Está en la página 1de 3

Azorín, “Una lucecita roja”, Castilla.

Cuento melancólico de personaje inventado pero de ambiente castellano, en el


que destaca la huella del paso del tiempo en el hombre. “Una flauta en la noche” y “La
casa cerrada” son los restantes cuentos que se incluyen en este grupo.
Frente al énfasis oratorio y al periodo interminable, lleno de vueltas e incisos,
que constituía el ideal prosístico del siglo XIX, nuestro escritor fragmenta el párrafo en
pinceladas impresionistas, de sencilla ordenación.
La precisión, claridad y sencillez sintáctica se consiguen mediante oraciones
nominales como “En el jardín… (l. ) De noche…” (l. 83), oraciones simples con
abundancia de impersonales y pasivas reflejas (hay l.8, se descubre l.10), oraciones
yuxtapuestas (l. 53-57), oraciones coordinadas distributivas, copulativas, etc. (l. 35, 95,
99, 135, 100) y oraciones atributivas (l. 10).
El impresionismo literario se aprecia por la presencia del color y la luz. Voces
como l.9, 52, bermejas, blancas amarillas (l. 46), rojizo (l. 16), azul (l. 17), blancas (l.
17), negrura (l. 29), verdes (l. 45). Tampoco faltan el sentido del olfato en fragancia (l.
77), aroma (l. 83) y del oído en silba (122), ruido (28), estruendo (30), rumor (79), pues
sonidos y olores se muestran al lector. Lucero (l. 85, 77), lucecita roja (l. 81, 125), ni
una luz ni un ruido (l. 28), negrura (l. 29), contraposición día noche en el texto que
empieza con día, noche (l.27), día (l. 37), noche (l. 76) y termina con la noche.
Este texto destaca por su marcado carácter descriptivo que se consigue con
adjetivación rica como viejos (l. 6), rotos polvorientos (l. 21), sencillo bello (l. 62),
dulce (l. 72), cerrada muda (l. 106), silenciosas (l. 120), adjetivos que consiguen dar
una estructura circular al texto, oraciones subordinadas adjetivas (l. 32) y predominio
de tiempo presente. El carácter lírico del cuento se consigue mediante la presencia de
un ritmo marcado con abundancia de paralelismos (l.47, 13 y 85), estructuras con
agrupaciones de adjetivos como cimas rígidas y puntiagudas (l. 7) y largas
enumeraciones como la de la l. 64. Sin embargo, los elementos narrativos son mínimos,
las historias se sugieren pero no se detallan, al igual que los rasgos de los personajes que
intervienen en un corto diálogo. Los verbos aparecen preferentemente en presente (está
l.6, cierra l. 13), como hemos señalado, pero también recurre a otros tiempos como
imperativo (salid l.1), futuro (sabréis l. 33), pretérito perfecto compuesto (ha abierto l.
37), presente de subjuntivo (haga l.96). Las perífrasis verbales son numerosas:

1
comenzad a ascender (l.4), deja caer (l. 25). Las voces para designar a los personajes
son señor, señora y niña (l. 54), hombre, dama y niña (l. 70)
Azorín busca conseguir un efecto realista para lo que recurre a nombres
propios, topónimos, y a la técnica miniaturista. Describe minuciosamente la casa en la l.
63. La esfera léxica de la casa y sus elementos, lo doméstico, es una de las que más se
repiten en sus cuentos con voces como casa ventanas, balcón, chimenea, mesa,
cortinas, paredes, fotografías… La precisión en la localización se ve en la l.1 y l.11.
Voces de la naturaleza como camino, molinos, río, meseta, sierra, cuesta, olmeda…
Los recursos literarios en este texto de Azorín son escasos pero se pueden
señalar paralelismos con anáfora (l. 40, 142) que potencian el ritmo, enumeraciones
frecuentes que confieren realismo al texto, algunas de ellas con asíndeton (l. 9, 19, 64)
repeticiones y anáfora de que (l. 182), todos los meses, todos los años (l. 126), lo
miramos y lo miramos (l. 51), este hombre (l. 65, 67, 71), hipérbaton tiene el pelo
flotante la niña (l. 55), descripción sinestésica, comparación en el río luce como una
cintita de plata (l. 48), cortinas como vela abombada de un barco (l. 61), metáfora en
pelo de oro (l. 55), aliteración en ronco rumor del paso del tren (l. 79), sordo
formidable estruendo (l. 30)…
En cuanto a los temas del cuadro, su preocupación por el paso del tiempo
queda patente en este cuento con la presencia de un tren que pasa siempre sin importarle
la situación de las personas, sus alegrías ni sus penas. Pasa cuando no hay nadie en la
casa, cuando está habitada y, finalmente, llevando en él a quienes vivían en ella. Las
personas que lo veían pasar cuando eran felices viajan en él asoladas por el dolor. Pero
él sigue su trayecto ajeno al sufrimiento, así pasa el tiempo. Cada una de las partes se
cierra con el paso del tren, que simboliza el desarrollo. Adverbios de tiempo como
ahora (l. 18), contraposición ahora, antes en l. 62, en seguida (l. 33), locuciones como
a esta hora (l. 29), expresiones como breve momento (l. 31), cuando pasa así dos o tres
horas (l. 69) se suceden en el texto que en la l. 95 se refiere claramente a partir de la l.
95. Se refiere a la muerte como algo fatal y perdurable (l. 95 y 126).
Al igual que los autores de su generación, Azorín se muestra preocupado por el
atraso cultural y tecnológico de España en comparación con la situación en Europa. El
tren, como se ha señalado, es el símbolo de la tecnología.
Otro de los ejes de Castilla es la referencia a los clásicos. En este cuadro se
abre con una referencia a la salida del Cid desterrado y termina con la descripción de
los personajes cuando abandonan el pueblo.

2
Autor muy preocupado por el idioma recurre a voces no muy usuales como el
vocablo árabe alcarraza (l. 21), haza (l. 44), azagador (l. 14). Uno de sus rasgos es el
gusto por las palabras con diminutivos, lomita (l. 11), lucecita (l.32), sufijos despectivos
como el de caminejo (l. 57), las palabras derivadas con distintos sufijos como pincelada
(. 13), diafanidad (l. 75), y palabras compuestas como puntiagudas (l. 7).
Las riqueza léxica de Azorín se aprecia en las distintas relaciones semánticas
que se dan entre las palabras del texto como sinonimia en camino (l. 50), senda (l. 48),
azagador (l. 14), cielo (l. 17) e inmensa bóveda (l. 20), hiperonimia en ruido (l. 28),
estruendo (l. 30), rumor (l. 79), árboles (l. 22), olmos y cipreses (l. 6), frutales (l. 24),
copas (l. 76), prendas de vestir como manto (l. 114), traje (l. 115), velo (l. 116).
Contraposiciones abundantes invierno verano (l. 96), alegre triste (l. 99), suben bajan
(l. 49), siempre la misma y siempre nueva (l. 93), desciende sube (l. 105).
Por último, el autor intenta implicar al lector en su mirada por el paisaje. Para
ello se dirige a él con los imperativos con función conativa. Las deíxis de lugar son
numerosas a lo largo del texto allá (l. 7), ahí (l. 10), aquí en la casa (l. 19), en lo alto (l.
5). Los nombre propios de lugar, topónimos, como Pellejeros, Ibangrande, Marañuela,
desempeñan una función de anclaje.

También podría gustarte