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Darío Sztajnszrajber: «La filosofía es una gran

demoledora de toda firmeza»


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Filosofía&Co 11 de abril de
2019

El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber (1968). Foto © Alejandra López, cedida por
Sztajnszrajber.

Llevábamos un año siguiéndolo y persiguiéndolo, viendo cómo el filósofo argentino


Darío Sztajnszrajber abre de par en par las puertas del pensamiento y llena locales con
sus eventos en su país y en otros de Latinoamérica. Y preguntándonos cuándo cruzaría
el Atlántico. Parecía evidente que ese día tenía que llegar y ha llegado. Del 7 al 9 de
mayo estará en Madrid y Barcelona presentando el libro que ha triunfado en Argentina
–está en la lista de los más vendidos de no ficción–, ha llegado recientemente a México
y ahora se acaba de publicar en España: Filosofía en once frases. Hablamos con él antes
de su viaje.

Por Amalia Mosquera

Gracias, Darío Sztajnszrajber, por aclarar en su perfil de Twitter que su


apellido se pronuncia shtain-shraiber. Estupendo dar respuestas… antes incluso
de que hagan la pregunta. Pura filosofía práctica (o casi). Nosotros, desde luego,
necesitábamos la aclaración para poder hacer esta entrevista. Y si Sztajnszrajber ha
decidido dar instrucciones precisas es que no somos los únicos que nos perdíamos entre
tanta consonante.

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En realidad, todo en este docente de filosofía –dice también su cuenta de
Twitter–, no solo su apellido, nos llamaba la atención. Filosofía en teatros.
Filosofía y música. Filosofía y rock. Filosofía y espectáculo. Filosofía y carteles de
entradas agotadas. Filosofía y locales y eventos al aire libre llenos cada día. Filosofía y
miles de oyentes. Filosofía y gira por Argentina, Uruguay, México, Colombia… Filosofía
y cientos de miles de seguidores en las redes sociales. Filosofía y best seller. ¿Por qué?
¿Desde cuándo un filósofo es una estrella o un influencer? ¿Y por qué no? ¿Cómo
enseña la filosofía Darío Sztajnszrajber? Está claro que sabe cómo divulgarla. Así que
nosotros, que también nos dedicamos a eso, teníamos que conocerlo de cerca, a ver si
descubríamos sus claves, sus ideas, su cómo y su porqué.

De momento, lo entrevistamos a distancia, con el


móvil –perdón, el celular– por medio. Él en Argentina,
nosotros desde España. Pero pronto viajará hasta Madrid y
Barcelona, la segunda semana de mayo, para presentar el libro
Filosofía en once frases –publicado en Argentina por Paidós,
con un gran éxito de ventas, editado también recientemente en
México y que acaba de llegar a España de la mano de la
editorial Ariel– y podremos verlo más de cerca. Hablamos con
él sobre esa filosofía «impertinente» que le permite explorar,
buscar, no contentarse con lo comúnmente establecido, ir más
allá de lo que se presenta como «normal». Y hablamos también
sobre su modo de divulgarla, aliándose con el teatro o el
rock. En algún momento de la historia, la filosofía, que nació
en la calle, en el ágora, dejó de estar libre y se encerró para Filosofía en once frases,
estar al alcance solo de los más eruditos. Sztajnszrajber se de Darío Sztajnszrajber,
atrevió a sacarla del aula, airearla por la calle, la radio y la en la edición que Ariel
televisión y subirla a los escenarios, y de vuelta encontró una publica en España.
gran acogida, un público entregado y una legión de seguidores.
Levantemos ya el telón de este espectáculo filosófico.

En su libro Filosofía en once frases reúne ideas esenciales y populares de la


historia del pensamiento y las explica para que el gran público pueda
«filosofar sin ser subestimado». ¿Le presupone a la filosofía un elitismo
académico y se ha propuesto liberarla de él?
Los que hacemos divulgación de la filosofía lo que buscamos es recuperar algo de la
vocación originaria de una disciplina que no nace acartonada ni aristocrática ni
solemne, sino que surge en la antigua Grecia, por un lado, en el intercambio entre
culturas, en la calle, en el mercado, en el lugar en el cual se encontraban las diferencias,
y exigía un desensimismamiento de lo propio para abrirse a las ideas y las costumbres
que traía la extranjería. Y al mismo tiempo, más allá de su origen histórico, nace en lo
cotidiano; un origen que tiene que ver con que todos hacemos filosofía
permanentemente en nuestra relación con las cosas que nos rodean, de las cuales
podemos tomar una distancia y colocarlas en posición de extrañamiento.

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«Los que hacemos divulgación de la filosofía buscamos recuperar algo de la vocación
originaria de una disciplina que no nace acartonada ni aristocrática ni solemne, sino que
surge en la calle y nace en lo cotidiano»

Ese ejercicio de hacer filosofía no es algo que se hace enfrascado en normativas


burocraticoacadémicas, sino que lo hace cualquier persona, haya o no haya leído
filosofía, en la medida que decide provocar el espacio de la pregunta existencial en
relación a cualquier acción práctica. Uno puede hacer filosofía mientras camina,
mientras come… Cualquiera de los fenómenos en los que estamos inmersos en el
sentido común permite la pregunta incómoda, que es la pregunta por el sentido
existencial de todo aquello que no hacemos más que reproducir porque nacimos con el
mandato que nos exige seguir haciéndolo. Claramente algo se perdió, porque la filosofía
obviamente olvidó su carácter existencial y se volvió una disciplina disciplinada más de
las distintas áreas del mundo académico. En general, su institucionalización suele ser
vista desde este lugar de la pérdida de sus vocaciones originarias.

Usted define la docencia como un


acto de inspiración, una tarea
transformadora, inspiradora y
emancipadora. ¿Qué papel juega la
filosofía en las aulas?
Yo creo que el aula ha muerto. El aula
tradicional no se sostiene en un mundo
hipertecnologizado, donde cambian todos
los esquemas, las jerarquías y las
asimetrías típicas de una historia de la
educación donde el estudiante solo llegaba Darío Sztajnszrajber durante uno de sus
a la escuela con el objetivo de ser encuentros filosóficos al aire libre con público.
formado. Parece que la escuela como Foto cedida por él.
formadora es una idea que hay que
deconstruir. El estudiante tiene forma, no necesita que se le imprima una forma, y si se
le genera, se hace sobre una forma previa, con lo cual se genera un conflicto también.

El aula es un lugar de conflicto. Se juegan relaciones de poder y en ese sentido solemos


sostener que el aula es también un acontecimiento político. Hay que reinventar el
trabajo en el interior de una escuela que ya está desbordada de sus cuatro paredes. El
trabajo de contenidos en el aula no suma mucho, porque los contenidos circulan por
internet. No tiene sentido que un docente trabaje en el aula únicamente contenidos, que
se totalice el dictado de clase en términos de contenidos cuando estos están disponibles
fuera. Exige también una reinvención de la práctica docente.

La clave de las instituciones es su conservadurismo, que más allá de la cuestión


ideológica supone también una cuestión de facilismo. Uno aprende un oficio y después
trata de reproducirlo, pero la filosofía es básicamente un acto de incomodidad,
incomodidad frente a uno mismo y frente a lo que uno cree que es su virtud. La filosofía

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nos hace pelearnos todo el tiempo contra nuestros lugares más seguros. Desde ahí, una
clase de filosofía ya no puede reducirse a la enseñanza de información, sino que es un
espacio para hacer filosofía. Y para ello hay recursos pedagógicos que no son los
tradicionales que para una enseñanza más clásica resultan insoportables. Lo que pasa
es que la historia misma de la enseñanza filosófica siempre ha sido una historia
subversiva; las grandes clases de filosofía siempre han sido aquellas que, por suerte, han
podido escapar a ese sentido común institucional.

«El aula ha muerto. La tradicional no se sostiene en un mundo hipertecnologizado;


cambian los esquemas de una educación donde el estudiante solo llegaba a la escuela con
el objetivo de ser formado. La escuela como formadora es una idea que hay que
deconstruir»

Tiene más de 280.000 seguidores en Twitter,


320.000 en Instagram, llena teatros con
espectáculos musicales entremezclados con Filosofía en 11 frases, de Darío
filosofía, lleva la filosofía a la televisión y la Sztajnszrajber, en la edición
radio… ¿Cómo surgió en usted la idea de sacar la argentina de Paidós.
filosofía del aula y llevarla a los escenarios?
La explosión de estos proyectos de divulgación de la filosofía en la Argentina tuvieron
que ver con que hace algunos años se creó un canal de televisión [se refiere a Canal
Encuentro] que apostaba por la televisión educativa y cultural desde un punto de vista
absolutamente revolucionario, trabajando muchísimo más enfáticamente la cuestión de
los formatos y apostando a hacer del medio audiovisual un medio para que los grandes
temas de conocimiento pudieran masificarse y llegar desde una realidad más
entretenida, despertando emoción, incluso cuestionando esa idea más fría y analítica
del conocimiento como algo desafectado.

Justamente hay algo de la transferencia que se da en el aula que tiene que ver con lo
erótico y que, en la medida en que pudimos llevarlo a programas de televisión, o de
radio, o a escenarios teatrales, o incluso a Filosofía en once frases –que es un libro que
entremezcla la filosofía con la ficción–, ahí hay un añadido, un excedente, que tiene que
ver con recuperar algo que es muy propio de la filosofía en términos originarios: que la
filosofía no solo se comprende racionalmente, sino que nos conmueve, nos estremece.
Las grandes preguntas existenciales no alcanza con anotarlas en un papel. Genera en
uno una zozobra, una desubicación de nuestros lugares más sólidos, y diríamos con
Nietzsche que esos martillazos desestabilizan nuestras sensaciones afectivas más
primarias. En ese sentido, la filosofía está más cerca del arte que de la ciencia, o en todo
caso entiende que la ciencia no deja de ser también un arte, no solo un acontecimiento
racional, sino también emotivo.

Anteriormente a Filosofía en once frases publicó en Argentina Para qué


sirve la filosofía. ¿Ha llegado a alguna conclusión?
No, no llegué a ninguna conclusión en ninguno de los dos libros, porque en Filosofía en
once frases tampoco llego a la conclusión de que toda la filosofía pueda reducirse,
imagínense, a once frases. Las frases son disparadoras de miles de paradojas que vamos
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planteando a lo largo del libro.

En el primer libro, Para qué sirve la filosofía, el eje vertebral es que la filosofía no sirve
para nada. En realidad es un saber inútil, parafraseando la cita sobre el arte que
enuncia Oscar Wilde, en la medida en que la filosofía se pregunta por qué todo tiene
que ser útil. Ante la pregunta: ¿para qué sirve la filosofía?, la respuesta que entrama el
libro es: ¿por qué todo tiene que servir para algo? La filosofía nos reconcilia con los
aspectos existenciales más improductivos, más inútiles, más inservibles y, por lo tanto,
más del margen, de las sobras. Yo creo que se hace filosofía siempre ahí, desde las
sobras, desde los restos, desde esos lugares que no cuajan, que no garpan, decimos acá
en Argentina, no «pagan» para lo que es el sentido común hegemónico. Entonces nos
despiertan como otro sentido y otra búsqueda del mismo por fuera de los lugares
establecidos.

«La filosofía es impertinente, es básicamente un acto de incomodidad frente a uno mismo


y frente a lo que uno cree que es su virtud»

Hemos leído sobre usted que es un “explorador


impertinente”. ¿Se reconoce en esta definición?
Yo creo que la filosofía es impertinente y que eso hace la ¿Para qué sirve la filosofía?, de
diferencia con otras formas de hacer filosofía que son Darío Sztajnszrajber, edición
más cómplices del sentido común. No hay una filosofía, de Paidós en Argentina.

hay filosofías muy diversas, en conflicto entre sí. Creo


que el campo de la filosofía es un campo de batalla donde distintas formas de hacer
filosofía crujen y pugnan.

A mí lo que más me interpela de la filosofía es su carácter deconstructivo, pero entiendo


que hay otras formas de hacer filosofía que pasan por otro lado, que hay un montón de
gente que acude a la filosofía para encontrar fundamentos firmes. A mí me pasa todo lo
contrario: la filosofía me parece una gran demoledora de toda firmeza y en algún punto
ese abismo al que nos arroja me resulta convocante. No digo que me haga feliz, pero me
realiza en su invocación a la incertidumbre. Y me permite también cuestionar la idea de
por dónde pasan la felicidad o la realización.

Creo que la filosofía explora. El sentido etimológico de buscar el saber o amar el saber
tiene que ver con eso, con que hacer filosofía es no contentarse con lo que se presenta
como «normal», sino que quiere saber qué hay detrás, cómo se juega esa normalidad,
cómo se ha estructurado, qué tramas oculta, con qué otros conceptos se vincula. No
puede no haber una exploración, pero es una exploración que no va en busca de la
verdad, sino que va a cuestionar las verdades establecidas. A mí me parece que invierte
un poco el sentido de lo que es el preguntar en general, y de ahí también su
impertinencia, porque no cuaja con lo que se espera de una disciplina.

El ser humano siempre se ha hecho preguntas sobre sí mismo y sobre el


mundo que le rodea, siempre ha buscado respuestas que le satisfagan o le
ayuden a hacerse nuevas preguntas. ¿Son preguntas eternas, o las que nos
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hacemos hoy difieren de las que se hacían nuestros antepasados y de las
que se harán las generaciones venideras?
Creo que es una mezcla. Siempre me gustó esa idea de Baudelaire, de El pintor de la
vida moderna, en la que, hablando de la modernidad y la belleza, muestra el contraste
entre lo eterno y lo efímero. Yo creo que la filosofía tiene esas dos características. Por un
lado, los temas de la filosofía son los mismos, pero siempre acaecen bajo el ropaje de su
tiempo; y ese ropaje también disuelve la idea de que hay una categoría que se
reproduzca idéntica a sí misma. Solo queda el nombre, la palabra… Si dijéramos, por
ejemplo, el amor… Desde El banquete de Platón hasta hoy seguimos leyendo libros
sobre el amor y es muy probable que en la lectura que hagamos en un tema tradicional
o clásico en El banquete diga y no diga nada de lo que nos sucede hoy en relación al
amor. Cómo explicar hoy… no sé…, la seducción que se provoca a través de las redes
sociales leyendo el modo en que Pausanias, en el segundo discurso de El banquete, nos
explica la transferencia que hay entre el amante y el amado. Todo depende de lo que
uno quiera, porque pueden considerarse dos situaciones inconmensurables o no; puede
reinterpretarse o releer una situación a la luz de los otros tiempos.

«La filosofía no sirve para nada, es un saber inútil, parafraseando la cita sobre el arte que
enuncia Oscar Wilde. Ante la pregunta: ¿para qué sirve la filosofía?, la respuesta es: ¿por
qué todo tiene que servir para algo?»

El otro elemento es que la filosofía es extemporánea y eso le hace tener esa condición
intempestiva, que sus metáforas nos permiten, más allá de su origen histórico,
hablarnos e interpretar lo que queramos. En esa misma lógica, todas las teorías del
amor que hay en El banquete, aunque hablan del amor de su tiempo, uno puede
utilizarlas extemporáneamente como narrativas que de algún modo nos ayudan a
repensar el modo de vivir el amor hoy, no desde lo propositivo, sino desde la
deconstrucción. No dejan de ser metáforas que en realidad nos impulsan a cuestionar
los modos en que se construye el sentido del amor contemporáneo. Lo mismo con el
resto de las situaciones. El avance tecnológico trae nuevas temáticas, pero esas nuevas
temáticas están siempre en esa relación dialéctica con lo tradicional. La gran revolución
de la informática obviamente supone una novedad, pero la discusión entre lo real y lo
aparente está ya en Heráclito y de algún modo una cuestión está entramada con la otra.
El tema es cómo trabajar esa tensión.

¿Cómo nos puede ayudar la filosofía a afrontar


importantes asuntos actuales como la
inmigración, el resurgimiento de las ideas Filosofía en 11 frases, de Darío
xenófobas, el rechazo al otro que viene de fuera? Sztajnszrajber, en la edición en
Fundamentalmente depende del tipo de filosofía que uno México de Paidós.
haga. Hay filosofías fascistas y xenófobas. Hitler tuvo su
filósofo de cabecera, Rosenberg, en la Alemania nazi. Una filosofía de la deconstrucción
es una filosofía que obviamente va a insistir en la necesidad de desapropiarse de lo
propio, entendiendo desde un marco teórico, con autores como Derrida, Lévinas o el
mismo Foucault, que la filosofía es siempre un ejercicio de hospitalidad, porque la
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filosofía es la apertura justamente a lo otro; la prioridad infinita de lo otro se da en que
la filosofía supone un ejercicio de otredad. La filosofía es la otredad del sentido común.
Por eso es incomprensible, es molesta, o no se la entiende, o se la considera una
pelotudez. Porque de algún modo cuaja en ese lugar de la otredad.

Una filosofía bien encarada va a estar en la defensa de todas aquellas minorías o todos
aquellos sujetos discriminados, violentados u oprimidos, sobre todo aquellos que lo han
sido en términos de su propia exclusión por naturalización. La deconstrucción no solo
supone una reivindicación de la figura del extranjero, sino de aquellas extranjerías
solapadas. No es casual que hoy la filosofía más puntera sea la filosofía de género, que
saca a la luz los modos de la alianza entre el saber y el poder que no ha hecho otra cosa
que promover una sociedad de sujeción donde la mujer siempre ha tenido que ocupar
roles que se supone que le corresponden por naturaleza, justificando así una asimetría
social.

«La filosofía no solo se comprende racionalmente, sino que nos conmueve, nos
estremece. Las grandes preguntas existenciales no alcanza con anotarlas en un papel.
Genera en uno una zozobra, una desubicación de nuestros lugares más sólidos»

¿Cuál es el estado de la filosofía hoy en su país, Argentina?


En estos años hay un reimpulso de la filosofía. Acá en Argentina ha sido muy fuerte
Canal Encuentro. Podríamos decir que hay una «moda» de la filosofía que incluye
también su presencia en los grandes medios. En la medida en que la filosofía tenga
mayor alcance masivo y logre llegar a más gente, va a ser un lenguaje que rápidamente
va a ser asimilado. Sobre todo porque, en tanto que su lenguaje sea sano, interesante,
seductor, es muy difícil que el ciudadano medio no se enganche a ella.

Después sí, siguen las instituciones académicas tradicionales que de alguna manera,
salvo algún que otro caso, no se ven afectadas por ese fenómeno. Está muy escindido.
Los que hacemos divulgación no estamos en la academia y los que están en la academia
de algún modo le temen a la divulgación, se inmunizan frente a ella. Hoy día hay
muchos programas de radio, columnas de filosofía en la prensa, la filosofía se
entremezcla con otros géneros… El trabajo que nosotros hacemos es ese. En ese sentido
hay una reivindicación de la filosofía. También hay filosofía en la política y en el mundo
de la empresa. Se va diseminando por lugares extraños.

El otro fenómeno importante que se dio en la Argentina fue la serie Merlí [se refiere a la
serie catalana, que en España se pudo ver primero en TV3, luego en La Sexta y
finalmente en Netflix, que compró los derechos para su emisión internacional]. Más que
ensalzar la filosofía, lo que hace Merlí es posibilitar otra lectura del rol de la escuela y
sobre todo del docente. Es una serie muy interesante que puso en evidencia otra forma
posible de vínculo en la relación entre el docente y el trabajo en el aula, un trabajo que
lo podemos dejar ya de lado en su formato tradicional y pensarlo como espacio de
transformación.

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«No hay una filosofía, hay filosofías muy diversas, en conflicto entre sí. Yo creo que el
campo de la filosofía es un campo de batalla donde distintas formas de hacer filosofía
crujen y pugnan»

La filosofía convertida en best seller

Y lo destacamos como valor. La Filosofía en once frases, de Darío Sztajnszrajber, lleva


vendidos hasta el momento más de 80.000 ejemplares. Y la cifra sigue subiendo. Mucho
mérito, porque recordemos que estamos hablando de un libro sobre filosofía. Seguramente
en su éxito tiene bastante que ver la novedad que aporta: no se trata simplemente de una
sucesión de frases filosóficas explicadas para que el lector las contextualice y las entienda
mejor, sino que las combina con una trama novelada. Por ahí andan Sócrates, Aristóteles,
Heráclito, Descartes, Marx, Nietzsche, Foucault…, pero también la muerte de un joven en
el metro de Buenos Aires. Sztajnszrajber se propone averiguar la causa de esta muerte y
para ello se basa en las ideas de once pensadores, los autores de esas once famosas frases,
de toda la historia de la filosofía. Un camino de preguntas en el que el argentino nos
acerca a la filosofía y nos hace sentir que todos podemos filosofar.

«La filosofía angustia. La pregunta angustia. No nos hace felices, o por lo menos no nos
brinda el sosiego de la certeza. Nos obliga a replantearnos todo, incluso la misma idea que
tenemos de felicidad. La filosofía nos golpea de lleno con nuestras propias limitaciones.
Interrumpe el fluir de una cotidianeidad segura donde todo funciona, y pone por eso todo
entre paréntesis. Todo; en especial la noción de funcionamiento como supuesto último de
todas nuestras acciones. Al interrumpir, la filosofía hace que todo lo que venía
funcionando normalmente se detenga».

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