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El diagnóstico social sanitario

Aval de la intervención y seña de identidad


del trabajo social sanitario
,
El diagnóstico
social sanitario
Aval de la intervención y seña de
identidad del trabajo social sanitario

Dolors Colom Masfret

Prólogo de José Esteban García


Diseño de la colección: Editorial UOC

Primera edición en lengua castellana: octubre de 2012


Primera edición en formato digital: febrero de 2013

© Dolors Colom Masfret, del texto.


© Editorial UOC, de esta edición
Rambla del Poblenou 156, 08018 Barcelona
www.editorialuoc.com

Realización editorial: Natàlia Serrano


ISBN: 978-84-9029-952-4

Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño general y el de la


cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de ningún
modo ni a través de ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico,
óptico, de grabación, de fotocopia o por otros métodos sin la previa
autorización por escrito de los titulares del copyright.
Autora

Dolors Colom Masfret


Diplomada en Trabajo social en 1983 por la Universidad de Barcelona ha ejercido siempre en el campo
sanitario. Entre 1987 y 1995 amplió su formación académica y práctica como trabajadora social sanitaria
primero en el servicio de geriatría del Bellevue Hospital Center of New York University y con posteriori-
dad siempre en el departamento de servicios sociales médicos y en el departamento de Medicina Comu-
nitaria, División internacional, del Mount Sinai Medical Center of New York.
En 1994 inicia su actividad profesional como free lance. En 2001 funda la revista Agathos, atención socio-
sanitaria y bienestar. Desde 2009 ejerce la Dirección Académica del Postgrado de Trabajo Social Sanitario
en los Estudios de Ciencias de la Salud del Instituto Internacional de Postgrado en la Universitat Oberta
de Catalunya (UOC). Éste es su noveno libro.
,
A Julio Villalobos Hidalgo, amigo. Profesional al que admi-
ro desde hace años. Siempre le agradeceré, y los trabajado-
res sociales sanitarios tendrán que agradecerle, su apoyo,
generosidad y acompañamiento en el primer impulso para
la puesta en marcha del máster oficial de Trabajo social
sanitario de la UOC, el primero en España. Un camino
largo que se está caminando para que la profesión, el tra-
bajo social sanitario, alcance legalmente el reconocimiento
moral de ser una profesión sanitaria.

Y de nuevo, a la deliciosa Petruska que sigue envejeciendo.


Este último año ha necesitado buenos diagnósticos veterina-
rios. Y a pesar de los sustos, ahí sigue esa dulce testaruda,
regalándome sus últimos…, no sé, años, meses, semanas,
quizás días. Las dos sabemos que el final está próximo
pero de momento mientras la cita se posterga, la vida en su
plenitud sigue desplegándose a diario y la vivimos.
In memorian,

A Josep Colom Moncunill (1902-1979) y Rosa Vila Lleonart (1902-1988)


A Josep Masfret Guilella (1898-1999) y Dolors Circuns Solé (1910-1976)

Mis abuelos, coetáneos de los pioneros que hicieron posible la realidad del
trabajo social sanitario.

Les tocó vivir a lo largo del convulso siglo XX. La Primera Guerra Mun-
dial, el crac bursátil del 29 y la Gran Depresión, la Guerra Civil Española
y la posguerra, la Segunda Guerra Mundial, la crisis del petróleo…

La vida les negó las oportunidades que más tarde a mí me brindaría. Su


afecto y su sabiduría fueron mi primera escuela. Mi presente está sin duda
trenzado a aquellos años de infancia, adolescencia y juventud, cuando
ellos eran mis maestros. Sé que este libro les agradaría.
Medical-social service owes its origin to Dr. Richard C.
Cabot, who in 1905 organized the first social service
department in the out-patient department of the Massachu-
setts General Hospital. It was «conceived by a physician
who, in seeking the improvement of dispensary practice,
found in the social worker a potent means for more accurate
diagnosis and more effective treatment». What Dr. Cabot
had in mind in bringing trained social workers into the dis-
pensary and later into its separate clinics was not a mixture
of medical and social work but their chemical union.

Mary E. Richmond
Social Diagnosis (1917: 35)

The physician recognizes physical symptoms and seeks for


the underlying causes of disease. The skilled social worker
recognizes social symptoms of human distress and also
seeks their underlying causes, that she may the more
wisely help.

Ida M. Cannon
Social Work in Hospitals: A contribution to progressive
medicine (1917: 1)

What is the motive of social work? Why do we do it?


Why is it worth while? What will keep it going? To me it
seems like a head of energy behind a faucet or behind a
dam, a pressure that has to be explained; and as we use the
word motive, we may well think of it in a literal sense as
something that pushes, something that moves. Then what
moves? Energy, which is the source of our work, is perhaps
the most general term that there is in the world. Behind
everything, we say, there is energy. Behind the activities of
our physical bodies there is energy to an extent that those
who have not studied medicine or other physical sciences do
not always recall.

Richard C. Cabot
Social Work Essays on The Meeting-Ground Of Doctor And
Social Worker (1919: 177)
© Editorial UOC 13 Índice

Índice

Agradecimientos ....................................................................................... 15

Prólogo ......................................................................................................... 17

Nota de la autora ...................................................................................... 21

Capítulo I. Exordium
El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica ..................... 31
El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social sanitario» antes de 1917 .... 64
En aquel año 1917 cuando se publicó Social Diagnosis ................................ 87
De la National Conference on social welfare a la National
Conference of Social Work ....................................................................... 89
Visionarios, inquietos, rebeldes y éticos .................................................. 99
Ida M. Cannon publica social work in hospital: a contribution
to progressive medicine .......................................................................... 105
Mary E. Richmond publica Social Diagnosis .......................................... 112

Capítulo II. Narratio


El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social sanitario»:
revisión bibliográfica ............................................................................ 125
El diagnóstico médico: revisión bibliográfica .............................................. 137
El «diagnóstico social sanitario» como base para la generación
de bienestar psicosocial ............................................................................... 140
La persona enferma, sus problemas, sus percepciones y sensaciones ......... 147
El «diagnóstico social sanitario» en los diferentes servicios y
especialidades de Los establecimientos sanitarios ....................................... 153
Atención profesional individualizada y la elaboración del prediagnóstico
social sanitario ............................................................................................. 158
© Editorial UOC 14 El diagnóstico social sanitario

Capítulo III. Argumentatio


«Diagnosticar» y «diagnóstico» ............................................................ 161
Pedro Laín Entralgo, los orígenes del diagnóstico médico: ayudando
a comprender los orígenes del «diagnóstico social sanitario» ................... 164
Los tres puntos que el diagnóstico médico debe cumplir y
su paralelismo con el «diagnóstico social sanitario» ...............................183

Capítulo IV. Peroratio ............................................................................ 193


El «diagnóstico social sanitario», ni generalización ni confusión
La generalización de las descripciones y la definición final ................... 193
Confusión del «diagnóstico social sanitario» con la clasificación
diagnóstica social sanitaria ..................................................................... 195
Instrumentos de trabajo para elaborar el diagnóstico social sanitario
y su posterior clasificación ........................................................................... 197
Michael M. Davis ..................................................................................... 197
Gordon Hamilton .................................................................................... 198
Elisa Pérez de Ayala .................................................................................. 199
Algoritmo general para la elaboración del diagnóstico social sanitario ...... 200
Pilares básicos que soportan la acción .................................................... 201
Algoritmo de acogida: intervención a demanda
de la persona o la familia ......................................................................... 208
Algoritmo de intervención a demanda de otros profesionales .............. 211
Algoritmo de intervención por programas de inclusión sistemática ..... 214
Algoritmo general del diagnóstico social sanitario ................................ 215
Valores recomendados del diagnóstico social sanitario ......................... 217

Post Scriptum ........................................................................................... 219


Glosario ...................................................................................................... 221
Bibliografía ............................................................................................... 225
© Editorial UOC 15 Agradecimientos

Agradecimientos

Estamos hechos de las memorias de quienes nos precedieron. Sobre ellas


construiremos la propia. Nuestra memoria es nuestro tiempo, el que nos es-
tampa a una época, a unas gentes, a un presente que también alcanzará el
estatus de memoria para los que vendrán.
La escritura de este libro ha ido acompañada de infinidad de avatares que lo
han posibilitado por ello mi primer agradecimiento es por todos ellos.
Este es un libro especial, lo supe desde el principio, tanto es así que nada
más empezar a escribirlo, enseguida la deseada serendipity se apoderó de mí
y, casi sin piedad, como fuente inagotable de vida, ha estado ofreciéndome
encuentros inesperados y fascinantes con autores y autoras de los últimos dos
mil años. Mi agradecimiento con ellos y ellas se resume con unas palabras:
«Gracias por haber existido, gracias por haber sentido e investigado, gracias
por haber escrito sobre ello». Con su sabiduría han esculpido en mí el deseo
de seguir profundizando en el «diagnóstico social sanitario», un conocimiento
infinito que reconoce a la persona en su unicidad, en su autodeterminación,
en su dignidad. Pero a la vez la inscribe en un ambiente, en un espacio y en
un tiempo.
Agradezco al equipo de la Editorial UOC que haya valorado de nuevo la pu-
blicación de este libro con tanta celeridad. La escritura de un libro con el apoyo
editorial siempre me ha resultado un placer indescriptible. Y ello, sin duda, es
posible porque usted, querido lector, querida lectora, está ahí, y lo más impor-
tante, está ahí porque quiere. La escritura de un libro en esas condiciones es el
primer regalo destinado al autor. Por ello agradezco especialmente a Roser Leal
que escuchara mi propuesta y que la recibiera impulsándola desde el primer
momento, y a Emi Fresneda le agradezco su acompañamiento cuando el libro
ha pasado a sus manos.
Desde las primeras líneas, una persona a la que aprecio desde hace años, y
sé que me aprecia, acude a mi mente, es Rosario Gualda García, trabajadora
social sanitaria del Hospital Virgen de las Nieves de Granada. En Granada ella
© Editorial UOC 16 El diagnóstico social sanitario

esparció algunas de las semillas que han germinado y me han permitido escri-
bir este libro, por ello, «Gracias querida amiga, como ves no se perdió nada. El
camino ha sido otro al que pensamos, pero los avatares a los que me he referido
al principio lo han hecho mejor».
Estos últimos años son, con diferencia, apasionantes porque he encontrado
los apoyos necesarios para ir profundizando y estudiando todo lo referido a
esta disciplina, a la profesión que es el trabajo social sanitario. Por ello le doy
las gracias a Julio Villalobos por los artículos que me ha facilitado y que han
contribuido a enriquecer esas páginas. También doy las gracias a Josep Esteban
por aceptar con tanto entusiasmo la escritura del prólogo, por sus consejos
generosos. Como no podía ser de otra manera también agradezco a Teresa Fo-
noll y Luis Matías Álvarez el entusiasmo con el que se han unido a este pro-
yecto universitario en el que el protagonista es el «trabajo social sanitario».
Le agradezco a Montserrat Bacardit Busquet su alegría al enterarse de que la
Editorial UOC publicaría este libro sobre el «diagnóstico social sanitario».
Los avatares también propiciaron que Lourdes García y Borja Rodríguez-
Maribona, mis «titas asturianas», y Xili Noda, mi «tita tinerfeña», estuvieran en
Barcelona cuando Petruska, la cuatro patas conocida por todos, tuvo un fuerte
achaque que nos hizo temer por su vida. Mientras yo solo podía llorar, ellas nos
cuidaron. Ello interrumpió por unos días la escritura del libro pero de nuevo se
restableció el equilibrio.
Gracias también a los consultores y consultoras del Posgrado de Trabajo
Social Sanitario por su comprensión con mis largos silencios y por estar ahí
apoyándome.
Finalmente y de nuevo, gracias a los profesionales que a lo largo de estos
años, con sus dudas y observaciones, me han permitido ver numerosos ángulos
y, así, profundizar en la teoría y la práctica del diagnóstico social sanitario.
© Editorial UOC 17 Prólogo

Prólogo

El prologar un libro es una acción gratificante la mayoría de las veces; de no


serlo, difícilmente asumiríamos el encargo con tanta prontitud, pero en el libro
que el lector tiene entre sus manos, esta gratificación se torna de inmediato un
alto honor y la oportunidad de dejar por escrito una prueba de adhesión a unos
valores y campo de trabajo que la autora defiende, desarrolla y difunde con el
entusiasmo intelectual que la caracteriza.
La trayectoria profesional de Dolors Colom Masfret está consagrada al tra-
bajo social sanitario, y ello tanto en la vertiente asistencial como en la in-
vestigadora y docente. En la vertiente académica, la autora nos brinda a sus
compañeros de universidad su ejemplo y liderazgo diarios en la ampliación de
horizontes de conocimiento en el trabajo social sanitario y su difusión; y en la
formación, con su faceta más creativa, promoviendo, diseñando e impulsando
nuevos programas y formas de docencia como la formación virtual, que per-
miten la mayor extensión de los conocimientos científicos del trabajo social
sanitario a los profesionales que en ello ejercen su profesión. Su labor de autora
en general, y este libro en particular, se enmarca en esta fructífera trayectoria
de compromiso con el trabajo social sanitario.
El libro versa sobre el DIAGNÓSTICO SOCIAL SANITARIO en mayúsculas.
Su estructura, contenido y desarrollo es preciso, profundo y ameno, con un
lenguaje directo y claro «…Para quienes escriben rellenando papel, son pam-
plinas». El rigor de los contenidos, su exquisita selección de citas, exhaustiva
y oportuna, constituye por sí sola un valor precioso del que ningún trabajador
social sanitario se puede permitir prescindir; tampoco otros profesionales sa-
nitarios, que con una visión psicosocial del enfermo quieran dotar de razón
científica a su actuación profesional: los trabajadores sociales sanitarios direc-
tamente y los segundos para adecuar e integrar su actuación con los primeros
en la mejor atención al ser humano enfermo, fin último de nuestra razón de
ser profesional. Y en ello, este libro, empeña gran parte de sus contenidos, o
todos ellos, y se basa en una simple y trascendental afirmación: el diagnóstico
© Editorial UOC 18 El diagnóstico social sanitario

social sanitario es la esencia misma del trabajo social sanitario, «el elemento
diferenciador de la profesión y de su propia acción».
Dos guías paralelas acompañan el desarrollo de la obra: la revisión histórica,
con una puesta en valor de los grandes pioneros del trabajo social sanitario
(Mary E. Richmond, Ida M. Cannon, Helen Harris Perlman, Richard C. Cabot y
otros), destacando tanto su contribución como su visión en la construcción de
los pilares de la actual profesión de trabajo social sanitario, así como también
de las últimas aportaciones. En segundo término, la permanente exigencia de
rigor científico a toda afirmación o conclusión que se expone, aplicando en la
construcción del corpus doctrinal el análisis más riguroso.
El paralelismo que la autora establece entre el diagnóstico médico y el diag-
nóstico social sanitario, analizado con rigor y exhaustividad, contribuye a mi
juicio a clarificar uno de los temas más absurdos que sabemos preocupan a no
pocos trabajadores sociales sanitarios, el del rechazo al diagnóstico al asociarlo
a la medicalización. Su aportación contribuye a cerrar un debate que solo be-
neficia a quien lo utiliza de excusa.
El rigor académico del libro lo hace merecedor de considerarse libro de texto,
de referencia, pero intuyo que no es ese el fin principal perseguido por Dolors
Colom Masfret. El objetivo intrínseco, que a mi juicio subyace, es promover
la rebeldía intelectual del lector ante una realidad profesional de los trabaja-
dores sociales sanitarios manifiestamente mejorable; no en la corta visión del
corporativismo profesional, sino en la noble causa de mejorar las competen-
cias de los trabajadores sociales sanitarios, su presencia en el sistema sanitario,
mediante la puesta en valor de principios y metodologías, algunos reconocidos
desde hace más de cien años, que, como el caso del diagnóstico social sanitario,
constituyen la esencia misma de la profesión.
La autora provoca con este libro la incomodidad del lector, la sed de cono-
cimiento, para aportar seguidamente los caminos para saciarla, y al hacerlo
abre nuevas dudas y apetencias que nos llevan a un ciclo virtuoso aumentan-
do nuestro saber. Y más importante, habituándonos a la reflexión, al análisis
crítico, a la apertura intelectual; y lo hace dirigiéndose principalmente a los
trabajadores sociales sanitarios pero también a los de otros campos. A todos
ellos recuerda este libro la visión y enseñanzas de los pioneros y maestros que
nos precedieron. De ellos extrae el ejemplo de actuación que propone, pero
permítame afirmar, lector amigo, que su propio ejemplo de creatividad, rigor,
constancia y método, plasmado en este libro, es la semilla misma de la rebeldía
a la que nos referimos.
El crecimiento de la profesión es el resultado del crecimiento profesional
de los que la ejercen. El crecimiento profesional se consigue con el esfuerzo, la
© Editorial UOC 19 Prólogo

formación, el rigor, la constancia, la ética y la suerte. Algunos de estos facto-


res no corresponden al libro, pero éste constituye, a mi juicio, una contribu-
ción extraordinaria para guiarnos en el camino de la aplicación sistemática a la
práctica diaria del DIAGNÓSTICO SOCIAL SANITARIO en mayúsculas, esencia
misma de la profesión de trabajador social sanitario.

Dr. José Esteban García


Director de los Estudios de Ciencias de la Salud
Universitat Oberta de Catalunya
© Editorial UOC 21 Nota de la autora

Nota de la autora

Después de años en la quietud, la semilla de este libro escogió brotar a fi-


nales del invierno de 2012 justo cuando la primavera se disponía a colorear
los paisajes. Fue grato empezar a hilar esa primera línea sobre una materia tan
compleja y apasionante como es el «diagnóstico», para precisar, el «diagnósti-
co social sanitario». El calificativo «sanitario», como señalo siempre, busca la
contextualización y la diferenciación de otros diagnósticos sociales y, a la vez,
la identificación con el trabajo social sanitario ya sea en la atención primaria
como en la atención especializada.
Con el tiempo, en la escritura de un libro adivino la presencia de un mis-
terio y crece en mí, la convicción de que es el libro en potencia, el texto que
me ronda y agita por dentro, el que al final, inopinadamente, se deja escribir.
Desconozco qué motiva en mí ese gesto genuino en el que, sin intención, se
sueltan las primeras palabras, las primeras frases, se construyen y plasman los
primeros argumentos del futuro libro. Para los cartesianos, sé que ello será
un pensamiento sin norte, carente de base científica y están en lo cierto. Hoy
por hoy carece de explicación, pero ocurre, se da y no sólo en mí. He podido
compartir esta sensación con otros escritores y escritoras. Para quienes nos de-
dicamos al oficio de la escritura resulta una experiencia común. Para quienes
escriben rellenando papel, son pamplinas. Posiblemente ahí esté la clave del
asunto. En el mundo de los libros no escritos ocurre que quererlos escribir, mu-
chas veces, equivale a no poder. Y si, en cualquier caso el autor, o la autora, se
empeñan, el texto final puede quedarse en una mera combinación de palabras
que raramente se logrará profundizar. La escritura de un libro, para mí, no sig-
nifica encontrar palabras a la sazón sino convocarlas, reunirlas para conformar
argumentos, teorías, y entregarlos a los lectores, a las lectoras, a los trabajado-
res sociales sanitarios, para que los hagan suyos. Algunos libros, a éste le ha
ocurrido, pasan largo tiempo en duermevela, a la espera de ese primer halo que
lleva al autor, a la autora, a tomar conciencia de que ha llegado el momento
de escribir y puede impresionar la primera línea. Quizás ocurra, a este libro
© Editorial UOC 22 El diagnóstico social sanitario

también le ha ocurrido, que en el transcurso de la escritura esta primera línea


ocupe lugares distintos, inclusive que desaparezca del texto definitivo, pero
ella, en su momento, habrá obrado la posibilidad del libro. Atravesado el mo-
mento inicial, al escritor, a la escritora, tan sólo le queda confiar en la próspera
continuidad del vivir, tranquilo y sereno.
Este libro sobre el «diagnóstico social sanitario», como muchas personas
amigas saben, lleva muchos años latiendo ante un telón caído por accidente
pero que ensombrecía la tierra en la cual debía brotar esa primera línea, la de
verdad, no la artificiosa que juega con vocablos y construye frases a modo de
mecano. Los años han pasado y una vez deslastrada, ese primer libro sobre el
«diagnóstico social sanitario» ha sido posible.
El ejercicio del trabajo social sanitario implica desde sus inicios, hace más
de un siglo, la elaboración sistemática del «diagnóstico social sanitario». Ello ni
siquiera se cuestionaba. Pero la segunda ley de la termodinámica parece inter-
venir más allá de los objetos y sistemas, porque es un hecho que el «diagnós-
tico social» y, siendo precisos, el «diagnóstico social sanitario» en los últimos
años han sido enormemente vapuleados y no por lo que podríamos denominar
«otros», también por la misma profesión. La denominación de «diagnóstico
social» hoy añado «sanitario» significó un hito para el trabajo social en general,
para el sanitario en particular. Así lo vieron quienes lo estructuraron como una
parte de la atención sanitaria, logrando que la profesión creciera y se desarro-
llara a gran velocidad. Quienes venimos detrás no podemos hacer dejación de
nuestra responsabilidad profesional, no podemos renunciar a lo que ello, ser
trabajador social sanitario, exige, no podemos destruir lo construido con tanta
dificultad y tesón por quienes lo forjaron. Si de verdad queremos dedicarnos al
trabajo social sanitario, debemos tomar el relevo con todo lo que ello significa,
con todas las consecuencias y seguir avanzando por los caminos del conoci-
miento y método científico, en ningún caso retroceder o quedar atrapados en
los barrizales de lo especulativo, de la elucubración en donde cada cual dice lo
que le da la gana. No se puede confundir ese decir lo que a uno le da la gana
con el conocimiento.
El reto de este libro sobre el «diagnóstico social sanitario» desdobla en mí
grandes responsabilidades: por una parte el despertar, en los profesionales del
trabajo social sanitario, el sentir la importancia de elaborar el «diagnóstico
social sanitario» en cada caso atendido en su quehacer diario, el que vuelvan
a experimentarlo como las pioneras que lo señalaron como el elemento dife-
renciador de la profesión y de su propia acción. Por la otra la de aportar los
elementos teóricos que lejos de mostrar el «diagnóstico social sanitario» como
algo excesivamente complejo, resulte todo lo contrario cuando se cumplen los
© Editorial UOC 23 Nota de la autora

requisitos, se cuenta con el conocimiento, se siguen los pasos y se asume la


actitud ética que éstos encierran. Al final del libro, espero que los trabajadores
sociales sanitarios, ellos y ellas, hayan integrado la ética del diagnóstico.
Presiento, en quienes lean el libro, grandes expectativas y me temo que
algunas no las voy a satisfacer, no por gusto, sino porque la teoría, el conoci-
miento, soporta otros argumentos. Trato de ver lo que pueden esperar, sabien-
do a priori con gran seguridad, que deberé terciar algunas de esas expectativas,
insisto, a favor de la teoría que sostiene el concepto general de «diagnóstico».
Me falsificaría se me limitara a poner pomada sobre una cicatriz abierta y que
no acaba de cerrar por falta de lo elemental, del conocimiento básico de la pa-
labra «diagnóstico» y su aplicación al trabajo social sanitario lo que implica el
«diagnóstico social sanitario». Por ello, entre otras razones en este libro ofreceré
teorías sobre el concepto general de «diagnóstico», me detendré, no puede ser
de otra manera, en el «diagnóstico social» ampliamente tratado. Sin embargo,
el foco estará orientado todo el tiempo al «diagnóstico social sanitario», con-
cepto que he recuperado, adecuado al presente y he acuñado los últimos años
para diferenciarlo precisamente de los otros diagnósticos que se dan en otros
ámbitos del trabajo social y en el mismo campo sanitario. Todo ello para con-
textualizarlo y darle los contenidos que lo conforman y lo identifican como tal.
Un Rolls Royce no es un Rolls Royce solo porque se denomina así, se denomi-
na así porque cumple con todos los estándares de calidad, estética, seguridad,
etcétera que caracterizan a la marca. Estamos cayendo en un papanatismo que
convierte al nombre en la cosa y no es así, el nombre identifica la cosa, pero la
cosa, con perdón por el trabalenguas, debe responder a la cosa.
Por tanto, el «diagnóstico social sanitario», se verá, se puede denominar
como tal porque cumple con los requisitos científicos y teóricos que le otorgan
y le permiten, le reconocen, a su elaboración, este nombre. No esperen ningu-
na lista de problemas, ni ninguna clasificación, ello, si todo sigue los caminos
previstos, será otro libro que también lleva tiempo latiendo y que confío plena-
mente en que las nuevas realidades en las que se está adentrando el trabajo so-
cial sanitario, concretamente en el ámbito universitario y más concretamente
en los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, lo posibiliten. El pensar las
cosas lleva poco tiempo, el crearlas, el desarrollarlas, puede llevar una vida. Éste
es un compromiso que adquirí hace años y si bien las adversidades han estado
ahí, es objetivo reconocer su inocuidad. A posta no he mezclado los dos asun-
tos, por una parte el «diagnóstico social sanitario» y por la otra la «clasificación
del diagnóstico social sanitario».
La literatura científica me ha mostrado que no es un concepto nuevo en su
contenido, solo en la denominación siempre garantizando sus contenidos y sus
© Editorial UOC 24 El diagnóstico social sanitario

métodos. En mi caso hablo de «diagnóstico social sanitario» mientras que en


los inicios, el Dr. Richard C. Cabot hablaba de «diagnóstico social médico».1
Sé que los trabajadores sociales sanitarios sobre todo buscarán argumentos
bien desarrollados y bien construidos sobre el cómo ocurre, cómo se sabe que
aquello es el resultado de un proceso diagnóstico y no una mera descripción
de hechos o problemas en espera de la etiqueta que dará entrada a un recurso.
Cómo el proceso de «diagnóstico social sanitario» se puede convertir en un
«diagnóstico» más del arco asistencial, aceptando, empíricamente, que con-
tribuye, como todos los demás, al proceso de curación o mantenimiento de
la persona, de su familia y, según el ámbito, de la comunidad. En este libro
encontrarán itinerarios para hacer suyos dichos argumentos y transmitirlos,
a través de su práctica, a otros profesionales del sistema sanitario con quienes
trabajan en equipo y, lo más importante, pensando en las personas a las cuales
se atiende, encontrarán paradigmas para ganar habilidades y competencias en
su elaboración, para estar seguros de que, cambiando el sentido «donde dice
Diego, se diga Diego».
Como en mis libros anteriores sigo tratando de proponer acciones que per-
mitan a los profesionales asistenciales de primera línea dar al trabajo social
sanitario ese giro, teórico, práctico y actitudinal, que de una vez por todas se
aparte de lo improvisado, de lo reactivo, de lo irracional y gane el peso y la pre-
sencia social que desde principios del siglo xx nadie le discute en otras partes
de mundo, en especial en el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá. El traba-
jo social sanitario en España, en cualquier parte del mundo, debe concebirse
como la profesión que es, con toda la carga que la palabra «profesión» implica,
y debe equipararse a su gran compañera de viaje: la medicina. El trabajo social
sanitario y la medicina, se verá, son partes inseparables en la asistencia a las
personas enfermas, a sus familias, a la comunidad, también a las personas en
riesgo de enfermar.
Intuyo que quienes se encuentren leyendo estas líneas estarán deseando lle-
gar al tuétano del «diagnóstico social sanitario», a las doctrinas, deliberaciones,
analogías y ejemplos prácticos. Todo aquello que les permita reintroducirlo en
su ejercicio diario, sin dejar lugar a titubeos, evitando así, de manera natural,
sin acritud, sin necesidad de enfados, el tan indeseable «intrusismo ilustrado»
ejercido por otros profesionales y alegremente permitido por directivos instala-
dos en la confusión con respecto a lo que implica el ejercicio del trabajo social
sanitario. Sin embargo, antes de llegar al tuétano se debe atravesar el hueso,
ello es la teoría, la comprensión del concepto.

1. Cabot, R. C., Social work; Essays on the meeting-groung of doctor and social worker. Boston and New
York. Houghton Mifflin Company. 1919: 3-150.
© Editorial UOC 25 Nota de la autora

Hoy más que nunca es urgente deshacer la confusión entre el «diagnóstico


social sanitario» y las «listas de problemas y su etiquetaje». Tampoco se puede
aceptar el concepto de «valoración técnica» como si fuera lo mismo que el
«diagnóstico social» o el «diagnóstico social sanitario». Estas confusiones son
heridas abiertas por donde la profesión se desangra. Uno de los muchos ejem-
plos es la lista recogida en la CIAP.2 Es urgente desanudar el galimatías de médi-
cos, enfermeras, gerencias, direcciones intermedias, políticos, responsables de
servicios sociales, etcétera, que les lleva a imaginar la intervención psicosocial
desde el trabajo social sanitario como una elemental tramitación de recursos
que, por supuesto, en muchos casos, deciden ellos cuáles convienen a cada per-
sona enferma. Y como es de suponer lo deciden sin apenas haber cruzado unas
palabras. En la misma línea, también es urgente que los trabajadores sociales
sanitarios vean y puedan explicar la diferencia entre los códigos de los proble-
mas y los códigos de las categorías diagnósticas, atendiendo que son categorías
y no el «diagnóstico social sanitario». Es urgente, además, dejar de presentar
propuestas o informes cuyo análisis de datos responde a descripciones socio-
lógicas y no a valoraciones e interpretaciones desde el trabajo social sanitario
entendiendo que éstas siempre incluyen propuestas y planes de acción para
adoptar cuanto antes, en vistas a modificar situaciones. Es urgente, también,
dejar de confundir el tratamiento o intervención social sanitaria con:

tAcciones sueltas orientadas a resolver lo inmediato, por ejemplo, buscar


compañía para el Sr. Jacinto que está solo.
tAcciones orientadas a evitar problemas en la gestión sanitaria, por ejem-
plo, anular el alta del Sr. Jacinto que está solo, mientras no se gestione compa-
ñía con una ONG.

Y, para acabar, es urgente asociar el trabajo social sanitario a acciones y


programas que optimizan los recursos propios e institucionales, que mejoran
la calidad de vida (medible) de las personas, por ejemplo, analicen los diagnós-
ticos sociales sanitarios del último año para definir nuevos procedimientos o
protocolos de intervención. ¿Cuántos identifican?
En definitiva conviene centrar todo lo concerniente al trabajo social sani-
tario de acuerdo con las doctrinas y teorías de trabajo social sanitario y dejar
aparte lo que la imaginación regale a cada uno. No obstante, es responsabilidad
de cada trabajador social sanitario advertir todas estas confusiones que, abier-
tamente, perjudican no solo la imagen profesional, sino la intervención, la
investigación, las propuestas y la promoción de nuevos programas. Es preciso

2. http://www.iqb.es/patologia/ciap/ciap_toc.htm [Consulta 16 de julio de 2012]


© Editorial UOC 26 El diagnóstico social sanitario

borrar esta seudorrealidad que está desplazando poco a poco, pero sin pausa, el
centro de gravedad del trabajo social sanitario a intervenciones filantrópicas,
de buena voluntad y altruistas, pero que no son de trabajo social sanitario. Cor-
ta la respiración escuchar declaraciones políticas que dicen que para ahorrar
costes se va a promover el voluntariado y no lo profesional.
Por otra parte, supone un error de cálculo pensar y obstinarse, como hacen
algunos trabajadores sociales sanitarios, en que ello está tan enraizado en la
institución sanitaria que no se puede cambiar. Puede que sea difícil, puede
que lleve más o menos tiempo, pero todo se puede cambiar, y en este caso, se
debe. Es preciso deslastrarse cuanto antes de pretextos y diálogos internos que
apuestan más por el mantenimiento de statu quo con lo que hay que por el
resurgimiento de la profesión en su esencia. Olvídense, con una o dos entrevis-
tas, con el relleno de un formulario para completar una escala de valoración,
es simplemente frívolo, hablar de intervención social sanitaria. Para intervenir
hay que conocer qué pasa y para conocer qué pasa se debe diagnosticar.
Escucho a menudo «los sistemas de información no se pueden cambiar».
¿Cómo que no? Estos sistemas de información se diseñaron para recoger la in-
formación sobre ese esquema erróneo que toma por diagnóstico social sanita-
rio meras listas de problemas y, por tanto, deben cambiarse. Es inadmisible se-
guir alimentando el monstruo de la confusión, del error, para que no se enfade
y acabe devorándonos. No está en la naturaleza del trabajador social sanitario
de raza el «no nos movamos para que no nos vean». Lo que es de verdad, está
vivo, y lo que está vivo se mueve. Emulando un viejo dicho periodístico se debe
evitar caer en el «que la realidad no te estropee una buena noticia». Es inacep-
table que los errores, aun cuando se sabe que son errores, deban permanecer
maquillados para que los sistemas de información sanitarios sigan funcionan-
do. Un trabajador social sanitario que niega la realidad ha perdido el espíritu
de trabajador social sanitario, conservará el título, pero no el espíritu. Para los
trabajadores sociales sanitarios no debería existir el «eso no se puede».
Con este libro espero ayudar a cambiar esa realidad que debilita el ejercicio
diario y lo va arrinconando ante un inmovilismo generalizado. Espero que cada
cual pueda conjugar, por una parte, la teoría del «diagnóstico social sanitario» y,
por la otra, elaborar las fórmulas y algoritmos que permitan adecuarlo a los siste-
mas de información sin falsificar el elemento central del trabajo social sanitario.
Sé que quienes sostienen el libro en sus manos también buscan recabar evi-
dencias para defender la necesidad de que las historias clínicas de las personas
atendidas en el sistema sanitario, con el soporte que sea, incluyan el «diagnós-
tico social sanitario», siendo precisos, tal como se recomendará más adelante,
una «síntesis diagnóstica», de la misma manera que incluye el diagnóstico mé-
© Editorial UOC 27 Nota de la autora

dico y el diagnóstico de enfermería, este último, allá donde se elabore. Como


trabajadores sociales sanitarios no estamos haciendo política si bien tenemos
en los políticos a grandes aliados. La información generada con la elaboración
de los diagnósticos sociales sanitarios puede convertirse en un gran apoyo a la
actividad política y, por tanto, al desarrollo social.
Desde estas primeras páginas me comprometo a no defraudar a quienes ha-
yan empezado con la lectura. Las circunstancias en las que confío son sencillas
pero elementales para favorecer un buen resultado, tiempo y silencio para la
reflexión. De entrada este libro goza de un privilegio: se escribirá sin apenas
interrupciones salvo las propias del vivir. Los días de estudio, de búsqueda
bibliográfica, de lectura y de reflexión, se hilarán a los días de elaboración de
contenidos, de escritura, de revisión y reelaboración del texto.
Como suele ocurrir con mis últimos libros, los encuentros anímicos y los
diálogos internos con quienes nos precedieron y escribieron, en este caso so-
bre el «diagnóstico social» y el «diagnóstico social sanitario», señalando a este
último como la exégesis del trabajo social sanitario, serán los andamios desde
los cuales iré escribiendo y vinculando el pasado al presente. Con este texto
espero contribuir a que el «diagnóstico social sanitario» sirva para validar el ca-
rácter profesional de la actividad del trabajo social sanitario, cumpliendo con
los requisitos exigibles, señalados por Flexner3 en 1915 y, mucho más tarde,
en España, en 2003, con los requisitos incluidos en la presentación de la Ley
44/2003, de Ordenación de Profesiones Sanitarias.4
Confío en ayudar en especial a los trabajadores sociales sanitarios en activo,
a los estudiantes del grado de Trabajo Social, del posgrado y del futuro máster
de trabajo social sanitario:

tPrimero, a comprender qué es y qué no es un «diagnóstico» sin adjetivos,


por supuesto a comprender cómo ese diagnóstico sin adjetivos se transforma
en «diagnóstico social sanitario».
t Segundo, a ganar habilidades y competencias para elaborarlo correcta-
mente incluyendo todas las partes en su forma correcta.

3. Flexner señaló: «Las profesiones implican en esencial operaciones intelectuales con una gran
responsabilidad individual. Derivan su materia prima de la ciencia y del aprendizaje. Este mate-
rial lo trabajan hasta un extremo práctico y definido. Poseen una técnica educativa comunicable;
tienden a la autoorganización; llegan a ser cada vez más altruistas en la motivación». Palabras
pronunciadas por Abraham Flexner en su conferencia «Is social work a profession?» pronunciada
en la National Conference of Charities and Corrections. 1915: 581.
4. «El concepto de profesión es un concepto elusivo que ha sido desarrollado desde la sociología
en función de una serie de atributos como formación superior, autonomía y capacidad autoorga-
nizativa, código deontológico y espíritu de servicio, que se dan en mayor o menor medida en los
diferentes grupos ocupacionales que se reconocen como profesiones». Ley 44/2003, de Ordenación
de Profesiones Sanitarias (capítulo II).
© Editorial UOC 28 El diagnóstico social sanitario

tTercero, a fusionar esta comprensión y elaboración en un plan de trata-


miento de trabajo social sanitario beneficioso para las personas atendidas, sea
como enfermos o como familiares.
tCuarto, a desarrollar la conciencia profesional respecto al valor de la acu-
mulación de casos diagnosticados, de acuerdo con la teoría, como el camino
natural para desarrollar investigaciones sobre las necesidades y disfunciones
sociales que parten de la enfermedad, sobre los factores constructivos, a la vez
que sobre las intervenciones que desde el trabajo social sanitario mejoran las
vidas de las personas, siempre desde ellas mismas y en su medio ambiente.
tPor último y quinto, comprender que el siglo XXI reclama el desarrollo de
una clasificación propia de los problemas y circunstancias atendidos desde el
trabajo social sanitario. Esta última parte queda emplazada para un siguiente
libro complementario de este. Y, desde aquí, invito a los lectores y lectoras a
convertirse en parte activa de esta futura clasificación de atributos diagnósticos
que surgirán de la atomización del «diagnóstico social sanitario». Cuento con
ellos. La lectura del libro será una garantía para que el trabajo de campo esté
avalado por el conocimiento de lo que es el «diagnóstico social sanitario». En-
contrarán el correo electrónico para contactar conmigo en la solapa del libro.
De los errores he aprendido.

Espero, además, contribuir a que los profesionales, con una simple lectura,
identifiquen los «diagnósticos sociales sanitarios» y los diferencien de aquellas
descripciones y retahílas que, aunque lleven el título o estén en un apartado
donde pone «diagnóstico social sanitario», no lo son y, lo peor, que están muy
lejos de serlo. La experiencia de los últimos años me ha permitido comprobar
que una de las grandes lagunas en el ejercicio del trabajo social sanitario es la
asunción o aceptación como diagnósticos sociales sanitarios de textos y descrip-
ciones que nada tienen que ver con ello. Son textos que pueden calificarse de
enunciados simples, descripciones de problemas, que distan mucho de cumplir
con los cánones exigidos por la ortodoxia del corpus teórico y las doctrinas que
se han ido generando sobre el «diagnóstico social sanitario». Pero si los trabaja-
dores sociales sanitarios lo aceptan como tal, ¿cómo pueden obrar los médicos
y las enfermeras? Pues se conducen de igual forma y es legítimo que, ante esta
acción simple y elemental, piensen que ellos también elaboran diagnósticos
sociales sanitarios. De todo ello se va a tratar en las páginas siguientes.
Deseo seguir contribuyendo a que se diferencie la ayuda gestada dentro de
los principios y valores del trabajo social sanitario de la ayuda generada den-
tro de otras esferas sociales también relacionadas, desde muy antiguo, con la
prestación de ayuda como la filantropía, la misericordia y la caridad. Cada una
© Editorial UOC 29 Nota de la autora

desempeña su papel. Cada una en sí misma desarrolla sus capacidades, sirve a


unos fines y casi siempre se retroalimentan, pero hoy más que nunca, por todo
lo dicho con anterioridad, es necesario dar relieve a las diferencias existentes
entre ambas expresiones de la ayuda, la profesional y la voluntaria. Una dife-
rencia que el trabajo social sanitario basa en los procedimientos y/o protocolos,
siendo el «diagnóstico social sanitario» el escultor de la intervención junto con
los servicios que se vayan a prestar. Es cierto que los profesionales cobran y los
voluntarios no, pero este debate también se dio en su momento5 defendiendo
que el profesional lo es siempre, el voluntario según sus posibilidades.
Termino esta nota de autora tomando prestadas las palabras de Helen Harris
Perlman cuando en uno de sus libros explica qué es el trabajo social a quienes
quieren ser trabajadores sociales. Escribe:

«El trabajo social es la personificación de la creencia en nuestra sociedad de


que las personas deben tener el derecho y la oportunidad para llevar una vida
personal satisfactoria y socialmente útil. Esta creencia lleva a la sociedad, de for-
ma continua, a realizar un balance de las necesidades humanas insatisfechas, de
los problemas en la vida diaria de las personas y de las metas personales y sociales
deseables. Esta apreciación conduce a la invención y el desarrollo y organización
de los medios por los cuales prevén las necesidades psicosociales insatisfechas
para mejorar el día a día de la vida social de las personas».6

Esta, si se me permite, magnifica explicación del trabajo social, realizada en


1962, cincuenta años atrás, escenifica la amplitud y la importancia del «diag-
nóstico social», en general, del «diagnóstico social sanitario» en particular. Y de
la mano de esta definición elemental empieza este recorrido por el pasado, por
la teoría y la aplicación del «diagnóstico social sanitario».
El libro se encuadra en las enseñanzas de la escuela diagnóstica pero ello
no me impide tomar, cuando la realidad lo permite y las circunstancias lo exi-
gen, elementos de la escuela funcional,7 un ejemplo de ésta es precisamente el
ejercicio que se da desde la «atención profesional individualizada». El conoci-
miento, una vez reconocido como tal, no se transforma en excluyente sino en
un sumatorio de saberes, sobre todo por quienes están en primera línea y para
quienes la vida de las personas no llega por partes sino entera. Cada escuela,
cada modelo, fue concebido dentro de sus propios encuadres y estos son patro-
nes que se van reproduciendo pero no de manera aislada.

5. Richmond, M. E., En «Section meeting: Needy families». National Conference on Social Welfare.
1903: 558.
6. Perlman, H. H., So you want to be a social worker? New York. Harper & Row, Publishers. 1962: 39.
7. Woods, M. E., Hollis, F., Casework. A psychosocial therapy. Boston. McGraw Hill. 2000: 10-11.
© Editorial UOC 30 El diagnóstico social sanitario

Todos los ejemplos presentados a lo largo del libro se han dado dentro del
sistema sanitario español, algunos en el estadounidense, y he sido parte o
testigo directo, también indirecto, de ellos. Algunos corresponden a los años
transcurridos en la asistencia directa, otros a los años dedicados a la gestión de
servicios de trabajo social sanitario hospitalario y otros, a la última época como
free lance desarrollando actividades de consultoría, asesoría, organización de
servicios sanitarios, investigación y docencia, todo ello, en gran parte, no en
exclusiva, directamente relacionado con el trabajo social sanitario. Otros los
tomaré prestados de los pioneros, ellos y ellas, o de autores contemporáneos.
El contenido teórico de este libro va dirigido a todos aquellos diplomados
o graduados en trabajo social que, con independencia del ámbito en el que
estén ejerciendo, deseen apoyar sus intervenciones en el «diagnóstico social»
y concretamente en el «diagnóstico social sanitario». No sólo ello, investigar y
desarrollar el trabajo social en su campo profesional tomando como punto de
partida el estudio de los diagnósticos sociales elaborados y los tratamientos so-
ciales que dichos diagnóstico han sostenido para desembocar en un bienestar
personal y social medible y tangible. Los beneficios del trabajo social, trabajo
social sanitario en particular, no son una cuestión de fe. Están ahí, la literatura
científica, especialmente la sajona, desborda artículos con resultados que per-
miten manejar valores y números índice.
Como es costumbre habitual en los libros y artículos que he publicado en
este siglo XXI, seguiré mostrando abiertamente la admiración por los precur-
sores y precursoras que con tanto esmero y precisión detallaron los primeros
fundamentos del bienestar a través de una profesión grandiosa como es el tra-
bajo social sanitario. Grandiosa porque a sus profesionales nada les impide ir
más allá, salvo ellos mismos, grandiosa porque es capaz de integrar disciplinas
y realidades generando bienestar real. Grandiosa porque no se rinde ante las
adversidades. A ellos, a ellas, les seguiré dando voz para que sus textos abracen
a los lectores y a las lectoras, como hicieron conmigo. Les cederé una y otra vez
la palabra para que lleguen con su propia lógica y no, involuntariamente, con
una voz impostada por mi particular modo de interpretarles. Ellos y ellas, un si-
glo más tarde, siguen esparciendo ante los trabajadores sociales sanitarios las si-
mientes de una profesión pensada para obrar en un mundo repleto de posibili-
dades y, si éstas escasean, esa profesión que es el trabajo social sanitario es capaz
de crearlas. No guardemos las simientes en el bolsillo, ahí no van a crecer. Sem-
brémoslas, reguémoslas y cuidémoslas con la paciencia que permitirá sus brotes.

Dolors Colom Masfret


Barcelona, 9 de agosto de 2012
© Editorial UOC 31 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Capítulo I
Exordium. El «diagnóstico social sanitario»
sin carga ideológica

A lo largo de las páginas que siguen, los trabajadores sociales sanitarios ve-
rán que el «diagnóstico social sanitario» es parte del ejercicio profesional y que,
asumiendo la doctrina expuesta en las definiciones de los diferentes autores y
autoras, traspasa lo esencialmente narrativo y descriptivo. La narración en este
caso es una herramienta de comunicación, no de intervención, y la descrip-
ción, una herramienta de registro para evitar el olvido o la confusión. Se en-
contrarán con que el «diagnóstico social sanitario» no encierra ninguna litur-
gia, ningún misterio, exige sólo: observación, método, sistemática, objetividad
y denominación discernida. Se darán cuenta enseguida de que el «diagnóstico
social sanitario» puede considerarse como tal, si quien lo elabora, además de
ser trabajador social sanitario, aplica estos principios y requisitos exigidos que
son la precisión del camino recorrido y lo garantizan como el camino que se
debía recorrer. Todos los principios del diagnóstico, sin adjetivos, se irán de-
sarrollando y tratando a lo largo del libro. Comprobarán que el resultado de
la narración, pudiendo ser más o menos certera, puede no ser un «diagnóstico
social sanitario», simplemente porque no se han seguido las fases y no cumple
con los puntos que lo convierten en tal. Y la gran mayoría sentirá que el «diag-
nóstico social sanitario» les identifica con su profesión, les da la entidad que
los diferencia de otros profesionales que también pueden ver las dificultades de
las personas enfermas, de sus familias en su medio ambiente.
Ni el «diagnóstico social sanitario» ni el «diagnóstico médico» son acertijos
o juegos de azar en los que se apuesta por el rojo o el negro. El refrán «No es
oro todo lo que reluce» ilustra el argumento: No todo lo que aparenta ser un
«diagnóstico social sanitario» lo es. Ello lo sabe sobre todo quien lo elabora que
inscribe en su forja una ética, un compromiso, una función y una acción.
Conviene precisar desde el principio, a lo largo del libro se insistirá en ello,
que no se está hablando de «descripción de problemas sociales sanitarios» sino
© Editorial UOC 32 El diagnóstico social sanitario

de «diagnóstico social sanitario». Las intervenciones se apoyan en este último,


no en los primeros que nadie pone en duda que deben atenderse y paliarse, que
están ahí, que son los que motivan el movimiento de pedir ayuda y que, a veces,
necesitan acciones concretas, siendo además la puerta de entrada al caso social
sanitario. Sin embargo, resolver, orientar, conocer, transformar, modificar, es
otro asunto. Saltarse el «diagnóstico social sanitario» en cualquier intervención
es falsificarse como profesional, es engañar a las personas enfermas que se atien-
de. Es engañar, a la vez, a los otros profesionales, algunos de los cuales, visto lo
visto, pueden llegar a elucubrar que no se necesita al trabajador social sanitario,
porque ellos mismos pueden ver los problemas. Y los que confunden el ver el
problema con la elaboración del «diagnóstico social sanitario» creerán que lo
están elaborando. Cierto es que en estos casos, sea cual sea su profesión, como se
verá cuando se plantee el origen de la palabra «diagnóstico», estos profesionales
difícilmente elaborarán correctamente el «diagnóstico» que por su disciplina
les compete. Como se irá señalando, ser capaz de ver que una señora mayor, por
ejemplo, carece de quien la pueda cuidar durante su enfermedad y convalecen-
cia, y deducir que necesita ayuda extraordinaria, significa solo eso, ser capaz de
ver este hecho pero nada más. Muy distinto es estudiar la naturaleza de las cau-
sas que la han llevado a no tener a nadie, hacerla partícipe y ayudarla a que ella
misma satisfaga en su propia vida esa necesidad de ayuda que va a tener cuando
llegue a su casa y la satisfaga como mejor le convenga, con la ayuda de la vecina
o con la ayuda de los servicios sociales. El trabajador social sanitario, él o ella,
ayudará a la persona a ayudarse, pero no le quitará la palabra en su decisión fi-
nal. En la misma línea es muy distinto tener que trabajar en la reconciliación de
unas relaciones familiares, que la reconciliación de unas relaciones vecinales.
La excepción son los casos a los que se preste una atención profesional
individualizada (la acción que surge de la necesidad de solución inmediata
de problemas que afectan el momento y deben resolverse), pero, aun así, se
elaborará un «prediagnóstico social sanitario» que a su vez será el garante de
que las acciones emprendidas eran las que se debían emprender. Cualquier
tratamiento de trabajo social sanitario se justifica en ese diagnóstico o pre-
diagnóstico social sanitario que, a su vez, se apoya en el estudio de los datos
aportados por la persona, por los profesionales, y obtenidos por el trabajador
social sanitario, se basa en su interpretación contextualizada y racional y, no
sólo en una recogida de éstos. El «diagnóstico social sanitario» alimenta los
distintos ámbitos del sistema sanitario en los cuales se desarrolla el trabajo
social sanitario: el asistencial, el investigador, el docente, el de gestión clínica,
el de la prevención e información y el de la educación sanitaria.8

8. Ley 44/2003, de 21 de noviembre, de Ordenación de las Profesiones Sanitarias.


© Editorial UOC 33 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

A lo largo de las siguientes páginas se verá todo lo que se inscribe en el con-


cepto moderno de diagnóstico en general, de momento aplíquese a cualquiera
de las disciplinas presentes en la atención sanitaria. El «diagnóstico social sani-
tario», siendo uno más de los que conforman la asistencia dentro del modelo
biopsicosocial, contiene sus particularidades y, como no puede ser de otra ma-
nera, centrará la mayor parte de la atención de este libro. La otra pequeña parte
la ocupará el diagnóstico médico, por ser ambos las partes del todo que consti-
tuye la persona enferma y su familia. Ambos diagnósticos fundidos, junto con
el de enfermería allá donde se elabore, permiten la estructura del diagnóstico
biopsicosocial no como suma de partes sino como el resultado de su sinergia y
complementariedad que deriva en acciones integradas y coordinadas.
Los trabajadores sociales sanitarios, ellos y ellas, están en su derecho de
empezar a negarse a aceptar que personajes ajenos a la profesión desmenucen
y minimicen lo que implica el ejercicio diario, su profesión y por extensión de-
valúen la elaboración del «diagnóstico social sanitario», como se viene suscri-
biendo centro neurálgico de la intervención, a una simple descripción y clasifi-
cación de problemas. Algunos, aunque sean profesionales de paso en el sistema
sanitario, están sobrealimentados de desconocimiento, y como la ignorancia
tiene prisa, no dudan en eliminar o simplificar ese elemento diferenciador de
la profesión, ese elemento identitario que fue, es, será el «diagnóstico social sa-
nitario» y que no admite sucedáneos. Al respecto, sin embargo, los trabajadores
sociales sanitarios entonarán un mea culpa dado que ello ha ocurrido, en parte,
con su beneplácito a lo largo de los últimos años, y lo que es peor, con el con-
sentimiento de las entidades y organizaciones profesionales que, con mayor o
menor fortuna, con mayor o menor acierto, ostentan la representatividad ante
los poderes públicos y políticos. Es hora de empezar a rechazar como diagnós-
ticos sociales sanitarios descripciones chatas, meros enunciados de problemas a
modo de clasificación que, como dice el refrán, «valen tanto para un roto como
para un descosido».
Desde los inicios Richard C. Cabot9 señaló que las clasificaciones y las agru-
paciones son instrumentos esenciales en la actividad de investigación, como
son el origen de toda ciencia, pero, se insiste, éstas no se pueden confundir
con el «diagnóstico social sanitario». Al hilo de ello, merece la pena, por ejem-
plo, en determinadas variables, considerar las categorías del padrón municipal,
como datos que permiten elaborar índices de prevalencia local, de carácter
sociodemográfico, de incidencia, en una zona determinada, etcétera, pero en
ningún caso estas variables abastecen o cubren todas las necesidades del con-

9. Cabot, R. C., Social service and the art of healing. New York. Moffat, Yard and Company. NASW
Classic Series. 1915: 75.
© Editorial UOC 34 El diagnóstico social sanitario

tenido del «diagnóstico social sanitario». Debe evitarse confundir la paella con
la cazuela. Hoy por hoy, ésta es la primera responsabilidad de profesional, rei-
vindicar los contenidos de la profesión y ejercerlos, satisfacer las fases de los
procedimientos y de los protocolos que se vayan definiendo y aplicarlas, pero
en ningún caso se puede dejar de lado el «diagnóstico social sanitario». En
definitiva, se trata de desestimar aquello que no se corresponde con los conte-
nidos teóricos ni con el ejercicio del trabajo social sanitario y, por el contrario,
responde a lo que otros, desde el desconocimiento, se imaginan. Es una praxis
dudosa la búsqueda de ayudas que maquillen el síntoma.
Algunos resultados se valoran desde la subjetividad de la persona, ello no
les quita valor pero tampoco garantiza nada, salvo la percepción. Son los resul-
tados objetivos medidos mediante indicadores de evaluación profesional los
que certifican que aquella infección ha desaparecido, o en el campo social, que
aquella ansiedad para afrontar el día a día después de un infarto se ha mitigado.
Cada profesional es responsable de aplicar a su campo particular las bases
y principios del trabajo social sanitario. Es importante, hablando en términos
generales, que allá donde el diagnóstico social no sea un ejercicio habitual se
recupere, siendo ello un valor tanto para los trabajadores sociales generalistas
como para los especialistas. Se ha señalado en páginas anteriores, en términos
generales, el «diagnóstico social» no se puede confundir con la «valoración
técnica». Son dos conceptos diferentes pues mientras el «diagnóstico social» se
identifica con el trabajo social, la «valoración técnica» se identifica con cual-
quier técnico. En los establecimientos donde se adopte el concepto de «valo-
ración técnica», el intrusismo profesional se sirve en bandeja de plata. Con la
reinstauración del «diagnóstico social sanitario» al día a día, a la práctica diaria,
las viejas prácticas quedarán obsoletas y poco a poco dejarán de formar parte
de la realidad diaria, las acciones o actividades reactivas y espontáneas sufra-
gadas en la intuición y resueltas con la burocracia. Ello sin negar la necesidad
de la atención profesional individualizada, se desarrolla en páginas posteriores,
como exponente de habilidades y pericia profesional que debe quedar acepta-
da y circunscrita a los servicios denominados de acogida, de emergencia, o a la
presencia de situaciones inesperadas.
Todo lo dicho permite señalar que el «diagnóstico social sanitario» nada
tiene que ver con puntear en una plantilla los problemas o dificultades psi-
cosociales y sociales de las personas enfermas, de sus familias. Tampoco tiene
que ver con asociar dichos problemas a recursos comunitarios como quien
busca un sombrero para una testa. Los problemas suelen verlos todos los pro-
fesionales con experiencia y los recursos una vez conocidos están al alcance
de cualquiera. Incluso los ciudadanos con cierto grado de atención ven los
© Editorial UOC 35 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

problemas psicosociales y de hecho advierten muchas veces de ellos y pueden


a su vez identificar qué recursos pueden ser los más adecuados. ¿Eso significa
que ya pueden ejercer como trabajadores sociales sanitarios? Ese conocimiento
común está ahí y el trabajador social sanitario lo considera porque de él ob-
tiene unas primeras indicaciones de las expectativas y soluciones que corren
por dentro de la persona. Pero es una información más, no la única, sobre la
que podrá reflexionar para la elaboración del «diagnóstico social sanitario». Se
subraya que el trabajo social sanitario es mucho más que ver los problemas,
las disfunciones o las dificultades en las que se manifiestan dichos problemas
psicosociales, ello para evitar que la acción mecánica y automática que resulte
se confunda con una intervención desde el trabajo social sanitario. El «diag-
nóstico social sanitario», como el mismo «diagnóstico médico», alcanza di-
mensiones sociales que tienen que ver con el «ser y estar» de cada uno, con la
manera de existir en su día a día y en su espacio determinado. El «diagnóstico
social sanitario» resulta del estudio de lo que supone para la persona atendida,
para su familia o red social próxima esta nueva realidad que le ha traído la en-
fermedad y con la que se adentrará en su futuro. También tiene que ver con la
identificación de recursos propios que están a su alcance para salir adelante de
manera autónoma y cómo la persona puede utilizarlos. Y también tiene que
ver con la relación que la persona enferma mantiene con su red particular re-
saltando sobre todo los factores, los elementos facilitadores por excelencia que
inherentes a las personas, a sus familias, a su medio ambiente, se convierten en
hacedores y reconstructores de su continuidad interrumpida, temporalmente
por la enfermedad o indefinidamente por sus secuelas. Ello es considerar sus
puntos fuertes evidentes o potenciales que son el asidero inicial.
Por todo lo que representa el «diagnóstico social sanitario» y, por extensión,
el tratamiento social sanitario, solo quienes cuentan con la formación teórica
y el entrenamiento práctico, reconocido por los poderes educativos y forma-
tivos, pueden asumir esa responsabilidad. Se trata de contar con la formación
acreditada más que con la capacidad de hacer, pues, si bien cualquiera puede
dar brochazos en una pared, a quien uno se encomienda cuando quiere un
trabajo profesional es al pintor artesano.
Los profesionales de la medicina y de la enfermería y otros que ejercen en el
sistema sanitario encontrarán en los profesionales del trabajo social sanitario
que apoyen sus intervenciones en el «diagnóstico social sanitario» a grandes
aliados, con lo que aumentarán las garantías y la calidad de sus propias in-
tervenciones y beneficiarán con sus respuestas a la persona. La comprensión
de los elementos que componen la interioridad, el ambiente, la familia de las
personas supone un paso de gigante para que los tratamientos médicos y los de
© Editorial UOC 36 El diagnóstico social sanitario

enfermería perduren y no queden interrumpidos, inopinadamente, por falta


de una composición adecuada de la realidad particular, familiar, comunitaria,
de la persona a la que atienden.
Pero todo lo dicho ¿cómo se materializa? Muchos lectores y lectoras se dirán
que es fácil explicar lo que se requiere, pero muy difícil requerirlo y desarro-
llarlo en cada contexto. Lo más importante es comprender el concepto, lo que
implica y saberlo aplicar. Los ejemplos, algunos reales, otros figurados, serán
mi principal aliado.
Después de años de estudio de la palabra «diagnóstico» y del verbo «diag-
nosticar», aplicado ello a las profesiones que conforman el corolario asistencial
y que junto con el trabajo social sanitario asisten a personas enfermas o en
riesgo de enfermar, después de ejercicios de observación directa y análisis de
las inquietudes profesionales de los trabajadores sociales sanitarios de este siglo
XXI para poder desarrollar su profesión como señala el canon, después de revi-
siones bibliográficas que van desde el llamado «milagro griego» hasta nuestros
días, encorsetados estos últimos, como se ha señalado, por sistemas de infor-
mación que dejan a un lado, o dificultan, la consideración de lo cualitativo,
obviando que es en lo cualitativo donde se juega la partida del bienestar y de
la salud, es el momento de ofrecer recursos para retomar el «diagnóstico social
sanitario» e identificarse, profesionalmente, con él.
Por el hermanamiento que existe entre la medicina y el trabajo social sa-
nitario, muchas de las coordenadas tomarán dicha disciplina como encuadre
teórico y se transferirán al trabajo social sanitario. Las preguntas que en 1912
el Dr. Richard C. Cabot liberó ante un auditorio entregado, a juzgar por las dis-
cusiones posteriores de los asistentes, serán las líneas que guiarán parte de los
contenidos de este libro sobre el «diagnóstico social sanitario».
El Dr. Richard C. Cabot se preguntó:

«¿Qué pueden aprender los médicos de los trabajadores sociales?


»¿Qué pueden aprender los trabajadores sociales de los médicos?
»¿Qué pueden aprender los médicos y trabajadores sociales de los pacientes?
»¿Qué pueden aprender los pacientes de los médicos y trabajadores sociales?
»¿Qué podemos aprender de todo el éxito en este trabajo?
»¿Qué podemos aprender del fracaso?».10

10. Cabot, R. C., op. cit. 1912: 351-359.


© Editorial UOC 37 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

El trabajo social sanitario nació de la observación de la práctica caritativa en


las personas enfermas, de sus ambientes también enfermos, del análisis de los
registros en donde se anotaban, minuciosamente, todas las intervenciones y de-
talles referidos a la persona, a su familia, a su vivienda, a su barrio, a su alimen-
tación, a las intervenciones profesionales. Estos registros permitieron extraer
las respuestas dadas ante cada caso y combinar diferentes tipos de información
de la persona, de su entorno familiar y de su barrio con la misma enfermedad.
Así que nada debería impedir a los trabajadores sociales sanitarios de hoy se-
guir con esta tradición con los años convertida en práctica profesional pues en
ella está la base del crecimiento y del futuro servicio a las futuras nuevas socie-
dades cuando se encuentren ante la enfermedad de alguno de sus miembros.
Gordon Hamilton, en 1931, casi veinte años más tarde de que el Dr. Richard
C. Cabot se preguntara lo visto, ponía el foco en la interacción de hechos y esferas
de la persona y también señaló la importancia de conocer qué de lo social había
afectado y contribuido a la enfermedad, pudiendo, simultáneamente favorecer
y procurar su recuperación. Escribió textualmente centrándose en el casework:

«En el trabajo social hospitalario, el casework debe estar condicionado por


todos los puntos del problema médico. Qué es lo que en la situación social y
personal del paciente ha contribuido a su enfermedad o puede contribuir a su
recuperación».11

En la misma línea, reforzando el argumento de Gordon Hamilton, años


más tarde, Florence Hollis y Mary E. Woods acentuaron esa doble dirección e
influencia constante entre lo médico y lo social, escribiendo:

«En la determinación del grado de los factores de la salud como componentes


de presión, el trabajador social no toma sólo en cuenta la condición del diagnós-
tico médico, también toda la información verídica en el estudio social acerca de
la condición física de la persona. De las enfermedades específicas se debe conocer
los efectos que ejercen sobre la personalidad».12

En una versión posterior del libro escribían sobre las implicaciones persona-
les y sociales asociadas al diagnóstico médico.13 Y abundando en el argumen-

11. Hamilton, G., «Refocusing family case work». National Conference on Social Welfare.
1931:174.
12. Hollis, F., Woods, M. E. Casework. A psychosocial therapy. Third Edition. New York. Random
House. 1964: 382.
13. Woods, M. E., Hollis, F., Fifth Edition. 2000; 307.
© Editorial UOC 38 El diagnóstico social sanitario

to anterior, en la misma línea, a modo de ilustración sobre las clasificaciones


médicas como herramientas para ayudar a los trabajadores sociales sanitarios
a identificar, sobre ellas, las implicaciones sociales o psicosociales de las enfer-
medades, escribieron al respecto:

«La clasificación médica, o el diagnóstico, a menudo tiene implicaciones per-


sonales y sociales. […] Por ejemplo: Un niño diabético puede necesitar ayuda con
los sentimientos respecto a su enfermedad que le impone privaciones de comidas
o de actividades que sus amigos pueden disfrutar. […] Un adolescente atleta, con
la rodilla permanentemente lesionada, puede, consecuentemente, perder estatus
como “estrella” del equipo de la escuela superior, o dejar atrás su sueño de parti-
cipar en la liga de primera».14

Ha llegado el momento de satisfacer el objetivo de este libro, pensando el


«diagnóstico social sanitario» desde la comprensión primigenia de la palabra
«diagnóstico», liberada de calificativos. Es momento de recuperar en la prác-
tica diaria de los trabajadores sociales sanitarios, ellos y ellas, la elaboración
del «diagnóstico social sanitario» como parte identitaria y como respuesta a la
responsabilidad que la profesión imprime en la ayuda gestada desde sus cono-
cimientos, principios y valores.

El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica


La esencia de la práctica eficaz y responsable es el diagnóstico
Francis J. Turner
Social Work Diagnosis in contemporary practice

Algunos trabajadores sociales generalistas, también sanitarios, se resisten


al uso del término «diagnóstico» por el peso médico que, dicen, contiene la
palabra. Mary E. Richmond tuvo que explicar por qué su libro se tituló Social
diagnosis [Diagnóstico social] y no «Diagnóstico individual» como algunos le
reclamaban, precisamente por lo mismo, la adherencia a lo médico. No se pue-
de negar la influencia de la medicina en el trabajo social sanitario, incluso en
el trabajo social generalista, los vínculos iniciales entre profesionales de ambas
disciplinas así lo demuestran y seguramente lo propiciaron. Ello se desarrollará
ampliamente en este mismo capítulo, unas páginas más adelante.

14. Woods, M. E., Hollis, F. (1930). Casework. A psychosocial therapy. Boston. McGraw Hill. Pág. 309.
© Editorial UOC 39 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

En parte es cierto que, comúnmente, cuando se habla de diagnóstico, se


piensa en la patología médica. Ello es un hecho. Sin embargo, también lo es
que el término «diagnóstico» es muy antiguo, como se verá en las páginas si-
guientes, mucho más que la misma medicina tal como hoy se la conoce. Así
pues la carga ideológica que cada cual le dé al concepto poco tiene que ver con
el concepto que en cualquier caso mantiene su sentido final y sí tiene mucho
que ver con quien lo interpreta.
La palabra «diagnóstico» significa “discernir”, “diferenciar”, “distinguir”,
“juzgar”.15 16 En ellas, nada lleva a pensar que se habla de patología médica, ni
siquiera de patología. Un «diagnóstico», en el ámbito profesional, sea éste el
que sea, puede elaborarse por muchas razones y éstas, además, no necesaria-
mente deben ser cuestiones negativas. Por tanto, un primer ejercicio será libe-
rar la palabra «diagnóstico» de la subjetividad de cada cual para verla, sentirla
y asumirla desprovista de prejuicios.
Si uno realiza una lectura en «la página del idioma español» podrá leer tex-
tualmente sobre el origen de la palabra «diagnóstico». Y ciertamente hace refe-
rencia a la enfermedad pero también pone de relieve lo que significa la palabra
y es ahí donde la asociación con la enfermedad se puede calificar de capricho-
sa. Se puede leer:

«Llamamos diagnóstico al arte de identificar una enfermedad a través de los


signos y síntomas que el paciente presenta. La palabra fue tomada por vía culta
del griego he diagnostike tekhne (arte de distinguir o identificar enfermedades),
expresión que se formó a partir del verbo diagignoskein “distinguir”, “discer-
nir”, “discriminar”, compuesto por el prefijo dia- “a través” (como en diáfano)
y gignoskein “conocer”. Este verbo griego proviene de la raíz indoeuropea gno-,
que también dio origen al latín cognoscere (conocer). En las lenguas modernas,
la palabra parece haber llegado primero al inglés diagnostic en 1625, al alemán
Diagnose también en el siglo XVII, y en el siglo XVIII, al italiano diagnostico y
al francés diagnostic, mientras que al español llegó sólo en el siglo XIX, para ser
incorporado a la edición del Diccionario de 1843».17

A lo largo del libro, en diferentes formas y escenarios, también de la mano


de diferentes autores, se irá recordando este origen del término «diagnóstico»
por entender que ello resulta esencial para que cada trabajador social sanitario,

15. Doval, L., ápud Iglesias, M. J. «Análisis del concepto de diagnóstico en educación» en A educación
en perspectiva. Homénaxe o profesor Lisardo Doval Salgado. A Coruña. 2000: 587-588.
16. Laín Entralgo, P., op. cit. 1981: 11.
17. http://www.elcastellano.org/palabra.php?q=diagn%F3stico [Consulta 7 de agosto de 2012]
© Editorial UOC 40 El diagnóstico social sanitario

él o ella, lo integre a su saber individual, a su diccionario particular y, paulati-


namente, lo aplique sin equívocos y, sobre todo, sin complejos, en su ejercicio
diario. Este recordatorio se asume como un recurso de aprendizaje y compren-
sión del «diagnóstico social sanitario», dada la desviación del corpus teórico
que su elaboración está tomado en los últimos años. La familiarización y vín-
culo con el origen de la palabra «diagnóstico» sin más evitará que la acción
resultante sea distinta a la que debe ser, libre de alteraciones o deformaciones
conceptuales sui generis. Valga el siguiente ejemplo para ilustrar el argumento:
Una mesa es una mesa, pero según su finalidad, sin dejar de ser una mesa,
presentará características diferentes. Características que serán indiferentes al
observador común, pero no al profesional de cada disciplina que requiere su
mesa. Una mesa de comedor es distinta de una mesa de oficina, o de una mesa
de quirófano, y todas son diferentes de una mesa para tomar el té. Por tanto,
tratándose de una mesa en todos los casos, ésta presentará ciertas particulari-
dades que la identificarán con ese fin último, comer, operar, trabajar, tomar el
té, y al mismo tiempo, lo facilitarán. Pensando en términos sociales, cierto es
que al final quien le acaba dando la utilidad es quien la utiliza y no faltarán
personas que desde una presunción simplona defiendan que en una mesa de
quirófano, si uno quiere, también se puede tomar el té, o escribir una carta.
Efectivamente. Sin embargo, ese argumento es tan desafortunado que invita a
cerrar la discusión, al menos en el ámbito académico porque la persona que lo
realiza, se ve a todas luces, no se basa en un conocimiento de los tipos de mesa
y sus finalidades, sino en su espíritu tomado por la opinión quizás burlesca,
pero no profesional. Se sabe que la opinión varía de un momento a otro, de un
tiempo a otro. Así que es fácil pensar que esa persona que hoy quiere tomar el
té en una mesa de quirófano, mañana lo quiera tomar en una mesa de oficina,
o quiera escribir sus cartas en la mesa del comedor. Todo ello no se puede con-
fundir con el conocimiento de la mesa y su uso adecuado a las circunstancias.
Posiblemente esta persona esté jugando con las palabras, una práctica cada
vez más común, esté poniendo a prueba su locuacidad, su gesticulación, le
agrade el espectáculo, pero es preciso darse cuenta, se insiste de nuevo, que
esto poco tiene que ver con el conocimiento del uso de la mesa. Adrede se in-
cluye la palabra «conocimiento» por lo que ello significa en la persona que lo
posee y la diferencia impresa con la persona que, puede decirse, «aún no lo ha
encontrado». Se diga lo que se diga de las muchas utilidades de la mesa y sus
posibles cruces, nada altera las coordenadas del objeto «mesa» y ese es el asun-
to primigenio. Centrados de nuevo en el término «diagnóstico» éste significa
lo que significa y lo que piense uno u otro que significa es responsabilidad de
ese uno u ese otro pero ello no cambiará la función ni la finalidad del término
© Editorial UOC 41 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

«diagnóstico». Sería muy poco fiable que la ciencia, en este caso, el trabajo
social sanitario, se apoyara en un baile de conceptos y cada cual tomara el que
más le conviene o el que más le gusta en cada momento.
Cuando un profesional, en cualquier disciplina, elabora un «diagnóstico»,
su primera responsabilidad es la de distinguir, discernir, discriminar, juzgar a
través del conocimiento adquirido en su formación y la experiencia a través
de su ejercicio profesional aplicando este conocimiento. Se trata de un cono-
cimiento científico, no debe confundirse con exacto, un conocimiento adqui-
rido y validado, un conocimiento que se ha puesto en práctica al servicio de
las personas enfermas o en riesgo de enfermar, un conocimiento que cada pro-
fesional va autoorganizando con los años pero que le es reconocido, además
de socialmente, por los otros profesionales y por los organismos competentes
como la universidad o institutos de formación. El conocimiento científico se
diferencia del conocimiento vulgar o común en que mientras el primero impli-
ca estudio, una práctica, una comprobación de que se ha adquirido, el segundo
se adquiere por contacto o puro azar en el propio vivir y, podría no haberse
adquirido sin que a la persona le afecte esa carencia. El observador profesional
actúa de acuerdo con su pericia y saber18 y necesita este conocimiento para evi-
tar que su acción se reduzca a la pura especulación: «si lo acierto lo adivino».
El observador casual actúa de acuerdo con el instinto y reacciona ante aquello
que más llama su atención pero no sigue ningún criterio, ningún método, más
allá de su sentido común.
Entonces ¿qué significa la aplicación de la palabra «diagnóstico» al campo
del trabajo social sanitario? En primera instancia, lo mismo que en cualquier
otro campo. La diferencia la señalarán los valores y principios, las doctrinas del
trabajo social sanitario incluidos en las diferentes definiciones de «diagnóstico
social» o «diagnóstico social sanitario» construidas a lo largo de los años por
los diferentes eruditos.
Se habla de problema y ello invita a abrir un paréntesis para definir la pa-
labra «problema» y asegurar la misma base para todas las personas que estén
entre las páginas de este libro. La RAE ofrece muchas definiciones, sin embargo,
las que más se adecuan al trabajo social sanitario son:

«Conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún


fin. […] Planteamiento de una situación cuya respuesta desconocida debe obte-
nerse a través de métodos científicos».19

18. Anguera, T., Metodología de la observación en las ciencias humanas. Madrid. Editorial Cátedra.
1985: 20-21.
19. http://lema.rae.es/drae/?val=problema [Consulta 24 de julio de 2012]
© Editorial UOC 42 El diagnóstico social sanitario

Cuando la persona expone lo que para ella son adversidades que le dificul-
tan la consecución de algún fin, el trabajador social sanitario siempre piensa
«¿Qué me está tratando de decir?», «¿Cuál es el problema o problemas que
presenta esta persona?». Y para ello, para desentrañar la cuestión, no le queda
más remedio que iniciar el procedimiento o el protocolo de trabajo social sani-
tario que corresponda, el cual le llevará de manera natural y lógica, se subraya
lógica, a la elaboración del «diagnóstico social sanitario».
Pensando en el problema, ¿se puede considerar que es lo que cuenta la per-
sona, su familia?, ¿es lo que explican los profesionales?
Si se presta atención a estas primeras aportaciones de quienes inician el mo-
vimiento de pedir ayuda al servicio de trabajo social sanitario, éstas obedecen
más a la manifestación del problema que al problema en sí, que casi siempre se
debe deducir. La manifestación del problema es lo que lleva a la persona, a los
demás profesionales, a pedir ayuda profesional al trabajador social sanitario,
buscan la ayuda del especialista. Y para éste toda aportación e información
que le llega envolviendo al problema o problemas, ese relato de su manifesta-
ción, forma parte de las fuentes de información y contribuye a enriquecer el
análisis y estudio que permitirá aproximarse al problema real. Luego llegará
la elaboración del «diagnóstico social sanitario» para planificar el tratamiento
u orientación mediante los recursos formales e informales, pero sobre todo
reforzando las fortalezas, las capacidades, la autoconfianza y la autoestima, el
autocuidado, los propios deseos de mejora de la persona enferma. La persona
enferma o en riesgo de enfermar es el cliente del trabajador social sanitario.
Y salvo que el médico o el juez indiquen lo contrario, es esta persona la que
tiene las claves del «problema». Ella con su propia narración, puesto que en
ella se encierra su vivencia, su emoción, su desgarro, su alegría, ilustrará cuales
pueden ser los problemas y su naturaleza. Pero en esta misma persona también
se encuentran, y el trabajador social sanitario tiene que saberlas ver y extraer,
sus expectativas, sus anhelos, sus posibilidades, su energía vital, su autodiag-
nóstico, su camino. El autodiagnóstico de la persona constituye uno de los
puntos claves del «diagnóstico social sanitario» y permite a la persona, a la
familia, el regreso a su cotidianeidad o le lleva, si es necesario, a transformarla.
Determinadas cotidianeidades resultan tóxicas por lo que sería un paso atrás
querer mantenerlas una vez identificadas. El «diagnóstico social sanitario» da
relieve a todo ello. Véase el siguiente mapa conceptual que ilustra el concepto
«diagnóstico» aplicado al trabajo social sanitario.
© Editorial UOC 43 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Mapa conceptual 1. El concepto «diagnóstico» aplicado al trabajo social sanitario

Centrados en el «diagnóstico social sanitario», en cada persona o núcleo de


convivencia, el trabajador social sanitario deberá distinguir, discernir, discri-
minar, juzgar, la presencia de problemas psicosociales, distorsiones y roturas
vitales, que se dan por la presencia de la enfermedad o del tratamiento que
ésta requiere. La gravedad de estos problemas, de sus manifestaciones, desde
el punto de vista de la persona, de su familia, les alienta a dar este primer mo-
vimiento de petición de ayuda profesional. Ello significa que la persona en
cuestión, su familia, saben que no pueden resolver la situación por su cuenta y
necesitan ayuda profesional del trabajo social sanitario. Es preciso recordar que
la intervención a demanda debe ir quedando relegada a la mínima expresión y
dar paso a la intervención sistemática por programas cuyos procedimientos o
protocolos indican la realización de un primer screening de trabajo social sani-
tario para descartar la presencia de problemas y/o dificultades. En este caso es
el criterio profesional el que, ante la presencia de determinadas características
o circunstancias, interviene por su cuenta. Todas las teorías del mundo no pue-
den negar la existencia de los problemas cuando la arena es la primera línea de
un hospital o de un centro de salud. Y como se ha mencionado, el trabajador
social sanitario deberá, en paralelo, distinguir, discernir, discriminar, juzgar la
© Editorial UOC 44 El diagnóstico social sanitario

presencia de las fortalezas, las capacidades, los recursos propios de la persona,


de su familia, de su entorno. El «diagnóstico social sanitario» se construirá so-
bre la persona que convive con estas dos realidades, por una parte las dificulta-
des, por la otra las oportunidades y en un tercer camino, la reconstrucción.

Mapa conceptual 2. De la manifestación del problema a la naturaleza del problema

Para cerrar este asunto y a modo de ejemplo, sobre los problemas psicoso-
ciales, es importante señalar dos ángulos:

t La manifestación del problema psicosocial, por ejemplo: la persona no


sigue la dieta indicada, la persona no realiza ningún ejercicio y sigue ganando
peso, la persona no puede regresar a su casa cuando recibe el alta hospitalaria,
etcétera.
tEl problema psicosocial real, por ejemplo: la precariedad económica de la
persona, o la persona es incapaz de seguir una disciplina alimentaria, o la per-
sona está afectada de una importante sordera y ello la retrae de la vida social,
la persona carece de apoyos propios, etcétera.

Se trata de un ejemplo muy elemental, pero que permite dibujar una frontera
entre ambos conceptos, los cuales formarán parte del «diagnóstico social sani-
tario» una vez se hayan definido, interpretado, contextualizado y reconducido.
© Editorial UOC 45 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

La manifestación del problema se entiende como lo que se ve, la eviden-


cia, lo que es innegable y salta a la vista. Pero cuidado, algo importante que
hay que considerar, esto que salta a la vista para el trabajador social sanitario,
también salta a la vista de casi todos los demás profesionales y salta a la vista
de las otras gentes que se relacionan con la persona que lo padece. Ello queda
al alcance de todos, por tanto, el trabajador social sanitario por su formación
irá más allá. El camino para ir más allá es uno y pasa por la elaboración del
«diagnóstico social sanitario». La manifestación del problema está ahí se recaba
a través de la realidad narrada por la persona, denominada por Bradshaw20 «la
necesidad expresada» y a través de las primeras observaciones, el trabajador
social sanitario, él o ella, realiza un análisis de los hechos y de la actitud de la
persona en el relato. Hasta aquí, nada indica que el centro de atención sea la
patología o los problemas de la persona únicamente. El profesional analizará el
relato para discriminar que es empírico y no algo narrativo.
Se insiste en que el problema de base, el que motiva la demanda de ayuda,
en primera instancia permanece oculto, late y gravita en lo que nos cuenta la
persona, u otro profesional del sistema sanitario, o de servicios sociales, etcé-
tera, pero el problema está por determinar. Es ahí donde empieza ese ejercicio
milenario de distinguir, discernir, discriminar, juzgar: «el ejercicio diagnósti-
co». Si ello no se apoya en el conocimiento, en procedimientos o en protocolos
de trabajo social sanitario, la acción que se desarrolle puede acabar siendo pura
moralina o una conversación animosa que ayuda a la persona a sentirse mejor,
pero no la ayuda a resolver nada. Sin negar la parte terapéutica de dicha con-
versación, nunca puede tomarse como una intervención profesional, porque
no cumple requisitos como: El seguimiento de procedimientos, o de protoco-
los, lo cual incluye sine qua non el «diagnóstico social sanitario», la elaboración
de unos registros, la consecución de entrevistas, etcétera, en definitiva, unas
competencias que los profesionales han adquirido en su formación y que po-
nen al servicio de la persona enferma, en riesgo de enfermar y su familia.
La comprensión de los párrafos anteriores se facilitará con el siguiente ejem-
plo gráfico. En el cuadro «a)» la pregunta es ¿cuánto suman tres más cuatro?
Parece fácil y ciertamente lo es.

20. Bradshaw, J., Una tipologia de la necessitat social. Generalitat de Catalunya, Departament de Sani-
tat i Seguretat Social. Instruments de Prospecció de Serveis Social 1. 1983.
© Editorial UOC 46 El diagnóstico social sanitario

Mapa conceptual 3. De la evidencia a la inferencia

La pregunta no tiene trampa así que la respuesta es la que cada lector o


lectora está pensando y que aparece en cuadro «b)»: «Siete». El cuadro «a)» res-
ponde a la analogía de una intervención proactiva, cuando se interviene por
programas y en base a la presencia, en la persona enferma, en su entorno, de
criterios de riesgo clínico, social y psicosocial. Ello señala un riesgo, pero el ries-
go en ningún caso es sinónimo de problema por lo que se aplica un screening
de trabajo social sanitario que permite discernir la presencia de un problema,
pudiendo actuar entonces de manera preventiva. Ésta es una vía de interven-
ción, mucho más eficiente pero todavía en claro subdesarrollo.
Ahora cambia el punto de vista. Si de repente alguien se encuentra directa-
mente en el cuadro «b)», el mismo lector o lectora se encuentra directamente
con el «Siete», olvídese del cuadro «a)» y de lo que ha leído unos párrafos an-
tes. ¿Qué ocurre en este caso? Ese «Siete» del cuadro «b)»: ¿De dónde surge?
Olvidado el cuadro «a)», no es tan fácil ¿verdad? Pero aunque el cuadro «a)» se
recuerde, como se verá tampoco es fácil. Es más, este recuerdo del cuadro «a)»
puede enmascarar la respuesta correcta pues predispondrá al lector o lectora,
léase profesional, hacia una dirección y, por tanto, dejará de lado otra informa-
ción importante, incluso básica, le apartará de un análisis objetivo para inferir
de dónde surge realmente el «Siete». ¿Qué ocurre cuando la única información
de la que se dispone es el «Siete»? ¿De dónde surge este valor «Siete»? Los tra-
bajadores sociales sanitarios, ellos y ellas, se puede decir que en su ejercicio
muchas veces se encuentran con este «Siete». Este «Siete» es la demanda. La
© Editorial UOC 47 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

persona, su familia, ha tomado conciencia de que necesita ayuda. El cuadro


«c)» muestra respuestas, algunas claro. Un profesional que actúa por instinto
podrá decir que este «Siete» viene de «cuatro más tres», otro que actúa con el
suyo, dirá «de cinco más dos», un tercero que también tiene el propio dirá «de
ocho menos uno». Las combinaciones son muchas y todas conducen o gene-
ran el «Siete». Pero no se trata de adivinar, se trata de inferir exactamente ese
«Siete», ese y no otro, de dónde surge. El trabajador social sanitario requiere
el origen de este «Siete» que motiva la demanda de la persona, o la familia,
incluso de los otros profesionales y por ello pone en marcha el procedimiento
o protocolo adecuado.
Déjese temporalmente a un lado el trabajo social sanitario.
La mayoría de los profesionales, en cualquiera de las disciplinas del sistema
sanitario, ante este «Siete» dirán: «se requiere un diagnóstico». Esta observa-
ción indica que acaba de salir el «Profesional» en mayúsculas. El «Profesional»
sabe que las combinaciones son muchas y sabe que no puede precipitarse en
sus veredictos para evitar errores en su intervención. El profesional no compite
para ser el primero, estudia los factores. Hipotéticamente, con este «Siete» el
profesional en cuestión, pertenezca a la disciplina que pertenezca, empezará a
aplicar sus procedimientos, sus protocolos, los que tiene definidos. Consultará
las fuentes para ampliar la información que necesita, generará unas primeras
hipótesis diagnósticas y realizará las primeras pruebas diagnósticas que le per-
mitan establecer validar o rechazar las hipótesis. Ello para elaborar, finalmente,
el «diagnóstico». De momento sin calificativos, para poder «discernir, discri-
minar, diferenciar, juzgar», si la naturaleza del «Siete» proviene del «tres más
cuatro», del «cinco más dos» o del «ocho menos uno». O de otros factores.
Volviendo al trabajo social sanitario, como se ha mencionado, es habitual
encontrar, a trabajadores sociales en general y trabajadores sociales sanitarios
en particular, a los que el término «diagnóstico», dicen, les incomoda, les des-
agrada. Lo asocian a patología. Precisamente, argumentan que a causa de ese
asociacionismo con la medicina quedan atrapados en la patología de la perso-
na y dejan de lado los aspectos sanos. Dicen que «medicaliza» lo psicosocial. En
parte es así, pero practicando con el ejemplo, en este momento del libro cabe
ampliar y modificar, pero sobre todo contextualizar ese punto de vista que no
es del todo relativo.
Siendo precisos, se puede presumir, e insistir, que son ellos o ellas, quienes
lo asocian al «diagnóstico médico» centrado en la patología, sin embargo, cabe
añadir que se están refiriendo al «diagnóstico médico» elaborado dentro del
«modelo médico» y no dentro del «modelo biopsicosocial». Descrito de una
manera muy sencilla, el «modelo médico» ciertamente está centrado única-
© Editorial UOC 48 El diagnóstico social sanitario

mente en la enfermedad, en la patología, en el problema orgánico y considera


que subsanado ello, todo lo demás se reordena solo. Es una óptica mecanicista
pero que preside muchos de los actos médicos. Entonces, uno de los objetivos
del trabajador social sanitario que se encuentra ante esta actitud reduccionista
del médico debe ser transformar esa visión y evidenciarle que lo que es bueno
para la enfermedad puede no serlo para el enfermo. La concienciación de los
otros profesionales sobre el valor de la persona, la influencia de su entorno,
también es trabajo social sanitario. En estos últimos años parece que esta fun-
ción se ha olvidado puesto que fácilmente se relata el hecho pero difícilmente
se actúa sobre él. Una actuación que debe venir avalada por resultados que
revelen esa mejora de los resultados en materia de salud y bienestar de un mo-
delo frente a otro.
Yendo por partes. Piénsese ahora en el concepto de «diagnóstico», el mis-
mo que se ha tomado hasta ahora, manteniendo vivas las líneas anteriores en
donde se ha explicado el origen de la palabra, lo que significa y a lo que remite,
pero en vez de circunscribirlo al citado «modelo médico», circunscríbase al
«modelo biopsicosocial». Recuérdese que «modelo biopsicosocial» fue descrito
en 1977 por George Engel21 si bien algunos médicos y sociólogos de finales del
siglo XIX y principios del siglo XX, como fueron William Olser, Richard C.
Cabot, Charles P. Emerson, Michael Davis, etcétera, ya señalaron las mismas
coordenadas que Engel, solo que no le dieron un nombre específico. Por decir-
lo de alguna manera, ellos hablaban del «liquido blanco y en botella» y cuando
llegó Engel dijo «leche». A modo recordatorio el «modelo biopsicosocial» ve al
enfermo que padece la enfermedad inscrito en su entorno y medio ambiente
y parte del principio de la teoría sistémica de que la interacción entre ellos es
constante. Por tanto, la óptica y la práctica de uno u otro modelo, cambiará la
perspectiva del profesional con respecto al contenido que de su «diagnóstico»,
pero será el suyo, no el «diagnóstico» en abstracto.
El primero, el «modelo médico», a la larga, se puede afirmar, resulta ineficaz,
precisamente por ese desconocimiento del entorno, de los recursos propios y
las posibilidades inherentes a la persona enferma para afrontar el cuidado de
su enfermedad, sin duda presente y lo que ésta conlleva. Una ineficacia que a
medida que las sociedades se vuelven más complejas en su fondo y forma se
hace más patente. El «modelo médico», predominante, también cabe asumirlo,
al considerar la enfermedad como una entidad aparte, al no contextualizarla
en la persona, al separar ésta de su entorno específico desaprovecha el poten-

21. Engel, G., «The need for a new medical model: a challenge for biomedicine». Science, 8 April. Vol.
196. Núm. 4286. 1977: 129-136.
© Editorial UOC 49 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

cial curativo inherente a la misma persona, para mejorar su rehabilitación y/o


reinserción. Por ejemplo un indicador útil para este fin es la tasa de reingresos.
Año tras año aumenta. Si bien en el grupo de hospitales de menos de 200 ca-
mas decrece en 16 puntos, en el resto aumenta. ¿Por qué?

Grupo
Hospital 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009
Total Altas 6,83 6,96 6,97 7,03 7,17 7,17 7,25 7,25 7,27
Menos de
200 camas 6,35 6,22 6,16 6,26 6,47 6,49 6,57 6,64 6,48
200-500
camas 7 7,15 7,19 7,25 7,46 7,47 7,67 7,75 7,78
500-1.000
camas 7,04 7,25 7,22 7,33 7,46 7,37 7,37 7,39 7,51
Más de
1.000
camas 6,68 6,83 6,9 6,87 6,88 6,96 6,99 6,82 6,81

Tabla y gráfica 1. Tasa de reingresos. Fecha de emisión: 28/04/2012. Eje de análisis: Serie temporal
Fuente: Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Agencia de Calidad del Sistema Nacional de Salud. Instituto de
Información Sanitaria. Registro de altas hospitalarias del Conjunto Mínimo Básico de Datos (CMBD) de los hospitales del Sistema
Nacional de Salud. Elaboración: Dolors Colom

Cada servicio de trabajo social sanitario, casi todos trabajan con sistemas
de información, cuenta en su haber con la posibilidad de calcular sus números
índice pudiendo comparar aquellos grupos de población atendidos dentro de
uno u otro modelo. La decisión de aplicar el «modelo biopsicosocial» frente
al «modelo médico» no debe ser en ningún caso una cuestión de fe como a
veces se puede insinuar dando a entender que no hay datos que lo avalen. Es
cierto que no hay una avalancha de datos, pero los hay. La evolución de los
indicadores resuelve las suposiciones presentes y las futuras. Las experiencias
© Editorial UOC 50 El diagnóstico social sanitario

aisladas revelan que esa desconexión, que algunos médicos realizan, entre la
enfermedad y las diferentes esferas del enfermo, a medio plazo, convierte al
«modelo médico» en óbice de sí mismo para mantener los resultados y bene-
ficios obtenidos en la intervención tanto desde el punto de vista individual
como colectivo.
Un paréntesis para ilustrar, mediante una experiencia aislada pero fáctica,
esta afirmación a favor del «modelo biopsicosocial» como optimizador de re-
cursos propios e institucionales frente al «modelo médico» globalmente menos
eficaz y sobre todo menos eficiente. Es preciso asumir las limitaciones de los
resultados que se describen a continuación, los cuales se remontan a los años
1985, 1986 y 1994. Los resultados se inscriben dentro del «Procedimiento del
programa de la planificación del alta hospitalaria» desarrollado en el servicio
de trabajo social sanitario del Hospital de Sant Andreu de Manresa y posterior-
mente Hospital General de Manresa, hoy ambos transformados. Se toma la po-
blación mayor de 65 años que ingresó en el hospital. Por una parte la atendida
dentro del «modelo médico».Eran personas que aún presentando algún criterio
de riesgo psicosocial, el segundo screening de trabajo social sanitario descartó
el seguimiento. Por tanto, se trataba de una población en la que el servicio de
trabajo social sanitario no intervino después de dicho screening. Esta población
se compara con la del mismo grupo atendida dentro del «modelo biopsicoso-
cial» y que el screening arrojó la presencia de dificultades psicosociales.
El primer grupo de población presentaba criterios de riesgo psicosocial pero
éstos no significaban problemas. El segundo presentaba criterios de riesgo psi-
cosocial y éstos suponían problemas. Se estudia la evolución del tiempo de
hospitalización, un indicador objetivo y orientativo.
En la tabla y gráfica que sigue, puede verse que mientras la población aten-
dida dentro del «modelo médico» pasa en diez años a incrementar su tiempo
de hospitalización en casi tres días. La atendida dentro del «modelo biopsico-
social», aun presentando problemas psicosociales, los reduce en cuatro y me-
dio. Es preciso señalar que mientras el primer grupo no presentaba ningún
problema psicosocial asociado, de ahí que su estancia media de la categoría sea
más reducida, el segundo sí, lo que justifica que, en este caso, la estancia media
de la categoría, sea más elevada. Sin embargo, lo importante de ver aquí es la
tendencia del indicador estancia media de ambos grupos de población según
la aplicación de uno u otro modelo sanitario. Queda patente que el modelo
médico, al menos en las personas que presentan criterios de riesgo psicosocial,
es menos eficaz y eficiente que el modelo biopsicosocial.
© Editorial UOC 51 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Subgrupo población
Año 1985 Año 1986 Año 1994
Población de 65 años
Modelo médico 10,9 12,1 14
Población de 65 años
Modelo biopsicosocial 28,5 25 23

Tabla y gráfica 2. Evolución de la estancia media de la población según el modelo asistencial. Fuente: Hospital objeto de estudio –
Hospital de Sant Andreu de Manresa y Hospital General de Manresa 1985-1994 – Elaboración: Dolors Colom

Es preciso aclarar que la calificación de ambos modelos asistenciales de la


gráfica anterior se ha realizado a posteriori, tomando la práctica diaria como
base del análisis, y la aplicación de la definición y concreción de ambos mode-
los de acuerdo con la práctica correspondiente.
Es una obviedad que cuando la persona está enferma, la enfermedad debe
tratarse. También es obvio que determinados diagnósticos médicos dejan a la
persona ocupada y preocupada por su dolencia y sus consecuencias. La ne-
gación de la enfermedad y de la atención que precisa la persona, su familia,
sería un ejercicio de irresponsabilidad y frivolidad inaceptable. Pero lo que sí es
discutible es el cómo esta enfermedad de la persona se trata contando con ella
misma, dado que es ella quien la padece y la sostiene, contando con el entorno
y ambiente que es donde habita la persona, contando, si cabe, con servicios
comunitarios de apoyo. De hecho es un debate que lleva más de un siglo en la
palestra de lo teórico de los modelos y su aplicación práctica considerando el
valor final para la persona enferma, para su familia, para un medio ambiente
que, a su vez, juega a favor o en contra de la recuperación, según cada caso.
Esas sinergias entre los diferentes elementos están ahí y el trabajador social
sanitario, él o ella, trabaja con ellas. Recuérdese que la persona, antes de ser
© Editorial UOC 52 El diagnóstico social sanitario

una persona enferma ingresada en el hospital o tratada en un centro de salud,


ha sido una persona, sana o enferma, que vive en su casa, en su barrio, en su
comunidad, con los suyos, con sus costumbres, sus hábitos, sus miedos, sus
fantasías, etcétera. Todo ello es parte de la enfermedad y, también, parte de su
curación. Acuérdense de las palabras de Gordon Hamilton señalando la im-
portancia de identificar qué de la persona y su medio ambiente había contri-
buido a su enfermedad y qué podía contribuir a su curación.22 El trabajo social
sanitario es hueso y tuétano de este escenario pero para que su acción resulte
realmente eficaz y eficiente debe apoyarse en el «diagnóstico social sanitario»
sin caer en otras cuestiones que no sean las que el término «diagnóstico», ge-
nuinamente, significa.
Después de este panegírico sobre problemas, sus manifestaciones, los mode-
los comparados y el mismo «diagnóstico social sanitario» es momento de vol-
ver al término «diagnóstico» a secas y a su posible rechazo por parte de algunos
y algunas trabajadoras sociales sanitarias. Es inevitable el borboteo de una serie
de dudas ¿este rechazo tiene que ver con el concepto o con su actitud? ¿No
será que están proyectando sobre el término sus propias maneras de abordar el
caso social sanitario? Es preciso reflexionar sobre el cuarto oscuro de cada uno,
sobre su posición y su propio modelo empírico, no el discursivo. Se sabe que
es fácil depositar, proyectar sobre el objeto lo personal. Por ejemplo, cuando
se dice «ese libro es muy bueno» lo que se está proyectando es que ese libro ha
gustado mucho a la persona en cuestión que lo califica, pero ello nada tiene
que ver con el libro que, a su vez, puede resultar ininteligible para la persona
de al lado. Por ello, cuando alguien dice que el término «diagnóstico» centra al
profesional en la patología, en el problema, en realidad ¿qué está diciendo?
A ello, precisamente, se refirieron Florence Hollis y Mary E. Woods hace
años señalando que el centrarse en el problema, en la debilidad de la persona y
no en las fortalezas, depende de cada trabajador social. Escriben textualmente:

«Para algunos trabajadores sociales la palabra diagnóstico sugiere adherencia


al “modelo médico” de casework. La preocupación es que quienes utilizan el tér-
mino, colocan la responsabilidad –o incluso la culpa– de las dificultades sobre los
clientes más que en sus situaciones, entonces se están centrando en las debilida-
des de las personas, “la enfermedad”, “la patología”, “la disfunción” en lugar de
en las fortalezas y las capacidades para hacerles frente y recuperarse de las difi-
cultades. Es razonable argumentar que esta concentración en los déficits no solo
es irrespetuosa para los clientes pues también dificulta nuestra habilidad para

22. Hamilton, G., op. cit. 1931: 174.


© Editorial UOC 53 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

ayudarlos a encontrar soluciones. Algunos están preocupados porque el uso de


categorías estigmatiza a las personas haciendo caso omiso de la unicidad de cada
una. […] La preocupación sobre ello sería verdad si uno viera el diagnóstico de
los clientes solo como sus déficits. No es verdad si una ve la valoración de las
fortalezas de la persona, de la familia, de la situación, y las interacciones circula-
res que constantemente se dan entre varios componentes de los sistemas de los
cuales el cliente es parte».23

El cliente siempre se asume como parte protagonista del servicio que está
recibiendo. Para definir dicho servicio el cliente también ha sido parte activa
del estudio realizado sobre los componentes que le afectan y requieren algún
tipo de tratamiento. Ciertamente las personas hoy están expuestas a más inputs
que hace años y ello obliga a los profesionales del trabajo social sanitario a ac-
tualizar sus métodos de análisis, valoración y diagnóstico, para poder abarcar
más que la misma persona. Las TIC, por ejemplo, han supuesto una auténtica
desorganización de los procedimientos tradicionales de intervención y el uso
de escalas ha puesto el acento en la patología, en los déficits y en la exclusión
cuando la persona, a pesar de sus muchas dificultades, no llega al valor proble-
mático estimado. En la mano de los profesionales del trabajo social sanitario
está cambiarlo. Ello no lo cambiará ni el médico, ni el gerente, ni la enfermera,
ni la auxiliar, nadie lo cambiará salvo el trabajador social sanitario.
Por poner otro ejemplo sobre este prejuicio de medicalizar el «diagnósti-
co social sanitario», años más tarde, Francis J. Turner puso sobre la mesa este
mismo hecho que se va repitiendo sin cesar, la disconformidad con el uso del
término «diagnóstico». Escribía Turner refiriéndose al «diagnóstico social»:

«No es el etiquetaje de los problemas, no es la búsqueda de una patología, no es


asignar etiquetas, claramente no es un proceso de una sola vez aunque todos estos
procesos pueden ser parte de la actividad diagnóstica. Desde la perspectiva del tra-
bajo social no es la habilidad en el uso del DSM en alguna de sus ediciones actuales.
Por el contrario, un diagnóstico del trabajo social es una afirmación consciente y
concisa de todo el espectro de juicios que realizamos en la primera reunión con un
cliente y ampliamos y modificamos a través de nuestro contacto con él o ella. Estas
afirmaciones sirven como base sobre la que decidir participar o no en actividades
particulares con el cliente, actividades para las que estamos preparados al aceptar la
responsabilidad profesional».24

23. Woods, M. E., Hollis, F., op. cit. 2000: 293.


24. Turner, F. J., Social Work Diagnosis in contemporary practice. New York. Oxford University Press.
2005: ix.
© Editorial UOC 54 El diagnóstico social sanitario

Por todo lo expuesto, se puede estimar que resulta un tanto desacertado


señalar a la elaboración del «diagnóstico social sanitario» como la causa de
los desvíos de la atención profesional a los problemas únicamente y no a las
fortalezas, al etiquetado de las adversidades y no a la búsqueda de los factores
constructivos que actúan de asideros para la rehabilitación de capacidades y
con ello facilitar la reinserción. Como se verá en las diferentes definiciones de
«diagnóstico social» y «diagnóstico social sanitario», en ninguna de ellas se
orienta al profesional a nada. Tan sólo se le recuerda la responsabilidad que
adquiere como profesional en las acciones que emprende para intervenir y las
decisiones que toma. Se le responsabiliza de ver y diferenciar los problemas
psicosociales de las personas enfermas, de analizar su naturaleza, de determinar
qué ocurre y cómo lo vive, también el porqué, cada uno de los implicados, pero
todas patentizan la necesidad de acentuar las fortalezas de la persona y su esfe-
ra social, todas coinciden en que es preciso señalar el recorrido (el tratamiento)
que se va a seguir para la reconstrucción de la autonomía psicosocial, perdida
o debilitada, de la persona.
El «diagnóstico social sanitario» es el aval de los trabajadores sociales sa-
nitarios que proyectan acciones deliberadas para que las personas sigan go-
bernando sus vidas. Sí, sí, acciones deliberadas. Por ejemplo ¿cómo se puede
explicar que pudiendo obtener un determinado certificado a través de la red
se le encargue a la persona su gestión? Si un observador externo ve la escena
pensará que dicho trabajador social sanitario está perjudicando a la persona al
llevarla a realizar todo un recorrido innecesario. Pero si este mismo observador
sabe que una de las primeras intervenciones del trabajador social sanitario es
averiguar hasta qué punto la persona está implicada en su recuperación,25 hasta
qué punto la busca, sabrá también que es una técnica elemental el encargarle
algo que le suponga un mínimo esfuerzo, que la obliga a actuar. Entonces, este
observador lo verá diferente. El equivalente en el caso de enfermería es que un
trabajador social sanitario criticara que la auxiliar acompañe a la persona hasta
el lavabo en vez de ponerle la cuña en la habitación. La enfermera, la auxiliar,
sabe muy bien que con esa decisión ayuda a la persona mientras que con la
que está pensando el trabajador social sanitario inexperto, la inutiliza. Queda
patente que cada profesión tiene sus propias estrategias que forman parte de su
conocimiento. Cualquier análisis descontextualizado resultará un cúmulo de
despropósitos y presunciones.
Dicho esto, cualquier acción dentro del caso social sanitario, sin «diagnós-
tico social sanitario» que la avale, que la acredite, se torna, siendo generosos,
en un juego de acertijos.

25. Richmond, M. E., What is social case work? An introductory description. New York. Russell Sage
Foundation. 1922: 171.
© Editorial UOC 55 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

El trabajador social sanitario, él o ella, basado siempre en el «diagnóstico


social sanitario», tomará las medidas que más ayudarán a la persona, pero tam-
bién al resto de los profesionales con los que trabaja en equipo, les permitirá
conocer los hechos que componen el caso social sanitario en profundidad,
les ayudará a comprenderlos y con esa comprensión promoverá los factores
reales que posibilitarán el restablecimiento del bienestar subjetivo y objetivo.
Se insiste en que la intervención sin un diagnóstico o prediagnóstico social
sanitario reduce la profesión a acciones instintivas, es pura adivinanza, a veces,
disfrazada de burocracia cuando el fin es completar una escala o un conjunto
de ellas. En este caso ¿en qué participa el profesional? ¿En el clic?
La concienciación del resto de los profesionales sobre los aspectos psicoso-
ciales y ambientales de la persona es un fin del trabajo social sanitario, pero
ello se debe proyectar sobre una realidad creíble sostenida en métodos científi-
cos aplicados a la práctica diaria. Todos los profesionales que forman parte del
proceso de curación, ellos y ellas, deben conocer, comprender, o como mínimo
saber que existe este ensamblaje de emociones y sensaciones, de dificultades
y temores que alimentados por la vivencia y la experiencia individual de la
enfermedad provocan en la persona escenarios vitales de diferente índole. Pero
debe quedar igualmente claro que quien va tejiendo los diferentes hilos de
las diferentes disciplinas es el trabajador social sanitario por su función inte-
gradora, esa que vio el mismo Abraham Flexner26 en la conferencia en la que
dudaba de si el trabajo social era una profesión y, sin embargo, no dudaba de su
capacidad de gestión de casos. El caso social sanitario es un conglomerado de
elementos directamente afectados por la enfermedad y que, tomando la teoría
sistémica, se afectan entre ellos y afectan a los que están en contacto con ellos.
La elaboración del «diagnóstico social sanitario» no es una cajita que se abre o
cierra, empieza desde el primer contacto entre la persona y el trabajador social
sanitario y sin centrarse únicamente en los problemas, éstos deben aceptarse.
No se puede perder de vista que son los problemas, o sus manifestaciones, los
que han motivado en la persona, o en su familia, todo el movimiento que la
ha impulsado a buscar ayuda profesional subrayando el término «ayuda profe-
sional» frente al término «ayuda amistosa».
Uno de los filósofos actuales que, a juicio de quien escribe, mejor penetra en
la interioridad de la persona y la vincula con su entorno a modo de vaso comu-
nicante reflejando esta realidad descrita es Peter Sloterdijk, quien lo escenifica
con la siguiente reflexión:

26. Flexner, A., Is social work a profession?. National Conference on Social Welfare, 1915: 581.
© Editorial UOC 56 El diagnóstico social sanitario

«En medio de la naturaleza exterior y sobre la interior los hombres llevan


una vida de insulares que confunden en principio sus caprichos, costumbres,
acciones simbólicas, y sus abandonos de patrones instintivos, con lo obvio y, por
tanto, con lo que antes era natural, de nuevo. Pero si se miran las cosas más de
cerca, viven en principio solo en formas que han salido de ellos mismos como
segundas naturalezas: en sus lenguajes, sus sistemas de ritual y de sentido, en
sus delirios constitutivos que seguramente también se apoyan en algún lugar
de la corteza terrestre. […] No solo es el diseñador de un espacio interior propio
imaginado con objetos relevantes, tiene además que dejarse instalar, siempre e
ineludiblemente, en los receptáculos del prójimo y de la proximidad interior
como mobiliario familiar, como cuerpo de resonancia, como pared antagónica.
En consecuencia, la relación entre sujetos humanos que se reparten un campo de
proximidad hay que describirla como una relación entre receptáculos inquietos,
estresados, que se limitan y contienen mutuamente».27

Así se acepta que la presencia de la enfermedad trastorna todo, en esta afir-


mación coinciden numerosos autores, pero será cada servicio de trabajo social
sanitario el que deberá calcular, referido al establecimiento en el cual está ins-
crito, sus propios índices de intervención: índice de rehabilitación, índice de
reinserción, etcétera. Y si bien se sabe que la enfermedad trastorna lo psicoso-
cial, a priori es imposible predeterminar el trastorno psicosocial concreto que
ésta provocará en la persona o su familia.
La literatura científica permite asociar trastornos psicosociales a determina-
das enfermedades y, por tanto, en el diseño de procedimientos o protocolos se
apuntarán y considerarán las circunstancias que pueden darse en aquellas per-
sonas afectadas por un mismo diagnóstico médico porque éste en sí desprende
vivencias particulares pero comunes: miedo a la muerte, miedo a la mutilación
del cuerpo, a su deformación, etcétera. La aleatoriedad está muy viva en cada caso
social sanitario pero el conocimiento de la enfermedad y sus efectos psicosocia-
les por parte del trabajador social sanitario permite prevenir realidades que pue-
den no darse, pero si se dan, una vez verificadas necesitarán de un «diagnóstico
social sanitario» que las encuadre y permita determinar el tipo de tratamiento.
Los trabajadores sociales sanitarios, cada vez más, sobre todo desde la pues-
ta en marcha del posgrado de Trabajo Social Sanitario de la UOC (Universitat
Oberta de Catalunya), están asumiendo que el plan de trabajo social sanitario
siempre resulta de un «diagnóstico social sanitario» que se verá afectado por
dos variables, la primera los aspectos psicosociales de la persona, su propio
temperamento y personalidad, la relación con su entorno, la segunda, y no

27. Sloterdijk, P., «Reflexión previa: Pensar el espacio interior». Esferas I. Madrid. Ediciones Siruela.
2003: 85-100.
© Editorial UOC 57 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

menos importante en el campo sanitario, los aspectos psicosociales que, a prio-


ri, se desprenden de la enfermedad en particular y de sus posibles estigmas.
¿Qué genera en el imaginario colectivo y por ende en la persona el cáncer, la
demencia, el infarto cerebral, la osteoporosis, la diabetes, la insuficiencia renal,
etcétera? Desde el trabajo social sanitario, en términos abstractos y absolutos,
se sabe que cada enfermedad acrisola sus propios aspectos psicosociales, los
que se han ido observando con el estudio de muchas personas con esta enfer-
medad, analizando las repeticiones. Por ejemplo, aún hoy, un diagnóstico de
cáncer va asociado, en un primer momento, a la idea de muerte. La realidad
es otra y contradice estadísticamente esa asociación, pero es una asociación
primaria que está ahí.28 Este crisol de asociaciones que genera la enfermedad
particular no significa que se manifieste enteramente en la persona que se está
atendiendo, pero es el conocimiento que aporta el trabajador social sanitario,
él o ella. Sabe, porque lo conoce, que existen altas probabilidades de que esta
asociación aparezca y, por tanto, actuará apriorísticamente en esta dimensión
para prevenir, así cuando surja el sentimiento en la persona, intelectualmente
estará más preparada para metabolizarlo e incubarlo. Pero ello es una acción
que se realizará sobre todas aquellas personas que reúnan el criterio de una u
otra enfermedad. Es una actividad preventiva que formaría parte de un «Proto-
colo de trabajo social sanitario de atención a las personas con un diagnóstico
de…». Para actuar sobre la persona y su realidad, es cuando se necesita elaborar
el «diagnóstico social sanitario» y solo éste le permitirá elaborar el «plan».

Mapa conceptual 4. La enfermedad sus características psicosociales y la contextualización en la persona y su entorno

28. Sontag, S., La enfermedad y sus metáforas. Barcelona. Muchnik Editores. 1981.
© Editorial UOC 58 El diagnóstico social sanitario

El mapa conceptual ilustra esa estructura matricial que conforma por un


lado el crisol de los aspectos psicosociales asociados a la enfermedad en térmi-
nos generales y por el otro el crisol psicosocial particular de cada persona que
padece dicha enfermedad y al que el trabajador social sanitario, él o ella, se
deberá aproximar al máximo. Todo ello permite señalar que el «plan de traba-
jo» de una persona con un diagnóstico de autismo29 será diferente del de una
persona con un diagnóstico de demencia tipo Alzheimer,30 diferencia arrogada
por los aspectos psicosociales aquilatados por la enfermedad y combinados con
los suyos propios. Lo mismo se puede asegurar que será diferente del de una
persona con un diagnóstico médico de artritis31 o de diabetes32 o de otra con
grandes quemaduras.33 Puede que todas ellas presenten categorías de variables
sociales y psicosociales iguales: sexo, estado civil, barrio, ingresos económicos,
problemas de trabajo, vivencia desproporcionada, características de la vivien-
da, demanda de ayuda para mantener la higiene corporal, aislamiento social,
etcétera, pero será la combinación, el peso de cada una de ellas sobre las otras,
además de la vivencia del diagnóstico médico y el porqué de esta vivencia, lo
que, una vez elaborado el «diagnóstico social sanitario», marcará itinerarios de
ayuda y servicios diferentes.
Éstos son sólo unos pocos ejemplos ilustrativos para señalar la importancia
del diagnóstico médico (la enfermedad) en el seguimiento del protocolo y la
elaboración del «diagnóstico social sanitario». Consecuentemente en la inter-
vención que de él se derive. Este ejercicio, en términos generales (apoyo psi-
cosocial, análisis de la vivencia, etcétera) puede realizarse ante la presencia de
cualquier enfermedad pero es imprescindible contextualizarlo en la persona,
su familia y su medio ambiente. Así pues un elemento diferencial de la inter-
vención desde el trabajo social sanitario viene determinado por la vivencia y la
experiencia, el impacto del diagnóstico médico, en la persona enferma, en su
familia. El pronóstico dibujará el horizonte adyacente que marcará el camino
singular de las ayudas propias y/o externas.

29. Corcoran, J.; Walsh, J., Clínical Assessment and Diagnosis in Social Work Practice. Oxford. Oxford
University Press. 2006: 64-89.
30. Cox, C. B., Dementia and social work practice: research and interventions. New York. Springer pu-
blishing company. 2007.
31. Smith, L. L., «Helping to manage the emotional effects of arthritis», en Turner, F. J., Differential
diagnosis and treatment in social work. New York. The free press. 1976: 351-369.
32. Engelmann, M. W., «The diabetic client», en Turner, F. J., Differential diagnosis and treatment in
social work. New York. The free press. 1976: 413-419.
33. Brodland, G. A., Andreasen, N. J. C., «Adjustment problems of the family of the burn patient»,
en Turner, F. J., Differential diagnosis and treatment in social work. New York. The free press. 1976:
370-379.
© Editorial UOC 59 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

El «diagnóstico social sanitario» equivale para los trabajadores sociales sani-


tarios, ellos y ellas, a lo que el diagnóstico médico equivale para los médicos,
ellos y ellas. En el «diagnóstico», sea médico o social sanitario, se apoya todo
el plan de tratamiento. En una situación, el tratamiento social sanitario y en la
otra, el tratamiento médico.
Los trabajadores sociales sanitarios, ellos y ellas, promueven en primera ins-
tancia los recursos internos de las personas para que ellas mismas transformen
las situaciones y superen las circunstancias adversas relacionadas con la pre-
sencia de la enfermedad, aguda o crónica, tratada dentro del sistema sanitario,
público o privado. La ayuda desde el trabajo social sanitario aplica métodos
científicos, sus teorías provienen de la ciencia experimental y aplicada, del
estudio de casos, de la observación y la interpretación de muchas realidades
documentadas y codificadas para su investigación. El trabajo social sanitario,
como la medicina o la enfermería, no es una ciencia exacta. Está sujeto al factor
humano y su acción siempre implica, activamente, a las personas afectadas.
Pero su objetivo final es la autonomía personal y social lo que implica a la per-
sona en cada uno de los pasos. El trabajo social sanitario, sin ser una ciencia
exacta, es una ciencia en la medida en que aplica métodos y conocimientos
científicos e identifica patrones de comportamiento gracias a los cuales con-
formará escenarios. Es una ciencia en la medida en que la investigación expe-
rimental y aplicada permite generar conocimiento y establecer probabilidades
sobre las realidades que la presencia de la enfermedad en cuestión deriva en
otras predecibles y previsibles.
Para ilustrar de manera aproximada el argumento véase la tabla y gráfica
siguiente en la que se presentan los cambios en la convivencia de personas con
criterios de riesgo psicosocial que ingresaron en el hospital de agudos objeto
de estudio. Como en el caso anterior, cabe tomarlo como una muestra de este
hospital y que no puede ser extrapolado a otros.

Convivencia Mantiene la situación % Cambia después del ingreso %


Quienes viven solos 61,90 38,10
Quienes viven con hijos 84,85 15,15
Quienes viven con familia 85,57 14,43
Quienes viven con cónyuge 89,09 10,91
Quienes viven con cónyuge
e hijos 90,18 9,82
© Editorial UOC 60 El diagnóstico social sanitario

Tabla y gráfica 3. Cambios que el ingreso hospitalario provoca en el núcleo de convivencia


Fuente: Hospital objeto de estudio – Hospital General de Manresa 1994 – Elaboración: Dolors Colom

Estos resultados, por ejemplo, justifican que los procedimientos y los proto-
colos de trabajo social sanitario incluyan un apartado específico sobre los cam-
bios en el núcleo de convivencia prestando especial atención a las personas
que viven solas dado que, como muestra la gráfica, después del ingreso cerca
de un 40% no regresará a su casa. Este dato obliga a este hospital a trabajar
sobre este aspecto, a diseñar algún paso en el procedimiento que ayude a tratar
este cambio y los aspectos psicosociales que lo envuelven. Es evidente que el
no poder regresar a casa después de una hospitalización supone un duro golpe
para la persona. Ello lleva a identificar las mejores técnicas de intervención
para aliviar y trabajar la angustia, el duelo, la negación, la aprensión, etcétera.
Cada realidad requerirá una intervención diferente y es ahí donde el concep-
to primario de «diagnóstico», discernir, diferenciar, etcétera, cobra sentido en
la intervención. De nuevo se hace necesario el «diagnóstico social sanitario»
puesto que sería muy poco fiable responder con una intervención reactiva, u
homogénea, sobre todas las personas que ingresaran y vivieran solas sin parar-
se en diagnosticar su situación. Para intervenir se requiere la confirmación de
las circunstancias que justifican los condicionantes de la intervención, ello se
inscribe en el «diagnóstico social sanitario».
Alguien puede decir que ya se sabe que el ingreso hospitalario, a veces, cam-
bia el núcleo de convivencia. Cierto, pero, esas veces ¿cuántas son? ¿Por qué
se sabe? Y lo más importante ¿qué significa en la interioridad de la persona?
Ello se conoce, porque otro alguien lo ha estudiado, lo ha medido, ha compro-
bado que se repite y ha calculado la frecuencia, ha visto en ello un patrón de
comportamiento y ha observado diferentes emociones. Ante una misma causa,
© Editorial UOC 61 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

por ejemplo «el vivir solo y sufrir una hospitalización», el arbolado de efectos
posteriores se va extendiendo al igual que la misma existencia de las personas,
pero el trabajador social sanitario tiene un amplio conocimiento de ello, de lo
que ocurre y ese conocimiento es el que utiliza para elaborar el «diagnóstico
social sanitario» que le permitirá diferenciar una necesidad de otra. Se puede
estudiar, en el establecimiento en cuestión, cómo se distribuyen los cambios
sin que ello pueda interpretarse como un determinismo para los nuevos casos,
pero cada servicio contará con sus propias tendencias.34 Por ejemplo, ¿cuál es
la percepción de ayuda de las personas que se atiende? ¿Cuál es la demanda
de servicios? ¿Cuántas personas se valen de sus recursos propios? ¿Cuál es el
mejor método de apoyo para prevenir el aislamiento después del alta? O ¿cuál
es el mejor tratamiento para prevenir la claudicación de la cuidadora? Etcétera.
Todo ello pertenece a la intervención desde el trabajo social sanitario y, se insis-
te, sería inaceptable que ello se abordara sin un «diagnóstico social sanitario»
que lo avalara y permitiera tratar a todas las personas aplicando el mismo mé-
todo. En el trabajo social sanitario, como en las muchas disciplinas dedicadas
a lo humano, no se puede hablar de determinismo pues ante una misma causa
las personas, a priori, pueden recorrer caminos diferentes que producen efectos
diferentes, si bien, como se ha señalado, será a posteriori cuando se mostrarán
las tendencias y se podrán establecer posibles mapas de actuaciones. Escribe el
profesor Escohotado acerca del determinismo:

«El determinismo dice que las mismas causas producen los mismos efectos,
siguiendo todo sistema la pauta de sus condiciones iniciales, y siendo por eso
calculable o adivinable. Pero tropezamos a cada paso con sistemas “sensibles” a
esas condiciones iniciales, que responden a microcambios con macrocambios y
presentan la necesidad como resultado de aleatoriedades. […] Tratándose de una
sociedad como la nuestra nada sabemos a ciencia cierta, salvo que exhibe tam-
bién un orden por fluctuaciones, derivado de haber ido –eligiendo– en sucesivos
puntos de bifurcación».35

La investigación de tendencias aplicada en el trabajo social sanitario, to-


mando los resultados desde una óptica longitudinal y desde una metodología
sistemática que asuma los valores y principios de la profesión, permite apuntar,
siempre dentro de un grado de incertidumbre, el arbolado de intervenciones
futuras mientras permanezcan constantes variables epidemiológicas.

34. Vejlgaard, H., Anatomía de una tendencia. Una mirada fascinante a los patrones y su origen. México.
McGraw Hill Interamericana. 2008: 6-9.
35. Escohotado, A. Caos y orden. Madrid. Espasa Calpe. 1999: 11-14.
© Editorial UOC 62 El diagnóstico social sanitario

Otro concepto que está vivo en todos los casos sociales sanitarios es el de
la resilience,36 la capacidad de cada uno para soportar la nueva situación, para
aguantar el sufrimiento, el dolor.
Así el trabajo social sanitario es testimonio de realidades personales mientras
se están manifestando, pero no es capaz de establecer a priori cómo la persona
enferma, su familia, los afrontará y vivirá. Con frecuencia se pide al servicio de
trabajo social sanitario certezas que desde la responsabilidad son imposibles.
Pero en sus posibilidades está apoyarse en la realidad particular (demográfica,
epidemiológica, económica, política, etcétera) y establecer modelos de com-
portamientos psicosociales, de las mismas personas y de los mismos profesio-
nales, cuya probabilidad se refuerza en determinados diagnósticos médicos. El
siguiente ejemplo, fechado en 2005, es muy ilustrativo. Ante un diagnóstico de
VIH/sida se observó que las mujeres mayores quedaban excluidas, virtualmen-
te ignoradas por los médicos, los investigadores, pero incluso por ellas mismas
puesto que no se consideraban como potenciales enfermas.37 Esta realidad su-
puso para los autores, trabajadores sociales sanitarios, desarrollar una propues-
ta de reforzamiento de los soportes de las redes sociales de los mayores, sobre
todo de las mujeres, por parte de los profesionales que trabajan con mayores,
quienes debían tener en cuenta esta circunstancia a la hora de planificar una
mejor atención a las mujeres mayores, no solo psicosocial, también médica.
Dicho esto, y para acabar este previo dedicado a descargar el concepto de
«diagnóstico» de la ideología, es preciso preservar el sentido semántico del
término «diagnóstico» en su versión más simple. Ese sentido es el que debe
prevalecer para comprender el «diagnóstico social sanitario» en sí mismo sin
caer en maneras, interpretaciones y actitudes de otras profesiones que estando
entroncadas con la atención a la persona enferma, la ven y la tratan desde dis-
ciplinas diferentes y, por tanto, ópticas diferentes. Se trata de aplicar el sentido
más básico y primario del concepto al campo profesional que corresponda, sea
la medicina, la educación, la sociología, la economía, etcétera, en este libro, el
trabajo social sanitario. Lo explica muy bien Lisardo Doval, citado y parafrasea-
do por María José Iglesias, en este caso desde la óptica de la pedagogía:

«El término diagnóstico se ha convertido en uno de los más frecuentes co-


modines léxicos que desde el campo pedagógico se ha utilizado para referirse a
actividades como: investigación, indagación, estimación, evaluación, medida,

36. Siebert, A., La resiliencia. Barcelona. Alienza Editorial. 2007: 18.


37. Emlet, Ch. A., Farkas, K. J., «A descriptive analysis of older adults with HIV/AIDS in California».
En: Turner, F. J., Social Work Diagnosis in contemporary practice. New York. Oxford University Press.
2005: 369-377.
© Editorial UOC 63 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

etcétera. Sabido es pues que cada palabra tiene su propio recorrido histórico y es
necesario que el lenguaje científico respete el campo semántico que aquella les
ha conferido».38

No es la escalera la que tropieza con la persona. La actitud que cada traba-


jador social sanitario adopte ante el «diagnóstico social sanitario» le pertenece
a él. Éste, el «diagnóstico social sanitario», seguirá implicando lo mismo, en
ningún caso se verá afectado. El «diagnóstico social sanitario» es irrenunciable
de la misma manera que lo es el «diagnóstico médico». Peo si llegara el caso de
que se renunciara al «diagnóstico médico» no sería justificación para prescindir
del «diagnóstico social sanitario».
Determinadas retóricas suscitan polémicas de pasillo, pero de poco sirven
al profesional que está ejerciendo en primera línea, el que está asentado allá
en donde las cosas ocurren y debe actuar de acuerdo con las coordenadas de la
teoría. Por ello, la teoría siempre debe resultar útil y servir para beneficiar a la
persona que necesita una respuesta de ayuda. Al profesional de primera línea
se le debe dotar de instrumentos que satisfaciendo la teoría, los valores y prin-
cipios de la profesión le permitan prestar el servicio.
El «diagnóstico social sanitario» surge de la realidad psicosocial afectada por
la enfermedad de la persona y el trabajador social sanitario, cual restaurador de
pintura antigua, tratará de recuperar, con la persona, con su familia, lo dañado,
lo perdido. Los trabajadores sociales sanitarios aplicarán el procedimiento, el
protocolo correspondiente, lo que lleva implícito el «diagnóstico social sanita-
rio», centro de gravedad de este procedimiento o de este protocolo.
El camino de estudio se inicia allá donde lo sitúe la persona, su familia y
desde el primer contacto, todas las decisiones que tome el trabajador social
sanitario se apoyarán en el conocimiento y la realidad empírica. Para ello, el
instrumento que las ciencias han puesto al alcance de los profesionales es el
«diagnóstico», de nuevo sin adjetivos pero con todo el peso de su significado:
discernir, distinguir, discriminar, juzgar. Y aquí aparece otra de las palabras que
no gustan a los trabajadores sociales, incluidos los sanitarios, «juicio». Pero
tomar decisiones supone realizar un juicio previo para que dichas decisiones
respondan a las necesidades diagnosticadas y no a una especulación.
Volviendo al texto de María José Iglesias, ella señala tres significados implí-
citos39 en el término «diagnóstico»:

38. Doval, L., ápud Iglesias, M. J., «Análisis del concepto de diagnóstico en educación». En: A educa-
ción en perspectiva. Homénaxe o profesor Lisardo Doval Salgado. A Coruña. 2000: 587-588.
39. Doval, L., ápud Iglesias, M. J. «Análisis del concepto de diagnóstico en educación», en: A educa-
ción en perspectiva. Homénaxe o profesor Lisardo Doval Salgado. A Coruña. 2000: 587-588.
© Editorial UOC 64 El diagnóstico social sanitario

t Conocer por partes.


t Conocimiento a través de.
t Conocer en profundidad.

Ninguno de los tres significados, se insiste en ello, es sospechoso de confun-


dirlo con el «diagnóstico médico», en cualquier caso éste también debe cum-
plir los requisitos previos. El concepto de «diagnóstico» inscrito en el ámbito
sanitario, dejando a un lado el campo de aplicación, constituye un ejercicio de
gran magnitud y complejidad, si bien esta última, con la progresiva compren-
sión de la naturaleza de los problemas o dificultades que afectan a la persona,
se va simplificando, lo cual permite identificar los nudos que sostienen la es-
tructura del malestar, del malvivir, y sobre los que se debe intervenir, ello sin
dejar de lado los nudos que permitirán el restablecimiento. Dentro del campo
del trabajo social sanitario, en esta intervención toma parte activa la persona
y los familiares implicados. Si la persona no participa de ello, se rompe el eje
virtuoso del trabajo social sanitario.

El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social sanitario»


antes de 1917

El corte en el año 1917 obedece a que fue en este año cuando Mary E. Ri-
chmond publicó Social Diagnosis,40 el libro que catapultó esa nueva forma de
ayudar basada en el trabajo social de las charity organization societies y el trabajo
social sanitario en los establecimientos sanitarios.
¿Cuándo se introduce el concepto de «diagnóstico social», se puede añadir
«diagnóstico social sanitario», dado el desarrollo que éste tuvo en el sistema
sanitario, en el lenguaje habitual de los profesionales, en las instituciones? Las
siguientes páginas buscan sobre todo vincular a los trabajadores sociales sani-
tarios, ellos y ellas, a la filosofía que desembocó en el método. Recorriendo el
camino se verá la similitud que algunos trazos presentan con la actualidad.
Lo primero que destaca es el vínculo entre la medicina y el trabajo social en
general y el trabajo social sanitario en particular. El apoyo, unas veces teórico,
otras metodológico, otras social, otras académico, se patentiza en numerosos
textos, algunos de los cuales se analizan en las páginas que siguen sobre todo
por su valor teórico-práctico y su suscripción a la elaboración del diagnóstico
profesional en cualquiera de los ámbitos en los que el trabajo social estuviera

40. Richmond, M. E., Social Diagnosis. New York. Russel Sage Foundation. 1917.
© Editorial UOC 65 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

presente, sobre todo las sociedades de organización de la caridad, los tribunales


de justicia de menores y los hospitales y clínicas.
Un primer estudio y reflexión en esa línea lo desarrolló Charles Frederik
Weller,41 presidente y secretario de las Associated Charities, de Washington,
quien en 1902 presentó la conferencia Relief and Prevention [Ayuda y Preven-
ción] en la National Conference on Social Welfare celebrada en Detroit, en el esta-
do de Michigan, entre los días 28 de mayo y 3 de junio. La aportación de Weller
resultó de gran importancia para el trabajo social en general y el sanitario en
particular, precisamente porque el autor se apoyó y comparó el trabajo social
con la medicina. Puso sobre la mesa el valor de la investigación, del estudio
de las personas y familias necesitadas de ayuda para ganar, como trabajadores
de la caridad, señaló, habilidades para el tratamiento social. Weller vio la ne-
cesidad de la profesionalización a través de los métodos científicos y actitudes
de los profesionales que ya estaban siendo adoptados por otras disciplinas. Así
comenzó la conferencia haciendo una analogía entre la evolución del trabajo
moderno de caridad y evolución, más precoz, de la medicina.
Sus aportaciones, las más representativas, se presentarán en un capítulo pos-
terior dedicado al paralelismo entre el «diagnóstico social sanitario» y el «diag-
nóstico médico». Sin embargo, para este primer apartado interesa destacar la
intensa labor de concienciación que Charles Frederik Weller realizó sobre la
importancia de ir creando estándares profesionales basados en la acción diag-
nóstica. Esta manera de expresarlo sugiere y refuerza de nuevo que la palabra
«diagnóstico» viene de muy lejos, está asumida, si se quiere subjetivamente,
pero está asumida por la comunidad científica y la población civil. Para él la
organización de las disciplinas abarcaba cinco grandes áreas, que el trabajo de
la caridad debía desarrollar para convertirse en trabajo social:

t-BGPSNBDJØOZDVBMJmDBDJØO
t-BTFTDVFMBTQSPGFTJPOBMFT
t-BHSBEVBDJØOEFQSPGFTJPOBMFT
t-BDSFBDJØOEFTPDJFEBEFTDJFOUÓmDBTQBSBDSFBSFTUÈOEBSFTQSPGFTJPOBMFT
t-BHFOFSBDJØOEFMJUFSBUVSBZCJCMJPHSBGÓBDJFOUÓmDB

41. Weller, Ch. F., «Relief and Prevention». National Conference on Social Welfare. 1902: 265-277.
© Editorial UOC 66 El diagnóstico social sanitario

Véase el siguiente mapa conceptual.

Mapa conceptual 5. Puntos que según Weller soportan la organización profesional y disciplinar

Para su conferencia, Charles Frederik Weller se reflejó en la medicina, su


desarrollo y el cómo ésta había alcanzado el estatus y respeto social que osten-
taba. Para él las organizaciones de la caridad debían organizarse siguiendo el
mismo ejemplo, los mismos pasos, y lograr que el trabajo social en general al-
canzara el mismo respeto, estatus social y rol. Sus aspiraciones se apoyaban en
el seguimiento del método científico que debía yacer en la base del desarrollo
de toda profesión.
Avanzando en el tiempo, se llega al año 1904. La historia se va descubriendo
y nada debe posicionar al investigador de que aquello sea un tema cerrado. El
acceso a nuevos archivos va sacando a la luz a nuevos profesionales y eso ha
ocurrido unos pocos días antes de entregar este libro. En una revisión biblio-
gráfica rutinaria ha aflorado un artículo publicado el pasado mes de mayo en
donde se habla de una plaza en 1904 en el antiguo Presbyterian Hospital (hoy
Columbia–Presbyterian Medical Center), concretamente se trataba de una pla-
za de trabajo social sanitario en el Instituto Neurológico en dicho hospital de
© Editorial UOC 67 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Nueva York. La plaza la ocupó Janet Thornton, escribe el autor42 «Para ayudar
a los pacientes con el componente social de la enfermedad». El autor se basa
en un archivo de cartas de la familia al que ha tenido acceso. Todo un hallazgo
que añade otro nombre a estos pioneros, el de Janet Thornton, quien más tarde
trabajó con Ida M. Cannon en el Massachusetts General Hospital. En paralelo,
el autor señala al Massachusetts General Hospital como el hospital que contó
con el primer servicio de trabajo social sanitario. Así diferencia una plaza de un
servicio. Ahí queda esta ventana abierta, pues la entrega del libro es inminente.
En cualquier caso pertenece a la historia de la profesión y no tanto, al menos a
priori, a la historia del «diagnóstico social sanitario», pero el tiempo dirá.
Dicho esto, en 1905 se creaba la plaza que ocuparía Garnet Isabel Pelton
en el Massachusetts General Hospital, pero no fue hasta 1910 cuando Ida M.
Cannon,43 como responsable del Servicio Social Médico (nombre originario)
del mismo hospital, propuso que el «diagnóstico social sanitario» vinculara
el trabajo social sanitario a la medicina. Su tesis era que los médicos estaban
utilizando cada vez más el «diagnóstico médico» y los trabajadores sociales, en
paralelo, debían utilizar el «diagnóstico social sanitario». Un argumento bien
sencillo.44 Según Ida M. Cannon, ambos diagnósticos eran necesarios para la
buena atención sanitaria y psicosocial. Se verá a lo largo de las páginas que
siguen el paralelismo en el desarrollo de las dos disciplinas en un tiempo en
que las ciencias médicas y las ciencia sociales estaban tomando la consistencia,
el carácter experimental y aplicado tal como hoy se las conoce. La medicina
actual y el trabajo social sanitario actual se cincelan, como el resto de las dis-
ciplinas actuales en fondo y forma, entre mediados y finales del siglo XIX y
principios del siglo XX.
Uno de los iconos de la medicina moderna, como hoy se la concibe, fue el
Dr. William Olser, conocido por ser uno de los fundadores del Johns Hopkins
Hospital en 1889.45 El Dr. William Olser fue para Mary E. Richmond un claro

42. Sedgwick, T. W., «Early Hospital Social Work Practice: The Life and Times of Janet Thornton».
Journal of Women and Social Work, 27(2). 2012: 212-221.
43. Pioneering a profession: A history of social work innovation at the MGH, 1905-2005.
En <http://www.mghpcs.org/socialservice/Documents/HistoryTimeline.pdf> [Consulta 31 de julio
de 2012].
44. Cuando participé en la elaboración del documento «Atención primaria del siglo xxi: Estrategias
de mejora», en la corrección final, apliqué el mismo criterio. Allá donde se decía que los médicos
y las enfermeras debían realizar algo, por ejemplo, un informe de alta, una sesión de coordinación
con la atención especializada, etcétera, me limité a añadir al trabajo social sanitario. Si el médico
debía realizar un informe de alta, si la enfermera debía realizar un informe de alta pues era obvio
que el trabajador social sanitario, también.
Lamentablemente desconozco dónde quedaron mis sugerencias, que hice llegar al Consejo Gene-
ral de Trabajo Social para que a su vez las comunicara al Ministerio de Sanidad. Lo cierto es que no
fueron recogidas en el documento final y el trabajo social sanitario quedó como quedó.
45. Bliss, M., William Olser: A life in Medicine. Oxford. Oxford University Press. 2007.
© Editorial UOC 68 El diagnóstico social sanitario

referente en su trabajo, como lo fue el Dr. Richard C. Cabot. Así lo demuestra su


correspondencia46 y las citas en algunos de sus escritos más importantes como
el libro What is social case work?.47 Estos vínculos explican la influencia de unos
sobre otros y revelan la línea tan fina que, por aquel entonces, existía entre
ambas profesiones. Por su parte, Ida M. Cannon,48 en su libro Social Work in
Hospitals: A contribution to Progressive Medicine, reconoce la aportación del Dr.
Charles P. Emerson49 al desarrollo del servicio social médico moderno. Pero
el Dr. Charles P. Emerson, a su vez, fue alumno del Dr. William Olser. Se cree
interesante para los lectores y las lectoras señalar todos estos lazos e influencias
para que aprecien el valor de la interactividad entre disciplinas y capten el
modo en que se van modelando sobre un mismo suelo narrativo y académico.
Sin lugar a dudas, la interdisciplinariedad fue un gran invento y sigue siendo
una potente fórmula de generación de conocimiento médico-social.
La atención a partir de ahora se va a centrar en los conferenciantes de la
National Conference on Social Welfare, el foro más importante de la época en
materia de bienestar social, que incluían en sus aportaciones el concepto de
«diagnóstico» referido al trabajo social. Ello obedece a que todos los pioneros
y pioneras eran parte viva de estos foros. A fin de evitar confusiones, el con-
cepto de «diagnóstico social» se utilizará cuando se refiera a servicios sociales,
servicios comunitarios, servicios jurídicos, el concepto de «diagnóstico social
sanitario» se utilizará cuando se refiera a servicios del sistema sanitario.
Según se aprecia en los archivos de dichas conferencias, ubicados en la Uni-
versity of Michigan, la primera vez que se acuño públicamente la expresión
social diagnosis [diagnóstico social] fue en 1910. Resalta que la expresión se
menciona sin que vaya acompañada de ninguna definición ni aclaración, sim-
plemente surge en medio del discurso. Ello sugiere que llevaba más tiempo
utilizándose y que resultaba habitual en el argot profesional. El «diagnóstico
social» y el «diagnóstico social sanitario» se inscriben en los textos de manera
que parecen dar por supuesto que el auditorio cuenta con el saber suficiente
como para no necesitar aclaraciones o definiciones al respecto. Corría el mes de
mayo del año 1910, entre los días 16 y 26, en la ciudad de Sant Louis del estado
de Missouri tuvo lugar la treinta y siete sesión anual de Charities and Correction

46. Agnew, E. N., From charity to social work. Urbana & Chicago. University of Illinois Press. 2004:
148.
47. Richmond, M. E., op. cit. 1922: 243.
48. Cannon, I. M., Social Work in Hospitals: A contribution to progressive Medicine. Russell Sage Foun-
dation. 1917: 16.
49. A día de hoy no se puede afirmar que el Dr. Emerson fuera alumno del Dr. Olser, pero todo indica
que sí. No obstante, falta encontrar la prueba documental que permita afirmarlo sin errar.
© Editorial UOC 69 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

bajo la presidencia de Jane Addams, quien abrió la reunión con la conferencia


«Charity and Social Justice» [Caridad y justicia social].50
La primera en utilizar el concepto «diagnóstico social» fue Mary E. Richmond
en el apartado de «Families and Neighborhoods» [Las familias y los barrios]. Lo
señaló, precisamente, para dejar atrás los tiempos en que la acción de ayuda era
más emocional y temperamental que el resultado de un propósito de política
social y una acción profesional cuyo objetivo era el de generar bienestar dura-
dero. Mary E. Richmond habló como directora del Departamento de Organiza-
ción de la Caridad de la Russell Sage Foundation, entidad a la que estuvo vincu-
lada hasta su muerte en 1928, y como presidenta de los movimientos sociales
de interrelación. Defendió el «diagnóstico social» en los siguientes términos:

«En los viejos tiempos teníamos que luchar duro en medio de la corriente y
en contra de las personas sentimentales que no seguían ninguna política social,
ni tenían una concepción concreta del todo, o incluso de una pequeña parte
del todo que podría describirse como concreto. Ahora que se ha marcado una
tendencia nos encontramos de nuevo en medio de la corriente luchando con-
tra aquellos cuyas concepciones son inconcretas, de hecho, pero cuya devoción
por algunos medios muy definidos de progreso social no les deja ver las líneas
principales de la situación. […] ¿Podrían nuestros movimientos sociales no estar
de acuerdo en el tiempo en tratar las necesidades de las comunidades enteras de
esta manera? ¿Podrían no estar de acuerdo en hacer un diagnóstico social de una
ciudad o de un pueblo y luego decidir juntos sobre lo siguiente que cabe hacer y
que es más necesario en aquel lugar en particular?».51

La importancia de esta aportación de Mary E. Richmond reside en que ubica


el acto de diagnosticar desde el punto de vista social en un barrio, en una ciu-
dad, con lo cual evita acciones comunitarias marcadas por la deriva. Introdujo
el raciocinio.
La siguiente mención, en este caso de «diagnóstico social sanitario», llegó
en la exposición «The history and status of hospital social work» [La historia y
el estatus del trabajo social hospitalario] impartida por Garnet Isabel Pelton,
que ostenta la distinción de haber asumido la primera plaza de trabajo social
hospitalario de la historia, como señala en su conferencia, el 3 de octubre de
1905.52 Fue a ella a quien el Dr. Cabot acudió para que ocupara esta primera

50. Addams, J., «Charity and Social Justice». National Conference on Social Welfare. 1910: 1-18.
51. Richmond, M. E., «Families and neighbourhoods». Report of the committee. National Conference
on Social Welfare. 1910: 218.
52. Téngase en cuenta el articulo citado unas páginas atrás de Sedgwick, T. W., «Early Hospital Social
Work Practice: The Life and Times of Janet Thornton» que señala sus inicios en 1904. Habrá que
esperar a encontrar más referencias al respecto.
© Editorial UOC 70 El diagnóstico social sanitario

plaza. Información posterior de Gehlert y Browne53 ha puesto de relieve que


fue el mismo Dr. Cabot quien financió y asumió los costes de su contratación54.
Ida M. Cannon en su libro publicado en 1917 señaló que dichos costes de
contratación de Garnet Isabel Pelton fueron asumidos por fondos privados sin
especificar el origen.55 A los pocos meses de haber ocupado la plaza Garnet Isa-
bel Pelton enfermó de tuberculosis y fue sustituida por Ida M. Cannon, quien
estuvo al frente del servicio hasta 1946, año en que se jubiló.56 Cuando en 1910
Garnet Isabel Pelton participa en la sesión anual de Charities and Correction lo
hace como representante del Wellesley College57 de Boston, un exclusivo cole-
gio femenino fundado en 1870. Entre sus alumnas más célebres se encuentran
Madeleine Korbel Albright58 y Hillary Rodham Clinton.59 Pelton empezó su
conferencia diciendo:

«Parece que hay alguna diferencia de opinión y, tal vez, de confusión, en


cuanto a lo que es el trabajo social del hospital. Este documento se presenta des-
de el punto de vista de la siguiente interpretación de la palabra.

»El trabajo social primero debe distinguirse del de un agente de la organiza-


ción de la caridad o del trabajo de seguimiento de una cuidadora clínica. En el
tratamiento de los pacientes, ambas utilizan la formación técnica y herramientas
pero la aplicación de los principios de la filantropía moderna a los enfermos
pobres, el cuidado y la enseñanza en sus casas, más bien son los métodos y los
objetivos principales del servicio social hospitalario. El botánico y el biólogo
suelen utilizar instrumentos y técnicas similares, pero difieren en sus objetivos
fundamentales. El objetivo del trabajo social hospitalario es el diagnóstico social,
el pronóstico y tratamiento de los enfermos pobres, en el hospital o el dispensa-
rio, allá donde la necesidad lo indique.

53. Agradezco a Marie-Hélène Paré su obsequio, el libro de Gehlert y Browne Handbook of health so-
cial work. Una lectura que ha supuesto nuevos datos y nuevas referencias muy útiles para mi labor
de investigación en la que voy completando el puzle de los orígenes del trabajo social sanitario.
54. Gehlert, S.; Browne, T., Handbook of health social work. Hoboken, New Jersey. John Wiley &
Sons, Inc., 2012: 10.
55. Cannon, I, M, op. cit. 1917: 159.
56. «Notes and comment. Ida Cannon and medical social work». Social Services Review, 20:1/4. 1946:
577.
57. <http://new.wellesley.edu/about/collegehistory> [Consulta 3 de agosto de 2012].
58. La primera mujer de los Estados Unidos nombrada secretaria de Estado, cuya responsabilidad
asumió entre 1997 y 2001, durante la presidencia de Bill Clinton.
59. Actual secretaria de Estado de Estados Unidos con Barack Obama en la presidencia y primera
dama, esposa de Bill Clinton.
© Editorial UOC 71 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

»Al mirar hacia atrás en la historia de los hospitales y de la medicina, es im-


posible discernir el primer destello tenue de la idea de las relaciones inseparables
del ambiente enfermo y el hombre enfermo».60

En esta misma conferencia Garnet Isabel Pelton se refiere desde el trabajo


social sanitario a una primera «clasificación de problemas primarios», los cua-
les relaciona con el «diagnóstico social sanitario» y sobre los cuales se debe
intervenir, evidentemente una vez diagnosticados. Llegados a este punto es el
momento de reforzar el principio del concepto de «diagnóstico» que lo desvin-
cula de la mera denominación o descripción de los problemas. Como se verá
más adelante, el «diagnóstico social sanitario» no obedece a una denominación
ni a una descripción, es un ejercicio racional combinado que traspasa ambas y
siempre se apoya en un conocimiento previo que permite diferenciar. Pelton,
en esta conferencia, propone una clasificación de problemas de trabajo social
hospitalario (se adjunta a continuación), basada, según ella misma señala, en
el estudio de los registros.

«Un gran número de pacientes necesita educación en materia de higiene y, en


última instancia se remiten a otras agencias. Con cada persona se dan problemas
subsidiarios, así como problemas principales en diferentes grados. La siguiente es
una lista de los extraídos de varias semanas de estudio de registros:

1. Los remitidos a la agencia externa adecuada.


2. Educación constante de higiene para la persona y para el hogar.
3. La investigación de las condiciones del hogar.
4. Un seguimiento de los trabajos con:
(a) Los niños.
(b) Los convalecientes.
(c) Los crónicos.
(d) Los casos rechazados.
5. Tuberculosis.
6. Enfermedades venéreas y problemas sexuales.
7. Intemperancia.
8. Neurastenia.
9. Hábitos de drogas y suicidios.

60. Pelton, G. I., «The history and status of hospital social work». National Conference on Social Wel-
fare. 1910: 340-341.
© Editorial UOC 72 El diagnóstico social sanitario

10. Problemas de empleo:


(a) En el recién recuperado.
(b) Para las personas con discapacidad.
(c) Para encontrar el cambio de trabajo.
(d) Organizando la combinación de trabajo y tratamiento.
11. La explotación del hospital por parte del paciente.
12. La explotación del paciente por parte del hospital.
13. Necesidad de préstamos:
(a) En el caso de aparatos quirúrgicos.
(b) Por el tiempo entre la convalecencia y los nuevos puestos de trabajo.
(c) En el caso de honorarios de la Oficina de Empleo.
(d) En el caso de herramientas.
(e) Para el transporte.
14. Necesidad de una correcta alimentación.
15. Necesidad de prendas de vestir.
16. Necesidad de asesoramiento:
(a) Persuadir a los asalariados de que vengan al hospital.
(b) Persuadir a las madres y a las familias de que acudan.
(c) Persuadir a los tímidos e ignorantes.
(d) Dar a los pacientes la justa información y declaración de su condición.
17. Aliviar la ansiedad de
(a) Asalariados ingresados.
(b) Madres.
(c) Enfermos sin amigos.
(d) Extranjeros.
18. Desarrollar el espíritu de amistad a los pacientes en el dispensario.
19. Despertar a las cuidadoras y los médicos a las condiciones sociales de sus pa-
cientes.

»Todos estos problemas parecen estar directamente relacionados con el


diagnóstico social, el pronóstico y el tratamiento de los enfermos pobres del
hospital».61

Si bien, hoy en día, algunas de las variables citadas no son significativas, la


mayoría sí lo son, así como el uso de clasificaciones, como garantía de metódi-
ca, para facilitar la investigación posterior de los datos recogidos. Clasificacio-
nes y diagnósticos son líneas diferentes que pergeñan objetivos diferentes.
En la misma conferencia la tercera persona en mencionar el «diagnósti-
co social sanitario» fue Sidney E. Goldstein, quien acudió como director de
Social Services at the Free Synagogue of New York City a la vez que presentó su

61. Pelton, G. I., op. cit. 1910: 332-350.


© Editorial UOC 73 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

discurso «Hospital social service: Principles and implications» [El Servicio Social
del Hospital: Principios e implicaciones].62
Según consta en el libro de actas, Sidney E. Goldstein habló inmediatamente
después de Garnet Isabel Pelton. Los lectores y las lectoras podrán apreciar que
es su conferencia ofreció a todas luces los mimbres y resortes del futuro «pro-
grama de la planificación del alta hospitalaria». Empezó su conferencia lanzan-
do una pregunta directa al público: «¿Qué es el servicio social hospitalario?».
E inmediatamente puso sobre la mesa lo subjetivo de las diferentes respuestas
que se obtendrían de contestar en voz alta los diferentes asistentes. Señaló que
quien respondiera lo haría según lo que estuviera ocupando su imaginación y
en la misma línea, apretó palanca asegurando que el «trabajo era en sí mismo
aún indefinido». Y por si no fuera bastante, agregó que «bajo una investigación
se probaba que era algo caprichoso en forma». Atribuyó dicha heterogeneidad
a que cada centro en cada ciudad había organizado sus servicios a su aire y sin
ningún esfuerzo para promover la cooperación ni la coordinación con los de-
más. Una realidad que se copia a sí misma a lo largo de la historia.
Goldstein habló del mapa de servicios y programas de un territorio y señaló,
a la vez, dos grupos de principios que debían prevalecer a toda intervención
desde el trabajo social sanitario:

t La familia es la unidad de tratamiento.


t El cuidado social debe ser rápido y continuo.

Goldstein se preguntó la manera como estos dos principios podían aplicarse


en el servicio social hospitalario siempre en beneficio de las personas enfermas
atendidas y sus familias.
El siguiente mapa conceptual lo ilustra.

62. Goldstein, S. E., «Hospital social service: Principles and implications». National Conference on
Social Welfare. 1910: 341-347.
© Editorial UOC 74 El diagnóstico social sanitario

Mapa conceptual 6. Principios propuestos por Sidney E. Goldstein en su conferencia «Hospital social service: Principles and
implications» de 1910

El desarrollo de su reflexión, con la perspectiva del tiempo puede verse, re-


sultó el planteamiento original de los pilares del programa de la planificación
del alta hospitalaria. Y también mencionó el concepto de «diagnóstico social
sanitario».

«En la actualidad, en los diferentes hospitales existen varios métodos en uso.


Uno de ellos ha sido elaborado por la Free Synagogue Division in Bellevue Hospital
in New York. Los pabellones de este hospital se agrupan en secciones, algunas
constan de una sala, otras constan de dos o tres salas. Cada sección se encuentra
bajo el cuidado de uno o más trabajadores, todos ellos voluntarios. Estos volun-
tarios se mantienen estrictamente responsables de los pacientes ingresados en
sus secciones. Ellos están obligados a visitarlos al menos una vez a la semana y, si
el caso lo hace necesario, más a menudo. Algunos voluntarios van al hospital con
una frecuencia de tres veces a la semana. Entrevistan a los pacientes tan pronto
como sea posible después de la admisión e inmediatamente realizan una inves-
tigación de la vivienda, si el caso lo exige. Entonces, ellos arreglan con la familia
el cuidado del enfermo, si esa atención es necesaria. Ninguna ayuda financiera se
prorroga, excepto para aliviar el sufrimiento inmediato y urgente, y hasta que se
determine si el caso se encuentra bajo el cuidado de algún otro organismo. Todos
© Editorial UOC 75 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

los esfuerzos se dirigen a evitar la duplicación y la confusión. Cada trabajador


consulta con el director, en todos los casos, el material de la clasificación, para
elaborar un diagnóstico social, la planificación del curso de tratamiento y la esti-
mación de los resultados. Los pensamientos rectores son los siguientes: Hay algo
más que un hombre enfermo de su enfermedad. En la enfermedad, el cuidado
social a menudo puede evitar la angustia y la indigencia.

»Este método no es el ideal. El departamento de servicio social no debe ser


un organismo extra institucional que se ata al hospital, como en el caso de la
Free Synagogue. Tampoco debe ser un apéndice de la Escuela de Formación de
Cuidadoras como se ha convertido en la mayoría de otros casos. El Departa-
mento de Servicio Social debe aceptarse como una parte inseparable del propio
hospital».63

En poco más de siete páginas, Sidney E. Goldstein pudo desarrollar una


visión clave y moderna incluso para hoy, tanto en contenidos que marcarían
la diferencia entre el trabajo social sanitario y otras intervenciones como en
organización de los futuros servicios de trabajo social sanitario. Ello, sin perder
de vista que él, en esta conferencia, habla de que este «trabajo» lo ejecutan
los voluntarios. Sin embargo, en su exposición Goldstein logró confluir los
tres pilares básicos de toda actividad profesional moderna: los conocimientos
(primeras teorías de trabajo social sanitario), los procedimientos (resaltando en
especial el de la futura planificación del alta hospitalaria, en la actualidad, sa-
nitaria) y un tercero, que formando parte de cada profesional, posibilita los dos
primeros, las actitudes (evitar la duplicidad y la confusión, asegurarse de que
todo está preparado en la casa para cuando el enfermo regrese a ella, etcétera).
En las tres conferencias señaladas, el «diagnóstico social» en el caso de Mary
E. Richmond, que se refirió a las ciudades y barrios, y el «diagnóstico social
sanitario» en el caso de Garnet Isabel Pelton y Sidney E. Goldstein, centrados
en ambos casos en el trabajo social hospitalario, la acción profesional dejaba de
ser improvisada y quedaba circunscrita a la institución sanitaria.
Si bien al libro Social Diagnosis le quedaban siete años para su publicación,
Mary E. Richmond ya llevaba siete trabajando en él. El concepto de «diagnós-
tico», el que puede asumir toda disciplina, ya había hecho mella en el trabajo
social en general, en el trabajo social sanitario en particular. Si bien, como se
viene mencionando, la palabra «diagnóstico» es muy antigua, la novedad era
su adopción y aplicación al campo del trabajo social.

63. Goldstein, S. E., op. cit. 1910: 345.


© Editorial UOC 76 El diagnóstico social sanitario

En 1911 las conferencias tuvieron lugar en Boston, Massachusetts, entre los


días 11 y 14 de junio. Según se puede ver, ningún conferenciante hizo alusión
al «diagnóstico social» ni al «diagnóstico social sanitario».
Fue al año siguiente, 1912, cuando de nuevo aparece el concepto «diagnós-
tico social sanitario» surgiendo de la mano de un sociólogo, el Dr. Michael M.
Davis,64 quien presentó la conferencia «Social aspects of a medical institution»
[Los aspectos sociales de las instituciones médicas]. Actuó como director de The
Boston Dispensary. Las conferencias aquellos años tuvieron lugar en Cleveland,
Ohio, entre los días 12 y 19 de junio. Un breve paréntesis para poner de relieve
que los diferentes textos firmados por el Dr. Davis, y a los que quien escribe ha
tenido acceso, lo acreditan como otro gran defensor del trabajo social sanitario
y no solo defensor, un gran impulsor. Sin embargo, como ha ocurrido con otros
muchos protagonistas del trabajo social sanitario, es de lamentar que las hojas
del tiempo hayan cubierto su recuerdo y su saber durante tantos años. Afor-
tunadamente los textos están ahí. Sus primeras palabras sirvieron para señalar
el hecho de que cada profesión tiene su propia manera de mirar el mundo. Y
señaló textualmente:

«Vemos lo que nos interesa y pasamos por alto lo que no estamos buscando».65

Un primer toque de atención sobre la esencia de la condición humana que


subyace, si no se es muy consciente de ello, a la condición profesional, en la
interpretación de los hechos. Fácilmente, si no se presta atención y si no se está
entrenado para ello, éstos, los hechos, quedan presos en la subjetividad del que
mira y, por tanto, como dice el refrán, «toman el color del cristal a través del
cual se observan». Ese querer ver las cosas como uno quiere verlas y no aban-
donarse a verlas como realmente son, mal que pese, planea sobre los profesio-
nales que trabajan con los actos y circunstancias humanas. Aquí es donde los
instrumentos de trabajo permiten garantizar la máxima objetividad.
La «transferencia» y la «contratransferencia» son dos conceptos que desde
la teoría ilustran esa realidad. Los profesionales pueden observarla en su día a
día.66 En el mismo plano, en la relación terapéutica, además de los conceptos
citados, Francisco Ortega incluye otro que resulta crucial, la «resistencia», que
no debe confundirse con la «resiliencia» señalada con anterioridad. Escribe
Ortega:

64. Davis, M. M., «Social aspects of a medical institution», National Conference on Social Welfare.
1912: 363-
65. Davis, M. M. op. cit. 1912: 363.
66. Salzberger-Wittenberg, I., La relación asistencial. Buenos Aires. Amorrotu Editores. 2001: 27-30.
© Editorial UOC 77 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

«En psicoterapia el concepto de resistencia está vinculado con la oposición


que el paciente hace al desarrollo del proceso terapéutico».67

Gordon Hamilton también habla de las «resistencias y defensas» de la per-


sona, del cliente que no quiere ser partícipe de la solución. Señala y recuerda
que una de las señas de identidad de la intervención desde el trabajo social de
caso, el casework, es la implicación del cliente. Si éste no se implica, parte del
énfasis de los trabajadores sociales sanitarios, centrados en el campo sanitario,
será precisamente motivarlo para que acuda a la llamada de su responsabili-
dad como persona implicada en el afrontamiento de su dificultad.68 Todas ellas
son abstracciones extraídas de la observación paciente y del registro riguroso
de lo acontecido en cada caso, pudiendo, gracias a estos registros y a pesar de
las marmitas del tiempo, identificar repeticiones y patrones, proponer corre-
laciones.
Lo que se ve es lo que se ve, disculpen la perogrullada, pero aun así es pre-
ciso dotarse de instrumentos que avalen eso que se ve a simple vista. Lo que
no se ve pero se deduce puede estar ahí agitando el panorama, pero puede
también no estar o ser menos exacto. Entonces, debe tratarse como hipótesis
de trabajo que se deberá validar. Como se comprobará más adelante con la
ayuda de autores más actuales, el concepto moderno de diagnóstico, en cual-
quiera de las disciplinas sanitarias, entronca precisamente en ese conjunto de
posibilidades que laten dentro del caso y que requieren de un análisis racional
y no emocional, de un análisis sistemático y no al albur de lo que se le ocurra
al profesional en aquel momento. Requieren, finalmente, de una denomina-
ción que refleje y proyecte aquello que realmente está ocurriendo y el cómo se
reconducirá. Este punto queda emplazado para unas páginas más adelante, en
el siguiente capítulo.
El Dr. Michael M. Davis se manifestó preocupado por lo que él denominó
«la ceguera» de los profesionales y las instituciones médicas al quedarse atra-
padas en el órgano enfermo, en la enfermedad que, a la vez, desvinculaban
de la persona, a la cual, a la vez, la desvinculaban de su medio ambiente.
Continuó:

67. Ortega, F., Psicoterapia. Teoría y práctica. Sevilla. Universidad de Sevilla. 2008: 391-406.
68. Hamilton, G. op. cit. 1951: 169.
© Editorial UOC 78 El diagnóstico social sanitario

«Tenemos que contar con el ojo que ve a las personas, así como con el que ve
a la enfermedad, y por lo tanto, el médico, el especialista en la enfermedad, tiene
que tener a su lado el especialista en las personas, el trabajador social».69

En su texto deja clara la necesidad de formación especializada para el ejerci-


cio profesional como garantía de buen servicio a la persona enferma.
Un alto en el tiempo para apelar la misma visión a los muchos profesionales
que siendo parte del equipo sanitario, lejos de apreciar la especialización del
trabajador social sanitario y a la vez asumir sus propias limitaciones para tratar
la interioridad de la persona enferma y contextualizarla en su medio ambiente,
falsifican el «diagnóstico social sanitario» y el «tratamiento social sanitario»,
transformándolos en un ejercicio elemental de recogida de información y de-
rivación.
Siguiendo con el Dr. Michael M. Davis, este se hizo dos preguntas que a día
de hoy siguen planeando sobre el sistema sanitario de cualquier país.

«¿En qué medida las reglas, los honorarios y la rutina general (la llamada
burocracia de la institución) están adaptadas a los pacientes o a la conveniencia
administrativa? […] ¿En qué medida la entidad responde a los problemas que
bordean la vida de los pacientes junto a su condición física y que afectan podero-
samente la continuidad y la viabilidad de un tratamiento médico adecuado?»70

Procede, a la sazón, preguntarse ¿en qué medida los profesionales adquieren


conciencia de que están prestando un servicio a las personas enfermas y no
preservando un puesto de trabajo propio?
Y avanzando en la misma conferencia, el Dr. Michael M. Davis, basándose
en su experiencia, propuso dos clasificaciones de pacientes. La primera clasifi-
cación contenía las condiciones y los problemas sociales, se presenta a conti-
nuación. La segunda aborda los tipos de pacientes y se presenta unas páginas
más adelante. Escribía el Dr. Davis:

«Estas condiciones o problemas sociales pueden clasificarse en cuatro grupos:

»Problemas personales del paciente: la ignorancia hace difícil o imposible


para el paciente entender cuál es el problema o cómo debe seguir correctamente
el tratamiento. En el caso de los niños, ello se refiere a los padres.

69. Davis, M. M. op. cit. 1912: 363.


70. Davis, M. M. op. cit. 1912: 363-364.
© Editorial UOC 79 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

»Condiciones familiares: vivienda atestada o insana que causa enfermedad o


impide la curación; o una atención negligente en la casa donde vive encerrado y
sin esperanzas de curación uno de sus miembros.

»Problemas laborales del paciente: largas horas de trabajo o trabajo con sala-
rios sumamente bajos, que pueden haber producido la enfermedad para la cual
se busca tratamiento pero que la cura es imposible mientras no se elimine la
causa.

»Condiciones generales del paciente y su familia: pobreza. El tratamiento


acertado, médico o quirúrgico, a menudo es impracticable a no ser que la ayuda
económica permita rebajar la angustia, o el asegurar el alimento necesario per-
mita descanso y paz mental».71

El «diagnóstico social sanitario» no es una clasificación, pero el trabajador


social sanitario necesita de ellas. Las clasificaciones son maneras de ordenar la
información que se obtiene en la investigación del caso social sanitario para
luego elaborar el «diagnóstico social sanitario», son filtros de parámetros, son
instrumentos de trabajo para facilitar el abordaje y el análisis posterior. Ad-
miten la doble dirección, por una parte el estudio de variables necesarias para
disponer de la información que permite el ejercicio diagnóstico y sobre éste
reclasificar, incluyendo los cambios obtenidos en el caso social sanitario, para
poder desarrollar indicadores de beneficios aportados desde la intervención.
Ello permite responder a la pregunta ¿para qué sirve lo que se está haciendo?
Tanto desde el plano individual como del colectivo.
Los cuatro grupos responden a una gran parte de la población atendida en
los servicios de trabajo social sanitario y sus características interesan al resto
de los profesionales con los cuales trabaja en equipo y se comparten objetivos
terapéuticos.
El Dr. Michael M. Davis ofrece otra importante reflexión sobre el trabajo en
equipo y es aquí donde menciona la necesidad de que el «diagnóstico social
sanitario» acompañe al «diagnóstico médico». Pero mejor que lo explique él
mismo en su propia voz.

«Estos problemas deben abordarse si queremos que el trabajo médico sea efi-
ciente en sí; porque ni los pacientes ni los médicos pensarán que merece la pena
seguir un curso de tratamiento si ven que no hay medios por los que pueda lle-
varse a cabo. ¿Cuántos padres desanimados han desaparecido de una clínica con

71. Davis, M. M., op. cit. 1912: 364.


© Editorial UOC 80 El diagnóstico social sanitario

un sentimiento de desesperanza…? […] La determinación de los problemas


humanos, presentados por los pacientes que abarrotan las puertas de una clínica,
y la clasificación de estos problemas de manera que se puedan estudiar inteligen-
temente los métodos de tratamiento son partes fundamentales del trabajo del
departamento de altas de los pacientes de un hospital progresista. El diagnóstico
social debe acompañar al diagnóstico médico».72

Es casi emocionante leer cómo el Dr. Michael M. Davis menciona direc-


tamente «el departamento de altas de los pacientes» dado que ello ocurría,
tomando el año actual de 2012, hace justo un siglo. Por otra parte, es obvio
que se está refiriendo al «diagnóstico social sanitario» dado que sitúa la acción
profesional en el hospital. En el párrafo siguiente da relieve a la diferencia de
este tipo de intervención dentro del servicio de trabajo social sanitario (ha-
blando en términos actuales) y la intervención que tiene lugar en los servicios
sociales, hecho que hoy todavía hay quien dice que es lo mismo y que no es
necesario que existan servicios de trabajo social sanitario habiendo servicios
sociales, añadiendo, además, que los recursos están en los servicios sociales.
Una reflexión pobre que denota el desconocimiento del trabajo social sanita-
rio. Querido lector, querida lectora, como puede ver los discursos se repiten.
Dice precisamente el Dr. Michael M. Davis al respecto:

«Algunos responderán a esta demanda: “Es por esto por lo que se han esta-
blecido los departamentos de servicios sociales”. Pero en la mayoría de los casos
los departamentos de servicios sociales se han fundado para un propósito mucho
más estrecho, es decir, para tratar los casos graves de la angustia que deriva de
la clínica del hombre sin hogar, de la viuda desesperada, del niño sin zapatos.
Siendo evidente que el tratamiento médico tiene a menudo una importancia
secundaria frente a esas necesidades, se llama al trabajador social para una ayu-
da de emergencia. Una gran clínica u hospital están tratando con pacientes de
diferentes secciones de la comunidad, incluidos, de hecho, todos los principales
grupos económicos. El problema de los pobres, en el sentido técnico de la pa-
labra, significa que los individuos o familias no ganan lo suficiente para pro-
porcionar un grado mínimo de vivienda digna, alimentos y ropa, esto afecta
sólo a una fracción de los pacientes de una clínica de gran tamaño. Un millar
de familias elegidas al azar de las listas de una institución médica se contras-
tó decididamente con un número similar tomado de los beneficiarios de una
Sociedad de la Organización de la Caridad. Esta última se había especializado
en las familias que son pobres en el sentido técnico de la palabra. La mayo-
ría de la clientela de la institución médica está por encima del umbral de la

72. Davis, M. M., op. cit. 1912: 364.


© Editorial UOC 81 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

pobreza como se acaba de definir, pero algunos no pueden pagar las tarifas regu-
lares de profesionales para el servicio médico y quirúrgico que necesitan».73

La diferencia que establece entre ambas instituciones, los servicios sociales y


los servicios sanitarios, el ejercicio del trabajo social en las primeras y en las se-
gundas resulta diametralmente opuesto. Desde un punto de vista muy general,
es evidente que se está hablando de trabajo social, pero sobre el terrero el pri-
mero poco tiene que ver con el segundo, considerando las circunstancias que
hay que tratar y la manera de tratarlas. El segundo exige un conocimiento muy
amplio de los aspectos psicosociales de la enfermedad que padece la persona,
el primero, que puede tratar a personas enfermas, su foco está en los aspectos
sociales más generales.
La segunda clasificación que propuso el Dr. Michael M. Davis se basaba,
según expresó él mismo, en datos cuantitativos de su propio servicio de dispen-
sario. En total 30.000 pacientes atendidos durante el año, y señala que en todos
los casos contó con la colaboración del «conocedor de los aspectos humanos
de la persona», refiriéndose en concreto a la trabajadora social sanitaria. Sobre
la base de toda la información explicó cómo trató de clasificar las necesidades
tanto sociales como médicas de este grupo de población. Así destacó varios
tipos de pacientes, que respondían a su segunda clasificación:

«Tipo uno: Pacientes cuyos problemas sociales son evidentes y agudos. Estos pro-
blemas deben resolverse rápidamente para que el paciente pueda recibir un trata-
miento médico efectivo.
»Tipo dos: Pacientes cuyo problema social no es agudo pero su enfermedad es
peligrosa para los otros. Es un asunto serio si un paciente que sufre una enfermedad
no continúa el cuidado y las curas. El interés de la comunidad en tal caso es supremo
a las necesidades o los deseos del paciente individual.
»Tipo tres: En este tipo no existen problemas agudos de pobreza, ignorancia o
desempleo; pero el examen en la primera visita indica un desorden que requiere
que el paciente debe regresar varias veces para tratamiento. A no ser que el trabajo
del médico que elabora el diagnóstico se desaproveche, el servicio al paciente y la
comunidad, están preocupados para procurar este regreso. Este es el deber de la ins-
titución, adaptar sus métodos de modo que los pacientes con la mayor probabilidad
vuelvan y de modo que se use el medio más económico y eficiente para seguir a los
pacientes hasta que ellos vuelvan sin malgastar el esfuerzo sobre casos desesperados
o insensibles.

73. Davis, M. M., op. cit. 1912: 364


© Editorial UOC 82 El diagnóstico social sanitario

»Tipo cuatro: No existe ningún problema social agudo y el tratamiento del


paciente se puede completar en la primera visita o, si se requieren unos pocos
tratamientos adicionales, el trastorno es tal como para ocasionar molestias sufi-
cientes que aseguran el regreso del paciente».74

A grandes rasgos estas fueron las aportaciones del Dr. Michael M. Davis que
bien merecían este espacio como reconocimiento y agradecimiento a su defen-
sa acérrima del trabajo social sanitario.
En 1913 durante la conferencia celebrada en Seatle, en el estado de Was-
hington, entre los días 5 y 12 de julio, no se registró ninguna referencia al
«diagnóstico social» ni al «diagnóstico social sanitario».
Fue al año siguiente, en 1914, cuando volvió a citarse el «diagnóstico social
sanitario», en este caso con relación al área de la psicología y la justicia. La con-
ferencia anual tuvo lugar en Memphis, en el estado de Tennessee, entre los días
8 y 15 de mayo. Para ubicar el momento histórico faltaban unos meses para
que en Europa se declarara la I Guerra Mundial (1914-1918).
El «diagnóstico social sanitario» llegaba de la reflexión de William Healy,
que acudió como director del Psychopathic Institute of the Juvenile Court of Chi-
cago. Mary E. Richmond, en Social Diagnosis, cita y alaba el trabajo de William
Healy en el Instituto Psicopático, vinculado al tribunal de justicia, en concreto
al Departamento de Justicia Infantil75 por su estudio de métodos. La exposición
de William Healy, «Psychological work with offenders for the courts»76 [El trabajo
psicológico con delincuentes en los tribunales], presentó los resultados, él los
llamó tendencias, de una investigación sobre delincuencia juvenil en adoles-
centes que llevaban más de cinco años privados de libertad. Puede verse cómo
en este caso otra disciplina como la psicología también aparece como una prác-
tica joven y lo más apreciable del texto es que el autor también lo reconoce
y se apoya, para desarrollar sus argumentos, en la práctica y evolución de la
medicina. Dice:

«Sin embargo, aquí podemos discutir algunos de los resultados y las limita-
ciones de los métodos aplicados. A modo de resumen, hacer un balance puede
ser inteligente, justo en este momento en que la práctica de la psicología está
empezando a ser explotada de manera similar a la práctica de la medicina».77

74. Davis, M. M., op. cit. 1912: 363-369.


75. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 34.
76. Healy, W., «Psychological work with offenders for the courts». National Conference on Social
Welfare. 1914: 298-306.
77. Healy, W., op. cit. 1914: 298.
© Editorial UOC 83 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Del texto se extrae que su inquietud se centró en ofrecer al auditorio la di-


ferencia en los resultados de reinserción en base a la diferencia de los métodos
utilizados sobre los niños internados.
La pregunta cae sola, los trabajadores sociales sanitarios en España ¿han
estudiado qué métodos de intervención resultan más eficientes? ¿Saben con
qué métodos las personas recuperan antes su autonomía psicosocial? ¿Saben
en qué proporción su intervención se orienta a «dar apoyo a la persona, a su
entorno» o a «modificar aspectos de la persona, de su entorno»? En este punto
conviene dar un salto en el tiempo hasta llegar al año 1969, año en que Helen
Harris Perlman prologaba una investigación llevada a cabo por William J. Reid
y Ann W. Shyne en la que comparaban los resultados de las intervenciones de
casework cortas, limitadas en el tiempo, con las intervenciones de casework
largas, como sugiere el término, más amplias. Los resultados pusieron de relie-
ve que el casework breve obtenía algo más de resultados que el extenso. Una
de las razones aducidas por los autores fue que la presión del tiempo conducía
a los trabajadores sociales del Community Services Society de Nueva York, cen-
tro de la investigación, y a las personas atendidas a concentrar sus esfuerzos
y recursos, con lo cual se lograban mejores resultados.78 Este tipo de análisis,
cruciales para el desarrollo de cualquier profesión, se posibilitan cuando se
cuenta con registros de casos en donde el «diagnóstico social sanitario» es el
vivero de información y el laboratorio donde se analiza. Éste es sólo un ejem-
plo de los cientos que se pueden encontrar en otros países sajones y que, a
juicio de quien escribe, en ellos reside el quid del desarrollo, en el sentido más
amplio de la palabra (conocimiento y praxis) del trabajo social sanitario.
De regreso a 1914, la investigación de William Healy se centró, además, en
los reincidentes, en su media de edad, que estableció en los quince años, y tam-
bién señaló que algunos de ellos padecían enfermedades mentales. Explicó:

«Acabamos de terminar una interesante comparación de los resultados en cier-


ta prueba de rendimiento en la que las mujeres jóvenes de la universidad tuvie-
ron un promedio peor que las personas, en general, más jóvenes. Todos tenemos
pocas pruebas que evalúen que los test para los niños son igualmente válidos para
los adultos. Se propone que se tomen las decisiones sobre, por ejemplo, los resul-
tados de los test de Binet y, sin embargo, no parece probable que, por el tipo de
resultados que hemos obtenido, se puedan aplicar tanto a los adultos como a los
niños a los efectos del diagnóstico social, para diferenciar a los que estén destina-
dos a perder. Hay que recordar que nadie hasta ahora nos ha dado los resultados

78. Reid, W. J.; Shyne, A. W., Brief and Extended Casework. New York & London. Columbia University
Press. 1969.
© Editorial UOC 84 El diagnóstico social sanitario

de estas pruebas que se aplican a cientos de cavadores de zanjas, o manos de


sección, que en el ámbito de sus humildes esferas forman a miembros más útiles
para la sociedad».79

Su exposición siguió apuntando el cuidado, la discreción y la prudencia a la


hora de interpretar los test y ahondó en lo peligroso que era emitir un «diag-
nóstico» o un «pronóstico» sin conocer al individuo. Sus reflexiones estaban
punteando una necesidad cada vez más sentida por los trabajadores sociales sa-
nitarios, ellos y ellas, una necesidad que también reconocen muchos médicos,
pensando en la medicina: las intervenciones no pueden darse solo sobre la base
de los resultados de escalas de valoración, o imágenes, que evitan la realización
de entrevistas en profundidad que permitan analizar a lo largo de una serie de
días las percepciones y sensaciones que la enfermedad aviva o desata.
Los años transcurrían y los debates sobre el bienestar social nutrían un
constante desarrollo. Año tras año, las aportaciones a las conferencias anua-
les se tornaban más específicas y más técnicas. Se apoyaban cada vez más en
el conocimiento generado con la investigación de los casos y en los debates
que surgían a favor de las dudas razonables sobre los beneficios que implica-
ban las acciones que se llevaban a cabo, así como los programas que se iban
creando.
Un año más tarde, en 1915, la conferencia anual se celebró en Baltimore, en
el estado de Maryland, entre los días 12 y 19 de mayo. Este año fue clave para
el trabajo social en general y el sanitario en particular. Fue el año en que Abra-
ham Flexner lanzó el avispero a los asistentes al cuestionar si el trabajo social
era una profesión.80 De los muchos ponentes, Grace S. Harper81 actuó como
directora del Social Service Department of the Massachusetts General Hospital de
Boston, cuya jefatura de Departamento recaía en Ida M. Cannon, quien había
sido nombrada por el Dr. Richard C. Cabot en 1907. Grace S. Harper presentó
la conferencia «Some uses of social case work in medical training» [Algunos usos
del casework en la formación médica]. En ella habló de la experiencia de dos
años de formación de los estudiantes de medicina en aspectos sociales como
parte del plan de reorganización de los estudios de cuarto año de los estudian-
tes que escogían la medicina clínica. Explicó:

79. Healy, W., op. cit. 1914: 300.


80. No habló del diagnóstico social y por ello se amplía esta información en páginas posteriores,
cuando Mary E. Richmond le contestó en la misma conferencia anual, dos años más tarde.
81. Harper, G. S., «Some uses of social case work in medical training». National Conference on Social
Welfare. 1915: 49-56.
© Editorial UOC 85 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

«Esta innovación significó una experiencia muy completa en la historia, te-


niendo la oportunidad de ver el progreso y el tratamiento de la enfermedad y
la primera oportunidad de seguir a un paciente durante un período de tiempo
consecutivo. El propósito de los ejercicios en el servicio social médico está en
consonancia con el deseo de la enseñanza más profunda de los elementos funda-
mentales de la práctica médica adecuada por parte del Dr. David Edsall, profesor
de Medicina Clínica, que pidió al Departamento de Servicio Social que cooperase
en la formulación y ejecución de este plan».82

Este programa de formación de estudiantes de medicina clínica corría a car-


go de trabajadoras sociales sanitarias que formaban a los jóvenes y futuros
médicos clínicos. Continúa Grace S. Harper refiriéndose al programa y al «diag-
nóstico social sanitario».

«El programa de la serie de conferencias se abre con una charla introductoria


que describe los orígenes históricos del trabajo social médico y explica cómo se
comparte con el trabajo del médico la ayuda para que el tratamiento sea posible
y eficaz. Se muestra un diagnóstico social sanitario, basado en el análisis de la
historia personal y ambiental de un paciente y se explica el uso de los recursos
sociales para llevar a cabo el tratamiento social. A raíz de esto son seis las confe-
rencias que se dan sobre casos que ilustran los aspectos sociales y médico-sociales
de tratamiento de la enfermedad cardíaca, la tuberculosis, la debilidad mental,
la enfermedad profesional y la discapacidad física. Dedicamos la última hora a
mostrar cómo la ciudad o el Estado tiene que cuidar a sus tuberculosos, epilépti-
cos, débiles mentales, locos y dependientes. Se discuten los recursos comunita-
rios de interés para los médicos y a cada estudiante se le da una lista de los que
los médicos pueden solicitar».83

De nuevo se refuerza la importancia que el «diagnóstico social sanitario»


adquiere dentro de la intervención en los casos y, por extensión, en la comu-
nidad en la cual están inmersos. En todos los textos puede leerse entre líneas
la unicidad que el «diagnóstico social sanitario» brinda a cada persona que se
trata y, por tanto, la unicidad del tratamiento aunque se utilicen los mismos
recursos y las mismas técnicas. Resaltó que dentro del «diagnóstico social sa-
nitario» se recogían numerosos problemas de las personas, de sus familiares,
circunstancias adversas, dificultades a las cuales afrontarse, éstas se interpre-
taban y contextualizaban pero no solo ello, también se buscaban los factores
positivos que servirían a la propia rehabilitación. Todo ello atomizado puede

82. Harper, G. S., op. cit. 1915: 49.


83. Harper, G. S., op. cit. 1915: 50-51.
© Editorial UOC 86 El diagnóstico social sanitario

resultar común en muchos casos, reunido y combinado, contextualizado en la


persona enferma, se torna único.
Y se llega a 1916. Faltaba un año para que Mary E. Richmond publicara
Social Diagnosis. La cita de la conferencia anual era en Indianápolis, Indiana,
durante los días del 10 y el 17 de mayo. Carol Aronovici84 asistía como director
of Bureau for Social Research, Seybert Institution, Philadelphia , y presentó la con-
ferencia «Wider use of case records» [Gran uso de los registros de casos]. Dijo:

«Se revisaron los registros de casos que durante mucho tiempo han sido obje-
to de disputa entre los trabajadores sociales, los consejos de administración y el
público no iniciado, pero pocas veces el problema del registro se toma como un
factor constructivo en la reforma social y se convierte en objeto de discusiones
inteligentes.

»Un registro del caso es una imagen más o menos precisa de los hechos rela-
cionados con un individuo o familia, se asegura con el fin de facilitar un diag-
nóstico social preciso que llevará a un tratamiento eficaz y oportuno de un caso
en particular. A menudo, se encuentra que parte de la información recopilada y
registrada en relación con un caso o grupo de los casos no tiene relación con el
problema que hay que tratar y, por tanto, la información es aparentemente in-
útil, esto en la medida en que a un caso particular se refiere, no debe ponerse en
duda. A solicitud se puede encontrar, sin embargo, que los diagnósticos médicos
exitosos también deben confiar en los registros de casos y que muchos de ellos
contienen materia inútil o irrelevante, pero que un servicio eficiente obtiene una
gran cantidad de información que puede cernirse a buscar hechos y factores en
los que se puede basar un diagnóstico médico preciso. Si este método de registro
de casos es esencial en la medicina que sin duda está en camino de convertirse
en una ciencia positiva, es fácilmente concebible que en el campo del trabajo
social que sigue desarrollando una técnica para precisar el diagnóstico social, este
método de registro sea imprescindible».85

De nuevo se pone de relieve la necesidad de perfeccionar los registros de


casos para ampliar la información sobre los problemas sociales y tener datos
suficientes para vincularlos a otras circunstancias o realidades, coyunturales o
estructurales, de la persona o su familia. Dado que personas con el mismo gra-
do de alta dependencia demandan apoyos y tipos de ayuda diferente, resulta
evidente, a fecha de hoy, que la condición física, la funcionalidad del cuerpo,
no es determinante a la hora de pedir ayuda. Sí que lo es a la hora de prestarla

84. Aronovici, C., «Wider use of case records». National Conference on Social Welfare. 1916: 468-471.
85. Aronovici, C., op. cit. 1916: 468-471.
© Editorial UOC 87 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

dado que no es lo mismo una persona con autonomía funcional que no nece-
sita a nadie para las actividades básicas de la vida diaria que una persona con
una dependencia funcional total.
Y se llegó al 1917.

En aquel año 1917 cuando se publicó Social Diagnosis

«En primer lugar, parece necesario para el trabajador social de caso replantear su
reclamación de la palabra social, porque encuentro que algunos miembros de la conferencia
de este año están dispuestos a ponerlo en duda. Afirman, por ejemplo, que mi reciente
libro debería haberse titulado el “Diagnóstico individual”, ya que no es y no pretende
ser un diagnóstico de los males de la sociedad»
.
«The social case worker’s task»
Mary E. Richmond, directora del Charity Organization Department,
Russell Sage Foundation, Nueva York (1917: 112)

Han trascurrido noventa y cinco años. Con estas palabras en el encabezado,


Mary E. Richmond estaba trazando un destino a la profesión marcada por dos
realidades: desde fuera cuesta de comprender y desde dentro cuesta de defen-
der. El discurso alzándose para clarificar la imagen que no la acción. Infinidad
de proyecciones debatiéndose en la arena de las frases, en especial cuando esta
acción se desdice y queda en la mera retórica. En esta misma conferencia Mary
E. Richmond dijo en un momento determinado de la discusión: «las batallas
no se ganan con frases». Y es el momento de recordar una de las máximas que
coronaba el despacho de Ida M. Cannon «¿Por qué Dodo dice que la mejor
manera de explicarlo es hacerlo?».
Es mucho lo trabajado y desarrollado en esos más de cien años de historia.
Pero queda mucho por trabajar y desarrollar, y sobre todo por innovar y por
concretar en el terreno. El trabajo social sanitario puede caracterizarse como
una de las profesiones que más actividades forja, sin embargo también es una
de las que más le cuesta de concretar para qué sirve todo esto que se está ha-
ciendo. Pero en paralelo, más de cien años de historia, de registros, de docu-
mentación, de investigaciones, de metodología en formación y, sobre todo,
la forja de una práctica profesional, avalan la puesta en escena de las teorías
y conocimientos que nutren a esta profesión. Es un hecho que, a pesar de los
pesares que son batallones, los trabajadores sociales sanitarios, ellos y ellas,
siguen siendo ese soporte profesional para las personas a las que la vida se les
© Editorial UOC 88 El diagnóstico social sanitario

rompe cuando la enfermedad irrumpe, una vida que da un giro tan brusco que
se sienten incapaces de afrontar la continuidad en solitario. El trabajo social
sanitario es el cerebro de la rehabilitación, la restauración, la reinserción, que
la persona deberá fraguar. El denominado «factor humano» está presente por
activa y por pasiva en el trabajo social sanitario pero lejos de neutralizarlo para
facilitar cualquier gestión e igualar a todos, lo aviva y rescata para que esa per-
sona enferma siga al pie de su timón, con sus diferencias. Un choque de filoso-
fías, el «hacerlo» frente al «elaborarlo». La eliminación del «factor humano», el
reducir la intervención a escalas de valoración llevaría a cosificar a la persona, a
su familia, las convertiría en un objeto al que le faltan piezas, algunas perdidas,
otras rotas. La conversión de necesidades en recursos sin mediar en la viven-
cia de la persona enferma es el paradigma por excelencia que supone todo lo
contrario a lo que representa el trabajo social sanitario. Las personas se van
haciendo, lo decía Ortega y Gasset.86
Las sociedades democráticas permiten y alimentan las diferencias indivi-
duales, los anhelos del escritor, del pintor, del químico, del médico, del carpin-
tero y del herrero. Y ven y tratan a cada escritor diferente, como a cada pintor,
químico o carpintero. Los derechos y deberes son iguales para todos, pero la
persona es mucho más que un manual administrativo. El respeto a la indivi-
dualidad, a la conciencia del individuo, a su unicidad, fue uno de los centros
de atención de Mary E. Richmond, que lo explica extraordinariamente bien en
estas líneas:

«Si estamos de acuerdo en que el Estado existe para el mayor bien de sus
miembros, también estamos de acuerdo en que ninguna lección de democracia
tiene que tomar más en serio esta lección de buena administración, a saber tratar
realidades desiguales desigualmente».87

Ahí reside la fuerza del trabajo social sanitario y a ello le da relieve el «diag-
nóstico social sanitario». Cada persona es diferente y, por tanto, las interven-
ciones se adaptarán a esa diferencia, la respetarán. Lo mismo ocurre con la me-
dicina que a cada persona se le debe ajustar su tratamiento. Una diferencia que
tiene las dos direcciones, el uno es diferente del otro, pero el uno debe asumir
esa diferencia de sí mismo, y del otro. El trabajo social sanitario trabaja con la
persona, la ayuda a ayudarse.

86. «Somos conscientes de que vivimos, pero nos damos cuenta de que eso que nos ha sido dado,
no nos ha sido dado hecho, es un problema que tenemos que resolver», lo escribe Javier Zamora
Bonilla, en su libro Ortega y Gasset editado por Plaza & Janés. 2002: 294-295.
87. Richmond, M. E., op. cit. 1922: 151.
© Editorial UOC 89 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

De la National Conference on Social Welfare a la National


Conference of Social Work

El año 1917 significa una divisoria conceptual y práctica para el trabajo


social en general y para el trabajo social sanitario en particular, para sus profe-
sionales que les supuso un avanzar en el camino iniciado doce años atrás, con
la creación de las primeras plazas. En 1917 se produjo otro cambio. La confe-
rencia anual pasó de llamarse National Conference of Charities and Correction
a tomar el nombre de National Conference of Social Work denominación que
siguió hasta 1948. En 1949 tomo el nombre de The Welfare Forum.
Este año 1917, le tocó la organización a la ciudad de Pittsburg, Pensilvania,
entre los días 6 y 13 de junio. La publicación del libro de Mary E. Richmond
centró parte de los discursos de los ponentes y se puede deducir que el texto
publicado significó un autentico paso adelante para la profesión.
El presidente de la conferencia, Frederick Alrmy,88 abrió el debate con la
conferencia «The conquest of poverty» [La conquista de la pobreza]. Sus primeras
palabras se refirieron a la guerra que llevaba dos años devastando Europa. Y
encadenando el desastre bélico a la regeneración social, directamente señaló
a los trabajadores sociales como los agentes responsables y principales en la
construcción del futuro bienestar que afrontaría la sociedad. Dijo:

«En días como estos, cuando el mundo está en guerra y destaca el lado oscuro
de la vida, un papel optimista ofenderá a algunos, pero puede animar a los que
están desalentados si me atrevo a dar mis razones para seguir creyendo que el
mundo se vuelve cada vez mejor y que la pobreza crece menos. Como quiera
que sea, estamos viviendo en una época de caos y debemos prepararnos ahora
para la paz, para que después de que la guerra haya terminado, la construcción
siga a la destrucción. Si la nube de la guerra puede tener un resquicio de esperan-
za, vendrá sólo a través del esfuerzo, y como trabajadores sociales tenemos una
responsabilidad».89

Su referencia al libro de Mary E. Richmond versó sobre los avances que se


estaban dando en materia de intervención social señalando muy enfáticamen-
te que un cuarto de siglo antes, el libro no se habría podido escribir. La razón:
La sociedad dominante no lo habría aceptado. Señalo:

88. Alrmy, F., «The conquest of poverty». National Conference on Social Work. 1917: 1-10.
89. Alrmy, F., op. cit. 1917: 1.
© Editorial UOC 90 El diagnóstico social sanitario

«El libro de la señora Richmond sobre el diagnóstico social habría sido im-
posible, incluso un cuarto de siglo atrás. Si consideramos que el mundo está
pensando e inventando, tanto social como físicamente, cualquier cosa parece
posible.

»La caridad sola nunca resolverá la pobreza. Se ha quedado la gama que va


desde los sensibles a los de corazón duro, y de éstos dos, por mi parte, prefiero los
sensibles, pero incluso, aunque la caridad tan cálida como sabia, aunque se agre-
gue el trabajo comunitario al trabajo individual, nunca va a resolver la pobreza.
La iglesia sola nunca la va a resolver».90

Sus palabras apuntan a los argumentos del discurso dado por Garnet Isabel
Pelton en 1910 cuando señaló que los métodos de la caridad y del trabajo social
sanitario eran distintos y la diferencia entre unos y otros venía rubricada por el
«diagnóstico social sanitario» que elaboraban los trabajadores sociales sanita-
rios. Es interesante detenerse en la consolidación del pensamiento profesional,
en cómo va tomando las nuevas formas modernas y cómo ello ocurre sin nece-
sidad de devastar nada, al contrario, son formas nuevas que se diferencian de
las anteriores y, lo más importante, les permiten seguir con su función.
El siguiente en referirse a Social Diagnosis fue de nuevo William Healy91 que
ya había expuesto en 1914. Esta vez presentaba la conferencia «The bearings of
psychology on social case work» [Los soportes de la psicología en el casework] y
acudía como director de la Judge Baker Foundation, de Boston. Señaló William
Healy:

«De hecho, muchísimas de las situaciones en las que los trabajadores sociales
intervienen incluyen claramente aspectos de la vida mental en el núcleo del pro-
blema. En su mayor parte, por desgracia, es la gran variedad de fallos humanos
que vienen como el agua al molino del trabajador social, y los estudios de diag-
nóstico son esenciales para la determinación de lo que se puede hacer por éste o
qué tratamiento está a mano de lo humano».92

De nuevo señala el «diagnóstico social» como el elemento que permite tomar


decisiones acertadas y tratar a las personas de acuerdo con la realidad que las
afecta y sobre la que, en paralelo, se debe actuar. Un alto para señalar que el «diag-
nóstico» permite la acción, pero no es la acción. Más adelante William Healy se

90. Alrmy, F., op. cit. 1917: 6.


91. Healy, W., «The bearings of psychology on social case work». National Conference on Social Work.
1917: 104-111.
92. Healy, W., op. cit. 1917: 105.
© Editorial UOC 91 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

refiere de nuevo al libro de Mary E. Richmond en dos ocasiones, en la primera


relaciona la importancia de la psicología en el trabajo de casework. Lo expresa
como sigue:

«El punto de vista psicológico en su relación con las ciencias sociales está
fuertemente enfatizado en la psicología social de McDougall; en relación con el
trabajo de caso que constituye la base del diagnóstico social de Mary E. Rich-
mond, se aplica a campos especiales estando particularmente ejemplificado en
la delincuencia por Burdette Lewis y en una obra de próxima aparición sobre la
ilegitimidad de Kammerer. Otros estudios son los de personas sin hogar, los des-
empleados, los vagabundos, los alcohólicos, los desertores o el divorcio y la de
los receptores de la caridad han aparecido en fragmentos de científicos».93

En otro momento, siempre en la misma línea argumental, añade:

«A continuación, el trabajador social, él o ella, que es y debe ser, ante todo,


un buscador de la verdad, no puede darse el lujo de descuidar nada en el estudio
de la psicología del testimonio. Los trucos curiosos que nuestros propios recuer-
dos juegan y lo extraños, sin intención irreales que resultan cuando los cuentan
otros, están llegando a ser una parte de los conocimientos científicos de la fiabili-
dad comparativa de testimonio. Quiero destacar, aunque no es necesario insistir
en este punto, lo más importante, lo que sugiere simplemente la referencia a las
páginas de este tema en el Diagnóstico social de la señora Richmond. Debe ser
evidente a partir de lo anterior que estoy incondicionalmente convencido de que
el trabajo social de casework no es probable llegue a buen puerto por la ingenui-
dad, la inmadurez, o personas sin un entrenamiento especial».94

William Healy defiende no sólo la elaboración del «diagnóstico social» sino


que reclama a quien lo elabore que esté debidamente formado si realmente se
quiere que el trabajo realizado sirva para algo. Da relieve al acto racional de
analizar los elementos que confluyen en el caso social.
Los discursos se iban sucediendo y le llegó el momento a la misma Mary E.
Richmond,95 quien hizo una clara referencia a su libro y al porqué del título
que a tantos inquietaba. Aprovechó, al mismo tiempo, para responder a Abra-
ham Flexner por su conferencia dada en 1915 que dudaba de si el trabajo social
era una profesión y señaló la importancia de los médicos, de la medicina, en

93. Healy, W. op. cit. 1917: 105.


94. Healy, W. op. cit. 1917: 111.
95. Richmond, M. E., «The social case worker’s task». National Conference on Social Work. 1917:
112-118.
© Editorial UOC 92 El diagnóstico social sanitario

el desarrollo del trabajo social sanitario. Mary E. Richmond acudió de nuevo


como directora de Charity Organization Department, Russell Sage Foundation, de
Nueva York, y presentó la conferencia «The social case worker’s task» [Las tareas
del trabajador social de caso (caseworker)]. Por la importancia de su reflexión y
la riqueza de sus argumentos, se le dedica una atención especial. Explicó Mary
E. Richmond:

«Bien, en la medicina un diagnóstico describe la enfermedad tal y como apa-


rece en el organismo del individuo; en la botánica no describe el género, pero
sí la combinación de puntos, que caracterizan la planta individual. Por lo tanto,
cuando exponemos las dificultades sociales de un ser humano, como las enten-
demos completamente a través del estudio de sus relaciones sociales, sería tauto-
lógico llamar a la descripción “un diagnóstico individual”.

»Pero también, se pueden distinguir, por un lado, el diagnóstico físico y, por


otro, el diagnóstico mental, del otro llamándolo diagnóstico social. Puede haber
otros usos de estas dos palabras en combinación, pero el uso actual ha sido rá-
pidamente adoptado por los trabajadores sociales de caso [caseworkers] siendo a
la vez literal y sonoro. Es cierto que la palabra social tiene muchos significados.
Como se ha adoptado en el uso de esta conferencia y se ha incorporado en el
título de la misma, tiene un significado a la vez más inclusivo y más exclusivo
de lo que algunos que usan la palabra con soltura parecen darse cuenta. En el
criterio de lo social, el elemento indispensable siempre es la influencia de una
mente sobre otra».96

Su tono asertivo hablando del casework, como método, como habilidad,


como manera de tratar a la persona, de ajustarla a su realidad y, si es preciso,
ayudarla a transformar esta realidad, proyectó la imagen de la nueva profesión
avanzando y desarrollando, quizás perfilando, nuevos modelos de ayuda, los
cuales, lejos de verse o tratarse como excluyentes, deben asumirse como com-
plementarios en la gran mayoría de los casos sociales sanitarios. Otro alto para
señalar que ese ajuste de la persona a su realidad se justifica siempre y cuando
sea una realidad digna. Como es bien sabido, existen realidades que son in-
aceptables, de ello habla Mary E. Richmond en varias ocasiones. Retomando
su conferencia, sigue:

96. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 112.


© Editorial UOC 93 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

«El trabajador social de casos [caseworker] tiene una especialidad, también. Él,
también, es un artista (si se me permite aventurar una definición) en lograr mejo-
res ajustes en las relaciones sociales de los hombres individuales, o las mujeres, o
los niños. No importa en qué organismo, público o privado, esto se logra».97

Su discurso estaba dejando atrás la espontaneidad de las ayudas y seguía


enfatizando en el estudio, en la elaboración del «diagnóstico» y señalando la
ética que debía prevalecer en la intervención del trabajador social sin importar
que su ejercicio se diera dentro de una entidad pública o privada. Es poco se-
rio y poco profesional estigmatizar la práctica profesional en función del área
y la financiación del establecimiento. Es caer en un papanatismo rancio que
recuerda a otros tiempos, más prestos a olvidar que a recordar. Sigue Mary E.
Richmond:

«El estudio de los hombres, sin embargo, y la promoción de su bienestar a


través del estudio de sus relaciones sociales no es tarea fácil».98

Y llegó el momento, a juicio de quien escribe, crucial de su discurso, cuando


pudo retomar la conferencia impartida dos años antes por Abraham Flexner, de
la cual se han hecho amplias referencias en este libro y otros de quien escribe.
Mary E. Richmond tomó fragmentos de la conferencia de Flexner asumiendo
esa pequeña parte de razón que no se le podía negar al prohombre. Sin embar-
go, corrigió aquellos puntos susceptibles de confusión y en los que dejó claro
que no estaba de acuerdo por ser inciertos. Un no estar de acuerdo argumenta-
do y desarrollado, no pataleado. Mary E. Richmond se refiere concretamente a
la siguiente parte de la conferencia de Flexner:

«Ante una enfermedad se necesita al médico; ante la ignorancia se requiere a


la escuela; ante la pobreza se acude a la administración, a la caridad organizada,
y así sucesivamente. Ante la emergencia, ¿hasta qué punto, el trabajador social
que media en la intervención como un agente, o entre agencias particulares,
estableciendo el mejor reparto posible se convierte en un profesional, o es la
inteligencia que llama a los profesionales para la acción concreta? La responsabi-
lidad de la acción específica se reclina así sobre la energía que él ha invocado. La
misma variedad de las situaciones que él encuentra le obliga a ser no un agente
profesional, sino el mediador que invoca esto o eso a la agencia profesional».99

97. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 113.


98. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 113.
99. Flexner, A. op. cit. 1915: 585.
© Editorial UOC 94 El diagnóstico social sanitario

El análisis del párrafo y las palabras de Mary E. Richmond refiriéndose y


contestando a este punto fueron las siguientes:

«Hace dos años todos estábamos interesados en el análisis del Sr. Flexner en
Baltimore sobre nuestro prestigio profesional. Tuvimos que reconocer que, en
la medida en que (bajo el nombre de trabajo social de casos) estábamos coin-
cidiendo meramente con personas con discapacidades y en la medida en que
estábamos buscando y tratando de llamar al médico apropiado, nos merecimos
su caracterización de los intermediarios. ¿Es eso realmente todo lo que estamos
haciendo? Muy a menudo lo es. Un lector de registros de casos sociales a veces
tiene la impresión de que lo que se hace en ese trabajo sólo requiere ser un buen
tirador. Los clientes se caen en uno u otro casillero, y ahí lo tienes. El problema
es que esto es así también. Pero, a medida que escuchábamos al señor Flexner
éramos más o menos conscientes de que, en silencio y a sus espaldas, se estaba
desarrollando una habilidad muy diferente en el método y en el objetivo al tra-
bajo que él describió. No estábamos todos comportándonos como la chica de la
centralita telefónica que saca una clavija y empuja en otra, muchas de nuestras
agencias sociales sentíamos que eran algo más que animados centros de inter-
cambio. De hecho, las marcas distintivas del trabajo fueron, en primer lugar, la
habilidad en el descubrimiento de las relaciones sociales mediante la cual una
personalidad había sido transformada, la capacidad en segundo lugar, para llegar
al núcleo central de la dificultad de estas relaciones, y tercera el poder para utili-
zar, para su ajuste, la acción directa de la mente sobre la mente».100

De sus palabras se extrae que el «diagnóstico social» en las diferentes agen-


cias o servicios sociales y el «diagnóstico social sanitario» en los hospitales y
clínicas vino a garantizar este análisis individualizado que se contextualiza,
sigue una metódica, conoce cuál es el problema y sus posibles consecuencias
para la persona en cuestión y permite diferenciarlas. Finalmente llegó el mo-
mento de realizar una explícita mención al papel y admiración que los médicos
expresaron siempre por el trabajo social sanitario siendo ellos los primeros que
sintieron su necesidad y como consecuencia crearon esas primeras plazas.

«Parece natural y suficiente para ilustrar mis ejemplos sobre este desarrollo y
la línea que creo pronto deberá tomar el casework a partir de los contactos del
trabajador social con la medicina. De nadie hemos tenido un reconocimiento
más generoso de lo que sabemos como de los médicos. He dicho en otras partes
que en la primera instancia el registro de una consulta de trabajo social de caso es
para el bien del paciente. La petición vino de un médico que sabía lo que había

100. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 113-114.


© Editorial UOC 95 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

querido decir tal habilidad en la práctica hospitalaria y sentía que no podía curar
a su paciente privado de ella».101

Siguió señalando con cierto sarcasmo lo mucho que había sorprendido


unas semanas atrás el hecho de que unos médicos del sur del país descono-
cían, aún, el trabajo social médico y preguntaban a un director de una charity
organization society si podía ayudarlos en casos de pelagra en los que no estaba
implicada la pobreza.

«Los médicos aprendieron a valorar el arte de un trabajador social de casos


[caseworker] que podía descubrir y abordar los resortes ocultos de interés para
los pacientes que sufrían una depresión terrible, característica de una etapa de la
enfermedad. Habían aprendido que la alegría agresiva era tan mala como inútil
en pacientes con pelagra, pero aquel que sabía cómo llenar los orígenes sociales
y primeros planos a menudo podía encontrar en alguna parte lo único que haría
que el paciente sintiera que la vida merecía la pena vivirla».102

Mary E. Richmond apeló a la gran necesidad de solidaridad profesional de


los trabajadores sociales y al no menos necesario desarrollo de estándares pro-
fesionales, una realidad que en Estados Unidos hace décadas se superó y forma
parte de la gestión habitual de la calidad y lo que ellos denominan la responsa-
bilidad profesional, el dar cuentas.103 Se adentró en la terminología, explicando
que un grupo de médicos viendo la importancia del registro de lo social en los
registros médicos, le preguntaron cuál era la mejor terminología de casework
para incluirla en la historia clínica y para que a su vez la pudieran adoptar un
gran número de hospitales. El siguiente párrafo es importante porque sigue
siendo el reclamo de la profesión y sobre todo del trabajo social sanitario.104 Ex-
plica Mary E. Richmond:

«Era imposible decirle que tal terminología se podía encontrar, porque no


existe. Evidentemente retrasará el pensamiento médico en ciertas direcciones el
hecho de que nuestro propio pensamiento sea aún tan incipiente. Una termino-
logía para el conjunto del trabajo social de casos no puede ser resuelta por un
solo grupo de profesionales, como una terminología médica no podría ser conce-
bida solo por los neurólogos solos o por los cirujanos solos. Pero ¿no es hora de

101. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 114.


102. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 114-115.
103. Rosenberg, G.; Rehr, H., «Quality Assurance and Structural Standards». En Rehr, H., Professional
accountability for social work practice. New York. Prodist. 1979: 48-61.
104. Este libro, para las personas que lo deseen, será una plataforma de grupos de trabajo en el diag-
nóstico social sanitario.
© Editorial UOC 96 El diagnóstico social sanitario

reunirnos y registrar nuestras diferencias, por lo menos, como paso previo a usar-
la en proporciones más pequeñas y construir en su lugar un cuerpo común de co-
nocimiento expresado en una lengua que es de nuestra propiedad común?».105

El trabajo social sanitario es una profesión a la que le falla la acción superior,


la que penetra en las capas de la sociedad como ente abstracto.
El siguiente en referirse al «diagnóstico social» fue Porter R. Lee106 de la
New York School of Philanthropy con la conferencia «The administrative basis of
public outdoor relief» [La base administrativa de la ayuda pública externa]. Su
aportación se centró en la conexión que debía garantizarse entre el problema
que se quería resolver o paliar y la maquinaria administrativa de ayuda exter-
na. Lo explicó de manera muy sencilla señalando, por una parte, personas que
no podían resolver sus necesidades y, por la otra, personas de la comunidad
que se organizan para ayudarles. Ello, sin embargo, añadió, implicaba unas
leyes y ordenanzas. Y resaltó el hecho, puede interpretarse a modo de crítica,
de que no se pedía ninguna formación ni entrenamiento a las personas que
se encargaban de facilitar dicha ayuda, explicó que simplemente tenían que
cumplir con las legislaciones vigentes. Estaba señalando la diferencia entre la
administración y la gestión de servicios, una mezcolanza pendiente de resolver
conceptualmente. Dijo:

«No está dentro del alcance del presente artículo discutir estos requisitos en
detalle. Ellos incluyen la capacidad de reunir e interpretar los datos relevantes,
para analizar discapacidades, para hacer la elección inteligente entre las alter-
nativas de tratamiento que un pensamiento entrenado va a desarrollar y la ha-
bilidad en el arte de la influencia personal. Todas estas capacidades, en otras
palabras, están implícitas en el diagnóstico social y el tratamiento. Sería inútil
pretender que el diagnóstico social, o el arte del tratamiento, han alcanzado la
etapa de desarrollo que asegura su uso exitoso. Nuestro conocimiento de los efec-
tos de la discapacidad en los seres humanos es todavía escaso, nuestras pruebas
de la eficacia y el carácter de la persona son todavía pocas, y nuestros recursos
para un buen trabajo siguen siendo insuficientes. El desarrollo de los tres es ne-
cesario para la precisión en el tratamiento social. Y, sin embargo, a pesar del
estado provisional de su desarrollo, el diagnóstico social y el tratamiento social,
en manos de los miembros de esta conferencia han demostrado sus posibilida-
des, incluso en el campo de la ayuda pública externa. Hasta que no reconozca-
mos que nuestro problema está en el tratamiento social, para abordarlo como

105. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 115.


106. Lee, P. R., «The administrative basis of public outdoor relief». National Conference on Social
Work. 1917: 146-154.
© Editorial UOC 97 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

tal y confiar sólo en aquellos que se han formado por lo menos en la medida
modesta que es posible en la actualidad, esta conferencia se seguirá conociendo
más acerca del deplorable fracaso de la ayuda pública externa que del servicio
real del que es capaz».107

La última en referirse al «diagnóstico social» este año 1917 fue Gertrude


Seymour con la conferencia «The relation of health officers and social workers»
[La relación entre los funcionarios de salud y los trabajadores sociales]. Acudió
como miembro del equipo directivo de The Survey of Nueva York.108 Su exposi-
ción giró en torno a la relación entre el trabajo social y determinadas activi-
dades de los departamentos públicos, concretamente entre el departamento
de salud y las caridades. Apuntaba la futura coordinación sociosanitaria. Para
contextualizar al lector o lectora préstese atención al siguiente párrafo.

«Pero tomando el trabajo social en su connotación más usual que unifica el


esfuerzo de un grupo de voluntarios para el mejoramiento social de todo tipo,
desde juegos infantiles a la reforma penitenciaria, incluida la salud, y darse cuen-
ta de que el funcionario de salud es un funcionario público encargado de los
asuntos de la aplicación de los principios de la medicina preventiva a la co-
munidad, entonces nuestra tarea es mostrar cómo los resultados de cada grupo
merecen un lugar permanente en la educación y otros programas. “La higiene
evita más delitos que los que evita la ley”, dijo Miinsterberg. El desarrollo de
las clases especiales para niños con retraso, estudios recientes de la fábrica y del
saneamiento rural de salud, no son más que ejemplos de la interpenetración
de la ciencia y la sociología en lo que sir William Osler llama “La redención del
hombre por el hombre”. Sería injusto para muchos trabajadores reflexivos y con
ganas de decir que, en este esfuerzo redentor, la ciencia o la sociología ha tenido
hasta ahora, la una o la otra un mayor alcance».109

La aportación de Seymour puso el foco sobre la interdisciplinariedad, dando


relieve, por enésima vez, al hecho de que la enfermedad se daba en un indivi-
duo y que el individuo estaba inmerso en una comunidad. Sobre este hecho
señaló que cada vez más las dos visiones, la médica y la sociológica, la social,
se retroalimentaban en la teoría y en la práctica y tomó como ejemplo la Ame-
rican Public Health Association con su sección sociológica y, como no podía ser
de otra forma, señaló la misma conferencia anual en la que estaba exponiendo

107. Lee, P. R., op. cit. 1917: 154.


108. Seymour, G., «The relation of health officers and social workers». National Conference on Social
Work. 1917: 246-250.
109. Seymour, G., op. cit. 1917: 246.
© Editorial UOC 98 El diagnóstico social sanitario

el discurso presente. Seymour reforzó el razonamiento del Dr. Richard C. Ca-


bot cuando señaló que al final de muchos problemas sociales se encontraban
razones médicas y que al final de muchos problemas médicos se encontraban
razones sociales.110 Se trataba de una realidad que se iba conformando y asentan-
do en la mirada psicosocial sobre la persona enferma dando un gran valor, para
poder generar nuevos conocimientos, a la recogida de información de cada
caso. Todo ello, las prácticas, los métodos, las técnicas, desembocaban en un
nuevo vocabulario profesional del trabajo social y del trabajo social sanitario.
Seymour explicó que hacía unos días una trabajadora social sanitaria le había
hablado sobre los departamentos de salud pública que, a su juicio, estaban
demasiado atrapados por la política y que «uno podría morir mientras trataba
de desenredarse de la cinta roja». Esta misma trabajadora social le recalcó de
nuevo «que los departamentos de salud creían que podían resolver todo en un
tubo de ensayo. Que no había humanidad». Obsérvese cómo se reclamaba la
consideración de la persona como ser biopsicosocial, a pesar de que aún queda-
ban sesenta años para que Engel materializara la teoría del modelo biopsicoso-
cial. Seymour se refirió al «diagnóstico social sanitario», en este caso se puede
añadir el adjetivo, con las siguiente palabras.

«La salud pública no siempre ha recordado que sus raíces crecen profunda-
mente en un suelo ya muy cultivado por la filantropía, el trabajo social no siem-
pre se ha reconocido en sus dimensiones actuales dentro del movimiento que
sin duda ha contribuido a estimular. Pero esta verdad permanece: las nuevas
concepciones de ambos, de la ciencia y de la sociología, que han creado un nue-
vo método de trabajo tanto en la salud como en la filantropía se están haciendo
una comprensión más inteligente. Al laico se le entrega un manual de salud, al
científico se le recuerda el valor de un diagnóstico social (sanitario). El futuro
no es la escisión sino distinción, en el orden de la eficiencia, del progreso para
trabajar juntas las dos profesiones».111

Las expectativas de Seymour en el trabajo social sanitario fueron concretas,


era la profesión de futuro porque conocía exactamente de qué manera vivían
las personas, cómo estaban organizadas las comunidades para ayudar a sus
miembros a afrontar la enfermedad, cómo se transmitían algunas enfermeda-
des. Respecto a esta última afirmación, merece recordar de nuevo, a modo de
ejemplo, que fueron los trabajadores sociales sanitarios quienes lideraron los

110. Cabot, R. C. op. cit. 1915: vii.


111. Seymour, G., op. cit. 1917: 250.
© Editorial UOC 99 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

primeros movimientos para la prevención de la tuberculosis.112 Y más cercano


al presente está el liderazgo que en Cataluña, los trabajadores sociales sanita-
rios desarrollaron en la reivindicación de programas de atención sociosanita-
ria, lo que luego derivó en el programa «Vida als Anys». Una de las primeras
visitas que en aquel entonces realizó su directora, la Dra. Mª Àngels Treserras,
fue al grupo de sanidad del Colegio Oficial de Trabajo Social de Cataluña. El rol
de liderar los cambios es inherente al trabajo social en general, pero al trabajo
social sanitario muy en particular, siendo un rol que urge restablecer.
Visto este repaso, todo apunta a que 1917 fue el año en el que la catedral del
trabajo social sanitario, hasta entonces trabajando en los cimientos, empezó a
construir pared para levantarse del suelo. La base era suficientemente sólida.
Este punto de inflexión lo marcó, sin lugar a dudas, la publicación de Social
Diagnosis. Su autora, Mary E. Richmond, ocupó partes de su libro en profun-
dizar sobre la aproximación médica resaltando y reconociendo en la figura del
Dr. Cabot a ese primer ideólogo que logró la unión entre lo médico y lo social,
recuérdese, no como una suma de disciplinas sino como su «unión química»
resultando una tercera visión que implicaba una tercera acción y una forma-
ción de las trabajadoras sociales para que se las pudiera denominar «médicas»,
hoy «sanitarias».

Visionarios, inquietos, rebeldes y éticos

Como se ha visto, este año 1917 Mary E. Richmond respondió directamen-


te a Abraham Flexner. Tardó dos años, pero contestó. Lo hizo en el mismo
escenario y posiblemente con una parte importante del mismo público. Flex-
ner, reconocido erudito en el campo de la educación de los médicos, filán-
tropo y prohombre, desató los demonios con su conferencia «Is social work a
profession?».113 Pero tuvo su respuesta y, además, su reconocimiento allá donde
acertó. Ambos discursos son un ejercicio de madurez profesional, de altura de
miras, de ese extraordinario talento que ambos atesoraban. La perspectiva de
los años permite estimar que esta conferencia de Flexner sirvió para reforzar
dichos fundamentos del trabajo social en general y del sanitario en particular,
supuso un pequeño gran peldaño siendo un ejemplo práctico de un revés con-
vertido en semilla que germina. Quien escribe ha señalado en varias ocasiones
que el libro de Mary E. Richmond Social Diagnosis, hoy se le añade el de Ida M.

112. Cabot, R. C., «What of medical diagnosis should the social case worker know and apply?». Na-
tional Conference on Social Welfare. 1917: 101-104.
113. Flexner, A., op. cit. 1915: 581.
© Editorial UOC 100 El diagnóstico social sanitario

Cannon, Social Work in hospitals: A contribution to progressive medicine, fueron


una contundente respuesta inteligente al contundente discurso inteligente de
Flexner, persona admirable y admirada, un agitador de conciencias en el sen-
tido amplio de la palabra agitador, luchador incombustible114 que procuró una
formación médica de calidad y que fuera reconocida como tal, pudiéndose ca-
lificar de excelente. Los profesionales médicos, del trabajo social, en general, y
sanitario en particular le deben mucho a Flexner, a sus exigencias y críticas.115
Es inevitable en quien escribe estas líneas sentir una emoción perenne de
gratitud, un sentimiento permanente de estar en deuda con estos profesiona-
les, líderes sociales, críticos constructivos, que son parte creadora del trabajo
social sanitario. Eruditos y filósofos de lo celestial pero sobre todo de lo diario,
que supieron ver cómo la realidad de la época, su industrialización mal planifi-
cada muchas veces, el crecimiento desordenado de las ciudades y de los barrios
obreros, caracterizados estos últimos por el hacinamiento, la insalubridad, todo
ello demolía vidas de personas que estaban socialmente en clara desventaja por
causas internas como era su propia personalidad y temperamento y por causas
externas como era la explotación de la mano de obra, la falta de higiene de las
ciudades. Jane Addams columbró esta nueva realidad y le dio relieve tantas
veces como pudo, por ejemplo en una conferencia sobre las condiciones in-
dustriales, señalando la relación entre el desajuste industrial y la pobreza.116 Pero
Mary E. Richmond también señaló a la par la responsabilidad individual y la
responsabilidad de la sociedad117 que en ningún caso podía perjudicar al indivi-
duo. En la misma línea está aceptado por la comunidad científica, por la misma
OMS, la relación entre la pobreza y la enfermedad.118
Los ejemplos de todos ellos y ellas son sus acciones más allá de sus siempre
sabias palabras. Actuaron, tomaron la iniciativa, investigaron, pusieron sobre
la mesa lo que no servía, lo que quedaba obsoleto, propusieron nuevos progra-
mas de bienestar y los desarrollaron. Desde su posición, como médicos, como
trabajadoras sociales sanitarias, como responsables de las charity organization
societies, también como representantes religiosos, debatieron ampliamente
desde las muchas ópticas, repensando cómo esa nueva sociedad que estaba

114. Flexner, A., I remember. New York. Simon and Schuster. 1940.
115. Flexner A. Medical education in the United States and Canada. Ápud en Navarro-Robles, J. III. «La
herencia de Flexner: Las ciencias básicas, el hospital, el laboratorio, la comunidad». Gac. Méd. Méx
[online]. 2004, vol.140, n.1: 52-55. Disponible en:
<http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0016-
38132004000100009&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0016-3813. [Consulta 24 de agosto de 2012]
116. Addams, J., «Charity and social justice». 1910. Ápud en Knight, L. W., Spirit in action. Jane
Addams. New York. W. W. Norton & Company. 2010: 154.
117. Agnew, E. N., op. cit. 2004: 11.
118. http://www.pobrezamundial.com/la-oms-y-la-pobreza/ [Consulta 23 de agosto de 2012]
© Editorial UOC 101 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

pisando el acelerador de la modernización podía beneficiarse de lo que sabían,


de todo lo que los nuevos tiempos significaban en bienestar valiéndose de diag-
nósticos. Vieron que este bienestar se debía edificar desde dentro, promovien-
do y reconociendo, ante todo, la dignidad de las personas, sus capacidades, sus
diferencias, apreciaron el valor y poder de la ciudadanía como conjunto, pero
también supieron ver las necesidades individuales. Vieron que debían trabajar
para que los grupos más vulnerables de la sociedad, como eran la infancia, las
mujeres, los mayores, los enfermos mentales y físicos, los trabajadores de las
fábricas, no quedaran excluidos de ese horizonte prometedor. Fueron líderes,
fueron profesionales que, indomables y perseverantes, forjaron desde la ética
una nueva filosofía del bienestar social, de la salud pública, de la atención
sanitaria. Los gobiernos a través de sus gobernantes debían reconocer el valor
del conocimiento, porque éste se erigía ante ellos arrebatándoles la posibilidad
de elucubrar. Los gobernantes, que lo eran de toda la sociedad, debían ver a la
sociedad civil pudiente y a la más insolvente, adquiriendo cada cual las respon-
sabilidades proporcionadas.
A lo largo de sus vidas, con su saber, se enfrentaron tantas veces como fuera
necesario al establishment, a veces a sus propios colegas de profesión con visio-
nes conservadoras, con actitudes poco éticas y farisaicas. Defendieron desde el
discernimiento, mediante análisis de sus registros y observación de la realidad
humana sobre la que actuaban, esta nueva fórmula que educaba a las personas
para adquirir hábitos sanos y las acompañaba en su recuperación y aprendiza-
je, las motivaba en mantener lo aprendido y las proyectaba a su propio existir
desde ellas mismas. Esta nueva fórmula, en el sistema sanitario, se apoyaba en
el método científico y venía encarnada en una nueva profesión: el trabajo so-
cial sanitario. Aquellos profesionales trabajaron sin cesar, su legado científico
y de divulgación así lo revela, siguieron los caminos de la ciencia, aplicaron
el método científico, generaron conocimientos, abatieron los prejuicios y es-
tigmas de colectivos y formaron a los nuevos profesionales para multiplicarse
infinitamente. Con todo ello contribuyeron al desarrollo del trabajo social en
general, del trabajo social sanitario en particular, de modo paralelo al de las
otras disciplinas que también estaban desplegándose para afrontar los nuevos
tiempos que deparaba el siglo XX.
Eran espíritus visionarios, rebeldes. El Dr. Richard C. Cabot, por ejemplo,
polemizó hasta poco antes de su muerte, como recoge el New York Times de la
época, y cuando fue necesario no dudó en señalar que «el sistema era absurda-
mente caro y absurdamente ineficiente». En las mismas declaraciones señaló
«que cada vez resultaba más caro enfermar». Estas manifestaciones lo llevaron
a enfrentarse a la American Medical Association, a la que acusó, sin morderse la
© Editorial UOC 102 El diagnóstico social sanitario

lengua, de haberse vendido a los políticos.119 La historia que se repite. En su


obituario, también el New York Times publicó, entre otros, los siguientes reco-
nocimientos citándose expresamente el «diagnóstico social sanitario»:

«…Fundador del servicio social hospitalario y uno de los primeros defensores


de una medicina socializada murió hoy en su casa después de una larga enfer-
medad. Habría cumplido 71 años el 21 de mayo. […] De una distinguida carrera
como diagnosticador y director de hospital se dedicó más adelante a escribir y
dar conferencias de filosofía práctica. Con el celo casi de un cruzado, ganó la
confianza del público lego al dar a conocer que sentía las faltas de su profesión,
ganándose así la censura nítida de sus asociados. […] Se convirtió en médico para
pacientes ambulatorios en el Massachusetts General Hospital en 1898. En 1905
ideó su plan de diagnóstico social (sanitario)».120

Estas son sólo algunas de las referencias publicadas con motivo de la muerte
del Dr. Richard. C. Cabot.
Once años antes, en 1928, había fallecido Mary E. Richmond, el 12 de se-
tiembre de 1928, era miércoles. Murió en su casa de Nueva York, después de
haber permanecido un mes antes ingresada en el Massachusetts General Hospi-
tal de Boston. Hasta el final, ella estuvo acompañada por Gordon Hamilton, el
trabajo social en general, el sanitario, también tiene contraída una gran deuda
con Hamilton, y otras tres personas, Louise Eyre, Ruth Mann y su doctor.121 La
muerte de Mary E. Richmond causó un gran estremecimiento a la comunidad
profesional del trabajo social, del mundo de la caridad y del bienestar social en
general. Aparte de Diagnóstico social sus grandes contribuciones fueron sus tra-
bajos para evitar los matrimonios infantiles, denunciaba: «en Nueva York una
criatura de doce años puede casarse con el consentimiento de los padres». Así lo
reconoce el mismo obituario y puede encontrarse una breve noticia en el mis-
mo periódico The New York Times referida a la denuncia pública realizada por
ella.122 Algunas de las palabras que ofreció el periódico fueron las que siguen:

«Mary E. Richmond, que dedicó su vida entera al trabajo del bienestar social
y fue una autoridad en las costumbres matrimoniales y una defensora de la eli-
minación de los matrimonios infantiles, murió el pasado miércoles […]. Mucho
de su tiempo lo dedicó a escribir. Fue autora de libros sobre problemas sociales y

119. The New York Times. Defends Medical System. Dr. Fishbein, retorting to Dr. Cabot, Calls fee-
Splitting on Wane. January 20, 1935.
120. The New York Times. Dr. R. C. Cabot dies; A noted physician. May 9, 1939.
121. Agnew, E. N., op. cit. 2004: 199.
122. The New York Times. Child, 12, can wed if parents consent. Miss Richmond tells Charity Conf-
enrence no New York Statute Forbids it. December 11, 1925.
© Editorial UOC 103 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

reforma matrimonial. Su último libro El estado y el matrimonio se publicará este


otoño. […] estuvo en la causa de la reforma de trabajo infantil […]. Una de sus
grandes contribuciones al trabajo social, según las personas que la conocieron
profesionalmente, fue la insistencia a lo largo de toda su vida de que cada caso
social debe tratarse como un problema individual en lugar de, por ejemplo, un
tipo clasificado. […] John M. Glenn, director de la Russell Sage Foundation, dijo:
La muerte de la Sra. Richmond será una pérdida incalculable para todo el campo
del trabajo social y de la reforma social, en ella tenemos la pérdida de una de las
pioneras sin miedo. Desde su entrada al campo del trabajo social ella, incansable-
mente, abrió el camino en favor del método individualizado de ayuda a los seres
humanos fuera de los problemas».123

Deténgase amigo lector, amiga lectora, en esta última frase «método indivi-
dualizado de ayuda a los seres humanos fuera de los problemas». Es importante
analizar esta observación porque cuando se habla de potenciar y promover las
fortalezas de la persona, cuando la práctica profesional se sitúa en ese plano y
dentro de esta filosofía ocurre que uno se da cuenta de que lo menos importan-
te son los problemas en sí, o el cómo se manifiestan. Lo importante es la perso-
na ante este problema u otro. La actitud de la persona, su manera de actuar, no
depende del problema, el problema es secundario ante la capacidad y habilidad
de la persona. Viene a colación señalar que la caridad, la filantropía, se centra
en los problemas y muchas veces, resolviendo éste, deja fuera a la persona.
Dos días más tarde, de nuevo el New York Times sacaba otra noticia sobre el
funeral de Mary E. Richmond.

«Varios cientos de destacadas personas del mundo de la caridad acudieron


al servicio funeral ayer por la mañana. […] Elogiada como “una de las grandes
líderes mundiales del bienestar social” por el Dr. Minot Simons, ministro que
celebró el servicio de la iglesia. […] “Todos ustedes conocen su gentileza, su dul-
zura y amistad. Sin embargo, gentil como era, ella fue fiel introduciendo grandes
cambios a su paso. Ella trabajó para lo mejor y trajo lo mejor a su vida y a la vida
de los demás. […] Fue apasionada en la causa de la humanidad. Estamos llorando
la pérdida de una de las grandes líderes mundiales del bienestar social. […] Ella
fue un ejemplo de servicio, sacrificio, amistad y verdadera caridad a lo largo de
toda su vida”».124

123. The New York Times. Mary E. Richmond, social worker, dies. Crusaded with voice an pen against
child marriages for many years. September 14, 1928
124. The New York Times. Hundreds mourn Mary E. Richmond. Many prominent in world of Charity
attend rites for welfare worker. September 16, 1928.
© Editorial UOC 104 El diagnóstico social sanitario

Ida M. Cannon (1877-1960) falleció el 8 de julio de 1960. Su liderazgo den-


tro del trabajo social sanitario fue reconocido ampliamente a lo largo de su
vida, dentro de la profesión y la sociedad, en su obituario se le decía adiós con
las siguientes palabras:

«La Sra. Ida M. Cannon, que fue honrada por los médicos, las universidades
y los colegas por su contribución a los servicios sociales médicos en los Estados
Unidos y Europa, ha fallecido hoy. […] La Universidad de New Hampshire la
nombró doctor honoris causa en Humanidades. La Universidad de Boston le
concedió un doctorado honoris causa en Ciencias. […] lideró la formación de la
Asociación Americana de Trabajadores Sociales de Hospitales y más tarde la Aso-
ciación Americana de Trabajadores Sociales Sanitarios, de la que fue presidenta.
Ella también fue administradora de hospitales y profesora de varios colegas en
Boston y en la New York School of Social Work».125

Este ha sido un pequeño homenaje y recordatorio de quienes ese año 1917,


en plena Primera Guerra Mundial (1914-1918), publicaron libros y materiales
básicos para el trabajo social en general y el sanitario en particular, pero sobre
todo fue el año del «diagnóstico social» y del «diagnóstico social sanitario».
Fueron profesionales cuyas aportaciones al trabajo social sanitario, a medida
que quien escribe va penetrando y bebiendo de las fuentes de su obra, logran
una inextricable completitud en todos los sentidos. A continuación se dedica
un espacio a los libros que Mary E. Richmond e Ida M. Cannon publicaron en
1917, si bien, la primera edición del libro de de esta última fue en 1913.

125. The New York Times. Ida Cannon, leader in social work, 83. July 9, 1960.
© Editorial UOC 105 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Ida M. Cannon publica Social Work in Hospital: a contribution to


progressive medicine

El libro, publicado por la Russell Sage Foundation en 1913 y reeditado en


1917, está dedicado al Dr. Richard C. Cabot de la siguiente forma:

«Al Dr. Richard C. Cabot cuya visión, imaginación constructiva y espíritu


pionero sin miedo han sido los factores principales en el inicio, llevando los ser-
vicios sociales hospitalarios organizados de este país hasta el estatus actual».126

Se trata de un libro, hasta ahora poco conocido en España, que ha pasado


prácticamente desapercibido, ello se desprende de la ausencia de citas biblio-
gráficas en trabajos y artículos de los últimos años. En consonancia con el
título es un tratado sobre el ejercicio del trabajo social hospitalario, pero re-
cuérdese que en el hospital de entonces, según se infiere de los textos, las clí-
nicas y dispensarios de atención ambulatoria son comparables a los centros de
salud de la atención primaria actual como se los conoce. El texto del libro fue
revisado por el Dr. Richard C. Cabot, y la autora, Ida M. Cannon, reconoce el
estímulo que para ella ha supuesto el apoyo que le brindó Mary E. Richmond
para su escritura.
Ida M. Cannon señalaba por aquel entonces cómo las autoridades y los mé-
dicos del hospital estaban completamente convencidos de que el trabajo social
hospitalario (sanitario) se necesitaba como parte del tratamiento completo de
las personas enfermas. Y añadía con respecto a la falta de formación de los
profesionales del trabajo social y a la evidente heterogeneidad de las interven-
ciones, que señaló como un problema:

«A pesar de sus hándicaps en formación, a pesar de la pérdida de estanda-


rización en su casework y en su organización, se reúnen, sin embargo, como
verdadera necesidad».127

El índice del libro lo convierte en un texto clásico imprescindible para quie-


nes estén o deseen desarrollar su trabajo dentro del campo sanitario. En él se
estructuran y ofrecen argumentos que lejos de justificar la existencia del traba-
jo social sanitario, quien escribe, los toma como su presentación. En determi-
nados capítulos el trabajo social hospitalario parece una realidad preñada de

126. Cannon, I. M., 1917: v.


127. Cannon, I. M., op. cit. 1917: vii.
© Editorial UOC 106 El diagnóstico social sanitario

elementalidad. Se trata de un texto firme, sólido y robusto, cuyo virtuosismo lo


convierte, lejos del tópico, en fuente de conocimiento.

«El movimiento del servicio social hospitalario busca dar una nueva luz sobre
la práctica médica de nuestras instituciones. Busca entender y tratar las compli-
caciones sociales de la enfermedad estableciendo una estrecha relación entre el
cuidado médico de los pacientes en hospitales o dispensarios y de los expertos en
la profesión del trabajo social».128

Su línea intelectual viene marcada por esa obviedad de la teoría de los sis-
temas que pone de manifiesto que la persona es un todo cuyas partes no se
pueden separar para la intervención. Se pueden separar para el estudio pero ni
en este caso pueden desvincularse de las otras. Lo más destacable es que ella vio
al trabajo social sanitario como una acción que incluía y no que excluía, una
acción que derivaba del conocimiento, del autoconocimiento de los propios lí-
mites que están presentes en cada profesional. Unos límites que sólo se pueden
superar con formación y entrenamiento dentro de la realidad en la cual se ma-
nifiestan los casos. Mary E. Richmond lo ilustró muy claro cuando en una carta
dirigida a C. S. Loch señaló que «donde mejor aprende a nadar un niño es en el
agua».129 Por tanto, es tomando la realidad que se conforma en cada persona en-
ferma donde mejor puede explicarse esa relación entre la medicina y el trabajo
social sanitario y, precisando, entre el «diagnóstico médico» y el «diagnóstico
social sanitario». Véase, si no, cómo lo explica Ida M. Cannon:

«En un hospital, los médicos suelen limitar el estudio de un paciente a facto-


res puramente físicos, una limitación que ningún médico concienzudo toleraría
en la práctica privada. El hospital ofrece a sus asistentes sus laboratorios y los
instrumentos necesarios para el diagnóstico médico preciso, pero no ha hecho
ninguna provisión para el examen de esos otros elementos en los seres huma-
nos con los mejores profesionales que en el sector privado consideran de gran
importancia».130

Al comparar el comportamiento en el sector público y en el sector privado


puso de relieve los prejuicios de los profesionales que pierden el sentido de
la responsabilidad frente al enfermo, condicionados por el tipo de estableci-
miento en el que se encuentren ejerciendo. Mary E. Richmond había señalado

128. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 1.


129. Richmond, M. E. Ápud Agnew, E. N., op. cit. 2004: 62.
130. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 30.
© Editorial UOC 107 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

años atrás que ello no debía importar.131 Las diferencias entre servicios públicos
o privados pueden residir en la parte hostelera (vestíbulos de mármol, batas de
seda, etcétera) pero no en la parte del servicio profesional (estudio, diagnóstico
y tratamiento). En el párrafo siguiente se ve la importancia que Ida M. Cannon
da a esa complementariedad entre lo médico y lo social para que el tratamiento
llegue a ser efectivo.

«Con el diagnóstico y plan de tratamiento médico en la mano, uno debe dar-


se cuenta de que el objetivo de la investigación social no se alcanzará hasta que
se pueda formular un plan médico-social de tratamiento eficaz para satisfacer
las necesidades del paciente. Por otra parte, se tarda mucho en saber discrimi-
nar cuándo parar una investigación o cuándo seguir adelante con ella. La única
manera segura de probar cualquier decisión basada en un conocimiento super-
ficial es el seguimiento del caso y ver si el resultado ha sido lo que el trabajador
previó».132

Y pone el foco sobre otro asunto importante: la evaluación individual del


servicio prestado. ¿Cómo se sabe que aquellas actividades que realizamos para
un fin sirven para prestar el servicio establecido? ¿Y cómo se sabe que este ser-
vicio que se ha establecido es el indicado para orientar o resolver la situación?
La elaboración del «diagnóstico social sanitario» actúa sobre este mismo punto,
dado que permite comprobar previamente las posibilidades reales de la recupe-
ración o reconstrucción, permite ser realista tanto en el análisis de la realidad
de la persona enferma como en el valor de los factores que la acompañan como
asideros del tratamiento social. Obliga al trabajador social sanitario a definirse
y le hace consciente de su responsabilidad profesional. Véase que ello nada
tiene que ver con el cumplimiento de una escala de valoración, aceptando la
premisa de que ésta es muy útil como herramienta de medición de aquellas
circunstancias que se citan en el «diagnóstico social sanitario». Por ejemplo,
«estrés del cuidador», «calidad de vida», «precariedad económica», «autonomía
funcional», etcétera. Parte del trabajo social sanitario se dirige a identificar esa
parte social, ese ambiente que perjudica a la persona, que la lleva a enfermar,
a padecer una enfermedad o desequilibrio mental. Ello solo es posible con la
elaboración del «diagnóstico social sanitario» que, de nuevo se insiste, presenta
los factores positivos.

131. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 113.


132. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 114.
© Editorial UOC 108 El diagnóstico social sanitario

Sigue Ida M. Cannon señalando la consciencia de los trabajadores sociales


sobre la falta de conocimiento para las intervenciones que se requieren. En
este sentido, el «diagnóstico social sanitario» también contribuye a establecer
los propios límites profesionales justificando la petición de ayuda a otro tra-
bajador social sanitario experto en la materia de que se trate. Piense el lector,
la lectora, en cuántos casos a lo largo de su vida profesional le han señalado
que su formación era insuficiente para atenderlos y no le permitía prestar un
buen servicio, debiendo entonces considerar la derivación. La verdad es que si
alguien se atreve con todo tiene un grave problema. Lo explica así:

«Desde el estado relativamente afortunado de este paciente, existen todas las


gradaciones en la condición desesperada de la víctima para quien en la actuali-
dad no se puede hacer nada ya sea médica o socialmente, por nuestras limitacio-
nes actuales en el conocimiento social, de investigación o el trabajo que puede
hacer que el tratamiento sea efectivo».133

Sigue reforzando sus argumentos a favor de la integración de diagnósticos


médicos y sociales sanitarios, tomando como suelo narrativo la realidad en la
que se encuentran día a día. Y con una gran estrategia política va trenzando
a través de las propias actitudes de los médicos y de las trabajadoras sociales
sanitarias esa relación entre lo médico y lo social. Dice:

«A medida que los médicos se dan claramente más cuenta de los soportes que
los factores sociales ejercen en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad,
el número de hechos sociales introducidos por ellos en las historias clínicas au-
menta. Me parece que los hechos sociales garantizados por el trabajador social
sanitario y de importancia para el diagnóstico y el tratamiento médico deben
tener un lugar en la historia clínica, me refiero a hechos como los antecedentes
familiares de enfermedad mental, ocupación insalubre, rasgos peculiares de ca-
rácter y hábitos».134

Cada vez más la complejidad de la vida actual lleva a los trabajadores socia-
les sanitarios a delimitar confusiones de la persona enferma, de su familia, de
los mismos profesionales con los que trabajan. El ser humano está obligado, en
su día a día, a enfrentarse a las turbulencias de la vida actual y los profesiona-
les a los retos de los nuevos conocimientos de las otras disciplinas con las que
convive. Por ello debe ser capaz de encontrar fórmulas para ordenar la mente,

133. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 115.


134. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 156.
© Editorial UOC 109 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

reducir el caos, ayudar a la persona a dejar de sentirse víctima de acontecimien-


tos externos, e incapaz de controlarlos. Señala, casi regaña, Ida M. Cannon a
quienes se mueven en la superficialidad de lo social:

«Ya no es posible realizar un diagnóstico social viendo la ropa que la gente


usa, es como realizar un diagnóstico médico con los ojos cerrados».135

Ida M. Cannon retoma la necesidad del trabajo interdisciplinar que implica


un estudio sistemático de trabajo social sanitario estrechamente relacionado
con el estudio sistemático que realiza el médico. Desde hace años, ello es una
realidad en la mayoría de los establecimientos sanitarios de los Estados Unidos.
Solo así se justifican las plantillas de algunos hospitales con doscientos o más
trabajadores sociales sanitarios. Sigue apuntando:

«Cuando el médico encuentra un paciente que parece requerir tratamiento


social, lo indica en el espacio en blanco del tratamiento físico, sugiere la necesi-
dad social y lo deriva al departamento de servicio social. Selecciones tales como
éstas son más o menos indiscriminadas. El médico ocupado no tiene ni el tiempo
ni el conocimiento especial para seleccionar a los más necesitados de la asistencia
social. Por otro lado, si el trabajador social en el mostrador de admisión seleccio-
na los pacientes en su totalidad por razón de lo que ha aprendido en el aspecto
social, no necesariamente está seleccionando a las personas más necesitadas del
trabajo social sanitario, su punto de vista hacia el paciente está demasiado lejos
de la consideración de su condición física. Lo que necesitamos es un diagnóstico
conjunto médico-social de la condición de un paciente elaborado por el médico
y por el trabajador social sanitario».136

Parece que la visión de Ida M. Canon sobre el trabajo social sanitario y la im-
portancia del «diagnóstico social sanitario» sigue siendo parte del futuro deseable
por los trabajadores sociales sanitarios de hoy. Escribe abundando en el asunto:

«Los médicos son más generosos explicando las condiciones físicas que el
trabajador social del hospital que no tiene un conocimiento médico especial.
Ellos están empezando a reconocer, a su vez, que a menudo tienen que aprender
de la trabajadora social sanitaria la importancia del diagnóstico social y el trata-
miento. Los médicos, enfermeras, trabajadores sociales, y los pacientes son alter-
nativamente profesores y alumnos, dan y reciben, de acuerdo con sus luces».137

135. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 166.


136. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 170.
137. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 184.
© Editorial UOC 110 El diagnóstico social sanitario

Una gran aportación fue el cuadro que elaboró en el cual tomaba diferentes
diagnósticos médicos y los vinculaba a diferentes tratamientos sociales. Véase
a continuación.

Apoyo al Preven- Asesora- Ayuda a Persuasión, Nutrición Hogar de


paciente ción del miento y encontrar estimula- e higiene ancianos
y a la contagio y orienta- un cambio ción, con- de la
familia descubri- ción en de trabajo solación, persona y
miento de el plan y formación del hogar
las causas lugar de
en la casa trata-
miento
incluidas
las insti-
tuciones
Tuberculosis
Tifus
Sífilis
Sepsis (local
especial-
mente)
Gonorrea
Enteritis
infecciosa
Parálisis
infantil
Neumonía
Epidemia de
meningitis
Apendicitis
Triquinosis
Pediculosis,
sarna, favus
(contagioso,
local)
Alcoholismo
y morfina
Enfermeda-
des profe-
sionales y
neurosis
Diabetes
Raquitismo
© Editorial UOC 111 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Enfermedad
coronaria
Enfermedad
de Bright
Articu-
laciones
crónicas
Cáncer
Enfermedad
nerviosa
orgánica
Locura,
debilidad
mental
Enfer-
medades
nerviosas
funcionales
Corea
Úlcera
varicosa
Fracturas

Tabla 1. Lista de enfermedades y el tratamiento social que demandan presentado en el séptimo informe anual del departamento
de servicio social-médico del Massachusetts General Hospital.138 Elaboración: Dolors Colom

Fuente: Cannon, I.M., Social work in hospitals: a contribution to progressive medicine.


New York. Russell Sage Foundation. 1917: 240

Unos inicios cuyos fundamentos de la profesión, en este caso el trabajo so-


cial sanitario, quedaron bien establecidos.
Como pionera reconocida por su extraordinaria labor práctica e intelectual
al lado del Dr. Richard Cabot ambos fueron los ideólogos que dieron forma,
espacio y tiempo a esta nueva profesión, cuya idea de base algunos la compa-
raron con la grandeza de la idea de la democracia. Así reza en un texto de la
Social Services Review de la Universidad de Chicago con motivo de la jubilación
de Ida M. Cannon en 1946.

«El trabajo social sanitario, como la democracia, es una idea que crece al po-
nerla en acción, además de ponerla en palabras».139

138. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 240.


139. Notes and comment. «Ida Cannon and medical social work». Social Services Review, 20:1/4. 1946:
577.
© Editorial UOC 112 El diagnóstico social sanitario

La misma nota se hace eco de las palabras de Ida M. Cannon en 1921 cuan-
do en el Executive Committee of the Association dijo:

«Creo que la necesidad más apremiante en el trabajo social sanitario no es


ningún tipo de asociación, ni ningún tipo especial de registro, ni un secretario
ejecutivo que viaja, ni un boletín mensual; pero sí cursos de formación para tra-
bajadores sociales sanitarios y becas para tales cursos, y una campaña animada
para inscribir a los estudiantes. Sin más trabajadores sociales sanitarios formados
es fútil aconsejar a los departamentos cómo organizarse, o sugerir planes de de-
sarrollo de los departamentos que ya están en marcha...».140

Ante estas declaraciones solo se puede decir: «Gracias Ida M. Cannon. Gra-
cias». Y abandonarse al análisis y a la crítica constructiva de esa realidad vacua
que los últimos años se está fraguando alrededor del trabajo social sanitario y
que está tan lejos del pensamiento de Ida M. Cannon.

Mary E. Richmond publica Social Diagnosis

Cuando Mary E. Richmond publicó Social Diagnosis suscitó la controversia


con el título. Se ha visto en las páginas anteriores el debate abierto al respecto.
Pero ella, siempre varios pasos por delante, acababa de situar el trabajo social
en todos sus ámbitos (organizaciones de la caridad, los tribunales de justicia,
la sanidad) en el mismo plano de otras disciplinas que a la par que el trabajo
social estaban iniciando su desarrollo y evolución, y que para ejecutar sus ac-
ciones, sus tratamientos antes debían elaborar un «diagnóstico». Parece obvio
que cualquier acción profesional se apoye en conocimientos, técnicas, métodos
validados y a ser posible consensuados por la comunidad científica. Que una
intervención sea exitosa, logre aquello que busca, no significa que sea cientí-
fica ni que esté avalada por la ciencia. Conviene recordar en este punto que
el trabajo social sanitario no es una ciencia exacta, se ha visto y argumentado
en páginas anteriores, pero sigue el método científico y ello permite ir estable-
ciendo determinadas leyes básicas que por una parte se dan en las personas
enfermas y en sus familias y por la otra indican unos tratamientos de trabajo
social sanitario frente a otros. Desde el principio Mary E. Richmond asume que
el libro está basado sobre todo en el método de casework.141

140. Notes and comment. Op. cit. 1946: 578.


141. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 26.
© Editorial UOC 113 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Antes de seguir se abre un breve paréntesis para presentar una de las reseñas
del libro, realizada en la época y escrita por Robert E. Park (1864-1944)142 soció-
logo reputado de la Universidad de Chicago especializado en minorías étnicas
sobre todo afroamericanos. Park describió el libro de Mary E. Richmond como
el intento de formular las prácticas de más de un cuarto de siglo de trabajo
social en la práctica clínica y experimental. En una parte de su texto, se re-
fiere al trabajo para el bienestar y, a modo de recurso para llamar la atención
del lector, utiliza la autocorrección para señalar que siguiendo el lenguaje del
libro que está reseñando es mejor hablar de «trabajo social». Park señala que
todo este trabajo se ha realizado y posibilitado desde la Russell Sage Foundation
y que Mary E. Richmond, como ella misma explica en el libro, se basó en do-
cumentos publicados y no publicados sobre experiencias del trabajo social de
casos, casework, que permitían reflejar los métodos y las técnicas. Escribió Park:

«Con este libro el trabajo de bienestar social ha dejado de ser un mero cuerpo
de las prácticas tradicionales y está en el camino de convertirse en una ciencia.
Ahora tenemos un lenguaje bastante preciso en el que se describen los hechos
del bienestar social y una técnica para descubrir, probar e interpretarlos. El traba-
jo social se convierte, así, no sólo en benéfico, sino en inteligible».143

Robert E. Park alabó el trabajo de Mary E. Richmond y concluyó su generosa


reseña con el siguiente pasaje:

«Lo que uno ve en este libro es la práctica social luchando para elevar los
problemas al plano del punto de vista general y conceptual; aliándose así con
el gran cuerpo de conocimiento sistemático que llamamos ciencia. La práctica
social está haciendo esto, no por el bien de la ciencia, pero es un esfuerzo para
perpetuar y justificar sus propias tradiciones y técnica. Es sólo de esta manera
que el conocimiento exacto ha crecido y superado la especulación en todos los
campos de la ciencia. Social Diagnosis es interesante, simplemente, como una
ilustración de este proceso».144

Volviendo al libro Social Diagnosis [Mary E. Richmond], con su discurso,


posiciona el trabajo social, en las agencias de la caridad, en los tribunales, en
educación, en sanidad, en el mismo plano que las otras profesiones emergen-

142. «Robert E. Park». Encyclopædia Britannica. Encyclopædia Britannica Online. Encyclopædia Britan-
nica Inc., 2012. http://www.britannica.com/EBchecked/topic/444029/Robert-E-Park. [Consulta 27
de agosto de 2012]
143. Park, R. E., «Social Diagnosis by Mary E. Richmond». The University of Chicago Press. Journal of
Political Economy. Vol. 25, No. 9. 1917: 953.
144. Park, R. E., op. cit. 1917: 954.
© Editorial UOC 114 El diagnóstico social sanitario

tes. Pareciera que se hubiera dicho: «fuera complejos, el trabajo social está en
las mismas condiciones que las otras profesiones y como ellas se debe estudiar
primero y evaluar después.». Desde las primeras páginas señala, precisamen-
te, cómo estas otras profesiones cuentan con un conocimiento común y lo
reclama para el trabajo social. Pone el foco sobre la evidencia, el diagnóstico y
el tratamiento, dimensiones, de nuevo, comunes a muchas profesiones. Cen-
trados en el trabajo social ella señaló «evidencia social», el «diagnóstico social»,
el «tratamiento social» señalando que pueden beneficiarse de ello personas en
general sin necesidad de que sean ni dependientes ni delincuentes.145 Empe-
zaba a abrir ventanas. Asimilando sus palabras para el trabajo social sanitario
se habla de: «evidencia social sanitaria», el «diagnóstico social sanitario», el
«tratamiento social sanitario».

Mapa conceptual 7. Dimensiones del método de casework señaladas por Mary E. Richmond
y su aplicación al trabajo social sanitario. Elaboración: Dolors Colom

Sobre el concepto «evidencia», escribe:

«Las palabras evidencia y prueba se confunden a menudo. La evidencia es el


último factor o factores ofrecidos como una base para la inferencia; la inferencia
es una parte del proceso de razonamiento de este hecho o hechos hacia otro he-
cho desconocido; mientras que la prueba es el resultado del razonamiento».146

145. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 5.


146. Richmond, M.E., op. cit. 1917: 55.
© Editorial UOC 115 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Se volverá sobre este párrafo más adelante, cuando se estudie el «diagnós-


tico médico» aparecerá de nuevo ese camino de lo conocido, de lo que se ve,
de la evidencia, hasta lo desconocido, las hipótesis diagnósticas. Véase en el
siguiente enunciado cómo ella sigue equiparando el trabajo social a cualquier
otra profesión estableciendo siempre el elemento comparador que se apoya
en el método científico, el cual, por definición, abraza a todas las disciplinas
(el corpus teórico) y profesiones (la puesta en práctica del corpus teórico).
Subraya:

«La evidencia social, como sería para el científico o el historiador, incluye to-
das las variables que, por separado, son en apariencia, irrelevantes, pero cuando
se analizan juntas aportan luz a la cuestión del problema».147

Resume la evidencia social con las siguientes palabras:

«La evidencia social puede definirse como un conjunto de hechos en cuanto


a antecedentes personales o familiares que, en conjunto, indican la naturaleza de
las dificultades sociales de un cliente determinado y los medios para su solución.
[…] La evidencia social difiere de la evidencia legal, en que es más inclusiva y que
las cuestiones tratadas son más complejas. Por estas razones, el estudio detallado
de la fiabilidad de cada una de las pruebas es tanto más necesario».148

El trabajador social sanitario, él o ella, registrará todas las variables que le


permitan conformar ese conjunto de evidencias que nada tiene que ver con
el rumor o la sospecha. La evidencia es un «axioma», no necesita comproba-
ción porque acontece: «Falta documentación», «Se produjo un ingreso por
coma etílico», «La persona está desnutrida y deshidratada», «La familia no
visita a la persona ingresada que se manifiesta muy afectada». Las herramien-
tas diagnósticas (escalas, indicadores, otros informes, etcétera) servirán para
documentar todas y cada una de las evidencias usando un lenguaje tecnoló-
gico, en 3D. La evidencia no debe confundirse con el «porque lo digo yo». En
realidad el «yo» tiene poco que ver con la evidencia, cuando ese «yo» deje de
existir, la evidencia seguirá siendo evidente. Y a ello se refiere Mary E. Rich-
mond como sigue:

147. Richmond, M., op. cit. 1917: 39.


148. Richmond, M., op. cit. 1917: 50.
© Editorial UOC 116 El diagnóstico social sanitario

«Para examinar la fiabilidad de la evidencia el trabajador social de caso debe


realizar sus propias aplicaciones con test universales. [...] Varias profesiones apli-
can reglas de evidencia para llegar a la verdad, cada una de acuerdo con sus pro-
pias condiciones especiales. Los científicos usan la experimentación controlada
porque trabajan con material que puede conducirse bajo un completo control».149

Basada en el campo de las leyes señala tres tipos de evidencia:

t La evidencia real.
t La evidencia testimonial.
t La evidencia circunstancial.

Describe la evidencia real como sigue:

«El hecho mismo de que se trata se presenta a nuestros sentidos. […] En la


evidencia real no se necesita la inferencia; en la evidencia testimonial la base de
nuestra inferencia es la aserción humana; en la evidencia circunstancial, la base
de una inferencia es cualquier cosa excepto la aserción humana directa».150

Sobre la evidencia testimonial escribe:

«Es lo que afirman los seres humanos. Hay una distinción importante para
el trabajador de caso entre la prueba testimonial de alguien que dice haber visto
u oído el supuesto hecho y alguien que lo explica sólo a partir de lo que otros le
han dicho».151

De la evidencia circunstancial señala:

«Es el cajón de sastre. Incluye todo lo que no es la afirmación directa de un


ser humano. Por “afirmación directa” se entiende la que de ser cierta establecería
un punto inmediato de tratamiento, mientras que una afirmación indirecta, evi-
dencia indirecta de cualquier tipo de hecho, se limita a afirmar algún otro hecho
que, a su vez, tiende a establecer el punto en cuestionamiento».152

149. Richmond, M., op. cit. 1917: 40.


150. Richmond, M., op. cit. 1917: 56-57.
151. Richmond, M., op. cit. 1917: 57.
152. Richmond, M., op. cit. 1917: 59.
© Editorial UOC 117 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Podría decirse que el trabajo social sanitario basado en la evidencia está


teniendo un auge los últimos años,153 si bien cabe señalar que la práctica se le
resiste. Otra historia que se repite pues Mary E. Richmond también percibió el
auge de la evidencia en el trabajo social como recoge el siguiente texto:

«Al parecer, la evidencia social está comenzando a recibir el reconocimiento.


Los esfuerzos de los trabajadores sociales están trayendo a la luz formas de pensar
y hacer que resulten útiles en campos muy diferentes».154

Considerando el tiempo transcurrido se puede estar ante una dimensión que


se desenvuelve muy bien en la teoría pero que le cuesta plasmarse en la prác-
tica. Este será, en cualquier caso, un reto profesional para los próximos años.

La Blackwell Encyclopaedia of Social Work define la evidencia como:

«Denota un acercamiento a la toma de decisiones que sea transparente, res-


ponsable y basada en la consideración de la mejor evidencia actual sobre los
efectos de las intervenciones concretas en el bienestar de los individuos, grupos
y comunidades».155

Y The Social Work Dictionary la explica de la siguiente manera:

«El uso del mejor conocimiento científico disponible derivado de los estudios
de resultados controlados aleatorios y metanálisis de los estudios de resultados
existentes, como una base para orientar las intervenciones profesionales y te-
rapias eficaces, combinado con estándares profesionales éticos, juicio clínico y
sabiduría práctica».156

La definición de diagnóstico social ofrecida por Mary E. Richmond es so-


bradamente conocida pero ello no resulta óbice pare recordarla en esta parte
dedicada a su libro:

153. Abreu, M. C., «Práctica basada en la evidencia en el trabajo social sanitario». Revista Agathos,
atención sociosanitaria y bienestar. 2011. Año 11. Núm. 3: 4-11.
154. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 48.
155. Macdonald, G., «Evidence-based practice». En, The Blackwell Encyclopaedia of Social Work. Oxford.
Blackwell Publishing. 2009: 123-124.
156. Barker, R. L., The Social Work Dictionary. Washington. National Association of Social Workers.
2003: 149.
© Editorial UOC 118 El diagnóstico social sanitario

«El diagnóstico social es el intento de hacer una definición, lo más exacta


posible, de la situación y personalidad de un ser humano con alguna necesidad
social, de su situación y personalidad. Ello es, en relación con otros seres huma-
nos de los que de alguna manera depende, o los que de alguna manera dependen
de él, y en relación también con las instituciones sociales de su comunidad. […]
El buen diagnóstico social incluye todos los factores principales que soportan el
camino de reconstrucción social, enfatizando en los rasgos que indican el trata-
miento a seguir. Este énfasis del trabajador debe evitar predisponerlo hacia algún
factor causal del disturbio».157

La segunda parte que acompaña a la definición es crucial y pasa desapercibi-


da a numerosos profesionales que tratan de elaborar el «diagnóstico social». Se
trata de la parte que incluye «el buen diagnóstico social», se puede añadir sin
duda «el buen diagnóstico social sanitario», «incluye los factores principales
que soportan el camino de reconstrucción». En las primeras páginas del libro
se ha mencionado la importancia de saber diferenciar un texto que satisface
los requisitos del «diagnóstico social sanitario» de cualquier otra descripción de
problemas que no pueden tomarse como el primero. Pues bien, en esta parte
está la primera clave. Y otra fase esencial la marca el desarrollo de la primera
entrevista entre el trabajador social sanitario y el cliente. Escribe:

«Muchos trabajadores sociales son de la opinión de que lo más difícil e im-


portante es el principio –la entrevista inicial. Probablemente esta es la parte de la
tarea de diagnóstico en la cual la personalidad del trabajador social contrasta con
la técnica, cuenta más, porque aquí se debe establecer una cierta base de com-
prensión mutua y conseguir algunas pistas de las evidencias que más adelante
formarán su juicio».158

Sobre el tratamiento social, en Social Diagnosis no se encuentra una defini-


ción clara, se sobreentiende que se trata de todas aquellas acciones que sopor-
tadas en el diagnóstico social, se añade sanitario, satisfacen los objetivos tera-
péuticos, de rehabilitación y de reinserción. El tratamiento es el conjunto de
acciones orientadas a restituir o mejorar la cotidianeidad de la persona enferma
y de su familia, las cuales acaban planeando en el medio ambiente. Tanto el
«diagnóstico social sanitario» como el «tratamiento social sanitario» pertene-
cen a un contínuum el cual se inicia en la primera entrevista pero se concreta
finalizada la primera fase del procedimiento o del protocolo, el estudio de los
datos y su interpretación.
157. Richmond, M., op. cit. 1917: 357.
158. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 104.
© Editorial UOC 119 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Mary E. Richmond en Social Diagnosis se refiere al concepto de «tratamien-


to social» en múltiples ocasiones y, viendo los ejemplos, en muchas de ellas
procede hablar de «tratamiento social sanitario». Puede deducirse su interpre-
tación del concepto en los siguientes textos:

«Los nuevos métodos de tratamiento social se han desarrollado por las cam-
pañas de las organizaciones de la caridad para mejorar la vivienda y para la pre-
vención de la tuberculosis; por la larga lucha de otro grupo de reformadores
sociales para asegurar el diagnóstico y el cuidado de los débiles mentales, por la
reforma del trabajo infantil, por la legislación industrial, por el movimiento de la
recreación, el movimiento de higiene mental, y otra serie de reformas sociales. La
importancia de estas reformas reside en que, después de haber alcanzado cierto
grado de éxito, el tratamiento de casos tenía a su alcance recursos más variables
y adaptables a las situaciones individuales, por lo tanto, el diagnóstico de las
situaciones ha asumido una nueva importancia».159

Y en otro momento señala:

«Los procedimientos que conducen al diagnóstico social y de allí a la con-


formación de un plan de tratamiento social pueden dividirse en la recolección
de evidencias y la inferencia de conclusiones del mismo. La recogida de pruebas
llega a través de las primeras relaciones de la trabajadora social (1) con su cliente,
(2) con la familia de su cliente, y (3) con las fuentes de conocimiento fuera del
grupo familiar».160

Toda información que utiliza el trabajador social sanitario procede de fuen-


tes. En su trabajo Mary E. Richmond le dedica a las fuentes nueve capítulos. De
las 489 páginas de Social Diagnosis, 157, el 32%, reflexiona sobre las fuentes de
información del trabajador social. La importancia de las fuentes de informa-
ción es clara, en ellas están recogidos los datos que permitirán la aproximación
al caso social sanitario y su «diagnóstico social sanitario».

«Por interpretación se propone la tentativa de sacar de todas las pruebas una


definición tan exacta como sea posible de las dificultades sociales del cliente –el
acto de la interpretación es el acto del diagnóstico».161

159. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 32.


160. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 38.
161. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 103.
© Editorial UOC 120 El diagnóstico social sanitario

La tabla siguiente muestra los resultados obtenidos en la investigación reali-


zada por Mary E. Richmond sobre 24 agencias, con un total de 1.200 casos que
dieron como resultado la consulta de 7.295 fuentes.

FUENTES ESTUDIO MARY E. RICHMOND Resultados 24 agencias: 1.200 casos


Familiares 769
Médicos 564
Policía 358
Hospitales 357
Antiguos patrones 330
Amigos 302
Maestros 280
Clérigos 264
Vecinos actuales 182
Empleados actuales 147
Registros de matrimonio 143
Registros de nacimiento 139
Antiguos vecinos 132
Dispensarios 124
Trabajadores sociales sanitarios 122
Propietarios antiguos 118
Juzgados 107
Propietarios actuales 106
Cuidadoras 103
Departamentos de salud 81
Abogados 76
Miembros compañeros de la iglesia 76
Inspectores médicos y enfermeras 75
Oficiales que vigilan a los niños que hacen
novillos 63
Registros de bautismo 36
Prisiones o reformatorios 36
Registros de propiedad 36
Visitadores escolares 34
Comerciantes actuales 31
Registros de defunción 28
Colegas del muchacho 25
© Editorial UOC 121 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

Agencias sociales 1.694


Otros 357
Total fuentes 7.295

Tabla 2. Fuentes consultadas por Mary E. Richmond en su investigación para la construcción del diagnóstico social
Fuente: Social Diagnosis. Págs. 470-471. Elaboración: Dolors Colom

Las fuentes de información no son exclusivas y cada caso social sanitario


deberá estudiarse consultando varias fuentes siendo esencial disponer de una
clasificación sencilla sobre las fuentes a las cuales se ha acudido en cada caso.
Se proponen las siguientes tipologías de fuentes.

t Fuentes documentales.
t Fuentes institucionales de otros servicios sanitarios.
t Fuentes institucionales de otros servicios sociales.
t Fuentes personales relacionadas con el enfermo y su familia.
t Fuentes profesionales.

Las fuentes son una variable importante para registrar, generándose con el
tratamiento de estos registros los «indicadores de fuentes». Analizando series
temporales se descubrirá la tendencia. Al calcular la media de fuentes consulta-
das por Mary E. Richmond el valor resultante es de 6,04 por caso.

Gráfica 1. Media de fuentes de información consultadas en la investigación de Mary E. Richmond. Elaboración: Dolors Colom
© Editorial UOC 122 El diagnóstico social sanitario

Por tanto, las fuentes de información a las que acude el trabajador social
sanitario son numerosas. En su saber está la selección de las que le permitirán
y facilitarán la construcción del «diagnóstico social sanitario». La estandariza-
ción de las fuentes de información, su registro puntual y análisis periódico, es
una fase del procedimiento, o del protocolo, según sea, de trabajo social sani-
tario y asimismo quedará reflejada en el sistema de información. La variable
complejidad está directamente relacionada con las fuentes a consultar por lo
que parece obvio que su registro es una medida de actividad importante. Cada
servicio de trabajo social sanitario debería calcular su propio indicador de fuen-
tes de información.
Las fuentes de información conforman y alimentan los diferentes centros
de gravedad del plan de trabajo que se desprenderá del «diagnóstico social
sanitario». Son como las muchas piezas de un puzle virtualmente dinámico
que van modificando la imagen actual del caso social sanitario, permitiendo al
profesional interrelacionarlas.
El «diagnóstico social sanitario» se elabora a partir de fuentes de informa-
ción directa, por ejemplo la obtenida del propio cliente, de su familia o red
social, y a partir de fuentes de información indirecta, por ejemplo, la histo-
ria clínica, la historia de trabajo social sanitario anterior, otra documentación
como son informes sociales, certificados médicos, el diagnóstico y pronóstico
médico actual, la observación de las actitudes personales individuales, actitu-
des dentro del grupo familiar, el cumplimiento y participación de los implica-
dos en el caso social en la resolución de sus conflictos, etcétera. Toda fuente de
información utilizada por el trabajador social sanitario debe ser veraz. Por ello
éste dispondrá de métodos de comprobación (consultas archivos) y técnicas de
validación (a lo largo de las diferentes entrevistas).
Una fuente de información aislada, desvinculada de otras, debe tomarse
con cautela, siempre deberá contrastarse y relacionarse con las otras. Las dife-
rentes fuentes de información serán el andamio que permite las primeras in-
terpretaciones, dar los primeros pasos terapéuticos antes de la elaboración del
«diagnóstico social sanitario». Esas mismas fuentes permitirán la elaboración
del «pronóstico social sanitario», valoración que debería ser colofón en todos
los informes de trabajo social sanitario. Sigue Mary E. Richmond:

«La capacidad de formar un juicio es más importante que la capacidad de


suspenderlo. Estamos aquí, entre los cuernos de un dilema, para realizar un diag-
nóstico demasiado precipitado, incluso aunque no sea erróneo, puede ser un
diagnóstico que describe a grandes rasgos el tipo general de dificultad y deja
en la indefinición la individualización de cada caso particular. De otra mano,
© Editorial UOC 123 El «diagnóstico social sanitario» sin carga ideológica

retrasar el diagnóstico puede perder el momento crítico de la efectividad del


tratamiento».162

La interpretación se apoya, además de en las fuentes, en el conocimiento,


en los resultados de investigaciones anteriores que validan los contenidos sin
que ello suponga un determinismo. Se ha mencionado en páginas anteriores
que en el campo del trabajo social sanitario el determinismo no existe. Concu-
rren probabilidades que se habrán dado con anterioridad y cuya distribución,
a medida que se va ampliando la población de estudio, también ofrece nuevos
pesos de las variables.
Cuando un cliente, u otro profesional, acude al trabajador social sanitario,
en términos generales, suele explicar lo que le pasa, no obstante, a veces, direc-
tamente, se salta la exposición y demanda directamente lo que quiere, como
si estuviera en un supermercado: los apoyos, los servicios o las prestaciones.
Ello siempre se basa en la percepción que quien demanda tiene de los servicios
existentes y de su subjetividad que le lleva a pensar que este servicio resolverá
su necesidad mejor que otro. Si bien en los clientes esto se puede entender, es
absurdo cuando se da en los otros profesionales del establecimiento.
Las dos posibilidades, sin embargo, ponen de relieve dos grandes esferas de
intervención.
En el primer caso, el trabajador social sanitario se encuentra con el imagi-
nario de la persona o el profesional, e inicia el procedimiento, o el protocolo
que corresponda. La persona expresa una situación vivida como un problema,
una dificultad que no puede resolver y el trabajador social sanitario, él o ella,
si sigue las enseñanzas de las pioneras, realizará un primer estudio de la perso-
na, de su personalidad, de su temperamento. En paralelo establecerá, si cabe,
una proporcionalidad entre la vivencia de la persona y los hechos que la con-
forman. En este caso el estudio es más asequible puesto que la demanda es la
exposición de una situación dificultosa, de un problema que hay que resolver.
La persona enferma, su familia, acude al trabajador social sanitario porque cree
que puede ayudarla.
En el segundo caso, cuando la demanda es directa de un servicio o recurso
el escenario dentro del que se encuentra el trabajador social sanitario es otro
muy diferente, casi desalentador.
En el primer caso la persona participa, explica una situación que la afecta
y su grado de implicación se estima alto (ha realizado el movimiento de pedir
ayuda) y el profesional puede desarrollar sus procedimientos y protocolos, se-
gún corresponda.

162. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 355-360.


© Editorial UOC 124 El diagnóstico social sanitario

En el segundo caso ocurre lo contrario. En el imaginario de la persona el


problema está resuelto (bien o mal, se verá) si logra el recurso. En su concep-
ción de la realidad ha manifestado que es el recurso o servicio el que resuelve
la situación. A ella no le corresponde nada. Es la cosificación de la cosa. Está
cayendo en la confusión de la ayuda proveniente de la caridad que le exige
cumplir con unos requisitos. Este recurso escogido por ella misma puede ser
el adecuado o no, pero la ausencia de «diagnóstico social sanitario» pervierte
todo lo que es la intervención desde el trabajo social sanitario. ¿Alguien en su
sano juicio cree que el ingreso en una residencia asistida, por decir algún recur-
so, no implica nada en la psique de la persona? En su intervención, el trabaja-
dor social sanitario primero atomiza los problemas de la persona, investiga su
naturaleza, y zurce la vivencia de la necesidad a sus propias posibilidades, a los
recursos propios, la persona es su primer recurso. Luego se estudian los apoyos
externos más adecuados para cubrirla.
La diferencia entre el resto del personal que ejerce en el sistema sanitario y
el personal de trabajo social sanitario está en que los primeros suelen asumir la
demanda de recurso sin más y en su imaginario está el que alguien debe reali-
zar los trámites. En los segundos la demanda es un síntoma, es una fuente de
información de lo que piensa la persona o su familia, es la puerta de entrada al
caso social sanitario, en definitiva, es una realidad que se debe completar con
más información puesto que el caso social sanitario cuenta, seguro, con más
elementos. Los primeros son capaces de ver las grandes arterias del caso social
sanitario, las buscan, las identifican, pero para hablar de tratamiento social
sanitario es preciso la elaboración del «diagnóstico social sanitario», siguiendo
con la metáfora, llegar al corazón del asunto.
La demanda es sólo una expresión, es una imagen, puede incluso ser algo
puramente compulsivo, o simplemente, especulativo. Ningún profesional, en
la disciplina que sea, satisface directamente una demanda. Debe estudiarse,
deben validarse las diferentes fuentes, se necesitarán pruebas diagnósticas (ato-
mización del relato, entrevistas en cualquiera de sus tipologías y de acuerdo
con la persona enferma, aplicación de escalas de valoración de circunstancias,
identificación de todos los miembros que conforman el núcleo familiar, deli-
mitación del núcleo de intervención, etcétera). Esta validación de información
es básica para evitar un «diagnóstico social sanitario» basado en datos erró-
neos, antiguos o falsos.
Con Social Diagnosis Mary E. Richmond situó al trabajo social en general, al
trabajo social sanitario en particular, en el corolario del mundo profesional y
académico.
También en esta ocasión, solo se puede añadir: «Gracias Mary E. Richmond.
Gracias».
© Editorial UOC 125 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

Capítulo II
Narratio. El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social
sanitario»: revisión bibliográfica

Se ha visto en páginas anteriores el significado de la palabra «diagnóstico».


Un primer apartado lleva a una revisión de aquella bibliografía de trabajo so-
cial y de trabajo social sanitario que mejor refleja la forma y el contenido del
término en su manifestación originaria.
Tanto el «diagnóstico social» como el «diagnóstico social sanitario» parten
de un tronco común y comparten unos principios y valores comunes, sin em-
bargo, por todo lo que se viene señalando, su itinerario sigue líneas diferentes,
lo que lleva a establecer una denominación diferente. Esta denominación
diferente le brinda al «diagnóstico social sanitario» una identidad propia, un
factor diferencial, el cual está en la base del conocimiento. Diferencias que
con el paso de los años y a medida que se vayan desarrollando investigaciones
desde el trabajo social sanitario es de estimar que se irán ampliando. Una reac-
ción común en algunas personas, y por extensión algunos profesionales, es que
cuando se habla de diferencias enseguida se ponen en guardia porque en su
interioridad le atribuyen una connotación de ser mejor o peor. Nada tiene que
ver con ello, esta connotación es cuestión de cada persona pero no tiene nada
que ver con la diferencia que significa solo eso: ser diferente. Una diferencia
que ha dejado de ser narrativa como podía suceder a mediados de los ochenta,
hoy en el 2012 esa diferencia ha pasado de la narración al empirismo.
El factor diferencial del «diagnóstico social sanitario» reside en que éste se
elabora para y con una persona enferma, diagnosticada previamente de una
enfermedad y no de otra. Una enfermedad que, además de sus aspectos orgáni-
cos, conlleva aspectos psíquicos, a veces comunitarios. Por tanto, el «diagnós-
tico médico» es mascarón de proa del «diagnóstico social sanitario» pudiendo
añadirse y viceversa. Desde los orígenes de la profesión se asumió que el «diag-
nóstico social sanitario», también el «diagnóstico social», podían ser mascaron
© Editorial UOC 126 El diagnóstico social sanitario

de proa del «diagnóstico médico» por la relación existente entre determinados


ambientes insalubres, determinadas condiciones de vida y el hecho de enfer-
mar e impedir la recuperación. Así el «diagnóstico social sanitario» recae sobre
una persona atendida en el sistema sanitario que sigue un tratamiento médico
y sobre su familia inmediata. También sobre una persona o grupo de ellas en
riesgo de enfermar, una comunidad o área sanitaria. En este caso se hablaría de
un «diagnóstico social sanitario preventivo».
El «diagnóstico social sanitario» viene condicionado por la presencia de una
enfermedad y no otra. Una enfermedad que por sí misma desata un aluvión de
vivencias psicosociales que, si bien a modo de abstracción le son propias, siem-
pre habrá que verificar si la persona las experimenta. Ello es completamente
distinto que desde los servicios sociales se atiendan a personas enfermas, no
las atienden por razones de su enfermedad, y su acción se basa en necesidades
mucho más básicas. En el terreno, en valorar el cumplimiento de baremos para
aceptar o desestimar el acceso a determinadas prestaciones. El trabajo social en
los servicios sociales debería ser mucho más que eso, pero, lamentablemente, la
excepción confirmaría la regla que viene arrasando estos últimos años. Siendo
juiciosos, dado el caso, los servicios sociales cuando se encuentran con una
persona que sufre determinadas enfermedades que implican largos tratamien-
tos, deberían conectar con los servicios de trabajo social sanitario de atención
primaria en los centros de salud porque esta persona puede estar siguiendo un
«plan de tratamiento de trabajo social sanitario». El servicio de trabajo social
sanitario, sus profesionales, además del conocimiento de los recursos existentes
en la comunidad de la persona enferma, cuenta con un amplio conocimiento
de los aspectos psicosociales que caracterizan una enfermedad con relación a
otra. A modo de ejemplo, en 1922, en el Massachusetts General Hospital, en la
época del Dr. Richard C. Cabot e Ida M. Cannon se impulsaron investigaciones
como por ejemplo la que desarrolló Bess Russell sobre los «aspectos psicosocial-
es de la enfermedad coronaria».163 Desde los servicios sociales, la enfermedad
imprime una realidad diferente pero no se llega al punto de precisión al que
llegan los trabajadores sociales sanitarios, simplemente, por falta de formación
y experiencia.
El auge que los últimos años está tomando el trabajo social sanitario en
España es el efecto primario de este esfuerzo que los trabajadores sociales sani-
tarios, cada uno desde su día a día, en la asistencia o en la gestión, en la for-
mación cuando se dé, están realizando para ir modelando esa idea diferencial

163. Bartlett, H. M., «Ida M. Cannon: Pioneer in Medical Social Work», Social Service Review, 49:2.
1975: 224.
© Editorial UOC 127 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

de los aspectos psicosociales asociados a las enfermedades y conocer la vivencia


y experiencia de la persona con relación a esta enfermedad determinada.
El campo sanitario, se ha visto a lo largo del libro, va tomando una idios-
incrasia que obliga a todas las estructuras que lo componen a remodelarse y
readaptarse constantemente. Pero también las obliga a preservar las raíces, los
valores y los principios de sus disciplinas ante un tsunami de tecnología que
puede acabar convirtiendo la atención sanitaria en un juego de clicks. Richard
Sennett en su libro La corrosión del carácter lo explica muy bien cuando cuenta
la anécdota de los seudopanaderos que acostumbrados al entorno Windows
solo eran capaces de hacer clic sobre el pan que querían pero no eran capaces
de elaborarlo a partir de la masa. Así en unos años, la panadería objeto de estu-
dio, que por cierto también se encontraba en Boston, había pasado de contar
con panaderos profesionales que amasaban los diferentes tipos de pan a contar
con unos personajes que a lo sumo que llegaban era a seleccionar en una pan-
talla el pan que la máquina elaboraría.164 La tecnología es un apoyo, pero no
sustituye.
A continuación se presentan definiciones que a lo largo de la historia del
trabajo social, del trabajo social sanitario, se han acuñado para definir, para
explicar, para ayudar en la comprensión del «diagnóstico social», o en sus ini-
cios sobre «el diagnóstico médico social»165 hoy renombrado «diagnóstico social
sanitario». Las definiciones se expondrán en orden cronológico para que los
lectores y las lectoras puedan ir apreciando los matices que determinan la pro-
pia evolución de la definición.
La primera definición la presenta Mary E. Richmond en 1917 en su libro So-
cial Diagnosis. Siendo precisos, en el libro propone dos definiciones, la segunda
revisada y matizada. En la primera, que se brinda a continuación, además,
ofrece una justificación terminológica, sobre el hecho de que use el término
cliente, relacionado ello con el fin de no etiquetar a las personas que atendía:
enfermo, prostituta, violador, desertor, maltratador, etcétera.

«El diagnóstico social es el intento de llegar a una definición lo más exacta


posible de la situación social y de la personalidad de un cliente determinado.
La investigación o la práctica de pruebas inician el proceso, le sigue el análisis
crítico y la comparación de las pruebas, y por último se llega a su interpretación
y la definición de la dificultad social. En el uso común, los trabajadores sociales a

164. Sennett, R., La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo.
Barcelona. Editorial Anagrama. 2000: 66-78.
165. En algunos textos, sobre todo de los primeros años, el «diagnóstico médico social» puede inter-
pretarse como el diagnóstico resultante de la fusión entre el diagnóstico médico y el diagnóstico
social sanitario.
© Editorial UOC 128 El diagnóstico social sanitario

menudo llaman a todo esto “una investigación”, pero, como su pecado capital es
ligar a través de los procesos de comparación e interpretación y poner demasiado
énfasis en la obtención de elementos de prueba, hay una ventaja educativa en el
uso para todo el proceso de la palabra que describe más especialmente su final.
La investigación entra en el diagnóstico. […] Una ventaja añadida en la palabra
diagnóstico es que su uso en la medicina ha dado la connotación valiosa de un
límite de tiempo. El diagnóstico puede ser y a menudo debe ser revisado, por
supuesto, pero en un límite de tiempo relativamente estrecho, siempre con la ac-
ción benéfica a la vista, se constituyen las condiciones de control de diagnóstico
en el trabajo social».166

En la segunda pueden observarse los matices que surgen de la elaboración


de la primera y el repensarla.

«El diagnóstico social, entonces, puede ser descrito como el intento de elabo-
rar una definición, lo más exacta posible, de la situación y personalidad de un ser
humano con alguna necesidad social, de su situación y personalidad, es decir, en
relación con otros seres humanos de los que de alguna manera depende, o que
de alguna manera dependen de él y en relación también con las instituciones
sociales de su comunidad.

»El diagnóstico médico se inclina cada vez más por la inclusión de una cierta
cantidad de información de su contexto social, diagnósticos de los estados men-
tales, con el tiempo harán lo mismo. Cada uno, sin embargo, continuará basán-
dose en un cuerpo de experiencia que no es social, que tiene un punto de partida
diferente y se desarrolla con una habilidad y énfasis diferente. Los campos se
solapan, pero de ningún modo son colindantes. Como el diagnóstico social se
va haciendo más experto, será, por cierto, un complemento útil a la medicina
y a la psicología, y no es necesario añadir que ambos seguirán prestando datos
invaluables al diagnosticador social».167

Para terminar esta referencia a la definición revisada de Mary E. Richmond


hace años que quien escribe añade al eje central de la definición esta obser-
vación que aparece con unas líneas de diferencia pero que es la clave que per-
mite reconocer a la descripción como «diagnóstico social» o como «diagnós-
tico social sanitario».

166. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 51-52.


167. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 357-358.
© Editorial UOC 129 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

«El buen diagnóstico social incluye todos los factores principales que sopor-
tan el camino de reconstrucción social, enfatizando en los rasgos que indican el
tratamiento a seguir. Este énfasis del trabajador debe evitar predisponerlo hacia
algún factor causal del disturbio».168

El mismo año 1917, se ha visto, Ida M. Cannon volvía a publicar su li-


bro Social Work in Hospitals: A contribution to progressive medicine. Más que una
definición de «diagnóstico social sanitario» ofrece referencias varias, insertán-
dolo dentro de la actividad profesional de los trabajadores sociales sanitarios y
como una realidad dentro de la actividad hospitalaria. Su gran énfasis está en
que del «diagnóstico médico» y del «diagnóstico social sanitario» surja, fehaci-
entemente, un diagnóstico único «diagnóstico médico social».

«El servicio de trabajo social hospitalario se extiende a la humanidad del hos-


pital, pero no puede presumir de iniciarla. Tampoco debe sentir que el diagnósti-
co social es más importante que el médico, sino que es complementario y ayuda
a formular al médico un plan de tratamiento dentro de la gama de posibilidades
del paciente. De lo que puede enorgullecerse es del privilegio de acuerdo con que
los elementos de dos grandes profesiones, la medicina y la sociología, se reúnan
en una nueva profesión».169

En 1919, en la misma línea, el Dr. Richard C. Cabot170 en Social Work Essays on


the meeting-ground of doctor and social worker habla del «diagnóstico médico so-
cial», si bien también se refiere al «diagnóstico social sanitario». Sus referencias
presentan varios planos, los cuales se parafrasean a continuación.

«Ahora voy a resumir los últimos cuatro capítulos en un esquema que he-
mos utilizado en el Massachusetts General Hospital de Boston para ayudarnos
a elaborar los diagnósticos sociales (sanitarios). Un diagnóstico social (sanitario)
raramente puede ceñirse a una palabra, como idiotez o vagabundo. Debe in-
cluir el estado físico del paciente. Debe resumir las necesidades físicas, morales y
económicas de una persona».171

168. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 358.


169. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 203.
170. El libro está dedicado a Mary E. Richmond por su libro Social Diagnosis, publicado dos años antes,
libro al que el Dr. R. Cabot remite al lector o lectora para acceder a los contenidos más teóricos.
171. Cabot, R. C., Social Work Essays on the meeting-ground of doctor and social worker. Boston & New
York. Houghton Miflin Company. 1919: 107.
© Editorial UOC 130 El diagnóstico social sanitario

Mapa conceptual 8. Reproducción de la propuesta de esquema básico de diagnóstico social sanitario propuesto
por el Dr. Richard C. Cabot

«Para elaborar un diagnóstico social debe realizarse una declaración sumaria


acerca del individuo en su entorno. Dicho resumen debe incluir su estado mental
y físico, y las características físicas y mentales de su medio ambiente».172

«Confeccionado de tal manera, por supuesto, el diagnóstico social tendrá


muchos elementos, y como el diagnóstico médico estará sujeto a revisiones fre-
cuentes. El médico que nunca cambia su diagnóstico es el médico que nunca
hace uno, o que lo hace tan elástico que no significa nada. Así que los trabaja-
dores sociales no deberían temer a añadir, restar o de modificar sus diagnósticos
sociales (sanitarios)».173

Años más tarde, en 1941, Gordon Hamilton presentaba el «diagnóstico so-


cial» y el «diagnóstico social sanitario» para matizar ambos contextualizados,
señalando los hospitales como el segundo espacio más antiguo del trabajo
social sanitario. También se refirió en varias ocasiones al «diagnóstico médico».

172. Cabot, R. C., op. cit. 1919: 109.


173. Cabot, R. C., op. cit. 1919: 110.
© Editorial UOC 131 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

Pero antes escribía:

«Estudio, diagnóstico y tratamiento acontecen en el progreso natural del caso,


cada problema que surge demanda un específico punto de vista. […] El diagnós-
tico, entendiendo el problema psicosocial, lleva nuestra atención al cliente y la
evaluación, a la comprensión del funcionamiento de la persona con la mirada re-
specto a su problema, a sus capacidades y a la disponibilidad de recursos externos
e internos, ambos tan estrechamente relacionados que unos prefieren llamarlo
“evaluación diagnóstica”. Nosotros, sin embargo, describiremos separadamente
estos dos caminos complementarios para provocar el sentido del caso. El proceso
de pensamiento dirigido a la naturaleza del problema y sus causas se denomina
diagnóstico “conocer a través de” o reconocimiento, o comprendiendo a través
de. Es el intento de responder a la cuestión ¿Qué es lo que pasa? Si uno asume la
responsabilidad del rol del tratamiento, entonces es esencial que comprenda el
problema del cliente».174

Su definición de «diagnóstico social», la manera como ella la explica es la


siguiente:

«Esencialmente, el diagnóstico es la opinión profesional del trabajador social


sobre la naturaleza de la necesidad o del problema que el cliente presenta. No es
un etiquetaje secreto del cliente, no es una aventura sin control a los misterios
de su vida. Es un pensamiento real, franco y un intento científico de comprender
la necesidad presente del cliente, que es siempre una persona en una situación
formulada, incluyendo relaciones interpersonales».175

Se añade una reflexión más porque resume muy llanamente el papel impor-
tante que el «diagnóstico social sanitario» representa en la atención sanitaria.
Escribe:

«Mientras que la formulación clínica y psicogenética del diagnóstico médico


es básicamente responsabilidad del médico, el diagnóstico dinámico moderno
puede requerir la contribución del trabajador social sanitario, desde el principio
él está observando el funcionamiento social y de la personalidad, obteniendo,
soportando y construyendo las fortalezas del ego. En la medida en que los re-
cursos de la comunidad, el empleo, la colocación, la asistencia financiera y otros
servicios deben usarse en la recuperación, esta es la preocupación apropiada del

174. Hamilton, G., Theory and practice of social case work. New York & London. Columbia University
Press. 1951: 214.
175. Hamilton, G., op. cit. 1951: 214.
© Editorial UOC 132 El diagnóstico social sanitario

trabajador social, pero por encima todo los trabajadores sociales deben entender
la ansiedad, la dependencia y las estructuras defensivas si están ayudando a los
pacientes a adaptar su discapacidad y las realidades de su situación social».176

En 1957 Helen Harris Perlman publicaba su libro Social casework: A problem-


solving process.177 En un apartado se refiere al «diagnóstico parcial», dice:

«El caseworker [trabajador social de caso] por su parte es capaz por la razón
de su objetividad de observar y al mismo tiempo en el que participa, reforzado
por su conocimiento evaluar a la vez que actúa y responde, sacará de su lectura
hechos objetivos y subjetivos, algunas conclusiones provisionales sobre la natu-
raleza del problema y sobre las posibles soluciones y también sobre la naturaleza
del cliente como su personalidad, su voluntad y habilidad para comprometerse
a resolver este problema. Este diagnóstico parcial es el resultado de la evidencia
producida en la consideración del cliente y por la respuesta de su conducta en
las entrevistas».178

En otra parte del mismo libro Perlman habla del «diagnóstico» en la fase ini-
cial señalando que el propósito del trabajador social tiene que ser siempre com-
prometer a la persona en la resolución de su problema. Le sigue la observación
y el análisis por una parte de la habilidad del cliente en resolver su problema
y por la otra la voluntad de trabajar en él. Como puede observarse, el discurso
con los años se va sofisticando. Unos años más tarde, en 1962, con motivo de
la publicación de su libro So you want to be a social worker [¿Entonces usted qui-
ere ejercer de trabajador social?] planteaba esos cinco principios.179

176. Hamilton, G., op. cit. 1951: 299-300.


177. Perlman, H. H., Social casework: A problem-solving process. Chicago. University of Chicago Press.
1957.
178. Perlman, H. H., op. cit. 1957: 115-116.
179. Perlman, H. H., So you want to be a social worker. New York. Harper & Row, Publishers. 1962.
© Editorial UOC 133 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

Mapa conceptual 9. Principios que propone Helen Harris Perlman a los futuros trabajadores sociales

Dando un pequeño salto en el tiempo, dos años más tarde, en 1964 Florence
Hollis y Mary E. Woods se referían al trabajador y al diagnóstico. En el texto que
sigue ello se contextualiza en el trabajador social sanitario y el «diagnóstico so-
cial sanitario» para evitar la confusión. Escribían en la tercera edición de su libro:

«La comprensión es fundamental en el tratamiento. Mucha comprensión es


intuitiva. Uno inmediatamente siente la ansiedad, el enfado, el dolor. El cono-
cimiento común de los factores causales trae inmediatamente explicaciones a la
mente. Pero el conocimiento común es notoriamente poco fiable. Constituye
el primer paso del proceso de comprensión, que provee de hipótesis que deben
chequearse después en la realidad. A través del estudio psicosocial, el trabajador
intenta estar lo más próximo posible a la imagen que permite obtener un pano-
rama preciso de situación interior y exterior del cliente. En el asesoramiento
(social sanitario) y en el diagnóstico (social sanitario) el trabajador (social sani-
tario) trata de comprender la imagen de acuerdo con la respuesta a la siguiente
cuestión, ¿cómo se puede ayudar a esta persona?».180

180. Hollis, F., Woods, M. E., Casework, a psychosocial therapy. New York. Random Hause. 1981: 378.
© Editorial UOC 134 El diagnóstico social sanitario

En 1968, Francis J. Turner publicaba un libro de gran importancia para el


desarrollo de trabajo social en general y el trabajo social sanitario en particular.
Bajo el título de Differential diagnosis and treatment in social work [Diagnóstico
y tratamiento diferencial en trabajo social] daba un paso crucial, introducía el
«diagnóstico y el tratamiento diferencial en trabajo social» lo que significó la
visualización de especialidades en diferentes áreas. Ello era posible gracias a las
diversas investigaciones y estudios llevados a cabo, no solo en áreas de trabajo
social sanitario, también en otras áreas. Si bien en este libro, Turner, no se
propone una definición propia de «diagnóstico social» o de «diagnóstico social
sanitario» se ve el diagnóstico en acción. El libro fue prologado por Florence
Hollis, quien señaló los más de cincuenta años transcurridos desde la publi-
cación en 1917 de Social Diagnosis de Mary E. Richmond y los altibajos que el
mismo concepto de diagnóstico social había sufrido como consecuencia de las
diferentes corrientes de pensamiento que se habían ido desarrollando. Hollis se
refiere al «diagnóstico social» asumiendo un nuevo lenguaje. Escribía:

«Con la aparición del diagnóstico clínico, la atención empieza a girar hacia


elementos de la personalidad que caracterizan a algunas personas en un grado
mayor que a otras, entonces distinguiendo un grupo o individuos que deben res-
ponder de manera común ante ciertas formas de tratamiento. Se está empezando
a reconocer al conocimiento de tales agrupaciones de –tipos de desórdenes, ello
es– que se puede incrementar de manera más adecuada la capacidad de los tra-
bajadores (sociales) para el tratamiento apropiado de acuerdo con las necesi-
dades diferenciadas de cada individuo. Además, se observa un hecho común,
el conocimiento puede acumularse y se puede llegar a que lo aprendido de un
tratamiento para un individuo pueda ponerse al servicio de otros que estén su-
friendo una discapacidad similar».181

La aportación de Florence Hollis en este libro de Turner supuso un nuevo


paradigma al poner el foco, precisamente, en este conocimiento surgido de la
investigación, de la observación, de la agrupación y que, por tanto, aseguró
uno de los requisitos del «diagnóstico»: el discernir a través del conocimiento
y de la razón.
Dos años más tarde de la primera publicación del libro de Turner, en 1970,
era Eric Sainsbury quien publicaba Social Diagnosis in casework. El libro, pro-
logado por Noel Timms, se adentraba en el perfilado del «diagnóstico social».
Timms señaló el momento en el que se produce el cambio de paradigma entre

181. Hollis, F., «Foreword». En Turner, F. J., Differential diagnosis and treatment in social work. New York.
The Free Press. 1983: XVII-XVIII.
© Editorial UOC 135 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

el trabajo de la caridad, él lo llama trabajo social antiguo, y el trabajo social,


que lo llama trabajo social moderno. Justifica la escritura del libro de Sainsbury
con estas palabras:

«Un libro dedicado al diagnóstico social tiene inevitablemente un lugar en la


biblioteca de trabajo social por dos razones principales: la asignatura es impor-
tante y ha sido muy descuidada. El “diagnóstico” o el ejercicio por el que algunos
profesionales juzgan un problema es parte del concepto moderno de trabajo so-
cial. Una de las maneras por las que nosotros podemos poner fecha al comienzo
de este tipo de trabajo social es preguntar en qué momento la filantropía empieza
sistemáticamente a dudar antes de responder, en la medida de lo que podían,
la solicitud de los interesados en su valor nominal. Cuándo ellos empezaron a
entender la individualidad de la demanda».182

Toma la palabra el autor, Eric Sainsbury, señalando el hecho de que cuando


una persona o una familia acude al trabajador social, es porque se encuentra
con algún tipo de disturbio en su funcionamiento social. Su manera de explicar
el «diagnóstico social» es como sigue:

«El diagnóstico (social) es el proceso de descubrir patrones de significado en


la información obtenida directamente o inferida. Está tentativamente construi-
do y perfeccionado a lo largo de todo el periodo de contacto con el cliente. Es un
camino de pensamiento sobre situaciones en las que la ayuda es posible, ahora
y en el futuro. Su valor solo puede evaluarse por su relevancia en a) la solución
del problema social presentado, b) las necesidades emocionales y materiales del
cliente (ambas en el presente y hasta donde insatisfechas en el pasado) c) la ca-
pacidad de la agencia y del trabajador (social) para ayudar. No es una conclusión
estática. Por ello presenta cambios en situaciones traídas sobre nuevos aconteci-
mientos y sobre los efectos de la ayuda que todavía se está dando. Por extensión,
es una actividad compartida con el cliente, es dinámica en lo directamente ins-
trumental en el cambio de situaciones por medio de la mejora de la percepción
de ellas, del cliente».183

Eric Sainsbury, en su definición, está señalando especialmente el factor


dinámico del diagnóstico social y social sanitario, por lo que indirectamente
está señalando la principal imposibilidad que afecta a la codificación del «di-
agnóstico social sanitario». Se ha señalado anteriormente que el diagnóstico

182. Timms, N., «General editor’s introduction». En Sainsbury, E., Social Diagnosis in Casework. Lon-
don. Routledge & Kegan Paul. 1971: vi.
183. Sainsbury, E., Social Diagnosis in Casework. London. Routledge & Kegan Paul. 1971: 17.
© Editorial UOC 136 El diagnóstico social sanitario

social, el «diagnóstico social sanitario», no son codificables, si bien se pueden


desagregar en elementos diagnósticos que éstos sí son codificables. Ese ele-
mento dinámico añade una razón más para que no se confunda el «diagnós-
tico social sanitario» con una clasificación de elementos diagnósticos o lista de
problemas.
En 2002, de nuevo Francis J. Turner publicaba un libro teórico y práctico
sobre el diagnóstico social titulado Diagnosis in Social Work. New imperatives. [El
diagnóstico en trabajo social. Nuevos imperativos]. En él define el diagnóstico
social como sigue:

«La palabra “diagnóstico” designa el proceso en el cual una opinión profe-


sional proviene de la valoración de una situación que emerge en nuestra interac-
ción con los clientes y sus ambientes significativos, una opinión en la que no-
sotros basamos nuestras acciones y para la cual estamos preparados para actuar
con una profesionalidad responsable. La esencia de esta definición es: nuestro
diagnóstico está basado en los juicios que hacemos. Tales juicios constituyen la
base de nuestras actividades profesionales. Estamos preparados para responsabi-
lizarnos de dichos juicios».184

Estas son algunas de las definiciones más claras de «diagnóstico social» y de


«diagnóstico social sanitario». Todas ellas sirven para aproximarse al contenido
del concepto, ver cómo él mismo, con matices, se aborda desde diferentes án-
gulos, pero en cualquier caso, la base, el fondo permanece inalterable, si bien
con los años la definición se ha ido refinando. El interés de estas definiciones,
apreciaciones, está precisamente en ver cómo el concepto evoluciona man-
teniendo los puntos cardinales que le dan entidad y sobre todo las actitudes
profesionales que desprenden como complemento a la entidad teórica.

184. Turner, F. J., Diagnosis in Social Work. New imperatives. New York. The Haworth Social Work Prac-
tice Press. 2002: 51.
© Editorial UOC 137 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

El diagnóstico médico: revisión bibliográfica

Hipócrates agrupó observaciones individuales.185 A él se le atribuye el origen


de la historia clínica en la que se detallaban los acontecimientos que tenían
que ver con el enfermo y la enfermedad. Atención, enfermo y enfermedad, dos
entidades en una. La siguiente explicación da una vuelta más de tuerca.

«La escuela de Kos tenía objetivos más prácticos y, basada en la observación


clínica, pretendía llegar a la curación y salud del enfermo mediante el estudio de
las enfermedades, enfocando siempre su mirada sobre el organismo total, dentro
de su medio ambiente y haciendo de la medicina una ciencia».186

Avelino Senra explica el «diagnóstico médico» como una «categoría de


conocimiento» y refiriéndose al libro de Pedro Laín Entralgo –en el siguiente
capítulo se le dedica una gran parte al artículo sobre el mismo tema que pre-
cedió al libro– escribe:

«El diagnóstico como conocimiento de la realidad externa es de aplicación en


otros campos del saber humano, como la sociología, la economía y la política. El
problema es que la generalización ha conducido a algunos a la vulgarización y
devaluación del concepto de diagnóstico, quienes quieren reducirlo a una simple
atribución o colocación de etiquetas más o menos altisonantes».187

Senra señala en el diagnóstico médico, el hecho tan temido desde los inicios
del trabajo social sanitario, el etiquetaje de los problemas, la estigmatización de
la persona diagnosticada. Pero va más allá, habla de los «diagnósticos insulto»
y los «diagnósticos descalificadores». Pone de relieve algo que no por obvio se
debe dejar de lado, es el hecho de que el médico es el único profesional que
puede interpretar el significado del «diagnóstico médico». La continuación de
esta aseveración lleva a afirmar con igual contundencia que el trabajador social
sanitario es el único profesional capacitado para interpretar el significado del
«diagnóstico social sanitario», se puede añadir el trabajador social generalista,
éste con algunas reservas si no ha recibido ningún tipo de formación comple-
mentaria. Pero no sólo para interpretarlo, se añade, para elaborarlo. Senra se
apoya en el verbo «diagnosticar», escribe:

185. Buzzi A.; Doisenbant, A., Evolución histórica de la medicina. Madrid. Editorial Médica panameri-
cana. 2008: 91.
186. Buzzi A. ; Doisenbant, A., op. cit. 2008: 86.
187. Senra, A., Comentarios hipocráticos. Sobre la cultura y saber médico. Madrid. Ediciones Díaz de
Santos. 2004: 33.
© Editorial UOC 138 El diagnóstico social sanitario

«Diagnosticar, etimológicamente es conocer a través de, conocer la realidad del


enfermo como persona y como organismo funcionante en un medio ambiental,
una actividad, una edad, un sexo y una constitución concretos a través de la inter-
pretación de las molestias y las alteraciones funcionales y orgánicas observadas en
el estudio del enfermo. En esencia es estudiar al enfermo para reducir las amplias
incertidumbres sobre un caso concreto hasta reducirlas a un nivel aceptable que nos
permita tomar decisiones diagnósticas más amplias y definitivas y también deci-
siones terapéuticas. […] El proceso diagnóstico, que es como se le llama hoy, es una
acción permanentemente inacabada y continuamente abierta a revisión».188

Sus argumentos ponen el foco en la persona enferma, no en la enfermedad,


en su medio ambiente, mostrando claramente la filosofía que abraza el mode-
lo «biopsicosocial» y dentro del cual se identifica el trabajo social sanitario.
Para Senra, siendo la experiencia, el tener ojo clínico, un valor, también advier-
te, con cierto sarcasmo, del peligro de que éste acabe siendo el único proce-
dimiento que se utilice. Señala la importancia de la formación del médico en
lo humano y en lo clínico.
Otro autor es Rafael Álvarez, en su libro El método científico en las ciencias
de la salud señala la importancia del diagnóstico médico, puesto que de él de-
pende el pronóstico y el buen tratamiento. Es una evidencia que un diagnósti-
co equivocado avala solo acciones y decisiones equivocadas para la realidad de
la persona en cuestión, aunque tengan coherencia con el diagnóstico erróneo
elaborado. De nuevo toma fuerza, en el trabajo social sanitario, la importancia
de las fuentes de información.
Álvarez se centra en el proceso diagnóstico, siempre en el ámbito de la me-
dicina, y en los factores que influyen en él. Sus aportaciones, aplicadas al tra-
bajo social sanitario, son de gran utilidad por la similitud de los campos. Hecho
que se ha puesto en evidencia a lo largo de las páginas anteriores y se verá en
las que siguen. El autor refleja con gran detalle y realismo el día a día de un
médico clínico, pero desde el punto de vista estructural de la realidad, puede ser
también el día a día de un trabajador social sanitario. En sus palabras pueden
verse vinculados los profesionales del servicio de trabajo social sanitario que
cuenten con un sistema de información que vaya redefiniendo y actualizando
los indicadores diagnósticos. Escribe:

188. Senra, A., op. cit. 2004: 35.


© Editorial UOC 139 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

«Muchos de los datos clínicos en los que nos basamos deben interpretarse
probabilísticamente, y los porcentajes de errores de las pruebas diagnósticas son
mucho mayores de lo que desearíamos».189

Se ha señalado anteriormente que si bien en el trabajo social sanitario se


podían establecer probabilidades, en ningún caso, ello significaba un deter-
minismo. En el trabajo social sanitario, además de datos probabilísticos, están
los datos subjetivos que aporta la persona y que adquieren el peso principal
tanto para el «diagnóstico social sanitario» como para el tratamiento social
sanitario.
El autor, Álvarez, señala las tres fases diagnósticas por excelencia: la historia
clínica, la exploración física y las pruebas complementarias.
Desde el trabajo social sanitario éstas equivalen a: la historia de trabajo so-
cial sanitario, la valoración y la interpretación psicosocial y las pruebas com-
plementarias, que en este caso serían nuevas entrevistas, certificados, docu-
mentación varia, aplicación de escalas, por poner algunos ejemplos prácticos.
El siguiente mapa conceptual muestra las fases adaptadas a cada disciplina.

Mapa conceptual 10. Traslación de las fases del diagnóstico médico al diagnóstico social sanitario

189. Álvarez, R., El método científico en las ciencias de la salud. Madrid. Ediciones Díaz de Santos.
1996: 185.
© Editorial UOC 140 El diagnóstico social sanitario

En otro orden, Álvarez incluye de manera muy oportuna al profesional


médico como persona, a su estado de ánimo, a su formación, a su atención,
poniendo de relieve que todas estas cualidades afectan al buen diagnóstico.
Pasando al trabajador social sanitario, él y ella, también debe prestarse aten-
ción. Debe saber delimitar sus competencias basadas en su carácter, formación,
temperamento.
Los trabajadores sociales sanitarios, ellos y ellas, permanecen atentos a los
aspectos psicosociales de las diferentes enfermedades diagnosticadas por la me-
dicina, siempre tomando como punto de partida a la persona que las sufre, a
su familia y a su medio ambiente. Los profesionales del trabajo social sanitario
constantemente se están preguntando ¿cuál es el origen de los problemas psi-
cosociales relacionados con la enfermedad? ¿Dónde está su raíz? ¿Cómo se
pueden prevenir? ¿Quién es la persona atendida?

El «diagnóstico social sanitario» como base para la generación


de bienestar psicosocial

Una de las esferas del «diagnóstico social sanitario» es la investigación cruza-


da entre lo sanitario y lo psicosocial de una persona y de un colectivo. Ello sólo
es posible cuando se dispone de un conjunto de casos sociales sanitarios aten-
didos mediante la misma metodología, esto es, siguiendo algún procedimiento
o protocolo. La acumulación de casos atendidos dentro de una sistemática or-
denada y su posterior estudio se convierte en una excelente plataforma bio-
psicosocial que combina información individual, familiar, ambiental y sobre
la cual el sistema sanitario en su conjunto puede arrogarse la planificación de
programas interdisciplinarios para la generación de bienestar social, la preven-
ción y la promoción de la salud, asumiendo de facto los pilares del modelo bio-
psicosocial. Si el sistema sanitario prescinde del «diagnóstico social sanitario»,
cualquier actividad desarrollada en su seno queda huérfana en la parte que
corresponde a la consideración de la persona como ser psicosocial, cayendo en
el, siempre indeseable, reduccionismo científico que ve la enfermedad pero no
al enfermo, o, en el mejor de los casos, lo ve un poquito.
En otro orden, el «diagnóstico social sanitario», su consecuencia directa, el
tratamiento social sanitario, como se está viendo y se verá, abona el desarrollo
de procedimientos, de protocolos de intervención del trabajo social sanitario,
de acuerdo con el desarrollo y las dinámicas singulares de la sociedad en la cual
se interviene, alimentando lo macro desde lo micro. Hoy por hoy, el sistema
sanitario es el más universal de todos los sistemas al dar cobertura a práctica-
© Editorial UOC 141 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

mente toda la población.190 Es más universal que otros sistemas, por ejemplo
que el judicial (muchas personas nunca tienen que acudir a la justicia), que el
educativo (no todo el mundo tiene hijos, los hijos crecen y dejan el sistema,
aunque, en principio, todas las personas han ido a la escuela), que el de servi-
cios sociales (de momento centrado en necesidades más básicas, con grandes
copagos, quedando fuera una parte importante de la población), que el laboral
(algunas personas no trabajan, o lo hacen por su cuenta como profesionales
libres), etcétera. En cambio, todo el mundo cuenta con un médico de cabecera,
un médico de urgencias al que tarde o temprano deberá acudir.
El sistema sanitario es a su vez uno de los más desarrollados científicamente,
uno de los más cualificados, ello debido a que la mayor parte de sus profesion-
ales están altamente capacitados e instruidos. Por ello los métodos de trabajo
y desarrollo de la profesión se encuentran validados por métodos científicos.
La tradición investigadora en el sistema sanitario es un hecho que se pone
de relieve al constatar las ayudas a la investigación, la publicación de artícu-
los científicos, la generación de materiales de estudio, la actividad docente y
congresual, etcétera. El trabajo social sanitario está inmerso en esta dinámica
científica y de alta exigencia, está directamente afectado e influenciado por este
marcado carácter investigador, el cual se convierte en motivación profesional.
A lo largo de los últimos años el trabajo social sanitario ha experimentado
un enorme desarrollo, lo que ha supuesto un gran impulso de iniciativas como
la puesta en marcha, en España, en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC),
dentro de los Estudios de Ciencias de la Salud, del posgrado de Trabajo Social
Sanitario, actualmente camino de convertirse en máster oficial de Trabajo So-
cial Sanitario. El lograr este espacio universitario supone un incremento ex-
ponencial de posibilidades para la nueva generación de conocimiento especí-
fico, ya que se amplía el corpus teórico clásico desde la realidad. Cada vez más,
crece la conciencia de los trabajadores sociales sanitarios sobre la importancia
de asumir una actitud activa, creativa, genuina, capaz de liderar e implementar
propuestas de nuevos programas que se apoyan en la realidad, micro y/o ma-
cro, interpretada a través de múltiples diagnósticos sociales sanitarios y lidera-
dos desde los servicios de trabajo social sanitario. Toda la estructura y función
del trabajo social sanitario no puede falsificarse, bajo conjeturas y supuestos
que lo transforman en otra cosa. Ello incluye la renuncia a la elaboración del
«diagnóstico social sanitario» y su sustitución por una actividad más cercana
a la improvisación instintiva, aunque se acierte y resuelva problemas, que a
190. Los recortes constantes que en estos últimos años se están dando, en principio, pueden modi-
ficar el tipo de relación y cobertura de determinados servicios, pero no la existencia de la relación
en sí.
© Editorial UOC 142 El diagnóstico social sanitario

una actividad profesional racional, meditada y calculada, nutrida con el cono-


cimiento y contrastada desde él.
Se ha visto en páginas anteriores cómo los precursores, ellos y ellas, sen-
taron las bases del modelo biopsicosocial,191 tal como hoy se lo conoce, antes
de que se le denominara así, viendo el trenzado natural que se daba entre lo
biológico, lo psicológico, lo social y lo ambiental retroalimentándose, todas
estas dimensiones entre sí, constantemente. Desde aquellos primeros años han
sido muchos los profesionales médicos192 que han alabado y presentado el tra-
bajo social sanitario como una disciplina, compañera imprescindible, de la
medicina moderna, una parte de ella se muestra cada vez más sensible con lo
individual, con las complejidades y las densidades humanas que singularizan
destinos y sus circunstancias, una de ellas, es la enfermedad.
La imposibilidad de disociar el «diagnóstico social sanitario» del ejercicio del
trabajo social sanitario, como el «diagnóstico médico» al ejercicio de la medici-
na o el «diagnóstico de enfermería», donde lo haya, al ejercicio de la enfermer-
ía, da entidad a la profesión, le aporta un carácter científico universal y valida
la intervención biopsicosocial que no pertenece al trabajo social sanitario, ni a
la medicina, ni a la enfermería, sino a todas las disciplinas simultáneamente. Es
dentro de esta simultaneidad práctica que el modelo biopsicosocial deja de ser
discursivo y se torna una práctica real, de la cual las personas atendidas adquie-
ren conciencia. La persona, se viene diciendo, en el trabajo social sanitario, no
exclusivamente, es parte activa del servicio que recibe pero, a la vez, es cons-
ciente de ello. Dentro del modelo biopsicosocial cada profesional, ejerza desde
la disciplina que ejerza, actúa a la vez como proveedor y cliente de los demás
profesionales con los que trabaja en equipo atendiendo a la misma persona. El
modelo biopsicosocial implica horizontalidad, cada profesional necesita de los
otros, aunque no lo crea, para completar su trabajo y debe ganar la conciencia
de que los demás profesionales también necesitan de él, o ella, para completar
el suyo. Es una cuestión de conocer los límites que el propio conocimiento
impone y facilita, según se mire, para garantizar las mejores prácticas y a la vez
asumir la condición de especialista que es, y la responsabilidad que ello le im-
prime. Así pues, si los médicos y las enfermeras se apoyan en sus diagnósticos,

191. Aunque el modelo biopsicosocial como nombre y define George Engel en 1977 [«The need for
a new medical model: a challenge for biomedicine». Science 8 April. Vol. 196 Núm. 4286. 1977:
129-136.] la filosofía que encierra dicho modelo se encuentra en textos de finales del siglo XIX.
192. Se ha vista en páginas anteriores: William Olser, Charles P. Emerson, Richard C. Cabot, Michael
Davis, entre otros. Y todos ellos con grandes profesionales del trabajo social médico, o trabajo
social hospitalario al lado: Miss Garnet Isabel Pelton, Miss Ida M. Cannon, del Massachusetts Ge-
neral Hospital en Boston, Miss Pendleton, la primera trabajadora social médica del John Hopkins
Hospital en Baltimore, etcétera.
© Editorial UOC 143 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

los trabajadores sociales sanitarios también deben apoyarse en el suyo. Es ele-


mental. Y de igual forma que ningún trabajador social sanitario conceptúa su
intervención al margen de los facultativos y de la enfermería, éstos deberían
madurar la comprensión de que sus intervenciones tampoco se pueden dar sin
la aportación diagnóstica del trabajador social sanitario.
Sin embargo, estos últimos parecen predestinados a defender constante-
mente esa elementalidad que es su ejercicio profesional en los establecimien-
tos sanitarios abogando por la autonomía metodológica que su condición de
profesionales les otorga y les exige. Dicha autonomía surge del conocimiento,
no de la improvisación. Una autonomía que no debe confundirse con inde-
pendencia ni descoordinación pero que, en determinados establecimientos
sanitarios, se ve encorsetada, reprimida y ahogada, rompiendo en ocasiones los
fundamentos y valores de la profesión. Sobra casi decir, a estas alturas del libro,
que uno de esos fundamentos es la elaboración del «diagnóstico social sani-
tario», centro neurálgico de los procedimientos y de los protocolos de trabajo
social sanitario. En los últimos años se debe lamentar que progresivamente el
«diagnóstico social sanitario» se haya visto asfixiado por la imposición del uso
de clasificaciones de problemas que, además de denominarlas erróneamente
diagnósticos sociales, se convierten en finalistas en sí mismas y no en infor-
mación sobre la cual trabajar y diagnosticar. Pareciera que el objetivo fuera el
registro del problema que salta a la vista y su asociación a un recurso comuni-
tario y no la elaboración del «diagnóstico social sanitario» para proceder al pos-
terior tratamiento desde el trabajo social sanitario y, si cabe, gestionar el apoyo
de recursos comunitarios. Las prisas se imponen y algunos trabajadores sociales
sanitarios caen en ellas. Es hora de empezar a negarse a aceptar actitudes de
médicos, enfermeras u otros, que se permiten entrar en el despacho del traba-
jador social sanitario para ordenarle tramitar cualquier recurso o prestación.
Hasta escribiéndolo chirría, resulta inconcebible y osado. La autonomía del
profesional es un requisito obvio en todo experto que ejerce abrazado siempre
al corpus teórico de su disciplina. Además, es cortesía tratar a los profesionales
como profesionales que son.
En pleno 2012, azotados por una crisis que sigue in crescendo y es evidente
que va mucho más allá de lo económico, el trabajo social sanitario en su fun-
ción genuina, la que asume sin dudarlo los valores, los principios, las respon-
sabilidades (el «diagnóstico social sanitario» es una de ellas) que lo llevaron a
convertirse en profesión, se erige como una de las disciplinas con más recursos
intelectuales, emocionales y estratégicos que facilita a las personas y a las insti-
tuciones caminos para la optimización de los recursos propios de cada cual en
su rol. Los trabajadores sociales sanitarios, a través del «diagnóstico social sani-
© Editorial UOC 144 El diagnóstico social sanitario

tario», ayudan a las personas, a los grupos, a la comunidad, a ganar autonomía


y a afrontar los hechos conflictivos que les afectan y, simultáneamente, a desar-
rollar acciones preventivas en las que, de nuevo, las personas son parte activa.
La historia certifica el desempeño que el trabajo social en general, el sanitario
en particular, jugó en los inicios del desarrollo del Estado del bienestar en su
sentido más amplio y generoso, mucho más allá de un conjunto de pensiones
y prestaciones. El trabajo social en general, el sanitario en particular, veló desde
sus orígenes por la promoción y desarrollo de la persona enferma en ese cami-
no de recuperación, una manera de garantizar la igualdad de oportunidades
cuando las circunstancias personales afectadas por la enfermedad juegan a la
contra. Helen Harris Perlman lo define muy gráfica y elementalmente en la
siguiente definición-exposición:

«El trabajo social es la encarnación de la creencia en nuestra sociedad de que


las personas deben tener el derecho y la oportunidad para llevar una vida per-
sonal satisfactoria y socialmente útil».193

Es una evidencia que la igualdad de oportunidades en lo humano es dife-


rente de la igualdad de resultados, lo cual viene marcado por el hecho de que
las personas son distintas y aprovechan en distinta manera sus propios recursos
y habilidades. El trabajo social sanitario, pensado siempre como un conjunto
de procedimientos y de protocolos orientados a evitar o tratar las carencias,
desajustes, desequilibrios, disfunciones sociales, sobrevenidas a raíz de la en-
fermedad, encuentra en el «diagnóstico social sanitario» la articulación ne-
cesaria que a modo de bisagra vincula la fase de estudio, de obtención de datos
y su interpretación a la de intervención y plan de tratamiento. El «diagnóstico
social sanitario» contextualiza la enfermedad inscribiéndola en las coordena-
das sociales y psicosociales, ambientales que conforman la cotidianeidad de
la propia persona, de la familia, de sus allegados, vivencias, experiencias, cui-
dados que se diseminan entre su hogar y su medio ambiente. Además, es la
base más sólida desde la cual los trabajadores sociales sanitarios, ellos y ellas,
pueden promover, sobre la base de hechos y factores identificados, los círculos
virtuosos que buscan y crean las nuevas posibilidades personales, se centran
en los aspectos positivos (siempre los hay) del núcleo de convivencia y tratan
de romper, por la toxicidad en el existir de la persona, los círculos viciosos
que se nutren de lo insano, de la fragilidad y vulnerabilidad, total o parcial, e
impiden la prosperidad de cada cual. Así las personas enfermas, sus familias,

193. Perlman, H. H., So you want to be a social worker. New York. Harper & Row, Publishers. 1962: 39.
© Editorial UOC 145 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

con el apoyo profesional dispuesto desde el «diagnóstico social sanitario», se


convierten en su principal y consistente fuente de ayuda. La importancia del
«diagnóstico social sanitario» se basa en el compromiso profesional de generar
bienestar social sin caer en el adoctrinamiento o el colonialismo ilustrado. Un
bienestar que se edifica sobre los aspectos, previamente diagnosticados, que lo
posibilitan.
Es preciso proyectar desde la acción que todos los servicios que se prestan
desde el trabajo social sanitario se justifican en el «diagnóstico social sanitario»
o un «prediagnóstico social sanitario». Así, por poner un ejemplo, si se presta
un «servicio de apoyo psicosocial para aprender cómo realizar la higiene per-
sonal del familiar encamado», deben darse las circunstancias que lo justifican
y, de todas ellas, la evidencia testimonial de que la persona carece de esta ha-
bilidad y necesita adquirir formación y educación sanitarias en este sentido.
A lo largo de estos últimos años, en otras páginas, la autora ha señalado en
repetidas ocasiones que las intervenciones desde el trabajo social sanitario de-
ben diferenciarse de las respuestas reactivas que, con práctica y sentido común,
están al alcance de cualquiera y que incluso resuelven dificultades prácticas, de
la intervención desde el trabajo social sanitario cuyos objetivos terapéuticos
se proyectan más allá de la simple solución de problemas generados en un
momento determinado. Ambos sistemas de ayuda cumplen su función, pero el
confundirlos o fusionarlos pone siempre al trabajo social sanitario en el punto
de mira de quienes desconocen su función. El año próximo, 2013, hará treinta
años que Helen Rehr, quien durante muchos años fuera la directora del Depar-
tamento del Servicio Social Médico del Mount Sinai Hospital de Nueva York,
dejara en el aire la siguiente frase:

«El trabajo social en el campo sanitario ¿está avanzando o está luchando por
sobrevivir?».194

Corría el año 1983 y se celebraba el setenta y cinco aniversario de la pri-


mera plaza de trabajo social sanitario en el Mount Sinai Hospital de Nueva
York. Helen Rehr, con esta sencilla pregunta, daba relieve a una realidad to-
zuda, marcada por ese esfuerzo ingente que forma parte del paisaje de todas
las generaciones de trabajadores sociales sanitarios. Pasados casi treinta años
de ello, con más de un siglo de historia, la breve reflexión de Helen Rehr sigue
ahí espoleando a la profesión. Su recordatorio en estas páginas busca mantener

194. Rosenberg, G.; Rehr, H., Advancing Social Work Practice in the Health Care Field: Emerging
Issues and New Perspectives. New York. The Haworth Press. 1983: IX.
© Editorial UOC 146 El diagnóstico social sanitario

en la palestra una realidad que lejos de desvanecerse sigue más viva y voraz
que nunca y a la que cabe enfrentarse no con palabras sino con hechos y
conocimiento. En esa misma celebración y dentro del mismo acto congresual,
Neil F. Bracht señalaba cómo los esfuerzos realizados en materia de investi-
gación por los trabajadores sociales sanitarios del Mount Sinai Hospital habían
modificado la práctica y estimulado nuevas concepciones en los roles del tra-
bajo social sanitario en el sistema sanitario estadounidense. En su exposición
mencionaba el «diagnóstico social sanitario» como imprescindible a la hora de
tomar decisiones. Literalmente decía:

«Al enfrentar –con coraje espero– el inhóspito clima, nacional e internacio-


nal, dentro del cual existen los servicios sociales, el diagnóstico social preciso
(social y político) debe preceder a cualquier sugerencia de acción colectiva o de
estrategias para proteger los logros alcanzados en el bienestar humano».195

Este libro se postula sobre varias hipótesis: una de ellas es que los trabajadores
sociales sanitarios que vean en el «diagnóstico social sanitario» su identidad,
su idiosincrasia, su fuerza profesional, su factor diferencial, disuadirán desde su
práctica a los muchos simpatizantes del trabajo social sanitario cuando piensan
que pueden ver los problemas de la persona y recomendarle recursos, cuando
se confunden creyendo que están elaborando un «diagnóstico social sanitario»
y sobre él apoyando una intervención. Siendo precisos, pueden ver los pro-
blemas de la persona y recomendarle recursos, ciertamente pueden actuar así,
pero «ni están elaborando un “diagnóstico social sanitario”, ni sobre él están
desarrollando una intervención». Sí que están jugando a la adivinación porque
si sale bien, fantástico, pero si sale mal, entonces llegarán los lamentos. Mejor
dejarlo ahí. El trabajo social sanitario, además, no es algo que se hace, no se basa
en la mecánica, como dijo Helen Harris Perlman, no se trata de enchuchar o
desenchufar aparatos, o mover piezas de un lugar a otro,196 es una doctrina pro-
fesional que se ejerce siguiendo procedimientos y protocolos, presta servicios
y sobre todo es una actitud ética que encierra valores y principios inviolables.
En la elaboración del «diagnóstico social sanitario» reside toda la fuerza de
esta profesión cuyo fin es implicar a la persona en la construcción de su bien-
estar social estructural, no coyuntural, y por extensión, generar bienestar a la
sociedad en general que encuentra programas y espacios de apoyo temporal o

195. Bracht, N. F., «Preparing new generations of social workers for practice in health settings», en
Rosenberg, G.; Rehr, H., Advancing Social Work Practice in the Health Care Field: Emerging Issues and
New Perspectives. New York. The Haworth Press. 1983: 29-44.
196. Perlman, H. H., op. cit. 1962: 46.
© Editorial UOC 147 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

indefinido. El «diagnóstico social sanitario» permite al profesional acompañar


a las personas en el esfuerzo que les supone, ante las nuevas condiciones, la
recuperación de la máxima independencia manteniendo viva su responsabili-
dad como personas, evitando que se abandonen y caigan en la desolación.
Pero dicho esto, cabe asentir las palabras de Helen Rehr. Sí, el trabajo social
sanitario, también en España, es una profesión que avanza pero a la vez lucha
por sobrevivir.
La reintroducción del «diagnóstico social sanitario» como parte de los pro-
cedimientos y/o de los protocolos, en el ejercicio diario, siguiendo los condi-
cionantes expuestos en las diferentes definiciones y reflexiones sucedidas a
lo largo del tiempo, el separar las actuaciones reactivas primarias del plan de
tratamiento e intervención (soportado en el «diagnóstico social sanitario»), el
estar en disposición de acreditar la influencia positiva de la intervención rea-
lizada y para qué ha servido, supondrá, para el trabajo social sanitario un giro
en su proyección pública e institucional dejando de lado la falsa percepción
de que todo es pura intuición, improvisación, intervenciones oportunas que
se dan sobre la marcha y simulando el «aquí te pillo, aquí te doy». Y sin duda,
debe quedar bien diferenciado el «diagnóstico social sanitario» de las «listas de
problemas», dicho sea de paso, al alcance de la mayoría.

La persona enferma, sus problemas, sus percepciones y


sensaciones

La persona enferma, o en riesgo de enfermar, es el centro de gravedad del


trabajo social sanitario. Para elaborar un «diagnóstico social sanitario» correcto
es preciso la comprensión de la persona y la comprensión del medio ambi-
ente donde habita y vive, así como determinar la simbiosis que se produce
entre ellos.197 Este vivir solo, ¿qué significa para José, que está sufriendo un
principio de demencia de Alzheimer? ¿O para el mismo José que se ha cortado
en un dedo mientras cocinaba unas patatas? La persona enferma percibe y
siente sus problemas en diferentes formas, las cuales responden con mayor
o menor precisión a la realidad que se ofrece al análisis del trabajador social
sanitario. Pero dicho esto, resultaría de una gran ingenuidad pretender que en
unas pocas o muchas entrevistas, no importa, se puede llegar al conocimiento
y comprensión absolutos de la persona. Tampoco es necesario conocer todo y
por ello se aplican técnicas de diversa índole que aceleran ese conocimiento de

197. Richomnd, M. E., op. cit. 1922: 144-145.


© Editorial UOC 148 El diagnóstico social sanitario

la persona enferma y su medio, pudiendo aproximarse con bastante exactitud


en qué manera esa interrelación afecta a la recuperación biopsicosocial. Pero lo
principal, como señala Helen Harris Perlman, es saber ¿quién es esta persona?
¿Cuál es su personalidad y temperamento? ¿Cuáles son sus distintos roles?
¿En qué manera, usando sus capacidades, puede satisfacer sus necesidades? Esa
persona ¿puede transformarse? ¿Qué es lo que se debe modificar en la persona
para que pueda afrontar sus nuevos problemas?198 Todo ello sin olvidar el lu-
gar desde el cual se está ejerciendo, entendiendo que éste, su funcionamiento,
puede limitar este conocimiento de la persona y su entorno pero no alterar el
ejercicio de la profesión. Ello, entonces, permite acciones justificadas en un
prediagnóstico. Por ejemplo si la persona está hospitalizada pero su estancia es
muy corta, o está siendo atendida en un servicio de urgencias. Muchas veces
el trabajador social sanitario, él o ella, se encuentra asumiendo un rol terapéu-
tico por reacción, desde la atención profesional individualizada, pero no por
intervención, debiendo ser entonces el servicio de trabajo social sanitario de la
atención primaria el que dé continuidad a la atención elaborando el «diagnós-
tico social sanitario» que permitirá proponer un plan de trabajo.
Lo humano nunca se acaba, resulta inabordable en su completitud y trans-
curre entre sinergias que acontecen de forma que, desde el trabajo social sani-
tario, el orden de los hechos, de los factores, su trenzado, sí afecta, y mucho, en
lo que resultará la nueva realidad de la persona. El trabajo social sanitario por
su naturaleza sistémica transita constantemente de lo individual a lo grupal
y a lo comunitario y viceversa, de lo comunitario a lo grupal y lo individual.
Cuando la persona se encuentra, o acude al trabajador social sanitario en busca
de consejo, de ayuda, y respondiendo a las preguntas del profesional, le explica
sus dificultades y pensamientos más íntimos, le cuenta cómo se siente, qué cree
que necesita, está confiándole lo que le preocupa, lo que le da miedo, a lo que
teme, lo que cree que no podrá asumir. Pero también le está contando sus pro-
pias fortalezas. En primera instancia las personas no acuden al trabajador social
sanitario para contarle que todo está bien, salvo cuando haya tenido lugar al-
guna intervención anterior, que entonces es muy habitual. Éste, el trabajador
social sanitario, comprometido con los valores y principios de la profesión,
se convierte, junto con la misma persona, en parte constructora de esa nueva
realidad que la enfermedad está modificando, lenta o abruptamente, por un
tiempo limitado o indefinidamente. Por eso el «diagnóstico social sanitario» se
constituye en un proceso muy delicado y de gran responsabilidad profesional.

198. Perlman, H. H., Persona, social role and personality. Chicago. The University of Chicago Press.
1970.
© Editorial UOC 149 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

Para garantizar una correcta intervención profesional es preciso sentir la res-


ponsabilidad que conlleva esta intervención que se está planificando. Como
señala Helen Harris Perlman:

«Qué hacer es el problema diario de los profesionales asistenciales. Qué


seleccionar hacer. Cómo hacerlo. En qué orden y dirección, por qué medios;
la forma de operar con enfoque pero desde la libertad,199 cómo ser flexible y,
sin embargo, preciso, cómo servir a ambos generosamente y, sin embargo,
económicamente».200

Unas páginas más adelante, después de la reflexión anterior, Perlman habla


del «diagnóstico etiológico» atendiendo a las causas del problema, situados en
este contexto social sanitario, se añade generado o avivado por la enfermedad,
o, también, por el mismo contacto con el sistema sanitario, ello como objeto
de investigación y lo contextualiza como sigue:

«El diagnóstico etiológico en el sentido de la historia de vida de una persona


o de un problema puede contribuir a la comprensión de la naturaleza del pro-
blema a tratar con la persona que tiene ese problema y los caminos y los medios
que se pueden anticipar, como ayudas. Esta contribución se da en gran medida
a través de la revelación de un comportamiento fijo o maleable o patrones de
circunstancias».201

Perlman rotula, siempre refiriéndose al trabajo social, para este libro se


añade sanitario, que el «diagnóstico etiológico» (el que busca las causas, las
razones, del malestar en la historia de la persona), al igual que ella denomina
el «diagnóstico clínico» (el que establece e identifica el malestar de la persona y
establece la diferencia con su propio umbral de bienestar), son sólo una faceta
del conocimiento por el cual el trabajador social sanitario define un plan de
tratamiento que acompaña y guía al cliente hacia su futuro. El «diagnóstico
clínico» atendiendo a su conceptualización equivale al mismo «diagnóstico
social sanitario».
Antes de seguir se abre un paréntesis para centrar el término «etiología» que
en medicina se define como:

199. Todo el párrafo lleva a considerar esta expresión desde la libertad que todo profesional necesita
para su correcto ejercicio que le debe poder permitir.
200. Perlman, H. H., Social casework: a Problem-solving Process. Chicago. The University of Chicago
Press. 1957: vi.
201. Perlman, H. H., ibíd. 1957: 178.
© Editorial UOC 150 El diagnóstico social sanitario

«De la causa, conjunto de causas, o la forma de la causalidad de una enferme-


dad o condición. La causalidad de las enfermedades y trastornos, como objeto
de investigación. La investigación o la atribución de la causa o razón de algo, a
menudo expresado en términos de la explicación histórica o mítica».202

Pensando en el trabajo social sanitario y manteniendo el mismo hilo argu-


mental el «diagnóstico social sanitario etiológico» trata de «La causa, conjunto
de causas, o la forma de la causalidad de una necesidad o dificultad social
o psicosocial. La causalidad de las dificultades y trastornos, como objeto de
investigación. La investigación o la atribución de la causa o razón de algo, a
menudo expresado en términos de la explicación histórica o mítica». Se abre
otro paréntesis para explicar el significado del término «clínico» muy usado en
el trabajo social generalista y el trabajo social sanitario. En medicina «clínico»
se describe como:

«Relativo a la observación y tratamiento de los pacientes en lugar de teoría


o estudios de laboratorio. (De una enfermedad o condición) causando síntomas
observables y fácilmente reconocibles».203

La definición es aplicada al trabajo social sanitario, concretamente al traba-


jo social de caso, el casework, también denominado, como es sabido, «trabajo
social clínico». Todo trabajador social sanitario en primera línea asistencial está
desarrollando, potencialmente, trabajo social clínico porque está atendiendo
a la persona enferma, a su familia, los está tratando directamente, no desde la
teoría como sería el caso, por ejemplo, de un alumno o alumna de prácticas
que está escuchando las explicaciones de su profesora respecto del mismo caso.
El trabajo social clínico también incluye la observación de la persona en su
comunidad y en su medio ambiente. Lo clínico, por definición, implica el cara
a cara, la relación directa entre el profesional y la persona, los procedimientos,
o los protocolos que se apliquen siempre responderán al criterio del trabajo
social sanitario clínico, o como se ha señalado con anterioridad, de caso, o
casework.

202. «Aetiology noun», Oxford Dictionary of English. Edited by Angus Stevenson. Oxford Univer-
sity Press, 2010. Oxford Reference Online. Oxford University Press. Universitat Oberta de Ca-
talunya. 7 July 2012 <http://0-www.oxfordreference.com.cataleg.uoc.edu/views/ENTRY.
html?subview=Main&entry=t140.e0011370>
203. «Clinical» adj. The Concise Oxford English Dictionary, Twelfth edition. Ed. Catherine Soanes and
Angus Stevenson. Oxford University Press, 2008. Oxford Reference Online. Oxford University
Press. Universitat Oberta de Catalunya. 7 July 2012 <http://0-www.oxfordreference.com.cataleg.
uoc.edu/views/ENTRY.html? subview=Main&entry=t23.e10565>
© Editorial UOC 151 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

Lo clínico no está reñido con lo teórico, al contrario, lo alimenta y permite


su redefinición. Desde hace años se sabe que es en la observación de las repeti-
ciones que se permite el planteamiento de investigaciones experimentales y
aplicadas cuyos resultados van a ir perfilando aspectos diferenciadores entre
unas realidades y otras, los cuales, por separado, nutrirán el corpus teórico
que formará parte de los contenidos de las futuras enseñanzas. Sólo con el
seguimiento de procedimientos o de protocolos de trabajo social sanitario, de
su análisis periódico, se puede dar por válidos los resultados obtenidos u obser-
vados y se pueden considerar las conclusiones. Ello lo permite la aplicación del
mismo método en todos los casos, la variabilidad en el abordaje de los casos, en
su estudio, en su sistemática, arruina cualquier intento de investigación.
Así pues, los paradigmas del trabajo social sanitario van evolucionando y lo
hacen en modo distinto a los del trabajo social generalista. Primero se supo que
la enfermedad acunaba la pobreza, la miseria, incluso el crimen.204 Enseguida
se vio que las condiciones sociales, de la vivienda, del barrio del enfermo, las
actitudes de su familia marcaban, por ejemplo, las probabilidades del cumpli-
miento terapéutico, facilitaban una mejor convalecencia205 y como consecuen-
cia favorecían el restablecimiento, o en caso contrario favorecían el reingreso
hospitalario. Con el tiempo también se observó que la misma enfermedad, con
independencia de la esfera social a la que se perteneciera, rompía dinámicas
familiares, afectaba al mundo laboral, modificaba las relaciones sociales, los
roles sociales y familiares, era un gravamen para la economía,206 transformaba
el sentir y el vivir de la persona, de su familia considerando a cada miembro en
particular, ello de manera temporal, en el caso de las enfermedades agudas, o
indefinidamente, en el caso de las enfermedades crónicas y degenerativas. Más
adelante se comprobó que determinadas enfermedades generaban un fuerte
impacto en lo social y lo psicosocial por lo que era necesario profundizar en
esos aspectos psicosociales que se podían asociar a tal o cual enfermedad y que
les daban identidad.207 Se ha señalado en páginas anteriores las diferencias
necesarias en el plan de tratamiento de personas diagnosticadas de demencia
tipo Alzheimer con las diagnosticadas de diabetes o que han sufrido un ac-
cidente de tráfico o trabajo con grandes quemaduras. Los efectos emocionales
y psicosociales, comprobados, asociados a determinadas enfermedades se en

204. Cabot, R. C., Social service & the art of healing. New York. Moffat, Yard and Company. NASW
Classic series. 1915: vii.
205. Cabot, R. C., «Social service work in hospitals». Chicago Medical Recorder, 1911, 33: 307-321.
206. Fitzpatrick, R., et. al., La enfermedad como experiencia. México. Fondo de cultura económica.
1990. XX.
207. Turner, F. J., Differential diagnosis and treatment in social work. New York. The Free Press. 1968.
© Editorial UOC 152 El diagnóstico social sanitario

tremezclan con las variables sociales comparables: estado civil, personas con
las que convive, ingresos económicos, relaciones laborales, características de la
vivienda, conciencia de necesidad de ayuda, pérdida de estatus social, cambio
de roles familiares, etcétera. Para el trabajador social sanitario, lo importante
es lo que deriva del tratamiento médico de la enfermedad y la contextual-
ización de lo social en cada caso señalando la necesidad de ayuda personal o,
además, ayuda de recursos comunitarios. En el trabajo social sanitario, se viene
resaltando desde el principio, la vivencia de la enfermedad imprime itinerarios
de tratamiento social sanitario particulares, los cuales, bajo ningún pretexto,
pueden darse sin el aval del «diagnóstico social sanitario» en donde se cer-
tificará su necesidad. Los anteriores son sólo algunos ejemplos para ilustrar
el valor empírico que el «diagnóstico médico» imprime en la elaboración del
«diagnóstico social sanitario» y por consiguiente en la intervención que de él
se derive.
Así pues un elemento diferencial, ciertamente poco contemplado, de los
procedimientos o protocolos de trabajo social sanitario es que para atender
los aspectos psicosociales de la persona enferma en tratamiento médico, tam-
bién los de su familia o red social próxima, la percepción de dicho diagnóstico
médico, la vivencia que genera en cada miembro se constituye en un elemen-
to esencial de la ayuda y de cómo ésta se provea. El pronóstico social sanitario,
por su parte, se verá más adelante, dibuja el horizonte adyacente que marcará
el camino singular de las ayudas y servicios para cada persona después del
«diagnóstico social sanitario».
A lo largo de su más de un siglo de historia, el corpus teórico del trabajo
social en general, del sanitario en particular, como el de cualquier otra dis-
ciplina moderna, ha ido ganando teorías, matices y relieves, se ha visto en
las páginas anteriores cómo se ha ido generando un arbolado de saberes y
metodologías, de procedimientos, también de protocolos de intervención que
lejos de suponer posiciones encontradas pasan a sumar sobre aquellas primeras
leyes elementales, combinando y potenciándose de acuerdo con lo que cada
situación requiere. Eso es lo que se inscribe en el «diagnóstico social sanitario»,
el cual se asienta dentro de la amplitud de coordenadas que implica el caso
social sanitario. Es momento de recordar la definición elaborada por Gordon
Hamilton en 1940:

«Un caso social no viene determinado por el tipo de cliente (familia, infancia,
persona mayor, adolescente), no puede venir determinado por el tipo de proble-
ma (problemas económicos, problemas de conducta). El caso social es un acon-
tecimiento vital en el que siempre hay proporciones, variables de lo económico,
© Editorial UOC 153 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

lo físico, lo mental, lo emocional y de los factores sociales. El caso social está


compuesto de factores internos, externos o medioambientales. Uno no trata a
las personas en un sentido físico o en un sentido medioambiental, las trata en
relación con sus experiencias sociales y con relación a sus sentimientos respecto
de estas experiencias».208

En el trabajo social sanitario, este evento vital equivale a la incursión de la


enfermedad en la vida de la persona, de su familia. Una enfermedad que, por
leve que sea, trastoca todo, en mayor o menor medida, durante más o menos
tiempo.

El «diagnóstico social sanitario» en los diferentes servicios y


especialidades de los establecimientos sanitarios

Los criterios teóricos y coordenadas seguidas para la elaboración del «diagnós-


tico social sanitario» son, en gran medida, una fusión del «diagnóstico social»
y del «diagnóstico médico». De ahí la exigencia de adquirir un conocimiento
previo de la enfermedad que afecta a la persona, de los componentes psicoso-
ciales inherentes a ella y no a otra, abundando en que todo ello se da en una
persona singular. Este punto implica dos ángulos: por una parte la persona que
padece una enfermedad y por la otra la enfermedad. Así, la enfermedad se con-
vierte en única. No es lo mismo la diabetes que la diabetes de la señora «M».
Los componentes que permiten la elaboración del «diagnóstico social sani-
tario» son distintos de los que permiten el «diagnóstico social» que se elabora
desde otro ámbito, por lo general el de los servicios sociales.
En el «diagnóstico social sanitario», como en el caso social sanitario, se da
siempre un común denominador, la persona está enferma y está siendo tratada
médicamente (en hospitalización, en consultas o urgencias) en un estable-
cimiento sanitario (público o privado), o la persona está en riesgo de enfermar.
Recuérdese ¿quién es esa persona? ¿Con quién se relaciona? ¿Cómo se ve a sí
misma desde que está enferma? ¿Y cómo se ve en un futuro? ¿Qué es lo que
dice que le preocupa? ¿De qué habla? Etcétera. El «diagnóstico social sanitario»
se refiere siempre a una persona que padece una enfermedad o alteración bio-
lógica tratada en establecimientos del sistema sanitario u otros sistemas del
Estado del bienestar.

208. Hamilton, G. Theory and practice of social case work. New York and London. The New York School
of Social Work, Columbia University Press. 1951: 3-4.
© Editorial UOC 154 El diagnóstico social sanitario

Mapa conceptual 11. De la enfermedad a la persona enferma y la intervención biopsicosocial

Un sistema, el sanitario español, también europeo, que a pesar de los ajustes


y reajustes que está soportando, se rige por el modelo biopsicosocial por lo que
la historia clínica debe recoger todos los diagnósticos incluso elaborar uno con
todos ellos, satisfaciendo así el anhelo de Ida M. Cannon. A la luz de las de-
claraciones de los responsables de las esferas políticas y de la gestión, nada hace
pensar que ese modelo biopsicosocial retroceda para dar paso de nuevo al obso-
leto modelo médico o biomédico, a la larga, como se ha apuntado, mucho más
caro. El modelo biopsicosocial fue un logro de los profesionales cuya amplitud
de miras y observación milimétrica de la realidad de las personas enfermas a
las que atendían, les permitió abrazar la esfera de la persona enferma, no de
la enfermedad, una persona que estaba interaccionando constantemente con
su medio ambiente. Fueron los profesionales médicos, sensibles al sufrimiento
humano reunido alrededor de cualquier dolencia, enfermedad grave, quienes
sintieron la necesidad de adentrarse en los lugares en donde habitaban las per-
sonas que atendían y ver lo que había más allá de la enfermedad. Como en
1911 señalaba el Dr. Michael M. Davis, director del Dispensario de Boston, la
ciencia médica estaba penetrando en las condiciones sociales de algunas enfer-
medades poniendo de ejemplo la leche contaminada que había tomado el bebé
© Editorial UOC 155 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

enfermo, o la suciedad de la lechería donde la madre del bebé había adquirido


la leche.209 O el mismo Dr. Cabot cuando señala los desórdenes físicos que
causa el miedo en las personas.210
Son sólo ejemplos que en su momento les permitieron darse cuenta y a la
vez argumentar la influencia del medio ambiente y de las condiciones sociales
en general sobre el enfermar y el sanar. Así en el medio ambiente se gestaban
múltiples factores que posibilitaban la reconstrucción de las esferas de las per-
sonas enfermas pero también en ese medio ambiente anidaban factores que
habían propiciado la enfermedad y les impedían mejorar su bienestar. A esa
interacción constante se refirieron muchísimos profesionales, quienes vieron
esas primeras relaciones y la estrecha influencia entre las partes. Así las palabras
del Dr. Cabot parafraseadas por Ida M. Cannon cobran toda su intención:

«Lo que caracteriza al enfermo y su situación es la combinación única de


interacción de los elementos».211

«La combinación única», éstos son los mimbres del «diagnóstico social sani-
tario», elaborado, como se verá desde los principios de unicidad y autodetermi-
nación, de cada persona. El atributo, la característica, la categoría, el problema
o problemas, puede repetirse de una persona a otra, por poner algún ejemplo:
«padecer un AVC y vivir solo», «presentar anemia crónica y necesitar curas cada
ocho horas», «padecer obesidad y requerir una dieta baja en calorías», «padecer
una ludopatía», «haber sufrido una caída en la calle con rotura de tibia y pero-
né», etcétera. Esto les puede ocurrir a muchas personas. Lo que no se repite es
el contexto en donde este atributo, esta característica, esta categoría o este pro-
blema se da, se vive, se experimenta, siendo la vivencia, la experiencia y el afron-
tamiento del problema por parte de la persona y su familia los puntos de partida.
El acto de diagnosticar es un acto reflexivo, nunca puede ser un acto reac-
tivo ni azaroso, tampoco puede ser un acto de adivinación. Es una reflexión
que se construye sobre una sistemática y una metódica que promueve la inter-
vención terapéutica basada en conocimientos científicos. La capacidad de reac-
ción, en el trabajo social sanitario, es una habilidad y competencia que permite
gestionar dificultades y problemas, pero es distinta de la capacidad de reflexión
que propicia el análisis de las circunstancias que afectan en alguna medida a la

209. Davis, M. M., «Medical and social co-operation», National Conference on Social Welfare. 1911:
278-281.
210. Cabot, R. C., op. cit. 1915: 23.
211. Cannon, I. M., On the social frontier of medicine. Pioneering in medical social service. Cambridge.
Harvard University Press. 1952: 134.
© Editorial UOC 156 El diagnóstico social sanitario

persona, a la familia, relacionando los efectos y las causas probables, así como la
capacidad de interpretar los hechos sobre la base de los factores posibilitadores.
Algunas voces profesionales, se ha visto, se muestran disconformes con la
elaboración del «diagnóstico social sanitario» aduciendo que no tienen tiempo
de elaborarlo y que necesitan frases cortas, descripciones de problemas y, la-
mentablemente, con toda la alegría que permite el desconocimiento de las
cosas, no dudan en denominar «diagnósticos sociales sanitarios» a estas sim-
ples listas de problemas, de necesidades, de carencias o circunstancias adversas
de elaboración propia y con metodologías, a veces, carentes de pensamien-
to científico. Su principal argumento es que la enfermería tiene sus códigos
Nanda (North American Nursing Diagnosis Association),212 o que en atención
primaria cuentan con su CIAP213 abalada por la WONCA (World Organisation
of National Colleges, Academies and Academic Associations of General Practi-
tioners / Family Physicians). Y así, a falta de pan, como dice el refrán, buenas
son tortas. A falta de poder pensar desde el trabajo social sanitario y desde lo
que es el «diagnóstico social sanitario», desde lo que exige en su conceptua-
lización teórica, empiezan a pensar como enfermeras, o como administrativas
del padrón municipal. Y más allá su alegría no encuentra parangón cuando es-
criben el último código a una larga lista, cuanto más larga mejor, por cierto una
lista de las tantas que cada año se elaboran, con el convencimiento de que aca-
ban de elaborar un «manual de codificación del diagnóstico social sanitario»,
lo cual, por definición, es imposible. ¿Por qué? Porque cada «diagnóstico social
sanitario» es único e irrepetible en cada caso. Como lo es el ADN. Como lo son
las mismas personas, su entorno y su misma interioridad relacionándose con
ellas mismas y con ese entorno. Y aquí empiezan los problemas. Pero ello es
de fácil solución. Estas clasificaciones se pueden denominar «clasificaciones de
problemas sociales», pero no «códigos de diagnóstico social sanitario» porque,
sencillamente, no lo son.
Es una obviedad que la realidad actual de cualquier profesional que ejerce
en el sistema sanitario le obliga a convivir con las TIC (tecnologías de la infor-
mación y la comunicación). Así que es preciso buscar fórmulas que permitan
mantener lo cualitativo del «diagnóstico social sanitario», a la vez que poder
atomizarlo en partes que permitan su codificación para posteriores investiga-
ciones que faciliten proponer medidas, cambios, tipos de entrevista, en igual-
dad de condiciones como lo hacen otras profesiones.

212. http://www.aentde.com [Consulta 9 de agosto de 2012]


213. http://www.iqb.es/patologia/ciap/ciap_toc.htm [Consulta 9 de agosto de 2012]
© Editorial UOC 157 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

A riesgo de caer en la perogrullada conviene recordar lo obvio. El «diagnós-


tico social sanitario» es la evolución del «diagnóstico social» contextualizado
en el campo sanitario manteniendo la visión holística de la persona enferma
con relación a la enfermedad que padece, a sí misma, a su entorno y a su medio
ambiente. El elemento diferencial lo aporta, precisamente, el que la persona
esté enferma y sea atendida en el sistema sanitario por trabajadores sociales
sanitarios con formación en el campo sanitario. Lo señalaron pioneros, se ha
visto. Resumidamente, Sidney E. Goldstein214 para quien los trabajadores so-
ciales hospitalarios debían adquirir conocimientos sobre el funcionamiento del
hospital y sobre los diagnósticos médicos y las enfermedades. Y al preguntarse
en voz alta frente al auditorio dónde estaba ese profesional tan experto que él
mismo reclamaba, no dudó en responderse a sí mismo que no existía y que,
por lo tanto, había que formarlo. El Dr. Cabot215 también ahondó en la misma
necesidad de que los trabajadores sociales médicos (hoy sanitarios) adquirieran
conocimientos elementales de las diferentes enfermedades basando su argu-
mento en que no era posible diseñar un buen plan de trabajo social sanitario
sin ese conocimiento de la enfermedad respecto a tiempo de curación, lo que
implica el tratamiento. Ida M. Cannon216 señaló una esfera paralela, la necesi-
dad de comprender y tratar las complicaciones sociales de la enfermedad. Mary
E. Richmond217 también puso el foco en dicha necesidad de formación y de ga-
nar conocimiento en lo médico para mejorar el ejercicio profesional. Gordon
Hamilton218 dio relieve a la enfermedad entendiendo que en el método de case-
work, o de trabajo social clínico, era preciso saber qué aspectos sociales habían
influido en la enfermedad y qué aspectos podían resultar curativos, etcétera.

214. Goldstein, Sidney. E., op. cit. 1910: 341-346.


215. Cabot, R. C., op. cit. 1917: 101-104.
216. Cannon, I.M., op. cit. 1917: 1-5.
217. Richmond, M. E., op. cit. 1917: 35.
218. Hamilton, G., op. cit. 1931: 174-177.
© Editorial UOC 158 El diagnóstico social sanitario

Atención profesional individualizada y la elaboración del prediag-


nóstico social sanitario

Determinados servicios se caracterizan por el poco tiempo que las personas


permanecen en ellos. Poco tiempo significa unas horas, por ejemplo en servi-
cios de urgencias, o menos de 24 horas en cirugías ambulatorias. Ello lleva a
que los trabajadores sociales sanitarios que ejercen en su seno apliquen proce-
dimientos de «atención profesional individualizada» marcados por asistencias
puntuales. Ésta se define como la atención a personas atendidas en el sistema
sanitario, en servicios cuyo tiempo de atención es corto, entre una hora y tres
días. Son personas que necesitan orientación puntual para afrontar problemas
o dificultades que requieren de una respuesta rápida. Este tipo de atención sólo
puede apoyarse en un prediagnóstico social sanitario para avalar las decisiones
tomadas. Esto está sujeto a la organización del servicio médico cuya actividad
asistencial se resuelve en poco tiempo. El problema social sanitario es evidente
y la necesidad de ayuda queda bien especificada, por ejemplo: La gestión de la
recogida de niños en la escuela cuando la madre acaba de ingresar por urgencias.
La gestión de obtención de alimentos cuando la madre explica que no tiene
comida para la noche mientras su hijo que está siendo atendido en urgencias.
La gestión de una ayuda a domicilio después de una intervención ambulatoria.
La organización de la compañía de algún voluntario para acudir al centro de
salud. Etcétera. Se trata de una fórmula asistencial común y habitual en los ser-
vicios de trabajo social sanitario, sobre todo hospitalarios, condicionados por
la organización superior del propio establecimiento y por el área asistencial.
El tiempo limitado de atención médica condiciona los perímetros de la pres-
tación sanitaria y, consecuentemente, obliga a redefinir los perímetros de la
prestación de trabajo social sanitario. Una particularidad de dicha atención es
la necesidad de una acción puntual y necesaria en un momento que exige una
toma de decisiones rápida, ágil y óptima. Otra particularidad es que la presión
de la misma circunstancia que genera la dificultad obliga a recuperar la función
primaria resolutiva. Y finalmente que es el trabajador social sanitario, él o ella,
el que está mejor preparado para dar dicha respuesta pues en su haber cuenta
con sus conocimientos de los recursos y cómo acceder a ellos. Así pues la aten-
ción profesional individualizada viene dada ante la exigencia de una acción
que corresponde al trabajador social sanitario considerando su formación y
know how, y sería un error tildarla de intervención menor. En medicina, todo el
mundo sabe lo importante que son los primeros minutos de atención después
de producirse el accidente o lesión. En el trabajo social sanitario, ocurre lo
mismo. De la idoneidad de este primer cuidado depende la tranquilidad y segu-
ridad de la persona que está siendo atendida. El seguimiento posterior en otro
© Editorial UOC 159 El «diagnóstico social» y el «diagnóstico social...

ámbito quedará sujeto al criterio del trabajador social sanitario responsable de


la continuidad de la atención.
Si bien el “diagnóstico social sanitario» no es una lista de situaciones pro-
blemáticas, ni una mera descripción de atributos psicosociales, en la atención
profesional individualizada el uso de clasificaciones está justificada para poste-
riores investigaciones y proposición de programas asistenciales.
Montserrat Colomer habló de la atención profesional individualizada en
1974 en los siguientes términos.

«Sin embargo, nos atreveríamos a decir que esta asistencia individualizada


no es sinónimo de práctica de casework. Existen numerosos servicios de carácter
individualizado para orientación social, atención a necesidades de emergencia,
etcétera, que no posibilitan la práctica profesional de casework. En otros servi-
cios, que por naturaleza podrían dar lugar a ello, no se realiza en la práctica la
teoría del método, aunque sus principios y líneas generales informen la actitud
y habilidad profesional del asistente social. Creemos que es indiscutible el hecho
de que la realidad española no favorece la realización de la teoría de los métodos
tal como está planteada».219

No obstante, a pesar de las algaradas organizativas que se han sucedido a


lo largo de los últimos casi cuarenta años, es preciso insistir en que ningún
trabajador social sanitario, él o ella, puede renunciar a su responsabilidad pro-
fesional frente al «diagnóstico social sanitario», como se viene señalando, su
auténtico centro de gravedad y seña de identidad. El cómo se gestionen dichas
algaradas, relacionadas con la época que toca vivir pero no con el avanzar
del conocimiento, no exime de los roles y responsabilidades profesionales. La
atención profesional individualizada es un procedimiento específico de urgen-
cia que garantiza a las personas la metódica asistencial. La capacidad de reac-
ción rápida del trabajador social sanitario, su habilidad para resolver lo inme-
diato, gestionar determinados problemas cuanto antes, evitando así que las
situaciones degeneren, es una cualidad cada vez más apreciada por lo estimable
que resulta en la atención posterior del caso social sanitario.
Parece evidente que cada trabajador social sanitario, él o ella, debe tomar
conciencia del tipo de servicio en el que está ejerciendo y, como consecuencia,
actuar de acuerdo con las posibilidades asistenciales que éste permite sin que
ello signifique que las cosas no pueden cambiarse desde dentro. El cambio
siempre es posible sólo es preciso imaginarlo y dar el primer paso.

219. Colomer, M., «Método de trabajo social». RTS. Colegio de Trabajo Social de Cataluña. Núm. 55.
1974: 14.
© Editorial UOC 161 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

Capítulo III
Argumentatio. «Diagnosticar» y «diagnóstico»

«El trabajador social puede destruir el valor de la prescripción de un médico por un diag-
nóstico o tratamiento social erróneo y un médico puede, efectivamente, viciar un excelente
diagnóstico o tratamiento social».

Ida M. Cannon
Social Work in hospital: A contribution to progressive medicine (1917)

En el sistema sanitario el término «diagnóstico» es una de las expresiones


fijas del lenguaje habitual y, por ende, del ejercicio profesional en cualquiera
de las múltiples disciplinas que lo integran. Asusta pensar que se produzcan in-
tervenciones profesionales sin diagnóstico previo, o lo que es lo mismo que se
limiten a satisfacer demandas expresadas sin molestarse en profundizar tanto
en la causa real como en su naturaleza. Sin embargo, observando y escuchando
detenidamente a los profesionales de la medicina, de la enfermería, del trabajo
social sanitario, de la psicología, de la terapia ocupacional, etcétera, demasia-
das veces se pone de relieve que puede haber mucha presunción en el uso del
término diagnóstico, denominando diagnóstico a algo que en realidad no lo
es. A modo de ilustración de caso, una persona va al centro de salud con dolor
de garganta y tos, el médico le receta un jarabe y un antibiótico, ese tratamien-
to ¿se apoya sobre un diagnóstico médico? Esa misma persona aprovecha la
visita médica para explicar al trabajador social sanitario que se encuentra muy
desanimada después de la muerte de su hermana, que está sola en casa todo el
día y que no tiene a nadie con quien hablar. El trabajador social sanitario, él o
ella, le explica que en el centro cívico hay grupos de manualidades y la anima
a acudir a uno de ellos. Procede la misma cuestión, esta intervención ¿se apoya
en un «diagnóstico social sanitario»? La respuesta a ambas preguntas se reduce
a un monosílabo: «No». Y como se verá, ese «No» queda desvinculado del he-
cho posterior de que en el primer caso desaparezca el dolor de garganta y la tos,
y que en el segundo caso la señora rehaga alguna relación social y se manifieste
contenta. Ambos profesionales han reaccionado a una demanda, a un síntoma
y por suerte, aquí sí es por suerte, han acertado. Su respuesta es reactiva y los
días pondrán de relieve si ha valido para algo o no y el malestar físico y psicoso-
cial continúa. Ambos profesionales han reaccionado a la manifestación de un
© Editorial UOC 162 El diagnóstico social sanitario

problema que han asociado al problema, pero con esta actitud han rechazado
profundizar en la naturaleza real de dicho problema y, por tanto, modificar un
horizonte, quizás, abocado a la repetición que irá agravando los síntomas hasta
que otros profesionales asuman su rol y elaboren un diagnóstico.
En el campo del trabajo social sanitario es frecuente encontrarse con reac-
ciones a las manifestaciones de los problemas, los cuales se documentan con
un clic sobre una lista de posibilidades. En el mejor de los casos el sistema de
información contará con un espacio de texto libre en donde se transcribe tex-
tualmente el problema o problemas que plantea la persona en su literalidad.
Debe recordarse que en esta literalidad se obtiene mucha información. Por
ejemplo, siguiendo con el caso ilustrado anteriormente: «Mujer de 75 años que
vive sola desde que murió su hermana y explica que ha perdido sus relaciones
sociales. Dice sentirse desanimada. Se le explica que hay grupos de manualida-
des, a lo que responde con interés de acudir. Se la deriva al centro cívico de su
zona». Pero esto ¿no lo puede hacer cualquiera? De ello también es testigo el
médico o la enfermera y, ambos, cada uno por su parte, pueden escribir y actuar
de la misma manera, si la señora les cuenta a ellos y no a la trabajadora social
sanitaria, quien en resumen ha obrado igual. Ni el clic, ni la transcripción de lo
que se ve o se habla, de lo que se gestiona, sin más, se puede aceptar como un
«diagnóstico social sanitario», aunque salga de la pluma del trabajador social
sanitario y, lo mismo, si sale de la pluma del médico o de la enfermera. Para que
esta transcripción hipotéticamente pudiera considerarse un «diagnóstico social
sanitario», aparte de que sería mucho más preciso, debería cumplir con unos
requisitos metodológicos, de razonamiento y de semántica, de denominación.
En el peor de los casos, esta descripción se articula tomando un relato subjeti-
vo, una demanda expresada, que se transcribe, se toma como certeza cuando
simplemente es la puerta de entrada al «caso social sanitario» y de este primer
encuentro a lo sumo que podría llegar a establecer unas «hipótesis diagnósticas
por verificar».
Así, ¿qué es diagnosticar y en qué medida ese ejercicio, ese conjunto de
principios metodológicos, de exploraciones psicosociales, conducen al diag-
nóstico? Parecería que las dos palabras «diagnosticar» y «diagnóstico» están
cien por cien vinculadas, sin embargo, esa vinculación sólo la garantiza el pro-
fesional si cumple con la metodología. Es fácil establecer una correlación en-
tre la primera «diagnosticar» y la segunda «diagnóstico». La primera como el
inicio del camino de la investigación del problema que presenta la persona y
que permite, apoyándose en el método de indagación, interpretación y valida-
ción de hechos y realidades observables o subyacentes, poner sobre la mesa el
mapa del caso social sanitario, la segunda como llegada a la descripción de la
© Editorial UOC 163 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

naturaleza de lo visto, deducido y validado así como la presentación del plan


de trabajo.
En Social Diagnosis220 Mary E. Richmond diferencia ambos términos, se refiere
a diagnosticar y también se refiere a diagnóstico. Suscribe en varias ocasiones
la afirmación de que «el acto de interpretar es el acto de diagnosticar» como
acción, como ejercicio, como camino que lleva al «diagnóstico». Por ello, para
comprender esos hilos que vinculan el diagnosticar (como acción de investiga-
ción metódica) al diagnóstico (como concepto que lleva a la intervención) es
importante separar ambas significaciones.
El verbo «diagnosticar» indica, como cualquier verbo, la acción, no una
acción cualquiera, la precisa y concreta, como se ha visto anteriormente, de
discernir, diferenciar, juzgar un problema o dificultad a través del conocimien-
to profesional. El problema es «A» y no «B». Siguiendo con el ejemplo anterior,
por ejemplo, «la señora no ha elaborado el duelo», o «la señora dejaba en
manos de la hermana sus relaciones sociales». Ese discernir le dará el rango
de «diagnóstico». Para que el puerto de llegada sea el «diagnóstico social sa-
nitario» asumiendo las definiciones, esto es, que define la personalidad de la
persona enferma que padece el problema, la naturaleza de los problemas que
padece contextualizados, identifica la presencia de fortalezas, las de la persona,
las de su entorno que interactuarán a favor de la recomposición y abonarán
los caminos de reconstrucción para alcanzar la máxima autonomía psicosocial,
etcétera, se requerirá de toda una metódica.
La palabra «diagnóstico», se ha visto con anterioridad, es una palabra an-
tigua de origen griego. Pero en el siglo v a.C. la medicina la adoptó y tomó
como suya llenándola de un contenido clínico racional y técnico. La palabra
diagnóstico [diagnöstikós] procede de la palabra diagnosis [diágnösis].221 Ambas
incluyen dos significados [diá: diferencia] y [gnös: conocimiento].222 La palabra
«diagnóstico» en su significado actual, aplicada en ámbitos diversos, además
del de la medicina,223 encierra la evolución de un conocimiento racional de
un hecho o circunstancia, un razonamiento ligado al ejercicio de distinguir y
discernir las causas, para intervenir en distinta manera. Ante el caso concreto,
el diagnóstico permite intervenir de la mejor manera probada, la cual contri-
buirá a producir los efectos también esperados. Siempre se interviene para un
fin y este fin debe validarse. En el ámbito sanitario sobre un cuerpo, sobre una
mente, sobre una persona o un grupo de ellas. Todo diagnóstico, surja de la dis-

220. Richmond, M. E., ob. cit. 1917: 357.


221. http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=diagnóstico [Consulta 25 de
marzo de 2012]
222. http://dicciomed.eusal.es/palabra/diagnostico [Consulta 25 de marzo de 2012]
223. Arquitectura, economía, política, geología, etcétera.
© Editorial UOC 164 El diagnóstico social sanitario

ciplina224 que surja y se aplique en la profesión a la que dicha disciplina nutre


de sus leyes básicas, encuentra cuatro realidades:

t&MEJBHOØTUJDPTFFMBCPSB
t&MEJBHOØTUJDPTFFNJUF
t&MEJBHOØTUJDPTFEB
t&MEJBHOØTUJDPTFSFFMBCPSBZTFUSBOTGPSNBFOQSPOØTUJDP

Pedro Laín Entralgo, los orígenes del diagnóstico médico:


ayudando a comprender los orígenes del «diagnóstico social
sanitario»

«Ahora bien ese conocimiento, ¿podría ser alcanzado si la mente del sabio no siguiese
un camino adecuado (hodós), por tanto un método (metahodós) que la lleve de lo conocido y
patente a lo latente y desconocido, garantice la verdad de lo que mediante él se conoce y, en
consecuencia, permita avanzar ulteriormente por el camino del saber?».

Pedro Laín Entralgo


«Los orígenes del diagnóstico médico»
Acta Hispanica ad ~Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam.
Vol. 1981 (3-15)

Este apartado se basa en gran medida en el artículo «Los orígenes del diag-
nóstico médico»225 escrito en 1981 por el Dr. Pedro Laín Entralgo (1908-2001),
médico, maestro, pensador y humanista. El artículo daría lugar al libro El diag-
nóstico médico, historia y teoría.
Recuérdese cuando en 1912 el Dr. Richard C. Cabot se peguntaba qué se
podían enseñar, unos a otros, los médicos y los trabajadores sociales sanitarios.
Entre las muchas asignaturas que resaltó en ambas direcciones, señaló que los
médicos a los trabajadores sociales sanitarios les podían enseñar: las metodo-
logías de trabajo, la importancia de los registros y su análisis, el valor de la
investigación.226

224. Según la RAE disciplina se define como «Observancia de las leyes y ordenamientos de la profe-
sión». Y profesión a su vez se define como «Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el
que percibe una retribución».
225. Laín, P., «Los orígenes del diagnóstico médico». Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae Scien-
tiarumque Historiam Illustrandam. Año: 1981 Vol.: 1 en http://www.revistadynamis.es/index.php/
indices [Consulta 1 de marzo de 2012]
226. Cabot, R. C., «Educational aspects of medical social work», National Conference on Social Welfare.
1912: 351-359.
© Editorial UOC 165 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

Para este apartado, el pensamiento del Dr. Cabot ha hecho mella en la au-
tora que ha tomado el artículo del Dr. Laín Entralgo citado, con el convenci-
miento de que ayudará a los lectores y lectoras a comprender las raíces que
sostienen y alimentan la acción de diagnosticar y su consecuencia directa, la
elaboración del diagnóstico que sostendrá las intervenciones. El artículo en
cuestión resulta tan clarificador que puede decirse sin temor a errar que su
lectura se convierte en imprescindible para columbrar todos y cada uno de los
matices que encierra el concepto de diagnóstico y qué ejercicios y actitudes lo
posibilitan para que sea considerado como tal, parafraseando a Laín Entralgo
«diagnóstico sensu stricto».
El sistema sanitario, en sus múltiples versiones a través de los tiempos, siem-
pre se ha visto representado por profesionales altamente interesados y cuali-
ficados, caracterizados por una mentalidad científica que trata de huir de la
especulación, del pensamiento mágico.
Posiblemente en este espíritu ha germinado la génesis del desencuentro,
que crece con el tiempo, entre trabajadores sociales sanitarios y trabajadores
sociales de servicios sociales. Ese desencuentro se ve alimentado por la distinta
naturaleza de los propios sistemas, el sanitario marcado por las revoluciones y
avances científicos que pueden cambiar la vida de las personas de un día para
otro, un sistema en donde la adquisición y generación de nuevos conocimien-
tos, la alta competencia profesional, el desarrollo de la tecnología (que no la
tecnocracia) y la puesta en marcha de nuevas fórmulas de atención que siem-
pre buscan el aligerar el peso de la enfermedad se da de manera espontánea. La
investigación aplicada, el debate científico, los procedimientos y los protocolos
de trabajo apoyados en potentes sistemas de información, la innovación, etcé-
tera se han convertido en una realidad común y habitual para los profesionales
del sistema sanitario, la mayoría de los cuales constantemente están en litigio
consigo mismos para mejorar aquello que se acaba de mejorar. Los trabajado-
res sociales sanitarios están ahí, bebiendo a diario de las fuentes de ese espíritu
hambriento y sediento de doctrinas y técnicas de investigación y análisis. Fá-
cilmente, se ven inmersos en una dinámica que les lleva a crear y desarrollar
nuevos conocimientos. El medio sanitario es tan exigente que motiva a cada
profesional en el desarrollo de sus competencias y habilidades. El sistema de
servicios sociales está todavía en claro desarrollo pero a la vez es un rehén de la
política. El sistema sanitario también, pero menos.
El artículo del Dr. Laín Entralgo ofrece una perspectiva histórica del desa-
rrollo del concepto general de «diagnóstico» vinculado al ejercicio, primero,
de la sanación, luego por propia evolución y generación de conocimiento, de
la medicina moderna. Su contenido, de gran valor intelectual y reflexivo, ha
© Editorial UOC 166 El diagnóstico social sanitario

sugerido a la autora el ejercicio de establecer paralelismos con la perspectiva de


la evolución y desarrollo del «diagnóstico social», para ser precisos, el «diag-
nóstico social sanitario».
Durante muchos años este libro sobre el «diagnóstico social sanitario» ha
permanecido latiendo en una especie de sala de autopsias en donde, por una
parte, el concepto general de «diagnóstico» y, por la otra, el concepto específico
de «diagnóstico social sanitario» se trenzaban, enfrentaban, deshacían y desor-
ganizaban para recomponerse, dejando a la vista que el acto de «diagnosticar»
implica las mismas exigencias a cualquier disciplina. La garantía del tratamien-
to social sanitario exige la garantía y la calidad del camino a seguir. Aceptando
las similitudes entre ambos diagnósticos, el médico y el de trabajo social sani-
tario, también se comprenderán sus diferencias. Y todo ello sin perder de vista
que estos últimos años, como se ha señalado, se ha tratado de transformar el
«diagnóstico social sanitario» en un calco del «diagnóstico médico» sin darse
cuenta de que ambos diagnósticos se complementan y, por tanto, no pueden,
ni deben, reflejarse en los mismos términos ni siguiendo la misma fórmula
gramatical. El «diagnóstico social sanitario» nunca podrá ser una frase corta,
ni un nombre porque como se verá, sus contenidos, los que marca la teoría, lo
imposibilitan.
El análisis que sigue recorre el mismo itinerario propuesto por el Dr. Laín
Entralgo que siempre se refiere al «diagnóstico médico». No obstante, cuando
sea posible se construirán puentes con el «diagnóstico social sanitario». Se trata
de ver cómo el «diagnóstico médico» llegó a ser considerado como tal en un
sentido moderno en donde confluyen la denominación, el método y la repre-
sentación comúnmente aceptada de la denominación. Entonces se trata tam-
bién de superponer ese desarrollo del «diagnóstico médico» en lo que respecta
al desarrollo del «diagnóstico social sanitario».
El viaje que propone el Dr. Laín Entralgo empieza invitando a reflexionar
sobre lo más elemental. ¿Qué es lo que indica que se está ante un diagnósti-
co médico (léase un «diagnóstico social sanitario») y no ante una narración
de adversidades? Para ello se centra en los trabajos de uno de los médicos
más reconocido entre los pensadores del diagnóstico médico, el Dr. Richard
Koch (1882–1949), a quién se conoce por sus teorías de la medicina y su
práctica. Koch escribió su libro Medical Diagnosis227 en el año 1917. ¿Qué ten-
dría ese año? A los lectores y lectoras no les puede pasar desapercibido que
1917 es el mismo año en el que Mary E. Richmond publicó Social Diagnosis.

227. Töpfer, F.; Wiesing, U., «The medical theory of Richard Koch I: Theory of science and ethics», Medicine,
Health Care and Philosophy. 2005. 8: 207-219.
© Editorial UOC 167 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

¿Puede considerarse una simple coincidencia? ¿Una sincronía? Más adelante se


volverá sobre la obra de Koch, interesante sobre todo porque refleja el pensa-
miento sobre el diagnóstico en una época en que las ciencias modernas estaban
tomando formas y contenidos más exigentes, esto es, basadas en el método
científico, que asumiendo lo poco que se conoce, ha permitido a las ciencias
médicas y sociales los avances y desarrollo actual de sus disciplinas sobre ciertas
leyes. Lo primero que se pone de manifiesto es que el profesional, si bien se hace
a lo largo de toda su carrera profesional, ello es posible cuando desde el principio
asume la responsabilidad y ética para realizar el recorrido que la profesión exige.
El Dr. Laín Entralgo rescata un primer matiz de los trabajos de Koch, a juicio
de quien escribe, un matiz esencial que también forma parte de los orígenes
filosóficos del trabajo social médico (hoy sanitario): el diferenciar entre inter-
venciones. En este caso una intervención terapéutica que se apoya en un diag-
nóstico, lo que convierte a la acción en profesional (de momento aplíquese a
la disciplina que sea). Una acción derivada del conocimiento y la ciencia, del
aprendizaje previo de quienes la ejercen. Ello debe diferenciarse de una inter-
vención, quizá terapéutica, pero no profesional que se apoya en la pura intui-
ción de quien la aplica, se basa en alguna experiencia anterior que le permite
reaccionar al albur reducido de un especular interno que puede acertar o no.
Así, un primer apunte que destaca en el diagnóstico es que éste no implica la
solución o eliminación del problema físico o psicosocial, si bien es lo deseable
que suceda con el plan de tratamiento. Lo que permite el proceso diagnóstico
es el amplio estudio de las variables que conforman las coordenadas del pro-
blema, su naturaleza y los puntos fuertes que permiten a la persona la gestión
adecuada para zafarse de él. La elaboración de un diagnóstico indica que se
han estudiado y considerado todos los ángulos que previamente la comunidad
científica de cada disciplina ha determinado se deben conocer para proceder, e
indica que las diferentes denominaciones, expresiones, definiciones, en el caso
del «diagnóstico social sanitario», retratan verazmente las realidades que des-
criben. Por tanto, el diagnóstico en cualquier profesión del sistema sanitario
resulta de la simbiosis entre la persona que sufre el problema y la metodología
y denominación que sigue el profesional, la persona que ayuda a la primera
desde una óptica previamente validada y acreditada.
La denominación adecuada, en el caso del trabajo social sanitario, queda ava-
lada por la multitud de enciclopedias y diccionarios existentes en la actualidad
sobre trabajo social en general y trabajo social sanitario en particular, a los cua-
les el profesional puede acudir para clarificar exactamente si los términos que
está utilizando en su texto diagnóstico se corresponden a lo que quiere decir.
No se trata de inventar palabras sino de utilizar adecuadamente las que existen.
© Editorial UOC 168 El diagnóstico social sanitario

Un diagnóstico, sea médico o social sanitario, no garantiza la solución o re-


solución del problema físico o psicosocial pero sí que es garantía de que se han
explorado todas las variables que convergen en la naturaleza de la situación o
dificultad que hay que solventar u orientar. En la elaboración del diagnósti-
co, en términos generales, los problemas o dificultades, descritos comúnmente
como atributo o característica, expresados directa o indirectamente por la per-
sona, su familia, quedan contextualizados en el cuerpo y el vivir de esa persona,
de su familia y entorno. En base a criterios validados a lo largo de los años, se
incluye la propia evidencia, se actúa sobre todos ellos aplicando conocimientos
que, más allá de la pura terapéutica, se sigue un plan de intervención que busca
resarcir a la persona de sus dificultades convirtiéndola a ella misma, en el caso
del trabajo social sanitario, en el primer recurso terapéutico. Queda lejos la
negación del know how imprescindible y siempre un valor añadido al ejercicio
profesional en cualquier disciplina ya que permite actuar con más pericia sobre
unos síntomas, médicos, sociales, psicosociales. No obstante, ello debe evitar
confundirse con la intervención que se deriva de la información desprendida
de un diagnóstico, médico o de trabajo social sanitario. El Dr. Laín Entralgo,
refiriéndose a Richard Koch, lo ilustra en el siguiente párrafo:

«Para Koch, la historia del diagnóstico no comienza con la historia de la Me-


dicina; hay un período de ésta en el cual el sanador –más ampliamente: quien
entonces atendiera al enfermo– actuaba sin diagnóstico; en definitiva, una era
puramente terapéutica. ¿Por qué? Porque en los hombres primitivos, muy próxi-
mos todavía a la pura animalidad, el instinto dominó ampliamente sobre la ra-
zón; lo cual habría dado lugar, siempre en opinión de Koch, a una asistencia al
enfermo puramente instintiva y meramente terapéutica».228

El párrafo anterior ratifica que, en el caso de la medicina, la práctica de la


sanación descrita no se apoyaba en la elaboración de un diagnóstico médico
sino que se trataba de meros actos de socorro que intentaban paliar o solucio-
nar problemas o manifestaciones físicas de dolor y malestar pero que no se
sostenían en procedimientos médicos diagnósticos, ni siquiera se puede apun-
tar que encerrasen algún conocimiento médico. Tan solo se apoyaban en expe-
riencias anteriores del sanador que le dieron, en gran parte, buenos resultados
para lo que se perseguía: bajar la fiebre, reducir una fractura, quitar el vómito,
desinfectar una herida, suturar un corte, etcétera. Esta práctica de atención
podía sanar a la persona según fuera la naturaleza del dolor. Se insiste, no obs-

228. Laín Entralgo, P., «Los orígenes del diagnóstico médico». DYNAMIS. Acta Hispanica ad Medicinae
Scientiarumque Historiam Illustrandam. Vol. 1, 1981: 3-15.
© Editorial UOC 169 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

tante, en que ello no constituye una práctica médica moderna cuyos actos se
basan en un corpus de conocimientos generados a partir del método científico
y que permiten la práctica asistencial dentro de un proceso diagnóstico.
Piénsese ahora en la ayuda social como parte de la cultura que durante si-
glos se ha estado prestando a las personas con escasos o nulos recursos propios
o, simplemente, con alguna necesidad de ayuda. Ésta es una ayuda tan antigua
como la humanidad que ya se manifiesta en los primeros asentamientos del
neolítico. Pero pensando en la civilización actual, las personas frágiles o en
situación de vulnerabilidad, viviendo o, para ser más exactos, malviviendo en
condiciones infames, insalubres, a lo largo de la historia han recibido ayuda
de otras personas con más posibilidades económicas, sociales, intelectuales,
las cuales, actuando a título individual o, en ocasiones, como miembros de
una organización declarada de beneficencia, han tratado de paliar ese malestar
cubriendo las necesidades primarias. Tanto desde la política como desde la so-
ciedad civil, sobre todo a partir del siglo XVI y XVII han surgido infinidad de
movimientos e iniciativas para minimizar el sufrimiento humano de amplio
espectro, generado por la pobreza. Pero igual que ocurría con el sanador, esta
asignación de ayuda, el cómo ésta se haya materializado, con qué criterios se
haya asignado, responde a algo instintivo, a una acción avalada por valores
humanos como la generosidad, el altruismo, el anhelo de bienestar para todos,
a veces, el remordimiento, etcétera. Esta realidad social en la que las personas
prestan ayuda de manera espontánea es la que tradicionalmente ha surgido de
la caridad, de la misericordia y que siendo tan antigua como lo es el ser huma-
no, algunos textos de la Edad Media229, 230 se muestran como el semillero de la
organización actual de las tipologías de ayuda. Sin embargo, ello no son ejer-
cicios de trabajo social sanitario, ni se elaboran diagnósticos sociales sanitarios
si bien, tomando de ejemplo este texto de Juan Luis Vives publicado en 1526,
se adivina el espíritu posterior del trabajo social en general, sanitario en parti-
cular, de promover la autonomía de la persona y hacerla partícipe de su propia
rehabilitación para evitar que se abandone y se convierta en un ser pasivo:

«Acaba de hablar con los particulares, y se dirige después prácticamente a


los Magistrados y Gobernadores, poniéndoles delante a los pobres y necesita-
dos, divididos en varias clases por sexos, edades, accidentes totales o parciales, y
fuerzas o robustez mayores o menores; exhorta a que se les recoja en Hospitales

229. Niccolai, F.; Misericorid di Firenze. «750 anni di storia al servizio dei sofferenti». Suplemento al
n. 182/95 di San Sebastiano.
230. Benito, E., El libro del limosnero de Isabel la Católica. Madrid. Edita la Real Academia de la Historia.
2004.
© Editorial UOC 170 El diagnóstico social sanitario

o Hospicios para que allí se les alimente, se les alivie de sus males, y se eviten
los del público, pero a los que puedan trabajar, poco o mucho, en cualquiera
género de trabajo, fácil o dificultoso, más o menos pesado, no se les permita
estar ociosos, ya porque con lo que ganen, sea más o menos, ayudarán para su
manutención, ya porque desterrarán así las malas costumbres que adquirieron
en la ociosidad».231

Volviendo a la medicina, resulta muy instructivo el ejercicio de compara-


ción entre ésta y el trabajo social que Charles Frederik Weller, citado en páginas
anteriores, realizó en 1902 cuando como presidente y secretario de las Asso-
ciated Charities of Washington presentó la conferencia «Relief and Prevention»
[Ayuda y prevención]. Weller fue un pionero en la manera de ver la ayuda
social. Señaló la investigación, el estudio de las circunstancias de las personas
y familias necesitadas de ayuda como una vía para ganar, como trabajadores
de la caridad, habilidades que permitieran la profesionalización y consecuen-
temente el mejoramiento de los tratamientos sociales. Como años atrás hizo
C. S. Loch,232 el pensamiento de Weller era una clara evidencia de que se em-
pezaba a sentir la necesidad de establecer esta divisoria entre lo no profesional
y lo profesional debiendo discernir entre ambos tipos de intervención. Charles
Frederik Weller señaló en la evolución de la medicina el papel fundamental del
desarrollo de las habilidades profesionales y el valor social de los profesionales
en el reconocimiento de poseerlas. Escribió:

«La causa fundamental del progreso en la medicina, no es la separación del


médico de la farmacia, sino el constante desarrollo de habilidades profesionales.
La práctica médica se ha convertido en una ciencia, porque la finalidad determi-
nante de la labor médica es, en primer lugar, que el profesional individual deberá
tener la habilidad y necesita mantenerse al tanto de los mejores conocimientos y
prácticas relativas a la cura de enfermedades, y, en segundo lugar, que el corpus
común de conocimiento profesional se ampliará y desarrollará constantemente.
¿Qué analogía podemos encontrar en estas sugerencias para el desarrollo de una
ciencia de la caridad? En primer lugar, el progreso constante de la medicina se
efectúa mediante la diferenciación y el análisis de casos específicos».233

Superponiendo el párrafo anterior al trabajo social sanitario, la reflexión de


Charles Frederik Weller permite, en la misma línea, señalar que el progreso del

231. Vives, J. L., Tratado del socorro de los pobres. Valencia. Imprenta de Benito Montfort. 1781: VII.
232. Loch, C. S., «Charity organization». National Conference of Charities. 1896: 243-248.
233. Weller, Ch. F., «Relief and Prevention». National Conference on Social Welfare. 1902: 265-277.
© Editorial UOC 171 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

trabajo social sanitario no se dio por separar la ayuda crematística de la caridad,


de las personas voluntarias o amistosas que escuchaban y la gestionan, sino
porque una parte de éstas, también, fueron desarrollando habilidades y com-
petencias profesionales adquiridas en escuelas de trabajo social. Corría el año
1902 y faltaban trece para que el mismo Abraham Flexner pusiera el dedo en la
llaga al dudar públicamente y en las mismas conferencias de que el trabajo so-
cial fuera una profesión.234 Si bien algunas voces criticaron la indelicadeza235 de
Flexner en sus planteamientos, en aquellos momentos fueron poco rebatibles.
Ciertamente era una profesión que se estaba desarrollando y aunque en ma-
teria sanitaria había un gran despliegue de servicios, no pueden pasar por alto
las palabras de Ida M. Cannon236 referidas a lo mucho que la sorprendió en el
invierno de 1912 la heterogeneidad de los servicios de trabajo social sanitario
que visitó. Weller se estaba avanzando al reclamar la investigación, el registro
y estudio de casos, la comparativa de fórmulas de intervención y el desarrollo
de habilidades para intervenir exitosamente, junto con las personas afectadas,
sobre sus problemas sociales. La persona afectada quedaba incluida en la solu-
ción, no excluida y limitada a obedecer. Weller no estaba hablando de gestos
sino de procedimientos avalados por el método científico, estaba señalando la
necesidad de inscribir la intervención que se daba desde el trabajo social den-
tro en una realidad profesional en la que el «diagnóstico social» era un factor
clave porque daba, precisamente, la entidad profesional a la intervención que
trascendía la mera solución momentánea del problema. Estaba diferenciando
la mera señalización de problemas del «diagnóstico social» y, a su vez, se puede
decir que estaba diferenciando la manifestación del problema en sí. Por tanto,
no basta con intervenir adecuadamente, esta intervención debe estar avalada
por el corpus doctrinal, se deben estudiar los casos de las personas, familias
atendidas, siguiendo un método para ir viendo y discriminando las circuns-
tancias que conforman el caso social sanitario, para analizar los pasos y trata-
mientos sociales dados y, a su vez, las mejoras obtenidas con ellos. El estudio
debe seguir una metodología común entre los diferentes profesionales, una
metodología que se ha aprendido previamente. Sigue Charles Frederik Weller
ahondando en esa línea:

234. Flexner, A., op. cit. 1915: 581.


235. Agnew, E. N., op. cit. 2004: 161.
236. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 240.
© Editorial UOC 172 El diagnóstico social sanitario

«Lo que se necesita ahora sobre todo para el avance de la caridad es el estudio
de los pobres. Tenemos que clasificar a los casos y no los remedios. En cuanto
a los varios casos de familias necesitadas, necesitamos recopilar, sistematizar y
difundir los resultados de las experiencias de los trabajadores en todas las partes
del país».237

Y en la misma conferencia realizó una analogía entre trabajo moderno de


la caridad, el futuro trabajo social y la medicina, refiriéndose concretamente al
«diagnóstico médico» y la cooperación entre servicios, Weller decía:

«El diagnóstico médico equivale a la indagación o investigación en la caridad. La


necesidad de cooperación en el trabajo de la caridad se indica, considerando los de-
sastres que se producirían en la práctica médica en caso de que cinco o seis médicos
tuvieran que tratar a un paciente, todos al mismo tiempo o en rápida sucesión, sin
una consulta en cuanto a diagnósticos y prescripciones. Las visitas amistosas equi-
valen a la lista que el médico da a una enfermera entrenada para casos especiales».238

Se cierra el paréntesis sobre el trabajo de Weller elaborado en 1902 y se abre


otro publicado casi cien años más tarde de la mano de Töpfer y Wiesing, quie-
nes, a propósito de su trabajo sobre Richard Koch, el mismo al que se refirió el
Dr. Laín Entralgo, escribían lo siguiente.

«Koch no considera a la medicina como una ciencia, sino más bien como
una habilidad práctica, un arte en el antiguo sentido de la techné. A diferencia
de la ciencia, que se dedica a la adquisición de conocimientos como un fin en
sí mismo, la medicina persigue un fin más allá de eso. Su búsqueda principal es
ayudar a los enfermos. El aspecto fundamental de la medicina es la relación entre
el sufrimiento y la ayuda a la persona. Por lo tanto, la medicina sólo puede ser
comprendida adecuadamente teniendo en cuenta el carácter de la actividad mé-
dica en esta relación interpersonal. Koch no presenta una contradicción cuando
aclara el carácter práctico de la medicina, centrándose en el diagnóstico médico,
en otras palabras, al centrarse en un tipo de conocimiento, como entiende es el
diagnóstico. El acto de elaborar un diagnóstico, de adquirir conocimiento dentro
de la relación médico-paciente, es un componente esencial de la actividad mé-
dica. El “arte” de la medicina es la capacidad práctica para mejorar el bienestar
del paciente por medio de terapia. Según Koch, sin embargo, la terapia se deriva
directamente del diagnóstico. El conocimiento que proporciona el diagnóstico
de una terapia eficaz establece la capacidad de la actividad médica».239

237. Weller, Ch. F., op. cit. 1902: 265-277.


238. Weller, Ch. F., op. cit. 1902: 265-277.
239. Töpfer, F.; Wiesing, U. op. cit. 2005. 8: 207-219.
© Editorial UOC 173 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

Son muchos los párrafos que quedan suscritos por el trabajo social sanita-
rio, desde la relación entre el sufrimiento y la ayuda a la persona, al carácter
práctico de éste y a la elaboración del «diagnóstico social sanitario», como
componente esencial de la actividad que lo identifica. La divisoria con la etapa
anterior de la caridad y la filantropía quedó bien definida. Era el momento
en que ambas ofrecían la posibilidad de generar nuevos brotes que acabarían
dando forma y contenido al trabajo social hospitalario o médico, hoy sanita-
rio. Una disciplina que en los primeros textos era aplaudida como una nueva
forma de asistencia, una nueva forma de trabajar. A diferencia de la simple
caridad, cuya utilidad era indiscutible en la inmediatez, el trabajo social sanita-
rio se proyectaba al futuro, siempre a través del «diagnóstico social sanitario»,
desde el cual se ayudaba a las personas a reeditar su bienestar pudiendo ade-
lantarse a algunas circunstancias venideras. Ello no como actividad de brujería
o de adivinación, sino como un resultado probabilístico basado siempre en
el registro de casos y su posterior análisis estadístico, poniendo el foco en las
tendencias como previsión de futuro. Así, esta ayuda progresivamente dejaría
de ser espontánea y se apoyaría en doctrinas específicas surgidas del empirismo
y en paralelo a la investigación e interpretación racional de los hechos, de los
tratamientos sociales sanitarios desplegados y de los resultados obtenidos. Para
ello era necesario apoyarse en clasificaciones, dado que son los instrumentos
de trabajo que, como señaló el Dr. Richard C. Cabot, significaban el principio
de una actividad científica.240
La acumulación de casos, en donde se evalúan las acciones deliberadas rea-
lizadas por el trabajador social sanitario, él o ella, para provocar o promover
reacciones en la persona y en su entorno, para implicarla en el tratamiento que
es el adecuado, son fuentes de conocimiento para enriquecer la intervención y
la toma de decisiones que permite la elaboración del «diagnóstico social sanita-
rio». La historia avala que las primeras investigaciones arrojaron correlaciones
que permitieron establecer unas primeras y tímidas «leyes básicas» que supu-
sieron nuevos paradigmas para el trabajo social sanitario. Uno de estos nuevos
paradigmas, elemental a fecha de hoy pero innovador hace un siglo justo cuan-
do la profesión estaba iniciándose en su etapa moderna, fue cuando Mary E.
Richmond constató que en el trabajo de casework, además de la intervención
sobre la persona siempre estaba presente y afectada la familia, sobre la cual
también se intervenía. Fue el análisis de los registros el que la hizo darse cuenta
de este hecho. En la misma línea y casi en paralelo en el campo sanitario Ida
M. Cannon lo ampliaba señalando que de la misma manera que el médico no

240. Cabot, R. C., op. cit. 1915: 75.


© Editorial UOC 174 El diagnóstico social sanitario

trata un órgano enfermo aisladamente del resto del cuerpo, el trabajador social
hospitalario no ve al enfermo como un ser desafortunado encamado en un
hospital, sino que lo ve como una persona que pertenece a una familia. Hasta
aquí verificaba a Mary E. Richmond y lo ampliaba al señalar que dicha persona
vivía insertada en una comunidad. Respecto al juego de equipo formado por
médico, cuidadora, trabajadora social sanitaria, escribía:

«El médico y la cuidadora tienen por objeto fortalecer el estado físico general
del paciente para que pueda combatir su enfermedad. El trabajador social hos-
pitalario tiene por objeto reunir las fuerzas internas y de su entorno que lo revi-
talicen para afrontar la alteración de sus condiciones sociales. En consecuencia
el trabajador social hospitalario encuentra en el hospital una oportunidad para
complementar y reforzar el servicio médico».241

Cualquier ayuda espontánea apoyada en el virtuosismo altruista y generoso


de la persona equivale a la atención instintiva, cercana a la «animalidad», seña-
lada por Koch y practicada por el sanador cuando actuaba instintivamente so-
bre un cuerpo enfermo. El ser caritativo, misericordioso, conmovido, afrontaba
una situación de precariedad del prójimo, pero no la trabajaba siguiendo mé-
todos ni aplicando técnicas orientadas a su erradicación en el plano individual
(lo cual nunca ocurre de repente) y posteriormente en el plano comunitario (lo
cual es mucho más complejo). La ayuda caritativa tan sólo paliaba el hambre,
la falta de ingresos, la falta de vivienda, la falta de ropas. Sin voluntad expresa
ni consciente, la caridad prolongaba esta situación, a veces, indefinidamente de
por vida, condenando a la persona a un estado permanente de marginación. A
diferencia de este modelo caritativo asumido por los filántropos, el modelo de
trabajo social sanitario presentaba como principal novedad y factor diferencial
que su acción se apoyaba en el «diagnóstico social sanitario», siempre orienta-
do a recuperar la autonomía e independencia psicosocial de la persona enferma.
Los precursores del trabajo social en general, del sanitario muy en parti-
cular, que se han ido citando desde los inicios se esforzaron en desplazar la
improvisación y espontaneidad de la ayuda a favor de una intervención racio-
nal. Negaron esta acción reactiva e instintiva, la cual asociaron a los agentes
de la caridad. Pero hilando todo ello al desarrollo profesional, aun aceptando
que en determinados momentos la capacidad de reacción resulta ventajosa y
necesaria, ello es pericia. La resolución del presente no va más allá, solo, como
mucho, resuelve el presente, el hoy ¿y el mañana? Cuando alguien toma una

241. Cannon, I. M., op. cit. 1917: 16.


© Editorial UOC 175 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

aspirina para calmar el dolor de sus cervicales no acaba de elaborar un diag-


nóstico médico, sencillamente aplica lo que sabe respecto a este medicamento
que le han dicho o ha comprobado con anterioridad, que alivia el dolor de sus
cervicales. Sin duda, cada vez que le duelan las cervicales puede tomar la aspiri-
na y el dolor se aliviará. Sin embargo, no puede perder de vista que necesita un
diagnóstico médico que discierna las posibles causas y la naturaleza, así como
la prevención del dolor de cervicales. Desde que los trabajadores sociales médi-
cos se replantearon los procedimientos242 de intervención y especialización,243
comprobaron el valor añadido que ello aportaba a sus tratamientos, señalando
el «diagnóstico social sanitario» como el factor diferencial que permitía dis-
cernir entre la naturaleza de las diferentes realidades asociadas a las diferentes
enfermedades, siendo éste un garante del diseño de un plan de trabajo ajustado
a las variables activas e influyentes en el caso social sanitario. En definitiva, con
la inclusión del «diagnóstico social sanitario» se dibujó una frontera entre la ac-
ción instintiva, de socorro, que resolvía problemas por un tiempo determinado
y la acción racional, marcada por operaciones intelectuales para discernir entre
realidades y servicios. Operaciones que elaboraba un profesional formado y en-
trenado que, además de intervenir en la urgencia, si se daba, diseñaba un plan
para transformar esas realidades ingratas de las personas, asumiendo uno de los
principios fundamentales del trabajo social sanitario: «La persona siempre es la
protagonista de su transformación y posterior reinserción». Con el tiempo y las
primeras experiencias de organización de programas de trabajo social sanitario
fueron varias las voces que señalaron la necesidad irrefutable de diferenciar
entre ambos tipos de ayuda aunque ambas partieran de una realidad social de
una persona enferma, marcada por la precariedad económica, la enfermedad,
sin duda la extrema pobreza, la falta de vivienda o su insalubridad, etcétera.
Una diferencia que debe tomarse como lo que es, una diferencia, y no como
una cualidad que adjetiva de mejor o peor, uno u otro modelo. Simplemente
son modelos diferentes que obedecen a objetivos diferentes y obtienen resulta-
dos diferentes pero ambos cuentan con su fundamento y razón de ser, también
con un fin. Ambas tipologías de ayuda eran necesarias dentro de esa nueva
organización social marcada por la eclosión de barrios obreros en los suburbios
de las ciudades, barrios trufados de pobreza y de las enfermedades que ésta ge-
242. El procedimiento básico de intervención se compone de tres fases: estudio, diagnóstico y trata-
miento.
243. Cuando uno conoce la historia de los primeros servicios de trabajo social sanitario en los hospi-
tales de Boston, Nueva York, etcétera, se encuentra enseguida con que su presencia va asociada a
determinados servicios y especialidades médicas, lo que les llevó desde muy pronto a conocer los
aspectos psicosociales de las personas que padecían dichas enfermedades o estaban siendo atendi-
das en dichos servicios.
© Editorial UOC 176 El diagnóstico social sanitario

neraba. De este modo, se evidenció un desarrollo comunitario que propulsaba


grandes bolsas de malestar, incrementado por la misma organización social.
Así, y para resumir, la nueva organización de entidades y establecimientos en
cuya función final estaba el diferenciar la prestación de ayuda se clasificaban
dos grupos:

t&MQSJNFSP FMEFMBDBSJEBEZmMBOUSPQÓB DSFNBUÓTUJDP4FTBCÓBRVFQPEÓB


resolver el momento, socorrer a la persona y a las familias, podía resultar tera-
péutico en cuanto a que aliviaba el presente, pero no cambiaban las circuns-
tancias de base que seguían germinando futuros presentes llenos de carencias
y vulnerabilidades humanas. Se mantenía la marginación.
t&MTFHVOEP FMQSPGFTJPOBM FMEFMUSBCBKPTPDJBMNÏEJDP IPZUSBCBKPTPDJBM
sanitario, parte integrante y permanente de los equipos de salud de atención
primaria y de atención especializada. Su intervención seguía procedimientos
(métodos) que incluían el «diagnóstico social sanitario» y, se apoyaba en el
método científico. Además, siguiendo las teorías del casework proyectaba in-
tervenciones deliberadas con los actores (la persona, la familia, su entorno)
para promover cambios, con y sobre ellos. Se rehabilitaba a la persona.

Tres años después de Charles Frederik Weller, otro de los autores que a jui-
cio de quien escribe también dibujó muy claramente las dos líneas citadas por
Richard Koch en el ámbito de la medicina, pero sobre el campo del trabajo
social, fue Samuel G. Smith. En 1905 impartió la conferencia «Social Standards»
[Estándares sociales] y puso el foco sobre los diferentes grados de pobreza que
una sociedad era capaz de soportar. Sobre ello, señaló al trabajo social como
la profesión cuyos profesionales se erigían en responsables de elaborar un jui-
cio preciso, entiéndase un «diagnóstico social preciso», sobre la investigación
previa, la interpretación de la información obtenida o evidenciada y la inter-
vención necesaria adecuada para desarrollar y mejorar la confortabilidad, el
bienestar de las personas atrapadas en la pobreza y la indigencia y generar a
la vez autonomía y riqueza personal y social. Dijo Smith dándose respuesta
ante el auditorio a la pregunta realizada sobre el grado de pobreza socialmente
soportable:

«Creo que la respuesta dependerá de si uno toma lo que se puede llamar una
visión estática o dinámica del problema. Es decir, aquellos que consideran la
cuestión de la miseria como un hecho completo en sí mismo es probable que
insten, como Ruskin, a dar a la gente porque son pobres y piensen que la cues-
tión de la “dignidad” de los pobres no debe tomarse en serio. El punto de vista
© Editorial UOC 177 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

dinámico se sostiene en que la miseria es sólo un síntoma, como un escalofrío es


un síntoma de la enfermedad física y que el tratamiento debe ser más radical que
el que sugiere el alivio».244

El pensamiento de Samuel G. Smith ahondaba sobre la influencia y peso del


pensamiento dominante en una comunidad, región o nación y su influencia
en las políticas sociales y sanitarias, en la toma de determinadas decisiones. Su
reflexión permite elaborar el siguiente mapa conceptual.

Mapa conceptual 1. Líneas de ayuda social según Samuel G. Smith (1905). Elaboración propia

De nuevo surgen esas dos líneas que jalonan el modelo, la instintiva que actúa
y puede paliar pero no transformar desde dentro y así evitar que la precariedad
siga instalada, y la diagnóstica e interpretativa que transforma y promueve des-
de dentro el bienestar a partir de cambios premeditados y estratégicos conduci-
dos por el trabajador social sanitario y participados por los integrantes del caso
social sanitario, siempre después de haber elaborado un «diagnóstico social».
De regreso al ilustrativo recorrido sobre el origen del «diagnóstico médico»
propuesto por el Dr. Laín Entralgo, como se ve fuente de otros encuentros y

244. Smith, S. G., «Social Standards». National Conference on Social Welfare. 1905: 10.
© Editorial UOC 178 El diagnóstico social sanitario

reencuentros, destaca la misma divisoria que superponiéndola al recorrido del


trabajo social sanitario pone de relieve grandes similitudes y paralelismos en
su desarrollo a través de la experiencia científica. Se trata del momento en el
que queda atrás el «diagnóstico primitivo», como él lo denomina asumiendo
un lenguaje común perteneciente a un mundo científicamente menos desa-
rrollado, para llegar a una etapa posterior en la cual se dan las dos líneas de
pensamiento mencionadas y, por tanto, dos maneras de abordar el diagnóstico
médico, aún dentro de las argumentaciones de Koch. El Dr. Laín Entralgo se-
ñala en las palabras del Dr. Koch la línea denominada «natural o teorética» y
la línea denominada «sobrenatural». Vaya por delante que él mismo expresa
lo inadecuado de los adjetivos «natural y sobrenatural» si bien su reflexión
se produce sesenta años más tarde de cuando el Dr. Koch lo argumentó. No
obstante, la explicación de ambos modelos es muy significativa para establecer
este paralelismo entre el desarrollo del «diagnóstico médico» y el desarrollo del
«diagnóstico social sanitario».
A fin de poder realizar la comparación conceptual y práctica entre este pun-
to de origen en el «diagnóstico médico» y por afinidad en el «diagnóstico social
sanitario» se analizan literal y textualmente ambas concepciones cardinales:
«la natural y la sobrenatural».
Escribe de la línea «natural» como sigue:

«Ante las afecciones cuya génesis se muestra de manera patente a los ojos del
sanador, como las consecutivas a un accidente traumático».245

Si se toma prestada la argumentación para aplicarle la misma perspectiva


al trabajo social sanitario desde sus orígenes, incluso en la actualidad, se ha
visto en los párrafos anteriores, enseguida se piensa en estas situaciones con-
flictivas que se muestran a la vista de todos los profesionales si bien, salvo los
trabajadores sociales sanitarios, el resto no cuenta ni con los conocimientos,
ni con los procedimientos y, posiblemente, ni con las actitudes para tratar-
las, enfatizando en la palabra «tratamiento» frente a la palabra «aconsejar».
A modo de ejemplo, algunas resultan muy básicas: Suciedad acumulada en la
piel. La ropa harapienta. Evidente desnutrición. Otras elementales pero más
vinculadas al plano de lo psíquico: Un marido o esposa que se gritan todo el
rato. Una persona que vive sola y necesita ayuda para todas las actividades
de la vida diaria pero dice que se arreglará. La familia que no se implica en la
toma de decisiones. Los hijos que no acuden a la cita con el médico y con la

245. Laín, P., op. cit. 1981, 1: 4.


© Editorial UOC 179 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

trabajadora social sanitaria para planificar el regreso a casa. Unos hermanos


que se agreden constantemente ante la pasividad del padre o la madre. El es-
poso con signos de embriaguez que llega al hospital para visitar a su esposa
recién intervenida. Etcétera. Todo ello son situaciones que encierran conflictos,
dificultades psicosociales que se hacen evidentes a cualquier profesional del
sistema sanitario, como también se hace evidente a cualquier profesional del
sistema sanitario un desmayo, un temblor de las manos, una herida infectada,
un síndrome de abstinencia con delirium tremens, etcétera. Por tanto, éste es el
primer punto a considerar. Estas situaciones y una infinitud más son evidentes
a cualquiera que está un poco atento. Cualquier profesional puede actuar de
acuerdo con sus capacidades y habilidades, de acuerdo con su know how para
salvar el momento presente, pero ello no pude confundirse, de ninguna mane-
ra, con que este profesional ha realizado un «diagnóstico social sanitario» en el
primer caso, un «diagnóstico médico» en el segundo. Los pasos que se den en
este momento reactivo tampoco pueden confundirse con un plan de trabajo.
Puede decirse que tal profesional ha sabido reaccionar a lo visto y ha actuado
para paliar, aconsejar, o dar una pauta para salvar el momento, pero nada más.
Este profesional, él o ella, ha emulado al «sanador» mencionado por Koch o al
«filántropo» mencionado por Weller, Smith y otros.
De la línea de pensamiento «sobrenatural» explica:

«Cuando la realidad interna de la dolencia se oculta al deseo de saber del


sanador, y éste tiene que resolver su problema mediante una interpretación de
carácter mágico».246

También en este caso se puede tomar prestada la argumentación para apli-


carla a ejemplos de trabajo social sanitario, igualmente desde sus orígenes has-
ta hoy. Se trata de casos que requieren un grado superior de pericia e interpre-
tación, también descarte. Por ejemplo: Una señora de 70 años que, sin negarse
a participar de las decisiones que la afectan, no participa de ellas y mantiene
una actitud pasiva que está retrasando el regreso a casa y, por tanto, sigue in-
gresada. Una madre o un padre que riñe con gran violencia a su hijo ingresado
por un síndrome por diagnosticar, el niño mantiene una actitud asustadiza y
temerosa con sus padres y se muestra relajado cuando está con el personal de
la planta. Un hijo o una hija que inventan realidades en las que ni el padre ni
la madre se sienten identificados. La esposa o el marido que se opone a que el
médico hable de la enfermedad que padece con el cónyuge por temor a que

246. Laín, P., op. cit. 1981, 1: 4.


© Editorial UOC 180 El diagnóstico social sanitario

le abandone. Una mujer que anula constantemente la fecha para una inter-
vención menor pero necesaria. La aprensión desproporcionada de la persona
cuando se le explica que se deben realizar determinadas pruebas para descartar
una dolencia grave y su inmediata negativa a realizarlas. La demanda de ayu-
da económica cuando no hay un problema económico y sí incapacidad para
gestionar su liquidez o patrimonio que debido a una ludopatía está en riesgo.
Etcétera. En definitiva se trata de situaciones que indican conflictos internos de
la persona con ella misma, con su entorno y que desde el trabajo social sanita-
rio implican procedimientos de screening para descartar que se trate de la pun-
ta del iceberg de un problema mucho más profundo. Éstas son situaciones que,
al no desprender ningún tipo de disonancia, pueden aparecer incluso como
normales llegándose a justificar, por los otros profesionales de la medicina, de
la enfermería como situaciones inopinadas. De la misma forma que ante un
mareo que se manifiesta pero a la par desaparece puede desatenderse.
Sin embargo, el trabajador social sanitario verá variables susceptibles de aná-
lisis más profundos. Dicho esto, no obstante, cabe reconocer que las sospechas
iniciales se basan en una intuición, una sensación, alguien podría llamarlo in-
ventiva o imaginación, emulando al pensamiento mágico. En los orígenes hace
más de un siglo, sin ningún corpus teórico que lo avalara, a veces se podía caer,
y de hecho se caía, en interpretaciones sui generis, donde cualquier sospecha
mal interpretada podía abrir caminos de falsedad. Una de las películas que me-
jor ilustra esta interpretación sui generis es La duda. La magnífica interpretación
de Meryl Streep como la Hermana Aloysius Beauvier ilustra esa sospecha que,
lejos de comprobarse, se ve alimentada de la misma sospecha y toma cuerpo
dentro de la imaginación de la protagonista que imparable va ejecutando ac-
ciones, porque «lo dice ella y está segura».
Pensando en el presente del trabajo social sanitario, hoy en pleno 2012, se
repite la pregunta, ¿cuántas demandas se satisfacen directamente sin previo
estudio? ¿Cuántas de las afirmaciones vienen avaladas por una investigación
minuciosa de los hechos? ¿Cuántas acciones se apoyan en un proceso diag-
nóstico? ¿Cuántos recursos se utilizan porque son los que mejor complemen-
tan la intervención psicosocial y no porque son los únicos que cuentan con
alguna plaza libre? La siguiente observación del Dr. Laín Entralgo ilustra estas
reflexiones.

«…las respuestas del hombre a los estímulos de su mundo exterior nunca


son totalmente inmediatas, siempre llevan consigo un previo distanciamiento
cognoscitivo del sujeto respecto de la realidad estimulante; distanciamiento en
cuya estructura, siquiera sea de manera poco perceptible, se articulan o se funden
© Editorial UOC 181 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

unitariamente un momento empírico, lo que en esa realidad estimulante de he-


cho se percibe, y un momento interpretativo, el correspondiente a la experiencia
previa y a la visión del mundo del sujeto percipiente».247

En éste párrafo se refleja gran parte de la actitud de los trabajadores socia-


les sanitarios que lejos de homogeneizar procedimientos y protocolos, lejos
de definir sus servicios y por ende sus procesos, siguen respondiendo ante las
personas con un alto grado de individualismo reactivo, ciertamente basado en
un empirismo y apoyado en experiencias profesionales anteriores pero esto
rompe cualquier posibilidad de pensar en términos de conocimiento cientí-
fico moderno. El clásico «yo lo hago así» en vez de «después de tres años de
investigación se ha concluido que el mejor procedimiento es… o que la mejor
técnica es…» puede estar destruyendo el trabajo social sanitario por dentro. Lo
debilita porque atomiza la intervención que se muestra propia del profesional
pero no del colectivo. El «yo lo hago así» invita a que otro profesional de rango
superior diga «pues ahora lo haces de esta otra manera», sin poderlo rebatir
porque nada acredita por qué «él lo hacía así». El «yo lo hago así» significa solo
eso, que el profesional en cuestión hace algo pero ello queda aún muy lejos de
poderse considerar un procedimiento propio de la profesión a no ser que ello
se haya validado. Efectivamente, esa experiencia particular de uno debe vali-
darse y contrastarse antes de transformarse en teoría y conocimiento. Dicha
validación suele llevar años. La literatura científica entonces se convierte en el
primer aliado y evita empezar de cero. ¿O acaso alguien cree que la investiga-
ción del uso de recursos no se ha investigado nunca? Recuérdese que el romá-
nico uno lo descubre cuando lo descubre pero eso no cambia su antigüedad
ni su origen, ni sus características. En la práctica del trabajo social sanitario lo
automático, que sin duda existe, debe justificarse en lo aprendido y validado
de manera consciente. Por definición, la satisfacción de la demanda no puede
considerarse un servicio o prestación de trabajo social sanitario. Ni siquiera
puede asumirse como una información, pues como es bien sabido, el servicio
de trabajo social sanitario no es un servicio de información aunque en su prác-
tica, informe. A diferencia de un servicio de información que informa de todo,
el servicio de trabajo social sanitario informa de aquello que el «diagnóstico
social sanitario» indica que se debe informar, siendo éste el que establece los
límites, los contenidos, la cronología y secuencia, de la información a dar. La
satisfacción de demandas al albur de quien demanda y al albedrío de quien
atiende queda fuera del ejercicio del trabajo social sanitario, sin negar el valor

247. Laín Entralgo, P., op. cit. 1981: 3-15.


© Editorial UOC 182 El diagnóstico social sanitario

que esta satisfacción de la demanda haya podido suponer para la persona. Pero
no se está hablando en esos términos sino en términos de servicio prestado y
avalado por un «diagnóstico social sanitario». Los otros profesionales también
pueden informar de ello y de hecho informan, sin embargo, eso no los con-
vierte en trabajadores sociales sanitarios. Se lo llamará como se quiera, pero no
se vinculará, bajo ningún pretexto, al ejercicio del trabajo social sanitario que
sigue la teoría.
Es radicalmente distinto cuando se trabaja con dicha demanda, escuchán-
dola en su extensión y expresión, ampliando los motivos que llevan a la per-
sona a realizarla, acercarse a su contexto individual y familiar y obtener la
información necesaria, interna de la persona y externa, respecto a su entorno,
hasta poder elaborar el «diagnóstico social sanitario» que permita al profesio-
nal responsabilizarse del plan trazado, de trabajo e intervención. Por ello, el
administrativo del servicio, cuando lo hubiere, no puede derivar las demandas
a otros servicios o ámbitos, ello resulta una acción administrativa, pero no de
trabajo social sanitario. Y es sabido que la demanda de la persona puede ser un
pretexto para poder hablar de lo que realmente le preocupa.
Para el Dr. Laín Entralgo la segunda línea que invita a interpretar y obliga a
establecer hipótesis de trabajo se postula como el suelo narrativo sobre el que
se desarrolló la doctrina y práctica del «diagnóstico médico» entre los antiguos
griegos, cuna del presente pero con mucho trabajo de por medio. Así, ambas
formas de intervenir no se consideran validadas por ningún diagnóstico sensu
stricto tomando sus propias palabras. Como se ha señalado, si bien el Dr. Laín
Entralgo asume lo inadecuado en el uso de los términos «natural y sobrenatu-
ral», también se manifiesta partícipe de la filosofía básica que éstos encierran,
sobre todo el segundo, por el motivo antes señalado de que con el tiempo ha
derivado en el método de investigación y ha servido para obtener datos e infor-
mación. Otra salvedad, en el mismo artículo llama la atención sobre la metódi-
ca, que siendo parte del diagnóstico, por sí misma no garantiza nada. Para ello
pone de ejemplo a la metódica de los chamanes y los indios Cherokees, explica
y analiza la siguiente escena:

«El medicine-man de los indios Cherokees, valga este ejemplo, se coloca ante
el paciente con un abalorio negro entre el pulgar y el índice de la mano izquierda
y otro blanco o rojo entre los mismos dedos de la mano derecha A continuación,
va nombrando diversas enfermedades o presuntas causas de ellas. Cuando llega a
pronunciar el nombre correcto, siente que el abalorio de la mano derecha entra
en agitación, y así sabe lo que el enfermo tiene. Con otras palabras: la enferme-
© Editorial UOC 183 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

dad de que se trate ha sido distintamente nombrada (Mooney).248 Pero esta ma-
niobra y todas las a ella semejantes ¿pueden ser llamadas “diagnóstico médico”,
si uno quiere hablar con cierta precisión?».249

La respuesta es «No». Aunque el resultado del ritual aparente lleve al enfer-


mo a una mejoría. El Dr. Laín Entralgo equipara «el sanador» al «curandero»
de hoy, que se encuentra en todas las ciudades y pueblos, y cuya experiencia
también está ahí. Otra enseñanza es que no se debe confundir el acto de nom-
brar la enfermedad con el acto de diagnosticarla. Para ello pone el ejemplo de
la «parálisis», término que indica que no se puede mover una parte del cuerpo,
pero según él, aplicar esta denominación no es establecer un diagnóstico sobre
la naturaleza de la afección, es simplemente saber darle el nombre. Como uno
puede saber que una tabla de cuatro patas es un taburete o una mesa, pero para
lo cual no realiza ningún diagnóstico.

Los tres puntos que el diagnóstico médico debe cumplir y su parale-


lismo con el «diagnóstico social sanitario»

El centro de gravedad del encomio del Dr. Laín Entralgo sobre lo que con-
vierte una definición en diagnóstico llega con los siguientes tres puntos, para él
la prueba de que se está ante un diagnóstico y no ante una pura elucubración.
Para establecer el paralelismo entre el diagnóstico médico y el «diagnóstico
social sanitario» se ha elaborado la siguiente tabla tomando en la columna de
la izquierda el texto literal del Dr. Laín Entralgo y a la derecha la traslación al
«diagnóstico social sanitario»:

248. Mooney (1932). «The Swinner Manuscript», Smithsonian Inst., Bur. American Ethnol. Bull. (Was-
hington), 99, 41 y 132, en Laín Entralgo, P., op. cit. 1981: 3.
249. Laín Entralgo, P., op. cit. 1981: 3-15.
© Editorial UOC 184 El diagnóstico social sanitario

Puntos propuestos por el Dr. Laín Aplicación de los puntos del Dr.
Entralgo al diagnóstico médico. Laín Entralgo al «diagnóstico social
sanitario».
«La denominación de la enfermedad, y La denominación del problema social sa-
por tanto la idea que acerca de la realidad nitario y, por tanto, la idea que acerca de
de ésta quiere expresarse con el nombre la realidad que de éste quiere expresarse
empleado, deben proceder de una actitud con el nombre empleado, debe proceder
mental que temáticamente haya excluido de una actitud mental que temáticamente
de su actividad toda apelación al pensa- haya excluido de su actividad toda apela-
miento mágico. La interpretación de la ción al pensamiento mágico. La interpre-
realidad anatomo-fisiológica implícita en tación de la realidad social y psicosocial
el verdadero diagnóstico podrá ser crasa- implícita en el verdadero «diagnóstico
mente errónea o puramente imaginativa, social sanitario» podrá ser crasamente
pero nunca dejará de ser racional». errónea o puramente imaginativa, pero
nunca dejará de ser racional.

«El proceso mental por el cual el sana- El proceso mental por el cual el trabajador
dor llega a su conclusión diagnóstica, y social sanitario llega a su conclusión diag-
por tanto al término con que la nombra, nóstica y, por tanto, al término con que la
debe hallarse regido por un método, del nombra, debe hallarse regido por un mé-
cual es más o menos consciente quien lo todo, del cual es más o menos conscien-
emplea. La posesión de una conciencia te quien lo emplea. La posesión de una
metódica es la expresión más fehaciente conciencia metódica es la expresión más
de la racionalidad de la mente, y gracias a fehaciente de la racionalidad de la mente,
ella puede ser verdaderamente técnico el y gracias a ella puede ser verdaderamente
conocimiento de la enfermedad». técnico el conocimiento de los problemas
o dificultades psicosociales.

«La palabra con que la enfermedad es de- Las palabras con que denominamos los
nominada debe ser un verdadero termin- problemas sociales y psicosociales deben
us technicus; es decir, un vocablo que de- ser un verdadero terminus technicus; es de-
signe precisamente aquello a que se aplica cir, vocablos que designen precisamente
–en este caso: un modo de enfermar– y aquello a que se aplica –en este caso: un
cuya significación sea unívocamente en- modo de desajuste o dificultad social de-
tendida por todos los que como técnicos bido a la presencia de la enfermedad– y
–en este caso: como profesionales del arte cuya significación sea unívocamente en-
de curar, ars medica o tékhnê iatrikê– en tendida por todos los que como técnicos
su oficio la emplean. Todo lo que no sea –en este caso: como profesionales del arte
nombrar así las enfermedades es nomi- del trabajo social sanitario– en su oficio
nación cuasidiagnóstica, no diagnóstico la emplean. Todo lo que no sea nombrar
sensu stricto». 250 así los problemas sociales y psicosociales
es nominación cuasidiagnóstica, no diag-
nóstico sensu stricto.

Tabla 1. El diagnóstico social sanitario desde el diagnóstico médico analizado por el Dr. Laín Entralgo.
Elaboración Dolors Colom.
© Editorial UOC 185 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

Los tres puntos, aplicados al «diagnóstico social sanitario», se transforman


en los siguientes tres puntos que cabe cumplir: La denominación del problema
social sanitario, asumiendo que para proceder a dicha denominación el traba-
jador social sanitario, él o ella, ha realizado un acto de raciocinio, ha seguido
un método de análisis y deliberación, ha interpretado los hechos y las circuns-
tancias y que una vez ha escogido las palabras para denominar o definir la
situación o problema, éstas resulten universalmente reconocibles (se recuerda
las enciclopedias y diccionarios de trabajo social en general y de trabajo social
sanitario en particular) por la comunidad profesional del trabajo social sanita-
rio y se interpreten en la misma manera. Es decir, no se trata de acertar, sino
de garantizar que ese acierto, si se da, se apoya en una actividad deductiva y
racional. De lo contrario sería como estar jugando a la ruleta. 250

Es importante detenerse en este punto para erradicar los fantasmas que in-
vaden a los profesionales con respecto a la elaboración del «diagnóstico social
sanitario». Cuando aplican cualquiera de las definiciones de «diagnóstico so-
cial» se puede añadir sanitario, y éste es fruto de una acción en la que se dan
los tres puntos y condicionantes señalados han elaborado un «diagnóstico so-
cial sanitario», sin ninguna duda. Más adelante se volverá sobre este párrafo,
crucial para desbrozar ese camino lleno de confusiones y falsos misterios. De
momento se sigue avanzando en el artículo del Dr. Laín Entralgo. Se ha visto
que en ocasiones él habla de «nominación cuasidiagnóstica» clarificando que
se refiere a ella cuando concurren tres elementos en la mente del «sanador»: el
empirismo, la magia y la imaginación. Lo explica como sigue:

«Actúa empíricamente quien nombra la enfermedad de que se trate exclusi-


vamente atenido –casi exclusivamente atenido, según lo anteriormente expues-
to– a lo que en el enfermo ve. […] Procede mágicamente el sanador que nombra
o interpreta una enfermedad apelando a realidades hipotéticas y a nociones ex-
plicativas en las que inequívocamente se elude –o se desconoce– un conocimien-
to verdaderamente objetivo, racional y susceptible de universalización. […] Se
conduce imaginativamente, en fin, el sanador que con arbitrariedad y sin mé-
todo recurre a hipótesis no comprobables, y las da como ciertas, para explicar la
producción de la enfermedad que contempla».251

Tomando el trabajo social sanitario y aplicando los conceptos del párrafo


anterior procede preguntarse ¿qué significa para un trabajador social sanitario
actuar empíricamente, mágicamente, imaginariamente? Cada quien cuenta
250. Laín Entralgo, P., op. cit. 1981: 4.
251. Laín Entralgo, P., op. cit. 1981: 5.
© Editorial UOC 186 El diagnóstico social sanitario

con espejos internos donde comprobar los reflejos devueltos según sea su ma-
nera de ejercer. Así, siempre dentro del trabajo social sanitario:

t$POSFTQFDUPBMBBDUVBDJØOFNQÓSJDB MÏBTF jBDUÞBFNQÓSJDBNFOUFFMUSB-


bajador social sanitario que denomina el problema o dificultad social en base
a lo que ve en la persona, su familia o su entorno». A modo de ejemplo: «La
madre se muestra extremadamente severa con su hija adoptiva en tratamiento
por trastornos de conducta alimentaria».
t$POSFTQFDUPBMQSPDFEFSNÈHJDP MÏBTFjQSPDFEFNÈHJDBNFOUFFMUSBCBKB-
dor social sanitario que nombra o interpreta un problema social sanitario ape-
lando a realidades hipotéticas, eludiendo el conocimiento objetivo, racional
y susceptible de universalización». A modo de ejemplo: «La madre se muestra
extremadamente severa con la hija adoptiva porque la tiradora de cartas la ha
advertido de que es hija de su marido. La niña acapara la atención del padre,
eso lleva a la madre a sentir celos de la hija que los acusa y somatiza en proble-
mas alimentarios. Hay que esperar a tener suerte y que todo se normalice».
t:mOBMNFOUF DPOSFTQFDUPBMDPOEVDJSTFJNBHJOBUJWBNFOUF MÏBTFj4FDPO-
duce imaginativamente el trabajador social sanitario que con arbitrariedad y
sin método (esto es, sin seguir ningún procedimiento o protocolo) recurre a
hipótesis no comprobables y las da como ciertas para explicar la producción
de problemas que contempla». Siguiendo con el mismo caso: «La madre no
muestra afecto hacia la hija adoptiva porque parece sospechar que su marido
es el verdadero padre. Él fue quien insistió y la convenció para la adopción, y
la madre tuvo que aceptarlo a la fuerza. Posiblemente temía que el marido la
dejara. Culpabiliza a la hija de estar perdiendo a su marido y la niña presenta
trastornos de conducta alimentaria, necesitan terapia familiar».

Y si bien en términos generales la mayor parte de las afirmaciones pueden


ser ciertas, la manera como el trabajador social sanitario, él o ella, lo denomina,
el cómo se ha acercado a esta realidad impide aceptar la definición resultante
como un «diagnóstico social sanitario». La razón es que no se ha seguido nin-
gún método, no se han validado las hipótesis, el profesional se ha dejado llevar
por primeras impresiones, comentarios, por el semblante de ambas. Por tanto,
«el qué se dice» es importante, pero para garantizar los puntos cardinales del
«diagnóstico social sanitario», «el por qué y en base a qué se dice» es esencial.
Sin esa segunda parte, la primera se convierte en un mero juego de azar.
Estos tres argumentos ponen sobre la mesa la necesidad de autoevaluar
constantemente el seguimiento de los procedimientos y los protocolos, a fin
de evitar que el trabajo social sanitario se convierta en otra cosa.
© Editorial UOC 187 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

Así se puede afirmar que:


t&MEFOPNJOBSFMQSPCMFNBPQSPCMFNBTOPFTEJBHOPTUJDBSZMBEFOPNJOB-
ción no es el diagnóstico.
t&MEFTDSJCJSMPRVFTFWFOPFTEJBHOPTUJDBSFTEFTDSJCJSMPRVFTFWF BMHP
que, además, está a la vista de todos los que miran aunque algunos no vean.

Las palabras del Dr. Laín Entralgo referidas a la medicina si se transfieren al


trabajo social sanitario sugieren que el «diagnóstico social sanitario» integra lo
que salta a la vista con lo que permanece oculto pero forma igualmente parte
de la cosa. Siempre mediante una validación objetiva cabe lograr que cualquier
trabajador social sanitario, ante el mismo caso, elabore el mismo «diagnóstico
social sanitario». Esto sólo es posible cuando se aplica el mismo corpus de co-
nocimiento. Sería una falta de rigor e inaceptable que el «diagnóstico social sa-
nitario» variara en función del profesional que lo elaborara. Es imprescindible
el acto racional de escucha de la demanda, sea la que sea y por descabellada que
parezca, la habilidad en la obtención de la información y de elaborar las prime-
ras interpretaciones a fin de proponer unas primeras hipótesis diagnósticas es
la base para elaborar un «diagnóstico social sanitario» que responda a la reali-
dad planteada. Por tratarse de aspectos vinculados a la sensación y percepción
humana los datos obtenidos se seguirán validando o descartando en base a en-
trevistas y otras actividades exploratorias. El trabajador social sanitario ayuda
a la persona a reconstruir su mundo, ese que la enfermedad y la necesidad de
determinados tratamientos puede haber medio derruido. Una vez validadas las
palabras que se utilizarán para elaborar el «diagnóstico social sanitario» éste se
puede emitir. La denominación final, la definición resultante, implica que las
palabras utilizadas, la construcción de las frases, designan fielmente lo que es
y lo que es no es eso que se ve, siendo lo que no se ve a lo que hay que llegar
pues está ahí interfiriendo, dificultando, destruyendo el tejido social y psicoso-
cial de la persona enferma atendida en cualquiera de los establecimientos del
sistema sanitario.
La tesis del Dr. Laín Entralgo sobre la historia del diagnóstico médico es que
el verdadero diagnóstico sensu stricto, esto es, que cumple los tres puntos desa-
rrollados en la tabla 3, se inicia con los médicos hipocráticos dando lugar prime-
ro, siempre según sus palabras, al «paradigma antiguo», siendo en el siglo XVII
cuando Thomas Sydenham252, 253 (1624-1689), médico apelado el «Hipócrates
inglés», inscribió el diagnóstico médico, el acto de diagnosticar, utilizando las pa-
labras del Dr. Laín Entralgo, en el «paradigma moderno». Lo escribe como sigue:

252. http://www.iqb.es/historiamedicina/personas/sydenham.htm [Consulta 23 de julio de 2012]


253. http://www.historiadelamedicina.org/sydenham.html [Consulta 23 de julio de 2012]
© Editorial UOC 188 El diagnóstico social sanitario

«Mi tesis es la siguiente: sólo con los médicos hipocráticos –o con Alcmeón
de Crotona, si se quiere apurar la precisión documental– comienza formalmente
la historia del diagnóstico médico, solo con ellos se inicia el cumplimiento cons-
ciente de los tres fundamentales requisitos que exige la práctica de un diagnósti-
co sensu stricto, y en modo alguno es un azar que ellos convirtieran en verdadero
término técnico una palabra ya usada en los tiempos homéricos con un sentido
mucho más amplio, el verbo diagignôskein, y se apresurasen a adoptar como suyo,
dándole estricta significación médica, un neologismo creado en el siglo v, el sus-
tantivo diágnôsis».254

El párrafo asume un hecho que en 1910 ocupó a Garnet Isabel Pelton res-
pecto al, entonces, trabajo social hospitalario, el término diagnóstico es un
término técnico y por ello lo señaló como un factor diferencial, como se ha dis-
tinguido, entre la ayuda proveniente de la filantropía, de la ayuda que provenía
del trabajo social hospitalario, hoy sanitario. Así, cuando se habla de diagnós-
tico, sea en el ámbito que sea, se está reconociendo que se trata de un término
técnico que lleva implícitas unas condiciones y exigencias cuyo cumplimiento
le concede dicha cualificación de técnico.
Siguiendo en el mismo párrafo, el Dr. Laín Entralgo señala la diferencia
entre la acción de diagnosticar, el verbo, y el resultado de esta acción que,
garantizando los requisitos expuestos, permite la elaboración del «diagnóstico
médico» o del «diagnóstico social sanitario».

«Para los médicos que comenzaron a emplearlos técnicamente, y por exten-


sión para los hombres cultos de la Grecia del siglo v, ¿cuál era la significación
de las palabras diagignôskein y diágnôsis? El verbo diagignôskein es muy antiguo
en la lengua griega. Con el sentido de –discernir– o –distinguir– […]. Aparte su
valor semántico como –resolución o decisión– diágnôsis es la acción y el efecto de
conocer distinguiendo y penetrando. […] Para el médico hipocrático, en suma,
diagignôskein, diagnosticar, era conocer una enfermedad individual sabiendo dis-
tinguirla de las restantes, especialmente de las semejantes a ella, y siendo capaz
de conjeturar imaginativa y razonablemente lo que tras su aspecto perceptible
hubiera, en tanto que causa y mecanismo anatomofisiológico, en el seno de la
phisis del enfermo. ¿Cuál fue la estructura conceptual y cuál la técnica operativa
de este modo de enfrentarse médicamente con la realidad del hombre enfermo?
Cuál el modo como los hipocráticos sintieron y ejercitaron en sus diagnósticos la
actitud antimágica, la conciencia metódica y la precisión nosonomástica?».255

254. Laín Entralgo, P., op. cit. 1981: 8.


255. Laín Entralgo, P., op. cit. 1981: 11.
© Editorial UOC 189 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

Las garantías del camino son las mismas en todas las disciplinas, deben
serlo. La pregunta obvia es ¿cómo se define el diagnóstico médico? Y ¿cómo se
define el «diagnóstico social sanitario»? Y aquí es donde se alzan las primeras
diferencias entre ambos, pues aquello que en medicina se resuelve con unas
pocas palabras, en el trabajo social sanitario, considerando su naturaleza, im-
plica una minuciosa narración. Sin embargo, como se verá, entre ambos hay
grandes alianzas que les llevan a confirmar que su unión es un matrimonio por
amor y no de conveniencia. El modelo biopsicosocial permite el diagnóstico
biopsicosocial que se postula como la unión «química» de ambos diagnósticos
citados y no un ensamblaje de ambos.

Tomando la definición de diagnóstico médico del Dr. Laín Entralgo dentro


del «paradigma antiguo», escribe:

«La actividad diagnóstica del médico consiste en combinar metódicamente la


recta visión de lo que puede verse con una razonable figuración imaginativa de
lo que podría verse y de hecho no se ve».256

Un paso imprescindible para llegar a la definición del «paradigma moder-


no» que define como sigue:

«Razonable y razonada pretensión de reducir el juicio diagnóstico a la visión


directa o indirecta, pero en cualquier caso real, no imaginativa, de aquello que
para el médico sea la realidad misma del proceso morboso».257

Todos estos argumentos llevan a una primera consideración del diagnósti-


co como concepto moderno, en términos generales y sin pensar en ninguna
profesión en particular sino en todas ellas, es que se trata de un algoritmo.
Analógicamente, la elaboración de un diagnóstico es asimilable a la edifica-
ción de una vivienda en la que se vivirá y el hogar resultante una vez habi-
tada. La comprensión del «qué y del cómo» pero sobre todo del «para qué
esta intervención y no otra» fertiliza el concepto de «diagnóstico». Otro punto
importante es que el «diagnóstico» es una acción humana, para ser precisos
profesional, la tecnología, las escalas, las clasificaciones, los indicadores son
instrumentos diagnósticos, pero el diagnóstico resulta del acto racional citado.
Los profesionales, ellos y ellas, deben mantener viva la conciencia de que son

256. Laín Entralgo, P., op. cit. 1981: 9.


257. Laín, P., citado en Gasulla, J. M., «Análisis de un caso clínico desde una perspectiva biopsicoso-
cial de la enfermedad», 9º Congreso Virtual de Psiquiatría. 1982. http://www.psiquiatria.com/bi-
bliopsiquis/bitstream/10401/4499/1/interpsiquis_2008_34305.pdf [Consulta 23 de julio de 2012]
© Editorial UOC 190 El diagnóstico social sanitario

los responsables de garantizar ese proceso para poder aseverar que se está, en
el caso de trabajo social sanitario, ante un «diagnóstico social sanitario» y no
ante una «descripción de un problema social sanitario». Resulta esencial que
en los profesionales del trabajo social sanitario cale el valor del «diagnóstico
social sanitario» para facilitar en la práctica diaria la intervención indicada.
Una intervención que se compondrá de multitud de acciones, gestiones, ta-
reas, las cuales, adecuadamente combinadas y generando sinergias entre ellas,
conforman el proceso que culminará en el servicio que se haya determinado
necesita la persona. De igual modo que el diagnóstico es mucho más que una
suma de partes, el servicio es más que la suma de acciones terapéuticas. El buen
«diagnóstico social sanitario» zurce la descripción al contexto, a la vivencia y a
la experiencia particular, y ello, y sólo por ello, ayuda a la persona, a su familia,
a regresar, rehacer, rehabilitar, incluso transformar su cotidianeidad, sin excluir
las ayudas complementarias.
El diagnóstico se elabora y se da combinando en la vida de la persona enfer-
ma y su familia elementos mecánicos (cambios de horario, barreras arquitec-
tónicas), elementos orgánicos (prestación de ayuda para comer, necesidad de
ayuda para la ducha diaria, no poder realizar la compra) y elementos emocio-
nales (la vivencia particular de la persona y de cada uno de los miembros de la
familia) con el conocimiento actualizado del profesional.
La elaboración de un diagnóstico implica una gran responsabilidad de par-
te del profesional, él o ella, por lo que supone en el futuro de la persona ese
«diagnóstico social sanitario» que ya es suyo. Un contenido que puede ser cier-
to o incierto si bien este último es inadmisible. La elaboración del diagnóstico
implica también una gran responsabilidad de la organización, ésta encarnada
en sus directivos, asumiendo, por defecto, que ponen al alcance de los profesio-
nales, de los trabajadores sociales sanitarios, ellos y ellas, los medios necesarios
para que los «diagnósticos sociales sanitarios» que elaboran resulten precisos
y se ajusten al máximo a la realidad estudiada y sobre la cual se intervendrá.
Las intervenciones de trabajo social sanitario, como las médicas, suponen un
gran consumo de recursos personales de las personas implicadas, recursos pro-
fesionales directos e indirectos, recursos institucionales y recursos comunita-
rios. Por tanto, los trabajadores sociales sanitarios se avezarán a que detrás de
toda decisión que toman hay un coste que se debe transformar en beneficios
para los integrantes del caso social y, lejos de utopías, para el conjunto de la
sociedad. Los servicios prestados obedecen a aliviar sufrimiento y carencias, a
motivar y a reforzar el cuerpo emocional y psíquico de las personas, por ello,
además de evaluarse a posteriori en el conjunto de todas las intervenciones, es
preciso asegurarse en el momento de la intervención de que se está realizando
aquello que mejor satisface las necesidades y carencias de la persona cediéndo-
© Editorial UOC 191 «Diagnosticar» y «diagnóstico»

le el protagonismo. Resulta muy ilustrativo para comprender el párrafo ante-


rior el texto del Dr. David M. Eddy en una «conversación con su padre» sobre
el coste-efectividad. Más de veinte años después sigue siendo un texto vigente
y saludable para leer y releer de vez en cuando:

«Los análisis coste-efectividad son una colección de métodos para resolver el


problema siguiente: hay muchas actividades; cada actividad produce diferentes
cantidades de cierto resultado deseable, como, por ejemplo, beneficios de sa-
lud. Cada actividad requiere cantidades diferentes de recursos, como dinero. No
hay recursos suficientes para hacer todas las actividades. El objetivo es asignar
los recursos disponibles a las actividades para conseguir el máximo de resultado
deseable».258

Por último, en la dimensión del bienestar y la salud, el diagnóstico, en cual-


quiera de las disciplinas, implica, también y siempre, una gran responsabilidad
de la persona y su familia, que han acudido al profesional en busca de ayu-
da, presentando una necesidad o un síntoma, una situación que han visto no
pueden resolver por sí mismos y necesitan orientación y el asesoramiento, al
experto profesional, valga la redundancia.

258. Eddy, D. M., «Toma de decisiones clínicas. De la teoría a la práctica. Análisis coste-efectividad: Una
conversación con mi padre». Journal of the American Medical Association. Vol. 267, Núm. 12. 1993: 36.
Agradezco al Dr. Julio Villalobos que me dejara este artículo que ciertamente ha sido muy oportuno.
© Editorial UOC 193 El «diagnóstico social sanitario»...

Capítulo IV

Peroratio. El «diagnóstico social sanitario»,


ni generalización ni confusión

Parece una perogrullada señalar que el «diagnóstico social sanitario» debe


clarificar y no enredar los servicios y prestaciones que se vayan a brindar a la
persona enferma. A lo largo de estos últimos años han sido muchos los traba-
jadores sociales sanitarios que, sin intención expresa, en conversaciones infor-
males a veces, más formales otras, han puesto de relieve dos grandes enemigos
del «diagnóstico social sanitario». Básicamente son dos realidades que se han
señalado pero que merecen una reflexión aparte. Se trata de:

t-BHFOFSBMJ[BDJØOEFMBTEFTDSJQDJPOFTZMBEFmOJDJØOmOBMEFMjEJBHOØT-
tico social sanitario».
t-BDPOGVTJØOJOJDJBMEFMjEJBHOØTUJDPTPDJBMTBOJUBSJPxDPOMJTUBTEFQSPCMF-
mas y/o clasificaciones de problemas.

La generalización de las descripciones y la definición final

Las generalizaciones destruyen la diferencia y con ello todo parece lo mis-


mo. Por los riesgos prácticos que entraña, tanto para el enfermo como para la
familia o red social, la generalización en la descripción del «diagnóstico social
sanitario» es el primer aspecto que hay que abordar. La generalización encierra
la confusión y ésta, por algún que otro camino, suele llevar al error. Apenas
se habla de los errores diagnósticos de los trabajadores sociales sanitarios pero
sin duda los hay. ¿Acaso éstos no se equivocan? ¿Qué ocurre con sus errores?
¿Quizás, como se ha generalizado tanto siempre se acierta? En realidad los erro-
res diagnósticos en trabajo social sanitario se revelan en el plan de trabajo, en
su ejecución, se ponen de relieve en la evaluación.
© Editorial UOC 194 El diagnóstico social sanitario

Sin embargo, ante la generalización la evaluación no es posible. ¿Qué se va


a evaluar? En la generalización cabe todo y las palabras se convierten en juegos
de construcciones que buscan salidas airosas. La generalización evita el com-
promiso. La imprecisión, la generalización diluye los errores y los enmascara
con otras variables y hechos. La generalización es un velo negro que planea
sobre ellos. Puede tratarse de un hábito inapreciable por los propios trabaja-
dores sociales sanitarios que con seguridad los detalles específicos de cada caso
social sanitario los guardan en su cabeza y están presentes mientras no se dé el
alta social a la persona. Pero ello no es suficiente pues pasados los días, quizás
las semanas o meses, la riqueza de los detalles se perderá y tan sólo quedará
disponible la generalización que en su momento se plasmó en la historia de
trabajo social sanitario o la historia clínica. Sirva ello como una alerta y, a la
vez, una invitación para dar un viraje hacia la precisión que requiere toda des-
cripción del «diagnóstico social sanitario», para diferenciar uno de otro.
Se puede hablar de narraciones que apuntando en la dirección diagnóstica,
raramente la concretan dejando así abiertos numerosos interrogantes. Las ge-
neralizaciones borran el factor diferencial, ese que imprime el quid, entre un
«diagnóstico social sanitario» y «otro».
La generalización es hermana de la superficialidad. A modo de ejemplo,
imagínense el siguiente diagnóstico médico: «Persona enferma con serios
problemas». La mayoría de los seres humanos, sin ser médicos, pueden ex-
presarse en esos términos. Cualquiera, hasta un niño, puede ver esa realidad
manifestada, ese problema de la persona enferma. Hasta el propio enfermo se
sabe enfermo. Pero es evidente que ello no es el diagnóstico médico. Lo que le
ocurre al enfermo debe especificarse a partir de procedimientos médicos diag-
nósticos y una vez diagnosticado, tampoco lo puede tratar cualquiera, sólo el
especialista. Por tanto, se puede afirmar que el diagnóstico lleva hilvanado el
tratamiento y que éste tiene un fin: la mejoría. Para diagnosticar siempre se
requiere al especialista, al profesional. Lo que ofrece el médico es su saber, su
conocimiento, un ir mucho más allá de lo general y obvio que se encuentra a la
vista y que todos pueden deducir. Lo que ofrece el médico es, precisamente, el
«diagnóstico médico». El que concreta «la enfermedad y los serios problemas»,
y, además, establece un plan terapéutico para su resolución.
Si ello se traslada al «diagnóstico social sanitario», el equivalente sería el si-
guiente descriptor: «Persona con problemas sociales relacionados con la enfer-
medad». Ello también es evidente para la mayoría de las personas. Cualquiera
puede darse cuenta de eso. Todos aquellos que se relacionan con el caso social
sanitario ven que la persona no tiene familia que le ayude. El observador ex-
terno se dirá ¿Y?
© Editorial UOC 195 El «diagnóstico social sanitario»...

Una primera reflexión que se desprende del ejemplo anterior es que: Cual-
quier descripción que se quede en lo evidente, en lo que puede ver cualquiera a
simple vista, no puede considerarse un «diagnóstico social sanitario».

Confusión del «diagnóstico social sanitario» con la clasifi-


cación diagnóstica social sanitaria

Un segundo aspecto que se ha manifestado a lo largo del libro es la con-


fusión entre «diagnóstico social sanitario» y «clasificación social sanitaria». Un
comentario habitual es «nosotros hace muchos años que trabajamos con el
diagnóstico social», bien, felicidades, no puede ser de otra manera si ejercéis
desde el trabajo social sanitario. Allí donde esté presente el trabajo social sani-
tario, estará presente el «diagnóstico social sanitario», se ha visto en las páginas
anteriores. ¿Qué tiene de excepcional que el trabajador social sanitario elabore
el «diagnóstico social sanitario»?
Otro comentario es «estamos unificando todos diagnósticos sociales sani-
tarios y también los estamos codificando para su tratamiento informático».
¡Ojo! Eso es otra cosa pero no es «La cosa». Dicha observación evidencia un
desconocimiento de lo que significa el «diagnóstico social sanitario» y que éste
se confunde con una «clasificación diagnóstica social sanitaria». Se ha señalado
en varias ocasiones la necesidad de no confundir el uno con la otra.
La clasificación diagnóstica social sanitaria es, si se quiere, un trabajo pen-
diente. Quien escribe está en ello.
La unicidad del «diagnóstico social sanitario» para transformarla en infor-
mación tratable estadísticamente requiere filtros que permitan clasificarla y
codificarla. La agrupación, la clasificación, es sólo una herramienta de trabajo
que lleva años reclamándose, es una herramienta imprescindible pero no se
puede confundir el vehículo con el conductor o con la carretera, no es el «diag-
nóstico social sanitario».
Algunos instrumentos de clasificación existentes son:

t&M4JTUFNBEF*OGPSNBDJØOEF6TVBSJPT 4*644
EFM.JOJTUFSJPEF5SBCBKP
y Asuntos Sociales.259
t&M1SPHSBNB*OGPSNÈUJDPEF$BTPT 1*$
EFM4FSWJDJP/BWBSSPEF4BMVE260
t-B$MBTJmDBDJØO*OUFSOBDJPOBMEF"UFODJØO1SJNBSJB $*"1
261

259. http://www.mtas.es/SGAS/ServiciosSocDep/ServiciosSociales/siuss/SIUSS.htm
260. Napal, C.; Ochando, G., et. al., Programa Informático de Casos. Edita el Colegio Oficial D.T.S. y
AA.SS. de Navarra y Caja Rural de Navarra. 1997.
261. http://www.iqb.es/patologia/ciap/ciap_toc.htm [Consulta 4 agosto de 2012]
© Editorial UOC 196 El diagnóstico social sanitario

t-B$MBTJmDBDJØO*OUFSOBDJPOBMEFM'VODJPOBNJFOUP EFMB%JTDBQBDJEBEZ
de la Salud (CIF), conocida como la heredera de la Clasificación Internacional
de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM).262
t&UDÏUFSB

Para hacer más comprensible esa diferencia entre diagnóstico y clasificación


valdrá la siguiente observación. Es cada vez más frecuente que las comunidades
autónomas a partir de sus equipos y comités indiquen a los profesionales la
aplicación de sus propias clasificaciones. Todas ellas recogen información y
la clasifican a su manera pero ello no altera el «diagnóstico social sanitario».
Una vez aceptada la clasificación, lo único que se requiere es aplicarla correcta-
mente. La mayoría de las clasificaciones son válidas y sirven perfectamente a
sus fines. La elección de una y no otra obedece casi siempre a criterios pura-
mente discrecionales de quien la adopta.
Parece evidente que el «diagnóstico social sanitario» no puede estar subor-
dinado a la política, ni a la geografía, ni a decisiones sujetas a la temporalidad
de unos cargos directivos. El «diagnóstico social sanitario» antecede a cualquie-
ra de las clasificaciones que se decida aplicar y ésta no lo altera para nada. El
«diagnóstico social sanitario» no necesita de ninguna clasificación, existe en sí
mismo siempre que exista el caso social sanitario y un trabajador social sani-
tario que lo construya. La clasificación diagnóstica social sanitaria en cambio
necesita del «diagnóstico social sanitario», de lo contrario ¿qué se va a clasifi-
car? Y por último una clasificación, reciba el nombre que reciba, sigue siendo
una clasificación. A la vista queda diferenciada. Un riesgo que se ha señalado
con anterioridad es que a base de denominar a la clasificación de diagnóstico
social sanitario, diagnóstico social sanitario, se acabe pervirtiendo la denomi-
nación de éste.
Las clasificaciones hoy son imprescindibles para el facilitar el tratamiento
posterior de la información pero, se insiste, no son el diagnóstico social. To-
dos los pioneros propusieron clasificaciones pero las trataron como clasifica-
ciones.

262. http://www.who.int/classifications/icf/site/icftemplate.cfm [Consulta 4 marzo de 2012]


© Editorial UOC 197 El «diagnóstico social sanitario»...

Instrumentos de trabajo para elaborar el diagnóstico social


sanitario y su posterior clasificación

A continuación se proponen algunos instrumentos de trabajo elaborados a


partir de las teorías de diferentes autores.

Michael M. Davis

El siguiente instrumento ofrece una pauta de recogida de información y/o


de desglose del «diagnóstico social sanitario» siguiendo las pautas del Dr. Davis
en sus dos clasificaciones.

Dimensiones de la clasificación Parámetros y categorías


Diagnóstico y pronóstico médico
Capacidad de relación dentro de la familia.
Capacidad de relación con los otros.
Adicciones.
Vivencia de su enfermedad.
Situación económica.
Problemas personales del paciente Etcétera.
Con quién vive. Parentesco.
Si tiene familiares a su cargo,
(sanos o enfermos).
Si puede contar con el apoyo de la familia.
En qué organización.
Calidad de los apoyos familiares
y sus posibilidades.
Condiciones familiares Etcétera.
Instrucción.
Situación laboral.
Cómo la enfermedad puede marcar su futuro
a corto, medio o largo plazo.
Problemas laborales del paciente Etcétera.
Capacidad económica.
Capacidad de relacionarse.
Condiciones generales Estatus social.
del paciente y su familia Roles de los diferentes miembros.

Instrumento de trabajo 1. Dimensiones sociales siguiendo la propuesta del Dr. Davis. Elaboración Dolors Colom

Las diferentes categorías que se vayan creando en cada parámetro son una
decisión que deberá consensuarse en el servicio de trabajo social sanitario, o
entre servicios de una misma zona o área geográfica. Son el filtro que permitirá
© Editorial UOC 198 El diagnóstico social sanitario

recoger información y deshará el diagnóstico social sanitario para su análisis


estadístico. Una vez el diagnóstico social sanitario se haya conformado y en-
juiciado, la aplicación de la clasificación es una fase del procedimiento o del
protocolo, según corresponda.

Tipos de
pacientes Atributos Intervención
Problemas sociales a agudos y urgentes Atención profesional
Tipo I que requieren atención urgente individualizada
El tipo de tratamiento y su cuidado dese- Trabajo social de caso,
Tipo II quilibra una red social débil casework y familiar
Se trata de atender los desequilibrios y
roturas habituales provocadas por la enfer- Trabajo Social de caso,
medad y que en este caso la persona y su casework, familiar y co-
Tipo III familia no pueden afrontar solos munitario
Casos en que todo parece estar en or-
den pero en los que se hace necesario Procedimiento de la
el seguimiento y la orientación en los planificación del alta
Tipo IV primeros días sanitaria

Instrumento de trabajo 2. Tipos de enfermos, atributos que los caracterizan y atención o procedimiento.
Elaboración Dolors Colom.

Gordon Hamilton

A modo de ejemplo, de «hechos» y «factores», los primeros como lo que se


da y los segundos como hacedores del caso social sanitario, valga la siguiente
propuesta:

Hechos Factores Atributos


Convivencia Familiares Cualidad de la relación
Conflictos con los que convive,
Agresividad en el trato Conductuales enfermedades
Sin trabajo Laborales Tipo de contrato
Diagnóstico médico Sanitarios Pronóstico
Características, habitabilidad,
Tipo de vivienda barreras, higiene...
Dietas y hábitos alimentarios,
Obesidad Culturales ejercicio físico.
Mala administración Repartición semanal del salario, en
del salario Psicosociales vez de una repartición mensual
© Editorial UOC 199 El «diagnóstico social sanitario»...

Adicciones Ambientales Actitud de la familia


Falta de trabajo, falta de formación,
Pobreza Económicos irresponsabilidad con el dinero
Dependencia Políticos Necesidades de apoyo
Negación de la enfer-
medad Psicológicos
Etcétera Etcétera Etcétera

Instrumento de trabajo 3. El caso social sanitario, ejemplos de «hechos» y «Factores» con sus «atributos».
Elaboración Dolors Colom.

Los «factores» del caso social sanitario intervienen, a favor o en contra,


en la búsqueda de los equilibrios perdidos por la presencia de la enfermedad
y las necesidades de atención y espacio vinculadas al tratamiento. Por ello el
trabajador social sanitario debe valorarlos y asignarles el peso justo dentro del
plan de trabajo. Gordon Hamilton explicó cómo, al analizar los registros de
casos, observó la variación de los «hechos» entre periodos, establecimientos,
ciudades, etcétera, advirtiendo con ello de su temporalidad y de lo arriesga-
do de las generalizaciones. Según ella ciertas agrupaciones (clasificaciones) de
«hechos» son generales y, por ello, no valen.

Elisa Pérez de Ayala

Finalmente se toma el trabajo desarrollado por Elisa Pérez de Ayala respecto


al trabajo con familias desde el trabajo social sanitario como «programas de
apoyo a la familia de los enfermos atendidos en alguno de los programas basa-
dos en diagnósticos clínicos específicos y graves».263

263. Pérez de Ayala, E., Trabajando con familias (teoría y práctica). Editorial Certeza. Zaragoza. 1999.
© Editorial UOC 200 El diagnóstico social sanitario

Diagnóstico social sanitario, caso social «X» siguiendo la definición


de Pérez de Ayala
Finalidades del trabajo social Acciones en el caso social sanitario «X»
Desarrollo de los seres humanos
Progreso de la familia Bienestar
individual y social
El trabajador social sanitario, en cada aparta-
Ajuste o reajuste social do, establecerá cuál es la situación concreta
Promoción de oportunidades del caso social sanitario en el que está inter-
Capacitación de la persona viniendo. La definición de Pérez de Ayala al
desagregarla ofrece un esquema particular que
Desaparición de impedimentos señala un mapa de la intervención.
para el desarrollo
Mejora de las relaciones sociales y
de las relaciones interpersonales

Instrumento de trabajo 4. Análisis de las realidades siguiendo el texto de Pérez de Ayala. Elaboración Dolors Colom.

Los anteriores son sólo una muestra de cómo la teoría se puede transformar
en instrumentos de trabajo para que la práctica resulte más organizada y no se
pierda la información que se genera. Son instrumentos elaborados con el único
objetivo de mostrar vías para que la teoría florezca en el día a día del ejercicio
profesional.

Algoritmo general para la elaboración del diagnóstico social


sanitario

La World Encyclopedia de la Oxford Reference Online define algoritmo como


sigue:

«Paso a paso, el conjunto de instrucciones necesarias para obtener algún re-


sultado de los datos dados al inicio. El término también se utiliza en informática
para el método de un ordenador en el seguimiento de una serie establecida de
pasos para la solución de un problema. Un algoritmo puede ser representado
visualmente por un diagrama de flujo».264

264. «Algorithm», World Encyclopedia. Philip’s, 2008. Oxford Reference Online. Oxford University Press.
<http://0-www.oxfordreference.com.cataleg.uoc.edu/views/ENTRY.html?subview=Main&entry=
t142.e283> Universitat Oberta de Catalunya. 2 September 2012
© Editorial UOC 201 El «diagnóstico social sanitario»...

La RAE como:

«Conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de


un problema».265

Las páginas siguientes aportarán algoritmos esenciales y básicos para la


elaboración del «diagnóstico social sanitario». Se basan en la literatura consul-
tada, en la experiencia asistencial y la observación.

Pilares básicos que soportan la acción

El «diagnóstico social sanitario» ocupa la parte central del procedimiento o


del protocolo de trabajo social sanitario que se esté aplicando. Es indiferente
que ello se dé en la atención primaria de salud o en la atención especializada,
el método científico no conoce de ámbitos. A modo de recordatorio tanto los
procedimientos (de ámbito general) como los protocolos (de ámbito especí-
fico) de trabajo social sanitario se componen de tres fases generales:

t-BQSJNFSB FMFTUVEJPEFUSBCBKPTPDJBMTBOJUBSJP
t-BTFHVOEB FMEJBHOØTUJDPEFUSBCBKPTPDJBMTBOJUBSJP EFOPNJOBEPjEJBH-
nóstico social sanitario».
t-BUFSDFSB FMQMBOEFUSBCBKPDPOMBJOUFSWFODJØOZFMUSBUBNJFOUPEFUSB-
bajo social sanitario.

Cada fase se divide a su vez en numerosas subfases que responderán a las


particularidades del procedimiento o del protocolo en cuestión.266 La realidad de
los acontecimientos relacionados con la intervención médica y la evolución de
la enfermedad son las que marcan la organización de las fases.
A priori se debe diferenciar entre personas enfermas que presentan situa-
ciones que deben ser resueltas con celeridad, como se ha señalo desde la «aten-
ción profesional individualizada» y personas que presentan situaciones que
traspasan la inmediatez y requieren una intervención mucho más amplia. En
la diferenciación de ambos tipos de personas está el criterio profesional. Cada
trabajador social sanitario, él o ella, es responsable de juzgar debidamente las

265. http://lema.rae.es/drae/?val=algoritmo [Consulta 17 de agosto de 2012]


266. Por ejemplo, un «protocolo de trabajo social sanitario en personas intervenidas quirúrgicamen-
te» deberá tener en cuenta que el primer screening no se puede realizar entre las 24 y 48 horas
después del ingreso porque se suele estar preparando la cirugía.
© Editorial UOC 202 El diagnóstico social sanitario

circunstancias que le permitan discriminar uno u otro tipo problema o dificul-


tad, así como entre una u otra tipología de intervención. Los profesionales de-
ben sentir el peso de su responsabilidad como profesionales, una responsabili-
dad que se proyectará en su imagen pública, en sus acciones, en sus decisiones.
Así lo explicaban Helen Rehr y otros:

«Ser profesional es ser responsable, ser responsable ante alguien o ante un


grupo de poseer una plena y completa información sobre la cual tomar deci-
siones, decisiones que son resoluciones relativas a un programa, una población,
o un paciente y su familia».267

Esa conciencia de ser profesional convierte a cada uno en un defensor del


método, de los valores y principios del trabajo social sanitario, le obliga a ac-
tuar de acuerdo con las premisas que la palabra «profesional del trabajo social
sanitario» implica. Pero a ello cabe añadirle el hecho de que la persona, cuan-
do acude al servicio de trabajo social sanitario, sea por motu proprio o sea por
consejo externo, busca la ayuda de un profesional. Por tanto, no se la puede
atender como lo haría una amistad.
Para elaborar el «diagnóstico social sanitario» se necesita satisfacer la pri-
mera fase de obtención de información, de estudio, de definición de hipótesis
diagnósticas y de interpretación de las variables que se han ido evidenciando.
Es una obviedad que si el «diagnóstico social sanitario» se elabora a partir de
información varia, ésta se debe obtener, clasificar, analizar, desestimar, lo cual,
no puede, ni debe, alcanzarse en una primera entrevista, ni con dos, y segura-
mente ni con tres. Con ello no se está diciendo que la persona no reciba algún
tipo de ayuda, pero será una ayuda temporal, provisional, motivacional. Casi
siempre que el caso lo justifica, desde la primera entrevista, el trabajador social
sanitario, él o ella, realiza intervenciones orientadas, por una parte, a aliviar la
angustia y la confusión de la persona, a modificar, si procede, su ángulo visual,
ajustar la proporción entre lo que vive y lo que ocurre, como señalan Florence
Hollis y Mary E. Woods, todos los procesos (actividades que componen el ser-
vicio o prestación) de trabajo social, se añade sanitario, se orientan a reducir la
ansiedad,268 asumiendo que la dinámica envuelta en cada acción profesional
será diferente; por la otra, a profundizar sobre la situación que presenta abordan-
do las diferentes esferas. Por ejemplo Bertha L. Doremus269 propone las cuatro

267. Rehr, H.; Blumenfield, S.; et. al., «Social Work Accountability: A key to High-Quality patient care
and services». The Mount Sinai Journal of Medicine. Vol. 60, Num 5. 1993: 368.
268. Hollis, F.; Woods, M. E., op. cit. 1981: 85-107.
269. Doremus, B. L., «The four Rs: social diagnosis in health care». Health and Social Work, 1:4. 1976: 121.
© Editorial UOC 203 El «diagnóstico social sanitario»...

«R’s del diagnóstico social sanitario», que centran la atención del profesional
en: «Los roles sociales del paciente. Las reacciones emocionales. Las relaciones
interpersonales. Los recursos prácticos».
Avanzando, en la primera fase se estudia a la persona enferma o familiar que
presenta el problema, su actitud, su implicación, su personalidad y tempera-
mento, paralelamente, se estudia el problema que presenta la persona contex-
tualizado en ella. La realización de varias entrevistas obedece a la necesidad
de relativizar la necesidad expresada por la persona enferma o por su familia,
los aspectos emocionales que envuelven su momento presente, que es el que
motiva la petición de ayuda y atención al servicio de trabajo social sanitario.
Está ampliamente aceptado el valor terapéutico de la narración dentro de la
entrevista, del intercambio de observaciones entre el cliente y el profesional
que le devuelve las observaciones elaboradas, por tanto, es en la secuencia de
entrevistas donde se observa la evolución del relato, por una parte y, por la
otra, la evolución de la actitud de la persona frente al problema o problemas, a
las dificultades que le acechan y sus posibles orientaciones.
Así pues, para ilustrar la imagen general, el «diagnóstico social sanitario»
puede imaginarse como la articulación que vincula las acciones de la pri-
mera fase del procedimiento o del protocolo con la tercera fase orientada al
tratamiento e intervención. La definición de la ayuda dada a la persona y los
medios queda recogida en el «diagnóstico social sanitario» pero se gestiona
considerando el momento y, de acuerdo con la actitud de la persona, de su
familia, se ejecuta para que esta persona pueda, por sí misma, dar respuesta a
su problema o problemas.
El siguiente mapa conceptual ilustra el «diagnóstico social sanitario» dentro
del procedimiento, o del protocolo, básico de trabajo social sanitario. Es un
recordatorio para asegurar, dentro de lo posible, el mismo punto de partida
conceptual.
© Editorial UOC 204 El diagnóstico social sanitario

Mapa conceptual 13. Posicionamiento del diagnóstico social sanitario dentro de los procedimientos y
de los protocolos de trabajo social sanitario

El centro de la atención del trabajador social sanitario es siempre la persona


enferma. El problema que ésta presenta o manifiesta, la enfermedad, por grave
que sea, es una cuestión secundaria y tangencial dentro de la intervención pro-
fesional desde el trabajo social sanitario. Entre otros muchos autores, Doremus
lo expone como sigue:

«Los problemas físicos del paciente dan una dirección al diagnóstico social
sanitario pero es su reacción emocional ante la enfermedad y no la enfermedad
per se donde el trabajador social sanitario pone el foco».270

Es una evidencia que el problema ocupa una parte importante de la entre-


vista, sobre todo de las primeras, pero a medida que se van dando las entrevis-
tas sucesivas con los objetivos terapéuticos indicados en cada caso, la persona
se va dejando descubrir, y se pone de relieve por qué no ha podido afrontar esa
realidad. El objetivo del trabajador social sanitario, él o ella, está en facilitar,
avivar, despertar los recursos psicosociales propios de la persona, también los
de su familia próxima, la que va a convivir con ella, la que la va a ayudar con

270. Doremus, B. L., op. cit. 1976: 121.


© Editorial UOC 205 El «diagnóstico social sanitario»...

el tratamiento médico para la recuperación o la estabilización. El objetivo pro-


fesional está en recuperar sus reservas vitales. El problema o dificultades son la
puerta de entrada a una realidad en la que ese problema puede quedar reducido
a la nada y, sin embargo, pueden aparecer otros que no habían generado nin-
guna demanda.
El objeto del «diagnóstico social sanitario» precisamente es la persona y los
suyos, puesto que serán ellos los que deberán afrontar las dificultades primero
con sus propios medios, complementándose éstos con medios ajenos si así
lo apoya el «diagnóstico social sanitario». El trabajo social sanitario abraza el
principio de subsidiariedad. Hasta donde lleguen la persona enferma y su fa-
milia no habrá interferencias profesionales. Si la intervención estuviera basada
en los problemas, entonces sí que lo único que se necesitaría sería una lista de
problemas, cuya presencia implicaría la intervención y, una lista de acciones
profesionales dejando de nuevo fuera a la persona y a su familia, que quedarían
sometidas a decisiones tomadas unilateralmente por el trabajador social sani-
tario, él o ella.
Esta es la gran diferencia entre la medicina y el trabajo social sanitario,
puesto que siendo ambas partes cara de una misma moneda, la presencia de un
problema orgánico se trata diferente de la presencia de un problema psicoso-
cial. El primero pertenece al paciente y al médico, también, en la medida de la
responsabilidad adquirida, al resto del equipo de trabajo. Se requiere una inter-
vención médica en la que la persona tiene un papel «paciente y confiado», es-
tará informada y podrá negarse a ello, pero ese problema orgánico, casi siempre
avalado con marcadores orgánicos, debe ser tratado con medicinas y terapias
que la persona, siempre en términos generales, confía mejorarán su bienestar.
Solo en tratamientos largos, la persona enferma gana participación en ellos,
sobre todo cuando gana confianza en el médico de familia. Paradójicamente, la
presencia de un problema psicosocial requiere, antes de intervenir, ver cómo la
persona lo vive, lo afronta, cómo se posiciona delante de él, cómo lo explica y
qué respuestas está dispuesta a dar. Para el problema social sanitario no existen
marcadores orgánicos, ni radiografía, ni escáneres o resonancias magnéticas.
Solo existe el tú a tú.271 Todo ello, luego podrá complementarse con otros recur-
sos pero estos estarán siempre sujetos a la actitud de la persona y de su familia,
que vendrá recogida en el «diagnóstico social sanitario».
Es importante interiorizar que toda acción, toda intervención, toda decisión
debe quedar avalada por el «diagnóstico social sanitario» o como mucho en
un «prediagnóstico social sanitario». Déjese a un lado la organización actual

271. Mary E. Richmond señala en su libro What is social casework? que el casework, entre otras cues-
tiones, «es la influencia de una mente sobre otra mente».
© Editorial UOC 206 El diagnóstico social sanitario

de los establecimientos sanitarios, no se está hablando de organización, ni de


coyunturas, se está hablando de conocimiento y elementos estructurales de la
intervención desde el trabajo social sanitario. Ambos, diagnóstico y prediag-
nóstico, se elaboran a partir de varias entrevistas con la persona enferma y, si
ella no objeta, siempre es preciso preguntarle, con los miembros de la familia
que mantiene más relación y la ayudarán en su recuperación.
Lo primero a considerar es los modelos de atención que asume el servicio de
trabajo social sanitario. Los modelos de atención clásicos son:

t-BBUFODJØOQPSEFNBOEBEFMBQFSTPOBFOGFSNBPEFQFSTPOBTWJODVMBEBT
a ella.
t-BBUFODJØOQPSEFSJWBDJØOEFPUSPTQSPGFTJPOBMFTEFMTJTUFNBTBOJUBSJP
t-BBUFODJØOQPSEFSJWBDJØOEFPUSPTTJTUFNBTEFTFSWJDJPTTPDJBMFT EFFEV-
cación, de justicia, de trabajo.
t-BBUFODJØOTJTUFNÈUJDBQPSQSPHSBNBTEFUSBCBKPTPDJBMTBOJUBSJP

Los algoritmos serán ligeramente diferentes según si la intervención del ser-


vicio de trabajo social sanitario se produce a demanda, engloba los tres primeros
puntos, diferenciando clientes de profesionales, o se produce por programas de
intervención sistemática, lo cual sólo requiere la presencia de los criterios de
riesgo psicosocial.
La intervención del servicio de trabajo social sanitario puede darse a deman-
da o por programas de intervención sistemática. La demanda puede provenir
de la persona enferma, de su familia, o de otros profesionales.
© Editorial UOC 207 El «diagnóstico social sanitario»...

Mapa conceptual 14. Tipologías de intervención desde el servicio de trabajo social sanitario y algoritmos asociados

Las tres posibilidades se pueden dar al mismo tiempo. Por ejemplo, una
persona que sería atendida de forma sistemática por el servicio de trabajo so-
cial sanitario al cumplir con alguno de los criterios definidos de riesgo, puede
acudir, ella o algún familiar, al servicio de trabajo social sanitario demandando
ayuda y, simultáneamente, algún otro profesional (el médico por ejemplo)
puede solicitar una interconsulta.
Es importante sobre todo los primeros tiempos en los que se instauren siste-
mas de información aprovechar su potencia para registrar la información de los
casos sociales de acuerdo con la organización y características del servicio de
trabajo social sanitario. Sólo así se podrán adecuar estos servicios a las realidades
que se vayan identificando como nuevas y sólo así la información analizada,
los indicadores resultantes, tendrán validez y operatividad de cara al futuro.
Urge dejar atrás esa mala costumbre de aceptar registros y sistemas de infor-
mación a medias. Es cierto que este paralelismo de diferentes variables, ese no
poder excluir unas frente a otras porque todas están presentes, genera grandes
dificultades a los creadores de sistemas de información sanitaria, acostumbra-
dos a tratar, especialmente, con variables cuyas categorías están cerradas y se
excluyen. Pero por ello el trabajo social sanitario es diferente. Este déficit segu-
© Editorial UOC 208 El diagnóstico social sanitario

ramente no se verá subsanado hasta que haya trabajadores sociales sanitarios


con suficientes conocimientos de programación informática que les permitan
crear programas específicos para el servicio de trabajo social sanitario. A ello
debe añadírsele la necesidad de vincular dicha información psicosocial a vari-
ables de la persona generadas desde la medicina y la enfermería. Se requiere
una toma de conciencia sobre el hecho de que mucha información está di-
sponible, pero no es accesible ni tratable como sería deseable.
Los siguientes algoritmos entre sí presentarán ligeros matices. Como se verá,
dan un gran peso a las expectativas de la persona, o del profesional. El cono-
cimiento de las expectativas sobre cómo se va a desarrollar el servicio es crucial
para evitar frustraciones, malos entendidos, e incluso alguna queja oficial. Las
expectativas se deben conocer desde el principio. Cuanto antes se conozcan
mejor. Los algoritmos están basados en el acceso al servicio de trabajo social
sanitario, en ese primer encuentro entre la persona enferma que pide ayuda, o
su familia, con el trabajador social sanitario, futuro responsable de la gestión
de su caso social sanitario. Se señala el concepto de «gestión de caso» que no
debe confundirse con el concepto de «gestión de cuidado», que es responsabili-
dad de enfermería. Si bien a veces se habla indistintamente de gestión del caso
o de gestión del cuidado en este libro se diferencia conceptualmente porque
implica acciones diferentes.

Algoritmo de acogida: intervención a demanda de la persona o la


familia

La demanda de ayuda, el cómo ésta se produce, con qué actitud y gestos,


con qué términos, es para el trabajador social sanitario, él o ella, una excelente
vía de entrada de información directa y una oportunidad para establecer las
primeras hipótesis sobre el temperamento de la persona, su personalidad, su
implicación en la resolución del problema. Se habla de hipótesis, no de asevera-
ciones. El trabajador social sanitario establecerá tantas hipótesis diagnósticas
como considere oportunas. Los diferentes encuentros con la persona afectada
y otras fuentes de información irán validando o anulando dichas hipótesis.
También en dichos encuentros se podrán formular otras nuevas hipótesis. Ello
no debe ser óbice para garantizar que se penetra en todas las dimensiones que
permitirán elaborar el «diagnóstico social sanitario».
Este primer contacto entre la persona enferma, su cuidador o cuidadora, y el
trabajador social sanitario es un espacio que pertenece a la persona y a ella se le
cede la palabra. Para que el «diagnóstico social sanitario», además de veraz, re-
© Editorial UOC 209 El «diagnóstico social sanitario»...

fleje la realidad es imprescindible que la persona se sienta acogida, escuchada,


sin prisas ni agobios (aunque estén presentes) por parte del trabajador social
sanitario. Lo importante es el cómo la persona explica su necesidad, su difi-
cultad, su sospecha, su problema, etcétera, lo que la inquieta. Para la persona
enferma, o que pide la ayuda, esa oportunidad de poder expresarse sin límites,
seguramente, la habrá tenido en muy pocas ocasiones, ahí es donde ella, su fa-
milia, deben sentir la primera diferencia entre la atención que les brinda el tra-
bajador social sanitario y la que les brindan otros profesionales mientras están
realizando su labor. El trabajador social sanitario, él o ella, debe ser consciente
de que esa persona que siente que tiene un problema, además siente que no
puede resolverlo y por ello acude al servicio de trabajo social sanitario. Actúa
así por decisión propia o porque alguien le ha dado la orientación. Se trata de
otro tipo de ayuda que no tiene que ver con el trabajo social sanitario, basar
la intervención profesional en lo que sea que demande la persona sin entrar
a aproximarse mínimamente en la persona que demanda. Se ha señalado con
anterioridad que el problema que se plantea es un hecho colateral a lo que
ocupa y preocupa al trabajador social sanitario en primera instancia que es la
persona que demanda la ayuda, su gesto y su momento. También las circuns-
tancias que la acompañan. Ello no significa que se dedique a intelectualizar
sobre el problema, ni que haga dejación de él, al contrario, lo toma como una
realidad empírica, sólo significa que el primer centro de atención es la persona
como tal.
Una vez realizada la demanda, el trabajador social sanitario consultará la
historia clínica de la persona enferma y consultará si existe alguna historia
anterior de trabajo social sanitario.
Véase a continuación el «Algoritmo de acogida del servicio de trabajo social
sanitario» cuando se produce una demanda de ayuda por parte de la persona
enferma o de algún familiar.
© Editorial UOC 210 El diagnóstico social sanitario

Mapa conceptual 15. Algoritmo de la acogida para la elaboración del diagnóstico social sanitario

Una vez la persona enferma ha podido explicar con sus palabras, sus gestos,
sus silencios, lo que cree le pasa,272 sin sentirse juzgada, el trabajador social sani-
tario, él o ella, le preguntará en «qué cree que se le puede ayudar desde el servi-
cio de trabajo social sanitario». Con esta pregunta se logra conocer de primera
mano cuáles son las expectativas de la persona con respecto a la intervención
profesional. ¿Qué espera de este servicio? ¿Qué espera del trabajador social
sanitario que le está atendiendo? La persona debe responder a la pregunta, no
valen evasivas. El trabajador social sanitario, él o ella, analizará la adecuación
de las expectativas del cliente a la realidad que ofrece la institución y sus pro-
pios conocimientos
Como es sabido, en la primera entrevista del primer encuentro, se debe
dosificar la información que se desea obtener y evitar que la persona sienta que
se ha expuesto demasiado al profesional, que ha explicado demasiado y reac-
cione de manera que sienta vergüenza de volver. En este caso es el trabajador
social sanitario, él o ella, el que controlará esta circunstancia, por ello, citará
a la persona para otro día, para seguir ampliando información, para el día si-
guiente o cuando considere oportuno. En este momento el trabajador social
sanitario, él o ella, puede realizar algún encargo a la persona, o su familia, algo

272. Hamilton, G. ob. cit 1951: 153.


© Editorial UOC 211 El «diagnóstico social sanitario»...

muy elemental, pero que le ofrecerá una primera imagen de la implicación que
mantienen en la resolución del problema. Si la persona está ingresada puede
ser algo como «Hable con su hija de ello, o pregúntele a su hija cómo lo ve, o
consúltelo con el médico y me cuenta», si la persona acude a un centro de sa-
lud puede ser «vaya al centro cívico y pregunte si hay algún banco de tiempo»,
obviamente ello son ejemplos y el encargo debe ir en consonancia con la reali-
dad que se empieza a tratar. Sea lo que sea, el pequeño encargo estará relacio-
nado con el problema planteado y obedece sólo a verificar la predisposición de
la persona a ser partícipe o no. En este caso, la intervención tendrá un objetivo
más, lograr implicar a la persona.
La siguiente cita lleva al inicio del «Algoritmo de diagnóstico social sani-
tario» que se muestra al final de este apartado.

Algoritmo de intervención a demanda de otros profesionales

Es común que la persona llegue al servicio orientada por otros profesio-


nales. El clásico volante de interconsulta «se ruega visita» debe ser aclarado y
ampliado por el trabajador social sanitario con el profesional que lo firma. Esta
primera demanda profesional debe producirse cara a cara, como alternativa
está el teléfono, pero es esencial que el trabajador social sanitario conozca de
viva voz cuáles son las expectativas del profesional respecto a su intervención.
Esas expectativas del profesional las habrá transferido a la persona afectada.
Ello, además, alimenta el vínculo interdisciplinar.
Véase a continuación el «Algoritmo de interconsulta al servicio de trabajo
social sanitario» cuando se produce una demanda de ayuda por parte de otros
profesionales.
© Editorial UOC 212 El diagnóstico social sanitario

Mapa conceptual 16. Algoritmo de interconsulta de otros profesionales al servicio de trabajo social sanitario

Se trata de la demanda, es el primer contacto que se produce, respecto al


caso social sanitario que motiva la gestión, entre el profesional que demanda
la interconsulta y el trabajador social sanitario. Este último debe asegurarse
de que quien solicita la interconsulta conoce el servicio de trabajo social, sus
funciones. Puede verse como un conocimiento tangencial pero asegurarlo evi-
tará confusiones y ahorrará mucho tiempo en el futuro. Y sobre todo ahorrará
tiempo de la persona enferma y de su familia. La demanda de los otros profe-
sionales debe analizarse para operar en consecuencia, propiciando un encuen-
tro formal para aclararlo, en caso de que no proceda.
Por supuesto habrá profesionales con los que la relación es tan estrecha y
se trabaja con tanta asiduidad, que son parte del equipo estable, y ello puede
parecer se encuentra fuera de lugar. Pero no se debe perder el Norte de vista y
nada se debe dar por supuesto. El criterio profesional de cada trabajador social
sanitario, él o ella, justifica el enfoque que le dé a este plano de la demanda
de otros profesionales. Aunque haya amistad con el profesional que demanda
la interconsulta, no se trata de una demanda amistosa, ni de un favor, es una
demanda profesional que nada tiene que ver con la amistad. Ésta puede pro-
ceder o no proceder, puede ser adecuada o inadecuada. Si «no procede» o es
© Editorial UOC 213 El «diagnóstico social sanitario»...

«inadecuada» se debe clarificar en un despacho, ello tampoco puede ser una


conversación de pasillo. Es de esperar que ello ocurra pocas veces pero cuando
ocurre se debe afrontar de manera contextualizada.
Una vez conocido el punto de vista del profesional que activa la demanda
de intervención desde el servicio de trabajo social sanitario se consultará la
historia clínica de la persona para estudiar los antecedentes y se comprobará
si existe alguna historia de trabajo social sanitario anterior. El siguiente mapa
conceptual presenta el algoritmo de acogida en este caso.

Mapa conceptual 17. Algoritmo de acogida después de una interconsulta cuando la demanda viene
promovida por otros profesionales
© Editorial UOC 214 El diagnóstico social sanitario

Este algoritmo, en líneas generales, mantiene los mismos pasos que el al-
goritmo de acogida, pero pueden observarse algunos matices marcados por
las circunstancias que lo envuelven. Por ejemplo, se le tiene que explicar al
cliente el porqué de la cita y la preocupación del profesional que ha motivado
la demanda de estudio de su situación. Pero debe quedarle claro que no es una
entrevista inquisitorial sino de ayuda en caso de que la necesite. Los clientes
no pueden ver al trabajador social sanitario como alguien que les censura, les
prohíbe, les denuncia, o en el extremo opuesto, alguien más cerca del papa-
natismo que de la profesionalidad. El conocimiento de las cosas lima estas
actitudes. Se actúa porque la combinación de variables de la persona enferma,
considerándola a ella misma, a su familia, a su entorno, lleva a escenarios
futuros conflictivos, dificultosos y se debe afrontar y advertir en la medida de
lo posible.
La siguiente cita lleva al inicio del «Algoritmo de diagnóstico social sani-
tario» que se muestra al final de este apartado.

Algoritmo de intervención por programas de inclusión sistemática

Si bien la intervención a demanda sigue siendo la generalidad en la mayoría


de los servicios de trabajo social sanitario, es de esperar que ello vaya disminu-
yendo, dejando paso a la intervención sistemática por programas. Entre otras
razones porque la atención a demanda deja en otras manos la observación de
que existe una necesidad o carencia, una realidad, o suma de ellas, que requiere
la intervención del servicio de trabajo social sanitario para elaborar un «diagnós-
tico social sanitario». Es en estas intervenciones en las que se ve que el «diagnós-
tico social sanitario» puede contener numerosas observaciones positivas, puede
incluso señalar la ausencia de necesidad real de ayuda.
En el caso de la intervención por programas, el inicio del procedimiento
o del protocolo que corresponda se activa desde el primer momento que se
valida la existencia de unos criterios de riesgo psicosocial y/o clínico con gran
repercusión en lo social, o, en el caso de intervención dentro de determinadas
especialidades médicas, por la presencia del diagnóstico médico, por ejemplo:
esquizofrenia, demencia, diabetes, infarto cerebral, etcétera. En el primer caso
se verificará si estos criterios de riesgo, después del screening de trabajo social
sanitario, requieren alguna intervención o un seguimiento para control de
variables.
© Editorial UOC 215 El «diagnóstico social sanitario»...

Mapa conceptual 18. Algoritmo de diagnóstico social sanitario en la intervención por programas

Los lectores y las lectoras pueden estar pensando que en este caso se da pre-
dominancia al problema y ello contradice lo señalado en páginas anteriores.
No es exactamente así, se cede el protagonismo a circunstancias de riesgo que
se ha probado y estudiado que inciden en la recuperación de la persona y en su
estancia en la casa. En este caso el programa de trabajo social sanitario permite
a los profesionales, ellos y ellas, adelantarse para la verificación. Por ello, previ-
amente se realizan dos screenings para contextualizar en la persona esos riesgos
y discriminar si son riesgos o problemas probados. Éste es un primer acto que
satisface los requisitos del diagnóstico, se produce un discernir la existencia o
no de problemas sociales sanitarios.

Algoritmo general del diagnóstico social sanitario

Es el momento de recordar y centrar la atención en los puntos esenciales


que a lo largo del libro han señalado el itinerario del proceso «diagnóstico
social sanitario» como objetivo del trabajo social sanitario. Se ha visto a lo
largo del libro y se insiste de nuevo en que el «diagnóstico social sanitario»
© Editorial UOC 216 El diagnóstico social sanitario

nada tiene que ver con una lista de problemas o circunstancias adversas. El
«diagnóstico social sanitario» no es el resultado de buscar en una clasificación
de problemas la descripción que mejor se adecua a lo que le ocurre o plantea la
persona enferma o en riesgo de enfermar, a su familia. Sin embargo, los siste-
mas de información obligan a disponer de dichas descripciones. El algoritmo
del diagnóstico social sanitario propuesto garantizará que el trabajador social
sanitario, él o ella, asegura los pasos y los objetivos del trabajo social sanitario.
Y, a su vez, asume la denominación correcta del problema, de su naturaleza, el
uso adecuado de los términos en la definición, como que todo ello responde a
una actividad racional del profesional que ha investigado, estudiado e interpre-
tado los componentes del caso social sanitario como evento social.

Mapa conceptual 19. Primera fase del algoritmo del diagnóstico de trabajo social sanitario

Se observa que el algoritmo del diagnóstico social sanitario se sustenta en


decisiones que van dando consistencia a las intervenciones del trabajador so-
cial sanitario. Así, lo primero es conocer el «diagnóstico médico» o los múl-
tiples diagnósticos si se da el caso de la existencia de una «pluripatología».
© Editorial UOC 217 El «diagnóstico social sanitario»...

Mapa conceptual 20. Algoritmo del diagnóstico de trabajo social sanitario (continuación)

La vivencia de la enfermedad, de los problemas asociados a ella, marca el


inicio del plan de trabajo orientado a reforzar a la persona. Esto ocurre en las
primeras entrevistas, luego una vez la persona se ha ido recuperando, se verá
exactamente el tipo de intervención que se requiere y el tipo de apoyos que se
deben gestionar.
Como el «diagnóstico social sanitario» es un texto extenso, Francis J. Turner
presenta en su libro algunos ejemplos prácticos,273 en la historia clínica se escri-
birá una síntesis diagnóstica al entender que la amplia información contenida
en el «diagnóstico social sanitario» debe sintetizarse para agilizar la lectura de
los otros profesionales con los que se trabaja en equipo y tengan acceso a él.

Valores recomendados del diagnóstico social sanitario

Los valores son como mapas de carreteras, guías que ayudan a los profesio-
nales a mantener su ética profesional íntegra. Si hubiera que señalar en palabras
únicas las características que debe satisfacer el diagnóstico social sanitario, las
siguientes serían esenciales.

273. Turner, F. J., op. cit. 2002: 145-150.


© Editorial UOC 218 El diagnóstico social sanitario

t$PODSFUP
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t0CKFUJWP
t$MBSP
t*OFRVÓWPDPoUPEBTMBTQFSTPOBTRVFMPMFBOEFCFOFOUFOEFSMPNJTNP
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t&MMFOHVBKFDMBSPZUÏDOJDPEFCFSFTQPOEFSBFYQSFTJPOFTRVFFTUÏOEFOUSP
del léxico profesional y que designen lo que se quiere designar.
t-BTTJHMBTTFFWJUBSÈO

Salvo casos judiciales o sujetos a alguna restricción que indique lo contrario,


también aquí se discierne, la persona enferma participará, siempre, de la elabo-
ración de su «diagnóstico social sanitario» decidiendo qué otros miembros de
la familia pueden participar en él.
© Editorial UOC 219 Post Scriptum

Post Scriptum

«Las batallas no se ganan con frases.»


The social case worker’s task
Mary E. Richmond, 1917: 115

El libro llega a su fin pero confío en que continúe viviendo en los despachos


y consultorios de la mano de cada trabajador social sanitario, de otros profe-
sionales interesados por el tema que así lo estimen. La numerosa bibliografía,
como ocurre siempre, ha abierto nuevos interrogantes que invitan a seguir
explorando.
El camino sigue, sin remedio.
Sucede a veces que al acabar un libro, con este me está pasando, al llegar a
estas últimas páginas las emociones que inauguraron el texto se mezclan con
las que lo cierran. Las primeras saben que están a punto de partir para siempre
entre las páginas para encontrarse con el lector. Las últimas desconocen qué es
lo que está pasando.
De repente horas y horas de mismidad, de lectura, de escritura, las que me
han permitido escribir este libro se deshacen como si fueran una nube al sol.
El «diagnóstico social sanitario», unas palabras fascinantes que encierran
una gran ética, sostiene las buenas prácticas profesionales y a los profesionales
mismos puesto que les recuerda su «profesionalidad» y la responsabilidad que
ello entraña.
Este primer libro sobre el «diagnóstico social sanitario» finalmente ha sido
posible. Busca facilitar la comprensión del concepto, su aplicación correcta y
su asunción dentro de la práctica profesional cotidiana. Por su contenido, por
lo mucho que se ha quedado fuera de él, todo indica que, de nuevo, si la vida
lo permite, tendrá continuidad.
Gracias por seguir ahí, amigo lector, amiga lectora. Estamos en contacto y
seguimos caminando.
Una vez leído el libro, le invito a escribirme si desea participar en la futura
investigación para elaborar la tan deseada clasificación diagnóstica de trabajo
social sanitario. Gracias por seguir ahí.
© Editorial UOC 221 Glosario básico de términos

Glosario básico de términos

La mayoría de los términos que se definen a continuación se han mencionado


a lo largo del libro. En algunos casos se han definido directamente, en otros,
por formar parte del argot profesional se han citado sin definir.

Autodeterminación. Principio del trabajo social. Toda persona tiene el derecho


a decidir por sí misma, por ello tiene el derecho a la información que se refiere
a ella y a su situación.

Care management. Se refiere a la gestión del cuidado.

Case management. Se refiere a la gestión del caso social sanitario aplicando la


definición de Gordon Hamilton presentada en este mismo glosario.

Casework. También conocido como «trabajo social de caso» y «trabajo social


clínico». Mary E. Richmond lo definió como «Aquellos procesos deliberados
que desarrollan la personalidad a través de ajustes efectuados conscientemente,
individuo a individuo, entre hombres y su medio ambiente».

Caso social sanitario. Gordon Hamilton lo definió como: «Un acontecimiento


vital en el que siempre hay proporciones, variables de lo económico, lo físico,
lo mental, lo emocional y los factores sociales. El caso social está compuesto de
factores internos, externos o medioambientales. Un o una profesional no trata
a las personas en un sentido físico o en un sentido medioambiental, las trata
en relación con sus experiencias sociales y en relación con sus sentimientos
respecto de estas experiencias».

Complejidad en trabajo social sanitario. Conjunto de actividades, pasos,


gestiones y acciones necesarias para resolver un problema o lograr un fin. La
complejidad en el trabajo social sanitario es un concepto esencial para rescatar
los matices del peso de la actividad profesional en cada caso social sanitario.
Existen dos complejidades básicas: la complejidad de la gestión psicosocial y
la complejidad de la gestión del entorno de servicios. Se valora por grados que
van de mayor a menor complejidad y la diferenciamos en dos planos. Ambas
complejidades se expresan con un valor artificial de entre 1 y 5. De la acu-
© Editorial UOC 222 El diagnóstico social sanitario

mulación de casos resultan dos números índices que son los que permitirán
monitorizar cuantitativamente la evolución de las características de la eficacia
y de la eficiencia. El índice de complejidad aporta información sobre el tiempo
y trabajo real de dedicación del trabajador social sanitario en cada caso.

Complejidad de la gestión psicosocial. Grado de complejidad que va aso-


ciado al conjunto de variables que reúne la persona, sus recursos psíquicos y
habilidades psicosociales. Su actitud y temperamento. Dentro de las variables,
el valor que por definición operacional (por ejemplo tomando un formato de
escala tipo Lickert) se le asigna a aquella persona en concreto.

Complejidad de la gestión del entorno de servicios. Dentro de los principales


procesos sociales sanitarios (las tipologías de apoyo) existen diferentes grados
de complejidad que implican diferentes grados de intervención por parte del
servicio de trabajo social sanitario en relación con los recursos que van a asumir
la continuidad de la atención. La aplicación de estos conceptos en la práctica es
básica para nutrirse de una actitud apoyada en la innovación como estrategia
de adaptación de los servicios a las nuevas necesidades y realidades.

Evaluación de la efectividad. Gill McIvor describe la evaluación de la efec-


tividad como «la medida de los resultados de la intervención desde el trabajo
social [en el caso de que se trata, añadimos sanitario], buscando los objetivos.
Este esfuerzo es fundamental para el desarrollo de la política de trabajo basada
en la evidencia y la práctica social».

Fuentes de información. Son confidencias, declaraciones, documentos, in-


formes, etcétera, que proporcionan al trabajador social sanitario datos rele-
vantes y fiables que permiten construir hipótesis de trabajo hasta llegar a la
elaboración del diagnóstico social sanitario. Las fuentes de información pueden
ser confidenciales, privadas, pero no se aceptarán como tales fuentes anónimas
sin posibilidad de validarlas. Se dividen en: fuentes documentales, fuentes ins-
titucionales de otros servicios sanitarios, fuentes institucionales de otros ser-
vicios sociales, fuentes personales relacionadas con el enfermo y su familia y
fuentes profesionales.

Management. Es la combinación de conocimientos y estructuras. Peter Druck-


er lo explicó así «el empleo en el trabajo productivo de gran número de perso-
nas instruidas y cualificadas». El management es la combinación inteligente de
personas, conocimiento y recursos.
© Editorial UOC 223 Glosario básico de términos

Métodos de trabajo social sanitario. Los métodos de trabajo social sanitario


son los caminos seguidos por los trabajadores sociales sanitarios en sus in-
tervenciones asistenciales y/o preventivas ya sea con pacientes o usuarios del
sistema sanitario. Se diferencian los métodos de trabajo asistenciales de los
métodos de trabajo preventivos. Gordon Hamilton escribía para diferenciar los
diferentes métodos: «Hay necesidades de masas y soluciones de masas, necesi-
dades comunitarias y soluciones comunitarias, necesidades de grupo y solu-
ciones de grupo, necesidades individuales y soluciones individuales». Sobre
la base de este hecho, los métodos generales de trabajo social sanitario son: el
trabajo social sanitario de caso (social casework in health care), el trabajo social
sanitario familiar (family work in health care), el trabajo social sanitario de grupo
(groupwork in health care) y el trabajo social sanitario comunitario (community
work in health care).

Modelos de trabajo social sanitario: Aplicando la definición de la RAE sobre


modelo, se definen como: Esquemas teóricos de trabajo social desarrollados en
el sistema sanitario, apoyados en indicadores cualitativos y cuantitativos (estos
últimos en forma matemática), en los que se basan los principios organizativos
y asistenciales del servicio de trabajo social sanitario.

Registro de caso social sanitario. Es la construcción cronológica de eventos,


procesos esenciales aplicados y de las observaciones sobre las que se basan estos
procesos. El registro de caso en trabajo social sanitario es más que una guía im-
prescindible sobre la que se basa la acción profesional futura sobre la persona
atendida y la familia, es un valioso material didáctico para entrenar a otros tra-
bajadores sociales sanitarios así como garantizar la continuidad del caso según
el plan iniciado y más tarde iniciar investigaciones específicas.

Riesgo. La OMS lo define como «La probabilidad de un resultado adverso, o un


factor que aumenta esta probabilidad. Para proteger a la población y ayudarla a
protegerse a sí misma, los gobiernos necesitan poder evaluar los riesgos y elegir
las intervenciones más costo-eficaces y asequibles para evitar que se produzcan
estos riesgos».

Screening de trabajo social sanitario. Técnica que sirve para discriminar una
población con criterios de riesgo psicosocial de otra que no lo presenta y, den-
tro del primer grupo, sirve para identificar a las personas enfermas que los
criterios de riesgo suponen problemas en su vida de la que no.
© Editorial UOC 224 El diagnóstico social sanitario

Síntesis diagnóstica. Dada la extensión que suele tener el diagnóstico social


sanitario, éste forma parte de la documentación intrínseca del caso social sani-
tario. La síntesis diagnóstica es la información concentrada que se transcribe
en la historia clínica para consulta de los otros profesionales. Incluye aquella
información que el trabajador social sanitario, él o ella, considera es relevante
para el resto de los profesionales.

Sistema de información de trabajo social sanitario. Se trata de un conjun-


to de documentos e instrumentos de trabajo empleados en la recogida y ex-
posición de la información. El soporte es electrónico para facilitar su análisis y
explotación de la información. Son documentos que se encuentran relaciona-
dos entre sí y permiten llevar a cabo una de las funciones básicas del trabajo
social sanitario, la investigación aplicada.

Trabajo social sanitario: (En la primera época llamado, trabajo social médico).
El trabajo social sanitario es la disciplina, la profesión, la especialización del
trabajo social en el ámbito sanitario y médico que estudia la eficiencia social
de las personas enfermas, atendidas en hospitales o centros de salud y las redes
comunitarias de las cuales forman parte. Su acción tiene lugar siempre en el
contexto de la enfermedad y/o su prevención. Asimismo, el trabajo social sani-
tario estudia la eficacia de las estructuras y los servicios existentes para apoyar a
las personas afectadas. Las áreas de la intervención desde el trabajo social sani-
tario son la prevención y promoción de la salud, la planificación, la asistencia,
la evaluación y la epidemiológica, la formación y la docencia.

Unicidad de la persona. Principio del trabajo social en general, del sanitario


en particular. Desde el trabajo social sanitario, cada persona es única y necesita
su propio plan de trabajo.
© Editorial UOC 225 Bibliografía

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Este libro se terminó de imprimir el 18 de octubre de 2012,
en Barcelona, cerca de cumplirse noventa años del fallecimiento de
Marcel Proust (10 de julio de 1871 - 18 de noviembre de 1922).

Y noventa y cinco años después de la primera edición (1917)


de Social Diagnosis de Mary E. Richmond.

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