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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SANTO

DOMINGO
UASD
FACULTAD DE INGENIERÍA Y ARQUITECTURA

MAESTRÍA ADMINISTRACIÓN DE LA
CONSTRUCCIÓN 2019-2021
ÉTICA PROFESIONAL EN LA CONTRUCCIÓN
MAESTRO: JULIAN ALVAREZ ACOSTA

INFORME LIBRO VII, ÉTICA A NICÓMACO

MAESTRANTES:
ING. JOANNY MARTÍNEZ CRESPO
ING. CRISTINA FELIZ

MIERCOLES 29 DE JULIO 2020


SANTO DOMINGO, DISTRITO NACIONAL
Libro VII: Razón y Pasión. El Placer.

Se señala que hay tres clases de disposiciones en relación al carácter moral:

1. Vicio: hábitos malos o entrega desenfrenada a los placeres.


2. Incontinencia: falta de moderación o control sobre un sentimiento o
deseo.
3. Brutalidad: falta de razón, desequilibrio pasional.

La que se opone al vicio es la virtud, disposición habitual para hacer el bien.


La contraparte de la incontinencia, es la continencia, moderación en la
satisfacción de un deseo. Y frente a la brutalidad se refiere a una virtud heroica
y divina, que está por encima de los hombres.

El libro hace un tratado sobre la incontinencia, la flaqueza y la molicie; así


como de sus antónimos, la continencia y la fortaleza. Expone todas las
opiniones aceptadas sobre estas afecciones y las aborda desde todos los
ángulos.

Se dice que el que se domina es porque mantiene su razonamiento y que


el incontinente sabe que obra mal debido a la pasión, mientras que el que
se domina sabe que sus deseos son malos y no los sigue debido a la razón.
Por tanto el hombre templado tiene autodominio y fortaleza.

Afirma que el hombre prudente no puede ser incontinente, pero otros afirman
que aun siendo hábiles y prudentes, pueden ser incontinentes.

Enfoca que la incontinencia puede presentarse con respecto deseos


específicos, como la ira, la honra, el dinero, entre otros. Sócrates afirmaba
que nadie era incontinente si poseía conocimiento, que si lo era, sería
debido a la ignorancia. Ese razonamiento está en abierta pugna, pues no es
aceptado de modo universal. Unos enfocan este análisis, expresando que el
incontinente se deja dominar por los placeres porque no tiene conocimiento,
sino opinión. No obstante, si ahondamos en esta hipótesis se podría decir que
es perdonable la incontinencia, basados en esta premisa; puesto que la opinión
es una concepción más débil que el conocimiento.

No toda continencia es considerada virtuosa, porque si los deseos son


buenos, la disposición que impide seguirlos sería mala. Tampoco hay nada
admirable si la continencia hace que el hombre se mantenga firme en toda
opinión, debido a que por ejemplo, la opinión se tratara de una falsa; la
incontinencia sería buena si a la persona al repugnarle mentir, no puede
mantenerse contenido y deja expuesta la falsa.
Otro silogismo planteado por los sofistas es que la insensatez acompañada
de incontinencia es una virtud, puesto que por la incontinencia hacemos lo
contrario a lo que pensamos. Y que el que obra y persigue lo placentero
porque lo elige, sería mejor que quien lo hace no por razonamiento sino por
incontinencia.

Se dice que sabe tanto el que tiene conocimiento pero no lo está utilizando,
como el que lo está utilizando; pero nada impide que uno conociendo algo
actúe en contra de ese conocimiento, sumido por las pasiones. El conocimiento
tiene que ser asimilado y esto requiere tiempo.

Los animales no se consideran incontinentes porque no tienen concepción de


los universales, sino recuerdos de los particulares.

La continencia y la incontinencia no son absolutas, por eso uno de los


problemas a resolver es en base a que somos incontinentes. Pues una y otra
tienen sus diferencias en el objeto y disposición de la incontinencia.

Los continentes y resistentes, así como los incontinentes y blandos lo son por
referencia a placeres y dolores. Más de las cosas que producen placer unas
son necesarias y otras deseables.

Placeres necesarios:

 Comida
 Sexo

Placeres deseables:

 La Victoria.
 El Honor.
 La Riqueza.
 El poder.
 Etc.

Recibe el nombre de incontinente aquel que persigue los excesos de las


cosas placenteras y rehúye los de las dolorosas (hambre, sed, calor, frío)
contra su elección y pensamiento. La incontinencia se censura no solo como un
yerro sino como un vicio, ya lo sea en sentido absoluto o parcial.

Los deseos y placeres de cosas honestas y buenas, la gente no recibe censura


por recibirlos, desearlos o amarlos; sino por hacerlo de cierta forma y
excederse.

Se refiere a la incontinencia de manera enfermiza, que se producen por


taras físicas, por costumbres o por naturalezas perversas; como las
personas que comen carne humana, comerse las uñas, las relaciones entre
varones que algunos le sobreviene por costumbre (son violados continuamente
desde niños). Mientras que para los que la causa es la naturaleza, no podrían
llamarse incontinentes, pues lo son debido a enfermedades como la locura o la
epilepsia.

Considera que la incontinencia a la ira es menos vergonzosa que al


deseo. Esto es debido que la ira pareciera obedecer a la razón, aunque la oye
mal. La ira debido al acaloramiento y precipitación, oye, pero no atiende a la
orden y se precipita a la venganza. Porque la razón o imaginación, han hecho
evidente un ultraje o menosprecio, y el afectado se encoleriza al punto como si
razonara que debe combatir semejante cosa. En cambio el deseo, con tal de
que la sensación le indique simplemente que algo es placentero, se precipita a
su disfrute.

El intemperante es aquel que persigue los placeres en exceso con


premeditación. Este, no será proclive a arrepentirse, de modo que es
incorregible, pues el que no se arrepiente no es capaz de corregirse. Por lo
que el intemperante es peor que el incontinente.

No es de admirar que uno sea dominado por placeres o dolores fuertes y


excesivos, pero si es perdonable si lo hace resistiéndose. Contenerse y
dominar no es lo mismo que oponerse; por tanto, es preferible la
continencia a la resistencia.

El vicio no se advierte, la incontinencia sí. El intemperante no se arrepiente y se


mantiene firme en su posición, mientras que el incontinente siente
arrepentimiento, por lo que uno es corregible y el otro no.

Existen los que permanecen firmes en su opinión, a los que llaman


obstinados; en el sentido de que son difíciles de persuadir y que no
cambian fácilmente de creencia. Se parecen a los continentes pero difieren
en muchos aspectos. Por otra parte, son obstinados tanto los testarudos, como
los ignorantes y patanes. Los testarudos lo son en razón del placer y dolor, se
alegran por quedar victoriosos.

No es posible que un mismo individuo sea prudente e incontinente, pues en lo


que atañe el carácter moral, prudente y virtuoso van de la mano. Uno es
prudente no solo por conocer el bien, sino por ser capaces de practicarlo. Y el
incontinente no es capaz de practicarlo.

El impulsivo no es capaz de deliberar. El malvado se atiene a sus leyes pero


leyes malas. Son más fáciles de corregir los que son incontinentes por hábito
que por naturaleza.
Opiniones que se aducen sobre el placer:

 Se dice que la felicidad va acompañada de placer. Pero a unos le


parece que ningún placer es bueno, pues bien y placer no son lo mismo.
A otros les parece que uno son buenos y otros malos; a un tercer grupo
les parece que no es posible que el bien supremo sea el placer.
 El placer no es bueno en absoluto. Porque los placeres son un
estorbo para pensar, porque el hombre prudente persigue lo no doloroso
y no así lo placentero, porque el placer no posee técnica y todo bien
goza de técnica y porque niños y animales persiguen los placeres.
 No todos los placeres son buenos, porque los hay también
vergonzosos y objetos de reproches, porque los hay dañinos y que
producen enfermedades.
 El placer no es el bien supremo porque no es un fin, sino un
proceso de generación.

También hay placeres ajenos al dolor y al deseo, como el placer de estudiar.

El placer es una actividad de nuestro estado natural, no está bien afirmar


que el placer es un proceso, pues no todos son un proceso, ni acompañan a un
proceso; sino que son actividades y fin.

Decir que los placeres son malos porque algunas cosas placenteras producen
enfermedades, es un argumento débil. Nada impide que algún placer sea el
bien supremo porque algunos son malos.

Todos creen que la vida feliz es placentera y enlazan el placer con la


felicidad, porque ninguna actividad estorbada es perfecta, mientras que la
felicidad pertenece a las cosas perfectas. El hombre feliz necesita
adicionalmente los bienes corporales, los externos y la fortuna, para no verse
estorbado por su causa.

El hecho de que todos, animales y hombres, persigan el placer es un


indicio de que, en cierto sentido, él es el bien supremo.

Existe un exceso de bienes corporales y el vicioso lo es por perseguir el


exceso, no los placeres necesarios que todo el mundo se complace con la
comida, el vino y el sexo, pero en la medida de lo conveniente. En caso del
dolor, sucede lo contrario: el hombre evita no su exceso, sino el dolor en
general.

Existe la opinión de que el placer no es bueno porque algunos son acciones


propias de naturaleza viciosa, otros porque son intensos y se producen un
estado de sed que son incapaces de gozar con otros placeres.

En fin, el placer en sí no es malo, malo es el exceso. Pues como humanos


debemos satisfacer los placeres corporales necesarios, tales como sexo y
comida y los deseables tampoco nos dañan en la medida que seamos
continentes a actuar con excesos.

Convertir ciertos deseos en actitudes excesivas y viciosas, destaca nuestras


cualidades salvajes. Como creaturas imperfectas somos proclives a ceder al
deseo, por diferentes razones: costumbres, naturaleza, ignorancia, algunas
razones serán más justificables que otras según el punto de vista de
Aristóteles; y también incidirán en la facilidad de corregir el vicio. Ya que, como
él expone es más fácil corregir el que lo hace por hábito o costumbre que el
que lo hace con conocimiento, solo por incontinente.

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