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Instituto de Ciencia Procesal Penal

COMO SENTIMOS LA ADVERSARIALIDAD EN EL SISTEMA


ACUSATORIO GARANTISTA - POSTURAS PRÁCTICAS A
PARTIR DE LA EXPERIENCIA EN LA APLICACIÓN DEL NCPP
EN EL DISTRITO JUDICIAL DE LA LIBERTAD

Jorge Tello Ramírez1

Estando ad portas de celebrarse dos años, desde la entrada en vigencia


del Nuevo Código Procesal Penal en el distrito judicial de La Libertad y dado
nuestro afortunado involucramiento en las labores cotidianas de la defensa,
puntualmente en la defensa pública, mal llamada de oficio, la cual nos brinda
la oportunidad de interactuar diariamente con el nuevo sistema, creemos que
resulta válido y oportuno ensayar tentativamente una aproximación hacia algo
mas que una definición, de la cual abundan en teoría y son necesarias; sino
mas bien de una idea medianamente clara, de lo que en esencia desde un punto
de vista estrictamente práctico podemos entender por sistema adversarial,
específica y puntualmente por adversarialidad; que situación en particular
adjetivamente hablando proyectamos en el campo jurídico, cuando
escuchamos el termino adversarialidad, en que institución procesal podemos
ubicarnos tras advertir que el sistema acusatorio que se viene implementando
gradualmente en nuestro país, propugna la tendencia adversarial como un
mecanismo de debatir y/o negociar un determinado antagonismo de
pretensiones.

Para centrar un punto de partida y sin intención de analizar el sistema


adversarial en puridad, toda vez que el nuestro es un sistema acusatorio de
“tendencia adversarial” (así se propugna comúnmente sin que ello signifique
discutir cual es el modelo asumido) se podría mencionar a modo de breve
antecedente, que la adversarialidad empezó a desarrollarse en Inglaterra
durante el siglo XVIII, precediendo al Common Law (siglo XII), siendo en el
1
Jorge Tello Ramírez: Abogado – Defensor Público asignado al NCPP en el D.J. La Libertad -
Trujillo
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Reino Unido y en Estados Unidos de Norte América donde hasta la actualidad


se aplica con mayor amplitud, como bien se señala, a la luz de la doctrina
procesal moderna, refiriéndose a la adversarialidad, el profesor alemán Kai
Ambos y el
colombiano Eduardo Montealegre Lynett2 “esta nueva forma de juicio fue
inventada por abogados litigantes en Inglaterra entre 1730 y 1770. Por
primera vez se trataba de una forma de juicio penal articulada en el lenguaje
de los derechos, en la cual el ciudadano acusado era puesto en un nivel de
equidad con el poder soberano del Estado y no, como en el sistema
‘acusatorio’, a nivel de la víctima acusadora”, vale decir advertimos que
doctrinariamente esta forma de litigar solo se concibe cuando las partes
enfrentadas en un proceso cuentan con iguales herramientas para defender su
posición en el conflicto.

Como bien apunta Manuel Alberto Binder, a quien debemos seguir


como referente ineludible en este tema, dada su constante labor en pro de la
reforma procesal penal en Latinoamérica: En el sistema adversarial
(acusatorio) se apuesta a dos cosas: 1) A un sistema de reglas. Y es que lo que
va a garantizar que un sistema funcione bien es el respeto de las reglas del
juego, lo que llamamos el respeto a un juicio justo o el debido proceso. 2)
Esas reglas del juego deben fundirse en una división de funciones: Que esté
claro quien es el acusador, que esté claro quien es el que defiende, que entre
los dos debatan delante de un tercero imparcial que es el juez; y que todo esto
se haga públicamente. Esta es la gran diferencia y la gran virtud del sistema
adversarial. En otras palabras, para el autor, la claridad de las reglas de juego,
la existencia de un debate, la división de funciones entre investigador,
juzgador y defensa, así como la publicidad, son los requisitos mínimos y
básicos exigidos para que la adversarialidad entendida dentro de un sistema
acusatorio garantista con bases constitucionales, se desarrolle en forma más
2
Kai Ambos y Eduardo Montealegre Lynett – Compiladores “Constitución y Sistema Acusatorio” Un
Estudio de Derecho Comparado. Pag. 188 – Editorial : Universidad Externado de Colombia.
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completa y legítima.

En un sentido amplio, las principales ideas que se pueden esbozar desde


el terreno práctico respecto al término adversarialidad, sería la de :
“CONFLICTO DE INTERESES, CONTRAPOSICIÓN DE
PRETENSIONES” lo cual genera división de los sujetos procesales, pues de
un lado tenemos a ese gigante dotado de poderes llamado Estado,
materializado en la figura del fiscal como representante del Ministerio Público
quien persigue el delito y busca una sanción para su autor y por otro lado el
imputado, quien ejerce su auto defensa material y a su abogado a cargo de la
defensa técnica, dotados ambas partes normativamente hablando de las
mismas oportunidades para intervenir en la contienda, siempre frente a un juez
o también llamado tercero imparcial, no significando esto que el juez asuma
un papel neutro pues será él quien incite a las partes a demostrarle cual de los
dos tiene la razón. La adversarialidad se manifiesta a través del constante
debate que durante el proceso penal conlleva al órgano persecutor e imputado
a luchar por sus intereses contrapuestos lo cual en definitiva los convierte en
adversarios permanentes, actuando siempre en base a determinadas pautas de
juego, mismas que son diseñadas claramente dentro de un esquema eficaz y a
la vez garantista como es el sistema acusatorio, en el que cada sujeto procesal
tiene un rol predeterminado y se desenvuelve en mérito a ello, siempre en
búsqueda de satisfacer sus pretensiones, originando esto que forzosa y
saludablemente sean los sujetos procesales enfrentados los que le den el
dinamismo e impulso correspondiente al proceso penal.

Sin embargo, también resulta necesario mencionar el hecho, que dadas


algunas anotaciones sobre la adversarialidad, se pudiera caer en el error de
pensar que el actual sistema mixto aun vigente en la mayoría de distritos
judiciales de nuestro país, de igual manera presenta cierta tendencia
adversarial porque por un lado el Ministerio Público persigue y por el otro el
imputado se defiende, solo y/o atraves de su abogado defensor, existiendo
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también un conflicto de intereses entre ambos y una pugna por salir


beneficiado con un fallo favorable, no obstante, ello dista mucho de la
adversarialidad como tendencia fundamental del sistema acusatorio, pues si
bien este implica la existencia de un conflicto; de igual modo, lo es que el
mismo no se afronta entre adversarios equiparados en similares condiciones,
siendo el mas minimizado el imputado, pues el derecho a la defensa es
limitado en este sistema, la defensa técnica especialmente la de oficio
encuentra obstáculos para ejercerse ampliamente por la propia norma adjetiva,
la prueba en cuanto a su recojo y ofrecimiento es reservada lo cual resulta
gravísimo, el imputado tiene un estatus de objeto y no sujeto del proceso, en
fin podemos citar una serie de desventajas por las cuales se puede concluir
rápidamente con seguridad que el sistema mixto predominantemente
inquisitivo, no tiene nada de adversarial.

La adversarialidad en su desarrollo práctico implica colocar al


ciudadano imputado en un nivel similar y equitativo frente al Estado en cuanto
a prerrogativas para defender su postura en juicio se refiere, extendiéndose
esta a todo el proceso en su conjunto, ello significa que desde que se formula
un imputación contra una persona en concreto, ésta cuenta con una gama de
derechos que le van a otorgar la posibilidad de ejercer su defensa, no para
acreditar su inocencia sino para desvirtuar la imputación, siempre desde una
posición en la cual no se va sentir minimizado por los instrumentos con los
que cuenta. Es en este tipo de sistemas donde aparece con mayor predominio
el principio de igualdad de armas, el cual va a posibilitar que la
adversarialidad sea equilibrada, que se funde en similitud de oportunidades,
así tenemos por ejemplo, que para César San Martín Castro3 este principio
consiste en “reconocer a las partes los mismos medios de ataque y de
defensa, es decir idénticas posibilidades y cargas de alegación, prueba e
impugnación”, Por ello se puede mencionar con seguridad que la

3
San Martín Castro, César: Introducción General Al Estudio del Nuevo Código Procesal Penal –
Apuntes Preliminares – Palestra Editores. Material de estudio del curso dirigido a Defensores Públicos
del distrito judicial de La Libertad – INCIPP.
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adversarialidad se manifestará a lo largo de todo el proceso y será la igualdad


de armas la que ayudará a mantener la sostenibilidad del enfrentamiento en
similares condiciones para ambos sujetos procesales, separados a raíz de un
conflicto primario.

Así mismo, resulta preciso para articular mejor nuestra posición, anotar
algunas críticas válidas, que en las actividades diarias como abogados
defensores sentimos en este nuevo sistema, para ello citaremos como ejemplo,
siempre desde la óptica de la defensa lo siguiente : el Ministerio Público como
parte persecutora en la contienda procesal, cuenta con el instituto de medicina
legal, el cual tiene varias sedes regionales, concretamente posee una en la
ciudad de Trujillo, y así tenemos que ante la necesidad por parte del fiscal de
practicarse determinadas pericias, sea médica, psicológica, psiquiátrica,
toxicológica u otras, le basta tan solo con solicitarla y la misma será elaborada
en breve término y en su momento le ayudará a sustentar mejor su tesis
incriminatoria, sin embargo lo mismo no sucede con la defensa, pues ante la
imperiosa necesidad de practicar una pericia de parte a efectos de rebatir la
elaborada por la fiscalía, no se cuenta con una unidad especializada como si
sucede en Chile donde la Defensoría Penal Pública cuenta con los servicios de
diversos profesionales que elaboran pericias de parte cuando son requeridas a
través de un sistema informático y que resulta de muchísima utilidad para la
estrategia de defensa; no debiendo olvidarse que en nuestro caso si se desea
contar con los conocimientos de un determinado profesional, este servicio
tiene un valor pecuniario en la mayoría de los casos muy elevado, el cual en
primer lugar no puede ser costeado por nuestros usuarios, si se trata de la
defensa pública, toda vez que esta atiende a personas de escasos recursos
económicos y finalmente si la institución quisiera contratar los servicios de un
profesional no existe un presupuesto especializado para tal fin. Así existen una
serie de situaciones de desigualdad que en la realidad cotidiana saltan a la luz
y ante las cuales tenemos la obligatoriedad de agenciarnos de otras armas para
tratar de equilibrarnos con nuestros adversarios y no sentirnos en inferiores
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condiciones, situación que esperamos se vayan corrigiendo en el camino..

Según nuestro parecer, claro esta desde un punto de vista no teórico, a


la adversarialidad mas que la etiqueta de un determinado modelo procesal a
seguir, la sentimos como una moderna forma de asumir el conflicto primigenio
suscitado entre Estado y ciudadano imputado, desterrándose la superioridad
que por larga data en cuanto a facultades procesales ha tenido el Estado,
propiciándose actualmente una suerte de equidad participativa, la cual se va a
exteriorizar durante cada uno de los actos propios del proceso, en cada paso
que se de, entendida esta no como una secuencia procesal, pues debemos
desterrar el concepto trámite, sino como etapas de la estrategia de defensa en
particular que asuma cada parte enfrentada. La adversarialidad es una regla
que a nuestro entender, solo encuentra cierta excepción cuando el fiscal
solicita el sobreseimiento del caso en concreto o cuando durante el juicio oral
retira la acusación formulada, solo en estas ocasiones se hace un alto a la
adversarialidad y ambas partes enfrentadas: Estado e imputado coinciden en
un punto : el archivo definitivo de la causa penal; siendo que incluso hasta en
la aplicación de cualquier salida alternativa al proceso penal, aunque pareciera
que las partes adversarias dejaran de enfrentarse, lo cierto es que ninguna de
las dos renuncia al objetivo que persiguen, principalmente el Estado, toda vez
que éste logra una sanción aunque menor de la que esperaba y el imputado
obtiene una pena u otra accesoria mas benigna de la que inicialmente hubiera
sido merecedor, esto último en virtud del derecho penal premial.

A manera de conclusión podemos manifestar, que la adversarialidad en


el nuevo modelo acusatorio garantista, amparándose en la igualdad de armas,
ha propiciado que por primera vez en la historia del proceso penal peruano, se
puedan observar cosas tan sencillas nunca antes vistas, por ejemplo que el
imputado durante cualquier tipo de audiencia, este siempre sentado junto a su
abogado, que el fiscal ya no ocupe su lugar en un gran sillón sobre una
plataforma en la cual como sucede en el sistema mixto, observa al acusado
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siempre desde lo alto como un verdugo a su víctima, que sea el juez quien
incite a las partes a retarse y demostrarle cual de los dos tiene la razón como
sinónimo de verdad, que se reduzca la magnificación y el temor de enfrentarse
con tecnicismos jurídicos al fiscal, que este señor ya no sea visto como
representante del poderío estatal absoluto, que los abogados, en especial los
defensores públicos (por soportar la carga mas pesada) podamos debatir en
similares condiciones frente al Estado mismo y que progresivamente por
apreciarse públicamente nuestra actuación en audiencias, se vaya desterrando
la errada idea por parte de nuestros usuarios que somos parte de un sistema
que esta en contra de ellos, que se venga observando un cambio sustancial en
cuanto al empleo de la retórica procesal se refiere, dejando atrás discusiones
bizantinas o argumentos pueriles empleados para defender una posición; en fin
la adversarialidad la sentimos como una realidad que nos ha permitido darnos
cuenta que solo los gobiernos democráticos otorgan a sus ciudadanos
instrumentos útiles y necesarios para auto defender sus derechos y limitar el
poder de actuación estatal punitiva y que solo esta forma de afrontar una
pugna de intereses, propiciará el verdadero triunfo del sistema penal.

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