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Contexto histórico: las ideas de la modernidad
El siglo XVII es un período muy agitado a nivel político, social y
cultural, entre otros motivos porque:
‐Europa vive tiempos de guerras civiles e internacionales
‐Hay confrontaciones religiosas entre católicos y protestantes (luego de la Reforma de Lutero, llega la respuesta
católica de la Contrarreforma)
‐A nivel del conocimiento científico se realizan descubrimientos en áreas como la física, la astronomía y la biología
que revolucionan los saberes establecidos (de la mano de autores como Galileo y Newton)
‐La invención y desarrollo de la imprenta permite una expansión cultural sin precedentes, difundiéndose fuera de los
ámbitos eclesiásticos.
‐Las ideas del Renacimiento, etapa de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna entre los siglos XV y XVI,
había quitado a Dios del centro de atención, promoviendo nuevas concepciones del mundo y oponiéndose al
dogmatismo medieval. El teocentrismo fue sustituido por nuevas ideas antropocentristas
Mientras que en la Edad Media el problema filosófico predominante era el de la relación entre la Razón y la Fe (San
Agustín, por ejemplo, afirmaba que la “luz natural” de la razón humana no alcanzaría la verdad más que siendo
guiada por la Fe), la modernidad coloca al hombre en el centro de la escena. Pasa a predominar una confianza en
las capacidades intelectuales humanas; por ello, el problema filosófico central es el del conocimiento.
Los principios reinantes en la modernidad tienden a exaltar la autonomía del individuo en tanto sujeto racional: el
hombre era capaz, mediante la razón, de “superar la minoría de edad” y lograr un mundo mejor, progresar. La
noción de racionalidad es clave en esta visión antropocéntrica: amparado en una racionalidad universal, que le
proporciona valores morales y parámetros de verdad absolutos, el hombre puede conocer el mundo y transformarlo
positivamente. La ciencia y la filosofía se preocupan por encontrar un método que asegure al hombre tener un
conocimiento certero del mundo.
Descartes es considerado el primer filósofo en desarrollar una indagación filosófica en torno a estas inquietudes,
por ello se lo considera el fundador de la filosofía moderna.
Descartes según Bertrand Russell 1
“A René Descartes (1596‐1650) se le considera habitualmente como el fundador de la filosofía moderna y, a mi juicio,
justamente. Es el primer hombre de alta capacidad filosófica cuyo criterio está influido de modo
profundo por la nueva física y la nueva astronomía. Si es cierto que conserva mucho del escolasticismo, tampoco
acepta las bases establecidas por sus predecesores, sino que intenta construir un edificio filosófico completo
ex novo. Esto no había ocurrido desde Aristóteles, y es un signo de la nueva confianza en sí mismo que resultó del
progreso de la ciencia. Hay una frescura en su obra que no se hallará en ningún eminente filósofo anterior a Platón.
Todos los filósofos intermedios eran maestros, con la superioridad profesional correspondiente a esa ocupación.
Descartes escribe, no como un maestro, sino como un descubridor y explorador, afanoso por comunicar lo que ha
encontrado. Su estilo es fácil y sin pedantería, dirigido a los hombres inteligentes del mundo más que a discípulos. Es,
además, un estilo extraordinariamente excelente. Es una gran suerte para la filosofía moderna que su precursor
tuviera tan admirable sentido literario.
(...) Descartes fue filósofo, matemático y hombre de ciencia. En filosofía y
matemáticas su obra fue de importancia suprema; en ciencia, aunque estimable, no
resultó tan buena como la de algunos de sus contemporáneos. Su gran contribución a
la geometría fue la invención de la geometría coordenada, aunque no del todo en su
forma final. Empleó el método analítico, que supone resuelto un problema y examina
las consecuencias de la suposición, y aplicó el álgebra a la geometría. En ambas
cosas había tenido predecesores —en lo que respecta a la primera, incluso entre los
antiguos—. Lo original suyo fue el empleo de las coordenadas, es decir, la
determinación de la posición de un punto en un plano por su distancia de dos líneas
dadas. No descubrió todo el poder de este método, pero hizo lo bastante para
facilitar un progreso mayor. Desde luego, no fue ésta su única contribución a la
matemática, sino la más importante. El libro en que expuso la mayor parte de sus
teorías científicas fue su Principia philosophiae, publicado en 1644.
Hay, sin embargo, algunos otros importantes: Essais philosophiques (1637), trata de óptica y geometría, y uno de sus
libros se titula De la formation du foetus. Acogió con entusiasmo el descubrimiento de Harvey de la circulación
mayor de la sangre y siempre tuvo la esperanza (aunque en vano) de hacer algún descubrimiento de importancia en
medicina. Consideraba los cuerpos de hombres y animales como máquinas; a los animales los consideraba como
autómatas, gobernados enteramente por las leyes de la física y exentos de sentido o conciencia. Los hombres son
diferentes: tienen un alma, que reside en la glándula pineal. Aquí, el alma entra en contacto con los «espíritus
vitales» y por medio de este contacto hay una interacción entre alma y cuerpo. La cantidad total de movimiento en
el Universo es constante y, por consiguiente, no puede afectar al alma; pero puede alterar la dirección del movimiento
de los espíritus vitales y, por ello, indirectamente, de otras partes del cuerpo.
(...)
Abordo ahora las dos obras de Descartes más importantes en lo que respecta a la pura filosofía. Éstas son: el Discurso
del método (1637) y las Meditaciones (1642). Éstas se superponen y no es necesario estudiarlas aisladamente. En estos
libros Descartes empieza por explicar el método de la «duda cartesiana» como se le ha llegado a llamar. Con el fin de
tener una base firme para su filosofía se decide a dudar de todo lo que le sea posible dudar. Como prevé que el
proceso puede necesitar algún tiempo, se decide mientras tanto a regular su conducta por las normas comúnmente
admitidas; esto permitirá a su mente verse libre de las posibles consecuencias de sus dudas en relación con la
práctica.”
La duda como método
“Descartes se encuentra en una profunda inseguridad. Nada le parece merecer confianza. Todo el pasado filosófico
se contradice; las opiniones más opuestas han sido sostenidas; de esta pluralidad nace el escepticismo (el llamado
pirronismo histórico). Los sentidos nos engañan con frecuencia; hay, además, el sueño y la alucinación; el
pensamiento no merece confianza, poique se cometen paralogismos y se cae con frecuencia en el error. Las únicas
ciencias que parecen seguras, la matemática y la lógica, no son ciencias reales, no sirven para conocer la realidad.
¿Qué hacer en esta situación? Descartes quiere construir, si esto es posible, una filosofía totalmente cierta, de la que
no se pueda dudar; y se encuentra sumergido hasta lo más hondo en la duda. Y esta ha de ser, justamente, el
fundamento en que se apoye; Descartes parte, al empezar a filosofar, de lo único que tiene: de su propia duda, de su
radical incertidumbre. Hay que poner en duda todas las cosas, siquiera una vez en la vida, dice Descartes. No ha de
admitir ni una sola verdad de la que pueda dudar. No basta con que él no dude realmente de ella; es menester que la
duda no quepa ni aun como posibilidad. Por eso hace Descartes de la Duda el método mismo de su filosofía.
Únicamente si encuentra algún principio del cual no quepa dudar, lo aceptará para su filosofía.”
Marías, Julián. Historia de la filosofía. Madrid: Biblioteca de la Revista de Occidente, 1980, p. 206
1
Russell, B. (1971). Historia de la filosofía occidental. Madrid: Espasa Calpe.