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NO SOY ESTE CUERPO, NO SOY ESTA MENTE.

Y si te pregunto ¿Dónde estabas tú antes de que este mundo fuera?, ¿Dónde estabas tú antes de
nacer?¿dónde estarás tu dentro de mil años? .
De acuerdo a la visión y experiencia, nuestro Ser esencial no es la mente ni el cuerpo. Nuestro Ser
verdadero –en cambio- es algo más sutil, más profundo, que no sufre modificación ni aniquilación.

Es, fue y será en un continuo fluir.

No hay nada malo en la idea «yo soy el cuerpo», siempre y cuando se discierna, se sienta que no
somos solo un cuerpo (o una mente) que tiene un nombre y que nació en un país, en una fecha.

Simplemente hay que discernir que quien erróneamente toma este cuerpo como “yo” es la mente
que se ha identificado con su cuerpo, porque “ese tu ” es una realidad omniabarcante , lo abarca
todo, lo es todo, no solo el “tu”, sino también el “yo” , de allí que tu y yo somos uno, un solo “yo”

Desde esta comprensión, dado el caso que enfrentemos una circunstancia que nos genera
malestar o dolor, recordamos que no somos ese cuerpo que está siendo amenazado o perjudicado
y que tampoco somos esa mente ni ese ego, que están siendo afectados.
Recordamos que somos otra cosa lo sentimos, lo intuimos… una entidad que es distinta de los
deseos y necesidades del ego.

Imagínate un cuenco con agua que es devuelta al lago, o del riachuelo que vuelve al mar ¿Puedes
distinguir cuáles son las aguas de los diferentes ríos que confluyen en el mar? .

En esa misma línea de ideas , ¿cómo podrías distinguir esa partícula de consciencia “individual”
que constituye el “yo” cuando se sumerge en la consciencia total que es el “Yo” .

No existen diferencias en su esencia, entre el agua de mar, el agua de lago, el agua de río o el agua
del grifo. Todas en su esencia son agua que arrastra minerales o impurezas según fluye por
diversos caminos.

El oro en su esencia es oro, aunque esté en un anillo, en una cadena, en un brazalete, en una
moneda.
Por eso, al igual que el agua o el oro, pensar que uno es diferente del ser , es una ilusión creada
por nuestra ignorancia, por nuestra mente limitada, la consciencia individual, entendida como la
percepción yo soy un individuo o un alma confinada dentro de los límites de un cuerpo», es una
forma distorsionada de la consciencia pura , como el reflejo de un espejo lleno de polvo, esta
percepción aspira a prolongar el “deseo de ser alguien; alguien separado, alguien especial; alguien
con su propia historia , con sus logros y fracasos, es solo el juego de la mente tratando de
convencer que es así, cuando solo uno somos.

Es la Consciencia, el ser , la que asume innumerables formas. Pero estamos tan acostumbrados a
pensarnos como cuerpos que tienen consciencia, que no persibimos que sea la Conscien- cia quien
sostiene los cuerpos.

Ese ser más profundo no necesita riqueza o ir tras de algo para obtener bienestar, no necesita el
aprecio o reconocimiento de los demás, no necesita defender una posición, así como tampoco
requiere proyectar alguna imagen de sí mismo, ni justificarse.

En realidad, no necesita nada, absolutamente nada, quizás sólo recordarse a sí mismo, saberse a sí
mismo, estar en el centro, en su corazón, en su más profundo sentir.

Al deshacer la ilusión de que somos esas necesidades (que normalmente creemos tener), nos
damos cuenta de nuestro Ser.
Allí … en el centro, simplemente nos sentimos bien, nos sentimos tranquilos, sentimos plenitud.

Esto que te dijo no tiene mucho sentido si no se lo ha experimentado personalmente, si no se lo


ha sentido en carne propia, son solo palabras, así como se le pregunto a Cristo que es la verdad
por parte de pilatos y él se quedó callado, no se puede expresar, indicar, señalar, si puedes hacer
eso, eso no es.

Por eso es que es tan necesaria la práctica de la indagación y del discernimiento continuo,
utilizando la meditación como herramienta y no como fin, porque ella nos va acercando poco a
poco a esa experiencia.

Una vez que hemos sentido que somos algo inmaterial e infinito, entonces podremos recordar ese
cálido sentimiento de paz, y tendremos esa comprensión.

De otro modo, sólo será una aseveración intelectual que lamentablemente no tendrá suficiente
poder sobre nuestro estar en el mundo y en la vida, recordando que estamos en el mundo pero no
somos del mundo.
Porque la fe sin obras es muerta, si solo creemos y no lo vivenciamos y sentimos, no tiene valor.
“Más vale una minúscula acción que universos de teoría”.

Nuestra percepción de la vida cambian de modo sutil, pero inevitablemente de forma poderosa,
entonces podemos estar serenos aunque afuera haya agitación, podemos sentirnos bien aunque
no estén ocurriendo las condiciones que nos gustan … disfrutamos del bienestar y gozo , porque
eso es lo que realmente somos.

Ahora percibimos como un testigo, como un observador y nos damos cuenta que lo observado es
el observador y el observador es lo observado, somos uno y lo mismo.

Aquel que simplemente observa y nada le afecta, que no toma partido por nada, que no desea ni
rechaza nada, la Pura Consciencia … allí donde hay plenitud.

Al hablar de La Mente me refiero a los pensamientos, recuerdos, emociones, planes, miedos,


preocupaciones, deseos, aversiones, apegos, etc., mientras que Consciencia se refiere al Ser, la
Esencia, el Alma, el Espíritu, el nombre que quieres darle, es simplemente darse cuenta que es
nuestra verdadera naturaleza.
Todos experimentamos el hecho de pensar, es más podemos ser testigos de acto de pensar, es
decir, ser conscientes de que estamos pensando. Pero podemos dar un paso más cuando somos
conscientes de que somos conscientes.

En ese momento se produce un bucle que detiene el flujo metal y nos sitúa en un estado de
autoconsciencia o de consciencia pura. Allí no hay pensamientos o, si quedan, son observados con
total desapego y neutralidad.

Pero inmediatamente también observaremos nuestra incapacidad para permanecer estables en


dicho estado porque los pensamientos requieren nuestra atención, y nuestro mundo está
diseñado para que le prestemos atención, es decir a lo externo, mil colores, mil sensaciones, mil
aromas. Mil formas, mil saberes.

Si ya hemos tenido la experiencia de que nuestro verdadero ser no es el cuerpo ni la mente sino
“otra cosa” más profunda e invulnerable, podremos retornar a esa comprensión de cuando en
cuando, en esas ocasiones en que nuestra mente cae en las trampas del mundo otra vez y nos
envuelve con su sufrimiento.

Pues bien, ese estado de consciencia individual “yo soy”, libre de pensamientos, es lo que en la
terminología religiosa se denomina «alma» y constituye la puerta o preliminar hacia el estado de
consciencia universal e ilimitada «Yo soy», que es lo que se llama «espíritu», «corazón», «núcleo
del alma» o «Dios», ponle el nombre que quieras, pero se consiente que el nombre no es.
Una cosa es experimentar la autoconsciencia o «Yo soy» y otra cosa es pensar que «Yo soy». Hasta
cierto punto son dos situaciones incompatibles en la medida en que la autoconsciencia “yo soy”
rebasa o transciende el pensamiento. En suma, la consciencia «yo soy» no es un pensamiento,
sino el estado desde donde se observan los pensamientos.

De allí se dice que:

si yo estoy, dios no esta, y si dios esta, yo no estoy.

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