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EL BAILARÍN AZUL (Chiroxiphia caudata) Y TADEUSZ CHROSTOWSKI, PADRE DE LA

ORNITOLOGÍA PARANAENSE

“Lejos de la patria - en Foz de Iguazú, rodeado de hierbas azules, duerme tranquilo en su tumba, disfrutando
el hechizo de la selva, la canción eterna de los bosques…”

Poema de Wojciech Breowicz (1938), dedicado a la memoria de Tadeusz Chrostowski

En la segunda década del siglo XX, como muchos otros


nobles europeos, los integrantes de la familia polaca Branicki
se dedicaban a dilapidar sus fortunas en los círculos de la Belle
Époque parisina, abandonando la vocación mecénica de sus
antepasados. El museo zoológico financiado por la familia,
Muzeum Zoologiczne Branickich, y dirigido por Jan
Sztolcman, se encontró en dificultades para encarar nuevas
expediciones de búsqueda de material para sus colecciones.
Uno de sus colaboradores voluntarios era el naturalista Tadeusz
Chrostowski quien, habiéndole sido negado el apoyo financiero
del gobierno ruso, se encontraba buscando fondos en Varsovia
para su segundo viaje a Brasil, al estado de Paraná, sede de una
importante colonización polaca, tras haber vuelto de un
promisorio primer viaje a ese lugar. Dados los menguados
recursos del Museo, Chrostowski buscó y consiguió ayuda de
Carl Eduard Hellmayr, curador de ornitología del Museo de
Zoología de Munich (Alemania), quien lo alentó a estudiar la
avifauna del planalto meridional brasileño. A cambio de su
aporte, Tadeusz debía cederle los ejemplares duplicados que
pudiera colectar (Straube & Urben, 2002).

A mediados de 1913 Chrostoswski desembarcaba en


Santos, dirigiéndose por tren a San Pablo, donde visitó el
Museo Paulista y a su director, Hermann von Ihering. Poco
después se encontraba en Curitiba desde donde atravesando una
zona de campos abiertos con manchones de bosques de
araucarias, próximos a las nacientes del río Iguazú, alcanzó Río
Negro en el límite con el estado de Santa Catarina. Siguiendo
en ferrocarril llegó a Tres Barras. Se instaló en la cercana
colonia Antônio Olinto, sobre el río Negro. El lugar estaba
rodeado de áreas inundables y, más al sur, por espesas selvas,
de las que hoy apenas quedan 4300 ha reforestadas y protegidas
en la Floresta Nacional de Três Barras. Pasó allí varios meses
estudiando la interesante avifauna y colectando ejemplares
(Straube, 2016).

A fines de 1914 se trasladó a la cercana Terra Vermelha,


en la desembocadura del río Negro en el Iguazú. Allí
establecieron campamento con sus acompañantes, junto a unos
esteros y cañaverales, donde desarrollaron las tareas de campo,
acosados sin piedad por los mosquitos. En las noches, “toda la
vegetación alrededor de mi tienda vistióse con una luz plateada
de luna, como un manto fantasmal. Las oscuras profundidades
del bosque se convirtieron en espacios misteriosos; las voces
que de allí venían, parecían expresar la desesperación y
discordia a las que estaban condenadas. Este poderoso e
impactante momento en la selva brasileña me causó
sentimientos de ansiedad y miedo”. Chrostowski no se limitaba
a coleccionar aves y preparar pieles, sino que, precursor de la
ornitología de campo, dejó valiosas observaciones sobre el
comportamiento de las aves en su medio ambiente, doblemente
valiosas ya que el paisaje no tardaría en desaparecer bajo el
avance implacable de los cultivos y poblaciones.

Así en medio de la frondosa mata, pudo observar y


relatarnos las evoluciones del bailarín azul: “Al observar los
movimientos contenidos y lentos de los monos aulladores,
escuché al otro lado algo que sonaba como una canción
animada. Era una voz que había escuchado muchas veces en los
grandes bosques, y sabía que se trataba de una especie de
tangará azul, con la pluma central de la cola alargada
(Chiroxiphia caudata). Sin embargo, estas aves son muy
cuidadosas durante sus ceremonias y nunca era posible
atraparlas por sorpresa: el más mínimo ruido o el quiebre de
una ramita en el suelo provocaba inmediatamente un alerta por
parte del líder, lo que hacía que el grupo se dispersara hacia
todas partes, dando una voz repetida con un tono lloroso. Esta
vez, sin embargo, sucedió lo contrario: entre los arbustos vi
sobre un gran tronco caído un gran grupo de estas aves. Tales
músicos se posaban débilmente aferrados a la corteza del tronco
y bailaban entre varias parejas de pájaros, moviéndose
rítmicamente con el canto. El baile consistía en subidas y
bajadas rítmicas de los bailarines. De vez en cuando se
escuchaba la voz del director seguida de una pausa, luego
nuevamente la señal empezaba a sonar. Los movimientos de las
aves eran tan atractivos, elegantes, suaves y ágiles, y todos tan
armoniosos que durante mucho tiempo permanecí inmóvil para
no perder esta visión tan inusual, incluso en Brasil. Entonces
recordé las palabras de un mestizo sobre que podría volverme
muy rico si lograra reunir algunas de estas aves para organizar
un show de música y juegos para actuar en todo el mundo”
(Straube, 2016).

EL BAILARIN AZUL
El zoólogo George Shaw era encargado del sector de
historia natural del Museo Británico. Para compensar su magro
salario editaba una publicación popular con dibujos y textos
sobre animales. Allí publicó un dibujo y una breve descripción
de un pajarito al que calificó como “el más brillante de su tribu”
y del que sólo sabía que se encontraba “en las partes más
cálidas de Sudamérica”. Así ingresó en el año 1793 el bailarín
azul en el amplio templo de la ciencia.

Pero casi doscientos años antes, el baile del tangará (como


se le dice en Brasil) llamó la atención del jesuita Fernão Cardim
(1625) quien revelaba lo siguiente “no canta, pero tiene algo
maravilloso y es que tiene ataques de gota coral [epilepsia], y
por esta razón los indios no lo comen por no contraer la
enfermedad; tiene una especie de baile gracioso, a saber, uno
de ellos se hace el muerto, y los otros lo rodean, saltando y
haciendo un extraño canto de gritos que se escucha de muy
lejos, y cuando termina esta fiesta, gritería y bailes, el que
estaba como muerto se levanta, da un gran silbido y grita, y
luego todos se van, y se acabó la fiesta, y están tan
concentrados en ella cuando la hacen, que cuando son vistos y
los acechan, no huyen”.

El nombre de tangará, viene del tupí-guaraní atá, andar, y


cara dar vueltas, es decir el que anda a los saltos, o baila a los
saltos, saltador. También le llaman en Brasil dançador y en
Argentina, bailarín.

Félix de Azara (1802) lo ubicó entre los Pico de punzón


con el nombre Cola de Pala, si bien confiesa “Yo no sé a qué
familia pueda pertenecer”. En Paraguay era escaso “en lo
interior de los bosques (…) donde le he encontrado con su
amada, pareciéndome poco arisco, y no inquieto”.

Poco después el príncipe de Wied (1830) lo observaba


cerca de Bahía. “Un pájaro hermoso y rápido, que es un poco
tímido, y solo vive en los grandes bosques. En los bosques
primitivos altos y oscuros de los indios Camacan en el área de
la aldea de Jiboya, en el sertón de la provincia de Bahía, a
menudo encontraba a estos pajaritos en pequeños grupos, en
otras áreas estaban emparejados. El silbido corto y fuerte de
este pájaro, a la manera de la mayoría de los manakins, es muy
reconocible una vez que has aprendido a distinguirlo. En
pequeños grupos, estas aves se mueven rápido a través de los
altos árboles del bosque, a menudo sólo en la parte más baja de
los arbustos, y si el ave está sola, a menudo se esconde
rápidamente del cazador rastrero. El Dr. Von Spix (…)
Encontró esta hermosa especie en los bosques del río
Solimoens, por lo que está muy extendida en gran parte de
América del Sur”.

“Este dançador azul vive en la selva con tanto mayor


placer cuanto más enredada e impenetrable. Los lugares a los
que la voz popular le adjunta el adjetivo de “sucios” son su
residencia predilecta. (…) Muchas veces he observado una
media docena en un pequeño círculo de selva. No es
particularmente arisco, ni particularmente confiado. La
observación de su forma de vivir cuesta un poco de trabajo, y
no se consigue fácilmente sin arañarse las manos ni rasgarse la
ropa”.
Y en la Sierra dos Orgãos, donde era común, Goeldi
(1894) asistió a sus bailes: “Yo mismo he asistido más de una
vez a los conciertos de Chiroxiphia caudata, principalmente en
agosto y generalmente en las primeras horas de la mañana, tan
pronto como el sol ha calentado la selva. Uno o más de los
machos gritan desde diferentes puntos, que suena como un tiú
en tono breve y diríase que es la señal de llamada. Ante esta
llamada se observa que varios participantes se encuentran en
algún lugar del matorral, en un punto que abarca pocos
centímetros. Se acercan cada vez más y finalmente se posan en
una o más ramas bajas de uno o más arbustos. Un individuo,
que preferiblemente sube a una rama que está medio caída
oblicuamente, inicia el baile con un tratra muy distintivo, con el
cual vuela de una rama a otra describiendo un corto giro.
Todavía no está posado, cuando un segundo le ocupa el lugar,
volando igualmente con un tratra y se posa nuevamente en la
vecindad. La misma maniobra la repiten en serie todos los
individuos reunidos, y el concierto dura un cuarto de hora,
media hora, sin interrupción.

Al final, uno de los individuos da un agudo silbido,


liberado con una aspereza extraordinaria, y todo queda en
calma. El concierto ha terminado. Sin embargo, es repetido, aún
varias veces, en varios lugares del bosque al mismo tiempo, por
diferentes grupos. Hasta donde pude comprobarlo, me pareció
que solo los machos participaban de él.”

Esta habilidad para la danza le ganó además el nombre de


pájaro fandango, por lo nativos de Sao Paulo (Hamilton, 1871).
En Taquara Do Mundo Novo (Rio Grande do Sul), Hermann
von Ihering (Berlepsch & Ihering, 1885), también fue testigo de
estos bailes: “El «Danzador» o pájaro bailarín. Este nombre
sugiere los bailes extraños, aparentemente poco conocidos de
estas aves. Son los machos, generalmente tres o cuatro, los que
realizan sus bailes en primavera frente a la hembra, posada y
observando en silencio. Para esto usan ramas delgadas,
horizontales o inclinadas, sobre las cuales saltan hacia arriba y
hacia abajo. Desafortunadamente, vi el hermoso espectáculo
solo una vez y no lo suficiente, ya que pronto nos vieron. Según
muchos conocidos, se supone que uno de los animales hace la
música para bailar y luego golpea las alas con un silbido fuerte
y agudo para dar la señal de detener el juego. También deben
usar regularmente el mismo espacio para esto durante mucho
tiempo (…) Muchos brasileños pobres que se ganan la vida
cazando y cuereando en el bosque me aseguraron que sólo
querían tener una compañía de danza así con la que podían
organizar unos buenos bailes en cautiverio y luego viajar con
ellos”. Como vimos antes, este comentario fue tomado por
Chrostowski.

Arnaldo de Winkelried Bertoni (1901), hizo observaciones


sobre su alimentación en Paraguay (Alto Paraná): “Su principal
alimento es frutitas silvestres que come en grandes cantidades.
Si se observa algún arbolito de frutas apetecidas, se le ve llegar
a comer muchas rápidamente, como si estuviere apurado, y
retirarse para volver después de diez o doce minutos; esto creo
lo hace para mezclar insectos en su alimento. Es algo inquieto y
desconfiado, y su voz clara y fuerte dice tshuví-tshuví,
repitiéndola con largos intervalos”.

En pleno Corcovado (Rio de Janeiro) Jean-Théodore


Descourtilz (1854-1856) apuntaba lo siguiente: “Este pájaro
vive en parejas durante la mayor parte del año; a los dos
individuos se unen los jóvenes durante los meses posteriores a
su nacimiento; así aumentada, la familia reunida emprende sus
pequeñas excursiones, pero nunca se aleja del lugar donde
estaba su cuna. Alcanzando muy raramente la parte superior de
los árboles grandes, este Manakin prefiere posarse en ramas
bajas en medio de matorrales, incluso en lugares húmedos,
donde penetra una luz débil, debido al grosor de las ramas
cercanas, aunque pocos árboles bastan para dar sombra.
Continuamente en movimiento, saltando en cadencia, este
hábito hizo que los nativos le dieran el nombre de Dansarinho,
al igual que al Manakin tijé [Chiroxiphia pareola]. La voz
explosiva y el canto gutural que acompañan este ejercicio no
constituyen su canción ordinaria, que es una serie de llamadas,
más o menos precipitadas, que traducen perfectamente las
sílabas goy-où, goy-où. Es común a ambos sexos, y lo
escuchamos especialmente cuando el aire está tórrido, y el
clima prepara tormenta. Muy cauteloso, el Manakin de cola
larga que desea alcanzar una rama alta se precipita desde lejos,
llega de repente y se queda unos minutos para observar los
objetos que lo rodean; tranquilizado de su miedo a los peligros,
picotea y canta. Su alimento consiste en pequeñas bayas; entre
éstas se encuentran, sobre todo, las Melastomáceas, algunas
Mirtáceas y los frutos de una Lorantácea, una parásita cuyas
ramas, fijadas en la corteza de una rama ajena, vegeta a sus
expensas, y siempre se inclinan hacia tierra”.

LA VIDA AVENTURERA DE TADEUSZ


Tadeusz Chrostowski nació en 1878 en
Kamionka (Polonia), en la región de Mazovia, en ese momento
bajo el dominio ruso. Una zona de montes bajos, ríos y arroyos
afluentes del Vístula, y
bosques de abedules, sauces, alisos y hayas, donde desde niño
tenía abundante naturaleza a su alcance, la cual lo atraía
notablemente, especialmente las aves. Estudió en la
Universidad de Moscú pero, como otros jóvenes polacos,
integraba grupos liberales que conspiraban contra el zar, por lo
cual fue encarcelado y deportado a Siberia, al bajo río Obi,
durante tres años. Vuelto a Cracovia, se inscribió en la carrera
de Farmacia, pero un año después se desató la guerra ruso-
japonesa, y fue enviado como oficial a Manchuria, tras lo cual
prosiguió estudiando ciencias naturales (Palmer, 1925;
Dabbene, 1926; Straube & Urben, 2002).

Para no volver a someterse a los rusos, en 1907 comenzó a


preparar una expedición a Brasil, siguiendo el ejemplo de su
compatriota Konstanty Jelski quien había recorrido la Guayana
Francesa y el Perú, entre 1866 y 1875. Decidió instalarse en
1910 en la colonia Vera Guarani (Paraná, Brasil), dedicándose
a la apicultura. Los momentos libres los aprovechaba para
excursionar por el río Iguazú medio, colectando ejemplares. Ya
decidido a dedicarse plenamente a las ciencias naturales, al año
siguiente volvió a Polonia donde publicó un trabajo sobre las
aves de Paraná, “Kolekcya ornitológiczna ptaków paranskich”
(Colección ornitológica de aves paranaenses). Como ya vimos
al comienzo de esta nota, en 1813 realizó su segundo viaje a
Paraná, aunque la inminencia de la primera guerra mundial, lo
obligó a volver pronto a su patria vía Suecia, ocasión en que lo
descubrió el ejército zarista que lo incorporó inmediatamente a
sus filas. Aprovechando el estallido de la revolución
bolchevique en 1917, desertó y se escondió en San Petersburgo,
con una falsa identidad. Se contactó con Valentin Bianchi, del
Museo Zoológico de la Academia de Ciencias de Petrogrado,
donde entre privaciones y sospechas de espionaje, pudo
estudiar las aves neotropicales, especialmente los ejemplares
traídos por Friedrich von Kittlitz, de su viaje de
circunnavegación (1826-1829), y la colección de Emile
Ménétriès, obtenida en Brasil. El trabajo resultante fue “Sur les
types d'oiseaux néotropicaux du Musée Zoologique de
l'Academie des Sciences de Pétrograde” (1921). En Polonia, ya
libre del dominio ruso, se creó en 1919 el Museo Nacional de
Historia Natural de Varsovia, en base al Gabinete Zoológico y a
la colección de los Branicki. Allí Tadeusz fue designado
curador de aves neotropicales, una colección de 342 ejemplares
obtenidos por Jelski, Jan Sztolcman, Jan Kalinowski y Jozéf
Siemiradzki. Con ello publicó “On some rare or little known
species of South American birds” (1921) y con sus notas de
campo editó el libro “Parana: wspomnienia z pdrózy w roku
1914” (1922, Paraná: recuerdos de viaje del año 1914) (Palmer,
1925; Straube & Urben, 2002).

En 1918 se incorporó al ejército polaco como teniente de


infantería y por su acción en combate se le otorgó la Orden
Polaca a la Virtud Militar. Conseguida la independencia de
Polonia, logró el apoyo del gobierno para un tercer viaje a
Paraná. En diciembre de 1921 partió junto a Tadeusz
Jaczewski (Universidad de Varsovia) y el preparador del
museo, Stanislaw Borécki. Por tren llegaron a Mallet (Paraná),
y desde allí, alternando el automóvil con caballos, burros y
canoas, recorrieron casi 1500 km a lo largo de los ríos Ivaí e
Iguazú. Chrostowski no dejó de agradecer a sus colaboradores
locales, João Napoleão dos Cantos, Eugênio Afonso de
Oliveira y Tomás Dias Batista, gracias a cuyo coraje y
habilidad con las canoas se pudo concretar el viaje y obtener
miles de ejemplares de 260 especies de aves enviadas al Museo
de Varsovia. En marzo de 1923, los expedicionarios llegaron
Puerto Bertoni para conocer al médico y naturalista Moisés
Bertoni, aunque éste, con su proyecto ya en decadencia, sólo
hizo una referencia pasajera de este encuentro. Más tarde los
exploradores, afectados de malaria, se vieron obligados a
detenerse en Pinheirinhos (cerca de Foz do Iguaçu). A Tadeusz,
la enfermedad se le complicó con una neumonía y con el
desgaste propio de semejante viaje. Pese a los cuidados, la
ayuda médica llegó tarde y falleció el 4 de abril de 1923. Fue
enterrado junto al camino de Guarapuava a Foz do Iguaçu. Tal
sitio se encuentra hoy en día dentro del Parque Nacional do
Iguaçu. En 1934, la colectividad polaca brasileña le levantó allí
un monumento de piedra con una cruz de cedro y una placa de
bronce. Lamentablemente la tumba fue posteriormente
saqueada y se encuentra hoy en estado de abandono (Piechnik
& Przemislaw, 2016; Revista Mosaicos, 2018).

La actividad de Chrostowski no se limitó solamente a la


obtención y preparación de ejemplares para los museos, sino
que, como dijimos, hizo detalladas observaciones del
comportamiento de las aves iniciando la ornitología de campo
en Paraná, donde la comunidad científica lo reconoce como
patrono de esa actividad en el estado. Su compañero de viaje,
Tadeusz Jaczewski, recordaba que Chrostowski se destacaba
por su energía, su tenacidad y su compañerismo, ayudando a
levantar la moral del grupo en los peores momentos. Y
agregaba que conocía las aves “principalmente como
observador de sus modos de vida, sus costumbres, y las
comprendía. Ese mundo alado consistía el disfrute de su propia
vida"

A DANÇA DO TANGARÁ
Álvaro Moreyra

Naquela noite danada


em que a formiga rogou
a praga contra a cigarra:
— Cantava, não é?  Cantou?
Pois, então, agora dance! –
naquela noite danada
aconteceu que de um galho,
vizinho do bangalô
onde a formiga morava,
um passarinho escutou
essas palavras malvadas.
Mas, malvadas não achou.
Ao contrário da cigarra,
o passarinho gostou.
Gostou tanto, que em seguida,
dançou, dançou, dançou.
Nunca mais quis outra vida.
Dançou sozinho, primeiro.
Depois, com par.  Afinal,
bateu na testa e acabou
formando uma companhia
de bailado brasileiro,
bem nosso, bem nacional.
Artistas disciplinados.
Formam roda nos caminhos
e repetem sempre igual,
na cadência que a embalança,
ida e volta, volta e ida,
a dança do tangará,
mais alegre do que a dança
que agente dança na vida
que se chama esperança,
ida e volta, volta e ida…

[La danza del tangará - Esa maldita noche en que la hormiga


pidió una plaga contra la cigarra: “¿No era que cantabas? -
¿Cantaste? - Pues bien, ahora baila! Esa maldita noche
sucedió que desde una rama, próxima al bungaló donde vivía
la hormiga, un pajarito escuchó esas palabras malvadas. Pero
no las creyó malvadas. A diferencia de la cigarra, al pájaro le
gustaron. Le gustaron tanto que entonces bailó, bailó, bailó.
Nunca más quiso otra vida. Primero bailó sólo. Luego en
pareja. Al final se golpeó la frente y acabó formando una
compañía de baile brasileño, bien nuestro, bien nacional.
Artistas disciplinados forman rondas en los caminos y
siempre repiten lo mismo, en la cadencia que la envuelve, ida
y vuelta, ida y vuelta, la danza del tangará, más alegre que los
bailes que la gente baila en la vida, que se llama esperanza.
Ida y vuelta, ida y vuelta ...]
EL TANGARA EN LA CULTURA

El tangará impactó con fuerza en la cultura brasileña,


especialmente por su curiosa danza colectiva que se asimila a
las habilidades de baile de diversos personajes. Por un lado,
como en los versos de Moreyra, inspira a imitarla originando
grupos folclóricos como Bando de Tangarás, que actuó hacia
1930.  Por otro lado da sustento a los bailes de diversas etnias.
Así, según informa Alberto Medina (Bareiro Saguier, 2004), de
Paso Yobai (Paraguay) los mbya, imitando la conducta del
creador Tupa, realizaban unos pasos de danza, acercándose los
grupos de bailarines y entrecruzándose. A este baile que
ejecutaban en el lugar sagrado u opy, llamaron “tangará”, y lo
ejecutaban en honor a los karai o señores importante de su
tribu. En la canción “Tangará, el Bailarín Azul”, de Nerina
Bader y Karoso Zuetta, se relata este evento:

“Tangará, guyrá ovy jerojy, Tangará Jerojy, wyrá ovy


jerojy takuá Oñomongarái ieié, iaiá Tangará, opyguá jerojy
kumbijá mbojaity nde ravé mbaraká mirí ogueroñeé iaiá, ieié”
[Tangará, ave azul, tangará del Chamán, reunión del
tacuaral, danza en el opy, oración ritual ieié, iaiá. Tangará,
danzarás cerca del tacuaral. Rondarás, Tangará en reunión
ritual. Bailarín azul, ieié, iaiú. Tangará del chamán en la ronda
ritual el ravé sonará, maracas al son cantan tu oración: iaiá
iaió.]
También el tangará aparece en cuentos y leyendas. El
poeta de Rio Grande do Norte, Valdeilson Ribeiro, relata esta
leyenda que da origen al nombre de una ciudad de ese estado,
donde no existe el bailarín azul, así que quizás se refiera al
similar tangará-príncipe (Chiroxiphia pareola):

E a dança dos pássaros deslumbrantes


Ecoava a mais linda melodia
Com dois pássaros na mesma sinfonia
Uma dança em campos verdejantes
Duas aves dois atos intrigantes
Com o canto tão belo... norte a sul
No compasso da música e o céu azul
Seduzindo o pássaro Tangará
Um cantando e o outro dançar
Tangará casou com Uirapuru

[Y la danza del pájaro deslumbrante, se hizo eco de la


melodía más bella, con dos pájaros en la misma sinfonía. Un
baile en campos verdes, dos pájaros, dos actos intrigantes, con
el canto tan hermoso... de norte a sur, en el compás de la
música y el cielo azul. Seduciendo el pájaro Tangará, uno
cantando y el otro bailando, Tangará se casó con Uirapuru.]

Ofir Leite, folclorista paranaense, rescató un cuento que se


conserva en Guaraqueçaba (Paraná) y que refiere que Chico
Santos tuvo varios hijos, trabajadores capaces, pero locos por el
baile: vivían bailando, incluso interrumpiendo su tarea. Cierta
vez, en Semana Santa, cometieron el sacrilegio de bailar, y por
ello Dios los hizo enfermar de viruela y se murieron. Y al morir
tomaron el aspecto del tangará, y cantaban y bailaban todos los
días dando giros y volteretas, hasta que Dios se apiadó de ellos
y los llevó al cielo (Câmara Cascudo, 1976).

Y hasta se habla de un estilo tangará en la poesía a partir


del poemario Tangara Tangara  de Ramón Silva caracterizado
por los “versos cortos, sin estrofa ni rima, pero con un ritmo
sonoro y uniforme“ (Trinidad Sanabria, 1991)

EL CURIOSO NOMBRE MANAKIN

En inglés al Bailarín azul se lo denomina Swallow-tailed


Manakin, es decir Manakin cola de golondrina. Brisson
(1760) explica que Manakin es el nombre que han dado los
holandeses a algunas especies de este género.

Posiblemente la voz venga del holandés manneken o ,


diminutivo de man, hombre, y por extensión, cosa pequeña y
preciosa. En el s. XVII designaba unas figurillas que servían
de modelo a los artistas, y hacia 1830 se introdujo en el
mundo la moda francesa como mannequin, castellanizado en
maniquí.

Azara, F. de –1992 [1802]- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión
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http://szebnie.archiwa.org/zasoby.php?id=24325

Brisson, Mathurin-Jacques -1760- Ornithologie, ou, Méthode contenant la division des oiseaux en ordres, sections, genres,
especes & leurs variétés : a laquelle on a joint une description exacte de chaque espece, avec les citations des auteurs qui en ont
traité, les noms quils leur ont donnés, ceux que leur ont donnés les différentes nations, & les noms vulgaires.
Parisiis :Ad Ripam Augustinorum, apud Cl. Joannem-Baptistam Bauche, 1760.

Cardim, Fernando -1925 [1625]- Tratado da Terra e Gente do Brasil. Rio de Janeiro: J. Leite & Cia.
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Straube, Fernando C -2016- Ruínas e urubus: história da ornitologia no Paraná. Período de Chrostowski, 2 (1910). – Curitiba
:Hori Consultoria Ambiental. 457p.

Swainson, William -1841- A selection of the birds of Brazil and Mexico : the drawings. London :H.G. Bohn,

Thunberg, CP -1817-1818- Me?moires de l'Acade?mie impe?riale des sciences de St. Pe?tersbourg. 5e se?rie. T 8.

Wied, Maximilian Prinzen zu –1830- Beiträge zur Naturgeschichte von Brasilien. III Band. Weimar :Im Verlage des Landes-
Industrie-Comptoirs.

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The Long-tailed Manakin, dibujo de Frederick Polydore Nodder (Shaw, 1793)

Pipra caudata – hembra. Thunberg (1817-1818)

Pipra caudata – macho. Thunberg (1817-1818)

Longtailed Manakin, dibujo de Willliam Swainson (1841)

Tadeusz Chrostowski (1878-1923)


-https://pt.wikipedia.org/wiki/Tadeusz_Chrostowski#/media/Ficheiro:Chrostowski.jpg

Selva virgen – Chrostowski (1922)

Camino a Curitiba. Obsérvese el ejemplar de pino Paraná (Araucaria angustifolia) – Chrostowski (1922)

Casa del autor en la colonia Vera Guarani- Chrostowski (1922)

Pipra caudata – Dibujo de Jean Théodore Descourtilz (1854-1856)

Pipra caudata – Dibujo de Matthias Schmidt (Spix, 1824-1825)

Tapa del libro “Parana” (Chrostowski, 1922)

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