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Todo está en constante cambio y, desde luego, también la forma en la que nos
comunicamos. Las diferentes organizaciones (empresas, corporaciones, medios de prensa,
etc) han experimentado mejor que nadie esas transformaciones y por eso es que, desde
hace algunos años, se reconocen las siguientes etapas en la evolución de la
comunicación:
Es la forma de comunicación más antigua y básica que existe; aquí el papel del emisor y
receptor están perfectamente definidos. Dentro de esa dinámica, el emisor brinda la
información que le conviene a través de sus medios tradicionales, siendo los clientes meros
receptores pasivos que tienden a confiar en lo que se les dice. En gran parte, esa credulidad
se debe a la falta de fuentes alternativas de información.
Comunicación 2.0
Las nuevas tecnologías (primeras redes sociales, foros, inicios de Facebook, etc) facilitaron
este proceso en demasía, pero aún no estaban lo suficientemente desarrolladas para dar el
siguiente paso. Dentro de este contexto, las marcas lograron afinar sus formas de
comunicación. Por otro lado, los consumidores comenzaron a empoderarse,
logrando que su opinión ganara influencia.
Comunicación 3.0
Características:
Por eso, el tema de la reputación nunca fue tan importante -ni tan frágil- como lo es
hoy. Sin embargo, a pesar de que la comunicación 3.0 demanda demasiado trabajo,
innovación y presión sobre las diferentes empresas y medios, no significa que carezca de
ventajas para ellos. De hecho, gracias a esta revolución comunicativa, se abren una
serie de oportunidades.
Oportunidades:
Por el contrario, si el cliente se indigna con el contenido y con lo que este ofrece, con
bastante probabilidad lo compartirá para difundir una mala fama. En pocas palabras, el
contexto de la comunicación 3.0 es un instrumento que puede convertirse en un
gran aliado o en la peor pesadilla. Todo depende de las estrategias que las marcas
pongan en marcha.