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Facultad de ciencias Jurídicas y Sociales

Diana Mercedes Baldizón.


Msc. Iván Aguilar Fiallos

“APORTES DE LOS SOFISTAS A LA JUSTICIA”

INTRODUCCIÓN

La palabra sophistes significaba maestro en sabiduría. Como tales se presentaban estos


personajes que andaban de lugar en lugar, participaban en la política y cobraban por sus
lecciones. Sabían o simulaban saber de todo: astronomía, geometría, aritmética, fonética,
música, pintura. Pero su ciencia no buscaba la verdad sino la apariencia de saber porque
ésta reviste de autoridad. Enseñaban la areté  requerida para estar a la altura de las
nuevas circunstancias sociales y políticas (recordemos que la palabra areté , traducida
generalmente por virtud, no tenía entonces las connotaciones morales que nuestra
palabra virtud tiene; era más "lo que es propio de", o la capacidad para hacer algo bien
-como en castellano "ser un virtuoso" del piano, por ejemplo-). La primera exigencia de
esa areté   era el dominio de las palabras para ser capaz de persuadir a otros. "Poder
convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles", dice Protágoras. Gorgias dice
que con las palabras se puede envenenar y embelesar.

 Se trata, pues, de adquirir el dominio de razonamientos engañosos. El arte de la


persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que habla. Llamaban
a ese arte "conducción de almas". Platón dirá más tarde que era "captura" de almas. No
eran, pues, propiamente filósofos pero tenían en común una actitud que sí puede
llamarse filosófica: el escepticismo y relativismo. No creían que el ser humano fuese
capaz de conocer una verdad válida para todos especialmente en el ámbito de
las convenciones (nomos), pero llegaban a dudar, incluso, de que pudiera lograrlo en el
terreno de la naturaleza (phýsis). Cada quien tiene "su" verdad.

APORTES DE LOS SOFISTAS A LA JUSTICIA


A Sócrates le preocupaba la ligereza con que se usaban las palabras en la vida normal,
en especial las palabras que pretendían expresar nociones éticas, como justicia,
templanza, valor, etc. Cada quien parecía usarlas en un sentido diferente produciendo
una grave confusión intelectual y moral. ¿Cómo dar con el sentido verdadero de
sabiduría, de justicia, de bondad?

El primer paso era reconocer la propia ignorancia. Repetía en sus conversaciones que no
sabía nada, pero que era más sabio que los demás porque estaba consciente de su
ignorancia mientras los otros creían saber. Quien cree saber no se esfuerza en buscar la
verdad. El primer paso hacia la verdad es barrer de la mente los prejuicios, las ideas
incompletas, los errores que generalmente llenan las cabezas de la gente y no dan lugar
a la verdad. Hecha la limpieza, el camino queda abierto.

¿Cómo se avanza ahora? De lo particular a lo universal. Si se está hablando de justicia y


se quiere saber qué es justicia, la primera etapa de la averiguación consiste en recoger
ejemplos de casos particulares en los que los presentes concuerdan en afirmar que allí se
obró con justicia. La segunda etapa es examinar estos casos particulares, compararlos
entre sí, ver sus diferencias, ver sus cosas comunes, hasta ir dando con la cualidad –
común a todos– que nos hace afirmar que en cada uno de esos casos hubo justicia.
Esa cualidad común es la esencia de la justicia, su definición. Ha sido abstraída de los
casos particulares por la mente humana y gracias a un poder que sólo la mente humana
posee.

En los Diálogos de Platón tenemos abundantes ejemplos de cómo Sócrates se valía de


este método para ir dando con la esencia de otras virtudes.

Aristóteles afirma en su Metafísica: "Dos cosas hay que atribuir con justicia a Sócrates:
el argumento inductivo y la definición general." La palabra griega "inducir" dice "guiar
hacia". El pensamiento inductivo guía a la mente de los casos particulares a la definición
común.

Así, buscando la verdad moral y siendo exigente con sus procedimientos, Sócrates inicia
la filosofía del conocimiento: el objeto del filosofar es también el saber mismo. Tratar de
asegurar que se está dando con la verdad.
APORTES DE LOS SOFISTAS AL SISTEMA POLÍTICO

El conocimiento político es visto por Protágoras como el producto de una concesión


divina. Dicha concesión se expresa en dos facultades nocionales de las cuales no está
provisto el ser humano de forma primigenia, pero que, sin embargo, determinan su vida
en sociedad. El sentimiento moral o pudor y la noción respecto a la justicia son dos
beneplácitos que reciben los seres humanos cuando Zeus se percata de que la especie es
capaz de sucumbir frente a los peligros naturales que le acechan. De ahí precisamente
que dichas facultades tuvieran que ser repartidas por igual entre todos y sin
discriminación alguna. Opuestamente a un conocimiento epistémico que requiera rigor
metodológico y sistémico, Protágoras hace consistir el conocimiento político en dos
nociones que provienen de la parte sensitiva y emocional del ser humano. El ser
humano es, por ello mismo, siempre un ciudadano en potencia, ya que posee esas dos
nociones que le dan acceso a la vida pública.

Para Protágoras es prácticamente imposible que cualquier ser humano carezca de las
dos nociones sociales que fueron concedidas por Zeus a la especie. Por el mismo motivo,
en una idea vanguardista en su tiempo, considera que los preceptos legales y la
administración de la justicia no sirven para castigar al infractor sino únicamente para
corregirle. Opuestamente a una cierta visión jurídica según la cual los castigos a los
infractores tienen como principio la venganza o restitución, pensadores como
Protágoras pensarán que los castigos tienen como objetivo la readaptación social.
Igualmente, piensa que el sistema jurídico no está hecho para compensar las injusticias
cometidas, sino para prever la aparición de injusticias futuras.

En suma, el conocimiento político se moverá en dos terrenos: uno negativo e inseguro, el


otro positivo y de mayor consistencia. El conocimiento político consistirá siempre, en
mayor o menor medida, en opinión. Dentro de estas opiniones no todas tendrán el
mismo valor, pues habrá algunas que serán mucho más verosímiles que otras. Sin
embargo, el conocimiento político, según este rasgo, nunca podrá hacer uso de
elementos seguros para demostrar su universalidad.  Por lo mismo, todos los seres
humanos se encontrarán capacitados, independientemente de sus facultades cognitivas,
para expresar su percepción respecto al ordenamiento y administración de la ciudad.
Todos los seres humanos podrán plantear opiniones plausibles para solucionar los
problemas que aquejan a la vida en común, ya que Zeus concedió de tal sentimiento
moral y de la noción de justicia a todos por igual.

El rasgo positivo y de mayor consistencia respecto al conocimiento político es la virtud


que los sofistas enseñaban: las técnicas que componen a la retórica en tanto que
persuasión. Aquel aprendizaje, contrariamente a la mera creación y manifestación de
opiniones requiere estudio esmerado. Dicho conocimiento político se caracteriza por el
estudio del lenguaje y de las situaciones concretas, así como del estudio de las pasiones
humanas.

En pocos términos, la visión sofistica del conocimiento político fue considerada como la
escuela de los demagogos, de aquellos que hablaban frente a las masas en actos
particulares o públicos con el fin de persuadirlos acerca de tal o cual verdad. Dicha
escuela de pensamiento tenía como tesis básica: la no existencia de verdad universal y
trascendental alguna, ya que consideraban el concepto “verdad” como un concepto
humano, superficial y susceptible de ser fundamentado o destruido desde el discurso.
Pregonaban que nada existía, y si algo existía no se podía conocer, y en caso de poderse
conocer, no se podía comunicar. Esta visión se encuentra envuelta por una postura
ontológica negativa, por la doctrina que postula la inexistencia de un tipo de
conocimiento absoluto que se pueda obtener a partir del descubrimiento de las
“esencias” o la verdad trascendente. “Son negativos por lo se refiere al conocimiento y a
la creencia en los dioses”.

CONCLUSIÓN

Los sofistas eran partidarios de encontrar la razón de la verdad en la opinión social. La


verdad, tal como la entendían, no es más que el producto de convenciones sociales. Por
lo mismo, pensaban, contrariamente al idealismo platónico, que todo tipo de hombres
bien educados podían tener acceso al terreno de la verdad. Parafraseando a Rafael del
Águila, los sofistas fueron precursores e impulsores de la democracia, al no considerar,
fundamentalmente, distinción alguna entre los distintos tipos de hombres. Bajo la idea
de los sofistas, tanto esclavos como hombres libres podían tener acceso al arte de la
verdad, de la persuasión, siendo correctamente instruidos. La verdad era para ellos
cuestión de educación y no de fundamentos inmutables.

FUENTES DEL CONOCIMIENTO

Dilthey, Wilhelm, Historia de la Filosofía, 1996

Del Águila, Vallespín (et al.), “Los precursores de la idea de democracia: la democracia
ateniense”, en La democracia en sus textos, Alianza, Madrid, 2003, pp. 15-48.

Gorgias, Encomio de Helena, 8-9, en Sofistas: Testimonios y Fragmentos, pp. 205-207.

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