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La PlazAT
La revista digital de los Acompañantes Terapéuticos Nº 1 / Julio de 2017
Cada día con mayor énfasis recibimos el pedido de sumar un acompañante terapéutico a los
equipos multidisciplinarios en atención comunitaria. Por lo general la demanda parte de la
familia hacia el médico o psicólogo tratante como modo de pensar la re inserción del paciente
en la vida familiar y social, luego de haber estado muchos años institucionalizado. La
demanda parte de organizar caminatas, hacer actividades físicas y tener contacto social.
Si algo debemos tener en cuenta los AT son las funciones del mismo en pacientes de riesgo.
Entre las mismas están las de motivar la continuidad de los tratamientos dado que los
mismos muchas veces son interrumpidos, contener al paciente y su familia, ayudar a
desplegar la capacidad creativa, apoyar la estimulación cognitiva otorgando un espacio de
producción subjetiva y tratando de limitar las situaciones interpersonales donde el paciente
pueda resultar perjudicado.
Una de las cuestiones más importantes a tener en cuenta en el trabajo en equipo es lo que
llamamos transferencia. Esta no es una cuestión menor en el acompañamiento terapéutico
dado que el AT debe lograr establecer no solo una transferencia positiva que permita el
trabajo con el paciente, sino también con la familia y con los profesionales o el equipo que
solicita su intervención sea un Equipo de Orientación Escolar o Interdisciplinario.
Para Freud la transferencia tiene una doble vertiente, una es como Obstáculo de la Cura y la
otra como Motor de la misma. Cuando se produce la transferencia negativa, la cura se
obstaculiza. Lograr una buena transferencia implicará que el AT entre otras cosas pueda
maniobrar para alojar la demanda.
Julieta tiene 35 años y es soltera en el primer encuentro dice estar muy angustiada por la
enfermedad de su padre que l igual que su madre tiene 75 años. Dice que su padre está tirado
en la cama y que no reconoce a la gente que lo rodea. Rompe en llanto ante la angustia que le
produce la enfermedad de su padre, una enfermedad neurológica con mal pronóstico. Dice
además que siempre se hizo cargo de los problemas de su familia pero que en este momento
no los puede manejar más. Su psicólogo junto al médico neurólogo del padre coinciden en
implementar la figura de un acompañante terapéutico para su papá.
Trabajamos entonces la discordancia que presentaba Julieta entre lo percibido por ella del
padre y la función simbólica del padre tal como surge del relato materno. Vemos así que esa
valoración lejos de ser normativizante y pacificadora en este caso se torna patológica.
Al poco tiempo el AT viene a supervisar otro caso clínico. Me comenta que el papá de Julieta
está mucho mejor en la Clínica que él va tres veces por semana un par de horas a trabajar con
el abuelo.
Por intuición psicoanalítica le pregunto y Julieta? Julieta estuvo en la clínica la semana
pasada y me comentó que estaba muy contenta, que fue a bailar y un chico se había fijado en
ella y la había invitado a salir y que le daba un poco de miedo. Le digo al AT claro es un
Chico!!! a orejas de analista vemos aparecer un nuevo significante “Chico” que tal vez sea
efecto de un nuevo reposicionamiento subjetivo. El “Chico” la sorprende, la asusta, la lleva a
su propio límite, ella nunca fue chica, con el transcurso del tiempo Julieta pudo alojar a su
padre en el departamento que alquiló algún que otro fin de semana.
NOTAS VINCULADAS
DE COLECCIÓN...!!!