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Las Penas del Joven Werther

Resumen

Las penas del joven Werther, también traducida como Las desventuras del joven Werther, Las
cuitas del joven Werther o Los sufrimientos del joven Werther, es la pequeña novela epistolar del
autor alemán Johann W. von Goethe que cuenta la historia de un joven artista que escapa de las
presiones de su familia que no desea el arte para su vida. Werther se va pues en busca de su arte a
Wahlheim, un pueblo ficticio donde conoce la vida tranquila de sus habitantes y se deslumbra con
la naturaleza del lugar.

Por medio de cartas, Werther le va contando a su amigo Wilheim sus impresiones del lugar, las
experiencias que vive y sus sentimientos hacia lo que experimenta allí.

Días después de su llegada, Werther es invitado a un baile, donde conoce a Charlotte, o Lotte, una
joven hermosa que cuida de su padre y hermanos después de la muerte de su madre. Lotte, que es
descrita por Werther como una mujer perfecta, disfruta de la literatura y la música, de pensamientos
y sentimientos que comparte con Werther.

“¡Y sin embargo cómo decirte lo perfecta que es, porque lo es! Basta; ella abarca todos mis
sentidos, los domina. ¡Tanta ingenuidad unida a tanto ingenio!, ¡tanta bondad con tanta fuerza de
carácter!”

Desde incluso antes de conocerla, Werther es advertido de que Lotte está comprometida con Albert,
un joven serio y de buena familia. Albert, sin embargo, no está en la ciudad, y Werther parece
olvidarse de este obstáculo mientras vive momentos de embriaguez idílica al lado de Lotte que no
parece ponerle ningún obstáculo.

La historia llega a su punto más tensionante cuando Albert vuelve a Wahlheim. Ahora él se pone en
medio de Lotte y Werther, quien, sin embargo, lo considera como un hombre bueno y digno de
Lotte en primera instancia.

“Ah, sentía tan colmado el corazón...Y salimos juntos, sin habernos comprendido. A nadie en este
mundo le es fácil entender a los demás”.

Pero pasan los días y Werther sale de su fantasía al darse cuenta de que nunca podrá tener a Lotte.
El joven artista decide entonces irse del pueblo a trabajar con un duque en Weimar para olvidar a
Lotte pero también para seguir con los deseos de su madre quien quería para él una vida más segura
y honrosa que la de pintor.

“Sé muy bien que no somos iguales ni podemos serlo, pero considero que quien cree necesario
distanciarse de la llamada plebe para mantener el respeto, es tan censurable como un cobarde que
se oculta del enemigo porque teme sucumbir ante él”.

Mientras estaba en Weimar sufriendo de la discriminación de clases, Werther se entera de que Lotte
y Albert ya se casaron. El joven vuelve pues a Wahlheim y allí empieza una decadencia moral que
lo hace reconsiderar el sentido de su vida y su futuro.
Era la segunda mitad del siglo XVIII y el mundo occidental había entrado en la época de la razón.

Con el Renacimiento y la Ilustración se vinieron cambios en la percepción del mundo donde se


proponía a la razón como la luz que iluminaba las tinieblas del conocimiento.

Pero como todo movimiento suscita una reacción, pronto llegó desde las artes una revolución que
proponía a los sentimientos como los móviles de la vida: el Romanticismo.

Este movimiento proponía, entre otras cosas, una alta conciencia del Yo como entidad autónoma.
La subjetividad era clave y todo que se derivaba una valoración de lo diferente frente a lo común
era exaltado.

El Romanticismo pues olvidaba las convenciones y normas e invitaba a un liberalismo marcado


donde la originalidad era valorada en contraposición con la tendencia hacia lo clásico, hacia los
cánones.

Había también una exaltación de la naturaleza, de los sentimientos y de las pasiones.

Entonces, llega en 1774 la novela epistolar de un joven desconocido para entonces, donde el
protagonista tiene una historia de amor no correspondido de pasiones exaltadas y acciones
desesperadas: Las penas del joven Werther de Johan Wolfgang von Goethe.

Análisis Literario

Después de su aparición hace casi 250 años, vino una ola de críticas, reacciones, interpretaciones e,
incluso, reinvenciones. Una de ellas, de parte de uno de los mayores detractores de la obra,
reescribía el final por considerar el original altamente inapropiado.

El impacto de la obra fue tal que hubo una especie de “Fiebre de Werther”, que también se conoció
como el Mal del siglo, para referirse a una época donde Europa sufrió una crisis de creencias y
valores. La figura del joven apasionado es elemento esencial de esta época.

La novela de Werther, por ejemplo, generó reacciones inesperadas, donde los lectores llegaron a
sentirse tan afectados y representados por el joven Werther que muchos imitaron el destino aciago
que el protagonista de la obra decidió darle a su vida en la novela.

Además, Werther llegó a influir tanto en la sociedad de entonces que incluso tuvo impacto en la
moda, al punto de que se creó el estilo Werther, refiriéndose al modo de vestir que el joven usa en la
novela.

Sobre esta desafortunada reacción Goethe escribió después:

Pero tan aliviado y despejado como me sentía yo por haber transformado la realidad en poesía,
tan confundidos se vieron mis amigos, que pensaron que lo que había que hacer era convertir la
poesía en realidad, imitar una novela como aquella y, llegado el caso, pegarse igualmente un tiro.
Todas estas características de Las penas del joven Werther volvieron a la obra especialmente
importante para la época, y para el presente, por la cantidad de referentes culturales a los que hace
alusión.

Durante las cartas, Werther menciona obras y artistas del pasado y del momento, creando una
estructura fuerte que apoya la interpretación de cada palabra el joven.

La lectura se vuelve más completa y la obra más robusta cuando se considera no solamente el
planeta que es en sí la novela, sino si se miran también los asteroides que la rodean como lo son, por
mencionar algunos, el poeta alemán Klopstock, el poeta irlandés Ossian e, incluso, algunos
evangelios.

Sin duda uno de los aspectos más interesante que esta novela presenta, y que es en general una
característica del movimiento romántico, es la búsqueda de la individual, del rasgo distintivo del yo
que se vive, sobre todo, en la adolescencia.

Ese sentimiento de que lo que pensamos y sentimos es único, verdadero y trascendental, cuando en
realidad nuestra individualidad, nuestro Yo, está construido sobre la base de un movimiento, de una
tradición mayor, nada subjetivo ni único sino el resultado de un espectáculo mediático, de todo un
aparato construido por nuestro espacio y tiempo.

La novela también tiene un juego interesante con las estaciones y el paso del tiempo y el momento
anímico de Werther.

En un principio, Werther llega a Wahlheim en primavera, descubriendo un nuevo nacer de sí en ese


pueblo al que le llega un verano luminoso y lleno de vida. Después, en otoño, llega Albert y todos
los colores y la vida de las estaciones anteriores empieza a decaer hasta llegar al invierno que es la
decadencia de Werther.

Pero lo interesante es, sobre todo, cuando, un año después en la vuelta de la primavera y el verano,
ya Werther no percibe de igual forma la naturaleza circundante, sino que los elementos recurrentes,
las situaciones, figuras y lugares, se vacían a sí mismos de significación de un modo irremediable
gracias al desencanto por la vida que vive el joven Werther.

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