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Problemas de conducta de los niños en el entorno familiar.

Descripción y abordaje

Introducción

Pongamos un ejemplo para que se pueda entender mejor de qué va a tratar este
curso:

"Pablo recoge a sus hijos del colegio y van juntos a comer a casa. Desde que
recoge a su hijo Iván, son innumerables las veces que da órdenes e Iván las
desobedece. Por ejemplo, le pide a Iván que recoja sus juguetes, que deje su
plato en el fregadero, que se lave las manos o que se cepille los dientes. A
ninguna de estas peticiones responde adecuadamente, y solo le obedece si su
padre le grita o amenaza."

 Los problemas de conducta son formas inadecuadas de comportamiento, es decir


el comportamiento no es el esperado en el momento que se realiza y tampoco el
adecuado a la edad del menor.

En el ejemplo podemos ver claramente una muestra de desobediencia, es una


conducta muy común en niños con problemas de comportamiento. Es una de las
quejas más habituales en padres, en algunos casos es el único problema que
presentan los menores, o en casos más graves, este problema aparece
acompañado de otros sobre los que hablaremos más adelante.

Los problemas de conducta cada vez se dan más, son muchos los padres que dan
quejas de la convivencia en casa con sus hijos. Como hemos comentado antes
hay diferentes niveles de problemas de conductas. El nivel más grave y
afortunadamente menos habitual es el maltrato de hijos a padres. De este último
tipo hay datos que nos revelan la gravedad de cómo está evolucionando este
problema actualmente. Las denuncias por agresiones de hijos a padres se han
multiplicado por cuatro en estos cinco años. En 2012 se contabilizaron 4936 casos
en la Fiscalía de Menores. No es una violencia exclusiva de familias con bajo nivel
económico o sin estudios. En el 60 por ciento de los casos, al menos uno de los
progenitores es licenciado universitario.

Es un fenómeno que se reproduce en muchos países del Primer Mundo. Un tercio


de las 85.000 llamadas recibidas en una línea telefónica británica de ayuda están
relacionadas con casos de violencia de hijos a padres, sobre todo a madres. Un
estudio de la Universidad de Oxford confirma que el 87 por ciento de las víctimas
son madres.

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Aunque los datos son alarmantes, es un problema que se puede combatir, y la
herramienta más eficaz es dar recursos a los propios padres, dar conocimientos
de las medidas educativas que se pueden tomar hacia las conductas inadecuadas
de los hijos y las medidas erróneas que por desconocimiento toman los padres.

 En este curso podremos ver lección a lección algunas de las herramientas
prácticas para abordar los problemas de conductas de los hijos en el entorno
familiar.

Desobediencia

En esta primera lección vamos a hablar de la desobediencia,de su definición y


cuáles son las conductas que debemos tener en cuenta. Ocurre cuando el menor
repetidamente incumple órdenes, y normas básicas de convivencia normales a su
edad.

A los menores desobedientes hay que llamarles muchas veces la atención. Su


respuesta más común es “no” a las peticiones de sus padres. Intentan siempre
salirse con la suya, pueden incluso actuar como si no oyeran a sus padres.

Como hemos comentado, es necesario para considerar que el menor es


desobediente que las normas y responsabilidades que incumple son adecuadas a
su edad. También se deberían descartar caprichos y algunas peticiones de los
hermanos o padres. Hay que tener en cuenta que el menor pueda comprender las
ordenes o no las olvide por no entender bien que es lo que tiene que hacer.

 Un menor debe responder a normas básicas de comportamiento:

• Tratar adecuadamente a las personas.

• Respetar sus pertenencias y las de otras personas.

• Respetarlos horarios.

• Hacer caso a mamá y papá.

• Respetar normas que implican su propia seguridad.

• El propio vestido y aseo.

• Estudios y tareas de casa.

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Para que estas conductas se lleven a cabo por parte del menor, es absolutamente
necesaria la enseñanza por parte de los padres. Los padres deben servir
de modelo y actuar con cariño y respeto.

Problemas de conducta con distintos niveles de gravedad

Como hemos comentado en la introducción al hablar de problemas del


comportamiento, podemos hablar de gravedad en término dimensional, es decir
existe un continuo entre problemas de conductas leves y graves.

Comenzaremos hablando del comportamiento inadecuado más leve en los


menores.

Es importante saber en qué nivel de comportamiento disruptivo se encuentra el


menor, para así poder abordar la situación correctamente. En el nivel leve,
podemos encontrar los siguientes indicadores:

 En primer lugar podemos resaltar que el menor corrige su mal


comportamiento cuando los padres le regañan o le llaman la atención. El
niño lo reconoce y muestra arrepentimiento, y no vuelve a la carga de
inmediato.
 Estos comportamientos negativos suelen ocurrir por desconocimiento, falta
de atención, por imitación, curiosidad, experimentar, torpeza o falta de
estrategias para resolver las situaciones de otra manera.
 Como hemos comentado, cuando se les llama la atención los niños corrigen
con facilidad su comportamiento, aunque estas llamadas de
atención sean eficaces, ocurren de manera constante, y para los padres
puede ser agotador.
 Pero este comportamiento inadecuado, no es perturbador, ni hostil, no pone
en riesgo su seguridad y la de otros niños. Aunque pueden hacer alguna
travesura, es algo puntual, y cuando los padres le llaman la atención, ceden
rápidamente.
 Hay veces que no aceptan una petición por parte de los padres e intentan
buscar alternativas a esta petición aunque terminan accediendo.
 Se pueden dar casos de problemas con otros niños, como hermanos,
compañeros etc. Pero esto suele ocurrir porque no saben cómo afrontar
ciertas diferencias como por ejemplo negociar por un juguete.
 Los padres terminan agotados de dar órdenes, y esto les puede llevar a
hacer las cosas ellos mismo para evitar estas situaciones, aumentando así
la actitud cómoda de los hijos. 

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Estos serían algunos indicadores de problemas leve de conducta, en la siguiente
lección veremos un nivel más de gravedad.
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Problemas de conducta con distintos niveles de gravedad II

En esta lección veremos un nivel mayor de gravedad en los problemas de


conducta, etiquetémoslos de problemas de conducta moderados.

En este nivel comenzamos a hablar de comportamientos más perturbadores. Los


niños en este caso son más revoltosos, hostigadores, pero su conducta sigue sin
ser desafiante, hostil o negativista.

En este caso hay más conflictos con los iguales, hay que tomar medidas con más
frecuencia y llaman más la atención. Aun así no hay un incumplimiento grave de
las normales sociales, ni hay un deterioro grave del ambiente familiar o del
rendimiento escolar debido al comportamiento disruptivo.

Vamos a ver algunos indicadores del comportamiento problemático moderado:

Como hemos comentado hay una mayor tendencia a la desobediencia y mayor


uso de la palabra “NO” a las órdenes de los padres, también pueden actuar como
si no oyen esas órdenes.

Su comportamiento desobediente hace que sus padres tiendan a ceder por


cansancio. Estos menores suelen ser caprichosos y actuar con rabietas si no
obtienen lo que quieren.

Se dan con más frecuencia travesuras, aunque no tienen grandes consecuencias.


Y pueden molestar deliberadamente a hermanos, padres o compañeros. Su
comportamiento puede acarrear discusiones pero de baja intensidad.

Pueden culpar a los demás de su comportamiento, mentir y tener accidentes leves


por no seguir las indicaciones de sus padres.

Podemos encontrar en estos niños algunos insultos y palabras malsonantes, y


pueden intentar llamar la atención y conseguir cosas con su comportamiento.

En diferencia con el nivel anterior, aquí se puede dar un deterioro en la relación


con los hermanos o con los compañeros. Y para los padres supone riñas y
enfados frecuentes en casa y un desgaste mayor, esto a su vez atrae sentimientos
de malestar en el menor.

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Estos comportamientos pueden acarrear consecuencias o ser causa al aprender
una forma inadecuada de comportamiento, por ejemplo, cuando debe hacer algo
que no quiere hacer, y así evitarlo. También puede aprender que su
comportamiento problemático no tiene por qué tener consecuencias negativas, o
que sus padres pueden cambiar de opinión en sus decisiones.

Problemas de conducta con distintos niveles de gravedad III

Por último, en esta primera parte del curso vamos a hablar de los problemas de
conducta más graves dentro de nuestra clasificación dimensional. En este caso
estaríamos hablando de que el menor presenta un comportamiento negativista,
hostil y desafiante, que se consolida, que se va produciendo en los últimos seis
meses, se dan comportamientos como los siguientes:

Se da con más frecuencias las riñas con los padres, el niño llega a encolerizarse y
pegar pataletas.

Actitud muy negativa, incumpliendo con frecuencias las normas, creando


problemas, desafiando constantemente a los adultos y poniéndolos a prueba.

Se da actitud molesta con otros niños y los adultos, incumpliendo los castigos y
medidas que los padres adoptan.

No respetan el material o reglas de juego, llegando incluso a hacer trampas a la


hora de jugar.

Puede echarle las culpas a los demás de su mal comportamiento, y puede ser
fácilmente molestado por otros.

Es fácil verlo resentido o colérico, y se muestra rencoroso y vengativo.

Puede aparecer violencia hacia sus compañeros, actitud desafiante hacia sus
profesores y mentiras. Si un niño presenta las características que acabamos de
describir, puede presentar el “trastorno negativista desafiante”, por lo que es
necesario que un profesional valore la situación. A continuación vamos a describir
algunas de las consecuencias de estos comportamientos:

Existe deterioro de la vida familiar, escolar, en las relaciones con los compañeros
y una sensación relevante de malestar en el niño.

Si este comportamiento salpica también a la escuela, hay un deterioro del


aprendizaje escolar, hay malestar por parte los profesores y se puede dar el
alejamiento de los compañeros.

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Causas de la desobediencia en los niños

A continuación se expondrán algunas de las causas de las desobediencias que se


dan en niños, de esta forma podremos entender mejor su actitud, y nos
acercaremos más a entender los problemas de conducta.

En principio los niños desobedecen por comodidad, es más cómodo negarse a las


órdenes de sus padres que hacer algo que les desagrade. Con esto pueden evitar
algo que les resulta molesto. Además los padres le llaman la atención sin
conseguir ningún efecto en el niño, y el menor al no responder a las órdenes de
sus padres no recibe consecuencias negativas a este comportamiento, por tanto al
niño le resulta rentable, hace lo que quiere, evita lo incómodo y evita
responsabilidades. De esta manera los padres consiguen dar órdenes sin
seguridad, repitiendo las ordenes veinte veces y si el niño no hace caso, los
padres terminarán haciendo lo que deben hacer sus hijos, dando como definitivo el
mensaje, “hazlo, pero si quieres”, ya que al no hacerlo no habrá consecuencias y
los padres terminarán la faena.

Otra cosa que puede ayudar a la desobediencia, es


el desconocimiento generalizado de lo que es una “orden blanda” y una “orden
dura”. En las primeras podríamos aquellas peticiones o favores por parte de los
padres y las segundas son las órdenes que el menor debe obedecer sin negocios,
esta última está relacionada con responsabilidades básicas y no hay alternativas,
como por ejemplo cruzar cuando el semáforo esté en verde. En cambio las
peticiones o favores si tienen alternativa. Para que el menor entienda la
importancia y las diferencias de estas órdenes, lo padres deben distinguir bien el
tono con las que se plantean.

Y por último comentar que la desobediencia puede ser por algo tan básico como
es el desconocimiento, es decir no sabe lo que tiene que hacer, o no lo entienda.
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Causas de los problemas de conducta

Como hemos comentado en las primeras lecciones, la desobediencia se


englobará dentro de los problemas de conducta, por tanto las causas que hemos
visto en el apartado anterior formarían también parte de esta lección. A
continuación comentaremos otras posibles causas de los problemas de conducta.

La causa más común suele ser que el menor utilice este comportamiento para
llamar la atención. Cuando un niño actúa de algunas de las maneras que hemos
descrito anteriormente, los padres instintivamente le prestan toda su atención y se
dedican únicamente al niño. Por tanto el niño puede tomar esta acción como una

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manera de conseguir el tiempo de sus padres. Por tanto el mal comportamiento es
premiado con la atención de sus padres.

Con estos comportamientos disruptivos pueden obtener además de la atención,


dejar de hacer algo que no les guste, que cedan a sus peticiones, saltarse normas
que le incomodan o que se le concedan caprichos. También conseguir el liderazgo
entre sus iguales.

Otra causa puede ser el desconocimiento de otra forma de comportamiento, por


ejemplo no saber divertirse sin tener que actuar de las formas anteriormente
descritas, no saber cómo obtener algo de los demás de forma negociadora, sino
con violencia.

La frustración se expresa de forma inadecuada no saben otras formas de


expresarla o afrontarla. Y por ejemplo, si quieren cambiar algo o quieren obtener
alguna cosa de sus padres, han aprendido que solo lo tienen en cuenta si se
comporta de forma inadecuada, así sus padres ceden para evitar estas
situaciones.

Pautas educativas incorrectas

En esta lección hablaremos de las estrategias y herramientas inadecuadas que


usan los padres para educar a sus hijos.

No hay normas claras y concretas: por tanto el niño no sabe lo que debe hacer y lo
que no, que está prohibido y que permitido, y cuáles son sus responsabilidades.

Incoherencia y falta de constancia de los padres: nos referimos cuando los padres
dicen que algún comportamiento del niño tendrá una consecuencia y finalmente no
la llegan a cumplir, o si les prometen algo y finalmente hacen otra cosa diferente.
También puede confundir a los niños que un día permitan una cosa y al otro día
no, por tanto los niños no saben qué esperar de los padres, y por tanto los límites
son difusos.

Cambio de las decisiones de los padres por el comportamiento del niño: la


conducta problemática del niño logra cambiar las decisiones de los padres, y por
tanto esto refuerza la mala conducta del niño. Por tanto finalmente el niño es el
que decide, y de esta manera el que pone las normas.

El comportamiento negativo no tiene consecuencias: de esta forma el niño sale


impune cuando hace algo que no debe o no afronta sus responsabilidades.

Los padres a veces no son un buen ejemplo: los niños aprenden de las conductas
que ven en sus padres, es decir por imitación, y son muy comunes las situaciones

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en las que los padres reaccionan de forma poco adecuada, y de esta manera no
acertada los niños aprenden a reaccionar ante la frustración o conflicto. Un
ejemplo puede ser cuando el padre reacciona de forma agresiva al volante, o por
ejemplo cuando se dan situaciones de discusiones inadecuadas entre los padres.

Falta de acuerdo entre padres: para que el mensaje sea claro y con consistencia,
ambos padres deben tomar decisiones al unísono y así se las deben hacer llegar
al niño, de otra manera hacen que disminuya la autoridad hacia el niño.

Prestar especial atención cuando el menor se porta mal: de manera que el niño
utilizará su mal comportamiento para obtener la atención de sus padres.

Características personales del niño

Hay niños que son más propensos que otros a padecer problemas de conducta, a
continuación veremos algunas de las características que influyen.

En primer lugar hablamos del aspecto de la personalidad más innato, como es


el temperamento, es decir, más dependiente de la herencia genética, por tanto no
influenciado por la educación o la experiencia. Los niños con más probabilidad de
padecer problemas de conducta son los más impulsivos, obstinados y de
temperamento fuerte.

Al hablar de frustración nos referimos a una sensación adversa que se da cuando


vemos que una expectativa no se cumple, tener tolerancia a la frustración nos
sirve para asimilar y manejar esa frustración sin que llegue a dominarnos o
desbordarnos. En niños con problemas de conducta es muy usual encontrar baja
tolerancia a la frustración, de esta manera pequeñas adversidades le provocan
enfado, rabia, tristeza o abandono de su objetivo. Se caracterizan por no aceptar
un “NO” por respuesta, pequeños contratiempos o perder.

También es característica la baja capacidad para aplazar la recompensa, es


decir, no aceptan con facilidad no conseguir lo que quieren en el instante, o tener
que hacer un esfuerzo para conseguirlo. Desean las cosas aquí o ahora, les
resulta complicado esforzarse durante un tiempo para conseguirlo.

Puede presentar además malas estrategias para relacionarse con los demás, es
decir presenta un repertorio escaso de habilidades sociales. Debido a esto el niño
resuelve los conflictos de manera violenta, presentando problemas de asertividad,
defensa de los propios derechos, negociación, etc.

Podría verse afectada la capacidad de planificación, es decir, mostraría


dificultades para organizar y ejecutar un plan anteriormente establecido, por ello

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reflejan una conducta muy impulsiva, y por tanto no valoran las consecuencias que
pueden llegar a tener dichas conductas.

Se puede dar problemas de empatía, es decir dificultad para ponerse en el lugar


del otro, comprender sus sentimientos. Por tanto difícil que valoren el sufrimiento
que pueden provocar al prójimo.

El ambiente familiar

Hay elementos del contexto familiar que pueden estar relacionados con los
problemas de conducta. Entre ellos:

Falta de rutina en la vida del niño: es decir, las repeticiones en la planificación y


organización de las tareas y deberes, así como los mismos horarios, o personas
que participan de forma constante; todas estas variables son algo positivo en el
niño, se da una mayor integración y compromiso. Estas rutinas son necesarias en
el niño, debido a que el menor sobrelleva mal los cambios, estos le desestabilizan
y dan mayor estrés a su vida.

La percepción de estrés en sus padres: ese estrés se da cuando percibimos que


no tenemos recursos para afrontar un problema. Los niños pueden percibir esto en
los padres cuando quieren hacer todo muy rápido y desorganizado. Cuando van
siempre tarde y no consiguen sus objetivos. Esto influye de manera muy negativa
en los problemas de conducta, ya que los padres estresados están en peores
condiciones para exigirles que cumplan las normas a sus hijos, así como
responsabilidades básicas. También provoca la menor tolerancia del padre hacia
el niño.

Cambios del cuidador: se da cuando la persona a cargo del niño cambia con
frecuencia, de esta manera existe discontinuidad en las pautas educativas, así el
niño actuará con diferentes criterios. Pudiendo aprender a chantajear para salirse
con la suya.

¿Por qué tratar los problemas de conducta?

El tratamiento de estos problemas tiene una serie de beneficios para el niño, es


educativo, preventivo, y se evitan consecuencias negativas.

Es educativo porque tratar estos problemas es una forma de educar al niño, a


través de este proceso se le enseña a comportarse adecuadamente, de esta
forma conseguiremos que el menor se relacione de forma adecuada con las
personas de su entorno y se adapte mejor a situaciones habituales de la vida,
consiguiendo un mayor bienestar en sus allegados y en él mismo.

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Es preventivo ya que podríamos evitar, interviniendo con tiempo, que el niño no
pase a tener problemas de conducta más graves. Como es lógico, todo menor que
tiene problemas de conducta graves pasó anteriormente por niveles más leves.

Y por último podríamos evitar consecuencias negativas para el propio niño y para


los padres. Cuando un niño desde muy pequeño actúa de forma inadecuada,
como por ejemplo levantar la mano, no debemos pensar que este leve
comportamiento se pasará con los años y por tanto no hay porque actuar en
consecuencia, debido a que estas conductas irán empeorando y cada vez será
más complicado atajar el problema. Cuanto más pequeños, menor será el
problema y más fácil intervenir, por tanto, los problemas descritos, incluso de los
niños más pequeños, deben ser objeto de intervención sistemática.

Afecto y cariño

En las dos próximas lecciones se describen una serie de medidas para que las
estrategias que se lleven a cabo tengan un cambio eficaz y duradero en el niño.

La primera de ellas es tratar al pequeño con afecto y cariño, no sirve solo para que
los padres tengan claro todo lo que quieren a sus hijos, también es importante que
ellos sean consciente de ello. Por tanto es fundamental que los padres con sus
hijos tengan una relación afectiva a cualquier edad, y que ésta sea una sólida
base educativa.

El trato afectuoso se da en las siguientes situaciones:

A través de afectuosos gestos, como abrazos, caricias y besos, siempre


adaptándolos a la edad y sensibilidad del niño.

Mostrarles atención e interés en sus cosas, por ejemplo, escuchar si tiene que
contarnos algo.

Elogiar las conductas adecuadas y valorar el buen comportamiento es básico, de


esta forma sabe cuál es la manera correcta de comportarse y que no tiene que
portarse mal para obtener nuestra atención.

Es muy importante transmitir al niño seguridad afectiva, de esta manera el menor


sabrá que sus padres le querrán siempre. Para ello nunca se debe de amenazar
con abandonarlos.

Es conveniente ser delicado, detallista y que el niño sepa que hacemos cosas
pensado en ellos, las llamadas sorpresas agradables.

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Y para terminar, no debemos dedicarles el tiempo que nos sobra, sino el
necesario.

Normas y responsabilidades

Es muy importante, como hemos comentado anteriormente, disponer de unas


normas muy claras y concretas, de esta manera el niño sabrá siempre qué debe y
qué no debe hacer.

Estas normas deben estar destinadas a que el niño sepa cómo tratar a las
personas, las cosas de casa, del colegio o de la calle. También deben respetar el
tiempo y el comportamiento según los lugares.

Desde pequeño deber saber que tiene unas responsabilidades que cumplir,


todas adaptadas a una edad, relacionadas con los siguientes aspectos como son:

 La autonomía personal: podemos situar aquí lo relacionado con


la vestimenta, aseo, cuidado de sus pertenencias, comida o su seguridad.
Adaptado como decimos a su edad.
 La responsabilidad en casa: dependiendo de la edad debe tener unas
competencias en casa, entre ellas, cuidado de las mascotas, cuidar el
consumo eléctrico, barrer, poner la mesa, mantener su cuarto organizado...
 La responsabilidad en el colegio: desde muy pequeños los niños están
escolarizados, y en este contexto se le puede exigir al niño que los deberes
estén correctamente realizados, que organice bien su material y que tenga
un comportamiento adecuado con los cuidadores y los compañeros. Que en
el colegio cumpla una serie de normas.
 La responsabilidad en la calle: seguir desde pequeño unas normas básicas
de seguridad como mirar antes de cruzar y hacerlo en lugares adecuados
para ello. Respetar la calle, los jardines, así como los turnos.

Premios y castigos

Una de las maneras que los padres tienen de controlar la conducta de sus hijos es
a través del premio y del castigo. Coloquialmente se entiende por premio la
recompensa, galardón o remuneración que se da por algún mérito, y el castigo es
la pena que se impone por delito o falta.

Dentro de la psicología, estos términos son fundamentales dentro de las técnicas


de modificación de conducta. Se llama premio o refuerzo positivo al estímulo
agradable que ocurre cuando aparece una determinada conducta y que es capaz
de aumentar la frecuencia, intensidad o duración de una conducta. En cambio  el

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castigo es un estímulo desagradable, que ocurre tras una conducta y que como
consecuencia disminuyen su frecuencia, duración o intensidad de la conducta.

A continuación veremos brevemente cómo se deben llevar a la práctica dichos


términos.

Se debe premiar el esfuerzo, deben ser merecidos, por ejemplo premiar la


constancia, la consecución de metas. Es importante saber que los premios no
tienen por qué ser siempre materiales, se puede premiar con una buena actividad,
un plan interesante que interese al niño. Es importante que vayan acompañado del
cariño y la admiración de sus padres, mostrar orgullo ante los logros de sus hijos
puede ser el mejor de los premios para el niño.

En cambio los castigos deben aplicarse cuando se saltan las reglas o cuando


aparece una mala conducta. Para aplicar castigo de forma adecuada se deben
tener las normas bien limitadas, y si no se cumplen que los niños sepan
claramente cuales van a ser las consecuencias; para ello se pueden poner
ejemplos claros. Si el niño se salta las normas debemos cumplir nuestras
advertencias. Nunca castigar con necesidades básicas como la comida o el sueño,
ni hacer daño físico o despreciarlo. Muy importante al castigarle explicar
claramente por qué se toma esta medida, y cuál es la conducta adecuada para
evitar el castigo.

Confusión entre premio y castigo

Hay veces que podemos confundir si un estímulo determinado está actuando de


premio o de castigo, veamos algunos ejemplos:

Una medida común es “castigar” al niño enviándolo a su cuarto por mal


comportamiento. Cuidado con esta medida, en este caso estamos
confundiendo castigo con tiempo fuera o extinción del comportamiento. Esto
ocurre porque al tomar esta medida no aparece un estímulo aversivo, sino que se
priva al sujeto de estímulos positivos que puede obtener en el contexto donde se
encontraba, pasando a un entorno neutral.

El problema de esta medida se da cuando provoca el efecto contrario, es decir,


cuando su cuarto, donde debe pasar el tiempo fuera, no es un entorno de reflexión
y/o aburrimiento, sino que se convierte en un premio para el niño. Esto puede
ocurrir por la atención que se le da al expulsarlo, o porque en el contexto en el que
se da el tiempo fuera el chico puede llevar a cabo actividades gratificantes.

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Acabamos de ver cómo lo que creíamos un castigo se puede convertir en un
premio, ahora hablaremos del efecto contrario, cómo un premio puede pasar a ser
un castigo. Esto puede ocurrir cuando existe saciación del estímulo, es decir, el
chico se cansa del premio. Cuando un premio se utiliza en exceso puede llegar a
ser ineficaz o incluso que el niño lo vea como algo negativo.

Castigos ilógicos

Hay castigos que pueden parecer sensatos a primera vista, pero si los estudiamos
podemos ver que carecen de lógica debido a que no sirven para educar, ni para
corregir el comportamiento. Veamos los siguientes ejemplos:

Si no estudias, ¡castigado sin hacer deporte!

Hacer deporte es algo saludable, es decir bueno, por tanto pierde sentido que
le castiguen sin esta actividad. Y si es malo lo mejor será que nunca lo practique, y
no que lo retiremos en forma de castigo. Si no le dejamos por ejemplo, asistir a un
partido previamente concretado, le estamos enseñando a que los compromisos
con los demás carecen de importancia y prevalecen los nuestros propios, por lo
tanto, los demás se quedarán sin partido por nuestra ausencia; y le estaremos
enseñando a no respetar a los demás.

Para que sea eficaz el castigo debemos retirar al niño algo que signifique una
pérdida, con el objetivo de causar un cambio en el comportamiento, pero no
debemos de ensañarnos con lo que más le duela, hay veces que sin darnos
cuenta podemos actuar de forma cruel, y no olvidemos que queremos educar, no
eliminar la felicidad del niño.

Si no recoges tu habitación, ¡castigado sin paga!

Quitar la paga se ha convertido en un castigo muy común, este es adecuado con


el cuidado material y que tiene relación con el ámbito económico, por ejemplo
romper algo del hogar o dejarnos la luz del cuarto de baño encendida. Para
eliminar otras conductas no es tan eficaz, e incluso inadecuado.

Debemos tener cuidado, dejar a un niño o adolescente sin paga puede derivar en
aumentar conductas para conseguir dinero de forma inadecuada. Además, tener
una paga relativamente fija ayuda a que el menor se organice, le dé importancia a
gastar el dinero en cosas importantes y gestionar sus prioridades de forma
adecuada. Si le quitamos la paga o le damos un trato variable, puede que no
adquiera estas habilidades y gaste el dinero cuanto antes en cosas banales.

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El premio imposible

Aunque el premio sea el método preferido por su carácter positivo, hay que


utilizarlo con sentido común y observación para que resulten eficaces. Desde las
teorías de aprendizaje, los premios sirven para aumentar una conducta deseada,
que los niños ya saben hacer pero que raramente o de forma poco frecuente la
llevan a cabo. Es muy importante que el refuerzo se dé inmediatamente después
de que se haya dado la conducta deseada; como bien sabemos, el refuerzo se
puede dar para aumentar una conducta o también para eliminar un hecho o
estimulo aversivo nada más producirse. Todo lo anterior es muy básico y también
eficaz, aunque hay padres que piensan que ya lo han probado y no han obtenido
buena respuesta, es muy probable que ocurra por la forma incorrecta de llevarlo a
cabo, convirtiendo un sistema muy útil y agradable, en un juego imposible.

 No podemos prometer desde el principio premios muy lejanos o irrealizables,


además de condiciones muy ambiguas, pues se pueden tornar imposibles para el
niño. Por ejemplo, prometerles un premio a cambio de portarse bien, con esta
premisa el niño no sabe qué debe hacer exactamente, deberíamos definir bien qué
conductas son las que definen portarse bien, que el niño las pueda entender para
ponerlas en práctica con éxito.

Cuando se establece una condición genérica como “portarse bien” para recibir


algo a cambio, el tiempo va pasando, y al no poder cumplir las condiciones para
conseguirlo (que cada vez son más duras) el niño tira la toalla y cesa en sus
esfuerzos. Los padres según pase el tiempo, cambien las circunstancias e
intereses, pueden definir otras formas de portarse mal y bien, y por tanto alejar de
nuevo al niño de la meta y así de su premio. Como resultado, el comportamiento
del niño empeora. Y finalmente algún día por remordimientos o porque los padres
tienen un buen día terminan dando al niño el premio de forma inmerecida, incluso
a regañadientes. Esta forma de proceder genera sensación de fracaso en los
padres, y en los niños desconcierto e injusticia, interiorizando el mensaje: “no vale
la pena esforzarse”.

Por ello debemos de jugar limpio, acotar bien y explicarle de forma sencilla los


comportamientos que debe aumentar el niño para conseguir su premio. No
cambiar a mitad de partido las reglas y hacerlo alcanzable al niño, para así
aumentar su motivación.

Los castigos imposibles

Ocurre de forma común que cuando un niño hace perder la paciencia a


sus padres, éstos en el momento de ira establecen castigos imposibles de cumplir,

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en el momento los padres sienten que poner un castigo severo les da un grado
mayor de firmeza, pero la mayoría de las veces son los menos eficaces.

Por ejemplo el típico “sin salir de casa en un mes”, en principio nos parece un


castigo contundente y eficaz, pero la verdad es que compromete el estilo de vida
del niño y es imposible de llevar a cabo, por tanto, mejor pensar en un castigo más
modesto y viable con el que el niño aprenda y lleguemos hasta el final, para así
poder provocar un cambio en la conducta.

Otro ejemplo bastante común, castigado “sin ver la televisión en todas las


vacaciones”, un castigo que comienza con fuerza, pero va disminuyendo a medida
que pasa el tiempo, la falta cometida cada vez se ve menos grave, y una
sensación de arrepentimiento inunda a los padres que han impuesto el castigo, o
por los propios intereses de los padres el castigo queda aminorado o cancelado.
Esto tiene un influencia negativa en el comportamiento del niño y puede ser muy
perjudicial, quitarán importancia a las indicaciones de sus padres en los próximos
castigos, por tanto, hagan lo que hagan se sentirán impunes.

 Como conclusión podemos comentar que es muy importante establecer límites,


pero se debe hacer con tres reglas, consistencia, coherencia y estabilidad.
Evitando la falta de supervisión y compromiso.
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Economía de fichas

Es una técnica específica para desarrollar conductas adecuadas y disminuir otras


problemáticas, en ella interviene el reforzamiento positivo (ganará fichas por el
comportamiento adecuado) y el castigo negativo (perderá fichas por el
comportamiento no deseado).

Consiste en establecer un sistema de refuerzo con la utilización de fichas, estas


puede ser por ejemplo tarjetas. Estas tarjetas se entregarán al niño a cambio de
haber realizado la respuesta deseada previamente establecida. Y estas
tarjetas posteriormente serán intercambiadas por premios, es decir, reforzadores
materiales o sociales, también previamente acordados. El valor de intercambio
debe de ser claro para el niño.

 Al principio de implantar la técnica se debe reforzar con las fichas de forma


inmediata la aparición de la conducta deseada para así motivar al niño, una vez
implantado el reforzamiento se debe dar de forma más intermitente, y a medida
que avanza el programa se debe retardar de modo gradual el intercambio.

Para que el niño entienda bien la técnica debe de quedar bien organizada y
expuesta de forma clara en un mural visible, y con cada una de las conductas que

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abarcará el programa. Cada una de las conductas además de quedar bien
definidas y limitadas tendrán un valor que el niño debe conocer perfectamente.

Como hemos hablado al comienzo, además del reforzamiento positivo hasta ahora
descrito, esta técnica puede constar de castigo negativo, es decir, de retirada de
reforzamiento por llevar a cabo un comportamiento no deseado, es decir, tendrá
un coste de respuesta, que como lo anterior, será previamente apalabrado.

Esta técnica tiene como objetivo implantar de forma gradual una conducta


adecuada, para ello, en principio los reforzadores serán inmediatos, luego de
forma gradual serán más intermitentes y retardados hasta eliminarlos una vez este
la conducta implantada.

Retirada de atención

Esta técnica es bastante eficaz para controlar la conducta infantil, como por
ejemplo conductas que se manifiestan con rabietas, pataletas, lloros, pero no son
agresivas.

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Es muy fácil de aplicar, simplemente los padres ante las manifestaciones antes
descritas dejan inmediatamente de atender al niño, esto apoya la idea de que el
menor realiza estas conductas para obtener la atención de los padres. Reforzando
este comportamiento, puede haber integrado el niño que cuando quiere algo y lo
acompaña de estos comportamiento disruptivos la demanda será mejor atendida
por los padres. Esto puede llegar a convertirse en un círculo vicioso que crea
malestar en la familia.

No podemos aplicar esta técnica con comportamientos que acompañen


agresividad verbal o física, que signifique un peligro para el niño o allegados.

Antes de aplicar la técnica el niño debe entender que al hacer peticiones de forma
inadecuada no va a obtener atención por parte de los padres.

Para obtener buenos resultados se debe retirar inmediatamente la atención, ocular


o cualquier tipo de reproche hacia el menor. Debemos mantener cierta distancia
del niño cuando ocurra, si estamos en casa pues cambiar de habitación, o en la
calle una distancia prudencial. Es muy importante mantener la calma y que no vea
el niño que el adulto se altera ante su conducta, sensación de que los padres
mantienen totalmente el control. Finalmente cuando el niño se tranquilice se le
debe prestar toda la atención, incluso explicarles por qué han tomado esta
medida, transmitirle el mensaje de que puede conseguir ciertas cosas si lo pide de
forma adecuada. Esta técnica suele producir mejoría de forma progresiva.

Tiempo fuera

En lecciones anteriores hemos hablado de esta técnica, aquí la veremos con más
detenimiento para su aplicación. Consiste en la retirada del niño del espacio en el
que se encuentra a otro lugar, como por ejemplo su habitación, por un breve
espacio de tiempo. Para que esta técnica sea eficaz debe cumplir las siguientes
premisas:

Debe ser un lugar aburrido, es decir, que no tenga acceso a algo atractivo para el
niño, que no tenga posibilidades de encontrar algo para pasar un rato entretenido
y que nos desvíe de la meta de esta técnica.

El traslado debe ser justo después de aparecer la conducta que queremos


eliminar.

No entrar en reproches con el niño o mensajes despectivos, explicar lo que


estamos haciendo de forma calmada, con seguridad, y de esta manera el niño
tenga claro que es lo que ha hecho mal.

Mantener al niño el tiempo estipulado en el lugar acordado, no terminar por tanto


antes del momento adecuado.

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El máximo de tiempo que debe estar el niño en el lugar de tiempo fuera debe ser
un máximo de 20 minutos, normalmente es un minuto por cada año que tenga el
menor.

Si ha causado algún daño en el habitáculo donde ha estado, debe de mejorar los


desperfectos antes de salir.

Es importante tener claro que durante el tiempo fuera, el niño no va a obtener un


beneficio de esta nueva situación, sería contraproducente. Un caso claro se daría
si el niño está estudiando, y al portarse mal lo mandamos a su cuarto, donde
puede encontrar distracciones.

Esta técnica, como hemos explicado, consiste en la retirada de atención cuando el


niño utiliza una conducta no deseada, por lo tanto si el niño por el contrario
muestra una conducta deseada, debemos mostrarle atención y de esta manera
recompensar su conducta

Protegerlos de todos los males

En esta y en las próximas lecciones vamos a centrarnos en comentar algunos


temas de interés sobre la educación de los hijos.

En esta lección hablaremos de la protección que los padres proporcionan a los


hijos. Para empezar no olvidemos la base biológica que tiene este
comportamiento, son incontables las especies que defienden y protegen a sus
crías, de esto va a depender que la especie siga adelante. Por tanto con estos
argumentos podríamos decir que la protección de nuestros hijos tiene un base
genética y evolutiva importante; además, los humanos somos una especie con
poco descendientes, lo que hace más importante esta protección ya que debemos
asegurar el éxito de una prole en la que invertimos mucho tiempo y energía.

Sin embargo, como bien sabemos, no reinan tantos peligros en la sociedad de hoy
y día como en tiempos pasados, lo que puede convertir
esa protección en excesiva y por tanto un lastre para los tiempos actuales; puede
convertir a los niños en adultos inestables y dependientes. Son muchas las obras
literarias que muestran una y otra vez, que este problema es arrastrado desde
antaño, y los padres de forma testaruda vuelven a caer en los mismos errores. El
problema actual se da porque esta temática se ha generalizado y ya no solo afecta
a los hijos de familias de las altas esferas como los reyes, por los recursos que
existen hoy día es un problema de la población general, cada niño puede llegar a
convertirse en un pequeño príncipe. Debido a los avances en la sociedad en la
economía, la pobreza y la enfermedad es algo que queremos apartar lo máximo
posible, de la que intentamos proteger a los hijos siendo educativamente un

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problema a largo plazo. Los padres actualmente quieren proporcionar lo mejor
para sus hijos, y para ello pueden trabajar hasta la extenuación, y que estos vivan
en un estatus que probablemente en un futuro les cueste mantener.

 Como conclusión podemos decir que es imprescindible la supervisión del


comportamiento y el establecimiento de límites pero sin olvidar dejar un margen de
autonomía para que puedan conseguir una madurez personal y crezcan acordes a
su edad.

Autoestima

La autoestima está determinada con la realidad que vivimos y nuestras metas, por
ello se puede expresar con la siguiente ecuación, autoestima= éxito/pretensiones.
Por esta regla una persona que no obtenga mucho éxito pero que tampoco tenga
muchas pretensiones en la vida puede tener una adecuada autoestima. La
podemos también definir como la percepción emocional de nuestras virtudes y
nuestros defectos.

La relación de afecto desde las edades más tempranas entre padres e hijos es
decisiva en la construcción de la autoestima del niño y del futuro adulto, además
de la percepción de la imagen que tienen los demás sobre nosotros. En los
primeros años los padres tienen una influencia mayor sobre sus hijos, pero con el
paso del tiempo van cogiendo un mayor protagonismo los compañeros de clase y
sus propios amigos.

Lo ideal no es tener una autoestima muy elevada como puede parecernos, lo


mejor es tener una autoestima ajustada a sí mismo, ni mejor ni peor a la que nos
corresponde. Existen casos de niños con un alto ego, que creen ser los más listos,
o los mejores deportistas, más guapos...

Deben saber que la perfección no existe y que todos tenemos limitaciones, pero
que no nos hacen peores, nos definen como lo que somos, personas. A
continuación encontramos algunas pautas educativas de utilidad:

Aceptar a los niños tal y como son, no como nos gustaría que fueran. La
perfección no existe.

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Atender las cosas que les preocupan, a qué les gusta dedicar su tiempo, cómo
son las relaciones con sus amigos, dificultades y dudas. De esta manera le
escucharemos con atención y le haremos saber que es especial.

Establecer metas accesibles a sus posibilidades.

Transmitirles la importancia de ser constantes y no darse por vencido a la primera.

Acercarles a entornos donde puedan encontrar el éxito, actividades para las que
tengan una buena habilidad.

Ayudarles a aceptar la derrota y a valorar el esfuerzo aunque no exista triunfo.

Hacerles ver que no tenemos que buscar la aprobación constante de los demás,
ya que si hacemos que nuestra autoestima dependa de ello creará ansiedad, y la
idea irreal de intentar agradar a todo el mundo.

Aprender de los errores es algo sano y por tanto no debemos de tenerles miedo.

Crecer antes de tiempo

De los primates, los humanos son los que más tardan en alcanzar la madurez
intelectual, física, emocional, social y sexual; por tanto somos los que más
tardamos en independizarnos de la protección de nuestros padres. Actualmente
los hijos pueden pasar hasta dos décadas con sus padres, sin embargo, muchos
son los padres que quieren quebrar esta regla social natural y hacer mayores a los
niños. Se puede observar esto en la indumentaria actual de los bebés, o detalles
en aún niños y niñas como puede ser maquillaje, minifaldas, piercings, tatuajes. Es
posible escuchar a niños de infantil cómo hablan de su novio o novia, podemos ver
este comentario aplaudido por los padres, orgullosos del desparpajo de su hijo. Y
no olvidemos los medios de comunicación, en los que hay series de dibujos donde
muestran abiertamente comportamientos y temas adultos.

Otro ejemplo pueden ser los juguetes, los padres pueden regalar a los niños un
aparato electrónico aún cuando para el pequeño lo más adecuado es mancharse
las manos y arrastrarse por el suelo.

Todo lo anterior puede llevarnos a lo que llamamos “precocidad infantil”, esto


puede acarrear problemas de la infancia como fracaso escolar, malos hábitos
sociales, ya que puede incitar a los niños a involucrarse en comportamientos para
los que no tienen madurez física, ni psíquica.

Podemos concluir que actualmente se está dando un adelanto psicológico en los


modelos sociales a los que están sometidos los niños, esta tendencia es contraria
a la evolución que ha ido tomando la especie, que ha ido alargando la infancia
para garantizar un buen desarrollo psicológico.

Algunas pautas educativas para frenar este contratiempo social pueden ser:

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Desarrollar hábitos de tiempo libre que resulten divertidos con los propios padres.

Seleccionar los programas de televisión y videojuegos adecuados a su edad y el


tiempo que gastamos en ello.

Ampliar las alternativas de entrada de información, como pueden ser los libros.

Negar que se hayan hecho mayores

En esta lección nos centramos en la conocida crisis de la adolescencia, son


muchos los antropólogos que apuntan a que este fenómeno es un mito, son
muchas las culturas en la que no existe dicha crisis, ni siquiera una palabra para
nombrar a los adolescentes. Podemos concluir que estamos ante un hecho
cultural y no biológico, por la consecuencia de alargar el periodo infantil y retrasar
la incorporación al mundo laboral. Ante esta última idea podemos decir que en
casa podemos encontrar unos hijos preparados biológica y mentalmente, pero que
la sociedad los clasifica como inmaduros.

Los padres que no reconocen que sus hijos se han hecho mayores pueden
generar en ellos comportamientos infantiles. Para evitar este hecho los padres
deben dar a sus hijos “autonomía”.

Es decir no solo incitarles a realizar ciertas labores como hacer la cama, recoger,
etc... sino además a pensar qué hay que hacer, planificar y fomentar actitudes de
compromiso y responsabilidad.

Esta autonomía debe extenderse a cuatro ámbitos, como son el personal,


sociales, estudios y ocio y tiempo libre.

Ser amigos de nuestros hijos

Igualar la paternidad a la idea de ser amigo de nuestros hijos, puede tambalear


algo tan importante de esta relación como es la idea de que ser padre implica ser
la figura de autoridad y la del hijo el ejercicio de obedecer. La normas más básicas
le corresponde establecerlas a los padres, como son no pegar o no gritar. Son
variadas las razones por las que los padres abandonan el ejercicio de la autoridad,
destacaremos aquí la comodidad, ignorar ciertos comportamientos es más fácil
que estar continuamente detrás del niño. No es raro que algunos padres les sea
más cómodo que sean lo profesores en los primeros años de infancia los que
pongan límites a los niños y así no ensuciar la buena relación entre ellos, cada vez
se puede escuchar más a los padres la frase: “como te portes mal se lo voy a decir
a la "seño" para que te castigue en el colegio”.

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Es importante que los padres sean conscientes que en la relación con sus hijos
debe quedar integrado el ejercicio de autoridad como padres, incluso está
reconocido legalmente. Como hemos comentado con anterioridad, los niños
necesitan normas y límites, no ejercer esta autoridad puede provocar en ellos
comportamiento indeseados.

No todo es negociable

Podemos afirmar que el modelo educativo que se basa en el diálogo, la


participación y la cooperación es el más adecuado, debido a que ayuda al
desarrollo personal y social del niño en un entorno familiar seguro y afectivo. Eso
no quiere decir que todo sea negociable, en el día a día existen innumerables
normas que no podemos negociar a cada momento, y en las que no podemos
influir.

Como hemos dicho, que los niños participen en la toma de decisión es bueno,
pero también hay que hacerles conscientes que tienen límites, por ejemplo, hay
normas que sobrepasan la decisión familiar como ir al colegio, por ello deben ser
únicamente trasmitidas y respetadas. Además por operatividad y tiempo, no todo
se puede negociar, debemos de actuar de forma resolutiva, y los padres como
tales, tienen la última palabra. A continuación podremos ver algunas pautas
educativas:

Como hemos comentado antes hay normas que no dependen de los padres, en
ellas participan toda la sociedad.

Los hijos también deben saber que hay momentos en los que no se pueden
discutir sobre las normas, por seguridad y tiempo.

Las normas deben ser claras, que no dependan de nuestro estado de ánimo.

Deben ser justas y saber qué sanción tienen una vez que no se hayan respetado.

Debemos ser conscientes de la madurez del niño para responder a la norma de


forma adecuada.

Normas

Como hemos hablado con anterioridad, todos seguimos una serie de normas,
como personas, ciudadanos, y en casa también hay normas establecidas que
ayudan a la convivencia y educación de los niños. Para que el niño pueda
entender y llevar satisfactoriamente el cumplimiento de las normas, se deben dar
las siguientes condiciones:

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Debemos explicar con claridad las normas, evitando el “regateo” posterior para
que se cumplan.

Una vez que las normas están establecidas no debemos volver a replantearlas y
explicarlas, destinemos el esfuerzo a que se cumplan.

Referirse las normas como algo positivo y establecer una comunicación adecuada,
evitando malas formas que pueda reflejar una connotación negativa en el menor.

Asegurarse de tener la atención del menor cuando se le expone las normas.

Las normas son importantes, pero tampoco debemos poner y acotar normas para
todo.

No repetir las normas hasta la saciedad, podríamos inculcar así la desmotivación


del menor y la visión negativa hacia ellas.

Tener cuidado con las contradicciones.

Modelos de aprendizaje

La imitación es uno de los mecanismos más importante por el cual se da el


aprendizaje, a continuación se expone una lista de pautas educativas sobre los
modelos y la importancia en la educación de los hijos:

Durante los primeros años los padres son los modelos más importante para los
hijos, en estos años se comienza a aprender hábitos, actitudes y
comportamientos. Es importante por tanto cuidar los modelos que se les muestra a
los niños, y ser coherentes con los que se dice y se hace.

Evitar aquellas influencias que sirvan como modelos desestabilizadores.

Hay medios como la televisión que pueden servir como ejemplo en algunos
comportamientos, por eso se debe tener precaución con los contenidos que
consumen los menores, y que se ajusten a su edad.

Además del contenido no olvidar el horario, la televisión debe ser de uso lúdico y
esporádico.

Mostrar al menor alternativas de ocio, y servir como ejemplo para ello, deporte,
manualidades, etc.

Otro medio que puede influenciar como modelo en el niño puede ser a través del
ordenador, por ello sería conveniente que éste se localice en un espacio común e
instalar programas de seguridad para los contenidos.

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Ayudarles a adecuar la información que les llega por todos estos medios a la
realidad, por ejemplo, en los adolescentes hacerles ver que los modelos de
relación social que se pueden ver en algunas series no se acercan a la realidad.

La exposición a modelos puede funcionar como estrategia de aprendizaje, y se


puede obtener buenos resultados si se utilizan los modelos adecuados.

Casos prácticos

Para poder ilustrar algunos de los temas que hemos tratado con anterioridad, a
continuación nos encontramos con dos vídeos; tratan de las pautas educativas
con las que padres deben tratar el comportamiento desajustado de los hijos.

Se puede observar en los vídeos diferentes situaciones, en todas ellas en principio


aparece como los padres toman medidas de forma errónea, y luego el modelo
adecuado a seguir.

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