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Antonio López Peláez

Trabajo Social comunitario:


afrontando juntos
los desafíos del siglo XXI

L
Política social I Servicios sociales
Colección dirigida por Tomás Fernández García

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece
penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios,
para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte,
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© Tomás Fenuindez García y Antonio López Peláez, 2008


© Alianza Editprial, S. A, Madrid. 2008
Calle Juan Ignacio Luca de Tena. 15; 2&;Z" teléf. 393 . 88
www.alianzaeditorial.es
ISBN: 978-84-206-4860-6
Depósito legal: M. 2.437-2008
Fotocomposición e impresión EFC
Parque Industrial «Las Monjas»
28850 Madrid
Printed in Spain

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ENV1E .. -CION:
Índice

Prólogo. 9

1. ¿.Por 4ué es necesario el Traba.10 ~ocia! Comunitario'> 13


l. lntrnJucción ...... . .................................... .... . 13
' Ohj<:tiH1' básicos del Traba¡o ~ocul Comunitario .. 18
3. La dinámica de la exclusión social en las sociedades tecnolligicas avanzadas. 21
J.!. Estructura y cambio soci;:il: pt rspectiYJs sobre el orden social. ..... 22
3.2. Democracia y capita!Jsnw: las relaciones comunitarias en las socieda-
des industriales . .. .. .. ... ... .. ..... ... . ..................................... . 26
3.2.1. Prax/, y relaciones souales en Karl l\fan ......................... . 26
3.2.2. Relaciones comumtari<is y democracia en :\lcxis de TocqueYille. 30
3.3. Personas, comuniJadc::; y estr 1cturas sociales: la dmámic;:i de las sucic-
daJc:s contempor~inea' ................................ . 33
-~.J. I. Hahiru' y cu111¡1u cn Pi,·1Tt' Bourdieu .. 33
3.3.2. Acción y estructuro en --\nthony (Jiddens .... 35
J.J.3. L;:i teuria dc la acci"n L 1111unicativa de lhlbcrmas .......... ........ . 36
JA. Capital social \crsus analfJbc·1smo rdacional. 39
JA. l. Capital social e interac,·ión en red ................ . 41
3A.2. El analfabetismu rclaci.mal ... 44
4. "Nuc\l1' o \ie_¡os problema<' L1 d1n<imica Je la exclusión social y el Trabajo
Social Comunitario.. .............. ..... .................. 46
4.1. Expcctativas Je' ida) postbil tiades reales Je integración... 47
4.2. La dinámica de la cxclusil~n s"ci;:il y el Trabajo SL1cial Comunitario... 52

Del diagnóstico a la mtervencil'rn: el Trabajo Social Comunitario en ac-


ción. 55

5
1. Introducción....................................................................................................... 55
2. ¿Cuál es el objeto de estudio del Trabajo Social Comunitario?........................ 56
3. Métodos y técnicas de investigación................................................................. 59
4. Objetivo fundamental: diagnóstico, modelo o tipología de la comunidad a
generar, desarrollo de la comunidad y evaluación de la misma........................ 62
5. De la hipótesis a la intervención: retos para el trabajador social comunitario.. 67
5.1. Dinámica de la acción social comunitaria................................................. 67
5.2. Ciudadanía democrática y cambio social .................................................. 70
5.3. Desigualdad y exclusión social......•................•.......•...•.•......-.................... 72
5.3.l. Economía de mercado, globalización y procesos de estructura-
ción social: ¿qué puede hacer el Trabajo Social Comunitario?...... 75
5.3.2. Tendencias de desvertebración y exclusión social: nuevos y vie-
jos objetivos para el Trabajo Social Comunitario .......................... 78

3. Valores, ciudadanía y Trabajo Social Comunitario: capacitando a las


personas desde la experiencia comunitaria..................................................... 85
1. Introducción....................................................................................................... 85
2. Cultura, valores y bienestar: hacia la ciudadanía democrática.......................... 87
2.1. Componentes de la cultura........................................................................ 87
2.2. Cultura y valores: ¿es posible superar el debate entre el optimismo, el
relativismo y el materialismo cultural?..................................................... 89
2.2.1. El optimismo histórico y la idea del progreso indefinido............... 89
2.2.2. El relativismo cultural .................................................................... 92
2.2.3. El materialismo cultural ............... .................................................. 94
2.3. lnterculturalismo y ciudadanía: ¿cómo construir la identidad en socie-
dades complejas?....................................................................................... 95
3. Mercado y posmodernidad: los límites del individualismo............................... 98
4. «Fortaleciendo» la ciudadanía: el empowerment comunitario.......................... l 00
4.1. ¿Cómo definir el empowerment? ............................................................... 1O1
4.2. Dimensiones del poder: el círculo virtuoso del empowerment.................. l 03
4.3. Entre la persona y la comunidad: orientaciones para el trabajador social
cmnunitario ··········-··············-·····-··············································.. ········ ... .. 105

4. Valores, ciudadanía y Trabajo Social: capacitando a la comunidad


como sujeto de la acción colectiva................................................................... 109
1. Introducción....................................................................................................... l 09
2. Los límites del individualismo: ¿es posible un elogio de la codicia?................ 111
3. Capacitando a la persona para la interacción comunitaria: un viaje de ida y
vuelta................................................................................................................. 115
4. Del diagnóstico a la acción comunitaria: las dimensiones del empowerment... 119
4.1. Analizando el empowerment personal: orientaciones para el trabajador
social comunitario..........................•.•.. _.... __.............~............................ 120
4.2. Analizando el empowerment comunitario: orientaciones para el trabaja-
dor social comunitario ............................·--···-······································· 127

5. Dinámica del Trabajo Social Comunitario.---·-········································· 135


l. Introducción.............................................. ... ......................................... 135
2. ¿Cómo organizar el Trabajo Social Comunitario?·-·-·-··································· 139

6
ice
3. Hacia un modelo de Trabajo Social Comunitario: fases y herramientas meto-
dológicas ................................................................ ,...........,................................ 141
3.1. Análisis de la problemática comunitaria................................................... 142
3.2. Diagnóstico y autodiagnóstico de la comunidad....................................... 147
3.2.1. ¿Cómo determinar los principales riesgos para una comunidad
desde el punto de vista del Trabajo Social Comunitario? .............. 148
3.2.2. Conociendo mejor nuestra comunidad: hacia el diagnóstico parti-
cipativo ........................................................................................... 151
3.3. Elaboración del proyecto y desafios a abordar.......................................... 162
3.4. La comunidad en marcha: avances, retrocesos, conflictos, poder y nego-
ciación en el desarrollo del proyecto......................................................... 164
3.5. Evaluación continua y evaluación final: logro de metas y aumento de la
densidad relacional en la comunidad...,..................................................... 168

6. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario....................................................... 171


l. Introducción....................................................................................................... 171
2. Hacia un modelo de Trabajo Social Comunitario............................................. 174
2.1. Desafios para el trabajador social comunitario en el siglo XXI.................. 177
2.2. Principios para un modelo de Trabajo Social Comunitario....................... 180
3. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario.......................................................... 183
3.1. Trabajo Social Comunitario en el ámbito educativo................................. 187
3.1.1. Metas para el Trabajo Social Comunitario en el ámbito de la
educación........................................................................................ 189
3. 1.2. Orientaciones para el Trabajo Social Comunitario en el ámbito
de la educación ........... ................................................................... 190
3.2. Trabajo Social Comunitario en el ámbito de la salud................................ 191
3.2.1. Metas para el Trabajo Social Comunitario en el ámbito de la sa-
lud................................................................................................... 194
3.2.2. Orientaciones para el Trabajo Social Comunitario en el ámbito
de la salud....................................................................................... 194
3.3. Trabajo Social Comunitario en los ámbitos urbanos................................. 195
3.3.1. Metas para el Trabajo Social Comunitario en ámbitos urbanos..... 198
3.3.2. Orientaciones para el Trabajo Social Comunitario en ámbitos ur-
banos............................................................................................... 199
4. Algunas experiencias de Trabajo Social Comunitario ...................................... 200

Bibliografía................................................................................................................... 213

7
Prólogo

Las oportunidades y problema~ a os que se enfrenta cada persona a lo lar-


go de su vida no pueden ser resueltos exclusivamente desde una perspectiva
indi\ idualista. Las necesidades qu~ se generan en las sociedades avanzadas
precisan ser abordadas desde una perspectiva comunitaria porque afectan a
nuestra vida en común. y requieren una acción colectiva para poder ser re-
sueltas de forma coherente con nuestros valores. No somos seres aislados.
nacemos en un entorno definido. dentro de un determinado estrato social y
en una sociedad organizada. N Llestra trayectoria personal y colectiva se es-
tablece de acuerdo con un conjunto de reglas de juego. y al analizar las ca-
racterísticas necesarias para desarrollar nuestro proyecto personal. e inte-
grarnos en nuestro entorno. podernos diferenciar tres ámbitos íntimamente
relacionados: cada per~ona pre-.;enta necesidades que exigen un tratamiento
personalizado. pero también carencias o problemas al relacionarse. y para
ello es preciso, mediante la interacción grupal, desarrollar habilidades para
la interrelación social: y. finalmente. en su proceso de inclusión social ne-
cesitan hacer frente a oporhmidades y problemas que exigen cambiar su en-
torno relacional para mejorar -.;u capacidad de organización y comunica-
ción.
Los trabajadores sociales. buscando f~l\ orecer los procesos de inclusión
social. han diferenciado estas tres dimensiones en su ámbito profesional: el
individual. desarrollando su actividad con la persona objeto de su interven-
ción (Trabajo Social con Caso-;): ~¡ indi\ idual y familiar. desarrollando su

9
Trabaio r n rt. L s1

intervención mediante la dinámica de grupos (Trabajo Social con Grupos),


y el comunitario, tratando de favorecer los procesos de organización e inte-
racción para generar comunidades en las que se potencien las dinámicas de
inclusión social, en las que la acción colectiva permita superar problemas
que sólo pueden ser abordados desde el Trabajo Social Comunitario. Esta
última perspectiva es básica en sociedades democráticas basadas en la par-
ticipación de los ciudadanos. La capacidad de asociación y organización
colectiva es un requisito previo para defender y favorecer el ejercicio de los
derechos de ciudadanía.
Después de una larga trayectoria de Trabajo Social Comunitario a lo
largo del siglo xx, en la sociedad del siglo XXI se afrontan desafios que re-
claman esta metodología, en un contexto en el que se produce un proceso
generalizado de distanciamiento de las formas tradicionales de participa-
ción de las sociedades industriales (partidos y sindicatos) y un crecimiento
vertiginoso de organizaciones en el denominado Tercer Sector. ¿Cuáles
son estos desafios? En primer lugar, la propia desigualdad estructural in-
serta en el capitalismo informacional, que genera una estratificación social
diferente, con nuevos grupos de riesgo, y en la que pueden detectarse nue-
vos y viejos factores que favorecen los procesos de exclusión social. En
segundo lugar, la heterogeneidad creciente de nuestras sociedades: dife-
rencias étnicas, de estilos de vida, de creencias religiosas o no religiosas, o
de grupos de edad. En tercer lugar, la propia dinámica democrática, que
se basa en la participación de los ciudadanos a través de sus representantes
y en la creación de organizaciones, asociaciones, movimientos, que traba-
jan como interlocutores ante la Administración. En cuarto lugar, una cul-
tura marcadamente individualista que no nos prepara para abordar retos
estructurales y que tiene como resultado la reducción de la movilidad so-
cial ascendente. Al no cualificamos para abordar problemas que sólo pue-
den resolverse colectivamente, reforzamos la dinámica exclusógena de
nuestras sociedades.
En este contexto, el Trabajo Social Comunitario ocupa una posición
cada vez más relevante como disciplina científica. Existe una extensa lite-
ratura internacional sobre métodos, dinámicas y ámbitos muy dificil de
sintetizar por su diversidad, por los distintos planteamientos teóricos que
vertebran la disciplina y por las diferencias que existen en función del ám-
bito en el que se aplican. Las dinámicas comunitarias para afrontar los de-
safios en entornos que cuentan con un Estado del Bienestar fuerte, y que
establecen frecuentemente una acción colectiva para reclamar una inter-
vención institucional desde los patrones de una democracia avanzada, no
exigen las mismas habilidades y conocimientos que aquellas que se desa-
rrollan en entornos rurales de países en desarrollo. En este sentido, el libro
que presentamos se caracteriza por buscar un equilibrio teórico, tomando
como eje de nuestro discurso la noción de empuwerment personal y comu-
nitario. Establece un modelo de dinámica de Trabajo Social Comunitario
10
en cinco fases, presentando un modelo de intervención que después debe
ser ajustado en función de las características concretas de cada comunidad.
También analiza algunos ámbitos de aplicación, siempre desde la óptica
del profesional del Trabajo Social. Finalmente intentamos presentar un
texto fácil de leer, accesible para profesionales, estudiantes y para cual-
quier persona que sienta curiosidad por analizar los problemas de la socie-
dad contemporánea, caracterizada por mantener una relación paradójica
entre la defensa del individualismo y la nostalgia de lo comunitario. Es ne-
cesario señalar que los planteamientos teóricos que exponemos en esta
obra se enlazan con los que desarrollamos en el libro Trabajo Social con
grupos, publicado también en la colección de Política Social y Servicios
Sociales de Alianza Editorial, y responden a un proyecto de investigación
sobre los fundamentos teóricos y la metodología aplicada del Trabajo So-
cial, desde una perspectiva basada en la noción de ciudadanía, en la que
llevamos trabajando varios años. El modelo de dinámica comunitaria, así
como el conjunto de aportaciones de este libro, también responden a una
larga trayectoria de investigación y aplicación práctica en la que buscamos
aportar un punto de vista equilibrado, operativo y centrado en la dignidad
de las personas.
Finalmente, como mostramos a lo largo de nuestra investigación,
nuestra identidad personal es siempre una identidad que constitutiva-
mente reclama la interacción con los otros, y la culminación de un traba-
jo como este libro es siempre el momento adecuado para agradecer el
apoyo, la amistad, la solidaridad y el compromiso personal de los que,
porque nos quieren, nos hacen seguir vivos, y porque nos consideran ciu-
dadanos, permiten que en su rostro se refleje nuestra propia ciudadanía
en ejercicio. En nuestro entramado institucional y el familiar, queremos
dar las gracias especialmente a Malula, Antón, Yago, Teresa e Israel,
porque sin ellos no seríamos los mismos; a Sagrario Segado, porque
siempre ha tenido un comentario oportuno en cualquíera de las etapas de
nuestra actividad al escribir el libro; a Montserrat Lázaro, Begoña de Pa-
blos, Francisca Trenado y África Fernández, ejemplares compañeras de
trabajo en el Centro Asociado de la UNED de Segovia, por su gran com-
petencia profesional y eficaz gestión en las tareas administrativas, que
nos ha permitido dedicar aún más tiempo a la investigación en el ámbito
del Trabajo Social Comunitario. También queremos dar las gracias a los
compañeros patronos de la Fundación Abracadabra. Magos solidarios, y
la Asociación Pariñas, porque con ellos hemos emprendido una intere-
sante labor social en los hospitales infantiles de España y Nicaragua y en
los talleres de mujeres y escuelas de niños de Piura, en Perú. Y a todos
los compañeros y compañeras del área de Trabajo Social de la UNED,
Juan de Dios Izquierdo, Antonio Gutiérrez, Rafael de Lorenzo, Laura
Ponce de León, Ángeles Martínez, Francisco Javier García, María Anto-
nia de Frutos Alonso, Alfredo Hidalgo y María Luisa Fadrique, porque
11
Trabajo Social Comunitario: aho lo es el el siglo xx1

constituyen un entorno entrañable para la investigación y la docencia, un


tipo de relación que desafortunadamente no siempre es posible encontrar
en los ámbitos profesionales y académicos.

TOMÁS FERNÁNDEZ GARCÍA ANTONIO LóPEZ PELÁEZ


tomasfemandezgarcia@hotmail.com alopez@poli.uned.es

Madrid, 30 de junio de 2006

12
1. ¿Por qué es necesario el
Trabajo Social Comunitario?

1. Introducción
Las personas vivimos dentro de ma sociedad de una cultura y de una his-
toria. Desde nuestro nacimielllo. vamos interiorizando un conjunto de pau-
tas de comportamiento y aprendemos a relacionarnos con los demás. Equi-
pados con el conjunto de conocimientos. expectativas y formas de entender
la realidad propios de nuestw e11torno. desarrollamos nuestro proyecto \'i-
ta!. No nos 1imitamos a repetir mimdicamente las ideas o comportamientos
aprendidos. pero tampoco podernos entender nuestr;:i acción desde un \o-
luntarismo individualista ingcnm•.
Las estructuras sociales en l~.s LJUe estarnos inmersos establecen cons-
tricciones y posibilidades. y en este complejo juego de interacciones gene-
r;:imos nuestra propia trayectl)ria personal: «los entornos sociales en los que
existimos no consisten en meras agrupaciones casuales de acontecimientos
-o acciones-. están cstructurudos. Existen regularidades subyacentes. o
pautas. de los modos de comportamiento de las personas y de las relaciones
que tienen entre sí» (Ciiddens. ll195: 52). Siguiendo la metáfora que descri-
be la sociedad como un edificio compuesto de ladrillos. si estamos siempre
inmersos en una estructura arqL itcctónica determinada. también es cierto
que podemos cambiarla con nm·stra acción. Los desafíos estructurales re-
claman respuestas colecti\as. Es decir. el cambio social también es un cam-
bio deri\·ado de la acción cokcti 1 a. sea política o no: a trm és de ella puede
responderse a los retos que nos impone un determinado tipo de estructura

13
abajo e: munitar f1 tando no Sl

social, una particular construcción arquitectónica en un momento histórico


concreto.
En esta dimensión social de la realidad humana descansa el fundamento
teórico y la vitalidad práctica del Trabajo Social Comunitario. Desde una
perspectiva basada en la noción de ciudadanía democrática, determinados
desafios, como la exclusión social, la pobreza, la desigualdad, la integra-
ción de los flujos inmigratorios o la degradación de un barrio en una gran
ciudad, no pueden resolverse aplicándoles una óptica exclusivamente indi-
vidualista. Exigen el concurso de la acción colectiva, de la respuesta orga-
nizada de los ciudadanos con un propósito determinado. En este sentido, se
puede defender que la adaptación social a los cambios estructurales genera-
dos por la revolución industrial y la emergencia del capitalismo industrial
sólo fue posible cuando se afrontaron colectivamente los problemas que
afectaban al propio núcleo de dichas sociedades (desde el pauperismo y la
denominada cuestión social hasta la participación de los diversos grupos
sociales y sus intereses en la definición de las políticas públicas). Ahora,
como entonces, vivimos inmersos en una tupida red de interacciones socia-
les, y capacitarnos para vivir comunitariamente, compartiendo objetivos,
dialogando, negociando, encontrando apoyos y experimentando los efectos
positivos de la amistad, la cordialidad y el consenso o el disenso que se en-
cauza por vías racionales, es una necesidad de nuestra propia identidad
como personas.
Al analizar las diferencias entre lo que Tonnies ( 1979) denominaba «co-
munidad» y «sociedad>>, puede detectarse una cierta nostalgia de esa inte-
racción cercana, basada en el conocimiento y la confianza, propia de la
vida en comunidad, frente a las relaciones formalizadas propias de la vida
en asociaciones característica de las sociedades urbanas industriales. Más
allá del romanticismo ingenuo sobre una comunidad apacible (en la vida
comunitaria también está presente el conflicto, la disparidad de opiniones y
estilos de vida, la distribución asimétrica del poder y de otros recursos eco-
nómicos y culturales), somos seres sociales, comunitarios, y, en sociedades
como las actuales, inmersas en fuertes procesos de individualización, es ne-
cesario volver a capacitar a las personas para su interacción comunitaria.
Más aún, esa capacidad de interacción y organización colectiva es un reto
estratégico para las democracias avanzadas que se basan en la participación
ciudadana, votando en las elecciones o en sus diversas formas de acción co-
lectiva política o no política, como elemento regulador de la propia vida de
las instituciones democráticas.
La democracia es precisamente un sistema de participación ciudadana
en el diagnóstico, diseño, solución de los problemas y demandas de la so-
ciedad mediante la articulación de un sistema de representación basado en
los partidos políticos y los sindicatos. Pero no todos los problemas sociales
se pueden defender desde dichos actores tradicionales. Ya que afrontamos
la solución de las demandas de los ciudadanos mediante un sistema de re-

14
1. ; Po 1e n r 'io rabajo a
presentación de intereses en el amplio sentido de la palabra, la propia parti-
cipación colectiva, la capacitación para organizarse y actuar en grupo se
convierte en una herramienta clave para el trabajador social. Mediante el
Trabajo Social Comunitario, que capacita a las personas para actuar organi-
zadamente, constituyendo una comunidad de intereses y de acción, se pue-
den afrontar las características estructurales de nuestras sociedades, ejer-
ciendo presión para orientar los procesos de cambio social en una dirección
determinada.
Preparamos para la acción colectiva, cultivar el conjunto de habilidades
y conocimientos imprescindibles para actuar con otros y generar en cada
persona los requisitos básicos para poder interaccionar constituyen objeti-
vos estratégicos del Trabajo Social Comunitario. No capacitarnos para ac-
tuar con otros, para compartir, para vivir dentro de una o varias redes socia-
les, actuando colectivamente para defender intereses y responder a retos,
influye negativamente en nuestra propia dimensión como ciudadanos natos
de una democracia.
El Trabajo Social Comunitario busca afrontar dichos retos estructurales
mediante el diseño, puesta en marcha y evaluación de actividades comuni-
tarias, de comunidades de ciudadanos, que permitan resolverlos. Sólo me-
diante la acción colectiva en una comunidad nos capacitamos para actuar
comunitariamente, y, recíprocamente, sólo personas que son capaces de co-
nocer y poner en práctica las habilidades necesarias para comunicarse,
compartir valores, llegar a acuerdos, perseguir objetivos comunes, progra-
mar actividades y diagnosticar problemas que exigen una acción comunita-
ria pueden convertirse en ciudadanos activos que favorezcan una evolución
social positiva.
En este sentido, el Trabajo Social Comunitario tiene como finalidad
principal afrontar los desafíos que para la inclusión social demandan una
respuesta colectiva de la ciudadanía. Los elementos básicos que hay que
tomar en consideración para formular una definición del Trabajo Social
Comunitario son los siguientes (gráfico 1):

- En primer lugar, el objeto de nuestra disciplina. Se trata de un com-


plejo conjunto de problemas y oportunidades que presentan las si-
guientes características: afectan a personas y comunidades; no pue-
den ser resueltos de forma individual; en su propia génesis nos
remiten a la configuración estructural de nuestras sociedades, y re-
quieren un abordaje basado en el método, la planificación sistemáti-
ca y la evaluación de los resultados obtenidos.
- En segundo lugar, el horizonte de valores desde los que podemos
analizar la realidad y detectar problemas que en otros momentos de
la historia pudieron quedar ocultos. Nos referimos a la ciudadanía
democrática, basada en la igualdad, la dignidad y la libertad de todas
las personas. Este primer principio opera como principio interpreta-

15
Traba Socia omunitarl : ·o 1do ju fios
Gráfico l. Elementos para una definición del Trabajo Social
Comunitario

OBJETO
Problemas y oportunidades que afectan
a personas comunes y no pueden ser
PARTICIPACIÓN resueltos de forma individual
JMPLlCACIÓN
NEGOCIACIÓN
PLANIFICACIÓN
DIÁLOGO

CIUDADANÍA DEMOCRÁTICA
Valores demoCTi\ticos para
analizar la realidad

RIGOR TÉCNICO
DIAGNÓSTICO PROFESIONAL
AUTODIAGNÓSTICO DE LA COMUNIDAD
EVALUACIÓN CONTINUA
DINÁMICA COMUNITARIA
EVALUACIÓN FINAL
Desarrollo de habilidades
Valores y competencias necesarios
para crear y sostener una comunidad

FUENTE: Elaboración propia.

tivo para analizar las oportunidades y para describir los retos en la


materialización de los valores democráticos, hasta convertirlos en un
elemento cotidiano de nuestras vidas y de nuestras instituciones.
En tercer lugar, el método científico aplicado específicamente a
nuestra área de conocimiento, que está basado en el rigor técnico, el
diagnóstico profesional, el autodiagnóstico de la comunidad, la eva-
luación continua y la evaluación final. En la aplicación de la meto-
dología del Trabajo Social Comunitario, hay que favorecer la partici-
pación, la implicación, la negociación, la planificación y el diálogo
de todos los afectados, para generar un proceso de cambio comunita-
rio que también conlleva, desde el primer momento, un enriqueci-
miento de la personalidad de los participantes.
En cuarto lugar, una dinámica comunitaria orientada a desarrollar
personal y comunitariamente el conjunto de habilidades, valores y
competencias necesarias para crear y sostener una comunidad, que
se enfrenta a desafíos, oportunidades y problemas desde la acción
colectiva. En este sentido, el trabajador social comunitario tiene que
formarse adecuadamente para adquirir las habilidades y competen-
cias necesarias para trabajar con una comunidad, sabiendo enfrentar-
se a los problemas relacionados con la distribución del poder, la con-
secución o no de objetivos a lo largo de tiempo y a otras cuestiones
que analizaremos a lo largo de este libro. También tiene que diag-

16
s . . cesarlo el b. Socia nitario.
nosticar el capital social del que disponen personas y comunidades y
establecer estrategias para aumentar su densidad relacional. Es im-
portante, desde este punto de vista, saber diferenciar entre los propó-
sitos específicos de cada proyecto y el propósito general (enriquecer
el nivel relacional), ya que de lo que se trata es de generar un proce-
so de cambio que se sostenga en el tiempo y que permita reorientar
la acción comunitaria hacia nuevos objetivos.

Teniendo en cuenta estos cuatro elementos, podemos formular la si-


guiente definición del Trabajo Social Comunitario: Es una disciplina del
Trabajo Social que parte de los valores de la ciudadanía democrática, se
basa en la metodología científica, aborda problemas que demandan una
respuesta colectiva, se aplica a través de un proceso de diagnóstico, plani-
ficación, organización, desarrollo y evaluación y conlleva un proceso de
enriquecimiento (empowerment) personal y comunitario.
Para lograrlo, establece una doble estrategia: en primer lugar, capacitar a
las personas para su inclusión en una sociedad democrática, como ciudada-
nos cooperativos, que diagnostican problemas y establecen objetivos comu-
nes y son capaces de cooperar creando comunidades que hagan frente a
problemas y desafios estructurales. En segundo lugar, diseñar, poner en
marcha y dinamizar comunidades de ciudadanos, con fines diversos, en las
que experimenten el potencial democrático y autorrealizador de la acción
colectiva, afrontando desafios específicos en un entorno determinado. La
capacitación de las personas para actuar comunitariamente sólo se logra
mediante experiencias comunitarias de acción colectiva. Pero, frente a la
especificidad del Trabajo Social con Grupos (Fernández y López, 2006a),
que busca capacitar mediante la interacción grupal a cada persona indivi-
dualmente considerada, el Trabajo Social Comunüario también busca
afrontar Jos retos y oportunidades creando comunidades que, sean provisio-
nales o con cierta vocación de permanencia en el tiempo, actúen en la de-
fensa de sus intereses (también decididos comunitariamente). Nos encon-
tramos inmersos en sociedades democráticas en las que la capacidad de
representación y organización colectiva se convierte en un activo estratégi-
co para transformar las condiciones de vida de los ciudadanos. En definiti-
va, capacitarnos para la acción comunitaria, actuando colectivamente para
afrontar retos y oportunidades que no pueden ser gestionados correctamen-
te desde una perspectiva individualista.
Los conceptos «acción colectiva» y «acción comunitaria» no son sinóni-
mos en esta obra. Por acción colectiva entendemos la acción de un grupo
de personas organizada para lograr un fin. Frente a la definición de «acción
colectiva» como un conjunto de individuos que persigue un objetivo común
(Giner, Lamo y Torres, 1998), por «acción comunitaria» entendemos la ac-
ción de un conjunto de personas que constituyen una comunidad de fines y
medios, relativamente estable en el tiempo, con objetivos comunes que vin-

17
Tr h. 10 'iot1 nd iunt lo d .:afio d l 5jnl

culan a los miembros entre sí (tanto externos a la propia comunidad como


internos a ella), que desarrollan entre sí lazos y vínculos de todo tipo, esta-
bleciendo pautas de comunicación, reglas para debatir y decidir colectiva-
mente.
En la vida comunitaria se refuerzan los sentimientos de comunidad al
identificar los principales desafíos para crearla y sostenerla (relativos al po-
der, comunicación y negociación dentro de la comunidad, y a la consecu-
ción de objetivos mediante la acción conjunta). Por ello, la acción comuni-
taria no sólo está volcada en la consecución de un objetivo externo, sino
que busca también capacitar a la persona para interactuar, crear lazos y
vínculos comunitarios en otros ámbitos de su vida social. No todo tipo de
acción colectiva es acción comunitaria, pero sin embargo la acción comuni-
taria sí es un tipo de acción colectiva.

2. Objetivos básicos del Trabajo Social Comunitario


Para comprender el origen histórico del Trabajo Social Comunitario, y su
vigencia actual, debemos partir de una triple consideración:

- En primer lugar, la dimensión estructural de la vida social: cualquier


observador externo a la especie humana constataría, como primera
conclusión al estudiarla, que las personas vivimos en entornos tre-
mendamente estructurados. Nos encontramos inmersos en una cultu-
ra y sociedad específicas, en una determinada clase o estrato social,
dentro de una red de relaciones, con unas h~bilidades y competen-
cias producto de un largo proceso de aprendizaje ... La trayectoria de
cada uno de nosotros sólo es posible dentro de una estructura que
nos da oportunidades y limitaciones y que constituye el suelo desde
el que levantamos nuestro proyecto vital. Por ejemplo, la diferencia
de expectativa de vida entre diferentes zonas del planeta (desde los
40 años en el África subsahariana hasta los 78 de las mujeres en Es-
paña) no puede explicarse sólo por la mayor resistenciaflsica de las
mujeres españolas. Obedece a mejores sistemas de alimentación, un
sistema de salud pública y de educación que permite vivir, de media,
40 años más, es decir, otros 40 años, otra vida. Obedece a un modelo
diferente de distribución del poder, de. los recursos económicos y
culturales y de participación política: las democracias avanzadas,
que se caracterizan por asegurar el ejercicio de la ciudadanía me-
diante la configuración estructural de dichas sociedades. El instru-
mento para esa transformación estructural es lo que denominamos el
Estado del Bienestar.
- En segundo lugar, el cambio social que se produce en este medio es
un cambio que exige la participación de los actores sociales. Ante
18
• ¿Por qu el Trabajo d unitario.

consecuencias derivadas de una determinada estructuración social,


sólo podemos cambiar nuestro contexto mediante una transforma-
ción de dichas estructuras. Al analizar las diversas formas de intro-
ducir este cambio colectivo en nuestra vida, podemos destacar dos
aspectos básicos. En primer lugar, la creación de un actor de cambio
que es la comunidad, el conjunto de personas unidas por intereses
compartidos, con un conocimiento mutuo, con capacidad para llegar
a acuerdos, compartir estrategias y evaluar su progresión en las mis-
mas. En segundo lugar, la creación de mecanismos de participación
política en sociedades democráticas, a través de partidos políticos,
grupos de presión e interés, sindicatos, y un largo etcétera.
- En tercer lugar, nuestra propia identidad como seres relacionales: las
personas nos hacemos en la interacción con los otros, nos reconoce-
mos y nos proyectamos mediante el lenguaje, el intercambio y la in-
teracción con los demás. El propio lenguaje es un medio basado en
la relación entre emisor y receptor. Pero es algo más: vivimos en un
mundo de conceptos, palabras e imágenes que demanda interacción
y participación con otros emisores y receptores, y con la tradición
cultural y lingüística desde la que accedemos a nuestra propia mis-
midad. Por eso, Heidegger ( 1988) señalaba, tras su debatida vuelta o
die Kehre, el lenguaje como «casa» del ser. Es la morada en la que
habitamos, y es un lugar habitado por otros, en el que las propias pa-
labras demandan otros sujetos y otros objetos. La identidad y la dife-
rencia se dan en el lenguaje, y en esa relación compleja levantamos
nuestro proyecto personal. En este sentido, somos seres comunita-
rios, necesitamos la interacción social, la confianza, la amistad, pero
también el trabajo en equipo, la experiencia de la acción colectiva,
los proyectos comunes, para realizamos como ciudadanos.

Así pues, el Trabajo Social Comunitario no sólo nos capacita para afron-
tar colectivamente desafios que no pueden ser resueltos de otra forma. Al
mejorar nuestras habilidades para interaccionar con otros en proyectos co-
lectivos, mejora nuestra propia experiencia de vida, enriquece nuestra iden-
tidad personal y nos prepara para vivir en todas las dimensiones de una
vida social que, en gran medida, está constituida por comunidades de inte-
rés y comunidades de afectos. En una democracia de ciudadanos la capaci-
dad de participación y de organización es un factor decisivo para lograr de-
fender intereses colectivos y mejorar nuestras condiciones de vida. En este
sentido, frente a otras formas de organización, el trabajador social, cuando
interviene desde la óptica del Trabajo Social Comunitario, tiene como obje-
tivo capacitar a las personas para la cooperación y la interacción en una co-
munidad de intereses vinculados al concepto de ciudadanía. Estos intereses
son los que se derivan del propio substrato ético de la democracia y del Es-
tado del Bienestar. Aunque son definidos o redefinidos por la comunidad

19
Trabajo Social Comunitar ntand j ntos los desafíos del siglo xx1

en acción, tienen una relación esencial con las políticas de inclusión social,
la lucha contra la exclusión y la búsqueda de unas mejores condiciones es-
tructurales para poder ejercer derechos como ciudadanos. Por ello, buscan
apoyar el empowerment de la persona y de la comunidad, pero también al-
canzar objetivos planificados que permitan mejorar su contexto vital.
En definitiva, el Trabajo Social Comunitario tiene un doble objetivo, que
determina su metodología como disciplina científica:

- Por un lado, capacitar a cada persona para la interacción en una co-


munidad, desarrollando mediante la interacción social las habilida-
des necesarias para poder realizarse como ciudadanos. Podemos
definirlo como un empowerment (que puede traducirse por «empo-
deramiento» o «fortalecimiento») hacia dentro, personal, que busca
aumentar nuestra capacidad de interrelación como parte esencial de
la vida.
- Por otro lado, busca organizar comunidades específicas para abordar
problemas colectivos, para defender intereses y lograr metas que no
pueden ser alcanzadas de forma individual, porque responden a la
dimensión estructural de la vida social. Podemos definirlo como em-
powerment hacia fuera, empowerment comunitario.

El Trabajo Social Comunitario crea comunidades en acción, las sostiene


en el tiempo y consigue mediante esta dinámica fortalecer los lazos socia-
les, crear nuevos vínculos y afrontar desafios comunes. Para lograrlo, tiene
que capacitar a las personas para este tipo de interrelación. Tiene que au-
mentar su capital social, potenciando sus vínculos e introduciendo nuevas
formas de diagnosticar problemas y de afrontarlos, más allá del individua-
lismo neoliberal en el que estamos inmersos como postura teórica, que se
basa en una perspectiva que exagera el relativismo postrnoderno, disolvien-
do las estructuras sociales en la simple interacción azarosa y sin orden de
los individuos. En este sentido, «uno de los temas centrales de los estudios
sobre la postrnodernidad gira en torno a las divergencias entre los modos de
constituir identidades individuales y sociales, y los que predominaron du-
rante el reinado de la modernidad organizada. A veces se diagnostica un
nuevo "individualismo", mientras que otras concepciones prefieren hablar
de la fragmentación definitiva y la disolución del individuo. Muchas de es-
tas prolijas interpretaciones de la postrnodernidad toman muy poco en serio
la situación de las personas, que definen sus vidas en contextos sociales su-
mamente reales, que trabajan en ellos y topan con numerosos obstáculos
para desempeñar su trabajo» (Wagner, 1997: 287-288).
Frente a esta postura teórica postrnoderna, fuertemente criticada por sus
limitaciones para explicar no sólo los procesos de inclusión y exclusión so-
cial sino también el simple funcionamiento del mercado (Alonso, 2005), el
Trabajo Social Comunitario tiene como objetivo desarrollar en las personas
20
1. ¿Por qué es nece 0
o el Trabajo Social Comunitario?

la capacidad de análisis que les permita descubrir su dimensión comunita-


ria. En un doble ámbito: internamente, en su propia identidad personal, au-
mentando su empowerment personal; y externamente, en el ejercicio prácti-
co de la creación, puesta en marcha, desarrollo y evaluación de acciones
comunitarias en las que la comunidad en acción permita alcanzar objetivos
prefijados en el diagnóstico previo realizado por el trabajador social comu-
nitario en el ejercicio de su actividad profesional (aumentando su empower-
ment comunitario).

3. La dinámica de La exclusión social en Las sociedades


tecnológicas avanzadas
Al igual que el Trabajo Social con Casos, o el Trabajo Social con Grupos,
el Trabajo Social Comunitario se desarrolla como respuesta a los retos es-
tructurales que genera la revolución industrial. Desde un punto de vista éti-
co, como desde un punto de vista científico y político, el pauperismo y las
nuevas formas de pobreza suponen un aldabonazo en la conciencia de los
europeos y americanos de inicios del siglo XIX. Se puso de relieve cómo,
frente a la discusión sobre los derechos de las personas para participar en la
vida política -lucha por el sufragio universal, defensa de la igualdad de
hombres y mujeres-, hay otros derechos básicos, como la alimentación, la
atención sanitaria, la educación o las pensiones, que deben ser atendidos
con una reforma estructural de la sociedad. Y debe hacerse no sólo por
cuestiones relacionadas con la ética, los valores y la dignidad de las perso-
nas: también hay que abordarlos porque las desigualdades en sociedades
que evolucionan hacia el consumo de masas acaban convirtiéndose en un
freno para el crecimiento económico. En este sentido, en el siglo xrx como
en la actualidad, la dinámica del capitalismo industrial, si no se reorienta
desde una óptica centrada en los derechos humanos y el bienestar de las
personas, tiende a generar tales niveles de pobreza y exclusión que se pue-
de llegar a poner en riesgo su desarrollo económico y su viabilidad social.
El cambio en todos los órdenes de la vida social que supuso la transfor-
mación de las personas de su condición de trabajadores o propietarios a su
condición de consumidores en los inicios del siglo XX elevó aún más las de-
mandas para hacer posible la sociedad de consumo, lo que implicaba una
redistribución mayor de la renta vía salarios, un incremento de la cualifica-
ción y formación de los trabajadores y, en definitiva, una readaptación es-
tructural de las instituciones sociales a las nuevas demandas éticas (ciuda-
danos libres), económicas (ciudadanos consumidores), jurídicas (igualdad
progresiva del hombre y de la mujer) y vitales (lucha contra las viejas y
nuevas formas de exclusión social). Todo ello desde una metodología basa-
da en la ciencia. Algo similar ocurre hoy en día, cuando algunas de las con-
secuencias negativas del fuerte proceso de individualización que afecta a

21
10 Soc1 o ~ s los de~ - o d l s1 Lo x

las sociedades occidentales pone en riesgo precisamente su subsistencia


(Camoy, 2001). Así, asistimos a un nuevo ciclo de investigaciones riguro-
sas que, frente a la postmodemidad, ponen de relieve las «dimensiones es-
tructurales de las nuevas formas de desigualdad, y a un detallado debate so-
bre la pérdida de capital social en nuestro entorno más cercano: la Unión
Europea y los Estados Unidos» (Putnam, 2003).

3.1. Estructura y cambio social: perspectivas sobre el orden social

En su origen teórico y práctico, el Trabajo Social Comunitario nos remite a


los procesos de cambio socioeconómicos y políticos derivados de la Revo-
lución Industrial y la Revolución Francesa y que pusieron de relieve la im-
portancia crucial de las estructuras sociales en la reproducción de las desi-
gualdades: «lo que atrajo la atención de muchos de los primeros teóricos no
fueron las consecuencias positivas de estos cambios, sino sus efectos nega-
tivos» (Ritzer, 1993: 6). Tanto la Revolución Francesa como la Constitu-
ción norteamericana tuvieron un profundo impacto al cuestionar el origen
del orden social heredado, que aparece como algo «construido», como un
producto histórico, y no ya como algo que pertenece a la naturaleza o el
destino.
La sociedad como resultado de una larga evolución a través de tiempo
adquiere protagonismo histórico. Si ha sido resultado de procesos históri-
cos concretos, puede ser comparada con otros sistemas políticos, y puede
ser evaluada conforme a sus efectos sobre el bienestar de la población, y
conforme a la racionalidad intrínseca de su estructura. Es decir, los proce-
sos de exclusión social aparecen como procesos históricos, que responden a
las reglas de configuración de un modelo de sociedad. Pueden ser analiza-
dos, y pueden desarrollarse metodologías para afrontarlos, reforzando las
posibilidades de integración social de los miembros de dichas sociedades.
Aquí se origina, por un lado, el análisis de la sociedad civil, en su organiza-
ción y sus leyes, como un objeto propio de conocimiento. Pero, simultánea-
mente, se establecen las condiciones básicas para que una disciplina como
el Trabajo Social, que busca diagnosticar pero también intervenir, pudiera
emerger como disciplina científica.
La crisis del Antiguo Régimen puso de manifiesto la necesidad de anali-
zar las características de lo social para poder establecer sobre bases firmes
un nuevo orden, basado en la naturaleza humana. El análisis racional basa-
do en el método científico debía protagonizar nuestro acercamiento a los
problemas que genera la pobreza. La pérdida de la legitimidad del Antiguo
Régimen va paralela a la búsqueda de nuevas fuentes de legitimidad para el
orden social, que sólo pueden encontrarse en el análisis científico de la so-
ciedad. Se trata no sólo de diagnosticar, sino también de cumplir con uno
de los requisitos de la ciencia moderna: su dimensión práctica, utilitaria. Es
22
m 1mt< rio

decir, como disciplina científica, un objetivo es intervenir en la realidad so-


cial, de acuerdo con el método científico, para reproducir y mejorar las
condiciones de vida de las personas. En este sentido, la crisis del orden po-
lítico va unida a la crisis y transformación de las condiciones de vida deri-
vadas de la Revolución Industrial, que introduce el debate sobre la pauperi-
zación y la degradación de las condiciones de vida como una de las grandes
preocupaciones de los teóricos del siglo XIX: «la "cuestión social" ( ... ) es
un desafio que interroga, pone de nuevo en cuestión la capacidad de una
sociedad (lo que en términos políticos se denomina una nación) para existir
como un conjunto vinculado por relaciones de interdependencia. Esta cues-
tión se bautizó por primera vez explícitamente en la década de 1830. Se
planteó entonces a partir de la toma de conciencia de las condiciones de
vida de las poblaciones que eran a la vez agentes y víctimas de la revolu-
ción industrial» (Castel, 1977: 20).
La progresiva divergencia entre el orden jurídico posterior a la Revolu-
ción Francesa, basado en los derechos del ciudadano, y un orden económi-
co basado en una revolución científico-técnica que conllevaba progreso,
pero también miseria y pobreza, lleva a plantear la reorganización estructu-
ral de la sociedad como un cuestión clave para la supervivencia de nuestro
propio modelo de vida. La carencia, pérdida o modificación de los vínculos
sociales, redefinidos en un nuevo contexto político y económico, son una
consecuencia de los procesos socioeconómicos que caracterizan el nuevo
modelo social. Por ello, los primeros teóricos de nuestra disciplina, pero
también de otras ciencias sociales, abordaron el diseño de metodologías
para recrear entornos que permitieran recuperar las condiciones mínimas
que cada persona debe tener para poder integrarse (Trabajo Social con Ca-
sos y Trabajo Social con Grupos), y para orientar la acción colectiva po-
niendo en marcha comunidades que permitan reforzar los vínculos sociales
de cada uno de sus miembros, y perseguir objetivos que sólo colectivamen-
te pueden alcanzarse (Trabajo Social Comunitario).
No es de extrañar que los orígenes del Trabajo Social se remonten a las
organizaciones que, en el siglo XIX, quisieron afrontar los problemas deri-
vados de la pauperización con un método científico, desarrollando metodo-
logías para mejorar la vida de las personas, atendiendo a sus necesidades y
favoreciendo el desarrollo de sus capacidades. Pocos años después de que
Saint-Simon formulara su proyecto de reconstrucción científica de la socie-
dad, se creó en Londres la Organización para el Socorro Caritativo y la Re-
presión de la Mendicidad, en un contexto en el que las sociedades caritati-
vas y filantrópicas «se ven completamente desbordadas por las demandas
de los necesitados» (Malagón y Sarasola, 2003: 101).
Se trata de un doble proceso, teórico y práctico, en el que el análisis de
las estructuras y procesos sociales va unido al desarrollo de metodologías
para intervenir en la sociedad y generar una dinámica positiva de integra-
ción social. Para Saint-Simon, el motor de la historia era el conflicto entre

23
Tr b lo d fios s1olo
clases antagónicas, origen de las crisis del orden social en cada período his-
tórico determinado. Frente a los estatus adscritos, origen de los desequili-
brios sociales (como señala al analizar la confrontación entre la clase traba-
jadora y la clase ociosa, que utiliza el poder coactivo del Estado para
asegurar su dominio), propone una sociedad basada en la cooperación de
los seres humanos mediante el uso del conocimiento y la organización deri-
vados naturalmente del método científico. Un método que influirá en el de-
sarrollo del Trabajo Social como disciplina científica.
Los fundamentos éticos del Trabajo Social Comunitario descansan en el
carácter optimista de los primeros científicos sociales, basado en una antro-
pología positiva ligada al triunfo del razonamiento científico. También des-
cansan en una sensibilidad humanista ligada a la noción de persona como
sujeto de derechos y deberes, es decir, a la noción de ciudadanía, que supo-
ne objetivar como negativos y perniciosos aquellos estados y formas de
vida que deterioran gravemente nuestra propia dignidad y nuestro estilo de
vida. Y, finalmente, se erigen sobre la convicción de que la democracia
constituye, para los ciudadanos, la mejor forma de participación posible, y
que en tomo a ella, a la participación organizada de la población que ejerce
su derecho al voto, es posible reestructurar científicamente nuestro entorno
social. Optimismo científico, ciudadanía/derechos humanos y democracia
como sistema de participación podrían definirse como los ejes básicos de
las ciencias sociales, y sobre todo del Trabajo Social como disciplina que
busca diagnosticar para intervenir, con el objetivo de favorecer los procesos
de inclusión social.
Desde esta perspectiva, podemos releer la teoría comtiana. La «dinámica
social» se ocuparía de las leyes que rigen la sucesión de los fenómenos so-
ciales, cuya formulación permite la comprensión del pasado y la previsión
del futuro. El motor de la historia es el progreso de la humanidad, entendi-
do como dominio de las tendencias altruistas sobre las egoístas. En este
sentido, la «moral social» guía las tendencias del individuo conforme a la
razón ilustrada, en una secuencia histórica que debe conducimos a una so-
ciedad positiva en la que el altruismo innato de las personas podría salir a
la luz y regenerar la sociedad y la moralidad. Se trataba de un proyecto que
buscaba convertir la cooperación y el altruismo en la base de la interacción
social y que, tras depurar el asistencialismo y el individualismo, y tomar en
consideración el carácter estructural de los procesos de exclusión social, to-
davía hoy mantiene su vigencia: ciudadanía, democracia y reconstrucción
mediante el método científico de las capacidades necesarias para la inclu-
sión social de las personas, los grupos y las comunidades.
En este entorno, casi de forma simultánea, en Gran Bretaña, Spencer
anafü:aba la sociedad como el resultado de una evolución basada en la coo-
peración para obtener fines comunes, mientras Sir Charles Stewart actuaba
como secretario de la Charity Organization Society (COS) (de 1987 a
1915) desarrollando de forma práctica esa orientación altruista. Spencer

24
Q no?
describe las sociedades como grupos que cooperan para alcanzar fines co-
munes. Al analizar su evolución histórica, podemos diferenciar dos grandes
dimensiones: las estructuras (o formas de organización) y las funciones (o
necesidades satisfechas por las estructuras). Estructuras y funciones se en-
cuentran inmersas en un constante proceso histórico de diferenciación. Se
trata de un proceso evolutivo que, gobernado por lo que denominaba la ley
general de la evolución, supone un progreso funcional y estructural, carac-
terizado por la heterogeneidad creciente, en la que la diferenciación de las
partes va acompañada por la conexión entre éstas (proceso que denomina
«determinación>>). En este sentido, puede verse en su obra una anticipación
de las propuestas del funcionalismo y el sistemismo (Rodríguez lbáñez,
1987: 49).
Poco a poco la pobreza fue redescubriéndose como un producto del or-
den social, y no como un destino prefijado para personas, comunidades o
países. Se trata de un cambio fundamental en nuestra forma de vernos a no-
sotros mismos, y a nuestras sociedades. Si las situaciones de precariedad
son el resultado de una determinada forma de ordenar nuestra vida, se pue-
den plantear alternativas que, cambiando nuestro modelo de sociedad, per-
mitan superar esas situaciones problemáticas. Desde esta nueva forma de
analizar los problemas sociales, se establecieron las bases para actuar sobre
las personas (Trabajo Social con Casos). Y se desarrollaron metodologías
para reorganizar las comunidades con una finalidad muy clara: perseguir
objetivos comunes que implicaran cambios estructurales (Trabajo Social
Comunitario). Como botón de muestra de esta óptica científica que analiza
las estructuras sociales, podemos señalar que la propia COS fundó en 1903
la London School of Sociology, para formar a sus miembros y prepararlos
adecuadamente para lograr los objetivos establecidos. De forma paralela, a
lo largo del siglo XIX y primeras décadas del siglo xx, otros movimientos
de acción colectiva, sindicales o políticos, buscaron soluciones permanen-
tes que pasaban por promover cambios sociales estructurales.
Otro de los postulados teóricos de Spencer, entender la dinámica social
como un proceso de permanente adaptación y cambio, también ha perdura-
do en la óptica científica del Trabajo Social. No hay una solución definiti-
va. Los avances sociales, tecnológicos y económicos generan nuevos desa-
fios y nuevas formas de inclusión y exclusión. Se trata de establecer un
proceso de readaptación constante que tiene como referente elevar el nivel
de vida de los ciudadanos, materializando el motor altruista que este autor
postulaba como origen de la dinámica de las sociedades. Al igual que en
los procesos de la naturaleza, no hay ningún tipo de finalismo en la ley de
evolución ni en los procesos históricos gobernados por la misma, de tal
modo que no hay un final que supusiera alcanzar meta alguna, o un estado
de equilibrio permanente. La evolución se realiza de manera mecánica, e
implica su reverso, como muestra la ley de conservación de la energía: el
proceso de lo homogéneo a lo heterogéneo va acompañado de su contrario.

25
raba jo afronta

Todo punto de equilibrio es un nuevo punto de partida para un nuevo proce-


so de desintegración e integración. En este sentido, la vida individual y so-
cial no es sino un permanente esfuerzo por adaptarnos a un medio en cons-
tante cambio. Aunque sus planteamientos teóricos fueron relegados en la
teoría social del siglo xx, la preocupación spenceriana por la cooperación
como motor de la vida social y los peligros que se derivan de su deterioro o
debilitación han vuelto a ser puestos de actualidad en las teorías del capital
social y en el ejercicio práctico del Trabajo Social Comunitario.

3.2. Democracia y capitalismo: las relaciones comunitarias en las


sociedades industriales

El Trabajo Social como disciplina científica se desarrolla en una relación


estrecha con dos rasgos relevantes de la sociedad que lo vio nacer: la demo-
cracia y el capitalismo. Una de las primeras teóricas que dio origen a nues-
tra disciplina, Beatrice Webb, analizó de forma sistemática las condiciones
de vida y de trabajo de los empleados industriales en la última década del
siglo XIX, y propuso transformar las estructuras sociales estableciendo ma-
yores niveles de democracia empresarial y socializando el capital privado
productor de beneficios (Malagón 1999: 17-18). Como sus aportaciones
pusieron de manifiesto, no podemos analizar las relaciones comunitarias,
las interacciones entre las personas, si no analizamos el contexto capitalista
y el contexto democrático, que establecen un campo de juego para el desa-
rrollo personal y comunitario y también las condiciones necesarias para in-
tegrarse en la que podemos denominar la zona de inclusión social, el ámbi-
to socioeconómico en el que podemos ejercer nuestros derechos de
ciudadanía. Desde esta óptica, hay dos autores que han ejercido una in-
fluencia relevante en la evolución de los planteamientos del Trabajo Social
Comunitario en estos dos ámbitos, democracia y capitalismo: Karl Marx y
Alexis de Tocqueville.

3.2.1. Praxis y relaciones sociales en Karl Marx

Karl Marx se interesa por el estudio de las relaciones sociales y por las con-
tradicciones y conflictos entre la diversas dimensiones de la realidad social
a partir de la interacción dialéctica entre actores sociales y estructuras so-
ciales. Ontológicamente, cada persona «es el conjunto de sus relaciones so-
ciales», que, entendidas como objeto de conocimiento científico, ocupan el
primer plano del análisis marxiano. «Toda vida social es esencialmente
práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría, al misticismo, encuen-
tran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta
práctica» (Marx, 1972: 112). El ser humano es su praxis social, viene me-

26
Por a 1 afo So .1 l [o º"; ,
diada por las formas de organización que permiten la supervivencia, adap-
tación y transformación del medio. Los comportamientos, al igual que las
ideas, valores y creencias religiosas, deben explicarse tomando como punto
de partida el conjunto de relaciones sociales en las que la persona se en-
cuentra inmersa, y que le permiten ser propiamente «individuo» . .
A partir de la definición de la vida humana como intrínsecamente social,
en el análisis marxiano de las relaciones sociales como objeto de estudio
científico, desde un punto de vista centrado en el Trabajo Social Comunita-
rio, pueden destacarse dos dimensiones: en primer lugar, el análisis de la
producción de la vida, mediante la objetivación del mundo natural a través
de la acción, es decir, el trabajo. En segundo lugar, el análisis de las carac-
terísticas estructurales de las sociedades capitalistas, distinguiendo entre
fuerzas y modos de producción, y analizando el conflicto entre clases.

- El ser humano es su praxis, y la praxis del ser humano es social. En


este sentido, la intervención del ser humano sobre la naturaleza y
con sus congéneres para sobrevivir da como resultado la naturaleza
objetiva y la naturaleza subjetiva del propio individuo. Los concep-
tos de creatividad, trabajo y actividad están íntimamente relaciona-
dos, desde una perspectiva en la que se centra la atención analítica
en el conjunto de relaciones sociales, y por lo tanto en su organiza-
ción y estructuración (Habermas, 1982: 35-38).
Al analizar las estructuras básicas de la acción de las personas, se
descubre la síntesis que producen los seres humanos con la naturale-
za que les rodea objetivamente. Dado que la síntesis tiene lugar en
un medio gobernado por el trabajo, el punto de referencia para la re-
construcción de las relaciones sintéticas es la economía: «lo que son
los hombres coincide, por consiguiente, con su producción, tanto
con lo que producen como con el modo en que producen. Lo que los
individuos son depende de las condiciones materiales de produc-
ción>> (Marx, 1974: 19-20). En este punto, diferencia entre las fuer-
zas de producción y los modos de organización de dicha producción,
cuya interacción establece el marco real en el que se desenvuelve
cada período histórico concreto. Dicha relación dialéctica permite
explicar, en primer lugar, la relación de los seres humanos consigo
mismos, con los demás, con el producto de su trabajo y con la socie-
dad; en segundo lugar, permite comprender la articulación de clases
sociales en cada momento de la historia, y, en tercer lugar, permite
comprender las bases fundamentales sobre las que se levantan las su-
perestructuras ideológicas características de cada época.
En el análisis de estos procesos en la sociedad capitalista, podemos
destacar dos dimensiones en el pensamiento marxiano: el análisis del
fetichismo de la mercancía y la teoría de la alienación. En la econo-
mía capitalista, el intercambio entre los seres humanos se realiza bajo

27
Trabajo Social Comunitario: afrontand j ntc, ~ Lo · afios del siglo XXI

la categoría mercancía: son mercancías nuestros productos, y como


tales entran en la dinámica del mercado. La explicación de la «no-rea-
lización» o «desrealización» de la persona, de su estado frustrado en
la sociedad capitalista, se encuentra en la objetivación y extrañamien-
to del producto del trabajo, convertido en mercancía. En la mercancía
se proyectan las relaciones sociales, y reificamos el producto de nues-
tro trabajo alejándolo de nosotros mismos: «la apropiación del objeto
aparece hasta tal punto como enajenación, que, cuantos más objetos
produce el trabajador, tanto menos puede poseer y tanto más le domi-
na su producto, el capital» (Marx, 1976: 350). En el análisis de la
mercancía, descubre un carácter «fetichista» que oculta la causa de la
«enajenación» del trabajador (las relaciones sociales que dan origen a
este sistema de producción y organización).
La sociedad capitalista se caracteriza estructuralmente por generar
ese extrañamiento: «Todas estas consecuencias se hallan encerradas
en una característica del trabajador: que el producto de su trabajo sea
para él un objeto ajeno( ... ). Su vida propia, que es lo que el trabaja-
dor pone en el objeto, deja de pertenecer a él para pertenecer al obje-
to» (Marx, 1976: 350). El resultado del trabajo, el extrañamiento del
trabajador, sólo puede ser posible porque la propia actividad de tra-
bajar, de producir, es un sistema que genera dicho proceso. Por más
que trabajemos, nunca alcanzaremos otra meta que nuestra propia
enajenación, y este análisis todavía hoy es aplicable en gran medida
a la sociedad de consumo. Consumiendo no nos realizamos, sólo ad-
quirimos cosas, aunque pensemos que así, adquiriendo objetos, nos
realizamos como sujetos. Desde este punto de vista, la actividad pro-
pia de los seres humanos, la producción de sí mismos y de la natura-
leza objetivada a través del trabajo, se convierte en el lugar de su
alienación y desencanto.
A partir de este análisis, podemos analizar los cuatro tipos de aliena-
ción que Marx describe en la sociedad capitalista, y que han ejercido
una notable influencia en el estudio de las dimensiones relacionales
que debe recuperar, regenerar o reinterpretar la persona para poder
integrarse socialmente. Nos encontramos inmersos en una relación
laboral, en una relación con nuestra propia acción, en una relación
con nuestros compañeros de actividad y en relación con nuestras
propias expectativas y capacidades, experimentando un mayor o me-
nor nivel de autorrealización. Y es esta dimensión estructural de
nuestro entramado relacional la que demanda una disciplina como el
Trabajo Social Comunitario. Estas dimensiones ya fueron analizadas
por el autor de El Capital:

a) En primer lugar, los trabajadores están alienados de su actividad


productiva en la medida en la que no trabajan para satisfacer sus
28
1 ¿Por qué s necesario el Trabajo Social Comunitar·· ?

necesidades, sino que trabajan para los capitalistas a cambio de


un salario.
b) En segundo lugar, los trabajadores están alienados respecto al
objeto de su actividad: el producto de su trabajo. No es suyo, y
en este sentido hay que tener en cuenta que, una vez definido el
ser humano como praxis, la alienación respecto al producto de
su trabajo significa que el individuo renuncia a su propia identi-
dad, que es su producción. Por lo tanto, se encuentra dentro de
un sistema de relaciones sociales en el que se desrealiza, enaje-
nando su propia esencia en las manos del capital.
c) En tercer lugar, señala la alienación que experimenta el trabaja-
dor respecto a sus compañeros de trabajo en la medida en la que
las relaciones de cooperación se sustituyen por relaciones de
competencia, subordinación y soledad.
d) En cuarto lugar, los trabajadores están alienados respecto a su
propia capacidad de autorrealización, dado el sistema socioeco-
nómico en el que se encuentran, dando lugar a un empobreci-
miento progresivo de la condición humana generalizado. En este
sentido, hay que señalar que, aunque la alienación se plantea ini-
cialmente como algo que afecta al trabajador en cuanto se des-
posee de su propia realidad como «actividad productiva» y del
resultado de su trabajo, el extrañamiento y la alienación afectan
a todos los individuos de la sociedad, incluso a aquellos que go-
zan del control del capital: todos los seres humanos son «pro-
ductores» y todos se organizan socialmente para realizarse como
tales. Por lo tanto, las características del modo de organización
propio de una época histórica afectan a todos los sujetos que vi-
ven en dicho período. Aquí retoma la dialéctica del amo y del
esclavo formulada por Hegel, en la que se muestra como un sis-
tema de interacción que afecta y determina a los componentes
de dicho sistema, en una profunda relación de determinación
mutua que establece el horizonte de realización posible de los
mismos: el amo y el esclavo son a la vez libres y esclavos, más
allá del dominio de uno sobre otro (Hegel, 1952).

- La estructura del sistema productivo determina la estructura social,


en la medida en la que las personas son su praxis socialmente orga-
nizada. Las diferentes posiciones que ocupan respecto a las fuerzas
de producción y los modos de organización originan las clases socia-
les, que se diferencian por su posición respecto a la propiedad del
capital. «Las clases surgen, según Marx, allí donde las relaciones de
producción entrañan una división diferenciada del trabajo que per-
mite una acumulación de producción excedente; ésta puede pasar a
manos de un grupo minoritario, que de este modo se coloca en una

29
Trab or Comunita
relación explotadora respecto a la masa de productores» (Giddens,
1998: 83).

3.2.2. Relaciones comunitarias y democracia en Alexis de TocqueviLLe

Alexís de Tocqueville se centra en el análisis de los factores estructurales


que configuran cada momento histórico, desde una perspectiva teórica que
ha ejercido una notable influencia en la evolución teórica y práctica de los
teóricos sociales, y del Trabajo Social como disciplina científica. Analiza
con detalle las características de cada sociedad, y las tendencias que pueden
preverse, siempre teniendo en cuenta que el futuro será el resultado de las
acciones humanas, en cuyo producto final influyen tanto las contingencias
futuras como los acontecimientos pasados. «La filosofía histórica de Toc-
queville no es progresista, como la de Augusto Comte, ni optimista y catas-
trofista simultáneamente, como la de Marx. Es una filosofía histórica
abierta, que destaca ciertos rasgos, considerados inevitables, de las socieda-
des futuras, pero también afirma que otros rasgos, igualmente importantes
desde el punto de vista humano, son imprevisibles. En la visión de Tocque-
ville, el futuro no está determinado totalmente, y permite la existencia de
cierto margen de libertad» (Aron, 1987: 10).
Los principales supuestos que guiaron su análisis (cuadro l) le permitie-
ron analizar los cambios sociales acontecidos en su época. Parte de un he-

Cuadro 1. Caracteristicas de La perspectiva


teórica de Alexis de Tocqueville
1. Las principales instituciones sociales persistirán. A diferencia de mu-
chos contemporáneos suyos, Tocqueville no espera que la familia, la re-
ligión o el Estado desaparezcan, o que cambien sus funciones esencia-
les.
2. La naturaleza humana no cambiará. Tocqueville no esperaba que los
hombres y mujeres pasaran a ser mejores o peores de lo que la historia
los habia mostrado.
3. El progreso gradual de igualdad continuará.
4. El cambio social será canalizado y circunscrito por la disponibilidad de
recursos materiales
5. Tanto las contingencias futuras como los acontecimientos del pasado
darán forma al futuro.
6. No hay fuerzas sociales fuera de la acción humana.
FUENTE: Theodore Caplow, «la familia del siglo XXI», en José Félix Tezanos (ed.), Escenarios
1del nuevo siglo. Cuafto Foro sobre Tendendas Sociales, Sistema, Madrid, 2000, p. 390.
30
no ... um

cho clave: la democracia, que se constituye en el factor decisivo que confi-


gura estructuralmente la sociedad de su tiempo. Por ello, los procesos de
cambio social deben analizarse desde el binomio «democracia-ciudadanía».
Podemos destacar tres características de su pensamiento, que suponen una
importante contribución tanto para las ciencias sociales como para el Tra-
bajo Social, estableciendo las bases para un análisis de los procesos estruc-
turales de desigualdad ajenos a toda pretensión mesiánica:

- En primer lugar, podemos distinguir dos factores en la evolución de


las sociedades: la tendencia hacia la diferenciación (principio aristo-
crático) y la tendencia hacia la igualación (principio democrático).
En su época, señala la instauración de la democracia como una fuer-
za imparable. El proceso histórico hacia la democratización esconde
en su seno una doble tendencia (hacia la igualdad y hacia la liber-
tad), que puede tener como resultado una síntesis entre ambas, o la
anulación de la libertad en base al triunfo de una igualdad entendida
como el despotismo de masas mediocres satisfechas. En este sentido,
no presupone una lógica que gobierna el curso de la historia: el futu-
ro dependerá de las diferentes respuestas a los procesos de moderni-
zación en los que se encuentran las sociedades de su tiempo. Por
ello, pueden compararse las diferentes respuestas de las sociedades
francesa y norteamericana a los procesos de modernización y trans-
formación en curso. En definitiva, «Tocqueville comprueba la exis-
tencia de ciertos caracteres vinculados con la esencia de toda socie-
dad moderna o democrática, pero agrega que a partir de estos
fundamentos comunes hay una pluralidad de regímenes políticos po-
sibles. Las sociedades democráticas pueden ser liberales o despóti-
cas» (Aron, 1987: 258). Las diversas posibilidades de adaptación al
entorno mostraban la necesidad de desarrollar disciplinas que pudie-
ran diagnosticar los retos emergentes, para abordarlos colectivamen-
te en sociedades democráticas. Entre ellas se encuentra el Trabajo
Social Comunitario.
- En segundo lugar, el conflicto de clases: las clases son consideradas
el actor social por excelencia; por ello, deben tomarse como unidad
de análisis. Ahora bien, en cada contexto histórico puede darse un
resultado concreto, de forma que, al no reproducirse miméticamente,
el ascenso de la burguesía al poder no tiene por qué darse de igual
manera en la Francia revolucionaria que en otros países del mundo.
El punto de partida analítico para poder abordar los complejos pro-
cesos sociohistóricos debe ser estructural, más allá de los casos indi-
viduales, y en este sentido desarrolla una investigación de los proce-
sos de cambio de las sociedades de su tiempo. Específicamente,
señalará cómo la división de clases, la pérdida de la función histórica
y la legitimidad de los grupos privilegiados del pasado, y el choque

31
no: afrontan d rl l

entre las diferentes clases que formaban la sociedad de la antigua


Francia, explican la crisis del Antiguo Régimen y el periodo revolu-
cionario (Tocqueville, 1984).
- En tercer lugar, el análisis de los procesos de centralización adminis-
trativa y política, que pueden conducir a una «más que progresiva
parálisis del cuerpo social» (Aron, 1987: 59). Esta tendencia deriva-
da de las propias características de las sociedades industriales, que
exigen un fortalecimiento de sus dimensiones institucionales para
poder ser funcionales, sólo se puede contrarrestar mediante la des-
centralización política y administrativa, y el arraigo de una cultura
cívica. En este sentido, «la idea de pluralismo político basada en el
pluralismo de las asociaciones voluntarias de toda suerte es para
Alexis de Tocqueville todo un programa de acción política. Para él lo
que hay que hacer es inculcar en los ciudadanos los hábitos de la co-
operación, de la organización voluntaria, del respeto a la ley y de la
confianza en sí mismos, no en el estado» (Giner, 1988: 456). En esta
posición de Tocqueville podemos rastrear los orígenes de la orienta-
ción hacia la vida comunitaria y la acción colectiva (como respuesta
a los problemas generados por la revolución industrial y los procesos
burocráticos), característica de los primeros teóricos del Trabajo So-
cial Comunitario en los Estados Unidos de América.

En este contexto histórico, en el que democracia y capitalismo van con-


figurando una transformación radical de las sociedades del Antiguo Régi-
men, y en el que los retos presentes y futuros demandan un acercamiento
científico a los problemas sociales, diversos pensadores analizaron la di-
mensión comunitaria de la vida social, la influencia de las estructuras so-
ciales y el fenómeno del poder, elemento clave en la dinámica de cualquier
grupo, de cualquier comunidad y de cualquier sociedad. Las estructuras so-
ciales a pesar de que se originan en el proceso de interacción de los seres
humanos, pueden devenir independientes del sujeto y ejercer sobre él una
influencia coactiva y alienante. Este proceso puede ejemplificarse a través
del análisis de las consecuencias sociales que se derivan de la aparición del
dinero en las sociedades: la función simbólica del dinero ejerce un papel re-
levante en el proceso de racionalización, cálculo e impersonalidad propios
del mundo moderno (Simmel, 1976).
En la evolución de nuestra disciplina también ha influido de forma muy
relevante la distinción realizada por Tonnies (1979) entre dos tipos básicos
de organización social: la «comunidad» --Gemeinschaft-, que surge es-
pontáneamente y posee los caracteres de una totalidad orgánica, y por lo
tanto se trataría de la organización social natural; y la «asociación» -Ge-
sellschaft-, que responde a la progresiva complejización de las relaciones
sociales, basadas ya en el contrato. Estos dos tipos básicos son modelos
ideales, que no existen en estado puro pero permiten analizar las caracterís-

32
. ¿ q e necesario el Trabajo Social Comunitario?
ticas estructurales de los modos básicos de organización social, en tomo a
los cuales se puede profundizar en la evolución histórica y el tránsito desde
las sociedades preindustriales hacia las sociedades industriales. Comunidad
y asociación son dos conceptos que nos permiten analizar el pasado, pero
que también muestran rasgos básicos de la vida humana que nos sirven
para organizar nuestra acción.

3.3. Personas, comunidades y estructuras sociales: la dinámica de


las sociedades contemporáneas

Tras este primer período en el que se dan los primeros pasos de las ciencias
sociales, entre los años 1800 y 1920, tras la Segunda Guerra Mundial se
consolida lo que denominamos el Estado del Bienestar, en el que el Trabajo
Social, tanto de casos como de grupos o comunitario, alcanza su madurez
como disciplina científica. La dimensión estructural de los problemas so-
ciales, a la vez que la dinámica democrática, ponen de relieve la necesidad
de diagnosticar, programar y llevar a cabo acciones de integración para, por
y con los ciudadanos. El asistencialismo deja paso a la democracia, y por lo
tanto a los derechos de ciudadanía, como fundamento ético y político de la
acción en favor de la inclusión social. En la segunda mitad del siglo :xx, en
el que alcanza su madurez y a la vez se replantea el futuro del Estado del
Bienestar, tres científicos sociales, Bourdieu, Giddens y Habermas, han in-
fluido notablemente en el desarrollo teórico de las ciencias sociales, y tam-
bién del Trabajo Social Comunitario, poniendo de relieve de nuevo la di-
mensión estructural del cambio social y la importancia de la acción
colectiva y/o comunitaria.

3.3.1. Habitus y campo en Pierre Bourdieu

Pierre Bourdieu ha desarrollado una fecunda labor teórica y empírica con


un objetivo básico: superar tanto el subjetivismo (que se centra en el modo
en que las personas piensan y representan el mundo, sin tener en cuenta las
estructuras objetivas en las que están insertas y que no sólo determinan y
constriñen la acción, sino que también la hacen posible) como el objetivis-
mo (que obvia el carácter de constructo social de dichas estructuras y no
toma en consideración «el proceso de construcción social por el que los ac-
tores sociales perciben, piensan y construyen esas estructuras para luego
actuar sobre esa base» [Ritzer, 1993: 500]). «Por objetivismo Bourdieu en-
tiende una búsqueda de estructuras subyacentes que son independientes del
conocimiento, conceptos o propósitos de las personas. El subjetivismo in-
tenta captar de qué manera experimentan o conceptualizan el mundo los se-
res humanos y cómo, posteriormente, actúan en consecuencia. Cada una de

33
Trabajo Social (O' rontand j ntos los desafíos del siglo xx1

estas perspectivas, al prescindir de un aspecto vital de la realidad social,


distorsiona inevitablemente su complejidad» (Baert, 2001: 42). El subjeti-
vismo obvia que las esperanzas, expectativas y objetivos de las personas se
hallan en consonancia con el medio social en el que han desarrollado, a la
vez que el objetivismo postula un mecanicismo que no hace justicia al modo
en que la vida social es un logro práctico de actores expertos, que pueden
afrontar nuevas situaciones e improvisar en función de sus objetivos.
¿Cómo superar esta dualidad entre la estructura y el modo en que las
personas construyen la realidad social? Centrándonos en la «práctica» (en-
tendida como producto de la relación dialéctica entre acción y estructura):
el dominio práctico que las personas tienen sobre la lógica de la vida coti-
diana. Este dominio práctico no deriva exclusivamente del conocimiento
teórico ni se puede reducir al ámbito del inconsciente. Los dos conceptos
fundamentales de la teoría de Bourdieu, con los que trata de vincular obje-
tivismo y subjetivismo, son los siguientes: habitus y campo. El habitus es
el conjunto de estructuras sociales «intemalizadas» y «encamadas» me-
diante las cuales las personas manejan el mundo social. Se trata de un es-
quema generador de disposiciones, adquiridas durante la primera infancia,
en función del cual se producen las actitudes, las improvisaciones, los mo-
vimientos y los comportamientos prácticos de las personas. El habitus pro-
porciona un sentido práctico que permite desarrollar respuestas innovado-
ras ante situaciones diversas. En este sentido, aunque el habitus es una
estructura intemalizada, no determina la acción: la constriñe y a la vez la
hace posible. Pero, dado que las disposiciones adquiridas dependen de los
medios sociales en los que se desarrollan, el habitus varia con la proceden-
cia social, y por lo tanto las diferencias que podemos observar en él nos re-
miten a las desigualdades de recursos y a las formas de reproducción de la
desigualdad social.
Con el concepto de campo, se refiere a las diversas áreas de la vida so-
cial en las que se compite por bienes o recursos valiosos mediante diferen-
tes estrategias. Específicamente, se trata de la red de relaciones entre las
posiciones objetivas que existen dentro de cada área (por ejemplo, el campo
artístico, el económico, el político). Es importante precisar dos cuestiones:
en primer lugar, los que ocupan cada posición en el campo, cada nodo de la
red de relaciones, pueden ser personas o instituciones, y se encuentran
constreñidos por la propia estructura de dicha red; en segundo lugar, cada
campo tiene su lógica específica, y establece unas pautas de juego y unas
creencias en los actores que intervienen en él. Bourdieu busca superar la
oposición entre individualismo y holismo metodológicos al proponer como
objeto de investigación la relación entre habitus y campo.
Para el Trabajo Social Comunitario, se trata de una distinción que está
en la base de interesantes proyectos de investigación y de intervenciones
profesionales contrastadas. El trabajador social debe tener en consideración
el conjunto de pautas de comportamiento e interpretación que cada persona

34
1. ¿

tiene ya antes de integrarse en la dinámica comunitaria, y que llevan implí-


cito un modelo de relación con los demás, a veces disfuncional para lograr
una acción conjunta en el seno de la comunidad. Por otra parte, debe to-
marse en consideración el conjunto de reglas de juego y de intereses socia-
les en conflicto en diversos ámbitos para elaborar un proyecto de acción co-
munitaria que, porque se basa en un buen diagnóstico, pueda ser eficaz.

3.3.2. Acdón y estructura en Anthony Giddens

También Anthony Giddens intenta superar dualidades que configuran nues-


tra forma de pensar: la dualidad entre acción y estructura y la dualidad en-
tre los enfoques subjetivos y objetivos. Se trata, en definitiva, de desarrollar
un nuevo marco teórico que sustituya el denominado «consenso ortodoxo»
que caracterizó a las ciencias sociales posteriores a la Segunda Guerra
Mundial (basado en la teoría funcionalista y la epistemología positivista).
Frente al funcionalismo, debe tomarse en consideración el carácter reflexi-
vo de los seres humanos, el conocimiento tácito y la capacidad de autorre-
visión crítica, que permiten a las personas utilizar las estructuras para per-
seguir sus propias metas. Junto a ello, debe analizarse también la
dimensión espacio-temporal propia de la vida humana y de los procesos so-
ciales. Reconociéndose heredero de Heidegger, Giddens pone de relieve la
importancia de tomar en consideración la textura espacio-temporal para el
análisis de la realidad social. Desde el punto de vista de nuestra disciplina,
el análisis de los procesos de exclusión social en un entorno dado debe to-
mar en cuenta dicha contextualización espacio-temporal.
Su «teoría de la estructuración» pretende superar la oposición entre lo
que denomina «análisis institucional» (aquel que investiga el modelo de re-
producción de las estructuras sin considerar el papel del actor como un in-
dividuo informado que realiza actos deliberados) y el «análisis de la con-
ducta estratégica» (que se centra en el análisis de la forma en que los
actores utilizan reglas y recursos para llevar a cabo sus actividades). En este
punto, hay que señalar que la «acción» y la «estructura» son las dos caras
de la realidad social, ya que toda «acción>> implica «estructura», y toda «es-
tructura» implica «acción>>. La «acción» nos remite a la capacidad de los
agentes de hacer las cosas. Y precisamente por ello se vincula al poder, es
decir, a la capacidad de las personas para intervenir causalmente en una se-
rie de acontecimientos. Es decir, «los agentes (... ) controlan continuamente
sus propios pensamientos y actividades, así como sus contextos fisicos y
sociales. Los actores tienen capacidad de racionalización, que para Giddens
significa el desarrollo de rutinas que les capacitan para manejar eficazmen-
te Ja vida social» (Ritzer, 1993: 494). En este sentido, «decir que los seres
humanos son agentes es reconocer que siempre pueden actuar de forma al-
ternativa: en cualquier situación, las personas pueden intervenir o inhibirse.

35
1 tand · juntos los desafios del siglo XXI

Dicho en pocas palabras, el concepto de acción en Giddens implica que las


personas son capaces de transformar las cosas y que el futuro está, necesa-
riamente, indeterminado» (Baert, 2001: 125).
El concepto de «estructura» nos remite al conjunto de reglas y recursos
sociales que participan de forma recurrente en la interacción. Es decir, las
estructuras sólo existen en y mediante las actividades de los agentes huma-
nos, y no existen en el espacio y en el tiempo de forma independiente. La
estructura se define como «las propiedades que hacen posible la existencia
de prácticas sociales discerniblemente similares a través de los diferentes
períodos de tiempo y espacio que les dan su forma sistémica» (Giddens,
1995: 17). La estructura puede constreñir la acción, pero no puede ignorar-
se que la estructura no sólo constriñe, sino que también capacita, y, en este
sentido, el futuro no está predeterminado.
Podemos destacar tres características de la relación dialéctica entre ac-
ción y estructura: en primer lugar, la estructura permite la acción, a la vez
que la acción contribuye a que se reproduzca la estructura. En segundo lu-
gar, la dualidad acción-estructura nos remite a la dimensión espacio-tempo-
ral, introduciendo la historia en el análisis de la vida social. Precisamente
por la interacción entre estructura y acción en el espacio y el tiempo (en la
que la estructura hace posible la acción, y ésta a su vez la reproduce), el
cambio y la transformación sólo pueden tener lugar mediante la utilización
adecuada de las propiedades de las estructuras en las que se está inmerso.
En tercer lugar, para Giddens las estructuras, como hemos visto, son un re-
quisito para la acción, pero también son el resultado no deseado de la mis-
ma. Este carácter «no deseado» de las estructuras, y por lo tanto la toma en
consideración de las consecuencias no deseadas de la acción, es fundamen-
tal para comprender la dinámica social.
En este sentido, la dinámica de la acción comunitaria desde la perspecti-
va del Trabajo Social Comunitario tiene que estar abierta al análisis de las
consecuencias no deseadas de la acción, al impacto de la acción comunita-
ria sobre las estructuras sociales a las que afecta y también a los procesos
de institucionalización del poder, la comunicación y la organización de la
propia comunidad cuando subsiste en el tiempo. La constitución de la co-
munidad es un requisito indispensable para alcanzar determinados objeti-
vos, y se configura a veces de forma imprevista para el trabajador social,
que tiene que participar en ella pero también dejarla evolucionar y que se
autogestione a lo largo del tiempo.

3.3.3. La teoría de la acción comunicativa de Habermas

Habermas pone de manifiesto la importancia de la comunicación racional


como medio para organizar y superar los conflictos que se dan en las so-
ciedades actuales. Su análisis de los procesos de comunicación ha ejercido
36
1. ¿Por qué es necesario el Trabajo Social Comunitario?

una notable influencia en la evolución teórica del Trabajo Social Comuni-


tario. Podemos destacar tres cuestiones relevantes para nuestra disciplina:

- En primer lugar, las personas somos ante todo seres que nos comuni-
camos, y que buscamos entendemos para compartir conocimientos,
para expresar nuestras emociones y perseguir nuestros intereses y
deseos. El punto de partida es su concepción del ser humano como
animal lingüístico que interacciona comunicándose para llegar a un
entendimiento mutuo. Esto presupone la «inteligibilidad» como pre-
tensión de validez intrinseca al propio lenguaje: lo que se dice tiene
que tener significado. Distingue tres usos del lenguaje: el cognitivo
(la comunicación se dirige al mundo objetivo), el uso interactivo
(que se refiere al mundo social) y el uso expresivo (que se refiere al
mundo subjetivo). Estos tres usos están relacionados con tres preten-
siones de validez: el uso cognitivo está relacionado con la «verdad»,
ya que la comunicación dirigida al mundo objetivo implica la presu-
posición de que el «contenido fáctico» de lo que se dice es cierto. El
uso interactivo está relacionado con la «rectitud moral»: es decir, la
pretensión de que, al decir algo, se tiene derecho a decirlo en un
tiempo y contexto determinados. El uso expresivo tiene que ver con
la «sinceridad»: la pretensión de que, al decir algo, no se desea enga-
ñar al resto de los que participan en el proceso de comunicación. En
todo proceso de comunicación se hallan implícitas estas pretensiones
de validez, y cada una de ellas va asociada a una forma de argumen-
tación diferente.
- En segundo lugar, esta comunicación no se da en un estado puro y
perfecto. Al contrario, se trata de construir un espacio en el que po-
der buscar la verdad a partir de las circunstancias históricas en cada
momento concreto. En este sentido, establece una distinción relevan-
te entre la «comunicación distorsionada» y la «comunicación no dis-
torsionada» (en la que las personas pueden defender o criticar cual-
quier pretensión de validez). Una acción o enunciado es «racional»
si se puede justificar en un debate abierto en el que las personas par-
ticipan en condiciones de igualdad, libremente y sin coacciones. Es
decir, si se justifica en un proceso de comunicación no distorsiona-
da, en el que prevalece el mejor argumento. Se trata, por lo tanto, de
una teoría consensual de la verdad, a la que se llega a través de un
debate abierto y que por lo tanto es temporal: un nuevo argumento
puede llevarnos a pensar de forma diferente. Naturalmente, una si-
tuación de «habla ideal», aunque es inherente a la naturaleza del len-
guaje, no se da en la práctica, sino que debe tomarse como «ideal
contrafáctico», que nos permite comparar y evaluar las situaciones
de vida real, capacitándonos para criticar y superar los procesos de
comunicación distorsionada en los que estamos inmersos.

37
Trabajo Social Comunitario: afrontando junt l r de aftos del siglo XXI

- En tercer lugar, esta «conducta racional» que se deriva de la propia


naturaleza del lenguaje es el resultado de un largo proceso de apren-
dizaje, en el que las sociedades han generado las condiciones que
hacen posible esa conducta racional. Los procesos de diferenciación
social y el aumento de la complejidad llevan a una progresiva dife-
renciación entre el mundo externo, el mundo social y el mundo sub-
jetivo, y por lo tanto permiten avanzar hacia el establecimiento de
una sociedad caracterizada por la conducta racional. La racionalidad
se hace posible mediante un proceso de diferenciación progresiva,
distinguiéndose dos grandes dimensiones de la sociedad: la estructu-
ra y la acción o, en su terminología, el «sistema social» y el «mundo
de la vida». La relación que se da entre ambas es la siguiente: el
«sistema social» coloniza progresivamente el «mundo de la vida»,
aunque no se trata de un proceso irreversible.

El «mundo de la vida» es el ámbito en el que se produce la acción co-


municativa, y se caracteriza por un conjunto de suposiciones no expresadas
que hacen posible la comunicación y por un conjunto de suposiciones que
deben ser mutuamente comprendidas para que la comunicación sea facti-
ble. En definitiva, nos remite a la dimensión cotidiana de nuestras activida-
des compartidas, que se basan en un conjunto de supuestos tácitos que per-
miten que puedan ser posibles. El «sistema social» hace referencia al
conjunto de estructuras sociales e imperativos funcionales que componen la
sociedad. La cuestión fundamental es, desde este planteamiento, lograr co-
nectar satisfactoriamente las estrategias racionales de ambas dimensiones:
la «integración social» propia del mundo de la vida, caracterizada por la
búsqueda de un consenso basado en la comunicación racional, y la <<inte-
gración del sistema», basada en las pautas estructurales que permiten el
ejercicio del control externo sobre las decisiones individuales.
En este proceso de separación se encuentra la clave para describir la
evolución de las sociedades contemporáneas. Frente al aumento de la racio-
nalidad comunicativa propia del mundo de la vida, que hace posible el au-
mento de la integración social basada en el consenso lingüístico, el «siste-
ma social» se caracteriza por el desarrollo de medios no lingüísticos (el
poder y el dinero) cuya lógica acaba constriñendo la comunicación en el
mundo de la vida, coordinando la acción en un contexto cada vez más com-
plejo en el que el lenguaje ya no puede resolver todas las demandas que se
le plantean. Este proceso por el cual los imperativos de los subsistemas que
se diferencian a partir del dinero y del poder en el sistema social acaban
por imponerse sobre la racionalización propia del mundo de la vida es de-
nominado «colonización». A partir de esta dinámica, entendida como un
proceso de «colonización» del mundo de la vida por parte del sistema so-
cial, relee la historia de las sociedades industriales y estudia el tránsito de
las sociedades feudales a las sociedades decimonónicas, analizando la pau-
38
1. ¿Por qu e necesario el Trabajo Social Comunitario?

ta capitalista de modernización como una «deformación» de las estructuras


simbólicas del mundo de la vida bajo los imperativos de la estrategia racio-
nalizadora del sistema social. Esta «colonización>> produce diversas patolo-
gías y crisis en el «mundo de la vida>> que lo orientan cada vez menos hacia
el logro del consenso.
Desde el punto de vista del Trabajo Social Comunitario, es necesario con-
siderar la importancia que desempeñan los procesos de comunicación en la
vida de la comunidad. Hay que tener presente que tanto el comportamiento
individual como los intereses de personas, grupos e instituciones pueden no
responder a los principios básicos de una racionalidad orientada al consenso
y basada en el altruismo, sino a otros principios relacionados con lo que de-
nomina el «sistema social». Sin embargo, la constatación de los procesos de
comunicación distorsionada, o de los diversos intereses en conflicto, no debe
hacemos caer en el pesimismo y la inactividad. Por ello, la obra de Habermas
nos invita a superar el mayor peligro del relativismo: abandonar el esfuerzo
por cambiar la realidad. No es extraño que, en este sentido, en las últimas
décadas haya mantenido enconados debates con los planteamientos post-
modernos, que desisten de elaborar alternativas emancipadoras en las que se
integren la dimensión estructural y la dimensión subjetiva en un paradigma
de racionalidad basada en el consenso y en la igualdad de los participantes.
Frente al determinismo y la aceptación acrítica de la realidad, las estruc-
turas lingüísticas y las estructuras sociales desempeñan un doble papel: es-
tructuran y posibilitan. Aquí se encuentra el espacio para la libertad perso-
nal y el fundamento para establecer procesos de cambio social basados en
un diagnóstico racional. Como señala el propio Habermas, las «estructuras
más generales de la comunicación, que los sujetos capaces de lenguaje y de
acción han aprendido a dominar, no solamente permiten acceder a determi-
nados contextos; no sólo posibilitan la conexión con, y la prosecución ge-
nerativa de, contextos que, como parecería a primera vista, encierran a los
participantes en el círculo mágico de lo meramente particular. Estas mis-
mas estructuras suministran simultáneamente los medios críticos para pe-
netrar en un contexto dado, para hacerlo saltar desde dentro y trascenderlo,
para abrimos paso en caso necesario a través de un consenso fáctico a que
podemos estar habituados, y revisar errores, corregir malentendidos, etc.
Las mismas estructuras que posibilitan el entendimiento suministran tam-
bién la posibilidad de un autocontrol reflexivo del proceso de entendimien-
to» (Habermas, 1992: 170).

3.4. Capital social versus analfabetismo relacional

Como hemos podido ver en los epígrafes anteriores, las personas somos
ante todo seres relacionales. Vivimos inmersas en un tiempo y un espacio
social, con posibilidades y limitaciones que nos afectan previamente a la

39
Trabajo Social Comunitario: afrrntando un1 os Los desaftos del siglo xx1

definición de nuestros propósitos, estableciendo un campo de juego para


desarrollar nuestro proyecto vital, en el plano material, simbólico y lingüís-
tico. Sin embargo, para entender correctamente el objeto último del Trabajo
Social Comunitario, hay que tomar en consideración la dimensión estructu-
ral de la vida y la acción colectiva, pero también hay que detenerse en la ín-
tima conexión entre sociabilidad, dimensión relacional y realización perso-
nal. No sólo necesitamos la acción colectiva para lograr objetivos que de
otro modo no se pueden alcanzar. Somos seres relacionales, y la calidad y
amplitud de nuestra estructura relacional establecen el ámbito en el que nos
vamos a realizar como personas, en el que vamos a hacer posible nuestra
integración social, nuestra felicidad personal, y en torno a las cuales vamos
a poder afrontar retos y posibilidades en nuestra trayectoria vital.
Experimentamos como personas una fuerte necesidad de sociabilidad,
de interacción con otros. Dimensiones básicas de la experiencia humana,
que nos diferencian de otros seres vivos, ya sean positivas, como la amistad,
la lealtad o la solidaridad, o negativas, como el odio, la envidia o la maledi-
cencia, no son posibles sin entablar relaciones con los demás. Quizás por
ello, de forma paralela a la emergencia de las sociedades de masas (en las
que se genera una fuerte contraposición entre la existencia individual y la
existencia colectiva), desde diversas perspectivas teóricas comenzó a abor-
darse de forma prioritaria la dimensión relacional de los seres humanos. En
este sentido, puede constatarse cómo la persona se realiza en el encuentro
con los otros, en una vida interindividual en la que nuestro rostro adquiere
su propia identidad en el encuentro dialógico con el rostro ajeno. Nos hace-
mos a nosotros mismos en ese proceso de interacción, que presenta caracte-
rísticas específicas. En este sentido, Martin Buber ( 1949) establece una dis-
tinción entre la relación entre personas, relación sujeto-sujeto, que
constituye lo que denominó el mundo del <<tú», y la relación entre personas
y cosas, relación sujeto-objeto, que constituye el mundo del «ello». El pro-
gresivo reconocimiento a nivel formal de la relación personal como rela-
ción entre sujetos culmina en la Declaración de los Derechos Humanos,
que suponen, en última instancia, un freno a la dinámica expansiva de la
cosificación de la persona y la universalización de la relación sujeto-objeto
como único patrón de relación válido. No podemos llegar a ser nosotros
mismos fuera de esa dimensión de encuentro, a pesar de la tendencia, trági-
ca, a convertirnos en «objetos» para los otros y para nosotros mismos.
En este sentido, en una nueva versión del análisis de la alienación como
cosificación que ya propusiera Marx, en las últimas décadas del siglo xx
relevantes teóricos han puesto de relieve la pérdida progresiva de esta capa-
cidad relacional, que nos permite acceder a nuestra propia identidad pero
que también nos aporta ventajas competitivas para sobrevivir. No podría ser
de otro modo. Si somos seres relacionales, la pérdida de habilidades rela-
cionales y el menoscabo de nuestras estructuras relacionales provocan un
deterioro de nuestro estilo de vida en la propia trayectoria individual y en la
40
1. ¿Por qué es necesario el Trabajo Social Comunitario?

viabilidad de nuestra sociedad. Si nuestra identidad es relacional, el tipo de


relaciones que mantenemos en la familia, en el trabajo o en las actividades
de ocio o no son solamente características más o menos coyunturales o su-
perfluas. Establecen también la identidad y la potencialidad de ese ámbito
de trabajo, del ámbito familiar o de ocio. De ahí que sea necesario analizar
las dificultades o las ventajas que se encuentran en cada entorno concreto
para mantener patrones de relación que respondan a nuestros proyectos y a
nuestras necesidades, la emergencia de nuevos entornos relacionales, como
Internet, y la propia lógica del desarrollo tecnológico, investigando si la
tecnología evoluciona para reproducir cada vez con mayor potencia y rapi-
dez nuestra propia estructura relacional (López y Segado, 2007).

3.4.1. Capital social e interacción en red

Desde una perspectiva centrada en las interacciones sociales y sus conse-


cuencias, podemos diferenciar tres perspectivas analíticas que han influido
en los planteamientos actuales del Trabajo Social Comunitario:

- En primer lugar, el análisis de las consecuencias de las interacciones


sociales sobre la calidad de la democracia, la integración o desinte-
gración social, y su efecto sobre la competitividad económica en el
análisis de las trayectorias individuales y en las trayectorias de las
comunidades. Es la perspectiva que desarrolla Putnam al analizar las
características de las interacciones sociales entre los ciudadanos nor-
teamericanos y su impacto sobre el deterioro de la vida política, eco-
nómica y cultural en los Estados Unidos de América en la segunda
mitad del siglo xx. Toma como objeto de estudio la evolución de la
vida cívica y social de las comunidades estadonidenses profundizan-
do en los tipos de vínculos que se establecen dentro de las comuni-
dades, la dinámica que opera en su desarrollo, en su evolución y de-
saparición, pero también en los nuevos entornos relacionales
emergentes en las sociedades tecnológicas avanzadas. Su punto de
partida es el siguiente: las redes sociales poseen valor, y generan va-
lor, y a esto se le denomina «capital social».

En un contexto político democrático, que concede un rol central a la par-


ticipación de las personas y comunidades en la asignación de recursos esca-
sos y en la apropiación a través del mercado de recursos que permitan in-
crementar el nivel de vida de sus miembros, las redes sociales establecen
un entorno estructural que determina la trayectoria individual, y también la
de la propia comunidad. De ahí que el deterioro del sistema relacional, de
la calidad de la vida comunitaria, proyecte una negra sombra sobre las posi-
bilidades de adaptación y éxito de los ciudadanos de las democracias avan-

41
Trabajo Socia Comunitario: afrontando los desafios del siglo XXI

zadas en el siglo XXI: «En años recientes, algunos especialistas en ciencias


sociales han expresado su preocupación por el cambio producido en el ca-
rácter de la sociedad de Estados Unidos respecto al concepto de capital
social. Por analogía con las nociones de capital fisico y capital humano
-instrumentos y formación que mejoran la productividad individual-, la
idea central de la teoría del capital social es que las redes sociales poseen
un valor. De la misma manera que el destornillador (capital físico) o una
formación universitaria (capital humano) pueden aumentar la productividad
(individual y colectiva), así también los contactos sociales afectan a la pro-
ductividad de individuos y grupos. Mientras el capital físico se refiere a ob-
jetos físicos, y el humano a propiedades de las personas, el capital social
guarda relación con los vínculos entre los individuos -las redes sociales y
las normas de reciprocidad asociadas a ellas» (Putnam, 2002: 14).
Como hemos planteado al analizar la doble dimensión del Trabajo Social
Comunitario, en relación con la trayectoria personal y con la trayectoria co-
lectiva de la comunidad, el capital social puede ser considerado como un bien
privado, que gestiona cada persona, y como un bien público, que hace posi-
ble, por ejemplo, un modelo relacional basado en la cohesión, la confianza y
la reciprocidad generalizada. En este sentido, la investigación sobre el capital
social en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón coordinada por Putnam
analiza cómo los lazos sociales densos favorecen la comunicación, la cohe-
sión y la acción colectiva de las comunidades en las que los vínculos son
fuertes. Por otro lado, muestra también la mayor eficacia económica y los
mayores niveles de felicidad asociados a las interacciones sociales basadas en
la confianza generalizada. En este sentido, el trabajador social comunitario
tiene que tener presente que los vínculos pueden establecerse con diferentes
objetivos, tanto sociales y bienintencionados como todo lo contrario. De ahí
que al realizar el diseño de la intervención comunitaria, tenga que trabajar so-
bre los modelos de interacción social basados en la definición de objetivos
comunes, la confianza, la honradez, la autoevaluación. Pero también tiene
que tener la capacidad de gestionar comportamientos disfuncionales de los
propios miembros en relación con los objetivos, tareas y actividades de la co-
munidad. En diálogo con la propuesta del autor de Solo en la bolera, Offe di-
ferencia tres componentes en el concepto de capital social que nos pueden
servir de indicadores para analizar su evolución pero también de objetivos
para diseñar una comunidad en la que aumente el capital social. Estos tres
componentes son los siguientes: atención (se refiere a las diversas orientacio-
nes cognitivas relacionadas con la vida social y política), confianza (en su
versión débil: ausencia de miedo y suspicacia en la interacción; en su versión
fuerte: es posible extraer ventajas intrínsecas e instrumentales de la coopera-
ción con otras personas) y participación en actividades asociativas (el nivel
efectivo de compromiso diario de los ciudadanos en redes informales o asocia-
ciones formales, como clubes deportivos, agrupaciones ecologistas, asociacio-
nes religiosas, ONGs o movimientos sociales) (Offe, 2003: 347-349).
42
1. ¿Po e s necesarto e Trabajo ~odal Comunitario

En segundo lugar, el análisis de la interacción social a partir del aná-


lisis de redes. Desde este planteamiento teórico, la sociedad se con-
forma como un conjunto de redes interconectadas entre sí. Cada red
social, y la propia sociedad como red de redes, se componen de un
número finito de actores y de las relaciones que se establecen entre
ellos (Requena, 1991). Lo que une a cada nudo de la red son las rela-
ciones que se establecen, en función de diversos compromisos, y que
conectan cada posición social dentro del sistema global de la socie-
dad. Cada comunidad, en este caso, se genera como una red, en la
que se establecen pautás relacionales y compromisos entre los acto-
res que la forman, y que, una vez desarrollada, se cohesiona y se de-
sarrolla como red en función de objetivos internos (por ejemplo, in-
crementar su número de miembros y la vinculación entre ellos) o
externos: actuar conjuntamente para lograr objetivos definidos pre-
viamente y compartidos por los miembros de la red. Un elemento
importante de esta concepción es la pluralidad y simultaneidad de
las redes que operan en la sociedad. Cada persona puede estar in-
mersa en diversas redes, y es precisamente mediante dicha interac-
ción como aumenta su capacidad para integrarse en nuevas redes.
Para el trabajador social comunitario, esta capacitación se convierte
en un objetivo crucial, ya que, tras finalizar un proyecto de acción
comunitaria creado para responder a un fin determinado, cada perso-
na sigue estando inmersa en diversas redes, en diversos modelos de
interacción social, en su capacidad de gestión y en su capacidad de
objetivación de las redes que operan en su entorno. Sus posibilidades
reales de inclusión dependerán de que alcance un nivel adecuado de
madurez para integrarse en nuestras sociedades complejas. El análi-
sis de las redes como modelo de interacción social es clave en socie-
dades como las actuales, globalizadas, en las que las nuevas tecnolo-
gías de la información y comunicación permiten la emergencia de lo
que se ha denominado la «sociedad red>>: «como tendencia histórica,
las funciones y los procesos dominantes en la era de la información
cada vez se organizan más en torno a redes. Éstas constituyen la
nueva morfología social de nuestras sociedades, y la difusión de su
lógica de enlace modifica de forma sustancial la operación y los re-
sultados de los procesos de producción, la experiencia, el poder y la
cultura. Aunque la forma en red de la organización social ha existido
en otros tiempos y espacios, el nuevo paradigma de la tecnología de
la información proporciona la base material para que su expansión
cale toda la estructura social» (Castells, 1996: 507).
- Teorías de la organización y la movilización de recursos. Desde un
punto de vista organizacional, cada organización necesita obtener los
recursos necesarios para alcanzar sus objetivos. Dado que se hallan
siempre inmersas en sistemas sociales, se trata de analizar las rela-

43
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los esafios Clel siglo XXI

ciones entre organizaciones y su entorno social describiendo el pro-


ceso por el cual pueden alcanzar sus objetivos, obtener dichos recur-
sos y asegurarse su adaptación y supervivencia en el medio social.

El interés por analizar los recursos necesarios, y su origen, lleva a dife-


renciar dos perspectivas: aquella que busca obtener los recursos dentro de la
organización, mediante un exhaustivo análisis de sus características y una
planificación adecuada de los cambios que debe asumir, y aquellas que se
centran en cómo organizar la actividad externa de la organización para obte-
ner del exterior dichos recursos. Este planteamiento supone una novedad a
partir de la década de los años setenta del siglo XX en los Estados Unidos de
América. El foco de atención analítica se desplaza de la caracterización de
los problemas sociales al estudio de cómo los movimientos sociales, y en
nuestro caso particular las comunidades, se organizan, se movilizan, se eva-
lúan, cómo definen sus objetivos, y cómo utilizan sus recursos internos y
obtienen recursos externos del medio social. En relación con los trabajado-
res sociales comunitarios, este planteamiento tuvo unas interesantes conse-
cuencias, ya que, al analizar la comunidad como una organización que debe
adoptar una estructura y unos recursos adecuados a sus fines, dio paso a un
gran número de estudios detallados sobre los tipos de comunidades, los re-
cursos empleados, los objetivos definidos, su propia cohesión y efectividad
en relación con las metas programadas y las diversas estrategias para dise-
ñar, poner en marcha, dinamizar, alentar y evaluar una acción comunitaria.
Desde esta perspectiva, es necesario abordar el papel de los líderes y del tra-
bajador social comunitario en la creación de la comunidad, la dinámica de
desarrollo, fortalecimiento, crisis y desaparición de la vida comunitaria, la
competencia entre los grupos que forman la propia comunidad, la dinámica
democrática de participación dentro de la comunidad, y de la comunidad en
relación con las instituciones políticas de su entorno, y un largo etcétera.

3.4.2. EL analfabetismo relacional

En este contexto, el Trabajo Social Comunitario se enfrenta a nuevos retos,


derivados de las pautas de socialización de las sociedades tecnológicas
avanzadas. La interacción social nos permite desarrollar nuestro propio
«yo», nuestra identidad, y alcanzar nuestros objetivos; dado que el conjunto
de redes sociales en las que estamos inmersos nos aporta lo que denomina-
mos capital social, y nos permite relacionamos en un modelo de interac-
ción social en red; y dado que nuestras propias actividades como miembros
de diversas asociaciones y comunidades son susceptibles de análisis cientí-
fico para determinar cómo obtener mejores recursos y cómo alcanzar los
objetivos propuestos, podríamos suponer que, como seres sociales, cultiva-
mos nuestras capacidades relacionales como un activo estratégico de nues-

44
l. ¿Por que es necesario el Trabajo Social Comu tari ?

tra vida. Sin embargo, nos encontramos con el fenómeno contrario: el indi-
vidualismo extremo, el aislamiento, el cambio acelerado de las formas de
producción, conocimiento y relación están provocando un fenómeno que
está en la raíz de la pérdida de capital social, de la pérdida de habilidades
para interaccionar en red y de la pérdida de capacidades para conocer y
adaptarnos a las exigencias de nuestras sociedades cosmopolitas: el «anal-
fabetismo relacional», que podemos definir como la ausencia de las habili-
dades sociales básicas que permiten una interacción social adecuada, una
inclusión positiva en nuestro entorno. Vivimos en sociedad, pero no sabe-
mos relacionarnos. No nos formamos para relacionarnos, para resolver
conflictos, para integrarnos y comunicarnos, para comprender y manejar
nuestras relaciones con los demás. Y cada vez más un número creciente de
personas no sabe cómo recuperar sus relaciones, cómo integrarse de nuevo,
cómo establecer amistades, complicidades o cómo trabajar en equipo. No
es extraño que el trabajo en grupo, el liderazgo, la empatía y la capacidad
de crear cohesión dentro del equipo de trabajo se conviertan en un tema re-
currente en la formación de nuestros directivos.
Se trata de una de las paradojas más visibles en nuestro entorno inme-
diato: se demandan más habilidades relacionales, para comunicarnos, tra-
bajar en equipo, afrontar retos y oportunidades ... ; pero cada vez más, las
personas vivimos de forma aislada, volcadas en chats o en juegos en red,
incapaces de sentarnos a dialogar y resolver problemas o afrontar oportuni-
dades con nuestros familiares, amigos o compañeros de trabajo. Por ello, es
necesario analizar cómo recuperar estas habilidades, capacitándonos para
saber relacionarnos y afrontar con éxito nuestra propia trayectoria vital.
¿Cómo hacerlo? Mediante un adecuado conocimiento de la dinámica de la
interacción social, y mediante una metodología científica que permita utili-
zar la acción social comunitaria como mecanismo de reforzamiento y res-
tauración de nuestras habilidades sociales, en el ámbito de la empresa, de la
comunidad, del grupo, de la familia o en el ámbito personal.
El analfabetismo relacional es la consecuencia final de la ideología que
entroniza el individualismo como eje de la vida social y que se expresa en
un modelo de consumo en el que sólo existe el mercado, individualizando
las prácticas, fragmentando y encerrando a cada persona en el sueño de la
autosuficiencia. Sin embargo, este planteamiento esconde una verdad
amarga: el aumento de las desigualdades, derivado de la imposibilidad de
hacer frente a los retos estructurales que nos pueden conducir a la exclusión
social, desde una perspectiva centrada únicamente en la acción individual.
En este sentido, «una sociedad centrada sólo en el consumo mercantil corre
el peligro de convertirse en simulacro, de degradar y desgastar sus formas
de solidaridad hasta convertirse en un simple agregado de egoísmos exclu-
yentes» (Alonso, 2004: 41).
Como hemos visto anteriormente, la incapacidad para la interacción so-
cial, las dificultades relacionales, la pérdida de la capacidad de integración

45
Trabajo Social Comun ntando juntos los desaffos del siglo xxr
en grupos y comunidades y de mantenerse en ellos a lo largo del tiempo no
sólo tiene efectos sobre la integración dentro de la sociedad, sino que tam-
bién tiene consecuencias deletéreas sobre nuestra propia personalidad y so-
bre nuestra experiencia vital: desde la amistad hasta la lealtad, pasando por
la cooperación altruista o el trabajo en equipo, todas las experiencias bási-
cas de la vida humana en torno a las cuales construimos dialógicamente
nuestra identidad personal son experiencias que demandan la interacción
con los otros, con el resto de personas que también son sujetos de la vida
social. Al no relacionarnos adecuadamente, nos aislamos y nos incapacita-
mos para aprovechar oportunidades y afrontar retos. Y perdemos la oportu-
nidad de ser nosotros mismos y de experimentar nuestra propia identidad.
Como muestran las investigaciones sobre el capital social, la honradez o
la confianza en los otros generan sociedades más eficientes económica-
mente, pero también más felices y con mejores niveles de salud fisica y psí-
quica. Como hemos indicado anteriormente, la experiencia de la acción co-
munitaria no sólo permite obtener objetivos que de otro modo serían
inalcanzables para las personas en su acción individual. Una cuestión esen-
cial es la siguiente: al experimentar la dinámica del encuentro y la acción
colectiva dentro de la comunidad, al experimentar la dinámica de la nego-
ciación, participación, distribución del poder y evaluación de resultados,
experimentamos nuestra propia vida como proyecto personal y como pro-
yecto en interacción con otros y articulamos también nuestra propia identi-
dad como ciudadanos.

4. ¿Nuevos o viejos problemas? La dinámica de la


exclusión social y el Trabajo Social Comunitario
El concepto exclusión social es un concepto dinámico y multidimensional,
que permite abarcar un complejo conjunto de procesos que no podían ser
recogidos por otros conceptos, como el de pobreza (ligado a ausencia de
renta o renta muy baja). La exclusión, además, hace referencia al horizonte
vital que en cada momento se formula como paradigma de la inclusión so-
cial. Cualquier análisis sobre los retos a los que se enfrentan los ciudadanos
en su trayectoria personal, grupal y comunitaria hacia la inclusión social
debe tomar en consideración la importancia que tiene el horizonte de refe-
rencia hacia el cual se ordena el comportamiento. En este sentido, por
ejemplo, el desempleo o el empleo precario, al socavar las expectativas de
integración social propias de una sociedad basada en el trabajo remunerado
estable, contribuyen a reforzar los procesos de desintegración social y ano-
mia que finalmente pueden desembocar en una situación de exclusión so-
cial. Para el trabajador social comunitario es importante tomar en conside-
ración un concepto de exclusión social que no se limite a describir la
situación de la persona marginada Hay que poner de relieve los elementos

46
1. t. or . 1e es esario el Trabajo Social Comunitario?

estructurales de dichos procesos, que afectan no sólo a personas aisladas,


sino a comunidades tomadas como sujetos sociales, y por ello debe organi-
zar una dinámica comunitaria que permita orientar la acción colectiva para
lograr objetivos previamente definidos y también para experimentar en este
proceso el enriquecimiento personal, la interacción social con los demás, la
participación y el protagonismo en la vida de la comunidad. En este senti-
do, el Trabajo Social Comunitario con comunidades excluidas indígenas en
diversos países del continente americano, o de las comunidades afroameri-
canas en Estados Unidos, muestra cómo la acción social comunitaria puede
dar oportunidades de inclusión, puede transformar en parte las estructuras
sociales y las habilidades personales para que el ejercicio de la ciudadanía
sea una posibilidad real independientemente del punto de partida de cada
uno de nosotros.

4.1. Expectativas de vida y posibilidades reales de integración

Toda situación histórica es dinámica, y por ello, más que definirse como
una imagen fija, el análisis científico sobre los procesos de exclusión social
nos remite a un proceso multidimensional en el que la población se mueve
en un espacio social marcado por las expectativas de inclusión (influidas
por la experiencia histórica de la generación previa de adultos y padres y
las expectativas generadas por el nivel de consumo que se considera ade-
cuado) y las posibilidades reales de integración determinadas por un con-
junto de factores entre los que destacan las características del mercado de
trabajo al que intentan acceder. «Buena parte de los estudios sobre la "ex-
clusión social" ponen el acento en la exclusión del empleo, como elemento
fundamental relacionado con las demás manifestaciones de carencia (en vi-
vienda, educación, calidad de vida, etc.).
»La exclusión del empleo tiene que ser situada en el marco general de
las nuevas condiciones laborales, sociales y políticas que concurren en los
procesos sociales globales en los que nos encontramos» (Tezanos, 2001:
172). En este sentido, conceptos como "discriminación", "vulnerabilidad",
"exclusión social" o "marginación" no pueden definirse de manera «ahistó-
rica». Sólo pueden comprenderse dentro de un contexto socioeconómico,
político y cultural determinado. La realidad histórica y dinámica de nues-
tras sociedades exige tratar estos conceptos como parte de un mismo proce-
so en el que las personas y también las comunidades se mueven en un con-
tinuo que va desde la zona de inclusión hasta la zona de exclusión social.
Establecer las necesidades básicas personales, económicas, sociales y cul-
turales como «derechos» permite definir la inclusión como la posibilidad
real de acceso a la satisfacción de dichas necesidades. Frente a ella, la ex-
clusión puede definirse como la incapacidad de acceso real a la satisfacción
de dichas necesidades, una incapacidad que puede ser personal, grupal o

47
Trabajo Social Comunitario! afrontando 111nt s los desafios del siglo xx1

comunitaria. Desde esta perspectiva, hay que diferenciar, por un parte, las
diversas formas de desventaja y vulnerabilidad. Por otra, las dinámicas de
inclusión y de exclusión social que afectan a nuestras sociedades, o, dicho
en otros términos, las dinámicas que operan en el proceso de «acceso» a la
condición real de ciudadano, tanto las que generan mayores desigualdades
como las que potencian la integración social.
Específicamente, para responder a la pregunta que da nombre a este ca-
pítulo («¿Por qué es necesario el Trabajo Social Comunitario?»), nos inte-
resa analizar lo que podemos denominar la zona de vulnerabilidad en la
que se mueven personas y comunidades en nuestras sociedades. Tanto en el
ámbito del trabajo (aquellos que están desempleados, buscan su primer em-
pleo, obtienen empleos precarios y de bajo salario, y que vuelven al desem-
pleo al perder su puesto de trabajo) como en el ámbito de la desintegración
social y familiar. Si en las sociedades salariales como las occidentales el
trabajo remunerado permite la inclusión social, y ésta, la ciudadanía plena,
las dificultades de acceso o permanencia en el mercado de trabajo se con-
vierten en un factor fundamental de vulnerabilidad social. En la medida en
que, por un lado, aumentan las dificultades de acceso al mercado laboral, y,
por otro, los empleos que se obtienen son precarios, temporales, con escasa
remuneración y frecuentemente abocan a una nueva situación de desem-
pleo, las condiciones objetivas de vulnerabilidad aumentan y, unidas a otros
factores, pueden desembocar en una situación de exclusión social grave.
En este proceso, no disponer del capital social adecuado, carecer de los
recursos organizacionales para abordar problemas colectivos (desde la edu-
cación de los menores hasta la mejora de las condiciones sanitarias y urba-
nísticas de un barrio determinado), no desarrollar una personalidad equili-
brada basada en la interacción social con los otros y en la experiencia de la
cooperación altruista, la confianza, la lealtad o la amistad y carecer de re-
cursos para interaccionar y negociar con los demás en actividades comunes
nos sitúa colectiva e individualmente en una situación de riesgo objetivo de
exclusión social. Una situación de riesgo que es particularmente fácil de
objetivar en el caso de grupos de jóvenes, que viven inmersos en una ideo-
logía individualista, enfrentándose a las tendencias exclusógenas de las so-
ciedades informacionales. En este sentido, «las condiciones sociales y eco-
nómicas de los países económicamente avanzados han producido una
paradoja: los jóvenes tardan más tiempo en completar su transición a la
identidad adulta y la independencia, sufriendo unos movimientos hacia
atrás y hacia delante, como los de un yoyó, entre lo que solía entenderse
como juventud y la madurez. Aunque esto parece ser aplicable a todas las
clases sociales, aquellos jóvenes que carecen de los necesarios recursos
personales, sociales, culturales y financieros son los más vulnerables a los
enormes cambios sociales y económicos que se producen en la actualidad.
Algunos de estos individuos son sumamente desfavorecidos, sufren una
gran desventaja social y se ven privados de cualquier posibilidad de inte-

48
1 esario el rabajo Sonat Comunitario?
gración social y económica» (Benclit y Stokes, 2004: 116). Es decir, las di-
ficultades de acceso al mercado laboral van unidas a las carencias o des-
ventajas sociales, y es esta ausencia de recursos socioculturales lo que se
trata de paliar a través de la acción social comunitaria (por supuesto, tam-
bién es objeto de análisis y de intervención en el ámbito del Trabajo Social
con Grupos y del Trabajo Social con Casos).
Una cuestión clave es si los procesos exclusógenos que podemos detectar
en el devenir incierto de las sociedades informacionales son parte intrínseca
de la nueva estructura social emergente. Desde una perspectiva centrada en
el Trabajo Social Comunitario, podemos destacar las siguientes característi-
cas del modelo social emergente, que reclaman precisamente hacer un ma-
yor hincapié en el potencial integrador de la acción social comunitaria:

- En primer lugar, la vinculación estrecha entre la evolución reciente


de lo que podemos denominar el capitalismo informacional y la ex-
clusión social: la tendencia a aumentar la desigualdad y la polariza-
ción sociales es algo preinscrito en las dinámicas del capitalismo in-
formacional (Castells, 1996).
- En segundo lugar, este proceso de polarización no sólo afecta a re-
giones económicas o a la competencia entre personas, grupos, comu-
nidades o entre empresas y estados. También se da en el interior del
mercado de trabajo, y afecta a las condiciones sociales en las que el
trabajo se realiza. «Las nuevas estructuras laborales se caracterizan
por tener muchos componentes y dimensiones de segmentación:
dualización de los modelos de dedicación (a «tiempo completo» en-
tre los varones adultos con más cualificación y a «tiempo parcial»
especialmente las mujeres); de manera más estable y segura (entre
los sectores más integrados de la sociedad), y de forma más inesta-
ble y precaria (entre los jóvenes, los inmigrantes, las mujeres y los
que tienen menos cualificaciones); entre unos espacios más visuali-
zables (para los que tienen trabajos de cierta calidad) y en casa o en
otros ámbitos menos visibles» (Tezanos, 2001: 164).
- En tercer lugar, hay que recordar que en nuestras sociedades salaria-
les el empleo sigue siendo el principal mecanismo de inserción so-
cial, y que las dinámicas exclusógenas que operan en comunidades
con problemas tienen que ver con un acceso en precarias condicio-
nes al mercado de trabajo. El modelo de empleo hacia el que se evo-
luciona ha incorporado la inestabilidad como característica princi-
pal: «se está pasando de unos modelos tradicionales, de pleno
empleo, empleo estable y con garantías sociales a otros en los que se
mantienen tasas altas de desempleo, grados importantes de inestabi-
lidad y un paulatino desmontaje de las garantías mínimas (... ). El
rasgo más evidente de este nuevo modelo europeo de empleo parece
ser la inestabilidad, es decir, que el empleo inestable -en diversas

49
Trabajo Socia Comunitario: a.'rontando ur los safios del siglo
modalidades- crece al tiempo que decrece el estable, según la evi-
dencia empírica de que disponemos» (Miguélez y Prieto, 2004: 1-2).
Las características de este modelo inestable serían las siguientes:

º Esta inestabilidad afecta fundamentalmente a cuatro categorías de


trabajadores, que forman lo que puede denominarse los círculos
concéntricos de empleo inestable: inmigrantes, jóvenes, trabajado-
res mayores de 45 o 50 años que pierden su empleo y mujeres (que
buscan incorporarse al mercado de trabajo tras la maternidad y el
cuidado de los hijos en sus primeros años de vida).
0
La inestabilidad se interioriza como un fenómeno inevitable, que
hace que se vea como algo normal para que el que se halla inserto
en ella y que genera en el que se encuentra en el decreciente círcu-
lo de la estabilidad laboral la percepción de tener que disfrutar de
un privilegio.
0
La inestabilidad tiene cuatro dimensiones principales: inestabili-
dad de contrato, inestabilidad salarial, inestabilidad en las condi-
ciones objetivas (jornada, horarios, vacaciones) e inestabilidad en
las garantías sociales (desempleo). En este sentido, los jóvenes se
encuentran ante un cambio social de profundo calado: frente a la
generación de sus padres, que levantaron sus relaciones sociales
sobre la estabilidad laboral, proyectándose desde ella, ellos tienen
que proyectarse desde una inestabilidad laboral que influye en su
forma de construir el futuro.

Así pues, la inestabilidad y lo que podemos denominar «empleo débil»


caracterizan el nuevo modelo laboral. En el discurso colectivo de trabajado-
res y empresarios cada vez se establece con mayor fuerza la idea de que el
empleo fijo y estable es un <<privilegio» al que sólo unos pocos pueden as-
pirar en función de su competencia y sus recursos individuales y sociales.
Esta evolución tiene como consecuencia lógica que las oportunidades de
inserción laboral que se ofrecen a los jóvenes son menores que las del pasa-
do reciente, pero la oferta de trabajo disponible y el tipo de contrato que lo
regula no sólo empeoran para ellos, sino también para otros grupos de
edad. En este contexto, es relevante señalar que, al tratarse de una evolu-
ción estructural, son escasas las posibilidades de cambio que existen en el
futuro inmediato, como por otra parte percibe claramente la opinión públi-
ca. Desde la perspectiva del capital social, Putnam (2000) ha mostrado
cómo la inseguridad en el empleo y el descenso de los salarios reales, en
especial en los dos tercios inferiores de la escala de distribución de los in-
gresos, han influido en el abandono del compromiso cívico de la sociedad
estadounidense, deteriorando su vida comunitaria
Desde nuestra perspectiva, precisamente porque parece instalarse como
elemento estructural la «inestabilidad>>, es importante abordar el «círculo

50
1. ·Por . bajo Soci Co!T' itario?

vicioso» que se genera entre el desempleo, empleo de bajo salario y nueva-


mente desempleo, y que suele caracteriz.ar la inserción laboral de las perso-
nas que pertenecen a colectivos en riesgo de exclusión social. Dos dimen-
siones deben destacarse:

- En primer lugar, el análisis de la dinámica de la accesibilidad al


mercado de trabajo, y con ella a la plena ciudadanía social. Aunque
en ocasiones el proceso que comienza con un empleo «débil» (de
bajo salario, temporal, incluso en el sector informal de la economía)
se propone como forma de inserción paulatina, en realidad puede
convertirse en un círculo vicioso del que no es posible salir, y que
aumenta la vulnerabilidad de las personas que se encuentran inmer-
sas en él. La entronización de la inestabilidad como rasgo del capita-
lismo informacional «genera perdedores históricos. En este caso,
perdedores empujados hacia procesos de exclusión social, plasmados
en nuevas realidades conectadas a la esfera laboral: desempleo juve-
nil de nuevo tipo, estructural y adulto de larga duración; trabajos de
baja calidad sin vertiente formativa; y empleos de salario muy bajo y
sin cobertura por convenio colectivo» (Brugué, Goma, Subirats,
2002: 13).
- En segundo lugar, la función que juega en la dinámica de la accesibi-
lidad al mercado de trabajo la acción social comunitaria. Desde lue-
go, la lucha por la mejora estructural de las condiciones de acceso y
permanencia en el mercado de trabajo ha caracterizado la acción po-
lítica tanto de los partidos políticos corno de los sindicatos. Pero
existe un amplio campo de trabajo para la acción comunitaria, forta-
leciendo la capacidad de interacción de cada miembro de la comuni-
dad y organizando la comunidad para el logro de determinados obje-
tivos. En este sentido, las comunidades de mujeres trabajadoras que
utilizan los microcréditos para salir de la pobreza, crear empleo y
obtener una renta que les permite una independencia de los varones
ponen de manifiesto el potencial de la acción comunitaria para trans-
formar las condiciones estructurales del mercado de trabajo y de las
relaciones sociales entre hombres y mujeres. La participación de las
mujeres gitanas en España, en sus comunidades, y organizadas para
la acción comunitaria en el ámbito de la política o el empleo, consti-
tuye otro ejemplo de la potencialidad de la acción comunitaria para
transformar tanto las pautas de interacción entre los miembros de
una comunidad como su acción colectiva respecto a objetivos exter-
nos establecidos por la misma comunidad.

51
Trabajo Sod r . ·· tando j m los desaffos del siglo xx1

4.2. La dinámica de la exclusión social y el Trabajo Social


Comunitario

En este sentido, las dinámicas de inclusión y exclusión social que operan en


nuestras sociedades complejas hacen necesario desarrollar conceptos que
superen el reduccionismo individualista de los análisis tradicionales sobre
la desigualdad social centrados en la pobreza concebida como ausencia de
un determinado nivel de ingresos y de una determinada capacidad de com-
pra. El concepto de «exclusión social» responde a este propósito, al inte-
grar elementos monetarios y no monetarios, y aspectos subjetivos y objeti-
vos que caracterizan los fenómenos de inclusión o exclusión social. Por
ejemplo, Kronauer define la exclusión social como un proceso dinámico y
multifuncional que incorpora aspectos sociales y económicos de la vida,
experiencias subjetivas y situaciones objetivas, y que depende de los recur-
sos personales y sociales disponibles en un contexto dado. En este proceso,
la zona de vulnerabilidad se extiende entre dos extremos: la inclusión y la
exclusión social. Y es precisamente esta zona de vulnerabilidad la que hay
que tomar en consideración, analizando los factores que aumentan o dismi-
nuyen dicha situación vulnerable. Desde esta perspectiva, diferencia seis di-
mensiones de la exclusión social y señala cómo, junto con el desempleo, la
exclusión social aparece solamente si coinciden simultáneamente una situa-
ción económica desfavorable y un aislamiento social (Kronauer, 1998). Es-
tas seis dimensiones son las siguientes: la exclusión del mercado laboral, la
exclusión económica, la exclusión institucional, la exclusión a través del
aislamiento social, la exclusión cultural y la exclusión espacial. En todas
ellas puede operar la dinámica comunitaria organizada por un trabajador
social comunitario, reforzando vínculos y estableciendo objetivos comuni-
tarios en el ámbito económico, institucional, relacional, cultural y espacial.
Las situaciones concretas de «desventaja social» que afectan a determi-
nados colectivos se derivan de una compleja interacción entre factores es-
tructurales e individuales (López y Ponce, 2005). Podemos poner un ejem-
plo bastante claro en el caso español: la desventaja estructural de los
jóvenes como colectivo y la necesidad de establecer dinámicas comunita-
rias que favorezcan su capacitación para integrarse en el mercado de traba-
jo, pero también en la práctica de la democracia y la ciudadanía, como su-
jetos que interaccionan y se desarrollan en una estructura en red con sus
semejantes. Es relevante señalar que muchos jóvenes adoptan comporta-
mientos alternativos, vinculándose con los denominamos nuevos movi-
mientos sociales y estableciendo una dinámica de acción colectiva que bus-
ca transformar las dinámicas exclusógenas de nuestras sociedades. A la
vez, en muchas ciudades españolas los trabajadores sociales se plantean es-
trategias de intervención basadas en el Trabajo Social Comunitario, para
organizar y dotar a los jóvenes, por ejemplo mediante ejercicios de partici-
pación, de habilidades de negociación, acuerdo y determinación de objeti-

52
1 'o e esario et b Social C 1 itario

vos comunes. El ejercicio de la acción colectiva como una comunidad de


ciudadanos les forma para ejercer sus derechos en democracia, les permite
desarrollar su personalidad y también permite que, en sociedades como las
actuales, al actuar como colectivos organizados, encuentren una más fácil
respuesta de las instituciones públicas y de las instituciones privadas.
Podemos diferenciar dos tipos de factores que se corresponden con las
dos dimensiones del Trabajo Social Comunitario: los factores estructurales
(que hacen referencia al contexto que no ha sido elegido por cada joven ni
es fácilmente modificable por la acción individual -reclamando, por ello,
la acción comunitaria desde el punto de vista de nuestra disciplina-) y los
factores personales (que hacen referencia a las características de cada uno
de nosotros, y que también demandan una intervención basada en el Traba-
jo Social Comunitario, para potenciar las habilidades necesarias para inte-
raccionar con otros y actuar conjuntamente). ¿Cuáles son los principales
factores estructurales determinantes de las desventajas que viven los jóve-
nes? (Bendit y Stokes, 2004: 119): un precario transfondo social; proble-
mas de acceso a la vivienda y otras necesidades básicas no satisfechas en
determinados colectivos; desventaja general o discriminación en razón del
sexo; estereotipos relativos al género; la precariedad asociada a aquellas
áreas de actividad en las que puede encontrarse un primer empleo; desfavo-
rables condiciones regionales relativas al mercado laboral y a las oportuni-
dades de formación; pobre apoyo institucional en los niveles educativo,
profesional y social; inciertas condiciones legales de determinados grupos
sociales; factores culturales, tales como valores culturales familiares y cali-
dad de las relaciones familiares; cultura de los trabajadores inmigrantes e
individuos pertenecientes a minorías étnicas, y, finalmente, los discursos
político-ideológicos y sociológicos que contribuyen a la construcción teóri-
ca y social de los jóvenes o colectivos desfavorecidos. Los principales fac-
tores individuales son los siguientes: la incapacidad mental o fisica, las si-
tuaciones familiares problemáticas, los sucesos críticos en la vida de la
familia, los factores psicológicos y la carencia de habilidades sociales y de
comunicación. Para afrontarlos, una estrategia adecuada, como vamos a ver
en los siguientes capítulos de este libro, es el Trabajo Social Comunitario.

53
Del diagnóstico a la
2.
intervención: el Trabajo Social
Comunitario en acción

1. Introducción
Como cualquier disciplina cient1fi(a que toma como objeto de estudio a las
personas. el Trabajo Social Comunitario afronta algunos n:tos específicos
derivados de la dificultad de objeL\ar y tomar distancia frente a la propia
vida. En d caso de nuestra disc1pl111a. tiene además que superar lo quepo-
demos denominar el «espejisnw indi\ idualista». que nos presenta la socie-
dad como una mera coexistencia de individuos con un grado total de liber-
tad que oscurece la dimensión SLk·!é1l y comunitaria de nuestra condición
humana. Esta «imagen ficticia» difícilmente puede abordar los procesos de
exclusión social. en gran medida Jeterminados por factores estructurales.
como el lugar de nacimiento. la renta disponible. los servicios públicos o la
ausencia de los mismos. que al na-::er no elegimos. sino que nos vienen ya
pre\ iamente dados. La mitific1ci .)n del individualismo que opera como
motor ideológico del neolibcraLsmo justifica el orden actual de las cosas.]
sólo permite buscar responsabilidades individuales para la trayectoria de
cada persona. Sin embargo. diversas disciplinas. comenLando por la econo-
mía (Stiglitz. 2002). la sociolrn!Í<l (Bcck. 2005) o la ciencia política. han
puesto de relieve la intluenna dec si\a que tiene la e:-,tructura de oportuni-
dades y de constrei1imientos a Lis que nos enfrentamos tanto personal como
colecti\·amcnte.
1::1 Trabajo Social Comunita110 no~ permite. en este sentido. experimen-
tar la función liberadora del conm imiento. Si tomamos como referencia la

55
Trabajo Social afrontando J desafios del siglo xx1

etimología de la palabra verdad en griego, a-letheia, verdad significa reti-


rar el velo que cubre la realidad para poder verla tal y como es. La doble di-
mensión de nuestra disciplina (metodología para la descripción analítica de
la interacción social comunitaria y metodología para la acción colectiva
como comunidad organizada) nos permite poner de manifiesto la dimen-
sión estructural de nuestra vida social, nos permite analizar lo que aporta a
nuestra personalidad y nuestra trayectoria la experiencia comunitaria, lo
que nos enriquecen los lazos que se generan en dichas relaciones, la impor-
tancia que realmente tienen nuestras comunidades y la función que juegan
en la mejora de nuestras condiciones de vida. Arroja nueva luz sobre los
problemas estructurales de nuestras sociedades. Y muestra los efectos ne-
gativos que se derivan tanto de la ausencia de lazos comunitarios como de
experiencias comunitarias vinculadas con sectas, mafias o comportamientos
delictivos. También permite poner de relieve la función que juega la capaci-
dad de actuar colectivamente para lograr tener éxito en las reivindicaciones
que perseguimos personal y comunitariamente.
Todo ello aumenta nuestro conocimiento de la realidad (primer objetivo
de cualquier disciplina científica) y nos permite conocer mejor las reglas de
juego básicas que deben seguirse para diseñar, crear y mantener una comu-
nidad en acción. También establece las bases para diseñar acciones comuni-
tarias que respondan a problemas previamente diagnosticados y definidos
correctamente. Y esta segunda dimensión se corresponde con el segundo
objetivo de la ciencia: prever para proveer, analizar para intervenir utilizan-
do correctamente las leyes que gobiernan los fenómenos.
El Trabajo Social Comunitario libera porque permite conocer, y libera
porque establece una metodología para actuar basada en el conocimiento
científico. Conocimiento y acción desde la libertad, desde la autonomía de
la persona que conoce, son los rasgos básicos de la ciencia, pero también
son características básicas de nuestra identidad como personas. En definiti-
va, constituyen las dos dimensiones básicas del objetivo común de las di-
versas corrientes teóricas y metodológicas que coexisten dentro del Trabajo
Social Comunitario: el dar poder, dar capacidad, dar libertad tanto a cada
persona, a través de la interacción social comunitaria, como a la comunidad
que actúa como sujeto colectivo para abordar problemas que sólo mediante
la acción colectiva pueden resolverse.

2. ¿Cuál es el objeto de estudio del Trabajo Social


Comunitario?
El objeto de estudio del Trabajo Social Comunitario puede subdividirse
en tres dimensiones íntimamente relacionadas. En primer lugar, el análisis
de la interacción social comunitaria, de lo que denominamos una «comu-
nidad», un conjunto de personas que comparten objetivos comunes, man-

56
Trabajo Social Comun tario en cdór1

tienen relaciones cercanas y estables en el tiempo, y disponen de una serie


de recursos para llegar a acuerdos, negociar, resolver conflictos y reorien-
tar la acción colectiva. Tomado como objeto en sí mismo, el Trabajo So-
cial Comunitario estudia cómo se genera una comunidad, cuáles son los
principales mecanismos de comunicación, cómo se desarrolla, madura, se
transforma en el tiempo, y qué efectos genera sobre sus miembros. La se-
gunda dimensión es precisamente el estudio de las características que de-
ben tener las personas para integrarse y participar de la vida comunitaria,
de los efectos de todo tipo que la interacción comunitaria produce en
ellas. Una vez establecidas las reglas de funcionamiento y las característi-
cas de los procesos de una comunidad, el Trabajo Social Comunitario
busca, mediante la experiencia comunitaria, aumentar las capacidades de
las personas para integrarse, actuar conjuntamente y desarrollar esa nece-
sidad intrínseca que nos define como seres humanos: la interacción con
otros y la sociabilidad. Esto es lo que hemos denominado el empower-
ment hacia dentro. La tercera dimensión hace referencia a la actuación co-
munitaria, a la movilización de la comunidad como actor colectivo, para
hacer frente a los desafíos y problemas previamente diagnosticados y de-
finidos. En este caso, denominamos a esta dimensión el empowerment co-
munitario.
De acuerdo con la definición del Trabajo Social Comunitario que hemos
formulado en el primer capítulo, podríamos definir el objeto de nuestra dis-
ciplina de la siguiente forma: el Trabajo Social Comunitario, a partir del
análisis de las características y dinámica de la acción comunitaria, busca
potenciar a las personas mediante la participación comunitaria y abordar
objetivos que sólo mediante la acción de la comunidad organizada pueden
alcanzarse. Se trata de un campo de estudio muy complejo, cambiante, que
presenta grandes variaciones según los niveles de pobreza y las desigualda-
des estructurales en cada zona del mundo, pero también varía dependiendo
de los objetivos que se propone alcanzar el trabajador social en función del
diagnóstico previo. Por ejemplo, una experiencia de Trabajo Social Comu-
nitario puede diseñarse para resolver los problemas de aislamiento, baja au-
toestima, desconocimiento y falta de densidad de capital social, como ocu-
rre en algunos suburbios de las grandes ciudades, en colectivos específicos
(una etnia concreta, pero también un colectivo de mujeres desempleadas o
víctimas de violencia de género), y estar diseñada para generar un mayor
nivel de empowerment hacia dentro. Pero también se puede diseñar una co-
munidad para organizar un barrio y actuar como un único colectivo en la
defensa de sus intereses ante las instituciones públicas, quizás para lograr la
instalación de un hospital, un colegio o una línea de autobús. En este caso,
se organiza a la comunidad para alcanzar un objetivo externo, y el trabaja-
dor social comunitario tiene que tener claramente diseñada la metodología
para crear, gestionar y dinamizar una comunidad de este tipo, potenciando
lo que denominamos empowerment hacia fuera. En definitiva, tomamos

57
Traoajo Social Comunitario: afrontando ju tos los desaffos del siglo XXI

como objeto de estudio nuestra dimensión comunitaria tanto en la autorrea-


lización como en la acción comunitaria para transformar objetivos estructu-
rales.
El trabajador social debe, en este sentido, mantener un equilibrio entre
los diferentes objetivos externos e internos que se plantean al analizar los
desafios para la inclusión social en un entorno determinado. Debe tener una
formación adecuada en el análisis de los retos estructurales que pueden
abordarse desde la acción colectiva de la comunidad organizada. Y es nece-
sario que tenga un profundo conocimiento de los procesos que se generan
en el interior de cada comunidad: la propia dinámica interna de las comuni-
dades se convierte en objeto de estudio, al modo antropológico, ya que se
trata de objetivar cómo contribuye a la autorrealización del ser humano y
cómo se mantiene, conserva y se orienta en el tiempo. Para ello, debe defi-
nir claramente desde el primer momento la función que va a jugar como
profesional a lo largo de toda la vida de comunidad que se va a crear. Ana-
lizar el liderazgo dentro de la propia comunidad, el fenómeno del poder y
del conflicto, constituye un aspecto clave para lograr una intervención so-
cial con garantías de éxito. Y debe hacerlo desde una doble perspectiva:
qué tipo de liderazgo y qué relaciones de poder se establecen dentro de la
comunidad, y cómo va a gestionar su propio liderazgo en cuanto experto a
lo largo de toda su intervención profesional.
El Trabajo Social Comunitario, como otras disciplinas científicas que se
consolidan a lo largo del siglo xx, tiene su origen en una convicción que se
extiende a la vez que se desarrolla la Revolución Industrial: para hacer fren-
te a las nuevas y viejas formas de pobreza y de exclusión social, no basta
con las «buenas intenciones». Es necesario aplicar el método científico. Es
necesario analizar, contrastar, verificar, probar y sobre todo obtener informa-
ción sobre las características y evolución socioeconómica a lo largo del tiem-
po, de forma que se pueda abordar planificadamente la intervención apoya-
dos en un conocimiento intersubjetivo y contrastable. Sin duda, un
formidable impulso ético movió a numerosos teóricos y personas de acción
a preocuparse por los efectos negativos de nuestra forma de vida. Un afán
de mejora y una ilusión por un mundo mejor. Pero, tras este impulso inicial,
la evolución del Trabajo Social Comunitario se centró en la investigación
sobre la dimensión comunitaria de la vida humana. En este sentido, tras
analizar lo que aporta la experiencia de la interacción social, los trabajado-
res sociales analizaron aquellos contextos en los que era necesario recupe-
rar o potenciar la interacción comunitaria. Se trataba de entornos desarticu-
lados, y esta metodología es la más adecuada para densificar las relaciones
sociales y facilitar un mayor desarrollo de la personalidad y una mejora del
capital social disponible. Y también analizaron los procesos de desigualdad
y exclusión social, y, una vez detectados aquellos retos, problemas u opor-
tunidades que demanda una acción social comunitaria, la diseñaron y la pu-
sieron en práctica.
58
2. 1 : diagnóstico a La i ·abajo Social Comunitario en acció

A lo largo de todo este proceso de consolidación, la amplitud de la pro-


blemática que trata y su doble dimensión, como disciplina que explica y
como disciplina con la que se interviene, han tenido una consecuencia bási-
ca: la exigencia de una amplia formación interdisciplinar para el trabajador
social que quiere especializarse en esta área. En el Trabajo Social Comuni-
tario se integran diferentes tradiciones teóricas y diversas opciones metodo-
lógicas que proceden de la antropología, la sociología, la psicología, la
economía y la filosofia, entre otras disciplinas, lo que implica un plantea-
miento marcadamente poliparadigmático.

3. Métodos y técnicas de investigación

Ya Aristóteles caracterizó la investigación científica como la progresión


desde las observaciones hacia los principios generales, para volver después
a las observaciones. Es decir, el científico debe inducir principios explicati-
vos a partir de los fenómenos y después deducir enunciados acerca de di-
chos fenómenos a partir de premisas que incluyan estos principios obteni-
dos por inducción. La inducción es la generalización de principios a partir
de los datos de la observación, y puede ser de dos tipos: inducción comple-
ta (cuando se analizan todos los elementos que integran un conjunto) e in-
ducción incompleta (cuando no se puede abarcar todos los elementos que
integran un conjunto). A su vez, la inducción puede ser una enumeración
simple (enunciados sobre individuos que se toman como base para una ge-
neralización) o puede ser una intuición directa de los principios generales
que están ejemplificados en los fenómenos. Frente a la inducción, la deduc-
ción consiste en derivar conclusiones sobre fenómenos particulares a partir
de principios generales. Más allá de la discusión sobre los métodos y for-
mas de explicación científicos, que ya hemos desarrollado al analizar la
cientificidad del Trabajo Social con Grupos (Fernández y López, 2006a:
47-68), en las ciencias sociales existe un consenso generalizado sobre el ni-
vel de verdad que podemos alcanzar, mediante el método científico, tanto
para describir la realidad (por ejemplo, la acción comunitaria como un he-
cho y un proceso social) como para establecer una secuencia de interven-
ción sobre ella (y por ello proceder a diseñar rigurosamente una interven-
ción basada en la acción comunitaria).
En este sentido, nuestro objeto de estudio puede abordarse desde una tri-
ple perspectiva, compartida con el resto de las ciencias sociales: en primer
lugar, no existe una definición y visión unánime del método científico,
aunque sí un consenso general sobre una serie de valores y principios. En
segundo lugar, dadas las diferencias entre el objeto de estudio de las cien-
cias naturales, la naturaleza, y el de las ciencias humanas, no puede defen-
derse un mimetismo simplista entre unas ciencias y otras. En tercer lugar,
para poder aproximarnos a la realidad de los seres humanos, tanto personal

59
Trabajo Social Comunitari · f 1tando un os los esafios del siglo XXI

como social, debemos adoptar una perspectiva metodológica pluralista que


nos permita diseñar diferentes estrategias para acceder a la dimensión de la
realidad humana que se trata de investigar.
Desde este planteamiento, podemos diferenciar cinco métodos o vías de
acceso a la realidad social (Beltrán, 2000): el método histórico (asumiendo
la temporalidad del presente, configurado por una trayectoria histórica es-
pecífica de la que debe dar razón la sociología explicando su génesis; y
esto porque el pasado es gestador de presente); el método comparativo (ba-
sado en el grado de analogía estructural y de complejidad entre los fenóme-
nos que se comparan, buscando tanto las semejanzas como las diferencias);
el método crítico racional (que aborda la consideración de los fines sociales
y la racionalidad que les es propia); el método cuantitativo (pero sólo para
aquellos aspectos de su objeto de estudio que lo exijan o permitan), y final-
mente el método cualitativo (que aborda el significado que las cosas tienen
para nosotros, buscando establecer identidades y diferencias, y que no ex-
cluye el método cuantitativo).
Las principales técnicas de investigación de las ciencias sociales (como la
observación, la entrevista, la encuesta, el grupo de discusión, las historias de
vida ... ) se aplican en función del objeto de estudio y de la perspectiva meto-
dológica adecuada a dicho objeto. Podemos agruparlas en función de la di-
cotomía cualitativo/cuantitativo, aunque ambas perspectivas son comple-
mentarias, son empíricas y tienen una lógica de análisis muy diferente. Junto
a ellas, hay que abordar otra dimensión constitutiva de nuestra ciencia: la in-
tervención. Para ello, describiremos brevemente lo que se denomina la «in-
vestigación acción participativa» (IAP), que agrupa un conjunto de técnicas
y procedimientos para favorecer la participación de la ciudadanía y, con ello,
la dinámica comunitaria (Villasante, Montañez y Martí, 2000):

- Las técnicas cuantitativas se diseñan para abordar el nivel fáctico de


los hechos, y entre ellas destacan la observación, la entrevista estruc-
turada y la técnica de encuesta estadística. La encuesta es una técni-
ca específica de investigación que mide variables o características
del objeto de estudio mediante cuestionarios estandarizados que son
analizados estadísticamente. En función del objeto de estudio, las
encuestas se basan en muestras, o pueden abarcar grupos complejos
(cuando las poblaciones objeto de estudio son pequeñas). La técnica
de muestreo es el conjunto de operaciones que se realizan para elegir
una muestra. Y una «muestra» es esa parte de un conjunto más am-
plio (una población determinada, un universo que se estudia) que es
representativa del total de dicha población o universo, de tal forma
que los resultados que se obtienen de ella pueden ser generalizados
al universo con un determinado margen de error.
- Las técnicas cualitativas (Alonso, 1998) tienen como objeto de estu-
dio no ya la facticidad de los hechos, sino la dimensión simbólica de

60
2 Del diagnóstico a la , ~' ven 1 • el rabajo Social Comunitario e

la interacción social, y por lo tanto enlazan con la perspectiva her-


menéutica. Hay que tener en cuenta que «sólo la especie humana
vive dentro de una realidad que no es sólo material, sino simbólica.
En efecto, la realidad material está constituida por elementos mate-
riales y simbólicos, en una mezcla interactiva que sólo a efectos de
análisis es separable .. . Dicho sumariamente, la dimensión cualitativa
de la realidad social reside en los discursos producidos por los suje-
tos sociales» (Beltrán, 2000: 43). Dada esa dimensión simbólica de
la realidad social, estas técnicas tratan de «descubrir la naturaleza
del mundo social a través de la comprensión de cómo la gente actúa
y da sentido a sus propias realizaciones vitales» (Beltrán, 2000: 43).
Por ello, la información que se obtiene mediante las técnicas cualita-
tivas nos remite a las motivaciones profundas de las personas como
actores sociales, y a la génesis estructural de las mismas, teniendo en
cuenta que en la interacción social cada uno se encuentra represen-
tando un papel determinado y se comporta de acuerdo con las expec-
tativas compartidas. Entre estas técnicas, podemos reseñar las si-
guientes: las historias de vida (estudios descriptivos que presentan
las experiencias y modos de ver el mundo de la persona o personas
investigadas), los grupos de discusión (que desvelan las opiniones,
actitudes y motivaciones comunes a un grupo y nos proporcionan
conocimientos sobre los sistemas de representaciones sociales relati-
vos a nuestro objeto de investigación) y las entrevistas abiertas o no
estructuradas (en las que las respuestas del entrevistado no vienen
predefinidas por un cuestionario diseñado desde una perspectiva
cuantitativa).
- La «Investigación Acción Participativa>> agrupa un amplio conjunto
de teorías y metodologías que parten de un principio común: el cono-
cimiento de la realidad social no puede comprenderse como un conoci-
miento entre un sujeto neutral y un objeto neutral. Esto implica ya
una relación de poder, de sujeto a objeto, en la que sólo cabe por par-
te del objeto ser descrito, ser diagnosticado y recibir pasivamente el
«tratamiento» diseñado por el experto externo. Este planteamiento re-
fuerza los procesos de desigualdad estructural en los que ya estamos
inmersos. Partiendo de la pedagogía de Paulo Freire, la «Investiga-
ción Acción Participativa» (IAP) propone un nuevo tipo de metodolo-
gía que nos lleve hasta el conocimiento, hasta el diagnóstico y la for-
mulación de estrategias de movilización y cambio social. Se trata de
partir de la propia comunidad, implicando a sus miembros, para gene-
rar un conocimiento real en el que las personas se reconocen, se
«apoderan>> de sí mismas, objetivan las relaciones de poder en las que
están inmersas y que se refuerzan con su interacción cotidiana y for-
mulan estrategias compartidas para afrontar los retos detectados. Las
líneas básicas de la IAP son las siguientes (Colectivo IOE, 2003):

61
Trabajo Social Comunitario: afrontando t los desafios del siglo xx1
0 Pasar de la relación sujeto/objeto (gestores/clientes) a la relación
sujeto/sujeto: los protagonistas son las personas afectadas, y son
ellas las que deben convertirse en el centro del proceso, en una di-
námica de empowerment hacia dentro y hacia fuera que permita
reducir a un papel subsidiario a los profesionales que han diseñado
la intervención.
0 Partir de las necesidades y demandas de las personas, tal y como
las perciben, para que puedan convertirse en protagonistas del pro-
ceso de mejora de su vida personal y comunitaria.
0 Vincular la reflexión con la acción de forma que se favorezca un

autodiagnóstico riguroso que establezca no sólo la descripción de


la realidad, sino el conjunto de estrategias adecuadas para afrontar
los retos y alcanzar las metas establecidas.
0 Perspectiva holística: la realidad es multidimensional, y por ello

pueden utilizarse diversos puntos de vista y diferentes enfoques


metodológicos. Las dimensiones de la realidad deben analizarse
teniendo en cuenta que forman una unidad estructurada y que por
lo tanto afrontamos una interrelación entre sus partes.
° Conocer es transformar y emancipar: en este sentido, el proceso de
conocimiento y acción es un proceso de emancipación, siguiendo
los planteamientos de Paulo Freire, para quien el conocimiento, si
no implicaba transformación de la realidad, no era verdadero co-
nocimiento. El objetivo último es que la propia comunidad se ca-
pacite para superar su situación objetiva de dependencia y asuma
un papel protagonista en la gestión de su propia trayectoria vital.
Es decir, la IAP busca tranformar la realidad, y por ello no finaliza
con la formulación de conclusiones tras un proceso de investiga-
ción.

4. Objetivo fundamental: diagnóstico, modelo o tipología


de La comunidad a generar, desarrollo de La comunidad y
evaluación de La misma
El objetivo básico de la actividad profesional de los trabajadores sociales es
favorecer los procesos de inclusión social de cada persona en su trayectoria
individual y de los grupos y comunidades en los que se integra, que consti-
tuyen su circunstancia vital. No podemos diseñar estrategias, basadas en
metodologías científicas, que favorezcan dicha inclusión si previamente no
tenemos claro el punto de partida, el diagnóstico de la situación en cuanto
problemas u oportunidades. Pero tampoco podemos desarrollar una inter-
vención adecuada si no tenemos claro el punto de llegada: la frontera jurí-
dica, económica, social, política, en definitiva la frontera a partir de la cual
se pueden ejercer con autonomía y libertad los derechos de ciudadanía, se

62
Del 1agnóstico a .a o Social C munitar o en acción

puede vivir como ciudadano y desarrollar nuestra propia trayectoria vital.


Precisamente el análisis del punto de partida, lo que denominamos diagnós-
tico, y el análisis del punto de llegada, la plena ciudadanía, nos llevan a
plantear la importancia de la acción colectiva como comunidades, para lo-
grar resolver problemas personales, integrándonos en una u otra comuni-
dad, y afrontar problemas colectivos, que sólo pueden superarse mediante
la acción comunitaria. Y ahí emerge como disciplina el Trabajo Social Co-
munitario, para afrontar el diagnóstico y la solución con la metodología
apropiada al problema que se estudia: el diseño, desarrollo y evaluación de
la acción comunitaria.
El trabajador social, cuando diseña una intervención basada en el Trabajo
Social Comunitario, debe tomar en consideración las siguientes cuestiones:

- Debe analizar las habilidades, conocimientos y actitudes que debe


poseer una persona para integrarse en una comunidad cualquiera, en
primer lugar, y para integrarse en la comunidad específica que se di-
seña de acuerdo con los objetivos establecidos, en segundo lugar. Se
trata de lo que podemos denominar la dimensión «subjetiva» del
Trabajo Social Comunitario.
- En correspondencia con esta dimensión subjetiva, analiza las habili-
dades, conocimientos y actitudes que deben desarrollarse dentro de
la comunidad que se diseña para alcanzar los objetivos establecidos.
No se trata solamente de cultivar en las personas las habilidades ne-
cesarias para comunicarse y negociar y llegar a acuerdas (que co-
rresponde a la dimensión «subjetiva»). También tiene que analizar y
desarrollar, por ejemplo, el modelo de comunicación, la forma de
distribución del poder y la negociación dentro de la comunidad espe-
cífica que se pone en marcha y que puede tener características especí-
ficas en función de sus componentes, de su duración, de su objetivo
y del entorno institucional en el que actúa. Igual que hablamos de
una cultura de empresa, o una cultura de una organización, cada co-
munidad genera su propias pautas específicas de comportamiento,
su «cultura particular». Las expectativas mutuas de las personas que
la integran, sus pautas de comportamiento y la forma en la que inte-
ractúan tienen que ver con las circunstancias concretas en las que se
desenvuelve su acción. No es lo mismo una comunidad de mujeres
organizadas para conseguir créditos y desarrollar proyectos empresa-
riales que les permitan obtener recursos y cambiar así su situación
económica, y también las relaciones de género, que una comunidad
organizada en un barrio desestructurado para obtener ciertas mejoras
en su entorno, y en la que se integran todo tipo de personas, sin im-
portar el género, la edad, la formación o la renta.
- En tercer lugar, debe analizar con detalle los objetivos que pretenden
lograr mediante la acción comunitaria y diseñar la dinámica de la co-

63
ra o al Comunita LOS 1ftos del siglo XXI

munidad en acción. Se trata de lo que podemos denominar la dimen-


sión «objetiva>> del Trabajo Social Comunitario: analizar cómo llevar
a cabo una acción colectiva que permita transformar el entorno en el
que se desenvuelve la vida de las personas, afrontando problemas y
oportunidades a través de un actor social nuevo en dicho entorno: la
comunidad organizada.
No todas las comunidades son iguales, y el trabajador social
debe, en su práctica profesional, diseñar una comunidad específica
para alcanzar las metas establecidas. Para ello, es necesario realizar
un buen diagnóstico de dichos problemas y oportunidades. Y es in-
dispensable tomar conciencia de la evolución de la comunidad
como un organismo vivo, que nace, se desarrolla y quizás desapare-
ce, dejando, eso sí, tras la intervención profesional de los trabajado-
res sociales, una rica experiencia colectiva y una convicción genera-
lizada de la importancia que tiene la autoorganización para defender
derechos, afrontar problemas y aprovechar oportunidades en socie-
dades democráticas. En este sentido, la consecución de objetivos
siempre va más allá de la pura materialidad del objetivo externo es-
tablecido.
La experiencia comunitaria enriquece tanto personal como colec-
tivamente, y transforma el imaginario social, presentando ante la
conciencia colectiva la importancia y el poder que tiene la organiza-
ción de los miembros de una comunidad para alcanzar sus fines. Esa
conciencia de la importancia de organizarse está presente en las ba-
rriadas obreras de finales del siglo xrx y primera mitad del siglo xx:,
y por eso se crean organizaciones y lugares de encuentro en los que
se comparte información, se deciden movilizaciones y se establecen
estrategias, experimentando el poder que se genera cuando se actúa
colectivamente. Pero también está presente hoy en día: el diagnóstico
sobre la magnitud de los problemas a los que nos enfrentamos (la
pobreza, el cambio climático o la globalización) ha llevado a desa-
rrollar estrategias de movilización colectiva, a través de Internet, y a
la creación de organizaciones, como ATTAC, que buscan establecer
un espacio de encuentro para actuar colectivamente y lograr, en pri-
mer lugar, visibilidad pública, y, en segundo lugar, un espacio políti-
co derivado de su capacidad de movilización y presión para lograr un
cambio estructural.
La convicción generalizada que mueve en el siglo XXI a diversas
personas y organizaciones en la dirección de fomentar la acción co-
munitaria se deriva de un principio básico que se hace evidente a lo
largo de la Primera Revolución Industrial. Solos no podemos afron-
tar los problemas derivados de factores estructurales, en grupo no
podemos, necesitamos una acción colectiva que permita generar una
identidad comunitaria, establecer objetivos compartidos y hacer

64
2. Del diagnóstico a la TV ó el Trabajo Social Comunitario en acción

frente a factores estructurales que únicamente bajo una presión co-


lectiva pueden ser modificados. Este primer principio se desarrolla
de forma paralela con un segundo principio: tampoco podemos solos
desarrollar nuestro propio proyecto vital. Necesitamos la interacción
comunitaria para llevar adelante nuestra propia vida. Por eso, el es-
pacio de libertad que supuso la independencia de los Estados Unidos
de América, frente a las potencias europeas, se derivó de la defen-
sa de la libertad individual, y del establecimiento en su constitución
de una estructura que permite dicha libertad y que se materializa de
forma práctica en la vida de las comunidades que allí se organizan y
que tanto llamaron la atención de Tocqueville a lo largo de sus viajes
por dicho país.
La experiencia de la honestidad, de la fidelidad, de la lealtad, de
la comunicación, de la solidaridad, hace que dichas comunidades
afronten su adaptación al medio de forma mucho más exitosa que
cualquier estrategia individualista. Más aún, precisamente por estar
organizadas y establecer procesos de selección, de evaluación conti-
nua de sus miembros y de especialización en su acción colectiva, las
comunidades anabaptistas en los Estados Unidos se convirtieron en
los inicios del siglo xx en los banqueros de la zona en la que vivían.
Y se extendió entre la clase media estadounidense la asociación en
comunidades como una forma de afrontar sus desafíos.
Lo decisivo en la dinámica interna de la comunidad o en la per-
cepción que el resto de la población tenía de dicha comunidad y de
cada uno de sus miembros era que uno pasaba a formar parte tras un
severo proceso selectivo: se necesitaba superar una votación realiza-
da tras un examen en el que se confirmaba o no la posesión de una
serie de virtudes. «La pertenencia se basaba en una votación realiza-
da tras una investigación y una constatación de la confirmación ética
( ...) sobre todo significaba la credibilidad probada en el aspecto co-
mercial» (Weber, 1998: 270). Esta garantía de apoyo mutuo, lealtad
y convivencia cercana que se daba en estas comunidades revela as-
pectos clave de la experiencia comunitaria. La integración en la co-
munidad permite alcanzar objetivos que la persona individualmente
considerada no puede lograr por sí sola.
Desde una perspectiva que enlaza con el análisis weberiano, en
los comienzos del siglo XXI los movimientos de acción comunitaria
permiten afrontar retos de diverso tipo. Por ejemplo, la sociedad
ecuatoriana se organiza comunitariamente para afrontar los retos de
la subsistencia, a través de las llamadas «mingas»: agrupaciones de
trabajo voluntario que, en el entorno rural, ofrecen diversos servicios
sociales, desde canales de riego hasta salones comunitarios en los
que se abordan problemas comunes. En Timor Oriental, el programa
de microfinanzas desarrollado por la organización Moris Rasik se ha

65
Trabajo Social omunitario: afrontando un :>s os desafíos de siglo xx1

basado en un modelo de trabajo comunitario: los líderes de los gru-


pos y comunidades han participado en los estudios para diagnosticar
y establecer el número de mujeres beneficiarias, consiguiendo así
una mejor distribución de los microcréditos y ayudar a dichas muje-
res y sus familias, favoreciendo la creación de lazos sociales y del
sentimiento comunitario entre la población de este castigado país
(Manos Unidas, 2007).
- En cuarto lugar, debe establecer un método de evaluación continua
que le permita, a lo largo de todo el proceso, analizar qué es lo que
está funcionando correctamente, qué nuevas posibilidades se abren,
cómo cada persona se integra en la comunidad, cómo la comunidad
se desarrolla tanto en su dinámica interna como en la consecución de
objetivos externos y finalmente evaluar cómo logra los objetivos es-
tablecidos (internos y externos) y en qué medida se ha cambiado el
entorno en el cual se ha desarrollado la acción comunitaria. La eva-
luación es una herramienta necesaria para planificar desde el princi-
pio la actividad del trabajador social. Porque tenemos que evaluar,
porque tenemos que establecer medidas para controlar y analizar lo
que va sucediendo. Es imprescindible que los objetivos, las técnicas
que se van a utilizar y los resultados que se van obteniendo sean con-
cretos y verificables, o al menos deben ser susceptibles de una des-
cripción adecuada. Por ejemplo, el concepto «honestidad» es un ob-
jetivo que debe alcanzarse en las relaciones internas entre los
miembros de una comunidad. Pero es demasiado abstracto. Debemos
especificar diversos elementos concretos que nos permitan evaluar el
logro o no de relaciones basadas en la honestidad de los participan-
tes, es decir, en términos metodológicos, debemos desagregar el con-
cepto y establecer indicadores que nos permitan contrastar los logros
obtenidos.

Una vez establecida la pertinencia de una intervención basada en el Tra-


bajo Social Comunitario, el trabajador social debe analizar con detalle las
siguientes dimensiones: el diagnóstico de los problemas a resolver (análisis
de las desigualdades estructurales, de las carencias o falta de habilidades
personales para la vida en comunidad, de las actividades comunitarias que
permitan fortalecer los lazos sociales y afrontar retos estructurales); el dise-
ño del tipo de acción comunitaria a desarrollar (número de personas, diná-
micas a implantar, objetivos comunitarios y objetivos individuales); la
puesta en marcha de la experiencia comunitaria (dinámica de grupos, pro-
cesos de comunicación y negociación, distribución del poder); el sosteni-
miento de la acción a lo largo de tiempo (redefinición de objetivos, evalua-
ción continua, readaptación a la evolución del entorno tras los resultados
iniciales de la acción comunitaria), y, finalmente, la evaluación final y la
elaboración del informe para las instituciones responsables de la actividad,

66
2 Del d agnóstico a la · ·· el Trabajo Social Comunitario en acción

o que financian el proyecto de que se trate (diferenciando logros personales


y logros comunitarios, los problemas que no se han resuelto y las nuevas
oportunidades que se han generado).

5. De La hipótesis a La intervención: retos para el


trabajador social comunitario

En la compleja labor profesional del trabajador social que decide desarro-


llar una intervención basada en el Trabajo Social Comunitario, podemos di-
ferenciar tres grandes retos profesionales. En primer lugar, los retos deriva-
dos de la dinámica de la comunidad en acción. En segundo lugar, los retos
derivados de los objetivos que se persiguen. Y en tercer lugar, los retos de-
rivados de los procesos de desigualdad y exclusión social que caracterizan
nuestras sociedades tecnológicas avanzadas.

5.1. Dinámica de La acción social comunitaria

Hay dos grandes áreas problemáticas para la labor profesional del trabaja-
dor social comunitario:

- En primer lugar, cómo afrontar los desafios que se derivan de la pro-


pia dinámica comunitaria, una vez puesta en marcha. Establecidos
los objetivos que se quieren conseguir dentro de la vida comunitaria,
reforzando los lazos entre los participantes, en función de sus carac-
terísticas individuales y de los retos externos que hay que abordar, al
trabajador social comunitario, igual que al trabajador social con gru-
pos, se le plantean problemas derivados de la propia evolución de la
comunidad, que va ganando autonomía desde el momento de su
creación tanto respecto al trabajador social como respecto a los sue-
ños e ilusiones de cada uno de los participantes. La comunidad es
algo más que la suma de cada uno de sus miembros; por ello, se ge-
nera con ella una nueva estructura social, y un nuevo espacio de inte-
racción social, fruto de la intervención profesional del trabajador so-
cial y también de la interacción de los participantes, pero que no se
limita a ser una pura recreación mecánica: tiene una vida propia que
puede producir consecuencias inesperadas, y que en cualquier caso
requiere una atención constante y una supervisión adecuada por par-
te del trabajador social.

Los principales ámbitos en los que se generan problemas y opor-


tunidades, en este sentido, son los siguientes:

67
Trabajo Social ,.. unitari ~ afrontando "nt Los desafios del siglo xx1

0 La integración de los miembros (se trata de un proceso progresivo,


orientado por objetivos comunes pero en el curso del cual las per-
sonas deben adquirir capacidades de interacción social adecuadas).
0 Los conflictos derivados de la propia interacción (tanto en relación
con la integración de cada uno como con la redefinición de objeti-
vos, la propia percepción y enjuiciamiento de la dinámica de la ac-
ción comunitaria, los problemas derivados de la distribución del
poder, etc.).
0 La división del trabajo, la especialización dentro de la acción co-
lectiva, y la consiguiente estratificación y asignación de roles y es-
tatus dentro de la comunidad (en las comunidades se reproducen
las dinámicas de confrontación y presión mutua de mayorías y mi-
norías, los problemas derivados de la relevancia pública y la efica-
cia de unas u otras personas, los problemas de representación y las
cuestiones relacionadas con la institucionalización de la comuni-
dad cuando se dilata su acción en el tiempo, lo que genera por una
parte una cultura propia de actuación y por otra una profesionali-
zación que a menudo es criticada por aquellos que se encuentran
fuera del circuito de toma de decisiones de la comunidad).
0 El conflicto entre los patrones culturales de las diversas personas
que forman la comunidad, de la propia cultura que se genera en
dicha interacción internamente y de la cultura y formas de proce-
der del entorno en el que se va a desarrollar la acción de la comu-
nidad (en este sentido, el trabajador social debe estar particular-
mente atento a lograr establecer puentes entre la cultura de la
comunidad y la cultura del entorno más amplio para evitar un con-
flicto que refuerce la percepción de pertenecer a un gueto y de no
disponer de las claves para lograr una participación exitosa en la
vida social).
0 Las diversas formas de participación y de comunicación, con los
problemas que se derivan de la ausencia de patrones comunes de
comunicación y sobre todo del uso incorrecto del lenguaje verbal
y no verbal entre las personas que integran la comunidad (el traba-
jador social debe diseñar con especial cuidado las pautas de comu-
nicación y de negociación, que deben estar claras desde el primer
momento, como metodología básica para no perder el tiempo en
debates estériles, dar un cauce de participación adecuada a todos
las personas que integran la comunidad, establecer tiempo míni-
mos y máximos de intervención, centrar los debates y la propia in-
teracción en los objetivos establecidos, etc.).

- En segundo lugar, cómo afrontar los retos que se derivan de la ac-


ción externa de la comunidad. Al ponerse en marcha la comunidad,
para perseguir objetivos previamente definidos, el trabajador social

68
2. Del diagnóstico a la inten1endón. el Trabajo Social Comunitario en acción

comunitario debe tomar en consideración los desafios que se van a


plantear y que afectan a la propia viabilidad de la acción social co-
munitaria. Se trata de problemas relacionados con el diagnóstico. La
adecuación entre los problemas detectados, los objetivos definidos
para hacer frente a dichos problemas el perfil de la comunidad y de
sus miembros y la dinámica de su interacción social resulta comple-
ja. Exige utilizar una metodología adecuada, y además sufre modifi-
caciones a lo largo del tiempo.
El trabajador social debe estar particularmente atento a las varia-
ciones que se producen y a la propia viabilidad de los objetivos esta-
blecidos, ya que a veces no es posible alcanzar en su totalidad dichas
metas, con la consiguiente frustración de los participantes, que hay
que saber afrontar. En este sentido, es importante señalar desde el
comienzo las limitaciones de la acción social comunitaria para evitar
la desilusión y el abandono de los participantes y del propio trabaja-
dor social. Se trata de una intervención profesional en un entorno
complejo que logra sus objetivos en un porcentaje determinado,
como en cualquier otra disciplina científica relacionada con las per-
sonas. La planificación adecuada de la intervención, así como la
evaluación continua y la evaluación final, deben basarse en una me-
todología correctamente utilizada y describirse claramente si se co-
nocen los criterios de planificación y evaluación del trabajador so-
cial, como las personas que integran la comunidad, puedan ser
conscientes y copartícipes de todo el proceso. Hay que tener en
cuenta que el objetivo final de la acción social comunitaria es incre-
mentar la autonomía e independencia de las personas y su capacidad
de interacción social, capacitándoles para integrarse en una comuni-
dad creada específicamente para abordar un problema o una oportu-
nidad específica, pero también en cualquier comunidad que les inte-
rese, reforzando sus posibilidades de establecer lazos sociales, con la
consecuencia final de aumentar el capital social en un entorno social
concreto.
En todo este proceso, el trabajador social y la institución que fi-
nancia su actividad, la propia comunidad que ha creado y cada per-
sona que ha participado han de tomar en consideración las siguientes
preguntas: ¿Cómo afrontar los retos y resistencias del entorno?
¿Cómo afrontar y aceptar los resultados limitados en ocasiones de
nuestra acción comunitaria? ¿Cómo afrontar el propio devenir de
cada comunidad, sus problemas de organización y de institucionali-
zación? Una respuesta adecuada pasa por diferenciar, por una parte,
el enriquecimiento y capacitación que consiguen personas y comuni-
dades al experimentar y participar en la acción comunitaria, y que se
convierten en un activo para su vida futura, y por otra, el logro de
objetivos específicos. Las comunidades no actúan en un entorno va-

69
Trabajo Social nitar afrontando os d fios del siglo XXI

cío, sin resistencia. Compiten con otros grupos organizados, se de-


senvuelven en un complejo sistema social en el que operan factores
estructurales de exclusión y de inclusión. Y tienen que asumir las
consecuencias de sus estrategias de presión y reclamación y el éxito
que pueden lograr personas, grupos y comunidades con intereses
opuestos; y, sobre todo en sociedades democráticas, tienen que asu-
mir los diferentes intereses en conflicto y la democracia, es decir, la
fuerza de los votos, como sistema de solución de los conflictos y de
los problemas de organización de la sociedad. El límite a las recla-
maciones de la comunidad en acción se encuentra en dejar siempre
el espacio adecuado para que el resto de personas que no forman
parte de su comunidad, o no comparten dichos intereses, puedan
ejercer sus derechos de ciudadanía. En este sentido, el trabajador so-
cial debe velar por desarrollar los valores de la ciudadanía democrá-
tica en la acción colectiva comunitaria, en la organización interna de
la comunidad, en su actuación colectiva y en el análisis de los resul-
tados obtenidos.

5.2. Ciudadanía democrática y cambio social

El principal desafío para el trabajador social comunitario es mantener,


como eje transversal de toda su actuación, un principio básico: la ciudada-
nía democrática. El Trabajo Social Comunitario, como disciplina científica,
no se puede entender sin la noción de ciudadanía. Iguales ante la ley, igua-
les como miembros de la sociedad, las personas demandamos unas condi-
ciones estructurales que permitan, tanto en el terreno jurídico como en el
económico y el político, ejercer dichos derechos sin necesidad de reclamar-
los. Deben estar ya ahí antes de empezar a vivir las condiciones que permi-
ten ejercer la ciudadanía en una sociedad democrática. Es decir, la ciudada-
nía democrática exige una determinada configuración de la sociedad. Y,
por ello, hacer posible el ejercicio real de la ciudadanía es lo que alienta la
práctica profesional de los trabajadores sociales.
Ahora bien, no puede olvidarse el entorno en el que se desarrolla la ac-
tividad profesional de los trabajadores sociales comunitarios. Al hablar de
ciudadanía democrática, hay que precisar que se trata de una ciudadanía
históricamente contextualizada, inmersa en complejas sociedades con sis-
temas económicos y Estados del Bienestar que presentan variaciones sig-
nificativas dentro de un modelo general de capitalismo informacional. Y
que coexiste con la desigualdad, con los procesos de estratificación so-
cial, con distribuciones asimétricas del poder y la renta, y con procesos
de exclusión e inclusión social que operan de forma compleja y paradóji-
ca tanto en las sociedades occidentales opulentas como en los países en
vías de desarrollo.
70
De diagnóstico a La e Trabajo Social Comunitario en acción
El trabajador social debe favorecer que no se generen expectativas in-
fundadas o ingenuas sobre el cambio social, a la vez que puede poner de re-
lieve el formidable potencial de la acción social comunitaria como motor
de la extensión de los derechos de ciudadanía. Por otra parte, la propia or-
ganización democrática de la sociedad se basa en la capacidad de participar
y en la capacidad de organizarse y ser representado tanto en el ámbito de la
política (partidos políticos) como en el de las condiciones de trabajo (sindi-
catos) o en el de las organizaciones económicas. En este contexto, la capa-
cidad de organizarse y defender colectivamente derechos o el logro de de-
terminados objetivos se convierte en una habilidad necesaria para
sobrevivir y para influir en sociedades democráticas. De ahí el papel que
juegan las élites y los lobbies y grupos de presión en nuestro entorno y la
importancia de capacitarnos para participar en la vida comunitaria, organi-
zándonos comunitariamente para perseguir objetivos. Naturalmente, dentro
de este entorno podemos comprender la extraordinaria vigencia del Trabajo
Social Comunitario, y también cómo, en el caso específico de la acción so-
cial comunitaria diseñada por los profesionales del Trabajo Social, los obje-
tivos deben establecerse en función de la dinámica democratizadora que
alienta la evolución de nuestras sociedades.
Desde este punto de vista, el eje transversal que definimos como el
«ejercicio de la ciudadanía democrática» afecta a las dimensiones clave de
cualquier diseño de una acción social comunitaria (gráfico 2):

Gráfico 2. Dinámica democrática y Trabajo Social Comunitario

Objetivos
Internos de la comunidad
Externos de la comunidad

Retos a afrontar
Diagnóstico de oportunidades El ejercicio de la ciudadanía democrática 1----.i
y problemas

Evaluación continua -----1


y final

FUENTE: Elaboración propia.

- Afecta al diagnóstico de los retos y problemas que observamos (de-


ben ser analizados desde la óptica de la democracia, de la igualdad
de las personas en un entorno determinado, y desde un acercamiento
metodológico que se centra en investigar las limitaciones y las opor-

71
Trabajo Socia1 munit afrontando ur s los fios del siglo xx

tunidades para vivir como ciudadanos que se dan en nuestro contex-


to vital).
- Afecta al establecimiento de los objetivos comunitarios internos (em-
powerment hacia dentro de la comunidad) y externos (objetivos que
la comunidad quiere alcanzar como resultado de su acción colectiva).
- Afecta al diseño de la acción colectiva comunitaria y de la propia co-
munidad: número de miembros, características, dinámicas de inte-
racción, de comunicación, metodología de evaluación, etc.
- Afecta a la evaluación final de los resultados obtenidos, de la capaci-
tación que han adquirido las personas que han participado y de la
propia labor profesional del trabajador social comunitario.

5.3. Desigualdad y exclusión social

En el ejercicio práctico de su labor profesional, el trabajador social debe


conjugar por un lado la metodología científica y por otro una serie de valo-
res básicos que alientan su trabajo, que constituyen el soporte ético de
nuestras sociedades: la igualdad de todos los ciudadanos y la necesidad
de configurar estructuralmente la sociedad para poder ejercer dicha ciuda-
danía en todos los aspectos de la vida. La democracia, como sistema de or-
ganización y toma de decisiones de las sociedades modernas, y el Estado
del Bienestar, como sistema de prestación de servicios que permite el ejer-
cicio práctico de la ciudadanía, responden a este planteamiento ético.
El reconocimiento de la dignidad de las personas se constituye en un
criterio de acción, pero también de interpretación de la realidad. Desde la
defensa de esta dignidad, la pobreza y las penosas condiciones de vida que
se generan en las primeras décadas de la Revolución Industrial se muestran
como una ignominia, algo que debe ser corregido, y de ahí la larga lucha
por legislar en un primer momento en la Gran Bretaña del siglo XIX contra
la explotación infantil y contra todos los excesos que convertían a las per-
sonas en mercancía barata puesta a punto para ser explotada. Pero la digni-
dad como principio hermenéutico, como se deriva de la obra del renacen-
tista Pico della Mirandola, arroja nueva luz sobre las injusticias o los
desequilibrios de nuestras sociedades. También pone de relieve que, más
allá de solucionar dichos problemas de forma puntual, se debe configurar
estructuralmente la sociedad para permitir una libertad digna.
Por eso, la historia de los siglos XVIII, XIX y xx es también la historia de
la lucha por la extensión de los derechos de ciudadanía no sólo a la denomi-
nada democracia política (derecho de voto) sino también a la democracia
educativa (educación al alcance de todos y el Estado como garante de que
dicha posibilidad se pueda llevar a cabo por cualquier persona en cualquier
lugar dentro de sus fronteras) y la democracia económica (lucha por la re-
ducción de la jornada de trabajo, por los derechos de los trabajadores, por la
72
2. D jiagnóstico a abajo Social Comunttario en acción

regulación de los flujos económicos en relación con la financiación del Es-


tado del Bienestar ... ). Los sueños por configurar una sociedad en la que sea
posible la felicidad, la realización personal y el ejercicio de la ciudadanía se
expresan en las utopías renacentistas, en los movimientos democráticos, en la
evolución en Occidente de la teología protestante y la teología católica (que
progresivamente van amparando el principio de libre interpretación pero, de
forma más importante aún, van generando las condiciones para que se cons-
tituyan comunidades que buscan reordenar su entorno y establecer un nuevo
medio social) y en la acción de partidos políticos y sindicatos, todo lo cual
desemboca en una marea democratizadora que, tras un largo proceso de
conflictos y luchas, incluidas dos guerras mundiales, da como resultado el
Estado del Bienestar. Podemos definirlo como una respuesta que busca el
equilibrio entre la ciudadanía y el mercado, mediante una configuración es-
tructural de nuestras sociedades que permite un eficiente funcionamiento
económico y también capacitarnos para el ejercicio de nuestros derechos y
obligaciones (Fernández y López, 2006b: 15). De ahí la búsqueda de un sis-
tema sanitario, educativo y económico que tome en consideración los dere-
chos de los ciudadanos como fundamento de la organización social.
Se trata de un equilibrio inestable, porque la tensión entre intereses parti-
culares y colectivos, entre la lógica del mercado y la lógica de la ciudad.ama
y, más específicamente, entre la lógica del egoísmo individualista y la lógica
de la cooperación altruista genera problemas, conflictos y situaciones de con-
frontación. La defensa de la organización concreta del poder en cada momen-
to de la historia choca con la dinámica que imprime la ciudadanía como
«principio hermenéutico». Buscamos mejorar las condiciones de vida de toda
persona, en todo lugar, y esto genera conflictos con la estructura social y el
poder establecido, como asimismo con la dinámica del capitalismo avanzado.
Las aspiraciones a una mayor democracia, que alientan en la lucha contra la
pobreza a nivel mundial, conllevan la búsqueda de un sistema económico y
social compatible con el medio ambiente y con la dignidad de todos los habi-
tantes del planeta. Y se ven reforzadas por la evolución de las nuevas tecnolo-
gías (que permiten una mejor comunicación y una mayor capacidad de inte-
racción entre todas las zonas del globo terráqueo) y el crecimiento
exponencial de la riqueza disponible (en términos monetarios y en términos
de nuevos objetos de consumo disponibles: desde lavadoras hasta robots).
Pero también las aspiraciones a una democracia mejor que articule las diver-
sas dimensiones de la vida social chocan con las tendencias exclusógenas que
caracterizan al nuevo capitalismo informacional: genera riqueza, pero tam-
bién nuevas jerarquizaciones y nuevas formas de desigualdad, y refuerza en
parte las viejas formas de desigualdad y de pobreza preexistentes.
Éste no es un tema nuevo en la historia de la humanidad, ni tampoco en
la labor profesional de los trabajadores sociales. Si los orígenes del Trabajo
Social pueden buscarse en la preocupación por hacer frente con una metodo-
logía científica a los retos de la pobreza y la exclusión en las sociedades in-

73
Trabajo Social Comunitario: afrontando J os os desafios del siglo XXI

dustriales, también ahora, en los inicios de un nuevo período en la historia


de la humanidad, lo que se denomina las nuevas sociedades informacionales,
postindustriales o del conocimiento, la lógica de la desigualdad, basada en la
naturaleza humana (egoísmo y egocentrismo personal, grupal, comunitario y
social), también convive y se opone y lucha contra la lógica de la ciudada-
nía, basada en la naturaleza humana (dignidad de todos los seres humanos
como fines en sí mismos). Dado el carácter dinámico, histórico, creativo y
social de la especie humana, no podemos pensar que se ha llegado a un esta-
dio final y definitivo. El futuro siempre es incierto, pero es resultado de
nuestro esfuerzo frente a circunstancias esperadas e inesperadas. Tampoco
podemos pensar que no hay posibilidad de una marcha atrás. Claramente,
las sociedades pueden entrar en crisis, deteriorarse o destruirse a sí mismas,
como muestra el análisis de la lucha entre el capital social civil e incivil en
la historia de España en la primera mitad del siglo xx: «la posibilidad de
asociaciones civiles, ya sean partidos políticos, sindicatos, asociaciones so-
cietales o movimientos sociales, iglesias o empresas, implica la posibilidad
contraria: la de unas asociaciones inciviles, porque el contenido de sus dis-
cursos, sus reglas internas, sus estrategias y sus conductas de cara al exterior
reflejen su hostilidad contra una sociedad semejante, o su incompatibilidad
con ella. Lo cierto es que las asociaciones pueden ser civiles o inciviles, y
tener diversos grados de civilidad. Incluso puede ocurrir que las civiles se
transformen en inciviles o viceversa, como ilustra el caso de los partidos po-
líticos, los sindicatos y la iglesia misma en España si se compara su actua-
ción durante la guerra civil con su conducta durante la transición democráti-
ca» (Pérez Díaz, 2003: 480-481). En este sentido, tanto a nivel personal
como grupal o comunitario, y también social, puede mantener los principios
que enunciamos al analizar el fundamento de la dinámica grupal: la gradua-
lidad (cada persona, pero también cada grupo y cada comunidad, experi-
mentan una evolución que no tiene por qué ser homogénea en su trayectoria
y en su evolución temporal), la progresividad (los procesos de cambios son
progresivos, personal pero también socialmente) y la reversibilidad (pueden
darse procesos de retroceso, desarticulación o descomposición a nivel perso-
nal, grupal, comunitario o social) (Fernández y López, 2006a: 179-180).
Desde esta perspectiva, los desafíos vinculados a las tendencias de des-
vertebración social y exclusión que pueden detectarse en el devenir com-
plejo de las sociedades informacionales (Tezanos, Tortosa y Alaminos,
2003) demandan una revitalización de la intervención basada en la meto-
dología del Trabajo Social Comunitario. Naturalmente, el Trabajo Social
Comunitario no es la panacea para abordar los riesgos y oportunidades de
nuestro entorno. Es una disciplina científica más, que junto con otras pers-
pectivas metodológicas dentro del Trabajo Social (Trabajo Social con Gru-
pos y Trabajo Social con Casos) busca contribuir a mejorar el contexto so-
cial en el que nos movemos, y las habilidades y aptitudes que tenemos que
desarrollar para poder ejercer plenamente nuestros derechos y llevar a la

74
a 1 agnóstico a int Trabajo S ial munitario en ci'n

práctica nuestros proyectos. Si la naturaleza humana, como naturaleza so-


cial, ha llevado a las páginas de los periódicos el debate sobre la denomina-
da «inteligencia social», es porque en la trayectoria vital de cada persona su
integración social, su vida inmersa en grupos y en comunidades es un fac-
tor decisivo que constriñe o posibilita su realización personal. El Trabajo
Social Comunitario viene exigido por la propia naturaleza humana, pero a
la vez no es la única vía de acceso, conocimiento e intervención para resol-
ver las necesidades y los problemas a los que hacemos frente en todas las
dimensiones de nuestras vidas.
El planteamiento teórico que vincula comunidad e inclusión social tiene
como principio básico la naturaleza cooperativa de los seres humanos, ele-
mento clave de la identidad personal y colectiva. Por ello, los riesgos de ex-
clusión, pero también la falta de habilidades para aprovechar las potencia-
les oportunidades, tienen que ver con la incapacidad relacional (tal y como
vimos al analizar lo que denominamos el «analfabetismo relacional»), pero
también con la incapacidad de un conjunto de personas no sólo para rela-
cionarse, sino para emprender juntas una acción colectiva que les permita
afrontar dichos desafios y oportunidades. De ahí que, una vez establecidos
los objetivos de la acción profesional del trabajador social, se empleen en la
dinámica del Trabajo Social Comunitario técnicas dirigidas a crear comuni-
dad y favorecer la realización personal de cada participante (dado que la
naturaleza cooperativa y la necesidad de interaccionar con otros constitu-
yen rasgos básicos de nuestra identidad) u orientadas a hacer posible la
toma de decisiones colectivas y la acción conjunta para lograr un objetivo
previamente establecido (gráfico 3).

5.3.1. Economia de mercado, globalización y procesos de estructuración


social: ¿qué puede hacer el Trabajo Social Comunitario?

En nuestras sociedades complejas, nos encontramos inmersos en un conti-


nuo proceso de innovación y cambio tecnológico que coexiste y se refuerza
con una readaptación del capitalismo, dando lugar a lo que se denomina el
capitalismo informacional (Castells, 1998). Este proceso genera nuevas es-
trategias de producción y nuevas formas de consumo. A la vez, interaccio-
na con la estructura de cada sociedad y su cultura específica, produciendo
una amplia variedad de modelos de sociedades informacionales. No hay
una forma exitosa de organización económica, de Estado del Bienestar, ni
de cultura, que implique ventajas específicas para aprovechar la dinámica
de la innovación científico-tecnológica y las nuevas tendencias de reorgani-
zación empresarial.
Desde la perspectiva del Trabajo Social Comunitario, el análisis de lo
que cambia y de lo que permanece en nuestras sociedades puede centrarse
en dos cuestiones clave: en primer lugar, la pregunta por el origen de las

75
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo XXI

Gráfico 3. Objetivos y técnicas del Trabajo Social Comunitario

Analfabetismo relacional Desarticulación social,


Dificultades para mejorar que impide afrontar retos
Identidad y pertenencia que por su naturaleza sólo
¿Cómo favorecer La integración pueden ser resueltos mediante
en La vida comunitaria? La acción colectiva

Planificación de La intervención
mediante el Trabajo Social Comunitario

Técnicas para crear comunidad


Técnicas para actuar colectivamente
y favorecer La realización personal
y afrontar problemas estructurales
mediante La interacción social

Evaluación sobre ambas dimensiones:


realización personal y acción comunitaria

FUENTE: Elaboración propia.

nuevas oportunidades y los nuevos riesgos. En este sentido, podemos pre-


guntamos si existe una relación sistémica entre la reestructuración del capi-
talismo contemporáneo, la revolución tecnológica y los procesos de desi-
gualdad y exclusión, especialmente aquellos que afectan a nuestra
capacidad de integración e interacción social y aquellos que demandan una
acción colectiva comunitaria para poder ser afrontados con garantías de
éxito. En segundo lugar, podemos preguntamos por el tipo de retos y de
oportunidades que permanecen a través de los cambios, por la lógica de la
desigualdad y de la pobreza que coexiste con el cambio tecnológico y orga-
nizacional, que puede ser potenciada por dicho proceso de innovación y re-
estructuración. Problemas como las desigualdades entre hombres y mujeres,
la discriminación de colectivos a causa de su religión, o de su procedencia
étnica, no han desaparecido en la evolución histórica de la humanidad, y
encuentran en nuestro tiempo nuevas y viejas formas de expresión.
Existe una casi inabarcable bibliografia sobre los efectos de la globaliza-
ción, la desigualdad a escala global y local, y las consecuencias positivas y
negativas de la evolución reciente de la economía de mercado en los inicios
del siglo XXI (Tortosa, 2002). Desde una perspectiva orientada por la no-
ción de ciudadanía, y la consecuente defensa de la democracia como el me-
jor sistema en el que los ciudadanos pueden decidir sobre su propio futuro
político y económico, hay que reconocer que la identidad de las personas
en las sociedades modernas tiene que ver con dos cuestiones clave. En pri-
mer lugar, la posibilidad de realizar sus deseos y sueños sin otra limitación
que la derivada de sus propias capacidades, o de la libre competencia con

76
2. Del diagnóstico a la e el Trabajo Social Comunitario en acción
otras personas y otros sueños o deseos. En segundo lugar, la posibilidad
real de configurar estructuralmente la sociedad para que el campo de juego
en el que desenvolvemos nuestra vida permita un margen real de libertad en
relación con nuestros propios objetivos. La esperanza colectiva en la posi-
bilidad de realizar nuestro proyecto vital tiene dos puntos de apoyo:

- La experiencia de la movilidad social ascendente. Como personas y


como países, a lo largo del siglo xx, numerosas sociedades europeas,
asiáticas y americanas han mejorado sus condiciones básicas de vida,
ligadas a la expansión de sistemas de salud, educación y alimentación
en numerosos países. En los inicios del siglo XXI, esta experiencia po-
sitiva unida a la consecución de derechos, al incremento de los recur-
sos económicos de amplias capas de la población y a la mejora de los
niveles de salud y educación está sufriendo embates de consideración.
Por ejemplo, la precaria sostenibilidad de nuestro modelo de consumo
(ligado a un derroche energético y a una distribución enormemente
asimétrica a escala mundial de los recursos), la precariedad del em-
pleo y las dificultades para independizarse que experimentan los jóve-
nes en muchos países, la imposibilidad real de alcanzar el nivel de
consumo y de vida de la generación previa o el incremento de los flu-
jos inmigratorios. La globalización pone de manifiesto que los recur-
sos disponibles son extraordinariamente diferentes según el país en el
que se vive (pensemos en el sistema público de salud en cualquier país
europeo y sus diferencias con el sistema sanitario de los países del
Tercer Mundo). Las posibilidades de experimentar una movilidad so-
cial ascendente, de vivir mejor, ya no tienen tanto que ver con lo que
uno pueda hacer dentro de su país, sino con emigrar a países en los
que por el mero hecho de vivir allí ya se disfruta de esos servicios.
- La capacidad para introducir mayores niveles de democracia en
nuestras sociedades, de tal forma que el desarrollo tecnológico o la
evolución económica respondan a criterios que tengan en cuenta la
dignidad de las personas y su condición de ciudadanos. La extensión
progresiva de la democracia desde la dimensión política (derecho de
voto) hasta la económica (regulación del mercado de trabajo y de las
organizaciones empresariales de tal forma que se aseguren los dere-
chos de los ciudadanos: desde los de los accionistas minoritarios en
las empresas hasta los de los niños o de los propios trabajadores ante
comportamientos de acoso o maltrato) o la educativa (extensión de
las prestaciones a toda la población) ha afianzado la confianza de los
ciudadanos en sus instituciones y en la democracia como el sistema
más eficiente para gestionar nuestros problemas locales o globales.
Sin embargo, esta experiencia democrática ha sufrido también los
embates de los cambios recientes en el mercado de trabajo, de los
procesos de polarización y segregación que pueden detectarse en

77
Trabajo Social Com · · · tando juntos l s desafíos del siglo xx1

nuestro entorno inmediato (deterioro de las condiciones de trabajo,


individualización de las trayectorias, expansión del trabajo infor-
mal). Y, también, ha sufrido la contradicción inscrita en la dinámica
de la globalización: el bienestar local apenas soporta, cuanto toma
conciencia, el contraste con la desigualdad creciente a nivel global,
entre países, y a nivel local (entre excluidos e incluidos en cada en-
torno social concreto). El Cuarto Mundo también está en el Primer
Mundo, y el Primer Mundo también está en el Cuarto Mundo. La de-
sigualdad y la polarización social afectan transversalmente a todas
las sociedades y reflejan, en este sentido, la dinámica del poder y de
la diferencia, la jerarquización y estratificación social, que afectan a
toda sociedad en todo tiempo. Quizás por ello el progresivo abando-
no de la participación en las organizaciones tradicionales de las so-
ciedades industriales, partidos políticos y sindicatos contrasta de for-
ma muy relevante con el aumento de la participación en otro tipo de
organizaciones y foros a través de Internet: nuevos retos y viejos
problemas se abordan de forma distinta, a través de nuevos medios
de interacción social basados en las últimas tecnologías.

En este entorno, las desigualdades a escala mundial y global, la indivi-


dualización de las trayectorias laborales, la fragmentación y degradación
del mercado de trabajo, el incremento de las desigualdades y diferencias en
los estilos de vida deben analizarse en un contexto en el que las insuficien-
cias financieras reales o proyectadas en el tiempo del Estado del Bienestar
coinciden con el aumento de las tendencias hacia una mayor concentración
del poder económico y de los grupos empresariales. En este complejo esce-
nario, el Trabajo Social Comunitario cobra una mayor vigencia, derivada de
la propia forma de actuar de las democracias actuales: como sistemas de re-
presentación, la acción colectiva organizada, la creación de organizaciones
con capacidad de representación constituyen un medio indispensable para
poder influir en el curso de los acontecimientos e intervenir en la configu-
ración de nuestras sociedades (más aún, cuando ya hemos tomado concien-
cia clara de la dimensión sociopolítica del desarrollo no sólo económico
sino también tecnológico: la tecnología refleja y reproduce la sociedad que
la origina, y es acaparada por la misma sociedad reforzando, en muchos ca-
sos, la estructura de poder y de desigualdad preexistente).

5.3.2. Tendencias de desvertebración y exclusión social: nuevos y viejos


objetivos para el Trabajo Social Comunitario

El campo de aplicación del Trabajo Social Comunitario es muy extenso, ya


que la propia naturaleza de los procesos de inclusión y exclusión social de-
manda, junto con otras aproximaciones, la intervención profesional del tra-

78
gnóstico a ta 11 el Trabaj Soci Comunitario er acdó
bajador social dirigida a mejorar el capital social relacional de las personas
y la capacidad de actuar colectivamente. La vigencia de nuestra disciplina
se deriva de la dimensión estructural de los retos que se abordan y de la
consiguiente necesidad de afrontar colectivamente aquellos problemas y
oportunidades que por su propia naturaleza no pueden ser abordados de
otro modo. De forma sintética, y sin pretensión alguna de exhaustividad,
podemos analizar algunos de los principales campos de actuación para el
Trabajo Social Comunitario:

- Globalización y tendencias de desvertebración social: las nuevas y


viejas formas de desigualdad y de exclusión social operan en un en-
torno caracterizado por la expansión de las nuevas tecnologías y la
reestructuración del sistema de producción capitalista. La globaliza-
ción es uno de los motores de los flujos inmigratorios, se basa en la
circulación de información global y el movimiento de personas, ca-
pitales y mercancías a lo largo del todo el planeta (con mayores res-
tricciones para las personas que para los capitales y mercancías, una
paradójica contradicción con la tesis kantiana que define a la perso-
na como un fin en sí misma, y no como un medio para otros fines).
Sus principales efectos son, entre otros, la deslocalización de empre-
sas, el incremento de los niveles de exigencia en la formación de los
trabajadores en los países más avanzados (migran las empresas, y
deben especializarse en productos de mayor valor añadido, que exi-
gen personal más cualificado en las fases de innovación, diseño, pro-
ducción y distribución) o el incremento de la desigualdad en la dis-
tribución de la renta (que se deriva de la menor capacidad de presión
y regulación de los gobiernos, la mayor presión de los actores em-
presariales y la liberalización y desregulación de los mercados de
trabajo).
La nueva estructura de oportunidades y riesgos puede ser aprove-
chada de mejor manera si se tienen fuertes lazos sociales, si el capi-
tal social de una sociedad determinada es más intenso, si existe la
capacidad de organizarse para alcanzar objetivos comunes. La clási-
ca defensa de los intereses obreros por un sindicato tropieza con los
efectos de la globalización: a menudo, sólo se reclama para que los
puestos de trabajo sigan, para que todo se mantenga. Pero también es
necesario crear nuevos lazos, fortalecer la interacción social, dirigir
la acción colectiva hacia otros objetivos que finalmente redundan en
el mayor valor añadido de invertir en la zona: mejora de los sistemas
educativos, del entorno medioambiental, de la capacidad de generar
y apoyar nuevas ideas y proyectos, de capacitar a las personas para
abordar colectivamente nuevas posibilidades. Por otra parte, la glo-
balización pone de relieve la vigencia de fortísimas desigualdades,
que también demandan acciones colectivas comunitarias para hacer-

79
T abajo Social Comuni ª' ontando j nt los desafios del siglo xx

les frente: presentando experiencias de acción colectiva comunitaria


exitosas en otros lugares o favoreciendo el uso de las nuevas tecnolo-
gías para crear comunidades que persiguen objetivos definidos. Ca-
pacitamos para la interacción comunitaria en un entorno caracteriza-
do por la primacía teórica del individualismo neoliberal, un mayor
aislamiento en el entorno social real y una progresiva expansión de
las interacciones sociales a través de la red se convierte en una cues-
tión clave para poder poner en marcha comunidades fisicas y virtua-
les en el siglo XXI.
- Mercado de trabajo y exclusión social: la evolución del mercado de
trabajo, el análisis del empleo, el desempleo y la economía informal
nos sitúan ante una dimensión básica de la vida. Nos integrarnos so-
cialmente en la medida en la que disfrutamos de un puesto de trabajo
con un salario. Desde nuestro primer contrato, gran parte de nuestra
vida gira alrededor del mercado de trabajo (tanto los derechos a una
pensión como el acceso a la sanidad pública ... ). Más aún, nos reali-
zamos en gran medida como consumidores, y, para ello, necesitamos
una renta, unos ingresos que nos permitan integrarnos socialmente,
diferenciarnos y relacionarnos en función de lo que consumimos y
cómo lo consumimos. Sin embargo, nuestro entorno económico in-
mediato se debate en una aguda paradoja: los cambios que experi-
mentamos (mayor individualización de las trayectorias laborales, tra-
bajo a destajo o con horarios ligados a las necesidades de la empresa
y no a las necesidades sociales de los trabajadores, empeoramiento
de los contratos de trabajo, crisis de las familias, devaluación de los
sistemas públicos de enseñanza y asistencia sanitaria) pueden hacer
imposible generar el tipo de trabajador cualificado que demanda
nuestro sistema económico.

Una de las claves para abordar esta situación es tomar como punto de
partida la cooperación altruista y el carácter social de los seres humanos. Y
de ahí la vigencia del Trabajo Social Comunitario para fortalecer las redes
sociales y la acción comunitaria en el ámbito de reclamación de derechos y
en el de la mejora de las condiciones reales educativas, sanitarias o labora-
les en el entorno de un barrio, comunidad o ciudad determinada. Por otra
parte, en colectivos especialmente desfavorecidos, como las mujeres en
muchas zonas del planeta, el Trabajo Social Comunitario tiene una especial
vigencia. La capacidad de organizarse, de compartir riesgos y de asociarse
está detrás del éxito de los programas de microcréditos para mujeres, que
les han permitido desarrollar una actividad económicamente remunerada,
independizarse de las rentas aportadas por su pareja masculina y desarrollar
un nuevo modelo de ingresos y de gastos en su vida personal y comunita-
ria. Por ejemplo, en Wau (Sudán), en 2003 se creó una comunidad de pro-
moción de mujeres: «empezó con actividades de sensibilización y grupos

80
' D agnóstico a Social Com t.ario acción

de corte y confección, y ha ido ampliando las actividades según sus posibi-


lidades ( ... ). El grupo atiende a ca -' 800 mujeres, que se benefician de las
actividades del grupo: alfabetización y matemáticas, corte y confección,
bordado, elaboración de jabón, tinte de ropa, confección de pasta, econo-
mía doméstica, gestión de un negocio familiar, nutrición y salud familiar,
sensibilización sobre la paz y la justicia Todas ellas participan activamente
en las actividades de los centros, así como en las decisiones que se toman
acerca de los programas de formación, e incluso aportan judías, arroz y
leña para preparar los almuerzos que tienen lugar durante los cursos. De to-
das las actividades, la que más interés les despierta es la alfabetización,
porque con ella pueden ayudar a sus hijos en las tareas escolares» (Richard,
2007: 29-30).

- Segregación residencial y exclusión social: si hay un elemento carac-


terístico de la sociedad española es el aprecio por la vivienda en pro-
piedad y el elevado coste de acceso a ella. Sin embargo, no es un
problema exclusivamente español: en las grandes ciudades de cual-
quier país, como Nueva York, Londres, San Francisco, Buenos Ai-
res, Lima, Pekín o Moscú, el acceso a una vivienda en propiedad
exige un gran esfuerzo económico. La otra cara del mercado residen-
cial lo constituye, precisamente, el fenómeno de la exclusión urba-
nística, en dos dimensiones: la concentración de población, y cada
vez más de población inmigrante, en espacios degradados y por otra
parte la elevación del precio de la vivienda hasta convertirla en un
bien inaccesible. En el caso concreto del chabolismo, la característi-
ca estructural básica que determina su entorno vital no es ya el acce-
so precario a determinados bienes y servicios, sino el «no-acceso» a
ellos. Una imposiblidad de acceso que se refuerza con otros factores
que se dan en los grupos de población chabolista, constituidos por
inmigrantes en un porcentaje cada vez mayor: <<junto con la ausencia
de un techo, estos grupos padecen la falta de trabajo, el desconoci-
miento de la lengua (con problemas de analfabetismo y falta de for-
mación), el desconocimiento de la cultural local, el desamparo insti-
tucional (al no ser ciudadanos españoles ni comunitarios), la
ausencia de papeles para poder acceder a beneficios tales como la
sanidad o la escolaridad de sus hijos, etc.» (Lago Ávila, 2003: 739).
La lucha contra la marginalidad residencial ha sido una de las ta-
reas mejor documentadas en la historia del Trabajo Social en Espa-
ña, hasta el punto de crearse, por ejemplo, en el nuevo entorno de la
llegada masiva de inmigrantes, el Programa ciudades no gueto, de
los municipios del sur de Madrid, dirigido a favorecer un modelo de
ciudad que integra a sus habitantes, con una intensa programación
cultural, con servicios públicos de calidad y que actualmente se ha
convertido en un referente para los organismos internacionales. En

81
abajo Social rlo: 1>ntando n os desafios del siglo xx1

gran medida, la organización de la población en los barrios chabolis-


tas de las décadas de 1960, 1970 y 1980 en ciudades como Madrid
constituye un ejemplo particularmente relevante de lo que se consi-
dera metodológicamente el Trabajo Social Comunitario. Se trataba
de organizar la acción colectiva comunitaria para reclamar mejoras,
pero también para autoorganizarse y buscar mejores modelos de
convivencia, de distribución de recursos, de gestión de los esfuerzos
de forma colectiva (como ocurrió de hecho en el barrio de Orcasitas
en Madrid, donde se gestiona de forma comunitaria el combustible
de calefacción para un elevado número de edificios, consiguiendo
con ello una importante reducción de los costes). De hecho, los ac-
tuales procesos de exclusión residencial y de población chabolista no
generan graves conflictos sociales por diversos factores, entre los
que se encuentra su propia red de apoyo social, los vínculos entre los
propios afectados, es decir, su experiencia de comunidad: «si no se
ha desencadenado un estado de crispación social mayor entre los
afectados se debe en gran medida a la segregación espacial de las lo-
calizaciones en las que residen, a la existencia de algunos mecanis-
mos compensadores (como son su propia organización familiar en
clanes y su apoyo mutuo), a la realización de empleos de exclusión
que les permiten sobrevivir, así como al desarrollo de algunas políti-
cas oficiales» (Lago Ávila, 2003: 769-770).
En otros lugares de la Unión Europea, como en numerosas ciuda-
des francesas, lo que se ha producido es justamente un fenómeno de
violencia asociado a los suburbios (Cicchelli, Galland, Maillard y
Misset, 2007). Quizás como contraposición a la explosión de violen-
cia en suburbios segregados en Francia, en España los suburbios no
se han «incendiado» hasta ahora por la conjunción de esfuerzos pú-
blicos y privados dirigidos a extender la ciudadanía real entre sus ha-
bitantes, en un esfuerzo colectivo que se integra en el Programa euro-
peo de cooperación para proporcionar apoyo a las personas con
problemas de acceso a la vivienda, la formación y el empleo (lntégra-
tion Globale par le Logement et l'Emploi -IGLOO--). Uno de los
ejemplos más relevantes que pone de manifiesto la importancia de la
organización colectiva es la «Declaración de Ciudades Europeas no
Gueto», presentada por el Instituto de Cultura del Sur ante la UNES-
CO en París el 1Ode junio de 2006 (www.fundacionics.org).

Podemos sintetizar los principales problemas, oportunidades y objetivos


para el Trabajo Social Comunitario en relación con la vida interna de la co-
munidad y la realización personal de cada participante, y los objetivos ex-
ternos que articulan la acción colectiva comunitaria, en los tres ámbitos re-
cogidos en el cuadro 2, como ejemplo que nos muestra la potencialidad de
nuestra disciplina.
82
Cuadro 2.

il ~~~~~~~~~~~~
l Retos del Trabajo Social Comunitario en las sociedades tecnológicas
avanzadas

Tendencias Retos Oportunidades Objetivos internos para la comunidad Objetivos para la comunidad en acción
Globalización Deslocalización industrial Movilidad y oferta de tra- Fortalecer Los sistemas educativos y La Mejorar Las prestaciones del sistema
bajo transnacional preparación profesional educativo
Mayores exigencias de Capacidad de interactuar Educar para La convivencia en un medio Mejorar el contexto medioambiental y
formación con personas de otros Lu- heterogéneo tecnológico como factor de atracción
Distribución asimétrica gares
del poder y de Los recur- Análisis comparativo de las
sos entre paises, regio- oportunidades y de las ex-
nes, ciudades y personas periencias con éxito Loca-
Flujos inmigratorios les, regionales y nacionales
Mercado de trabajo Individualización Mayor polivalencia en La Aumentar el capital social y Los vínculos Defensa organizada de unas condiciones
Oesregulación trayectoria profesional entre Los miembros de La comunidad de trabajo dignas
Aumento de La flexibilidad Nuevas oportunidades Establecer mecanismos de ayuda y soli· Organización como consumidores para
Economía informal para Las mujeres daridad ante situaciones de paro actuar concertadamente y presionar
frente a productos o servicios que no
respetan Las normas basadas en Los de· VI
rechos humanos Q
Creación de actividades de formación y !:l.
2!.
reciclaje aprovechando Los recursos per-
sonales de los miembros de la comuni-
,..,
o
dad 3
e:
Exclusión residencial Chabolismo Reordenación de los espa- Reforzamiento de los vínculos dentro de Actuación conjunta ante las administra-
Infravivienda cios urbanos La comunidad ciones
Exclusión Organización de Los recursos existentes
Pobreza en la comunidad para afrontar proble-
mas relacionados con el acceso a agua
potable, electricidad u otras cuestiones
básicas
00
w
FUENTE: Elaboración propia.
1
3. Valores, ciudadania y
Trabajo Social Comunitario:
capacitando a las personas
desde la experiencia
comunitaria

1. Introducción
'.'Jo vemos las cosas de manera ne 1tral y equilibrada. Miramos ya de ante-
mano dentro de una determinada tradición cultural. dentro de una forma de
interpretación que nos da posibilidades. y que también entrai1a riesgos. Po-
dríamos describir la madurez perstmal como aquel estadio en el que. sobre
la base del lenguaje y la cultura adquirida. podemos superar nuestras limi-
taciones mediante el conocimiento científico y una visión refle.xi\a sobre
nuestros propios condicionamientos. Es \erdad que miramos como hemos
aprendido a mirar. pero tambien l'S \'erdad que podemos cambiar nuestra
forma de ver. Y, sobre todo. que podemos educar nuestra mirada para des-
\elar el orden de la naturaleza. En este sentido. los debates sobre los valo-
res. sobre el sentido de los acontecimientos y sobre la finalidad de nuestra
existencia determinan nuestro comportamiento. aunque a menudo no refle-
xionamos sobre ellos.
El Trabajo Social Comunitario demanda un acercamiento específico al
ámbito de los valores. de lo que ~ntendemos por bienestar. por felicidad.
por \ida digna. ya que su objeti\ o es. precisamente. potenciar nuestras ca-
pacidades para realizarnos a travéc, de la experiencia comunitaria. Es a tra-
vés de la interacción con los dcnüs. del diálogo. el acuerdo. el debate. la
e\·aluación conjunta y la participación como fortalecemos nuestras capaci-
dades. Nuestra personalidad se equilibra y se forja en la interacción con los
otros. y las habilidades relacionaks no nos sirven solamente para alcanzar

85
T1 10 LComunitario: , n desaños del s1glo
nuestros objetivos materiales. Constituyen el substrato sobre el que se le-
vanta nuestro proyecto vital, nuestra idea de la felicidad, nuestro bienestar:
«diversos estudios muestran que las relaciones sociales, incluidas las rela-
ciones con la familia y los amigos, son en general el factor más importante
de felicidad( ... ). La felicidad personal está poderosamente influenciada, en
general, por factores relativos. La felicidad personal depende de lo que la
gente tiene en comparación con lo que desea, lo que anticipa y lo que tie-
nen los demás ( ... ). Los objetivos que se plantea la gente están muy in-
fluenciados por las expectativas sociales, que pueden cambiar con rapidez»
(Hamilton, 2007: 54-55).
El punto de partida del Trabajo Social Comunitario, como el de otras
ciencias sociales, es lo que se denominó en el siglo x1x la «cuestión so-
cial», y que actualmente sigue acompañándonos: las nuevas y viejas formas
de pobreza, desigualdad, violencia, desarticulación social y degradación de
las condiciones de vida. Para hacer frente a estos retos, a las oportunidades
y problemas de la vida, hay que partir de un hecho básico: somos seres so-
ciales, inmersos en una historia y un tiempo determinados. Los desafios de
la vida no se plantean en términos exclusivamente individuales. Hacemos
frente a nuestra propia trayectoria, a formas de producción y consumo es-
tructuradas, y nos encontramos inmersos en procesos de competencia, coo-
peración y conflicto que no son un producto de nuestros deseos individua-
les. Tenemos que aprender las reglas de juego, a través de un largo proceso
de socialización. Heredamos un código genético, pero también códigos so-
ciales, y a veces códigos que refuerzan nuestro aislamiento social, deterio-
rando nuestra capacidad de integración, como ocurre en barrios marginales
en los que los jóvenes internalizan pautas de comportamiento y estrategias
de supervivencia que no les permiten superar su punto de partida inicial.
La potenciación, fortalecimiento o lo que se denomina empowerment de
personas y comunidades no puede ser analizado desde una perspectiva indi-
vidualista. No se trata de capacitar a la persona para intervenir en su sole-
dad de sujeto en un entorno en el que obtener bienes y servicios, en compe-
tencia con otros sujetos anónimos, en un mercado que se autorregula y en
el que se participa en igualdad de condiciones, ¿Por qué?:

- En primer lugar, este planteamiento, que constituye el código genéti-


co del neoliberalismo actual, no resiste el análisis empírico: «todos
estamos trabados en una red de relaciones e intereses, y cada uno de
nosotros es, ineludiblemente, un producto social» (Hamilton, 2007:
14). No existe un mercado neutral, ni una tecnología neutral, porque
simplemente ambos, mercado y tecnología, son productos humanos
e incorporan intereses, orientaciones y estrategias de los que los con-
forman.
- En segundo lugar, el propio individualismo no permite una gestión
eficaz de los propios recursos, incluso en el supuesto de que existie-

86
'rabajo e . Com nitario

se ese mercado neutral compuesto de personas-átomo que se interre-


lacionan sin más vínculos que su puro interés. Como muestran las
dinámicas de equipo que se implantan en las grandes empresas, es
necesario vincularse con los demás. establecer proyectos colectivos,
experimentar la solidaridad el afecto y la cooperación altruista, más
allá de una meta económica concreta. Y se trata de una «necesidad»
tanto para desarrollar una personalidad equilibrada y un dominio
adecuado de uno mismo cuanto para poder colaborar con los demás
y actuar colectivamente para afrontar retos y oportunidades.

En un mundo globalizado, el fortalecimiento de las identidades locales


muestra la superficialidad de los discursos que reducen la realidad social a
una simple competencia de individuos en el mercado global. No podemos
evitar buscar la integración en estilos de vida colectivos, y hasta en el con-
sumo de masas encontramos un sucedáneo de experiencia comunitaria. Nos
reconocemos en el rostro de los otros, y nos hacemos personas en la inte-
racción y convivencia con los demás. Además, en sociedades democráticas,
experimentamos la necesidad de agruparnos para defender intereses colec-
tivos, que de otra forma no pueden ser resueltos. Por ello, la experiencia co-
munitaria no es sólo un ámbito en el que desarrollar nuestra personalidad,
como vamos a ver en este capítulo. Es también una formidable herramienta
para afrontar desafios estructurales, como veremos en el capítulo siguiente.

2. Cultura, valores y bienestar: hacia la ciudadania


democrática
Si queremos profundizar en la noción de ciudadanía, en el proyecto de bie-
nestar propio de nuestras sociedades democráticas y en su dimensión co-
munitaria, es necesario analizar brevemente la relación que existe entre cul-
tura, valores y bienestar, ya sea entendida la cultura como un proceso
progresivo de conquista del bienestar, basado en la idea del optimismo his-
tórico propio de la Ilustración, ya sea entendida como una adaptación a las
necesidades materiales de la especie humana (el materialismo cultural), o
bien se defienda una posición relativista cultural que descarta la presencia
de necesidades constantes y comunes a lo largo del tiempo y del espacio en
los seres humanos.

2.1. Componentes de La cultura

Las comunidades humanas no son tan diferentes unas de otras. A pesar de


una marcada predisposición por resaltar las diferencias, los antropólogos, al
estudiar las diversas culturas desarrolladas a lo largo de tiempo, han consta-

87
ntando ntos tos desafios del siglo xx1
tado elementos comunes entre las diversas sociedades. Cuando estos com-
ponentes se encuentran en todas o casi todas las culturas, se denominan
<<Universales culturales». La compleja relación entre identidad y diferencia
en cada persona, y en cada cultura, no puede hacernos olvidar aquellas ca-
racterísticas que comparten, tal y como muestra la evidencia empírica. Sin
embargo, la definición, la caracterización y el análisis de estos posibles
<<Universales culturales» han provocado un intenso debate entre los antropó-
logos: las grandes variaciones que se dan ponen en cuestión cualquier tipo
posible de clasificación. El establecimiento de una tipología general de ras-
gos comunes a todas las culturas (por ejemplo, la tipología propuesta por
Murdock [cuadro 3]) nos puede servir como punto de partida para la inves-
tigación y la comparación entre ellas, pero debemos ser conscientes de las
enormes variaciones que se dan en la realidad y de la consistencia sólo re-
lativa de cualquier clasificación.
A pesar de las dificultades para establecer la existencia de universales
culturales claramente definibles, en cada cultura podemos detectar pautas
de comportamiento y de pensamiento relacionadas con la supervivencia en
el medio ambiente, la reproducción, la organización del trabajo y del repar-
to de los bienes y servicios que se producen, la organización de la vida do-
méstica y de las relaciones entre las personas, las familias, los grupos y las
comunidades ... Junto con otras dimensiones, como aspectos creativos, ar-
tísticos, lúdicos o expresivos de la vida humana, en toda cultura juegan un
papel fundamental los valores: aquellos principios que rigen el comporta-
miento y permiten diferenciar lo bueno de lo malo, lo aceptable de lo detes-

Cuadro 3. Tipología de universales culturales


según G. P. Murdock
La existencia de una Lengua gramaticalmente compleja.
La existencia de un sistema familiar, en el que existe La institución del
matrimonio, y una serie de normas que determinan el cuidado de Los
hijos.
la existencia de rituales religiosos.
La prohibición del incesto (prohibición de relaciones sexuales entre
parientes cercanos, como padre e hija o madre e hijo).
las reglas de higiene.
EL arte, la danza y el adorno corporal
los juegos.
Los regalos.
Sistemas de producción y distribución de bienes y servicios.
FUENTE: G. P. Murdock (1969): Ethnographic Atlas, Pittsburg, Universfty ot Pittsburg Press.

88
Trabajo Social Cori un rio

table en un entorno dado. Existe toda una fundamentación ética de la vida


común que se expresa a través de relatos. ejemplos, normas de comporta-
miento y leyes. Esta urdimbre de valores permite la comunicación y la inte-
racción sobre la base de un proyecto común. una noción de naturaleza hu-
mana ligada a dichos valores. En este sentido, la ciudadanía, la igualdad y
el derecho a encontrar una estructura de oportunidades que permita ejercer
dicha ciudadanía conforman el suelo sobre el que se levantan los valores de
nuestra sociedad en los inicios del siglo XXI.

2.2. Cultura y valores: ¿es posible superar el debate entre el


optimismo, el relativismo y el materialismo cultural?

La existencia de culturas diversas, sus mutuas interacciones y la evolución


a lo largo de la historia de las sociedades suscitan siempre las mismas pre-
guntas: ¿Evolucionamos hacia una única cultura global? ¿Es posible gene-
rar una nueva cultura a partir del encuentro de culturas previas? ¿Estamos
limitados por nuestra cultura, y no podemos salir de su esquema de inter-
pretación, hasta el punto de afirmar que no es posible encontrar un terreno
común de reflexión y acción entre diversas culturas? En la última década,
hemos asistido a debates sobre el fin de la historia, el choque de civiliza-
ciones, la justificación teórica de la imposibilidad de encontrar puntos de
vista compartidos ... A menudo, parece que la «convivencia» sólo puede
formularse como «coexistencia pacífica inestable», hasta que se genere un
nuevo conflicto de intereses, sin llegar a una simbiosis más positiva entre
las culturas y las personas ... El punto de partida del trabajador social co-
munitario, para poder hacer frente a este debate, no puede ser otro que la
defensa de la racionalidad científica. Tenemos la capacidad de superar
nuestras barreras culturales e ideológicas, de transformar nuestras organiza-
ciones y la distribución del poder en nuestras sociedades, y además pode-
mos demostrarlo empíricamente. El cambio social, los procesos de trans-
formación y de crítica de nuestro modelo de vida, la capacidad colectiva de
modificar nuestras pautas de acción muestran que efectivamente podemos,
gracias a la razón y el análisis científico, encontrar un espacio común de
diálogo, análisis y encuentro entre culturas, personas y diferentes intereses.
Diversas teorías han intentado explicar las variaciones culturales. A con-
tinuación vamos a analizar brevemente tres de ellas: la teoría del progreso
indefinido, el relativismo cultural y el materialismo cultural.

2.2.1. El optimismo histórico y la idea del progreso indefinido

Durante el siglo XVIII, en el período histórico que denominamos Ilustración,


se desarrollaron varios intentos sistemáticos de explicación de las variacio-

89
T .a10 Social Comu • uio: < ntando 1 (. l (. d os del siglo
nes culturales. La idea de progreso dominaba generalmente las distintas
teorías, de tal manera que se explicaban las diferencias entre unas culturas
y otras en función de las supuestas fases en las que se encontraban, dentro
de un movimiento común ascendente ligado a la confianza en la razón
científica y el progreso tecnológico. La formulación más radical de esta
confianza se encuentra en el determinismo tecnológico, que postula una se-
cuencia progresiva de innovación y descubrimientos que de forma necesa-
ria acabará resolviendo los problemas de la humanidad. La fe en el progre-
so, entendido como un movimiento ascendente de los conocimientos, del
bienestar personal, de la organización social, política y económica, caracte-
riza la obra de autores tan diferentes como Augusto Comte, Denis Diderot
o Adam Smith.
Para Comte, la historia de la humanidad es la historia del progreso del
conocimiento y de la sociabilidad. Esta evolución ascendente la expresó
con su conocida ley de los tres estadios por los que pasan las sociedades
humanas: el teológico, el metafisico y el positivo. Cada uno de ellos impli-
ca un progreso sobre el anterior, alcanzado un nivel superior de realización
personal y colectiva. ¿Cuáles son sus características fundamentales? En el
estadio teológico, se explican los acontecimientos y los seres de la naturale-
za en referencia a seres y fuerzas sobrenaturales, que aparecen como la
causa última de la realidad. En el estadio metafisico, las causas de los fenó-
menos no son ya las potencias sobrenaturales, sino las entidades o ideas
abstractas. Se recurre a conceptos que, si bien permiten independizar los
razonamientos de las influencias del pensamiento mítico y teológico, se ca-
racterizan por buscar explicaciones absolutas que abarcan toda la realidad.
En el estadio positivo, las personas abandonamos las pretensiones metafisi-
cas y teológicas y buscamos dominar la realidad mediante la observación,
tratando de adquirir conocimientos empíricos que puedan ser comprobados
mediante la experiencia. Por ello, esta etapa final se caracteriza por la bús-
queda de las relaciones entre los hechos, a partir de la observación y la me-
dición, tratando de deducir las leyes que operan en dichas relaciones.
Dentro de las teorías que interpretan la evolución de las culturas en un
sentido ascendente y determinado por una ley intrínseca a los aconteci-
mientos históricos, debe resaltarse la teoría marxista. Para Karl Marx, las
culturas atraviesan una serie de etapas (comunismo primitivo, sociedad es-
clavista, feudalismo, capitalismo y comunismo) que culminan en el conflic-
to entre capital y trabajo, entre burgueses y proletarios, en la sociedad in-
dustrial, y que se resuelve en una nueva y última fase, la sociedad
comunista, en la que la lógica de la propiedad privada y de la oposición en-
tre poseedores y poseídos desaparece. La evolución histórica no puede ana-
lizarse, frente a la postura comtiana, como un proceso lineal. Es un proceso
dialéctico. A través de los conflictos y choques de la historia, se va a avan-
zando mediante transformaciones cualitativas de la realidad social e históri-
ca. La meta última de este proceso es la supresión de la alienación de los

90
3. Valo e dadania Traba10 Social un

seres humanos frente a la naturaleza, frente a sí mismos, frente a los demás


y frente a su propia actividad, aboliendo toda forma de esclavitud e injusti-
cia.
La idea del progreso, de una evolución lineal y gobernada por una lógica
intrínseca al desarrollo social y económico, ha sido durante criticada por
contemporáneos ilustrados como Jean-Jacques Rousseau y por otros mu-
chos pensadores en los siglos XIX y xx. Podemos diferenciar dos grandes lí-
neas críticas. Aquellos que critican el optimismo histórico basándose en las
grandes catástrofes producidas precisamente gracias al avance de la ciencia
y la tecnología (por ejemplo, la aplicación de los mejores recursos de la
ciencia y la tecnología a la fabricación de artefactos para destruir la vida y
la cultura humana, como la bomba atómica), evolución que muestra la des-
coordinación entre la dimensión moral y la dimensión tecnológica, hasta el
punto de caracterizar el progreso como un proceso que, en términos de
Horkheimer, es a la vez liberación y desventura. Y aquellos que critican el
discurso optimista porque, sin negar los grandes avances logrados en los úl-
timos siglos, observan una absolutización del modelo de vida occidental,
proyectando en todo el planeta una cosmovisión que reduce a las personas a
consumidores y entroniza un modelo de relación con la naturaleza basado
en la objetivación de la misma, en su reducción a materia pasiva, sin identi-
dad, lo que lleva a una colonización extrema en la que no se respeta su
identidad propia.
En ambos casos, la crisis del proyecto optimista ilustrado ha dado lugar
a lo que se ha denominado la postmodernidad. Su influencia explica el auge
del relativismo y la exacerbación de un individualismo que, paradójicamen-
te, refuerza nuestra incapacidad para intervenir en el gobierno de nuestro
propio destino. Podemos ver sus efectos en las llamadas «guerras de la
ciencia» (Blanco, 2001 ), en las que se debate el nivel de «verdad» que pue-
de alcanzarse mediante el razonamiento científico. De forma opuesta a la
visión tradicional sobre la relación entre la ciencia y la verdad, diversos au-
tores vinculados con lo que genéricamente se denomina la postmodemidad
analizan la innovación científica y el desarrollo tecnológico como resultado
de un simple juego de intereses sociales en conflicto (Sokal y Bricmont,
1999).
Desde los planteamientos postmodernos, se han formulado severas críti-
cas a los grandes proyectos, o «metarrelatos», herederos del proyecto ilus-
trado. Se trata de aquellas teorías que intentan ofrecer una interpretación de
la totalidad de lo real: nos ofrecen un camino de progreso, un sistema de in-
terpretación y un conjunto de valores que articulan la historia y la evolu-
ción de personas, grupos y comunidades. Pero la crítica de la Ilustración y
la Modernidad no disuelve la realidad en un flujo discontinuo en el que se
mueven personas, grupos y organizaciones. No elimina los factores estruc-
turales que favorecen la reproducción de las desigualdades. En paradójico
contraste con su discurso, que insiste en la fragmentación, la individualiza-

91
Trabajo Social Comunitari afrontando j 11 ..., los desafíos del siglo XXI

ción y la desintegración, el trabajador social comunitario, y las personas


con las que desarrolla su labor profesional, se enfrentan a un entorno extre-
madamente estructurado. Se disuelva o no el sujeto en una superposición
de textos y sueños, la realidad externa sigue siendo muy poco dúctil o flexi-
ble. Desde nuestro punto de vista, los procesos de exclusión social, y las
consecuencias de las nuevas innovaciones científico-tecnológicas, reclaman
un nuevo consenso social, un nuevo «metarrelato», basado en la noción de
ciudadanía, la igualdad de todas las personas y la configuración estructural
de nuestro entorno para hacer posible el ejercicio de nuestro proyecto per-
sonal, grupal y comunitario.

2.2.2. El relativismo cultural

El particularismo histórico, desarrollado por F. Boas y sus discípulos en las


primeras décadas del siglo :xx, se opone a la concepción de la historia de
las culturas como un proceso evolutivo en el que se puede diferenciar entre
culturas superiores, más evolucionadas, y culturas inferiores, menos evolu-
cionadas. Para Boas, cada cultura tiene una historia y un conjunto de rasgos
específicos que la hacen incomparable con cualquier otra. Por ello, no pue-
de haber una ciencia de la cultura que pretenda llegar a un conocimiento
universal y globalizador sobre todas las culturas. No existe un proceso úni-
co en el que todas las poblaciones van evolucionando hacia una cultura y
una lengua superiores. Si cada cultura es única, y tiene una historia propia,
no es posible diferenciar entre culturas superiores e inferiores. Cada una
tiene su propia particularidad. Esta perspectiva teórica recibe el nombre de
«relativismo cultural». Para los relativistas culturales, es necesario estudiar
la complejidad de las culturas primitivas, en las que se observan rasgos pro-
pios y particulares, muchas veces subestimados desde el punto de vista de
los investigadores europeos.
La perspectiva relativista choca con la postura etnocentrista que favore-
ció el colonialismo europeo por todo el mundo durante el siglo XIX. El dis-
curso sobre la superioridad de la cultura europea, e incluso de la raza euro-
pea (aunque dentro de la propia Europa existían conflictos culturales y
étnicos, y así puede explicarse el nacionalismo étnico y expansivo del na-
zismo alemán, pero también otros más recientes, como nos muestran los
conflictos relacionados con la «limpieza étnica» en los territorios que con-
formaban la antigua Yugoslavia), ocultaba algo mucho más simple: la supe-
rioridad tecnológica y militar de los europeos, que permitió el colonialismo
y la explotación de aquellas zonas del mundo incapaces de defenderse y
competir ante dicha superioridad militar. Hoy en día, la evolución de mu-
chos de aquellos países, tras desarrollar su potencial económico, militar y
tecnológico, como China o la India, pone de relieve el carácter arbitrario de
dichas teorías. A la vez, puede volver a generarse un sentimiento de supe-

92
3. ia Trabajo Social Lom mitario

rioridad cultural y étnica en estos nuevos actores en el concierto mundial de


países (porque tratan de alcanzar una posición de dominio y ventaja compe-
titiva sobre los demás, y también sobre Estados Unidos y la Unión Europea).
En este sentido, las teorías racistas no tienen un apoyo científico, ya que el
concepto de raza no permite explicar la diversidad y la evolución de la es-
pecie humana. Su papel se reduce a actuar como instancia de legitimación
de la superioridad militar, económica o política de un determinado grupo
en un determinado momento de la historia.
Sin embargo, el potencial liberador de las teorías relativistas en un con-
texto histórico marcado por la colonización, la emergencia de movimientos
ligados a la mejora de la raza (los experimentos eugenésicos, fundamental-
mente procesos de esterilización para impedir una transmisión de genes
«defectuosos», fueron utilizados en las primeras décadas del siglo xx en
Suecia, Estados Unidos o Alemania, y en su nombre se cometieron auténti-
cas aberraciones que causaron estragos en las poblaciones afectadas) (Ló-
pez Peláez, 1998) y un nacionalismo étnico expansionista como el que re-
presentaba el nazismo hitleriano no debe movernos a una aceptación
acrítica de los principios relativistas. No se trata de discutir el valor intrín-
seco que tienen la diversidad cultural, la diversidad lingüística y las dife-
rentes formas de vida a lo largo de la historia. Al contrario, se trata de
afrontar la heterogeneidad para construir un espacio común de convivencia
democrática. Los flujos migratorios, la heterogeneidad y la mezcla de cul-
turas y personas en nuestras sociedades han puesto de relieve la necesidad
de establecer mecanismos de interacción, encuentro e intercambio cultural
para poder gestionar dicha diversidad.
¿Dónde encontrar un primer punto de apoyo para establecer un análisis
intercultural? Desde nuestro punto de vista, en el principio de la igualdad
radical de todas las personas, y su consecuencia, la configuración estruc-
tural de la sociedad para que puedan desarrollarse. La igualdad de hom-
bres y mujeres, su capacidad de participación, su derecho a la educación,
la sanidad, los servicios sociales o el voto son principios básicos para ar-
ticular un modelo de sociedad en el que, sobre la base de las tradiciones
aportadas por cada colectivo, podemos conjuntamente establecer los ci-
mientos de un proyecto común, o de al menos un proyecto en el que la
metodología para decidirlo (la participación democrática desde la igual-
dad de todos los ciudadanos ante la ley) sea común (lo cual implica ya
compartir un principio básico sobre nosotros mismos y sobre nuestro mo-
delo relacional).
En este sentido, el proyecto de construcción de una identidad europea en
la Unión Europea es una de las experiencias civilizatorias más interesantes
que se han llevado a cabo en los últimos siglos. Sobre la base del respeto
a las diferencias, el motor de la dinámica comunitaria en la Unión Europea es
la voluntad de compartir, más allá de ellas, un espacio común para la toma
de decisiones basado en la igualdad, la ciudadanía y la democracia, me-

93
rabaj cial mitario afrontando n d

<liante una dinámica denominada de «geometría variable» en la que peque-


ños avances van generando cambios muy relevantes. Esta dinámica nos per-
mite establecer un espacio de racionalidad, de derechos y de oportunidades
que se mantiene en un dificil equilibrio entre el optimismo ingenuo de las
teorías que postulan un progreso indefinido y el pesimismo de las posturas
relativistas extremas, que sólo conciben la realidad como un conjunto de
compartimentos estancos que no pueden interaccionar ni relacionarse más
que en la lógica del conflicto o la lógica del olvido y coexistencia sin rela-
ción, puesto que son inconmensurables entre sí. Para el trabajador social
comunitario, es muy relevante disponer de argumentos para hacer frente a
las criticas a la acción comunitaria derivadas de las posturas relativistas ex-
tremas y de un individualismo que no deja espacio para la acción colectiva.
Si no es posible la comunicación, ni el análisis compartido, ni la defensa de
proyectos comunes, el ámbito para la interacción comunitaria se reduce
enormemente. Y, además, este tipo de planteamiento nos incapacita para
actuar ante retos que nos afectan a todos, como mejorar las condiciones
educativas de un barrio degradado, sean cuales sean la procedencia y la
cultura originarias de sus integrantes.

2.2.3. El materialismo cultural

El materialismo cultural analiza las diferencias y semejanzas en el pensa-


miento y la conducta de los grupos humanos partiendo del siguiente princi-
pio: las explicaciones causales de dichas semejanzas y diferencias se en-
cuentran en las distintas limitaciones materiales a las que está sometida la
experiencia humana. Por ello, hay que partir del estudio del entorno mate-
rial para explicar la diversidad. Los condicionamientos materiales de todo
tipo, las limitaciones establecidas por la biología y el medio ambiente gene-
ran un contexto ante el que las personas se adaptan de formas muy diver-
sas. ¿A qué necesidades se refieren los materialistas culturales? Se trata de
las necesidades derivadas de la producción de alimentos, útiles, máquinas,
abrigo y aseguramiento de la descendencia biológica. El materialismo cul-
tural pretende, en función de las condiciones materiales de la existencia,
explicar las variaciones en todos los ámbitos de la cultura: en el ámbito de
los valores morales, las creencias religiosas o las experiencias artísticas.
Las variaciones en las constricciones materiales que afectan a la manera en
que la gente afronta los problemas que se le presentan a la hora de resolver
sus necesidades básicas en un hábitat dado son las causas más probables de
diferenciación en los aspectos mentales o espirituales de la vida humana.
En la historia de nuestras sociedades, la evolución cultural aparece, desde
este planteamiento teórico, como un proceso de ensayo y error, en el que se
da una acumulación gradual de aciertos y tecnologías útiles que facilitan la
satisfacción de las necesidades básicas materiales.

94
3. "" ama y Traba o Soc l munitario
El concepto de <<necesidades básicas» utilizado por el materialismo cul-
tural ha suscitado muchas criticas desde posturas teóricas muy diversas.
¿Qué es una necesidad básica? ¿Cómo definir de manera concreta necesi-
dades básicas universales que se puedan encontrar en todas las culturas y
que se solucionen de la misma manera? Margaret Mead mostró en múlti-
ples investigaciones que hay una enorme variedad de formas de solucionar
las mismas necesidades en diferentes culturas (adaptándose y transforman-
do las mismas condiciones materiales, han surgido culturas muy diferen-
tes). Y, desde la perspectiva de la antropología simbólica, el concepto «ne-
cesidades básicas» es una construcción teórica que no responde a la
realidad: no hay necesidades básicas universales que estén establecidas por
igual en todas las culturas. Al contrario, el estudio de los símbolos de cada
cultura muestra que las necesidades básicas dependen de dichos símbolos y
de la forma de interpretar la realidad propia de la cultura en la que se está
inmerso.
En el transcurso del tiempo, y mediante el lenguaje simbólico, cada so-
ciedad ha ido adquiriendo y expresando aquellas formas de vida y aquellos
sistemas de interpretación que considera más relevantes. Esta estructura-
ción simbólica define, por lo tanto, aquello que se considera necesario y la
forma de satisfacerlo. En nuestra sociedad globalizada actual, junto con los
símbolos de cada cultura, podemos preguntamos si está emergiendo una
cultura global, ligada al capitalismo tecnológico avanzado, la innovación
tecnológica y una estratificación social global, con nuevas «clases» o «es-
tratos» globales que interaccionan entre sí, ya sean directivos internaciona-
les o personas valiosas para el mercado a nivel global, nuevos consumido-
res, o nuevos excluidos también globales, en un proceso de estructuración y
desestructuración de nivel planetario (Castells, 1997).

2.3. Interculturalismo y ciudadania: ¿cómo construir la identidad


en sociedades complejas?

Toda cultura ejerce una fuerte presión sobre las personas, transmitiendo un
conjunto de pautas de pensamiento y de comportamiento. El concepto
«personalidad básica» es utilizado por los científicos sociales para analizar
el conjunto de rasgos sociales estereotipados que reproducen los miembros
de una cultura determinada. En este sentido, podemos diferenciar tres con-
ceptos: persona (que hace referencia a la individualidad radical de cada uno
de nosotros), personalidad (que hace referencia al conjunto de cualidades
que nos distinguen, sobre la base de nuestro temperamento y nuestra evolu-
ción psicológica) y personalidad social (el conjunto de rasgos típicos de
una cultura que son intemalizados en mayor o menor grado por cada uno
de sus miembros). En este sentido, más allá de rasgos genéricos como los
denominados por Kardiner y Linton «personalidades básicas tipo», hay que

95
na10 Social Lor ta 1>ntando o los rJ s s del sig

resaltar que, al desempeñar papeles distintos, adoptamos pautas de compor-


tamiento específicas, o roles, como el de madre, profesora o pianista, con
comportamientos establecidos y esperados por los demás, y que permiten la
mutua orientación al compartir las expectativas sobre la acción de las per-
sonas con las que interactuamos. Es importante analizar las culturas de pro-
cedencia de cada persona, la emergencia de patrones de comportamiento
colectivos en la comunidad o zona sobre la que se va a desarrollar el pro-
yecto de intervención y cómo cada uno de nosotros proyecta en su interac-
ción social los modelos culturales en los que ha sido socializado.
Gestionar la diversidad es clave para lograr movilizar a comunidades he-
terogéneas en la defensa de objetivos colectivos comunes. Además, la diver-
sidad no se da solamente entre las personas en función de la cultura de ori-
gen. Dentro de cada cultura, se dan diferentes niveles de ajuste a las pautas
culturales dominantes, y, en nuestras sociedades, las personas reciben in-
fluencias de culturas que muchas veces entran en conflicto. La existencia de
retos colectivos nos obliga a adoptar pautas de acción comunitaria que im-
plican diálogo, comunicación, diagnósticos compartidos y estrategias comu-
nes. Desde las consecuencias del cambio climático hasta los problemas deri-
vados de la degradación urbana, el analfabetismo y la violencia juvenil, los
desafíos nos llevan a autoorganizamos, y en este proceso experimentamos
de hecho lo que se denomina «interculturalismo»: aquella perspectiva teóri-
ca que va más allá del multiculturalismo como pura coexistencia de culturas
inconmensurables entre sí, hasta establecer mecanismos para un diálogo in-
tercultural que permita generar nuevas y mejores pautas de comportamiento
y adoptar estrategias comunes de adaptación a nuevos y viejos problemas.
Desde este punto de vista, el trabajador social comunitario tiene que de-
sarrollar su actividad profesional partiendo de un doble principio: la hetero-
geneidad de personas, grupos, pautas culturales y sistemas de creencias y
valores que se dan en nuestro entorno y el sistema de valores ligado a la no-
ción de ciudadanía democrática: la igualdad de todas las personas ante la
ley, la igualdad de todas las personas a la hora de perseguir sus objetivos le-
gítimos y la igualdad de todas las personas como sujetos de su propia vida,
lo que implica la participación de cada una de ellas en la toma de decisio-
nes sobre las cuestiones que nos afectan colectivamente. La dignidad e
igualdad de todas las personas es el motor que dinamiza la democracia
como sistema de solución de los problemas mediante la participación y la
representación en el ámbito político (a través de los partidos políticos y las
elecciones) o en la gestión interna de cada comunidad (mediante el debate
público y la participación en el diagnóstico, el diseño, la intervención y la
evaluación de cualquier proyecto o tarea que se quiere realizar). Por ello, en
sociedades en las que las personas somos sujetos y no objetos, en las que
partimos de la igualdad, la dinámica democrática se caracteriza por perse-
guir una mayor participación, una mayor capacidad de ser «sujetos», en to-
das las dimensiones de la vida.

96
• Valori s, uda . 1 1 Trabajo !>ocial Comunitario

Es un efecto similar al que gobierna la expansión del sonido, o de las


ondas de agua cuando son golpeadas por una piedra. El sonido se propaga
en forma de esferas concéntricas de radio creciente, y también el principio
de la igualdad y de la democracia como sistema de gestión de personas au-
tónomas se propaga en esferas concéntricas de radio creciente: lo que en
principio se formuló como igualdad jurídica (igualdad ante la ley y derecho
de voto) se ha expandido al ámbito educativo (derecho universal a la educa-
ción) y ha alcanzado tanto el ámbito económico (igualdad ante el mercado
y transformación de éste para que las personas puedan ver reconocidos sus
derechos) como el sanitario (sanidad para todos) y el relacionado con el
bienestar y el apoyo en situaciones de dependencia (como muestra la re-
ciente legislación sobre dependencia en España) (gráfico 4). De ahí la para-
doja en la que vive el debate económico sobre la vigencia del denominado
Estado del Bienestar. Frente a los análisis neoliberales que demandan su
desmantelamiento y una mayor individualización de los recursos y las pres-

Gráfico 4. Valores y dinámica democrática: expansión en esferas


concéntricas de radio creciente

Dependencia

Bienestar

Economía

Igualdad jurídica y derecho al voto

(( 8))
Economía

Bienestar

Dependencia

FUENTE: Elaboración propia.

97
Trabajo Social Comunitario: afrontando un1 los desafios del siglo xx1

taciones, la tendencia real es la contraria. Lo que nos encontramos es una


demanda de universalización de sus prestaciones, en las que nuevos colec-
tivos reclaman sus derechos, que implican crear las condiciones estructura-
les para poder vivir como ciudadanos (López Peláez, 2006c ).

3. Mercado y postmodernidad: los limites del


individualismo
Vivimos inmersos en una sociedad con fuertes contrastes. Quizás uno de los
más relevantes es la coincidencia en el tiempo y en el espacio de una serie
de elementos que conforman lo que podemos denominar la ortodoxia neoli-
beral (un sistema económico que busca maximizar el crecimiento, la revolu-
ción tecnológica, la extensión de la democracia como forma de gobierno le-
gítima y la entronización de la libertad individual como criterio de decisión,
como única fuente de justificación racional y, por lo tanto, suponiendo que
cada persona es un sujeto autónomo que toma sus propias decisiones de for-
ma independiente y de acuerdo con sus propios intereses) y, a la vez, un
conjunto de elementos que cuestionan dichos supuestos: el aumento de las
desigualdades pone en tela de juicio la bondad intrínseca del crecimiento y
su aparente neutralidad, el diseño y aplicación de las innovaciones tecnoló-
gicas en función de modelos sociopoliticos que también ponen en entredi-
cho su supuesta neutralidad (como botón de muestra, invertimos más en cos-
méticos o en medicamentos como el «viagra» que en la lucha contra la
malaria, a pesar de que esta enfermedad produce muchas muertes cada año)
y un consumo de masas que pone en cuestión, como saben muy bien los ex-
pertos en marketing, la capacidad de decisión individual de cada persona:
cada uno de nosotros piensa que ha decidido sin influencias externas lo que
quiere consumir y, sin embargo, sorprendentemente, todos consumimos lo
mismo al mismo tiempo y en los mismos lugares ...
Los valores en los que nos socializamos en las sociedades capitalistas
del siglo XXI promueven en nosotros una visión individualista de la socie-
dad, de nuestra trayectoria vital y de la economía. Competencia, formación,
capacitación, liderazgo, libertad, decisión individual, responsabilidad única
de cada sujeto sobre su destino ... La posmodernidad, al disolver la cultura,
la historia y el propio sujeto en un avatar de instantes, refuerza este indivi-
dualismo hasta el paroxismo, reduciendo la realidad a una contraposición
entre la voluntad individual y el objeto que se resiste o se adapta a la mis-
ma. En el fondo, es el triunfo de la definición de la mercancía como fetiche
que formuló Carlos Marx: cada uno intercambia objetos y acaba convertido
en un objeto para los demás, sobre el que se negocia de acuerdo con el va-
lor que adquiere en el mercado.
En el siglo xx, Heidegger volvió a reformular el motor de la historia oc-
cidental al denominar bestand (materia encargable, mercancía que está en

98
3. Valores, ciudadania y Trabajo Social Comunitario

el fondo del almacén y que no tiene identidad propia) al resultado final de


nuestra historia, algo en lo que nos convertimos tanto la naturaleza como
cada uno de nosotros. Este desierto que avanza mientras perseguimos el
frondoso vergel de la sociedad de consumo puede entretenemos, pero no
nos permite autorrealizamos. Quizás por eso, en el lugar que encama mejor
la excelencia profesional de los que triunfan en la economía tecnológica
avanzada, en los aeropuertos, en las estaciones de trenes de alta velocidad,
los estantes de las librerías están llenos de libros de autoayuda, para buscar
la felicidad y encontrar estrategias para hacer frente a nuestro estilo de
vida. Y, en las barriadas degradadas de nuestras ciudades, colectivos muy
diversos (como inmigrantes ilegales, personas sin techo, ancianos, adictos a
sustancias psicoactivas o jóvenes desempleados) experimentan cómo el
progreso económico general no tiene consecuencias positivas sobre su tra-
yectoria vital. Más aún, desde la perspectiva de los que se encuentran en el
borde exterior de nuestras sociedades, lo que aparece ante su mirada no es
una suma de individuos capaces con los que puede relacionarse: se encuen-
tra un conjunto complejo de relaciones, pautas de comportamiento, trayec-
torias históricas, estilos y formas de vida que no son fácilmente descifra-
bles desde una perspectiva individualista. Su margen de actuación es muy
limitado, está condicionado por el contexto en el que se desenvuelven y
por la carencia de habilidades sociales de diverso tipo. Desde el siglo XIX,
el Trabajo Social como disciplina científica se ha desarrollado sobre la
constatación de la necesidad de abordar de forma adecuada los procesos de
inclusión y exclusión social, ya que la pura voluntad individual no permite
afrontar situaciones, como el desempleo permanente, la degradación ur-
bana o la mejora de los niveles sanitarios y educativos de la población, que
tienen su origen en la propia dinámica económica y social del capitalismo
industrial.
Frente a los planteamientos teóricos que abordaron la cuestión social en
el siglo XIX y la primera mitad del siglo xx, el incremento de las tendencias
exclusógenas no se ha visto acompañado por una fuerte reflexión teórica
sobre sus causas, elaborando propuestas alternativas, en la segunda mitad
del siglo xx. Al contrario, coincidiendo con un nuevo ciclo de expansión de
las desigualdades a escala planetaria, la ortodoxia neoliberal, la defensa de
la neutralidad de los avances tecnológicos y la renuncia a encontrar pautas
de análisis que puedan superar los condicionamientos culturales, reducien-
do cada cultura a una especie de átomo que no puede mezclarse ni relacio-
narse con el resto, y sólo se percibe a sí mismo (en un nuevo paso en el que
la reducción de la persona a individuo aislado en su trayectoria se aplica
también a la cultura: cada una aislada en su propia trayectoria, incompara-
ble, de modo que el cambio social sólo puede venir del conflicto y desapa-
rición, o de su evolución interna), han reforzado el predominio de una con-
cepción economicista de la vida ligada al crecimiento económico y al
consumo como forma de vida. Ha sido en los últimos años, en la frontera

99
Trabajo Social Comunitario: afrontando JI ntos Los d safios del siglo

del cambio de siglo, cuando las contradicciones del nuevo orden económi-
co neoliberal, la crisis de resultados concretos del denominado «Consenso
de Washington>> y las propias investigaciones de organismos como el Ban-
co Mundial han vuelto a poner de relieve la necesidad de abordar de otra
forma los procesos de exclusión social.
En este sentido, hay que señalar que la posmodernidad, tras la disolución
del sujeto, no puede sino afirmar la imposibilidad de abordar colectivamen-
te la construcción de un futuro común, con un efecto muy diferente del
buscado en la retórica de la indecisión: refuerza el orden social existente y
sus tendencias exclusógenas. Puede definirse como una filosofía del «si-
mulacro». La descomposición de la realidad y la aparente sensación de li-
bertad derivada de la falta de fundamentación, la dificil tarea de encontrar
un principio sobre el que afianzar los conocimientos y los valores no han
generado un universo de trayectorias libres y creativas. Han dado paso a un
mundo mimético, concentrado en la reproducción de las pautas de consumo
y de las desigualdades insertas en ellas. En definitiva, al partir de un su-
puesto teórico, el individualismo exacerbado, desde el que es muy dificil
analizar críticamente la realidad social, la posmodernidad y la economía
neoliberal postulan un modelo de análisis que aparentemente disuelve el
entramado social en la pura libertad personal. Pero, con este planteamiento,
dicho entramado no se desintegra, sino que se consolida y se refuerza, pre-
cisamente porque ya ni se ve, como si desde la cultura dominante se hubie-
ran olvidado de su carácter social. Así, se postula realizarse personalmente
a través de la competencia, el consumo y la voluntad individual, en un mo-
delo de autorrealización en el que «el sujeto y la realidad han sido converti-
dos en mercancías y que, por tanto, han sido afectados por el traspaso del
valor de uso a valor de cambio, un valor cada vez más en auge por la propia
naturaleza del capitalismo» (Roche, 2005: 37).

4. «fortaleciendo» la ciudadanía: el empowerment


comunitario
La noción de ciudadanía democrática se basa en una concepción dinámica
de la persona. Somos un proyecto, tenemos unas potencialidades, y el ejer-
cicio de las mismas demanda una configuración estructural de nuestro en-
torno. Como señalaba Ortega y Gasset, cada uno de nosotros es su yo y su
circunstancia, y si no salvamos nuestra circunstancia, no nos salvamos, no
nos realizamos nosotros mismos. Esta vinculación estructural con los otros
para ser nosotros mismos pone de relieve la importancia de nuestras rela-
ciones sociales, de nuestros modelos de interacción, ya que, según estén es-
tructurados, así nos configuran. Por ejemplo, uno de los problemas de los
entornos muy degradados es el modelo relacional y el conjunto de valores o
antivalores que intemalizan las personas. Estos modelos y valores les impi-
100
den aprovechar su potencial y modificar las condiciones estructurales que
les siguen condenando a una vida en condiciones precarias. En este sentido,
las investigaciones desarrolladas por Roger C. Milis, para hacer frente a es-
tos procesos en los barrios urbanos degradados (infamous), tristemente cé-
lebres en Estados Unidos, muestran los efectos positivos derivados de mo-
dificar los sistemas de interpretación para favorecer un modelo de
autoanálisis y de acción comunitaria que permitiera fortalecer la autoestima
de sus habitantes. El modelo de intervención que diseñó buscaba desmante-
lar las experiencias negativas de inseguridad, miedo, ira, desesperanza y
prejuicios, fortaleciendo su sentimiento innato de bienestar y su capacidad
de razonar adecuadamente utilizando el sentido común. El objetivo de lo
que denominamos empowerment, o «fortalecimiento», es la autorrealiza-
ción de cada persona, la potenciación de su bienestar personal y de su capa-
cidad para cambiarse a sí misma, a su familia y su entorno, y para ello es
fundamental establecer relaciones con los demás dentro de un modelo ade-
cuado que nos permita reconocer a los otros y reconocemos en ellos a no-
sotros mismos. Los resultados de la investigación llevada a cabo en Florida
mostraron cómo, cuando la autoestima y la confianza de los residentes en
sí mismos y en su capacidad de cambio aumentaron, comenzaron a com-
prender las necesidades de los demás, mejoró el conocimiento que tenían
de sí mismos y de sus capacidades personales, y se incrementaron el respe-
to, la cordialidad, la empatía y el entendimiento con el resto de miembros
de su comunidad (Mills, 1991: 6).

4.1. ¿Cómo definir el empowerment?

Se trata de un término complejo, de dificil traducción al español, y que


hace referencia a la potencialidad de las personas para afrontar su vida inte-
rior, sus relaciones con los demás y sus proyectos colectivos incrementando
su «podern. Desde nuestro punto de vista, tiene una relación directa con la
noción de ciudadanía democrática. Frente a las posturas teóricas individua-
listas, y lo que podemos denominar el consenso neoliberal centrado en la
autonomía y capacidad de decisión del sujeto, sin otra limitación que su
propia voluntad, la experiencia histórica de la pobreza endémica, y los re-
sultados de disciplinas como la psicología, la pedagogía y la sociología,
muestran un hecho real: las personas no se encuentran en un punto de parti-
da homogéneo. No existen como «individuos» al margen de sus relaciones
sociales, de su entorno, y por lo tanto la desigualdad es un elemento estruc-
tural que ya se intemaliza de antemano. Las personas se encuentran ya pre-
viamente «desposeídas» de sus propias capacidades por sus relaciones fa-
miliares problemáticas, por la degradación de su medio ambiente laboral y
ecológico, por su falta de formación, por su incapacidad de organización,
por la intemalización de pautas de comportamiento que refuerzan los facto-

101
Trabajo Social Co ·no: afrontando un los desaños del siglo xx1

res exclusógenos que les afectan ... Además, su entorno no es un entorno


estático: vivimos inmersos en sociedades dinámicas en las que otros grupos
y comunidades acumulan recursos, habilidades y capacidades de tal manera
que su posición relativa mejora mientras que la de los demás empeora o se
mantiene en una situación negativa.
Sin embargo, esta «desposesióm> no es compatible con la definición de
ciudadano, ni con el valor de la igualdad de derechos y de deberes que arti-
cula nuestra democracia. No es compatible con el substrato ético de la ra-
zón científica, que se erige sobre la libertad de información y opinión y so-
bre el estímulo de la capacidad y la curiosidad de todas las personas, sin
discriminación por su origen, etnia o procedencia familiar. Para ser ciuda-
dano el entorno debe permitir ejercer nuestra «Ciudadanía», y cada uno de
nosotros debe poseer la capacidad para ejercerla en el sentido de acometer
nuestra realización personal y comunitaria, puesto que somos siempre seres
relacionales y, por lo tanto, el modelo de relación es esencial para la propia
definición de uno mismo y de los demás. En este sentido, la mayoría de las
teorías relacionadas con la noción de empowennent tienen como objetivo
analizar el concepto del «poder», sus formas de usarlo y distribuirlo, como
mecánismo central para promover la transformación social. Desde estos
planteamientos, para romper la pobreza, es necesario capacitar a las perso-
nas y proceder a una reforma de las estructuras sociales para lograr una dis-
tribución más equitativa del poder. En definitiva, las personas como ciuda-
danos no somos sujetos pasivos de nuestro desarrollo. Al contrario,
debemos ser sujetos activos, y además esa acción viene legitimada por
nuestra propia condición como ciudadanos. Es decir, el empowerment pue-
de definirse como un proceso de acción social que promueve la participa-
ción de las personas, organizaciones y comunidades con el objetivo de in-
crementar su capacidad de control individual y comunitario y la eficacia de
la acción política, mejorando la calidad de la vida comunitaria y la justicia
social (Laverack y Wallerstein, 2001 ).
Podemos rastrear los orígenes del término empowennent en las teorías
educativas desarrolladas por Paulo Freire en la década de los años sesenta
del siglo xx. En el ámbito del Trabajo Social, este término es utilizado por
primera vez por Barbara Solomon en su libro Black empowerment ( 1976)
como un objetivo central para los proyectos de intervención profesional
desde la perspectiva del Trabajo Social en la comunidad marginada afro-
americana en Norteamérica. Desde entonces, este término ha sido utilizado
desde diversos planteamientos teóricos y metodológicos que han influido
en su propia evolución. El empowerment puede entenderse como un proce-
so, como un producto, como un método de acercamiento o como un objeti-
vo. Se trata de un concepto multidimensional, con implicaciones en el ám-
bito individual, organizacional, social, político, económico y cultural. Hace
referencia al proceso de capacitación por el que una persona toma el con-
trol de su vida, pero también puede aludir a un proceso de acción comunita-

102
Valore ., c"udada · y Trabajo Socié L Comunitario
ria que tiene como objetivo garantizar los derechos humanos y la justicia
social de un colectivo que hasta ese momento se ha encontrado en una posi-
ción marginal en su contexto social. También hace referencia al incremento
de las capacidades de las personas empobrecidas para participar, negociar,
controlar, autoorganizarse y ser capaz de influir en las instituciones cuya
actividad les afecta directamente.
En todos estos planteamientos, el análisis de los procesos de «fortaleci-
miento» toma en consideración la doble dimensión que analizamos en este
capítulo y en el siguiente. Se trata de un proceso de fortalecimiento de las
capacidades personales mediante la interacción comunitaria, y también de
la capacidad de la propia comunidad para actuar conjuntamente, con lo que
esto implica como elemento dinamizador de su contexto social y también
como experiencia positiva de cada persona en su relación con los demás.
En este sentido, podemos diferenciar cuatro características de este proceso
de «fortalecimiento», que reactúan sobre sí mismas en un proceso de dina-
mización que podemos denominar el «círculo virtuoso del empowerment>>:
la información, la participación, la responsabilidad y la capacidad de orga-
nización a nivel local y comunitario. El trabajador social comunitario debe
tener presente, de acuerdo con el principio de gradualidad, progresividad y
reversibilidad (Femández García y López Peláez, 2006), que este círculo
virtuoso en ocasiones puede deteriorarse, o simplemente no existir, y, más
aún, que lo que se observe sea su contrario. A menudo partimos de la consta-
tación empírica de un «círculo vicioso de desposeimiento o descapacitación»
en el que se encuentran inmersas personas y comunidades desfavorecidas
y en el que experimentan un proceso de degradación de la información, la
participación, la responsabilidad y la capacidad de organización.

4.2. Dimensiones del poder: el árculo virtuoso del empowerment

La contraposición entre el círculo virtuoso del empowerment comunitario y


el círculo vicioso de la descapacitación o desposeimiento de personas y co-
munidades nos muestra claramente el apasionante reto al que se enfrentan
los trabajadores sociales comunitarios. Las personas nos encontramos in-
mersas en una dinámica de evolución personal, grupal y comunitaria que
puede moverse en alguna de esas dos direcciones. Ya que de antemano esta-
mos inmersos en una red de relaciones, con unas normas de reciprocidad
asociadas a ellas, y dentro de un determinado esquema de interpretación de
la realidad, el objetivo es claro: modificar la dinámica personal, grupal y
comunitaria para abandonar los círculos viciosos y entrar en la dinámica
del círculo virtuoso de la realización personal y del ejercicio de la ciudada-
nía democrática. Las sociedades humanas muestran una dinámica interna
hacia la estratificación y la distribución asimétrica de recursos y oportuni-
dades. Precisamente, como ya hemos analizado, la dinámica democratiza-

103
Trabajo Social Comunitario: afrontando tr ()S d ele ig ,

dora lo que hace es, a partir el principio de ciudadanía, alterar dichos pro-
cesos para construir entre todos un modelo de sociedad que haga posible lo
que ya somos de hecho: ciudadanos libres con la misma dignidad como se-
res humanos.
El poder, y el desarrollo de la capacidad para ejercerlo, son característi-
cas básicas en la vida humana. Dentro de la ingente literatura sobre el po-
der y sus formas, en relación con la temática del Trabajo Social Comunita-
rio, podemos diferenciar cuatro dimensiones o tipos de poder (Rowlands,
1997):

- «Poder sobre»: el poder es la capacidad de control sobre algo o al-


guien, de tal forma que el incremento de poder de un sujeto conlleva
la pérdida de poder del otro. Este concepto del poder pone de relieve
la dinámica de opresión que caracteriza muchos modelos de relación
interpersonal, grupal, comunitaria o institucional: muestra una forma
de ejercer una influencia decisiva sobre los demás que parte de un
primer principio muy claro: negar la capacidad de razonamiento au-
tónomo y libre elección de los demás. Cuando el poder se concibe y
ejerce desde esta concepción, sólo puede darse una relación entre su-
jetos y objetos, y por lo tanto para los otros sólo podemos ser sujeto
u objeto, y nunca iguales en la experiencia compartida de las deci-
siones. La objetivación de los demás, de la realidad y de la naturale-
za conlleva una relación basada en el dominio y en la competencia
por el dominio. Por ello, este modelo de relación basado en el poder
sobre ha sido muy criticado por autores muy diversos, como Adorno
o Heidegger, que lo relacionan con la mentalidad de dominio de la
naturaleza como objeto sin identidad (que caracteriza el desarrollo
de la ciencia moderna desde Galileo).
- «Poder para»: hace referencia al poder que tienen algunas personas
para fomentar la actividad, la autoestima y el conocimiento de las
personas con las que interaccionan. Se trata de un tipo de relación en
la que el poder no implica coacción, y se establece entre sujetos au-
tónomos que responden a estímulos basados en el convencimiento,
la información y la motivación. A menudo, se corresponde con per-
sonas que ejercen un liderazgo basado en su competencia, su capaci-
dad para aunar voluntades e intereses y una visión estratégica que
permite gestionar más eficientemente las oportunidades para lograr
las metas establecidas.
- «Poder con»: hace referencia al poder compartido, que se genera y
permanece en la comunidad. Implica una capacidad de diálogo, em-
patía comunitaria, mecanismos para resolver dudas, tomar decisiones
y establecer objetivos comunes. Se desarrolla cuando una comunidad
genera una solución compartida por todos y asumida colectivamente
ante un problema común, desde una dinámica de interacción en la

104
• ma y Trabajo Social Comunitario
que cada persona puede manifestar su opinión y proceder a un análi-
sis a través del cual se establece un diagnóstico común, modificando
los criterios previos, aprendiendo a valorar y respetar las aportacio-
nes de los demás y modificando desde la visión comunitaria nuestra
percepción individual.
- «Poder interno»: hace referencia al desarrollo de una personalidad
equilibrada, con confianza en sí misma y un grado adecuado de au-
toestima. Este poder no se logra solamente con la reflexión indivi-
dual. Se adquiere en el trato con los demás, aprendiendo a compartir
experiencias, llegando a acuerdos, pero también, y es muy importan-
te esta cuestión para el trabajador social comunitario, sabiendo man-
tener disensos razonables, aunque finalmente se adopte una acción
común con la que no se está plenamente de acuerdo. La democracia,
en este sentido, no implica cambiar las propias ideas, pero sí, tras sa-
berlas defender, asumir las decisiones de los demás cuando son co-
lectivamente respaldadas, sabiendo ejercer lo que puede denominar-
se un «disenso democrático» (Muguerza, 1989). En este sentido, la
capacidad de resistirse al poder de otros cuando nos solicitan algo
que no deseamos es un indicador del grado de poder interno; pero
también la capacidad de alcanzar acuerdos, mantener la palabra dacla
y respetar los compromisos es un indicador del poder interno, dei
equilibrio y el respeto a las decisiones tomadas. De hecho, la lealtad,
la cooperación y el compromiso, cuestiones clave para mantener re-
laciones sociales intensas y aumentar lo que se denomina «capital
social», son indicadores del nivel de desarrollo de la cohesión comu-
nitaria en un entorno social dado.

4.3. Entre La persona y La comunidad: orientaciones para el


trabajador social comunitario

El trabajador social comunitario desarrolla su actividad profesional dentro


de proyectos que tienen como objetivo abordar retos estructurales que de-
mandan una movilización o acción de la comunidad. En ese proceso, la co-
munidad debe desarrollar los recursos necesarios para convertirse en un ac-
tor con capacidad para modificar su trayectoria vital, hasta ese momento
vivida quizás de forma pasiva. La comunidad, como cada persona, han in-
ternalizado un conjunto de pautas de comportamiento, se han socializado, y
muchas de sus posibilidades vienen determinadas por los modelos cultura-
les desde los que interpretan la realidad y orientan su acción. Fortaleciendo
las capacidades de personas y comunidades, el trabajador social comunita-
rio aumenta su libertad y permite que alcancen una mejor comprensión de
su propia trayectoria histórica, al desvelar la estructura y consecuencias de
la dinámica de poder que hasta ese momento caracteriza a su comunidad y

105
Trabajo Social Comuni o: ontando juntos los desafios del siglo xx1
a cada uno de los participantes. No hay mayor peligro, en sentido estricto,
que una comunidad y unas personas inmersas en un círculo vicioso de des-
poseimiento y descapacitación, que además consideren que se encuentran
en un círculo virtuoso, o que quizás no hay que cambiar nada porque se tra-
ta del orden natural de los acontecimientos. Mientras no tomen conciencia
de su situación, su capacidad de cambio será casi nula. En este sentido, el
Trabajo Social como disciplina científica nos proporciona una mayor liber-
tad, aunque puede colisionar con nuestro estilo de vida y generamos in-
quietudes derivadas del descubrimiento de los aspectos negativos de nues-
tro modelo de sociedad y de nuestro proyecto personal.
Desde este planteamiento, podemos señalar algunas orientaciones bási-
cas para el desarrollo de la persona desde la dinámica del Trabajo Social
comunitario:

- El desarrollo comunitario hunde sus raíces en el interior de la perso-


na. Cada uno de nosotros está inserto en un tiempo y en una historia,
con una vida interior, un sistema de creencias y actitudes, y una ca-
pacidad probada para superar los modelos de comportamiento y mo-
delos de interpretación en los que nos hemos socializado, gracias al
análisis científico, a la utilización adecuada de nuestra capacidad de
razonamiento, y al debate con las personas que nos rodean. Aunque
nuestro modelo de vida se haya construido interiorizando pautas que
refuerzan los procesos de exclusión o las desigualdades de género,
podemos objetivar nuestra circunstancia y establecer un proceso de
cambio. En este sentido, el trabajador social comunitario debe gene-
rar una dinámica de encuentro y cooperación que permita a cada
participante superar sus miedos y la sensación de separación o aisla-
miento, fortaleciendo su confianza en la capacidad para actuar co-
lectivamente y establecer relaciones positivas, significativas y creati-
vas con los demás.
- En cada persona, al superar el aislamiento y participar, se genera un
sentimiento de pertenencia y vinculación que favorece el acuerdo y
la cooperación. En este sentido, el trabajador social comunitario
debe tener en cuenta que el empowerment hace referencia tanto a un
proceso como a un resultado, en el que las personas se involucran.
Para ello, debe establecer una relación con las personas que integran
la comunidad basada en la confianza que permita que se establezca
un diálogo sincero entre los participantes, paso previo para identifi-
car correctamente los problemas y las posibles soluciones. ¿Qué ele-
mentos intervienen en el empowerment en cuanto proceso y resulta-
do?:

0 En primer lugar, el desarrollo de un autoconcepto más positivo, en


el que la persona objetiva sus capacidades y sus potencialidades, y

106
'a .udadama T ajo So Comumtario
se libera de formas de interpretación que favorecían una actitud
pasiva ante los acontecimientos (Kieffer, 1984).
0 En segundo lugar, favorece una comprensión más crítica y analíti-
ca del ambiente social, político, económico y cultural, requisito in-
dispensable para poder diseñar una acción comunitaria que pueda
tener éxito (Freire, 1973). Sin un análisis adecuado del entorno, es
muy dificil implicar a la comunidad y establecer estrategias via-
bles para alcanzar los objetivos propuestos. Y esto precisamente
porque un objetivo básico de cualquier proyecto de Trabajo Social
Comunitario consiste en describir y analizar el entorno el que se
generan los problemas y en relación con el cual se propone la in-
tervención profesional del Trabajo Social.
0 En tercer lugar, hay que destacar el desarrollo de recursos colecti-
vos para la acción social y política, con el objetivo de lograr la li-
beración o desalienación de aquellos que no ostentan el privilegio
del poder tal y como está establecido en un entorno social concre-
to (Reisch, Wenocur y Sherman, 1981 : 115). Dichos recursos pue-
den incluir nuevas habilidades relacionadas con la comunicación,
la participación, la concienciación o la obtención de recursos fi-
nancieros y no financieros para poder llevar a la práctica los pro-
yectos basados en la metodología del Trabajo Social Comunitario.

- El Trabajo Social Comunitario busca generar comunidades que per-


mitan la autorrealización de sus miembros, pero también que tengan
las características adecuadas para afrontar los retos a los que se en-
frentan. En este sentido, no separa a la persona de la comunidad,
sino que trabaja con ambas en una relación de implicación y fortale-
cimiento mutuos. De este modo, el cambio personal puede ser un
puente para la solidaridad comunitaria, y viceversa (McLaughlin y
Davidson, 1994). El trabajador social no debe olvidar esta perspecti-
va, y por ello el empowerment en el ámbito del Trabajo Social comu-
nitario puede definirse como un proceso de fortalecimiento que sin-
tetiza el cambio individual y colectivo, en el sentido de recuperar y
potenciar la fuerza personal y comunitaria. La falta de control, con-
fianza, decisión, autoridad e influencia, autonomía o autoestima
muestra algo más que una carencia personal. Responde a una deter-
minada estructura social y manifiesta una falta de recursos que im-
posibilita que las habilidades o competencias potencialmente exis-
tentes en cada persona, o en la comunidad como tal, se puedan
desarrollar. En este sentido, tanto en el ámbito personal como en el
comunitario el empowerment hace referencia a un proceso por el que
las personas ganan control sobre sus vidas, incrementan su participa-
ción democrática en la vida de la comunidad y desarrollan una com-
prensión crítica de su entorno (Perkins y Zimmerman, 1995: 570).

107
Trabajo Socf al Comunitario: afrontando juntos Los desaffos del siglo xx1

En otros términos, «se trata de un proceso mediante el cual las per-


sonas que han pertenecido a una estigmatizada categoría social a lo
largo de sus vidas pueden recibir apoyo para desarrollar e incremen-
tar sus habilidades, ejercitar la influencia interpersonal y adquirir ro-
les valorados socialmente» (Solomon, 1976: 6).
- La relación entre personas y comunidades no se da en el vacío: se
genera siempre en un entorno caracterizado por las relaciones inter-
personales. En este sentido, el empowerment se orienta a capacitar a
las personas para conocer y analizar los problemas sociales y perso-
nales mediante la experiencia compartida (Gutiérrez, 1990). Toda di-
námica comunitaria comienza siendo una dinámica de grupo, y el
trabajador social debe generar grupos dentro de la comunidad y actuar
como dinamizador, ya que la acción se asienta sobre la distribución
de funciones, la colaboración y puesta en juego de las capacidades de
cada persona y la progresiva autoorganización de la comunidad. La
actuación de los grupos organizados que ya existen en cualquier en-
torno debe ser analizada por el trabajador social con un doble objeti-
vo. En primer lugar, incorporar al proceso a las personas, grupos y
organizaciones que ejercen una influencia fuerte y positiva en la co-
munidad. En segundo lugar, establecer dinámicas que permitan ha-
cer frente a influencias negativas de grupos de presión organizados
que buscan mantener el statu quo vigente hasta ese momento y fre-
nar cualquier proceso de ejercicio real de los derechos de los ciuda-
danos.

108
4. Valores, ciudadania y
Trabajo Social: capacitando a
la comunidad como sujeto de
la acción colectiva

1. Introducción
Una concepción ética que haga jt,sticia a nuestra naturaleza tiene que
afrontar las limitaciones del indi\ idualisrno posmoderno. Las personas nos
hacemos en la interacción con lo-., orros. no somos entes autónomos que se
relacionan en función de expectativas racionales en un entorno neutral. Nos
encontrarnos inmerso~ en una historia. en una cultura. en un entorno. y
nuestras habilidades son el rcsultaclo de un largo proceso de aprendizaje.
Hasta el lenguaje. que constitu: e 1a esencia de lo que somos. no puede
existir sin los otros. ~in emisores v receptores. sin comunicación. En la
compleja relación entre identidad y Jifrrencia. podemos seiialar tres aspec-
tos relevantes: en primer lugar. no e~tamos solos: nuestra identidad se cons-
truye sobre la relación con los otro·-,; en segundo lugar. la relación con los
otros. en lo que nos une y nos diferencia. es esencial para nuestra propia
identidad. .Y por eso necesitamos el L'ncuentrn. la comunicación y la interac-
ción como un requisito indispen-;able para ser nosotros mismos; en tercer
1ugar. la diferencia surge precisamente del diálogo crítico con nuestra pro-
pia trayectoria personal. con los demás y con nuestra cultura y entorno so-
c1oeconom1co.
Por lo tanto. podemos estabk.:er una estrategia de emancipación (refor-
mulando los planteamientos de Paul Ricoeur sobre la «idea regulativa de
emancipación>) en el ámbito de L1 hermenéutica) en el úrea del Trabajo So-
cial comunitario basada en los siguientes principios: el principio contextua-

109
Trabajo Social Comunitario: afrontando j ntos Los desaños del siglo xx1

lización histórica (nos encontramos ya de antemano ubicados en una situa-


ción histórica que nos limita y posibilita a la vez), el principio contextuali-
zación cultural (nos encontramos inmersos en una cultura que podemos
describir y analizar, porque tenemos la capacidad reflexiva de analizarnos a
nosotros mismos) y el principio de realización comunitaria (al autorreali-
zarnos en la interacción con los demás, podemos analizar los problemas y
oportunidades que genera la lógica que articula nuestras relaciones y las li-
mitaciones que impone una determinada concepción de la persona y la co-
munidad). Al analizar la carga de verdad de las tradiciones del pasado, lo-
gramos abrir un espacio en el que nos distanciamos éticamente del
presente, y así podemos comenzar a superar la aceptación acrítica de la tra-
dición. De forma análoga, al analizar las consecuencias sobre nuestra di-
mensión comunitaria de una determinada tradición cultural y de un deter-
minado modelo socioeconómico en una etapa concreta de la historia,
establecemos una distancia crítica que abre la posibilidad para poder llevar
a cabo un análisis emancipador sobre el horizonte de realización personal y
comunitaria implícito en ese estilo de vida.
Desde este planteamiento, en este capítulo vamos a analizar, en primer
lugar, los límites del individualismo como principio hermenéutico y axioma
ético de nuestras sociedades globalizadas. En segundo lugar, repasaremos
las dimensiones básicas de la vida personal que se potencian en la interac-
ción comunitaria, a la vez que la hacen posible, en un proceso de retroali-
mentación que refuerza tanto la identidad personal como los lazos comuni-
tarios. En tercer lugar, presentaremos un conjunto de herramientas para que
el trabajador social comunitario, y cada miembro de la comunidad, objetive
sus habilidades y pueda establecer estrategias para diseñar la acción comu-
nitaria. Y, finalmente, ya que toda comunidad en acción es una organiza-
ción, un conjunto de personas que persiguen un fin, con una metodología,
una estructura más o menos estable en el tiempo y una evaluación de resul-
tados, analizaremos algunas de las características que debe tener cualquier
comunidad cuando pasa a la acción, y que expresan también un conjunto de
valores que la cohesionan (y que a su vez generan un modelo de interacción
que permite establecer un ámbito de autorrealización adecuado a nuestra
naturaleza).
Partimos de un principio ya establecido en la introducción de este libro:
la auténtica autodeterminación personal sólo puede lograrse entablando re-
laciones de compromiso, encuentro y reciprocidad con los demás. La soli-
daridad activa, en este sentido, no sólo es un valor ético, ni la ciudadanía un
principio formal al que se llega por deducción lógica. Se trata de cuestiones
clave para lograr nuestra autorrealización personal: únicamente en una rela-
ción con nuestros iguales, con ciudadanos, podemos llegar a experimentar
la ciudadanía como Aristóteles ya señaló al mostrar cómo la amistad sólo
podía darse entre iguales: en una relación entre amo y esclavo, entre posee-
dor y desposeído, no hay espacio para una relación de amistad, ni de amor.

110
lores, ciu · ~oal: capacitando a omunidad.;
Sólo queda el espacio para el dominio, o el consumo de uno sobre otro. La
lógica de la objetivación. de la realización como consumidores de objetos,
nos reduce tanto a los demás como a la naturaleza y a nosotros mismos a la
condición de objetos, y sólo cabe el dominio, el uso y el abuso. Pero no el
encuentro. Por eso, en las sociedades del marketing y las nuevas tecnolo-
gías, donde el acto social por excelencia es el consumo, la propia vía de rea-
lización, acumular objetos, no logra satisfacer nuestra exigencia más -~
ma: relacionarnos con sujetos. c.1:."·

2. Los limites del individualismo: ¿es posible un elogio' d~


la codicia?

En un contexto cultural caracterizado por el elogio del individualismo, la


exaltación de la capacidad de decisión de cada persona aisladamente consi-
derada y el consiguiente relativismo moral (en un mundo concebido como
una mera yuxtaposición de sujetos autónomos e irreductibles entre sí,
¿cómo encontrar un punto de encuentro, si todo se reduce a un conflicto en-
tre voluntades y deseos diferentes e igualmente dignos en su racionalidad
intrínseca?), la única cuestión relevante es garantizar la libertad de elección
en un mercado aparentemente neutral en el que todos participan sin condi-
cionamientos previos. Éste es el supuesto último de la teoría económica ac-
tual, y quizás por ello la libertad la entendemos como la libertad de partici-
par en la competencia por un puesto de trabajo o en la posibilidad de
consumir en función de nuestra capacidad de compra. Sin embargo, hay
tres cuestiones relevantes que evidencian que este planteamiento oculta la
realidad. Al analizarlas, podemos comprender por qué desde esta perspecti-
va no se puede contribuir a mejorar las situaciones problemáticas en las que
se encuentran inmersas personas y comunidades. Y ello, sin olvidar además
que dichas situaciones problemáticas se han generado precisamente por or-
ganizar nuestra vida conforme al modelo individualista neoliberal.

- En primer lugar, las situaciones de marginación, pobreza y exclusión


social no pueden ser explicadas únicamente en función de la persona
que las padece, como se deduciría de una interpretación superficial
del modelo darwinista de selección natural: el que se encuentra ex-
cluido es causante de su situación, «culpable» en definitiva, porque
no ha aprovechado sus oportunidades (se «sobrentiende» que iguales
para todos). Este planteamiento, en su formulación más extrema, es
dificil de soportar (todos conocemos situaciones en las que los pro-
blemas no se derivan de la persona, sino de su contexto), y entonces
se flexibiliza apelando a la mala suerte, las dificultades de la vida, y
desarrollamos como estrategia una visión asistencialista de apoyo a
aquellos que, quizás porque no puede ser de otro modo, se encuen-

111
Trabajo Social Comunitario: afrontando j mtos los desafíos del siglo xx1

tran en una mala situación. Sin embargo, tanto el asistencialismo


como la posición teórica en la que se asienta, y que acabamos de
describir, no resisten la contrastación empírica. El estudio del medio
sociocultural en el que se desenvuelven los habitantes de los guetos
estadounidenses ya puso de relieve el papel crucial que juega el con-
texto en la reproducción de la pobreza, como mostraron los estudios
de la Escuela de Chicago desde inicios del siglo xx. En este sentido,
autores como Lewis, Harrington y Moynihan desarrollaron el concep-
to «cultura de la pobreza» para describir un estilo de vida, unos valo-
res y unas expectativas que conforman la vida de las personas que in-
tegran dichos guetos y que se transmiten de unas generaciones a
otras. Socializados en este modelo cultural, tendremos muchas más
dificultades para aprovechar oportunidades y afrontar problemas, y
las posibilidades de abandonar el círculo vicioso de la exclusión se
reducen cada vez más.
- En segundo lugar, y superando los planteamientos formulados por
los teóricos de la «cultura de pobreza» (en la que ésta aparece como
una consecuencia de la forma de vida de la población en un entorno
determinado), las investigaciones sobre la dinámica de las desigual-
dades, los procesos de estructuración social y los procesos de exclu-
sión social han puesto de manifiesto que nos encontramos inmersos
en un campo de juego en el que existen estructuras económicas y po-
líticas que refuerzan dichos procesos de exclusión y también estrate-
gias que permiten hacerles frente. La reestructuración del capitalis-
mo industrial, hasta dar lugar a lo que hoy en día se denomina
capitalismo informacional o capitalismo globalizado, genera y forta-
lece determinadas dinámicas exclusógenas a nivel mundial. Pero
también genera oportunidades, desigualmente distribuidas entre per-
sonas, grupos, comunidades, naciones y continentes, lo que favorece
nuevos y viejos procesos de distribución asimétrica de las posibilida-
des y riquezas generadas por el crecimiento económico. La lógica
del mercado ni es neutral ni es inocente, y el crecimiento de las desi-
gualdades a nivel mundial no es el resultado de una lógica intrínseca
y necesaria del capitalismo actual. Nuestro modelo de desarrollo no
es el único posible, y la variedad de respuestas a los retos del capita-
lismo avanzado, como puede verse en los diferentes modelos de Es-
tado del Bienestar en los países europeos, o en la capacidad de algu-
nos países para romper con la ortodoxia económica (por ejemplo,
desarrollando esfuerzos para regular los flujos financieros, en el
caso de México o Malasia, o haciendo caso omiso de las recomenda-
ciones del denominado Consenso de Washington, como el caso de la
República Popular China), muestra dos cosas: es posible establecer
un modelo socioeconómico diferente y, por ello, las consecuencias
positivas y negativas de nuestra sociedad tienen su origen en dicho
112
. V ·es, du ama ocial: Ce oac1 ando a la com

modelo y pueden ser abordadas y solucionadas con una metodología


adecuada.
En definitiva, es la misma situación en la que se encontraron los
primeros trabajadores sociales, y muchos otros científicos sociales,
en sus orígenes históricos. La «cuestión social», el pauperismo, era
la cara más visible de un nuevo modelo económico y social, y hun-
día sus raíces en la lógica de lo que se consideraba constituía el ca-
mino hacia el progreso. Por ello, porque objetivamente constituía un
fenómeno estructural, no bastaba con auxiliar a algunos damnifica-
dos. Era necesario investigar la lógica de lo social para abordar con
éxito los problemas que ponían en peligro en parte la supervivencia
fisica pero sobre todo la dignidad moral de un nuevo orden que se
basada en la noción de ciudadanía. Hoy en día ocurre lo mismo:
¿cómo pueden convivir la democracia y el subdesarrollo, la demo-
cracia y los guetos, la democracia y la degradación de las condicio-
nes de vida que afectan a personas, comunidades y países a lo largo
de todo el planeta? La falta de capacidad crítica para responder a
esta pregunta genera un doble efecto:

0 Por un parte, la pérdida de interés por la participación política den-


tro del ámbito de las democracias contemporáneas. El alejamiento
entre una parte de la población y el sistema democrático se en-
cuentra en el origen de la pérdida de legitimidad de la democracia
y los partidos políticos, y constituye un contexto en el que se desa-
rrollan movimientos políticos que se levantan sobre supuestos di-
ferentes de los de la democracia basada en los derechos de los ciu-
dadanos, tanto fuera como dentro de los países occidentales
(nuevos partidos ligados al racismo o la negación de la ciudadanía
a los otros, a los extranjeros, a los inmigrantes o nuevos partidos
en los que la persona «ciudadana» es sustituida por la persona
«creyente», y se postula como la auténtica democracia un orden
basado en las normas de una religión).
0 Por otra parte, al no satisfacer la demanda de cambio, se crean las
condiciones para que se desarrollen en las sociedades movimien-
tos alternativos que buscan hacer frente a los retos que afronta la
población, como ocurre con los movimientos antiglobalización o
el auge del denominado Tercer Sector.

- En tercer lugar, nuestra identidad es relacional. El modelo de rela-


ciones en el que nos socializamos establece las fronteras dentro de
las cuales construimos nuestra identidad y nos relacionamos con los
demás. Para ir más allá de dichas fronteras, es necesario cambiar el
patrón que estructura nuestra interacción social. Desde este plantea-
miento, podemos analizar las consecuencias deletéreas para nuestra

113
rabajo ~al Cor.u tano: afrontando J s de del siglo

identidad personal y la calidad de vida de nuestras comunidades de


los rasgos más característicos del orden «moral» del darwinismo neo-
liberal.
La exaltación del interés individual, la codicia, la competencia,
la superación de los otros (conceptualizados como competidores sin
alma, o al menos sin otra identidad que la de estorbarnos en el cami-
no hacia el éxito, como muestra Tom Wolfe en su novela La hoguera
de las vanidades), el dominio y el poder sobre los demás .. ., son los
rasgos dominantes de nuestro modelo de relación con nosotros mis-
mos, con los demás, con la naturaleza y con el mercado. Pero sus
consecuencias son muy negativas para la interacción social, para la
creación de lazos comunitarios, para la amistad entre ciudadanos,
para la igualdad real que se basa en el reconocimiento de la identi-
dad y del valor intrínseco del otro. Por eso, socializados en el consu-
mo como pauta de interacción, como modelo de participación, bus-
camos satisfacer nuestra profunda necesidad de socialización, de
identificación con los otros, a través de los rituales de compra en las
grandes superficies comerciales. Y, paradójicamente, la imposible
realización en un entorno de consumo de objetos hace que, inmersos
en una dinámica de consumo imparable, la ansiedad, el descontento
y la insatisfacción no dejen de crecer, a menudo entre la población
más joven. Aquellos que tienen que esforzarse para integrarse en el
orden social existente, viendo el espectáculo que ofrecemos, a menu-
do con su rechazo formulan claramente el vacío existencial de una
sociedad del consumo, del espectáculo y también de la depresión ...
«La pseudoindividualidad de la cultura consumista moderna crea
aislamiento. ( ... ) El espectacular incremento de la incidencia de la
depresión en las últimas décadas parece hallarse directamente aso-
ciado a la pérdida de redes sociales y contacto personal, producto a
su vez de la movilidad y sustitución de las actividades comunitarias
por las compras y pasatiempos comerciales» (Hamilton, 2006: 89).

En este sentido, podemos comprender el potencial autorrealizador que


tiene la interacción con los otros bajo un modelo teórico en el que se les
concibe como sujetos: sólo desde la mirada de otro sujeto podemos recupe-
rar nuestra identidad como seres autónomos. Únicamente interaccionando
con ciudadanos, basando nuestras redes sociales en códigos de ciudadanía
(como la reciprocidad altruista, la honestidad, el interés común, el respeto,
la capacidad de llegar a acuerdos basándonos en la racionalidad de los ar-
gumentos y en la comprobación de nuestras hipótesis, la confianza o el es-
fuerzo colectivo para hacer posible estructuralmente que cada uno pueda
ejercer dicha ciudadanía, que cada persona pueda emprender un camino de
autorrealización de sus potencialidades como sujeto), podemos encontrar
una mirada en la que se nos reconozca como ciudadanos. No es extraño
114
4. Valores, ciud capacitando la comumdad •••

que, con una formulación paradójica desde la perspectiva individualista, se


haya podido definir la solidaridad activa como un camino de autorrealiza-
ción, como una decisión que hay que tomar no sólo por principios éticos,
sino también (en la mejor tradición egoísta) por interés propio (Beck,
2000).

3. Capacitando a La persona para La interacción


comunitaria: un viaje de ida y vuelta
Fortalecer nuestra capacidad de interacción es fortalecemos a nosotros mis-
mos. Ahora bien, este reforzamiento de nuestras habilidades no puede plan-
tearse como una capacitación de la persona, frente a una sociedad y una na-
turaleza inerte, en el modelo de la relación entre sujeto puro, sin influencia
externa, pura libertad, y un objeto, la sociedad, sobre el que ejercemos una
presión en relación con una meta, y que también aparece como un objeto
neutral. Ya estamos de antemano inmersos en un modelo relacional, en una
cultura, y nuestras expectativas están influidas desde el principio por las ex-
pectativas sociales, por nuestro medio. Deseamos, nos autopercibimos y
nos relacionamos dentro de un patrón de relaciones determinado. El mode-
lo de interacción social en el que estamos inmersos constituye el marco en
el que desarrollamos nuestra vida, nuestro proyecto personal, en el que es-
tablecemos una distancia, la que hace posible la diferencia entre uno mismo
y el resto, indispensable para constituir nuestra identidad. Sin embargo, no
estamos, como ya hemos expuesto, destinados a reproducir mecánicamente
dicho modelo. Las insatisfacciones de nuestra cultura muestran los límites
de nuestro modo de vida, y tenemos la capacidad de superar o transformar
la realidad social y personal en la que nos encontramos situados en un mo-
mento histórico concreto. No puede demostrarse la existencia de un deter-
minismo tecnológico o social, aunque sí la influencia estructural de las tra-
yectorias tecnológicas y sociales sobre la vida de las personas.
El Trabajo Social Comunitario parte de esta imbricación íntima entre
persona y comunidad. Por eso, cuando nos centramos en el análisis de las
capacidades personales que se ponen en juego en la interacción comunitaria,
y que son tanto condición previa para ésta como resultado de su experimen-
tación, hay que recordar que poner como objetivo de análisis a la persona es
algo muy distinto de reforzar los planteamientos individualistas. Por ejem-
plo, la capacidad de autoevaluación es un requisito para interaccionar con
los demás, reconociendo nuestras capacidades; a la vez, se ve potenciada
por el intercambio con los otros, ya que nos reconocemos y obtenemos mu-
cha información sobre nosotros mismos al interactuar comunitariamente; y,
finalmente, es un requisito que debe tener la comunidad, objetivando las
capacidades de sus miembros y sus propias habilidades en la acción colec-
tiva para alcanzar los fines propuestos. En todos estos casos, nuestro plan-

115
Tr 110 Social muni ntando l o~ desafíos del siglo xx1
teamiento teórico, para hacer justicia a lo que muestran los hechos, debe
evolucionar desde las posiciones individualistas hacia posiciones que pode-
mos denominar «personalistas», basadas en una concepción de la persona
como ser relacional.
El Trabajo Social Comunitario comienza en el interior de la persona:
busca cambiar su escala de valores, su corazón y sus actitudes, de forma
que pueda liberar sus capacidades para actuar con otros, para ser uno mis-
mo, para ser con otros y para afrontar retos colectivos que condicionan es-
tructuralmente sus posibilidades de desarrollo personal, comunitario y so-
cial. Se trata de una dinámica de retroalimentación constante. Al potenciar
con la dinámica comunitaria los aspectos fundamentales de la vida perso-
nal, aumentan el bienestar y el nivel de autosatisfacción interno y mejoran
las relaciones con los demás, generando mayor bienestar comunitario. El
resultado final es un fortalecimiento o empowerment de la persona que se
convierte en fortalecimiento o empowerment comunitario.
El trabajador social comunitario, en su experiencia profesional, debe te-
ner en consideración estas dimensiones personales que se potencian en la
interacción comunitaria. Podemos destacar las siguientes:

- Conocimiento de sí mismo: conocimiento de los modos de actuar,


las capacidades, cualidades y valores que posee uno mismo, así
como de las deficiencias y debilidades. De esta manera, la persona
estará más capacitada para tomar decisiones, podrá aceptarse como
es, se comprometerá hasta donde sus recursos le permitan, podrá
buscar soluciones para sus limitaciones y deficiencias y será más ob-
jetiva y realista cuando se plantee sus metas.
- Capacidad de autoevaluación: la persona capaz se juzga a sí misma,
y sabe reconocer cuándo actúa bien o mal, cuáles son sus puntos
fuertes y sus debilidades. La autoevaluación ayuda a evolucionar, a
corregir errores y a superarse día a día. Permite reconocerse como se
es, con éxitos y fallos, cualidades y defectos, con planes, metas y rea-
lizaciones. Es un factor más que proporciona elementos para ser realis-
ta, para desarrollar un conocimiento adecuado de uno mismo y del
entorno, y juega un papel clave a la hora de establecer estrategias via-
bles para alcanzar un objetivo fijado previamente.
- Capacidad de decisión: las personas que tienen capacidad de deci-
sión son más conscientes de su capacidad de elección y las conse-
cuencias de sus decisiones. Además, gozan de mayor independencia
al decidir por sí mismas, aunque esto no excluye que pidan opinión y
consejo a los demás. Ser capaz de tomar decisiones proporciona un
alto nivel de seguridad y bienestar. Aunque parece una obviedad, en
nuestro entorno consumista e individualista nos encontramos inmer-
sos en una sociedad del marketing y la publicidad que tiene como
objetivo reducir esta capacidad de decisión, a pesar de construir
116
4. talares ciud ci, capacitand La co uni

mensajes continuos en los que se la exalta. Por ello, la persona que


posee esta capacidad y la cultiva, no simplemente siguiendo sus de-
seos inmediatos (normalmente configurados por las campañas de
publicidad, basadas en la asociación de objetos y símbolos para ge-
nerar identidad) sino evaluando y optando críticamente, experimenta
un nivel de seguridad muy alto, y muy alejado de la seguridad apa-
rente ligada a la compra y posesión de objetos característica de la so-
ciedad de consumo.
- Estabilidad emocional: puede definirse como una integración de la
personalidad, es decir, una integración de instintos, impulsos, ten-
dencias, necesidades, emociones, sentimientos, vivencias y acciones
con pensamiento y voluntad, que permite a un individuo reaccionar
ante los distintos estímulos de una forma estable y autónoma, deter-
minada no por impulsos primitivos, sino por los elementos rectores
de su personalidad bien integrada. En un extremo del continuo emo-
cional encontramos personas «inestables», con cambios de humor
constantes, muy sensibles, con ansiedad, tímidas ... En el otro extre-
mo del continuo aparecen personas incapaces de modificar sus senti-
mientos, frías, inabordables por los demás, que no son capaces de
afrontar los cambios del entorno. En el centro del continuo se en-
cuentra el equilibrio entre la inestabilidad y el exceso de estabilidad:
personas plácidas, calmadas, fiables, con capacidad de tolerancia
ante la frustración y que saben evaluar con criterios realistas las cir-
cunstancias, diferenciando lo que puede ser mejorado, lo que debe
ser aceptado, como paso previo para desarrollar su proyecto personal
y comunitario.
- Capacidad de aceptar riesgos y responsabilidades: una persona equi-
librada, y una comunidad consciente de sí misma, no se lanzan a la
acción de manera impulsiva sin sopesar los «pros» y «contras». Y,
una vez que actúan, asumen los riesgos de la acción y sus conse-
cuencias. Las personas capaces de aceptar riesgos y responsabilida-
des asumen aquellos para los que están capacitados, viven como un
desafio y una oportunidad de crecimiento. No eluden el esfuerzo y el
compromiso.
- Fuerza de voluntad: podemos definirla como la capacidad para orien-
tar las fuerzas y energías en dirección a una meta. La fuerza de volun-
tad proporciona constancia en las acciones, esfuerzo prolongado en
dirección de una meta, y se opone a un cambio continuo de planes y
trabajos que lleva a imaginar o emprender miles de proyectos que no
suelen ponerse en práctica y mucho menos se culminan.
- Capacidad de esfuerzo: nos referimos a la «voluntad de querer», es
decir, la acción continuada y esforzada para lograr un objetivo o
cumplir una acción. Es el factor que permitirá alcanzar metas difici-
les o que se logran a largo plazo. Permite superar las satisfacciones

117
Trabajo Social Comun rontando junto los desaffos del siglo xxr

inmediatas para luchar por objetivos cuya recompensa no es automá-


tica, sino que se encuentra diferida durante un plazo de tiempo. Asi-
mismo, proporciona capacidad para mantener nuestro esfuerzo y lo-
grar alcanzar las metas previstas.
- Capacidad de convivencia: es una dimensión clave para hacer posi-
ble el equilibrio personal y comunitario. A nivel íntimo, se refiere a
la capacidad de asumir la convivencia con nuestro propio" pasado,
con nuestras experiencias traumáticas y positivas, con nuestra edad,
nuestras limitaciones y nuestras capacidades. En relación con la inte-
racción con otras personas, hace referencia a la capacidad de respe-
tar a los demás, teniendo en cuenta nuestras necesidades y las nece-
sidades, derechos y motivos de los demás. Para desarrollarse, exige
cultivar el aprecio por uno mismo y por los otros, una condición bá-
sica para poder establecer relaciones de amistad y vínculos afectivos
que conllevan la preocupación por el bienestar ajeno.
- Autenticidad: aunque es una de las características más utilizadas en
la publicidad y el marketing, la autenticidad no hace referencia a la
afirmación de uno mismo a través del consumo y de la identifica-
ción con objetos o marcas simbólicamente unidas a dicha idea. La
vida auténtica hace referencia a la trayectoria personal, a la plenitud
ligada a la coherencia con unos valores y unas creencias sólidamente
establecidos. Frente a la falsa autenticidad basada en la identifica-
ción acrítica con un orden externo, sea moral, religioso o político, la
autenticidad se manifiesta en la capacidad crítica, la disposición a
asumir cambios cuando se detectan errores o planteamientos inade-
cuados, el desarrollo de actitudes abiertas a la interacción con los
demás, desde el supuesto básico siguiente: una vida auténtica sólo se
puede obtener en relación con otras vidas auténticas, buscando gene-
rar una interacción social que promueva la autorrealización personal.
De ahí el fuerte peso que en todas las tradiciones ha tenido la idea de
imitación (Gomá, 2005) y la búsqueda de entornos en los que comu-
nitariamente cultivar un modelo de relación basado en valores
compartidos más allá de las presiones del entorno (como sucedió en
los siglos IV y v con la fundación de los monacatos cristianos, o
en los monasterios budistas, o en muchos movimientos comunitarios
actuales).
- Cooperación altruista: se refiere a la capacidad de relacionarnos de
una manera solidaria y gratuita, superando una visión reduccionista
del bienestar personal concebido en términos de intereses egoístas.
Una gran parte de nuestra vida sólo es explicable desde este plantea-
miento: el cuidado de los hijos y las personas mayores, la responsa-
bilidad por el trabajo bien hecho, la actuación pensando en el bienes-
tar de las futuras generaciones... Se trata de un desinterés en un
sentido individualista muy restringido. Desde una perspectiva más

118
Valores. , .a • capaci do

amplia, dado que sólo mediante la interacción con los demás alcan-
zamos la autorrealización personal, nuestro principal interés debería
ser lograr un modelo de cooperación altruista que permitiera desa-
rrollar nuestras capacidades personales y sociales.
- Capacidad de empatía: es una característica básica para lograr una
interacción social adecuada. Se trata de la capacidad de ponerse en
el lugar de la persona, grupo o comunidad con los que nos comuni-
camos o compartimos. Fortalecemos nuestra personalidad cuando
aumentamos nuestra capacidad de vinculación con los otros, desde
una interacción basada en el respeto, la complicidad y la confianza.
En este proceso, la empatía juega un papel fundamental, ya que, al
compartir sensaciones y vivencias, aporta autenticidad y veracidad a
las relaciones entre las personas.
- Optimismo alegre y esforzado: en cada momento de la historia,
personas y comunidades se encuentran en un entorno determinado,
con un conjunto de constreñimientos y posibilidades. Saber inte-
grar las experiencias positivas y negativas, planificar proyectos a
largo plazo que nos permitan aumentar nuestro bienestar y organi-
zarnos en torno a valores que posibiliten el desarrollo de nuestras
capacidades y potencialidades son variables básicas para poder
afrontar la vida. En este sentido, la alegría razonable y un optimis-
mo fundado en la voluntad y nivel adecuado de tolerancia ante la
frustración son indicadores de una personalidad integrada. Quizás
por ello, una de las contradicciones de nuestro estilo de vida pueda
encontrarse en los resultados de las encuestas sobre el nivel de bie-
nestar personal: un mayor nivel económico no siempre conlleva
mayores niveles de bienestar, y pone de relieve la necesidad de
considerar otras dimensiones que entran en juego cuando hablamos
de felicidad y autorrealización.

4. Del diagnóstico a la acción comunitaria: las dimensiones


del empowerment
Al analizar las investigaciones que se han llevado a cabo sobre los efectos
de la intervención basada en la metodología del Trabajo Social Comunita-
rio, podemos diferenciar dos dimensiones del empowerment: el empower-
ment comunitario, manifestando los efectos positivos sobre variables como
los niveles educativos, la evolución del empleo o la mejora de las condicio-
nes de vida; y el empowerment personal, normalmente unido a mejoras sig-
nificativas en la percepción que tienen las personas de sí mismas, de sus fa-
milias y comunidades (Shlay, 1993). Aunque en la literatura científica
sobre este tema a menudo no se diferencia de forma estricta entre ambas di-
mensiones del empowerment, en este epígrafe vamos a establecer un análi-

119
Trabajo Social Comu11itano: afrontando ju los desafios del siglo xx1

sis de cada una de ellas para facilitar el diseño de una estrategia de diagnós-
tico que permita al trabajador social comunitario analizar tanto las caracte-
rísticas de las personas como de las comunidades.

4.1. Analizando el empowerment personal: orientaciones


para el trabajador social comunitario
La dinámica comunitaria en el ámbito del Trabajo Social no puede comen-
zar sin establecer un diagnóstico adecuado del punto en el que se encuen-
tran las personas que van a participar, y de la comunidad en la que se va a
desarrollar el proyecto de intervención. A menudo, se tiende a diagnosticar
la realidad basándonos en aquello de lo que carecemos, en nuestras defi-
ciencias personales, grupales y comunitarias. Sin embargo, un proceso ade-
cuado del fortalecimiento de nuestras capacidades no puede partir solamen-
te de un análisis sobre las carencias. Debe centrarse, sobre todo, en las
habilidades y en las potencialidades de las personas, en los recursos y las
capacidades existentes en la comunidad, para ponerlas en acción, y, a partir
de ellas, recuperar, mejorar o adquirir aquellas otras dimensiones que ac-
tualmente no poseemos en la medida adecuada. Desde nuestra perspectiva,
el trabajador social comunitario debe tener presentes tres principios para
gestionar de manera correcta el proceso de empowerment personal a través
de una dinámica comunitaria:

- En primer lugar, debe llevar a cabo un diagnóstico que se centre


en las habilidades de la persona. Desde una perspectiva errónea, a
menudo los participantes en una dinámica comunitaria consideran
que la forma más correcta de objetivar su situación es confeccio-
nar una lista con sus deficiencias o carencias más importantes. Se
trata de un esfuerzo por contabilizar los vacíos, las inconsistencias
y las contradicciones de personas y comunidades. Con ello, intro-
ducen una dinámica negativa personal y comunitaria. Para el tra-
bajador social comunitario, un principio básico es partir de las ha-
bilidades, capacidades y virtudes realmente existentes, ya que en
su desarrollo se podrá generar un clima de cambio que permita
modificar en sentido positivo las deficiencias. Al contrario, insis-
tir sólo en lo que no podemos cambiar y nos limita únicamente ge-
nera melancolía y pasividad. El Trabajo Social Comunitario debe
enfocar su actividad sobre las habilidades y dones de las personas
en vez de centrarse en sus carencias y limitaciones (Kretzmann y
Mcknight, 1993).
- En segundo lugar, debe evitar los diagnósticos que utilizan concep-
tos que hacen referencia a dichas carencias. El efecto de un diagnós-
tico que se basa en utilizar lo que podemos denominar «etiquetas ne-
120
4. ores. duda cial· capacit a comu d.
gativas», como «analfabeto». «ignorante», «pandillero», «retrasado»,
«precario», <qx>bre», «indecente» o «ex presidiario» es el siguiente:
invisibiliza las habilidades y a la propia persona que porta dicha eti-
queta. De este modo, aparecen ante los demás como individuos sin
valor, y, de forma automática, se tiende a expulsarlas hacia las zonas
marginales de la sociedad. No es lo mismo hablar de alguien dicien-
do que es «inmigrante ilegal, posiblemente delincuente, que trae
consigo enfermedades de otras zonas del mundo y busca trabajo»
que formularlo en estos términos: «es un persona que, debido a las
situaciones dramáticas de su país de origen, ha tenido el valor de
emigrar, jugándose la vida en la clandestinidad, para buscar trabajo
aquí, a pesar de sus enfermedades y limitaciones». Frente a las des-
cripciones que discriminan o estigmatizan, el Trabajo Social Comu-
nitario parte de un principio opuesto: todas las personas tienen habi-
lidades y capacidades valiosas para sí mismas y para la comunidad.
Una comunidad fortalecida, una comunidad con un nivel de empo-
werment adecuado, se distingue por ser un ámbito en el que dichas
capacidades son reconocidas y potenciadas, frente a una comunidad
débil, con lazos frágiles, en la que no se generan procesos de fortale-
cimiento de sus integrantes y en la que muchas personas no pueden
desarrollar sus capacidades.
- En tercer lugar, debe perseguir objetivos razonables. Tanto a nivel
personal como comunitario, establecer metas imposibles de cumplir
es un predictor claro de estrés. El trabajador social no sólo debe cen-
trarse en las habilidades para conocer mejor la comunidad y a las
personas que la integran, y analizarlas evitando etiquetas negativas,
también debe establecer objetivos a corto, medio y largo plazo que
permitan evaluar los logros alcanzados y generar una experiencia po-
sitiva de pequeños cambios que permitan aumentar la confianza in-
dividual y colectiva, favoreciendo así un optimismo posibilista basa-
do en la consecución de metas a lo largo del tiempo.

El conocimiento real sobre nosotros mismos y sobre nuestras comunida-


des se consigue cuando se ponen de relieve nuestras capacidades y nuestras
potencialidades y cuando se establecen objetivos que permiten un proceso
de cambio. Hay que tener en cuenta que nuestro modelo de vida, el proyec-
to de realización personal en el que estamos inmersos de antemano, es el
que determina nuestras carencias y potencialidades. En relación con sus ob-
jetivos destacamos unos aspectos u otros de nuestra personalidad y, en fun-
ción de dicho proyecto como principio interpretativo, nos autodiagnostica-
mos. Quizás por ello personas que en su contexto de origen no percibían
expectativa alguna sobre su vida, no aportaban valor alguno a su entorno
social, al emigrar e instalarse en un nuevo contexto, ponen en juego habili-
dades y potencialidades extraordinarias que quizás nunca habrían sospecha-

121
T .aJO Social C munita tando ju des d• d n

do que tenían si hubieran permanecido inmersas en el entramado social en


el que nacieron.
A continuación presentamos un cuestionario de habilidades que puede
servir de referencia para establecer un modelo de diagnóstico basado en la
descripción de aquellas habilidades que poseen las personas que integran
la comunidad. Al responder sí o no a cada pregunta, cada uno de los inte-
grantes de la comunidad nos ofrece una información detallada sobre sí
mismo permitiéndonos establecer una dinámica de fortalecimiento personal
y comunitario poniendo en juego capacidades que ya posee. Se trata de un
modelo de cuestionario que nos puede servir como ejemplo y que debe ser
readaptado por cada trabajador social dependiendo del proyecto concreto
en el que desarrolla su actividad profesional. Los ámbitos que hemos se-
leccionado pueden agruparse en dos grandes dimensiones:

- En primer lugar, el conjunto de habilidades ligadas a competencias


en el desarrollo de tareas de todo tipo. La dinámica comunitaria se
orienta a transformar el entorno y afrontar retos que tienen que ver
con la educación, la salud o el desarrollo económico, en los que es
necesario poner en juego habilidades concretas que permiten a cada
persona contribuir y a la comunidad en conjunto coordinarse en un
proceso de cambio que mejora sus condiciones de vida. Diferencia-
mos los siguientes ámbitos, como ejemplo para la elaboración de
cuestionarios adaptados al entorno en el que va a desarrollar su
actividad profesional el trabajador social comunitario: el ámbito de
la salud (tabla 1), el ámbito administrativo (tabla 2), el ámbito de la
construcción y la reparación (tabla 3), el ámbito del trabajo de man-
tenimiento (tabla 4), el ámbito de la restauración (tabla 5) y el cuida-
do de niños (tabla 6).
- En segundo lugar, las habilidades relacionadas con la interacción co-
munitaria, la trayectoria personal y la propia autopercepción de la
persona. En este sentido, es relevante objetivar qué habilidades tiene
cada participante y cuáles considera importantes, ya que no siempre
coinciden. Una característica muy común en la dinámica de empo-
brecimiento personal y colectivo suele ser la autodescalificación de
las habilidades que realmente se poseen, en función de otras que son
las que se presentan como deseables en el entorno social en el que se
está inmerso. Su efecto es claro: hace más dificiles el cambio, la in-
tegración en el entorno y el desarrollo personal, ya que justamente
no se valora aquello que cada uno podría aportar. En este sentido,
presentamos un cuestionario sobre los siguientes ámbitos: el ámbito
de las habilidades que cada persona considera prioritarias (tabla 7),
el ámbito de las habilidades comunitarias (tabla 8), el ámbito de las
iniciativas, intereses y experiencias personales (tabla 9) y la informa-
ción personal (tabla 10).
122
4 Valores, ciud cial: capadtando la n ;dad ...
Tabla 1. Habilidades en el ámbito de la salud
Sí /No
1 Cuidado de ancianos
2 Cuidado de enfermos mentales
3 Cuidado de enfermos
4 Cuidado de personas impedidas físicamente
(Si contestó «SÍ» a los ítems 1, 2, 3 o 4, conteste «SÍ» o «no» a lo siguiente:)
¿Qué clase de cuidados son los que usted proporciona?
5 Baños
6 Alimentar
7 Preparación de dietas especiales
8 Ejercicio y acompañamiento
9 Arreglar, acicalar
10 Vestir
11 Hacer que la persona se sienta cómoda y cuidada

FUENTE: Kretzmann, J. P. y Mcknight, J. L. (1993): Building Communities from the Inside Out: A
Path Toward Finding and Mobilizing a Community's Assets. lnstitute for Policy Research. Evans-
ton, IL, p. 19.

Tabla 2. Habilidades en el ámbito administrativo


Sí I No
1 Pulsaciones a máquina
2 Uso de calculadora
3 Archivo alfabético
4 Recogida de mensajes telefónicos
5 Escritura de cartas de negocios (no a máquina)
6 Vigilar los suministros
7 Taquigrafía
8 Contabilidad
9 Entrada de información al ordenador
10 Procesamiento de palabras

FUENTE: Kretzmann, J. P. y Mcknight, J. L. (1993): Building Communitiesfrom the Inside Out: A


Path Toward Finding and Mobilizing a Community 's Assets. lnstitute for Policy Research. Evans-
ton, IL, p. 19.

123
~ bajo Social Comunitar ontando ju ne los desafios del siglo xxr
Tabla 3. Habilidades en el ámbito de la construcción y la reparación
Sí/ No
1 Pintura
2 Construcción o reparación de madera
3 Demolición de construcciones
4 Derribo de paredes
5 Empapelamiento de paredes
6 Reparación de mobiliario
7 Reparación de cerraduras
8 Construcción de garajes
9 Modernización de cuartos de baños
10 Construcción de habitaciones adicionales
11 Trabajo con azulejos
12 Instalación de canalones y grifería
13 Reparaciones de fontanería
14 Reparaciones eléctricas
15 Bricolaje y albañilería
(Pare aquí si no ha efectuado una respuesta afirmativa hasta este momento)
16 Construcción de armarios
17 Modernización de cocinas
18 Construcción de muebles
19 Instalación de aislamientos
20 Yesero
21 Soldador
22 Trabajo de precisión
23 Instalador de cubiertas para suelos
24 Reparación de chimeneas
25 Instalación de sistemas de frío y calor
26 Colocación de revestimiento exterior
27 Limpieza de chimeneas
28 Construcción de piscinas
29 Instalación o reparación de tejados
FUENTE: Kretzmann, J. P. y Mcknight, J. L. (1993): Building Communities from the Inside Out: A
Path Toward Finding and Mobilizing a Community 's Assets. lnstitute for Policy Research. Evans-
ton, IL, p. 20.

124
·l res udad al: capacit ido a l rnu idad.

Tabla 4. Habilidades para el trabajo de mantenimiento


Sí I No
l Limpieza de ventanas
2 Limpieza de suelos
3 Instalación de tuberías
4 Enmasillado
5 Limpieza general del hogar
6 Arreglar escapes en un grifo
7 Cortar el césped
8 Plantar y cuidar el jardín
9 Podar árboles
10 Limpieza y mantenímiento de piscinas
11 Pulir suelos
12 Pulir la madera
FUENTE: Kretzmann, J. P. y Mcknight, J. L. (1993): Building Communities .from the Inside Out: A
Path Toward Finding and Mobilizing a Community's Assets. lnstitute for Policy Research. Evans-
ton, IL, p. 20.

Tabla 5. Habilidades en el ámbito de la restauración


Sí /No
l Catering
2 Servir comida a un gran número de personas (más de IO)
3 Preparar comidas para gran cantidad de personas (más de 10)
4 Limpieza o preparación de la mesa para un gran número de personas
(más de 10)
5 Limpiar los platos de un número elevado de personas (más de 1O)
6 Manipulaciones comerciales de comida
7 Servicio como camarero
8 Corte de carne
9 Uso de hornos de pan y pasteleros
FUENTE: Kretzmann, J. P. y Mcknight, J. L. (1993): Building Communities .from the Inside Out: A
Path Toward Finding and Mobilizing a Community's Assets. lnstitute for Policy Research. Evans-
ton, IL, p. 21.

Tabla 6. Habilidades en el ámbito del cuidado de niños


Sí/ No
l Cuidado de bebés (menos de 1 año)
2 Cuidado de niños (de 1 a 6 años)
3 Cuidado de niños (de 7 a 13 años)
4 Llevar a niños de excursión
FUENTE: Kretzmann., J. P. y Mcknight, J. L. (1993): Building Communitiesfrom the Inside Out: A
Path Toward Finding and Mobilizing a Community 's Assets. Institute for Policy Research. Evans-
ton, lL, p. 21.

125
Tabla 7. Habilidades prioritarias

l Cuando piensa en sus habilidades, ¿cuáles son las tres cosas que
cree que hace mejor?
a)
b)
c)
2 ¿Qué habilidad posee usted que sea tan buena como para que otras
personas quieran contratarle por ella?
a)
b)
c)
3 ¿Tiene alguna habilidad que le gustaría enseñar a otros?
a)
b)
c)
4 ¿Qué habilidades le gustaría más aprender?
a)
b)
c)

FUENTE: Kretzmann, J. P. y Mcknight, J. L. (1993): Building Communitiesfrom the lnside Out: A


Path Toward Finding and Mobi/izing a Community's Assets. lnstitute for Policy Research. Evans-
ton, IL, pp. 23-24.

Tabla 8. Habilidades comunitarias


Sí No
Ha organizado usted alguna vez o ha participado en alguna de las siguientes
actividades comunitarias? (Marcar en caso afirmativo)
1 Boy scouts
2 Recaudador de fondos para la Iglesia
3 Asociación de padres en un colegio
4 Equipo deportivo
5 Acampadas para niños
6 Excursiones
7 Campañas políticas
8 Portero en un club
9 Grupos comunitarios
10 Venta ambulante
11 Dispensador de comida en un centro benéfico
12 Cuidado de jardines comunitarios
13 Organizaciones vecinales
14 Otros grupos o trabajos comunitarios

FUENTE: Kretzmann, J. P. y Mcknight, J. L. (1993): Building Communitiesfrom the lnside Out: A


Path Toward Finding and Mobi/izing a Community Assets. Institute for Policy Research. Evans-
ton, IL, p. 24.

126
re ciuda capac1tand1 • e unid 1
Tabla 9. Tipos de iniciativas, intereses y experiencia
Sí I No
1 Intereses en la actividad empresarial
a) ¿Ha considerado usted alguna vez comenzar un negocio?
En caso afirmativo, ¿en qué clase de negocio estaba interesado?
b) ¿Planeaba emprender su negocio solo o con otras personas?
Solo Con otros
c) ¿Planeaba llevarlo a cabo fuera de su hogar?
d) ¿Qué obstáculos le impidieron emprender su negocio?
2 Actividad empresarial
a) ¿Recibe ingresos en la actualidad por su actividad de autónomo
en la venta de servicios o productos?
b) En caso afirmativo, ¿cuáles son los servicios o los productos
que usted vende?
c) ¿A quién se los vende?
d) ¿Cómo consigue clientes?
e) ¿Qué ayudaría a la mejora de negocio?

PUENTE: Kretzmann, J. P. y Mcknight, J. L. ( 1993 ) : Building Communitíes firom the lnside Out: A
Path Toward Finding and Mobilizing a Community 's Assets. Institute for Policy Research, Evans-
ton, IL, pp. 24-25.

Tabla 10. Información personal

1 Nombre
2 Dirección
3 Teléfono
4 Edad
(Si la edad no es precisa, preguntar si la persona está en la adolescencia,
veintena, treintena, etc.)
5 Otras cuestiones que le gustaría señalar:

FUENTE: Kretzmann, J. P. y Mcknight, J. L. ( l 993): Building Communities from the Inside Out: A
Path Toward Finding and Mobilizing a Community 's Assets. Institute for Policy Research. Evans-
ton, IL, p. 25.

4.2. Analizando el empowerment comunitario: orientaciones para el


trabajador social comunitario

¿Cuál es el objetivo final de cualquier intervención basada en la metodolo-


gía del Trabajo Social Comunitario? Lograr una comunidad autoorganizada
que pone en juego sus capacidades, que afronta retos colectivos, que trans-

127
bajo :ial munitari fl d año~ del 51Q n

forma su entorno y que modifica su propia dinámica interna para facilitar


la realización personal de sus integrantes. Por ello, aunque el trabajador so-
cial comunitario, y el equipo de trabajo multidisciplinar con el que desarro-
lla su actividad profesional, constituyen piezas clave en este proceso, a lo
largo de todo el proyecto de intervención una meta fundamental es delegar
el poder en la comunidad, capacitarla para autogestionarse, para autoeva-
luarse y para hacer frente tanto a posibles éxitos como a fracasos en el lo-
gro de los objetivos propuestos. El liderazgo del trabajador social es siem-
pre temporal, y está orientado a generar capacidad de liderazgo en la
comunidad. Debe tener presente que su protagonismo es provisional. En
este sentido, hay que mantener un delicado equilibrio entre dos polos. Por
un lado, hay que tomar en consideración el sistema de poder, las jerarquías
y la autoridad tal y como de hecho funciona en la comunidad en la que se
va a desarrollar el proyecto. Por otro, hay que generar una nueva distribu-
ción del poder que permita afrontar los retos y favorecer el ejercicio de la
ciudadanía de cada uno de los participantes. A menudo, las estructuras del
poder establecido refuerzan un determinado orden social, una estratifica-
ción que busca perpetuar el statu quo inicial. En este delicado equilibrio, el
trabajador social debe partir de los liderazgos existentes para comprometer-
los en el proceso de mejora del empowerment comunitario, pero también
debe procurar establecer una dinámica diferente en la que no se reproduzca
sin más el orden establecido.
La organización de una comunidad para lograr metas establecidas en un
autodiagnóstico compartido exige tomar en consideración una serie de fac-
tores que determinan el ambiente interno de la comunidad. La confianza, la
lealtad, la honestidad, los objetivos compartidos, el reconocimiento de los
otros como ciudadanos son características que deben integrarse en un mode-
lo de interacción que afronte los cambios del entorno, los cambios internos
y la evaluación de los resultados obtenidos. Reelaborando el perfil de carac-
terísticas organizacionales propuesto por Likert, podemos diferenciar los si-
guientes factores que determinan el ambiente psicosocial de una comunidad:

- Procesos de dirección: se trata de analizar cómo se organiza la comu-


nidad, cómo se distribuyen las funciones y el proceso de liderazgo.
Por ejemplo, ¿cómo se debaten y se utilizan las aportaciones cons-
tructivas de las personas encargadas de una tarea, de las personas que,
aunque no se encargan de dicha tarea, tienen una opinión fundada so-
bre ella?, ¿cómo nos relacionamos dentro de la comunidad con aque-
llos que lideran en un ámbito determinado?, ¿cómo se relaciona el
trabajador social y su equipo con las personas que integran la comu-
nidad (depositan confianza -mucha, poca o ninguna-, hablan con
libertad tanto unos como otros -mucha, poca o ninguna-)?
- Procesos de motivación: el trabajador social debe establecer los mé-
todos que se van a utilizar para motivar a los participantes. Por ejem-

128
4. Valores, dudada - al: capacitando a la comunidad •••

plo, el uso de valoraciones positivas sobre las habilidades evitando lo


que hemos denominado «etiquetas negativas». También hay que re-
saltar la importancia de la corresponsabilidad como elemento de mo-
tivación y como factor clave para lograr una progresiva transmisión
del liderazgo a la comunidad. Sólo una comunidad responsable de sí
misma puede gestionar su futuro de una forma eficiente. Y, final-
mente, hay que evaluar el trabajo en equipo dentro de la comunidad,
ya que la propia especialización en tareas acordes con nuestras capa-
cidades lleva a una división de objetivos por grupos dentro de la co-
munidad.
- Procesos de comunicación: hace referencia al modelo de comunica-
ción que se establece dentro de la comunidad. El trabajador social
comunitario debe estar particularmente atento a los procesos de co-
municación. Por ejemplo, al modo en que circula la información
(¿siempre desde arriba, desde el trabajador social hacia los integran-
tes de la comunidad?), a la integridad de los mensajes (¿en qué gra-
do la información se transmite tal y como se formuló en su origen?:
de forma exacta, o casi siempre exacta, o a menudo inexacta) o a la
comunicación informal entre los miembros de la comunidad (si el
trabajador social no tiene en cuenta la comunicación informal, puede
no captar cómo las metas propuestas y los medios establecidos son
percibidos por la comunidad).
- Procesos de toma de decisiones: hace referencia al grado de partici-
pación existente en la toma de decisiones, al nivel en el que se toman
dentro de la estructura de poder de la comunidad. Aunque el objetivo
del trabajador social es lograr un fortalecimiento de la capacidad de
toma de decisiones comunitaria, hay que tener en cuenta la especiali-
zación de las actividades. En algunos casos, la toma de decisiones en
asambleas se realiza cada cierto tiempo. En otros, la toma de deci-
siones diaria hace necesario desarrollar un sistema lo más participa-
tivo posible. El trabajador social puede preguntarse: ¿en qué nivel se
toman las decisiones?, ¿en el equipo de profesionales, sin participa-
ción de los afectados?, ¿en asambleas en las que todos participan?,
¿qué influencia tiene el modelo de toma de decisiones en el proceso
de capacitación colectiva?
- Procesos de establecimiento de metas: una cuestión clave en el desa-
rrollo del empowerment comunitario es cómo establecer las metas y
cómo abordar las posibles resistencias para alcanzarlas que se dan en
el entorno socioeconómico e institucional en el que se encuentra in-
mersa la comunidad. Estas dificultades pueden encontrarse también
dentro de la misma comunidad, ya que no todos los participantes
pueden compartir con la misma intensidad e idéntico interés el obje-
tivo propuesto (siempre se dan, junto a los movimientos de integra-
ción, conformidad y adaptación, movimientos de disidencia y criti-

129
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafios del siglo xx1

ca). El trabajador social puede preguntarse: ¿cómo se establecen las


metas?, ¿hasta qué punto son un producto de un autodiagnóstico co-
munitario y hasta qué punto reproducen el discurso ideológico vi-
gente en el entorno cultural?, ¿se analizan y discuten en grupo, o se
establecen por parte de aquellos que ejercen un liderazgo fuerte en la
comunidad?, ¿cuánta resistencia encubierta existe en relación con las
metas propuestas (mucha, poca, ninguna)?
- Procesos de control y evaluación: se trata de analizar los procesos de
evaluación y sus consecuencias sobre la dinámica comunitaria. El
trabajador social puede preguntarse: ¿dónde residen las funciones de
evaluación y control: en el propio trabajador, en el equipo que desa-
rrolla el proyecto, en las personas más implicadas de la comunidad o
en la propia comunidad?, ¿para qué se usan los resultados de la eva-
luación?, ¿cómo establecer estrategias para lograr metas a partir de
los resultados obtenidos en la evaluación?

Existen innumerables ámbitos en los que desarrollar la metodología del


Trabajo Social Comunitario, y esto implica una gran diversidad de formas
de organizar las comunidades a partir de su propia trayectoria cultural y de
las decisiones que toman las personas que las integran. El trabajador social
comunitario aporta su preparación técnica, su capacidad de liderazgo, su
conocimiento de los problemas comunitarios, del entorno institucional y de
otras experiencias similares que se han llevado a cabo en otros lugares del
mundo. El punto de partida es buscar la interdependencia de los ciudada-
nos, de sus asociaciones locales y de sus instituciones para fortalecer sus
capacidades y actuar comunitariamente para cambiar su entorno. Pero no
existe un único modelo de organización formal, y en ocasiones ni siquiera
se da algo así como un modelo formal. «La comunidad es principalmente
un grupo social que se basa en el sentimiento que las personas tienen unas
por otras. Puede existir sin organización formal, y ni siquiera es necesario
que la gente sea consciente de compartir los mismos fines e intereses, aun-
que esto puede ayudar. En esencia, consiste en el sentimiento de pertenen-
cia respecto del bienestar del grupo y de participación en él. Se acrecienta
con la reunión de las personas, con su entrelazamiento en grupos pequeños
y democráticos de toda clase, y se fortalece aprendiendo a considerar el
bienestar de los demás y el respeto por sus opiniones» (Batten, 1974: 80).
Podemos concluir este análisis del empowerment comunitario exponiendo
una serie de elementos que favorecen el fortalecimiento de las comunida-
des contribuyendo al desarrollo de su bienestar a lo largo del tiempo:

- Capacidad de análisis. Antes de actuar, hay que delimitar con clari-


dad el problema que se va a abordar y la metodología adecuada para
alcanzar los objetivos establecidos. En este ámbito, el trabajador so-
cial desempeña un papel crucial, ya que, por su formación teórica y

130
4. Valores, dudada Jocial: capacitando a La comunidad .•.

su experiencia práctica. puede elaborar un análisis esclarecedor de la


situación en la que se encuentra la comunidad facilitando que sus in-
tegrantes puedan alcanzar una comprensión adecuada de sí mismos,
de los problemas en los que están inmersos y de las posibles estrate-
gias para afrontarlos. El objetivo final es capacitar a la comunidad
para desarrollar diagnósticos acertados. En la medida en que esto se
consigue, la comunidad adquiere una gran libertad de actuación,
puede planificar sus propias actividades y alcanza un nivel adecuado
de empowerment comunitario.
- Capacidad de planificar y controlar el cambio. Es necesario que la
comunidad pueda afrontar los cambios y gobernarlos conforme a las
metas propuestas. Debe ser capaz de identificar alternativas y posi-
bles soluciones a los problemas que se generan durante la dinámica
comunitaria, reformulando si es necesario los objetivos establecidos.
Jerarquizar las necesidades, actuar de manera racional, aplicar el
sentido común y ser capaz de prever los efectos derivados de las ac-
ciones que emprende conforman un conjunto de habilidades necesa-
rias para poder gestionar el crecimiento personal y el desarrollo co-
munitario.
- Capacidad para trabajar en equipo. En la planificación, en la inter-
vención y en la evaluación de cualquier proyecto de Trabajo Social
Comunitario es fundamental disponer de las habilidades necesarias
para el trabajo en equipo. Podemos destacar las siguientes:

° Comunicación: no puede darse un trabajo en equipo si no existe un


modelo de comunicación adecuado. La comunicación debe ser
sincera, honesta, estar orientada al análisis y debate sobre los obje-
tivos establecidos. Pero también debe establecerse un modelo de
comunicación en el que se transmita la visión alentadora y positiva
tanto de los logros alcanzados como de las metas futuras. Por ello,
debe incluir los razonamientos abstractos, las emociones, palabras,
símbolos y sensaciones que generen complicidad, sentimiento de
pertenencia y reciprocidad.
0
Habilidades relacionales: los miembros de la comunidad estable-
cen necesariamente vínculos y relaciones entre sí. Por ello, una de
las tareas más importantes del trabajador social comunitario es
proporcionar un conjunto de patrones de interrelación que permi-
tan una mejora de la comunicación personal, haciendo posible tra-
bajar en equipo y gestionar los cambios y las oportunidades deri-
vados de la acción comunitaria. En este sentido, debe establecer
una estrategia adecuada para modificar aquellas relaciones poco
constructivas o no beneficiosas para la buena marcha de la comu-
nidad, que ya existían previamente o que se generan durante el pe-
ríodo en el que se desarrolla el proyecto de intervención.

13 1
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo xx1

° Capacidad para asumir responsabilidades: se trata de una habilidad


que muestra el nivel de madurez alcanzado por una persona y por
una comunidad. En la medida en la que asume la responsabilidad
por sus acciones, la comunidad se vuelve más fuerte y sólida, y
también más flexible y dinámica para integrar y afrontar nuevos
retos.
0 Toma de decisiones: el paso previo para tomar decisiones es des-

cribir correctamente el problema de que se trata, el entorno comu-


nitario en el que se contextualiza y la dinámica adecuada que debe
emprenderse para afrontarlo. Frecuentemente, en la vida cotidiana
este proceso se realiza de forma implícita, y se solucionan los pro-
blemas rápidamente. Pero el trabajador social comunitario debe
prestar especial atención a aquellos problemas complejos, y las
posibles repercusiones que las diferentes opciones para solucionar-
los van a generar en la comunidad. En estos casos, es necesario
desarrollar un proceso estructurado de toma de decisiones compar-
tidas en el que la información sobre las posibles soluciones y sus
consecuencias se difundan en toda la comunidad y se genere un
consenso razonable en torno a la opción más eficaz.
o Solución de conflictos: si la comunidad es capaz de asumir res-
ponsabilidades y tomar decisiones, en la mayoría de los casos los
conflictos y problemas internos y externos pueden resolverse. Sin
embargo, las personas y las comunidades deben alcanzar un nivel
adecuado de tolerancia a la frustración, asumiendo las limitaciones
de las acciones, analizando los problemas y emprendiendo nuevas
estrategias para solucionarlos, sin derrumbarse si no se alcanzan
totalmente los objetivos propuestos.

- Capacidad de movilización: es un elemento clave en la dinámica co-


munitaria. Ante problemas estructurales que demandan una acción
colectiva, la comunidad se moviliza en dos dimensiones: se articula
internamente, en relación con las habilidades de sus miembros, con
el proceso de toma de decisiones, con el diagnóstico compartido y
con la distribución del poder; y se organiza como actor social en re-
lación con un objetivo externo, movilizándose colectivamente y bus-
cando ejercer la capacidad de presión adecuada para lograr las metas
establecidas.

Un ejemplo de empowerment comunitario en el ámbito económico pue-


de encontrarse en el modelo de desarrollo económico participativo local co-
munitario que lleva a cabo desde 1995 la Fundación Carvajal en la ciudad
de Cali (Colombia). Podemos resumir brevemente esta experiencia con los
propios términos utilizados en sus documentos de evaluación, que resaltan
cuatro aspectos:

132
4. Valores, ciudadanía Tr ..11jo Social: capacitando a la comunidad •.•

- La búsqueda de un diagnóstico compartido:

«Antes de trabajar con una comunidad el trabajador social debe de-


dicar tiempo a observar y escuchar a los residentes de la comunidad
para ver los temas de interés común y cómo ellos los expresan.
Usando esos temas y su lenguaje, se facilita el diálogo de pequeños
grupos y los diálogos entre participantes comunitarios» (www.fun-
dacioncarvajal.org.co).

- Fases del proyecto:

«La primera fase del diálogo trata con valores, autoestima y motiva-
ción. A través de una (auto) reflexión crítica, los participantes se
vuelven conscientes de hasta qué punto la dependencia y el indivi-
dualismo subyacen en sus creencias. La dependencia se puede aso-
ciar a los líderes comunitarios, quienes son protectores y aparecen
como personas sacrificadas con respecto a su comunidad. Cuando
aparece la disposición a romper con las creencias de dependencia y
la intención entre los miembros comunitarios de hacerse los arqui-
tectos de sus propias vidas, empieza la segunda fase.
»La segunda fase de los diálogos refuerza las destrezas de los
participantes para alcanzar la autosuficiencia y el liderazgo eficaz,
empezando por el liderazgo de su propia vida. Desarrollar una visión
positiva de uno mismo, de la propia familia y de la comunidad es el
primer paso. Este diálogo puede destapar las creencias y valores que
debilitan a la persona, como la búsqueda de la recompensa inmedia-
ta, el cumplir por cumplir, falta de lucha y perseverancia, lo que pro-
voca que la persona se amolde a las circunstancias no importa cuáles
sean éstas, fijarse objetivos difíciles de cumplir y poco realistas,
adoptar para uno las visiones consumistas. Discutiendo sus propios
puntos de vista, los participantes aclaran sus conceptos sobre calidad
de vida. ¿Qué es la calidad alta de vida?, ¿cuál es su apariencia?,
¿son imágenes, sonidos, colores, sensaciones ... ? Definición de la
calidad alta de vida, personal, familiar y comunitaria y cuáles son los
elementos que deben estar presentes. Después de verbalizar sus pun-
tos de vista, los participantes hacen su propia planificación estratégi-
ca de cómo alcanzarla. ¿Qué elementos deben estar presentes para
una comprensión adecuada? ¿Cuáles de esos elementos proporciona-
rían alta calidad de vida con menos tiempo y costo? ¿Cómo paso de
mi estado de vida actual a una vida de más calidad con la mayor efi-
cacia y eficiencia? ¿Cuál es mi objetivo para hoy, mañana, el próxi-
mo mes y el próximo año? ¿Cuáles son las cualidades personales
que me pueden ayudar mejor a lograr mi objetivo? ¿El humor, la pa-
ciencia, la disciplina, la flexibilidad, el compromiso ... ?

133
Trabajo Social Comw ita1 ~ frontando junto!> los desafios del siglo XXI

»Los participantes también conversan acerca de las característi-


cas de un buen líder: cada uno necesita ser un líder, en el sentido de
alguien que persigue su autodesarrollo en armonía con el desarrollo
de la comunidad. El bienestar de uno es parte y parcela del bienestar de
la comunidad. En este sentido, el entrenamiento finaliza con un ejer-
cicio de planificación estratégica, con el objetivo de crear una visión
para la comunidad. El objetivo del desarrollo económico comunitario
es aumentar la calidad de vida de la comunidad. ¿Cuál es la calidad
de vida que queremos? ¿Cómo conseguirla, siguiendo un método que
nos permita que el proyecto sea nuestro proyecto, autosustentado,
automanejado, autosuficiente y autodependiente?» (www.fundacion-
carvajal.org.co ).

- El principio básico para el trabajador social comunitario:

El desarrollo económico comunitario participativo no puede ser sos-


tenido a menos que descanse en los individuos internamente poten-
ciados (empowerment), es decir, individuos que puedan acceder a sus
fuentes internas de poder sin depender de transferencias de poder ex-
terno, sea financiero, técnico o político. De otro modo, los esfuerzos
simplemente refuerzan la dependencia, el paternalismo, el asisten-
cialismo y la mentalidad de «pedir>> soluciones procedentes de fuera.

- El logro de metas:

«A través de los diálogos el trabajador social refuerza las destrezas


necesarias para la construcción de una comunidad participativa pi-
diendo a los participantes que se reflejen en el proceso de grupo, in-
dependientemente de que el proceso vaya mal o bien.
»El grupo identifica los elementos facilitadores de la comunica-
ción, por ejemplo: vincular los pensamientos con palabras, descifrar
mensajes, realizar interpretaciones, ponerse uno mismo en el lugar
del otro para entender los valores, puntos de vista y emociones que
se esconden detrás de los mensajes que envía.
»El trabajador social refuerza los valores que promueven la cons-
trucción de comunidad entre los participantes, como: solidaridad, res-
ponsabilidad, sentido de conexión de unos con otros y cooperación.
»A nivel individual, los participantes describen sus responsabili-
dades para construir comunidad en el grupo: escuchar, entender, con-
fiar, respetar, ser honesto y resolver conflictos para el beneficio de
todo el grupo y de la comunidad» (www.fundacioncarvajal.org.co ).

134
5. Dinámica del Trabajo
Social Comunitario

1. Introducción
Desde una perspectiva histórica, la generación de las situaciones de pobre-
za y exclusión social, al igual que el desarrollo de la ciudadanía democráti-
ca y el Estado del Bienestar, constituyen dos procesos complejos en los que
influyen las decisiones individuales y la configuración estructural de nues-
tras sociedades. A menudo, la pobreza material, resultado de un complejo
proceso de acumulación de desigualdades, va unida a lo que podemos de-
nominar la pobreza relacional y comunitaria: colectivos desestructurados,
sin capacidad de acción colectiva. si 11 capacidad de tomar conciencia de su
situación y actuar comunitariamente para detectar sus problemas y estable-
cer estrategias para resolverlos.
Desde la psicología comunitaria (Montero. 2004) y desde el trabajo co-
munitario aplicado a diversos sectt•res (salud educación, igualdad entre
hombres y mujeres, etc.), el fortalecimiento de los vínculos comunitarios.
la toma de conciencia personal y co ectiva sobre las propias necesidades y
la mayor efectividad de cualquier propuesta de reforma que surge desde los
propias personas que las padecen se han constituido en objetivos básicos
para poder afrontar retos que de otrc modo difícilmente pueden resolverse.
En este sentido. la articulación de las sociedades democráticas en torno al
concepto de ciudadanía también ha -;upuesto un cambio estructural, un re-
descubrimiento del otro. sea varón, mujer, o de otra etnia. como sujeto au-
tónomo y con derechos. Y precisamente porque la democracia se configura

135
Trabajo Social Comunitario: afrontando junto los desaños del siglo XXI

como un sistema de representación de ciudadanos, la capacidad de organi-


zarse colectivamente para defender sus derechos, sus propuestas o sus inte-
reses se convierte en una herramienta clave de la dinámica democrática.
Podemos formular tres principios básicos que hay que tomar en conside-
ración para poder diseñar una dinámica adecuada desde la perspectiva del
Trabajo Social Comunitario:

- En primer lugar, la diversidad, que hace referencia a la gran variedad


de ámbitos de aplicación. Cualquier estrategia para favorecer el for-
talecimiento de los vínculos comunitarios debe partir de un análisis
detallado del entorno en el que se va a intervenir. El entorno de un
barrio degradado de una gran ciudad en Europa o Estados Unidos,
aunque presente tasas de pobreza tan elevadas como las de una ciu-
dad de un país del denominado Tercer Mundo, demanda un acerca-
miento específico diferente del de una zona urbana de un país inmer-
so en el subdesarrollo o de una zona rural en la que las principales
demandas se centran en alcanzar niveles adecuados de potabilidad
del agua o en incorporar a la vida cotidiana pautas de comporta-
miento apropiadas en el ámbito de la salud. El contexto en el que la
comunidad organizada defiende o reclama sus derechos es muy dife-
rente en unos países u otros, y por supuesto lo son los medios de los
que se dispone, tanto públicos como privados. La gran diversidad,
derivada de factores económicos, políticos, étnicos, territoriales, ur-
banos y rurales, exige una fuerte especialización del trabajador so-
cial comunitario y una metodología clara en la que el diagnóstico sea
lo más preciso posible, para poder elaborar estrategias viables.
En este sentido, la propuesta que vamos a realizar en este capítu-
lo sobre dinámica del Trabajo Social Comunitario se basa en un aná-
lisis de diversas experiencias tanto en los países de la OCDE como
en los países en vías de desarrollo. La hemos formulado con el sufi-
ciente nivel de generalidad para que pueda servir a los trabajadores
sociales tanto en contextos urbanos como rurales, en sociedades tec-
nológicamente avanzadas como en sociedades que se hallan sumer-
gidas en un proceso incipiente de cambio tecnológico y económico.
Además, la diversidad de ámbitos de aplicación del Trabajo Social
Comunitario no puede ocultar un hecho claro: la mayor homogeniza-
ción de ciertos avances y retos en todas las sociedades. Lo que se de-
nomina la «globalización» tiene como resultado la emergencia de
sociedades cosmopolitas y avanzadas en todos los lugares del globo
terráqueo, de tal forma que podemos encontrarnos tanto en países ri-
cos como en países en vía de desarrollo, tanto en Madrid como en
Bogotá, La Paz o Shanghai. A la hora de abordar la diversidad, junto
con el diagnóstico de los problemas a resolver y oportunidades a
aprovechar, hay que tener también en cuenta las grandes diferencias

136
• - m1ca del Trabajo Social Comunitario

a nivel institucional: según el modelo de Estado del Bienestar, o la


ausencia de éste, los objetivos del profesional del Trabajo Social Co-
munitario tienen que variar. y la comunidad autoorganizada tiene
que definir sus preferencias en función del entorno institucional 'feal,
que establece un campo de juego para alcanzar sus objetivos.
- En segundo lugar, la participación de la comunidad en todos los pro-
cesos: tanto en el diagnóstico o la puesta en marcha de las estrategias
de intervención como en la evaluación. La comunidad, al organizar-
se, posibilita un mejor diagnóstico de lo que le sucede, por dos cues-
tiones: en primer lugar, porque al formular sus propios problemas
nos permite jerarquizarlos y analizarlos en función de su percepción.
Esto desemboca en una mayor efectividad al aplicar la dinámica co-
munitaria en una u otra dirección, ya que nos permite concentrar
nuestros esfuerzos en la resolución de los problemas que la propia
comunidad ha formulado. En segundo lugar, porque, al conceptuali-
zar sus problemas, aumenta el autoconocimiento de los participantes
y de la comunidad y favorece un mejor conocimiento del medio. De
ahí que numerosas intervenciones profesionales de los trabajadores
sociales comunitarios se apoyen en el análisis participativo, según el
modelo del Análisis e Intervención Participativa (IAP).
En este sentido, la elaboración de indicadores para diagnosticar
los problemas, establecer los objetivos a alcanzar y las acciones a
realizar, y la evaluación de éstas, debe diseñarse a partir de un proce-
so de participación de la comunidad. Además, la comunidad organi-
zada no sólo ayuda al diagnóstico: mediante la participación colecti-
va para analizar la situación y autodiagnosticarse, establecemos las
bases para una organización comunitaria indispensable para que pue-
dan alcanzarse los objetivos establecidos. El Trabajo Social Comuni-
tario trata, a través de la creación, fortalecimiento y preparación de
la comunidad, de abordar determinados retos que sólo se pueden re-
solver desde la óptica de la acción comunitaria. Por ello, debe bus-
carse la inclusión de toda la comunidad en el trabajo colectivo, ex-
plicando el diagnóstico (convirtiéndolo en un autodiagnóstico en el
que la comunidad se reconoce a sí misma), compartiendo el plan de
trabajo que se va a desarrollar y realizando una evaluación también
comunitaria.
- En tercer lugar, la adaptación al contexto, aprovechando las estruc-
turas comunitarias existentes. Es decir, el trabajador social comuni-
tario debe partir de un principio provechoso: utilizar las organizacio-
nes ya existentes, articulando su trabajo conjunto y potenciándolas,
antes de crear nuevas organizaciones. Igualmente, debe partir de las
redes sociales existentes, de las formas de interrelacionarse y de los
patrones de comportamiento, sin caer en la aparente brillante estrate-
gia de diseñar desde cero, de la nada, un modelo de organización y

137
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo xx1

de acción comunitaria que después debe aplicarse y deben aprender


las personas con las que trabaja. Un diagnóstico adecuado debe par-
tir siempre de la realidad social tal y como puede objetivarse, y
como es vivida por los que se encuentran inmersos en ella. Es en el
ámbito de la vida cotidiana donde se generan las situaciones de ex-
clusión y donde se establecen las barreras que hay que superar para
lograr la inclusión social. Los riesgos comunitarios, es decir, aque-
llos que afectan a la comunidad, pueden ser laborales, ecológicos,
educativos, sanitarios y de muchos otros tipos, pero, en todos los ca-
sos, las ventajas y los problemas que implican las alternativas posi-
bles para hacerles frente dependen de los contextos locales, en los
que operan formas de comunicación, valores y principios en ocasio-
nes muy diferentes.
La primera pregunta para el trabajador social comunitario es, en
este sentido, ¿cómo es la comunidad, cómo es el entorno en el que
voy a programar una intervención basada en la metodología del Tra-
bajo Social Comunitario? Es preciso generar una dinámica de cam-
bio a partir de la cultura y los valores de cada comunidad, no simple-
mente reforzándolos, pero sí partiendo de ellos para alcanzar una
situación distinta, en la que se pueden superar los riesgos exclusóge-
nos que operan en ese contexto. La comunicación dentro de la comu-
nidad, y del trabajador social con las personas que la componen, tie-
ne unas características que deben utilizarse para difundir los avances
y las dinámicas positivas que se generan a través de la intervención
del trabajador social. Pero esto no puede hacerse al margen de la for-
ma normal de vivir, comunicarse y trabajar de la comunidad. Hay
que partir de las potencialidades existentes, mediante un diagnóstico
participativo que permita convertir el proyecto de organización co-
munitaria en un proyecto de todos, un proyecto colectivo que posibi-
lite actuar de manera conjunta frente a desafios estructurales. El ob-
jetivo de la intervención profesional de los trabajadores sociales
comunitarios no se reduce, desde esta perspectiva, a dinamizar la co-
munidad para que colectivamente demande determinados bienes y
servicios a las administraciones. También tiene como objetivo forta-
lecer la propia comunidad y su capacidad para hacer frente a los re-
tos cotidianos mediante una mejor autoorganización, diseñando es-
trategias más eficaces.
Más que buscar la respuesta institucional, en numerosos contex-
tos el objetivo básico es el siguiente: organizar mejor a la comuni-
dad, cambiar sus prácticas habituales, por ejemplo en el ámbito de la
salud, y aprovechar el potencial tanto de las personas que la forman
como de aquellos que, a través de organizaciones de voluntariado,
cooperan para mejorar sus condiciones de vida. Proyectos como la
banca de microcréditos para mujeres en la India no tendrían sentido
138
" ca del Trabajo Social Comunitario

sin analizar su estilo de vida y las oportunidades reales de negocio


para estos colectivos, de una forma completamente adaptada al en-
torno. Más que adoptar las pautas productivas y de prestación de ser-
vicios de los países occidentales, se trata de dar más fortaleza y ca-
pacidad a las comunidades para aprovechar sus oportunidades, en su
contexto real. Para ello, es fundamental partir de las organizaciones
ya existentes y realiz.ar un diagnóstico que no quede sesgado por la
forma de pensar y los juicios previos en los que se ha socializado el
profesional del Trabajo Social Comunitario. Se trata de que las per-
sonas que forman dicha comunidad objetiven y verbalicen sus necesi-
dades, porque así contribuirán mucho más intensamente al cambio
colectivo.

A partir de estos tres principios, en este capítulo presentamos un modelo


de dinámica de Trabajo Social Comunitario, con indicaciones precisas que
se derivan tanto de las investigaciones más recientes como de nuestra pro-
pia experiencia práctica en este ámbito.

2. ¿Cómo organizar el Trabajo Social Comunitario?


La principal dificultad de cualquier propuesta de un modelo teórico sobre
Trabajo Social Comunitario es la siguiente: la enorme variedad de proble-
mas, de posibles estrategias para resolverlos y de contextos en los que se
presentan dichas situaciones problemáticas. Los retos a los que se enfren-
tan, por ejemplo, los trabajadores con bajos salarios en las sociedades más
avanzadas y los riesgos de exclusión que conlleva la inmersión en la econo-
mía informal tienen poco que ver con la situación de países en los que la
economía informal es la práctica habitual en la que se mueve la mayor par-
te de la población. Precisamente por ello, cualquier intervención basada en
el Trabajo Social Comunitario tiene que partir de un adecuado diagnóstico
de la situación por parte del trabajador social, como experto profesional, y
por parte de la propia comunidad, que al autoanalizarse permite contextua-
lizar correctamente los problemas y establecer estrategias de éxito (ya que
parten de la propia población y responden a sus demandas y necesidades en
los términos en que los integrantes de una comunidad las expresan).
Además, deben tenerse en cuenta aspectos que son comunes, como ocu-
rre con la dinámica de grupos (Fernández García y López Pelaéz, 2006), en
toda comunidad: las pautas de comunicación, los problemas relacionados
con la estratificación de la comunidad, las relaciones de poder que se gene-
ran dentro y fuera de ella, la capacidad de llevar a cabo las acciones pro-
puestas y las nuevas situaciones que se generan como resultado de la diná-
mica comunitaria, que suponen tanto nuevas oportunidades como nuevas
fuentes de conflicto. No puede verse la exclusión social como un fenómeno

139
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desaños del siglo XXI

estático, que puede analizarse y resolverse de una vez para siempre, ni pue-
de analizarse la evolución de una comunidad como un aspecto ajeno al pro-
blema y a su solución. Las transformaciones que se experimentan a lo largo
de la acción de la comunidad afectan al mismo núcleo de la actividad del
trabajador social comunitario y redefinen el objeto de la intervención al si-
tuar de otro modo a las personas y a la comunidad. A lo largo del proceso
del Trabajo Social Comunitario, el fortalecimiento personal, grupal y co-
munitario se proyecta en nuevos desafios que la comunidad puede afrontar
de forma independiente de la función que ha desempeñado durante el pe-
riodo planificado por el trabajador social.
El punto de partida de nuestro modelo de dinámica comunitaria es el si-
guiente: la acción comunitaria permite resolver problemas estructurales
que de otro modo no pueden solventarse. Al cohesionarse la población, al
generarse vínculos, al aumentar el nivel de confianza en su esfuerzo colec-
tivo, al desarrollar su capacidad de autocomprensión y de autodiagnóstico
sobre las circunstancias en las que discurre su vida, y sobre su propia diná-
mica comunitaria, como base para una estructuración ética de la sociedad
en tomo a lo que podemos denominar el principio de la cooperación al-
truista: el entorno cambia.
El desarrollo comunitario es fundamental, ya que es en la interacción
dentro de la comunidad donde se desarrollan las actitudes necesarias para
establecer las bases de una vida digna: altruismo, honradez, sentido de lo
comunitario, respeto a los otros y capacidad de actuar colectivamente para
afrontar retos comunes. En este sentido, «las comunidades son la fuente de
los valores éticos que hacen posible una vida ética saludable» (Giddens,
2001: 73). Una ciudadanía democrática se asienta en el respeto a los otros,
en el reconocimiento en las discrepancias y en la lógica de la participación
para organizar de determinada forma nuestras relaciones personales, grupa-
les, comunitarias y sociales, desarrollando un modelo de Estado y de mer-
cado en el que sea posible ejercer los derechos y las potencialidades pro-
pias de un ciudadano. No sólo que se respeten los derechos, sino que
puedan ejercerse las potencialidades que los animan, de forma que poda-
mos vivir desarrollando nuestras capacidades y persiguiendo nuestras me-
tas en un equilibrio precario pero estable, amparado en el respeto mutuo y
en la igualdad ante la ley, con el resto de personas de nuestro entorno.
En este sentido, el primer paso para caminar hacia sociedades plenamen-
te democráticas consiste en el desarrollo de vínculos entre las personas, en
el diagnóstico compartido ante problemas comunes, en la posibilidad de
participar y aportar como ciudadanos iguales, en la capacitación para que
podamos formar parte del diagnóstico, de la intervención y de la solución
de los problemas. Para todo ello, una escuela de participación y de convi-
vencia democrática como la que se genera en la experiencia comunitaria
adquiere cada vez mayor importancia tanto en las sociedades avanzadas, en
las que la participación a través de los partidos políticos y otras organiza-

140
námica del Trabajo Social Comunitario
Gráfico 5. Fases de la dinámica del Trabajo Social Comunitario

Análisis de la situación de la comunidad:


problemas y oportunidades

Evaluación final y evaluación continua:


Logro de metas y aumento de La densidad Autodiagnóstico
de La comunidad
relacional de La comunidad

La comunidad puesta en marcha:


Elaboración de
avances, retrocesos, conflictos,
poder y negociación en La comunidad propuestas y retos

FUENTE: Elaboración propia.

ciones experimenta graves dificultades, sobre todo entre los jóvenes, como
en las sociedades en vías de desarrollo, en las que precisamente la atomiza-
ción de las relaciones y la ausencia de planes conjuntos favorecen una po-
breza endémica en zonas rurales y en los nuevos y viejos guetos urbanos.
Podemos decir que el Trabajo Social Comunitario responde a las principa-
les demandas de nuestro tiempo, como herramienta de autodiagnóstico,
como escuela de participación y como estrategia de acción colectiva ante
desafios estructurales.
En nuestro modelo de Trabajo Social Comunitario, diferenciamos cinco
fases, dialécticamente relacionadas, ya que cada una de ellas afecta a las si-
guientes y redefine tanto la dinámica como el sujeto (la propia comunidad
que evoluciona) y el objeto (el reto, problema u oportunidad que se quiere
afrontar) (gráfico 5).

3. Hacia un modelo de Trabajo Social Comunitario: fases y


herramientas metodológicas

Una vez establecido un modelo de dinámica comunitaria dividido en cinco


fases (análisis de problemática; autodiagnóstico de la comunidad; elabora-
ción de propuestas y retos a abordar; la comunidad puesta en marcha: avan-
ces, retrocesos, conflictos, poder y negociación en la comunidad; evalua-
ción final y evaluación continua: logro de metas y aumento de la densidad
relacional en la comunidad), vamos a analizar detenidamente cada una de

141
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo XXI

ellas, estableciendo algunas propuestas metodológicas que permiten facili-


tar la actividad profesional de los trabajadores sociales comunitarios.

3.1. Análisis de la problemática comunitaria

Aunque nuestro modelo de Trabajo Social Comunitario se basa en la parti-


cipación de las personas que componen la comunidad, o de las personas
que se encuentran en una determinada situación y pueden afrontarla crean-
do una comunidad y actuando colectivamente, el paso previo siempre tiene
que ser un adecuado análisis por parte del trabajador social, individualmen-
te y en equipo. Es el profesional del Trabajo Social, junto con un equipo
multidisciplinar de expertos, el que, ante unos determinados problemas o
desafios, establece la prioridad metodológica del Trabajo Social Comunita-
rio como estrategia adecuada para favorecer los procesos de inclusión so-
cial. Precisamente los retos que afrontan las personas en un entorno deter-
minado son los que aconsejan un tipo de intervención basada en el Trabajo
Social de Casos, el Trabajo Social de Grupos o el Trabajo Social Comuni-
tario. No son excluyentes, y el trabajador social en su actividad profesional
debe tener presente que a través de la dinámica de interacción comunitaria
se mejoran objetivamente habilidades que las personas necesitan desarro-
llar, que en algunos casos son objeto de intervención mediante la dinámica
de grupos o el trabajo con casos individuales (por ejemplo, la capacidad de
negociación, de acuerdo, de lograr diagnósticos compartidos, de interac-
ción con los demás respetando sus opiniones y llegando a planteamientos
comunes ... ). El Trabajo Social Comunitario es una actividad con personas
que se relacionan entre sí, que implica un trabajo de grupo. La diferencia
podemos encontrarla tanto en el objetivo, dirigido siempre a mejorar condi-
ciones estructurales, como en la forma de trabajar: se vinculan muchas más
personas, y se trabaja en entornos mucho más amplios, que en el Trabajo
Social con Grupos.
Algunas preguntas pueden orientar el análisis del trabajador social co-
munitario en esta primera etapa:

- ¿Cómo es el entorno social y económico en el que detectamos pro-


blemas y oportunidades relacionados con la inclusión social?
¿Qué tipo de vínculos comunitarios podemos detectar?
¿Qué problemas demandan estructuralmente una intervención me-
diante la metodología del Trabajo Social Comunitario?
¿Son riesgos y problemas que afectan a toda la población o princi-
palmente a grupos específicos: jóvenes, personas mayores, perso-
nas pertenecientes a un colectivo étnico determinado, personas con
un determinado nivel de formación, o que afectan en función del
género?
142
5. w námica del Trabajo Social Comunitario

- ¿Es posible establecer una prioridad entre estos riesgos, problemas u


oportunidades para orientar nuestro trabajo profesional teniendo en
cuenta las limitaciones de tiempo, recursos y personal cualificado de
que disponemos?
- ¿Qué relación mantienen con estos riesgos, problemas u oportunida-
des las instituciones públicas de la zona? ¿Qué ventajas y riesgos se
derivan de las características de dichas instituciones?
- ¿Quiénes deberían participar?
- ¿Qué pautas de comunicación pueden detectarse? ¿Cómo difundir
los avances a todos los integrantes del entorno?
- ¿Qué tipo de indicadores y que metodología de evaluación son más
adecuados en función de análisis realizado?

En función de los resultados de este análisis, el trabajador social, y el


equipo interdisciplinar en el que se integra, deben definir los principales
riesgos del ámbito en el que se va a intervenir. Una vez definidos, se diseña
un equipo de profesionales que puedan llevar a cabo las tareas previstas,
siempre teniendo en cuenta que la metodología del Trabajo Social Comuni-
tario conllevará la participación de toda la comunidad, hasta que ésta se
convierta en actor colectivo que persigue el logro de las metas establecidas.
Este diseño inicial debe tomar en consideración el presupuesto disponible
(las fuentes de financiación públicas y privadas que colaboran) para priori-
zar los recursos en una secuencia temporal viable. La perspectiva general
que debe guiar la actuación del trabajador social en esta primera fase tiene
las siguientes características:

- Se trata de favorecer y fortalecer la dinámica comunitaria de un


contexto social concreto. Por ello, en primer lugar hay que buscar
la máxima participación, promoviendo la toma de decisiones co-
lectiva y la implicación del número más elevado de personas posi-
ble; en segundo lugar, hay que partir de las organizaciones comu-
nitarias ya existentes y aprovechar la propia estructuración de las
relaciones para favorecer la cohesión y la integración en un pro-
yecto común; en tercer lugar, hay que analizar la función que jue-
gan o pueden llegar a jugar como motor de desarrollo o como
freno en dicho desarrollo las instituciones públicas y las organi-
zaciones de voluntariado que operan en la zona (en los países de-
sarrollados, en los que es fundamental para acceder a las convoca-
torias de financiación adecuadas para el proyecto, o en los países
en vías de desarrollo, en los que resulta básico contar con un
mapa de las ONGs y las instituciones públicas que trabajan en el
contexto en el que se va a intervenir, buscando coordinarse y no
malgastar esfuerzos repitiendo trabajos ya realizados o actuando
de forma anárquica).
143
Trabajo Social Comunitario: afrontando JU to los desafios del siglo xx1

- El objetivo es lograr un desarrollo integral que haga frente tanto a


los desafíos actuales como a problemas u oportunidades que puedan
surgir en el futuro. Esta perspectiva de atención integral se basa en
una consideración de la persona como un ciudadano y de la comuni-
dad como un conjunto de ciudadanos que trabajan para hacer posible
un entorno en el que poder llevar a la práctica sus potencialidades,
superando los riesgos exclusógenos que les afectan. Esta perspectiva
engloba a cada persona individualmente, y también a los grupos, las
comunidades y las redes de interacción social, en un entorno deter-
minado. Y, por supuesto, incluye también el medio social, económi-
co y ambiental dentro de su propuesta de atención integral. Sin em-
bargo, su eficacia no debe llevamos a postular una preferencia por
esta metodología ante cualquier situación. No debe olvidarse que
esta metodología viene definida por el objeto de intervención, y si
no se ajusta a él, no se podrán alcanzar los objetivos previstos. En
este sentido, aunque se debe planificar desde una perspectiva inte-
gradora, sólo debe aplicarse a aquellos aspectos en los que es nece-
sario fortalecer la dinámica comunitaria para hacer frente a determi-
nados problemas u oportunidades.
- El trabajador social comunitario orienta su análisis hacia la detección
de los riesgos, oportunidades y problemas que afectan a las posibili-
dades de inclusión social, y que favorecen los procesos de exclusión
social. Analiza el entorno comunitario, describe detalladamente los
riesgos detectados, establece el modelo de intervención oportuno
desde la perspectiva del Trabajo Social Comunitario, y diseña un
protocolo de participación de la comunidad, de diagnóstico compar-
tido de riesgos, de seguimiento de la intervención profesional del
trabajador social y de evaluación de las metas alcanzadas. Dentro de
esta perspectiva de análisis, es muy relevante establecer un enfoque
de género: atender al origen, desarrollo y reproducción de las desi-
gualdades y de los procesos de exclusión social vinculados con las
diferencias entre hombres y mujeres, estableciendo estrategias que
favorezcan la participación de las mujeres y el avance de la igualdad,
planificando políticas de discriminación positiva a favor de las muje-
res, hasta lleguar a la igualdad real y efectiva.

Establecido un diagnóstico previo en los términos expuestos, el trabaja-


dor social debe precisar los recursos disponibles, ya que tanto la selección
de objetivos y metas a lograr, como el proceso de participación de la comu-
nidad para generar un diagnóstico compartido sobre el objetivo específico
o meta que se persigue (aunque dicho objetivo meta pueda redefinirse a lo
largo de la actividad que se va a desarrollar), dependen de los recursos que
se encuentran a disposición del proyecto de intervención. Además, analizar
los recursos disponibles ofrece una primera y muy potente radiografía de la
144
ámica del Trabajo Social Comunitario

estructura socioeconómica del entorno en el que se va trabajar. Podemos di-


ferenciar tres tipos de recursos que previamente deben estar acotados:

- En primer lugar, los recursos institucionales. Nos referimos a las ins-


tituciones que trabajan en el entorno en el que se va a intervenir. Po-
dríamos decir que se trata de poner de relieve el nivel de desarrollo
(o su ausencia) de los sistemas de protección públicos en una deter-
minada zona, ya que, por ejemplo, aunque formalmente exista algu-
na institución pública con competencias relacionadas con el objetivo
de la intervención, en zonas rurales de la Amazonia o de los Andes
dificilmente pueden aportar los recursos necesarios para cumplir sus
funciones. En estos casos, es importante elaborar lo que ya hemos
denominado un mapa de instituciones y organizaciones de volunta-
riado que aportan recursos en la zona, para que la propia comunidad
en la que trabajan interaccione con ellas buscando una mejor coordi-
nación. Por ejemplo, en el caso de Nicaragua, país en el que los re-
cursos aportados por organizaciones de voluntariado y la ayuda insti-
tucional de la Unión Europea y Estados Unidos suponen una parte
importante de su producto interior bruto, se han llevado a cabo di-
versos programas de coordinación para lograr una mejor inversión
de los recursos disponibles. Desde la perspectiva del Trabajo Social
Comunitario, se trata de potenciar el autodiagnóstico de la comuni-
dad, de forma que deje de ser un receptor pasivo de recursos ajenos y
pase a colaborar como protagonista en la gestión de dichos flujos
económicos, contribuyendo también con los recursos de que dispo-
ne, sobre todo el conocimiento del medio, la voluntad de cambio y la
participación de toda la ciudadanía en el proceso de mejora de las
condiciones de vida.
En el caso de los países desarrollados, es muy relevante analizar
el tipo de prestaciones que se realizan y las convocatorias de finan-
ciación a las que pueden acogerse los colectivos con los que se tra-
baja. A menudo se debe diferenciar entre los recursos de los que la
comunidad dispone por sí misma y los recursos procedentes de insti-
tuciones externas a la comunidad, a los que se puede acceder si se
cumplen ciertos requisitos. En este caso, un objetivo claro es organi-
zar la acción comunitaria para poder reclamar ante las instituciones
las ayudas. cumpliendo los requisitos y elevando con ello el poten-
cial asociativo en el entorno concreto en el que se aplica la metodo-
logía del Trabajo Social Comunitario. Es decir, el trabajador social
comunitario tiene que partir de la situación real para generar movi-
mientos asociativos que permitan alcanzar los requisitos necesarios
para ser un interlocutor con las administraciones públicas. Por ejemplo,
difundiendo la información sobre las convocatorias y requisitos para
lograr una respuesta de las instituciones (desde recoger un número

145
Trabajo Social Comunitario: afrontando j1 Lo desafios del siglo

determinado de firmas hasta constituir una asociación que en fun-


ción del número de afiliados va a tener un peso específico en las re-
laciones con la Administración y va a permitir transmitir sin distor-
siones las necesidades más urgentes, y previamente acordadas
comunitariamente, a dichas instituciones). Aumentar la densidad de
relaciones comunitarias y la capacidad de acción colectiva es un ob-
jetivo transversal y constante en cualquier tipo de intervención basa-
da en la metodología del Trabajo Social Comunitario.
- En segundo lugar, el equipo de trabajo disponible. Es importante te-
ner presente el conjunto de profesionales que pueden colaborar en el
proyecto. No es lo mismo el trabajo comunitario orientado a mejorar
las condiciones sanitarias de una población determinada, en el que
imprescindiblemente deben colaborar profesionales del sector médi-
co, que un diseño de Trabajo Social Comunitario con jóvenes en un
suburbio urbano, en el que también deben participar profesionales de
la salud pero el mayor peso recae en trabajadores sociales y educa-
dores juveniles, técnicos de inclusión social, etc. Evaluar errónea-
mente al personal disponible, y pretender alcanzar metas imposibles
de abordar con un número inadecuado de especialistas en diversos
campos, constituye un error inicial que puede condicionar todo el
desarrollo del proyecto. También es relevante analizar los objetivos
institucionales de los organismos públicos o privados que financian
la actividad profesional del trabajador social comunitario. Y esto con
un doble objetivo: en primer lugar, analizar si coinciden con las ne-
cesidades detectadas, para solicitar más medios y más personal para
abordar dichos retos; en segundo lugar, para contribuir a una redefi-
nición de las prioridades institucionales, en la medida de lo posible,
de acuerdo con el código ético de los trabajadores sociales, los dere-
chos humanos y las necesidades detectadas. El trabajador social co-
munitario no puede generar una comunidad dócil y entregada al po-
der de las instituciones que financian la actividad: debe generar
comunidades en que el altruismo y la gratitud convivan con una vi-
sión crítica sobre las condiciones en las que se encuentra inmersa, de
forma que pueda darse un crecimiento sostenido desde el interior de la
propia comunidad generando una mayor densidad relacional y un li-
derazgo producto de la propia dinámica comunitaria.
- En tercer lugar, las redes de solidaridad, de apoyo mutuo, y las es-
tructuras de poder que existen en el entorno en el que se va a inter-
venir, de forma que puedan apoyarse en ellas para cohesionar la co-
munidad, en la medida en que sea posible y estén dispuestas a
colaborar. No deben crearse, como ya hemos indicado, estructuras
organizativas sin tener en cuenta la propia dinámica de la comunidad
en la que se va a trabajar. Sólo mediante el recurso a las organizacio-
nes ya existentes dentro de la comunidad, a través de los cauces de

146
del Trabajo :>ocial Comunitario

participación que funcionan en ella, puede favorecerse el autodiag-


nóstico, la participación y la implicación de la población en una ac-
ción comunitaria para afrontar un reto, una oportunidad o un proble-
ma. Se trata de fortalecer la capacidad asociativa, la densidad
relacional que configura Ja vida de las personas en un contexto con-
creto; para ello, hay que partir de las pautas relacionales que ya están
operativas de antemano en ese entorno. Acercarse a la comunidad,
apoyarse en la comunidad y crear comunidad a partir de las relacio-
nes ya existentes deben ser las prioridades del trabajador social, y,
por ello, debe evaluarse previamente cuáles son las características
del entorno y qué redes de interacción social predominan. En este
sentido, es importante objetivar los principales obstáculos para al-
canzar los objetivos establecidos que se derivan de las estructuras de
poder vigentes. En determinados casos, en los que los cauces institu-
cionales y los cauces informales orientan los recursos en una deter-
minada dirección, desviándolos de su objetivo prioritario, los traba-
jadores sociales comunitarios deben contribuir a desvelar la función
que juegan dichos actores, aumentando la autoconciencia de la po-
blación y generando movimientos de autogestión que permitan una
mejor distribución de los recursos. Por ejemplo, la organización en
cooperativas de mujeres trabajadoras, que se financian mediante mi-
crocréditos, en la India, ha permitido que la tradicional gestión de
los recursos, en manos de los varones, se desplace y las mujeres pue-
dan determinar sus objetivos y disponer de recursos para alcanzarlos.
En este caso, fue necesario crear un movimiento asociativo de muje-
res que ha permitido superar las resistencias basadas en una acusada
desigualdad de género.

3.2. Diagnóstico y autodiagnóstico de la comunidad

El diagnóstico previo del trabajador social y su equipo debe convertirse en


un autodiagnóstico que genera la propia comunidad, y que aumenta su co-
nocimiento de sí misma, estableciendo los retos a abordar y los principa-
les recursos disponibles. Como hemos visto en los capítulos 3 y 4 de este
libro, el reforzamiento de la capacidad de acción de cada persona y de la
comunidad frente a desafíos colectivos es la meta final de cualquier inter-
vención basada en la metodología del Trabajo Social Comunitario. Ade-
más de alcanzar el objetivo establecido, el enriquecimiento que recogemos
bajo el término empowerment, como mayor poder de la comunidad, per-
mite que se autogestione y que en el futuro nuevos retos puedan ser abor-
dados con mayores garantías de éxito. En esta fase, podemos diferenciar
dos dimensiones: en primer lugar, el análisis de los riesgos exclusógenos
que operan en el entorno, que objetivamente demandan la intervención

147
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo xxr

basada en la dinámica comunitaria; en segundo lugar, las características


generales de la población, que afectan al riesgo específico que se quiere
abordar. Por ejemplo, si analizamos la desnutrición y la falta de patrones
de comportamiento saludables en un entorno rural, y se define como ries-
go respecto al cual se va a intervenir mediante una dinámica de acción co-
munitaria, es necesario conocer las características generales de la pobla-
ción y los factores que pueden agravar o disminuir dicho riesgo. A lo
largo de esta fase, es importante utilizar metodologías apropiadas que per-
mitan la participación de las personas y de los colectivos organizados o
las instituciones propias del contexto, para favorecer una actitud proactiva
que lleve a todos ellos a implicarse en el proceso de mejora de su situa-
ción.

3.2.1. ¿Cómo determinar Los principales riesgos para una comunidad


desde el punto de vista del Trabajo Social Comunitario?

En esta fase, los riesgos que detecta el trabajador social comunitario deben
cotejarse con la percepción que la comunidad tiene de sí misma, para poder
llegar a un autodiagnóstico que permita la vinculación de toda la población
con la mejora de sus condiciones de vida. Algunos riesgos son obvios, res-
ponden a situaciones de precariedad laboral, económica, familiar o institu-
cional extrema. Otros riesgos son en principio invisibles: tienen que ver con
el deterioro progresivo de las condiciones de vida, aunque todavía no sean
visualizadas por parte de aquellos que las padecen. Podemos poner dos
ejemplos sobre esta cuestión:

- En primer lugar, los riesgos relacionados con la atención médica y la


salud. Obviamente, disponemos de una serie de indicadores para
describir el estado de salud de una población en general, y en fun-
ción de ellos establecemos prioridades. Por ejemplo, el índice de
mortalidad infantil, las vacunas disponibles, el personal sanitario y
su distribución en la zona ... El primer paso que debe dar el trabaja-
dor social comunitario, así como la institución u organismo en el que
trabaja o que financia su actividad, es describir dichas situaciones
desde un triple punto de vista:

0 Debe partir de lo que podemos denominar el principio de la hete-


rogeneidad de la población y sus consecuencias sobre la salud: las
condiciones de vida muy desiguales producen también perfiles
epidemiológicos muy diferentes entre los diversos colectivos.
0 Ha de priorizar las necesidades de la población y establecer un
modelo de intervención que comience por atender las situaciones
más graves, optimizando los recursos existentes. Como siempre se
148
5 Din 1. del Trabajo Social Comunitario

trabaja con recursos escasos. debe dirigirse la atención preferente-


mente a aquellos colectivos que sufren mayores riesgos.
0
Debe evaluar su actividad y el impacto del trabajo realizado para
reorientado y mejorar tanto los diagnósticos como los métodos y
el trabajo cotidiano.

Al abordar un proyecto de Trabajo Social Comunitario en el ám-


bito de la salud, hay una serie de riesgos que, por su propia visibili-
dad, motivan la reacción de las instituciones, de otras organizaciones
de voluntariado y de los propios trabajadores sociales: las enferme-
dades más extendidas entre la población (por ejemplo, el sida o la
malaria); las precarias condiciones sanitarias que se manifiestan en
una elevada tasa de mortalidad infantil; el número de especialistas
sanitarios disponible en la zona objeto de intervención; la estructura
administrativa y la capacidad de respuesta de las instituciones ... Sin
embargo, sobre este planteamiento general, se debe proceder a un
análisis específico en el que participe la comunidad. La situación va-
ría enormemente según la zona en la que se trabaje. Pensemos en la
expansión del sida en una pequeña ciudad española y el Trabajo So-
cial Comunitario que se puede realizar dentro de un barrio para mo-
dificar las condiciones estructurales en las que se desenvuelven los
afectados, y especialmente la percepción colectiva de esta enferme-
dad, asociada todavía hoy a dos variables que provocan el rechazo: el
riesgo para la salud por posible contagio y la conexión entre enfermo
de sida y delincuencia o consumo y/o tráfico de drogas. Sólo un pro-
yecto de Trabajo Social Comunitario que se centre en la transforma-
ción de las redes de interacción social, en la modificación del imagi-
nario colectivo sobre esta enfermedad, puede ayudar a modificar un
entorno comunitario que de otra forma permanece hostil a los afec-
tados por el virus de VIH. Sus objetivos serían los siguientes: exten-
der prácticas de educación sexual sanas; modificar el estigma aso-
ciado a esta enfermedad; integrar a los enfermos de sida dentro de
las redes de interacción comunitaria para permitir su inserción social
y la normalidad de su vida en el barrio; favorecer una respuesta veci-
nal correcta a la creación de una casa para enfermos de sida, o de
una sede para un «cómite ciudadano antisida» .. .
Si nos situamos en otro contexto, en un país en vías de desarro-
llo, el Trabajo Social Comunitario vinculado con el área de la salud
se centra en mejorar muchos aspectos que ya están ya resueltos para
la inmensa mayoría de la población, por ejemplo, en países de la Eu-
ropa Occidental que gozan un Estado del Bienestar consolidado. Por
ejemplo, las condiciones sanitarias en las que vivía la población en
la región de Cajamarca, Perú, y en la que se desarrolló durante los
años 1993-1997 un programa de Trabajo Social Comunitario en el

149
Trabajo Social Comunitari J ·frontando j nt l, desaños del siglo xx1
área de la salud, mostraban indicadores muy preocupantes relaciona-
dos con la disponibilidad de agua potable, letrinas y asistencia sani-
taria básica. Para los profesionales que participaban en el proyecto,
la desnutrición, la escasez de profesionales, la mortalidad infantil, la
ausencia de medicación adecuada y la falta de una planificación ade-
cuada de las instituciones en la zona, con una presencia muy limita-
da, constituían las causas que explicaban la situación que padecía la
población de la zona. A partir de ahí, la implicación de la comunidad
en el aprendizaje de pautas sanitarias adecuadas (en el tratamiento
de agua, en la limpieza y alimentación), en la formulación de de-
mandas ante las instituciones correspondientes y en un esfuerzo co-
lectivo de autoorganización para distribuir correctamente los recur-
sos existentes y el personal sanitario disponible permitieron mejorar
las condiciones de vida de la población y, sobre todo, crear una men-
talidad comunitaria, colectiva, para abordar problemas de este tipo,
que individualmente son irresolubles para cualquier ciudadano.
- Hay otros riesgos en nuestras sociedades que pueden ser afrontados
por el Trabajo Social Comunitario pero que suelen ser invisibles por
dos motivos. En primer lugar, porque todavía no han alcanzado la vi-
rulencia necesaria para que consideremos la función que juegan en
el proceso de deterioro de nuestra vida individual y colectiva. En se-
gundo lugar, porque resultan muy dificiles de percibir desde una
mentalidad determinista, vinculada a la fatalidad, el destino, o desde
una mentalidad neoliberal, en la que todo análisis se agota en el ac-
tor individual, sin tener en cuenta los factores estructurales que con-
dicionan la vida de cada persona. Un ejemplo puede ser, en las so-
ciedades cosmopolitas de los países más desarrollados, el deterioro
de las condiciones de vida de los jóvenes: trabajos precarios, un ac-
ceso a la vivienda muy costoso, fragilidad de las relaciones persona-
les y familiares ... Cuando las expectativas de la población joven se
deterioran, y parece imposible desarrollar un proyecto viable de inte-
gración en la sociedad y en el mercado de trabajo, comienzan proce-
sos de desestructuración social y de rebelión, como en las banlieus
francesas, en las que el estallido de violencia es muy posterior a un
largo proceso de deterioro de las condiciones de vida y, sobre todo,
de las expectativas. Ante un futuro imposible, la explosión de rabia
y de frustración sólo puede retrasarse en el tiempo, pero acaba suce-
diendo.
En estos entornos, el Trabajo Social Comunitario se ha validado
como una metodología adecuada. ya que recupera las relaciones so-
ciales y organiza redes de acción comunitaria que permiten lograr
una representatividad ante las instituciones. A su vez, hace posible
que los que se sumergen en ellas interioricen las pautas de compor-
tamiento adecuadas para abordar y resolver problemas, más allá de
150
ca del Trabajo Social munitario
la simple negación del orden establecido. Otro proceso parecido de
deterioro comunitario es el que está relacionado con la pérdida de
capital social (Putnam, 2002) y unas condiciones laborales que im-
piden que las familias y las comunidades afronten problemas y pue-
dan proporcionar a sus descendientes la formación adecuada para
integrarse en las sociedades avanzadas (Carnoy, 200 l ). A pesar de
la aparente paradoja que supone planificar una dinámica de Trabajo
Social Comunitario en entornos en los que los progenitores traba-
jan, la falta de lazos sociales, el individualismo, el aislamiento de
los menores, así como el abandono y soledad de las personas mayo-
res, hacen cada vez más necesario este tipo de enfoque en nuestras
sociedades opulentas, individualistas y cada vez menos participa-
tivas.

A pesar de la heterogeneidad de situaciones, podemos establecer algu-


nos grandes riesgos que tienen que ver con los ámbitos en los que suele
aplicarse con mayor frecuencia la metodología del Trabajo Social Comu-
nitario: riesgos relacionados con las condiciones de salud pública; con la
inclusión social de los jóvenes; con las desigualdades entre hombres y
mujeres; con los procesos de degradación urbana; con la degradación me-
dioambiental; con el individualismo y la ausencia de relaciones sociales, y
con la interacción social a través de Internet (cuadro 4). Existen otros mu-
chos factores de riesgo, y ciertamente también se pueden agrupar en fun-
ción del colectivo al que afectan (jóvenes, mujeres o personas dependien-
tes), del medio en el que se generan (medio urbano, medio rural o Internet
como nuevo medio de interacción social) o de la relación con el mercado
de trabajo, la participación en las sociedades democráticas o las caracterís-
ticas del sistema sanitario y las enfermedades que padece la población.
Hay muchas formas de clasificación. La que proponemos aquí busca faci-
litar ese primer diagnóstico que posteriormente debe confrontarse con la
comunidad, de tal forma que el diagnóstico pase a ser un análisis colectivo
sobre la situación y favorezca así una implicación mayor de toda la comu-
nidad en su solución. En todos estos riesgos, un factor fundamental es la
dimensión comunitaria que les afecta o corresponde, de tal forma que la
metodología del Trabajo Social Comunitario tenga sentido porque se apli-
ca para abordar un problema en la parte específica en la que resulta per-
tinente.

3.2.2. Conociendo mejor nuestra comunidad: hacia el diagnóstico


participativo

El trabajador social comunitario, sobre la base de una descripción general


de los riesgos que afectan a las personas desde el punto de vista de la ac-

151
~
Entornos de riesgo y Trabajo Social Comunitario tT
......
11,1

Q
VI
Entornos de riesgo Descripción de los riesgos Perspectivas desde la metodología del Trabajo Social Comunitario Q
o.
,_
11,1

Salud pública Carencia de agua potable Mayor capacidad de organización para afrontar Los riesgos n
Q
Carencia de medicamentos Mejor distribución de Los recursos, asumidos comunitariamente 3
Carencia de personal sanitario Mayor capacidad de diagnosticar Las causas de La situación que se quiere e
:::1
Carencia de Letrinas
Dificil acceso a Los establecimientos de salud
corregir, tanto por pautas de comportamiento de La propia comunidad
como por factores externos
a:
:l.
Desnutrición crónica Mayor capacidad de presión ante Las instituciones ~
11,1
Enfermedades endémicas Aumento de La solidaridad y La cohesión de Los miembros de La comunidad

Jóvenes Deterioro de Las expectativas de integración social


Fracaso escolar
Integración social y recuperación de habilidades sociales b&sicas a través
de experiencias comunitarias
ª
....
::::1
11,1
:::1
a.
Desempleo, precariedad y/o empleos de bajo salario Toma de conciencia sobre La importancia de La acción comunitaria para Lo- ....,..
Q

Desestructuración familiar grar una respuesta de Las instituciones


Aislamiento y desintegración social Intemalización a través de experiencias comunitarias de valores que permi- ....
:;:¡

Consumo de sustancia psicoactivas tan superar posibles adicciones

Género Desempleo, precariedad y/o empleos de bajo salario Recuperación de La autoestima, Las relaciones sociales y Las redes de solida-
Violencia de género ridad
Desestructuración familiar Creación de movimientos comunitarios para afrontar La discriminación en el
Discriminación mercado de trabajo y en el hogar
Atención a mayores y enfermos Redes de solidaridad para afrontar las consecuencias del cuidado de mayo-
res y dependientes
Mayor capacidad de movilización ante las instituciones para reclamar polí-
ticas especificas

Degradación urbana Creación de guetos Recuperación de los barrios mediante políticas integrales de rehabilitación
Desestructuración social, anomia y comportamientos basadas en La movilización de La ciudadanía
disruptivos
Delincuencia Recuperación de los vínculos sociales y las redes de solidaridad tanto en-
Infravivienda tre la población en general como entre colectivos específicamente afecta-
dos
Desarrollo de programas de integración que recuperen a los menores de la
vida de la calle y permitan afrontar colectivamente los retos que genera la
delincuencia

Degradación Pérdida del entorno Recuperación de un modelo de desarrollo sostenible basado en la moviliza-
medioambiental Peores condiciones sanitarias ción de la ciudadanía
Mayor incidencia de enfermedades Aumento de la capacidad de autoorganización, gestionando mejor los re-
Destrucción de los medios de vida y la cultura de la po- cursos que tiene la comunidad para mejorar sus condiciones sanitarias
blación Articulación de movimientos comunitarios para reclamar ante instituciones
públicas y privadas un cambio de modelo de desarrollo
Defensa de la cultura y la forma de vida tradicional ligadas a la naturaleza

Internet Aislamiento y pérdida de relaciones sociales en el mun- Mejora de las habilidades sociales relacionales a través de metodologfa de e
do ñsico Trabajo Social Comunitario en Internet
Suplantación de la personalidad en el mundo virtual Mayor capacidad de movilización y de acción comunitaria a través de Inter-
Deterioro de las habilidades sociales necesarias para in- net como nuevo medio de expresión y nuevo medio de presión ante las ins-
teraccionar con los demás y establecer vínculos comuni-
tarios
tituciones
Posibilidad de crear comunidades virtuales en las que se integran personas
que viven aisladas o en entornos muy lejanos pero que a través de Internet
-
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pueden participar en una dinámica de acción comunitaria, recuperande ha- .......
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bilidades y experimentando los efectos positivos de la vida comunitaria Vl
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FUENTE: Elaboración propia.
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r+
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U1 :;J.
w o
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafios del siglo

ción comunitaria, tiene que profundizar en el conocimiento del entorno


concreto en el que va a desarrollar su actividad. El diagnóstico debe trans-
formarse en autodiagnóstico en la medida en que, en cada paso, la informa-
ción se difunde entre los miembros de la comunidad, y se aumenta así la
toma de conciencia sobre la situación de partida y los objetivos a lograr. En
este sentido, un primer paso es analizar fisicamente el entorno y describir
sus principales características: no es igual trabajar en un entorno urbano de-
gradado pero acotado espacialmente que en un entorno rural también de-
sestructurado pero muy extenso y con poca densidad de población en cada
municipio o aldea; un segundo paso es identificar los principales actores
sociales del entorno (líderes sindicales o políticos, asociaciones más repre-
sentativas, personalidades con más relevancia) y el modelo de relaciones
sociales que caracteriza a dicha población (mayor o menor nivel de estrati-
ficación, mayor o menor nivel de heterogeneidad étnica, lingüística y cultu-
ral, relaciones de género, etc.); un tercer paso es analizar el nivel de densi-
dad relacional, el nivel de desarrollo comunitario, para objetivar los
aspectos en los que debe desarrollarse más intensamente la actividad profe-
sional del trabajador social comunitario, y, finalmente, es importante esta-
blecer una primera reunión con lo que podemos denominar la «asamblea
comunitaria», abierta a todos los que estén interesados, para exponer los
objetivos, la metodología y el calendario de la intervención que se va a rea-
lizar en el entorno.

- Características del entorno: a pesar de la variedad de situaciones en


las que resulta pertinente aplicar la metodología del Trabajo Social
Comunitario, podemos establecer una primera descripción del entor-
no atendiendo a los siguientes elementos: ubicación geográfica, re-
cursos naturales, población, economía, vivienda, salud y educación.
En tomo a estos elementos, podemos objetivar los principales pro-
blemas que tanto el trabajador social como la comunidad perciben
como relevantes. Por ello, en el cuadro 5 presentamos dos columnas,
una para el trabajador social y otra para el autodiagnóstico de la co-
munidad, que permiten, correctamente rellenadas, contrastar la dis-
tancia existente entre los riesgos tal y como son percibidos por un
análisis externo y profesional y la propia comprensión de ellos que
tiene la comunidad, y que quizás no les otorga el mismo nivel de im-
portancia que el trabajador social. Se presentan en blanco, para indi-
car que son dos dimensiones que deben ser completadas por el pro-
fesional del Trabajo Social con los datos pertinentes en cada caso. El
Trabajo Social Comunitario, para ser realmente efectivo, debe lograr
la mayor coordinación y coherencia posible entre ambos análisis, de
forma que el resultado final sea una mayor capacidad de autodiag-
nóstico de la población y un mayor fortalecimiento de sus lazos co-
munitarios.
154
del Trabajo Social Comunitario

- La viabilidad del Trabajo Social Comunitario depende en gran medi-


da de una correcta descripción de los principales actores sociales que
son relevantes en la zona en la que se va a intervenir. Si no se conoce
la estructura de relaciones, y de poder, que caracteriza a una deter-
minada población, el trabajador social puede enfrentarse a un grave
problema, que afecta a la viabilidad de su propia actividad profesio-
nal. El entramado de relaciones, intereses, conflictos y protagonis-
mos es decisivo para lograr una implicación de toda la comunidad o
para ejercer una resistencia pasiva o activa que dificulte extraordina-
riamente una metodología como la del Trabajo Social Comunitario,
basada en la participación de la ciudadanía. Por ello, una estrategia
razonable consiste en no crear nuevas organizaciones ad hoc. Al
contrario, lo más adecuado es recurrir a las organizaciones ya exis-
tentes, a los liderazgos sociales que ya están previamente consolida-
dos, y a partir de ahí generar un proceso de cambio e implicación de
toda la comunidad. Sólo mediante un análisis detallado de la función
que desempeñan dichos actores sociales, podremos diferenciar aque-
llos que apoyan el proyecto de intervención de aquellos que persi-
guen otros intereses. En el proceso de toma de conciencia colectivo,
de autodiagnóstico, la población puede reflexionar y sacar a la luz
los comportamientos reactivos como propositivos respecto a los pla-
nes de mejora de las condiciones de vida. Y generar, con ello, un
cambio en las organizaciones y en la distribución del poder (por
ejemplo, cambiando la orientación del voto en las siguientes eleccio-
nes en función de los viejos problemas de siempre, que gracias a la
dinámica liberadora del método científico, y en este caso del Trabajo
Social Comunitario, han salido a la luz y pueden ser objetivados,
tanto ellos como sus causas) (cuadro 6).
- Cualquier intervención basada en la metodología del Trabajo Social
Comunitario tiene como objetivo básico aumentar la densidad rela-
cional y las habilidades necesarias en un entorno determinado. En sí
misma, la mayor cohesión y fortalecimiento de los lazos comunita-
rios ejerce efectos muy positivos sobre cada persona, en lo que he-
mos denominado el empowerment hacia dentro, y permite afrontar
colectivamente retos cotidianos. Naturalmente, es este fortalecimien-
to de la capacidad de acción comunitaria lo que favorece el ejercicio
colectivo de dicha movilización ante las instituciones o ante otro tipo
de actores que afectan negativamente al desarrollo de la comunidad.
Podemos diferenciar cinco dimensiones: el nivel de participación, el
tipo de organización, la capacidad de gestión, la capacidad de nego-
ciación y la experiencia en movilización (cuadro 7).

155
'¡/
Cuadro 5. Conociendo nuestra comunidad: el entorno [
......
Q
VI
Q
Diagnóstico del trabajador !:l.
Variables Descripción Diagnóstico comunitario
social ~
,..,
Q
Geograña Ubicación 3
e
Caracterfsticas ñsicas del entorno :::1
Vías de comunicación ~
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R
Recursos naturales Tipos de recursos naturales disponibles Cll

ª
Gestión de dichos recursos
:::1
Población Censo de población lit
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Número de habitantes estimado (censados y no censados) c.
Q
Composición de La población ......
e
Distribución de La población por tramos de edad ....:::1
Q

Economía Tasas de ocupación y niveles de desempleo "'o


Peso de La economía informal en La zona "'
c.
Principales colectivos de trabajadores y profesionales ni
"'
Ámbitos de especialización productiva ~
Distribución del PIB o
"'
Renta disponible por habitante
Situación financiera de Las instituciones públicas o privadas
más relevantes
-"'
c.
ni

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o
Vivienda Tipología de viviendas en La zona
Porcentaje de infravivienda
Guetos y chabolismo vertical
Salud Equipamientos sanitarios disponibles
Niveles de mortalidad infantil
Enfermedades endémicas en el entorno
Personal sanitario disponible
Carencias formativas de la población en el ámbito de la salud
Acceso a medicamentos y tratamiento hospitalario

Educación Analfabetismo
Fracaso escolar
Distribución de la población según el nivel de estudios
Colegios, institutos y otros centros educativos accesibles en
la zona
Caracterfsticas de la política educativa en la zona

FUENTE: Elaboración propia.

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co Cuadro 6. Conociendo nuestra comunidad: actores sociales 1:7'
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Diagnóstico o
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Actores sociales Características Funciones !!!.
Trabajador
Comunidad
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Autoridades institucionales Proceso de elección
Antigüedad en la zona
Descripción de las funciones
especificas que realizan, vin-
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Competencias formalmente adscritas culadas con el objetivo de la ~
intervención mediante el .....
Cll

Lideres de opinión Formación Trabajo Social Comunitario o


::::1
Vínculos familiares y sociales S'
::1
Orientación ideológica Q.
Prioridades en su discurso o
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Organizaciones públicas Financiación
Presupuesto disponible
Convocatorias
Prioridades programáticas Q.
ID
Personal cualificado "'D.I
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Organizaciones privadas Financiación
Presupuesto disponible
Prioridades programáticas
Personal cualificado
-
Q.
ID
111
i.a·
o
Partidos políticos Implantación en la zona E
Orientación ideológica
Prioridades para la acción política
Sindicatos Implantación en la zona según sectores de activi-
dad económica
Orientación ideológica
Prioridades en su programa de actividades

ONGs Financiación
Personal cualificado
Duración temporal de los proyectos que realizan en
la zona
Implicación con la población

Organizaciones religiosas Financiación


Personal cualificado
Duración temporal de los proyectos que realizan en
la zona
Implicación con la población

Otros movimientos sociales con in- Financiación


fluencia específica Personal cualificado @
Duración temporal de los proyectos que realizan en c.
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la zona -1
Implicación con la población iil
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FUENTE: Elaboración propia. V'I
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Cuadro 7. Conociendo nuestra comunidad: densidad relacional y movilización Q"
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colectiva o
VI
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Dimensiones Características
Diagnóstico
del trabajador
social
Diagnóstico
comunitario -
o.
cu

Nivel de participación No participan ni esperan ninguna ayuda


Esperan pasivamente que las instituciones atiendan sus necesidades
Participan en proyectos de trabajo comunitario con organizaciones públicas o privadas
Intervienen activamente en el diseño y programación de las actividades que se rea-
lizan en su entorno

Tipos de organización Individualismo: las personas no se integran en organizaciones


Coexisten diversas organizaciones que no se relacionan entre sí .....e
Existe una coordinación entre las organizaciones del entorno
Se programan actividades conjuntas entre las diversas organizaciones
Las organizaciones están abiertas y promueven la participación de la población

Capacidad de gestión No tienen diagnósticos ni planes comunes


Han desarrollado planes sectoriales que afrontan retos para la comunidad
Han desarrollado planes globales que persiguen objetivos comunes
Han desarrollado planes y negocian acuerdos con las instituciones
Son capaces de buscar fuentes alternativas de financiación y colaboración

Capacidad de negociación Esperan pasivamente a recibir lo que les asignan las instituciones
Son capaces de negociar con las instituciones
Forman personal para llevar a cabo dichas negociaciones
Participan en los procesos de diseño, aplicación y evaluación de acuerdo con las
instituciones
Experiencia en movilización No realizan movilizaciones
Explosiones de protesta aislada
Se incorp~ran a movilizaciones de organizaciones como sindicatos, partidos pollti-
cos u ONGs
Se organizan para defender sus intereses colectivamente
Establecen una estrategia a largo plazo de movilizaciones

Rmm: Elaboración propia.

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Trabajo Social Comunitario: afrontando ju11tos los de afios del siglo KXI

3.3. Elaboración del proyecto y desafios a abordar

Tras las dos fases anteriores, el trabajador social comunitario dispone de un


conocimiento mucho más exhaustivo de los riesgos que afectan a la pobla-
ción con la que va a trabajar y de la forma en la que son percibidos y valo-
rados. Además, ha obtenido información muy valiosa sobre la dinámica
participativa, más o menos intensa, que caracteriza a dicha población y so-
bre los principales actores sociales que influyen de manera relevante en su
comportamiento. La distancia que puede existir entre los riesgos teórica-
mente detectados a través de las investigaciones científicas y los riesgos
reales percibidos por la población se reduce, y de esta forma el trabajador
social puede establecer objetivos que sean percibidos por la población
como interesantes y en los que reconocen sus propios afanes de mejora y
promoción social. A la vez, puede contrastar dichos objetivos con otras in-
vestigaciones y otras experiencias de intervención en contextos distintos,
que nos ayudan a encontrar posibles vías de mejora de las condiciones de
vida. El equilibrio entre ambas dimensiones es fundamental para lograr for-
mular un conjunto de propuestas sobre los retos a abordar que sean asumi-
bles por la población y que podamos contextualizar en los complejos proce-
sos de globalización en los que estamos inmersos. El entorno global
produce riesgos globales que afectan o transforman los riesgos locales, y
las estrategias para afrontar dichos riesgos locales deben partir de la pobla-
ción en los que se dan, pero estableciendo una perspectiva centrada en con-
seguir una transformación estructural viable en el contexto global.
A partir de los resultados obtenidos, el trabajador social comunitario tie-
ne que coordinar tres variables:

- En primer lugar, los objetivos de la institución para la que trabaja, y


que financia su actividad (por ejemplo, si se trata de un proyecto de
trabajo en el área de la juventud en un barrio de una gran ciudad, el
trabajador social puede observar riesgos que afectan a otros colecti-
vos, y que son también relevantes, pero tiene la limitación estableci-
da por la institución y el programa en el que trabaja).
- En segundo lugar, los riesgos que son prioritarios para la población
(en este sentido, hay que tener en cuenta que cada actor social tendrá
sus propios criterios y prioridades, e incluso pueden darse conflictos
de intereses entre organizaciones y grupos dentro de la población de
la zona).
- Finalmente, debe tomar en consideración su propio análisis critico,
basado en resultados obtenidos mediante la aplicación de una meto-
dología contrastada (el trabajador social puede detectar riesgos no
percibidos por la población de forma explícita, pero que pueden lle-
gar a ser muy relevantes, o puede contrastar las prioridades de la po-
blación con otras experiencias llevadas a cabo por trabajadores so-

162
5 . ca del Trabajo Social Comunitario

ciales y contextualizar dicho análisis procurando extraer consecuen-


cias positivas y reorientar la acción de la comunidad aprendiendo de
éxitos y errores pasados).

Cualquiera que sea el conjunto de riesgos que se priorizan, un aspecto


básico en toda intervención es capacitar a las personas para integrarse en
un proyecto de acción comunitaria. Dado el nivel de densidad de relaciones
comunitarias que ya ha sido objetivado, el trabajador social debe desarro-
llar un programa inicial de capacitación que permita a todos los participan-
tes efectuar un diagnóstico común, integrarse en la comunidad que se crea
y mejorar sus habilidades relacionales para dialogar, llegar a acuerdos, ana-
lizar correctamente el entorno y sus oportunidades, tanto en las institucio-
nes públicas como privadas. El empowerment hacia dentro es básico para
lograr después una movilización adecuada de la comunidad, que no se ago-
te en los primeros conflictos que surgen dentro de ella o en relación con las
dificultades para lograr los objetivos propuestos.
Establecidos los riesgos a los que hay que hacer frente mediante la diná-
mica comunitaria, el siguiente paso es organizarlos según su importancia
para orientar nuestros esfuerzos y nuestros limitados recursos hacia aque-
llos riesgos que son más relevantes y afectan de forma más peligrosa a la
población. El establecimiento de criterios que sean lo más objetivos posible
permite ordenar el debate dentro de la comunidad en acción y también esta-
blecer estrategias aceptadas por las instituciones de las que depende el pro-
yecto que se está realizando. El trabajador social debe presentar y llegar a
acuerdos sobre dichos criterios con la población y con las instituciones,
desde una perspectiva científica y metodológicamente correcta. Los crite-
rios que proponemos, en función de nuestra experiencia profesional, son
los siguientes:

- Importancia objetiva del riesgo: caracteristicas del riesgo e impacto


sobre las condiciones de vida de la población. No todos los riesgos
son iguales: la desnutrición o el analfabetismo son más importantes
que la ausencia de instalaciones deportivas.
- Dimensión del riesgo: podemos afrontar riesgos que tienen una di-
mensión global o que se derivan de factores que no son locales y
frente a los cuales la reacción de la población tiene severas limitacio-
nes (por ejemplo, el cambio climático); cuanto más se pueda especi-
ficar la dimensión del riesgo que puede ser abordada desde lo comu-
nitario, mayor importancia tiene; cuanto menos se pueda especificar,
y nos encontremos ante una formulación de riesgo que escapa a
nuestras posibilidades de actuación, es menos importante desde el
punto de vista del Trabajo Social Comunitario. Sin embargo, puede
ser lo más importante desde el punto de vista de la acción política
tanto a nivel nacional como internacional, generando respuestas or-

163
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo XXI

ganizadas de nuevos movimientos sociales, como por ejemplo la or-


ganización ATTAC. Pero este planteamiento excede el ámbito local
en el que se aplican la gran mayoría de las dinámicas basadas en el
Trabajo Social Comunitario. El nivel de conciencia política de la po-
blación, o su mayor sensibilidad medioambiental, tiene que concre-
tarse en riesgos muy específicos asumibles por proyectos de inter-
vención basados en la metodología de nuestra disciplina.
- Número de personas a los que afecta: en este punto hay que tener en
cuenta dos aspectos: cuanto mayor es el número de personas a los
que afecta, mayor es su importancia; cuanto más focalizado está un
grupo de edad, mayor es su importancia.
- Programas para la prevención del riesgo: si se ha tomado en conside-
ración por parte de las instituciones u organizaciones que trabajan en
el entorno, es menor su importancia; si no ha sido tomado en consi-
deración, y no existe programa alguno para abordarlo, mayor es su
importancia, puesto que puede desarrollarse con mayor rapidez.
- Percepción por parte de la población: si el riesgo es claramente per-
cibido y la comunidad ya actúa formal o informalmente sobre él, su
importancia es menor; si la población ni tan siquiera es consciente
de dicho riesgo, su importancia es mayor, porque puede expandirse
con mayor rapidez convirtiéndose incluso en un rasgo característico
de la aparente «normalidad social» de la zona.

3.4. La comunidad en marcha: avances, retrocesos, conflictos, poder


y negociación en el desarrollo del proyecto

Se trata de un momento clave en el proyecto de intervención basado en la


metodología del Trabajo Social Comunitario. Entendiendo la participación
como «un proceso organizado, colectivo, libre, incluyente, en el cual hay
una variedad de actores, de actividades y de grados de compromiso, que
está orientado por valores y objetivos compartidos, en cuya consecución se
producen transformaciones comunitarias e individuales» (Montero, 2004:
229), en esta fase, el trabajador social como las personas que integran la
comunidad, pasan a afrontar los retos diagnosticados, mediante la acción
comunitaria (cuadro 8):

- En primer lugar, se distribuyen tareas, siempre desde una perspectiva


participativa, teniendo en consideración las habilidades, competen-
cias y capacidades de cada persona. Se debe diferenciar entre aque-
llas actividades relacionadas con favorecer el intercambio, la comu-
nicación y la resolución de problemas dentro de la comunidad, sin
relación con otras instituciones, y aquellas actividades ligadas a la
movilización y la presión ante instituciones públicas o privadas, que

164
• l>inámica del Trabajo Social Comunitario

exigen tomar en consideración cuestiones de logística, publicidad,


análisis de las políticas de las instituciones, selección de los momen-
tos oportunos para presentar las reclamaciones, etc.
- En segundo lugar, se establece un calendario de actividad, una serie
de objetivos a conseguir tanto en relación con la acción comunitaria
hacia dentro de la comunidad como en relación con la movilización,
la reclamación y la negociación con otras instituciones públicas o
privadas.
- En tercer lugar, se establecen espacios y tiempos para el encuentro,
el análisis y el debate de los grupos especializados que componen
la comunidad, y de toda la población si es posible, en lo que puede
denominarse la «asamblea» de la comunidad. En este punto, hay
que tener en cuenta que conforme aumenta la duración del proyec-
to de intervención basado en la metodología del Trabajo Social Co-
munitario, más necesario es establecer mecanismos públicos de
evaluación, redistribución de funciones y contraste de opiniones.
De otro modo, la mayor parte de la población puede desentenderse
de un proyecto en el que un pequeño grupo realiza actividades que
acaban siendo desconocidas u objeto de críticas, incluyendo entre
ellas las cuestiones relacionadas con el protagonismo, el poder y la
gestión de los recursos. Por ello, es muy importante que estén im-
plicados los actores sociales y las organizaciones ya existentes en
la población, y que se extreme la transparencia en todas las actua-
ciones.
- En este punto, el trabajador social debe ir poco a poco dejando paso
a la propia comunidad que se autoorganiza, y mantener una posición
progresivamente alejada del liderazgo y del protagonismo como for-
ma de favorecer que realmente la capacidad de comunicación, cohe-
sión, organización y movilización de la comunidad vaya alcanzando
el nivel de madurez adecuado. En este sentido, el liderazgo del traba-
jador social suele ser más intenso cuando se trata de proyectos de in-
tervención de corta duración y no hay tiempo ni recursos para for-
mar a las personas que componen la comunidad en la dinámica
comunitaria de una manera eficaz. Sin embargo, en los proyectos a
largo plazo, como suelen ser aquellos que se desarrollan en el área
de la educación o la salud comunitaria en países en desarrollo, pro-
gresivamente el liderazgo debe ser transferido a la propia comuni-
dad, hasta convertirse en un miembro más de ella, cualificado sin
duda y con fuertes responsabilidades en la aplicación de la metodo-
logía (cuadro 8).

En todo este proceso, sigue vigente el principio teórico que formulamos


al analizar la dinámica del Trabajo Social con Grupos, dado que la acción
comunitaria es siempre una actividad en la que actúan grupos organizados:
165
r
Cuadro 8.
Problemas o riesgos
Modelo de acción comunitaria
Seguimiento y evaluación
Equipo de trabajo Distribución de tareas Calendario de actividades
a afrontar del proyecto
n
Descripción detallada de los Personal que aportan las ins- Relación de tareas a realizar, Duración temporal del proyecto Establecer mecanismos de eva· o
3
riesgos y problemas y análisis tituciones que financian la tanto dentro de la comunidad Distribución temporal de las luación continua. Por ejemplo, e
::l
de sus raíces y las causas que actividad como en la movilización de la actividades en un proyecto anual, estable-
s:
los originan Personal disponible en la co-
munidad
Organizaciones y líderes de
comunidad como tal ante las
instituciones
Distribución de tareas según
cer una sesión de evaluación
cada mes que permita analizar
el proceso y reorientarlo en re-
..
::l.
o

opinión con los que se puede la formación, habilidades y ladón con las metas propues-
contar competencias de las diversas tas
Elaboración de un catálogo de personas que intervienen en Fijar reuniones tanto sectaria-
los medios y recursos materia- el proyecto les como de la comunidad
les que se necesitan para po- Tareas relacionadas con el como tal para presentar los
der realizar el proyecto fortalecimiento de las cone- resultados provisionales y fa.
xiones entre las diferentes vorecer la implicación colee-
personas y grupos implicados ti va o
en el proyecto Establecer una sesión de eva-
luación final

FUENn: Elaboración propia.


c.
~
"'
ia·
s
Trabajo Social Comunitario

la progresividad, gradualidad y reversibilidad (Femández y López, 2006).


La comunidad se organiza progresivamente, no se cambian las dinámicas
de comportamiento rápidamente, y el trabajador social debe tener presente
la complejidad de un proceso en el que la población se reconoce a sí misma
de otra manera. Redescubre su capacidad de asociarse para transformar el
entorno, es capaz de autodiagnosticarse, analizando los problemas que pue-
de resolver mediante sus propios recursos, y de articular movimientos de
acción comunitaria ante las instituciones públicas y privadas para suscitar
un cambio estructural que permita mejorar las condiciones de vida. En este
sentido, el cambio es progresivo, y, dependiendo del tipo de proyecto, el
trabajador social debe establecer un programa de formación para constituir
un equipo de acción comunitaria dentro de la propia comunidad que permi-
ta transferir responsabilidades, favorecer la capacitación de los participan-
tes y asumir proyectos de cambio a largo plazo.
Ahora bien, el cambio que experimenta la comunidad no sólo es progre-
sivo, también es gradual. No afecta igual a todos los participantes, y por lo
tanto podemos extraer dos conclusiones básicas. En primer lugar, no esta-
blecer comparaciones entre personas y organizaciones, respetando la evolu-
ción de cada una de ellas. En segundo lugar, debemos analizar las caracte-
rísticas de la población para actuar sobre aquellos rasgos que pueden
acelerar los procesos de cambio, en un entorno libre de comparaciones en
el que se experimenta la solidaridad de la acción comunitaria que busca
cambiar el entorno colectivo. No puede compararse la evolución de una co-
munidad afroamericana en Los Ángeles (Estados Unidos) con una comuni-
dad latina: presentan características específicas, modelos de comporta-
miento diferentes, y de lo que se trata de es de favorecer un cambio
progresivo de cada comunidad y un cambio gradual de las personas que la
forman, en el que hay espacio para la diferencia y la identidad. Los progra-
mas de intervención basados en la metodología del Trabajo Social Comuni-
tario en este entorno deben partir de un diagnóstico claro que permita dise-
ñar actividades que aumenten la confianza entre la población, la voluntad
de colaborar y de vincularse para modificar colectivamente su entorno.
Pero debe diferenciarse entre unas comunidades y otras y establecer medi-
das específicas si es necesario para abordar las diferentes pautas de comu-
nicación, la estratificación dentro de cada comunidad, la distribución del
poder y las diferencias relacionadas con las desigualdades de género (Rive-
ra y Erlich, 1995).
Finalmente, el concepto «reversibilidad» nos enfrenta a un fenómeno
común pero no siempre bien analizado: la posibilidad de un proceso de de-
sestructuración personal, grupal o comunitario, que puede darse en las dis-
tintas fases de la dinámica de grupos o de la dinámica del Trabajo Social
Comunitario. El trabajador social debe estar preparado para gestionar estas
fases en las que los procesos de cambio se ralentizan o se deterioran, en las
que las comunidades pueden paralizarse por disputas en tomo al poder, a la

167
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos lo desafios del siglo XXI

definición de los objetivos o simplemente por causa de desencuentros per-


sonales, exceso de protagonismo o conflictos entre los intereses personales,
familiares, grupales y/o comunitarios. Estos procesos pueden darse tanto
dentro de la comunidad como en las instituciones que financian la activi-
dad, que pueden en un determinado momento alterar sus prioridades o cam-
biar los equipos de profesionales. Por ello, el trabajador social debe tener
siempre como prioridad capacitar a la comunidad para afrontar los procesos
de crecimiento de la densidad relacional, los de movilización y también los de
crisis, favoreciendo el fortalecimiento de las capacidades que hemos anali-
zado en los capítulos 3 y 4 de este libro.

3.5. Evaluación continua y evaluación final: logro de metas y


aumento de la densidad relacional en la comunidad

Desde una perspectiva orientada al fortalecimiento de la capacidad de ac-


ción de la comunidad, mediante el reforzamiento de sus vínculos y la movi-
lización colectiva para afrontar retos estructurales, la evaluación es siempre
un momento final en el que se objetivan los resultados alcanzados. Pero
también es un momento inicial: un nuevo movimiento se inicia en el mo-
mento en el que, tras un proyecto de Trabajo Social Comunitario, una co-
munidad con mayores capacidades afronta su futuro bajo una nueva diná-
mica colectiva.
En la evaluación continua, que debe programarse específicamente en el
proyecto, y en la evaluación final, la comunidad debe participar, y debe
realizar un nuevo autodiagnóstico que tenga en consideración los logros al-
canzados, los fracasos o las resistencias encontradas y las nuevas posibili-
dades que se abren en el futuro inmediato. En esta fase, la evaluación
(como diagnóstico participativo de lo que ha ocurrido) tiene varias etapas,
que se repiten en la evaluación continua y en la evaluación final: entrevistas
a miembros de la comunidad, a los actores sociales más relevantes, a los lí-
deres de opinión, a los responsables de organizaciones y partidos políticos,
para percibir en cada fase del proyecto cómo se van cumpliendo los objeti-
vos y cómo es percibido ese proceso de cambio. También hay que tomar en
consideración la valoración que la propia comunidad establece como tal,
tanto en fases intermedias del proyecto, como en la sesión de evaluación fi-
nal.
En el proceso de evaluación, deben tenerse en cuenta tres objetivos fun-
damentales:

- Analizar el grado de realización de los objetivos o tareas proyecta-


dos. Es necesario objetivar los logros obtenidos, mediante la formu-
lación de indicadores que nos permitan evaluar el rendimiento de las
actividades realizadas. Estos indicadores deben ser asumidos desde

168
5. námica del Trabajo Social Comunitaño

la primera fase del proyecto por toda la comunidad; por eso, al eva-
luarlos, la comunidad se encuentra con su propia imagen, se auto-
diagnostica mejor y puede percibir de forma correcta su propia di-
námica interna de desarrollo.
- Analizar el nivel de densidad relacional alcanzado. En el Trabajo So-
cial Comunitario, no se trata solamente de lograr un objetivo movili-
zando a la comunidad. Se trata de capacitar a la comunidad para de-
batir y seleccionar objetivos, proyectos y tareas colectivamente.
Aumentar la densidad relacional, la cohesión y la coordinación entre
las diversas personas que la componen en tomo a un objetivo exter-
no a la comunidad (reclamar ante las instituciones) o ante un objeti-
vo interno (organizarse para mejorar las condiciones de vida y los
recursos educativos de los menores en un entorno determinado) es
una meta básica en cualquier intervención profesional en el ámbito
que nos ocupa. ¿Cómo hacerlo? Contrastando los datos que obtenía-
mos en el diagnóstico inicial (cuadro 7) con los resultados que pode-
mos observar al final del proyecto, en la sesión de evaluación. En
este sentido, al analizar las dimensiones, las características, el diag-
nóstico del trabajador social y el diagnóstico de la propia comuni-
dad, habría que añadir una nueva columna en la que se especifiquen
las actividades realizadas y los logros obtenidos en cada una de las
dimensiones propuestas: nivel de participación, tipos de organiza-
ción, capacidad de gestión, capacidad de negociación y experiencia
en movilización.
- Establecer nuevos objetivos para una comunidad que ha mejorado su
capacidad de movilización colectiva. La evaluación no es un punto y
final en la vida de la comunidad. Precisamente el trabajador social
comunitario lo que persigue es mejorar las pautas relacionales para
que, ya sin una intervención tan directa del trabajador social, la co-
munidad pueda tomar conciencia de sus recursos, sus límites y posi-
bilidades y establecer estrategias colectivas que les permitan mejorar
sus condiciones de vida. Hay que tener en cuenta que en muchas
ocasiones los problemas que se afrontan se originan en pautas de
comportamiento inadecuadas de la propia población, que pueden ser
modificadas mediante su objetivación, análisis e implicación de toda
la comunidad en el proceso de cambio. Por lo tanto, la mejora alcan-
zada en un aspecto debe ser el punto de partida para seguir mejoran-
do el resto de sus condiciones de vida.
En otros problemas, cuyo origen es externo a la comunidad (de-
gradación del mercado de trabajo, crisis económica, falta de recursos
institucionales para atender la educación o la salud de la población),
la movilización de ésta, siempre persiguiendo un objetivo concreto,
no puede finalizar cuando se alcanzan algunos objetivos. Se trata de
una dinámica que debe continuar en el tiempo, fortaleciendo los la-

169
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos Los desaffos del siglo XXI

zos dentro de la comunidad y haciendo frente a nuevos y viejos re-


tos. En definitiva, se trata de alcanzar un objetivo que es básico para
el trabajador social comunitario: favorecer la capacitación comunita-
ria para la autogestión como meta de cualquier proyecto de interven-
ción.

170
6. Ámbitos del Trabajo
Social Comunitario

1. Introducción
En nuestras sociedades complejas. vivimos inmersos en procesos de cam-
bio tecnológico. económico y social. A pesar de los efectos de la globaliza-
ción como factor de homogeneizaL ión en todo el planeta. las respuestas a
los desafíos son locales. muy di\'er~as. y en ellas juega un papel fundamen-
tal la capacidad de organización de la población. su movilización para lo-
grar mejoras reales en sus condiciones de vida. En este e11torno. el Trabajo
Social Comunitario tiene cada vez una mayor vigencia. por dos razones:

En primer lugar. en las sociedades tecnológicas más avanzadas la


falta de habilidades relac1on des. los procesos de individualización y
el mayor aislamiento generan un agraYarniento de las dificultades
que experimenta la población para hacer frente a nuevas y viejas for-
mas de exclusión social: y en los países en vías de desarrollo. articu-
lar estrategias locales en las c]Ue la población se implica. participa en
el diagnóstico y la formulaL ión de medidas y organiza sus recursos
externos aportados por otras instituciones es fundamental para hacer
frente a retos básicos como a mejora de los niveles educatiYos de la
población o el establecimiento de unas pautas de comportamiento
adecuadas en el ámbito de la salud.
En segundo lugar. la expan-;ión de la democracia. y la mayor con-
ciencia de los derechos individuales de cada persona. sitúan a los

171
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desaños del siglo xx1

grupos y a las comunidades ante un hecho crucial: en ámbitos en los


que la defensa de los intereses va unida a la capacidad de representa-
ción y de movilización, y en entornos en los que ya de antemano es-
tán movilizados y organizados diferentes grupos con intereses
opuestos, la capacidad de organizarse, de aunar esfuerzos, de cohe-
sionarse en torno a la defensa de proyectos comunitariamente decidi-
dos pasa a convertirse en un requisito necesario para hacer frente a
las oportunidades y los riesgos emergentes. Por lo tanto, la organiza-
ción y puesta en marcha de la comunidad, para hacer frente a los re-
tos y oportunidades, y para ser operativos en sociedades democráti-
cas, se han convertido en una cuestión estratégica que demanda una
mayor profesionalización de los trabajadores sociales en el ámbito
de nuestra disciplina.

Al analizar los ámbitos en los que se aplica el Trabajo Social Comunita-


rio, hay que tomar en consideración las siguientes cuestiones:

- En primer lugar, la intervención profesional se lleva a cabo mediante


equipos multidisciplinares. El profesional del Trabajo Social se inte-
gra en un equipo en el que, según el ámbito de intervención, deben
participar otros profesionales: educadores de la calle, animadores so-
cioculturales, técnicos en procesos de inclusión social, psicólogos,
personal sanitario, sociólogos, economistas, ingenieros ... En un pro-
yecto de Trabajo Social Comunitario cuyo objetivo es mejorar las
condiciones educativas de la población, especialmente de la pobla-
ción infantil, necesariamente deben intervenir educadores sociales y
maestros. En un proyecto cuyo objetivo sea mejorar las condiciones
sanitarias básicas de la población debe intervenir el personal sanita-
rio y los ingenieros que diseñen los sistemas de drenaje y de alcanta-
rillado, o economistas que puedan establecer la viabilidad financiera
de los proyectos (tomando en consideración las aportaciones internas
de la comunidad y las que pueden obtenerse en otras instituciones).
En un proyecto cuyo objetivo sea generar empleo a través de micro-
créditos, permitiendo que las mujeres desarrollen actividades remu-
neradas y obtengan rentas que les permitan desarrollar sus propios
planes, las cuestiones logísticas (transporte de mercancías, instala-
ción de puntos de venta) y económicas ocupan un lugar principal, y
por lo tanto profesionales cualificados en estos ámbitos deben inte-
grarse en el equipo de trabajo interdisciplinar que actúa en la zona.
El trabajador social comunitario lo que aporta es la capacidad de
realizar diagnósticos integrados, que tengan como objetivo favorecer
una dinámica comunitaria que permita hacer frente a los problemas.
Es un experto, también, en las metodologías para generar los víncu-
los adecuados entre los participantes, y puede formar al resto de

172
6. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario
miembros del equipo interdisciplinar en dicha metodología favore-
ciendo la cohesión interna del equipo y la integración del equipo
dentro de la dinámica comunitaria. Y, finalmente, es un experto en el
conocimiento de los recursos institucionales disponibles y en la eva-
luación de los resultados alcanzados.
- En segundo lugar, la heterogeneidad de nuestras sociedades. Las di-
ferencias en el grado de desarrollo económico (a nivel global -en-
tre países desarrollados y en vías de desarrollo- y local -el Pri-
mer y el Tercer y Cuarto Mundo coinciden y se superponen dentro
de cada país y en el corazón de cada ciudad-), la diversidad de
grupos étnicos que integran la población de cada país y cada ciudad
o las diferencias relativas a las oportunidades de vida, el empleo, los
salarios y las prestaciones sociales entre los distintos colectivos se-
gún su edad (no es igual la problemática de la juventud que la de las
personas dependientes o mayores) demandan una mayor especializa-
ción de los trabajadores sociales en la dinámica del desarrollo co-
munitario. Es necesario realizar un riguroso análisis de la realidad
concreta para diseñar un modelo de intervención que sea adecuado y
viable.
- En tercer lugar, aunque la intervención del trabajador social comuni-
tario tienen una orientación holística, que busca movilizar a toda la
comunidad, dada la heterogeneidad existente, en muchos casos ten-
drá que comenzar por articular grupos en tomo a un problema claro
y definido y progresivamente ir implicando al resto de la población
en la solución de problemas que son de todos, pero que afectan con
mayor intensidad a algunos colectivos. En este punto, un diagnóstico
correcto es indispensable para lograr que la comunidad pueda asumir
de forma crítica su situación. Se trata de objetivar el problema, favo-
recer que los grupos implicados tomen conciencia de él y lo analicen
desde sus propios criterios, en un proceso de autoconciencia que fa-
vorezca su implicación, y, finalmente, establecer una dinámica de
participación y comunicación que se extienda a toda la población de
la zona.
En este proceso, el diagnóstico inicial y las estrategias de acción
están siempre abiertos a una redefinición desde la propia comunidad
puesta en marcha. Todo el proceso se encuentra, desde su inicio, so-
metido a un sistema de evaluación continua que el trabajador social
debe diseñar con especial atención y en el que tienen que tomarse en
consideración los logros alcanzados y también las nuevas oportunida-
des y riesgos que se derivan de la evolución interna de la comunidad
(procesos de negociación, poder y conflicto entre los participantes) y
de la transformación del entorno resultado de su propia actividad.
- En cuarto lugar, un objetivo presente en cualquier intervención basa-
da en la metodología del Trabajo Social Comunitario es fortalecer la

173
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desaños del siglo XXI

capacidad de acción colectiva de la comunidad. Favorecer sus víncu-


los, su formación, la capacidad de diagnóstico, de análisis, de pla-
nificación, de ejecución y de evaluación. Para conseguirlo, el traba-
jador social comunitario puede crear, como un primer paso, un
equipo de trabajo dentro de la propia comunidad, de personas com-
prometidas y que pueden liderar el proceso de cambio. Este pequeño
grupo debe actuar como difusor de la dinámica comunitaria, gene-
rando complicidades y colaborando con el equipo multidisciplinar
de intervención, de tal forma que, aunque se deba recurrir a profe-
sionales expertos que quizás no tiene la comunidad (por ejemplo, ex-
pertos en ingeniería o medicina), ésta poco a poco vaya generando
su propia dinámica de liderazgo. En este sentido, el trabajador social
comunitario debe establecer claramente las pautas adecuadas de co-
municación, de negociación, de puesta en común entre los partici-
pantes, de forma que la mayor claridad, el debate público y la toma
de decisiones comunitaria permitan cohesionar e implicar en el pro-
yecto de cambio a la mayor parte, o a la totalidad, de la población.
El objetivo es convertir en protagonista a la comunidad, preparándo-
la para ser capaz de analizar, movilizarse y actuar hacia dentro, con
sus recursos, y hacia fuera, ante las instituciones o los poderes esta-
blecidos; el trabajador social y su equipo de trabajo deben tener es-
pecial cuidado en gestionar correctamente su liderazgo inicial. A lo
largo del proceso de intervención, el liderazgo debe ir pasando del
profesional del trabajo social a la comunidad, junto con las herra-
mientas básicas metodológicas para que ese liderazgo pueda ser
efectivo. La formación de las personas que participan, y el diseñar
una metodología sencilla y que pueda volver a ser utilizada por los
usuarios, son dos objetivos que permiten afianzar las condiciones en
las que comunidad puede convertirse en gestora de sus propios re-
cursos.

En este capítulo, presentaremos en primer lugar los principios que deben


guiar nuestra actividad profesional. En segundo lugar, expondremos algu-
nos de los principales ámbitos en los que pueden intervenir los trabajadores
sociales comunitarios, diferenciando tres cuestiones: breve descripción de
los problemas de la comunidad, plan de intervención y principales resulta-
dos.

2. Hacia un modelo de Trabajo Social Comunitario


Cualquier modelo de intervención basado en la metodología del Trabajo
Social Comunitario tiene como objetivo básico fortalecer la dimensión co-
munitaria. Los factores que favorecen los procesos de exclusión social (que
174
n· tos del Trabajo Social Comunitario

generan nuevas o viejas formas de pobrex.a, de deterioro fisico, psicológico,


económico y social) se potencian enormemente en entornos desestructura-
dos. El individualismo, la incomunicación y la falta de habilidades para es-
tablecer vínculos con otras personas deterioran de forma radical las posibi-
lidades de hacer frente a las dificultades y oportunidades de la vida. La
desarticulación interna de las relaciones sociales, en una sociedad impreg-
nada de un discurso posmodemo individualista base de la ortodoxia neoli-
beral, favorece estos procesos de empobrecimiento de la vida ordinaria y la
consecuente falta de recursos relacionales para afrontar los retos diarios. Y
no sólo se trata de afrontar oportunidades y problemas relacionados con ob-
jetivos externos: como vimos en el capítulo 3, una de las claves de la felici-
dad personal es el establecimiento de relaciones sociales satisfactorias, con
la familia, los amigos, en el puesto de trabajo ... Tener la capacidad de man-
tener a lo largo del tiempo lazos familiares y lazos de amistad es un buen
predictor de felicidad (Putnam, 2003).
Una de las consecuencias más peligrosas para la salud psicológica y
para la realización personal que se derivan de nuestra cultura hiperindivi-
dualista es que los objetivos que perseguimos, y las expectativas sociales
que influyen en ellos, desarticulan nuestra capacidad de relación. Y esto es
porque presentamos la realidad social como una lucha darwinista por el po-
der, el dinero y la satisfacción personal, obviando nuestra propia naturaleza
como seres sociales, relacionales. Diversas investigaciones han puesto de
manifiesto el efecto positivo sobre la vida personal que generan las relacio-
nes familiares intensas, la responsabilidad individual y social y la amistad.
A la vez, muestran una situación paradójica: la población, que valora estas
aspiraciones desde la perspectiva de la realización personal, tiene claramen-
te asumido que han quedado relegadas en la dinámica del mercado de tra-
bajo y en la lógica de la sociedad contemporánea.
Nos encontramos inmersos en un modelo de realización personal basado
en el consumo, en el que lo importante es alcanzar la renta necesaria para
participar y adquirir el objeto que mostrará nuestro estatus, nuestro nivel de
vida, y que nos integrará en el grupo de los que pueden adquirirlo. Para lo-
grarlo, tenemos que dedicar más tiempo al trabajo y a la formación para
afianzar nuestra carrera profesional. La consecuencia es obvia: cada vez te-
nemos menos tiempo para cultivar nuestras relaciones y para aumentar
nuestros conocimientos sobre nosotros mismos. La explosión de sectas, de
nuevos teóricos de la autoayuda, de literatura sobre la felicidad, manifiesta
por un lado la nostalgia que padecemos, como sujetos, por relacionarnos
sólo con objetos (aunque también sean personas) y, por otro, muestra la es-
casa capacidad de respuesta que nuestro estilo de vida consumista e indivi-
dualista nos ofrece para afrontar las diversas oportunidades y problemas
que se nos presentan a lo largo de la vida.
Sin embargo, los medios de comunicación de masas, desde una óptica
individualista, insisten en orientar nuestro comportamiento de tal forma

175
Trabajo Social Comunitario: afrontando jun os los desafios del siglo xx1

que cada vez es más dificil experimentar la felicidad vinculada a la relación


con los demás. Un ejemplo de este modelo de comportamiento que se pos-
tula como la estrategia adecuada para triunfar y realizarnos es el que mues-
tra el ratón protagonista del best-seller ¿Quién se ha llevado mi queso?
(Jonson, 2007), una obra que nos describe el requisito básico para triunfar
en el mundo laboral: la flexibilidad. Su punto de partida es el siguiente: no
está en nuestra mano plantearnos por qué aparecen o desaparecen las rique-
zas. Sólo nos queda adaptarnos, correr buscando una nueva fuente de ali-
mentación. Triste elogio del darwinismo económico y social, esta obra, que
se ha convertido en libro recomendado por las escuelas de negocio, no
aporta un solo dato que permita explicar cómo afrontar los problemas es-
tructurales, que son los que constriñen el comportamiento de los actores so-
ciales. Sólo queda adaptarse y buscar un nuevo entorno, ser flexibles. Se
trata de un modo de vida que se basa en el determinismo tecnológico, eco-
nómico y social en el que no existen las relaciones sociales, la familia o la
comunidad y en el que la única diferencia para competir es la actitud más o
menos flexible de los dos ratones. La realidad está ya dada, y no puede ser
modificada, sólo cabe adaptarse. Además, las reflexiones sobre el origen de
los problemas, sobre la lealtad, la confianza y el trabajo en equipo con el
otro ratón, desde la perspectiva del autor de este best-seller, constituyen
una «clara» desventaja adaptativa para sobrevivir ...
Este planteamiento choca con la experiencia histórica de regulación de
la economía y de la sociedad que supone el Estado del Bienestar y con la
propia lógica del mercado, que demanda instituciones que lo regulen para
hacer frente a sus inercias negativas (como la Reserva Federal Norteameri-
cana o el Banco Central Europeo). Choca con los datos aportados por el
Banco Mundial, que muestran la distribución asimétrica de la riqueza y la
necesidad de afrontar cambios estructurales. Y choca con el análisis deta-
llado de las consecuencias del modelo de éxito neoliberal (Reich, 2000). Y,
además, postula una igualdad radical entre los participantes, excepto su es-
tado de ánimo, que no se corresponde con la dinámica estructural de la de-
sigualdad y con la carencia de habilidades básicas para relacionamos, que
establecen severas limitaciones para la integración de las personas que pa-
decen dichas carencias, cuestión que puede comprobarse mediante la inves-
tigación empírica en cualquiera de nuestras sociedades.
Los peligros del individualismo se potencian cuando, paradójicamente,
observamos que sólo mediante la acción colectiva, mediante la organiza-
ción y la presión para defender nuestros intereses (desde decidir colectiva-
mente como consumidores no comprar determinados productos, porque se
fabrican en países en los que no se respetan las normas internacionales que
protegen los derechos de los niños, hasta organizarnos para reclamar un po-
lideportivo en nuestro barrio), podemos lograr cambios reales en el ámbito
político y empresarial. La democracia, como sistema de gobierno mediante
la elección de representantes que defienden nuestros intereses, y a los cua-

176
del Trabajo So i o nunitario
les votamos para que desarrollen un programa específico, se articula me-
diante mecanismos de representación. Por ello es fundamental estar organi-
zados, y ser capaces de diseñar estrategias de acción comunitaria para al-
canzar determinados objetivos. Las sociedades tecnológicas avanzadas, en
medio de una exaltación del consumo de masas, generan unas condiciones
de vida en las que se potencia el aislamiento de las personas. El resultado
de este proceso es que, intemalizando una filosofia que postula el indivi-
dualismo radical como experiencia de la libertad, nos encontramos cada
vez con menos capacidad para elegir y actuar. Cada persona aisladamente
considerada tiene muy poca capacidad de actuación ante las fuerzas del
mercado y ante grupos organizados que presionan para orientar la econo-
mía y la evolución social en una determinada dirección. En medio de una
ensoñación sobre la libertad de cada uno como actor aislado que decide li-
bremente, cada vez tenemos más comportamientos prediseñados desde las
oficinas de marketing y cada vez estamos más desamparados ante los pro-
cesos de exclusión social que se generan en nuestras sociedades.
En este contexto, cualquier modelo de Trabajo Social Comunitario debe
tener en cuenta, en primer lugar, los conocimientos, habilidades y actitudes
requeridos para poder ejercer la actividad profesional. En segundo lugar,
expondremos las características propias de un modelo de Trabajo Social
Comunitario en el siglo xx1.

2.1. Desafios para el trabajador social comunitario en el siglo XXI

Fortalecer los vínculos comunitarios y generar movimientos de acción co-


munitaria que permitan alcanzar objetivos personales (mayor nivel de auto-
rrealización), comunitarios (incremento de la intensidad de los vínculos en-
tre los miembros de la comunidad) y estructurales (logro de metas
definidas por la comunidad y que afectan a las posibilidades de inclusión
social de la comunidad y de cada uno de sus miembros) no es tarea fácil. El
trabajador social tiene que redefinir y fortalecer sus habilidades para diag-
nosticar, organizar, reconstruir y movilizar comunidades, en un entorno do-
minado ideológicamente por el neoliberalismo y, por lo tanto, poco propi-
cio para el desarrollo de movimientos asociativos. Además, el objetivo
final de su intervención es siempre «perder el poder>>, generando una ma-
yor capacidad de liderazgo dentro de la comunidad. Por ello, el asistencia-
lismo está completamente faera de juego como estrategia de intervención:
no se trata de apoyar desde fuera, sino de generar desde dentro de la comu-
nidad, y en el interior de cada persona, las capacidades necesarias para
abordar retos colectivos. En este sentido, el Trabajo Social Comunitario
fortalece las prácticas democráticas, y el trabajador social debe prestar es-
pecial atención a los procesos de distribución del poder que se generan en
la comunidad a lo largo de su intervención profesional. Comunicar, com-

177
Trabajo Social Comunitari11· afrontando ju os desaffos del siglo xx1

partir, diagnosticar conjuntamente, organizar la participación para favore-


cer la toma de conciencia comunitaria. . . Este proceso de capacitación es
esencial para lograr una mayor implicación.
Para poder alcanzar los objetivos propuestos, el trabajador social debe
estar formado y a su vez formar a los participantes, generando equipos de
trabajo que interioricen un conjunto de buenas prácticas vinculado a la
igualdad, dignidad y derechos de todas las personas, independientemente
de su condición y origen. En este sentido, tiene que adquirir un ·conjunto de
conocimientos, habilidades y actitudes que le permitan dinamizar la comu-
nidad y afrontar correctamente el desarrollo de su actividad profesional:

- Conocimientos que debe adquirir el trabajador social comunitario:

° Conocer el substrato ético de la interacción social y la vida en co-


munidad, de forma que pueda aplicar en su experiencia profesional
los valores propios de la cooperación altruista, la confianza, la ca-
pacidad de negociación y el respeto por los demás.
° Conocer la historia del Trabajo Social analizando su evolución teóri-
ca, las técnicas específicas que se han desarrollado y los resultados
obtenidos, para conseguir un conjunto de «buenas prácticas» que le
permitan desarrollar mejor su actividad profesional
° Conocer la dinámica de grupos y la dinámica comunitaria anali-
zando los principales modelos teóricos y las técnicas de organiza-
ción, comunicación y evaluación más adecuadas para el Trabajo
Social Comunitario. Especial relevancia tiene el conocimiento de
las técnicas adecuadas para generar liderazgos internos en la co-
munidad, fortaleciendo su capacidad de autoorganización y dele-
gando progresivamente el protagonismo del trabajador social.
° Conocer el entorno en el que va a desarrollar su actividad, diag-
nosticando, planificando y evaluando cada fase del proyecto. Para
ello, debe ser capaz de analizar con rigor y método científico los
problemas principales que deben abordarse, buscando siempre no
dejarse influir por sus valores personales o sus afinidades ideoló-
gicas, de clase, de género, étnicas o de otro tipo.
° Conocer el entorno institucional en el que se desenvuelven las per-
sonas que constituyen la comunidad potencial objeto de interven-
ción, analizando su influencia en los procesos de exclusión social
que pueden detectarse.

- Habilidades que debe adquirir el trabajador social comunitario:

0 Debe desarrollar las habilidades necesarias para desempeñar diver-


sos papeles dentro de la comunidad: investigador, planificador,
evaluador, organizador, líder, negociador, animador.
178
hitos del rabajo Socia Comunitario
0 Debe desarrollar las habilidades relacionadas con un enfoque cien-
tífico de su actividad: análisis, prueba y contrastación de los datos
y establecimiento de estrategias políticas para la organización de
la comunidad.
0 Debe desarrollar la capacidad de evaluar los requisitos necesarios
para generar, mantener y orientar el esfuerzo colectivo de la comu-
nidad, partiendo de la heterogeneidad de circunstancias y de las di-
versas formas de pobreza, dependencia o exclusión que afectan a
unas u otras personas.
0 Debe desarrollar una flexibilidad suficiente para poder organizar
la dinámica comunitaria partiendo de las características concretas
de la población: los recursos comunitarios disponibles, las caracte-
rísticas del entramado institucional y los niveles educativos y las
habilidades de que disponen las personas con las que se va a ini-
ciar la dinámica comunitaria.
0 Debe trabajar con eficacia en entornos muy diferentes de su estilo
de vida personal y de su cultura de procedencia, buscando alcan-
zar un nivel adecuado de empatía con la población.
0 Debe afrontar adecuadamente la dinámica de poder que siempre
está inscrita en cualquier grupo, siendo flexible y sabiendo agru-
par los intereses de los participantes en relación con la meta esta-
blecida comunitariamente.

- Actitudes que debe adquirir el trabajador social comunitario:

0 Debe valorar positivamente la progresiva organización de la comu-


nidad y los avances que se generan, desde el principio que formu-
lamos anteriormente: la progresividad, la gradualidad y la regresi-
vidad.
0 Debe clarificar y favorecer la extensión de los valores de autode-
terminación, fortalecimiento y cooperación altruista, generando
una mayor demanda de justicia social entre las personas que com-
ponen la comunidad.
0 Debe distinguir con claridad los valores, las normas y las actitudes
de personas, grupos y comunidades que proceden de diferentes en-
tornos y tradiciones culturales, estableciendo puntos de encuentro
y siendo lo suficientemente flexible en el diseño de las técnicas es-
pecíficas de dinamización, según el contexto.
0 Debe analizar con objetividad sus limitaciones personales y las del
equipo multidisciplinar en el que se integra, de tal forma que pue-
da formarse y establecer estrategias adecuadas en función de sus
características.

179
Trabajo Social Comunitario: afrontando ju 1to los desaffos del siglo XXI

2.2. Principios para un modelo de Trabajo Social Comunitario

No existe un único modelo de Trabajo Social Comunitario. Las metas a


conseguir pueden ser muy distintas en unas comunidades y en otras, y tanto
la cultura como las características de las oportunidades y problemas tam-
bién difieren enormemente. Ahora bien, podemos diferenciar algunos prin-
cipios que guían la actividad de los trabajadores sociales comunitarios,
agrupándolos en tres ámbitos (cuadro 9):

- En el ámbito del diagnóstico, los trabajadores sociales deben respe-


tar los siguientes principios:

0
Metodología científica: llevar a cabo una observación y análisis ri-
guroso basado en el método científico, diseñando con especial
atención los cuestionarios, las entrevistas, la observación en sus
diversas modalidades o los grupos de discusión. El objetivo final
es establecer un mapa de las necesidades más acuciantes que de-
mandan una intervención basada en la metodología del Trabajo
Social Comunitario.
0 Participación de la comunidad en el diagnóstico: se trata de con-
vertir el diagnóstico en un autodiagnóstico, de forma que la comu-
nidad se implica en el análisis de su problemática y por lo tanto
puede convertirse en un actor privilegiado para cambiarla. En este
sentido, hay que estar abiertos a la reformulación que la comuni-
dad puede realizar de los problemas y las metas a conseguir, po-
niendo de relieve aspectos que quizás no se han percibido tan cla-
ramente desde la posición de un observador externo.
0
Análisis realista del entorno institucional en el que se desenvuelve
la población objeto de la intervención profesional por parte del tra-
bajador social. El poder formal de las instituciones, al igual que
los mecanismos de poder informal operativos en el entorno, deben
ser correctamente analizados para poder planificar metas alcanza-
bles mediante la acción comunitaria.
0 Hay que establecer objetivos de acuerdo con el potencial de la co-
munidad: se trata de diseñar de forma realista las actividades que
permitirán alcanzar determinadas metas, de tal forma que no se
propongan logros imposibles de alcanzar, o muy ajenos a las capa-
cidades y recursos disponibles. Por ello, debe realizarse de forma
compartida con la comunidad.

- En el ámbito de la puesta en marcha y desenvolvimiento de la activi-


dad comunitaria, los trabajadores sociales deben respetar los siguien-
tes principios:

180
6.

Cuadro 9. Principios para un modelo de Trabajo


Social Comunitario
Ámbitos Principios

Diagnóstico Metodologia cientifica


Participación de la comunidad
Análisis realista del entorno institucional
Establecimiento de objetivos adecuados al potencial de la comunidad

Puesta en marcha y Vincularse con las organizaciones y los liderazgos fonnales o infor-
desenvolvimiento de la males que se dan dentro de la comunidad
acción comunitaria Formar a las personas que participan
Establecer un protocolo de comunicación que favorezca la transpa-
rencia i nfonnativa
Establecer una progresiva delegación del poder en la comunidad fa-
voreciendo su autoorganización
Novedad y creatividad

Evaluación Evaluación continua


Evaluación abierta al futuro: redefinición de metas
Consolidar en el tiempo las mejoras alcanzadas

FUENTE: Elaboración propia.

0
Vincular las organizaciones y los liderazgos formales o informales
que se dan dentro de la comunidad con el proceso de cambio a tra-
vés de la intervención del trabajador social mediante la metodolo-
gía del Trabajo Social Comunitario. Es más conveniente aprovechar
las estructuras existentes que dedicar demasiado tiempo y energía a
crear nuevas organizaciones, siempre que no sea indispensable.
° Formar a las personas que participan, aumentando su capacidad
para actuar comunitariamente y afrontar colectivamente retos que
por su propia naturaleza son estructurales y demandan una acción
comunitaria para resolverlos. La formación debe centrarse en tres
objetivos: aprender a evaluar correctamente los problemas a los
que nos enfrentamos; a relacionarnos, trabajar, comunicarnos y re-
solver problemas en comunidad, y a establecer metas alcanzables
para nuestras capacidades en un entorno espacio-temporal concre-
to. En este sentido, es muy importante establecer grupos de forma-
ción que vayan adquiriendo las habilidades, comportamientos y
conocimientos necesarios para desarrollar una dinámica comunita-
ria. Una vez establecidos, deben ampliarse progresivamente hasta
extender este proceso de fortalecimiento a todas las personas que
forman la comunidad, siempre que sea posible.

181
Trabajo Social Comunitario: afrontando ju • Los desafíos del siglo XXI
0 Establecer un protocolo de comunicación que favorezca la transpa-
rencia informativa, difundiendo los logros alcanzados y la evolu-
ción de los problemas a los que se hace frente. Mediante asam-
bleas, reuniones de grupos, foros en Internet y cualquier otra
herramienta disponible, debe proporcionarse el máximo de infor-
mación a las personas que participan en la dinámica comunitaria.
De esta forma, la progresiva capacidad de autogestión de la comu-
nidad se asentará sobre prácticas democráticas de intercambio li-
bre de información, valoración de las opiniones en función de los
argumentos que aportan y análisis objetivo de los procesos de difi-
cultan una comunicación adecuada dentro de la comunidad.
0 Establecer una progresiva delegación del poder en la comunidad
favoreciendo su autoorganización y el desarrollo de liderazgos
que permitan un protagonismo cada vez mayor de la población.
En este sentido, el Trabajo Social Comunitario también es una es-
cuela de prácticas democráticas, y debe formarse a los participan-
tes en los valores éticos de las democracias: respeto a los dere-
chos humanos, libertad de opinión, recursos a argumentos y datos
científicos en vez de descalificaciones e insultos y sobre todo
análisis de los problemas desde la perspectiva de los que los su-
fren o los padecen, y no sólo desde la perspectiva de un observa-
dor externo.
0 Novedad y creatividad ante la evolución de la comunidad. El tra-
bajador social comunitario debe estar abierto a los posibles cam-
bios que se derivan de la puesta en marcha de un proceso de dina-
mización de una comunidad. Tanto los retos como las metas se
pueden redefinir en función de las mayores habilidades, conoci-
mientos y actitudes adquiridos a lo largo de las primeras etapas
del proceso de intervención, pero también pueden redefinirse en
función de nuevos problemas o dificultades que surgen, precisa-
mente, de la interacción social una vez puesta en marcha la comu-
nidad.

- En el ámbito de la evaluación, los trabajadores sociales deben respe-


tar los siguientes principios:

0 La evaluación en el ámbito del Trabajo Social Comunitario es ante


todo un proceso continuo, abierto a la reformulación de los proble-
mas tanto por su desarrollo como por la percepción que de éstos
tienen las personas con las que se trabaja. En este sentido, tan im-
portante es la definición objetiva del problema que se aborda
como percepción y diagnóstico subjetivo, y el trabajador social
debe trabajar en ambas dimensiones, evaluando la progresión de
su actividad.
182
0
La evaluación debe estar abierta al futuro: tiene que permitir mo-
dificar las metas definidas en el diagnóstico inicial, estableciendo
indicaciones para aprovechar la dinámica de cambio, y preparar a
la población para futuras acciones comunitarias.
0 El proceso de evaluación debe concluir con la formulación de es-
trategias que permitan consolidar los logros alcanzados y reforzar
las actitudes comunitarias de la población, de tal forma que pue-
dan actuar colectivamente ante problemas presentes y futuros. Se
trata de lograr sostener en el tiempo las mejoras obtenidas: mayor
nivel de densidad relacional, mayor capacidad de diagnóstico con-
junto de retos y oportunidades, mayores y mejores vínculos entre
las personas que forman la comunidad (favoreciendo unos patro-
nes de comunicación adecuados que faciliten la diseminación de
información, la capacidad de diálogo y un modelo de toma de de-
cisiones democrático y participativo).

3. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario


La actividad profesional de los trabajadores sociales se fundamenta en tres
principios: un principio ético (la igualdad ontológica de todas las personas,
sea cual sea su etnia, religión, cultura o género). un principio político (la
ciudadanía democrática: todos somos ciudadanos y tenemos derechos ina-
lienables, y para poder ejercerlos necesitamos una estructuración de la so-
ciedad que los haga viables; por ello, los propios ciudadanos intervienen
para dirigir el curso de los acontecimientos a través de diversas formas de
participación, como las elecciones locales, regionales, nacionales y supra-
nacionales -elecciones al Parlamento Europeo, por ejemplo--), y un prin-
cipio económico (en una doble acepción: como un espacio, el mercado, en
el que conseguir bienes y servicios, y como un mecanismo de inserción so-
cial, ya que a través del trabajo asalariado nos integramos en nuestra socie-
dad -desde conseguir la cartilla de la seguridad social hasta cotizar para la
futura pensión o pagar la cuota del seguro médico--). Cuando se diseña un
proyecto de intervención basado en la metodología del Trabajo Social Co-
munitario, siempre se persigue capacitar a las personas para integrarse
como ciudadanos, mejorar su inserción en el ámbito económico y lograr
una mejor distribución de los recursos disponibles, optimizando su rendi-
miento y mejorando su distribución.
Los proyectos que llevan a cabo los trabajadores sociales afectan a una
gran diversidad de ámbitos y dimensiones de la vida social, y no es fácil di-
ferenciarlos. Cualquier intervención dirigida a mejorar los niveles educati-
vos tiene también como referencia facilitar la inserción en el mercado labo-
ral, y cualquier intervención en el ámbito de la salud tiene en cuenta los
conocimientos disponibles, los profesionales con los que cuenta la comuni-

183
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo xx1

dad, la cuantía de las inversiones necesarias y el impacto final sobre la me-


jora de las condiciones de vida, que va a permitir desarrollar proyectos per-
sonales en todos los ámbitos a las personas que integran una comunidad
determinada. En definitiva, el objetivo último del Trabajo Social es el in-
cremento de la cohesión social, y, para ello, desde la perspectiva específica
del Trabajo Social Comunitario, el objeto de intervención es la sociedad,
que desagregamos en ámbitos específicos, como el educativo o el sanitario,
pero que siempre están íntimamente relacionados, y sólo por cuestiones de
mayor eficacia concentramos nuestra intervención en uno u otro ámbito es-
pecífico. En este sentido, las mejoras obtenidas en una dimensión, por
ejemplo en la educación, inmediatamente afectan· al resto de dimensiones, y
elevan la capacidad de la comunidad para organizarse a sí misma y afrontar
las oportunidades y problemas que se le presentan.
La dinámica comunitaria se caracteriza por su transversalidad. Afecta a
diversos ámbitos de la vida social, y en ella se articulan de forma plural co-
lectivos con diferentes edades y con objetivos no siempre coincidentes. De
ahí la importancia de establecer protocolos de comunicación eficaces que
permitan la elaboración de diagnósticos compartidos y el establecimiento
de estrategias de acción comunitaria consensuadas.
Desde la perspectiva del Trabajo Social Comunitario, se trata de hacer
frente a necesidades básicas, que se definen en función del contexto y que
por lo tanto pueden ser muy divergentes entre sí en función del entorno geo-
gráfico, económico y político.
Los problemas de desestructuración social y degradación urbana en ciu-
dades como Londres, Madrid o París exigen un análisis adecuado que tenga
en consideración los recursos con los que cuentan las instituciones públicas
y los servicios sociales y el horizonte de referencia simbólico que estructu-
ra el proyecto de vida de los jóvenes. El adolescente francés que en una
banlieu o suburbio se organiza para quemar coches y protestar por el fraca-
so en la política de integración en la sociedad francesa está expresando su
pérdida de confianza en la noción de ciudadanía igual para todos que arti-
cula el discurso oficial sobre la República Francesa. No experimentan una
movilidad social ascendente (Silberman y Fournier, 2006), y se sienten
peores que sus padres o abuelos, quizás precisamente porque son franceses.
Poco tiene que ver un proyecto de Trabajo Social en este entorno, que tiene
que abordar tanto la educación como la inserción en el mercado de trabajo,
y las dificultades para integrarse en la sociedad francesa con las dificulta-
des de un adolescente en una gran ciudad como México DF o El Cairo,
donde el subdesarrollo y la economía informal conforman un contexto dis-
tinto, o en una ciudad como Los Ángeles, en la que, aunque parte del Pri-
mer Mundo, el imaginario colectivo está estructurado en tomo a la idea de
la libre competencia y el sueño americano, y no en tomo a una ciudadanía
ya previamente conseguida y que debe ser respetada, como ocurre con el
discurso que sobre sí misma mantiene la sociedad francesa.

184
_ 1 tos del Trabajo Social Comunitario

A lo largo de su historia, el Trabajo Social Comunitario ha demostrado


su eficacia en ámbitos muy diferentes y en comunidades también muy dis-
tintas. Desde la perspectiva que desarrollamos en este libro, orientada a
ofrecer una formación teórica y práctica que permita al trabajador social
enfrentarse a los retos de su actividad profesional, podemos diferenciar tres
ámbitos, íntimamente relacionados: el ámbito educativo, el ámbito de la sa-
lud y el ámbito de la ciudad (específicamente los problemas relacionados
con los procesos de desarticulación y degradación urbana). Vamos a anali-
zarlos separadamente, aunque ya hemos señalado cómo el trabajador so-
cial, en su actividad profesional, tiene que intervenir con una perspectiva
holística y, aunque el proyecto se oriente principalmente a uno de estos ám-
bitos, tener en consideración cuestiones que afectan a los demás. Nos va-
mos a detener en dos aspectos en cada uno de ellos: las metas principales
que pueden perseguirse y algunas orientaciones prácticas para la actividad
de los trabajadores sociales. Nuestro análisis no pretende presentar una in-
formación exhaustiva sobre una temática tan compleja. Simplemente, se
trata de aportar algunos datos, producto de las investigaciones publicadas
más consistentes en nuestra área de conocimiento y de nuestra propia expe-
riencia práctica en este ámbito, con la finalidad de ofrecer una información
interesante para la práctica profesional de los trabajadores sociales.
Una cuestión relevante es el medio en el que se desenvuelven las inte-
racciones sociales en la comunidad. Puede ser en un espacio y tiempo coti-
dianos, fisico o a través de Internet. Las comunidades virtuales ofrecen un
espacio y un tiempo de interacción social diferentes del espacio y tiempo
reales, por llamarlos de algún modo, ya que tan «real» es la interacción
electrónica como la interacción fisica, aunque no sean iguales. En la red se
dan los mismos procesos de estructuración y desestructuración que en la
vida «real»; se trata de un espacio que de hecho ya está colonizado y es-
tructurado y no precisamente con códigos democráticos, como muestran
los debates sobre el gobierno, o la «gobernanza», de Internet (López y Se-
gado, 2007). La red se configura como un nuevo medio de interacción en el
que hay que construir la ciudadanía y el espacio de lo privado y de lo públi-
co de acuerdo con las reglas de juego democráticas. Podemos diferenciar
dos características de la evolución reciente de Internet:

- En primer lugar, la tecnología tiende a hacer posible en el espacio


virtual una integración social más potente. La evolución tecnológica
de Internet puede describirse como una secuencia de avances que
buscan una mejor reproducción de la vida social, confluyendo en lo
que Tim O'Reilly denominó en el año 2004 «web 2.0» o «web so-
cial». Una de sus características es la mayor facilidad de acceso e in-
teracción, ya que nos permite independizarnos de las plataformas de
acceso a la red. Los programas estarán en la red, los archivos se
guardarán en un servidor remoto, los procesos y cálculos se realiza-
185
Trabajo Social Comunitario: afrontando nt s los desafíos del siglo xx1

rán en máquinas situadas en lugares indiferentes para el usuario y el


ordenador con el que accederemos tendrá un hardware mínimo. Por
otra parte, esta facilidad de acceso se complementa con una mayor
compatibilidad interplataforma y una arquitectura más participativa
y democrática. Esta evolución previsible del sector se está ya mate-
rializando en función de las reglas del mercado: empresas especiali-
zadas desarrollan y ponen a disposición de los usuarios diversas
aplicaciones con fines comerciales o de uso restringido.
- En segundo lugar, tecnológica y económicamente, hay que tener en
cuenta las reglas de juego con las que de hecho se ha ido colonizan-
do Internet desde sus inicios. No es un espacio virgen, a pesar de su
identificación con una lógica ácrata, romántica e independiente
como nuevo territorio a explorar. En la red se reproducen las desi-
gualdades de nuestras sociedades avanzadas, en un complejo proceso
de estructuración social que, una vez establecido, tiende inercial-
mente a mantenerse en el tiempo. Por ello, es importante no dejar el
desarrollo de la ciudadanía en el espacio virtual solamente en manos
de las fuerzas del mercado. En este proceso de recolonización demo-
crática, desde la perspectiva del Trabajo Social Comunitario, se trata
de potenciar las posibilidades que nos da Internet para favorecer los
procesos de inclusión social, fomentando la mayor autogestión y una
mayor participación de los ciudadanos en la acción comunitaria para
afrontar retos colectivos.

La búsqueda de afinidades compartidas, la capacidad de movilización y


el libre intercambio de información sólo por la información en sí misma,
sin referencias a las características físicas o económicas del emisor del
mensaje, generan un espacio de mayor libertad. Sin embargo, la progresiva
simetria entre el tiempo y el espacio real y virtual, derivada del avance tec-
nológico, hace que cada vez sea más fácil volcar nuestro físico en la red, di-
gitalizar nuestras sensaciones, nuestra voz y nuestras reacciones, de tal for-
ma que, más que un nuevo mundo, Internet se ha convertido en un espejo
que nos devuelve nuestra propia imagen y nuestro propio mundo, reprodu-
ciéndolo en el ámbito virtual. En este sentido, no vamos a analizar específi-
camente las comunidades virtuales y sus potencialidades desde la óptica
del Trabajo Social Comunitario de forma aislada, sino integradas en cada
uno de los tres ámbitos que a continuación exponemos. Por ejemplo, crear
una página web de la comunidad en la que se presenta el proyecto de Tra-
bajo Social Comunitario, sus objetivos, y el resumen de otras experiencias
interesantes, un foro virtual para participar, la información de la historia de
la comunidad y un repertorio básico de preguntas y respuestas sobre el pro-
yecto y la metodología permite difundir entre la población una información
rigurosa sobre el proyecto en marcha, sobre los retos que hay que abordar y
sobre los resultados de anteriores proyectos, creando una vinculación ma-
186
6. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario

yor entre los participantes. De hecho, pueden entrar y comunicarse a través


de Internet con otros miembros de la comunidad, compartir preocupaciones
y obtener información para desechar temores y prejuicios. En este sentido,
dependiendo del contexto, el trabajador social comunitario debe tomar en
consideración estos efectos positivos sobre las personas que forman una co-
munidad, favoreciendo su participación.

3.1. Trabajo Social Comunitario en el ámbito educativo

El Trabajo Social Comunitario en el ámbito educativo tiene una larga tra-


yectoria histórica. Tanto en los países en vías de desarrollo como en los de-
sarrollados la educación es una pieza clave en los procesos de movilidad
social ascendente. Salir del analfabetismo, ser capaz de comprender y ana-
lizar científicamente la realidad, abandonar formas de explicación míticas o
pseudocientíficas y tomar conciencia de los procesos básicos que rigen
nuestra vida personal y nuestra interacción social son pasos clave para al-
canzar una relativa independencia de las tradiciones culturales, de nuestra
propia historia y del contexto en el que ya de antemano estamos situados,
estratificados y en cierta medida catalogados por nuestros conciudadanos.
La educación es una herramienta clave para avanzar en nuestra libertad, y
constituye un formidable predictor de cambio social. Si tenemos los recur-
sos educativos necesarios, podremos afrontar nuestro entorno con estrategias
adecuadas para lograr las metas previamente establecidas. Como dijimos an-
teriormente, el Trabajo Social Comunitario en el ámbito de la educación
debe afrontar las tres dimensiones del analfabetismo: el analfabetismo
como falta de dominio de la lectura y la escritura (analfabetismo), el anal-
fabetismo como falta de dominio del entorno tecnológico y su lenguaje
propio (analfabetismo funcional) y el analfabetismo como falta de dominio
de las habilidades relacionales básicas para interactuar (lo que denomina-
mos analfabetismo relacional).
Afrontar una mejora del nivel educativo de una población determinada
pone de manifiesto el carácter estructural de las desigualdades y la necesi-
dad de afrontar estructuralmente dicha desigualdad. Se trata de concienciar
y cohesionar a la comunidad en torno a un proyecto docente que permita
afrontar las situaciones de carencia que se padecen, tanto en un suburbio
urbano como en una zona rural del sudeste asiático, con sus diferencias y
sus semejanzas. Los niveles educativos, además, no pueden analizarse y
clasificarse solamente en relación con los sistemas reglados de educación
de otros países o zonas más avanzadas. Deben tomarse en consideración la
cultura popular, el conocimiento del medio, los recursos disponibles en la
zona, y aprovechar todos los recursos para potenciar lo que ya se conoce y
se conoce bien, favoreciendo la adquisición de nuevos conocimientos y ha-
bilidades a través de la escuela. Para lograrlo, la comunidad tiene que abor-
187
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafios del siglo xx1

dar problemas que sólo pueden ser resueltos mediante la acción conjunta de
sus integrantes. Por ejemplo, analizar el personal disponible y formarlo
adecuadamente, estableciendo objetivos a corto, medio y largo plazo que
permitan disponer de mejores profesionales de la educación; financiar me-
joras en las escuelas, o directamente construirlas, utilizando los recursos
externos de otras instituciones públicas o privadas y los internos de la pro-
pia comunidad; establecer vías de acceso a dichas escuelas, organizando ru-
tas de transporte escolar, diseminando las escuelas por los lugares más ade-
cuados si se trata de una zona muy extensa, desarrollando sistemas de
apoyo y docencia basados en las nuevas tecnologías para así superar barre-
ras geográficas lo más rápidamente posible. . . A la vez, internamente, la
comunidad debe promover un mayor aprecio hacia la educación, un com-
promiso efectivo para elevar los niveles educativos de los niños, los jóvenes
y los mayores.
En este sentido, por ejemplo en países como España, los trabajadores
sociales desarrollan su actividad profesional en un contexto en el que el
sistema de educación integra a toda la población infantil; sin embargo, la
escolarización de adultos, sobre todo en el colectivo inmigrante, es un
problema no resuelto completamente en la actualidad y que exige el dise-
ño de programas interdisciplinares de formación que les permitan aumen-
tar sus conocimientos y habilidades para integrase mejor en la sociedad
española y en el mercado de trabajo (Fernández García y López Peláez,
2005). En otros lugares, los objetivos son distintos, por ejemplo, el pro-
grama de Trabajo Social Comunitario con niños desarrollado por la Fun-
dación Ludes Infantis en Bogotá (Colombia). Se trata de una fundación
sin ánimo de lucro, creada en 1999, constituida por profesionales con larga
experiencia en el trabajo con niños y niñas en situación de alta marginali-
dad. Uno de sus proyectos vigente en la actualidad tiene como objetivo
promover los recursos sociocomunitarios que prevengan la desestructura-
ción familiar y el analfabetismo, desarrollando un programa de refuerzo
escolar, biblioteca y talleres en el barrio Bella Flor de Bogotá. Los pro-
gramas de apoyo para que acudan los niños y niñas a la escuela, garanti-
zando su derecho a la educación, o para que puedan disponer de una bi-
blioteca, se basan en una estrategia de implicación de toda la comunidad
en el proyecto. Se denomina el «trueque comunitario». Consiste en un in-
tercambio de servicios. Por ejemplo, para dotar al barrio de una biblioteca.
Se trata de un espacio necesario para consultar documentación y ayudar a
los escolares, ya que los padres no podían hacerlo porque no disponían de
conocimientos necesarios, y por sus extensas jornadas laborales. La Fun-
dación presta un apoyo escolar para los menores, se compromete en la
construcción de la biblioteca y a cambio se pide a la familia que preste al-
gún tipo de servicio a la comunidad. Este servicio se orienta normalmente
a infraestructuras del barrio, como la canalización de aguas o la construc-
ción de parques (www.eduso.net/res).
188
ti. ~mbitos del Trabajo Social Comunitario

3.1.1. Metas para el Trabajo Social Comunitario en el ámbito de la


educación

Dada la diversidad de contextos en los que puede aplicarse la metodología


del Trabajo Social Comunitario, las metas específicas que se persiguen de-
ben definirse en cada caso mediante un diagnóstico riguroso que permita
diseñar un adecuado plan de intervención. Sin embargo, podemos formular
algunas metas generales que están presentes en cualquier proyecto de inter-
vención basado en esta metodología:

- Obtener un diagnóstico de los niveles educativos de la población. En


este sentido, no debe centrarse solamente en la población que se en-
cuentra en edad escolar. Hay que tomar en consideración también la
escolarización de adultos.
- Elaborar un mapa de las principales ventajas y los principales frenos
para el desarrollo educativo de la población, de tal forma que anali-
cemos no sólo la situación actual, sino los elementos que favorecen,
o retardan y obstaculizan mejoras futuras para articular una estrate-
gia adecuada.
- Establecer un programa de intervención que insista en los conoci-
mientos, las actitudes y las habilidades: la educación no consiste so-
lamente en aprender datos, tiene también que reforzar sus conoci-
mientos y habilidades (y así hacer frente tanto al analfabetismo
funcional como al analfabetismo relacional).
- Establecer una estrategia orientada a mejorar los niveles educativos
que tenga en cuenta cuatro dimensiones íntimamente relacionadas y
que cohesionan a la comunidad:

0 La educación y la movilidad social ascendente: analizar la estrati-


ficación social en la zona en la que se va a desarrollar el proyecto
teniendo en cuenta la estructura de clases, la asignación de estatus
y la distribución del poder, para que las mejoras en los niveles
educativos permitan una mayor integración social y una mayor ca-
pacidad para realizar los proyectos personales y colectivos en un
contexto social de oportunidades ya dado y conocido a través de
un diagnóstico compartido.
0 La educación y la inclusión social: favorecer las relaciones coope-
rativas, altruistas e integradoras, basadas en la dignidad de todas
las personas.
0
La educación y la igualdad: especialmente, favorecer proyectos edu-
cativos que cohesionen a la comunidad ofreciendo oportunidades
a todos sus integrantes, y especialmente al cincuenta por ciento de
toda comunidad, las mujeres, que en muchas ocasiones se encuen-
tran en una situación de desigualdad y desventaja estructural.

189
Trabajo Social Comunitario: afrontando t' tos desafios del siglo XXI

0 La educación y la participación democrática: la propia dinámica


de la acción comunitaria favorece la internalización de pautas de
comportamiento democráticas, ya que se basa en la cooperación,
el acuerdo y el establecimiento de diagnósticos y estrategias com-
partidas. A la vez, la delegación del poder en la comunidad, por
parte del trabajador social, favorece los procesos de autoorganiza-
ción que fortalecen la capacidad presente y futura de la comunidad
para actuar colectivamente.

- Establecer metas concretas adaptadas a la realidad. Se trata de un ob-


jetivo que debe estar presente en cualquier actividad de los trabaja-
dores sociales. El realismo del proyecto es lo que le da garantías de
éxito y verosimilitud ante los miembros de la comunidad. No se pue-
den proponer metas imposibles, y un buen diagnóstico compartido
debe aumentar la autoconciencia sobre las propias capacidades, sin
producir falsas expectativas que sólo quiebran la confianza y deses-
tructuran tanto a cada participante cuanto a la comunidad como tal.

3.1.2. Orientaciones para el Trabajo Social Comunitario en el ámbito de


la educación

Las orientaciones que proponemos a continuación están íntimamente rela-


cionadas con las metas que hemos establecido en el apartado anterior:

- El trabajador social comunitario debe analizar con detenimiento el


entorno familiar y social en el que se va a desenvolver su proyecto
de intervención. Un buen diagnóstico no sólo consiste en establecer
el nivel educativo de la población. También deben analizarse las
oportunidades y los riesgos del entorno y las características de la po-
blación para proponer estrategias de implicación que sean viables
tanto en la forma como en el fondo.
- Es necesario implicar a toda la comunidad en el proceso de cambio
que se va a generar, ya que los efectos positivos derivados de un au-
mento del nivel educativo no benefician solamente a los menores y a
sus progenitores. Les benefician, sí, pero también enriquecen a toda
la comunidad, como mínimo en un doble sentido: por tener personas
más preparadas, y con mayores niveles de formación, y también por-
que disminuyen los problemas asociados a la violencia y la deses-
tructuración familiar, como ocurre con los denominados «niños de la
calle».
- Es conveniente diseñar dinámicas de grupo específicas según las
condiciones de vida, la edad, el género y otras variables que puedan
ser consideradas. La acción conjunta de toda la comunidad no se or-

190
• lmbitos del Trabajo Social Comunitario

ganiza desde cero: es necesario establecer una progresiva participa-


ción e implicación de grupos más próximos o más concernidos por
los objetivos establecidos para generar progresivamente una dinámi-
ca comunitaria más amplia.
- Es importante que los grupos multidisciplinares que intervienen en
el proyecto tengan el nivel de formación adecuado. A la vez, el tra-
bajador social debe procurar que, más allá de estos equipos, se vayan
incorporando personas de la comunidad con un nivel de preparación
adecuado, generando las condiciones necesarias para favorecer el
proceso de autoorganización de la comunidad y el consiguiente des-
plazamiento del poder desde el equipo de profesionales que intervie-
ne hacia la propia comunidad.
- Deben utilizarse los medios técnicos disponibles, y específicamente
Internet, tanto para la búsqueda de información sobre intervenciones
similares a las que se van a realizar cuanto para favorecer la comuni-
cación entre los miembros del equipo y las personas que conforman
la comunidad en la que se desarrolla el proyecto.

3.2. Trabajo Social Comunitario en el ámbito de la salud

A veces, inmersos en el fragor de la vida cotidiana en las sociedades del


bienestar, no nos damos cuenta del valor fundamental que tiene la salud
y de la lucha esforzada que hay que mantener en muchos lugares del pla-
neta para erradicar enfermedades, transformar comportamientos sociales
que potencian dichas enfermedades e introducir pautas de higiene que
permitan mejorar la calidad de vida de la población. Desde una gestión
adecuada del agua potable, que implica una compleja gestión del territo-
rio (conducciones de agua, plantas potabilizadoras, embalses, letrinas,
depuradoras, etc.) y demanda una inversión sostenida en recursos huma-
nos (personal cualificado para todas estas tareas), hasta la puesta en mar-
cha de centros de salud que permitan atender a las personas enfermas o
proporcionar una asistencia adecuada a las mujeres embarazadas redu-
ciendo las tasas de mortalidad de madres e hijos en el parto y el pos-
parto. Si hay un objetivo que implica a toda la comunidad, éste es la
mejora de las condiciones sanitarias de la población. Se trata de un ám-
bito complejo, como también le ocurre al ámbito educativo. Por tres
motivos:

- En primer lugar, en las sociedades globalizadas, no sólo hay que to-


mar en consideración los riesgos tradicionales para la salud, según la
zona geográfica en la que nos encontremos. Nuevas enfermedades se
diseminan por todos los países, como ocurre con el VIH (Síndrome
de Inmunodeficiencia Adquirida). Junto a los viejos retos, como la
191
Trabajo Social Comunitario: afrontando u desafi del siglo
malaria en la zona tropical, nuevas y peligrosas pandemias nos afec-
tan. Estas enfermedades demandan nuevos enfoques que afectan a la
disponibilidad de complejos tratamientos farmacológicos y exigen
modificaciones en las pautas tradicionales de comportamiento, como
por ejemplo en las prácticas sexuales, adoptando mecanismos de
prevención y precaución, como los profilácticos, a la vez que se ge-
neran nuevos dilemas éticos entre portadores de la enfermedad (en
este caso, la obligación moral de adoptar pautas de comportamiento
sexuales seguras para no favorecer el contagio a terceras personas
frente a otro tipo de planteamientos ligados a tradiciones culturales,
a complejos psicológicos de diverso tipo o a deseos personales).
- En segundo lugar, el Trabajo Social Comunitario en el ámbito de la
salud no sólo hace frente a la enfermedad en sí misma, sino que trata
de reorganizar las prácticas sanitarias de la población a partir de un
diagnóstico adecuado de sus características. Se debe partir siempre
de los conocimientos ya adquiridos por la población, de sus pautas
sanitarias establecidas a lo largo de su evolución cultural, del con-
junto de recursos fisicos, económicos y personales disponibles y de
la función que juegan las instituciones públicas y privadas en la zona
en la que se va a desarrollar el proyecto de intervención. Por lo tanto,
es también un proyecto educativo en la medida en que tiene como
objetivo extender entre la población un conjunto de prácticas saluda-
bles, relacionadas con el tratamiento de las enfermedades, la disposi-
ción de los recursos (sobre todo los relacionados con el agua pota-
ble), la accesibilidad y las vías de comunicación, la formación de
personal sanitario con un nivel de preparación adecuado y la distri-
bución de centros de salud a lo largo del territorio (que permitan al
mayor número de personas posible acceder a un tratamiento médico
adecuado).
- En tercer lugar, hay una enorme diversidad de objetivos en el Traba-
jo Social Comunitario en el ámbito de la salud. No es lo mismo or-
ganizar una comunidad para aceptar y gestionar una enfermedad que
padecen algunos de sus miembros, a los que se estigmatiza y que
sólo pueden integrarse en la medida en la que se generan vínculos
comunitarios y un espacio social en el que pueden interactuar (como
ocurre en el caso del VIH), que organizar una población para erradi-
car enfermedades vinculadas a la utilización de agua contaminada;
por ejemplo, el proceso de gestación del «Comité ciudadan antisida»
de Ourense (similar al de otras ciudades de España). Liderado por su
primera presidenta, María Teresa Femández, desarrolló una fuerte
labor de concienciación sobre la población de la ciudad para integrar
a los afectados por esta enfermedad. Candidata al Congreso de los
Diputados en España en las primeras elecciones democráticas, su
condición de empresaria, y persona muy vinculada con los colecti-
192
~ Ámbitos del Trabajo Social Comunitario
vos cristianos, favoreció que el proyecto de acogida a los afectados
por el VIH no se impusiera desde fuera, sino desde dentro de la co-
munidad, agrupando a personas con capacidad de liderazgo y de in-
terlocución con las administraciones.
En sus inicios, en 1993, la vinculación entre la enfermedad, el
consumo de estupefacientes y prácticas sexuales denominadas de
riesgo (por la falta de protección adecuada) estigmatizaba a este co-
lectivo. Inaugurar en el mes de octubre del año 1994 la primera
«casa de acogida» generó conflictos en el barrio elegido. El trabajo
de concienciación permitió generar mayores conocimientos sobre la
enfermedad, un mayor consenso sobre la necesidad de integrarlos y
reconocer como ciudadanos a personas que, por padecer esta infec-
ción, habían quedado fuera del ámbito de la normalidad. Progresiva-
mente tanto las instituciones públicas como las eclesiásticas y las
privadas fueron apoyando estas iniciativas, y lo mismo ocurrió con la
población de la ciudad, en un proceso que ha sido similar en el resto
de ciudades de España y de Europa. Para lograrlo, se desarrollaron
programas de concienciación, a la vez que trabajadores sociales dise-
ñaban los programas de apoyo a los propios enfermos y a sus fami-
liares, haciendo frente en primer lugar a la enfermedad y, en un se-
gundo momento, buscando su incorporación a la vida cotidiana y al
mundo laboral. Actualmente, en la mayoría de los casos el VIH se ha
convertido en una enfermedad crónica, y puede ser compatible con
una vida laboral normal y con una vida social plenamente integrada,
en la mayor parte de los estadios de desarrollo de la enfermedad.
Un caso completamente diferente en el ámbito del Trabajo So-
cial Comunitario es el proyecto de mejora de las condiciones sanita-
rias de la población, desde la perspectiva del trabajo comunitario, de-
sarrollado en Cajamarca, Perú. En este proyecto, lo que se buscaba
era implicar a la población en un proceso de mejora de las condicio-
nes básicas de salud, desarrollando un conjunto de intervenciones en
los siguientes ámbitos: servicios básicos para el menor, para adultos
y adolescentes, servicios básicos específicos para la mujer y especí-
ficos para la gestante y el recién nacido y saneamiento ambiental
(agua potable, eliminación de basuras, desagües y mejoras de las vi-
viendas). Sin embargo, ambos proyectos coinciden en la necesidad
de lograr la participación de la comunidad, mediante la programa-
ción de reuniones y participaciones periódicas, que permitan difun-
dir la información, desarrollar diagnósticos colectivos e implicar a
todas las personas en el proceso de mejora iniciado.

193
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo XXI

3.2.1. Metas para el Trabajo Social Comunitario en el ámbito de La salud

La globalización, en su versión más amable (el turismo y los viajes) y en la


más cruel (los flujos migratorios en los que se desplazan millones de perso-
nas en condiciones muy adversas), ha diseminado los riesgos en el ámbito
sanitario, de forma que viejas y nuevas enfermedades se dan a la vez en so-
ciedades desarrolladas y en sociedades en vías de desarrollo o inmersas en
la pobreza y la desintegración social. En los países avanzados las enferme-
dades asociadas con la mayor longevidad de la población, como el Alzhei-
mer, afectan a un número creciente de personas. A la vez, vuelven a diag-
nosticarse enfermedades que se creían ya erradicadas, y en los países
menos desarrollados se expanden con gran virulencia pandemias como el
VIH. Podemos diferenciar las siguientes metas generales desde la perspec-
tiva del Trabajo Social Comunitario en el ámbito de la salud:

- Elaborar un mapa de las enfermedades de la zona en la que se va a


desarrollar el proyecto.
- Elaborar un mapa de los recursos disponibles, diferenciando entre
los de instituciones públicas y privadas y aquellos de que disponen
los miembros de la comunidad (derivados de sus pautas tradicionales
de alimentación, sanitarias, culturales, etc.).
- Establecer un conjunto de estrategias preventivas que sean fácilmen-
te asimilables por la población, buscando modificar consensuada-
mente con todos los participantes aquellas pautas de comportamien-
to que impliquen un mayor riesgo sanitario.
- Establecer mecanismos de comunicación que permitan la participa-
ción de la comunidad y que el diagnóstico pueda convertirse en un
autodiagnóstico compartido por el mayor número de personas posible.

3.2.2. Orientaciones para el Trabajo Social Comunitario en el ámbito de


La salud

El trabajo en equipos multidisciplinares, siempre necesario, es algo obvio


en el ámbito de la salud. El trabajador social debe colaborar con expertos
sanitarios y con expertos en otros campos, como la ingeniería o la arquitec-
tura, ya que los aspectos relacionados con la utilización del agua potable, o
con la incorporación de pautas adecuadas de preparación de los alimentos,
son indispensables para poder mejorar las condiciones de vida de una co-
munidad determinada. Podemos señalar las siguientes orientaciones para
los trabajadores sociales en este campo:

- Organizar un equipo interdisciplinar de expertos en las diversas áreas


en las que se va a intervenir.

194
6. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario
- Vincular a la comunidad con el proyecto creando un equipo de Tra-
bajo Social Comunitario en salud formado por personas relevantes
en la comunidad (aprovechando las organizaciones existentes, sin
crear otras nuevas si no es estrictamente necesario). Es importante
que se vinculen personas que representen a todas las organizaciones
existentes o que tengan un ascendiente especial sobre los demás, de
tal forma que su compromiso conjunto por mejorar las condiciones
de vida mueva a toda la colectividad a la acción.
- Prestar especial atención a la vinculación de mujeres con el equipo
comunitario, ya que en muchos casos soportan peores condiciones
de salud y corren severos riesgos en relación con el embarazo, el
parto y el posparto.
- Desarrollar programas de capacitación para la población en general,
y para los colectivos de riesgo en particular, de tal forma que aumen-
ten sus conocimientos básicos y con ello se puedan poner en práctica
mejores pautas sanitarias en todos los ámbitos de la vida.
- Establecer sistemas de evaluación periódicos que permitan analizar
los resultados obtenidos y establecer metas a corto, medio y largo
plazo. Deben vincularse dichas metas con los requisitos necesarios
para alcanzarlas: recursos financieros y educativos, papel que deben
jugar las instituciones públicas y privadas en la zona, etc. De este
modo, es más fácil promover la acción comunitaria no sólo en la me-
jora interna de la vida de la comunidad sino en su acción externa
ante las instituciones para reclamar los recursos necesarios (en algu-
nos casos, como la depuración de residuos y el alcantarillado, se re-
quieren recursos muy cuantiosos).

3.3. Trabajo Social Comunitario en los ámbitos urbanos

Nos encontramos inmersos en una civilización de ciudades. En los próxi-


mos 25 años, según estimaciones de la ONU, el 80 por ciento de la pobla-
ción mundial vivirá en ciudades. Se trata de un proceso de urbanización
que afecta a todo el planeta y que genera nuevas oportunidades y nuevos
problemas desde la perspectiva del Trabajo Social. No hay que olvidar que
las ciudades son hechos y procesos sociales, son un producto y un reflejo
de nuestra forma de vida y, como ya señaló la Escuela de Chicago, reflejan
en su modelo urbano los conflictos de clase y estatus que se dan en su seno.
A menudo, la imagen del sky fine de las grandes ciudades no nos deja ver
los agudos procesos de precarización y exclusión social que se dan en su
interior. Como señalan algunos estudios, «los indigentes urbanos sobrevi-
ven en condiciones sumamente penosas: al menos 220 millones de habitan-
tes de núcleos urbanos carecen de agua potable, más de 420 millones no
disponen ni siquiera de los más elementales retretes y entre uno y dos ter-

195
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafios del siglo XXI

cios de los residuos sólidos generados no llegan a recogerse nunca, por lo


que acaban amontonándose en las calles y en los desagües de las ciudades,
ocasionando inundaciones y propagando enfermedades de todo tipo» (Her-
nández, 2004: 689).
Los procesos de degradación de los barrios de las ciudades tienen un
efecto deletéreo sobre las condiciones de vida de la población que en ellos
habita, generándose un doble efecto: expulsión de las personas con mayor
capacidad económica y atracción de personas que se encuentran inmersas
en procesos de marginación y exclusión social. Desempleados, inmigrantes
en busca de un empleo, ancianos con bajas pensiones ... personas con in-
gresos bajos o muy bajos, pocas aspiraciones de movilidad social ascenden-
te, con frecuencia con problemas de desestructuración familiar, consumo de
sustancias psicoactivas ... No es extraño que en ciertos barrios degradados
de las grandes ciudades estadounidenses la esperanza media de vida sea
igual que en los países subdesarrollados ... En Europa, los sistemas públi-
cos sanitarios garantizan un tratamiento especializado a esta población,
pero sin embargo la falta de formación adecuada hace que se puedan en-
quistar enfermedades, o secuelas de ellas, que en otros contextos sociales
serían más fácilmente erradicadas.
La expansión de las ciudades refleja la tendencia de todo colectivo hu-
mano a estratificarse en el tiempo y en el espacio. Desde la perspectiva de
nuestra disciplina, podemos diferenciar dos grandes tipologías en nuestras
urbes contemporáneas: los barrios degradados y los barrios desfavorecidos.
La crisis de los modelos de producción fordista y el desempleo industrial
han sacudido los cimientos de muchos barrios habitados por trabajadores
cualificados del sector industrial, que han visto cómo una proporción im-
portante de sus habitantes han pasado a engrosar las listas del desempleo y
no tienen las capacidades de movilidad flexibilidad y adaptabilidad que
exigen los nuevos empleos bien remunerados de la sociedad informacional.
Este proceso ha generado una dinámica exclusógena que ha convertido en
barrios desfavorecidos barrios que habían tenido una mejor suerte en el pa-
sado inmediato, como puede verse en barrios céntricos de las grandes ciu-
dades europeas en los últimos 25 años y en los guetos de las ciudades esta-
dounidenses. Junto a estos barrios que se degradan, están los barrios
desfavorecidos, que desde un primer momento han sufrido carencias es-
tructurales, desde el alcantarillado hasta la oferta de educación pública, y
en los que se ha concentrado una población con diferentes orígenes geográ-
ficos pero pocas expectativas laborales y económicas.
Frente a las barriadas degradadas cerradas sobre sí mismas (que se con-
vierten en agujeros negros urbanos en los que la población se siente exclui-
da, rechazando el mundo exterior y generando un descontento que acaba por
provocar estallidos intensos y momentáneos de cólera y violencia colectiva
y grupal), podemos presentar un ejemplo de desarrollo urbano que busca
un modelo de «ciudad no gueto». Los municipios de Fuenlabrada, Getafe,

196
6. l\mbitos del Trabajo Social Comunitario
Leganés, Móstoles y Parla, y la asociación cultural Club Enlace, en España,
crearon en el año 2002 la Fundación Instituto de Cultura del Sur, con el
proyecto de desarrollar un modelo de ciudad integradora, culturalmente in-
quieta e innovadora y que encuentra en el mestizaje sus señas de identidad.
Buscan impulsar redes culturales mestizas, redes de nuevos yacimientos de
empleo, redes de acceso a las nuevas tecnologías de la información. Hay
que tener en cuenta que en la década de los años setenta, en estas ciudades
que engloban hoy en día a más de un millón de habitantes, no existía nin-
gún instituto de enseñanza secundaria. El primero se inauguró en Getafe, el
Instituto de Enseñanza Secundaria Matemático Puig Adam, y desde enton-
ces la dinámica asociativa, cultural y en definitiva comunitaria ha permiti-
do la instalación de una universidad pública de prestigio, la Universidad
Carlos III, un potente red de teatros y auditorios con una exigente progra-
mación cultural y una expansión urbanística que ha permitido convertir un
entorno de ciudades dormitorio, desfavorecidas frente a la gran ciudad de
Madrid, en ciudades dinámicas, con vida propia y que gestionan eficaz-
mente la integración de la población inmigrante que ha llegado a España en
los últimos diez años. En este sentido, la UNESCO en el año 2006 recono-
ció los avances y el mérito de este proyecto de transformación urbana e in-
tegración social (www.fundacionics.org).
En el ámbito de la Unión Europea, las ciudades generan entre el 75 y el
85 por ciento del PIB (producto interior bruto). Como señala la estrategia
de Lisboa, para los países que componen la Unión Europea implantar un
modelo de desarrollo urbano de alta calidad, compatible con el medio am-
biente y que gestione de forma correcta los procesos exclusógenos que se
dan en su seno, atendiendo especialmente a los barrios desfavorecidos y re-
vitalizando el centro de las ciudades, se ha convertido en una estrategia cru-
cial para asegurar el bienestar y las expectativas de vida de los ciudadanos
europeos. El 27 de mayo de 2007 se creó el Leipzig Charter on Sustanaible
European Cities, con el propósito de contribuir a diseñar el modelo de ciu-
dad ideal. Para este comité de trabajo, debe adquirirse un fuerte compromi-
so económico y político para invertir en las ciudades y hacer frente a los
cambios demográficos, el cambio climático y los cambios económicos de-
rivados de los procesos de globalización y la competencia mundial. Como
referencia, puede consultarse el documento sobre el desarrollo urbano y las
políticas europeas publicado en 2007 por la Unión Europea y titulado Gui-
de to the Urban Dimension in Community Policies. En todo este proceso,
las políticas de cohesión social, basadas en un diagnóstico metodológicamen-
te correcto y en las que la propia ciudadanía debe actuar comunitariamente
para demandar las inversiones adecuadas y para hacer frente a los retos y
oportunidades que se suceden en el tiempo, demandan una intervención
profesional de equipos multidisciplinares en los que juegan un papel clave
los trabajadores sociales comunitarios. Un reciente ejemplo es el programa
de intervención en Monelpark, un barrio degradado de Copenhague (Dina-

197
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo xx1

marca), en el que se ha diseñado un proyecto interdisciplinar basado en


una estrategia educativa que busca favorecer un proceso de inclusión so-
cial y de movilidad social ascendente. Se orienta hacia la mayor parte de
los jóvenes del barrio, que en su mayoría han abandonado los estudios y
que se encuentran inmersos en un proceso de exclusión social cada vez más
intenso (www.urbact.eu).

3.3.1. Metas para el Trabajo Social Comunitario en ámbitos urbanos

Afrontar los procesos de degradación urbana y las tendencias exclusógenas


que operan en nuestras ciudades constituye un reto complejo para los tra-
bajadores sociales. Hay que señalar dos cuestiones básicas. En primer lu-
gar, la propia dinámica urbana pone de manifiesto la necesidad de actuar
colectivamente, ya que los retos (desde la dotación de instalaciones muni-
cipales para hacer deporte hasta la construcción de un centro de salud, pa-
sando por un programa de formación para menores desescolarizados) no
pueden ser abordados de forma individual. En segundo lugar, la propia ciu-
dad como actor puede llegar a ser consciente de la necesidad de regenerar
su tejido urbano y de establecer dinámicas de inclusión social para sus ha-
bitantes, ya que, de lo contrario, las consecuencias negativas en términos
de inseguridad, violencia y degradación de los espacios urbanos pueden
llegar a poner en riesgo la propia capacidad de la urbe para atraer nuevas
inversiones en una economía globalizada. Podemos señalar algunas metas
que deben tener en cuenta los trabajadores sociales comunitarios en este
ámbito:

- Elaborar un mapa de los desequilibrios territoriales de la ciudad en


la que se va a desarrollar el proyecto de intervención desde la pers-
pectiva del Trabajo Social Comunitario.
- Elaborar un mapa de las características económicas, culturales, étni-
cas, educativas y relacionales del colectivo específico de personas
sobre el que se va a intervenir (por ejemplo, jóvenes desempleados o
personas sin hogar) o del barrio sobre el que se va a desarrollar el
proyecto de regeneración urbana.
- Analizar el discurso que sobre dicho colectivo, o sobre el barrio, tie-
nen la población en general, las instituciones y actores, para conocer
el imaginario colectivo en el que se mueven y desde el que se perci-
ben tanto el grupo objeto de la intervención como el resto de la po-
blación.
- Establecer los recursos necesarios para alcanzar los objetivos del
proyecto, diferenciando entre aquellos recursos que puede aportar la
comunidad organizada y los que la comunidad debe demandar de
otras instituciones, mediante la acción colectiva.
198
6. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario

- Establecer un mapa de las políticas institucionales, los actores más


relevantes y los recursos disponibles públicos y privados, de tal for-
ma que puedan objetivarse con facilidad tanto el lugar, la institución,
la comunidad o la persona que presenta más resistencias o dificulta-
des al proyecto como aquellos que pueden estar a favor y que quizás de
hecho son los interlocutores adecuados para financiar y colaborar en
dicho proyecto.
- Elaborar un mapa de las oportunidades de promoción social, econó-
mica y educativa que conllevará alcanzar los objetivos propuestos y
difundirlo entre la población, de tal forma que la expectativa de una
mejora real actúe como factor de cohesión entre la población.

3.3.2. Orientaciones para el Trabajo Social Comunitario en ámbitos


urbanos

Los procesos de transformación de las ciudades son complejos y no son fá-


ciles de gestionar desde una perspectiva ingenua. A menudo, proyectos de
transformación urbana acaban generando nuevos espacios deteriorados en
lugares adyacentes a aquel en el que se desarrolla el proyecto de interven-
ción. Desde la perspectiva del trabajador social comunitario lo fundamental
es fortalecer la capacidad de autodiagnóstico de la población, y de autoges-
tión, de manera que la mayor conciencia sobre la importancia de la cohe-
sión social permita generar un esfuerzo colectivo sostenido en el tiempo,
clave para afrontar los retos del presente y del futuro en una sociedad glo-
balizada. Podemos señalar las siguientes orientaciones generales para los
trabajadores sociales en este ámbito:
/
- Analizar la diversidad étnica, religiosa, cultural y de edad del barrio
de la ciudad en el que se va desarrollar el proyecto. Nuestras ciuda-
des son heterogéneas en su arquitectura, en su distribución del poder
económico e institucional, en la especialización de sus barrios y zo-
nas económicas e industriales, pero sobre todo en la composición de
su población, hasta el punto de que en determinados barrios y en de-
terminados tramos de edad quizás la mayor parte de la población ya
no es oriunda de la propia ciudad o de la región en la que se asienta.
Por ejemplo, el colectivo de menores en algunos barrios envejecidos
del centro de las ciudades es ya en su mayoría de origen inmigrante.
- Integrar en el equipo de trabajo a expertos en flujos inmigratorios y
a ser posible que dominen algunas de las lenguas de mayor uso en el
entorno, de forma que sea más fácil organizar asambleas y difundir
los proyectos entre colectivos de inmigrantes con un manejo insufi-
ciente de la lengua oficial del país de acogida. En este sentido, el
modelo estadounidense de integración busca, por ejemplo, reclutar

199
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo XXI

policías entre la población inmigrante ya asentada, para favorecer el


conocimiento de las pautas de comportamiento, el idioma, y también
presentar ante dichas comunidades la función pública como un me-
canismo de movilidad social ascendente.
- Trabajar en equipos multidisciplinares que permitan favorecer los
procesos de inclusión social. La organización de la comunidad y su
puesta en marcha son objetivos básicos del trabajador social comuni-
tario. Pero el establecimiento de objetivos concretos y alcanzables en
las áreas clave para lograr una mayor cohesión social (educación,
trabajo, salud, ocio, deporte, cultura) requiere la colaboración de
profesionales de otros ámbitos (como educadores sociales, expertos
en formación para el mercado de trabajo o animadores culturales).
- Establecer espacios para el encuentro, tanto virtuales como físicos,
que permitan el debate y la discusión entre los participantes, progra-
mando reuniones de análisis, seguimiento y evaluación, por zonas y
con colectivos determinados. Estas reuniones sectoriales deben com-
plementarse con asambleas en las que todos los participantes pueden
intervenir y debatir sobre los resultados alcanzados.
- Favorecer la autoorganización de la comunidad estableciendo un
protocolo de comunicación y de toma de decisiones que permita una
participación democrática y una integración más intensa en el tiem-
po de los miembros de la comunidad.
- Formar a los participantes para asumir los conflictos por la gestión
del poder y del conocimiento que se dan inevitablemente en todos
los grupos humanos, estableciendo protocolos democráticos para re-
solverlos y asumiendo la normalidad de la pérdida de protagonismo
no sólo del trabajador social, sino de los líderes que surgen de la pro-
pia comunidad, una vez que han culminado su ciclo en la gestión de
la organización.

4. Algunas experiencias de Trabajo Social Comunitario


Existe una gran variedad de experiencias en torno al Trabajo Social Comu-
nitario. Sin ánimo de exhaustividad, presentamos a continuación un senci-
llo análisis de cinco experiencias en ámbitos muy diferentes, organizadas
en torno a las siguientes variables: el diagnóstico del problema o proble-
mas que se van a abordar, los objetivos establecidos, los resultados alcan-
zados, la evaluación del proceso que se ha llevado a cabo y la sostenibili-
dad en el futuro de los logros obtenidos. Del mismo modo que sucede en el
Trabajo Social con Casos y el Trabajo Social con Grupos, en el Trabajo
Social Comunitario una dimensión estratégica es el sostenimiento y la po-
tenciación de las mejoras alcanzadas durante la intervención. En este caso,
denominamos sostenibilidad a la capacidad de la comunidad para prose-

200
6. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario

guir con las tareas comenzadas. Este objetivo guarda una relación directa
con el proceso de fortalecimiento o empowerment personal y comunitario,
eje de la actividad profesional de los trabajadores sociales comunitarios en
este ámbito.

- Programa de Alojamiento Masai basado en la metodología del Tra-


bajo Social Comunitario en Kajiadi (Kenia) (http://habitat.aq.upm.es/
bpn/bp 189 .html):

° Fecha de inicio: 1990. Patrocinador: Intermediate Technology De-


velopment Group (ITDG).
0 Diagnóstico de la situación:

Es un proyecto de alojamiento masai. Los masai tiene un estilo de


vida seminómada; las mujeres son las encargas de construir las vi-
viendas allí donde van, para lo cual usan los materiales locales dis-
ponibles, como troncos, ramas, estiércol de vaca, paja y pieles.
Antes de la intervención, las viviendas se caracterizaban por tener
techos con goteras, habitaciones húmedas y oscuras con alturas li-
mitadas que forzaban a los ocupantes a caminar agachados, con
falta de seguridad, mal olor animal, a lo que se añadía el tiempo
que se perdía en la reparación y en la recogida de agua.

º Objetivos:

Uno de las características principales de este proyecto es el refuer-


zo de la capacidad de las mujeres para obtener el tipo de vivienda
que necesitan a través de la formación en técnicas constructivas
avanzadas y el desarrollo institucional de los grupos de mujeres.
Los objetivos del programa son:

• La capacitación en relación a la construcción del alojamiento.


• Estimular las mejoras en las viviendas.
• Mantener o reforzar el estatus de la mujer en la gestión de la
construcción.
• Desarrollar técnicas y tecnologías adecuadas.
• Divulgar estas técnicas y tecnologías a través de la formación y
de los proyectos piloto.
• Estimular la discusión sobre la vivienda.

º Resultados:

Específicamente, a través de este proyecto, se han incrementado


los conocimientos, competencias y habilidades de las mujeres en:

201
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntor los desaffos del siglo XXI

• Financiar sus propias mejoras de la vivienda. El Grupo de Muje-


res Naningo fue ejemplar en su empeño por mejorar sus vivien-
das con una ayuda externa mínima.
• Organizar su propia formación. Más de 20 grupos de mujeres se
han formado extensamente.
• Ganar partidarios entre los servicios del gobierno. Los grupos
de mujeres están ahora cada vez más próximos al Departamento
de Salud Pública con la participación en Programas de organiza-
ciones de base comunitarias de atención a la salud y la asistencia
en la construcción de depósitos de almacenaje de agua y letri-
nas.
• Tomar sus propias decisiones de grupo. Las mujeres ahora deci-
den cuál es la siguiente vivienda que se va a reparar y organizan
también el reparto de las tareas de construcción dentro del gru-
po.
• Aumentar la preocupación por otros asuntos relacionados con la
vivienda.
• Mejorar las condiciones de salud. Las mujeres dicen que sus
condiciones sanitarias han mejorado con el nuevo tipo de vivien-
das y hablan de la disminución de trastornos relacionados con la
respiración y la vista.
• El aumento de la participación de los hombres. A diferencia del
pasado, los hombres participan fisicamente cada vez más en de-
terminadas tareas.
0 Evaluación:

Como impactos significativos del proyecto se incluyen:

• El aumento de la capacidad para autofinanciarse y obtener for-


mación.
• El aumento de la preocupación, el análisis y la observación del
modelo de vida y específicamente de los niveles de preocupa-
ción general por la vivienda.
• La mejora de las condiciones sanitarias generales.
0 Sostenibilidad:

El proyecto tiene como objetivo primordial, desde su inicio, la sos-


tenibilidad: que pueda continuar en el futuro sin la asistencia de
ITDG Kenia. Muchos componentes del proyecto están diseñados
para reforzar su capacidad en este sentido. Esto incluye:

• Los talleres de formación para miembros seleccionados de los


grupos de mujeres.
202
6. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario

• El Seminario Anual de Vivienda Masai.


• Las discusiones y el trabajo de colaboración con las nuevas ins-
tituciones emergentes.
• La divulgación de información sobre la mejora de la vivienda
(qué y cómo se puede conseguir).
• La distribución y la publicación de calendarios publicitarios del
producto a través de todo el pueblo masai.
• El Centro Rural Masai de Formación, una institución local de
formación que continúa siendo reforzado para afrontar algunos
de los aspectos del proyecto.

- Apoyo comunitario para adultos autistas en Japón: la experiencia co-


munitaria de Keyaki-no-Sato
(http://www.disabilityworld.org/04-05_04/spanish/vida/japan.shtml):

° Fecha de inicio: 1985.


0 Diagnóstico de la situación:

A pesar de la gran necesidad de servicios de apoyo para adultos


autistas que afrontan desafios en su vida diaria, los promotores de
este modelo de experiencia basada en la metodología de la dinámi-
ca comunitaria encontraron una fuerte oposición de la comunidad
local. A la gente le preocupaban las actividades de Keyaki-no-
Sato: quizás podían poner el área en riesgo y hacer bajar la plusva-
lía de la tierra. El movimiento de oposición recibió abundante co-
bertura de los medios de comunicación social. Como resultado, la
comunidad local y a la larga la sociedad japonesa tuvieron la opor-
tunidad de confrontar actitudes sobre la discapacidad y reflexionar
sobre los derechos de las personas con discapacidad.

0 Objetivos:

Los siguientes objetivos guían el trabajo comunitario para quienes


prestan sus servicios en apoyo de los adultos con autismo en la co-
munidad:

• Asegurarse de que los autistas vivan con dignidad, sentido de


responsabilidad y tengan la oportunidad de vivir diversas expe-
nenc1as.
• Explorar maneras de apoyar la vida independiente en la comuni-
dad local sin importar cuán severa sea la discapacidad.
• Ver el trabajo como una actividad fundamental para promover la
participación en la comunidad.

203
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo xx1

• Promover el valor de la «independencia como grupo» de modo


que las personas con impedimentos menores ayuden a los que
tienen deficiencias más graves a trabajar, cooperar y alcanzar
cierto grado de independencia.

º Resultados:

El grupo original de 6 o 7 adultos autistas y 2 o 3 miembros del


personal encontraron trabajo limpiando mercados, cargando sodas
en máquinas dispensadoras de fábricas, separando latas vacías de
otros metales de chatarra para compañías recicladoras, fabricando
trenes en miniatura y haciendo carritos de madera en una fábrica
de paletas.
El innovador modelo permitía a miembros de la comunidad
entender el autismo, mientras los adultos autistas aprendían las re-
glas sociales del lugar de trabajo y se enorgullecían de lo que ha-
cían.
Animado por la mejoría en las relaciones entre la comunidad y
los adultos autistas en el lugar de trabajo, Keyaki-no-Sato se ex-
pandió en 1990 para incluir una fábrica de «bienestar social» (un
término japonés para asegurar un salario mínimo por el trabajo de
las personas con discapacidad) y un hogar grupal.
La organización ha seguido creciendo con la apertura de un ta-
ller albergue, tres hogares grupales y un centro de apoyo.

º Evaluación:

Las actividades de Keyaki-no-Sato son un buen ejemplo de cómo


crear un ambiente en el que la discapacidad de una persona sea
bien comprendida y apoyada. Hasta las personas con casos más
graves de autismo en el programa de Keyaki-no-Sato son capaces
de desarrollarse y vivir con relativa independencia en sus comuni-
dades locales.

0 Sostenibilidad:

La corporación también tiene proyectos de consultoría y apoyo en


expansión. Ambos son proporcionados principalmente por Infor-
mation and Comunication Technology (ICT), un grupo que propor-
ciona información o consejería para familias y profesionales que
cuidan o trabajan con personas autistas. Las comunicaciones son
electrónicas, mediante el uso del e-mail. Algunos autistas son muy
buenos en el uso de máquinas y podrían disfrutar de las actividades
organizadas por ICT para su tiempo libre. Para expandir las habili-

204
dades de los adultos con autismo, ICT ha proporcionado capacita-
ción con diversos tipos de equipo y ha desarrollado material de en-
señanza para mejorar la comunicación. A manera de reconocimien-
to del importante papel que juega ICT en la promoción del uso de
nuevas tecnologías para apoyar la calidad de vida de personas con
autismo, también se está considerando un proyecto de investigación
conjunta con el Centro de Capacitación de Autistas de Kentucky en
la Universidad de Louisville en Estados Unidos.

Proyecto de Trabajo Social Comunitario «María Auxiliadora» (Ar-


gentina) (http://habitat.aq.upm.es/dubai/OO/bp36 l .html):

° Fecha de inicio: 1990.


Diagnóstico de la situación:

El proyecto está a cargo de la parroquia del Santísimo Sacramento,


que desarrolla su labor en el barrio de Ceferino Namuncurá en el
municipio de Tandil. El proyecto surge a mediados de la década de
los ochenta: la parroquia comienza una intensa labor social como
respuesta a una seria crisis económica a nivel nacional. En el ba-
rrio se aprecia una gran heterogeneidad: conviven familias en con-
diciones de pobreza con otras con alta calidad de vida. Esto genera
una gran diversidad en las condiciones socioeconómicas, educati-
vas, culturales, laborales o de participación social. Partiendo de
esta heterogeneidad, el proyecto quiere generar un espacio donde
sea posible la interacción y la convivencia, facilitando el intercam-
bio social y el logro de altos niveles de satisfacción.

0
Objetivos:

• Atención a la familia en su totalidad y de forma global (salud,


nutrición, educación. formación, ocio ... ).
• Promover el establecimiento y ampliación de las redes solidarias
y las redes en el interior de la comunidad y del proyecto.
• Conseguir contribuciones financieras y humanas para fortalecer
la capacidad de autogestión.
• Promover un espacio de formación y aprendizaje para el desa-
rrollo de un trabajo interdisciplinar.
• Fomentar la integración de personas de diferentes edades y ge-
neraciones mediante la adecuada articulación entre los macro-
proyectos.

205
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafios del siglo xx1
º Resultados:

Desarrollo de varios microproyectos:

• Centro de atención primaria sanitaria.


• Escuela infantil.
• Áreas de apoyo escolar y recreación para niños en edad escolar y
adolescentes.
• Escuela de adultos.
• Aula de formación para mujeres (microproyecto de costura).
• Centro de día para la tercera edad.

Datos sobre la mejora de la calidad de vida de la población:

• Se proporcionó asistencia al total de las familias en situación de


pobreza del distrito (300 familias).
• En total 2.040 personas han recibido atención primaria sanitaria.
• 80 familias se han beneficiado del servicio de ayudas en forma de
alimentos y de la formación a través de los planes de nutrición.
• 80 niños de O a 5 años se beneficiaron del proyecto de la escuela
infantil.
• 70 niños de entre 6 y 12 años asistieron a las aulas de estudio y
repaso del proyecto.
• 80 niños de entre 7 y 16 años disfrutaron del proyecto de ocio.
• l O mujeres recibieron formación mediante la microempresa de
costura.
• 15 personas mayores se beneficiaron del centro de día para la
tercera edad.

0 Evaluación:

El proyecto de Trabajo Social Comunitario consiguió adaptar las


políticas provinciales a la realidad de su comunidad. Asimismo, se
identificaron las necesidades de la comunidad, que no habían sido
cubiertas por la administración, y se crearon proyectos para res-
ponder a ellas. La pequeña y limitada iniciativa de 5 profesionales
se convirtió en un proyecto global con un número considerable de
profesionales de diversos campos (6 trabajadores sociales, 8 doc-
tores, 2 enfermeras, un podólogo, 4 psicólogos, 5 profesores de
educación física, 4 profesores, 2 psicopedagogos, un profesor de
teatro, un contable y un arquitecto). Además, hay que añadir el tra-
bajo coordinado de 40 voluntarios. Los resultados permitieron que
la gente que quedaba excluida de otros programas recibiera una
serie de oportunidades, aprendizaje y satisfacciones.

206
Ámbitos del Trabajo Social Comunitario

º Sostenibilidad:

La sostenibilidad del proyecto se basa en los siguientes aspectos:

• La capacidad de movilización de recursos humanos, que se con-


sigue potenciando el sentido de pertenencia a una comunidad y
el compromiso personal y fortaleciendo las capacidades de las
personas mediante el fomento de su creatividad.
• La definición de varias estrategias de trabajo:
0 Búsqueda combinada de la financiación. Por un lado, cada mi-
croproyecto se suele organizar con la ayuda de los propios be-
neficiarios, adecuando los medios a los objetivos que se quie-
ran conseguir en cada caso (por ejemplo, elaboración y venta
de artesanía, cuotas mensuales, sorteos, bailes, colectas... ). Por
otro lado, en lo relativo a la coordinación general, no solamen-
te se tiene en cuenta la coordinación con los programas de or-
ganismos gubernamentales, sino que también se llevan a cabo
contactos con instituciones privadas de ámbito local con el
propósito de organizar eventos para el beneficio del proyecto.
0 Organización de la comunidad en grupos que comprendan las
diferentes generaciones y edades apelando a un reconocimien-
to mutuo como miembros del mismo proyecto.
0 Atención diaria y personalizada de las solicitudes en la oficina
central del proyecto.
0 Salidas periódicas para llevar a cabo el trabajo de campo.
0 Organización de sesiones de reflexión, charlas, reuniones y se-
minarios sobre diversos temas (salud, educación, ocio, merca-
do laboral...).

- Trabajo Social Comunitario de la Asociación Británica contra el


Cáncer(www.evoluntas.files.wordpress.com):

° Fecha de inicio: 1990.


0 Diagnóstico de la situación:

Los enfermos de cáncer a menudo se encuentran perdidos dentro


de un laberinto de servicios y tratamientos. La Asociación Británi-
ca contra el Cáncer (ABC) trata de proporcionar apoyo a los enfer-
mos de cáncer y a sus familiares.

º Objetivos:

Se trata de crear y apoyar un conjunto de grupos y comunidades


alrededor de la estructura de la organización que, a su vez, amplían

207
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desaffos del siglo XXI

el alcance más allá de sus límites formales. Las dinámicas de tra-


bajo compartidas en los grupos han generado nuevas fórmulas
para pensar y actuar, e incluso se han alcanzado resultados tangi-
bles, tales como documentos, nuevos roles profesionales y mejora
en los programas. La estrategia de promover grupos de trabajo
contrasta con los intentos de muchas organizaciones de fundamen-
tar el conocimiento únicamente en la tecnología. Podemos destacar
dos objetivos básicos:

• La interacción como estrategia de aprendizaje. Mediante la inte-


racción social, se define la conversación como aquella acción
comunicativa con capacidad para establecer modelos constructi-
vos para el cambio. La comunicación se utiliza para abordar pro-
blemas y buscar soluciones desde la perspectiva de enfermos, fa-
miliares y cualquier persona que se encuentre involucrada en la
enfermedad.
• El trabajo con grupos o comunidades. Se formaron tres grandes
tipos de grupos comunitarios: (1) grupos de referencia, forma-
dos por miembros de la misma comunidad (de pacientes, cuida-
dores y profesionales); (2) grupos más amplios de profesionales
de la salud, y (3) grupos focales más pequeños, tales como per-
sonal asesor de la asociación y especialistas en cuidados paliati-
vos, que ayudarán a conectar la experiencia de ABC con estas
comunidades.

0 Resultados:

El trabajo reflexivo y las conclusiones de los debates adquirieron


el potencial de modificar actitudes y patrones de comportamiento.
Además, algunos de los resultados «tangibles» fueron los siguien-
tes:

• Programas integrales. Se contribuyó a la definición de un nuevo


rol profesional, el de clínico especialista en cuidados paliativos,
incorporado al sistema nacional de salud.
• Propuestas para la intervención. Uno de los grupos trabajó una
aproximación sistemática a estándares de calidad en cuidados
paliativos.
• Documentos prácticos. Se desarrollaron informes que divulga-
ban consejos y buenas prácticas. Así, el grupo de pacientes y
cuidadores expresaron sus experiencias en artículos, que se di-
fundieron e influyeron en el sistema nacional de salud contribu-
yendo a desarrollar enfoques médicos centrados en el paciente.

208
- Ámbitos del Trabajo Social Comunitario
0
Evaluación:

La Asociación Británica contra el Cáncer ha desarrollado estrate-


gias prácticas para mantener el contacto con la realidad, al tiempo
que han mejorado las intervenciones orientadas hacia las personas
con cáncer. Más allá del número específico de personal en su plan-
tilla, su potencial radica en el establecimiento de vínculos entre los
diferentes grupos de interés en tomo a los valores de participación
y compromiso hacia las personas cuidadoras y los propios pacien-
tes, mediante la dinámica comunitaria.
0
Sostenibilidad:

Actualmente, está en fase de sistematización el proceso evaluativo


del trabajo con grupos y comunidades, tratando de hacer visibles
los procesos y beneficios dentro y fuera de la organización, lo que
le permitirá argumentar el carácter innovador de sus propuestas y
garantizar la inversión económica para futuras iniciativas.

- Proyecto para aumentar el empowerment de las comunidades indígenas


y afroecuatorianas en Ecuador (http://www.tve.org/ho/doc.cfin?aid):

° Fecha de inicio: 2000.


0 Diagnóstico de la situación:

Las comunidades indígenas y afroecuatorianas sufren la llamada


«pobreza estructural». Viven en ambientes frágiles desde el punto
de vista ecológico (zonas áridas o montañosas con tierras estériles
o empantanadas que no resultan apropiadas para la agricultura).
Son analfabetos o apenas han sido escolarizados. Tienen pocas ha-
bilidades desde el punto de vista de la economía normalizada, y a
la vez su modo de vida tradicional es frágil y se deteriora con el
tiempo. Carecen de acceso a los servicios sociales y la infraestruc-
tura.
0 Objetivos:

Este proyecto que analizamos, para personas indígenas y afro-


ecuatorianas, se denomina PRODEPINE. Se diseñó para aumentar
el empowerment de las comunidades indígenas y afroecuatorianas
como paso previo que les permitiría acceder a nuevos recursos na-
turales y financieros. Sus objetivos son los siguientes:

• Aumentar las capacidades de gestión entre las organizaciones de


indígenas y afroecuatorianos de Ecuador.

209
Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desaff os del siglo xx1

• Integrar a las personas indígenas y afroecuatorianas a la demo-


cracia incorporando su visión particular del desarrollo y poten-
ciando los recursos con los que cuentan y su capital social y hu-
mano.
• Disminuir los niveles de pobreza mediante la diversificación de
las fuentes de ingresos y de empleo.
• Facilitar el desarrollo de un sistema de participación descentrali-
zado que responda a las demandas de las comunidades indígenas
y afroecuatorianas.

0 Resultados:

Poner el énfasis en un planteamiento participativo ha facilitado la


ruptura del patemalismo, en la misma medida en que las comuni-
dades y organizaciones han tomado conciencia de su papel e im-
portancia como sujetos del desarrollo local. En este sentido, como
señala el Banco Mundial, «el hecho de que el 98% de los subpro-
yectos fundados por PRODEPINE respondan a objetivos y pro-
puestas establecidos por las mismas comunidades en sus planes lo-
cales de desarrollo sienta un precedente que cambia de manera
substancial la conducta de la sociedad civil en lo referente a su de-
sarrollo» (World Bank, 2003).
PRODEPINE desarrolló un programa para promover la partici-
pación igualitaria de hombres y mujeres en todas las actividades
proyectadas, estableciendo como punto de partida los distintos ro-
les que hombres y mujeres desempeñan en cada una de las dife-
rentes culturas indígenas y afroecuatorianas.
Los acuerdos alcanzados con las instituciones, a partir de la
movilización comunitaria, aseguraron los derechos legales sobre
la tierra para estas comunidades, y sobre esta base legal se pudie-
ron poner en práctica planes de desarrollo rural que incluyeron
una planificación sistemática del riego, un plan de desarrollo me-
dioambiental, diseño de proyectos, etc.

0 Evaluación:

El proyecto ha demostrado que el desarrollo comunitario es un


proceso de aprendizaje mutuo en el que se hace posible compren-
der las diferentes formas de pensar y las distintas culturas que se
hallan involucradas en él. El sistema nuevo de irrigación supuso
una forma práctica de invertir el proceso de exclusión al que se ha-
llaban sometidas las comunidades indígenas y afroecuatorianas.
La comunidad local es la encargada de mantener el sistema, asegu-
rándose de que no se vea interrumpido. En este sentido, como
210
6. Ámbitos del Trabajo Social Comunitario

cualquier otra comunidad, los resultados muestran un dato claro:


las comunidades indígenas y afroecuatorianas entienden bien sus
problemas y deberían participar en los procesos de toma de deci-
siones encaminados precisamente a solucionarlos. Al mismo tiem-
po, los resultados demuestran también que pueden conciliarse los
intereses de las comunidades y los de organizaciones externas
cuando se persigue un objetivo común.

0 Sostenibilidad:

En junio de 2004 se aprobó la propuesta para el desarrollo de un


segundo proyecto de desarrollo para las personas indígenas y afro-
ecuatorianas. Como su predecesor, se trata de un modelo de desa-
rrollo asociado con la identidad cultural. Se diseña sobre el si-
guiente principio: partir de las características positivas de las
personas indígenas y afroecuatorianas, tales como su gran capital
social y cultural. Y se orienta a potenciar la capacidad de desarro-
llar actividades encaminadas a un mejor acceso a sus recursos, ma-
yor nivel de empleo y una mejor sostenibilidad de sus medios de
vida.

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Tomás Fernández García/ Antonio López Peláez

Trabajo Social comunitario:


afrontando juntos los desafíos del siglo XXI

Las oportunidades y problemas a los que Tomás Fernández García y Antonio Ló-

se enfrenta cada persona a lo largo de su pez Peláez son profesores titulares de la

vida no pueden ser resueltos solamente UNED.

desde una perspectiva indMduaJista: es

necesario abordarlos desde una perspec-

tiva comunitaria, porque afectan a nuestra

vida en común, y requieren una acción Otros títulos


colectiva para poder ser resueltos de
Tomás Fernández García
forma coherente con nuestros valores. En y José G. Malina (coords.)

este libro se elaboran unos fundamentos Multiculturalidad y educación

teóricos y metodológicos, basados en la Juan Sáez Carreras


y José G. Malina
noción de ciudadanía, que buscan aportar
Pedagogía Social, pensar
un punto de vista equilibrado, operativo y la Educación Social como profesión
centrado en la dignidad de las personas.
Tomás Femández García
Específicamente, se analiza cómo aumen- y Antonio López Peláez
Trabajo Social con grupos
tar o fortalecer la dimensión comunitaria, y

cómo ponerla en acción, para hacer fren- Rafael de Lorenzo

te a los desafíos estructurales que condi- Discapacidad, sistemas


de protección y Trabajo Social
cionan nuestra vida.
Juan Jesús Viscarret
Modelos y métodos
de intervención en Trabajo Soci

ISBN: 978-84-206-4860-6
Tomás Fernández García (coord.)
Trabajo Social con casos

9
HI
7 88420 648606

Alianza Editorial

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