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El Fruto del Espíritu

Lección 8:
MANSEDUMBRE
Gálatas 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra
tales cosas no hay ley.”

Cuando escuchamos la palabra manso, nos imaginamos a una mamá


que toma a su pequeño hijo de la cuna. Lo sostiene suavemente y le
acaricia su cabeza, lo mueve despacio y lo sostiene sin apretarlo
demasiado.
También podemos pensar en un arqueólogo dentro de una excavación,
desenterrando artefactos paciente y cuidadosamente, con suaves
movimientos de sus delicados instrumentos.
Ahora, imaginemos a la mama agarrando al bebe por la pierna y
sacándolo de su cuna como un bulto de papas. También imaginemos
al arqueólogo tomando una pala y picando la tierra alrededor del
artefacto sin ningún cuidado, aplastando el valioso vestigio de la
historia.
¿Cuál ejemplo describe mejor la forma en que se trata la gente hoy en
día?

Mateo 23:37

Tener estos sentimientos hacia otro ser humano es una muestra de


mansedumbre?

Cristo dijo en Mateo 11:29: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y


aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas”.

La máxima expresión de la mansedumbre es Jesús, sus memorables


palabras “aprendan de mí que soy manso y humilde de
corazón” traspasan las edades y trascienden hasta la misma eternidad
porque Él no cambia.

Cuando fue humillado, torturado y castigado hasta la muerte no


profirió palabras de maldición, no injurió a ninguno de sus
adversarios, no insultó a sus verdugos; aquellos hombres que se
mofaban del Mesías en su estado más débil, crítico y vergonzoso
cuando decían “si eres el Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la
cruz” (Mt. 27.40) no escucharon palabras de resentimiento ni de
amargura como respuesta, al contrario, el Manso y Humilde fue su
intercesor, su intermediario ante el Padre, oró y pidió a Dios perdón
por la manifestación grotesca de ignorancia de esos hombres: “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23.34); Jesús estaba
vacío de orgullo y desbordante en mansedumbre y amor.

Recuerde: La mansedumbre es vivir en sabiduría.!!

Ser manso no tiene nada que ver con ser tonto o dar señales de
debilidad, como muchos lo hacen ver cuando dicen: “soy manso, pero
no menso”. Qué significa? “soy alguien tranquilo, pero no soy alguien
tonto de quien puedes aprovecharte”, esas palabras se dicen de esa
manera para hacer saber a las personas que no se pueden aprovechar
de su actitud pacífica y amable.

Quizá ese dicho puede venir de alguien donde el Espíritu Santo no


habita, pero esas palabras no deberían de proceder de un cristiano, si
así ha sido, este un buen momento para corregir.

No hay insensatez alguna en la mansedumbre. Nadie es tonto porque


es manso, al contrario, el que es sabio será manso, y ser manso siempre
será una actitud de sabiduría, y también humildad.

La mansedumbre no es debilidad de carácter, al contrario, una persona


que no reacciona de manera violenta o airada posee un carácter fuerte
que antepone la virtud ante el deseo carnal. ¿Es fácil responder con
mansedumbre?

Cuando actuamos con mansedumbre cedemos por amor hacia los


demás, actuamos en beneficio de otros porque la mansedumbre es lo
opuesto a los arranques de ira, la impulsividad y el trato áspero y
tosco hacia las demás personas.

Hechos 17:23

Proverbios 15:1
“La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el
furor”.

Ser manso de corazón, es aplicar humildad a mi vida..!!


El Fruto del Espíritu
Lección 8:
TEMPLANZA
Gálatas 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra
tales cosas no hay ley.”

Imagine a una niña haciendo berrinche y lanzando sus juguetes por


todos lados sólo porque no obtuvo lo que quería.
Ahora avancemos 20 años e imaginemos a la misma niña gritándole a
su jefe (pronto exjefe) por hacerla reescribir un informe. Ésa sería la
versión de la niña sin dominio propio.

La templanza o dominio propio es la fuerza interior que controla


nuestras pasiones y deseos.

El no saber controlar nuestro temperamento nos puede meter, muchas


veces, en problemas que a veces tienen consecuencias lamentables.

El origen de la palabra proviene del latín temperantia, y tiene que ver


con moderar algo en su temperatura. Coincidentemente, la
temperatura del cuerpo se eleva cuando nos enojamos; muchos
expertos proponen muchos métodos para lidiar con el enojo, y
controlar la ira.

Aunque el enojo y la ira son emociones completamente naturales


(Ef. 4:26) la Biblia nos llama de manera tajante a no pecar al estar
enojados.

¿Cuándo fue la última vez que, al estar enojado, dijiste algo que aún
hoy lamentas? ¿O Cuándo fue la última vez que, airado, hiciste algo
que te acarreó consecuencias que se hubiesen podido evitar?

Genesis 4:6-8

Para el cristiano, la templanza es algo que él sólo no puede obtener.


Es más que autocontrol. Es más que controlarse a sí mismo. Es más
que la abstención de lo que no conviene. Es más que una vida en que
uno se priva de los placeres físicos y materiales. Tal vez algo de eso
resulte de la templanza, pero no es templanza.
Templanza para el cristiano es ser controlado NO por mí mismo,
sino por el Espíritu Santo. Es vivir de tal forma que su vida entera
está bajo la dirección y el dominio del Espíritu Santo de Dios.

Mateo 26:52-54

La templanza no es algo que se obtiene en un momento dado, con una


decisión o una determinación. No es ponerse a “dieta” ni seguir los
doce pasos de “Alcohólicos Anónimos”. No es decidir dejar de hacer
lo que uno sabe que no le conviene. Es entrar en compañerismo con
el Espíritu Santo de tal forma que se desarrolla un deseo de ser
controlado en todo lo que se hace por Él. Es llegar a cansarse de los
fracasos de “voltear una hoja nueva”, “comenzar de nuevo”, y
comenzar a sujetar y someter los deseos, los apetitos, y las decisiones
a Aquél que todo lo sabe.

A causa de nuestra naturaleza caída, pecaminosa, todos somos débiles


o incapaces de controlar nuestros apetitos carnales. Por eso Dios el
Padre se encargó de incluir la templanza en la lista del fruto del
Espíritu. Todos necesitamos que Dios controles nuestras vidas y
nuestras personalidades si tenemos cualquier esperanza de vivir una
vida limpia y pura al punto que Él pueda bendecirnos y usarnos como
Él quiere.

Lucas 4:1-4

La clave de la templanza es la misma que todas las otras cualidades


en esta lista del Fruto del Espíritu: sumisión. Yo no puedo
controlarme. Yo no puedo amar como debo amar. No puedo tener
gozo en medio de la pérdida o la decepción. No puedo producir la
paz que sobrepasa todo entendimiento. EL único que puede producir
esto en mí es el Espíritu Santo de Dios. Pero para que Él obre en todo
esto, tengo que someterme a Él.

Dios me da a escoger: puedo luchar y batallar en la fuerza de mi


poder, y fracasar. O puedo rendirme al Espíritu Santo, privarme de
controlar mi propia vida, ponerme bajo su dominio, solar las riendas
de mi vida, de mi futuro y de mis decisiones a El, y triunfar.

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