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HENRY MILLER TRÓPICO DE CAPRICORNIO

Recuerdo un actor anónimo en un teatro de la cadena Keith que probablemente fuera el hombre
más loco de América, y puede que no se sacara más de cincuenta dólares a la semana. Tres
veces al día, todos los días de la semana, salía a escena y mantenía al público embelesado. No
hacía un número... simplemente improvisaba. Nunca repetía sus chistes ni sus acrobacias. Se
prodigaba, y no creo que fuera un drogota. Era uno de esos tipos que nacen en los maizales y su
energía y alegría eran tan impetuosas, que nada podía contenerlas. Sabía tocar cualquier
instrumento y bailar cualquier paso, y era capaz de inventar una historia en el momento y
alargarla hasta el final de la función. No se contentaba con hacer su número, sino que ayudaba a
los demás. Se quedaba entre bastidores y esperaba el momento oportuno para irrumpir en el
número de otro tipo. Él solo era el espectáculo entero y era un espectáculo que contenía más
terapia que todo el arsenal de la ciencia moderna. A un hombre así tendrían que haberle pagado
el sueldo que cobre el presidente de Estados Unidos. Tendrían que echar al presidente de
Estados Unidos y a todo el Tribunal Supremo y poner a gobernar a un hombre así. Aquel
hombre podía curar cualquier enfermedad del catálogo. Además, era la clase de tipo que lo haría
por nada, si se lo pidieran. Ese es el tipo de hombre que vacía los manicomios. No propone una
cura... vuelve loco a todo el mundo. Entre esta solución y el estado de guerra perpetua, que es la
civilización, sólo hay otra salida... y es el camino que todos tomaremos tarde o temprano porque
todo lo demás está condenado al fracaso. El tipo que representa esa única salida tiene una
cabeza con seis caras y ocho ojos; la cabeza es un faro giratorio, y en lugar de una triple corona
encima, como podría perfectamente haber, hay un agujero que ventila los pocos sesos que hay.
Hay pocos sesos, como digo, porque hay poco equipaje que llevar, porque, al vivir en plena
conciencia, la sustancia gris se convierte en luz. Ese es el único tipo de hombre que podemos
colocar por encima del comediante; ni ríe ni llora y está por encima del sufrimiento. No lo
reconocemos todavía porque está demasiado próximo a nosotros, justo bajo la piel, en realidad.
Cuando el comediante nos acierta en las tripas, este hombre, cuyo nombre podría ser Dios,
supongo, si tuviera que usar un nombre, habla claro. Cuando toda la raza humana está
desternillándose de risa, riendo tanto que llega a doler, quiero decir, entonces todo el mundo va
por buen camino. En ese momento todo el mundo puede ser lo mismo Dios precisamente que
cualquier otra cosa. En ese momento se produce la aniquilación de la conciencia doble, triple,
cuádruple y múltiple, que es lo que hace que la sustancia gris se haga un ovillo de pliegues
muertos en la coronilla. En ese momento puedes sentir realmente el agujero en la coronilla;
sabes que en otro tiempo tenías un ojo en ella y que ese ojo era capaz de captar todo a la vez.
Ahora el ojo ha desaparecido, pero cuando ríes hasta que se te saltan las lágrimas y te duele el
vientre, estás abriendo realmente la claraboya y ventilando los sesos. En ese momento nadie
puede convencerte para que cojas un rifle y mates a tu enemigo; nadie puede convencer a nadie
para que abra un mamotreto que contenga las verdades metafísicas del mundo y lo lea. Si sabes
lo que significa la libertad, la libertad absoluta y no la libertad relativa, en ese caso debes
reconocer que eso es lo más cerca que puedes llegar a estar de ella. Si estoy en contra del estado
del mundo no es porque sea un moralista... es porque quiero reírme más. No digo que Dios sea
una gran carcajada; digo que tienes que reír con ganas antes de que puedas acercarte lo más
mínimo a Dios. Mi exclusivo fin en la vida es llegar cerca de Dios, es decir, llegar cerca de mí
mismo. Por eso es por lo que no me importa el camino que tome. Pero la música es muy
importante. La música es un tónico para la glándula pineal. La música no es Bach ni Beethoven,
la música es el abrelatas del alma. Te hace tranquilizarte terriblemente por dentro, te hace tomar
conciencia de que hay un techo para tu ser.

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