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Seminario Diocesano de Tepic A.

R
ESCATOLOGÍA

Seminario Diocesano
de Tepic A.R

LA VIDA ETERNA

ESCATOLOGÍA
Pbro. Lic. Pedro Domínguez Tejeda
César Humberto Montaño Fránquez
3ro. De teología
Junio 2020
Seminario Diocesano de Tepic A.R
ESCATOLOGÍA
LA VIDA ETERNA
«Pero si hemos muerto junto a Cristo, debemos creer que también
viviremos con él. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya
no muere más; desde ahora la muerte no tiene poder sobre él. Así, pues, hay una
muerte y es un morir al pecado de una vez para siempre. Y hay un vivir que es vivir
para Dios. Así también ustedes deben considerarse a sí mismos muertos para el
pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús». (Rm 6, 8-11)

INTRODUCCIÓN

¿Existe vida después de la muerte? este es, ante todo uno de los cuestionamientos que ha
acompañado al hombre desde los orígenes de la humanidad, la incertidumbre que la muerte genera
siempre ha estado presente en la vivencia del hombre por generaciones. Pero, en la actualidad en
este mundo progresista, en esta vida de continuo mejoramiento y estabilidad, en una época de un
incesante crecimiento en el nivel y calidad de vida, ¿sigue vigente esta cuestión?

Es muy frecuente escuchar a muchas personas, de cualquier ámbito de la sociedad,


religiosas o no religiosas, el no creer en la vida después de la muerte, percibiéndose así un total
escepticismo. Quisa no es que sea una pregunta pasada de moda, sino más bien, es que existe una
falta de información e interés ante este tema existencial del ser humano.

Por otra parte, la información que ha surgido para defender la existencia de la vida eterna,
por lo general ha sido poco convincente, posiblemente desconectada de la realidad, ajenos a las
mentes del hombre actual. En cambio, los argumentos adversos han solido ser más sugerentes y
atractivos, solo por poner algunos ejemplos: Feuerbach argumenta que la vida eterna es una
proyección de un deseo, para Marx, es una vana esperanza para oprimidos, Nietzsche es la negación
del eterno retorno de lo mismo y finalmente para Freud es una regresión irreal propia de una
inmadurez psíquica1. Y así muchos más filósofos han tratado de dar sus argumentos en relación a la
vida eterna, unos afirmándola, muchos otros negándola y otros tantos dejándola en una
ambigüedad.

Por lo anterior, nos queda claro que no podemos limitarnos al hablar de la vida eterna, en
meras fórmulas que solo dejan ver esta cuestión muy ambivalente. Bien es cierto que nos
encontramos en medio de una gran crisis de orientación social. Han emergido nuevos problemas y
necesidades y dificultades, que provocan que el hombre busque nuevos apoyos, seguridades para
su vida y para otros hombres.

Y es aquí donde la religión vuelve a ser vigente, aun a pesar de las contradicciones y
ambigüedades tocante al tema de la vida eterna. El progreso, el socialismo al no lograr dar una
seguridad total al hombre en relación a su vida, han perdido credibilidad. El hombre de esta nueva
generación quiere recuperar de nuevo el sentido perdido de la vida. Aun a pesar que la medicina y
la tecnología se impongan para que el hombre actual recupere lo que las generaciones pasadas
habían perdido. El sentido de la vida y la muerte.

1
HANS KÜNG. ¿Vida Eterna?, Ediciones Cristiandad, Madrid 1983, pág. 11
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Por tanto, en este trabajo de investigación expondré la doctrina bíblica sobre la resurrección
de los muertos, para descubrir cómo es que el cristianismo nos ayuda a recuperar el sentido a
nuestra vida y sobre todo a la vida después de la muerte, es decir ver la muerte como la ve el apóstol
de los gentiles: «Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia»2. Ya que, si Cristo venció la
muerte resucitando al tercer día, nosotros también resucitaremos con él. «Porque el que ha muerto,
ha sido libertado del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él,
sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; ya la muerte no
tiene dominio sobre El»3.

2. LA VIDA ETERNA EN LA SAGRADA ESCRITURA

2.1 La vida eterna en el Antiguo Testamento

El término «vida» en el AT se aplica al hombre, se dice muchas veces refiriéndola a su vida


natural. Pero esto implica mucho más que el mero existir, ya que comporta cierta plenitud de bienes
que acompañan la existencia del hombre y sin los cuales no se puede hablar de verdadera vida4.

Teológicamente, es de suma importancia subrayar que Dios tiene la posesión de la vida en


toda su extensión. Citando algunos textos del AT, descubrimos tal afirmación, Él es el Dios vivo (Dt
5, 23; Jos 3,10; Jer 23,36), el eternamente vivo (Dt 32, 40: Dn 12, 7; Ecle 18, 1), en contra posición a
los ídolos muertos (Sal I35,15ss; Hab 2,19). El israelita jura por la vida de Dios y Dios mismo jura por
su vida (Is49,18). Dios es, ante todo, dador de la vida, como bien lo describe el relato de la Creación5.
«Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida,
y resultó el hombre un ser viviente»6.

Por otra parte, la vida, se entiende como categoría moral y como categoría escatológica. Es
decir, los hombres, que han recibido de Dios la vida natural, pueden alcanzar vida en sentidos más
profundos. El AT subraya la conexión existente entre la vida santa y la vida larga. Como lo podemos
observar en los libros sapienciales. El profeta Amós por su parte ofrece un desarrollo ideológico:
«quien busca a Dios, vive»7. Así mismo, los salmos tematizan con admirable pureza el anhelo de una
cercanía inmediata a Dios como el único bien capaz de dar sentido a las aspiraciones del creyente.
El salmista tiene la certeza de poder disfrutar la presencia de Dios más allá de la muerte, ya que no
es posible durante la existencia temporal.

Así pues, el análisis del concepto veterotestamentario de «vida» nos da una primera
conclusión: la vida en sentido estricto es la existencia colmada por las bendiciones de Yahvé, que
solo se disfrutarán en plenitud si se comulga en la vida de Dios por medio de una relación de amistad
íntima y constante8.

2.2 La vida eterna en el Nuevo Testamento

2
Flp 1, 21
3
Rm 6, 8
4
Cfr. C. POZO, Teología del más allá, BAC, Madrid 1980; pág. 78 (PDF)
5
Cfr. J. RICO PAVÉS, Escatología Cristiana, UCAM, España 2002; pág. 89 (PDF)
6
Gn 2, 7
7
Cfr. J. RICO PAVÉS, Escatología Cristiana, UCAM, España 2002; pág. 89 (PDF)
8
Cfr. JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA, La Otra Dimensión, SAL TERRE, España 1986; pág. 114 (PDF)
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¿Qué es para Jesús lo más importante, el centro de su vida, la causa a la que se dedicó por
entero, su preferencia absoluta? Sin duda alguna, contestamos con certeza: Jesús vive para el Reino
de Dios. Es su verdadera pasión. Lo central en su vida no es un Dios simplemente, sino Dios con su
proyecto sobre la historia humana9. De lo anterior, los sinópticos dan testimonio de la frecuencia
con que Jesús ha tratado de la frase futura del reino de Dios. El común denominador de su
enseñanza es la manera tan rica y variada con la que describe por medio de imágenes la plenitud
escatológica y de los términos empleados para significarla: «reino, reino de Dios, reino de los cielos,
paraíso, gloria, cielo, visión de Dios, vida eterna, etc.»10.

La expresión «vida eterna» es un término frecuente en los Evangelios, tanto en los


sinópticos como en San Juan. Pero mientras que en los sinópticos se habla de ella en futuro (Mt
19,16; 25,46; Me 10,17), es decir, como de una realidad escatológica que se pone en conexión con
la resurrección final, en San Juan se habla de la vida eterna como de una realidad ya presente. Estas
divergencias de modo de hablar son expresiones de la paradoja de lo escatológico como algo futuro,
pero que ya ha comenzado; o, si se quiere expresar la misma idea en términos inversos, como algo
incoativamente ya real, pero que todavía no ha llegado a su plenitud11.

Por su parte, la doctrina de San Juan es quien profundiza en la noción de la «vida eterna».
La vida se encuentra primeramente en el Logos. El Verbo se ha hecho carne para que participemos
de esa vida, lo cual ocurre por un nuevo nacimiento al que se llega por la fe y por el bautismo. A
partir de ese nuevo nacimiento, la vida eterna está ya presente en nosotros. Así pues, por tener ya
vida eterna, tendremos en el futuro la resurrección gloriosa. Para poder entender la relación que
existe entre vida eterna y resurrección, nos apoyamos en el pensamiento de Juan, ya que éste,
concibe la vida eterna, en cuanto poseída y presente en esta vida, como una semilla. Esta imagen
nos proyecta dos realidades: 1) que hay algo que ya se posee; 2) eso poseído tiende a desarrollarse12.

En la primera carta de Juan encontramos una síntesis y una explicación de toda esta
doctrina:
«Y éste es el testimonio: que Dios nos dio vida eterna, y esta vida está en su Hijo.
Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida. Estas cosas os escribí
para que sepáis que tenéis vida eterna, a vosotros, los que creéis en el nombre del Hijo de
Dios»13.

En San Pablo también encontramos el concepto de vida, y con un significado semejante al de Juan,
solo que la vida eterna para Pablo está reservada para la consumación escatológica: «Dará vida
eterna a quien haya seguido el camino de la gloria, del honor y la inmortalidad, siendo constante en
hacer el bien; y en cambio habrá sentencia de reprobación para quienes no han seguido la verdad,
sino más bien la injusticia»14. Dicha vida es participación en la vida de Cristo resucitado y se

9
Cfr. JOSÉ A. PAGOLA, Jesús Aproximación Histórica, PPC, España 2013; pág. 493-494
10
Cfr. JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA, La Otra Dimensión, SAL TERRE, España 1986; pág. 114 (PDF)
11
C. POZO, Teología del más allá, BAC, Madrid 1980; pág. 79 (PDF)
12
Cfr. J. RICO PAVÉS, Escatología Cristiana, UCAM, España 2002; pág. 90 (PDF)
13
1 Jn 5, 11ss
14
Rm 2, 7-8
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manifestará en su plenitud con la parusía. Ahora, solo somos herederos, en esperanza, de vida
eterna15.

En resumen:

a) La vida eterna procede de Dios.


b) La vida está en el Hijo.
c) Aceptar o rechazar al Hijo implica tener o no tener vida eterna.
d) La aceptación se hace por la fe.

Sintetizando la aportación tanto de los sinópticos, san Pablo y san Juan, entresacamos una
serie de elementos comunes que acompañan siempre la definición de «vida eterna» en el NT. Estos
elementos se agrupan en cinco: intimidad, visión, amor, gozo y eternidad.

1. La intimidad con Dios: la vida eterna es estar en Cristo, es en él donde el hombre alcanza el
deseo de su corazón. Por tanto, Dios es cercanía, reposo del amor en el Amado.
2. La visión de Dios: el hombre sólo alcanzará a ser lo que está llamado a ser mediante la visión
de Dios, en este proceso eterno. El hombre no solo será un espectador, sino que será
participe de una realidad en la cual está implicada su propia existencia.
3. La participación en el amor de Dios: este es el centro de la existencia cristiana. Mientras la
fe y esperanza desesperan en la condición futura, el amor permanecerá.
4. El gozo de la vida eterna: es el fruto de la comunión con Cristo y de la visión de Dios.
5. La condición eterna de la vida futura: se afirman con expresiones semejantes moradas
eterna, corona incorruptible etc.16

3. LA TRADICION Y LA FE DE LA IGLESIA
No es posible resumir, todos los aspectos en que la reflexión eclesial ha profundizado, en
relación a nuestro tema. Ahora solo nos limitaremos a indicar solo algunos de ellos, para después
pasar al análisis de los documentos del magisterio.

3.1 Doctrina patrística sobre la vida eterna


Ya en los Padre Apostólicos encontraos afirmaciones de que en el estadio final veremos a
Jesús y poseeremos a Dios; estas expresiones comunican implícitamente el tema de la visión de
Dios. Esta afirmación la encontramos en San Ireneo, que la concibe como algo que supera nuestras
fuerzas y como regalo gratuito de Dios. San Cipriano por su parte, puntualiza que la visión de Dios
es el origen de la alegría para os bienaventurados. San Gregorio Nacianceno insiste en que toda la
Trinidad se dará a la mente para ser contemplada.17 Para San Agustín, En la patria celeste están
todos los justos y saltos, que disfrutan del Verbo de Dios, quienes hicieron el bien, resplandecerán
como el sol… con nuestro Señor Jesucristo18.La visión de Dios es pues, el punto de partida de a
bienaventuranza eterna; quien ve a Dios, le amará; y de verle y amarle, se seguirá el gozo supremo.
Esta visión de Dios nos diviniza: «a los que hayan sido limpios de corazón les concierne, elevados a
la cercanía de Dios, su perpetua contemplación. Así son llamados con el nombre de dioses»19.

15
Cfr. JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA, La Otra Dimensión, SAL TERRE, España 1986; pág. 118 (PDF)
16
Cfr. C. POZO, Teología del más allá, BAC, Madrid 1980; pág. 82-83 (PDF)
17
Cfr. J. RICO PAVÉS, Escatología Cristiana, UCAM, España 2002; pág. 91 (PDF)
18
JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA, La Otra Dimensión, SAL TERRE, España 1986; pág. 120 (PDF)
19
Ibid. pág. 120
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Finalmente, se suele atribuir a Orígenes y al origenismo la negación de la eternidad de la
visión beatifica. En el sistema origenista, la visión de Dios no fija las voluntades en Dos y, por ello,
no es eterna, ya que puede ser rota con cualquier pecado por el que se produzca la separación de
Dios20.

3.2 Doctrina del Magisterio sobre la vida eterna


Los primeros símbolos de la fe recogen la esperanza Cristian en «la vida eterna». Pero también
diversos documentos de magisterio consideran la bienaventuranza como un «reinar con Cristo».
Una de las declaraciones magisteriales en torno a nuestro tema, hasta el Vaticano II. Es la
constitución dogmática de Benedicto XII «Benedictus Deus». Su objetivo primario era definir cuál es
el estado de las almas inmediatamente después de la muerte (antes de la resurrección)21. Se definió
en que consiste la bienaventuranza celeste, la cual es esencialmente la misma antes y después de
la resurrección.

Como elemento primario de la vida eterna tenemos: a) El hecho de la visión: los


bienaventurados «vieron y ven la esencia divina». b) el modo: se trata de una visión intuitiva,
mostrándose inmediata, clara y abiertamente la esencia divina. c) Las consecuencias: el gozo, la
bienaventuranza y la vida eterna. d) duración de la visión: ésta, una vez comenzada, permanece sin
interrupción, hasta la eternidad22.

El Catecismo de la Iglesia Católica (n.1024), recogiendo la enseñanza de la Escritura y de la


Tradición, ha formulado de manera precisa qué entiende la Iglesia cuando habla de cielo: «esta vida
perfecta con la Santísima Trinidad, en comunión con la Virgen María, los Ángeles y todos los
bienaventurados. Siendo así, el cielo el fin último y la realización de las aspiraciones as profundas
del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha»23.

Por su parte, el Concilio Vaticano II, en Constitución «Lumen Gentium» ha colaborado a la


doctrina del magisterio con importantes complementos, en relación con nuestro tema. En los
numerales del 48-51 se recoge lo siguiente:

• El dato de la «visión de Dios»: En gloria, seremos semejantes a Dios, porque lo veremos tal
cual es. Pero inmediatamente añade el de «ser con Cristo» reinar con Cristo glorioso.
• de igual manera se afirma que «los bienaventurados están íntimamente unidos con Cristo».
Encontramos aquí, un acento cristológico que se recalca con firmeza.
• Por otro lado, hace presente el aspecto social de la vida eterna en las frecuentes alusiones
a la Iglesia, quien es sujeto de la misma. «La Iglesia se consumirá en la gloria celeste». Así
pues, la doctrina conciliar, ha incorporado precedentes enseñanzas, ha engrandecido el
horizonte de dicha temática y a su vez ha recuperado con una variada documentación
bíblica aspectos de la vida eterna muy destacaos por el NT24.

4. REFLEXIONES TEOLOGICAS

20
Cfr. C. POZO, Teología del más allá, BAC, Madrid 1980; pág. 87 (PDF)
21
Cfr. J. RICO PAVÉS, Escatología Cristiana, UCAM, España 2002; pág. 92 (PDF)
22
Cfr. JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA, La Otra Dimensión, SAL TERRE, España 1986; pág. 120 (PDF)
23
Cfr. J. RICO PAVÉS, Escatología Cristiana, UCAM, España 2002; pág. 92 (PDF)
24
Cfr. JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA, La Otra Dimensión, SAL TERRE, España 1986; pág. 12 (PDF)
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Ahora es conveniente reflexionar sobre la función que corresponde a Cristo en la existencia
de los bienaventurados: primeramente, podría pensarse que su papel mediado se restringe al
ámbito de la historia terrena. Otra cuestión es lo que plantea Jn en su primera carta 3,2: «la visión
de la divinidad nos diviniza». ¿por qué precisamente la visión? La visión definitiva lleva anexo un
modo de duración que las fuentes designan como eternidad: se trata pues, de la vida eterna. Más
aun, ¿en qué sentido es licito atribuir a un ser creado esta cualidad divina?

4.1 Visión de Dios, libertad e impecabilidad


Dios que es el sumo Bien, visto intuitivamente, tiene que aparecer al bien aventurado como
Bien absoluto, para que este no pueda poner resistencia a este amor de ese Bien. La visión beatifica
produce en el bienaventurado una limpieza total, mediante un proceso psicológico interno a él.
Frente al sumo Bien, el entendimiento no encuentra motivo para apartarse de su contemplación;
así, lo que el entendimiento ve, la voluntad lo quiere sin imposición, pero fijamente25.

4.2 La vida eterna como plenitud de intimidad con Dios


La visión de Dios es una vida eterna. Una real participación en el modo de ser propio de Dios
implica, como es lógico, participar paralelamente en su modo de persistir en el ser. Así pues, a
duración inherente al que es, ya definitivamente, con Cristo, es la eternidad participativa26. Las
Personas divinas, que constituyen por su relación de donación, serán así poseídas en la vida eterna:
un nuevo conocimiento que supera las fuerzas de la criatura y un amor correspondiente a ese
conocimiento nuevo encontrarán la respuesta de un conocimiento y amor por parte del Señor.
Finalmente, si partimos de la Revelación, sabemos que el cielo, la vida eterna, o la
bienaventuranza no es una abstracción, ni tampoco un lagar físico ente las nubes, sino una relación
viva y personal con la Santísima Trinidad. Es así, un encuentro con el Padre, que se hace manifiesto
en Cristo resucitado gracias a la comunión y acción del Espíritu Santo27.

5. CONCLUSION
Al dar un recorrido breve por algunos de los aspectos de la doctrina de la «vida eterna»,
iniciando de la Sagrada Escritura, pasando por el pensamiento de algunos santos Padres, y un poco
del Magisterio de la Iglesia; concluimos nuestro trabajo de investigación haciendo propia las
aportaciones que nos ofrecen el pensamiento los santos Padres quienes, al hablar de la vida eterna,
desarrollaron una doctrina que vincula el misterio de Cristo con el misterio del hombre. En el sentido
último de la vida humana se revela en el misterio del Verbo encarnado, pues «el Hijo del hombre se
ha hecho hombre para que el hombre llegue a ser hijo de Dios» a este proceso se le llama
divinización. Esta vida divina recibida en el bautismo alcanzará su plenitud en el cielo. La vida eterna,
iniciada en la tierra, nos diviniza en cuanto es comienzo de a que estadio de plenitud. Al concedernos
en la vida eterna la visión de Dios, se nos concede, como herencia, una realidad que no corresponde
a nuestra condición de criaturas, sino al ser hijos: así pues, al Hijo Unigénito le corresponde por
naturaleza la vida eterna a nosotros se nos concede por adopción. En el aspecto escatológico
argumentamos pues, que la vida eterna consiste en Dios mismo que se da al hombre como objeto
directo e inmediato de su visión, de su amor y de su goza28.
Por tanto, concluimos que: en la vida eterna el punto de partida sigue siendo Dios presente
que se da al hombre para ser poseído, es decir, la fe se convierte en visión; el deseo en esperanza y

25
Cfr. C. POZO, Teología del más allá, BAC, Madrid 1980; pág. 88-89 (PDF)
26
Cfr. JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA, La Otra Dimensión, SAL TERRE, España 1986; pág. 123 (PDF)
27
Cfr. J. RICO PAVÉS, Escatología Cristiana, UCAM, España 2002; pág. 93 (PDF)
28
Cfr. Ibid. Pág. 93 (PDF)
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el gozo en el Bien poseído; mientras que el amor permanece, intensificándose, en cuento que
corresponde al mayor conociendo que el bienaventurado tiene del Bien supremo, que es Dios
mismo.

6. Bibliografía
• C. POZO, Teología del más allá, BAC, Madrid 1980; (PDF)
• J. RICO PAVÉS, Escatología Cristiana, UCAM, España 2002; (PDF)
• HANS KÜNG. ¿Vida Eterna?, Ediciones Cristiandad, Madrid 1983
• JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA, La Otra Dimensión, SAL TERRE, España 1986; (PDF)
• JOSÉ A. PAGOLA, Jesús Aproximación Histórica, PPC, España 2013

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