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Principios básicos de liderazgo.

La Iglesia necesita buenos líderes: hombres y mujeres que cuiden el rápido desarrollo de la Iglesia;
hombres y mujeres que dirijan los asuntos y mantengan el orden de la Iglesia establecida por el
Señor; hombres y mujeres que ayuden a otros a guardar los mandamientos; hombres y mujeres
que apoyen firmemente la causa de la verdad en todo el mundo.

Los líderes de la Iglesia que continuamente luchan por hacer de éste un mundo mejor mediante el
vivir y el enseñar los principios del Evangelio tienen el derecho de recibir conocimiento e
inspiración. Cuando somos dirigidos por tales líderes, nuestro hogar, nuestra familia, nuestra
comunidad y nuestra nación se fortalecen. Es nuestro deber, como poseedores del sacerdocio,
prepararnos para llegar a ser esta clase de líder inspirado, porque nuestro liderazgo puede afectar
a muchas otras personas durante toda su vida.

El obispo Victor L. Brown expresó su gratitud por los líderes que él tuvo en su niñez. Dijo lo
siguiente:

“Recuerdo con cierta claridad la emoción de repartir la Santa Cena cuando era diácono en el Barrio
Cardston 2, de la Estaca Alberta, Canadá.

“Recuerdo que consideraba un gran honor el participar en un servicio tan sagrado. Recuerdo
vívidamente que mis padres me enseñaron que mis manos y mi corazón debían estar limpios y
puros a fin de que yo fuera digno de participar en esta ordenanza.

“La más sublime de todas las lecciones fue el ejemplo que me dieron mis padres. Después le siguió
el ejemplo de mi asesor del quórum de diáconos, que era también mi maestro scout; [él] fue el
ejemplo de lo que deben ser los líderes de los jóvenes. Cada joven que estuvo bajo su dirección
sintió su gran amor; su influencia no se limitaba únicamente al domingo por la mañana o el martes
por la noche; se podía sentir durante toda la semana. Siempre estaré agradecido a mi asesor de
diáconos por las lecciones de la vida que me enseñó cuando yo era un diácono de doce años,
lecciones que me han ayudado desde aquel entonces hasta la actualidad” (véase “El Sacerdocio
Aarónico, un fundamento seguro”, Liahona, enero de 1973, pág. 37).

¿Cuáles son los líderes por los que el obispo Brown sintió gratitud?

Para ser un buen líder, debemos comprender el Evangelio y vivirlo. Mientras más lo entendamos y
vivamos, mejor preparados estaremos para cumplir con nuestros llamamientos de liderazgo en la
Iglesia. La Iglesia y el mundo necesitan hombres de integridad que se enfrenten a los problemas
con disposición y veracidad. Nosotros debemos ser esa clase de hombres.

Piense en las siguientes preguntas:

 ¿Qué estoy haciendo a fin de prepararme para recibir llamamientos de liderazgo?

 ¿Qué clase de líder soy ahora?

 ¿Qué clase de influencia tengo sobre otras personas?

 ¿En qué consiste el liderazgo? (Es la habilidad para ayudar a otros a alcanzar algo. Dé a la
clase unos minutos para responder a esta pregunta.)
¿Qué es un líder?

Muestre la ayuda visual 20-a, “Los líderes de la Iglesia son los buenos pastores del Señor”.

El élder Bruce R. McConkie declaró lo siguiente:

“La casa de Israel es el rebaño escogido del Señor, y quienes son llamados para cuidar de las ovejas
son los pastores del Señor. Quienquiera que sirva en cualquier responsabilidad en la Iglesia, en la
que él sea responsable por el bienestar temporal o espiritual de cualquiera de los hijos del Señor,
es un pastor para esas ovejas. El Señor los hace responsables por la seguridad (salvación) de sus
ovejas. (Ezequiel 34.)” (Mormon Doctrine, pág. 710).

Un verdadero pastor dirige sus ovejas; va delante de ellas, guiándolas; ellas conocen su voz y le
siguen; él conoce y ama a cada una de ellas y está siempre alerta ante los peligros que puedan
acercarse y las protege de ellos. (Véase James E. Talmage, Jesús el Cristo, pág. 440.)

Tal como un pastor verdadero, un líder es alguien a quien los demás siguen. Él va adelante
mostrando el camino, lo que significa que no solamente vive los principios que enseña, sino que
también entiende y responde a las necesidades de otros; además, puede comprender lo que se
debe hacer para resolver los problemas. Fija metas razonables y planea cómo alcanzarlas e inspira
a otros con objeto de que ellos hagan su parte para alcanzar las metas; evalúa sus hechos y los de
sus seguidores y sugiere formas de mejorarlos.

Un buen líder inspira a otros para que cumplan con su parte; él los acepta y respeta; escucha sus
sugerencias; los alienta para que participen. Es bajo esta clase de líder que los demás se sienten
motivados para trabajar y llevar a cabo sus propias asignaciones.

El presidente Harold B. Lee explicó la naturaleza del verdadero liderazgo. Hablando de la época en
que él pasó a ser Presidente de la Iglesia, el presidente Lee declaró: “Por alguna razón, la impresión
que tuve fue, simplemente, que el único registro verdadero que se podría hacer de mi servicio y de
mi nuevo llamamiento sería el registro que yo escribiera en el corazón y en la vida de aquellos con
quienes habría servido y trabajado dentro y fuera de la Iglesia” (véase “Siga adelante el Reino de
Dios”, Liahona, mayo de 1973, pág. 12).

Las cualidades de un buen líder

Cuando aceptamos posiciones de liderazgo en la Iglesia, ayudamos en la obra de nuestro Padre


Celestial. Por lo tanto, tenemos que permanecer muy cerca de Él. Si somos obedientes y le
servimos con nuestra mente y nuestro corazón dispuestos (véase D. y C. 64:29–34), el Señor nos
ayudará a tener éxito en nuestros llamamientos.

El Señor reveló en las Escrituras las cualidades que forman un buen líder.

Pida a un miembro de la clase que lea D. y C. 121:41–45.

¿Qué cualidades de liderazgo identifica el Señor en este pasaje? (Haga una lista de las respuestas
en la pizarra.)

Tal como lo indica este pasaje de las Escrituras, los líderes deberán tener las siguientes cualidades:

La persuasión
La persuasión es tratar de convencer a otras personas para que hagan algo. Es lo opuesto a
ordenarles o forzarlos a hacer algo. Un líder del sacerdocio demostró persuasión cuando tuvo
dificultades en conseguir que un maestro orientador cumpliera con su asignación. El líder invitó a
este maestro orientador a su casa y escuchó sus problemas; entonces, calmadamente, le explicó
que las cinco familias quedaban totalmente “aisladas” de cualquier comunicación con el obispo
cuando él no cumplía con sus obligaciones de maestro orientador. Él le explicó a este hermano que
si éste no deseaba hacer el trabajo, otro podría ser llamado para que lo reemplazara y puntualizó,
sin embargo, que él quería que cumpliera con su asignación. Como consecuencia, el maestro
orientador respondió positivamente a la persuasión y mejoró en gran manera su trabajo.

La longanimidad

El líder hará uso de la paciencia cuando trabaja con otros. Un obispo, por ejemplo, explicó
recientemente que deseaba relevar a una hermana de su llamamiento porque no estaba haciendo
un buen trabajo. En lugar de relevarla, sin embargo, la llamó a su oficina y conversó con ella, y así
comprendió que ella simplemente no sabía lo que debía hacer. Después de enterarse de todo lo
relacionado con su llamamiento, aceptó la responsabilidad y mejoró su trabajo.

La amabilidad

Ser amable significa ser considerado. Es tratar los sentimientos de los demás con ternura; es amor.

La mansedumbre

La mansedumbre es la cualidad de ser enseñable y de poseer una mente abierta. Los mansos están
dispuestos a progresar; y, debido a que tienen la disposición de aprender, pueden ganarse el amor
y el aprecio de los demás y buscan la guía y la ayuda del Señor.

El amor no fingido

El amor no fingido es el amor sincero; es el sentir verdadero interés por los demás y se refleja en
expresiones tales como: “Me importan mucho sus sentimientos”; “comprendo lo que ocurre”;
“¿qué puedo hacer para ayudarte?”.

La bondad

Un líder bondadoso es el que trata a las personas con respeto, se esfuerza por conocerlas y es
sensible a sus necesidades. Cuando aconseja a aquellos a quienes sirve, toma el tiempo que se
requiere para prestarles atención, haciéndolo con cada persona en forma privada (en algunos
casos será necesario fijar una cita para disponer del tiempo necesario). La bondad es una
expresión de amor y una forma sincera de mostrar que la persona nos importa.

La caridad

Un buen líder debe demostrar caridad, que es el amor puro de Cristo, para con todas las personas.
Este amor comprende el sacrificarse por el bienestar de los demás.

Pida a un miembro de la clase que lea Moroni 7:44–48.

¿Qué cualidades de liderazgo puede identificar en este pasaje de las Escrituras? (Agréguelas a la
lista que ya se encuentra en la pizarra.)
Un padre, que enseñaba a sus hijos para que llegaran a ser buenos líderes, les dijo:

“Aprendan a dirigir, aprendan de los Profetas y del Príncipe de Paz; comiencen con ustedes
mismos. No dependan de otros. Sean firmes, levanten su frente en alto como si fueran verdaderos
hijos de Dios, porque en verdad lo son. Caminen entre los hombres como poseedores de poderes
más allá de los propios, porque en verdad los tienen mediante el sacerdocio. Actúen sobre esta
buena tierra como si fueran compañeros del Señor, lo que en realidad son, para ayudarle a llevar a
cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre. Caminen silenciosamente… pero sin miedo,
llenos de fe. No dejen que los malos vientos los lleven de aquí para allá; caminen como líderes que
poseen el sacerdocio en el gobierno de Dios; caminen con manos listas para ayudar, con corazones
llenos de amor para con sus semejantes; pero caminen con firmeza en la rectitud” (Wendell J.
Ashton, “Unchanging Principles of Leadership”, Ensign, junio de 1971, pág. 58).

Las responsabilidades del liderazgo

Si queremos llegar a ser buenos líderes, debemos hacer lo siguiente:

1. Aprender nuestros deberes

El Señor nos ha instruido a los que poseemos el sacerdocio que aprendamos los deberes de
nuestros llamamientos. Después, él nos pide que pongamos en práctica los deberes de nuestros
oficios. (Véase D. y C. 107:99.) Podemos aprender nuestros deberes mediante el estudio de las
Escrituras, de los manuales y de los libros que provee la Iglesia. Podemos conversar con los que
tienen el mismo cargo que nosotros tenemos o con quienes hayan servido anteriormente en tal
puesto; también debemos asistir a las reuniones de liderazgo y a las entrevistas personales.
Debemos orar y a veces ayunar con el fin de solicitar la ayuda que necesitemos para aprender
nuestros deberes.

2. Cumplir con nuestra mayordomía

La mayordomía incluye dos partes:  La delegación de la autoridad y la responsabilidad personal.

a. Delegación de la autoridad

Como líderes debemos aprender a delegar la autoridad a los demás. Esto nos dice que cuando le
damos una responsabilidad a otra persona para que lleve a cabo una tarea bajo nuestra dirección,
le permitimos que haga el trabajo y no hacemos el trabajo por ella.

El presidente Harold B. Lee dijo una vez: “Déjenlos hacer todo lo que esté a su alcance mientras les
observan de lejos y les enseñan la manera de hacerlo, que allí yace el secreto del progreso, el
asignar responsabilidades y luego enseñar a nuestra gente cómo llevar a cabo esa responsabilidad”
(citado por N. Eldon Tanner, “Dirigid como el Señor dirigió”, Liahona, enero de 1978, pág. 3).

Un líder ayuda a quienes se encuentran bajo su dirección a comprender la importancia del


llamamiento que tengan. Dirigir no significa mandar indiscriminadamente; es, por el contrario, dar
ayuda y dirección; es inspirar y alentar a aquellos a los cuales hemos dado responsabilidades.
(Véase Mateo 23:11.)

b. Responsabilidad personal
El Señor ha dicho: “…porque el Señor requiere de la mano de todo mayordomo, que dé cuenta de
su mayordomía, tanto en el tiempo como en la eternidad” (D. y C. 72:3). Cuando le damos una
asignación a alguien, debemos definir claramente la responsabilidad de la asignación, dejándolo
libre después para completar la asignación en la forma que él lo considere adecuado. Sin embargo,
debemos darle una fecha específica en la que tenga que darnos un informe de su progreso.

Este tipo de informe, o el dar cuenta de nuestra mayordomía, siempre debe hacerse con nuestros
líderes. En la Iglesia esto se hace mediante la entrevista personal; en ella los líderes pueden dar
consejo y evaluar cuán bien se llevó a cabo la tarea asignada. No obstante, al hacerlo, el líder debe
mantener siempre una actitud positiva y el deseo de ayudar.

La manera de cumplir con una mayordomía es: (1) damos una asignación; (2) permitimos que el
individuo la lleve a cabo; (3) brindamos la ayuda necesaria; (4) recibimos su informe; y (5)
evaluamos y elogiamos los servicios que esta persona ha prestado.

3. Llegar a ser buenos padres

El papel de liderazgo más importante que tenemos es el de ser padres. Al instruir a los padres
acerca de la forma en que deben conducir a su familia, el presidente Joseph Fielding Smith dijo:

“Padres, si queréis que vuestros hijos… amen la verdad y la entiendan, si deseáis que os obedezcan
y se unan a vosotros, ¡amadlos!; mostradles que los amáis con toda palabra o acto relacionado con
ellos… cuando les habléis, no lo hagáis con ira; no lo hagáis ásperamente con un espíritu
condenador. Habladles con bondad… Suavizad sus corazones; procurad que se enternezcan hacia
vosotros. No empleéis el látigo ni la violencia, más bien… razonad; tratadlos con la razón, con la
persuasión y con amor sincero” (Doctrina del Evangelio,  pág. 310).

4. Apoyar a nuestras autoridades

Uno de los aspectos fundamentales de un buen líder es el de ser un buen seguidor; todo buen líder
aprende a seguir a aquellos que tienen autoridad sobre él. Los buenos seguidores se ganan la
confianza tanto de sus líderes como la de quienes ellos dirigen. Siempre debemos apoyar a
nuestros líderes, aceptando y cumpliendo con las asignaciones que ellos nos dan.

¿Quiénes son nuestros líderes? (Padres, maestros, directores de grupo, presidentes de quórum, el
obispo o el presidente de rama, el presidente de misión o de estaca y las Autoridades Generales de
la Iglesia.)

Dé su testimonio acerca de alguien que usted considera que es un gran líder.

Conclusión

Para magnificar nuestros llamamientos en el sacerdocio, debemos desarrollar nuestras aptitudes


de liderazgo. Muchas veces observamos a nuestros líderes y pensamos que nacieron con esas
habilidades, pero la verdad es que ellos también desarrollaron este talento en la misma forma en
que nosotros debemos hacerlo. La obediencia a los mandamientos de Dios, el escuchar el consejo
de nuestros líderes y el servir fielmente en nuestros llamamientos nos ayudarán a desarrollar estas
habilidades directivas.
Como poseedores del sacerdocio, siempre seremos líderes. Esto es en especial verídico para cada
padre que posee el sacerdocio: él siempre tendrá un cargo de liderazgo en la Iglesia por ser el
patriarca de su familia. Aquellos padres que hayan sido sellados con su familia en el templo
tendrán ese puesto eternamente si son fieles a sus convenios.

Cometidos

Pasajes adicionales de las Escrituras

 1 Nefi 3:7 (Dios nos ayudará a cumplir con nuestras tareas).

 Mosíah 18:8–11 (los fieles deben ayudar a los demás).

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