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SOCIEDAD
ENTREVISTA:
20 MAY 1978
(Paulo Freire)
«Nací en el nordeste de Brasil hace mucho tiempo, en 1921, lo que significa que en.
septiembre cumpliré 57 años. Pero te diré que me siento como si tuviera tu edad. Yo
soy un hombre joven y sólo descubro que no tengo veinticinco años cuando tengo
que subir cinco pisos sin as censor.
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20/8/2019 Paulo Freire: "La educación es siempre un quehacer politico" | Edición impresa | EL PAÍS
Me siento muy contento de vivir y soy un hombre siempre alegre, aunque tengo
también mis depre siones y mis tristezas. Recife, capi tal del estado de Pernambuco,
es una sensación casi constante en mi vida. Allí me enraícé, tuve mis pri meras
experiencias de ser, mis difi cultades y una. infancia dificil, du ra. Llevo en mi cuerpo
y en mi alma a todas partes donde voy las marcas de mi cultura y d -e mi historia.
Tenemos cinco hijos -tres mujeres casadasy dos hijos jóvenes- y tenemos nietos.
Los dos hijos son músicos: uno de veintiún años, que termina su carrera superior de
guitarra clásica y da clases en un conservatorio aquí en Suiza y otro, más joven, que
estudia percusión. A mí me gustaría hacer lo que ellos, pero no puedo. Y me gusta
que ellos lo hagan porque les gusta y porque hacen lo que aman.»
Respuesta. Sí, por supuesto, hice lo que me gustaba: trabajar en el campo de una
educación comprometida. Me gustaba de joven y me gusta todavía ser un educador,
pero un educador que fuera también un educando constante de su educando, no un
pedagogo técnicamente frío, imposiblemente neutro. Un educador que experimenta
constantemente y se recrea y se rehace con los educandos.
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R. No fue una opción. Yo no dejé, yo fui dejado. Tuve que salir de Brasil tras el golpe
de Estado del 64, cansado de prisión, de interro gatorios. No obstante, no puedo
comparar mi experiencia de cárcel con la de miles de brasileños. Después del golpe
del 64 pasé 75 días en dos períodos en la cárcel y vi que no había condiciones para
quedarse en el país. En el exilio, yo radicalicé mi brasilidad, al tiempo que me volvía
una especie de ser multicultural y multinacional, sin ninguna alusión a las
multinacionales, de las que estoy en contra. Estos catorce años de exilio me han
enseñado mucho, pero sigo siendo un brasileño radical en todo, en mi manera de
hablar, de pensar y en mi gusto por las comidas. Esto no significa que no sea capaz
de amar otros pueblos y de comprender otras culturas.
P. Los países que ha recorrido y el trabajo que ha hecho, ¿hacia dónde le han
decantado?
R. En definitiva, la razón por la que tuve que salir de mi país fue mi opción de
educador. Jamás pude admitir la mixtificación de que la educación es un quehacer
neutral. Yo pienso lo contrario, que la educación es siempre un quehacer político. No
hay, pues, una dimensión política de la educación, sino que ésta es un acto político
en sí misma. El educador es un político y un artista; lo que no puede ser es un
técnico frío. Ello significa que tiene que tener una cierta opción: la educación para
qué, la educación en favor de quiénes, la educación contra qué. A las clases socialesi
dominantes no les gusta la práctica. de una opción orientada hacia la liberación de
las clases dominadas. Esta es mi opción: un trabajo educativo, cuyos límites
reconozco, que se dirija hacia la transformación de la sociedad en favor de las clases
dominadas.P. ¿Cuáles son los límites que usted reconoce?
R. Es una pregunta histórica que tiene que tener una respuesta histórica; por tanto,
no puede asegurarse que haya unarespuesta en forma de prescripción o receta. Es
una de las cuestiones que los movimientos progresistas democráticos
revolucionarios han de abordar en función de su realidad, sin que pueda haber una
solución importada, porque las acciones tienen que ser distintas según los
contextos.
P. ¿Este concepto de educación puede avanzar en sociedades como las que existen
actualmente en América Latina, por dar un ejemplo de características distintas, o en
Europa Occidental, donde los sistemas dé cultura y los mecanismos de cambios
están más anquilosados?
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P. ¿Quizá no se atrevió?
R. No, no era un problema de atrevimiento. Era más bien que yo, ingenuamente,
tenía otro nivel de preocupación. Me preocupaba, por ejemplo, intensamente, por las
marcas cristianas que me dejó mi formación, por la cuestión del humanismo. Y
muchas veces me he olvidado de que si no concretas realmente la dimensión
humanista corres el riesgo de caer en ciertas posturas idealistas.
P. ¿La educación política que luego ha salido de la obra de Paulo Freire está reñida
con ese concepto cristiano de sus primeras épocas?
R. Sí, claro. Y no he encontrado ninguna razón para no serlo. A veces me dicen que
ésta es una de mis contradicciones, puesto que huelga análisis marxistas. Y
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respondo que yo también tengo derecho a ser contradictorio. Lo que importa es con
quién estoy en mi lucha, qué quiero.
R. Pasé mucho tiempo investigando en silencio hasta que encontré algunas cosas
que me abrieron camino, puertas que me permitieron seguir adelante y en las cuales
me encuentro todavía. Yo sigo buscando. Mi trabajo actual, en Africa,
principalmente, me ha dado una oportunidad excelente de superarme
constantemente con un espíritu siempre crítico, a pesar de las ingenuidades, con el
espíritu de quien no pretende dormirse en base a los resultados obtenidos. Siempre
he estado y sigo insatisfecho; te diría mejor que intento experimentar una sensación
de satisfacción insatisfecha o de insatisfacción satisfecha. Esto es lo que me empuja
constantemente a buscar. Por esta razón, mi trabajo actual en Africa me hace
conocer de nuevo lo que yo pensaba que conocía de antes, reconocerlo mejor,
descubrir lo que desconocía y procurar conocerlo. Estoy trabajando con los
gobiernos de cuatro de las antiguas colonias portuguesas, Angola, Guinea-Bissau,
Cabo Verde y Santo Tomé y Príncipe, en el campo de la educación, en general, y de
la educación de adultos, en particular. Esta experiencia está recogida en un libro que
acaba de sacar la editorial Siglo XXI, de México: Cartas a Guinea Bissau.
aunque también tenga alguna de sus ingenuidades. Pero hace pocos días releí
algunas de sus páginas y, si me permites, te diría que me gustaban. Y es interesante
ver cómo este libro, cuya primera edición se hizo en septiembre del 70, en Estados
Unidos, tiene reediciones todos los .años en todas las lenguas.
P. ¿Hasta qué punto cree usted que ha influido en parte de las concepciones de los
movimientos guerrilleros de América Latina?R. Tengo la impresión de que algunos
movimientos guerrilleros, para los que tengo mi respeto y también mis críticas,
encontrarían que lo que yo dije en la Pedagogía del oprimido era absolutamente
nada, ingenuo. Como si yo hubiera dicho que primero había que educar a la masas
oprimidas, a las clases dominadas, para después hacer la transformación. Yo no dije
nunca eso. Lo que yo dije es que la revolución es en sí un acto pedagógico, una
pedagogía. Por tanto, es necesario que aquéllos que se comprometen con un
proceso de transformación revolucionaria sean coherentes. La revolución no es algo
para ser hecho por las masas, pero sí con ellas. Y si es con ellas, esta simple
preposición ya sugiere una forma pedagógica dialógica a ser vivida y experimentada
entre el liderazgo y las masas populares.
R. Esta es una cuestión que los liderazgos se tienen que contestar en su praxis
revolucionaria. Yo diría, sin embargo, que este intento de comunión con las masas
se encuentra, a mi juicio -y lo dije en la Pedagogía del oprimido- muy encarnado en
Guevara y en Fidel. En Guinea-Bissau el intento de comunión con las masas está
también muy enraizado en Amilcar Cabral, a quien mataron. Amilcar fue
exactamente un líder de la liberación de su pueblo, que estuvo siempre con su
pueblo y no para o sobre su pueblo. Amilcar fue, al mismo tiempo, un gran educador
y un gran educando de su pueblo.
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R. No estoy muy al tanto, pero creo que no, que lo sienten cada vez más, por su
propia praxis. Así como fue mi praxis la que me enseñó y me ensaña cada vez más,
la práctica de estos grupos les ha enseñado muchas otras cosas; pero yo no puedo
hablar por ellos.
R. Esas son peores que ninguna, porque los defensores de la escuela privada dicen
que los padres tienen derecho a elegir el tipo de escuela para sus hijos. Pues que
elijan; pero que no pretendan que el Estado subvencione la escuela de sus hijos, que
trabaje para un grupo sólo y no para todos.
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