera elegido a cualquier chica menos a ella para darle a celos a Clarissa. Se
indignó tanto que lo miró con incredulidad. Entonces James indicó con frialdad:
-Ya que estamos aquí, sería una tontería irnos sin conocer, al menos, lo que
ofrece la señora Carter.
La estaba insultando, Tania lo sabía y la sangre le hirvió ante el deliberado
escrutinio de ese hombre. Clarissa agregó con malicia:
-Oh, dudo mucho que pueda ofrecerte algo que te interese, James. James está
acostumbrado a tener lo mejor... de todo.
Tania lo miró fijamente. Temblaba por la ira; los invitados los miraban curiosos,
aunque por fortuna no podían escuchar lo que decían.
-¿Estás segura? -inquirió hiriente-. Me sorprende.
Tuvo el placer de dejar a Clarissa con la boca abierta. James Warren consintió
tanto a su hermanastra, que ni siquiera le enseñó a defenderse. Ella estaba
acostumbrada a usar a su hermanastro como escudo.
-Nicholas, ¿quieres servir el vino? -le pidió Tania indiferente-. Yo debo atender
a mis otros invitados -luego se alejó sin agregar una palabra más.
Nicholas la alcanzó y la tomó por el brazo.
-Estás encantadora esta noche -comentó en voz baja, aunque no tanto como
para que no alcanzaran a escuchar su esposa y su cuñado. Irritada, Tania se soltó
furiosa y le advirtió:
-Ya está bien, Nicholas. ¡Ahórrate esos cumplidos para tu esposa, si no te
importa! -pero fue demasiado tarde. Clarissa la veía con odio mientras James la
enfrentaba con ojos amenazadores.
El trío permaneció apenas media hora y aunque Tania procuró permanecer lo
más alejada posible, James Warren no le quitó la vista de encima creándole una
desagradable tensión. Quería volver la cabeza y cerciorarse si era cierto que la miraba
o era sólo producto de su imaginación, pero no quiso darle el gusto de que supiera lo
mucho que la asustaba.

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La amenazó y aunque ella era inocente, le temía. Era como si el poder que
emanaba le recordara la fuerza física que el padre de Lucy usó para tomarla contra
su voluntad.
No era que temiera a James Warren desde el punto de vista sexual. Clarissa
tuvo razón en una cosa; James Warren jamás osaría sostener una relación sexual con
una mujer como ella. Era un miedo diferente: era la angustia protectora de una
madre cuando sabe que la seguridad de su hija está en peligro, esa angustia al
reconocer su propia debilidad ante la fortaleza de su agresor.
Tenía miedo de que, de alguna manera, James intentara destruir lo poco que
acababa de construir. Se dijo una y mil veces que él no era todopoderoso, pero el
pensamiento no la tranquilizó.
-Cielos, nunca imaginé que vendría James en persona -señaló Ann admirada-.
Siempre ha demostrado un interés protector por cuanto acontece en la localidad, sin
embargo...
Ya estaban solas. Todos los invitados se habían retirado y Ann insistió en
quedarse para ayudarla a recoger.
-Clarissa y Nick no parecían contentos, ¿verdad? -comentó divertida mientras
recogía las copas-. Para serte franca, no me sorprende. Jamás debieron casarse. Ella es
odiosa y dudo que alguna vez lo haya amado. Es una pena; ella tiene todo para ser
feliz... un esposo devoto y generoso, dos hijos adorables, una hermosa residencia...
-Y un hermanastro millonario y protector dispuesto a agitar su varita mágica
contra cualquiera, en el momento que sea necesario -concluyó Tania son seriedad y
Ann se desconcertó.
-Creo que te equivocas de personaje. ¿No era el hada madrina la que agitaba la
varita mágica? James ha sido muy generoso con Clarissa y eso es algo que no ayuda
mucho al pobre de Nick. Sin embargo, James Warren sería incapaz de lastimar a
alguien.
-¿Estás segura? De los dos, yo prefiero a Nicholas -se mordió el labia al
descubrir el asombro de Ann. ¿Qué demonios estaba haciendo? Esos comentarios
eran demasiado peligrosos después que Nicholas había prendido la mecha.
-¿Lo dices en serio? -en realidad estaba sorprendida-. Ya recogimos todas las
copas. ¿Quieres que las lave? -cambió de tema.

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CAPÍTULO 4
Esa mañana, antes de abrir la zapatería, leyó en el periódico local la excelente
crónica. Tania reconoció el buen juicio de Ann al insistirle en que hiciera una fiesta de
inauguración y así se lo comentó a su amiga mientras tomaban una taza de café.
-Sí, es bueno, ¿verdad? Bien, ahora hay que cruzar los dedos para que los
futuros clientes también se impresionen al leer el artículo. A propósito, quiero que
hablemos de las niñas. Las dos están por regresar a la escuela. ¿Qué te parece si yo
las llevo y las recojo por la tarde la primer semana? Sólo mientras te organizas. A
Lucy le gusta estar con nosotros y no creo que vaya a pensar que la estás haciendo a
un lado.
Y continuó:
-Una vez que el negocio empiece a marchar, llegaremos a algún acuerdo.
Nuestras hijas son las únicas de por aquí que van a esa escuela, temo que no hay
nadie más con quien podamos hacer ronda.
-Por mí está bien, siempre y cuando estés segura de que no te incomoda. Tendré
que pensar en algo para adaptar mi horario y poder llevar y recoger a Lucy, eso es
algo que me inquieta. Por las mañanas no tengo problemas, pero no me gustaría
tener que cerrar la zapatería una hora por la tarde mientras voy por ella. Tampoco
me atrae la idea de dejar que regrese sola, en esta época...
-Olvídalo -declaró Ann con firmeza-. Ni siquiera mis hijos tienen permiso de
regresar solos, a pesar de que los dos insisten en que les permita llevar sus bicicletas.
Quizás el próximo año durante el verano, cuando oscurezca más tarde... Los padres
jamás sabemos si estamos haciendo lo correcto, ¿verdad? Si los proteges demasiado
quizá los conviertas en seres débiles e incapaces; si les das libertades... Bueno, resulta
un verdadero problema para cualquier padre, ¿no lo crees? Y, todos los días, al leer el
periódico nos damos cuenta de lo vulnerables que son los niños. Por cierto, no sé si
ya lo has pensado, pero si necesitas alguna chica para que te ayude los sábados te
sugiero a mi sobrina. Ella ha trabajado con nosotros y te la recomiendo. Es una joven
sensata, inteligente y agradable.
-Sí, ya lo había pensado -concedió-, aunque primero quiero ver cómo va el
negocio.
Se separaron diez minutos después, cuando Ann le explicó que debía ir al
supermercado y se quejó al tomar su chaqueta.
-Lo odio.
-Yo también -Tania se unió a la queja-. En especial, cuando me toca que las
llantas del cochecito lleven una dirección distinta a la que yo quiero.
Ann se retiró y Tania volvió a leer el reportaje, aunque su satisfacción se
desvaneció al evocar el desagradable incidente con Nicholas y sus familiares.
Ella lo comprendía, pero debió buscarse otra tonta como conejillo de indias.
Seguramente Clarissa tenía muchas amigas, ¿por qué no usó a alguna de ellas? Quizá

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hasta le habría sido fácil convencerlas de que se prestaran al juego para salvar el
matrimonio de su amiga.
Estar envuelta en la vida de otras personas era algo que no deseaba y menos si
le traía problemas con James.
Recordó la inseguridad que experimentó la noche anterior criando él la
examinó con gesto frío y despectivo.
Estaba acostumbrada a reaccionar con indiferencia ante la opinión que los
extraños tuvieran de ella. Desde muy joven aprendió a evadir las emociones
negativas. Lo aprendió desde que quedó embarazada de Lucy, pues tuvo que
soportar muchas críticas.
Las autoridades, sin duda por motivos altruistas y conocedoras de la precaria
situación de Lucy, intentaron convencerla de dar a la pequeña en adopción. Aún
recordaba la furia e indignación del doctor cuando ella se negó a aceptar su consejo.
Le advirtió que enfrentaría muchos problemas si insistía en quedarse con la niña y
que tendría que hacerlo sola, ya que nadie le tendería la mano. Tania permaneció en
silencio. Estaba acostumbrada a enfrentarse a la vida, pero el doctor se equivocaba;
no estaría sola, puesto que tenía a su hija.
Desde entonces supo que debía aprender a tomar sus propias decisiones, a
pesar de la censura. Debido a ello no comprendía por qué se sentía así ante James
Warren.
Quizá porque se sabía acusada injustamente, porque su opinión era errónea e
infundada. ¿Pero qué le importaba a ella? No era un hombre conocido o por el que
sintiera algún interés personal. No era alguien que fuese a jugar un papel importante
en su vida, así que su opinión, buena o mala no debía intranquilizarla.
O, ¿acaso temía que, como elemento importante de la comunidad, influyera de
manera negativa en su negocio?
Sí, se dijo convencida, eso debía ser. Sería tonto permitir que sus sentimientos se
mezclaran a un nivel más personal, que la critica de ese hombre tocara el fondo de
sus convicciones como ser humano y como mujer... que sus falsas acusaciones la
alteraran.
Desde hacía mucho tiempo aceptó que, aunque su primera y única experiencia
sexual resultó desagradable, no debía equivocarse al juzgar a todos los hombres.
Existían muchas parejas como la de Ann y Tom, cuya relación estaba basada en el
respeto y la nobleza. No obstante, el nacimiento de Lucy y la constante lucha por
salir adelante no le dejaron tiempo ni deseos para admitir que alguien más entrara en
su pequeño y encerrado mundo.
Al principio desconfió de todos los hombres y después, cuando superó el
trauma y ocasionalmente aceptó alguna invitación, se negó a comprometerse con
alguien. Tania había sido testigo de los efectos negativos que esas relaciones
temporales dejaban en los hijos de otras madres solteras y no quería que Lucy
sufriera lo mismo. No deseaba que su hija aprendiera a querer al hombre que llegaba
como sustituto del padre que nunca conoció, para después pasar por el trauma de

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volver a perderlo, cuando la relación terminara. Además, sus escasas citas fueron con
hombres con los que ni remotamente habría deseado pasar toda la vida.
Tania estaba convencida de que tenía un apetito sexual muy bajo 0 que quizás
el trauma de la concepción de Lucy cauterizó sus instintos naturales femeninos.
Sólo en ocasiones, cuando veía una película o leía un libro cuyo tema fuera la
relación entre dos enamorados, llegaba a sentirse triste y terriblemente sola. Se
lamentaba por carecer de algo que no conocía, pero que sabía que existía. Era natural
y comprensible, pero incómodo.
Lo que la amargaba ahora era que hubo un momento, un segundo apenas la
noche anterior, en que al observar a James Warren admiró, a pesar de sí misma, la
curvatura de su boca y sintió la perversa curiosidad de experimentar la sensación de
sentir sus labios contra los suyos. En ese momento, ahuyentó esos pensamientos
negándose a admitir aquella atracción. Sintió como si James estuviese embrujándola
y pusiera esas inquietudes en su cabeza a pesar de sí misma.
Y ahora al recordarlo sintió un vuelco en el estómago y el pulso acelerado.
¿Cómo podía desear a un hombre como James Warren? ¿Estaría volviéndose loca?
Decidió con firmeza, que lo que estaba experimentando sin duda era una
especie de aberración hormonal, una especie de respuesta a la tensión y la ansiedad
contenidas esas semanas y que explotaron con la presencia de James Warren debido
a sus amenazas. Se dijo que tenía mucho trabajo pendiente y que aún no
desempacaba la mercancía recibida esa mañana y que, además, prometió dedicarle
esa tarde a su hija. Planeó sacarla a pasear. El aire fresco le haría bien.
No supo si enfadarse o reír divertida al informarle sus planes a Lucy y recibir
una reacción poco entusiasta.
-Tenía ganar de ir a jugar con Susan -objetó Lucy.
-Podrás jugar con ella mañana -insistió Tania temerosa de que su hija estuviera_
empezando a resentir el tiempo que dedicaba a la zapatería.
-Los viernes por la noche va a nadar -respondió decepcionada-. Todos van. El
señor Fielding los lleva. Esperaba que me invitaran.
-Pues esta semana ya no será -señaló con firmeza-. Si quieres, esta tarde iremos
a nadar tú y yo.
-No será lo mismo -insistió-. No tendré con quién jugar.
Comprendiendo que su hija estaba en la luna de miel de su recién adquirida
amistad y asegurándose que después de un tiempo dejaría de comparar a la familia
de Susan con su propio estilo de vida, Tania sugirió.
-Está bien, entonces saldremos a caminar, ¿te parece? Hace mucho que no lo
hacemos. ¿Estás de acuerdo?
Era un día cálido y las hojas de los árboles empezaban a caer. Tania enfiló el
coche hacia el sitio que escogieron para realizar su ejercicio. "La sociedad de
conservación local mantiene estas áreas abiertas en excelentes condiciones", le había
informado Ann.

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El lugar que Tania eligió seguía la orilla del río y cruzaba un par de campos
para llevarlas de regreso al mismo punto de partida. Aunque al principio Lucy no
parecía entusiasmada, una vez que salieron empezó a charlar feliz, preguntado una
docena de cosas casi al mismo tiempo.
Lucy fue la primera en descubrir una nutria que nadaba hacia su nido en la
ribera y su emoción al ver esa deliciosa criatura desvaneció cualquier resto de mal
humor.
En la distancia, unos ochocientos metros más allá, casi escondida entre los
árboles, se levantaba una casa con altas chimeneas. Entre las ramas podían
distinguirse sus muros de ladrillo. Con cierta envidia Tania admitió que esa hermosa
casa antigua poseía un encanto especial.
Parecía un verdadero hogar. No era demasiado grande; tal vez al principio fue
una pequeña finca o una próspera granja. Imaginaba su historia cuando Lucy la tomó
de la mano.
-Mira, mamá -indicó ansiosa.
Un sabueso blanco corría alegre hacia ellas.
Lucy adoraba a los perros, así que salió a su encuentro. Perro y niña se
encontraron con aprobación y mutua satisfacción. Tania escuchó una voz masculina
llamar al animal con energía.
-¡Rupert, aquí!
Tania se paralizó al reconocer al dueño del can y su cuerpo se tensó en señal de
alerta antes que James Warren rodeara la esquina para detenerse abruptamente.
-Perdón -se disculpó cortante al reconocerla-. En ocasiones, Rupert es muy
desobediente. Espero que no las haya asustado -frases amables... sólo eso.
James se quedó callado y observó con el ceño fruncido a Lucy que con la
manecita sobre el lomo del animal expresaba con tono anhelante:
-¿No es adorable, mami`? ¡Cómo me gustaría tener un perro!
Tania suspiró. Ya habían hablado de eso en el pasado. Antes fue imposible
pensar en tener un perro, pero ahora... Tal vez para la primavera, cuando el negocio
estuviese más establecido, pero tendría que ser un cachorrito y no como ese
estupendo, pero intimidante sabueso.
-Te gustan los perros, ¿verdad? -James se inclinó para preguntarle a Lucy, con
una sonrisa tan cálida que por alguna razón Tania sintió que estaba quedando fuera
de un círculo de mutua simpatía.
Se adelantó unos pasos y afirmó animada:
-Vámonos, Lucy, no debemos retrasar al señor Warren -su tono fue más
cortante de lo que habría querido.
Lucy la miró extrañada y con un poco de tristeza por tener que alejarse de sus
amigos.

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El sabueso tampoco quería marcharse; miró a la pequeña con ojos melancólicos


y aulló dolorido.
-Creo que es un caso de amor a primera vista -murmuró James Warren.
-Entonces es un amor destinado al fracaso. James arqueó la ceja, desconcertado.
-Me complacería y hasta cierto punto me sorprendería que usted pensara eso.
Este perro es de Nicholas, mejor dicho, de sus hijos. Clarissa me pidió que lo sacara
para que hiciera un poco de ejercicio y para que le enseñe a obedecer, ya que su
esposo parece no tener tiempo para eso. Pero, tal vez ahora que al parecer usted
decidió seguir mi consejo, Nicholas pase un poco más de tiempo al lado de su esposa
y de su familia.
Tania lo miró fijamente. ¿Acaso pensaba que era de la clase de mujeres que se
impresionan con las amenazas... sus amenazas?... ¿En verdad pensaba que si a ella le
interesara Nicholas, habría permitido su intromisión?
Demasiado enfadada para responderle, volvió a gritarle a Lucy y esperó a que
su hija se despidiera del sabueso y corriera a alcanzarla.
-¿Quién era, mami? -inquirió la niña cuándo los perdieron de vista.
-Es James Warren -explicó-. El cuñado de Nicholas.
-Me simpatizó -declaró Lucy-. También me gustó Rupert. Mamá, ¿crees que
ahora que vivimos aquí podremos...?
-Ya veremos -la interrumpió, adivinando lo que vendría-. Un perro es una gran
responsabilidad, Lucy. Una vez que entres a la escuela y que la tienda empiece a
funcionar, pensaremos en un cachorrito.
Acostumbraba explicar a Lucy el porqué de sus decisiones y jamás imponía sus
órdenes con arbitrariedad, así que Lucy aceptó su decisión con una débil sonrisa.

-¿Como te va? Dejé a las niñas jugando fútbol con Tom y los niños. Se supone
que debo estar en la tienda, pero me escapé unos minutos para saber que tal te va.
¡Cielos! Será mejor que te deje ahora
Ann rió al ver que una clienta se acercaba a Tania arrastrando a una pequeña
niña.
La zapatería llevaba tres horas de haber sido abierta y Tania no había parado un
momento.
La gente, en su mayoría auténticos compradores y no simples mirones,
comentaba satisfecha su buen gusto al ver los diferentes estilos de zapato infantil.
Más de una madre terminó comprando no sólo el par de zapatos
reglamentarios para la escuela sino cuando menos otro par de vestir. A pesar de ser
un poco caros, el novedoso estilo de los zapatos parecía satisfacer ampliamente a su
joven clientela.

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Si la demanda continuaba, su único problema sería mantener el almacén surtido


y contratar un ayudante. Ann ofreció quedarse una hora durante el almuerzo para
que Tania descansara un rato.
Tania dudó en aceptar, pues no se sentía cansada, por el contrario, el constante
fluir de la clientela le inyectaba energía y entusiasmo. A las doce en punto llegó Ann
tal como lo prometió. La tienda estaba llena y al verla ocupada con un cliente le
indicó que esperaría sentada.
La mujer acababa de pagar su nota y estaba a punto de retirarse cuando la
puerta se abrió de repente y entró Clarissa Forbes acompañada por sus dos hijos.
Clarissa recorrió el local con agresividad, desacomodando los mostradores y
criticando los modelos en voz alta. Tania sintió que el estómago se le contraía de ira y
ansiedad.
Clarissa tomó asiento, pero Tania estaba ocupada con una clienta que nerviosa
solicitaba unos zapatos para su hija, que costaran menos de treinta libras.
Era obvio que la mujer no tenía el suficiente dinero y se sentía incómoda. Tania
evocó aquella época en que con su poco dinero trataba de comprar lo mejor para su
Lucy, por lo cual exageró su amabilidad para darle confianza y le explicó que tenía
una extensa variedad de zapatos a precio muy accesible.
La impaciencia de Clarissa aumentaba, mas Tania se negó a dejarse intimidar
por esa falta de educación.
Al darse cuenta de lo que sucedía, Ann se levantó y quiso ayudar a Clarissa,
pero ésta le respondió grosera:
-No, usted no puede ayudarme. ¿Qué sabe de demostración de calzado? Quiero
que me atienda la encargada.
Tania no hizo caso de su actitud despectiva y en cuanto estuvo libre se acercó y
le preguntó si podía ayudarla.
Estaba preparada para lo que vino. Después de mostrarle casi todos los
modelos de la tienda y ante el gesto de turbación de sus hijos Clarissa declaró en voz
alta que no había nada de calidad.
La puerta se abrió a espaldas de Tania y Clarissa, que estaba sentada de frente,
se inclinó para tomar un par de zapatos dejados ahí por algún cliente anterior y que
evidentemente no le vendría a ninguno de sus hijos y, antes que Tania pudiera hacer
algo, insistió a la fuerza en probárselo al mayor de los chicos, para luego exclamar
fuera de sí.
-Oh, por amor de Dios, ¡es usted una tonta! Cualquiera puede darse cuenta de
que ésta no es la talla de mi hijo. Es ridículo... Yo pensé que tendría alguna
experiencia -se levantó y arrojó a un lado varias de las cajas de zapatos. Con el rostro
descompuesto por la frustración añadió-: James, no tiene caso, tendremos que ir a
Chester. Sé que te gusta apoyar a los negocios locales, pero esta mujer es tan
ineficiente...

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La tienda estaba atestada de posibles compradores. Tania se puso roja por la


furia y la vergüenza y lo último que esperaba era que James Warren estuviese detrás
observando, en silencio, el horrible comportamiento de su hermanastra.
Estuvo a punto de perder el control y decirle lo falsa e injusta que estaba siendo
Clarissa, pero se dio cuenta de que perdería su tiempo, pues a pesar de todo, James
apoyaría a su hermana.
Ignorando a Tania, el hombre arqueó una ceja ante la escena y preguntó con
firmeza:
-¿En dónde está Nicholas? Pensé que él saldría contigo y los niños.
-Oh, ya conoces a Nicky -respondió displicente-. Está demasiado ocupado para
salir con nosotros. Además, si quieres saber dónde está, ¿por qué no le preguntas a la
señora Carter? Estoy segura de que ella debe saberlo mejor que yo.
Consciente de la especulación y la curiosidad que estaban atrayendo, a Tania
sólo se le ocurrió decir.
-Siento mucho que no hayamos podido ayudarla, señora Forbes.
De inmediato se percató de que cometió una equivocación.
-Oh, estoy segura de que lo siente -contestó Clarissa, agresiva-, tanto como debe
sentirse apenada por sostener amoríos con mi esposo.
Tania respiraba con dificultad y dio gracias porque al parecer nadie más oyó la
injusta acusación. Nadie, aparte de James Warren quien la miraba con dureza.
-No merece la pena seguir insistiendo, James. No va a renunciar a él -declaró
Clarissa, con lágrimas en los ojos y el rostro descompuesto por la pena.
Si Tania no conociera sus alcances, habría sentido verdadera lástima por ella.
Abrió la boca para defenderse, pero volvió a cerrarla.
No iba a entrar en su sucio juego. No se rebajaría a ese grado ni se dejaría
contaminar por tanta mentira y vileza.
Se mantuvo erguida, orgullosa y retó a James con la mirada: Pensó que él iba a
decir algo, quizá la volvería a amenazar, pero para su alivio pareció arrepentirse y
tomando a Clarissa por el brazo la arrastró hacia el exterior.
De modo instintivo, Tania los siguió, deseosa de que desaparecieran cuanto
antes, mas pronto deseó no haberlo hecho, pues mientras James abría la puerta y
esperaba que Clarissa y sus sobrinos salieran se volvió hacia Tania y le indicó sin
alterarse:
-Parece que está decidida a ignorar mis advertencias. Sólo espero que esté
preparada para aceptar las consecuencias y, mientras lo considera, quizá le interese
pensar en ellos también -le sugirió señalando con la cabeza a los niños.
Tania apretó los labios. ¿Qué caso tenía intentar defenderse? El no le creería. No
quería creerle. Le dio la espalda y se dirigió a atender a otra clienta, negándose a dar
importancia a la impetuosa indisposición que la invadió.

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Cuando salió el último cliente, Ann se acercó ansiosa. -¿Qué demonios está
pasando?
Tania estaba demasiado apesadumbrada para seguir callando.
-Clarissa Forbes piensa que sostengo amores con Nicholas.
-Ella piensa, ¿qué?
Ann quedó tan asombrada, con el rostro contraído por la incredulidad, que
Tania sintió un poco de alivio.
-Es ridículo, ¿verdad? El es mi abogado; eso es todo.
-Bueno, pues si yo fuera James me preocuparía por esa hermanita -declaró Ann
convencida-. Siempre ha sido muy celosa, en especial, en lo que a James concierne,
pero hacer esa clase de suposiciones sin tener bases... ella siempre ha sido muy dada
a dramatizar las cosas, es histérica y muy complicada.
-No es suya toda la culpa -tuvo que reconocer-. Nicholas también tiene su parte
de culpa.
De mala gana le explicó el asunto.
-¿Que deliberadamente le dijo que tú y él?... ¿Sin decirte una palabra a ti?... -
apretó los labios-. Es un estúpido. Debió prever que ella reaccionaría así.
-Le advertí que debía decirle la verdad, pero supongo que Clarissa no le creyó -
le explicó Tania.
-Eso lo puedo admitir, pero estoy segura de que James si puede convencerla...
Tania calló tanto tiempo que Ann frunció el ceño e inquirió:
-¿Qué pasa? ¿Dije algo malo?
-No exactamente. Lo que sucede es que él tampoco le ha creído a Nicholas. El
otro día vino y me amenazó con arruinar mi negocio si no dejaba a Nicholas.
-El ¿qué? ¡Oh, no puedo creerlo!
-Pues sí, es verdad -señaló a la defensiva.
Ann la observó un momento y admitió:
-Bueno, acepto que él siempre ha sobreprotegido a Clarissa. Inclusive cuando
murieron sus padres corrieron muchos chismes; la gente decía que Clarissa estaba
totalmente fuera de sí. Ella es así y desde entonces James le evita cualquier alteración
emocional, pero, el remedio lo tiene a la mano. Acepto que Nicholas no goza de toda
mi simpatía, pero tampoco dejo de admitir que ella no ha tratado muy bien al pobre
hombre.
-No -aceptó-. Pero debió escoger a otra víctima como amante. Estoy
preocupada, Ann -admitió con voz grave y se sorprendió, ya que siempre era muy
precavida al confiarse a los demás, orgullosa de su propia independencia. Mas ese
era el resultado de lo mucho que James la atemorizaba. Ahora sentía la necesidad de
buscar el buen juicio y el sabio consejo de Ann.

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-Esta zapatería significa una nueva aventura y si fracasa... no lo soportaría.


¿Fracasar? No sucederá -le aseguró su amiga-. Y si estás preocupada por la
escena de Clarissa, despreocúpate. Nadie le concedería la mínima atención. No es
una mujer popular en la localidad, ya lo sabes. No como James.
-Lo sé -asintió-, pero no es Clarissa la que me preocupa.
-No me dirás que tomaste en serio las amenazas de James. Oh, Tania, estoy
segura de que no hablaba en serio. No es esa clase de hombre. Tal vez sólo estaba
preocupado e inquieto por Clarissa. Probablemente ella lo presionó para que viniera
a amedrentarte. Créeme, él es uno de los hombres mas amables y auténticos que
conozco. Cuando nosotros tuvimos una época difícil, él comisionó a Tom para que
redecorara su casa de pies a cabeza y eso nos salvó la vida.
-Pero yo no le simpatizo -aseveró Tania, jugueteando con una caja vacía entre
las manos, incapaz de mirarla de frente-. Me considera una intrusa... una
buscapleitos.
-No, estoy segura de que te equivocas -la miró con tristeza-. Seguramente
Nicholas ya habló con él y...
-No pasó nada. El está convencido de que Nicholas es mi amante -suspiró
temblorosa-. Incluso hizo un comentario desagradable acerca de Lucy, de su
nacimiento y del hecho de que yo no me haya casado. ¡Yo tenía dieciocho años
cuando ella nació! -exclamó alterada-. Solamente dieciocho.
Tania sintió la garganta endurecida por las lágrimas.
-No dejes que eso te inquiete -la tranquilizó Ann-. Estoy convencida de que no
hablaba en serio y que sólo intentó atemorizarte... con certeza habló cegado por la
ira...
Ann guardó silencio al entrar una dienta, después llegó otra y otra. Un rato
después consultó su reloj y dijo que debía irse.
Tania le sonrió agradeciendo su apoyo y se acercó para atender a las clientas.
Ann podía pensar que James Warren era tan bueno como el pan, pero Tania no
compartía su opinión. Sin su apoyo, Clarissa le habría creído a Nicholas cuando éste
confesó que no eran amantes.
Tania sacudió la cabeza y se dijo con firmeza que tenía mucho trabajo.

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CAPITULO 5
Ciertamente Tania tenía mucho en qué ocuparse y ya habían dado las seis de la
tarde cuando salió el último cliente.
Agotada recogió la mercancía que había en el suelo y la acomodó en las cajas.
Debía ir por Lucy a casa de los Fielding.
Jamás en su vida había estado tan cansada, pero era un cansancio pleno de
satisfacción, pues las ventas del día excedieron en mucho lo que esperó.
No podía esperar que el negocio continuara a ese ritmo, por supuesto, pero era
un buen principio y aún faltaba una semana para que los niños entraran a la escuela
así que habría buenas ventas todavía.
Una vez que los chicos entraran a la escuela, las ventas bajarían, pero sería por
poco tiempo, pues pronto llegaría Navidad.
Repasó mentalmente la atractiva mercancía que ya tenía ordenada: botas para la
nieve y a prueba de agua, hermosas zapatillas de bailarina, resistentes zapatos para
hacer ejercicio al aire libre... Cerró la puerta con llave y caminó de prisa hacia la
tienda de los Fielding mientras planeaba la decoración del escaparate navideño.
De regreso intentó concentrarse en la charla de Lucy, pero a su mente regresaba
una y otra vez el incidente de esa tarde y la fría mirada de James. -
Resultaba ridículo sentirse tan aprensiva. Después de todo, ¿qué podía hacerle?
¿Denunciar públicamente que era una ladrona de maridos? En esta época, ¿a quién le
importaría? Todo lo que lograría sería levantar una ola de chismes que lastimarían
más a Clarissa.
¿Qué más podía hacer'? ¿Perjudicar su negocio?, se estremeció y apretó con
fuerza la chaqueta que la cubría. Era imprescindible exigirle a Nicholas que
convenciera a Clarissa y a James de que les había mentido, pero ¿estaría dispuesto a
hacerlo?' Aquél día le prometió que él se encargaría de aclarar las cosas, mas hasta el
momento...
Como tenía que dedicar esa tarde a poner las cuentas en orden, alquiló una de
las películas favoritas de Lucy. Después de cenar llegó Ann con Susan para que
vieran la película. Ann decidió marcharse de inmediato con el fin de que Tania
pudiera trabajar.
-Si aún estas preocupada por James, olvídalo -le aconsejó antes de salir-. El se
dará cuenta muy pronto de que no eres la clase de mujer que se mete con los
hombres casados. De hecho, no creo haber conocido a una mujer tan desinteresada
en el sexo opuesto -agregó pensativa-. No estoy tratando de meterme en tus asuntos,
Tania, pero quizá si te acercaras a James y le explicaras...
-No -respondió impetuosa-. No tiene caso, no me creería. De todas formas, ni
siquiera sé dónde vive o...

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Penny Jordan – Víctima del Pecado

-Eso es fácil. El tiene una hermosa casa en las afueras del pueblo con vista al río,
es tina de las casas más bonitas y tranquilas que he visto. Quizás alguna vez hayas
pasado por ahí.
Mientras Ann la describía, Tania se dio cuenta de que era la casa que le llamó la
atención durante su paseo; aquella que le hizo envidiar a sus dueños sin conocerlos.
Le pareció increíble que aunque tuvieran tantas cosas Clarissa y James no pudieran
ser felices, más que felices.
Si sólo se tratara de Clarissa habría podido soportarlo, pero James... él la
intimidaba, tenía que reconocerlo, pero no desde un punto de vista personal. Aún no
podía desvanecer ese sentimiento traidor que le hizo verlo como hombre al menos un
instante. Sentía miedo de su poder, de que destruyera su negocio y esa nueva vida
que tanto soñó para Lucy. Era injusto... era algo tan tonto. Parecía un hombre
inteligente. ¿Por qué no se daba cuenta del gran amor que Nicholas le tenía a
Clarissa?
-Sólo fue una idea -señaló Ann, gentil-. Regresaré por Susie como a las nueve,
¿te parece bien?
A las nueve seguía concentrada en las cuentas; el día había sido un auténtico
éxito financiero. Necesitaba volver a ordenar algunos modelos que tuvieron mucho
éxito, pero consideró importante esperar algunas semanas para decidir qué modelos
eran los más solicitados y cuales desecharía. Era conveniente ser precavida.
Una hora más tarde, después de despedir a Ann y de dejar a Lucy en la cama,
aún era temprano y tenía la noche para ella. Físicamente estaba exhausta pero
mentalmente...
En cuanto a su estado de ánimo, estaba excitada, como lo descubrió una vez que
se metió en la cama, aunque no era una excitación agradable. Una y otra vez sus
pensamientos regresaban a Clarissa Forbes... y no sólo a ella sino a James,
Nicholas no tenía derecho de mezclarla en sus problemas maritales; le irritaba
pensar que la había utilizado sin pensar un momento en los problemas que le
provocaría a ella.
Reconoció que Nicholas era un hombre sin carácter, algo que sin duda
contribuyó a agravar los problemas en su matrimonio.
Le reclamaba a Clarissa que siempre antepusiera a su hermano; que a él lo
dejara siempre en segundo lugar, sin embargo, era evidente que Clarissa lo amaba.
De otra manera, ¿por qué insistía en seguir unida a él? "Los dos tienen la cabeza
dura", decidió mientras intentaba conciliar el sueño. Gracias al cielo que el día
siguiente era domingo y podría descansar.
Empezaba a quedarse dormida cuando escuchó un estruendoso estallido de
vidrios seguido por el chillido ensordecedor de la alarma recién instalada. Saltó de la
cama y se asomó a la ventana justo a tiempo para ver que alguien corría.
Furiosa, Tania se puso una bata, bajó de prisa, quitó el seguro de la puerta de la
tienda y encendió las luces.

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La fachada de la zapatería estaba cubierta de vidrios rotos y la alarma seguía


chillando frenética. Descubrió un enorme agujero en el ventanal, no sólo el vidrio
estaba destrozado sino que el marco también estaba dañado.
Miró el escaparate con incredulidad y se pasó una mano por el cabello como
tratando de hacer trabajar a su cerebro. El sonido de la alarma le exasperaba los
nervios impidiéndole pensar con claridad.
La alarma estaba conectada directamente con la estación de policía. ¿Significaba
que ellos llegarían por sí solos o tendría que llamarlos?
¿Y si Lucy despertaba por el escándalo y se asustaba? Pensó en subir a verla,
pero... ¿debía dejar la tienda sola? ¿Y si el que rompió el vidrio regresaba? Era
natural que se hubiera asustado con la alarma. Aún no verificaba si faltaba algo.
Dentro de su nerviosismo recordó que arriba tenía las ganancias del día, no
obstante... en el futuro se aseguraría de depositar el dinero en la caja de seguridad
nocturna del banco local. Se inquietó al imaginar lo que habría pasado si no hubiera
instalado esa alarma... Si los ladrones hubiesen llegado a la planta alta...
Estaba temblorosa por la impresión y por la impotencia.
Escuchó un coche que se acercaba por la calle y se puso más nerviosa; sólo se
tranquilizó al reconocer el color y la insignia del coche de la policía.
El conductor descendió y frunció el ceño al examinar los daños. De manera
automática ella quiso acercarse, pero al verla el oficial le indicó con un ademán que
se detuviera.
-No trae zapatos -le señaló la ventana rota-, y el suelo está cubierto de vidrios.
¿Hay otra puerta por la que yo pueda entrar?
Temblorosa, le indicó que por la puerta de atrás y corrió a quitar el cerrojo.
-¿Qué pasó? -inquirió el oficial una vez adentro.
Tania le contó cómo la despertó el estallido del vidrio roto y que alcanzó a ver a
alguien que huía.
-Con seguridad se trata de simple vandalismo -concluyó con un pequeño
suspiro y evocó las rejas que cubrían las fachadas de las tiendas cerca del
apartamento donde vivió antes. Por fortuna pudo escapar de esa clase de cosas.
Ahora vivía en un lugar más libre, más seguro, más saludable.
-Mmm... podría ser, sin embargo, estas cosas no suceden con frecuencia. Hay
tabernas, riñas callejeras, pleitos de adolescentes por aquí y por allá, los problemas
normales de todas partes... pero escaparates rotos... Qué suerte que mandó poner esa
alarma.

-Sí -respondió-. Empezaba a sentirse extraordinariamente ligera y algo peculiar.


-Sí. Mi esposa dijo que vendría a ver si tenía algo para nuestros dos diablillos.
Algo que les dure al menos dos meses. Les ha advertido que usen las botas cuando
quieran jugar fútbol, pero, ¿cree usted que le hacen caso? ¡Niños! Creen que el dinero

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crece en los árboles. ¿Se siente bien? -inquirió al notar su palidez-. Supongo que es la
impresión, algo así... ¿está su esposo?...
-No... no soy casada -contestó de inmediato-. Yo... ¿no le importa si subo a ver a
mi pequeña hija? Si está despierta, quizá tenga miedo.
-Sí, vaya usted. De todas formas, aquí lo único que resta es hacer efectivo el
cerrojo del escaparate. Tendrá que llamar a su agente de seguros. ¿Conoce a algún
vecino que pueda venir a quedarse con usted el resto de la noche?- Tania se alarmó,
pero él la tranquilizó-. Dudo que quienquiera que haya sido regrese, pero me da la
impresión de que usted es algo nerviosa. Podría solicitar que un policía que monte
guardia un buen rato, pero estamos cortos de personal y siendo sábado en la noche...
-Es usted muy amable -lo interrumpió Tania-, pero estaré bien. Apagó la alarma
antes de abrir la puerta posterior y ahora, la simple presencia del oficial le tranquilizó
los nervios.
Subió y encontró a Lucy profundamente dormida, así que volvió a bajar y le
ofreció al oficial una taza de té. Juntos comprobaron que no faltara algo.
-Que lío armaron, ¿verdad? -bromeó el hombre para distraerla-. Es una pena,
pues un escaparate agradable atrae más clientela y no creo que le repongan este
vidrio antes de dos semanas.
Era algo en lo que Tania no había pensado, pero ahora reconoció que tenía
razón, ¿Quién querría comprar zapatos para niños en una tienda con el escaparate
roto? Se angustió al recordar lo mucho que tardaron en entregar y colocar el enorme
vidrio. Eso podría afectar sus ventas.
De golpe vinieron a su mente las amenazas de James Warren. Por supuesto que
no fue a él a quien vio huir, pero, ¿estaría atrás de todo esto? ¿Pensaba atentar contra
su tienda, contra su bienestar económico y contra su seguridad? Se estremeció y el
policía lo notó.
-¿Está segura de que se siente bien?
-Sí, estoy bien -mintió.
"¡Oh, Dios!", ¿y si ahora inicia una campaña de intimidación?... "Detente", se
advirtió a sí misma temiendo que esos pensamientos la dominaran. "Detente.
Aunque él sea el responsable, no te des por vencida... no dejes que te intimide. Tú no
has hecho nada".
Después de casi una hora el oficial se retiró, no sin advertirle que quizá jamás
descubrirían al culpable y le recomendó que cerrara bien por dentro.
Aunque en seguida Tania se metió en la cama, le fue imposible dormir. Hasta el
lunes podría comunicarse con su agente de seguros... no había nada más que hacer.
Cuando al fin se quedó dormida sintió como si una enorme nube negra
devorara todo su mundo. Ni siquiera en sus momentos más difíciles del pasado, ni
cuando supo que estaba embarazada de Lucy... ni cuando se enfrentó a la realidad de
que ella y Lucy estaban solas, se sintió tan vulnerable y temerosa como ahora.

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¿Sería James Warren el responsable? ¿Qué clase de hombre podía ser el que
había hecho algo como eso? Debió saber lo mucho que la asustaría; debió saberlo.
Entonces, él no sentía ninguna compasión ni pena por ella. Quería aterrarla. Quería
asustarla... quería usarla.
A la mañana siguiente no se sintió mejor. Ann le llamó después de ver el vidrio
roto de camino a la oficina de correos cuando fue a recoger el periódico dominical. Al
enterarse de lo ocurrido la animó optimista.
Tom, quien conocía muy bien al agente de seguros de Tania, prometió llamarlo
y pedirle que se diera una vuelta tan pronto le fuera posible.
-Estoy segura de que podremos hacer algo. Debiste asustarte mucho al escuchar
el ruido. ¿Quién demonios se atrevería a hacerlo?
Jamás había sucedido algo así.
Tania quiso confiarle sus sospechas, pero al recordar el aprecio que sentía por
James Warren se mordió la lengua. Ann pensaría que se estaba volviendo paranoica
y tal vez tuviera razón; después de todo, no tenía pruebas de la culpabilidad de
James.
Pero él la amenazó. Tania se estremeció y Ann le sugirió con dulzura:
-Mira, ¿por qué no vienen conmigo las dos? Voy a ver que Tom llame a Larry
Barnes de inmediato.
-Oh, Ann, siempre te estoy dando problemas. Tu familia va a soñarnos a Lucy y
a mí.
-No digas tonterías; además, ¿para qué sirven los amigos?
Si a Larry Barnes, su agente de seguros, le molestó el ver interrumpido su
descanso, no lo demostró en absoluto. Era un hombre de algo más de cincuenta años,
de aspecto relajado y tranquilizador.
No, en definitiva no tendría problemas con la reclamación del seguro, le había
indicado y sí, podía ver que le reemplazaran el vidrio tan pronto como quisiera. De
hecho, creía conocer a alguien que podría encargarse del trabajo casi de inmediato y,
por supuesto, le recordó que había una cláusula de "pérdida de negocio" en su
póliza, indicando que si la falta de ventana afectaba sus ventas, tenía derecho de
reclamar una póliza extra.
Sin embargo, el incidente la dejó nerviosa y sobresaltada.
El domingo por la noche, debiendo estar en cama ya, continuaba dando vueltas
en la sala, sin poder relajarse, temerosa de que al acostarse se repitiera el atentado cíe
la noche anterior.
A la una de la mañana se convenció de que si no descansaba al menos un rato,
no podría trabajar al día siguiente. No fue un sueño reparador, se veía a sí misma
acosada e intimidada por distintas imágenes y temores, por lo que despertó inquieta
más de una ocasión con el pulso acelerado y la boca seca.

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Ese lunes, a media mañana unos trabajadores reparaban el vidrio del escaparate
y Tania estaba encerrada en su estudio organizando algunos papeles, cuando alguien
llamó a la puerta. Al abrir descubrió a Nicholas.
-Esta mañana me enteré del atentado de tu zapatería -le dijo-. ¿Qué pasó?
¿Estás bien?
-Sí, estoy bien -le aseguró Tania. Se sorprendió al notarlo tenso y deprimido. Le
ofreció una taza de café y le preguntó si al igual que ella, sospechaba que James había
sido el autor intelectual. Como respuesta, él sonrió con timidez.
Lucy jugaba en su habitación y corrió a la sala al escuchar la voz de Nicholas.
Tania le comentó que Lucy acababa de entrar a su nueva escuela y él se alegró.
-No vine sólo por lo del vidrio roto -explicó Nicholas cuando Tania le sirvió una
taza de café-. Alee, mi hijo, me contó que Clarissa vino a hacerte una escenita el
sábado pasado. Quiero pedirte disculpas.
Debido a que Lucy estaba con ellos y aunque aparentemente la niña estaba
entretenida con un libro, Tania no pudo responderle con la franqueza que hubiese
querido y se concretó a contestar con amargura contenida:
-Estoy segura de que una vez que tu mujer se convenza de su equivocación no
volverá a molestarme.
Nicholas se encogió de hombros y declaró desesperado:
-Ella no quiere escucharme. A cada rato amenaza con abandonarme y llevarse a
mis hijos con ella. Tenemos discusiones terribles y no hace caso de cuanto yo le diga.
Le he sugerido que consulte a un doctor. Cuando su madre murió Clarissa sufrió un
grave desequilibrio y tengo miedo...
Tania frunció el ceño. ¿Sería el comportamiento de Clarissa algo más que el
resultado de una mala educación; ese egoísmo de niña consentida acostumbrada a
que todos le perdonaran sus errores?
-¿Has hablado con James acerca de esto? -inquirió con preocupación.
Consideraba que, si Clarissa sufría algún desajuste emocional, entonces la idea de
Nicholas de querer darle celos al inventar que estaba interesado en otra mujer había
sido un gran error. Una vez más confirmaba que los hombres no entendían a las
mujeres. Ellos simplemente se negaban a aceptar que existían graves problemas
relacionados con las emociones.
-Oh, él se pone del lado de Clarissa, no importa lo que yo diga -Nicholas se
quejó-. Piensa que yo trato de molestarla y, por supuesto, ella es más dulce que el
azúcar cuando James está presente.
Tania hizo una mueca. "Más dulce que el azúcar", no era la descripción que ella
haría de Clarissa, refiriéndose a la escena del sábado.
-Pero, Nicholas -lo presionó-, has llegado a pensar que puede estar seriamente
enferma. Si como dices, ya sufrió un terrible quebranto...

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-He tratado de decírselo de muchas formas, pero cada vez que toco el tema
Clarissa levanta la voz y me acusa de querer librarme de ella, de querer encerrarla en
un asilo para enfermos mentales. Todo este asunto está fuera de mi control. Ya no sé
que más puedo hacer. Inclusive me he preguntado si no seré yo. .. Si yo soy el
culpable de todos sus problemas, si ella estaría mejor sin mí.
Tania empezaba a darse cuenta de que Nicholas, quien en circunstancias
normales era un hombre tranquilo, de alguna manera estaba tan mal como su esposa.
Actuaba como un niño que estaba castigándola por no darle todo el amor y atención
que él merecía. Los dos debieron, quizá, casarse con seres más fuertes y capaces de
sobrellevar las inseguridades y vulnerabilidades de su pareja. Ella jamás podría, por
ejemplo, imaginar a un hombre como James Warren, reaccionar ante las actitudes
irracionales de Clarissa de la forma como lo hacía Nicholas. Después de todo no era
raro que Clarissa prefiriera el apoyo de su hermanastro al de su esposo.
-Ustedes tienen dos hijos -le señaló con tacto-. Ellos te necesitan, necesitan de
ambos. Si no puedes persuadir a Clarissa para que vea un doctor, consúltalo tú,
Nicholas. Además, creo que deberías confiarle a James tus inquietudes. Por otro lado,
te ruego que lo convenzas de que tú y yo no tenemos nada que ver -agregó en voz
baja.
Lucy, que para entonces estaba sentada en el descanso de la ventana leyendo su
libro, levantó la cabeza y anunció:
-Mami, afuera se acaba de estacionar un coche grande y un hombre se dirige a
la tienda.
Tania se asomó a la ventana y Nicholas se le unió.
-Cielos -exhaló asustado-. Es el coche de James. ¿Qué demonios estará haciendo
aquí?
Ella miró el inmaculado Jaguar azul oscuro, sin verlo verdaderamente. Es
estómago le dio vueltas y sus músculos se contrajeron. ¿Quería confirmar cómo había
reaccionado y su intimidación? ¿Admitiría que él era el responsable del daño
causado a su tienda? Tal vez quería amenazarla de nuevo. Aprovecharía el momento
y la hostigaría hasta dejarla temblando de terror. Pensó que debió decirle al oficial
sus sospechas, pero... de seguro no le habría creído. ¿Quién iba a creer que un
hombre tan importante, un hombre de negocios respetable y apreciado como él, iba a
enviar a que rompieran el ventanal de la tienda de alguien tan insignificante como
ella? No... estaba segura de que no habría logrado nada.
No le cabía la menor duda.
-Será mejor que baje y vea qué quiere -empezaba a decir Tania cuando la
interrumpió el ruido de la puerta al ser empujada con ímpetu.
La furiosa mirada de James hizo que se le helara la sangre. Sus ojos al
encontrarse hicieron un contacto antagónico y electrizante. Tania fue la primera en
desviar la vista; su rostro estaba enrojecido por el acelerado fluir de la sangre.
Entonces, él declaró con frialdad imperativa.

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-Nicholas, me pareció ver tu coche en la calle. ¿Está pensando en dejarnos,


señora Carter? -le preguntó con tanta fiereza que Tania enmudeció-. Es una sabia
decisión. ¿Acaso Nicholas vino a verla en su carácter de consejero legal?
Nicholas frunció el ceño al mirar a su cuñado.
-No estoy aquí como consejero legal, James. Me enteré del atentado y como es
natural, quise ver si Tania se encontraba bien.
-¿Como es natural? -arqueó una ceja y torció la boca en un rictus burlón
mientras observaba alternativamente el rostro aturdido de Nicholas y el furioso y
enrojecido de Tania-. Muy caballeroso de tu parte. Y ahora que te has asegurado de
que la señora Carter no ha sufrido ningún daño de lo que probablemente sólo fue la
consecuencia de los excesos etílicos de algún grupo de jóvenes, quizá sería
conveniente que recordaras que les prometiste a Clarissa y a los chicos llevarlos a
comer a Chester.
-¡Oh, Dios! Sí... lo había olvidado. Tengo que irme, Tania.
Le alargó la mano, pero en vez de apretársela como era de esperarse la envolvió
entre las suyas con ternura, con mucho más afecto del que ella hubiese deseado.
Tania sólo acertó a volver la cabeza hacia James para ver su reacción ante el
atrevimiento de su cuñado. La dura y peligrosa mirada que le envió le infundió
miedo. Luchó contra el cobarde impulso de abrir la boca y defenderse, de decirle que
estaba equivocado, que no se trataba de lo que estaba pensando... que eso distaba
mucho de lo que ella deseaba, pero orgullosa optó por guardar silencio y le
respondió a Nicholas con la mejor de sus sonrisas.
No quería quedarse a solas con James, pues sabía que éste aprovecharía la
oportunidad para volver a amenazarla o quizá hasta llegaría ' a insultarla, así que
decidió acompañar a Nicholas hasta la puerta para forzar a que James los siguiera y
despedirlos a los dos al mismo tiempo. Bajaron y en la zapatería había mucho ruido
producido por los trabajadores que reparaban el escaparate, por lo que tuvo que
subir la voz al decir:
-Has sido muy amable al venir, Nicholas. Espero que disfrutes tu comida -y de
inmediato se volvió hacia James y agregó-. Y ahora, señor Warren, que ya tiene lo
que vino a buscar, estoy segura de que no existe ninguna razón para que permanezca
aquí.
James parecía furioso. Nicholas se alejó, pero él permaneció junto a Tania.
-Quizá crea que es muy astuta, pero trate de pensar en lo siguiente: no es
solamente a mi hermana a la que está hiriendo. Usted sabe que ella y Nicholas tienen
dos hijos que los necesitan a ambos.
La ira de Tania era tan grande que no iba a permitir que le ganara la partida. La
sangre le corría hirviendo por las venas.
-Oh, ¿habla en serio? Bien, basándome en los chismes locales quizá no les
importe tanto perder a su padre, no mientras tengan un tío tan devoto y cariñoso en
quién apoyarse. Nadie va a imponerme cómo debo vivir mi vida. ¡Nadie!

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Pudo decirle también lo que pensaba de la crueldad de sus planes para arruinar
su negocio y presionarla para irse de ahí, pero Nicholas regresó en ese momento y se
le quedó mirando impaciente, esperando que James se le uniera.
De regreso, a la mitad de la escalera Tania tuvo que detenerse porque las
piernas le temblaban de manera incontrolable.
De alguna forma tenía que detener todo eso; debía encontrar el camino para
asegurarse de que Nicholas no sólo le dijera la verdad a su cuñado, sino que éste le
creyera.
No tenía caso intentar decir nada, tampoco podía presionar a Nicholas en
presencia de James. Era obvio que no le creería.
Pero, tampoco podía permitir que la situación se prolongara por más tiempo.
;Sus nervios estaban a punto de estallar!

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CAPITULO 6
Contrario a sus temores de que el escaparate roto ahuyentara a la clientela, el
atentado atrajo a mucha gente a su negocio, motivada tanto por la curiosidad como
por una auténtica preocupación. El vidrio quedó reemplazado una semana más tarde
y mientras hablaba por teléfono con Ann le contó que había tenido que solicitar a sus
proveedores un pedido urgente, pues ya casi no tenía mercancía en bodega.
-Y eso sólo es el principio -le auguró Ann-. Ya verás. Estoy segura de que la
gente está volviendo a preferir las tiendas exclusivas, a esos enormes almacenes de
los que salen con los nervios destrozados. Quizá también sea debido a una especie de
nostalgia por el pasado; como una necesidad de regresar a un estilo de vida más
simple. Nosotros cada vez tenemos más y más clientes que aseguran que ya no
soportan esos interminables recorridos por las plazas comerciales en las que pierden
horas y horas tratando de encontrar lo que buscan para después pasar otro calvario:
esas filas largas e interminables de clientes ansiosos por pagar. A propósito, quería
preguntarte si me apartaste dos pares de botas de baseball para mis chicos. Quiero
dárselas como regalo de Navidad. Susan me dijo que ahora quiere tomar clases de
tap, así que, también voy a necesitar un par de zapatillas para ella.
Y cambió de tema.
-¿No te ha dicho la policía si ya encontraron al que rompió tu vidrio?
-No -respondió-. No creo que lo vayan a descubrir.
-Bueno, no creo que vuelva a suceder. Menos ahora que el delincuente se dio
cuenta de que tienes instalada una excelente alarma -la confortó.
Tania no contestó. No estaba tan segura de que la presencia de cualquier
sistema de alarma, a pesar de lo sofisticado que pudiera ser, detuviera al verdadero
responsable. También sabía que el móvil del atentado no era el robo. Al menos no
estaban interesados en robar nada material. Quizá el móvil era robarle la
tranquilidad mental, la seguridad y finalmente su propio respeto. Sí; creía a James
Warren capaz de cometer todos esos crímenes contra ella.
Se angustió un poco al colgar el auricular.
Se acercaba la hora en que Tania y Ann debían recoger a sus hijas en la escuela.
A Tania le parecía injusto que sin haber cometido ninguna falta estuviese sufriendo
esa terrible sobrecarga de aprensión y terror, justo cuando Lucy ya estaba adaptada a
su nueva vida.
La encontraría emocionada y le hablaría sin parar, de su nueva escuela. Tania
no tenía intenciones de obligar a su hija a que obtuviera un título académico; sin
embargo, era consciente de que una buena educación y una buena preparación eran
esenciales en esa época para conseguir un trabajo bien remunerado. Por experiencia
propia sabía que era importantísimo que una mujer fuera capaz de mantenerse
económicamente. No quería que su Lucy cayera en la trampa al tener que depender
de un hombre. Soñaba en que su hija no tuviera que unirse a alguien por necesidad y
en detrimento de su independencia y autosuficiencia.

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Si la zapatería continuaba con el mismo auge, tendría que considerar


seriamente en contratar algunas empleadas. Una chica que le ayudara los sábados,
como le recomendó Ann, no sería suficiente; tenía que ir pensando en alguien con
experiencia para que se encargara del negocio mientras ella atendía las cuestiones
administrativas y sus ocupaciones personales.
Acababa de atender a una agradable jovencita que compraba sus primeras
zapatillas formales cuando sonó la campanilla de la puerta. Tania levantó la vista y
su sonrisa se desvaneció dando paso a un rictus de aprensión al ver que Clarissa
Forbes entraba en la tienda. Iba sola, Tania echó una mirada hacia la calle y confirmó,
relajada, que su intimidante hermanastro no la acompañaba.
-Clarissa -la saludó. Estaba determinada a no darle ningún motivo que
reforzara sus tontas sospechas de que sostenía relaciones con su esposo.
Sin embargo, cuando Clarissa abrió la boca lo hizo furiosa e injuriante:
-Vamos, anda, sonríe todo lo que quieras, pero esa sonrisa no durará mucho
tiempo. Si piensas que voy a hacerme a un lado para dejarte el camino libre, vas a
descubrir muy pronto que te equivocas. Nicholas es mío y no pienso dejártelo a ti ni
a nadie.
Tania advirtió de inmediato sus pupilas dilatadas y una actitud francamente
agresiva y los músculos de su rostro se pusieron rígidos debido a la intensidad de
sus emociones.
-Clarissa, por favor tranquilízate. Estás equivocada. Nicholas y yo no
sostenemos ninguna relación.
-No mientas. Eso es lo mismo que Nicky ha tratado de hacerme creer, pero yo
conozco la verdad. Ustedes pretenden hacerme creer que todo ha terminado entre los
dos, pero yo sé que no es cierto. ¿Cuándo empezó todo? ¿Cuando llegaste aquí o se
entendían desde antes? ¿Acaso ya se conocían antes que te mudarás aquí? Confiesa,
¿lo planearon desde el principio? ¿Es por ello que viniste aquí?
Tomó aire para continuar:
-Bien, si crees que voy a quedarme quieta para que me robes a mi marido, te
equivocas. Te enseñaré de lo que soy capaz.
Tania reconoció los signos inconfundibles de histeria, así que intentó
tranquilizarla, pues estaba más preocupada por el estado de Clarissa que por su
propia seguridad. La otra mujer era presa de un estado emocional intenso y mientras
luchaba por calmarla sintió una irritación creciente contra Nicholas y James. ¿Cómo
era posible que ninguno de los dos se percatara de que Clarissa no estaba bien?
-Clarissa, por favor, estás equivocada. Habla con Nicholas. Déjalo que te
explique las cosas, te aseguro que nunca he sostenido, ni estoy interesada en
sostener, una relación amorosa con él. Mira, ¿por qué no llamamos a Nicholas y
que?...
-;No! No lo quiero ver aquí, pero me imagino que tu sí, ¿verdad? Quieres que lo
haga para que me obligue a irme y puedas quedarte sola con él. Bien, pues no
destruirás mi matrimonio y si no te alejas de él, haré que te arrepientas hasta de

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haber nacido -la amenazó con dramatismo, se dio la media vuelta y salió de la
zapatería antes que Tania pudiera reaccionar.
Después que salió, Tania miró indecisa el teléfono. Se mordió un labio al
preguntarse si debía llamar a Nicholas y ponerlo al tanto de lo que acababa de
suceder. Pero pensó que si por algún motivo Clarissa se llegaba a enterar de la
llamada, pensaría que esa era la confirmación de sus relaciones ilícitas.
Un profundo sentido de responsabilidad la hizo pensar que debía hacer algo
para ayudar a esa mujer; necesitaba ayuda urgente. El rencor de Tania se convirtió en
un sentimiento muy diferente. La furia y el coraje contra todo lo que estaba
padeciendo injustamente, se convirtieron en una auténtica preocupación.
-¿En qué piensas? -1e preguntó Ann cuando regresaban con las niñas de la
escuela y Tania le explicó lo acontecido-. Mmm... Y tú consideras que ella sufre una
profunda depresión o algo semejante.
-Incluso podría ser algo peor; quizás algo relacionado con la muerte de sus
padres. Es evidente que se encuentra bajo los efectos de un fuerte impacto emocional.
De alguna manera me dio la impresión de que quiere creer que Nicholas y yo la
engañamos.
-Mmm. Es probable que al darse cuenta de su actitud imperativa y caprichosa
intente justificar su comportamiento, convenciéndose de que Nick es el único
responsable por engañarla contigo. Me sorprende que James no haya notado lo que
sucede, aunque este año ha pasado la mayor parte del tiempo fuera. Su compañía
electrónica tiene intereses en diferentes estados del país y durante meses ha viajado
de un lado a otro.
Y continuó:
-El otro día me enteré de que acaba de firmar un contrató con algunas empresas
importantes, por lo que en el futuro pasará más tiempo aquí. Quizás ahora sí pueda
ver lo que pasa...
-Lo dudo -1a interrumpió Tania con suspicacia-. Al igual que su hermanastra,
James está decidido a seguir culpándome.
-Es raro que él reaccione así. A lo mejor le gustas -bromeó-. Y está celoso de la
supuesta relación que existe entre Nick y tú.
Tania soltó una carcajada, pero su interior se agitó con angustia. "Oh, Dios",
pensó temblorosa cuando Ann y ella se separaron, "no permitas que eso sea
verdad"... ¿Por qué, después de tantos años de completa indiferencia hacia el sexo
opuesto, ahora descubría que era peligrosamente consciente de ese hombre, que
jamás podría experimentar por ella el mismo tipo de emoción? ¿Acaso el hecho de
saber que era imposible que él compartiera ese sentimiento, era lo que le daba valor
para dar rienda suelta a sus emociones, que echaban raíces en su interior? Ella sabía
que era una locura; no existía la posibilidad de llegar a relacionarse con él. De alguna
manera se sentía segura y podía darse el lujo de consentir esos pensamientos. Era
algo muy parecido a lo que les sucedía a las quinceañeras cuando se apasionaban con

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devoción por la estrella pop del momento, sin embargo, se negó a seguir alentando
esas ideas.

Al día siguiente sería su segundo sábado en la zapatería. No podía esperar que


las ventas fueran tan estupendas como la semana anterior, no obstante, esa mañana
se encontraba entusiasta y esperanzada. Se las arregló paró que Peggy, la sobrina de
Ann fuera a ayudarla un par de horas durante la comida. Ann insistió
generosamente para que Lucy pasara el día con ella y su familia y respondió
bromista ante la resistencia de Tania:
-Tonterías; algún día tú harás lo mismo por mí.
-Bueno, eso espero. Pero, por favor, envíame a Lucy a la hora de la comida. Ya
ha comido demasiadas veces contigo y yo...
-Lo haré -le prometió su amiga-. A las doce en punto la tendrás en casa.
-Yo pasaré por ella. Sé que sólo nos separan unas cuantas casas, pero me sentiré
mejor.
A los cinco minutos para las doce, Tania se ponía la chaqueta y le encargaba el
negocio a Peggy cuando una clienta entró en la tienda, acompañada por un par de
gemelos y otros dos chicos mayores; todos hombrecitos.
Cuando solicitó zapatos para todos, Tania supo que era injusto dejar que Peggy
se encargara de todo, así que, se quitó la chaqueta de nuevo y sonriente le dijo que
estaba encantada de servirla.
Faltaban quince minutos para la una cuando al fin, los cuatro chicos quedaron
satisfechos.
-Es estupendo poder contar con una zapatería así -comentó la mujer-.
Comprarles zapatos normalmente se convierte en una pesadilla para mí. Mi esposo
se niega a acompañarme y los chicos terminan riñendo.
Tania le sonrió con simpatía y los acompañó a la puerta. Una vez que se
retiraron se volvió hacia Peggy.
-El trabajo bajará un poco ahora que la mayor parte de la gente va a comer a sus
casas. Subiré a mi apartamento para ver qué hace Lucy. Pobrecita, debe estar
muriendo de hambre.
Pero cuando abrió la puerta de su apartamento, encontró la sala y el resto del
piso en silencio.
Llamó a su hija por su nombre, abrió la puerta de su habitación y se extrañó al
hallarla vacía.
¿Se habría olvidado Ann de enviarla a casa a las doce? Quizá las niñas estaban
distraídas jugando... Pero los Fielding por lo general comían a las doce treinta en
punto y ya era casi la una.
Una lógica aprensión maternal se apoderó de ella. Sin detenerse a recoger la
chaqueta, bajó de prisa y salió por el estrecho pasaje que la separaba del edificio de

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sus vecinos mirando, con ansiedad, de un lado al otro en espera de descubrir la


figura de su hija, mas no encontró señales de Lucy.
Más angustiada ahora, corrió calle abajo hasta la tienda de los Fielding.
Tom Fielding tomaba una taza de té que se retiró de la boca al descubrir la
expresión de ella y le preguntó.
-Tania, ¿qué pasa? No me digas que volvieron a romper...
-No, no se trata de eso... Es Lucy... No ha llegado a casa y quise saber si...
Tom se levantó preocupado.
-Pero si ella se fue a los cinco para las doce. Eso es...
-Hace casi una hora -tembló-. ¿Supones que?... ¿Pudo regresar?
-Claro que pudo hacerlo, supongo. Mira, sube y pregúntale a Ann.
Ansiosa, Tania subió por la escalera y tensa llamó a la puerta. Ann abrió y su
sonrisa se desvaneció dando paso a un gesto de preocupación cuando Tania le
preguntó por Lucy.
-No, no está. Se fue á tu casa a las doce, tal como quedamos.
-Oh, Dios mío. Yo quedé en venir por ella, pero esa mujer llegó con cuatro niños
a la tienda. Pensé que Lucy había regresado y subido directo al apartamento, pero
cuando subí no estaba.
Tania empezaba a temblar aterrada y Ann la sostuvo con firmeza.
-No dejes que el pánico se apoderé de ti. ¿Estás segura de que no está en tu
casa?
-No... no, revisé todo.
-Bueno, quizá se encontró con alguien... con una compañera de clases...
-No -negó con la cabeza-. Ella no iría a ninguna parte con nadie. Sabe que no
debe hacerlo, siempre se lo he dicho. Venimos de una ciudad grande, Ann. Ella
conoce los peligros a los que se expone al hablar con extraños... de...
Se le quebró la voz y Ann la apretó entre sus brazos.
-La encontraremos, no te preocupes. Acompáñame, vamos a llamar a la policía.
-¿La policía? -sus ojos se oscurecieron por la angustia y asustada, miró a su
amiga.
-Es lo más lógico que podemos hacer -le explicó Ann, con dulzura-. Lo más
probable es que Lucy esté bien.
Tania tembló con una fuerza incontrolable y en su cabeza daban vueltas las
cosas que Ann no se atrevía a expresar.
Vivía la horrible pesadilla de todos los padres cuando uno de sus hijos
desaparece. Sucedía con tanta frecuencia; era algo tan trágico... Le dio vueltas el
estómago.

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-No... Lucy, no -susurró entre dientes-. ¡Oh, Dios, por favor, que nada le pase!
--Vamos... nada conseguirás poniéndote así -le advirtió Ann-. Mira, siéntate un
momento mientras llamo a la policía.
Media hora más tarde, mientras su mente divagaba entre el terror, la angustia y
la culpabilidad, Tania trataba de responder a las preguntas tanto de la policía local
como las del detective que llegó a la casa de los Fielding.
Cuando le preguntaron qué ropa llevaba Lucy, evocó la imagen de su
pequeñita, esa mañana al despedirse y tuvo que hacer un esfuerzo supremo para no
dejarse abatir.
-No se preocupe -le indicaron-. Lo más probable es que esté en compañía de
alguna amiga y que sin darse cuenta se le haya pasado el tiempo.
Tania se negó a aceptar cualquier razonamiento. Lucy no haría eso. Además, su
amiga más cercana era Susan, quien declaró, nerviosa, que Lucy le había dicho que
regresaría tan pronto terminara de comer.
-¿Tiene idea de alguien que estuviese interesado en llevársela? ¿Alguien que
usted conozca? -el oficial insistió con gentileza-. El padre de Lucy... sus abuelos...
algún pretendiente...
Descorazonada Tania negó con un movimiento de cabeza. No, no había nadie
en quién pudiera pensar... Nadie.
-Bueno, trate de tranquilizarse. Ya estamos buscándola. Siendo nueva en el
pueblo, no es extraño que se haya perdido. ¿Tiene la niña preferencias por algún
lugar en especial, algún sitio que simplemente le haya gustado?
-El otro día fuimos a caminar por la ribera. Vimos una nutria; encontramos a un
perro... a Lucy le encantan los perros -comentó casi ausente-. Le prometí que quizá
para la próxima primavera...
Abruptamente empezó a sacudirse de manera incontrolable al pensar que para
la próxima primavera tal vez estaría sola... Que Lucy, su preciosa e indefensa hija...
-Tengo que preguntarle esto, Tania. No es una crítica. Todos perdemos los
estribos de cuando en cuando, pero, ¿podría ser que Lucy y usted hubiesen
discutido? ¿Podría ser que ella no tuviera ganas de volver a casa?
Tania negó con la cabeza.
-No. Nuestra relación es agradable. Ella no es una chica problemática.
-Yo puedo confirmar eso -declaró Ann-. Y al salir de aquí iba contenta. Nos dijo
que su mamá le había prometido prepararle salmón fresco para la comida.
-Sí, en efecto -Tanta concedió con dolor-. Es su comida favorita. Una
extravagancia, pero tiene tantas vitaminas... y yo quiero que crezca sana. Las chicas
de hoy se preocupan demasiado por cuidar la figura. Yo no quiero que mi hija crezca
manipulada por los publicistas que imponen una figura ideal para las jovencitas.
Su voz empezó a quebrarse, se cubrió el rostro con las manos y dejó que las
lágrimas fluyeran con libertad.

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Oh, Dios, estaba tan asustada... por Lucy, por su adorada Lucy.
-Todo va a salir bien -señaló el oficial, pero Tanta no estaba tan convencida.
Cuando la policía le sugirió que sería mejor que se fuera a casa por si acaso
Lucy regresaba, Tania se levantó como autómata.
-No te preocupes por la zapatería -declaró Ann-. Yo iré en seguida y me
quedaré en lugar de Peggy.
El resto de la tarde se empañó con una creciente tensión y ansiedad. Tania
siempre estuvo acompañada por alguien. Sus esperanzas de que Lucy, después de
todo, se hubiese distraído con algo en el camino se fueron desvaneciendo al tiempo
que aumentaba la mortal certeza de que algo terrible le había sucedido.
A las cinco de la tarde, la mujer policía que la acompañaba y que en ese
momento se asomaba por la ventana, frunció el ceño y le indicó apresurada.
-Tania, acérquese de inmediato.
Alarmada, Tania se acercó sintiendo que el corazón se le salía, al asomarse a la
calle y ver a Lucy descender del asiento posterior del Jaguar azul oscuro de James
Warren.
-¿Esa es su hija? -le preguntó.
Tania no pudo hablar. Tan sólo acertó a mover la cabeza afirmativamente
mientras sus ojos se anegaban en lágrimas de alivio.
Observó que Lucy se asía, confiada, de la mano de James. El se detuvo alzó la
vista y miró a Tania.
La expresión de James la sobresaltó. Jamás había visto a otro adulto con un
semblante tan lleno de pena, angustia y culpabilidad. Su mirada revelaba las mismas
emociones que ella experimentaba, haciéndola perder el aliento. Con dificultad llenó
sus pulmones de aire, no acertaba a hacer otra cosa que seguir ahí inmóvil mientras
Lucy subía por la escalera corriendo. Excitada, la pequeña entró al salón.
-¡Mami!, ¿a que no sabes? James prometió comprarme un perro para el día de
mi cumpleaños, siempre y cuando tú estés de acuerdo... y él va a enseñarme a
entrenarlo para que no sea como Rupert. No será un sabueso, supongo, pues necesita
mucho espacio y además es un perro guardián y necesita hacer mucho, mucho
ejercicio.
Cuando se detuvo para tomar aire, la mujer policía se le acercó.
-Hola, Lucy. ¿Pasaste una tarde divertida?
Lucy movió la cabeza de arriba abajo. La mujer levantó la cara y se dirigió a
Tania:
-Voy a pasar mi reporte para que sepan que está a salvo -se volvió hacia James y
señaló de prisa-: Temo que tendré que pedirle que espere aquí algunos minutos,
señor. Lucy desapareció toda la tarde sin el permiso de su mamá...
-Yo puedo explicarlo todo -respondió inexpresivo.

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De pronto parecía tan frustrado y agobiado, que Tania sintió compasión por él.
Inicialmente, cuando vio a Lucy bajar de su coche, se sobrecogió por el impacto
al darse cuenta de cuando el oficial le preguntó si conocía a alguien que tuviera
interés en raptar a la chica, no pensó en él.
Pero cuando James la amenazó, jamás lo creyó capaz de lastimar a Lucy.
Y después, al mirar su rostro desde la ventana, supo que cualquier cosa que le
hubiese pasado a Lucy, que cualquiera que fuera el responsable de su desaparición,
no podía ser ese hombre.
-Creo que será mejor que la acompañe a la estación de policía -le sugirió James a
la mujer policía y volviéndose hacia Tania agregó tranquilo-: ¿Estará bien si dejo mi
coche fuera? Necesito hablar con usted. ¿Me permite regresar más tarde?
Tania asintió con torpeza.
-Gracias -declaró James.
Hablaba como ausente, como si cada una de sus palabras fuera estudiadas, sin
embargo, Tania percibió una terrible angustia tras esa aparente tranquilidad.
-Acompáñeme por aquí, señor -si la mujer policía sabía o no de quién se trataba,
no se dejó intimidar.
Una vez que estuvo sola con Lucy y después de asegurarse de que su hija
estaba ilesa física y emocionalmente, Tania le preguntó tan indiferente como pudo:
-¿En dónde encontraste a James, cariño? Yo estaba muy preocupada por ti, ya
puedes imaginar cómo me puse cuando no llegaste a la hora de comer...
-Eso es lo que le dije a la dama -le aseguró Lucy con firmeza-. Le dije que tú
estarías preocupada, pero ella me contestó que no habría problema y que tenía que
acompañarla a su casa. Dijo que tú estarías ocupada con tío Nicholas -agregó con
inocencia.
Tania sintió como si un enorme puño le oprimiera el corazón...
-¿Esa... esa dama. Era... la esposa de tío Nicholas?
-Sí -respondió animada-. Tienen una casa enorme y Rupert estaba allí. Ella me
dejó jugar con él y me dio algunas rosquillas de chocolate, luego me preguntó
muchas cosas de ti y de tío Nicholas, pero después empezó a llorar. Me dio un poco
de miedo -frunció el ceño-. No me gustó cuando empezó a llorar.
-¿Ella... ella... te dijo algo más? -inquirió Tania. No quería asustar a Lucy, ni que
se diera cuenta del peligro en que estuvo. Era evidente que Clarissa estaba más
enferma de lo que temía.
-No, en realidad no. Yo no quería ir, pero me tomó del brazo y me lastimaba,
después me empujó a su coche y me dio miedo tratar de bajarme -agregó Lucy-. Pero
me gustó jugar con Rupert. Después llegó James y ella empezó a llorar más fuerte. El
le dijo que me traería a casa. Hablaron mucho tiempo y Clarissa lo tomaba del brazo
y le rogaba que no la dejara. Entonces ya no me gustó y creo que a James tampoco.

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-No, estoy segura de que a él tampoco -aceptó en voz baja y un escalofrío le


recorrió la columna.
El teléfono sonó y levantó el auricular. Era Ann.
-¿Tienes alguna noticia?
-Sí, Lucy ya está en casa. James Warren la trajo.
-¿James Warren...? pero...
-Ahora no puedo explicarte -la interrumpió-, pero parece que Clarissa
persuadió a Lucy para que la acompañara a su casa.
Percibió la sorpresa de Ann.
-Esa mujer debe estar trastornada. ¿Qué demonios pretendía hacer?
-No estoy segura y sospecho que ella tampoco -respondió con voz cansada-.
James fue a declarar a la estación de policía. Dijo que regresaría a explicarme todo,
pero lo importante es que Lucy ya está a salvo.
-Sí -estuvo de acuerdo-. Mira, si quieres puedo ir a acompañarte esta noche...
-No, estaremos bien.
A Tania le habría agradado que Ann la acompañara esa noche; estaba segura de
que no podría conciliar el sueño, pero no debía depender tanto de los demás. Por
otro lado, tarde o temprano tendría que enfrentarse a los temores que la angustiaron
toda la tarde. Lo importante era que Lucy ya estaba con ella. Aunque no dudaba que
su hija se había asustado un poco, quizá jamás había estado en un verdadero peligro
físico. Hasta donde podía darse cuenta, Clarissa nunca la amenazó. Por lo que Lucy
le contó, parecía que Clarissa estaba más interesada en descubrir cuánto tiempo
pasaba Nicholas al lado de Tania y su hija.
Y la culpa no era sólo de Clarissa... todos tenían algo de culpa, todos. Tania
misma, pues aunque jamás estuvo relacionada en sentido amoroso con Nicholas, por
orgullo y por testaruda no se preocupó por convencer a Clarissa; incluso al descubrir
que esa mujer estaba enferma, no hizo nada para que alguien la ayudara. ¿Y por qué
no lo hizo?
Porque ese alguien era James y debido a ello, puso en riesgo a su hija. Entre el
orgullo, la terquedad y sus temores se percató de que ese hombre no le era tan
indiferente como quisiera. Si Clarissa hubiese decidido castigar a Lucy por los
pecados imaginarios de su madre... si hubiera decidido... Tania se sobrecogió.
"Detente", se ordenó. Por el bien de Lucy no debía dar rienda suelta a sus
emociones. Debía mantener la calma y el control hasta el final. Interiormente...
bueno, eso era diferente. Interiormente...
Ahora, todo lo que debía hacer era dar gracias a Dios y a James de que su hija
estuviera a salvo y a su lado.

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CAPITULO 7
Eran las diez de la noche cuando James regresó y hacía más de una hora que
Lucy se había quedado dormida profundamente. Cuando Tania bajó a abrirle la
puerta, las luces de la calle iluminaron las ojeras y la dolorida expresión de James.
-Siento mucho haber tardado tanto, pero había que cumplir algunas
formalidades. Tuve que esperar a que Nicholas llegara a firmar el consentimiento
para internar a Clarissa en un hospital privado, en el que esperamos...
Hizo una pausa y Tania declaró con torpeza:
-Lo veo terriblemente cansado. En este momento iba a cenar. ¿Gusta... cenar?...
-No... no deseo nada de comer, pero sí le acepto una taza de café...
-Sí, por supuesto. Acompáñeme arriba. Allí podremos hablar. Lucy está
dormida y con seguridad sueña con ese cachorrito que le prometió -agregó
complacida.
-Lo siento. Sé que debía preguntarle a usted primero... pero después de
presenciar la histeria de Clarissa, fue lo único que se me ocurrió decirle para
distraerla. Pobre niña, debió aterrarse, sin embargo, reaccionó muy bien.
-No creo que se haya dado cuenta todavía de lo... lo inestable del
comportamiento de Clarissa -Tania respondió con cuidado mientras subían-. Los
niños no se fijan en eso, usted lo sabe. Ellos simplemente aceptan la conducta de los
mayores como algo diferente. Todo lo que me dijo fue que cuando usted llegó
Clarissa lloró mucho.
-¿Eso dijo? Bueno, creo que es una descripción algo particular. La expresión
entristecida de sus ojos le inspiró tanta pena a Tania que instintivamente se acercó a
él y lo tomó por el brazo cubierto por la manga de su chaqueta, en un gesto de
simpatía y comprensión. Al instante lo sintió tenso ante el contacto y se sonrojó
avergonzada y consciente de su atrevimiento, pero cuando quiso retirar la mano, él la
tomó para mantener ese contacto físico como si le hiciera mucho bien.
-Le di vueltas y vueltas al asunto en mi cabeza... me paseaba por la casa, viendo
a su hija ahí... pensando... -movió la cabeza incrédulo-. Dios me perdone, por un
momento pensé que usted estaba... Y entonces Clarissa llegó y empezó a hablar
impetuosa y en forma desordenada de todo lo que iba a hacerla sufrir a usted...
Cómo la forzaría a dejar a Nicholas... Ni siquiera entonces me di cuenta de su estado.
De repente, empezó a decirme que tenía que ayudarla a esconder a Lucy en algún
lugar donde nadie pudiera encontrarla. Yo tengo toda la culpa. Debí notarlo. Siempre
estuvo propensa a terribles depresiones. Sufrió un quebranto emocional cuando
murieron nuestros padres -movía la cabeza con sentimiento de culpa-. Pero, eso
sucedió hace casi quince años. Jamás pensé... Supongo que no quise darme cuenta.
"Por fortuna, Nicholas llegó a la casa cuando yo trataba de explicarle que debía
regresar a Lucy a su casa. El me contó todo. Admitió que deliberadamente hizo
parecer que ustedes dos sostenían una relación amorosa. Mencionó que Clarissa se

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comportaba cada vez más intransigente y que cada día le era más difícil controlarla.
Yo nunca estuve de acuerdo con su matrimonio y quizá por ello y en una mezcla de
protección y orgullo empecé a justificarla de manera inconsciente.
Suspiró con tristeza.
-Es obvio que esta situación no debe continuar adelante. Llamé al doctor antes
de venir a dejar a Lucy. El conoce una clínica privada en Londres donde hay
especialistas en casos como el de Clarissa. Quizá lleve algún tiempo, pero con
cuidados adecuados y bajo un estricto control existen muchas posibilidades de que
recupere su estabilidad emocional.
-Debió ser un duro golpe para usted -murmuró sin saber qué decir.
Era claro que lo acontecido lo había afectado mucho, de otra forma, estaba
segura de que jamás se habría confiado a ella de esa manera. Era como si por alguna
extraña razón, los acontecimientos del día los hubiesen unido, sumiéndolos desde
sus mundos opuestos en un lazo común de angustia y sobresalta.
-Eso es cierto, sin embargo, cuando pienso en lo que sufrió usted durante el día,
en lo que debió resistir...
-Jamás imaginé que Clarissa fuera la responsable de la desaparición de Lucy,
no...
-Al parecer fue un acto impulsivo. Iba conduciendo por la calle cuando vio a
Lucy sola...
-Esa fue mi culpa. Yo pensaba ir a recogerla, pero una clienta de última hora me
entretuvo en la tienda. No importa cuántas veces hayamos escuchado terribles casos
de niños raptados, siempre habrá un día en que, por una razón o por otra los padres
no podamos acompañarlos. Sin embargo, cuando algo así llega a suceder,
comprendemos que el hogar es primero, que solamente por la gracia de Dios...
Pasó saliva con dificultad, la garganta le ardía por las lágrimas contenidas y
cerró los ojos... para abrirlos, consternada al sentir que la mano libre de James la
tranquilizaba frotándole la piel del cuello. Después relajó la tensión de sus músculos
al pasarle la palma bajo el cabello, masajeándole gentilmente la nuca.
-Si algo le hubiese pasado a Lucy, jamás me lo habría perdonado. Lo que me
hace sentir peor es que yo ayudé y alenté a Clarissa para que impidiera que su
pretendido amorío con Nick siguiera adelante -declaró con tono grave.
-Eso no fue culpa suya. Nicholas debió decirle la verdad, le pedí que lo hiciera.
Me pareció estúpida su idea y me enfurecí por haberme mezclado con ella.
-También vine por eso. Antes de continuar, quiero disculparme. Debí usar la
razón y la lógica en lugar de cegarme permitiendo que mis emociones me
dominaran.
-No puedo culparlo del todo. Clarissa es su hermana y era natural que quisiera
protegerla, que respondiera a su angustia...
-No fue una respuesta emocional hacia la angustia de Clarissa lo que me hizo
reaccionar con tanta pasión -la interrumpió.

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Tania se quedó inmóvil y lo miró desconcertada.


-Aquella primera vez, vine con intención de razonar contigo, de pedirte, con
tranquilidad, que recapacitaras sobre lo que estabas haciendo... venía dispuesto a
suplicarte, si así lo exigías, para que terminaras tu relación con Nicholas antes que
fuera demasiado tarde.
-¿Consideraste desde un principio la posibilidad de sobornarme para que.
terminara mi relación, razonablemente? -preguntó con sequedad.
-No, no lo hice. Pero cuando te miré, todo aquello que planeé decirte... se borró
de mi mente.
-Desde el primer momento me di cuenta de que te desagradé -declaró tan a la
ligera como pudo. La mano de James seguía apoyada contra su nuca; el suave
movimiento de sus dedos empezaba a inquietarla. Si no luchaba por mantener su
mente distraída, caería en la inminente trampa de anhelar que esos dedos... y esas
manos le acariciaron el cuerpo.
-¿Desagradarme? -preguntó con tono extraño-. ¿Eso pensaste? No, no fue
antipatía lo que me hizo reaccionar con agresividad. Fue el deseo... El deseo y los
celos me encendieron la sangre. Al verte esa primera vez quedé prendado de tal
manera que la simple idea de verte relacionada con otro hombre... aunque fuese mi
cuñado, me cegó. Tengo que admitir con vergüenza, que no fue el deber de proteger
el matrimonio de Clarissa lo que me llevó a separarte de Nicholas, sino la imperiosa
necesidad de saberte libre...
Se quedó callado un instante y movió la cabeza descorazonado.
-No debía decirte todo esto y menos ahora. Pero a mi edad, los hombres somos
demasiado sensibles cuando nos enamoramos. Verás, es algo que ya no esperamos.
Creemos saber todo lo que hay que saber acerca de la raza humana, en especial en lo
que se refiere a nuestras reacciones. Suponemos que ya somos demasiado maduros
para ser atrapados en las garras de ese remolino de emociones, que consideramos
reservadas exclusivamente para los jovencitos. Por esa razón es que nos golpea tan
duro. ¿Por qué tenemos que reaccionar de modo tan estúpido?
¡James estaba enamorado de ella! No podía ser verdad... pero antes que Tania
dijera algo, él continuó con suavidad:
-No debías permitirme estar aquí a solas contigo así, lo sabes. Deberías echarme
antes que la situación quede fuera de mi control y haga algo de lo que después nos
arrepintamos.
Quizá tenía razón, pero en ese momento a Tania le era difícil pensar con
sensatez, analizar y comportarse con lógica, cuando su cerebro aún trataba de aceptar
lo que le acababa de decir. Se sintió angustiada y debilitada al notar el poco espacio
que los separaba. Casi podía sentir el fuego que emanaba del cuerpo de James; ese
fuego que era como una orden silenciosa a su propio cuerpo haciéndola reaccionar
de inmediato. Era como una respuesta contenida que ahora gritaba al ser liberada.
-Pídeme que me vaya, Tania. De otra forma...

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Decirle que se fuera era lo último que deseaba. Ella quería estar con él.
Necesitaba estar con él. Tenía que estar con él, tuvo que reconocerlo y acortó la
distancia que los separaba ofreciéndole la boca en espera de un beso.
El primer beso auténtico que recibía; lo supo minutos más tarde cuando sus
labios se unieron a los de él y su corazón latió sofocándola. Era como si el trauma de
ese día la liberara de los convencionalismos y la precaución, como si algo en su
interior le exigiera tomar lo que se le ofrecía; y más, mucho más, pues experimentó la
necesidad de aligerar el dolor y el sentimiento de culpa, de los hombros de James,
una necesidad de responder a la, punzante claridad de, la única verdad que
importaba: que ese era un hombre al que quería y deseaba, un hombre al que podría
amar para toda la vida y, si la proximidad física se convertía en algo más esa misma
noche, era algo que quizá juzgaría y condenaría la sociedad, pero que a ella no le
importaba. ¿Qué tenía de malo que la vida de pronto le diera la oportunidad de
experimentar algo que pensó que jamás conocería? ¿Qué podía importar que ahora,
después de tantos años aprovechara la ocasión para sentirse mujer? Y supo que, si se
atrevía a ignorar esa necesidad, se arrepentiría el resto de su vida.
James separó los labios muy a su pesar y murmuró:
-Si quieres que me vaya...
Tania lo abrazó con fuerza.
-No... no. No quiero.
De alguna forma se controló cuando James tomó su rostro entre las manos e
indagó en sus ojos con profunda intensidad.
-Entonces, ¿sientes lo mismo? -inquirió con suavidad. ¿Quién de los dos
temblaba? o ¿acaso eran los dos?
-Creo que sí -admitió-. No estoy acostumbrada a estas cosas. Jamás sentí...
-¿Ni siquiera con el padre de Lucy?
Tania se tensó. Manteniendo la voz tan serena como pudo, declaró rotunda:
-El padre de Lucy de hecho me violó. En parte fue mi culpa, pues no tenía la
menor idea... Era tan ingenua... y, para ser justa con él, dudo que se haya dado
cuenta de lo inexperta que era.
James frunció el ceño y se apartó un poco.
Si su honestidad lo hacía rechazarla, lo aceptaría. Ya había habido demasiados
malentendidos entre ellos, demasiadas verdades a medias y mentiras... Era obvio que
él era un hombre experimentado en el aspecto sexual y si esperaba que la experiencia
de ella estuviese a su altura, era mejor que en ese instante supiera la verdad. Si la
rechazaba por su inexperiencia...
-¿Y qué tan inexperta eras entonces? -le preguntó con tacto y la miró con fijeza.
-Completamente.
-¿Y después?

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-Desde entonces... -dudó una fracción de segundo, clavó la vista en el suelo y


volvió a levantarla-: Desde entonces ni siquiera he tenido tiempo ni deseos de
relacionarme con nadie ni emocional ni sexualmente. Mucho menos con un hombre
casado y con dos hijos.
Por un momento reinó el silencio. Tania se angustió preguntándose si habría
hablado demasiado. James era un hombre inteligente. No tendría que deducir mucho
para suponer que debido a su largó celibato, el deseo en ella y su ansiedad por llegar
a la intimidad con él era algo traicionero que podría convertirse en una necesidad de
satisfacer su apetito físico en un cuerpo experimentado.
-Me estoy aprovechando, ¿verdad? -inquirió él con voz grave.
-Si mi falta... de experiencia... te decepciona... -musitó insegura.
-¿Que me decepciona?... -gimió y deslizó las manos por su espalda hasta sus
glúteos, atrayéndola hacia él para que pudiera sentir su excitación-. Dudo que algo
tuyo pueda decepcionarme. Hace mucho aprendí que el sexo mismo no tiene sentido
para mí, no me brinda un placer auténtico. Jamás he amado a una mujer que no haya
respetado y la haya deseado al mismo tiempo. Aunque ya hacía mucho que me había
dado por vencido al pensar que jamás llegaría a conocer a una mujer de la que
pudiera enamorarme... hasta que te conocí -alzó una mano y con la punta del dedo
dibujó el contorno de la boca de Tania apenas abierta-. No puedes imaginarte lo que
hice para no perder mi propio respeto al darme cuenta de que estaba enamorado de
una mujer que aparentemente era todo lo contrario a lo que siempre creí que una
mujer.. mi mujer... debía ser. Debí confiar más en mis instintos... ¿Me amas, Tania?
-No lo sé -admitió con voz grave. Los labios le temblaban y la lengua se le
entumeció un poco al admitir-. Sé que te necesito, que te deseo... Eso ya es demasiado
difícil de aceptar. No estoy acostumbrada... Nunca pensé...
-No te voy a apresurar... Sabré esperar.
-No -se negó con furia-. No -repitió y lo miró suplicante, con los ojos llenos de
palabras que no podría expresar.
-Sí -asintió al fin, después de recapacitar-. Esta noche podría convertirse en... en
un fracaso para los dos. No obstante... -frunció el ceño al descubrir su mirada
indagadora, esperanzada.
-¿Qué?
-Nada -respondió con suavidad sonriéndole-. No es nada.
De pronto Tania se sintió intranquila, insegura y no sabía por qué. ¿Debía ser
ella la que sugiriera ir al dormitorio?
En silencio se reprochó su falta de experiencia. ¿Qué debía hacer en tales
circunstancias? Esa era su casa. Era una mujer adulta y madura, sin escrúpulos para
admitir que deseaba ser amada por James, así que, ¿por qué ahora experimentaba ese
rechazo, esa reticencia?
-Tania.

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Al escuchar su nombre en labios de él, Tania lo miró angustiada. James le tomó


una mano y le sonrió enlazando sus dedos con los de ella.
Su contacto era firme y protector.
-No tienes que hacerlo, lo sabes -indicó en voz baja-. A menos que lo desees.
-Lo deseo -afirmó temblorosa, sabiendo que era verdad-. Lo deseo -repitió con
una risa cortada-, pero eso no impide que esté asustada.
-¿Te ayudaría saber que yo también tengo miedo?
Ella lo miró incrédula.
-¿Tú?
-Mmm. Deseo complacerte tanto, darte todo lo que jamás has conocido y me
aterra que al no lograrlo... te decepciones de mí.
Su boca estaba apenas a un suspiro de la de ella. Tania sintió una imperiosa
necesidad de alcanzarla y poseerla. Como si percibiera ese sentimiento James se
inclinó y la besó.
Una onda de placer la envolvió y separó los labios en una inconsciente
necesidad.
-Tania.
Un gemido suave y profundo escapó de la garganta de Tania y él la apretó
contra su cuerpo y ella se presionó ansiosa contra él. Deseó que ese beso jamás
terminara y sus sentidos se nublaron por las emociones que despertaban en su
interior.
Al percibir sus caricias en la espalda y bajo sus brazos, Tania se movió
instintivamente y separó un poco su cuerpo para que él tomara sus senos.
Nunca experimentó esas sensaciones antes, pero su cuerpo parecía
reconocerlas, aceptándolas complacido y deseoso de ellas. Tania respiraba con
angustiosa necesidad y se decepcionó cuando James retiró las manos de su cuerpo.
-¡Calla...! Todo está bien -murmuró al apartarle el cabello de la cara con ternura.
Al principio, el beso fue una caricia dulce, tranquilizadora, que rápidamente se
convirtió en un urgente deseo al sentir que ella le respondía anhelante.
Tania sintió que le desabrochaba los botones de la blusa y su cuerpo se tensó
excitado. Al quedar al descubierto la suave desnudez de la pálida piel de sus senos,
sus pezones se pusieron erectos y ella se arreboló por la necesidad que la consumía.
La forma en que James la miró y la tocó hizo que perdiera el aliento en una
confusión de dolor y orgullo. El no intentó ocultar su emoción ante la intimidad que
estaban viviendo. Ningún hombre la había tocado así y Tania nunca imaginó llegar a
desear a alguien de ese modo. James se sumió en el sillón y la hizo sentarse en sus
piernas para depositar su cálido aliento contra la suave piel desnuda. Una emoción
tan explosiva corrió por el interior de Tania que todo lo que pudo hacer fue tomarle
la cabeza y apremiarlo para que probara la ansiedad palpitante de sus senos.

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James parecía saber justo lo que ella deseaba; le acarició primero la esbelta línea
del cuello, deteniéndose un segundo en la base mientras el corazón de Tania latía
acelerado y el cuerpo le temblaba anhelante.
Tomó uno de sus senos con una mano y dulcemente deslizó el pulgar por su
cima. Ella gimió, pero el agudo sonido se desvaneció cuando James inclinó la cabeza
y amoroso le besó un pezón.
Tania jamás soñó que existiera un sentimiento así, esa angustiosa necesidad, ese
intenso tormento... tan inmediato... y tan lejos de su control. Así que no pudo hacer
otra cosa que enterrar sus dedos en la negra cabellera. Su corazón se aceleró tanto
que temió que llegara a explotar.
El dulce placer de la suave y lenta succión, primero en un seno y después en el
otro derrumbó la última de sus barreras emocionales. Ningún hombre que no la
amara podría acariciarla con tal intensidad.
Al fin James levantó el rostro y musitó contra el cuello de Tania.
-Dios; no te pareces a ninguna mujer que haya conocido en toda mi vida. Me
haces enloquecer.
Ella se estremeció y lo abrazó con esa conciencia, eternamente femenina, de
fortaleza y conocimiento, saboreando con deleite al reconocer esa debilidad y
vulnerabilidad entre sus brazos, como si fuera un niño. Pero al mismo tiempo... se
movió contra él y' sintió su excitación, entonces una mezcla de dolor, angustia y
ansiedad le cubrió el cuerpo.
James se apartó un poco para quitarse la chaqueta y la camisa. Su pecho era
ancho y bronceado, los músculos de sus brazos eran fuertes y Tania los exploró con
los dedos; a la luz de la lámpara percibió la oscura vellosidad que cruzaba su tórax y
continuaba en diagonal, hasta desaparecer bajo el cinturón.
-No sigas mirándome así -le pidió con voz entrecortada y volvió a abrazarla
forzándola a deslizarse bajo su cuerpo. La besó con furia y su pecho se expandía
oprimiéndose contra la suavidad de sus senos intensificando su ternura con el
rítmico movimiento de su cuerpo contra el de ella.
Un velo invisible de lánguido placer los envolvía. Tania permaneció tendida y
confundida mientras él terminaba de desvestirla, para apreciarla con la mirada,
fascinado, al dejar caer la ropa al suelo. Después se acomodó junto a ella.
Cuando Tania quiso tocarlo, él le detuvo las manos y apretándolas entre las
suyas le besó las palmas.
-No, todavía no -le indicó-. Si lo haces...
James se estremeció y ella a su vez tembló. Aún tomados de las manos, él
inclinó la cabeza y besó suavemente la planicie de su vientre. Ella tomó aire, poseída
por una sensación escalofriante y ofreció su cuerpo, sin reservas, a una intimidad
más profunda.
Tania intentó enderezarse, mas un estremecimiento incontrolable la
convulsionó; entonces James la soltó y deslizó una mano hasta el núcleo de su

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femineidad mientras con los labios le cubría de besos el cuerpo, negándose a permitir
que le impidiera esa intimidad.
La impresión de experimentar ese contacto en la zona más íntima de su cuerpo,
fue tan ferozmente placentera que le resultó casi imposible soportar la exquisita
sensación.
Mientras su cuerpo se rendía, incondicional, a sus caricias, Tania pronunció
entre dientes el nombre de James, deseándolo más y se arqueó con ansiedad en tanto
él la besaba de manera interminable del cuerpo a la boca, diciéndole con voz ronca lo
mucho que la deseaba.
Como si hubiese adivinado lo aprensiva y vulnerable que reaccionaría a la
posesión física, la forzó a abrir los ojos y al descubrir su angustia la confortó:
-Todo está bien. No voy a lastimarte. Si quieres que me detenga sólo tienes que
pedirlo.
¿Deseaba que se detuviera? El cuerpo de James se movió contra el suyo y sus
temores desaparecieron para dar paso a una emoción indescriptible.
Jamás había vivido algo así; ni siquiera imaginó que existiera, sin embargo, su
cuerpo respondió instintivamente.
Podía sentir las fuertes e incontrolables palpitaciones de James, lo escuchó
respirar con dificultad, sintió aumentar su tensión y necesidad, una necesidad y una
tensión que ella sentía en carne propia, una necesidad imperiosa de liberación que la
obligaba a moverse de un lado a otro, clavándole las uñas en la piel al arquearse
tratando de aumentar la violencia del rítmico movimiento, convertido en el centro de
todo su mundo.
La conciencia de tal necesidad y esa intensidad no podían durar demasiado.
Gritó implorándole con un cúmulo de palabras que sin tener sentido lógico, al mismo
tiempo lo decían. todo.
Y entonces, sin poder dar crédito, de repente se vio transportada a ese lugar
especial del que había oído hablar, del que había leído en algún lugar, pero al que
jamás soñó llegar. El descubrimiento y la felicidad llenaron sus ojos de lágrimas y su
garganta se endureció. Mientras James se estremecía incontrolable, ella hundió su
rostro contra su cuello, abrazándolo en un gesto lleno de ternura, sumisión y
agotamiento.
Cuando James giró para quedar a su lado, la abrazó amoroso y la besó suave y
lentamente, como si sus huesos se deshicieran. Tania se sintió tan felina y plena como
una gatita mimada, satisfecha y relajada, como jamás imaginó llegar a estar.
-Quiero pasar la noche contigo -le pidió él con ternura-. Quiero despertar
contigo entre mis brazos. Saber que esto no ha sido una ilusión, una fantasía. Aunque
quizá no sea este el momento mas apropiado. Debemos pensar en Lucy.
Adormilada, Tania movió la cabeza asintiendo. Sí, había que pensar en Lucy,
por muy atractiva que le pareciera la perspectiva de despertar a su lado a la mañana
siguiente. El sentido común y la precaución le impidieron seguir su impulso.

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Además, en ese momento... exactamente en ese momento estaba demasiado


confundida e inquieta... Sin poder evitarlo cerró los ojos y casi de inmediato se quedó
profundamente dormida.
Al percibir el cuerpo de Tania relajado entre sus brazos, James la miró de arriba
abajo.
Todo había sucedido de una manera tan inesperada, tan imprevista, esa
necesidad de ella, ese deseo, esa ansiedad contenida.
Sabía que se había apresurado, aprovechando quizá la vulnerabilidad
emocional y la ansiedad de ella para llegar a la intimidad más profunda que tal vez
en otro momento Tania no habría consentido.
Y la hizo suya sin tomar ninguna precaución para protegerla de un embarazo
no planificado ni deseado.
Con actitud seria la estudió. ¿Cómo se sentiría al despertar? Deseó poder
quedarse a su lado, pero le prometió a Nicholas que estaría esperándolo cuando
regresara de la clínica.
Suspiró, ante la primera punzada de resentimiento contra su cuñado y también
contra la posesiva dependencia de Clarissa a quien no le iba a ser fácil aceptar la
existencia de otra mujer en la vida de James, mucho menos cuando supiera que para
él, esa mujer era más importante que ella. Y menos aún, si se trataba de esa mujer, en
especial.

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CAPITULO 8
Tania despertó con la más estupenda sensación de bienestar que jamás había
experimentado. Se desperezó lánguida entre las mantas antes de percatarse de dónde
provenía esa adorable y placentera sensación. Entonces se puso tensa y miró a su
alrededor como si esperara que de pronto James se materializara en el aire.
James... James Warren estuvo ahí la noche anterior y ella... Se sentó de un brinco
para abrazar sus rodillas y llenarse los pulmones de aire. No tenía caso negarlo. La
noche anterior, ella y James Warren se convirtieron en amantes.
Amantes... Se sobrecogió ante la facilidad con la que aceptó la palabra... Sin
embargo... describir lo que pasó entre ellos como simple sexo no sería sincero, ni
justo. El suyo no fue un simple encuentro sexual, de esos que se dan una noche y al
día siguiente se olvidan con facilidad.
James fue abierto y sincero al declararle sus sentimientos y confesarle que la
deseaba. Y ella... se estremeció de nuevo al no poder recordar con exactitud lo que le
confesó a su compañero durante esos momentos de pasión.
Todo lo que sabía era que James había dejado muy en claro que deseaba una
relación permanente con ella. Le dijo que estaba muy enamorado. Tania empezó a
temblar y los ojos se le anegaron de lágrimas. Oh, Dios, ¿qué pasaría ahora? Desde el
primer momento que lo vio, supo que James la atraía de un modo peligroso, pero
jamás soñó... jamás imaginó que él estuviera sintiendo lo mismo.
No obstante, la noche anterior él lo confesó y lo demostró. "Una noche que no
debió existir jamás"; se sintió culpable. ¿Qué demonios le pasó a su sensatez y a su
habitual reserva. ¿Por qué, prácticamente, lo provocó a que la amara?... De hecho, le
insistió, le rogó...
-¡Mamá! ¡Ya es hora de levantarse! ¿Puedo ir a visitar a Susan? Quiero contarle
acerca del cachorro que James me va a regalar.
De inmediato Tania se enjugó las lágrimas y le respondió a Lucy tan alegre y
despreocupada como pudo. Por fortuna, su hija parecía haber salido de la traumática
experiencia sin ningún efecto posterior y sería tonto, por su parte, alarmarla, sólo
porque era consciente de lo cerca que había estado su querida hija de ser lastimada
física y emocionalmente por Clarissa Forbes. Si James no hubiese llegado a visitar a
su hermana en el. momento que lo hizo... Si... si ella no se hubiese entretenido
atendiendo a esa mujer y hubiera ido a encontrarse con Lucy... Si Clarissa no la
hubiese visto caminando sola por la calle... si... si ... pero ya no tenía caso seguir
torturándose y amargar a Lucy con sus prejuicios. Ya era suficiente con la angustia
que la acompañaría el resto de su vida al saber lo cerca que estuvo Lucy del peligro.
Bien, de ahora en adelante se aseguraría de que su hija no corriera riesgos. De
ahora en adelante...
Lucy estaba feliz y le comentó con alegría:

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-Todavía no escojo nombre para mi cachorro, mamá. Tendré que pedirle a


James que piense en uno. El me gusta mucho, ¿a ti no?
-¿Qué?
Tania reaccionó y miró la expresión de felicidad de su hija.
-James, mami -repitió con paciencia-. Me gusta mucho.
-Sí... sí, es muy agradable -contestó como autómata. James había salvado la vida
de su hija. Estuvo a tiempo para proteger a Lucy de cualquier daño... y ella no. Una
dolorosa mezcla de gratitud, resentimiento y celos se clavó en su corazón. Notó la
admiración que Lucy le profesaba a James desde que regresó a casa con él y de
alguna manera se sintió excluida.
¿Sería por esa razón que se volcó de un modo tan precipitado a los brazos de
James? ¿Sería por eso que...?
Volvió el rostro hacia la ventana y miró al horizonte.
"¿Por qué no admitirlo'?", se preguntó al fin. "Estás desesperada y
estúpidamente enamorada de ese hombre; lo sabes muy bien".
-Mamá -impaciente, Lucy la sacudió por el brazo-. ¿A qué hora te vas a
levantar? Tengo hambre y yo quiero ir a contarle a Susie acerca de mi cachorro.
-Ahora mismo me levantaré -señaló y no pudo evitar agregar con tono
protector-: No creo que sea buena idea ir a visitar a Susan ahora, cariño.
La carita de Lucy se alargó al protestar:
-Pero, mami...
El teléfono sonó antes que Tania pudiese decir más; levantó el auricular y su
corazón empezó a latir con violencia. Sintió la mano fría, entumecida y su voz sonó
ahogada y tensa.
-Tania, soy Ann. Quise llamarte para ver cómo te sientes.
Ann. Su corazón se detuvo como si hubiese caído desde muy alto sin
paracaídas; la terrible desilusión le golpeó el estómago. Era una tonta al imaginar que
sería James.
-Estoy bien. Las dos estamos bien -señaló obligándose a sonreír para que su
amiga no notara su desilusión-. Te contaré todo con detalles, pero no ahora. Parece
que Clarissa Forbes vio a Lucy caminando sola por la calle y se la llevó. James se
enteró cuando llegó a visitar a su hermanastra. El me dijo que encontró a Clarissa
fuera de sí.
-¿Fuera de sí? ¡Esa mujer debe estar loca para atreverse a hacer algo así! -
exclamó Ann con furia-. ¿Cómo está Lucy?
-Brillante como una estrella, al parecer no sufrió efectos posteriores -le explicó
Tania-. James le prometió comprarle un cachorro y ahora está más preocupada por
eso que por cualquier otra cosa.
-Susie está preguntándome cuando podrá verla.

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-Hoy no -respondió de inmediato y agregó con gravedad-: No me siento capaz


de perderla de vista en este momento -continuó en voz baja para evitar que Lucy,
que estaba al fondo de la habitación la escuchara.
-Bueno, eso es comprensible -observó-. Aunque por el bien de Lucy, espero que
no la vayas a sobreproteger. Si por el momento no se ha mostrado afectada...
Era un consejo prudente, pero no el que Tania deseaba escuchar. En ese
momento sentía una necesidad profunda y casi enfermiza de mantener a su hija a su
lado el mayor tiempo posible. Tendría que pasar mucho tiempo antes que pudiera
evocar los sucesos del día anterior sin aterrarse.
Tania le aseguró a su amiga que seguiría mandando a Lucy a la escuela como
siempre y después de despedirse colgó el auricular. ¿La llamaría James? ¿Preferiría ir
a verla? Y si lo hacía, ¿cómo la saludaría... o ella a él? Lo que pareció perfecto y
natural la noche anterior, esa mañana parecía una locura imperdonable por parte de
ella; algo que ni remotamente imaginó llegar, a hacer, una intimidad que había ido
demasiado lejos.
No obstante... a pesar de sus pensamientos, su cuerpo se rebeló con un ligero
estremecimiento al evocar el mundo de placer que James le mostró y compartió con
ella y una ola de ternura la envolvió.
Una hora más tarde, al terminar de desayunar Lucy se resignó, aunque no de
buen grado al hecho de pasar el día con su madre. Tania intentó entusiasmarla
presentándole diferentes opciones para pasar un día estupendo. Lucy la escuchaba
apoyada en la ventana de la sala cuando de pronto exclamó excitada:
-¡Es James, mami; James está aquí!
Tania se levantó del sillón y corrió a la ventana, pero antes de llegar se detuvo y
ruborizada se mordió el labio inferior en una confusión de sentimientos que iban de
la aprensión a la alegría.
James estaba ahí. ¿Cómo lo recibiría ahora? Y él, ¿qué le diría? Se quedó inmóvil
en ese lugar sin saber qué hacer. Sería horrible que la descubriera asomándose
ansiosa por la ventana como una quinceañera enamorada, pero cuando oyó sonar el
timbre de la puerta posterior, su corazón empezó a latir acelerado como el de una
jovencita.
-Voy a abrirle y lo haré pasar -declaró Lucy emocionada y salió corriendo del
salón.
Tania la escuchó parlotear animadamente mientras subían por la escalera; en
ese instante deseó estar vestida con algo más elegante que con esos viejos pantalones
de mezclilla y esa sudadera con un diseño de Mickey Mouse que Lucy le escogió.
Lucy entró y ella, de espaldas a la entrada pretendió estar leyendo un artículo
en el periódico.
-Mamá, James quiere que lo acompañemos a comer a su casa -le informó feliz.
Tania hizo a un lado el periódico y la negativa afloró a sus labios. Sus
emociones se pusieron alerta al escuchar a Lucy, pero aunque estaba preparada para

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negarse, no pudo hacer otra cosa que mirar a James y, al ver las líneas de ansiedad en
su rostro ante su inminente resistencia, la indecisión se hizo manifiesta.
-Debía venir más temprano -explicó con voz ahogada-, pero tuve que hacer
alguna cosas. Formalidades solamente. La policía aceptó no levantar cargos contra
Clarissa por el momento; todo dependerá del reporte del especialista acerca de sus
condiciones mentales. Nicholas y yo lo fuimos a ver esta mañana. Por fortuna, los
chicos regresaron a la escuela -parecía tan tenso y deprimido que sin pensarlo Tania
se acercó y lo tomó por el brazo.
A diferencia de ella, James vestía formal; llevaba traje azul oscuro, camisa
blanca y corbata oscura. "Parece como si estuviera de luto", reflexionó Tania al
examinar su rostro sombrío.
-El especialista cree que se recuperará, pero hay que darle tiempo. Nos reveló
que cuando su hijo Clive nació, ella sufrió una crisis. En aquel entonces yo estaba
fuera y el doctor sólo lo anotó como una profunda depresión posparto. Sin embargo,
ante los recientes aconteciéndoos, está seguro de que eso fue la causa que
desencadenó el último ataque.
-Pero, Clive tiene siete años.
-Lo sé, pero es el punto de vista del especialista... -se encogió de hombros
desolado.
Tania hizo un esfuerzo al preguntarle.
-Y Clarissa, ¿cómo está?
Sabía que sólo preguntaba por amor a él, pues sentía compasión y dolor al
comprender lo que no le decía, pero que podía leer en sus ojos.
En ese momento era incapaz de compadecer a Clarissa. Todo lo que tenía
clavado en la cabeza era que la hermanastra de James pudo llegar a lastimar a su hija.
-Por el momento la mantienen sedada y así continuará algún tiempo. Pensé que
a Lucy y a ti les gustaría venir a Dove Court a comer conmigo. Ahí tengo a Rupert -
agregó ante la alegría de Lucy-. Le ofrecí a Nicholas hacerme cargo del animal. El
tendrá demasiadas preocupaciones entre su trabajo, las visitas a Clarissa y los chicos.
Por supuesto que yo también la visitaré con frecuencia. Por fortuna, no tengo
planeado salir de viaje por el momento, así podré acompañar a Clarissa durante el
día mientras Nicholas esté trabajando.
A Tania no le gustó experimentar los celos que la invadieron al escuchar sus
planes. Era natural que quisiera visitar a su hermanastra, que le importara asegurarse
de que recibiera el mejor tratamiento... No debía olvidar que James amaba a Clarissa
tanto como ella amaba a Lucy.
Pero James no era el padre de Clarissa, recapacitó con cierta rebeldía. Ni
siquiera estaban unidos por la sangre, lo cual convertía la preocupación de James en
algo digno de alabanza. Y Tania no tenía derecho de sentirse celosa o enfadada como
si al preocuparse por su hermanastra James estuviese cometiendo una deslealtad
para con ella.

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Por lo tanto, Tania tuvo que reconocer que era un poco injusta y algo ridícula.
Debía enorgullecerse de que el hombre al que amaba poseyera sentimientos tan
nobles, sin embargo, no pudo borrar los negros pensamientos que se apoderaban de
ella.
-Te agradezco mucho que hayas venido -le respondió con frialdad, ignorando
por completo el gesto de incredulidad y casi de dolor gire se clavó en el rostro de
James-. Pero temo que no podremos acompañarte a comer. Acabo de declinar la
invitación que nos hizo Ann Fielding. Para ser sincera, creo que por el momento
deseo pasar el mayor tiempo posible con Lucy. Solas ella y yo.
Tania se estremeció, sus ojos se nublaron con una sombra dolorosa y sus manos
temblaron. James la miró y supo cuál era la causa.
-Siento mucho más de lo que imaginas lo que sucedió con Lucy -explicó en voz
baja para que Lucy no escuchara-. Y entiendo tu ansiedad de tenerla cerca, pero te
aseguro que nada ganarás con sobreprotegerla. Todo lo que lograrás será asfixiarla,
provocarle...
Era demasiado. Tania lo enfrentó con palabras hirientes:
-¿Cómo te atreves a acusarme de querer sobreprotegerla cuando tú mismo
consentiste y sobreprotegiste a tu hermanastra, que era una mujer adulta y no una
niña, hasta el punto de convertirte en el centro de su vida?
Se arrepintió de su crueldad al instante y supo que los celos la habían motivado
a soltar esas dagas envenenadas con intención de herirlo. James palideció, Tania no
supo si de ira o de dolor.
-Tienes toda la razón -respondió tenso-. Yo soy la persona menos indicada para
criticarte, no obstante, en el caso de Clarissa... Bueno, emocional y mentalmente ella
jamás tuvo la capacidad de asimilación de Lucy. Tal vez, cuando estés en un estado
de ánimo más... receptivo te cuente algo de sus antecedentes. Y, antes de que lo digas
debo aceptar que quizá estoy tratando de disculparla o de encontrar justificaciones -
su voz sonaba cansada y profundamente cargada de todas las emociones que lo
dominaban en ese momento-. Pero creo que esa es la única manera en que puedo
hacer más llevadero mi sentimiento de culpabilidad -le dio la espalda y alzó la voz
desesperado-: ¿Supones, acaso, que no me he preguntado una y otra vez hasta dónde
llega mi culpa en todo este embrollo? ¿Hasta qué punto la debilidad, la dependencia
y los celos enfermizos fueron provocados por mí?
Parecía terriblemente atormentado, tan destrozado que su orgullo y su
seguridad parecían haberse esfumado. Tania deseó confortarlo y olvidarse de sus
propios temores y sentimientos; entonces se acercó, le puso la mano en el brazo y
declaró temblorosa:
-No debes culparte así.
-¿Que no debo? -preguntó con tono burlón-. ¿De qué otra forma debía
reaccionar?
-Mamá, ¿a qué hora nos vamos a la casa de James? -los interrumpió Lucy.
James se apresuró a contestarle:

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-Creo que lo dejaremos para otra ocasión.


Pero Tania no lo dejó terminar.
-Nos iremos tan pronto como te pongas el abrigo -y al ver a su hija que salía
corriendo, le pidió en voz alta-: Trae mi chaqueta también, por favor.
Al quedar solos miró a James.
-Es decir, si tu invitación aún está en pie.
-Por supuesto -le aseguró.
La tomó por los brazos para acercarla y su tibio aliento le acarició la piel a
Tania, cuando él le musitó al oído, suavemente:
-Aún no te he dicho todo lo que la noche anterior significó para mí.
Ella se agitó y automáticamente lo abrazó fuerte, su pulso se aceleró
emocionado al percibir su calor.
-Te deseo tanto... -gimió contra su oído-. Hoy vine decidido a comportarme de
una manera adulta y controlada, pero al recordar que anoche viví el momento más
maravilloso de mi vida no puedo contener ese deseo, ni puedo tomar las cosas con
calma para darte todo el tiempo que necesites para conocerme, para hablar de las
cosas con tranquilidad y madurez. Ahora, teniéndote entre mis brazos, todo lo que
puedo pensar es en lo mucho que deseo besarte... tocarte, mantenerte a mi lado como
anoche y amarte hasta hacerte gemir de placer contra mi piel, hasta que tú...
Le acariciaba el cuello con los labios, musitándole palabras dulces. Tania
empezó a temblar con violencia y su cuerpo reaccionó con una ansiosa y desesperada
necesidad de él. Cerró los ojos e inclinó la cabeza a un lado para gemir gozosa
mientras James le besaba con impaciencia el cuello hasta llegar al fin a la boca. James
acarició sus labios con suavidad al principio, con tanta delicadeza como si se tratara
de la cosa más preciada y delicada sobre la tierra, después, menos suave y más
apasionado, más y más apasionado hasta que...
-Mami, aquí está tu chaqueta.
Tania abrió los ojos consternada e hizo un intento por apartarse de James, pero
éste se negó a soltarla, así que cuando Lucy irrumpió en el salón aún le rodeaba con
un brazo la cintura.
Lucy pareció no perturbarse al descubrir esa actitud íntima y se acercó
alargándole la chaqueta a Tania.
-¿Realmente Rupert está contigo? -le preguntó a James cuando bajaban por la
escalera.
-Sí, es cierto -le aseguró él y agregó-. Creo que tú y yo podríamos encargarnos
de su entrenamiento, le enseñaremos a comportarse con algo de cordura. ¿Qué dices?
-Oh, sí, hagámoslo -aceptó de inmediato y cuando Tania terminó de cerrar la
puerta, se volvió y se percató de que Lucy tomaba la mano de James y lo miraba con
adoración.

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Sintió miedo y no sólo por ella sino, principalmente por su hija. Las cosas
estaban sucediendo con demasiada rapidez e intensidad. Tania no tenía experiencia
en situaciones como esa, nunca vivió un momento similar que le sirviera para poder
juzgar lo que estaba ocurriendo. El instinto le advirtió precaución, pero cuando
James la miraba y le sonreía como en ese momento; era casi imposible ser cauta y
pensar en otra cosa que no fuera la felicidad que experimentaba cuando él la tocaba.
-No, mamá. Tú siéntate adelante con James -indicó Lucy con determinación.
James abrió la puerta y le acomodó el cinturón de seguridad del asiento posterior.
Confusa, Tania dudó y permaneció junto a la puerta hasta que James señaló con
caballerosidad.
-Sí, Tania, tú siéntate a mi lado, por favor.
Gustosa lo hizo y tomó el cinturón de seguridad, mas James se lo quitó de las
manos y con delicadeza lo abrochó, sonriendo todo el tiempo. Tania era vivamente
consciente de lo mucho que él deseaba tocarla. Con qué gusto, si estuvieran solos,
James deslizaría las manos por su cuerpo y acariciaría sus senos como la noche
anterior. Su pecho se endureció y su respiración se tornó irregular; bajo la blusa
experimentó el repentino endurecimiento de sus pezones y se sonrojó mortificada.
Podía sentir la mirada de James sobre ella y rogó por que no adivinara sus
pensamientos. Que ella, que jamás vivió, realmente, ninguna clase de deseos ni
impulsos sexuales, ahora sintiera eso, que reaccionara así...
Preocupada, se mordió los labios creyendo que sus pensamientos y sus
sentimientos sólo le pertenecían a ella, hasta que James puso en marcha el motor y le
comentó en voz baja:
-¿Sabes? Lo mismo me pasa a mí. Y estoy contra el mito popular que asegura
que la mayoría de los hombres no pueden desear tanto a una mujer que hasta el sólo
pensar en ella sea suficiente para llevarlos a una intensa excitación física... y mucho
menos a mi edad. No me mires así -le advirtió cuando Tania volvió el rostro y abrió
la boca para decirle algo mientras lo miraba con sobresaltada emoción-. No lo hagas -
repitió-. De esa forma no habrá poder humano que logre mantener mis manos lejos
de ti.
¿Qué era lo que hacía que su cuerpo reaccionara a sus palabras como si fuera
más una amenaza que una promesa?
En una lucha contra las intensas sensaciones que estaba experimentando se
volvió hacia Lucy terriblemente consciente de su piel enrojecida y de su voz ahogada
y le preguntó si estaba bien.
Tal vez porque no conoció la pasión antes, jamás imaginó que pudiera ser algo
que reconocería de inmediato. Tampoco creyó ni consideró que pudiera desear con
tanta intensidad; que esas emociones fueran una mezcla de aturdimiento y
confusión. Una especie de felicidad y temor la invadió al descubrir lo drásticamente
que ese sentimiento cambiaría su vida. No había vuelta atrás; no, no existía la remota
posibilidad de olvidar todo y regresar a la seguridad de su mundo anterior.
Inclusive, si no volviera a ver a James o si lo arrojara de su vida por completo, no
podría olvidar los momentos que vivió a su lado; los sentimientos, las emociones, la

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necesidad. No, jamás podría borrar esas vivencias, ni su cuerpo se liberaría de esas
cadenas.
Sintió que el coche disminuía la marcha y Tania miró hacia el frente. En un
instante entrarían por el portón.
-He aquí la casa -señaló James al notar su asombro-. Aunque no toda pertenece
a la construcción original. La residencia fue erigida a mediados del siglo dieciséis.
Esto fue agregado en el siglo dieciocho, cuando el primer Warren llegó a establecerse
aquí. Al parecer amplió la construcción para complacer a su esposa. Ahora gracias a
ti, empiezo a comprender mejor esa actitud. Por lo visto no soy el primero de los
Warren que se enamora profunda y perdidamente.
Lucy no los escuchaba; ella se mantenía demasiado ocupada gritando, excitada,
mientras recorrían el sendero. Los prados estaban cubiertos por las hojas que durante
el otoño caían de los árboles. "Muchos de ellos son raros especímenes", reflexionó
Tania en su intento por distraer sus emociones.
Cuando vio la casa desde el río, no le pareció tan impresionante como ahora y
al terminar de acercarse se dio cuenta de que después de todo la construcción no era
tan grande como imaginó. Era un edificio de ladrillo y grandes enredaderas,
construido en tres áreas en forma de H.
James detuvo el coche para que Tania examinara la casa en silencio hasta que
Lucy exclamó impaciente:
-¿En dónde está Rupert? ¿Puedo salir a jugar con él, James? Por favor.
-Después que tu madre y yo bebamos una taza de té, iremos a caminar por el
campo -prometió él y volviéndose a Tania, declaró con voz suave-. Bienvenida a lo
que espero que muy pronto sea nuestro hogar, Tania, mi amor.

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CAPITULO 9
Gruesas lágrimas anegaron los ojos de Tania: Temblorosa desabrochó el
cinturón de seguridad y permitió que su cabello se deslizara hacia el frente evitando
así que James la viera.
¿Esa casa, su hogar? Nada podía marcar un contraste más grande en relación
con su pequeño apartamento de la ciudad, sin embargo, en vez de sentirse incómoda
o intimidada cuando entró en el magnífico vestíbulo del brazo de James, sintió como
si la misma casa la recibiera gustosa.
El ruido de sus pasos apagados por la madera, la esencia de los muros pulidos,
los leños de la chimenea; todo, de alguna manera le resultó familiar y acogedor. Era
como si la casa misma murmurara una canción de bienvenida a su alrededor.
Sobre una mesa de caoba y junto a un florero lleno de flores de otoño,
descansaba un portarretratos grande, con una fotografía. Los ojos de Tania se
clavaron en ella automáticamente y contuvo el aliento al reconocer a un James mucho
más joven, de pie junto a un hombre y una mujer mayores. La pequeña a su lado
debía ser Clarissa, sin duda.
Como si él adivinara sus pensamientos se acercó a la mesa y tomó la fotografía.
-Mi padre y la madre de Clarissa, poco después de su boda. El quedó muy solo,
después de la muerte de mi mamá y Harriet lo hizo muy feliz...
Iba a agregar algo más, pero se interrumpió al escuchar los agudos ladridos al
otro lado de una puerta. Alguien la abrió y Rupert entró corriendo a darles la
bienvenida con entusiastas brincos y ladridos. Una mujer casi exhausta lo seguía y se
disculpó.
-Lo siento, señor Warren, pero estaba demasiado excitado.
-No se preocupe, Jane. Aprovechando que está aquí, quiero presentarle a la
señora Carter y a su hija, Lucy.
James hizo que Tania diera unos pasos, luego se colocó a su espalda y le puso
las manos sobre los hombros en una actitud claramente posesiva, mientras las dos
mujeres se saludaban de mano.
Al presentarla con Jane Williams, el ama de llaves, Tania se percató de que él
estaba haciendo muy clara su relación y si la señora se sorprendió y se incomodó, no
lo dejó traslucir bajo la amable y servicial sonrisa que le ofreció a Tania. Después se
volvió hacia Lucy y exclamó con verdadero placer:
-¡Así que esta es la jovencita que mantendrá a Rupert fuera de mi cocina
durante un buen rato!
-Temo que Jane considera a Rupert una calamidad -le comentó James a Tania,
después que el ama de llaves se retiró a terminar de preparar la comida-. No es que
no le gusten los animales, de hecho, en la cocina está instalado un gato perezoso que
ella consiente hasta el cansancio, pero la educación de Rupert deja mucho que desear,

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debo reconocerlo. Cuando Clarissa lo compró, le dije que sería mejor que consiguiera
un perdiguero o un labrador, pero no, se obstinó en tener un Rey Carlos y con toda
irresponsabilidad se negó a contratar a alguien que lo educara. No es culpa del perro.
El es agradable, pero constantemente nos causa problemas cuando escapa y ahuyenta
a los pájaros que el Coronel Walters necesita para su caza anual. Antes se entretenía
persiguiendo a los patos.
-¿Podrás entrenarlo o ya es demasiado tarde? -preguntó Tania.
Lucy se había retirado con Jane a la cocina para conocer al gato y ella se
encontraba incómoda y nerviosa.
-No, no es demasiado tarde -contestó él. Se acercó para detenerse a pocos pasos
de ella y le preguntó-: ¿Qué pasa? ¿Realmente me tienes tanto miedo?
Ella movió la cabeza de un lado a otro, burlándose de su propia vulnerabilidad
y admitió:
-No, no de ti. Pero tengo miedo... bueno, de todo lo demás.
De momento, no la comprendió. Frunció el ceño y miró a su alrededor.
-¿De la casa? ¿Te asusta la casa?
-No, no es la casa. Es eso... lo que hay entre nosotros -todavía le era difícil
expresar con palabras sus sentimientos; decirle que estaba enamorada de él-. Todo ha
sucedido tan rápido, ha sido tan inesperado.
El se acercó más y tomó sus manos entre las de él.
-¿Estás tratando de decirme que lo has pensado mejor? ¿Que no me quieres?
¿Que anoche?...
-No -1o interrumpió con firmeza-. No se trata de eso. Quizá yo no tenga tu
experiencia, tal vez ni siquiera tengo la mínima experiencia, pero estoy segura... -se
llenó los pulmones de-aire, lo miró y admitió sin reparo-. Sé que lo que pasó... lo que
compartimos fue algo muy especial, algo... único y precioso, y jamás me arrepentiré.
Pero hay tantos problemas, tantos...
-¿Estás pensando en Clarissa? -inquirió.
Lentamente Tania asintió con la cabeza. No se atrevía a mencionar en voz alta
sus pensamientos, sus dudas y aprensiones. No quería revelarle sus mas íntimos
sentimientos, pero sabía que la profunda rivalidad que sentía ante Clarissa era como
una punzada venenosa, tan pequeña que nadie podría creer que remotamente
afectara lo que sentía por él y al mismo tiempo el instinto le advertía que, si era algo
que amenazaba su felicidad futura debía compartir sus temores con él, pues ignorar
esa realidad era como permitir que creciera en su interior y la ahogara.
Clarissa era la hermanastra de James. El la amaba y siempre la había protegido.
Lo más natural era que se preocupara por ella, que la disculpara. Y Tania se
preguntaba si estaba dispuesta a aceptar ese cariño que James sentía por ella y su
necesidad de protegerla. También dudó que Clarissa pudiera aceptar a otra mujer,
cualquiera que fuera, en la vida de su hermano.

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Tania no creía tener la paciencia o la compasión para soportar el


comportamiento neurótico y peligroso de Clarissa, y aunque estuviera preparada
para ello, para aceptar y tolerar el papel que Clarissa tenía en la vida de James, por
mucho que lo amara, que sufriera por él y lo necesitara, ¿cómo podían pensar en un
futuro para ellos cuando Clarissa siempre se interpondría? Si Tania fuera la clase de
mujer que le pidiera que apartara a Clarissa de su vida, y él estuviera dispuesto a
hacerlo, ¿qué clase de amor los uniría si lo forzaba a tomar una decisión tan cruel?
¿Cómo podría seguir viviendo tranquila consigo misma, aunque aún tuviera el amor
de James? Mas, ¿qué oportunidad tendrían de construir una vida juntos, una vida
que asegurara y protegiera su amor tanto para Lucy como para los hijos que
tuvieran, si Clarissa siempre estaría allí, recordándole constantemente, con su
presencia, que había atentado contra la seguridad de Lucy?
Era un problemas para el que no existía solución y ahora, al notar la angustia y
el dolor en la mirada de James, declaró en voz baja:
-¿No ves que tengo que pensar en Lucy?... El riesgo...
-Sí, sí -estuvo de acuerdo-. Me doy cuenta. Pero Tania... por favor, déjame
explicarte lo de Clarissa. Siéntate un momento.
Contra su voluntad, Tania se dejó conducir por James al cómodo sillón tapizado
en brocado. Percibió el fino material con la punta de los dedos. Se sentó y él, a su
lado, le tomó una mano.
-El padre de Clarissa abandonó a su madre cuando la niña apenas había
cumplido siete años de edad. Antes de eso, este hombre le dio a Harriet una vida
infernal, al punto de tratar de poner a Clarissa en contra de su propia madre. Cuando
al fin se alejó de su familia y se fue a vivir con una mujer que era su amante desde
hacía mucho tiempo, Clarissa sufrió mucho, tanto, que Harriet llegó a temer por su
vida. Al principio, la pequeña culpó a su madre por el abandono de su padre, y
después empezó a culparse a sí misma; a creer que las había dejado por algo que ella
había hecho y por lo cual su padre la rechazaba.
Suspiró pensativo.
-Dudo que los adultos nos demos cuenta plenamente del daño que causamos
con nuestro egoísmo al ignorar los reclamos de los niños y dejar que sólo nuestros
sentimientos y necesidades se conviertan en lo más importante.
Volvió a tomar aire y prosiguió:
-Aparentemente Clarissa sufrió una alteración emocional. Se negaba a aceptar el
abandono de su padre y no permitió que alguien volviera a nombrarlo en su
presencia. Tiempo después, incluso, cuando su madre se casó con mi padre, aún no
soportaba escuchar que se mencionara el nombre de su padre. Jamás ha vuelto a
verlo desde entonces. Supimos que se casó y que se fue a vivir al extranjero.
Hizo una mueca al continuar:
-Cuando llegó a vivir aquí, se sintió muy unida a mí. Sentí pena por ella... yo
mismo había perdido a mi madre, pero ya era algo mayor, conocía más de la vida...

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además, la había perdido de una manera muy diferente. No guardaba el terrible


resentimiento de haber sido traicionado, como Clarissa.
James clavó la vista en el suelo con tristeza.
-Tal vez, de manera inconsciente permití que se pegara a mí, que se volviera
demasiado dependiente, pero como sucede siempre, cuando empecé a darme cuenta
del peligro, el daño estaba hecho y era demasiado tarde para volver atrás sin
lastimarla aún más, sin que a sus ojos volviera a quedar tan sola como cuando su
padre la abandonó. Por esa razón estaba tan decidido a no permitir que destruyeras
su matrimonio. Sabía lo vulnerable que era, la forma en que...
-Sí -asintió Tapia-. Lo comprendo, pero eso no cambia las cosas, James -señaló
con tristeza-. No altera el hecho de que ambos sabemos que Clarissa jamás aceptará
que otra mujer entre a tu vida y en mi caso...
-Quieres que la aleje de mi vida, que...
-No -suplicó con vehemencia, molesta con él por imaginarla tan egoísta-. No,
por supuesto que no. ¿Cómo puedes pensarlo? No. No te estoy pidiendo nada. O al
menos, nada de eso. Lo que estoy pidiendo es que me dejes ir. Que me dejes ir ahora,
antes que sea demasiado tarde y ya no tenga fuerzas para hacerlo. Yo también soy
capaz de sentir celos de Clarissa -confesó con voz grave-. No quiero que lo que
sentimos el uno por el otro, que lo que hemos compartido, se convierta en algo
amargo y sucio por mi incapacidad para aceptar la presencia de Clarissa en tu vida,
así como tampoco no puedo permitir que Lucy se exponga a los celos de Clarissa.
¿No lo ves, James? No es suficiente con que nos amemos. Y tampoco podría soportar
que nos destruyéramos mutuamente, pues eso es lo que pasaría. Es algo más fuerte
que yo; me es imposible confiar en Clarissa. No le simpatizo. Jamás me sentiría
tranquila o relajada a su lado. Es mi culpa, no de ella.
Se quedó callada y sus ojos brillaron por las lágrimas contenidas mientras
intentaba hacerle entender que eso no era lo que deseaba, que lo que ella quería...
todo lo que quería... era él, pero, ¿cómo podía estar segura de que él la buscaba por
amor y no por resentimiento?
-No -aceptó con pesadez-. Quizá tengas razón y el amor no sea suficiente. No
puedo culparte por lo que sientes por Clarissa.
-Y yo puedo entender tu necesidad de protegerla. Probablemente, si yo tuviera
una naturaleza más generosa...
-No. Y no es que no seas generosa -se llevó a la boca la mano de Tania y le besó
la palma murmurando enronquecido-: Eres demasiado generosa -y la abrazó con
ternura-. Oh, Dios, Tania. No creo poder soportarlo. Esperé tanto tiempo para
encontrarte y ahora...
-Sí -concedió ausente-. Quizá hubiera sido mejor que no nos...
-No -negó con furia-. No. Jamás me arrepentiré de haberte conocido, de haberte
amado... Anoche... Oh, Dios, Tania. Anoche, no tuve ninguna precaución. Casi deseo
que hayamos concebido un hijo. Eso nos obligaría a ponernos una venda en los ojos y
nos uniría.

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Un terrible dolor se le clavó en el corazón a Tania. Un hijo de James... si


hubieran concebido... ¿pero, qué caso tenía buscar excusas? ¿Qué ganaría con llevar
en su vientre un hijo de James? Todo lo que conseguiría sería aumentar los
problemas; por un lado Clarissa con sus incontrolables celos y por otro lado ella,
tendría otra vida de la cual preocuparse, otros temores que sobrellevar. Pero, un hijo
de James... el estómago le dio vueltas y sintió un dolor agudo como si fuera la
confirmación de sus sospechas.
Se escuchó la voz de Lucy en el exterior y Tania se apartó de James, incapaz de
enfrentarlo.
Sabía que sus ojos traicioneros estaban humedecidos y que su rostro debía
reflejar angustia y aflicción. Sumida en su dolor se levantó y se acercó a la ventana.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que sucederle a ella? Era tan injusto. El resto del día
fue una agonía para Tania. Culpó a James; ciertamente, él luchaba desesperado por
no responder al evidente placer que Lucy experimentaba en su compañía, pero
alejarla abiertamente y no hacer caso de su adoración la habría herido y confundido.
Tania se dio cuenta y no pudo evitar desear que a Lucy le hubiese sido antipático,
que sintiera celos y lo rechazara. De esa forma... de esa forma, al menos uno de ellos
no saldría lastimado. De este otro modo, todos iban a sufrir.
Cuando sugirió, con tacto, que se retirarían temprano, Lucy la miró tan
desilusionada que no tuvo corazón para insistir, y entonces, además, a la angustia de
saber que su amor por James no tenía futuro, sumaba el dolor de percatarse de que él
habría sido para Lucy un maravilloso y amoroso padrastro.
Si tan sólo... si tan sólo, ¿qué? Se reclamó a sí misma sobre la comida que Jane
Williams había preparado y que le era materialmente imposible comer. Si tan sólo
Clarissa pudiera desaparecer de alguna forma como si fuera una bocanada de humo.
Muy a su pesar, tuvo que reconocer que James amaba y se preocupaba por su
hermanastra y aquél que lastimara a Clarissa lo lastimaría a él también.
A las seis treinta declaró que era hora de que Lucy y ella se marcharan y,
mientras Lucy parloteó animada durante todo el trayecto de regreso, ella permaneció
en silencio.
Esta vez Tania iba firmemente sentada en el asiento posterior del coche, a un
lado de Lucy. Se creyó incapaz de resistir el deseo de gritar su dolor, su angustia y su
amor, de haberse sentado adelante con James.
No tenía intenciones de invitarlo a pasar. Después de todo, ya habían dicho
todo lo que tenían que decir.
El la amaba y ella lo sabía. Ella también lo amaba, pero como le dijo... eso no era
suficiente. Ya no había más de qué hablar, pero Lucy parecía tener otra idea, pues esa
mañana James le había prometido leerle un cuento a la hora de ir a la cama.
Tania movió los ojos insegura. James la miró indeciso y ella se dio cuenta de
que no tenía otra opción que invitarlo a pasar.
Mandó a Lucy a que tomara su baño, preparó té para James y para ella y lo
bebieron, sentados en la sala, en silencio; un espantoso e incómodo silencio y

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después, mientras James le leía el cuento a Lucy, Tania se ocupó en la cocina,


tratando de no pensar que, después de esa noche volvería a verlo como si fuera un
extraño... "como el hermanastro de Clarissa", se dijo con dolor.
¿En qué momento empezó a llorar?, no se dio cuenta. Casi de modo
inconsciente lavaba y relavaba la misma taza lana y otra vez y se tensó al escuchar la
voz de James, cuando entró en la cocina:
-Ya se quedó dormida. Será mejor que me vaya.
-Sí -se le quebró la voz.
Pensó que ya se había ido, mas él la tomó por los hombros y le preguntó:
-¿Es todo lo que puedes decirme? ¿Eso es todo?...
La forzó a volverse para descubrir las lágrimas en sus ojos y la tomó entre sus
brazos, protegiéndola con dulzura. Besó la humedad de su rostro con violenta
desesperación, diciéndole que la amaba, que debía existir algún modo.
Ambos sabían que era mentira, pero eso no les impidió pasar el resto de la
noche amándose intensamente, como si en unas cuantas horas desearan encerrar una
larga vida de amor. Y en efecto, esa era la realidad, Tania reflexionó al mirar el
cuerpo de James tendido a todo lo largo mientras James apretaba la curvatura de su
cadera y con la boca exploraba la satinada suavidad de su piel.
-Te amo -expresó él casi con furia-. Te amo demasiado.
-No lo hagas -protestó Tania con voz ahogada-. Por favor, no lo hagas -y se
estremeció profundamente ante el placer de su forma de amarla, que rebasó el límite
de su dolor. Entonces le rogó que la amara mucho, hasta hacerla perder la conciencia
de todo menos de ese momento, para que esos recuerdos la acompañaran el resto de
su vida.
Después, cuando Tania amaba el cuerpo de James con tanta intimidad como él
lo hizo con ella, pensó que tenían derecho a eso; que al compartir esa intimidad no
herían a nadie más que a ellos mismos. Deliberadamente se olvidó de la posibilidad
de concebir a un niño que crecería sin padre y que a la larga resultaría lastimado por
ese momento de egoísmo, de debilidad, pero de auténtica necesidad.
Apenas era la medianoche cuando el teléfono, a un lado de la cama, sonó. Tania
levantó el auricular y se tensó al escuchar la voz de Nicholas al otro lado de la línea.
-Tania, soy Nicholas -le dijo-. Acabo de llamar a Dove Court. ¿Todavía está
James contigo? Sucede que se ha presentado una pequeña emergencia aquí en la
clínica. Clarissa no está respondiendo bien al tratamiento. Está preguntando por
James, y yo...
En silencio le pasó la bocina a James, pero sus ojos reflejaban angustia y
preocupación. Todo había comenzado. Clarissa llegaba a interponerse entre los dos,
invadiendo hasta sus más íntimos y preciados momentos. Ya...
En silencio, Tania se levantó de la cama, se puso una bata e intentó no escuchar
lo que James decía.

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Después de unos segundos, él colgó y se disculpó:


-Lo siento, pero tengo que irme.
Ella ya lo sabía. Estaba preparada; ya se había dicho que él tendría que
marcharse, sin embargo, no estaba preparada para el dolor de perderlo tan pronto,
tan abruptamente; no mientras siguiera sintiéndolo en su interior, no cuando la cama
compartida aún estaba tibia, cuando en su piel aún persistía su aroma. Y menos,
cuando lo único que deseaba era dormir entre sus brazos, y...
El esperaba que ella dijera algo, pero, ¿qué podía decir? ¿Darle permiso para
irse?... No lo necesitaba. ¿Hacerle menos dolorosa la partida? Se tragó su furia,
mordió las palabras que luchaban por salir y con toda la calma que pudo asintió:
-Sí, sí. Por supuesto.
James se acercó a ella mientras se vestía. Automáticamente Tania se cubrió el
cuerpo con los brazos, rechazándolo, alejándose por instinto. Lo vio dudar, tenía el
dolor y la frustración clavada en la mirada. Unos cuantos pasos los separaban, ambos
se miraron largamente; de pronto, Tania le volvió la espalda e indicó con voz
enronquecida:
-Será mejor que vaya con. Lucy. Ya sabes el camino para salir.

Esta vez Tania esperó hasta asegurarse de que se había ido. No era cobarde.
Simplemente hacía lo que consideró mejor para los dos. Tenía que ver que se fuera,
asegurarse de que todo acabara.
Acabara... si apenas empezó... Se lamentó por ese amor frustrado, y lloró por
haberle negado el derecho de vivir, como lo habría hecho al negarle la vida a un
nuevo ser.

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CAPITULO 10
¿Como se sucedieron las semanas siguientes? Tania no tenía idea. No volvió a
saber nada de James y escuchó por ahí que Clarissa había sido llevada a América
para que la revisara un especialista que dirigía una clínica y que llevaba en su haber
un espectacular número de curaciones en casos similares al de ella.
Pero el hecho de que se curara o no, era igual. Clarissa jamás aceptaría a otra
mujer en la vida de su hermanastro y a ella menos que a ninguna. Desde que se
relacionó con James, no volvió a sentirse tranquila respecto a Lucy, incluso cuando él
le explicó los antecedentes de su hermanastra no pudo negar el hecho del inminente
peligro.
Su estado de ánimo iba de la desesperación a la necesidad compulsiva.
Trabajaba hasta el cansancio sin darse oportunidad para recordar que había conocido
a alguien llamado James Warren.
Como era inevitable, su salud se resintió y más inevitable fue que los demás se
dieran cuenta. Ann en particular, quien la abordó una tarde gris de octubre, cuando
fue a verla con el pretexto de consultar algo relacionado con el cumpleaños de Susie.
Lucy ya estaba dormida y Tania no tuvo otro remedio que confiarse a su amiga
cuando ésta quiso saber lo que le sucedía.
-¡Renunciaste a él... por culpa de Clarissa! -Ann la miró como si no
comprendiera lo que acababa de escuchar-. Pero esa es una locura. Clarissa es una
mujer adulta, una mujer que inclusive tiene esposo y dos hijos.
-Emocionalmente ella depende por completo de James -respondió Tania
desolada y apartó el cabello del pálido y delgado rostro-. Pero no se trata solamente
de eso. No renunciaría a él tan solo por los celos enfermizos de una mujer. También
tengo que pensar en Lucy. ¿No te das cuenta, Ann? Yo podría... sólo dije podría,
hacer a Clarissa a un lado en la vida de James si sólo se tratara de mí, pero también
está Lucy.
-¿Temes que intentara lastimar a Lucy otra vez? -inquirió preocupada.
-Jamás podré quitármelo de la cabeza.
-Sí, eso lo entiendo, pero tal vez si James consintiera en...
-¿En qué? ¿Arrojarla de su vida? ¿Cómo podría yo pedirle eso, Ann? Soy
incapaz. Somos adultos, no niños. No puedo llegar a decirle: "si me amas, arrójala de
nuestras vidas". Sería injusto, además, yo no volvería a vivir en paz si lo obligara a
hacer eso. El ama a Clarissa, eso es un hecho y si la abandonara... bueno, ¿podrías
amar a un hombre que hiciera algo así, podrías volver a creer en él? Te aseguro que
yo no.
-No. Ya me doy cuenta del problema. Pero, debe haber alguna forma.
-¿Crees que no he pensado en ello una y otra vez? -movió la cabeza, desolada-.
Si Clarissa fuera menos apasionada, un poco sensata, si se pudiera hablar con ella...

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Pero, bueno, aunque se recupere ahora, siempre habrá el riesgo de que sufra otra
crisis.
-Oh, Tania.
-Sí, lo sé -se estremeció-, y temo que hay algo más.
-¿Más? -Ann la miró-. ¿Qué?
-Creo que estoy embarazada.
-¿Qué?
Una vez que se recuperó de la impresión, Ann le preguntó ansiosa.
-Ya se lo dijiste a James, ¿verdad? Quiero decir, él tiene derecho a saberlo.
-No, no se lo he dicho -la interrumpió-. Ni siquiera he podido confirmar mis
sospechas.
-Pero se lo dirás -insistió.
Tania cerró los ojos.
-Tal vez. Todavía no lo sé. Estoy tan cansada, Ann. Me siento como si quisiera
huir y esconderme de todo lo que está pasándome. Empezaba a arrepentirse de haber
confiado tanto en su amiga. Se preguntó qué diría Ann si le dijera que virtualmente
todas las noches se despertaba ahogada en lágrimas, con el nombre de James en los
labios.
Sabía perfectamente que si lo buscaba y le decía que estaba embarazada, él
movería cielo y tierra para hacerla cambiar de opinión y algunas veces, en sus
momentos de mayor debilidad estuvo tentada a hacerlo. Después de todo, ella
también tenía derecho a ser feliz, ¿o no? Su hijo, ese hijo de ambos, tenía derecho de
amar a sus dos padres y Lucy tenía derecho a ser amada por un padrastro que la
adorara.
Pero con todos esos derechos venían los peligros. No quería exponer a sus hijos
a los celos enfermizos de Clarissa, a su paranoia. Tampoco soportaría vivir sabiendo
que su propia felicidad estaba construida sobre la desgracia de Clarissa y así sería si
le pidiera a James que alejara a su hermanastra.

Dos semanas después, ante la insistencia de Ann, Tania hizo una cita para ver al
doctor y confirmar sus sospechas.
El sentido común le decía que tan pronto terminara el tratamiento de Clarissa y
todos regresaran a Inglaterra, James descubriría que ella llevaba un hijo suyo y si
verdaderamente quería proteger al niño debía hacer planes para vender la tienda y
empezar una nueva vida lejos de ahí.
James llamó varias veces, pero ella siempre lo cortó casi de inmediato, no
obstante, se enteró de que Clarissa estaba respondiendo bien al tratamiento y que
mientras él aprovechaba el tiempo atendiendo algunos asuntos de negocios que tenía
en América. Tania había visto a Nicholas en un par de ocasiones y sabía que él
pasaba todo su tiempo libre con sus hijos o en América con Clarissa.

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Algunas veces no pudo evitar pensar con envidia en lo afortunada que era esa
mujer: con un esposo devoto, y un hermanastro igualmente devoto. Todo era tan
injusto.
Y entonces Tania supo que James y Clarissa regresarían a casa para la Navidad.
Se lo dijo Jane Williams cuando se encontró con ella en el supermercado. La mujer se
sorprendió un poco al verla y, como el resto de la gente que la conocía, exteriorizó su
preocupación por la delgadez de su figura y la extrema palidez de su rostro. Sí
sospechó que eso tenía relación con la ausencia de James, no se atrevió a decirlo en
voz alta.
Jane Williams le comentó que Clarissa había respondido de maravilla al
innovador tratamiento americano y que acababa de recibir una extensa carta de
James diciéndole que toda la familia regresaría para la Navidad.
Unos instantes después, cuando volvió a tomar el cochecito con sus compras,
tuvo que detenerse, pues se le nubló la visión... y fue cuando se dio cuenta de que
estaba llorando.
Y seguía llorando horas más tarde, cuando Ann pasó a dejar a Lucy después del
colegio. Se le quedó viendo y la regañó con severidad:
-Tania, si sigues así, Clarissa no será la única en sufrir esos quebrantos.
-Lo sé -se sonó-. Intentaré sobreponerme.
-No es eso lo que quise decir y tú lo sabes. Deberías ponerte en contacto con
James. Mírate... recuerda que ahora ya no eres la única en quien debes pensar.
También están Lucy y tu nuevo nene.
-Lo sé. Estoy haciendo arreglos para vender la zapatería e irme de aquí, pero no
tengo ánimos de nada. Estamos a menos de un mes de la Navidad...
-¿Irte de aquí? -Ann se desconcertó-. No puedes hacer eso. ¿Por qué querrías
hacerlo? Pensé que estabas contenta aquí. Tu negocio marcha estupendamente.
-No podría quedarme. En cuanto James regrese...
-Vas a decirle lo del nene, ¿no? -preguntó con suspicacia. Tania desvió la
mirada.
James ya le había preguntado si estaba embarazada, pero ella le mintió
sabiendo que si le decía la verdad nada lo detendría e insistiría en que se casaran.
-Tania, debes decírselo.
-Sí, sí, lo sé -perdió el equilibrio momentáneamente sintiendo frío y un ligero
desvanecimiento. Controló con dificultad esa debilidad al escuchar la voz alarmada
de Ann:
-Mírate -la ayudó a sentarse-. No te puedes ir así. Has perdido mucho peso, a
pesar del embarazo. Te veo tan frágil. Te estás matando, Tania y si no te importa tu
propia salud, debes tomar en cuenta al nene. A menos... que estés intentando
destruirlo.

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Las duras palabras de Ann la hicieron llorar al darse cuenta de que su amiga
tenía toda la razón. De pronto, ese frío interno se hizo insoportable. Lo último que
deseaba era lastimar al hijo de James. Después de todo, ese nene sería todo lo que le
quedaría del hombre al que amaba.
Cuando Ann notó el efecto que sus palabras hicieron en Tania le sonrió.
-Ahora, vas a ponerte un abrigo y tú y Lucy vendrán conmigo y se quedarán
ahí hasta que yo me convenza de que ya estás en condiciones de cuidar de ti misma.
De otra manera...
-De otra manera, ¿qué? -temblorosa, Tania la retó.
-De otra manera me veré obligada a decirle yo misma a James lo del niño -Ann
concluyó con firmeza.
Tania la miró y cruzó los brazos a la altura del estómago, como si quisiera
protegerlo y le rogó:
-No, Ann, por favor. No serías capaz de hacerlo.
-No quiero tener que hacerlo -la corrigió-, pero tampoco te dejaré seguir así.
Al fin Ann la convenció para que se mudara con ellos; Tania y Lucy pasaron en
casa de sus amigos una semana, ocupando la habitación recién decorada y usando el
elegante baño que Ann acababa de instalar y en el que había aplicado una nueva
técnica de pintura con resultados maravillosos.
A Tania le fascinaron en especial las nubes que Ann pintó en el techo.
-Cuando estoy en la tina y levanto la mirada, me imagino que estoy en alguna
playa idílica -bromeó con Ann.
Empezó a recuperar un poco del peso perdido, pero la expresión de su rostro
era aún de tristeza.
Lucy, que antes de llegar con ellos hablaba de James virtualmente a cada
instante, ahora se refería a él rara vez, aunque con tal ansiedad que Tania reprimía
con dificultad las lágrimas.
Ya era diciembre; ella y Ann hicieron algunos viajes a Chester para realizar las
compras de Navidad. Ahora que había recuperado algo de su fortaleza, Tania
decidió hacer de esa fecha algo inolvidable para Lucy.
Debido a su delgadez, nadie se dio cuenta de que Tania estaba embarazada.
Suspendió la venta de la zapatería hasta después de Año Nuevo. No deseaba
mudarse; le gustaba el lugar y su gente. Ya estaba adaptada, tenía un hogar... pero,
¿cómo iba a quedarse ahora, dejando que el hijo de James estuviese tan cerca de su
padre? No, no sería justo para nadie. Muy en su interior tomó la determinación de
que jamás dejaría que James supiera de su embarazo. Si él llegara a saberlo, no la
dejaría marcharse. Y sólo Dios sabía que no podría resistir mucho si James insistía en
que se casaran.
Las semanas siguieron su curso y en vez de olvidarlo Tania lo recordaba más y
más; le dolía recordarlo como hombre, como su hombre, su amante... y lo anhelaba

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tanto emocional como físicamente; anhelaba poder compartir con él su felicidad por
haber concebido a su hijo, deseaba vivamente que estuviese con ella, que la tomara
de las manos y la besara hasta mitigar su soledad y su dolor; que le dijera que todo
saldría bien y que siempre estarían juntos.
Algunas veces soñaba con que todo eso sucedía y después, al despertar y
descubrir que estaba sola lloraba y pasaba el resto de la noche en una agonía
espantosa, deseando que las cosas fueran diferentes.
A mediados de diciembre, Tania insistió en regresar a su propia casa.
Lucy estaba entusiasmadísima por la proximidad de la Navidad. Ese domingo,
los Fielding, Tania y Lucy fueron al bosque Delamere a comprar el árbol de Navidad
y aunque Tania rechazó la generosa invitación que le hicieron para unirse a ellos en
esa fecha, prometió acompañarlos por la tarde para el intercambio de regalos.
Lucy esperaba con ansiedad que nevara y en efecto, la temperatura empezó a
descender, a pesar de que los pronósticos del tiempo no consideraban que fueran a
tener una blanca Navidad.
Un domingo por la tarde, cuando Tania horneaba un pastel y Lucy estaba
ocupada en escribir sus postales navideñas, James se presentó. Llamó a la puerta y
Tania supo de inmediato de quién se trataba, así que envió a Lucy a que abriera en
lugar de ir ella misma.
Cuando James entró en la cocina, encontró a Tania a la defensiva, en el extremo
contrario de la pequeña mesa, mirándolo con cautela y angustia.
Tania soñó tantas veces con ese momento... cuántas veces, en sus más íntimos
pensamientos, sufrió al imaginar qué sentiría cuando volviera a verlo.
La emoción le cerró la garganta y sintió que se le doblaban las piernas.
James estaba más delgado. Era evidente que también había sufrido, que había
estado en contacto íntimo con el dolor y por un momento deseó acercarse a él y
consolarlo entre sus brazos.
Como si hubiese percibido esa necesidad en ella, James se le acercó lentamente.
Tania se puso tensa, tratando de recordar que no podía darse el lujo de ser débil.
-No te acerques más -le advirtió-. Estoy llena de harina y te ensuciaría el traje.
Supe que regresarían todos para las fiestas de Navidad. ¿Hace mucho que llegaron?
y Clarissa... ¿está bien?
Hablaba sin parar, tratando de llenar el vacío que sentía en su interior, tratando
de evitar que las lágrimas la traicionaran y tener que confesarle que no le importaba
lo que sucediera, que no podía vivir sin él.
-Llegamos en el vuelo trasatlántico de esta mañana -respondió con
tranquilidad-. Clarissa está bien. Tania... por favor...
Se quedó callado al ver entrar a Lucy en la cocina.
-Aquí está tu tarjeta -anunció sintiéndose importante-. Mami dijo que podía
enviarte una, pero creo que es mejor que te la dé ahora.

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James se inclinó para levantar a la niña y ante el asombro de Tania le pidió:


-¿Por qué no me la guardas hasta el día de Navidad? -después miró a Tania y
agregó con voz anhelante-: Quiero que tú y tu mami vengan a mi casa a pasar la
Navidad, Lucy. ¿Te gustaría?
-¿Estará Rupert también? -preguntó la niña.
James soltó una carcajada.
-Sí, Rupert estará ahí
¿Cómo podía hacerle eso? El sabía que no podía ser, que no debía aceptar esa
invitación...
-Lo siento -empezó a decir Tania aparentemente serena-, pero temo que nos
será imposible...
Se detuvo y cometió el error de mirarlo a los ojos. El dolor, el amor y la agonía
que descubrió en ellos le rompieron el corazón y deseó llorar y gritarle que nada en
el mundo le importaba más que él.
-Nada es imposible -señaló James con voz ronca.
Lucy le rogaba, le suplicaba que dijera que sí; entonces inclinó la cabeza y Tania
pensó en el hijo de James, aún intangible, pero que sin duda crecía en su interior y sin
darse cuenta, sin pretender hacerlo, se escuchó decir en voz alta que sí, que pasarían
la Navidad en Dove Court con él.
Después de eso, sintió que los acontecimientos se sucedieron como en una
montaña rusa. James insistió en hacer los preparativos. El las recogería la
Nochebuena y se quedarían hasta el Año Nuevo con él.
-Es demasiado -protestó Tania-. Navidad... la entrega de regalos...
-¿Mucho tiempo?
James le sonrió breve e incisivamente y una vocecita en su interior le ordenó a
Tania rebelarse, darse por vencida, permitirse ese pequeño lapso a su lado.
Cuando se lo contó a Ann, se disculpó también por no poder estar con ellos
para la entrega de los regalos. Su amiga antes que sentirse ofendida se alegró mucho.
-Estoy encantada al ver que al fin actúas con cordura -comentó con franqueza,
totalmente equivocada en su percepción-. ¿Ya le dijiste lo del niño?
-Eh... no...
-¿Lo reservas como regalo de Navidad? -le preguntó con una sonrisa
conspiradora-. Sí, será un regalo muy especial.
Tania no respondió. No tenía la menor intención de decirle a James sobre su
embarazo. Ya había sido demasiado débil al aceptar su invitación para pasar la
Navidad con él.
Como la Nochebuena cayó en domingo. Tania se sorprendió al ver llegar a
James cuando ella y Lucy apenas desayunaban. Afortunadamente, ya tenía listas las
maletas y envuelto el regalo que Lucy insistió en comprar para James con sus

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ahorros. Tania no estaba segura de que una réplica exacta, en porcelana, de Rupert lo
hiciera muy feliz, mas no se atrevió a decírselo a Lucy.
Ella hubiera preferido comprarle una corbata de seda, algo impersonal y muy
alejado de lo que realmente habría deseado regalarle, ni lo que ella habría deseado
recibir de él.
Un hijo de ella... un hijo de los dos... Se llevó la manos al vientre con discreción
y se tensó. James se movió inquieto.
-¿Te sientes bien? -le preguntó.
-Sí, por supuesto -respondió cortante-. ¿Por qué no iba a sentirme bien?
El no respondió, pero Tania se dio cuenta duque la observaba con interés.
-Viniste más temprano de lo que esperaba -señaló.
-Es porque necesito que Lucy me ayude a poner el árbol -respondió ante la
sonrisa satisfecha de la niña.
-¿Es grande el árbol? -inquirió Lucy cuando salían del piso.
Tania no pudo evitar fijarse en la forma natural y confiada en que su hija lo
tomó de la mano al caminar por la calle.
-Más o menos -respondió James.
-Bueno, de seguro no podré ayudarte con la parte de arriba -le advirtió ansiosa
la niña-. ¿Podrás tú?...
-No te preocupes. Yo colocaré todos los arreglos que no alcances -la tranquilizó.

La noche anterior había hecho mucho frío y cuando el Jaguar viró y se abrieron
las puertas para entrar a Dove Court, el prado estaba cubierto de nieve y de los
árboles aún caían algunos copos, por lo que
Lucy abrió la boca con fascinación y Tania sintió que su pena era más profunda.
De ella dependía que ese día fuera inolvidable para su hija, se dijo convencida
en tanto el coche acortaba la distancia hacia la casa. Ese día debía dejarle un cúmulo
de hermosos recuerdos, todos felices, no sólo por el bienestar de Lucy sino por el hijo
que vendría. Quizás era tonto pensar que de alguna manera ese niño podía percibir
su estado de ánimo, ser afectado por su tristeza e incluso sentir su felicidad y saber
del amor que ella podría compartir con su padre si tan sólo pudiera hacer a un lado
sus temores. Por ahora sólo podía soñar que ese breve momento duraría toda una
eternidad.
Pensara en todo eso cuando James detuvo el coche y la ayudó a bajar.
El simple contacto de esa mano en su brazo fue suficiente para hacerla
comprender cuánto lo amaba. Hasta ese momento se percató de que él evitaba
tocarla; que no quería atormentarla con los recuerdos de algo que ya no podían tener.
James abrió la puerta principal y las, condujo al interior. Tania se quedó helada
al ver a Clarissa ahí.

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Miró a James de modo acusador. De alguna manera, jamás esperó algo así. Ni
siquiera se le ocurrió preguntarle por Clarissa porque supuso que él jamás se
arriesgaría a enfrentarlas a las dos en la misma casa. En ese momento, supo que
debió preguntarle, que debió, al menos, haberse preocupado por saber en dónde
pasaría la Navidad su hermanastra.
James la miró y notó su furia y desesperación. Dio unos pasos hacia ella, pero
Tania se apartó; se encontraba tensa y llena de angustia. Ella iba a llamar a Lucy, a
exigirle a James que las regresara a su casa de inmediato, cuando vio que Clarissa se
acercaba a su hija. Quiso adelantarse y protegerla, pero James la detuvo por el brazo.
Furiosa volvió el rostro para mirarlo, cuando escuchó a Clarissa decir con desenfado:
-Hola, Lucy. ¿Te acuerdas de mí?
-Sí. Rupert vive contigo, ¿verdad? -Lucy respondió con timidez. Tania,
contenida por la mano de James las observaba; su corazón latía aceleradamente por
el coraje y el miedo. ¿Cómo se atrevía James a hacerle eso?... ¿Por qué? ¿Cuál era el
propósito de esa peligrosa mascarada?
-Sí, en efecto -afirmó Clarissa y se volvió hacia Tania.
-Tania, qué gusto de volver a verte -la saludó amable-. Mañana será un gran día
y mis hijos están ansiosos por conocer a Lucy.
Tania la miró y no daba crédito a lo que escuchaba, no podía creer lo que sus
ojos le decían, era increíble que fuera Clarissa la que estuviera hablando, además,
parecía otra mujer totalmente diferente de la que Tania recordaba.
Antes que Tania pudiera decir algo, se abrió la puerta y entraron los hijos de
Clarissa acompañados por Nicholas y Rupert. Lucy se inclinó y, llamó con un silbido
al perro.
-Nicky, querido, ¿por qué no llevas a Lucy y a los niños a dar un paseo? -sugirió
Clarissa-. Vamos a necesitar más moras y creo que encontrarás algunas en los árboles
cerca del lago -se acercó a Tania y la tomó por el brazo-. Te mostraré tu habitación,
Tania.
Se dejó conducir como sonámbula y al llegar al pie de la escalera miró a James
confundida y molesta.
Subieron juntas y Clarissa charlaba de cosas sin importancia, con amabilidad y
en un tono que distaba mucho del histerismo. ¿Qué estaba pasando ahí? ¿Por qué
James no le advirtió?
-James decidió que este fuera tu dormitorio -señaló Clarissa al abrir la puerta y
entrar en la habitación. A Tania no le quedó otra opción que seguirla-. Originalmente
esta era la habitación principal -siguió diciéndole-. Por supuesto, imagino que
querrás redecorarla. Mi madre hizo lo mismo cuando se casó con el padre de James.
Esta es una casa muy hermosa, ¿verdad? Aunque le hace falta el toque femenino.
Cuando mi madre y yo vivíamos aquí nos preocupábamos porque no faltaran las
flores en todas las habitaciones. Ella fue muy feliz viviendo aquí. Las dos lo fuimos.
Creo que después de la soledad y pobreza que sufrimos sin mi padre, llegar a vivir
aquí fue como...

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Clarissa se interrumpió al ver que Tania la miraba con curiosidad.


-¿Qué quieres decir con eso de que, quizá yo desee redecorarla?
Clarissa se volvió y la enfrentó con firmeza.
-Estoy al tanto de lo que hay entre James y tú, Tania -explicó tranquila-. No te
negaré que al principio estaba... me sentí desolada, traicionada... estaba muy, muy
enfadada, casi histérica, y muy, muy celosa, pero el doctor Martin, él es mi terapeuta
de la clínica en California... Bueno, él me ayudó a entender que mi dependencia de
James era una necesidad que yo tenía por encontrar en él a mi padre; por llenar ese
sentimiento de ausencia y de culpabilidad cuando dejó a mi madre. El me ayudó a
comprender que algunas emociones habían quedado encerradas en mi interior,
resultado de aquella época y que estaban envenenando mi vida, y no sólo la mía. No
voy a aburrirte con todos los detalles de la terapia que me ayudó a madurar, si así
quieres llamarlo. Algunas veces fue dolorosa, un proceso difícil, pero creo que
aprendí muchas cosas. Jamás llegaré a ser la clase de mujer que no siente celos en lo
más mínimo, quizá mi naturaleza siempre se incline a ser posesiva con aquellos que
están cerca de mí, pero al menos ahora ya sé cómo controlarme y he aprendido a
conocerme.
Sonrió tranquila.
-Yo estaba tan alegre por mi estupenda respuesta al tratamiento que no podía
entender por qué James parecía tan remoto, tan... tan infeliz y fue entonces que me
habló de ti. No te negaré que mi primer impulso fue sentirme profundamente dolida.
No te contaré las escenas que hice, ni tampoco de las cosas duras y crueles que dije,
no sólo de ti, también de James. Incluso le advertí que tendría que escoger entre tú y
yo -su voz se quebró, mas de inmediato continuó con firmeza-: Fue algo muy tonto, y
me di cuenta de mi error cuando él me respondió que siempre, siempre te escogería a
ti. Entonces, me dijo que tú te habías negado a ponerlo en ese predicamento; que eras
tan inteligente y generosa y que lo amabas tanto que sabías que yo ocupaba un lugar
muy especial en su corazón y en su vida. Me contó también que no podría vivir sin ti.
Que eras tan indispensable en su vida como el mismo aire.
"Tuve que sufrir mucho antes de aceptarlo, Tania. No podía admitir que
estuviese enamorado y menos, que esa otra mujer fuera más importante para él que
yo, que ella ocupara en su corazón el primer lugar sin importar que estuvieses a su
lado o no.
Suspiró hondo.
-Sí, fue muy, muy difícil de aceptarlo. Nick fue el que me ayudó, quien me hizo
ver que estaba destruyendo a James, que estaba hiriendo a ese hombre al que le
profesaba tanto amor. "¿Qué pasará con los niños cuando crezcan?", me preguntó.
¿Sería yo capaz de impedirles buscar la felicidad como a James? Me advirtió que
corría el riesgo de que todos se volvieran contra mí y llegaran a odiarme.
Clarissa movió la cabeza incrédula.
-Acusé a Nick de no amarme -continuó-. Finalmente me dijo que siempre me ha
amado, que se casó conmigo, a pesar de sospechar que yo amaba a otro hombre.

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Incluso me confesó... -llenó sus pulmones de aire-... que en ocasiones dudaba que
Alee fuera su hijo, pero que lo amaba porque de cualquier modo era mío.
Sonrió melancólica.
-Me quedé consternada. Jamás imaginé algo así. Por supuesto que Alee es su
hijo y yo también lo amo... siempre lo he hecho... mi desliz con... con aquel hombre
nada significó para mí. Dejé que Nick pensara lo contrario porque no me sentía
segura de él.
Miró a Tania con una sonrisa tranquilizadora.
-Hace dos semanas, entré en el dormitorio de James y lo encontré sentado, con
la cabeza entre las manos y con lágrimas en las mejillas. Me desconcertó; el, que toda
la vida había sido tan fuerte, tan seguro de sí mismo. Nunca antes lo había visto así,
nunca pensé que pudiera llegar a ser vulnerable. Le pregunté lo que le pasaba y me
contó que tú te negabas a hablar con él. Que te negabas a casarte con él. Que te
negabas a todo ello por mi culpa. ¿Es verdad, Tania?
Tania la miró y se humedeció los labios. No sabía cómo comportarse con esa
nueva Clarissa o qué decirle.
Como no respondió, Clarissa continuó:
-Bueno, quiero hacerte otra pregunta. ¿Estás enamorada de James?
Tania desvió la mirada.
-Eso es todo lo que importa, ¿no crees? -inquirió Clarissa con serenidad-. Que tú
lo ames y que él te ame; tu lugar está a su lado de la misma forma que el mío está con
mi esposo. Ahora comprendo que siempre, siempre tendré un lugar en el corazón de
James, que se case o no, jamás se olvidará de mí...
"Quiero que sepas, Tania, que la felicidad de James es mucho más importante
para mí que mis propios temores y celos. James te necesita infinitamente más de lo
que me necesita a mí, y yo estoy preparada para dejarlo libre. Yo tengo una vida
propia al lado de mi esposo y de mis hijos, así que estoy en la mejor disposición de
dejarlo ser feliz a tu lado... y para probártelo... -se volvió de espaldas a Tania, se
acercó a la ventana y miró algunos segundos al exterior antes de continuar con voz
profunda-, para probártelo, Nick y yo hemos decidido empezar juntos una vida
nueva en California. A los dos nos gustó estar ahí. El doctor Martin considera que es
una buena decisión. Que poner alguna distancia física entre James y yo será
definitivo para mi recuperación. No estoy diciendo que no vaya a extrañarlo; habrá
ocasiones en que simplemente no pueda evitar levantar el auricular para llamarlo,
pero te prometo que jamás tú, Lucy o los hijos que puedas tener con James sufrirán
por mi causa.
Movió la cabeza con valentía.
-Cuando recuperé la cordura y me di cuenta de lo que le había hecho a Lucy... -
se estremeció-. Creo que yo mataría a cualquiera que tratara de lastimar a mis hijos -
se le quebró la voz-. Quise morir cuando me percaté de lo que había hecho. Pagarle a
alguien para que rompiera el escaparate era una cosa, pero eso... no voy a pedirte que

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me perdones. ¿Cómo podría hacerlo? Ni siquiera merecía que estuvieras dispuesta a


sacrificar tu felicidad con James, en lugar de exigirle que me arrojara de su vida.
-El te ama -al fin pudo decir con voz temblorosa-. ¿Cómo crees que le habría
exigido algo así?
-Y sin embargo, yo le pedí con tanta facilidad y egoísmo que... No, de hecho le
ordené que se olvidara de ti -expresó con tristeza-. Cuando pienso en todo el daño
que he hecho, la infelicidad que he provocado. No sólo a James y a ti, sino también a
Nick y a mis hijos. Estoy decidida. a hacerlos olvidar y demostrarles cuánto los amo.
Intentaré ser menos egoísta; soy tan afortunada... estuve a punto de perder a Nick.
-No por mi culpa -le aseguró Tania con gravedad.
Clarissa le sonrió.
-No, tú no habrías sido capaz, pero si alguien con menos escrúpulos se hubiera
cruzado en su camino... habría sido mi justo castigo. En ocasiones fui tan ruin con él.
-Estabas enferma -la disculpó.
-Mi enfermedad fue consecuencia de mi propia inmadurez. Oh, no puedo sentir
compasión por mí misma -señaló con severidad-. ¿Cómo podría sentirla? Debo
reservar esa compasión para mis víctimas, para todos aquellos que herí con mi
egoísmo. Te casarás con James, ¿verdad?
Tania dudó. Eran demasiadas emociones juntas. Casi parecía algo irreal... como
si fuese uno de sus sueños imposibles y tormentosos.
-Yo...
-Te aseguro que no tienes nada que temer de mí -Clarissa reiteró-. Ni tú, ni
Lucy, ni el hijo que esperas.
Tania palideció y se abrazó el vientre con actitud protectora.
-¿Cómo lo?... Nadie...
-Un hombre podrá creer que los sufrimientos del corazón son los responsables
de esa terrible pérdida de peso y de tu palidez, pero una mujer conoce más;
difícilmente le pasará inadvertido, sobre todo si ella misma padeció los mismos
síntomas durante los primeros meses de sus embarazos.
De pronto Tania descubrió que estaba llorando. Sollozaba inconsolable, en
especial cuando Clarissa la abrazó y la confortó. En ese momento su instinto le
confirmó que todo era verdad, que ya no debía temer por su seguridad o la de su
familia.
-Ojalá que James no te haya escuchado llorar -comentó Clarissa con suavidad-,
de otra forma estará angustiado preguntándose qué sucede aquí. El iba a hablar
contigo primero, pero yo pensé que era importante que lo supieras por mi boca. Creí
que sería más fácil que me creyeras a mí.
-Sí -Tapia respondió con voz temblorosa y se sonó-. Y no creas que no entiendo
lo difícil que debió ser todo para ti. James me contó acerca de tu niñez y lo de tu
padre.

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-Sí. Esa fue otra de las razones por las que creí volverme loca cuando pensé que
estabas quitándome a Nick. Una vez me prometí que jamás permitiría que un hijo
mío sufriera lo que yo y sin darme cuenta fui yo la que puse en peligro mi
matrimonio. Y Lucy..., ¿ella sufrió?...
-No, no hubo efectos secundarios -le aseguró Tania.
-Gracias a Dios -apretó la mano de Tania y señaló con dulzura-: ¿Por qué no vas
a buscar a James y lo sacas de su agonía? Yo voy a reunirme con los demás. ¿Crees
que sería posible que Lucy pasara la noche con nosotros? O...
Esa era la prueba final. Tania la miró y se preguntó si tendría la fuerza necesaria
para otorgarle esa muestra de confianza que le pedía... Si debía depositar a su
adorada Lucy en manos de la mujer que alguna vez quiso lastimarla.
-No... entiendo que no es prudente... -empezó a decir Clarissa y le dio la espalda
con intención de salir.
Tania la detuvo y declaró temblorosa:
-¿Crees que Lucy me perdonaría si le niego la oportunidad de pasar toda una
noche con su adorado Rupert?
Y de pronto, las dos soltaron a reír y a llorar al mismo tiempo, abrazándose
emocionadas. Entonces Tania supo que algún día ella y esa mujer estarían muy
unidas; que ese entendimiento que ahora nacía entre las dos, se enriquecería al paso
del tiempo.

Tania y James tuvieron la Nochebuena completa para ellos solos. La pasaron


acurrucados en el sillón frente a la chimenea haciendo planes.
James quería una boda rápida, tan rápida como fuera posible para que la
ceremonia se llevara a cabo antes que Clarissa y Nicholas regresaran a California a
pasar el Año Nuevo.
-Seremos muy felices -prometió él-. Tendremos que desquitarnos de cada
momento de dolor y tristeza que hemos vivido.
-¿Cuándo empezaremos? -Tania bromeó deslizando amorosamente un dedo
por la línea de su mandíbula y acercando sus labios a unos cuantos centímetros de la
boca de James.
Ella jamás supo lo que era juguetear así, jamás imaginó sentirse libre y joven
como en ese momento; bromear así y ser castigada por ello, si acaso podía llamársele
castigo al hecho de que James la tomara entre sus brazos y la besara con pasión y
advirtiéndole con fiereza.
-¡A partir de este momento!
Ya era medianoche cuando Tania recordó que todavía no le decía acerca del
nene. Acababan de amarse tendidos en el suelo, cerca de la chimenea y ella
permanecía abrigada, optimista y contenta entre sus brazos, entonces levantó la
mirada y susurró:

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-Tengo un regalo de Navidad muy especial para ti.


El abrió los ojos y protestó adormilado:
-¿Qué, otra vez? Eres insaciable, ¿lo sabías?
Tania sonrió y declaró.
-No es eso a lo que me refiero. Vamos a tener un hijo.
James se incorporó como un resorte, la miró y le preguntó con ansiedad:
-¿Que vamos a tenerlo? ¿Cómo puedes saberlo tan pronto?
-¿Tan pronto?
Tania lo miró y soltó una carcajada.
-¡James! no lo digo por lo de ahora. Ya estaba embarazada. El nene llegará
dentro de cinco meses y medio.
Por un momento James se quedó inmóvil y al cabo preguntó confundido:
-¿Quieres decir que durante todo este tiempo...? ¿Y no pensabas decírmelo?
-Quería hacerlo -le aseguró temblorosa-. Deseaba decírtelo, más de lo que
puedas imaginar... pero, ¿cómo iba a hacerlo? Estaba segura de que si llegabas a
saberlo insistirías en que nos casáramos y yo tendría que vivir con el peso de saber
que por mi culpa habías hecho a un lado a Clarissa.
-Así que sabías que no dudaría en hacerlo por ti.
-Sí -respondió-, y no habría podido llevarlo en mi conciencia.
-Debía estar furioso contigo, date cuenta. Sin embargo.... me siento tan feliz.
-Mmm, yo también -lo besó larga y provocativamente-. Ahora te toca darme mi
regalo.
James la miró y sus ojos recorrieron suavemente las curvas de su cuerpo
iluminado por el fuego de la chimenea. Luego le preguntó con picardía:
-Y bien, mi amor, ¿exactamente qué es lo que tienes en mente?
Cuando ella se lo dijo, la besó de nuevo y volvió a amarla.
-Tuve razón al decir que eras insaciable.

El día de Navidad por la mañana, después de la emoción de abrir los regalos y


antes de sentarse a comer lo que Tania y Clarissa prepararon para todos, James
descorchó una botella de champaña, ceremoniosamente llenó las copas y anunció con
satisfacción:
-Tapia y yo tenemos algo que decirles...
-En realidad son dos noticias -1o interrumpió Tania y agregó sonriente-: y una
solicitud.

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Después que anunciaron sus planes de boda y el próximo arribo de su hijo,


Nicholas inquirió:
-¿Y cuál es la solicitud?
-Oh, eso -Tania le sonrió a Clarissa-. No se trata de nada difícil. Sólo que nos
gustaría que Clarissa y tú fueran los padrinos.

Fin.

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