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ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

INAH SEP

CARACTERIZACIÓN SOCIOECONÓMICA DE LOS

CHICHIMECAS DE XOLOTL DEL PERIODO POSCLÁSICO

MEDIO: ARQUEOLOGÍA, FUENTES HISTÓRICAS Y

FUENTES ETNOHISTÓRICAS. UN ESTUDIO ICONOGRÁFICO

A TRAVÉS DE SU INDUMENTARIA

TESIS

QUE PARA OPTAR POR EL TÍTULO DE

LICENCIADA EN ARQUEOLOGÍA

PRESENTA

ELENA NIEVA SÁNCHEZ

DIRECTOR DE TESIS: DR. FRANCISCO RIVAS CASTRO

MÉXICO DF 2011
Escuela Nacional de Antropología e Historia

INAH SEP

Caracterización socioeconómica de los chichimecas de Xolotl del periodo

Posclásico Medio: arqueología, fuentes históricas y fuentes etnohistóricas. Un

estudio iconográfico a través de su indumentaria

Tesis

que para optar por el título de

licenciada en Arqueología

presenta

Elena Nieva Sánchez

Director de tesis: Dr. Francisco Rivas Castro


Asesores: Mtro. Stephen Castillo Bernal
Mtro. Isaac Romero Reza

México DF 2011
Dedicatoria

A los egresados y a los futuros egresados de la Escuela Nacional de Antropología e


Historia, y a los interesados en la historia de México.
Al pueblo de México, esperando que vengan tiempos mejores.
A mi papá, Arturo Nieva, por su amor, su apoyo, sus consejos y su educación socialista.
A mi mamá, Ana María Sánchez, por su amor, su apoyo y sus enseñanzas.
A mi hermano adorado, Luisfe, por estar en mi vida.
A mi abuelo José Luis, por transmitirme el gusto por la arqueología, y a mi abuela Ma. del
Carmen por su amor, interés y apoyo.
A mi abuela Ma. Teresa, por su fortaleza.
A mis tíos-padrinos Carmen y César, y a mis primos Cons, Sebas y Karis, por su cariño.
A mis tíos Bola y Enrique, por su cariño.
A mis tíos Meli y Ron, y a mis primos Cristi y Amadeo.
A mi familia tampiqueña, en especial a mi tía Mari y a mis sobrinos Ma. Teresa, Adolfo,
Miranda y Andrea.
A Francisco, por compartir conmigo su pasión por la arqueología.
A J. J. Ortiz, por su ayuda y sus enseñanzas.
A Leo, por su cariño y apoyo.
A mi héroe Henry Schliemann y a Howard Carter, por no darse por vencidos y consumar
sus sueños.
Agradecimientos

Al pueblo de México por permitirme estudiar arqueología en una de las mejores


universidades públicas: la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Al Dr. Francisco Rivas por permitirme creer en las segundas oportunidades, y por su apoyo
y entrega.
Al Mtro. Stephen Castillo por su trato amable, su apoyo y su disposición.
Al Mtro. Isaac Romero por inspirarme su fascinación por la iconografía, su apoyo y su
disposición.
Al Dr. Raúl García por mostrarme la grandeza de los chichimecas.
A mis más estimados profesores de la ENAH: Bolfy Cottom, Carlos Garnica, Luis Felipe
Bate, Isaac Romero, Raúl Barrera, Javier del Olmo, Gerardo Jiménez y Arturo Martínez.
A la Mtra. Patricia Ledesma por su apoyo.
Al Dr. Carlos Lazcano por ofrecerme la gran oportunidad de poder trabajar por primera vez
en mi carrera, y por su apoyo.
A la Dra. Mari Carmen Serra por la experiencia de haber trabajado con ella.
A Eli y a Sagrario, por su apoyo bibliotecario.
A V. Hugo Romero, colega y amigo que fue mi asesor extraacadémico, y por inspirarme a
transformar el mundo.
A mis grandes amigas Ale, Ana, Chío, Elisa, Lety y Ana S. por estar siempre.
A mis muy queridos amigos de la ENAH: Anaí, Carol, Andrés y Toxtle.
A Talia Mendoza por su amistad y apoyo.
A Elizabeth Lazos por su cariño y experiencia.
A Paty Alcaraz por ayudarme a crecer en todos los sentidos.
A la Sra. Margarita por su ayuda y su cariño.
A C. W. Ceram por escribir el maravilloso libro Dioses, tumbas y sabios, por el que estudié
arqueología.
Índice
INTRODUCCIÓN 1
CAPÍTULO I ANTECEDENTES 5
I.1 La cuenca de México 5
I.1.1 Sitios arqueológicos 18
I.1.2 Cerámica y cronología 21
I.1.3 Periodización 25
I. 2 ¿Quiénes son los chichimecas? 30
I. 2. 1 Crónicas 34
I. 2. 2 Interpretaciones de autores contemporáneos 40
I. 2. 3 Características generales 53
I.3 Los chichimecas de Xolotl 60
CAPÍTULO II LA POSICIÓN TEÓRICA DE LA ARQUEOLOGÍA SOCIAL 87
II.1 Planteamientos generales 87
II. 1 .1 Periodización sociohistórica 101
II.1 .1. 1 La sociedad cazadora-recolectora 102
II. 1.1. 2 La sociedad tribal jerárquica 108
II. 1. 1. 3 La sociedad clasista inicial 131
II. 2 Propuesta del concepto de indumentaria 137
CAPÍTULO III TÉCNICAS DESCRIPTIVAS 147
III. 1 Introducción 147
III. 2 La indumentaria en las fuentes 149
III. 2. 1 Prendas 149
III. 2. 2 Características de la indumentaria de los chichimecas en las fuentes 158
III. 2. 2. 1 Crónicas 163
III. 2. 2. 2 Códices 167
III. 3 Iconografía de los códices 178
CAPÍTULO IV DESARROLLO DE LA PROPUESTA 207
IV. 1 Estudio iconográfico 207
IV. 1. 1 Indumentaria 211
IV. 1. 1. 1 Comentarios y propuestas de interpretación de las imágenes del apartado I.1.1

Indumentaria 236
IV. 1. 2 Características de los chichimecas de Xolotl como una posible sociedad tribal
jerárquica 251
IV. 1. 2. 1 Comentarios y propuestas de interpretación de las imágenes del apartado I.1.2
Características de los chichimecas de Xolotl como una posible sociedad tribal jerárquica
260
IV. 1. 3 Apartado complementario 265
IV. 2 Caracterización socioeconómica de los chichimecas de Xolotl 271
CONCLUSIONES 302
RECONSIDERACIONES FINALES 320
BIBLIOGRAFÍA 322
INTRODUCCIÓN

Durante mucho tiempo se ha supuesto que los chichimecas en general eran nómadas, que

vivían en cuevas y que se dedicaban a la caza y a la recolección; que eran gente “bárbara”

por ese sistema y modo de vida, con una connotación peyorativa. Y lo preocupante es que

esos términos han sido usados irresponsablemente y no se han definido con base en algún

enfoque teórico. Los chichimecas han sido abordados por diversos investigadores; sin

embargo, hasta ahora no se ha logrado definir su significado como término genérico ni se

han aclarado las confusiones.

Pretendo en esta tesis hacer una propuesta de caracterización socioeconómica de los

chichimecas de Xolotl para explicar su desarrollo, comprender sus circunstancias históricas

y revalorarlos como grupo social.

Los chichimecas de Xolotl, que después de la destrucción de Tula (hacia el año

1050-1100 d. C.) arribaron a la cuenca de México como parte de varios grupos llamados

genéricamente “chichimecas”, fueron especialmente importantes porque su “sistema

sociopolítico”

[…] se reflejó en la estructuración del territorio ocupado y conquistado,


además en el establecimiento de sitios macrorregionales en torno a los cuales
se ubicaron lugares satélites con una jerarquía de primer, segundo y tercer
orden. Al interior de estas estructuras, cerros, montañas, manantiales, lagos y
volcanes sirvieron como puntos de referencia y como linderos de señorío.
Estas relaciones del espacio con los sistemas sociopolíticos configuraron las
Triples alianzas desde la época de la tepanecayotl con sus cabeceras:
Azcapotzalco, Tenayuca y Texcoco (Rivas 2006: 100).

Otro punto importante es que su “caudillo” Xolotl, ante la desaparición de

Tula, “representó el poder central que se extendió como conquistador y gobernante de

varios señoríos independientes, descendientes del antiguo Estado tolteca. Este último

representado por el gobierno de Culhuacan” (Ibídem: 101).

1
En esta investigación se propone una caracterización socioeconómica de los

chichimecas de Xolotl como una sociedad tribal jerárquica desde la posición teórica de la

arqueología social, complementada con la escasa información arqueológica que se ha

obtenido, con el estudio iconográfico de las imágenes de la indumentaria de los personajes

principales de estos códices de la escuela texcocana: Códice Xolotl, Mapa Tlotzin y Códice

Mapa Quinatzin, y con las crónicas de la época de la Conquista, así como las interpretaciones

de autores contemporáneos.

En el capítulo I se repasarán los antecedentes relacionados con los chichimecas y

particularmente con los chichimecas de Xolotl. En el subcapítulo I.1 se habla de lo que fue y

en lo que se ha transformado el medioambiente donde habitaron los chichimecas de Xolotl: la

cuenca de México. En el apartado I. 1. 1 se hace un breve recuento de los sitios por donde

pasaron y donde se asentaron, y finalmente de los que tienen evidencia de ocupación

chichimeca. Luego, en el apartado I. 1. 2 se aborda la cronología desde que este grupo llegó a

la cuenca; esta cronología se basa en la cerámica encontrada, que será descrita. Y en el

apartado I. 1. 3 se desarrolla resumidamente la periodización arqueológica.

En el subcapítulo I. 2, específicamente en el apartado I. 2. 1, se hace una exposición de

lo que los cronistas han dicho acerca de los chichimecas en general, y de los de Xolotl.

Después, con las interpretaciones de autores contemporáneos, muchas basadas en la

información de los cronistas y de ciertos códices, presentadas en el apartado I. 2. 2, se

desarrolla una lista de los diversos chichimecas conocidos, posiblemente desde la época

prehispánica. Al final, en el apartado I. 2. 3, se hace un recuento de la información, a partir de

la cual surgió la propuesta para esta tesis.

En el subcapítulo I. 3 se elabora un resumen de los sucesos históricos desde la partida

de los chichimecas de Xolotl de su lugar de origen hasta la muerte de Quinatzin, con base en

2
las fuentes históricas. Al final, se trata de manera somera el asunto del o los posibles grupos

que compusieron a los chichimecas de Xolotl.

En el capítulo II se aborda la parte teórica en la que se sustenta la propuesta de esta

investigación. En el subcapítulo II. 1 se justifica el uso de la posición teórica de la arqueología

social y se exponen, a manera de resumen, sus conceptos y categorías. En el apartado II. 1. 1

se habla brevemente de la periodización sociohistórica que propone la arqueología social. En

el subapartado II. 1. 1. 1 se hace un resumen de la propuesta teórica que hace la arqueología

social sobre la sociedad cazadora-recolectora. En el subapartado II. 1. 1. 2 se habla de los

antecedentes que llevaron a proponer la sociedad tribal jerárquica como una categoría

clasificatoria, y luego se hace un resumen de esta categoría; finalmente se expone una lista de

las posibles características de esta sociedad que más adelante servirán para proponer la

caracterización socioeconómica de los chichimecas de Xolotl. En el subapartado II. 1. 1. 3 se

hace el resumen correspondiente de la propuesta de la sociedad clasista inicial. En el

subcapítulo II. 2 se desarrolla la propuesta del concepto de indumentaria para la arqueología

social.

En el capítulo III se hace una introducción a las técnicas descriptivas que se utilizan

para esta investigación. En el subcapítulo III. 1 se habla de dichas técnicas y de las fuentes que

van a ser utilizadas para esta propuesta, así como de los autores que serán retomados.

En el subcapítulo III. 2, específicamente en el apartado III. 2. 1, con base en las

investigaciones de Anawalt, se abordan las diferentes vestimentas que se usaron en la sociedad

mexica; luego, en el apartado III. 2. 2 se exponen las características de la indumentaria que se

han mencionado e interpretado en fuentes históricas (subapartado III. 2. 2. 1) y etnohistóricas

(subapartado III. 2. 2. 2) de los chichimecas. Lo anterior sirve para complementar la

información para el capítulo final. En el siguiente subcapítulo, III. 3, se menciona

3
particularmente el trabajo de Galarza sobre la iconografía que propone para códices

posteriores, la cual servirá para la caracterización, el estudio y las conclusiones del capítulo

IV.

En este capítulo final, el IV, se hace el estudio iconográfico y se desarrolla la propuesta

de caracterización. En el subcapítulo IV. 1 se describe de manera breve cómo se va a llevar a

cabo el estudio iconográfico de la indumentaria, los atributos y los elementos representados en

las imágenes de los personajes retomados. En el apartado IV. 1. 1 se presentan las imágenes

con sus vestimentas y atributos, y con una breve descripción. En el subapartado IV. 1. 1. 1 se

exponen los comentarios referentes a los cuadros del subapartado anterior con algunas

propuestas de interpretación iconográfica que servirán para la caracterización socioeconómica.

En el apartado IV. 1. 2 se presentan las imágenes más relacionadas con la caracterización

socioeconómica. En el subapartado IV. 1. 2. 1 se muestran los comentarios y las propuestas de

las imágenes presentadas en el subapartado anterior. En el apartado IV. 1. 3 se presenta el

cuadro complementario. En el subcapítulo IV. 2 se desarrolla la propuesta de caracterización

socioeconómica de los chichimecas de Xolotl como una sociedad tribal jerárquica con base en

la posición teórica de la arqueología social, con la información obtenida de las fuentes y con el

estudio iconográfico del apartado anterior.

Finalmente se plantean las conclusiones y las reconsideraciones finales de toda la

investigación.

4
I. ANTECEDENTES

“en la ciudad de Tetzcuco, acerca de las


antiguallas de la tierra, en ella se dice que la
propria y antigua lengua de los chichimecas
antiguos, primeros moradores de estas
tierras después de los tultecas […] es esta
que ahora corre con común nombre de
mexicana” (Torquemada 1975: 47).

I.1 La cuenca de México

Con el objetivo de situar espacialmente el tema de esta investigación, en este subcapítulo

haré una descripción con datos generales de la ubicación y las características principales de

la cuenca de México, así como de la época de la presencia de los chichimecas de Xolotl en

este medio geográfico, basándome en los estudios de los sitios arqueológicos y la cerámica.

Con base en la descripción que hace Dibble (1980: 17) de la plancha I del Códice

Xolotl, se puede confirmar que sobre las orillas del valle de México “se establecieron las

tribus migratorias”.

Alva Ixtlilxochitl (1985: 293), quien supuestamente se basa en el Códice Xolotl para

escribir su crónica, relata brevemente la llegada y la exploración de Xolotl y sus

chichimecas en la cuenca: “y de este lugar se fue a Tula, ciudad cabecera que fue muchos

años de la monarquía de los tultecas […] y dejando en este lugar alguna gente para que la

poblasen se fue a Mizquiyahuala, y de Mizquiyahuala a Tucpan, y de aquí a un lugar de

muchas cuevas junto a Xaltocan, en donde estuvo algún tiempo, que le puso Xólotl su

nombre, y la pobló, y fue una ciudad en mucho tiempo muy buena, y donde vivió muchos

años”.

En la siguiente imagen de la plancha I del Códice Xolotl se puede observar la

llegada de Xolotl y su hijo Nopaltzin a la cuenca de México y su presencia en el cerro

5
Xoloc, y posteriormente en Tenayocan-Oztopolco, sobre el cerro Tenayo.

N
Xiuhtecuhtitlan

Poyauhtecatl
Zacatlan
Tenamitec

Sierra Nevada
Quechollan
Cholula

Cuauhchinanco
(Huauchinango)
Tepexomaco
Oztotlitectlacoyan Popocatepetl

Sierra de
Tlaloc Techachalco
(Cohuatlichan)
Oztoticpac Tlalanoztoc
Tepetlaoztoc Tzinacanoztoc
Tototepec Tecpatepec Totoltepec

Texcoco
Oztotepec Huexotla
Teotihuacan

Cerro de
Tepepulco Xilotepec
Huixachtitlan
Lago de
Cerro de
Texcoco (cerro de la Estrella)
Zempoallan
Lago de
Chalco
Lago deXaltocan
Xlatocan
Lago de Xaltocan
Mizquiahualla Lago de
Actopan Cerro Xoloc Zumpango Tenayocan Xochimilco
Oztopolco Culhuacan
Tula
Tepenene

Chapultepec

Chiuhnauhtecatl
Montaña Xocotl (Nevado de Toluca)

Plancha I, Códice Xolotl (modificado de Dibble 1980)

Rivas (2006: 97) menciona que el cerro Xoloc se ubica al noreste del lago de

Xaltocan, a 25 metros del lecho antiguo del lago y, basado en Torquemada, que la

economía se caracterizaba por los recursos de la caza, la pesca y la recolección de diversas

especies de aves, peces, insectos, acociles, algas, tule y sal.

Continuando con el relato de Alva Ixtlilxochitl (1995: 293), tiempo después Xolotl

se fue con Nopaltzin, su primogénito, “dejando en la ciudad de Xóloc algunos caballeros

para que la gobernaran en el ínter, a Cempohuala, buscando los lugares más acomodados a

su propósito, y de aquí a Tepepulco, y de aquí a Óztotl y Cahuacayan, y de Óztotl y

Cahuacayan a Tecpatépec, y de aquí al cerro llamado Atonan, subiéndose en los más altos

6
montes para saber y reconocer la tierra, que todos los lugares que tengo dichos son muy

altísimos y sierras grandes, de donde reconoció la tierra u gran parte de ella.”

Xolotl regresa a Xoloc y su hijo llega a Oztoticpac, un

[…] lugar de muchas cuevas, que era lo que más buscaban, y de aquí a
Cuahuatícpac, y de Cuaxatlauhco Tepetlaóztoc, y de aquí aquí
Cinacaóztoc, lugar donde él y sus descendientes vivieron muchos años, y
hoy en día están las cuevas muy curiosamente labradas y encaladas con
mucha casería y palacios, bosques y jardínes. Y de este lugar se subió
sobre el cerro de Cuauhyácac, en donde vido un templo muy grande de los
tultecas, que estaban en aquellos llanos, con muchos edificios llamados
Toltecateoapan, y de aquí a un cerro alto llamado Patlachiuhcan y de
Patlachiuhcan a Tetzcutzinco, que después fue bosque de sus
descendientes, y luego se subió por la sierra de Tláloc, que es la más alta
que hay en toda la comarca de Tetzcuco y México, en donde vido todas las
tierras, que caen hacia Cholula, Hueexutzinco, Tlaxcalan y otras muchas
tierras y provincias, y todas despobladas y sin gentes; y bajándose de aquí
vino hacia la laguna de Oztotícpac, lugar de la ciudad de Texcuco, y que
muchos años vivieron allí sus descendientes, y de aquí a Huexutla y de
aquí a Techachalco adonde es ahora Cohuatlychan, y de este lugar a
Oztotlytectlacoyoca, y de aquí a Tlalanóztoc; y de Tlalanóztoc, después de
haber visto todos los lugares ya referidos muy buenos y para su propósito y
habitación, se subió a un cerro muy alto, en donde reconoció en tres
lugares […] los cuales fueron en Tlazalan y en la sabana de Culhuacan y en
Chapultepec, y pareciéndole que por allí no se podía ir por estar la laguna
de por medio, se volvió a Xóloc […] pasando por Teotihuacan […]
(Ibídem: 294).

También pasaron por Cuáhuac. Luego, continúa relatando (Ídem) que finalmente

Xolotl encuentra el lugar ideal para habitar: “para su habitación y morada estaba muy a su

propósito en parte sana y buena, un lugar junto a la ciudad que fue de los tultecas llamada

Tultitlan, que se decía Tenayuca, en donde pobló y hizo una ciudad muy grande, que fue

cabecera muchos años de la Nueva España”.

Veytia (1979: 267) complementa esta información y habla “del clima y buen

temperamento de la tierra, su sanidad y fertilidad”, y que a los chichimecas que estaban

acostumbrados a “vivir en cuevas, les sería muy cómodo y agradable el terreno de

Tenayocan.”

7
Y Torquemada (1975: 63) narra que estas personas “como se sustentaban de caza,

buscaban las tierras montuosas y ásperas, donde más se cría.”

Para tomar posesión de la tierra, Xolotl salió de Tenayuca

[…] y se fue derecho a un monte que se dice Yócotl, que cae hacia el
poniente a respecto de aquella ciudad, muy alto […] se bajó del cerro, que
es en el pueblo de Xocotilan […] y se fue a otro cerro muy alto que se dice
Chiuhnauhtécatl, y de éste, a Malinalco, donde iba haciendo las mismas
ceremonias […] y tornado Xólotl, que había ido hacia el mediodía a
respecto de Xocotitlan, en el cerro de Malinalco, dio la vuelta entre oriente
y sur y fue derecho al monte de Iztzucan, en donde usó las mismas
diligencias, y de aquí al monte, de Atlixcahuacan, y de Atlixcahuacan a
Temalacayocan, y de aqui dio vuelta hacia el norte y fue derecho al cerro
llamado Poyauhtécatl, y de Poyauhtécatl a Xiuhtecuhtitlan, y de aquí a
Zacatlan, y de Zacatlan a Tenamítec y de aquí dio vuelta hacia el poniente
y fue a salir en Cuauhchinanco, y de Cuauhchinanco a Tototépec, y de aquí
a Meztitlan, y de Meztitlan a Cuaxquetzaloyan, y de Cuaxquetzaloyan a
Totonilco, y de aquí dio vuelta hacia el mediodía y vino a salir a
Cuahuacan, y de Cuahuacan en Xocotitlan donde había comenzado, y
luego a su ciudad de Tenayuca […] (Ibídem: 295-296).

Parsons (1970: 435), relacionado con lo anterior, menciona la exploración que hace

Xolotl, quien encontró “grupos de agricultores sedentarios (toltecas) residiendo en las

secciones sur del valle (en las áreas generales de Chapultepec, Xochimilco, Chalco e

Ixtapalapa), y en la Puebla adyacente (en Huejotzingo y Cholula)”. Dice (Ídem) que lo que

puede verse en general es que “las secciones central y norte del valle de México no estaban

habitadas hasta este punto”, y que después de la exploración Xolotl toma posesión “de esas

secciones del valle que no estaban pobladas con toltecas sedentarios”.

También cabe mencionar que cuando los chichimecas se asientan en este espacio

geográfico, forman los altepetl según García (2002: 418), término cuyas raíces se traducen

como “agua, montaña”, lo cual “revela la importancia del ambiente para la sociedad que se

agrupaba en esas unidades de organización” (Fernández y García 2006: 13).

8
El área que nos ocupa es comúnmente conocida con el nombre de valle de México,

pero en realidad se trata de una cuenca endorreica, sin salidas naturales y sin una línea de

drenaje general (DDF 1975a: 43).

Específicamente la cuenca se localiza en la parte central de Mesoamérica y es

quizás unas de sus subáreas culturales más estudiadas, mediante excavaciones

arqueológicas y recorridos de superficie (Sanders, Parsons y Santley 1979), así como de

estudios interdisciplinarios derivados. De acuerdo con García (2004: 9), esta área fue una

“de las primeras regiones en el ámbito mundial donde se pusieron a prueba nuevos métodos

y técnicas de registro arqueológico en campo y en laboratorio, y los que han conducido a

los conocimientos actuales sobre el surgimiento de la civilización”. Para Valek (2000), la

cuenca de México ha sido desde hace más de siete siglos el centro político, económico y

cultural de lo que hoy es México.

La cuenca de México está ubicada en el extremo sur de la Meseta Central mexicana,

entre las latitudes norte 19º 03’ 53’’ y 20º 11’ 09’’ y las longitudes 98º 11’ 53’’ y 99º 30’

24’’, a una altitud de 2240 msnm. Esta área es el centro de una enorme zona volcánica con

una superficie de aproximadamente 9600 km2, rodeada de una cadena de altas montañas.

La meseta se ensancha y se prolonga hacia el norte, mientras que al sur está limitada por la

cordillera neovolcánica; hacia el este y el oeste está contenida por las sierras madre. Al

sureste se encuentra la Sierra Nevada, enmarcada por el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. La

Sierra Nevada se une hacia el sur con las sierras del Chichinautzin y del Ajusco. El cordón

montañoso se proyecta al suroeste con la sierra de Las Cruces y sigue al noroeste con la

Sierra de Tepotzotlán, para cerrar al norte con las sierras de Tezontlalpan y Tolcayuca, así

como por la serranía de Pachuca (DDF 1975a: 43).

9
La Mesa Central y la cuenca de México
(Modificado de Arqueología Mexicana 2004: 24)

Actualmente, en la cuenca de México se encuentra la capital del país, que

comprende el Distrito Federal y su área metropolitana. De éste, sólo algunas fracciones

están fuera de la cuenca: algunos terrenos de las delegaciones Milpa Alta, Tlalpan,

Magdalena Contreras y Álvaro Obregón. Otras entidades importantes en la cuenca son los

estados de México, Hidalgo, Tlaxcala y Puebla (DDF 1975a: 43).

Fisiográficamente la cuenca de México es una gran cuenca cerrada que está

alargada en su eje Norte-Sur (Mooser 1956). Su contorno es irregular y tiene “una

extensión amplia hacia el noreste. En su eje mayor, desde las chinampas de Xochimilco al

suroeste, hasta las regiones semiáridas de Pachuca en el norte, mide unos 110 km; en su eje

menor, desde los bosques frondosos que coronan la Sierra de las Cruces, en el oeste, hasta

10
las cimas nevadas del Iztaccíhuatl en el este, mide unos 80 km. Incluyendo la región de

Apan, Tochac y Tecocomulco, situados al pie norte de la Sierra de Calpulalpan, la cuenca

de México cubre un área de unos 9600 km2” (DDF 1975a: 17-18).

La cuenca se formó en el periodo Terciario Tardío, o sea durante los últimos 50 mil

años (Mooser 1986), “cuando los volcanes y sus depósitos de lava y ceniza bloquearon las

salidas más viejas del drenaje rumbo al sur, y paredes masivas de cordilleras volcánicas

altas crecieron alrededor de los lados oeste, sur y este de una gran depresión central”

(Sanders, Parsons y Santley 1979: 81).

La vida lacustre se originó debido a que el agua de lluvia escurrió durante miles de

años hacia la cuenca, y la gran cantidad de volcanes formó una barrera entre el valle y la

cuenca del Balsas (Tamayo citado en Mooser 1963: 31). “Los arroyos, al encontrar su

salida obstruida, comenzaron a formar lagos en las partes bajas, lagos en los que se

depositaban enormes cantidades de arenas y cenizas producidas por los nuevos volcanes

basálticos. De tal manera, los volcanes del último ciclo transformaron al valle de México

en una cuenca cerrada” (Mooser en Mooser y Sydney E. White y José Luis Lorenzo 1956:

16).

Las fuertes lluvias y los numerosos manantiales y fuentes de agua favorecieron el

establecimiento de un clima húmedo adecuado “para las laderas boscosas y para la

existencia perenne de los lagos, que por acción del caudal del subsuelo y el consiguiente

asolvamiento” permitió su formación: los de Zumpango y Xaltocan, que estaban al norte, el

de Texcoco al centro, y los de Xochimilco y Chalco al sur; “lagos que dieron su rasgo

distintivo a la cuenca y desde luego jugaron un papel muy importante en su historia” (Serra

y Valadez 1986: 51; Valek 2000: 17). Cabe mencionar que fueron llamados con los

nombres de las poblaciones cercanas más importantes (Rojas 2004: 23), y que formaban

11
uno solo en ciertos meses del año. Su extensión y su profundidad variaban estacional y

anualmente, pero en general eran superficiales, y durante la supremacía mexica abarcaron

una superficie de aproximadamente la quinta parte de la superficie de la cuenca (Valek

2000: 17).

El lago de Texcoco era el más grande de todos. Se encontraba en la parte más baja

de la cuenca, captaba el agua de los otros lagos y era extremadamente salino. Los lagos de

Xochimilco y Chalco estaban aproximadamente tres metros más arriba que el de Texcoco,

y debido al flujo de varios arroyos sus aguas eran dulces y los cubría vegetación flotante.

Los lagos de Zumpango y Xaltocan también estaban a mayor altura que el lago de

Texcoco, por lo que llevaban sus aguas a él en época de lluvias intensas; por ello, eran más

salinos que los de Xochimilco y Chalco, pero menos que el de Texcoco (Ibídem: 17-18).

Los lagos iban desecándose y los habitantes de las antiguas orillas se


desplazaban sobre los lechos lacustres ya secos. Este fenómeno alcanzó la
mayor proporción en Xaltocan, donde la falta de agua provocó la
alcalinización del suelo. Debido a estos cambios, hacia mediados del siglo
XVI algunas partes del antiguo lago –desde Ecatepec hasta Zumpango- se
secaron y los lagos del norte fueron achicándose hasta quedar
definitivamente separados del lago de Texcoco. Durante la segunda mitad
de ese siglo los lagos del norte y el mismo lago de Texcoco sufrieron
largos periodos de desecación, mientras los lagos del sur, Xochimilco y
Chalco, siguieron con agua (Ibídem: 44).

Las características poco comunes de la cuenca de México y su calidad de cuenca

endorreica o cerrada han planteado a sus pobladores un doble reto: desalojar las aguas

excedentes y al mismo tiempo dotarla del agua necesaria (DDF 1975a: 41).

Para la época prehispánica el paisaje se ha descrito así: “las montañas que rodean a

la cuenca estaban ampliamente arboladas, las partes internas eran zonas agrícolas fértiles,

pastizales y áreas verdes. Las zonas bajas estaban ocupadas por cinco lagos de baja

profundidad y alimentados por el caudal de varios ríos, innumerables arroyos provenientes

12
del deshielo de los dos volcanes nevados (el Popocatépetl e Ixtaccíhuatl) y las lluvias

estacionales” (Valek 2000: 17).

En general, para el periodo Posclásico, Rojas (2004: 23) menciona que la cuenca era

“un sistema compuesto por cinco subcuencas con espejos de agua someros y fondos

relativamente planos, con secciones pantanosas y con lagunetas, que ocupaba entre 800 y

1000 km2 de superficie.” Funcionaba como un “sistema de vasos comunicantes” que

desembocaba en el de Texcoco, que era el central y el más bajo. El agua de los lagos era

rica en vida silvestre, ya que eran alimentados de manantiales y ríos que se originaban en

los glaciares de la Sierra Nevada (Ibídem: 23-24).

En la siguiente imagen se puede observar el sistema de lagos en una parte de la

plancha I del Códice Xolotl. Cabe mencionar que esta primera imagen está acomodada

verticalmente para que se note la similitud con la posterior.

13
La cuenca de México
Fragmento de la plancha I, Códice Xolotl (modificado de Dibble 1980)

En la siguiente imagen se presenta la cuenca de México con el sistema de lagos

original, con la población y las calzadas prehispánicas, y con las calles y los lugares

modernos.

14
La cuenca de México
(Arqueología Mexicana 2004: 85)

De esta forma se puede saber que la subsistencia en la región lacustre de la cuenca

de México muestra una fuerte adaptación al medio. La obtención de alimentos y la

producción artesanal requirieron del conocimiento de la fauna y la flora local, tanto para la

alimentación diaria, como para el intercambio de productos con otras regiones (Serra y

Valadez 1986: 52).

15
Desde el Formativo o Preclásico hasta el siglo XIX, “la región lacustre fue una zona

en la que las actividades de subsistencia combinaron la economía agrícola con los recursos

proporcionados por el lago, los bosques y sus contornos, mediante el cultivo de chinampas,

la recolección de tules y otras plantas silvestres, la extracción de arenas, barros y piedra, el

corte de madera, la pesca y la cacería de animales terrestres y aves acuáticas” (Ibídem: 51-

52).

Esta región complementó la dieta de los pobladores tempranos, quienes

desarrollaron diversos ecosistemas agrícolas de acuerdo con las condiciones del suelo, del

clima y del terreno, y bien pudo ser el ecosistema primordial para una subsistencia que se

complementó con la agricultura (Ibídem: 52).

Según los datos obtenidos por Sanders, Parsons y Santley (1979), en México se

consumía venado, conejo, perro, pecarí, guajolote, peces, reptiles y varias aves migratorias,

especialmente patos, y muchos más animales (Serra y Valadez 1986: 54). La carne

consumida en la dieta diaria por aquellos pobladores asentados en la región lacustre

provenía principalmente del venado, animal abundante y fácil de cazar por estar cercano a

las milpas. Eran cazados con lanza, arco y flecha o mediante el rastro de sangres (Ídem).

La imagen que se presenta a continuación es un chichimeca cazando un venado con

su arco y flechas, representado en el Códice Mapa Quinatzin.

Personaje cazando
Detalle de la primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin (Mohar 2004)

16
Los conejos se cazaban ilimitadamente, para lo cual se usaban trampas. Se

consumía guajolote, animal que fue domesticado. Hay poca evidencia de consumo de peces

(quizá porque los restos se desintegraron fácilmente), ya que si se considera “la adaptación

humana al medio lacustre, el pez tiene una importancia fundamental en la dieta” (Serra y

Valadez: 1986: 55). Es destacable la existencia de las aves acuáticas como alimento y como

un elemento de expresión cultural (Ídem).

Veytia (1979: 278) menciona que se contribuía con “frutas” y que cazaban en los

bosques y montes, y “se valían de la volatería, y de algunos conejos, liebres y otros de

aquellos animales que se hallan en los planos, o de peces, ranas, u otros mariscos, los que

estaban a las orillas de las lagunas y ciénegas.”

Desde la Conquista, la cuenca de México ha sufrido modificaciones, incluyendo

cambios en la variedad de animales y vegetales (Valek 2000: 47).

Hacia el siglo XVIII el área de la Laguna de México (antes de la Conquista, parte

del lago de Texcoco situada hacia el oeste de la ciudad) ya estaba seca completamente, y

los cincos lagos ya habían “sido separados entre sí por tierras y asentamientos humanos, y

estaban cruzados en algunas secciones por canales y calles” (Ídem).

La destrucción ecológica crucial de la cuenca de México por el ser humano se da a

partir del siglo XX, “siendo el evento quizá más trágico la desecación del lago de Texcoco.

Desde principios del siglo las zonas centrales del lago fueron drenadas, con el fin de

aumentar la superficie seca para la comunicación terrestre, la agricultura y la habitación

humana, habiéndose perdido, hasta este momento, más del 95% de la superficie del lago”

(Serra y Valadez 1986: 82).

17
Serra y Valadez (Ibídem: 51) afirman que desde los recolectores precerámicos hasta

las entidades municipales actuales, los habitantes de la cuenca se han adaptado

notablemente a un ambiente muy variado.

Actualmente el aspecto de la cuenca es el de “una planicie urbana árida y polvosa

con la mayor parte de sus bosques devastados, su suelo erosionado y escasas tierras de

cultivo” (Valek 2000: 12). Esta autora refiere que la región es una de las más densamente

pobladas y de las más contaminadas de la Tierra. Apenas en los años setenta se llevaron a

cabo los primeros intentos para frenar la extinción de la biota del lago (Serra y Valadez

1986: 82).

A manera de comparar las fuentes contemporáneas acerca de la cuenca de México

con las históricas, podemos inferir que los antiguos habitantes explotaron una gran variedad

de recursos, y para la etapa chichimeca a la que me refiero (periodo Posclásico Medio),

Dibble (1980:37) menciona que se hicieron cotos de caza y áreas para sembrar.

Para resumir la información que se puede comparar entre las fuentes, retomo este

interesante párrafo de León Portilla (1967: 20-21), quien menciona que “La zona de los

lagos era ciertamente atractiva. Además de las posibilidades de la pesca, las montañas

cercanas ofrecían, más que las llanuras del norte, abundancia de caza. Los vestigios de

cultivos y lo que quedaba de antiguas chinampas y de sistemas de irrigación, interesaba

menos por el momento a los chichimecas. La pesca y la caza, el agua y los bosques eran ya

razones más que suficientes para adueñarse de la tierra que no tenía dueños ni defensor.”

I.1.1 Sitios arqueológicos

A continuación, hablaré de la arqueología de la región. Rivas (2006: 45) se ha dado a la

tarea de localizar sitios característicos de los periodos con supuesta presencia chichimeca,

18
es decir, el Epiclásico y el Posclásico: cerro Xoloc (región de Xaltocan y San Lucas

Xolox), Cueva Leona, Cañada de Cisneros y Peñitas y La Presa (Tepotzotlán). Del cerro

Xoloc dice (Francisco Rivas, comunicación personal 2010) que se observa la delimitación

del espacio con muros de roca, una plataforma acondicionada culturalmente y sistemas de

terrazas, como se ve en las siguientes imágenes.

Plataforma acondicionada
Cerro Xoloc
Foto: Francisco Rivas (2010)

Círculos de piedras acomodadas Muros de roca


Cerro Xoloc Cerro Xoloc
Foto: Francisco Rivas (2010) Foto: Francisco Rivas (2010)

19
Rivas (2006: 58) menciona la presencia de los chichimecas de Xolotl como uno de

los dos momentos de la ocupación de la cuenca de México en el periodo Posclásico

Temprano. Estos chichimecas fundaron dos capitales: los cerros Xoloc-Amaqueme (parte

sur, Tizayuca, Hidalgo) y Tenayocan-Oztopolco (al sureste, estribaciones sureñas de la

sierra de Guadalupe). Explica (Ídem) que estas capitales fueron establecidas “en sitios

estratégicos como puntos de control de las regiones que eran los pasos hacia Tula y el

centro norte de Mesoamérica, por las regiones de Zimapán, Hidalgo, y el Valle del río San

Juan en Querétaro.” Es decir, “se establecieron en dos puntos estratégicos en las

intersecciones montañosas que dividen a su vez tres vasos acuosos: en Xoloc, su primera

capital, ubicada en la región otomí de Xaltocan; en Culhuacan, en las faldas del Cerro de la

Estrella; y en Tenayocan-Oztopolco” (Ibídem: 103). Cabe mencionar que Tenayocan-

Oztopolco fue el punto de control geográfico principal “ubicado a la entrada de la sierra de

Guadalupe en la orilla del lago de Texcoco, misma que era una región abundante en sal y

productos lacustres, y en tierras llenas de fauna para cazar y pescar” (Ibídem: 104).

Después del periodo Epiclásico y antes del dominio tepaneca, Teotlalpan fue la

región ocupada por los chichimecas de Xolotl. Éstos “recuperaron las áreas nucleares del

Estado tolteca” al establecerse en las intersecciones montañosas que dividían los lagos de la

cuenca: el Complejo de Zumpango-Xaltocan, Tonanitla y Ozumbilla (Ibídem: 64).

Como se mencionó, Xolotl estableció su primera capital en el estratégico cerro de

Xoloc, ubicado en las inmediaciones del lago de Zumpango-Xaltocan, y Rivas (Ibídem: 77)

identificó este cerro en Tizayuca, Hidalgo, la primera capital de Xolotl en la cuenca de

México. El mismo autor (Ibídem: 78) dice que si se considera la ubicación de esta primera

capital con base en las fuentes que él utiliza (Alva Ixtlilxochitl, Torquemada y el Códice

Xolotl), entonces se puede plantear que “estos grupos de cazadores recolectores-agrícolas”

20
entraron por los pasos naturales entre el río San Juan (sureste de Querétaro) y el

semidesierto del centro-norte de Mesoamérica.

Rivas (Ibídem: 83), específicamente del Códice Xolotl, menciona que en él “se

pintaron los lugares más importantes del señorío chichimeca, establecido hacia 1220 d. C.”

y describe (Ídem) que hacia el oeste se encuentran “las lagunas de Ecatepec (San Cristóbal)

y Xaltocan que rodea la isla artificial”. También describe que “la pequeña salida al

poniente corresponde al lago de Zumpango”.

I.1.2 Cerámica y cronología

En cuanto a la cronología de los últimos periodos de la época prehispánica en la cuenca de

México, se han propuesto las siguientes fases basadas en los estudios de la cerámica

característica de la cuenca de México, y se presentan en el siguiente cuadro:

Cuenca de Cuauhtitlan Texcoco Vaillant


México
PERIODO FASE FASE FASE FASE
Epiclásico Coyotlatelco Coyotlatelco Tolteca Tolteca
750-950 d. C. Temprana
Posclásico Mazapa Mazapa Tolteca Tardía Tolteca
Temprano
950-1150 d. C.
Posclásico Culhuacan Azteca Azteca Azteca I-II
Medio Tenayuca Temprana Temprana
1200-1400 d. C.
Posclásico Tlatelolco Azteca III
Tardío Tenochtitlan Azteca Tardía Azteca Tardía (1400-1521 d. C.)
1400-1521 d. C. Azteca IV
(1500-1521 d. C.)
Modificado de Parsons, Brumfiel y Hodge (1996: 218)

21
Cabe mencionar que Cobean (1990: 23-28) apunta que Vaillant definió un

“Periodo Chichimeca”, ubicado entre el periodo Clásico y la época azteca. Los tipos

cerámicos que asigna a este periodo son Coyotlatelco, Mazapa y Azteca I.

La secuencia cerámica que va de los periodos Clásico Tardío a Postclásico Medio,

con sus fases cronológicamente secuenciales Metepec-Coyotlatelco-Mazapan-Azteca I-

Azteca II, generalmente ya aceptada, “ha provisto los fundamentos arqueológicos para

futuras interpretaciones de desarrollo a largo plazo y cambios culturales de la cuenca de

México y sus alrededores” (Parsons, Brumfiel y Hodge 1996: 217).

Parsons, Brumfiel y Hodge (Ídem) aceptan que aunque el término “Posclásico

Medio” no se usa comúnmente, ellos lo utilizan con el fin de “proveer al México central de

un referente cronológico general para el periodo frecuentemente designado dentro de la

cuenca de México como ‘Azteca Temprano’. Los tipos Azteca I y Azteca II son las

cerámicas del Postclásico Medio más diagnósticas dentro de la cuenca de Mexico.”

Entonces, el periodo Posclásico Medio es aceptado por estos autores porque se marca con

la aparición de las cerámicas Azteca I y Azteca II.

Quiero aclarar que mi pretensión no es hacer una descripción de los tipos

cerámicos, sino sólo mencionarlos como parte de interpretaciones y relaciones con las

fuentes históricas.

Noguera (1969) hace unas interesantes pero aventuradas interpretaciones acerca de

las cerámicas de los periodos Epiclásico hasta el Posclásico Tardío. A continuación

compararé estas interpretaciones con otras más recientes.

Coyotlatelco: es abundante en las exploraciones de la pirámide de Tenayuca y en los sitios

sobre el cerro Tenayo. Basado en Rattray, Noguera (Ibídem: 213) dice que “implicaría,

igualmente, que los chichimecas al llegar y establecerse en sitios del cerro, antes de la

22
construcción de la pirámide, habitaron esos lugares, cuando todavía no fabricaban la

cerámica Azteca II”. Dicha loza se continuó manufacturando durante el “reinado” de Xolotl

(Ídem).

Cerámica Mazapa: el término original fue propuesto por Noguera como “Mazapan”, pero

después fue replanteado como “Mazapa” por otros autores (Parsons, Brumfiel y Hodge).

Abunda en Tenayuca, lo que para Noguera (Ídem) “permite inferir que este lugar fue

ocupado al llegar los chichimecas de Tula, cuando trajeron la cerámica Mazapan.”

También se continuó haciendo durante el “reinado” de Xolotl (Ídem). En el periodo

Posclásico Temprano esta cerámica era muy escasa al sur de la región de Texcoco y en el

valle de Teotihuacan (Parsons 1970: 437).

Cerámica Azteca I: el sitio de Culhuacán fue dominado por los chichimecas, primero por

Xolotl y luego por Nopaltzin, su hijo; aquí hay que recordar que Nopaltzin, de acuerdo con

las fuentes, se casa con una “princesa culhuacana” (Noguera 1969: 204), o más bien tolteca

(ver el subcapítulo I.2). En Culhuacan se encontró mayor abundancia de las cerámicas

Azteca I y II. Noguera (Ibídem: 206) dice que lo anterior “indica contemporaneidad de

ambas cerámicas, circunstancia que puede explicarse por la llegada, primeramente de

toltecas, y a continuación de chichimecas.”

Para el periodo Posclásico Temprano este tipo cerámico es muy limitado en la

región de Texcoco y en el valle de Teotihuacan (Parsons 1970: 437).

Rivas (2006: 80) dice que la cerámica Azteca I fue reemplazada hacia el año 1280

d. C., lo cual según él es “sorprendente de acuerdo con las cronologías tradicionales.” Dice

que su supervivencia tardía en Xaltocan “coincide con la conquista de su señorío por los

tepanecas de Azcapotzalco en el año de 1395 d. C., y que marca el fin de la autonomía de

Xaltocan.”

23
Cerámica Azteca II: Noguera (1969: 206) dice que “es en muchos aspectos una evolución

del I.” También menciona (Ibídem: 203) que fue la cerámica con mayor presencia en

Tenayuca “como producto y obra de pueblos chichimecas” que ahí habitaron. Piensa

(Ibídem: 218) que este “tipo peculiar […] es propio y característico de los acolhuas, con

una amplia distribución geográfica”. Y explica (Ídem) que “durante los reinados de Xolotl,

Nopaltzin y Tlotzin se fabricaba […], que empezó a hacerse con Xolotl, y bajo Tlotzin

cuando comienza a desaparecer va a cambiarse la capital a Texcoco”.

Después de la Azteca III, es la cerámica más abundante en el “corazón” de Texcoco

(Ibídem: 203). Charlton (1973: 421), con datos más actuales, dice que este tipo cerámico se

presentó a lo largo de la región de Texcoco durante el periodo Posclásico Medio.

Noguera (1969: 213) menciona que Gamio señaló que este tipo cerámico “es un

reflejo de lo que esos pueblos trashumantes como eran los chichimecas ex[presaron] en su

cerámica.”

De esta cerámica dice Rivas (2006: 80-81) que permaneció desde el año 1118 d. C.

hasta el 1280 d. C., que “corresponde al periodo inicial de la subordinación de Xaltocan a

Azcapotzalco. Su presencia se extendió al periodo del gobierno de la Triple Alianza.”

También menciona (Ídem) que se ha encontrado en sitios como Tenayuca, Santa Cecilia

Acatitla, Tepotzotlán, Azcapotzalco, Tlacopan, Chapultepec, Atlacuihuayan, Cerro del

Judío y Cerro Zacatepetl, lo cual “indica la presencia del señorío tepaneca en el norte y

occidente de la Cuenca de México, antes del dominio de la Triple Alianza de Tlacopan-

México Tenochtitlán-Texcoco.”

Cerámica Azteca III: es la cerámica más abundante en el “corazón” de Texcoco. Dice

Noguera (1969: 203) que “corresponde a los pueblos de filiación chichimeca, convertidos

en acolhuas”, recordando que Quinatzin (hijo de Tlotzin) cambia la capital de Tenayuca a

24
Texcoco. Sin embargo, no es abundante en Tenayuca, lo que “señala que este lugar

probablemente siguió ocupado cuando la capital se trasladó a Texcoco donde, como vemos,

es muy abundante.”

La única cerámica decorada (negro sobre anaranjado) del tipo Azteca III, a decir de

Noguera (Ibídem: 218), “sugiere que al trasladar Tlotzin la capital de Tenayuca (donde se

hacía la Azteca II) a Texcoco, se dejó de hacer ese tipo especial y fue sustituido por el

Azteca III.”

Para el periodo Posclásico Tardío la cerámica a lo largo de la región texcocana era

de los tipos Azteca III y IV (Charlton 1973: 421).

Rivas (2006: 81) dice que la cerámica Azteca III surge en el año 1380 d. C. “y

corresponde al periodo de dominio mexica” (1380-1521 d. C.). Este tipo cerámico

“representa cinco siglos de autonomía política local, seguida por un periodo corto de 35

años cuando Xaltocan fue conquistado por los tepanecas de Azcapotzalco.”

I.1.3 Periodización

En seguida se expone la información arqueológica que caracteriza los diferentes periodos

de la cuenca de México.

Parsons (1970: 434) describe de la plancha I del Códice Xolotl lo siguiente: “Estas

misiones exploratorias encuentran grupos de agricultores sedentarios (toltecas) residiendo

en las secciones del sur del valle (en general áreas de Chapultepec, Xochimilco, Chalco, e

Ixtapalapa), y la Puebla adyacente (en Huejotzingo y Cholula). La impresión general es que

las secciones centrales y del norte del valle de México estaban deshabitadas hasta este

punto. Al final de este periodo de exploración, Xolotl ‘toma posesión’ formalmente de esas

25
secciones del valle que no estaban pobladas por toltecas sedentarios, y establece su capital

en Tenayuca.”

Periodo Posclásico Temprano

Parsons (Ibídem: 437) explica que este periodo “está caracterizado por un incremento

sustancial en el número de sitios, junto con una población dispersa marcada, una

declinación en el tamaño de la comunidad y en el grado de la nucleación, y una

disminución aparente en toda la población”; así mismo, “parece marcar el punto en el que

dos tradiciones cerámicas muy diferentes existieron más o menos contemporáneamente”, la

Mazapa y la Azteca I.

En la refutación que le hace Charlton (1973: 421) a Parsons (1970), el primero

menciona que tanto en el valle de Teotihuacan como en la región de Texcoco, la población

de este periodo proveyó la base demográfica para la expansión poblacional del siguiente

periodo.

Periodo Posclásico Medio

Durante este periodo la población en el norte y el centro de la región texcocana se

incrementó pero permaneció básicamente rural con excepción de dos centros regionales

primarios en las áreas centrales. El área del sur sufrió una ruralización incrementada pero

retuvo algunos sitios nucleados (Charlton 1973: 421).

Charlton (Ídem) propone que los patrones de asentamiento y la cerámica sugieren

que las influencias en la región texcocana se movieron del sur al norte, y también menciona

(Ídem) la presencia de cerámica Azteca II en Tula asociada con la Mazapa tardía, lo que

puede aumentar la posibilidad de una conexión mercantil entre Tula y la esfera en

expansión de la influencia de la cerámica Azteca. La distribución de la cerámica y los tipos

de sitios sugieren un reemplazo de la influencia de Tula en la región texcocana.

26
El mismo autor (Ibídem: 422) dice que se puede interpretar que hubo un

movimiento de sur a norte de la complejidad del patrón de asentamiento y del complejo

cerámico, lo que representa una expansión hacia el sur en un área anteriormente controlada

por y desde Tula. La evidencia de la expansión desde la región texcocana y otras áreas

indica que ello ocurrió gradualmente mientras el poder de Tula iba decayendo.

En la sección sur-centro de la cuenca los “centros políticos” mayores eran

Culhuacan y Xochimilco. “Entre los migrantes originales dentro de la cuenca, los culhua de

Culhuacan tenían la fama de tener controlado originalmente un territorio abarcando gran

parte del sur del lecho del lago durante el periodo de la hegemonía tolteca.” Durante este

periodo Culhuacan continuó siendo un centro influyente (Minc, Hodge y Blackman 1994:

137 y 139).

El sur de Culhuacan, Xochimilco y la “confederación” xochimilca controlaban un

gran territorio: “Hacia el norte, extendidas a lo largo del pie de monte este del lago de

Texcoco, estuvieron las entidades políticas acolhuas. Los principales centros ciudades-

estado acolhuas fueron Huexotla, Coatlinchan, Texcoco, Chiautla y Tepetlaoztoc. Al sur de

éstos, las ciudades-estado acolhuas de Chimalhuacan, Coatepec e Ixtapaluca ocuparon una

zona de amortiguamiento con la confederación chalca más sureña” (Ídem).

La combinación de relatos documentales y de datos de los asentamientos

arqueológicos para este periodo sugieren que los territorios de las “ciudades-estado” eran

relativamente estables, entidades discretas, mientras que los límites de las confederaciones

cambiaron más radicalmente “con los vientos de la expansión o derrota política” (Ídem).

Periodo Posclásico Tardío

Para este periodo las tres áreas de la región de Texcoco fueron equivalentes en la variedad

de los tipos de asentamientos presentes. Lo anterior sugiere el desarrollo de unidades

27
sociopolíticas locales, las cuales también se conocen por medio de las fuentes posteriores a

la etapa de la conquista española. La aparición de estas unidades estuvo acompañada por la

expansión de la cerámica Azteca, la que sugiere que la influencia de Tula en la región de

Texcoco terminó (Charlton 1973: 421).

Cabe aclarar que los términos “ciudad-estado”, “confederación”, “centros

políticos”, “entidad política” y “unidades sociopolíticas” son usados por autores cuya

posición teórica difiere de la arqueología social, y que aquí no es pertinente discutirlos ni

adaptarlos.

En cuanto a la cerámica, Rivas (2006:75) dice que la tipo Azteca I parece estar

vinculada con los chichimecas, y que tuvo sus orígenes en Tula al momento de su caída.

También menciona (Ibídem: 75-76) que esta cerámica, según la propuesta de Cobean

(1990), así como la tipo Mazapa, parecen haberse originado en la región de Nayarit y

Jalisco, ya que “se vincula con grupos que llegaron a la Cuenca de México después de la

caída de Tula.” El mismo Rivas (comunicación personal 2010) propone que las cerámicas

Mazapa y Azteca I se pueden relacionar con los chichimecas de Xolotl.

El mismo autor (2006: 104) menciona que hubo una “división étnico-territorial” en

donde se observa la “oposición de los nómadas establecidos y ‘aculturados’ provenientes

del rumbo del norte”, y los sedentarios originarios del sur de la cuenca que “se vinculaban

con los antiguos señoríos”: xochimilca, mizquica, cuitlahuaca y atlapulca, y con los de la

región de Chalco de filiación tolteca. Es decir, para Rivas (Ídem) lo anterior se observa en

los patrones de asentamiento que están asociados con cerámicas Coyotlatelco y Mazapa

(predominantes en Tenayuca), al contrario de las Azteca I, Azteca II y Chalco (presentes en

sitios del sur de la cuenca). Dice (Ibídem: 105) que esta evidencia nos demuestra la

presencia de dos tradiciones cerámicas: “Estas oposiciones que demuestran los materiales

28
arqueológicos marcan la división entre grupos recién llegados y los autóctonos de tradición

tolteca.” Los primeros son descritos en la historia de los toltecas como los “incultos y

bárbaros que llegaron a usurpar el derecho y territorio de los pueblos de filiación tolteca.”

Con referencia a los periodos de ocupación, cabe mencionar que desde el periodo

Posclásico Temprano y durante los periodos Posclásico Medio y Posclásico Tardío hubo

una recuperación demográfica notable (Parsons 1970: 437).

Rivas (2006: 76), basándose en Alva Ixtlilxochitl, Torquemada y el Códice Xolotl,

indica que hacia el año 1200 d. C. parece haber existido un reacomodo poblacional en áreas

poco habitadas por población remanente con tradición tolteca.

Para el periodo Posclásico Medio se puede mencionar someramente que la cerámica

Azteca II tuvo su mayor presencia en Tenayuca, y que fue la más abundante en Texcoco

después de la Azteca III. Lo anterior coincide con que Nopaltzin, el hijo de Xolotl, y

posteriormente el hijo de aquél, estuvo unos años en Texcoco, aunque el primero se regresa

a Tenayuca; es decir, la cerámica Azteca II siguió presente en Tenayuca. En el Posclásico

Temprano la Azteca I es abundante en Culhuacan.

Todo lo anterior puede ser una propuesta para comenzar a establecer, con base en

evidencias arqueológicas y etnohistóricas, la presencia de los chichimecas de Xolotl en la

cuenca de México, lo cual, junto con la propuesta de caracterización socioeconómica,

servirá para indicar que este grupo estaba en un estadio de desarrollo diferente al que se ha

manejado.

Después de haber abordado el medio geográfico, la cerámica característica y la

cronología del periodo Posclásico, en el siguiente subcapítulo se hará un recuento de lo que

se ha mencionado acerca de los chichimecas en general en las fuentes, y se expondrán

todos los “tipos” de chichimecas a los que se ha hecho referencia.

29
“e llamar a un rey, chichimeco, era como
decirle la más suprema palabra que se puede
decir; y todos los valientes se preciaban de
este nombre” (Alva Ixtlilxochitl 1985:290).

I. 2 ¿Quiénes son los chichimecas?

Durante la presente experiencia en el ámbito de la investigación en arqueología, pude

percatarme de que existen algunas inconsistencias acerca de los chichimecas y su

desarrollo socioeconómico.

López y López (2001: 206-207) lo plasman de la siguiente manera:

[…] las pictografías y las fuentes escritas referentes al periodo


comprendido entre la caída de Tula y el surgimiento de Tenochtitlan son
frecuentemente contradictorias y contienen más elementos míticos de los
que tradicionalmente se han supuesto.
En los escritos del siglo XVI existe otro obstáculo […] En ellos se hace un
uso indiscriminado de nombres ambiguos para designar a varios de estos
grupos septentrionales. Hay una verdadera maraña terminológica producida
en buena medida por el desconocimiento y el desprecio de los españoles
hacia los habitantes de la amplia faja fronteriza […] El caso extremo es el
término peyorativo chichimeca empleado en su acepción de bárbaro. Se
aplicaba a grupos con economías y formas de organización disímiles: desde
las sociedades agrícolas y estratificadas […] hasta las bandas igualitarias
que vivían de la caza y la recolección […] pasando por comunidades
híbridas […]

Esta problemática me llevó a indagar más, lo que finalmente me ha permitido darme

cuenta de la confusión que existe acerca de estas sociedades, tal como lo expone Hers

(2008: 34) al afirmar que la imagen mítica del ser humano que habita cuevas, se viste con

pieles y porta el arco sigue existiendo en “los libros de textos, los dioramas de los museos,

el imaginario popular compartido por gran parte del mundo académico.”

Lo primero y casi lo único que se nos viene a la mente cuando escuchamos o

leemos algo acerca de los chichimecas, es la idea de los bárbaros nómadas, cazadores-

recolectores, vestidos de pieles, portadores de arco y flecha, y provenientes del norte. Ya lo

30
había mencionado años atrás Kirchhoff, retomado por Davies (1980: 81), quien dice que

“mientras que el término tolteca siempre se refiere a mesoamericanos civilizados”,

"chichimecas" era usado como sinónimo de salvajes y recolectores, que vivían en el norte,

y también para gente “agricultora simple”.

En relación con lo anterior, Hers (1989: 189), hablando del término referente a los

“tolteca-chichimecas”, que más adelante será abordado, sugiere que si se les quita la

“máscara genérica de chichimecas salvajes y los presentamos como portadores de una

cultura poderosa, ¿no invitaría la figura del migrante norteño a una nueva lectura de fuentes

históricas?”

Dice (Ídem) que esos datos se podrían trasladar a conceptos actuales y resolver la

supuesta contradicción que existe entre los términos “civilizado” y “bárbaro”. Sugiere

(Ídem) que el término “tolteca” podría traducirse por el de “mesoamericano”, según ella

“particularmente adecuado para designar a unos colonizadores agricultores de tradición

preclásica que invadieron un territorio de nómadas cazadores recolectores.” El término

“chichimeca”, agrega (Ídem), “no calificaría el nivel cultural, no negaría su grado de

civilización, sino que se referiría a una realidad geográfica: serían los que tomaron las

tierras de los chichimecas, los mesoamericanos que vinieron del lejano Norte.”

Me parece interesante la propuesta de Hers con respecto al término; sin embargo,

considero que no aclara ni las confusiones alrededor del término “chichimeca” ni la

procedencia de los tolteca-chichimecas como grupo étnico, además de que no considero

pertinente el uso de la frase “nómadas cazadores-recolectores” porque, como veremos más

adelante, ha sido motivo de prejuicios y causante de confusiones. Además de que desde mi

posición teórica no es algo que necesariamente vaya unido; es decir, el tener un sistema

31
nómada no significa que el modo de vida sea la caza-recolección, ni viceversa. Lo anterior

se verá en el capítulo teórico.

Esta problemática surge por dos motivos planteados por Reyes y Güemes (2001:

239): “durante el apogeo del Estado mexica, algunos pueblos que no eran nahuas y, por lo

tanto, eran extraños y bárbaros, eran llamados chichimecas. Y para los españoles, cuando

invadieron el norte de Mesoamérica, “todas las etnias que habitaban la zona eran

chichimecas” (Ídem).

Gómez (1972: 12) menciona que este término no pertenece a una “raza

determinada”, sino que se usa para “designar el conjunto de pobladores del desierto y en

especial a la zona árida sin distinción de raza o de lengua, pero con una unidad homogénea,

en cuanto a modo de vivir, costumbres, organización y caracteres antropológicos en

general.”

Lo mencionado en los dos párrafos anteriores también está relacionado con los

lugares donde habitaban los chichimecas y los recursos que explotaban, es decir, con parte

de su modo de vida. Rivas (2006: 102), en el caso de los nómadas, de manera muy acertada

dice que éstos “se identifican con ciertos elementos del paisaje”, los cuales describe en

seguida: “los montes, los cerros ásperos y, sobre todo, con las cuevas y las grutas, lugares

donde vivían. Estas características del paisaje se relacionaban con ‘lo salvaje’, ‘lo inculto’,

pues siempre se les describe habitando en la periferia en los altos cerros, las sierras, en

cuevas y grutas.”

Y todo lo anterior siempre se oponía a los toltecas, ya que éstos “conocían el cultivo

y que eran sedentarios, utilizaban ropa de algodón y construían casas y templos encalados

(estucados) y pintados. Estos grupos representan en la historia la cultura, lo domesticado, el

centro” (Ibídem: 102).

32
Puedo afirmar que no se han planteado las características que nos ayudarían a

diferenciar a los chichimecas y, por lo tanto, a identificarlos; además, falta la definición de

conceptos como nómada, cazador-recolector, tribu, etcétera.

Como sintéticamente lo menciona Hers (2008: 33), ya hablando de manera muy

general, después de varios siglos “sigue presente la confusión que encierra el nombre de

chichimeca. Bajo un mismo concepto, se reúnen pueblos de origen, cultura e historia

distintas […] a menudo, el término se refiere a los pueblos de origen norteño, que con

formas muy variadas de vivir y de pensar llamamos genéricamente nómadas cazadores-

recolectores.”

Rivas (2006: 101) lo expone de manera más clara: “Se trata de un manejo

ideológico de la historia en la cual se ejerce una diferencia muy marcada: los recién

llegados, chichimecas-nómadas, identificados con los grupos de nómadas cazadores-

recolectores, vestidos con pieles curtidas de animales y que portaban como armas el arco y

la flecha”.

Armillas (1991: 217) menciona que el término “chichimeca” tiene varias acepciones

y que “no constituye [una] identificación étnica precisa ni presupone características

culturales uniformes”. Explica (Ídem) que “la crítica moderna”, tomando como referencia

el tipo cultural, reconoce diversas categorías de chichimecas: “a) salvajes cazadores-

recolectores, b) agricultores bárbaros, c) pueblos de cultura mesoamericana, ya fuera

adquirida por transculturación o preservada por descendientes de colonos en el norte.”

Lo que deja claro Armillas (Ídem) es que la “denotación geográfica” es constante,

ya que el término “chichimeca” se le aplicaba a la gente del norte sin excepción.

Hers (2006: 37) también dice que se distinguen tres grandes categorías dentro del

nombre “chichimeca”: los nómadas chichimecas que ocupaban las tierras del norte, los

33
pueblos mesoamericanos que se llamaban a sí mismos chichimecas porque sus antepasados

habían ido a poblar el norte y luego lo habían abandonado, y los que no son chichimecas, es

decir, los otros pueblos mesoamericanos que no participaron en esa aventura hacia el norte.

Por otro lado, Raúl García (comunicación personal 2009) propone la categoría de los

chichimecas que invadieron el Altiplano, que son los que aquí estudiaré, específicamente

los que fueron guiados por Xolotl, y cuyo modo de vida es muy similar a los de la primera

categoría, con la diferencia de que los del Altiplano se desarrollaron socioeconómicamente

hasta convertirse en sociedades clasistas.

A continuación expondré las diferentes menciones, descripciones e interpretaciones

que hacen los cronistas y los autores contemporáneos acerca de los chichimecas en general.

Cabe hacer un comentario acerca de las fuentes etnohistóricas: sean indígenas u

occidentales, su visión “está permeada por las circunstancias y el motivo por el que fueron

escritas, así sea por razones de estado o personales. No es gratuito que a los chichimecas

siempre se les considerara una nación ‘bárbara, salvaje e incivilizada’; es una pena que los

chichimecas no tuvieran la oportunidad de contar su propia historia” (Viramontes 2000:

33).

I. 2. 1 Crónicas

Bernardino de Sahagún (1449 o 1450-1590 d. C.)

Dice que “los que se nombran chichimecas eran de tres géneros”: otomíes, tamimes y

teochichimecas (1999: 598).

Los tamimes “son deudos y de la generación de los que llamaban teochichimecas, y

fueron algo republicanos” (Ibídem: 599). Me parece que el texto de este cronista es un poco

confuso por lo de “deudos” y “de la generación”, pero lo expondré tal y como lo escribe.

34
Los teochichimecas, “del todo bárbaros”, según el autor (Ídem) también se decían

zacachichimecas u “hombres silvestres”.

“De estos chichimecas” (no se entiende si refiere a los teochichimecas o a los que se

nombran chichimecas) había unos que se llamaban nahuachichimecas porque hablaban la

lengua de los nahuas o mexicanos “y la suya propia chichimeca”. Había otros llamados

otonchichimecas porque hablaban “la lengua suya” y la otomí. Otros se llamaban

cuextecachichimecas porque hablaban las lenguas chichimeca y cuaxteca (Ibídem: 601).

Menciona (Ibídem: 595) también que los toltecas se llamaban chichimecas: “Estos

dichos toltecas todos se nombraban chichimecas, y no tenían otro nombre particular sino el

que tomaron de la curiosidad y primor de las obras que hacían”.

Los nahuas, aunque eran nahuas, también se llamaban chichimecas porque “decían

ser de la generación de los toltecas que quedaron cuando los demás toltecas salieron de su

pueblo, y se despoblaron, que fue en tiempo cuando el dicho Quetzalcóatl se fue a la región

de Tlapallan” (Ibídem: 601). Y también porque “vinieron de las tierras ya dichas, donde

están las siete cuevas que ya están referidas, y son las que se nombran aquí: tepanecas,

acolhuacas, chalcas, y los hombres de tierra caliente y los tlateputzcas, que son los que

viven tras de las sierras, hacia el oriente, como son los tlaxcaltecas, uexotzincas y

chololtecas, y otros muchos; y todos traían arcos y flechas. Los toltecas también se llaman

chichimecas, y los otomíes y michoacas ni más ni menos” (Ibídem: 614).

Dice Sahagún (Ibídem: 610) que los mexícatl eran “advenedizos, porque vinieron de

las provincias de los chichimecas”.

También menciona (Ibídem: 614) que “aunque los mexicanos se dicen chichimecas,

empero propiamente se dicen atlacachichimeca, que quiere decir pescadores que vinieron

de lejas tierras”.

35
Los otomíes tomaron el vocablo “otómitl” de “su caudillo, el cual se llamaba Oton,

y así sus hijos y sus descendientes y vasallos que tenía a cargo, todos se llamaron otomites;

y cada uno en particular se decía otómitl; y no carecían de policía, vivían en poblado y

tenían su república” (Ibídem: 602).

Los no chichimecas son los olmeca, uixtotin y nonoalca (Ídem).

Y finalmente, menciona (Ibídem: 614) el lado positivo de llamarse chichimeca:

“Todas las dichas familias se llaman chichimecas, y aun de tal nombre se jactan y glorían,

y es porque todas anduvieron peregrinando como chichimecas por las tierras ante dichas, y

de allí volvieron para estas partes aunque a la verdad no se llamaban tierras de

chichimecas, por donde ellos anduvieron, sino Tleotlalpan, Tlacochcalco, Mictlalpan, que

quiere decir campos llanos y espaciosos que están hacia el Norte”.

Gerónimo de Mendieta (1525-1604 d. C.)

Relata (2002: 460) que entre ellos, los españoles, y entre los indios cristianos,

“chichimeco” es el nombre común “de unos indios infieles y bárbaros, que no teniendo

asiento cierto (especialmente en verano), andan discurriendo de una parte otra, no sabiendo

qué son riquezas ni deleites, ni contrato de policía humana.”

Diego Durán (1537-1588 d. C.)

Hablando del asentamiento de las seis tribus y géneros de gente, menciona (1995: 65) que

es necesario saber cómo éstas encontraron esa tierra y qué género de gente había en ella,

para lo cual, dice, se debe saber que hay “dos pinturas que señalan dos géneros de gentes,

una desta parte de la sierra nevada, á la parte de México, y otra de la otra parte, en la parte

de la Puebla y Cholula, y que los desta parte eran chichimecas […] la gente que vivía de

esta otra parte era muy poca, cuyo modo era brutal y salvajino, á quien esta nación llamó

Chichimeca”.

36
Juan de Torquemada (1562 o 1565-1624 d. C.)

La primera mención que hace Torquemada (1975: 47) de los chichimecas, después de

hablar de algunos grupos que salieron de Chicomoztoc “y que vinieron sus pasados, poco a

poco, poblando, tomando, dejando o mudando sus nombres conforme a los sitios o tierras

que hallaban”, es la siguiente: “Los de Tetzcuco dicen ser primeros moradores y ser

chichimecas […] y al presente algunos de la misma lengua” y que “en la ciudad de

Tetzcuco, acerca de las antiguallas de la tierra, en ella se dice que la propria y antigua

lengua de los chichimecas antiguos, primeros moradores de estas tierras después de los

tultecas […] es que ahora corre con común nombre de mexicana”.

Acerca de los aculhuas menciona (Ibídem: 51) lo siguiente: “los aculhuas confiesan

otros primero que ellos (que son los chichimecas) y los chichimecas a los tultecas, a cuyo

fin y acabamiento llegaron”.

Y de manera muy general relata (Ibídem: 58) que “Hacia las partes del norte (en

contra de la ciudad de México y grandísima apartado de ella) hubo unas provincias (y

puede ser que al presente las haya) cuya principal ciudad fue llamada Amaqueme y cuyos

moradores en común y genérico vocablo fueron llamados chichimecas […] feroces en el

aspecto y grandes guerreros, cuyas armas son arcos y flechas […] Tomaron nombre de

chichimecas estas gentes (que así se nombraron) del efecto, significa su nombre.”

También menciona (Ibídem: 355) a los teochichimecas: dice que luego de la llegada

de los grupos ya mencionados, llegaron “otros ejércitos y escuadrones” de personas

llamadas “teochichimecas, muy semejantes a los primeros pobladores de esta tierra, los

cuales habiendo peregrinado por grandes desiertos y serranías grandes y muy ásperas

montañas en demanda y busca de los primeros chichimecas, aculhuas, tepanecas,

chalmecas, ulmecas y xicalancas, deudos y parientes suyos”.

37
Fernando de Alva Ixtlilxochitl (1578?-1650 d. C.)

Primero habla de unos “señores chichimecos” que tenían “sus reinos y señoríos” y que

eran “gente bárbara y feroz, y la más fuerte nación que tuvo y tiene hoy día este nuevo

mundo” (1985: 289).

Luego menciona (Ibídem: 290) que “Hay muchos géneros de chichimecos, unos más

bárbaros que otros, y otros indómitos que andan como gitanos, que no tienen rey ni señor,

sino el que más puede ése es su capitán y señor; y otros, que unos a otros se comen. Estos

tales no son de linaje de los de esta tierra, porque tienen sus repúblicas, ciudades y reinos y

provincias, y guardan sus ciertas leyes, no dejando llegar a éstos en sus tierras, siempre los

echan y los traen muy oprimidos, no dejándolos en los poblados, sino en tierras ásperas y

desiertos, donde ellos se guarecen muchas veces”.

Y continúa (Ídem) relatando que “hay otros de esos chichimecos sin señor que son

grandes idólatras, y traen siempre al demonio, un ídolo, consigo”.

Finalmente vuelve a mencionar (Ibídem: 306- 307) a los chichimecas que se sentían

orgullosos de ser descendientes de los de Xolotl:

Dos linajes había en esta tierra y hay hoy día, según parece en las historias.
Chichimecas es el primero, y el segundo tultecas; y de estos dos linajes de
gente hay muchas generaciones que tiene cada una de ellas su lengua y
modo de vivir, pero a todas ellas la una parte se aprecian y dicen que son
chichimecos los que trajo Xólotl, que son los meros chichimecos, y los
aculhuas y aztlanecas, que ahora se llaman mexicanos, tlaxcaltecas,
tepehuas, totonaques, cuextecos, mexcas, michuaques, otomíes, mazahuas,
matlaltzincas y otras muchas naciones que se aprecian de este linaje. Y la
segunda, son coculhuas, cholultecas, mixtecas, tepanecas, xochimilcas,
toxpanecas, xicalancas, chonchones, tenimes, cuauhtemaltecas, tecolotecas
y otras muchas naciones; de suerte que unos son chichimecos y otros
tultecas.

38
Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin (1579-1660 d. C.)

Schroeder (1994: 93-94) dice que, para Chimalpahin, el término “chichimeca” tiene un

significado honorífico especial cuando se refiere a los ancianos y padres fundadores de

Amaquemecan. Por ejemplo, al hacer referencia a un “Anciano señor chichimeca”, se

quería “significar la autoridad del mandatario y la antigüedad del linaje.”

Códice Chimalpopoca (Anales de Cuauhtitlan) (s. XVI)

Se menciona (1975: 3) que en el año 1 acatl (635 d. C.) los chichimecas salieron de

Chicomoztoc y que “El ser de estos chichimecas empieza en los anales tetzcocanos el año

13 tochtli [1362 d. C.].”

En el mismo año 1 acatl (635 d. C.) “se entronizó Chicintonatiuh (Cuauhtitlan), que

desde Quetzaltépec venía reinando” (Ibídem: 4).

También se menciona (Ídem) que en el año 5 acatl (1263 d. C.) “llegaron a la tierra

los chichimecas cuauhtitlaneses por Macuexhuacan y Huehuetocan, pues se ha dicho que

salieron de Chicomóztoc. Según sabían, comenzaron en 1 acatl [635 d. C.] los anales de los

chichimecas cuauhtitlaneses”.

Mariano Veytia (1720-1778 d. C.)

De las “siete familias del idioma Nahuatl que vinieron a poblar estas regiones”, dice el

autor (1979: 41) que “fundaron” dos “ciudades”; una de ellas fue creciendo hasta

convertirse en el “gran imperio Chichimeca, a que dieron el nombre de Chichimecatlali,

esto es, tierra de los Chichimecas”. Posteriormente comienza a hablar (Ibídem: 243 y 261)

de la “corte Chichimeca”, y de la partida de Xolotl y sus chichimecas.

Narra (Ibídem: 318) que en el “reinado” de Quinatzin (bisnieto de Xolotl) o poco

tiempo después “llegaron a estas tierras las dos famosas y valerosas naciones

theochichimecas y mexicana; unos dicen que eran distintas y otros las tienen por una

misma.” Y que “a una y otra nación dan los autores los nombres de azteca, atlaneca,
39
chicomozteca, y theochichimeca, y a la mexicana le den también los nombres de mexica, y

tenhuca”.

Refiriéndose a lo anterior, dice (Ibídem: 322) que esas “naciones” “atravesaron las

montañas que hoy habitan los chichimecas bárbaros”.

Hace mención (Ibídem: 327 y 328) de los teochichimecas, los cuales “continuaron

su viaje hasta las tierras de Nueva España, donde llegaron según la opinión más probable el

año de 1298”. Y que después de llegar, “se dividieron los mexicanos de los teochichimecas,

y éstos entre sí” (Ibídem: 330).

I. 2. 2 Interpretaciones de autores contemporáneos

Un autor que se ha dedicado a estudiar a los chichimecas es Davies (1980, 1987), quien

hace una excelente investigación en la que contrasta las fuentes históricas (como las de

algunos de los cronistas que mencioné líneas arriba) y etnohistóricas con los datos

arqueológicos, y aclara (1980: 76) que “probablemente chichimeca significó diferentes

cosas en diferentes contextos”. A lo largo de su investigación en The toltec heritage, el

autor (1980) hace una ardua investigación acerca de los diferentes “tipos” de chichimecas.

Gómez (1972: 12) hace una interesante mención de una “clasificación por nombres

de las distintas naciones que componen el Imperio Chichimeca”: conchos, tobosos,

borrados, coahuiltecos, tamaulipas, tepehuanos, guachichiles, pames, huastecos, los

guayares, los irritilas, “o laguneros, por ser éstos los que habitaron esta región,

comprendida en la hoy Comarca Lagunera.”

Me interesaría mucho hacer una recapitulación completa de todos los supuestos

chichimecas que han existido; sin embargo, para fines de este trabajo, sólo nombraré a los

que he encontrado a lo largo de mi investigación y resumiré lo que he leído de ellos.

40
Chichimecas y toltecas

Carrasco (1998: 29) habla de la mención de “varias categorías étnicas para clasificar a los

pueblos del antiguo México” en las fuentes históricas; concluye que las más importantes de

estas categorías son “chichimeca” y “tolteca”. Explica (Ídem) que los toltecas eran la gente

relacionada con Tula, las cuales “se dispersaron después de la salida de Quetzalcóatl”. Los

chichimecas eran la gente con “antecedentes cazadores situados más allá de la frontera

mesoamericana”, y aclara (Ídem) que este mismo nombre se le aplicaba a los grupos que

“desde Mesoamérica se habían extendido hacia el norte y después de la caída de Tollan

regresaron al sur.” Lo confuso es lo que a continuación dice (Ídem): “En este sentido los

toltecas también tenían el sobrenombre chichimeca”, pero aclara que “si bien al mismo

tiempo también emigraron pueblos con cultura de cazadores y recolectores, sin

conocimiento de la agricultura, que nunca son llamados toltecas.”

Chichimecas cuauhtitlaneses

Los chichimecas más antiguos, estudiados por Rivas (2006: 92), supuestamente fueron los

de Cuauhtitlan. En el año 687 d. C. (año que coincide con el inicio de la caída de

Teotihuacan) Chicontonatiuh comenzó a gobernar, y cuatro años después los chichimecas

llegan a la cuenca después de migrar durante 364 años. De lo anterior, dice el mismo autor

(Ídem) que ese hecho nos remonta al año 327 d. C., que es la época del periodo Clásico

mesoamericano, “la fecha más temprana documentada para las migraciones chichimecas.”

Estos chichimecas venían de Chicomoztoc, las siete cuevas, lo que para Rivas (Ídem)

sugiere “la existencia de asentamientos chichimecas” en la parte centro-norte u occidente

de Mesoamérica.

Según los Anales de Cuauhtitlan (1975: 4), en el año 5 acatl (1263 d. C.) estos

chichimecas “llegaron a la tierra […] por Macuexhuacan y Huehuetocan, pues se ha dicho

41
que salieron de Chicomóztoc. Según sabían, comenzaron en 1 acatl [635 d. C.]” sus anales.

Supuestamente, durante 364 años padecieron “muchos trabajos” hasta que llegaron a

Cuauhtitlan, en donde comenzó su señorío: “se ha de entender que empezó en este año en

su tierra; pues está averiguado que en el año 1 acatl [635 d. C.], todavía en el camino,

alzaron un señor.” Se menciona que para ese periodo estos chichimecas vivieron “aún en

tinieblas” porque “aún era nula su fama y nulo el nombre de bienestar, mientras anduvieron

errantes, etc.”

Carrasco (1998: 39) dice:

Los chichimecas […] deben ser pueblos que existían desde antes de la
fundación del reino otomí de Xaltocan […] Se pueden comparar con los
chichimecas descritos en los Anales de Cuauhtitlán como adoradores y
secuaces de Mixcoatl que fundan Cuauhtitlán. La antigüedad de estos
chichimecas con respecto a los toltecas se manifiesta en el mito que da a
Iztac Mixcoatl como antecesor de las principales naciones y en el
parentesco de Mixcoatl, caudillo chichimeca, con Quetzalcoatl, su hijo,
señor de Tollan. Recordemos además que en Ixtlilxóchitl la historia
chichimeca comienza antes que la migración de los toltecas y que éstos, en
Tollantzinco, obtienen su primer rey de los chichimecas. Según los Anales
de Tlatelolco, entre los chichimecas anteriores a la llegada de los tepanecas
estaban los de Cuitlachtepec, los de Tenayocan (es decir, los de Xolotl), los
de Coatlinchan y los de Xaltocan con su señor Upantzin.

Tolteca-chichimecas

Llamados “grupo étnico” por Kirchhoff, Güemez y Reyes (1976: 133).

En la Historia tolteca-chichimeca, códice de la región de Puebla-Tlaxcala, se narra

que “los chichimecas que llegaron a apoyar a los toltecas de Cholula se definían a sí

mismos como otomíes” (Rivas 2006:100). Comienza con lo siguiente: “Aquí están los

pueblos que eran complemento del tolteca. La gran Tollan se formaba de estos veinte

pueblos, que constituían sus manos y sus pies. De estos tolteca, eran sus pueblos. Allí se

desbandaron en la gran Tollan, por lo que cada uno fue a merecer su pueblo” (Kirchhoff,

Güemez y Reyes 1976: 131-132).

42
En el mismo códice (Ibídem: 132-133) se menciona que en el año 1 tecpatl llegaron

a Tula, de Colhuacatepec, los tolteca-chichimeca junto con los nonoualca-chichimeca, y

que durante un año “estuvieron aún contentos los que eran complemento de los tolteca

chichimeca”.

De ellos menciona Davies (1980: 77) que los nombrados “chichimecas invasores

del valle de México en tiempos postoltecas se convirtieron seguramente no sólo en lo que

antes eran chichimecas, como Kirchhoff también hizo hincapié, sino que fueron en efecto

posteriormente tolteca-chichimecas, es decir, gente cuyos logros culturales fueron

comparables con los de los tolteca-chichimecas”. A manera de conclusión parece

mencionar (Ibídem: 78) que prácticamente fueron “invasores semimesoamericanizados” de

territorios habitados por los constructores de ciudades.

El mismo autor (Ídem) aborda una problemática muy interesante que nadie más ha

discutido: la contradicción que supone el término “tolteca-chichimeca”. El autor dice

(Ídem) que la palabra “tolteca” “implica una adopción total de las tradiciones culturales

mesoamericanas; ‘chichimeca’, interpretado literalmente, significa lo opuesto y es aplicable

a gente nómada, no a los adherentes a la civilización mesoamericana o adoradores de

dioses mesoamericanos.” Explica (Ídem) que lo anterior tiene que ver con el mismo

término, ya que “primero perteneció a las tribus que llegaron a Tula Xicocotitlan en

tiempos tempranos, como opuestos a los nonoalcas quienes llegaron desde el sur.” Y que se

volvió aplicable a la gente que vino “desde una dirección noroeste después de la caída de

Tula”.

El mismo autor (Ibídem: 79) agrega que la disparidad era más pronunciada que “la

división cultural que separaba los tolteca-chichimecas de los chichimecas nómadas puros,

vestidos de pieles y rechazando la práctica de la agricultura o la posesión de casas fijas. La

43
importancia de la híbrida expresión es seguramente más en ‘tolteca’ que en ‘chichimeca’” y

que “el término ‘tolteca-chichimeca’ es adecuadamente aplicado a los mexicas migrantes;

ya dijimos que sembraban semillas y construían templos, costumbres ajenas a los

chichimecas puros. Hasta cierto punto tolteca-chichimeca se vuelve equivalente a tolteca,

una apelación también subjetiva a varias interpretaciones.”

Más adelante, Davies (Ibídem: 329) dice que las personas que llegaron al valle de

México después de la caída de Tula, no fueron los nómadas atrasados (“verdaderos

chichimecas del norte de México”), sino “gente semicivilizada mejor definida por el

término híbrido de tolteca-chichimeca”.

Braniff y Hers (1998: 58) los llaman tolteca-chichimecas tanto “por ser norteños

como por ser ‘pulidos y curiosos’ y antepasados (en parte) de la tradición tolteca” de Tula.

También los llaman “mesoamericanos norteños” (Ibídem: 72).

Teochichimecas

Acerca de estos chichimecas, Davies (1980: 72) dice que, posiblemente, durante la

hegemonía de Tula “una zona de barrera ancha protegía la ciudad de estos teochichimecas,

los cuales se fueron hacia el sur debido a presiones del norte por el deterioro ecológico […]

la época de cambio que acompañó la caída de Tula probablemente fue anunciada por un

aumento de estos chichimecas nómadas”.

El mismo autor (Ibídem: 74) también dice que la gente que entró al valle de México,

“quizás […] con bagaje otomí”, tal vez estuvo acompañada por “ciertos chichimecas puros

o teochichimecas, como pames o cascanes”.

Davies (Ibídem: 75) menciona que Jiménez Moreno considera que estos

teochichimecas descritos por Sahagún son una mezcla de “pames, guamares y cuachiles,

junto con gente del sur de Zacatecas”.

44
También dice Davies (Ibídem: 80) que los chichimecas continuamente son descritos

por Sahagún y otros autores “como teochichimecas, es decir, chichimecas verdaderos o

extremos”.

Con un poco de imaginación podríamos interpretar que los mencionados “auténticos

‘chichimecas’ nómadas” de los que Hers (1989: 29) habla, son estos teochichimecas porque

dice que “no tuvieron más que un papel secundario en esos movimientos de la frontera”.

Viramontes (2000: 40) dice que “podrían identificarse con los pames que mejor

conservaban la vida nómada, junto con los guamares y guachichiles”.

Tlahuicas

Cazadores del arco y la flecha, a quienes “sus congéneres dieron por sobre nombre de los

CHICHIMECAS” (Gómez 1972: 11-12). Conformaron uno de los ocho barrios que

acompañan a los mexicas en su migración (Johansson 2008: 25).

Otomíes

Según Rivas (2006:75-76) los otomíes pudieron haber tenido un lugar muy significativo

desde la época de Tula y cuando se asentaron en las cimas de los cerros y en la periferia de

esta ciudad. También menciona (Ídem) que Cobean y Mastache “los han identificado

arqueológicamente con la cultura ‘Coyotlatelco’”. Dice (Ídem) que probablemente

“participaron en la derrota total de Tula.”

Otonchichimecas

Davies (1980: 81) también los llama simples (plain) otomíes.

El mismo autor (Ibídem: 74) menciona que “los grupos que más tarde se movieron

hacia el valle de México, y hasta esos que dieron el golpe mortal a Tula fueron

probablemente chichimecas no tan puros como los chichimecas y otonchichimecas de

45
Kirchhoff, sacados de Guanajuato, Querétaro y quizás el valle de Toluca por nómadas

verdaderos (real) quienes han venido de regiones más al norte.”

Rivas (2006: 75-76) confirma que se localizaban en Guanajuato, Querétaro y el

valle de Toluca, además de en Michoacán, y que fueron presionados por “nómadas

verdaderos que se encontraban más al norte”.

Lo curioso es que Sahagún (1999: 601), aparte de los tamime, teochichimecas y

otomíes, menciona a los otonchichimecas. Aunque Davies (1980: 82) comenta que este

cronista aparte de referirse a los teochichimecas y otonchichimecas, habla de una tercera

rama: “los tamine”.

Tamime

Viramontes (2000: 40) los llama tamime y dice que otros investigadores han considerado

que estos chichimecas de los que habla Sahagún “podían ser los pames del sur”.

Según el mismo autor (Ibídem: 44), para Jiménez Moreno estos chichimecas “serían

los pames ‘entremetidos’ dentro de la zona otomí que iban siendo aculturados”.

Cascanes

Hers (1988: 183) dice de los cascanes que “como todos los norteños, están revestidos de un

atuendo nada atractivo de ‘chichimecas’, más bárbaros unos que otros. Los que alcanzan a

ser considerados como los más civilizados son tachados de marginales de todos modos, ya

que su actuación cultural en el concierto de Mesoamérica no habría sido destacada.”

Powell (1996: 53) los define como un grupo “parcialmente nómada pero ‘político

como los mexicanos’” con “centros religiosos y de población”.

En el siglo XVI, durante la guerra chichimeca, las “naciones indias ocuparon la

atención de los españoles; cada una abarcaba muchos pequeños grupos de tribus y

46
rancherías, que también recibieron nombres más específicos que el de ‘chichimecas’.” Las

principales fueron las de los pames, guamares, guachichiles y zacatecos” (Ibídem: 48).

Pames

Davies (1980: 76) se refiere a ellos como que están en un punto intermedio entre

chichimecas y no chichimecas. “Los pames culturalmente estaban en un nivel intermedio

entre la gente civilizada y la no civilizada. Tenían estratificación social, y templos, ídolos y

sacerdotes y mostraron otras características típicas de Mesoamérica” (Ibídem: 75).

Según Viramontes (2000: 38), vivieron al sur de Querétaro y eran una “tribu

pacífica, de condición dócil y poco afectos a defender sus tierras en contra de los

españoles; gustaban del trabajo y comercio, andaban vestidos y en policía al contrario de

los jonaces”.

El mismo autor (Ibídem: 42) explica que son de filiación otomí y que “no se les

considera totalmente como chichimecas sino más bien como un grupo seminómada con

elementos de cazadores-recolectores y ciertos rasgos mesoamericanos”.

Powell (1996: 52) dice que eran “los menos belicosos de todas las naciones

chichimecas”, y que, aunque “eran nómadas en gran parte de su zona, habían absorbido

algunos refinamientos culturales de los otomíes”. En cuanto a su cosmovisión, “estaban

más avanzados” que las otras tres “naciones”.

Guamares

Dice Davies (1980: 83) que se encontraban “entre los verdaderos chichimecas más

belicosos y crueles”, y que eran del valle de San Juan, Querétaro. Y está convencido

(Ibídem: 87) de que “algunos de los “chichimecas” que participaron en el derrocamiento de

Tula Xicocotitlan y que invadieron el valle de México estaban bien dirigidos y altamente

organizados, y tenían poco en común con los guamares de la época de la Conquista.”

47
Jonaces

Dice Viramontes (2000: 38) que Labra el Viejo los consideraba “una nación beligerante y

perversa”, y que frecuentaban territorios de Querétaro e Hidalgo. También menciona

(Ídem) que por sus costumbres y forma de vida, estos jonaces “se parecían más a sus

vecinos guachichiles y guamares que a los pames.”

Retomando a Kirchhoff, Viramontes (Ibídem: 39-40) dice que éste consideró “que

los chichimecas recolectores-cazadores que habitaron al norte del río San Juan fueron

pames y jonaces emparentados lingüísticamente con los otomíes”.

Guachichiles

Según Viramontes (2000: 38) son considerados igual que los jonaces, y descritos por

Gonzalo de las Casas como “naciones” “‘valientes y belicosas, traidoras y dañosas’”.

Según Powell (1996: 48) eran considerados continuamente los “más belicosos y

valientes”.

Zacatecos

Eran “principalmente nómadas, aunque unos pocos grupos eran en esencia sedentarios.”

También eran “guerreros valientes y denodados, y célebres tiradores.” Y algunos españoles

los llamaron “los más valerosos y aguerridos de los chichimecas” (Powell 1996: 53).

Nonoualca-chichimecas

Recordemos que para Sahagún (1999: 614) los nonoualca no eran chichimecas; sin

embargo, hay que tener presente que son mencionados en la Historia tolteca-chichimeca,

que llegaron junto con los tolteca chichimeca y que eran “su complemento” (Kirchhoff,

Güemez y Reyes 1976: 132-133).

En la misma fuente (Ibídem: 133) se continúa describiendo lo siguiente: “Y en

verdad [Uemac] fue el ueyo de Tezcatlipoca, fue obra suya, para que se desbarataran, para

48
que se alteraran los tolteca chichimeca con los nonoualca chichimeca; para que se

enfrentaran los tolteca con su complemento los nonoualca.”

Acolhuas

Davies (1980: 96) menciona que es muy fina la diferencia entre los “antiguos o anteriores

chichimecas” (seudochichimecas) y los acolhuas, y que le parece errónea la idea de que

éstos llegaron después de los “chichimecas”.

Sugiere (Ibídem: 114) que “fueron los migrantes tempranos postoltecas en el valle

de México” y posiblemente “primero se asentaron en la parte más norte del valle antes de

llegar a su lugar final, caminando de un lugar a otro antes de asentarse”, y que pudieron

haber “seguido el procedimiento adoptado por mexicas y tlaxcalas, y otras tribus

migrantes.”

El mismo autor (Ibídem: 118) menciona que el término “acolhua” “puede significar

diferentes cosas en tiempos distintos”, y que puede ser un término que se ha generalizado

“para ciertos grupos de chichimecas procedentes de Chicomoztoc o ‘Acolhuacan’, más

tarde llegó a ser aplicado más estrictamente a gente que ha poblado la región Coatlinchan-

Texcoco.”

Davies (Ibídem: 119-120) ve a los acolhuas “formando parte de la migración

original dentro del valle de México”, y que “alternativamente, el término está primero

usado en un sentido más colectivo para describir grupos específicos de invasores que

también tenían otro nombre.”

Relacionado con lo anterior, dice (Ibídem: 136) que hay una tradición acerca de que

supuestamente los tepanecas y los acolhuas llegaron juntos al valle de México, y que el

término “acolhua” “es usado bastante como término genérico para varios grupos migrantes,

49
incluyendo los verdaderos acolhuas y los tepanecas; de la misma manera, la distinción

entre ‘chichimeca’ y ‘acolhua’ tampoco fue muy clara.”

Davies (Ibídem: 155) concluye que los acolhuas “parecen tener desarrollada una

combinación de otonchichimecas y teochichimecas, con una importante y variable mezcla

de los habitantes originales nahuas y toltecas.”

Finalmente, el mismo autor (Ibídem: 156) ha interpretado que “los primeros

acolhuas pertenecían en un sentido a una raza nueva de gente cuyo linaje, así como el de

los otros invasores, fue básicamente tolteca-chichimeca, pero quienes sólo llegaron a la

perfección cuando otro elemento ha sido añadido a la mezcla étnica.” Sin embargo,

Carrasco (1998: 30) dice que “los secuaces de Xolotl eran chichimecas, pero las tres

naciones acolhuas (acolhuas, tepanecas y otomíes) eran toltecas”.

Acolhua-chichimecas

Dice Corona (1975?: 96) que los “señoríos de Coatlinchan, Huexotla y Tetzcoco, quienes al

intercambiar una serie de relaciones sociales (matrimoniales), integran un solo linaje

Acolhua-Chihimeca, que será la base de una confederación política, conformando entre los

tres el territorio denominado del Acolhuacan o el Este de la Cuenca de México.”

Huasteca-chichimecas

Según Davies (1980: 78) este término es “ocasionalmente usado para nómadas viviendo en

el norte de la Huasteca”.

Tepanecas

Davies (Ibídem: 136) concluye que “fueron no más que otra tribu de chichimecas”. Sin

embargo, dice (Ídem) que lo anterior no es claro porque el término “chichimeca” “abarcó

todo, aplicable a veces a los no-nómadas, también a los nómadas y fue usado para describir

a los mexicas de Tenochtitlan.”

50
Davies (Ibídem: 156) ha interpretado que los tepanecas “quienes subieron al poder

después de los tenayucas y xaltocanos […] pertenecían […] a una raza nueva de gente cuyo

linaje […] fue básicamente tolteca-chichimeca”.

Teotenancas chichimecas

Schroeder (1994: 222), basada en Chimalpahin, dice que estos grupos fueron guiados de

asentamiento en asentamiento por su tlatoani, acompañado de su esposa y algunos ancianos

chichimecas.”

Chichimecas ootam, hopi, zuñi y pueblo

Son “grupos sedentarios, algunos del nivel urbano como Paquimé, Chihuahua” (Di Peso y

Braniff en: Braniff y Hers (1998: 56)).

Chichimecas seri, suma y apache

Recolectores-cazadores (Ídem).

Mexicas

Davies (1980: 79) dice que los mexicas “a veces son llamados ‘mexica-chichimecas’, pero

la descripción carece de contenido formal, y la adición del adjetivo ‘chichimeca’ en este

caso significa pequeño o nada” y tenían “costumbres ajenas a los chichimecas puros”.

El mismo autor (Ibídem: 37) concluye que fueron básicamente también una mezcla

de chichimecas y tolteca-chichimecas, donde éstos predominaron.

De los “mexicanos” dice Sahagún (1999: 610) que llegaron de “las provincias de los

chichimecas”.

Nahuas

Hablaban la lengua mexicana pero no tan bien como los “perfectos mexicanos”. También

se “llamaban chichimecas” (Ibídem: 601).

51
Nahuachichimecas
Hablan la lengua nahua o mexicana y la chichimeca (Ídem).

Atlacachichimecas

Davies (1980: 205) dice que Kirchhoff también ve a los mexicas como “una mezcla de

habitantes de la laguna con migrantes de más allá”, y también ve “a la gente de laguna

como chichimecas (atlacachichimeca) siendo primeramente recolectores de productos

lacustres, mientras que los ‘toltecas’ son los mexicas que caminaban sin rumbo fijo.”

Sahagún (1999: 614) menciona que “aunque los mexicanos se dicen chichimecas,

empero propiamente se dicen atlacachichimeca.” Y Braniff y Hers (1998: 59) dicen que los

mexicas son atlacachichimecas.

Culhuas o colhuas

Davies (1980: 23) dice que el término “culhua” “fue asociado con los constructores

urbanos del valle de México como distintos de las sucesivas olas de tolteca-chichimecas

quienes fueron llegando a la región después del colapso de Tula. La distinción es una muy

fina, ya que los toltecas de Tula Xicocotitlan eran una mezcla de tolteca-chichimecas, que

originalmente vinieron del noroeste, y nonoalcas del sureste.”

Chichimecas colhuas

En los Anales de Cuauhtitlan (1975: 4) se menciona que en el año 9 calli (721 d. C.) estos

chichimecas “poblaron”, y en el 1 tochtli (726 d. C.) “tuvieron principio los toltecas; allí

empezó la cuenta de sus años” (Ídem).

En el año 1 tecpatl (752 d. C.) los toltecas “alzaron rey” a Mixcoamacatzin, quien

comenzó el “señorío tolteca”. También en ese año “se entronizó Xiuhneltzin rey de

Cuauhtitlan en Temilco”. En ese mismo año este “rey” “amojonó sus lindes y a la postre

despidió a los chichimecas, que fueron de pueblo en pueblo: él los fué a dejar y les repartió

sus arreos, que eran su hacienda” (Ibídem: 5-6).

52
Popolocas

León Portilla (1967: 16) dice que así se les nombraba a los “los cazadores errantes” que

hablaban pame, mazahua “y a veces también el otomí.” Este término, explica (Ídem), es el

“equivalente prehispánico de bárbaros.”

No chichimecas

Sahagún (1999: 614), como anteriormente vimos, menciona a los olmeca, uixtotin y

nonoualca, y aclara (Ídem) que “no se dicen chichimecas”, aunque dice Davies (1980: 78)

que esta definición de Sahagún abarca a los totonacas, huastecos y mayas.

I. 2. 3 Características generales

En seguida se mencionan las características generales que relacionan a los chichimecas,

según se han descrito:

1. La procedencia del norte, de la cual menciona Davies (Ibídem: 77) que para Kirchhoff

“lo único en común que tienen los significados del término ‘chichimeca’ era su asociación

con el norte.”

El mismo Davies (Ibídem: 78) dice que el término “tolteca-chichimeca” “primero

perteneció a las tribus que vinieron a Tula Xicocotitlan en tiempos tempranos, al contrario

de los nonoualcas que llegaron del sureste. Pero la misma expresión se vuelve aplicable a

esa gente que vino de una dirección noroeste después de la caída de Tula”

Al respecto, dice Viramontes (2000: 34) que hay “un acuerdo general, basado en la

información etnohistórica proporcionada por los cronistas de los siglos XVI al XVIII, de

que el centro norte estuvo habitado por grupos a los que genéricamente se les conocía como

chichimecas, por lo menos durante los últimos años de la época Prehispánica.”

53
La idea de los españoles era que todos los habitantes del norte de Mesoamérica eran

chichimecas (Reyes y Güemes 2001: 239). No estoy muy segura de que en alguna fuente

prehispánica se mencione sólo el Norte como referencia para los chichimecas. Por lo tanto,

es probable que se trate de un prejuicio de los españoles. El siguiente comentario de Hers

(2002: 49) da cuenta de lo anterior: “la imagen del ‘salvaje’ norteño cavernícola, arquero y

cubierto de pieles, abunda en los códices de la época colonial y puede ser el fruto de una

confluencia de prejuicios europeos y mesoamericanos sobre los nómadas que en el siglo

XVI y desde siglos atrás dominaban el Norte.”

2. El modo de vida: nómada cazador-recolector, “en tanto que éstos [los chichimecas de

Xolotl] y otros invasores eran de hecho cazadores-recolectores” (Davies, 1980: 87). Sin

embargo, el mismo autor (Ídem) dice que “Armillas sugiere que éste no era su modo de

vida original, pero sí un medio de vida que los forzó cuando la avanzada de la zona árida

impidió el cultivo de semillas. Armillas también ve a los nómadas verdaderos no como

invasores del valle de México sino como gente que siguió en su despertar y ocupó un

territorio más allá del norte”.

3. Los prejuicios prehispánicos e hispánicos: extranjero y salvaje. Dicen Reyes y Güemes

(2001: 239) que durante el apogeo del Estado mexica “eran designados con nombres

peyorativos que significaban desde lo extraño hasta lo bárbaro. Tal es el caso […] del

término chichimeca”.

Sahagún (1999: 614) dice que las tierras chichimecas se llamaban así “porque por

allí suelen habitar ahora los chichimecas, que son unas gentes bárbaras que se sustentan de

la caza que toman, y no pueblan” (ver sin embargo el punto 4), lo cual se puede relacionar

con el punto anterior.

54
Dice Stephen Castillo (comunicación personal 2010) que para él “es un término

para denotar una otredad, un lejano a mí, al cual puedo tratar de forma peyorativa, pero que

al mismo tiempo me provoca miedo por salvaje, lo desconozco y por ello le temo”.

4. Las connotaciones positivas: Sahagún (1999: 614) relata que “Todas las dichas familias

se llaman chichimecas, y aun de tal nombre se jactan y glorían, y es porque todas

anduvieron peregrinando como chichimecas por las tierras antes dichas”. Davies (1980: 81)

dice de lo anterior que “la gente que no era realmente chichimeca estaba orgullosa de usar

esa apelación, que en la práctica llegó simplemente a implicar la posesión de virilidad, y

que por tanto podría ser aplicada a todos los inmigrantes que llegaron al valle de México

después de soportar la vida más ruda de las regiones marginales.” Lo anterior se puede

relacionar con lo que Johansson (2008: 31) menciona acerca de la presencia de mezquite en

la lámina IV de la Tira de la Peregrinación: en “términos simbólicos […] está vinculado

con el norte y la muerte”. Los chichimecas provenían del norte, donde supuestamente era

difícil sobrevivir debido a las condiciones climáticas.

También menciona Davies (1980: 86) que Kirchhoff dijo que “porque los toltecas y

aztecas se veían a sí mismos como jóvenes, viriles y muy fuertes, ellos se llamaban

orgullosamente y otros en la misma situación “chichimecas”, pero con igual orgullo

aplicado a su gente ‘tolteca’ o su equivalente, ‘culhua’.”

Schroeder (1994: 261) dice que encuentra el término “chichimecatl” con “elevadas

y positivas connotaciones, dado que es mejor conocido con el significado de ‘bárbaro’, con

referencia en particular a los pueblos nómadas localizados al norte de Mesoamérica en las

épocas prehispánica y colonial tardía”. Explica (Ídem) que, de ese modo, “chichimeca” es

un término “de gran prestigio en el contexto de la historia del altepetl, [la] genealogía, y

[los] títulos mandatarios.” Dice (Ídem) que la referencia a “chichimeca teuhctli” es “a la

55
postre étnico, ‘señor chichimeca’, ‘señor de los chichimecas’, pero parece ser que ya no se

reasocia más con una unidad o grupo étnico independiente”.

5. Los instrumentos de trabajo (relacionados con el modo de vida): Davies (1980: 81) dice

que Sahagún da otra definición que puede ser aplicada “a todas las personas que usaban el

arco y la flecha”.

Retomando toda la información expuesta en este apartado, puedo decir que lo más

seguro que se tiene es que el término “chichimeca” se relaciona con la proveniencia del

norte, y quizá no de Mesoamérica, sino del norte de un lugar en específico, ya que, como se

vio anteriormente, el término “huasteca-chichimeca” suele usarse para “nómadas viviendo

en el norte de la Huasteca”. Entonces se podría decir que chichimeca, de manera muy

general, es el que viene del norte de algún sitio.

Carrasco (1998: 30) acertadamente dice que los “chichimecas de las tradiciones

históricas eran […] pueblos de distintas procedencias y diferente cultura.”

Relacionado con lo anterior, cabe exponer la siguiente cita de López Portillo y

Weber citado en Razo (1988: 23)

[…] ‘en las áridas, frías e inhospitalarias regiones de Guanajuato y


Zacatecas, vivían una vida bestial unas cuantas tribus chichimecas, nombre
éste en que no debe buscarse étnico, pues no lo tiene. Es, simplemente,
connotativo de estado cultural. Los chichimecas podían ser arcaicos,
otomíes, tecos, cosas, cashcanes, o mestizaje entre estas cinco unidades.
Para que fueran chichimecas, bastaba la incultura unida a un valor salvaje
que les daba cierto prestigio. Eran pocos en número. […] Como un
recuerdo de la comunidad de origen entre ellos y sus propios antepasados,
los aztecas los llamaban: ‘teules chichimecas, esto es, chichimecas
sagrados.’

Desde mi punto de vista, Davies (1980) hace un gran trabajo, pero escrito de

manera revuelta y confusa, y por ello, en parte, me parece que el panorama sigue siendo

nebuloso. Además, los términos ambiguos como “chichimecas verdaderos”, “chichimecas

56
anteriores” “seudochichimecas” agravan la confusión. Por ello considero que se debe partir

de lo general a lo particular y que como dice el mismo autor (Ibídem: 328) de Sahagún:

“Probablemente la distinción entre chichimecas y no chichimecas o toltecas es mejor

definida por Sahagún quien insiste que éstos no sólo tenían gobernantes y nobles, sino

también vivieron en ciudades; éste fue el último rasgo que distinguió a los griegos antiguos

de los bárbaros.”

Carrasco (1998: 30) menciona que Alva Ixtlilxochitl “es quien mejor describe el

contraste entre toltecas y chichimecas” cuando explica que “eran toltecas los que tenían una

cultura derivada de la gran ciudad de Tollan, mientras los chichimecas tenían antecedentes

de cazadores sin ciudades ni culto de ídolos.” Entonces dice (Ídem) que “los secuaces de

Xolotl eran chichimecas, pero las tres naciones acolhuas (acolhuas, tepanecas y otomíes)

eran toltecas”.

Es por todo lo anterior que me parece pertinente caracterizar socioeconómicamente a

los diferentes “tipos” de chichimecas, particularmente a los de Xolotl, y así, como

Francisco Rivas (comunicación personal 2010) me sugirió, retomar la categoría de modo de

vida para particularizarlos. Será hasta el subcapítulo IV. 2 cuando se hará dicha

caracterización.

Para finalizar este apartado, quisiera exponer diferentes relatos donde se describe e

interpreta de manera no peyorativa a estos chichimecas.

Después de referirse a los diferentes “géneros” de chichimecas, Alva Ixtlilxochitl

(1985: 290) continúa hablando de los chichimecas de Xolotl:

[…] vamos a los que nuestra historia promete, que son muy diferentes en
todo. A estos hombres valerosos y de mucho gobierno cumplen su palabra
y no la quebrantan, virtuosos y amigos de sus amigos, altos de
pensamientos y obras, los señores valerosos de esta tierra por sublimarse
decían que eran chichimecos invencibles y obedecidos por toda la tierra, e

57
llamar a un rey, chichimeco, era como decirle la más suprema palabra que
se puede decir; y todos los valientes se preciaban de este nombre, como
parece en sus cantos y historias, que aún hasta hoy cantan los naturales,
especialmente de una que llaman canto de mercaderes, por ser de
peregrinación, que bien interpretado dice: “¡Oh aculhuas naciones! Yo soy
aquel chichimeco que fui prosiguiendo con mi rodela triste y pensativo, a
donde tengo de ir a perderme u volveré con bien, aunque con trabajos y
guerras llegué hasta la provincia de Tlalpan.” […] donde se echa de ver lo
mucho que estimaban los señores de estas tierras ser descendientes de
chichimecos y el nombre de ellos (Ídem).

Torquemada (1975: 59) relata lo siguiente: “Estas chichimecas naciones fueron

gobernadas y regidas de valerosos y esforzados capitanes y señores, entre los cuales fue

uno Icuahutzin”, a quien sucedió su hijo Moceloquichtli y luego Tlamacatzin, quien dejó

dos hijos: Achcauhtzin y Xolotl.

A Armillas (1991: 218) le llamó la atención que “la organización socio-política de

algunos de los chichimecas invasores cuyo sustento dependía de la recolección y de la caza

[era] sorprendentemente avanzada -en comparación con la norma etnológica entre grupos que

tienen esa forma de vida económica- y tenía aspecto mesoamericano.” Y afirma (Ídem) que

éste era el caso de los chichimecas de Xolotl.

Hers (1989: 29) dice que los chichimecas de Xolotl que “hacen intrusión” en el

centro tenían “una organización socio-política sorprendente si se les considera como

simples cazadores-recolectores.” Continúa diciendo (Ídem) que realmente eran “antiguos

agricultores del Norte” que dejaron su “modo de vida” por su retiro a causa de la sequía, y

que durante su migrar “atraviesan territorios deshabitados y se vuelven nómadas”,

extendiéndose hacia el sur, en el Altiplano Central, Michoacán y al oeste, sierra adentro.

La interpretación de Davies (1980: 88-89) es que se ha relatado que Xolotl aceptó la

sumisión de muchos señoríos y estableció “su propia principalidad de Tenayuca junto con

un tipo de superseñorío o ‘imperio’ reminiscente de los toltecas o aztecas.” Pero dice

58
(Ídem) que los “verdaderos chichimecas, viviendo en cuevas y desnudos u ocasionalmente

portando pieles no pudieron haberse adaptado de la noche a la mañana a la vida de la

ciudad de Tenayuca, ni pudieron haber administrado un ‘imperio’ desde una cueva.”

También se basa (Ídem) en el relato de que Xolotl les demandó tributos a sus

vasallos pero, según el autor, “esta idea presupone una estructura política más allá de la

capacidad de sus seguidores.”

Cabe aclarar que con el uso de la posición teórica de la arqueología social, no son

imposibles las ideas de que se puede “administrar un imperio desde una cueva” ni la de una

“adaptación de la noche a la mañana”, cuestión que se verá en el capítulo de la teoría.

A Rivas (2006: 101) le parece indudable que el “caudillo” Xolotl “no era tan ‘bárbaro’

como lo concebían otros grupos étnicos que no tenían sus mismas costumbres y que no

hablaban su lengua: el pame-otomí.”

García (2004: 411) menciona que, de acuerdo con Alva Ixtlilxochitl, los chichimecas

que llegaron a la cuenca de México, es decir, los de Xolotl, estaban “bien organizados”

socialmente y eran diferentes de otros chichimecas “más bárbaros”. Dice (Ídem) que el mismo

cronista los nombra "nación chichimeca" y que resalta el hecho de que procedían de un

"reino". Finalmente propone (Ídem) que lo anterior “quiere decir que estos nómadas no eran

sociedades simples de bandas, sino que tenían una organización más compleja”.

Aquí también cabe hacer notar que los términos “nómadas” y “bandas”, usados de

manera irresponsable, pueden confundirnos.

Finalmente, las fuentes y las interpretaciones concuerdan con la existencia de un

grupo de chichimecas que no eran tan “bárbaros”, como se ha visto que los mencionan, o,

correctamente hablando, desarrollados sociohistóricamente: los chichimecas de Xolotl.

59
“Otras muchas maneras hay de esta nación
que sería muy largo de contar; pero vamos a
los que nuestra historia promete, que son
muy diferentes en todo” (Alva Ixtlilxochitl
1985: 290).

I.3 Los chichimecas de Xolotl

En este apartado, ya de manera particular, hablaré de los chichimecas de Xolotl y, como lo

relata Alva Ixtlilxochitl (1985: 290) describiendo a los diferentes tipos de chichimecas,

“vamos a los que nuestra historia promete, que son muy diferentes en todo”. Es decir, se

refiere a los chichimecas de Xolotl. Y continúa (Ídem): “estos hombres valerosos y de mucho

gobierno cumplen su palabra y no la quebrantan, virtuosos y amigos de sus amigos, altos de

pensamientos y obras, los señores valerosos de esta tierra por sublimarse decían que eran

chichimecos invencibles y obedecidos por toda la tierra, e llamar a un rey, chichimeco, era

como decirle la más suprema palabra que se puede decir; y todos los valientes se preciaban

de este nombre”. Y más adelante en su relato, el mismo autor (Ibídem: 306 y 307) menciona

lo siguiente: “Dos linajes había en esta tierra y hay hoy día, según parece en las historias.

Chichimecas es el primero, y el segundo tultecas; y de estos dos linajes de gente hay

muchas generaciones que tiene cada una de ellas su lengua y modo de vivir, pero a todas

ellas la una parte se aprecian y dicen que son chichimecos los que trajo Xólotl, que son los

meros chichimecos”.

Antes de que los chichimecas de Xolotl llegaran a la cuenca de México, en el año ce

calli, 556 d. C. “llegaron los tultecas o por mejor decir, los huey tlapalanecas en Tula,

ciudad que fue cabecera de sus reinos y señoríos muchos años […] Y llegados a este lugar

y tierra la vieron muy bien los tultecas y principalmente Huematzin el astrólogo, que los

60
guiaba que era ya de edad más de ciento ochenta años; y viendo el puesto tan bueno para su

propósito y el temple de la tierra y las demás cosas que halló en su astrología ser buenas

para una ciudad, comenzaron a edificarla y estuvieron seis años haciendo casas, templos y

otras cosas que ellos usaban y habían tenido en su naturaleza” (Ibídem: 269).

El astrólogo predijo que “en los tiempos futuros esta tierra había de ser poblada de

chichimecos” (Ídem).

A continuación relataré, con base en las interpretaciones de las fuentes utilizadas

para esta investigación, la etapa en la que después de la caída de Tula varios grupos

chichimecas ocuparon de manera paulatina el área de la cuenca de México. Cabe decir que

la cronología mencionada en las diferentes fuentes a veces no coincide; sin embargo, lo que

más nos interesa aquí es el relato mismo.

Primero quiero exponer la versión histórica, investigada por Davies (1980), de la

posible causa de la llegada de los chichimecas de Xolotl a la cuenca de México. Este autor

(Ibídem: 73) dice que entre los siglos XII y XV la zona árida de Norteamérica se estaba

expandiendo en todas direcciones, lo que pudo permitir que los “chichimecas nómadas”

que vivían en las zonas fronterizas vulnerables entre los climas de las sabanas y estepas

cambiaran su modo de vida. Además agrega (Ídem) un dato que se relaciona con lo que

menciona Alva Ixtlilxochitl (1985) acerca de que la esposa de Xolotl, Tomiyauh, era

“reina” de Tampico: que más cerca de Mesoamérica el sur de Tamaulipas también se

volvió más seco después del año 1000 d. C. Entonces puede ser que Xolotl y sus

chichimecas tuvieron que migrar de su lugar de origen en parte por causas climáticas.

Cuando Tula era hegemónica, dice Davies (1980: 74) que había una zona de

“amortiguamiento” que quizá protegía a la ciudad de los teochichimecas, que eran tan

difíciles de domar. Menciona (Ídem) que la población de esa región “pudo haber sido al

61
menos semicivilizada y semitoltequizada; sin embargo, presiones del más lejano norte,

debidas a un deterioro ecológico, pudieron haber forzado a estos semitoltecas a moverse

hacia el sur; por eso la otrora zona de amortiguamiento, mucho antes del colapso de Tula,

se volvió del dominio de los vagantes teochichimecas, quienes no hacían cerámica y

practicaban poco o nada la agricultura.”

Continúa diciendo (Ídem) que la época de movimiento continuo que se dio a la par

de la caída de Tula fue probablemente “anunciada por un aumento de estos chichimecas

nómadas cuyo sitio central fue situado más allá del norte, pero los cuales, ya en la época

tardía de Teotihuacan, comenzaron a perturbar los movimientos externos a Mesoamérica y

a ejercer una presión hacia el sur.” Cabe mencionar que para este autor (Ibídem: 43) la

caída de Tula sucedió en el año 1175 d. C.

Dice Rivas (2006: 74) que es interesante mencionar que fue en la región del

Acolhuacan “donde penetraron por primera vez” los chichimecas de Xolotl. Esta región

actualmente es Texcoco. Para Rivas (Ídem) lo anterior es notable porque hay una leyenda

de la creación de los chichimecas que dice que “brotaron de un fragmento de pedernal que

cayó del cielo”, y que sucedió en el valle de Acolman, cerca de Teotihuacan, precisamente

en la ya mencionada región del Acolhuacan.

Cabe mencionar que para Davies (1980: 80) “chichimeca” viene de Chichiman:

“lugar de chupar o lugar de recién nacidos o lugar de los jóvenes”; el autor se refiere a la

gente nueva o joven no iniciada en las artes de la civilización, y yo, arrebatadamente, me

atrevería a relacionar lo anterior con la leyenda mencionada, ya que los chichimecas

podrían ser la “gente nueva” que llegó a repoblar la cuenca de México. Me surge la duda de

por qué “Chichiman” no significa lugar de perros si muchos autores han comparado a los

chichimecas con ellos. Es difícil dar una explicación precisa.

62
También me parece acertada la interpretación de “linaje de perros” tanto de manera

positiva por dos mitos, uno relatado en los Anales de Cuauhtitlan y otro en la Historia de

los mexicanos por sus pinturas, como de manera despectiva (prejuiciosa) relatado por

Torquemada (1975: 58) por su forma de comer: “chichimecatl tanto quiere decir como

chupador o mamador; porque chichiliztli es el acto de mamar o la mamadura; y

chichinaliztli es el acto de chupar o la chupadura y así se llama el pecho y teta de la mujer y

la de cualquier otro animal chichihuali; porque estas gentes en sus principios se comían las

carnes de los animales que mataban crudas y les chupaban la sangre a manera del que

mama, por eso se llamaron chichimecas, que quiere decir chupadores o mamadores.”

Sin embargo, el siguiente comentario, que me parece muy interesante, es de

Francisco Sánchez (comunicación personal 2011): Alva Ixtlilxochitl (2000: 70) menciona

que Xolotl “procedía del antiquísimo linaje de los reyes teochichimecas, cuyo imperio y

señorío estaba debajo del septentrión […] Y este apellido y nombre de chichimeca lo

tuvieron desde su origen, que es vocablo propio de esta nación, que quiere decir los águilas,

y no lo que suena en la lengua mexicana, ni la interpretación bárbara que le quieren dar por

las pinturas y caracteres, porque allí no significa los mamones, sino los hijos de los

chichimecas habidos en las mujeres tultecas”. El mismo Sánchez (comunicación personal

2011) tiene razón al sugerir que chichimeca para los propios chichimecas podría significar

otra cosa en su lengua, quizás “linaje de águilas”. Estoy de acuerdo con Sánchez (Ídem) en

que el comentario de Vázquez en Alva Ixtlilxochitl (2000: 71) es prejuicioso y

malinterpreta al autor texcocano. Sánchez (2009) también sugiere tomar en cuenta que en

los códices Fejérváry-Mayer y Vaticano Ríos el rumbo del norte se identifica con el águila,

que a su vez se identifica con la mano derecha del cuerpo humano.

63
Retomando la leyenda de Acolman, dice Rivas (2006: 74) que ésta sucedió

aproximadamente en el año 908 d. C., que coincide “con la llegada de teochichimecas y

otonchichimecas al norte y noroeste de la Cuenca de México”. También estos grupos

“parecen provenir de la región noroeste de Mesoamérica como consecuencia de

migraciones propiciadas por cambios climáticos drásticos que obligaron a estos grupos de

chichimecas-mesoamericanizados a desplazarse al sur” (Ibídem: 75).

Los autores que han abordado lo anterior se basaron en la hipótesis de Armillas

(1991: 223) referente al movimiento de los grupos hacia el sur:

En el altiplano mexicano la zona de clima de estepa debe haberse


expandido de nuevo hacia el sur […] y hacia el oeste, hasta las
estribaciones de la Sierra Madre Occidental, obligando a los pueblos
sedentarios de la frontera a retirarse hacia regiones de clima más húmedo.
Las gentes de las marcas septentrionales forzadas a emigrar por la sequía
formaron las masas de invasores que trastornaron la historia del centro de
México al correr del siglo XIII, modificaron la fisionomía étnica de su
población y una vez re-establecidas contribuyeron en forma prominente a
la constitución de las nuevas entidades políticas que surgieron del caos
producido por la desintegración del imperio tolteca.

Después de intentar comprender por qué llegan los chichimecas de Xolotl a la

cuenca, continúo con las fuentes históricas. Cuando logramos entender la plancha I del

Códice Xolotl, a través de la interpretación de Dibble (1980), podemos darnos visualmente

una idea de la llegada de estos chichimecas a la cuenca de México. El mismo autor

(Ibídem: 9) aclara que Alva Ixtlilxochitl “utilizó el Códice Xolotl en sus ‘Obras

Históricas’.” Así, podemos confirmar que el experto en el relato de la historia de estos

chichimecas es Alva Ixtlilxochitl (1985), historiador texcocano quien dijo descender del

mismo Xolotl. Sin embargo, me apoyaré en otros autores más y según su información iré

relatando la historia.

64
Alva Ixtlilxochitl (Ibídem: 269), después de hablar de los sucesos de los toltecas,

retoma el lado de la historia de los chichimecas. Menciona (Ibídem: 291) al señor

chichimeca Icauhtzin, quien le había dado un hijo suyo a los toltecas para jurarlo como su

“rey y señor”; este “señor” chichimeca, en el año 542 d. C., “entró a gobernar las bárbaras

naciones chichimecas […], estando los tultecas en Tulantcingo, trece años antes de la

fundación de Tula”.

Luego gobernó su hijo Mozeloquixtin, quien fue sucedido por su hijo Tlamacatzin,

quien muere cuando ocurre la destrucción de Tula, en el año 1010. A este último

gobernante le siguió su hijo Axcauhtzin, el hermano mayor de Xolotl según Alva

Ixtlilxochitl (Ídem).

Según las fuentes que he consultado, Veytia (1979) es el siguiente cronista que

podría ayudar a complementar el relato de Alva Ixtlilxochitl, pues parece aportar

información diferente, tomando en cuenta que su descripción es posterior, y tal como dice

Dibble (1980: 9): “Es de notar, también, que otros historiadores como Veytia, Torquemada,

y Orozco y Berra toman como autoridad los datos suministrados por Alva Ixtlilxochitl, y

perpetúan algunos de sus mismos errores.”

Veytia (1979: 242) menciona que Topiltzin, el último gobernante de Tula, habló

con su gente: “Hízoles saber la determinación en que se hallaba de ir a la provincia de

Huehuetlapallan, de donde salieron sus mayores y a que daban el nombre de su antigua

patria, y a la corte del imperio Chichimeca […] Que los que enviase el emperador

chichimeca a poblar de nuevo estas regiones los atenderían y protegerían, mientras durase

en ella su imperio, que no sería muy dilatado; porque antes de cumplir ochos siglos

vendrían de hacia la parte de donde nace el sol, en un año señalado con el jeroglífico de una

65
caña, unas gentes blancas que dominarían toda la tierra y destruirían todos los reinos que

hallarían fundados en estas regiones.”

Y continúa (Ibídem: 261): Topiltzin llega a Oyome en el año 719, donde “reinaba”

Acauhtzin en la “corte chichimeca” y le contó su desgracia, diciéndole que la tierra había

quedado despoblada y que enviara pobladores, mientras él se quedaba en su “corte”.

Debido a que Topiltzin no quiso regresar a su “reino”, el “emperador” chichimeca decidió

mandar a su hermano menor, Xolotl, con un buen número de “tropas” y pobladores para

castigar a los “reyes” rebeldes y hacer suya esa tierra “para que coronándose en ella fuese

señor absoluto e independiente del imperio Chichimeca, del mismo modo y con las propias

capitulaciones con que se mantuvieron los reyes toltecas. Habíale dado el emperador a su

hermano grandes estados y mucho número de vasallos dentro de su imperio”.

Aquí cabe mencionar lo curioso de la diferencia entre los hechos históricos y lo que

las crónicas relatan, ya que los primeros narran que los chichimecas se ven obligados a irse

debido a un cambio climático; y las segundas, hacen referencia a una necesidad de repoblar

la zona de Tula. Sería interesante hacer una investigación acerca de esta temática. ¿Por qué

hay una diferencia entre los relatos? ¿Qué sentido tiene que se mencione que el hermano

de Xolotl se quedó en Oyome si hubo tal cambio climático?

Alva Ixtlilxochitl (1985) menciona que en el año uno pedernal (circa 958 d. C.) “al

tiempo que los tultecas se acabaron de destruir, casi a los últimos de él, tuvo noticia Xólotl

de los exploradores que venían a ver las cosas que sucedían en las tierras y reinos de

Topiltzin, y de sus calamidades, como ya de todo punto se habían destruido con grandes

guerras y persecuciones del cielo, sin quedar persona ninguna sino todo despoblado y

arruinado, acordó de llamar a todos sus vasallos, especialmente a todos los señores”

(Ibídem: 291-292).

66
Antes de lo anterior, el otro cronista del que habla Dibble (1980) es Torquemada

(1975: 59), quien ofrece una versión diferente, aunque cabe aclarar que los nombres

coinciden a pesar de que los escribe de otra manera: “Estas chichimecas naciones fueron

gobernadas y regidas de valerosos y esforzados capitanes y señores, entre los cuales fue

uno Icuahutzin”, quien fue sucedido por su hijo Moceloquichtli, y luego éste por

Tlamacatzin, quien dejó dos hijos: Achcauhtzin y Xolotl.

De estos dos hermanos dicen unos que Achcauhtzin entró en el señorío;


otros que Xolotl. Y pudo ser que en orden de esto hubiese habido una
diferencia y que por quitarla se encontrasen de mandar entrambos. Xolotl
[…] no estaba contento con el poder a medias, con su hermano, como
hombre valiente por su persona y muy animoso y codicioso, no sólo de
sustentar su señorío presente […] Con esta natural codicia y también por
vengar injurias antiguas que su padre, abuelos y antepasados habían
recibido de las naciones que habitaban la tierra, hacia las artes del sur y
mediodía (en contra de las que hasta entonces los chichimecas abitaban y
poseían) los cuales se les ponían de ordinario en fronteras y los inquietaban
y molestaban, con continuas guerras, sujetóse a nuevos acuerdos y
cuidados (Ídem).

Xolotl envió gente para ir a espiar y a explorar las tierras de sus enemigos, y en

cuanto le llevaron las noticias decidió ir él mismo acompañado de los “capitanes” y señores

de su gobierno a buscar a esas naciones y su gente, y descubrir esas tierras y así poder

poblarlas (Ídem).

Alva Ixtlilxochitl (1985: 292) dice que en el año 1012 Xolotl sale hacia Tula, la

“monarquía” de los toltecas, con su hijo Nopaltzin y su esposa Tomiyauh, “reina” de

Tampico, un “ejército” compuesto por hombres y mujeres, y con seis “señores vasallos”,

despidiéndose de su hermano, quien habitaba la ciudad Oyome, el “rey” ya mencionado y

escrito de manera diferente por el mismo texcocano, Achcautzin. Esta ciudad la llama

“cabeza de la monarquía de los chichimecos”. Recordemos lo que Davies (1980: 73)

menciona sobre Tamaulipas (ver este mismo subcapítulo).

67
Veytia (1979: 293) dice que en el año 1117, un año después de la destrucción de

Tula, salió Xolotl de la “corte” chichimeca, y relata que al entrar a Tula

[…] la halló toda destruida y yerma y montuosa. Estuvo allí algunos días
mirando por un cabo y por otro, mirando si por ventura hallaba alguno de
los tultecas para poder tomar razón de toda su destrucción, lo cual en éste y
en cuantos lugares vido de los tultecas jamás vido persona ninguna; y
dejando en este lugar alguna gente para que la poblasen se fue a
Mizquiyahuala, y de Mizquiyahuala a Tucpan, y de aquí a un lugar de
muchas cuevas junto a Xaltocan, en donde estuvo algún tiempo, que le
puso Xólotl su nombre, y la pobló, y fue una ciudad en mucho tiempo muy
buena, y donde vivió muchos años, que ya había cinco que los tultecas
destruido, que era en el año de 5 técpatl, que son 5 pedernales, y a la
nuestra 1015 años de la encarnación de Cristo.

Sahagún (1999: 454) menciona en general que los chichimecas llegan a poblar la

provincia de Texcoco veintidós años después de la destrucción de Tula, y que “el primer

señor que tuvieron fue elegido el año […] de 1246”.

Luego menciona (Ibídem: 261) que Xolotl se casó con una “señora principal

llamada Tamiyauh”, muy poderosa y dotada, que era “señora” de muchas poblaciones de la

costa del norte, de las cuales las principales eran Tampico y Tamiyauh, (que según el

cronista ahora llaman Tamiahua) y tenían un hijo de trece o catorce años, Nopaltzin.

Veytia (1979: 261) dice que Xolotl y su esposa convocaron gente para irse y “se

valieron de algunos señores principales, sus más familiares y allegados para que procurasen

atraer a cuantos pudiesen, ofreciéndoles premios y ventajosos establecimientos en la nueva

monarquía.”

Cuando Xolotl vio reunida a tanta gente decidió partir, “y al año siguiente de la

destrucción de los toltecas […] 1117, salió de la corte chichimeca con su mujer e hijo, y

con toda su numerosa comitiva, dejando dispuesto que la demás gente que se fuese

68
juntando y alistando, le fuera siguiendo en buen orden, y dirigió su marcha a las costas del

Sur, y estados de los régulos rebelados” (Ibídem: 263).

Davies (1980: 42-43) interpreta que el “gran Xolotl juntó sus seis clanes, que vivían

cerca de la legendaria Chicomoztoc, y partieron unos pocos años después de la caída de

Tula para el centro de Mesoamérica, donde él llegó […] siete años después.”

Según Veytia (1979: 263), los “invasores” de Tula le juraron obediencia a Xolotl y lo

reconocieron como “supremo señor y monarca”, y se disculparon por invadir el “reino”

tolteca. Así, los aceptó como “feudatarios, y confirmándoles en la posesión se sus tierra”,

quedando como sujetos y subordinados para siempre a él y a sus sucesores, así como que

estaban obligados a ayudarlo en lo que necesitara. Después de entrar en las tierras de Tula

fue reconociendo las poblaciones ya vacías para saber cuál era su situación y si todavía

habitaban algunas personas en ellas, para lo cual “dividió su gente en compañías, a las que

dio el nombre de capitanías, nombrando para jefe en cada una de ellas uno de los que le

acompañaban, que la mandara.”

El mismo autor (Ibídem: 264) también dice que en los lugares que creía convenientes

iba dejando familias para poblarlos o repoblarlos junto con un “gobernador para que en su

nombre los mandase y administrase justicia, dándole cuenta de todos sus progresos.”

Según Davies (1980: 43), “la entrada de Xolotl al valle fue reportada sin oposición.”

Y que después exploró y ocupó el territorio que le pertenecía a Tula, y menciona “las

fuerzas a su disposición”.

En la plancha I, la cual se muestra a continuación, podemos observar lo que nos

describe Dibble (1980: 17), es decir, que sobre las orillas del valle de México se

establecieron las “tribus migratorias, muchas de ellas se encontraban en estado semi-

salvaje, con el fin de asimilar los restos de la alta cultura ‘tolteca’”.

69
Plancha I
Códice Xolotl (Dibble 1980)

Dibble (1980: 20) también menciona que Xolotl y Nopaltzin se van a explorar el

valle junto con sus guerreros y familias, luego de fundar Xoloque o Xoloc; también dejan

un pequeño número de gente para poblarlo, y que “se quedaron por algún tiempo en cada

lugar para ver e inspeccionar la región, fijándose en las posibilidades de colonizar.”

Alva Ixtlilxochitl (1985: 293) menciona que después de “haber despachado algunos

de los seis señores sus vasallos con gente y otros señores particulares, a que fueran a

descubrir tierras, y ver si todavía había algunos tultecas les preguntaran de sus calamidades

y de modo que no los inquietaran ni les hicieran molestia ninguna.”

70
Y después de dejar algunos “caballeros” que gobernaran en Xoloc, Xolotl se fue con

su hijo Nopaltzin a seguir recorriendo la zona para buscar “los lugares más acomodados a

su propósito” y se subieron a las elevaciones para conocerla. Padre e hijo se dividieron para

que éste fuera a buscar más lugares para poblar, y Xolotl se regresó a Xoloc (Ídem).

Cuando regresaron los “señores” que habían hecho la expedición, le dijeron a Xolotl

que había un lugar habitable “junto a la ciudad que fue de los tultecas llamada Tultitlan,

que se decía Tenayuca; el cual se holgó mucho de oír esto y luego determinó de irse a

Tenayuca” (Ibídem: 294).

Veitya (1979: 267) coincide con Alva Ixtlilxochitl (1985) y dice que estos “señores”

le informaron a Xolotl “del clima y buen temperamento de la tierra, su sanidad y fertilidad,

y les dijeron que atento a la costumbre en que estaban criados los chichimecas de vivir en

cuevas, les sería muy cómodo y agradable el terreno de Tenayocan.”

Torquemada (1975: 63) complementa la información: “y todos estos lugares que iba

mudando era en razón de buscar los más convenientes para su morada, porque como se

sustentaban de caza, buscaban las tierras montuosas y ásperas, donde más se cría”.

Y dice (Ídem) que pocos días después llegaron a Tenayuca, un lugar cavernoso,

donde Xolotl escogió su espacio e hizo la repartición de sitios entre todos los de sus

familias.

Alva Ixtlilxochitl (1985: 295) dice que en el año de 1015 Xolotl tomó posesión de

toda la tierra y “edifica” su nueva ciudad “juntó a los seis señores sus vasallos […] y de

estos seis señores y de su hijo el príncipe Nopaltzin, y juntos todos, les dijo, según parece

en sus historias, que quería tomar posesión sobre la tierra, haciendo sus mojones en los más

altos cerros, y haciendo sus atadijos con unas yerbas largas que se crían en los montes, que

71
se llaman malinali, al modo de esparto de España, y encender fuego sobre ellos, pues sin

contradicción ninguna la tomaba por suya, no quitándosela a nadie”.

Según Veytia (1979: 267-268), Xolotl fundó Tenayuca en el año 1120, y le dijo a

los “príncipes” y “señores” y a la “nobleza” que hicieran las ceremonias correspondientes

antes de repoblar la zona y los lugares que habían quedado deshabitados, y que se

apoderaran de sus edificios y los reocuparan.

Lo anterior podemos relacionarlo con lo que Hers (1989: 42) menciona de la

fortaleza de La Quemada, misma que fue “convertida en ruinas que abrigaban

ocasionalmente a nómadas o semi-nómadas”.

Torquemada (1975: 64-65) acerca de Tenayuca relata lo siguiente: “dicen que fue

esta poblazón, por aquellas cuevas y lugares, de más de un millón de gentes; porque demás

de seis reyes y señores, que venían con Xolotl, eran los otros menos principales y capitanes

más de veinte mil; los cuales traían a su cargo, cada uno, más de mil personas a quienes

mandaban Xolotl y los otros seis señores que con él habían salido de sus reinos y

provincias.”

Por su parte, Alva Ixtlilxochitl (1985: 295) dice que “ya todos los tultecas se habían

acabado, y si había algunos, eran pocos y éstos con dejarles tierras a su gusto, donde ellos y

sus descendientes vayan poblando; señalando y repartiendo pueblos y lugares, provincias y

ciudades, con las diligencias, ritos y ceremonias que conviene para este efecto, haciendo

cercados y bosques para todo género de caza con que sustentarse.”

Luego Xolotl, junto con su primogénito y algunos “nobles y plebeyos”, fue al monte

Yocotl e hizo “las diligencias que ellos usaban, tirando un señor chichimeca cuatro flechas

con todas sus fuerzas por las cuatro partes del mundo […] y después, atando el esparto por

72
las puntas, y haciendo fuego y otros ritos y ceremonias de posesión que ellos usaban”

(Ídem).

Después “envió a cuatro señores por hacia las cuatro partes del mundo, conforme se

tiraron las flechas, para que tomaran posesión de toda la tierra que había sido del gran

Topiltzin, de una mar a otra, cada uno con su ejército, porque si en algunas partes hubiese

tultecas, y les quisiesen estorbar, se entendieran con las armas, y si buenamente les

recibían, les dejaran en sus tierras” (Ibídem: 295-296). Y finalmente se subió a otros cerros

e hizo lo mismo (Ibídem: 295).

Veytia (1979: 268) también menciona lo de las flechas lanzadas hacia los cuatro

rumbos pero especifica que luego “cortaron esparto y yerbas secas, las retorcieron como

cordel, y las ataron por las puntas, formando un círculo en el suelo, encendieron fuego

encima, que después esparcieron por los mismos cuatro rumbos. Éstas y algunas otras

ceremonias […] eran las que usaban en señal de posesión.”

Ya estando en su “ciudad”, Xolotl “mandó repartir toda la tierra que estaba dentro de

esta primera demarcación a todos sus vasallos, dándole a cada noble las gentes que le

cupo” (Alva Ixtlilxochitl 1985: 296).

Torquemada (1975: 67) dice que “de esta manera quedó sentada su ciudad, que

aunque no en formadas casas, al menos en sitios cavernosos y en otras maneras a su usanza

y modo”. Y que esa tierra fue llamada Chichimecatlali “como heredad de los chichimecas o

porción, parte y fuerte de los chichimecas.”

Así, Xolotl

[…] agradado del lugar, viendo que no había quién le defendiese su


morada determinó […] ranchearse en aquel sitio bien diferentemente y por
muy diverso modo que los tultecas, sus antecesores [….] De esta manera
estuvo Xolotl con su gente, por aquella comarca de cerros y sierras […] se
pasó de aquel lugar al otro que su hijo Nopaltzin había demarcado, de la

73
otra parte de la laguna (que ahora tiene por nombre Tetzcuco que es la
cabeza y ciudad principal que tuvo aquel reino y una de las buenas que
ahora tiene, después de la conquista de esta tierra); su mudanza debió de
ser haberse multiplicado su gente o ser corta por allí la tierra, para el modo
y manera de sustentarse y parecerle más acomodado el sitio de Tetzcuco,
para este intento para tener en su contorno, montes y sierras de muy
extendidas y grandes arboledas, donde había mucha abundancia de caza,
de que se mantenían (Ídem).

En el año 1020 regresan los cuatro “señores” que fueron a poseer la tierra siguiendo

el curso de las flechas (Alva Ixtlilxochitl 1985: 296). Y en el 1023 llegó “otro señor

chichimeco vasallo suyo, con algunos chichimecos de allá de su patria” al cual le dio un

lugar para que lo poblaran para que “hicieran un cercado de todos géneros de caza para que

le tributaran y dieran de esto reconocimiento” (Ibídem: 297).

Unos años después, en 1028, llegaron otros cuatro vasallos con más chichimecas a

los que les dio tierras y les pidió los cercados para que le tributaran en Tepetlaoztoc,

Oztoticpac y Tesayucan. Dice Alva Ixtlilxochitl (Ídem) que estos chichimecas eran “casi

indómitos, por eso no quiso Xólotl darles tierras largas y anchas en donde poblasen, y fuera

de la demarcación que hizo personalmente, sino lugares pequeños y cercados de los otros y

lejos de la corte, se realzarían como otras veces lo había hecho sus pasados, porque era una

gente soberbia y muy sobre sí”. Según Veytia (1979: 277), eran cinco los chichimecas a

quienes les da poblaciones “con la calidad de pagar cierto reconocimiento al emperador,

que de este mismo modo, y con estas propias calidades, había hecho la donación de todas

las otras tierras que hasta entonces había repartido a los caballeros que le acompañaron”

(Ibídem: 278). La contribución era de caza volátil y cuadrúpeda; unos debían llevársela a

Xolotl por años, otros por meses y otros continuamente. También “contribuían” con

“frutas, según los parajes, porque como queda dicho, hasta estos tiempos nada sembraban

ni cultivaban; pero por lo que mira a la caza, tenían su modo de gobierno para que no les

74
faltase y se aumentase.” Para obtener la caza “formaban grandes cercados de piedras y

tierras, en aquellos bosques y montes en que las había, para que no pudiese salir de allí, y

procreando se aumentase. Esto se entiende en donde se franqueaba la situación, porque no

logrando esta ventaja, formaban los cercanos en los planos, donde plantaban arboledas y

metían en ellos toda especie de animales, para que se aumentase con la procreación; y los

que por su situación no podían hacer esto, se valían de la volatería, y de algunos conejos,

liebres y otros de aquellos animales que se hallan en los planos, o de peces, ranas, u otros

mariscos, los que estaban a las orillas de las lagunas y ciénegas” (Ídem).

Luego, Veytia (Ídem) habla de un crecimiento poblacional: “Cada día se iban

aumentado las poblaciones, y no menos que las de los chichimecas las de los toltecas

culhuas”.

En el año 1063 llegan seis señores vasallos y Xolotl les da sus “señoríos” (Alva

Ixtlilxochitl 1985: 298). Torquemada (1975: 68) lo confirma pero dice que no llegan “todos

juntos sino siguiéndose unos a otros, llevándose los unos a los otros, algún tiempo de

intervalo y acabaron de llegar a la presencia de Xolotl, ocho años después de su llegada a

Tenayuca.” Dice (Ídem) que eran “señores de provincias comarcanas a la de Xolotl y

aunque convecinos, no de su lengua; no dicen las historias de estos señores más de que lo

eran y muy principales y que vinieron con muy poca gente pero ellos y los suyos fueron

poblando y tomando sitios donde Xolotl les señalaba, porque como señor primero de la

tierra, ya era conocido y obedecido por el mayor monarca de ella; fueron tributarios a

Xolotl”. Según Veytia (1979: 284) tenían que “contribuir anualmente al imperio con un

corto feudo en piezas de caza, frutas, y flores, según lo que produciría el terreno que le

había tocado a cada uno.”

75
También llegan en ese mismo año los tres “señores” aculhuas: Aculhua,

Xiconcuauh y Tzontecoma “con mucha cantidad de vasallos, entre los cuales trajeron

también consigo la nación de otomites” (Alva Ixtlilxochitl 1985: 299). Xolotl “se holgó de

verlos, porque era gente política y de buen gobierno, dándoles tierra en donde poblasen y

casando a los dos de ellos con dos hijas que tenía” (Ídem). Al “señor” Aculhua lo casó con

Cuetlaxxochi y le dio Azcapotzalco, cabecera de su “reino y señorío”; a Chiconcuauh con

Zihuacxochi y le dio Xaltocan, cabecera de su “señorío”; y a Tzontecoma lo casó con

Zihuatetzin, hija del “señor” de Tlalmanalco, quien era tolteca, y le dio Acohuatlychan

Acolhuacan, cabecera de su “señorío” (Ídem). Lo anterior dice Veytia (1979: 286-287) que

fue “prueba de la grande estimación que hacía Xolotl de la sangre tolteca, pues teniendo en

su corte y reino tantos nobles y principales señores chichimecas, que le acompañaron en su

jornada, con ninguno de ellos pensó casar a sus hijas, y las casó con estos señores por ser

de la sangre tolteca”. Y según Alva Ixtlilxochitl (1985: 299), Xolotl les dijo que “solamente

que le habían de reconocer como a su señor y monarca sin tributo ninguno.”

Torquemada (1975: 81) confirma que los toltecas se “fueron casando con los

chichimecas y mezclándose unos con otros hasta hacer de ambas naciones una generación y

familia.” Y que de lo anterior, “quedaron emparentados tultecas, chichimecas y aculhuas,

haciendo un linaje tres que lo eran diversos y distintos.”

Recién llegados los acolhuas, Xolotl ordenó que su hijo Nopaltzin se casara con la

“infanta” Azcatl Xuchitl, hija de Pochotl y nieta de Topiltzin, “haciéndose grandes fiestas”

(Alva Ixtlilxochitl 1985: 301); Veytia (1979: 283) la llama Azcalxochitl. El mismo autor

(Ídem) explica que Xolotl “deseaba unir su sangre a la de los reyes toltecas y colocar ésta

en el trono imperial”. Se celebra el desposorio con ritos y ceremonias.

76
En el año 1089, Nahuyotl de Culhuacan se rebela contra Xolotl, y después de la

guerra, en 1090 hace jurar a Achitometl “rey” de Culhuacan (Alva Ixtlilxochitl 1985: 300).

Xolotl va a Culhuacan y Achitometl queda “él y sus sucesores en la obligación de pagar

anualmente por feudo a él y todos sus descendientes y sucesores en el trono imperial un

corto número de pececitos de los que producían sus lagunas” (Veytia 1979: 282). Esta

guerra fue la primera “de los chichimecas en esta tierra, y en que el príncipe Nopaltzin salió

la vez primera a campaña, mandando en jefe sus tropas” (Ídem). Torquemada (1975: 94)

narra que Nopaltzin “no llevó mucha gente en su ejército, por razón de su hijo Tlotzin, rey

de Tetzcuco, había llevado consigo a otra pacificación”.

Veytia (1979: 282) dice que “Con la comunicación de los toltecas comenzaron los

chichimecas a abandonar su bárbara costumbre de habitar en cuevas, y se dedicaron a

labrar casas y reedificar las de los lugares que repoblaron. Corría por toda la tierra

personalmente el emperador, dando por sí mismo las órdenes convenientes, con lo que por

todas partes reinaba la paz y el buen gobierno, esmerándose cada uno en el cumplimiento

de su obligación; y si había alguna queja entre sus vasallos, procuraba el sabio monarca

convenirlos y concordarlos con gran prudencia y amor.”

Luego nace el primogénito de Nopaltzin, Tlotzin Pochotl, su segundo nombre por

su abuelo “tercero señor monarca chichimeca que hubo en esta tierra” (Alva Ixtlilxochitl

1985: 301). Y al considerar que en el primogénito varón “sólo había de recaer la corona”

Nopaltzin le pide a su padre que le dé tierras y vasallos para sus hijos (Veytia 1979: 290).

En el año 1115 Nopaltzin va a Zacatlan a ver si era buena tierra para que su papá se la diera

a sus hijos (Alva Ixtlilxochitl 1985: 302).

Xolotl “mandó que su nieto, el legítimo sucesor, fuese a Tlazalan por señor hasta

que él o su padre ordenaran otra cosa, y antes de irse le casaron con la infanta

77
Tocpacxochitzin” hija de uno de los seis señores que Xolotl trajo consigo. Su tercer hijo y

primer varón fue Quinatzin (Ídem). Xolotl le hace la “donación de la ciudad de Tezcoco,

que ya por estos tiempos era una considerable población, para que en ella y su contorno

mandase en calidad de soberano cediéndole las rentas con que sus moradores contribuían al

imperio” (Veytia 1979: 296).

Se menciona un “batalla” entre Yacanex o Yacazozolotl, llamado así por Veytia

(Ibídem: 292), y Huetzin. El primero era “un señor chichimeco de los tributarios y cabeza

de los otros seis pueblos, hijo de Huihuatzin, que residía en Tepetlaóztoc”, y Huetzin era

“señor de Cohuatlychan” (Alva Ixtlilxochitl 1985: 303).

Desde el año 1012 gobernó Xolotl y muere en 1120 “dejando a su hijo Nopaltzin

por segundo rey y monarca de la tierra, según que de derecho le venía por legítima

sucesión, y por su gran valor” (Ibídem: 304). Dice Veytia (1979: 305) que su cuerpo lo

adornaron con “las insignias de su suprema dignidad, a la usanza tolteca, cuyas costumbres

y policía se iban extendiendo por todo el imperio.” Y que lo tuvieron “un día entero

expuesto en una de las principales piezas de su palacio”.

Alva Ixtlixochitl (1985: 304) dice que “hechas sus honras con ritos y ceremonias

que los chichimecos usaban, lo enterraron […] en un lugar del palacio dedicado para el

efecto, con todas sus insignias reales, y otras ceremonias”. Veytia (1979: 305) confirma lo

anterior pero da otro detalle: “lo enterraron al día siguiente en una cueva, en lo bajo de su

mismo palacio, que para esto había destinado desde que le fabricó”. Sin embargo,

Torquemada (1975: 87) dice lo contrario: que en vez de enterrar los cuerpos, lo que “estos

chichimecas usaron fue quemarlos”.

Después, a Nopaltzin lo “juraron solemnemente por emperador supremo, como a

primogénito y sucesor legítimo de Xolotl” (Veytia 1979: 306). El nuevo “emperador”

78
procuró “mantener en paz sus dominios por medio de la recta administración de justicia,

aumentar su lucimiento y policía, fomentando las artes y ciencias que hicieron célebres a

los toltecas, y abolir las bárbaras costumbres que les habían quedado de su nación

chichimeca […] Para lo primero reformó algunas leyes de sus mayores, restauró otras a su

observancia, y promulgó otras nuevas” (Ídem).

Las leyes siguientes son las que él promulgó: no “poner fuego” a los campos

propios ni ajenos, no tomar la caza que cayera en “redes ajenas” o en cualquier parte

pública, no tomar la caza de otro que la hubiera “tirado”, no quitar ni mudar los cazaderos

señalados y amojonados, y no al adulterio (Ibídem: 307).

Veytia (Ídem) dice que Nopaltzin

Para reducir a mayor policía a sus vasallos, mandó que labrasen casas en
qué vivir, aboliendo la costumbre de habitar en cuevas, que subsistía
todavía en algunas poblaciones. Mandó que en todas partes se ejerciese la
agricultura, haciendo sementeras de maíz, frijol, chile, y las demás
semillas que cultivaban los toltecas, alimentándose de ellas en guisados y
viandas, como ellos acostumbraban. Cuidó de que así a la corte como a las
demás ciudades principales, fuesen a establecerse maestros que ejerciesen
y enseñasen las artes de la platería, lapidaria y pintura y otras que
alcanzaron los toltecas. Fomentaba y premiaba a los estudiosos, y
aplicados a la astrología y judiciaria, a la historia en sus jeroglíficos y
pinturas, y a entender y descifrar las antiguas, y, finalmente, no omitió
diligencia alguna que pudiese contribuir a ilustrar, ennoblecer y aumentar
su reinado.

Y Alva Ixtlilxochitl (1985: 305) dice de manera más específica que durante el

gobierno de Nopaltzin “se reformó el maíz, que, desde que los tultecas se perdieron, no lo

habían sembrado, y viendo la utilidad y provecho del maíz, chile y demás semillas mandó

que las sembraran por todas sus tierras en cercados, y usaron los chichimecas de ellas para

su sustento.” Y habla (Ídem) de manera muy general de las leyes que Veytia menciona.

Nopaltzin estuvo algunos años en Texcoco y “fue el primero que la hizo ciudad y

cabecera del reino” y deja a su hijo Tlotzin en ella y “se fue a Tenayuca, cabecera de sus

79
reinos, donde gobernó, lo que le faltaba de vida.” Tlotzin no se halló en Texcoco y se

regresó a Tlazalan (Ídem). Torquemada (1975: 90) confirma que Nopaltzin se regresa a

Tenayuca y que deja a su hijo en Texcoco, quien “comenzó a disponer a su gusto y modo

las cosas del gobierno de su imperio, las cuales le ponían en mucho cuidado, por estar

entonces más revueltas y enmarañadas que hasta aquellos tiempos los había estado.”

En el año 1158 muere Nopaltzin y “después de haberle hecho sus honras y entierro

conforme a su uso y costumbre, luego juraron por su monarca al legítimo Póchotl”, es

decir, Tlotzin. Veytia (1979: 312) confirma de manera más detallada que “juraron

solemnemente por gran chichimeca tecuhtli a su primogénito Tlotzin Pochotl” a quien le

colocaron una “corona que estaba prevenida, y no era otra cosa que un aro o círculo de oro,

cubierto de una especie de yerba pachxochitl”. Y a continuación “los demás príncipes le

fueron poniendo desde los hombros unas mantas muy finas y curiosamente labradas, de

variedad de colores”.

Alva Ixtlilxochitl (1985: 308) dice que este mismo año, Tlotzin “se salió de su

ciudad y fue a visitar todos sus reinos y señoríos para ver las cosas que había en ellos y

para poner remedio de algunas cosas”. Veytia (1979: 313) amplía la información:

[…] salió de su corte a visitar personalmente todos sus dominios, así para
reconocer por sí mismo su extensión, y la situación de todas sus
poblaciones, como para ver el estado en que estaban las fábricas de las
casas y edificios públicos, y la cultura de los campos con tanto empeño
había promovido su difunto padre […] y habiendo encontrado en algunas
poblaciones de sus chichimecas descuido notable en orden a las fábricas y
agricultura, porque bien hallados con sus rústicas antiguas costumbres, se
les hacía muy duro abandonarlas, le fue preciso renovar los decretos de su
padre, imponiendo graves penas a los inobedientes, para obligarlos a vivir
en policía, y a procurar su sustento por medio del trabajo en las
producciones de la tierra, de lo que se originó que algunos de sus vasallos
endurecidos en su barbaridad, por no desnudarse de ella, desampararon las
poblaciones, y se retiraron a su antigua patria […]

80
Veytia (Ídem) dice que este nuevo gobernante “tenía bien conocido cuán útil era la

agricultura y que de ella dependía principalmente la felicidad de un reino”.

Cuando regresa a Tenayuca “y dada la orden de lo que se había de hacer en cada

parte, hizo algunas cortes, así como lo habían hecho su padre y abuelo, en donde confirmó

las leyes de sus pasados y constituyó de nuevo otras cuatro o cinco” (Alva Ixtlilxochitl

1985: 308).

Luego su primogénito, Quinatzin, se casa con la hija del primer señor de Huexotla,

llamada Quauhtxihuatzin (Veytia 1979: 310). Y en el año 1166 le da “la ciudad de Tezcuco

con todo su reino, para que gobernase” (Alva Ixtlilxochitl 1985: 308).

Dos años antes de ello, se mandaron hacer “unos cercados muy grandes en la ciudad

de Tezcuco, unos de maíz y otros de todos géneros de caza, como son venados, conejos y

liebres, y mandó a ciertos caballeros chichimecos para que tuvieran cuenta de ellos”

(Ibídem: 309). Y Veytia (1979: 314) confirma la información: “con singular esmero había

procurado aumentar e ilustrar esta población, y con efecto era ya una de las mayores y más

hermosas del reino, determinó hacer en ella dos grandes cercados, uno para caza, y otro

para siembra de maíz”. Dice (Ídem) que los “vasallos del príncipe” se dedicaron “a

complacerle, adornando y hermoseando la ciudad de número copioso de edificios, y

cultivando en la campaña de su contorno todo género de semillas.”

Esos “caballeros” y su gente fueron desterrados por no obedecer a Quinatzin pero

no le hicieron caso y quisieron “alzarse con la ciudad”, acto que no logaron. Los que

huyeron “se fueron la tierra adentro con los que ahora hacen guerra nuestros españoles,

gente soberbia indómita” (Alva Ixtlilxochitl 1985: 309).

Tlotzin muere en el año 1194, según Alva Ixtlilxochitl (Ídem), y según Veytia

(1979: 332) en 1298. Su hermano “bastardo” Tenancaltzin toma Tenayuca y se hace “jurar

81
por monarca de la tierra, quitándoselo al legítimo sucesor, Quinatzin” (Alva Ixtlilxochitl

1985: 309).

Después de enterrar a su padre, Quinatzin se regresa a Texcoco “cabeza de su reino

[…] en donde estuvo algunos años aguardando ocasión para hacer su hecho” (Ixtlilxochitl

310). Y mientras tanto, se ocupa “en su ciudad, aderezándola y poniéndola en orden con

mucha policía y todo su reino” (Ibídem: 312).

En el año 1220 Quinatzin es restituido en la “monarquía” (Ibídem: 314). Y en 1224

llegan los tlaylotlaque, que “eran del linaje” de los toltecas. Quinatzin “les dio un lugar

junto a Texcuco para que lo poblasen, y a los demás repartió en sus pueblos, dando a cada

uno tierras en donde poblase” (Ibídem: 315).

En 1246 varias “provincias” le hacen una “guerra” a Quinatzin, entre ellas las de

Tototépec (Totoltepec) y Meztitlan (Ibídem: 316).

Cuando muere Quinatzin, en el año 1253, Techotlalatzin es “jurado rey” y “ordenó

de tomar estado con una señora que fuese tal como su persona requería”. Era la hija de

Acolmiztli, señor de Cohuatlychan, Tozquetzin (Ibídem: 320-321). Veytia (1979: 365) dice

que Techotlalatzin, quien es el quinto hijo de Quinatzin, hereda el “señorío y monarquía”.

En el año 1338 nace el “legítimo sucesor” de Techotlalatzin, Ixtlilxochitl (Alva

Ixtlilxochitl 1985: 324). Luego de un problema con Tezozómoc, “rey” de Azcapotzalco,

sucede lo siguiente:

[…] pasados algunos días de la junta y concierto de Tetzotzómoc, envió


sus mensajeros a Ixtlilxúchitl con mucho algodón como por vía de amistad,
enviándole a decir, que le rogaba mucho que le hiciese merced de mandar
a sus vasallos que de aquel algodón le hiciesen mantas muy buenas, como
se solían hacer en aquel tiempo en esta ciudad, porque tenía necesidad de
ellas; lo cual entendiendo Ixtlilxúchitl, que como viejo y deudo suyo, y por
la falta que en Azcaputzalco y todo su reino había personas que sabían
hacer mantas, que se las enviaría para que sus vasallos se las hiciesen;

82
mandó luego que labraran, y tejieran las mantas y después de acabadas, se
las envió (Ibídem: 327).

Cabe mencionar lo que Alva Ixtlilxochitl (Ibídem: 320) narra sobre Quinatzin: “fue

el cuarto que empezaron con él los tultecas mexicanos a quererle enseñar sus idolatrías,

ritos y ceremonias; pero jamás pudieron con él; siempre se los contradijo y no quiso creer

en cosa ninguna, en lo que le industriaban.”

Para fines de esta investigación, por razones prácticas sólo relato la descendencia de

Xolotl hasta las menciones que se hacen de Techotlalatzin, y porque éste ya no es el

primogénito, y una muy breve mención de su hijo Ixtlilxochitl; lo anterior se discutirá

relacionado con la iconografía.

A continuación se intentará hacer un recuento con base en las fuentes que fueron

consultadas para tratar de esclarecer el panorama y de conocer la proveniencia de los

chichimecas de Xolotl.

Davies (1980: 72) busca saber quiénes fueron los chichimecas que entraron al valle

de México en la época de la decadencia y caída de Tula. Rivas (2006: 75), retomando a

Alva Ixtlilxochitl, recuerda que los chichimecas de Xolotl provienen de Oyome, ubicado

cerca de la costa del Golfo, donde este personaje se casa con una mujer tampiqueña y

donde nace su primogénito. Y aclarando de manera concisa, dice (Ídem) que lo anterior

muestra “su filiación con grupos mesoamericanos sedentarios que provenían de la Sierra

Madre Oriental y que tenían alianzas matrimoniales con los pames, cazadores-recolectores

con rasgos mesoamericanos que penetraron por Hidalgo y el sur de Querétaro a la Cuenca

de México a principios del siglo XII.”

83
El mismo Rivas (Ídem), con base en Davies, dice que “los grupos aliados de

sustrato otomí que penetraron por el norte” de la cuenca de México pudieron haber venido

con teochichimecas (como los pames y cascanes).

Davies (1980: 74-75) hace un resumen según la opinión de diferentes investigadores

acerca de los chichimecas de Xolotl. Dice (Ídem) que Jiménez Moreno los identifica con

chichimecas puros o teochichimecas, como mencioné arriba, como pames o cascanes; que

sugiere que fueron pame-otomíes y que ve a los teochichimecas de Sahagún como una

mezcla de pames, guamares y cuachiles junto con gente del sur de Zacatecas. Luego

menciona (Ídem) que Carrasco cree que difieren profundamente de los otomíes, que los ve

como pames y que está de acuerdo en que trajeron otomíes con su gente. Y Davies (Ídem)

opina que al menos algunos de ellos fueron otomíes. Luego continúa con Kirchhoff, quien

insistía en que hablaban otomí.

Rivas (2006: 76) esclarece lo dicho por Davies: los chichimecas de Xolotl, para

Jiménez Moreno, se identificaban como un grupo pame-otomí, para Kirchhoff hablaban

otomí y para Carrasco eran también un grupo de pames-otomíes. López y López (2001:

208) los describen como individuos que “posiblemente hablaban el pame, el otomí o el

mazahua”.

Davies (1980: 74) explica que la gente que se movió hacia el valle de México y

hasta los que le dieron el “golpe mortal” a Tula, probablemente no eran “chichimecas tan

puros” como los chichimecas y los otonchichimecas de Kirchhoff, desplazados de

Guanajuato, Querétaro y quizás el valle de Toluca por “nómadas verdaderos” que vinieron

de regiones más al norte. Pero dice (Ídem) que esta gente que entró al valle de México,

quizás de linaje otomí, pudo haber estado acompañada de ciertos “chichimecas puros” o

teochichimecas.

84
Davies (Ibídem: 77-78) dice que los invasores chichimecas del valle de México en

la época posterior a Tula, volvieron a ser tolteca-chichimecas (es decir, gente cuyos logros

culturales fueron comparables con los de los tolteca-chichimecas, quienes vinieron hace

muchos años del noroeste y junto con los nonoalcas fundaron Tula) y que básicamente

fueron invasores semimesoamericanizados de territorios habitados por gente de la ciudad.

Finalmente se entiende que los chichimecas de Xolotl son, para Davies (Ibídem: 79),

tolteca-chichimecas: “Los chichimecas o tolteca-chichimecas como yo prefiero llamarlos,

quienes en el siglo XII penetraron en Tula y más allá, es poco probable que hayan sido de

linaje homogéneo; seguramente incluían elementos dispares, difiriendo en sus logros

culturales y afiliaciones étnicas.”

Relacionado con lo anterior, Navarrete (2009: 35) dice que entre los siglos XI y

XIV “las pujantes dinastías de origen chichimeca se aliaron y mezclaron con la prestigiosa

dinastía de origen tolteca que reinaba en Colhuacan, de modo que fueron creando linajes

tolteca-chichimecas que podían preciarse de tener su origen tanto en el culto y citadino

Quetzalcóatl como en el fiero y montaraz Xólotl.”

El relato basado en las fuentes históricas así como las suposiciones anteriores

permiten un acercamiento más real a los chichimecas de Xolotl. En esta investigación no se

pretende rastrear el origen de estos chichimecas ni su conformación étnica, sino más bien

exponerlos con la información que hasta ahora se tiene y estudiarlos como un grupo

socioeconómico.

En cuanto al relato mítico, según Navarrete (Ídem), su importancia también se debe

a que los “pueblos de la Cuenca de México en el periodo Posclásico consideraban que los

linajes legítimos de gobernantes provenían principalmente de dos fuentes: la dinastía

85
tolteca fundada por Quetzalcóatl en la ciudad de Tollan […] y la dinastía chichimeca

fundada por Xólotl al llegar a la Cuenca de México”.

En el siguiente capítulo se abordará la posición teórica de la arqueología social, y en

el primer apartado se repasarán sus categorías y conceptos principales.

86
II. LA POSICIÓN TEÓRICA DE LA ARQUEOLOGÍA SOCIAL

“La arqueología social debe convertirse no


sólo en un campo de la investigación
académica, sino también en una parte del
debate político contemporáneo: recuperar
nuestra identidad histórica y cultural, la
autoestima de sentirnos […] [mexicanos] a
parte cabal” (Sanoja 1995-1997: 98).

II. 1 Planteamientos generales

La confusión acerca de las erróneas interpretaciones y prejuicios alrededor de los

chichimecas me llevó a retomar los planteamientos teóricos e hipotéticos de la arqueología

social, principalmente los de Felipe Bate y Griselda Sarmiento, debido a que estoy de

acuerdo con que hay un orden de determinación causal en el desarrollo de las sociedades

(V. Hugo Romero, comunicación personal 2009), uno de los principios que caracterizan

esta posición. Este principio consiste en que las relaciones de propiedad objetiva

determinan tanto la forma en que la sociedad se agrupa, como la conciencia social. Por tal

motivo, considero que la mejor forma de explicar el proceso sociohistórico de cualquier

sociedad es por medio de esta posición teórica debido a su gran alcance explicativo y a su

congruencia interna.

Una razón más personal en la adopción de esta vertiente es el interés que motivó

buena parte de las reflexiones originales de esta posición teórica: la conciencia de

transformar la situación de injusticia a nivel mundial. Por lo anterior, se parte del principio

que busca el mayor grado de congruencia entre la práctica política y el quehacer

profesional. Por tal razón esta investigación se basa en dicha posición, ya que

“consideramos que sus conceptos y categorías tienen un nivel de potencialidad explicativa

que da cuenta de los aspectos esenciales de la realidad sociocultural y porque se halla

87
constituida por una serie de principios éticos, políticos y valorativos que pensamos se

adecuan a necesidades humanas que por sí mismas son urgentes, deseables y valiosas para

el fin último de la transformación del mundo: la libertad del ser humano” (Romero y Nieva

2010).

En esta investigación me basaré en lo que Sánchez (1999: 40) retoma de Marx, quien

en su Prólogo de 1859 a la Contribución a la crítica de la economía política, refiriéndose al

proceso de desarrollo histórico de las sociedades, menciona que “se exponen en un orden de

sucesión unilineal los diferentes modos de producción, aunque hay que tener en cuenta que

el Prólogo sólo expone un ‘hilo conductor’ para caracterizar tipos de sociedades que se

destacan a través de un complejo proceso histórico de avances y retrocesos.”

Con lo anterior quiero decir que estoy de acuerdo con la multilinealidad, pero en

este caso de estudio, para caracterizar, expondré ese “hilo conductor”. Y que estoy de

acuerdo con Bate (1984: 77) en que cabe la posibilidad de que “Así como es posible que

determinadas sociedades concretas se ‘salten’ etapas, como efecto de procesos derivados de

su relación con otras sociedades más desarrolladas, también se dan situaciones en que estas

interacciones sociales permiten a una sociedad cambiar su ‘línea’ de desarrollo, dentro de

la multilinealidad formal de la historia.”

Otro de los motivos que me llevaron a identificarme con esta posición teórica fue el

uso de términos como “desarrollo”, “evolución” y “estadios sociales”, ya que siempre se ha

caído en la idea de los bárbaros, poco civilizados y salvajes, cuando cada sociedad se ha

desarrollado a su manera, lo cual no significa que sea más o menos civilizada. Además, la

propuesta de que no todas las sociedades evolucionan de la misma manera me parece

lógica, ya que no podemos esperar que todos los grupos humanos sigan una sola línea de

88
desarrollo, y mucho menos de civilización. El desarrollo se va dando según las necesidades

y no porque haya un ideal universal para todos.

Con base en todo lo anterior quiero aclarar que se ha dado por entendido que los

chichimecas de Xolotl llegaron a la cuenca de México como cazadores-recolectores (término

que tampoco se explica detalladamente), aunque en mi caso de estudio serían una sociedad

tribal jerárquica con un modo de vida cazador-recolector. Entonces, partiré del entendido de

que los chichimecas de Xolotl llegan a la cuenca como un grupo tribal jerárquico. Aquí cabe

retomar lo del “hilo conductor” y para lo cual me basaré en Bate (1998: 83), quien se limita

a tres grandes estadios históricos, los cuales nos permitirán abordar la historia de las

sociedades prehispánicas: la formación social de cazadores-recolectores pretribales y la

tribal (ambas sociedades comunales primitivas o preclasistas) y la clasista inicial.

Me parece muy importante el siguiente planteamiento de Sarmiento (1992: 124),

donde indica que usa los conceptos de esta teoría para caracterizar a la sociedad cacical,

como también se le conoce a la tribal jerárquica, “haciendo énfasis en aspectos económicos

y de relaciones sociales, además de otros que tienen que ver con el poder y la ideología sin

los cuales no puede entenderse, plenamente, el estadio en cuestión.”

Retomando lo anterior, estoy de acuerdo con la misma autora (Ibídem: 21) en el

sentido de que es necesario establecer estadios sociales cuando se refiere al concepto de

formación económico-social, el cual sirve para “entender la interrelación y jerarquía de los

aspectos sociales en un estadio determinado”. Por lo tanto, este enfoque me permitirá dar

cuenta de un estadio de desarrollo, considerando que las sociedades o formaciones sociales

o formaciones económico-sociales se rigen por procesos causales (V. Hugo Romero,

comunicación personal 2009).

89
Como anteriormente mencioné, Bate (1998: 83) propone tres grandes estadios

históricos, aclarando que “los cambios cualitativos de una formación social a otra ocurren

como procesos revolucionarios en los cuales se interrumpe la gradualidad evolutiva del

desarrollo histórico, generándose períodos de transición que adquieren también calidades

particulares.” Así mismo, retomando al mismo autor (Ídem), esos cambios pueden ser

abordados mediante el estudio de la cultura.

Quiero decir que voy a retomar la forma en que Bate (1998) acomoda la

información de su libro El proceso de investigación en Arqueología para desarrollar este

apartado, ya que me parece que la expone de manera clara y que parte de lo general a lo

particular. Además aclaro que lo siguiente es un resumen para conocer los conceptos y las

categorías de la arqueología social, sin la pretensión de ampliar la información.

La sociedad se conceptualiza como una totalidad concreta mediante las categorías

“formación económico-social”, “modo de vida” y “cultura”, las cuales “en su unidad e

interrelaciones, expresan los distintos niveles de existencia de la sociedad, desde el mayor

nivel de esencialidad hasta sus expresiones fenoménicas y singulares” (Ibídem: 56).

La categoría “formación económico-social” es el “sistema de relaciones generales y

fundamentales de la estructura y causalidad social, entendido como totalidad.” Engloba la

base material del ser social y las superestructuras (Ibídem: 57). Otra definición es: “sistema

general de contenidos esenciales que constituyen la causalidad y estructura fundamentales

de los procesos históricos, manifiestos en su cultura” (Ibídem: 68).

El mismo autor (Ibídem: 57) menciona que lo que distingue analíticamente a la

existencia objetiva del ser social, y a la conciencia social y a la institucionalidad como

formas superestructurales, “responde al fundamento materialista de la historia, aceptando

90
que las contradicciones fundamentales […] se desarrollan en la práctica del ser social y, en

particular, en la esfera del modo de producción”.

El ser social alude a las relaciones materiales y objetivas que se establecen entre los

seres humanos, directamente o mediadas por su relación con los objetos naturales o

socialmente producidos, independientemente de cómo sean reflejadas de manera

superestructural (Ibídem: 58).

La reproducción de la sociedad necesita de la producción económica de las

condiciones materiales de vida, a la que responden las relaciones sociales de producción;

así como de la reproducción biológica de la especie humana, a la que responden las

relaciones de filiación o parentesco. En esta base elemental surgen los procesos que

integran el modo de producción y el modo de reproducción (Ídem).

El modo de producción es la “unidad de los procesos económicos básicos de la

sociedad: producción, distribución, cambio y consumo” (Ídem). Este concepto se cualifica

por medio de la calidad de las relaciones sociales de producción, condicionadas a su vez

por las relaciones de propiedad objetiva (Stephen Castillo, comunicación personal 2009);

es decir, el modo de producción es resultado de las relaciones sociales que un grupo

humano lleva a cabo para reproducir su vida biológica y social.

La producción o el proceso productivo es “el sistema orgánico de los diversos

procesos de trabajo concretos” por medio de los cuales una sociedad genera los diversos

tipos de bienes que “requiere para la satisfacción de las necesidades que permiten su

mantenimiento y reproducción y que está en capacidad de producir” (Bate 1998: 58). Las

relaciones que se establecen a su alrededor son esenciales en la determinación de la

estructura social.

91
La dinámica y la organización general de este proceso surgen por la contradicción

“entre el contenido de las fuerzas productivas y las formas que integran el sistema de

relaciones sociales de producción” (Ídem).

Las fuerzas productivas tienen aspectos cualitativos y cuantitativos. La composición

cualitativa se refiere a “propiedades específicas de los elementos del proceso productivo y a

la forma como se integran los diversos procesos laborales” (Ibídem: 58-59). Los dichos

elementos son la fuerza de trabajo, que es la “Capacidad y energía humana que transforma

diversos objetos con el fin de convertirlos en bienes de consumo”; los objetos de trabajo,

que son los que se someten “a transformación por la fuerza de trabajo”; los medios o

instrumentos de trabajo, que son los elementos que el ser humano “interpone entre la fuerza

de trabajo simple y los objetos de trabajo”; los productos, que son “resultado de la

transformación de los objetos de trabajo” y como tales “adquieren propiedades que

satisfacen diversas necesidades humanas”; y los desechos, que son “resultados del proceso,

pero no constituyen satisfactores” (Ibídem: 59).

Los aspectos cuantitativos se refieren a que “las fuerzas productivas constituyen la

magnitud fundamental del desarrollo histórico de la sociedad” y se expresan como grado de

desarrollo. El grado de desarrollo de dichas fuerzas productivas es la “Cantidad media de

trabajo vivo necesario para la producción de los bienes que una sociedad genera y

consume.” Su desarrollo “siempre conlleva un cambio en la tecnología, trátese del

instrumental o en las formas de organización técnica de la producción” (Ídem).

La organización técnica del trabajo es la “articulación, en un mismo proceso, de las

diversas actividades laborales concretas destinadas a la producción de un mismo tipo de

bienes” (Ibídem: 60).

92
La división social del trabajo se refiere a la existencia de “individuos o grupos de

especialistas dedicados a la producción de determinadas clases de bienes” (Ídem). Y la

organización social de la producción se refiere a “la naturaleza del conjunto de relaciones

sociales que conforman la integración de las unidades básicas de producción en cada

sociedad” (Ídem).

Las relaciones sociales de producción “Están mediadas por la relación que guardan

los agentes de la producción con los elementos del proceso productivo, y sus calidades

específicas se definen por sus formas determinadas de propiedad y posesión sobre los

mismos” (Ibídem: 61).

La propiedad es la “capacidad real de los sujetos sociales de disponer, usar o gozar

de un bien”. Se establece “en distintos momentos del proceso económico”. Lo que define

las relaciones es “la propiedad de los agentes sobre los elementos del proceso productivo

que median y condicionan la posibilidad de producción, como capacidad de disposición y

uso” (Ibídem: 60). La propiedad objetiva es la “capacidad real de disposición, uso o goce

de un bien” y la propiedad subjetiva hace alusión a “la concepción superestructural, al

reflejo de la misma en la esfera de la conciencia social; es la expresión jurídica, como

derecho consuetudinario o institucionalizado, de la propiedad” (Ídem).

En cuanto a la diferencia entre la propiedad y la posesión, la primera es la

“capacidad de disposición sobre los elementos del proceso productivo”, y la segunda es el

“componente de la propiedad y se refiere a la capacidad de uso” (Ídem). Los contenidos de

propiedad también son llamados elementos del proceso productivo, los cuales ya fueron

mencionados anteriormente: los objetos de trabajo, instrumentos o medios de trabajo y la

fuerza de trabajo (Ibídem: 61).

93
Las formas de propiedad son las siguientes: la general o colectiva se caracteriza

porque “todos los miembros de una sociedad son copropietarios de un elemento del proceso

productivo”. La particular hace referencia a un grupo social que comparte “la propiedad

sobre determinados contenidos del proceso productivo”, y por lo tanto se distingue de otros

grupos de la misma sociedad. Y la singular o privada se refiere a que “un individuo es

propietario de una parte de una clase [tipo] de contenidos o elementos del proceso

productivo.” Las últimas dos son formas de propiedad clasista: “la clase social se identifica

como el grupo de copropietarios o de propietarios privados de la misma clase de elementos

del proceso productivo, es decir, por el contenido de la propiedad”. La posesión puede

tener cualquiera de las formas sin necesidad de coincidir con la forma de la que se deriva

(Ídem).

Así, “las relaciones sociales de producción están mediadas por la relación que

guardan los agentes de la producción con los elementos del proceso productivo, y sus

calidades específicas se definen por sus formas determinadas de propiedad y posesión

sobre los mismos”. El análisis y la caracterización de las particularidades históricas de los

sistemas de relaciones sociales de producción tienen como criterios adicionales y

secundarios la posición de dichas relaciones en la división social del trabajo o las formas y

proporciones en que participan de la distribución (Ídem).

La distribución es la “forma de apropiación de los productos por los agentes de la

producción. Las formas y proporciones en que los grupos humanos se distribuyen la

riqueza socialmente producida dependen de su posición en el sistema de relaciones sociales

de producción, que está sancionada y reforzada por los mecanismos superestructurales de

coerción” (Ibídem: 62).

94
El intercambio es el “proceso de distribución que permite a los miembros de la

sociedad la obtención de los bienes con valores de uso específicos requeridos para el

consumo.” El consumo es la “negación de la producción debida a la realización de sus

valores de uso, con lo cual se genera la necesidad de una nueva producción” (Ídem).

El modo de reproducción es el “conjunto de actividades y relaciones que permiten

no sólo la procreación, sino también el mantenimiento y [la] reposición de la población y la

fuerza de trabajo” (Ídem).

Bate (Ídem) dice que “en la práctica del ser social se realizan diversas actividades

que materializan y objetivan las funciones superestructurales; permiten la reproducción o

[los] cambios de las características históricamente determinadas del ser social […] y no son

propiamente actividades económicas”.

Las superestructuras son “sistemas de ideas y reflejos condicionados por la práctica

del ser social y las organizaciones o instituciones que, en correspondencia con aquéllos,

instrumentan normativamente la voluntad social de mantener o transformar las formas de

reproducción de la base material de la sociedad” (Ídem). Las principales instancias de la

superestructura son la conciencia o el reflejo social y la institucionalidad (Ídem). La

conciencia social es el “sistema de reflejos cognitivos o <<cosmovisión>>” (Ibídem: 63). Y

la institucionalidad es el “sistema de organizaciones sociales a través de las cuales se

ejercen las actividades de coerción y administración que permiten el mantenimiento o los

cambios en la reproducción de las formas de conducta del ser social; es decir, del sistema

de relaciones sociales de producción o de filiación” (Ibídem: 65).

La categoría “modo de vida” se refiere al “sistema particular de eslabones

intermedios, que median entre las regularidades fundamentales y generales de la formación

socioeconómica y las singularidades aparentes de la cultura” (Ibídem: 68). Los factores que

95
inciden en lo particular son especificidades de la organización técnica y social

condicionadas por las características del medioambiente donde el grupo vive y al que

transforma por medio del trabajo, y de la organización y de la dinámica social que

responden a la naturaleza de los contactos entre diversas sociedades totales (Ídem).

Para ampliar la información de Bate, considero importante la propuesta de Vargas

(1990: 64), quien define el modo de vida como una respuesta social de “un grupo humano a

las condiciones objetivas de su objeto de trabajo.” Dice (Ídem) que por medio de esta

categoría se pueden explicar “los procesos particulares dentro de una formación social”,

considerar “las particularidades de las condiciones técnicas y las condiciones sociales de la

producción” y, por lo tanto, “explicar los ritmos de cambio y las formas de estructuración

de la formación económico social, tomando en consideración los contenidos que presentan

otros aspectos de la totalidad en ese proceso.” Argumenta (Ídem) que, por el contrario, no

sirve para explicar la adaptación, aunque aclara que para poder definir un modo de vida es

necesario conocer “el medio ambiente donde se expresa”, lo cual es imprescindible porque

este medio es el “objeto y medio de trabajo, es decir, parte importantísima del sistema

productivo.”

Vargas (Ibídem: 65) también menciona que en realidad esta categoría es “la praxis

particular” de la formación social, ya que “incluye no sólo la reproducción económica de la

vida material […] sino también los aspectos superestructurales.” Cuando se definen los

modos de vida de una formación social, se está reconociendo la existencia de “ciertas

particularidades de la organización de la actividad humana, ciertos ritmos de estructuración

social y, en consecuencia, los cumplimientos objetivos de las leyes específicas que rigen

para esa formación social” (Ibídem: 63).

96
Para definir un modo de vida hay que basarse en la totalidad del proceso productivo,

y los procesos y productos del trabajo y las formas de consumo; los procesos de

distribución y cambio, los sistemas de repartición de lo producido, de los medios de

producción y de la fuerza productiva, así como del intercambio de productos acabados para

su consumo inmediato y los elementos de la conciencia social (Ibídem: 64).

El enfoque histórico de la formación-económico social “hace que a veces sus modos

de vida (uno de ellos) puedan coincidir con las fases del desarrollo de su modo de

producción; pero no siempre es necesariamente así” (Ibídem: 65; Vargas 1986: 71).

Vargas (1990: 65-66) hace un comentario muy interesante que además está

relacionado con el asunto de la multilinealidad que mencioné anteriormente: “es posible

que un modo de vida (que supone dentro de una formación un grado determinado de

desarrollo de las fuerzas productivas) se convierta en el antecedente histórico necesario

para una región específica de manera que se dé otro cuyo grado de desarrollo sea mayor.”

Y que sin embargo, “esta condición puede ‘saltarse’ para otra zona, apareciendo un modo

de vida sin que tenga como predecesor al mismo modo de vida ‘menos desarrollado’

perteneciente a la misma formación económico social.” Así como lo que Bate (1998: 66)

menciona acerca de que los grupos sociales “que participan de un modo de vida

determinado pueden perdurar como tales a través de todo el desarrollo de una formación,

pueden trascenderla históricamente o surgir y desaparecer en una fase de la misma.”

En la dimensión histórica esta categoría implica “Ritmos históricos de desarrollo y

viabilidad de cambios del grupo social condicionados por sus particularidades

estructurales.” Y que los factores mencionados arriba “condicionan las particularidades de

las vías de desarrollo como <<líneas>> de modos de vida.” En la dimensión temporal esta

97
categoría “se refiere a las fases cualitativamente distinguibles como momentos del

desarrollo de un modo de producción y una formación social determinada” (Ídem).

En las sociedades cuyas formas específicas de producción están diferenciadas

internamente, se distinguen el modo de vida “como particularidad de la totalidad social” y

los modos o submodos de vida “como particularidades de los grupos sociales que integran

la totalidad social” (Ídem). Así, esta categoría es resultado de las “particularidades de cada

submodo de vida, así como de sus formas de integración a la sociedad global” (Ídem).

Relacionado con lo anterior, “los submodos de vida corresponderían a grupos

sociales que adquieren particularidades debidas principalmente” a su participación en una

determinada posición del sistema de relaciones de producción, y relacionado con esta

posición, “en el modo de producción y en la superestructura, por lo cual se constituye en

una particularidad de las formas socioeconómicas” (Ídem); a “Las relaciones técnicas y

situaciones específicas de relación social condicionadas por los sectores de la producción

de los cuales el grupo participa (agraria, minera, artesanal, intelectual, industrial, etc.) y por

las características particulares del medio geográfico con que éste se relaciona, como ámbito

de la vida y como objeto de trabajo.” A esa particularidad del modo de vida se le denomina

“modo de trabajo” y “comprende igualmente al grupo social en su participación en todas

las esferas de la vida social” (Ídem); a “las características de organización que el grupo

social desarrolla en su relación estructural o coyuntural con otros grupos de la misma

sociedad o exteriores a ella.”; y a “Los ritmos estructuralmente condicionados de desarrollo

o viabilidad histórica de participación en determinados cambios sociales (Ídem).

Vargas (1990: 67, 1986: 71) propone considerar “los modos de trabajo como las

praxis de los modos de vida”, es decir, como “el conjunto de actividades que manifiestan

una relación determinada entre instrumentos de producción, organización de la fuerza de

98
trabajo, características específicas del objeto de trabajo y la ideología, integrando las

costumbres y tradiciones […] [idiosincrasias] que tales prácticas conllevan, los modos de

trabajo se convierten, así definidos, en una versión en pequeño de los modos de vida,

englobando en su explicación, de hecho, los niveles ‘más mínimamente particulares’ de la

realidad social.” (Los segundos corchetes son de la autora).

La categoría “cultura” refleja “aspectos objetivamente distinguibles”. Su

formulación teórica “es relativa a la de formación social, constituyendo el modo de vida un

sistema de mediaciones entre ambas.” Las relaciones categoriales que definen y explican lo

que se conceptualiza como cultura “están expresadas en su relación específicamente

determinada con las regularidades objetivas a que se refiere la categoría de formación

social.” La cultura también “refleja propiedades objetivas de la realidad social

constituyendo, en consecuencia, una categoría ontológica” (Bate 1998: 67). Pero lo que no

refleja son “las regularidades causales o estructurales fundamentales que rigen el desarrollo

de las sociedades. Éstas están teóricamente contenidas en la categoría de formación social,

que incluye las contradicciones internas fundamentales que se articulan en torno al modo de

producción” (Ibídem: 68).

La formulación teórica de esta categoría “es una condición necesaria para definir

procedimientos y, sobre todo, para validar lógicamente las inferencias que permiten

abstraer las regularidades de los modos de vida y las formaciones sociales, a partir de una

base de datos empíricos que se presentan básicamente bajo formas culturales.” Se define

como el “conjunto singular de formas fenoménicas que presenta toda sociedad real, como

efecto multideterminado por las condiciones concretas de existencia de una formación

social” (Ídem). También, esta categoría “se refiere a todos los niveles de interacción de la

99
sociedad. Es decir, son las formas fenoménicas que posee la existencia tanto del ser social

como de las superestructuras” (Ibídem: 70).

El mismo autor (Ídem) menciona que la cultura no sólo se limita a “las expresiones

de la conciencia social”, sino que también contiene las “singularidades culturales de la

conciencia social [que] se estructuran primariamente [...] como un sistema de reflejos de las

formas culturales de la existencia de la materialidad del ser social: tanto de las actividades

y relaciones que establecen los seres humanos como de los objetos que producen y que

integran el medio en que la vida social se desarrolla.”

En la cultura se refleja “El contenido inmediato de las representaciones de la

realidad social en la conciencia habitual, base de la estructuración de cualquier

<<cosmovisión>> o ideología” (Ídem).

La misma categoría también se define como “la dimensión fenoménica de la

existencia social, [que] se presenta a la observación como una multiplicidad aparentemente

caótica de manifestaciones sensibles. Y éstas constituyen la información empírica que […]

la antropología y la arqueología analizan y ordenan, como base para la inferencia de

diversos aspectos de la organización social” (Ibídem: 71).

La calidad de esta categoría es su singularidad; esta calidad es general, ya que “todo

grupo social y toda sociedad concreta poseen una existencia cultural singularmente

distintiva” (Ibídem: 72). Esta singularidad se refiere a la “singular configuración de

manifestaciones fenoménicas formada por las diversas clases de elementos, objetos,

conductas o procesos que caracterizan distintivamente a un grupo social como tal” (Ibídem:

69). También se refiere a la “manifestación fenoménica de las regularidades generales

(contenidos) de la propia formación social de la cual constituyen la forma concreta de

existencia” y también a que es “distintiva de las diversas sociedades concretas, posean o no

100
calidades esenciales de sus formaciones sociales” (Ídem). Se aclara que la realidad social

“está regida por regularidades” (Ibídem: 70).

Finalmente Bate (Ibídem: 72-73) explica que

[…] parte de la singularidad cultural está condicionada por singularidades


de los contenidos de la formación social, mayormente notables en la
dimensión de los modos de vida. Estas singularidades, que tienen carácter
general respecto a sus manifestaciones fenoménicas cotidianas, se
presentan como diferencias estructurales e históricas respecto a otras
sociedades concretas. Los condicionantes que llevan al desarrollo de
determinadas formas de organización técnica del trabajo o a la
articulación, en variables proporciones demográficas, de diversas formas
socioeconómicas y modos de vida conducen, por ejemplo, al desarrollo de
singularidades estructurales de la sociedad que no son aparentes. Inciden
en ello factores medioambientales pero, sobre todo, la historia de las
precedentes negaciones dialécticas que conlleva todo proceso histórico.

Para concluir este apartado se retoma al mismo autor, Bate (Ibídem: 76), quien

propone la categoría “sociedad concreta” porque permite aproximarse “a la investigación

de la realidad social, al integrar orgánicamente en su unidad las categorías generales de

formación económico-social, modo de vida y cultura.”

Después de hacer un recuento de las categorías y los conceptos de la arqueología

social, en el siguiente apartado se habla de la periodización sociohistórica de la misma

posición teórica, y se presenta un resumen de las especificidades de la sociedad cazadora-

recolectora pretribal.

II. 1. 1 Periodización sociohistórica

La arqueología social ha propuesto una periodización, la cual “supone la explicitación de

criterios generales que permitan definir unidades clasificatorias de cualidades diferentes de

los procesos sociales, relacionadas con la dimensión histórica de los mismos.” La

generalidad se refiere a “conceptos que deben intentar reflejar propiedades de la sociedad

que sean objetivamente comunes a cualquier momento de desarrollo de cualquier

101
sociedad.” Como lo mencioné en el apartado I. 1, Bate (1998: 83) habla de tres grandes

estadios históricos, que a continuación desarrollaré, y finalmente cabe mencionar que el

mismo autor (Ibídem: 78) insiste en que las siguientes propuestas de periodización “son un

campo permanente abierto a las correcciones y enriquecimiento generados por los

resultados de las investigaciones concretas.” Dice (Ídem) que lo anterior significa que “si

bien la investigación de la historia concreta se apoya en la teoría, su explicación no se

deduce de la teoría, ni consiste en etiquetar y <<meter>> los casos reales en los cajones de

la periodización.”

II. 1. 1. 1 La sociedad cazadora-recolectora pretribal

Los chichimecas siempre han sido conocidos y tratados como cazadores-recolectores,

además de que históricamente se vinculan con lo “bárbaro”, como hace más de medio siglo

lo mencionó Caso (1954: 15): “pueblos cazadores-recolectores, que en general eran

llamados chichimecas por los mexicanos.” También los describía León-Portilla (1967: 5):

“Tenemos aquí las dos clases principales de indígenas que hubo en este continente: la de

los cazadores y recolectores, con nula o muy restringida agricultura, con grandes

limitaciones en su dieta, en su indumentaria y habitación y con formas primitivas de

organización social, en abierto contraste con la de aquellos que, en una palabra, poseían ya

elementos e instituciones de alta cultura.”

Como lo exponen acertadamente Bate y Terrazas (2002: 11): la mayoría de los

autores “clasifica a los cazadores recolectores como un tipo generalizado de sociedad (la

‘sociedad de bandas’) que, en sentido evolutivo, habría precedido a las sociedades tribales,

productoras de alimentos.” Bate (1986: 7) dice que las sociedades de cazadores-

recolectores caracterizan “la primera etapa del desarrollo de la humanidad y, en términos

102
históricos, representan el menor grado de transformación social de la naturaleza.” La

estructuración social de esta comunidad “está básicamente relacionada con las formas de

organización que permiten asegurar la obtención de alimentos, como condición primaria de

subsistencia” (Ibídem: 6).

El modo de producción no sólo se refiere a las técnicas predominantes de

apropiación. Su particularidad distintiva “está dada por la ausencia de clases sociales y la

existencia de relaciones de reciprocidad que se corresponden con la necesidad de

estabilizar una economía estructuralmente precaria” (Ibídem: 21).

La precariedad de sus fuerzas productivas se debe a que la actividad vital para la

supervivencia es la “procuración de alimentos”, en torno a la cual se “estructuran las

relaciones sociales fundamentales”. Los alimentos son obtenidos mediante la apropiación:

captura (caza o pesca) y recolección, lo que significa que la gente “no invierte fuerza de

trabajo en el control directo de la reproducción biológica de las especies animales o

vegetales”, las cuales son la base de su alimentación (Bate 1998: 84); para evitar el

descenso de ciertas especies, “aprenden a no sobreexplotar el medio ambiente”; su sistema

de vida es nómada: “se tiende a suprimir o a limitar estrictamente el almacenaje y [la]

conservación de alimentos”, debido a la movilidad y las prescripciones sociales, y a que

“los ciclos de producción-consumo de alimentos son breves y necesariamente continuos”

(Ídem).

La reciprocidad es la “forma como la sociedad resuelve los riesgos permanentes a

que cada unidad doméstica o cada miembro de la sociedad está expuesto”, y surge de la

precariedad (Bate 1986: 16). De la tecnología, Bate (Ibídem: 7) menciona que ésta “no

permite el control de la reproducción de los recursos biológicos ni de la disponibilidad” de

los mismos. Explica (Ídem) que lo anterior consiste en que “estas sociedades tienden a no

103
sobreexplotar el medio y a mantener una relación de equilibrio entre el tamaño de la

población y la disponibilidad de recursos accesibles a su tecnología.”

En la mayoría de los casos, después de los trabajos de apropiación (en que la

captura o la recolección difieren de la predación animal por el uso consciente de

instrumentos) siguen otras actividades transformadoras de preparación. Entonces, como

resultado de los trabajos de descuerar, desplumar, descamar, desconchar o destazar, no sólo

se obtienen productos alimenticios, “sino también los objetos de trabajo necesarios para la

elaboración de instrumentos y otros bienes” (Ibídem: 6)

El mismo autor (Ibídem: 8) dice que entre el proceso de apropiación y el de

consumo pueden mediar “algunas formas simples de distribución y cambio, tanto entre los

productores participantes de estos procesos de trabajo, como en el seno de las unidades

domésticas”; y que también pudo haber almacenamiento y el consumo diferido de

alimentos. Aclara (Ídem) que lo anterior no se trataba de “plusproductos o excedentes, sino

formas de asegurar el consumo subsistencial”, debido a que las relaciones sociales impiden

que se dé la acumulación diferencial de productos, la generación de plusproductos, el

almacenamiento y el uso de técnicas de preservación de alimentos, “regulando el proceso

económico a través del derecho y la obligación de participación igualitaria en la

distribución” (Ibídem: 23).

Para evitar el riesgo de las carencias se establece la reciprocidad, que es “la

expresión aparente, en las esferas de la distribución y el cambio, de las relaciones

colectivas de propiedad.” Cada individuo “tiene el derecho a disponer sobre el uso de los

instrumentos y la fuerza de trabajo de los demás para obtener lo que necesita con el fin de

satisfacer carencias” (Bate 1998: 84-85).

104
Los elementos que pueden “ordenarse en una escala de valores de uso, según el

mayor o menor grado de urgencia vital de las necesidades que satisfacen” y, en general,

pueden acomodarse de la siguiente forma: alimentos, instrumentos y bienes de consumo no

alimenticio (Bate 1986: 25).

Cada unidad doméstica normalmente produce para satisfacer sus necesidades

subsistenciales, y cuando no puede hacerlo, lo que sucede en periodos cortos, otras

unidades domésticas la proveen (Ibídem: 29). Bate (1989: 9) aclara que los “ciclos de

producción-consumo de instrumentos y otros bienes no alimenticios no son necesariamente

tan breves como los de producción-consumo de alimentos”. Dice que la vestimenta o las

pieles de los toldos pueden ser usados por dos años. Lo que Bate (Ídem) quiere señalar es

que “la reposición de estos bienes no reviste la misma urgencia vital que la obtención de

alimentos”.

Los individuos son propietarios de “la fuerza de trabajo y los instrumentos de

producción” pero no tienen la “propiedad real sobre los objetos naturales de producción”

(Bate 1998: 83), debido a que no les han invertido fuerza de trabajo, es decir, que no

contienen “trabajo pasado que fuera necesario defender” (Bate 1986: 18). La propiedad es

colectiva “con diversas formas de posesión particular e individual” (Bate 1998: 83). La

existencia de este tipo de propiedad “como un derecho compartido” se objetiva a través de

la reciprocidad (Bate 1986: 20).

Las relaciones igualitarias de la distribución surgen al haber propiedad colectiva y

por la ausencia de clases sociales (Ibídem: 21).

Bate (Ibídem: 18) explica que el hecho de que no haya propiedad efectiva sobre los

medios naturales de producción disponibles en el territorio habitado por una comunidad, no

implica que no haya una territorialidad. Relacionado con lo anterior, menciona (Ídem) un

105
dato muy interesante que tiene que ver con la sociedad tribal: que “la posesión del territorio

es el precedente histórico de la propiedad territorial que se desarrollará en la sociedad

tribal”.

Acerca del modo de reproducción, Bate y Terrazas (2002: 5) dicen que en las

comunidades cazadoras-recolectoras predominan las relaciones de adhesión, y que cuando

la agricultura es el “elemento estructurante”, se alían mediante relaciones matrimoniales.

Cabe mencionar que las relaciones de adhesión son los “vínculos que posibilitan las

relaciones laborales, de producción económica” (Ibídem: 4).

Una de las funciones de “los patrones reales de formación de parejas” en este tipo

de sociedades es hacer alianzas entre los miembros de las unidades domésticas y las

bandas. Para “garantizar la supervivencia, las reglas de filiación permiten establecer los

grupos de pertenencia de cada individuo desde su nacimiento” (Ibídem: 19).

La organización se establece en las unidades domésticas, las cuales “constituyen las

unidades básicas de producción y consumo y están integradas por las diversas posiciones

de la división del trabajo, según sexo y edad. Tienden a coincidir con las unidades de

reproducción biológica” (Bate 1998: 84). En cada unidad doméstica hay “miembros que

pueden participar en todos los modos de trabajo que la comunidad realiza” (Bate 1986:14).

Las unidades domésticas se agrupan en “bandas mínimas”, “hordas” o “compañías” (Bate

1998: 84).

En su forma más simple, la división social del trabajo es doméstica, por sexo y

edad, y no existe especialización en la producción material (Ibídem: 14). Por cierto, Bate

(1986: 15) sugiere que tal vez el chamán es “el primer especialista de la historia” que existe

en este tipo de sociedad.

106
Bate (Ídem) habla de la división geográfica, situación que considera pertinente tratar

como “una forma de división del trabajo, pues se trata de una distribución diferencial y

permanente de tareas que contribuye al desarrollo de las fuerzas productivas”.

Bate (1998: 85) dice acerca de las superestructuras que “hay poca diferenciación

histórica entre las instancias institucionales y de la conciencia o reflejo social.” Explica

(Ídem) que, por un lado, “la precariedad económica es un factor suficientemente

compulsivo como para asegurar cierta efectividad de los mecanismos sociales de coerción”,

y por otro, que “la economía es suficientemente simple como para funcionar sin necesidad

de un organismo especial de administración.” El mismo autor (Ídem) explica que las

concepciones que se tienen de la realidad, que están “estructuradas en torno a la

reciprocidad y reforzadas en la conducta cotidiana o a través de rituales, se proyectan

analógicamente también hacia la naturaleza.” Explica también que no se puede abusar de

los semejantes ni de la naturaleza, la cual “podría privar a los seres humanos de sus dones.”

A manera de conclusión, me parece de suma importancia que quede claro que todas

las sociedades pretribales se basan en una economía apropiadora, es decir, captura (caza y

pesca) y recolección; sin embargo, no todos los cazadores-recolectores pertenecen a

sociedades pretribales, ya que, en cuanto al modo de vida, también existen sociedades

tribales cazadoras-recolectoras (Bate y Terrazas 2002: 11).

Relacionado con lo anterior, Bate (1986: 21) explica que “hay sociedades en

transición que comienzan a domesticar plantas y animales, pero que mantienen aún un

modo de producción cazador recolector, si se consideran los contenidos y formas de la

propiedad.” Menciona (Ídem) que hay sociedades “que mantienen una economía apoyada

básicamente en técnicas de caza, pesca y recolección, pero que han desarrollado ya un

modo de producción diferente al establecer la propiedad comunal sobre los objetos de

107
trabajo, generando una estructura tribal en sentido estricto y donde las formas de la

reciprocidad no se corresponden ya a una economía precaria.”

En el siguiente subapartado se hace un repaso de los antecedentes del cacicazgo

para luego llegar a la propuesta de Sarmiento acerca de la sociedad tribal jerárquica y

exponer sus características, las cuales serán retomadas para la propuesta de caracterización

socioeconómica de los chichimecas de Xolotl.

II. 1. 1. 2 La sociedad tribal jerárquica

Antecedentes: el cacicazgo

Antes de continuar con el siguiente estadio socioeconómico, es relevante retomar sus

antecedentes como sociedad cacical. Es por ello que a continuación abordaré diferentes

definiciones del estadio cacical de varios investigadores, como Marshall Sahlins (1977a,

1977b), Elman Service (1971, 1984) y Timothy Earle (1997), con la finalidad de ilustrar la

manera en que éstos conciben el desarrollo de las sociedades, en particular del cacicazgo.

Las propuestas de esos autores se basan en un esquema de evolución unilineal que

sirve para caracterizar a las sociedades que se encontraban entre las etapas sociopolíticas

intermedias, en este caso el cacicazgo.

Diversas corrientes teóricas han propuesto que las sociedades evolucionan y van

pasando de una etapa a otra de manera continua, lo cual comúnmente ha sido denominado

como “el modelo de la escalera”. Service (1971: 170) lo describe de la siguiente manera:

“La evolución, sea biológica o cultural, es un cambio continuo; cualquier forma particular

debió haberse originado de una forma ancestral. Es también discontinua: las líneas

descendientes divergen una de otra. La evolución, en la perspectiva adaptativa, puede ser

108
descrita en términos de una taxonomía filogenética (o histórica) que no viola las realidades

de continuidad y discontinuidad.”

Con base en los trabajos etnográficos de Sahlins, Service (1971) propuso un

esquema de evolución social y política de algunas sociedades en diferentes partes del

mundo, que se inicia con un periodo en el que los grupos humanos se apropiaban

directamente de la naturaleza, es decir, eran cazadores-recolectores; posteriormente estos

grupos evolucionaron hacia tribus y éstas, a su vez, hacia cacicazgos o jefaturas, y por

último a Estados. Cabe mencionar que estas propuestas han servido como analogías para

caracterizar arqueológicamente la “complejidad” de diversas sociedades del pasado

(Stephen Castillo, comunicación personal 2011).

Entonces, de acuerdo con la información etnográfica, entre las sociedades tribales y el

Estado existe una etapa de evolución intermedia llamada jefatura o cacicazgo. Service

(1984: 34) define estas sociedades de la siguiente manera: “sociedades de jefatura

diversamente desarrolladas, formas intermedias que claramente parecen haber surgido

gradualmente de sociedades igualitarias y haber precedido la fundación de todos los

estados primitivos más conocidos.” También dice (Ibídem: 33-34) que una jefatura “ocupa

un nivel de integración social que trasciende a la sociedad tribal en dos aspectos importantes.

Primero, una jefatura es usualmente una sociedad más densa de lo que es una tribu, un

aumento posible por una productividad más grande. Y segundo, y más indicativo del estadio

evolutivo, la sociedad es más compleja y está mejor organizada, y se distingue

particularmente la tribu por la presencia de centros que coordinan las actividades

económicas, sociales y religiosas.” Y aclara (Ídem) que “La productividad incrementada y

una densidad mayor de población de las jefaturas no son necesariamente debidas a algún

desarrollo tecnológico particular, aunque en algunos casos es aparente que ese desarrollo

109
haya tenido lugar. Con mayor frecuencia, e importante en todos los casos, el surgimiento de

las jefaturas parece haber estado relacionado con una situación totalmente ambiental, la cual

dio lugar a que se seleccionara la especialización en producción y redistribución desde un

centro de control.”

En este caso, Earle (1997: 121) expone una de las diferencias más importantes y

notables entre el cacicazgo simple y el complejo, me refiero al tamaño de su población, ya

que el primero tiene una de pocos miles, y el segundo tiene una de al menos diez mil

personas. De ambos menciona (Ídem) que se caracterizan por una jerarquía regional de

asentamientos con un centro y varios sitios secundarios, una estructura social centralizada y

estratificada y una economía política emergente para financiar instituciones. Con lo

anterior se puede notar que para Earle el tamaño de la población es muy importante para

diferenciar a una sociedad, lo que significa que no puede haber sociedades con menor

demografía que sean caracterizadas como “cacicazgos simples” u otras variantes, a lo cual

“se debe sumar el problema del cálculo poblacional desde la arqueología” (Stephen

Castillo, comunicación personal 2011). O precisamente, como lo menciona Gándara (1999:

41), Earle no define adecuadamente el cacicazgo complejo.

Según Johnson y Earle (2003: 291), la diferencia entre el cacicazgo simple y el

complejo es el tamaño de su población. Como ejemplo mencionan (Ídem) que entre las

sociedades del Pacífico los trobriand “representan cacicazgos relativamente simples,

construidos sobre la estructura y la ideología del grupo de parentesco […] y sus relaciones

afines […] Puesto que la Polinesia abarca todo el espectro de los cacicazgos, desde el

simple al complejo, desde entidades políticas de varios cientos de personas a una de cien

mil”.

110
Del cacicazgo simple estos autores (Ibídem: 275) dicen que es una “entidad política

definida como un grupo organizado bajo un solo individuo que gobierna o bajo un consejo

y se extiende más allá del poblado o grupo local”. Y acerca de los trobriand, mencionan

(Ibídem: 292) que sus cacicazgos simples están “constituidos sobre la estructura y la

ideología del grupo de parentesco […] y sus relaciones afines”. La población obtiene

servicios pero también es controlada por el cacicazgo, el cual es una sociedad estratificada

que está basada en el acceso desigual a los medios de producción. Además, generalmente

hay una división de las actividades por sexo (Ibídem: 283).

La jefatura se alcanza mediante la organización de comunidades locales en una

jerarquía regional basada en el rango heredado de sus respectivos líderes (Ibídem: 286). El

cacicazgo complejo también se caracteriza por un “principio de desigualdad social, basado

en el rango heredado” (Ibídem: 391). Los autores (Ibídem: 294) nos explican que la

complejidad de los cacicazgos hawaianos se percibe en su estratificación social y en sus

instituciones regionales desarrolladas. La sociedad estaba dividida de manera rígida.

Como ejemplo está el cacicazgo basseri (Johnson y Earle 2003), en el que la

pertenencia está rigurosamente determinada por la ascendencia patrilineal, la cual se

concibe como una línea directa desde un antepasado lejano. Una de las funciones del jefe

es distribuir los derechos de pasto entre sus súbditos (Ibídem: 308). La economía de

subsistencia de este grupo “se centra en la migración cíclica de las familias y sus tiendas y

de sus campamentos en busca de pastos para rebaños familiares pequeños, poseídos de

manera independiente” (Ibídem: 309).

Podemos decir que la diferencia está, como ya se mencionó, en la cantidad de

pobladores, así como en ciertas particularidades que cada sociedad tiene. Sin embargo,

111
observamos que se repiten algunas de las características para cada tipo de cacicazgo, como

la jerarquía basada en el rango heredado.

En un texto posterior, Earle (1991: 3) explica de manera más breve y sencilla las

diferencias entre el cacicazgo simple y el cacicazgo complejo. El simple tiene “una

densidad poblacional del orden de menos de miles, un nivel en la jerarquía política por

arriba de la comunidad local, y un sistema de rangos.” Y el complejo tiene “una densidad

poblacional del orden de diez mil, dos niveles en la jerarquía política por sobre la

comunidad local, y una estratificación emergente”.

La definición de jefatura según Earle (1997: 14) es una “unidad política regional

con un gobierno institucional y alguna estratificación social para organizar una población

de unos miles a diez mil personas. Los cacicazgos son gobiernos de nivel intermedio

uniendo el espacio evolutivo entre pequeños gobiernos basados en los pueblos y grandes

estados de burocracia. Aunque las jefaturas son altamente variables, la organización a esta

escala requiere jerarquía política o unas series de jerarquías que traslapan para la

coordinación y la toma de decisiones; las ventajas ganadas por unos pocos dentro de tal

jerarquía resultan en una medida de estratificación social.”

A continuación mencionaré las características del cacicazgo y algunos datos

expuestos por los autores.

La primogenitura como característica de los cacicazgos es “la tendencia del pueblo a

creer que el carácter de un hombre se transmite a sus hijos, y en particular a su

primogénito. Un análisis de las conocidas sociedades de jefatura […] pone de manifiesto

que la herencia del estatus por primogenitura debe ser una característica casi universal de

las sociedades de jefatura. Es totalmente razonable suponer que a medida que esta

tendencia natural hacia la primogenitura deviene estabilizada como una costumbre o

112
norma, el grupo ha aumentado la estabilidad y el poder de su liderazgo sobre el tiempo –y

probablemente también su dimensión– justo en la misma medida en que ha

institucionalizado el poder mismo” (Ibídem: 93).

Service (1984: 91) menciona la jerarquía de cargos, la cual “era hereditaria en

términos de sucesión en todas las sociedades de jefatura, y así surgieron los estratos

sociales permanentes”.

Acerca de la territorialidad, Sahlins (1977b: 41) explica que “El territorio de la

comunidad se extiende a través de la pequeña superficie de recursos naturales,

incorporándose los alrededores a la que está adaptada consuetudinariamente la tecnología

tribal. El grupo político mínimo tiene tierras arables de tipos distintos, pastos, terrenos de

caza: todo lo que se considera necesario para la subsistencia (tribal) humana.” Y también

comenta (Ibídem: 17) que la “afinidad al territorio” expresa mejor la transformación

evolutiva.

Las construcciones públicas son la materialización visible de la utilización de la mano

de obra. Service (1984: 116) describe esta característica como la capacidad de las jefaturas

teocráticas para administrar “el empleo de mano de obra en la construcción de las obras

públicas”. Finalmente podemos concluir con lo que Service (Ibídem: 211) explica acerca de

esta característica de las sociedades de jefatura, donde la jerarquía teocrática inventa,

extiende y desarrolla formas de culto religioso, las cuales son usadas para perpetuar su

poder institucionalizándolo. Al llevar a cabo lo anterior también controla “la mano de obra

para la construcción de monumentos a su propia gloria y a la de sus antepasados.

Subvenciona las bellas artes religiosas y otras formas de tecnología especializada,

incrementando así su productividad […] Y finalmente, la capacidad de una sociedad de

113
jefatura para extender una red de riego entre las comunidades puede ser un factor causal de

un crecimiento y una concentración de la población”.

Otra característica destacable es lo que Sahlins (1977a: 157) expone acerca del

cacicazgo de diferentes formas; dice que “van desde la autoexplotación –por ese esfuerzo

personal del jefe– hasta el tributo”. Por su parte, para Johnson y Earle (2003: 283), un jefe

de alto rango puede extender su base de apoyo económico y su área de control político

casándose con mujeres de otras agrupaciones de poblados y recibiendo, como resultado,

una especie de tributo. Sahlins (1977a: 242) dice que dentro de un cacicazgo “Los acuerdos

matrimoniales son, por supuesto, la forma clásica del intercambio como pacto social.”

Johnson y Earle (2003: 275) dicen que en las “jerarquías caciquiles, una aristocracia

dirigente ocupa funciones locales y regionales con responsabilidades en asuntos sociales,

políticos y religiosos.” Otra característica del cacicazgo, según Earle (1997: 7), es que el

“poder económico está basado en la capacidad de restringir el acceso a los recursos

productivos clave o bienes de consumo.”

Para lograr diferenciar al gran hombre del cacicazgo simple podemos basarnos en

Sahlins (1983: 387-391). Él expone las diferencias entre el gran hombre de Melanesia y el

jefe o cacique de Polinesia. A continuación mencionaré las características de cada uno. El

gran hombre de Melanesia compite con otros para demostrar que él está a la cabeza y que

es un producto de su propia manufactura. La calidad de su autoridad se caracteriza por ser

un poder personal. No gobierna a través de la fuerza física y sus seguidores no sienten la

obligación de obedecerlo. Tiene dificultades políticas, en particular para organizar a las

grandes masas de gente, como para hacer la guerra y llevar a cabo ceremonias; su liderazgo

es una creación de sus seguidores; y debe demostrar los tipos de habilidades para lograr su

respeto. Tiene un pequeño grupo de seguidores, entre los cuales están algunos de sus

114
parientes más cercanos. A veces es necesario aumentar su entorno familiar, especialmente

con esposas adicionales. Finalmente, a cambio de su ayuda, la gente lo apoya; y por los

bienes que él consigue, recibe otros.

Del jefe polinesio, o cacique, Sahlins (Ibídem: 392) dice que su apariencia es casi de

realeza. En los actos públicos muestra su origen, tiene una genealogía verdadera y tiene el

derecho de gobernar. Su nivel no es un logro personal, sino que se impone. Los jefes tienen

posiciones de autoridad sobre grupos permanentes. No crean sus posiciones, sino que son

instalados en su posición social. Su linaje está regulado por sus conexiones genealógicas

con divinidades. Estos jefes polinesios tenían derecho de pedir productos agrícolas, y

también llegaron a sostener una gran construcción técnica, como sistemas de irrigación.

Durante esta etapa se inician las construcciones a gran escala, grandes ceremonias y

campañas militares. El jefe polinesio tiene su cacicazgo dividido entre dos a seis

cacicazgos independientes, y cada uno fue compuesto de grandes subdivisiones bajo

subjefes poderosos.

Sahlins (Ibídem: 397) finalmente parece hablar de un cacicazgo simple al mencionar

que el cacicazgo menor en las Marquesas es casi personalmente gobernado por el primer

hombre de su tribu, y con frecuente contacto con una relativa población pequeña.

El gran hombre melanesio y el cacique polinesio no sólo reflejan variedades y

niveles diferentes de evolución política, sino que también muestran en grados diferentes la

capacidad de generar y sostener el progreso político (Ibídem: 398).

Entre las características que definen el cacicazgo está la presencia de un sistema de

rangos; dice Service (1971: 155) que “En la medida en que estos rangos específicos son

individuales y se heredan por primogenitura, proliferan como lo hace la genealogía de las

posiciones del orden de nacimiento individual.” Y especifica (Ibídem: 149) que estos

115
“sistemas de rangos sociales en los cacicazgos […] frecuentemente formaban una

gradación continua desde lo más alto hasta lo más bajo. Finalmente aclara (Ibídem: 164)

que “Hay diferencias de rango pero no hay clases socioeconómicas o políticas claras”.

A manera de conclusión quiero citar a Gándara (1999: 40), quien realiza una directa

y sustentada crítica a la refutación que le hace Earle a Service. Gándara (Ídem) dice que el

esquema de “bandas, tribus, cacicazgos y estados” fue cuestionado de manera fuerte porque

[…] proliferaron subestadios, como el de cacicazgo complejo, que


introdujo Earle […] Y luego, porque se puso de moda la idea de que
realmente la historia es un continuo y no es posible hacer cortes. Ello
permitió, acto seguido, proponer que la desigualdad social, más que
aparecer en un momento del desarrollo histórico, es una variable que ha
estado con nosotros siempre. Incluso autores marxistas han considerado
seriamente esta idea […] Dicho en otros términos, aunque Earle no es por
supuesto el único responsable, su refutación del modelo serviciano tuvo
una acogida tal que el propio neoevolucionismo sufrió un golpe: pasamos
de intentar explicar procesos como la aparición de la desigualdad, a pensar
que ésta, después de todo, es eterna o inexplicable […]

Quiero decir que es por lo anterior que la propuesta de la arqueología social acerca

del cacicazgo me parece la mejor sustentada, ya que coincido en que el desarrollo

sociohistórico de los grupos humanos no es lineal.

Además, estoy de acuerdo con Sarmiento (1986b: 54) en lo que menciona sobre el

criterio político, el cual “no es suficiente por sí solo, ya que un estadio social implica una

configuración característica y distintiva de los diferentes aspectos de una sociedad,

incluyendo a la organización política correspondiente, pero no sólo a ésta de manera

exclusiva.”

Finalmente, cabe mencionar que la misma autora (Ibídem: 106) busca replantear el

concepto de “cacicazgo” intentando “establecer un concepto que defina teóricamente a un

estadio o desarrollo social con leyes propias, sin suponer, bajo un mismo nombre,

comunidades de diferente naturaleza. Esta tarea puede efectuarse con la selección de ciertos

116
aspectos del comportamiento social cacical a partir de las definiciones mencionadas […]

para ser formulados como hipótesis bajo la dirección de un marco teórico específico, que

será el que finalmente establecerá el tipo de relación que presentan las variables

involucradas derivando, posteriormente, las implicaciones de prueba de tales hipótesis en

términos observables para su contrastación con la realidad.”

La sociedad tribal jerárquica (comunidad primitiva tribal)

García (2004) expone las múltiples propuestas de diversos autores para hacer referencia a una

posible etapa cacical; sin embargo, para ser congruente con el planteamiento de la arqueología

social, me enfocaré en el desarrollo de Sarmiento (1986a, 1986b, 1992, 1993), en cuanto a

que, como propone García (2004: 412), los grupos chichimecas podrían ser considerados

como sociedades tribales jerárquicas. Es por ello que retomaré la propuesta de la autora

mencionada, acerca de la sociedad tribal jerárquica, que es un estadio social que antecede

inmediatamente a las sociedades clasistas-estatales y que pueden ser contempladas de forma

más precisa como una “fase superior” de las sociedades tribales o igualitarias y como

consecuencia evolutiva de éstas.

Ésta es la propuesta de desarrollo que se ha hecho desde la arqueología social para

el cacicazgo: para que surgiera la sociedad tribal, y posteriormente el proceso de

jerarquización, tuvo que haber una revolución tribal o neolítica posterior a la sociedad

cazadora-recolectora; dicha revolución se da cuando “el tipo de relaciones de reciprocidad

y la organización social no permiten resolver desigualdades críticas entre las necesidades

de mantenimiento y reproducción de la población y la disponibilidad de recursos accesibles

a través de la tecnología apropiadora de alimentos bajo un sistema nomádico” (Bate 1998:

85-86). Surge dentro de las sociedades “que resuelven la crisis del modo de producción

117
cazador-recolector por la vía del desarrollo de una economía de producción de alimentos”,

es decir, por medio de técnicas de domesticación de plantas o animales, o “con sistemas de

preservación y almacenaje”, para lo que es necesario un tipo nuevo de organización social

(Ibídem: 86).

Según Bate (1986: 30), las causas del surgimiento de este tipo de revolución son un

aumento “relativo importante” de la población, la insuficiencia “relativa” de la tecnología

de apropiación o la disminución drástica de los recursos naturales de producción, y dice

(Ídem) que cualquiera que sea el factor desencadenante, “se conjugarán generando el

proceso de transformación social”. Lo anterior “supone otra condición histórica, cual es la

de que las posibilidades de expansión territorial y de apertura de nuevas fuentes de recursos

estén limitadas por la existencia de otras poblaciones vecinas, incapacitadas de permitir el

acceso a las mismas sin entrar en una situación similar” (Ídem).

Sarmiento (1992: 56) explica que “La banda y la tribu son sociedades que carecen

de una organización política, tal y como se plantea para las sociedades estatales, y se

distinguen a partir de su modo de subsistencia: sociedades nómadas de caza, pesca y

recolección, en el caso de la primera, y sociedades sedentarias agrícolas en el caso de las

tribus. En esta última se ha hecho énfasis en el parentesco como núcleo de integración

social y como criterio de articulación y jerarquización políticas.” Sin embargo, hay

sociedades tribales y tribales jerárquicas con un modo de vida cazador-recolector, y con un

sistema de vida nómada. Dice Bate (1998: 86) que “la tecnología de producción de

alimentos no será una condición necesaria para la existencia de una sociedad tribal.”

Cabe aclarar que en este apartado, para abordar la fase desarrollada de la sociedad

tribal, primero se retomarán ciertas condiciones de la sociedad tribal, y luego las de esta

fase desarrollada. De la sociedad tribal jerárquica, Sarmiento (1992: 80) dice que “como

118
fase superior de la sociedad tribal, es una consecuencia evolutiva de ella. Es un tipo social

que no presenta todavía una división en clases sociales, que sería el rasgo cualitativo

distintivo de las sociedades estatales, pero tampoco es una sociedad “igualitaria”, ya que,

existe cierta jerarquía entre los individuos, característica que la diferencia de las sociedades

tribales” (Ídem).

Bate (1998: 86) dice que el modo de producción de la sociedad tribal se caracteriza

porque “se mantienen las formas colectivas de la propiedad pero también la propiedad se

constituye en efectiva sobre los medios naturales de producción”, como son el ganado, la

tierra, los cotos de caza o las áreas de pesca o recolección.

Bate y Terrazas (2002: 11-12) dicen que existe la propiedad sobre los objetos

naturales de trabajo, que, de forma colectiva, se agrega a la propiedad sobre los

instrumentos y la fuerza de trabajo; esto caracteriza tanto a comunidades agrarias o

pastoriles, como a las de cazadores-recolectores tribales. Los mismos autores (Ídem)

explican que lo anterior “conlleva la necesidad de crecer demográficamente y generar una

estructura social capaz de hacer efectiva la defensa de los medios de producción de la

comunidad.”

Cuando se producen alimentos, “la sociedad invierte fuerza de trabajo en los objetos

naturales de producción, interviniendo en la reproducción biológica de las especies

alimenticias”. Para hacer estable una economía basada en lo anterior, es necesaria la

propiedad real sobre esos objetos de trabajo, para evitar que se los apropien otros grupos.

El crecimiento demográfico es uno de los factores que sirven “para garantizar la propiedad

comunal sobre todos los elementos del proceso productivo” (Bate 1998: 86).

Para que esta creciente población “adquiera cualitativamente la capacidad efectiva

de defender la propiedad comunal”, se necesita una nueva organización social para

119
comprometer de manera recíproca a todos los individuos de una comunidad: la sociedad

tribal (Ídem). Ésta se estructura sobre un “modelo analógico de las relaciones de parentesco

que, en parte, regula la distribución de la fuerza de trabajo a través de la filiación real. Pero,

en realidad, es una organización multifuncional” (Ídem).

Es sobre el parentesco clasificatorio donde se organiza la estructura tribal; éste es la

“forma particular que, en estas sociedades, adquieren las relaciones fundamentales de

producción” (Ídem). Bate y Terrazas (2002: 6) complementan lo anterior: “su contenido

real son básicamente las relaciones de adhesión […] como representación superestructural

valorativa de las relaciones sociales, permite definir normas de apareamiento y filiación.”

La unidad doméstica, en la “práctica del ser social”, es al mismo tiempo la unidad

básica de producción y consumo, y de reproducción poblacional (Ídem). Por lo anterior “es

fácil, en el nivel de la conciencia social, proyectar por analogía las relaciones de

reciprocidad solidaria que comprometen a los parientes consanguíneos hacia las relaciones

sociales de producción” (Ibídem: 87); con esto se consigue en la cotidianeidad “la

reproducción del compromiso necesario de reciprocidad a gran escala” entre los individuos

de una comunidad que ya casi no tienen una relación real de filiación o que quizás no se

conocen entre sí. “La mitificación de las relaciones sociales de producción bajo formas de

parentesco es una eficaz forma superestructural de reproducción del ser social de la

comunidad tribal” (Ídem). Cabe mencionar que las unidades domésticas son unidades

productivas en términos alimenticios, y además en ellas mismas “se elaboran instrumentos

y productos no alimenticios” (Sarmiento 1992: 88).

Sarmiento (Ibídem: 89) dice que cada linaje está conformado por unidades

domésticas, las cuales están vinculadas por parentesco, “nexo que se establece tanto por el

120
principio de descendencia dentro de un mismo linaje, como por el de matrimonio asociando

entre sí a varios linajes bajo un tipo especial de cooperación.”

En cuanto a la participación de la fuerza de trabajo, hay actividades

complementarias de los productos generados por la agricultura, como ganadería, pesca,

caza y recolección, “las cuales a menos que desempeñen un papel primordial en la

producción […] no se practican como una actividad productiva constante, en principio”

(Ibídem: 83). Continuando con lo anterior, es importante resaltar lo siguiente, ya que será

retomado para la caracterización socioeconómica: “En este caso, y considerando un alto

grado de intensificación de la producción agrícola, puede hablarse de una especialización

social cada vez más marcada a favor del cultivo de plantas, con una disminución de la

diversidad de productos de caza, pesca y/o recolección, lo anterior es una consecuencia de

la disminución de las áreas de extracción o apropiación a favor de las áreas de producción”

(Ibídem: 83-84).

En cuanto a las relaciones sociales de producción, Sarmiento (1992: 85) dice que en

las sociedades tribales está la forma de propiedad colectiva sobre los objetos de trabajo

(medios naturales de producción), diferente del estadio anterior de cazadores- recolectores,

en el que “la forma de propiedad es colectiva pero sobre la fuerza de trabajo e instrumentos

de trabajo, ya que no existe el control sobre los recursos o medios naturales.” Dice (Ídem)

que no hay clases sociales porque “no hay un grupo de individuos que controle de forma

exclusiva, alguno de los elementos del proceso productivo; por el contrario, al ser la

propiedad colectiva todos los individuos o grupos sociales tienen el mismo derecho real de

disponer, usar y gozar de instrumentos objetos de trabajo y fuerza de trabajo.”

La misma autora (Ídem) explica de manera más clara y específica lo anterior: esta

forma de propiedad colectiva se da primordialmente sobre los mencionados objetos de

121
trabajo, como la tierra y el ganado. Dice que éstos son una “condición necesaria para la

inversión de la fuerza de trabajo y para echar a andar la principal rama o proceso

productivo.” Aclara (Ídem) que también son de propiedad colectiva “los medios de trabajo

que corresponden a la actividad agrícola”. Lo anterior lo explica (Ídem) diciendo que “a

pesar de que cada individuo o pequeño grupo de individuos tiene sus propias herramientas,

no existe un monopolio por parte de una facción social sino que toda la población cuenta

con ellas y mantiene el derecho de disponer y usarlas para trabajar la tierra.” Y aclara

(Ídem) que otro tipo de medios, como las terrazas, son el resultado “del trabajo colectivo y

forman parte de la labor en la tierra en beneficio de todos los miembros de la sociedad, por

lo que tampoco puede establecerse un tipo de control exclusivo.”

En cuanto a las actividades “encaminadas a proporcionar alimentos para la

sociedad” (la caza, la pesca y la recolección), dice la misma autora (Ibídem: 86) que puede

suceder que éstas se realicen de manera común sólo por ciertos sujetos o grupos sociales

“produciéndose un tipo de especialización en la extracción de determinado recurso, mismo

que se distribuye al resto de la sociedad mediante intercambio por otros productos no

obtenidos ni producidos localmente.” En ese caso se trata de “la propiedad colectiva del

objeto de trabajo y de la propiedad particular de los instrumentos, en función de la división

del trabajo” (Ídem).

Como se mencionó, la comunidad tribal tiene una fase inicial, la comunidad tribal

no jerarquizada, y una fase desarrollada o terminal, la comunidad tribal jerarquizada o

cacical, que requiere de una estructura efectiva de toma de decisiones y de la organización

de la fuerza de trabajo y la circulación de productos (Bate 1998: 88). Sarmiento (1992: 80)

describe la sociedad tribal jerárquica como “un tipo social” que se caracteriza por no estar

122
dividida socialmente en clases y por no ser igualitaria, debido a que entre los individuos que

la conforman hay jerarquías, lo que la diferencia de la sociedad tribal.

La misma autora (Ibídem: 78) explica que el cacicazgo, término ya abordado en los

antecedentes, o la etapa tribal jerárquica, es un estadio social o periodo de desarrollo

histórico, y que es un término “que forma parte de los conceptos de una determinada teoría

sustantiva; es una categoría clasificatoria que define un conjunto de sociedades que tienen

las mismas características fundamentales. Tal categoría forma parte de un cuadro evolutivo

social, de una determinada periodificación que ordena las sociedades en una secuencia,

donde cada tipo o subclase está definido por un conjunto de atributos o criterios derivados

de las leyes de la orientación teórica que la formula.”

Por ello, la misma autora (Ibídem: 79) replantea el término “cacicazgo” “como parte

de una fase de una secuencia evolutiva que representará, a su vez, un medio para facilitar el

estudio comparativo de las sociedades de acuerdo con criterios estructurales más que con

rasgos singulares con parecido morfológico.”

Entonces la misma investigadora (Ídem), de manera más particular, menciona que

“las sociedades tribales jerárquicas son una posible línea de desarrollo, cuyo proceso

permite explicar el nacimiento de las sociedades clasistas en Mesoamérica”.

La autora (Ibídem: 85) explica que la relevancia de la etapa cacical radica en que

“ocupa un lugar importante en la explicación del surgimiento de las clases sociales, ya que

es una transición de un tipo de relaciones igualitarias (en virtud de la propiedad colectiva),

a un tipo de relaciones de dominación de un grupo por otro, debido al derecho diferencial

que tienen los individuos sobre la disposición, uso y goce de los elementos del proceso

productivo.” Define (Ibídem: 64) dicha etapa como una “consecuencia de una formación

económica tribal, pero no como un estadio aparte, sino como la fase de dicha formación

123
que desarrolló una estructura social jerárquica, dando pie al surgimiento de sociedades

clasistas con la presencia del Estado.” La misma Sarmiento (1993: 98) dice que las

sociedades tribales pasan por “un proceso de jerarquización social”, que es “una fase

superior de las mismas, que genera las condiciones estructurales que transformarán

cualitativamente dicho estadio”. Y aclara (Ídem) que la “jerarquía marca diferencias

sociales pero no una desigualdad social estructural”.

Para entender la jerarquización social (forma de desigualdad que se origina en la

estructura de las sociedades) como un proceso, se deben analizar las relaciones sociales de

producción (Ídem). En este proceso de jerarquización social hay una transformación “de las

relaciones sociales de una sociedad cuya propiedad social es colectiva a otro tipo de

relaciones sociales desiguales en virtud de que existe un tipo de posesión, primero, y

propiedad, después, particular y/o privada” (Ibídem: 99).

Las sociedades tribales y las tribales jerárquicas son “primordialmente productoras

de alimentos, con actividades de apropiación complementarias, cuyo objetivo es la

satisfacción de las necesidades subsistenciales” (Sarmiento 1986b: 40). Hay que resaltar

que la misma autora (1992: 64) especifica que va a abordar el tipo de sociedad tribal

jerárquica con una economía productiva basada en la agricultura “sin que ello agote todos

los tipos de sociedad cacical que han existido; por ejemplo, sociedades cuya base

económica es la vegecultura o los cacicazgos nómadas de Oriente”, asunto que retomaré

más adelante para caracterizar a los chichimecas de Xolotl, primero como una sociedad

tribal jerárquica con un modo de vida cazador-recolector, y posteriormente con uno

agricultor.

Sarmiento (1993: 100) propone que el linaje, agrupación de unidades domésticas

emparentadas, es “la principal unidad de producción–consumo e intercambio que alcanza

124
una relativa autosuficiencia”. Y dice (Ídem) que el linaje en “términos económicos” es el

grupo de “mayor interés” porque “marca ciertas fronteras de cooperación productiva y es

donde se empieza a establecer una relación de desigualdad social” (1986b: 46).

También menciona (1993: 100) que “El parentesco refuerza los vínculos de

cooperación que deben existir en la sociedad para asegurar su subsistencia, pero por sí

mismo no genera una desigualdad social.” Y explica (Ídem) que en toda sociedad en la que

la propiedad es colectiva, “las relaciones sociales entre individuos, unidades domésticas y

linajes serán igualitarias y por lo tanto las formas de intercambio serán recíprocas”

La autora (Ídem) aclara que el proceso de jerarquización no se da entre linajes, sino

que comienza “a generarse al interior del linaje como resultado de la posesión de la fuerza

de trabajo. Al interior del linaje surge un sector privilegiado dedicado a actividades no

subsistenciales”.

El hecho de que cierto grupo social tenga la “capacidad objetiva de constituirse

como el sector de mayor jerarquía social” se debe a que tiene la posibilidad de disponer al

principio mayormente y luego de manera exclusiva de “algún elemento del proceso

productivo, y consigue, por ello, el monopolio de ciertos procesos de trabajo” (Ibídem:

101). Sarmiento (Ídem) especifica que en el caso de la fase jerárquica se comienza a

controlar de manera creciente la fuerza de trabajo, la cual está “representada por el grupo

de parientes cercanos o miembros del mismo linaje del grupo que intenta establecer tal

control, desarrollando nuevos procesos de trabajo exclusivos, situación que se refuerza

cuando los objetivos de trabajo no son locales y se obtienen también de forma exclusiva”.

Sarmiento (1992: 103) menciona que las comunidades con “mayores ventajas para

la reproducción y [el] desarrollo son las más grandes y diversificadas”, y tienen “la

capacidad objetiva de generar nuevos procesos de trabajo no destinados a la obtención de

125
alimentos sino a la manufactura de bienes artesanales o de prestigio.” De manera más

específica dice (Ídem) que dentro de la comunidad “el grupo que tiene la posibilidad real

para desarrollar nuevos procesos de trabajo, es el que tiene la capacidad de mantener

grupos de individuos dedicados a actividades religiosas, políticas y administrativas, quienes

a su vez consumen parte de los bienes producidos por el grupo artesanal, de distribución

restringida y específica, que son utilizados para sostener el prestigio y la jerarquía que en

un principio no puede garantizarse socialmente de forma objetiva.”

Entonces la diferenciación social “no se deriva del prestigio o de las funciones de

representación que tiene el grupo dominante” sino que surge a partir de “la posibilidad que

tiene dicho grupo de controlar la fuerza de trabajo que le posibilita el desarrollo de

procesos de trabajo, conocimientos o grupos de individuos que repercuten en el resto de la

comunidad creando nuevas necesidades y generando nuevos vínculos de dependencia”

(Sarmiento 1993: 102-103).

Finalmente cabe aclarar que la diferencia entre una jerarquía y un sujeto distinguido

que se “gane el reconocimiento de jefe” es que éste “no tiene la fuerza física ni el control

económico de algún elemento que pueda forzar al resto de la sociedad a someterse a él para

obtener algún tipo de ventaja”, es decir, que también tiene que trabajar y participar en los

asuntos productivos y sociales como los demás miembros, “y ayudar a mantener el sistema

recíproco de obligaciones que se establece desde las relaciones sociales de producción, a

pesar de que ‘parezca’ que, ideológicamente, tiene mayor fuerza” (Ibídem: 90).

Para fines de esta investigación y para relacionar de una manera más práctica la parte

teórica con la información de las fuentes, fue necesario redactar en forma de lista las

actividades y características de la fase jerárquica de la sociedad tribal, pero siempre

intentando explicarlas desde el enfoque de la arqueología social. Por ello, es necesario

126
aclarar que las “sociedades no son un listado de rasgos y no se definen por la presencia de

alguna institución o aspecto ‘dominante’, como el parentesco o el ritual; son entidades

complejas, resultado de la articulación y organización de diferentes aspectos sociales que

interactúan constantemente y que conforman una estructura (definida como una formación

económico social o formación social) que se expresa, a nivel cotidiano, en un modo de vida

y cultura específicos” (Ibídem: 97).

Bate (1998: 87) menciona que la estructura de tipo tribal “funcionando en sus

instancias de representación y en distintos niveles, según la magnitud o naturaleza de los

problemas a resolver, cumple algunas actividades institucionales que se han hecho

necesarias”, las cuales son:

Diplomacia

Encargarse de las relaciones diplomáticas o de intercambio con otras comunidades (Ídem).

Sarmiento (1993: 102) dice al respecto que el grupo o el jefe llevan a cabo “funciones

diplomáticas” y de “mediación al interior de la comunidad, hecho que refuerza su

prestigio.”

Defensa bélica

Organización de la defensa bélica de la propiedad comunal (Bate 1998: 87).

Administración económica

Administrar el funcionamiento de una economía más compleja y de mayores proporciones

que la de la sociedad cazadora-recolectora: rotación de tierras (explotación de parcelas de

forma cíclica), distribución de agua, intercambio, etcétera (Ídem).

Resolución de problemas

Resolver problemas eventuales internos, de la administración de justicia y otros asuntos

parecidos (Ídem).

127
También se pueden retomar otras características derivadas de la explicación general

de este tipo de sociedades, y que servirán para organizar la información del apartado de la

caracterización socioeconómica, como:

Posesión y propiedad (jerarquías y primogenitura)

Hay un jefe que pertenece al grupo de representantes de linaje que tiene el control objetivo

sobre determinados procesos de trabajo de manera exclusiva (Sarmiento 1992). Un sector

privilegiado posee “la fuerza de trabajo de otros individuos del mismo linaje que trabajan

directamente para la obtención de alimentos” (Sarmiento 1993: 100).

Bate dice que aunque “se mantienen las formas colectivas de la propiedad” ésta

también “se constituye en propiedad efectiva” (objetiva) sobre los medios naturales de

producción, como la tierra, el ganado, los cotos de caza o las áreas de pesca o recolección

(Bate 1998: 86).

El asunto de la primogenitura no es abordado por Sarmiento; me parece que se debe

a que esa característica por sí sola no ayuda a explicar este tipo de sociedad. Sin embargo,

siempre se ha mencionado como una característica destacable de las sociedades cacicales, y

por ello es importante comentarla y decir que puede estar relacionada con parte del

siguiente punto donde se podrá ver que el jefe refuerza su posición al vincular por

parentesco su grupo familiar con seres superiores. Es decir, le puede dar prioridad a su hijo

varón mayor para continuar con la “jefatura” familiar.

Cosmovisión

Sarmiento (1986b: 52) dice que el “culto oficial a la divinidad” es un aspecto social que no

se da de manera aislada o espontánea, sino que “está ligado al momento en que empiezan a

existir condiciones sociales diferenciales, como una manera de reforzar la incipiente

jerarquización que no puede sostenerse aún de forma objetiva. Tal fenómeno tiene que ver

128
con los ya mencionados sectores privilegiados de los linajes, ya que entre ellos está la

posibilidad de que existan individuos especializados en funciones rituales y de

conocimiento, que pueden o no coincidir con el sector encargado de las funciones

políticas.”

A medida que la función del grupo o jefe “es más diferenciada del resto de la

comunidad, su necesidad de legitimación es también mayor” (Sarmiento 1993: 102). La

justificación ideológica se la da el culto al grupo dominante, así como que refuerza su

posición cuando “vincula, por parentesco, su grupo familiar con aquellos seres superiores a

los que rinde culto el resto de la sociedad” (Sarmiento 1986b: 53).

Vínculos con otros linajes

Más allá de la reproducción subsistencial, el linaje requiere de vínculos con otros linajes

para intercambiar bienes y para realizar transacciones matrimoniales, y reproducirse así

como grupo social (Ibídem: 46). El grupo que está en la parte superior de la jerarquía social

necesita formar alianzas con grupos de otras regiones “para mantener su incipiente estado,

debido a que tales alianzas le significarán el contar con un mayor número de individuos que

trabajen para su grupo, además de la posibilidad de traer nuevas materias primas o bienes

que sirvan para distribuir en la sociedad o para usar como signo distintivo de prestigio”

(Sarmiento 1992: 109).

Redistribución

Puede tener que ver con la “maximización de productos”, como resultado de la rotación de

tierras; éstos se almacenan por ser excedentes y por lo tanto son redistribuidos (Stephen

Castillo, comunicación personal 2010).

Sarmiento (1992: 103) explica que el “grupo de élite justifica la adquisición y la

elaboración de bienes exclusivos con el pretexto de que todos pueden tener acceso al

129
producto terminado, o a los favores de alguna divinidad representada a través de ciertos

objetos de prestigio, a cambio de donaciones de otros bienes, como alimentos, distintos del

plusproducto comunal. Este hecho tiende a reforzar la división del trabajo y la

especialización de las unidades domésticas en la elaboración de ciertos productos”. Y dice

(Ídem) que si el grupo dominante tiene un ejército pequeño, entonces no tendría que

aparentar donaciones, sería ya una forma de tributo. Cabe mencionar que el tributo es un

preámbulo para la sociedad de clases (Stephen Castillo, comunicación personal 2010).

Las siguientes características son retomadas del apartado de los antecedentes pero

explicados desde el enfoque de la arqueología social.

Territorialidad

En este tipo de sociedad la territorialidad es “más marcada y surge la necesidad de defensa,

para lo cual se cuenta con más hombres” (Sarmiento 1992: 84).

Sarmiento (Ibídem: 96) dice que existe la “necesidad de cuidar y defender un

territorio” debido a la adopción de “una economía preferentemente agrícola”, ya que en él

se “ha invertido energía”. También explica (Ídem) que relacionado con “los bienes

producidos existe una delimitación o territorialidad, la cual será más marcada a medida que

la comunidad en cuestión tenga la capacidad objetiva de controlar el proceso de extracción,

procesamiento y distribución de los recursos disponibles en la zona.”

Construcción de obras públicas

Con estas obras el jerarca se legitima. Sarmiento (1992: 87) dice que tal vez se realizan a

nivel comunal actividades como la caza, la recolección, la pesca o la construcción,

“repartiendo los beneficios de las mismas entre todos los participantes, que pueden ser

miembros de diferentes unidades domésticas.” La misma autora (Ibídem: 100) explica que

“El poder y [el] prestigio del sector representante se refuerzan en la medida en que se

130
distribuyen los bienes que producen y se redistribuyen los bienes comunales almacenados

en forma de fiestas o construcciones comunales, hecho que se acentúa en la medida en que

dicho sector controla con mayor eficacia, y de manera exclusiva, aquellos procesos de

trabajo destinados a producir bienes socialmente necesarios.”

Finalmente cabe recordar lo que expuso Marx y que la misma autora (Ibídem: 63)

corrobora: “Las sociedades no forzosamente siguen una sola línea en su proceso de

desarrollo. Si bien se ha dicho que las sociedades cacicales representan el antecedente

necesario de las sociedades estatales, es importante precisar qué tipo de sociedades, ya que

no todos los cacicazgos condujeron a formaciones estatales.”

En este apartado se han mostrado las características de la fase jerárquica de la

sociedad tribal que se retoman, junto con la información de las fuentes históricas y

etnohistóricas, para caracterizar socioeconómicamente a los chichimecas de Xolotl como

una sociedad tribal jerárquica en el capítulo IV. En el siguiente subapartado se hace un

resumen de las especificidades de la sociedad clasista inicial o estatal.

II. 1. 1. 3 La sociedad clasista inicial

Antes del surgimiento de una sociedad clasista inicial, pudo haber surgido una revolución

clasista, debido a que, como Bate (1998: 88) explica, al interior de la comunidad se vuelve

más complicado “compatibilizar la coparticipación en las decisiones sobre la disposición de

los elementos del proceso productivo y la distribución igualitaria en que se objetiva la

propiedad colectiva, con una estructura social jerarquizada que mantiene a un grupo de

trabajadores especializados (controlando la circulación de sus productos o el uso de su

trabajo) y que decide sobre el uso de la fuerza de trabajo de la comunidad.”

131
Al exterior de la comunidad, “el equilibrio de fuerzas en las relaciones

intercomunales […] tiene un límite, que terminará por ceder a las presiones de unas sobre

otras por la obtención de recursos desigualmente distribuidos en la geografía y de acceso

limitado por las propiedades comunales” (Ídem).

Lo primero que Bate (Ídem) menciona como “factor de desarrollo de las fuerzas

productivas” es el conocimiento especializado, el cual “agudiza las contradicciones internas

de la formación tribal cacical, generando la necesidad de un nuevo sistema de relaciones

sociales de producción”. Con este factor se implanta una división del trabajo nueva entre el

trabajo manual, que es el característico de los productores directos, y el trabajo intelectual,

de los que tienen el conocimiento especializado. El uso de este conocimiento, en el que se

incluyen los fenómenos naturales o sociales que sean estratégicos para la sociedad, es el

“factor de desarrollo de la productividad del trabajo” (Ídem). Finalmente, para mantener a

los que detentan este conocimiento especializado, es necesario que los productores directos

“transfieran parte de su producción” (Ídem). Lo anterior, dice Bate (Ibídem: 89), “se

asegura a través del sistema jerarquizado de toma de decisiones y uso de la fuerza de

trabajo que, en principio, está posibilitado por la estuctura cacical. Con lo cual la

transferencia permanente de plustrabajo o plusproducto se convierte en un sistema social de

enajenación de excedentes, es decir, de explotación clasista.”

En este tipo de sociedad, el modo de producción “se cualifica a través de la relación

entre las clases fundamentales”. Bate (1984: 62), citando a Lenin, define el significado de

las clases: “‘son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que

ocupan en el sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones

en que se encuentran con respecto a los medios de producción […], por el papel que

132
desempeñan en la organización social del trabajo y […] por el modo y la proporción en que

reciben la parte de la riqueza social de que disponen’.”

En seguida, Bate (1998: 89) propone que las clases fundamentales son la clase

explotadora y la explotada. La clase explotadora es la que domina en lo económico; es

propietaria objetiva principalmente de la fuerza de trabajo del campesinado agroartesanal.

Quienes pertenecen a esta clase no participan en el trabajo manual, sino que realizan

actividades intelectuales como la política y la ideología, la administración, la estrategia

militar, los estudios de fenómenos naturales relacionados con la producción, los sistemas

constructivos y procedimientos terapéuticos, entre otros. Y también esta clase “se apropia

del excedente bajo la forma de tributo en especie y en trabajo” (Bate 1984: 62-63).

El mismo autor (Ibídem: 63) explica que por lo menos al principio la propiedad de

esta clase era particular. Los que pertenecen a ella tienen la “capacidad real de disponer de

la fuerza de trabajo de los productores directos.”

Esta clase dominante dispone de todo el excedente pero se apropia de una parte, ya

que la otra la puede invertir en obras públicas que beneficien (transitoriamente) a las clases

explotadas (Ibídem: 65). Si esta clase no pudiera disponer de la fuerza de trabajo, entonces

no le serviría tener grandes propiedades territoriales. En este caso, la fuerza de trabajo es el

factor más importante de la producción (Ibídem: 67).

El mismo autor (Ídem) argumenta que el surgimiento de un poder central que es

capaz de reprimir las luchas entre comunidades, precisamente por la defensa de su

propiedad comunal sobre los medios de producción, que además garantiza, aparece

políticamente respondiendo a un interés común de los productores que, en parte, contribuye

a la aceptación de la existencia del poder estatal y de la clase que lo ejerce”.

133
La clase explotada está subordinada en lo económico y en lo político, y tiene la

propiedad de los objetos de trabajo (principalmente la tierra) y de los instrumentos de

producción directa. Los que pertenecen a esta clase se organizan en “comunidades de

producción” (agraria o pecuaria, y artesanal), y al pertenecer a una comunidad “son

copropietarios de los medios de producción de que ésta dispone” (Bate 1998: 89). Es decir,

es propietaria objetiva de los medios de producción básicos (tierra o ganado) y de los

instrumentos de trabajo (Bate 1984: 63).

Se tiene la propiedad colectiva sobre los medios de producción, al interior; sin

embargo, cuando éstos se integran a una totalidad mayor, entonces esa propiedad colectiva

se transforma en particular porque los medios de producción “como contenido de la

propiedad de la clase explotada, conforman la particularidad diferencial de ésta respecto a

la clase dominante”; y porque dentro de la clase explotada puede haber diferentes

comunidades, entonces la propiedad comunal de los medios de producción se comparte

exclusivamente por los miembros de cada comunidad (Ídem).

Bate (Ibídem: 63-64) explica que “el cambio fundamental” que presenta la

“propiedad tribal del comunismo primitivo al integrarse la sociedad comunal a una

sociedad clasista y como parte de ella, no es tanto la transformación de la propiedad

colectiva en propiedad particular de una clase y de la comunidad […sino] la pérdida de la

propiedad real sobre la fuerza de trabajo de los miembros de la comunidad, que sólo

retienen […] su posesión.”

Para Bate (1998: 89-90), en las primeras fases de desarrollo de este tipo de

formación, la forma de propiedad particular fue la predominante. Explica que los

integrantes de las clases fundamentales eran copropietarios de “determinados tipos de

elementos del proceso productivo.”

134
La capacidad real de disposición de estos elementos del proceso productivo o

contenidos de la propiedad, que son los que distinguen una clase de otra, se detentaba de

dicha forma particular (Ibídem: 90).

El mismo autor habla (Ídem) de la coerción, que en toda sociedad clasista

precapitalista “permitía la enajenación del excedente productivo” y que “se dio a través de

mecanismos extraeconómicos.” Específicamente, la clase dominante “generó formas de

coerción ideológica y militar, y sobre todo, mecanismos políticos de dominación de los

conflictos potenciales y reales que implica la oposición desigual de intereses de clase.”

Explica (Ídem) que para lo anterior “las clases dominantes debieron desarrollar

instituciones especializadas en las actividades coercitivas, en particular manteniendo

cuerpos militares y policiales permanentes e imponiendo y reproduciendo concepciones

ideológicas justificadoras de la existencia de las clases y la explotación económica.

Necesitaron, asimismo, controlar y regular la nueva red de relaciones políticas entre clases

heterogéneamente organizadas bajo diversos tipos de relaciones sociales, y administrar un

no menos complejo sistema económico, desde las tecnologías de producción a las formas

de distribución –especialmente la recaudación del tributo-, la regulación de los

intercambios y del consumo.”

La conformación y el establecimiento de este “sistema institucional” (condición y

consecuencia del desarrollo de las sociedades de clases) es el proceso de formación del

Estado (Bate 1998: 91). Éste es definido como “la superestructura institucional que sirve a

las clases económicamente dominantes que lo controlan políticamente, mediando las

relaciones políticas entre las clases.”

Bate (Ídem) dice que de la conciencia social “se conforma la ideología de las clases

dominantes, las cuales necesitan justificar un nuevo tipo de relaciones sociales que rompen

135
objetivamente con la igualdad distributiva de las comunidades, violando las concepciones

igualitarias y de reciprocidad que les corresponden y están profundamente arraigadas entre

los productores campesinos. Las ideologías dominantes […] justifican lo injusto.”

La religión se desarrolla “sobre la base de las cosmovisiones de formas míticas de la

mayoría de los productores de origen comunal”. Se diferencia del mito comunal porque la

relación entre el portador del mito religioso y las divinidades es de subordinación, no de

reciprocidad, y los reproductores del mito religioso representan los intereses de los dioses

frente a los humanos, y no al revés (Ídem).

Ya que estuvo establecida la estructura clasista, entonces las clases dominantes

necesitaron extenderse permanentemente subordinando nuevas comunidades con la

finalidad de recaudar más tributos para “aumentar sus privilegios de consumo” y para

“asegurar su existencia fortaleciendo el aparato estatal” (Ibídem: 92).

Bate (1984: 71) menciona que hay “alternativas al desarrollo del proceso de

conformación de la estructura social clasista.”

En este desarrollo se pudieron dar los factores de mayor nivel de acción


causal dentro de ciertas comunidades o como resultado de la relación entre
comunidades primitivas que llegan a integrar una totalidad social nueva
como sistema socioeconómico, conformando las sociedades primarias o
prístinas. O también, la revolución se dio como un proceso secundario o
derivado de la relación de comunidades primitivas con sociedades clasistas
ya conformadas. O, pudo haber comunidades que activamente
incorporaron elementos nuevos adquiridos de sociedades clasistas,
agilizando el proceso de desarrollo interno de las contradicciones que
conducen al cambio cualitativo hacia la sociedad clasista y, quizá la vía
más común, de las comunidades primitivas que fueron incorporadas a
nuevos sistemas socioeconómicos por imposición colonial o conquista de
sociedades clasistas que las sometieron.

Después de hacer este resumen de la sociedad clasista inicial, cabe recordar que en

el capítulo IV se desarrolla la propuesta de caracterización socioeconómica de los

chichimecas de Xolotl como una sociedad tribal jerárquica. Es ahí donde se verá que estos

136
chichimecas presentan ciertas características (obtenidas de las fuentes históricas y

etnohistóricas, y de interpretaciones de autores contemporáneos) que no coinciden con la

sociedad de clases.

A continuación se propone el concepto de indumentaria como parte de la

metodología, para luego unirla con las técnicas iconográficas.

II. 2 Propuesta del concepto de indumentaria

La indumentaria, desde la arqueología social, alude a la problemática de la vinculación

entre lo fenoménico observable y las leyes que rigen a la sociedad y que se expresan por

medio de las categorías antes mencionadas, y a cómo se presenta el contexto ante el

arqueólogo (V. Hugo Romero, comunicación personal 2010). Aquí cabe retomar la

categoría “cultura”, la cual “se presenta a la observación como una multiplicidad

aparentemente caótica de manifestaciones sensibles” (Bate 1998: 71). Estas

manifestaciones “constituyen la información empírica que […] la antropología y la

arqueología analizan y ordenan, como base para la inferencia de diversos aspectos de la

organización social” (Ídem).

De este modo, se requieren conceptos que de alguna manera reflejen y sinteticen la

esencia de los fenómenos que nos interesa explicar (V. Hugo Romero, comunicación

personal 2010). Por ejemplo, Vargas (1990: 72) considera los conceptos como

“reconstrucciones racionales de los datos o fenómenos”, que, integrados congruentemente

con las categorías, deben permitir “la aprehensión de las propiedades objetivas de los

procesos.”

En este caso específico, se pretende conocer parte del proceso sociohistórico y

caracterizar socioeconómicamente a los chichimecas de Xolotl como una sociedad tribal

137
jerárquica. Es por lo anterior que se propone utilizar a manera de hipótesis el concepto de

indumentaria, el cual refleja las condiciones concretas e históricas de una sociedad; es un

concepto general y universal porque es producto del trabajo y porque tiene un valor de uso

fundamental (V. Hugo Romero, comunicación personal 2010). Este concepto se utiliza

como la unidad de observación y análisis (indumentaria, iconos, atributos: unidad de

observación de análisis).

En esta investigación la indumentaria se retoma como un conjunto de la apariencia

personal que incluye la vestimenta, así como, dice Kuper (1973: 348), el peinado, los

adornos, las máscaras, las decoraciones y hasta las mutilaciones.

Para tratar el asunto de la indumentaria como concepto general, primero se expone

información que se presenta en diversos textos y luego se aborda este concepto por medio

de ciertas categorías y algunos conceptos de la arqueología social.

Estoy de acuerdo con lo que dice Ramírez (1994) acerca de que desde la antigüedad

los seres humanos han tenido la necesidad, y yo agrego, primaria, de proteger su cuerpo de

las inclemencias del tiempo y de las condiciones de los lugares donde han habitado. La

vestimenta, como un bien primario, debe cubrir las necesidades primarias del ser humano.

Por su parte, Sarmiento (1992: 22) afirma que en cualquier sociedad “la producción

de los medios indispensables para satisfacer sus necesidades” es una actividad básica. Para

tratar la indumentaria como un concepto general es necesario entender que mediante su

trabajo el ser humano “se relaciona con la naturaleza para apropiársela y transformarla

según sus necesidades” (Vargas 1986: 67). Sarmiento (1992: 22) también habla de la

satisfacción de las necesidades, y dice que para obtener los “elementos materiales que

posibilitan la producción” los individuos deben enfrentarse a la naturaleza con su trabajo.

Es decir, que a través de su trabajo el ser humano se provee de las cosas indispensables

138
para satisfacer sus necesidades. Para este propósito, modificó los elementos naturales por

medio de ese trabajo para transformarlos en utensilios, herramientas, viviendas y

vestimenta.

Recordemos que el proceso productivo es el “sistema orgánico de los diversos

procesos de trabajo concretos”. Luego del proceso productivo se obtienen los productos

que son el “resultado de la transformación de los objetos de trabajo”, y en consecuencia

“adquieren propiedades que satisfacen diversas necesidades humanas” (Bate, 1998: 58-59),

entre ellas la propia indumentaria.

Varios procesos de trabajo están resumidos en cada modo de trabajo. Los retos que

el objeto de trabajo plantea a la sociedad son resueltos por ésta mediante la realización del

proceso productivo (Vargas 1990: 67). El modo de trabajo, como particularidad del modo

de vida, se refiere a “Las relaciones técnicas y situaciones específicas de relación social

condicionadas por los sectores de la producción de los cuales el grupo participa (agraria,

minera, artesanal, intelectual, industrial, etc.) y por las características particulares del

medio geográfico con que éste se relaciona, como ámbito de la vida y como objeto de

trabajo” (Bate 1998: 66).

Aquí se retoma la categoría de “modo de trabajo”, la cual “permite reconocer la

existencia de regularidades y ciclos de las actividades productivas, captar la temporalidad y

la espacialidad de lo cotidiano, donde las actividades productivas se repiten rutinariamente”

(Vargas 1990: 69).

Con el modo de trabajo se aprehende el “conjunto de instrumentos y medios de

producción y los procesos de trabajo concreto que caracterizan a una unidad social. Esto

permitiría llegar, por comparación con otros modos de vida y de trabajo, al reconocimiento

139
y [a la] definición concreta así como a la caracterización estructural del modo de

producción de la formación social que se trate” (Ibídem: 70).

Para la arqueología, Vargas (Ídem), citando a Bate, dice que esta categoría podría

servir para “‘reconstruir la configuración del proceso productivo general, entendido como

el sistema de procesos de trabajo que la sociedad efectúa a fin de elaborar todos los bienes

que necesita y cuyo grado de desarrollo de las fuerzas productivas posibilita producir’.”

Para ejemplificar la cualidad general del concepto de indumentaria, se retoma lo que

Bate (1998: 84) ha propuesto para la sociedad cazadora-recolectora, en la cual se generan,

durante el proceso productivo, alimentos, instrumentos y bienes no alimenticios, como las

vestimentas, las viviendas, los adornos, etcétera. La mayoría de los instrumentos de trabajo

y los bienes de consumo no alimenticio son productos que se han modificado para obtener

las propiedades funcionales que se requieren (Bate 1986: 7). La vestimenta debió ser

homogénea, sin denotar rangos sociales, salvo la de los sujetos “carismáticos”, como

chamanes o brujos (Stephen Castillo, comunicación personal 2010), lo que no se

contrapone con las características de esta sociedad pretribal.

En la sociedad tribal jerárquica el grado de desarrollo de las fuerzas productivas

depende de varios factores, entre los cuales se encuentra el conocimiento de “técnicas

artesanales para la producción, tanto de bienes productivos que se integran a diferentes

procesos de trabajo” para la obtención de alimento y su preparación (agricultura, caza,

pesca, etc.), como de “procesos de trabajo destinados a producir medios u objetos” que van

a ser útiles para hacer vestidos y ornamentos, o para construir; y el conocimiento de

“técnicas artesanales para la producción de bienes de consumo no productivo” para

satisfacer las necesidades sociales no alimenticias, como los vestidos, los objetos para el

140
intercambio, los objetos de culto, los ornamentos, etcétera, los cuales “pueden estar en

diversos contextos de circulación y uso” (Sarmiento 1992: 81).

Rosental y Straks (1960: 72) citan a Marx, quien casualmente pone un ejemplo

relacionado con la indumentaria: “‘El trabajo del sastre y el del tejedor, aun representando

actividades cualitativamente distintas, tienen de común el ser un desgaste productivo del

cerebro humano, de músculos, de nervios, de brazo, etc.; por tanto, en este sentido, ambos

son trabajo humano’.”

Con esto se puede hacer referencia a la generalidad y a la universalidad del

concepto de indumentaria como producto del trabajo. En otras palabras, los mismos autores

mencionan que el “trabajo humano abstracto, es decir, el trabajo en general,

independientemente de la forma que revista, crea también lo que hay de común, de

idéntico, de propio, en las mercancías más diversas y lo que permite equipararlas entre sí”

(Ibídem: 72).

En seguida se expone información acerca de la indumentaria como un concepto

particular y luego éste se expone con base en la propuesta de la arqueología social.

La importancia de la vestimenta para un grupo social se describe a continuación: “el

usar determinado tipo de vestimenta, fibras, colores y ornamentos iguales o similares

dentro de un grupo siempre ha proporcionado al hombre la sensación de pertenencia, de ser

aceptado al ser igual a los demás hasta en su indumentaria” (Ramírez 1994: 27). Es

importante recordar que en varios casos se menciona que la idea de protección puede ser

llevada a segundo término por otro propósito que originalmente era secundario: la

necesidad de ornamentación (Jenny, 1944:1953).

Jenny (Ibídem: 1951) menciona que la finalidad de la vestimenta no sólo es proteger

contra el clima, ya que “entre la gente primitiva un significado mágico frecuentemente es

141
atribuido a la vestimenta. Las diversas cubiertas de los genitales pueden tal vez ser

interpretadas desde este punto de vista. Muy aparte de cualquier deseo de impedir que

penetren al cuerpo objetos extraños, también se cree que al cubrir los orificios corporales se

quedan fuera las influencias mágicas.”

Kuper (1973: 353) describe la vestimenta como un “símbolo visible de la

diferenciación social”, la cual está basada en la edad y el sexo en una sociedad en la que

hay una “especialización limitada y un rango angosto de bienes”. Agrega (Ídem) que, sin

embargo, en esas sociedades puede haber “diferencias considerables en su nivel social

basado en parte sobre el exceso diferencial a los recursos básicos de tierra y labor”, y que la

vestimenta puede servir como un “índice sutil de tal estratificación.” Y enfatiza (Ídem) que

una tecnología relativamente “sencilla” no necesariamente implica una variedad limitada

de bienes, incluidos los textiles. También menciona Kuper (Ibídem: 366) que no sorprende

el hecho de que los seres humanos vean su vestimenta “casi como una extensión de ellos

mismos” debido a su “importancia crítica […] como una expresión de las identidades

sociales, orígenes, compromisos y lealtad de un individuo.”

Ramírez (1994: 87) dice que desde los tiempos pasados los gobernantes han portado

“emblemas de su rango, mantos especiales […] el uso de fibras, diseños y colores que han

marcado jerarquías. Algunos eran privilegios de reyes, otros eran reservados para

sacerdotes o altos dignatarios.” De la gente “común”, la autora (Ídem) dice que

generalmente su ropa “ha dependido más bien del clima, de[l] sexo y de la edad.” Aquí

también se podría agregar el oficio de cada actor social.

Según Jenny (1944:1953) la vestimenta “se puede volver de muchas maneras una

expresión de la individualidad del usuario y de la particularidad de todo un grupo social”.

Dice (Ídem) que cierto tipo de vestimenta, con base en su naturaleza y origen, puede ser

142
apropiada como una marca especial de distinción. Agrega (Ídem) que por medio de la

vestimenta “es posible expresar muchísimas diferencias y mínimas de la estructura social”.

Menciona (Ídem) el ejemplo entre las tribus negro, cuyos jefes tienen el derecho de usar

pieles de leopardo. También señala (Ídem) que el hecho de cubrirse la cabeza parece ser

particularmente apropiado para expresar un rango.

Según Miller (2005: 7) “Cuando las fibras, telas y formas de vestir son el medio

para las relaciones de uno con otras personas y con los dioses, no podemos tener ‘ropa’ y

‘religión’, sólo podemos tener la materialización de la cosmología.”

Vié-Wohrer (2008: 193) dice que en la época de la Triple Alianza, en la sociedad

“en extremo jerarquizada […] los atributos distintivos de quienes detentaban el poder, de

quienes lo ejercían, se regían por un vasto conjunto de normas dictadas por el soberano

supremo, el gran tlatoani de México-Tenochtitlan y su electo consejo supremo.” En

especial, la indumentaria y el atavío de los hombres y las mujeres de diferentes clases

sociales, oficios o gremios, se basaban en normas muy precisas que se definían por el

gobernante (Ídem).

Miller (2005: 33) afirma que la indumentaria de cualquier persona “representa su

casta y su posición dentro de la unidad social.”

Todo lo anterior puede entenderse de la siguiente manera: retomando que el ser

humano se “enfrenta” a la naturaleza con su trabajo, Sarmiento (1992: 22) explica que ese

enfrentamiento “no solo se define en términos de disponibilidad de recursos y desarrollo

tecnológico, sino que implica también una organización entre los hombres, relaciones

sociales que no son concebidas como un simple agregado de individuos en términos

demográficos.”

143
Estas relaciones “materiales y objetivas” se gestan entre los seres humanos, ya sea

de manera directa o “mediadas por su relación con los objetos naturales o los que sean

socialmente producidos independientemente de cómo sean reflejadas

superestructuralmente” (Bate 1998: 58).

El concepto de indumentaria es de orden particular porque surge a partir de las

sociedades jerarquizadas, ya que en las pretribales no había una necesidad de distinguirse,

por ser sociedades igualitarias (V. Hugo Romero, comunicación personal 2010). Es decir,

no todas las sociedades se conforman con individuos que tienen la necesidad de

distinguirse, como ya se mencionó en el apartado de las especificidades de la sociedad

tribal jerárquica (subapartado II. 1. 1. 2), “debido al derecho diferencial que tienen los

individuos sobre la disposición, uso y goce de los elementos del proceso productivo”

(Sarmiento 1985: 92).

Sarmiento (Ídem) aclara que cada modo de producción “tiene ciertas necesidades

subsistenciales mínimas, socialmente determinadas, que varían según el tipo de sociedad y

su grado de desarrollo.” Entonces, al definir a una sociedad con cierto modo de producción

se está especificándola al asumir ciertas características según sus necesidades, ya que éstas

conllevan la aparición de tecnologías de producción y generan un modo de vida específico,

y por lo tanto modos de trabajo. Lo anterior implica abstraer de la cultura, en particular de

la vestimenta, los aspectos que se ven reflejados de manera indirecta, para así dar cuenta de

las regularidades estructurales. Así, se pretende abstraer los aspectos superestructurales

(Stephen Castillo, comunicación personal 2010).

Es importante mencionar que la información acerca de la vestimenta de los

chichimecas es escasa, y que nuestro referente más directo y posterior es la de los mexicas.

Acerca de la sociedad mexica, Anawalt (1981: 17) hace una reflexión que podemos

144
extender a las sociedades en general: “la vestimenta azteca reflejaba la estructura y el

énfasis de la sociedad mexica.” Menciona (Ibídem: 16) que los mexicas dependían del

comercio y del tributo para suministrarse algodón, debido a que la planta no crecía en las

altas elevaciones de la Mesa Central, y que el algodón era por excelencia la tela de estatus

mexica y que su uso estaba restringido a la “aristocracia”.

También dice (Ibídem: 3) que “hasta un dios tenía que ponerse su propio atuendo.”

Para los mexicas y sus vecinos “el uso de vestimenta apropiada étnica y clásica era

estrictamente controlado por la costumbre y la ley.” Afirma (Ídem) que la vestimenta de un

individuo mostraba de manera inmediata “no sólo la afiliación cultural sino también el

rango y estrato.” Y finaliza diciendo (Ídem) que “Desde que cada grupo indígena se vestía

de una manera distintiva y característica, mucha información etnográfica e histórica está

contenida en las representaciones de su vestimenta.”

Este párrafo resume parte de la importancia que tiene la vestimenta en una sociedad,

y se puede decir que permite meditar en el proceso que se ha dado dentro de la sociedad

mexica y que nos llevará a poder entender a la chichimeca. Por ejemplo, si se sabe que

ciertas personas dentro de la sociedad mexica utilizaban algún tipo de tilma, entonces se

podría entender el por qué de la propuesta de que la piel que portan los chichimecas en el

Códice Xolotl tiene forma de tilma, y es usada por los personajes principales, como Xolotl

(consultar el capítulo IV).

Ya que se definió la indumentaria como la unidad de observación y se propuso

como un concepto general y particular, es decir, la indumentaria que además de detentar

una función utilitaria, también genera un criterio identitario (Stephen Castillo,

145
comunicación personal 2010), en el siguiente capítulo se desarrollan las técnicas y los

métodos para obtener la información requerida.

146
III TÉCNICAS DESCRIPTIVAS

III. 1 Introducción

Retomando lo revisado en el capítulo de la posición teórica, cabe insistir en el uso del

concepto de indumentaria como la unidad de observación y análisis. Para continuar se hará

un estudio iconográfico para el que se retoma principalmente a Galarza (1980, 1992;

Galarza y Libura 1992; Galarza y Zemsz 1997), quien es totalmente práctico y cuyo

método es “desnudar” a los personajes, y del que sugiero que se basa indirectamente en el

método de Panofsky (1972); y el gran trabajo que hace Anawalt (1981) en su obra Indian

Clothing Before Cortés, que servirá para poder plasmar en esta tesis la información que se

ha obtenido a través de esta investigación. Quiero afirmar que voy a retomar parte de la

forma en que dicha autora clasifica, junto con su formato para poder exponer esa

información.

Las fuentes que utilizo para esta investigación son los siguientes códices: el Códice

Xolotl (Dibble 1980), el Mapa Tlotzin (Ravest 2004; Coronel 2004; Velázquez 2004;

Ravest y Coronel 2004; Aubin 2009) y el Códice Mapa Quinatzin (Aubin 2004; Mohar

2004); para complementar la información utilizaré la Historia Tolteca Chichimeca

(Kirchhoff, Güemes y Reyes 1976), el Códice Azcatitlan (1995), el Códice Boturini o La

Tira de la Peregrinación (Galarza y Libura 1992; Johansson 2008) y el Códice Tovar

(Galarza y Zemzs 1997) porque, además de que tratan de los chichimecas, los estudios

iconográficos que se han hecho de ellos han generado datos abundantes que pueden servir

para hacer comparaciones; así como las crónicas posteriores a la conquista española, en

especial la de Alva Ixtlilxochitl (1985, 2000 [s. XVI]), de ascendencia texcocana, quien se

basa en el Códice Xolotl (Dibble 1980) para obtener su información, así como las de

Sahagún (1999 [s. XVI]), Mendieta (2002 [s. XVI]), Durán (1995 [s. XVI]), Torquemada

147
(1975 [s. XVI]), Chimalpahin (1994 [s. XVI]), datos de los Anales de Cuauhtitlán (Códice

Chimalpopoca 1975 [s. XVI]) y Veytia (1979 [s. XVIII]), debido a que plasman de manera

detallada la información de los grupos chichimecas con los que se encontraron.

La metodología está establecida a partir del concepto de indumentaria como la

unidad de análisis y para la cual se hará un análisis iconográfico, comparativo (para

establecer la cantidad y recurrencia de rasgos y formas), exhaustivo y sistemático de los

elementos iconográficos de la indumentaria de los personajes. Así, éste consistirá en

diferenciar la indumentaria de los chichimecas de Xolotl a su llegada y su asentamiento en

la cuenca de México, y de ciertos grupos, principalmente de los toltecas.

El estudio iconográfico permitirá hipotéticamente complementar la información

para caracterizar socioeconómicamente, con los principios de la posición teórica de la

arqueología social, a los chichimecas de Xolotl como una sociedad tribal jerárquica cuando

llegan y se asientan en la cuenca de México. De acuerdo con la sociedad tribal jerárquica se

analizará a los jerarcas, los cuales además son casi los únicos presentes en los códices; esto

se debe a que la gente que está en el poder es la que escribe la historia.

En el siguiente subcapítulo se exponen los datos de cada prenda de vestir presente

en códices mexicas con base en el estudio de Anawalt (1981); luego se muestra la

información obtenida de fuentes históricas y etnohistóricas acerca de la vestimenta de los

chichimecas.

148
“Es posible compilar e interpretar la
vestimenta precortesiana de estos […]
grupos dada la supervivencia de los códices
indígenas de la América Media” (Anawalt
1981: 5).

III. 2 La indumentaria en las fuentes

Antes de describir los diferentes tipos de prendas que usaban los mexicas según Anawalt,

quiero decir que por medio de ellos podemos saber cómo posiblemente era la vestimenta de

sus antepasados; y si la idea de que el Códice Xolotl fue hecho por lo menos después de la

llegada de los chichimecas de Xolotl a la cuenca, entonces podríamos explicar ciertas

características y ciertas posibles influencias. Lo anterior resume parte de la importancia que

tiene el estudio de la vestimenta en una sociedad, y nos lleva a meditar en el proceso que se

ha dado dentro de la sociedad mexica, que puede servir de comparación para entender la de

los chichimecas, en este caso particular, los de Xolotl.

Anawalt (1981: 9) retoma la metodología de Boucher (1966), quien reduce la

indumentaria a cinco arquetipos basados en la premisa de las diversas creaciones de

vestimenta libre de todos los elementos accesorios. Además, la autora expone lo que cada

cronista dice acerca del tipo de vestimenta que ella está analizando, y también describe lo

que observa en cada códice.

III. 2. 1 Prendas

Prendas drapeadas o envolventes

Estas vestimentas se usan “envolviendo una pieza de material sobre el cuerpo […] están

completas así como vienen del telar sin ser cortadas, cosidas ni ajustadas necesariamente”

(Anawalt 1981: 21).

149
Maxtlatl o enredo:

Detalle del maxtlatl 2a, Códice Mendoza


Anawalt (1981: 22)

El maxtlatl es la primera prenda que menciona la autora (Ídem), de la que dice que los

mexicas usaron en dos estilos: “En ambos un lienzo largo y angosto de tela de algodón o

maguey envolvía el torso bajo, pasaba entre las piernas y se amarraba a la cintura. En un

estilo los dos extremos –frecuentemente con fleco y bordado- estaban separados, con una

cayendo de frente y la otra atrás. En el otro estilo los dos extremos permanecían al frente y

estaban atados sobre la entrepierna con un nudo distintivo, cuyas puntas llegaban cuando

mucho abajo de las rodillas. Ya que los dioses y sus personificadores usaron el primer

estilo, era tal vez el más viejo, el más arcaico.”

La importancia de esta prenda es que era básica e indispensable y la usaban los

hombres mexicas de todas las “clases”. Cabe mencionar que la “clase” del que portaba esta

prenda “era evidenciada según la riqueza y complejidad de sus diseños” (Ídem).

La misma autora (Ibídem: 27) menciona que la “gente común” usaba atuendos de

maguey, yuca o fibra de palma, y que sólo a las “clases altas se les permitía usar vestimenta

de algodón”.

150
Tilma o capa:

Tilma 2j, Códice Mendoza


Anawalt (1981: 22)

Anawalt (Ibídem: 30) describe la tilma como una “capa rectangular” de algodón, maguey,

yuca o fibra de palma “hecha en varias longitudes y varios grados de decoración”. Dice

(Ídem) que era una prenda “para todo uso, utilizada por todas las clases de los hombres

mexicas.” Y explica (Ídem) que era el principal marcador visual de estatus en la sociedad

mexica, y su material, decoración, longitud y manera de ser usada, instantáneamente

revelaba la clase y el rango de quien la usaba”. La importancia de esta prenda residía en

que cada aspecto suyo “comunicó significado a los miembros de la sociedad mexica. No

sólo era control ejercido sobre el material, diseño y largo de estas mantas, sino también la

manera de usarlas estaba prescrita” (Ídem).

De manera más específica menciona (Ibídem: 27) que el soldado “común”

solamente podía usar “el estilo más simple de manta, sin ningún diseño especial o bordado

fino que pudiera hacer sobresalir.” Y un soldado valiente, fuera “noble o común”, podía

“ganarse el derecho de usar prendas lujosas.” También el largo de la tilma estaba prescrito:

“la manta masculina común no debía ser usada debajo de la rodilla; si llegaba a los tobillos,

la pena era la muerte” (Ídem: 27).

151
Como conclusión, retomo lo que la autora (Ídem) afirma: “El producto de estatus

más importante de la vestimenta masculina fue la tilmatli.”

Pareo o tela de cadera:

Detalle del pareo 2e, Códice Magliabechiano


Anawalt (1981: 22)

Esta prenda “se usaba alrededor de la cintura y usualmente se ataba del lado derecho” y se

ha encontrado asociado con guerreros, músicos “cargadores” y personificadores de

deidades, por lo que no era usado por todas las “clases” de hombres mexicas. “Aunque el

pareo no es tan omnipresente como el maxtlatl sobre el que siempre se usaba, parece haber

sido una prenda para todo propósito que podría indicar la clase de quien la usaba,

dependiendo del tipo de tela y el grado de decoración” (Ibídem: 24). Dice la autora que los

ejemplos se asocian con diferentes actividades.

Cueitl:

Detalle de la cueitl 2s, Códice Mendoza


Anawalt (1981: 22)

152
Era una prenda que actualmente llamaríamos falda; Anawalt (Ibídem: 33) la describe como

un atuendo de algodón, maguey, yuca o fibra de palma que “se envolvía alrededor de la

parte baja del cuerpo y asegurada a la cintura. Venía debajo de la rodilla en longitud.” Dice

(Ídem) que era la prenda de vestir básica del torso bajo, y que era usada por todas las

mujeres mexicas.

Prendas deslizables

Estas prendas “se deslizan sobre la cabeza a través de un cuello abierto, eran usadas

sosteniéndolas sobre los hombros y no tenían costuras debajo de los brazos” (Ibídem: 35).

Quechquemitl:

Detalle del quechquemitl 3a, Códice Magliabechiano


Anawalt (1981: 38)

Es una prenda femenina hecha de dos rectángulos de material unidos, formando una V en el

cuello. La prenda da una apariencia triangular. “En las imágenes mexicas esta prenda sólo

se observa en contextos rituales y por lo cual era de uso especial” (Ídem).

Prendas abiertas cosidas

Este tipo de prendas “están construidas de distintos anchos de tela unidos

longitudinalmente por continuas costuras pero usados abiertos al frente.” La autora

(Ibídem: 37) aclara que aunque a veces tienen “sujetadores para asegurar las dos partes que

153
están al frente, siguen siendo usadas como prendas abiertas o chaquetas, y por lo tanto

ejemplificando el principio abierto cosido.”

Ichcahuipilli abierto:

Detalle del ichcahuipilli abierto 3d, Códice Telleriano-Remensis


Anawalt (1981: 38)

Esta vestimenta es una “armadura de algodón acolchada tipo chaqueta que era usada por los

guerreros mexicas en las batallas y por lo tanto, era una vestimenta de uso particular”

(Ibídem: 39). Otra descripción es que es una “especie de chaqueta sin mangas con amarres

al frente”. Su significado tiene que ver con el algodón (Ídem).

Xicolli:

Detalle de xicolli 3n, Códice Mendoza


Anawalt (1981: 38)

La autora (Ibídem: 42) lo describe como “una chaqueta con fleco sin mangas”. Dice

(Ibídem 39 y 41) que era de gran importancia, ya que algunas veces, pero no

exclusivamente, se usaba en “rituales, y era utilizado en ciertas celebraciones religiosas o

civiles en lugar de ser usado según la clase social.” Menciona (Ídem) que probablemente

154
también se utilizaba como “una insignia de oficio, y entre los mexicas era siempre

vestimenta de uso particular.”

La autora (Ibídem: 42) interpreta que esta prenda observada en ídolos, dioses y

personificadores de dioses demuestra “la conexión del atuendo con las deidades mexicas.”

Dice que esta vestimenta también fue utilizada por esclavos de sacrificio en ciertas

ceremonias rituales, los cuales, en el momento del sacrificio, “eran reflejos físicos de los

dioses.” Los esclavos de los comerciantes patrocinadores también usaban esta prenda.

Finalmente dice Anawalt (Ídem) que este atuendo se asocia principalmente con los

sacerdotes.

Prendas cerradas cosidas

Este tipo de prendas se hacían de “dos o más medidas de tela unidas longitudinalmente con

costuras continuas […] no tenían abertura a lo largo ni al frente ni atrás: eran quita y pon”

(Ibídem: 46).

Ichcahuipili cerrado:

Detalle del ichcahuipilli cerrado 4c, Códice Magliabechiano


Anawalt (1981: 46)

Era una armadura acolchada de algodón y había dos estilos: “una prenda sin decoración ni

mangas que se metía por la cabeza, ceñida al cuerpo, y llegaba arriba del muslo “y “una

prenda quita y pon sin mangas acampanada que llegaba hasta el medio muslo y era

155
decorada.” Era usado por los soldados de todos los niveles de la vida mexica y por lo tanto,

dice la autora, era de uso particular (Ídem).

El ejemplo 4b de Anawalt (Ibídem: 47-48) es un personaje del Códice Xolotl que

aparece en una escena de batalla y lleva una armadura cerrada cosida mostrando “la postura

de victoria común: el vencido siendo jalado de su cuero cabelludo.”

Ehuatl:

Detalle del ehuatl 4k, Lienzo de Tlaxcala


Anawalt (1981: 47)

La autora (Ibídem: 50) lo describe como una “túnica cerrada-cosida hecha de material

cubierto de plumas, cuya característica diagnóstica era una falda corta.”

En el ejemplo 4j de la misma autora (Ibídem: 51), del Códice Xolotl, aparece una

versión de dos capas.

Huipil:

Detalle del huipil 4l, Códice Mendoza


Anawalt (1981: 47)

156
Es una indumentaria era “una túnica o traje recto sin mangas que viene un poco debajo de

la cadera o arriba del muslo.” Era la prenda básica que se usaba en la parte superior del

cuerpo y fue usada por las mujeres de “todas las clases” (Ibídem: 52).

Anawalt (Ibídem: 58) observa que mucha de la ropa mexica “era drapeada o, usada

sólo así salida del telar, amarrada sobre los hombros como capa, atada a la cintura como

tela de cadera o pareo o envuelta alrededor del cuerpo como un taparrabos o falda.” Sólo

una prenda tenía mangas; y la única que cubría los brazos y las piernas era la militar, la

cual sólo se usaba en “contextos altamente especializados por un pequeño porcentaje de la

población.”

El quechquemitl femenino y el xicolli abierto cosido eran usados únicamente como

una vestimenta de uso particular. Explica (Ídem) que “la restricción de las dos prendas a

contextos rituales-ceremoniales implica que tenían un significado específico histórico o

religioso.”

Las conclusiones en general de la vestimenta de la sociedad mexica son que ésta se

vinculaba “con su repertorio de vestimenta”: “Eran gente agresiva, militante; su objetivo

cultural es evidente en el rango de tipos y estilos del atuendo de batalla. La sociedad

mexica estaba estratificada severamente como su vestimenta lo refleja: había contrastes

marcados en las prendas de las diferentes clases, en las fibras usadas y en el grado de la

decoración” (Ibídem: 58 y 60).

Dice la autora (Ibídem: 60) que dentro de ese repertorio, las prendas más elaboradas

eran de uso particular; explica (Ídem) que “mientras más complejo era el contexto, más

elaborada y especializada era la ropa.” Los atuendos más elaborados eran los de las áreas

religiosa y militar. La vestimenta representada en deidades y en sus personificadores en el

contexto de grandes ceremonias fue en verdad “ornamental e iconográficamente

157
especializado”. La indumentaria militar que se usaba en la batalla también era ornamental y

mucha de ella también “representaba conceptos religiosos.”

Finalmente, la misma autora (Ibídem: 19) expone algunas dudas, las cuales se

podrían extender para este trabajo: “El problema de las notables diferencias entre

manuscritos en el retrato de las mismas prendas causa perplejidad.” Se pregunta (Ídem) si

realmente existían esos muchos estilos de capas y armaduras de algodón; si la diversidad

refleja la distintiva vestimenta de una comunidad específica o refleja el único canon

artístico de una región particular; y acerca de los artistas nativos se pregunta si todos ellos

hicieron sus trabajos con aproximadamente el mismo grado de entrenamiento y

supervisión.

III. 2. 2 Características de la indumentaria de los chichimecas en las fuentes

En este apartado propongo que se puede dar cuenta de la problemática que he mencionado

a lo largo de los dos primeros capítulos, a partir del cambio, observado en varias fuentes,

que ha sufrido la indumentaria de los chichimecas de Xolotl, así como la de algunos otros

chichimecas de los periodos Posclásico Medio y Posclásico Tardío, a partir de la

comparación de representaciones en códices (Códice Xolotl, por ejemplo) y crónicas (Alva

Ixtlilxochitl, por ejemplo). No obstante la información de las fuentes, el aspecto que más

interesa para la propuesta de esta investigación es la vestimenta. Es decir, por medio de la

transformación de la indumentaria que se puede observar en las fuentes, se busca conocer

los cambios ocurridos en la sociedad de los chichimecas de Xolotl en su etapa de

asentamiento en la cuenca de México, y posteriormente de sus descendientes durante el

Posclásico Tardío. Como dice Mohar (2006: 55), con respecto a los tres códices estudiados:

“se hace referencia a un origen chichimeca, el cual […] se identifica con el atuendo de los

158
personajes con base en pieles de animales, tanto en hombres como en mujeres. Igualmente,

este atuendo cambia posteriormente y se modifica por mantas blancas, probablemente de

algodón.”

Cabe insistir en el cuidado del manejo de las fuentes, ya que como dice Stephen

Castillo (comunicación personal 2009), hay que especificar si las vestimentas mostradas en

los códices son representaciones de todos los sectores sociales o sólo de las élites. Acerca

de las representaciones, es interesante lo que Rivas (1998: 18) argumenta: los “grupos

dominantes gustaron de representarse en imágenes que nos muestran su físico, ademanes,

vestidos y parafernalia, dentro del contexto de ceremonias importantes, actos de guerra y

autosacrificio.” Retomando el asunto de la exageración de las fuentes, García (2004: 397)

dice que “Aunque en forma fragmentaria, estas crónicas nos guían en el conocimiento de

hechos que fueron transmitidos por tradición oral hasta después de la conquista española,

después de la cual fueron escritas con la finalidad de reivindicar a una ciudad u otra, a un

grupo étnico u otro o para legitimar derechos de propiedad.” Y también como dice Stephen

Castillo (comunicación personal 2010), para la “legitimación del poder a través de la

maximización y glorificación de sucesos pretéritos.”

Los que “escribieron” la historia fueron los vencedores; por lo tanto, hay que

tener siempre presente la exageración de las representaciones. Broda (2007: 182) con

respecto a esto dice que se ha considerado que las clases sociales que no tuvieron historia

son las “subalternas, ya que la historia generalmente se ha escrito desde el poder.”

Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 2) dice que el tlacuilo o pintor de códices era

un sabio y un artista a la vez porque “era necesario que poseyera los conocimientos de la

época para poder transmitirlos.” Stephen Castillo (comunicación personal 2011) sugiere

que en realidad eran especialistas de tiempo completo controlados por las élites.

159
También me parece importante lo que Díaz (2008: 140) menciona acerca de las

fuentes, específicamente que la información de éstas sobre Xolotl y su gente “puede ser una

historia inventada o por lo menos con información falsa, en un intento de justificar por

parte de Texcoco y Azcapotzalco su poder ante otros grupos de la Cuenca de México, es

decir, a través de esta historia se busca legitimar el derecho de gobernar sobre otros que no

tenían raíces legendarias, por lo tanto, se valieron del dato mítico-histórico que los

convirtiera en herederos de una cultura ancestral.”

Refiriéndose a la toma de posesión de Xolotl narrada por Alva Ixtlilxochitl en su

Sumaria Relación, Prem (1997: 478) comenta que se usan “formas de expresión y términos

muy comunes en documentos de la era colonial.” En esta época el dueño demostraba su

posesión con diferentes actos, como “pasearse por una casa, abrir las puertas y las ventanas,

tirar piedras en un terreno y cosas similares.” Al autor (Ídem) le parece evidente que lo que

se quería decir implícitamente con lo anterior era que “Las propiedades de Xolotl han sido

–también y justamente según el derecho colonial– posesionadas verdadera y legalmente.”

Prem (Ibídem: 481) concluye lo siguiente: Alva Ixtlilxochitl le “dio demasiada

importancia al Códice de Xolotl, cuya única indicación respecto del significado de los

glifos de lugares consiste en una serie de huellas que llevan del Tenayocan al Cerro

Xocotitlan y después a los demás puntos. Ixtlilxóchitl o quizás ya el autor del Códice de

Xolotl reclamó con ello un derecho de gran profundidad histórica y más bien teórico, no en

el sentido de un territorio reclamado verdaderamente durante la época colonial sino para

elevar la importancia de la dinastía de Tetzcoco. Esto significa que un reino de Xolotl en el

sentido descrito no existía.” Relacionado con lo anterior, Francisco Rivas (comunicación

personal 2011) menciona que “el cerro Xocotl es identificado con un cerro que se ubica

cerca de Tlalnepantla, estado de México, y no con el Xocotepetl, ubicado en el valle de

160
Ixtlahuaca, como lo identificó Charles Dibble en sus comentarios al Códice Xólotl (1980).”

En cuanto a la información colonial que se utiliza y que puede provocar

confusiones, se puede retomar que Aubin (2009: 88) llamó “Mapa Quinatzin” al

documento “tomando el nombre de un personaje que ocupa un lugar importante.” Con esto

me refiero a que no se pueden tomar como definitivos todos los estudios de las fuentes que

se analizan; por ello, se debe hacer más análisis con base en metodologías basadas en

posiciones teóricas.

También cabe mencionar que la información de algunas de esas fuentes, donde son

descritos como una “nación”, como constructores de pirámides y como impositores de

tributos, no coincide para muchos investigadores con la imagen en los códices donde los

chichimecas de Xolotl aparecen plasmados como cazadores-recolectores vestidos con pieles.

Davies (1980: 86) dice que el Códice Xolotl, el Códice Mapa Quinatzin y el Mapa Tlotzin

“claramente sobreenfatizan la rusticidad continuada de la gente que describían”; la

“rusticidad” en cuanto a los materiales, las pieles. Cabe preguntarse, como dice Stephen

Castillo (comunicación personal 2009), quiénes elaboraron dichos códices.

Para intentar explicar parte del proceso sociohistórico de los chichimecas de

Xolotl, así como tratar de dilucidar las etapas de ese proceso determinado, específicamente

su modo de producción y su modo de vida (lo cual considero que lleva a la descripción de

los saltos cualitativos que permiten aclarar el proceso de desarrollo de una sociedad tribal

en una tribal jerárquica, y luego ésta, en una clasista inicial), me propuse analizar la

indumentaria, entendida como una manifestación cultural, de los chichimecas de Xolotl

para compararla con lo que se relata en las crónicas; así mismo me propuse mencionar los

elementos que contribuyeron a las diferencias que existen en las fuentes históricas, tales

como el occidentalismo, la religión católica y la justificación del poder. Por tal motivo,

161
estas imágenes son lo que he formalizado como mi unidad de análisis para esta tesis, sin

dejar de lado los demás aspectos del códice (hacia donde van, a dónde llegan, los atributos,

etcétera).

Para el periodo Posclásico Medio hay una gran cantidad de documentos históricos

que hablan sobre el desarrollo sociohistórico de las sociedades de la cuenca de México.

La importancia de las crónicas reside en su rica información acerca de las

sociedades prehispánicas a las que se refieren. Aquí cabe retomar a Prem (1997: 475) para

complementar algunas ideas. Este autor habla de las escasas fuentes y de cómo se utilizan

de manera “poco crítica”, y comenta que “No es la cantidad de nuestros datos sobre el

México antiguo lo que nos permite elucidar el tiempo pasado, sino su calidad.” Menciona

(Ibídem: 476) cuatro “niveles de aproximación al contenido de las fuentes históricas que

han de seguirse en este orden antes de poder confiar algo más a los enunciados de las

fuentes y de convertirlos en una base de interpretaciones”.

Los niveles de interés para esta investigación son el tradicional y el de contenido.

El tradicional se refiere a que “Entre el autor de una fuente histórica y el objeto descrito por

él siempre existe una distancia espacial. Su extensión es esencial para la inmediatez de los

enunciados, especialmente cuando la distancia se superaba por terceras personas, como por

ejemplo informantes o fuentes intermediarias escritas. Cuanto más larga era la distancia

tanto más numerosos niveles de la transmisión o de la redacción deben de haber existido y

separan de esta manera el texto o la imagen accesible para nosotros de la realidad histórica

[…] Para revelarla por lo menos en parte se requiere de una crítica interna del texto y de un

cotejo con otras fuentes de las mismas o similares tradiciones históricas” (Ídem).

Y del nivel de contenido sólo se puede recuperar el hecho “considerando

suposiciones o conocimientos procedentes de otras fuentes de conocimiento. Esta

162
recuperación constituye un conocimiento complejo que solamente se puede lograr

conociendo las peculiaridades culturales del autor, de la situación relatada por él y de las

circunstancias particulares de la redacción, entre otros elementos” (Ídem).

Anawalt (1981: 19) comenta que los cronistas “proveyeron informes

testimoniales de la vida del periodo del contacto”, aunque, según su punto de vista,

“Algunos de los reportes de los invasores europeos han sido vistos con escepticismo.” Yo

considero que hay que estudiarlas con cuidado para no caer en su etnocentrismo,

occidentalismo o prejuicio. Por ejemplo, la misma autora (Ídem) dice, con toda la razón,

que los españoles han sido acusados por exagerar el número de miembros de los ejércitos

indígenas, pero que hay evidencia en los códices que aprueba que las descripciones de los

españoles acerca de la vestimenta bélica de los mexicas no fueron exageradas.

Finalmente, me parece que la misma autora (Ídem) nos hace reflexionar al

resumir que se puede entender la vestimenta mesoamericana que se muestra en las

representaciones con “información adicional en la vestimenta de la América Media

encontrada en las fuentes escritas españolas del siglo XVI.”

Como en los apartados anteriores vimos, el modo de vida de los chichimecas es

descrito más detalladamente por los escritores europeos o europeizados, como Alva

Ixtlilxochitl (1985), así como también en los códices de la escuela texcocana, en los cuales

se representa a los chichimecas como ancestros de la dinastía texcocana, como el Códice

Xolotl.

III. 2. 2. 1 Crónicas

De la indumentaria que los cronistas y los códices describen, retomaré la de los

chichimecas en general y la de los chichimecas de Xolotl, con fines de comparación y

163
ampliación de la información.

Bernardino de Sahagún (1449 o 1450-1590 d. C.)

Tamime: su vestimenta en general se conformaba de “algunas ropillas viejas y hechas

pedazos, o algunos trapos rotos” (1999: 599).

Teochichimecas o zacachichichimecas: la vestimenta de su “señor y caudillo” era una

“manta puesta de pellejo de gato montés, o de pellejo de tigre, o de león, o hecho de

pellejos de ardillas” (Ídem). Como ornamentos se ponía en la cabeza “una guirnalda hecha

de pellejo de una ardilla, de manera que la cabeza venía sobre la frente y la cola al

colodrillo; y un plumaje a manera de un aventadorico redondo, de pluma encarnada”

(Ídem). La vestimenta de la mujer del “señor y caudillo” se conformaba de “unas naguas y

camisa de los mismos pellejos, y también las demás mujeres traían faldellín y huipil de

pellejos”. Sus herramientas eran “arcos y carcajes de flechas, cuando caminaban” (Ídem).

Protegían sus pies con “unas cotaras de palma”. De su vestimenta en general se menciona

(Ibídem: 600) que usaban “otros pellejos de venado o de adives, y no traían ninguno de los

pellejos de leones”. Finalmente se habla (Ídem) de la confección de las prendas: “había

zurradores que aderezaban los pellejos de venados que les servían de faldellines y ropa”.

Nahuachichimecas: eran “hiladores, tejedores; prácticos y elegantes en su habla; curiosos

en su comer y en su traje” (Ibídem: 601-602).

Gerónimo de Mendieta (1525-1604 d. C.)

Chichimecas: “Traen los cuerpos todos desnudos” (2002: 460 y 461).

Diego Durán (1537-1588 d. C.)

Chichimecas: andaban “desnudos en cueros sin ninguna cobertura de sus partes verendas”

(1995: 65 y 66).

164
Juan de Torquemada (1562 o 1565-1624 d. C.)

Chichimecas: el autor (1975: 58) dice que eran gente que andaba “desnuda de ropas de

lana, algodón, ni otra cosa que sea de paño o lienzo; pero vestida de pieles de animales;

feroces en el aspecto y grandes guerreros, cuyas armas son arcos y flechas”.

Chichimecas de Xolotl: “pero Xolotl y muy al contrario, porque como no sabían de

vestidos, tampoco de pláticas ni conversaciones; y así era toda su vida, gozarla y vivirla,

desnudamente en los cuerpos, vistiendo pieles de animales” (Ibídem: 67).

Fernando de Alva Ixtlilxochitl (1578?-1650 d. C.)

Chichimecas: de su vestimenta en general dice (1985: 289) que se “vestían en su natural, y

visten hoy día de pellejos adobados de martas, leones, tigres y otros animales feroces”. Se

protegían los pies con “cutaras de pellejos de animales”. La vestimenta para “reyes y

señores” eran “unos icoles […] de martas […] y sus mantas de tigre y león, oso y lobo; el

cabello largo hasta las espaldas, y por delante se lo cortan” (Ídem). La vestimenta femenina

eran “huepiles y naguas de mantas; también vivían calzadas con sus cutaras” (Ibídem: 300).

Chichimecas de Xolotl: se menciona (2000: 75) que entre los objetos que se le tributaban a

Xolotl había “pieles de fieras y mantas de nequén”. En la época de Tlotzin, los que

“todavía estaban en la dureza de sus antepasados, se fueron a las sierras de Metztitlan y

Totépec y a otras partes más remotas […] y desde ese tiempo se comenzó a cultivar en

todas partes la tierra, sembrando y recogiendo maíz, y otras semillas y legumbres y algodón

en las tierras cálidas para su vestuario” (Ibídem: 80 y 81). Acerca de los productos que

cazaban, dice que “los de cada familia, la comían todos juntos, excepto las pieles referidas

que las ablandaban y curaban para el efecto; trayendo en tiempos de fríos el pelo adentro y

165
en tiempo de cañones cuando son las aguas, el pelo por la parte de fuera, aunque los reyes y

señores solían traer debajo de las pieles algunos paños menores de nequén muy delgados o

de algodón los que los alcanzaron” (Ibídem: 81 y 82).

Aculhua: se vestían con “túnicas largas de pellejos curtidos, hasta los carcañales, abiertos

por delante y atacados con unas a manera de agujetas, y sus mangas que llegaban hasta las

muñecas de las manos, y sus cutaras de cuero grueso de tigre o de león, y las mujeres sus

huepiles y naguas de lo propio, y los cabellos largos ni más ni menos que los de Xolotl”

(1985: 299-300). Sus “armas eran arco y flechas y lanzas” (Ibídem: 300).

Códice Chimalpopoca (Anales de Cuauhtitlan) (s. XVI)

Chichimecas cuauhtitlanenses: no usaban “abrigo de manta blanda” y “se cubrían

solamente con [una] capa de heno y de piel por curtir” (1975: 4).

Mariano Veytia (1720-1778 d. C.)

Chichimecas: dice el autor (1979: 262) que “Por lo frío de su clima vestían todos pieles de

animales adobadas y curtidas, sin que perdiesen el pelo, las que acomodaban a manera de

un sayo, que por detrás les llegaba hasta las corvas, y por delante a medio muslo, cubrían y

adornaban las cabezas con casquetes y monteras de las mismas pieles, y de ellas propias

hacían rodelas para su defensa”. En cuanto a los ornamentos de las “gentes principales”,

dice (Ídem): “se adornaban las cabezas sobre los casquetes de piel con plumas de varios

colores, y pedazos de oro, plata. Y otros metales toscamente labrados, con piedras de

colores, y con una especie de heno que se cría sobre los árboles viejos, a modo de barbas

largas blancas, que en su idioma llaman Pactli, de que formaban una especie de guirnaldas;

y en el cuello, pecho, brazos, y pantorrillas, se ponían iguales adornos de joyeles y piedras.”

También menciona (Ídem) que “Todos usaban el calzado de sandalia, que llaman

166
cacli, de piel cruda y dura, afianzada por sobre el pie con correas más suaves”. Las mujeres

se vestían con “pieles curtidas, rodeándolas el cuerpo desde la cintura para abajo, y de la

cintura para arriba con huipiles, que son en su hechura a manera de unas camisas sin

mangas, y esta era la única cosa que tejían, o de algodón o de palma, o de pelos de

animales” (Ídem).

Teochichimecas: de los “escritores” teochichimecas Veytia (1979: 327 y 328) dice que

cuentan que

[…] viniendo todos juntos, se adelantaron algunas cuadrillas, y llegando a


un estrecho o brazo de mar […] formando balsas de troncos de árboles, y
no teniendo con qué amarrarlos, se quitaron los maztlis, que eran unas
andas de más de cuatro brazas de largo, y palmo y medio de ancho, de tela
de algodón, con que se cubrían los más inhonesto, como una especie de
braguero, y esta era la única ropa que usaban […] sus mujeres las
camisetas que usaban que eran cortas, de suerte que no pasaban de los
muslos sin mangas, y con una abertura en la parte superior para sacar la
cabeza, y dos lados para sacar los brazos: hoy se llama esta pieza de ropa
cotón, y le usa mucho toda la gente pobre.

Finalmente cabe exponer lo que Powell (1996) ha interpretado:

Guachichiles: usaban “tocados de plumas rojas y se pintaban de rojo, en especial el

cabello” (Ibídem: 50). El mismo autor (Ibídem: 51) retoma a Pedro de Ahumada Sámano

para decir que “andaban desnudos y no tenían habitación”.

Zacatecos: llevaban “medias calzas, y vendas en la frente” (Ibídem: 53).

III. 2. 2. 2 Códices

Se busca saber cómo se transformó la vestimenta que utilizaban los chichimecas y cómo

fue representada en los códices del periodo Posclásico.

167
Cabe insistir en que los códices deben ser estudiados con cuidado y se debe aclarar

que de ellos no se obtiene información totalmente fidedigna. Escalante (1999: 34)

menciona que “Los relatos históricos nahuas, al igual que los de otros pueblos de

Mesoamérica, incluyen acontecimientos míticos referentes a los orígenes de los grupos y a

las fundaciones de los pueblos.” Relacionado con esto, Johansson (2007: 65) opina que “los

libros indígenas vueltos a pintar fueron ‘contaminados’ en grados distintos, según las

circunstancias de su elaboración, por los criterios occidentales de representación pictórica y

más generalmente por las relaciones que prevalecían entonces entre el significante y el

significado.”

A pesar de lo anterior, los códices son una evidencia histórica muy importante e

imprescindible para poder entender el desarrollo histórico de las sociedades prehispánicas.

La importancia de los códices también radica en la información que nos muestran

de la época prehispánica y de la época del contacto. Con respecto a lo anterior, Miller

(2005: 34) explica que “Debido a que las técnicas de tejido han permanecido iguales a

través de los siglos, la vestimenta ha conservado su carácter ancestral y tiene el mismo

diseño que hemos encontrado ilustrado en los códices y las descripciones de las crónicas de

la conquista.”

Dibble (1980: 28) resume lo que se observa en las representaciones y parte de lo

que va a servir para entenderlas y utilizarlas para su investigación: que los chichimecas “se

representan vagando por los campos, vestidos de zacate y de las pieles de los animales que

mataban.”

El mismo autor (Ibídem: 28-29) sugiere que la migración fue un proceso que duró

muchos años; sin embargo, es importante notar que una vez establecidos estos grupos como

sedentarios, las transformaciones que ocurrieron al interior de la sociedad se llevaron a

168
cabo en muy poco tiempo, debido a que el ser humano puede efectuar estos cambios

rápidamente. O sea, estamos hablando de un proceso de aculturación (León Portilla 1967).

De las fuentes, Ravest (2004: 11) dice que la “historia de Texcoco y de la originaria

narración acolhua-chichimeca-tolteca, puede vanagloriarse de que aún pervivan tres textos

pictográficos de sus tiempos formativos. Ellos son los códices Xólotl, Quinatzin y Tlotzin.”

Entonces, los códices del Acolhuacan permiten “el acercamiento a uno de los señoríos más

importantes al momento del contacto” (2006: 53).

Dibble (1980: 28) dice que en la plancha I del Códice Xolotl, así como en el Mapa

Tlotzin y en el Códice Mapa Quinatzin, “los chichimecas se representan vagando por los

campos, vestidos de zacate y de las pieles de los animales que mataban. Se abrigan en las

grutas y por entonces buscan los lugares riscosos. Vemos que llegan año tras año en

pequeños grupos, cada uno con su jefe. El hecho de que las tribus lleguen año tras año nos

hace sospechar que se trata de un movimiento general que tardó muchos años en

realizarse.”

A continuación se describen los tres principales códices que van a utilizarse para

este estudio y se mostrará la información que se menciona de la vestimenta y datos

relacionados con el modo de vida de los chichimecas. Se debe hacer notar que en el estudio

iconográfico se repetirá información de lo que se expone a continuación, ya que es

necesario desarrollar el contenido de los siguientes códices y retomar esa información para

complementar el estudio iconográfico.

Códice Xolotl

García Granados, dentro de la versión de Dibble (1980: 3), menciona que el Códice Xolotl

es la “Versión texcocana del Valle de México”, y que “fue la fuente más importante en que

169
bebió don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, para redactar buena parte tanto de su Historia

chichimeca cuanto de sus Relaciones”.

El mismo Dibble (Ibídem: 9) menciona que el códice fue “pintado después de la

conquista” y que se aprovecharon otros más antiguos para realizarlo. Thouvenot (1997:

426) dice: “considero su factura como totalmente indígena.” Las ideas de ambos autores no

se contraponen, ya que el Códice Xolotl pudo haber sido hecho después de la invasión

española pero por tlacuilos indígenas con o sin influencia occidental.

Dibble (1980: 11) explica que “A medida que nos remontamos hacia la antigüedad

los hechos se desfiguran y se pierde el orden cronológico.” Y que el códice “es una historia

regional, o más bien, referente a la familia real, ya que de suprimir los acontecimientos en

que figuran Xolotl y sus descendientes, nos quedarían muy pocos datos.” Sin embargo, más

adelante menciona (Ídem) que “El primer dato que tenemos del Códice proviene de Don

Fernando de Alva Ixtlilxochitl quien afirma que fue pintado en la época de Nezahualcoyotl.

Sostiene en su ‘Historia Chichimeca’ que dicho Códice fue escrito por dos caballeros que

aparecen en el ángulo inferior de la derecha en la plancha número diez.”

Y finalmente, a manera de conclusión Dibble (Ídem) menciona que, a pesar de lo

que dice Alva Ixtlilxochitl, “el estudio del Códice nos demuestra que no puede considerarse

como precortesiano. Se nota la influencia europea en la manera de representar el sol y la

bandera, y se ve también cómo las estrellas y los árboles muestran la misma influencia.”

En cuanto a los atributos y la vestimenta, se menciona la llegada de seis jefes que

portan arco y flecha, lo cual indica que son chichimecas, según Dibble (Ibídem: 28), y están

relacionados por la cultura con Xolotl.

De la plancha II, explica que (Ibídem: 36) “Por su manera de vivir, y tal vez por su

número reducido, respetaban los centros de población de gente más avanzada en el Sur del

170
Valle.” Y que el tlacuilo indica la “distancia cultural” que los separa, por medio de la

“distinción marcada en el traje, en la industria de Quechollan y el centro religioso de

Cholollan.”

Un dato importante que menciona (Ídem) es que el arco y la flecha son un

“privilegio que se limita a los jefes chichimecas en este códice”.

En la imagen de la guerra entre Nopaltzin y Nauhyotl se nota la diferencia de trajes

y armas: “Nopaltzin aparece casi sin traje y armado de arco y flechas, mientras que

Nauhyotl trae un escudo y una especie de espada y su vestido llégales hasta las rodillas”

(Ibídem: 38-39).

En la imagen donde aparecen Quinatzin y Huetzin está el glifo que indica que son

aculhuas, y portan el arco y las flechas “pero en la mano traen una lanza que no es

propiamente un arma chichimeca”; dice Dibble (Ibídem: 50) que probablemente fue

“introducida por alguna tribu que entró en el Valle.”

Yacanex, el “jefe rebelde”, lleva puestos adornos de pluma que, dice el autor

(Ibídem: 64), según Sahagún “son característicos de estos bárbaros.” El autor (Ibídem: 65-

66) describe a la gente de Totoltepec, Metztitlan y Tulancingo, los cuales “andan casi

desnudos, y traen arco y flechas tal como los chichimecas cuando llegaron al Valle”. Dice

(Ídem) que se observa que los “aliados de Quinatzin traen arco y flechas tal como sus

enemigos, y también como los chichimecas de Xolotl. Vemos que Quinatzin, sentado sobre

su ‘icpalli’, trae su arco y flecha como signo de su linaje chichimeca.” Sin embargo, los

“reyes y señores” de Culhuacan y Cholula (centros toltecas) no fueron representados con

arco y flecha (Ibídem: 66). Y “los guerreros” de Quinatzin portan un escudo, “chimalli”, y

la lanza mencionada. Dibble (Ídem) explica que el tlacuilo con esta representación de esa

arma y la “túnica” que usan, muestra “la influencia civilizadora de las tribus de linaje

171
‘tolteca’ que llegaron después de Xolotl. El escudo está tomado de los ‘toltecas’ que

encontró Xolotl en el Valle.” Cabe mencionar que Nopaltzin está vestido de manera

diferente a Quinatzin, Huetzin y otros.

En la plancha IV se observa que “los aliados de Quinatzin llevan la aljaba, arco y

flechas, signo de la nación Chichimeca.” También portan la lanza que aceptaron desde la

plancha III, así como el escudo que “tomaron de los toltecas o de los mexica.” Se menciona

el uso del atlatl o lanzadardos (Ibídem: 71).

En la plancha V se observa un cambio total de la vestimenta excepto la de

Techotlalatzin, quien porta una piel, arco y flecha.

De la plancha VII Dibble (Ibídem: 90) dice que Alva Ixtlilxochitl en sus Relaciones

menciona que “‘Tezozomoc envió sus mensajeros a Ixtlilxóchitl con mucho algodón como

por vía de amistad, enviándole a decir que le rogaba mucho que le hiciese merced de

mandar á sus vasallos que de aquel algodón le hiciesen mantas muy buenas, como se sabían

hacer en aquel tiempo en esta ciudad. Porque tenía necesidad de ellas’” (Ídem).

Describe (Ídem) que sobre el lago de Texcoco “aparecen el algodón y las mantas

frente a Ixtlilxochitl, Tlacotzin de Huexotla, Opantecuhtli de Cohuatlichan y Totomihuatzin

de Cohuatepec. Todo esto indica cómo Ixtlilxochitl distribuyó el algodón para que las

tejieran.” Y finalmente cuenta (Ídem) que Tezozomoc “repitió el proceso cada año,

aumentado cada vez más la cantidad de algodón” y que “llegó el día en que Ixtlilxochitl se

rehusó a fabricarlas”.

Mapa Tlotzin

En este códice se narra la llegada de los chichimecas a la cuenca “virtualmente poco

habitada tras la destrucción de Tollan, la última capital tolteca.” Se representa “la sucesión

de los gobernantes en el Acolhuacan, con sus respectivas mujeres e hijos, desde Tlotzin

172
[…] hasta los últimos tlatoani texcocanos tras la irrupción hispana. Señala,

cronológicamente, sus lugares de asentamiento” (Ravest 2004: 11).

Ravest (Ibídem: 12) describe que en la parte intermedia están dibujados “varios de

los principales jefes chichimecas, identificados por sus respectivos glifos nominativos […]

Amacui –nombre que se ha dado a Xólotl en éste y otros códices-; […] Nopal –cuyo

nombre más conocido es el que va a la terminación reverencial de tzin, Nopaltzin- […];

Tlotli o Tlotzin- […] y, en el mismo orden hacia abajo, sus mujeres […] En otra pintura

[…] entre Quinatzin y su mujer […] está la cuna de su hijo Techotlalatzin, otro de los

futuros tlatoani. Quinatzin, como gobernante recibe numerosas menciones en glifos

ilustrados, que han sido traducidos como el gobernante que “ordenó la tierra” y estableció

la cabecera del señorío en Texcoco.”

Acerca de la indumentaria de los personajes, Ravest (Ibídem: 13) menciona que en

general son pieles y que portan su arco y flecha, y que “en el transcurso de la exposición se

va perdiendo.” Dice (Ídem) que en las primeras escenas son mostrados “en su condición de

cazadores-recolectores” junto con “una gran variedad de plantas y animales que les servían

de alimentos y les proporcionaban satisfactores.” Continúa diciendo (Ídem) que en las

“cavernas” los primeros “señores” chichimecas están sentados en el piso de tierra, y las

mujeres “habitualmente, tienen sujetas las cunas donde portan a sus hijos.” Posteriormente

los “nobles” se presentan en sus “icpalli” o “asientos reales”.

Se narra (Ibídem: 13) que Tlotzin va con un sacerdote de Chalco a cazar culebras,

ciervos, conejos y aves, y que “comía crudo lo que mataba”, lo que espantó tanto al

chalqueño como haberlo visto con arco y flechas. Se dice (Ídem) en el relato escrito que los

chichimecas tenían en ese tiempo un nivel religioso de primitivo panteísmo: adoraban al

sol-padre y a la tierra-madre. El sacerdote invitó a Tlotzin a su pueblo, donde su mujer asa

173
para ellos “un conejo y una serpiente embroquetados”. Luego le hicieron beber “atolli,

caldo de maíz quebrado sobre el metatl […] con el rodillo metlapilli”; también se dibuja un

comal sobre los carbones ecendidos y se expresa que Tlotzin no quiso comer los tamales

ofrecidos. En el texto (Ídem) se afirma que “Tecpoyoachcauhtli vivió largo tiempo con

Tlotli”. Aubin (2009: 72) escribe en sus comentarios que esta parte del Códice trata “de la

primera educación agrícola, industrial y religiosa que los chichimeca recibieron de los

chalcas toltecas en la persona de su jefe Tlotli”, al que también señala como “fundador del

reino de Tezcoco”.

Ravest (2004: 13-14) dice que es indudable que “este acercamiento del

representante de una cultura cazadora-recolectora con otro de una sociedad más adelantada,

no es simplemente un contacto anecdótico”, sino que esos encuentros significan “la

comprensión y adopción del idioma náhuatl por parte de los chichimecas, lo que se

acentuaría masivamente cuando los acolhuas llegan a asentarse en el Chichimecatlalli, bajo

el señorío de Techotlalatzin junto a los pueblos huitznahuas, los tepanecas y mexicanos.

También, el conocimiento de herramientas y tecnologías domésticas más habituales: las

cazuelas de barro, comales, metates, entre otros, que posibilitaban la cocción de los

alimentos.”

Se menciona (Ibídem: 14) que el desprecio de Tlotzin hacia los tamales se debe a

que el “pueblo nómada chichimeca, en lo esencial de sus ancestros, no había sido un pueblo

agricultor. Por lo tanto, no conocían claramente los beneficios del maíz.” Lo anterior,

explica el autor (Ídem), se debe a que del contacto de Tlotzin con los chalcas-toltecas es

que él “aprende el cultivo del maíz.” El códice presenta los “primeros cultivos del grano

sagrado mesoamericano, el maíz”, que a falta de “la coa u otros instrumentos de labranza”

174
se inició “primitivamente aprovechando los hoyos que hacían las tuzas para sembrar en

ellos su semilla.”

En la parte intermedia del códice, para ilustrar el “salto civilizatorio de los

chichimecas, se muestra una hermosa mata de maíz que emerge desde un círculo de tierra

en el cual se aprecia medio cuerpo de una tuza”. Sobre lo anterior, Aubin (2009: 76)

comenta que “Es en los agujeros excavados por un tipo de topo (tozan) donde los

chichimecas comenzaron a plantar el maíz. Su aversión al trabajo, su resistencia

exasperante –entonces las batallas de Quinatzin- a las instituciones agrícolas y monarquías

tolteca, mostraron cuán penoso fue, al ocaso de la edad media americana, el renacimiento

de la civilización que Cortés encontró en México.”

Ravest (2004: 14) menciona que ese “proceso de aculturación de los chichimecas,

en lo esencial, es demostración de otro hecho decisorio. Fue este pueblo de una sensible

inteligencia y capacidad para aceptar la integración de otras etnias y adoptar de ellas sus

más elevados desarrollos culturales.” Se refiere (Ídem) a la forma de actuar de

Nezahualcoyotl (ya anticipado por Quinatzin y Techotlalatzin) “y su sostenido énfasis en

desarrollar la mayor toltequización posible para su pueblo.” Sin embargo, dice el mismo

autor (Ídem) que “tales necesidades de contacto también tuvieron motivaciones políticas y

económicas, además de las culturales.” Menciona (Ídem) las alianzas matrimoniales de

gente de la “dinastía gobernante chichimeca” con los provenientes de otras “etnias”.

Finalmente, menciona (Ídem) que la historia de Tlotzin “es significativa, por ser una

de las primeras y de mayor connotación”.

Mohar (2006: 55) dice que en este códice “destacan gráficamente una serie de seis

cuevas que […] contienen una o varias parejas acompañadas de una chitatli o cesta que

contiene un bebé.” También dice (Ídem) que “se hace referencia a un origen chichimeca, el

175
cual […] se identifica con el atuendo de los personajes con base en pieles de animales,

tanto en hombres como en mujeres. Igualmente, este atuendo cambia posteriormente y se

modifica por mantas blancas, probablemente de algodón”.

Códice Mapa Quinatzin

Fue hecho en el valle de México, entre 1542 y 1548 (INAH 1979: 42), y trata de “algunos

de los sucesos de la historia chichimeca durante la vida de los señores Quinatzin y

Techotlalatzin. Destaca sobre todo el género de vida de nómadas cazadores, habitantes de

las cuevas y vestidos de pieles que se atribuía a este grupo antes de su establecimiento en el

Valle de México.” Mohar (2006: 53) dice que “se hace énfasis en sus características como

guerreros y cazadores especializados.”

La misma autora (2004:187) comenta que Techotlalatzin, el hijo heredero de

Quinatzin, “muestra un cambio en su atuendo; ya no lleva piel de animal como vestido,

sino que aparece con una manta blanca con borde rojo, tiene el arco y la flecha al igual que

los chichimecas”.

Mohar (Ídem) continúa: todos los personajes están “vestidos con pieles de

animales.” Un dato muy interesante que menciona es que el tlacuilo “señala gráficamente

el conocimiento de la curtiduría de las pieles en los bordes de las mismas”, así como

“pequeños círculos que indican cómo estos materiales pasaron por un proceso de secado y

estiramiento.”

Describe (Ibídem: 187) la vestimenta masculina: “consta de una sola pieza, y en

algunos casos se puede ver cómo estas vestimentas de piel están anudadas en el hombro.”

Se complementa con “coronas de heno”, también portan sandalias o cactli, y su arco y

flecha, elementos que han servido para identificar a los personajes como chichimecas”; y

dice que varios de ellos “portan como adorno y símbolo de su rango orejeras”. Luego,

176
también describe (Ibídem: 189) la indumentaria femenina: piel de animal, el cabello lo

llevan “suelto sin mayor adorno.”

El personaje femenino que lleva en su espalda mazorcas de maíz, “está vestida de

manera distinta: parece portar “un huipil y enagua”. Describe (Ídem) su peinado como

“elaborado, lo que la identifica como una mujer perteneciente a la nobleza, y esto último se

acentúa con la presencia de una vírgula que sale de su boca.”

“El resto de los personajes están ataviados con el mismo atuendo, que consta de una

manta blanca cuyo borde generalmente es de color rojo. Su peinado cambia con respecto a

aquellos que son identificados como chichimecas” (Ídem).

En este subcapítulo se hizo un recuento del estudio de Anawalt acerca de la

vestimenta mexica; de las menciones sobre indumentaria que se han hecho en algunas

crónicas; y de las representaciones de la indumentaria en códices, así como de las

interpretaciones y los estudios iconográficos de los investigadores que los han estudiado.

En el siguiente apartado se desarrolla la propuesta de iconografía de Galarza basada

en diversos códices para luego ser aplicada al presente estudio.

177
“y los sitios donde se aposentaron a la
vuelta los mexicanos todos están señalados
y nombrados en las pinturas antiguas, que
son sus anales de los mexicanos” (Sahagún
1999: 614).

“Para nosotros, los códices son fuentes


históricas de primera mano que dejaron
asentada la visión indígena por medio de sus
manifestaciones artísticas, plasmadas en su
sistema de escritura, que nos hace conocer y
valorar nuestras más profundas y
tradicionales raíces” (Galarza 1997: 13).

III. 3 Iconografía de los códices

Los códices, según el catálogo del INAH (1979: 19), “son fuentes inapreciables para el

conocimiento de las culturas prehispánicas y de la historia de los pueblos indígenas durante

la Colonia.”

Y también, con base en el mismo catálogo (Ídem), puedo reafirmar lo que he venido

explicando sobre la importancia de la vestimenta en una sociedad, ya que los códices,

debido a “su carácter pictórico informan sin mucho esfuerzo acerca de aspectos objetivos

de la vida de los pueblos aborígenes; así, pueden conocerse detalles del vestido, de los

ornamentos, de la arquitectura, de los objetos, de la flora y de la fauna, etc.”

Kubler (1986: 114) menciona que en los pueblos donde no se tenía “escritura

completa” los pintores y los escultores tenían la “responsabilidad de representar y

significar. En efecto, se esperaba que las pinturas asumieran toda la función que más tarde

adoptaría la escritura. Por tanto, los símbolos pictóricos daban imágenes conceptuales, más

que impresiones visuales de las cosas.”

Magaloni (2003: 5) explica basándose en Elizabeth Boone, que “los historiadores

indígenas documentan mediante imágenes sintéticas, llamadas pictografías, el qué, cómo,

cuándo y dónde de una historia. El significado de esos textos visuales está dado por la

178
sintaxis misma de la imagen y, de manera particular en los anales, por la relación que los

dibujos guardan con las fechas calendáricas a las que están sujetos.” Y dice (Ibídem: 15)

que los hechos históricos fueron “representados por imágenes y que la forma en la que

éstas se presentan es en sí misma simbólica.”

A continuación se hablará del método de Galarza, investigador que dedicó su vida

al estudio de los códices. Este método es científico porque permite “un análisis sistemático,

exhaustivo, de la totalidad de los elementos de cada documento” (Galarza 1992: 17); cabe

aclarar que aquí se retomarán sólo ciertos elementos debido a la dimensión y a los objetivos

de esta investigación.

El mismo autor (en Galarza y Zemsz 1997: 2) explica que el tlacuilo o pintor de

códices era un sabio y un artista a la vez porque “era necesario que poseyera los

conocimientos de la época para poder transmitirlos” y porque debía estar “dotado para el

dibujo y la pintura antes de ser escogido e instruido”.

El tlacuilo hace uso de los medios plásticos, los cuales son la base del “sistema

pictórico de sonidos y palabras ‘imágenes’”. También utiliza los “‘lazos gráficos’ para

indicar el sentido de la lectura ligando algunos dibujos a otros, sobre todo […] los ‘glifos’ a

los ‘iconos’” (Ibídem: 9).

Galarza (Ibídem: 3) menciona que hay dos tipos de dibujos a nivel de sus

dimensiones y proporciones: las pequeñas imágenes o glifos, las cuales “algunas

transcriben nombres de lugares y de personas”, además de que son los “únicos elementos

de esta escritura hasta la fecha reconocidos oficialmente como palabras”; y las grandes

imágenes o iconos, que se convierten en ello cuando las “mismas formas y los mismos

colores propios de las “pequeñas imágenes” se agrandan; que son “igualmente de la

179
convención plástica y gramatical” y que “ni las formas ni las asociaciones cambian.” Dice

(Ídem) que su función es la misma, la de “transcribir la lengua nahuatl”.

Aclara (Ídem) algo que debemos tener siempre presente, y que puede ser “aberrante

e ilógico al ojo no indígena y a la composición europea”: que el tlacuilo, según la

“tradición pictórica y gramatical del espacio”, acomode las imágenes en “composiciones

gráficas bajo formas de ‘paisajes’, de ‘retratos’, de ‘escenas’, en suma de ‘cuadros’.”

Explica (Ibídem: 37) que hay una “doble función icónica y fonética combinadas en la

ampliación o disminución de las proporciones, la utilización de las formas y de los

colores”. Y que el conjunto forma un sistema “icónico-fonético”, o sea, “un sistema

plástico y un sistema de escritura combinados y unidos en una misma y sola expresión”.

Me parece que para entender parte de las obras artísticas, en este caso,

mesoamericanas, es interesante conocer también cómo son concebidas desde el punto de

vista occidental: Galarza (Ibídem: 5) dice que para el occidental es difícil “‘ver’ los dibujos

no como ilustraciones sino como transcripciones de palabras, como un texto preciso en

lengua determinada”. Explica (Ídem) que “las ‘imágenes’ aztecas tradicionales son el ‘texto

mismo’, y que, al contrario de la concepción europea, en la indígena hay una separación

entre el texto y la ilustración”.

En relación con lo anterior, Galarza (1992: 80) dice algo muy interesante acerca de

los personajes: “No son retratos, sino montajes realizados por asociación plástica de los

elementos glíficos (superposición, contenido, aglutinación, etc.).” Los individuos que

fueron dibujados tradicionalmente por los mexicas “no se identifican por sus trazos

(características individuales del rostro, proporciones del cuerpo, etc.), no son ni copias

fieles, ni figuraciones realistas del aspecto físico detallado de un personaje histórico. Son

rostros y cuerpos ‘tipos’ sin nada personal, lo que los diferencia completamente de los

180
retratos europeos.” Explica (Ídem) que cada personaje que está dibujado de manera

tradicional “es un mosaico gráfico de palabras con capacidad de integrarse plásticamente y

de adaptarse a todas las necesidades de la composición dibujada, en este sistema en donde

las ‘imágenes’ que conservan su calidad representativa tienen una función de elementos de

lectura y son ellas las que forman el texto nahuatl organizado en un espacio plástico.”

En cuanto a las interpretaciones de las “‘imágenes’ aztecas tradicionales”, estoy de

acuerdo con Galarza (Ídem) en que “las comparaciones derivadas de la iconografía europea

han hecho perder de vista la parte más importante de los elementos dibujados, es decir, la

transcripción de palabras en la lengua nahuatl.” Dice (Ibídem: 80-81) que “Se les ha

juzgado exclusivamente como símbolos y atributos, tal como se les encuentra en las

pinturas europeas; con el carácter único de ‘imágenes-ilustración’ y no como lo que

realmente son, ‘imágenes texto’.”

Sin embargo, me parece que sigue siendo necesario conocer las bases de la

iconografía surgida en Europa, ya que es la referencia que se tiene, y estas bases se retoman

para empezar cualquier estudio iconográfico, aunque luego se definan los objetivos

dependiendo del tipo de obra. El método de Panofsky (1972: 24) propone “tres niveles de

contenido o significado” para llegar al análisis iconográfico y finalmente al iconológico. Es

aquí donde la iconografía, como una rama de la historia del arte, es uno de los instrumentos

indispensables para estudiar los códices como obras de arte, ya que se dedica a su

contenido temático o su significado, independientemente de su forma (Ibídem: 13). Como

se menciona (Ídem) en el primer nivel de dicho método, el significado fáctico se aprehende

“al identificar ciertas formas visibles con ciertos objetos conocidos para [uno…] por la

experiencia práctica, e identificando el cambio en sus relaciones con ciertas acciones o

acontecimientos.” Lo anterior hace referencia a que cuando uno observa una obra,

181
identifica lo que conoce e intenta hacer un interpretación, lo cual es inherente al ser

humano. Aquí cabe mencionar lo que Johansson (1997: 453) dice: “la percepción de los

glifos constituye un ‘reconocimiento’, ya que el lector conoce a grandes rasgos la historia

que está consignada sobre el apoyo pictográfico de la memoria que representa la imagen.”

El mérito de Galarza es que parece haber retomado esas bases para crear su propio

método, y que éste fuera funcional para el arte prehispánico.

Como parte de su método, Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 28) propone

“desnudar” la imagen del personaje, o sea, “separar todos los elementos que forman el

dibujo de su retrato y compararlos con otros, presentes en este manuscrito o en otros.”

Agrega (Galarza 1992: 82) que para hacer el estudio “no sólo se trata de descomponer al

personaje en sus elementos gráficamente lógicos: cabeza, cuerpo, extremidades, etc., y sus

atributos: peinados, vestido, asiento, armas, etc. Ya individualmente actúan los personajes

como un complejo porque la composición plástica permite adicionar una serie de elementos

gráficos y plásticos en cada uno de ellos”.

Galarza (Ibídem: 86) explica que el análisis que hace es múltiple, ya que es

“estilístico o plástico, temático y fonético. Se funda en la organización plástica del espacio.

Siguiendo el orden de la composición del ‘cuadro’, se van desglosando sistemáticamente

los grupos gráficos o plásticos en sus diversos componentes, hasta llegar a separar los

elementos mínimos del sistema y examinarlos en todas sus asociaciones en el documento,

para poder realizar su lectura en nahuatl. El análisis estilístico esclarece el contenido

temático de que están cargados los elementos plásticos o dibujos y revela su valor fonético,

ya que va del dibujo a la significación y a la lectura, y toma siempre en cuenta la

polivalencia de cada elemento.”

182
Me parece importante insistir en que sólo retomaré una parte esencial de este

análisis en cuanto a separar los elementos mínimos, además de que no se pretende construir

las palabras en náhuatl ni traducir al castellano.

El mismo autor (en Galarza y Zemsz 1997: 28) dice que se puede observar que “las

convenciones gráficas son las mismas, que los dibujos de los objetos o de las partes del

cuerpo son estilizaciones de esos objetos o de esas partes humanas que no son modificados

ni por traslado sobre el cuerpo del Rey, ni por su ensamblaje con otros glifos.” Menciona

(Ídem) que esos elementos, dibujados sobre el “Rey” (personaje del Códice Tovar) o en

otras partes, aislados o juntos, conservan su forma y color, y que representan “una unidad

de lectura cuyo valor es invariable cualquiera que sea el lugar donde estén colocados, o sus

dimensiones.” Aclara (Ídem) que los elementos dibujados son a la vez “icónicos y

fonéticos.”

Aquí cabe mencionar que se debe consultar la gran obra Codex Xolotl. Etude d'une

des composantes de son ecriture: les glyphes. Dictionnaire des elements constitutifs des

glyphes de Thouvenot (1987), quien separa y estudia los glifos del Códice Xolotl de manera

individual.

En cuanto a la indumentaria como un elemento importante por la abundancia

iconográfica, Vié-Wohrer (2008: 194) afirma que “los diferentes tipos de indumentaria y

ajuar revelan las diferentes escalas de poder, pero también es muy cierto que el colorido, el

tamaño, la posición y la orientación, tanto de personajes como de los objetos que los

rodean, sus asociaciones gráficas, su situación en los diferentes planos, en fin, todo aquello

utilizado en la elaboración de una hoja de manuscrito desempeña un papel informativo

propio (y suplementario), por ejemplo, cuando nos revela la posición jerárquica de

determinado personaje así como las funciones que éste realiza.”

183
Además, la misma autora (Ibídem: 195) dice que se enfoca principalmente en la

vestimenta y el tocado, ya que, explica, son “elementos básicos de diferenciación social,

profesional”, y que su suntuosidad simboliza “el poder, la valentía y la riqueza de quienes

los revestían.”

Dice Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 12) que los personajes que se observan en

su ejemplo del Códice Tovar son importantes porque “los vestidos que llevan y los

atributos que los acompañan muestran que pertenecen a la capa superior de la sociedad

azteca.” En otras palabras, y de manera más general, menciona (Ibídem: 13) que “las

convenciones clásicas de los vestidos, adornos, uniformes, atributos, etc., son […] guías

seguras que nos permiten identificar el papel y el rango social de un personaje”. Cabe

aclarar que estoy retomando de Galarza sólo su método, al cual debo atribuirle contenido

según mi enfoque teórico; es decir, al rango social lo usaré como jerarquía, basándome en

la propuesta de Sarmiento (1992). Además estoy en el nivel del análisis formal, y de la

recurrencia de rasgos y elementos que la conforman: posiciones, atributos, etcétera.

También, para identificar a los “señores” en su ejemplo del Códice Tovar, Galarza

(en Galarza y Zemsz 1997: 14) dice que se consideraron los siguientes criterios gráficos:

los glifos antroponímicos, los vestidos (mantos, sandalias), los atributos (diadema, gran

lanza) y el mobiliario (tronos, petates o esteras).

El mismo autor (Ibídem: 17) pone el ejemplo de los manuscritos tradicionales

(Lienzos de Chiepetlan), en donde los personajes “muestran gráficamente su pertenencia a

un grupo, a una tribu, a una clase social.” Explica (Ídem) que los personajes, dentro de su

“grupo o de una clase”, en especial en la más alta, la más poderosa, “por convenciones

muestran su importancia.” Dice (Ídem) que es evidente que lo anterior “está dado

gráficamente”, ya que el tlacuilo “diferencia los personajes por convenciones que

184
encontramos en diversos manuscritos.” Y que las diferencias “están inscritas en el dibujo

de sus peinados, vestidos, joyas y atributos.”

Con referencia a la indumentaria, Johansson (2007: 85-86) menciona que la

vestimenta frecuentemente contiene “caracteres predicativos de cualidades específicas que

desencadenan la acción o permiten identificar el o los personajes.”

Zemsz (en Galarza y Zemsz 1997: 41) dice que una de las maneras de “iconizar un

glifo” es “integrarlo en un contexto icónico o […] construirlo con otros glifos.” Como

ejemplo habla de las partes del vestido, que son un “conjunto de glifos que permiten vestir

a un personaje”. Y explica (Ídem) que es aquí donde “este glifo en cuanto icono sirve de eje

de yuxtaposición icónica a los otros glifos.”

En cuanto a la mayor parte de los elementos tlacatl (hombre), se menciona (Herrera,

Valle, Thouvenot, Olmedo y Jalpa 2005: 59) que “Suelen tener una forma muy

estereotipada, pero presentan muchas variaciones. Las diferencias se señalan en las

posturas, [los] gestos y [el] estado (vivos o muertos); [en la] indumentaria, [los] peinados,

[los] tocados, [los] ornamentos y [los] objetos relacionados como armas o herramientas”.

Con base en el ejemplo del dibujo de un personaje del Códice Tovar, Galarza (en

Galarza y Zemsz 1997: 11) menciona los “elementos de lectura” que están colocados sobre

su cuerpo, como vestidos, adornos, joyas y atributos. De lo anterior dice (Ídem) que éstos

son “elementos de tradición gráfica, por ende de transcripción silábica”, que “su valor

fonético es el mismo” y que “la composición plástica es la única modificación.” Luego

menciona (Ídem) que del “texto-imagen ‘separado’” se pasa al “texto-imagen ‘incorporado’

en la ‘gran imagen’; al texto ‘integrado’ gráficamente en la representación del personaje.”

Y concluye que el personaje es un “‘montaje’ plástico de ‘palabras-imágenes’”. Menciona

(Ídem) también que cada personaje es “un ‘mosaico’ gráfico de palabras plásticamente

185
capaces de integrarse y de acomodarse a todas las necesidades de la composición dibujada,

en este sistema donde las ‘imágenes’, aún conservando su cualidad representativa, también

tienen una función de elementos de lectura. Son ellos los que forman el texto nahuatl

organizado en un espacio plástico.” Y reitera (Ídem) que son “imágenes-texto y no

“imágenes-ilustraciones” como las pinturas europeas.

Zemsz (Ibídem: 49) menciona que en el Códice Tovar, la “iconización” del “Rey”

desempeña varias funciones, para las cuales hace referencia a la clasificación provisional

de los “glifos iconizados”. Menciona (Ídem) lo que el personaje porta como vestimenta, los

adornos, las insignias y la manera de sostener su lanza, la otra mano, el pecho “más o

menos despejado”, el rostro, la parte de las piernas que la tilma no tapa y que las sandalias

dejan libres “pertenece al dominio icónico (permitiendo a los elementos de lectura hacer

una composición plástica y significativa a la vez)”. Sin embargo, el mismo autor (Ídem)

aclara que no todos los “elementos icónicos” tienen el mismo estatus; y que la parte del

personaje que la vestimenta, los adornos y las sandalias cubren, es icónica (de manera

implícita), ya que “les sirve de eje de yuxtaposición.”

Explica (Ibídem: 51) que en este manuscrito el manto “está iconizado sobre todo por

el contexto, y en cierta medida por la ampliación.” Dice (Ídem) que el tlacuilo

probablemente se permitió “tomar con él tan grandes libertades”, ya que de cualquier

forma, “es identificable en cuanto a glifo por su función de vestuario.”

Cabe mencionar que aunque Galarza trabaja en específico este códice, sus

conocimientos pueden ser aplicados a otros documentos, ya que las convenciones no

cambiaron mucho y se siguieron respetando aún después de la Conquista.

Entonces, utilizar los estudios de la vestimenta de la sociedad mexica puede

servirnos para entender y cambiar la idea que se tiene acerca de la sociedad chichimeca, ya

186
que la primera podríamos decir que es parte de la conclusión de la segunda. Por ejemplo, si

conocemos que ciertas personas dentro de la sociedad mexica utilizaban algún tipo de

tilma, entonces podríamos explicar mi idea de que la piel que portan los chichimecas en el

Códice Xolotl tiene forma de tilma y es usada por los personajes importantes, como Xolotl.

Panofsky (1972: XXXIII) habla de un “principio esencial”: el que un motivo o

atributo se asemeje a otros “no comporta la misma significación porque su sentido

semántico ha variado”, y aquí viene lo más importante e interesante, que ha variado debido

a los cambios sociales, culturales, históricos; es decir, hay que apoyarse en la

documentación visual y textual para entender dicho atributo. Retomando este “principio

esencial” quiero decir que para el entendimiento de las imágenes de los códices, hay que

basarnos en otros y hacer comparaciones, además de apoyarnos en las crónicas y en las

interpretaciones de diversos autores y de los mismos códices.

Las convenciones para hacer los códices se refieren a que las formas y los “colores

definidos, estilizados y convencionales […] siguen a la vez reglas y las leyes establecidas

sobre una base gramatical y plástica que los reúne.” Además de que hay un orden y leyes

que “resaltan plástica y gráficamente en los “cuadros” para guiar tanto al dibujante como

al lector” (Galarza en Galarza y Zemsz 1997: 7). Según Pascual (2002: 51) las

convenciones tienen que estar vinculadas “a un determinado grupo social y a una particular

concepción del mundo (a una formación ideológica dominante) a la que sirvan de expresión

por medio de imágenes ordenadas en series paradigmáticas precisas”.

Kubler (1984: 77) del principio de disyunción dice, basado en Panofsky, que la

“forma continua no implica contenido continuo, como tampoco la continuidad de forma o

de contenido implica necesariamente una continuidad de cultura.” Explica (Ídem) que es a

la inversa: “prolongadas continuidades en forma o contenido, del orden de unos mil años,

187
pueden encubrir u ocultar una discontinuidad cultural más profunda que la que parece

existir entre la antigüedad clásica y el medioevo.” Y lo que más es de nuestro interés es que

esa “advertencia” todavía es má válida en casos en los que no se tienen fuentes literarias

“como es el caso de las culturas prehispánicas de América.”

Para explicar la disyunción Kubler (Ibídem: 76) cita a Panofsky: “siempre que en la

poesía, la mitología o la historia clásica, un escultor o un pintor toma prestada una figura o

un grupo de figuras, presenta casi invariablemente éstas de una manera no clásica o sea,

contemporánea”. De las expresiones disyuntivas dice (Ibídem: 86) que “otorgan nuevos

significados a formas antiguas y revisten viejos significados con formas nuevas.” Explica

(Ídem) que los artistas y artesanos a través del tiempo se han enfrentado forzosamente a

elegir entre que “el pasado es viable y amerita prolongarse” o “ha dejado de tener vigencia

y está condenado a descartarse por un tiempo.” Dice (Ídem) que con frecuencia esa

elección impone “una disyunción entre forma y contenido, uno de los cuales es renovado

mientras que el otro se reemplaza.”

El mismo autor (Ibídem: 76) menciona los axiomas fundamentales del “principio de

disyunción” de Panofsky, establecidos primero por Focillon (1934): “toda forma visible

que se ha repetido con frecuencia puede adquirir diferentes significados al cabo de algún

tiempo” y “un significado que perdura puede ser expresado por diferentes formas”.

Para el primer axioma quizá puedo poner el ejemplo de que se dibujaba a los

chichimecas con su arco y flecha para representar su modo de vida cazador-recolector, y

que para personajes que aparecen más adelante en el mismo códice o códices posteriores

significa sólo su ascendencia chichimeca. Para el segundo se me ocurre el ejemplo de que

tradicionalmente el nudo de la tilma se dibuja del lado derecho, pero posteriormente se

188
hace de manera indiferente, aunque la presencia de la tilma con el nudo (amarrado de

cualquier lado), sigue significando lo mismo.

A manera de relacionar todo lo anterior, puedo decir que para hacer los códices

había convenciones, las cuales, según la disyunción, son alteradas por el cambio de los

atributos, y si no hay fuentes literarias con las cuales contrastar, es todavía más complejo el

estudio.

Para abordar el estudio de las convenciones y los atributos, aquí se retoma el

método de Galarza para “desnudar” a los personajes. Dentro de las escenas se presentan

personajes estáticos y personajes en acción. En este caso, sólo retomaré la parte del método

que aborda los elementos mínimos que forman a los personajes, sin distinguir si están

estáticos o en movimiento; dichos elementos son las partes constitutivas y los atributos.

Es necesario aclarar que es complicado hacer una separación tajante entre las partes

constitutivas y los atributos, ya que hay elementos que pueden serlo al mismo tiempo,

como por ejemplo, la diadema de turquesa. Para fines de acomodo de la información, se

dejarán las separaciones entre las partes constitutivas y los atributos. Cabe mencionar que

estos elementos mínimos se complementaron con información que se obtuvo durante la

investigación.

Las partes constitutivas

Cuerpos con tilma: la tilma, además de ser parte de la indumentaria indígena, según

Johansson (2007: 58), también es “un paradigma dentro del sistema pictográfico de

representación. Además de señalar el rango del personaje que la usaba, permitía una

producción de sentido gráfico según las partes del cuerpo que cubría.”

Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 18) describe a los “Reyes de México”; dice que

portan un “manto muy ornamentado” y explica que “históricamente sólo los grandes

189
señores tenían el derecho de llevar esos mantos”, y que según la convención gráfica

mientras más grande era la dignidad del personaje, más importantes eran los ornamentos

del manto.

Itzcoatl
Detalle de la lámina VIII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 72)

En los “manuscritos tradicionales” el nudo del manto se muestra en el hombro del

lado derecho del “Rey” cuanto está de pie, y detrás del cuello cuando está sentado. En el

ejemplo del mismo autor (en Ídem) se puede observar de las dos maneras, lo cual explica

que pudo haber sido por la preocupación plástica del tlacuilo para “evitar la monotonía de

la sucesión de cuadros.”

Chimalpopoca
Detalle de la lámina VII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 72)

Johansson (2007: 58) menciona el hecho de pintar los pliegues de la tilma cerca del

nudo, lo que puede decirnos que el tlacuilo “aculturado” “aumenta la iconicidad de la

190
prenda de vestir, y de esta manera transfocaliza la percepción de un valor de signo a un

valor de objeto.” Explica (Ídem) también que la tilma “en este nuevo contexto pierde el

valor semiológico que tenía en la producción indígena de sentido para volverse una parte

constitutiva de un atuendo referido.”

Otro dato curioso que comenta el mismo investigador (Ídem) es que se puede

observar en el ejemplo de la Lámina III del Códice Boturini, que las tilmas de algunos de

los personajes “tienen pliegues cerca del nudo, mientras que otras no”.

Personajes aztecas
Detalle de la lámina III, Tira de la peregrinación (Johansson 2008: 29)

. De otro ejemplo, Galarza (1992: 104) menciona de los cuerpos con mantos que

estas vestimentas: “que cubren casi enteramente los cuerpos de los personajes sentados, ya

que no dejan al descubierto sino los pies, son a la vez vestidos, símbolos y palabras.” Es

decir, que al observarlos, pueden ser reconocidos e identificados “para pronunciar el

nombre del color iztac –blanco y del manto-tilmatli, que acompañados transcriben el

nombre completo iztactilmatli. Como envuelven los cuerpos de los personajes, adoptan sus

formas y éstas también deben leerse. En efecto, para decir y escribir iztactilmatli basta con

dibujar el manto extendido; aquí se trata del manto blanco.”

191
El mismo autor (Ibídem: 105) explica que esa “transcripción de la frase metafórica”

es equivalente de pilli-noble, ya que dice que siguiendo lo tradicional, sólo “los nobles”

podían usar esos mantos blancos, y concluye que lo anterior también es “un símbolo de

nobleza.”

Dice (Ídem) que a la “primera lectura directa” se le agregan otras que pertenecen a

los demás elementos del dibujo, como el nudo en la espalda, los bordes (uno o dos) y las

franjas, “cuyas lecturas descriptivas directas forman frases metafóricas equivalentes a los

diferentes grados de nobleza del personaje que los lleva.”

Cuerpos con tilma y sandalias: otra descripción es la que hace Galarza (en Galarza y Zemsz

1997: 33-34) del “Rey azteca”, el cual parece portar dos vestidos, un manto (tilma) muy

ornamentado, anudado tradicionalmente del lado derecho y sandalias decoradas de altas

taloneras con correas rojas que, como dato extra, dice (Ídem) que hacen juego con la banda

roja de la diadema. Menciona (Ibídem: 34) que esa tilma ornamentada es muy sencilla

“para transcribir las sílabas Tilma- en composición en los glifos de antroponimia y

toponimia.” Explica (Ídem) que si está muy ornamentada, se observa en “diversos nombres

de dignatarios mexicanos […] aquí, como en la toponimia, forma una palabra nahuatl que

se traduce por carga de mantos ricos” Y también explica (Ídem) que, sin embargo, si se

observan en conjunto las sandalias con la tilma ornamentada, entonces se puede transcribir

“Huey pilcayotl, gran noble señor de alta nobleza.”

Acamapich
Detalle de la lámina V, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 71)

192
Cuerpos con xicolli: esta prenda es la vestimenta que cubre la parte superior o el tronco de

los guerreros y que primero transcribe “el nombre de los trajes cortos de guerra xicolli, su

color iztac-blanco y la materia prima ichcatl-algodón, así como su consistencia

acolchonada-ichcahuipilli.” Su forma, “que se adapta a la del cuerpo humano, transcribe la

partícula –ini y su equivalente metafórico ‘el que lleva, porta o viste’” (Galarza 1992: 107).

Galarza (Ídem) dice que este traje se completa con el taparrabos tradicional “que transcribe

su nombre maxtlatl y su color iztac.” Explica (Ídem) que el color blanco, como símbolo de

“nobleza”, “transcribe con su nombre iztac- metafóricamente la alta calidad del nacimiento

-hueypilli de los personajes, en una frase equivalente a ‘el gran noble (señor)’.”

Cuerpos con maxtlatl: de su ejemplo del Códice Tovar, Galarza (en Galarza y Zemsz 1997:

19) menciona que parece que ninguno de los “reyes” porta el maxtlatl tradicional, que era

el taparrabos masculino “que llevaban los dioses mismos o los sacerdotes que los

personificaban, y que está indicado por la banda en la cintura.” Dice (Ídem) que el tlacuilo

escondió la prenda de manera cuidadosa del “Rey”, quien “enseña la parte superior de sus

piernas, lo cual, explica, que se debe al “deseo de no complicar la lectura de los elementos

(mantos, sandalias, diadema, lanza).”

Moctezuma
Lámina XII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 73)

193
El mismo investigador (Ibídem: 35) dice que en la escultura mexica “las

manifestaciones que exaltan la belleza del cuerpo masculino son igualmente representadas

con el maxtlatl tradicional”, y que hay que remontarnos a la región huasteca “para

encontrar el desnudo masculino completo”.

Cuerpos desnudos: dice Johansson (2007: 62) que en la penúltima lámina de la Tira de la

peregrinación, los prisioneros deberían estar totalmente desnudos por razones diegéticas,

es decir, relativas al desarrollo narrativo de los hechos. Explica (Ídem) que es muy probable

que la vestimenta que portan “y que altera la mecánica actancial y semiológica del texto

pictórico” fue dibujada “a petición de los mecenas españoles para quienes la desnudez era

intolerable en una imagen de esta índole.” Es necesario entonces “distinguir lo que es

pertinente en la mecánica actancial del relato, de lo que atañe al discurso, es decir, que no

es más que un rasgo estilístico propio del orador o del tlahcuilo” (Johansson 1999: 12). Por

ejemplo, hay códices donde aparecen los chichimecas vestidos con pieles pero además con

un maxtlatl que aparentemente es de algodón; la combinación del uso de una piel y un

maxtlatl podría tener que ver con la influencia católica; y el que el maxtlatl fuera de

algodón se contrapone con el uso de la piel.

El mismo autor (Ídem) menciona que en el Códice Azcatitlan el tlacuilo “resolvió el

problema pintando a las hijas de Huitzilíhuitl sin huipil pero de espalda.”

194
Tozpaxoch y Chimalaxoch, hijas de Huitzilihuitl
Detalle de la lámina XI, Códice Azcatitlan (1995)

Hay otros elementos que se pueden utilizar para hacer un estudio iconográfico más

completo, los que también retomaré para ampliar esta investigación. Cabe aclarar que los

ejemplos que retomo son de códices posteriores a los principales que utilizo y que son de

origen mexica.

Cabezas (orejas): estas partes del cuerpo y las orejeras “transcriben palabras que

metafóricamente indican grados de nobleza y de importancia en las jerarquías militar y

social” (Galarza 1992: 104).

Cabezas (peinados, tocados): Galarza (Galarza y Zemsz 1997: 17), de la descripción del

cabello, de corte sencillo, de su ejemplo del Códice Tovar dice que así no lo usaban los

guerreros ni los sacerdotes.

Peinado de Moctezuma
Detalle de la lámina XII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 73)

195
En general se menciona (Herrera, Valle, Thouvenot, Olmedo y Jalpa 2005: 59) que

el cabello lacio con el corte “recto a la nuca y flequillo rasando la frente es característico de

cualquier hombre”, y que los demás peinados “suelen denotar una adscripción social

determinada: actividad, rango o grupo étnico”. Y también que los tocados y los ornamentos

de la cabeza “señalan jerarquías y distinguen funciones en el grupo gobernante y en las

imágenes de los dioses”.

De la diadema preciosa, Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 17) dice que “Los reyes

llevan una diadema azul con un borde rojo (o banda) que se anuda a la cabeza con el listón

que la termina. Este atributo real, el Xiuhuitzolli, era llevado únicamente por los Señores de

México-Tenochtitlan.”

Cabeza de Itzcoatl con diadema


Detalle de la lámina VIII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 72)

Desde mi punto de vista la diadema también podría ser un atributo, claro que

partiendo de que es un adorno de una parte constitutiva del cuerpo de un personaje.

Para hablar de este objeto, cabe citar a Veytia (1979: 263): “El emperador se

distinguía por una corona, que en tiempos de paz era de laurel, o álamo, o sauce, con un

gran plumaje de plumas de pavo […] cogido en manojo por el cerebro, y afianzado con un

joyel de oro; y en tiempo de guerra la corona era de encino o roble, y las plumas de águila.”

El mismo autor (Ibídem: 262) también dice que “las gentes principales” que

acompañaron a Xolotl desde Oyome “se adornaban las cabezas sobre los casquetes de piel

con plumas de varios colores, y pedazos de oro, plata. Y otros metales toscamente labrados,

con piedras de colores, y con una especie de heno que se cría sobre los árboles viejos, a

196
modo de barbas largas blancas, que en su idioma llaman Pactli, de que formaban una

especie de guirnaldas; y en el cuello, pecho, brazos, y pantorrillas, se ponían iguales

adornos de joyeles y piedras.”

Se dice (Herrera, Valle, Thouvenot, Olmedo y Jalpa 2005: 81) que su uso se puede

remontar a la época de los toltecas “como un signo característico de los gobernantes”.

Manzanilla (2008: 115) menciona que del análisis iconográfico que hace Zoltan

Paulinyi de los tocados de borla en Atetelco, éste concluye que “los señores con tocados de

borla representaban el grupo de mayor rango de la nobleza teotihuacana, y son los más

representados tanto en varios sectores de la ciudad, como fuera de ella.” Menciona (Ídem)

que el Gran Tocado es “una variante compleja del tocado de borlas (con plumas, borlas,

anillos, franja ondulada y penachos laterales)”, y que es “uno de los del Dios de la Lluvia,

deidad estatal de Teotihuacan, y probablemente es el distintivo de los personajes de la

nobleza”.

Pies con sandalias: Galarza (1992: 107) explica que las sandalias o los huaraches blancos

con nudos rojos “transcriben su nombre cactli y su color iztac en una frase equivalente, “el

de las sandalias blancas con nudo rojo”, que completa la transcripción de la alta jerarquía

social de los guerreros.”

Pies de Itzcoatl con sandalias


Detalle de la lámina VIII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 72)

Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 18) menciona, como parte de la indumentaria, el

uso de sandalias muy ornamentadas, las cuales hacen juego con la diadema. Explica (Ídem)

que portar estas sandalias de altas taloneras también es un atributo de los “grandes”, y que

es “una de las convenciones en los manuscritos mexicanos, para indicar el rango social del

197
personaje”. También es interesante la siguiente explicación: esa “asociación del manto

ornamentado y de las sandalias es parte de la lectura ‘iconográfica-glífica’ y se les traduce

por las palabras Huey Pilli: el gran noble (señor).”

Pies descalzos: Galarza (1992: 105) menciona que los personajes sentados de la primera

página (f 2r) del Códice Mendocino “tienen los pies descalzos que salen de la parte inferior

de los mantos y se pueden ver los dedos y las uñas.” Explica (Ídem) que el que enseña sus

pies sin calzado y sus uñas es “de alta nobleza”.

Los atributos

Asientos (petate e icpalli): Galarza (Ídem) dice que son “muebles, atributos de poder,

palabras y símbolos que demuestran la alta posición (en la jerarquía social de la época) que

ocupaban los personajes.” Explica (Ídem) que este “signo compuesto o complejo” se

conforma por diversos elementos mínimos que transcriben varias palabras, las cuales

“corresponden al nombre del asiento-icpalli, su forma rectangular y baja, su color coztic-

amarillo y su contenido petlatl-estera”. Agrega (Ídem) que esos elementos “se combinan

según las reglas (contenido/recipiente) para formar las palabras: icpalpan, petlalpan-”, que

traduce como “sobre el asiento, sobre la estera”, frase “metafórica” que, expone, equivale a

los verbos gobernar y juzgar.

Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 19-20) menciona que en las imágenes de su

ejemplo del Códice Tovar, los “Reyes” fueron representados de pie en un gran petate o

estera donde, describe, “están figurados un pequeño asiento cúbico y un poco hacia atrás un

alto respaldo de cestería.” Explica (Ídem) que esos objetos son “atributos reales”, y que “el

asiento de alto respaldo y el petate o estera forman la frase nahuatl: in icpalli, in petatl, que

significa “el que tiene el derecho de sentarse sobre un asiento de alto respaldo o trono, el

que tiene derecho a juzgar” es decir, “el Señor y el Juez”.

198
Moctezuma
Detalle de la lámina XII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 73)

Un ejemplo más específico, donde se observa que el asiento y el alto respaldo están

recubiertos de piel de ocelote, lo transcribe (Ibídem: 20) con la palabra oceloicpalli, que,

explica, “significa que atribuye la dignidad del señor y los personajes después de la

demostración de sus virtudes guerreras, por su pertenencia a la orden de ‘caballeros-

tigres’.”

Johansson (2002: 36-37) hace referencia a que en los Primeros Memoriales de

Sahagún “se expresa pictográficamente un cambio radical entre el carácter todavía

chichimeca del reino de Ixtlilxóchitl y la toltecáyotl de Nezahualcóyotl.” Describe (Ídem)

que el padre “está sentado sobre una estera de cañas trenzadas, blandiendo el arco y la

flecha -emblema de los chichimecas- y vestido con una piel de ocelote, mientras el hijo

descansa sobre el icpalli, ostenta la diadema xiuhtzontli y viste la tilma propia de los

señores toltecas.”

199
Figura 13
Detalle del folio 52r. del Códice Matritense (Johansson 2002: 36)

El mismo autor (Ibídem 36) comenta que Nezahualcoyotl, como rey de Texcoco,

perteneciente a la Triple Alianza, “tiene atribuciones de suma importancia.” Dice (Ídem)

que “una ilustración de fray Diego Durán lo muestra en el acto de entronizar a

Motecuhzoma Ilhuicamina como nuevo tlatoani de México”.

Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 20-21) explica que en los “manuscritos

tradicionales” los “Señores no están colocados delante de sus asientos de alto respaldo o

trono pero están sentados en ellos, con el fin de subrayar que se asientan o gobiernan.”

En el caso de “Reyes” muertos, en su ejemplo del Códice Tovar, dice Galarza

(Ibídem: 22) que se puede ver que éstos son rodeados por los atributos principales de poder,

como el asiento de alto respaldo o trono (donde está su cuerpo), y el petate o estera.

“Otro modo de quemar los muertos”


Detalle de la lámina XXV, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 74)

200
En resumen, son “objetos, muebles, atributos del poder, símbolos de alta jerarquía y

transcripciones de sonidos y de palabras que forman frases metafóricas en nahuatl”

(Galarza 1992: 106).

Armas (rodela o chimalli): son “armas defensivas” que están “asociadas en una acción

verbal”, las cuales “conllevan (en su contenido de color amarillo coztic y de ocho plumas

blancas dentro de un contorno blanco) el nombre del grupo Tenochca en una frase

metafórica; y que en las otras dos rodelas del ejemplo del Códice Mendocino “el contenido

en colores y formas transcribe dos nombres de grupo, de Colhuacan y de Tenayucan”

(Ibídem: 107).

Glifo “chimalli” componente del antroponímico de Chimalpopoca


Detalle de la lámina VII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 72)

Armas (lanza): Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 19) menciona que esta arma también es

“un atributo de poder” tomada con cualquiera de las dos manos. Y que su posición,

izquierda o derecha, también deja ver la “preocupación por variar las representaciones, lo

que iba seguramente en contra de la tradición.” Explica (Ídem) que la utilizaban los “Reyes

como bastón de mando ya que está puesta en la tierra, la punta sobre el suelo.”

201
Lanza de Itzcoatl
Detalle de la lámina VIII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 72)

Armas (arco y flecha): del mismo ejemplo de la lámina 1e del Códice Florentino que

estudia Vié-Wohrer (2008: 204), la autora menciona que junto con las pieles, los personajes

de origen chichimeca llevan “las armas propias de este grupo: arco y flecha”.

Vírgula de la palabra tlatoa (acción de hablar): también es parte de los atributos que

caracterizan al “tlatoani o gobernante, a los nobles, pipiltin, o a los funcionarios españoles

y frailes, indicando su autoridad” (Herrera, Valle, Thouvenot, Olmedo y Jalpa 2005: 62).

Este signo es uno de los “más antiguos de la escritura mesoamericana ya que

aparece en contextos prehispánicos desde la época olmeca”. Se utilizó en los códices con

diferentes fines: “representar distintas calidades de la voz: hablar, tlatoa o gritar, tzatzi

[…,] indicar lo que se puede hacer con la palabra, como vanagloriarse, cuecuenoti,

enojarse, zozoma, o hablar fuerte o claro, nahuati […y] formar título que remiten a aquellos

que tienen voz, como en tozquihua” (Ídem).

Techotlalatzin
Detalle de la primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin (Mohar 2004)

202
Ha sido complicado encontrar dónde colocar la vírgula de la palabra y el dedo

señalando, ya que pueden ser atributos, pero a la vez son parte de acciones. En este caso se

propone el dedo señalando como un atributo, pero aclarando que también es una acción.

Brazo extendido o dedo señalando (acción de mandar): Galarza (en Galarza y Zemsz 1997:

24) dice que en su ejemplo del Códice Tovar hay varios “Señores” que tienen los brazos

extendidos hacia el frente, lo cual explica que es por la finalidad de indicar que se manda,

que se “ordena por medio de un dedo que apunta en la dirección deseada”. Dice (Ídem) que

esta acción puede indicar hacia un objeto, un personaje, una escena o un pasaje, y que “se

traducen los verbos ‘mostrar’ ‘indicar’. En el caso de los ‘Señores’, el dedo que apunta,

visiblemente exagerado en sus dimensiones en relación a la mano, traduce ‘mandar’

‘ordenar’”.

El mismo autor (Ídem) también menciona que en los ejemplos hay otras acciones

como el brazo hacia abajo y la mano apretando una lanza, que “significa ‘tomar’,

‘poseer’”, lo que significa Tlacochtecuhtli: “‘El que posee el título de señor de las lanzas’.”

Moctezuma
Detalle de la lámina XII, Códice Tovar (Galarza y Zemsz 1997: 73)

Dice (Johansson 2007: 59) que en la Lámina XXI del Códice Boturini se distinguen,

por ejemplo, la función de mando, como la mano o el brazo izquierdo con el índice

203
extendido de Coxcoxtli. Y la transmisión de órdenes, en el personaje con la voluta de

mando pero con las manos “inaparentes”.

Coxcoxtli y personaje
Detalle de la lámina XXI, Tira de la Peregrinación (Johansson 2008: 71)

De otra escena del Códice Tovar, Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 24) dice que

“El gesto de la mano abierta, la palma dirigida hacia el lector, prolongando un brazo

tendido hacia el suelo, parece traducir […] la ‘súplica’, el pedido de gracia y misericordia.”

Y de otra escena menciona (Ídem) que “los gestos de las mujeres y de sus compañeros […]

sólo parecen indicar la ‘comunicación’, es decir, la conversación.”

Johansson (2007: 59) habla de la “lateralidad funcional de las manos (brazos)”;

explica que en dos detalles de la lámina IV del Códice Boturini, la mano derecha que sale

indica el mando; y la izquierda que recibe algo establece “una oposición semiológica

importante a nivel de lateralidad”.

Tezcacoatl Personaje mexica


Detalles de la lámina IV, Tira de la Peregrinación (Johansson 2008: 33)

204
Otra referencia que podemos tomar en cuenta para complementar la información es

la orientación, de la que Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 20) menciona que todos los

“señores” miran hacia la derecha, y que en “los manuscritos tradicionales esta orientación

es necesaria porque el Rey está colocado cerca de la serie cronológica (Códice Mendoza)

[…] y enfrente de él se desarrolla el relato y se hace la enumeración de sus hazañas

guerreras. Aquí la orientación es un efecto de composición plástica del ‘retrato’.” Con este

ejemplo quiero decir que tampoco podemos comparar de manera arbitraria, ya que hay

casos donde la convención se aplicó de manera específica y por ciertos motivos de

conveniencia.

La posición de cierto elemento “en relación con otro puede ser catalogada y

constituir un ideograma con valor semántico” (Johansson 2007: 158). Habla (Ídem) del

“concepto ‘pareja’”, el cual se expresa de manera general “mediante la colocación de la

esposa detrás del marido”, caso en el que “se subraya el aspecto sexual y reproductivo de la

relación.” También dice (Ídem) que la posición de frente del hombre y de la mujer en el

glifo que expresa “la idea de pareja”, y lo que me parece más interesante es que en ciertos

contextos, está “la connotación política de ‘alianza’”.

A manera de recapitulación se exponen las “metáforas” de Galarza (1992: 138-139):

* Estar sentado sobre el asiento – sentarse, gobernar = ser señor, ser gobernador.

* Llevar el alto mechón con nudo rojo = ser gran guerrero tlacatecatl.

* Llevar el manto blanco = ser noble.

* Enseñar sus uñas, sus pies descalzos = ser noble, de alta nobleza.

* Posar los pies sobre la estera = juzgar, ser juez.

205
* Llevar el traje corto de guerra acolchonado, el taparrabos y las sandalias blancas = ser un

gran guerrero de alta nobleza.

* El gran señor que habla azul, de turquesa-precioso = el huey tlatoani, el jefe supremo.

En el siguiente y último capítulo se presenta el estudio iconográfico, cuyas

descripciones y comentarios serán complementados con la información aquí repasada.

206
IV DESARROLLO DE LA PROPUESTA

IV. 1 Estudio iconográfico

En este subcapítulo se presentan apartados con cuadros de las imágenes de los tres códices

texcocanos y su descripción. El apartado de la indumentaria se presenta de la siguiente

manera: en el primer cuadro está la imagen principal que se va a estudiar, y para fines de

comparación, se agregaron imágenes del mismo o los mismos personajes de los códices

restantes; en el segundo cuadro se presentan las imágenes de Anawalt (1981) para observar

los detalles de las diferentes vestimentas; y en el tercer cuadro se hace una descripción de

las imágenes. En resumen, se describe principalmente la vestimenta, y también los

peinados, las posiciones y algunos atributos.

En el segundo apartado, el de las características de los chichimecas de Xolotl como

una posible sociedad tribal jerárquica, se muestran los atributos que tienen que ver con la

propuesta de caracterización socioeconómica de los chichimecas de Xolotl como ese tipo

de sociedad. Después de cada apartado se muestran los comentarios y las interpretaciones

de cada imagen, complementadas con información de otros códices y estudios, en forma de

lista.

Después se presenta un apartado complementario con las mismas imágenes pero

acomodadas según las posiciones de los personajes y sus vestimentas.

Cabe mencionar que las imágenes del Mapa Tlotzin fueron tomadas de dos

diferentes fuentes, de Amoxcalli (CIESAS 2009) y Aubin (2009), para poder observar

mejor los detalles.

Lo primero que quiero aclarar es que Anawalt (Ídem) no hace un análisis

iconográfico, a diferencia de Galarza. Este autor habla de atributos y del significado de las

207
representaciones de los personajes. Anawalt (1981) sólo menciona las prendas, cómo se

usaban y quiénes las usaban.

Las imágenes que se presentan en los cuadros son las más representativas según mi

punto de vista, el cual está basado en que no se repitan las vestimentas ni los atributos, para

que haya variedad, además de que los personajes principales, los jerarcas, desde la posición

teórica de la arqueología social son los que estoy tomando en cuenta para este estudio. Es

sabido que los que escriben la historia son los poderosos, lo cual discutiré en las

conclusiones. Cabe mencionar que retomo los ejemplos que Anawalt escogió para su

estudio. A manera de comparación mencionaré otros códices que me servirán para

completar la información para el estudio de los códices principales de esta investigación,

los cuales fueron escogidos por tener imágenes de chichimecas y por el interesante y

completo estudio iconográfico, y las menciones a la indumentaria.

Los objetivos que planteo son mostrar la congruencia o incongruencia de las

representaciones pictóricas; conocer cuáles han sido los cambios de la indumentaria de los

chichimecas de Xolotl del periodo Posclásico Medio y sus descendientes del Postclásico

Tardío; describir y ordenar las diferentes representaciones de las vestimentas de los

chichimecas de Xolotl en los códices consultados; y lograr explicar por qué en ciertos

códices la vestimenta de los chichimecas de Xolotl cambió en diferentes momentos de su

desarrollo socioeconómico.

La siguiente cita de Dibble (1980: 28) me parece pertinente para esta parte de la

investigación porque resume la importancia del papel del tlacuilo como plasmador, en este

caso, de una distinción cultural basada en la vestimenta, además de que compara los tres

códices esenciales utilizados para esta investigación: “tal como en el Mapa Tlotzin y en el

Mapa Quinatzin, los chichimecas se representan vagando por los campos, vestidos de

208
zacate y de las pieles de los animales que mataban. Se abrigan en las grutas y por entonces

buscan los lugares riscosos. Vemos que llegan año tras año en pequeños grupos, cada uno

con su jefe. […] Por su manera de vivir, y tal vez por su número reducido, respetaban los

centros de población de gente más avanzada en el Sur del Valle. La distancia cultural que

les separa nos la indica el ‘tlacuilo’ por una distinción marcada en el traje, en la industria

de Quechollan y el centro religioso de Cholollan.”

Aquí cabe mencionar parte de la propuesta de Prem (1997: 476), hacer “una crítica

interna del texto y de un cotejo con otras fuentes de las mismas o similares tradiciones

históricas”, método que también utiliza Anawalt. Por lo anterior, este estudio es

comparativo.

Las imágenes del Códice Xolotl (planchas I-VII) se pusieron primero porque su

“elaboración es más temprana que la de los códices Tlotzin y Quinatzin” según Donald

Robertson (en Noguez 2010: 84), entre 1542 y 1546, o más temprano. Aunque el Mapa

Tlotzin (láminas 1-2), según Aubin (2009: 81) fue hecho en el año 1530, pero más adelante

abordaré este punto. Y el Códice Mapa Quinatzin (primera lámina q1) supuestamente fue

realizado entre 1542 y 1548 (INAH 1979: 42), posiblemente en 1546 (Mohar 2004: 94).

Cabe mencionar que estos tres códices son “textos pictográficos esenciales de

[los…] tiempos formativos” de la “historia de Texcoco y de la originaria nación acolhua–

chichimeca-tolteca” (Ravest 2004: 11).

209
210
IV.1.1 Indumentaria

Chichimecas de Xolotl y otros personajes Ejemplos mexicas (Anawalt 1981) Descripción


1 1.2 En el cuadro 1 se ve a Xolotl en su primera capital,
el cerro Xoloc; se pueden observar el
antroponímico y el topónimo caracterizados por la
cabeza de perro. Lleva el cabello un poco largo.
Parece usar unos adornos color negro en ambas
muñecas. Porta una supuesta piel de animal, con su
mano derecha sostiene el arco y la flecha
característicos, y con la izquierda una flecha. Cabe
destacar que la punta no es de obsidiana, sino que
parece una especie de arpón de madera (Francisco
Xolotl Rivas, comunicación personal 2011). Frente a su
Plancha I, Códice Xolotl Tilma 2k
boca tiene dos vírgulas de la palabra.
Códice Azcatitlan
Del ejemplo 2k del cuadro 1.2, Anawalt (1981: 31)
dice que “la capa de Moctezuma está amarrada
apropiadamente al frente en vez de en el hombro
derecho.” Se puede observar que lleva la tilma
amarrada por delante, está señalando con la mano
derecha, usa una nariguera, una “diadema”,
sandalias y está sentado en un icpalli.
La segunda imagen es del Mapa Tlotzin y es
supuestamente de Xolotl, pero llamado Amacui
según Aubin (2009). Ver cuadro 20.

Tilma 2m
Amacui
Códice Magliabechiano
Lámina I, Mapa Tlotzin

211
2 2.1 Nopaltzin está inclinado en el cerro Texcotzingo
observando los alrededores. Su cabello lo lleva
como su padre Xolotl. Parece usar unos adornos
color negro en ambas muñecas. Porta una piel, así
como su arco y su flecha. En la mano izquierda
lleva una flecha, con la cual parece estar señalando
hacia abajo. Se ve su glifo antroponímico, un nopal.
Tilma 2k Tilma 2m
Nopaltzin Códice Azcatitlan Códice Magliabechiano
Plancha I, Códice Xolotl
3 3.1 Dibble (1980: 28) menciona la llegada de seis
“señores” que portan arco y flecha, “lo cual indica
que son chichimecas y están relacionados por la
cultura con Xolotl”, lo que se aprecia en la imagen
del cuadro 3. En la imagen de uno de esos seis
Seis “señores” “señores” parece que llevan pieles y se les ven los
pies. Llevan el cabello un tanto largo. No tienen
vírgula de la palabra. No se diferencian físicamente
de los chichimecas de Xolotl.
Anawalt (1981: 31) dice que la tilma del ejemplo 2j
está amarrada sobre el hombro derecho del
Tilma 2j personaje sentado y que lo envuelve por completo.
Códice Mendoza La perspectiva confunde, ya que también parece
Uno de los seis “señores” que lleva el nudo por detrás.
Plancha I, Códice Xolotl
212
4 4.1 Xolotl y Tomiyauh, en la imagen del cuadro 4,
aparecen en Tenayuca Oztopolco, sitio
representado por el cerro del Tenayo y una cueva
(oztoc). En la siguiente imagen del mismo cuadro
Xolotl está sentado en un icpalli y lleva puesta su
supuesta piel, sus brazos salen de ésta. En la mano
derecha lleva su arco y su flecha. Con la izquierda
está señalando. No se le ven los pies. Parece llevar
el nudo de su prenda por detrás. De su boca salen
vírgulas de la palabra.
Parece llevar unos adornos color negro en ambas
muñecas.

Tomiyauh y Xolotl
Tilma 2j
Códice Mendoza

Xolotl
Plancha II, Códice Xolotl

213
5 5.1 Tomiyauh, la esposa de Xolotl, parece llevar una
piel que le cubre todo el cuerpo y está sentada a la
manera tradicional de las mujeres. Su mano
izquierda parece aprobar o respaldar lo que dice e
indica Xolotl. Se le ven los pies. Lleva el cabello
largo y suelto. Su glifo antroponímico es un pájaro
(tototl) y una especie de planta (yauhtli) (Siméon
2004: 164).
De la imagen de Tomiyauh, llamada Malinalxochitl
en el Mapa Tlotzin, se puede ver la información en
Tomiyauh Malinalxochitl el cuadro 27.
Huipil 4l Cueitl 2s
Plancha II, Códice Xolotl Lámina I, Mapa Tlotzin Códice Mendoza
6 6.1 Por la forma en que lleva la supuesta piel,
Nopaltzin parece estar sentado, debido a que en las
imágenes anteriores los personajes parados llevan
la piel de otra manera. Parece estar amarrada de su
lado izquierdo, y sus brazos salen de ella; en la
mano izquierda lleva su arco y su flecha, y en la
derecha lleva una flecha. Tiene una vírgula de la
palabra. Se le ven los pies. Parece llevar unos
adornos color negro en ambas muñecas.
Esta imagen del cuadro 6 me parece una mezcla de
las dos del cuadro 6.1, ya que al estar sentado se le
cubren las piernas como la tilma 2j, pero con una
Nopaltzin Tilma 2i Tilma 2j ligera abertura como la tilma 2i.
Plancha II, Códice Xolotl Códice Mendoza
214
7 7.1 La imagen completa del cuadro 7 es de Nopaltzin
con su esposa Azcaxochitl y su descendencia.
En la imagen sola de Nopaltzin del cuadro 7 se ve
sentado, vistiendo su piel, que lo cubre por
completo, excepto sus pies.
Sus hijos también están sentados, usan la prenda al
igual que su padre. Llevan la vírgula de la palabra.

Tilma 2j
Códice Mendoza

Nopaltzin, Azcaxochitl y sus descendientes


Plancha II, Códice Xolotl

215
8 8.1 En la imagen del Códice Xolotl Azcaxochitl lleva al
parecer un huipil solo o con una cueitl, como los de
los ejemplos del cuadro 8.1, posiblemente de
algodón, ya que ella es de origen tolteca. Está
hincada a la usanza indígena. Se le ven los pies y
lleva el cabello largo y suelto. Parece indicar algo
con las manos.
La otra imagen de Azcaxochitl, llamada
Huipil 4l Cueitl 2s Quauhcihuatl según Aubin (2009), está descrita en
Códice Mendoza el cuadro 27.
Azcaxochitl Quauhcihuatl
Plancha II, Códice Xolotl Lámina I, Mapa Tlotzin
9 9.1 “De pie frente a Xolotl aparecen tres jefes
recientemente llegados al Valle. Son capitanes de
tribus migratorias” (Dibble 1980: 33). Acolhua era
jefe de los tepanecas, Chiconcuauh de los otomíes y
Tzontecoma de los aculhuas.
Parece que visten con una especie piel o un traje de
fibras gruesas, y portan arco y flecha en su mano
Ichcahuipilli abierto 3h y Xicolli 3k izquierda. Tienen la vírgula de la palabra. Su
Códice Azcatitlan cabeza está inclinada como haciendo reverencia y
su mano derecha se extiende como si pidieran o
recibieran algo o agradeciendo. Están descalzos.
También parece que llevan unos adornos, Aculhua
en ambas muñecas y los otros dos sólo en las
Aculhua, Chiconcuauh y Tzontecoma izquierdas.
Plancha II, Códice Xolotl
Xicolli 3n Códice Magliabechiano
Xicolli 3l Códice Xolotl
216
10 10.1 En la imagen completa del cuadro 10 Nopaltzin y
Nauhyotl están “Dentro del lago de Texcoco,
equipados para la guerra [...] Es la representación
de la primera guerra en que participó Xolotl en el
Valle de México” (Ibídem: 38).
“Hay que fijarse en la diferencia de trajes y armas.
Nopaltzin aparece casi sin traje y armado con arco
y flechas, mientras que Nauhyotl trae un escudo y
una especie de espada y su vestido llégales hasta las
Nopaltzin y Nauhyotl
rodillas” (Ibídem: 38-39). También hay que notar la
Plancha II, Códice Xolotl
diferencia entre sus peinados.
Tilma 2m Nopaltzin lleva una piel que parece estar amarrada
Códice Magliabechiano por el frente. Con su mano izquierda sostiene el
arco y una flecha y con la derecha está a punto de
lanzar otra. Su carcaj está lleno de flechas. Se
observa una franja blanca en su cadera, lo que
podría ser parte de un maxtlatl o una especie de
amarre para sostener el carcaj. Está descalzo.
Parece llevar unos adornos color blanco en ambas
muñecas.

Maxtlatl 2a
Códice Mendoza

Nopaltzin
Plancha II, Códice Xolotl

217
11 11.1 “Aparece Nauhyotl como jefe y Culhuacan como
centro; los culhua empezaron a aumentar su
poderío y número. Xolotl exigió que Nauhyotl le
reconociera como monarca de la tierra, y Nauhyotl
se negó” (Ibídem: 38).
Nauhyotl parece llevar un ichcahuipilli abierto
como el del ejemplo 3d de Anawalt, quizás de
algodón, aunque por la perspectiva de la imagen de
Nahuyotl parece que está amarrado por detrás.
Lleva una porra que podría haber sido de madera
(Francisco Rivas, comunicación personal 2011) y
una especie de escudo (chimalli). Su cabello lo
lleva con el corte “recto a la nuca y flequillo
Nauhyotl Ichcahuipilli abierto 3d rasando la frente” (Herrera, Valle, Thouvenot,
Plancha II, Códice Xolotl Códice Telleriano-Remensis Olmedo y Jalpa 2005: 59).
12 12.1 Yacanex se rehúsa a seguirle pagando tributo a
Huetzin, así es que Xolotl le hace una declaración
formalmente de guerra (Dibble 1980: 49). Se puede
observar que Yacanex trae adornos de pluma y
parece portar una piel corta o una capa de fibras
gruesas, y no parece llevar maxtlatl. Lleva un arco
y una flecha, con la cual le apunta a Huetzin.
Huetzin lleva arco y flechas, y en la mano porta
“una lanza que no es propiamente un arma
chichimeca” (Ibídem: 50).
Tilma 2m Tilma 2l
Códice Magliabechiano
Yacanex y Huetzin
Plancha III
218
13 13.1 En la imagen completa se observa a un personaje
Sin imagen de Totoltepec, a uno de Metztitlan y a Quinatzin.
De la imagen de los dos personajes primero
mencionados, dice Dibble (Ibídem: 65-66) que
“Los de Totoltepec, Metztitlan […] andan casi
desnudos, y traen arco y flechas tal como los
chichimecas cuando llegaron al Valle”.
Personaje de Totoltepec, personaje de Metztitlan y
Quinatzin
Plancha IV, Códice Xolotl

Personaje de Totoltepec y personaje de Metztitlan


Plancha IV, Códice Xolotl
14 14.1 “Mas los guerreros de Quinatzin traían un escudo,
‘chimalli’, y una especie de lanza que no es
propiamente un arma chichimeca. Con la
representación de dicha arma y la túnica que traen,
el ‘tlacuilo’ nos muestra la influencia civilizadora
de las tribus de linaje ‘tolteca’ que llegaron después
de Xolotl. El escudo está tomado de los ‘toltecas’
que encontró Xolotl en el Valle” (Ibídem: 66).
Quinatzin parece portar un xicolli y debajo usa un
maxtlatl.

Quinatzin
Xicolli 3i Maxtlatl 2a
Plancha IV, Códice Xolotl
Códice Mendoza

219
220

16 16.1 No se puede observar con precisión la imagen de


Nopaltzin, aunque se puede notar que parece estar
vestido de forma más simple que Quinatzin, a quien
vemos en el cuadro 14, Huetzin (cuadro 15) y otros.
Quizás sólo lleva un maxtlatl. Apenas se distingue
su carcaj.
Lo curioso es que comparado con su hijo
Quinatzin, Nopaltzin está casi desnudo.

Nopaltzin Maxtlatl 2a
Plancha IV, Códice Xolotl Códice Mendoza

Plancha IV, Códice Xolotl


Códice Mendoza Huetzin
Xicolli 3i Maxtlatl 2a

tolteca. También lleva un chimalli y una lanza.


descendiente de Topiltzin, por lo que es de origen
maxtlatl. Recordemos que este personaje es
Huetzin también parece llevar un xicolli y su 15.1 15
221
17 17.1 En la primera imagen del Códice Xolotl aparecen
Quinatzin y su esposa Quauhtzihuatzin.
La segunda imagen, del Mapa Tlotzin, está descrita
en el cuadro 28.
En la primera imagen de Quinatzin solo, se observa
sentado en un icpalli, señalando con su mano
izquierda y portando su arco y su flecha con la
derecha. Lleva una especie de piel que lo cubre
Quinatzin y Quauhtzihuatzin hasta los pies, aunque sus brazos salen de ella. Está
Plancha IV, Códice Xolotl amarrada por detrás. Parece llevar unos adornos en
ambas muñecas.
Tilma 2i El glifo antroponímico de Quinatzin es un venado
Códice Mendoza de cuyo hocico salen vírgulas de la palabra, lo que
significa “venado que brama”.
La segunda imagen de Quinatzin y su esposa, y la
cuarta imagen de Quinatzin están descritas en los
cuadros 24 y 25, respectivamente.
Quinatzin, Techotlalatzin y Quauhtzihuatzin
Lámina II, Mapa Tlotzin
Tilma 2i Tilma 2m
Códice Magliabechiano
Quinatzin
Primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin
222
18 18.1 La primera imagen del cuadro 18 muestra a
Quauhtzihuatzin hincada y con una especie de
huipil quizás complementado con una cueitl;
podrían ser de algodón. Su cabello parece estar
recogido. Sus brazos parecen indicar algo. La
indumentaria y la postura son parecidos en ambas
imágenes.
La segunda imagen se describe en el cuadro 25.
Huipil 4l Cueitl 2s
Códice Mendoza
Quauhtzihuatzin Plancha IV, Códice Xolotl y
Lámina II, Mapa Tlotzin
19 19.1 La primera imagen del cuadro 19 representa a
Techotlalatzin con una supuesta piel que lo
envuelve sentado sobre un icpalli. Su brazo derecho
sale de ésta y porta su arco y su flecha. La piel
parece estar amarrada por detrás.
Hay que observar que en la primera imagen el
personaje lleva su arco y flecha en la mano derecha,
Techotlalatzin mientras que en las otras dos, que son muy
Plancha IV, Códice Xolotl parecidas, los lleva en la mano izquierda. Parece
y Primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin llevar unos adornos en su muñeca derecha.
La segunda imagen se describe en el cuadro 28 y la
Tilma 2i Maxtlatl 2a
tercera en el 34.
Códice Mendoza

Lámina II, Mapa Tlotzin

223
20 20.1 Los tres personajes están representados con “su
atuendo de pieles, acompañados siempre por el arco
y la flecha, en el transcurso de la exposición se va
perdiendo. En todas las primeras escenas se los
muestra en su condición de cazadores-recolectores”
(Ravest 2004: 13).
Portan una piel corta, un adorno en la cabeza,
posiblemente de heno, sandalias, y su arco y flecha.
Al parecer se les ve parte del maxtlatl. No llevan la
vírgula de la palabra.
Se puede observar, así como en las
representaciones del Códice Mapa Quinatzin, los
Tilma 2m agujeros que se le hicieron a las pieles para
Códice Magliabechiano estirarlas y trabajarlas. Consultar el cuadro 30.
El glifo de Amacui es papel amatl y Tlotzin es un
halcón o gavilán tlotli (Simeón 2004: 708).
La imagen del personaje del Códice Mapa
Xolotl o Amacui, Nopaltzin y Tlotzin Quinatzin está descrita en el cuadro 31.
Lámina I, Mapa Tlotzin
Tilma 2i Maxtlatl 2a
Códice Mendoza
Personaje masculino Primera lámina q1, Códice
Mapa Quinatzin
224
21 21.1 Los tres personajes están sentados al parecer
directamente en el piso, sus pieles los cubren por
completo, excepto sus pies, los cuales calzan
sandalias. Llevan “coronas” y a su lado tienen su
arco y su flecha.
Es de notarse que no tienen la vírgula de la palabra
ni están señalando.

Xolotl o Amacui

Nopaltzin
Tilma 2j
Códice Mendoza

Tlotzin
Lámina I, Mapa Tlotzin

225
22 22.1 La primera imagen representa a Tlotzin y a su
esposa Icpacxochitl, y en medio está su hijo
Quinatzin acostado en una chitatli o cesta. Tlotzin
está sentado, lleva su arco y su flecha, y está
vestido con una piel. En la parte descubierta de la
espalda se le ve una franja alrededor de la cadera
que podría ser parte del maxtlatl.
Es llamada Icpacxochitzin según Veytia (1979:
291).
Tilma 2i Tilma 2j
Tlotzin, Quinatzin e Icpacxochitl o Icpacxochitzin
Maxtlatl 2a
Códice Mendoza
Tlotzin
Lámina II, Mapa Tlotzin
226
23 23.1 Icpacxochitl viste una especie de piel y lleva el
cabello suelto. Está hincada y se le ven los pies. Su
mano izquierda parece indicar algo.

Huipil 4l Cueitl 2s
Icpacxochitl Códice Mendoza
Lámina II, Mapa Tlotzin
24 24.1 En la imagen completa están Quinatzin, su esposa
Quauhtzihuatzin y su hijo Techotlalatzin.
Parece que a Quinatzin se le ve parte del maxtlatl.
Se puede observar “la vestimenta típica de las
mujeres toltecas y chichimecas; y […] las pieles
que viste entonces Quinatzin, restaurador, como lo
veremos, de la civilización destruida” (Aubin 2009:
76).
El niño Techotlalatzin está acostado en una chitatli
o cesta.

Tilma 2i Tilma 2j Maxtlatl 2a


Códice Mendoza

Quinatzin, Techotlalatzin y Quauhtzihuatzin


Lámina II, Mapa Tlotzin

227
25 25.1 La esposa de Quinatzin parece llevar un huipil y
una cueitl de algodón. Está hincada y se le ven los
pies. Su mano parece mostrar algo.
Su peinado es elaborado y lleva una especie de
“diadema”.
Huipil 4l Cueitl 2s
Códice Mendoza
Quauhtzihuatzin
Lámina II, Mapa Tlotzin
26 26.1 Parece que llevan un huipil y una cueitl porque se
ve la división entre las dos prendas, también calzan
sandalias. Su cabello está largo y lo llevan suelto.
A Tomiyauh y Azcaxochitl según Aubin (2009)
Malinalxochitl y Quauhcihuatl, respectivamente,
se les ven unas marcas en las orillas superiores del
huipil y del cueitl, me parece que podrían ser
marcas del estiramiento de las pieles. Ver la
descripción del cuadro 30.
Huipil 4l Cueitl 2s
Tomiyauh e Icpacxochitl parecen cargar en sus
Códice Mendoza
espaldas a sus hijos en angarillas o chitlachtli.
Tomiyauh o Malinalxochitl, Azcaxochitl o
Quauhcihuatl y Icpacxochitl o Icpacxochitzin
Lámina II, Mapa Tlotzin
228
27 27.1 Parece que las tres mujeres portan un huipil largo
porque no se aprecia la división que separaría esta
prenda de la cueitl. Se les ven los pies descalzos. Su
brazo izquierdo parece reposar en su costado
izquierdo. Su cabello es largo y lo usan suelto.

Huipil 4l Cueitl 2s
Códice Mendoza

Tomiyauh o Malinalxochitl, Azcaxochitl o


Quauhcihuatl e Icpacxochitl o Icpacxochitzin
(Veytia) Lámina II, Mapa Tlotzin

229
28 28.5 “La imagen de Techotlala no tiene nada de
chichimeca. Este príncipe hizo triunfar la causa
paterna, la de la civilización, en la revuelta de sus
hermanos y de la aristocracia nómada en contra de
las instituciones toltecas, agrícolas y monárquicas”
(Ibídem: 77). Sin embargo, parece llevar una piel y
su arco y flecha. Parece que se le ve parte del
Techotlalatzin Tilma 2i Tilma 2j Maxtlatl 2a maxtlatl. Está sentado directamente en el piso. No
Lámina II, Mapa Tlotzin Códice Mendoza tiene la vírgula de la palabra ni está señalando.
29 29.1 “Con posterioridad, los nobles […] ya aparecen en
sus respectivos ‘asientos reales’, icpalli” (Ravest
2004: 13).
Porta una tilma posiblemente de algodón amarrada
por detrás, la cual no le cubre la espalda y parece
que se le ve parte del maxtlatl. Parece que lleva un
adorno en la cabeza. No tiene la vírgula de la
palabra ni está señalando.
“Noble”
Lámina II, Mapa Tlotzin Tilma 2i Tilma 2j Maxtlatl 2a
Códice Mendoza
230
30 30.1 Quinatzin está “sentado a la manera indígena sobre
un asiento tejido en amarillo, ataviado con piel de
animal […] y con arco […] y flecha […] a sus
pies.” También lleva en la cabeza “la corona de
pachxochitl” (Mohar 2004: 132). Este personaje
está representado sentado de una forma diferente,
ya que su piel no lo está cubriendo por completo
como en las escenas típicas del tlatoani sentado
Tilma 2k sobre su icpalli; se le ven el brazo y las piernas.
Códice Azcatitlan Aubin (2009: 90) dice que “El petate sobre el cual
está sentado y las tres palabras que salen de su boca
anuncian que es un gran señor, un tlatohuani o
tlatoqui, literalmente : ‘el que habla’” (Ídem).
Dice Mohar (2004: 187) que los personajes “Van
Quinatzin todos vestidos con pieles de animales.” También
Primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin que “El atuendo de los hombres consta de una sola
. pieza, y en algunos casos se puede ver cómo estas
vestimentas de piel están anudadas en el hombro.
Tilma 2i Su atuendo lo complementan coronas de heno […]
Códice Mendoza llevan sandalias […] así como arco y flecha,
elementos que han servido para identificarlos como
chichimecas. Varios de ellos portan como adorno y
símbolo de su rango orejeras […]”
Aubin (2009: 88) dice que estos “chichimecas
nómadas” están “cubiertos de pieles de felinos
leonados; los hombres llevan coronas de pachtlli”.

Tilma 2m
Códice Magliabechiano

231
31 31.1 Este “personaje masculino […] en posición de
caminar, con sandalias cactli delineadas en negro,
sostiene en sus manos un arco tlahuitolli con flecha
mitl, vestido con piel de animal ehuatl, y está
orientado de perfil hacia la derecha” (Mohar 2004:
130).
La piel puede parecer que está amarrada del lado
izquierdo o de frente. Se le ve el amarre del
maxtlatl y una franja en los extremos. En la mano
derecha lleva una flecha, y en la izquierda otra
flecha y su arco. Lleva una especie de “corona” de
pachxochitl. Parece que en la oreja derecha trae una
Tilma 2m orejera, casi no se distingue.
Personaje Códice Magliabechiano La segunda imagen representa a un “hombre […]
Primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin vestido con piel de animal ehuatl (café, blanco y
negro) y una corona de heno pachxochitl (verde)
sobre una melena tzonqueme larga y suelta (negra).
El hombre sostiene en sus manos un arco tlahuitolli
(café con negro) con flecha mitl (café con puntas de
color rojo)” (Ibídem: 127). Se observan los agujeros
para estirar la piel que se mencionan en el cuadro
30. Esta imagen sirve para complementar el
comentario a este cuadro 31.
Personaje cazando
Primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin
Tilma 2i Maxtlatl 2a
Códice Mendoza
232
32 32.1 Mohar (Ibídem: 189) describe que “las
chichimecas, cubiertas con piel de animal como
atuendo, usan el pelo suelto sin mayor adorno.”
La mujer de arriba está “sentada a la manera
indígena, sin ningún adorno y con una piel de
animal ehuatl cubriéndola; con el pelo largo y
suelto tzonqueme extiende su mano izquierda
dirigida” a un personaje masculino” (Ibídem: 129).
Huipil 4l Cueitl 2s Lleva una piel en la espalda, además de otra
Códice Mendoza vestimenta que le cubre el torso y las piernas. Se le
ven los pies descalzos.
La mujer de abajo está “sentada a la manera
indígena, en cuclillas, vestida con pieles de
animales y el pelo suelto y largo tzonqueme”
(Ibídem: 130). Lleva también una piel que le cubre
la espalda pero la que le cubre todo el cuerpo no
parece tener una división entre el torso y las piernas
como la piel de la mujer de la izquierda. En frente
de ella hay tres vírgulas de la palabra. Sus brazos
Tilma 2m , Códice Magliabechiano parecen indicar o mostrar algo. Se le ven los pies
descalzos.
Mujeres También hay que ver la descripción del cuadro 30
Primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin acerca del trabajo de las pieles.
Para comparar las especies de capas de piel que
llevan ambas mujeres, se pueden observar los
ejemplos 8u y 8v de Anawalt (1981: 101) del
cuadro 32.1.

Mamalli 8u Mamalli 8v
Códice Selden Códice Vindobonensis

233
33 33.1 La mujer del cuadro 33 está “sentada a la manera
indígena, cubierta con una manta, lleva el pelo
recogido en la nuca, y la vez, cruzado en el frente”
(Mohar 2004: 134). Mohar (Ibídem: 189) dice
también que “está vestida de manera distinta. Lleva
lo que parece ser un huipil y enagua.” Y que en su
espalda lleva “una carga de mazorcas de maíz”.
Parece que sólo lleva un huipil largo con un adorno
en el borde parecido al de la imagen del ejemplo 41
Huipil 4l Cueitl 2s del cuadro 33.1. Le sale una vírgula de la palabra
Mujer con mazorcas Códice Mendoza de la boca. Está señalando con el dedo. Se le ven
Primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin los pies descalzos.
34 34.1 Techotlalatzin está sentado sobre un petate, con su
arco y su flecha. Se observa “un cambio en su
atuendo; ya no lleva piel de animal como vestido,
sino que aparece con una manta blanca con borde
rojo, tiene el arco y la flecha al igual que los
chichimecas” (Ibídem: 187). Su tilma se parece a la
del ejemplo 2j del cuadro 34.1, aunque tiene una
abertura como la del 2i, por la cual se le alcanza a
ver parte del maxtlatl; lo que llama la atención es
que se le vea el maxtlatl aunque esté sentado. Es
“un monarca. Sus palabras […] son más fuertes,
Tilma 2i Tilma 2j Maxtlatl 2a más numerosas y su alcance mayor al de su padre
Códice Mendoza Quinatzin. Ya no está vestido de pieles, como este
Techotlalatzin último, ni tampoco está sentado sobre un simple
Primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin petate […], sino más bien sobre un silla con
respaldo’” (Aubin 2009: 93). Parece llevar una
orejera de su lado derecho.
234
35 35.1 En las imágenes del Códice Xolotl, Ixtlilxochitl
aparece como el primer personaje de los
descendientes de Xolotl que parece llevar una
tilma, probablemente de algodón y decorada con
unas franjas en las orillas. Su cabello parece más al
estilo que se usaba en épocas posteriores, como
entre los mexicas. Es importante notar que no lleva
arco ni flecha. Tiene vírgulas de la palabra y está
sentado sobre un icpalli. No está señalando.
Su antropónimo significa “el que ve la flor de
vainilla” (Francisco Rivas, comunicación personal
2011).
Tilma 2j En la última imagen parece que porta una tilma de
Códice Mendoza piel y se le ve un costado del maxtlatl. Lleva su
arco y su flecha. Al parecer está sentado
directamente en el suelo.
Dibble (1980: 90) dice que “aparecen el algodón y
las mantas frente a Ixtlilxochitl” y otros personajes.
Ixtlilxochitl
“Todo esto indica cómo Ixtlilxochitl distribuyó el
Plancha VI y Plancha VII, Códice Xolotl
algodón para que las tejieran”.

Lámina II, Mapa Tlotzin

235
IV. 1. 1. 1 Comentarios y propuestas de interpretación de las imágenes del apartado I.1.1

Indumentaria

1 Cuando observamos la piel que porta Xolotl, podemos darnos cuenta de que la lleva

amarrada por delante y de que no lo cubre por completo, lo cual me parece absurdo debido a

que una prenda de piel tan corta permitiría el paso del frío por la parte inferior. Llama la

atención el parecido que tiene con las tilmas de algodón que usaban los toltecas y

posteriormente los mexicas. En este caso, el parecido con la tilma de Moctezuma es

impresionante. Xolotl porta una piel, pero me parece que está amarrada como una tilma de

algodón, como la de Moctezuma en el Códice Azcatitlan (1995).

En la imagen siguiente aparece Moctezuma “el joven”, quien porta una “tilma elegante

y, sobre su cabeza, está el símbolo de xiuhuitzolli que corresponde a su nombre” (Ibídem: 128).

Moctezuma
Detalle de la lámina XXII, Códice Azcatitlan (1995)

Con base en lo que he investigado quiero sugerir que en el Códice Xolotl el tlacuilo

representó a los chichimecas portando una especie de tilma de piel. Digo especie de tilma

porque al compararla con otros ejemplos parece serlo claramente. Propongo, basada en Raúl

García (comunicación personal 2009), que lo que el o los tlacuilos tenían a la vista eran las

236
referencias inmediatas de la vestimenta de su sociedad, como las tilmas de algodón, y

quisieron hacer una mezcla de la supuesta vestimenta de piel que usaban los chichimecas de

Xolotl con la de su presente. Así podríamos explicar la presencia de una especie de tilma pero

de piel. Prem (1997: 499) menciona algo muy interesante: que la “visión escéptica vale para

las fases de la historia autóctona muy remotas” y sugiere las alternativas siguientes: que “los

mismos autores indígenas ya no tuvieron pleno acceso a toda la información necesaria para la

interpretación correcta de los datos transmitidos”; y “que no se trata de información sobre una

realidad sino de una confección histórica con fines más recientes.” Relacionado con lo

anterior, Prem (Ibídem: 485) dice acerca de las fuentes históricas lo siguiente: “si no existían

datos concretos acerca de los reinados, era apropiado y hasta natural que el cronista insertara

datos y épocas que estuvieran lo más cerca posible de sus propios conceptos, siendo bien

probable que éstos fueran formulados con base en una ideología general o tal vez particular.”

En la siguiente imagen se puede ver que cinco “señores” rodean a Acamapichtli, y “le

proporcionan diferentes piezas de la indumentaria real: un collar de jadeíta, la diadema de

turquesa, la manta real, etc.” Dentro de ese grupo están el viejo Acacihtli, Tecpan e Icxítetl

(llevando el collar), a quienes los acompañan dos personajes sin jeroglífico, los cuales le dan

“la corona y tilma de mando a Acamapichtli” (Códice Azcatitlan 1995: 99-100).

Acamapichtli y cinco “señores”


Detalle de la lámina XII, Códice Azcatitlan (1995)

237
Hay que notar que la tilma que se le va a entregar al personaje principal, curiosamente

parece estar hecha de piel.

En la imagen que sigue se observan los “cuatro teomamaqueh”, de los cuales tres

hombres y una mujer “están vestidos anacrónicamente con tilmas de tradición tolteca.”

Johansson (2008: 30) explica que ese “anacronismo histórico tiene un valor semiológico”, ya

que, continúa, en esta lámina y de manera más general en el códice, “la oposición

indumentaria tilma/pieles se refiere a la oposición sedentarismo/nomadismo”.

Cuatro teomama
Lámina IV, Tira de la Peregrinación (Arqueología Mexicana 2008: 33)

Y a continuación cito a Anawalt (1981: 30) porque menciona un dato de la vestimenta

de la sociedad mexica que puede servir para entender lo que arriba propongo: “El estilo usual

era amarrar el nudo de la manta sobre el hombro derecho. Ciertos nobles y sacerdotes, de

cualquier modo, aparentemente tenían permitido amarrar la capa al frente.” Como vemos en la

tabla, Xolotl y Nopaltzin en el Códice Xolotl portan la capa de piel o tilma amarrada al frente.

El ejemplo 2m de la misma autora (Ibídem: 31) es una tilma blanca con un bode azul y rojo y

llega justo a las rodillas, lo que sugiere que el personaje que la porta “es de una clase más baja

(también podría ser un convenio del artista), porque ninguna de las tilmatli del Códice

Magliabechiano es de longitud completa.”

238
La única persona que ha mencionado algo relacionado con todo lo que he propuesto de

la tilma es Vié-Wohrer (2008: 201), quien del ejemplo de la lámina 1e del Códice Florentino,

dice que “los cinco primeros soberanos de ascendencia chichimeca visten capas

confeccionadas con pieles de animales salvajes […], como el quinto soberano, Totomochtzin

[…] Cuando se convierten en tributarios de Texcoco, en el periodo del sexto tlatoani, adoptan

el tilmatli tradicional azul con motivos tenixyo en sus bordes, o bien otro tipo de tilmatli, el de

diferentes colores, mismo que siguen usando hasta después de la Conquista española”.

Acerca del antroponímico de Xolotl y del topónimo de Tenayuca, cabe mencionar que

en la lámina IX del Códice Azcatitlan (1995: 76) se muestra que varios mexicas salen de su

templo en el Yohualtécatl, y uno de ellos porta un “traje de coyote, el tocado de plumas de

quetzal y otros atavíos del guerrero de rango.” También se ve una “alusión a la célebre

Tenayuca […] con su jeroglífico de una muralla sobre un cerro, y a su señor de aquella época”,

el cual se representa con una “diadema de turquesa, la vírgula de mando y, como nombre, una

cabeza de animal, tal vez, el coyote” (Ibídem: 78). Se explica (Ídem) que para la época a la

cual se refiere este códice “no se conoce un rey de Tenayuca cuyo glifo onomástico pueda

corresponder a la cabeza del animal representado. La diadema señorial y la cabeza remiten al

gran Xólotl (su glifo es una cabeza semejante), rey chichimeca que habría poblado la Cuenca

después de la desaparición de los toltecas, y que habría establecido su primera capital en

Tenayuca […] Ambos elementos también podrían recordar el hecho de que Tenayuca fue la

primera capital del señor de los chichimecas, el chichimecatecuhtli.”

239
Antroponímico de Xolotl y topónimo de Tenayuca
Detalle de la lámina IX, Códice Azcatitlan (1995)

2 Nopaltzin porta también una especie de capa hecha de piel de animal. Parece estar amarrada

al frente.

3 Los seis supuestos señores chichimecas portan una piel que también parece tilma. Según

Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 18), en los manuscritos tradicionales el nudo del manto se

colocaba “atrás del cuello cuando se representaba sentado”, y entonces se puede concluir que

más bien está amarrada por detrás. Claramente se observa la envoltura de la tilma.

4 No puedo precisar si el nudo está hecho por detrás o sobre el hombro derecho. Recordemos

lo que menciona Galarza (Ídem), que en los manuscritos tradicionales, el nudo del manto se

colocaba del lado del hombro derecho del “‘Rey’ cuando se representaba de pie, y atrás del

cuello cuando se representaba sentado.” No se le ven los pies a Xolotl.

5 La esposa de Xolotl, Tomiyauh, lleva una piel que parece ser un huipil largo o con cueitl,

sólo que no se le ve la división de las dos prendas. El la cueitl y el huipil lo usaban las mujeres

de “todas las clases” (Anawalt 1981: 33 y 52). En cuanto a la posición de su mano, podemos

retomar lo que Galarza (1997: 24) menciona de una escena del Códice Tovar: “los gestos de

240
las mujeres y de sus compañeros […] sólo parecen indicar la ‘comunicación’, es decir, la

conversación.” Este gesto también se puede ver en las imágenes de los cuadros 8, 18, 22, 24 y

al parecer en el 32.

6 La piel de Nopaltzin parece una tilma amarrada en su hombro izquierdo. Parece estar parado,

por lo que debería llevar el nudo en el lado derecho (Galarza en Galarza y Zemsz 1997: 18).

Recordemos que Galarza (Ídem) menciona que puede ser para evitar la monotonía. Retomando

el ejemplo 2i de Anawalt (1981: 31), se trata de una tilma que está atada en el hombro derecho.

Los hijos de Nopaltzin están representados igual que él pero llevan la vírgula de la palabra.

7 y 8 Podemos observar la diferencia entre las vestimentas de Nopaltzin y su esposa. Él porta

una piel de animal y ella, al parecer, un huipil que puede ser de algodón; hay que recordar que

ella es tolteca. La piel de él se asemeja al ejemplo de Anawalt, es decir, parece una tilma pero

de piel. No se le ve el nudo, lo cual podría significar que lo trae por detrás. Se le ven los pies.

9 Los personajes tienen la vírgula de la palabra, su mano derecha está en una posición como si

estuvieran solicitando algo y están inclinando la cabeza. En este caso podría decirse que la

combinación de la vírgula con la acción del brazo y la inclinación de la cabeza (que parece

hasta una reverencia) es una petición, una mezcla del derecho de hablar con el de pedir.

Parecen vestir un xicolli o un ichcahuipilli abierto. Parece estar hecho de piel, lo cual puede

afirmarse si se toma en cuenta la lógica del tlacuilo de representar a los “migrantes” con

prendas hechas de piel. Fue complicado distinguir esta prenda aunque se observa claramente la

abertura. Como se vio en el apartado III. 2. 1, el ichcahuipilli abierto lo usaban los guerreros

mexicas en las batallas (Ibídem: 39) y el xicolli era una prenda de de gran importancia, porque

en ciertas ocasiones se usaba en rituales y en celebraciones religiosas o civiles. También es

probable que se usara como “una insignia de oficio” (Ibídem: 39 y 41). Galarza (1992: 107)

dice que es la vestimenta que cubre la parte superior o el tronco de los guerreros y que primero

241
transcribe “el nombre de los trajes cortos de guerra xicolli, su color iztac-blanco y la materia

prima ichcatl-algodón, así como su consistencia acolchonada-ichcahuipilli.” Sin embargo,

después de comparar diversas imágenes, me parece que esta prenda es un ichcahuipilli abierto,

debido a que es más largo que el xicolli.

El ejemplo 3l de Anawalt (1981: 43) del Códice Xolotl, de la copia de León y Gama, y

cuya imagen también expongo de la versión de Dibble (1980), es de la “historia de los

chichimecas desde la época de su dirigente Nopaltzin hasta la muerte del gobernante

Quinatzin, un periodo de más de cien años” (Anawalt 1981: 43).

En la siguiente imagen del Códice Azcatitlan (1995: 41-42) los hombres “visten una

especie de saco y el máxtlatl o taparrabo”. El personaje de la izquierda lleva un ichcahuipilli

abierto y es el ejemplo 3h de Anawalt (1981: 39), del cual dice: “trae puesta una prenda abierta

cuyas marcas sin duda indican su acolchado”, y que “parece tener mangas, pero es casi seguro

que no las tiene, como lo demuestran varios ejemplos de vestimenta”.

Personajes masculinos
Detalle de la lámina II, Códice Azcatitlan (1995)

10 y 11 En la imagen donde Nopaltzin pelea contra Nahuyotl, vemos que porta su piel, lo cual

me parece ilógico debido a lo estorbosa que pudiera ser durante esa actividad. Parece que

Nopaltzin porta una capa o tilma de piel, un maxtlatl de alguna fibra, y Nauhyotl porta un

242
ichcahuipilli abierto de tela con amarres pero parecen estar por atrás, a menos que la

perspectiva dé esa impresión. Esta prenda era usada por los guerreros mexicas (Ídem).

En cuanto al cabello de Nahuyotl, se puede mencionar que llevarlo lacio con el corte

“recto a la nuca y flequillo rasando la frente es característico de cualquier hombre” (Herrera,

Valle, Thouvenot, Olmedo y Jalpa 2005: 59).

12 Yacanex y Huetzin: Dibble (1980: 64) dice que Yacanex, el jefe rebelde, “todavía usaba los

adornos de pluma que, para Sahagún […] son característicos de estos bárbaros.” Huetzin lleva

un arma no chichimeca que “Probablemente fue introducida por alguna tribu que entró en el

Valle” (Ibídem: 50).

13 y 14 Quinatzin porta lo que al parecer es un xicolli y un maxtlatl. Cabe preguntarse qué

quiso expresar el tlacuilo al vestir a Quinatzin con esta prenda mientras peleaba. Galarza

(1982: 107) dice que este traje se completa con el taparrabos tradicional. Anawalt (1981: 39-

41) menciona que a veces era usado en rituales y en ciertas celebraciones religiosas o civiles.

La misma autora (Ibídem: 42) interpreta que esta prenda demuestra “la conexión del atuendo

con las deidades mexicas” y que se asocia principalmente con los sacerdotes. También cabe

comentar que la misma autora (1976: 229) en un texto anterior menciona ocho categorías de

personajes que usan esta prenda en el Códice Florentino, entre las cuales está la de los jefes,

señores, nobles y alguaciles.

Dibble (1980: 65-66) dice que la gente “de Totoltepec, Metztitlan y Tulantzinco, andan

casi desnudos, y traen arco y flechas tal como los chichimecas cuando llegaron al Valle

[…]Vemos que los aliados de Quinatzin traen arco y flechas tal como sus enemigos, y también

como los chichimecas de Xolotl” y que los “reyes y señores de Culhuacan y Cholula, que eran

centros toltecas no se representaron con arco y flecha” (Ibídem: 66). Johansson (2008: 23) dice

que el glifo formado por el arco y la flecha de los tlahuicas en la Tira de la Peregrinación

243
“Puede remitir a pueblos distintos según la modalidad de lectura adoptada […] Si

consideramos el glifo como un ideograma, su lectura sería ‘chichimecas’, ya que el arco y la

vara o flecha eran los atributos emblemáticos de estos pueblos”.

De los “guerreros” de Quinatzin, dice Dibble (1980: 66) que “traían un escudo,

‘chimalli’ y una especie de lanza que no es propiamente un arma chichimeca. Con la

representación de dicha arma y la túnica que traen, el ‘tlacuilo’ nos muestra la influencia

civilizadora de las tribus de linaje ‘tolteca’ que llegaron después de Xolotl. El escudo está

tomado de los ‘toltecas’ que encontró Xolotl en el Valle.”

Davies (1980: 47) dice de lo anterior que “Los códices muestran una distinción entre

los adornos primitivos de los chichimecas puros o sin influencia de Metztitlán y Totoltepec,

quienes pelearon contra Huetzin Tochintecuhtli, y la vestimenta de estos neo-mesoamericanos,

quienes portaban un estilo simplificado de la ropa tradicional; ellos todavía usaron las armas

típicas, el arco y la flecha. En términos generales, Dibble en su comentario sobre el Códice

Xolotl ve a estos chichimecas manteniendo un modo de vida no sofisticado, pero al mismo

tiempo respetando los campos cultivados y el patrón de asentamiento de la vida de la gente que

encontraron en el Valle de México.”

15 Huetzin, quien es de origen tolteca, también porta una especie de xicolli y su maxtlatl (ver

los comentarios de los cuadros 13 y 14).

16 Esta representación de Nopaltzin es interesante porque parece estar desnudo, aunque podría

ser que llevara un maxtlatl. Cabe notar que Nopaltzin parece estar vestido de una manera más

sencilla, a diferencia de Quinatzin, Huetzin y otros.

17 En la primera y segunda imágenes Quinatzin está frente a su esposa. Sólo en la primera, en

la tercera (acercamiento de ésta) y en la quinta imagen está señalando y está sentado sobre un

petate, además de detentar las vírgulas de la palabra.

244
18 En la primera imagen de Quauhtzihuatzin, esposa de Quinatzin, ésta lleva un huipil y su

cueitl, posiblemente de algodón. Esta mujer es hija del “señor” de Huexotla, y parece llevar el

cabello recogido. Ambas imágenes son muy parecidas.

19 Techotlalatzin parece llevar una tilma de piel con su nudo por detrás. Sus brazos salen de

ella. En la segunda imagen del primer cuadro lleva claramente una tilma con franja roja que

posiblemente es de algodón. Es importante preguntarse por qué en el Códice Xolotl parece que

porta una piel, y en el Códice Mapa Quinatzin lleva una tilma de algodón.

20 Xolotl, Nopaltzin y Tlotzin llevan pieles, evidenciadas por los orificios que se les ven,

hechos al estirarlas, y parecen estar puestas como tilmas. Me llama la atención el largo de las

supuestas pieles que llevan (consultar la información del cuadro 1). Llevan sandalias y

“coronas”, y es importante notar que no tienen vírgula de la palabra.

21 Xolotl, Nopaltzin y Tlotzin están sentados y cubiertos con sus pieles como tilmas (ver la

información del cuadro 3). Se les ven los pies y llevan “coronas”. Cabe mencionar que en los

comentarios de Aubin (2009) al Mapa Tlotzin, Xolotl aparece con un glifo toponímico que le

da el nombre de Amacui (“el señor del papel”, según Francisco Sánchez, comunicación

personal 2011). Cabe decir que la mencionada “ciudad” Amaqueme se encontraba en el Norte.

Su significado es el lugar “en donde abundan los que se visten de papel” (Francisco Rivas,

comunicación personal 2010). Se podría hablar de una relación entre este sitio al Norte y los

chichimecas de Amacui, supuestamente Xolotl. También cabe mencionar que Xolotl venía

“del antiquísimo linaje de los reyes teochichimecas, cuyo imperio y señorío estaba debajo del

septentrión, cuales fueron Nequámetl Namácuix y otros muchos, según parece por la historia

de los reyes chichimecas” (Alva Ixtlilxochitl 2000: 70).

22 Tlotzin está sentado y lleva una especie de piel pero acomodada como tilma.

23 Icpacxochitl (ver los comentarios del cuadro 5).

245
24 La imagen completa es de Quinatzin, Quauhtzihuatzin y su hijo Techotlalatzin en medio de

ambos. Quinatzin lleva una tilma, al parecer de piel.

25 Quauhtzihuatzin lleva un peinado diferente: su cabello está recogido a diferencia de las

esposas de los otros descendientes de Xolotl. Su atuendo es blanco y parece estar hecho de

algodón. Esta imagen coincide con la del Códice Xolotl del cuadro 18. Parece que lleva una

“diadema”, la cual es “como un signo característico de los gobernantes” y cuyo uso se puede

remontar a la época de los toltecas (Herrera, Valle, Thouvenot, Olmedo y Jalpa 2005: 81).

26 Azcaxochitl está representada en el Códice Xolotl con un atuendo que parece ser de

algodón, debido a que es de origen tolteca. En esta imagen del Mapa Tlotzin parece llevar un

huipil y una cueitl pero hechos como de piel, ya que se le ven los hoyos del estiramiento de

este material. Aubin (2009: 72) comenta que puede ser conocida también como Quauhcihuatl.

En cuanto a los diferentes nombres que usan los diversos intérpretes, se debe aclarar que en

esta investigación no se profundizará en esa problemática.

27 Tomiyauh como Malinalxochitl, Azcaxochitl como Quauhcihuatl, e Icpacxochitl:

retomando los comentarios del cuadro anterior, también parece que llevan un huipil y cueitl

pero de piel.

28 Techotlalatzin aparece con la tilma, posiblemente de algodón, así como en la imagen del

Códice Mapa Quinatzin del cuadro 34. Curiosamente, en ambos documentos aparece ya con

esta vestimenta típica tolteca.

29 Este “noble” lleva su tilma blanca, parece que se le ve un pedazo de maxtlatl y está sentado

sobre un icpalli.

30 Quinatzin lleva una piel amarrada al cuello aparentemente a la manera de una tilma, pero lo

que más llama la atención son los orificios que al parecer se pudieron haber hecho para estirar

las pieles. Mohar (2004: 187), con respecto a ello, dice lo siguiente: “Es interesante mencionar

246
que el tlacuilo señala gráficamente el conocimiento de la curtiduría de las pieles en los bordes

de las mismas. Se pueden observar, asimismo, pequeños círculos que indican cómo estos

materiales pasaron por un proceso de secado y estiramiento.” Porta los característicos

instrumentos de caza de los chichimecas, el arco y la flecha. Galarza (1992: 104) de los

cuerpos con mantos menciona que estas vestimentas “cubren casi enteramente los cuerpos de

los personajes sentados, ya que no dejan al descubierto sino los pies”. De las orejeras, hay que

retomar lo que dice el mismo autor (Ídem): que tienen que ver con “grados de nobleza y de

importancia en las jerarquías militar y social”.

31 Esta imagen es muy interesante porque el personaje parece portar un maxtlalt con bordes

decorados. Es curioso ver a los chichimecas portando su piel además de un taparrabos, ya que

si la piel era para cubrirse del frío, entonces para qué serviría el maxtlatl. Alva Ixtlilxochitl

(2000: 81 y 82) dice que, de entre los chichimecas, “los reyes y señores solían traer debajo de

las pieles algunos paños menores de nequén muy delgados o de algodón los que los

alcanzaron.”

En este mismo cuadro está la imagen de otro personaje que está cazando. Lo curioso es

que usa una piel mientras caza, pero sería estorbosa para esa actividad, ya que se le atoraría

con las plantas (V. Hugo Romero, comunicación personal 2010). Lo anterior se puede ampliar

con un dato que Bate (1986: 9) menciona de los onas: “usaban una capa de piel de guanaco

para protegerse del frío, pero se desprendían de ella rápidamente para cualquier actividad,

como la caza, que requería mayor movilidad.” Es por lo anterior que llama la atención el uso

de maxtlatl por gente cuyo modo de vida es cazador-recolector, y más hecho de fibras gruesas

o de algodón. Sugiero que la presencia del maxtlatl en otros ejemplos, puede ser por esa misma

idea del tlacuilo mexica o quizás, si como se dice el códice fue hecho posteriormente a la

Conquista, entonces es una influencia pudorosa occidental. Relacionado con esto, Jenny (1944:

247
1952), acerca del origen de la vestimenta, dice que antes se le atribuía a un sentimiento de

vergüenza, idea que más bien podría tener una influencia occidental o más contemporánea.

Este supuesto origen se sostenía porque “mucha gente del trópico, que podría prescindir de

vestimenta por las condiciones climáticas, sin embargo se cubre los genitales. Esta idea se

opone, de cualquier modo, por todas las instancias de gente del trópico, en las que las cubiertas

de los genitales no los esconden, pero en cambio, los acentúan.” La misma autora (Ídem)

explica que este “sentido de la vergüenza de los primitivos concuerda con el de gente más

civilizada, presuntamente dondequiera que delantales o petos, fajas y faldas son usadas para

cubrir las partes privadas.” Así mismo lo que a continuación menciona Gusinde (1951: 178)

nos puede recordar lo que expusieron los cronistas españoles con su ideología occidental

acerca de la vergüenza y el pudor. Describe (Ídem) una especie de ropa interior que usaban los

indígenas de la Tierra del Fuego: “Por razones de pudor llevan todas las personas mayores y

las muchachas, un taparrabos triangular de cuero, del mismo largo aunque un poco más ancho,

que una robusta mano de hombre.”

Otra idea es que quizás el tlacuilo quiso darles cierta jerarquía al dibujarlos con un

maxtlatl posiblemente hecho de algodón. Ramírez (1994: 27) describe que en Mesoamérica “la

exclusividad de uso de fibras, atuendos y ornamentos era muy marcada, y la fibra de algodón

constituía un artículo de lujo, sobre todo en el Altiplano central.”

32 Ambas mujeres parecen vestir con una especie de capa, así como un huipil y cueitl. Es de

llamar la atención esa especie de capa, que se parece a la que usan los hombres y que he

comparado con tilmas. Es sumamente raro, debido a que la tilma era una prenda

exclusivamente masculina en la sociedad mexica. Aunque cabe mencionar que Anawalt (1981:

106-108 y 126-127) menciona la mamalli o capa femenina para los mixtecos de Oaxaca en su

obra mayor, y en un artículo (2005: 17) posterior expone los ejemplos de las capas de unas

248
figurillas y una imagen mayas, y de una imagen mixteca, las cuales se ven en la siguiente

ilustración.

Figurillas mayas del periodo Clásico, e imágenes mixteca y maya del periodo Posclásico
(Fragmento del cuadro “Atuendos prehispánicos femeninos”, Arqueología Mexicana 2005: 17)

33 La mujer con las mazorcas parece llevar un huipil de algodón. Lo más interesante es que

está señalando y de su boca salen vírgulas de la palabra. Seguramente es una mujer que sería

llamada “noble” por su atuendo, su peinado y los atributos mencionados (Mohar 2004: 189).

34 Techotlalatzin porta una tilma ya detallada en la descripción. Cabe complementar lo

anterior con los siguientes datos: a partir de la lámina IX hasta la XV de la Tira de la

Peregrinación “los cuatro personajes visten tilmas con franja”, hecho, dice Johansson (2008:

42), que se había observado solamente en uno de los personajes de la lámina III; y explica que

lo anterior no fue por el cambio de tlacuilo, ya que “no coincide con un cambio de estilo”, sino

que “Podría ser parte constitutiva de la trama e indicar un cambio en el estatuto político de los

migrantes.”

Cuatro personajes mexicas


Detalle de la lámina IX, Tira de la Peregrinación

249
Lo anterior también podría relacionarse con lo que menciona Yoneda (1999: 19) acerca

de las imágenes de los chichimecas representados en los Mapas de Cuauhtinchan: “los

descendientes de los chichimecas ya establecidos en la zona […] aparecen […] vestidos de

manta de algodón y sentados en icpalli”.

35 En las imágenes del Códice Xolotl, Ixtlilxochitl ya lleva una tilma que parece ser de

algodón. Es el primer descendiente de los chichimecas de Xolotl en este códice que aparece

con esta prenda. No lleva los atributos del arco y la flecha. Tiene la vírgula de la palabra pero

no está señalando, acción que sí lleva a cabo en otra parte del códice. La imagen del Mapa

Tlotzin no es muy clara, aunque parece que su vestimenta más bien es como la de sus

ascendientes, y sí porta los atributos mencionados. No hay ninguna imagen de este personaje

en el Códice Mapa Quinatzin.

El objetivo de estos comentarios fue complementar la descripción de las imágenes y

comenzar un acercamiento a la interpretación para reforzar la propuesta de caracterización

socioeconómica, y finalmente llegar a las conclusiones. A continuación se presenta el apartado

de las características de los chichimecas de Xolotl como una posible sociedad tribal jerárquica.

250
IV. 1. 2 Características de los chichimecas de Xolotl como una posible sociedad tribal jerárquica

Imagen Descripción
1 Están sentados sobre un icpalli, excepto la imagen de Quinatzin en el Códice Mapa
Quinatzin, quien está sentado en un petate. Xolotl, Nopaltzin y Quinatzin (en ambas
imágenes) están señalando y tienen las vírgulas de la palabra. Xolotl ya se observa
sentado sobre un icpalli, a partir de la Plancha II. A Tlotzin no se le ve su toponímico,
pero por interpretación, es posible que sea él porque asciende cuando su padre,
Nopaltzin, muere. Quizás está señalando y tiene una o varias vírgulas de la palabra.
Ver los comentarios del cuadro 9, donde Techotlalatzin asciende pero no está
señalando.

Xolotl Nopaltzin Tlotzin


Plancha II Plancha IV Plancha IV
Códice Xolotl

Quinatzin
Plancha IV Primera lámina q1,
Códice Xolotl Códice Mapa Quinatzin

251
2 Xolotl tomando posesión. Tiene las vírgulas de la palabra y está señalando con una
flecha. No está sentado sobre un icpalli, sino que parece estar parado directamente en el
cerro Tenayo. Detrás de él hay una cueva. El conjunto se refiere a Tenayocan-
Oztopolco.
Dice Dibble (1980: 26) que lleva “una flecha extendida y sus vírgulas se unen a los
cuadriláteros” y que “tomó posesión de la tierra tolteca” (Ídem).
Cabe mencionar que es hasta la Plancha III (primera imagen del cuadro 3) que
Tenayocan-Oztopolco se representa amurallada.
Xolotl
Plancha I, Códice Xolotl
3 Ambos personajes están sentados sobre un icpalli, señalando con el brazo izquierdo y
sosteniendo con su mano derecha el arco y la flecha. Están rodeados por una muralla de
piedra.
Xolotl Nopaltzin
Plancha III, Códice Xolotl Plancha IV, Códice Xolotl
252
4 Xolotl está sentado sobre su icpalli y detrás de él está Tomiyauh, su esposa. La mano
de ella parece aprobar o respaldar lo que dice e indica Xolotl.

Tomiyauh y Xolotl
Plancha II, Códice Xolotl
5 Ambas imágenes muestran una pareja frente a frente, y a sus descendientes. En la
primera imagen Nopaltzin no está sentado sobre un icpalli. Él, su esposa y sus hijos
muestran sus pies.
Dibble (Ibídem: 33) describe que de la boca de cada hijo de Nopaltzin “sale el signo de
la palabra”.

Nopaltzin, Quinatzin, Techotlalatzin y Quauhcihuatzin


Azcaxochitl Lámina II, Mapa Tlotzin
y sus descendienes
Plancha II, Códice Xolotl

253
6 Xolotl está en su envoltorio funerario y recostado sobre un icpalli. Nopaltzin hereda su
cargo, ya que es su hijo mayor, y está representado, parece que sentado sobre un
icpalli, señalando y con vírgulas de la palabra.
Xolotl y Nopaltzin
Plancha III, Códice Xolotl
7 Muere Nopaltzin y su cargo lo hereda su primogénito varón.
Nopaltzin y Tlotzin
Plancha IV, Códice Xolotl
8
Sin imagen No aparece la imagen donde se ve la muerte de Tlotzin ni la ascendencia de Quinatzin.
254
9 Cuando muere Tlotzin, Quinatzin “sucede en el imperio” y traslada “la corte” a
Texcoco (Veytia 1979: 334). Muere Quinatzin y hereda el cargo su hijo menor
Techotlalatzin, lo cual cambia la supuesta herencia por primogenitura. Quinatzin está
envuelto como bulto y recostado sobre un icpalli. Techotlalatzin está sentado sobre un
icpalli, tienen vírgulas de la palabra, lleva su piel y porta el arco y la flecha, y no está
señalando.

Quinatzin y Techotlalatzin
Plancha IV, Códice Xolotl

10 Quinatzin está “sentado a la manera indígena sobre un asiento tejido en amarillo […]
Extiende la mano izquierda hacia el frente y con tres vírgulas tlatoa de la palabra,
pintadas en azul turquesa y rojo, se indica que está hablando. Tiene sobre la cabeza la
corona de pachxochitl y de sus hombros sale un lazo gráfico que lleva directamente al
dibujo de una cabeza de venado mazatl coloreado en tonos naranja, con tres vírgulas de
la palabra tlatoa coloreadas en rojo, amarillo y azul” (Mohar 2004: 132).
Los otros personajes del Mapa Tlotzin no tienen vírgulas de la palabra.

Quinatzin Amacui (Xolotl) Nopaltzin


Primera lámina q1, Lámina I, Mapa Tlotzin
Códice Mapa Quinatzin

255
11 Huetzin lleva un xicolli y al parecer un maxtlatl.
Huetzin
Plancha IV, Códice Xolotl
12 Los “capitanes” llevan un ichcahuipilli, tienen la vírgula de la palabra, y su arco y
flecha. Estos personajes reciben tierras de Xolotl, por lo que se puede observar que sus
cabezas y manos parecen estar aceptándolas y agradeciéndolas.
Aculhua, Chiconcuauh y Tzontecoma
Plancha II, Códice Xolotl
256
13 “Su peinado es elaborado, lo que la identifica como una mujer perteneciente a la
nobleza, y esto último se acentúa con la presencia de una vírgula que sale de su boca”
(Ibídem: 189).
La imagen de Quauhcihuatzin del Mapa Tlotzin es significativa por la diadema, el
peinado y el atuendo de algodón. Según Aubin (2006: 92), la mujer de las mazorcas es
la esposa de Techotlalatzin, pero cómo saberlo si no tiene glifo antroponímico. Es
interesante ver a una mujer señalando y con la vírgula de la palabra.

Mujer con mazorcas Quauhcihuatzin


Primera lámina q1, Lámina II, Mapa Tlotzin
Códice Mapa Quinatzin

14 En la primera imagen Techotlalatzin está “sentado sobre un petate petlatl […] con
varias vírgulas tlatoa de la palabra en azul, que ascienden. Esto último indica su alto
rango social” (Mohar 2004: 134).

Techotlalatzin
Primera lámina q1, Lámina II, Mapa Tlotzin
Códice Mapa Quinatzin

257
15 De la primera imagen dice Dibble (1980: 26) que Xolotl “tomó posesión de la tierra
tolteca con la caza que se incluye dentro de sus límites.”
De la segunda, el mismo autor (Ibídem: 37) dice que “Xolotl, evidentemente formaba
con su hijo un cerco para cazar en las montañas detrás de Texcoco”.
Mohar (2006: 53) dice del Códice Mapa Quinatzin que “hace énfasis en sus
características como guerreros y cazadores especializados.”
Cuadriláteros
Plancha I, Códice Xolotl
Xolotl y Nopaltzin delimitando un cerco
Plancha II, Códice Xolotl
Personaje cazando
Primera lámina q1, Códice Mapa Quinatzin
258
16 Quizás “la reaparición de los campos de maíz tuvo lugar en el vigésimo séptimo año
del reinado de Nopaltzin […] Lo que vemos dentro de cada rectángulo indica lo que se
ha sembrado, la calidad del terreno, lo que construyeron, o bien, para qué habían
designado los terrenos” (Dibble 1980: 55).

Campo de maíz
Plancha III, Códice Xolotl
17 Techotlalatzin está en su envoltorio funerario y recostado sobre un icpalli. Ixtlilxochitl
es su primogénito y asciende. Lo interesante es el cambio de la vestimenta y que no
porta el arco ni la flecha; además no está señalando.

Techotlalatzin e Ixtlilxochitl
Plancha VI, Códice Xolotl

259
IV. 1. 2. 1 Comentarios y propuestas de interpretación de las imágenes del apartado I.1.2

Características de los chichimecas de Xolotl como una posible sociedad tribal jerárquica

1 Este cuadro se presenta primero porque las imágenes que lo conforman tienen todos los

atributos que interesan para esta investigación y que se repiten en los demás cuadros. Así,

este cuadro servirá para ser consultado constantemente. Galarza (1992: 105) dice que el

icpalli como atributo demuestra la “alta posición […] que ocupaban los personajes.”

Explica (en Galarza y Zemsz 1997: 19-20) lo siguiente: “el que tiene el derecho de sentarse

sobre un asiento de alto respaldo o trono, el que tiene derecho a juzgar” es decir, “el Señor

y el Juez”.

La vírgula de la palabra es parte de los atributos que caracterizan al “tlatoani o

gobernante, a los nobles, pipiltin, o a los funcionarios españoles y frailes, indicando su

autoridad” (Herrera, Valle, Thouvenot, Olmedo y Jalpa 2005: 62).

La acción de señalar, dice Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 24), es con la

finalidad de indicar que se manda, que se “ordena por medio de un dedo que apunta en la

dirección deseada”. Menciona (Ídem) que esta acción puede indicar hacia un objeto, un

personaje, una escena o un pasaje, lo que significa “mostrar” o “indicar”. En el caso de los

“Señores”, el dedo que apunta, visiblemente exagerado en sus dimensiones en relación a la

mano”, significa “mandar” u “ordenar”.

El mismo autor (1992: 105) comenta que, siguiendo lo tradicional, sólo “los

nobles” podían usar los mantos blancos, y concluye que lo anterior también es “un símbolo

de nobleza.”

Todos llevan el nudo por detrás. Aquí hay que recordar la información del cuadro 4

del apartado de indumentaria.

260
En resumen, se expone que llevar el manto blanco significa ser “noble”; posar los

pies sobre la estera se interpreta como juzgar o ser juez; y estar sentado sobre el asiento,

sentarse, gobernar, significa ser señor o ser gobernador (Ibídem: 138-139).

Dibble (1980: 36) dice que “el arco y la flecha son un privilegio que se limita a los

jefes chichimecas en este códice”.

Xolotl señala y está sobre un icpalli a partir de la plancha II. Es curioso que en la

plancha I siempre aparece de pie o sobre un cerro. Me parece que la combinación de los

atributos a partir de la plancha II puede representar al Xolotl asentado físicamente y como

jerarca. Las representaciones de la plancha I pueden tener que ver con su sistema de vida

nómada.

2 Galarza (en: Galarza y Zemsz 1997: 19) menciona que la lanza también es “un atributo

de poder” tomada con cualquiera de las dos manos. Dibble (1980: 26), como en la cita del

cuadro, dice que es una flecha. Entonces podría hacerse la equivalencia de la lanza por la

flecha.

También hay que mencionar la diferencia de representación entre la imagen de este

cuadro y la primera imagen del cuadro 3 donde se ve Tenayocan-Oztopolco, ya que en la

de este cuadro no se observa la muralla. Lo interesante es que se le denomina como un

lugar amurallado, Tename: “que tiene fortificaciones, amurallado” (Siméon 2004: 473).

3 Xolotl y Nopaltzin están sobre un cerro y delante de una cueva y rodeados por una

muralla de piedras.

4 El “concepto ‘pareja’”se expresa de manera general “mediante la colocación de la esposa

detrás del marido”, caso en el que “se subraya el aspecto sexual y reproductivo de la

relación” (Johansson 2007: 158).

261
5 La posición de frente del hombre y de la mujer en el glifo expresa “la idea de pareja”, y

en ciertos contextos, está “la connotación política de ‘alianza’” (Ídem). Nopaltzin es

chichimeca y Azcaxochitl es tolteca. Notemos que Nopaltzin no está sentado sobre un

icpalli, seguramente porque no es el jefe o jerarca.

Vemos que Nopaltzin y su esposa muestran sus pies descalzos, de lo que Galarza

(1992: 105) explica que el que enseña sus pies sin calzado y sus uñas es “de alta nobleza”.

Nopaltzin, su esposa y sus hijos tienen la vírgula de la palabra, lo cual, Dibble

(1980: 33) explica, “indica que se trata de un rey o señor que tiene poder para hablar”.

6 y 7 En este cuadro y en el siguiente observamos a dos jerarcas muertos. En el primero

está Xolotl, y en el segundo Quinatzin. En el caso de los “Reyes” muertos, en su ejemplo

del Códice Tovar, dice Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 22) que se puede ver que éstos

están rodeados por los atributos principales de poder, como el asiento de alto respaldo o

trono (donde está su cuerpo), y el petate o estera. En la lámina XI del Códice Azcatitlan

(1995: 87-88) se observa que en la fila superior cuatro “caciques” portan sus “diademas de

turquesas correspondientes, sentados sobre asientos de petate”.

Cuatro “caciques”
Detalle de la lámina XI, Códice Azcatitlan (1995)

Nopaltzin es el primogénito de Xolotl y es quien se vuelve jerarca al morir su padre.

Está sentado en su icpalli y señalando. Es hasta que muere Xolotl cuando Nopaltzin

aparece señalando.

262
La imagen de Tlotzin supuestamente sucediendo a Nopaltzin está borrada, por lo

tanto no se ve su glifo toponímico ni si está señalando. Puedo sugerir que es Tlotzin porque

asciende cuando su padre, Nopaltzin, muere, lo cual se repite en las láminas anteriores con

los descendientes de Xolotl. Puedo suponer que está señalando, también por comparación

con las otras imágenes de la “toma de posesión”.

8 Falta la imagen. Puede tener que ver con que Quinatzin es nombrado señor de Texcoco

por su padre aún con vida (Veytia 1979: 314). Cuando muere Tlotzin, Quinatzin “sucede

en el imperio” y “traslada la corte a Tezcoco” (Ibídem: 334).

9 Al morir Quinatzin, Techotlalatzin asciende. Sin embargo, hay que recordar que no es su

primogénito. Lo que llama la atención de esta imagen es que, a diferencia de las otras, este

personaje no está señalando. ¿Podría tener que ver con que no es el sucesor primogénito?

¿O el tlacuilo no le dio importancia a la imagen?

10 Quinatzin está sentado sobre un petate, está señalando, lleva las vírgulas de la palabra,

porta una especie de tilma de piel, unas sandalias y una especie de “corona”, dice Mohar

(2004: 132) que de pachxochitl. En la segunda y tercera imágenes vemos la misma especie

de “corona”, la supuesta tilma de piel y las sandalias.

De la “corona” de pachxochitl dice Alva Ixtlilxochitl (2000: 80 y 81) que “El modo

que tenía en la jura y coronación de los emperadores chichimecas era coronarlos con una

yerba, que se dice pachxóchitl, que se cría en las peñas y ponerles unos penachos de

plumas de águila real encajados en unas ruedecillas de oro y pedrería, que llamaban

Cocoyahuálol, juntamente con otros dos penachos de plumas verdes que llamaban

Tecpílotl; que lo uno y lo otro ataban en la cabeza con unas correas coloradas de cuero de

venado”

263
Francisco Rivas (comunicación personal 2010) sugiere comparar esta “tiara que

portan los chichimecas” con la xiuhuitzolli (diadema preciosa, diadema de turquesa), de la

cual Galarza (en Galarza y Zemsz 1997: 17) dice que este “atributo real” […] era llevado

únicamente por los Señores de México-Tenochtitlan.”

De las sandalias, Galarza (Ibídem: 18) dice que son un atributo de los “grandes” y

que es “una de las convenciones en los manuscritos mexicanos, para indicar el rango social

del personaje”. El mismo autor (Ibídem: 34), del conjunto de las sandalias con la tilma

ornamentada, explica que entonces se puede transcribir “gran noble señor de alta nobleza.”

11 Huetzin lleva un xicolli, un maxtlatl, al parecer unas sandalias y armas. Recordemos que

es bisnieto de Topiltzin. El xicolli es una prenda que los guerreros usan. Galarza (1992:

107) dice que este traje se completa con el maxtlatl. El xicolli y el maxtlatl son de color

blanco y de algodón. Galarza (Ídem) explica que el color blanco, como símbolo de

“nobleza”, “transcribe con su nombre iztac- metafóricamente la alta calidad del nacimiento

–hueypilli de los personajes, en una frase equivalente a ‘el gran noble (señor)’.” Galarza

(Ibídem: 138-139) resume que llevar el traje corto de guerra acolchonado, el taparrabos y

las sandalias blancas, significa ser un gran guerrero de alta nobleza.

12 Los “capitanes de tribus migratorias” al parecer llevan un ichcahuipilli. Galarza (1992:

107) no habla del ichcahuipilli como prenda; la única mención que hace es de la

“consistencia acolchonada-ichcahuipilli” del xicolli. Entonces, el ichcahuipili puede tener

que ver con la idea de “nobleza” por el color blanco y el algodón.

13 Dice Mohar (2004: 130) que el peinado de esta mujer “la identifica como una mujer

perteneciente a la nobleza, y esto último se acentúa con la presencia de una vírgula que sale

de su boca.” La imagen de Quauhtzihuatzin la representa vestida como tolteca, con una

diadema y el cabello recogido.

264
14 De esta imagen de Techotlalatzin dice Mohar (Ibídem: 134) que el hecho de que las

vírgulas de la palabra salgan de su boca de manera ascendente “indica su alto rango social”.

15 Con los cercados para la caza del Códice Xolotl y con el personaje cazando en el Códice

Mapa Quinatzin se representa el modo de vida cazador de los chichimecas de Xolotl.

16 Con Nopaltzin la agricultura comienza a ser una actividad para subsistir (Veytia 1979:

307). Se inicia el cambio del modo de vida.

17 Las imágenes de Ixtlilxochitl del Códice Xolotl son llamativas porque lleva la tilma de

algodón y no se representó con arco ni flecha, ni señalando. Esta representación podría

tener que ver con el cambio de modo de vida cazador-recolector al agricultor.

Aquí se pretendió ampliar la descripción de las características del apartado anterior

para poder trabajar de manera más clara el subcapítulo siguiente donde se hace la propuesta

de la caracterización socioeconómica de los chichimecas de Xolotl como una sociedad

tribal jerárquica.

IV. 1. 3 Apartado complementario

En este cuadro se presentan las mismas imágenes de los personajes con su indumentaria

que se estudiaron en los cuadros anteriores. El fin de este cuadro es mostrar las imágenes

según las posturas y las prendas de los personajes para poder observarlos de otra manera.

265
Personajes masculinos parados vistiendo tilmas

Xolotl Nopaltzin Personaje masculino Tlotzin Combinación de ejemplos

Tilma 2k Tilma 2m
Plancha I, Códice Códice Códice Magliabechiano
Xolotl Azcatitlan
Plancha I, Códice Xolotl
Lámina I, Mapa Tlotzin

Primera lámina q1, Códice


Mapa Quinatzin
Plancha II, Códice
Xolotl

Lámina I, Mapa Tlotzin


Tilma 2i
Códice Mendoza
Lámina I, Mapa
Tlotzin

266
Personajes masculinos sentados vistiendo tilma
Xolotl Nopaltzin Tlotzin Quinatzin Techotlalatzin “Noble” Combinación de ejemplos
mexicas (Anawalt 1981)
Plancha IV, Tilma 2i Códice
Lámina I, Mapa Códice Xolotl
Primera lámina q1, Mendoza
Plancha II, Códice Tlotzin
Códice Mapa Lámina II,
Xolotl Quinatzin
Plancha II, Mapa Tlotzin
Códice Xolotl
Tilma 2m
Primera lámina Códice Magliabechiano
q1, Códice Mapa
Lámina II, Mapa
Quinatzin
Lámina I, Mapa Tlotzin Plancha IV, Códice
Tlotzin Xolotl;
Lámina I, Mapa
Tlotzin
Lámina II, Mapa
Lámina II, Mapa Tlotzin Tilma 2i
Tlotzin Códice Mendoza
267
Personajes masculinos parados o sentados vistiendo maxtlatl

Nopaltzin Tlotzin Quinatzin Personaje masculino Techotlalatzin Ejemplos

Maxtatl 2a
Lámina II, Mapa
Lámina II, Mapa Códice
Tlotzin
Tlotzin Primera lámina q1, Mendoza
Códice Mapa
Quinatzin Primera lámina q1, Códice Mapa
Plancha II, Códice Quinatzin
Xolotl

Lámina II, Mapa Tlotzin


Lámina II, Mapa
Tlotzin

268
Personajes femeninos parados vistiendo huipil y cueitl
Tomiyauh o Azcaxochitl o Icpacxochitl o Combinación de ejemplos
Malinalxochitl Quauhcihuatl Icpacxochitzin
Cueitl 2s
Lámina I, Mapa Tlotzin Lámina I, Mapa Tlotzin Lámina I, Mapa Tlotzin
Huipil 4l
Códice Mendoza
269
Personajes femeninos sentados vistiendo huipil, cueitl y tilma

Tomiyauh o Azcaxochitl o Icpacxochitl o Quauhcihuatzin Personajes Combinación de ejemplos


Malinalxochitl Quauhcihuatl Icpacxochitzin femeninos

Primera lámina q1, Huipil 41 Cueitl 2s


Códice Mapa Códice Mendoza
Lámina I, Mapa Lámina I, Mapa Tlotzin Lámina II, Mapa
Tlotzin Tlotzin Quinatzin
Lámina I, Mapa
Tlotzin
Tilma 2m Códice Magliabechiano

Plancha IV, Códice


Plancha II, Lámina I, Mapa Xolotl Primera lámina q1,
Códice Xolotl Plancha II, Códice Tlotzin Códice Mapa
Xolotl Quinatzin

Primera lámina q1,


Códice Mapa
Quinatzin

270
“vamos a los que nuestra historia
promete, que son muy diferentes
en todo” (Alva Ixtlilxochitl 1985:
290).

IV. 2 Caracterización socioeconómica de los chichimecas de Xolotl

A lo largo de esta investigación se ha abordado el hecho de que algunas de las fuentes

históricas y etnohistóricas más importantes que se refieren al periodo Postclásico Medio:

Sahagún (1999 [s. XVI]), Alva Ixltilxochitl (1985 [s. XVI]), Mendieta (2002 [s. XVI]),

Durán (1995 [s. XVI]), Torquemada (1975 [s. XVI]), Chimalpahin (1994 [s. XVI]), Veytia

(1979 [s. XVIII]), el Códice Xolotl (Dibble 1980 [s. XVI]), el Códice Mapa Quinatzin (Mohar

2004; Aubin 2009 [s. XVI]), el Mapa Tlotzin (Ravest 2004; Coronel 2004; Velázquez 2004;

Ravest y Coronel 2004; Aubin 2009 [s. XVI]), así como sus interpretaciones, sugieren que los

chichimecas, en general, y en caso de precisarse, los de Xolotl, eran “nómadas cazadores-

recolectores” (entiéndase como el concepto vago que siempre ha prevalecido) vestidos con

pieles, así como también que “migraban como tribus”. Relacionado con esto, Dibble (1980:

28) menciona que en el Códice Xolotl se observa que “llegan año tras año en pequeños

grupos, cada uno con su jefe. El hecho de que las tribus lleguen año tras año nos hace

sospechar que se trata de un movimiento general que tardó muchos años en realizarse.” Y

que al llegar a la cuenca de México fundan la Chichimecatlalli (o Gran Chichimeca, según

Braniff (2001: 41) basada en varios autores), como un “súper-Estado chichimeca” (García

2004: 412), mejor traducido por Rivas (2006: 100) como “tierra chichimeca”.

Viramontes (2000: 33-34) resume todo lo anterior de la siguiente forma:

El tema del origen de los grupos que migraron al centro de México alrededor
del año 1200 d. C. así como sus características de organización y complejidad

271
social, está íntimamente relacionado con la interpretación de las fuentes
documentales del siglo XVI principalmente; estas fuentes etnohistóricas
refieren a los antepasados de los mexicas (por mencionar sólo uno de los
grupos) como chichimecas nómadas, recolectores y cazadores. Sin embargo,
actualmente es difícil sostener que estos grupos tuvieran un nivel de
complejidad social equivalente a la de los recolectores-cazadores
tradicionales, como lo sugieren las fuentes; durante la migración de estos
grupos seguramente fue la caza y la recolección lo que les permitió llegar
hasta la cuenca de México, pero difícilmente con una configuración típica de
los chichimecas recolectores-cazadores nómadas (como los que vivieron
durante el siglo XVI en el norte) hubieran podido conquistar y administrar lo
que fuera posteriormente un poderoso y extenso “imperio”.

El mismo autor (Ídem) menciona algo muy interesante: que debemos distinguir entre lo

que se menciona en las fuentes de los “chichimecas históricos (antecedentes de los mexicas,

tarascos, etc.)” y de los “grupos de recolectores cazadores nómadas y seminómadas” que

habitaron en la mitad norte de México todavía después de la Conquista.

Braniff y Hers (1998: 59) también hablan acerca de la confusión alrededor de esta

sociedad (que además se relaciona con la indumentaria): que en el siglo XVI y hasta antes

“se reunía bajo un mismo término de chichimeca (y en los códices bajo una misma imagen

de salvaje vestido de pieles) a los chicomoztoquenses que habían colonizado y luego

perdido el dilatado septentrión y los cazadores recolectores que durante medio milenio

ocuparon el vacío dejado por el repliegue mesoamericano y que, en esa segunda mitad del

siglo XVI, presentaban una decidida resistencia a la invasión de su territorio por parte de

grupos sedentarios y urbanizados de todo tipo.”

También López y López (2001: 207-208) dicen que al contrario “de lo que señalan

las fuentes, muchos investigadores coinciden hoy en que la mayoría de los chichimecas

que emigraron al Centro de México dependían para su sustento no sólo de la recolección y

la caza, sino también del cultivo de la tierra. Poseían rasgos culturales típicamente

272
mesoamericanos, como la construcción de pirámides y una organización social

estratificada en la que el sacerdocio desempeñaba un papel esencial.”

Los mismos autores (Ibídem: 208) sugieren que de “entre todos los grupos

chichimecas destacan los acaudillados por Xólotl.” Ya Alva Ixtlilxochitl (1985: 290) lo

había afirmado: “pero vamos a los que nuestra historia promete, que son muy diferentes en

todo”.

Con base en las fuentes consultadas y en las interpretaciones de autores

contemporáneos, considero que para la posición teórica de la arqueología social, se podría

entender que los chichimecas de Xolotl habrían llegado a la cuenca de México como una

sociedad primitiva de cazadores-recolectores y sin embargo, en unos cuantos años, se

habrían organizado como un grupo social clasista inicial, al grado de que habrían sido los

constructores de las pirámides de Tenayuca, lo cual ha sido criticado por Hers (2008: 34),

en el sentido de que “se sigue tomando al pie de la letra de los códices la milagrosa

transformación de los chichimecas de Xolotl de cazadores-recolectores cavernícolas en

constructores de pirámides.” Lo interesante de lo que menciona Hers no es lo “milagroso”

sino conocer cómo y de dónde surge esa idea, y saber qué sucedió realmente, además de lo

que se pregunta Stephen Castillo (comunicación personal 2010): “¿Acaso no se pueden

llegar a gestar cambios revolucionarios en las sociedades que impidan el tránsito forzoso

de sociedades simples a cacicales y posteriormente estatales?” Más adelante se retoma este

punto citando a Bate.

Con la información anterior y pensando en la propuesta del estudio de la

indumentaria de los chichimecas de Xolotl, podemos entender mejor la problemática con la

siguiente cita:

273
En las pictografías y fuentes escritas del siglo XVI se les describe como
gente bárbara, belicosa y de costumbres nómadas. Se afirma que en su vida
norteña se alimentaban principalmente de cactáceas y productos de la caza.
Comúnmente son representados con vestidos de pieles, armados de arcos y
flechas, y en ambientes áridos simbolizados por cuevas, mezquites,
nopales y biznagas. Sin embargo, investigadores como Pedro Armillas,
Pedro Carrasco y Brigitte Bohem se han negado a aceptar esta imagen de
primitivismo. Sostienen que algunas conductas chichimecas, como la
realización de censos, la demarcación de sus posesiones, la imposición de
sus formas de gobierno y el poder de distribución de una numerosa
población de reciente arribo en un vasto territorio, denotan una
organización social mucho más compleja […] (López y López 2001: 208).

De la primera oración de la cita cabe aclarar que, por lo menos de las pictografías,

muchos investigadores han interpretado que los chichimecas fueron representados así. En

las conclusiones se discutirá este asunto.

Entonces lo que pretendo dilucidar es la forma en que sucedió el corte entre la llegada

y el establecimiento de los chichimecas de Xolotl, y cuál es el proceso sociohistórico que los

llevó de una supuesta sociedad primitiva cazadora-recolectora, si es que así eran, a una tribal

jerárquica o hasta una clasista inicial, además de conocer si coincide el cambio de su modo de

vida con su vestimenta, o cuál es la relación de ésta con todo el proceso socioeconómico que

sufrieron estos chichimecas; explicar los posibles cambios mediante la vestimenta plasmada

en los códices; y determinar cuáles fueron los cambios socioeconómicos de los

chichimecas de Xolotl ocurridos en el periodo Posclásico Medio.

Según García (2004: 411), Alva Ixtlilxochitl (1985) no consideraba “tan bárbaros” a

los chichimecas de Xolotl, lo que para el investigador significa que los chichimecas de la

crónica del historiador texcocano provenían o formaban parte de una sociedad “más o menos

desarrollada”:

En el año de ce tecpatl, al tiempo que los tultecas se acabaron de destruir,


casi a los últimos de él, tuvo noticia Xólotl de los exploradores que venían a
ver las cosas que sucedían en las tierras y reinos de Topiltzin, y de sus
calamidades […] acordó de llamar a sus vasallos, especialmente a los
señores, para tratar con ellos del que él quería venir a poblar esta tierra de

274
nuevo […] el cual como hombre valeroso y de altos pensamientos, lo puso
por obra enviando a llamar a seis señores vasallos suyos, que eran seis
señores de seis provincias muy grandes y de muy extendidas tierras, los
cuales vinieron dentro de cierto tiempo, y juntos todos, les trató su intención
animándoles para ello, atrayéndoles grandes cosas a la memoria y
prometiéndoles muchas mercedes. Los cuales todos les pareció muy bien, y
le dieron su palabra de cumplir todo lo que él mandase y quisiese; y así les
mandó que juntaran todas sus gentes, así hombres como mujeres, haciendo
lo propio en su ciudad y otras partes; y juntos todos, que ya era el año de
1012, se partió con todo su ejército de hombres y mujeres (Ibídem: 292).

El mismo García (2004: 411) también menciona que, de acuerdo con Alva

Ixtlilxochitl (1995: 292), los chichimecas que llegaron a la cuenca de México,

específicamente los de Xolotl, estaban “bien organizados social y políticamente” y eran

diferentes de otros chichimecas “menos evolucionados”. A Rivas (2006: 101) le parece

indudable que este “caudillo” “no era tan ‘bárbaro’ como lo concebían otros grupos étnicos

que no tenían sus mismas costumbres y que no hablaban su lengua: el pame-otomí.”

Años antes, a Armillas (1991: 218) ya le había llamado la atención que “la

organización socio-política de algunos de los chichimecas invasores cuyo sustento dependía

de la recolección y de la caza [era] sorprendentemente avanzada –en comparación con la

norma etnológica entre grupos que tienen esa forma de vida económica– y tenía aspecto

mesoamericano.” Y afirma (Ídem) que éste era el caso de los chichimecas de Xolotl.

García (2004: 411), con base en Alva Ixtlilxochitl, dice que los chichimecas que

llegaron a la cuenca de México estaban “bien organizados socialmente” y eran diferentes

de otros grupos chichimecas que eran “más bárbaros”. Alva Ixtlilxochitl (1985: 289) quien

era descendiente de los chichimecas de Xolotl, los nombra “nación chichimeca” y que

procedían de un “reino”, y aquí debo aclarar que tenemos que ser cuidadosos con la crítica

de fuentes porque este cronista, al ser descendiente en línea directa de Xolotl, tenía que

legitimar y maximizar a sus antepasados. García (2004: 411), retomando todo lo anterior,

275
propone lo siguiente: “estos nómadas no eran sociedades simples de bandas, sino que

tenían una organización más compleja. [Aunque] En varias fuentes se hace énfasis en su

modo de vida errante y en su economía basada en la caza y la recolección”.

Rivas (2006: 98) propone una visión más cultural y complementaria, basándose en los

Anales de Cuauhtitlan, postulando que los chichimecas de Xolotl tenían “conocimiento de los

principios de ordenación del tiempo y el espacio que se reflejan en el territorio ocupado por

ellos, además de compartir elementos fundamentales de la cosmovisión mesoamericana.”

García (2004: 411) no se puede explicar cómo estos grupos chichimecas, que según se

dice llegaron por millones (Alva Ixtlilxochitl 1985: 292; Veytia 1979: 261), pudieron

haberse sustentado con una economía como ésa sin agotar los recursos, además de que “existe

la sospecha de que practicaron alguna clase de agricultura, ya que los documentos señalan

que estos grupos se establecieron en varios lugares y por varios años (Alva Ixtlilxochitl

1985: 292-29), lo que implica un sedentarismo permanente o semipermanente” (García

2004: 411). Sin embargo, el mismo García (Ídem; comunicación personal 2009) considera la

posibilidad de que fueran un grupo organizado en “bandas de cientos de personas”, pero no

millones.

Relacionado con lo anterior, Dibble (1980: 27-28) menciona que Alva Ixtlilxochitl

habla de tres millones dos mil “hombres y mujeres, mientras que Torquemada […] cree

que tal número está alterado. Nosotros hemos indicado las fronteras que establecieron […]

y si aceptamos esta área, no como completamente dominada por los chichimecas, sino

como región en que vagaron tales grupos en busca de caza, no podemos aceptar el número

dado por Ixtlixochitl como posible.”

Otra referencia es que Alva Ixtlilxochitl (2000: 77-78) menciona que Xolotl es el

fundador de ese “imperio”, y relacionado con esto, García (2004: 413) cita a Davies (1980:

276
88), quien considera que “los verdaderos chichimecas, viviendo en cuevas y desnudos u

ocasionalmente portando pieles no pudieron haberse adaptado de la noche a la mañana a la

vida de la ciudad de Tenayuca, ni pudieron haber administrado un imperio desde una

cueva.” Además, insiste García (2004: 413) en que los grupos de cazadores-recolectores no se

vuelven sedentarios “de la noche a la mañana” y tampoco pueden imponerle tributos a otros

grupos, ya que habrían necesitado un aparato burocrático “altamente complejo”.

Díaz (2008: 139), quien parece retomar al autor anterior, dice que “Aún cuando

se acepte a los chichimecas de Xólotl con características mesoamericanas, en ningún

momento se habla de la construcción de la pirámide, aunque también quedaría totalmente

descartada la idea de su habitación en cuevas, ya que, ningún estado puede ser creado

desde el interior de una cueva.” Relacionado con esto, Braniff y Hers (1998: 59)

argumentan que sigue presente “la idea tan inverosímil de la metamorfosis en una o dos

generaciones de pueblos cazadores recolectores a constructores de pirámides”. No estoy de

acuerdo con todo lo anterior porque sí pudo haber sido que en tan poco tiempo se diera este

cambio (recordemos las revoluciones), o pudieron ser un grupo más desarrollado de lo que

se suponía. Además, si la referencia a lo de la cueva es por lo “primitivo” o por lo

“nomádico”, entonces algunos autores tienen la idea prejuiciosa de que habitar en una cueva

es igual a ser “bárbaro” o “poco civilizado”. En cuanto a las representaciones, el siguiente

comentario podría ejemplificarnos la idea errónea de que el uso de la tilma, posiblemente de

algodón, es característica de grupos sedentarios, y que el uso de pieles es de nómadas: “la

oposición indumentaria tilma/pieles se refiere a la oposición sedentarismo/nomadismo”

(Johansson 2008: 30).

Aquí cabe recalcar que para la arqueología social no existe una evolución unilineal,

sino un proceso de desarrollo histórico en el que las sociedades pueden eludir ciertos modos

277
de producción y llegar a otros, sin necesidad de seguir una sola línea evolutiva. Siguiendo a

Bate (1984: 77), “Así como es posible que determinadas sociedades concretas se ‘salten’

etapas, como efecto de procesos derivados de su relación con otras sociedades más

desarrolladas, también se dan situaciones en que estas interacciones sociales permiten a

una sociedad cambiar su ‘línea’ de desarrollo, dentro de la multilinealidad formal de la

historia.”

Para finalizar con todas las ideas de los autores, cabe mencionar que Davies

(1980: 87) dice que cualquiera de los chichimecas que invadieron el valle de México

fueron “bien guiados y altamente organizados”.

El planteamiento de esta tesis parte del hecho de que a lo largo del tiempo se ha

dicho que los chichimecas, en general, eran “cazadores-recolectores”, “nómadas” y

“salvajes”, y que dentro de esos chichimecas se encontraban los que llegaron a la cuenca

de México guiados por Xolotl, por lo que se habla de ellos como agrupados en bandas o en

tribus, sin explicitar estos términos, y con un modo de vida cazador-recolector, y luego, de

pronto, ya están inmersos en un sistema estatal. Cabe aclarar que Alva Ixtlilxochitl (1985:

292) también menciona en su crónica que los chichimecas de Xolotl salen de un lugar

llamado Oyome, de lo cual supongo que Hers (1989: 29) interpreta que los chichimecas que

penetran al centro conducidos por Xolotl tenían, como ya lo había mencionado Armillas

(1991: 218), “una organización socio-política sorprendente si se les considera como

simples cazadores-recolectores.” Lo supongo porque al parecer estos chichimecas estaban

asentados en dicho lugar, y por ello se interpreta que estaban más desarrollados. Hers

(1989: 29) también dice que “En realidad, son antiguos agricultores del Norte que

abandonaron su modo de vida en su retiro forzoso debido a la sequía. En su migración,

atraviesan territorios deshabitados y se vuelven nómadas. Se repliegan hacia el Sur, en el

278
Altiplano central, en Michoacán y hacia el Oeste, sierra adentro.” De lo cual, Stephen

Castillo (comunicación personal 2010) se pregunta lo siguiente: “¿Y si adoptaron

momentáneamente el nomadismo en lo que llegaban a otras áreas?” Y no cree (Ídem) que

“hayan dejado de ser agricultores complejos por este movimiento.” Además, siguiendo la

propuesta de la arqueología social, el haber cambiado su modo de vida no significa

cambiar el modo de producción.

Quiero aclarar que se ha dado por entendido que los chichimecas de Xolotl llegaron

como “cazadores-recolectores”, aunque en mi caso de estudio, siguiendo lo de los “cazadores-

recolectores”, serían una sociedad con un modo de producción y un modo de vida cazador-

recolector, así como un sistema de vida nómada; o quizá una sociedad con un modo de

producción tribal, con un modo de vida cazador-recolector y un sistema de vida nómada.

Como dice Stephen Castillo (comunicación personal 2010) “ser cazador-recolector no es

sinónimo de precaria complejidad social”. Es por lo anterior que partiré de que los

chichimecas de Xolotl llegan a la cuenca de México como un grupo tribal jerárquico con un

modo de vida cazador-recolector. Y como dice Stephen Castillo (comunicación personal

2011): “Además de que los grupos cazadores-recolectores, en ocasiones, dominaron las

artes de la agricultura, lo cual complementaba su alimentación. Los grupos tribales,

siguiendo a Bate, comienzan a adoptar una economía de producción, además de que

defienden su territorio u objetos de trabajo (tierra o ganado).” Aquí hay que remarcar la

distinción entre el modo de vida cazador-recolector y el modo de producción cazador-

recolector.

Por todo lo anterior, en esta investigación se propone que los chichimecas de

Xolotl, como parte de los grupos chichimecas que arribaron a la cuenca de México en el

año 1200 d. C., estaban en la etapa jerárquica de la comunidad tribal.

279
De esta manera, se intenta explicar parte del proceso sociohistórico de los

chichimecas de Xolotl, así como dilucidar las etapas de ese proceso determinado,

específicamente su modo de producción y su modo de vida (lo cual considero que lleva a la

descripción de los saltos cualitativos que permiten aclarar el proceso de desarrollo).

Cabe aclarar que las fuentes históricas en sus diversas formas, ya sean códices o

crónicas, mencionan a los chichimecas como “cazadores recolectores” y posteriormente

como sociedades sedentarias, formando asentamientos permanentes. De esta manera, hay

que preguntarse cuál era su organización socioeconómica en todo ese periodo, desde su

llegada a la cuenca de México, hasta la época en que las fuentes históricas mencionan que

existían enormes asentamientos urbanos, sedes de reinos o incluso imperios.

Por todo lo anterior se puede inferir que los chichimecas que llegan a la cuenca,

los de Xolotl, pudieron haberse desarrollado históricamente hasta formar una sociedad

clasista inicial (o estatal).

García (2004: 413) propone que es factible plantear que los chichimecas del

Posclásico Medio en la cuenca de México, específicamente los de Xolotl, tenían una

“estructura política” como jefaturas “altamente organizadas que al fundar localidades y

establecerse en diferentes áreas de la Cuenca de México con el correr del tiempo y mediante

un proceso de evolución política, tendieron a organizarse a nivel estatal.”

Por su parte, Reyes y Güemes (2001: 241) ya habían reflexionado que en la

actualidad con los estudios etnológicos y arqueológicos no se puede seguir entendiendo que

“la existencia de tribus excluye la formación de sociedades complejas” porque “las

organizaciones tribales están fundadas en un sistema jerárquico y sobre las bases de un

sistema de parentesco que en algunos casos alcanza una enorme complejidad”. El punto

importante es pensar en la posibilidad de que si “un grupo de tribus o linajes puede ser capaz

280
de formar unidades políticas más grandes y complejas, entenderemos la formación de

señoríos o cacicazgos como los que existían entre algunos pueblos norteños […] como el que

parece haber existido entre algunos chichimecas, como los encabezados por el caudillo

Xólotl.”

Retomando lo anterior, en este caso, no estoy de acuerdo con lo anterior en lo de la

“complejidad” porque es un adjetivo que se usa en algunos casos relacionado con la idea de

civilización. Y con base en la posición teórica de la arqueología social, tampoco estoy de

acuerdo en que lo tribal se funda en lo jerárquico, porque como se vio anteriormente, hay

sociedades tribales no jerárquicas. Lo importante de la cita es resaltar que los autores ven la

posibilidad de las tribus como sociedades más desarrolladas, y a los chichimecas de Xolotl

como conformadores de “señoríos o cacicazgos”.

García (2004: 412-413) propone que los chichimecas del Posclásico Medio

mientras migraban hacia la cuenca de México, se encontraban en un estadio cacical. Y

menciona (Ibídem: 412) que es adecuado usar el término cacicazgo, definido por Service

(1971: 133-134) y que Fried (1960) llama “sociedad de rango” para caracterizar a las

sociedades chichimecas. Así, García (2004: 413) afirma que las sociedades chichimecas

durante el Posclásico Medio tenían una estructura política muy similar a las jefaturas que

Service define.

El mismo García (Ibídem: 412) también propone que estos grupos chichimecas,

durante la migración, podrían ser considerados como sociedades tribales jerárquicas, de

acuerdo con la propuesta de Sarmiento (1986a, 1986b, 1992, 1993). Díaz (2008: 102-105)

hace un breve desarrollo de las “características culturales” de los chichimecas de Xolotl

que podrían ser mesoamericanas y propone que “no es tan cierto que eran bárbaros” y que

“se fueron ‘educando o civilizando’ al entrar en contacto con grupos toltecas.” La

281
característica que me llama la atención es la de la “organización social jerarquizada, basada

en [un] sistema de parentesco”.

Retomando lo anterior, esta propuesta, como se mencionó anteriormente, se

basará en la periodización de la arqueología social, para lo cual se utilizarán los

planteamientos, ya resumidos en el capítulo II, de Sarmiento (1986a, 1986b, 1992, 1993) y

Bate (1984, 1986, 1998, s/a; Bate y Terrazas 2002), quienes estudian los tres grandes

estadios históricos ya mencionados, mismos que permitirán abordar la historia de las

sociedades prehispánicas: las sociedades comunales primitivas o preclasistas llamadas

formación social de cazadores-recolectores pretribales y formación social tribal, y la

clasista inicial (Bate 1998: 83).

En seguida expondré las descripciones que en diferentes fuentes se han hecho de

los chichimecas de Xolotl. Pero antes de continuar cabe decir que varios de los autores

contemporáneos que han sido consultados suelen enredar la información; es decir,

mencionan los diferentes “tipos” de chichimecas como si todas sus características se

refirieran también a los chichimecas de Xolotl. Hay que separar la información de las

fuentes para no confundirnos ni confundir a los lectores.

Alva Ixtlilxochitl (1985: 290) primero habla de los chichimecas en general, y

luego de los de Xolotl: “A estos hombres valerosos y de mucho gobierno cumplen su

palabra y no la quebrantan, virtuosos y amigos de sus amigos, altos de pensamientos y

obras, los señores valerosos de esta tierra por sublimarse decían que eran chichimecos

invencibles y obedecidos por toda la tierra”.

Dicho cronista también habla (2000: 81) de su habitación y su alimentación:

“iban a los palacios, que eran unas cuevas grandes, en donde comían todo género de caza

asada en barbacoa, y no, como algunos piensan, seca al sol, porque siempre los

282
chichimecas usaron el fuego y era ley entre ellos”. Los que no tenían cuevas, “hacían sus

chozas de paja” y que lo que no comían eran “las pieles referidas que las ablandaban y

curaban para el efecto”.

Veytia (1979: 262) menciona que sus armas eran arcos y flechas, y cerbatanas. El

mismo autor (Ídem) los compara con los toltecas: “no se habían adelantado en la policía y

ejercicio de las artes como los toltecas, y mucho menos en los conocimientos científicos; y

aunque tenían su modo de gobierno civil y sociable era muy tosco y rústico. Preciaban

mucho de su nobleza y de su gran valor, y en efecto eran gentes de tanto espíritu, que

declinaba ya en barbaridad.” En cuanto a los términos, se debe hacer una ardua crítica de

las fuentes, como en el caso del término “nobleza”, de noble, que parece más bien referirse

a una persona “Incapaz de acciones de las que degradan o hacen despreciable a quien las

comete; como engaño, traición, delación o cobardía” (Moliner 1992: 514).

Veytia (1979: 262) continúa diciendo que “No tenían casas como las de los

toltecas, sino cuevas, o artificiales, o naturales, y los palacios y casas principales eran unas

chozas bajas y sin artificio, aunque en muchas piezas formadas de ramas de árboles,

revocadas por fuera, y blanqueadas.”

Y acerca de su alimentación y sus actividades económicas menciona (Ídem) que

“era toda especie de caza, tanto cuadrúpeda como volátil, sin distinción ni otro condimento

que asada, y las frutas y yerbas del campo que habían experimentado gratas al paladar;

pero nada sembraban ni cultivaban.”

Torquemada dice (1975: 58) que los chichimecas eran “grandes guerreros, cuyas

armas son arcos y flechas. Su sustento ordinario es la caza, que siempre siguen y matan; y

283
su habitación en lugares cavernosos, porque como el principal ejercicio de su vida es

montear, no les queda tiempo para edificar casas.”

León-Portilla (1967: 16) del modo de vida de los toltecas dice que “cultivaban la

tierra, tenían abundancia de maíz y hacían traer del sur el preciado algodón; en cambio, los

chichimecas, entre ellos los de Xolotl, se alimentaban sólo de los frutos que recolectaban o

de la carne de los animales que podían cazar.” Stephen Castillo (comunicación personal

2011) hace notar como ejemplo que “ésta es una economía de apropiación, donde no se

invierte fuerza de trabajo en la reproducción biológica de las especies consumidas.”

León-Portilla (1967: 16), al abordar los idiomas, menciona que los toltecas

hablaban “nahua” y, además de ahondar más acerca del modo de vida de los chichimecas,

dice: “los cazadores errantes tenían en su mayoría hablas distintas como el pame, el

mazahua y a veces también el otomí. Por eso se les llamaba asimismo popolcas,

equivalente prehispánico de bárbaros.”

Aquí se trata de caracterizar a los chichimecas de Xolotl a partir de lo que se ha

dicho en las fuentes, y probar si se puede insertar en los planteamientos de la arqueología

social, retomando la lista expuesta en el subapartado II. 1. 1. 2 de la sociedad tribal

jerárquica.

En cuanto a la diplomacia, Alva Ixtlilxochitl (1985: 293) relata que “Pasado algún

tiempo después de despachado algunos de los seis señores sus vasallos con gente y otros

señores particulares, a que fueran a descubrir tierras, y ver si todavía había algunos tultecas

les preguntaran de estas calamidades y de modo que no los inquietaran ni les hicieran

molestia ninguna; y si alguno procediera contra esto, fuera luego muerto y castigado con

todo rigor; y que si llegasen en algún pueblo o ciudad que hubiese gentes en él, no les

hiciesen también algún daño”.

284
Parece ser que Xolotl “decidió ir personalmente para arreglar los asuntos de

Culhuacan, designando a Achitometl como señor del lugar” (Dibble 1980: 39).

Alva Ixtlilxochitl (1985: 292) narra que cuando Xolotl decide salir de Oyome para

repoblar lo que fue el Estado tolteca, “en el año de 1012, se partió con todo su ejército de

hombres y mujeres”. No podemos saber si dice ejército por la referencia de la cantidad de

gente o si realmente era un ejército. Otro ejemplo es la continuación de la cita amplia

anterior: “si no fuera cuando ellos de su propia voluntad le quisieran hacer guerra, que

entonces los conquistaran y sujetaran a fuerza de armas. Hecho todo esto, se fue con su

hijo Nopaltzin y otros señores con el ejército poderoso” (Ibídem: 293).

En la primera guerra en la que participó Xolotl en la cuenca, aparece Nauhyotl

como jefe y Culhuacan como centro; “los culhua empezaron a aumentar su poderío y

número. Xolotl exigió que Nauhyotl le reconociera como monarca de la tierra, y Nauhyotl

se negó” (Dibble 1980: 38). Con lo anterior comenzó la guerra. Nopaltzin mandó las

fuerzas chichimecas y Nauhyotl las de Culhuacan. Todo lo anterior lo relaciono con la

defensa bélica. Al retomar los comentarios de los cuadros 10 y 11 del apartado de la

indumentaria, se puede notar que el tlacuilo representó la diferencia entre los personajes al

vestir a Nopaltzin con su piel a manera de tilma y a Nauhyotl con un ichcahuipilli abierto

de tela.

En lo que respecta a la administración económica, Alva Ixtlilxochitl (1985: 295)

dice que después de haber hecho la demarcación y haber enviado a los cuatro señores para

tomar posesión y estando en su ciudad, Tenayuca, Xolotl

[…] acordó de tomar posesión sobre toda la tierra de una mar a otra, y para
esto juntó a los seis señores sus vasallos […] y de estos seis señores, y de
su hijo el príncipe Nopaltzin, y juntos todos, les dijo, según parece en sus
historias, que quería tomar posesión sobre la tierra, haciendo sus mojones
en los más altos cerros, y haciendo sus atadijos con unas yerbas largas que

285
se crían en los montes, que se llaman malinali, al modo del esparto de
España, y encender fuego sobre ellos, pues sin contradicción ninguna la
tomaba por suya, no quitándosela a nadie, ni quebrantando la palabra de su
bisabuelo Icauhtzin, pues ya todos los tultecas se habían acabado, y si
había algunos, eran pocos y éstos con dejarles tierras a su gusto, donde
ellos y sus descendientes vayan poblando; señalando y repartiendo pueblos
y lugares, provincias y ciudades, con las diligencias, ritos y ceremonias
que conviene para este efecto, haciendo cercados y bosques para todo
género de caza con que sustentarse.

El mismo cronista (Ibídem: 296) continúa diciendo que Xolotl “mandó repartir toda

la tierra que estaba dentro de esta primera demarcación a todos sus vasallos, dándole a cada

noble las gentes que le cupo, y un pueblo para que fundara con ellos, y hizo esta

demarcación primera para poblarla primero con la gente que tenía, y la segunda, que fue de

toda la tierra una mar a otra, en donde envió los cuatro señores para los que se fueran

multiplicando, y los que vinieran se fueran acomodando poco y poblando toda ella.”

En cuanto a la indumentaria, se pueden retomar los comentarios del cuadro 1 del

apartado de indumentaria referentes a la imagen de Xolotl con su tilma hecha de piel y sus

atributos.

García (2007: 5) menciona que años después de que se asentaron los primeros

chichimecas que iban siguiendo a Xolotl, llegaron otros grupos chichimecas, a quienes éste

les concedió tierras “y como forma de reforzar su hegemonía territorial, casó a sus hijas con

los líderes de esos grupos, dividiendo el territorio en sub-unidades políticas.”

Dibble (1980: 34) confirma lo anterior, al mencionar que Xolotl, en el año I tecpatl,

“que es en el que llegaron los tres jefes, dividió la tierra del Valle de la manera indicada en

la segunda plancha”.

Davies (1980: 89) dice que los gobernantes toltecas desaparecieron y dejaron sus

tierras vacías, las cuales “estaban esperando una redistribución caprichosa de parte del

286
todopoderoso Xolotl que les dio a sus seguidores y otros jefes migrantes quienes se

presentaron en su corte o en la boca de la cueva.”

Alva Ixltilxochitl (2000: 73) dice que los “caudillos” que llegaron con Xolotl no

contaban con un señorío particular debido a las múltiples ocupaciones que tenían, así es que

Xolotl los “premió”, ya que “el gran chichimeca había hecho tan grandes y espléndidas

mercedes a los extraños, como lo eran los señores acolhuas, acordó en el mismo año atrás

referido de dar y repartir a todos los señoríos y estados, conforme a la calidad y méritos de

sus personas”.

La versión de Veytia (1979: 269), muy parecida a la de Alva Ixtlilxochitl, es que al

regresar a su capital, Xolotl “Lo primero que hizo fué repartir una gran parte de las tierras

del contorno de su corte entre los señores más ilustres y nobles que le acompañaran,

excepto aquellos seis príncipes o señores de mayor esfera que trajo consigo […] A éstos

por entonces no les dio otra cosa que ciertas tierras muy inmediatas a su corte donde

acampasen sus vasallos; pero sin formar poblaciones ni darles señoríos, porque esto dijo lo

reservaba para mejor ocasión, pues convenía entonces tenerlos a su lado para servirse de

ellos y de sus gentes que necesitase.

Y la versión de Torquemada (1975: 64) es la siguiente: “y a los pocos días llegaron

a este dicho de Tenayucan, donde el gran chichimeca Xolotl, escogiendo morada para sí, en

lo cavernoso del lugar, fue repartiendo los demás sitios a todos los de sus familias”.

Veytia (1979: 277) comenta que cuando “salió Xolotl de la corte chichimeca con el

grueso de su gente comenzaron a seguirle otras cuadrillas que le iban alcanzando por el

camino”, y que después llegó “de Tenayocan e hizo la repartición de las tierras entre los

caballeros que le acompañaron, comenzaron a venir otros, quizás movidos de las noticias

287
que llegaron al imperio Chichimeca, de la extensión del país, de su clima y fertilidad, y de

la liberalidad de Xolotl.”

En cuanto a la resolución de problemas y la administración de justicia, Veytia

(Ibídem: 264) menciona que para repoblar, Xolotl iba dejando familias y “un gobernador

para que en su nombre los mandase y administrase justicia, dándole cuenta de todos sus

progresos.”

También Nopaltzin actuó como su padre “procurando mantener en paz sus dominios

por medio de la recta administración de justicia, aumentar su lucimiento y policía” (Ibídem:

307).

Es evidente la jerarquía por la que se diferencia el grupo de los chichimecas de Xolotl

y los otros grupos, la cual se debe a la posesión sobre determinados procesos de trabajo y

los medios naturales de producción. Hay que recordar que Alva Ixtlilxochitl (1985: 292)

narra que Xolotl

[…] acordó de llamar a sus vasallos, especialmente a los señores, para tratar
con ellos del que él quería venir a poblar esta tierra de nuevo por ser tan
buena y de buen temple, y estar despoblada y sin contradicción ninguna; el
cual como hombre valeroso y de altos pensamientos, lo puso por obra
enviando a llamar a seis señores vasallos suyos, que eran seis señores de seis
provincias muy grandes y de muy extendidas tierras, los cuales vinieron
dentro de cierto tiempo, y juntos todos, les trató su intención animándoles
para ello, atrayéndoles grandes cosas a la memoria y prometiéndoles muchas
mercedes. Los cuales todos les pareció muy bien, y le dieron su palabra de
cumplir todo lo que él mandase y quisiese; y así les mandó que juntaran
todas sus gentes, así hombres como mujeres, haciendo lo propio en su
ciudad y otras partes […]

Alva Ixtlilxochitl (Ibídem: 297) menciona que comenzaron a hacerse cercados de

caza para tributo. Después de ocho años de estar Xolotl en esta tierra, “vino otro señor

chichimeco vasallo suyo, con algunos chichimecas de allá de su patria, dándole razón de

todo lo que había pasado desde que él salió hasta que este señor se vino, que llamaba

288
Xyotecua. Se holgó mucho de verle y le dio un lugar donde poblaron él y sus vasallos, y

que hicieran un cercado de todos géneros de caza para que le tributaran y dieran de esto

reconocimiento.”

En el Códice Xolotl podemos observar uno de esos cercados, y Veytia (1979: 314)

menciona, para la época de Quinatzin, que se hacen dos cercados, uno de ellos para la caza.

Veytia (Ibídem: 289) demuestra lo anterior al comentar que Xolotl quería “cercar un monte

inmediato a Tezcoco y su laguna, y en la fábrica de un palacio y jardines de recreo, para

cuya obra había convocado cuatro provincias […] y cada una había concurrido con un gran

número de operarios, y contribuido con gran cantidad de venados, conejos, liebres y otros

animales que se habían metido en el cercado para que procreasen.”

Con base en el Códice Xolotl, Dibble (1980: 41) afirma que los chichimecas “bajo

el mando de Xolotl empezaron a poner cercados y llevar una vida sedentaria”.

Alva Ixtlilxochitl (2000: 74) dice que Xolotl “cercó un gran bosque en la sierra de

Tetzcuco, en donde entró cantidad de venados, conejos y liebres; y en medio de él edificó

un cu que era como templo.”

Antes de salir hacia la cuenca de México, Xolotl y su esposa Tomiyauh convocaron

gente para irse, y los dos “se valieron de algunos señores principales, sus más familiares y

allegados para que procurasen atraer a cuantos pudiesen, ofreciéndoles premios y

ventajosos establecimientos en la nueva monarquía” (Veytia 1979: 261).

Aquí ya se está hablando de “gente principal”, es decir, parece que se están

destacando las jerarquías sociales. Incluso Veytia (Ibídem: 261-262) insiste en que dentro

de la gente que se unió a Xolotl se encontraban “los más principales seis príncipes deudos

suyos y señores muy poderosos, que quisieron acompañarle”. Cabe retomar los

289
comentarios de los cuadros 1, 3 y 5 en los que se menciona la presencia de vestimenta que

se hace de algodón pero representada como hecha de piel.

El mismo cronista (Ibídem: 262) menciona la existencia de la “nobleza”: “Fuera de

éstos se alistaron también otras muchas personas de distinguida nobleza, y todos los

hombres capaces de tomar las armas iban armados, unos de arcos y flechas, y otros de

cerbatanas, con que a soplo disparaban balas de barro, con tanto ímpetu que mataban un

hombre o una fiera, que éstas eran hasta entonces todas las armas de que usaban los

chichimecas.” En este caso el término “nobleza” parece hacer referencia a “las personas

que pertenecen a una familia con algún título de los llamados <<nobiliarios>>” (Moliner

1992: 513).

Sahagún (1999: 601), al describir los diferentes tipos de chichimecas, dice que

“Todos los cuales vivían en policía y tenían sus repúblicas, señores, caciques y

principales”.

Alva Ixtlilxochitl (1985: 289) dice que “Estos chichimecos […] Cuando morían los

señores se enterraban en sus palacios, y si eran villanos, en sus casas; no tenían ídolos;

llaman al sol, padre y a la tierra, madre […] Tenían también ciertas órdenes de gobierno

para la república y ciudades, pueblos y lugares, provincias y reinos distintos unos de otros.”

De la cosmovisión que tenían estos chichimecas de Xolotl, retomo la narración de

Alva Ixtlilxochitl (Ibídem: 295-296) de cuando Xolotl se sube al monte Yocotl:

[…] y fue la primera parte que hizo las diligencias que ellos usaban,
tirando un señor chichimeca cuatro flechas con todas sus fuerzas por las
cuatro partes del mundo, occidente y oriente, norte y sur; y después, atando
el esparto por las puntas, y haciendo fuego y otros ritos y ceremonias de
posesión que ellos usaban, se bajó del cerro […] y se fue a otro cerro muy
alto que se dice Chiuhnauhtécatl, y de éste, a Malinalco, donde iba
haciendo las mismas ceremonias, y antes de bajarse del primer cerro,
llamado Xócotl, envió a cuatro señores por hacia las cuatro partes del
mundo, conforme se tiraron las flechas, para que tomaran posesión de toda

290
la tierra, que había sido del gran Topiltzin, de una mar a la otra, cada uno
con su ejército, porque si en algunas partes hubiese tultecas, y les quisiesen
estorbar, se entendieran con las armas, y si buenamente les recibían, les
dejaran en sus tierras […]

El mismo cronista (2000: 74) menciona que Xolotl “edificó un cu que era como

templo, en donde de la primera caza que cogían por las mañanas él y el príncipe Nopaltzin,

o su nieto el príncipe Póchotl, la ofrecían por víctima y sacrificio al sol, a quien llamaban

padre y a la tierra madre, que era su modo de idolatría, y no reconocían ningún otro ídolo

por dios”.

Veytia (1979: 263) dice: “Su religión se reducía a la adoración del Tloque

Hahuaque; pero ni tenían templos, ni culto exterior, sino un simple conocimiento de que

había un Ente Supremo, criador y conservador de todas las cosas. Al sol le llamaban padre

y a la luna madre; y cuando salían a caza para buscar su sustento, la primera pieza que

mataban la degollaban, ofreciéndosela al sol, y derramando la sangre, dejaban tendida

sobre ella la víctima. No tenían más que una mujer, y era castigado severamente el

adulterio.”

El hecho de que los descendientes de Xolotl se casen con mujeres toltecas se refiere

a los vínculos que se crearon entre linajes. En este sentido, Nopaltzin se casa con la nieta de

Topiltzin, hija de Pochotl, llamada Azcaxochitl (Dibble 1980: 32-33), “prueba de la grande

estimación que hacía Xolotl de la sangre tolteca” (Veytia 1979: 286-287). Dibble (1980:

42) dice que en el Códice Xolotl se ve “cómo los principales chichimecas se casaron con

los ‘toltecas’”. Hay que recordar cómo está representada esta pareja, ella con su atuendo

típico tolteca, y él con su piel a manera de tilma, en los cuadros 7 y 8 del apartado de

indumentaria.

291
Los jefes de los “clanes chichimecas”, dice García (2004: 420), comenzaron a

casarse con mujeres toltecas, y cita a Zantwijk (1975: 9) para explicar el motivo, quien dice

que

Después de la desintegración política del imperio tolteca a fines del siglo


XI la ambición política de los centros de poder gubernamental que se
mantenían y de otros nuevos que se iban formando tenía que ser dirigida
hacia cierta forma de restauración del poder central perdido. En el ramo de
esta ambición política se deseaba algún fondo tolteca con el motivo de
tener un derecho histórico para ejercer cierta autoridad gubernamental.
Para los grupos que tenían antepasados toltecas no había problema en este
sentido. Para los otros quedaron dos posibilidades […] Pudieron
conseguirse antepasados toltecas mediante la mezcla de sus familias de
jefes con familias toltecas o […] simplemente pudieron robarse los
antepasados deseados por medio de falsificaciones de genealogías.

Torquemada (1975: 75) dice que Xolotl tenía “dos hijas doncellas a las cuales no

había puesto en estado y deseando darles maridos (no de los que a su gobierno y mando

tenía) comenzó a pensar que era buena la ocasión que a las manos se le había venido de

aquellos tres señores y que sería bien casarlas con ellos”.

Entre los chichimecas la jerarquía era heredada por el primogénito del jefe de la

sociedad; al respecto Veytia (1979: 306) dice que “Luego que se concluyeron los honores

funerales del difunto emperador [Xolotl] pasó todo el concurso a saludar al príncipe

Nopaltzin, a quien juraron solemnemente por emperador supremo, como a primogénito y

sucesor legítimo de Xolotl.” También menciona (Ibídem: 290) que “Considerando pues que

en el primogénito sólo había de recaer la corona, y deseando colocar a los otros dos

correspondientemente a su esfera, [Tlotzin] determinó pedir a su padre algunas tierras y

vasallos”.

Y Alva Ixtlilxochitl (2000: 78) afirma que al terminar “las honras del gran Xólotl,

luego todos los príncipes y señores juraron al príncipe Nopaltzin por su señor supremo y

universal, como persona que le venía de derecho el imperio.”

292
Cuando Nopaltzin hereda el poder de su padre, Xolotl, y tiene descendencia, en el

Códice Xolotl se observa que de la boca de cada uno de sus hijos “sale el signo de la

palabra, lo que indica que se trata de un rey o señor que tiene poder para hablar” (Dibble,

1980: 33). En los cuadros 7 de indumentaria y 5 de características, y sus comentarios, se

observa la vestimenta de los descendientes y las vírgulas de la palabra.

A Carrasco (1963: 91) le parece interesante que “la sucesión de estos caciques era

directa de padre a hijo. Este sistema de sucesión parece haber sido el practicado por los

señores chichimecas del Acolhuacan, en contraste con el sistema de elección dentro del

linaje que se usó entre los señores tenochca después de Itzcoatl.”

Los chichimecas, después de llegar a Tenayuca, hicieron una especie de ceremonia

para delimitar lo que iba a ser su territorio para asentarse. Xolotl “tomó posesión de la

tierra tolteca con la caza que se incluye dentro de sus límites.”

Veytia (1979: 268) describe detalladamente este momento:

Pareció bien a los señores la resolución del emperador, y señalando el día,


salió de Tenayocan, llevando consigo al príncipe Nopaltzin, a los seis
señores y otros muchos caballeros con crecida comitiva, y fue en derechura
al monte Xocotl, junto a Xocotitlan, situado al poniente de Tenayocan, por
ser uno de los más altos que observó; y subiendo a la cumbre, mandó a uno
de aquellos señores que disparase cuatro flechas con tanta fuerza alcanzase
a los cuatro rumbos principales, y habiéndolo ejecutado cortaron esparto y
yerbas secas, las retorcieron como cordel, y las ataron por las puntas,
formando un círculo en el suelo, encendieron fuego encima, que después
esparcieron por los mismos cuatro rumbos. Estas y algunas otras
ceremonias […] eran las que usaban en señal de posesión.

En general Dibble (1980: 27) dice que la “región dentro de los límites que marcó

Xolotl fue llamada ‘Chichimecatlalli’, tierra de los chichimecas, o tierra en que fueron

fuertes y numerosos los chichimecas”.

El asunto de la redistribución es complicado en este caso porque en las fuentes se

mencionan los tributos, los cuales son característicos de una sociedad clasista inicial. Sin

293
embargo, se podría suponer que Xolotl reunía lo que la gente le “pagaba” para luego

redistribuirlo entre sus pobladores, aunque Sarmiento (1992: 103) lo menciona como

tributo.

Alva Ixtlilxóchitl (2000: 68-70) relata que “Había poco más de veinte años que este

gran poblador estaba poblando, cuando comenzaron a venir otros seis caudillos de su

misma nación, también con cantidad de gente, que venían en su seguimiento, entrando cada

caudillo un año tras otro […] Y habiéndose reformado los tultecas que habían escapado de

su destrucción y calamidad, y teniendo por su cabeza principal a Nauhyotzin, que residía en

Culhuacan […] acordó el gran chichimeca Xolotl de pedirles le dieran un cierto tributo y

reconocimiento como a supremo y universal señor que era de esta tierra de Anáhuac.”

También dice (Ibídem: 75) que el “tributo que estos chichimecas pagaban eran

conejos y liebres, venados, pieles de fieras y mantas de nequén”.

Veytia (1979: 278) dice que Xolotl le otorgaba poblaciones a los señores que iban

llegando pero éstos debían pagarle un reconocimiento: “Esta contribución se reducía a

piezas de caza, tanto volátil como cuadrúpedo, que debían traer al emperador […] y del

mismo modo contribuían de las frutas, según los parajes, porque como queda dicho, hasta

estos tiempos nada sembraban ni cultivaban; pero por lo que mira a la caza, tenían su modo

de gobierno para que no les faltase y se aumentase […] y los que por su situación no

podían hacer esto, se valían de la volatería, y de algunos conejos, liebres y otros de aquellos

animales que se hallan en los planos, o de peces, ranas, u otros mariscos, los que estaban a

las orillas de las lagunas y ciénegas.”

La interpretación de Dibble (1980: 39-40) es la siguiente: “Xolotl dio al joven

Huetzin seis pueblos y la provincia de Tepetlaoztoc para que le pagaran el tributo que

solicitaba.”

294
Stephen Castillo (comunicación personal 2010) dice que un “punto medular en el

cacicazgo es la redistribución de bienes de lujo a otras entidades políticas para ganar

poderío y jerarquía social regional y al interior de la sociedad”.

Cabe mencionar que en cuanto a la mención del tributo en las fuentes, se intentó

explicarlo desde la redistribución. No fue fácil toparse con la presencia de un supuesto

tributo en una sociedad considerada como tribal jerárquica, ya que para esta posición

teórica es una característica de la sociedad clasista inicial. Podría hablarse de una etapa de

transición o de un intento de reafirmar a los chichimecas de Xolotl como una sociedad más

desarrollada acentuando la presencia del tributo, ya que es una característica muy

mencionada en las fuentes y que parece ser llamativa en cuanto a su imposición y la

subordinación de ciertos grupos por otros.

En cuanto a la construcción de obras públicas, Veytia (1979: 289) dice que Xolotl

quería “cercar un monte inmediato a Tezcoco y su laguna, y en la fábrica de un palacio y

jardines de recreo, para cuya obra había convocado cuatro provincias […] y cada una había

concurrido con un gran número de operarios”. El mismo autor (Ibídem: 296) más adelante

confirma lo dicho: “Después de que vinieron los chichimecas y emprendió Xolotl la fábrica

de los cercados, de bosques, palacios y jardines”.

Entonces se podría proponer que Xolotl necesitó de sus vasallos y los convocó para

poder construir las obras públicas que requería para su nuevo gobierno. Alva Ixtlilxochitl

(2000: 74) dice que este chichimeca “cercó un gran bosque en la sierra de Tetzcuco, en

donde entró cantidad de venados, conejos y liebres”.

También el príncipe Quinatzin mandó a hacer construcciones, cuyos vasallos se

dedicaron “a complacerle, adornando y hermoseando la ciudad de número copioso de

295
edificios, y cultivando en la campaña de su contorno todo género de semillas” (Veytia

1979: 314).

Acerca del crecimiento de la población, Veytia (Ibídem: 278) dice que “Cada día se

iban aumentado las poblaciones, y no menos que las de los chichimecas las de los toltecas

culhuas, a quienes daremos […] este nombre, porque por él eran conocidos habiéndole

tomado de su corte Culhuacan”.

La propuesta original de García (2008) es que mientras los chichimecas migraban se

encontraban en un estadio cacical simple; durante su establecimiento en Tenayuca, su

organización se habría caracterizado por transitar del cacicazgo simple al complejo; y

finalmente, cuando se da el crecimiento y la consolidación de la sociedad, formaron un

Estado o varios. Con el sedentarismo se da un cambio en la economía y política, lo que

significa que las relaciones sociales se transformaron. Sin embargo, yo no estoy de acuerdo

porque como vimos en el apartado II. 1. 1. 2, son vagas las definiciones en cuanto al

cacicazgo complejo se refiere, y tampoco estoy de acuerdo con la evolución unilineal.

Retomando todo lo anterior se propone que los chichimecas de Xolotl, entre su

llegada a la cuenca de México y su asentamiento allí, eran una sociedad tribal jerárquica

con un modo de vida cazador-recolector; después de algunas generaciones, su modo de

vida va cambiando al agrícola y finalmente, al parecer, se transforman en una sociedad

clasista inicial.

Sin embargo, siguiendo a Bate (1984: 77), cabe la posibilidad de que “Así como es

posible que determinadas sociedades concretas se ‘salten’ etapas, como efecto de procesos

derivados de su relación con otras sociedades más desarrolladas, también se dan situaciones

en que estas interacciones sociales permiten a una sociedad cambiar su ‘línea’ de

desarrollo, dentro de la multilinealidad formal de la historia.”

296
Por lo anterior, en esta investigación me basaré en lo ya mencionado en el subcapítulo

II.1, es decir, que para hacer la caracterización socioeconómica expondré el “hilo

conductor”, referente al “orden de sucesión unilineal” de los modos de producción, sin

dejar de lado la multilinealidad.

Tomando en cuenta la mencionada multilinealidad, existen otras posibilidades de

desarrollo de los chichimecas de Xolotl, que podemos describir a continuación:

1 Salen de Oyome, su supuesto lugar de origen, como una sociedad con un modo de vida

cazador-recolector y un modo de producción cazador-recolector, y cuando se asientan se

conforman como el mismo tipo de sociedad con el mismo modo de vida cazador-

recolector, y de repente son parte de una sociedad clasista inicial con un modo de vida

agricultor. Ésta sería la versión siguiendo las fuentes y las interpretaciones literales.

2 Pudieron haber sido una sociedad tribal jerárquica, haber migrado como una tribal

jerárquica con un modo de vida cazador, y asentarse y volverse una sociedad clasista

inicial, opción parecida a la anterior en cuanto a que permanece el hueco entre su llegada y

su asentamiento.

3 Los chichimecas de Xolotl llegan a la cuenca como una sociedad tribal o tribal jerárquica

con un modo de vida cazador-recolector y se integran a la posible sociedad clasista inicial

con el modo de vida agricultor de los toltecas. Ésta es una opción viable pero que más bien

podría complementar la principal.

No obstante, la hipótesis que planteé antes de estas tres opciones es la que me

parece, aunque muy general, la más cerca de la realidad porque según la teoría hay ciertos

datos y características de las fuentes que se refieren a los chichimecas de Xolotl que

parecen indicar que esta sociedad era de tipo tribal jerárquico tomando en cuenta el hueco

que siempre ha existido, y no de una tribal sin jerarquía ni de una clasista inicial.

297
Es así que esta propuesta consiste, según la posición teórica de la arqueología

social, en que los chichimecas de Xolotl (insisto, si la información de las fuentes es cercana

a la realidad) en Oyome eran una sociedad tribal jerárquica con un modo de vida quizás

agricultor, que posteriormente, durante su migración, se desarrolló hacia una tribal

jerárquica con un modo de vida principalmente cazador-recolector, después con un modo

de vida fundamentalmente agricultor, ya establecidos, y finalmente en una clasista inicial

con un modo de vida agricultor.

Aquí cabe insistir en otra aclaración: Sarmiento (1992: 64) menciona que después

de la sociedad tribal surgió la tribal jerárquica, y la particulariza con un modo de vida

agricultor. En este caso se retoma su propuesta pero planteando, como líneas arriba se dijo,

primero el modo de vida cazador-recolector y posteriormente el agricultor.

En cuanto al cambio en el modo de vida cazador-recolector de los chichimecas de

Xolotl a uno agricultor, dice Dibble (1980: 55), con base en el Códice Xolotl, que quizás

“la reaparición de los campos de maíz tuvo lugar en el vigésimo séptimo año del reinado

de Nopaltzin, como afirma Torquemada.” Sin embargo, las leyes que promueve (Alva

Ixtlilxochitl 1985: 305; Veytia 1979: 306-307) el mismo jerarca relacionadas con la

cacería, dice Dibble (1980: 61) que sirven para poder “apreciar que la caza siguió siendo su

medio de sustento, y que estaban convirtiéndose poco a poco en un pueblo agrícola.”

La presencia de Tlotzin como sucesor de su padre Nopaltzin también permite

conocer que

[…] una de las cosas en que más expuso su cuidado fue el cultivar la tierra;
[…] echó de ver cuan necesario era el maíz y las demás semillas y
legumbres para el sustento de la vida humana; y en especial lo aprendió de
Tecpoyo Achcauhtli que tenía su casa y familia en el peñol de Xico […]
entre las cosas que le había enseñado, era el modo de cultivar la tierra y
como persona habituada a esto, dio orden de que en toda la tierra se
cultivase y labrase y aunque a muchos de los chichimecas les pareció cosa

298
conveniente y la pusieron por obra, todos que todavía estaban en la dureza
de sus antepasados, se fueron a las sierras de Metztitlan y Totépec y a otras
partes más remotas sin osar levantar armas, como lo había hecho Yacánex
y sus aliados; y desde ese tiempo se comenzó a cultivar en todas partes la
tierra, sembrando y recogiendo maíz, y otras semillas y legumbres y
algodón en las tierras cálidas para su vestuario (Alva Ixtlilxochitl 2000:
80).

Mohar (2004: 55) dice que “El impulso a la agricultura que promovió Tlotzin, se

atribuye en gran parte a las enseñanzas de Tecpoyo [sacerdote de Chalco] sobre el manejo

del maíz y otras plantas”. Y también, que después de la batalla contra Yacanex (Alva

Ixtlilxochitl 302; Veytia 292), como ya se mencionó, “se muestra la imposición de una

nueva cultura, en la que la agricultura aparece como actividad fundamental, en oposición a

la cacería” (Mohar 2004: 56).

Dice Davies (1980: 47) que según Alva Ixtlilxochitl, “Quinatzin fue el primer

gobernante chichimeca a forzar a su gente para cambiar sus costumbres rústicas, hablar

nahuatl y ser incorporada dentro de la sociedad consumidora mesoamericana ocupando

hogares permanentes y portando ropa elaborada.”

Mohar (2004: 58) menciona que el “periodo de gobierno” de Quinatzin (1272-1330)

“es considerado tanto por las fuentes escritas como por las pictográficas, como el momento

de consolidación de los herederos chichimecas, y el inicio de Tezcoco como centro

hegemónico en esta parte de la cuenca de México”, y que “Se ha enfatizado en la

agricultura como una de las razones clave para el desarrollo del gran Señorío.”

En resumen, la etapa en la que llegan los chichimecas de Xolotl a la cuenca y se van

estableciendo, es un periodo caracterizado por la disminución de las formas de apropiación

de la naturaleza e iniciado por la aparición de las primeras manifestaciones de producción

299
de alimentos, en la forma de cercados de caza y en las primeras formas de agricultura,

como se observa en el Códice Xolotl (Dibble 1980) y en el Mapa Quinatzin (Mohar 2004).

Con respecto a sociedades en transición que comienzan a domesticar plantas y

animales, Bate (1986: 21) dice que, sin embargo, continúan manteniendo un modo de

producción cazador-recolector “si se consideran los contenidos y formas de la propiedad”.

Puede aplicarse en el caso de las sociedades tribales jerárquicas porque la agricultura es un

proceso productivo, no fundamental pero sí necesario (Stephen Castillo, comunicación

personal 2010).

Con base en lo anterior, se puede explicar que si los chichimecas hubieran sido una

sociedad tribal con un modo de vida cazador-recolector, y se hubieran vuelto sedentarios,

entonces debieron haber sufrido un cambio económico. Como cazadores-recolectores sus

productos habrían llegado a escasear y, por lo tanto, tendrían que haber modificado su

modo de vida para haber producido los bienes que necesitaban; más aún, como dice

Stephen Castillo (Ídem), “tuvieron que haber competido con otros grupos por áreas ricas en

recursos”.

Otra característica de las sociedades con un modo de producción cazador-recolector

es que no hay excedente (Bate 1986: 10), por lo que se insiste en la imposibilidad de que un

grupo social como el que dirigía Xolotl pueda haber sobrevivido sin excedente, lo cual

confirma Stephen Castillo (comunicación personal 2010): “no podría, ya que se necesita

excedente para alimentar a otros especialistas”.

Retomando el asunto de la especialización, cabe mencionar que en la época en que

asciende Ixtlilxochitl, primogénito de Techotlalatzin, “había personas que sabían hacer

mantas” (Alva Ixtlilxochitl 1985: 327).

300
A manera de recapitulación, se exponen en seguida las características del cacicazgo

(sociedad tribal jerárquica) chichimeca y las del Estado (sociedad clasista inicial)

chichimeca de acuerdo con Raúl García (comunicación personal 2008). Durante una

supuesta etapa de establecimiento en Oyome, posiblemente eran una sociedad tribal

jerárquica con un sistema de vida sedentario. El jerarca es Acauhtzin, hermano mayor de

Xolotl. El asentamiento probablemente era sedentario con un territorio que parece haber

estado definido. El modo de vida quizás era agricultor complementado con caza y

recolección.

En la supuesta etapa de migración, a la salida de Oyome, el sistema de vida es

nómada y se va volviendo seminómada. El tipo de sociedad sigue siendo tribal jerárquico,

ahora con Xolotl, impuesto por su hermano mayor. El asentamiento pudo haber sido

migratorio estacional con periodos sedentarios, y el territorio indefinido o en proceso de

definición. Se propone que el modo de vida es cazador-recolector con agricultura

estacional.

En la siguiente etapa, se da el establecimiento primero en el cerro Xoloc y luego en

Tenayuca. Se propone que el sistema de vida va del seminómada al sedentario. La sociedad

sigue siendo tribal jerárquica y los jerarcas son Xolotl, Nopaltzin, Tlotzin y Quinatzin,

impuestos por primogenitura. El territorio comienza a delimitarse, se define y se inicia la

apropiación, y el asentamiento es sedentario. Se propone que el modo de vida primero es

cazador-recolector complementado con agricultura incipiente, y luego la agricultura se va

convirtiendo en la actividad primaria.

La etapa final, para esta investigación, es la de crecimiento. Se podría tratar de una

sociedad clasista inicial con un sistema de vida sedentario. Posiblemente ya se podría estar

hablando de Techotlalatzin como personaje de una clase social; además es importante

301
mencionar que ya no es primogénito, es decir, se escoge al dirigente de entre el grupo en el

poder. El territorio está definido y se va ampliando. El tipo de asentamiento es sedentario.

Posiblemente la agricultura es la principal actividad y se complementa con caza y

recolección.

A manera de comentario, y retomando el párrafo anterior, cabe mencionar que

dentro de la sociedad tribal jerárquica de la etapa migratoria, se ha presentado como jerarca

a Xolotl, quien supuestamente vivió más de 160 años (Davies 1980: 48). Como se sabe que

ninguna persona vive tantos años y menos en esa época, se sugiere que debieron haber

existido varios Xolotl, es decir, que en principio hubo un jefe llamado así, que tuvo quizás

a un elegido o que la sociedad eligió a otro para que lo sustituyera, que fue llamado igual

(en este caso no podemos hablar de la herencia del cargo al primogénito), y tal vez llegó el

momento en el que un jefe ya se impusiera, lo que significaría que ahí estaría presente un

“último” Xolotl que le hereda su cargo a su primogénito varón, Nopaltzin. Veytia (1979:

309) menciona un dato que puede servir para justificar lo anterior: “el equívoco es que

habiendo tenido un mismo nombre estos dos primeros reyes de Azcaputzalco, los han

confundido y hecho de dos personas una sola, a quien han dado ciento setenta y cinco años

de reinado, y más de doscientos de vida”. También podemos entender lo anterior

retomando lo que dice Davies (1980: 72), que “Las fuentes contienen relatos de gente

llamada ‘chichimecas’, los cuales tenían mucho en común; aunque en movimientos

separados, sus líderes sorprendentemente tenían la tendencia de compartir los mismos

nombres.” Además, todo pudo haber comenzado desde el término “chichimeca”, el cual

“podía significar “linaje de perro”, recordando que en el mundo prehispánico múltiples

linajes se reconocían por un ser mítico fundados que en muchos casos podía ser un animal:

Xolotl” (Viramontes 2000: 34), lo que se puede relacionar con lo que dice Navarrete (2009:

302
35): “El otro linaje de los tlatoque de la Cuenca de México era el chichimeca, fundado por

el grandioso Xólotl, un personaje histórico y mítico que también parece ser hombre y dios a

la vez.”

En este apartado se ha desarrollado la propuesta de caracterización socioeconómica

de los chichimecas de Xolotl como una sociedad tribal jerárquica utilizando los supuestos

de la arqueología social y relacionándolos con la información de los relatos acerca de la

vida de este grupo socioeconómico en las fuentes históricas, el estudio iconográfico de las

representaciones de la indumentaria de dicho grupo en los códices principales y las

interpretaciones de ambas fuentes de autores contemporáneos.

Para finalizar esta investigación, en las siguientes páginas se presentan las

conclusiones y las reconsideraciones finales.

303
CONCLUSIONES

En esta investigación basada principalmente en las crónicas, los códices, las

interpretaciones de autores y los postulados de la arqueología social, se ha propuesto que

los chichimecas de Xolotl que arribaron a la cuenca de México hacia el año 1200 d. C.,

eran una sociedad tribal jerárquica.

La transición de la sociedad tribal jerárquica con un modo de vida cazador-

recolector a otra con un modo de vida agricultor se dio en el periodo del establecimiento de

los chichimecas de Xolotl en Tenayocan-Oztopolco (aproximadamente en el año 1250 d.

C.), sobre el cerro Tenayo (cabe observar las imágenes del cuadro 2 del apartado de las

características). Una vez establecidos definitivamente, estos chichimecas sufrieron una

serie de transformaciones socioeconómicas que ocurrieron entre los mandatos de Xolotl y

los de sus descendientes, específicamente el de su hijo Nopaltzin, etapa que se caracteriza

arqueológica e históricamente con el establecimiento y la fundación de su primer

asentamiento en el Cerro Xoloc (aproximadamente en el año 1220 d. C.), y posteriormente

con el establecimiento definitivo en Tenayocan-Oztopolco.

En esta investigación se intentó dilucidar la forma en que sucedió el establecimiento

de los chichimecas de Xolotl, definido por la idea de que estos chichimecas eran cazadores-

recolectores con una economía de apropiación, y cómo se transformaron en una sociedad

estatal. La primera conclusión es que ese supuesto corte es una mezcla de una mala crítica de

fuentes y prejuiciosas interpretaciones.

Ese corte o hueco interpretativo existe porque se ha pensado que los chichimecas de

Xolotl eran bárbaros cazadores-recolectores nómadas, y al llegar a la cuenca se transformaron

en una sociedad estatal, como dice Stephen Castillo (comunicación personal 2011): una

especie de “magia” socioevolutiva. Lo que se propone en esta investigación es que al salir de


302
Oyome, suponiendo que de allí parten dichos chichimecas, son una sociedad tribal jerárquica,

y continúan como tal al llegar a la cuenca de México; por ello, no habría ningún hueco,

Además de que también habría sido posible que se hubieran desarrollado rápidamente en una

sociedad clasista inicial. Entonces, se concluye que ni eran una supuesta sociedad primitiva

cazadora-recolectora ni tampoco se convirtieron “milagrosamente” en una clasista inicial.

A partir del estudio iconográfico de la indumentaria de los chichimecas de Xolotl,

incluyendo los atributos, y con base en la arqueología social, se propuso en este trabajo que

durante su migración estos chichimecas eran una sociedad tribal jerárquica que se dedicaba

a la cacería y a la recolección de alimentos, y que pudo haber practicado algún tipo de

agricultura. En las fuentes son descritos como cazadores-recolectores, término usado así en

general, y se muestra que hubo un cambio de un sistema de vida de nómadas a sedentarios.

Durante su etapa de llegada y establecimiento en la cuenca, en los códices se observa la

vestimenta de los chichimecas confeccionada con pieles, y es con Techotlalatzin (cuadro 34

del apartado de indumentaria), en el Códice Mapa Quinatzin, y con Ixtlilxochitl en el

Códice Xolotl (cuadro 35 del apartado de indumentaria), y con poca seguridad en el Mapa

Tlotzin (cuadro 35 del apartado de indumentaria), que se observa un cambio importante,

esto es, de pieles al posible uso del algodón. Se puede notar que los chichimecas ya

asentados empiezan a producir alimentos mediante la agricultura. En este punto también

empiezan a mostrar cambios en la vestimenta, pues posiblemente su cambio al modo de

vida agrícola los lleva a transformarse en una sociedad que usa fibras cultivables, aunque

en el caso particular del algodón, éste existe en forma silvestre. El algodón sirvió para

obtener telas, pero existe la posibilidad de que hubiera un intercambio, así como la posible

influencia tolteca. Es por lo anterior que podría decirse que coincide el cambio de su modo

de vida con su vestimenta. También cabe recordar que a Ixtlilxochitl, hijo de Techotlalatzin,
303
se le envía algodón para hacer mantas, por lo que se entiende que ya hay una posible

especialización artesanal.

En este estudio se observó que la indumentaria permite diferenciar a los

personajes y a ciertos grupos. De manera directa se puede ver que los chichimecas de

Xolotl se diferenciaban por la piel amarrada a manera de tilma, y su arco y flecha. Los

chichimecas relacionados con los de Xolotl también se representaban con pieles a manera

de tilmas y con las mismas armas, como los seis “señores” (cuadro 3 del apartado de

indumentaria). Es evidente la diferencia entre estos chichimecas y los chichimecas

principales del Códice Xolotl, ya que los atributos resaltan y permiten marcar esa

diferencia. Por medio de la vestimenta también se aprecian las diferencias entre los

chichimecas de Xolotl y la gente descendiente de los toltecas, en cuanto a los materiales: la

piel y el supuesto algodón. En el caso específico de este códice, se puede decir que es, de

los tres, el más rico en imágenes, personajes, acciones e indumentaria, ya que el Mapa

Tlotzin y el Códice Mapa Quinatzin sólo parecen representar a los personajes descendientes

de Xolotl y a sus esposas, y no a gente de otros grupos socioeconómicos.

Entonces se puede mencionar que hay una diferencia representacional en el

Códice Xolotl, en el Códice Mapa Quinatzin y en el Mapa Tlotzin, que narran la misma

historia. Así como también se puede decir que en cada uno la indumentaria y los atributos

podrían significar diversas cosas, como en el ya mencionado caso de Techotlalatzin

(cuadros 19, 28 y 34 del apartado de indumentaria, y cuadro 9 del apartado de las

características).

Para el caso del Mapa Tlotzin, cabe mencionar que ningún personaje lleva la

vírgula de la palabra, ni está señalando ni está sentado en un petate o en un icpalli, con

excepción del “noble” del cuadro 29 del apartado de indumentaria, que está sentado en un
304
icpalli. En la misma fuente los personajes son representados igual en las diferentes escenas,

como cuando las mujeres de los tres principales personajes van caminando con la misma

postura y vestimenta (cuadro 26 del apartado de indumentaria) o como en las imágenes del

cuadro 20 del apartado de indumentaria en las que se observa que los tres personajes

masculinos van llegando juntos y están representados de la misma manera. Hay un patrón

en cuanto a las escenas; parece como si se hubiera hecho un solo dibujo y se hubiera

triplicado.

Es importante meditar en la causa de esta diferencia representacional de los tres

códices, lo que lleva a pensar en los tlacuilos y su contexto histórico. ¿Se puede hablar de

una tradición prehispánica, novohispana o de una transición? (Isaac Romero, comunicación

personal 2011). Para mí, el Códice Xolotl fue hecho en una etapa de transición pero

elaborado por uno o varios tlacuilos indígenas. Es necesario notar que una cosa es la

manufactura indígena antes de la conquista, y otra, la manufactura indígena después de la

conquista. No creo que todavía haya habido una influencia de los frailes españoles pero sí

una del contexto histórico del tlacuilo en cuanto a la indumentaria que se usaba en su

época. Me parece que el Mapa Tlotzin fue usado para hacer el Códice Mapa Quinatzin. Lo

considero por la cronología de los descendientes y por el tipo de trazos. Es importante notar

la riqueza de indumentaria, atributos, movimientos, personajes y acciones del Códice

Xolotl. El Mapa Tlotzin parece estar hecho como un patrón y es muy sencillo en cuanto a

elementos y acciones; da la impresión de que sólo se plasmaron los personajes sin intentar

mostrarlos con sus atributos. La lámina estudiada del Códice Mapa Quinatzin parece haber

sido hecha de manera un poco descuidada y sin un orden aparente. Las imágenes no me

parecen occidentalizadas pero sí tienen una leve influencia occidental. Estoy de acuerdo

con que el Códice Xolotl es el más antiguo de los tres porque los trazos no son tan
305
estilizados como los de los otros dos códices, lo que se confirma con la fecha propuesta

para su elaboración. Cabe aclarar que con lo estilizado me refiero a lo alargado y delgado

de los personajes, no a una idea de que lo prehispánico sea burdo.

En el Mapa Tlotzin (cuadros 22, 24 y 28 del apartado de indumentaria) y en el

Códice Mapa Quinatzin (cuadro 31 del apartado de indumentaria), en cuanto a la presencia

del maxtlatl debajo de las pieles, es de notarse que en la sociedad mexica se utilizaba

debajo del manto; por eso esta especie de tilma de piel se complementa con el maxtlatl.

También la presencia de maxtlatl se puede explicar por el anteriormente abordado

“sentimiento de vergüenza”, pero del contexto histórico del tlacuilo. Suponiendo que el

códice fue hecho después de la invasión española, entonces se exigió la cobertura de lo que

no podía mostrarse.

En las imágenes revisadas de los tres códices texcocanos, no se observó ningún

pareo, ni ehuatl, ni quechquemitl. Se confirmó que los hombres usan tilma y maxtlatl,

aunque está el caso extraño de las mujeres con una especie de capa o tilma (cuadro 32 del

apartado de indumentaria) del Códice Mapa Quinatzin. Podría tratarse de un descuido del

tlacuilo o de que no le dio importancia o, contrariamente, quiso enfatizar la importancia de

esta mujer vistiéndola con tal prenda que era la más representativa en la sociedad mexica y

para los personajes masculinos en los códices. También hay que retomar los comentarios

de dicho cuadro. Teniendo la referencia de la existencia del uso de la capa femenina en las

sociedades maya y mixteca, se podría decir que estas mujeres tenían una relación con

dichas culturas, asunto muy interesante que en una futura investigación se retomará.

Las mujeres de los tres códices usan huipil y cueitl; las mujeres casadas con los

descendientes de Xolotl portan estas prendas, y lo interesante es que algunas de éstas

parecen estar elaboradas de piel, como las que llevan Icpacxochitl o Icpacxochitzin
306
(cuadros 23 y 27 del apartado de indumentaria), Tomiyauh o Malinalxochitl, y Azcaxochitl

o Quauhcihuatl (cuadro 27 del apartado de indumentaria) en el Mapa Tlotzin. En el Códice

Xolotl Tomiyauh es la única mujer que lleva piel. En ese mismo códice es a partir de

Azcaxochitl (cuadro 8 del apartado de indumentaria) que se usa el algodón, lo que también

se observa en Quauhtzihuatzin (cuadro 18 del apartado de indumentaria). En el Mapa

Tlotzin a partir de la esposa de Quinatzin, las demás mujeres de los descendientes usan

algodón (cuadro 25 del apartado de indumentaria). La única mujer que lleva algodón en el

Códice Mapa Quinatzin es la del cuadro 33 del apartado de indumentaria.

Lo más interesante es que en los tres códices los chichimecas de Xolotl se

representan con las pieles a manera de tilmas. De las pieles plasmadas como tilmas en el

Códice Xolotl (cuadros 1-4, 6, 10, 17 y 19 del apartado de indumentaria), Mapa Tlotzin

(cuadros 20-22, 24 y 28 del apartado de indumentaria ) y Códice Mapa Quinatzin (cuadros

30-32 del apartado de indumentaria), sugiero que posiblemente se quiso representar a los

jerarcas con las típicas tilmas, pero como pieles debido al modo de vida cazador-recolector

y al sistema de vida nómada que tenían los chichimecas de Xolotl. Y como dice Stephen

Castillo (comunicación personal 2010), “también para legitimar simbólicamente su

ferocidad”. Además me parece que las prendas que se usaban en la época del tlacuilo,

después de la invasión española, fueron retomadas para vestir a los personajes.

Entonces, podemos entender que en los códices no se representaran de manera

completamente verídica los sucesos de los chichimecas de Xolotl, además de que fueron

plasmados posteriormente.

Hace siglos Durán (1995: 54) ya lo había observado: “y que ellos mesmos

ignoran su origen y principio, dado que siempre confiesen […haber] venido de tierras

estrañas, y así lo he hallado pintado en sus antiguas pinturas, donde se señalan grandes
307
trabajos de hambre, sed y desnudez, con otras innumerables aflicciones que en él pasaron.”

De los huipiles y cueitl, evidentemente hechos en pieles, sugiero también la idea anterior.

¿Qué habrían querido representar los tlacuilos de los códices consultados, o más bien la

gente que dirigió su manufactura, al mostrar a los jerarcas de los chichimecas de Xolotl

vestidos con pieles que parecen tilmas? ¿O a los tres jefes chichimecas portando estas

vestimentas pero hechas de piel? Cuando observamos la piel que porta Xolotl en el códice

con su mismo nombre, podemos notar su parecido con las tilmas que se usaban

posteriormente en la época mexica, y que estaban sólo relacionadas con los gobernantes. Su

postura y su forma de señalar lo muestran como un jerarca.

Es por todo lo anterior que posiblemente se vea esta confusa información de la

vestimenta de piel con formas posteriores. También hay que recordar las obras de arte

europeas, que se hacían para mostrar personajes de la antigüedad pero a quienes vestían

con ropas de la época que el artista veía en su sociedad. Con base en los trabajos de Galarza

y el estudio de los cuadros del capítulo IV, pude percatarme de que las convenciones de

épocas posteriores son resultado y mezcla de las anteriores. Me parece fascinante el

ejemplo de la tilma; su significado como prenda de gente “noble” es evidente en los

códices que analicé para esta investigación. Considero que el pintor quiso representar a

estos jerarcas como tales, utilizando sus conocimientos para mostrarlos con sus atributos,

sin dejar de lado el contexto histórico de la época en la que se desarrollaron los sucesos.

Considero que las convenciones tienen que ver con el principio de disyunción en

el sentido de que la disyunción nos sirve para ser conscientes de que no todo se repite ni

tiene el mismo significado. Pienso que la iconografía y la iconología nos sirven a los

interesados en la época prehispánica para estudiar de manera más completa lo que, en este

caso, los tlacuilos y artistas a la vez hicieron a manera de “renascence”, es decir, los
308
códices con sus convenciones. También pueden permitir dar cuenta de la inexistencia de

convenciones, es decir, cuando está presente la disyunción, para así poder llevar a cabo un

estudio más certero.

El xicolli parece estar dibujado como una prenda elaborada de alguna fibra,

posiblemente de ixtle, ya que usualmente se hacía con dicho material (Francisco Rivas,

comunicación personal 2011). El uso de esta prenda nos puede indicar que el personaje que

la lleva está relacionado con la guerra, así como con celebraciones religiosas o civiles

(Anawalt 1981: 39 y 41), retomando los comentarios de los cuadros 9, 14 y 15 del apartado

de indumentaria. Llama la atención que el tlacuilo no haya representado a Quinatzin

(cuadro 14 del apartado de indumentaria) con una prenda de piel; quizás era impensable

pintar un xicolli hecho de piel.

Las representaciones de los personajes peleando y cazando con sus pieles puestas

(cuadros 10 y 31 del apartado de indumentaria) son absurdas en cuanto a la cuestión

práctica. Obviamente el tlacuilo no iba a desnudar a los personajes, ya que estamos

hablando de representaciones. Se pintaron con pieles pero tomando en cuenta prendas

posteriores, como las de la época mexica.

De la desnudez de ciertos personajes en el Códice Xolotl (cuadros 13 y 16 del

apartado de indumentaria), se puede decir que fueron plasmados así porque se tiene la idea

de que la desnudez puede relacionarse con lo supuestamente “primitivo” o primigenio,

como Davies (1980: 47), que dice que se muestra “una distinción entre los adornos

primitivos de los chichimecas puros o sin influencia de Metztitlán y Totoltepec […] y la

vestimenta de estos neo-mesoamericanos, quienes portaban un estilo simplificado de la

ropa tradicional”.

309
Es importante preguntarse por qué Techotlalatzin está representado en el Códice

Xolotl (cuadro 19 del apartado de indumentaria) y en el Mapa Tlotzin (cuadro 28 del

apartado de indumentaria) portando una piel, y en el Códice Mapa Quinatzin (cuadro 34

del apartado de indumentaria) lleva una tilma de algodón, así como también por qué no está

señalando en las mismas imágenes. Dice Alva Ixtlilxochitl (2000: 88) que “fue el primero

que uso hablar la lengua nahuatl que ahora se llama mexicana”, debido a que lo crió una

mujer tolteca. ¿Tendrá una relación la representación con este hecho? Quizás sí en el

Códice Mapa Quinatzin, debido a que puede ser que se le haya pedido al tlacuilo que

representara a Techotlalatzin como un personaje ligado a la tradición tolteca.

Los siguientes elementos: el icpalli, la vírgula de la palabra, la acción de señalar,

los mantos blancos, el nudo por detrás, el arco y la flecha, están presentes porque el tlacuilo

quiso diferenciar a los personajes y representarlos como se le pidió.

En el Códice Xolotl se puede observar que no hubo la necesidad de conjuntar la

acción de señalar, la vírgula y el petate para mostrar a Xolotl como jerarca; es decir, cada

uno de esos elementos por sí solo denota la jerarquía. Sin embargo, Xolotl siempre lleva la

vírgula de la palabra en todas las imágenes estudiadas y Nopaltzin no (imágenes de los

cuadros 2, 7, 10 y 16 del apartado de indumentaria).

Es interesante notar que Xolotl, en la plancha I del Códice Xolotl (cuadro 2 del

apartado de características), siempre aparece de pie o sobre un cerro pero directamente, es

decir, no sobre un petate, lo cual puede tener que ver con su sistema de vida nómada. Yo

considero que la combinación de los atributos a partir de la plancha II puede representar a

Xolotl asentado físicamente y ya como jerarca (cuado 4 del apartado de características).

Sugiero que la imagen borrada (cuadro 1 del apartado de características) es de

Tlotzin porque cuando su padre Nopaltzin muere, el que asciende es su primogénito


310
Tlotzin, lo cual se repite en las láminas anteriores con los descendientes de Xolotl. Al morir

Quinatzin, Techotlalatzin asciende, imagen que se observa en el Códice Xolotl (cuadro 9

del apartado de características). Sin embargo, hay que recordar que no es su primogénito.

Lo que llama la atención de esta imagen es que, a diferencia de las otras, este personaje no

está señalando. ¿Podría tener que ver con que no es el sucesor primogénito? ¿O el tlacuilo

no le dio importancia a la imagen? Relacionado con la no primogenitura de Techotlalatzin,

se puede mencionar lo que Sarmiento (1993: 100) dice acerca de la forma de propiedad o

posesión, la cual se modifica “cuando también lo hace la forma de parentesco.”

Posiblemente es con Techotlalatzin que comienza a cambiar el modo de producción de los

chichimecas de Xolotl, y así cambia el asunto de la primogenitura. Retomando lo anterior y

la descripción y los comentarios de los cuadros 28 y 34 del apartado de indumentaria,

específicamente el ejemplo de Johansson (2008: 42); y del cuadro 9 del apartado de

características, en especial los de la no primogenitura y el hecho de no estar señalando en el

Códice Xolotl, se podría sugerir que en el Códice Tlotzin y en el Códice Mapa Quinatzin ya

se representa como un personaje diferente de los chichimecas de Xolotl impuestos por

primogenitura y por la posible modificación de la organización socioeconómica. En el caso

del Códice Xolotl, se puede sugerir que Techotlalatzin ya no está señalando por el mismo

motivo: la no primogenitura y el cambio, quizás un cambio en la historia que se va

contando y en el aspecto socioeconómico.

Los “capitanes de tribus migratorias” (cuadro 9 del apartado de indumentaria) del

Códice Xolotl al parecer llevan un ichcahuipilli, pero parece de fibras gruesas o de piel.

Pienso que el tlacuilo quiso representarlos con la importancia que se merecían, por eso esta

prenda, pero como chichimecas. Acerca de dichos “capitanes de tribus migratorias”, según

las fuentes eran personas importantes en la relación con los chichimecas de Xolotl, lo cual
311
se puedo representar al ser vestidos así por la importancia mencionada del ichcahuipilli

abierto y del xicolli, y porque el tlacuilo sólo tenía en mente la prenda, pero quiso hacerla

de piel para mostrar la idea de la forma de vivir de estos personajes; según la arqueología

social, el modo de vida.

En el Códice Xolotl, las representaciones con pieles, arco y flecha eran utilizadas

para diferenciar a los chichimecas de los toltecas. Cuando vemos a Quinatzin con un xicolli

posiblemente hecho de ixtle (cuadro 14 del apartado de indumentaria), se puede decir que

como la importancia de esta prenda era su uso para la guerra, no pudo modificarse y

representarse de piel.

De los adornos de la cabeza se observa que en el Códice Xolotl sólo Yacanex

(cuadro 12 del apartado de indumentaria) lleva un tocado de plumas. En el Mapa Tlotzin

llevan la “corona” de heno gris pachxochitl Xolotl o Amacui, Nopaltzin y Tlotzin (cuadros

20-21 del apartado de indumentaria), de nuevo Tlotzin (cuadro 22 del apartado de

indumentaria) y finalmente Quinatzin (cuadro 24 del apartado de indumentaria). La esposa

de Quinatzin posiblemente porta una “diadema” (cuadro 25 del apartado de indumentaria)

y el “Noble” también parece llevar una (cuadro 29 del apartado de indumentaria). En el

Códice Mapa Quinatzin, Quinatzin (cuadro 30 del apartado de indumentaria) y el personaje

del cuadro 31 del apartado de indumentaria portan una “corona” como los personajes del

Mapa Tlotzin. Se puede mencionar que hay otra diferencia representacional porque en el

Códice Xolotl no se usan esas “coronas”. Se pueden revisar los comentarios del cuadro 10

del apartado de características.

En cuanto a los ornamentos, se observaron orejeras en el Códice Mapa Quinatzin

visibles con claridad en Quinatzin y en Techotlalatzin (cuadros 30 y 34 del apartado de

indumentaria) y adornos para las muñecas en el Códice Xolotl en Xolotl (cuadros 1 y 4 del
312
apartado de indumentaria), Nopaltzin (cuadros 2, 6 y 10 del apartado de indumentaria),

Quinatzin (cuadro 17 del apartado de indumentaria), Techotlalatzin (cuadro 19 del apartado

de indumentaria) y los tres “capitanes de tribus migratorias” (cuadro 9 del apartado de

indumentaria).

Retomando todo lo anterior, se puede expresar que aunque sí usaran o se

representaran con pieles los chichimecas de Xolotl, éstos eran una sociedad tribal

jerárquica. El uso de pieles no se contrapone con las jerarquías sociales.

Las representaciones sugieren que eran cazadores-recolectores y nómadas,

aunque sabemos que en cierto momento su condición cambia a la de agricultores

sedentarios, y además se ven claramente las jerarquías sociales. Dichas representaciones

indican que eran una sociedad tribal jerárquica porque los sujetos son mostrados con

atributos como la tilma, el icpalli, el petate; la representación de mando como el dedo

señalando; la representación de alianza con la pareja; y la representación de la

primogenitura. Los personajes no se podrían diferenciar sin su glifo antroponímico; claro

que los elementos que los rodean, es decir, su contexto, ayudan. Los personajes sentados en

un petate o con el dedo señalando o con la vírgula de la palabra, ya sean en conjunto o por

separado, sí muestran una clara diferencia en cuanto a su jerarquía, en el caso del Códice

Xolotl y del Códice Mapa Quinatzin. En el Mapa Tlotzin es difícil notar las diferencias. Lo

interesante es que la combinación de todos esos elementos muestra claramente a los

chichimecas de Xolotl como una sociedad tribal jerárquica que cambió su modo de vida

cazador-recolector hacia uno agricultor. Como se vio, ya había ciertas jerarquías sociales

entre los chichimecas, por lo que la propiedad ya no es colectiva. Xolotl delimita su espacio

y él es el jerarca.

313
Entonces se puede proponer que las imágenes de la vestimenta pueden mostrar, a

manera de representación, la existencia de un cambio socioeconómico de los chichimecas

de Xolotl. Esto es, además de que las imágenes señalan que hay un significado en la

vestimenta, también nos muestran que está sucediendo este cambio. Más específicamente,

quiero decir que a pesar del consenso de los tlacuilos y de que haya ciertas características

“ilógicas” (como mezclar la piel con un maxtlatl), podemos notar la transformación.

Con base en la posición teórica de la arqueología social se puede concluir que los

chichimecas de Xolotl eran una sociedad tribal jerárquica, y se podría proponer que fueron

plasmados posteriormente como tal pero con una mezcla interesante de elementos de

indumentaria y atributos. Nos confundimos porque las fuentes hablan de gente “bárbara”

llamada chichimeca y luego de unos chichimecas en particular, que son los de Xolotl. Hay

que saber distinguir la información y entender que hay diversos tipos de chichimecas,

según diferentes características. En el subcapítulo I. 2 se repasó que la característica más

precisa es la proveniencia del norte de cierto lugar. Sin embargo, eso no ayuda a aclarar

mucho el panorama; por ello la propuesta durante toda esta investigación fue caracterizar

socioeconómicamente a cada “tipo” de chichimeca para lograr diferenciarlos.

Las representaciones ayudan a reafirmar la propuesta de caracterización como

una sociedad tribal jerárquica, la cual se basa en una posición teórica. Retomando esto, se

puede corroborar la importancia de hacer uso de las posiciones teóricas y ser congruentes al

usar sus conceptos y categorías. Acerca del concepto de indumentaria se puede mencionar

que sirvió para explicar parte de la problemática en cuanto a la importancia de la

indumentaria como producto del trabajo en una sociedad, y de ahí se deriva la necesidad de

distinguirse a partir de las sociedades jerárquicas; también sirvió como parte de la

metodología para abordar la unidad de observación.


314
Es así como también se propone que el proceso sociohistórico de los chichimecas

de Xolotl se puede manifestar, bajo formas culturales, por el cambio gradual de su

indumentaria, la cual sugiero que se transformó de acuerdo con su economía, según el

estudio iconográfico. Es decir, las representaciones de los chichimecas en diferentes

códices corresponden a diferentes momentos de su desarrollo histórico.

Entonces, se considera que el cambio en la vestimenta puede sugerir que hay un

cambio económico en el grupo de los chichimecas de Xolotl. Esto quiere decir que las

imágenes de los grupos chichimecas tienen diferentes significados, es decir, que el cambio

en la indumentaria también puede hablar de que está ocurriendo un desarrollo

socioeconómico.

Por medio de la posición teórica de la arqueología social se pudo exponer que no

hay nada milagroso ni extraordinario en el hecho de que los chichimecas de Xolotl,

interpretados y narrados como “salvajes”, hayan llegado a conformar un Estado, ya que los

cambios se pueden dar rápidamente (Bate 1984: 77; 1998: 83). Considero que los

chichimecas de Xolotl, con base en las fuentes, las interpretaciones y la posición teórica

aquí utilizada, eran una sociedad desarrollada como tribal jerárquica por lo menos a su

llegada a la cuenca. El famoso hueco es simplemente una “etapa” que sorprende debido a

que, reitero, supuestamente primero son “salvajes” y luego forman un Estado. A partir de

esta investigación, se puede afirmar que no hay tal hueco o que ya se llenó, debido a que se

ha propuesto aquí, insisto, que los chichimecas de Xolotl eran una sociedad tribal

jerárquica desde su llegada a la cuenca, y de ahí se desarrollan como una sociedad clasista

inicial. Cabe recordar que esta posición teórica se eligió por su capacidad de explicación de

los fenómenos socioeconómicos y por estar de acuerdo con la multilinealidad.

315
Hay que insistir en que el uso de una posición teórica es de suma importancia, y

hay que tomar sus conceptos y aplicarlos para ser congruentes en las investigaciones. En

este caso, hablar de que los chichimecas de Xolotl eran cazadores-recolectores no explica

nada. Hay que tomar una posición teórica, como la arqueología social, con la que se

comenzaría a definir el término “cazador-recolector” como modo de vida o modo de

producción, por ejemplo. Dicho término ha sido causa de confusiones debido a que se toma

como inherente a nómada y a “salvaje”. Además se piensa que no es posible que una

sociedad “civilizada” se sustente de caza y recolección.

En esta investigación me percaté de lo difícil que es estudiar procesos sociales

con fuentes históricas y etnohistóricas, y un primer paso para abordarlas fue clasificar la

información, y tratar de correlacionarla. Es importante retomar las investigaciones

arqueológicas para así intentar acercarnos a la realidad. De los sitios donde se asentaron los

chichimecas de Xolotl, tenemos indicios de su presencia en el cerro Xoloc y posteriormente

en Tenayocan-Oztopolco. En el primero se localizó una cerámica local roja sobre el color

natural del barro, la cual podría proponerse como propia de los chichimecas de Xolotl

(Francisco Rivas, comunicación personal 2010), hecho que no se contrapone con su

sistema de vida nómada pero que sí tiene que ver con ese primer asentamiento en la cuenca.

De Tenayocan-Oztopolco se tiene poca información porque la cueva ya desapareció por el

avance de la mancha urbana. Y de Tenayuca (el sitio con la pirámide doble) tenemos más

información porque ha sido un sitio estudiado a lo largo de los últimos años.

Parece que muchos investigadores contemporáneos creen que se contrapone el

uso de pieles con el ser jerarcas, ya que como se ha venido mencionando, se tiene la idea

errónea de que un grupo que usa pieles como vestimenta, en consecuencia tiene un sistema

de vida nómada y un modo de vida cazador-recolector, por lo que no es desarrollado. Las


316
imágenes nos muestran las características anteriores, y por medio del estudio iconográfico

podemos notar que los tlacuilos representaron a los chichimecas, a pesar de querer

exponerlos como “rústicos”, con la intención de mostrarlos como grupos más

desarrollados, por ejemplo, con las tilmas, las posiciones, los atributos, etcétera. La

incongruencia en este caso radica en querer representarlos como grupos “primitivos”, al

vestirlos con pieles pero a manera de tilmas, y en ciertas posiciones, con ciertos atributos,

etcétera.

Insisto: se representan con pieles por la idea del tlacuilo o la petición al tlacuilo,

de que eran cazadores-recolectores pero con atributos de jerarcas. La incongruencia es para

los que creen que ser cazador-recolector vestido de piel se contrapone con la existencia de

jerarquías sociales. No hay que olvidar que las imágenes de estos códices son

representaciones, y que pudieron haber sido cazadores-recolectores, por lo que su

vestimenta se plasmó como hecha de pieles, pero que al mismo tiempo fueran jerarcas.

Cabe la posibilidad de que realmente no usaran pieles, sino que fueron

representados con tilmas pero de piel, y no al revés. Lo que nos llevaría a entender que si

usaban tilmas de algodón, entonces fueron representados como cazadores-recolectores al

vestirlos de piel.

Para mí, pudieron haber usado pieles por su modo de vida, y lo que tenían al

alcance, animales para cazar, y que fueron representados como tales pero basados en la

vida contemporánea del tlacuilo. Lo anterior no se contrapone con que hayan sido una

sociedad tribal jerárquica, y por lo tanto no hay una contradicción.

Así, la posición teórica de la arqueología social funciona y considero que es muy

importante. Entonces, esta posición teórica permite explicar los procesos sociohistóricos de

los grupos humanos partiendo de la forma en que se organizan económicamente. En cuanto


317
a la propuesta de Sarmiento, estoy de acuerdo en darle un término diferente al cacicazgo

como sociedad tribal jerárquica. El término cacicazgo es occidental y no aporta más

información por sí solo; en cambio el término sociedad tribal jerárquica expone el modo de

producción que lo caracteriza. En cuanto al uso de términos occidentales, hay que ser

cuidadosos, ya que lleva a confusiones como las que se abordan en esta investigación. Las

ideas de Gándara en cuanto a su crítica hacia Earle también me parecen acertadas, ya que el

esquema unilineal de desarrollo de las sociedades me parece cuadrado y no permite ir más

allá. Hace pensar que no hay cambios hacia diferentes direcciones, y que las desigualdades

existen y no hay forma de erradicarlas. Si asumimos esquemas como los de Earle, entonces

estaríamos de acuerdo con la injusticia social y no podríamos transformarla.

Y retomando la discusión sobre los términos, la posición teórica de la arqueología

social me parece explicativa desde los términos que usa, como el de sociedad tribal

jerárquica. Desde ahí comienza a permitirnos entrar en contacto con la sociedad bajo

estudio. Lo económico, por su parte, comienza desde que el ser humano trabaja para hacer

suya la naturaleza, y es aquí donde entran las relaciones sociales de producción, cuya

calidad está dada por la propiedad y la posesión que los participantes tengan de los

diferentes elementos del proceso productivo. Ya que se define esa propiedad o posesión,

entonces, en cuanto a la indumentaria relacionada con la sociedad tribal jerárquica, se

puede decir que hay una necesidad de diferenciarse debido a la existencia de las jerarquías,

impuestas por personas que tienen el control de dichos elementos del proceso productivo.

La indumentaria, en el caso de su presencia en los códices, así como de los atributos,

permite diferenciar a los personajes.

318
Así, podemos sugerir que los investigadores consideren esta posibilidad, de modo

que se eliminen las contradicciones, las incongruencias y los prejuicios que han

acompañado el estudio de este grupo socioeconómico.

319
RECONSIDERACIONES FINALES

A partir de esta investigación considero que se puede comenzar a delimitar los distintos

grupos socioeconómicos que son llamados de manera genérica “chichimecas”. En este caso

ya se puede hablar de los chichimecas de Xolotl como un grupo socioeconómico tribal

jerárquico que proviene del norte de Mesoamérica, y que llega a la cuenca de México

aproximadamente en el año 1200 d. C. Se puede mencionar que su modo de vida fue

cazador-recolector, y posteriormente agricultor. Me parece que se intentó aclarar el

panorama de los chichimecas al clasificar y ordenar la información disponible hasta el

momento.

Lo que es seguro es que la información con la que se cuenta acerca de los

chichimecas como término en general, independientemente de las futuras investigaciones,

principalmente arqueológicas, es la única hasta ahora y que debe seguir siendo estudiada

objetivamente y haciendo una crítica de fuentes de calidad, como dice Prem. Desde mi

punto de vista, esta investigación, en lo personal, me ha dejado satisfecha y me parece que

le da un camino más sólido al tema de los chichimecas, principalmente a los de Xolotl, ya

que se les ha caracterizado con base en una posición teórica en arqueología, y se les ha

estudiado a cierta profundidad para poder explicar su devenir histórico.

Me parece más clara la confusión, valga la idea, en el sentido de que partiendo de

aquí ya no podemos hablar de los chichimecas de una forma tan general, sino especificando

su proveniencia, su nombre particular, su habitación y su modo de vida, tomando en cuenta

las fuentes históricas y etnohistóricas, así como las investigaciones hechas con claridad y

que no confundan más al lector.

En cuanto a los datos arqueológicos, hacen falta investigaciones, en especial en el

cerro Xoloc, ya que a Tenayuca se le ha dado más importancia por la presencia de la


320
pirámide. Es posible que el cerro Xoloc proporcione más información acerca de los

chichimecas de Xolotl debido a que es su primer asentamiento, y por la presencia de los

materiales e indicios arquitectónicos.

Se observó una desigualdad en las interpretaciones de varios autores

contemporáneos respecto a la concepción de los chichimecas, en general, y particularmente

de los chichimecas de Xolotl. En cuanto a la teoría, cabe mencionar que existen propuestas

como la de Earle (1997) y su unilinealidad, y los términos prejuiciosos como “bárbaro” o

poco claros como “nómada cazador-recolector”. En este momento ya no se puede permitir

usar conceptos de manera irresponsable y sin contextualizarlos en una posición teórica. Si

hablamos de cazadores-recolectores, tenemos que explicar a qué nos referimos.

Finalmente, considero que como científicos sociales, y personalmente como

interesada en la posición teórica de la arqueología social, es de suma importancia

preguntarnos para qué estudiar lo que estudiamos. El área valorativa de esta posición,

derivada de una motivación política y ética, intenta no sólo entender y explicar la realidad,

sino también transformarla (Romero y Nieva 2010). La arqueología social permite explicar

dicha desigualdad y luego transformar la percepción de la realidad de los chichimecas, de

la arqueología, de las ciencias sociales (grupos étnicos), de nuestro país y del mundo.

321
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