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CAPITULO IX

EL BAJO MAGDALENA

Descripción general.—La ciudad de Mompós.—Magangué.—Hidrografía de


esta región.—Las llanuras de Corozal.—Producciones de ellas.—La
banda oriental del bajo Magdalena.—Opinión de Reclus acerca de esta
región.—La Sierra Nevada.

La acción de las aguas del Cesar, que las vierte en dirección


inversa á las de aquél, ó algún hundimiento de los estratos del
suelo recientemente ocurrido, determina en este punto una di-
versión de la mayor parte del caudal del Magdalena hacia el Oc-
cidente, en busca del valle del Cauca, por el canal conocido con
el nombre de Brazo de Loba. Aquí termina la cordillera Central,
que ha dividido desde su nacimiento el curso de los dos ríos; y la
misma cordillera Occidental, —que desde el nudo de Túquerres
ha separado el Cauca del mar Pacífico primero y del Atrato des-
pués,—se reduce también á proporciones insignificantes. Se pro-
longa tan sólo en un cuchilla angosta, conocida con el nombre
de Sierra de San Jerónimo, hasta las inmediaciones de la villa
de Chinú, en el centro de las llanuras del Corozal, después de
dividir por algunas leguas las aguas del Sinú de las del San
Jorge, tributario del Cauca.

La cordillera Oriental, á su vez, —que desde las inmediacio-


nes de Bucaramanga ha arrojado un brazo hacia el Oriente para
internarse al Sur del lago de Maracaibo, describiendo una gran
curva al rededor de la costa de Venezuela,—prolonga aquí otro
brazo hacia el Noreste, para morir á la entrada de la península
La ciudad de Mompós 73

Goajira; de suerte que por esta parte también se ensancha el


valle del Magdalena. Al Norte, sin embargo, se levantan, casi
desde la orilla misma del mar, sobre la Ciénaga de Santamarta,
las Sierras Nevada y la Tairona. Corre la primera de Occidente
á Oriente, hasta el Ranchería ó Calancala, cerca de Riohacha;
la segunda se desprende de la anterior, cerca á la Ciénaga yá
nombrada, y corre de Norte á Sur, partiendo las llanuras del
departamento del Magdalena, hasta frente al cerro de San An-
tonio, en donde su último estribo es conocido con el nombre de
Alto de las Minas, cerca á la confluencia del río Ariguani, que
nace en la Sierra Tairona, con el Cesar, que procede de las más
altas cumbres de la Nevada.
Toda esta región forma un gran \ralle de 50,000 millas de
superficie, dividido por mitad por el río Magdalena. La mitad
occidental forma el antiguo Estado de Bolívar: la oriental, el
antes Estado, hoy departamento, del Magdalena.
El río de este nombre corría en su mayor parte, hasta 1868,
por el brazo más recto de Mompós, dejando encerrada entre éste
y el de Loba una grande isla, en cuyo costado oriental estaba la
ciudad de Mompós. Era ésta, desde tiempos antiguos, una de las
principales del valle del Magdalena y escala comercial muy im-
portante en la navegación del río. Antes del establecimiento de
vapores, las mercancías extranjeras venían en champanes desde
Santamarta, Cartagena ó Sabanilla, tan sólo hasta Mompós: aquí
se cambiaba de champán y de tripulación de bogas hasta Hon-
da. En ella se celebraba una feria muy importante todos los
años, en el mes de Febrero, concurrida por los comerciantes del
interior y por los de las tres ciudades que acabo de nombrar;
los primeros traían oro, quinas, tabaco y manufacturas de las
provincias interiores, y los segundos, mercancías extranjeras;
el valor de las transacciones subía con frecuencia á más de
$ 1.000,000. Además, los comerciantes momposinos mantenían
siempre en sus almacenes grandes surtidos de artículos extran-
jeros, de donde se proveían los de Medellín, Honda, Bogotá y
otras plazas, como ahora lo hacen directamente de Londres, Pa-
rís, Hamburgo ó Nueva-York.
74 La ciudad de Magangué

Era Mompós una ciudad muy respetable: por su patriotis-


mo y el valor de sus hijos ganó durante la guerra de la Inde-
pendencia el título de la Ciudad valerosa; y sus comerciantes
eran muy distinguidos por su probidad, buen sentido y genio
emprendedor, no menos que por su espíritu público. Tenían un
cementerio muy notable por su aseo y ornamentación, buen Co-
legio, buenas escuelas. Casa Municipal, Hospital y Cárcel de cal
y canto, amplios y muy bien servidos; paseo sombreado por
grandes árboles á orillas del río, magníficas huertas de árboles
frutales, y caserío de cal y canto y teja, sólido, de grandes pa-
tios y anchos corredores.
Entre las antiguas familias de esa ciudad, tal vez condena-
da á desaparecer, han dejado recuerdo honorable las de Martí-
nez Pinillos, Choperena, Corral, Ribón, Pino, Castellanos, Tron-
coso, Flórez, Jiménez, De la Torre, Jaramillo, Blanco, Alviar,
Obeso y otras que no recuerdo ahora; pero no olvidaré el nom-
bre del señor Emigdio Mulet, de raza africana pura, tipo de hon-
radez, laboriosidad y benevolencia.
Sobre la ribera del brazo de Loba, unido yá con el Cauca y
el San Jorge, en la parte opuesta á Mompós, está situada Ma-
gangué, otra de las ciudades importantes del Bajo Magdalena.
Fundada en un principio como escala comercial para los habi-
tantes del Nordeste de Antioquia, que llevaban á las afamadas
ferias de Magangué y de Tacasuán, en los meses de Junio y Sep-
tiembre, el producto de sus minas de oro para cambiarlo por
mercancías extranjeras, que introducían luego al interior por
el Cauca, el San Jorge y el Nechí —su importancia ha aumen-
tado con la decadencia de Mompós, y hoy sus casas de cal y can-
to y teja, varias de ellas de dos pisos, á la orilla del río, dan
testimonio de su prosperidad. A su espalda, hacia el Sur, se ex-
tiende una Mesopotamia espléndida, formada por el brazo Mo-
ján, del Cauca, que se aparta al Oeste en busca de las cuatro
ramas por donde el San Jorge le tributa sus aguas; los cuatro
caños en que el Cauca se divide antes de entrar al Magdalena,
y últimamente, el que un poco más abajo de la ciudad, se junta
con la corriente principal— el río Sicuco, desprendido del brazo
Las sabanas de Corozal 75

de Loba ocho ó nueve leguas abajo del Banco. Esa serie de ca-
nales, que se extiende desde el Banco hasta Tacaloa, y desde el
brazo de Mompós hasta el San Jorge, forma una red de más de
ciento cincuenta leguas de canales navegables, que harán de esa
fértil llanura una región no menos famosa que la de Canaan,
surcada por el Eufrates y el Tigris, entre Europa y el Asia.
Séanos permitido, yá que es tan triste el tiempo en que nos ha x
tocado vivir, reanimar el espíritu con las visiones de la espe-
ranza.
Hacia el Occidente, traspuesta la angosta cuchilla de San
Jerónimo, se extiende otra llanura regada por las vueltas y ra-
mificaciones del río Sinú, que se prolonga hasta el Golfo de
Morrosquillo, en donde, sobre la boca de este río, se encuentra
el espléndido puerto de Cispata, amplio, profundo y abrigado
de los vientos nortes, temibles en esa costa. Ese es el territorio
tan célebre en los anales de la primera colonización española, en
donde el conquistador Pedro de Heredia encontró en sus famosas
sepulturas una cantidad de oro superior á la que en el Perú
produjo el rescate de Atahualpa; pero falta descubrir las mi-
nas de donde ese oro procedía, las cuales den quizás algún día
origen á la fundación de otra California. También las riquezas
auríferas de ésta estuvieron ocultas durante tres siglos á la in-
vestigación codiciosa de los conquistadores españoles y de sus
sucesores los criollos mejicanos.
Más hacia el Norte se reúnen esas dos llanuras en la hoy
rica y agradable mansión de las sabanas de Corozal, en donde
pacen más de 500,000 cabezas de ganado vacuno, cuya reproduc-
ción no sólo abastece de carne en abundancia á todo el Estado de
Bolívar y al Norte de Santander, sino que da de 15 á 20,000
novillos gordos para la exportación hacia las Antillas y el istmo
de Panamá, amén de un número no despreciable que empieza á
salir hacia el Estado del Táchira, en la República hermana de
Venezuela, atravesando los fragosos caminos de Ocaña.
La reproducción de 500,000 cabezas, á la rata ordinaria en
este país, de 20 por 100 al año, representa 100,000 vacas y no-
76 Riqueza del bajo Magdalena

villos, cuyo valor de $ 2 á $ 2.500,000, á favor de salidas fáciles


y seguras, forma una renta muy confortable para los dueños de
esos rebaños. Ese ganado da, en novillos de 4 á 5 años, de 14
á 16 arrobas de carne, y una ó dos de sebo, en los pastos natu-
rales de la sabana: engordados en buenas dehesas de para ó de
guinea, puede rendir hasta un 20 por cien más; de suerte que
su calidad es poco más ó menos igual á la de los hatos del Cha-
parral y de Ortega en el Tolima.
En esas mismas llanuras se cultiva tabaco en cantidades
considerables; pues la exportación de él al mercado de Bremen
llegaba á cerca de 100,000 quintales por los años de 1855á 1865;
pero esos guarismos han disminuido considerablemente.
Pudieran producir también algodón, azúcar, cacao, arroz,
maíz, y otros muchos artículos; pero faltan aún industria, capi-
tal y brazos suficientes, que sólo una buena inmigración extran-
jera podría suministrar de pronto: ella daría industria y bra-
zos, y el capital vendría en el momento en que esas otras dos con-
diciones ofreciesen atractivo á su inversión. En suma, la banda
occidental del bajo Magdalena, poblada yá por más de 300,000
habitantes con las cuatro ciudades de Magangué, Sincelejo, Car-
tagena y Barranquilla, y con valores que bien pueden montar a
$ 40.000,000 (pues solamente sus ganados valen $ 7 ú 8.000,000;
sus empresas de navegación por vapor en el Magdalena, cerca
de $ 2.000,000, y los caseríos de Cartagena y Barranquilla, más
de $ 6 ú $ 8.000,000 cada uno) ; la banda occidental del Magda-
lena, digo, quizás está ya en camino de una prosperidad rápida
y segura. Sólo le falta educación popular; pues sus escuelas pú-
blicas han dejado mucho que desear, y su población, de razas
mixtas, aunque inteligente y robusta, carece, aun en sus ocho
décimas partes, de esa iniciación suprema al misterio de la
vida, de ese bautismo de la civilización que se llama saber leer
y escribir.

La banda oriental es menos afortunada en sus condiciones:


el suelo, que es alto y con buenos declives hacia el Magdalena
y el mar en la occidental, parece carecer aquí de esta condición:
El Cesar y el Ranchería 77

los derrames del Magdalena y del Cesar ocupan grandes exten-


siones en ciénagas y pantanos, el mar está más adelante y los
ríos que recorren el interior,—el Cesar y el Ranchería,—son
mucho menos navegables. Quizás esto explica por qué esta sec-
ción no llega á la tercera parte de población de la del lado opues-
to, pues no alcanza quizás á 100,000 habitantes.
En cambio tiene igual fertilidad, y en los senos de las cor-
dilleras Nevada y Tairona, valles magníficos de temperaturas
variadas, desde 27° hasta 12° del centígrado, en la inmediación
misma del mar, en donde podría albergar sin peligro, —cuando
la parte baja esté poblada y cultivada—, las inmigraciones de
raza europea. En las llanuras del alto Ranchería y en las del
bajo Cesar tiene también de 150 á 200,000 cabezas de ganado
vacuno: en las inmediaciones de la Ciénaga grande de Santa-
marta y en la faldas de la Sierra Tairona, sobre el valle del río
de la Fundación, hay alguna agricultura ocupada en la produc-
ción de cacao, algodón, azúcar, ron y plátanos: artículo este
último que pronto empezará á exportar en grandes cantidades;
también en las faldas interiores de la Sierra Nevada los capita-
listas de Riohacha empiezan á fomentar plantaciones de café.

La población de este Departamento no cuenta quizás 100,000:


sus dos ciudades principales de la Costa, Santamarta y Rioha-
cha, no llegan tal vez á 3,000 habitantes cada una: las dos del
interior, Valledupar y Chiriguaná, están en plena decadencia,
y probablemente no alcanzan á 5,000 habitantes entre las dos,
y la riqueza general de la región quizás no sube á $ 10.000.000.
No cabe duda, sin embargo, de que á ésta le espera también
un gran porvenir á favor de las riquezas naturales que las cor-
dilleras Nevada y Tairona ocultan en su seno, así como de la
exuberante fertilidad de sus valles. Elíseo Reclus, el geógrafo
distinguido, que por cerca de dos años residió en ella con inten-
ción de formar una colonia de inmigración francesa, habla en
los términos más lisonjeros de las ventajas que brinda para la
colonización, por la asombrosa productividad del suelo, climas
salubres del interior y carácter dulce y hospitalario de sus ha-
78 Los valles del Cesar y el Ranchería

hitantes. El sospecha que en edades remotas el Magdalena co-


rría por el lecho actual de los ríos Cesar y Ranchería y formaba
un inmenso lago de agua dulce, semejante al de Maracaibo, en
la llanura en que hoy existen los pueblos de San Juan, Fonseca,
Barranco, Cañaveral, Urumitas, Badillo y Valledupar, hasta que
el levantamiento de la Sierra Nevada rechazó sus aguas hacia el
Occidente, á un golfo que entonces se extendía entre Cartagena
y Santamarta, colmado después por los aluviones del río. Citaré
aquí algunas de sus palabras:
"En la actualidad el levantamiento del suelo que separa la hoya del
Ranchería de la del río Cesar, afluente del Magdalena, es tan débil, que
fácilmente se podría excavar un canal que uniese las aguas del Magdalena
con el puerto de Riohacha. Si la Nueva Granada comprende sus intereses,
uno de los primeros caminos de hierro que debería construir sería el de
Riohacha á Tamalameque, sobre el Magdalena; la corriente comercial se-
guiría el curso trazado por la corriente de las aguas en las edades geoló-
gicas, y atravesaría una hoya de gran fertilidad, sembrada yá de numero-
sos centros de población....
"Uno de estos pueblos, Villanueva, adonde llegué dos días después de
haber pasado la cuesta de San Pablo, llamó mi atención, sobre todo por
su apariencia de prosperidad y su situación maravillosamente bella. Las
casas, pintadas de amarillo, están sombreadas por árboles de rara opu-
lencia aun en la zona ecuatorial; bellos caminos, sobre los cuales podrían
circular los coches, irradian en todos sentidos; acequias ó arroyos para el
regadío corren sobre las piedras con dulce murmurio y mantienen en los
jardines la más rica vegetación; a lo lejos se extiende la sabana, inmenso
río de verdura entre dos hileras de montañas paralelas, una de las cuales
tiene 2,000 y la otra de 5 á 6,000 metros de elevación. Al Este la Sierra
Negra (ramificación de los Andes orientales), cadena relativamente mo-
desta y con todo más alta que nuestros Vosgos, abre sus anchos valles y
desplega sus cimas redondas, encima de las cuales el Cerropintado, dis-
puesto como una gran fortaleza rectangular, proyecta bastiones alternati-
vamente blancos y negros. Al Oeste, la Sierra Nevada, con escarpes rojos
y desnudos, corona su enorme muralla, con picos tallados en forma de
pirámides y cubiertos de nieves inmaculadas, que semejan un revestimiento
de mármol blanco. Cuando los rayos del sol naciente aparecen sobre las
cumbres de la Sierra Negra y van á golpear las crestas del lado opuesto,
dibujan primero en el cielo una especie de inmensa bóveda luminosa, y
después encienden aquí y allí faros resplandecientes sobre los picos de la
Nevada; poco á poco la luz empieza á chorrear sobre los costados de los
montes como un inmenso incendio, envuelve la cadena entera con su manto
Los valles del Cesar y el Ranchería 79

de fuego, y esparciéndose por la llanura, convierte en innumerables dia-


mantes las gotas de rocío y el agua chispeante de los torrentes".

La Sierra Nevada ha sido teatro, durante los últimos veinti-


cinco años, de diferentes ensayos de colonización europea, pro-
bablemente mal estudiados y dirigidos, con fondos insuficientes,
siempre con mal resultado. Acaso las poblaciones europeas, y
sobre todo la francesa, familiarizada con las nuevas comodidades
de la vida en el siglo presente, carecen de esa energía que en
el XVI mostraron los españoles en la conquista de estos países,
y del espíritu austero que los puritanos ingleses desplegaron en
la primera colonización de la América del Norte; región mucho
más inclemente y desolada que nuestras tierras ecuatoriales. Me
alienta la esperanza de que, no muy tarde, la explotación de sus
minas de cobre, de las de carbón, ó quizás tal vez la mera expor-
tación de plátanos en grande escala, como yá se hace en Colón,
en Puerto Limón de Costa Rica y en Honduras, darán origen á
prósperas colonias agrícolas de población colombiana aclimatada,
detrás de las cuales podrá venir con seguridad la inmigración
europea á establecerse en los valles altos de la cordillera, en
lugares libres yá de las influencias palúdicas de la costa del mar
y de las sabanas anegadizas de las orillas de los grandes ríos.
Una vez empezada esa corriente, no se detendrá.

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