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LEIBNIZ

LA MONADOLOGÍA
1713‐1715
(13 A 25)

13

Este detalle debe comprender una multitud en la unidad o en lo simple. Porque como todo
cambio natural se hace por grados, algo cambia y algo queda; y, por consecuencia, es
necesario que en la substancia simple haya una pluralidad de afecciones y relaciones, aunque
no haya partes en ella.

14

El estado pasajero que comprende y representa una multitud en la unidad, o en la substancia


simple, no es otra cosa que la llamada Percepción, que se debe distinguir de la apercepción o
de la conciencia, como se verá en lo que sigue. Y es en esto en lo que los cartesianos se han
equivocado mucho, no habiendo tenido en cuenta para nada aquellas percepciones de las que
uno no se da cuenta. Es esto también lo que les ha hecho creer que solamente los Espíritus
eran Mónadas, y que no existían las Almas de las Bestias ni otras Entelequias; y que hayan
confundido, como el vulgo, un largo desvanecimiento con la muerte en sentido riguroso, lo
cual les ha hecho caer en el prejuicio escolástico de las almas totalmente separadas, e incluso
han fortalecido a los espíritus mal formados en la opinión de la mortalidad de las almas.

15

La acción del principio interno que realiza el cambio o el paso de una percepción a otra puede
llamarse Apetición: es cierto que el apetito no puede alcanzar siempre y por entero toda la
percepción a las que tiende, mas siempre consigue algo de ella, y alcanza percepciones nuevas.

16

Nosotros mismos experimentamos una multitud en la substancia simple, cuando hallamos que
el menor pensamiento del que somos conscientes comprende una variedad en el objeto. Por
tanto, todos aquellos que reconocen que el Alma es una substancia simple deben reconocer
esta multitud en la Mónada; y monsieur Bayle no debiera hallar ahí ninguna dificultad, como
ha hecho en su Diccionario, artículo Rorarius.
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Por otra parte, hay que confesar que la Percepción y lo que de ella depende es inexplicable por
razones mecánicas, es decir, por medio de las figuras y de los movimientos. Y si se imagina que
existe una Máquina, cuya estructura haga pensar, sentir, tener percepción, se le podrá
concebir agrandada, conservando las mismas proporciones, de tal manera que se pueda entrar
en ella como si fuera un molino. Supuesto esto, se hallarán, visitándola por dentro, más que
piezas que se impulsan las unas a las otras, y nunca nada con qué explicar una percepción. Por
tanto, es en la substancia simple, y no en la compuesta o en la máquina, donde es necesario
buscarla. Por tanto, en la substancia simple no puede hallarse más que eso, es decir, las
percepciones y sus cambios. Y también sólo en esto es en lo que pueden consistir todas las
acciones internas de las substancias simples.

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Se podría dar el nombre de Entelequias a todas las substancias simples, o Mónadas creadas,
porque tienen en sí mismas una cierta perfección, hay en ellas una suficiencia que las convierte
en fuentes de sus acciones internas y, por decirlo así, en Autómatas incorpóreos. (Teodicea, §
87).

19

Si queremos llamar Alma a todo lo que tiene percepciones y apetitos en el sentido general que
acabo de explicar, todas las substancias simples o Mónadas creadas podrían ser llamadas
Almas; pero como el sentimiento es algo más que una simple percepción, concedo que el
nombre general de Mónadas y de Entelequias basta para las substancias simples que no
tengan sino eso; y que se llama Almas solamente a aquéllas cuya percepción es más distinta y
está acompañada de memoria.

20

Pues experimentamos en nosotros mismos un Estado en el cual no nos acordamos de nada y


no tenemos ninguna percepción distinta; como cuando sufrimos un desmayo, o cuando
estamos dominados por un sueño profundo en el que no soñamos nada. En este estado el
alma no difiere sensiblemente de una simple Mónada; pero como este estado no es duradero,
y como ella sale de él, ésta es algo más. (Teodicea, § 64).

21

Y no se sigue de esto que la substancia simple no tenga ninguna percepción. Esto no puede ser
por las razones antedichas; porque lo mismo que no podría perecer, tampoco podría subsistir
sin alguna afección, que no es otra cosa que su percepción; pero cuando hay una gran multitud
de pequeñas percepciones, donde nada hay distinto, se aturde uno; como cuando se gira
continuamente en un mismo sentido muchas veces seguidas, sobreviene a causa de ello un
vértigo que puede hacer que nos desvanezcamos y que no nos deja distinguir nada. Y la
muerte puede ocasionar este estado durante algún tiempo a los animales.

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Y como todo estado presente de una substancia simple es naturalmente una consecuencia de
su estado precedente, de este modo su presente está preñado del porvenir. (Teodicea, § 360).

23

Así, pues, como una vez despertado de su desvanecimiento uno se apercibe de sus
percepciones, es necesario que las haya tenido inmediatamente antes, aunque no se haya
apercibido de ellas; porque una percepción no puede venir naturalmente más que de otra
percepción, como un movimiento no puede venir naturalmente más que de un movimiento.
(Teodicea, § 401‐403).

24

Por esto se ve que, si nosotros no tuviéramos nada de distinto y, por decirlo así, notable, y de
un más alto gusto en nuestras percepciones, estaríamos siempre en un desvanecimiento. Y
este es el estado de las Mónadas completamente desnudas.

25

También vemos que la Naturaleza ha dado percepciones elevadas a los animales, gracias a los
cuidados que se ha tomado para dotarles de órganos que recojan varios rayos de luz, o varias
ondulaciones de aire, para hacerles tener más eficacia por medio de su unión. Hay algo de
parecido en el olor, en el gusto y en el tacto, y tal vez en muchos otros sentidos que
desconocemos. Y explicaré después cómo lo que ocurre en el Alma representa lo que se hace
en los órganos.

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