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Es en el estado de las construcciones donde podemos identificar más fácilmente que existe
un problema de humedad, pues los techos y muros presentan alteraciones, producto del
deterioro interno de las estructuras. Las manchas de agua, el moho, el desprendimiento de
los muros y la descamación de la pintura son indicadores de que existe un exceso de
humedad. Asimismo, en los muebles, la ropa, zapatos, en documentos y libros es posible
detectar que la humedad está causando estragos pues presentan daños y un olor molesto
muy característico de la humedad. Hasta ahora sólo hemos mencionado los daños
materiales que se presentan en entornos en exceso húmedos, sin embargo, consideremos
que la humedad propicia la aparición de bacterias, ácaros, moho y otro tipo de hongos,
agentes causantes de infecciones y de una larga lista de enfermedades respiratorias
encabezada por el asma y la sinusitis.
Por todo lo anterior, los deshumidificadores tienen gran importancia en nuestros días,
tanto en residencias como en grandes industrias. Estos aparatos cumplen la función de
filtrar la humedad del aire para regular el nivel de vapor de agua en el ambiente y de esta
manera garantizar un entorno saludable y seguro. En términos generales funcionan por
ventiladores que extraen el vapor de agua en el aire y lo desechan por el desagüe
devolviendo aire seco. Existen dos tipos de deshumidificadores que se distinguen entre sí
por la manera en que funcionan: los de condensación y los de rotor desencante. Los equipos
de condensación extraen el vapor de agua del aire y lo comprime hasta que se condensa, y
ya en estado líquido lo desechan por el desagüe. Por otra parte, los de sistema desecante
para extraer el vapor utilizan sustancias químicas higroscópicas, por lo regular, gel de
sílice.