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Estudio Bíblico #9 PADRES E HIJOS
Estudio Bíblico #9 PADRES E HIJOS
Padres e hijos
I. El deber de los padres hacia los hijos.
Introducción
estudios, ellos tendrán una idea bastante clara en cuanto a su vocación. El ejemplo de Abraham,
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7). El padre y la madre deben en todo caso, servir de ejemplos a sus hijos, haciendo la
voluntad del Señor (Prov. 6:20-23; 7:1-5; 1:8, 9). Por ejemplo, cuando se les encarga algo
¿esperamos de ellos perfección? ¿No hemos fallado nosotros mismos en muchas cosas? De
modo que debemos permitirles que tengan faltas, que cometan errores, que fallen sin acosarlos
ni darles la impresión que no serán aceptados a menos que sean perfectos (Efé. 4:2; Col. 3:12-14;
1 Ped. 4:8; 2 Tim. 2.24). Con muy buenas intenciones, los padres tratan de proteger a sus hijos de
tomar decisiones erróneas. Prefieren intervenir antes de verlos sufrir las consecuencias de una
mala decisión.
Aquí es donde todo padre debe usar su sentido común. Dentro de un marco de seguridad
preestablecido, es importante que usted le permita a sus hijos a cometer un error y sufrir las
consecuencias por ello. Un niño al cual nunca le fue permitido cometer errores y no aprendió a
asumir las consecuencias de sus decisiones, nunca se va a atrever a emprender algo nuevo. El
temor a cometer un error va a ser demasiado grande.
Tenemos que enseñarles a nuestros hijos que los errores son parte de la
vida, que hay que aprender de ellos y luego hacer un nuevo intento . El hogar debe
ser un lugar donde el niño crezca seguro. Sin burlas, comparaciones. No es
oportuno de los padres comparar un hijo con otro. Así que sería importante que
los padres debamos reconocer nuestros errores y pedirles perdón cuando hemos
fallado (Stg. 5:16; Mat. 5:23, 24; Prov. 16:2, 21:2).
8). La responsabilidad de los padres en relación a los hijos, no sólo es proveer lo espiritual
(aunque es primordial), sino también lo material, aún para el futuro (Sal. 104:23; 2 Cor. 12:14; 1
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Tim. 5:7, 8; Gén. 3:19; Efé. 4:28; 2 Tés. 3:10; Deut. 8:3; Mat. 4:4). Además, hay algo que
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comúnmente olvidamos en nuestro afán diario. Un tiempo de refrigerio. Es decir, buscar tener
momentos gratos con nuestros hijos, momentos inolvidables. Almacenar en el banco de su
memoria experiencias agradables, le hacen crecer sano, seguro y capaz de disciplinar en el
futuro. Así que se debe buscar tener momentos agradables con nuestros hijos. Ellos pueden
hasta olvidar una buena corrección, pero no olvidaran los momentos más gratos, como un
paseo, una salida, una buena conversación, etc. (Sal. 128; Prov. 5:15-18; Ecl. 3:4; Luc. 15:17-24). Es
bueno tener un tiempo de distracción con los hijos, siempre que se pueda. Preferentemente hay
que buscar ese tiempo. Jesús instruyó a los discípulos que debe haber un tiempo de descanso
del afán del día a día (Mar. 6.31, 32). Los niños, adolescentes y jóvenes también se estresan.
9). Como Dios, Padre Eterno, cuida a sus hijos, así siguiendo el ejemplo, deben los padres
cuidar a sus hijos (Sal. 103:13; Isa. 49:15; Mal. 3:17; Luc. 15:19-24, 32). Además, debemos
libremente comunicarles nuestro amor y aprecio, sin restricciones (1 Cor. 13:1-8, 16:14; Juan.
13:34; 35; 1ª Tés. 2:7, 8). Este amor debe ser manifestado, como por ejemplo en un abrazo, un
beso, un elogio, un regalo (por un mérito, una buena nota, una buena acción etc.).
10). Los padres deben contar de las maravillas de Dios a sus hijos y de su poder (Éxo.
10:1, 2; Deut. 32:45-47).
10). Los padres no deben provocar enojo o ira a sus hijos, sino más bien educarlos en el
verdadero amor de Cristo, el amor cristiano, por medio de sugerencias y buenos consejos
amorosos (Efé. 6:10; Col. 3:21). El escritor de los Proverbios sabiamente dice: “La suave
respuesta aparta el furor, más la palabra hiriente hace subir la ira”. (Prov. 15:1 LBLA). Así que
debemos tomar cuidado con nuestras palabras. Las palabras hirientes pueden causar más daño
que una buena corrección. Que aun que duele al principio, pero después pasa. Sin embargo las
palabras hirientes pueden dejar cicatrices profundas en el corazón de los niños, jóvenes y aun
adultos.
II. ¿Qué tipo de corrección deben los padres dar a los hijos?
¿Manda la biblia castigar?
1). Según la biblia, los padres no sólo deben de proveer educación saludable a sus hijos, tanto
para el diario vivir, como para la vida en Cristo, pero también deben o tienen el derecho de dar
corrección y disciplina adecuadas a sus hijos, cuando se amerite; con el fin de mantenerlos en las
cosas consideradas correctas. Así que:
a). El padre que ama a su hijo, lo ha de disciplinar, corregir desde “temprano” (Prov.
13:24; Heb. 12:4-11). La palabra “castigo” es traducción de la palabra hebrea “Shebet” que
significa vara, o bastón de castigo” (2 Sam. 7:14). Por lo tanto expresa la necesidad da corregir
con “vara” al hijo siempre cuando sea necesario, y hay que hacerlo desde “temprano”.
La palabra “temprano” aquí empleada es traducción de la palabra hebrea “Shachar” que tiene
el sentido de procurar, buscar, procurar temprano o sinceramente.
b). Hay que castigar o corregir al hijo “en tanto que hay esperanza;” es decir, antes que él
venga a hacer algo de que haya de arrepentirse, de modo que se espera que se acumulen males
hechos para después corregir ya puede ser demasiado tarde. Pero nunca debe hacerse el castigo
de modo que traiga violencia y/o muerte (Prov. 19:18, 19).
c). La disciplina, o “vara de la corrección” alejará al hijo del mal camino, pues ya trae en su
interior la maldad ligada a su corazón, pero la buena disciplina y corrección adecuadas harán con
qué el hijo, niño o adolescente, se aparten de ella (Prov. 22:15[ver. Sal. 51:5; Juan. 3:6]). Según el
escritor de Eclesiastés “la adolescencia y la juventud son vanidad” es decir, momentos ilusorios,
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engañosos y las malas decisiones tomadas en esta etapa pueden traer consecuencias
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desagradables para el futuro. “No se dejen dominar del mal genio ni permitan que los deseos de su
cuerpo los hagan pecar. Los peores errores los comete uno cuando está joven” (Ecl 11:10 PDT). Por
lo tanto “la vara de la corrección” es lo ideal para hacer apartar al niño o joven de este mal andar.
d). El castigo con “vara” bien apropiado, no lo matará, por lo contrario alejará su alma de la
condenación, y de la muerte prematura (Prov. 23:13, 14).
El castigo físico, cuando se utiliza con amor y en forma adecuada, es beneficioso para un
niño ya que está en armonía con la naturaleza misma, hay que considerar el propósito de un castigo
menor en la vida de un niño y de cómo aprende él de esto. Supongamos que Lucas, de dos años de
edad tira un mantel y con el viene un florero de rosas que se le rompe en medio de los ojos. De este
dolor, él aprende que es peligroso tirar el mantel al menos que él sepa que hay en él o cuando él
toca una estufa caliente, rápidamente aprende que el calor se debe respetar. Si él vive hasta los 100
años, nunca más va a alcanzar y tocar los espirales rojos y calientes de una estufa. La misma lección
se aprende cuando él tira la cola de un perro y rápidamente lo alcanza la señal de una preciosa
hilera de dientes en su mano, o cuando se sube en una silla y mamá no está mirando y ¡lo descubre
todo acerca de la fuerza de gravedad!
e). La vara y la corrección dan, más bien, sabiduría. Sin embargo el niño consentido, sin
disciplina traerá a su madre vergüenza: “Los azotes y las correcciones llevan a la sabiduría, el niño
que lo dejan hacer todo será la vergüenza de su madre” (Pro 29:15 BLA95). Así que todo castigo
debe ser para corregir y disciplinar, no para causar daño ni físico, ni moral y mucho menos
espiritual. De modo que cuando se haya de infringir castigo, ese se debe efectuar sin tener
cólera ni amargura en el corazón (Ecl. 7:8,9). El castigo, o mejor, corrección, debe ser instructivo,
es decir, decir el motivo o causa por lo cual se está corrigiendo. El castigo en momento de cólera
puede hacer perder la razón y así castigar con violencia, pudiendo causar daño físico, mental o
espiritual. Se debe evitar el castigo en momento de cólera. Santiago dice que debemos ser
“tardos para airarnos” (Stg. 1:19). La ira desmesurada puede permitir que se dé lugar al diablo.
La biblia recomienda “no deis lugar al diablo” (Efé. 4:26, 27). El escritor de Proverbios dice:
“Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que
toma una ciudad” (Prov. 16:32). De ese modo: Los padres, no deben provocar, por el castigo
inadecuado, que sus hijos le tengan cólera o enojo o ira (Efé. 6:4). Significa que no deben
castigar sin darles la razón del porqué del castigo, sino con buen ejemplo y educación correctas.
Es educar con tacto, con sabiduría. No provocar a ira (Col. 3:21). De modo que se lo hace con
amor, amor por el hijo, para que no se pierda, lo estará haciendo en cumplimiento de
mandamiento del Señor (Juan. 14:15; 1 Juan. 4:7, 8). La buena enseñanza traerá al hijo libertad y
salvación (1 Tim. 1:3-5; 3:14-17). El castigo debe ser dado con prudencia, con
habilidad, con entendimiento (Prov. 19:11). En base a eso se puede preguntar
¿En qué parte del cuerpo sería más adecuado corregir al hijo?
Se bebe limitar a las áreas de las nalgas, donde es muy difícil causar un
daño permanente. No creo en el castigo en la cara o en jalones por los brazos.
Debido a éstos, las dislocaciones de hombros son un daño común que se ve en
las salas de emergencia en los hospitales infantiles. Los padres al tirar con rabia
los diminutos por los brazos podrían fácilmente dislocar el hombro o el codo.
Si usted da nalgadas a un niño solo en la parte trasera será menos dañino.
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Al finalizar, dejamos algunos consejos prácticos para poder educar a
sus hijos. Niños, adolescentes o jóvenes.
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I. De los hijos hacia los padres, sus deberes.
Texto bíblico. Mateo. 21:28-31
El hijo instruido en la doctrina, la biblia, será sabio y de bendición para Dios y sus padres.
Es deber de los hijos obedecer a sus padres, honrar y respetar, tanto al padre cuanto a la
madre. Es uno de los diez mandamientos en la Ley de Dios (Exo. 20:12; Deut. 5:16).
1). Se demanda del hijo que guarde las palabras de sus “padres” (padre y madre), el
mandamiento de Dios instruido. Con el fin de que sean su guía y orientación en esta vida (Prov.
6:20-23). Sería sabio de parte de hijo oír la instrucción de sus padres, pues le traerán beneficios
en la vida, antes que amargura y tristeza (Prov. 1:8; {Adorno de gracia: Esta expresión señala el
honor que recibirá el que se aprovecha de la instrucción sabia de los padres. Significa que será
como un adorno para su vida, en que todos podrán mirar. Vida de ejemplo.; Collares: En Egipto
los jueces y oficiales de alta categoría llevaban collares que simbolizaban servicio ejemplar. Así,
los collares de gracia representan las recompensas que tendrán los que obedecen a sus padres,
haciendo caso a sus palabras.} 6:20). La biblia enseña que los padres están para darnos
instrucciones y enseñanzas para el diario vivir, no para causarnos daño (Heb. 12:9).
2). El hijo sabio alegra a su padre… (Prov. 10:31).
3). El hijo insensato trae tristeza y amargura (Prov. 17:21, 25).
4). El hijo que quiere ser bendecido debe obedecer a sus padres y honrarles (Exo. 20:12; Deut.
5:16; Lev. 19:12).
5). El Señor promete bendecir en gran manera a los hijos obedientes. Tendrán una descendencia
bendecida. Un ejemplo fue la familia de los recabitas (Jer. 35:1-19; Jer. 35:18, 19).
6). Un hijo instruido, aun en la vejez, ha de honrar a sus padres (Prov. 23:22). Es, como ya se dijo
anteriormente, deber de los padres enseñar a los hijos en el camino del Señor. Esa práctica
traerá más temprano o más tarde beneficios para la vida de los padres, pues el hijo instruido
será de bendición. En el mismo libro de Proverbios dice: Instruye al niño en su camino, Y aun
cuando fuere viejo no se apartará de él. (Prov. 22:6). La buena instrucción será inolvidable en el
corazón del hijo. Como ejemplo podemos mencionar el hijo prodigo, que aún que se fue de su
casa, no pudo permanecer por largo tiempo fuera de su casa; y cuando las cosas le faltaron, se
recordó de la casa de su padre (Luc. 15:14-21). Ciertamente lo que lo llevó a recordar “la casa de
su padre” fue la buena instrucción que recibió y el amor demostrado por el padre, el cual no se
olvidó el hijo. Por lo tanto es deber del hijo no menospreciar a los padres cuando estos
envejezcan, sino mas bien honrarlos y obedecerles, y aun tratarlos bien (Prov. 30:11).
alguna razón eso no sea posible, de igual modo debe proveer los medios para el mejor cuidado
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1. El hijo que maldijera, o maltratara a sus padres, sea de palabras o de acciones, era digno
de pena de muerte. Por lo tanto no debería vivir (Éxo. 21:15, 17; Deut. 21:18-21). Así que
aquel hijo que maldijera a sus padre o a su madre, “su luz” se apagará en la más densa
oscuridad, es decir, tinieblas: “El que maldice a su padre o a su madre, morirá en la más
espantosa oscuridad” (Prov. 20:20 DHH).
2. La maldición caería sobre aquel hijo o hija que maldijera a su padre o a su madre (Lev.
20:9; Deut. 27:16). Jesús mismo confirmó estas palabras, afirmando que aquel que no
honrara a sus padre o a su madre debería morir, conforme dice la ley (Mar. 7:10; Mat.
15:4). Jesús no rechazó lo estaba escrito, simplemente citó y confirmó lo que estaba
escrito.
3. Maldito el hijo, sea hombre o sea mujer, que despreciare o deshonrare a sus padres
(Deut. 27: 16; Lev. 19.3).
4. Los hijos deben oír y obedecer a sus padres, aun cuando estos lleguen a la vejez. Es pues
importante para el hijo obedecer a sus padres (Prov. 1: 8; 6:20; 23:22; 30:11).
5. Una advertencia: Los hijos desobedientes son un síntoma de una sociedad en decadencia,
de tiempos peligrosos “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán
tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,
vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos…” (2
Timoteo 3:1-5).
6. El que escarneciera a sus padre o a su madre seria maldecido, y debe “perder la visión”;
es decir, andar sin rumbo, ser de corta duración y no prosperará (Prov. 30: 17; Efé. 6: 1-3).
5. Además, se demanda del hijo que guarde las palabras de sus padres (Prov. 6:20-23).
Honrar a padre y a madre significa obedecerles. La orden de obedecer a los padres es tan
antigua como la paternidad. El apóstol Pablo aconsejó a los “hijos” en Éfeso: “obedeced
en el Señor a vuestros padres” (Efesios 6:1). Es interesante notar que en el idioma griego,
la lengua usada originalmente en este pasaje, la palabra “obedeced” (en griego
hupakouo), significa “escuchar”. Ésta palabra se usaba para describir al portero que se
aproxima a la puerta para escuchar cuidadosamente quién toca, y se refiere también a la
capacidad para seguir estrictas instrucciones como las órdenes militares.
En general, la voluntad de los padres debiera ser ley para los hijos. Una obediencia
tal pareciera una obediencia absoluta. Más aun si recordamos lo que el apóstol Pablo
escribió a los creyentes en Colosa; que la obediencia de los hijos a los padres debe ser
“en todo” (Colosenses 3:20). Felizmente, Efesios 6:1 contiene una aclaración: La
obediencia de los hijos a los padres está limitada a lo que es “en el Señor”. En otras
palabras, ningún hijo está en la obligación de obedecer a sus padres cuando lo que se le
pide va en contra de lo que Dios, “el Señor”, nos dice en su Palabra. En tales
circunstancias, vale reconocer que es “necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”
(Hechos 5:29). Nuestra lealtad a Dios, nuestro Padre celestial, está por encima de nuestra
lealtad a los padres terrenales y por encima de cualquier vínculo humano.
Pero el pasaje en Efesios 6:1, ahora la segunda parte, aclara la razón de la
obediencia: “porque esto es justo”. Los padres tienen el derecho de mandar a sus hijos, y
los hijos la obligación de someterse a la voz de sus padres porque, por ley natural,
nosotros tenemos una vida derivada de nuestros padres. Es justo y razonable entonces
que les retribuyamos con la obediencia. La obediencia de hijos a padres es una expresión
de equidad natural.
6. El hijo que quiera ser bendecido, debe honrar y obedecer a sus padres. Ese mandamiento
es el primero que trae en sí mismo, una promesa (Éxo. 20.12; Deut. 5:16; Lev. 19:12; Efé.
6:1-3; Col. 3:20). Honrar a padre y a madre significa cuidarlos. Honrar a padre y a madre es
algo más que portarse bien para que nunca les llegue ningún mal reporte de nuestra
conducta. Jesús abordó a los religiosos de sus días quienes, al parecer, les decían a sus
padres que la ayuda que ellos les daban era a la vez su ofrenda a Dios (Mateo 15:5).
Inmediatamente Jesús les puntualizó que eso era deshonrar a sus padres (vers. 6).
Además de tratar con buenas palabras a nuestros padres y de obedecerlos, hace
falta ir a lo práctico, al tema de su sostén material, particularmente en su tercera edad.
El apóstol Pablo escribió: “Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, ellos deben ser
los primeros en ayudarla en todas sus necesidades, así como ella antes los cuidó y ayudó”
(1 Timoteo 5:4). Pablo invoca aquí el argumento de la remuneración para recordarnos a
los hijos que nuestros padres ya nos pagaron por adelantado lo que nosotros debemos
hacer hoy por ellos.
El Antiguo Testamento nos habla de lo que José hizo con su anciano padre al
mandarlo a traer a Egipto para hacerlo “habitar” y darle en “posesión... lo mejor de la
tierra” y cuidar de él asegurándole su “pan” (Génesis 47:11, 12). No olvidemos que la vida
da vueltas, y que los que hoy sólo somos hijos, después seremos padres. Tales de Mileto
dijo: “El bien que hicieres a tus padres, espéralo de tus hijos”.
7. Dios promete bendecir en gran manera a los hijos obedientes a sus padres. Un ejemplo
de eso es la familia de los Recabitas (Jer. 35:1-19). La obediencia a tus padres protege tu
“vida de ahora”, pero además hará posible que disfrutes de la vida “que ha de venir”,
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llamada “la vida que realmente lo es” o “la vida de verdad” (1 Timoteo 4:8; 6:19; Nuevo
Pá gina
Testamento de José María Valverde). Para la mayoría de nosotros, “la vida de verdad” es
una vida sin fin sobre la Tierra en el nuevo mundo de Dios, que él promete a quienes
siguen fielmente sus mandamientos. Y entre estos, uno de los más importantes dice así:
“Honra a tu padre y a tu madre’; que es el primer mandato con promesa: ‘Para que te vaya
bien y dures largo tiempo sobre la tierra’”. Por tanto, si obedeces a tus padres, serás feliz.
Tendrás un futuro seguro y podrás disfrutar de la vida eterna en un paraíso terrestre
(Efesios 6:2, 3).
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Como parte adicional quisiera gregar unos consejos más, recompilados de un articulo
cristiano.