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A lo largo de todo el siglo XX la humanidad observó impávida la escenificación de


la tragedia del desarrollo. De repente los ángeles siniestros del desarrollo que
hostigan a Fausto durante la larga noche de la modernidad hacen presencia ante
nuestros sentidos y en medio de la bruma y la confusión podemos distinguir sus
pálidas figuras, ellos son: la necesidad, la escasez, la zozobra y la culpa.

La sociedad fundada por el capital y el ansia de lucro incesante que deslumbro


nuestras conciencias ante las fascinantes posibilidades de tecnología, movilidad,
consumo y reproducción, y las promesas de un intercambio cultural, intelectual,
económico y científico sin barreras ni contradicciones poco a poco se ha venido
desmoronando como el germen que encarna su propia e inevitable
autodestrucción.

La paradoja del progreso de la misma manera como la retrata Edgar Morin


consiste en que para que se concrete el desarrollo científico, tecnológico e
industrial es necesaria la existencia de un modelo de dominación hegemónico
caracterizado por la acumulación de riqueza en manos de unos pocos, la
mercantilización de todos los aspectos de las relaciones humanas, la competencia
individualista y voraz, la supremacía del calculo económico y el rendimiento
funcional, la desigualdad social y la degradación indiscriminada de la naturaleza.

Pero además de la inequidad material que rodea al mundo contemporáneo,


subsiste a su vez silenciosamente otro fenómeno fundamental que se reproduce a
partir de la relación desigual con el poder ya que: ƠLa injusticia mas grave no es la
material sino la moral: ésta no se mide en dólares, sino en el hecho de que
algunos hombres están privados de los derechos fundamentales de los que
disfrutan los poderososơ1.

De ésta magnitud es el fenómeno que se reproduce en todo el mundo y que afecta


al territorio, la biodiversidad y a las comunidades como es el caso de la situación
de marginalidad y desastre ecológico producido por la explotación del petróleo en
el Delta del Níger, en donde la multinacional Shell bajo la complacencia del
corrupto Gobierno Nigeriano ha generado una destrucción sin precedentes del
ecosistema debido a la quema de gas y al vertido de toneladas de petróleo,

1
Morin, Edgar.͟ c  
    . En: Baudrillard, Jean y Morin, Edgar (2004)    


. Barcelona: Paidós. Pág. 64.
trayendo por igual consecuencias a la población que se ve afectada por las
enfermedades respiratorias y el cáncer.

No menos dramática es la situación colombiana en donde la situación de conflicto


interno, pobreza, concentración del poder y violación de los derechos humanos ha
configurado una situación histórica y social proclive al saqueo y la expoliación de
los recursos naturales, así como la intimidación y el desplazamiento de poblaciones
vulnerables.

Tal es el caso de la región del Bajo Atrato, en donde la comunidades de Curbaradó


y Jiguamandóen el Chocó han denunciado el despojo de tierras del que han sido
víctimas campesinos y afrodescendientes por parte de paramilitares financiados
por las empresas que viene ejecutando un proyecto agroindustrial masivo de
palma aceitera.

Desde el año de 1997 esta región a tenido que soportar la persecución, el


asesinato y desplazamiento de su comunidad producto de la configuración de una
paraeconomía auspiciada por empresas como: Maderas del Darién-Pizano
S.A;MulitifruitsLtda en acuerdo comercial con Del Monte; Urapalma, Palmado,
Palmas de Curvaradó, Extractora Bajirá, La Tukeka yAsoprobeba.

Pero la crisis humanitaria no es menor que la crisis ecológica, debido al uso


indiscriminado del suelo para el monocultivo de la palma en una zona de selva
tropical, esta región está a punto de padecer un grave daño ambiental debido a la
deforestación, o lo que las organizaciones ecologistas denominan como Ơdesiertos
verdesơ.

A pesar de que la región de Curbaradó y Jiguamandó había sido reconocida por la


legislación colombiana como un territorio comunal ancestral propiedad de la
población negra que lo habitaba, la ambición de los empresarios fue más fuerte y
determinante para apropiarse de la zona con carreteras, canales de drenaje y
fusiles, ante la completa complacencia y complicidad del gobierno local y nacional.

En base a estos dos ejemplos podemos ver cómo la reflexión actual sobre la
problemática ecológica y la educación ambiental contemporánea necesita ser
repensada bajo los criterios de un modelo amplio de análisis que incluya las
diversas tensiones generadas por las condiciones sociales, económicas políticas y
culturales que irrumpen en el escenario de la protección y la conservación de la
biodiversidad y los recursos naturales.

Cada día se hace más urgente una cultura ambiental que vaya de la mano con una
política ambiental que asuma la dimensión estructural de la problemática, en su
sentido material e ideológico, capaz de hacer resistencia, denunciar y combatir la
dinámica por la cual el interés privado y la lógica del capitalismo criminal somete a
la degradación al hombre y su entorno.

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