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En abril de 1996 la revista médica Lancet publicó un artículo que produjo gran alarma entre las poblaciones europeas. La revista
describió un estudio de 10 personas con la enfermedad de Creutzfeld-Jacob (CJD; Creutzfeld-Jacob disease), un trastorno raro y letal que
afecta al cerebro con pérdida de coordinación motora y demencia. La CJD puede ser hereditaria en ciertas personas o presentarse como
un trastorno esporádico que ocurre en individuos sin antecedentes familiares. A diferencia de las enfermedades hereditarias, la CJD
también se puede adquirir. Hasta hace poco, las personas que desarrollaban esta enfermedad eran receptores de órganos o productos
orgánicos donados por algún individuo con CJD no diagnosticada. Los casos descritos en el documento de Lancet también habían sido
adquiridos, pero la fuente de la enfermedad, aparentemente, fue carne de res contaminada que los pacientes infectados habían
consumido años antes. La carne provenía de bovinos criados en Inglaterra y que habían contraído una enfermedad neurodegenerativa
que causaba pérdida de la coordinación motora y comportamiento demencial entre los animales. El nombre común con el que se conoce
este trastorno es “enfermedad de las vacas locas”. Los pacientes que han adquirido CJD por comer carne de res contaminada pueden
distinguirse de aquellos con las formas típicas de la enfermedad, usando varios criterios. Hasta hoy, unas 200 personas han muerto por
CJD adquirida a través de carne contaminada y las cifras van en descenso.1
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A simple vista, esto sugiere que la epidemia ha finalizado, pero hay varias razones para que los encargados de la salud pública sigan preocupados. Primero, el estudio de
tejidos extirpados durante intervenciones quirúrgicas en Inglaterra, muestran la posibilidad de que miles de personas estén infectadas con la enfermedad sin que presenten
síntomas (hallazgo publicado en Science 335:411,2012). Aunque estas personas nunca desarrollen la enfermedad clínica, se mantienen como portadores potenciales que podrían
transmitir la CJD a otros pacientes a través de transfusiones sanguíneas. Se considera que, al menos dos individuos contrajeron CJD después de recibir sangre de un donador
que portaba la enfermedad. Estos datos, subrayan la necesidad de analizar la sangre en busca del agente causal de la CJD.
Fig. 2. Enfermedad de Alzheimer. (Izquierda), características definitorias del tejido cerebral de una persona que murió por enfermedad de Alzheimer. (Derecha), las placas ami
loides que tienen agregados del péptido A aparecen fuera de las células (entre las neuronas), mientras que los ovillos neurofibrilares (NFT) aparecen dentro de ellas. Los NFT,
están formados por aglomeraciones mal plegadas de una proteína llamada tau, que interviene en el mantenimiento de la organización de los microtúbulos de las neuronas. Tanto
las placas como los ovillos se consideran como causa de enfermedad.
En los últimos 20 años, la investigación sobre AD ha estado influenciada por la hipótesis del amiloide, que plantea que la enfermedad
se debe a la producción de una molécula denominada péptido amiloide (A). Originalmente, el A es parte de una proteína más grande
llamada proteína precursora de amiloide (APP; amyloid precursor protein), que cruza toda la membrana de la neurona. El péptido A se li-
bera de la molécula de APP por acción de dos enzimas específicas, secretasa- y secretasa- (fig. 3). La longitud del péptido A es varia-
ble. La especie más frecuente tiene 40 aminoácidos (se llama A40), y también se produce una variante con dos aminoácidos hidrófobos
añadidos (se denomina A42). Ambos péptidos pueden existir en una forma soluble que consiste sobre todo de hélices Pero, A42 tien-
de a replegarse espontáneamente y adopta una conformación diferente que posee una hoja plegada considerable. Esta proteína con
plegamiento anormal tiene mayor potencial de causar daño cerebral; tiende a relacionarse consigo misma para formar complejos peque-
ños (oligómeros) y agregados grandes visibles como fibrillas al ME. Estas fibrillas de amiloide se depositan por fuera de las neuronas en
forma de placas de amiloide extracelular (fig. 2). Aunque falta mucho por confirmar, existe evidencia de que los oligómeros insolubles
son los más tóxicos para las neuronas, y no los agregados solubles. Así, es más probable que las neuronas cultivadas sean dañadas por
la presencia de oligómeros solubles A intracelulares que por los monómeros A o agregados fibrilares extracelulares. En el cerebro, los
oligómeros A atacan a las sinapsis que conectan entre sí a las neuronas y les provocan la muerte. Los pacientes que padecen una forma
hereditaria de AD tienen una mutación que genera un aumento en la síntesis del péptido A42, lo cual puede ser el resultado de la presen-
cia de copias adicionales (duplicaciones) del gen APP o de mutaciones en él o en los genes (PSEN1, PSEN2) que codifican las subunida-
des de la secretasa-. Las personas con estas mutaciones presentan síntomas de la enfermedad alrededor de los 50 años de edad. El dato
de que todas las mutaciones que acompañan a estas formas hereditarias de AD, de inicio temprano, originen una producción mayor de
A42, es el argumento de mayor peso a favor de que la formación de amiloide sea el elemento básico de la enfermedad. En cambio, el ar-
gumento más fuerte en contra de la hipótesis del amiloide es la correlación débil que puede existir entre el número y el tamaño de las pla-
cas de amiloide en el cerebro y la gravedad del padecimiento. Ancianos con pocos signos de pérdida de memoria o demencia, o sin datos
de la enfermedad, pueden tener cantidades relativamente elevadas de depósitos de amiloide en el cerebro, y ancianos con enfermedad
grave, a veces tienen poca o ninguna acumulación del amiloide.
Los fármacos disponibles actualmente para el tratamiento de AD se enfocan a tratar los síntomas; ninguno tiene efecto en la progre-
sión de la enfermedad. Con la hipótesis del amiloide como guía, los investigadores han seguido tres líneas básicas para la búsqueda de
fármacos nuevos para prevenir y/o revertir el deterioro mental de AD. Estas líneas son: (1) prevenir la formación del péptido A42, (2) eli-
minar dicha molécula (o los depósitos amiloides que produce) una vez formada, y (3) evitar la interacción entre las moléculas A , para im-
pedir el desarrollo de oligómeros y agregados fibrilares. Examinemos cada una de estas estrategias de investigación, pero veamos antes
la manera en que los investigadores indagan cuáles fármacos podrían tener éxito en la prevención o en el tratamiento de la enfermedad
de Alzheimer.
Una muy buena estrategia para desarrollar tratamientos para enfermedades en humanos es encontrar animales de laboratorio, ratones
sobre todo, que desarrollen trastornos similares al que se estudia y utilizarlos para probar la eficacia de tratamientos potenciales. Los
animales que desarrollan enfermedades parecidas a las humanas se denominan modelos animales. No sabemos la razón, pero los cere-
bros de ratones viejos no muestran evidencia de depósitos amiloides como los encontrados en humanos, y hasta 1995 no existía un mo-
delo animal para la AD. En ese año, los investigadores pudieron crear una cepa de ratones que desarrollaban placas amiloides en su
cerebro y tenían un mal desempeño en tareas que requerían memoria. Se obtuvo esta cepa a través de la modificación genética de los ra-
tones para que portaran un gen APP humano, causante de la AD fami-
liar. Estos ratones modificados por ingeniería genética (transgénicos)
son invaluables para la valoración de tratamientos potenciales para la
AD. El mayor entusiasmo en el campo del tratamiento para la AD se ha
enfocado en la segunda línea de investigación antes señalada. Utilizan-
do estas investigaciones, vamos a analizar algunos de los pasos nece-
sarios para el desarrollo de fármacos nuevos.
En 1999, D. Schenk y col., publicaron que habían descubierto que la
formación de placas amiloides en ratones portadores del gen humano
mutante APP se podría bloquear con la inyección repetida de la misma
sustancia que causa el problema, el péptido agregado A42. Es decir,
los investigadores habían inmunizado (vacunado) a los ratones contra
la enfermedad. Cuando los ratones jóvenes (de 6 semanas de edad) se
inmunizaban con A42, no desarrollaban los depósitos amiloides cere-
brales al envejecer. Cuando los roedores de mayor edad (13 meses) cu-
yos cerebros ya tenían depósitos extensos de amiloide se inmunizaban
con A42, se eliminaba un porcentaje significativo de los depósitos fi-
brilares del sistema nervioso. Aún más importante, los animales inmuni-
zados tenían un mejor desempeño que sus hermanos de camada no
inmunizados en las pruebas de memoria.
El éxito de estos experimentos en ratones, que, además, no mostra-
ban efectos adversos por la inmunización, hizo que los reguladores del
gobierno aprobaran la realización de un estudio clínico de fase I de la va
cuna A42. Un ensayo de este tipo es el primer paso en la valoración de
Fig. 3. Formación del péptido A. El péptido A (2) se separa de la proteína un fármaco o procedimiento nuevo en seres humanos y casi siempre se
precursora de amiloide (APP= 1) como resultado de la acción de dos enzimas, verifica varios años después de pruebas preclínicas en células cultiva-
secretasa- y secretasa- Es interesante que la APP y las dos secretasas sean das y modelos animales. Estos estudios se realizan en un número pe-
proteínas transmembrana. La separación de APP ocurre en el interior de la queño de pacientes y están diseñados para vigilar la seguridad del trata-
célula (quizá en el retículo endoplásmico) y el producto A final se secreta al
miento y la dosis óptima del medicamento, más que su eficacia contra la
espacio extracelular. La secretasa- puede cortar en cualquiera de dos sitios en
enfermedad.
la molécula APP, y produce los péptidos A40 (3) o A42 (4), éste último es el
causante principal del desarrollo de las placas amiloides que se ven en la fig. 2. Ninguno de los pacientes incluidos en dos estudios de fase I indepen-
La secretasa- es una enzima de múltiples subunidades que divide (hidroliza) a dientes de la vacuna A42 tuvieron efectos adversos por la inyección
su sustrato en un sitio dentro de la membrana. del péptido amiloide. Por lo tanto, se autorizó a los investigadores a pa-
sar a un estudio clínico de fase II, que incluye a un grupo más grande de
individuos y está diseñado para medir la eficacia del procedimiento (o
del fármaco). Este estudio en particular se diseñó como estudio con
asignación al azar, doble ciego, controlado por placebo. En este tipo de
prueba:
1. Los pacientes se asignan al azar en dos grupos que se tratan en forma
similar, excepto porque uno recibe el factor curativo (proteína,
anticuerpos, fármacos, etc.) en investigación y al otro se le administra un
placebo (una sustancia inactiva sin valor terapéutico), y,
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Cerebro Normal (sano) Cerebro con Alzheimer