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SEGUNDA PARTE

¿Cuáles son
los aspectos
centrales
del tema?
Apuntando
a la profundidad
Y
a hace muchos años que P. Tillich hizo aquel atinado análisis
de la sociedad de su tiempo que sigue todavía vigente: «El ele-
mento decisivo de la actual situación del hombre occidental es
la pérdida de la dimensión de profundidad» (P. Tillich, La dimensión
perdida, p. 12). Este problema, situarse en la vorágine de la superficiali-
dad, nuestro mayor enemigo, es el gran campo de trabajo de la espiri-
tualidad. Efectivamente, por definición, la espiritualidad tiende a gene-
rar estructuras de profundidad, maneras ahondadas de percibir y vivir
la realidad, modos de esforzarse por caminar en la dirección de la tras-
cendencia que profundiza en la realidad histórica hasta anhelar dar
con su fundamento, sus raíces, su sentido. Una espiritualidad superfi-
cial es lo más contradictorio que pueda darse.

Es cierto que la espiritualidad termina, como todo lo humano, concre-


tándose en comportamientos históricos, palpables, visibles incluso,
más allá de su «inmaterialidad». También es cierto, asimismo, que
esos comportamientos poseen unas raíces ideológicas que los susten-
tan y que, incluso, los alimentan. Pero todo este edificio tiene como ba-
se las certezas espirituales que anidan en lo profundo, esas vivencias
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que son más que convicciones para convertirse en auténticos caminos
Qué se sabe de... La espiritualidad bíblica

de vida. Tratar de aproximarse a ese nivel básico de la espiritualidad


que apunta y se verifica en lo profundo es un trabajo ineludible para
quien quiera saber, en sentido sapiencial, experiencial, de espirituali-
dad.
¿Puede la Palabra ser de utilidad en este cometido? Puede, porque el
mensaje bíblico apunta, genéricamente hablando, a lo profundo, a las
estructuras más elementales. La Palabra no busca tanto la conversión
religiosa cuanto la existencial, la experiencial, la vital. Cuando Is 55,10-
11 dice que «como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá,
sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar para que
dé la semilla al sembrador y pan para comer, así será mi palabra», está
indicando el itinerario de la profundidad: desde el cielo, desde el Padre
como origen, pasando por la tierra, la historia, hasta llegar a fecundar
sus entrañas, lo profundo, de manera que germinen los anhelos y se sa-
cien las necesidades más elementales de la realidad. Un viaje a lo pro-
fundo para generar fecundidad. Algo de esto nos proponemos en este
capítulo.

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Acercamiento vivencial a la Palabra
CAPÍTULO 7

L
a palabra, también el Mensaje, es una realidad plurivalente y pluri-
significativa. Por eso hay muchos acercamientos, maneras muy di-
versas de entrar en esa casa de mil estancias. Todas ellas válidas y
casi todas confluyentes, ya que el Espíritu que aletea en el Mensaje y en el
corazón de los creyentes hace fácilmente obra de unidad. La espirituali-
dad bíblica tiene también su manera peculiar de acercarse al texto bíbli-
co. Y si algún adjetivo le viene bien será el de vivencial: una lectura hecha
desde las vivencias, desde el propio interior, desde las «tripas». No otra
cosa describe de manera magistral la visión de Ezequiel a propósito del li-
bro que come: «Hijo de Adán, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas
con este libro que te doy» (Ez 3,3). Una espiritualidad bíblica vibrante
requiere una Palabra situada en las entrañas, en un «corazón que arde»,
en una indispensable vivencialidad (Lc 24,32). Despojar a la espirituali-
dad bíblica de este «pathos» es empujarla al terreno de la ideología y, con
ello, se le quita el detonador que la hace explosiva, profética, iluminadora.

1. Conteniendo a la ideología
La ideología es necesaria para sostener las formas espirituales. Pero es
preciso vigilarla, controlarla para que, por su componente sistémico,
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no termine imponiendo su predominio de pensamiento único y, con
Qué se sabe de... La espiritualidad bíblica

ello, esterilice a la espiritualidad, libre y llamada a la libertad. Dice Heb


4,12 que «la Palabra es viva y eficaz más cortante que espada de dos fi-
los». Solo que, siguiendo el símil, es muy importante considerar quién
maneja la espada, porque puede llegar a ocurrir que el mordiente de la
espada termine en nada, en adocenamiento, en herrumbre, en servi-
dumbre de la ideología. El Concilio Vaticano II quiso devolver al
Mensaje el protagonismo y la fontalidad que le es propia y necesaria
en el proceso de la fe. Ello ha permitido decir en la actual catequesis
eclesial que «la Iglesia y Palabra de Dios están inseparablemente uni-
das entre sí. La Iglesia vive de la Palabra de Dios y la Palabra de Dios
resuena en la Iglesia, en su enseñanza y en toda su vida» (Benedicto
XVI, Discurso a los participantes..., p. 2). La Iglesia vive de la Palabra: ese
es su lugar propio; desde ahí se percibe su dinamismo.
Y descendiendo a niveles más básicos, tal como lo ha dejado de mani-
fiesto el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios en la Vida y
misión de la Iglesia, «la Palabra de Dios acompaña al hombre desde la
creación hasta el fin de su peregrinación en la tierra» (Lineamenta, Pre-
facio). No es de recibo enmarcar el Mensaje únicamente en una ideo-
logía, en un marco religioso concreto. Todo el caminar histórico se ve
amparado por el Padre/la Madre que se revela en el Mensaje. Por eso,
se puede decir que hay una espiritualidad bíblica más allá de toda ide-
ología, de cualquier religión. Esa espiritualidad no es sino la certeza de
que la historia es una realidad acompañada, con «marido» (Is 62,4).
Este tipo de certezas puede contener las ansias, a veces irrefrenables, de
domesticar el Mensaje.
Tal vez esos intentos de domesticación de la Palabra provengan de
que, si se deja en libertad al texto, no se sabría cuál es el papel de los in-
térpretes oficiales, de los exégetas, de los especialistas. Tendrían un pa-
pel de fraterna ayuda, de animación generosa, de guías que enseñan
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para la autonomía y para la experiencia personal. La comunidad de lec-

ACERCAMIENTO VIVENCIAL A LA PALABRA


tores de la Palabra siempre estará necesitada de amparo porque el ac-
ceso a la experiencia bíblica es un camino arduo y complejo; siempre
tendrá necesidad de socorro porque dar cuerpo a la espiritualidad bí-
blica no es tarea fácil. Estos «paráclitos», llamados en ayuda de la co-
munidad, podrían ser los que «proclaman a gritos la presencia de la es-
piritualidad como el camino necesario para la contemplación del
Absoluto, instancia superior y misteriosa y, sin embargo, facilísima de
ver o de sentir siempre a nuestro lado, tan simple como atravesada por
el velarse y revelarse» (L. Boff, Espiritualidad, p. 93).

Desde estos trabajos de contención de la ideología que llevan a una es-


piritualidad con frecuencia apagada en sus anhelos profundos, aunque
a veces fanática en sus manifestaciones externas, habría que anhelar un
tipo de espiritualidad bíblica que «salara con fuego» la realidad social
(Mc 9,49). El peligro de toda espiritualidad es que pierda su «sabor»,
que no es otro que la profecía, que sofoque la llamada de la libertad, que
relegue a un segundo plano las intuiciones espirituales y la imagina-
ción creativa que ama sin cortapisas. Quizá necesite la espiritualidad
bíblica, para que no se deje cazar por la ideología, un poco más de «de-
sorden» en nuestras filas, un viento que desbarate la ordenada baraja
de naipes que hemos colocado sobre la mesa de nuestras organizacio-
nes religiosas. La espiritualidad bíblica no habría de temer este com-
ponente subversivo de la espiritualidad. Es una cualidad genuinamen-
te neotestamentaria porque se la percibe en la misma persona de Jesús.
«Los dichos de Jesús, especialmente los reunidos en el Sermón de la
montaña, eran subversivos respecto de casi todo lo que sus contem-
poráneos daban por sentado» (A. Nolan, Jesús hoy, p. 83). Quizá pue-
da parecer anacrónico hablar hoy de una espiritualidad bíblica revolu-
cionaria, pero, en realidad, algo de eso está en el núcleo mismo de la
espiritualidad bíblica en general y del Evangelio en particular. Hacer
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remilgos ante esta clase de planteamientos quizá esté indicando que la
Qué se sabe de... La espiritualidad bíblica

ideología ha ocupado el lugar que le correspondía a la espiritualidad.

2. La osadía de palpar el «textum»


El término textum, que significa tejido, urdimbre de distintos hilos que
forman una misma unidad, se relaciona con el verbo texo, tejer, trenzar,
entrelazar. Entrar en el texto es adentrarse en su estructura, palpar su
constitución, comprobar su hechura. Si se quiere generar una lectura co-
rrecta del texto bíblico y, consiguientemente, una espiritualidad bíblica vi-
va, se hace imprescindible adentrarse en la textura, en la hechura interior
de la narración bíblica. Ese esfuerzo no se lo puede ahorrar ningún lector
sensato. Pero lo que en realidad ha ocurrido es cosa muy diferente:
La tradición de la crítica textual sobre el texto bíblico, sobre un mo-
delo sagrado cuyos «hilos» había que analizar con esmero, sirvió, tal
vez, para sacralizar una forma de aprendizaje, de dogmática pedagó-
gica, que se ha popularizado, por cierto bajo la forma de libro de «tex-
to» y en el que, paradójicamente, no se trata de seguir el entramado
que lo forja ni analizar su textura, cuanto de aceptar su tejido como
un compacto bloque de información (E. Lledó, El silencio..., p. 39).
Esta postura no puede llevar sino a un empobrecimiento de la espiri-
tualidad, ya que esta se halla en directa conexión con la manera de leer,
de palpar el texto. Un espiritualidad bíblica que no acepte el desafío de
una lectura personalizada puede verse amenazada de fanatismo. Por
eso, por «salud textual» y para generar una espiritualidad bíblica sanea-
da, se precisa tener la osadía de palpar el textum, de lanzarse a una her-
menéutica biográfica.
Así es. Se hace la exégesis que se lleva dentro. «En ese llevar dentro in-
fluye el horizonte de sensibilidad, inteligencia, pasiones, deseos, frus-
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traciones de cada hombre» (E. Lledó, El silencio..., p. 30). Lo que he-

ACERCAMIENTO VIVENCIAL A LA PALABRA


mos hecho con nuestro ser y lo que somos determina la lectura del tex-
to. Y ello hasta constituirse en el principio rector de todo el hecho her-
menéutico. Efectivamente, la orientación del acto lector está tan
intrínsecamente ligada a la biografía real del lector que esta se consti-
tuye en la fuerza ordenadora de la empresa de leer. No se postula aquí
ninguna clase de ideología subjetivizadora. Simplemente se describe el
mecanismo de interpretación y su principio real de orientación. Es ob-
vio que esto influye en la génesis de la espiritualidad bíblica y que tiene
sus riesgos. Pero renunciar a este componente es caer en la trampa de
una espiritualidad estándar, carente de aliento vital.
Esta manera de enfocar la espiritualidad bíblica es aquella que cree que
tanto la lectura bíblica como su espiritualidad pueden ser construidas en
el diálogo de todo agente lector, de todo creyente que se acerca a la Pala-
bra. La división en compartimentos, en jerarquías, en clases dentro de la
comunidad lectora empobrece la espiritualidad bíblica y la manipula. Es
posible un diálogo a partir y en torno a la Palabra donde todas las instan-
cias interesadas tengan un lugar. Incluso más: según los criterios evangé-
licos, es posible que la espiritualidad bíblica se enriquezca con la aporta-
ción de quien es «menor», de quien es considerado por más pequeño
(Mc 9,35). Porque el aval que sustenta el valor de la espiritualidad bíbli-
ca no es el de la autoridad humana, sino la fuerza del Espíritu que sopla
donde quiere. De aquí surgirá una espiritualidad erguida, no orgullosa,
que contribuya a hacer a la persona dueña de su destino, a poner en las
manos del amante de la Palabra las riendas de su propia existencia.

3. La aventura de crear sentido


Precisamente porque la dificultad mayor al leer un texto es trabajar el
ancho y multiforme campo del sentido, quien lea la Palabra habrá de
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hacer un continuado esfuerzo por ir creando un proceso de sentido en
Qué se sabe de... La espiritualidad bíblica

esas condiciones, cultivo del aspecto crítico y existencial, que posibili-


te esta tarea. Para ello, e inicialmente, tendrá delante el trabajo de se-
mantizar el texto. Es como un misterio. Se trata de darle unos ámbitos
concretos de referencia para arrancar la existencia, el ser, la significa-
ción y el sentido del inerte sistema de la lengua. Esto quiere decir que
los trabajos de lectura bíblica son verdaderos trabajos, árdua búsque-
da. Pretender llegar al sentido del texto como algo dado sin más es des-
conocer la tarea de semantización de la palabra. Una actitud «trabaja-
dora» es la que conjura posturas simplistas que toman rápidamente
partido a favor o en contra del texto. Porque «decir que nada hay fue-
ra del texto es, en principio, tan arbitrario como decir que todo está
dentro de él» (E. Lledó, El silencio..., p. 95). El tejido de referencias que
se va creando al leer el texto, tanto diacrónica como sincrónicamente,
ese es el verdadero lenguaje en que hoy habla el texto. Este esfuerzo no
se le puede ahorrar a quien aspira a una espiritualidad bíblica saneada,
asimilable, válida para la persona de una época concreta.

En relación con esto, se requiere superar la etapa de la tentación del sen-


tido objetivado. No solo es una tentación, sino también un modo de
encarar el texto. De ahí la persecución, inútil, del sentido «verdadero»
del texto, el endiosamiento del técnico exégeta como especialista en
sentidos verdaderos, el afán de imposición de un solo sentido. Esas son
algunas consecuencias de creer que el texto tiene un único sentido, in-
temporal e impersonal, tras cuyas huellas se anda afanosamente. La
comprensión de la Palabra es siempre una elaboración, una nueva con-
figuración, una alteridad, más que una identidad fija. Por eso, habrá que
intentar leer siempre desde una nueva perspectiva. Es lo que «hace, sin
duda, más intenso el asombroso fenómeno de la comunicación que
consiste en que el lenguaje que poseemos y en el que injertamos lo po-
seído en los “actos de lectura” va creando un cauce donde se constitu-
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ye y sustancia el fluir del pensamiento» (E. Lledó, El silencio..., p. 10). Y

ACERCAMIENTO VIVENCIAL A LA PALABRA


no solamente el fluir del pensamiento sino el de la ideología, el de la es-
piritualidad. De ahí que sea algo tan decisivo escapar de las garras de lo
tópico. Podría, quizá, objetarse a una visión así de la búsqueda de senti-
do en el texto que por este camino se cae en un subjetivismo peligroso.
Nada más lejos de la realidad; al sentido objetivizado no se opone, co-
mo única alternativa, el sentido subjetivizado sino la percepción de lo
esencial desde la pluralidad de personas y situaciones históricas:
El que no pueda haber una respuesta final a los problemas de la razón
esencial, quiere decir que la razón es histórica; que es un elemento de
comprender y asimilar la realidad; pero el que los mismos problemas
se presenten continuamente significa, a su vez, la solidaridad teórica
del género humano que puede, en todo tiempo, percibir desde la cul-
tura, desde la historia, en la variedad de sus formas, la identidad de la
existencia y la rotundidad del ser, en las múltiples y contradictorias
formas de sus apariencias (E. Lledó, El silencio..., p. 38).

De aquí puede surgir una espiritualidad bíblica inspiradora, iluminati-


va, generadora de creatividad, en modo alguno sustentadora de los
postulados del sistema. Una espiritualidad bíblica que recupere la li-
bertad que le es propia al Mensaje y al Evangelio y que lo blinde ante
los trabajos de privatización de los mismos por parte de los funda-
mentalistas bíblicos. Así se recupera la tradición «místico-profética»
que es inherente al Mensaje.

4. La necesaria creatividad

La creatividad es necesaria, pues la mera repetición termina por aho-


gar la espiritualidad. En tiempos de Jesús se había consagrado un mé-
todo férreo para trasmitir la espiritualidad judía: la repetición circular
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de los dichos de los grandes maestros. Se creía que repitiendo y co-
Qué se sabe de... La espiritualidad bíblica

mentado lo dicho por otros se generaba pensamiento. Ejemplo nítido


de este método es el texto de La Misná, básico en la espiritualidad del
bajo judaísmo. Jesús se aparta de este método y propone su mensaje
desde su propia experiencia espiritual. «Este enseñar con autoridad es
nuevo», decía la gente que le escuchaba (Mc 1,27). La novedad no so-
lamente radica en el contenido, sino también en el método. Este mé-
todo es creativo, sorprendente, impactante porque deriva de una ex-
periencia singular de Dios y de la persona.
No es posible una espiritualidad bíblica adecuada y servible para nues-
tro hoy si los dinamismos propios de la experiencia espiritual personal
no funcionan. Esos dinamismos, verdaderas fuerzas actuantes en el
subsuelo de la personalidad, son la imaginación, el anhelo, los sueños,
la creatividad, la pasión incluso. La creatividad toma su inspiración del
texto bíblico y lo expande al ámbito de lo cotidiano iluminándolo y
suscitando caminos que generan comportamientos nuevos. El con-
cepto de «fidelidad creativa» que se aplica a otros aspectos de la vida
espiritual podría ser también utilizado en este caso. La espiritualidad
bíblica ha de mantener fidelidad al camino de la fe recorrido por las co-
munidades cristianas y, sobre todo, al camino histórico de Jesús. Pero
hay que esforzarse en leerlo y vivirlo en modos de creatividad, de co-
nexión social, de adecuación cultural para que esa lectura no quede en
una mera remembranza. Esta doble tarea es hoy necesaria, con la con-
ciencia de que es en la creatividad donde radica nuestro mayor pro-
blema.
De aquí nacerá una espiritualidad bíblica con un saludable ecumenis-
mo, con un pluralismo capaz de aglutinar el anhelo de toda persona es-
piritual, más allá de su particular tradición religiosa. La espiritualidad
bíblica habría de ser humilde para sumergirse en la gran corriente de la
espiritualidad humana y creativa para aportar, desde su propia expe-
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riencia y sin renunciar a ella, sus mejores valores al tesoro espiritual de

ACERCAMIENTO VIVENCIAL A LA PALABRA


la humanidad. Ha de saber que su espiritualidad no encierra todas las
experiencias de Dios y tener conciencia al mismo tiempo del valor
de su aportación peculiar.
En conclusión: una manera vivencial de acercarse a la Palabra genera-
rá una espiritualidad bíblica que no se dejará cazar por la ideología,
sino que será libre y hasta subversiva. No estará condicionada por nin-
guna soberbia, pero albergará la certeza de su dignidad y se basará en
la conciencia de que, en diálogo, todas las instancias, sobre todo la de
los pobres, pueden aportar algo a la experiencia espiritual bíblica. Será
una espiritualidad generadora de sentido en el hoy del creyente y esta-
rá en mejor relación con las otras corrientes espirituales que aportan
su caudal al tesoro de la humanidad.

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