“Han sido marcados con el Espíritu Santo prometido”
En este pasaje, así como los que hemos estado escuchado durante estos días, Lucas continúa narrándonos la controversial polémica entre Jesús y los fariseos. Donde en esta ocasión Jesús, dirigiéndose a sus discípulos, los advierte de cuidarse de no fermentarse de la misma levadura de los fariseos, es decir, de la hipocresía. En esta reflexión quiero invitarlos a que fijemos nuestra mirada en los dos tipos de personas que encontramos en este pasaje evangélico, que son totalmente opuestos y que a su vez crecen de modos muy diversos. Por un lado, encontramos a los que se encuentran impregnados de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Se trata pues, de personas encerradas en sí mismas, que viven de apariencias y en constantes mentiras, muy rigoristas en cuanto al cumplimiento de ley, pero nada de practica en relación a la misma. Y que sin duda alguna con sus actitudes contradicen una vida cristiana auténtica. Por lo contrario, están las personas que viven sin ocultar nada, siempre viviendo en la transparencia con Dios y con los demás y están fermentadas con la levadura de los cristianos, es decir, el Espíritu Santo prometido, con el cual hemos sido marcados y es la garantía de nuestra herencia. Como lo testifica san Pablo en la primera lectura en su carta a los efesios. Ahora bien, cabe preguntarnos ¿con cuál de los dos tipos de personas descritas me siento identificado? Con los impregnados con la levadura de los fariseos o con los impregnados con el Espíritu Santo. Las lecturas de hoy nos recuerdan a nosotros, discípulos de Jesús, a que estamos llamados a iluminar a los demás con lo que hemos recibido de parte de él, su Espíritu. Ese mismo Espíritu que nos empuja hacia fuera, que nos hace crecer, que nos hace verdaderos cristianos. Cristianos con dificultades, con sufrimientos, con problemas, con caídas, con pecados, etc. Pero siempre con la esperanza de encontrar aquella herencia que se nos ha otorgado. El Espíritu Santo que es la prenda de esa esperanza, de esa alabanza y de esa alegría. Alegría que tristemente los fermentados con la levadura de la hipocresía no conocen. Cada uno de nosotros estamos invitados a vivir como auténticos cristianos, seguidores de Jesús. A ser personas que vivan rectamente, que lo que estudiemos, oremos y prediquemos lo hagamos vida, para que así nuestro actuar sea una constante alabanza a Dios. Que cada uno desde nuestra propia vida, con luces y sombras hagamos el esfuerzo en vivir de acuerdo a la vida de Aquél que nos ha llamado y nos invita constantemente a configurarnos con él. Pidámosle a Dios pues, nos conceda la gracia para que día a día, nos esforcemos para vivir de acuerdo a las enseñanzas de su Hijo Jesucristo. Y al mismo tiempo, pidámosle nos otorgue el don de la perseverancia para poder estar atentos y no contaminarnos con la levadura egoísta de los fariseos. Y que sea su santo Espíritu quien nos aliente y anime a vivir como verdaderos cristianos herederos del Reino. Así pues, habiéndonos alimentado con el pan de la palabra que nos nutre espiritualmente, dispongámonos a encontrarnos con Jesús y alimentarnos de él, ahora, por medio de pan eucarístico, pan fermentado con el mismos Espíritu de Cristo, para que así también nosotros seamos fermento para los demás. Así sea.