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Departamento de Lenguaje

Profesor: Esteban Vera


3° Medio Electivo
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Hegemonía y lenguas nacionales: una aproximación gramsciana

Joshua Hurtado

Un juego de poder en el lenguaje y en la gramática [1]

El teórico de corriente marxista Antonio Gramsci presentó grandes aportaciones para el estudio de
la sociedad con su análisis de las manifestaciones de la hegemonía. Aplicado a las lenguas y el
lenguaje, se puede ver que las estructuras gramaticales y las lenguas nacionales están vinculadas
al ejercicio del poder de un grupo minoritario.

Cuando llegamos a este mundo, las personas nos encontramos inmersas en diferentes sistemas y
estructuras sociales. Al aprender a hablar, no escogemos nosotros un lenguaje, sino que vamos
incorporando los diferentes elementos de nuestro entorno. Asimismo, llegamos a un lugar y
momento sociales específicos, con particularidades en cultura, valores, y estructuras sociales. Sin
embargo, ¿cuántas veces nos ponemos a pensar en el origen de dichas cuestiones? ¿Por qué, por
ejemplo, un modelo tradicional de familia está compuesto por un padre y una madre, unidos en
matrimonio, e hijos? ¿O quién establece la manera correcta de comunicarnos, tanto en su forma
oral como en su forma escrita?

Una lectura del teórico italiano Antonio Gramsci, de corriente marxista, nos puede dar herramientas
para buscar las respuestas a preguntas como las anteriores. Teniendo en el mundo
contemporáneo un papel muy significativo en la rama de los Estudios Culturales, la obra de
Gramsci ha aportado diferentes maneras de analizar el poder, principalmente el poder de las ideas,
y ha permitido examinar a mayor detalle las relaciones entre la sociedad civil y las estructuras
administrativas del Estado. El concepto central en sus escritos, y con el cual se pueden realizar
análisis socioculturales y políticos, es el de hegemonía.

Este artículo está enfocado a dar una perspectiva sobre cómo el poder se manifiesta en elementos
de la vida cotidiana, en este caso, el lenguaje, algo que Peter Ives (2004) expone en su obra[2].
Las manifestaciones, aclaro, no necesariamente son evidentes, y las prácticas cotidianas pueden
ser tan familiares que no nos damos cuenta del juego de poder que las produjo. Primero es
necesario hablar de las aportaciones de Gramsci en cuanto al concepto de hegemonía. Esto nos
permitirá, por una parte, entender cómo la gramática correcta de un lenguaje está vinculada al
ejercicio del poder, y por otra, examinar casos concretos donde los grupos en el poder tienen
mucha influencia en el lenguaje de una sociedad.

El concepto de hegemonía está íntimamente vinculado a Gramsci en la era contemporánea. Sin


embargo, es importante aclarar que él no fue el inventor del término, pues este ya se usaba desde
mucho tiempo atrás para denominar el impacto cultural e influencia militar de las ciudades-estado
en Grecia. Principalmente en el caso de Atenas, el concepto de hegemonía se aplicaba al liderazgo
que mostraba para unir a las otras ciudades-estado bajo su mando. El concepto también fue usado
por Lenin, líder de la Revolución Rusa de 1917 y uno de los fundadores de la Unión Soviética. Él
usó el concepto de hegemonía para visualizar la manera en que podrían aliarse el proletariado ruso
con el campesinado. Sus oponentes: el Estado Zarista, en primera instancia, pero también los
bloques liberales y burgueses.

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Artículo disponible en Revista Cultural Mito, n° 43, mayo 2017. Consultado el 26 de junio de 2017 de:
http://revistamito.com/hegemonia-y-lenguas-nacionales-una-aproximacion-gramsciana/

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Si el concepto de hegemonía ya existía y se aplicaba en diferentes contextos, ¿por qué se le
asocia tanto con Antonio Gramsci? ¿Qué innovación introdujo en el concepto de hegemonía para
su análisis en las ciencias sociales y políticas? A pesar de que nunca dio una definición precisa del
concepto en sus Cuadernos de la Cárcel[3] [editados póstumamente], algo que varios académicos
reconocen es que Gramsci permitió expandir los campos en los que se manifiesta el dominio de las
élites, y no únicamente reducirlos al campo de las relaciones materiales de producción, como
afirmaban Marx y Engels. Otra de sus contribuciones al concepto de hegemonía, y una que ha sido
quizá más crucial para el estudio de las sociedades actuales, es que permite explicar por qué
grandes partes de una población continuamente aceptan e incluso apoyan grupos minoritarios,
gobiernos y sistemas políticos y sociales que mantienen prácticas sociales y políticas que van en
contra de sus intereses (Ives, 2004).

A través de Los Cuadernos de la Cárcel de Gramsci vemos que el concepto de hegemonía tiene
cuatro características principales. Peter D. Thomas (2009)[4] las enumera como:

1. Busca generar consentimiento, no dominar por coerción;


2. Su terreno de eficacia yace en la sociedad civil, no en los aparatos administrativos del
Estado;
3. Opera principalmente en el mundo occidental, y;
4. Puede aplicarse al liderazgo tanto de las fuerzas burguesas como del proletariado, porque
el concepto es una teoría del poder social.

Hay que elaborar en los puntos anteriores. Si bien la hegemonía busca generar consentimiento y
no dominar por coerción, es necesario establecer que Gramsci visualiza al consentimiento y la
coerción como actuando en síntesis, siendo el consentimiento respaldado por una ligera amenaza
coercitiva del grupo que ejerce su hegemonía. Thomas mismo elabora sobre este aspecto,
diciendo que “la fuerza y el consentimiento deben integrarse hasta alcanzar un equilibrio
“desbalanceado”, con la fuerza prevaleciendo ligeramente sobre el consentimiento, pero nunca
eclipsándolo” (Thomas, 2009, p.165). Este aspecto también servirá para explicar la relación entre
hegemonía y lenguaje posteriormente. Opera en la sociedad civil y en el mundo occidental porque
es en “Occidente” donde, en los tiempos de Gramsci, se podía visualizar mejor que las
democracias parlamentarias estaban ubicadas en este hemisferio. MalevichEn los regímenes
democráticos, asimismo, la sociedad civil estaba más activa en los procesos políticos y sociales,
por lo cual era necesario negociar y generar consentimiento entre los diferentes grupos de interés
para apoyar a un sector que deseaba obtener poder político. En cuanto al último punto, puede
aplicarse al liderazgo de los dos tipos de fuerzas porque implica trabajar en el ámbito de las ideas
de los diferentes grupos. Es decir, se debe negociar en cuestiones de principios, valores y deseos
con cada uno de esos grupos, si se quiere obtener su respaldo voluntario.

Antes de proceder, es importante aclarar que el propio Gramsci analiza la hegemonía manifiesta en
el lenguaje. Sin embargo, aparte de un análisis sobre el caso italiano, usa el lenguaje
principalmente como una metáfora para cuestiones políticas más complejas que no se abordarán
en este artículo. Ahora bien, ¿qué relación tiene el concepto de hegemonía con el lenguaje? ¿Y de
qué manera nos permite visualizar los juegos de poder que se encuentran bajo la superficie en la
práctica de la comunicación? Para ello, debemos remitirnos a los Cuadernos de la Cárcel, donde
Gramsci discute el papel de los intelectuales. Él indica que, si bien todas las personas tienen una
actividad intelectual y filosófica que él denomina “filosofía espontánea”, son las personas que
ocupan en la sociedad el papel de “intelectuales” los que practican la actividad “tradicional
intelectual”. Es decir, los que ocupan la posición de intelectuales tradicionales se encargan de
organizar y difundir ideas, de tal manera que puedan tener un impacto elevado en la sociedad
receptora. Gramsci le da un peso importante a los intelectuales, debido a que generalmente

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quienes se encuentran en una posición de ejercer una actividad de esa índole se ubican en la clase
social dominante, en términos marxistas. Por ello, las ideas que diseminan en la sociedad,
consciente o inconscientemente, están vinculadas a las ideas que permiten a la clase dominante
mantener las estructuras de poder vigentes. Mientras más unidos estén los intelectuales a la clase
dominante, se les puede considerar como “orgánicos”, pues permiten legitimar y fortalecer el status
quo.

Es con la actividad de los intelectuales que podemos ver el vínculo de la hegemonía con el
lenguaje (Ives, 2004). El juego de poder se visualiza al momento de implantar una lengua nacional
en los marcos educativos y legales, pues esto puede llevar a la exclusión de sectores significativos
de la población que no conozcan o no dominen esta lengua nacional. Asimismo, a nivel de
comunicación interpersonal, la implantación de una lengua nacional genera una barrera arbitraria e
innecesaria para la interacción con los aparatos administrativos del Estado, quienes suelen adoptar
formalmente la lengua nacional y no todos sus funcionarios están capacitados para interactuar con
personas que hayan aprendido otra lengua en primera instancia. Finalmente, con las imposiciones
gramaticales y ortográficas que formulan los intelectuales, sectores adicionales de la población se
ven limitados en algunas prácticas formales. Si bien pueden comunicarse con los demás hablantes
de su misma lengua, las restricciones gramaticales y ortográficas a las que no están
acostumbrados les generan una brecha en la comunicación que ellos mismos tienen que invertir
tiempo y esfuerzo en cerrar.

En el caso de las lenguas nacionales, se puede empezar a resolver la pregunta de por qué grandes
grupos de personas aceptan la hegemonía de la clase dominante incluso si está en contra de sus
intereses. Gramsci explica que los grupos subalternos tienen sus propias concepciones del mundo.
Sin embargo, estas concepciones pueden estar en una etapa primitiva o preconcebida,
manifestándose únicamente a través de acciones, sin poder articularse en un pensamiento
coherente o en una clara expresión de lenguaje.

En este sentido, se ven incapaces de delimitar claramente cuál es la diferencia entre sus intereses
y los de los grupos dominantes. Por lo mismo, tampoco son capaces de hacerles frente ni de
constituir un bloque unido que se oponga a las prácticas sociales y políticas de las élites que toman
decisiones para una sociedad entera. En el caso de la implantación de una lengua nacional, los
grupos subalternos tampoco son capaces de comunicarse bien entre ellos, ya sea por las barreras
del lenguaje, o bien, porque no logran articular bien sus posturas. La situación se dificulta más si se
considera que los canales formales de comunicación hacia las personas a cargo de la toma de
decisiones se encuentran bloqueados o reducidos por ser incapaces (o estar indispuestos) de
recibir propuestas formales que no estén expuestas en la lengua nacional. Por ejemplo, un
documento formal para funcionarios de un gobierno donde el Español es la lengua nacional no
procederá si no está redactado en ese idioma, a menos que la administración haya previsto eso. Y
en este aspecto, los diferentes gobiernos en donde el español sea la lengua oficial pueden tener
medidas muy diferentes.

La hegemonía del grupo dominante, en cambio, sí se manifiesta de manera clara en la


implantación de la lengua oficial debido a la función de los intelectuales orgánicos. Ellos permiten
avalar la postura de que una lengua oficial nacional promueve una mayor integración y cohesión
social, emanada del discurso político. Al mismo tiempo, ocultan la exclusión provocada para los
sectores que no pueden comunicarse efectivamente con la lengua oficial. Asimismo, generan una
manera correcta de expresarse, diseñando reglas gramaticales y ortográficas que pueden no estar
vinculadas del todo a la realidad social. Debido a que ellos sí tienen la capacidad y la unidad
requerida para la articulación de pensamientos y posturas coherentes, los intelectuales orgánicos
son agentes que permiten la dominación por parte del grupo en el poder hacia los grupos
subalternos.

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Específicamente ligando el concepto de lenguaje al de hegemonía, Gramsci señala:

“En cada ocasión que surge la cuestión del lenguaje, de una u otra manera, una serie de otros
problemas llegan a un primer plano: la formación y la ampliación de la clase gobernante, la
necesidad de establecer una relación más íntima y segura entre los grupos gobernantes y la masa
nacional-popular; en otras palabras, reconocer la hegemonía cultural” (Gramsci, 1985, p. 170,
traducción propia)[5]

En este caso, la hegemonía cultural se manifestaría mediante una lengua nacional, reforzando el
dominio de la clase gobernante mientras que se disminuyen más las posibilidades de unión de los
grupos subalternos. Divididos y con una imposición que trabaja a nivel conceptual y de esquemas
mentales (puesto que un idioma y un lenguaje adquiridos van modificando los esquemas de
pensamiento con el paso del tiempo), estos grupos se ven obligados a aceptar las reglas
lingüísticas, y así pierden la capacidad de articular un discurso coherente que desafíe el discurso
de los gobernantes.

El tipo de intelectuales orgánicos con mayor prominencia en este juego de hegemonía cultural por
medio del lenguaje son aquellos lingüistas y académicos que cooperan estrechamente con la clase
política que implantó la lengua. Su rol social profesional como lingüistas intelectuales les permite
diseñar las reglas de la práctica correcta de la lengua implantada. En este aspecto, Gramsci hace
un análisis de las formas de comunicación y del papel de la gramática. Él divide la gramática en
dos tipos: la gramática espontánea y la gramática normativa. En cuanto a la gramática espontánea,
hace referencia a la inmanencia del sistema de lenguaje que existe dentro de la persona y que le
permite articular sus propios pensamientos. Es también, en un segundo plano, aquella que le
permite comunicarse con otros individuos de su mismo idioma y lograr un entendimiento entre
ambas partes, aunque no se adhiera a las prácticas formales de la lengua. Estas prácticas
formales están reguladas por la gramática normativa, que es la que diseñan los intelectuales
orgánicos. Este tipo de gramática es la que genera las reglas de la manera “correcta” de
comunicarse de forma oral y escrita.

Gramsci afirma que al implantar una gramática normativa, se están perpetuando las desigualdades
sociales, pues al mantener pautas sobre la manera correcta de comunicarse, se están creando
diferenciales de poder entre aquellos que se adhieren a las reglas y aquellos que no. El resultado
es que aquellos que se adhieren a las reglas llegan a considerarse como más “educados”, y más
se les presentan más oportunidades. En otras palabras, es más probable que aquellos que aceptan
las ideas y pautas de la clase gobernante tengan una mejor posición social que quienes las
rechazan. De esta manera, la lingüística como disciplina académica no está desligada del contexto
social: al contrario, se vuelve una disciplina con funciones esencialmente políticas (Ives, 2004).

El análisis del siguiente caso servirá para resaltar el siguiente aspecto: el análisis de la hegemonía
y las lenguas nacionales no se debe aplicar en lo abstracto, sino ver en cada caso concreto y
destacar los procesos por los que se llegó al estado actual de la lengua estudiada. De lo contrario,
se puede llegar a la errónea conclusión de que todas las lenguas nacionales fueron implantadas
arbitrariamente. Sin embargo, se debe continuar estudiando la manera en cómo la práctica de las
lenguas nacionales y la gramática afecta las estructuras sociales en los casos que se estén
estudiando.

Gramsci aplicó su análisis de la lengua nacional y la gramática al caso italiano. Poco después de la
unificación de Italia, Alessandro Manzoni fue asignado por el gobierno para unificar también la
lengua italiana. Previamente, la gente hablaba diferentes dialectos dependiendo de su ubicación
geográfica en Italia, las diferencias lingüísticas siendo distribuidas en líneas Norte-Sur del país de
manera similar a diferencias en cuestiones culturales, sociales y económicas. La lengua nacional

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oficial que se impuso fue denominada como “italiano estandarizado”, pero estaba basado
principalmente en el dialecto que se hablaba en el norte del país, en particular en Florencia. El
profundo problema que había al imponer el italiano estandarizado es que, aunque había ciertas
similitudes en el léxico y gramática, las diferencias abundaban entre los dialectos del norte y los del
sur. En un encuentro entre dos italianos, uno del norte y otro del sur, no serían capaz de
entenderse ni de comunicarse efectivamente. Con el proceso de estandarización de la lengua a
todo el territorio italiano, las personas del sur se vieron forzadas a adoptar todo el nuevo sistema
de palabras junto con su gramática. Y aunque la estandarización dio el beneficio de que la
producción de textos impresos y, posteriormente, programas de radio pudieron llegar a toda la
población nacional para el momento en que nació la siguiente generación, las personas adultas y
de la tercera edad del sur de Italia tuvieron serias dificultades para adaptarse. Algunas, incluso, no
llegaron a adoptar la lengua oficial, por lo cual se quedaron excluidas de muchos de los procesos
sociales y políticos que ocurrirían en Italia desde ese entonces. En cambio, la clase gobernante
que emanaba del norte pudo expandir su dominio cultural y político hacia la región sur.

Ante esta situación, Gramsci propuso lo siguiente: para evitar la exclusión de varios sectores de la
población, una lengua nacional oficial debería considerar todos los diferentes dialectos y sus
variaciones que se practiquen dentro de un territorio. La nueva lengua debería incorporar los
diferentes elementos y formar una base de comunicación a partir del idioma. De esta manera, Ives
(2004) concluye que una lengua oficial sería un resultado de un proceso verdaderamente
democrático, donde se consideren a todos los implicados, y no solamente se imponga la visión de
la clase gobernante.

Para finalizar, es importante señalar una de las verdaderas aportaciones de Gramsci, en opinión de
este autor: la capacidad de desentrañar a nivel de ideas y esquemas mentales las influencias del
ejercicio del poder de los grupos dominantes. Al rastrear históricamente cómo adquirieron su
poder, resultará más fácil presentar un reto. Para este fin, también resulta esencial el trabajo de
Gramsci con respecto a la hegemonía: generar el consenso con los demás grupos dominados, y
unirse en un bloque contrahegemónico que dispute el dominio de la clase gobernante.

Notas:
[1] Le dedico este artículo al Dr. Omar Danilo Hernández Sotillo, uno de los mejores profesores que he tenido
y al cual le agradezco que me dejara ayudarlo con su investigación y que me introdujera al análisis de
productos culturales y a Antonio Gramsci en la vida académica.

[2] Ives, P. (2004). Language and Hegemony in Gramsci. Londres: Pluto Press

[3] Gramsci, A. (Autor); Hoare, Q., y Smith, G.N. (editores). (1971). Selections from the Prison Notebooks.
Nueva York: International Publishers.

[4] Thomas, P.D. (2009) The Gramscian Moment: Philosophy, Hegemony and Marxism. Londres: Brill. Las
citas son traducción propia.

[5] Gramsci, A. (Autor). Forgacs, D., & Smith, G.N. (editores) (1985). Selections from Cultural Writings.
Cambridge, Massachussets: Harvard University Press.

Cuestionario del artículo 5. ¿De qué manera las diferencias de


poder influyen en el lenguaje?
1. ¿Quién era Antonio Gramsci? 6. Busca en el diccionario diez (10)
2. ¿Cómo se define hegemonía según palabras que no conoces y anota su
Gramsci? significado.
3. ¿Cómo se define hegemonía en los 7. Elabora un mapa conceptual del
tiempos contemporáneos? artículo.
4. ¿Cuál es el riesgo que se corre con
implementar una hegemonía Siguiendo la discusión
nacional del lenguaje?

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1. ¿En Chile existe un lenguaje
hegemónico que te impida lograr
ciertas cosas o metas? Explica.
2. ¿Cómo crees que el lenguaje
hegemónico de la sociedad en la que
vives se impone? Da un ejemplo de
ello y explícalo.
3. En base a todo lo anterior,
¿consideras que es importante
adquirir lenguaje para tu vida?

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