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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

ESCUELA DE LITERATURA
TALLER DE TRADICIÓN ORAL II

LA SOLEDAD DEL WAKCHA EN LAS IMÁGENES DE LA VICUÑA Y EL


VENADO EN TRES CANTOS QUECHUAS

Liz A. Alvarado Villarino


13030215

En la visión del habitante del mundo andino el wakcha es el hombre que ha


sufrido la desgracia de perder o no contar con una familia (mayormente se
menciona solo al padre y a la madre) y de no pertenecer a un ayllu o
comunidad; ya que para en el Ande la organización social hace de la
comunidad una extensión de la familia y su importancia se encuentra en la
reciprocidad de servicios y bienes entre sus habitantes (ayni), quien se
encuentre fuera de estos círculos se ve en la necesidad de suplir todas sus
necesidades por sí mismo, labor poco alcanzable en esta sociedad, puesto su
sentido de comunidad es una costumbre adquirida por generaciones,
ocasionando al mismo tiempo que andar solo sea para el hombre andino un
hecho que genere le contrariedad. En palabras de Eugenia Carlos Ríos para su
tesis sobre pensamiento quechua, refiere al respecto de este tema lo siguiente:

Para los quechuas, es muy importante la noción de grupo. Cuando


van a una fiesta van en grupo para marcar la pertenencia étnica a tal
o cual grupo. (…) En la comarca- ayllu, el pastoreo y la siembra se
realizan en conjunto. Mismo para ir a la escuela se va en grupo. Por
eso, son mal vistos los que andan solos. Bien les comparan con
layqas- brujos, que esconden hechicerías, o bien piensan que son
unos egoístas tarucas. Esta noción está relacionada al origen mítico
de los venados.
Origen relatado en un mito que tiene como protagonistas a dos hermanos: uno
bueno y pobre, y otro malo y rico; el hermano bueno es premiado por el Apu
que lo ve sufriendo, dotándolo con bienes (animales), mientras el malo es
castigado por la misma divinidad debido a la avaricia que es pedir algo que ya
posee. Como consecuencia el castigo es convertir en venado a él y su familia,
siendo perseguidos y ahuyentados por unos perros, los mismos que cuidaban
su hogar. Condenados a vagar por las montañas, cada quien recibe lo que
merece. En resumen.

Después de la lectura del mito y las antologías elaboradas por Arguedas, se ha


desprendido la relevancia de esta figura animal en la oralidad quechua; pues,
junto con el venado como un par semántico, ambos ofrecen múltiples
perspectivas de la visión andina sobre la soledad, concepto básico y repetitivo
en muchos de los cantos recopilados. Junto a temas como el amor y la muerte,
es imprescindible toparse con el relato de la soledad y el sufrimiento que esta
equivale para el hombre; ya sea porque la amada se ha ido, se debe dejar el
hogar en migración, se regresa al hogar, o la muerte es próxima y se debe
dirigir a la Gran selva, es para el hombre andino uno de los más grandes
remansos de la fuente de su sufrimiento, pues genera un desequilibrio de
aspectos emocional y social que afectan el orden generado en la usanza.

Siguiendo esta descripción, es preciso añadir que para el hombre del Ande
cada animal es parte de un todo mayor al que pertenecen tanto los que
nosotros consideramos como seres vivos y no vivos; en ese sentido, el hombre
considera y otorga un camaq a cada animal, lo que los dota de un espectro e
importancia más complejo, haciendo de su presencia en cada relato o – en este
caso- canto/poema, un componente rico de analizar en su polisemia. Por tal, se
ha escogido analizar tres canciones recopiladas por José María Arguedas en
Canciones y cuentos del pueblo quechua, las cuales también fueron
perennizadas en Canto Kechwa por el mismo recopilador y poeta.

Los cantos a analizar serán “Ork’on k’asan purinaypak” (Para ser errante),
“Moradu sisaschallay” (¡Ay flor morada...!), y “Amaya tarillachunchu” (Que no
encuentre ni el rocío) empleando las traducciones al español hechas por José
María Arguedas. Para los dos últimos de la lista se ha hecho uso también de
las traducciones realizadas desde un sentido más literal de los mismos,
compuestas por Alejandro Ortiz Rescaniere.

Entre estos tres cantos se podrá comparar los puntos comunes y diferencias en
el uso de las figuras de los dos animales por separado, en conjunto y en
conjunción con otras imagénes como la del ischu y el pukupuku, así como su
relación e interacción con el sujeto wakcha.
A. Para ser errante

Este canto de tono grave inicia con el lamento del sujeto sobre su origen
empleando desde el primer apartado el enfrentamiento de sus lazos
parentales con las características de la vicuña y el venado:
“O acaso fue mi madre
la vicuña de las pampas
o fue mi padre el venado de los montes…”

Así, desde el inicio y con el uso de la conjunción “o”, se marca tanto el matiz
de conversación como la posibilidad del sujeto para que la relación que hace
de sus padres con los animales sea contestada, o en cualquier caso, se
explique el motivo del penar de quien se encuentra en esta situación de
errante solitario, que, en su faceta de wakcha, alude a la búsqueda de una
identidad que sustente que no es merecedor de tal sufrimiento.
En este caso, los pares madre-vicuña/ padre-venado se corresponden con
los versos consiguientes:

para andar sin descanso


por los montes y las pampas,
apenas envuelto por el viento

, los cuales pueden condensarse en los nuevos pares vicuña-errancia/


venado-soledad. Por tal, el sujeto estaría asumiendo un papel como wakcha
criado en la soledad y desamparo de la sociedad, tal como estos animales
no domesticados; pues como se explicó anteriormente, en el Ande las
vicuñas deambulan salvajes por la montaña mientras la taruka o venado se
moviliza solo, haciendo de ambos una imagen antagónica a la cercanía y
necesidad de la convivencia en grupo del hombre quechua. Del mismo
modo, se reafirma el lamento del wakcha en el tercer apartado al agregar la
figura del ave pukupuku, cuya cría emite sonidos lamenteros.
En este canto, el papel de la vicuña y el venado se presenta como
herramienta casi arquetipo para que el sujeto interpele a una entidad o a la
colectividad de la que no forma parte.
B. ¡Ay flor morada…!
¡Ay, mi flor morada!

En un primer análisis, en esta canción se expresa el lamento de quien ama a


quien no debió, ya sea un forastero cuyo origen no es reconocido por la
comunidad de la amante, el cual no puede ser aceptado por su condición de
extranjero en el ayllu, causando la imposibilidad de la consumación del amor y
por ende el sufrimiento del sujeto femenino que le canta con ternura y
arrepentimiento al desamor. Estas primeras huellas se hayan en ambas
relecturas de la traducción.

¿Por qué sufrí de amor?


¿Por qué de él estuve prendada?
iAy, mi espinoso harapiento!
(Versión de Rescaniere)
¡Por qué ame a ese desconocido,
por qué le escogió mi corazón
no sabiendo ni el nombre de sus padres
ni el camino por donde vino
ni el día en que llegó!
(Versión de Arguedas)

Siguiendo con el análisis, la interpretación se puede bifurcar hacia otros


sentidos más amplios. Según Rescaniere, el amado puede ser fruto de la
clandestinidad por sus tintes inocentes en una primera formación y
reconocimiento de las relaciones amorosas, en este caso, sería un amor furtivo
no reconocido por la familia. Este último es un aspecto importante para la
aceptación de la pareja como parte de la comunidad, respecto a esto,
Rescaniere señala:

“El enamorado de las primeras aventuras, el amante


furtivo de la más tierna mocedad, es como un salvaje,
como alguien del monte, pues su amor aún no ha sido
cultivado por el pueblo de arriba, por el reconocimiento
social.”(pp.358)

A partir de ambas ideas, la inserción de la vicuña y el venado en el


siguiente apartado puede acentuarse en dos imágenes. En primer lugar,
ambos animales son propios del entorno montañoso andino, asimismo,
Arguedas resalta su pasividad y correspondencia con el personaje que
sufre; en ese sentido, quien canta se duele de no haber escogido amar a
alguien cercano a su cultura y conocido por su comunidad, pues bien, el
autóctono podría acompañarla y tenerla a cuidado.

Del mismo modo, haciendo una comparación entre la vicuña de las


cumbres y el venado de los cerros con el espino de los montes (imagen
otorgada al amante por el sujeto femenino)

Hubiera amado a la vicuñita


que llora en la orilla de las lagunas
sobre las cumbres y en las lomadas
Hubiera amado
¡ay espino del monte!

, los dos animales son apreciados por su valor de producción y


respetados por su condición de animales no domesticados,
enfrentándose al vulgar espino encontrado en las alturas sin
propiedades más que para generar fuego y alimentar a algún animal. En
ese sentido, de Rescaniere se deriva a que el sujeto femenino canta sus
lamentos por no haber escogido a alguien que ofrezca más beneficio,
cuyo amor sea provechoso para la colectividad:

Mejor hubiese amado,


Mejor hubiese querido,
¡ay, mi dulce espino de jirones vestido!
a la vicuña de la montaña,
al venado de las alturas,

Ya sea que se acepte cualquiera de las acepciones, se desprende que


quien canta sufre por un amor que no está presente por su imposibilidad;
así, junto a la soledad que se presenta como amenaza del amor que no
se instaura como institución en la comunidad, se alude a las figuras de la
vicuña y el venado como testigos y consuelo en potencia para pena que
invade el corazón y los ojos del sujeto solitario. Ambos presentes en su
estado y locación originales, andando por los montes en errancia, tal
como quien ha perdido al amado.
C. Que no encuentre ni el rocío
Que no encuentre

En el tercer canto a analizar se vuelve a la imagen del sujeto cuya amada lo ha


abandonado. El sufrimiento en este caso se encuentra en la soledad
consecuente al alejamiento del ser amado del hogar; quien canta invoca a los
dos animales mencionados anteriormente desde el lugar habitual que
compartía con su “paloma”, a la cual acusa con recelo por faltarle como eje
principal en el “nido” que ambos habitaban.

Vicuña de los cerros, venado de los


montes:
decidme si pasó por aquí la ingrata paloma,
la paloma que dejó su nido,
que olvidó a su amado.

Y quien seguramente se encuentre ya lejos de la comunidad, en los lugares


ajenos (casi prohibidos) a alguien que no anda en grupo; por tal, la voz pide
interceder a los animales como testigos de su sufrimiento,

venid a ver cómo lloran mis ojos;


así me dejó, con los ojos Ilorando,
así me dejo, con el corazón herido.

Agrega también, esta vez sin receptor concreto más que como un deseo
ardiente del corazón que sufre, la demando de sufrir de su amada.

iOh, que tenga sed en el camino!

A propósito de esto, ya que llama la atención tal castigo para la amada como
pedido del sujeto solitario, recurro a la explicación de Rescaniere basada en
creencias propias del pensamiento quechua andino. Así, en palabras del
mismo Rescaniere:

“Existe la creencia de que si una mujer se acuesta y duerme con sed, su


cabeza puede desprenderse y vagar por la noche. Este descabezamiento está
relacionado con otra idea: cuando la mujer duerme con un amante incestuoso
también su cabeza vaga solitaria mientras ella duerme. La sed es pues
reveladora de un desarreglo próximo al sexual. La sed del canto podría evocar,
entonces, el deseo de que la infiel no encuentre compañero en su camino, y
que por ello sufra.” (pp.368)

Se puede adivinar a partir de esto la intención del abandonado para con su


amada en el sentido de devolver lo que merece a quien lo ha dañado; una
suerte de reciprocidad en la que la amada no es capaz de conseguir nueva
compañía, quedando también al presente en soledad, y por ende, sufriendo
como hizo sufrir al otro.

Volviendo a la vicuña y el venado, no solo como testigos del sufrimiento, se


interpela a ellos también como comunicadores y portadores de noticias de
quien se encuentra ya lejos, aunque sin respuesta, se distingue un eco de la
poesía pastoril al momento de preguntar a los animales por la persona amada;
sin embargo, esta voz se apaga en el deseo malicioso de la voz.

En este caso no solo se menciona a los animales como un enfrentamiento con


una realidad figurada como en Para ser errante, ni se los hace parte de un
supuesto para ejemplificar el pesar del amante no correspondido (¡Ay, flor
morada!), Que no encuentre ni el rocío construye a la vicuña y el venado en
dos entes dinámicos cuya participación es activa durante los dos primeros
apartados del canto, pues se ejecuta un clamor a ellos para acercarse al
hombre que se ha quedado solo y se les pide reaccionar pasando del plano del
supuesto y la figuración ( hubiera, fuese) al acto ( decir, venir).
ANEXO: LOS CANTOS ¡ay espino de los montes!

Traducción de Arguedas
Traducción de Rascaniere
Para ser errante
O acaso fue mi madre
la vicuña de las pampas
o fue mi padre el venado de los
montes,
para ser errante,
para andar sin descanso
por los montes y las pampas,
apenas envuelto por el viento
en las abras y en los cerros,
vestido de viento y de frío.

O fui parido en el nido del puku-puku,


para llorar en el día,
para llorar en la noche
como el polluelo del puku-puku
apenas envuelto por el viento.

¡Ay flor morada…! ¡Ay, mi flor morada!


¡Por qué ame a ese desconocido, ¿Por qué sufrí de amor?
por qué le escogió mi corazón ¿Por qué de él estuve prendada?
no sabiendo ni el nombre de sus iAy, mi espinoso harapiento!
padres iTan solo hijo de hombre!
ni el camino por donde vino iTan solo criatura de hombre!
ni el día en que llegó! iAy, mi espinoso harapiento!
¡Ay espino de los montes! iAy, mi florcilla mora!
¡ay flor morada!
Hubiera amado a la vicuñita ¿Cuándo Ilegará?
que llora en la orilla de las lagunas ¿Cuándo vendrá?
sobre las cumbres y en las lomadas iAy, mi florcilla mora!
Hubiera amado ¿Por qué aún sufro de amor?
¡ay espino del monte! ¿Por qué aún lo deseo?
¡ay flor morada! iAy, mi espino harapiento!
al venado que come iAy, mi florcilla mora!
la dulce yerba de los cerros
Mejor hubiese amado,
La vicuñita lloraría mis penas Mejor hubiese querido,
el venado me hubiera llevado ¡ay, mi dulce espino de jirones vestido!
a la sombra de los montes. a la vicuña de la montaña,
No estaría sola al venado de las alturas,
¡ay flor morada! ¡ay, mi pobre espino!
no tendría el corazón herido.
¡Ay flor morada de los campos!
Que no encuentre
Que no encuentre ni el rocío
Vicuña de los cerros, venado de los Vicuña de la montaña, venado del abra
montes: de gracia, decidme:
decidme si pasó por aquí la ingrata ¿no ha pasado
paloma, la que se marchó, la amante paloma?
la paloma que dejó su nido,
que olvidó a su amado. Ella me abandono,
así me dejo
Vicuña de los cerros, taruka de los con mis ojos llenos de lágrimas
montes, con mi corazón pleno de tristeza.
venid a ver cómo lloran mis ojos;
así me dejó, con los ojos Ilorando, La amada paloma ausente
así me dejo, con el corazón herido. que el rocío de la yerba icho
y el agua de beber
iOh, que tenga sed en el camino! no encuentre, no.
y que no encuentre ni la escarcha en
los
pajonales,
que no encuentre ni el rocío en las
yerbas.
iQue tenga sed en todos los caminos
la paloma que olvidó a su amado!
BIBLIOGRAFÍA

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NORIEGA, Julio (2012) Caminan los Apus: escritura andina en migración.

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ORTIZ RESCANIERE, Alejandro (1973) De Adaneva a Inkarri (Una visión

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Canto kechwa de José María Arguedas

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