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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SANTO

DOMINGO
UASD
FACULTAD DE INGENIERÍA Y ARQUITECTURA

MAESTRÍA ADMINISTRACIÓN DE LA
CONSTRUCCIÓN 2019-2021
ÉTICA PROFESIONAL EN LA CONTRUCCIÓN
MAESTRO: JULIAN ALVAREZ ACOSTA

INFORME LIBRO III, ÉTICA A NICÓMACO

MAESTRANTE:
ING. ADERLY EMILIO GUTIÉRREZ
MARTÍNEZ
MIERCOLES 29 DE JULIO 2020
SANTO DOMINGO, DISTRITO NACIONAL
El libro III de Ética a Nicómaco (Aristóteles), trata sobre la responsabilidad moral del
individuo y de entrada hace una distinción entre acciones voluntarias, involuntarias y no
voluntarias. Comienza evaluando la ignorancia de las circunstancias para seguir tratando
sobre el propio concepto de «elección»; y sobre el de «deliberación» que la elección
presupone.

¿Porque Aristóteles invierte tanto tiempo en definir cuales acciones son voluntarias,
involuntarias y no voluntarias?, la razón fundamental es que para que pueda existir la ética
debe haber un presupuesto de base de que somos libres, es decir, que, si nosotros no fuésemos
capaces de tomar nuestras vidas en nuestras manos de una manera elemental para la toma de
una decisión voluntaria, entonces no habría libertad autentica, tampoco habría
responsabilidad alguna sobre esa decisión y, por consiguiente, no habría ninguna
problemática ni ética ni moral ante dicha situación (porque no podríamos ser juzgados por
algo que no hemos hecho de forma consiente).

Entonces, si existe la ética y si existe la moral es porque hay acciones que son voluntarias,
pero no todas las acciones humanas son voluntarias. Es por ello que Aristóteles comienza
este libro no. 3 definiendo lo que son las acciones involuntarias, que como su nombre lo
indica, son aquellas que se llevan a cabo sin que nosotros nos las propongamos, sino que de
algún modo la vida nos lleva a hacerlas. Un ejemplo de éste, es el que nos pone Aristóteles
(como cuando el viento nos arrastra), es decir, aquellas cosas que yo hago pero que en
realidad soy conducido hacia ello, son las llamadas acciones involuntarias o (inconscientes).

Otro tipo de acciones son las no voluntarias, las cuales solemos confundir muy a menudo con
las acciones involuntarias. Las acciones no voluntarias son aquellas que hacemos
conscientemente, pero que lo hacemos porque una fuerza externa nos obliga, un ejemplo de
éste tipo de acción es cuando una persona es llamada a realizar un determinado acto, el cual
no quiere hacer, pero es presionado bajo alguna amenaza. Aunque parece confuso, dicha
acción no es voluntaria porque el agente no quería hacerlo, pero tampoco es involuntaria
porque hay cierto grado de decisión en dicha acción. Ahora bien, ninguno de estos dos
últimos tipos de acciones debe ser juzgadas ni enjuiciables desde el punto de vista moral
porque no podemos ser considerados responsables por dichos actos.
Una duda que suele surgir es si un alcohólico, en estado de ebriedad extrema, ¿es responsable
de sus actos?, muchos dirían que no, otros que sí, pero la posición que fija Aristóteles en éste
capítulo o libro, mas bien, es que el individuo estuvo consciente al momento de tomar la
decisión voluntaria de embriagarse y, por consiguiente, todo acto que cometa bajo ese estado,
es su plena responsabilidad.

Aclarado lo anterior, ya todos podemos saber cuándo somos moralmente responsables y


cuando no. Entonces cuando decimos que Juan Pérez es una buena o mala persona o que lo
que hizo fue una excelente acción, o por el contrario una pésima acción, es porque estamos
asumiendo que es dueño de su acción, que controla dicha acción y que, por ende, es una
acción voluntaria. Y es en ese mismo instante cuando podemos hablar de un problema moral
y por consiguiente podemos pensar que es cuando surge la figura de lo que Aristóteles llama
el hombre prudente.

¿Porque el hombre prudente es una figura modélica?, ¿Por qué el hombre prudente nos sirve
a nosotros para poder tratar de alcanzar nosotros mismos la felicidad? Todo esto se resume
en que básicamente nosotros tenemos que imitar a aquellas personas que, en el ámbito que
nos movemos, en nuestra sociedad, o en el ámbito más reducido de nuestro grupo de amigos,
consideramos admirables, ya que para Aristóteles una persona admirable, lo es por sus
acciones y porque consideramos que sus acciones se conducen a través de la virtud (la cual
es aquella que hace de lo bueno y lo correcto un hábito). El hombre prudente es aquel que
frente a las diversas vicisitudes de la vida sabe cómo reaccionar.

¿Cómo alguien sabe cómo hacer uso de las virtudes en cada una de las situaciones de la vida?
Porque es capaz de ir incorporando (a lo largo de toda su vida, ya que esto toma mucho
tiempo aprenderlo según nos expresa Aristóteles) ir incorporando buenas prácticas y formas
de toma de decisión y de reflexión sobre las acciones en sí mismas que le permiten elegir
bien los fines y que a su vez le permiten elegir bien los medios para acceder a esos fines, es
por ese motivo que son personas que están más cerca de la felicidad y por eso todos los
admiramos.
Es por ello que Aristóteles dice, hay que imitar eso y cuando piensa en eso, trata de
desentrañar cómo se conduce un hombre prudente y es en ese momento cuando determina
que el hombre prudente tiene dos posturas, es decir, dos maneras de moverse que son
fundamentales y es lo que él llama la deliberación y la elección. En ambos casos lo que prima
es cierto enfoque y cierta racionalidad aplicada a la acción.

El hombre prudente delibera y eso quiere decir que, una vez definido cuál es la finalidad de
su acción, es capaz de establecer todo el proceso que lo va a llevar hasta esa meta, lo cual
significa una especie de racionalización de mi vida futura. Aristóteles nos dice que el hombre
es netamente un animal racional y que como tal tiene tendencias pasionales amarrada a los
placeres las cuales nos acercan aún más a los animales. Es por esta razón que Aristóteles nos
dice que si queremos ser personas más auténticamente humanas debemos ejercer nuestra
capacidad de raciocinio al máximo en todo lo que hacemos y debemos aplicar la razón a la
acción. Esa es la esencia de la deliberación, poder aplicar la razón para actuar mejor y poder
conducir mis acciones hacia un fin determinado.

Aplicando el silogismo práctico de Aristóteles, esto sería, definir la finalidad y luego


organizar todos y cada uno de los pasos intermedios (y para eso tengo que observar y tengo
que reflexionar que está a mi alcance, cuales son las estrategias que debo usar para lograr
determinado fin en el mundo en el que vivo), todo eso tengo que poderlo ver y para eso se
debe tener una mente bien amplia que observe cuales son los ejemplos que me circundan y
cuáles son mis límites. Para hacer una buena deliberación primero debo establecer la
finalidad y luego establecer todas y cada una de las metas que debo cumplir para llegar a ese
fin y dichos pasos organizarlos del mas general al más particular de modo que cuando termine
de deliberar, llegando al desglose de trabajo mas mínimo y pequeño, me quede servida la
acción que será mi primer paso a seguir para la consecución del fin deseado. Y esa acción la
hago ahora, la cual me va a permitir desarrollar y dar inicio al camino que me llevará hacia
la felicidad.

Por otro lado, está la elección, y la elección es precisamente la posibilidad de, entre los
distintos modos de vida que puedo elegir, elegir siempre la virtud. Esa sería la elección del
fin.
Aristóteles nos dice que sobre casi todas las formas de actuar que nosotros tenemos, tenemos
tres caminos (dos vicios y una virtud) y dicha virtud va a ser el punto medio, es decir, la justa
medida, porque sobre cada acción puedo encontrar dos extremos viciosos que son los
defectos y excesos, y un centro que sería la virtud. Un ejemplo sería la generosidad, entorno
a esta podemos decir que yo puedo ser tacaño, generoso o puedo ser magnánimo. Y tanto el
ser tacaño como el ser magnánimo, son vicios.

Ser tacaño es un vicio por defecto y ser magnánimo es un vicio por exceso. En cambio, yo
tengo que optar por la justa medida y ser generoso, compartir con los demás y no quedarme
con las cosas y usarlas yo solo, pero tampoco entregar de más porque ese entregar de más me
va a hacer que yo ya no posea lo razonable que debo poseer para poder seguir siendo una
persona generosa.

Otro ejemplo sería la valentía, entorno a esta podemos decir que yo puedo ser cobarde,
valiente o puedo ser temerario. Y tanto el ser cobarde como el ser temerario, son vicios. Ser
cobarde es un vicio por defecto y ser temerario es un vicio por exceso ya que éste en las
batallas se hace matar y al final queda como un héroe, pero en realidad no lo es ya que pudo
haber dado mucho más, si no hubiese sido tan torpe y tan arriesgado. En cambio, yo tengo
que optar por la justa medida y ser valiente.

El hombre prudente es el que sabe elegir el camino de la justa medida, el que no se


extralimita, pero tampoco se queda del lado del defecto. En efecto, en todos los órdenes de
la vida se puede pecar tanto por defecto como por exceso, pero lo que hay que encontrar es
la justa medida porque cuando yo la encuentro entonces yo tengo claro para donde tengo que
ir, tengo el fin de como quiero ser y yo tengo que lograr ese objetivo.

Con la deliberación voy a poder cumplir estos objetivos y podremos alcanzar la virtud y vivir
de acuerdo con la virtud. El hombre prudente está entrenado en la deliberación y en la
elección y es por ello que no tiene que estar todo el tiempo haciendo tantos cálculos en su
accionar, porque en la medida que lo fue haciendo y lo fue desarrollando en su vida por
prueba y error, a su vez fue interiorizando esos pasos por lo que es capaz de hacerlo cada vez
de una manera más espontanea, porque tiene incorporado cómo tiene que actuar un hombre
virtuoso, porque se ha vuelto parte de él y se ha convertido en un hábito bueno, una
costumbre.
Finalmente, resaltar que para Aristóteles la ética tiene que ver con las costumbres, porque
uno tiene que incorporar como un hábito las buenas costumbres y es por eso que dicha forma
de actuar debe salir de forma natural y constante, pero esto es una tarea que suele llevar la
vida entera y que la incorporamos imitando a las personas que uno admira ya que hacen de
la virtud una costumbre voluntaria, es decir, una elección.

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