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Filipenses 2:5. Qué poder tendría la Iglesia de Dios si todos los que
pertenecen a ella fueran poseídos por la mente de Cristo. Su gran propósito
en su vida fue mostrar bondad y dar ayuda.
LA MENTE DE CRISTO
«Haya, pues, entre vosotros los mismos sentimientos que hubo también en Cristo
Jesús» (Fil. 2:5). La mente de Cristo ha supuesto un misterio en cada época.
Oraba (Mr. 1:35; Lc. 5:16; 6:12; 9:28, 29; Jn. 11:41; 17:1; Mt. 26:36-39; He. 5:7-9).
Éstas son únicamente oraciones registradas. Nunca estuvo fuera de comunión con
su Padre. Toda la vida de Jesús fue una larga e ininterrumpida intercesión. «Haya,
pues, en vosotros los mismos sentimientos.» «Orad sin cesar.»
Se nos enseña a que lloremos con los que lloran, y que nos regocijemos con los
que se regocijan. La gracia de Dios nunca nos salva de nuestra fraternidad
humana. Haya, pues, en vosotros los mismos sentimientos.
El gran propósito de su vida fue mostrar bondad y dar ayuda. Para llevar esto a
cabo estuvo constantemente pasando en busca de oportunidades para hacer el
bien, para mostrar la «bondad de Dios».
¡Qué poder tendría la Iglesia de Dios si todos los que pertenecen a ella fueran
poseídos por esta mente. Haya, pues, en vosotros los mismos sentimientos,
porque este es el más gran ideal en la vida cristiana.
LA MENTE DE CRISTO
Filipenses 2:5 Su sentir era:
1 En humildad (Mt. 11:29; Jn. 13:4, 5).
2 En pureza (Lc. 22:61; 1 P. 2:22).
3 En fortaleza (He. 12:3; Mt. 4:10).
4 Fructífero (Mt. 4:7; Jn. 8:29; 1 P. 2:23).
5 Abnegado (Ro. 15:8; Jn. 11:35; 1 P. 2:23).
6 Lleno de oración (Lc. 6:12; Jn. 17).
7 Amante (Lc. 23:34; Ef. 5:2).