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56 HORI 7.

0NTES Dt L ARTE LATI NOAMER ICANO

Dentro del conceptuali smo aparecido en Cuba, en la décad o


del ochenta, merecen citarse las esculturas de Glex is Novoa, como
El arca de la carencia, con sus alusiones al bloqueo norteamerica­
no, y de Rubén Torres Llorca, con su obra La conversación , tam­ Robando del pastel global.
bién de contenido político.
El conceptualismo chi leno está representado por las inventivas Globalización, diferencia
pinturas aeroposta les de Eugenio Dittborn, los audaces collages de y apropiación cultural
Gonza lo Díaz, los cáusticos simulacros artí sti cos de Carlos Alta­
mirano, las instalaciones fotográficas del arquitecto Alfredo Jaa r,
G ERARDO MOSQUERA
de neto contenido político, y las burlonas parodias estéticas de Ar­
turo Duelos.
Cerramos esta ex posición con dos conceptualistas argentinos: Los tiempos de la globalización han marcado dos procesos
Zulema Maza, cuyas instalaciones comentan el litigio entre Natu­
contrapuestos en la cultura. Su interacc ión constit uye un punto
raleza y Cultura en nuestra época, y Guillermo Ca nte, que inventa
crítico de las rearticulaciones del poder simbólico y una paradoja
una simbología del pasado para hablarnos de la ause ncia y la nos­
que da el signo de la época. Por un lado, la globali zac ión de la
talgia .
economía , las organi zaciones de poder, las comunicaciones y los
signos constitu ye un momento álgido de la expansión del capita­
lismo industrial, que forma parte de la expansión de Europa y su
cultura a partir del Renacimiento. Esta expansión ha sido relatada
como una expans ión del mundo. La adquisición de un poder mun­
dial fue vista como una mundialización : lo local-occidental deve­
nía universal por la conquista de poder planetario y por la cons­
trucción de una racionalidad totalizante desde ese poder.
Estos pl anos reales y simbólicos se interpenetraron hasta hoy.
La occidentali zación ha sido uni versalizac ión por interre lac ionar
el orbe, y por imponerse y discursarse a sí misma como universal.
La idea de la expansión del mundo - -con sus «viejos» y ,muevas»
mundos y sus «descubrimientos»- culminaba en una noción in­
versa, de contradicci ón: «el mundo es cada día más pequeño» , y
aun una aldea global, que es, por supuesto, una aldea occidental.
La expansión económica de Occidente conllevó siempre la
co ntradicción en la idea de una pequeñez universalizable, centrada
en el Yo renacentista, por oposición a vastedades y diversidades
irreductibles. Los mapas constituyen su representación mejor. Son
a la vez instrumento práctico de expansión, comunicación y con­
quista, e icono de un mundo en la mana . La aceptación misma de
la esfericidad de la tierra implicaba la posibilidad de la navegación
_ y e l dominio- globa l y la reducción del mundo a una esfera
cerrada eo sí misma. El planeta era objetivado en una bola que se
podía manosear, sostener - según se ha representado en estatuas

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de Colón y otros personajes· o aun jugar con ella, como hace do. Si la primera conserva su carácter hegemónico, las otras han
haplin en El gran dictador. aprovechadosü capaciOaCl de broadcaSTing internaclOna!"'para so­
El término «globa li zacióm, parti cipa de esta etimología expan­ brepasar los- marcos 10caJes. -­
s ivo-contractiva, arrastrando sus múl tiples imp licaciones. Sirve Siempre ha llaOido una presión desde el poder por asimilar y
para caracterizar la situación contemporánea, pero esconde las usar en su beneficio elementos ajenos, desde la coca andina (con­
enormes desigualdades de un mundo que, parafraseando a Orwell , vertida en coca-cola o en cocaína) hasta la plástica africana por e l
~, mucho más global para unos que para otros - ·Ia mayoría- .. modernismo. La metacultura .o~sidental haprocurad2 tanto abs"r­
La ~xpansión-contracción de Occidente tuvo por instrumento el ber en usufructo elementos de otras culturas, como global izar a las
cnlonialismo. Jimmie Durham ha recordado abrumadoramente que demás culturas o· sus fragment6s · desde el eñfogue hegemónico.
toda experiencia contemporánea es una experiencia colooial: «The Pero, üSada desae airo lado, haperm itido difundir perspectivas di­
""Ionial reality is the only reality we have. AII of our though.ts are a fere ntes y ha sufrido adecuacionés acordes con estas pers~ec!tvas.
cOl1scquence of colonial structure,) [«La realidad colonial es la úni­ fmptiesta por el colonialismo, ha sido después un instrumento para
ca realidad que tenemos. Todos nuestros pensamientos son conse­ la descolonización y la actividad internacio nal de los nuevos paí­
cuencias de la estructura colonial»]. Esta constatación, tan obvia ses de África, Asia y el Caribe.
como olvidada, subraya hasta qué punto las historias de la domina­ Además, toda expansión vasta, como la del budismo en Asia,
ción europ~a han detemlinado la situación en que todos viv imos, y el latí n en el Imperio romano, o la cultura occidental en nuestro
en especial el concepto mismo de globalización. El capitalismo in­ mundo global, conlleva un alto grado de tensión que abre porosi­
dustrial y el de servicios, los sistemas coloniales, la modemidad, la dades y resquebraja. Ni aun la coca-cola, símbolo de la homogeni­
revolución infonn áti ca fueron dirigidos por Occidente, y esto im­ zación cosmopolita, escapa de estas fisuras . Su sabo r varía de
plicó la generalización de la cultura occidental. No tanto como cul­ acuerdo con el gusto, el agua y otros factores de cada lugar donde
tura étnica sino como metacultura operativa del mundo actual. Al se fabrica . Además, es consumida de manera diferente , tanto en el
ser una cultura dinámica de aquellos procesos, desarrolló una capa­ modo de beberla como en su uso socia l y simbólico . Ocurre que
cidad múltiple para imponer y asimilar, para reciclar y homogenizar. Los Ángeles importa coca-cola de México· más dulce que la
Lo anterior se refiere al uso hegemónico de esa metacultura producida en Estados Unidos- . para satisfacer a la cuantiosa po­
desde los poderes centrales. Pero su imposición globa l con fines blación de origen mexicano.
de conversión y dominio llevó implícito el acceso generalizado.Sj Este proceso de globalización-diferenciación es una intrincada,
la imposición ~ussó_ ~onvertir_al Otro,. el acceso le !:?Cilil(). USar conflictiva articulación de fuerzas más que una dialéctica dual. Im­
esta cu lt~J?a~flO es prQPios, diferentes, y transformarla desde plica contam inaciones, mezclas y contradicciones hacia muchos la­
dcntro. La metacultura occid.entaL~con. sus posibil idades de ac­ dos. Aunque orienta el desenvolvimiento actual de la cultura, no
ción g lobal- ha devenido un me dio paradújico para. la. afiunación puede ser tomado pasivamente como una inclinación necesaria, que
de la·diferencia, y para la rearticulación de l os intese~~~ del campo ocurre sin la presión ejercida por los sectores subalternos . Entre
subalterno en la época postcolonia!. otros problemas, ex iste esa tendencia metacll ltural a generali zar
- De áhl ·que 16s tiempos de la globalización sean simultánea­ prácticas de ámbitos muy diversos· -del yoga al kárate· - de un
mcnte los de la diferencia. Éste es el otro proceso contradictorio al modo consumista, culturalmente «aséptico», como elementos aisla­
que me referia al inicio. La existencia de una metacultura operati­ dos en un mosaico cosmopolita enmarcado por Occidente. No obs­
va ha permitido globalizar di ferencias más allá de los ámbitos lo­ tante, algunas de las experiencias en ámbitos no occidentales más
cales. Esta globalización su ltural impJ!~a. . l<t inter'!fción ,:otre una exitosas han consistido , como la del Japón, en manejar la occidenta­
mClac ultura occidental extendid~.ll!t pJ!lralic!ad cu ltura l del mun­ lizac ión en Su beneficio, potenciándola desde componentes propios .

• Jimmic Durham, «Probably this wilJ nol Work), en C hristian Chambert 1 Jean Fi sher, (IEditorial: Some Thoughls on "Contaminations"), Tllird ¡he,
(cd.). Slrmegies Jor SlIrvival, Now!, Lund, 1995, p. 232 . Londres, n.o 32 , otoño de 1995 . pp. 3-7 .
GO II ORIZONTES DEL ARTE LAT INOAMERICANO
RORANDO DEL PASTEL GLOBAL 6\
Es en este laberinto de desplazamientos y ambigüedades don­ construir ldentidad caribeña desde Jos componentes de origen afri­
de serercia hoy el poder cultural. La amamica de la cultura se cano participantes en una cultura sincrética_ Fstos componentes
trenza en medio de cho~--ª[a_logos , desencadenando fenóme­ fueron usados para oponer el afrancesamiento impuesto por la do­
nos de mezcla, m_u lti~~cid~d, ~.2Piación y resellJantizacíón a ve­ minaci ón co lonial, estableciendo una diferencia desde el costado
ces muy complejos_ Está cada vez más claro que a estas alturas no no occidental sometido_ Claro que el invento no se hace desde fue ­
hay regreso viable a la tradición precolonial , pues consistiría, pre­ ra : sa le de un a africanidad transatlántica vivida y tran sfigurada
cisamente, en regresar al mito de un pasado incontaminado, con como factor activo de las culturas del Caribe_ Un África como par­
poco margen de acción en el orbe contemporáneo_ La cuestión se­ te de Occidente, bien que conflictual y subalterna .
ría hacer la contempora!1eidad _de.§de.l'na pluralidact- de experien­ De cualquier modo, la actitud del poema es pasiva , al dejar al
cias, que actua!Ían_tr~_nsformando la metacultura glob-al. No me francés domesticar la di ferencia_ Los escritores de la Négritude, y
refiero sólo a procesos de hibridación, resignifícación y sincretis­ sob re todo Aimé Césa ire, se ocuparon desde fines de los años
mo, sino a orientaciones e invenciones de la metacultura global treinta en forzar el idioma europeo para expresar cu lturalmente un
desde posiciones subalternas _El punto clave reside en quién ejerce contexto híbrido, donde parti~ipan ingredientes no europeos muy
la deci sión cu ltura l, y en beneficio de quién ésta es tomada' - no activos, tanto los ve nidos de Africa y Asia como aquéllos resulta­
sólo en el plano etnocultural, si no también en cuanto al género y a do de las transformaciones de culturas europeas en América_ Cé­
las clases y grupos sociales-_ Una agenda utópica seria pensar en saire decía haber querido «hacer un francés antillano, un francés
una metacultura reconstruida desOeIa-más -vasta -plura lidad de negro , que, aun síendo francés, llevara la marca negra»'. Esta ope­
perspec~vas_ La estructura postcól~nial vig<:llte_dificulta ~sto en ración descolonizadora da una voz comunicable a los excluidos y
extremo, debido a la distribucióI!..<!<;.1 goder ya las limitadas posi­ a la diferencia_ Un poco antes en la misma época, Nicolás Guillén,
bilidades de acción que poseen hoy vastos sectores_ de Cuba, introdujo ritmos, sonoridades y atmósferas de ancestro
- El poeta haitiano Léon Laleau clamaba -e-ñ Musique Negre africano en un castellano clásico_
(193 J) sus desgarramientos al tratar de expresar en francés - la Forzar el francés ~s en rcalidad potenciarlo, enriquecerlo, ha­
lengua y la cultura en que había sido educado- la vertiente «afri­ cerlo capaz de comunicar otros sentidos correspondientes a otras
cana" de sus orígenes:
experiencias, a menudo marginadas. Pero esto tiene de nuevo una
El ce désespoir ti nul (Julre égal
ambivalencia hacia el lado del poder, porque el francés sale ga nan­
D 'opprivoiser. avec des mots de France,
do _ Estas ganancias vuelven a ser apropiadas para los centros, y
Ce coeur qui m 'esl veulI du Sénégal?
p~eaen ser usad,!~ como .!:'izo la antropoiOgra, parasofist,car las
herramientas de dominio def Otro. Tales son las disyuntivas en
El sentido es más intrincado si pensamos que el África de La­
quesedi rimehoy eTpoder CuTturaL Más allá está el francés que
leau, como la de la Négritude, venía a ser una ilusión sustantiva de
deja de ser francés transformado en las numerosas lenguas creóle
la ilusión europea'_ O más bien un invento, en una operación de
del Caribe, que son ya hace rato idiomas literarios_ Sólo que el
francés asegura a los escritores una difusión internaciona l, algo
bien importante para ámbitos con lenguas habladas · -y sobre todo
l Guillermo Bonfil Batalla, «Lo propio y lo ajeno: Una aproximación al pro­
bl ema del control cultura!» , en Adolfo Colambres (comp,) . La cultura popu­ leídas- por muy poca gente_ De cualqui er modo, el francés es
lar , México, 1987, pp. 79-86, Y «La (eoria del control cultural en el es tudio de cada vez menos fuerte, y habrá que pensar más bien en traducir di ­
procesos étnicos), Anuario AnlropolÓRico, Universidad de Brasilia, n.o 86, 1988, rectamente de los idiomas creóle al inglés_
pp. 15-53. Ver también las puntualiznci ones sobre la problemática del camb io en Si Laleau sentia el idioma europeo como un cepo, y Césaire y
las sociedades populares hecha s por Ticio Escobar, <dssu~:; in Popular AJ1») , en
Guillén se proponian transformarlo, en otros casos no hay preocu­
Gerardo Mosquera (ed.), Beyond Ihe Fanlastic. Contemparcay Arr Cri/icism in
LlIlinA mer¡ca, londres, 1995. pp. 91· ' 13 .
• Jean Bcrnabé, Patrick Chamoíseau y Raphael Confian t, Éloge de la Creo­ , En(revi s[ado por René Depeslre en Sll «Prólogo» a p(J/.: , íos, La Habana,
lité, París, 1989, p. 20.
1969. p_XX.
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pación por SU uso desde la alteridad. El intelectua l congolés Théo­ traordinariamente afectivo que hizo el modernismo de imaginerías
phile Obenga proclamaba a inicios de los sesenta en su poema TII africanas, oceánicas y mesoamericanas. Por eso el crítico brasileño
parleras, dedicado a Césa ire: Paulo Emilio Sales Gómez, refiriéndose a la voluntad cosmopolita
de los artistas del Brasi l, con sus ojos puestos en la maillSlream,
les mols sOllllelll"S mo/s decía que su suerte era que copiaban mal', pues lo valioso en ellos
malS le clWnl l "sl mi/re.
cs aquello que los personaliza dentro de un lenguaje internaciona l
hablado con fuelte acento. El arte brasi leño, como la paloma equi­
Esta posición elim ina los conflictos por el origen del instru­ vocada de Rafael Alberti, quiso ir al norte y fue al sur. Esta «equivo­
mento cultural, subrayando el uso. Pero mantiene una duplicidad cación» está en la base de que sea una de las mani festaciones más
entre idioma ajeno y discurso propio caracteristica de un contc' interesantes, ricas y complejas de todo el arte contemporáneo.
to postcolonial donde se separan con mayor claridad las culturas Aun cuando se impone por una cultura dominante sobre otra
autóctonas - -o sus fragme ntos - de la cultura europea impuesta. dominada, la apropiac ión cultural no es un fenómeno pasivo. Los
La situación del Caribe resulta diferente, al constituir un ámbito receptores siempre transforman, resign ifican y emplean de acuer­
- y una idea- por exce lencia del mestizaje, la diversidad, L, do con sus visiones e intereses. WLmlropiaci ón , y en e~ec i a l la
transculturación, la porosidad, las migraciones, el interca mbio «incorrecta», sue le ser un proceso de originalidad, entendido como
abierto. Con el paso del tiempo se van diluyendo los bordes netos nueva creac ión de sentido. Las perifenas: aebldo a su ubícacÍón en
de las delimitaciones de origen, y se avanza nacja la identificación 10Sñ1aj)as .de poder económico, polílIco, cultural y. simbólico,_han
con un «francés» (que he venido empleando aqui a modo de sinéc­
desarro ll~'p una (~lllt,=,ra !l~la_~esignificació_m>' jeJos ~~Qertorios
doque de la cu ltura occ idental universa lizada) sent id o y usado
impuestos por 1 0~~e~_tr5>~ Es una estrategia transgresora desde
como propio, según hacemos en América ·Latina can el caste ll ano.
posic iones de dependencia. Además de confiscar para uso propio,
Es una liberación, porque implica usarlo como venga en ganas, sin
funciona cuestionando los cánones y la autoridad de los paradig­
conflictos ni limitaciones. Y, por cierto, el castellano y el portu­
mas centrales. Según señala NeJly Richard, las premisas autorita­
gués se mantienen más creativos en América que en sus lugares de
rias y colonizadoras son asi desajustadas, reelaborando sentidos,
origen, tanto en la lengua hablada como en la escrita.
«deformando el original (y, por ende, cuestionando el dogma de su
Todas las culturas se «robam> siempre unas a otras, sea desde
perfección), traficando reproducciones y de-generando versiones
situaciones de dominio o de subordinación. Tal es su comporta ­
miento natural como organismos vivos, cuya sa lud depende de su en el trance paródico de la copia»'. No se trata s610 de un desmon­
dinamismo, su capacidad de renovación y su interacción positiva taje de las totalizaciones en el espíritu posmodeIUo, p'ues conlleva
con el entorno . Estas incautaciones a menudo no son «correctas». además la desconslrucción antieurocéntrica de la autorreferencia
Pueden ser adquiridas «sin una comprensión de su puesto y senti­ de los modelos dominantes" y, más allá, de todo modelOCilltura[
do en el otro sistema cultural, y recibir un significado absoluta­ América Latina es el epítome de estos procesos, debido a su
mente di stinto en el contexto de la cultura que recibe»'. Es así problemáti ca relación de identidad-diferencia con Occidente y sus
como suele funcionar la apropiaci ón intercu ltural, pues lo que in­ centros, en virtud de la especificidad de su historia co lonial. La
teresa es la productividad del elemento tomado para los fines de «antropofagia» cultural consciente y selectiva, proc lamada por los
quien lo apropia, no la reproducción de su uso en el medio de ori­
gen. Tales incorrecciones suelen estar en la base de la eficacia cul­ I Ci t<ld o por Ana Maria de Moraes Belluzo en conversacl6n con el autor.
tural de la apropiación, como el uso absolutamente ignorante yex­ a Nell y Richard. «Latinoamerica y la postmodernidad: la crisis de los origi·
nales y la revancha de la copi an, en su La eslrat{{icacu)n de los márgenes, San ­
liago de Chile, 1989, p. 55.
~ 80ris Bern'\tein. «A lgunas consideraciones en relac ión con el problema , Ídem.
"arte y etnos"»), O -iterios, La Habana, n,Q 5- 12, enero dI,,; I 983 -dlclembre de 198.4, 10 Nelly RiChard.. «Lat inoaméri ca y la pO'4modcrnidad»), Revista de Crítica
p. 267. Cultural, Santi ago de Chile, n.o 3, abril de 199 1, p. 18.
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ROBANDD DEL PA STEL GLOBAL 65

modernistas brasileños en los años veinte, ha si do \Ina constante duda un planteamiento ideológico: enfatizaba la energía de las cul­
de los modernismos latinoamericanos · - curiosamente pre-posmo­ turas dominadas aún bajo condiciones extremas, como en el caso
derna- . Las tensiones de los prefijos subrayan lo intrincado de de los esclavos africanos en América . Esto era encapsulado en una
esta madeja cultural en un ámbíto de por sí heterogéneo y fragmen­ sola palabra, cuya concentración semántica señala una reafirma­
tario . La «antropofagia» tampoco es un programa tan fluido corno ción cultural de lo subalterno, y a la vez propone una estrategia
parece, pues no se lleva adelante en un terreno neutral sino some­ cultural desde su paradigma .
tido, con una praxis que aSume tácitamente las contradicciones de Pero otro problema es que el flujo no puede quedar siempre
la dependencia y las «deformaciones» postcoloniales. ¿Quién come en la misma dirección Norte-Sur, según impul sa n la estructura de
a quién? Los artistas latinoamericanos han complejizado al máxi­ poder, sus circuitos de difusión y el acomodamiento a ellos. No
mo las implicaciones envueltas en la cita y apropiación transcultu­ importa cuán plausible sea la estrategia apropiadora y transcul­
ral es. Algunos, como Juan Dávila y Flavio Garciandía, han llega­ turadora, implica una acción de rebote que reproduce aquella es­
do a dedicar sus obras a explorarlas cínicamente. tructura hegemónica, aunque la conteste y aún llegue a valerse de
Los latinoamericanos hemos sufrido complejos de cop iones, ella a la manera de esas artes de combatir sin armas que aprove­
provincianos y europeos de segunda . Simón Rodríguez, maestro chan la fuerza de un contrario más poderoso. Es necesari o también
de Simón Bolívar y uno de los primeros pensadores postcolonia­ invertir la corriente. No por darle la vuelta a un esquema binario
les, se lamentaba hacia 1840 de lo atraídas que se sentían las nue­ de transferencia, desafiando su poder, sino por contribuir a plura­
vas repúblicas hacia todo lo que viniera de Europa o Estados Urti­ lizar para enriquecer la circulación en un sentido verdaderamen­
dos. «Ya que tratan de imitar todo -<lecía- , ¿por qué no imitarán te global. Las reconversiones que podamos hacer de la coca-cola
la originalidad?»". Ahora la conciencia posmoderna nos ha hecho - una de las mejores es tomarla con ron, hielo y un poco de li­
pasar de copiones a sutiles transgresores y trasvasado res de senti­ món, un trago que, significativamente, se llama «cuba libre», aun­
do, desarrollándose una teoría de la apropiación como afirmación que en la isla ahora se le dice «mentirita» no confrontan, sino
cultural antihegemónica. más bien incrementan, aunque plurali zándo la dialectalmente, la
Estos discursos tienen un venerable ancestro en el etnó logo difusión mundial de este símbolo de la cultura «intelllacionab>. Es
cubano Fernando Ortiz, InventOr (lel voca-blD «transculturacióm>" preciso que también se globalicen la chicha, e l guarapo, el pulque
-transculturatfOn), queenfatiza el «torna y daca>~!esente en toda o el vino de palma. Pero otro problema es que qui zás entonces de­
rclac ión mtercultimiT. Aunq ue erpapér activo deTreceptorde ele­ jen de ser tan buenos corno son ahora .
mentos exteliores --quien los selecciona, adapta y renueva, según Muchos son los vericuetos de la diferencia y el descentramien­
hemos venido discutiendo- habia sido apuntado hacia tiempo pr to en este orbe supuestamente global, regido por el fundamentalis­
la antropología, la proposición del nuevo término por Ortiz intro­ mo del mercado y la competencia. Hoy la cultura constituye un
campo de tensiones de posguerra fria, donde tiene lugar un pulso
entre fuerzas sociales hegemónicas y subalternas. Más allá, los
11 Simón Rodríguez, «Luces y virtudes sociales» , Inventamos o erramos, factores etnocultur~es ,,~tán adqCli,:i!::.ndo_ mayor im)Jortanci~ eñe!
C"rac"" 1988, p. 90.
entramado social, la reconfiguración del p_oder yJaJ1Q!i!ica inter­
.; Fernando Orliz, Conrrapunteo cubano deltahaco y el azúcar, , a Habana,
1940 (publicado en inglés en Nueva York por A A. Knopf en 1947). Este neolo­ n3clonal. Como-ha 'aáaTizado un fibra reciente, los alineamientos
gismo fue sa ludado por Bron islaw Malinowski. en su prólogo al libro de Onú. y de f1l1idos por la ldeología están cedlendo camino aaquéllos defi­
por Melville J. Heskovits, Man and his Works . The Sciellc(! o/Cultural Anlhropo­ nidos poi'l¡¡C¡¡ftura IJ 'S'étrata oeUñi¡suerte dé« 'ñeotribalism(m
logy , Nueva York, 1948, sin que ninguno de ellos pasara a emplearlo. al conside ­
rar qu e el vocablo usual, «8culturación», correspondía al mismo concepro y no
posmoderno, sorprendente en la época de laglohalizacIón y la
reamIad virtual, y a las puertas del año 2000.
poseía carácter etnocénlrico. El término «tran sculturación» disfruta un uso gene­
rali zado en caste llano y está entrando tardíamente al inglés por via de los cultural
SIIfe/ies, tomado del erílico lüerario uruguayo Ángel Rama , TraJ1sculturación na­ 1) Samucl P . Huntington, The Llash 01 Civili=a fions and Ihe Remaking o/
rrativa y novela I(¡(jnoamericana, México, 1982.
World Order , Nueva York, 1996.
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L1 debate cultural ha devenido espacio de lucha política, tanto paradigmas de los procesos de apropiación, resignificación, trans­
en lo simbólico como en lo social. Aquélla se empeña entre la asi­ territorialización e hibridac ión cu ltural propios de nuestros dias.
milación, e l lokenismo , la rearticulación de las hegemonía s, la Artistas como Guillermo Gómez-Peña" han establecido la cultura
afirmación de la diferencia, la crítica al poder y las apropiaciones fronteri za como núcleo tropológico de sus obras, proyectandola a
y resemantizaciones hacia todos lados, entre otras tensiones. Si manera de alegoría de la posmodernidad, la globalización, y sus
bien el estimu lo al pluralismo es un rasgo básico de la posmoder­ eclecticismos pluri culturales. Pero aquellos paradigmas corren el
nidad, los descentramientos implícitos pennanecen bajo el control riesgo de convertirse en un relato de armonización de lo diverso,
de centros que se «autodescentram> en una estrategia lampedusia­ aplanando contradicciones y enmascarando enfrentamientos de in­
na de cambiar para que todo quede igual. El poder no busca hoy tereses.
reprimir O homogeneizar la diversidad, sino controlarla. Pero la es­ Hay un ciel10 optimismo posmodemo en este s~nti~o, que se
trategia misma responde a un repal10 de fuerzas di ferente, y los observa. por ejemplo, errl a antropQ!ogi!l..!ec i~nte. Puede resultar
grupos en desventaja ejercen cada vez una presión e infiltración fortificante, pero también acomodaticio. Categorías clave como
má s activas. Hay estos aspectos y otros resultado de la nueva ex­ «apropiacióm>, «postnacional», «d-escentramientm), «sincretismo»,
pansión económica de los centros. «rearticuf'ación», «negociacióll», «comunidad», «desterritorializa­
Se ve tanto en las readaptaciones culturales que hacen los sec­ cióll» y «transculturacíóll» tienden a usarse en forma demasiado
tores y cu lturas subaltemos y periféricos, como en la heterogeni­ afirmativa, sin sufiCIente critIca nacla enas nllsmas. ESta además
zación que los inmigrantes están produciendo en las megalópo lis la tendenCia tngenua de pensar1agloña tízación en términos de un
·contemporáneas. Hay mucha y muy diversa gente haciendo «in­ orbe transterritorial de contactos en todas direcciones. En realidad,
correcta» y desembarazadamente la metacultura occidental a su las conexiones se producen dentro de esquemas radiales alrededor
propia manera, deseurocentralizándola en fonna plural. Lo que lla­ de los ejes de poder, dejando desconectada entre sí buena parte del
mamos pos modernidad es, en buena medida, resultado de la imbri­ mundo, O conectándola de manera indirecta por vía - -y bajo la di­
cación de todos estos procesos contradictorios ". Ellos determinan rección- de centros «autodescentrados». Todo esto puede condu­
además una extraordinaria dinámica de las identidades, con com­ cir a una complacencia en la subaltemidad que inhiba la contesta­
plejas readecuaciones: identidades múltiples, identidades en fomla ción hacia el camb io . Puede mellar el filo crítico de la cultura , al
de cajas chinas, neoidentidades, mezcla de identidades, desplaza­ sentirnos todos participando - falazmente- del pastel global. O
miento entre ellas , (~ uegos étnicos» ... Todos los bordes se vuelven al menos robando algún pedazo.
mutantes y devienen los espacios críticos de nuestra época.
La frontera es uno de los grandes temas de l momento. La glo­
balización, las migraciones, la caída de los murOs y la erección de
otros nuevos, los cambi os en los mapas , las transterritorializacio­
nes de todo tipo, han problematizado la noción mi sma de frontera .
Resulta elocuente que ella es pensada hoy más corno comunica­
ción y porosidad que como pared de contención . Se habla de cul­
tura de la frontera en términos de ósmos·is . Cruzar fronteras fisicas
y mentales es hoy la norma. La frontera y su cu ltura han devenido

l. (rile pOSI·modem phenomenol1 may be JIU' conseqUf!lIce. nOI a descrip­


lion . 01(1 unill'erse realigned by social praxis w¡¡hin hilherlo displaced societies,
necessitattng ;/1 ils lurn a lheory o[ displacenwl1m . Gceta Kapur, «Co ntemporary El guión que a ml'nudo adapta el apellido doble lati noamt!ricano para su
Cu lrural Praclice : So rne Polemical Categories), Third Text, Londres, n.o 11 , ve ra­ 11 \ 0 en Estados Unidos es en sí mi smo una quiebra de rronh.:ra. o el establecimien­
no de 1990,p. t 16. tll dc otra nueva .

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